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Revista ÁPICES DIGITAL REDACCIÓN Magdalena Cámpora Diego Ribeira Luis Ángel Della Giovanna Luis Biondini Raúl Lavalle Editor responsable: Raúl Lavalle Dirección de correspondencia: Paraguay 1327 3º G [1057] Buenos Aires, Argentina tel. 4811-6998 [email protected] nº 13 – 2013 Nota: La Redacción no necesariamente comparte las opiniones vertidas en esta publicación. 1

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Revista ÁPICES DIGITAL

REDACCIÓNMagdalena Cámpora

Diego RibeiraLuis Ángel Della Giovanna

Luis BiondiniRaúl Lavalle

Editor responsable: Raúl LavalleDirección de correspondencia:

Paraguay 1327 3º G [1057] Buenos Aires, Argentinatel. 4811-6998

[email protected]

nº 13 – 2013

Nota: La Redacción no necesariamente comparte las opiniones vertidas en esta publicación.

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ÍNDICE

Alfredo Bernardi. Paraíso p. 3

Raúl Lavalle. Lecturas de Destiempo de tranvías (sobre un poemario de Romero Sosa) p. 4

Ángeles Auliel. Caminando por las calles te leí (sobre callesliterarias de Castelar) p. 9

Maximiliano Hünicken. El fantasma de El Príncipe de losLirios (obra plástica) p. 12

Carlos María Romero Sosa. Entre los papeles de Celina Sosa Dávalos p. 13

Olga Fernández Latour de Botas. Hoy, día 5 de junio p. 17

Fidel Farez. Sobre Pan comido y Canchero p. 18

Notas y reseñas p. 24

Minucias varias p. 28

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PARAÍSO

Te encontré en un cimbreante paraíso que escondía la luz tras sus destellos. Sin embargo esa luz en tus cabellos estrenaba los brillos de su rizo.

Y el ardor que tu pronta piel deshizo entre risas, mohínes y resuellos, apremiaba a la flor de efectos bellos, teñía tu mejilla de rojizo.

Cedió tu sexo a ese reclamo urgente que nos unía desde la mirada en las horas serenas de la siesta.

Nos abrazamos luego mansamente, desvaneciéndose la tarde aliada como el pábilo humeante de una fiesta.

ALFREDO BERNARDI

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LECTURAS DE DESTIEMPO DE TRANVÍAS

RAÚL LAVALLE

Me une una larga y profunda amistad con Carlos María Romero Sosa, autor del poemario Destiempo de tranvías (Buenos Aires, Proa Amerian, 2012). No me referiré a su trayectoria literaria, porque la información actual me exime de ello. Simplemente quiero escribir lo que me sugiere la lectura de unas pocas de sus poesías. Comienzo con “Conformidad” (p. 11).

No pido un Hada Madrina.Yo experimento la paz,cuando me toca la vidacon su cotidianeidad.

En realidad, para mí lo cotidiano es el Hada Madrina que el poeta dice. Sé muy bien que soy un inadaptado a estos tiempos, pues hoy los cambios son heraclitianos. No me gustaría vivir cambiando a cada momento aparatos, ideas, costumbres. Me complace hollar la senda que pisé ayer. Sin duda muchos cambios traen progreso material, pero no sé si los acompaña la paz profunda, que se puede nutrir de lo de afuera pero es esencialmente interior. Leamos ahora “Conclusiones” (p. 13):

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Ningún rayo se sostieneen el cielo de tormenta,ni conserva sus monedasla avaricia del presente.

Contra el viento y sin reparo,pesa seguir en camino:vivir es ir con los añosperdiendo techo y abrigo.

Uno de mis problemas es que para mí las cosas esenciales son muchas: montones de libros viejos, papeles amarillos, piedras, cacharros, todo tipo de objetos que me recuerdan viajes o momentos diversos de mi vida. Más aún, dicen que hay una enfermedad de personas que viven invadidos, en sus propias casas, por su propias cosas. Tal vez tenga que someterme a alguna terapia contra tal dolencia psíquica. De cualquier modo, también es verdad que en nuestro caminar, aunque no nos deshagamos de lo material, sí perdemos ideas y algunos respetos humanos. Quizás esa vejez del viajero próximo a la meta es la que me quita “techo y abrigo.” No obstante, a pesar del viento y la intemperie, seguimos peregrinando con monedas y mendrugos en nuestros bolsillos llenos de telarañas. Creo que una idea afín está en “Lastre” (p. 14).

Ni los dones ni las crucesde la vida son livianos.El instante que trascurre,¿cómo puede irse volando?

Horacio nos ha enseñado que hasta el menor instante tiene valor, porque pasa volando y debemos disfrutar de él. Como suele decirse, esto es ad modum recipientis: poco vale un instante ante la eternidad, pero no es tan poco ante la pequeñez humana. Hago caso entonces a Horacio y disfruto de la breve lectura del epigrama. Y de “Convicción” (p. 18).

Ni a la rama más delgadala quiebra el peso de un ave;vuela también al posarse,aunque estén quietas sus alas.

