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vida y obras de protagoras

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© Josep Pradas, 2011. Se permite la copia y libre distribución del contenido de este libro, siempre que se indique la autoría del mismo y de las fuentes citadas.

1ª edición, noviembre de 2011

Impreso en España / Printed in Spain

Este libro puede adquirirse en www.bubok.com, en formato de papel impreso. También puede descargarse la versión digital gratuitamente desde la página del autor.

Ilustración de cubierta: Adrià Pradas

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ÍNDICE

Biografía........................................................ pág. 7

Obras de Protágoras....................................... pág. 14

La filosofía de Protágoras.............................. pág. 17

Bibliografía.................................................... pág. 63

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BIOGRAFÍA

Nacimiento y orígenes

Protágoras nació en Abdera, puerto tracio del norte del mar Egeo,

hacia el 490. Diógenes Laercio habla de 486/85 (Vidas IX, 50).

La cronología sobre Protágoras es insegura (Melero, pág. 81, nota

2), y su nacimiento podría remontarse incluso al 500, pero sólo

forzando los datos cronológicos que se tienen por seguros

(Diógenes Laercio, Vidas IX, 56; Melero, pág. 89, nota 30).

Sobre su lugar de nacimiento hay alguna controversia:

Diógenes Laercio señala que nació en Abdera (Vidas IX, 50,

citando a Heráclides Póntico, Sobre las leyes). Éupolis,

comediógrafo contemporáneo de Aristófanes y, en consecuencia,

también de Protágoras, afirma que era de Teos (Los aduladores,

frag. 157 K. A.). La divergencia se explica por el hecho de que

Abdera era una colonia de Teos, así como que el nombre de esta

última encajara mejor en la versificación de Éupolis (Melero, pág.

82, nota 5).

En cuanto a su familia, apenas se sabe. Diógenes (Vidas IX,

50) cita dos nombres correspondientes al supuesto padre de

Protágoras: Artenón y Meandrio. Del primero habla también

Hesiquio (Onomatol.); el segundo es corroborado por Apolodoro

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y Filóstrato (Filóstrato, Vida de los sofistas I 10, 1), y parece por

ello más probable (Melero, pág. 81, nota 1).

Por el testimonio de Filóstrato se sabe que la familia de

Protágoras era acomodada y prominente hasta el punto de haber

hospedado al propio Jerjes en su casa, durante la invasión, cosa

que podría haber favorecido la controvertida noticia sobre la

educación del joven Protágoras por los magos que acompañaban a

Jerjes (Filóstrato, Vida de los sofistas I 10, 1).

Viajes

Como es propio de los sofistas, viajó por toda Grecia, Italia

meridional y Sicilia, ejerciendo su actividad en las principales

ciudades, donde trababa contacto con las principales familias

locales.

Pasó varias temporadas en Atenas, a partir de 444, ejerciendo

la enseñanza, de donde procede su reputación. En esta primera

ocasión estuvo vinculado al grupo de intelectuales del círculo de

Pericles, quien le encargó la redacción de la constitución de la

colonia de Turios, fundada ese mismo año (Diógenes Laercio,

Vidas IX, 50; Melero, pág. 78). En esta colonia se potenció la

realización de una ciudad ideal, diseñada racionalmente tanto en

lo urbano como en lo político, sobre la base de las ideas más

progresistas de la época, como el sistema democrático de Pericles.

Se supone que Protágoras no hizo un calco de la constitución

ateniense, sino que utilizó otros códigos complementarios, y el

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resultado fue algo semejante a las reformas de Solón en Atenas

(Melero, pág. 82, nota 3).

Viaja a la colonia de Thurioi (Turios), enviado por Pericles

para dar una Constitución a sus habitantes.

Sobre las estancias de Protágoras en Atenas, hacia 432-431 y

después hacia 421 hay diversas controversias (Tovar, pág. 241,

más referencias en pág. 460, nota 127, donde cita Ateneo,

Deipnosof. 218b). El diálogo de Platón dedicado a Protágoras

refiere una segunda visita de éste a Atenas ocurrida poco después

de la muerte de Hipónico, hijo de Calias (Ateneo, Deipnos. V

218b), pero Hipónico murió en 422 (Tucídides, III 91.4), así que

la fecha no encaja con la segunda visita en 432-431, sino con la

tercera, o hay alguna confusión. En el Protágoras, Platón sólo se

refiere a una visita anterior a la que se da en la acción del diálogo,

pero sin especificar si aquella era la primera o la segunda

(Melero, pág. 96 y nota 48). Ateneo sitúa la entrevista entre

Sócrates y Protágoras que Platón narra coincidiendo con la época

de la representación de Los aduladores de Éupolis, en 421, que

coincide con la tercera visita de Protágoras, y donde éste aparece

en una escena, mientras que en el Conno de Amipsias no aparece

el sofista en el coro de pensadores, representada en el certamen de

423, al mismo tiempo que Las nubes de Aristófanes, dos años

antes (Melero, pág. 97, nota 49). En conclusión, parece probable

que Protágoras visitara Atenas entre 423 y 421.

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Se relaciona de nuevo con Pericles. Plutarco los muestra

discutiendo un tema de la oratoria judicial (es la jabalina la

responsable de una muerte accidental, o quien la lanza) (Plutarco,

Vidas. Pericles 36). Pero esto ha de ocurrir entre la segunda y la

tercera visita, puesto que Pericles muere en 429.

Se le relaciona también con Calias (se encarga de la educación

de sus hijos) y con Eurípides. Parece que fue en la casa de éste

(Calias) donde leyó su tratado sobre los dioses, y que luego le

supuso un proceso por impiedad (Melero, pág. 78). Se cuenta que

hizo leer a su discípulo Arcágoras una obra suya, criticando la

religión (Antilogías y Sobre los dioses), y que por esto fue

procesado. Es evidente que Protágoras no se mantuvo oculto ni

enseñó en secreto sus conocimientos (Platón, Protágoras 348e).

Otro testimonio dice que Protágoras leyó en público algunos de

sus escritos, entre ellos el titulado Sobre los dioses, y que estas

sesiones de lectura ocurrieron en la casa de Eurípides o en la de

Megaclides, o en el Liceo, con lectura de un tal Arcágoras

(Diógenes Laercio, Vidas IX, 54). La cronología de estas lecturas,

de cualquier forma, no está esclarecida, aunque pudieron

producirse en la segunda visita de Protágoras a Atenas, aún en

vida de Pericles, mientras que el proceso se inició a partir de la

tercera visita, cuando su protector ya había muerto y el ambiente

en Atenas era muy diferente y hostil a los sofistas, lo que propició

la posterior acusación de impiedad en 411.

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Conoce a Demócrito y entabla amistad con él. La influencia

sobre el atomista será enorme. La leyenda dice que Demócrito

quedó asombrado de la disposición geométrica con que

Protágoras llevaba un haz de leña, se le acercó, conversó con él, y

desde entonces lo consideró siempre como su maestro.

En 421-420, aproximadamente, nueva estancia en Atenas (ver

arriba; Ateneo, Deipnos. V 218b ss). Pericles y sus hijos Páralo y

Jantipo ya han muerto, víctimas de la peste, y el clima intelectual

y espiritual en Atenas ya no es tan eufórico. En 423, Aristófanes

ha escenificado las Nubes, con poco éxito inicial, pero en su obra

los sofistas aparecen como responsables de la crisis ateniense,

mucho antes de la derrota frente a Esparta. En 421 es acusado de

impiedad (Melero, pág. 78, citando a Éupolis, Aduladores; se

trata de un comediógrafo contemporáneo de Áristófanes y

también crítico con Sócrates).

Entre 421 y 411 inicia una serie de viajes a Sicilia. En 411,

mientras Protágoras estaba en Atenas, fue acusado formalmente

de impiedad y ateísmo, por Pitodoro, hijo de Policelo, uno de los

Cuatrocientos (Diógenes Laercio, Vidas IX, 54). Su caso fue uno

más de la larga serie de procesos religiosos iniciados contra los

intelectuales ilustrados en la Atenas dominada por los aristócratas

conservadores. Sus obras fueron confiscadas de manos de sus

poseedores y luego quemadas, razón por la cual se han perdido, y

él fue expulsado de la ciudad y de los dominios atenienses,

después de un proceso judicial (Diógenes Laercio, Vidas IX, 51;

Filóstrato, Vida de los sofistas I 10, 3; Cicerón, De la naturaleza

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de los dioses I 24, 63). Filóstrato, en este testimonio, cita que

otros afirman que fue condenado directamente en la Asamblea,

sin juicio. Aristóteles cita como acusador a Evatlo (Diógenes

Laercio, Vidas IX, 55); este nombre coincide con el de un

discípulo de Protágoras con quien este tuvo una disputa sobre sus

honorarios, pero puede ser una simple coincidencia.

Sobre el episodio de la quema de los libros impíos de

Protágoras, del cual se hace eco Tovar (pág. 236; también lo

cuenta Hesiquio en su Onomatol. Tovar se refiere a que Sócrates

vio con agrado la quema pública de los libros de Protágoras), cita

la referencia a Diógenes, Vidas IX, 52: “A causa de este proemio

fue desterrado de Atenas. Y los atenienses quemaron sus libros en

el ágora después de ordenar por medio del pregonero que los

entregaran todos los que los habían comprado.”

Esto puede enmarcarse en los ocasionales enfados de los

atenienses contra la filosofía, y en concreto contra intelectuales

cercanos a Pericles: Anaxágoras, Diógenes, Sócrates, Aristóteles,

también sufrieron algún tipo de persecución (Melero, págs. 78-

79). Es evidente que la oligarquía tradicionalista siempre estuvo

contra la sofística, pero estos procesos judiciales no son sólo

enfados culturales, sino que se ponen en marcha en cuanto las

condiciones de la democracia ateniense se hacen más precarias, y

sobre todo a partir de su caída en 411, con el golpe oligárquico de

los Cuatrocientos.

