102 eutanasia

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La eutanasia como decisión racional. --exposición crítica de una muerte libremente elegida- “No estoy cansado de la vida sino harto de vivir”. Hans Küng. Tradicionalmente, en Occidente, la vida humana individua, y a veces la colectiva, ha sido considerada como propiedad de Dios, de la sociedad o del Estado.

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Cada ser humano es dueño y señor de su propia vida y tiene derecho natural a morir cuando y como le de la gana.

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La eutanasia como decisión racional.--exposición crítica de una muerte libremente elegida-

“No estoy cansado de la vida sino harto de vivir”.

Hans Küng.

Tradicionalmente, en Occidente, la vida humana individua, y a veces lacolectiva, ha sido considerada comopropiedad de Dios, de la sociedad odel Estado.

Por lo tanto, el individuo no podíahacer otra cosa que respetar humilde ypacientemente las decisiones de la autoridad pertinente: Dios oel Estado.

Esta actitud se inicia con

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Aristóteles, prosigue con el cristianismo, y se presenta como dominante en la sociedad y el Estadoactual.

Sin embargo, ya, desde Séneca, aparecen voces disidentes que consideran que el individuo tiene perfecto derecho a elegir, por sí mismo, entre la vida y la muerte. A primera vista, podría parecer, por lo inevitable de la muerte, que al serhumano no le queda más remedio que acatar la ley universal del Destino,de la Naturaleza, de Dios, de la Biología o de la Genética.

Pero surgen, desde la Tánato-ética (nueva disciplina, complementaria de la Bio-ética, centrada en las dimensiones morales del proceso humanode morir) preguntas de este tenor:¿Cómo ser libre ante la imposición no esquivable de la condena a muerte?.

¿Dónde cabe la libertad si la muertees una fatalidad natural? ¿Cómo esposible la autonomía frente al “hechobruto” de perecer?.

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Por lo tanto, surgen nuevas opiniones, y nuevas actitudes, que hablan de “euthanasia”muerte libremnte elegid, yde una muerte digna.

* * *

Empecemos por echar una mirada aalgunas de las opiniones más importantes, sobre el suicidio, que han surgido a lo largo de la historia occidental.

* * *

1- Empecemos con Platón.

Dos referencias breves aparecen sobreel suicidio en la obra de Platón.(427-347 a. C.). La primera de ellas está en el“Fedón”,y la segunda en la “Leyes.

La primera referencia nos sitúa en el momento de la muerte de Sócrates.

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Sócrates pudo haber huido, pero decidió afrontar la muerte.

Filósofos, como Séneca y Montaigne, no han dudado en encontrar en la muerte de Sócrates una decisión voluntaria, ypor lo tanto la definen como suicidio.

Platón pone en boca de Sócrates, lassiguientes palabras:

”El dicho que sobre esto se declara enlos misterios, de que los humanos estamos en una especie de prisión y que no debe uno liberarse a sí mismoni escapar de ésta, me parece un aserto solemne y difícil comprender. No obstante, me parece que, a mi al menos, que Cebes, que no dice sinobien esto: que los dioses son los que cuidan de nosotros y que nosotros, loshumanos, somos una posesión de los dioses... Tal vez, entonces, desde ese punto de vista, no es absurdo que uno no deba darse muerte a sí mismo, hasta que el dios no envíe una ocasión forzosa, como ésta que ahora se nospresenta“. (“Fedón”, 62 b y c).

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El siguiente texto nos ayudar a entender mejor la postura de Platónante el suicidio.

“El que mate al más próximo y del que se dice que es el más querido de todos, ¿qué pena debe sufrir?. Me refiero al que se mate a sí mismo,impidiendo con violencia el cumplimiento de su destino, sin que selo ordene judicialmente la ciudad, niforzado por una mala suerte que lo hubiera tocado con un dolor excesivo e inevitable, ni porque lo aqueje una vergüenza que ponga a su vida en un callejón sin salida y la haga imposible de ser vivida, sino que se aplica eventualmente un castigo injusto a sí mismo por perezay por una cobardía propia de la falta de hombría...Pero las tumbas para losmuertos de esta manera deben ser, enprimer lugar, particulares y no compartidas con otro. Además, debenenterrarlos sin fama en los confinesde los doce distritos en aquelloslugares que sean baldíos y sin nombre, sin señalar sus tumbas con estelas o nombres” (“Las Leyes”, 873 cy d2).

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* * *

2-Sigamos con Aristóteles.

El discípulo de Platón se muestraclaramente en contra del suicidio. Aristóteles (384-322 a. C) consideraal suicidio como un atentado contrala ciudad.

