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TEXTO JOSEP-LLUÍS MERLOS uan Antonio Samaranch, el anterior Presidente del Comité Olímpico Internacional, solía empezar sus discursos de clausura de los Juegos Olímpicos proclamando la edición que finalizaba siempre como “la mejor de la historia”. La primera vez que lo hizo, tal afirmación causó cierto impacto. Luego, por repetitivo, el efecto se fue diluyendo hasta convertirse en un simple clisé. Tenemos una acusada tendencia a hablar bien de los muertos, aunque en vida fueran unos truhanes. Y solemos catalogar lo más reciente como lo mejor. Pero no siempre este axioma es veraz. Lo cierto es que etiquetar la temporada 2008 como “la mejor de la historia” es, cuanto menos, oportunista, por no decir ignorante. Si la pasada edición del campeonato merece esta valoración por la intensidad de lo sucedido en las últimas vueltas de la carrera de Interlagos, y sobre todo en la última curva, ha habido otras temporadas que, por los mismos argumentos, son cuanto menas dignas de la misma consideración. Les recuerdo otros finales que también dispararon el consumo de Cafinitrina: 1959: Jack Brabham se quedó sin gasolina a 800 metros de la meta. Llegó empujando su coche, lo que le permitió entrar cuarto y hacerse con el título. Pero no fue el mejor mundial de la historia. 1964: Lorenzo Bandini expulsa a Graham Hill de la pista, y en la última vuelta se deja adelantar por su compañero John Surtees (y nadie se rasgó las vestiduras por ello) con lo que este gana el título por 1 punto. Igualito que este año. 1974: Watkins Glen acoge el último gran premio del año, con Fittipaldi, Regazzoni y Scheckter con opciones de ganar el título. Y la victoria fue para el brasileño. 1981: Piquet saca provecho para hacerse campeón en Las Vegas ante el mal rollo existente entre los dos pilotos de Williams: Carlos Reutemann y Alan Jones. 1983: Piquet humilla a Prost siendo el primer campeón de la era turbo. 1986: Los Williams mandan, pero Prost los derrota en un mítico final de carrera que se recordará por el pinchazo de Mansell. 1989: Senna y Prost chocan en Suzuka. La FIA, presidida entonces por “Napoleón” Balestre, le da la razón –cómo no– al francés. Aquel fue el mundial más conflictivo de la historia. Y tal vez, ese sí, el mejor. El dramático e incluso esperpéntico final del GP de Brasil hizo que algunos observadores calificaran la temporada 2008 de F1 como “la mejor de la historia”. ¿Sería porque, por fin, después de 12 años el campeón era británico? ¿LA MEJOR TEMPORADA DE LA HISTORIA? J Ü 020 F1 RACING 020-023 f1 119.indd 20 020-023 f1 119.indd 20 16/12/08 14:04:10 16/12/08 14:04:10

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TEXTO JOSEP-LLUÍS

MERLOS

uan Antonio Samaranch, el anterior Presidente del Comité Olímpico Internacional, solía empezar sus discursos

de clausura de los Juegos Olímpicos proclamando la edición que finalizaba siempre como “la mejor de la historia”. La primera vez que lo hizo, tal afirmación causó cierto impacto. Luego, por repetitivo, el efecto se fue diluyendo hasta convertirse en un simple clisé.

Tenemos una acusada tendencia a hablar bien de los muertos, aunque en vida fueran unos truhanes. Y solemos catalogar lo más reciente como lo mejor. Pero no siempre este axioma es veraz.

Lo cierto es que etiquetar la temporada 2008 como “la mejor de la historia” es, cuanto menos, oportunista, por no decir ignorante.

Si la pasada edición del campeonato merece esta valoración por la intensidad de lo sucedido en las últimas vueltas de la carrera de Interlagos, y sobre todo en la última curva, ha habido otras temporadas que, por los mismos argumentos, son cuanto menas dignas de la misma consideración.

