13 pequeños sobres azules

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Todo sobre de Ginny cambiara este verano… maureen johnson

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Page 1: 13 pequeños sobres azules

Todo sobre de Ginny cambiara este verano…

maureen johnson

Page 2: 13 pequeños sobres azules

Purple Rose

Agradecimientos

Moderadoras:

AndreaN

Virtxu

Traductoras:

AndreaN

ANDRE_G

Anelisse

Bautiston

cuketa_lluminosa

CyeLy DiviNNa

Dham-Love

Emii_Gregori

flochi

masi

niiiღ

Selune

Sheilita Belikov

Unstoppable

veroniica

Virtxu

Correctoras:

Kuami: Responsable del tema

Anelisse

Chelsea Sharkovich

Hojadeluna

Loo!*

nella07

Pimienta

Recopilación:

Kuami

Diseño:

AndreaN

Virtxu

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Maureen Johnson – 13 Little Blue Envelopes

Purple Rose

3

Page 4: 13 pequeños sobres azules

Maureen Johnson – 13 Little Blue Envelopes

Purple Rose

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Índice

Sinopsis Pág. 7

CARTA #1 Pág. 8

Un paquete como un Dumpling Pág. 10

Las aventuras de la tía Peg Pág. 13

CARTA #2 Pág. 17

Calle Pennington, 54 bis Londres Pág. 20

Harrods Pág. 25

Buenos días, Inglaterra Pág. 29

Richard y la Reina Pág. 33

CARTA #3 Pág. 37

El benefactor Pág. 38

Jittery Grande Pág. 42

Ideas brillantes Pág. 47

El Hooligan y la piña Pág. 52

El no-tan-misterioso-benefactor Pág. 58

CARTA #4 Pág. 64

La fuga Pág. 65

El maestro y el peluquero Pág. 73

El ataque de los Monstruos Pág. 81

CARTA #5 Pág. 85

El camino a Roma Pág. 87

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5

Virginia y las Vírgenes Pág. 91

CARTA #6 Pág. 94

Niños y pastel Pág. 97

La hermana de Beppe Pág. 101

CARTA #7 Pág. 104

Las camas-tablas de surf Pág. 105

CARTA #8 Pág. 110

Los pequeños perros Pág. 113

Una noche en la ciudad Pág. 120

El mejor hotel de París Pág. 125

CARTA #9 Pág. 129

Charlie y la manzana Pág. 131

Personas sin hogar, tristes y enfermas Pág. 135

La vida de los Knapps Pág. 139

Contacto de diversos tipos Pág. 142

La vida secreta de Olivia Knapp Pág. 146

CARTA #10 Pág. 150

El barco vikingo Pág. 152

El‖Hippo’s Pág. 158

El Reino Mágico Pág. 161

CARTA #11 Pág. 166

La pandilla del sobre azul Pág. 168

CARTA #12 Pág. 172

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6

La Scooter roja Pág. 175

El único cajero automático en Corfú Pág. 179

La sobrina fugitiva Pág. 185

La zapatilla verde y la dama en el trapecio Pág. 189

La llave mágica de Harrods Pág. 193

La casa acolchada Pág. 198

Setenta mil sacos de arpillera Pág. 202

Trece afortunado Pág. 205

CARTA #13 Pág. 207

Sobre la autora Pág. 210

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Sinopsis

Traducido por AndreaN Corregido por kuami

uando Ginny recibe 13 pequeños sobres azules junto con las

instrucciones para comprar un boleto de avión a Londres, ella sabes que

algo emocionante va a suceder. Lo que Ginny no sabe es que tendrá la

aventura de su vida y que la cambiara en más de una manera.

Dentro del primer pequeño sobre azul hay 1.000 dólares e instrucciones para

comprar un pasaje de avión.

En el sobre 2 hay direcciones para llegar a un especifico apartamento en

Londres.

La nota en el sobre 3 le dice a Ginny: Encuentra a un artista muriéndose de

hambre.

Gracias al sobre 4, Ginny y un dramaturgo/ladrón tipo sobre la ciudad llamado

Keith van a Escocia juntos, con unos algo desastrosos, aunque absolutamente

románticos-resultados. ¿Pero acaso ella lo volverá a ver de nuevo?

Todo acerca de Ginny cambiara este verano, y todo es gracias a esos 13

pequeños sobres azules. Vida y amor esperan por ella atravesando el atlántico,

y 13 pequeños sobres azules son la clave para encontrarlos, en esta divertida,

romántica y conmovedora novela.

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Carta #1

Querida Ginger, Traducido por AndreaN

Corregido por kuami

Nunca he sido una gran seguidora de las reglas. Tú lo sabes. Así que va a parecer un poco extraño que esta carta esté llena de reglas que he escrito y que necesito que tú sigas.

―¿Reglas para qué? ―Tienes que estar preguntándote a ti misma. Tú siempre has preguntado buenas preguntas. ¿Recuerdas como solíamos jugar el juego, "hoy vivo en…" cuando tú eras pequeña y solías venir a visitarme en Nueva York? (Creo que el que más me gustaba era, "Yo vivo en Rusia". Siempre jugábamos ese en invierno. Fuimos a ver la colección de arte Rusa en el Met, pisoteábamos la nieve en el Central Park, y luego íbamos a ese pequeño restaurante Ruso en el Village que tenía esos pepinillos realmente buenos y ese extraño caniche sin pelo que se sentaba en la ventana y, le ladraba a los taxis.)

Me gustaría jugar eso una vez más, excepto que ahora seremos un poco más literales. El juego de hoy es ―Yo vivo en Londres.― Nota que he incluido 1.000 dólares en efectivo en este sobre. Eso es para el pasaporte, un pasaje sin retorno de Nueva York a Londres, y una mochila. (Guarda unos cuantos dólares para el taxi que te lleve al aeropuerto.)

Antes de reservar el pasaje, empacar la mochila, y abrazar a todo el mundo cuando te despidas, quiero que vayas a la Ciudad de Nueva York. Específicamente, quiero que vayas al 4th Noodle, el restaurante Chino debajo de mi viejo apartamento. Algo te está esperando ahí.

Ve al aeropuerto justo después de ir allí.

Vas a estar lejos durante varias semanas, y vas a estar viajando por tierras extranjeras.

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Estas son las ya mencionadas reglas que van a guiar tus viajes:

Regla #1: Sólo puedes traer lo que te quepa en la mochila. No intentes engañarlo con una cartera o un bolso de mano.

Regla #2: No puedes llevar guías turísticas, libros de frases, o cualquier clase de ayuda con el lenguaje extranjero. Y tampoco diarios.

Regla #3: No puedes llevar dinero extra o tarjetas de crédito/debito, cheques de viajero, etc. Yo me encargare de eso.

Regla #4: No lleves ayudas electrónicas. Esto significa nada de laptop, ni teléfonos, ni música, ni tampoco cámara. No puedes llamar a casa o comunicarte con gente en los Estados Unidos por internet o teléfono.

Postales y cartas son aceptables y alentadas.

Eso es todo lo que necesitas saber por ahora. Te veo en el 4º Noodle.

Con amor,

Tu Tía Fugitiva.

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1 Un paquete como un Dumpling

Traducido por AndreaN Corregido por kuami

omo regla, Ginny Blackstone intento pasar desapercibida, algo que era

más o menos imposible con casi 14 kilos (ella las pesó) de equipaje

morado-y-verde colgando de su espalda. Ella no quería pensar en toda

la gente con las que había chocado mientras había estado cargando eso. Esta

cosa no estaba hecha para usarla alrededor de la Ciudad de Nueva York.

Bueno,‖en‖ningún‖lado,‖en‖realidad<‖pero‖especialmente‖en‖el‖East‖Village‖de‖

la Ciudad de Nueva York en un fragante mes de Junio, por la tarde.

Y un pedazo de su cabello estaba atrapado debajo de la tira de su hombro

derecho, así que su cabeza también estaba siendo empujada hacia abajo un

poco.

Eso no ayudaba.

Habían pasado cerca de dos años desde la última vez que Ginny había estado

en el Penthouse del 4º Noodle. (O, ese lugar sobre la fábrica de grasa, como los

padres de Ginny prefería referirse a ello). No era del todo injusto. El 4° Noodle

era bastante grasiento. Pero era el buen tipo de grasa, y ellos tenían los mejores

dumplings1 en el mundo.)

Su mapa mental se había desvanecido un poco en los últimos dos años, pero el

nombre del 4º Noodle también contenía su dirección. Estaba en la Calle 4ª y en

la Avenida A. Las avenidas del alfabeto estaban hacia el este de los números,

más en el súper de moda en el East Village, donde la gente fumaba y usaba

látex y nunca arrastraba los pies bajo la calle con bolsas del tamaño de buzones

de correo atadas a sus espaldas.

Ella sólo‖podía‖verlo‖ahora<‖ la‖modesta‖ tienda‖de‖ fideos‖al‖ lado‖del‖Pavlova

Tarot (con el zumbido de la señal de neón morada), justo al otro lado de la calle

de la pizzería con el mural gigante de una rata en el lateral.

1 Es una pequeña porción de masa, al vapor o hervido y servido con sopa de carne o, una corteza de masa

rellena con fruta y cocida al vapor o al horno.

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Hubo un pequeño tintineo de una campanilla y una ráfaga fuerte de aire

acondicionado como Ginny abrió la puerta. De pie detrás del mostrador estaba

un duendecillo femenino manejando tres teléfonos a la vez.

Esta era Alice, la dueña, y la vecina favorita de la Tía Peg. Ella sonrió cuando

vio a Ginny y levanto un dedo, indicándole que debería esperar.

―Ginny, ―dijo Alice, sosteniendo dos de los teléfonos y marcando en el

tercero―. Paquete. Peg.

Ella desapareció a través de una cortina de bambú que cubría una puerta en la

parte posterior. Alice era china, pero hablaba perfecto inglés (La Tía Peg le

había enseñado). Pero debido a que ella tenía que llegar directamente al punto

(El 4º Noodle era un buen negocio), ella habló con una única y vacilante

palabra.

Nada había cambiado desde la última vez que Ginny había estado ahí. Ella

levanto la vista a las fotos iluminadas de comida China, las luminosas imágenes

de plástico con camarones de sésamo y pollo y brócoli. Brillaban, no del todo

tentadoras, más que nada radioactivamente.

Las piezas de pollo eran un poco demasiado brillantes y anaranjadas. Las

semillas de sésamo eran demasiado blancas y muy largas. El brócoli era tan

verde que parecía vibrar. Ahí estaba la foto enmarcada e hinchada de Rudy

Giuliani2 de pie con una brillante Alice, tomada un cuando él apareció un día

por el lugar.

Era el olor, sin embargo, lo que era más familiar. El pesado, grasiento olor a

carne chisporroteante, cerdo, pimientos, a la dulce fragancia de vallas y arroz

humeante. Esta era la esencia que se filtraba a través del suelo de la Tía Peg y la

perfumaba.

Sonó como un acorde en la memoria de Ginny, que casi giró la cabeza para ver

si Tía Peg estaba allí de pie detrás de ella.

Pero, por supuesto, no podía ser.

―Aquí, ―dijo Alice, saliendo de la cortina de cuentas con un paquete de papel

marrón en su mano―. Para Ginny.

El paquete, un mullido y acolchado sobre marrón, estaba de hecho dirigido a

ella, Virginia Blackstone, al cuidado de Alicia en el 4 º Noddle, en la Ciudad de

Nueva York. El matasellos era de Londres y tenía la una ligera aura de grasa.

2 Rudy Giuliani: Rudolph William Louis "Rudy" Giuliani III es un abogado y político estadounidense,

mejor conocido por haber sido Alcalde de la ciudad de Nueva York, de 1994 a 2001.

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―Gracias, ―dijo Ginny, aceptando el paquete lo mas agradecidamente que

pudo, dado a que ella no se podía inclinar hacia adelante sin caer de cara contra

el mostrador.

―Dile hola a Peg por mí,‖ ―dijo Alice, levantando el teléfono y lanzándose

directamente hacia el pedido.

―Claro<‖―Ginny asintió―. Um, seguro.

Una vez que ella estuvo afuera en la calle, escaneando la Avenida A

nerviosamente, buscando un taxi, que ella iba a tener que pedir por sí misma,

Ginny se preguntó si debería de haber dicho a Alice lo que había sucedido. Pero

pronto se distrajo por el terror que le causaba su tarea. Los taxis eran bestias

amarillas que corrían a través de Nueva York, llevando gente que tenía que

estar en lugares en los que tenían que estar y dejando aterrorizados peatones

peleando por cubrirse.

No, pensó, levantando tímidamente una mano lo más lejos que pudo mientras

una multitud de sus presas repentinamente aparecieron. No había razón para

decirle a Alice lo que había pasado. Ella misma apenas se lo creía. Y además, se

tenía que ir.

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Las aventuras de la tía de Peg

Traducido por veroniica Corregido por nella07

uando la tía Peg tenía la edad de Ginny es decir, diecisiete años, se

escapó de su casa en New Jersey, a sólo dos semanas, antes de que fuera

a Mount Holyoke con una beca completa. Ella reapareció una semana

después y se mostró sorprendida por el hecho de que la gente estuviese molesta

con ella. Necesitaba pensar en lo que quería lograr en la escuela, explicó, por lo

que había ido a Maine donde conoció algunas personas que construían barcos

de pesca artesanales. Por otra parte, no iba a ir a la escuela por ahora, le dijo a

todo el mundo. Ella se iba a tomar un año sabático y trabajar. Y así lo hizo.

Renunció a su beca y se pasó el siguiente año de camarera en un gran

restaurante de mariscos en el centro de Filadelfia viviendo con otras tres

personas en un pequeño apartamento de South Street.

Al año siguiente, la tía Peg fue a una pequeña universidad en Vermont donde

nadie tenía ningún grado y donde se especializó en pintura. La madre de

Ginny, la hermana mayor de la tía Peg, tenía una muy clara visión de lo que

una real y gran universidad incluía, y ésta no era una de ellas. Para ella,

especializarse en pintura era un acto de locura similar a la especialización en

fotocopias o el recalentar de las sobras. La madre Ginny había nacido práctica.

Vivía en una bonita casa y tenía un bebé. Animó a su hermana menor a

convertirse en contable, como ella. La Tía Peg le dejó una nota diciendo que

había obtenido un pequeño papel en una obra de teatro.

Tan pronto como se graduó, la tía Peg se marchó a Nueva York y se trasladó al

Penthouse, a su piso en el 4° Noodle, y allí permaneció. Esa fue la única

constante en su vida. Pues su trabajo cambiaba constantemente. Ella era gerente

de una gran tienda de suministro de arte hasta que accidentalmente tecleó el

cero demasiadas veces, en un albarán de pedido online. En lugar de los veinte

no reembolsables, caballetes italianos hechos a medida que ella supuestamente

había pedido, se sorprendió al recibir una entrega de doscientos. Después

trabajó como telefonista temporal en la sede de Trump, hasta que pasó a tomar

una llamada de Donald ella misma. Pensó que era uno de sus amigos actores

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pretendiendo ser Donald Trump, por lo que ella de inmediato le lanzó un

sermón sobre, cabrones capitalistas con malos caprichos.

Le gustaba relatar la experiencia de ser escoltada fuera del edificio por dos

guardias de seguridad. Para tía Peg, esos puestos de trabajo eran sólo las cosas

que hizo hasta que su carrera artística despegó. Una vez más, esto causó que la

madre de Ginny se desesperara por causa de su hermana pequeña, y ella

siempre trató de recordarle a Ginny que a pesar de que, debía amar a su tía, su

hija no debía tratar de ser como ella. Nunca hubo peligro de eso. Ginny era

demasiado bien educada, demasiado normal para que alguna vez fuese un

problema. Sin embargo, amaba las visitas a la tía Peg.

A pesar de que eran irregulares e infrecuentes, también eran experiencias

mágicas durante las cuales todas las reglas normales de la vida eran arrojadas a

un lado. La cena no tenía que ser equilibrada y tampoco tenían que estar en la

mesa a las seis, podía haber kebabs afganos y helado de sésamo negro a

medianoche. No pasaban la noche frente a la televisión. A veces recorrían

tiendas de disfraces y boutiques, viendo las cosas más costosas y extravagantes

que pudieran encontrar, cosas de las que Ginny hubiera estado mortalmente

avergonzada de ponerse frente a cualquier otra persona, y con frecuencia cosas

tan caras que sentía como si necesitara permiso para tocarlas.

―Es‖una tienda,‖―la tía Peg diría mientras ella se ponía gafas de sol del tamaño

de un plato o un enorme sombrero de plumas de quinientos dólares―. Las

cosas están aquí para probarse.

La mejor parte de la tía de Peg era que cuando Ginny estaba a su alrededor, se

sentía más interesante. Ella no era tranquila y obediente. Era más fuerte. Tía Peg

la hacía diferente. Y la promesa había sido que siempre la tía Peg estaría allí,

toda la escuela secundaria, así como también en la universidad, para guiar

Ginny.

―Ahí será cuando me necesitarás,‖―decía siempre la tía Peg.

Un día, de noviembre en el segundo año de Ginny, el teléfono de la tía Peg

había dejado de funcionar. La madre de Ginny suspiró y se figuró que las

facturas no habían sido pagadas. Así que ella y su hija se montaron en el coche

y condujeron a New York para ver lo que estaba pasando.

El apartamento del 4° Noodle estaba vacío. El súper les dijo que la tía Peg se

había mudado hacía varios días, sin dejar otra dirección. Había una pequeña

nota, sin embargo, hundida en la alfombra de bienvenida.

Decía: Tengo algo que hacer. Me pondré en contacto pronto.

Al principio, nadie se preocupaba demasiado. Se suponía que ésta era otra

escapada más de la tía Peg. Pasó un mes. Después, dos. Luego, el semestre que

duraba la primavera había terminado. Entonces pasó el verano. La tía Peg

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simplemente se había ido. Luego vinieron algunas postales, básicamente

asegurando que lo estaba pasando bien. Eran matasellos de una variedad de

lugares: Inglaterra, Francia, Italia, pero que no contenían ninguna explicación.

Así que la tía Peg era exactamente del tipo de persona que la enviaría a ella sola

a Inglaterra, con un paquete a un restaurante chino.

Eso no era tan extraño.

La parte extraña era que la tía Peg llevaba estado muerta tres meses.

Ese último hecho era un poco difícil de tragar. Tía Peg era la persona más

animada que Ginny había conocido. Y sólo tenía treinta y cinco años. Ese

número quedó pegado en la cabeza de Ginny porque su madre lo mantuvo

repitiendo una y otra vez. Sólo treinta y cinco años. Una mujer animada de

treinta y cinco años se suponía que no debería morir.

Sin embargo, Tía Peg lo había hecho. La llamada procedía de un médico en

Inglaterra explicando que la tía Peg había desarrollado cáncer; había llegado

rápidamente, se había intentado todo, pero nada se podía hacer.

Las noticias... la enfermedad... todo era muy distante para Ginny. De alguna

manera, ella realmente nunca lo hubiese creído. Tía Peg todavía estaba allí fuera

en algún lugar en su mente. Y Ginny estaba de alguna manera yendo

rápidamente hacia ella en este avión. Sólo la tía Peg podría hacer que algo como

esto sucediera.

No es que Ginny no hubiera tenido que hacer su parte. En primer lugar, había

tenido que convencerse de que podía seguir lo que parecía ser obviamente un

vuelo de locos por una tía que no era conocida por su fiabilidad. Una vez que

ella había hecho eso, tuvo que convencer a sus padres de la misma cosa. Los

importantes tratados internacionales habían sido negociados en menos tiempo.

Pero ahora ella estaba aquí. No había vuelta atrás.

El avión estaba frío. Muy frío. Las luces estaban bajas, y estaba completamente

oscuro fuera de las pequeñas ventanas. Todo el mundo excepto Ginny parecía

estar dormido, incluyendo la gente que estaba a su lado. Ella no podía moverse

sin despertarlos. Se envolvió en la pequeña e ineficaz manta del avión y puso el

paquete contra su pecho. No había sido capaz de abrirlo todavía. En su lugar,

ella había pasado la mayor parte de la noche mirando por la ventana del avión,

la oscuridad y el parpadeo de varias luces, al principio pensando que estaba

mirando la costa de Nueva Jersey y luego tal vez Islandia o Irlanda. No fue

hasta el amanecer, cuando estaban a punto de aterrizar, que vio que todo el

tiempo había estado mirando el ala. Debajo de ellos, a través del velo

algodonoso de las nubes, había un terreno de cuadros verdes. Tierra. Este avión

en realidad iba a aterrizar, y la iban a hacer salir. En un país extranjero. Ginny

nunca había estado en un lugar más exótico que Florida, y mucho menos, sola.

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Fisgoneó el paquete que tenía agarrado y lo puso en su regazo. Había llegado el

momento claramente de abrirlo. Era hora de averiguar lo qué Tía Peg había

planeado para ella. Abrió el sello y llegó a su interior.

El paquete contenía una colección de sobres igual que el primero. Todos ellos

eran de color azul. Estaban hechos de papel grueso y de buena calidad. Del tipo

de una de esas boutique de papel.

La parte frontal de cada sobre estaba ilustrada tanto con pluma, tinta o acuarela,

y ellos se juntaban con una sobrecargada banda de goma que se doblaba a su

alrededor. Más importante aún, estaba cada uno marcado con un número,

empezando con el dos yendo hasta el trece.

El sobre #2 tenía una ilustración de una botella con una etiqueta que decía:

Ábreme en el avión.

Y así lo hizo.

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Carta #2

Querida Ginger, Traducida por ηịịị ღ

Corregida por kuami

¿Cómo estuvo el 4° Noodle? Ha pasado un tiempo, ¿huh? Espero que hayas traído algunos dumplings de jengibre para mí.

Sé muy bien que te debo una explicación sobre un montón de cosas, Gin. Pero déjame comenzar contándote sobre mi vida en Nueva York, antes de que me fuera, hace dos años.

Imagino que sabrás que recibí una gran cantidad de críticas de parte de tú madre (porque ella se preocupa de su rebelde hermanita pequeña) por nunca tener un "trabajo real", y nunca haberme casado, y no tener niños ni una casa ni un perro. Pero yo estaba bien con eso. Yo pensaba que estaba haciendo las cosas bien y que las otras personas las estaban haciendo mal.

Un día de Noviembre, sin embargo, estaba viajando en el metro hacia mi nuevo trabajo temporal. Ese tipo ciego con el acordeón que monta el tren 6 estaba tocando la canción de El Padrino directamente en mi oído, justo como lo había hecho cada otra vez en mi vida en que había tomado el tren 6. Y luego me bajé en la calle 33 y me compré una humeante taza de café tostado, en la tienda más cercana por 89 centavos, justo como lo había hecho antes, cada vez que iba a un trabajo temporal.

Ese día yo me dirigía a trabajar a una oficina en el edificio del Empire State. Tengo que confesar Gin… Me siento un poco romántica sobre el viejo Empire State. Sólo mirarlo me hace querer poner alguna de las canciones de Frank Sinatra y bailar un poco. Me he enamorado de un edificio. He estado ahí muchas veces pero nunca para trabajar. Siempre.

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supe que había oficinas ahí, pero la realidad nunca me había alcanzado, realmente. Tú no trabajas en el edificio del Empire State. Tú te declaras en el edificio del Empire State. Tú das una noticia ahí y levantas tu copa para brindar con toda la ciudad de Nueva York.

Mientras caminaba hacia allí me di cuenta que estaba a punto de entrar a ese hermoso edificio para archivar o hacer copias, me detuve. Demasiado rápido, en realidad. El tipo que venía detrás de mí chocó directamente conmigo.

Algo iba realmente mal si yo estaba yendo al edificio del Empire State para eso.

Así fue como todo comenzó, Gin. Justo ahí en la vereda de la calle 33. Nunca llegué al trabajo ese día. Me di la vuelta, volví a subir al tren 6, y me fui a casa. Por mucho que yo amara mi apartamento, algo dentro de mí estaba diciendo… ¡Ya es hora! ¡Tiempo para irse! Como ese conejo en Alicia en el país de las Maravillas que siempre pasaba corriendo y diciendo, "¡Estoy atrasado!"

Tarde para qué, no podría decírtelo realmente. Pero ese sentimiento era tan intenso, que no podía sacudírmelo. Me sentí enferma. Caminé alrededor de mi apartamento en círculos. Algo sobre lo que estaba haciendo no estaba bien. Había estado cómoda en mi departamento durante demasiado tiempo. Estaba haciendo trabajos aburridos.

Pensé en todos los artistas que admiraba. ¿Qué hicieron ellos? ¿Dónde vivieron? Bueno, en su mayoría, ellos vivieron en Europa.

¿Y qué si yo sólo me iba a Europa? ¿Justo en ese momento? La gente que yo admiraba algunas veces había pasado hambre y había raspado a lo largo de su camino, pero eso los había ayudado a crear. Yo quería crear.

Para esa noche, había comprado mi pasaje a Londres. Pedí prestados 500 dólares a un amigo para poder hacerlo. Me di a mí misma tres días para dejarlo todo arreglado. Levanté el teléfono para llamarte un par de veces, pero no sabía que decir. Dónde iba a ir… por qué… no tenía respuestas. Y no sabía durante cuánto tiempo estaría fuera.

Esta es la posición en la que tú estás ahora. Estás a punto de partir hacia Inglaterra sin tener idea de lo que te espera. Tú trayectoria, tus instrucciones, están es estos sobres. Aquí está el truco: Sólo puedes abrir uno a la vez y sólo una vez que hayas completado la tarea de la carta anterior. Estoy confiando en tu honestidad, podrías abrirlos todos ahora, y seguramente yo nunca lo sabría. Pero es enserio, Gin. No funcionará a menos que los abras exactamente como te he dicho.

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Cuando aterrices, tu primera tarea será ir del aeropuerto al lugar en el que te alojarás.

Para hacer esto, necesitarás tomar el subterráneo, conocido también como el tubo (en americano, el metro). He guardado 10 libras en la nota para esto. Es esa cosa morada con la Reina en ella.

Necesitas llegar a la parada llamada Ángel, que está en la línea Northern. Estarás en una parte de Londres llamada Islington. Cuando bajes, estarás en Essex Road. Sigue derecho. Camina alrededor de un minuto hasta que alcances la calle Pennington. Gira a la izquierda y busca el 54ª.

Golpea. Espera a que alguien te abra la puerta. Aclara y repite lo que sea necesario hasta que la puerta se abra.

Con amor,

Tú Tía Fugitiva.

P.D.

Notarás que una tarjeta para utilizar en el cajero automático del banco Barclays está también es este sobre. Por supuesto, no hubiera sido seguro escribir el número PIN aquí. Cuando llegues al 54ª, pregunta a la persona que vive ahí, "¿Qué le vendiste a la Reina?" La respuesta a esa pregunta es el número PIN. Cuando hayas resuelto esto, puedes abrir la carta #3.