Qué ejemplo para soltarnosal viento de la confianza.No importa dónde hagas altosi te sostienen las ansias.

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Dios inventó la mediday creó la imaginación,para que el hombre decidasi se detiene o si no.

“Hasta el pelo más delgado / hace su sombra en el suelo” parece murmurar en el primer verso. En todo caso, Martín Fierro y “Convicción” me recuerdan que para algo sirvo; al menos, para mí. Además de la pequeñez humana, está mi propia insignificancia. Pero mi medida inmediata es una ramita de árbol, no el universo todo. Entonces este poema de Carlos María es bueno para mí, pues me ayuda a renovar el “viento de la confianza.” Y me animo a soñar con vivir un poco más, con hacer más amistades, con viajar en julio a Santiago del Estero y visitar la Capilla de la Montonera; y quizás con tener veinte lectores, en lugar de los quince –como mucho– que tengo ahora. Si no logro nada de eso, al menos lo soñé. Y el sueño es un endiosamiento, pues Dios “creó la imaginación”, como dice el poeta. Rumbo a otros aires, como amante de las caminatas, es natural que me guste mucho “Ida y vuelta” (p. 19).

Voy recto por Julián Álvarez,pero si doblo es lo mismo;pienso que a mi encuentro salesy no equivoco el camino.

En el almacén de barrioque hay en la esquina de Hondurasy Julián Álvarez, pulsaotro tiempo su cordado.

Cuando vuelvo calle arriba,el badajo del otoño,aunque haga repicar orono enjoya la despedida.

Es lindo ver lugares nuevos, aunque también me agrada andar por las calles ya recorridas. Esa al menos es mi rutina, pues salgo a caminar y, en medio de la marcha, saludo a algún conocido, veo detalles nuevos en los edificios, pateo una piedra y hago un gol, tarareo un tango. Y son bellas las calles aquí mencionadas: Julián Álvarez, donde está la Escuela nº 16 Consejo Escolar I (allí me enseñaron a leer y escribir) y Honduras, que tiene la Biblioteca Evaristo Carriego. Los negocios viejos me devuelven migajas del tiempo que pasó. Y mucho mejor hacer la caminata en época fría: en el otoño de mi vida, las hojas muertas me recuerdan quién soy.

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Biblioteca Evaristo Carriego

Hablando de cosas de antes, los poetas suelen complacerse en resucitar palabras. Es el caso de badajo. Yo quizás habría dicho “el fierrito de la campana.” Pero los vates nos sacan de lo prosaico y me llevan a los años de empedrado, de vida más tranquila, sin curriculum y sin tantos ismos.

Cubierta de otro libro de Romero Sosa

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No quiero detener más tu tiempo, querido lector, con mis desordenadas impresiones. Lo importante es que, si puedes, leas este Destiempo de tranvías. Enrique Banchs comparaba a la poesía con un viaje: menudo en sus versos el poeta, era barquero y corcel. Te invito entonces a subirte a este tranvía que, como los de Lisboa, te llevará a lugares elevados y te distraerá un poco de tus ocupaciones más comunes. Quizás, después de leerlo, me retes y digas que mis pensamientos fueron ínfimos, que dejé de comentar muchísimos aspectos. Tienes razón y me alegro de que hagas tu propio camino.

RAÚL LAVALLE

Tranvía de Lisboa

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CAMINANDO POR LAS CALLES TE LEÍ

ÁNGELES AULIEL1

Caminar por la región sureña de Castelar es abrir un libro diferente en cada esquina. A pie o en colectivo se puede disfrutar de la arbolada fisonomía que ofrece y, además, se puede realizar el viaje que los reconocidos nombres de sus calles nos invitan a hacer. Muchas de ellas inspiradas en autores de diversas nacionalidades, sus brillantes obras no vacilan en desafiar el gris pavimento del cemento.

Como si ascendiésemos por un árbol que nos entrega en sus hojas parte de la literatura universal, la calle Buenos Aires es la costura troncal de nuestro libro abierto. Las ramificaciones del arbolado mapa hacia el lado oeste, nos muestran hojas escritas por pluma extranjera. Las esporas en el aire de un atardecer otoñal se cuelan en las páginas de Anatole

1 La autora del trabajo es alumna de la carrera de Letras, en la Facultad de Filosofía, Humanidades y Ciencias de la Educación de la Universidad de Morón. [Nota de la Redacción]

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France y sus inquietudes por la Revolución Francesa, mientras pocos transeúntes ven agonizar un árbol en la sombra de esta antigua calle de Castelar.

A tan sólo una cuadra, el paisaje comienza a mostrar variaciones románticas desplegando todo su lirismo y vanguardia con Enrique Heine: como cuando el ocaso muere en los brazos del Rin envuelto en la melodía que enloqueció a Ulises. Más adelante, el poeta José de Espronceda nos enluta con húmedos lamentos que no lloran su pena, amor que ha sufrido un desengaño: lo divino en terrenal trocado.

