115266799 san francisco javier con ilustraciones

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    J O R G E S C H U R H A M M E R S . J .

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    V i d a d e Sa n F r a n c i s c o

    JAYIEEP o r e l P . J O R G E S C H U R H A M M E R , S . J .

    Versin directa del Alemn

    POR EL P. FELIX DE AREITIO, S. J.

    E D I T O R I A L D I F U S I O NT U C U M A K 1 8 5 9

    BUENOS AIRES

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    Queda hecho el depsito

    que marca la ley.

    C O N L A S D E B I D A S L I C E N C I A S

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    PROLOGO DEL AUTOR

    L

    a presente obra slo tra ta de ofrecer una sencilla re-

    lacin de la vida de San Francisco Javier acomodadaal mayor nmero posible de lectores. No podemos pre-sentar algo ms acabado antes de elaborar el copiossimo ma-terial indito que ha quedado de la poca del Santo. Tanslo la correspondencia del Virrey D. Juan de Castro, refe-rente a los dos aos y medio que ste pas con l en la India,asciendetal cual la hemos vuelto a descubrira dos mildocumentos (casi todos ellos cartas orignales de todas las

    partes de la India Oriental portuguesa) relativos a todos losasuntos grandes y pequeos de aquellos das. No obstante, sinos adelantamos a publicar este resumen, antes de dar a luzla V i d a extensa en cuatro tomos, lo hacemos nicamente porno poder sustraernos por ms tiempo a las urgencias de losdevotos del Santo, deseosos de tener ya desde ahora entres,us manos una V i d a breve pero autntica.

    Por esta razn, si bien no nos ha sido posible servirnos

    para este tomito de todo el material con qug contbamos,nos hemos esforzado, sin embargo, por presentar nada msque lo histricamente cierto y por hacer resaltar con clari-dad en la vida del apstol de la India y del Japn su estruc-turacin interna y externa, de manera que su modo constantede proceder encuentre por s mismo su explicacin psicol-gica en el grado que lo permitan el estrecho marco y la con-formacin de una V i d a adaptada al mayor crculo de lec-

    tores. En muchas cosas, no slo accidentales por cierto, se

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    aparta esta obrita de las V i d a s publicadas hasta ahora, y elperito lector hallar en ella encerrados en el marco de unasencilla exposicin hechos y orientaciones nuevas, as comotambin la respuesta a mil cuestiones debatidas.

    El formato de la coleccin en que haba de figurar, nosforzaba a la brevedad; por eso creimos necesario renun-ciar a multitud de particularidades, a tratar y declarar condetencin puntos dudosos o histricamente insostenibles, auna abundante cita de las cartas que esperamos publicarpronto y a todo gnero de referencias bibliogrficas. Para

    todo esto debemos remitir al lector a la obra extensa, en cuyapreparacin trabajamos desde hace tiempo. Teniendo encuenta a la mayora de los lectores, renunciamos tambin a laexactitud en la reproduccin de los nombres propios portu-gueses. Por eso herrios preferido las formas corrientes deJuan, Cristbal, Esteban, etc., alas formas portuguesas Joo,Cristovao, Estevao y otras que podan ocasionar alguna con-fusin; en cambio, los nombres asiticos los reproducimos

    fielmente. Ojal que la presente obrita encuentre entre losamigos del Santo, en esta poca tan entusiasta por las Mi-siones, a pesar de todas sus miserias externas e internas, m u-chsimos lectores y muchos tambin que se enardezcan consus mismos ideales y con su espritu de sacrificio en serviciode las almas inmortales.

    Bona del Rhin , fiesta de los gloriosos mrtires japonesesde la Compaa de Jess, 5 de Febrero de 1925.

    P. Jo r g e S c h u k h a m m e r , S. J.

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    CAP ITULO P RIMERO

    En el castillo de Javier (1506-1525)

    Sumario: Topografa de Javier. La familia del Santo. La

    guerra entre Espaa y Francia. Miguel de Azpilcueta yJuan de Javier. La paz.

    En el magnfico y poco accesible mundo de monta-

    as, situado al Norte de Espaa, vive un pueblo delengua problemtica, fiel y constante en la fe y cos-

    tumbres de sus antepasados, laborioso, valiente, emprende-dor y amante de su libertad: el pueblo de los vascos.

    Cuando Cristbal Coln descubra, con su piloto vasco, enel lejano triar de Occidente un nuevo mundo, y Vasco deGama encontraba la ruta martima hacia las Indias orienta-les, la provincia costea de Guipzcoa, junto con sus doshermanas vecinas, se hallaba ya bajo el dominio de Espaa.Al Este de ellas, entre Guipzcoa, Castilla, Aragn y Fran-cia, estaba el reino de Navarra con su capital Pamplona, l-timo teritorio libre de los vascos.

    Donde el ro Aragn se aparta en ligero curso de los so-leados y ardorosos montes de la regin de su nombre pararecorrer las. sonrientes campias de Navarra, exista por en-tonces en el lmite oriental del reino y sobre la escarpadafalda de un monte, un pequeo castillo de vetusto color gri-sceo, con sus torres, almenas y paidizos para hacer la guardia e impedir al enemigo el paso hacia Navarra: era la casa de los Javier.

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    Fuera del cerco de la muralla quedaba la iglesita con lashabitaciones para el capitn del castillo, a lo largo del muro,por el lado de la montaa, pasando el foso por el puente le-

    vadizo y atravesando una slida entrada, guarnecida con lapiedra de armas, se llegaba al patio exterior de la fortaleza.Cerrbalo en el fondo el castillo antiguo, edificado en rocaviva: sombra construccin de color rojizo, de remotas b-licas edades, con pequeas y angostas aberturas por venta-nas as a flor de tierra como en los pisos superiores, con suronda, parapeto y saeteras, protegida por dos torres en losflancos, y en el mtedio por la elevada y amenazadora torrede San Miguel.

    Contigua a la escalera de la torre lateral Oeste, se encon-traba, en cambio, la capillita de la casa, dbilmente iluminadapor la luz de una saetera y presidida por un antiqusimo yvenerando crucifijo de tamao ms que natural: el SantoCristo de Javier.

    Aqu fu donde al seor del castillo de Javier le naci elmartes de la Semana Santa, 7 de Abril de 1506, el sexto yltimo de sus hijos.

    En la antiqusima pila bautismal de la iglesia, extramurosdel castillo, recibi el nio el santo Bautismo, y su blancovestido, segn antigua costumbre de familia, qued suspen-dido all cerca como ofrenda, cual si se pretendiese con esoencomendar la inocencia del infante a la Reina de los Cie-los, cuya estatua, de talla, presida desde el altar mayor.

    El bautizado recibi el nombre de Francisco.***

    : Los Javieres pertenecan a una de las ms prestigiosas einfluyentes familias de Navarra. E l Dr. Juan, seor del cas-tillo, se haba mantenido siempre fiel durante la guerracivil al partido real, y se haba conquistado rpidamente laconfianza del prncipe. Fu nombrado Administrador de

    Finanzas, Alcalde de Corte y, finalmente, Presidente del

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    I .El nio Francisco despidiendo a su hermano mayor Miguel quepar te para corresponder a l l lamamien to de su rey (1512)

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    Real Consejo, la ms alta autoridad poltica de Navarr.a.Junto con sus empleos y dignidades fueron _tambin cre-ciendo sus rentas y posesiones. Haba alcanzado en despo-sorio a la nica heredera de una de las familias ms anti-guas y nobles del reino: a Doa Mara de Aspilcueta, quiensobre haberle trado como dote matrimonial para su seorode Idocin los dos castillos de Azpilcueta y Javier, poda as-cender en su rbol genealgico hasta los tiempos de CarloMagno y hasta los ascendientes comunes de los reyes deAragn y Navarra.

    A la nobleza de la sangre juntbase en los padres del nioFrancisco la nobleza del corazn. Una profunda y sana pie-dad enseoreaba la vida toda del castillo de Javier. Estabaste consagrado al intrpido luchador del empreo San Mi-guel, y la iglesia a la Reina de los cielos Mara SantsimaEl doctor Juan y su piadosa consorte, haban agrandado yhermoseado el templo, fundaron en l una capellana y pu-sieron de cuenta del castillo un capelln con dos beneficia-

    dos, para que ofreciesen diariamente el santo sacrificio de laMisa, recitasen las horas cannicas y encomendasen a Dioslas almas de sus antepasados. Cuando el padre andaba por laCorte, la madre rezaba con sus hijos las oraciones cotidia-nas de la noche en la capilla de la1casa, ante su gran cruci-fijo, y el recuerdo de la pasin acerba del Redentor fusiempre de especial devocin en el castillo de Javier.

    Acababa de estallar la guerra entre Francia y Espaa. El

    Rey de sta deseaba paso libre para sus tropas por los des-filaderos pirenicos de Navarra. Se le neg; y ante la vio-lencia acudieron los navarros a su vecina Francia en de-manda de auxilio. Al ver esto los espaoles, se dirigieron en1512 contra Navarra, y el Reydesta, D. Juan, se vi preci-sado a huir de aquella tierra. El partido oposicionista, aliadocon los espaoles, lleg a hacerse dueo de ella, y la ruinadel Rey fu tambin la ruina de Javier. Los vasallos de

    Idocin podan impunemente negar a su amo el arriendo de

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    11 SAN FRANCISCO JAVIER

    sus tierras, y el nuevo Gobierno, finalmente, quit al se-or del Castillo y puso a la venta su posesin de El Real,situada en la frontera de Aragn.

    Nueve aos contaba Francisco cuando se declar a Na-varra provincia espaola, y se puso un Virrey al frente deella. Su padre no pudo sobrevivir mucho tiempo a estadesgracia. El buen Dr. Juan falleci cuatro meses mstarde, a 15 de Octubre de 1515.

    Pero tres meses despus era tambin conducido al se-pulcro el rey de Espaa. A los patriotas navarros les pa-reci entonces llegado el momento de alzarse, y fu en Ja-

    vier donde se celebraron las Juntas secretas para el caso,Pero el levantamiento fracas. Los navarros fueron derro-tados en el prximo valle del Roncal, y se ejecut el ms se-vero juicio contra aquella tierra.

    Como casi todos los otros castillos fuertes, deba tambinser arrasado el de Javier por haber sido lugar de reuninde los conjurados. Por misericordia se conserv en pie laparte reservada a viviendas, pero se destruyeron los fosos,la ronda, las torres y las alm'enas, y la torre de San Mi-guel fu derruida hasta la mitad.

    ***

    Tal era la situacin de la casa por aquellos aos en queel nio Francisco aprenda del capelln del castillo los ru-dimentos de la lengua latina y recibi de sus manos por vezprimera en la sagrada Comunin el cuerpo adorable de

    Nuestro Seor Jesucristo.De pronto surgi en Castilla, por el verano de 1520, unmovimento peligroso. El Virrey espaol tuvo que dejar aNavarra desprovista de armas, a fin de extinguir en supropia tierra el fuego que arda avanzando por momentos;y entonces fu cuando D. Enrique, hijo del recin muertorey de Navarra, y los patriotas navarros, creyeron de nuevollegada la ocasin de librar a su patria , en unin con F r in

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    da, del dominio de los espaoles. El 17 de Mayo atrave-saron sus tropas las gargantas d los Pirineos para dar el

    asalto a Pamplona. Reaccion el pas. El valle del Roncaldi la seal de alarma; siguile el del ro Aragn, y entrelos primeros que acudieron en ayuda de los defensores dela libertad, aparecan Juan y Miguel, hermanos de Francisco.

