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INSTRUCCION

SOBRE LA POLICÍA,

SU CARACTER Y ATRIBUCIONES.

P O R D . A . D E Q.

VALENCIA

E N L A I M P R E N T A D E E S T Í V A N j

IM PRESOR DE L A DIRECCION GENERAL.

i 8 i 3.

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E l fíxar los lím ites de la Policía , y

el m anifestar su c a rá c te r , no debe pa­

recer inútil a l que considere la fa-*-

cilidad con que se conciben ideas fal­

sas de los establecim ientos á que no

estam os acostum brados, y el influxo

que pueden tener sem ejantes errores

en la felicidad ó desgracia de los

ciudadanos. Todas las legislaciones de

E uropa se han resentido largo tiem po,

y U m ayor parte se resienten aun de

la confusion de poderes y facultades,

hija de los tiem pos del sistem a feu­

dal. Aquellos B a ro n e s , que situados

sobre e l terreno que les cupo e a la

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conqu ista de E uropa sobre los rom a­

nos , exercieron en é l , y dexaron á

sus sucesores el derecho de exercer

el poder jud ic ia l, y muchos atributos

de la soberanía , fueron poco solícitos

en la división de poderes y en la

separación de facultades. Sin m as ley

que algunas costum bres de decidir,

recogidas por ellos m ism o s, y depo­

sitadas en sus cabezas ; y sin m as

trabajo que una corta atención al he­

cho que se les p ro p o n ía , determ ina­

ban toda especie de asuntos , sin c la -

•sificarlos, ni m enos establecer sepa­

ración alguna. Si bien posteriorm en­

te c rearon ellos m ism os algunos Ma­

gistrados , que los descansasen en esta

penosa o cupac ion , p ara poderse de­

dicar m as lib rem ente, 6 á la diversión

de la c a z a , 6 á la guerra con otros

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B a ro n e s ; aquellos M agistrados ado­

lecieron del m ism o m a l , y todos d is -

ponian de todo com o los Barones á

quienes pertenecian. Q uando los Re­

yes á fuerza de trabajo consiguieron

despojarlos en el todo ó en parte de

unas atribuciones que no Ies co rres-

pondian , tuvieron de a lgún m odo que conform arse con los usos esta­

blecidos ; y como por o tra parte las

luces de aquel tiem po arrojaban to­

davía un resplandor muy débil sobre

la adm inistración pública y los de­

rechos de lüs ciudadanos , las cosas continuaron así sin m ejora notable

en el exercicio de los poderes.

U na de las calam idades m as de­

plorables que produxeron las inun­

daciones de los b á rb a ro s , fue segu­ram en te la en tera destrucción de la

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jurisprudencia rom ana. Las leyes y

los reglam entos de un estado civil se

oponían d iam etralm ente á las cos­

tum bres y á las ideas de los fieros

guerreros que v inieron del N o r te , los

quales desconocían el estado de socie­

dad , para el qual se liabia form ado

aquella jurisprudencia. A si, pues, por

todos los paises en que los bárbaros

se establecieron, la legislación de Ro­

m a quedó abolida y aun o lv id a d a ; y

aunque quando á m itad del siglo x ii

la casualidad descubrió en Italia un

exem plar de las Pandectas de Justi-

n iano , fue recibido con adm iración

un derecho que no se cesaba de ala­

bar ; era dificultoso , por no decir

im p o sib le , que este feliz hallazgo

cam biase en teram ente la faz de las

sociedades , y desterrase los abusos

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în v e te ra flo s , hijos de la ignorancia,

y sostenidos p o r el Ínteres. Vióse por

esto aquella horrib le m ezcla de lo

bueno y lo m alo en las legislaciones

que se fueron form ando , y en los

m onstruosos códigos , en que se qu i­

sieron herm anar las disposiciones de

la ciudad m is sabia con las de los

bárbaros m as ignorantes ; y descen­

diendo de este estado de cosas la m a­

yor parte de las legislaciones de Eu­

ropa , y en tre ellas la de España, nada debe adm irarnos en orden á k con­

fusion que se advierte en pun to á

poderes y facultades.

No fue m as feliz en esta parte la

legislación de la Francia. Desde que

las turbaciones del reynado de Hugo

Capet le precisaron á reconocer he­

red itario el gobierno en las fam ilia j

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de los B a ro n e s , se descargaron estos

del cuidado de gobernar por s í , nom ­

brándose substitutos 9 de los quales

nacieron los Vice-^Comites, à V iz-C on~

des ; los Prevostes , ó Praeposití j u -

ridicundo ; los Vegueres , 6 Vicaríi\

los Castellanos , ó Castelloram custo­

des ; los Corregidores ó M aires , M a­

dores Víllarum. Pero aunque por al­

gún tiem po se reservaron los Señores la superioridad sobre estos oficiales,

y tenian sus audiencias solemnes al­

guna vez ai a ñ o , bien presto los cui­

dados de la guerra los precisaron á

abandonar las discusiones civiles á sus

B aylíos , antiguo nom bre galo , que

significaba pro tector ó guarda ; ó á

los Senescales , té rm ino a le m a n , que

equivale al de criado antiguo. Si á

estos nom bres se añade la disposi-

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d o n que tom aron los Reyes para exi­

m ir á m uchas corporaciones y per­

sonas de la jurisdicción de los jue­

ces locales , sujetándolas únicam ente

al juzgado del Prevoste de P a r ís ; se

conocerá con igual evidencia la con­

fusion que debia reynar por la na­

turaleza m ism a de Tinos juzgados y

autoridades que no d im anaban de

la soberanía , sino del funesto siste­

m a feu d a l, y del despotism o de los

señores.¿Y qual desórden hubo de orig i­

narse , quando los Bayliages , y las

Senescalías, y h as ta el cargo m ism o

de Prevoste de París llegaron á a r­

rendarse com o ren tas y productos de

la c o ro n a , hasta que S. Luis quitó la

Prevostia de las m anos de los a rren ­

dadores , y Felipe e l Herm oso y C ar-

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lO

!os V n las Senescalías y BayliagesT

Baste decir para dem ostrar la con­

fusion de poderes que reynaba en

F rancia , que hasta el reynado de Luis

XIV la principal jurisdicción crim i­

n al de Paris no estaba separada de

la jurisdicción civil contenciosa.

