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IndiceEditorial: El cuarto poder ............................................................. 1El papa Eugenio III y el papa Francisco ....................................... 3

P. Juan Mª de Montagut

Del Gólgota a Copacabana .......................................................... 10Problemas del apostolado moderno ........................................ 13 Mons. Antonio de Castro Mayer

Los frutos del Santo Rosario ...................................................... 27P. José María Mestre Roc

Fundador de la histología y médico papal .............................. 31Rvdo. D. Eduardo Montes

Crónica de la Hermandad en España ........................................ 33La primavera del postconcilio ................................................... 37

L. Pintas

Foto de portada: Obispos bailando durante la JMJ de Río de Janeiro, en julio de este año (ver la Primavera del Postconcilio)

Le recordamos que la Hermandad de San Pío X en España agradece todo tipo de ayu-da y colaboración para llevar a cabo su obra en favor de la Tradición. Los sacerdotes de la Hermandad no podrán ejercer su ministerio sin su generosa aportación y asistencia.

NOTA FISCALLos donativos efectuados a la Fundación San Pío X son deducibles, en un 25 %, de

la cuota del I.R.P.F. Todo ello, con el límite legal establecido(10 % de la base liquidable).

Donativos- Giro postal: a nombre de Fundación San Pío X

Casa San José28607 - EL ALAMO (Madrid)

- Talones: a nombre de Fundación San Pío X- Transferencias: a nombre de Fundación San Pío X

Banco Español de CréditoPlaza de la Constitución, 828607 - EL ALAMO (Madrid)

Código Cuenta Cliente: 0030/1197/12/0010482271

Depósito legal: M-39630-1984

Calendariolitúrgico 2014

Este calendario litúrgico sigue el temporal y santoral del misal tradicional.

Ilustrado con hermosas pinturas del siglo XVII, indi-ca de manera clara y senci-lla:

- Las fiestas de cada día se-gún el calendario tradicio-nal, indicando el rango de cada una de ellas, así como

las conmemoraciones que no se pueden celebrar;- El color litúrgico de los ornamentos para cada día;- Las fechas en que un católico debe hacer ayuno y

abstinencia;- Otras indicaciones de interés para los miembros

de la Tercera Orden de la Hermandad de San Pío X.Con este calendario se desea también celebrar el

centenario de la muerte del Papa San Pío X quien, dirigiéndose a un músico francés, le dijo: «Yo quiero que mi pueblo rece con belleza».

Esta es la idea del calendario: glorificar a Dios y ayu-dar a las almas a elevarse hacia su creador, la Belleza Suprema.

Pueden hacer su pedido a nuestra dirección.Precio: 5 € (más gastos de envío)

Capillas de la Hermandad San Pío X en España

MadridCapilla Santiago Apóstol C/ Játiva, frente al nº 8Metro: Pacífico, salida Dr. Esquerdo.Bus: 8, 10, 24, 37, 54, 56, 57, 136, 140 y 141Domingos: 10 h.: misa rezada 12 h.: misa cantada.Laborables: 19 h.

(20 h. en julio y agosto)

BarcelonaCapilla de la Inmaculada ConcepciónC/ Tenor Massini, 108, 1º 1ªDomingos: misa a las 11 h.Viernes y sábados: misa a las 19 h.Más información: 93 354 54 62

CórdobaC/ Angel de Saavedra, 2, portal B, 2º izq.Lunes siguiente al 1er domingo, misa a las 19 h.Más información: 957 47 16 41

GranadaCapilla María ReinaPl. Gutierre de Cetina, 32Autobús: 71er domingo de cada mes, misa a las 11 h.Sábado precedente, misa a las 19 h.Más información: 958 51 54 20

MurciaSábado anterior al 1er domingo de mes, misa a las 11 h.Más información: 868 97 13 81

OviedoCapilla de Cristo ReyC/ Pérez de la Sala, 51Viernes anterior al 3er domingo, misa a las 19’00 h.Sábado siguiente, misa a las 11 h.Más información: 984 18 61 57

Palma de MallorcaCapilla de Santa Catalina TomásC/ Ausías March, 27, 4º 2ª4º domingo de cada mes, misa a las 19 h.Más información: 971 20 15 53

Santander3er domingo de cada mes, misa a las 12 h.

ValenciaC/ Pizarro, 1, 3º, pta. 123er domingo de cada mes, misa a las 11 h.

VitoriaCapilla de los Sagrados CorazonesPl. Dantzari, 83er domingo de cada mes, misa a las 19 h.

También se celebranmisas en: Salamanca, Tenerife y Las Palmas de Gran Canaria.

Para cualquier tipo de información sobre nuestro apostolado ylugares donde se celebra la Santa Misa, pueden llamar al 91 812 28 81

Impreso: Compapel - Telf. 629 155 929

Ed

ito

rial El cuarto poder

Ya es casi tradición nombrar a los profesionales de la prensa, escrita o audio-visual, entre el mundillo político, cultural o económico, como el cuarto po-der con una influencia que a veces, muchas veces, supera a los tres poderes

clásicos del ejecutivo, legislativo y judicial. El cuarto poder puede configurar una noticia haciendo de ella una realidad totalmente distinta a su inicio circunstan-cial. El cuarto poder puede ser temible e incluso alarmante. Pues bien, el cuarto poder ha conseguido desde que el Papa Francisco I ha accedido al Trono de San Pedro que su nombre, sus comentarios, predicaciones o entrevistas den la vuelta por la prensa mundial. Concretamente estas últimas han sido motivo de las más variadas interpretaciones. Aquí y ahora nos vamos a permitir algunas reflexio-nes sobre las mismas. El pensamiento vertido en estas manifestaciones a la pren-sa podríamos sintetizarlo en una triple experiencia propiciada por el Pontífice. La experiencia de la duda, la experiencia de la búsqueda y la experiencia de los acuerdos. Y frente a estas experiencias está, ciertamente, la Fe de la iglesia y la luz de la gracia dando cohesión, paz y equilibrio integral a todo aquel que se deja transformar por la presencia de Jesús Salvador.

En la experiencia de la duda parece ser que Francisco I quiere resaltar que el hombre en su transitar por este mundo debe asumir y dejarse abrazar por las tinieblas inquietantes que aparecen en el deambular humano como un factor po-sitivo de realización integral. Más allá de la duda está un interrogante difícil y en muchos casos imposible de descifrar. La duda que hiere y martiriza. En el Libro de los Salmos leemos: El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré? La noche del espíritu, la noche de los sentidos se vive bajo la fuerza inconmensurable de la Fe y de la gracia que nos hace exclamar que aunque un ejército acampe contra nosotros nada tememos porque el Señor no nos abandona. Leyendo la entrevista pontificia más que el Libro de los Salmos nos viene a la memoria el pensamiento y la obra del anglicano Robinson “Honest to God”. No podemos por menos que acordarnos también del francés Henri de Lubac y su “búsqueda a tientas de Dios”.

La experiencia de la búsqueda y de los acuerdos no es menos sorprendente. El creyente tiene que rastrear a través de los diversos acontecimientos de la vida esa trascendencia que aun deseándola con ardor no acertamos bien a encontrar-la. ¿Vamos hacia la nada? ¿Vamos hacia un misterio confuso e inquietante? Y es precisamente en este estado de cosas cuando el creyente católico debe llamar con fuerza a otros creyentes de diferente religión y sensibilidad mística para que juntos, en diálogo enriquecedor, lleguemos a una plenitud interior en un credo interconfesional. Mas nuestro Señor nos dijo, afirmó sin sombra alguna, que El es la Vida, la Verdad y el Camino, el que guarda su Palabra jamás verá la muerte. Las palabras del Pontífice no concuerdan bien con la proclamación de Nuestro

2Señor. Si inquietud y desconcierto nos producen estas entrevistas citadas, no debe turbarse nuestro corazón ni intimidarse. El nos dejó dicho que nunca nos abando-nará, que estará con nosotros hasta la consumación de los siglos. Con esa certeza nuestra seguridad es absoluta.

Frente a tanta divagación y frases titubeantes tenemos grandes escritos de aquellos que han sido fuertes en la Fe, aguerridos en el combate. Monseñor Anto-nio de Castro Mayer, fallecido el 25 de abril de 1991, fue uno de ellos. En su Carta Pastoral “Problemas del apostolado moderno”, 1953, publicada en un opúsculo junto a un apéndice sobre “Verdades oportunas que se oponen a los errores con-temporáneos”, el piadoso obispo de Campos (Brasil) nos aporta luz y sano alimen-to que a pesar de los años transcurridos nos parece que ha sido escrito en tiempos recientes.

En esta argumentación, tan detallada y fundamentada, de Monseñor de Cas-tro Mayer nos encontramos también con una trilogía: la proclamación evangéli-ca, la proclamación de la luz y la proclamación de la fortaleza interior. En este nú-mero de Tradición Católica, y en los siguientes, el lector podrá comprobar lo que aquí se afirma. Monseñor nos anuncia el Evangelio con toda pureza y sencillez de espíritu, sin tergiversar palabras y sin conceptos alambicados, transmitiendo solamente lo que él ha recibido en consonancia perfecta con la doctrina de los Pa-dres y con el Magisterio infalible de la Iglesia. Sencillez y autenticidad doctrinal. Paz para el alma y llama para nuestras inteligencias. Aquí sí que nos acordamos de algunos nombres pero nombres que han sido gloria y honor de nuestra Iglesia. La sencillez de un Santo Cura de Ars, el valor y la clarividencia de un San Antonio María Claret y la piedad y el ardor de la Fe de uno de nuestros obispos, el Santo “Obispo de los Sagrarios abandonados”.

Monseñor de Castro Mayer nos proclama asimismo, nos aporta a raudales, luz y fortaleza interior. Luz porque las tinieblas de los enemigos internos y externos de la Iglesia son muchas, son densas. El error se difunde bajo variadas y múltiples formas, por medio de personajes con una apariencia que en nada traduce su equi-vocado mensaje. Ovejas que son lobos, nada ha cambiado. Y esta luz nos infunde una gran fortaleza interior. Al conocer y asimilar la sana doctrina de la Tradi-ción, Tradición y Fe son inseparables, nos sentimos capaces de seguir caminando y afrontar el combate que no acaba.

El cuarto poder parece que lo abarca todo. Prensa, radio, televisión, las redes informáticas, se imponen con su amenazante presencia. Mas nosotros que com-batimos con las armas de la Fe y la espada de la Palabra de Dios, fieles a la Tradi-ción, a la doctrina virginal de la Iglesia, no queremos hacernos eco de los vientos cambiantes. ¿Por qué se ensalza tanto en ambientes tan sospechosos el nuevo pon-tificado? Una vez más nosotros decimos: Oh Señor, ven, ven pronto y aniquila con el soplo de tu boca la maldad de este mundo. m

Editorial: El cuarto poder

suya manifestaran una nueva doctrina, sino para que, con su asistencia, santa-

San Bernardo, monje, fundador de la orden del Cister, sacerdote, san-to y Doctor de la Iglesia, escribió

a petición del papa Eugenio III un pe-queño tratado, De la consideración, que sirviera de directorio al Sumo Pontífice. En esta obra se dirige al Papa con res-peto mas con naturalidad, no cargando su pluma de elogios sino recordándole cuáles son sus deberes. Y un punto en el que insiste es el del deber de aplicar las decisiones de sus antecesores, aludien-do para ello a la fidelidad que ya fuera la de los Apóstoles en cumplir fielmente los mandatos de Jesús, y cómo supieron los sucesores de Pedro corresponder conservando el sagrado depósito de la Revelación: «Examinad en qué condi-ciones poseyeron los Apóstoles y papas este rico legado, (…) aunque más que en propiedad opino que lo tenéis en depó-sito, para su gobierno y cuidado».

Sí, porque así como lo propio de la policía es mantener el orden público; así como lo propio de un médico es curar o aliviar enfermedades, lo propio del Papa, el Vicario de Cristo, es transmitir el depósito de la fe, cuyo objeto inmuta-ble es la verdad divina, revelada por Je-sucristo y sus Apóstoles. Esta doctrina es la que recordaba la Iglesia en su primer Concilio del Vaticano, cuando al definir la prerrogativa papal de la infalibilidad, decía en las líneas previas: «Pues no fue prometido a los sucesores de Pedro el Espíritu Santo para que por revelación

El papa Eugenio III y el papa FranciscoP. Juan Mª de Montagut

San Bernardo de Claraval (1090-1153), ingresó como monje, junto con otros 30 jóvenes no-bles, en 1113, en el monasterio cisterciense de Cîteaux, un pequeño poblado al sur de Dijon, y en 1115 el abad le envió a fundar la abadía de Cla-raval, al norte de dicha ciudad, de la que él fue el primer abad. Bajo su mandato, se convirtió en el núcleo más importante de la orden cister-ciense. Entre 1130 y 1145 se fundaron más de 90 monasterios bajo los auspicios del de Claraval y la influencia de Bernardo en el seno de la Iglesia. En la lucha entablada entre el papa Inocencio II y el antipapa Anacleto II por la Santa Sede, Ber-nardo resultó decisivo para la victoria del prime-ro. En 1146 y por mandato del Papa, Bernardo predicó la Segunda Cruzada. Fue canonizado en 1174 y nombrado doctor de la Iglesia en 1830. Su festividad se celebra el día 20 de agosto.

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mente custodiaran y fielmente expusie-ran la revelación transmitida por los Apóstoles, es decir el depósito de la fe» (Concilio Vaticano I, sesión IV, 18 de ju-lio de 1870).

La verdad que conforma el “depósito de la fe” ya nos vino dada desde el prin-cipio -y expresada con un sentido propio e invariable- por la Sagrada Escritura y la Tradición apostólica, que el Magiste-rio eclesiástico recogió y ordenó. Si bien esta verdad admite posteriores expli-caciones que den nueva luz sobre algunos puntos, lo que no admite son alteraciones de su sentido ni evoluciones a lo Darwin.

