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    Desdoblamiento espacial enEl otro cielode Julio Cortzar

    Zita ARENILLAS CABRERA

    Mster Universidad Complutense de Madrid

    [email protected]

    RESUMEN

    En el relato de Julio Cortzar El otro cielo (Todos los fuegos el fuego, 1966) nos encontramossimultneamente con dos ciudades (Pars y Buenos Aires) en tiempos tambin distintos (segun-da mitad del XIX y primera mitad del XX, respectivamente). Esta bi-localizacin funcionacomo punto de partida para el desdoblamiento del yo protagonista: la capital argentina es la ciu-dad de la convencin y el deber, mientras que la francesa es el espacio del deseo de ser otro, elespacio de la otredad. Son las galeras de ambas metrpolis, a las que inconscientemente llegasiempre el personaje, fiel al ritual delflneur, las que se alzan como puerta de acceso a cadauno de los espacios urbanos. stos, caracterizados a travs de un juego de oposiciones, subra-yan la presencia del motivo del doble en el texto.

    Palabras clave: Cortzar, Pars, Buenos Aires, espacio urbano, doble.

    ABSTRACT

    In Julio Cortzars story El otro cielo (Todos los fuegos el fuego, 1966) we find, simultane-ously, two cities (Paris and Buenos Aires) in time periods that are also different (second half ofthe XIXth century and first half of the XXth century, respectively). This bi-location works asthe starting point for the splitting process of the protagonists self: the Argentinean capital is thecity of conformity and duty, whereas the French one is the space of desire; desire to be someo-ne else, the space of otherness. The passageways of both metropolises, where the characteralways arrives, unconsciously, loyal to the ritual of theflneur, stand up as the access gates toeach one of the urban areas. The latter, characterized through a game of oppositions, underlinethe presence of the double motive in the text.

    Keywords: Cortzar, Paris, Buenos Aires, urban space, double.

    Revista de Filologa Romnica ISBN: 978-84-669-3068-02008, anejo VI, 135-143

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    Der Abend spricht mit lindem Schmeichelwort die Gassen

    In Schlummer der Se alter Wiegenlieder,Die Dmmerung hat breit mit hllendem Gefieder

    Ein Riesenvogel sich auf blaue Firste hingelassen1.

    (Stadler)

    La crtica ha hablado de topofilia o circunstanciacin para referirse a las narra-ciones de Julio Cortzar porque en sus relatos las coordenadas espaciales no fun-cionan slo como escenario para las acciones, sino que el lugar que habitan o por elque transitan los personajes implica su propia definicin:

    En sus relatos, el espacio se convierte en una forma de ser; estar o vivir en un lugar

    implica una forma de actuar []. El personaje as se define al circunstanciarse oquerer hacerlo []. Al revs de la propiedad plstica del espacio onrico, el perso-naje cortaziano se define por donde va, donde quiere ir, o donde se asienta. (More-llo-Frosch 1975: 116)

    El otro cielo se ajusta perfectamente a esa idea de vinculacin emocional conel espacio, ya que las ciudades que aparecen suponen modus vivendi distintos parael narrador y personaje. Las urbes que en esta obra comparten protagonismo sonlas mismas que enRayuela, pero hasta aqu posibles paralelismos espaciales entreuno y otro texto: si en la novela las capitales son sucesivas, en este cuento esta-blecen una suerte de relacin de simultaneidad que tambin conlleva un desfasecronolgico2.