Desde Italia, el pesimista Giacomo Leopardi escribe su último canto, yermo desierto que asemeja esta tierra que no encuentra verde ni flor. Épico cantor de la patria, los versos heroicos de Olegario Andrade tienen el vigor de un huracanado viento que arremete contra las ramas, o tal vez fue el vuelo de u cóndor perdido sobrevolando en lo alto. Las leyendas de Gustavo Bécquer le imprimen a esta calle pintoresca una luz tenue, íntima: la luz de sus poemas que iluminan las noches de pálida luna.

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Aquí termina nuestro recorrido, invitándolos a otro viaje: el que ofrecen los textos de estos autores. Y, ¿por qué no?, uno más: el que ensaya la aventura de las calles sureñas de Castelar.

ÁNGELES AULIEL

Estación de Castelar

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EL FANTASMA DE EL PRÍNCIPE DE LOS LIRIOS

El fantasma de El Príncipe de los LiriosMaximiliano Hünicken (obra en programa Paint)

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El fresco cretense

ENTRE LOS PAPELESDE CELINA SOSA DÁVALOS1

CARLOS MARÍA ROMERO SOSA

Con mi hermana conservamos varias cartas de Celina Sosa Dávalos. Lo hacemos con devoción familiar y nostalgia de otros tiempos, para ambos despreocupados y felices. Es que representaba una alegría en la niñez recibir la correspondencia de aquella tía abuela salteña, que nos hacía sentir importantes cuando deletreábamos antes y leíamos de corrido después nuestros nombres en los sobres. Al abrirlos, hallábamos pequeños dibujos junto a frases llenas de ternura reveladoras de su proximidad espiritual con nosotros, escritas con caligrafía inglesa tan propia de su condición de docente jubilada con actuación en una época en que la buena letra era toda una carta de presentación social, en tanto demostraba fineza, cortesía y cultura. Porque hacerse entender en forma clara y elegante era algo inherente al

1 Se publicó en Salta Libre.net el 1 de abril de 2013. Posteriormente fueron encontrados nuevos elementos que dieron lugar a la ampliación así como a rectificar algún dato erróneo del anterior texto.

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suaviter in modo, una regla implícita a deducir de las muchas incorporadas al Manual de urbanidad y buenas costumbres de Vicente Carreño estudiado por generaciones en el bachillerato y el magisterio.

Cierto día comenzó a espaciarse la comunicación, que por momentos lograba distraernos de las obligaciones escolares: supimos que Celina estaba enferma. Hasta que, a finales de marzo de 1965, un inesperado mensaje telefónico, de esos que llegan a horas inoportunas para generar zozobra y tristeza, nos anotició de su muerte a los setenta y cuatro años de edad, puesto que nació un 27 de febrero de 1891. De inmediato viajó a Salta nuestro padre, único deudo directo suyo en condiciones de ordenar lo atinente a su entierro y cumplir con sus últimas disposiciones. Le tocó la desagradable tarea de levantar la casa de la calle Alberdi 421, situada junto al hogar de nuestros abuelos donde habitó al enviudar de Ernesto –creo que ese era su nombre– Schabert, un laborioso inmigrante alemán radicado en la ciudad del cerro San Bernardo, del que guardo la medalla que lo acreditaba como socio del club 20 de Febrero.

Han pasado las décadas y no hace mucho descubrí que entre los documentos rescatados entonces, estaba el diploma de maestra graduada en la histórica institución educativa del magisterio de Salta: “la Normal” como se la conoce, inaugurada en 1882. Cuando frecuentaba sus aulas Celina –o Ascensión Benita Celina, así bautizada en recuerdo de ambas abuelas– se hallaba situada ya en Mitre y Entre Ríos luego de tener su primera sede en la calle España al 600.

En cuanto al diploma, fechado el 23 de junio de 1919, lo suscribieron el ministro de Justicia e Instrucción Pública de la Nación, José Santos Salinas, el Inspector General de Enseñanza, Valentín Berrondo, el subsecretario de instrucción pública de firma ilegible y el Director de la Escuela Normal de Maestras de Salta, Florentino M. Serrey, hermano de Carlos, el varias veces diputado y senador nacional.

Pero había algo más conservado entre esos recuerdos: el original de un telegrama que envió desde la Capital Federal –el 22 de mayo de 1918– al doctor Emilio Giménez Zapiola, a la sazón recién designado Interventor Federal de la provincia, el dirigente radical riojano Pelagio B. Luna (1867-1919), Vicepresidente de la Nación y ocupante desde el día 7 de aquel mes de la titularidad del Poder Ejecutivo en ausencia de Hipólito Yrigoyen, transitoriamente en su establecimiento de campo de la provincia de Buenos Aires, según informaba el diario porteño La Prensa de esa fecha. Su texto dice: “Al acusar recibo de su telegrama de fecha 17, me complace comunicarle

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que su recomendada la señorita Celina Sosa Dávalos ha sido nombrada por ser un pedido justo. Pelagio. B. Luna. Presidente de la Nación”

En la parte inferior del papel, puede leerse en tinta negra una

leyenda aclaratoria escrita por la propia interesada: “Este telegrama lo conservo como un recuerdo de la bondad de la señora Manuela González de Todd, pues ella fue la del empeño ante el Interventor de esta doctor Giménez Zapiola para que el Presidente me diera la cátedra de Economía Doméstica”.