    Muy pronto lleg al castillo de Javier 1a, alegre nuevade la toma de Pamplona. Un caballero guipuzcoano, lla-mado D. igo de Loyola, haba sido el alma de la resisten-cia contra los sit iadores; pero cuando al cabo de seis horas

    de bombardeo una bala de can le desjarret la pierna,cay la ciudadela de aqullos. Aconteca esto el lunes dePentecosts, 20 de Mayo de 1521.

    Con todo, cuatro das despus, llegaba al castillo la terro-rfica noticia de la gran derrota frente a Noan. El capitngeneral d los franceses fu tomado prisionero; 6.000 de lossuyos sucumbieron en el campo de batalla, y el resto huydespavorido por los montes, en direccin a Francia.

    Temerosas fueron las semanas, meses y aos que a partirde estos sucesos se siguieron para D. Mara y para el jovencito Francisco; y ms de una ferviente oracin por Mi-guel, por Juan y por la patria querida subira en derechuraal cielo ante el altar de Nuestra Seora y ante el grancrucifijo del castillo de Javier. Los espaoles dominabande nuevo el pas y slo a duras penas se filtraban algunasnoticias sobre la suerte de los dos hermanos. Sabase quetras la desastrosa batalla de Noan, haban escapado a Fran-cia. Desde Octubre de 1521 tenan en su poder, con 200soldados de su tierra, la parte superior del valle del Baztn,y hacan frente en el castillo de su madre y en el fuertede Maya a la prepotente fuerza espaola; y cuando en1522 cay tambin por tierra Maya, se lanzaron con susaliados los franceses sobre el fuerte de Fuenterraba, for-taleza martima entre Guipzcoa y Francia, y prosiguieronsu lucha por la libertad de Navarra,

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    Desde la fuga de los dos hermanos, la indignacin delnuevo Gobierno descarg doblemente sobre el castillo deJavier. Miguel y Juan fueron estigmatizados y denigra-dos como culpables de alta traicin; se les confiscaron sus

    bienes y declararon sus personas dignas de muerte. Escierto que doa Mara retuvo los castillos de Azpilcueta yJavier, como patrimonio suyo que eran; pero los Tribuna-les negaban toda proteccin a la duea de esos castillos.Los labradores de Idocin podan rehusarle sin temor elpago de sus rentas ; podan los vecinos de la prxim a ciu-dad de Sangesa repartirse impnem'ente sus tierras seo-riales y talar sus bosques; tambin los pastores del Roncal

    reciban al propio tiempo carta abierta para conducir susganados por tierras del castillo sin pagar el censo co-rriente; y cuando en Diciembre de 1S23 el emperador Car-los V otorgaba amnista general a los combatientes de Na-varra, exclua de ella una larga serie de nombres, entrelos cuales aparecan a la cabeza los de los hermanos deFrancisco', Miguel y Juan.

    El 19 de Febrero de 1524 qued firmada la escritura decapitulacin, y bien pronto Francisco y su madre pudie-ron estrechar de nuevo entre sus brazos, despus de unaseparacin de casi tres aos, a los dos hermanos qu vol-van de la guerra.

    Dieciocho aos contaba Francisco cuando volvieron averle sus hermanos. Entre tanto se haba transformadodurante su ausencia en un joven maduro, de esbelto talle,

    alto ms bien que bajo, jovial y amable, a la vez que dis-tinguido y modesto; su rostro juvenil y hermoso aparecarodeado de negra cabellera y a travs de sus ojos negrosirradiaba imperturbable la inocencia de su alma.

    En tiempos pasados Miguel y Juan pretendieron entu-siasmarle con la carrera de las arm'as. Tambin en Fran-cisco arda el noble y emprendedor instinto de sus caballe-

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    rosos antepasados. Quera mostrarse digno de su renom-bre ; pero en una carrera distinta de la de sus hermanos. Supadre haba alcanzado el grado de Doctor en la Univer-

    sidad de Bolonia. Tambin Francisco, al finalizar el ve-rano de 1525, se despidi de su madre y hermanos, y mon-tado en su cabalgadura traspas las montaas en direccina Francia: marchaba al ms famoso de los centros docen-tes de la cristiandad, a la Universidad de Pars.

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    CA PITU LO I I

    En la Universidad de Pars (1525-1533)

    Sumario: El barrio de SaintJacques. Javier en el Colegio de

    Santa Brbara. Entre compaeros corrompidos. Apu-ros econmicos: muere D*. Mara de Azpilcueta. Iigode Loyola. E l maestro Francisco. i Qu le ap ro-vecha al hombre.. .?

    n i d o al resto d e la ciudad por dos puentes con sustorres de defensa, exista en la orilla meridional delSena un aglomerado de calles y callejas, iglesias

    y capillas, colegios universitarios y monasterios, casas par-ticulares, libreras y tabernas: era el llamado cuartel latinode Pars, con sus 3.000 4.000 estudiantes, reunidos allde todas partes; el mayor y ms famoso centro estudiantildel mundo en aquellos tiempos.

    E ra el Colegio de Santa Brbara, asilo principal de losestudiantes espaoles y portugueses, puesto desde hacacinco aos bajo la proteccin del rey de Portugal. All se

    hosped por el otoo de 1525, a fin de dar comienzo a susestudios el l 9 de Octubre del mismo ao, como estudiantede la Universidad, don Francisco de Jaso y Javier: assonaba el pomposo ttulo que el joven traa. Esta .rasa erala que deba sustituir a su hogar durante ms de diez aos.

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    Larga era la carrera de los estudios. Un ao de clasepreparatoria; tres y medio de Filosofa hasta conseguir elgrado de Maestro ; luego, en ciertos casos, otros tres msejerciendo como Regente el Magisterio, en uno de tan-tos colegios; y, en fin, cuatro aos de estudios especiales,sea de Teologa, sea de Jurisprudencia o Medicina. Ese erael curso ordinario de las cosas, cando uno pretenda al-canzar el grado de Doctor.

    El Colegio de Santa Brbara era a un mismo tiempo,com'o por entonces se acostumbraba, casa de habitacin yescuela para los estudiantes, con su capilla domstica, co-

    medor, aulas, biblioteca, cuartos generales de estudio yclases. Los profesores, jvenes Regentes por lo comn,'continuaban an ellos mismos sus estudios, y vivan y co-man junto con los dems estudiantes sometidos todos auna rigurosa distr ibucin., Javier se vi obligado a com-partir un mismo aposento con un Regente y varios estu-diantes. Pero, a pesar de ser una misma la distribucin casmonacal que regulaba la vida de los moradores todos de

    aquella casa, no podan, sin embargo, desaparecer en abso-luto las diferencias, sociales, y Francisco'apareca entreellos como el hijo de una familia noble. Posea un caballo,mantena junto a s a un estudiante pobre que le servia decriado, y no reparaba en gastos. Los estudios se le hacanfciles y en los ejercicios deportivos de las praderas de)Sena era de los ms aventajados. Por otra parte, tampocoentre sus compaeros de estudio le faltaban amigos al

    jovial y agitadsim'o navarro.Pero bajo la resplandeciente superficie de aquella ani-macin estudiantil bulliciosa y regocijada, se ocultabanserios peligros para; el alma inexperta de' nuestro jovenestudiante.

    Terminado el ao de preparacin comenz Javier sufilosofa. Su profesor, no menos que sus condiscpulos, eran

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    Lmina I .San Franc isco Jav ie r (cuadro del H. M. Coronas, S. J . ) .

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    17 SAN FRANCISCO JAVIRR

    espritus bien ligeros. Ms de una vez trepaban de nochepor encima de los muros para asaltar las callejas, bodego-nes y burdeles del barrio latino. Instaban tambin a Fran-cisco para que se les asociara; hasta el maestrole decanviene con nosotros.

    El espaol Juan de Pea ocup, su lugar como profesoren 1528. El ejemplo de su vida pura y virtuosa, .fu lasalvacin de Javier durante tan peligrosos aos.

    Juntse a esto el influjo bienhechor de un nuevo condis-cpulo y compaero desaposento, cuyo porte modesto, an-gelical y atrayente arrastr bien pronto, embelesado en pos

    de s, al joven navarro, Llambase Pedro Fabro, y suedad era la misma de Javier.Hijo de una sencilla, aunqueb ie n ' acomodada familia de labradores, haba venido almundo en un pueblecillo de los Alpes saboyanos. De mu

    . chacho pastore all el ganado de su padre, y la soledad deaquel magnfico mundo de montaas arrastr su alnia ha-cia Dios. A los doce aos hizo voto de perpetua castidad.

    Entre lgrimas haba arrancado a sus padres el permisode estudiar y lleg a Frs por el mismo tiempo que Javiera completar sus estudios.. Un lazo de cordial amistad unibien pronto a estas dos almas;con todo, Francisco no par-ticipaba del natural m'odesto y casi tmido del joven saboyano.

    ***

    Haca tiempo que en el castillo de Javier haba desapa-recido el estado de desahogo con que antiguamente viva lafamilia; de ah que produjeran alguna inquietud los eleva-dos gastos ocasionados por los estudios del menor de loshermanos y hasta se pensase en retirarle de ellos, Pero suhermana Magdalena, Abadesa ya por entonces de Ganda yaun venerada comnmente como santa, les hizo desistir

    luego de su intento. No descuidisescriba a Miguelel

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    ayudarle en sus estudios, porque yo espero que ha de seralgn da una columna de la Iglesia.

    Se accedi, pues, a la splica y no hubo necesidad de

    que Francisco interrumpiese su carrera.Mediado ya su tercer ao de Filosofa, le lleg a Fran-cisco desde su patria la noticia de la muerte de su madre.Un nuevo aviso del cielo. No fu esto solo; cuando por elotoo daba comienzo a su cuarto ao de estudios, le enviadems Dios Nuestro Seor un nuevo compaero de apo-sento: igo de Loyola, el llamado a colaborar en la reali-zacin de la profeca de su hermana. Veamos la manera.