    Lo curioso de este texto, efectivamente, es que el personaje viola toda lgica

    espacio-temporal al transitar libremente entre dos metrpolis bien lejanas, el Bue-nos Aires de, aproximadamente, la tercera y cuarta dcadas del siglo XX y el Parsde en torno a 1868. En ningn momento se explicita el nombre de estas capitales.Son los topnimos callejeros los que permiten identificar un suelo o el otro. ElPasaje Gemes bonaerense funciona como entrada al barrio de las galeras de lacapital francesa; se abre y ramifica, como los nervios de una hoja desde el tallo,por el oculto entramado parisino: Passage des Panoramas, Galerie Saint-Foy, Pas-sage du Caire, Passage des Princes y en especial por la Galerie Vivienne. Encuanto al tiempo, salvo una fecha explcita al comienzo del texto (1928), se dedu-ce por la alusin a vicisitudes histricas: cuando el personaje est en Buenos Aires,hay referencias a la poltica nacional, estbamos entonces en plena dictaduramilitar, una ms en la interminable serie (Cortzar 1976: 164)3, e internacional,

    Zita Arenillas Cabrera Desdoblamiento espacial en El otro cielo de Julio Cortzar

    1 La noche habla por las callejas con hermosas palabras / de adulacin, en duermevela y la dulzura de lasviejas nanas, / el crepsculo con anchas plumas que cubre un pjaro gigante / se ha dejado caer sobre cres-tas azules (Traduccin de Jenaro Talens).2 El otro cielo, en forma tal vez ms eficaz queRayuela, por lo condensado y directo, da expresin al con-flicto fundamental de Cortzar, hombre y escritor. Est escrito en primera persona y es evidente que el rela-tor tiene mucho del autor mismo, confindonos la experiencia de su vivir simultneo en dos mundos, Bue-nos Aires y Pars (Filer 1970: 88).3 A partir de ahora, todas las citas textuales del relato de Cortzar que aqu se trata las indicar nicamentecon el nmero de pgina correspondiente aLos relatos 3. Pasajes, Alianza: Madrid, 1976.

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    pero la gente se apasionaba sobre todo por el desenlace inminente de la guerramundial (164); mientras que cuando est en Pars, es la inminente invasin pru-siana (1870-1871) y la guillotina las que indican que no se trata del mismo inter-valo temporal.

    Los pasajes, por lo tanto, funcionan como el tnel en lo temporal, que permi-te poner en contacto e incluso facilitar la comunicacin de las realidades distintas(Campos 1981: 331). S, realidades, porque los espacios son verdicos. Se pue-den seguir con el dedo, en un plano de Pars, los lugares por los que el personajepasea. Viajar en el tiempo o trasladarse de un lado al otro del ocano Atlntico enunos segundos es una de las formas cortazianas de lo fantstico, que siempre cuen-ta con una base real y con unos personajes capaces de ver y hacer cosas que losdems no pueden percibir4. Como el poeta, el extraado, el que es consciente de sulateralidad y goza de ese sentimiento de no estar del todo en cualquiera de las

    estructuras, de las telas que arma la vida y en las que somos a la vez araa y mos-ca (Cortzar 1970: 32).A nivel narrativo, resulta sorprendente que el trnsito de un cronotopo al otro se

    realiza sin marcas textuales de ningn tipo. Dentro del mismo prrafo, a veces inclu-so de la misma frase, el personaje cruza el ocano y retrocede en el tiempo:

    Todava hoy me cuesta cruzar el Pasaje Gemes sin enternecerme irnicamente conel recuerdo de la adolescencia al borde de la cada; la antigua fascinacin perdura

    siempre, y por eso me gusta echar a andar sin rumbo fijo, sabiendo que en cualquiermomento entrara en la zona de las galeras cubiertas, donde cualquier srdida boti-ca polvorienta me atraa ms que los escaparates tendidos a la insolencia de las

    calles abiertas. La Galerie Vivienne, por ejemplo, o el Passage des Panoramas consus ramificaciones, sus cortadas que rematan en una librera de viejo, o en una inex-

    plicable agencia de viajes donde quiz nadie compr nunca un billete de ferrocarril.(148-149)

    La dislocacin es tan sencilla que empujando apenas con el hombro cualquierrincn del aire (147) una ciudad se trastoca en otra, y as el esquema de la narra-cin participa de la singular estructura del laberinto (Pizarnik 1969: 56). La ciudadde Pars, ms concretamente el Barrio de la pera, se convierte en alojamiento deun nuevoflneurque gusta de la deriva placentera del ciudadano que se deja lle-

    var por sus preferencias callejeras (147), que disfruta de las horas del explorador(155). Charles Baudelaire fue uno de los primeros en cantar al ritual de laflnerie,al anonimato y la alteridad que las ciudades brindan al hombre.