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Muerte

Entre 415 y 410, se ve obligado a huir a Sicilia, y en el viaje

naufraga el barco y Protágoras muere en el mar (Diógenes

Laercio, Vidas IX, 55; Melero, pág. 89, más referencia a

Eurípides, Ixión, representada en 410/408, donde alude al

episodio; pero es una controversia; sobre la condena, la huida y la

muerte de Protágoras, hay también una referencia en Sexto

Empírico, Adv. Math. IX 55-56, que coincide con lo señalado

hasta ahora).

Diógenes concreta: Protágoras murió durante el viaje a Sicilia,

a los noventa años, según unos (también Hesiquio, en su

Onomatol.); Apolodoro dice que a los setenta, después de ejercer

cuarenta como sofista, floreciendo en la 84ª Olimpíada, es decir,

que vivió entre 483/482 y 414/413 (Diógenes Laercio, Vidas IX,

56; Melero, pág. 89, nota 30).

Según Filóstrato, Protágoras intentó llegar al continente, pero

debía eludir el domino ateniense en el Egeo, y su embarcación

acabó zozobrando y murió ahogado (Filóstrato, Vida de los

sofistas I 10, 3).

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OBRAS DE PROTÁGORAS

Introducción

Las obras de Protágoras están perdidas o bien diseminadas en el

conjunto de testimonios que sobre él han dado estudiosos y

pensadores posteriores, sobre todo Platón.

Una primera lista de sus escritos puede esbozarse de esta

manera:

Tratado de los dioses

Antilogías

La verdad o los discursos críticos

De los discursos demoledores

Diógenes Laercio cita una lista de obras de Protágoras,

probablemente a partir de un catálogo procedente de la Biblioteca

de Alejandría (Melero, págs. 52-53 y 79). Es una lista incompleta,

y faltan en ella los títulos más importantes (ver Diógenes Laercio,

Vidas IX, 55). Se sospecha que Porfirio pudo manejar una copia

de una obra de Protágoras (Melero, pág. 53, DK 80 B 2). El

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Papiro de Oxirrinco, del siglo I d. C., también contiene

referencias a la obra de Protágoras.

A través de Diógenes Laercio se ha conservado una lista de las

obras de Protágoras:

Arte erística

Sobre la lucha

Sobre las ciencias (o Sobre la matemática)

Sobre el Estado

Sobre la ambición

Sobre las virtudes

Sobre la condición originaria

Sobre la existencia del Hades

Sobre las acciones incorrectamente realizadas por el hombre

Discurso imperativo

Pleito por los honorarios

Antilogías I y II

En esta lista falta mencionar los dos textos más importantes de

Protágoras:

Sobre los dioses

Sobre la verdad

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Se sospecha que los títulos aportados por Diógenes pueden ser

de algunos capítulos o secciones de estos dos últimos libros, o

que las Antilogías se componen de dos libros y cuatro secciones:

"Sobre los dioses" (con capítulos sobre los dioses, sobre la

existencia del Hades, etc.), "Sobre el ser", "Sobre las leyes y la

política" (con capítulos sobre el Estado, sobre la condición

originario o el mito de Prometeo, etc.) y "Sobre las artes" (en ésta

se incluirían capítulos sobre la lucha, sobre la matemática, etc.).

Pero nada se sabe del contenido de tales títulos.

Autores como Untersteiner piensan que la producción literaria

de Protágoras debe reducirse a dos obras: las Antilogías y Sobre

la verdad. En ellas se incluirían los restantes títulos que

conocemos, como capítulos. La clasificación de Untersteiner

puede ser completa y armónica, pero no deja de ser una conjetura

ante la falta de otros testimonios (Melero, págs. 88-89, nota 27).

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LA FILOSOFÍA DE PROTÁGORAS

Las fuentes de información

De las obras de Protágoras sólo quedan algunos fragmentos

recogidos en textos de Platón y otros autores. Sus escritos fueron

quemados al ser acusado de impiedad, así que se ha perdido toda

la información de primera mano, y hay que conformarse con lo

que otros autores han escrito sobre él, citándolo o comentando sus

escritos (y deformando sus ideas originales).

Los principales autores de los que podemos obtener la mejor

información sobre Protágoras son Platón, Aristóteles y Sexto

Empírikos.

Platón habla de Protágoras principalmente en dos diálogos:

Protágoras (escrito hacia el 420) y el Teeteto (escrito unos veinte

o más años después). Su información es relativamente fiable por

cuanto que, a pesar de la profunda antipatía que sentía hacia los

sofistas, trató a Protágoras con bastante consideración hacia su

figura intelectual, en parte gracias a la buena fama del abderita.

Platón, en el diálogo Protágoras, lo presenta sabio, educado y

sincero, aunque también vanidoso; le respeta como intelectual y

se toma en serio sus posiciones, las discute sin despreciarlas (en

contraste con el maltrato que propina a Gorgias en su diálogo

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homónimo) (Piqué Angordans, págs. 19 y 53-54). Protágoras es el

único sofista que sale bien parado, porque tiene un peso

específico en el movimiento sofista que no poseen otros, como

Gorgias. Platón lo admira y se deja llevar por su estilo y su talante

moral, y se toma en serio sus propuestas sobre el relativismo, las

tiene en cuenta como un producto intelectual serio que se puede

discutir pero no se puede despreciar.

Tovar, en cambio, considera que esas buenas maneras son una

ironía de Sócrates, que "los miramientos que tiene con Protágoras

en el diálogo platónico no dejan de ser insultantes (pág. 226,

citando Protágoras 338c, 331 y 351cd; comprobar).

Formación, antecedentes e influencias que recibe

Según Filóstrato, el niño Protágoras, en su lugar de origen, pudo

haber recibido instrucción de los magos persas que pasaron por

Tracia siguiendo al ejército de Jerjes contra Grecia; al parecer,

Jerjes se hospedó en la casa del padre de Protágoras, por tratarse

de una familia prominente, y los magos podrían haber accedido a

educar al joven Protágoras por mediación del propio rey persa,

pues no solían educar a los no persas sin permiso del rey

(Filóstrato, Vida de los sofistas I 10, 1). Parece que Filóstrato saca

la noticia de las Pérsicas de Dinón, aunque hay dudas sobre la

veracidad de esta información, pues se sospecha que se trata de

una invención interesada de los seguidores de Protágoras, para

justificar su rechazo de los dioses antropomórficos (al parecer, los

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magos persas combatían públicamente la creencia en la divinidad,

para proteger sus prácticas, aunque invocaban a los dioses en sus

ritos secretos, según Filóstrato, Vida de los sofistas I 10, 2), e

incluso hay sospechas de que la noticia fue inventada por el

capricho cosmopolita de los historiadores helenísticos. Pero

encaja en la corriente de orientalismo que hubo en esa zona de

Grecia y en otras colonias precisamente a raíz del contacto más

estrecho con el invasor persa (Melero, págs. 77 y 90, más

referencia a Untersteiner).

Protágoras recibió influencia de Heráclito; admite que la

esencia de las cosas es el cambio o devenir, de modo que las

cosas son incognoscibles en sentido absoluto. No existe la verdad

absoluta y permanente.

Según el testimonio de Simplicio (Física 1108, 18), pudo

coincidir con Zenón de Elea, el pionero de la dialéctica, con quien

sostuvo una disputa acerca del ruido que produce un grano de

mijo al caer, en comparación con el que produce una masa mucho

mayor.

Estuvo también interesado por la teoría de los efluvios de

Empédocles y el atomismo (Melero, pág. 19 y referencia DK

80A14).

Se le supone discípulo de Demócrito, en Abdera (Diógenes

Laercio, Vidas IX, 50; Filóstrato, Vida de los sofistas I 10, 1;

Hesiquio, Onomatol.; Apuleyo, Flórida XVIII, 19-20), pero hay

problemas de cronología, pues hay dos dataciones para la

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biografía de Demócrito (Apolodoro: 460-360; Diodoro: 494-404).

La primera lo hace treinta años más joven que Protágoras, cosa

que incapacita a Demócrito como maestro de Protágoras. La de

Diodoro es más compatible con una relación con Protágoras, pero

no encaja en la biografía del maestro de Demócrito, Anaxágoras.

En cualquier cado, dadas las dificultades para resolver la cuestión,

se puede hablar de que ambos coincidieron biográfica y

filosóficamente, y que posiblemente cada uno influyó sobre el

otro (Melero, págs. 77-78 y 82, nota 7).

Protágoras como sofista

Protágoras es el primero de los sofistas, al menos en cuanto a lo

que la historiografía moderna ha considerado tradicionalmente

(ya que hasta los milesios y los Siete Sabios fueron llamados

sofistas en la época clásica; Cicerón lo toma por el mejor sofista

de su tiempo, ver Cicerón, De la naturaleza de los dioses I 24,

63). Se piensa que fue el primero en hacerse llamar sofista, y el

primero en cobrar por sus lecciones un precio elevado pero que

dejaba elegir a sus alumnos (100 dracmas, equivalentes a 1 mina,

según indica Diógenes en Vidas IX, 52); según Platón, ganó más

dinero que Fidias y otros diez escultores juntos (Menón 91d), y

fue el primero en llamarse a sí mismo sofista y en cobrar por

enseñar la virtud y formar hombres de bien (Protágoras 328ab y

349a); eso quiere decir que fue el primero en practicar lo que

cabalmente se atribuye al movimiento sofista. Platón no menciona

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el antecedente de Mnesífilo (ver Diógenes Laercio, Vidas IX, 50,

refiriéndose también a Pródico; Melero, pág. 77).

Según Filóstrato, "fue el primero en mantener debates a

cambio de dinero y el primero también en difundir dicha

costumbre entre los griegos, un hábito que no es censurable

(Filóstrato, Vida de los sofistas I 10, 4). La opinión de Filóstrato,

que se separa de la tendencia peyorativa de Platón, responde a la

circunstancia de que Filóstrato pertenece a la Segunda Sofística.

Pero hay que preguntarse hasta qué punto es censurable vender el

conocimiento para tener independencia, y si por ello no eran

criticados los viejos poetas viajeros, por qué lo han de ser los

sofistas (Adrados, parte II, cap. 3, pág. 166; Adrados cita a

Platón, Protágoras 316d ss para mostrar que este sofista, como

muchos otros, se siente heredero de los poetas arcaicos;

comprobar).