Aplicando lo dicho a los símiles anteriores, diremos que si un policía en lugar de mantener el orden público se dedica a repartir claveles; si un médico en lugar de cu-rar o aliviar enfermedades se

dedica a regalar aspirinas, el orden pú-blico desaparecerá y el número de enfer-mos se multiplicará de forma alarmante. Así, si un papa, en lugar de administrar y custodiar el depósito revelado (su pri-mera misión ya que «la fe es el inicio de la justificación» (Concilio de Trento), y «sin la fe es imposible agradar a Dios» (Hebr. 11,6)) se dedica a exaltar la con-ciencia y dignidad humanas, y busca

El papa Eugenio III y el papa Francisco

Los números de la JMJ Río 2013 (23-28 de julio) su-peraron las expectativas. Los peregrinos presen-tes en la Misa de Clausura fueron 3’7 millones, seis veces mayor que el número de presentes en el primer acto central, la misa de apertura (600.000). En total, más de 3’5 millones de per-sonas participaron en la JMJ Río 2013, que contó con eventos en Copacabana, Quinta da Boa Vista, Río Centro y en diversas parroquias de la ciudad. La ceremonia de acogida del Santo Padre el día 25, reunió a 1’2 millones de personas en la playa de Copacabana. En cuanto al Vía Crucis, llegó a 2 millones de personas el día 26. En la vigilia, cerca de 3’5 millones de jóvenes estuvieron presentes en Copacabana. Fueron 427 mil inscripciones de 175 países (7.814 sacerdotes y 632 diáconos. Para cubrir la JMJ Río2013 se acreditaron 6.400 pe-riodistas de 57 países). Peregrinos inscritos con alojamiento, alcanzaron 356.400. El evento tam-bién contó con 264 locales para las catequesis, en 25 idiomas. Participaron 60.000 voluntarios y más de 800 artistas en los Actos Centrales. Un total de 100 confesionarios estuvieron expues-tos en la Feria Vocacional y Largo da Carioca y 4 millones de hostias producidas, 800.000 para la Misa del domingo.

5agradar al mundo, lo que se irá perdien-do hasta desaparecer es la fe.

Hoy, a juzgar por la popularidad mediática del Papa y por la asimilación cada vez más universal, entre los católi-cos, de una religión alejada de la fe ca-tólica (que para ser auténtica debe ser ‘íntegra’), podemos concluir que el papa Francisco no está cumpliendo con su misión esencial.

¡Pero si el papa Francisco está de

moda! ¿Qué mayor beneficio para ha-cerse eco en el mundo? Sí, es popular, por sus gestos, y por sus palabras que traducen, por desgracia, un pensamien-to en lenguaje sencillo y comprensible para todos, pero que a los más confirma en su vida mundana con barniz de cris-tianismo sentimental, y a los menos nos dejan perplejos, abrumados, y escanda-lizados.

Las palabras del papa Francisco

Las que más han salido en prensa son las de contenido moral, por ser más tan-gibles los temas que toca. Entre otras:

- «Si un homosexual tiene buena vo-luntad y busca a Dios, yo no soy quien para juzgarlo» (en declaraciones a los periodistas en el avión a su vuelta de las JMJ en Río de Janeiro). Y hace unas se-manas, en la amplia entrevista otorgada

al padre jesuita Antonio Spa-daro (ya vendida masivamen-te) declaraba a ese respecto, defendiendo sin corregirla la polémica frase que acabamos de citar, que «la religión tie-ne el derecho de expresar sus propias opiniones, (…) pero no es posible una ingerencia espiritual en la vida perso-nal». Frase gravísima que pone a la religión católica al nivel de una ideología mera-mente humana…

- «No podemos seguir insistiendo sólo en cuestiones referentes al abor-to, al matrimonio homosexual o al uso de anticonceptivos. Es imposible. (…) Tenemos que encontrar un nuevo equilibrio. La propuesta evangélica debe ser más sencilla» (cf. Entrevista con el P. Spadaro). Al parecer puede estorbar a la predicación del Evange-

lio el recuerdo de la ley moral natural…- «Jamás he sido de derechas» (loc. cit.)Estas tres frases han sido titulares, y

hasta portada, de periódicos en muchos países. Frases entresacadas de entrevis-tas, que significan lo que significan, y que en el mejor de los casos son equí-vocas. Ante la variedad de interpretacio-nes y la utilidad que el mundo saca de ellas, cabe preguntarse dos cosas:

El papa Eugenio III y el papa Francisco

El Papa Francisco hizo un llamamiento al diálogo en un encuentro con líderes, dirigentes y representan-tes de diversos sectores sociales brasileños, realizado en el Teatro Municipal de Río de Janeiro, durante las jornadas de la JMJ. El pontífice dijo en un discurso en español que “entre la indiferencia egoísta y la pro-testa violenta, siempre hay una opción posible: el diálogo. El diálogo entre las generaciones, el diálogo con el pueblo, la capacidad de dar y recibir”. En la fo-tografía aparece junto con algunos representantes religiosos.

6¿Será que la prensa deforma las pa-

labras del Papa para deformar así su pensamiento? No. Son exactamente las palabras que pronunció.

O ¿será que exageran los pocos cató-licos a quienes semejantes declaraciones escandalizan, porque esperan todavía recibir de sus pastores -cuánto más del Pastor Supremo de la Iglesia- una luz clara ante la confusión moral actual, con la condena del pecado y la confirmación de lo que hay que creer? ¿Exageran?

Sí, dice el papa Francisco: «Un cristiano… que lo quiere todo cla-ro y seguro no va a encontrar nada. (…) Hay que reunir el va-lor necesario para abrir espacios nuevos a Dios. (…) El que tienda a la ‘seguridad’ doctrinal de modo exagerado… convierte la fe en una ideología entre tantas otras» (loc. cit.)

¡Chocante! Pero resulta que la “doc-trina segura” es lo que la Iglesia siempre se esforzó por transmitir, pues expresa la verdadera fe, y debe hacerlo de for-ma clara y segura. Francisco advierte, sin embargo, de que la seguridad en la doctrina que profesamos (seguridad que es lo propio del don de la Fe que Dios nos ha concedido) puede convertirse en una “ideología”. Él enseña que «Dios se ha revelado como historia, no como un compendio de verdades», y que «a Dios se le encuentra caminando. (…) Dios es siempre una sorpresa y jamás se sabe dónde y cómo encontrarlo» (loc. cit.). Así que lo propio de la fe ya no es creer como certísimas las verdades que Dios nos ha revelado y enseñado por su Igle-sia, sino el tener una experiencia vital, sorprendente, indefinible… Hay que dejarse atraer por Dios, que actúa en la dinámica humana: «Dios nos atrae to-

mando en cuenta la compleja trama de relaciones interpersonales que se esta-blecen en la comunidad humana. Dios entra en la dinámica popular» (loc. cit.).

Y hay otras frases de naturaleza doctrinal que reflejan un pensamien-to modernista en teología, e hijo de las ideas modernas: laicidad, libertad de

conciencia, de expresión, subjetivismo, relativismo, diálogo, feminismo, senti-mentalismo… ideas que siempre fueron las promovidas por la masonería, la atea Declaración de los derechos del hombre, el liberalismo y ahora el movimiento global, y que desde el siglo XIX fueron condenadas por el Magisterio de los pa-pas sin interrupción hasta Pío XII.

A modo de muestra:

El papa Eugenio III y el papa Francisco

En un momento de la entrevista con el P. Spa-daro durante el mes de agosto, el papa conver-só acerca del encuentro con Dios. El buscar y encontrar a Dios en todas las cosas deja siempre un margen de incertidumbre, comenta Francis-co. “Si una persona dice que ha encontrado a Dios con certeza total y ni le roza un margen de incertidumbre, algo no va bien”. El Santo Padre explica que para él esto es una clave importan-te, que si uno tiene respuestas a todas las pre-guntas, “estamos ante una prueba de que Dios no está con él”. Y por eso recuerda a los gran-des guías del pueblo de Dios, como Moisés, que “siempre han dado espacio a la duda”. Así invita a ser humildes, “tenemos que hacer espacio al Señor, no a nuestras certezas”, afirma el pontífi-ce durante la entrevista.

7«Para las relaciones ecuménicas es

importante una cosa: no solo conocerse mejor, sino también reconocer lo que el Espíritu ha ido sembrando en los otros como don también para nosotros. (…) Tenemos que caminar unidos en las dife-rencias: no existe otro camino para unir-

nos. El camino de Jesús es ese» (loc. cit.).«Los discursos que oigo [en la Igle-

sia] sobre el rol de la mujer a menudo se inspiran en una ideología machista. (…) Hay que trabajar más hasta elaborar una teología profunda de la mujer» (loc. cit.).

«Estamos llamados a respetar la religión del otro, sus enseñanzas, sím-bolos y valores. (…) De-bemos animar a nuestros jóvenes a pensar y a ha-blar de manera respetuo-sa de las otras religiones y de quienes las practican» (Discurso a los líderes mu-sulmanes con motivo del fin del Rama-dán, 10 de julio de 2013)

Uno se pregunta de qué religión está hablando el Papa. Y es imposible con-cluir que se trate de la religión católi-ca: porque, entre otras cosas, habla de “proponer” un Evangelio que deje de condenar ciertos pecados (cuyo recuer-

do molesta, pues son recurrentes en la sociedad actual); habla de una religión con “opiniones propias”; habla de un en-contrar a Dios como ‘experiencia’ y sen-timiento, independientemente del cono-cimiento cierto por la fe; habla de que la Iglesia católica tiene que enriquecerse

con los “dones” que apor-tan las demás religiones…

Sí, estamos ante la pre-dicación de otra religión… Y por mucho que se oigan gritos de fervor como: «¡Se-guid a Cristo!», «¡No ten-gáis miedo!». ¿Acaso bastan estas frases para ser católi-co? Porque, ¿de qué Cristo estamos hablando? ¿Acaso conoce el mundo de hoy,

acaso conocen los católicos y los jóvenes de hoy a Nuestro Señor Jesucristo? ¿Co-nocen su Evangelio, lo que ha enseñado? ¿Lo conocen y aceptan en todas sus pala-bras? ¿Se quedan con todo el Evangelio,

o escogen aquí y allá una de sus frases? Ahora bien, si yo tomo y dejo de entre lo que Dios ha revelado, ¿será verdadero mi Cristo?... Ciertamente que no, porque ne-gando o rechazando una sola de las ver-dades reveladas, es la autoridad misma de Dios lo que rechazo y no es al verdade-ro Cristo a quien alabo. La fe, o es íntegra

El papa Eugenio III y el papa Francisco

8o no es. Por ello, San Agustín enseñaba: «En muchos puntos los herejes están con la Iglesia, y en algunos otros no; pero, a causa de esos pocos puntos en que se separan de la Iglesia, no les sirve de nada estar con Ella en todo lo demás» (cf. Comm. in Ps. 54). Nótese que la pala-bra ‘herejía’ proviene del grie-go airésis, que significa acción o efecto de “escoger”, de modo que «cada cual elige para sí la doctrina que le parece mejor»

El papa Eugenio III y el papa Francisco

El 1 de octubre tuvo lugar un coloquio entre el Papa Francisco y el periodista y político italiano Eugenio Scalfari, publicado en el diario La Repubblica. Scálfari, 89 años, es un periodista y escri-tor italiano, fundador del diario La Repubblica. Sus artículos dieron inicio a batallas ideológico-culturales, como los que llevaron al referéndum sobre el aborto y el divorcio en los años 70. Se declara no creyente. He aquí 15 frases sobresalientes del Papa:1.- La Iglesia debe sentirse responsable tanto de las almas como de los cuerpos…. En gran medida se da esa consideración, pero no lo suficiente.2.- El proselitismo es una solemne tontería, no tiene sentido. Hace falta conocerse, escucharse y hacer crecer el conocimiento del mundo que nos rodea.3.- Cada uno tiene su idea del Bien y del Mal y debe elegir seguir el Bien y combatir el Mal como él los concibe. Bastaría esto para mejorar el mundo.4.- Los jefes de la Iglesia a menudo han sido narcisos, adulados y malamente jaleados por sus cortesanos. La corte es la lepra del papado.5.- Esta visión Vaticano-céntrica descuida el mundo que lo rodea. No comparto esta visión y haré todo lo que pueda por cambiarla.6.- La Iglesia es, o debe volver a ser, una comunidad del pueblo de Dios; y los presbíteros, los pá-rrocos, los obispos con cura de almas, están al servicio del pueblo de Dios.7.- Cuando estoy ante un clerical me vuelvo anticlerical de golpe. El clericalismo no debería tener nada que ver con el cristianismo.8.- El ideal de una Iglesia misionera y pobre sigue siendo más que válido. Esta es, en cualquier caso, la Iglesia que han predicado Jesús y sus discípulos.9.- Debemos ser una levadura de vida y de amor, y la levadura es una cantidad infinitamente más pequeña que la masa.10.- Nuestro objetivo no es el proselitismo sino la escucha de las necesidades, de los deseos, de las ilusiones, de la desesperación, de la esperanza. Debemos devolver la esperanza a los jóvenes, ayudar a los viejos, abrir el futuro, difundir el amor. Pobres entre los pobres. Debemos incluir a los excluidos y predicar la paz.11.- El Vaticano II, inspirado por el Papa Juan XXIII y por Pablo VI, decidió mirar el futuro con es-píritu moderno y abrir a la cultura moderna. Los padres conciliares sabían que abrir a la cultura moderna significaba ecumenismo religioso y diálogo con los no creyentes. Después de entonces se hizo muy poco en aquella dirección. Yo tengo la humildad y la ambición de quererlo hacer.12.- Yo no sé si soy el que mejor los representa, pero la providencia me ha puesto a guiar la Iglesia y la Diócesis de Pedro. Haré cuanto está en mi mano para cumplir con el mandato que me ha sido confiado.13.- He decidido como primera cosa nombrar un grupo de ocho cardenales que sean mi consejo. No cortesanos sino personas sabias y animadas por los mismos sentimientos que yo. Este es el inicio de esa Iglesia con una organización no solamente vertical sino también horizontal.14.- Yo creo en Dios. No en un Dios católico, no existe un Dios católico, existe Dios.15.- Muy a menudo, la Iglesia como institución ha estado dominada por el temporalismo y mu-chos miembros y altos representantes católicos tienen todavía este modo de sentir.