Encontramos referencias al tema en su“Ética a Nicómaco”, donde expresaque: “el morir, por huir de la pobrezao del amor o de algo doloroso, no espropio del valiente sino más bien delcobarde; porque es blandura regir loque es penoso, y no sufre la muertepor ser noble, sino por regir un mal(EN III,7, 1116ª 10-15).

Realmente para Aristóteles, suicidarsees un atentado contra la ciudad más que contra uno mismo (interesante temapara la reflexión sobre la libertad de cada uno respecto a su vida y a su muerte).

“En efecto, una clase de acciones

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justas son las que se conforman acualquier virtud y están prescritas por la ley; por ejemplo, la ley no autoriza a suicidarse, y lo que noautoriza, lo prohíbe.

Por otro lado, siempre que uno hacedaño a otro contra ley, voluntariamente y sin que el otro se lo haya hecho a él, obra injustamente;y lo hace voluntariamente, si sabe aquién y con qué; y el que, en un acceso de ira, se degüella voluntariamente, lo hace contra larecta razón, cosa que la ley nopermite, luego obra injustamente.

Pero ¿contra quién?. ¿No es verdad que contra la ciudad, y no contra símismo?. Sufre, en efecto, voluntariamente, pero nadie es objeto de trato injusto voluntariamente.

Por eso también la ciudad lo castiga,y se impone cierta pérdida de derechos civiles al que intenta destruirse a sí mismo, por considerarse que comete una injusticiacontra la ciudad (EN V, 11, 1138ª 12-15).

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La concepción aristotélica sobre el suicidio es la que ha prevalecido enOccidente. El individuo no es dueñode su propia vida. El propietario delas vidas humanas es el Estado, o la sociedad.

Por supuesto, esta concepción es ampliada por el cristianismo. Elsuicida no solo traiciona a la sociedad -o al Estado-, sino también a Dios que, en definitiva, es el propietario y administrador supremo detoda vida.

Sigue en turno Séneca.

* * *

3 - Séneca (4-65) es uno de los pensadores que menos indiferente nosdejará frente a este tema.

Séneca entiende el suicidio, y suconsumación, como la puesta en práctica de la libertad que posee el ser humano para abandonar una vidaque considera ya indigna e impropia

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de su razón.

Honor y libertad son los dos pilares que levanta el estoicismo, para sustentar su teoría de que el suicidioes un acto moral y valiente, nunca de desesperación, ni de cobardía.

Séneca inaugura con su pensamiento una visión que hoy es fuertemente sostenida por aquellos que defiendenla calidad de la vida frente a la santidad de ésta.

“Esta vida, como sabes, no ha de ser retenida siempre, pues lo bueno no es vivir, sino vivir bien. Por eso el sabio vivirá tanto como deberá, no tanto como podrá; él verá dónde ha devivir, con quiénes, cómo y qué ha dehacer. Él piensa a toda hora cuál seala vida, no cuánta; si se le presentan muchas molestias y estorbosque perturben su tranquilidad, se licencia a sí mismo. Y no hace esto enla última necesidad, sino que tan pronto como empieza a serle suspecta la fortuna, reflexiona con todadiligencia si ha de acabar de unavez. Juzga que ninguna importancia

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tiene para él, si ha de cansarse o ha de esperar su propio fin, si ha de sermás temprano o más tarde; y no sienteningún temor como de una granpérdida. Nadie puede perder mucho enaquello que se escurre gota a gota. Morir más tarde o más pronto no tieneimportancia; lo que importa es morir bien o mal…la vida no ha de comprarsea cualquier precio…” (OC LXX, 495).

Para Séneca el suicidio no implica ir contra Dios, quien ya nos ha destinado a todos a la muerte. Es un acto de total coherencia con la razón, una posibilidad que Dios nos pone al alcance de la mano para salir de la vida cuando lo creamos necesario. Al fin, es la manera de asegurar nuestra propia libertad frente a la vida.

“Es cosa egregia aprender a morir.Acaso se antoja superfluo aprender un arte que sólo ha de practicarse una vez. Precisamente por esto hemos de meditarla, porque siempre hay que aprender aquello que no podemos experimentar si lo sabemos. ¡Medita lamuerte!”.

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Quién esto nos dice, nos aconseja quemeditemos la libertad.

“Quien aprende de vivir desaprende deservir, se encarama por encima de todopoder; al menos, fuera de todo poder.¿Qué le hacen a él la cárcel, los guardas, el encerramiento?. Tienelibre la puerta. Una sola es la cadenaque nos tiene atados: el amor de lavida, el cual, aunque no tenga queecharse, se ha de rebajar a tal puntoque si alguna vez se impone la exigencia, no nos detenga nada ni nadanos impida estar dispuestos a hacer enel acto lo que habría que hacer máspronto o más tarde”(OC XXVI, 418).

