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    Luis Fernando Chueca

    Consagracin de lo diverso.Una lectura de la poesa peruanade los noventa

    Cero

    Hablar de poesa de los noventa supone considerar una secuencia

    (cincuenta, sesenta, setenta, ochenta, noventa, como estancos sepa-

    rables) cuya validez responde fundamentalmente a la visin e inte-

    reses de los propios implicados en la produccin de los discursos

    poticos. Pocas veces se ha planteado una revisin de la poesa pe-

    ruana del siglo XX que atienda, no tanto las necesidades de prota-gonismo generacional, sino el proceso como conjunto. Una revi-

    sin, digamos, pensada como una lectura de conjunto desde el siglo

    XXI hacia el siglo que se acaba de cerrar. Desde esta perspectiva re-

    sultara inconveniente mantener las divisiones decenales, pues la

    poesa, creo que es ya una verdad, aunque amarga para muchos, no

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    cambia radicalmente cada diez aos, y el proceso debe verse como

    tal, con sus cambios y rupturas, es cierto, pero tambin con sus con-

    tinuidades, que suelen ser ms.

    No es esto, sin embargo, lo que pretendo con el presente tra-

    bajo. La nueva revisin en la lnea de lo que Alberto Escobar, en su

    clebre Antologa de la poesa peruana, quizs el intento ms serio

    de comprender la tradicin potica contempornea de nuestro pas,

    adelantaba en 19731 queda anotada como tarea. Lo que busco

    (aunque el ttulo puede provocar varias lecturas), es una aproxima-

    cin a la hornada de poetas jvenes aparecidos alrededor de 19902

    en el Per; aunque decir Per encierra una pretensin que no es-toy en condiciones de cumplir. Otro problema de nuestra crtica lite-

    raria, de nuestra industria (digo, es un decir, parafraseando a Valle-

    jo) editorial, de nuestro periodismo cultural, de nuestras comunica-

    ciones: el panorama que plantear corresponde fundamentalmente a

    lo que ocurre en Lima o, en todo caso, a lo que pasa o ha pasado

    por Lima3.

    62

    1 Antologa de la poesa peruana. Dos tomos. 2a. edicin. Lima: Peisa,1973. La primera edicin, en un solo tomo, la public en 1965 la edito-rial Nuevo Mundo.

    2 De hecho, varios de los mencionados en este texto publicaron sus pri-meros poemas en revistas, por lo general desde 1986 o 1987, pero co-mienzan a ser reconocidos en el espacio literario joven recin a partirde 1990.

    3 Es un punto contra el que, justificadamente, arremete el manifiesto Alos poetas que vendrn, firmado por los jvenes Antonio Sarmiento yRicardo Aylln (2000). Lamentablemente no es posible para m (e ima-gino que no estoy solo en esta imposibilidad) abarcar, como debera,un espectro geogrfico ms completo. Tampoco, es obvio, he logradoconocer todos los poemarios publicados por los poetas de los noventa(sin contar lo aparecido en revistas, que tambin debera ser conside-rado, pues forma parte del corpus de esta dcada; pero que dejo delado en el presente trabajo). El poeta Alberto Valdivia me alcanz,cuando

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    Qu es, luego de esta introduccin, lo que caracteriza a los

    poetas peruanos de los noventa? Qu podemos decir que tenga vali-

    dez para, por citar algunos poetas entre los ms jvenes, los casos

    de la densa poesa del conocimiento, la revelacin y el cuerpo de

    Alberto Valdivia, la etrea voz de Bili Snchez o el malditismo autoi-

    rnico de Lizardo Cruzado? O, si miramos entre los mayores de la

    dcada, para los sonetos de Lorenzo Helguero, la diccin conversa-

    cional de los primeros libros de Alonso Rab, el nihilismo de Montse-

    rrat lvarez, la reivindicacin del espacio familiar de Gastn Agurto

    o la fragmentacin de la voz de Las quebradas experienciasde Xa-

    vier Echarri?

    Uno

    La variedad de las menciones anteriores basta para iniciar la re-

    visin con una pregunta: se puede, como se ha pretendido, hablar

    de una generacin de los noventa en la poesa peruana? Los aos

    iniciales de la dcada fueron testigos de los primeros fuegos (artifi-

    ciales) que anunciaban el nacimiento de una nueva generacin. Se

    estaba, as, inventando, como es ya costumbre en nuestra tradicin

    reciente, un nuevo colectivo, algunos de cuyos integrantes lucan or-

    gullosos el rtulo, sin tomar en cuenta que, apenas iniciada la dca-

    da y casi sin libros en su haber, era bastante prematuro plantear la

    63

    revisaba este artculo para su publicacin, un listado elaborado por lcon ms de ochenta poetas que comenzaron a publicar en los noven-ta. Varios de ellos, por cierto, me resultaban absolutamente des-conocidos, y sus libros, inhallables. Creo, sin embargo, que a pesar delas graves omisiones en que pueda estar incurriendo lo ledo (que seanota en la bibliografa que acompaa al texto) me permite hacer plan-teamientos con cierta seguridad.

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    incipiente obra de los poetas que por esos aos comenzaban a hacer

    pblicos sus textos como una propuesta generacional.

    Adems, esta prctica periodificadora, que, como sabemos, se

    ha aplicado entre nosotros religiosamente (mas no rigurosamente)

    desde los aos cincuenta, ha representado un abuso del paradigma

    generacional propuesto por Jos Ortega y Gasset y no contribuye en

    nada a una mayor comprensin del fenmeno literario peruano4;

    invita, s, a una identificacin simplificada (casi caricaturizante) de

    los procesos y actores de nuestra literatura. Una aplicacin del mto-

    do generacional debera realizarse con todo rigor o no realizarse. Y

    quiz, extremando el argumento, sea necesario descartar definitiva-mente el mtodo generacional pues, a pesar de lo que observa el

    propio Ortega en cuanto a que dentro de ese marco de identidad

    [generacional] pueden ser los individuos del ms diverso temple5, a

    travs del trmino, tal como se usa en reseas, artculos periodsti-

    cos, conversaciones e incluso estudios, se imagina la historia como

    un proceso unilineal, desestratificado, homogneo. Como si un con-

    junto de coincidencias cronolgicas [] pudiera borrar las diferen-

    cias sustanciales que existen en un mismo momento entre diversosgrupos sociales, las diversas clases que existen en un determinado

    pas, como escribi Antonio Cornejo Polar6, o, ampliando, diver-

    64

    4 Un detalle, como muestra: se soslaya, en nuestro uso del modelo orga-nizador, la idea de que las generaciones no pueden ser slo literarias

    y menos exclusivamente poticas: la generacin es como un nuevocuerpo social ntegro, con su minora selecta y su muchedumbre, queha sido lanzado sobre el mbito de la existencia con una trayectoria

    vital determinada. Ortega y Gasset, Jos. El tema de nuestro tiempo.Madrid: Editorial de la Revista de Occidente, 1958, p. 7.

    5 Y aade: hasta el punto de que, habiendo de vivir los unos junto a losotros, a fuer de contemporneos, se sienten a veces como antagonis-tas. Ibdem.

    6 Cornejo Polar, Antonio. Testimonio de Antonio Cornejo Polar, en Va-rios autores. La generacin del 50 en la literatura peruana del siglo XX.

    Lima: Universidad Nacional de Educacin (UNE), 1989, p. 149.

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    sas posturas ante la vida y el arte y, por ende, propuestas estticas

    incluso enfrentadas.

    El rtulo generacional, sin embargo, sirvi como mecanismo de

    identificacin y publicidad a los sectores ms activos7 en los aos

    iniciales de la dcada para intentar ocupar el espacio literario y mar-

    car la importancia de su presencia dentro de la escena potica local8,

    concitando, con sus recitales, grupos, revistas y libros iniciales, cier-

    to inters de algunos crticos, periodistas y lectores en general, que

    pronto adoptaron el ligero uso del membrete. Pero la supuesta ge-

    neracin del noventa no cumpla (no poda cumplir, como hemos

    visto) ni con la configuracin de un lenguaje generacional ni conposturas homogneas por parte de sus supuestos miembros. Quizs

    como nunca, los poetas de los noventa se encuentran en las antpo-

    das de un espritu generacional. La heterogeneidad de poticas, pos-

    turas creativas y discursos ideolgicos (una dispersin monumental)

    impiden, a pesar de que incluso se haya publicado un libro con tal

    nombre9, el uso del cartel de generacin del noventa.

    Lo anterior, sin embargo, no impide considerar la existencia de

    promociones o grupos de poetas (no necesariamente instituciona-lizados) cuyo vnculo estructurante est dado por cierta cercana de

    experiencias, alguna amistad, la coincidencia de su aparicin en el

    65

    7 Activos en cuanto a actividad pblica con vistas a la difusin de la

    poesa y de la existencia de los poetas.8 As lo seala Paolo de Lima, integrante de Nen, uno de los grupos demayor actividad en los aos iniciales de la dcada: para copar eseespacio, para que la gente supiera que existamos, haba que irrumpircon algo. Nosotros habamos nacido alrededor de 1970. As, utilizamosun clich que llam la atencin: nos llamamos la generacin del 90.En No somos escpticos ante la vida, entrevista con el grupo Nen.Revista Arco Crtico2, junio 1993, p. 23.

    9 Santiago Risso, con el sello de la Biblioteca Nacional, public La gene-racin del 90en 1996.

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    espacio literario, la proximidad de edades y algo de afinidad de sus

    propuestas. Rasgos stos que, como para el caso de los cincuenta ha

    sealado el narrador Carlos Eduardo Zavaleta10, rigen parcialmente

    a lo ms los aos formativos de los escritores y, a medida que avan-

    za el tiempo, se disuelven en otro tipo de afinidades y ligamentos.

    Se puede observar, por ejemplo, cierta artificialidad innecesaria en

    los panoramas de la poesa peruana ltima que, sin duda, el tiem-

    po se encargar de corregir en la inclusin, para citar algunos nom-

    bres, de Rodrigo Quijano o Jorge Frisancho en un territorio epocal

    distinto (los ochenta) a, digamos, Csar Gutirrez o Xavier Echarri

    (los noventa). Es cierto, sin duda, que la presencia de Quijano y Fri-sancho en una antologa como La ltima cena. Poesa peruana

    actual(Asaltoalcielo/editores, 1987) est de sobra justificada, pues,

    adems de cierta comunidad de experiencias (publicacin de sus

    primeros libros en los sellos Kloaka y Asaltoalcielo, respectivamen-

    te; experiencias laborales en comn, amistad) con los antologadores

    y buena parte de los antologados, es obvia su inclusin en un pano-

    rama de los ochenta, cuando haban dado ya muestras del valor de

    su poesa y an no haba terminado la dcada. La crtica, ms bien,quiere cuestionar un modo de organizacin (que en este trabajo se

    asume a partir de las observaciones planteadas) que establece una

    distancia temporal entre autores que publicaron, si bien no sus

    libros, s sus primeros poemas en revistas, prcticamente en los mis-

    mos aos. Y es que, vuelvo sobre ello, filiaciones y proximidades no

    bastan para construir generaciones.