Tuvo muchos discípulos, algunos a cambio de grandes sumas

de dinero, y otros sin pagar nada, si podían asegurar bajo

juramento su pobreza. Protágoras no se atenía a diferencias de

clase y ponía en práctica de esta manera la idea sofista de

democratizar la educación. Entre sus principales discípulos

cuentan Isócrates y Pródico de Ceos.

Al respecto de los honorarios de Protágoras, se conoce un

episodio, la disputa con su discípulo Evatlo, que es ilustrativo

(ver Diógenes Laercio, Vidas IX, 56). Apuleyo cuenta que "pactó

con su propio discípulo, Evatlo, una retribución demasiado

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elevada en condiciones imprudentes" (Flórida XVIII, 19-20). El

episodio muestra que los discípulos tenían la posibilidad de pagar

los honorarios de su maestro al ganar aquellos su primer pleito.

La anécdota es similar a la que se cuenta de Corax y su discípulo

Tisias, maestro a su vez de Gorgias: que el discípulo se resistía a

pagar a su maestro y éste le amenazaba con un pleito, de modo

que estaba obligado a pagar de cualquier forma, ganase el maestro

(por haberlo ganado) o ganase el discípulo (al ganar su primer

pleito). Otra referencia señala que Protágoras admitía una

alternativa a ser pagado, y esta consistía en depositar en un

templo la suma que el discípulo estimase proporcional al valor de

las enseñanzas recibidas, mediante un juramento (Platón,

Protágoras 328b). Hay que añadir que estas opciones o

costumbres permitían el acceso a las enseñanzas sofísticas incluso

a quienes no dispusieran de un capital inicial suficiente (Melero,

págs. 89-90, más nota 31).

Protágoras, pues, es el primer sofista profesional, dirigiendo su

enseñanza hacia la retórica y la práctica oratoria con el fin de

persuadir a un auditorio. No obstante, su principal interés fue la

gramática y el estudio del lenguaje, así como la ortografía.

Sin embargo, Protágoras tenía un espíritu intelectual que iba a

definir al movimiento sofístico: el enciclopedismo, la capacidad

de abarcar conocimientos de muy diversas áreas de la actividad

humana; en eso enlazaban los sofistas con el concepto de

sabiduría que se aplicaba sobre personajes tales como los Siete

Sabios.

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Se dice que Protágoras fue el inventor de la albardilla sobre la

que apoya la carga un mozo de cuerda (Diógenes Laercio, Vidas

IX, 53; Hesiquio, Onomatol.). Por lo visto, Protágoras había

ejercido este oficio en su juventud, aunque esta referencia podría

ser falsa, y estar fundada en los ejemplos que Protágoras mismo

ponía para ilustrar sus argumentos abstractos con referencias a

casos concretos, como los oficios. Pero la anécdota está recogida

por otros comentaristas, incorporando a la fábula un encuentro

entre el sofista y el filósofo Demócrito, mientras el primero ataba

un haz de leña con esta albardilla (Melero, págs. 86-87, citando a

Gelio V, 3 y a Epicuro, frag. 172).

Fue un gran crítico literario, que analizó los poemas homéricos

con gran brillantez: afirmó que Homero cometió una incorrección

retórica (orthoépeia) ya en el primer verso de la Ilíada, al hacer

una súplica por medio de una orden (Melero, pág. 111, nota 54;

pero la referencia a Protágoras 33a no es correcta); Aristóteles

atribuye el comentario a una confusión de Protágoras, pues una

exhortación, que es lo que hace Homero, no es exactamente una

orden, sino una llamada para pedir algo (Aristóteles, Poética 19,

1456b15). Este conocimiento permite distinguir qué palabras o

discursos están bien construidos para lograr el objetivo de la

elocuencia (en Platón, Crátilo 384b hay referencias a esta teoría

en manos de Pródico).

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Protágoras como retórico

En cuanto a la retórica, se interesó por la doctrina de la corrección

de las palabras (orthoépeia, euépeia), posiblemente en su texto

Sobre la verdad. Pero los fragmentos conservados no permiten

reconstruir el contenido de esta teoría.

La retórica permite distinguir las composiciones poéticas

perfectas de las que no lo son, a través de las reglas de este arte

(Platón, Protágoras 339a). Estas consideraciones no estarían

sujetas a convención, sino que la corrección de las palabras se

deriva de su propia composición. La retórica no es una estética,

no depende del gusto, subjetivo, sino de reglas constantes que

pueden objetivarse. Hay una forma natural del género, que

Protágoras estudiará en la gramática. Esta objetividad encaja en el

convencionalismo de Protágoras porque toda ella se desarrolla

dentro de los límites del lenguaje, no se refiere al mundo.

Según comenta Sócrates (Platón, Fedro 267c), los estudios

retóricos de Protágoras consistían

en una cierta corrección en las palabras [orthoépeia], hijo,

así como en otras muchas y hermosas cosas: el arte de los

discursos lastimeros que se dejan arrastrar por la

compasión que la vejez y la pobreza suscitan, me parece

que está dominado por la fuerza del calcedonio [referencia

a Trasímaco de Calcedonia], hombre hábil, al mismo

tiempo, para provocar la ira de muchos y, una vez airados,

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25

aplacarlos con la fascinación de sus ensalmos, como él

mismo dijo. De ahí provenga su gran poder para provocar y

desarmar calumnias.

Protágoras compuso una tékhnné eristikón (o arte de la

erística), dedicada a los tópicos o lugares comunes de la retórica

(tópoi) (Melero, pág. 16; hay referencias en Cicerón, Bruto 12, 46

y Quintiliano III 1, 10); Hesiquio le considera el primero en

desarrollar los discursos erísticos (Hesiquio, Onomatol.). Aportó

artificios lógicos (principio de no contradicción, por ejemplo) a

los interesados en la oratoria y en el arte de la discusión (erística),

de la que se le considera pionero (Diógenes Laercio, Vidas IX,

52; ver Melero, págs. 85-86). Protágoras era amante de la disputa,

hasta el punto de inmiscuirse en las discusiones entre litigantes, y

por ello se distinguía de otros poetas más solitarios, como

Heráclito (Diógenes Laercio, Vidas IX, 53). Untersteiner señala

que puede haber alguna relación entre la erística de Protágoras y

su supuesta afición a la lucha (Melero, pág. 86, nota 18, citando

también a Wilamowitz).

Se le considera "el primero en promover el género socrático de

la argumentación" (Diógenes Laercio, Vidas IX, 53), es decir, que

introdujo la dialéctica en la sofística. Se sabe que Protágoras

dominaba la dialéctica, tanto en el aspecto de la prolijidad como

en el de la concisión (Melero, pág. 17, más referencia a Platón,

Protágoras 329b, 334e-335a).

Page 27: 125141179 Notas Sobre Protagoras

26

Teorizó sobre uno de los conceptos principales de la oratoria:

el kairós o "momento oportuno". Aplicó esta doctrina a las

Antilogías (Diógenes Laercio, Vidas IX, 52; ver Melero, pág. 85,

nota 15). El kairós es indispensable para poder afrontar el reto

dialéctico de la improvisación, que también depende de los

conocimientos enciclopédicos que ha de poseer todo sofista, pues

toda argumentación ha de sustentarse sobre conocimientos

concretos (ver Diógenes Laercio, Vidas IX, 54; Melero, pág. 87,

nota 24).

Acerca de la teoría de los discursos dobles (antilógica), según

Diógenes Laercio (Vidas IX, 51; también Clemente de Alejandría,

Miscelánea VI 65), fue el primero en sostener que sobre cualquier

cuestión existen dos discursos mutuamente opuestos y que a todo

razonamiento puede oponérsele uno contrario, y fue el primero en

aplicarlos con quien departía. Que fuese el primero en esto puede

atribuirse al interés de Diógenes por encontrar un inventor mítico

o histórico de cualquier innovación técnica, artística o intelectual

(prôtos heuretés).

Hay otros testimonios relativos a esta cuestión. Séneca (Cartas

88, 43) escribe sobre Protágoras que "sobre cualquier asunto es

posible defender, con la misma validez, una tesis como su

contraria". Esteban de Bizancio señala también que Protágoras

"hizo del argumento más débil el más fuerte y que enseñó a sus

discípulos a censurar y a alabar a la misma persona" (Esteban de

B., s. v. Ábdera).

Page 28: 125141179 Notas Sobre Protagoras

27

La teoría de los discursos dobles viene a sugerir que hay dos

tipos de argumentación correcta:

• El argumento válido, en sentido lógico.

• El argumento persuasivo, en sentido psicológico.

A partir de aquí se dan cuatro posibles combinaciones:

• Argumento válido y persuasivo (ideal).

• Argumento no válido y persuasivo (peligroso).

• Argumento valido y no persuasivo (inútil).

• Argumento no válido y no persuasivo (inactivo).

Una de las conclusiones que se deducen de esta clasificación

es que la verdad, en sentido estrictamente lógico no se impone

por sí misma, sino que es necesario que sea atractiva para los que

la reciben. El componente psicológico puede ser crucial en una

confrontación entre posiciones sobre cualquier asunto.

Los discursos dobles generalmente se producen entre razones

o argumentos válidos y ponen de manifiesto la capacidad de

persuasión de dos ideas perfectamente defendibles desde un punto

de vista lógico. Así que, en estas circunstancias, que son las

habituales en una discusión política o ideológica, no se trata de

encontrar qué argumento representa la verdad, ni quién tiene

razón, sino quién tiene más razón o más razones a su favor.

Page 29: 125141179 Notas Sobre Protagoras

28

Por otro lado, esta idea de los discursos dobles, tan propia de

la retórica sofista, está directamente relacionada con el

relativismo protagórico. Protágoras habla de ella en las

Antilogías. Algunos autores ven en los discursos dobles una

propuesta dialéctica como método filosófico: evitar el monólogo,

el discurso monológico (aunque pueda ser siempre entendido

como un diálogo interior) para buscar la discusión con otras

propuestas, acercándose al estilo socrático que Platón hará

germinar en su obra (pero no ha de entenderse que Protágoras

copiara a Sócrates, puesto que ambos coincidieron en el mismo

espacio y tiempo, sino más bien que compartieron un estilo y un

talante que podría denominarse erístico. En esta coincidencia de

estilos y espíritu puede entenderse la simpatía de Platón hacia

Protágoras. De todas formas, del diálogo platónico también puede

decirse que es un discurso donde distintas voces son coordinadas

por un único ser pensante y una única mano escribiente, que crea

discusiones donde se impone finalmente una de las voces, aunque

en ocasiones se produce un empate técnico).

