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Nausicaa I wanted to know the exact dimension of hell Kim Gordon; The Sprawl Listen to my last words anywhere. Listen to my last words any world. William S. Burroughs; Nova Express I El pájaro no había sido atropellado. Sólo le faltaba la cabeza. Más allá habían muchos más, pero seguían vivos. Nunca fuiste una entusiasta de la ornitología, pero siempre te gustaron las aves -sobre todo unas azules/negras que no eran cuervos y que nunca supiste cómo se llamaban. Nunca se lo dijiste a nadie porque lo encontrabas lo suficientemente cursi incluso para pensarlo y retenerlo en tu memoria, así que cada vez que lo recordabas, intentabas olvidarlo inmediatamente. Casi un proceso mecánico, automatizado. Por eso nunca te preguntaste el porqué de tu supuesta afición y tampoco te importaba demasiado. Había tres pájaros en particular que se movían mucho y te quedaste observándolos por largo rato. El cigarro lo tenías en tu mano izquierda cerca del bolsillo de tu pantalón y ya se estaba apagando solo. La ceniza caía al suelo del estacionamiento del supermercado. Los pájaros que se movían peleaban por la cabeza del recién decapitado. La bandeja está frente a ti, sobre la mesa, y en ella hay un completo el cual tiene palta, tomate, vienesa, salsa verde y mayonesa, además de unas papas fritas tamaño normal y el vaso de bebida más grande que podías costear. Ni siquiera tocaste tu comida y no fue por el recuerdo de lo que viste en la mañana en el estacionamiento antes de entrar a trabajar, sino que sólo pediste algo por pedir y la bebida era lo único que te importaba. La ventana está completamente sucia y no puedes ver nada de lo que hay afuera. Bebes muy lentamente. A tu alrededor está lleno de familias o de personas que pasaron a comer cualquier cosa y todos con sus respectivas bolsas. Tienes las llaves de tu casa en la mano y no puedes dejar de pensar en el pájaro y que todos parecían de la misma especie, pero no podrías asegurarlo ya que no llevabas puestos tus lentes. Terminas tu bebida, te pones tu mochila, levantas la bandeja, te acercas al mesón, pides que te den una bolsa para poder llevar

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Cuento por Camilo Fernández Fierro.

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Nausicaa

I wanted to know the exact dimension of hellKim Gordon; The Sprawl

Listen to my last words anywhere. Listen to my last words any world.William S. Burroughs; Nova Express