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3

Calle Pennington, 54 bis Londres

Traducido por Selune Corregido por nella07

staba de pie en algún lugar en el aeropuerto de Heathrow. Había estado

arrastrando los pies del avión, había sacado la notoria mochila desde el

carrusel de equipaje, esperaba en una línea de una hora de duración

para obtener su pasaporte sellado, y había sido ignorada por algunos

funcionarios de aduanas.

Ahora estaba mirando un mapa de metro de Londres.

Parecía un cartel de guardería diseñado para atraer los ojos de los niños

pequeños. Era blanco puro, con brillantes líneas de colores primarios que

serpenteaban alrededor de él. Las paradas tenían sólidos nombres que le

sonaban, como Old Street y el Puente de Londres. Realmente sonaban: Earl's

Court, Queensway, Knightsbridge. Entretenimiento: Elephant & Castle, Oxford

Circus, en Marylebone. Y había nombres que reconocía: la estación de Victoria,

Paddington, donde vivía el oso, Waterloo. Y allí estaba Ángel. Para llegar allí,

tendría que cambiar dinero en un lugar llamado King's Cross.

Sacó su billete de £10, encontró una máquina expendedora de billetes, y siguió

las instrucciones. Se acercó a uno de los pasillos de entrada y se enfrentó a un

par de puertas de metal, casi como las puertas del salón. Miró a su alrededor,

sin saber qué hacer a continuación. Trató de empujar la puerta con suavidad,

pero no pasó nada. Entonces vio a una mujer a su lado que puso su billete en

una ranura en la cajita de metal al lado de ella, y abrió las puertas. Ginny hizo lo

mismo. La máquina aspiró en el billete con un crujido satisfactorio, mientras las

puertas se abrían y ella aplaudía pasando a través de ellas.

Todo el mundo se estaba moviendo en la misma dirección, así que siguió su

camino, tratando de no tropezar contra las espaldas de las bolsas de personas

que estaban empujando. Cuando el tren se deslizó hasta la cruda plataforma

blanca, no pensaba desengancharse del paquete, así que cuando llegó, ella sólo

podía caber en el borde de un asiento. No era como el metro que había tomado

en Nueva York. Estos eran mucho más agradables. Las puertas hacían

agradables, bonging, de ruido cuando se abrían y una voz británica advertía.

―Atención‖al‖espacio.

E

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El tren se movió sobre la superficie. Ellos viajaban a lo largo, y por detrás de las

casas. Entonces volvió a la clandestinidad, donde las estaciones se hicieron más

apretadas. Todo tipo de personas arrastrando los pies dentro y fuera, algunas

de ellas con mapas y mochilas, otros con periódicos doblados o libros y

expresiones en blanco.

La voz británica dijo arrullando: ―Ángel, ―algunas‖paradas‖después.‖Ella‖no‖

podía dar la vuelta, así que tuvo que retroceder por el tren, buscando el espacio

con el pie. Un cartel colgado del techo, decía SALIDA. A medida que se acercó a

la salida, había otra serie de puertas de metal. Esta vez, Ginny estaba segura de

lo que se produciría cuando se acercó, algo así como una puerta automática.

Pero no lo hicieron. Ni siquiera cuando entró a la derecha de ellas.

Una molesta voz británica detrás de ella, dijo, ―tienes que poner tu billete,

cariño.

Ella se volvió hacia un hombre con un uniforme azul marino y un chaleco de

trabajo de color naranja brillante.

―No‖lo‖tengo‖―dijo―. Puse el billete en la máquina. Se lo llevaron.

―Se‖supone‖que‖debes‖agarrarlo‖de‖nuevo ―dijo‖con‖un‖ suspiro―. Vuelve a

salir.

Se acercó a una de las cajas de metal y tocó algún botón o palanca invisible. Las

puertas se abrieron para ella. Corrió a través, demasiado avergonzada incluso

para mirar atrás.

Lo primero que la golpeó fue el olor de una lluvia reciente. La acera estaba

mojada y era bastante gruesa con la gente que amablemente se movía cerca de

ella y de su mochila. La calle estaba atascada llena del tráfico real de Londres, al

igual que en las fotos. Los coches estaban muy juntos, todos yendo en la

dirección equivocada. Un autobús rojo de dos pisos avanzaba pesadamente

adelante.

Tan pronto como salió de la carretera principal, todo se volvió mucho más

tranquilo. Se encontraba en una calle estrecha con una línea zigzagueante que la

cortaba por la mitad. Las casas eran todas de color blanco tiza y eran casi

idénticas, excepto por los colores de sus puertas, que eran sobre todo negro,

pero de vez en cuando se podían vislumbrar los colores rojo o azul. En sus

techos todas ellas tenían varios conos de chimeneas sobresaliendo de la parte

superior, junto con las antenas y las antenas parabólicas. El efecto era extraño,

era como una estación espacial que se estrelló en una historia de Charles

Dickens.

La Número 54 bis tenía una grieta irregular corriendo por los seis pasos de

concretos que llevaban a la puerta principal. Varias macetas grandes forraban la

entrada, cada una de las plantas que contenían no parecían exactamente haber

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sido condenadas a muerte a propósito. Ellas eran débiles y pequeñas, pero aún

haciendo un esfuerzo. Alguien había intentado, evidentemente sin éxito, que

tuvieran vida.

Ginny hizo una pausa antes de subir los escalones de la entrada. Esto tenía una

gran oportunidad de ser un error. Tía Peg tenía algunos amigos muy inusuales.

Al igual que el artista de performance, compañero de habitación que se comió

su propio pelo en el escenario. O el hombre que pasó un mes para comunicarse

únicamente a través del baile interpretativo como una forma de protesta, de la

cual nadie estaba enterado.

No. Ella no había llegado tan lejos para nada. No iba a abandonar en el primer

paso. Subió las escaleras y llamó a la puerta.

―Espera‖un‖momento, ―una‖voz‖llamó‖desde‖el‖interior—. Un momento.

La voz era británica, realmente esto no la debería haber sorprendido, pero lo

hizo. Su tono era masculino, y se notaba que no era una voz de mayor. Oyó un

golpeteo, alguien corriendo por las escaleras. Y entonces la puerta se abrió.

El hombre de pie frente a ella estaba en proceso de vestirse. Lo primero que

sorprendió a Ginny era que llevaba los pantalones de un traje negro, un collar

gris plata colgaba alrededor de su cuello y su camisa estaba sólo medio puesta.

Los amigos de tía Peg no solían llevar trajes, o incluso partes de los trajes;

tampoco usaban corbatas. Era más que una sorpresa que fuera guapo, alto,

moreno, el pelo ligeramente rizado y las cejas muy arqueadas. Tía Peg había

atraído a gente con mucha personalidad, mucho encanto.

El hombre la miró boquiabierto por un momento, y luego a toda prisa se metió

la camisa.

―¿Eres‖Virginia?‖―Preguntó.

―Sí‖―dijo‖Ginny.‖El‖sí‖salió‖demasiado‖fuerte,‖y‖de‖repente‖escuchó‖su‖propio‖

acento—. Quiero decir, sí. Esa soy yo. Soy Ginny. ¿Cómo lo sabes?

―Sólo‖una‖conjetura‖―dijo,‖con‖los‖ojos‖todavía‖persistentes‖en‖su‖bolso—. Soy

Richard.

―Soy‖Ginny ―dijo‖otra‖vez.‖Ella‖le‖dio‖un‖r{pido‖golpe‖de‖cabeza‖para‖tratar‖

de obtener que la sangre fluyera por allí de nuevo. Richard claramente estaba

confundido sobre qué tipo de saludo darle. Finalmente, le tendió la mano para

ayudarla con su bolso.

―Ésta‖ una‖ buena‖ sorpresa.‖ No‖ estaba‖ seguro‖ de‖ cu{ndo‖ ibas‖ a‖ venir.‖ Ni‖

siquiera estaba seguro de si ibas a venir.

―Bueno,‖aquí‖estoy‖—dijo.

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Asintieron con la cabeza el uno al otro por un momento en reconocimiento de

este hecho hasta que Richard pareció afectado por un pensamiento.

―Debes‖entrar‖―dijo.

Abrió más la puerta e hizo una ligera mueca cuando reveló Ginny la mochila

púrpura y verde.

Richard le dio un rápido recorrido que reveló que 54 bis Pennington Street, era

una casa, no una colonia de artistas, o municipio, o cualquier tipo de

experimento sociológico. Eso estaba bastante en ese decorado. Parecía que

podría haber sido enviado directamente de un catálogo de suministros de

oficina.

Alfombra de bajo pelo. Simples muebles en azul marino planos y negros. Nada

en las paredes. Nada, hasta que llegaron a una habitación pequeña e iluminada.

―Esta‖ era‖ la‖ sala‖ de‖ Peg‖―dijo‖ Richard,‖ abriendo‖ la‖ puerta.‖ Pero‖ Ginny‖ no‖

necesitaban que le dijesen eso. Era una versión en miniatura del apartamento

del 4° piso del Noodle. De hecho, la sala parecía el apartamento tan de cerca

que era casi espeluznante. No era que lo hubiera amueblado o pintado

exactamente igual, era el método. Las paredes habían sido lavadas en color rosa

y luego cubiertas en un elaborado collage de... bien, basura, la verdad.

―Cuando la madre de Ginny se enfadó con su hermana pequeña, tendían a

hacer comentarios sobre el hábito de recoger la basura de tía Peg―.‖¡Ella tiene

la basura de otras personas, toda en sus muros!

Pero no era malo, la basura maloliente eran en realidad etiquetas, pedazos de

revistas viejas, envoltorios de caramelos de bar. Si alguien hubiera intentado

esto, el resultado habría sido vertiginoso, nauseabundo. Pero la tía Peg las

arregló para organizar todo por el color, el estilo de texto, por imagen, por lo

que todo parecía pertenecer junto. Al igual que todo tenía sentido. Una de las

paredes había quedado libre de collage, y sobre ella colgaba un cartel que

Ginny reconoció. Era una pintura francesa de una joven de pie detrás de una

barra. Era una vieja foto, de finales de 1800. La mujer llevaba un elegante

vestido azul, y la barra que atendía era de opulento mármol, cargado con

botellas. El espejo detrás de la cabeza refleja una multitud y un espectáculo.

Pero ella parecía terriblemente aburrida.

―Es‖Manet‖―dijo—. Se llama El bar en el Folies-Bergère.

―¿Lo‖es?‖―Richard parpadeó, como si nunca hubiera notado el cartel allí antes.

―Yo‖ realmente‖ no‖ sé‖ nada‖ de‖ arte‖―dijo en tono de disculpa―. Es bueno,

supongo. Buenos... colores.

Bueno, Ginny pensó. Ahora él probablemente pensaba que era una especie de

chica de arte nerd que sólo estaba aquí porque había superado el campamento

de arte-nerd. Sólo sabía el nombre y el artista de esto porque la tía Peg había

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tenido la imagen exacta en su apartamento, y el título y el artista se había

escrito en la parte inferior de la impresión.

Richard seguía mirando fijamente el cartel.

―Yo‖realmente‖no‖sé‖mucho‖sobre‖él‖tampoco‖―dijo‖Ginny―. Está bien.

―Oh.‖Perfecto.‖―Parecía‖un‖poco‖tranquilo‖por‖eso―. Te ves agotada. ¿Tal vez

te gustaría descansar un rato? Una vez más, lo siento, desearía haberte conocido

cuando... pero estás aquí, así que...

Ginny miró a la cama, con su loco edredón. Esta obra así era de la tía Peg. Ella

había tenido elementos similares por todo el apartamento, todos hechos de

piezas al azar, no coincidentes de tela. Quería descansar en esta cama tan

miserablemente que casi podía saborearlo.

―Bueno,‖ yo...‖Me‖ tengo‖que‖ ir, ―dijo―. ¿Tal vez te gustaría venir conmigo?

Trabajo en Harrods. Los grandes almacenes. Es un lugar tan bueno como

cualquier otro para empezar a ver Londres. Peg amaba Harrods. Podemos

ordenar tus cosas más tarde. ¿Qué dices?

―Claro‖―dijo‖Ginny,‖con‖una‖última‖triste‖mirada‖a‖la‖cama―. Vamos.

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4

Harrods

Traducido por Sheilita Belikov Corregido por Hojadeluna

inny iba entrando y saliendo su conciencia reflexiva en el

metro. Estaban atrapados en el ajetreo de la mañana, obligados a estar

de pie. El ritmo del tren la adormecía. Le pareció un gran esfuerzo no

ceder a sus tambaleantes rodillas y dejarse caer sobre Richard.

Richard estaba tratando de entablar conversación, señalando las cosas que se

podían ver en cada una de las diversas paradas, cualquier cosa desde las

principales (el Palacio de Buckingham, Hyde Park) a las secundarias (su

dentista, "comida tailandesa muy buena para llevar"). Sus palabras rebotaban

en el confuso flujo sensorial que la rodeaba. Voces británicas se aglomeraban

alrededor de su cabeza. Sus ojos recorrían los anuncios que se encontraban a lo

largo de la parte superior del vagón. Aunque el idioma era el mismo, no

entendió el significado de muchos de los carteles. Parecía que cada uno de ellos

tenía una especie de broma interna.

―Te‖pareces‖mucho‖a‖Peg ―le dijo, capturando su atención.

Esto tenía algo de verdad. Tenían el cabello similar, por lo menos. Largo y de

un color chocolate profundo. La tía Peg era más baja. Tenía una complexión

delgada y un porte real que hacía a los desconocidos suponer que era una

bailarina. Sus facciones eran muy delicadas. Ginny era más alta y con más

curvas. Más grande, en general. Menos delicada.

―Supongo ―dijo.

―No. De verdad. Es‖ extraordinaria<‖ ―Él‖ estaba‖ agarr{ndose‖ firmemente‖ a‖

una correa que estaba por encima de su cabeza y mirándola con una mirada

intensa. Algo en su mirada logró penetrar en el cansancio de Ginny, y se

encontró devolviéndole la mirada con la misma intensidad. Esta acción los

sorprendió a los dos, y apartaron la mirada al mismo tiempo. Richard no volvió

a hablar hasta que llegaron a la siguiente parada e informó a Ginny que se

trataba de Knightsbridge. Esta era su parada.

Salieron a una excitante calle de Londres. El camino estaba completamente

obstruido por autobuses rojos, taxis negros, coches pequeños,

G

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motocicletas< Las aceras estaban repletas en toda su capacidad. Aunque su

cerebro estaba nublado, Ginny sintió un choque de energía atravesando su

cuerpo ante la vista de todo ello.

Richard la dirigió alrededor de una esquina hacia un edificio que parecía

extenderse constantemente. Era un sólido muro de ladrillo rojo y dorado, con

cornisas decorativas y una cúpula en el techo. Toldos verdes se extendían por

encima de decenas de enormes ventanas, cada una exhibiendo opulentamente

ropa, perfumes, cosméticos, animales de peluche, incluso un coche. Cada uno

de estos toldos estaba estampado con la palabra Harrods3 en letra mostaza y

oro. Richard llevó a Ginny lejos de las ventanas, de las puertas principales y del

portero, a un rincón discreto junto a un contenedor de basura de gran tamaño.

―Aquí‖ es ―dijo‖ Richard,‖ indicando‖ el‖ costado‖ del‖ edificio‖ y‖ una‖ puerta‖

rotulada‖ con‖SÓLO‖PERSONAL―. Usaremos una entrada lateral. Se pone un

poco loco aquí. Harrods es un gran destino turístico. Recibimos miles y miles de

personas al día.

Entraron en un escueto pasillo blanco con una fila de elevadores. Un letrero en

la pared junto a la puerta listaba los distintos departamentos y pisos. Ginny se

preguntó si estaba mal interpretándolos: servicios de helicópteros Air Harrods,

avión jet Air Harrods, engarce de raquetas de tenis, afinación de pianos,

artículos‖de‖guarnicionería,‖adecuación‖de‖abrigos‖para‖perros<

―Sólo‖ tengo‖que‖ encargarme‖de‖un‖par‖de‖cosas ―dijo‖ él―‖¿Tal‖vez‖puedas‖

pasear, echar un vistazo a la tienda, y encontrarme aquí en una hora más o

menos? Esa puerta conduce a la planta baja. Hay un montón de cosas que ver

en Harrod.

Ginny todavía estaba atrapada en ―Adaptación de abrigos para perros―.

―Si‖te‖pierdes ―dijo‖él― que alguien llame a Servicios Especiales y pregunte

por mí, ¿De acuerdo? Por cierto, mi apellido es Murphy. Preguntar por el Sr.

Murphy.

―Est{‖bien.

Él marcó un código en un pequeño teclado numérico y la puerta se abrió

haciendo clip.

―Es‖bueno‖tenerte‖aquí, ―dijo,‖sonriendo‖ampliamente―. Nos vemos en una

hora.

Ginny asomó la cabeza por la puerta. Allí un escaparate presentaba una lancha

rápida en miniatura, lo suficientemente grande como para un niño

3 El centro comercial Harrods es un gran almacén que está situado en Brompton Road, una calle del barrio

de Knightsbridge , en pleno centro de la ciudad de Londres.

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pequeño. Era de color verde oliva y tenía el título Harrods impreso sobre la

proa. El letrero decía: COMPLETAMENTE OPERACIONAL. £20,000.

Y luego había gente. Una espeluznante multitud de gente que atravesaba las

puertas, haciendo cola ante los escaparates.

Ella dio un paso tentativo hacia la multitud y fue absorbida inmediatamente

por el flujo de personas. Se abrió paso por delante de la mesa de reparación de

encendedores, a través de un monumento de la Princesa Diana, por un

Starbucks, y luego se subió en una escalera móvil totalmente decorada con

artefactos egipcios (o muy buenas copias, de todos modos).

Subió a través de los jeroglíficos y las estatuas hasta que el río de gente la hizo

bajar en una especie de sala de teatro infantil con un show de marionetas. Se las

arregló para pasar por esa sala casi por su cuenta, pero la multitud la llevó otra

vez al atravesar la puerta a una habitación llena de smokings para bebés.

Departamentos que no tenían sentido estaban colocados en una serie de locales

grandes y pequeños. Cada filial llevaba a algo más raro, y nada parecía tener

una salida. Siempre había simplemente más. Fue de una sala de exhibición de

aparatos de cocina de colores a una sala totalmente llena de pianos. A partir de

ahí, fue arrastrada por la multitud a una habitación de alimentos para mascotas

exóticas. Luego a un cuarto dedicado exclusivamente a accesorios de mujeres,

pero sólo de color azul claro, bolsos, bufandas de seda, carteras,

zapatos. Incluso las paredes eran azul claro. La multitud la enganchó otra vez,

ahora estaba en una librería- ahora de nuevo en la escalera móvil egipcia.

Recorrió todo el camino hacia la planta baja y se bajó en una especie de palacio

de alimentos que se extendía en el cuarto detrás de la masiva sala dedicada a

todo tipo de alimentos, organizada como por Mary Poppin en un serie de

muestras, grandes arcos de cristal con estampado de pavo real y latón

brillante. Carritos decorativos apilados con pirámides de fruta

perfecta. Encimeras de mármol sobrecargadas con lingotes de chocolate.

Sus ojos comenzaron a lagrimear. Las voces a su alrededor estallaban en su

cabeza. El rayo de energía que había obtenido en la calle se había ido

friccionado por toda esa gente, quemado por todos los colores. Se encontró a sí

misma fantaseando sobre todos los lugares en los que podría descansar. Bajo el

vagón falso que ostentaba muestras de queso parmesano. En la planta junto a

los estantes llenos de cacao. Tal vez aquí, justo en el centro de todo. La gente

simplemente pasaría por encima de ella.

Se las arregló para salir de la multitud y llegar a un mostrador de

chocolate. Una mujer joven con una apretada cola de caballo rubia y corta se

acercó a ella.

―Disculpe,‖―dijo‖Ginny‖―.‖¿Podría‖llamar‖al‖Sr.‖Murphy?

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―¿Quién?‖―Preguntó la mujer.

―¿Richard‖Murphy?

La mujer parecía muy escéptica, pero a pesar de eso sacó cortésmente lo que

parecía un kilometro de páginas con nombres y números y sistemáticamente las

hojeó.

―¿Charles‖Murphy‖en‖pedidos‖especiales?

―Richard Murphy.

Varios cientos de páginas más. Ginny se sintió agarrándose al mostrador.

―Ah...‖aquí‖est{.‖Richard‖Murphy.‖Y‖¿Qué‖es‖lo‖que‖necesito‖decirle?

―¿Puede‖decirle‖que‖soy‖Ginny?‖‖―dijo―.‖¿Y‖qué‖tengo‖que‖irme?

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5

Buenos días, Inglaterra

Traducido por ANDRE_G Corregido por Hojadeluna

l pequeño despertador marcaba las 8:06. Ella estaba en cama, todavía

vistiendo sus ropas. Hacia frio, y el cielo al exterior estaba de un gris

perlado. Ella recordaba vagamente a Richard llevándola hacia uno de

esos taxis negros, enfrente de Harrods. La llegada a su casa. Revolviendo en sus

bolsillos buscando por las llaves y lo que parecía ser como seis cerraduras en la

puerta. Subiendo las escaleras. Tumbándose sobre el edredón completamente

vestida, con sus tobillos colgando a un lado para que sus zapatillas no quedaran

encima de él. Ella pateo su pie. Seguían colgando allí en el borde de la cama.

Miró alrededor de la habitación. Era extraño despertarse en ese lugar, no sólo

por‖ser‖‖un‖país‖diferente‖(todo‖el‖mundo‖estaba‖a‖un‖océano‖de‖distancia<‖ella‖

no iba a entrar en pánico). No, no era sólo eso. Este cuarto realmente se sentía

como un momento de su pasado, como si su Tía Peg hubiera caminado a través

del cuarto, cubierta en manchas de pintura, tarareando en voz baja. (Tía Peg

tarareaba mucho. Eso era un poco molesto.)

Cuando salió por el corredor y se asomó al interior de la cocina, encontró que

Richard se había cambiado de ropa. Ahora estaba usando pantalones para

correr y una camiseta.

―Buenos días ―él dijo.

Esto no tenía sentido.

―¿Días? ―ella repitió.

―Es de madrugada, ―él dijo―. Debiste haber estado agotada. El desfase de

horario. No debí haberte arrastrado ayer a Harrods, no cuando te encontrabas

tan cansada. Ayer. Ahora su cerebro se estaba poniendo al tanto. Ocho de la

mañana, había perdido un día por completo.

―Lo siento, ―ella dijo rápidamente―. Estoy realmente apenada.

―No hay nada de que lamentarse. La bañera es toda tuya.

Ella regresó a la habitación y agarró sus cosas. Aunque la carta le había dicho

que no trajera ninguna guía turística, no decía que ella no pudiera verlas antes

E

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de partir. Así que ella lo había hecho, y había empacado exactamente como ellas

decían que lo hiciera. Su mochila estaba llena de cosas ―básicas neutrales―

que no requerían planchado, podían ser apiladas, y no ofenderían a nadie, en

ningún lado. Jeans. Pantalones cortos. Zapatos prácticos. Una falda negra que a

ella no le gustaba. Eligio un par de jeans y una camisa.

Una vez que llenó sus brazos con todos los ítems necesarios, Ginny de repente

fue consciente de haber sido observada entrando al baño. Ella asomó su cabeza

por fuera de la habitación y vio que Richard estaba dándole la espalda, se

apresuró por el corredor y cerró la puerta rápidamente.

Fue en el baño que se dio cuenta de todo, de que estaba en la casa de un chico.

La casa de un hombre. La casa de un hombre ingles algo desordenado. En casa,

los baños estaban atiborrados de ornamentos artesanales de mimbre en las

paredes, y popurrí que olía como supermercado. Este cuarto era de un azul

desnudo con alfombra azul y toallas azul oscuro. Sin decoraciones. Sólo una

pequeña repisa llena de crema para afeitar (de una marca desconocida en un

contenedor de apariencia vagamente futurista), una máquina de afeitar,

algunos artículos masculinos para el cuerpo (todos de color canela o ámbar y de

un aspecto serio, ella podía decir que todos olían como árboles o algo

apropiadamente masculino).

Todos sus artículos de tocador estaban cuidadosamente sellados y en una bolsa

de plástico, la cual puso sobre la alfombra. (De pared a pared, aterciopelada

pero plana. ¿Quién pondría alfombraba en un baño?) Todas sus cosas eran

rosadas, ¿Había sido intencional el comprar tanto rosa? Jabón rosado, botella

rosada de champú, pequeña cuchilla rosada para afeitar. ¿Por qué? ¿Por qué

ella era tan rosada?

Le tomó un segundo cerrar la persiana de la gran ventana del baño. Entonces se

dirigió hacia la bañera. Miró a la pared, luego al techo.

No había ducha. A eso debió referirse Richard con: ―la bañera es toda tuya―,

lo cual ella había pensado era sólo alguna formalidad Británica. Pero todo era

demasiado real. Había una manguera de goma en forma de Y. Habían boquillas

de succión en cada punta de la Y, y había una manija al final del tallo que se

parecía mucho a un teléfono. Después de examinar la bañera y su mecanismo,

Ginny determinó que las puntas de la Y debían ir en los dos grifos, y el agua

saldría del teléfono, y algún tipo de acción como de ducha sería el resultado4.

Ella lo intentó. El agua se disparó hacia el techo. Rápidamente, apunto el

teléfono de la manguera hacia el interior de la bañera y saltó dentro de ella.

Pero probó que era imposible tratar de bañarse y hacer malabarismos con el

teléfono de la manguera al mismo tiempo, y se dio por vencida y llenó la

4 Es un tipo de bañera antigua sin ducha.

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bañera. No se había bañado en una bañera desde que era pequeña y se sentía un

poco estúpida sentada en el agua. La bañera también era increíblemente

ruidosa, a cada momento producía un sonido de agua agitándose que hacia un

eco embarazoso. Trato de hacer movimientos con el mayor cuidado posible

mientras se bañaba, pero el esfuerzo se perdió tan pronto como tuvo que

sumergirse para lavar su cabello. Estaba bastante segura que los trasatlánticos

podían bajar por el mar y hacer menos ruido que ella.

Una vez que el drama del baño se había terminado, se dio cuenta de que tenía

otro problema totalmente inesperado. Su cabello estaba empapado y no tenia

forma de secarlo. Ella no había traído un secador de pelo porque de todas

formas este no funcionaria allí. Parecía que no había otra alternativa, que atarlo

rápidamente en trenzas.

Cuando salió, encontró a Richard vestido en lo que parecía ser el mismo traje

que él había usado el día anterior.

―Espero‖que‖te‖haya‖ido‖bien‖allí‖―dijo‖disculp{ndose―,‖no‖tengo‖ducha.

