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108 CONGRESO NACIONAL Reunión núm. 29 CÁMARA DE DIPUTADOS Yo no quiero denunciar a los que no han venido, ni tampoco a los que estan- do en la casa no han concurrido al recinto; pero me parece que lo menos que podemos hacer es que quede cons- tancia piiblica del cumplimiento de nuestro deber. Sr. Presidente (C. A. Sánchez). En consideración la indicación formu- lada por el señor diputado por la Ca- pital, que consiste en que se publique en los diarios los nombres de los dipu- tados que se encuentran en este mo- mento en el recinto. Sr. Spinetto. — Que se publiquen en dos o tres diarios de los más importan- Agosto 13 de 1930 tes, como se ha hecho en oportunidades análogas. Sr. Presidente (C. A. Sánchez). ¿En- dos diarios? Sr. Repetto. — En dos, tres o cinco; eso no tiene importancia. Sr. Presidente (C. A. Sánchez). Si hay asentimiento de parte de la Ho- norable Cámara, se hará la publicación. —Asentimiento. Sr. Presidente (C. A. Sánchez). Queda levantada la reunión en minoría. —Es la hora 16 y 2 minutos. CONGRESO NACIONAL CÁMARA DE DIPUTADOS 109 AGOSTO 14 DE 1930 30' REUNION. SESIÓN PREPARATORIA (En minoría) PRESIDENCIA DEL SEÑOR CARLOS A. SANCHEZ DIPUTADOS EN EJERCICIO, PRESENTES: Aldazábal Máximo, Alfaro Manuel, Alvarez Arturo R., Amoedo Aurelio F., Andreis Fernando de, Aráoz Eudoro D., Astesiano Carmelo I., Barbich M. José, Bavio Ernesto- F., Beschinsky Gregorio M., Boix Jacinto, Brizuela y Doria Ramón, Bunge Augusto, Bustillo José M. (hijo), Cáceres Manuel O., Cagnoni Pedro, Cárcano Miguel Ángel, Cossio Pedro, Costa Méndez Nicanor, Díaz Raúl, Di Telia Felipe, Fernández Damián, Ferrarotti Juan Luis, Fresco Manuel A., García Tufión Eduardo, Giuffra Eduardo F., Giusti Roberto F., González Iramain Héctor, Gortari Francisco, Grau José M., Grisolía Gerónimo _J., Grisolía Luis, Guillot Víctor Juan, Guzmán Rodríguez Segundo, Guzzo Domingo A., Lagomarsino Ángel M., Liceaga Fermín M., Lillia Fernando C, López Héctor S., Maeiel Antonio, Martínez Guerrero G., Medús Alberto J., Míguez Edgardo J., Mihura Francisco, Moreno Rodolfo, Mosca Enrique M., Moyano Enrique F., Noble Andrés J., Noble Roberto J., Núñez Pedro R., Pinedo Federico, Quirós Herminio J., Repetto Nicolás, Rodríguez Alfredo, Rouco Oliva José, Sánchez Carlos A., Santamarina Antonio, Sierra Bernardo, Spinetto Alfredo L., Subiza Pascual, Tomaso Antonio de, Trianes Francisco J.; ELECTOS, PRESENTES: Castro Juan B., Correa Francisco E., González Zimmermann A., Guerrero Rafael José, Palumbo José D., Penna José Lucas, Pérez Felipe S., Porto Carlos R., Prigioni Rodolfo R., Remis Guillermo, Zavalla Justo Pastor; EN EJER- CICIO, AUSENTES CON AVISO: Aguirrezabala Miguel A., Alvarado Manuel Ramón, Ferreyra Andrés, Gnecco Manuel F., Gómez J. Antenor, Irigoyen Martin J., Landaburu Laureano, Martínez Raúl V., Ortiz de Zarate Miguel',. Sánchez Adolfo B., Selén Nicolás, Siri Emilio P., Zaccagnini - Antonio, Zavala Gilberto A., Zerillo Juan O; ELECTOS, AUSENTES CON AVISO: Greca, Alcides, Mendoza Padilla Miguel, Toretta Santiago D.; EN EJERCICIO, AUSENTES SIN AVISO: Aguirre Cámara José, Antille Diógenes O, Aparicio Néstor I., Arballo Raúl F., Arguello Lencinas Rosario, Artusi Ambrosio A., Arroyabe Vicente, Astrada Carlos A., Avellaneda Simón, Báez Ricardo, Balbi Ángel B., Beguiristain Manuel, Beltrán Neirot Santiago, Binaghi Ambrosio, Boatti Ernesto O, Bonazzola Carlos F., Borda Julio O, Costa Joaquín, Coulin Roque F., Díaz de Vivar Pedro, Emparanza Francisco, Etcheverry Víctor D., Gallardo Alejandro, Gómez Henríquez Samuel, Gómez Palmes Osear, González Enrique, Gofii Blas, Gua6tavino Julio G., Gutiérrez José MaTÍa, Lanús Roberto, Loustau-Bidaut Pedro, Maza Isidro D., Meabe Armando, Mihura Enrique F., Miñones Alejandro, Muzio Agustín S., O'Farrell Juan A., Ortega Rufino, Oyhanarte Raúl F., Pérez Inocencio A., Perrupato Alfredo Y., Pintos Ángel, Piqué José María, Porta Víctor M., Prat Juan, Quiroga Modesto, Ramírez Amadeo, Rolando Félix I., Santa María Arturo, Solanet Emilio, Solan Felipe O, Soria Luis F., Talens Daniel, Tressens Alfredo, Vásquez Juan Carlos, Villarruel Norberto G., Zarázaga Marcial J.; ELECTOS, AUSENTES SIN AVISO: Antelo Mario, Decaví José María, Ferrarotti Gabino, Hoffman José María, Ingaramo Vicente, Molinas Luciano F., Vega Edberto de la. SUMARIO -A moción del señor diputado Giusti, se resuelve dirigir un telegrama invitando a concurrir a los señores diputados au- sentes. —En Buenos Aires, a catorce de Agosto de 1930, siendo la hora 15 y 54: MOCIÓN Sr. Giusti. — Pido la palabra. Señor presidente: Desearía no te- ner que hacer uso de la palabra y espero que el señor presidente me dé este consuelo; lo sabré cuando conoz- ca cuántos diputados hay en la casa y qué posibilidades existen de quo- rum para el día de hoy. Sr. Presidente (C. A. Sánchez). Va a informar la Secretaría, señor diputado. Sr. Secretario (González Bonorino). —-En la casa se encuentran 64 seño- res diputados, de los cuales 55 en el recinto. Sr. Castro. — jY en la Capital? Sr. Secretario (González Bonorino). —En la Capital, 81 señores diputados. Sr. Giusti. — Bien, señor presiden- te; yo pido la palabra para hacer uso

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108 CONGRESO NACIONAL

Reunión núm. 29 CÁMARA DE DIPUTADOS

Y o no quiero denunciar a los que no han venido, ni tampoco a los que estan­do en la casa no han concurrido al recinto; pero me parece que lo menos que podemos hacer es que quede cons­tancia piiblica del cumplimiento de nuestro deber.

Sr. Presidente (C. A . Sánchez). — En consideración la indicación formu­lada por el señor diputado por la Ca­pital, que consiste en que se publique en los diarios los nombres de los dipu­tados que se encuentran en este mo­mento en el recinto.

Sr. Spinetto. — Que se publiquen en dos o tres diarios de los más importan-

Agosto 13 de 1930

tes, como se ha hecho en oportunidades análogas.

Sr. Presidente (C. A. Sánchez). — ¿En- dos diarios?

Sr. Repetto. — En dos, tres o cinco; eso no tiene importancia.

Sr. Presidente (C. A. Sánchez). — Si hay asentimiento de parte de la Ho­norable Cámara, se hará la publicación.

—Asentimiento.

Sr. Presidente (C. A. Sánchez). — Queda levantada la reunión en minoría.

—Es la hora 16 y 2 minutos.

C O N G R E S O N A C I O N A L

CÁMARA DE DIPUTADOS

109

AGOSTO 14 D E 1930

30' REUNION. SESIÓN PREPARATORIA (En minoría)

PRESIDENCIA DEL SEÑOR CARLOS A. SANCHEZ

DIPUTADOS EN EJERCICIO, PRESENTES: Aldazábal Máximo, Alfaro Manuel, Alvarez Arturo R., Amoedo Aurelio F., Andreis Fernando de, Aráoz Eudoro D., Astesiano Carmelo I., Barbich M. José, Bavio Ernesto- F., Beschinsky Gregorio M., Boix Jacinto, Brizuela y Doria Ramón, Bunge Augusto, Bustillo José M. (hijo), Cáceres Manuel O., Cagnoni Pedro, Cárcano Miguel Ángel, Cossio Pedro, Costa Méndez Nicanor, Díaz Raúl, Di Telia Felipe, Fernández Damián, Ferrarotti Juan Luis, Fresco Manuel A., García Tufión Eduardo, Giuffra Eduardo F., Giusti Roberto F., González Iramain Héctor, Gortari Francisco, Grau José M., Grisolía Gerónimo _J., Grisolía Luis, Guillot Víctor Juan, Guzmán Rodríguez Segundo, Guzzo Domingo A., Lagomarsino Ángel M., Liceaga Fermín M. , Lillia Fernando C , López Héctor S., Maeiel Antonio, Martínez Guerrero G., Medús Alberto J., Míguez Edgardo J., Mihura Francisco, Moreno Rodolfo, Mosca Enrique M., Moyano Enrique F., Noble Andrés J., Noble Roberto J., Núñez Pedro R., Pinedo Federico, Quirós Herminio J., Repetto Nicolás, Rodríguez Alfredo, Rouco Oliva José, Sánchez Carlos A., Santamarina Antonio, Sierra Bernardo, Spinetto Alfredo L., Subiza Pascual, Tomaso Antonio de, Trianes Francisco J.; ELECTOS, PRESENTES: Castro Juan B., Correa Francisco E. , González Zimmermann A., Guerrero Rafael José, Palumbo José D., Penna José Lucas, Pérez Felipe S., Porto Carlos R., Prigioni Rodolfo R., Remis Guillermo, Zavalla Justo Pastor; EN EJER­CICIO, A U S E N T E S CON A V I S O : Aguirrezabala Miguel A., Alvarado Manuel Ramón, Ferreyra Andrés, Gnecco Manuel F., Gómez J. Antenor, Irigoyen Martin J., Landaburu Laureano, Martínez Raúl V. , Ortiz de Zarate Miguel',. Sánchez Adolfo B., Selén Nicolás, Siri Emilio P., Zaccagnini -Antonio, Zavala Gilberto A., Zerillo Juan O ; ELECTOS, AUSENTES CON A V I S O : Greca, Alcides, Mendoza Padilla Miguel, Toretta Santiago D . ; EN EJERCICIO, A U S E N T E S SIN A V I S O : Aguirre Cámara José, Antille Diógenes O , Aparicio Néstor I., Arballo Raúl F., Arguello Lencinas Rosario, Artusi Ambrosio A., Arroyabe Vicente, Astrada Carlos A., Avellaneda Simón, Báez Ricardo, Balbi Ángel B., Beguiristain Manuel, Beltrán Neirot Santiago, Binaghi Ambrosio, Boatti Ernesto O , Bonazzola Carlos F., Borda Julio O , Costa Joaquín, Coulin Roque F., Díaz de Vivar Pedro, Emparanza Francisco, Etcheverry Víctor D., Gallardo Alejandro, Gómez Henríquez Samuel, Gómez Palmes Osear, González Enrique, Gofii Blas, Gua6tavino Julio G., Gutiérrez José MaTÍa, Lanús Roberto, Loustau-Bidaut Pedro, Maza Isidro D., Meabe Armando, Mihura Enrique F., Miñones Alejandro, Muzio Agustín S., O'Farrell Juan A., Ortega Rufino, Oyhanarte Raúl F., Pérez Inocencio A., Perrupato Alfredo Y. , Pintos Ángel, Piqué José María, Porta Víctor M . , Prat Juan, Quiroga Modesto, Ramírez Amadeo, Rolando Félix I., Santa María Arturo, Solanet Emilio, Solan Felipe O , Soria Luis F., Talens Daniel, Tressens Alfredo, Vásquez Juan Carlos, Villarruel Norberto G., Zarázaga Marcial J.; ELECTOS, A U S E N T E S SIN A V I S O : Antelo Mario, Decaví José María, Ferrarotti Gabino, Hoffman José María, Ingaramo Vicente, Molinas Luciano F., Vega Edberto de la.