    66

    10 Vase Delgado, Zavaleta y Ribeyro y la Generacin del 50. La Casa deCartnde Oxy 5, Segunda poca. Lima, primavera-verano, 1994, p. 4.

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    Dos

    A inicios de la dcada, grupos, como Nen, Estacin 32, Gera-

    nio Marginal, Vanaguardia o Noble Katerba11casi una avalancha,

    trataron de reeditar algunas de las estrategias de apropiacin del es-

    pacio literario (recitales, revistas, presentaciones conjuntas, declara-

    ciones) emprendidas en dcadas anteriores por Estacin Reunida,

    Hora Zero, La Sagrada Familia, Kloaka u mnibus. Esta actitud, sin

    embargo, desde la ruidosa disolucin de Kloaka en los ochenta, en-

    frentaba una inocultable sensacin de agotamiento: para la mayora,

    incluso para varios de los que los formaron, los colectivos, slotraen desventajas para la creacin individual12. Aun algunos repre-

    sentantes de Nen, el grupo de mayor notoriedad y convocatoria,

    reivindicaron la libertad de hacer la poesa que yo quiero13. Es

    decir que a los grupos, ms all de las posibilidades publicitarias y

    la institucionalizacin de la camaradera14, poco significado se les

    reconoce15. A propsito y aunque no es lo determinante, s tiene

    67

    11 Vase el artculo Con-versacin de vida. Nuevos grupos de poesa enLima. Imaginario del arte4, diciembre 1992, pp. 4-6.

    12 Respuesta de Vctor Coral (de Geranio Marginal) para el cuestionario dela revista Imaginariocitado en la nota anterior. Aade Coral: es evi-dente que la preocupacin por la imagen del grupo y el querer siem-pre dar una impresin de solidez y coherencia, en los posibles plantea-

    mientos, mediatizan inevitablemente las opciones individuales que, dehecho, se generan al interior de todo grupo (p. 6).13 Ibdem, respuesta de Paolo de Lima, p. 5.14 Y la posibilidad de generar un espacio, en un medio percibido como ce-

    rrado, para la expresin de los jvenes creadores, como plantean los in-tegrantes de Nen a propsito del surgimiento de su grupo. Vase la en-trevista No somos escpticos ante la vida, mencionada en la nota 8.

    15 Mencin aparte merecen las palabras de Leo Zelada (seudnimo de Ru-bn Grajeda, lder de Nen), a propsito de la experiencia de su grupo:Durante el perodo 1990-1999, se ha convertido en la agrupacin con-

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    un peso inocultable tambin hay que mencionar que al llegar a los

    noventa, los colectivos de todo cuo se encontraban en retirada o,

    cuando menos, probaban ya el sabor del desprestigio. Todo esto

    explica la corta, en algunos casos cortsima, duracin de los grupos

    poticos surgidos, y da luces para entender que la aparicin de

    Inmanencia, hecho que de por s resulta paradjico, a fines de la

    dcada, haya tenido signo opuesto: potica espiritualista y no urba-

    na, rituales y no actos, y poco afn de convocatoria (aunque s de

    notoriedad, como sus pares inversos) permiten su caracterizacin

    ms como un antigrupo: el reverso de una experiencia agotada.

    La cancelacin del espritu gregario va de la mano con la con-solidacin de otra tendencia: la ausencia de todo sentido parricida16.

    Ms all de las admiraciones o discrepancias, y con buen ojo crtico

    en algunos casos, los poetas de los noventa, en su mayora ajenos a

    68

    tracultural de los noventa, no slo en Per sino a nivel latinoamerica-no, y que ha pasado a ser de un grupo potico a todo un movimientocultural y en un fenmeno social, ya que ha movilizado en sus nueveaos de existencia a miles de jvenes en conciertos de msica, recita-les de poesa, conferencias, etc., en este fenmeno de conjuncin depostmodernidad y poltica, en Juan Antonio Bazn (comp.). La polti-ca ya no es lo que fue. Opina una generacin entre dos siglos (Lasluces de Nen. De la generacin X/Y a la nueva civilizacin planeta-ria, sexta parte del artculo Ms all de la generacin X/Y. Nueva cul-tura poltica en el siglo XXI). Lima: Editorial San Marcos, 1999, pp. 143-

    144. Sera interesante conocer la opinin de sus compaeros de aven-tura de los aos 1990-1993 que, sin duda, marcan una primera etapadel grupo, ajena en gran medida a la posterior reaparicin liderada casiexclusivamente por Zelada.

    16 Ya en 1987, y refirindose a la poesa de los ochenta, los autores delprlogo de La ltima cenasealan: A partir de entonces [se refieren alos inicios de la dcada y, especficamente, a la aparicin de los prime-ros libros de Eduardo Chirinos y Jos Antonio Mazzotti] ser poeta joven

    ya no significaba necesariamente ser parricida. La ltima cena. Poesaperuana actual, pp. 11-12.

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    la militancia grupal, no han pretendido ser refundadores de ningu-

    na tradicin. Lejos de todo adanismo, aceptan su mltiple paterni-

    dad, peruana y extranjera. Se han alejado, tambin, del malditismo

    que, aunque tuvo una gran presencia en los aos 1990 a 1992, ha

    hecho evidente, en sus ltimos estertores, aislados y casi siempre fa-

    llidos, el signo de un ya escuchado espritu adolescente.

    Otro rasgo de la poesa de estos aos, ntido a poco de iniciada

    la dcada, mostr que los jvenes autores no seran prontamente con-

    sagrados: la poca crtica que se ejerce mira por otros lados17. El esce-

    nario as planteado contribuye al debilitamiento del paradigma del

    poeta joven. A lo largo del siglo XX, poetas como Oquendo deAmat, Martn Adn, Westphalen, Eielson, Sologuren, Heraud, Hernn-

    dez, Cisneros, Lauer y Verstegui o, ms recientemente, Chirinos, Maz-

    zotti y Frisancho, entregaron sus primeros libros alrededor de los 20

    aos (algunos de ellos apenas con 18), logrando invariablemente el

    reconocimiento de su extraordinaria precocidad en el manejo de su

    propio lenguaje. Es cierto que al lado de ellos estn Eguren, Vallejo,

    Blanca Varela, Delgado, Guevara, Pimentel y otro largo etctera, quepublicaron despus de los 25; y que los primeros libros si bien pue-

    den llamar la atencin, salvo excepciones, nunca son los ms apre-

    ciados de un poeta. Pero nuestra tradicin ha valorado, de manera

    sobredimensionada muchas veces, la idea de la precocidad potica, lo

    que, tomando las palabras de Marco Martos, podramos llamar el sn-

    drome Rimbaud18. Los poetas de los noventa, cuya demora en publi-

    69

    17 Quizs en el inters de la crtica se puede mencionar las relativas excep-ciones de Monserrat lvarez y Xavier Echarri, cuyos Zona darky Lasquebradas experiencias y otros poemas, respectivamente, llamaron favo-rablemente la atencin en los aos iniciales de la dcada.

    18 Martos hace referencia especficamente a la atencin que se presta a unpoeta por sus trabajos iniciales. En Algunos poetas del Per, texto in-troductorio de La generacin del 50. Antologa potica de la promocin45/50, en Documentos de Literatura1. Lima, abril-junio, 1993, p. 12.

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    car (la mayora esper por lo menos llegar al cuarto de siglo) se puede

    explicar por desconfianza de la suficiencia de su palabra, por cautela

    o por dificultades materiales para llegar a la edicin, han contribuido

    a recortar el impacto de la imagen del joven poeta19. No se trata, por

    supuesto, de negarle valor a los tempranos logros de algunos poetas,

    sino de sealar que es la hiptesis la consideracin de si el poeta

    tiene veinte, veintiuno o veintisiete aos comienza a parecer menos

    importante: debera quedar claro, en general, que la carrera es mucho

    ms larga de lo que evidencian los primeros libros.

    Tres

    Cabe sealar, siguiendo la advertencia de mi introduccin, que

    no considero que los rasgos enunciados sean producto de un con-

    junto de poetas especialmente dotados para la cancelacin de dis-

    cursos o la consolidacin de perspectivas; no se trata, por tanto, de

    la fundacin en los noventa de una nueva tradicin. Lo mencionado

    es resultado, adems de la particularidad de las voces en cuestin,del dilogo con los procesos sociales del pas y el mundo y del desa-

    rrollo previo de los procesos literarios en nuestro pas: varios rasgos

    que se observan en los noventa se pueden notar ya, con mayor o

    menor nitidez, en poetas de las promociones anteriores.

    Esto es vlido tambin para lo que sigue: el final, en los noven-

    ta, de la hegemona de la diccin conversacional20. La poesa con-

    70

    19 Aunque alguna crtica ya ha llamado la atencin sobre la precocidadinusual de Lizardo Cruzado, Jos Carlos Yrigoyen o Alberto Valdivia.

    Vase por ejemplo los comentarios de Ricardo Gonzlez Vigil a los poe-tas mencionados en su Poesa peruana. Siglo XX. Tomo II. Lima: Edito-rial Cop, 1999.

    20 Uso conversacional en el sentido que la tradicin crtica ha dado altrmino: de modo amplio, la poesa narrativo-coloquial hispanoameri-

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    versacional ha muerto, declaraba como acta de defuncin la poeta

    y crtica Roco Silva Santisteban en 199821 al iniciar el prlogo del

    primer libro del novsimo grupo Inmanencia22. Aunque algunos me-

    ses despus y luego de comentarios-respuesta de otros crticos a

    propsito de la aparicin de libros de jvenes poetas identificables

    dentro de la clave coloquial seal que no deban tomarse tan en

    serio las palabras citadas, lo cierto es que la aparicin de los libros

    de Inmanencia23y la frase en cuestin daban cuenta de un hecho

    central que se sellaba a fines de la dcada: no la muerte de la poesa

    conversacional, no su agotamiento como registro vlido para la poe-

    sa (que lo sigue siendo, incluso entre los jvenes), sino el cuestio-namiento de su posicin como centro del canon potico peruano

    poscincuenta.

    Recordemos que la poesa conversacional en la Hispanoamri-

    ca de los sesenta (que contina, como sabemos, las exploraciones

    que en los aos veinte realiz el grupo de poetas muy interesados

    en la poesa inglesa y angloamericana llamado por Jos Emilio Pa-

    checo la otra vanguardia24y la antipoesa de Parra) se caracteriza

    71

    cana que se consolida en los sesenta y que recoge las enseanzas fun-damentales de la tradicin anglosajona del siglo XX; el britnico mo-do, como lo llamaron los autores del prlogo de La ltima cena. Poe-sa peruana actual.

    21 Aunque Roco Silva Santisteban se refiriere, al parecer, a la lnea msclsica del conversacionalismo, su afirmacin tomada ms global-

    mente, de modo que involucrara incluso buena parte de su propio tra-bajo potico es til para revisar el tema que planteo.22 Inmanencia(textos de Enrique Bernales, Christian Zegarra, Florentino

    Daz y Carlos Villacorta). Presentacin de Roco Silva Santisteban. Lima:Edicin de los autores, 1998.