Lo más probable es que él la haya escuchado chapuceando desde la cocina.

Richard empezó a abrir las puertas de los gabinetes y apuntó a cosas que

podrían considerarse material para desayunar. Él claramente no estaba

preparado para su visita, al ver que lo mejor que podía ofrecer era un pedazo

de sobras de pan, un pequeño bote de una cosa café llamada Mamite5, una

manzana, y lo que sea que esté en el refrigerador.

―Tengo‖ algo‖de‖Ribena‖ aquí,‖ si‖ quieres‖―él‖ añadió,‖ tomando‖una‖botella‖de‖

alguna clase de jugo de uva y colocándola enfrente de Ginny. Se excusó por un

momento. Ginny tomo un vaso y vertió un poco de jugo. Estaba caliente e

increíblemente espeso. Ella tomo un trago e hizo arcadas cuando el intenso,

dulce almíbar baño su garganta.

―Tú<‖―Richard‖ahora‖estaba‖en‖la‖puerta‖de‖la‖cocina,‖observ{ndola‖con‖una‖

expresión‖avergonzada―.‖Se‖supone‖que‖lo‖tienes‖que‖mezclar‖con‖agua.‖Debí‖

habértelo dicho.

―Oh<‖―Ginny‖dijo,‖tragando‖con‖fuerza.

―Ahora‖tengo‖que‖irme,‖―dijo―.‖‖Lo‖lamento<‖no‖ha‖habido‖nada‖de‖tiempo‖

para hablar. ¿Por qué no te encuentras conmigo en Harrods para almorzar?

Encontrémonos‖ en‖ la‖Cafetería‖de‖Mo’s‖ al‖mediodía.‖ Si‖ alguna‖vez‖ te‖ quedas‖

por fuera, deje una llave de repuesto acuñada en la grieta de la entrada.

Él cuidadosamente relató la ruta en metro desde la casa hasta Harrods y luego

hizo que ella se lo repitiera, luego paso por todas las opciones de bus, que sólo

5 Es uno de los productos ingleses más populares, un saborizante para alimentos, es muy empleado como

pasta para untar en las tostadas.

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era un gran embrollo de números. Entonces se había ido y Ginny estaba sola en

la mesa, con su vaso de almíbar. Le dio una mirada agria, aun molesta por la

expresión en el rostro de Richard cuando la había visto bebiéndolo. Levantó la

botella y la examinó para ver si tenía alguna advertencia, alguna indicación de

que era cualquier cosa menos jugo de uva normal, cualquier cosa que hiciera

que su comportamiento fuera menos inusual.

Para su alivio, no había nada en la botella que hubiera podido ayudarla. Decía

que era algo llamado ―jugo de grosella negra.― Era a ―¡Sólo 89 peniques!―

había sido elaborada en el Reino Unido. Lo cual era donde ella se encontraba.

Estaba en un reino lejos, muy lejos de casa. ¿Y quién era este Richard, en todo

caso, a parte de un tipo en un traje que trabajaba en un almacén? Mirando

alrededor de su cocina, ella decidió que definitivamente era soltero. Había

relativamente pocas provisiones, solo cosas como este jugo caliente instantáneo.

Había algunas prendas sobre la silla más cercana a la pared, algunas migajas

diseminadas y gránulos de café sobre la mesa.

Quien fuera que él era, había dejado quedar a la Tía Peg el tiempo suficiente

como para decorar un cuarto completo. Debió haber tomado algo de tiempo

hacer el collage y coser la colcha de la cama. Ella debió haber estado aquí por

meses.

Se levantó y recuperó la bolsa. Después de limpiar un punto, tendió los sobres

en la mesa. Observó a cada uno de los once que estaban sin abrir. La mayoría

habían sido decorados con una especie de imagen así como con un número. El

frente del siguiente sobre había sido pintado en acuarelas en un estilo como las

cartas del Monopoli. La tía Peg había creado su propia versión del hombre

pequeño en el alto sombrero con lentes, con un muy gordo y redondo avión

pasando en el fondo. Incluso había logrado bosquejar cartas que parecían tener

el tipo de letra del monopolio. Ellas decían: PARA ABRIRSE LA MAÑANA

DESPUES DE CUMPLIR CON EXITO EL SOBRE #2.

Eso requería que descubriera que era lo que Richard le había vendido a la reina

y llegar a un cajero automático. De todas formas necesitaba dinero. Todo lo que

le quedaba era un puñado de monedas con una extraña forma, lo cual ella

esperaba fuera suficiente para llevarla a Harrods.

Ginny tomó las direcciones que Richard le había escrito algunos minutos antes,

vertió el ofensivo jugo por el fregadero, y caminó hacia la puerta.

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6

Richard y la Reina

Traducido por Dham-Love Corregido por Lorena

n bus rojo venía por la calle directamente hacia Ginny. La señal de en

frente tenía varios destinos famosos, incluyendo Knightsbridge, y el

número acertaba con uno de los números de bus que Richard le había

dado. Había una pequeña parada de autobuses a seis metros de distancia, y

parecía que el bus tenía como destino parar allí.

Dos postes negros con lámparas amarillas iluminadas en la punta marcaban la

entrada del cruce de peatones. Ginny corrió hacia este, miró para asegurarse

que la costa estaba libre, y empezó a correr a través de la carretera.

De repente se escucharon bocinas. Un gran taxi negro pasó zumbando a su

lado. Mientras Ginny retrocedía de un salto, vio algo escrito en la carretera.

MIRA A LA IZQUIERDA.

―Es‖cómo‖si‖me‖conocieran,‖―masculló‖a‖sí‖misma.

Se las arregló para pasar la carretera y trató de ignorar el hecho de que todos al

lado del autobús habían presenciado su casi experiencia cercana a la muerte.

Ella no tenía ni idea de cómo pagarle al conductor.

Ginny, sin poder hacer nada, tendió su mano con el poco de dinero que le

quedaba y él tomó una de las monedas de grasa. Subió por una estrecha

escalera en espiral en la mitad del autobús. Había muchas sillas disponibles y

Ginny tomó una en el puro frente. El bus se empezó a mover.

Se sentía como si estuviera flotando. Desde su perspectiva, parecía como si el

autobús estuviera pasando por innumerables peatones y ciclistas, aplastándolos

hasta el olvido. Se empujó más hacia atrás en el asiento y trató de no prestar

atención a esto. (Excepto que ellos tuvieron que haber matado a ese sujeto en el

celular. Ginny espero para sentir el golpe mientras el bus pasaba sobre su

cuerpo, pero nunca llegó.)

Miró alrededor a las imponentes fachadas de los edificios que se establecían a

su alrededor. El cielo pasó de estar nubloso a gris en sólo un momento, y la

lluvia empezó a martillear las amplias ventanas en frente de ella. Ahora parecía

como si estuvieran derribando grandes multitudes de portadores de sombrillas.

U

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34

Miró hacia las nociones del resto de monedas.

A un lado del cuarto Penthouse Noodle, había otra cosa sobre la vida de la Tía

Peg que tenía completa consistencia, ella estaba en la ruina. Siempre. Ginny

había sabido esto incluso cuando era muy pequeña y se supone que no debería

saber cosas acerca de las finanzas de sus familiares. Sus padres de alguna

manera hicieron este hecho aparente sin siquiera sacarlo a tema o mencionarlo.

Aún así, nunca pareció que la Tía Peg hubiera querido algo. Ella siempre

parecía tener suficiente dinero para llevar a Ginny a los chocolates calientes y

congelados de Serendipity, o para comprarle pilas de implementos de arte, o

para hacerle elaborar disfraces de Halloween, o para conseguir ese tarro de

muy buen caviar que ella compró una vez sólo porque pensó que Ginny debería

probarlo. (―Si vas a probar los huevos de pez alguna vez, hazlo como se debe,

―había dicho ella. Aún así era asqueroso.)

Ginny no estaba segura si creía que habría más dinero para ella esperándola en

el cajero automático. Tal vez estaría allí ya que no iba a ser dinero real, serían

libras. Libras parecían posibles. Libras sonaba como si debieran venir en forma

de pequeñas bolsas de estopa atadas con un fuerte nudo, llenas con pequeños

pedazos de metal y de objetos brillante. La Tía Peg podría tener esa clase de

dinero.

Le tomó un par de intentos subir a las escaleras eléctricas y unas cuantas

consultas al mapa Harrod para encontrar el Restaurante de Mo. Richard había

llegado allí primero y la estaba esperando en una cabina. Había ordenado un

filete, y ella pidió la ―gran hamburguesa al estilo Americano.

―Se supone que debo preguntarte que le vendiste a la reina,‖―dijo ella.

Él sonrió y puso un poco de salsa de tomate sobre su filete. Trató de no hacer

ningún gesto.

―Mi trabajo es cuidar las ordenes especiales y los clientes, ―dijo, sin darse

cuenta de su preocupación ante‖su‖cantidad‖de‖condimentación―. Supón que

hay una estrella en el set de una película y no puede obtener su chocolate

favorito,‖o‖sopa,‖o‖lo‖que‖sea<‖hago‖arreglos‖para‖conseguirlos‖por‖ellos.‖El‖año‖

pasado, me aseguré de que todos las canastas de navidad de Sting estuvieran

propiamente empaquetadas. Y ocasionalmente, hago visitas reales. Abrimos en

épocas especiales para ellos, y me aseguro de que haya alguien en los

departamentos necesarios. Un día, recibimos una llamada del palacio, la reina

quería venir esa noche, sólo en unas horas. Ella nunca hace eso, siempre tiene

un horario cuidadosamente verificado con semanas de anticipación. Pero esa

noche quería venir, y no había nadie más disponible. Así que me encargué de

ella.

―¿Qué‖quería?‖―preguntó Ginny.

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―Pantalones,‖―dijo él, poniéndole aún más salsa de tomate―. Pantalones de

ropa interior. De los grandes. Muy bonitos también, pero grandes. Creo que

también se llevó unos calcetines, pero todo lo que podía pensar mientras las

envolvía era, ―estoy empaquetando los pantys de la reina―. A Peg siempre le

gustó esa historia.

Ante el nombre de Peg, Ginny le miró.

―Es una cuestión graciosa ―él procedió―.‖No‖ sé‖ que‖ se‖ supone‖ que‖ debes

hacer aquí o durante cuanto te pienses quedar, pero eres bienvenida, tanto

como quieras.

Lo dijo sinceramente pero mantuvo sus ojos en el filete.

―Gracias,‖―dijo ella―. Supongo que a la Tía Peg preguntó si vendría.

―Ella mencionó que quería que vinieras. Le envié el equipaje, ¿supongo que

sabes eso, no?

Ella no lo sabía, pero tenía tanto sentido como todo lo demás. Alguien tenía que

enviarlo.

―Entonces ―dijo Ginny―, ella era tu compañera de cuarto, ¿no?

―Sí. Éramos buenos amigos.‖ ―Apartó‖ su‖ filete‖ un‖ momento―. Me habló

mucho sobre ti. Sobre tu familia. Sentí que te conocía antes de que vinieras.

Puso un poco más de salsa de tomate, luego puso la botella en la mesa

deliberadamente y luego la miró.

―Ya‖sabes,‖si‖quieres‖hablar‖de‖eso‖o‖algo<

―Está bien, ―dijo ella. Su franqueza de repente<‖la‖cercanía‖del‖ tema<‖él<‖

esto la ponía nerviosa.

―De acuerdo,‖―respondió él rápidamente―. Por supuesto.

La camarera puso un juego de cubiertos al lado de su mesa. Ambos se

detuvieron para mirarla mientras los recogía.

―¿Hay un cajero automático en algún lugar? ―Ginny preguntó finalmente.

―Varios,‖ ―dijo, pareciendo ansioso de terminar este nuevo tema de

conversación―. Te los mostraré cuando estemos listos.

Estuvieron listos unos cuantos minutos después, como si ambos hubieran

desarrollado un interés repentino por comer rápido. Richard le mostró a Ginny

el cajero y regreso a trabajar, con la promesa de verla en la noche.

Para su alivio, Ginny vio que los cajeros automáticos ingleses parecían

exactamente como los americanos. Se acercó a uno y metió la tarjeta. La

máquina educadamente pidió el código.

―De acuerdo ―dijo‖Ginny―. Aquí vamos.

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Digitó la palabra pantys en el teclado. La maquina ronroneó y le mostró

algunos anuncios de cómo podía ahorrar para una casa, y luego le pregunto qué

quería.

Ella no tenía idea de lo que quería, pero tenía que escoger algo. Algún número.

Había muchos números de donde escoger.

Veinte libras, por favor. Eso parecía un número bueno y básico.

No.‖Ahora‖estaba‖sola.‖Necesitaría‖comprar‖cosas‖y‖estar‖por‖ahí,‖así‖que<

Cien libras por favor.

La máquina pidió por un momento. Ginny sintió que su estómago caía. Luego

un paquete de billetes purpuras y azules como nuevos (de diferentes tamaños:

los purpuras eran largos, y los azules pequeños) estampados con imágenes de

la reina salían de la abertura. (Ahora lo tenía. El pequeño chiste de la Tía Peg

también había asegurado que Ginny nunca olvidara el código) Los grandes

billetes no cabían en su billetera, así que tuvo que aplastarlos para que entraran.

Su balance, dijo la maquina, es de £1856. La Tía había cumplido exitosamente.

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Carta #3

Querida Ginny, Traducida por AndreaN

Corregida por Hojadeluna

Vamos a ir directo a los negocios.

Hoy es el DIA DEL BENEFACTOR MISTERIOSO. ¿Por qué es el Día del Benefactor Misterioso? Bueno, Gin, déjame darte un porqué: porque no sólo el talento hace al artista. Se necesita una pequeña coincidencia, un poco de suerte, un pequeño impulso. Yo tropecé directamente contra alguien que me ayudó, y es el momento de devolver el favor. Pero también es bueno ser misterioso. Hacer que el otro piense que les están pasando cosas maravillosas por ninguna razón aparente que puedan ver. Yo siempre quise ser un hada madrina, Gin, así que ayúdame allá afuera. Paso uno: Retira 500 libras de la cuenta.

Paso dos: Encuentra un artista en Londres cuyo trabajo te guste, alguien que pienses que se merece una oportunidad. Esto va a requerir algo de búsqueda de tu parte. Cualquier clase de artista… un pintor, un músico, un escritor, un actor.

Paso tres: Conviértete en una BENEFACTORA MISTERIOSA.

Cómprale una nueva caja invisible a un mimo, consigue un kilómetro de cuerdas de violín para un violinista, paséate delante de un estudio de ballet con un suplemento de lechuga para un año… lo que tú quieras.

Ahora, creo que sé lo que estas pensando: ¡Esto no puede hacer en un día! Estas tan equivocada, Gin. Esas son tus órdenes. Cuando hayas hecho esto con éxito, puedes abrir la próxima carta.

Con amor,

Tu Tía Fugitiva.

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38

7

El Benefactor

Traducido por Anelisse Traducido por Lorena

la mañana siguiente, después de leer su carta y chapoteando en la

bañera, Ginny se unió a Richard en la mesa de la cocina. Él estaba

vestido‖sin‖arreglar<‖la‖camisa‖desabrochada,‖la‖corbata‖sin‖hacer<‖y‖

estaba hojeando la sección de deportes del periódico y empujaba piezas de pan

tostado en la boca.

―Tengo‖que‖encontrar‖un‖artista‖hoy,‖―dijo―. Alguien que necesite dinero.

―¿Un‖artista?‖―dijo con la boca medio‖llena―. Oh, querida. Suena como una

tarea de Peg. Realmente no sé mucho de esas cosas.

―Oh. Eso está bien.

―No, no ―dijo―. Déjame pensar un momento. No debe ser duro. Dar dinero

de la gente no puede ser difícil.

Él comía su tostada pensativo un momento.

―Espera‖ ―dijo―. Vamos a tener que hacer una mirada en el Tiempo de

espera6.

Eso es lo que haremos

Metió la mano bajo un montón de camisas que estaban sobre en una de las sillas

de la cocina, a tientas un segundo, y sacó una revista. Ginny tenía la extraña

sensación de que permitir la lavandería en las sillas de la cocina era algo tía Peg

probablemente no permitiría si ella estuviera aquí. Para alguien que vivía muy

al azar, era un poco maniática del orden.

―Ellos listaron todo lo que aquí, ―dijo Richard brillantemente, abriendo la

revista―. Todo tipo de películas, eventos artísticos. Aquí está uno y apropiado

cerca de aquí. Café de Izzy, Islington. Estudio de Shelia, pinturas por Romily

Mezogarden.‖Y‖aquí‖hay‖otra<‖suena‖un‖poco‖extraño.‖Harry Smalls, artista de

la demolición. Esa es la vuelta de la esquina. Si estás lista, puedes caminar hasta

allá

6 Es el nombre de una revista británica.

A

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39

Parecía de verdad que él había sido capaz de llegar a algo.

Ginny no estaba preparada, pero ella apretó apresuradamente el agua de sus

trenzas y se puso sus zapatillas de deporte. Se las arregló para llegar a la puerta

un segundo antes que él, y salir a la mañana lluviosa juntos.

―Tengo unos minutos, ―dijo―. Voy a estallar contigo.

El Café de Izzy era un lugar pequeño con un bar de zumos. No había nadie allí,

pero la chica detrás del mostrador estaba haciendo en su jarra un combinado de

jugo de remolacha de todos modos. Ella hizo un gesto con la mano manchada

de color púrpura hacia ellos cuando entraron.

Una serie de cuadros colgados en un anillo alrededor de la sala, y fue

inmediatamente evidente que esto eran los Estudios ―Sheila―.

Como anunciaba, eran estudios de una chica llamada Sheila. El de fondo en el

mundo de Sheila era de color azul brillante y todo lo que había era plano,

incluyendo Shelia. Shelia tenía una cabeza grande y plana, con un trozo

cuadrado de pelo amarillo que salía del mismo. Shelia general sólo estaban en

pie alrededor (# 4: Shelia En pie; # 7: Sheila de pie en la habitación: # 18: Sheila

de pie en la carretera). A veces, ella se plantaba alrededor y sujetaba cosas (# 24:

Shelia con batidor de huevos) o miraba las cosas (# 34: Shelia mirando un lápiz),

y luego ella se cansaba y se sentaba (# 9: Shelia sentada en una caja).

―Estoy en esta basura, ―dijo Richard, escaneando las paredes. Pero estoy

seguro de que sabe algo. Ginny dio un vistazo más de cerca y descubrió las

pequeñas cartas por debajo de las imágenes. Ella se sorprendió al encontrar que

Romily Mezogarden quería 200£ por todas y cada una de las imágenes Shelia.

Que parecía mucho, por considerar que eran muy feos y todo parecía

incómodo, como acosador.

Ella no sabía nada sobre el arte tampoco. Estos podrían ser los mejores cuadros

del mundo. Había gente que podía decir estas cosas. Ella no era uno de ellos.

Aún así, parecía que ella debe tener una ligera apariencia de competencia. Ella

era la sobrina de tía de la Peg, después de todo. Ella tenía la extraña sensación

de que de alguna manera Richard estaba esperándola, para saber algo.

―Tal vez no son estas,‖―dijo―. Voy a ver al siguiente.

Se fue con ella al siguiente lugar, una instalación por Harry Smalls, el artista de

la demolición, que Ginny rápidamente apodó ―El Medio tipo― Cortaba las

cosas por la mitad. Todo tipo de cosas. La mitad de un maletín. La mitad de un

sofá. La mitad de un colchón. La mitad de un tubo de pasta de dientes. La

mitad de un coche viejo. Ginny consideró uno más, entonces se preguntó si

realmente quería dar casi mil dólares a un tipo que tenía una cadena vista de

problemas.

Una vez que estuvieron al exterior, Ginny luchaba para llegar a con otra idea.

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―Estoy pensando que tal vez una de esas personas que lo llevan a cabo en la

calle ―dijo―. ¿Dónde crees que podría encontrar ese tipo de personas?

–¿Como callejeros? Músicos callejeros, ¿gente como esa?

―Bueno,‖―dijo Ginny―. Igual‖que<

―Intenta en el Covent‖Garden,‖―dijo‖después‖de‖un‖momento―. En el medio

de Londres. Muchos artistas. Suceden todo tipo de cosas, la gente vendiendo

cosas. Tiene su propia parada de metro. No te puedes perder

―Genial ―dijo―. Voy a ir allí

―Está de camino. Vamos, entonces

Fue con Richard en la hora punta de mañana y hasta que él la condujo a su

parada.

No había jardines en el Covent Garden. Era una amplia plaza adoquinada,

abarrotada de turistas y puestos de chucherías. Tampoco había escasez de

intérpretes. Dio lo mejor de ella, gastando más de una hora sentada en la acera,

mirando. Algunos chicos malabaristas con cuchillos. Varios guitarristas de

variable calidad interpretativa ya sea acústica o por medio de amplificadores en

marcha. Un mago sacó un pato de su abrigo.

Lo único que tendría que hacer era sacar la pila de billetes de su bolsillo y

soltarlos en cualquiera de estos sombreros o funda de guitarra y era lo que

había que hacer. Podía imaginarse la escena, el asombrado tirador de cuchillos

mirando el revoloteo de los billetes de veinte libras. La idea era tentadora, pero

algo le decía que no era lo correcto, tampoco. Agarró el dinero en el bolsillo,

hizo una bola con fuerza, luego se levantó y empezó a caminar.

El sol estaba haciendo un mayor esfuerzo de hoy, y los londinenses parecían

apreciarlo. Ginny se paseaba por la platea, preguntándose si debería comprarle

una camiseta a Miriam. Luego fue caminando por una calle llena de librerías.

Desembocando en una masificada plaza (que, de acuerdo con el rótulo plantado

allí, se llamaba Leicester Square) eran las cinco en punto, y las calles estaban

empezando a llenarse de gente que salía del trabajo. Sus posibilidades de éxito

parecían estar menguando rápidamente. Estaba a punto de volver atrás y

repartir el dinero entre todos los sombreros en el Covent Garden, cuando se dio

cuenta de un gran anuncio para algo que se llama el Goldsmiths College, que

pretendía ser escuela de arte de alta categoría. Además, el anuncio daba la

dirección. Parecía que valía la pena intentarlo.

Ella se encontraba en una calle de la ciudad, con unos cuantos edificios

académicos bastante modernos esparcidos alrededor. Por supuesto, se dio

cuenta, que era verano, y por la noche, lo que significaba no había clases y no

había estudiantes.

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Tendría que haber pensado en eso antes de haber hecho todo el camino hasta

aquí.

Deambuló alrededor, mirando algunos carteles pegados en los tablones de

noticias y las paredes. Algunas protestas. Clases de yoga. Un álbum de

emisiones. Estaba a punto de girar y darse por vencida cuando el aleteo de

pedazo de papel le llamó la atención. Decía: STARBUCKS: EL MUSICAL.

Había una caricatura de un hombre sumergido en una taza de café. La parte

inferior del anuncio, decía que el show estaba escrito, producido, dirigido y

diseñado por alguien llamado Keith Dobson.

Algo acerca de esto sonaba prometedor. Y todavía estaba en curso, incluso

ahora, en verano. Los boletos, el folleto prometido, estaban a la venta en algo

llamado ―La Uni―. Le pidió a una chica que pasaba por la calle.

―¿La Uni?‖ ―Ella lo pronunció como rodilla) ―Eso es el sindicato de

estudiantes. Esta justo cruzando la calle.

Le tomó mucho ir preguntando a su alrededor para encontrar su camino a

través de la masa en el edificio Goldsmiths7 hasta de la unión de estudiantes

donde vendían las entradas para el show. Era como si no quisieran que nadie lo

encontrara: debajo de un conjunto de dos escaleras, alrededor de una esquina, a

la a la izquierda del cubo (de verdad) en una puerta al final de un pasillo,

donde sólo uno de las dos fluorescentes funcionaba. Había un anuncio para el

show pegado a la puerta y un chico pálido, pelirrojo visible a través de una

ventana de veinticinco centímetro de plástico, que hacía de esta oficina una caja

y no un pequeño despacho. Levantó la vista de una copia de la Guerra y la Paz.

Pensó que había que gritar para ser escuchada, por lo que acaba de ver levantó

un dedo para mostrar que quería un billete. Él levantó las manos y señaló ocho.

Ella hurgó en el bolsillo y encontró un pequeño billete de cinco libras y tres de

monedas de libras y cuidadosamente las presionó a través de la ranura del

plástico, y él sacó un billete fotocopiado de una caja de cigarros y se lo pasó a

ella. Luego señaló con el dedo, apuntando hacia ella dos puertas dobles de color

rojo en el extremo de la sala.

7 Nombre del edificio de la universidad de Londres, donde se imparten clases de artes y oficios.

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8

Jittery Grande

Traducido por Selune Corregido por Chelsea Sharkovich

lla estaba en un gran y oscuro sótano. Estaba un poco húmedo. Unas

cuantas palmeras falsas habían sido empujados a un lado. Los asientos

estaban en su mayoría vacíos y algunas personas estaban sentadas en el

suelo o sobre los escalones en el fondo de la sala. Aún así, tal vez sólo había

diez personas en el público. La mayoría de ellos estaban fumando y hablando

entre sí. Ella era la única persona aquí que no parecía conocer a nadie más.

Parecía una fiesta privada en un sótano.

Estaba pensando en levantarse y salir cuando una chica apareció en la puerta

cerca de por donde había entrado y apagó los interruptores de luz. La música

punk empezó a sonar desde unos altavoces dispersos en un lado de la

habitación. Un momento después, se detuvo bruscamente, y se encendió una

luz en medio del escenario.

Había un tipo que estaba de pie, tal vez de su edad o simplemente un poco más

mayor, vestido con una falda escocesa verde, una camisa de Starbucks, pesadas

botas negras y un sombrero de copa. Una franja de pelo rojizo se asomaba bajo

el sombrero, llegando hasta la parte superior de sus hombros. Tenía una amplia

sonrisa, algo malvada.

―Soy Jittery Grande,‖―dijo―. ¡Soy su anfitrión!

Saltó más cerca de la audiencia, prácticamente hasta los pies de Ginny,

provocando una corta risa en una chica sentada cerca, en el suelo.

―¿Les gusta el café? ―preguntó a la audiencia.

Sonó algunas variadas afirmaciones y un ¡vete a la mierda!

―¿Te gusta el café de Starbucks? ―preguntó.

Más insultos. Parecía gustarle eso.

―Bueno, entonces ―dijo―, ¡empecemos!

El espectáculo era sobre un empleado de Starbucks llamado Joe, que se

enamoró de un cliente. Había una canción de amor (―Te Quiero un café con

leche―), una canción de separación (―¿Dónde tienes el café?―), y una que

E

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parecía ser una especie de protesta (―Vencer la batalla contra el Daily

Grind―). Terminó trágicamente cuando ella dejó de beber café, y él se lanzó

fuera del escenario en lo que se suponía que es La Fuente Principal del café.