SUMARIO

-A moción del señor diputado Giusti, se

resuelve dirigir un telegrama invitando

a concurrir a los señores diputados au­

sentes.

—En Buenos Aires, a catorce de

Agosto de 1930, siendo la hora 15 y 54:

MOCIÓN

Sr. Giusti. — Pido la palabra. Señor presidente: Desearía no te­

ner que hacer uso de la palabra y

espero que el señor presidente me dé este consuelo; lo sabré cuando conoz­ca cuántos diputados hay en la casa y qué posibilidades existen de quo­rum para el día de hoy.

Sr. Presidente (C. A. Sánchez). — Va a informar la Secretaría, señor diputado.

Sr. Secretario (González Bonorino) . —-En la casa se encuentran 64 seño­res diputados, de los cuales 55 en el recinto.

Sr. Castro. — j Y en la Capital? Sr. Secretario (González Bonorino) .

—En la Capital, 81 señores diputados. Sr. Giusti. — Bien, señor presiden­

te; y o pido la palabra para hacer uso

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de ella antes de levantarse la sesión, a fin de formular una proposición concreta en minoría.

—A la hora 16:

Sr. Presidente (C. A. Sánchez). — Tiene la palabra el señor diputado Giusti.

Sr. Giusti. — Señor presidente: Y a se ve que no se guardan siquiera las apariencias. La Cámara ha llegado a un punto muerto. La mayoría no quie­re que haya Congreso. Y nosotros, los que concurrimos, tenemos el deber de agotar todos los recursos para que haya Congreso, por el país que lo reclama, que lo exige, que lo necesita con ur­gencia imperiosa. Ante la gravedad de la situación, yo creo que huelgan las palabras que la describan. Eso se ve. Si los señores diputados que practican el ausentismo, o por cálculo o por abandono, no ven los tintes s o 3 n bríos del cuadro, no oyen los rumores de la plaza que nos amonestan, no sienten que el terreno se nos agrieta bajo los pies, no comprenden, en una palabra, habrá que rendirse a la evidencia: o los señores diputados que practican el ausentismo carecen en absoluto de sensi­bilidad y de inteligencia, o nosotros ya no alcanzamos siquiera a concebir los propósitos obscuros que los mueven.

Por mi voz humildísima, señor presi­dente, no habla ya una minoría, no hablan tampoco todas las minorías, con­cordes en querer Congreso, representa­ciones calificadas, sin embargo, todas ellas, de centenares de miles de ciudada­nos; por mi voz humildísima, estoy se­guro de que habla ya la mayoría del país enfrentada a la mayoría ausente de esta Cámara, a la cual denuncia como responsable, -del desorden en que es­tamos .

Nosotros — y creemos que todos los diputados que asisten puntualmente a estas sesiones — estamos cansados de es­te jugar a las escondidas, de este jugar a quien entra y a quien sale; cansados de las mentidas promesas y de las decla­maciones altisonantes. Nosotros quere­mos Congreso; queremos constituir la

Cámara para que haya un Congreso fis-calizador del Poder Ejecutivo, rectifica­dor de sus extravíos — ¿ por qué no ? — y también un Congreso legislador, un Congreso por donde se exprese la voz clamante del pueblo argentino, un Con­greso que sea como un respiradero para esta angustia que nos sofoca y que pue­de estallar. ¿

Señor presidente: hay palabras que raramente se oyen en mis labios: las palabras «patria», «patriotismo», «civis­mo», «moral». Soy de opinión que cier­tas ideas y ciertos sentimientos se ma­nifiestan en las obras, no en las decla­maciones. Creo que nuestro pueblo abusa un tanto de estas palabras que debieran ser mágicas.

Bien; los diputados del centro, que suelen emplear demasiado a menudo es­te vocabulario blanquiceleste, deben con­currir con nosotros a salvar a la patria. Nosotros se lo reclamamos en nombre-de la patria. Les preguntamos si es hacer obra patriótica, si es hacer obra moral, por lo menos en ,el terreno polí­tico, hacer lo que el centro está hacien­do, con la complicidad aun de los pre­sentes, que no llaman al cumplimiento-de su deber a quienes están ausentes. Porque — y nadie debe engañarse sobre esto — no son palabras hinchadas y va­cías las que pronunciamos, tanto que-pronto pueden ser confirmadas por los; hechos. El país es un barco que navega a la deriva. Diré con el máximo poeta: «Nave senza nocchier in gran tempes­ta», nave sin piloto en gran tempestad. El gobierno del barco está atacado de parálisis, y esta su megalomanía decla­rada es el síntoma manifiesto del grave mal. Sobre cubierta no se ve sino la «chusma» desatada en todo el desen­freno de sus apetitos. Y nosotros, que somos también gobierno, nosotros los le­gisladores de la Nación, ¿cuándo nos de­cidiremos a empuñar el timón, a equili­brarlo, a poner orden sobre cubierta para que la nave no vaya a dar contra los escollos y nos hundamos todos?

¡ Basta ya, señores! Basta de jugar a hacer gobernadores y diputados y a ver-cuál es el «de más mezquinas aptitu­d e s » — así, entre comillas—, a quien»

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Reunión núm. 30 CÁMARA DE

hemos de sentar en la sillita de oro. He ahí palabras que mañana mismo pueden carecer en absoluto de significado.

Sin embargo, nosotros, entendiendo que la Cámara puede rehabilitarse to­davía ante el pueblo argentino, consi­derando que estamos a tiempo para re­

mediar los graves males que afligen al país, y a conjurar, a evitar aquellos que nos amenazan, aún más graves, invita­mos a los señores diputados a hacer ur último esfuerzo, sobre todo a los señores •diputados del centro, que pueden traer aquí a los ausentes para que tengainos Congreso.

Por hoy vamos a proponer que se les mande a los diputados ausentes el tele­grama que voy a leer: «Por el prestigio del Congreso, cuya constitución está •anormalmente retardada con grave da­ño para el regular desenvolvimiento del país y de sus instituciones, la minoría invita al señor diputado a cumplir con sus deberes constitucionales concurrien­do a las sesiones diarias que la Cámara ha resuelto efectuar.» fcg&r

Es un llamamiento más que hacemos .a la responsabilidad de los señores di­putados, que sin causa y por cálculo practican el ausentismo.

Nada más. (¡Muy bien! ¡Muy bien!).

Sr. Núñez. — Pido la palabra. Es para referirme a la proposición y

a las palabras del señor diputado Gius­ti, miembro del sector socialista inde­pendiente .

No es, desde luego, para oponerme a la proposición, que la vamos a apo­y a r todo el sector; creo así, aun cuando 3io hemos conversado con los demás •compañeros de grupo, pero espero que apoyarán esa proposición que es lógica y que no veo inconveniente en votar.

Quiero referirme, sí, a los fundamen­tos con que se la ha presentado.

El señor diputado ha echado la culpa al sector del centro del ausentismo ob­servado y del fracaso de las sesiones preparatorias del Congreso. Creo que está en error el señor diputado Giusti, porque el ausentismo es de todos los sectores, aunque indudablemente será proporcional al número de diputados que integran cada uno, siendo en con-

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secuencia mayor en los sectores mas numerosos, aunque no me he detenido a. contar el número de diputados pre­sentes de cada grupo.

Sr. Bunge. — Pido la palabra. Sr. Núñez. — Repito que la respon­

sabilidad es de todos los sectores; y esta opinión no es mía sino también del señor diputado Repetto, por lo menos así lo expresa el órgano del partido que ('! representa, «La .Vanguardia», que he leído, -pues sé también leer los dia­rios de la oposición. «La Vanguardia», en su número de anteayer, dice que la responsabilidad no es sólo del sector del centro sino de todos los sectores de la Cámara que son opositores más en apariencia que en realidad, toda vez que hacen una oposición más simulada que real, es decir, una oposición fic­ticia .

En cambio, el sector socialista está siempre presente porque siempre está presente el señor diputado Repetto que. lo representa, cosa que he podido com­probar. De manera que el único que tendría autoridad para hacer tal argu­mento es el señor diputado Repetto, representante del verdadero Partido So­cialista, no del seudo socialismo llamado socialismo independiente, que es una desmembración del viejo tronco del par­tido, revivido después y reanimado por la inyección de sangre conservadora. Tanto es así que casi todos los elementos que lo componen han formado parte del Partido Conservador, como el diputado Pinedo. No me gusta personalizarme-— disculpe el señor diputado que lo cite al pasar. De manera, que no son los di­putados del centro, á quienes el señor diputado de Tomaso califica con el mote de «genuflexos»; son los dipu­tados de la oposición, que los califico yo con el mote de «genupcctorales», es decir, que no sólo están arrodilla­dos, sino inclinados en la actitud de la plegaria mahometana. Los que son mé­dicos me entenderán, y los que no lo son, pueden apelar, si lo desean, a un dic­cionario de medicina o a un diccio­nario enciclopédico.

Sr. Presidente (C. A. Sánchez). — ¿Ha terminado el señor diputado?

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Sr. Núñez-. — No, señor presidente.

—El señor diputado Spinetto hace una observación que no se alcanza a oír.

Sr. Núñez. — De manera, entonces, que esta situación no se ha creado por culpa del sector mayoritario de la Cá­mara. La culpa es, en todo caso, de to­da la Cámara, o de las circunstancias.

En cuanto a los diputados que hay en la Capital, es probable que algunos se encuentren enfermos. Si así fuera, si dos o tres de esos ochenta y un señores diputados estuviesen enfermos, sería inútil cerrar las puertas del re­cinto y compeler a los inasistentes por la fuerza pública, porque no podría conseguirse el número necesario para formar quorum.

He terminado. Sr. Presidente (C. A . Sánchez). —

Tiene la palabra el señor diputado por la Capital doctor Spinetto.

Sr. Bunge. — Y o he pedido la pa­labra.

Sr. Presidente (C. A. Sánchez). — 1

La ha pedido con anterioridad el señor diputado Spinetto.

Sr. Spinetto. — No he pedido la palabra, señor presidente. Quise decir, cuando el señor diputado manifestó que no había terminado, que no iba ' él a aprovechar la oportunidad de ser breve, de decir menos cosas que las que dijo.

Sr. Núñez. — ¿Qué dice el señor diputado? No he oído.

Sr. Spinetto. — Que no he pedido la palabra..MÍ?

Sr. Núñez. — Ha hecho referencia a lo que yo he manifestado, y y o voy a hacer re ferenc ia . . .

—Los señores diputados Spinetto y

Núñez hablan a la vez, y suena la cam­

pana de orden.

Sr. Presidente (C. A . Sánchez). — Tiene la palabra el señor diputado por la Capital doctor Bunge.