    ***

    Llegaba a Pars, a principios del ao 1528, un estudianteya entrado en aos que no tard mucho en dar qu hablarde s. Veasele pasar cada da, cojeando ligeramente, pordelante del Colegio de Santa Brbara en direccin al pr-ximo de Monteagudo, para sentarse a aprender gramtica

    entre los estudiantes de latn, a pesar de sus treinta y ochoaos. Enjuto, m'ediano de estatura, de rasgos nobles y cur-tidos, barba negra y vestido con el traje talar negro tam-bin de los estudiantes de Pars, resultaba ser un noble deGuipzcoa, I igo de Loyola, oficial del Ejrcito en otrotiempo y el mismo que en el ao 1521 haba combatido enlos muros, de Pamplona contra los hermanos de Javier.Una bala de can quebr entonces su pierna, y en el lecho

    del dolor tom el enfermo la resolucin de abandonar elmundo y emprender una vida de pobreza y penitencia.Se haba hospedado en el Hospital en calidad de men-

    digo estudiante, y la colonia espaola no poda menos demirar con muy diversos sentimientos a aquel raro compa-triota, sobre todo rumorendose como se rumoreaba quehasta haba tenido sus encuentros con las autoridades ecle-sisticas en las Universidades de Alcal y Salamanca.

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    Cierto da, tres de sus paisanos, entre ellos un discpulodel Colegio de Santa Brbara, vendieron sus libros y sedirigieron tambin al Hospital como estudiantes mendigos,

    No es para descrito el huracn de indignacin que se apo-der por entero de las filas de los espaoles, cuatido sesupo que lo haba hecho por influ jo de igo. Se les vol-

    vi a sacar por fuerza, y Gouvea, principal del Colegio deSarita Brbara, amenaz al seductor con azotarle pblica-mente en cuanto se atraviese una sola vez a trasponer 6lumbral de su casa.

    Ya estaban calmados los espritus cuando por .el otoo

    del mismo ao, en Setiembre de 1529, s alist Iigo en elconvictorio de Santa Brbara para comenzar all su filo-sofa bajo la direccin del maestro Pea. Lanzndose amendigarpor tierras de Flandes, entre los ricos comercian'tes espaoles, el.guipuzcoano se haba conseguido, durantelas vacaciones, lo necesario para su sustento.

    A los comienzos todo iba bien.. Conviva en un mismocuarto con el maestro Pea, 'Javier y Fabro, y ste, piorcomisin del primero, ayudaba en sus estudios al viejo es-tudiante. Pero pronto empez el recin llegado con susensayos de conversiones entreds universitarios. En luearde asisti# los domingos por la maana a las disoutas ordi-narias

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    en el ltimo momento a Gouvea, le declar las razones desu proceder y logr reducirle totalmente.

    En adelante podan Iigo y sus compaeros comulgar en

    la Cartuja sin inconveniente alguno. Entre los que a par-tir de aqu siguieron su ejemplo, se hallaba tambin PedroFabro. El angelical saboyano entr tanto ms gustoso aparticipar de los piadosos planes de su compaero de apo-sento, cuanto que las inquietudes y dudas sobre su vocacacin le apesadumbraban por entonces sobre todo.

    ***

    No as el compaero de Fabro, Don Francisco. l nosenta necesidad de consejero espiritual. En la primaverade 1530 aba terminado con P'abro sus estudios filos-ficos y obtenido en ellos el grado de Maestro. Tena yaconquistado el primer escaln de su carrera cientfica. Enadelante ostentara el ttulo de Maestro Francisco.

    Desde Octubre del mismo ao prelea como Regente

    a Aristteles en el Colegio de D ormansBeauvais. Esto leproporcionaba discpulos e ingresos, a la vez que cientficorenombre, y le consenta juntamente continuar sus estu-dios teolgicos. Su ruta era bien clara. Estaba resuelto aabrazar el estado eclesistico y haba recibido la tonsuracomo clrigo del obispado de Pamplona.

    Javier contaba con parientes en el captulo catedraliciode Pamplona. Una canonja all mismo no poda menos de

    proporcionarle tambin a l un porvenir desahogado.Cuando volviese a su patria en calidad de doctor por laUniversidad de Pars, tena asegurada una brillante ca-rrera.

    Exigase para la prebenda una atestacin oficial de sunobleza, y en Febrero de 1531 el muy noble Sr. D. Fran-cisco de Jaso y Javier, rriaestro en Artes, clrigo del obis-pado de Pamplona, hizo levantar por medio del notario de

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    I I Iigo d i r ig iendo a Jav ier aque l las pa labr as : Que aprovech a a lhombre ganar todo el mundo s i es con detr imento de su alma? (1533) .

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    su nacin en Pars, los documentos exigidos y comision atus allegados del castillo para que hiciesen por l los escri-tos necesarios para la consecucin del beneficio eclesis-tico. ' i I

    A manera de enjambre de abejas rodeaban los amigospor este tiempo en Pars a nuestro sobresaliente y alegrejoven. El humanismo hallaba por entonces en aquel centropartidarios entusiastas. Sus representantes predicaban depalabra y por escrito con fascinador estilo la vuelta al es-tudio de las lenguas y cultura clsicas, y los profesores,reales, que el mismo rey Francisco I haba llamado a la

    Universidad en 1530 para dar impulso a las letras latinas,griegas y hebreas, vieron pronto asediada su ctedra porla acadmica juventud sedienta de ciencia.

    Kopp, el hijo del mdico real y colega de Javier enSanta Brbara, estaba entusiasmado por los ideales de losHumanistas; y Juan Calvino, antiguo discpulo de aquelcolegio, haba llegado precisamente a Pars para or lasbrillantes prelecciones de los profesores reales.

    Tambin Javier senta pasin por los ideales clsicos delos Humanistas. Las primeras amonestaciones de Iigoslo obtuvieron del joven maestro o un chiste jovial o unpetulante desprecio.

    Pero Ignacio comprendi el modo de ganar poco a pocoel corazn soberbio de su compaero de cuarto. Ayudabaa su compatriota, si alguna vez se hallaba ste en apurospecuniarios, proporcionbale discpulos para su clase y lehaca por fin ver el peligro de los profesores humanistasque, bajo la mscara de cultura clsica, ocultaban los erro-res de Lutero y sus secuaces.

    Esto bast al joven navarro para decidirse a evitar enadelante las prelecciones y trato de aqullos. igo logrtambin conquistar a su paisano para ir a la Comunin se-manal de la iglesia de los Cartujos; pero el noble mancebo

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    persisti an firme en mantener sus.ambiciones y altane^ros planes.

    En esto llegle a Francisco, en la primavera de 1533, lanoticia de la muerte de su santa hermana Magdalena, Aba-desa de las pobres .monjas Clarisas dejG anda . Dama dehonor en otro tiempo de la reina Isabel (je Espaa, haba re-nunciado al fausto del mundo para llevar en el claustro unavida de pobreza, humildad y desprendimiento. Influyerontal vez su ejemplo y su oracin ante el trono del Seor enfavor del alma de su hermano?

    Cuando Javier hablaba con Iigo de sus vanos ensueospara el futuro, le repeta ste'una y ms veces aquellagrave pero celestial sentencia: Qu le aprovecha al hom-bre ganar todo el mundo, si es con perjuicio de su alma?

    Estas palabras quedaron hondamente clavadas en su es-pritu.

    Qu le aprovecha al hombre...? Esa sentencia no

    dej ya descansar al maestro Francisco ni de da ni denoche. Peda luz y fuerza, y. . . la gracia venci. Ante lafigura de Jesucristo Nuestro Seor y de su seguimiento,todo el brillante fausto del mundo y de los hombres sehundi como en la nada.

    Cuando lleg el verano de 1533, estaba ganada la bata-lla, y el maestro Francisco, al igual que Pedro Fabro, eraun humilde discpulo de Iigo; y tan abrasador y vivo

    prendi ya en su corazn, entusiasmado de Dios, el fuegosagrado, que solamente las amonestaciones de sus dos .ami-gos pudieron moverle a dar remate al curso de Filosofaen el Colegio de DormansBeauvais. Una nueva vida albo-reaba ya para Francisco.

    Por decoro a su condicin, haba retenido Javier comocriado hasta el presente a un pobre estudiante, paisano

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    suyo, llamado Miguel Navarro. Por el repentino cambide su seor, se vi ste privado de su empleo. Un odioprofundo contra Iigo invadi su corazn. Resolvi ma-tarlo; pero cuando suba ya las escaleras para hacerlo,percibi de repente estas amenazadoras palabras: Infeliz, qu es lo que maquinas ? . . . , y espantado desisti de suciego propsito.

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    CAPITULO I I I

    Discpulo de Iigo (1533.1536)

    Sumario: Nueva vida. La escena de Montmartre. LosEjercicios espirituales. Generosidad de Francisco. Iigo vuelve a Espaa.

    Gu a n t a razn tuviese igo al precaver a Javier de

    los Humanistas, deba mostrarlo el ao 1533. Sussecuaces se presentaban cada vez ms abierta y alevosamente

    favorecidos por la reina Margarita de Navarra, hermanadel rey Francisco I de Francia, aficionada ya de antiguo asus errores. De 4.000 a 5.000 oyentes se le arremolinabanen torno durante las predicaciones cuaresmales' al predica-dor real de Louvre, inficionado de protestantismo, granparte de ellos turba de estudiantes que seguan su partido.El maestro Kopp, elegido recientemente Rector de la Unirversidad, juzg llegado el momento de intentar una vio-

    lenta acometida en favor de la nueva doctrina. Su discursoinaugural del da de todos los Santos, compuesto por Calvino, di abiertamente la seal de batalla contra los adic-tos a la antigua Iglesia.

    Pero llegaba ahora el contraataque. El Parlamento in-tervino en la contienda. Kopp y alvino se pusieron ensalvo, huyendo aceleradamente, y el Rey envi en Diciem-bre dos bulas pontificias exigiendo un proceder enrgico

    contra los herejes.

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    Por este tiempo Fabro haba vuelto a su patria porsiete meses con el fin de visitar a su padre. Cuando vol-vi, en Enero de 1534, se retir cuarenta das a una casa

    solitaria, a espaldas de la puerta de SaintJacques, parahacer all bajo la direccin de Iigo y como preparacin asu ordenacin sacerdotal los Ejercicios espirituales: unaserie de meditaciones sobre las verdades eternas y la vidade Jesucristo, que Ignacio haba ordenado en Manresa ycuyos maravillosos efectos haba experimentado en s yen otros.

    Hacia el fin de Mayo se orden Fabro de sacerdote y

    el 22 de Junio deca su primera Misa. Entre tanto se lehaban reunido a Iigo cuatro compaeros m s: Simn Ro-drguez, noble joven portugus que estudiaba en compaade su hermano Sebastin en el Colegio de Santa Brbaraa expensas del rey de Portugal, y otros tres castellanos,llamados el maestro Lanez, espritu penetrante en cuerpodbil y pequeo; su amigo Salm'ern, joven de diecinueveaos que le haba acompaado desde Alcal a Pars por

    conocer a Iigo, y el fogoso Bobadilla, a quien tuvo queprecaver Iigo, como a Javier en otro tiempo, de los per-versos humanistas e impulsar al estudio de la Teologa es-colstica.

    Durante el ao escolar de 1534 hicieron todos cuatro,lo mismo que Fabro, los Ejercicios espirituales. Javiertuvo que retrasarlos hasta las vacaciones a causa de las cla-ses. Iigo y sus discpulos se pusieron con esto a delibe-

    rar para el futuro y trazaron acordes su programa,Las lneas principales eran bien claras. Siguiendo el

    ejemplo de los Apstoles, queran, ante todo, obligarsepor medio de un voto sagrado de pobreza y castidad a laimitacin de Cristo y a ir en peregrinacin a Tierra Santa.