El filósofo estoico, nos dice bien claro, que su defensa ante el suicidiodebe entenderse como una entrega a la muerte, cuando el dolor y laenfermedad acosen al hombre.

Si bien antepone claramente la calidadde vida frente al concepto de santidad de la vida, valora el encuentro del hombre con el dolor y la enfermedad, puesto que esto puede propiciar espacios para la virtud:

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“También en el lecho del dolor hay sitio para la virtud. Lucha bravamentecon la enfermedad” (OC LXXVIII, 524).

Gran parte de las interesantísimas reflexiones de Séneca sobre la actitud ante la muerte la encontraremos en las “Cartas a Lucilio”. Sin lugar a dudas, Séneca es uno de los referentes más a tener en cuenta ala hora de tratar el tema de la libertad para la toma de decisiones en el último tramo de la vida.

* * *

4 - Veamos el caso de Michel de Montaigne.

Para el humanista francés Montaigne (1533-1592) la huella delestoicismo es sin duda importantísimaa la hora de sus reflexiones sobre elsuicidio.

Estas reflexiones aparecen en sus“Ensayos” donde mantiene que nuestra

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muerte es una parte del orden universal.

Montaigne está fuertemente influenciado por Séneca, como lo demuestra el siguiente texto:

“Este vuestro ser del que gozáis pertenece por igual a la muerte que ala vida. El primer día de vuestro nacimiento os encamina tanto a vivir como a morir… Todo lo que vivís selo robáis a la vida, es a expensas suya. La continua obra de vuestra vidaes la construcción de la muerte. Estáis en la muerte mientras estáis enla vida; pues estáis después de la muerte cuando ya no estáis en la vida.O si preferís estáis muerto después de vida; más durante la vida estáis muriendo y la muerte afecta mucho másduraderamente al moribundo que al muerto, y más viva y más esencialmente. Si habéis aprovechado la vida estáis saciados, idos satisfechos. Si no habéis sabido haceruso de ella, si os era inútil, ¿qué seos va en haberla perdido? ¿Para qué la queréis todavía? No es la vida depor sí ni buena ni mala: el bien y el

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mal dependen del sitio que les hagáis…” (I, XX,137).

Otro de sus textos nos lleva de nuevoa la misma dicotomía. Vida como calidad, vida como santidad.

“Había visto que la mayoría de las opiniones de los antiguos convenían enesto: que es hora de morir cuando vivir reporta mayor mal que bien; y que es ir contra las propias leyes de la naturaleza el conservar la vida para tormento e insatisfacción nuestras, como dicen estas antiguas reglas”.

“O una vida tranquila, o una muerte feliz. Es bueno morir cuando la vida es molesta. Vale más no vivir que vivir desgraciado” (I,XXXIII,281).

En otro texto de sus “Ensayos”, encontramos a un Montaigne que nos habla de una lucha frente al sufrimiento, de un vivir para el “otro”, de una “responsabilidad en la“polis”.

“A veces, aunque las circunstancias

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nos empujen a lo contrario, hemos de recuperar la vida, incluso con sufrimiento; hemos de detener el alma entre los dientes, puesto que laposibilidad de vivir para las gentes de bien no depende de lo que lesplazca, sino de lo que deban. Aquel que no estima a su mujer o a un amigo tanto como para prolongar su vida por ellos, es demasiado débil y blando: ha de ordenárselo el alma cuando lo requiera el bien de los nuestros; hemos de entregarnos a veces a nuestros amigos y aunque por nosotrosqueramos morir, interrumpir por ellos nuestros designios. Es prueba de gran valor el volver a la vida en consideración a otro, como hicieron varios excelsos personajes; y es un rasgo de singular bondad conservar lavejez, si se siente que ese esfuerzo es dulce, agradable y provechoso para alguien querido“ (II, XXXV,510).

En el siguiente texto vemos como Montaigne nos hace referencia al doblecastigo, el de la ley divina y el de la ley humana.

“Pues muchos sostienen que no podemos

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abandonar esta guarnición del mundo sin orden expresa de aquel que en él nos ha puesto, y que sólo correspondea Dios, que aquí nos ha enviado, no solo por nosotros sino para su propia gloria y para servir a los demás ,el darnos permiso cuando le plazca, y no a nosotros el tomárnoslo, pues no nacimos para nosotros sino también para nuestro país: las leyes nos pidencuenta de nosotros mismos en su propio interés, y nos condenan por homicidio; es decir que comodesertores de nuestra misión somoscastigados en este mundo y en el otro …” (II,III, 32).