9(S. Jerónimo): es una selección personal del hombre entre las verdades reveladas por Dios (Sto. Tomás).

Otra religión… y otro Evangelio que no es el de Nuestro Señor Jesucristo. El punto de partida fue el Concilio Vaticano II: «El Vati-cano II supuso una re-lectura del Evangelio a la luz de la cultura contemporánea. (…) Una cosa es clara: la dinámica de lectura del Evangelio actualizada para hoy, propia del Concilio, es absolutamente irreversi-ble» (cf. Entrevista con el P. Spadaro).

Algunas verdades que recordar

Aun a riesgo de ser demasiado es-quemático, vayan aquí algunas verdades de Perogrullo:

- El Evangelio no es una “propuesta” sino una doctrina: la de Dios encarnado.

- La claridad doctrinal es lo propio del Evangelio y una orden de Nuestro Señor a sus Apóstoles: «Que vuestro lenguaje sea sí sí no no, porque todo lo demás viene del Maligno» (Mt, 5).

- La religión católica no expresa “opi-niones propias” sino la enseñanza infali-ble de Jesucristo, que obliga a todo hom-bre a creer en su doctrina y enseñanza para poder salvarse (Mt. 28; Mc. 16): «Id, pues, al mundo entero y predicad el Evangelio a toda criatura; enseñad a todos los pueblos, bautizándoles en el nombre del Padre y del Hijo y del Espí-ritu Santo; enseñándoles a guardar to-das cuanta cosas os ordené. Quien cre-yere y fuere bautizado será salvo; mas

El papa Eugenio III y el papa Francisco

«Los cristianos llevan toda la razón al invadir las tierras que ocupas porque habéis blasfemado del nombre de Cristo y habéis alejado de su culto a cuantos habéis podido. Pero si quisieras conocer a nuestro Creador y Redentor, confesarlo y honrarlo, los cristianos te amarían como se aman en-tre sí» (Palabras de San Francisco de Asís

al sultán de Egipto Al-Kamil).

quien no creyere, será condenado».- Y así como no somos libres de creer

o no creer, no somos li-bres de obrar o no con-forme al Evangelio. Y si nos tomamos esa liber-tad, será a costa de nues-tra salvación eterna…

- El Evangelio de Jesús está lleno de pre-ceptos morales. Él vino a salvarnos, nos redi-mió, pero nuestra vuel-ta a Dios no se reduce a la sola fe en Jesús, sino que debemos hacer penitencia y adecuar

nuestra vida (“enseñándoles a guardar cuantas cosas os ordené”…) y nuestras obras a la enseñanza evangélica.

San Bernardo al Papa Eugenio III

Termino con dos citas más del trata-do De la Consideración de San Bernar-do. Si lo que allí escribe el santo es váli-do e imperativo para cualquier papa, no deja de ser también aplicable en alguna medida a cualquier cristiano. Tómelo también cada cual para sí:

«Os importa mucho trabajar con todas vuestras fuerzas a fin de que los incrédulos se conviertan a la fe, los con-vertidos permanezcan fieles a ella, y los que la abandonaron tornen arrepenti-dos al buen camino».

«¿Qué motivo tenemos para cerrar los ojos al mal? ¿Podremos retener in-justamente cautiva la verdad de Dios? A todo trance es necesario que todas las naciones crean en Jesucristo».

¡Señora, ampáranos! (grito de com-bate en la Reconquista española) m

La mediatización del papado tiene cosas buenas. Permite dar a co-nocer y amar la Sede Apostólica

hasta los confines de la tierra. Confiere al catolicismo una visibilidad que im-presiona a las almas y al mismo tiempo da un ejemplo a los sacerdotes del mun-do entero. ¡Imaginemos el impacto que tendría una misa tradicional celebrada por el sucesor de Pedro! El papa Bene-dicto XVI era consciente de esta me-diática fuerza de choque y la utilizó en cierta medida durante los últimos años, para frenar los abusos litúrgicos, revis-tiendo ornamentos dignos, restaurando el crucifijo y los seis candelabros sobre el altar, multiplicando las adoraciones eucarísticas, distribuyendo la sagrada comunión exclusivamente en la boca.

Nuestra misión no es la del Santo Oficio. No consiste en juzgar ni a los pa-pas, ni a los obispos, ni a los organiza-dores de las Jornadas Mundiales de la Juventud. Pero, a la vista de la manera en que fueron tratadas las sagradas es-pecies con ocasión de la edición de Río de Janeiro el pasado 28 de julio, no he-mos podido dejar de conmovernos ante los hechos y, siguiendo a nuestro vene-rado fundador, no podemos sino repetir estas palabras a la vez sencillas y desam-paradas: “Nuestro corazón ha temblado, nuestras inteligencias también, y nues-tra fe se ha conmovido.”

Si el Santo Padre puso en los labios de los fieles hostias recogidas en un co-pón precioso, la negligencia o la pérdida de toda reverencia hacia nuestro Señor

Del Gólgota a Copacabana

11Del Gólgota a Copacabana

hizo que, en zonas late-rales de la multitud de tres millones de perso-nas, la Sagrada Eucaris-tía fuese distribuida con irreverencia por orga-nizadores laicos –hom-bres y mujeres-, los cua-les habían depositado negligentemente las sa-gradas especies en cuen-cos de cerámica, incluso en vasos de plástico.

Esta práctica fue ampliamente advertida y escandalizó profun-damente a los fieles presentes, legítima-mente desorientados.

¿Deberíamos pasar de largo ante esta realidad? Si Jesucristo no fuese más que un simple hombre ¿no seríamos como aquel sacerdote y aquel levita que, pre-cediendo al Buen Samaritano, no hicie-ron caso, de manera farisaica, de aquel infortunado que fue abandonado en el camino que lleva de Jerusalén a Jericó?

Sin embargo el Santísimo Sacramen-to es mucho más, contiene real y sus-tancialmente a Jesucristo, Hijo de Dios,

segunda persona de la Santísima Trini-dad, nuestro Salvador y nuestro Reden-tor, que dio su vida para rescatarnos. ¿Cómo no expresar nuestro profundo dolor ante el espectáculo de una playa gigantesca que celebra con desenvoltura lo que es en realidad la renovación del sacrificio del Calvario? Pero el nuevo rito, fabricado en 1969 ¿expresa todavía la esencia de la Misa católica?

A menos de padecer nuevamente la desidia de los soldados jerosolimitanos ¿no debería nuestro Señor ser tratado,

al menos, como su vica-rio en la tierra, que tie-ne derecho a un trono, a asistentes, a las ovaciones y las deferencias de una multitud unánime?

Esta práctica euca-rística refleja desgra-ciadamente, de manera sintomática, la suerte re-servada a las sagradas es-pecies desde hace algunos decenios. La creatividad consecuente a la reforma litúrgica las ha entregado

12en manos de los laicos, con el riesgo de múltiples profa-naciones.

La autoridad, progresiva-mente desmoronada, conce-dió de manera excepcional una comunión en la mano que se ha generalizado, lle-gando a las constataciones que revelan los sondeos y que producen consterna-ción. Una grandísima ma-yoría de los católicos ya no cree en la presencia real. Y en adelante son sacerdotes quienes piensan que ya no tienen entre sus manos más que pan. Al celebrar los sa-grados misterios según las normas heredadas de la Tra-dición, el sacerdote, por las numerosas genuflexiones, por las múltiples muestras de respeto reservadas a las partículas de la Sagrada Hostia, no puede dudar que tiene entre sus manos el más precioso de los tesoros: Je-sucristo, verdadero Dios y verdadero hombre.

Por ello, suplicamos al Santo Padre

que ponga término a estas prácticas, a menudo igno-rantes, y que tome en con-sideración nuestro llama-miento. Este llamamiento lo lanzamos en beneficio de la causa más noble: ¡la de nues-tro Salvador! Le defendemos nosotros porque tememos que, si nadie rompe el si-lencio, no encontrará nin-gún abogado, Él que se hizo prisionero de su amor en el sacramento del tabernáculo:

Santo Padre, os rogamos que restituyáis los honores debidos al Santísimo Sacra-mento, que volváis a enseñar a todos nuestros hermanos a arrodillarse ante su Señor, que volváis a poner los ta-bernáculos en el centro, que volváis a colocar los comul-gatorios, que hagáis de tal manera que, cada vez que la Sagrada Eucaristía sea re-partida en los labios, sea este acto de fe el que resuene en

cada alma: ¡Señor mío y Dios mío!Y, sin ninguna duda, veremos en-

tonces a los fieles reencontrar el fervor y retomar el camino de las iglesias. Mucho más allá de los designios de adaptación o de inculturación, la Evangeli-zación, se la llame antigua o nueva, no podrá seguir otro camino sino éste, el del amor de Jesucristo en el Santísi-mo Sacramento del altar. Es aquel que Dios nos dio para todos los tiempos.

Santo Padre ¡devuélvanos la Misa! m

Del Gólgota a Copacabana

Problemas del apostolado moderno

Carta pastoral Con un Compendio de verdades oportunasque se oponen a los errores modernos

Empezamos con este número la publicación de la Carta Pastoral sobre Problemas del Apostolado Moderno, escrita por Mons. Antonio de Castro Mayer. Consta este documento de la Carta Pastoral propiamente dicha (que publicamos en este número), seguido de un Catecismo de verdades oportunas contra los errores contemporáneos, dividido en 8 capítulos, que serán presentados próximamente en nuestro boletín. Se divide este cate-cismo en 8 partes: 1. Sobre la liturgia; 2. Sobre la estructura de la Iglesia; 3. Sobre métodos de apostolado; 4. Sobre la vida espiritual; 5. Sobre la moral nueva; 6. Sobre racionalismo, evolucionismo y laicismo; 7. Sobre las relaciones entre la Iglesia y el Estado; y 8. Sobre cuestiones políticas, económicas y sociales. Unas directrices a los sacerdotes completan el escrito. Es de agradecer la clarividencia de Mons. de Castro Mayer, que en 1953, antes pues del Concilio, mostraba las preocupaciones de un obispo diocesano con respecto a sus sacerdotes y fieles.

CARTA PASTORAL DEL EXCMO. SR. D. ANTONIO DE CASTRO MAYER, POR LA GRACIA DE DIOS Y DE LA SANTA SEDE APOSTÓLICA

OBISPO DE CAMPOS (BRASIL)

Al Rvdo. clero secular y regular sa-lud, paz y bendición en Nuestro Señor Jesucristo.

Amados Hijos y Celosos Cooperadores:De todos los deberes que incumben

al Obispo ninguno sobresale en im-portancia como el de administrar a las ovejas que le fueron confiadas por el Espíritu Santo el manjar saludable de la verdad revelada.

Esta obligación urge de manera par-ticular en nuestros días. Pues la inmensa crisis en que el mundo se debate resulta, en último análisis, del hecho de que los pensamientos y las acciones de los hom-bres se divorciaron de las enseñanzas y de las normas trazadas por la Iglesia, y sólo por el retorno de la humanidad a la verdadera fe podrá esta crisis encontrar solución.

Importa, pues, en el más alto grado, lanzar unidas y disciplinadas todas las fuerzas católicas, todo el ejército pacífi-co de Cristo Rey, a la conquista de los pueblos que gimen en las sombras de la muerte, engañados por la herejía o por el cisma, por las supersticiones de la antigua gentilidad o por los muchos ídolos del neo-paganismo moderno. Para que esta ofensiva general, tan de-seada por los Pontífices, sea eficaz y vic-toriosa, importa que las propias fuerzas católicas permanezcan incontaminadas de los errores que deben combatir. La preservación de la fe entre los hijos de la Iglesia es, pues, medida necesaria y de suma importancia para la implantación del reino de Cristo en la tierra.

La Historia nos enseña que la tenta-ción contra la fe siempre es la misma en

14sus elementos esenciales, se presenta en cada época con aspecto nuevo. El Arria-nismo, por ejemplo, que tanta fuerza de seducción ejerció en el siglo IV, intere-saría poco al europeo frívolo y vol-teriano del siglo XVIII.

Y el ateísmo declarado y radi-cal del siglo XIX tendría pocas po-sibilidades de éxito en tiempo de Wiclef y Juan Huss. En cada gene-ración, además, la tentación con-tra la fe suele obrar con intensidad diversa. A unas consigue arrastrar enteramente para la herejía; a otras, sin arrancarlas formal y de-claradamente del gremio amoroso de la Iglesia, inspírales su espíritu, de suerte que en no pocos católi-cos que recitan correctamente las fórmulas de la Fe y juzgan a veces sinceramente adherirse a los do-cumentos del magisterio eclesiás-tico, su corazón late al influjo de doctrinas que la Iglesia condenó.

Es éste un hecho de experien-cia corriente. ¡Cuántas veces ob-servamos a nuestro alrededor ca-tólicos celosos de su condición de hijos de la Iglesia, que no pierden ocasión de proclamar su fe, y que, entretanto, en el modo de consi-derar las ideas, las costumbres, los acontecimientos, todo lo que la imprenta, o el cine, o la radio, o la televisión, diariamente divul-gan, en nada se diferencian de los herejes, de los agnósticos y de los indiferentes!