E n tre nosofros la confusion y el

desórden estaban bien de bulto. D e-

xando aparte la historia de nuestra

legislación , q u e ha corrido parejas

con la m as em b ro llad a , basta regis­

t r a r qualquiera coleccion de las cé­

dulas de los últim os reynados , y se ad­

v ertirá que la m ayor ocupacion de los

soberanos h a sido la de decidir com ­

petencias en tre las autoridades y ju­

risdicciones ; prueba la m as com ple­

ta de la confusion y el desórden : por­

que donde los lím ites están m arca­

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dos con claridad y con exactitud las

com petencias son desconocidas. ¿Podia

haber por exem plo m ayor m onstruo­

sidad que un corregidor que form a-,

ba sum arias y pesqu isas, que senten­

ciaba procesos crim inales, que decidía

asuntos c iv iles , y que al mistpo tiem ­

po estaba encargado de la policía,

y presidia la adm inistración m unici­

pa l? ¿Un in tendente que al encargo

de hacienda unía el de juez crim inal

y civil? ¿U n tribunal de apelación,

que se ocupaba de asuntos de gobier­

no y de econom ía , y que dictaba sus

leyes y preceptos hasta sobre los co­

m estibles y los m ercados? ¿ U n . . .

pero no rep itam os lo que á nadie se

o c u lta , y felicitém onos al ver las au­

toridades sin confusión , y los pode­

res en el órden debido : y puesto que

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Ja reunión de diferentes cuidados en

una m ism a autoridad ha sido ya abo^

l id a , procurem os fo rm ar ideas cla­

ras de cada una de las partes de la

adm inistración pública , para evitar

los escollos á que de o tra m anera

podíam os ser conducidos; y m ientras

algún o tro se o cu p a , com o es justo,

en señalar los lím ites de las au tori­

dades de g o b ie rn o , y de las que es­

tá n encargadas de la justicia , lim itán­

dom e yo á la P o lic ía , ensayaré mis

débiles fuerzas en descifrar los ca­

racteres que la d istinguen , y en fixar

sus peculiares atribuciones.

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X X X M x x x x x x x x x x x x x x x x x w

Carácter de la Folicia.

Que el principal objeto de la Poli­

cía sea la felicidad del hom bre en la

sociedad que form a con los de su

especie , es una verdad conocida de

todos i pero esto lejos de fo rm ar su carác ter , v iene á confundirla con

o tros m uchos establecim ientos hijos

del m ism o objeto , y creados por las sociedades desde su origen m ism o. L$

soberanía , el poder legislativo , el ]u-

d ic ia l, y otras m enores instituciones,

se deben á la necesidad en que se ha

visto el hom bre de asegurar su dicha.

Q ue el objeto de la Policía sea

hacer cóm oda y agradable la existen­

cia del h o m b re , im ped ir el crim en,

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pro teger la v i r tu d , asegurar al d é ­

bil , m an tener el ó rd e n , unir á los

gobernados con el g o b ie rn o , procu­

r a r que las sociedades no carezcan de

lo necesario , desterrar de ellas todo

lo que puede d añ ar á los que com ­

ponen , y proporcionar á estos todo

el agrado y com odidad posible , no

es tam poco un objeto privativo de la

Policía en térm inos que form e su ca­rác te r ; porque las leyes se proponen

estos ob jetos, y los tribunales de jus­

ticia trabajan incesantem ente p o r con­

seguirlos.

¿Qual es pues el ca rác ter de h

Policía'^ P ara poder hallarlo , prescin­

dam os de los objetos que se propo­

n e , y lim itém onos únicam ente á ios

m edios de que se vale , á la senda

por donde se d ir ig e , y á las gestio-

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lies que practica p ara que la socie­

dad sea feliz.

Considerem os p o r un in stan te los

tribunales de la ju s tic ia , y los p rin ­

cipales cuerpos ad m in is tra d o re s , y

cotejando con sus funciones las que

exerce la P o lic ía , conocerem os el ca­

rác te r de esta por sus m ism as ope­

raciones. U n tribunal de justicia cas­

tiga el c r im e n , aplica a l fraude la pe­

n a de la l e y , y condena al que ha

causado daño á su sem ejan te ; pero

este tribunal no busca esencialm ente

á los autores de los delitos , ni pes­

quisa si el crim en ha e s ta lla d o , y si

ios ciudadanos han sufrido de parte

de algunos de sus com pañeros. Espe­

ra al contrario que se excite su au­

toridad , y que se le señale el cri­

m en y el delinqliente , y reconoce

2

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co m o su objeto el absolver ó cas­

tig a r después de un detenido proceso

al que se le p resentò com o culpable.

Los cuerpos y autoridades adm i­

n istradoras exercen funciones espe­

ciales ; pero en g ra n d e , digám oslo

a s i , y m edian te providencias gene­

rales dirigidas á los objetos que les

son propios ; pero estos cuerpos , es­tas autoridades no pueden seguir pa­

so á paso á los in d iv id u o s, n i re­

conocer si todos ellos cum plen con

exactitud sus disposiciones.

El G obierno m ism o , esta parte la

m as noble de la au toridad pública,

es por esta causa la que lleva sobre

sus hom bros el m ayor p e so , y la

que de consiguiente puede e n tra r m e­

nos en los d e ta lle s , y no puede ocu­

parse en co n o cer, y distinguir el ca­

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rác te r particu lar de sus gobernados.