    23 El mencionado y el segundo, Regreso a Ourobrea. Lima: Edicin de losautores, 1999 (incluye textos de, adems de los citados salvo Florenti-no Daz, Arturo Gonzlez).

    24 Pacheco, Jos Emilio. Notas sobre la otra vanguardia. Revista Iberoa-mericana106-107. Pittsburg, enero-junio, 1979, pp. 327-334.

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    centralmente, como ha apuntado Antonio Cornejo Polar, por la rup-

    tura del enclaustramiento del lenguaje intrnsecamente potico, que

    trae como correlato que

    ... el sujeto lrico pierde, con este hecho, su identificacin social.

    En otros trminos, no puede seguir afirmando su identidad como

    agente especializado de ciertos cdigos de uso restringido, con-

    sensualmente adscritos al universo de la alta cultura, y su compe-

    tencia lingstica, antes diferenciadora y jerarquizante, parece su-

    mergirse en la comn aptitud de los hablantes de una lengua de-

    terminada25.

    Recordemos, adems, que este acercamiento a la oralidad, a

    los rasgos de la coloquialidad del lenguaje, como ha apuntado Ro-

    drigo Quijano, se consolida, tambin, como un intento de vincula-

    cin por parte de la progresista ciudad letrada de los sesenta con lo

    real social emergente26. Aunque no se debe dejar de lado la exis-

    tencia de casos como los de Gonzlez Prada o Csar Vallejo, por ci-

    tar dos ejemplos peruanos, que resultan iniciadores de un caminosemejante.

    En el Per, luego de la canonizacin de lo conversacional con

    el eje que representan Antonio Cisneros, Rodolfo Hinostroza, Mirko

    Lauer y Luis Hernndez, entre los ms importantes, asistimos a su ra-

    dicalizacin (y no ruptura, salvo en el discurso metapotico) con el

    72

    25 Cornejo Polar, Antonio. La problematizacin del sujeto en la poesa co-loquial, en Mc Duffie, Keith y Rose Minc (eds.). Homenaje a Alfredo A.Roggiano. En este aire de Amrica. Pittsburg: Instituto Internacional deLiteratura Iberoamericana, 1980, p. 202.

    26 Vase Quijano, Rodrigo. El poeta como desplazado: palabras, plegariasy precariedad desde los mrgenes. Hueso Hmero 35, p. 35. Vansetambin los comentarios de Peter Elmore a este artculo en el siguientenmero de la misma revista: El poeta como desplazado: las palabras ala intemperie. Hueso Hmero36, pp. 147-155.

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    vitalismo del poema integral de Hora Zero en los setenta. En los

    ochenta, en que el panorama es definitivamente ms diversificado,

    la diccin conversacional sigui siendo hegemnica y constituyendo

    la lnea maestra dentro de la joven poesa, tanto en los poetas que

    optaron por una narratividad culturalista, como en la irrupcin del

    sujeto potico femenino, o en la lnea que apost por la oralidad

    fragmentada y caotizante, que podramos sealar como una explora-

    cin en los mrgenes ltimos del coloquialismo.

    Si hablo de hegemona y no de exclusividad de lo conversacio-

    nal, es porque hubo, en las dcadas que van de los sesenta a los

    ochenta, poetas (y no pocos) que representan caminos alternativos,pero, ya sea por la falta de maduracin de sus poticas, por su poco

    afn de ruptura o, principalmente, por las dificultades de la crtica

    para mirar ms all del canon establecido para la consagracin del

    joven poeta27, no fueron lo suficientemente atendidos, o en todo ca-

    so, sus propuestas, aunque valoradas, fueron relegadas al casillero

    prestigioso, es cierto, pero menor de lo insular28. En los noven-

    ta se consolida el proceso en marcha (la llamada dispersin) y la

    poesa discute la primaca de su lnea hegemnica: entre los jvenes

    creadores un rasgo que destaca es la prdida (el abandono volunta-

    rio?29) del centro estructurador de lo conversacional (culturalista o

    callejero) y, como consecuencia de esto, el aumento en progresin

    geomtrica de los registros por los que se transita.

    73

    27 Es contra lo que reclama Mario Montalbetti en La retrica de la retri-ca del 60. Hueso Hmero15-16, octubre-marzo, 1983, pp. 228-229.

    28 El artculo Antes del fin. Un acercamiento a la poesa peruana 1975-1994 de Carlos Lpez Degregori (en Humanitas31, diciembre 94; pp.15-51) y el libro Generacin potica del 60. Estudio y muestra, prepa-rado por l, junto con Edgar OHara (Universidad de Lima, 1998), lla-man la atencin sobre este crucial hecho.

    29 Esto es, por ejemplo, lo que comenta Csar ngeles sobre la poesade los noventa a partir de la lectura de Cansancio, de Paolo de Lima:

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    Si bien esta consolidacin se corona simblicamente a fines de

    la dcada con la aparicin de Inmanencia que proclama el retorno

    a un lenguaje misterioso y hasta sagrado, desde inicios de los no-

    venta, se puede observar que los jvenes poetas publican sin mala

    conciencia textos que parcial o totalmente escapan de la lnea cen-

    tral anterior: es el caso de Eroscopiode Luis Fernando Jara en 1990;

    de mi libro Rincones (Anatoma del tormento)en 1991; De las cau-

    sas y los principios (venenos/embelesos) de Grecia Cceres en 1992;

    Escritos en odresde Gabriel Prado y Sapiente lenguade Lorenzo Hel-

    guero en 1993; Ritual del silenciode Camilo Fernndez Cozman en

    1995; Beissan o el abismode Helguero y Con una mano en la gar-gantade Jara en 1996; Saharide Bili Snchez en 1997, por citar al-

    gunos ttulos.

    La presencia de los mencionados en el panorama de la poesa

    reciente y la variedad de sus registros dan cuenta de que no se trata

    ya de voces marginales o insulares, sino de propuestas escriturales

    tan vlidas como las ubicadas en el eje antes hegemnico. Es ms,

    la insularidad, a estas alturas, resulta una categora de poco proba-

    ble uso. Lo que en aos anteriores pudo tomarse como anacronis-mo y sntoma de evasin, resulta en los noventa fundamental para

    el proceso potico y su comprensin30. ste tan notorio cambio en

    74

    Existe un manifiesto repliegue hacia las zonas ms ntimas del indivi-

    duo, que quiere echar lejos toda huella o resonancia del lenguaje refe-rencial. Tendencia al abstracto, otra vez. Cansancio. Cansancio de qu?Quiz de esa preeminencia en nuestra tradicin potica, rpidamentereseada al comienzo de este artculo, correspondiente a la segunda mi-tad del siglo. ngeles, Csar. Los aos noventa y la poesa peruana.Ciberayllu(http://www.andes.missouri.edu/andes/especiales/calnoven-ta/cal_noventa2.html).

    30 Quizs el caso ms caracterstico es el de Sapiente lengua, el primer li-bro de Lorenzo Helguero, que no slo desafa la univocidad de la dic-cin conversacional (que, sin embargo, vive en algunos de los textos

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    la sensibilidad de los poetas y, parcialmente, en nuestra reducida cr-

    tica, ha permitido, adems es una hiptesis, que poetas de la pro-

    mocin anterior como Juan Carlos de la Fuente (Declaracin de au-

    sencia) o Luis Chvez (La caza del colibr)31 se animen a entregar a

    las prensas libros que quizs aos antes hubieran debido resignarse

    a la postergacin. Ha obligado, tambin, a repensar los patrones que

    dirigieron los criterios valorativos hasta 1980, cuando menos.

    Lo anterior no debe ser tomado, de ninguna manera, como la

    propuesta de un movimiento pendular en que se pasa de la

    narratividad coloquial a la sacralidad del verbo o a un clasicismo

    literaturizante. Es cierto que algo de sstole y distole o de momen-tos de aventura y de vuelta al orden, para usar los trminos de Gui-

    llermo de Torre tienen los procesos literarios. Pero estamos aqu,

    aparentemente, en un momento que puede leerse como de sntesis

    o, desde otro ngulo, de plena convivencia. De hecho, al lado de los

    libros mencionados dos prrafos arriba, estn tambin textos (como

    Zona dark, de Montserrat lvarez; Las quebradas experiencias y

    otros poemas, de Xavier Echarri; (Nadie se mueva), de Gastn Agur-to; Concierto en el subterrneo, de Alonso Rab; Pista de baile, de

    Martn Rodrguez-Gaona, Lima o el largo camino de la desesperacin,

    de Carlos Oliva; El libro de las seales, de Jos Carlos Yrigoyen; La

    gruta del cangrejo, de Luis Aguirre; Abajo, sobre el cielo, de Roxana

    Crislogo, o ste es mi cuerpo, de Lizardo Cruzado, por slo citar

    algunos), que desarrollan eficazmente algunas de las posibilidades

    75

    con plpitos de antipoesa), sino que, totalmente a contracorriente, secompone de veinticuatro sonetos que dialogan con Martn Adn, Daroo los clsicos espaoles. Si el primer libro de este joven hubiera sidopublicado diez aos antes, posiblemente habra sido descalificado deinmediato o relegado a la condicin de curiosidad; en 1993 fue cele-brado y, pronto, antologado.

    31 Ambos publicados por Asaltoalcielo editores en 1999.

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    de la amplia gama conversacional. Lo que ocurre es que, en un es-

    cenario que podramos llamar posmoderno32, las fuentes francesas y

    espaolas (predominantes en los cincuenta) y las fuentes anglosajo-

    nas (esenciales en la diccin narrativa-conversacional 1960-1980),

    junto con las clsicas, las orientales, parcialmente las andinas y el

    siglo XX peruano en pleno conviven sin rivalidades ni acusaciones

    en la biblioteca de los noventa, al lado, adems, de las referencias

    massmediticas, el rock, la cultura popular...

    Es innegable que este camino de dispersin tiene, como ya

    qued sealado, races en la poesa peruana de la dcada anterior y

    si hay el nimo de mirar con ms profundidad quizs antes. La he-terogeneidad es ya patente en los ochenta, sin embargo,

    ... fue vista con desconfianza, desdn y mal disimulado temor: al

    ser irreductible a las definiciones se le tild de retro, de evasi-

    va, de peligrosa y hasta hubo quienes se dedicaron, con morbo-

    so deleite, a evaluarla con los mismos criterios empleados para

    evaluar a las promociones anteriores33.

    Este gradual proceso de prdida del centro (saludable aunque

    desconcertante para quien se lanza a la creacin con pocas seguri-

    dades y muchas puertas abiertas, lo que equivale a decir que sin un

    76

    32 Posmodernidad literaria enmarcada en una posmodernidad social/cul-tural entendida no como una nueva epistemeque sucede a la moderni-dad sino como la comprensin de que la modernidad consiste en ml-tiples respuestas/propuestas, es decir, que hay mltiples modernida-des, mltiples formaciones sociales y culturales que constituyen la mo-dernidad (Ydice, George. Puede hablarse de posmodernidad en

    Amrica Latina? Revista de Crtica Literaria Latinoamericana29. Primersemestre de 1989, p. 108).