    En particular se determin lo siguiente: como prepara-cin al sacerdocio pensaban continuar sus estudios teol-gicos en Pars hasta la fiesta de San Pablo, Enero de 1537.

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    27 SAN FRAN CI SCO JAVI ER

    Despus emprenderan desde Venecia su viaje para Jerusaln, y a la vuelta de Tierra Santa se consagraran total-mente a la vida apostlica. Ya desde ahora entraba en vi-gor su voto de pobreza, y para quitar toda ocasin de.rplica en su oposicin a los herejes decidieron no recibirlimosna alguna por misas, administracin de sacramentosy predicacin.

    Ante las apremiantes ansias de algunos de los compa-eros, deliberse tambin sobre la cuestin de las misionesentre infieles. Todos convinieron en esto: para cualquier em-presa que hubiera de ser para mayor gloria divina, ofre-can unnimes su vida; pero la determinacin definitivasobre este punto la haban de tomar en Jerusaln. Si la ma-yora se decida all por la permanencia en Tierra Santa,comenzaran inmediatamente la predicacin entre los in-fieles; en el caso opuesto, de que la autoridad eclesisticales prohibiese permanecer en Tierra Santa o de que en eltranscurso de un aoa partir de la llegada 3 Veneciano encontrasen embarcacin para el viaje, se presentaran

    al Sumo Pontfice a fin de que dispusiese de ellos portodo el mundo, aun por tierras de turcos o de otros tiranosenemigos de la cristiandad. Pero los pensamientos del maes-tro Francisco se detenan con frecuencia en Tierra Santa,y un da so que se haba apoderado de un muchachoturco y le haba administrado el santo Bautismo.

    ***

    Entre tanto lleg el curso a su fin. Comenzaron las va-caciones de verano. Sealse el da de la Asuncin parahacer su voto. Todos se prepararon a l por medio de ayu-nos, penitencias, oracin y una santa confesin. A la ma-ana del da sealado, se dirigieron los siete compaerosdesde el barrio latino, atravesando el Sena y la ciudad, ala colina de Montmartre, situada ante las puertas de Pars.

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    En su falda, al pie del gran convento de Benedictinos, ha-llbase una iglesia dedicada al santo Obispo de Pars, Dio-nisio. All haba sido martirizado por Cristo a manos de

    los paganos, despus de haberles predicado el Evangelio.Llegaron los siete juntos a la cripta de la capilla. El nicosacerdote de entre ellos, Pedro Fabro, celebr la santa Misa;inmediatamente antes de la Comunin volvise hacia suscompaeros, con la sagrada Forma en la mano, y en pre-sencia de su Rey celestial fueron, uno en pos de otro, pro-nunciando arrodillados desde su puesto y en voz bien per-ceptible, el sagrado juramente de servir a Jesucristo en

    pobreza y castidad, y de hacer una peregrinacin a TierraSanta. Acto seguido recibieron todos con gran devocin elcuerpo santsimo de Jesucristo.

    Con esto quedaba ya sellado su pacto para toda la vida.El resto del da lo pasaron al pie de la colina, junto a lafuente de San Dionisio, en ntima conversacin, y al hun-dirse el sol tras del convento de Montmartre, emprendie-ron, por fin, su vuelta al barrio latino.

    Ahora, llegado ya el tranquilo tiempo de vacaciones, pudotambin el maestro Francisco hallar espacio para hacer lossantos Ejercicios bajo la direccin de Iigo. Retirse a unacasa solitaria a tratar durante cuarenta das nicamente consu Dios. Slo de tiempo en tiempo le visitaba Iigo conel objeto de proponerle la materia de las meditaciones para

    unos das, y darle algunas advertencias sobre el aprovecha-miento espiritual y acerca de los diversos mtodos de ora-cin, penitencia y discrecin de buenos y malos espritus,segn la diversa disposicin del alma, y sobre la manera,en fin, de sentir con la Iglesia y otras cosas parecidas.

    Estaban divididos los Ejercicios en las llam'adas cuatrosemanas, y se consagraba en ellos a la meditacin unahora entera cinco veces al da.

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    III .San Francisco Javier pronunciando sus votos en la capil lade Montmartre (1534).

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    Con toda la magnanimidad de su alma ardiente se en-treg el maestro Francisco a estos Ejercicios espirituales.Durante cuatro das se abstuvo de todo alimento; para

    hacer penitencia por sus vanidades en el deporte de laisla del Sena se at los brazos, los muslos y los pies concuerdas speras y nudosas tan fuertemente que, hinchn-dosele los msculos, se haca imposible el desatarlas. Dosdas pas as entre agudos dolores, y los compaeros, sa-bedores de ello, teman ya que hubiera que cortarle losbrazos, cuando Dios Nuestro Seor oy su oracin y acu-di en su ayuda como con un milagro, haciendo que lascuerdas se soltasen.

    Lo que Francisco vi y experiment en estos santosEjercicios era algo que jams deba olvidarlo. Al volver,al cabo de cuarenta das, a unirse con sus Hermanos, eraya otro hombre. Ciertamente, segua siendo el jovial yanimoso compaero de antes; pero un sagrado fuego cen-telleaba en sus ojos y transfiguraba su rostro; un ansia

    ardiente, un santo amor abrasaba su corazn: el de Jesu-cristo crucificado, su Rey y su Seor. Slo a l deseabaservir en adelante con todas las fuerzas de su alma; se-guirle a l en vida y en muerte, y nicam'ente a l. Ii-go, en cambio, sera desde entonces para el maestro Fran-cisco su venerado y querido padre del alma en CristoJess. De l se haba servido Dios para hablar a su co-razn .

    ***

    Por este tiempo comenz a empeorar de da en da lasalud de Iigo. Volvironle de nuevo con redoblada per-sistencia sus antiguos dolores de estmago. Segn el pa-recer de los mdicos, nicamente los aires natales podranhacerle convalecer. Aunque con gran sentimiento deter-minse a abandonar a sus discpulos. Despachara de pa-so algunos negocios de stos, y una vez mejorado mar-chara a Venecia para aguardar all la peregrinacin de

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    31 S A N F R A N C I S C O J A V I E R

    1537. Pasada la Pascua, ensill el caballejo que le for-zaron a recibir sus compaeros y montado en l sali porla puerta de SaintJacques camino de su patria.

    Javier le entreg una carta para su hermano, el capitnJuan, deshaciendo las falsas noticias que se haban espar-cido en su casa sobre su conversin y la persona de Iigo.

    Declaraba en ella su dolor por tales calumnias y prose-gua as:

    Y porque Vuestra Merced a la clara conozca cuntamerced Nuestro Seor me ha hecho en haber conocidoal seor Maestro Iigo, por sta le prometo mi fe, que enmi vida podra satisfacer lo mucho que le debo, as por

    haberme favorecido muchas veces con dineros y amigosen mis necesidades, como en haber sido causa que yo meapartase de malas corripaas, las cuales yo por mi pocaexperiencia no conoca. Y ahora que estas herejas hanpasado por Pars, no quisiera haber tenido compaa conellas por todas las cosas del mundo; y esto slo no s yocundo podr yo pagar al seor Maestro Iigo, que l fucausa que yo no tuviese conversacin ni conocimiento con

    personas que de fuera mostraban ser buenas y de dentrollenas de herejas, como por la obra ha parecido... Y enesto slo puede Vuestra Merced conocer muy a la claraser falso todo cuanto a Vuestra Merced informaron del se-or Maestro Iigo.

    Y suplicle muy encarecidamente no deje de comuni-car y conversar al seor Iigo, y creerle en lo que le di-

    jere , porque con sus consejos y conversaciones crea quese hallar muy bien, por ser l tanto una persona deDios...

    De Pars, 25 de Marzo de 1535.De Vuestra Merced, muy cierto servidor y menor her-

    mano,

    Francisco de Javier

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    CAP ITULO IV

    Por cantones alemanes (1536-1537)

    Sumario: A cumplir una promesa: el cannigo de Pamplona.

    Meaux, Metz, San Nicols. Basilea, Constanza, SanGalo, Venecia.

    Des,pus de la partida de igo, qued Ptedro Fabro

    como Superior de los dems. l fu quien logrreclutar otros tres compaeros para el grupo: el

    amigo de su juventud Claudio Jayo, Pascasio Broet, sa-

    cerdote tambin como el anterior, y Juan Coduri; todostres, franceses. Un vnculo de santa caridad los una entres. Hacan cada da, su meditacin y examen de concien-cia; asistan a las clases de Teologa en el convento de losDominicos y en el de los Franciscanos; se confesaban se-manalmente y reciban juntos cada domingo en la Cartujala sagrada Comunin. El da de la Asuncin de la San-

    tsima Virgen renovaron en la iglesita de Montmartre elvoto hecho el ao anterior.As iba acercndose cada vez ms el tiempo en que

    haban de cumplir su promesa de pasar a Venecia para irluego en compaa de Iigo a Tierra Santa, cuando depronto estall la guerra entre Francia y el Em'perador.Era menester obrar con rapidez. Interrumpieron, pues,sus estudios; hicieron levantar los documentos necesarios;

    vendieron todos sus haberes, y se equiparon para el via

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    m i n a M I . En t r a d a al ca s t i l lo d e Ja v i e r . So b r e la p u e r t a el

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    L m i n a I V . C a st i l l o de Ja v i e r : p a t i o d e a r m a s y a l ji b e .

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    33 SAN FRANCISCO JAVIER

    je . En esto se presenta un mensajero con un escrito paraJavier.

    Su hermano, inquieto por las noticias de Francisco ycon sus planes de abandonar el mundo, se haba apresu-

    rado a terminar la ya olvidada investigacin de su no-bleza, y el Cabildo capitular de la Catedral de Pamplonaadmiti unnime entre sus miembros al hijo del doctorJuan.

    Pero el nombramiento llegaba demasiado tarde. Sin rui-do y muy de madrugada el maestro Francisco abandonel 13 de Noviembre con sus compaeros las puertas dela ciudad de Pars, en la que durante once aos haba en-

    contrado su segunda patria, y su corazn respiraba unaalegra sem'ejante a la del pueblo de Dios cuando partade Egipto camino de Tierra Santa.

    ***

    En la ciudad de M eaux se celebr la ltima delibera-cin. El camino por el Sur de Francia estaba impedido.Era necesario marchar por tierras de herejes y a la en-

    trada misma del invierno. Determinaron, pues, caminarjuntos, reteniendo el dinero necesario para el viaje. Losfranceses en Francia y los espaoles en Alemania deban,como sbditos de los respectivos dueos de aquellas tie-rras, servir de interrriediarios.