    Para el perfecto paseante, para el observador apasionado, es un inmenso goce elelegir domicilio entre el nmero, en lo ondeante, en el movimiento, en lo fugitivo y

    4 No podramos pensar en un conjunto de elementos fantsticos existentes en sus relatos sin tener que afir-mar la fuerte presencia de lo real en todos ellos [] son de tal cotidianismo y de una contemporaneidad queel autor apenas si ha tenido que mirar a los lados []. Lo fantstico est injerto en la vida diaria, y se nos

    presenta tan real no tan slo tan verosmil como lo real cotidiano. Slo se exige una cosa: saber verlo(Campos 1981: 327).

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    lo infinito. Estar fuera de casa, y sentirse, sin embargo, en casa en todas partes; verel mundo, ser el centro del mundo y permanecer oculto al mundo, tales son algunosde los menores placeres de esos espritus independientes, apasionados, imparciales,que la lengua slo puede definir torpemente. (Baudelaire 2005b: 358)

    Cuando se vea con ms detenimiento el porqu de ese desdoblamiento espacio-temporal enEl otro cielo, podr entenderse la razn por la que puede establecerseuna vinculacin entre este personaje cortaziano y el tipo urbanita del que nos hablel poeta francs, pero antes es necesario hablar de dilogos entre Cortzar y otroautor, ya que este cuento es un hipertexto deLos cantos de Maldorordel Conde deLautrmont. Las citas que encabezan las dos partes del relato atestiguan por un ladoel motivo del doble y por otro, el motivo espacial de las galeras.

    La frase Ces yeux ne tappartiennent pas o les as-tu pris?, que abre el rela-to, pertenece al canto IV deMaldoror, en el que tiene lugar un encuentro entre elpersonaje y su doble:

    El fantasma se burla de m: me ayuda a buscar su propio cuerpo. Si le indico, conun signo, que no se mueva, l me devuelve el mismo signo El secreto ha sido des-cubierto [...]. No es la primera vez que la pesadilla de la momentnea prdida dememoria fija su morada en mi imaginacin, cuando, por las inflexibles leyes de laptica, me encuentro ante el desconocimiento de mi propia imagen. (Lautramont2005: 234-235)

    La segunda cita textual, O, sont-ils passs, les becs de gaz? Que sont elles deve-nues, les vendeuses damour? est extrada del canto VI, cuya accin, en efecto, sedesarrolla en el mismo escenario por el que pasea el yo parisino deEl otro cielo: laGalerie Vivienne, el boulevard Montmartre, la rue Colbert

    Para un estudio pormenorizado de este aspecto, es decir, de las relaciones inter-textuales ms all del papel de las localizaciones, sugiero consultar un artculo deEmir Rodrguez Monegal titulado Le fantme de Lautramont en el que los dife-rentes paralelismos entre personajes y autores quedan interesantemente disecciona-dos. Aqu bastar hacer un breve apunte, ya que el tema que me interesa analizar esla participacin del espacio urbano en la construccin del motivo del desdobla-

    miento del personaje.Para empezar,Los cantos de Maldororfueron publicados en Pars en 1868 recur-dese que el Pars deEl otro cielo se encuadra en las proximidades de la invasin pru-siana de 1870-1871. Por otro lado, precisamente en ese barrio de las galeras esdonde Maldoror encuentra a una de sus vctimas y es tambin donde vivi IsidoreDucasse, el escritor montevideano que se escondi tras el seudnimo de Conde deLautramont. Si entramos de lleno en el relato de Cortzar, los personajes Laurenty el sudamericano se prestan fcilmente para seguir estableciendo paralelismos:Laurent, cuyo nombre parece una reduccin de Lautramont, es un asesino de pros-titutas que recuerda a Maldoror, y el sudamericano, a su vez, es un escritor que no

    consigue realizar sus perversiones sexuales y que incluso, en un momento puntual,llega a ser sospechoso de ser el propio Laurent.