* * *

5 - Veamos que opina Hume.

Con su escrito “Sobre el suicidio” elfilósofo escocés D. Hume (1711-1776) aportó una serie de razonamientos desde la teología, la sociología y laética para la justificación delsuicidio.

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Este pequeño ensayo apareció despuésde la muerte del filósofo, levantandoal parecer no pocas controversias.

A la manera de Epicuro, Hume argumentaque, además de nuestro apego a la vida, son muchas las supersticiones que agravan el temor. Frente a esto propugna que sea la filosofía la quese enfrente a ello.

Hume quiere rebatir la postura de Agustín de Hipona y de Santo Tomás.Para él, el suicidio no es un pecado,ni una ofensa contra Dios. Para Humeel suicidio es moral.

Este filósofo plantea una pregunta degran importancia para el tema de laautonomía ante la decisión de vivir omorir. ¿No podemos disponer todos libremente de nuestra propia vida?.

“Si el disponer de la vida humana fuera algo reservado exclusivamente alTodopoderoso, y fuese un infringimiento del derecho divino el que los hombres dispusieran de suspropias vidas, tan criminal sería el

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que un hombre actuara para conservarla vida como el que decidiese destruirla. Si yo rechazo una piedra que va a caer sobre mi cabeza, estoy alterando el curso, y estoy invadiendo una región que sólopertenece al Todopoderoso, al prolongar mi vida más allá del periodoque, según las leyes de la materia yel movimiento. Él le había asignado” .

“¿Podría alguien imaginar que estoyviolando los planes de la Providenciao maldiciendo el orden de la creaciónporque yo deje de vivir y ponga punto final a una existencia que, de continuar, haría de mi un ser desdichado?. Nada más lejos de mi queesos sentimientos. De lo único que estoy convencido es de un hecho que todo el mundo admite como posible: quela vida humana puede ser desdichada, y que mi existencia, de prolongarse por más tiempo, resultaría indeseable;pero doy gracias a la Providencia detodos los bienes de los que ya he disfrutado, y por el poder que ella meha dado de escapar de los males queme amenazan. Quien estúpidamentepiense que no dispone de tal poder,

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estará de hecho quejándose de la Providencia, al verse obligado a prolongar una vida odiosa, llena dedolor, de enfermedades, de humillación y de pobreza” (SS pp.127-128) Hume, situándose en la otra parte, la del pensamiento cristiano, usa los argumentos de éste cuando refrenda que la providencia es la que ha guiado todas las causas, y que nadasucede en el universo sin su consentimiento. Hume responde, que también mi propia muerte, aunque seavoluntaria, es permitida por Dios, ypor lo tanto se materializa con su consentimiento.

El suicidio no transgrede la ley natural. El filósofo escocés apunta igualmente que el mandato de Dios “Nomatarás a tu prójimo” no se puede interpretar como lo hace Agustín de Hipona, extendiendo este mandato a unomismo, esto es, extendiéndola al “note matarás”.

Finalizamos la referencia a Hume coneste texto tomado de ensayo “Sobreel suicidio”.

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“Cuando el dolor o la tristeza superanmi paciencia hasta el punto de hacerque me canse de la vida, puedo sacarla conclusión de que se me está pidiendo, en los más claros y expresivos términos, que deje mi puesto”. (SS p 130).

* * *

6 - Pasemos a Schopenhauer.

En este autor, podemos encontrar unaprofunda reflexión sobre el sufrimiento, dolor y muerte. Para Schoppenhauer, el origen de todo malse ha de buscar en la insaciable voluntad de vivir. De alguna manerase diría que nos pide una negación de nuestra voluntad vital que rozaría la ascética y que no estaría muy alejada de determinadas religiones.

Schopenhauer, nos dice que el hombre, en su búsqueda de una moralidad, se acerca a un rechazo radical de la voluntad de vida, a una negación a

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ésta.

Podríamos llegar a entender, en contrade lo que pudiera parecer a primeravista, que el suicidio sería el actomás sublime del querer del hombre, sin embargo no es otra cosa que un acto de total sumisión a la voluntadde vivir.

El filósofo afirma que quien comete unsuicidio busca con ahínco desesperadoliberarse de males y dolores antes que acabar con su vida. Si pudiera escapar de aquellos males que le acosan sin recurrir a la propia muertelo harían, con lo que según este autor se produciría la paradoja de queel suicidio realmente fuese unamanifestación de voluntad de vida:“Elsuicidio, lejos de negar la voluntadde vivir, la afirma enérgicamente. Pues la negación no consiste en aborrecer el dolor, sino los goces dela vida. El suicida ama la vida; lo único que le pasa es que no acepta lascondiciones en que se le ofrece.