Por o tra parte estos tribunales,

y estos cuerpos au to rizados, si algu­

na vez se cercan p o r sí m ism os p ara

ap licar sus m edidas á los ciudadanos,

lo executan s ie m p re , y así lo exige

su n a tu ra le z a , con un apara to , que

6 bien intim ida y am edren ta al pú­

blico , á quien deslum bra su m ism a

autoridad , ó anunciándose dem asia­

dam ente da lugar á que el crim en

se cubra de una m áscara, y á que el

delinq’üente se ponga en salvo.

Así como el padre que quiere

atraerse el corazon de sus h ijo s , no

debe m ostrarles siem pre el rostro

sev e ro , y debe descender hasta to­

m ar p a rte en sus ocupaciones y ju­

guetes com o un a m ig o ; así la auto»

ridad que g o b ie rn a , haria desgracia­

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da. y m elancólica la existencia de los

c iudadanos, que en ella han depo­

sitado todas sus facu ltad es , si siem ­

pre se les presentase con el aparato

de T ribunal y fuese precedida de los

Lictores.

Los hom bres que substituyeron el

tro n o de la soberanía al hum ilde es­

caño que ocupaba el p a tr ia rc a , ó ge-

fe de fam ilia , no desam aron por es­

ta institución la voz de este como

la prim era au toridad , y la m as aná­

loga á la n a tu ra leza ; antes bien con­

servaron hácia la m ism a tales senti­

m ientos , que siem pre apreciaran el

ser conducidos con la sencillez y el

ag rad o , prefiriéndole al aparato del

rig o r con que los tribunales deben

presentarse. El m ism o Gobierno para

quien el i)ien estar del pueblo es la

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prim era l e y , n i debe n i quiere apli­

car todas las m edidas de su au to ri­

dad , sino quando o tras m e n o re s , m as

suaves y m enos irritan tes no han sido suficientes , sem ejante en esto al pa­

d re ó gefe de fam ilia á quien subs­

tituyó , que no procede á denunciar

an te los tribunales las faltas de su

hijo 5 sino quando está asegurado de

que sus correcciones son infructuosas.

C onviene pues á la felicidad de

los ciudadanos y al G obierno m ism o, que haya una au to rid ad que sin m e­

lancolizarlos con su p re se n c ia , ios d i­

rija p o r la senda de la le y , y de la

ju s tic ia ; y que observando los p ri­

m eros d e fec to s , que por lo regular

son ios m en o res , pues el hom bre no

pasa fácilm ente, sino por grados, á ser

facineroso , les ap lique pequeñas cor­

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recciones, y solo quando estas no bas­

taren , despierte la au toridad para ello

establecida. C onviene que la socie­

dad jam as se encuentre abandonada

á si m ism a , al furor de sus pasio­

nes , y al influxo de sus enemigos:

que haya siem pre quien v e le , y ase­

gure las personas y propiedades de

los c iudadanos; quien les haga agra­

dable la ciudad y sus cercanías , cui­

dando de la salubridad , de la lim ­

pieza , y aun de su a d o rn o , ap a r­

tando los obstáculos y los rie sg o s , y

proporcionando en las diversiones el

órden y ei arreglo , para que los in ­

dividuos puedan en tregarse con Uber-

tad a l gozo y regocijo sin los peli­

gros que suelen producir tales reunio­

nes: conviene que ios pequeños crím e­

nes sean perseguidos com o los gran-

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( íe s , y que nada pueda hacerse en

perjuicio de la ciudad y de los ciu­

dadanos ; que se reg istren hasta las

m as m enudas piezas de la m áquina

social , para que la descom posición

de n inguna de ellas pueda detener

fiu m archa m agestuosa ; y convie­

n e que se m an tenga la confianza

en tre los gobernados y el G obierno, ahogando en su princip io qualquiera

gérm en de desunión , y haciendo que

cada uno de los asociados se ocupe únicam ente en aquellas funciones que

le son p ro p ia s , sin m ezclarse en las

de o tro , y sin tu rb a r el ó rd e n , sin

e l q u a l la sociedad vendria á ser un

c a o s , y dexaria de proporcionar las

ventajas que los hom bres se p ro ­

pusieron en su establecim iento. C on­

v ien e , p o r decirlo de una vez so la , qua

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haya una autoridad que respecto ai

G obierno sea com o su ojo , y por

lo que hace á ios ciudadanos exer-

za las funciones de un p a d re , que

habiéndose atraido el am or de sus

hijos , ios sigue á todas p a r te s , y en

todas les procura seguridad y ag ra­

d o , sin que su presencia les inco­

m o d e , ó por m ejor decir sin que les

dexe el desconsuelo de creerse un ins­

tan te abandonados y expuestos á su­

frir incom odidades y perjuicios, im ­

poniéndoles por sí m ism a pequeñas

co rreccio n es, y denunciándolos an te

los tribunales quando aquellas no

b a s ta n , y se tra ta de crím enes m as

bien que de extravíos. Las conside­

raciones que se acaban de liacer me

han llevado insensiblem ente á la des­

cripción de la P o lic ía , y m e han h e -

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aSr

d io desenvolver su carácter propio de

m odo que no pueda confundirse n i

equivocarse con n ingún otro estable­

cim iento. Por ellas es fácil conocer

que lejos de ser una au toridad in ­

cómoda , ó perjudicial á los asocia­

dos , es la m as propia para asegu­

ra r á los ciudadanos pacíficos y h o ­

nestos el goce de sus derechos y de

sus acc io n es , al paso que es la m as

detestada de los p e rv e rso s , porque

com o la conciencia los sigue á todas

p a r te s , y en todas contradice á sus

m alvados proyectos.

Atribuciones de la Policía,

Seguridad pública.