Recitan correctamente el Cre-do, y en el momento de la oración se muestran católicos irrepren-sibles, mas el espíritu que, conscien-temente o no, les anima en todas las circunstancias de la vida, es agnóstico,

naturalista, liberal. Como es obvio, se trata de almas divididas por tendencias contrarias. De un lado experimentan en sí la seducción del ambiente del siglo; de

otro lado guardan aún, tal vez de heren-cia familiar, algo del brillo invariable, inextinguible de la doctrina católica, y

Problemas sobre el apostolado moderno - Carta pastoral

El arrianismo fue una herejía del siglo IV d.C. que nega-ba la total divinidad de Jesucristo. Recibió el nombre de arrianismo por su autor, Arrio, nativo de Libia. El deba-te sobre su doctrina pronto involucró a toda la Iglesia y la conmocionó durante más de medio siglo. Aunque su doctrina fue proscrita finalmente en el año 379, en todo el Imperio romano por el emperador Teodosio I, pervi-vió durante dos siglos más entre las tribus bárbaras que habían sido convertidas al cristianismo por los obispos arrianos. El conflicto radicaba en el modo en que confi-guraba las relaciones entre Dios y su Hijo, el Verbo hecho Hombre. Según los arrianistas, el Hijo de Dios, segunda persona de la Trinidad, no gozaba de la misma esencia del Padre, sino que se trataba de una divinidad subordinada o de segundo orden, puesto que había sido engendrado como mortal. Arrio convertía al Verbo en una criatura que gozaba de la condición divina, en efecto, pero en cualquier caso en la medida en que el Verbo participaba de la gracia, y siempre subordinado al Padre y a su vo-luntad. Las enseñanzas de Arrio fueron condenadas en el año 325 en el primer Concilio ecuménico de Nicea. Los 318 obispos reunidos allí redactaron un credo que esta-blecía que el Hijo de Dios era “engendrado, no hecho”, y consustancial (en griego, homoousios, de la misma sus-tancia) con el Padre. En la parte inferior de la imagen se puede ver a Arrio, condenado por el Concilio de Nicea.

15como todo el estado de división interior es antinatural al hombre, esas almas pro-curan restablecer la unidad y la paz den-tro de sí, amontonando o juntando en un solo cuerpo de doctrina los errores que admiran y las verda-des con las que no quieren romper.

Esta tendencia a conciliar ex-tremos inconciliables, de encon-trar una línea media entre la ver-dad y el error, se manifestó desde los principios de la Iglesia. Ya el divino Salvador advirtió contra ella a los Apóstoles: «Nadie pue-de servir a dos señores». Conde-nado el Arrianismo, esta tenden-cia dio origen al semi-arrianismo. Condenado el Pelagianismo, ella engendró el semi-pelagianismo. Fulminado en Trento el Protes-tantismo, ella suscitó el Janse-nismo. Y de ella nació igualmente el Modernismo, condenado por el Santo Papa Pío X, monstruosa amalgama de ateísmo, de racio-nalismo, de evolucionismo, de panteísmo, en una escuela empe-ñada en apuñalar traidoramente a la Iglesia. La secta modernista tenía por objeto, permaneciendo dentro de Ella, falsear por argu-cias, sobreentendidos y reservas, la verdadera doctrina que exte-riormente fingía aceptar.

Esta tendencia no acabó aún: se puede decir que ella es parte de la historia de la Iglesia. Es lo que se deduce de estas palabras del so-berano Pontífice gloriosamente reinante en un discurso a los predicadores cua-resmales de Roma en 1944: «Un hecho que siempre se repite en la historia de la Iglesia es el siguiente: que cuando la fe y la moral cristiana chocan contra

fuertes corrientes de errores o apetitos viciados, surgen tentativas de vencer las dificultades mediante algún com-

promiso cómodo, o apartarse de ellas, o cerrarles los ojos». (A. A. S. 36, p. 73.)

***

Que aviséis a vuestros feligreses con-tra el espiritismo, el protestantismo, o

Problemas sobre el apostolado moderno - Carta pastoral

Don Antonio de Castro Mayer nació el 20 de junio de 1904 en Campinas, Sao Paulo (Brasil). Estudió teología en la Uni-versidad Gregoriana de Roma, donde obtuvo el doctora-do. Antes de ser nombrado obispo, sucesivamente desa-rrolló los cargos de profesor del Seminario Provincial de Sao Paulo, canónigo de la catedral, párroco de la iglesia de San José de Belén (este de Sao Paulo), y finalmente Vicario general de la Archidiócesis de Sao Paulo. Al mis-mo tiempo fue Consejero General de la Acción Católica en la diócesis y, por ese motivo, tuvo que soportar a las organizaciones católicas en sus esfuerzos de infiltrar el comunismo. En 1948 fue nombrado y consagrado obispo coadjutor de Campos, asumiendo la dirección de la dióce-sis al año siguiente.

16el ateísmo, amados hijos y queri-dos cooperadores, a nadie podrá extrañar. En esta carta pastoral, sin embargo, os incitamos a denunciar las opiniones que entre los propios católicos corrompen no pocas veces la integridad de la fe. ¿Seréis en este punto igualmente comprendidos?

A muchos, aun dentro de los más piadosos, le parecerá que perdéis el tiempo, pues difícil les será enten-der cómo vosotros os consumís en conservar la fe en algunos que, bien o mal, ya la poseen, cuando sería mejor que os empeñaseis en la con-versión de otros que yacen fuera de la Iglesia esperando vuestro apos-tolado. Les parecerá que llenáis de tesoros superfluos al que ya es rico, mientras que dejáis sin pan a quien muere de hambre. A otros se les figurará que sois im-prudentes, pues siendo ya tan meritoria la profesión de católico en un siglo tan hostil, corréis el riesgo de perder hasta los mejores, si no os contentáis con una tal o cual adhesión a las líneas generales de la fe, sin cargar a los fieles con irritantes mi-nucias.

Es de la máxima im-portancia, amados hijos y queridísimos cooperadores, que primeramente deis luz a vuestros feligreses sobre estas dos objeciones. Pues de lo contrario vuestra ac-ción será poco eficaz y, por los calamitosos tiempos en que vivimos, vuestro celo será mal comprendido. No faltará quien vea en él, no

Problemas sobre el apostolado moderno - Carta pastoral

¿A qué se debe que las puertas del infierno hagan tanto albo-roto en este momento? La historia de la Iglesia siempre ha sido agitada por persecuciones, herejías, conflictos con el poder tem-poral y, en algunas épocas, conductas licenciosas por una parte del clero y hasta de algunos Papas. Pero esta vez la crisis parece más profunda, porque afecta a la misma fe. El modernismo con el que hoy nos topamos, no es una herejía como las demás, sino «el conjunto de todas las herejías». Las persecuciones no vienen sólo de fuera sino también del interior del santuario. Se preten-de institucionalizar un clero que dimite, o de malas costumbres, y se alienta y se cubre de honor a los mercenarios que entregan las ovejas al lobo.A veces se me reprocha que pinto la situación con colores muy oscuros; que lanzo una mirada de desaprobación, con no sé qué complacencia, sobre una evolución que, a fin de cuentas, es lógi-ca y necesaria. Pero el propio Papa que fue el alma del Concilio Vaticano II, comprobó con tristeza muchas veces la descomposi-ción de la que hablo. El 7 de diciembre de 1969, Pablo VI decía: «La Iglesia se encuentra en una hora de inquietud, de autocrítica y hasta, podría decirse, de autodestrucción. Es como una pertur-bación interna, aguda y compleja. Es como si la Iglesia se golpea-ra a sí misma». Al año siguiente, el Papa confesaba: «En muchos campos, el Con-cilio no nos ha dado hasta ahora ninguna tranquilidad, sino que ha suscitado perturbaciones y problemas que no son útiles para fortalecer el Reino de Dios en la Iglesia y en las almas». Y, por último, el Papa lanzó ese grito de alarma del 29 de junio de 1972 con motivo de la festividad de San Pedro y San Pablo: «El humo de Satanás ha entrado por alguna grieta en el templo de Dios. Ha surgido la duda, la incertidumbre, la problemática, la inquie-tud, la insatisfacción, el enfrentamiento… La duda ha entrado en nuestras conciencias».

Mons. Lefebvre

17el movimiento natural de la Iglesia, que por sus medios oficiales y normales ex-cluye de sí, como organismo vivo que es, cualquier cuerpo extraño, sino la acción ininteligente y obstinada de exaltados paladines.

Así, ante todo, mostrad que, por su propia naturaleza, la fe no se contenta con lo que alguno llamase «sus líneas generales», sino que exige la integridad y la plenitud de sí misma. Para que lo entendáis, os pondré un ejemplo con la virtud de la castidad. Con relación a ella, cualquier concesión toma el carácter de oscura mancha y cualquier impruden-cia la pone en peligro toda entera. Hubo quien comparó el alma pura a una perso-na de pie sobre una esfera; en cuanto se conserva en posición de equilibrio nada tendrá que temer, mas cualquier impru-dencia la haría resbalar al fondo del abis-mo. Y, por esto, los moralistas y autores espirituales afirman unánimemente que la condición esencial para conservar la virtud angélica, consiste en una vigilante e intransigente prudencia. Precisamente lo mismo se puede decir en materia de Fe. Cuando el católico se coloque en el punto de perfecto equilibrio, su perseve-rancia será fácil y segura. Este punto de equilibrio, sin embargo, no consiste en la aceptación de unas líneas generales cua-lesquiera de la fe; sino en la profesión de toda la doctrina de la Iglesia, profesión hecha no sólo con los labios, sino con toda el alma, abarcando la aceptación leal, no sólo de lo que el magisterio le enseña, sino aun de todas las consecuen-cias lógicas de esta enseñanza.

Para esto se hace necesario que el fiel posea aquella fe viva por la cual es capaz de humillar su razón privada ante el Ma-gisterio Infalible, de discernir con pene-tración todo aquello que directa o indi-

rectamente choca con las enseñanzas de la Iglesia. Pero si abandonase, por poco que sea, esta posición de perfecto equili-brio, empezará a sentir la atracción del abismo. Movido por la prudencia, y por el interés del rebaño a Nos confiado, os dirigimos, amados hijos, esta Carta Pas-toral sobre la integridad de la fe. A este respecto importa acentuar aún un punto, no siempre recordado, de la doctrina de la Iglesia. No se piense que una fe así tan esclarecida y robusta sea privilegio de los doctos, de tal forma que sólo a éstos se pudiese recomendar la situación del equilibrio ideal que arriba describimos.

La Fe es una virtud, y en la Santa Iglesia las virtudes son asequibles a to-dos los fieles, ignorantes o doctos, ri-cos o pobres, maestros o discípulos. Lo prueba la hagiografía cristiana.

Santa Juana de Arco, pastorcita igno-rante de Donremy, confundía a sus jue-ces por la sagacidad con que respondía a las argucias teológicas que utilizaban para inducirla a proposiciones erróneas y así justificar su condenación a muerte.

San Clemente María Hofbauer, en el siglo XIX, humilde trabajador manual, que asistía por gusto a las clases de teo-logía de la ilustre Universidad de Viena, distinguía en uno de sus maestros el fermento maldito del jansenismo que escapaba a la percepción de todos sus discípulos y de otros profesores.

«Gracias os doy, Padre, Señor del Cie-lo y de la tierra, porque escondisteis estas cosas a los sabios y entendidos y las re-velasteis a los pequeñitos» (Luc. 10, 21).

Para tener un pueblo firme y con-secuente en su Fe, no es necesario que hagamos un pueblo de teólogos. Basta que cada cual ame entrañablemente a la Iglesia, se instruya en las verdades reveladas, en proporción a su nivel de

Problemas sobre el apostolado moderno - Carta pastoral

18

En 1950 Mons. de Castro Mayer publicó la Carta Pas-toral sobre los problemas del apostolado moderno en la que atacaba el modernismo, cuyos efectos había ya previsto. Durante los años 60 luchó contra el comunismo. En 1964 Brasil se libró de ese error gracias a la devoción a Nuestra Señora de Fátima y a la recitación del Rosario por gran parte del pue-blo. El episcopado brasileño estaba dividido a causa de la reforma socialista de las tierras. Varios obispos la aprobaron, mientras Monseñor de Castro Mayer junto a Monseñor Sigaud dirigieron a la minoría de obispos que se opusieron, logrando la derrota del comunismo en Brasil.

cultura general, y posea las virtudes de pureza y humildad necesarias para ver-daderamente creer, entender y saborear las cosas de Dios.

Del mismo modo, para tener un pue-blo verdaderamente puro, no es nece-sario hacer de cada fiel un moralista. Bastan los principios fundamentales y los conocimientos básicos para la vida corriente, dictados en gran parte por una conciencia cristiana bien formada. Por esto vemos muchas veces perso-nas ignorantes con criterio, prudencia y elevación de alma mayores que mu-chos moralistas de consumado saber.

Lo que acabamos de decir de la perseverancia de una persona, se apli-ca igualmente a la perseverancia de los pueblos. Cuando la población de una diócesis posee la integridad del espíritu católico está en condiciones de enfrentarse, auxiliada por la gracia de Dios, con las tormentas de la im-piedad. Mas si no la posee, sino que ni aun las personas habitualmente teni-das por piadosas procuran y aprecian esta integridad, ¿qué se puede esperar de tal población?