Les recuerdo otros finales que también dispararon el consumo de Cafinitrina:1959: Jack Brabham se quedó sin gasolina

a 800 metros de la meta. Llegó empujando su coche, lo que le permitió entrar cuarto y hacerse con el título. Pero no fue el mejor mundial de la historia.1964: Lorenzo Bandini expulsa a Graham Hill

de la pista, y en la última vuelta se deja adelantar por su compañero John Surtees (y nadie se rasgó las vestiduras por ello) con lo que este gana el título por 1 punto. Igualito que este año.1974: Watkins Glen acoge el último gran

premio del año, con Fittipaldi, Regazzoni y Scheckter con opciones de ganar el título. Y la victoria fue para el brasileño.1981: Piquet saca provecho para hacerse

campeón en Las Vegas ante el mal rollo existente entre los dos pilotos de Williams: Carlos Reutemann y Alan Jones.1983: Piquet humilla a Prost siendo el primer

campeón de la era turbo.1986: Los Williams mandan, pero Prost los

derrota en un mítico final de carrera que se recordará por el pinchazo de Mansell.1989: Senna y Prost chocan en Suzuka. La

FIA, presidida entonces por “Napoleón” Balestre, le da la razón –cómo no– al francés. Aquel fue el mundial más conflictivo de la historia. Y tal vez, ese sí, el mejor.

El dramático e incluso esperpéntico final del GP de Brasil hizo que algunos observadores calificaran la temporada 2008 de F1 como “la mejor de la historia”. ¿Sería porque, por fin, después de 12 años el campeón era británico?

¿LA MEJOR TEMPORADA DE LA HISTORIA?

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Hamilton y Massa se disputaron el título en Brasil en un final de infarto; pero ¿hizo eso que fuera el mejor campeonato?

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1994: Michael Schumacher gana con un punto de margen (otra vez solo un punto) sobre Damon Hill después de una temporada muy parecida a la de 2008, con sanciones, exclusiones y follones varios.1997: Jacques Villeneuve se hace con el

título tras los intentos de Schumacher por echarle fuera del asfalto de Jerez, que acabaron con el burlador burlado.1998 y 1999: Häkkinen gana los dos títulos

con acciones de ‘última carrera’, birlando la cartera a Schumi y a Irvine, respectivamente.

Emoción, pues, a raudales. Pero casi nunca nadie se atrevió a decir que aquellos fueron “los mejores de la historia”.

Cierto es que el título de Hamilton se dilucidó como casi nunca en la última curva, pero la perspectiva que otorga el tiempo que ha transcurrido desde la carrera que sirvió para clausurar 2008 hasta ahora nos permite albergar serias dudas sobre el hecho de que el pasado haya sido un año memorable. Ha sido un final de infarto, cierto, pero este rigor

coronario no lo legitima como para consagrarlo como “el mejor”.

Cuando a finales de 2007 se oficializó la prohibición de las ayudas electrónicas a la conducción todos los analistas pronosticaron un año en el que íbamos a contemplar muchos errores de conducción. Y lo cierto es que así ha sido, aunque –en realidad– hubo menos fallos de los esperados por este motivo. Lo que no quiere decir que la temporada nos haya permitido ver un sinfín de equivocaciones por parte de muchos de los protagonistas del campeonato, como hacía años que no veíamos.

Las matemáticas nos dicen que el campeón es el mejor piloto, o cuanto menos el que suma más puntos. El segundo aserto se ha cumplido, lógicamente. Pero sobre el primero podríamos discutir mucho.

Aunque Lewis Hamilton ha sido el campeón, y a pesar de haber ganado menos carreras que Felipe Massa –cinco victorias contra seis–, incluso los aficionados británicos han

reconocido a Alonso como el mejor piloto de la temporada a través de diversas encuestas promovidas por varios medios de comunicación. Hay que aplaudir esta generosa sinceridad, sobre todo teniendo en cuenta el histórico feeling de la hinchada pure British con el español y la efervescencia provocada por el título de Hamilton tras un largo período de sequía sin campeones británicos desde que Damon Hill ganara el título en 1996.

