02apolo y dafne

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H ace mucho tiempo, cuando los dioses disputaban en- tre sí y las ninfas habitaban las frescas arboledas, ocu- rrió esta hermosa historia. Apolo, dios del sol y de las artes, era un excelente arquero, ca- paz de abatir cualquier bestia salvaje con una sola flecha. Cegado por la vanidad, el dios comenzó a comportarse de forma arrogan- te y a burlarse de Eros. Eros era el dios del amor. Bajo su inocente apariencia de niño, se ocultaba el enorme poder de manejar caprichosamente los sen- timientos de los demás. Él también llevaba un arco y unas flechas, con los que rendía los corazones al fuego del amor. Un día, las burlas de Apolo llegaron demasiado lejos: -¡Deja esas flechas, Eros! -¿Y por qué he de dejarlas -quiso saber el dios del amor. -Resulta ridículo que un niño como tú las lleve. Las flechas son armas de valiente... -dijo Apolo. Eros respondió airado: -Todos sabemos que tus flechas son temibles, Apolo. Pero te aseguro que nadie puede resistirse a las mías. Ni siquiera tú... ¡Te lo demostraré! Tras proferir aquella inquietante amenaza, Eros se marchó de allí. Y desde ese mismo instante, esperó pacientemente el mo- mento de ejecutar su venganza. Una mañana, siguiendo su costumbre, Apolo salió a pasear por el bosque. No podía sospechar que Eros lo esperaba oculto entre los matorrales. Cuando el niño tuvo a Apolo a su alcance, le disparó una flecha. Era una flecha de madera de ciprés, con la punta de oro: la flecha del amor. Satisfecho, Eros se dirigió veloz- mente a un arroyo cercano. Allí se encontraba Dafne, la hermosa ninfa hija del río Pe- neo. El pequeño dios le disparó a la ninfa una flecha con la punta de bronce. Quienes resultaban heridos por ella rechazaban a los que se atrevían a amarlos. Así comenzó una historia de amor imposible. Un día, Dafne recogía flores silvestres cuando Apolo, de re- pente, la vio. Él sintió que su corazón se agitaba e intentó acercar- se a la ninfa para hablar con ella. Ella, al advertir su presencia, se escondió entre los árboles. APOLO Y DAFNE 2

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Page 1: 02Apolo y Dafne

Hace mucho tiempo, cuando los dioses disputaban en-tre sí y las ninfas habitaban las frescas arboledas, ocu-rrió esta hermosa historia.

Apolo, dios del sol y de las artes, era un excelente arquero, ca-paz de abatir cualquier bestia salvaje con una sola flecha. Cegado por la vanidad, el dios comenzó a comportarse de forma arrogan-te y a burlarse de Eros.

Eros era el dios del amor. Bajo su inocente apariencia de niño, se ocultaba el enorme poder de manejar caprichosamente los sen-timientos de los demás. Él también llevaba un arco y unas flechas, con los que rendía los corazones al fuego del amor.

Un día, las burlas de Apolo llegaron demasiado lejos:

-¡Deja esas flechas, Eros!

-¿Y por qué he de dejarlas -quiso saber el dios del amor.

-Resulta ridículo que un niño como tú las lleve. Las flechas son armas de valiente... -dijo Apolo.

Eros respondió airado:

-Todos sabemos que tus flechas son temibles, Apolo. Pero te aseguro que nadie puede resistirse a las mías. Ni siquiera tú... ¡Te lo demostraré!

Tras proferir aquella inquietante amenaza, Eros se marchó de allí. Y desde ese mismo instante, esperó pacientemente el mo-mento de ejecutar su venganza.

Una mañana, siguiendo su costumbre, Apolo salió a pasear por el bosque. No podía sospechar que Eros lo esperaba oculto entre los matorrales. Cuando el niño tuvo a Apolo a su alcance, le disparó una flecha. Era una flecha de madera de ciprés, con la punta de oro: la flecha del amor. Satisfecho, Eros se dirigió veloz-mente a un arroyo cercano. Allí se encontraba Dafne, la hermosa ninfa hija del río Pe- neo. El pequeño dios le disparó a la ninfa una flecha con la punta de bronce. Quienes resultaban heridos por ella rechazaban a los que se atrevían a amarlos. Así comenzó una historia de amor imposible.