Todo esto estaba planeado, de alguna manera, por Jittery, que se quedó en el

escenario todo el tiempo, hablando con el público, diciéndole a Joe qué hacer, y

sosteniendo letreros que daban estadísticas sobre como la economía mundial

estaba destruyendo el medio ambiente.

Ginny había visto suficientes espectáculos en su vida para saber que este no era

uno muy bueno. En realidad, no tenía ningún sentido. Había un montón de

cosas al azar, como un tipo que a veces atravesaba el escenario en una bicicleta,

sin ningún motivo que Ginny pudiese entender. Y en un momento dado, hubo

un tiroteo en el fondo, pero el hombre que recibió el disparo simplemente

siguió cantando, por lo que sus lesiones, obviamente, no eran muy malas.

A pesar de todo eso, Ginny se encontró de forma rápida y totalmente absorto, y

sabía por qué. Le gustaban los actores.

Siempre había sido así. Probablemente tenía algo que ver con todas las

actuaciones a las que tía Peg la había llevado cuando era una niña.

Continuamente había estado sorprendida de que hubiera personas que no

tenían miedo de levantarse delante de una multitud‖ y‖ sólo< hablar. Cantar,

bailar, o contar chistes. Haciendo alarde de sí mismos sin sentir vergüenza.

Jittery en particular no era un buen cantante, pero esto no le impidió

cautivarlos. Saltando por el escenario. Merodeando entre el público. Se

adueñaba del lugar.

Cuando todo hubo terminado, agarró un programa que alguien había lo dejado

en el asiento junto a ella y leyó. Keith Dobson, director, guionista, productor, y

también actor como Jittery Grande.

Keith Dobson era su artista. Y ella tenía una bosa con 492£ en su bolsillo para

dárselas a él.

A la mañana siguiente, mientras caminaba por el largo pasillo de linóleo hasta

la pequeña taquilla, Ginny se dio cuenta de que sus zapatos chirriaban.

Realmente chirriaban.

Se detuvo y miró sus zapatillas deportivas. Allí estaban, blancas con rayas de

color rosa, sobresaliendo por debajo de los gruesos pantalones cortos gris oliva

con bolsillos. Recordó la frase exacta de la guía de viaje que la había llevado a

elegir esas zapatillas entre todas las posibles: ―¡Vas a caminar mucho en

Europa, así que asegúrate de llevar zapatos cómodos! Zapatillas de deporte son

universalmente aceptables, y las blancas te mantendrán fresca en el verano.―

Odiaba esa frase ahora. La odiaba, y a la persona que la escribió. Estos zapatos

la hacían destacar y no sólo por el ruido. Las zapatillas de deporte blancas eran

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los zapatos oficiales de turistas. Esto era Londres, y los londinenses reales

llevaban tacones delgados o zapatos europeos en colores extraños o botas de

piel color‖café<

Y pantalones cortos. Nadie llevaba pantalones cortos tampoco.

Esto tenía que ser la razón por la que la tía Peg dijo que no podía tener guías.

Ella había mirado una, y la había convertido en un monstruo chillón y blanco.

De todos modos (chirrido, chirrido), ¿qué se suponía que tenía que hacer? No

podía soltar (chirrido) el dinero al chico de los tickets y salir corriendo.

Bueno, podría, pero no había manera de asegurarse de que le llegara a él.

Podría ponerlo en un sobre y enviarlo a Jetty (o Keith), pero eso no le parecía

bien tampoco.

Compraría los boletos de forma rápida y anónima. Era la mejor manera. Las

entradas costaban ocho libras. Ginny rápidamente hizo los cálculos en su

cabeza, y luego caminó hasta la ventana.

―Voy a comprar sesenta y dos boletos, por favor ―dijo.

El chico levantó la vista de su ejemplar de la Guerra y la Paz. Había llegado

muy lejos en un día, notó Ginny. La camisa de los Simpson era la misma, sin

embargo.

―¿Qué?

Tenía una de esas voces nasales congestionada, lo que hizo que la pregunta

sonora extra suspicaz. ―¿Puedo comprar sesenta y dos entradas? ―preguntó,

su voz bajando de tono inadvertidamente.

―Sólo‖tenemos‖veinticinco‖asientos‖―dijo―. Y eso es con la gente sentada en el

suelo.

―Oh. Lo siento. Sólo voy‖a‖comprar<‖¿qué‖puedo‖comprarlas?

Él levantó la tapa de una caja de cigarros en la mesa y hojeó los dos talones de

su interior. Luego lo cerró de manera decisiva. ―Puedes comprar veintitrés.

―De‖ acuerdo‖ ―dijo Ginny, buscando a través del fajo de billetes de una

libra―. Me los voy a llevar.

―¿Para qué‖ quieres‖ veintitrés‖ entradas?‖ ―preguntó mientras rompía una

banda de goma de una pila y contaba.

―Simplemente, para la gente.

Había un ruido de goteo en algún lugar de la sala. Parecía ser muy fuerte

repentinamente.

―Bueno, no me opongo ―dijo‖después‖de‖un‖momento―. ¿Eres estudiante?

―No de aquí.

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―En‖otro lugar

―¿La escuela secundaria? ¿En Nueva Jersey?

―Descuento de estudiante, entonces. Cinco libras cada uno. ―Sacó una

calculadora y oprimió los números―. Son ciento quince libras.

Este descuento le causó a Ginny un problema. Necesitaría más boletos. Muchos

más.

―¿Cuántos puedo comprar para mañana? ―le preguntó.

―¿Qué?

―¿Cuántos hay para mañana?

―No hemos vendido ninguna.

―Voy a comprarlos todos.

La miró mientras ella deslizaba 125 libras a través de la abertura en el plástico, y

él le pasó más de veinte y cinco boletos.

―¿Qué hay de la noche siguiente?

Se levantó y apretó la cara contra la ventana para verla. Era realmente pálido.

Se imaginó que así es como te verías si pasaras todo el verano en un sótano,

sentado en un armario al lado de una cubeta.

―¿Con quién estás? ―preguntó.

―Solo< yo.

―¿Es esto una especie de broma, entonces?

―No.

Se retiró y se sentó en su silla.

―No hay espectáculo el jueves ―dijo él, su‖congestión‖nasal‖aumentando―. El

club de artes marciales dará una prueba en este espacio.

―¿El Viernes?

―Ese es el último show ―dijo―. Hemos vendido tres boletos. Puedes comprar

los otros veinte y dos.

Ciento diez libras más pasaron por la abertura en el plástico.

Ginny le dio las gracias y pasó por encima de la cubeta y contó sus boletos y el

dinero restante. Setenta entradas.

Ciento cuarenta y dos libras más para dar.

Detrás de ella, oyó un ruido. El vendedor de entradas salió de la taquilla, la

saludó con la cabeza, y llevó la caja de dinero por el pasillo, subiendo las

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escaleras, hacia la luz del día. Se dio cuenta de que un signo garabateado

apresuradamente había aparecido en la ventana.

Decía: AGOTADO, PARA SIEMPRE.

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9

Ideas Brillantes

Traducido por ηiii ღ

Corregido por Chelsea Sharkovich

ue sólo cuando estuvo de regreso en la calle con todos los boletos para el

show de Keith en su mano, cuando Ginny se dio cuenta que había una

falla en su plan. Sí, ella le había dado dinero, o algo así. Pero ahora nadie

lo vería actuar, comenzando inmediatamente. Ella lo había comprado,

reservado, y agotado.

Entró en un estado de pánico tan grande que se olvidó de dónde estaba la

parada del metro y anduvo en círculos por el mismo boque tres veces, y cuando

finalmente lo encontró, había sólo un lugar al que podía pensar en ir.

De regreso a Harrods. De regreso junto a Richard. De regreso al mismo

mostrador de chocolates en la habitación de la comida, porque al menos sabía

que ellos tenían un teléfono y una guía telefónica ahí. Richard debidamente bajó

y la escoltó hacia el Krispy Kreme8. (Sí, Harrods tenía un Krispy Kreme. Esta

tienda realmente lo tenía todo.)

―Si tuvieras que regalar setenta entradas para un espectáculo llamado

"Starbucks: El Musical" ―comenzó Ginny, rompiendo su buñuelo en dos―, ¿a

dónde irías?

Richard dejó de revolver el café y miró hacia arriba. ―No puedo decir que algo

así haya pasado alguna vez ―dijo.

―Pero si lo hicieras ―dijo ella.

―Supongo que iría al lugar donde la gente espera en los alrededores

intentando‖entrar‖a‖ los‖espect{culos‖―dijo él―. ¿Realmente adquiriste setenta

entradas para algo llamado "Starbucks: El Musical"?

Ginny decidió que probablemente era mejor no responder a esa pregunta.

―¿Dónde estaría buscando entradas‖la‖gente?‖―preguntó Ginny.

―En el West End. No estuviste demasiado lejos de ahí ayer. Entre el Covent

Garden, y Leister Square, ésa es la zona. Es donde están todos los teatros, como

8 Es una cadena de de almacenes de ventas de donuts.

F

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en Broadway. Pero no estoy seguro de cuanto éxito tendrás. Aún así, si son

gratis<

El West End no era tan glamuroso ni impactante como Broadway. Carecía de

las vallas publicitarias de tres pisos de altura que brillaban, giraban y tenían

bordes dorados.

No había grandes e iluminadas taquillas, ni había rascacielos. Era mucho más

moderado, con sólo un par de carteles y señales marcando el territorio. Los

teatros eran lugares desolados, de aspecto serio.

Inmediatamente supo que esto no iba a funcionar.

Para comenzar, era americana, se veía como una turista, y estaba comenzando a

llover intermitentemente. Además, las entradas no eran del tipo enumerada

oficialmente, sino simples fotocopias de corte desigual. ¿Cómo suponía que ella

iba a mostrar a la gente cuál era el espectáculo, dónde era, y de qué trataba? ¿Y

quién querría saber sobre ―Starbucks: El Musical― cuando estaban haciendo

fila para obtener entradas para ―Les Miserables― o ―El Fantasma de la

Ópera― o ―Chitty Chitty Bang Bang― o algún otro espectáculo normal del

que un teatro normal vendía camisetas y tazas conmemorativas?

Se detuvo cerca de un gran teatro de ladrillo de Leister Square, junto a un

kiosco lleno con la información del teatro. Durante la siguiente hora o algo así,

ella sólo se quedó de pie ahí, mordiendo su labio inferior, apretando las

entradas en su mano. De vez en cuanto daba un paso al frente cuando alguien

rondaba los carteles, pero no lograba convencerse de seguir avanzando para

intentar convencerlos de ir a ver el espectáculo.

Para las tres de la tarde, sólo había logrado regalar seis boletos, todos ellos a un

grupo de chicas japonesas quienes las aceptaron cortésmente y parecían no

tener idea de lo que habían hecho. Y sólo había hablado con ellas porque estaba

bastante segura de que no tenían idea de lo que les estaba diciendo.

Se arrastró de vuelta a través de la ciudad hacia Goldsmiths. Al menos aquí

podía apuntar al edificio y decir: ―El espectáculo es ahí dentro.

Una hora a la salida de la Universidad no produjo ningún resultado, hasta que

ella se giró para encontrarse cara a cara con un chico que tenía que estar cerca

de su edad. Era negro, con rastas cortas y unas elegantes gafas sin montura.

―¿Quieres ir a ver este espectáculo esta noche? ―preguntó ella, apuntando al

volante con la taza de café cayendo en picado―. Es realmente bueno. Tengo

entradas gratis.

Él miró al volante, luego a ella. ―¿Entradas gratis?

―Es una promoción especial ―dijo Ginny.

―¿Lo es?

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―Sí.

―¿Qué clase de promoción?

―Una<promoción‖especial.‖Una‖promoción‖gratis.

―¿Por qué?

―Sólo para que la gente vaya.

―Bueno ―dijo lentamente―. No puedo. Estoy ocupado ésta noche. Pero lo

tendré en mente, ¿está bien?

Él le dio una larga mirada antes de entrar. Eso fue lo más cercano que ella

estuvo del éxito.

Se sentó en un banco en la parada del autobús y sacó su cuaderno.

25 de Junio

7:15 p.m.

Querida Miriam,

Siempre he estado algo orgullosa de nunca haber perdido la cabeza por un chico. Nunca he sido una de esas personas que entraron en pánico en el baño o hicieron algo lastimoso como:

1. Hacer un intento penoso de suicidio tomándose una botella completa de vitamina C (Grace Partey, décimo grado)

2. Suspender química por saltarse clases repetidamente por estar besándose detrás del contenedor de la cafetería (Joan Fasse, onceavo grado)

3. Proclamar un repentino interés en la cultura Latina y cambiarse de Francés II al Español, para estar en la misma clase del atractivo chico nuevo, sólo para ser ingresada a la clase en un periodo diferente (Allison Smart, décimo grado)

4. Negarse a terminar con un novio (Alex Webber) incluso cuando fue arrestado por prender fuego a tres cobertizos en su urbanización y tuvo que ser puesto bajo

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observación en un hospital siquiátrico (Catie Bender, Vicepresidenta del consejo estudiantil, mejor estudiante, doceavo grado)

Claramente, las hormonas no ayudan a nuestro coeficiente intelectual.

Yo siempre he sido bastante despreocupada sobre todas esas cosas. Los chicos que me hubieran gustado eran totalmente inalcanzables, así que, dada la elección entre hacer un gran esfuerzo por chicos en los que no estaba realmente interesada o ser un ser humano independiente (juntándome con mis amigos, haciendo planes para escapar de Nueva Jersey, lesionándome con electrodomésticos), decidí ser una criatura independiente.

Sé que piensas que estoy lista para un ―avance romántico mayor― en cualquier

momento, preferiblemente antes de salir de la secundaria. Y tú sabes que pienso que

necesitas una ―terapia hormonal mayor― porque tus obsesiones se exceden. Estuviste

obsesionada con Paul todo el verano pasado. Me refiero a que, te amo querida, pero lo estuviste.

Pero sólo para hacerte sentir mejor, te diré algo:

Estoy algo interesada en alguien a quien nunca, nunca podría gustarle. Su nombre es Keith. Él no me conoce.

Y antes incluso de que comiences con el ―¡Por supuesto que le gustarás! ¡Tú eres tan

genial!―, espera sólo por un segundo. Sé que a él no podría gustarle. ¿Por qué? Porque

él es:

1. Un guapo chico Británico

2. Que es un actor

3. Y que también está en la universidad

4. En Londres, donde escribió una obra

5. De la que yo he comprado TODOS las entradas, ese es el motivo de esta carta, y yo sólo he logrado regalar SEIS de ellos.

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Pero sólo por diversión, repasemos mi historia romántica, ¿está bien?

1. Den Waters. Me besé con él exactamente tres veces, tres veces en las cuales hizo la terrible cosa de la legua-de-lagarto y me agradeció después.

2. Mike Riskus, de quién estuve obsesionada por dos años y ni siquiera hablé con él hasta justo antes de la Navidad del año pasado. Estaba detrás de mí en trigonometría, y me preguntó:

—¿Cuál de los problemas planteados debemos hacer?

Y yo dije: —El de la página 85.

Y él dijo: —Gracias. —Viví de eso durante MESES.

Así que, como puedes ver, mis oportunidades son increíblemente buenas, dados mi gran atractivo y mi experiencia.

Encontrarás adjunta una copia del programa del espectáculo de Keith.

Te extraño tanto que me está doliendo el páncreas. Pero tú ya sabes eso.

Con amor,

Ginny

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El Hooligan y la piña

Traducido por Dham-Love Corregido por Pimienta

ólo tres personas fueron. Ya que, dos de ellas, ya habían comprado los

boletos antes de que Ginny llegara y usara uno para ella, eso significaba

que absolutamente nadie, de los que le había dado boletos, había venido.

Sus chicas Japonesas le habían fallado.

El resultado de esto fue que el elenco de Starbucks: El Musical, supero en

número a la audiencia, y Jittery parecía ser consciente del hecho. Esa pudo

haber sido la razón por la que decidió saltarse el intermedio y seguir derecho,

eliminando cualquier posibilidad de dejar que se escapara su audiencia. Por su

parte, Keith no parecía importarle para nada que apenas alguien estuviera allí.

Se tomo la oportunidad para bucear entre los asientos y para incluso treparse en

una palmera falsa que estaba a un lado de la habitación.

Al final, mientras Ginny se levantaba de un salto para hacer su escape, Jittery de

repente salto del escenario mientras ella alcanzaba su maleta. Se dejo caer en la

silla vacía a su lado.

―¿Promoción‖especial,‖no?‖―dijo―,‖¿Sobre‖qué‖fue‖todo‖eso?

Ginny había escuchado historias de personas que eran atadas-de-lengua, o que

abrían sus bocas para encontrarse a sí mismos incapaces de decir una palabra.

Ella nunca pensó que eso fuera literal. Siempre pensó que era otra manera de

decir que ellos no podían pensar en nada bueno para decir.

Bien, estaba equivocada. Podías perder la habilidad de hablar. Lo sentía bien en

su garganta, un pequeño tirón, como cerrar una bolsa de lazo.

―Así‖ que‖ dime‖ ―dijo―,‖ ¿por‖ qué‖ compraste‖ trescientas entradas y luego

trataste de regalarlas en la calle?

Ella abrió la boca. De nuevo, nada. Él cruzo sus brazos sobre su pecho,

pareciendo dispuesto a esperar para siempre por una explicación. ¡Habla! Ella se

gritó a sí misma. ¡Habla, maldición!

Él sacudió su cabeza y movió su mano sobre su cabeza hasta que sobresalía

estático y alto.

S

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―Soy‖Keith‖―dijo―,‖y‖tu‖estas<‖claramente‖loca,‖¿cómo te llamas?

De acuerdo. Su nombre. Ella podía manejar eso. ―Ginny‖―dijo‖ella―‖Virginia.

Sólo un nombre era realmente necesario. ¿Por qué había dado dos?

―Americana,‖¿sí?‖―preguntó‖él.‖Ella‖asintió.

―¿El‖nombre‖de‖un‖estado?

De nuevo asintió, incluso aunque no fuera cierto. La llamaron así por su abuela.

Pero ahora que pensaba en eso, era técnicamente verdad. Ella había sido

llamada así por un estado. Tenía el nombre Americano más ridículo.

―Bien,‖loca Ginny Virginia de América, creo que te debo una bebida desde que

me has hecho ser la primera persona, en toda la historia, en llenar el lugar.

―¿Lo‖hice?

Keith se levantó y fue hacia una de las palmeras falsas. Sacó una bolsa de lona

hecha jirones.

―¿Entonces,‖quieres‖ir?‖―preguntó‖él,‖arranc{ndose‖la‖camiseta‖de‖Starbucks‖y‖

reemplazándola con una camiseta gris y blanca.

―¿Dónde?

―A un pub.

―Nunca‖he‖ido‖a‖un‖pub.

―¿Nunca‖ has‖ ido‖ a‖ un‖ pub? Bien, entonces mejor que vengas. Esto es

Inglaterra. Eso es lo que hacemos aquí. Vamos a pubs.

Él alcanzó de nuevo un lugar detrás de la palmera y sacó una chaqueta vieja.

―Vamos‖―dijo‖él.‖Le‖hizo un gesto como si estuviera tratando de mimar a un

animal‖tímido‖debajo‖de‖un‖sof{―.‖Vamos,‖quieres‖ir,‖¿sí?

Ginny se sintió a sí misma levantarse y seguir desconcertada a Keith fuera de la

habitación. La noche se había vuelto brumosa. Las esferas de luz amarillas

brillantes y las luces de los coches cortaban extraños patrones en la niebla. Keith

caminaba rápidamente, con sus manos enterradas en sus bolsillos. De vez en

cuando miraba sobre su hombro para asegurarse que Ginny todavía estaba con

él. Ella estaba uno o dos pasos atrás.

―No‖tienes‖que‖seguirme‖―dijo‖él―.‖Somos‖un‖país‖muy‖avanzado.‖Las‖chicas‖

pueden caminar al lado de los hombres, ir a la escuela y todo eso.

Ginny tentativamente camino a su lado apresurándose para mantener sus

largas zancadas. Había muchos pubs. Estaban por todas partes. Pubs con

agradables nombres ingleses como, "La Corte en Sesión" o "El Viejo Viaje".

Varios pubs estaban pintados con colores brillantes y señales de madera

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cuidadosamente elaboradas. Keith camino por todos estos hasta un lugar de

aspecto raído donde las personas se paraban en la acera con grandes cervezas.

―Aquí‖ estamos‖―dijo‖ él―,‖ en‖ "El Amigo Necesitado". Con descuentos para

estudiantes.

―Espera‖―dijo‖ella,‖agarr{ndolo‖del‖brazo―.‖Yo‖estoy<‖en‖secundaria.

―¿Qué‖significa‖eso?

―Sólo‖tengo‖diecisiete‖―susurró‖ella―.‖No‖creo‖que‖sea‖legal.

―Eres‖americana.‖Estarás bien. Sólo actúa como si pertenecieras aquí y nadie

dirá ni una palabra.

―¿Est{s‖seguro?

―Empecé‖a‖ir‖al‖pub‖cuando‖tenía‖trece‖―dijo‖él―.‖Estoy‖seguro.

―¿Pero‖ya‖eres‖legal?

―Tengo‖diecinueve.

―¿Y‖eso‖es‖legal‖aquí,‖cierto?

―No‖sólo‖es‖legal,‖―dijo él―, es obligatorio. Vamos.

Ginny ni siquiera podía ver el interior del pub desde donde estaban. Había una

enorme pared de personas resguardándola y una nube de humo sobre este,

como si tuviera su propio clima.

―¿Qué‖vas‖a‖tomar?‖―preguntó‖Keith―.‖Iré‖y‖te lo traeré. Trata de encontrar

un lugar para sentarnos.

Ella ordenó la única cosa que conocía, algo que estaba convenientemente escrito

en un espejo gigante en el espejo.

―¿Guinness?

―De‖acuerdo.

Keith se lanzó sobre la multitud y fue absorbido. Ginny se apretó entre un

grupo de muchachos con camisetas de colores de equipos de futbol que estaban

de pie en una pequeña salida. Ella retrocedió hacia la pared tanto como pudo,

pero estaba segura que todavía se las arreglarían para golpearla. No había

ningún sitio más donde estar, sin embargo. Ella se apretó contra sí misma y

examinó los anillos pegajosos en la plataforma de madera y el resto de los

ceniceros. Una vieja canción de las Spice Girls comenzó a sonar, y los chicos

empezaron a hacer un baile de moda que los acercaba, incluso más, a Ginny.

Keith la encontró unos cuantos minutos después. Tenía un vaso de cerveza

lleno de un líquido oscuro que estaba emanando pequeñas burbujas de color.

Había una fina capa de espuma en la parte superior. Él le paso el vaso. Era

pesado. Tomó un poco de la espesa y cálida Ribena y se estremeció. Para él,

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Keith, había optado por una Coca cola. Miró a su espalda y se colocó entre los

chicos que bailaban y Ginny.

―No‖bebo‖―le‖explicó‖él‖viéndola‖mirar‖ la‖gaseosa―. Llené mi cupo cuando

tenía dieciséis. El gobierno me entregó una tarjeta especial. ―Puso sus ojos fijos

sobre ella. Eran muy verdes, con una clase de brillo dorado en el centro que era

bastante intenso.

―Entonces, ¿vas a decirme porque hiciste esa cosa tan extraña o no?

―preguntó él.

―Yo<‖sólo‖quise‖hacerlo.

―¿Sólo‖quisiste‖comprar‖todos‖ los‖boletos‖del‖show‖por‖ la‖semana‖porque‖no‖

pudiste conseguir los boletos para el Ojo de Londres o algo así?

―¿Qué‖es‖el Ojo de Londres?

―La‖ gran‖ rueda‖ sangrienta‖ al‖ otro‖ lado‖ del‖ Parlamento‖ al‖ que‖ normalmente

todos‖ los‖ turistas‖ van,‖ ―dijo él, reclinándose y mirándola curioso―. ¿Por

cuánto tiempo has estado aquí?

―Tres‖días.

―¿Has‖visto‖el‖Parlamento?‖¿La‖Torre?

―No<

―Pero te la has arreglado para encontrar mi show en los sótanos de

Goldsmiths.

Sorbió su cerveza para ganar un segundo antes de responder, luego trato de no

hacer gestos o de no escupir. Ginny nunca había probado las cortezas de los

árboles, pero esto es lo que ella imaginaba que resultaría al poner un poco en

una licuadora.

―Tengo‖una‖pequeña‖herencia‖―dijo‖ella‖finalmente―,‖y‖quería‖gastar‖un‖poco‖

en lo que pensé que valía la pena.

No era totalmente una mentira.

―¿Entonces,‖eres‖rica?‖―dijo‖él―.‖Es‖bueno‖saberlo.‖Yo,‖bien,‖no‖soy‖rico.‖Soy‖

un hooligan.

Antes de que empezara a decir nombres de bebidas de café para hacer música,

Keith había llevado una vida interesante. De hecho, Ginny pronto se dio cuenta,

de que él paso, entre los trece y los diecisiete, siendo la peor pesadilla de un

padre. Su carrera empezó con arrastrarse en el patio del jardín de un bar local y

rogar por bebidas, o contando chistes para que se las dieran. Luego se las

arreglo para encerrarse en su local en las noches (escondiéndose en un armario)

y consiguiendo suficiente alcohol para él y sus amigos. Los dueños se cansaron

de ser robados y le dieron un puesto bajo la mesa.

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Luego siguieron unos cuantos años de romper las cosas sin ninguna razón y

ocasionar pequeños fuegos. Recordó cariñosamente el haber escrito la palabra

pendejo con una cuchilla en el coche de su maestro de escuela, para que el

mensaje siguiera allí después de unas cuantas semanas, después de haber

llovido y haberse oxidado. Decidió tratar el robo. Al principio, él robaba

pequeñas cosas, barras de caramelo, periódicos...

Luego siguió con pequeños electrodomésticos. Terminó finalmente después de

irrumpir en una tienda de comida para llevar y ser arrestado por robar un

pollo.

Después de eso, decidió darle un vuelco a su vida. Creo un pequeño

documental llamado ―Cómo solía robar y hacer otras cosas malas―. Lo envió

lejos a Goldsmiths, y ellos pensaron lo suficiente si aceptarlo o si quiera darle

una‖ oportunidad‖ por‖ su‖ ‘merito‖ artístico‖ especial’.‖ Y‖ ahora‖ él‖ estaba‖ aquí,‖

creando obras sobre café.

Dejó de hablar lo suficiente para darse cuenta que ella no estaba bebiendo de su

Guinness para nada.