Si en todo tiem po es indispen­

sa b le , y uno de los prim eros obje­

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tos de la Policía el m an tener el cuer­

po social en el orden d e b id o , y el

libertarlo de aquellas conm ociones y

sacu:lim ientos que destrozando todos

los vínculos que uneii sus partes d i­

ferentes , lo arro jan al estado m as

h o rro ro so , y lo p rivan de todas las

ventajas que los hom bres se propu­

sieron a l fo rm arle ; ¿quan to m ayor v i­

gilancia se exigirá de la Policía en la época presente , en que el fuego

de la revolución se m antiene aun d e-

baxo de cen izas; en que espíritus dís­

colos y antisociales trabajan sin ce­

sar para re a n im a rle , y en que una

Potencia conocida por su carác ter de

in cen d ia ria , se ha propuesto aniqui­

la r nuestra p e n ín su la , con la ven­

taja de tener en ella agentes paga­

dlos que se cubren con la m áscara del

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patrio tism o? N inguna atención ser4

d em asiad a , y n ingún desvelo será ex­

cesivo para-conducir la nave que nau­

fraga hasta el puerto de la tran q u i­

lidad p o r m edio de tan tos escollos y

torm entas.

E s , pues 5 indispensable que cada

uno de los em pleados se ocupe en

conocer á fondo los individuos que

están baxo su v ig ila n c ia , su carác­

te r , costum bres é inc lin ac io n es; que

los siga por todas partes quando nó esté seguro de su m oralidad , y que

no pierda la m enor ocasion de m a ­

nifestarles que se les observa , y que

el G obierno atiende á sus costum bres,

m ien tras no d ieren pruebas de h a ­

berlas m ejorado. Q uando estuviere se­

guro de ]a decisión de algunos in -

<Uviduos á com eter un c rim en , 6

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quando le constare que ya le han co­

m etido , y que han dexado de con­

ducirse con aquella sum isión propia

del c iudadano , su arrestacion no de­

be d ife rirse ; porque la m ejor Poli­

cía consiste en im pedir los deUtos,

ó por lo m enos sus conseqüencias.

Entonces debe recoger las pruebas

co nv incen tes, y pasarlas al tribunal encargado de la justicia.

Pero ¿qual es este tribunal se

m e p reg u n ta rá acaso? Aquel que la

superioridad dete rm in e según las c ir­

cunstancias. Q uando un estado tiene

toda la consistencia de que es sus-*

ceptible , y se halla fuera de las con­

vulsiones en que se encuentra el nues­

t r o , los tribunales ordinarios de justi­

cia deben juzgar únicam ente de los de-

litQs de Iqs c iudadanos; pero q u an -

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do m edidas extraordinarias se hacen

indispensables p ara salvar el estado,

ahogar las pasiones y los resentim ien­

to s , y restitu irle la calm a que ie a r­

rebataron las to rm entas de insurrec­

ción , y las borrascas del m otin y

el deso rd en ; entonces ya no se tie­

ne por suficiente lo que no bastó á precaverle de tan horribles m ales.

U n tribunal ex traord inario debe su­

ceder en tales c ircunstancias, y sin

em barazarse en fórm ulas legales , y

en dilaciones acaso de r u t in a , des­

p legar su energía con la presteza

si es posible del rayo , im poniendo

castigos tam bién ex traordinarios , y

hacer sen tir al público que supo ex­

trav iarse , la necesidad de volver al

ó rd e n , y de ocupar cada uno en !a sociedad el puesto que le es p ro -

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pió. Quando el poder ordinario d e

los cónsules se creia bastante en la

situación en que se hallaba Rom a,

una d ictadura siem pre tem poral los

reem plazaba.

Las fábricas de arm as y de m uni­

ciones, si las hubiere á m as de las del

G o b ie rn o , deben observarse p o r la Po­

licía , la qual en punto a l uso de tales

instrum entos debe ten e r la m ayor vi­g ilancia , p ara que aquel se consienta

solo á los que estuvieren autorizados.

Los pasaportes y cartas de segu­

ridad son los docum entos que ase­

guran al ciudadano honesto y reco­

m endable , y solo el carecer de es­

tos apoyos es un m otivo justo de

desconfianza y m érito bastante para

la arrestacion , y p ara com enzar á.

conocer sobre la conducta.

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Com o de la perm anencia de los

extrangeros en una ciudad pueden se­

guirse á la m ism a funestas consequen-

cias ; los pasaportes y cartas de se­

guridad no son títulos suficientes k

au torizarlos, y con justa razón se exi­

gen adem as las patentes ó perm isio­

nes especiales.

Las posad as, las fondas y las ca­

sas de juego , o rd inario receptáculo de

las gentes m as sospechosas, llam an

con preferencia la atención de la Po­

licía ; y no solam ente no podrán per­

m itirse las que no tuv ieren la auto­

rización conveniente , sino que debe­

rá n visitarse con la m ayor frequen -

cia , y exigirse las notas m as exactas

de los individuos que concurren á ellas.

Los vagabundos y los m endigos

deben ser perseguidos p o r la Pohcía,

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com o lo debe ser por un buen padre

el hijo desaplicado é in m o ra l, que le­

jos de dedicarse á una ocupacion útil,

se em peña en consum ir en la ocio­

sidad y la disolución los bienes des­

tinados para el sustento de sus h e r­

m anos m ism os. Con el h ierro y el

fuego deben sacudirse estas polillas

de la república sin perm itirles el m e­

n o r descanso. Estas frentes que n u n ­

ca su d a n , pero que se presen tan con

el sello de la verdadera in fam ia y

del d e sh o n o r , deben doblarse al fin

al trabajo , ó desaparecer de la vis­

ta del público ; porque el hom bre

que no trabaja , no debe com er , y

el que tiene siem pre sus m anos en

el s e n o , no debe poder llevarlas á

la boca. E n c ie rro s , p u e s , y trabajos

públicos han de expiar estas f a lta s , y

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ocupar à unos hom bres indignos de

piedad y de todo consuelo. Q uando

la m endicidad es invo lun taria , quan­

do el hom bre se ha im posibilitado

p ara el trabajo que a m ó , m ien tras

lo pudo , entonces debe tener un asi­

lo decente y decoroso qual conviene

á un inválido que llenó su puesto en

la sociedad con el honor debido ; y

hasta que la nación pueda proporcio­

n a r hospicios suficientes , los que en

ellos no pudieren ha lla r en trada , de­berán ser autorizados á m endigar,

con tal que su conducta sea confor­

m e 5 y que jam as se presen ten á los

ojos del público , haciendo ostenta­

ción de sus llagas ó de su desnudez,

ó i^ rtu rb an d o con sus cb m o res la

tranquilidad de los c iu d ad an o s , 6

persiguiendo á estos por los paseos

3

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públicos y parages adonde se d iri­

gen en busca de una distracción agra­

dable de sus tareas.