Otra propuesta de los estudiosos ve en los discursos dobles de

Protágoras un método pedagógico, un sistema de preguntas y

respuestas orientado a desenmascarar los argumentos del

contrario, puesto que toda tesis tiene su contrario. Los discursos

dobles pueden ser sencillos ejercicios de dialéctica con un fin no

filosófico, sino puramente retórico.

Pero los discursos dobles no hay que entenderlos como un

mero método pedagógico, sino sobre todo como un procedimiento

Page 30: 125141179 Notas Sobre Protagoras

29

heurístico (synerótesis), es decir, "un sistema de preguntas y

respuestas encaminado a descubrir las razones opuestas que

subyacen a cualquier experiencia práctica o intelectual acerca del

mundo (Melero, pág. 83, notas 9-10, citando a Untersteiner). Es

decir, que la dialéctica de Protágoras tiene mucho que ver con la

retórica argumentativa, pero escasamente con la retórica

discursiva u oratoria. Aquí se juega con la pugna entre

argumentos, sean válidos o persuasivos. El retórico ha de saber

usar cada par de argumentos, y puede adquirir la práctica

necesaria a través de los discursos dobles como ejercicio. Con esa

maestría conseguirá replicar cualquier argumento de su

contrincante en su propio favor.

A partir de aquí hay que considerar tres elementos que definen

la retórica de Protágoras:

• Su aplicación judicial, como acusación vs. defensa.

• Capacidad para convertir el argumento fuerte en débil

o viceversa.

• El retórico no juega con la verdad sino con la

verosimilitud que subyace en el mundo de las

apariencias. Esto puede hacer pensar que Protágoras

menosprecia la verdad, pero en realidad se deriva de

una concepción relativista de la verdad.

Page 31: 125141179 Notas Sobre Protagoras

30

Aristóteles advierte que estamos ante un tema central de la

sofística. En el uso de los discursos dobles radica la capacidad de

los sofistas para convertir el argumento más débil en el más

fuerte, a condición de que ni uno ni otro posean una verosimilitud

absoluta, sino aparente. Aquí radica la fuerza de la retórica y la

erística, y su uso explica "la razón por la que la gente, con toda

justicia [opina Aristóteles], soportaba mal la profesión pública de

Protágoras" (Aristóteles, Retórica II 24, 1402a ss; el fragmento es

más amplio de lo que aquí hemos citado). No es necesario

recordar que Aristóteles recoge casi literalmente parte de la

acusación contra Sócrates, al ser éste tomado como sofista.

La gramática de Protágoras

En cuanto a los temas de gramática, fue el primero en distinguir

los géneros y en establecer diversos tipos de oración, así como en

distinguir los tiempos verbales (pasado, presente y futuro)

(Diógenes Laercio, Vidas IX, 52; esta referencia es controvertida,

porque en el texto de Diógenes no se menciona el verbo. Podría

interpretarse como que Protágoras estableció claramente las

partes del tiempo relacionadas con sus planes de estudios, pero

Melero considera que esta interpretación es extravagante; ver

Melero, pág. 85, nota 14).

Al respecto de los géneros, estableció tres: masculino,

femenino y enseres o neutro; hay que respetar la concordancia

dentro de la oración (Aristóteles, Retórica III 5, 1407b6). Según

Page 32: 125141179 Notas Sobre Protagoras

31

Melero, aquí hay un interés prescriptivo más que descriptivo,

porque Protágoras quiere evitar incorrecciones que son habituales

en el habla, y que él considera que son alteraciones de la forma

natural del género, al margen del significado corriente (Melero,

pág. 114, nota 57; con referencias a Aristófanes, Nubes 658 ss,

citado más adelante, y Diógenes, Vidas IX 52, citado antes).

Aristóteles se refiere en otro lugar al solecismo, es decir, la

confusión morfológica entre los géneros de los nombres, y la

necesidad de concordancia entre el género natural y el gramatical,

según la idea de la orthoépeia (Aristóteles, Refutaciones sofísticas

14, 173b17); por ejemplo, según la ironía de Aristófanes: el

masculino de gallina debería ser gallino, si nos atenemos a esta

norma; y dado que cólera (mênis) es masculino en griego,

tendríamos que decir funesto cólera, y no funesta, por ejemplo.

Estableció los diferentes tipos de enunciado, que son, según

diversos intérpretes, cuatro: deseo, pregunta, respuesta, orden;

siete, según otros: narración, pregunta, respuesta, orden,

declaración, deseo, llamada. Esto es equivalente a los tipos:

afirmación, interrogación, negación y alocución. Protágoras

aplicó estas tipologías también al análisis del discurso, dentro de

la retórica (Diógenes Laercio, Vidas IX, 54; Melero, pág. 87, nota

23).

Page 33: 125141179 Notas Sobre Protagoras

32

Pedagogía

Otro aspecto del pensamiento de Protágoras que le sitúa en el

centro de la sofística en la cuestión pedagógica: la posibilidad de

enseñar lo útil para la vida, para vivir en la ciudad o en un

contexto determinado. Es una actitud relativista: enseñar lo útil es

enseñar lo conveniente en un momento dado, pero esto puede

cambiar con el paso del tiempo o el cambio de lugar. Hay en

Protágoras una evidente intencionalidad educativa para la práctica

social, es decir, hacer ciudadanos activos y virtuosos, capaces de

intervenir eficazmente en los asuntos públicos mediante la

palabra y la acción (Melero, pág. 73, nota 11).

La cuestión no deja de ser controvertida, porque se ha

convertido en una da las piedras de toque de la crítica platónica a

la sofística, principalmente a través de los diálogos Protágoras y

Gorgias. En el primero, Protágoras admite que ser sofista supone

la tarea de educar a los hombres y hacerlos mejores, a base de

unas enseñanzas que nada tienen que ver con la filosofía natural

(cálculo, astronomía), la geometría y la música. El sofista enseña

un saber técnico acerca del orden correcto de la casa y de la

ciudad, cómo obrar y hablar sobre los asuntos públicos de la

manera más eficaz posible, en vistas a producir buenos

ciudadanos (Platón, Protágoras 317b-319ay 328b; también hay

referencias en 348e, comprobar; más elementos paralelos en

Gorgias 451a-460b, de hecho, todo el diálogo sigue la trama de

hacer confesar a los sofistas que su profesión consiste en enseñar

la virtud, y no otra cosa).

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33

Los métodos pedagógicos de Protágoras siguen un modelo

tutorial basado en (Melero, pág. 95, nota 44):

• Exposiciones formales de un tema determinado, en

forma de conferencia.

• Debates en grupo reducido, de carácter informal.

• Formulación antitética (opiniones opuestas,

contrapuestas) de exposiciones públicas y

exposiciones de líneas de argumentación.

Organizó certámenes oratorios (logón agônes), concursos de

confrontación de argumentos por escrito, orales, etc. Se trataba de

debates generalmente privados, dentro de los planes de estudio

programados. No parece que estos debates fuesen de carácter

público y abierto, en los que compitiesen varios oradores

(Diógenes Laercio, Vidas IX, 52). Ryle interpreta los diálogos

platónicos como una dramatización de estos certámenes, en los

que Platón asumiría el papel de Sócrates (Melero, pág. 85, nota

16).

La enseñanza de estos principios tan subjetivistas sacudió las

tradiciones éticas y políticas de esa época. El bien, el mal, los

dioses, las costumbres ancestrales podían ser cuestionadas y dejar

a la luz su aspecto contingente, susceptible de crítica y cambio.

Por esta razón se le acusó de impiedad y tuvo que huir de Atenas

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34

(en un barco que se hundió camino de Sicilia). Pero la influencia

de Protágoras en Atenas fue enorme: puso la simiente de la duda.

Subjetivismo y relativismo

Los principios básicos del pensamiento de Protágoras son el

relativismo y el subjetivismo, aplicados a todos los órdenes del

pensamiento filosófico: epistemología, ética, política, teología,

etc. Se puede decir que Protágoras es el primer relativista de la

historia.

Relativismo y subjetivismo se sintetizan en este fragmento

rescatado de su obra Sobre la verdad: "El hombre es la medida de

todas las cosas, de las que son, en tanto que son, y de las que no

son, en tanto que no son" (DK 80 B1, es decir, Sexto Empírico,

Adv. Mathem. VII 60). Esto se conoce como homomensura. Se

trata de un relativismo derivado de las condiciones

epistemológicas de que parte Protágoras, y sus consecuencias

éticas, pero sin llegar al radicalismo de negar la realidad última, o

el Ser. El hombre es el criterio de todas las realidades (Platón,

Teeteto 151e-152a y 161cd; también Sexto Empírico, Esbozos

pirrónicos I 216 ss).

También en Advs. math. menciona Sexto Empírico (Advs.

math. VII, 60) el lema de Protágoras y lo sitúa al comienzo de su

obra Discursos demoledores:

Page 36: 125141179 Notas Sobre Protagoras

35

También a Protágoras de Ábdera algunos lo incluyeron en

el grupo de los filósofos que han eliminado el criterio,

porque afirma que todas las representaciones y opiniones

son verdaderas y que la verdad es una de las cosas

relativas, ya que todo lo que se le representa o parece [ser]

a alguien, inmediatamente cobra existencia para él.

No hay duda del ánimo polémico que hay en este texto, si el

testimonio es correcto. Al relativizar la verdad (alétheia),

Protágoras se enfrenta al peso que tiene este concepto en la

cultura griega desde épocas arcaicas, convertida "en una especie

de deber universal unido muy frecuentemente a una demanda de

justicia" (Melero, pág. 116, nota 60).