―Toma‖―él‖dijo,‖agarrando‖el‖vaso‖y‖ terminando‖ lo‖que‖quedaba‖de‖un‖solo‖

sorbo.

―Pensé‖que‖dijiste‖que‖no‖bebías.

―Eso‖no‖es‖beber‖―dijo‖él‖con desdén—. Quiero decir beber.

―Oh.

―Escucha‖―dijo‖él‖acerc{ndose―.‖Cómo‖has‖pagado‖por‖todo‖el‖show,‖y‖te‖lo‖

agradezco por eso, debo decirte esto. Lo llevaré al Festival Fringe, en

Edimburgo. ¿Conoces el Fringe?

―No,‖realmente‖―dijo‖Ginny.

―Es‖ cómo‖ el‖ festival alternativo más grande del‖mundo‖―dijo‖ él―.‖Muchas‖

celebridades y show famosos se presentan. Me tomó demasiado lograr que la

escuela pagara para enviarnos allí, pero lo hice.

Ella asintió.

―Entonces‖―dijo‖él―,‖¿supongo‖que‖vendr{s‖al‖show‖de‖nuevo? Ella asintió de

nuevo.

―Tengo‖que‖empaquetar todo después del show de mañana e irnos en la noche

―dijo‖él―.‖Tal‖vez‖te‖gustaría‖unirte.

—No estoy segura de que hacer‖con‖el‖resto‖de‖los‖boletos<

Keith sonrió con seguridad.

—Ahora que has pagado por ellos, serán fáciles de descargar. No hay muchas

personas por aquí desde junio, pero la oficina internacional tomará todo, si es

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gratis. Y los estudiantes extranjeros todavía están por aquí usualmente,

paseando por ahí.

Él miró a sus manos. Ella estaba agarrando su vaso vació.

―Vamos‖―dijo‖él―.‖Te‖acompañaré‖hasta‖el‖metro.

Dejaron el humo del bar y se alejaron de la niebla. Keith la llevó por una ruta

diferente, una que ella nunca habría sido capaz de encontrar por sí sola, hacia

un circulo brillante con una barra de por medio que decía subterráneo.

―Entonces‖¿estar{s‖de‖vuelta‖mañana?‖―preguntó‖él.

―Sí‖―dijo‖ella―,‖mañana.

Ella pasó la máquina de tickets y entró por la puerta que chasqueaba,

descendiendo hacia la estación del metro de azulejos blancos. Cuando llegó a la

plataforma, vio que había una piña en los rieles de las vías. Una piña entera en

perfectas condiciones. Ginny se paró en el puro borde de la plataforma y la

miró.

Era difícil imaginar como una piña podría terminar en una situación como esta.

Ella sintió el ruido del viento que, ahora sabía, acompañaba la proximidad del

tren. En cualquier momento pasaría volando a través del túnel y por ese punto

también.

―Si‖la‖piña‖lo‖logra‖―se‖dijo‖a‖sí misma―,‖le‖gusto.

El ruidoso del tren apareció. Se alejó del borde, dejo que pasara y esperó a que

se alejara.

Miró hacia abajo. La piña no estaba rota, siquiera entera. Simplemente había

desaparecido.

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El no-tan-misterioso Benefactor

Traducido por Dham-Love Corregido por Pimienta

escubrimiento: Es posible desmontar una palmera falsa e introducirlo

en un coche. De hecho, era posible desarman todo un conjunto y

subirlo en un coche. Un coche pequeño. Un poco, Volkswagen blanco,

muy sucio. Así es como estaban, "descargando", Starbucks: El musical.

Te debes estar preguntando, ¿por qué Keith se está llevando estas? ―dijo Keith

mientras empujaba las hojas dentro del maletero―. Porque, él ni siquiera uso

esto en el show.

―Me estaba preguntando eso, ―dijo Ginny. (Ella se había estado preguntando

mucho mientras había estado arrastrando una de ellas por el corredor del

sótano, de hecho. Eran bastante pesadas.)

―Bien, lo hice durante‖un‖tiempo,‖―dijo Keith, mirando a la parte inferior del

coche‖y‖cómo‖se‖hundía‖bajo‖a‖la‖tierra‖en‖el‖marco‖del‖de‖peso―. Yo las escribí.

Pero tengo que asegurarme que nadie las dañe o las robe ya que la escuela pagó

por ellas. Quiero decir, por las palmeras falsas. Vamos. Estos conos naranjas del

tráfico cualquier día de la semana. Estas cosas son una recompensa.

Él miró al montón de disfraces que todavía estaba en la acera.

―Tú súbete y yo empaquetaré esta cosa a tu alrededor, dijo.

Ginny fue debidamente embutida (en el lado incorrecto), y Keith se subió a su

derecha. El coche no parecía muy bien desde afuera, pero aparentemente sus

interiores estaban en perfecto orden. Tan pronto como Keith pisó el acelerador,

el coche, rugió y se disparó a la esquina de la calle. Chilló un poco mientras

tomaba la esquina y se sumergió en el tráfico de la calle principal, a penas

evitando ser sacado del camino por un bus de dos pisos.

Ella podía decir que Keith era uno de esos chicos que amaba conducir, se movía

por los engranajes con gran intensidad y tana menudo como era humanamente

posible y zigzagueaba su camino a través de la congestión. Un taxi negro estaba

de repente a pocas pulgadas de ellos. Ginny estaba frente a frente con una

pareja sorprendida, que señalaba hacia ella llenos de miedo.

D

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―¿No estamos un poco cerca? ―ella dijo mientras Keith ponía el carro aún más

cerca del taxi en un intento de cambiar de carril.

―Él‖se‖mover{‖―dijo Keith ligeramente.

Ellos condujeron por parte de la calle Essex que Ginny conocía.

―Me quedo por aquí.

―¿En Islington? ¿Con quién?

―Un amigo de mi tía.

―Estoy‖sorprendido‖―le dijo―. Pensé que estabas en un gran hotel dado que

eres una heredera o algo así.

Keith giró en una secuencia sin fin de pequeñas y oscuras calles llenas de casas

y bloques de apartamentos anónimos, más allá de tiendas de pescado

fluorescentes. Anuncios y carteles estaban pegados por cada superficie,

anunciando álbumes de reggae y de música hindú. Ginny se encontró a sí

misma marcando automáticamente la ruta en su mente, haciendo un patrón de

señales, anuncios, bares, casas. No es que fuera a venir aquí de nuevo, por

supuesto. Es sólo hábito.

Finalmente se detuvieron en una calle sin luz con una gran fila de casas color

gris hueso. Él desvió el carro y parqueo en un ángulo de la cuneta. Había

muchos envoltorios en las aceras y botellas en los pequeños jardines. Unas

cuantas casas estaban desocupadas con claridad, con tablas en las ventanas y

señales pegadas en las puertas.

Keith se acercó y abrió su puerta, luego sacó todas las cosas que había

embutido. Abrió una de las puertas delantera de una de las casas y caminó

hacia una puerta rojo brillante con una ventana de plástico amarillo.

Descargaron las cajas embaladas y las bolsas una por una. Una vez dentro,

pasaron un cocina y fueron directo a un juego de escaleras, por el que Keith fue

sin siquiera prender la luz.

En la cima de las escaleras, había un fuerte olor a cigarrillo viejo. Muchos

objetos estaban sobre el rellano, una estantería de libros con una calavera en la

parte superior, un sombrero cubierto de zapatos, y una pila de ropa. Pateó esas

cosas a un lado y abrió la puerta que estaba frente a ellos.

―Mi cuarto, ―dijo Keith con una sonrisa.

La mayoría de la habitación era roja. La alfombra era roja. El sofá era rojo. Las

múltiples bolsas en el piso eran rojas y negras. Carteles de quien sabe cuántas

obras escolares cubrían las paredes, junto con afiches de animaciones Japonesas

y libros de cómics. Los muebles consistían en cajas de plástico de embalaje, con

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la tarjeta de vez en cuando para colocar a través de un estante o una mesa.

Libros y Dvd estaban apilados por todas partes.

―Es ella‖―dijo una voz.

Ella giró para quedar en frente con el chico al que ella había intentado darle un

boleto fuera de la uní, el que tenía las rastas y las gafas sin aros. Estaba

sonriendo adrede. Detrás de él había una chica rubia, delgada, que no lucía

muy feliz. Sus brazos se asomaban como dos lápices por sus hombros

estilizados y por su camisa negra de estilo destrozado. Sus ojos eran redondos y

de un color profundo, y tenía mala cara. Su cabello rubio claro parecía

demasiado procesado hasta el punto de ser como paja y visiblemente frágil. De

todas maneras este daño complementaba su manera salvaje y sofisticada de

amarrárselo en la parte superior de su cabeza.

Automáticamente, Ginny se miró a sí mismo, a sus pantalones verdes caqui tipo

cargo, las mismas zapatillas, su camiseta y su sudadera con capucha. La ropa de

turista era mucho más dolorosa que lo usual.

―Ella es Ginny,‖ ―dijo Keith—. Creo que ya conoces a David. David es mi

compañero de piso. Y ella es Fiona.

—Oh,‖―dijo Fiona—. ¿Estás trabajando en el show?

Era una pregunta lo suficientemente razonable, pero Ginny detectó un insulto

fundiéndose en alguna parte. Ella estaba extrañamente segura que cualquier

cosa que dijera iba a hacer que Fiona explotara de la risa. Su estómago se

anudo, y trató de pensar respuesta rápida. Después de casi veinte segundos de

pensar en la respuesta, salió con el cortante comentario. —No lo sé.

Fiona torció sus labios con una sonrisa pálida. Miró a Ginny de arriba hacia

abajo, sus ojos concentrándose en los pantalones tipo cargo y luego en un largo

y delgado corte que estaba sobre la rodilla de Ginny. (Accidente al empacar.

Tarde en la noche. Error de cálculo en las escaleras mientras alcanzaba unas

cosas de la cima del armario)

―Vamos a salir ―dijo David―.‖Nos vemos después.

―Han estado peleando,‖―dijo Keith cuando se fueron—. Hay un choque.

―¿Cómo lo sabes?

―Porque, ―dijo, volcando una caja de tazas de Starbucks en el suelo—. Eso es

lo que hacen. Pelean. Y pelean. Y pelean y pelean y pelean.

―¿Por qué?

―Bien, la versión corta me involucra usando una palabra hacia ella que los

Americanos tienden a considerar ofensiva. La versión larga es que David quiere

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dejar la universidad e ir a una escuela de culinaria. Ha sido aceptado, tiene una

beca y todo. Ese es su sueño. Pero Fiona quiere que él vaya a España con ella

―¿España?

―Ella va a trabajar como representante,‖ ―le dijo—. Como guía turística,

básicamente. Ella quiere que él vaya, incluso cuando él necesita estar aquí. Pero

él ira porque él hace todo lo que ella le dice. Solíamos ser buenos amigos, pero

ya no. Todo es sobre Fiona ahora.

Él sacudió su cabeza, y Ginny tuvo la sensación que esto no era sólo hablar, en

realidad el parecía estar molesto por eso. Pero ella todavía estaba cautivada por

el hecho que Fiona iba a trabajar en España. ¿Quiénes decidían que se iban a

trabajar a España? Ginny ni siquiera había podido conseguir un trabajo hasta el

verano pasado, y eso era sólo en el SnappyDrug de la calle. Un verano duro

almacenando repuestos para afeitar y preguntándoles a las personas si querían

suscribirse a la Tarjeta Snappy. Y allí estaba Fiona, que no podía ser mucho

mayor que ella, yéndose a la soleada España. Ginny trató de imaginarse la

conversación.‖Estoy‖tan‖cansada‖del‖centro‖comercial< Creo que iré a conseguir

trabajo en el Gap de Madrid.

La vida de todo el mundo era más interesante que la de ella.

―Ella es tan bonita, ―dijo Ginny.

No tenía porque había dicho esto. Era cierto, más o menos. Fiona era elegante.

(De acuerdo, lucía un poco como si hubiera sido levantada de la muerte,

huesuda, sorprendente cabello blanco, ropa destrozada, pero en una buena

manera, por supuesto.)

―Ella parece como un bastoncito de algodón,‖―dijo‖Keith‖ con‖desdén―.‖No

tiene nada de personalidad y un gusto horrible en música. Deberías escuchar la

porquería que pone cuando está aquí. Tú, cómo sea, tienes gusto.

El cambio de tema cogió a Ginny fuera de guardia.

―Entonces —él dijo―. ¿Qué hay sobre mi show que te hizo querer comprar

todos los boletos? ¿Era que me querías todo para ti?

Nada sorprendente, ella no pudo hablar. Esta no era sólo su reacción nerviosa

normal, era porque Keith se había casi arrodillado y estaba sobre su mesa de

café, con su rostro a tan solo menos de medio metro de la suya.

―Eso es,‖―él dijo―. ¿No es así? ¿Disfrutaste de la presentación?

Él estaba sonriendo ahora. Había alguna clase de desafío en sus ojos. Y por

alguna razón, el único impulso que Ginny tenía era de meter la mano en su

bolsillo, apretar el dinero en un fuerte puño, y lanzarlo sobre la mesa. Se

desvaneció solo, como un monstruo púrpura que recién había eclosionado.

Pequeñas fotos de la reina estaban por todas partes.

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―¿Qué‖es‖esto?‖―le pregunto.

―Es‖para‖tu‖show,‖―ella dijo—. O lo que sea. Otro show. Es para ti.

Se acomodó sobre sus talones y la miró.

―Sólo me est{s‖dando<‖―levantó el dinero, lo aplanó, y lo conto―. ¿Ciento

cuarenta libras?

―Oh<‖―Ella metió la mano a su bolsillo y saco otras dos monedas. Eso tenía

que ser ciento cuarenta y dos. Mientras alcanzaba la mesa para agregarlas a la

pila, se dio cuenta de que toda la atmósfera en la habitación había cambiado.

Cualquier conversación que fueran a tener ahora estaría cancelada. Su gesto

extraño y repentino había cortado con todo.

Tac. Tac. Ella agregó las dos monedas.

Un silencio le siguió.

―Probablemente deba regresar,‖―ella‖dijo‖tranquilamente―.‖Sé el camino.

Keith abrió la boca para hablar, luego se froto los labios con la parte de atrás de

su mano, como si estuviera alejando un comentario.

―Déjame‖llevarte‖―le dijo―. No creo que debas ir tu sola.

No hablaron en el camino. Keith encendió la radio muy fuerte. Tan pronto

como estuvo en la acera delante de la casa de Richard, se despidió y bajó del

auto tan rápido como pudo.

Su corazón iba a explotar dentro de su pecho e iba a aterrizar en la acera como

un pez pesado y desesperado. Seguiría latiendo tanto como pudiera, rebotando

por los envoltorios desechados y por las colillas de cigarrillo hasta que se

calmara. Luego ella iría, lo tomaría y lo reinstalaría. Ella vio toda la cosa

bastante claro. Mucho más claro que si pudiera imaginarse lo que le acababa de

pasar.

Porque<‖ ¿Por‖ qué‖ en‖ la‖mitad‖ de‖ lo‖ que‖ posiblemente‖ podría‖ ser‖ su‖ primer‖

momento‖rom{ntico<ella‖había‖decido‖que‖ la‖respuesta‖correcta‖era‖tirar‖una‖

manotada de dinero en la mesa? ¿Sudoroso y envuelto, con monedas? ¿Y luego

había decidido irse?

Miriam la iba a matar. O eso o ella se iba a arrastrar a casa por la estupidez

incurable y la falta de esperanza romántica y la dejaría allí por siempre. Y eso

estaba bien. Allí era a donde pertenecía. Ella podía vivir con los de su clase allí.

Miró a las ventanas de Richard. Las luces estaban apagadas. Se había acostado

temprano. Si hubiera estado despierto, tal vez hubiera hablado esto con él. Tal

vez él podría aconsejarla, explicarle la manera en la que podría deshacer lo que

acababa de hacer. Pero estaba dormido.

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Puso las llaves y lucho con la cerradura, y se permitió entrar. Fue a su

habitación y, sin prender ninguna de las luces, sacó el paquete de sobres del

frente de su maleta y sacó el que estaba encima. Lo sostuvo sobre el brillo de la

luz de la calle que entraba por la ventana. Esta siguiente carta estaba cubierta de

un dibujo a pluma y tinte de un castillo en una colina y la pequeña figura de

una niña en el camino.

—De acuerdo —dijo Ginny suavemente —Olvídalo. Sigamos. ¿Qué sigue?

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Carta #4

Querida Gin, Traducida por AndreaN

Corregida por Lorena

¿Alguna vez has visto una de esas películas de kung fu donde el estudiante viaja a un lugar remoto donde vive el Maestro?

Tal vez no. Yo sólo lo hice porque mi compañera de cuarto de segundo año estaba obsesionada con el kung fu. Pero entiendes la idea, Harry Potter va a Hogwarts, Luke Skywalker va a Yoda. De eso es de lo que estoy hablando. Los estudiantes se alejan para conseguir entrenarse. Yo misma lo hice. Después de unos pocos meses en Londres, decidí ir y conocer a mi ídolo, la pintora Mari Adams. Quise conocerla toda mi vida. Mi dormitorio en la universidad estaba cubierto de fotos de su trabajo. (Y fotos de ella. Ella es muy… distintiva.) No sé exactamente que me hizo hacerlo. Sabía que necesitaba ayuda con mi arte, y repentinamente me di cuenta de que ella no estaba tan lejos. Mari vive en Edimburgo, el cual es grande y escalofriante. El Castillo de Edimburgo tiene mil años de antigüedad o algo así y de golpe se ve alto en el medio de la ciudad en una gran roca llamada El Montículo. Toda la ciudad entera es ancestral y extraña, llena de retorcidos y pequeños callejones llamados wynds. Asesinos, fantasmas, intriga política… estas cosas impregnan Edimburgo. Así que me monte en un tren y fui hacia allí. Y ella me dejó pasar. Incluso me dejo quedarme durante unos cuantos días.

Quiero que tú la conozcas también.

Esa será toda la tarea. No necesito ser más específica. No necesitas preguntarle nada a ella. Mari es la Maestra, Gin, y ella sabrá lo que necesitas incluso si tú no lo sabes. Su kung fu es así de poderoso.

Confía en mí en esto. ¡La escuela está en sesión! Con amor,

Tu Tía Fugitiva

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12

La fuga

Traducido Por Emii_Gregori Corregido por Anelisse

lgunas personas creen que son guiadas por fuerzas, que el universo

corta los caminos a través del denso bosque de la vida, mostrándoles a

dónde ir. Ginny no creyó durante un segundo que el universo entero se

estuviera doblando a su voluntad. Lo que hizo, sin embargo, fue

entretenerse en pensar un poco más detenidamente, en la descabellada idea de

por qué la tía Peg había hecho esto. Ella había conocido lo desconocido. Estaba

enviando a Ginny al mismo lugar al que de todos modos tuvo que ir Keith para

resolver algunos detalles para su espectáculo.

Esto a veces ocurría con la tía Peg. Ella tenía un modo extraño de saber las

cosas, un misterioso sentido de la sincronización. Cuando Ginny era una niña,

la tía de Peg siempre había logrado llamar cuando la necesitaba: cuando había

tenido una pelea con sus padres, cuando ella había estado enferma, cuando

necesitaba consejos. Por lo tanto, no era un completo susto que ella de alguna

manera hubiera conspirado para que Ginny fuera a Edimburgo, ella había

sabido que, de alguna manera, estallaría con todo el asunto del dinero y le daría

una segunda oportunidad.

¿Pero realmente esto significaba algo? Claro, en un sentido puramente

hipotético, ella aún podría preguntarle si él quería ir con ella. Si ella fuera

alguien que no fuera ella misma, pero lo era. Miriam lo haría. Mucha gente lo

haría. Ella no lo haría. Ella lo quería, más que nada, pero no lo haría.

Para empezar, la tarea del misterioso benefactor, se hizo. Ella no tenía ninguna

excusa posible para ver a Keith. Además, ya había hecho cosas raras con el

dinero.‖ Y‖ aparte‖ de‖ eso<.‖ ¿cómo‖ invitar‖ a‖ alguien a ir a otro país contigo?

(Aunque en realidad, no era gran parte de otro país. Sonaba como ir a Canadá.

No era la gran cosa. No era como David y Fiona y todo el asunto de España.)

Ella pasó todo el día en casa, discutiendo el tema con ella misma. En primer

lugar, miró la televisión. La televisión británica parecía consistir sobre todo en

el cambio de imagen. Cambios en el jardín. Cambios de Moda. Cambios en la

casa. Todo lo relacionado con el cambio. Parecía una pista. Cambiar algo. Hacer

un movimiento.

A

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Apagó la televisión y miró alrededor de la sala de estar.

Ella limpiaría, eso es lo que haría. Limpiar a menudo la relajaba. Fregó los

platos,‖ cepilló‖ las‖ migajas‖ de‖ la‖ mesa‖ y‖ sillas,‖ dobló‖ la‖ ropa<‖ nada‖ podría‖

hacerla pensar. Pasó una buena media hora examinando la extraña máquina

con un cristal pequeño como ventana y el dial alfabético que estaba en el

mostrador de la cocina. Al principio, parecía un horno muy extraño. Le llevó un

tiempo darse cuenta de que era una lavadora.

A las cinco de la tarde, la sensación no la dejaba. Fue entonces cuando Richard

llamó para decir que llegaría tarde a casa. No podía más, estar sentada.

Ella podía caminar. Caminar sólo para probarse a sí misma que había

aprendido el camino. No estaba lejos. Caminaría hasta allí, miraría la casa, y

luego regresaría. Entonces, por lo menos podría decirse a sí misma que había

ido. Era patético, pero era mejor que nada.

Escribió una nota rápida a Richard y salió. Con mucho cuidado, repasó el

camino lo mejor que pudo. Los vendedores de periódicos<‖los‖conos‖de‖color‖

amarillo‖en‖el‖medio‖del‖ camino<‖las‖ líneas‖en‖zigzag‖de‖ la‖ calle<‖todo‖ eso,

estaba allí, en algún lugar de su cabeza. Pero de pronto, todas las casas parecían

iguales. Todos ellas se parecían a la casa de Keith.

Giró en una esquina y consiguió la señal que necesitaba, es decir, David. Él

estaba en la acera, con su móvil contra su cabeza. Se paseaba de un lado a otro

delante‖de‖la‖puerta‖y‖no‖parecía‖muy‖feliz.‖Él‖sólo‖decía<‖no<‖y<‖bien<‖una‖

y otra vez en una forma que parecía muy siniestra.

Ginny estaba cerca de la casa cuando se dio cuenta de que era él. Pensó en

detenerse lejos y esperar a que volviera dentro, pero él la había visto acercarse.

Ella simplemente no podía salir corriendo. Sería raro. Sólo podía seguir

caminando, despacio, con cautela, hacia él. Cuando Ginny llegó a la puerta, él

estaba en silencio. Luego colgó con un gesto de enojo, sentándose en la pared

frente al jardín bajo y colocando su cabeza entre las manos.

―¿Hola?‖―dijo‖ella.

―Eso‖ es‖ todo.‖―Él‖ negó‖ con‖ la‖ cabeza―.‖Yo‖ no‖ voy.‖ Le‖ dije.‖ Le‖ dije‖ que‖ no‖

quiero ir a España.

―Oh,‖―dijo‖Ginny―.‖Bueno.‖Bien,‖por‖ti.

―Sí‖―dijo,‖ asintiendo‖ fuertemente‖ con‖ la‖ cabeza―.‖ Est{‖ bien.‖ Quiero‖ decir,‖

tengo que comenzar mi vida aquí, ¿no?

―Tienes‖razón.

David asintió con la cabeza una vez más, luego rompió en sollozos. No era más

que un murmullo, y Ginny vio las persianas torcidas negras en la ventana de

Keith meciéndose hacia adelante y hacia atrás. Un momento después, bajó a la

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acera con ellos. Keith miró a Ginny. Podía ver su confusión por las dos cosas

frente a él, el hecho de que ella estuviera allí y que su compañero de cuarto

estuviera deshaciéndose en lágrimas delante de su propia casa. Por un segundo,

en realidad se sintió culpable, hasta que recordó que esta no era su culpa.

―De‖acuerdo‖―dijo‖Keith,‖caminando‖hacia‖su‖coche‖y‖abriendo‖la‖puerta‖de‖

pasajeros―.‖Entra.‖Vamos.

Ginny no estaba segura de a quién estaba hablando. Ni tampoco David.

Se miraron unos a otros.

―Vosotros‖dos,‖―dijo‖Keith―.‖Es‖hora‖de‖ir‖a‖Brick‖Lane.

Unos minutos más tarde, ella formó parte de este pequeño grupo, a toda

velocidad hacia lo más al Este de Londres, donde las casas tenían un poco más

de grises y las señales escritas en las curvas, en una lengua totalmente

desconocida. Los restaurantes indios alineados a ambos lados de la calle, y aun

el aire estaba impregnado con los olores fuertes de las especias, y todos

parecían estar abiertos, incluso a medianoche. Las luces de colores estaban

colgadas de un edificio a otro, y los vendedores ambulantes estaban en las

puertas, ofreciendo cerveza gratis o bocadillos para el que quisiera entrar.

Keith, sin embargo, sabía exactamente a dónde iba y los guió a un pequeño

restaurante, muy poco aseado, donde no parecía haber cuatro camareros para

cada cliente.

Ginny no tenía hambre, pero sentía la necesidad de participar. No tenía idea de

qué pedir, sin embargo.

―Creo‖que‖voy‖a‖pedir‖lo‖que‖pid{is,‖―dijo‖a‖Keith.

―Si‖pidieras‖lo‖que‖nosotros,‖morirías,‖―dijo‖Keith―.‖Prueba‖el‖curry‖suave.

Ella decidió no desafiarlo en eso.

Keith ordenó una lista completa de los alimentos, y pronto la mesa estaba

cubierta de cestas de pan lleno de grandes cosas planas que llamaron

papadams9. Había una selección de salsas picantes de colores vivos con grandes

trozos de pimiento picante flotando sobre ellos, y cervezas. Tan pronto como

vio la sabrosa mezcla, Ginny lo entendió. Keith estaba dándole a David una

comida tragedia. Ella hizo lo mismo con Miriam cuando rompió con Paul el

verano pasado, salvo que su versión implicó dos litros de Breyers10, una caja de

pasteles de bocaditos de Debbie, y un paquete de seis refrescos de frambuesa

azul. Los chicos nunca estarían satisfechos con ese tipo de comodidades. Si van

9 El papadam es un pan plano y delgado (en forma de tortilla u oblea) muy típico de la cocina del

subcontinente indio.

10 Breyers es una marca de postres congelados y helados.

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a tener una comida tragedia, tenían que asegurarse de que hubiera un

componente doloroso, un componente masculino.