Leyendo la historia no se com-prende cómo ciertos pueblos, dotados de una jerarquía numerosa y culta, de un clero docto e influyente, de institu-ciones de enseñanza y caridad ilustres y ricas, como en Suecia, en Noruega, en Dinamarca durante el siglo XVI, pudieron resbalar de un momento a otro de la profesión plena y tranquila de la Fe católica hacia la herejía abier-ta y formal, y esto casi sin resistencia y casi imperceptiblemente. ¿Cuál es la razón de tamaño desastre? Cuando la fe vino a caer en estos países, no pasa-ba ya en la mayor parte de las almas de fórmulas exteriores, repetidas sin amor,

sin convicción. Un simple capricho real, por tanto, bastó para tumbar el árbol frondoso y secular. La savia ya no circu-laba hacía mucho por las ramas ni por el tronco; ya no había en esas regiones es-píritu de Fe. Fue lo que comprendió con

lucidez angélica San Pío X en su lucha vigorosa contra el modernismo. Pastor clementísimo iluminó la Iglesia de su Dios con el brillo suave de su celestial

Problemas sobre el apostolado moderno - Carta pastoral

19mansedumbre. No tembló al denunciar a los autores del error modernista den-tro de la Iglesia y señalarlos a la execra-ción de los buenos con estas vehementes palabras: «No se apartará de la verdad quien os tenga (a los modernistas) como los más peligrosos enemigos de la Iglesia» (Pascendi).

Podemos aquilatar cuánto dolió al dulcísimo Pontífice el empleo de tanta energía. Mas sus contemporáneos no dudaron en reconocer que había pres-tado con esto un insigne servicio a la Iglesia. Por esto, el gran Cardenal Mer-cier afirmó que, si en tiempo de Lutero y Calvino la Iglesia hubiese contado con Papas del temperamento de Pío X, la he-rejía protestante no hubiera conseguido desligar de la verdadera Iglesia una ter-cera parte de Europa.

Por todos estos motivos, amados hi-jos, ved qué importante es cuidar con el mayor celo de mantener en la plenitud de la Fe y del espíritu de Fe a los fieles de la Santa Iglesia.

* * *

Enseñad también cómo se engañan los que suponen que el tiempo y los es-fuerzos empleados en purificar la fe de los fieles son, por decirlo así, robados a los infieles. Ante todo, por vuestro ejem-plo y vuestras palabras, podéis probar que una actividad de ningún modo es incompatible con la otra, «oportet haec facere et illa non omittere».

Además, la integridad de la fe produ-ce en los católicos tantos frutos de virtud y torna tan vivo en la Iglesia el buen olor de Jesucristo, que atraen eficazmente para Ella a los infieles, por lo que el bien hecho a los fieles de la Iglesia aprove-chará forzosamente a los que están fuera

del redil.Por fin, uno de los frutos del fervor

en la Fe, será necesariamente el celo apostólico.

Multiplicar los apóstoles, ¿qué es sino beneficiar a los infieles?

Así, pues, no podemos aceptar este divorcio entre el tiempo consagrado a los fieles y a los infieles, como si Nuestro Divino Salvador, al formar apóstoles y discípulos, estuviese beneficiando a un grupo de privilegiados, descuidando la salvación del resto de la humanidad.

* * *

Anímeos a proceder así el ejemplo luminoso del Vicario de Cristo. Ningún Papa, tal vez, haya tenido que enfren-tarse con tantos y tan poderosos enemi-gos fuera de la Iglesia. Con todo, no ha descuidado él los errores que pululan entre los fieles. (Enc. Mystici Corporis. A. A. S. 35, p. 197). Y contra ellos nos ha prevenido en una serie de documen-tos como la Encíclica Mediator Dei, la Constitución Apostólica Bis Saeculari die, la Encíclica Humani Generis y, últi-mamente, la Alocución a las Religiosas (y la Encíclica sobre la Virginidad), en que responsabiliza en larga medida, por la disminución de las vocaciones, a cier-tos escritores católicos, eclesiásticos y seglares, que falsean la doctrina católica en cuanto a la elevación del celibato so-bre el estado matrimonial. Y más parti-cularmente cuanto al Brasil, el celo de la Santa Sede con relación a los problemas internos de la Iglesia, bien se manifiesta en la carta de la Sagrada Congregación de Seminarios y de Universidades, cuya lectura atenta os recomendamos mucho (A. A. S. 42, a 836 ss.).

Esforzándoos por mantener entre los

Problemas sobre el apostolado moderno - Carta pastoral

20 Problemas sobre el apostolado moderno - Carta pastoral

fieles el espíritu tradicional de la San-ta Iglesia, debéis velar porque éste no se desvíe de su sentido legítimo. En la presente Pastoral consideramos las exa-geraciones del espíritu de conciliación con los errores de nuestra época. A esta mala tendencia puede oponerse un error simétrico y contrario. Importa mostrar cuál sea. No recelamos propiamente la exageración del espíritu tradicional, porque este espíritu es uno de los ele-mentos esenciales de la mentalidad ca-tólica al que acertadamente se llama el sentido católico, pues el sentido católico es, en sí mismo, la excelencia de la vir-tud de la Fe.

Recelar que alguno tenga demasia-do sentido católico es recelar que ten-ga una Fe demasiado excelente. Lo que importa evitar es que este espíritu de Fe sea mal entendido, resultando más un apego a la mera forma, a la mera apa-riencia, al mero rito, que al espíritu que anima y explica la forma, la apariencia y el rito. Exageraciones de esta natura-leza son posibles; sin embargo no me-recen en vuestra vigilancia un lugar tan saliente como la propensión exagerada a lo nuevo, a una aversión sistemática de lo tradicional. Es lo que sabiamente hizo sentir la Sagrada Congregación de Seminarios en su Carta al Episcopado Brasileño: «El peligro más urgente hoy no es el de un apego demasiado rígido y exclusivo a la tradición, sino principal-mente el de un gusto exagerado y poco prudente por cualquier novedad que aparezca» (A. A. S. 42, pág. 837).

Y la Sagrada Congregación agrega con claridad: «Es ciertamente al esno-bismo de novedades a lo que se debe el pulular de errores ocultos bajo una apariencia de verdad y muy frecuente-mente con una terminología pretencio-

sa y oscura» (Ibid., pág. 839).Un ejemplo de la mala comprensión

del espíritu tradicional, puede apuntar-se en el arcaísmo a que hace referencia el Santo Padre Pío XII en la Encíclica Mediator Dei. Por un apego excesivo al rito y a la forma antiguos sólo por an-tiguos, ciertos liturgistas pretenden res-taurar el altar en forma de mesa y otras prácticas de la primitiva Iglesia (A. A. S. 39 p. 545). Como si a lo largo de la his-toria el espíritu de la Iglesia no pudiese manifestarse en nuevas formas y nuevos ritos acomodados a las diversidades de los tiempos y de los lugares. Los extre-mos se tocan y las exageraciones más opuestas entre sí, fácilmente se coaligan contra la verdad.

El peligro de este espíritu tradicional mal entendido, lo encontramos muchas veces en los propios autores de noveda-des, como Lutero, Jansenio, los promo-tores del falso Concilio de Pistoya, y aun los modernistas en este siglo.

* * *

Explicad bien, amados cooperadores, a los fieles encomendados a vuestra cus-todia, el origen de estos errores. De un lado nacen ellos de la propia flaqueza de la naturaleza humana caída. La sensua-lidad y el orgullo levantaron siempre y levantarán hasta el fin de los siglos la re-belión de ciertos hijos de la Iglesia con-tra la doctrina y el espíritu de Nuestro Señor Jesucristo. Ya San Pablo advertía a los primeros cristianos contra aquellos que en medio de ellos «se levantarían para profesar doctrinas perversas con la intención de arrastrar en pos de sí a los discípulos» (Act. XX y XXX), «vanos habladores y seductores» (Tito, 1, 10); «que irán de mal en peor, errando y ha-

21Problemas sobre el apostolado moderno - Carta pastoral

ciendo errar a los otros» (II Tim., 5, 13). Algunos, parece que piensan que en es-tos últimos siglos el progreso de la Igle-sia es tal que no se debe temer ya más

que se repitan en ella las crisis lanzadas por el orgullo y por la lujuria. Entretan-to, para no recurrir sino a ejemplos muy recientes, San Pío X declaró en la Encí-

clica Pascendi que autores de erro-res como estos de que hablamos, no sólo eran frecuentes en su tiempo sino que serían más frecuentes a medida que se caminase hacia el fin de los tiempos. Y, en efecto, en la Encíclica Humani Generis, el Santo Padre Pío XII lamenta que «no fal-tan hoy los que, como en tiempos apostólicos, amando la novedad más de lo que sería lícito, y tam-bién temiendo que les tengan por ignorantes de los progresos de las ciencias, intentan sustraerse a la dirección del magisterio sagrado, y por ese motivo se encuentran en peligro de apartarse insensible-mente de la verdad revelada y de hacer caer a otros consigo en el error» (A. A. S., 42, pág. 564).

Este es el origen natural de los errores y de las crisis de que nos ocupamos. Importa, sin embargo, considerar no sólo las deficiencias de la naturaleza caída, sino también la acción del demonio.

A éste fue dado hasta el fin de los siglos el poder de tentar a los hom-bres en todas las virtudes y, por con-siguiente, también en la virtud de la Fe, que es el propio fundamento de la vida sobrenatural. Así, es claro que hasta la consumación de los siglos la Iglesia está expuesta a los internos brotes del espíritu de la herejía, y no hay progreso que la inmunice de modo definitivo contra este mal.

Cuánto se empeña el demonio en provocar tales crisis, superfluo es demostrarlo.

Durante el Concilio Monseñor de Castro Mayer formó parte del Coetus Internationalis Patrum, institución de obispos tradicionales que lucharon contra la gran organización modernista. Fundado por Mons. Lefebvre y presidido por Mons. Sigaud, Mons. de Castro Mayer fue el encargado de presentar 450 firmas de condena al comunismo. «El Concilio Vaticano II dio el tono, al negarse a renovar la condenación del comunismo. Al no ver ningún indicio sobre este punto en los proyec-tos que se les habían sometido, 450 obispos —hay que recordarlo— firmaron una carta en la que reclamaban una enmienda en ese sentido. Los obispos se apoyaban en las anteriores condenaciones y particularmente en la afirmación de Pío XI, que calificaba al comunismo de «intrínsecamente perverso», con lo cual quería decir que en esa ideología no había aspectos negativos y positivos, sino que era menester rechazarla en su to-talidad. Pero recordemos lo que sucedió: la enmienda no se transmitió a los Padres. El secretario general del Concilio declaró que no había tenido conocimiento de ella; y luego la comisión admitió que había recibido la enmienda pero demasiado tarde, y eso no era cierto». (Mons. Lefebvre)

22 Problemas sobre el apostolado moderno - Carta pastoral

Así, el aliado que él consigue implan-tar dentro de las huestes fieles, es su más precioso instrumento de combate. La ex-periencia de nuestros días nos enseña que la quinta columna supera en efi-cacia a los más terribles armamentos. Formado en los medios católicos el tumor revolucionario, las fuerzas se dividen, las energías que debían ser empleadas enteramente en la lucha contra el enemigo exterior, se gastan en las discusiones entre hermanos. Y si, para evitar tales discusiones, los buenos cesan en la oposición, mayor es el triunfo del infierno, que puede, en el interior mismo de la ciudad de Dios, implantar su estandarte y desenvolver rápida y fácilmente sus conquistas. Si el infierno dejase de intentar en cierta época maniobra tan lucrativa, sería el caso de decir que esa época el demonio habría de-jado de existir. Este es el doble origen natural y preternatural de las crisis internas de la Iglesia.

* * *

Como veis, estas dos causas son perpetuas y perpetuo será su efecto. En otros términos, la Iglesia tendrá que sufrir siempre la embestida in-terna del espíritu de las tinieblas. Para esclarecimiento de vuestro apostolado, importa recordar las tácticas que él adopta. A fin de que su acción se conserve oculta, la hace disfra-zada. El embuste es la regla fundamen-tal de quien obra a ocultas en el campo del adversario. El demonio sopla, pues, para llegar a su fin, un espíritu de confu-sión que seduce a las almas y las lleva a profesar el error, hábilmente disimula-do con apariencias de verdad.

No creáis que en esta lucha el ad-versario lanzará sentencias claramente contrarias a las verdades ya definidas.

Sólo lo hará cuando se juzgue entera-mente señor del terreno. Las más de las veces hará «pulular o germinar errores ocultos bajo una apariencia de verdad... con una terminología pretenciosa y os-cura» (Carta de la Sagrada Congrega-ción de Seminarios al Episcopado Bra-sileño, A. A. S. 42, p. 839).

Y la manera de extender este brote de

Mons. de Castro Mayer se negó a aplicar los cambios postconciliares en la liturgia. Hasta 1981, año en que le obligaron a dejar su cargo de obispo de Campos, se mantuvo la misa tradicional en toda la diócesis, y esa lucha continuó incluso al ser remplazado por Mons. Navarro. La mayoría de los sacerdotes de Campos (336 de ellos) resistieron a las orientaciones modernistas y permanecieron fieles. Mons. de Castro Mayer consiguió mantener una “diócesis” completamente tradicional dentro de la diócesis oficial, asistiendo a 40.000 fieles para los que organizó capellas “paralelas”.