Hamilton, el campeón más joven de la historia de la F1, ha sido el justo vencedor como también es de justicia reconocerlo y felicitarle por ello, más allá de filias y fobias provincianas.

Que el primer campeón negro de la historia es un piloto extraordinario es algo argumentado más allá de las apreciaciones personales.

Las estadísticas le avalan. Y no solo las que hablan de victorias (9), pole positions (13), podios (22) o récords.

Se ha dicho que el de McLaren ha fallado en los momentos decisivos. Y es cierto. Pero, eso: “solo” comete errores en esos momentos cruciales. En el resto no yerra.

Su índice de fiabilidad es extraordinario, ya que únicamente ha abandonado el 6% de las carreras que ha disputado, permaneciendo en pista durante el 96% de las vueltas en que ha participado. No es cierto, pues, que apostar por él en momentos clave sea una locura.

Este porcentaje de eficacia es mejor que el de otros pilotos de leyenda.

Fernando Alonso abandonó en un 8% de las carreras del bienio triunfal 2005-06.

Arriba: Hamilton cometió un error garrafal en Canadá. Abajo: los dos aspirantes pugnaron en varias ocasiones por el mismo palmo de pista.

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Michael Schumacher hizo lo propio en un 9% durante los cuatros años de la égida del 2000 al 2004 a los mandos de un Ferrari absolutamente indestructible.

Otros ejemplos: la eficacia de Juan Manuel Fangio fue de un 13%; la de Prost o Lauda de un 20%; Senna consiguió un 23%, y Piquet solo un 30%.

No hay color. Bueno, sí, uno: el negro de la piel de Lewis.

Pero, indiscutiblemente, el nuevo campeón también es humano, aunque haya quien nos quiera hacer creer que no. Y, como tal, comete errores.

Este año, en Bahréin se equivocó en la selección del mapping del motor en el momento de la salida y solo pudo acabar la carrera en la decimotercera posición en una cita donde, además, chocaría precisamente contra Alonso.

En Mónaco se fue contra las vallas, pero aquel infortunio acabaría jugando a su favor porque le hizo entrar en boxes en el momento adecuado, por la entrada del Safety Car y en el instante en que la lluvia cesó, lo que le valió la segunda victoria del año.

En Canadá se llevó por delante a Räikkönen en la salida del pit lane, lo que le condujo al abandono y le reportó una sanción para la siguiente carrera.

La cita de Magny-Cours se saldó con un pobre noveno puesto a causa de otra sanción, la que le aplicaron por ‘cortar’ el paso de Vettel en una chicane.

Aunque ganó la carrera de Bélgica, acabó tercero en Spa porque se llevó otra ‘colleja reglamentaria’ por la polémica maniobra sobre Räikkönen en la chicane del Bus Stop, muy discutible por otra parte.

En Italia se equivocó con la elección de neumáticos, tanto en los entrenamientos como en la carrera, donde solo fue séptimo. ¿O tal vez haya que imputar este fallo al equipo?

Y la carrera de Japón, donde no puntuó, quedó arruinada por su esquizofrénica precipitación en la primera curva, con strike masivo incluido.

Pero no solo el de McLaren ha metido los pies en el barro en 2008. También lo hizo Felipe Massa.

En Australia se lució: trompo en la primera curva al equivocarse de marcha, dos paradas en boxes al inicio de la carrera, choque contra Coulthard, y rotura de motor. ¡Menudo pack para empezar!

En Malasia hizo puré lo que podía haber sido un doblete para Ferrari cuando, tras salir desde la pole y ser adelantado por Räikkönen, tuvo un error de concentración que le llevó fuera de la pista en la vuelta 30.

La manguera de combustible falló en Canadá y le obligó a una parada suplementaria para completar el repostaje pendiente. (Bueno, esto no fue su culpa).

El fin de semana de Silverstone fue uno de los más lamentables de su trayectoria: tras un problema con una rueda en la crono solo pudo ser noveno para la parrilla, y en carrera –bajo un aguacero bestial– protagonizó… ¡cinco trompos!

En Hungría, una rotura de motor en la recta final de la carrera le dejó sin una victoria más que merecida.