Keith estaba hablando a mil por hora. Empezó contando una historia sobre

cómo él y su, compañero Iggy, les gustaba aparecer en casas de las chicas con

sus pantalones en llamas. (Un truco, explicó detalladamente, rociar los

pantalones con un aerosol, como Lysol, luego, encender el humo, que luego

crea nubes de fuego sólo en la superficie de los pantalones, que podrían ser

sacados, siempre y cuando caía al suelo en el momento oportuno, que

generalmente hacían).

El curry salió, y el vapor saliendo del plato de Keith y de David causaba a los

ojos de Ginny lloraran y picaran. David ensimismado y escuchando hablar a

Keith como si estuviera sordo, si cambiar la expresión. Su teléfono sonó. Miró el

número y abrió los ojos.

―No,‖―dijo‖Keith‖y‖señalando‖el‖móvil‖de‖David‖con‖el‖tenedor‖manchado‖de‖

curry.

David lo miró dolido.

―Tengo‖que<,‖―dijo,‖levant{ndose―.‖Vuelvo‖enseguida.

―Por‖ lo‖ tanto,‖―dijo‖Keith‖ cuando‖David‖ se‖ había‖ ido―.‖Vamos‖ a‖ revisarlo.‖

Anoche misteriosamente me das ciento cuarenta y dos libras y luego sales

corriendo. Y esta noche apareces frente a mi casa mientras mi compañero de

piso sufre un colapso emocional. Me preguntaba que significaba.

Antes de que pudiera responder, el camarero se abalanzó con la oportunidad de

cepillar algunas migajas de la silla de David. Había estado dando vueltas a la

mesa como un buitre, esperando a que comieran la última miga del papadam

para poder llevase la cesta. Miró la última pieza tristemente, como si fuera la

barrera entre él y la felicidad eterna. Ginny la tomó y se la metió en la boca. El

hombre miró aliviado y tomó la canasta, pero inmediatamente volvió a mirar

con tristeza hacia los vasos de agua. Y luego, David regresó y se dejó caer

pesadamente en su silla. El camarero de inmediato se abalanzó sobre él,

ofreciéndole otra cerveza. Él asintió con cansancio. Keith volvió la mirada de

Ginny a David.

―¿Y‖bien?

―Sólo‖algunas‖cosas‖que‖ella‖quiere‖de‖vuelta,‖―dijo.

No se dijo nada hasta que el camarero volvió un momento después con otra

botella enorme de cerveza. David se inclinó hacia atrás y resopló con varios

movimientos tragando, bebiendo de un tercio de ella de una vez.

La llamada telefónica y la cerveza aflojaron a David. Él solía ser amable, pero

ahora estaba transformando en otra persona. Se lanzó a una lista de todas las

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cosas que él había despreciado sobre Fiona y que se había dado cuenta, pero al

parecer había mantenido en su interior.

Y, por supuesto, habría otra cerveza.

Al principio, esto parecía un buen psicoanálisis. David parecía estar volviendo a

la realidad. Pero luego empezó a mirar de reojo a una mujer en la otra mesa que

claramente le molesto de que estuviera hablando en voz muy alta. Masticando

su curry ruidosamente haciéndolo cada vez más y más fuerte.

―Est{‖agotado,‖―dijo‖Keith―.‖Es‖hora‖irnos.

Keith le preguntó al camarero, siempre-disponible por la cuenta y arrojó

algunos billetes arrugados. Parecían ser los mismos que le acababa de dar la

noche anterior. Ella casi podía reconocer su propia marca de agarre.

―Voy‖a‖buscar‖el‖coche,‖―dijo―.‖Quédate‖aquí‖con‖él,‖¿de‖acuerdo?

David miró a su alrededor y, al ver que Keith se había ido, se levantó y se

tambaleó hacia la puerta. Ginny le siguió. David estaba esperando en la acera,

mirando por la calle como si estuviera perdido.

Ginny colgaba nerviosamente a la puerta.

―La‖gente‖no‖cambia,‖―dijo‖él―.‖Solamente‖tienes‖que‖tomarnos‖como‖somos.

¿Sabes lo que quiero decir?

―Supongo,‖―dijo‖Ginny‖con‖incertidumbre.

―¿Podrías‖ ir‖ y‖ conseguirme‖ un‖ helado?,‖ ―Preguntó‖ él,‖ asintiendo‖ con‖ la‖

cabeza‖ en‖ una‖ tienda‖ al‖ lado‖ de‖ ellos‖ con‖ una‖ pantalla‖ grande‖ de‖ helado―.‖

Quiero un helado.

Levantarse había causado que David perdiera una gran cantidad de energía.

Además, el helado en un momento como este era algo que podía entender.

Entré en la tienda, elegí un rico chocolate, y busqué los cubiertos en el bar.

Cuando volvió fuera, sin embargo, él se había desaparecido.

Ella se quedó allí de pie, sosteniendo el helado derritiéndose rápidamente,

cuando Keith se detuvo.

―¿Se‖dio‖a‖la‖fuga?,‖―le‖preguntó.

Ginny asintió con la cabeza.

―Conduciré‖ por‖ este‖ camino,‖―dijo―.‖ Tú‖ comprueba‖ el‖ lado‖ contrario.‖Nos‖

veremos de nuevo aquí.

Había un increíble número de personas en Brick Lane aquella noche, sobre todo

grupos de chicos en traje. Ella vio a David algunos almacenes arriba, mirando el

menú de otro restaurante. Cuando vio a Ginny, comenzó a correr de nuevo, y

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Ginny no tuvo más remedio que ir derecha detrás de él. El exceso de alcohol al

parecer sacó el duende malo ante David. Cada vez que Ginny se quedaba atrás,

se detenía y él se quedaba allí, sonriendo. Y cuando ella estaba lo

suficientemente cerca para ver su sonrisa, comenzaba a correr de nuevo.

Para su alivio, el coche de Keith estaba a la vuelta de la esquina. Keith estaba

casi sobre él cuando David se volvió y corrió hacia el otro lado, hacia Ginny. No

había manera de que Keith diera vuelta, así que tuvo que seguir adelante. Esto

hacia que Ginny fuera detrás de él.

David la llevó por todo el área, a través de calles residenciales, a través de calles

con saris cerrados y tiendas de tela. Fueron más y más en las calles menos

acogedoras. Ella estaba respirando con fuerza, y el curry estaba matando a su

estómago, pero se quedó con él. Después de unos diez minutos, aceptó el hecho

de que David no iba a abandonar el juego. Ella iba a tener que jugar sucio. Dejó

escapar un grito, y luego se desplomó en la acera, agarrándose la pierna. David

se volvió de nuevo, pero esta vez, incluso en su nube, sabía que algo andaba

mal. Dudó, pero al ver que Ginny no iba más lejos, se quedó donde estaba.

Ni siquiera vio a Keith correr detrás de él y frente a él. Presionando a David a la

acera y se sentó sobre su espalda.

―Muy‖bonito‖con‖la‖pierna,‖―dijo‖Keith,‖intentando‖respirar.

―Cor<‖¿Quien‖sabía‖que‖él‖podía‖correr?

En unos momentos antes de ser agarrado, David volvió a un estado pasivo, casi

inconsciente. Keith le acercó y lo acompañó hasta el coche. Ginny trepó en el

asiento trasero, para que David pudiera colocarse con sumo cuidado en la parte

delantera.

―Él‖va‖a‖tocar‖la‖bocina‖en‖mi‖coche,‖―dijo‖tristemente‖Keith,‖apart{ndose―.‖‖

Y la acabo de limpiar.

Ginny miró a la colección de bolsas y la basura a su alrededor en el pequeño

asiento trasero.

―¿En‖serio?

―Bueno,‖pon‖todas‖esas‖cosas‖all{.

Ginny levantó la mano y deslizó a David rápidamente en posición vertical.

―Me‖lo‖estoy‖llevando‖a‖mi‖casa.‖¡Que‖se‖duerma‖allí!‖Voy‖a‖mantener‖un‖ojo‖

sobre él. Te llevaré a casa.

David llegó a la acera enfrente de la casa de Richard antes que la predicción de

Keith sucediera. Tan pronto como se detuvo, abrió la puerta y desató lo peor.

Cuando se recuperó, Keith y Ginny se pasearon por la calle un par de veces

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mientras que duraba el hechizo, entonces lo trajo de vuelta y se apoyó en él

contra la puerta.

―Él‖va‖a‖estar‖bien,‖―dijo‖Keith,‖asintiendo‖con‖la‖cabeza―.‖Él‖necesitaba‖eso.‖

Limpiar su cabeza.

David se deslizo lentamente bajo la puerta. Keith le agarró del brazo y le apoyó

de nuevo.

―Es‖mejor‖ irnos,‖―dijo―.‖ Eso‖ fue‖ bueno,‖ lo‖ que‖ hiciste‖ con‖ tu‖ pierna. Muy

bueno. Demasiado rápido. No estás totalmente loca.

―Um<

―¿Sí?

―Al‖principio.

―¿Sí?

―Yo‖ iba‖ a‖ venir‖ a‖ preguntarte‖ si‖ querías‖ ir‖ a‖ Escocia‖ conmigo,‖ ―dijo‖ ella‖

r{pidamente―.‖Tengo‖que‖ir‖a‖Edimburgo,‖y‖como‖has‖dicho<

―¿Para‖qué‖vas‖allí?

―Yo‖sólo‖se< que voy.

―¿Cu{ndo?

―¿Mañana?

David se lanzó hacia adelante y cayó contra el capó del coche de Keith. Keith se

acercó. Parecía que iba a sacar a David, pero en el último momento, se volvió,

tomó la cara de Ginny en sus manos y la besó. No fue una oferta, lentamente,

"tus labios son como delicados pétalos de flores", la besó. Más como un beso

de<‖agradecimiento<.‖O‖incluso‖un‖beso‖de...‖¡buen‖partido!...

―Podría‖ir‖también,‖―dijo‖él―.‖El‖espect{culo‖no‖es‖hasta‖las‖diez‖de‖mañana‖

en la noche. La estación de Kings Cross. Mañana por la mañana. A las ocho y

media. Delante del Tren Virgen.

Antes de que pudiera reaccionar, Keith ya había agarrado a David y lo había

llevado al coche, le dio un saludo rápido antes de irse. Ginny se quedó allí

durante varios minutos, incapaz de moverse. Puso sus dedos ligeramente sobre

la boca, como para mantener la sensación allí.

Ella no se dio cuenta de inmediato que un pequeño animal había salido de

detrás de un coche cercano y poco a poco fue haciendo su camino hacia el bote

de basura que estaba de pie cerca. Ojeo algunos archivos viejos en su mente,

tratando de llegar a lo que esto podría ser, y después de unos segundos, decidió

que, puesto que parecía imposible: era un zorro. Ella sólo había visto zorros en

las ilustraciones en un libro de cuentos de hadas tranquilos. Esto se parecía a

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esas fotos: tenía un hocico largo, una nariz pequeña, de piel roja, y un paso

tímido, como el ladrón. Se paso más cerca de ella, inclinando la cabeza con

curiosidad, como si le preguntara si tenía planes de pasar por aquel cubo de

basura primero.

―No‖―dijo‖en‖voz‖alta,‖e‖inmediatamente‖se‖preguntó‖por‖qué‖estaba‖hablando‖

con lo que probablemente era un zorro, un zorro que podría muy bien ser

rabioso y preparándose para saltar sobre su garganta. De una manera extraña,

no tenía miedo.

El zorro pareció entender su respuesta y saltó con gracia hasta el borde de la

basura y se dejó caer en su interior. El contenedor de plástico grande se sacudió

mientras exploraba su contenido. Ginny se sintió llena de un amor extraño,

aumentando el afecto por el zorro. Había visto su beso. No tenía miedo de ella.

Iba de caza. Tenía hambre.

―Espero‖que‖encuentres‖algo‖bueno,‖―dijo‖en‖voz‖baja,‖luego‖volvió‖a‖entrar.

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El Maestro y el Peluquero

Traducido por Selune Corregido por por Anelisse

l viaje a Escocia tomó cuatro horas y media, la mayoría de las cuales Keith

las pasó completamente dormido con la cabeza contra la ventana, un libro

de historietas ("es un gráfico mensual") agarrado en las garras de sus

guantes de cuero sin dedos. Se despertó con un resoplido y tiró de la cabeza

justo cuando el tren estaba entrando en Edimburgo.

―¿Estación‖Waverly?‖―preguntó,‖parpadeando‖lentamente―.‖Así‖es.‖Salimos,‖

o vamos a terminar en Aberdeen.

Salieron de la estación (que parecía más o menos como la estación que acababan

de dejar) y se acercaron a un largo vuelo de pasos a nivel de la calle. Estaban en

una calle llena de grandes almacenes. Pero a diferencia de Londres, que se

sentía bajo, compacto y mullido, Edimburgo se sentía amplio y abierto. El cielo

se extendía ancho y azul por encima de ellos, y cuando Ginny se dio vuelta, vio

que la ciudad parecía estar en un centenar de diferentes niveles. Se recogían y

sumergían. Más a la derecha, sentado en lo alto de un gran pedazo de roca que

sobresalía como un pedestal, estaba un castillo.

Keith respiró hondo y se golpeó en el pecho.

―Muy‖bien,‖―dijo―.‖¿Quién‖es‖ese‖al‖que‖tienes‖que‖ir‖a‖ver?

―Un‖amigo‖de‖mi‖tía.‖Una‖pintora.‖Tengo‖un‖mapa‖de‖su‖casa...

―Vamos‖a‖echar‖un‖vistazo.

Sacó la carta de las manos de Ginny antes de que pudiera decir una palabra.

―¿Mari‖Adams?,‖―le‖preguntó―.‖Conozco este nombre.

―Se‖ supone‖ que‖ es‖ una‖ especie‖ de‖ famosa,‖ ―dijo‖ Ginny,‖ casi‖ como‖ una‖

disculpa.

―Oh.‖―Él‖estudió‖las‖instrucciones‖un‖poco‖m{s‖y‖frunció‖el‖ceño.

―Ella‖vive‖en‖Leith,‖en‖el‖otro‖lado‖de‖la‖ciudad.‖Correcto.‖Nunca‖encontrar{s‖

esto. Será mejor que vayamos de la mano. Permíteme que pase por la oficina de

Frije, y luego nos iremos.

E

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—No tienes que hacerlo...

—Te lo estoy diciendo, te perderás. Y no puedo hacer eso. Vamos.

Estaba en lo cierto. No había manera de que ella pudiera haber encontrado el

camino a casa de Mari por su cuenta. Keith apenas podía elaborar el mapa de

autobuses para llegar a su rincón de la ciudad, y tomó dos de ellos para

desentrañar la ubicación exacta de su casa. Ella vivía a lo largo de un gran lago

que Keith identificó como algo que se llama el Firth of Forth11.

Desde que fueron tan lejos de donde comenzaron, Keith no podía dar la vuelta

y regresar, por lo que se encargó de venir derecho con Ginny hasta la puerta de

Mari. Un intrincado dibujo estaba pintando todo el marco de la puerta,

salamandras doradas, un zorro, aves, flores. El llamador de la puerta era una

gigante cabeza de una mujer, con un gran aro en la nariz. Ginny golpeó una vez

y luego se retiró unos pocos pasos.

Un momento después, una chica abrió la puerta. Vestía una túnica de mezclilla

de color rojo, con piezas magnéticas del alfabeto cosidas con gruesas,

destacadas puntadas. Además, no llevaba camisa, había cortado los monos

solamente tan altos como podían ir. Su ceñudo rostro estaba coronado por una

cabeza de pelo que había sido blanqueada con un blanco crudo. Estaba corto y

dentado en la parte superior y largo y trenzado en la parte posterior, un

terrorífico cruce de salmonete.

―¿Sí?‖―dijo‖ella.

―Um...‖hola.

―Sí.

Iba bien hasta ahora.

―Mi‖ tía‖ se‖ hospedó‖ aquí,‖ ―dijo‖ Ginny,‖ tratando‖ de‖ no‖ mirar‖ a‖ cualquier‖

aspecto‖de‖la‖apariencia‖de‖la‖chica‖durante‖demasiado‖tiempo―.‖¿Su‖nombre‖

era Peg? ¿Margaret? ¿Margaret Bannister?

Una mirada que no respondía. Ginny se dio cuenta de que las cejas de la

muchacha eran casi tan marrón chocolate profundo como las suyas.

―Supuestamente‖ tenía‖ que‖ venir‖ aquí,‖ ―dijo‖ Ginny,‖ agitando‖ el‖ sobre‖ azul‖

como si se tratara de un visado que le permitiera su acceso a las casas de

extraños. Una ráfaga de aire veraniega llegó y rompió el fino papel, casi de

arrancándolo de la mano de Ginny.

―Sí,‖est{‖bien.‖―La‖chica‖tenía‖un‖fuerte‖acento‖escocés―.‖Espera.

11 Es un fiordo o estuario, en inglés, Firth of Forth y en gaélico escocés, Abhainn Dhubh, que significa «río

negro») es el estuario, o fiordo, del río escocés Forth. En este lugar, el mencionado río desemboca en el mar

del Norte.

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Ella cerró la puerta en sus narices.

―Simpatica,‖―dijo‖Keith―.‖Hay‖que‖concederle‖eso.

―¿Cállate? —Ginny se oyó decir a sí misma.

―Peleona.

―Estoy‖nerviosa.

―No‖ puedo‖ ver‖ por‖ qué,‖ ―dijo‖ inocentemente,‖ examinando‖ los‖ dibujos‖

alrededor‖de‖la‖puerta―.‖Parece‖perfectamente‖normal.

Cinco minutos más tarde, la puerta se abrió de nuevo.

―Mari‖est{‖trabajando,‖―dijo―.‖Pero‖ella‖dice‖que‖entréis

La muchacha dejó la puerta abierta colgando, que ellos tomaron como una señal

de que se suponía que debían seguir.

Estaban en una casa muy vieja, sin duda. Había grandes chimeneas en cada una

de las habitaciones con montoncitos de ceniza asentados bajo las rejas. Allí

estaba la pista persistente de madera quemada en el aire, a pesar de que Ginny

sospechaba que las cenizas tenían semanas de antigüedad. Los suelos estaban

todos desnudos, con una peluda alfombra blanca de vez en cuando lanzada

aquí y allá, sin lógica aparente. Cada habitación estaba pintada de forma

diferente: polvo de color azul en una habitación, marrón en el verde al lado,

brillante cebolla de primavera en la sala. Los marcos de las ventanas y bordes

alrededor del suelo eran amarillo yema de huevo. La única pieza de mobiliario

en las primeras salas era una mesa enorme de madera de cerezo adornada con

una tapa de mármol y un espejo grande. Estaba cubierta de pequeños juguetes:

castañeteo de dientes, tapas, coches pequeños, un títere monja boxeo, y una

cuerda de Godzilla.

Pero en todas partes, en todas, había pinturas. Montones de pinturas, sobre

todo, de mujeres. Mujeres con largar cabelleras con todo tipo de cosas saliendo

de ellas, mujeres haciendo malabares con estrellas. Mujeres flotando, mujeres

escondiéndose a través de bosques negros, mujeres rodeadas por el tenue

resplandor del brillante oro. Pinturas tan grandes que cada pared sólo podía

alojar una o dos.

La chica continuó llevándolos atrás, a continuación, hasta tres pisos a lo largo

de una destartalada escalera de madera que estaba llena de aún más pinturas.

En la parte superior, llegamos a una puerta que había sido pintada de un color

oro brillante.

―Aquí,‖―dijo‖la‖muchacha,‖girando‖y‖regresando‖abajo.

Ginny y Keith se quedaron en la gran puerta dorada.

―¿A‖quién‖estamos‖visitando‖esta‖vez?‖―Preguntó―.‖¿A‖Dios?

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Como respuesta, la puerta se abrió.

Ginny no se imaginó que la muchacha en la puerta podría haber perdido el

"Premio al inusual e imponente aspecto" rápidamente, pero Mari la batía por

una milla. Tenía que estar alrededor de los sesenta años, por lo menos. Ginny lo

veía en su rostro. Tenía una enorme larga corona, poniendo de relieve los

mechones sueltos de color naranja entre el pelo negro azabache. Llevaba ropa

que le estaba un poco demasiado pequeña y apretada sobre su cuerpo

regordete, una camisa de rayas verticales de cuello a la barca y jeans con un

cinturón negro cubierto de pesadas tachuelas. Se adhería a su vientre de forma

poco halagadora, pero de alguna manera lo llevaba. Sus ojos estaban rodeados

por completo por círculos pesados de eye-liner negro. Donde estaba lo que

parecían tres pecas idénticas a lo largo de cada uno de sus pómulos, justo

debajo de sus ojos. Cuando Ginny entró en la habitación, podía ver que eran

pequeños tatuajes de estrellas azules. Llevaba sandalias planas doradas, y

Ginny pudo ver que también había tatuajes en sus pies, las palabras impresas

en pequeños garabatos púrpuras. Cuando llegó a sujetar a Ginny por la cara y

darle un beso en cada mejilla, Ginny vio mensajes similares en sus manos.

―¿Tú‖eres‖la‖sobrina‖de‖Peg?‖―preguntó‖Mari,‖rompiendo‖el‖abrazo.

Ginny asintió con la cabeza.

―¿Y‖tú‖eres?‖―Esto‖era‖con‖Keith.

―Su‖peluquero,‖―dijo―.‖Ella‖no‖va‖a‖ninguna‖parte‖sin‖mí.

Mari le dio unas palmaditas en la mejilla y sonrió.

Caminó hacia la soleada mesa de trabajo y presentó un gran cubo de barras de

chocolatinas. Ginny negó con la cabeza, pero Keith cogió un pequeño puñado.

―Voy‖a‖buscar‖a‖Chloe‖para‖que‖nos‖traiga‖un‖poco‖de‖té,‖―dijo.

Unos minutos más tarde, Chloe (tal vez el ultimo apellido en el mundo que

Ginny hubiera adjuntado a chica con el peto rojo, ella era más bien una madeja)

se acercó con una bandeja de cerámica con una tetera marrón, un plato de

azúcar, y una jarra pequeña de crema. La bandeja estaba llena también con más

barras de chocolatinas. Cuando Mari alcanzó por estos, se dio cuenta de la

persistente mirada de Keith en las palabras impresas en sus manos.

―Estos‖son‖los‖nombres‖de‖mis‖perros,‖los‖que‖han‖muerto,‖―dijo‖Mari―.‖He‖

dedicado mis manos a ellos. Los nombres de mis zorros están en mis pies.

En lugar de la lógica, ¿Tuvo zorros? ¿Y puso sus nombres en los pies? Ginny se

arregló‖para‖decir:‖―Creo‖que‖vi un zorro. Ayer por la noche. En Londres.

―Probablemente‖lo‖hiciste‖—dijo Mari—. Londres está lleno de zorros. Es una

ciudad mágica. Tenía tres zorros de mascotas. Cuando vivía en Francia, tenía

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una jaula construida en el jardín. Me encerré allí con ellos durante días y los

pintaba. Los zorros son compañeros maravillosos.

Keith parecía que estaba a punto de decir algo, pero Ginny plantó su pie

firmemente en la punta de sus zapatos y presionó.

―Es‖bueno‖estar‖en‖una‖jaula,‖―prosiguió‖Mari―.‖Te‖mantiene‖enfocado. Os lo

recomiendo.

Ginny apretó los pies en el suelo duramente. Keith apretó los labios con fuerza

y volvió a mirar a las pinturas en la pared justo al lado de él. Mari vertió el té y

cargó la taza con el azúcar, removiendo con fuerza.

―Siento‖mucho lo‖ de‖ tu‖ tía,‖―dijo‖ finalmente―.‖ Fue‖ una‖ noticia‖ tan‖ terrible‖

saber que murió. Pero ella estaba tan mal...

Keith se volvió de una pintura de una mujer transformándose en una lata de

frijoles y levantó una ceja en dirección a Ginny.

―Ella‖mencionó‖que‖podrías venir. Estoy feliz de que lo hayas hecho. Fue una

pintora muy buena, ya sabes. Muy buena.

―Me‖dejó‖unas‖cartas‖―dijo‖Ginny,‖evitando‖ la‖mirada‖de‖Keith―.‖Me‖pidió‖

que viniera aquí a verte.

―Ella‖mencionó‖que‖tenía‖una‖sobrina.‖―Mari‖asintió‖a‖sabiendas―.‖Se‖sentía‖

tan mal por dejarte atrás.

La ceja de Keith subió más alto.

―He‖vivido‖ sin‖hogar‖durante‖mucho‖ tiempo,‖―prosiguió―.‖Yo‖vivía‖ en‖ las‖

calles de París. No tenía dinero. Sólo mis pinturas en un bolso, un vestido de

repuesto, y un gran abrigo de peluche que llevaba todo el año. Yo solía pasar

corriendo los últimos cafés al aire libre y robaba comida de los platos de la

gente. Me sentaba debajo de los puentes en el verano y pintaba durante un día

entero expresamente. Yo estaba loca entonces, pero era algo que tenía que

hacer.

Ginny sintió que se le secaba la garganta y tuvo la incómoda sensación de que

tanto Keith como Mari la observaban de cerca. No ayudó que estaba sentada en

un lugar en que la luz solar entraba por la antigua ventana de múltiples paneles

por encima de la mesa de trabajo de Mari. Mari empujó pensativamente una de

sus pequeñas envolturas de chocolate en la mesa con el dedo.

―Vamos,‖―dijo‖ella―.‖Te‖voy‖a‖mostrar‖algo.‖A‖ambos.

En la parte posterior de la sala, en lo que parecía un armario, había el tramo

más estrecho de escaleras que Ginny se hubiese encontrado nunca. Estaban

hechas de piedra y ajustadas en espiral. El cuerpo de Mari podía pasar

apretadamente. Desembocaron en un ático, que tenía un techo bajo y curvo

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pintado con un brillante rosa de algodón de azúcar. La habitación olía a pan

quemado y varios siglos de polvo, y estaba llena de estantes cargados de

enormes libros de arte, con los títulos en el lomo en todos los idiomas que

Ginny podía reconocer y mucho más que no podía.

Mari bajó un libro especial de gran tamaño que tenía una gruesa capa de polvo

en la parte superior y golpeó en una de las mesas para abrirlo. Pasó a través de

las páginas por un momento hasta que llegó a la impresión que ella quería. Era

una muy antigua, la imagen de un color intenso de un hombre y una mujer con

las manos. Era una imagen muy precisa, casi tan clara como una fotografía.

―Esto‖ es‖ por‖ Jan‖ van‖ Eyck,‖ ―dijo‖ ella,‖ hurgando‖ en‖ la‖ imagen―.‖ Es‖ una‖

pintura de un compromiso. Es una escena común, hay zapatos en el suelo, un

perro. Él está grabando el evento. Sólo dos personas comprometiéndose. Nadie

había puesto nunca tanto esfuerzo para grabar la gente común antes.