¡Cuántas cosas invitan a pensar unas y otras líneas trascriptas! En primer lugar, que los plantones y el destrato como forma de disciplinar a los funcionarios de rango inferior eran inexistentes o al menos poco usuales entonces, al revés de lo que acontece con los usos políticos actuales. Así resultó que la solicitud de Giménez Zapiola fue respondida por la máxima autoridad en ejercicio de la República a los cinco días de receptada. Además, para despejar toda duda de que pudiera actuarse con favoritismo, el responsable de la designación creyó del caso dejar asentado que se complació al pedido por tratarse de algo justo. Ciertamente debió ser de ese modo porque la beneficiaria, una aplicada estudiante como siempre fue tradición en la familia, tendría ya idoneidad suficiente para ingresar en la docencia en la Escuela Profesional de Mujeres de Salta; allí y en otros establecimientos de enseñanza secundaria y especial actuó en forma ininterrumpida hasta obtener la jubilación en 1947. Celina solía manifestar que influyó en la íntima vocación suya por la educación, la impronta de su abuela paterna Benita Carrillo de Sosa y Aramburú pese a no conocerla –murió en 1880–; una discípula durante los años de internado en Buenos Aires del deán

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Gregorio Funes que de regreso a Salta –cuentan sus biógrafos- fundó la Escuela Privada de Francés y Música y más tarde un centro de primeras letras en San Carlos.

Por otra parte no sería para distraerse que la joven buscaba trabajar hacia 1918. Única hija soltera a ese momento, habitaba en el inmueble solariego de la calle España 649 con sus mayores, Salustiano Sosa Carrillo y Celina Dávalos Isasmendi; pues dos de sus hermanas estaban ya casadas y otra, Elisa, había ingresado en 1916, bajo el nombre Sor María de la Ascensión, a la Congregación de Nuestra Señora de la Caridad del Buen Pastor, que contaba desde tiempo atrás con un convento en Salta. (La orden, fundada en Angers por Santa María Eufrasia Pelletier y aprobada por el papa Gregorio XVI en 1835, tenía por misión rehabilitar a las mujeres delincuentes.)

En cuanto a la economía familiar del hogar de Celina, se había puesto algo difícil: el padre envejecido y enfermo, ex combatiente contra Felipe Varela en octubre de 1867 y una figura representativa del mitrismo en el norte argentino, de dilatada actuación en la segunda mitad del siglo XIX como legislador provincial, presidente del Senado, eventual gobernador interino, presidente del Consejo Deliberante, convencional constituyente y presidente en 1889 del Banco de Salta por cuya fundación bregó, había perdido la fortuna llegando a malbaratar la finca heredada de sus mayores en San Carlos de los Valles Calchaquíes. Anota Vicente Osvaldo Cutolo, en el Nuevo diccionario biográfico argentino, que se fundió embarcado en proyectos de bien público como la construcción del primer dispensario antivenéreo de la provincia. Nada extraño, eran tiempos en que la actividad política estaba lejos de ser lucrativa y asegurar opulencia por generaciones.

Finalmente cabe subrayar las frases de gratitud hacia Manuela González de Todd, o Manuela González Salverri de Todd, dama de origen jujeño radicada en Salta que murió casi centenaria en 1936 luego de haber presidido la Sociedad de Beneficencia local. Era viuda del coronel José María Todd, tres veces gobernador de la provincia, y se caracterizó por realizar gestos bondadosos como el anotado y otros incluso de características filantrópicas y heroicas como cuidar enfermos, con riesgo de su vida, durante la epidemia del cólera que asoló Salta en 1886 durante el gobierno de Martín Gabriel Güemes. También vinculado con aquel flagelo trascribe Roberto G. Vitry en su libro Mujeres salteñas, algunos párrafos del artículo de Zulema Usandivaras de Torino: “Una dama de dos siglos”, donde la escritora anoticia que doña Manuela con la ayuda de sobrinas y servidoras se dio a la tarea de coser

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bolsas para recoger los restos de los que caían fulminados por el mal y quedaban insepultos en las calles de la ciudad.

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¡Lo que son las cosas de la vida! Un ajado diploma y un telegrama algo borroso resultan ser hoy suficientes testimonios para mensurar el perfil de una existencia adornada por los afectos, la estudiosidad, la beneficencia, la gratitud y la sinceridad, como lo supo destacar su amiga la escritora Elena López Echenique en un artículo necrológico que publicó a su muerte en El Tribuno. Memoria feliz entonces la de la tía Celina porque puede resumirse a tanta distancia en esas virtudes y sobrevivir en el claroscuro del recuerdo, reverdecido luego de descubrir aquellos envejecidos documentos que le pertenecieron.

CARLOS MARÍA ROMERO SOSA

HOY, DÍA 5 DE JUNIO

 Hoy, día 5 de junio,nos han venido a avisarque el Folklore ya ha logradosu Academia Nacional.