Singapur también fue un ‘festival’, de nuevo por culpa de una manguera reticente a desengancharse, y luego por el drive through

que le cayó al embestir al Force India de Adrian Sutil de manera grosera.

La lista de errores se cierra con la penalización que le cayó en Japón tras un ‘enganchón’ con Hamilton, del que el peor parado fue el inglés.

Como podemos comprobar, o por errores humanos o por errores mecánicos, la hoja de servicios del campeón y del subcampeón en 2008 dista mucho de ser inmaculada.

¿La mejor temporada de la historia, o el “batallón de los torpes”?

Si esto hubiera sido un certamen literario, el mundial de F1 de 2008 lo habrían declarado desierto. Pero alguien tenía que ganarlo, y lo hizo el menos ‘fallón’.

Lo cierto es que en 2008 hubo momentos en los que parecía que el título no lo quería ganar nadie. Y es que Kimi Räikkönen no anduvo a la zaga de los dos primeros clasificados en el momento de meter la pata: rotura de motor en Australia; drive through y accidente en Mónaco; achuchón de Hamilton en la salida del pit lane; error de previsión meteorológica en Ferrari, que deciden una monta equivocada de gomas; atropello de un mecánico y rotura de motor en Valencia; accidente bajo la lluvia en Bélgica; inexplicable letargo hasta que la pista se secó en Monza después de una penosa

calificación bajo la lluvia en la que no consiguió el visado para la Q3; nuevo ósculo al muro en Singapur a tres vueltas del final y siendo quinto; atontamiento general en China y São Paulo… ¿De verdad que estamos hablando de quien era el campeón en título?

¿Y el mundial de constructores? Pues más de lo mismo…

Aunque Luca di Montezemolo afirmó tras la carrera de São Paulo que Ferrari había salvado a Hamilton de una visita al psiquiatra, lo cierto es que este decimosexto título de la Scuderia es de los menos rutilantes de su palmarés.

Los escasos 172 puntos sumados por Massa y Räikkönen significan el quinto peor botín para la marca de Maranello en los diez últimos certámenes de marcas, de los que se han llevado ocho. Y, por supuesto, muy lejos de los 262 del año 2004, el del séptimo título de Michael Schumacher, en el que se embolsó 13 de las 18 carreras programadas.

La escasa solidez de este título se basa en los cinco pecados capitales que ha cometido Ferrari este año. A saber: la modorra y apatía general de Räikkönen; la inseguridad y las dudas del inicio de campaña de Massa; la

escasa fiabilidad de unos motores más frágiles de lo habitual; los continuos problemas con los repostajes de Massa (Montreal y Singapur) y Räikkönen (Valencia); y, finalmente, la pérdida de una hegemonía legendaria en el planteamiento de las estrategias de carrera (¿dónde estás Ross Brawn?) con un Räikkönen ‘seco’ de gasolina en la crono de Australia, un drive through en Mónaco por montar las ruedas más allá del tiempo permitido en la parrilla, un fallo en la previsión meteorológica en Silverstone que le obligó a una parada adicional para ponerle ruedas de agua cuando acababan de instalarle las de seco, o el retraso en la salida a pista en la Q2 de Monza cuando la pista estaba casi inundada, lo que le impidió superar el corte de aquella fase. Massa también sufrió estos fallos en carne propia cuando en la crono de Inglaterra no pudo aprovechar su último intento por culpa de una mala y lenta colocación de la rueda trasera derecha…

El mundial de F1 de 2008 que ha ganado Hamilton me recuerda la liga española de fútbol de 2007-2008: ¿la ganó el Real Madrid o la tiró el Barça?

Una curva no puede justificar 18 Grandes Premios de errores encadenados.

¿El mejor campeonato de la historia? ¡A otro perro con ese hueso!

“Una curva no justifica 18 GP de errores encadenados”

Arriba: el inicio de temporada de Massa fue para olvidar. Dcha.: con dos victorias consecutivas, Alonso resurgió en la fase final del campeonato.

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