Sr . Bunge. — Desde luego, señor presidente, no v o y a descender a con­testar cosas que ningún diputado que

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se respete puede tomar en considera­ción. V o y a limitarme a rectificar las-afirmaciones falsas, sobre hechos, que acaban de hacerse, ante la plena evi­dencia de la. forma en que está consti­tuida hoy la minoría.

Veo en el sector de la derecha . . .

—El señor diputado Núñez interrumpe-ai orador.

Sr. Bunge. — No admito interrup­ciones . . .

Sr. Presidente (C. A. Sánchez). — Pido al señor diputado por Buenos Aires que no interrumpa.

Sr. Bunge. — ¡Hágame respetar en el uso de la palabra, señor presidente!

En el sector de la derecha, cuyo nú­mero total es de 23 diputados, hay 15* diputados presentes. En el grupo anti­personalista, me parece que están pre­sentes todos sus miembros. En nuestro-grupo, sobre catorce diputados esta­mos presentes trece; y el diputado Zac­cagnini, que ha sido infaltable a las-otras sesiones, se encuentra atendién­dose en el hospital Pirovano.

—El señor diputado Núñez pronuncia, unas palabras que no se oyen porque-el señor presidente hace sonar la cam­pana de orden.

Sr. Presidente (C. A . Sánchez). — Pido al señor diputado por Buenos Aires que no interrumpa.

Sr. Núñez. — Pido la palabra. Sr. Bunge. — A pesar de ser el total-

de los miembros de la minoría apenas-un poco más de un tercio de la Cámara,, formamos una enorme mayoría abso­luta de los presentes en esta sesión,, mientras en el sector del centro sólo se hallan presentes el 30 por ciento dé­los diputados que lo forman. Queda, así evidenciado claramente, una vez más, que es literalmente exacto todo lo que nosotros decimos sobre la for­ma sistemática en que los miembros de ese sector abdican el mandato que-les ha otorgado el pueblo.

Como muestra de la seriedad con que-ciertos dinutados del centro se creen.

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Reunión núm. 30 CÁMARA DE DIPUTADOS Agosto 14 de 1930

autorizados para encarar los asuntos en la Cámara — nada más que por eso, porque por lo demás no valdría la pena — me referiré a la afirmación que se ha hecho de que el diputado Pinedo ha pertenecido al Partido Conservador. Para que eso pudiera ser cierto, el señor diputado Pinedo tendría que ha­ber sido de una precocidad fenomenal, porque a los quince años de edad se inscribió en el Partido Socialista, y fué electo diputado por ese partido, la primera vez, cuando no tenía sino veinticuatro años, por lo cual la ma­yoría de la Cámara rechazó su diplo­ma. Me parece que esto basta para poner de manifiesto la autoridad con que se hacen ciertas afirmaciones en el sector del centro.

Ahora, señor presidente, deseo agre­gar, a las palabras fundamentales, todas exactas, que ha pronunciado el señor diputado Giusti y a la moción de envío del telegrama cuyo texto ha leído, que nosotros nos proponemos pedir en la próxima sesión, si continúa el ausen­tismo deliberado del sector del centro, medidas que sean realmente «efectivi­dades conducentes» a la constitución del Congreso.

La Constitución en su artículo 56, segundo apartado, dice: «Ninguna de ellas (las Cámaras del Congreso) en­trará en sesión sin la mayoría absoluta de sus miembros, pero un número me­nor podrá compeler a los miembros ausentes a que concurran a las sesio­nes, en los términos y bajo las penas que cada Cámara establecerá.» Regla­mentando este artículo de la Constitu­ción, el reglamento de la Cámara dice en su artículo 15: «En caso de ina­sistencia reiterada de la mayoría de los diputados, la minoría podrá reu­nirse en el recinto de las sesiones para acordar los medios de compeler a los inasistentes.»

El reglamento, pues, faculta amplí-simamente a la minoría para usar los medios de compulsión que crea efica­ces a fin de conseguir quorum.

Generalmente, antes, cuando había gobierno, y un gobierno que se res­petaba, se aplicaba el medio de com-

medios de < ees a fin c

Generalm gobierno, y petaba, se

pulsión por la. fuerza pública. Pero sabemos que ahora la Cámara de Di­putados no puede contar con la fuerza pública, que se ha burlado descarada­mente de resoluciones tomadas en mi­noría para compeler a los inasistentes. Empero, hay un medio de compulsión, que es una «efectividad más condu­cente» en las circunstancias actuales, es el medio que ha empleado el Senado de la Nación el año pasado cuando fracasaban las sesiones por culpa de miembros de ese cuerpo que pertene­cen al mismo partido del sector del centro: la aplicación de una multa a. los inasistentes.

Anunciamos que en la próxima se­sión, si continúa el ausentismo delibe­rado del sector del centro, propondre­mos una fuerte multa a los culpables de la demora en la constitución del Congreso.

Sr. Núñez. — Pido la palabra. V o y a empezar por hacer una pre­

gunta: ¿qué decía el señor diputa­d o ? . . . Comprendo que no quiere con­testar alegando que él es el único-diputado de la Cámara. ¡Es la omnis­ciencia!; ¡tiene el monopolio de la sa­biduría y de la inteligencia! ¡Los de­más diputados no saben nada y no tienen autoridad! Y el único que no tiene autoridad es el diputado preopi­nante, porque la ha perdido comple­tamente en la Cámara.

Paso por alto esta circunstancia r

que no valdría la pena mencionar, y voy a destruir el pequeño argumento-que ha expuesto el señor diputado, el cual está destruido por sus propias palabras. A esta sesión han venido-más diputados de la oposición que de­costumbre, porque han tenido la in­tención de hacer esas manifestaciones-y proposiciones y han venido ex profe­so ; pero en sesiones anteriores no han estado en el mismo número ni en l a misma proporción.

De manera que es una simple farsa,, y con esto he terminado.

Sr. Repetto. — Pido la palabra. Y o no habría intervenido en este-

asunto, si el señor diputado no hubie-

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ra creído eoiiveniente .sacar a su favor un argumento de un artículo apareci­do en «La Vanguardia» y que el señor diputado me atribuye.

Sr. Núñez. — Se lo atribuyo al Par­tido Socialista y he dicho que estoy de acuerdo en parte con lo que dice el artículo; es decir, que no hay que atribuirle solamente al sector del cen­tro, sino | los demás sectores de la oposición • - •

Sr. Repetto. —- Hace algunos meses que estoy ausente de la dirección del diario.

Sr. Núñez. — Lo ignoraba. Sr. Repetto. — No creo que sea un

procedimiento muy razonable el atri­buirle a uno opiniones que han sido expresadas en el diario del partido. El señor diputado me pone en el c a s o . . .

Sr. Núñez. — No tengo inconvenien­te en hacer la aclaración: no es el señor diputado, sino «La Vanguardia», el órgano del partido.

Sr. Repetto. — El señor diputado 1

me pone en el caso de tener que exj-presar mi convicción profunda de que estamos asistiendo a un proceso de ausentismo deliberado. Esto, ya nadie lo puede negar. Son cien diputados; vienen 25, vienen 30, y ¿cómo van a negar que todo lo que ocurre aquí, en

ia Cámara, es principalmente obra de ustedes? Eso es una cosa evidente.

Me permite una breve Sr. Núñez. interrupción ?

Sr. Repetto. — Sí, señor. Sr. Núñez. — ¿ Y todas las sesiones

que se han perdido con el diploma de Videla Dorna y con los disparates del señor Lencinas?

Sr. Repetto. — No nos podemos per­der en el análisis de esos pequeños detalles y episodios secundarios. L o evidente es que la Cámara no anda por­que la mayoría no quiere que ande. Eir todos los parlamentos del mundo, la mayoría es la que acciona, (dirige, mue­ve. Si cien diputados han venido para que esta Cámara no haga nada, no hay duda que no se hará nada. ¿Qué pode­mos hacer nosotros que somos minoría?

Y o aprovecho esta oportunidad, que me brinda el señor diputado, para rei­terar una vez más mi profunda convic­ción ele que este Congreso no funciona

Sjorque la mayoría así lo quiere. Sr. Moreno. — Pido la palabra. La moción que ha formulado el se­

ñor diputado por la Capital doctor Giusti, y los fundamentos dados al sus­tentarla, exhiben una situación que está en el espíritu público y que debemos afrontar para resol verla, si tenemos medios eficaces, o para perfilar una ac­titud en los diputados de las minorías dado el caso ele no contar con los ele­mentos precisos a los efectos persegui­dos : el funcionamiento del Congreso.

Por primera vez en la historia de la República Argentina, ha llegado el mes de Agosto y el Congreso se encuentra sin funcionar, Congreso que no está ni clausurado, ni en receso, pero que no llena las condiciones constitucionales que se requieren cuando hay equilibrio y armonía entre los poderes. Es esta, señor presidente, una gravísima cues­tión que está ya en Ja calle, que está fuera de nosotros y que los únicos al parecer no apercibidos de la misma, son, precisamente, los encargados por la Constitución de custodiar el princi­pio y mantenerlo en ejecución.

Sabemos todos que nuestro sistema de gobierno es el representativo, repu­blicano, federal; sabemos todos que pa­ra la existencia del tativo es

gobierno represen-necesario que el Congreso,

formado por los representantes del pueblo, esté en funciones; y sabemos que también es necesario que exista sistema republicano, la presencia en armonía de los tres poderes funcionan­do. Estas nociones tan elementales, tan comunes, tan conocidas, han sido y están violadas por el Congreso de la Nación, y en este caso particular por la Cámara de Diputados, que es la úni­ca rama de la Legislatura que se opone con su actitud a que el Congreso entre en_ funciones.

1 haya Podei ara que Judicial, es necesario que el Congreso esté abierto, porque las vacantes que ocurren en el mismo no se pueden llenar sin acuerdo del Senado. Y aun cuando veamos en

CONGRESO NACIONAL 115 Reunión núm. 30 CÁMARA DE DIPUTADOS

. estos momentos que el Poder Ejecutivo aprovecha de una facultad que lo auto? riza para hacer nombramientos en co­misión durante el receso y los consuma sin acuerdo, eso ni quiere decir que la facultad esté bien aplicada, ni que esos jueces estén bien nombrados, ni que el Congreso ni el Poder Ejecutivo hayan cumplido con su deber en la emer­gencia.

En un país, señor presidente, con las instituciones que tiene el nuestro, en el cual el Congreso no funciona du­rante la época ordinaria de sus sesio­nes, existe de hecho un gobierno dic­tatorial o tiránico; y esa es la situación desgraciada a que la República Argen­tina está asistiendo, porque existe cons­tituido y en funciones un solo poder, el Ejecutivo, encontrándose el propio Poder Judicial trabado por las vacan­tes existentes y sin poder llenar la función orgánica que la Constitución le ha asignado.

En estas condiciones, ¿ cuál es la con­ducta que le corresponde a los repre­sentantes del pueblo, a los que hemos recibido un mandato para ejercitar, que deseamos ejercitarlo, que nos en­contramos en la situación particular y molesta de poseer las pequeñas venta­jas que la posición determina, de tener los privilegios inherentes a la misma, de cobrar una dieta que la ley de pre­supuesto ha constituido para que cum­plamos determinados deberes y, sin em­bargo, con ninguno de esos deberes cumplimos, porque nos entretenemos en discutir política durante las sesiones preparatorias y obstruir la instalación del Congreso, lo que es realmente no cumplir con el deber que la Constitu­ción y las leyes nos han impuesto?