 ¡Qué alegría para muchos! ¡Que justo premio al afánpara tantos que lo ansiaron...algunos... que ya no están!

 Día de pura alegríaque hoy "Academiam habemus",como la tuvo Platónen el jardín de Academus.

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 La puerta ha quedado abierta,el camino está expedito.¡Pongan manos a la obracantando por delgadito!

 Y aquí se acaban las coplascomo florcitas de lino.¡Celebremos este triunfode Tonito y sus amigos!

   CLARA FLAMANTE

PAYADORA DE PALERMO1

SOBRE PAN COMIDO Y CANCHERO

FIDEL FAREZ

Quiero decir unas palabras sobre un par poetas del tango, Enrique Dizeo y Celedonio Esteban Flores y aprovechar la ocasión para comparar dos de sus letras, que tienen a los burros como asunto común: Pan comido y Canchero. No voy a hacer un análisis técnico, no viene al caso y además no tengo conocimientos suficientes para hacerlo.

Celedonio Esteban Flores está considerado entre los grandes poetas tangueros; Enrique Dizeo, no. Esto es injusto porque Dizeo ha sido un excelente poeta. Yo no sé cuáles habrán sido las razones de su

1 Muchos ya saben que Clara Flamante es seudónimo literario de la Dra. Olga Fernández Latour de Botas. En estos versos celebra la aprobación, en la fecha del título, año 2013, de la creación de la Academia Nacional del Folklore en la Comisión de Legislación General de la Cámara de Diputados. También saben muchos que la referencia final es a Antonio Rodríguez Villar, presidente de dicha Academia.

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olvido si es que las hubo; o si simplemente fue que el azar, ese enorme mandamás que sobrevuela nuestras vidas, así lo decidió.

Dizeo ha escrito varios tangos, entre ellos Por H o por B, Cobrate y dame el vuelto, Primero campaneala, todos humorísticos, Más solo que nunca, Con toda la voz que tengo, Romántico bulincito y el propio Pan comido. Otras letras es mejor olvidarlas, como por ejemplo No es más que yo. Una curiosidad es que Dizeo escribió la letra del vals peruano Que nadie sepa mi sufrir, que muy probablemente le haya redituado más beneficios económicos que todos sus tangos juntos, a pesar de no ser gran cosa. Creo que la música de Ángel Cabral –un músico sin más trascendencia que ese vals– ha sido la responsable de tamaño éxito comercial.

Cele, en cambio, tiene una producción más difundida, de calidad muy variada, desde muy buenas, como el brillante Mano a mano, hasta Si se salva el pibe, rayano en la ridiculez; muchas de sus letras están marcadas por cierto resentimiento, que no les quita encanto. Entre las mejores están, además de Canchero, Mano a mano, El bulín de la calle Ayacucho, Margot, Mentira, Mala entraña, Corrientes y Esmeralda, Audacia y el humorístico Atenti pebeta.

En muchos de los tangos de Flores –hermosos por otra parte– aparecen, además del resentimiento (Mano a mano, Margot), la prepotencia (Cuando me entrés a fallar, el mismo Canchero). En Dizeo estos rasgos se notan menos.

Mano a mano, sin dudas la máxima obra del Negro Cele, fue compuesta, siendo éste muy joven. En 1969 tomé un café en Riobamba y Santa Fe con Cadícamo, para mí el máximo poeta del tango, quien admiraba a Flores (le dedicó su Cele Flores). Me dijo que la letra del mencionado tango Flores la había escrito cuando tenía diecisiete años. Sin palabras.

Ahí van los dos tangos nombrados al comienzo, con los comentarios:

PAN COMIDOTango (1926)Música: Ismael GómezLetra: Enrique Dizeo (letra como la canta Gardel)

En este tango, Dizeo le habla a un joven. Lo hace con suma gracia, pese a que es duro; empieza mostrándole que los aduladores que lo alaban son de poca monta, alcahuetes de turno:

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Sos un cáido de la cuna, un pobre gato, un maleta.En los hándicaps corridos siempre quedaste parao.Te has perdido el vento al póker porque no tenés carpetay sin embargo, en la vida nunca falta un buey cornetaque haga correr la bolilla que sos un tigre mentao.

Ahora lo encara frontalmente, hay que jugar en cualquier cancha, no solamente en la propicia, le hace sentir que le falta, le falta mucho:

El hombre en pista liviana,en barrosa y en pesadasi tiene sangre en las venasjamás se debe achicar.Y a vos te han visto hacer buchesamainando en la parada.

Después de tirarle encima todo, le reconoce algunos méritos:

Tendrás muy buenos aprontes,sos de mucha atropellada

Pero que no se agrande, ahí va otra vez la realidad:

pero, en finales reñidos, sos mandria, sabés temblar.