IEl pájaro no había sido atropellado. Sólo le faltaba la cabeza. Más allá habían muchos más, pero seguían vivos. Nunca fuiste una entusiasta de la ornitología, pero siempre te gustaron las aves -sobre todo unas azules/negras que no eran cuervos y que nunca supiste cómo se llamaban. Nunca se lo dijiste a nadie porque lo encontrabas lo suficientemente cursi incluso para pensarlo y retenerlo en tu memoria, así que cada vez que lo recordabas, intentabas olvidarlo inmediatamente. Casi un proceso mecánico, automatizado. Por eso nunca te preguntaste el porqué de tu supuesta afición y tampoco te importaba demasiado. Había tres pájaros en particular que se movían mucho y te quedaste observándolos por largo rato. El cigarro lo tenías en tu mano izquierda cerca del bolsillo de tu pantalón y ya se estaba apagando solo. La ceniza caía al suelo del estacionamiento del supermercado. Los pájaros que se movían peleaban por la cabeza del recién decapitado. La bandeja está frente a ti, sobre la mesa, y en ella hay un completo el cual tiene palta, tomate, vienesa, salsa verde y mayonesa, además de unas papas fritas tamaño normal y el vaso de bebida más grande que podías costear. Ni siquiera tocaste tu comida y no fue por el recuerdo de lo que viste en la mañana en el estacionamiento antes de entrar a trabajar, sino que sólo pediste algo por pedir y la bebida era lo único que te importaba. La ventana está completamente sucia y no puedes ver nada de lo que hay afuera. Bebes muy lentamente. A tu alrededor está lleno de familias o de personas que pasaron a comer cualquier cosa y todos con sus respectivas bolsas. Tienes las llaves de tu casa en la mano y no puedes dejar de pensar en el pájaro y que todos parecían de la misma especie, pero no podrías asegurarlo ya que no llevabas puestos tus lentes. Terminas tu bebida, te pones tu mochila, levantas la bandeja, te acercas al mesón, pides que te den una bolsa para poder llevar lo que compraste, el muchacho que te atendió te pide las cosas y él las introduce de una manera especial y delicada. Le das las gracias, él te queda mirando mientras te alejas, tus tacos resuenan levemente en el patio de comidas y eso te molesta un poco. Entras al baño, te encierras en un cubículo, dejas tu mochila colgada en una gancho que hay en la puerta, sacas tus zapatillas, te las pones, guardas tus zapatos, sacas una de las seis cervezas en lata que tienes en la mochila, la bebes muy rápido, botas la lata en el basurero y sacas el vaso vacío de la bolsa que te dio el joven que te atendió. Le sacas la tapa, abres otra lata de cerveza, bebes un poco, la pones dentro del vaso, le pones la bombilla, luego la tapa, guardas tus cosas, te pones la mochila, eructas, agarras la bolsa con comida, sales del baño, bebes un poco con la bombilla y vas al stand donde trabajas. Tu compañera de trabajo está atendiendo a alguien ofreciéndole una tumba en un parque cementerio en un lugar recóndito de la ciudad y mencionándole que puede pagar en una cantidad inconmensurable de cómodas cuotas mensuales y llegas tú y la interrumpes pasándole dos mil quinientos pesos en monedas de distinto valor y pidiéndole disculpas por el retraso en el pago de la deuda que tenías con ella y

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te vas inmediatamente mientras ella reacciona y te pregunta casi gritándote hacia dónde vas y tú sólo le dices que tienes que irte. Bajas la escalera mecánica corriendo al mismo tiempo que piensas que no es necesario renunciar formalmente, aunque te pagarían un poco por el finiquito, pero eso sería esperar mucho, te dices justo cuando pasas junto a las alarmas del supermercado. Ahí vas directamente al lugar de los licores y sacas un Jim Bean. Luego vas donde están las carnes y sacas un lomo vetado. Al rato vas a un punto estratégico que es donde están los artículos de aseo y que es donde también hay un punto ciego para las cámaras –el cual descubriste al cuarto día de trabajo hace siete meses y algunos días más- y te sacas el polerón que recién te habías puesto en la escalera mecánica al bajar y con el cual realizas una finta para el esconder el whisky y la carne dentro de tu mochila. Vas al pasillo de las golosinas y sacas unas gomitas ácidas. Vas a la caja y pagas los ciento cuarenta y cinco pesos que cuestan y sales del supermercado. Afuera le das la bolsa con comida a un tipo que todas las mañanas te pide una moneda y al que nunca se la das, sino que un cigarro. Vas camino al metro. Cuando vas bajando la escalera, ves cerca de un kiosko a uno de los pájaros del estacionamiento, o crees que es el mismo y luego olvidas la idea cuando ya estás arriba del vagón. Te preguntas a ti misma cómo pudiste durar siete meses –que no es poco ni mucho- en un trabajo donde tenías que ofrecer un contenedor o receptáculo de algo que específicamente ellos no van a saber qué es ni cómo van a llegar ahí y tampoco van a disfrutar. Tienes veintiséis años y no lo entiendes. También te preguntas por qué no te habías dado cuenta antes mientras metes tu mano al bolsillo y comienzas a jugar con las llaves. Es un manojo grande. Antes bromeabas –sabiendo que era un mal chiste- diciendo que parecías carcelero. A una estación de llegar a tu destino, sacas el manojo de tu bolsillo y haces un recuento de para qué cosa es cada llave. Hay una de la que no recuerdas su función. Te bajas. Caminas para llegar a la que supuestamente es tu casa y te das cuenta, al introducir la llave en la cerradura, que la que sobra es la que sirve para el departamento donde vive –o vivía- tu ex pareja.