Al destruir su cuerpo no renuncia ala voluntad de vivir, sino a la vida.

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Quiere vivir, aceptaría una vida sinsufrimientos y la afirmación de su cuerpo, pero sufre indeciblemente porque las circunstancias no le permiten gozar de la vida. ” (PPcap.69,p.305).

Vamos a destacar de esteautor una importante referencia vertida en su libro “Parerga y Paralipómena” (Sobre el dolor delmundo, el suicidio y la voluntad de vivir), donde contra aquellospensadores anteriores, quecalificaron el acto del suicidio comoun acto de cobardía y de injusticiaante los demás, el autor hace unalegato de la tan traída y llevada“autonomía”, cuando dice: “es manifiesto que nada hay en el mundosobre lo cual tenga cada uno un derecho tan indiscutible como su propia persona y vida” (PP, p.51).

Este pensador hace uso de Séneca y deHume para reforzar su tesis contra los argumentos teológicos que la tradicióncristiana ha manejado contra el actode libertad que implica el suicidio:

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“El virulento celo de los sacerdotesde las religiones monoteístas, que noencuentra sin embargo apoyo alguno en la Biblia ni en argumentos convincentes, parece, pues descansarpor fuerza en una razón huera” (PP,p.58)7).

* * *

7 - Y finalmente dialoguemos con Nietzsche.

Friedrich Nietzsche es uno de los pensadores más estremecedoramente clarividentes del siglo XIX.

Para este pensador, el sufrimiento hade ser asumido como parte de la vida,formando al hombre y educándole en la percepción de nuevas dimensiones que sólo pueden ser captadas desde ese dolor.Contrario a toda moral Cristiana, el filósofo critica ferozmente el sentido redentor y trascendente del sufrir humano, expuesto insistentemente por el

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cristianismo.

Nietzsche, mirando al mundo griego, retoma el dolor como resultado de undestino trágico que tiene que ser aceptado por el hombre con todas lasfuerzas, justificando en algunos casos el atentar contra la propia vida.

La concepción de la muerte, comoun acto de libertad humana, está presente en sus palabras

La posición nietzscheana apuntaargumentos a favor de la eutanasia, y de la ayuda al suicidio.

En su opinión es “mucho mejor la decisión de optar por la muerte rápiday libre a través del suicidio” (Aurora, nn.52)En “Así hablaba Zaratustra”, y más concretamente en sucapítulo sobre “La muerte libre”, elfilósofo desarrolla una defensa estremecedora sobre la eutanasia y elsuicidio:

“No quiero ser como los cordeleros, que estiran su hilo caminando para

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atrás. Más de uno llega a tan viejoque ya no es edad la suya ni para susverdades y sus victorias; la boca desdentada ya no tiene derecho a decirtodas las verdades” (AHZ, p.539).En obras como “Humano, demasiado humano”, “Genealogía de la moral” o “Elcrepúsculo de los ídolos” y otras,encontraremos múltiples referencias sobre la actitud del ser humano ante la muerte.Terminemos nuestro recorridocon un texto realmente estremecedor del genial filósofo:“El enfermo es un parásito de la sociedad. Hallándose encierto estado es indecoroso seguir viviendo. El continuar vegetando, en una cobarde dependencia de los médicosy de los medicamentos, después de queel sentido de la vida, el derecho a la vida se ha perdido es algo que debería acarrear un profundo, desprecio en la sociedad. Los médicospor su parte, habrían de ser los intermediarios de ese desprecio, -norecetas, sino cada día una nuevadosis de náusea frente a su paciente…Crear una responsabilidad nueva, la del médico, para todos aquellos casosen que el interés supremo de la vidaascendente, exige el aplastamiento y

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la eliminación sin consideracionesde la vida degenerante- por ejemplo,en lo que se refiere al derecho a laprocreación, al derecho a nacer, al derecho a vivir… Morir con orgullo cuando ya no es posible vivir con orgullo. La muerte, elegida libremente, la muerte realizada a tiempo, con lucidez y alegría, entre hijos y testigos: de modo que aún resulte posible una despedida real, ala que asista todavía aquél que se despide, así como una tasación real delo conseguido y querido, una suma de la vida –todo ello en antítesis a la lamentable y horrible comedia que el cristianismo ha hecho de la hora de lamuerte. Se debería, por amor a la vida querer la muerta de otra manera…” (CI)Creo que este fragmento de Nietzsche nos lleva a no pocas reflexiones.

* * *

La muerte no tiene para todas lassociedades, y los momentos históricos, el mismo significado

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El tema del hombre ante la muerte nosobliga hacer una reflexión profundasobre cómo las creencias, e incluso los hechos, se construyen socioculturalmente. Todos morimos, pero cada muerte es diferente, aunque no tan diferente, tanto según los individuos como segúnlas sociedades y según épocas históricas.