23Problemas sobre el apostolado moderno - Carta pastoral

errores, será velada e insidiosa. El Santo Padre Pío XII, la describe así:

«Estas nuevas opiniones, ya naz-can de un reprobable afán de novedad, ya de una causa laudable, no son pro-puestas siempre en el mismo grado, con

igual claridad y con las mis-mas palabras, ni siempre con un consentimiento unánime de sus autores; en efecto, lo mismo que hoy es enseñado por algunos más encubierta-mente y con ciertas cautelas y distinciones, mañana será propuesto por otros más au-daces con claridad y sin mo-deración, no sin escándalo de muchos, principalmente del clero joven, ni sin detrimento de la autoridad eclesiástica. Y si se suele obrar con más prudencia en los libros im-presos para el público, se ha-bla ya con mayor libertad en los opúsculos privadamente distribuidos, en las lecciones y en los círculos de estudio. Tales opiniones no se di-vulgan solamente entre los miembros del clero secular y regular en los seminarios y en los institutos religiosos, sino aun entre los seglares, especialmente entre los que se dedican a la educación e instrucción de la juventud. (Enc. Humani Generis, A. A. S. 42, pág. 565).

Así, pues, no os debéis asustar si algunas veces fue-seis de los pocos en distinguir el error en proposiciones que a muchos parecerán claras y or-todoxas o, por lo menos, con-

fusas, pero susceptibles de buena inter-pretación. O, si os encontraseis en ciertos ambientes donde las medias tintas sean hábilmente dispuestas para que se difun-da el error, pero se dificulte el combate.

La táctica del adversario fue calcu-

El apoyo de Mons. de Castro Mayer a Mons. Lefebvre se afir-mó al firmar ambos una Carta abierta al Papa, en 1983 (en la fotografía) en la que se exponían la proliferación de errores después del Concilio. Su comprensión de la crisis de la Iglesia se hizo patente al decidirse a acompañar a Mons. Lefebvre en las consagraciones episcopales de 1988.«Es evidente que cualquier sacerdote y seglar tienen la obliga-ción de oponerse y de negarse a obedecer en casos como el de la libertad religiosa, la hospitalidad eucarística —que autoriza el nuevo Código de Derecho canónico— o la colegialidad concebi-da como la afirmación de dos poderes supremos en la Iglesia. Esta resistencia tiene que ser pública si el mal es público y es motivo de escándalo para las almas. Por eso, tomando como referencia a Santo Tomás de Aquino, el 21 de noviembre de 1983, Monseñor de Castro Mayer y yo le enviamos una carta abierta al Papa Juan Pablo II para rogarle que denunciara las causas principales de la situación dramática que vive la Iglesia. Todos las gestiones que habíamos realizado en privado durante 15 años habían resultado vanas, y si callábamos nos parecía que nos convertíamos en cómplices de los autores del malestar que sufren las almas en el mundo entero. En aquella carta decía-mos: «Santidad: es urgente que desaparezca este malestar, por-que el rebaño se dispersa y las ovejas abandonadas siguen a los mercenarios. Os suplicamos que, por el bien de la fe católica y de la salvación de las almas, reafirméis las verdades contrarias a estos errores». Nuestro grito de alarma fue aún más vehemen-te a causa de las imprecisiones, por no decir herejías, del nuevo Código de Derecho canónico, y por las ceremonias y discursos que tuvieron lugar con motivo del 5º centenario del nacimien-to de Lutero. No obtuvimos ninguna respuesta, pero hicimos lo que teníamos que hacer». (Mons. Lefebvre)

24 Problemas sobre el apostolado moderno - Carta pastoral

lada precisamente para colocar en esta posición embarazosa a los que se le opu-siesen. Con esto, él atraerá a veces con-tra vosotros hasta la antipatía de perso-nas que no tienen la menor intención de favorecer el mal. Os tacharán de visio-narios, de fanáticos, tal vez de calumniadores. Eso fue precisamente lo que dijeron en Francia contra San Pío X los acérrimos seguidores del “Sillon” y de Marc Sangnier.

¿Por miedo a estas críti-cas retrocederéis delante del adversario? ¿Dejaréis abier-tas las puertas de la ciudad de Dios?

Por cierto, debéis evi-tar con cuidado delante de Dios cualquier exageración, cualquier precipitación y cualquier juicio infundado. Pero igualmente debéis gritar, siempre que el ad-versario, vestido de piel de oveja, se presente delante de vosotros, sin cederle una pulgada de terreno por mie-do a que él os impute excesos de los que vuestra conciencia no os acusa.

Obrando así obedeceréis a las expre-sas normas del Santo Padre.

En todos los documentos que ha pu-blicado relativos a este asunto, el Ro-mano Pontífice gloriosamente reinante viene recomendando a los Obispos y a los Sacerdotes de todo el orbe, que ins-truyan diligentemente a los fieles para que no se dejen engañar por los errores que ocultamente circulan entre ellos. La instrucción deseada por el Santo Padre ha de ser preventiva y represiva.

No juzgue un sacerdote en cuya pa-rroquia el error parezca que no ha pene-trado, que está dispensado de trabajar. Dado el engaño en que se desenvuelven

estos errores, teniendo en cuenta los procesos de difusión, a veces casi impal-pables, de que se sirven sus autores, po-cos son los párrocos que pueden tener la certeza de que todas sus ovejas están in-munizadas. Además, el buen Pastor no

se contenta con remediar, sino que está gravemente obligado a prevenir.

No seamos como el hombre de quien nos habla el Evangelio, el cual dormía mientras el enemigo sembraba la cizaña en medio de su trigo. La simple obliga-ción de prevenir justificaría los esfuer-zos que empleéis en este sentido.

Los errores de que nos ocupamos tal vez tendrán mayor intensidad en un país que en otro; sin embargo, su difusión en el orbe católico, es bastante grande para que el Santo Padre se haya cuidado de ellos en do-cumentos dirigidos, no a esta o aquella na-ción, sino a los Obispos de todo el mundo.

Pues vivimos hoy en un mundo sin fronteras en el cual el pensamiento se ex-tiende veloz por la prensa, y, sobre todo, por la radio, hasta los últimos extremos

Poco después de las consagraciones episcopales de 1988, la salud de Mons. Antonio de Castro Mayer em-pezó a declinar. Falleció el 25 de abril de 1991, justo un mes después de Mons. Lefebvre. Fue enterrado al día siguiente, a las 4 de la tarde, en la cripta de una capilla dedicada a Nuestra Señora del Carmen, en Campos.

25de la tierra. Una sentencia falsa que se ha sostenido, por ejemplo, en París, pue-de en el mismo día ser oída y captada en los centros más distantes de Australia, de India o de Brasil. Y si algún lugar pe-queño hay, en el cual la mucha ignoran-cia o el grande atraso opone obstáculos a la penetración de cualquier pensamiento falso o verdadero, nadie podrá incluir en este caso a los centros más poblados de nuestra amadísima Diócesis, al frente de los cuales se halla nuestra ciudad episco-pal, ilustre en todo el Brasil por el valor cultural de sus hijos, por la influencia decisiva que siempre se glorió de ejercer en el escenario político nacional.

* * *

Ahora, una palabra sobre el método que adoptamos. En su carta al Episco-pado Brasileño la Sagrada Congregación de Seminarios habló de una plaga de errores; y como, en efecto, son muy nu-merosos, una explanación y censura en forma discursiva de los principales sería excesivamente larga. Preferimos, pues, la forma esquemática. Y así elaboramos un pequeño catecismo de las verdades más amenazadas, acompañada cada cual del error opuesto, y de un rápido comentario. Por mera conveniencia de exposición, hacemos anteceder la sen-tencia falsa a la verdadera, pero vuestro esfuerzo en denunciar el error debe lle-var a cada fiel al conocimiento exacto de la verdadera enseñanza de la Iglesia.

Sólo así habremos hecho una obra positiva y durable.

* * *

Una observación final acerca del me-dio en que vienen enunciadas en el Cate-

cismo las sentencias falsas o peligrosas. Procuramos exponerlas con la mayor fidelidad, sin quitarles las apariencias y hasta las partes de verdad que encierran. Sólo así sería útil el Catecismo, porque sólo así se dan a conocer los modos de decir en que el error suele ocultarse y las apariencias con que procura atraer las simpatías de los buenos. Pues lo más importante en esta materia, no consiste en probar que cierta sentencia es mala sino que cierta doctrina falsa está con-tenida en ésta o en aquélla fórmula de apariencia inofensiva y hasta simpática. Por esto también, repetimos diversas fórmulas más o menos equivalentes.

Es que tratamos de atraer vuestra atención hacia algunas fórmulas en que el mismo error puede ocultarse. No siempre incluimos entre las proposicio-nes meras tesis doctrinales. Encontra-réis también, formuladas en proposi-ciones, maneras de obrar directamente provenientes de la falsa doctrina.

Como es fácil ver, tuvimos la preocu-pación de seguir el consejo del Apóstol: «Probad todas las cosas y conservad lo que es bueno» (I Tes. 5, 21).

Por esto, en las refutaciones desea-mos señalar en toda su extensión la parte de verdad que las tendencias im-pugnadas tienen. Es que la Iglesia es Maestra paciente y prudente, que con-dena con pesar y que considera patrimo-nio suyo cualquier verdad, dondequiera que se encuentre. Conviene acentuar este punto. Las verdades aquí recorda-das no son patrimonio, ni son propiedad de ninguna persona, grupo o corriente.

La ortodoxia es un tesoro de la Igle-sia, del cual todos deben participar y del cual ninguno tiene el monopolio; por esto nuestros amados cooperadores, al difundir las enseñanzas que aquí se en-

Problemas sobre el apostolado moderno - Carta pastoral

26cuentran, preséntenlas siempre como son en realidad: fruto maduro y exclu-sivo de la sabiduría de la Santa Iglesia.

No es difícil observar que estos erro-res en su mayor parte manifiestan en tér-minos que parecen correctos, doctrinas que alcanzaron la mayor influencia en el mundo actual y que constituyen los ras-gos típicos del neopaganismo moderno: el evolucionismo panteísta, el naturalis-mo, el laicismo, el igualitarismo absoluto que se levanta en la esfera política social contra las autoridades legítimas, y en la esfera religiosa intenta suprimir la distin-ción establecida por Jesucristo entre la Jerarquía y el pueblo fiel, clérigos y segla-res. Son éstas, amadísimos hijos y queri-dísimos cooperadores, las proposiciones hacia las cuales deseamos llamar vuestra atención. Para mayor éxito de vuestro trabajo, las hemos hecho acompañar de directrices prácticas, que encontraréis en la tercera parte de esta carta.

En nuestra Pastoral no tuvimos la pretensión de exponer toda la doctri-na católica sobre el asunto, sino apenas algunas observaciones más oportunas. Vuestra diligencia, amados hijos, com-pletará en las fuentes a vuestro alcance lo que aquí no pudimos exponer. De modo particular recomendamos la lectura de las Encíclicas Pascendi, Mystici Corpo-ris Christi, Mediator Dei, Humani Ge-neris, la Carta Apostólica Notre Charge apostolique, la Constitución apostólica Bis saeculari Dei, la Exhortación al Clero Menti Nostrae, y las Alocuciones y Ra-diomensajes Pontificios, especialmente los radiomensajes en las vísperas de Na-vidad, el radiomensaje del 23 de marzo de 1952 sobre la Moral Nueva (A. A. S., 44, pág. 270 y ss. Catolicismo, nº 18, ju-nio 1952). Radiomensaje al Catolikentag de Viena (Catolicismo, nº 24, diciembre

1952); las alocuciones a la Asociación Católica de Trabajadores de Italia (A. A. S., 40, 331 y ss.), a los delegados del Congreso Internacional de Estudios So-ciales, reunido en Roma en 1950 (A. A. S., 42, pág. 451 y ss.); a los miembros del IX Congreso Internacional de las Aso-ciaciones Patronales Católicas (A. A. S., 41, pág. 283 y ss.); a los miembros del Congreso Internacional del Movimiento Universal para una Confederación mun-dial (A. A. S., 43, pág. 278; Catolicismo, nº 8, agosto de 1951); a la Acción Católi-ca Italiana y Congregaciones Marianas, el 3 de abril de 1951 (A. A. S., 43, pág. 375; Catolicismo, nº de junio de 1951), con ocasión de la clausura del Congreso Internacional del Apostolado seglar (A. A. S., 43, pág. 784 y ss.; Catolicismo, nº 12, diciembre 1951); a la Asociación de Padres de Familia Franceses (A. A. S., 43, pág. 730 ss.; Catolicismo, nº 13, de enero 1952); a los participantes del Congreso de la Unión Católica Italiana de Comadronas (A. A. S., 43, pág. 835); a las Superioras Generales de las Orde-nes y Congregaciones religiosas (Cato-licismo, nº 23, de noviembre de 1952). Recomendamos también la Carta de la Congregación de Seminarios al Episco-pado Brasileño (A. A. S., 42, pág. 836 y ss.); documento importante y equilibra-do que trata especialmente de este pro-blema existente en el Brasil.

La palabra del Santo Padre siempre es benéfica y eficaz, en el sentido de ele-var el alma y orientarla en la vida moral y espiritual.

Resaltamos los anteriores documen-tos porque especifican y esclarecen mu-chos puntos en el orden social, político y moral, que habían sido oscurecidos a consecuencia especialmente del último conflicto. m

Problemas sobre el apostolado moderno - Carta pastoral

Los frutos del Santo RosarioP. José Mª Mestre Roc

Durante el mes de octubre cele-bramos la fiesta de Nuestra Se-ñora del Rosario, con la cual la

Santísima Virgen y la Santa Iglesia Ca-tólica nos proponen la devoción del San-to Rosario. ¿Cuál debe ser la importan-cia que Dios da a esta devoción, cuando nos la inculca de manera tan frecuente y apremiante? Recordemos tan sólo que:

— La Santísima Virgen misma ha querido tomar el título de Nuestra Seño-ra del Santo Rosario, para ser honrada por esta devoción;

— Y ¿no se apareció en Fátima, di-ciendo que era la Virgen del Rosario?

— ¿No prometió que Rusia se con-vertiría si se hacía penitencia y se rezaba el Rosario?