Terminas de filetear la carne y luego tomas el último sorbo de la última lata de cerveza. Prendiste el televisor al llegar y no viste en cuál canal estaba. Sales de la cocina, te paras frente al televisor y están dando una de Bergman en ese canal que sólo pasa películas europeas. Crees que es El Séptimo Sello, pero en realidad es El manantial de la doncella. No haces ningún movimiento. No intentas cambiarla aunque antes hubiese sido tu reacción inicial. No haces una mueca de asco porque crees que te gustó esa película cuando la viste, pero no estás muy segura –además que una mueca de ese calibre sería muy exagerada. Te quedas un rato viéndola mientras la carne se fríe en el sartén. Te aburre lo trascendental de la película, lo especial que se supone que es el director sueco, la importancia que le dan a todo. Te quedas pegada viendo la película intentando recordar si te gustó o no y te acuerdas que lo único que te gustó de la biografía del director era que tenía seis años y quería asesinar a un compañero de curso, que se muriera de cualquier forma, y que así pasó al año siguiente. Al rato te reíste porque sólo leíste veinte páginas de ese libro. La carne ya estaba quemada y comienza a salir humo de la cocina. Vas hacia allá, apagas el sartén, abres la ventana, botas la carne a la basura y te encierras en la pieza que te cedió tu amiga. No tienes nada, sólo una versión en inglés de Neuromancer que te costó dos mil pesos en una feria que encontraste un día que despertaste en la casa de un desconocido y que nunca leíste, pero que siempre dices que empezarás. Son las cuatro de la tarde y sacas el Jim Bean de la mochila, bebes un sorbo y te acuestas a dormir unos minutos. Despiertas a las dos de la mañana. Hace frío. Te abrigas y sales a dar una vuelta.

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Sacas tu celular y llamas a tu ex. No te contesta. Vas a la avenida donde pasan las micros y te diriges a su departamento. Abres la puerta con mucho cuidado y revisas todas las habitaciones. Cuando ves que no hay nadie, te sientas en el retrete a pensar qué podrías hacer. Te llama de vuelta. Le dices que te equivocaste al marcar. Se ríe. Te pregunta cómo estás y le dices que bien. No le preguntas lo mismo, pero sí le preguntas dónde está. Con sus padres. Eso es en otra región. Cuelgas. Te acuestas en el sofá y te quedas dormida. Al otro día te vas y te consigues una mochila de campamento con un vecino de tu amiga. Vas nuevamente al departamento y sacas todo lo que podría darte algún dinero. Vas donde un amigo tuyo con el que en algún momento saliste y le preguntas qué puede hacer con un equipo de música, dos computadores, cuatro pares de zapatillas, un hervidor, una tostadora y quince camisas. Te da cincuenta mil pesos y dice que en dos semanas más te da la otra mitad. Te invita a tomar y le dices que sí. Te acuestas con él. Te vas en la mañana.