Nosotros, en nuestro recorrido, hemos dejado atrás –intencionadamente- el estudio de la muerte en la Edad Media.

Para cubrir esta época, nos vamos a servir del libro de Philippe Aries titulado “El hombre ante la muerte”.

El haber dejado para lo último elestudio de esta época no es caprichoso. El Medioevo sorprendentemente se parece mucho –apesar de fuertes antagonismos- a nuestra sociedad actual. No en baldelos medioevales son antepasados nuestros, y por ello no es de extrañarque algunas de sus obsesiones y

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apegos, aún persisten en nuestro subconsciente colectivo.

Por supuesto algunos fuertescontrastes son claros.

En el Medioevo, predominaba unambiente de extrema pobreza. Habíauna autoridad máxima de carácter religioso. Los conocimientos científicos y tecnológicos estaban porel suelo, mucho peor que en la épocaromana.

Pero si substituimos las catedrales por los bancos, las prácticas inquisitoriales por las que imponen, hoy en día, las agencias internacionales de evaluación económica, los congresos eclesiásticospor los congresos y los organismos internacionales, dominados por un parde grandes potencias etc. etc. nos percataremos de que hay terribles parecidos, si abstraemos el tema de laacumulación obsesiva de la riqueza

Se nos puede argumentar que el individuo estaba oprimido, y en ciertosentido suprimido, en la Edad Media.

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Y que hoy -aparentemente al menos-vivimos en un ambiente de marcado individualismo.

Recordemos que los medioevales tapaban esta brutal anulación, en la vida práctica, del individuo con la promesade una eternidad gozosa, si se portaba bien.

Pero el pretendido individualismo dela época actual es, más que nada. Unabroma sangrienta. También se nospromete hoy, por la publicidad política y económica, una vida maravillosa, una especie de cielo en la tierra, si nos portamos bien y seguimos las directrices que ellos –los poderosos- nos dan.

En la Edad Media, la opresión y la explotación se encubrían bajo promesascelestiales y dogmas sagrados. Por supuesto, hoy en día la retórica encubridora de los grandes abusos y crímenes de los todopoderosos, las manipulaciones de los grandes intereses -imperiales- se tapan bajoel concepto, tan degradado en la práctica, de democracia, los derechos

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civiles y el progreso indefinido –teóricamente abierto a todos-.

Se invaden países y se tiran bombas ennombre de la libertad y del progreso.

Otro botón de muestra de nuestra degradación democrática consiste en que, en la gran nación, democráticaestadounidense, existen –legalmente-unos grupos que se llaman cabilderos –“lobbies”-, cuya función real es vender el gobierno a los que mejor paguen por ello.

Y no nos olvidemos de los miles demillones que se gastan en lavarleel cerebro a los votantes, a través dela publicidad y de la manipulación delos medios masivos.

En verdad, en nuestra sociedad actual,el valor real del individuo está tan muerto como en la Edad Media.

Incluso seguimos aferrados a la concepción aristotélica-tomista de quela vida del individuo es propiedad dela sociedad y del Estado. Y que, porlo tanto, es el Estado, y sus leyes,

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quien debe decidir sobre el momento yel estilo de nuestra muerte.

Cada individuo es una inversión delEstado, pertenece al Estado. Y destruir propiedad del Estado esdelito

No me parece muy individualista ni muylibre, una sociedad en la cual el individuo no tiene derecho alguno a elegir el momento y el estilo de su muerte.

• • •

Pero volvamos al tema del ambiente deextrema pobreza, que predominaba enel Medioevo -,tan bien recogido en un libro de Philippe Aries.

En la Edad Media -contrastando con lanuestra- la miseria económica se dabauna corta expectativa de vida -de poco más de 25 años–.

Al hambre y a la pobre alimentación,se le agregaba la ignorancia o el desprecio por las más mínimas reglas

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de higiene sanitaria, incluso las quehabían regido durante la antigüedad grecorromana.

Además los abundantes e insalubres partos acortaban la vida de las mujeres, tanto o más que la violenciamilitar la de los hombres-.

En ese marco de expectativa de pocosaños de vida, pobreza económica, casinulas opciones sociales, las creencias eran tan diferentes -tan opuestas- de las actuales que puedenresultar poco menos que incomprensibles.

Desde los guerreros más salvajes hastalos monjes más devotos, desde lasvírgenes adolescentes hasta las prostitutas curtidas, todos aceptabanla muerte con una resignación que eracasi una sabiduría.