En este último último verso, Dizeo suelta una de las figuras más pintorescas y logradas: “sos mandria, sabés temblar”. Es lo mejor de esta letra y hay que decir que es difícil de empardar en cualquier letra. Ese “sabés” es extraordinario, porque encierra burla, ironía, suficiencia. El que se lo dice (Dizeo), no aprendió a temblar en la vida, no sabe ser maula.

Si no hay clase, ¿por qué causa la vivís dándote dique?¿Al fin y al cabo, qué hazaña en tu cartilla cayó?Seguí no más bellaqueando, creyéndote un buen dorique.

A continuación el hombre le deja caer el desafío con un par de versos contundentes; esto es importante porque sin ese desafío sus palabras habrían sido mera retórica. Él, que está de vuelta, se le anima, le enseña lo que es un hombre, le enseña que las palabras deben sostenerse con los actos:

que, si me apurás un poco, vas a quedar en el pique

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pa' que chillen los muchachos que en todo primero yo.

Ahora lo trata más dulcemente:

Lo que uno sabe de viejoa vos te falta, botija.Sos potrillo de dos años,recién darás mucho sport,cuando andés como yo anduvecomo bola sin manija.

Pero no abandona el rigor:

Tenés que nacer de nuevopara correrte una fija.Aunque te jugués el restono llegás al marcador.

Le sigue marcando defectos pero le augura que con más experiencia, las cosas cambiarán, por lo menos saldrá de perdedor, que no es poco:

No servís pa' acompañarme ni siquiera en la partida.No tenés chance ninguna... Pa' mí que sos roncador.Nunca marcaste buen tiempo, es muy pobre tu corrida.Si no te abrís en el codo te mancás en la tendida.Te falta más performance pa' salir de perdedor.

Veamos ahora el canto del Negro Cele, que encara a una mujer, seguramente bastante menor que él.

CANCHEROTango (1930)Música: Arturo De BassiLetra: Celedonio Flores (letra como la canta Gardel)

De entrada nomás, la sobra, ella es poca cosa para él, que está para mucho más (estas contradicciones del tango no son más que contradicciones de la vida):

Para el record de mi vida sos una fácil carreraque yo me animo a ganarte sin emoción ni final.Te lo bato pa' que entiendas en esta jerga burreraque vos sos una potranca para una penca cuadrera

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y yo, che, vieja, ya he sido relojiao pa'l Nacional...

La que sigue es una impactante estrofa, acá le sale el boxeador que Celedonio había sido y que sigue llevando dentro:

Vos sabés que de pebete tuve pinta de ligero.Era audaz, tenía clase, era guapo y seguidorPor la sangre de mi viejo salí bastante barreroy en esas biabas de barrio figuré siempre primeroganando muchos finales a fuerza de corazón.

El cariño de una mina que me llevaba doblaoen malicia y experiencia me sacó de perdedor.Pero cuando estuve en peso y a la monta acostumbrado,que te bata la percanta el juego que se le dio

Esto es suficiencia; pero mirado de otro modo puede ser humorístico, pensemos en esta mujer yendo a pedir referencias del candidato a la otra.

No todo es miel sobre hojuelas y en esta bella estrofa lo confiesa:

Ya, después, en la carpeta, empecé a probar fortunay muchas veces la suerte me fue amistosa y cordial...Otras noches salí seco a chamuyar con la luna,por las calles solitarias del sensiblero arrabal...

Sigue otra gran estampa, y el que ha vivido la calle lo entenderá muy bien; salta de los burros a la timba. La próxima estrofa raya en lo filosófico: “sin que nadie lo disponga”, se ve que era un adelantado el hombre, en la época en que recién comenzaba a cuestionarse seriamente el determinismo… La causa, mistonga, no parecía suficiente para haber derrumbado los castillos; en definitiva, “Mala suerte”, como el tango de Francisco Gorrindo.

La carpeta y el amor tienen mucho en común, por ejemplo, la misma carta puede dar triunfo o derrota, y lo más apasionante, nunca se sabe hasta que el otro no muestra el juego. El último verso es impactante y otra vez contradictorio cuando dice “por mujeres como vos” ¿para qué la quiere, entonces?; sin embargo así es el tango, otra vez lo digo, es como la vida:

Me hice de aguante en la timba y corrido en la milonga,desconfiao en la carpeta, lo mismo que en el amor...

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Yo he visto venirse al suelo sin que nadie lo dispongacien castillos de ilusiones, por una causa mistongay he visto llorar a guapos por mujeres como vos.

La última estrofa es la más débil de todas, el amor sin palabras dulces, sin besos, es difícil de imaginar:

Ya ves, que por ese lao vas muerta con tu aspamento...Yo no quiero amor de besos, yo quiero amor de amistad.Nada de palabras dulces, nada de mimos ni cuentos:yo busco una compañera pa’decirle lo que sientouna mujer que aconseje con criterio y con bondad.

En síntesis, dos hermosos tangos de dos grandes poetas.