    En medio de una lluvia torrencial salieron los nuevecompaeros a pie y descalzos por las enlodadas estradasdel pas, cubiertos con sus remangados largos trajes ta-

    lares de estudiantes parisinos, protegidos de ancho y pun-tiagudo sombrero, con el rosario al cuello, el bordn deperegrino en su diestra, y la bolsa de cuero terciada a unlado con el Breviario, la Biblia y los apuntes particulares.La oracin, la meditacin, el canto de los salmos y laspiadosas conversaciones hacan ms corto el camino. Alllegar a las posadas, hincbanse valientemente de rodillas

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    a los ojos de todos. Al emprender su viaje hacan otro tan-to para encomendarlo a Dios, y donde quiera que se en-contrasen, celebraban los tres sacerdotes diariamente sus

    misas, en las que comulgaban los dems.Llevaban ya andadas los peregrinos como dos o tres

    jornadas a partir de Meaux, cuando vieron venir en subusca a dos hombres de a caballo a todo galopar. Era eluno Sebastin Rodrguez, que advirtiendo en Pars la se-creta huida de su hermano Simn, vena en su seguimien-to con un amigo para hacerle desistir. Intiles fueron to-dos sus razonamientos ; los dos caballeros hubieron de vol-verse a Pars sin obtener cosa alguna.

    Pronto traspusieron la frontera francesa; pero el tumul-to de la guerra ofreca an mayores dificultades en la neu-tral Lorena. Hormigueaban por all centenares de solda-dos franceses que, cargados de rico botn, volvan a Flandes y atravesaban aquella indefensa tierra entre asesina-tos, incendios y desmanes.

    En M et2 tropezaron nuestros viajeros con el grueso delejraito. Esto, no obstante, lograron, aunque entre gran-des apuros, deslizarse por las puertas de la ciudad a unacon los labradores fugitivos. Tres das tuvieron que per-manecer all hasta que la retirada de los franceses les per-miti proseguir para Nancy y llegar al santuario de SanNicols.

    E n San Nicols recibieron los peregrinos os Santos

    Sacramentos. Siguieron luego, atravesando las montaas,hacia el interior de Alsacia y de all a Suiza. Comenzabael territorio de los herejes y con l la parte ms difcil desu viaje. Interponanseles de pronto torbellinos de nieve.Desconocedores de la tierra y de la lengua, avanzaban losmaestros de Pars en medio del ms crudo fro por aquellaregin cubierta por espesas nevadas. Ms de una vez per-dieron la ruta y anduvieron errantes cuesta arriba y cuestaabajo con la nieve hasta las rodillas. Y cuando, muertos de

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    __San Franc i sco Jav ier con sus compaeros a l as puer t as de l aciudad de Feldkirch en su viaje de Pars a Ital ia (1536).

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    cansancio, calados por la humedad y acosados por el ham-bre, entraban de noche en las posadas, los protestantes con-vocaban inmediatamente a los letrados del lugar para que

    disputasen sobre la verdadera fe con los recin llegados.***

    En la protestante Basilea detuvironse tambin tres dasy vieron para su dolor borrados ya los recuerdos todos delculto catlico y la Catedral ignominiosamente convertidaen una cordelera.

    La nieve era profunda de Basilea para adelante. Obli-gados a andar por ella, los caminantes perdieron la ruta,y cuando a boca de noche llegaron por fin a una gran al-dea, se hallaron con el mesn lleno de aldeanos que, entrecomilonas, embriagueces, gritos y bailes prolongados du-rante la noche entera, celebraban las bodas de... su curaapstata. Por una parte el nuevo predicador, ceido de an-

    cha espada, tuvo tambin su ademn de amenaza, desen-vainndola ante los advenedizos.En otro lugar se present en la posada un predicante

    calvinista para disputar con los maestros parisienses, y alsentirse acorralado por las razones de Lanez, abandonel cuarto con una maldicin, conminando a los extranje-ros con echarlos en la crcel.. Hallbanse, precisamente, nuestros peregrinos en lo

    peor del viaje, cuando a la maana siguiente entr en lahabitacin de la posada un joven (que a Simn Rodr-guez le pareci ser un ngel de Dios) dispuesto a acom-paarles con seguridad por la carretera que conduca aConstanza.

    Aquel mismo da llegaron a la ciudad. Triste era elaspecto que presentaba ante sus ojos: el culto catlico ha-ba sido desterrado de la poblacin. Los fieles no podanasistir a la santa Misa, sino en una iglesia situada fuera

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    de las puertas de la ciudad, y a condicin de pagar en penauna moneda de plata.

    De aqu partieron los caminantes hacia San Galo, Slouna mujer anciana permaneca all fiel a la fe catlica.

    Se la haba forzado a vivir en un Hospital de incurables,extramuros de la ciudad!, y se haba intentado persuadirlade que todo el mundo haba ya abandonado las antiguascreencias. Al ver ella el rosario de nuestros maestros dePars, los reconoci como catlicos y les ense un delantallleno de brazos, piernas y cabezas de estatuas de santosque los herejes haban destrozado en su furor contra lasimgenes. Los recin llegados se arrodillaron y postraron

    sobre la nive para besar, llenos de reverencia, tan sagra-dos despojos. Detuvironse algunos das en aquella ciu-dad, y los habitantes se les acercaban frecuentemente aentablar con ellos disputas sobre la fe. Mas cuando se leshaca ver por la Sagrada Escritura la falsedad de su doc-trina, ellos abran su biblia alemana, traducida por Lutero. Casi todos aquellos pasajes aparecan en ella supri-midos o traducidos de muy diversa manera.

    De San Galo para adelante volvan ya sus espaldas aSuiza y a la tierra de los herejes. Al llegar a la ciudadelade Feldkirch, al otro lado del Rhin, entraban de nuevo entierra catlica. Traspusieron luego el Arlberg y los desfi-laderos del Tirol cargados de nieve, y caminando por en-tre altsirrios montes cubiertos de negruzcos pinares e im-ponentes murallones de roca, se .dirigieron a Bolzamo yTrento, desde donde escalando nuevas montaas se inter-naron en otras regiones.

    Dos das despus de la fiesta de Reyes, el 8 de Enerode 1537, se encontraban felizmente los nueve compaeros

    junto a Iigo en la gran ciudad de Venecia. Haban me-diado dos aos de separacin entre discpulos y maestro,y el encuentro no pudo menos de ser grandemente conso-lador para sus almas.

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    CAP IT UL O V

    La compaa de Jess (1537-1538)

    Sumario: En el Hospital de Incurables. A impetrar la ben-

    dicin del Papa. Los sueos de un apstol. La gue-rra con el turco. Los nuevos sacerdotes. Primeros tra-bajos. Muere uno de los compaeros.

    Po r primera vez vean Jav ier y sus compaeros aque-

    lla ciudad ducal, clebre en el iriundo, edificadasobre el mar y surcada por canales y gndolas, don-

    de la magnificencia y brillo fascinador de sus iglesias ymarmreos palacios se reflejaban en el agua con el ful-gor del oro.

    Desde ella se hacan a la vela las naves de peregrinospara Tierra Santa, pero nicamente en el verano. Ignacio(que as empez a llamarse Iigo en Italia), se haba con-quistado otros dos compaeros para el viaje: el sacerdoteespaol Hoces y el antiguo criado de Javier, Miguel Na-

    varro.Agencironse enseguida habitacin y trabajo para los

    meses de espera. Ignacio aloj a sus compaeros en doshospitales, mientras l se dedicaba al estudio de la Teolo-ga en una casa privada. En el Hospital de los Incurables,junto al convento de los Jesuatos, hallaron puesto Javier,Fabro, Lanez y otros dos. Con fervoroso celo tomaron

    a su cargo el cuidado de los enfermos. Cierto da pidi

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    uno de stos a su enfermero que le rascasfe la espalda. Aldescubrir sus repugnantes lceras, el maestro Franciscocomenz a sentirse sofocado por el asco; pas entonces lamano por ellas frotando con decisin la materia y se chu-

    p, el dedo. Durante toda la noche estuvo despus soan-do que tena el contagio en la garganta; pero la repulsinaquella del antiguy noble entregado ahora al servicio aelos enfermos, quedaba ya vencida para siempre.

    ***

    Solan los peregrinos de Tierra Santa impetrar en Ro-ma la bendicin del Papa antes de emprender su viaje. Di-

    rigironse, pues, a Roma, a mediados de Marzo, los Oncecompaeros, a quienes se les haba juntado un tal MaeseArias, sacerdote secular espaol, e Ignacio, en cambio,permaneci en Venecia. No juzgaba prudente presentarseen la Corte pontificia, donde se hallaba como Encargadode Negocios por parte del Emperador el doctor Ortiz, an-tiguo enemigo suyo en la Universidad de Pars.

    Con el fin de experimentar por primera vez en este

    camino los efectos de la santa pobreza, Javier y sus com-paeros se pusieron en marcha sin vitico ni dinero parael viaje, y Dios mismo les sali al paso bien pronto conuna dura prueba. La senda que haban de seguir atrave-saba la yerma y solitaria regin de la desembocadura delPo. El camino se hallaba interrumpido ya por un bra-zo del ro, ya por otro. Apenas se divisaba casa alguna enqu poder mendigar, y los conductores se negaban a lle-

    varlos por amor de Dios. Para pagar el transbordo, al unohaba que darle un tintero, al otro una camisa; un terceroles dejaba plantados en medio de una regin inundada,ele modo que se vean obligados a vadearla con el aguahasta el pecho. Medio muertos de hambre consiguieron lle'gar a un bosque de pinos y tenfaron de comer sus verdesfrutos, hasta que al atardecer del domingo de Pasin en-

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    traron por fin en Ravenna. Haban recorrido durante aque-lla ltima tarde 28 millas italianas (nueve leguas), enmedio de una lluvia torrencial, descalzos y hambrientos,con slo un pedazo de pan tomado por la maana y sindejar por eso de cantar salmos, gozndose en el Seor.

    Para allegar limosnas ms fcilmente, se repartieron engrupos de a tres en el resto del viaje; y a fin de evitar ul-teriores m'olestias al atravesar el ro, alquilaron una bar-ca hasta Ancona. Poco despus entraban en Loreto, lugardel celebrrimo santuario de Nuestra Seora. All se en-comendaron a Dios en la santa casa de su Madre y pro-

    siguieron luego su itinerario para Roma a travs de losmontes, bajo una lluvia torrencial y por caminos llenos debarro.

    ***

    Para Semana Santa estaban ya en la capital del Orbecatlico, donde se construa por entonces, junto a la anti-gua iglesia, la nueva baslica de San Pedro. Visitaron, pues,

    las siete iglesias y tomaron parte en las solemnidades delos das de Pascua.

    Buscando hospedaje, dirigironse luego al Hospital na-cional, en donde les alojaron gratuitamente. La divina Pro-videncia comenz a mostrrseles propicia. El doctor Ortiz, encargado de los negocios del Em'perador, se haba tro-cado de enemigo en fervoroso protector de Iigo, y l fu

    quien se encarg en persona de introducirlos ante la au-gusta dignidad de Paulo III. El Papa, anciano venerablede luenga y blanca barba, hizo, segn su costumbre,que los maestros de Pars diesen muestras de su saber dis-putando pblicamente durante su comida sobre materiasteolgicas en presencia de muchos Cardenales, Obispos yDoctores; y tan entusiasmado qued de sus repuestas, queno slo les concedi gustoso licencia para ordenarse y ha-

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    cer su peregrinacin a Tierra Santa, sino que aadi a subendicin apostlica una limosna para el viaje.