    33 Chirinos, Eduardo. Veinte aos de poesa peruana. Cuadernos Hispa-noamericanos588, junio 1999, p. 33.

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    plano que indique la mejor ruta, pues sta no existe ms, por ahora)

    exige, entonces, repensar la productividad o la insuficiencia del eje

    dicotmico conversacional/no conversacional, pues son mltiples

    los otros componentes que deben ser tomados en cuenta para la

    ubicacin de las poticas en curso. La poesa de la ltima hora es,

    ms que las de las promociones anteriores, el campanazo que obli-

    ga a dejar de lado las etiquetas o, en todo caso, utilizar muchas ms

    de las acostumbradas. Los esquemas, ms que nunca, se enfrentan

    con sus limitaciones.

    Esta exigencia crtica, paradjicamente, coincide con un tiem-

    po en que, aparentemente, menos atencin se le brinda a la poesa.Sea porque por fin, con lucidez propia de estos desengaados tiem-

    pos, se evidencia que el poeta que, de uno u otro modo forma parte

    del establishmentliterario de sus puertas de ingreso o de sus venta-

    nas marginales no participa, como tal, del devenir de los procesos

    sociales (ni de los reivindicativos de los sectores marginados34 ni de

    los ms sofisticados del mercado35); sea porque, como sealaba

    Luis Aguirre, en 1998, no hay grandes nombres en la dcada del no-

    venta36, o sea, nuevamente, por el desconcierto de un panoramacomplejo y la relativa poca bulla de sus protagonistas, los aos

    77

    34 En 1983 adverta scar Malca, frente a las propuestas de las dcadasanteriores: Me parece ridculo seguir repitiendo que la poesa sirve a larevolucin y las masas populares; la poesa no sirve, es una cosa que

    circula, que se impregna de lo que est en los crculos sociales, las con-tradicciones polticas, pero no interviene, no tiene ningn papel. (Mal-ca, Montalbetti, Santivez y Verstegui. Sobre la poesa peruana lti-ma. Una conversacin. Hueso Hmero17, abril-junio 1983, p. 34). Laopinin, claro, resulta vlida en el marco de la literatura oficial o cul-ta. Ms all de estos linderos, donde hay un amplio territorio lamenta-blemente poco estudiado, otro es el cantar.

    35 Espacios en los que la narrativa ha entrado con pie ms seguro.36 La cita completa es: En resumen, no hay grandes nombres en la dca-

    da del noventa, pero, eso s, ms de uno que promete. Y si la constan-

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    noventa vieron reducirse los espacios dedicados a la joven poesa en

    la prensa y las revistas especializadas. Ya en 1993, Carlos Garayar

    sealaba:

    No es que haya dejado de publicarse, sino que, a despecho de

    la multiplicacin de recitales y de la aparicin de numerosos pri-

    meros libros, la poesa recibe menos atencin que antes. Tal vez

    sea una apreciacin muy subjetiva, pero el inters por los poetas

    ms jvenes no se parece ni de lejos al que en su momento sus-

    citaron los del 70 y, no digamos ya, los del 60. Lo mismo puede

    afirmarse de las revistas poticas, que ahora son mucho ms fci-

    les de editar, pero que carecen del peso y la capacidad de con-vocatoria que tuvieron en las dcadas pasadas37.

    Cuatro

    De modo tentativo se pueden sealar algunas lneas que los

    poetas de los noventa recorrieron y, hoy, ya terminada la dcada,siguen recorriendo. Cabe notar que no se trata de compartimentos

    estancos ni de escenarios que exigen fidelidad exclusiva, sino de

    espacios por los que se est de paso, en los que se habita duran-

    te algn tiempo o, en algunos casos, en los que un poeta ha fijado

    su voz, quiz definitivamente.

    78

    cia, el trabajo potico individual y las musas ayudan, tendremos algnpoeta de verdadera importancia. Fascculo Echarri: Quebradas expe-riencias, sobre los aos noventa, de la coleccin Literatura peruana,del diario Expreso, p. 300.

    37 Garayar, Carlos. Invierno lrico (Nota que acompaa la seleccinGente trabajando. Breve y provisional antologa de los nuevos poetasperuanos, preparada por el propio Garayar). Suplemento Artes y Letrasde El Mundo, 18-19 de marzo de 1995, pp. 4-5D.

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    Son dos las variables en conjuncin las que sostienen la orga-

    nizacin de estos espacios: la configuracin del sujeto potico y la

    construccin del lenguaje. Con relacin a la pertinencia de lo pri-

    mero vale la pena recordar que es a travs del discurso que el suje-

    to construye el mundo y se construye a s mismo38, y que

    ... el sujeto es una funcin y precisamente por ello en l se inscri-

    be la huella de una prctica social. [] Por eso, hablar de la fun-

    cin impersonal inherente a la escritura como prctica significan-

    te no es lo mismo que hacerlo de un supuesto e hipottico suje-

    to impersonal inexistente, como productor de esa escritura [] y

    entenderlo como ajeno a cualquier sobredeterminacin39.

    Sobre lo segundo, cualquier justificacin de su importancia pa-

    ra el diseo de lneas poticas resultara redundante.

    Una revisin atenta de las posibilidades por las que los jvenes

    han transitado, da muestra de la permanente dialctica continuidad-

    ruptura que suponen los procesos poticos. De hecho, como se po-

    dr observar, varios de estos espacios han establecido claros puen-

    tes de continuidad con lo hecho por las promociones anteriores;

    otros, sin embargo, suponen caminos en cierta medida inditos. Al-

    gunas de las lneas que se mencionarn a continuacin estn ms

    vinculadas entre s que otras; esto, que posibilitara que adems de

    ellas pudiramos hablar de ejes o polos en los que confluyen varios

    espacios, nos llevara de regreso, sin embargo, a un grueso esque-

    ma bipolar conversacional/no conversacional (u otro alternativo)

    79

    38 Scarano, Laura. Hacia una teora del sujeto en la poesa espaola.Introduccin del libro colectivo La voz diseminada. Hacia una teoradel sujeto en la poesa espaola. Buenos Aires: Editorial Biblos y Uni-

    versidad Nacional de Mar del Plata, 1994, p. 13.39 Jenaro Talens en Prctica artstica y produccin significante, citado por

    Scarano; op. cit., pp. 14-15.

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    que es la propuesta no llegara a reflejar de modo cabal no slo

    lo ocurrido en estos ltimos aos.

    Es fundamental que la crtica no se deje ganar por los afanes

    de simplificacin, mxime cuando se trata de un panorama an muy

    poco explorado. Por ello, y puesto que toda propuesta de un esque-

    ma de comprensin supone eso: una esquematizacin, es decir una

    simplificacin de la realidad, hay que anotar que no ser extrao

    que encontremos a un mismo poeta en ms de una lnea. Tambin

    hay que decir que postular estos espacios, como har a continua-

    cin, no implica una pretensin homogeneizadora: los poetas reuni-

    dos en uno no son no tienen por qu serlo iguales entre s; sinembargo presentan rasgos en su poesa que los acerca, permitiendo

    as establecer un mapa que refleje, al menos aproximadamente, qu

    est pasando con las propuestas de escritura de los poetas de los no-

    venta.

    Es innecesario advertir que ningn esfuerzo organizador puede

    suplantar la aproximacin directa a los textos. Tampoco, lo sabemos,

    un esquema de conjunto reemplaza la revisin detallada de la obrade cada poeta. Tareas que quedan anotadas para revisiones ms

    exhaustivas y para el deleite del lector.

    a) Un primer espacio corresponde a la revitalizacin de

    acuerdo con modalidades distintas que coinciden, sin embargo, en

    la irreverencia, en el uso de un lenguaje directo y la recusacin de

    los tpicos y formas del buen decir potico de la tradicin del

    poeta maldito.El malditismo urbano noventero, que como qued sealado

    tuvo su apogeo en los inicios de la dcada, continu en buena medi-

    da el eje Hora Zero-Kloaka y estuvo en dilogo con la movida sub-

    te rockera que, coincidentemente, tuvo tambin en esos aos su l-

    timo gran momento. Quiz una de las ms cabales muestras de este

    espacio es Lima o el largo camino de la desesperacin (1995), libro

    80

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    pstumo del tempranamente fallecido Carlos Oliva40. En l, el poe-

    ta, personaje de los poemas, se autoidentifica como vidente: es el

    profeta del apocalipsis citadino, el elegido para dar el testimonio de

    la destruccin de la cual l es voluntariamente parte, y que nutre su

    poesa. El compromiso con la poesa expresada en una exaltada

    voz, irreverente y coloquial lo obliga a sumergirse vitalmente en el

    largo camino de la desesperacin. De ah que sus textos que evi-

    dencian un manejo cabal de retrica y un discurso nada novedoso

    por cierto (nutrido de los poetas malditos franceses, la vanguardia,

    Ginsberg y los beatniks, Hora Zero y Kloaka, el rock subterrneo)

    tengan la fuerza de la honestidad. A diferencia de Oliva, varios otros

    poetas (quiz el conjunto ms amplio en los noventa), hicieron del

    malditismo urbano, una retrica con excesivo sabor a impostura. La

    representacin de la ciudad, en estos textos, ms le debe a un mode-

    lo ya prefigurado y repetido que un real esfuerzo creativo41.

    En el mismo espacio, aunque con una modulacin distinta, se

    puede ubicar Zona dark (1991), de Montserrat lvarez. Con justa ra-

    81

    40 Carlos Oliva (1960-1994), por edad, podra pensarse ms cercano a lospoetas de los ochenta; sin embargo, su actividad literaria comenz a serpblica recin en la dcada de los noventa y vinculado con los jvenespoetas de ese entonces, como queda claro en su participacin como

    fundador del grupo Nen.41 A pesar de no ser el suyo un texto plenamente urbano, un caso que me-rece comentarse es el del fundador y lder, segn su autopresentacin,de Nen: el poeta Leo Zelada. Su libro, Delirium tremens, lo propone,a travs de diversos materiales paratextuales, como el ltimo de lospoetas malditos. Su malditismo, sin embargo, se sostiene en un textosuperficialmente transcultural y posmoderno, consecuencia de adquirir,impostadamente, vestiduras de maldito. En una lnea semejante a la deOliva, tambin destacan sobre el resto los trabajos de Rodolfo Ybarra,sobre todo en su Sinfona del kaos,y de Julio Durn.