Generalmente los gobiernos que ab­sorben todas las facultades, que con­centran todos los poderes y que unifi­can la actuación directiva en un país, gobiernos que son calificados con los nombres que he dado hace un momento y que se titulan fuertes, tienen, aparte de las desventajas morales que signifi­ca el apoderamiento del derecho colec­tivo, ventajas materiales que difunden precisamente, a mérito del hecho de haberse concentrado los poderes en

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una mano activa y diligente. Por eso es que muchas veces los gobiernos ab­solutos, los gobiernos dictatoriales, cuentan con el aplauso de las personas que solamente ven las ventajas mate­riales que se reciben: y éstos devuelven con la satisfacción de esa clase de inte­reses lo que quitan en derechos y lo que arrancan en libertades. Pero en el go­bierno actual nos encontramos con una situación particularísima: se absorben todas las facultades, pero no se toman para ejercitarlas, para distribuirlas, para accionar, para mejorar, sino para detener, para no hacer, para perturbar, para realizar aquello a que no se está autorizado y para no hacer aquello que se tiene la obligación de efectuar.

Me refiero a esto, señor presidente, y quiero decirlo para que no se me exprese que estoy fuera de la cues­tión que se ha planteado, porque cada vez que en la Cámara se discute un tema político, los señores diputados de la Unión Cívica Radical mencionan al presidente de la República, a la per­sona del presidente de la República, a su nombre y a la solidaridad que con él tienen individual y políticamente. De manera que cuando se presencia en el país un fenómeno como éste, de Congreso ausente, cuando tiene el partido mencionado una mayoría enorme, en esta Cámara, cual es la de los dos tercios sobre su total, es evi­dente que al menos avisado le surge inmediatamente la respuesta con la cuestión formulada; o sea que hay una armonía perfecta entre el Poder Eje­cutivo, fuerte y dueño de la fuerza, y la mayoría de la Cámara de Diputa­dos con cuya acción — o, más bien dicho, con cuya omisión — se obstru­ye la constitución de este cuerpo. Y es por esto que me refiero en estas palabras al Poder Ejecutivo con quien se solidariza la mayoría.

En la Casa de Gobierno se ha crea­do una institución que es símbolo del país en este momento, que es la única institución creada por obra del talen­to y la acción de este gobierno. Esa institución se llama en el léxico popu-

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lar la «amansadora». La «amansado­ra» es la dilación, la «amansadora» es la detención, la «amansadora» es la paralización de todas las actividades. Allí se quiebra el carácter, allí se es­trellan las iniciativas, allí muere todo lo más noble y la más positivo que puede haber en un ciudadano. Y el país, señor presidente, el país entero, no sólo el público que asiste a la Casa de Gobierno, está en este momento en la «amansadora», está esperando, está dilatado en sus actividades, está sus­pendido en sus funciones. El Poder Ejecutivo que se apodera de las fa­cultades de todos los otros poderes, las detiene en esa «amansadora», no para ponerlas en movimiento, sino para obstruir, para no hacer él, ni para dejar hacer a los demás; y el Congreso está en estos momentos tam­bién en la «amansadora», esperando, dilatando el cumplimiento de sus de­beres, y exhibiéndose ante el pueblo fuera de la Constitución.

Y así como está el Congreso, está todo en el país, está la vida adminis­trativa, con todas las oficinas llenas de expedientes que no se despachan ni se firman; está el peso argentino dete­nido en la «amansadora» y no pudien-do cambiarse en la Caja de Conver­sión, por una violación real de la ley. Están paralizados en las mismas con­diciones los intereses públicos y los particulares; está en berlina la ley de presupuesto; están detenidas las ini­ciativas en materia de intereses agra­rios y sistemas impositivos; están de­tenidas, en pocas palabras, las inicia­tivas de todo orden en la política, en la administración, en la economía, en el orden social, en las finanzas.

Y el país se pregunta absorto, ante esta situación rarísima, en la cual se complican todos los intereses públicos. y privados, a dónde vamos y a dónde vamos a llegar.

E l Congreso representa una realidad y también una esperanza. Una reali­dad, porque puede dar leyes para re­solver una cantidad de problemas, para despejar una cantidad de incerti-

dumbres, y representa esperanzas, por­que hay mucha gente que confía en la obra y en la acción del mismo para definir todas las cuestiones que están golpeando a las puertas de esta casa y que se relacionan con el trabajo y con las actividades nacionales. Y el Con­greso no realiza ni siquiera la misión mínima de organizarse, de constituirse, de andar, de poner en ejercicio sus ac­tividades y de darle al pueblo siquie­ra la satisfacción de que sepa que hay un grupo de hombres, aquellos que él mismo ha elegido, que están preocupa­dos de resolver sus problemas, y no de darle la espalda al electorado, dejando de cumplir con su deber.

En esta grave situación, señor pre­sidente, las minorías no tienen otra misión que la de dejar constancia de sus puntos de vista y perfilar, como decía al principio, una actitud.

La que ha propuesto el señor dipu­tado por la Capital es una, y yo por mi parte la acepto; pero no dejo de reconocer que el problema es más se­rio y de más fondo.

Fuera de todos los pequeños cálcu­los, de aritmética, de saber cuántos di­putados faltan un día y cuántos han concurrido a la sesión anterior, hay, evidente, un hecho que es inter-giversable, que nadie puede desconocer y es la enorme mayoría de los diputa­dos de la Unión Cívica Radical en esta Cámara. Y otro hecho que tampoco puede discutirse, porque ellos son los primeros encargados de hacerlo efecti­vo, y es la solidaridad absoluta y com­pleta que tienen todos con el Poder Ejecutivo, vale decir, con el presiden­te de la Nación.

Cuando la Cámara de Diputados no se constituye y cuando continuamos en la situación que actualmente tenemos, el pueblo entero, el que no está cegado por ningún prejuicio, el que no está cohibido por ninguna razón, señala a esa" mayoría y le dice que ella y el presidente de la República, cualesquie­ra sean los motivos, no quieren que haya Congreso, no quieren que haya discusión, no quieren que haya fiscali-

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zación, no quieren que exista gobierno representativo y republicano.

Este gobierno solidario con la mayo­ría, anula también por su propia acción el régimen federal, interviniendo algu­nas veces a las provincias, mandando otras veces intervenciones a medias, enviando delegaciones sin derecho, consumando, en términos breves, el desbarajuste total y completo del siste­ma. Porque es otra de las característi­cas del gobierno actual, señor presiden­te, la de apropiarse las facultades que no tiene y la de renunciar a aquellas que le corresponden. Y así, mientras se dejan sin nombrar gobernadores de te­rritorios, mientras se dejan sin proveer las vacantes judiciales y los cargos di­plomáticos, se mandan intervenciones . a provincias que no las reclaman, se envían intervenciones a medias como la que aflige hoy a Santa Pe, se con­suman intervenciones oficiosas como la que acaba de realizar en Córdoba el ministro del interior, yendo a la Cáma­ra local de Senadores para impedir la sanción de una ley determinada de concesión, se mandan intervenciones telegráficas como la que se ha infligido hace poco a Santiago del Estero para impedir que la Legislatura o el gobier­no vendan determinada cantidad de tierra pública; se atacan, en una pala­bra, en la teoría y en la práctica, todas y cada una de las instituciones del país. Y eso se realiza en gran parte porque no hay Congreso que funcione, que defienda, que fiscalice, que discuta. Y eso parece, señor presidente, que es lo que no 'se quiere, ni fiscalización, ni discusión, ni control, ni nada que tien­da a que se haga la luz, o la discusión de la cual suelen salir a veces cosas buenas y eficaces cuando los hombres están animados de buena fe.

De manera que, aparte de una cues­tión jurídica de una gravedad enorme, tenemos una situación de hecho; y en esta situación de hecho, nosotros, los diputados que hemos venido sin otro mandato que aquel. de nuestros elec­tores, sin reconocer otra autoridad que la de los mismos, sin tener en cuenta otro compromiso que el de interpretarlos a través de nuestro programa de partido

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y de los principios que sustentamos, no tenemos otro remedio que dirigirnos a ellos, declararnos apercibidos de lo que ocurre y decirles que estamos dis­puestos a cumplir con nuestro deber, pero que tropezamos con el escollo co­nocido. Y el pueblo, señor presidente, al cual no se le engaña con palabras más o menos sonoras o con expresiones artificiosas que disfrazan la verdad o que ocultan los hechos, dirá en el mo­mento oportuno la última palabra.

Ya se siente en la calle hasta ruido de armas; y es necesario, señor presi­dente, que todos contribuyamos a que no concluya esto en un gran escándalo, a que no, se perturbe la paz del país, a que no se alteren de una manera más fundamental sus instituciones; porque ahora se perturban, en una forma tran­quila y sin hechos de violencia, pero mañana, ante la exhibición del incum­plimiento de la Constitución, ante el hecho de que el poder más popular, aquel que ha sido elegido hace poco por elección directa del pueblo, aquel que ha reunido todo el sufragio de la República, se planta frente a sus pro­pios electores y no quiere cumplir con su deber, ¿cuál será el juicio del pue­blo? ¿Cuál será la actitud del mismo? ¿ Cuál la razón que le asista para tomar las medidas más extremas en defensa de su propia situación? Y , si tenemos en cuenta un hecho definitivo e indis­cutible-, que cuando los representantes ungidos por la voluntad popular no están a la altura del mandato recibido y no lo cumplen, los representantes tienen el derecho de tomar las medidas conducentes para ceñirlos para que sean reemplazados de cualquier mane­ra, el asunto resulta más inquietante aún.

Estamos, así, señor presidente, en una situación gravísima; y al tomar la palabra para decir lo que he dicho y apoyar la moción que se formula, desearía no tener que encontrarme an­te hechos que me obligaran a excla­mar : ¡ Dios salve a la República! (¡Muy bien! ¡Muy bien! Aplausos).

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Reunión núm. 30 ' CÁMARA DE DIPUTADOS Agosto 14 de 1930

Sr. Guillot. — Pido la palabra. En realidad, no teníamos los diputa­

dos del sector de la Unión Cívica Ra­dical el propósito de agregar una sola palabra a lo manifestado por nuestro colega el señor diputado por la pro­vincia de Buenos Aires, en el sentido de apoyar la proposición formulada por el señor diputado por la Capital doctor Giusti, disintiendo fundamen­talmente con los argumentos expuestos para presentarla ante la Honorable Cá­mara. Pero evidentemente, señor pre­sidente, esta sesión estaba preparada de antemano, cosa que ya presumimos al entrar en el recinto cuando vimos la concurrencia inusitadamente nume­rosa de los señores diputados de los sectores de la oposición. Se nos presen­ta una pequeña batalla política enca­minada a producir efecto sobre la opi­nión del país. De manera que nosotros nos encontramos en un campo no ele­gido por nosotros y ante diputados que han ordenado y distribuido de antema­no los argumentos de que habían de disponer y de que habían do usar con el propósito ya denunciado de corro­borar desde adentro lo que han hecho desde fuera en el manifiesto llamado de «los cuarenta y cuatro», y que al parecer no ha herido de ninguna ma­nera la sensibilidad nacional.

Sr. Moreno. — Si el señor diputado desea discutamos el manifiesto, estoy dispuesto a discutirlo punto por punto.

Sr. Guillot. — Le contestaré al se­ñor diputado con sus propias palabras: entretenernos con discusiones políticas en las sesiones preparatorias no es cum­plir con el deber de legisladores. (¡Muy bien!).

Sr. Moreno. — Pero el señor dipu­tado provoca la cuestión; no he sido yo.

Sr. Guillot. -— Prosigo, señor presi­dente.