Protágoras, con todo, es más subjetivista que relativista, pone

el acento en el sujeto que conoce y en los factores que determinan

su percepción más que en el objeto conocido. Pero su idea no

supone necesariamente una negación de la realidad objetiva,

aunque la interpretación de sus teorías al respecto presenta varias

alternativas:

• A) No existe realidad exterior; dado que sólo

conocemos representaciones subjetivas, nada justifica

suponer que existen cosas detrás de esas

representaciones (cercano al idealismo subjetivista de

Berkeley).

Page 37: 125141179 Notas Sobre Protagoras

36

• B) Existe una realidad exterior, pero carece de

cualidades inmanentes; las cualidades pertenecen a las

representaciones (subjetivismo de base materialista,

semejante a la cosa en sí de Kant).

• C) Existe una realidad con cualidades diversas,

percibidas diversamente por los hombres

(subjetivismo relativista).

La primera de las interpretaciones no parece encajar en el

conjunto de las ideas de Protágoras. La objeción protagórica se

plantea sobre la posibilidad de conocer la realidad objetivamente,

pero no sobre la realidad misma. Lo que el hombre conoce del

mundo son sus representaciones de las cosas, no los elementos

reales que existen en las cosas, sino aquellos elementos que son

causa de la percepción. Pero no puede saber si hay una realidad

en sí o no. Autores como Taylor sostienen esta interpretación A)

(Taylor, Plato, the Man and his Work. Londres, 1937; Melero,

págs. 117-118, nota 62).

La interpretación B), que es el subjetivismo en sentido estricto,

ha sido sostenida por Guthrie (Historia de la filosofía griega III).

La interpretación C), que es pluralista, es aceptada

actualmente (Dodds, The Ancient Concept of Progress. Oxford,

1973; Kerferd, "Plato's Account of the Relativism of Protagoras",

Durham University Journal, 1949).

Page 38: 125141179 Notas Sobre Protagoras

37

Los fragmentos del Teeteto antes citados son esenciales para la

comprensión del pensamiento de Protágoras, del carácter

subjetivista de su relativismo, de su referencia a las sensaciones,

no al ser de las cosas; de ellas no pueden derivarse consecuencias

existenciales, la percepción no dice nada de la cosa en sí, y

Protágoras no se refiere a ella, sino a las representaciones

(Melero, pág. 118, nota 62).

El relativismo de Protágoras tiene una base subjetiva en la

percepción, que puede llevar a percepciones contradictorias entre

dos sujetos perceptores sobre un mismo objeto, pero no admite el

paso de lo subjetivo a un orden lógico, que no admite las

contradicciones (Melero, págs. 45-46). Dado que no hay referente

objetivo con el cual comparar, las percepciones son infalibles, a

pesar de la aparente contradicción de dos predicados sobre A

emitidos por dos sujetos diferentes; no hay tal contradicción,

porque los perceptores se refieren a cosas diferentes, sus propias

percepciones, y no a una sola cosa objetiva. Protágoras asumía el

principio lógico de no contradicción (Parménides), pero las

afirmaciones "X es A" y "X es no-A" no se contradicen porque se

trata de representaciones diferentes, incomparables entre sí y con

un criterio objetivo.

En el Teeteto (166d ss), Platón permite a los amigos de

Protágoras hacer una defensa de sus ideas, a partir de la

formulación de su lema: "cada uno de nosotros es la medida de

las cosas que son y de las que no son". Para Protágoras, el

relativismo tiene una base subjetiva y está relacionado con la

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38

subjetividad de las percepciones, que conduce a la multiplicidad

de las versiones que del mundo genera cada cual, o lo que es

igual, el mundo puede ser interpretado y formulado de múltiples

maneras. La percepción de alguien en estado febril no es

incorrecta a efectos de interpretación del mundo, de conocimiento

del mundo, en tanto que la verdad es relativa al sujeto que percibe

y las experiencias siempre son verdaderas en relación con el

sujeto que las experimenta. Unas interpretaciones pueden ser

mejoras que otras, pero no más verdaderas.

Aunque Protágoras no los formula en estos términos más

modernos, se está refiriendo a estados mentales subjetivos, que

son independientes, no hay comunicación entre ellos y, por tanto,

no es posible la comparación entre varios estados mentales, ni

respecto de un supuesto mundo exterior y objetivo (posición a la

que llegó Descartes en uno de los estadios de la duda metódica).

Los estados mentales son privados, no pueden ser públicos,

intersubjetivos. Toda experiencia sensorial es privada,

incomunicable, incomparable con otras, y sólo el lenguaje

permite poner en común las experiencias, como una mediación,

pero no como una descripción de la realidad, sino que cada

formulación remite a la experiencia privada y particular de cada

sujeto.

No hay que perder de vista el carácter lingüístico del

relativismo subjetivista de Protágoras: en tanto que es la palabra

la que pone de manifiesto lo que piensa un hombre sobre el

mundo. La subjetividad es, inevitablemente, lingüística cuando se

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39

manifiesta como intersubjetividad. Y la confrontación entre una

visión y otra de las cosas se produce inevitablemente a través de

los discursos de los hombres, y no mediante la confrontación

entre las interpretaciones sensitivas de las realidades. Tampoco es

posible confrontar un discurso con una supuesta realidad objetiva,

puesto que ningún hombre accede directamente a ella, sólo la

puede representar a través de su propio discurso subjetivo. En uno

de sus famosos discursos, Cleón reprocha a los atenienses haberse

dejado llevar por la retórica y haber dado más credibilidad a las

palabras que a los acontecimientos (Tucídides, Historia III 38, 1-

4), como si los acontecimientos pudieran presentarse ellos

mismos, sin la mediación del lenguaje humano. No ha lugar a esta

comparación, no hay hechos, sólo hay lenguaje, que sirve para

construir hechos, palabras con las que se representan los hechos,

incluso aunque podamos acceder a los acontecimientos mediante

las imágenes, pues éstas no pueden mostrar la totalidad de los

hechos, sino sólo una parte mediatizada por los procesos de

comunicación, es decir, de mediación entre el mundo y su

representación desde el emisor hasta el receptor.

Es evidente que Protágoras no pudo haber intuido todo esto

que pertenece a la cultura de los medios de comunicación de

masas. Pero puso la primera piedra de la teoría de la concepción

lingüística del mundo.

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40

Relativismo epistemológico

La subjetividad del acceso al mundo no se opone al

reconocimiento de la posibilidad de conocerlo y hasta admite la

acumulación de un saber experiencial, eso que los griegos

llamaron sabiduría (sophia); pero es necesario redefinir estos

elementos epistemológicos, en términos de redefinición de la

objetividad: las variaciones en las experiencias privadas dependen

de las diferentes disposiciones subjetivas, que condicionan la

recepción de las percepciones (ver Sexto Empírico, Esbozos

pirrónicos I 218-219 y Platón, Teeteto 166e-167a). Cada

formulación remite a un sujeto, la experiencia del mundo es una

experiencia privada, pero comunicable a través del lenguaje, que

es capaz de reproducir las diversas experiencias y hacerlas

comunes, públicas (Platón, Teeteto 167ac).

Un aspecto controvertido de la teoría de Protágoras: entre el

subjetivismo de la percepción y el materialismo de la realidad,

¿cabe algún tipo de intersubjetividad? Sí, vinculada a una

sociología del conocimiento, Protágoras admite una cierta

objetividad desde el punto de vista de la praxis, es decir, un saber

experiencial (ver más abajo y Platón, Teeteto 166d-167c).

Platón explica en el Teeteto, mediante un refinado flujo de

ironía, estas ideas de Protágoras (Teeteto 167bc):

No hay, efectivamente, quien pueda lograr que alguien que

tiene opiniones falsas, las tenga posteriormente verdaderas,

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41

pues ni es posible opinar sobre lo que no es, ni tener otras

opiniones que las que se refieren a lo que uno experimenta,

y éstas son siempre verdaderas. Pero uno sí puede hacer,

creo yo, que quien se forma, con una disposición insana de

su alma, opiniones de la misma naturaleza que ella, pueda

con una disposición beneficiosa tener las opiniones que a

este estado le corresponden. Precisamente estas

representaciones algunos por su inexperiencia las llaman

verdaderas, mientras que yo las llamo mejores que las

otras, pero no más verdaderas. Y de ningún modo, querido

Sócrates, afirmo que los sabios sean batracios1; antes bien,

a los que se ocupan del cuerpo los llamo médicos y a los

que se ocupan de las plantas los llamo agricultores.

Sostengo, en efecto, que éstos infunden en las plantas, en

lugar de las percepciones perjudiciales que tienen cuando

enferman, percepciones beneficiosas y saludables, además

de verdaderas, y que los oradores sabios y honestos

procuran que a las ciudades les parezca justo lo beneficioso

en lugar de lo perjudicial. Pues lo que a cada ciudad le

parece justo y recto, lo es, en efecto, para ella, en tanto lo

juzgue así. Pero la tarea del sabio es hacer que lo

1 Sócrates, poco antes, en 161cd, había comparado la sabiduría de Protágoras con la de un renacuajo, pues, según su propia teoría de la subjetividad del conocimiento, tan buena es la perspectiva del sabio como la del renacuajo; si cada cual es la medida de su propia sabiduría, ¿qué sentido tiene que Protágoras se presente como un sabio que nos puede enseñar?

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42

beneficioso sea para ellas lo justo y les parezca así, en lugar

de lo que es perjudicial.

En términos epistemológicos, el conocimiento no es sino una

relación subjetiva entre sujeto y objeto: el sujeto no conoce los

objetos, sino lo que estos representan para él, es decir, su

apariencia, a partir de la cual cada hombre establece sus criterios

de valoración. Los hombres valoran el mundo subjetivamente, y

esto tiene consecuencias más allá del área del conocimiento, en el

área de los ético y lo político. El relativismo epistemológico es la

antesala de la democracia.

El relativismo epistemológico tiene en Protágoras tintes

escépticos: basándose en el principio lógico de no-contradicción,

es decir, que no es posible sostener dos proposiciones

contradictorias a un tiempo. Dado que las ideas opuestas pueden

ser igualmente ciertas si no hay algún otro criterio que discrimine

la cierta de la falsa, Protágoras tiende a considerar que las

opiniones humanas están infundadas. Según el testimonio de

Diógenes Laercio (Vidas IX, 53), Protágoras tomó esta idea de

Antístenes, pero aportando el escepticismo, pues Antístenes

pensaba que todas las opiniones humanas, incluso las

contradictorias, están igualmente fundadas (Melero, pág. 19, más

referencia a Platón, Eutidemo 286e).