Nada m as frequente que el reu­

n irse los jornaleros en los sitios en

que suelen hacerlo por pasatiem po,

con m otivo de alguna diversión , ó

po r costum bre antigua ; y estas reu­

niones deben ser observadas con el

m ayor esm ero p o r el ojo de la Po­

licía , que considera en ellas el g é r -

m en y principio de los m ayores m a­

les 5 y de los aten tados m as escan­

dalosos con tra la seguridad piiblica

y con tra el G obierno m ism o. El pue­

blo en todas partes y en todas las

edades ha sido el instrum ento de que

se han valido los que han alim en ta­

do en su corazon el fuego de la dis­

cordia , y los deseos de m uerte y ex­

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term inio. Si los diferentes m iem bros

del cuerpo hum ano tra s to rn an sus

funciones , usurpando las que no Ies

son p ro p ia s , dice el sabio au to r del

espíritu de las le y e s ; la m áqu ina á

que corresponden es bien presto des­

tru ida , y ellos m ism os v ienen á ser

las víctim as prim eras. Así sucede con

los individuos de la sociedad. Todos

tienen en ella funciones especiales,

y si estas se tra s to rn an , el órden

desaparece , la arm onía se rom pe, y el cuerpo social degenera en un

m o n s tru o , que devora á los m ism os

que se afanan en su conservación,

y que solo puede com pararse a l in ­

fierno y al caos. E l pueblo nació pa­

ra obedecer y ser d ir ig id o , no p a ra

m andar y d irig ir. Clases hay en la

sociedad á quienes esto toca 6 p o r

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su educación 6 por sus luces, ó por

su institución hered itaria , y las fun­

ciones de estas deben ser respetadas

com o un depósito el m as sagrado,

de cuya conservación depende el ó r -

den. El dogm a sanguinario de la so­

beran ía del pueblo , si pudo predi­

carse antes que de él se tuviesen

las pruebas tan funestas que llena­

ro n la F rancia de te rro r y de luto,

solo ha podido resucitarse por los

instrum entos del gobierno ingles en

el rincón de Cádiz , y por los que

deben ya solo su existencia á la se­

ducción y al engaño con que in ten ­

tan deslum brar á un pueblo á quien

m artirizan del m odo m as horrible.

Pero la Policía de un gobierno jus­

to del:>e con tener a l pueblo en el

circulo de sus d e b e re s , reducidos á

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la sum isión y a l re sp e to , qualidades

que no se oponen á que cada in d i­

viduo produzca los agravios que en

su caso sintiere an te la au to ridad de

la ley , á cuya presencia to d a des­

igualdad desaparece.

La vig ilancia sobre la im pren ta

debe ser o tro de los cuidados de la

P o lic ía , m al que les j>ese á los en e ­

m igos del órden so c ia l, y á los que

sem ejantes á las bestias feroces dan

horribles ru g id o s , siem pre que se tra ­

ta de la sum isión y obediencia. Los

insultos á ia religión , las injurias al

g o b ie rn o , y los agravios á los p a r­

ticulares debe im pedirlos la au to ri­

dad , consistan en h e c h o s , escrito*

ó palabras ; y tan espantoso sería é

im político el p e rm itir los asesinatos,

los ro b o s , los sacrilegios y las jn -

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surrecciones, com o el to le ra r los es*

c r i to s , en que se a taca el honor del

c iu d a d a n o , la santidad de la re li­

gión del gobierno , y las autorida­

des establecidas. Y así como la dis­

posición m as ventajosa á la socie­

dad es la que im pide ios delitos an ­

tes que se com etan , la m edida m as

sa ludab le , respecto á los esc rito s , se­rá la que solo p erm ita los proveclio-

sos , im pidiendo se publiquen y cor­

ra n en el público los venenosos y

pestilenciales.

La m ateria de cultos no debe

ser ex traña á la Policía. El gobier­

no in teresa en que su religion sea

re sp e tad a , y los ciudadanos tienen

derecho á que no se les inquiete

en su creencia , y á que la re li­

g ión que abrazaron sea reverencia­

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d a , sin que se p erm ita el m enor in ­

sulto , n i la m as leve injuria. De

aquí es tam bién que la Policía debe

cuidar de que las procesioneíí y fies­

tas públicas se hagan con decoro,

y sin peligro de que sem ejantes reu­

niones ocasionen al ciudadano p er­

juicio alguno. Si se consideran Jos

daños que Ja superstición y el fana­

tism o han causado á la sociedad,

despues de haber em pañado el h e r­

m oso sem blante de la religión , se conocerá con m ayor evidencia la ne­

cesidad de que el gobierno no c ie r­

re sus ojos sobre los asuntos del cul­

to público ; pues si por largo tiem ­

po estuvo com o a tad o , quando se tra ­

taba de m aterias eclesiásticas fuesen

de la naturaleza que fuesen : si el

velo con que se cubren los m iste­

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rios santos quiso tam bién echarse so­

b re todo io que pertenece á la eco­

nom ía exterior del culto , y hasta

sobre la conducta de los M inistros,

apartando de todo la in tervención

del gobierno ; el tie m p o , la ilustra­

ción , y el haberse especialm ente co­

nocido ios lim ites del Sacerdocio y

del Im perio han llevado ü s cosas al

verdadero e s tad o , y estableciendo con precisión y claridad la diferencia en­

tre lo espiritual y lo te m p o ra l, se lia

conocido que n inguna asociación pue­

de haber en un estado bien consti­

tuido , que no sea dependiente de la

autoridad soberana : que la reun ioa

de ciudadanos con distin tas cabezas

seria un m onstruo ; y que dentro de

un estado no puede existir o tro sin

que am enacen riesgos de desunión.