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    En las alusiones de El otro cielo a Les chants de Maldororhay otra forma de vin-cular al sudamericano con Laurent: ambos recorren el barrio de las galeras,acosados por el mismo impulso de ir ms all, de transgredir; ambos terminan

    por cometer actos (asesinar, escribir) que son formas de transgresin ltima con-

    tra la sociedad; ambos mueren igualmente condenados. De esta manera, Laurentse convierte en el doble, o fantasma, del sudamericano. (Rodrguez Monegal1981: 144)

    Los dos acabarn muriendo casi al mismo tiempo, como recurrentemente suce-de en la narrativa que se sita dentro de la temtica del doble5. Y esto no deja deser significativo para el personaje de Cortzar (167), que para ms seas pierdeel acceso al barrio de las galeras despus de que eso suceda. Por qu? Una vezms recurro a Rodrguez Monegal, que explica que del mismo modo que Laurentes un reflejo deformado del sudamericano, el yo parisino lo es del de Buenos

    Aires. Creo que la muerte de la primera pareja es tomada por el yo argentinocomo una seal premonitoria de lo que le puede llegar a suceder si sigue mante-niendo esa vida desdoblada. Algo parecido es lo que sugiere Alejandra Pizarniken sus reflexiones sobre el relato:

    El soador teme abandonarse indivisiblemente a su ntimo llamamiento [...]. Bas-te mencionar el desdoblamiento de s o la certidumbre (y el terror) de ser dos, oel miedo a perder la identidad, o el desconsuelo ulterior a la proyeccin de cria-turas psquicas maravillosas en el mundo real. (Pizarnik 1969: 57-58)6

    Finalmente, Rodrguez Monegal encuentra incluso una curiosa corresponden-cia entre el propio Cortzar e Isidore Ducasse: el primero naci en Europa, depadres franceses y escriba en espaol; el segundo, sin embargo, naci en Suda-mrica, de padres franceses, y escriba en francs. Isidore Ducasse se convierteen el doble, especularmente invertido, de Cortzar (Rodrguez Monegal 1981:148-149).

    Ahora resulta mucho ms sencillo aclarar las razones estrictamente intradie-gticas de la bi-localizacin y el desdoblamiento en el cuento de Cortzar: el narra-dor y personaje viaja de un lugar a otro porque en Buenos Aires no puede ser elque es en los pasajes de Pars. All, bajo los falsos cielos de las galeras, cons-

    truye un nido donde alcanzar sus anhelos. Puede decirse, por lo tanto, que en Elotro cielo el espacio urbano funciona como metfora del deseo de ser otro. Y aques donde puedo retomar la vinculacin con Baudelaire y elflneur. En el poemaen prosaLas multitudes se lee:

    5 William Wilson fallece en el mismo momento en el que asesina a su misterioso doble, igual que les ocu-rre al Dr. Jekyll y Mr. Hyde, a Dorian Gray cuando apuala su retrato, a Ricardo de Loureiro cuando dispa-ra a Marta (enA Confisso de Lcio, de Mario de S-Carneiro), y as un largo etctera.6 No comparto, por lo tanto, la idea de Francisca Noguerol Garca (1994: 241-243) de que Laurent es enmayor medida que el sudamericano un doble proyectado del yo argentino de El otro cielo. ste no apun-

    ta ninguna tendencia violenta (y mucho menos asesina) que pueda ser materializada por mediacin de Lau-rent.