— Y la Iglesia, intér-prete de la voluntad de Dios, ¿no ha consagra-do al Rosario todo el mes de octubre? ¿No ha concedido innumerables indulgencias al Rosario? El papa León XIII veía en él —y no se equivo-caba— el mejor remedio a los males de nuestra época y un medio pode-rosísimo para extender el Reinado de Jesucristo.

— Finalmente, el Ro-sario ha sido el objeto de la tierna predicación de

los Santos más devotos de la Madre de Dios.

El Santo Rosario es una devoción po-pular y sencilla, al alcance de todos. Por eso ningún cristiano tiene excusa si no la practica. Para animarnos a practicar-la, si no lo hacíamos ya, o a practicarla con más fervor, si ya lo hacíamos, consi-deremos los principales frutos del Santo Rosario, que reduzco a tres :

1º Nos obtiene la salvación eterna.2º Nos obtiene la santidad.3º Nos obtiene un gran amor a María.

1º El rosario nos obtiene la salva-ción eterna

Es una promesa for-mal y explícita de la San-tísima Virgen, hecha al beato Alano de la Rupe: “Prometo mi protección especial a los que re-cen mi Rosario; yo los socorreré en todos sus males y necesidades, y los defenderé contra el demonio. Quien lo rece devotamente y con per-severancia no se conde-nará”. “Todo el que per-severe en la devoción del Santo rosario con sus ar-tículos y meditaciones, yo le obtendré al fin de

28 Los frutos del Santo Rosario

su vida, como recom-pensa de este buen ser-vicio, la plena remisión de la culpa y de la pena de todos sus pecados”.

Santo Domingo, predicando en Carca-sona, hizo confesar lo mismo a quince mil de-monios que poseían a un desgraciado hereje. He aquí su confesión : “Oíd, cristianos : Esta Madre de Jesucristo es todopoderosa y puede impedir que sus siervos caigan en el infierno; es Ella quien, como un sol, disipa las tinieblas de nuestras astutas maquinaciones; es Ella quien descubre nuestras trampas, rompe nuestros lazos y deja inútiles y sin efecto todas nuestras tentaciones. Nos vemos obligados a con-fesar que ninguno de los que perseveren en su servicio se condenará con nosotros; uno solo de sus suspiros, ofrecidos a la Santísima Trinidad, vale más que todas las oraciones, votos y deseos de todos los Santos. La tememos más que a todos los bienaventurados juntos, y nada pode-mos contra sus leales servidores. Muchos cristianos que la invocan al morir, y que deberían condenarse, se salvan por su in-tercesión... Protestamos además, porque Ella nos obliga, que ninguno que perse-vere en la devoción al Rosario se conde-nará, pues Ella obtendrá a sus devotos servidores una verdadera contrición de sus pecados, y con ésta el perdón y la in-dulgencia”.

¡Cómo nos gustaría tener en esta vida una garantía de que vamos a sal-varnos! ¡Qué daríamos por tenerla! Pero

esa garantía la tene-mos, la Santísima Vir-gen nos la ha dado : es ofrecerle cada día, con perseverancia y amor, el Santo Rosario. La salvación del mundo, habiendo comenzado por un Ave María, al Ave María queda vin-culada desde entonces la salvación de nues-tras almas.

2º El Rosario nos obtiene la santidad

Porque el Rosario consiste, no en la re-citación maquinal de

ciertas oraciones, sino en la meditación y contemplación de los quince principa-les misterios de la vida de Jesús y de Ma-ría, acompañando cada uno de ellos con la recitación de un Padrenuestro y diez Avemarías. ¿Qué cosa puede ayudarnos más eficazmente a ser santos, que esta consideración de las principales verdades de nuestra fe, de las principales virtudes que hemos de practicar, viendo cómo Je-sús y María las practicaron, cómo nos dan ejemplo de ellas?

El Santo Rosario es, en efecto, un re-sumen de todo nuestro Catecismo, un Credo en imágenes, el compendio de nuestra fe. Se nos recuerdan las prin-cipales verdades : el pecado original, la Santísima Trinidad, la Encarnación, la Redención, la Resurrección de Jesucris-to, la existencia del cielo, al que somos llamados, la Realeza de Cristo y de Ma-ría, la necesidad del sufrimiento, de la oración, la malicia del pecado, el precio de nuestra alma...

29Los frutos del Santo Rosario

Es también un resumen de la Moral, de todas las virtudes que hemos de prac-ticar : la humildad, la caridad, la pobre-za, la obediencia y la pureza, la pacien-cia, la penitencia, la muerte al pecado, la fe, la esperanza, el amor a María... Pero lo que hace especialmente eficaz y fe-cundo este compendio de Moral es que se nos dan ejemplos bien concretos, bien adaptados a nuestras vida,, de cómo he-mos de practicar esas virtudes : basta que consideremos cómo las practicaron Jesús y María, que son nuestros Mode-los. El Rosario nos concede las gracias necesarias para que podamos imitarlos.

Por eso, todo fiel que sea asiduo en recitar devotamente el Rosario, medi-tando los misterios según su capaci-dad, se irá familiarizando poco a poco con Jesús y María; se sentirá excitado a imitarlos; irá corrigiendo sus defectos y vivirá pronto una vida digna de Jesús y

de María, una vida santa. Y si perseve-ra todavía en esta devoción, adquirirá la costumbre de verlo todo como lo veían Jesús y María : nos comunicará su ma-nera de pensar, de juzgar, de querer, de obrar : y en esta conformidad de miras y de voluntades, el alma llegará a la más perfecta unión con Jesús y María.

“Afirmaría firmándolo con mi sangre —dice San Luis María— que la persona

que reza el Rosario con devoción y per-severancia... crecerá en todas las virtu-des”. Y la Santísima Virgen prometió al mismo beato Alano de la Rupe : “Quien rece piadosamente mi Rosario, medi-tando los misterios, se convertirá si es pecador; y si es justo lo haré crecer en gracia, seré su consuelo y luz durante su vida y especialmente en la hora de su muerte; no morirá sin los sacramentos; lo libraré pronto del Purgatorio, y goza-rá en el cielo de una gran gloria”.

3º El Rosario nos obtiene un gran amor a María

Porque, como hemos visto, el Rosa-rio nos hace meditar, no sólo los miste-rios de Jesús, sino los misterios de Jesús y María, de Jesús con María. El Rosario es un resumen de la vida de María; sus misterios nos hacen ver cómo la vida de

María está uni-da a la vida de Jesús; qué parte tomó María San-tísima en la obra de la Redención de los hombres, y la recompen-sa que Dios le concedió por esto, haciéndola Reina de todo lo

creado y Mediadora de todas las gracias.Vemos, por el Rosario, cómo el culto a

la Santísima Virgen pertenece a la esencia del Cristianismo; que “la fórmula del Cris-tianismo, ya sea considerado como la ve-nida de Dios a nosotros, ya como la ascen-sión de nosotros hacia Dios, no es Jesús solamente, sino Jesús-María” (Padre Hu-pperts). “María, en la religión cristiana, es absolutamente inseparable de Cristo —es-

30 Los frutos del Santo Rosario

cribía el cardenal Billot—, porque si somos llamados de nuevo a los bienes celestiales, es gracias a esa Pareja bienaventurada formada por la Mujer y su Descendencia, por Jesús y por María”. Y eso el Rosario lo muestra en cada uno de sus misterios.

Por eso, el alma devota del Rosario crece progresivamente en amor y reco-nocimiento y gratitud hacia María. Sabe que María es su Madre, sabe ser su hijo, y por eso la ama. Y como la Santísima Virgen no se deja ganar en liberalidad, devuelve amor por amor : “Ego diligen-tes me diligo”. El alma crece en amor a María, y crece el amor de María hacia ella. ¡Qué contentos deberíamos estar de tener en nuestras manos una devo-ción que nos hace hijos muy amados de María! m

Nací en una granja.Criéme en el campocon la gente que reza y que vive del santo trabajo. Los dos seres que vida me dieronmurieron temprano, y mi padre me dijo al morirse:

- Hijo mío, en la llar hay un clavodel que pende un tesoro bendito. Vé, búscalo, y tráelo.

-Fui, busqué, remiré y a mi padre...sólo pude alargarle un Rosario.

-Es él -dijo al verlo-mi tesoro santo.La herencia bendita que te dejoy a mí me dejaron.Tu abuelo, y mi padre,tuvo callos, de puro rezarlo,y tu madre con él en el cuellose fue al camposanto.Yo quitéselo allí, y ahora muerogustoso, besándolo.Bienes de la tierra, hijo mío,no puedo dejártelos;pero en este rosario te dejolos tesoros de un padre cristiano.Con él, siendo pobre,siempre tuve salud y trabajoy el pan nuestro, que a Dios le pedíajamás me ha faltado.Mas... Ya siento acercarse a la Virgen. Ya me duermo tranquilo en sus brazos. Murióse mi padre, y era entonces yo un pobre muchacho.

Hoy, que soy mayory recuerdo los tiempos pasados,al ver que los niñosno saben rezarlo;que ya en nuestras casasno lo ven colgado;y que el mundo enterose siente angustiado...¡Señor, ten piedad.Ten piedad, Señor!

NO MÁS OLVIDARLO

Una vez más traemos aquí un ejemplo vivo de compatibilidad entre la Fe y la Ciencia, en este caso la Medicina.

No es el primer médico católico, auténticamente genial, del que nos hemos ocupado. Laënnec, Morgag-ni (1682-1771), Stenon (1638-1686) y otros que no lo fueron profesional-mente pero, a pesar de ello, aportaron avances decisivos a alguna rama de la Medicina como el recientemente tra-tado Diego Daza Valdés (1591-1634) precursor de la Oftalmología.

El de hoy es MARCELLO MAL-PIGHI (1628-1684) a cuya obra médi-ca es imposible hacer justicia en esta breve reseña, porque fue amplísima.

Nos limitaremos a señalar que se le con-sidera fundador de la Histología o ciencia que estudia los tejidos orgánicos y que dejó su nombre asociado a la capa más profunda de la piel que lleva su nombre. Aunque su nombre ha sido también adjudicado a otras partes del cuerpo humano que describió con exactitud gracias a su excelente empleo del microscopio. Sin olvidar su aportación

Fundador de la histologíay médico papal

marCello malpiGHi (1628-1684)

Rvdo. D. Eduardo Montes

32al conocimiento de la estructura de los pul-mones y del embrión humano en las etapas tempranas del desarrollo.

Por si fuera poco lo que estudió en el organismo humano llevó sus investigacio-nes al reino animal, concretamente al gu-sano de seda. Y también al vegetal como lo muestra la obra que publicó en 1679 sobre la Anatomía de las plantas.

A pesar de esta mole de trabajos de in-vestigación se caracteriza su vida por la in-tensa dedicación a la docencia en diversas universidades italianas: Bolonia, Pisa, Me-sina y de nuevo, finalmente, Bolonia.

Hasta que en 1691 fue nombrado médi-co del Papa entonces reinante, Inocencio XII (1691-1700) trasladándose finalmente a Roma. Donde a los tres años de recibir

este encargo tuvo lugar su cristiana muerte que aconteció precisamente en el Pala-cio del Quirinal lugar de residencia de su ilustre paciente que sobreviviría seis años a su médico. m

Fundador de la histologia y médico papal

Inocencio XII

LA CIENCIA DE LOS SANTOSEs un don del Espíritu Santo, que nos hace conocer la nada de las cosas creadas.

Tras este conocimiento, el hombre se despega de ellas gustosamente, o, mejor dicho, las pone bajo sus pies para servirse de escala por la cual elevarse a Dios. Esa ciencia de los santos es la que hacía decir a San Estanislao de Kostka: «No he sido hecho para las cosas temporales, sino para las eternas; para éstas debo vivir y no para aquéllas». Y a San Ignacio: «¡Cuán vil me parece la tierra, cuando miro al cielo!».

La ciencia de los santos es la de aquellos que miran a Jesús y siguen sus ejem-plos. Los primeros en este seguimiento fueron los apóstoles. Por eso San Pedro pudo decir: «Bien ves que nosotros hemos abandonado todas las cosas y te hemos seguido» (Mt 19,27). San Antonio Abad, al entrar una mañana en la iglesia, oyó leer este pasaje evangélico: «Si quieres ser perfecto, anda y vende cuanto tienes y dáselo a los pobres... ven después y sígueme» (Ib v. 21). Vendió, en efecto, sus bienes (tenía trescientos campos), distribuyendo el capital entre los pobres. Y después se retiró a la soledad a hacer vida penitente. Lo mismo hizo San Francisco de Asís, al oír leer (24 de febrero de 1209) aquellas otras palabras del Señor: «No llevéis oro, ni plata, ni dinero alguno en los bolsillos» (Mt 10,9).

Así obraron todos los santos, los cuales con su ejemplo nos recuerdan aquellas palabras de San Gregorio Magno: «Si queréis ser verdaderamente ricos, amad las verdaderas riquezas». Las riquezas verdaderas son la gracia de Dios, las virtudes, las obras buenas, sobre todo las obras de caridad. De éstas nos habla el Evangelio en aquel pasaje que dice: «No amontonéis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín los corroen y donde los ladrones horadan y roban; atesorad más bien tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín los corroen y donde los ladrones no desentierran ni roban» (Mt 6,19-20).