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    zn su propuesta concit gran inters42, pues se trata de un libro s-

    lido y muy verstil tanto en el manejo del lenguaje, como en la cons-

    truccin de sujetos poticos y en el uso de fuentes poticas y filos-

    ficas. No se trata de un malditismo meramente urbano, pues a lo lar-

    go de las quince secciones del libro se construyen varios escenarios,

    en los que si bien lo urbano es fundamental, no es, de ningn modo,

    nico. La sensacin de caos y clima apocalptico, adems, no estn

    necesariamente unidos a una escenografa callejera del deterioro, si-

    no a personajes que ponen en escena una dinmica de relaciones en

    la que se evidencia el eje fundamental del libro, ste s de raigam-

    bre maldita: la mediocridad burguesa es puesta bajo el severo ojo(de diversos modos y a travs de hablantes y personajes diferentes)

    del autor implcito43 del libro, cuya posibilidad de juicio, y por ende

    su posicin superior, estn basadas en el conocimiento de la ver-

    dad; es decir, en la lucidez que le permite descubrir la miseria hu-

    mana realmente existente bajo la apariencia de normalidad. Otros

    rasgos que nos permiten ubicar este libro dentro de la corriente de

    revitalizacin del malditismo son, adems de las notorias marcas pa-

    82

    42 Y hasta ahora se le puede seguir reconociendo como uno de los librosms importantes entre los poetas de los noventa, aunque el tiempo hayahecho su trabajo de desgaste sobre algunos cuantos poemas, que pa-recen ser, sobre todo, el resultado de un formulismo inteligente.

    43 Utilizo la propuesta que, para la narrativa, recoge Mieke Bal: El trmi-

    no lo introdujo Booth (1961) para comentar y analizar los conceptosideolgicos y morales de un texto narrativo sin precisar de una referen-cia directa a un autor biogrfico. En el uso que hace Booth del trmi-no, ste denota la totalidad de los significados que cabe inferir de untexto, y no la fuentede dicho significado. Slo tras interpretar el textosobre la base de una descripcin textual, se podr inferir y comentar alautor implcito. Adems, la nocin de autor implcito no se limita, eneste sentido, a los textos narrativos, sino que es aplicable a cualquiertexto. Bal, Mieke. Teora de la narrativa (Una introduccin a la narra-tologa). Madrid: Editorial Ctedra, 1995, p. 125.

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    ratextuales44, la deseada autoexclusin del autor implcito (definido

    por la superioridad mencionada y el consecuente desprecio a/de los

    otros, los tranquilamente instalados en el seno de la sociedad), el ni-

    hilismo, el repudio por toda forma de colectivizacin, la actitud con-

    tracultural y el demonismo (la devocin al dios del mal). Tambin el

    lenguaje, irnico, directo y agresivo, que incorpora sin tropiezos ras-

    gos de la oralidad de la jerga citadina que alimenta una voluntad an-

    tilrica y urbana o se desenvuelve en un registro que homenajea la

    diccin de las Flores del mal45.

    A Lizardo Cruzado, que representa una tercera modalidad den-

    tro del malditismo de los noventa, se le puede ubicar en esta lneasobre todo si se atiende al conjunto (incluidos cartula, prlogo y

    autopresentacin en la contratapa) del excesivo libro que es ste es

    mi cuerpo (1996). La imagen de enfant terribleposmoderno brota de

    sus pginas a travs del tratamiento irreverente y desfachatadamen-

    te irnico, con que busca desmitificar una serie de convenciones y

    creencias, ligadas sobre todo al mbito de la intimidad y al entorno

    inmediato del individuo clasemediero. El adolescente que habla en

    los poemas construyendo, de paso, una imagen con frecuencia au-

    todenigratoria de s mismo utiliza, como es esperable, un lenguaje

    directo, claramente antipotico, cargado de un evidente ludismo de

    cuo vanguardista, que privilegia constantemente las referencias a lo

    escatolgico y lo sexual en su nimo de irritar a los lectores. Sin

    embargo, si tomramos aisladamente los mejores poemas los que

    83

    44 Como el ttulo que alude a la oscuridad y al discurso de los rockerossubterrneos, la sombra foto de la autora y el texto de autopresenta-cin de la contracartula: En el ao de 1991, fecha de tantas muertes

    y nacimientos, yo, la bien o mal llamada Montserrat, por todos conoci-da y deplorada, decid escribir, para las humanidades venideras, unaslneas que no significasen nada en absoluto.

    45 En los alejandrinos rimados y organizados en cuartetos de la seccinque da nombre al libro: Zona dark.

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    quedarn con todo derecho en una antologa de la poesa peruana

    reciente, gracias al privilegiado manejo de recursos y emociones con

    que cuenta el poeta es probable que la imagen de maldito no as

    la cida irona y el desenfado que son algunos de sus puntos a

    favor se diluyera, y apareciera en su lugar otra, ms honesta y ms

    interesante.

    b) Cerca del espacio anterior, pero evitando las posturas maldi-

    tas que lo caracterizan, ste tambin tuvo su auge en los aos inicia-

    les de la dcada, aunque sus logros ms notorios se hayan dado al

    final de sta o incluso despus. Se trata de una lnea que busca larepresentacin del espacio suburbano y popular, a travs de la con-

    figuracin de un sujeto que se propone como testigo o protagonista.

    Lima pobre, por lo general, con sus personajes desgarrados, sus vo-

    ces fragmentadas, sus carencias materiales y afectivas; con sus arena-

    les, sus burdeles, sus microbuses; con su rock, su chicha y los resa-

    bios cantineros de msica criolla; Lima pluricultural, hbrida; humana

    y miserable

    Definitivamente los referentes ms inmediatos de esta lnea,

    una de cuyas ms interesantes muestras es Abajo, sobre el cielo

    (1999) de Roxana Crislogo, ex integrante de Noble Katerba, son

    Hora Zero, Kloaka y, ms cercanamente, Rodrigo Quijano. La repre-

    sentacin potica de esta Lima popular e informal estuvo marcada,

    a inicios de la dcada46, por la reiteracin de imgenes, personajes

    y lenguajes que ofrecan un limitado reciclaje de los referentes men-

    cionados. El libro de Crislogo educada, sin duda, entre esos jve-nes en cuyas voces ese discurso potico luca ya cansado e impro-

    ductivo, se distingue, sin embargo, por evitar la retrica fcil de

    esos aos. Abajo, sobre el cielo articula, desde sus poemas que,

    84

    46 Sobre todo en revistas o recitales.

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    como retazos recorren estancias, hroes annimos y personajes co-

    nocidos la intensa imagen de una urbe catica, quebrada, doloro-

    sa; pero viva y mltiple, y utiliza para ello un tono altamente lrico

    (quizs, lo que a sus contemporneos les haca falta para combatir

    el inmediatismo y la repeticin), incrustado en el meollo de las su-

    cias y solitarias calles citadinas47. En su segundo libro, Animal del

    camino (2001), Crislogo ensaya una propuesta ms ambiciosa: la

    representacin no slo ya de Lima, sino tambin de la contracara de

    las ciudades europeas del cambio de milenio. As, aparecen gitanos,

    negros, rusos, inmigrantes, subempleados, etc., que se hermanan, en

    el libro, a los habitantes de la Lima suburbana. La propuesta, sinembargo, excede los resultados reales y la voz cae en varios momen-

    tos en un descriptivismo que no levanta suficiente vuelo.

    En una propuesta cercana, Miguel Ildefonso quien en la pri-

    mera seccin de su libro Vestigios(1999) construa sus sujetos como

    testigos de una Lima nocturna y marginal, con un hbil manejo de

    la tradicin, pero todava con muchas deudas con una retrica que

    evidenciaba su desgaste entrega, en la primera seccin de su nuevo

    Canciones de un bar en la frontera (2001), Cuaderno del desiertode El Paso, un extraordinario retablo que da muestras de una madu-

    rez dentro de esta perspectiva: se trata de un conjunto que, combi-

    nando una intensa lrica, elementos narrativos, estructuras dramti-

    cas, fragmentarismo, hibridismo lingstico, va construyendo una

    imagen del mundo de la frontera del desierto tejano (donde vive

    85

    47 Cercana a la del primer libro de Crislogo, es la propuesta de Una velaen el desierto(2000) de Carolina Fernndez, que, aunque con menoreslogros como conjunto, aade el inters por la introspeccin del yo (ml-tiple) y las indagaciones en los recovecos del amor y el deseo. En elplano del lenguaje, tambin directo, coloquial y fragmentado, se sumael uso de recursos (visuales, sonoros, gramaticales) que remiten a lasexploraciones vanguardistas.

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    desde hace algn tiempo). Un fragmento de pica de las tribus, el

    que sea quiz el mejor poema de la seccin, permite dar ms luces

    sobre lo que sealo:

    el desierto era el insomnio de las tribus-era pues el sol atrapado en

    esa malla

    elctrica era el coyote que se tir del puente-no me dejes ahogar

    en el ro gritaba

    no pues no seas gacho rea antes de ser-comido por las turbias

    aguas del Grande

    porque el desierto es maldito-y no te juntes

    llvate agua y jrate que lo cruzars-y esta noche estars a midiestra

    por dios las tribus crean en la bondad-del desierto de Guadalupe

    mijo deca esta vela te llevar-y te limpiar no te pierdas ahora

    los pases

    abajo hacan fila para cruzar-dejando casa dejando lenguas leguas

    atrs

    se bautizaban en el ro

    y pocos vivan para contarlo luego-luego no importa que se le

    olvide

    mira este desierto te digo antes de quererlo escpelo

    para que as veas que ni as te responde-l compr una falsa

    identificacin

    pero slo alcanz a cruzar un falso ro-cay en una boca grande

    definitivamente la boca del Ogro-desiertos de amor todos iguales

    desiertos de Nueva York de Lorca-Oh pirmides sin misterio

    entonces el desierto era chicano-el desierto era un melodrama

    que las tribus vean por televisin

    dime si el desierto abarcar nuestro silencio

    decidme, Dante, por qu me haces esto?

    _ ella recapitulaba mientras l naca de entre las aguas de sus ojos

    desde antes de llegar al desierto

    desde antes de cruzar los puentes

    para pisar laVita Nuova

    romper las pginas en que Beatrice mora

    86

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    en que Florencia no floreca

    antes de amar ya te amaba

    _ deca el vaquero a la muchacha que a la mala

    haba subido su almaadonde mires Dante

    vers el desierto pero no te sientas mal

    que el desierto te dar de m nuestro lenguaje

    todo desierto, recuerda,

    es un lenguaje entre dos cuerpos desnudos

    todo desierto as no es soledad jams

    jams entonces me olvides

    porque adonde mires estar el desierto(ellos hablan mientras afuera llueve

    mientras afuera se incendian las tribus

    mas el desierto es una exacta dimensin en una frontera mojada)

    -yo era un eco que naufrag en tu cuerpo

    los vestigios de mi biografa se remontan a Apolo:

    Mi corazn es ilegal

    Mi alma es mojado

    Mi tristeza no tiene Visaantes de la mitad del camino // de mis sueos

    me desterr // 500 aos adelante & ella cruz

    el Arno Grande // ella encima del desierto de mi alma

    la Madre Patria // la lengua en Rojo

    -no me mires as chiquillo que me da vergenza (deca)

    entonces escucha (respondi):

    la noche es clarsima

    en cada punto de tu cuerpo se descifra el universoel desierto no miente

    es duro atravesarlo pero no te miente

    c) Los poetas de los noventa exploraron algunas dimensiones del

    coloquialismo y el discurso de la cotidianidadque, quizs, encuentran

    sus antecedentes en algunos textos (los menos celebrados) de Manuel

    Morales y del emblemtico y siempre mltiple Luis Hernndez. Lo

    87

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    coloquial, adems de la exencin de ornamentos reconocidamente

    literarios (lase lengua potica), no se asocia a un proyecto de re-

    presentacin de los sectores subalternos de la sociedad (claro en el

    espacio anterior), sino que apela a una comunicacin aparentemen-

    te directa de experiencias cotidianas por parte de sujetos claramente

    identificables con la clase media. Alguien podra acusar a este espa-

    cio de autobiogrfico y simplista; pero es claro que en sus ms inte-

    resantes representantes lo que hay es un proyecto literario (y por ello

    una retrica, en el mejor sentido de la palabra), no la transcripcin

    directa de vivencias y emociones de los autores. No se piense, enton-

    ces, que se trata de una poesa ligera o light. El adelgazamiento delmundo que existe en los textos responde sin duda a otros objetivos.