En la Edad Media, según Philippe Aries, nadie comprendería el deseoactual de pelear con la muerte, las actuales invocaciones a resistirse a la muerte, de enfrentarla.

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Cuando ella llegaba, lo que correspondía era reconocerle el poder,rendirse a ella y morir en paz.

Aries da cuenta de varios relatos en que los que van a morir saben que llegó la hora, se despiden de amigos yfamiliares, disponen los últimostrámites y mueren tranquilos.

En el erudito recorrido por la historia de la muerte en Occidente –desde los enterramientos en las iglesias a la difusión de los cementerios, desde los ritos macabrosarcaicos a la medicalización moderna-,Philippe Aries va poniendo en evidencia de manera casi obsesiva, que no hay una lógica del morir: la resignación medieval, la desesperacióncontemporánea, las diferentes formasde tratar a los cadáveres demuestranque la muerte, aunque nos llega a todos, no es tratada del mismo modouniversalmente.

En cada época se muere de manera diferente. Cada sociedad tiene lamuerte en la que cree.

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Nuestra época, contratando con lamedioeval, ha hecho de la glorificación del cuerpo, de la saludy de los jóvenes su centro de sentido, detesta por eso mismo la muerte.

Más que temerle, a nuestra sociedad lamuerte le parece injusta, obscena.

Ahora la muerte viene a interrumpir el fuerte impulso que tiene la vida moderna: la angustiosa apuesta por la duración.

Ya casi nadie toma en serio eso de lavida eternal, y el complementario Dios providente, que cuida de su rebaňo de seres sumisos.

Ahora se habla mucho de libertad, peroen la práctica se sigue valorandosobre todo el servil sometimiento alos poderosos.

Se sigue demonizando y castigando la insumisión y la rebeldía contra los poderes fácticos establecidos y, en la mayoría de los casos, incluso legitimados por un curioso juego,

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lleno de trampas -legales y marginales-, al que seguimos llamandodemocracia.

Es curioso observar que, en este nuevocontexto, la concepción aristotélicasobre el suicidio ha sido- y sigue siendo- la posición oficial, correcta, en Occidente. El individuono es dueño de su propia vida. El propietario es el Estado, o la sociedad.

El Imperio, el Estado o el grupo organizado, siguen considerándoselos dueños y señores de la vidadel individuo.

La libertad humana real, básica,que consiste en disponer de lapropia vida-muerte, no solo estáprohibida en la mayoría de lospaíses del mundo sino inclusopenalizada.

Curiosamente esta libertad,radical y primaria, no está

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incluida en la lista de los derechos civiles, proclamada porla Organización de NacionesUnidas.

¿Por qué no?.

* * *

Hasta donde yo he podidoaveriguar, en el llamado mundooccidental, solo hay leyes queque permiten la eutanasia,debidamente controlada, es el enEstado norteamericano deOhio, en Bélgica, Luxemburgo,Suiza y Holanda.

Pero la opinión va cambiando. Recientemente, en una entrevista aparecida en L'Avenir de la vie (El porvenir de la vida), Jacques Attali, desarrolla al respecto algunas consideraciones preciosas:

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<<La eutanasia será uno de los instrumentos esenciales de nuestras sociedades futuras en todos sus tipos posibles. En una lógica socialista, para empezar, el problema se plantea como sigue: la lógica socialista es la libertad, y la libertad fundamentalmente es el suicidio; en consecuencia, el derecho al suicidio directo o indirecto es un valor absoluto en este tipo de sociedad. En una sociedad capitalista, las máquinas para matar, las prótesis que permitirán eliminar la vida cuando ella sea bastante insoportable o económicamente muy costosa, verán sus días y serán una práctica corriente. Pienso, entonces, que la eutanasia ya sea como un valor de la libertad o como una mercadería, será una de las reglas de la sociedad futura?”.

* * *

Permítanme hacer un paréntesis para llamar la

atención del lector sobre un acaso insólito.

Los suicidios de militares estadounidenses se elevaron a 349 en 2012, superando en más de 50 a las bajas mortales sucedidas en Afganistán (295), según ha informado el Pentágono (enero de 2013).

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Según diversos expertos, la tendencia puede incluso empeorar este año. “Esto es una epidemia que no puede ser ignorada”, ha declarado la senadora Patty Murray

Leon Panetta, secretario de Defensa, ha manifestado en diversas ocasiones la misma opinión que Murray. Panetta reconoció el año pasado que los suicidios dentro del Ejército era el asunto más frustrante que había enfrentado desde que se hizo cargo del Pentágono en 2011.