A propósito de una moción inciden- | tal se pretende hacer un proceso de la situación política del país, un proceso de la acción del gobierno nacional y de la actitud del partido gobernante dentro y fuera del Congreso de la Na­ción. Ante todo, se nos adjudica la res­

ponsabilidad de que el Congreso no se haya constituido a esta altura del pe­ríodo en que ordinariamente debía fun­cionar, acusación injusta, cargo eviden­temente temerario, porque no es ahora ni en estas sesiones en que las circuns­tancias políticas disminuyen el número de representantes radicales en el recin­to, que se ha frustrado el período ordi­nario; ha sido a lo largo de las innu­merables sesiones en que los señores diputados, sin 'exclusión del diputado por la provincia de Buenos Aires doc­tor Moreno, discutían y hacían cues­tiones políticas interminables, dejando de lado, olvidando y omitiendo el pri­mordial deber de constituir la Cámara para que funcionara.

Sr. Moreno. — ¡Cómo no íbamos a discutir si excluían a un diputado que venía elegido por 154.000 votos!

—Suena la campana.

Sr. Guillot. — Espero de los buenos hábitos parlamentarios del señor dipu­tado que tenga la tolerancia de escu­char lo que ha provocado.

Sr. Moreno. — Tolerancia no, sino que con el mayor gusto lo voy a escu­char; pero no puedo pasar en silencio una afirmación tan temeraria!

Sr. Guillot. — Decía que el cargo es temerario y lo hemos demostrado asis­tiendo reiteradamente en'este recinto a la espera de que las minorías dejaran de hacer inoficiosas discusiones polí­ticas. . .

Sr. Moreno. — ¡ No, señor diputado!

—Suena la camparín.

Sr. Guillot. — . . . dejaran de apar­tarse del debate para llegar a la función real y primordial del Parlamento, a la función ejecutiva de la entidad parla­mentaria, a la función de votar. Y aho­ra, después que los señores diputados han sustanciado largamente su pleito electoral, después que han discutido ilimitados días en defensa de un diplo­ma que esta representación había re­suelto rechazar por las razones expues­tas en el recinto; ahora, después de esas

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largas discusiones políticas, de esos lar- | gos días, el señor diputado viene in- i quietándose, sintiendo alarmas, ponien­do el oído a los ruidos alarmantes que cree perciDir en el exterior y nos dice, entonces, que discutir política en las sesiones preparatorias es olvidarse de la función de legislar. Pero yo le re­cordaría al señor diputado que en las sesiones anteriores. . .

Sr. Fresco. — ¿ Por qué excluyeron al diputado Videla .Dorna injustamente?

Sr. Spinetto. •— ¿Por qué no acep­taron aplazar la discusión de los diplo­mas, que era lo conducente?

Sr. Guillot. — Prosigo, señor presi­dente.

Sr. Fresco. — Porque estaban re sueltos a la maniobra.

—Suena la campana.

Sr. Guillot. — Me voy a ver obliga­do, señor presidente, a eliminar inte­rrupciones que no he consent ido. . .

Sr. Spinetto. — Eso es difícil con­testarlo.

Sr. Guillot. — . . .y que me parecen poco pertinentes, dada la forma en que estoy haciendo mi exposición. Hemos , escuchado respetuosamente lo que han dicho los señores diputados; ha llega­do nuestro turno de hablar y tenemos el derecho, si no a ser escuchados, por lo menos de ser oídos por quien nos quiera oír.

Esta representación tan numerosa, mayoritaria, como se repite, se ha abs­tenido deliberadamente de ooncr en íuego recursos parlamentarios para limitar la incontenible prodigalidad verbal de los sectores de la minoría porque sabía que la suspicacia del am­biente, que la suspicacia preparada por los señores diputados de los sectores minoritarios habría de clamar inme­diatamente también: he ahí la morda­za, la moción extorsiva. (¡Muy bien!). l ie ahí que se nos impide hablar. Y los liemos dejado hablar con toda ampli­tud, generosamente. . .

Sr. Moreno. — No nos de ja ron . . .

—Suena la campana.

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Sr. Guillot. — . . .porque queríamos que dijeran todo lo que tuvieran que decir a la Cámara y al país. ¿ Y somos nosotros, señor presidente, los que en cumplimiento de esa conducta respe­tuosa y tolerante resultamos ahora los responsables de esta prolongación ines­perada del período preparatorio? ¿Aca­so no están los diarios de sesiones ha­blando de cuáles han sido los discursos más sobrios, las exposiciones más par­cas en el curso de las sesiones prepara­torias y demostrando que la sobriedad y brevedad ha estado dé parte del sector de la Unión Cívica Radical en este re­cinto ?

Las constancias del diario que re­gistra la actividad parlamentaria, es­tán ahí para corroborar lo que acabo de decir. Se ha dicho solamente lo in­dispensable, señor presiden te;- ¿y no se ha presentado ese caso curioso, real­mente extraordinario, que habla tan poco en favor de la organización par­lamentaria de ciertos grupos, que sobre

I un mismo asunto y alrededor de un 1 mismo tema hayan hablado tres o cua­

tro señores diputados, como ampliando y glosando el único motivo que uno solo 'pudo concluyentemente exponer?

Y luego, señor presidente, se ha di­cho, además, que la cuestión está en ta calle. La han llevado los señores diputados a la calle. Han tratado de herir la sensibilidad de las masas po­pulares argentinas con un manifiesto que amplifica en cierto modo ese grito angustioso de ¡ salvemos a la patria! que acaba de proferir inopinadamente el señor diputado por la Capital.

Sr. Pinedo. — Pido la palabra. Sr. Guillot. — Y bien; cuando una

representación parlamentaria, cuando grupos procedentes de distintos parti­dos y que confiesan ideologías dist.in-, tas se confabulan, se reúnen, se coali­gan, para hacer un acto de oposición; cuando se coaligan y reúnen para pro­ducir un acto ruidoso de oposición, lo corroboran de inmediato con sus acti­tudes en este recinto. Los diputados de la minoría son 56 en su totalidad. No voy a entrar en la aritmética menuda

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de que hablaba el señor diputado por Buenos Aires; pero quiero subrayar esta cifra frente a la que presentan en este momento. Son 56 señores diputa­dos los de la oposición y actualmente hay 36 ó 37 sentados en sus bancas. Y bien, señor presidente, cuando se cree a Ja patria en peligro, cuando se cree que están vacilando las institucio­nes, cuando se esboza la sombra de una dictadura en el ambiente, cuando se hacen sonar las armas •— aun cuando sean las teatrales de entre bastidores para efectos de representación —, cuan­do se hace todo eso, una diputación popular no tiene derecho a restar un solo hombre en el recinto de la Cáma­ra de Diputados de la Nación. Y sin embargo, los señores diputados que ven a la patria en peligro, que quieren alzar andamios para sus tambaleantes instituciones, tienen aquí su represen­tación diezmada, porque han creído más oportuno e importante atender PUS menesteres políticos en las provincias u otros lugares y no han considerado tan gravísima la situación como para hacerse presentes todos, aun los enfer­mos, a fin de proclamar eso que decía con una calma que demostraba que no era expresión de sus sentimientos el señor diputado Giusti, a fin de demos­trar que la patria y las instituciones están en peligro y que estaban listos aquí para salvarla de lo que pudiera ocurrir. (¡Muy bien! ¡Muy bien!)..

Sr. Giusti. — Mis palabras son siem­pre la expresión de mis sentimientos.

Sr. Guillot. — ¿Aun en las alegorías náuticas, señor diputado?

Sr. Giusti — Tan exactas, señor di­putado.

Sr. Guillot. — Cuando el señor di­putado hablaba en ese símil náutico, de la nave, de la cubier ta . . .

Sr. Giusti. — De la chusma. Sr. Guillot. — De la chusma . . . me

acordaba, señor presidente, de una fra- I se originaria, creo, del inefable mon^ sieur Prudhomme, bien aplicable al caso por lo náutico del tropo y por lo risueño del contenido. Esperaba que el señor diputado dijera po r . f i n : «El

carro del Estado navega sobre un vol­cán.» Era lo único que le faltaba decir,, para fijar la lógica de su posición.

No se han limitado las exposiciones a la cuestión planteada por el señor diputado por la Capital. Se la ha des­mesurado, se la ha extendido y se l e ha dado hasta un alcance retroactivo,, refiriéndose a la actuación anterior del partido gobernante y del Poder Ejecu­tivo actual. ¿Para qué? Para demos­trar que el Poder Ejecutivo no quiere que funcione el Congreso y que la so­lidaridad que vincula a los represen­tantes radicales en la Cámara con el Poder Ejecutivo de la Nación los lleva a realizar actos que satisfagan ese su­puesto propósito del Poder Ejecutivo de obstaculizar la actividad legislativa.

Y bien, señor presidente. Estamos viviendo un momento de la vicia nacio­nal a cuyas constancias nadie se puede honradamente substraer. Estamos vi­viendo y presenciando hechos que no pueden ser borrados ni desfigurados por ningún sofisma, por ningún esfuer­zo dialéctico; y los hechos, los hechos inmediatos, los hechos cercanos son éstos: que durante el período anterior, el Poder Ejecutivo no solamente no temió la fiscalización parlamentaria, no solamente no impidió — cosa que jamás hará — el funcionamiento del Congreso, sino que prorrogó las sesio­nes ordinarias, convocando al Congreso en la integridad de sus facultades du­rante seis meses, hasta las vísperas mismas de las elecciones que habrían de integrar esta Cámara de Diputados de la Nación.

¿ Y así procede un Poder Ejecutivo que teme la fiscalización parlamenta­ria? ¿ Y así procede un Poder Ejecu­tivo que desea substraerse al contralor parlamentario y que no desea tener los instrumentos legislativos necesarios para que el gobierno pueda desenvolver su acción?

Bien lo saben los señores diputados de la antigua Cámara; saben que hemos tenido seis meses de prórroga perdidos lastimosamente, porque los esfuerzos hechos un este cuerpo para '

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•dar alguna legislación al país, se estre­llaron contra la deliberada inercia de la Cámara de Senadores, la cual no quiso dar al Poder Ejecutivo ni siquie­ra una ley de arrendamientos agrícolas que, sancionada en el momento opor­tuno, hubiera podido aliviar la situa­ción de los agricultores del país.

Y, entonces, señor presidente, colo­cados como espectadores imparciales y probos frente a los hechos, cuando sa-hemos que el Congreso ha funcionado durante todo el año anterior, ¿es pre­sumible que se pueda fundar con sere­nidad y rectitud la proposición de que es el Poder Ejecutivo quien no quiere que funcione el Congreso? Ahí están los mensajes dirigidos por el Ejecutivo al Senado, mensajes en que, reiterada­mente, se le reclama la sanción de leyes do trascendencia económica, de tras­cendencia social y hasta de trascenden­cia institucional para el país. Ahí están en el Diario de Sesiones del Senado, los mensajes en que se deja constancia de los deseos del Poder Ejecutivo na­cional, de que el Congreso realice sus funciones de colaboración y de coope­ración, función que no es voluntaria por parte del Congreso, sino que es constitucionalmente obligatoria y que el Congreso ha abandonado, encabeza­do por la mayoría del Senado, como acto de oposición y de obstrucción a la acción del Poder Ejecutivo nacio­nal. (¡Muy bien!).