Ginny se dio cuenta de que Keith no había tratado de hacer un comentario

durante un tiempo. Él estaba mirando fijamente la imagen.

―Aquí,‖―dijo‖Mari,‖señalando‖con‖una‖larga‖uña‖verde‖esmeralda‖en‖el‖centro‖

de‖la‖imagen―.‖Aquí en el centro. El punto central. ¿Ves lo que hay allí? Es un

espejo. Y en la reflexión, está el artista. Se pintó en el cuadro. Y justo por encima

de él una inscripción. Dice, Jan van Eyck estuvo aquí.

Cerró el libro de golpe como puntuación, y un conejo de polvo sopló por el aire.

―A‖veces‖los‖artistas‖se‖capturan‖a‖sí‖mismos‖mirando‖hacia‖fuera,‖dejando‖que‖

el mundo lo puedan ver por una vez. Es una firma. Este era uno muy audaz.

Pero esto es también un testimonio. Queremos recordar, y queremos ser

recordados. Es por eso qué pintamos.

Mari estaba llegando a algo que parecía un claro mensaje, algo que Ginny

podría envolver en su cabeza. Queremos recordar, y queremos ser recordados. Es por

eso qué pintamos.

Pero‖ Mari‖ continuó.‖ ―Marqué‖ mis‖ manos‖ y‖ pies‖ para‖ recordar‖ a‖ mis‖

compañeros, a los‖que‖m{s‖quise,‖―dijo,‖mirando‖a‖sus‖tatuajes.

Los ojos de Keith se iluminaron y él llegó hasta la apertura de la boca y hacer un

"eeee" como sonido antes de que Ginny pisara su pie otra vez.

―¿Cu{ndo‖es‖tu‖cumpleaños?‖―preguntó‖Mari.

―El‖dieciocho‖de‖agosto,‖―dijo‖Ginny,‖confundida.

―Leo.‖Ah.‖Volvamos‖abajo,‖cariño.

Se deslizaron hacia abajo por las escaleras de piedra. No había barandilla, por

lo que Ginny se agarró a la pared como apoyo. Mari desordenó de nuevo su

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mesa de trabajo y dio unas palmaditas en un taburete junto a ella, lo que

indicaba que Ginny debía sentarse. Ginny cruzó de forma vacilante.

―De‖acuerdo.‖Vamos‖a‖ver.‖―Ella‖miró‖a‖Ginny‖de‖arriba‖abajo―.‖¿Por‖qué‖no‖

acabas de quitarte la camisa, entonces?

Keith se cruzó de brazos y se sentó en el suelo en la esquina, sin evitar sus ojos

deliberadamente. Ginny le dio la espalda y conscientemente se quitó la camisa,

deseando haberse puesto un sostén más bonito. Había preparado uno bueno,

pero por supuesto se había puesto el elástico, gris deportivo.

―Sí,‖―dijo‖Mari,‖examinando‖la‖piel‖de‖Ginny―.‖Creo‖que‖en‖el‖hombro.‖Tu‖tía‖

era Acuario. No tiene mucho sentido, cuando se piensa en ello. Quédate quieta

ahora.

Mari cogió su pluma y comenzó a dibujar.

Ginny podía sentir los trazos del lápiz en la parte posterior de su hombro. No le

dolía, pero había una nitidez con la pluma. No parecía tener derecho a quejarse,

después de todo, era una artista famosa dibujando sobre ella. No es que ella

supiera por qué.

Mari era un trabajador lento, dibujo punto por punto, golpe a golpe, trabajando

contra la fuerza de la piel. Se levantó con frecuencia a por chocolate, o a buscar

a un pájaro que había llegado para alimentarse en la ventana, o para mirar a

Ginny desde el frente. Le tomó tanto tiempo que Keith se quedó dormido en un

rincón y empezó a roncar.

―Ahí,‖―dijo‖Mari,‖sentada‖detr{s,‖mirando‖por‖encima‖de‖su‖trabajo―.‖No‖va‖

a durar para siempre. Se desvanecerá. Pero así es como debe ser esta vez, ¿no

crees, amor? A menos que te gustara tatuártelo. Conozco un lugar muy bueno.

Sacó un espejo pequeño de un cajón de suministros y trató de mantenerlo en un

ángulo que Ginny pudiera ver. Tenía que estirar el cuello con mucho dolor,

pero alcanzó a verlo. Era un león, de color dorado brillante. Su melena

disparada violentamente en todas direcciones (el pelo largo parecía ser el tema

con Mari), convirtiéndose finalmente en un tiro de arroyos azules.

―Ambos‖son‖bienvenidos‖a‖quedarse,‖―dijo‖Mari―.‖Voy‖a‖tener‖a‖Chloe<

―El‖tren,‖―dijo‖Keith‖r{pidamente―.‖Tenemos‖que‖tomar‖el‖tren.

―Tenemos‖ que‖ tomar‖ el‖ tren,‖ ―repitió‖ Ginny―.‖ Sin‖ embargo,‖ gracias.‖ Por‖

todo.

Mari les acompañó hasta la puerta, y en el escalón más alto ella se acercó y

rodeó con sus brazos carnosos a Ginny. Su pelo loco lleno el campo de visión de

Ginny, y el mundo era negro con franjas de color naranja.

―Mantén‖esto,‖―le‖susurró‖al‖oído‖de‖Ginny―.‖Me‖gusta.

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Dio un paso atrás, hizo un guiño a Keith, y luego cerró la puerta. Ambos

parpadearon en los patrones de salamandras por un momento.

―Entonces,‖―dijo‖Keith,‖tomando‖a‖Ginny‖por‖el‖brazo‖y‖llev{ndola‖de‖vuelta‖

en‖ la‖ dirección‖ del‖ autobús―,‖ ahora‖ que‖ nos‖ hemos‖ encontrado‖ con‖ Lady‖

MacStrange, ¿por qué no me explicas lo que está pasando?

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14

El ataque de los Monstruos

Traducido por Virtxu Corregido por Hojadeluna

uera del tren en el viaje a casa, el paisaje fue cambiando rápidamente.

Primero la ciudad, luego las verdes colinas y los pastos con cientos de

ovejas mordisqueando pedazos de hierba verde sin fin. Viajaron a lo

largo de la costa, y luego a través de ciudades con pequeñas casas de ladrillo y

al lado de ellas increíbles iglesias. Hubo un fuerte sol, una niebla repentina, y

luego una brillante explosión final de color morado, mientras poco a poco se

hacía de noche. Las ciudades inglesas que pasaban eran sólo rayas de color

naranja por las farolas.

Había tomado casi todo el viaje el explicar los conceptos básicos. Ella había

tenido‖que‖volver‖al‖principio‖de‖todo<‖de‖regreso‖a‖Nueva‖York,‖de‖vuelta‖al‖

juego “hoy vivo en” de la tía Peg. Pasó rápidamente por los acontecimientos de

los últimos meses: la llamada telefónica de Richard, la horrible sensación de

hundimiento, conducir hasta el aeropuerto para reclamar el cuerpo, y llegó a la

parte interesante, la llegada del paquete con los sobres. Esperó la gran reacción

de Keith, pero todo lo que ella obtuvo fue: ―Eso es un poco mierda, ¿no?

―¿Qué?

―La excusa del artista. Si puedes llamar a eso una excusa.

―Realmente tenías que haberla conocido, ―dijo ella, tratando de hacer que esto

sonara suavemente.

―No, yo no tenía que hacerlo. Eso es una mierda. Sé que es una mierda. He

visto basura antes. Cuanto más me dices acerca de tu tía, menos me gusta.

Ginny sintió que sus ojos se reducían un poco.

―No la conocías ―dijo.

―Me has dicho lo suficiente. No me gusta lo que te hizo. Ella parece haber

significado el mundo para ti cuando eras una niña, y te deja un día sin una

palabra. Y su explicación para todo viene en forma de unos cuantos pequeños

sobres muy extraños.

F

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―No, ―dijo ella, sintiendo una creciente cólera de repente―. Todo lo

interesante que me ha pasado me pasó por ella. Sin ella, estaría aburrida. No lo

entiendes porque no tienes historias.

―Todo el mundo tiene historias, ―dijo despectivamente.

―No tan buenas, como la tuya. Ni tan interesantes. Fuiste arrestado. Yo no

podría haber sido arrestada ni aunque lo intentara.

―No hace falta mucho esfuerzo ―dijo―. Además, el ser arrestado no fue el

problema.

―¿Problema?

Él tamborileó los dedos sobre la mesa, luego se volvió y la miró por un

momento. ―Está bien ―dijo―. Tú me contaste tu historia, así que yo podría

contarte la mía mientras estemos aquí. Cuando tenía dieciséis años, tuve una

novia. Su nombre era Claire. Yo era peor que David. Ella era todo en lo que

pensaba. No me preocupaba por la escuela, no me importaba nada. Paré de

hacer el tonto porque estaba perdiendo mi tiempo con ella.

―¿Por qué eso es un problema?

―Bueno, ella quedó embarazada ―dijo, agitando el borde de la mesa con el

dedo―. Y eso fue un poco complicado.

Una cosa que sabía era que Keith había tenido relaciones sexuales. Esto debería

haber sido evidente ya que Keith era, a diferencia de ella, no tan penosamente

virginal. Pero el embarazo era un paso más allá de lo que realmente podía

procesar. Eso implica un montón de sexo. Mucho sexo. Tanto que se podía decir

que era diario.

Ginny miró a la mesa. Obviamente, sabía que estas cosas sucedían, pero nunca

le pasó a ella ni a sus amigos. Pasaba en la televisión o a la gente de la escuela

que ella no conocía. De alguna manera, ese tipo de historias siempre corrían por

el pueblo generalmente meses después de que ocurrieran, dándole a la gente

involucrada una permanente y brillante apariencia de madurez que nunca,

nunca tenían. Ella ni siquiera podía conducir después de las diez de la noche.

―¿Estás horrorizada? ―preguntó él, mirándola por encima―. Eso sucede, ya lo

sabes.

―Lo sé ―dijo ella rápidamente―. ¿Qué pasó? Quiero decir, ella< ―se‖detuvo.

¿Qué estaba diciendo?

―No soy padre, si eso es lo que te estás preguntando ―dijo.

Bueno, sí. Eso era exactamente lo que ella tan inteligentemente se preguntaba.

Ese era el motivo por el cual a ella nunca se le pasaba nada. No podía controlar

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las emociones. Ni siquiera podía pasar a través de una conversación sobre algo

serio y sexual sin estallar.

―Es una pregunta justa ―dijo―. Me ofrecí a salir de la escuela y conseguir un

trabajo. Estaba dispuesto a hacerlo, también. Pero ella no quería dejar la escuela,

así que decidió que había una sola cosa que podía hacer al respecto. No puedo

culparla.

Viajaron en silencio durante unos minutos, balanceándose ligeramente al

compás con el tren y mirando los carteles del tren

‚¡Obtén‖ un‖ poco‖ de‖ comida!" La promoción, incluía una foto de un hombre

calvo que era el "Rey de la carne de cerdo del norte".

―El problema ―dijo él finalmente―, fue que las cosas nunca fueron bien

después de eso. Seguí tratando de hacer lo mejor, hablando con ella, pero ella

no quería hablar conmigo al respecto. Sólo quería seguir adelante con su vida. Y

así lo hizo. Me tomó meses conseguir entenderlo. Yo era un desastre. Pero ahora

todo está ordenado.

Él sonrió y cruzó las manos sobre la mesa.

―¿Qué quieres decir?

―Quiero decir, que una vez que pasas por algo así, aprendes. Me volví un poco

juerguista después de eso. Robé un coche, simplemente lo conduje alrededor un

par de horas, no sé por qué. Ni siquiera fue agradable. Entonces me desperté

una mañana, dándome cuenta de que tenía que hacer mis exámenes y que mi

vida estaba pasando. Me reuní yo mismo, inscribiéndome en la escuela. Ahora

soy el rabioso con éxito que ves ante ti. Sólo quiero hacer mis obras. Eso es todo

lo que necesito. ¿Ves cómo ha funcionado? Así es como te conocí, ¿No?

Lanzó su brazo por sus hombros y le dio un apretón amistoso. Una vez más, no

fue demasiado romántico. Este gesto tuvo un sentimiento de "¡Buen perro!"

Pero había algo más, también. Algo que, dijo: ―Yo no estoy aquí para que me

den grandes puñados de dinero sin razón. Las cosas son diferentes ahora ―. Tal

vez fue el hecho de que mantuvo su brazo allí por el resto del viaje a casa y

ninguno de ellos sintió la necesidad de decir una palabra más.

Media hora más tarde, estaban de pie en la plataforma en Kings Cross, a la

espera del metro.

―Casi se me olvida ―dijo él, alcanzando el bolsillo de su chaqueta―. Tengo

algo para ti.

Sacó una pequeña broma de Godzilla, que se veía exactamente como la de la

casa de Mari.

―¿Es el de Mari? ―Preguntó.

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―Sí.

―¿Lo robaste?

―No pude evitarlo ―dijo sonriendo―. Necesitabas un recuerdo.

―¿Por qué crees que me gustaría algo robado?

Ginny dio un paso atrás, alejándose de él.

Keith retrocedió un poco y perdió su sonrisa.

―Espera‖un‖minuto<

―¡Tal vez era parte de alguna obra de arte!

―Un trabajo importante arruinado.

―No importa ―dijo Ginny―. Era suyo. Es de su casa.

―Voy a escribir una carta y me entregaré ―dijo él, levantando las manos―.

Tomen el Godzilla. Suspendan la búsqueda. Fui yo, pero culpen a la sociedad.

―No es gracioso.

―Robé un pequeño juguete ―dijo, pellizcando el Godzilla entre los dedos―.

No es nada.

―No es nada.

―Bien. ―Keith se acercó al borde de la plataforma y tiró el juguete hacia abajo

sobre el andén, luego se echó hacia atrás.

―¿Qué hiciste? ―Preguntó Ginny.

―No lo querías.

―Eso no significa que sólo debas deshacerte de él ―dijo.

―Lo siento. ¿Se supone que tengo que ir a cogerlo de nuevo?

―¡No se suponía que tuvieras que cogerlo en primer lugar!

―¿Sabes lo que voy a coger? ―Preguntó él―. El autobús. Nos vemos.

Desapareció entre la multitud antes de que Ginny incluso lograra darse la

vuelta para verlo marcharse.

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Carta #5

Querida Ginger, Traducida por flochi

Corregida por Chelsea Sharkovich

Cuando era una niña, tuve un libro ilustrado de Mitología Romana. Estaba completamente obsesionada con ese libro. Mi diosa favorita entre todos los dioses y diosas, lo creas o no, era Vesta, la diosa del corazón y el hogar.

Lo sé. Tan poco probable. Es decir, yo nunca he tenido una aspiradora. Pero es verdad. De todos los dioses, ella fue la que más me gustó. Muchos de los jóvenes dioses sexis la persiguieron, pero hizo un voto de virginidad perpetua. Su símbolo, su hogar, era la chimenea. Ella era, básicamente, la diosa de la calefacción central.

Vesta era adorada en cada ciudad y en cada casa a través del fuego. Estaba en todas partes, y las personas dependían de ella cada día. Había un gran templo construido en su honor en Roma, y las sacerdotisas de su templo eran llamadas vírgenes vestales.

Ser una vestal era un trabajo dulce. Tenían una tarea principal: Debían asegurarse que el fuego eterno del hogar ceremonial de Vesta nunca se apagara. Siempre había seis de ellas, así que trabajaban por turnos. A cambio de este servicio eran tratadas como divinidades. Tenían un palacio para vivir y también los mismos privilegios que los hombres. En tiempos de crisis, eran llamadas para prestar servicios de asesoramiento en cuestiones de seguridad nacional de Roma.

Tenían estupendas entradas para el teatro, las personas celebraban fiestas para ellas, y eran exhibidas y veneradas por todos lados.

¿El único inconveniente? Prueba treinta años de celibato.

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Treinta años de vivir con sus compañeras vestales, atizando el fuego y haciendo crucigramas.

Si rompían la regla de su virginidad, eran llevadas a un lugar que se traduce como “Campos del Mal” y las conducían por una escalera a una pequeña habitación subterránea con una cama y una lámpara. Una vez que estaban dentro, la puerta del

cuarto era cerrada, la escalera era retirada, y la cosa entera era sellada con tierra. Lo que es bastante fuerte.

Aún así, debes entender la idea de las vírgenes vestales. Podría parecer triste y atemorizante, pero date cuenta de cuánto poder las personas siempre han visto en las mujeres por sí solas.

Los restos de su templo están en el Foro Romano, y puedes ver sus estatuas (el Foro está básicamente adjunto al Coliseo). Ve, visítalas, y hazles una ofrenda. Esta es tu tarea.

Cuando lo hayas hecho, puedes abrir el siguiente sobre, justo ahí, en el templo.

En cuanto a tu estadía, ¿podría recomendar un pequeño lugar con el que me tropecé cuando llegué a Roma? No es un hotel o un hostal, es una casa privada con un cuarto en renta. Es administrado por una mujer llamada Ortensia. Su casa no está lejos de la estación de trenes. La dirección está en el reverso de esta carta.

Va-va-voom,

Tu tía fugitiva

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15

El camino a Roma

Traducido por Unstoppable Corregido por Hojadeluna

inny odiaba a su mochila. Se seguía cayendo sobre la extensión porque

era muy extraña, grumosa como un tumor. Era más púrpura y verde

que nunca a la luz fluorescente del mostrador de la aerolínea. Era obvio

que los millones de correas (de las que en realidad no segura de que las hubiera

atado bien, por lo que toda la cosa podría venir abajo en cualquier segundo)

van a quedar atrapadas en la cinta transportadora, deteniéndola, y todo el

equipaje volvería arriba. Entonces, el vuelo se retrasaría, desestabilizando el

horario de todo el aeropuerto y deshaciendo toda su programación e

interrumpiendo eventos en varios países.

Además, la voz nasal de la mujer de BudgetAir12 que había estado chequeando

el equipaje alertó Ginny, de una forma un poco demasiado contenta, "cinco

kilos de sobrepeso". Eso sería cuarenta libras de más. Estaba evidente que

estaba disgustada cuando Ginny dio un tirón en alguna de las correas y

consiguió sacar una de las bolsas, haciendo que la mochila tuviera sólo el peso

correcto.

Cuando Ginny se alejó del chequeo, se dio cuenta de que en este vuelo no

podían estar a salvo si cinco kilogramos hacían gran parte de la diferencia. Este

vuelo también lo había comprado en línea por la mañana por la loca suma de 35

euros. (Se le llama BudgetAir por una razón.)

Richard estaba de pie junto a una lenta pantalla giratoria de licor libre de

impuestos, llevando la misma expresión un poco desconcertada que había

llevado cuando se conocieron días antes.

―Supongo que debería irme ―ella dijo―. Pero gracias. Por todo.

―Me siento como si acabara de llegar ―respondió él―, como si ni siquiera

tuviésemos la oportunidad de hablar.

―Supongo que no lo hicimos.

―No.

12 Aerolínea de vuelos.

G

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Comenzaron asintiendo con la cabeza el uno al otro de nuevo, y luego Richard

se abalanzó hacia delante y le dio un abrazo.

―Si necesitas algo ―cualquier cosa― no dudes en llamar. Ya sabes dónde

encontrarme.

―Lo sé ―dijo.

No había nada más que decir, así que Ginny cuidadosamente se volvió a la

multitud. Richard esperó allí hasta que se volvió y se dirigió a su puerta.

Todavía estaba mirando allí, cuando ella lo comprobó con una mirada hacia

atrás al entrar en la seguridad.

Por alguna razón, la vista se le hizo muy triste, por lo que se dio la vuelta

bruscamente y se mantuvo de espaldas hasta que estuvo segura de que estaba

fuera de su vista.

Cuando BudgetAir dijo que el avión aterrizaría en Roma, no estaba siendo

literal. Lo que quiso decir fue: ―El avión iba a aterrizar en Italia, y tanto que lo

garantizamos. El resto depende de usted. ―Ginny‖se‖encontraba‖en‖un‖pequeño‖

aeropuerto que claramente no era el principal del centro de Roma. Había unas

pequeñas pocas aerolíneas representadas, y la mayoría de los pasajeros al

bajarse decían: ―¿Dónde demonios estoy? ―Escrito‖ en‖ sus‖ rostros,‖ vagando‖

por la terminal.

Ella siguió un rastro de personas que encabezaron la salida por la puerta en la

cálida tarde. Se quedaron en la acera, las cabezas girando de ida y vuelta. Por

último, de fachada plana, con aspecto muy europeo, un autobús se detuvo con

un letrero que decía ROMA TERMINI, y todo el mundo subió. El conductor le

dijo algo en italiano, y cuando ella no respondió, levantó los diez dedos. Ella le

dio diez euros. Esto resultó ser una buena suposición, y él le dio un boleto y la

dejó pasar.

Ginny no tenía idea de que un gran autobús cuadrado pudiera ir tan rápido.

Ellos salieron con rapidez a lo largo de una carretera y varias más pequeñas,

formando una curva de carreteras. Estaba muy oscuro, con casas de vez en

cuando y gasolineras. Estaban coronando una colina, ahora, y debajo de ellos

Ginny pudo ver un brillante resplandor caliente flotando en el aire. Tenía que

venir a la ciudad.

Al entrar en Roma, el autobús se movió con la suficiente rapidez para hacer

todo como una increíble raya. Los edificios eran iluminados por luces

multicolores. Había calles empedradas y cientos de cafés. Ella alcanzó a ver

uno, una magnífica fuente enorme parecía que casi podría ser real, estaba

construida en la parte frontal de un edificio palaciego y estaba compuesta por

unas enormes esculturas de figuras humanas como dioses. Luego había un

edificio de fuera de su capítulo del libro de historia sobre la antigua Roma, altos

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pilares, techo abovedado. Podría haber habido gente en togas de pie sobre sus

pasos. Comenzó a sentir un burbujeo de excitación. Londres había sido

increíble, pero esto era algo totalmente diferente. Esto era un viaje. Esto era

extraño, viejo y cultural.

Otro giro brusco los llevó a un boulevard enorme, y los edificios se hicieron más

prácticos e industriales. Llegaron a una parada abrupta en frente de un enorme

cristal, y, un cuadrado metálico de un edificio. El conductor abrió la puerta y se

sentó sin decir nada. La gente se peleaba desde sus asientos y sacaban su

equipaje del estante. Ginny se adecuó con la manada y se dirigió fuera.

Se las arregló para hacer señales a un taxi (por lo menos pensaba que era lo que

era, y se detuvo) y pasó la carta hacia adelante, mostrando al conductor la

dirección. Unos minutos más tarde, después de engañar a la muerte por el

exceso de velocidad por caminos apenas lo suficientemente amplios como para

encajar el coche, se detuvieron frente a una casa verde.

Tres gatos arreglados entre sí estaban en el porche delantero, ajenos a la

máquina chillando que había llegado justo en frente de ellos.

La mujer que abrió la puerta parecía tener sobre cincuenta años de la edad.

Tenía el pelo corto y negro, veteado de gris con elegancia. Ella estaba cuidada

pero no excesivamente arreglada, y estaba vestida con una atractiva blusa y una

falda. Llevaba tacones. Introdujo a Ginny dentro. Esta tenía que ser Ortensia.

―¡Hola! ―dijo Ginny.

―¡Hola! ―la mujer respondió.

Ella tenía una mirada nerviosa en los ojos que decía: "Este es todo el Español que

sé. Sin ir más lejos porque lo único que haré será mirarte fijamente."

La mochila, sin embargo, podría ser entendida universalmente. La mujer sacó

una pequeña tarjeta impresa que decía 20 EUROS POR NOCHE en Inglés, así

como algunas otras lenguas, y Ginny asintió y le pasó el dinero.

Ortensia, la llevó a una pequeña habitación dos pisos más arriba. Parecía que

era originalmente un espacio pequeño, ya que sólo había espacio para la cabeza,

lo razonable para poder ponerse de pie y casi suficiente espacio para la cama,

un armario pequeño, y su mochila. Un agente de bienes raíces lo describió como

"Encantador". Era una especie de encanto, en realidad.

Había sido pintada de un color verde menta alegre (no un triste bloque de

hormigón, verde menta de pared de gimnasio). Las plantas ocupaban todos los

espacios disponibles.

Hubiera sido muy agradable en el invierno, pero ahora el estanque aumentaba

todo el calor. Ortensia abrió la ventana, y una brisa perezosa entró, se

distribuyó una vez, y fue de regreso a su casa.

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Ortensia dijo unas palabras en italiano que Ginny estaba segura de que

significaban buenas noches, a continuación, descendió las estrechas escaleras de

caracol que llevaban a la habitación. Ginny se sentó en su cama bien hecha.

Todo estaba tranquilo en su cuarto. Eso le hizo latir el corazón. De repente se

sentía muy, muy sola. Ella misma se dijo que dejara de pensar en ello, cambió la

cama y permaneció despierta, escuchando el tráfico romano en la calle.

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16

Virginia y las Vírgenes

Traducido por Virtxu Corregido por Hojadeluna

e vez en cuando, Ginny recordaba que además de ser encantadora y

caprichosa, la tía Peg a veces podía comportarse de forma extraña. Era

del tipo de persona que agitaba distraídamente su café con su dedo

meñique y se sorprendía cuando se quemaba; o dejaba el coche en punto

muerto en lugar de aparcarlo y se reía cuando de vez en cuando lo encontraba

en un lugar diferente a donde ella lo había dejado. Esas cosas siempre la habían

divertido antes. Pero ahora, con la gran y antigua ciudad de Roma

extendiéndose a su alrededor y absolutamente sin ninguna guía, Ginny se

preguntaba cómo de bueno (o divertido) era la regla de "ningún mapa"

realmente. Su sentido de la orientación no iba a ayudarla mucho aquí. No

conocía mucho Roma y no tenía ningún punto de referencia para trabajar. Con

todos esos muros y carteles enormes y amplias plazas y estatuas.

Además de eso, a ella le aterraba cruzar la calle, ya que todo el mundo conducía

como un especialista en una persecución de película. (Incluso las monjas, las

cuales había un montón.) Ginny se ponía a un lado de la carretera y cruzaba las

intersecciones sólo con grupos de más de veinte personas.

Y hacía calor. Esto era mucho más caluroso que Londres. Esto era un verano

real.

Después de una hora de deambular por lo que parecía ser la misma estrecha

calle de farmacias y tiendas de alquiler de vídeo, vio a un grupo de turistas

caminando con sus correspondientes banderas y bolsas de viaje. A falta de

cualquier otro plan, decidió caminar perdidamente con ellos con la esperanza

de que fueran ir a un lugar grande y turístico. Así por lo menos estaría en

alguna parte.