    Con el corazn inundado de alegra emprendieron nues-tros caminantes su regreso a Venecia pasada ya la Pascua.

    Cul sera en tanto el pensamiento dominante del maes-tro Francisco?... En el Hospital espaol de Roma soladormir en un mismo aposento con Rodrguez. De repentedespert ste del sueo cierta noche y oy gritar a su com-paero: Ms, ms, ms!... Preguntado Javier sobrela significacin de ests palabras, nada respondi. Estabasoando verse en medio de grandes trabajos y peligros porel servicio de Dios, y que la gracia le infudi al m'ismo

    tiempo tal esfuerzo y nimo que no pudo menos de pedira Dios ms trabajos y riesgos de la vida.Al despertarotra vez en cierto Hospital, durante este viaje, dijo a sucompaero Lanez: Jess, qu cansado estoy! Sabislo que soaba? Que traa a cuesta un indio, y pesaba tan-to que su peso estaba a punto de aplastarme. Y ahora sepresentaba ante sus ojos y al alcance de sus manos el granviaje a Tierra Santa y la misin entre infieles...

    Una sombra se cerna con todo sobre el futuro hori-zonte. Me sospecho que no habis de ir a Jerusaln. leshaba dicho el Pontfice al despedirles. Saldra p rofetael Papa ?

    ***

    El Papa tuvo razn. Si bien es verdad que despus devueltos ellos a Venecia pudo an celebrarse en ella la acos-

    tumbrada procesin de peregrinos el da del Corpus Christi,para el domingo siguiente lleg ya la noticia de que el tur-co haba declarado la guerra a la Repblica veneciana, ypor primera vez, desde haca largos aos, hubo de suspen-derse el embarque de peregrinos para Jerusaln.

    Se impona, por tanto, el esperar hasta que cesase denuevo la guerra, lo cual suponan haba de suceder bien

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    pronto, pues por su comercio con el Oriente, Turqua ne-cesitaba de Venecia y Venecia de Turqua.

    Entre tanto, los maestros parisienses haban terminadosus estudios teolgicos y pudieron recibir las Ordenes desubdiaconado y diaconado. Ms tarde, el 24 de Junio de1537, en la fiesta de San Juan Bautista, fueron consa-grados sacerdotes Javier con Ignacio, Lanez, Rodrguez,B'obadilla y Coduri. Salmern, en cambio, deba esperarpor ser an demasiado joven. Y qu haba sucedido entre

    tanto con el infeliz Miguel Navarro? Haba vuelto a apos-tatar a su regreso de Roma, y desapareci con MaeseArias.

    Los nueve peregrinos prosiguieron en Venecia hasta fi-nes de Julio su tarea de cuidar enfermos. Despus, a ejem-plo de Jesucristo, se retiraron a la soledad durante cua-renta das. Javier se dirigi con el joven Saliriern a lapequea ciudad de Monselice, junto a Padua. Algo apar-tada de aquel lugar exista una choza medio derruida, ex-puesta al viento y al temporal. All se refugiaron los dosa vivir en silencioso retiro, dados a la oracin y peniten-cia, mendigando por las puertas su alimento y en medio dela ms estrecha pobreza, pero tambin al mismo tiempode la ms dulce consolacin.

    Una vez que Salmern recibi el sacerdocio, fueron to-

    dos a reunirse en Vicenza a fin de Setiembre. Ignacio conFabro y Lanez vivan all mal acomodados en un claus-tro derruido y solitario. Con la devocin de un ngel y en-tre lgrimas de alegra celebr Javier en esta ciudad su

    primera Misa, como tambin sus compaeros recin orde-nados. Ignacio la dej para ms tarde. Esperaba, tal vez,poderla celebrar en Beln?

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    En Vicenza continuaron los compaeros su vida de mor-tificacin y pobreza; predicaban al pueblo por las callesen chapurreado italiano, y volvieron a deliberar sobre suporvenir.

    Despus de hacerlo, resolvieron esperar todava embar-cacin hasta el verano de 1538; pero determinaron junta-mente repartirse ya desde entonces por las universidadesde Italia a trabajar en favor de las almas y alistar, si po-dan, nuevos compaeros para sus planes. En la Pascua de1538 deban todos reunirse por fin con Ignacio en la Ciu-dad Eterna. Si durante este tiempo les preguntaban a quOrden pertenecan, responderan todos que a la Compa-

    a de Jess, pues Jesucristo era su nico Capitn y Se-or.

    Ignacio experiment por entonces, como en otro* tierripo en Manresa, una extraordinaria abundancia de sobrena-turales visiones, y lloraba copiosamente por el exceso deconsolacin. Maestro Francisco cay enfermo a consecuen-cia del extremado rigor de su vida, y se vi forzado acompartir, en el Hospital de los Incurables, un mismo le-

    cho con el maestro Simn Rodrguez, enfermo tambin.Una noche, mientras yaca all tambin tendido y des-

    pierto a su parecer, se le apareci San Jernimo, y le dijotendra que pasar el invierno en Bolonia y sufrir all engran manera.

    En efecto, as veremos le sucedi despus puntualmente.

    ***

    Los once maestros dejaron por Octubre a Vicenza parai repatirse por las ciudades de Ferrara, Bolonia, Padua, Sena

    y Roma.Javier y Bobadilla fueron destinados a Bolonia. A su

    llegada, el Padre maestro Francisco celebr la santa Misaju nto al sepulcro del Patriarca y Fundador Santo Domin-

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    go. La extraordinaria devocin de aquel sacerdote dejhonda impresin en dos damas que la oan. Era una lasobrina de D. Jernimo Casalini, Rector de la iglesia de

    Santa Luca. Vuelta a casa esta seora, habl a su to deaquellos dos sacerdotes extranjeros recin llegados. Masan: a fuerza de rogar logr despus de ellos mismos quese avinieran a hospedarse en su domicilio, aunque ellos s-lo accedieron a condicin de que se les permitiese pedirdiariamente su pan de puerta en puerta.

    Con inflamado celo emprendieron los dos su trabajoapostlico. Oan confesiones, visitaban a los presos, y en-fermos, enseaban a los nios y rudos las verdades denuestra fe y las principales oraciones.

    En cuanto a las relaciones que guardaban entre s, cadauno haca por veces, durante una semana, de Superior delotro, y tena el sermn en la calle mientras su compaerose encargaba de convocar a la gente. Traan un banco dela casa ms prxima, subase a l el predicador, hacan se-

    as con el sombrero en todas direcciones y llamaban a lostransentes, dicindoles: Venid y od la palabra de Dios.Acercbanse por all los curiosos, creyendo que tenan an-te s a algn brujo o a algn charlatn, pero al comenzarel sermn enmudecan las risas. El auditorio no poda, esverdad, entender, sino a duras penas, el mal italiano deaquellos extranjeros; pero sus apostlicas palabras sobrelos vicios y los errores de la poca, sobre el cielo, el in-fierno y la enmienda de la vida, conmovan los corazones.Fluan copiosas las limosnas, e inmediatamente se repar-tan siempre entre los pobres.

    La ciudad experiment entonces un rpido cambio. Larecepcin de Sacramentos, ya casi en olvido, aument depronto y no tard en formarse en torno a Javier y a sucompaero un grupo de fervorosos devotos y devotas, aun

    de las clases ms elevadas de la sociedad.La celestial devocin que el Padre maestro Francisco

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    dej entrever en la sagrada fiesta de la Pascua, impre-sion tambin a su mesonero. Notbasele un gusto es-pecial en decir la Misa de la santsima Pasin de Cristo

    y abundantes lgrimas baaban durante ella sus mejillas.Cierto da, durante la celebracin de la Misa de la SantaCruz, estuvo ms de una hora en el Memento de los vi-vos, arrebatado en espritu; y por ms que el aclito letiraba de la casulla, permaneca insensible al celebrante.Don Jernimo estaba persuadido de que su husped eraun Santo. El Padre hablaba muy poco, pero siempre conmaravillosa fuerza, y no raras veces su conversacin recaa

    sobre los paganos de la India y sobre el ardiente deseoque l tena de consagrarse a su conversin.

    ***

    Por la primavera lleg de Padua la noticia de que Hoces,que ej erca all su apostolado con Coduri, haba muerto pia-dosamente en el Seor. Era el primero de los compaerosque pasaba a mejor vida. Rodrguez corri desde Ferraraen auxilio de Coduri, y Bobadilla abandon a Bolonia parasustituir a Rodrguez en Ferrara.

    Javier, por tanto, se quedaba solo. Su rigurosa peniten-cia y su desaconsejado trabajo acabaron de arruinar susalud. Una cuartana le postr enfermo en el lecho y le pu-so a las puertas de la m'uerte. La visin de Vicenza se ha-

    ba cumplido.An se encontraba el maestro Francisco dbil y desva-lido por la pasada enfermedad, cuando Jayo y Bobadillavinieron de Ferrara a mediados de Cuaresma para diri-girse a Roma. Juntamente con ellos se puso tambin Javieren camino para la Ciudad Eterna, y Bolonia vi con dolorpartirse de all al Padre.

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    En la Ciudad Eterna (1538-1539)

    Sumario: La casa del Pincio: nueva espera. Los ^sacerdotesextranjeros. Miguel Navarro. Justificacin judicial.

    A las rdenes del Papa. En el palacio Frangipani. Lapeticin de un Embajador. La Compaa de Jess.

    os compaeros quedaron espantados en Roma, alver de nuevo a Javier entre ellos tan consumido ydesmejorado a consecuencia de la enfermedad su-

    frida, y juzgaban le sera muy difcil volver a recobrar suintigua salud.

    Pero los maestros parisienses no entendan de condes-cendencias. No lejos de, la puerta Norte de la ciudad, sobreel monte Pincio, Ignacio haba encontrado para s y parasus compaeros (entre los que se contaban ya otros dos:Garca y Estrada, ganados tambin por los Ejercicios) unamorada provisional en la casuca que un patricio romano teniaen su via. El dueo encarg a su jardinero Antonio quevigilase atentamente a aquellos sacerdotes extranjeros. Pero

    Antonio volvi al cabo de unos das dicindole que seme-jantes hombres eran unos santos; dorman sobre el durosuelo y no en sus camas, y la comida que se les enviabala distribuan a los pobres para mendigar cada uno su panpor las puertas.