Aristóteles resalta el aspecto subjetivista de la teoría del

conocimiento de Protágoras, considerando que es una posición

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43

inconsistente. Para el estagirita, el conocimiento es la medida de

las cosas, objetivamente, y no el hombre, subjetivamente

(Aristóteles, Met. X 1, 1053a31). Dado que Protágoras parte de

una posición subjetivista, no le queda otra opción que situar el

criterio en cada individuo, y dado que no contempla que la

percepción tenga un contrapunto objetivo, concluye que las

opiniones humanas son infundadas, es decir, carecen de

fundamento ontológico, sólo tienen fundamento psicológico, esto

es, subjetivo, perceptivo, etc., pero no ontológico.

La percepción

La teoría de la percepción de Protágoras parte de un presupuesto

atomista: la percepción se produce a causa de unos espectros

emitidos por los objetos, en forma de imágenes sutiles,

compuestas también por átomos, que impresionan los sentidos

penetrando en ellos. Además, las cosas se manifiestan de

diferente manera a diferentes personas, a causa de las diferencias

existentes en la percepción de los sujetos (Platón, Crátilo 385e

ss). Este es el sentido subjetivista del lema "el hombre es la

medida de todas las cosas", en tanto que cada hombre es la

medida de su propio mundo percibido. Aristóteles añade este

comentario: "lo que a cada uno le parece, posee una realidad

firme" (Met. XI 6, 1062b12). Aristóteles se fija además en las

implicaciones lógicas de esta doctrina: sucede que la misma cosa

es y no es.

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44

Es un subjetivismo de base materialista (no es un idealismo

subjetivista)(Sexto Empírico, Esbozos pirrónicos I 216 ss): la

materia (fluida) es la base de todos los fenómenos, pues en la

medida en que estos dependen de ella, la materia es en potencia

todo cuanto a todos se revela. Sexto Empírico usa aquí términos

aristotélicos como alegoría de las homeiomerías. Los hombres

perciben esas propiedades según el caso, el momento y su

disposición: es posible que una persona que se encuentra en una

disposición conforme a la naturaleza, perciba las propiedades de

un objeto según esa misma disposición; lo mismo es aplicable a la

edad, al sueño, etc. Es decir, que en el subjetivismo de Protágoras

hay una base objetiva que no niega el ser exterior, la cosa en sí,

aunque reconoce la imposibilidad de conocerlo. Es una

formulación precursora de la kantiana sobre la cosa en sí.

Sexto Empírico hace una crítica al relativismo subjetivista de

Protágoras: la verdad no está en las representaciones. "Puesto que

si toda representación es verdadera, también será verdadera la

proposición de que no toda representación es verdadera, en

cuanto subyace a ella una representación". La contradicción ya

había sido señalada por Aristóteles, pero esto ocurre cuando se

confunden los niveles del discurso. Si se diferencian las

proposiciones sobre el mundo percibido de las proposiciones

sobre las proposiciones, entonces la contradicción se diluye.

Protágoras está usando un nivel de metalenguaje al enunciar que

"todas las representaciones son verdaderas", nivel en el que no

cabe incluir una representación falsa. Esta hablando de los

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45

enunciados sobre el mundo (lenguaje), pero su enunciado sobre

los enunciados sobre el mundo se desarrolla en otro nivel

(metalenguaje). Sexto Empírico supone que hay representaciones

falsas, es decir, enunciados sobre el mundo que no son

verdaderos, y mezcla este nivel con el superior. El nivel

metalingüístico no debe confundirse con el nivel descriptivo de la

realidad. Mezclar ambos niveles equivale a "retorcer el

argumento", como el mismo Sexto Empírico indica (Sexto

Empírico, Adv. Math. VII 389).

También Platón critica la teoría de Protágoras sobre la

imposibilidad de la contradicción, mediante la cual sostiene el

relativismo de las percepciones (Platón, Eutidemo 286bc). Pero el

de Protágoras no es un argumento lógico, sino psicológico. No es

posible la contradicción entre dos percepciones opuestas sobre un

mismo objeto, porque la percepción es infalible, no se puede

cuestionar la percepción de quien percibe y no se pueden

comparar dos estados mentales, que son privados: si yo veo una

manzana, nadie puede decirme que no veo una manzana, aunque

sea manifiesto que no hay tal manzana a la vista; yo sé si siento

que este alimento sabe amargo o dulce. Para Protágoras, en estos

casos sólo hay tres posibilidades lógicas (Melero, pág. 103, nota

52):

1. Los enunciados son compatibles.

2. Los enunciados hacer referencia a objetos diferentes.

3. Uno de los enunciados no hace referencia a nada.

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46

Aristóteles pone de manifiesto las consecuencias objetivas de

afirmar que todos los enunciados son verdaderos aunque sean

contradictorios: que todas las cosas serían una sola indiferenciada

(Aristóteles, Met. IV 4, 1007b18). Esto nos devuelve a las

homeiomerías, o al apeiron. Pero Aristóteles, aquí, no tiene en

cuenta que cada verdad atribuible a un enunciado sobre el mundo

es subjetiva, y por ello los enunciados son incomparables. El

principio de no contradicción dice que los enunciados

contradictorios no pueden sostenerse juntos y al mismo tiempo.

Pero en el caso de los enunciados basados en percepciones, tal

coincidencia no se da, sencillamente porque las percepciones no

pueden situarse en un mismo lugar, sino que son relativas a

diferentes sujetos y, por tanto, no se sostienen juntas, aunque sea

al mismo tiempo, ya que no pueden compararse.

Sostener la posibilidad de enunciados contradictorios sobre el

mundo conduce al terreno de la retórica: los discursos dobles.

Sociología del conocimiento

Protágoras llega a una sociología del conocimiento objetivo que

permite comparar juicios morales no en términos de

verdad/falsedad, sino en términos de pragmatismo, es decir, en

relación con argumentos débiles o fuertes en vistas a la

consecución de un deseo. Algunos juicios son mejores que otros,

e incluso algunos son falsos, puesto que no satisfacen las

Page 48: 125141179 Notas Sobre Protagoras

47

apariencias (Melero, págs. 45-46). Protágoras no juega libremente

con el lenguaje.

Protágoras admite una cierta objetividad desde el punto de

vista de la praxis (Platón, Teeteto 166d-167b). La percepción de

alguien en estado febril no es incorrecta a efectos de

interpretación del mundo, de conocimiento del mundo, en tanto

que la verdad es relativa al sujeto que percibe y las experiencias

siempre son verdaderas en relación con el sujeto que las

experimenta, se ha dicho más arriba. Pero es evidente,

argumentan los defensores de Protágoras, que hay una diferencia

entre el estado febril y el estado saludable, y es que el primero

supone una condición negativa para el sujeto, tanto en el cuerpo

como en el alma, una disposición en la que nadie desea estar

durante mucho tiempo. Las experiencias de un alma saludable no

son más verdaderas que las de un alma febril, pero sí mejores a

efectos prácticos. El sabio, pues, es el que posee cierto

conocimiento de lo que es beneficioso para el alma, para una

planta, para la organización de una casa o una ciudad, etc. El suyo

es un conocimiento objetivo, y es objetivo en tanto que es

pragmático; no se refiere a la posible verdad objetiva de un

enunciado experiencial, sino a las consecuencias prácticas de ese

enunciado. Como bien consigna Platón (Teeteto 167b ss):

Los oradores buenos y sabios logran que las ciudades vean

justo lo que es beneficioso en lugar de nocivo, para ellas.

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48

Porque lo que a cada ciudad le parezca justo y bello, lo es

efectivamente para ella, en tanto sea valorado como tal.

Ahora bien, el sabio [...] logra que parezcan y sean buenas

aquellas otras [opiniones] que son beneficiosas [para la

ciudad].

He aquí el relativismo cultural de Protágoras, matizado por el

pragmatismo. Es decir, la objetividad práctica depende

sustancialmente de la opinión colectiva, es intersubjetividad que

está sometida a los cambios de parecer de los individuos. Sabio es

quien sabe no la verdad, sino dirigir la opinión colectiva en

beneficio de la ciudad, a través de la retórica (ver apdo.

Protágoras y la sofística, para un análisis de la retórica

protagórica). Esta función no es extraña a la sofística, sino todo lo

contrario; el sofista pretende ser un educador social como parte

esencial de su función, que ha heredado de sus antecesores los

poetas líricos (función que se atribuyen todos los generadores

culturales en la Atenas del siglo V, desde los escritores de

tragedias hasta los escritores de comedias). El sofista ha de saber,

por algún medio independiente de la opinión pública, qué es

aquello beneficioso para la ciudad, del mismo modo que el

médico sabe definir la salud al margen de las opiniones de los

enfermos y de los sanos. Reaparece la metáfora del médico, usada

por Platón en otros diálogos para su propio provecho, pero en el

caso de Protágoras hay que tener en cuenta que el sabio, que actúa

como un médico para la ciudad, no tiene un saber sobre el ser y el

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49

no ser en el sentido que plantea Platón, intuitivo, sino en el

sentido experiencial. La idea de lo justo y lo bueno para la polis la

definen los ciudadanos, y luego el sabio y el orador refuerzan la

praxis colectiva en virtud de la dirección marcada por los

ciudadanos, o bien intentan cambiar la opinión de los ciudadanos

porque saben que están equivocados, en virtud de ese

conocimiento experiencial. Esto remite a una objetividad que

tiene el sabio y que no tienen los demás, pero teniendo en cuenta

su carácter experiencial y que remite en última instancia a la

subjetividad del sabio. Eso parece admitir Gorgias ante Sócrates

cuando le obliga a aceptar que el sofista ha de conocer la virtud

para poder enseñarla, aunque todo permite interpretar que

Sócrates se refiere a algo de fondo objetivo y Gorgias se refiere a

algo de fondo intersubjetivo (ver Platón, Gorgias 463c-461a).