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    No todos pueden darse un bao de multitudes: gozar de la muchedumbre es un arte;y slo puede darse un festn de vitalidad, a expensas del gnero humano, aqul aquien un hada insufl en su cuna el gusto por el disfraz y la mscara, el odio al domi-cilio, y la pasin al viaje. [...] El poeta goza del incomparable privilegio de poder

    ser, a su guisa, l mismo y otro. (Baudelaire 2005a: 66)

    El paseante, una hormiga ms en el rebao de la multitud, se despoja de su uni-cidad y encuentra la posibilidad de ser cualquier otro, que es precisamente lo quepersigue el yo de Buenos Aires. Esa patria secreta (147) de los pasajes, a pesar decorresponderse con lugares localizables en un mapa real, puede entenderse, usandotrminos psicoanalticos, como el espacio de los deseos reprimidos. Es su espacio,de ah el empleo de posesivos para referirse a l. All, y slo all, puede ser diferen-te. En cuanto vuelve a Argentina, los rituales sociales y polticamente correctos sonretomados.

    Al comienzo del relato se habla del Pasaje Gemes como de una caverna deltesoro en que deliciosamente se mezclaban la entrevisin del pecado y las pastillasde menta (148). Es el lugar en el que el personaje dice haberse despojado de la infan-cia, sumergindose en ese mundo de revistas de mujeres desnudas, meretrices yconsultorios de enfermedades venreas (148). Walter Benjamin, en elLibro de los

    pasajes, dice que los proxenetas son las naturalezas frreas de esta calle [es decir,de las galeras], y sus frgiles cristales las prostitutas (Benjamin 2007: 865). En ellaberinto cubierto de Pars, al que se accede desde ese pasaje inicitico de BuenosAires, el personaje retorna a ese ambiente que de joven le fascinaba, y consigue noslo lo que entonces no alcanz por tener tanta infancia en la cara (149), sino tam-

    bin lo que su vida como corredor de bolsa en Argentina y como hombre empareja-do no le permite: pasar las horas charlando y bebiendo grog en los cafs, en com-paa de la prostituta Josiane, o perderse, cual heredero de laflnerie la Baudelaire,por las arterias y las venas de la ciudad francesa. Termin sospechando que ramossobre todo sensibles a la proteccin de los escaparates iluminados (159). Las gale-ras de Pars se convierten en su segunda casa.

    Se toca con ello otro aspecto del tema [el flneur]. Pues igual que el callejeo puedetransformar completamente Pars en un interior, en una vivienda cuyos cuartos sonlos barrios, que no estn claramente separados por umbrales como verdaderas habi-

    taciones, del mismo modo la ciudad puede abrirse tambin alrededor del paseantecomo un paisaje sin umbrales. (Benjamin 2007: 427)

    Dicho esto, conviene analizar los distintos elementos urbanos que aqu se mane-jan. Esto supondr ver algunos de los aspectos representativos de este tipo de espa-cios as como su interrelacin, en este caso, con el tema del doble. Por eso hay quehablar de la construccin de espacios a partir de oposiciones binarias.

    Para empezar, lgicamente, hay que pensar en la naturaleza propia de lospasajes y las galeras, es decir, lugares separados, aislados, dentro de la metrpo-li. Tan distintos, de hecho, que tienen su propio cielo, un cielo de claraboyas,

    de vidrios sucios y estucos (148-149). As, esta patria personal se cimenta comoespacio cerrado al estar arquitectnicamente protegida del exterior. De hecho, el

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    personaje seala cmo ese territorio de falsos cielos es ms atractivo que el espa-cio indefenso ante la insolencia de las calles abiertas (148). Buenos Aires es elespacio de los cielos altos, mientras que Pars es el de los cielos prximos. Delmismo modo que los techos de los pasajes protegen de la lluvia, del fro y de lanieve, aqu suponen tambin una proteccin frente a los deberes laborales, mari-tales y morales. Y me remito a las palabras del narrador, que habla de un mun-do diferente donde no haba que pensar en Irma [la novia] y se poda vivir sinhorarios fijos (155). Es decir, la oposicin espacio abierto-espacio cerrado refuer-za esa bipolaridad en la forma de ser del personaje: fuera tiene que responder comohijo y como novio formal; dentro puede dar rienda suelta a sus fantasas y dese-os frustrados.