    Javier y sus compaeros llevaban ya ejercitando su celoen Roma, Bolonia, Padua, Sena y en la Corte del duque

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    de Ferrara. Ahofa comunicaron a sus compaeros las aven-turas de sus primeros trabajos apostlicos. Bobadilla habaganado de tal manera para la Compaa la voluntad delduque, que ste declar estar dispuesto a pagar todos, los

    gastos de la peregrinacin a Tierra Santa.En cambio, las perspectivas de una pronta travesa em-

    peoraban y se haca ya ms difcil. Desde Febrero, Veneciase haba alistado pblicamente en la Liga cristiana contrael turco. Se preparaba una gran batalla contra el enemigodeclarado de la cristiandad, y desde Marzo el Papa se ha-llaba en Niza, procurando reconciliar al rey de Francia conel Emperador, y conquistarle para la expedicin contra el

    turco. Ahora bien, era intil pensar en una travesa antesde terminar la guerra. Decidironse, pues, a esperar.

    ***

    Cuando los compaeros, que eran ya doce en total, sereunieron otra vez por Pascua, la casita de la via resultabademasiado estrecha. Encargronse, pues, algunos bienhecho-res, de alquilar a los sacerdotes extranjeros, como se les

    llamaba por entonces, otra ms espaciosa en el interior dla ciudady en ella fijaron su residencia despus de Pascua,comenzando inmediatamente a ejercer sus apostlicos mi-nisterios.

    Sus predicaciones hallaban abundante pblico, eran mu-chos los que acudan a ellos para confesarse y hasta habados escuelas que les enviaban sus nios al catecismo.

    Pero pronto estall una tormenta que amenaz ahogar

    en germen a la joven Compaa de Jess.***

    En niedio de una enorme concurrencia, acaba de pre-dicar sus sermones durante la ltima Cuaresma en la iglesiade San Agustn un fraile agustino. Fabro y Lanez se en-contraron entre sus oyentes; pero nuestros maestros de Pa-

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    rs, tan familiarizados con la Teologa, comprobaron congran espanto, que tras el fascinador ropaje de la elocuenciadel predicador se ocultaban las ms crudas herejas de*Lutero sobre la gracia. Llegada la ocasin, rebatieron resuel-

    tamente en sus sermones los errores predicados. Esta fu laocasin de la borrasca.

    Los partidarios del fraile, al frente de los cuales se halla-ban tres renombrados curiales espaoles, rebatieron contralos sacerdotes extranjeros la acusacin de hereja, y decla-raron que Ignacio y sus compaeros con su inslito proce-der, eran luteranos disfrazados; v aduieron com'o testigo,al que mejor poda conocer su vida: al antiguo criado deJavier, Miguel Navarro.

    Este desgraciado, cuya splica de readmisin en Vicenzano tuvo acogida alguna, se les haba presentado d nuevoen Roma, e Ignacio, movido de compasin, le haba hospe-dado transitoriamente en su casa, negndole con todo tam-bin esta vez la admisin en la Compaa. Procur entoncesMiguel, en venganza, apartar tambin de ella al recin alis-

    tado Garca, antiguo conocido suvo en Pars, y declarpblicamente que Ignacio y sus discpulos haban sido con-denados en Espaa, Francia y Venecia por la Inquisicin,y que slo huyendo se haban librado de la hoguera. Ignaciocom'prendi toda la gravedad de la situacin. Ponase enpeligro el porvenir mismo de la Institucin por l fundada.La gente se retirara de l y de los suyos. Poco despusde la acusacin de Miguel, se escapaba de Roma por miedo

    a la Inquisicin el mismo Garca.Ignacio se aprest con energa a la defensa. Present alGobernador de la ciudad la carta escrita por Miguel desdeVicenza, suplicando la readmisin. Ciertamente era abru-madora para el calumniador. A pesar de la intercesin delPadre, el infeliz fu desterrado de Roma y desaparecipara siem'pre.

    ***

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    Durante todas estas luchas sostenidas en Roma contrasus calumniadores, los compaeros m'antuvieron siemprefirme la esperanza de efectuar su peregrinacin a TierraSanta. Pero las maniobras de las flotas aliadas de Venecia,

    del Papa y del Emperador contra el poder martimo delturco, iban desarrollndose con excesiva lentitud. Hastamediados de Agosto no se rompieron las hostilidades y elataque emprendido a fines de Setiembre contra la flota delturco, termin con una ignominiosa retirada por parte delos cristianos. Cuando por este tiempo se presentaron alPapa, segn costumbre, algunos de los compaeros paradisputar delante de l, ste les pregunt de pronto :

    Por qu deseis tanto ir a Jerusaln?. Italia es unabuena y verdadera Jerusaln, si queris trabajar con frutoen la Iglesia de Dios.

    Los interesados dieron cuenta de las palabras del Pon-tfice a sus Hermanos de casa, y stas no dejaron de hacerimpresin en sus nimos. Ciertamente, haca ya mucho quehaba pasado el tiempo convenido, y por otra parte no eraposible esperar asomase tan pronto la deseada paz. Deter-

    minse, pues, aunque con gran dolor, desistir del tan anhe-lado viaje a Jerusaln. Con esto entraba ya en vigor la se-gunda parte de su voto de Montmartre.

    Acudieron, por tanto, al Santo Padre, y se pusieron total-mente a las rdenes del Vicario de Jesucristo, dispuestos amarchar a cualquier parte a donde les enviase, aun a losltimos confines de las Indias, pues l saba como nadiednde necesitaba ms la Iglesia de su auxilio.

    Este fu el gran da decisivo para la Com'paa de Jess.El Papa acept conegra sus ofertas.

    ***

    Una vez que se haba abandonado definitivamente el plande la peregrinacin a Tierra Santa, se impona el buscar enRoma una residencia, pues terminaba ya el plazo de arren-

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    damiento de la primitiva morada. Cierto bienhechor pusoa entera disposicin de Ignacio y sus compaeros una espa-ciosa casa al pie del Capitolio: el abandonado palacio deFrangipani. Una vez trasladados all, oyeron decir que la

    casa estaba hechizada. Percibanse ruidos extraos como dechoque de armas, arrastre de cadenas, golpes en las puer-tas... y cuando alguno abra los cerrojos nadie apareca.Los sacerdotes extranjeros no hicieron caso de aquellos ru-mores y duendes.

    Sin embargo, cay en cama por aquellos das el enfer-mizo maestro Simn Rodrguez. Javier haca con l de en-fermero,'y para dormir se haba echado sobre una estera,

    junto al lecho del enfermo. Sin poder ste conciliar el sueo,consideraba con santo respeto a su compaero dormido. Derepente Javier se incorpora gritando con violentos adema-nes, como si repeliera a alguien de s; de su nariz v bocamana sangre en abundancia y esto le hace despertar.

    Q os pasa, Javier?; qu quiere decir eso?, pregntaRodrguez a su compaero. Nada, nada, le contesta stecon serenidad y sonriendo. A la maana siguiente Javier

    evada constantemente las preguntas de sus Hermanos. Perostos se decan por lo bajo entre s: Era el demonio quequera sin duda ahogar a rriaestro Francisco.

    ***

    Tan pronto como los maestros parisienses se pusieron adisposicin del Papa, el Embajador imperial se los pidipara misioneros de las Indias Occidentales, sujetas al domi-

    nio de su Seor. Pero, Paulo I I I le di a entender que noquera abandonasen los Padres a Roma, pues tambin allse poda esperar por su medio una gran cosecha.

    Lleg asimismo de Pars con urgencia una segunda dem'anda de Gouvea, antiguo principal del Colegio de SantaBrbara. Pregunt a Simn Rodrguez si los maestros esta-ban dispuestos a ir de misioneros a las Indias Orientales,

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    donde, segn las ltimas noticias, se haban convertido alcristianismo 60.000 malabares. Fabro, en nombre de suscompaeros, le respondi a fin de Setiembre, que ellos iranmuy contentos, si el Papa se lo prescriba, pues no les es-

    pantaba ni la enormidad de la distancia, ni el dolor de laseparacin, ni el estudio de una lengua extraa.

    ***

    Mientras tanto, tam'poco faltaba trabajo a Ignacio y suscompaeros en la capital de la cristiandad. El Santo Padre

    les encomend la enseanza del catecismo en todas las es-cuelas de los trece barrios de Roma. Dedicbanse, adems,a or confesiones y predicaban por las calles y en las igle-sias de la ciudad. Javier, cuya salud haba ido reponindosepoco a poco, ejercitaba sus ministerios en San Lorenzo inDmaso, y como dominaba el francs, tambin en la igle-sia de los franceses, que era la de San Luis. E l hambre, queno haba de tardar en declararse durante aquel invierno,

    pondra poco despus en tensin las fuerzas todas de aque-llos hroes.

    Entre estas ocupaciones fu poco a poco transcurriendo*el invierno, y una vez pasado pudieron hallar tiempo depensar en su porvenir.

    Eran ya muchos los prncipes eclesisticos que habanadmirado la apostlica labor de los sacerdotes extranjeros

    en Roma, y solicitaban ya a uno, ya a otro de ellos paraayuda de sus dicesis. Paulo III fu paulatinamente cedien-do a sus instancias. AI comenzar la Cuaresma de 1539, des-tin l mismo a Broet y Rodrguez para la reforma de unmonasterio de m'onjas en Sena. A stos deban seguir muypronto otros destinos. De ah la necesidad apremiante entrelo9 compaeros de responder cuanto antes a la siguientepregunta: Deba ya darse por terminada entre ellos ante

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    tal separacin aquella asociacin que desde Montmartre ve-nan formando, o deban ms bien fundar una Sociedad per-manente, que sobreviviese a la vida del fundador ? A me-

    diados de Marzo y cuando apenas haban partido Broet yRodrguez para Sena, comenzaron las deliberaciones sobreeste punto.

    Ya desde la prim'era noche se determin por unanimidadla fundacin de una Compaa permanente. Mayor espacioexigi la pregunta que a continuacin se propusieron, de siadems del voto de obediencia al Papa deban tambin pro-metrsele a algn otro a quien escogiesen de entre ellos por

    Superior suyo.Despus de un mes de deliberaciones y de mucha oracin,respondieron todos afirmativamente a la pregunta; y en lasanta Misa del 15 de Abril hicieron todos una solemne de-claracin de la resolucin tomada, recibieron despus la sa-grada Comunin de manos de Fabro, y suscribieron lafrmula. .

    Los meses de Abril, Mayo y Junio los emplearon en ulte-

    riores deliberaciones sobre el carcter de la Orden que ha-ban 'de fundar. Sobre el nombre que haba de llevar, sedetermin, por expreso deseo de Ignacio, el de Compaade Jess, ya que su cabeza, modelo y capitn era Jesucristo.

    Tratse tambin en estas sesiones varias veces sobre elproblema de las Misiones entre infieles, y se resolvi recibirtambin a gente algo menos dotada de prendas naturalescon tal que estuviesen dispuestos a ir, m'andndolo el Papa,a tierras de infieles, aunque no supieran sino decirles queCristo era su Salvador. El Superior que se eligiese de laCompaa de Jess haba de ser vitalicio y provisto de par-ticular celo por la enseanza del catecismo a los rudos y alos nios. En cuanto a domicilios o viviendas, slo a manerade prstamo recibiran en adelante casas e iglesias para

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    Ignacio reuni en cinco captulos las determinaciones to-madas y se las entreg al Santo Padre.