    Libros como el segundo de Victoria Guerrero, Cisnes estrangu-

    lados (1996), que construye (con buena mano para la sntesis) el

    espacio de una voz adolescente enfrentada al drama de crecer48, o

    Cansancio (1995) de Paolo de Lima que combinando lirismo y

    medida norma juvenil, propone una visin melanclica e intimista

    del entorno: la ciudad vista desde la ventana del cuarto, la mujer, la

    poesa, son muestras de una poesa que opta a travs de un colo-quialismo no excesivo por la intimidad y el espacio inmediato co-

    mo refugio frente al mundo de afuera, amenazante y al acecho (ex-

    plcitamente en Cansancio)49. Tambin Entre la panza y el corazn

    (1999) de Martn Snchez Ros, ofrece un mundo construido desde

    la mirada a lo inmediato (la mujer, los amigos, el perro), pero que

    88

    48 Que, a su vez, es un refugio con el cual la autora busca alejarse del se-guro conversacionalismo de su primer y bien comentado libro, De estereino(1993).

    49 21 pepas de amor y una cancin desentonada(1992) de Vernica lva-rez, Chico de mi barrio (1998) de Doris Bayly o El perfume del cama-len(1997) y Cajn desastre (primera prueba)(2000) de Fernando Olease pueden aadir a la lista, aunque sin un matiz marcado de refugiofrente a lo exterior.

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    se proyecta ms all (el barrio, la ciudad). A diferencia de los ante-

    riores, aqu la norma lingstica es decididamente desenfadada, irre-

    verente, antipotica; pero como ellos, la aparente trivialidad encie-

    rra su lado ms interesante: el desconcierto, el miedo, la soledad;

    signos nada inocentes de la juventud desconcertada de fin de siglo.

    En una direccin semejante, pero con una contundencia que lo

    convierte quiz en el mejor representante de esta corriente, Martn

    Rodrguez-Gaona ofreci Pista de baile (1997) luego de una prime-

    ra concrecin de su bsqueda en Efectos personales (1993). La

    opcin de Rodrguez-Gaona no es un coloquialismo mesurado ni un

    desenfado callejero; l desarrolla una propuesta que puede llamarsehipercoloquial: la ilusin de la oralidad llevada a sus extremos:

    bullente, desatada, fragmentada (reforzada por el manejo constante

    de la segunda persona), aunque matizada por momentos de lirismo

    o frases cuya contundencia evidencia lo coherente de la propuesta.

    Ajustada a una potica de lo cotidiano (de lo ultracotidiano), la voz

    de Rodrguez-Gaona inaugur un espacio propio, quiz la ms inte-

    resante renovacin de la diccin conversacional en los noventa. El

    libro es un retablo hecho de imgenes de ceremoniales y ritos de laposmodernidad provinciana de nuestra capital en el que se va deve-

    lando con una mirada implacablemente lcida y spera la triste

    rutina de sudorosos y excitados danzantes barranquinos o, en suma,

    de desesperados seres que quieren asir la engaosa sensacin de

    seguir vivos a como d lugar en un mundo como ste, que incluye

    al propio Yo de los poemas, partcipe del vertiginoso letargo:

    89

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    Cuntas instituciones lanzan a sus cros

    a la programtica diversin de un fin de semana?

    Un viejo sifiltico con sbitos mpetus lsbicos

    No lo s, Papito, cuenta todos esos autosy los colectivos,

    tendrs un motivo para no ir a casa.

    Antes debes resolver una imagen, aquella mujer

    que aparenta ser Alice Liddell y conversa

    amigablemente con desconocidos, recostndose

    all, junto a la fuente.

    Pero si t nunca has captado nada,en este barrio corren muchas aguas

    y eso no asegura un flujo perenne.

    Puedes pasear, emborracharte y vomitar

    mas a 9,000 Km

    tu abuelo morir sin haber visto

    el rostro con el que despertars maana.

    Eso y no otra cosa

    es lo que las Dalinas llamanLA ALEGRA DE VIVIR . Los olvidos

    nunca son gratuitos. En este mismo parque

    unos cuantos ancianos te hacen recordar

    las monedas que te sobran

    para ser feliz.

    Y todo simplemente por cuidarte

    el carro

    Ya, no grites que nos lleva el Serenazgo.

    Lo nico que queda ahora

    es perseguir la emocin

    y dibujar

    luces, sonidos y olores

    que hagan creer que esta noche

    valdr la pena.

    90

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    Se puede ir a Quilca, el trago es

    ms barato

    y te ahorraras un pasaje (Qu pena!)

    Porque Barranco tiene su encanto:

    Podras levantarte a una ruca

    y arrinconarla detrs de los jardines,

    pegarle, penetrarla, eyacular

    deliberadamente dentro

    para ser por una sola vez

    inmortal50.

    Frente a la soledad, el vaco y la velocidad de las multitudes,

    est la contraparte: el espacio de la casa y el amor, duradero y de

    baja intensidad, pero que acaso puede ser sostn de la existencia. En

    el centro, entre el furor y lo apacible, sin embargo, se juegan las

    decisiones, que cada uno debe tomar, como plantea La eternidad

    est enamorada de los frutos del tiempo, poema que rompe con el

    tono del libro, proponiendo un ritmo letnico memorable.

    Tambin La gruta del cangrejo(1999) de Luis Aguirre se puedeinscribir en esta lnea. En este libro, a travs de un lenguaje colo-

    quial que no rehye de metforas ni smbolos (pero sin alarde orna-

    mental), el hablante potico rememora espacios cotidianos (la casa

    familiar, sobre todo) para plantear oblicuamente una serie de pre-

    guntas sin respuestas suficientes: una poesa reflexiva (sin preten-

    siones filosficas, pero con sabidura humana) desde los datos del

    diario vivir. Es en la segunda parte (Cangrejo en el hoyo celeste),en que una muerte accidental aparece tambin como dato cotidiano,

    que La gruta del cangrejoalcanza su mayor vuelo.

    91

    50 Fragmento del poema Nada es nada en un lugar en el que est a puntode suceder todo.

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    As como sucedi con el malditismo urbano, cuya cscara ret-

    rica fue profusamente imitada por jvenes poetas, tambin en esta

    lnea se observa la tentacin del facilismo, que lleva a la ilusin de

    hacer poesa con slo consignar las experiencias propias en una len-

    gua lo ms sencilla posible. Lamentablemente esta posibilidad ha

    sido estimulada por propuestas51, en su origen interesantes; pero

    que no han planteado con claridad que la poesa demanda no slo

    talento o sensibilidad, sino tambin (y quizs en mayor medida) tra-

    bajo. Plantear una comunicacin plena con un pblico lector que se

    desea creciente no debe llevar a descuidar el oficio y el aprendizaje

    del poeta, indispensables para que la comunicacin soada no des-cienda al nivel promedio de los productos massmediticos.

    d) Definir la veta culturalistano es novedoso, pues en los no-

    venta sta asume las herencias de las promociones anteriores: len-

    guaje conversacional; explcitas referencias a fuentes librescas, musi-

    cales, sagradas o cinfilas, planteadas como homenajes o parodias;

    configuracin de una potica de las mscaras; reciclaje de mitos y

    tpicos literarios, armona sonora; gusto por lo ldico y lo modera-

    damente irnico y cuidado formal son algunas de sus coordenadas.

    Los referentes centrales en la tradicin peruana estn dados funda-

    mentalmente por los poetas del eje sesenta-ochenta (saltando el ho-

    razerismo setentista), aunque no se omiten las aprovechadas lectu-

    ras de otras voces (y un amplio espectro entre los poetas extranje-

    ros). No se debe caer en el error a partir de la descripcin hecha

    de pensar que se trata de una lnea en la que lo fundamental es elcorrecto manejo de una retrica canonizada de modo que, al usarla,

    el poeta asegura su prestigio. Es cierto que se trata de una buena es-

    cuela para el manejo del verso, el diseo de la msica y el control

    92

    51 Como las de Eduardo Rada y sus proyectos de Poesa masiva.

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    de la emocin en los poemas; pero es mucho ms que eso y son

    varios los libros que, en la dcada, presentan poemas memorables y

    voces personales. Citemos, por ejemplo, los dos primeros libros de

    Alonso Rab, Concierto en el subterrneo(1992) y Quieto vaho sobre

    el espejo(1994), los conjuntos de Las quebradas experiencias y otros

    poemas(1993) de Xavier Echarri, previos a la parte que le da el nom-

    bre al libro, buena parte de Callado cielo(1994) de Julio del Valle;

    adems de De este reino (1993) de Victoria Guerrero, Intolerancia

    (1995) de Eduardo Gonzlez Cueva y el primer libro de Jos Carlos

    Yrigoyen, El libro de las moscas(1997).

    Sin embargo, es por lo menos interesante reconocer que variosde los poetas que han inscrito sus libros iniciales en esta lnea, en en-

    tregas posteriores no han permanecido en el centro de la diccin

    conversacional, sino que han modulado su voz en diversas direccio-

    nes, que permiten hablar de una revitalizacin de esta lnea o de su

    proyeccin hacia otras. As, Alonso Rab entreg En un pursimo ra-

    maje de vacos(2000), en el que gana terreno el acento lrico que se

    observaba en la seccin final de Quieto vaho sobre el espejo, sin que

    ello signifique el abandono de la lectura aprovechada de la tradicin,en este caso la del amor, que se remonta hasta la tradicin medieval

    del dolce stil nuovo. En sus pginas, adems, en las que se extrema

    la concisin y la presencia del silencio, la perfeccin formal no est

    reida en absoluto con la capacidad de conmover de sus versos.

    Xavier Echarri, por su parte, en el conjunto Las quebradas ex-

    periencias abandona la seguridad de su palabra cannica (sobre to-

    do la de La hermandad del alacrn) y se sumerge en el discursofragmentado y catico (el quiebre de la confianza en el Yo), de sub-

    versin ertica (el amor en un mundo al revs) y lingstica (diver-

    sas voces en dilogos entrecortados de mltiples registros), que lo-

    gra con sus resultados extraamente innovadores en el panorama

    de esta dcada dialogar con estos tiempos, tan fragmentados y poli-

    morfos como sus poemas:

    93

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    La distancia esttica no busca sino abolir toda distancia,

    el nuevo sueo que parte de estos labios y los parte.