    A reforzar esa dualidad del personaje contribuye la dicotoma da-noche, o luznatural-luz artificial. Si el espacio abierto es caracterizado por estar sometido a esa

    mencionada insolencia de las calles abiertas, a la estupidez del da y del sol ahfuera (148), el espacio cerrado, por el contrario, es el de la noche. All dentro (odebajo), la luz solar es destronada para dejar sitio a la iluminacin de gas y a lasvelas, o, en palabras de Benjamin, las sirenas de luz de gas y las odaliscas comollamas de aceite (Benjamin 2007: 866)7. En el momento en el que esas linternasdel placer se encienden, comienza la animacin propia de los pasajes, y las preo-cupaciones de fuera se ahogan en las bebidas alcohlicas o en el humo de las pipas8.Los cafs, que el narrador llama bolsa del ocio y del contento (154) y que se opo-nen a la Bolsa donde l trabaja como brokerdurante el da, albergan corros de ami-gos entre los que, ante una copa de vino blanco, de ajenjo o de grog, en esa nie-

    bla caliente de las voces y los tragos (156), la conversacin fluye suave y relajada.No como en la salita bonaerense con la madre y la novia.Igual que el caf se pliega sobre s mismo como espacio cerrado dentro de otro

    espacio cerrado, la buhardilla de Josiane, una bohardilla de novela barata (150),se hincha como una burbuja de intimidad dentro de la burbuja mayor que es estapatria secreta. Bajo ese segundo techo, an ms prximo que el de los pasajes yque puede tocarse con la mano desde la cama (165), se dilata la poesa de las cari-cias y el dilogo sincero que ante los espejos de los cafs no es tan fcil y no diga-mos ya con Irma y la madre. Con ayuda de la memoria el personaje intenta lle-varse consigo la calidez del lugar. Fotografa con los ojos las muecas y las lminas

    que adornan la casa de Josiane. As pretende que la aridez del Buenos Aires des-protegido sea menos dura al proyectar all ese escenario memorizado que le es tanquerido. Al igual que el yo lrico del poema de BaudelaireEl aposento doble, parael yo de este relato no slo se trata de ciudades desdobladas, sino tambin de habi-taciones que se oponen y se complementan.

    7 Recurdese, por otro lado, que precisamente en la cita textual de Los cantos de Maldororse mencionanles becs de gaz, adems de a les vendeusses damour, con quienes el yo parisino comparte sus nochesde libertad.8 Oh noche! Refrescantes tinieblas! Sois para m la seal de la fiesta interior, sois la liberacin de una

    angustia! En la soledad de las llanuras, en los pedregosos laberintos de una capital, titileo de las estrellas,explosin de las linternas, sois los fuegos artificiales de la diosa libertad! (Baudelaire 2005a: 88).

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    Cuando estaba a punto de dormirme en mi pobre cuarto con su almanaque ilustra-do y su mate de plata como nicos lujos, me preguntaba por la bohardilla y no alcan-za a dibujrmela [...]. Cada mueca, cada estampa, cada adorno fueron instaln-dose en mi memoria y ayudndome a vivir cuando era el tiempo de volver a mi

    cuarto o de conversar con mi madre y con Irma de la poltica nacional y de las enfer-medades en las familias. (151-152)

    Por ltimo tengo que detenerme en otro aspecto que, si bien no es arquitectni-co, s es algo caracterstico del espacio urbano: los olores. La importancia del senti-do olfativo en lo que a emociones y sentimientos se refiere la experimentamos cadauno de nosotros permanentemente. Quin no tiene olores asociados a un momentoconcreto?