Más de 10 años de combates en Afganistán e Irak están pasando factura a los miembros de las Fuerzas Armadas norteamericanas;

El Ejército de Tierra es quien ha tenido más suicidios entre militares en activo el año pasado con 182, aunque el Cuerpo de Marines fue el que tuvo el mayor incremento porcentual, 50% más, para sumar 48 fallecimientos. La Fuerza Aérea registró 59 suicidios y la Armada 60.

En 2011, 301 militares se quitaron la vida. Según el Departamento de Defensa, aproximadamente un veterano se suicida cada 80 minutos. El primer año que el Pentágono comenzó a registrar oficialmente estas muertes fue en 2001.

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En 2006, los suicidios entre los soldados comenzaron a dispararse y alcanzaron lo que entonces resultó ser la cifra más alta en el año 2009, con 310 muertes. A partir de ese año fue descendiendo y ha resultado una sorpresa que en 2012 la cifra no haya sido tan elevada debido a que el Ejército está ya fuera de Irak y se encamina a abandonar Afganistán.

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Morir –y matar- por una causa, sea un imperio, una nación, una tribu, un dogma religioso, una ideología, una fe colectiva, en la cultura occidental es considerado heroico y respetable.

Morir, si uno decide suicidarse , “porque si”, por un acto de suprema libertad, al elegir entre la vida o la muerte, es infamante y deshonroso.

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La eutanasia todavía no ha sido reconocida como un derecho humano fundamental y universal.

¿Llegará algún día a serlo?.

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POST DATA.

Por supuesto la Iglesia Católica sigue considerando al ser humano como esclavo de un imaginario Dios, todopoderoso, administrado por el Vaticano.

Sin embargo ya hay sus rebeliones sobre este asunto, incluso de algunos teólogos.

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El teólogo Hans Küng, enfermo de

Parkinson, se plantea pedir el suicidio

asistido.

Berlín, Agencia EFE. 2 de octubre de 2013

“El teólogo suizo Hans Küng, al que el papa Juan Pablo II inhabilitó para oficiar por sus posturas críticas frente al Vaticano, se plantea recurrir al suicidio asistido para poner fin a su vida, ante la progresión que sufre de la enfermedad de Parkinson.

«No quiero seguir viviendo como una sombra de mi mismo», escribe en el tercer y último volumen de sus memorias, según un avance difundido ayer por su editor alemán, Piper Verla”.

“Küng, de 85 años, sufre Parkinson en estado avanzado y teme perder pronto y completyamente la visión, ante lo cual considera la posibilidad de ponerse en manos de una clínica suiza donde practican los suicidios asistidos.

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«El ser humano tiene el derecho a morir cuando ya no tiene ninguna esperanza de seguir llevando lo que, según su entender, es una existencia humana», escribe el teólogo y catedrático de la Universidad alemana de Turingia”.

“Küng vive completamente retirado de la vida pública desde que cumplió los 85 años.

«No estoy cansado de la vida, sino harto de vivir», apunta, para añadir que no tiene intención de cumplir los 90 años”.

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Especialmente interesante es el caso del nonagenario Emiel Pauwels, quien decide morir antes de que un cáncer le impidiera competir.

Llevaba toda la vida corriendo, una vocación de la que vivía y que le había reportado, presumía, más de mil medallas. A sus 95 años, Emiel Pauwels, el atleta más longevo del mundodecidió acabar su carrera más larga. Él, que tantos retos había afrontado desde los 14 años, optó por acogerse a la

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eutanasia. Murió por una inyección letal tras despedirse todos sus seres queridos por todo lo alto.

Brindó con champán y lo consideró “la última travesura” de su trayectoria.

La fiesta se convirtió en una auténtica oda a la vida. “No lloréis por mí”, dijo a sus allegados, Sed felices, como yo. Toda la gente a la que quiero está hoy aquí. Solo por mí. Por eso puedo ser feliz”, recordó a los asistentes. Y concluyó: “Esta ha sido la mejor fiesta de mi vida”.

El cáncer se le habían detectado en noviembre, justo después de haber conseguido un oro en la Copa del Mundo 2013 celebrada en Brasil, amenazaba con postrarlo en una cama hasta su muerte. .El atleta belga dice antes de morir: “Sed felices como yo”.

Bélgica es uno de los países más avanzados en la regulación de la eutanasia (solo Holanda, Luxemburgo y Suiza la contemplan también en Europa).

Emiel Pauwels eligió morir como había

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vivido: rezumando energía. La misma que exhibía en la carrera que disputó el pasado marzo en San Sebastián, cuando resultó ganador en 60 metros lisos. Y con un sentido del humor del que hacía gala al aludir, casi hasta el último momento, al interés que despertaba en las mujeres por sus proezas deportivas

Fuente de esta información: “elpais.com”.

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