Un día, Dafne recogía flores silvestres cuando Apolo, de re-pente, la vio. Él sintió que su corazón se agitaba e intentó acercar-se a la ninfa para hablar con ella. Ella, al advertir su presencia, se escondió entre los árboles.

Apolo y DAfne2

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Desde ese momento, una y otra vez, Apolo recorrió incansable el lugar donde había visto a Dafne. Ya no podía disfrutar con el frescor de las mañanas o los

hermosos colores del atardecer, solo quería encontrar a la ninfa y declararle su amor. Muchas veces Apolo conseguía verla, pero ella siempre lo rehuía:

-¡Detente! Por favor... -suplicaba Apolo-. No corras, no quiero hacerte daño...

Pero Dafne escapaba y Apolo sufría imaginando que ella pu-diera tropezar y lastimarse en su huida.

Una mañana, mientras Dafne descansaba junto a un árbol, Apolo intentó acercarse sigilosamente. En cuanto ella se dio cuenta, echó a correr como otras veces. Apolo la persiguió entre los árboles, junto al claro del camino, por la orilla del río... Dafne estaba agotada. Y, afligida por aquella situación que la obligaba a huir sin tregua, suplicó a Peneo:

-¡Ayúdame, padre! Tú tienes poderes divinos. Quítame esta apariencia que me atormenta. Te lo ruego: concédeme otro cuer-po en el que vivir sin turbación.

Dafne no había acabado de hablar cuando notó que sus pies se hacían pesados. Luego, se sintió atada a la tierra: le habían bro-tado raíces. Su piel se cubrió de una tierna corteza, los brazos se convirtieron en ramas y el pelo se le llenó de hojas alargadas de color verde oscuro... La ninfa se había convertido en un hermoso árbol, un esbelto laurel de frondosa copa. Cuando Apolo llegó, aún pudo advertir en aquel árbol el alma de su amada y compren-dió lo ocurrido. Llorando, abrazó el tronco del laurel y dijo:

-Dafne, querida mía..., no te olvidaré nunca. Siempre te llevaré conmigo.

Y tomando unas hojas del árbol, tejió una corona que se colo-có sobre la cabeza. Desde entonces, la corona de laurel ha acom-pañado las glorias de los héroes.

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Apolo y DAfne

Alumno:

1. ¿Dónde vivían las ninfas?

2. ¿Quien es Apolo? ¿y Eros?

3. ¿Por qué se metía Apolo con Eros?

4. ¿Qué tipo de flechas disparaba Eros?

5. ¿Por qué huía Dafne de Apolo?

6. ¿A quién pide ayuda Dafne?

7. ¿En qué se transformó Dafne?

8. ¿Cómo reacciona Apolo ante la transformación de Dafne?

9. ¿Qué significado tiene desde entonces la corona de laurel?

ejer

cici

os

2

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Apolo y DAfne

Dafne y Apolo

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Apolo y DAfne

laurel ciprés

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Apolo y DAfne

disputaban peleabanninfas diosas que vivían en bosques y ríosabatir derribar

vanidad arrogancia, chuleríaarrogante presumida, vanidosa

proferir lanzar, emitirejecutar cumplir

oculto escondidosilvestre salvaje

rehuía evitaba, esquivabasigilosamente sin hacer ruido

afligida apenadasin tregua sin descansoturbación alteración, sobresalto

esbelto alto y delgadofrondosa copa parte superior del árbol cubierta de hojas y ramas

tejió confeccionóglorias hazañas

Page 7: 02Apolo y Dafne

Hace mucho tiempo, cuando los dioses disputa-ban entre sí y las ninfas habitaban las frescas arboledas, ocurrió esta hermosa historia.

Apolo, dios del sol y de las artes, era un excelente arque-ro, capaz de abatir cualquier bestia salvaje con una sola fle-cha. Cegado por la vanidad, el dios comenzó a comportarse de forma arrogante y a burlarse de Eros.

Eros era el dios del amor. Bajo su inocente apariencia de niño, se ocultaba el enorme poder de manejar capricho-samente los sentimientos de los demás. Él también llevaba un arco y unas flechas, con los que rendía los corazones al fuego del amor.

Un día, las burlas de Apolo llegaron demasiado lejos:

-¡Deja esas flechas, Eros!