Señor presidente: es evidente que en estas sesiones en minoría, las pala­bras que se digan no tienen el alcance ni la trascendencia de las que se pro­nuncian en una sesión en que la Cáma­ra funciona en ejercicio de sus potesta­des legislativas y ya constituida; pero ante las manifestaciones hechas por los señores diputados, ante los cargos gratuitos y agresivos que los señores diputados formulan, ante el deliberado propósito de desconocer que son cau­sas accidentales las que han reducido el número de representantes radicales en este recinto, nos vemos obligados a alzar el tono para ponernos, por lo menos, al diapasón de la tesitura que

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han empleado los señores diputados opositores en este recinto.

Y no tememos el juicio del país. El seguirá con atención las actitudes de cada partido en l a Cámara y en el gobierno, las juzgará y sancionará, pero será el pueblo quien lo haga, me­ditando y procediendo por sí mismo y no impulsado por las artificiosas ma­niobras de quienes quieren presentar un estado de tempestad, cuando el es­tado del ambiente nacional es de calma, de serenidad y de labor, porque el pueblo sólo se preocupa de reconstruir su quebrantada prosperidad. Pues ya sabemos cómo se hacen los ruidos de armas, cuando se quiere alarmar la opinión pública. Hemos frecuentado demasiado esta clase de escenarios po­líticos y tenemos experiencia adquiri­da aunque sea en el conocimiento de las ocurrencias del pasado, para saber establecer la diferencia profunda que existe entre las alarmas artificiales, he­chas por la propaganda periodística o por las tribunas sin eco popular, y las alarmas reales, las inquietudes profun­das que surgen en momentos determi­nados de las capas más hondas de la masa de un pueblo. Y en este momento no hay inquietudes profundas en el pueblo argentino; en este momento no hay zozobra ni angustia frente a la acción del gobierno nacional, sino eri-zamientos superficiales, agitaciones ex­teriores y epidérmicas de quienes quie­ren promover un estado de alarma, que no conseguirán crear porque están con­tenidos por el buen sentido del pueblo, por la ponderación del alma popular. (¡Muy bien! ¡Muy bien!).

Dijo el señor diputado por la pro­vincia de Buenos Aires que el gobierno radical ha creado una institución que se llama «la amansadora». Y bien, señor presidente; hasta por razones de acti­vidad periodística debo frecuentar la Casa de Gobierno, y no he visto tal «amansadora». En cambio, he visto an­tesalas frecuentadas por numerosas per­sonas que acuden a solicitar resoluciones inherentes a la función e investidura del señor presidente de la República; he

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líe unión núm. 30 . CÁMARA DE DIPUTADOS Agosto 14 de 1930

visto comisiones de industriales y dele­gaciones de productores de todo el país; lie visto delegaciones de obreros manua­les, de fabricantes y de comerciantes, todas las cuales acuden al despacho del presidente de la República, escuchan la voz y el consejo del señor presidente, y salen satisfechas sabiendo que hay un mandatario que vela y cumple con sus deberes de dirigir y orientar los desti-

. nos del país. (¡Muy bien! ¡Muy bien!). No he visto «amansadoras». Y en

cambio he visto ál señor presidente de la República recabando constantemente del Congreso los instrumentos legislati­vos para poder adelantar, completar y perfeccionar su gestión, y he visto cómo el Congreso durante los seis meses del período pasado no ha dado al Poder Ejecutivo una sola ley.

El Congreso, entonces, es el que ha impuesto una «amansadora» legislativa al Poder Ejecutivo; el Congreso ha im­puesto una «amansadora» a las necesi­dades del país que sólo pueden ser satisfechas por las leyes; el Congreso ha instaurado, ha implantado el régimen de la «amansadora», a expensas del Poder Ejecutivo y a expensas del país, a ex­pensas de las necesidades vitales de la Nación. (¡Muy bien! ¡Muy ' bien!).

Dejo así, señor presidente, contesta­das en una forma necesariamente des­hilvanada, desde que voy refiriéndome a. sus puntos salientes, las exposiciones que hemos escuchado en la Honorable Cámara; dejo así expuesto lo que de­bemos y podemos decir ahora en este recinto, significando que podemos y de­bemos decir mucho más, y que no guar­daremos silencio cuando llegue el mo­mento de poner los puntos sobre las íes, porque nada tememos en el sentido político y en el sentido administrativo, y estamos afrontando lealmente nuestras responsabilidades como legisladores fren­te al país y frente a las posibles san­ciones, sean cuales fueren, de la opinión nacional. 'ü&M

Y ya que los señores diputados .se ^complacen en bosquejar horizontes tem­pestuosos, ya que los señores diputados se complacen en interpretar los ruidos del trabajo nacional como rumores alar­

mantes y amenazantes, creo del caso decir a los señores diputados que nin­guna exposición debe terminar en este recinto con esa frase enigmática y som­bría del señor diputado que dijo: «Dios salve a la República», sino que deben terminar las exposiciones con el brío, con el optimismo que nos inspira la si­tuación nacional, diciendo: la República está salvada porque en ella hay patrio­tismo, porque en ella hay civismo y — repitamos estas palabras que parecen provocar un comentario irónico a los señores diputados — porque en la Re­pública, hay un gran partido gobernante que sabe hacia dónde lo lleva su mar­cha, y que se solidariza con la acción fecunda y patriótica de un presidente que ha sido llevado en brazos del pueblo a la primera magistratura de la Nación.

Nada más. (¡Muy bien! ¡Muy bien! Aplausos).

Sr. Pinedo. — Pido la palabra. Muchos tenemos todavía viva la im­

presión de lo que fué la última legis­latura. Muchos hemos visto aquella Cámara, cuya mayoría hablaba a veces por intermedio del señor diputado que deja la palabra, siempre en defensa de las actitudes del grupo del centro, y que mereció el juicio acre, a veces hasta violento, de los diputados de otros sec­tores que expresamos en medio de la ceguera del triunfo en que estaba la representación radical, que ella no sólo no contaba con las simpatías del pue­blo argentino, sino que merecía su repu­dio más enérgico e inspiraba repug­nancia a la población de la Repiiblica. Anunciamos que sería barrido el grupo que aquí traía la representación del centro, cinco o seis diputados por la Capital, de los cuales es el único sobre­viviente el que no ha tenido suficiente capacidad para aprender en su azarosa elección las consecuencias de las acti­tudes adoptadas en el recinto.

Sr. Guillot. — He aprendido a man­tenerme solidario con los principios del pueblo que me ha mandado a este re­cinto. No son los azares de una elec­ción los que determinan las actitudes de los diputados. Eso podría ser para el señor diputado, pero no para el que

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se sienta en esta banca, que, cuales­quiera sean los azares, mantendrá la línea de conducta a cuyo servicio ha venido a la Cámara. (¡Muy bien!).

Sr. Pinedo. — Hay enseñanzas que no pueden desoírse por quien tenga no­ción de su responsabilidad política.

Lo que nosotros anunciamos en me­dio de la risa de la mayoría entonces enérgica, de aquella mayoría soberbia, lo podemos repetir hoy ante una ma­yoría achatada, vencida, que siente so­bre sus espaldas el peso del oprobio por que ha pasado, que tiene concien­cia de cuál es el juicio que inspira a la Nación; una mayoría que no pre­senta un solo día la actitud gallarda del triunfador, sino que arrastra su vida miserable esperando ser ella tam­bién barrida de este recinto.

Sr. Guillot. — Si el señor diputado tuviera mayor responsabilidad no usa­ría determinadas adjetivaciones.

Sr. Pinedo. — La responsabilidad se mide por las cosas que somos capaces de decir en esta Cámara cumpliendo nuestros deberes de legisladores.

Sr. Guillot. — Su responsabilidad se mide por su insolencia y nada más.

Sr. Pinedo. — ¿Insolencias? Sr. Guillot. — Sí, porque se puede

tener la máxima energía dentro de la máxima cultura, y eso es lo que no ha aprendido todavía el señor diputado...

Sr. Pinedo. — No he pronunciado ningún vocablo que sea gramaticalmen­te imperfecto. Lo que pasa es que la realidad es tan. lúgubre que sólo enun­ciarla- cubre de vergüenza a los que son sus protagonistas. (¡Muy bien!).

Las actitudes de los grupos políticos que aquí se mueven son- intergiversa-bles y .todo el mundo las conoce. ¿ Có­mo va a ocultarse la realidad diciendo que algún discurso en la discusión de los diplomas fué más extenso de lo que debió ser, cuando la causa permanente y constante del retardo parlamentario es la obstrucción sistemática de los que han hecho fracasar la inmensa mayo­ría de las sesiones de este cuerpo? Des­de el mes de Abril hemos debido sesio­nar y no hemos empezado hasta media­dos de Mayo. Fracasan sesiones y se-

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siones. Días atrás los diputados del centro han patentizado, con su fuga en medio de una votación nominal y ha­biendo 108 diputados en la casa, la vo­luntad persistente de que el Congreso no sesione. Esto basta para caracteri­zar al grupo.

Sr. Guillot. — Sabe el señor presi­dente que ese día estaba ausente el miembro informante de la Comisión de Poderes.

Sr. González Iramain. — Lo hubie­ran dicho entonces. Hubiera sido una postura leal.

Sr. Guillot. — Ustedes lo sabían. Sr. González Iramain. — No lo dije­

ron y huyeron en silencio. Sr. Guillot. — Era cosa evidente. Sr. Presidente ( C . A . Sánchez). —

Sírvanse no dialogar los señores dipu­tados.

Sr. Pinedo. — Todas las votaciones producidas por el grupo del centro res­pecto de cada una de las mociones des­tinadas a apresurar la constitución del cuerpo, respecto de las mociones de aplazamiento de los diplomas que ofre­cían dificultades, ¿ no están, acaso, mostrando ante el más obtuso el propó­sito evidente del grupo del centro de que no haya Cámara?

Pero hay una cosa que voy a decir ahora repitiendo vaticinios anteriores y con lo que voy a terminar mi breve exposición.

Sr. Guillot. — Se está metiendo a profeta el señor diputado.

Sr. Pinedo. — Y a lo he sido respecto a la actuación de sus colegas ausentes del recinto.

Sr. Guillot. — La profesión de pro­feta es peligrosa.

Sr. Pinedo. — Ahora quiero decir esto: pueden creer ellos, puede creer quien les ha sugerido una actitud, que matan al Parlamento y que van a enal­tecer al Poder Ejecutivo, pero y o les aseguro que lo que están matando en el pueblo argentino son los rastros ín­fimos que quedan de confianza en una denominación política que ya es un bo­chorno, que es ya abrumadora por la responsabilidad que sugiere; que lo que están matando es al Poder Ejecu-

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CÁMARA DE DIPUTADOS Agosto 14 de 1930

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Reunión núm. 30 CÁMARA DE DIPUTADOS Agosto 14 de 1930

tivo de la Nación — a quien todo el mundo sabe solidario con lo que aquí pasa—, que caerá conjuntamente con los señores diputados, que pronto no formarán parte de este cuerpo, si no adquieren la capacidad suficiente y la conciencia de su responsabilidad para reaccionar muy pronto.

Sr. Guillot. — El señor diputado hace revoluciones a corto plazo.

Sr. Presidente ( C . A . Sánchez). — Tiene la palabra el señor diputado por Salta doctor Bavio.

Sr. Bavio. — Señor presidente: no sería necesario agregar una sola pala­bra a la brillante exposición de mi co­lega el diputado Guillot. Pero, nuevo en esta Cámara, declaro que la más profunda sorpresa me abruma en este momento al escuchar las palabras del señor diputado por la Capital que no solamente parecen impropias de un universitario, de un diputado de la Na­ción, y del Parlamento argentino, sino propias de la más baja barricada de nuestro país.

Es necesario respetarse mutuamente si se quiere conseguir el respeto de los colegas.