Estado natural y contrato social: Prometeo

En la ética y la política, el relativismo y el subjetivismo

protagórico se desarrolla ampliamente (son los campos de acción

preferidos por la sofística). Aquí se introduce la cuestión de la

convención, y Protágoras aparece como un pionero del

contractualismo y el utilitarismo (Hobbes, Rousseau): las leyes

son obra humana y tienen una validez limitada en el espacio y el

tiempo, y son buenas mientras sean útiles a la ciudad, de modo

que habrá que cambiarlas cuando no se valoren como buenas

mayoritariamente. Las leyes son sólo expresión del sentido ético

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50

de los hombres, que se refleja en el momento histórico y el lugar

geográfico concretos. Para expresar esta idea, Protágoras recurre

al clásico mito de Prometeo, del cual presenta una nueva versión

que conocemos a través de Platón (cfr. Platón, Protágoras 320c-

322e; hay acuerdo general en que la narración platónica de la

versión protagórica del mito de Prometeo reproduce con fidelidad

el pensamiento original del sofista, expuesto en textos como

Sobre la condición originaria, según Melero, pág. 129, nota 71).

La versión clásica, transmitida por Hesíodo, cuenta que

Prometeo, un titán, competía con Zeus, gastándole malas pasadas

gracias a su astucia e inteligencia. Además, Prometeo

contemplaba los sacrificios y las penurias de los hombres para

subsistir; se compadeció de ellos y se propuso ayudarles: robó el

fuego de los otros dioses, y se lo dio a los hombres, abriendo así

el camino para el desarrollo de la cultura humana. Ante esta

acción contra el poder de Zeus, éste castiga al Titán,

condenándole a sufrir eternamente el dolor producido por un

águila que le come el hígado a diario, sanando éste por la noche,

para volver al día siguiente al lugar donde Prometeo está

encadenado, y volver a comer de su hígado (Apolodoro,

Biblioteca I 7, 1). Además, Zeus castigó a los hombres por su

atrevimiento (similitud con el mito bíblico de Babel), enviándoles

la caja de Pandora: una mujer no pudo evitar la tentación de

abrirla, y de ella salieron todos los males: el nacimiento de la

cultura coincide con el nacimiento de todos los males, es decir,

con la problematicidad de la existencia colectiva.

Page 52: 125141179 Notas Sobre Protagoras

51

La narración de Protágoras es diferente y contiene una primera

versión de la teoría del contrato social a partir del estado natural:

Prometeo tiene un hermano, Epimeteo, que es todo lo contrario

que el héroe: es poco inteligente. La cuestión es que, llegado el

momento de la creación del mundo, Zeus encargó a los dos

hermanos la distribución de las cualidades entre los animales,

incluyendo al hombre. Epimeteo quiere ocuparse personalmente

de esto, y Prometeo se lo permite, a condición de inspeccionar los

resultados. Epimeteo reparte las cualidades entre los seres

vivientes de tal manera que éstos, en conjunto, no puedan

aniquilarse mutuamente, repartiendo ventajas e inconvenientes

entre todos ellos (teoría del equilibrio ecológico dentro de la

lucha por la supervivencia). Pero Epimeteo es tan incompetente

que, después de repartir las cualidades a los animales, ha dejado

al hombre sin apenas posibilidades para sobrevivir: desnudo,

descalzo, sin pelo, sin lecho, sin armas. Prometeo llega y advierte

la penuria humana. En tal situación, Prometeo decide proteger a

los hombres, y por eso roba el fuego y la sabiduría a Hefesto y

Atenea, y los entrega a los humanos para que puedan sobrevivir.

Pero no puede robar la sabiduría política, propiedad de Zeus,

porque no tiene acceso a sus aposentos. Por su acción, Prometeo

sufrió el castigo de los dioses (322a). Pero los hombres se

libraron del castigo de Zeus, pues sobresalieron entre los demás

seres: al conocer el fuego, participaron de la naturaleza divina, y

adoraron a los dioses. Zeus pensó entonces que necesitaban otros

recursos: el sentido de la vergüenza, de la virtud y de la justicia.

Page 53: 125141179 Notas Sobre Protagoras

52

A partir de 322a comienza la descripción de cómo el hombre,

emparentado con los dioses gracias a sus dones robados o

cedidos, inicia el proceso de civilización desde el estado natural a

través del contrato social, legado también de los dioses a los

hombres, que distribuyeron el sentido del respeto y la justicia por

igual en todos ellos. Todos los hombres participan por igual de la

virtud política, lo que supone, desde el pensamiento de

Protágoras, un espaldarazo a la democracia, aunque no un

espaldarazo a la opinión popular, a cualquier opinión no cultivada

(Melero, pág. 133, nota 74, citando a Kerferd). La capacidad

política está en todos los humanos, pero ha de perfeccionarse a

través de la educación y la práctica, es decir, tareas que son

encomendadas a los sofistas (Melero, pág. 133, nota 75), en tanto

que Protágoras presupone que la virtud política puede enseñarse,

es decir, no es natural (Platón, Protág. 324ab). Todos los hombres

poseen el sentido original de la justicia, pero unos con mayor

capacidad que otros para perfeccionarlo a través de la educación.

Todos los hombres son maestros de virtud, como reflejan sus

opiniones, pero unos son mejores maestros que otros; de esta

variedad derivan las diferencias entre las cualidades personales,

es decir, en tanto que las aptitudes naturales de las personas son

diferentes (Platón, Protág. 327d-328a). En tanto que para

Protágoras la virtud se perfecciona a través de la educación, hay

puntos de conexión con el intelectualismo socrático.

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53

Un esquema del contenido político de la narración del mito

prometeico (Platón, Protágoras 322ad), según los pasos que van

desde el estado natural a la vida política:

1. Individuos insuficientes por sí mismos.

2. Necesidad de asociarse para defenderse de las fieras

(pulsión social).

3. Dificultades para conservar las relaciones sociales,

conflictos internos por falta de arte político (pulsión

antisocial).

4. Educación como fórmula para la vida colectiva y la

participación política.

En cuanto al origen de las leyes, Protágoras introduce la

cuestión de la diferencia entre phýsis y nómos: las leyes son

convenciones y responden a las necesidades particulares de cada

ciudad. Las leyes nacen de un pacto entre los hombres, por el cual

se aseguran la supervivencia colectivamente.

Hay un texto de Cicerón referido a la cuestión del origen de

las leyes, que es citado por Untersteiner porque éste considera que

su autor utiliza argumentos protagóricos para defender su

posición (Melero, pág. 108, nota 53; el texto es un fragmento de

De las leyes I, XVI-XVII, 43-47). Cicerón opina contra el origen

o fundamento convencional de las leyes, es un naturalista: lo

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54

bueno y lo justo sólo pueden distinguirse de lo malo por la

naturaleza, la ley natural, a través de la intuición común a todos

los hombres. La virtud y el vicio, sigue Cicerón, se distinguen por

su propia esencia y no por consideraciones externas; se afirman

en su propia naturaleza, como lo verdadero, lo falso y lo

contradictorio. Protágoras se había referido al discurso en este

sentido, a la corrección de las palabras en su uso discursivo,

retórico y hasta lógico, corrección que se deriva de la propia

composición, y no está sujeta a convención, sino a reglas propias

(ver Platón, Protágoras 339a; y Melero, pág. 111, nota 54).

Cicerón es objetivista: si lo que merece elogio es bueno, es

absolutamente necesario que posea en sí el bien, en razón del cual

se hace el elogio; ya que el bien mismo procede, no de opiniones

subjetivas, sino de la naturaleza. Cicerón advierte la diversidad de

opiniones, pero no la subjetividad de la experiencia, como sí hace

Protágoras. Cicerón considera que la variedad y la oposición de

opiniones son un tanto artificiales, fruto de las influencias

negativas que recibimos (hedonismo, etc.). La argumentación de

Cicerón muestra hasta qué punto estamos tratando posturas

irreconciliables: phýsis vs nómos, objetivismo vs subjetivismo. En

el caso de Protágoras, la controversia reside en el papel que juega

el sabio para definir lo bueno o la virtud: si Protágoras se atiene a

la convención pura, a la costumbre, o si introduce un elemento de

objetividad, la intuición del sabio para definir lo bueno que ha de

ser deseable, pero que no puede explicar según el mismo criterio

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55

que le sirve para plantear la cuestión (la subjetividad de la

homomensura).

Ética

En cuanto a la ética, hay que hablar nuevamente de relativismo y

subjetivismo: el hombre establece lo justo según sus necesidades

o conveniencias. Toda valoración, sea ética o política es, en la

medida en que la realiza una persona, relativa a ésta o al contexto

en que esa persona se mueve. No hay, pues, valoraciones más

ciertas que otras, no hay una idea absoluta de bondad, sino

relativa a cada cual. Según la experiencia, "el bien es, por tanto,

algo complejo y multiforme, de tal modo que, también en el caso

del aceite, es bueno para las partes exteriores del hombre,

mientras que ese mismo aceite es malísimo para sus partes

internas" (Platón, Protágoras 334ab). Así, el bien o la virtud son

contingencias relativas a las circunstancias o las cosas con que

pueden relacionarse. El bien, lo bueno, es relativo a esas

circunstancias condicionantes. Una cosa que es buena en un

estado, es dañina en otro. No hay, pues, un sentido absoluto de lo

bueno o lo malo, sino que ambas cosas son complejas y

multiformes.

Protágoras introduce el concepto de ventaja o beneficio de

unas creencias sobre otras, de unas conductas sobre otras, cosa

que abre las puertas a un pragmatismo que permite superar el

subjetivismo absoluto en el medio social. Los sofistas deben

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56

intentar cambiar las opiniones de los hombres por las más

ventajosas (¿para quién?), y la retórica es el instrumento para

efectuar esa influencia.

Escepticismo religioso

En cuanto a la religión, Protágoras desarrolla un escepticismo

ante los dioses que tuvo fatales consecuencias para él. Según

Eusebio (Preparación evangélica XIV 3, 7), su escepticismo

religioso derivaba de las doctrinas de Demócrito. En su tratado

Sobre los dioses debió exponer sus ideas teológicas, que le

valieron el procesamiento por impiedad. Según la cita de

Diógenes, Protágoras escribió (Diógenes Laercio, Vidas IX 51):

Sobre los dioses no puedo tener la certeza de que existen ni

de que no existen ni tampoco de cómo son en su forma

externa. Ya que son muchos los factores que me lo

impiden: la imprecisión del asunto así como la brevedad de

la vida humana.