    Nace de ti y se expande, ondas de sangre,

    pero marea plateada, o sal, gimiente.La poesa cae como un ancla flotante, la piedra del molino

    rodando toca los

    cuatro puntos cardinales:

    por ella bogas, lastre de diez galeotes,

    y uno de ellos se pierde en la pared del llanto.

    Hicimos la viviseccin, pero no haba nada, palabra, salvo

    tal vez un pataleo, un escozor repentino, pero ms hondo.

    Canta el deseo temblando en las barbas del gallo, ren los monos

    descolgados del techo, los frutales

    del camin se derraman, y provocan una colisin colectiva, un

    choque

    mltiple.

    Entonces cuando sacud el rbol llovieron los mangos

    y uno casi me mata sobre el pasto.

    Cuarto creciente hacia todos los flancos. Todo es piel: quierola negacin de la piel, que tambin es piel, como la ropa.

    Son voces, voces, veces de rayar con zigzags un corazn callado.

    Vers angelicales demonios royendo su mdula, impregnando

    silencio

    en tu silencio.

    Vers un torren desbaratado de cabellos, y no sabrs que no

    saber es humano.

    Admitido, extranjera, dices bien, pero siendo as qu utilidad

    tiene el amor para los hombres?

    No sucede, pero es sucedido, (no ocurre, pero es transfigurado).

    El predicador ha olvidado el rosario en el colchn del monaguillo.

    La catedral est rota y se mantiene en pie.

    El altar est hendido, los oficiantes sudan, se contorsionan,

    la tormenta de fuego que no cesa, y gira y gira sin jams detenerse,

    94

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    y los cuerpos desnudos chocan, gimen, vociferan,

    se atenazan con uas y dientes hasta que nueva furia en el viento

    los parta,

    y all al recordar sollozan,y despus sollozan sin recordar la causa.

    Alguien ha envejecido de pronto de lado.

    Alguien sabe que vivir es mejor que un dolor que ya no se soporta.

    Pero el otro se re, y hace muecas: eh mono, dime

    un mamey resbalando por un lomo celeste, qu es?, es

    posible tus dientes en su carne aromosa, o tu lengua sorbiendo

    sus lgrimas de aceite?

    Todas las pieles

    suaves bajo mis dedos-rboles.

    Y el chibolo? dnde anda el chibolo?

    -Anda perdido en los desages (a la caza de bobos)52.

    Tambin Yrigoyen emprende una bsqueda ms ambiciosa

    que ya se poda prefigurar en los poemas menos clsicamente con-

    versacionales de El libro de las moscas. En El libro de las seales

    (1999) un solo y extenso poema dividido en ocho partes asistimosa un complejo recorrido (que sita muchos de sus hitos en una su-

    puesta Europa Oriental de posguerra) que a travs de temas (el po-

    der, la autoridad paterna, la homosexualidad y la libertad del amor,

    el racismo) y smbolos engarza sentimiento lrico con continuidad

    narrativa, alcanzando como resultado un texto de profunda intensi-

    dad que no esconde su voluntad interpelativa:

    95

    52 Fragmento del poema Historia de un amor al revs (voltate, por favor,dame la espalda).

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    No soy de los que buscan temas

    complicados o difciles

    ms bien les temo

    y me emboscan en el lugar menospensado, hace un tiempo

    bajaba un camino de noche

    junto a una chica hebrea

    estaba perdida, era medio sorda

    yo era corresponsal de guerra

    bamos los dos hacia un pueblo

    medio polaco medio ruso

    yo buscaba reposo, ella se dirigaa su casa

    son pocas sombras, dijo la chica

    Orestes estaba perdido en el desierto

    negociando la paz con los lagartos y las ratas

    las nubes nos niegan su perfil

    y crecen los cardos sobre el sueo

    de los obispos

    pens es acaso papel de las nubeso de los cardos

    decidir la cada

    de un estado corrupto?

    no es tampoco, en todo caso

    papel de los hebreos

    que tanto temen a nuestra buena polica

    y tienen tan mala literatura

    cuando llegamos al pueblovi entre las torres y las alambradas

    una columna de humo que suba

    desde el medio de una feria

    la chica se despidi

    y antes de entrar a su casa me dijo

    ahora la Historia vaga por la tierra

    con la boca llena de carne

    96

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    No soy de los que buscan temas

    complicados o difciles

    el tiempo que utilizo para pensar

    lo desperdicio

    buscando chicos en los urinarios

    y en las plazas

    concertando citas con ellos

    en los jardines

    y en las discotecas

    sin embargo hay ocasiones

    en las que me detengo a reflexionar un poco

    la guerra haba terminado

    yo era corresponsal, mi trabajo

    intuir si la ligereza

    era la que haba marcado con lpiz rojo

    las puertas de las casas de los

    muertos53.

    Otros poetas han dado sus primeros libros en el marco de una

    potica conversacional ya replanteada. As, Diego Otero, en su Cine-ma Fulgor(1998), combina el dialogismo y el cuidado formal con el

    vuelo de una ensoacin sobresaltada, construyendo una ciudad de

    la magia y la memoria, y en ello mismo, del desgarro y del dolor.

    Vctor Coral, por su parte, en Luz de limbo(2001), une algunos de

    los rasgos ms frecuentes de lo conversacional (narratividad, home-

    najes, norma coloquial, etc.) con un alto lirismo, reforzado por la

    construccin de su hablante bajo la figura del poeta, lo que permiteque cada poema sea, a la vez, una sutil reflexin sobre la poesa.

    Tambin Fernando Velsquez en su inteligente y ldico Pequeas

    alegras gramaticales(1997) y Humberto Polar, en los distintos con-

    juntos de su lamentablemente poco atendido Poesa 1982-1995

    97

    53 Fragmento de la parte 4 de El libro de las seales.

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    (1998), ensayan posibilidades diversas, varias de ellas en los mrge-

    nes del amplio espectro conversacional.

    e) Entre la diccin coloquialista engarzada a lo cotidiano y laculturalista, se sitan las coordenadas centrales de esta otra lnea, cu-

    yos acentos propios, sin embargo, justifican su diferencia: en ella se

    construye un sujeto autobiogrficoque tiene encargada la tarea de

    recuperar la memoria familiar. Decir sujeto autobiogrfico no impli-

    ca proponer una traslacin automtica del autor del libro al centro

    del poema; el hablante, aunque en algunos casos coincida con el

    nombre del autor o se identifique con su historia (que es de hechoparte de su basamento), es un personaje construido, mediacin lite-

    raria y posee un estatuto distinto al de los seres reales54. El lengua-

    je de fcil acceso y fuerte narratividad, reconstruye desde una sen-

    sibilidad que incluye la nostalgia, pero que ha sabido sortear cual-

    quier riesgo de descalabro sentimental, en trminos generales, un

    espacio familiar (limeo o provinciano) que se plantea como colum-

    na vertebral para el proceso de aprendizaje de la vida del hablante

    potico.Casa de familia(1995) de Selenco Vega es uno de los libros de

    mayor inters que se inscriben en esta lnea. En su libro, colocados

    como en un panten familiar, van apareciendo madre, padre, abue-

    los, tos, en diversas escenas que corresponden a los recuerdos de

    98

    54 Seala Laura Scarano que esta inmersin del autor en el discurso porun lado le otorga un estatuto ficticio convirtindolo en funcin textual

    y por el otro apela a una convencin de lectura no ficcional que atri-buye veracidad a los enunciados del hablante (discurso autobiogrfico).El lector opera otorgando credibilidad a dichos enunciados, aunque si-gue consciente de funcionar dentro de la convencin de ficcionalidadque rige los textos literarios; sabe que est frente a un poema (no a unacto de habla del autor real). En Hacia una teora del sujeto en lapoesa espaola. Op. cit., p. 20.

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    la infancia ancashina del sujeto potico o a las narraciones odas de

    sus mayores; en uno u otro caso, la voz, ahora adulta, conversa con

    los personajes que su memoria reconstruye y permite el ingreso de

    una dimensin mtica55; se contribuye, as, a la complejidad del libro,

    pues los varios niveles narrativos suponen, al mismo tiempo, confi-

    guraciones culturales en dilogo. La diccin, narrativa como se sea-

    l, recoge, sobre todo, la herencia de la tradicin coloquial (en el

    Per son Cisneros y Watanabe sus fuentes ms cercanas), pero no

    omite cierto tono oralizante, probablemente bebido en la propia in-

    fancia del autor, que opta, sin embargo, por no incorporar una nor-

    ma diferenciada en el juego de voces que se escenifica.Cerca de Casa de familiaen cuanto a la recuperacin de la me-

    moria familiar provinciana, se encuentra el Libro de Daniel(1995) de

    Javier Glvez, aunque su tono es menos coloquial y narrativo (se

    aproxima, por esto, en alguna medida, a la ritualizacin del espacio

    potico que caracteriza una lnea posterior) y bebe directamente,

    adems, de fuentes ms universales, como la griega o Saint-John Per-

    se; o de Eielson o el primer Hinostroza, entre los peruanos. El perso-naje potico situado en la infancia de mano de sus abuelos podr

    descubrir a partir de la recuperacin de la memoria familiar los

    significados del ser y del existir y el sentido del mundo que contem-

    pla: para ello, sus abuelos, de tierna estatura mtica, lo enfrentarn a

    esa especie de rito de pasaje que es la segunda parte, Imgenes pa-

    ra fijar la mar.

    Gastn Agurto construye un universo cercano en (Nadie se mue-

    va) (1999), pero ubicado fundamentalmente en la ciudad de Lima. Noes por ello un libro urbano; sigue siendo, como los que se hallan en

    99

    55 La legendaria historia de los hermanos que se separan, la cruz quemuere con la muerte del abuelo, el to muerto que se aparece en lossueos de su hermana, por ejemplo.

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    esta lnea, el espejo de la memoria recuperada por un hablante po-

    tico que, como en el caso de Vega, utiliza nombres propios que re-

    fuerzan la lectura autobiogrfica. A diferencia de los anteriores, en los

    que el alejamiento del espacio familiar recuperado implica la distan-

    cia y la necesidad de remontarse a un pasado remoto y casi mtico,

    en el caso de este libro la continuidad es mayor: infancia, adolescen-

    cia, juventud. El quiebre ms bien es anunciado por el final del con-

    junto: la adultez, la cancelacin de una etapa cuya memoria es im-

    prescindible para continuar el camino de la vida. Es por ello, quizs,

    que (Nadie se mueva)se inscribe en un universo ms cotidiano, sin

    por ello ser trivial: la voz que habla en el libro, en un tono narrativoy no pocas veces reflexivo, sabe calibrar bien la emocin; sin exce-

    sos ni fciles recursos, con sencillez y profundidad.