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y sin que disuelvan tarde ó tem p ra­

no la m áquina social. Se ha dado el

verdadero valor á quantas disposi­

ciones tom aron los gefes eclesiásti­

cos con tra la soberanía tem poral en

Jos siglos de h ie rro y de tinieblas,

valiéndose de la ignorancia en que

gem ía el estado seglac, quando ape­

nas se hallaba quien supiese fim ia r

sino con una cruz , y en que los Obis­

pos y Abades eran casi los únicos

consejeros de los Soberanos ; y se ha

venido por últim o á conocer que la

vista del gobierno debe extenderse á

to d o s , y que todos los que viven en

u n e s ta d o , deben estar sujetos al So­

berano que lo dirige.

Los espectáculos públicos y las

fiestas donde la reunion es conside­

ra b le , deben llam ar la atención de

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la Policía , no solo para ev itar los

riesgos á que podria estar expuesta

la tranqu ilidad pública , las conspi­

raciones y proyectos dañosos que po­

d rían fo rm a rse , sino para asegurar

al ciudadano que los disfrute sin in ­

com odidad n i desagrado , y para li­

bertarle de los insultos que podria

r e c ib ir , y del disgusto de que se

ofreciese á su v ista objeto que cho­

case á la decencia ó á las costum bres.

M oralidad de los ciudadanos.

¿Y quien m as interesado que la

Policía en observar las costum bres

públicas , en im pedir los crím enes,

y en que los que se com eten sean

castigados ? Si la autoridad pública

debe asegurar á los que g o b ie rn a , eí

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goce de sus derechos y propieda­

des , debe ocuparse sin el m enor

descanso en conocer qualquiera a ten ­

tado con tra la seg u rid ad , Ubertad é

igualdad de los asociados, tres cosas

las m as sagradas y dignas de respe­

to , p ara cuya conservación se han

establecido las sociedades , y se han

depositado en la au to ridad pública

todos los derechos que ten ian los in ­

dividuos á conservarlas. ¿ Y en que

viene á fundarse la sum isión a l que

m anda , sino en la obligación con­

traída p o r este de asegurar al ciuda­

dano con tra toda violencia y con tra

todo insulto ? Cele pues ia Policía

sobre las costum bres de los ind iv i­

d u o s , y persiga sin reposo á los que

con sus hechos , escritos y palabras

tu rb an la tranquilidad dé sus com ­

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pañeros , atacando los derechos sa­

grados é im prescriptibles de la n a ­

turaleza , y los que las leyes civiles

han establecido en su favor. Pero ¿ que

cosa habrá ni podrá encontrarse en

lo in te rio r de la c iu d a d , capaz de

a ten ta r á la seguridad pública , que

Bea agena del cuidado de la Poli­

cía ? N inguna c ie rta m e n te : p y q u e tan apreciable es la tranquilidad de los

ciudadanos , y tan horroroso el esta­

do de guerra 6 de anarqu ía , que le­

jos de poderse disim ular el m enor ex­

trav ío y la m as pequeña asechanza,

todo debe reputarse por g ra v e , y por

d igno todo de la m ayor atención y

de l cuidado m as vigilante.

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Casas de C aridad y estable^ cimientos públicos 5 y de

corrección.•

Bastaba haber p intado el objeto

de !a PoH cía, y el haberla com pa­

rado al poder p a te rn a l, ó del gefe

de la fam ilia , p ara que an ticipada­m en te se su p iese , que las casas da

C aridad debian llam ar su prim era

atención y sus zelosus m iras.

Aquellas grandes salas en donde

la hum anidad se halla apurando el

cáliz del d o lo r , de la enferm edad,

y del d esam p aro ; donde el hom bre

sufre sin verse rodeado de su fam i­

lia , y en donde por lo regular es

asiftido de personas extrañas que con­

sideran su m inisterio com o un m odo

de v iv ir , ó acaso com o una espe-«

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culacion p ara enriquecerse ; aquellas

casas j en donde deben criarse y edu­

carse los niños que contaron por la

priiikerá de sus desgracias el no ha­

ber conocido á los padres que les die­

ro n el s e r ; ó en donde el Gobierno

quiere substituir el cuidado de los pa­

dres que fallecieron , dexando aban­

do n ad o , y en lo m as tie rno é in te re ­

san te de la edad al n iño , que hubieran educado en las mi^xímas de la re li­

g ión y de las virtudes p o líticas; estas

c a sa s , r e p ito , deben excitar toda la

atención de la P o lic ía , y toda la vi­

gilancia de su cu id ad o , p ara descu­

b rir por medios ingeniosos quanto

se hallare digno de rem edio y de

c o rrecc ió n , y p ara procurar a l Go­

bierno los conocim ientos de que ne­

ce s ita , y esperaría en vano de la*

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visitas o rd in a ria s , anunciadas con de­

masiado tiem po p ara que se pueda

ocultar á su vista quanto seria digno

que se ofreciese.

Las casas donde se encierran los

vagabundos, deshonra del hom bre y

de la so c ied ad , carcom a pública y

cen tro de la inm oralidad m as detes­

table j deben del m ism o m odo que

las cárceles y presidios ser observa­

das por la P o lic ía , no solo para sa­

b er si se hallan constituidas com o el

G obierno puede desearlo , p ara que

correspondan estos indispensables es­

tablecim ientos á los objetos que se

p ro p u s o , sino tam bién p ara que dé

ellos se destierren los excesos y abu­

sos 5 para que se m antengan en el es­

tado de salubridad que exige el bien

p ú b lic o , y que es m as necesario el

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proporcionar por la reunión de m i­

serables , y por la falta de ventila­

ción que siem pre se verifican en se­

m ejantes establecim ientos.