Digresión: Gardel es el mayor cantor de tangos, el que más me gusta, sostengo que lo que cantó él, lo cantó mejor que nadie, pero hago dos excepciones: Pan comido y Pituca son interpretados de un modo inigualable por el gran Alberto Echagüe con D’Arienzo; a mí, esas versiones me gustan más que las de Gardel, acá están los links de Youtube:

http://www.youtube.com/watch?v=sG-pKPyKlaw (Pan comido)http://www.youtube.com/watch?v=q_GvrZ5eV1w (Pituca)

FIDEL FAREZ

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NOTAS Y RESEÑAS

Cristian Mitelman: cuentos muy literarios

El autor

Cristian Mitelman nació en 1971 en la Ciudad de Buenos Aires. Es Profesor en Letras Clásicas y ha publicado poesía y cuento en diversos medios; fue incluso premiado más de una vez. Tomo estos datos de la contratapa de Una música que gira (Buenos Aires, Centauro, 2012). Lo conocí en una conversación casual, en una sala de profesores. Me obsequió este bello libro de cuentos, al que me refiero brevemente.

No daré argumentos sino mi simple impresión de cándido lector, solamente de algunos de los once relatos. Comienzo por una idea peregrina (mía, no del autor, por supuesto). El número onceno de cuentos coincide con los diez libros de El asno de oro de Apuleyo. Sé que esto es una relación tifónica, pero el conocimiento que tiene Mitelman del mundo griego y latino me hizo recordar que hay muy pocas obras antiguas que se dividen en once. Algunos dicen que Apuleyo puso tal cifra porque pensaba en las iniciaciones: diez para la preparación y un día para la iniciación propiamente dicha. Pues bien, Una música que gira me reinició en ese mundo clásico que a veces transito profesionalmente, casi con frialdad. Van entonces mis gracias por ello al escritor.

“Hierro” es un policial y tiene, además del suspenso propio del género, dosis moderadas de morbo y venganza; también, un final inesperado.

En “Hombres esperando un tren” tres hermanos meditan sobre la muerte de otro hermano de ellos, “baleado por la policía en un asalto dos días atrás” (p. 61). Es un magnífico ejercicio de perspectiva ante ese

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hecho terrible, pues cada uno expresa su punto de vista. Pero más sorprendente aún es el parecer del difunto, que había dejado una carta premonitoria. Después de leída, los tres quedan perplejos. No conviene que revele aquí –ya dije– argumentos y desenlaces, pero sí puedo decir que el cuento es otra ventana a las dos muertes: la física y la del alma.

Por fin, me refiero a “Una música que gira”, relato epónimo del libro. Para mí ha sido un maravilloso repaso a la nostalgia. No porque el mundo de antes fuera mejor (no lo creo), sino porque me recuerda mi propio peregrinaje. El circo, Titanes en el Ring, las peleas a piñas entre compañeros, poemas aprendidos de memoria… Todo eso hice en mis días de escuela. Y todo eso sigo haciendo hoy, a modo mio.

En suma, aconsejo vivamente leer esta obra y otras cosas de Mitelman, porque es un autor en su madurez, porque da deleite y provecho su lectura. Y porque pone esa pizca de erudición que no es pesada. ¡Cómo me gustan esos doctos y sobrios escritores!

R.L.

La poesía argentina del ’50 y un estudio ejemplarLuis Ricardo FURLAN. El Movimiento Neohumanista – La Generación de 1950 en la poesía argentina. Madrid, Altorrey Editorial, 2010.

Esta obra del poeta y crítico Luis Ricardo Furlan muestra el trabajo de casi 60 años en los que el autor recopiló material contemporáneo a la década de 1950, y toda la crítica posterior del periodo, que tomó a la producción poética argentina de aquel tiempo como objeto de estudio.

La comparación fácil, hoy por hoy, sería la de imaginar una búsqueda en Google de ese tema. Pero si lo hacemos –este cronista se tomó el trabajo– no nos encontraríamos ni con la mínima parte de la colecta bibliográfica y hemerográfica que de manera artesanal ha sabido plasmar el autor en este estudio único.

Un elogio frecuente para estas obras totalizadoras consiste en afirmar que luego de ellas no se puede decir mucho más. Pero en verdad, me parece que estamos ante un prodigioso disparador de iniciativas para investigadores, en principio literarios, pero además históricos, sociales, antropológicos, culturales en general. Y el ámbito espacial no se ciñe a la estricta geografía argentina, pues las coordenadas se amplían a América Latina y en general a la perspectiva que ofrecían las letras y el pensamiento en la década que sucedió a la Segunda Guerra Mundial.

Es que la catástrofe a nivel planetario de ese acontecimiento con millones de muertes violentas, campos de concentración y las explosiones nucleares que marcaron su culminación, tuvieron su correlato literario. En el caso de la poesía que se escribía en nuestro país,

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no tomando de manera explícita la tragedia, sino volviéndose introspectivamente a la naturaleza del hombre emergente de semejante cataclismo.