    Dos libros que completan las menciones son El secreto de los

    sachapuyos(1994) de Sonaly Tuesta, en que se reconstruye la histo-

    ria familiar en un trnsito que va del Chachapoyas natal56 (anticipa-

    da por vietas que se remontan algunos cientos de aos: a los sa-

    chapuyos) hasta Lima, destino de la migracin de la hablante y su

    familia57, y Ritual de los prjimos (1999) de Renato Cisneros (libroque transita entre la lnea culturalista y este espacio), en que la re-

    construccin de la infancia de barrio (los amigos) y el espacio fami-

    liar (sobre todo las imgenes del padre muerto) le devuelven al suje-

    to potico su propia imagen: en ellos se mira y se descubre.

    100

    56 La Amazonia ya haba sido, en 1991, motivo de un trabajo que podrainscribirse tambin en esta lnea, de no ser porque la autora, Ana Vare-la Tafur, escapa de los mrgenes que definen al grupo de poetas de losnoventa: Lo que no veo en visiones. Lima: Editorial Cop, 1991.

    57 La vida del migrante en una ciudad que resulta cruelmente nueva fueabordada (luego de los poetas del setenta) por Pedro Escribano en suimportante Manuscrito del viento. (Lima: Lluvia Editores, 1982).

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    f) Una lnea que cuenta con varios representantes en los no-

    venta es la que propone el poema como espacio de ritualizacin. En

    lneas generales, el texto es el lugar en el que se construye y se cele-

    bra el mito ah creado. La palabra apunta a recuperar su dimensin

    sagrada, personal o colectiva, y busca ser rito u oracin. No porque

    se establezca necesariamente una conjuncin poesa-vida que le d

    a los textos un carcter mstico que excede el texto del poema, sino

    porque as se organiza el proyecto literario. En general, adems, los

    libros que caen en esta lnea se proponen como organizaciones ce-

    rradas y no como conjuntos de poemas alrededor de un eje. Lo plan-

    teado podra hacer pensar en un lenguaje que rehye de los hallaz-gos de la modernizacin potica de Hispanoamrica de los sesenta

    y mira hacia atrs; es cierto que no se trata de una apuesta coloquia-

    lista o conversacional (ms bien se apuesta por un verso oscuro, car-

    gado de smbolos, que evita sumergirse en lo cotidiano), pero no se

    desconocen los aportes de cierto tono eliotiano o Hinostroza, por ci-

    tar un par de nombres afines al proceso mencionado; ni se niega el

    uso, eventualmente, de coloquialismos. Adems de las fuentes clsi-cas, los textos sagrados, las referencias orientales, Saint-John Perse,

    Blake, Eielson, entre los ms reconocibles. Los mbitos temticos

    pueden ser diversos: el amor y la celebracin ertica de los cuerpos,

    la devocin a las divinidades de la oscuridad, los trnsitos hacia el

    espacio de la muerte, la celebracin del sacrificio de los cuerpos o

    el descubrimiento en ellos del ser ms esencial, el ritual de las pala-

    bras; pero y a pesar de las caractersticas que distinguen cada

    voz une a estos libros su voluntad de devolver a los espacios po-

    ticos la sensacin de trascendencia o permitirles tocar las fibras de

    lo misterioso. Esto es lo que se puede observar en textos como De

    las causas y los principios. Venenos/embelesos(1992) de Grecia Cce-

    res Figueroa (1998), Acto primero de Carlos Armbulo, En los sta-

    nos del crepsculode Hctor aupari, Inmanencia(1998) y Regreso

    a Ourobrea (1999) del grupo Inmanencia, Beissn o el abismo

    101

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    (1996) de Lorenzo Helguero, Bajo el cielo de Satn (2000) de Enri-

    que Hulerig, Ojo madre(2000) de Antonio Sarmiento, Bestia escrita

    (2000) de Ricardo Aylln, El grito (2001) de Carlos Villacorta o mi

    Ritos funerarios(1998). Tambin en alguna medida Ritual del silen-

    cio(1995) de Camilo Fernndez Cozman, Ello(1996) de Gabriel Es-

    pinoza, Por la identidad de las imgenes (1996) de Leoncio Luque,

    Almacn de invierno(1996) de Aylln, Diotima de Mantinea(1997)

    de Andrs Pieiro, Final an(2000) de Edgar Saavedra o mi Rinco-

    nes (Anatoma del tormento)(1991).

    Un libro que parcialmente se acomoda a esta lnea y que por

    sus particularidades en la poesa reciente vale la pena mencionar eneste aparte es Libro del Sol(2000) de Josemri Recalde. La voluntad

    de celebracin ritual de los poemas es clara; pero sta no se ubica

    en el mbito de la oscuridad, como la mayor parte de los anteriores,

    sino ms bien de la plenitud de la luz que supone el descubrimien-

    to de la iluminacin de Dios a travs de ritos que remiten a la fe cris-

    tiana y la tradicin de chamanismo (en una conviccin mstica que

    en su caso trasciende los poemas), y est en dilogo pleno con losespacios cotidianos (ciertos barrios y calles, la naturaleza de los par-

    ques, la casa familiar). Todo esto con un lenguaje que combina cul-

    tismos con expresiones coloquiales, y que revela un consciente y co-

    herente manejo de fuentes en funcin de una voz propia e intrans-

    ferible:

    Correo intercelestial

    Dnde ests?, padre moEn el recodo de qu tristeza recoger tu mirada?

    Hace cunto que t y yo estamos solos?

    T en tu mundo de all, sinigual.

    Yo, en el permeado de ac.

    Hoy que T. se casa y yo no fui a su boda

    porque no lo veo desde los 10 u 11 aos, sabes?

    Por qu me has dejado?

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    Hoy tengo 25 aos.

    Y estoy solo.

    Por qu andas as pregonando? me respondiste, alma.

    Sabes que conoc la anteiglesia de donde es originario mi abuelo,

    all en Vizcaya?

    Habl unos minutos con la ta Cndida,

    y fui luego al Ateneo de Valmaseda.

    All escuch a txistularis

    y a Izekariak tocar el txalaparta,

    particip en el ritual de despedida

    y nos hicimos amigos con un vasco.

    Hoy estoy de nuevo en Elia,

    la antigua bodega de Magdalena del Mar,

    mi ciudad natal,

    esperando, otra vez, una postal.

    Cerca de la propuesta de Recalde, Jos Pancorvo que, aunque

    por edad podra asociarse a la promocin surgida en los setenta,

    apareci en la escena literaria en los noventa y vinculado a los poe-

    tas jvenes de esta hornada, presenta, en sus libros Profeta el Cielo(1997) y Tratados omnipresentes/Perfect windows(2000), una poesa

    que podemos llamar mstica e incluso mesinica. Ricardo Gonzlez

    Vigil hace una buena presentacin de su propuesta:

    Subrayemos la densidad simblica y la riqueza de referentes cul-

    turales: el legado bblico, cimas de la mstica y la teologa (los Pa-

    dres y Doctores de la Iglesia), surtidores milenarios que Pancor-

    vo enlaza con el mundo contemporneo y el contexto nacional,asumiendo el sincretismo religioso, el milenarismo del mito del

    Incarrey, los danzantes de tijeras, el culto de santa Rosa de Lim-

    a y la travesa de extramares de Martn Adn. Dicho enlace entre

    lo antiguo y lo moderno, lo occidental y lo andino se hace pa-

    tente, tambin en la convivencia de composiciones con metro y

    rima (privilegiando el soneto) junto a textos en verso libre y ex-

    ploraciones de la poesa visual. De otro lado, el discurso en es-

    103

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    paol admite versos, cuando no poemas enteros, en otros idio-

    mas: latn, portugus, quechua y aimara58.

    Un tercer mbito dentro de este espacio supone la ritualiza-cin de la propia palabra potica. Aqu, los poetas, ms all de plan-

    tear la eventual escritura de artes poticas, han planteado como eje

    organizador de sus trabajos la celebracin del verbo y el devela-

    miento de sus misterios. El lenguaje utilizado es parco, meditado;

    todo exceso parece plantearse en esta concepcin de la poesa

    puede arruinar el poema. Lo narrativo se deja de lado: no interesa

    contar, sino aprehender, contemplar; el silencio, entonces, se propo-ne imprescindible. Con una mano en la garganta (1996), segundo

    libro de Luis Fernando Jara da cuenta de estas reflexiones. Para Jara,

    de algn modo continuando lo que se observaba en su primer libro,

    Eroscopio (1990), la pasin por la palabra es indesligable de la pa-

    sin del amor: en Con una mano en la gargantase sostiene que si

    falta la mujer, la palabra deja de existir o hace ms difcil su presen-

    cia. Es as como uno de los sentidos del ttulo se hace patente: la an-

    gustia de lo inefable. El otro, que remite a la sensacin que hacenlas palabras al salir, es decir, acercarse al misterio de la voz, es el que

    ms presente est en el libro59.

    En El libro de los lugares vacos(1999), de Jos Gabriel Cabrera

    Alva, la palabra es celebrada oblicuamente. Casi sin darnos cuenta lee-

    mos que iniciarse en la poesa es aprender a contemplar los espacios

    vacos, aqullos en donde estn las esencias de las cosas. De ah surge

    la posibilidad de leer el libro como el testimonio del aprendizaje (y la

    invitacin a los lectores) de la actitud que se propone necesaria para

    el poeta bajo esta concepcin de poesa: la callada observacin, la dis-

    104

    58 Ricardo Gonzlez Vigil. Op. cit., p. 545.59 Es posible ubicar Lo torpe (2001) de Roberto Zariquiey cerca de esta

    propuesta.

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    posicin a ser sorprendido por una repentina iluminacin que, como

    corresponde a la leccin oriental que habita en el poemario, la hallare-

    mos en la naturaleza, en lo cotidiano, en uno mismo: en el silencio

    que es de donde emergen las palabras.

    Miguel Ildefonso, en las secciones Envos/Extravos y La pa-

    labra volada de la sien, segunda y tercera de Vestigios (1999), su pri-

    mer libro, plasma la intensa bsqueda de la palabra que ha dejado

    slo sus vestigios; el poeta es el llamado conforme sugiere la inten-

    sa metatextualidad de los poemas a reunirlos y a reconstruir el ver-

    bo perdido.

    g) Aunque no se trata an de una lnea suficientemente conso-

    lidada, hay algunos poetas que, situndose diametralmente al frente

    del impulso coloquialista y antipotico que cuaj en las dcadas an-

    teriores, apuestan por un lirismo extremo, cuya palabra procura ale-

    jarse de la experiencia concreta, desrealizndola, para fundar un es-

    pacio casi etreo, hecho de puras sensaciones. Sahari(1997), primer

    libro de Bili Snchez, apuntaba ya en esa direccin: la voz de un

    hombre a su hijo o a su infancia, a quien muestra un pasaje por re-correr (o recorrido): paisajes hechos de viento, sombras, cielo, agua,

    sueos, que actuaban como eco del nima del hablante, en donde

    hay que hurgar. El segundo libro, Isa (2000), desde el discurso de

    un hombre enamorado que descr