El socorro de los ahogados es obli­

gación de la Policía, que debe aplicar­

les con la celeridad que exige su des­

g racia todos los auxilios y rem e­

dios , que el a rte y ia hum anidad pue­

den procurarles.

Objetos que pueden dañar al público.

Debe la Policía por punto gene­

ra l em plear sus desvelos, en que el

ciudadano disfrute de las com odida­

des de la ciudad sin riesgos n i pe­

ligros , descendiendo hasta las cosas

m as pequeñas p ara conseguirlo. De

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aquí es que el m ayor cuidado n u n ­

ca será excesivo p ara asegurarse , si

hay edificios que am enacen r u in a , y

ponerlos fuera de estado de poder

causarla : si hay furiosos ó tom ados

del v ino para recogerlos, y separarlos

de toda com unicación con ei públi­

c o ; si hay anim ales que puedan cau­

sar daño para h acerlo j m a ta r , 6 pre­

cisar á sus dueños á que los tengan

retirados y con seguridad ; y si las

caballerías y carruages se conducen

con precipitación atropellando á los

ciudadanos, para im pedir un exce­

so tan perjudicial y d igno de rem edio.

El im pedir que en la ciudad y

sus cercanías haya depositadas m a te ­

rias corrom pidas y fétidas será otro

cuidado no m enos in teresan te de la

¿•ohcia, que debe m anifestarse con una

4

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severidad in flex ib le , no solo por lo

que respeta á los parages públicos y

co m u n e s , sino tam bién á los de pro ­

piedad p a rticu la r, á qu ien jam as pue­

de concedérsele la m enor exención

quando se tra ta del b ien general y

de la salud pública. De aquí es que

nada se podrá p e rm itir á un p a rti­

cu lar , que pueda dañar al público,

siem pre preferible 4 los ojos de la

au toridad y del G o b ie rn o : y no ha­

b rá p ro fesion , a rte 6 m anufactura que.

sea tolerable en las cercanías de la

ciudad , si puede causar daño á la

salud del pueblo.

P or esta m ism a regla los cem en­

terios no deben tolerarse dentro de

los p u eb lo s , y m ucho m enos los en­

terram ientos en las ig lesias , que solo

la .avaricia clerical pudo haber so s te - .

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nido, con perjuicio de los derechos de

Dios 5 de la santidad del tem plo , y

de la salud de los v iv o s : y no solo

esto j sino que tam poco deben per­

m itirse los cem enterios próxim os á

los pueb los, n i en situación m as hon­

da , ni en ta l d isposición , que des­

de los m ism os puedan pasar los vien­

tos á la c iu d a d : y aun en los colo­

cados ta n favorablem ente debe siem ­

p re cuidarse que tenga extensión su­

ficiente para que un cadáver jamas

se deposite en sepultura en donde

otro no esté del todo consum ido ; y

celarse sobre m anera que la profun­

didad de la huesa im pida que los

m iasm as suban á la atm ósfera. Es este

pun to uno de los m as esenciales de

la Policía, y n inguna consideración

debe detener su energía. E n ninguna

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p arte puede falcar te rren o para un

buen cem en te rio , y la construcción

es la m as sencilla. Un parage cerra­

do 5 y una cruz en el cen tro : no ne­

cesita m as un lugar destinado para

igualar las c lases , y en el qual todo

insp ira por esta m ism a causi la hu­

m ildad y la sencillez , y destierra la

m agnificencia y el fausto.

La buena calidad de los com esti­bles , y el uso de vasijas que no pue­

dan alterarlos , y hacerlos perjudicia­

les à la sa lu d , deben ser dos objetos

de la P o lic ía , que en esta parte pro­

cederá s iem pre desterrando toda con­

tem plación y disim ulo, arrojando aque-

llosjé inutilizando estas,á m as de las pe­

nas establecidas con tra los que delincan.

Mas quando debe la Policía m os­

tra r su a c tiv id a d , su energía y su

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zelo , es seguram ente quando algún

edificio viene á ser pábulo de las lla­

m as. E ntonces es quando á la tu r­

bación de los in te resad o s, y á la

m alicia de los que se aprovechan de

tales ocasiones para an n ien ta r la des­

g racia de sus conciudadanos , debe su^

p l i r el cuidado p aternal de la Poli­

cía 5 dando las p rov idencias m as acer­

tadas para que el incendio se corte,

sin que el orden se t u r b e , y sin que

la confusion preste su capa á los

deUtos.

jQ uan sem ejantes son á los in ­

cendios las epidem ias , y qnan ap li­

cables las m ism as providencias! Re­

concen trar el m a l , im ped ir que se

m ultiplique y p ro p a g u e , y an iqu ilar

su gérn ien y sus ra íc e s , estos son

los deberes de la Policía. Pero con

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que entereza deben lle n a rse , con que

inflijxíbilidad, y con que rigor! Por

grande que este sea nunca será ex­

cesivo , y quando m a y o r , m as re­

com endable.

Objetos de agrado y comodi-- d a d pública.

Si la lim pieza es la m adre de la

salud j lo es tam bién del agrado y de

la com odidad ; y así debe cuidarse

con el m ayor esm ero que las p la­

zas y calles se encuentren siem pre

l im p ia s , y sin objeto que haga defor­

m es unos parages que corren por

cuenta del G obierno , y que p o r esto

m ism o deben hallarse dignos de los

ciudadanos que los disfrutan.

E l riego de los paseos públicos

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en el v e ra n o , aun quando no c o n tri­

buyese com o contribuye á la salud

del p u e b lo , debería p rocurarlo la Po­

licía siquiera p o r k com odidad que

proporciona : sucediendo lo m ism o

con la p lantación de á rb o le s , cuya

som bra y frescura produce tan tos bienes.