Protesto como diputado de mi pue­blo, de las insolencias del señor dipu­tado, de aquello de mayoría achatada,

- de mayoría vencida. Y o no soy, señor diputado, de una mayoría vencida, ni de una mayoría achatada.

Sr. González Iramain. — Lo celebra­mos.

Sr. Bavio. — Soy diputado de mi pueblo y he venido a cumplir con mi deber alta la frente, levantado el pe^ cho, y no estoy dispuesto a tolerar in­solencias de ningún señor diputado. *

Sr.. Giusti. — La sorpresa debía ser del señor diputado que creo que aún no se ha incorporado.

Sr. Bavio. — Estoy incorporado. Sr. Sierra. — El otro día. Sr. Bavio. — Y o creo, señor presi­

dente, que se puede expresar el pen­samiento, que se puede protestar én esta Cámara por cualquier acto que en ella, se desarrolle, pero también creo que debemos — y estamos obligados a ello como diputados del pueblo de

la Nación — prescindir de los concep­tos hirientes, de los conceptos que re­bajan la función parlamentaria.

Sr. Pinedo. — Sí, pues; pero, ¿usted cree que la enumeración de los he­chos?. . .

—Suena la campana.

Sr. Bavio. — Ha de convenir con­migo el señor diputado, que los mis­mos argumentos pueden hacerse con lenguaje culto y correcto.

Sr. Sierra. — Habla claramente, para el pueblo.

Sr. Pinedo. — Para la Cámara, para todo el mundo.

Sr. Bavio. — Lo claro, no está reñido con la cultura.

Sr. González Iramain. — Pido la palabra.

No tenía mayor necesidad de hablar, pero me la sugieren las palabras del se­ñor diputado por Salta, en quien veo, no diré una ingenuidad, sino una actitud sincera que acaso podamos aprovechar para hacer de él un diputado, como lo prometen sus palabras tan vehementes, un diputado con la frente alta, un di­putado que viene a cumplir con su deber y que no ha de transar con las actitu­des de su grupo que repugnen a su conciencia, que nosotros debemos creer esclarecida.

Sr. Bavio. — Tenga la seguridad el señor diputado que he de cumplir con mi deber, como lo he hecho en todos los actos de mi vida.

Sr. González Iramain. — V o y a decir cuatro palabras para que vea el señor diputado por Salta cómo a pesar de la violencia con que enunciamos desde aquí nuestros conceptos tan fundados, les asiste a ellos una razón indiscutible. El señor diputado Guillot, que sabe

.defender t o d o . . .

Sr. Guillot. — Todo lo defendible, señor diputado.

Sr. González Iramain. — Y lo otro, ya va a ver cómo.

Ha empezado hablando el señor di­putado Guillot de la concurrencia «inu­sitada» de las minorías, que no tiene nada de inusitada, ni es tampoco im-

CONGRESO NACIONAL 125

Reunión núm. 30 CÁMARA DE DIPUTADOS Agosto 14 de 1930

prescindible para que funcione la Cá­mara, señor diputado por Salta. Ha dicho el señor diputado Guillot que es temerario e injusto el cargo que hace­mos al sector del centro responsabili­zándolo de la falta de Congreso. Digo, para el señor diputado por Salta, que con .80 señores diputados en el recinto hay Cámara; que el sector del centro, al cual pertenece el señor diputado, cuenta con 100 diputados; podrían venir sólo 80, y la Cámara funcionaría. Más; podría concurrir sólo el 50 por ciento de los colegas del señor dipu­tado, sólo 50 diputados, y habría Cá­mara. Más todavía; podrían venir sólo 40 y dar asueto a los otros 60, y, con los 40 diputados que siempre hay. de la minoría, habría Cámara, señor dipu­tado por Salta.

Como presumo la buena fe del señor diputado por Salta, quiero demostrarle cómo es exacto que con una concurren­cia mediocre de diputados del centro podría funcionar la Cámara. La Cá­mara no ha funcionado por culpa ex­clusiva de ese sector, señor diputado por Salta: no haga mucho caso de las palabras vehementes de su compañero de sector, del señor diputado Guillot, porque son infundadas, no tiene razón; pueden haberlo confundido al señor di­putado por Salta por el prestigio del señor diputado Guillot y por la forma como habla. El ha dicho que la culpa es de la minoría por los largos discur­sos que se han pronunciado. . .

Sr. Guillot. — No es lo que he dicho. •

Sr. González Iramain. — Ya va a ver. Por el reglamento, los diplomas que

ofrezcan dificultades, señor diputado por Salta, se pasan para las sesiones ordinarias, a fin de que la Cámara pueda constituirse prontamente; lo he­mos solicitado en la Comisión de Po­deres y los correligionarios del señor diputados se han opuesto. En el recinto, planteándose cuestiones personales al señor diputado electo por la provincia de Buenos Aires, propusimos que se pasaran a las sesiones ordinarias para que la Cámara pudiera constituirse, y el sector a que pertenece el señor dipu­

tado por Salta, yo no sé si con el voto del señor diputado, rechazó esa indica­ción. Lo mismo se hizo cuando vino la discusión de los diplomas por Men­doza y San Juan, a propuesta del señor diputado por la Capital doctor Repetto; y el sector del centro, al cual pertenece el señor diputado, y tampoco sé si con el voto del señor diputado por Salta, rechazó la indicación tan pertinente.

Sr. Guillot. — Por razones que se dieron en su oportunidad.

Sr. González Iramain. — Estoy ha­blando con el señor diputado por Salta.

Sr. Guillot. — Efectivamente, está hablando con el señor diputado por Sa l ta . . .

Sr. Grisolía (G. J.) . — Antirregla-ment ariamente.

Sr. Guillot. — . . . . pero [el señor diputado por Salta no querrá recibir lecciones particulares del señor dipu­tado . . .

Sr. González Iramain. — No le doy lecciones; lo informo, y no se alarme de que le informe.

Sr. Guillot. — No, si no hay alarma ninguna.

Sr. González Iramain. — Tengo la palabra, señor presidente.

Sr. Presidente (C. A. Sánchez). — Sí, señor diputado; tiene la palabra, pero no para que hable con el señor diputa­do por Salta sino con la Cámara, y le ruego que se dirija a la Presidencia.

Sr. González Iramain. — Me dirijo al señor diputado por Salta, por inter­medio de la Presidencia. Después, a raíz de eso, el diputado por Salta igno­ra seguramente que, con el objeto de abreviar los debates, se hizo una moción de sesión permanente. La minoría, sin excepciones, la aceptó, pero el grupo del centro, no sé si con el voto del se­ñor diputado por Sa l ta . . .

Sr. Bavio. — Y o voté por la sesión permanente.

Sr. González Iramain. — ¡ A h ! ¡Vea como hago bien en dirigirme al señor diputado! V a a resultar un diputado. No hay duda.

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Reunión núm. 30 CÁMARA DE DIPUTADOS Agosto 14 de 1930

El sector a que pertenece el señor diputado votó en contra de la moción de sesión permanente.

Sr. Bavio. — N o ; varios diputados de este sector la votaron.

Sr. González Iramain. — Muy bien. Esta es la hora en que la Cámara está atracada en esta dificultad: que no se reúne porque no hay número, y como me lo hacía notar muy bien y acertada­mente mi colega de representación el señor diputado Boix, el sector del cen­tro anula a la Cámara en una doble forma: expulsando a los diputados que lio le son gratos, y después evitando a los que forman parte de su seno a que funcionen como tales, huyendo la ma­yoría del recinto.

Lo que ha recordado el señor dipu­tado Pinedo es absolutamente exacto. El otro día mientras en la casa había 108 diputados, formulada la moción de sesión permanente, al tomarse la vota­ción nominal, se esfumó la mayoría del centro, huyendo en forma precipitada, lo que no cuadra en una representación de mayoría. No es propio que la mayo­ría huya ante la minoría', cuando puede haeer reglamentariamente todo dentro de la Cámara. Hasta podría hacer lo que el señor diputado ha dicho, sin acordarse de decirlo oportunamente, le­vantar la sesión porque el grupo del centro no podía abordar el debate de las elecciones de San Juan, porque fal­taba el presidente de la comisión.

Nosotros habríamos presc indido. . . Sr. Guillot. — Tengo entendido que

se dijo.

Sr. González Iramain. — No se dijo nada. Si el grupo del centro hubiera dicho que no podía entrar a discutir las elecciones de San Juan, porque es­taba ausente el presidente de la comi­sión . . .

Sr. Guillot. — Hubieran insistido en que se hiciera sesión.

Sr. González Iramain. — No, señor; hubiéramos j>ropuesto que se tratasen los despachos de otros distritos.

Esa es la situación de la Cámara, se­ñor diputado por Salta, y y o le aseguro al señor diputado que si él lograra que

su grupo se resolviera a constituir el Congreso, lo conseguiría el lunes; pue­de hacerlo esta tarde mismo. Traiga el señor diputado nada más que cincuen­ta miembros de su grupo, no digo cin­cuenta, cuarenta, que nosotros le for­maremos Cámara.

Sr. Guillot. — Con treinta basta; Sr. González Iramain. — El lunes,

tendríamos Cámara; puedo asegurarlo a los señores diputados. Que los otros sesenta diputados irigoyenistas se va­yan de fiesta; la Cámara se constituiría sin embargo.

Sr. Núñez. — (Señalando a la dere­cha). — Traigan a ese sector que ahora está vacío.

Sr. González Iramain. — Esa es la verdad innegable, señor presidente. De modo que cuando hemos dicho que la responsabilidad de la inexistencia del Parlamento. corresponde, no principal­mente, sino de un modo total, al sector del centro, hemos dicho una verdad grande, cualquiera sea el vocabulario con que se diga, es una verdad bochor­nosa, es una vergüenza.

Sr. Bavio. — Me alegro de que el se­ñor diputado esté conforme en que el vocabulario empleado era grueso.

Sr. González Iramain. — No he dicho eso, sino que aunque el vocabulario no pudiera agradarle al señor diputado, coincido con mi colega en que la sola enunciación del hecho es bochornosa; porque es bochornoso que en el mes de Agosto una mayoría de cien diputados no logre constituir el Congreso, no lo­gre hacer la Cámara de Diputados, y que el propio señor diputado por Salta esté impedido de actuar como legisla­dor de la Nación, como representante de su provincia. El señor Irigoyen, por medio de su mayoría parlamentaria, le está escamoteando su representación popular, señor diputado por Salta, y eso no lo debe tolerar el señor dipu­tado.

Nada más.

Sr. Bavio. — Pido la palabra. Sr. Barbich. — ¿Si me permite el se­

ñor diputado? V o y a decir dos pa­labras.

CONGRESO

Reunión núm. 30 CÁMARA DE

Sr. Bavio. — También yo voy a de­cir dos palabras solamente; discúlpeme el señor diputado.

Tal vez el señor diputado González Iramain ha creído que estoy de acuer­do en el fondo con la lección que acaba de dirigirme.

Sr. González Iramain. — No he teni­do esa pretensión.

Sr. Bavio. — Acostumbro a no inte­rrumpir a los señores diputados cuando hablan. Por eso no lo he interrumpido al señor diputado González Iramain.

Sr. González Iramain. — Le pido dis­culpas.

Sr. Bavio. — Y confieso que me ha sorprendido la lección que acabo de re­cibir del señor diputado, dirigida a este diputado nuevo que viene a la Cámara, pero que debe suponer el señor dipu­tado que si el pueblo lo ha mandado a este recinto no es para recibir lecciones del señor diputado. Lejos de ello, se­ñor presidente, tengo perfectamente trazada mi línea de conducta y una per­fecta conciencia del cumplimiento de mi deber. Le he de rogar, pues, al señor diputado González Iramain que en lo sucesivo excuse esas lecciones, esas lar­gas peroratas dirigidas exclusivamente al diputado que habla, y se dirija en adelante a la Presidencia y a la Cáma­ra, lo que entiendo que es lo parlamen­tario y lo que corresponde.