IISe transformó en una costumbre o algo así -no en una tradición, ya que eso para ti son las despedidas o las desapariciones sin explicación alguna- y quizás más que eso. Dejaste tu trabajo y no pretendías buscar uno nuevo porque hay muchas otras cosas que hacer. Ibas a alguna fiesta o discoteca o bar y conocías a alguien en ese lugar, fuera hombre o mujer, te hacías la coqueta o dejabas que alguien se acercara a ti –eso funcionaba mejor, así no hacías ningún esfuerzo y tampoco era la idea- y te invitaban algún trago y luego a bailar. Te hacías la borracha y ellos o ellas te invitaban a sus casas. Si te invitaban a otro lado, a un motel o algo por el estilo, decías que ibas al baño y te arrancabas. Eso te pasaba la mayoría de las veces. Todos iban a eso, o la mayoría. Todos van a eso, o la mayoría. Lo entiendes, pero no lo compartes del todo. Te acuestas con ellos o ellas e intentas no quedarte dormida, aunque igual colocas una alarma en tu celular a una hora de la madrugada. Siempre a las 05:00. En realidad te disfrazas. Esa no es tu ropa ni tus accesorios. Nunca usaste cartera y ahora debes hacerlo, sino parecería extraño. Generaste un modo para actuar muy efectivo y nadie se percataba por cómo te vestías o hablabas. Dentro de la cartera café hay una mochila, la cual la habías doblado anteriormente y de una forma específica para que no pareciera un bulto demasiado grande. El tipo o la chica duermen y tú te levantas, te vistes sin ponerte los tacones y comienzas a revisar la casa. Nunca has sabido cuántas cosas te has llevado en total. Nunca te interesaron mucho las matemáticas. Alguna vez creíste que lo único que te interesó con respecto a eso era el concepto de paralaje, pero lo olvidaste inmediatamente. Metes lo que puedes a la mochila y te vas lo más silenciosamente posible. Te asustaste un par de veces porque escuchaste que los dueños de casa se despertaban, pero no te importó mucho y solamente saliste muy rápido. Vas donde tu amigo y lo mismo de siempre. Cuatro veces al mes. A veces tres, o dos, o una, pero nunca fallabas completamente. Una vez te robaste una guillotina de papel. Se te cayó y la parte con el filo se desprendió. Pegaste las páginas de Neuromancer y con lo que quedó de la guillotina cortaste un rectángulo en las páginas. Ahí guardabas el dinero porque te diste cuenta que jamás ibas a leer ese libro. Que jamás volverías a leer. ¿Para qué? Te sientas cansada frente al televisor y ves Friends. En realidad no lo ves porque ya te sabes casi todos los capítulos. La mamá de tu amiga te pregunta si comiste y tú le dices que no y te da un pan con margarina y salchichón cerveza y un vaso de leche con chocolate. Le pasas algo de dinero y ella te dice que no te preocupes y tú le dices que no lo

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haces. Ni siquiera te pregunta de dónde lo sacas. Llega tu amiga y se ponen a tomar cerveza mientras ella te cuenta los problemas con su pareja y en el trabajo. Al rato te quedas dormida.