-¿Y por qué he de dejarlas -quiso saber el dios del amor.

-Resulta ridículo que un niño como tú las lleve. Las fle-chas son armas de valiente... -dijo Apolo.

Eros respondió airado:

-Todos sabemos que tus flechas son temibles, Apolo. Pero te aseguro que nadie puede resistirse a las mías. Ni siquiera tú... ¡Te lo demostraré!

Tras proferir aquella inquietante amenaza, Eros se mar-chó de allí. Y desde ese mismo instante, esperó paciente-mente el momento de ejecutar su venganza.

Una mañana, siguiendo su costumbre, Apolo salió a pasear por el bosque. No podía sospechar que Eros lo es-peraba oculto entre los matorrales. Cuando el niño tuvo a Apolo a su alcance, le disparó una flecha. Era una flecha de madera de ciprés, con la punta de oro: la flecha del amor. Satisfecho, Eros se dirigió velozmente a un arroyo cercano. Allí se encontraba Dafne, la hermosa ninfa hija del río Pe- neo. El pequeño dios le disparó a la ninfa una flecha con la punta de bronce. Quienes resultaban heridos por ella re-chazaban a los que se atrevían a amarlos. Así comenzó una historia de amor imposible.

Apolo y DAfne

Textos informativos - guías de viaje

disputaban: peleabanninfas: diosas que vivían en los bosques y los ríosabatir: derribarvanidad: arrogancia, chuleríaarrogante: presumida, vanidosa.

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proferir: lanzar, emitir

ejecutar: cumplir

oculto: escondido

Page 8: 02Apolo y Dafne

Un día, Dafne recogía flores silvestres cuando Apolo, de repente, la vio. Él sintió que su cora-zón se agitaba e intentó acercarse a la ninfa para

hablar con ella. Ella, al advertir su presencia, se escondió entre los árboles.

Desde ese momento, una y otra vez, Apolo recorrió in-cansable el lugar donde había visto a Dafne. Ya no podía disfrutar con el frescor de las mañanas o los hermosos co-lores del atardecer, solo quería encontrar a la ninfa y decla-rarle su amor. Muchas veces Apolo conseguía verla, pero ella siempre lo rehuía:

-¡Detente! Por favor... -suplicaba Apolo-. No corras, no quiero hacerte daño...

Pero Dafne escapaba y Apolo sufría imaginando que ella pudiera tropezar y lastimarse en su huida.

Una mañana, mientras Dafne descansaba junto a un ár-bol, Apolo intentó acercarse sigilosamente. En cuanto ella se dio cuenta, echó a correr como otras veces. Apolo la per-siguió entre los árboles, junto al claro del camino, por la orilla del río... Dafne estaba agotada. Y, afligida por aquella situación que la obligaba a huir sin tregua, suplicó a Peneo:

-¡Ayúdame, padre! Tú tienes poderes divinos. Quítame esta apariencia que me atormenta. Te lo ruego: concédeme otro cuerpo en el que vivir sin turbación.

Dafne no había acabado de hablar cuando notó que sus pies se hacían pesados. Luego, se sintió atada a la tierra: le habían brotado raíces. Su piel se cubrió de una tierna corteza, los brazos se convirtieron en ramas y el pelo se le llenó de hojas alargadas de color verde oscuro... La ninfa se había convertido en un hermoso árbol, un esbelto laurel de frondosa copa. Cuando Apolo llegó, aún pudo advertir en aquel árbol el alma de su amada y comprendió lo ocurrido. Llorando, abrazó el tronco del laurel y dijo:

-Dafne, querida mía..., no te olvidaré nunca. Siempre te llevaré conmigo.

Y tomando unas hojas del árbol, tejió una corona que se colocó sobre la cabeza. Desde entonces, la corona de laurel ha acompañado las glorias de los héroes.

Apolo y DAfne

Textos informativos - guías de viaje

silvestres: salvajes

2

rehuía: evitaba, esquivaba

sigilosamente: sin hacer ruido

afligida: apenadasin tregua: sin descanso

turbación: alteración, sobresalto

esbelto: alto y delgadofrondosa copa: parte superior del árbol cubierta de hojas y ramas

tejió: confeccionó

glorias: hazañas