Pero le voy a decir al señor diputa­do, por intermedio de la Presidencia, que entiendo que toda la Cámara tiene la culpa de lo que está pasando; que no ha de ser solamente culpa del sector de la mayoría. He visto, señor presi­dente, que muchos diputados aquí pre­sentes muchas veces faltan, y estoy acostumbrado a ver que en el sector de la derecha y del de la izquierda faltan también.

Varios señores diputados. — i N o ! ¡ N o !

Sr. Bavio. — Y si en este momento es visible y los señores diputados saben perfectamente que falta un diputado nada menos que presidente de la Co­misión de Poderes, los señores diputa­dos aprovechan la circunstancia para hacer una cuestión, insisten en ella y

NACIONAL 127

la explotan del punto de vista político al solo objeto de la repercusión en -el exterior.

No se crea, señor presidente, que me haya de dejar llevar siempre sino por lo que realmente piense y creo que debo sostener en este recinto. Y entien­do, señor presidente, que marchando de acuerdo con mi partido y solidarizán­dome con la obra grandiosa que realiza en toda la República, he de dirigirme por la senda correcta y por el camino del deber.

Nada más (¡Muy bien! ¡Muy bien!). Sr. Barbich. — Pido la palabra. La he solicitado, señor presidente,

para una simple rectificación respecto a los datos numéricos que se han ex­presado en la Cámara relativos al quo­rum de la misma.

Ha dicho el señor diputado González Iramain que nosotros con 40 diputados podríamos obtener quorum con la co­laboración de las minorías, y es conve­niente dejar constancia expresa de un fenómeno que todos los señores dipu­tados habrán notado en sesiones ; ante­riores, y es el siguiente: estando la mayoría con un número considerable de diputados — 60, por ejemplo — . dispuestos a sesionar, las minorías se van retirando en número suficiente pa­ra que no haya quorum.

Sr. Giusti. — Es inexacto. Sr. Barbich. — Es un fenómeno, se­

ñor presidente, que se ha notado mu­chísimas veces.

Sr. Giusti. — No puede decir eso el señor diputado.

Sr. Barbich. — De manera que aun estando la mayoría en un número pru­dencial, como pueden ser sesenta dipu­tados, no ha podido conseguir el quo­rum, y ha fracasado la sesión de esta Cámara muchas veces.

Sr. Presidente (C. A . Sánchez). — Si hay asentimiento de parte de la Cá­mara para que se envíe el telegrama que ha propuesto el señor diputado por la Capital, así se hará.

Sr. Repetto. — ¿ A quién se dirigirá el telegrama?

Sr. Presidente (C. A. S á n c h e z ) . — A los inasistentes, señor diputado.

Se va a leer.

DIPUTADOS ~ Agosto 14 de 1930

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1 2 8 CONGRESO NACIONAL

—Se lee:

Por el prestigio del Congreso, cuya cons­titución está anormalmente retardada con grave daño para el regular desenvolvimiento del país y de sus instituciones, la minoría in­vita al señor diputado a cumplir sus deberes •constitucionales concurriendo a las sesiones •diarias que la Cámara ha resuelto efectuar.

Sr. Repetto. — Ese telegrama debe­ría llevar las firmas de todos los dipu­tados del centro.

Sr. Rodríguez. — Basta con la vota­ción que se va a hacer, ya que los di­putados del centro manifiestan que se van a pronunciar afirmativamente.

Sr. Presidente (C. A. Sánchez). — Reglamentariamente, señores diputados, corresponde que la Presidencia haga las comunicaciones en la forma estable­cida para las relaciones entre la Cá­mara y los otros poderes con el exte­rior y los señores diputados.

Sr. Bavio. — Es lo que corresponde. Sr. Presidente (C. A . Sánchez). —

De manera que no es viable la propo­sición que se formula a este respecto.

Sr. Giusti. — He pedido, señor presi­dente, que el telegrama se envíe a los ausentes.

Sr. Presidente (C. A . Sánchez). — Sí, señor diputado; se remitirá a los señores diputados ausentes.

Sr. Guillot. — Pido la palabra. Para decir solamente dos. Desde lue­

g o hemos expresado que vamos a votar una comunicación que se dirija a los señores diputados ausentes, pero el texto tendremos que observarlo, porque

nos parece que levanta demasiado el tono y que resulta inadecuado a la si­tuación.

De manera que estamos dispuestos a votar que se autorice a la Presiden­cia a dirigir una comunicación en los términos que crea más apremiantes a los señores diputados ausentes para que concurran a este recinto.

Sr. Rodríguez. — .Siempre con las cuestiones de é t i ca . . .

Sr. Guillot. — El señor diputado sa­ca la ética en el recinto; no sé para qué ni con qué motivo.

Sr. Presidente (C. A. Sánchez). — l Acepta el señor diputado por la Ca­pital la modificación?

Sr. Giusti. — No puedo aceptarla, porque tuve que hacerme mucha fuer-zav a mí mismo para mantenerme den­tro del lenguaje parlamentario. Esta vez he traicionado mis sentimentos.

Sr. Presidente (C. A. Sánchez). — No habiendo asentimento del señor di­putado por la Capital, se va a votar el telegrama en los términos en que lo ha propuesto.

Sr. Guillot. — Deseo que quede cons­tancia de que estamos dispuestos a vo­tar una comunicación de tí Presiden­cia, pero no en esos términos.

—Se vota y resulta afirmativa.

Sr. Presidente (C. A. Sánchez). — No habiendo ningún otro asunto en discusión, queda levantada la reunión en minoría.

—Es la hora 17 y 28.

C O N G R E S O N A C I O N A L

CÁMARA DE DIPUTADOS

129

AGOSTO 18 DE 1930

31* REUNIÓN. —18' SESIÓN PREPARATORIA

PRESIDENCIA DE LOS SEÑORES CARLOS A. SÁNCHEZ Y JULIO C. BORDA

DIPUTADOS EN EJERCICIO, PRESENTES: Aldazábal Máximo. Al furo Manuel, Alvaraáo Mnnuel Ramón, Alvarez Arturo Re, Amoedo Aurelio P., Andreis Fernando de, Aráoz Budoro D., Artusi Ambrosio A., Avellaneda Simón, Balbi Ángel B., Barbich M. José, Bavio Ernesto P., Begui-ristain Manuel, Beltrán Neirot Santiago, Beschinsky Gregorio M., Boatti Ernesto C , Boix Jacinto, Borda Julio C., Brizuela y Doria Ramón, Bunge Augusto, BustilT^ José M. (hijo), Cagnoni Pedro, Cárcano Miguel Ángel, Cossio Pedro, Costa Joaquín, Costa Méndez Nicanor, Díaz Raúl, Di Telia Felipe, Fernández Damián, Ferrarotti Juan Luis, García .Tuftón Eduardo, Giuffra Eduardo F., Giusti Roberto F., Gómez Henríquez Samuel, Gómez J. Antenor, González Enrique, González Iramain Héctor, Goñi. Blas, Grisolía Gerónimo J., Grisolía Luis, Guillot- Víctor Juan. Guzzo Domingo A., Irigoyen Martín J. f Lagomarsino Ángel M., Lanús Roberto, Liceaga Fermín M., Lillia Fernando C , Martínez Guerrero G., Maza Isidro D., Medús Alberto J., Míguez Edgardo J., Miñones Alejandro. Moreno Rodolfo, Mosca Enrique M. , Moyano Enrique F., Noble Andrés J.. Noble Roberto J., Núñez Pedro R., Pérez Inocencio A., Perrupato Alfredo Y. , Pinedo Federico, Porta Víctor M., Repetto Nicolás, Rodríguez Alfredo, Rolando Félix I., Rouco Oliva José, Sánchez OarloB A., Santa María Arturo, Santamarina Antonio, Selén Nicohás, Sierra Bernardo, Spinetto Alfredo L., Talens Daniel, Toma so Antonio de, Trianes Francisco J., Vásquez Juan Carlos, Zavala Gilberto A., Zorillo Juan O.; ELECTOS, PRESENTES: Antelo Mario. Castro Juan B., Correa Francisco E., Ferrarotti Gabino, González Zimmermann A., Guerrero Rafael José, Molinas Luciano F., Palumbo José D., Pérez Felipe 8.. Porto Carlos R., Zavalla Justo Pastor; EN EJERCICIO, A U S E N T E S CON A V I S O : Aguirrezabala Miguel A., Astesiano Carmelo I., Báez Ricardo, Ferreyra Andrés, Gnecco Manuel F., Gortari Francisco, Grau José M., Landaburu Laureano, Martínez Raúl V. , Mihura Francisco, Ortiz de Zarate Miguel. Oyhanarte Raúl F.. Quirós, Herminio J., Sánchez Adolfo B.. Siri Emilio P., Zaccagnini Antonio; ELECTOS, AUSENTES CON A V I S O : Greca Alcides, Mendoza Padilla Miguel, Penna José Lucas, Toretta Santiago D. , Vega Edberto de la; E N EJER­CICIO, * A U S E N T E S SIN A V I S O : Aguirre Cámara José, Antille Diógenes C , Aparicio Néstor I . , Arballo Raúl F., Arguello Lencinas Rosario, Arroyabe Vicente, Asi ra da Carlos A., Binaghi Ambrosio. Bonazzola Carlos F., Cáceres Manuel C . Coulin Roque F., Díaz de Vivar Pedro, Em­paranza Francisco, Etcheverry Víctor D., Fresco Manuel A., Gallardo Alejandro, Gómez Palmes Osear, Guastavino Julio G., Gutiérrez José María, Guzmán Rodríguez Segundo, López ^Héctor S., Loustau-Bidaut Pedro, Maciel Antonio, Meabe Armando, Mihura Enrique F., Muzio Agustín S., O'Farrell Juan A., Ortega Rufino, Pintos Ángel, Piqué José María, Prat Juan, Quiroga Mo­desto, Ramírez Amadeo, Solanet Emilio, Solari Felipe C , Soria Luis F.. Subiza Pascual, Tressens Alfredo, Villarruel Norberto G., Zarázaga Marcial J.; ELECTOS, A U S E N T E S SIN A V I S O : Decavi José María, Hoffman José María, Ingarámo Vicente, Prigioni Rodolfo R.. Remis Guillermo.

SUMARIO

1.—Manifestaciones en minoría. 2.—Sesión en mayoría. — Acta.

3.—Homenaje a la memoria del ox diputa­do por la Capital doctor Domingo A. Arizaga.

4. —Asuntos entrados.

I.—Peticiones particulares.

5.—Aclaración del señor diputado Maza con

motivo de palabras pronunciadas en la

sesión anterior.

6.—Se considera el despacho de la Comi­

sión Especial de Poderes en las eleccio­

nes realizadas en el distrito electoral do

San Juan.

—En Buenos Aires, a dieciocho de

Agosto de 1930, siendo la hora 15 y

58 minutos:

1

MANIFESTACIONES EN MINORÍA

Sr. Castro. — Pido la palabra. Hago indicación de que se espere

diez minutos.

Sr. Presidente (C. A. Sánchez). — El señor diputado por Santiago del Estero ha propuesto que se espere diez minutos. Si hay asentimiento, se es­perará.

—Asentimiento.

Reunión núm. 30 CÁMARA DE DIPUTADOS Agosto 14 de 1930

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