IIIRepetiste tu actuar por varios meses hasta que un día te cansaste de hacerlo porque tenías mucho sueño y te quedaste viendo un programa acerca de cómo sobrevivir en un medio ambiente inhóspito. Nada nuevo. El dinero excede el tamaño del libro, así que ahora guardas todo en una caja de galletas que te pasó la mamá de tu amiga. Vas a dar vueltas por unas galerías donde venden juguetes, ropa y hay una armería. Compras una mariposa. Al rato te compras dos italianos y una cerveza en un local del centro. Un tipo te habla y te invita otra cerveza y así toman cinco cada uno. Ambos están borrachos y se van al departamento de él. Se sientan en el sillón y se quedan dormidos con el televisor prendido. No estabas pendiente de quitarle sus cosas, así que seguiste durmiendo, además que de verdad estabas ebria y no podías pensar muy bien. Despiertas igual a la mitad de la noche y vas al baño. Te miras al espejo y no piensas en nada. Te aburren las escenas en las películas cuando se miran al espejo y piensan mucho en ellos mismos. Vas al living y despiertas al tipo y le dices que se acueste en la cama. A punto de decirle que te vas a ir, él se adelanta y te dice que puedes quedarte si quieres, que en la cocina hay comida y otras cosas. No le dices nada y vas hacia allá. Te haces una tostada con mermelada y un té. Te sientas frente al televisor nuevamente y colocas Friends. Te comes el pan y te quedas dormida mientras el té se enfría sobre la mesa de centro. Al rato el tipo te despierta y te pregunta si quieres almorzar. Pide comida china y saca unas cervezas. Tienen toda la tarde prendida el televisor, pero en realidad ninguno de los dos está muy pendiente. De repente conversan y se cuentan intimidades. Te quedas de nuevo y ahora follas con él. Lo pasas bien. Al otro día lo mismo y él llama a su trabajo que se siente mal. Te pregunta qué haces y le dices que nada por ahora, que hace unos meses renunciaste. Él te dice que puede conseguirte trabajo donde él tiene un cargo importante. No le dices nada y te quedas nuevamente. Pagan todo a medias. Cuando se te acaba el dinero, le dices que tienes que irte a cambiarte de ropa, pero que volverás. Él te dice que ya, y que si quieres que vayas al otro día al lugar donde él trabaja, que puede conseguirte una entrevista. Le dices que bueno, que irás. Bajas y tomas la micro hacia la casa de tu amiga. Son las once de la noche. Mientras caminas por la vereda empiezas a sentir el crujido de las hojas en el suelo y no eres tú. Al rato se empieza a hacer más fuerte y caminas más rápido. Te das vuelta y te das cuenta que alguien te está siguiendo y que intenta acercarse a ti. Te grita y corre y te agarra del cuello. Dice que te reconoció en el paradero de la micro y te pregunta por qué le robaste. No le dices nada y sólo forcejeas. Metes tu mano al bolsillo de tu chaqueta y sacas tu mariposa. No fue un consejo de tu padre, pero viste Contracara con él y es uno de los pocos recuerdos que tienes de ese tiempo. Le entierras la navaja en la pierna y la giras. El tipo grita, te suelta y tú corres. Te pierdes por los varios departamentos que hay por ahí y te metes a la casa de tu amiga. Ambas te preguntan qué pasó, por qué andas tan agitada y porque tienes una mancha de sangre fresca en la manga derecha. No les dices nada y metes la chaqueta a la lavadora. Te haces un pan en la cocina y luego te vas a sentar con ellas al living. Te quedas dormida en el sillón y despiertas en la mañana con varias frazadas sobre ti. Te bañas, sacas todo tu dinero y vas a la entrevista. Hay varias personas esperando y ves a tu amigo a lo lejos y se saludan. Entras a la entrevista personal y te dicen que escribas un ensayo con respecto a lo que quieres en la vida. Terminas la entrevista y tomas la micro afuera del edificio, el cual es muy alto y donde todos

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son iguales, llenos de espejos y algo azules, con fuentes de agua afuera. Caminas por la misma galería a la que fuiste antes. La mujer que te entrevistó se acerca a tu amigo y le dice que lea lo que escribiste. Entras a la tienda de juguetes y ves varios que te gustan. La mujer le dice a tu amigo que no le va a decir a nadie de lo sucedido como una especie de favor, mientras él la mira extrañado. Vas a comer la misma promoción de antes, pero ahora tienes una caja gigante que tienes que cuidar. Tu amigo lee lo que escribiste: SER AMIGO DE TODOS ES UNA ESPECIE DE MALLA DE SEGURIDAD. ESTA ÉPOCA ESTÁ HECHA PARA FRACASAR Y VOLVER A CREER EN PROMESAS DE SUPERACIÓN, EN INTENTAR NO QUEDARSE SOLAMENTE EN EL INTENTO Y DOBLARLE LA MANO A LO QUE SEA QUE HAYA QUE DOBLÁRSELA. SÉ HACER MUCHAS COSAS SEGÚN YO, QUIZÁS OTRA GENTE NO, PERO UNA DE LAS QUE ESTOY SEGURA QUE NO SÉ ES CÓMO HACER UNA BOMBA CASERA. SI SUPIERA, O SI HUBIESE SABIDO ANTES, LA HABRÍA DETONADO ACÁ MISMO. Llegas a la casa de tu amiga, entras a tu pieza, abres la caja, vas a la cocina y sacas una lata de cerveza. Vuelves a tu pieza, sacas la ballesta que compraste en la armería y bebes el primer sorbo.