    Dejando a un lado el hecho de que la ciudad de Buenos Aires est agujereadacon pozos de fragancia a jabn, a tabaco negro, a yerba mate y a tinta de impren-

    ta (158), lo importante en este texto es el olor que da la bienvenida a las galeras. Ytambin en este punto hay que hablar de oposiciones: la fragancia del caf9 seenfrenta al de la cerveza rancia y el aserrn, del mismo modo que se oponen lo posi-tivo y lo negativo. Dependiendo del estado de nimo del personaje y de la proximi-dad a su patria secreta predomina una fragancia u otra. Por eso, ya al final, cuan-do el acceso al mundo del otro cielo se est perdiendo, los olores negativos sonlos que predominan.

    Ahora, en cambio, sin siquiera tener el consuelo de reconocer como aquella maa-na el aroma vehemente del pasaje Gemes (ola a aserrn y a leja), empec aadmitir desde muy lejos que el barrio de las galeras no era ya el puerto de repo-

    so. (165)

    Espacios abiertos y espacios cerrados, luces naturales y luces artificiales, oloresagradables y antipticos. He sealado un juego de anttesis que refuerza y subrayala presencia del motivo del doble, ya que los dos espacios urbanos, Pars y BuenosAires, se definen a travs de oposiciones. Incluso hemos visto espacios an ms reser-vados la buhardilla sobre todo dentro de los pasajes. All, en ese Pars concreto,lejos del ritual del anisado y del caf de sobremesa con su madre y con Irma, el per-sonaje puede seguir apegado a la actitud desconocedora del compromiso. Mantieneviva la atraccin y la curiosidad por las Josiane de aquellos das [de veinte aos

    atrs y en Argentina] que le miraban con un gesto entre maternal y divertido, consus batas de seda y kimonos violeta (148-149). Y no slo mantiene vivo ese sen-timiento, sino que lo materializa al pasear, junto con su Josiane particular y concre-ta, por ese barrio parisino en el que, flneurextranjero, visita las esquinas de lasdems prostitutas o conversa con ellas en un caf.

    Buenos Aires es la ciudad-Irma, la ciudad de las novias araa (164) en la quehay que cumplir a rajatabla todos los protocolos de la sociedad. Pars, por el con-trario, es la ciudad-Josiane o la ciudad de la alteridad.

    Zita Arenillas Cabrera Desdoblamiento espacial en El otro cielo de Julio Cortzar

    9 El olor del caf tambin se bifurca: al entrar una vez ms en el Pasaje Gemes me envolvi de golpe elaroma del caf, su violencia casi olvidada en las galeras donde el caf era flojo y recocido (158).

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    El adolescente de Buenos Aires sufre las torturas de Tntalo. Para el joven que viveen Pars, en cambio, la zona de las galeras cubiertas es la zona de la libertad: allencuentra las mujeres que le facilitan el placer, all realiza los sueos masturbato-rios del adolescente de la Galera Gemes. (Rodrguez Monegal 1981: 138)

    Sin embargo, cuando llega el matrimonio con Irma ya no hay posibilidad devolver a pasear bajo el otro cielo parisino. Resulta curioso que esa decisin finalcoincida con el lanzamiento de la bomba de Hiroshima y la rendicin de los ale-manes (167), como si lo que el lector hubiera presenciado a lo largo de las pginasdel relato hubiera sido una batalla. Y lo cierto es que el personaje no se enfrenta ala eleccin de una ciudad en la que vivir, sino de un modus vivendi. Al personaje lequeda el menguado consuelo del Pasaje Gemes (166), pero no podr regresar

    junto a Josiane porque la puerta secreta se ha cerrado al aceptar el matrimonio y lapaternidad.

    BIBLIOGRAFA

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