El que los p jebÍos se encuentren

alum brados duran te la noche será Ja

obra de la P o lic ía , que en esto debe

ocuparse esencia lm ente, com o en p ro ­

cu ra r que siem pre se m an tengan en

buen estado los edificios' p ú b lico s , las

ca lle s , y las p la z a s , y los paseos tan

necesarios para el recreo de los ha­

bitan tes , sin p e rm itir po r título a l­

guno que se ocupen en térm inos que

perjudiquen al uso púb lico , y qué sé

hallen incóm odos y desagradables.

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Si la Policía puede proporcionar

baños al pú b lico , debe ex ecu ta rlo , y

p o r lo m enos p ro teger los estableci­

dos por los p a rticu la res , y procurar

se usen con com odidad y decencia,

y sin riesgo de insultos.

A bastos y Subsistencias.•

No es la Policía la que debe pro ­

curarlas al público por m edio de asien­

tos y de contratos^ pero m ucho tie­

ne que hacer para que no falten,

y para que el público tenga lo ne­

cesario.

Todo lo que se oponga á la li­

b re circulación de las subsistencias, es

del alcance de !a P o lic ía , que se ocu­

p ará incesantem ente en rom per las

trabas y los m on o p o lio s , y en d es-

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te rra r los vexám enes que pudieran su­

frir los conductores y negociantes. De

aquí es que la Policia debe celar las

lonjas de comercio , los m ercados y

ferias , y todos los parages en donde

las subsistencias se p resen tan al pú­

blico , p ara im ped ir por todos los

m edios que este sea en g a ñ a d o , y para

dispensar á los que lo surten de lo

que necesita , toda la protección á

que profesion tan in teresan te es acree­

dora. Debe perseguir sin descanso á

los agiotadores y m o n o p o lis ta s , y

á todos los que quieren enriquecerse

por m edio del fraude y del engaño;

y debe celar sobre todo los pesos y m e­

didas , y aun los géneros m ism os,

objeto del com ercio , p ara descubrir

si están ad u lte rad o s , ó carecen de la

bondad y circunstancias que los con­

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tra tan tes suelen apetecer. La obser­

vancia de los precios establecidos por

Ía autoridad á quien corresponde, debe

tam bién celarse por la Policía , en

especial quando la escasez estim ula á

los vendedores á levan tarlo s, y pre­

cisa á los com pradores á recibir la

le y , y á sufrir el engaño. El m ism o

cuidado' ste' deberá extender á todos

los p a ra ^ 's púb licos, en que se hace

el com ercio de qualquier artículo que

fu e re , porque en qualquiera parte en

donde pueden hacer nido el engaño

y el f r a u d e , debe pene tra r la a ten­

ción de la Policía. Por esta regla to­

dos los artefactos pueden ser visita­

dos p o r el!a , y con m ayor razón los

de m aterias ricas y de valo r, para cas­

tigar el engaño que descubriere.

Q uanto tiene relación con la ca­

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za y la pesca es de la inspección de

la Policía , la qual debe establecer las

reglas convenientes p ara im pedir to ­

do abuso que pudiera an iqu ilar unos

productos tan recom endables , que

b ien adm inistrados proporcionan al

hom bre un recurso p ara su existencia,

y un objeto de agrado y diversión.

Conclusión.

He procurado seiíalar las a trib u ­

ciones de la Policía , despues de ha­

ber fixado su c a rá c te r , en térm inos

á m i parecer de que este estableci­

m ien to sea bien conocido , tan to por

los objetos á que se dirige , como por

los m edios de que debe valerse , y á

la form a con ^ue debe p roceder, sin

traspasar los lím ites que su n a tu ra -

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5ÍÍ'

leKa m ism a y las instituciones civiles

le han señalado : pero la dificultad

que siem pre se encuentra , quando

se quiere en tra r en po rm enores, ha­

b rá sido causa sin duda alguna de

que las atribuciones y objetos de la

Policía no se hayan individualizado á

gusto de aquellos que quisieran ha­

lla r siem pre en las instituciones que

da eí G obierno , el caso literal que se

Ies ofrece. Este deseo es im posible de

sa tisface r; pero aplicadas las reglas

g e n e ra le s , que he procurado d a r , á

los casos que fueren o cu rrien d o , pue­

do lisonjearm e de que se encon trará

en esta instrucción lo suficiente, s i, co­

rno es de esperar , la parcialidad , la

p reo cu p ac ió n , y la antigua m anía de

extender cada uno su autoridad , se

destierran de en tré nosotros. Los em-«

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pleados p ú b lico s , en las tristes c ir­

cunstancias en que vivim os , debe­

m os considerar todos los m om entos,

que no se nos confieren los cargos •

para abusar de e l lo s , para procurar­

nos riq u ezas, satisfacciones ni com o­

didades , ni m ucho m enos para agra­

var con nuestra petulancia y nuestra

arbitrariedad los m ales en que vem os

gem ir á nuestros herm anos. No po­

dem os , es verdad , hacerles el bien

que desearíam os : ellos m ism os nos

oponen la m as fuerte b arrera con sus

ilusiones y su ignorancia , y acaso con

su desprecio y con su ojeriza^ pero

¿ n o es m as noble por esta razón

m ism a el luchar contra tantos obs­

táculos para proporcionarles la d im i­

nución de algún m a l , ó e l logro de

algún bien p o r pequeño que sea? La

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posteridad sabrá distinguir los que

po r su horrib le eg o ism o , por con­

servar su m a n d o , sus honores y ren­

tas , sacrifican al engañado pueblo,

digno de m ejor su e r te , y los que ca­

m inando por los senderos de la con­

tradicción 5 se ocupan sin descanso en

p rom over el órden , y en hacer co­

nocer lo que el patrio tism o bien en­

tendido exige de nosotros, com batien­

do las ideas erradas , y las pérfidas

insinuaciones de los interesados en

nuestra ruina. Pero ¿ que digo la pos­

te rid ad ? Mas cerca tenem os un juez

n(f m enos recto : el testim onio in te -

r io r de nosotros m ism os.

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