Crónica de la Hermandad en España

l Camino a Santiago

El P. de Montagut fue el capellán de la peregrinación a Santiago de Compostela, del 7 de julio al 8 de agosto. A la llegada había unos cincuenta peregrinos, de los cuáles una tercera parte eran españoles y el resto, en su mayoría, franceses. Hubo

34varias confesiones generales, y una en particular fue seguida de la primera Comu-nión de un joven de 20 años que caminó con nuestro grupo acompañado de dos amigos desde el tercer día.

l Campamentos de verano para chicos

Crónica de la Hermandad en España

35El P. Carlos Mestre, por su

parte, se encargó del campa-mento de los niños que desde hace ya varios años tiene lu-gar en Peñaparda, provincia de Salamanca. Dos semina-ristas, Javier Utrilla, español y Nikolas Bennasib, de Nápo-les, ayudaron al capellán.

l Ejercicios espiritua-les

Este año las tandas de

ejercicios espirituales se predicaron en la Casa San José. El P. Luis Mª Canle y José Ramón García predicaron la de hombres, mientras que la de mujeres estuvo a cargo del P. de Montagut y del P. Mestre.

l Visita al futuro monasterio de las Siervas de Jesús Sa-cerdote.

Las Siervas de Jesús Sacerdote visitaron por primera vez el lugar donde se cons-truirá, Dios mediante, el próximo monasterio. Como ya indicamos en un número

Crónica de la Hermandad en España

36 Crónica de la Hermandad en España

anterior de Tradición Católica (Enero-febrero 2013), la propiedad consta de un te-rreno de 9 hectáreas, en Aldea del Fresno (Madrid). La construcción tendrá dos fases, una primera de 800 m2, para la construcción del monasterio propiamente dicho, y una segunda que incluirá la iglesia y la hospedería. Dios quiera mover los corazones de nuestros amigos para ayudar en esta obra tan necesaria para la santi-ficación de los sacerdotes.

Pueden hacer sus donativos a: Fundación Pro Eis, IBAN ES64 2100 3820 5302 0016 8349 - BIC/CODIGO SWIFT: CAIXESBBXXX m

VOCACIONESLa Hermandad Sacerdotal San Pío X, fundada por el arzobispo Monseñor

Marcel Lefebvre, tiene varios seminarios en el mundo, para las vocaciones firmes en la Tradición de la Iglesia.

Al ingresar, los seminaristas cursan un año de espiritualidad, con clases de Sagrada Escritura, introducción a la vida espiritual, liturgia, latín y canto gregoriano.

La vida de los seminaristas está centrada en torno al Santo Sacrificio de la MIsa. Se observa la liturgia tradicional, el rezo común del oficio divino y del santo Rosario. La devoción a la Santísima Virgen es indispensable para todos, con mayor razón para futuros sacerdotes.

La vida intelectual de los seminarios está en perfecta conformidad con la legislación canónica en materia de formación de seminaristas y en especial con la “Ratio Fundamentalis” de la formación espiritual sacerdotal, dictada por la Sagrada Congregación de Seminarios y Universidades (6 de enero de 1970).

Los aspirantes deben haber terminado la Educación Secundaria Obliga-toria.

La Hermandad también recibe vocaciones religiosas para Hermanos y Her-manas.

Los interesados pueden dirigirse a:HERMANDAD SAN PÍO x

CASA SAN JOSÉ28607 - EL ALAMO (Madrid)

La primavera del postconcilioL. Pintas

l Los tulipanes dejaron de bro-tar. Si hay un lugar donde la “prima-vera” postconciliar se manifestó en toda su diversidad (es decir, en su capacidad para destruir-lo todo), ése fue Holanda. El Nuevo Catecismo para Adultos de 1966 (el céle-bre Catecismo Holandés), que –recordemos- no era un texto de teólogos rebel-des sino un manual oficial del episcopado neerlandés, fue la avanzadilla de lo que pasó en la Iglesia tras el Concilio Vaticano II. Pla-gado de herejías, tuvo que ser retocado por la Santa Sede para salvarle la cara, pero siguió su rumbo demoledor insti-lando veneno sin que nadie pagase el daño hecho. Hoy, la realidad se impo-ne con crudeza. Un artículo en su blog All’ombra del campanile, del sacerdote Aldo Figliuzzi, doctor en Teología por la Lateranense y diocesano de Lamezia Terme, resumía el pasado 2 de julio el hundimiento de la presencia católica en los Países Bajos. Dos edificios cristianos cierran cada semana, y “cien iglesias al año”, corrobora el arzobispo de Utre-cht, Willem Jacobus Eijk. Holanda se ha convertido en el primer país exportador del mundo de objetos religiosos antiguos procedentes de esos templos, que se en-cuentran, afirma Don Aldo, desde Indo-nesia y el Congo a Ucrania y Filipinas.

Entre 1970 y 2008 fueron demolidos 205 templos, y otros 148 convertidos en librerías, restaurantes o museos. Desde

1968, el número de religio-sos ha caído un 29% y el de sacerdotes un 22%, pero sin renovación: desde 1996, el hundimiento del núme-ro de seminaristas llega al 31%. Por razones de edad, es un clero condenado a la extinción a medio plazo. En una diócesis como la mis-ma Utrecht, y a pesar del aumento de población, las parroquias cayeron de 316

a 49 (un 85%). Extraña primavera, que precede, en vez de suceder, al invierno...

l Palabras de Parolin. El flamante secretario de Estado de Francisco, Pie-tro Parolin, hasta ahora nuncio en Ve-nezuela, se estrenó el 8 de septiembre con unas declaraciones a El Universal de Caracas muy del nuevo estilo: es decir, aptas para desazonar a los católicos, ale-grar a los enemigos de la Iglesia, produ-cir confusión y, no diciendo nada con la forma, sugiriendo mucho, y malo, en el fondo. “El celibato no es un dogma de la Iglesia y se puede discutir porque es una tradición eclesiástica”, afirma Parolin. Lo que sí es muy discutible es su segunda afirmación, pues una tradición eclesiás-tica tan vinculada a la Revelación como el celibato sacerdotal no se puede dis-

38cutir por razones triviales. Pero el “nú-mero dos” de Francisco aclara (es decir, confunde) algo más por dónde van a ir los tiros: “El esfuerzo que hizo la Iglesia para estatuir el celibato eclesiástico debe ser considerado. No se puede decir, sen-cillamente, que pertenece al pasado. Es un gran desafío para el Papa porque él posee el ministerio de la unidad y todas esas decisiones deben asu-mirse como una for-ma de unir a la Igle-sia, no de dividirla”. ¿Cuál es el desafío? No lo explica. ¿Por qué mencionar la uni-dad? Tampoco lo ex-plica. Pero continúa: “Entonces se puede hablar, reflexionar y profundizar sobre es-tos temas que no son de fe definida y pensar en algunas modificaciones, pero siempre al servicio de la unidad y todo según la voluntad de Dios”. Y ¿qué es lo que Dios quiere?, pregunta con lógica el entrevis-tador. “Dios habla de muchas maneras”, responde Parolin: “Debemos estar aten-tos a esta voz que nos orienta sobre las causas y las soluciones, por ejemplo, de la escasez del clero”. Ya vamos perfilan-do el plan, pues: ¿se trata de cuestionar el celibato sacerdotal para atraer más vocaciones (quimera que el ejemplo pro-testante y ortodoxo no avala) y paliar así la escasez de clero? “Hay que tomar en cuenta, a la hora de adoptar decisiones, estos criterios (la voluntad de Dios, his-toria de la Iglesia), así como la apertura a los signos de los tiempos”, remata el secretario de Estado. Y es que ya se sabe cuál es el dogma de la primavera postcon-

ciliar: Dios habla a través de “los signos de los tiempos”. A través de una “tradi-ción eclesiástica” de dos mil años, no.

l Qué raritos somos. En fin, que soplan tiempos nuevos en la era post-Benedicto, y se nota también en un ám-bito como la liturgia. El obispo de Fré-

jus-Toulon (Francia), Dominique Rey –por lo demás, y aunque de orientación caris-mática, favorable a la misa tradicional–, convocó a finales de junio en Roma el con-greso Sacra Liturgia 2013, celebrado en la Universidad de la Santa Cruz, del Opus Dei. Una de las inter-vinientes fue Tracey Rowland, profesora de filosofía y teolo-

gía en el Instituto Juan Pablo II para el Matrimonio y la Familia de Melbourne (Australia), quien se despachó con unas afirmaciones, sorprendentes por su li-gereza, sobre el que –a la luz del motu proprio Summorum Pontificum- llaman “rito extraordinario”. Fue en declaracio-nes exclusivas a Catholic News Service, agencia de noticias de la conferencia episcopal norteamericana. Lo cual ya es significativo del cambio de tenden-cia, pues hasta ahora buena parte de los obispos en Estados Unidos estaban siendo muy receptivos a la aplicación de Summorum Pontificum, y con buenos frutos. Pues, bien, según la experien-cia de Mrs Rowland –todo cuanto dice lo argumenta sólo con sus impresiones personales-, hay tres razones por las que va poca gente –dice ella- a la misa tradi-

La primavera del postconcilio

Pietro Parolin

39cional. Una, que la gente que va a misa tradicional “asiste como quien va a la ópera, sólo porque el rito es hermoso” (¡qué vano intento de ocultar que las verdaderas ra-zones son doctrinales!). Segundo, que la gente que va a misa tradicional “viste de forma ridícula, da la impresión de que pertenecen a otra época”, y los hombres obligan “a sus esposas e hijos a vestirse como huérfanos de una granja Amish” (¡qué caridad, reírse de la vestimenta ajena como alegato teológico!). Y terce-ro, que para ellos “asistir al ‘rito extraor-dinario’ es una afirmación política con-tra el Concilio Vaticano II”. En resumen: ignorantes de lo que es la misa, vestidos como friquis y que sólo valoran el rito porque es bonito y como pataleta para atacar al Concilio. Bueno, pues si es así, ¡bendita pataleta! Y no digo ¡benditos amish! porque en estas páginas somos poco ecuménicos.

l Los obispos del flashmob no son friquis. Pues nada, que eso es lo que somos, friquis de desecho. No son friquis, por supuesto que no, los cientos

de obispos que durante la JMJ de Río de Janei-ro del 23 al 28 de julio protagonizaron un mo-mento bastante patéti-co al seguir, sin gracia (porque la gracia la da la convicción) ni ritmo (porque el ritmo lo da la juventud) los movi-mientos que les mar-caba la coreografía. Se

buscaba reunir el mayor flashmob de la historia en la playa de Copacabana. Y siendo así que hubo allí dos millones de personas bailando, ¿era necesario el concurso de trescientos de ellos, sin con-vicción ni ritmo, para alcanzar el récord? ¿Era preciso hacer jirones la gravedad propia de la consagración episcopal para apuntarse un tanto en el libro Guinness?

l Paganos en un retablo: Asís inmortalizado. El altar mayor de la iglesia del Sacro Cuore (Sagrado Cora-zón), en Rosetto degli Abruzzi (Italia), aparece decorado con un mosaico que representa la célebre escena del acto de Asís de 1986. A saber, Juan Pablo II rodeado de “líderes religiosos” orando juntos –perdón, perdón: estando juntos para orar- por la paz. Pueden verse las

imágenes, que aquí re-producimos, en la pági-na turística InAbruzzo.it o en la página artísti-ca NickNardo.it. Nada que objetar, por cier-to, al tenor estético: la decoración es hermosa y clásica. Es el motivo de la misma lo que no cuadra. La finalidad del arte cristiano es

La primavera del postconcilio

Tracey Rowland

40 La primavera del postconcilio

elevar el alma a rezar, por un lado, e ins-truir a los fieles en las verdades de la fe, por otro. Ahora bien, ¿cómo se le ocurre a alguien que, estando ante el Santísimo

Sacramento –pues la obra luce justo de-trás del altar-, las imágenes que puedan inspirar la oración de un católico sean el Dalai Lama o un brujo sioux? En cuan-to a la doctrina que expresa el mosaico... desde luego tiene poco que ver con los Mandamientos (“No tendrás otros dioses fuera de Mí”, Éx 20, 3) ni con la claridad de San Pablo (“Los dioses de los paganos son demonios”: I Cor 10, 20).

l Toda rodilla se doble. Continue-mos con el espíritu paulino: “Al nombre de Jesús toda rodilla se doble” (Fil 2, 10). Si eso es al nombre de Jesús, cuánto más ante su Cuerpo, Sangre, Alma y Divini-dad: la Hostia Santa. Por eso se comulga de rodillas. No lo ve así, sin embargo, el arzobispo de Cuiabá (Brasil), Milton Santos, quien en una circular a su cle-ro del 11 de julio de este año sobre la “actitud ante la comunión eucarística”, dio una orden de unificación para toda su diócesis, resaltada en mayúsculas y negrita: “Unificamos en la archidióce-sis de Cuiabá la actitud ante la comu-nión, recibiéndola de pie y acudiendo en procesión”. Es sabido que muchos sacerdotes rehúsan dar la comunión de

rodillas a los fieles que así lo piden, aun-que también es cierto que, sobre todo en Estados Unidos, apunta un movimiento de retorno a la práctica tradicional. Pero

es poco frecuente que un obispo aparte de la disciplina diocesana a quien así quiera adorar a nues-tro Creador, Redentor y Santifi-cador en el momento de unirse a Él. Tanto fue el escándalo, que al día siguiente la circular del obis-po fue retirada de la página web del obispado, y se publicó otra, retocada, que establecía que “la libertad del fiel es prioritaria”:

en la boca o en la mano, de pie o de ro-dillas. ¿Se ha ganado algo? Sí en cuanto a lo práctico, pues desaparece la odiosa

prohibición anterior. Pero caen en la ju-gada tres principios: uno, que un obispo se despoja de una autoridad que es sólo suya, y que debería servir para restituir prudentemente la comunión en la boca y de rodillas como costumbre universal; dos, que se establezca como prioridad la libertad del fiel, cuando lo prioritario de-bería ser su actitud de reverencia y ado-ración; y tres, que se instaura el subjeti-vismo en un ámbito de objetividad pura como debe ser el de la liturgia, oración común de la Iglesia donde el parecer o gusto de cada cual –sacerdote o laico- debería importar exactamente nada. m