    Un elevado ideal de heroica consagracin al Vicario de

    Jesucristo se encerraba en este programa de Orden religiosa,y muy pronto deba dejarse or en la Compaa de Jessel llamamiento del Papa, que la mandaba tambin a tierrasde herejes y de infieles.

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    CAPTULO VII

    El llamamiento de Cristo (1539-1540)

    Sumario: El Papa aprueba los cinco captulos. La peticin del rey de Portugal. Enferma Bobadilla. : Es designadoJavier para la India.

    EN efecto, el 3 de Setiembre de 1539 recibieron losmaestros de Pars la alegre nueva de que el Papahaba aprobado verbalmente en Tvoli los cinco ca-ptulos y, en consecuencia, podran ellos en adelante oponera todas las dificultades que se les presentasen el documento

    pontificio de su confirmacin despachado por Paulo III.Pero exigi de ellos, entretanto, que se aplicasen al desem-peo de diversos cargos de importancia en su servicio. Ro-drguez y Broet trabajaban en Sena desde principios deMayo; a fines de Julio partieron Fabro y Lanez con el Car-denal legado hacia Parma, para ocuparse de la reforma de laIglesia en Lombarda y hacer all frente a las ocultas intri-gas de los luteranos. A ltimos de Setiembre envi el Papaa Bobadilla a Npoles con un difcil encargo, y por la pri-mavera de 1540 fueron destinados Salmern y Coduri parauna misin de importancia en Irlanda y Escocia: la de for-talecer en la fe a los catlicos perseguidos.

    Javier permaneca, entretando, al lado de Ignacio en Ro-ma y m'antena viva correspondencia con sus Hermanos au-sentes. De repente lleg tambin para l la orden de Cristo.

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    Gouvea, el principal del Colegio de Santa Brbara, habatrasmitido al rey de Portugal, a fines de 1538, la respuestade Fabro en cuanto a las Misiones de Oriente, y por Agosto

    del siguiente ao reciba D. Pedro Mascarenhas, Embajadorportugus en la Corte pontificia, un escrito de su Rey quele encargaba hacer nuevas indagaciones sobre aquellos cl-rigos parisienses de que le escriba Gouvea, y en caso deser llos como a l se los haban descrito, procurar conse-guirlos del Papa para sus posesiones de la India.

    El Embajador D. Pedro, estaba sumamente edificado dela vida y labor apostlica de los maestros de Pars. Habaescogido por confesor suyo a Ignacio, y oy asimismo aBobadilla, antes de su partida para Npoles, las explica-ciones de la Epstola de San Pablo a los romanos. Tambinel Papa, a quien el Embajador trasmita la splica de suRey, se expres en los trminos ms laudatorios sobre laciencia, virtud y celo apostlico de los Padres. Crea contodo en definitiva que, pues, se trataba de un viaje tan

    lejano y peligroso, era conveniente dejar la eleccin enmanos de ellos mismos; cuando ellos estuviesen de acuerdoordenara l con gusto lo que se 3e encargaba, Fu, pues,don Pedro en busca de los Padres. Recibieron stos alegresel encargo; pero Ignacio y el Embajador no se avinierontan fcilmente sobre el nmero de los que haban de partir.Hubiera deseado el Embajador llevarse consigo a seis delos Padres, pero Ignacio no quera concederle ms que dos;

    y como D. Pedro insistiese y no le dejase en paz, hubo determinar Ignacio por decirle: Jess, seor Embajador!,qu es lo que, por tanto, quiere dejar su merced para elresto del mundo?

    A la verdad, de los diez compaeros quedaban slo seisen Roma, y esto contando a los dos Padres destinados yapara Escocia e Irlanda. No tuvo, pues, Mascarenhas otroremedio que contentarse con dos. La eleccin la dejaba

    Paulo III a disposicin del mismo Ignacio, y como el Emba-

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    57 * S AN FRAN CIS CO J AVIER

    jador deseaba llevarse al nico portugus Simn Rodrguezy a Bobadilla, a quien conoca ms de cerca, llam Ignacioa los dos a Roma a comienzos de 1540.

    Lleg Rodrguez de Sena, debilitado por unas cuartanas,pero pronto y alegre para seguir el mandato del Rey. DonPedro, que pensaba volverse ya, tambin l, a Portugal, ha-bida sin embargo cuenta de las dbiles fuerzas del Padre,le envi por delante, el 5 de Marzo, catriino de Civitavecchia, juntamente con su bagaje y servidumbre para quehiciese por mar el viaje hasta Lisboa, juzgando, natural-mente, le resultara esto menos pesado.

    En compaa de Rodrguez sali tambin un sacerdotesecular italiano, llamado Micer Paulo, hombre piadoso yhumilde que haba entrado haca poco en la Compaa, de-clarando al mismo tiempo sus deseos de seguir al Padrepara la India dispuesto a ayudarle.

    La vspera de partir firmaron los seis compaeros pre-sentes en Roma un escrito en que declaraban: que, pues,haban de separarse para ir por mandatodel Papa a las

    ms diversas y apartadas regiones del mundo, y quedabanan por resolver cuestiones de capital importancia, como lade las Constituciones de la Compaa, por ejemplo, deter-minaban que en adelante se decidiesen siempre los asuntosconforme al voto de la mayora de los compaeros residen-tes en Italia.

    ***

    La fiebre romana atac tambin a D. Pedro. Senta nos-talgias de su esposa y de su patria y le daba ya en rostroel ambiente de aquella Corte. Contaba los das que le fal-taban para salir de all. Deba acompaarle Bobadilla, peroya que ste se haca esperar, hizo por fin su visita de des-pedida al Santo Padre y fij su partida para el 15 deMarzo.

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    Por fin el 14 de Marzo llegaba el ansiado P&dre de Npoles; pero vena con la fiebre a cuestas, debilitado porlarga y penosa enfermedad, y tanto el mdico como suscompaeros eran de opinin que no poda en tales circuns-tancias ponerse en camino de Lisboa. Por consiguiente, ten-dra que llenar su puesto algn otro, ya que el Embajadorestaba resuelto a no aguardar ms ni marcharse sin los dosPadres. Com'o todos los dems se hallaban ausentes, la cues-tin no poda por entonces versar sino entre otros dos:Jayo, a punto de partir a los pocos das para una Misin enBagnorea, y Francisco Javier.

    ***

    Ignacio, que se hallaba entonces enfermo en su cama,mand llamar a Javier y le habl de esta manera: Biensabis, Hermano maestro Francisco, que dos de nosotroshan de pasar a la India, por orden de su Santidad, y queBobadilla, que para esta empresa estaba sealado, no puede

    partirse por su enfermedad, ni tampoco el Embajador, porla priesa que a l le dan, le puede esperar. Dios se quiereservir en esto de vos; esta es vuestra empresa, a vos tocaesta Misin. :Heme aqu, Padre; aparejado estoy,tal fu la alegre respuesta del maestro Francisco. Se cumpla,por fin, un deseo que desde mucho ha vena ansiando su co-razn.

    ***

    Urga el tiempo. Acudi el Padre a pedir la bendicinal Papa. Reuniendo luego a toda prisa sus vestidos, escribide su pluma tres papeles. E n el pr infero prometa obedien-cia a todas las Constituciones y Reglas que hubiesen de re-dactar los compaeros residentes en Roma, despus de obte-nida la confirmacin de la Compaa. Se adelantaba a pro-meter, en el segundo, pobreza, castidad y obediencia en

    manos del General que hubiesen de escoger despus de esa

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    . De r od i l l a s , an t e el V i c a r i o de Jes uc r i s t o , San Fr an c i s c o J av i e r

    le p ide su bendic in (1540) .

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    misma confirmacin; y en el tercero, daba su voto para laeleccin del futuro General. Deca as este ltimo :

    Asimismo yo, Francisco, digo y afirmo que nullo modo

    suasus ab homine, juzgo que el que ha de ser elegido porPrelado en nuestra Compaa, al cual todos habernos deobedecer, me parece, hablando. conforme segn mi con-ciencia, que sea el Prelado nuestro antiguo y verdadero Pa-dre D. Ignacio, el cual, pues, nos junt a todos no con po-cos trabajos, no sin ellos nos sabr mejor conservar, go-bernar y aumentar de bien en mejor, por estar ms l alcabo de cada uno de nosotros; et post mortem illius, ha-

    blando segn lo que mi nima siente como si hubiese so-bre esto de morir, digo que sea el Padre Micer PedroFabro.

    Enseguida se despidi Javier rpidamente de sus Herma-nos (una serie de jvenes y viejos pretendientes se habanalistado ltimamente en la Compaa) ; Ignacio le prometiuna carta de recomendacin para su hermano Beltrn, seor1del castillo de Loyola, y poco despus poda verse salir

    cabalgando por la puerta Norte de la ciudad, a una pe-quea expedicin que se diriga a travs de la Campania.floreciente, por entonces, en plena primavera. Eran donPedro Mascarenhas, aompaado de su squito, y Fran-cisco Javier. El pobre vestido que sobre s traa y el Bre-viario eran los nicos haberes del Padre m'aestro Fran-cisco. Marchaba, no obstante, con nimo esforzado a con-quistar un nuevo mundo.

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    CAPITULO VI I I

    De Roma a Lisboa (1540)

    Sumario: Por el valle del Tiber. Bolonia. El caballerizoy el aposentador del Embajador en peligro de muerte.

    A travs de los Alpes. En casa de D. Beltrn de Loyola. Lisboa!

    v a n z a b a la cabalgata por el valle del Tiber adelante,G % \ siguiendo el antiguo camino que el'maestro de Pa-

    rs, transformado en pobre peregrino, recorriera apie dos aos hacia, y atravesando despus en diagonal lamontaa continuaba hacia el Mar Adritico. Don Pedro se

    deshaca en atenciones para con el Padre, pero Javier bus-caba la cruz de Cristo y nicamente se consolaba con elpensamiento de que en las Indias podra hacer tanto mspor su divino Maestro.

    Entretenase su corazn constantemente con Dios en laoracin. En el trato con sus compaeros de viaje m'ostrbasesiempre amable y modesto; y cuando se trataba de cuidaro dar pienso a los caballos, era tambin l siempre el pri-

    mero. Sus conversaciones eran de Dios y a sus compaerosles mova al arrepentimiento de sus pecados, a la enmiendade su vida y a trabajar por la salvacin de sus alrrias.

    Entre el squito del Embajador hall Javier a un noblejoven portugus, por nombre D. Felipe de Aguier. Acababade recorrer Francia, Alemana e Italia, y haba gozado delmundo a grandes tragos; sin embargo, la paz de su corazn

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    se haba desvanecido entre tanto. Tratle el Padre mientrasiban haciendo su camino, y bien pronto trab con l amis-tad. Cuando Javier vino a hablarle de una confesin gene-

    ral, su compaero se hallaba totalmente preparado. Des-montronse, pues, ambos de sus caballos junto a una iglesiaque haba en el camino, y el noble joven hizo con enteracontricin una confesin general de toda su vida. El Pa-dre, que por lo dems era tan alegre, tena una graciaadmirable para in