Así lo expresa Furlan: “La posguerra puso en estado deliberativo a los intelectuales ajenos a las fronteras de Europa, cuya situación tradicional entró en situación crítica. Jóvenes escritores de ambos mundos polemizaron sobre cuestiones sustantivas que hacían al nuevo hombre en construcción. Al nihilismo en decadencia se ofrecía la propuesta neohumanista”. Y agrega el poeta: “No preocupaban antinomia ni ‘parricidio’. Tampoco se trataba de una literatura del inconsciente sino por el contrario, de la lucidez”.1

Como bien se demuestra en la obra, las revistas literarias que nuclearon a los poetas argentinos de ese tiempo fueron numerosísimas. Pero si hubiese que ceñirse a dos emblemáticas del ámbito poético, Poesía Buenos Aires y Ventana de Buenos Aires simbolizan los dos paradigmas que manteniendo el denominador común neohumanista marcaron, cuando menos, diferencias formales.

Poesía Buenos Aires fue la publicación que bajo la conducción de Raúl Gustavo Aguirre (tan representativo de la época como el propio Furlan) divulgó, mediante espléndidas traducciones, a las vanguardias europeas y estadounidenses. Las corrientes avanzadas y experimentales tuvieron cabida en su seno.

Ventana de Buenos Aires, la que no se volcó con exclusividad a la poesía, divulgó una lírica más clásica en sus formas y tuvo como adalid a Mario Jorge De Lellis.

Por las páginas del libro, además, desfilan análisis de las decenas de revistas literarias que tuvieron enorme auge en el interior del país o en el Gran Buenos Aires, tal como nunca antes ni después. Ese planteo neohumanista mundial hacía carne en la provincia, en el pueblo chico, y la iniciativa de patentizarlo en papel impreso que circulaba por la comarca y llegaba a la metrópoli, lo demuestra cabalmente. Desde Tarja en Jujuy a Trépano celeste en Comodoro Rivadavia, los cuatro puntos cardinales de nuestra geografía supieron de revistas, a veces modestas hojas aldeanas, y autores con voz propia.

Furlan pone en claro cómo en América Latina se expresaba una poesía análoga en sus búsquedas y en el capítulo final revisa, a través de una multitud de citas tomadas de infinitas publicaciones, el estado de la poesía en la década de 1950 en más de cuarenta países. Así en la culminación del libro florece a pleno la intertextualidad con la remisión constante a fuentes variadísimas, tomadas del rico archivo del crítico, el más idóneo, sin duda, para esta tarea.

La lectura de este impresionante trabajo transparenta que Furlan ha dedicado su vida a este tema, aunque no con exclusividad, pues es un

1 Cf. pp. 12-13.

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gran poeta y un vasto conocedor del lunfardo, entre otras cosas. Cabe destacar lo mesurado de sus opiniones, lo que por momentos sorprende, tratándose, como se trata, de un erudito en la materia. Su colección de libros y recortes, oportunamente citados y enhebrados, al compartirlos con los lectores le permiten hacernos conocer una etapa importantísima de nuestra historia literaria, con una autoridad que solo él puede acreditar.

DANIEL ANTONIOTTI

Otra obra del autor

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MINUCIAS VARIAS

¡Qué calamidad!¿Cuántas son las calamidades famosas? Sólo conozco dos. La

primera es la del célebre Pedro Abelardo, quien en su Historia calamitatum nos relató las cosas que pasó en su vida nada fácil. La otra es la famosa Juanita Calamidades; o mejor, “Martha Jane Canary-Burke, más conocida como Calamity Jane (1 de mayo de 1852 - 1 de agosto de 1903), fue una defensora fronteriza y exploradora profesional estadounidense, famosa por su afirmación de ser amiga íntima de Wild Bill Hickok, pero también por haber luchado contra los amerindios.” Como siempre, la Wikipedia me informa cosas para mí impensadas. Ahora necesito que alguien me informe sobre alguna tercera calamidad famosa, para cumplir con la tríada sagrada.

R.L.

Sergio Dalma: Italia en españolEscuché días pasados el tema El mundo en versión del cantante

catalán Sergio Dalma. Un artículo de la Red me da datos esenciales (http://es.wikipedia.org/wiki/Sergio_Dalma). Allí también leo que la canción se popularizó bastante en Argentina, porque se la pasaba en una novela televisiva. Pero el original es en italiano, letra y música de Jimmy fontana, aunque además de él lo cantaron más de una decena de intérpretes. No es mala idea recordar aquí esta canción romántica:

No, stanotte amore non ho più pensato a te, ho aperto gli occhi per guardare intorno a me e intorno a me girava il mondo come sempre. Gira, il mondo gira nello spazio senza fine con gli amori appena nati, con gli amori già finiti con la gioia e col dolore della gente come me. Oh mondo, soltanto adessoio ti guardo, 

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nel tuo silenzio io mi perdo e sono niente accanto a te. Il mondo, non si è fermato mai un momento, la notte insegue sempre il giornoed il giorno verrà. 

Es bueno que no se olviden esas bellísimas canciones de la Italia romántica. Están pasadas de moda… pero esto no está mal, porque la belleza es eterna y no depende de nuestros gustas cambiantes. Ellos son como el mundo, que gira incesantemente, pero el amor y una hermosa muchacha –al menos a mí– nos acompañan por siempre.

R.L.

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