Según la información recogida en Platón, Protágoras afirmaba

la imposibilidad de conocer si los dioses existen o no (también

Diógenes Laercio, Vidas IX, 51, citando su tratado Sobre los

dioses). En Teeteto (162d), Protágoras manifiesta su escepticismo

ante la cuestión, y el texto parece insinuar que Protágoras trata de

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57

quitar de en medio de su discurso el problema de la existencia de

los dioses, más que a los dioses mismos. No hay en él una

negación rotunda de la divinidad, sino una negación de su

problematicidad: no es un asunto filosófico, o de alcance

filosófico. No es posible un discurso filosófico sobre la divinidad,

la reflexión filosófica no puede conducirnos a conclusiones

ciertas sobre esta cuestión, porque la existencia y la naturaleza de

los dioses es un tema teológico, es decir, que en última instancia

necesita de un criterio no filosófico para que el discurso teológico

tenga cierto valor de validez. Puedo creer que los dioses existen,

pero creer no es lo mismo que saber.

Se declara, pues, agnóstico. Reconoce que la religión tiene una

función social, pero no puede ser fuente de conocimiento, ya que

no aporta pruebas sobre la existencia de los dioses, la da por

supuesta. Sin embargo, su duda de la existencia de los dioses fue

tomada por ateísmo (Eusebio, Preparación evangélica XIV 3, 7).

Protágoras no afirmó que los dioses no existieran, sino que no

podía decirse nada de este asunto con seguridad; Protágoras no

era un ateo sino alguien que duda, que reconoce los límites del

conocimiento humano acerca de lo divino.

Hay algunos testimonios que le hacen ser más radical. Según

Diógenes de Enoanda (frag. 12 c. 2, 1, p. 19 William; Eusebio,

Preparación evangélica XIV 3, 7), Protágoras sigue las opiniones

de Diágoras, pero expresándolas más suavemente, pero para

Diógenes, la fórmula "no sé si los dioses existen" equivale a "sé

que los dioses no existen", cosa que es, a todas luces, falsa

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58

(Melero, pág. 120, nota 65). Es decir, que el escepticismo de

Protágoras (no puedo saber si los dioses existen o no) es la

manifestación prudente de una convicción firme (sé que no

existen). Hablaríamos no de agnosticismo o escepticismo, sino de

ateísmo.

Sobre el escepticismo de Protágoras, casi todos los estudiosos

convienen en negar la versión radical de su formulación, es decir,

en la forma de un ateísmo afirmativo, para considerar más

acertada una interpretación agnóstica, basada en las dificultades

que hay para conocer la naturaleza divina, e incluso considerando

que Protágoras reconocía la importancia social del culto religioso

(Guthrie, Jaeger, Gomperz). Protágoras negaba el conocimiento

de los dioses, no su existencia (De Romilly). Para Kerferd, el

escepticismo de Protágoras no era excepcional en la época, ni

ofensivo en el entorno ilustrado (Plutarco, en Pericles VIII 9,

afirma que el estratega ateniense tenía opiniones similares;

Melero, págs. 120-121, nota 66), aunque sí lo fue en el entorno

más tradicionalista.

El escepticismo teológico de Protágoras ha sido recogido por

distintos autores y a través de diversas formulaciones e

interpretaciones, no todas coincidentes:

• "Sobre los dioses no puedo decir si existen ni cuál es

su naturaleza. Ya que son muchos los factores que me

lo impiden" (Sexto Empírico, Adv. Math. IX 55-56).

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59

• "Porque de los dioses escribió que ni sabía ni podía

escrutar cómo ni quienes eran, guardando extrema

prudencia en su moderación" (Timón de Fliunte, Silos

II, citado en el texto de Sexto Empírico, Adv. Math. IX

55-56).

• "Sobre los dioses no puedo decir que existan no que

no existan" (Cicerón, De la naturaleza de los dioses I

24, 63).

No hay duda de que la suya es una posición reconocible en la

posmodernidad: rechaza ciertas cuestiones metafísicas como

problema filosófico.

Protágoras y Platón

Platón disiente profundamente con Protágoras, puesto que no

admite ninguna forma de relativismo, sobre todo en lo que se

refiere a la ética y la política (convención). Para Platón,

Protágoras tiene un talante solemne, pero con tendencia a

excederse en la solemnidad, e incluso a ser más prolijo de lo que

el comedimiento aconseja (Filóstrato, Vida de los sofistas I 10, 4;

se refiere al equilibrio entre concisión y prolijidad, que debe

caracterizar a todo buen sofista). Pero en general, Protágoras

parece recibir alabanzas de Platón: "es capaz de pronunciar largos

y bellos discursos", "habilidades todas ellas que pocos han sabido

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60

desarrollar" (Platón, Protág. 329b; Tovar tiene una particular

opinión sobre el carácter irónico de estas alabanzas de Platón a

Protágoras), basándose en comentarios posteriores, como en el

diálogo Menón, donde Sócrates afirma que Protágoras, sin que los

demás lo advirtieran, estuvo corrompiendo a los jóvenes,

haciéndolos peores (Platón, Menón 91d). Esta opinión de Sócrates

ya no es tan favorable como en el Protágoras, y parece indicar

que sus alabanzas en este primer diálogo han de tomarse sólo

irónicamente.

También en Fedro (267c) hace Platón un comentario elogioso,

pero lleno de ironía. Y en Teeteto (161cd) hace un comentario

irónico al comparar la sabiduría de Protágoras con la de un

renacuajo (cada cual tan sabio en su propia subjetividad). Primero

Sócrates admite que, dentro del terreno de las representaciones,

Protágoras tiene razón, pues no sabemos si el viento "es en sí

frío", puesto que lo que sabemos es lo que cada uno siente. "Tal

como cada uno percibe las cosas, así también deben

probablemente ser para cada cual", concluye Sócrates. Pero

seguidamente comienza la ironía:

Sin embargo, sigue Sócrates, siempre me ha causado

extrañeza el comienzo de su argumentación, que no haya

dicho, al inicio de La verdad, que la medida de todas las

cosas es el cerdo o el cinocéfalo o algún otro ser aún más

extraño de entre los que poseen sensación, con lo que

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61

habría comenzado a hablarnos solemnemente y con gran

distanciamiento, mostrándonos que nosotros lo

admirábamos como a un dios por su sabiduría, pero que, en

cuanto a su inteligencia, no resulta ser superior a un

renacuajo, tanto menos a cualquier otro hombre.2

Este texto corrobora la idea de Tovar sobre el menosprecio de

Platón hacia Protágoras.

La refutación de la presunta sabiduría de Protágoras no es

correcta si tenemos en cuenta que Protágoras no se refiere a un

punto de vista más verdadero que otro; todas las subjetividades se

mueven en el mismo plano, sólo que unas son más ricas que otras

por haber tenido más y mejores experiencias; el sabio a quien él

representa es un sabio experiencial, no esencialista; es innegable

que puede enseñar más quien posee una visión del mundo

enriquecida con experiencias diversas.

2 Texto según edición de Melero; la edición de Gredos del texto platónico tiene otra forma, que nos parece mejor: "Si así lo hubiera hecho, el inicio de su discurso habría sido espléndido y arrogante en un alto grado. Nos habría mostrado que, mientras nosotros lo admiramos como un dios por su sabiduría, no es superior en inteligencia a un simple renacuajo, ni a cualquier otro hombre. ¿Qué vamos a decir de todo esto, Teodoro? Si para cada uno es verdadero lo que opine por medio de la percepción [...], ¿en qué consistirá, entonces, la sabiduría de Protágoras? ¿Cómo podrá justificar su pretensión de enseñar a otros a cambio de grandes honorarios? ¿Tiene algún sentido decir que nosotros somos más ignorantes y que tenemos que acudir a él, cuando cada uno es la medida de su propia sabiduría? ¿Cómo no vamos a decir que Protágoras habla para la galería al hacer estas afirmaciones?."

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Se dice que Platón llegó a conocer personalmente a

Protágoras, y que registró sus discusiones con Sócrates. Intentó

plasmar su estilo al citar el mito de Prometeo de Protágoras en su

diálogo homónimo (Platón, Protág. 320c ss).

Se dice también que Platón plagió las Antilogías de

Protágoras, en la redacción de la República (Diógenes Laercio,

Vidas III 37). La veracidad de este comentario se ha puesto en

duda, tomándose como una de tantas acusaciones de plagio

producidas contra Platón por sus adversarios. Es posible que

ambos coincidiesen en el tratamiento de algunas cuestiones, e

incluso que Protágoras esbozara en su obra una ciudad ideal _ya

tenía experiencia en ese tipo de proyecciones, al diseñar la

constitución de Thurios. Es posible también que Platón se

inspirase en Protágoras al considerar en su ciudad ideal temas

como la emancipación de la mujer (Melero, págs. 121-122, nota

67).

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BIBLIOGRAFIA

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Diógenes Laercio, Vidas de los filósofos ilustres. Alianza Editorial, Madrid, 2008.

Melero, A. (ed.), Sofistas. Testimonios y fragmentos. Madrid, Gredos, 1996.

Piqué Angordans (ed.), Els sofistes. Fragments i testimonis. Barcelona, Laia, 1988. Contiene los fragmentos de Protágoras y testimonios sobre él, traducidos a partir de las recopilaciones realizadas por Diels & Kranz y otros.

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Untersteiner, Sofisti. Testimonianze e fragmenti (4 vols.). Florencia, 1949-1967 (es otra obra de referencia).

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General

Melero, A., Introducción a Sofistas, Testimonios y fragmentos. Madrid, Gredos, 1996, pp. 7-67, más notas a pie en el texto restante.

Rodríguez Adrados, F., La democracia ateniense. Madrid, Alianza, 1985 (1966).

Tovar, A., Vida de Sócrates. Madrid, Revista de Occidente, 19663 (1947, 19532).

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