Mientras caminaba, se dio cuenta de algunas cosas. Los turistas llevaban

sandalias o zapatillas de deporte y llevaba bolsas pesadas o mapas. Se veían

acalorados, y consumían botellas de agua o soda. Incluso vio a algunas

personas dándose aire a sí mismos con pequeños ventiladores de mano con

pilas. Se veían ridículos, pero Ginny sabía que ella no estaba mucho mejor. Su

bolsa estaba pegada a su espalda. Sus trenzas estaban desechas por el calor. El

D

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poco de maquillaje que llevaba le goteaba por la cara. Estaba desarrollando un

desagradable bolsillo de sudor en la mitad de su sujetador el cual iba a empezar

a mostrarse a través de la camiseta en cualquier momento. Y sus zapatillas de

deporte eran más chillonas de lo habitual.

Las mujeres romanas volaban en motos Vespa con sus bolsos de diseño

descansando a sus pies. Llevaban enormes y fabulosas gafas de sol. Fumaban.

Hablaban por sus teléfonos móviles. Lanzaban miradas dramáticas sobre sus

hombros a las personas que pasaban a su lado. Lo más asombroso es que ellas

hacían todo esto en tacones, con gracia y sin tambalearse sobre el empedrado o

quedar atrapadas en una grieta en el desigual pavimento. Ellas no rompían a

llorar por las ampollas que se habían formado, debido a que el calor sofocante

provocó que el cuero de sus tacones de aguja succionara sus pies con una

perfecta pedicura.

A Ginny se le hacía difícil mirarlas. La ponían nerviosa.

Ella siguió al grupo hacia abajo a una estación de metro y se perdió cuando

luchaba por comprar sus tickets. Se acercó a un mapa y encontró, para su alivio,

que había una parada marcada como Coliseo, con un dibujo que se parecía

mucho a una rosquilla. Cuando salió de nuevo a la luz cegadora del sol romano,

estaba en una calle concurrida. Estaba segura de que había cometido un error

hasta que se volvió y descubrió que el Coliseo estaba directamente detrás de

ella. Le tomó unos minutos llegar a él a través de la calle.

Una vez más, se encontró con otro grupo de turistas, y se puso detrás,

siguiéndolos bajo uno de los masivos arcos que llevaban al interior. El guía

parecía disfrutar demasiado informando de los derramamientos de sangre que

habían hecho en el Coliseo, tan popular en su día.

―<‖y‖en‖la‖inauguración,‖¡m{s‖de‖cinco‖mil‖animales‖fueron‖sacrificados!‖

Una mujer con un delantal largo de doble cara estaba caminando hacia ellos.

Abrió la gran bolsa que llevaba. En un momento, una ráfaga de gatos

aparecieron a su alrededor. Parecían salir de las paredes. Saltaron de cornisas

escondidas en lo alto de las paredes de piedra. Corrieron detrás de Ginny y se

reunieron en una maraña, maullando fuertemente. La mujer sonrió y comenzó a

sacar unos recipientes de papel que estaban llenos de una brillante carne roja

cruda y de pasta. Puso estos en el suelo, dejando unos pocos metros entre cada

plato, y los gatos pulularon alrededor. Ginny realmente los oía masticar

frenéticamente la comida y ronronear con fuerza. Cuando terminaron de comer

unos minutos más tarde, rodearon a la mujer, frotándose con fuerza contra sus

tobillos.

Ginny y el grupo de turistas cruzaron a través de un pasillo hacia el Foro

Romano. El Foro parecía un lugar muy antiguo que había sido atravesado por

una bola de bolos gigante. Algunas columnas, aunque agrietadas y desgastadas,

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se mantenían en pie. Otras eran sólo pequeñas piezas en el suelo, pequeños y

extraños troncos de árboles de piedra. Edificios antiguos se asentaban en los

rocosos contornos de otros, incluso los edificios más antiguos habían ahora

desaparecido. El grupo se separó para explorar. Ginny decidió preguntarle al

guía a dónde ir, él no parecía consciente de quién iba con él.

―Estoy‖buscando‖ las‖ vírgenes‖ vestales,‖―dijo‖Ginny―.‖ Su‖ templo‖ se‖ supone‖

que debe estar aquí.

―¡Las‖vírgenes!‖―dijo,‖levantando‖las‖manos‖con‖alegría―.‖Ven‖conmigo.

Ellos hicieron su camino a través del laberinto de paredes, caminos y columnas

hasta dos piscinas rectangulares de piedra, obviamente antiguas, pero

recargadas y adornadas alrededor con flores. A un lado había una línea de

estatuas en un alto pedestal cuadrado. Todas mujeres, todas envueltas en

túnicas romanas. A la mayoría de ellas les habían desaparecido sus cabezas. A

algunas otras, la mayoría de sus cuerpos. Ocho figuras de pie, con algunos

pedestales vacíos entre ellas. El otro lado estaba lleno de pedestales vacíos o

sólo los restos de los pedestales. Los pedestales y estatuas estaban protegidos

de la multitud por una baja barandilla de metal, sin nada más, sin más que una

leve solicitud de no tocar.

―Las‖vírgenes,‖―dijo‖él‖con‖orgullo―.‖Encantadoras.

Ginny se apoyó en la barandilla y miró a las estatuas. Ella sentía esa extraña

culpa que a veces tenía cuando ella sabía que estaba viendo algo muy antiguo e

importante y ella no... Lo entendía. La historia detrás de ellas era interesante,

pero todavía eran sólo un montón de estatuas rotas.

Ahora que ella lo pensaba... era un poco molesto que la tía Peg la hubiera

enviado a buscar un montón de vírgenes famosas. ¿Qué se supone que

significaba exactamente?

Por alguna razón, esto le hizo pensar en Keith. Ese recuerdo escocía. Ella se

quitó la mochila muy deliberadamente y buscó en el interior. Había unos

cuantos euros y algunas monedas. Un envoltorio de chicle. La llave de su

habitación en el Ortensia. La siguiente carta. Su parche de los ojos para el avión.

Nada de esto parecía ser un regalo apropiado para dar a un montón de estatuas

antiguas. Todo esto de repente era muy molesto. Hacía demasiado calor. El

simbolismo era un poco demasiado puntiagudo. Todo este ejercicio era

estúpido.

Finalmente encontró un cuarto de dólar Americano en la parte inferior de la

bolsa. Le pareció tan buena como cualquier otra oferta. La lanzó suavemente

sobre la hierba entre dos de las estatuas, y luego sacó la siguiente carta. Estaba

pintada por todas partes con imágenes de pasteles pequeños.

―De‖acuerdo,‖―dijo‖ella,‖desgarrando‖el‖precinto―.‖¿Y‖ahora‖qué?

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Carta #6

Querida Virginia, Traducida por flochi

Corregida por Pimienta

Lo lamento. Si alguna vez hubo un momento para usar tu nombre propio, este parecía el adecuado. (Esta es una de esas cosas que no es graciosa... ¿no?)

Así que aquí estás, de pie en un gran patio de cosas rotas, probablemente rodeada por turistas. (Tú no eres una turista... estás en una misión. Estás en persiguiendo algo... como yo. Ooh. Debería parar, ¿eh?)

De todos modos, ¿qué aprendemos de esto, Gin? ¿Qué nos dicen las chicas vestales?

Bueno, para empezar, los polluelos solitarios son polluelos poderosos. Y en algunas situaciones, tener citas puede ser malo para ti. Sin embargo, dado que por lo menos, un puñado de vestales, lo arriesgaron todo por un poco de amor, también sabemos que… a veces, se siente que vale la pena.

Veamos, tenemos un problema, Gin. Estoy muy metida en esta idea de ser una mujer soltera, comprometida con propósito superior, como las vestales. Del modo en que lo veo, los grandes artistas no quieren estar relajados.

Ellos quieres luchar, solos, contra el mundo. Por lo que quería luchar.

Siempre me siento demasiado relajada en cualquier lugar, siento como si tuviera que seguir adelante. Lo hice con todo tipo de cosas. Renuncié siempre que empezaba a gustarme demasiado un trabajo. Rompí con los chicos siempre que las cosas se volvían demasiado serias. Dejé Nueva York porque estaba demasiado contenta. No estaba avanzando. Sé que debe haber sido duro cuando me fui sin decir ni una palabra… pero así es como siempre lo hice. Me escapaba como un ladrón en la noche, quizás porque sé que había algo un poco equivocado con lo que estaba haciendo.

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Lo lamento. Si alguna vez hubo un momento para usar tu nombre propio, este parecía el adecuado. (Esta es una de esas cosas que no es graciosa... ¿no?)

Así que aquí estás, de pie en un gran patio de cosas rotas, probablemente rodeada por turistas. (Tú no eres una turista... estás en una misión. Estás en persiguiendo algo... como yo. Ooh. Debería parar, ¿eh?)

De todos modos, ¿qué aprendemos de esto, Gin? ¿Qué nos dicen las chicas vestales?

Bueno, para empezar, los polluelos solitarios son polluelos poderosos. Y en algunas situaciones, tener citas puede ser malo para ti. Sin embargo, dado que por lo menos, un puñado de vestales, lo arriesgaron todo por un poco de amor, también sabemos que… a veces, se siente que vale la pena.

Veamos, tenemos un problema, Gin. Estoy muy metida en esta idea de ser una mujer soltera, comprometida con propósito superior, como las vestales. Del modo en que lo veo, los grandes artistas no quieren estar relajados.

Ellos quieres luchar, solos, contra el mundo. Por lo que quería luchar.

Siempre me siento demasiado relajada en cualquier lugar, siento como si tuviera que seguir adelante. Lo hice con todo tipo de cosas. Renuncié siempre que empezaba a gustarme demasiado un trabajo. Rompí con los chicos siempre que las cosas se volvían demasiado serias. Dejé Nueva York porque estaba demasiado contenta. No estaba avanzando. Sé que debe haber sido duro cuando me fui sin decir ni una palabra… pero así es como siempre lo hice. Me escapaba como un ladrón en la noche, quizás porque sé que había algo un poco equivocado con lo que estaba haciendo.

Al mismo tiempo, todavía tengo este algo sobre Vesta... este amor al hogar. Parte de mi quiere abrazarse a eso. Adoro esta idea de la diosa que protege el fuego y bendecir la casa. Soy una masa de contradicciones.

Uno de sus otros símbolos era el pan, lo que sea al horno. El pan era la vida misma de los romanos. En el día festivo de Vesta, los animales solían estar decorados con guirnaldas de pastel. ¡Guirnaldas de pastel! (al carajo las flores. ¿Puedes imaginar una guirnalda mejor que una de pastel? Yo no puedo.) Por lo tanto, tomemos esta idea y celebremos a Vesta con algún pastel. Pero hagámoslo a la manera correcta romana.

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En aras del argumento, voy a decir chico porque los chicos romanos son las criaturas más divertidas de la tierra. Eres una joven hermosa, Gin, y un chico romano te lo dirá en su propia manera especial.

A menos que las cosas hayan cambiado mucho, Gin, voy a adivinar que esto será difícil para ti. Siempre fuiste muy tímida. Me molestaba porque estaba preocupada de que la gente podría no llegar a conocer lo maravillosa que eras y sigue siendo mi sobrina ¡Virginia Blackstone! Pero no temas. Los romanos ayudarán. Si existe una ciudad para aprender cómo invitar a un extraño a salir, esta es.

Sal ahí fuera, tigre. Déjalos comer pastel.

Con amor,

Tu tía Manojo de Cuestiones (¿Montón de problemas?)

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17

Niños y Pastel

Traducido por Virtxu Corregido por Lorena

sto limitaba con un escenario de pesadilla. Era el colmo. Siguió al grupo

de turistas por el Coliseo y serpenteó junto a ellos durante casi una hora,

sufriendo por este último mandato. ¡Ve a ver antiguas vírgenes! ¡Ahora pide

a un muchacho desconocido, tú, que eres tímida, una cosa de retrasados!

No quería preguntarle a un desconocido. Ella era tímida (gracias por sacarlo a

relucir). Además, el chico que le gustaba estaba en Londres, y él pensaba que

estaba loca. Echa sal en la herida. Juntos al fin.

El grupo de turistas se detuvo en una gran plaza con una multitud en el centro,

todos se reunieron alrededor de una fuente, claramente muy antigua, tallada en

forma de un barco hundiéndose. Algunos metieron sus manos y bebieron agua.

El grupo pronto se dispersó, dejando a Ginny con sus propios asuntos una vez

más.

Ella tenía sed. Su instinto le decía que no debía beber agua de la fuente, en

especial el agua de una fuente muy vieja, pero muchas personas lo estaban

haciendo. Además, realmente necesitaba un trago.

Tomó la botella vacía de su bolso, que se encontraba en una abertura en el lado,

y tentativamente se acercó a la fuente. Tomó un trago largo y fue recompensada

con‖fría‖y‖dulce‖agua<‖agua‖que‖sabía‖muy‖bien.‖Apuró su botella y la llenó de

nuevo.

Cuando se dio la vuelta, tres niñas pequeñas corrían hacia ella. Curiosamente,

una llevaba un periódico. Todas eran niñas, y muy guapas, con el pelo largo,

marrón muy oscuro y brillantes ojos verdes. La más alta de ellas, que no podría

tener más de diez años, llegó hasta Ginny y comenzó a batir el periódico hacia

ella, agitando las páginas. Al segundo siguiente, un tipo alto y delgado con un

enorme libro saltó de repente desde donde estaba sentado y comenzó a correr

hacia ella también, gritando cosas en italiano. Ginny involuntariamente dio un

paso atrás y oyó un pequeño chillido. Sintió que sus pies entraban en contacto

con un pie más pequeño y su mochila con una pequeña cara, indefensa. Se dio

cuenta de que las niñas estaban dando vueltas, en una especie de danza

alrededor de ella, y cualquier movimiento la llevaría a darle a otra de ellas con

E

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sus pies o con la mochila, por lo que se congeló y comenzó a disculparse,

aunque se dio cuenta de que probablemente ellas no entenderían una palabra

de lo que decía.

Ahora, el tipo estaba casi donde ellas y agitaba alrededor un libro gordo de tapa

dura, como si estuviera tratando de abrirse camino a través de algún follaje que

no veía. Comprensiblemente, las pequeñas agitadoras de periódicos se

alarmaron por este agitador de libro más grande y de inmediato se apartaro de

Ginny. El hombre acortó lo distancia con unos pocos pasos finales, tropezando,

deteniéndose justo enfrente de Ginny. Él asintió con satisfacción.

Ginny aún no se había movido. Ella lo miró fijamente, con los ojos abiertos.

―Estaban a punto de robarte ―dijo. Su inglés era muy claro, pero con un fuerte

acento italiano.

―¿Las‖niñas?‖―preguntó ella.

―Sí. Créeme. Veo esto todo el tiempo. Son gitanas.

―¿Gitanas?

―¿Estás bien? ¿Te han robado algo?

Ginny buscó a su alrededor y sintió su mochila. Para su alarma, se encontró con

la cremallera abierta hasta la mitad. La abrió entera y revisó el contenido.

Extrañamente, en primer lugar se aseguró de que la carta estaba allí, y luego

comprobó su dinero.

Ambos estaban allí.

―No ―dijo ella.

―Eso está bien. ―Él‖asintió‖con‖la‖cabeza―. Está bien. Bien.

Volvió a su puesto en el borde de la fuente y se sentó. Ginny le miró fijamente.

No parecía italiano. Tenía el pelo dorado, casi rubio. Sus ojos eran de color claro

y muy estrechos.

Si alguna vez había un tipo al cual comprarle una torta, ese era el tipo que

acababa de impedir que la robaran, incluso si eso significaba defenderla de

niños pequeños agitando un libro de texto.

Se acercó a él con cautela. Él levantó la vista de su libro.

―Me estaba preguntando... ―Comenzó Ginny―. Bueno, en primer lugar,

gracias. ¿Quieres...

Quieres‖hacer‖era‖una‖construcción‖demasiado‖difícil.‖Es‖como‖decir,‖‚¿Quieres‖

hacer‖esto‖conmigo?‛‖Ella‖sólo‖tenía‖que‖ofrecer‖la‖torta.

A todo el mundo le gustan las tortas.

―Quiero decir... ―se corrigió―, ¿te gustaría un poco de torta?

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―¿Torta?‖―Repitió.

Parpadeó lentamente. Tal vez por Ginny, tal vez por el sol. Tal vez sus ojos

estaban cansados. Luego miró hacia abajo a las salpicaduras del agua de la

fuente. Ginny las miró también. Cualquier cosa para mantener los ojos fuera de

él en esta dolorosa pausa, durante la cual él tenía que estar tratando de

encontrar una manera de decirle a una extraña chica americana que lo dejara

solo.

―Torta‖no‖―respondió finalmente―. Pero sí un café.

Café... torta... lo suficientemente cerca. Se lo había pedido a un chico, y el chico

había dicho que sí. Esto no era nada menos que un milagro. Se detuvo justo

antes de comenzar a rebotar sobre sus talones.

No era un problema el encontrar una cafetería. Estaban por todas partes. El

chico se acercó al largo mostrador de mármol y se volvió casualmente, listo

para tomar la orden de Ginny y decírselo a la camarera con el delantal.

―Por lo general pido latte, ―dijo.

―¿Un vaso de leche? No, querías decir un café con leche. ¿Quieres sentarte?

Ella sacó unos cuantos euros.

―Cuesta más si te sientas ―explicó―. Es ridículo, pero somos italianos.

Costó mucho más. Ginny sobrepasó un valor de diez dólares pero en euros, y,

en cambio, se presentaron con dos tazas de cristal muy modestas, cada una

situada en una pequeña canasta de metal con un mango.

Se sentaron en una de las mesas grises de mármol y el muchacho empezó a

hablar. Su nombre era Beppe. Tenía veinte años. Era estudiante, estudiaba para

ser profesor. Tenía tres hermanas mayores. Le gustaban los coches y algunas

bandas británicas de las que Ginny no había oído hablar. Había estado

navegando por Grecia. No le preguntó a Ginny mucho sobre sí misma, algo con

lo que fácilmente podría vivir.

―Hace‖calor‖―dijo―. Deberías cogerte un helado. ¿Los has probado ya?

Él se horrorizó al saber que ella no lo había hecho.

―Vamos‖―dijo,‖levant{ndose―. Vamos ahora. Esto es ridículo.

Beppe la llevó por unas calles más, las calles iban estando cada vez más llenas

de gente y más coloridas. Estas eran del tipo de calles en las que no debería

haber motocicletas y scooter pero las había de todos modos. Las personas

calmadamente salían de su camino a pocos centímetros de su muerte, a veces

ofreciendo una selección de palabras o gestos como si realmente les hubieran

dado.

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Beppe finalmente se detuvo frente a una pequeña escalinata, sin pretensiones.

Una vez que Ginny entró, sin embargo, vio que su tamaño no reflejaba su

oferta. Había docenas de coloridos helados envasados en una caja de cristal.

Dos hombres detrás del mostrador excavaban con rapidez heroicas porciones

con una cuchara plana. Beppe tradujo las etiquetas. Había sabores normales

como fresa, chocolate. Pero también había jengibre y canela, crema con miel

silvestre, regaliz negro. Uno de ellos era con sabor a arroz, y había por lo menos

media docena de licores especiales o vinos.

―¿Cómo‖ llegaste‖ aquí?‖ ―Le preguntó después de que ella hubiera

seleccionado su sabor, el cual era la poco imaginativa fresa.

―¿Por... avión?

―Estas con un grupo de turistas ―dijo, pero no como una pregunta. Parecía

estar seguro de eso.

―No hay un grupo. Sólo yo.

.¿Has venido a Roma por tu cuenta? ¿Sin nadie? ¿Sin amigos?

―Sólo yo.

―Mi hermana vive en Travestere ―dijo él de repente, dándole a Ginny un

pequeño guiño, como si ella debiera saber lo que esto significaba.

―¿Qué es eso?

―¿Travestere? El mejor lugar en Roma ―dijo―. Mi hermana te gustara. Eres

como ella. Coge tu helado, y luego iremos a ver a mi hermana.

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La hermana de Beppe

Traducido por Dham-Love Corregido por Chelsea Sharkovich

ravester no podía ser un lugar real. Parecía como si Disney hubiera

atacado una esquina de Roma con pintura color pastel y hubiera creado

el barrio más acogedor y pintoresco del mundo. Parecía que consistía por

completo en rincones. Había persianas en las ventanas con toldos

sobresalientes, y letreros escritos a mano que se estaban desgastando

perfectamente. Había tendederos de un edificio a otro, cubiertos con sábanas

blancas y camisas. Todo a su alrededor eran personas con cámaras,

fotografiando el lavado.

―Ya‖sé‖―dijo Beppe, mirando a los fotógrafos―. Es ridículo. ¿Dónde está tu

cámara? Puedes tomar una foto también.

―No tengo.

―¿Por qué no tienes una cámara? Todos los americanos traen cámaras.

―No lo sé ―mintió ella―. Sólo no traje.

Caminaron un poco más lejos y finalmente se detuvieron frente a un edificio de

fachada plana y de color naranja, con un techo pintado de verde. Él sacó unas

llaves de su bolsillo y abrió una puerta de madera ornamentada.

El interior del edificio no era nada como el exterior. De hecho, lucía como el

antiguo edificio del apartamento de la Tía Peg, la construcción de las baldosas

con astillas y el buzón de metal abollado. Ella siguió a Beppe tres tramos de la

escalera hasta un corredor oscuro y asfixiante. Era sólo una habitación,

cuidadosamente dividida en secciones con biombos y muebles.

Beppe empujó y abrió una gran ventana sobre la mesa de la cocina, y tenían una

buena vista de la calle y de la habitación de la vecina al otro lado de la calle. Ella

estaba tendida en su cama, leyendo una revista. Una mosca gorda venía directo

hacia la ventana.

―¿Dónde está tu hermana?

―Mi hermana es una doctora ―explicó él―. Está muy ocupada todo el tiempo.

Yo soy el estudiante, el perezoso.

T

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Esa no era exactamente una respuesta, pero había un buen número de

fotografías familiares alrededor de la habitación, algunas de las cuales incluían

a Beppe. Había una chica alta parada a su lado, con el cabello color miel y una

mirada distraída. Parecía un poco ocupada.

―¿Ésta es tu hermana?

―Sí.‖Es‖una‖doctora<para‖bebes.‖No‖sé‖el‖nombre‖en‖inglés‖de‖eso.

Beppe abrió un armario bajo el fregadero y sacó una botella de vino.

―¡Esto es Italia! ―dijo―. Bebemos vino aquí. Tomaremos un poco mientras

esperamos.

Llenó dos vasos de jugo hasta la mitad. Ginny tomó un sorbo. Era cálido, y de

repente se sintió cansada pero también muy contenta. Beppe estaba hablando

con su mano ahora, tocando la mano de Ginny, su hombro, su cabello. Su piel

estaba pegajosa. Ella miró por la ventana a la luz azul del edificio del frente de

la calle. La mujer de la cama se había levantado, estaba ajustando su vista y los

miraba como si estuviera observando el progreso de algo cocinándose en un

horno.

―¿Por qué llevas el cabello así? ―preguntó él, sosteniendo su trenza y

frunciendo el ceño.

―Siempre lo llevo así.

Él saco la banda que sostenía la trenza, pero el cabello de Ginny, tan bien

entrenado (y todavía un poco mojado, supuso) se rehusó a desenredarse por sí

solo.

Su primer pensamiento cuando él la besó era que hacía mucho calor. Deseaba

que hubiera aire acondicionado. Y era tan extraño allí, en la mesa de la cocina,

inclinándose a través de las sillas. Pero esto era besarse. De verdad, besarse sin

cuestionamientos. No estaba segura de si quería besar a Beppe, pero por alguna

razón, se sentía importante, como si debiera estar haciéndolo. Ella se estaba

besando‖ con‖ un‖ chico‖ italiano‖ en‖ Roma.‖Miriam‖ estaría‖ orgullosa,‖ y‖ Keith<‖

¿Quién sabe? Tal vez estaría celoso.

Luego se dio cuenta que parecía estar deslizándose de la silla hacia el suelo. No

cayendo‖en‖ese‖sentido,‖sino‖en‖el‖de‖‚ser‖empujada‖por‖Beppe‖para‖tener‖m{s‖

espacio‖para‖seguir‛.

Esto, realmente no lo quería.

―Hay un problema ―dijo él―. ¿Qué es?

―Tengo que irme ―dijo ella simplemente.

―¿Por qué?

―Porque ―dijo―, tengo que hacerlo.

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Pudo ver por la mirada desconcertada en su rostro que él no había querido

hacer nada malo. Beppe no parecía entender.

―¿Dónde está tu hermana? ―preguntó Ginny.

Él se rió, no de mala manera. Sino como si fuera una pequeña tonta. Eso la

molestó.

―Ven ―dijo, sonando conciliador―. Ven y siéntate. Lo siento. Debí haber sido

más claro. Mi hermana no está aquí a menudo.

Él comenzó de nuevo. Le estaba dando pequeños y rápidos besos en su cuello.

Ginny estiró su cabeza para mirar por la ventana, pero la mujer al otro lado

había perdido el interés y se había ido.

Ahora Beppe estaba intentando alcanzar el botón de su short.

―Mira ―dijo ella, alejándolo―.‖Beppe<

Él todavía seguía.

―No ―dijo Ginny, empezando a levantarse―. Detente.

―De acuerdo. Dejaré al botón tranquilo.

Ella se levantó.

―Americanas ―dijo él con desdén―. Todas iguales.

Su cabeza estaba zumbando mientras se apresuraba por las escaleras. En la

calle, las zapatillas de Ginny sonaban sin piedad por la humedad. El ruido hacía

eco en la estrecha calle, tanto que los comensales de un pequeño café voltearon

a mirar para verla pasar.

Extrañamente, aunque el vino la había mareado, parecía haber agudizado su

sentido de orientación. Confiadamente camino de vuelta a la estación del metro

y se las arregló para volver al Coliseo.

Las puertas todavía estaban abiertas, así que Ginny entró, caminando a través

de las cosas y las paredes medio desmoronadas, hacia las piezas restantes de las

vírgenes.

Ella sujetó el botón que Beppe había estado agarrando y lo arrancó de su short.

Se reclinó sobre la barra de metal que mantenía a las personas alejadas de las

estatuas y la tiró al suelo, entre las dos más completas.

―Listo ―dijo ella―. De una virgen a otra.

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Carta #7

Querida Ginny, Traducida por Sheilita Belikov

Corregida por Anelisse

Dirígete a la estación de tren. Tomarás un tren nocturno a París.

Al menos, me gustaría que tomaras un tren nocturno a París. Son realmente bonitos. Pero si es de día, sube a un tren diurno. Sólo SUBETE AL TREN.

¿Por qué París? París no necesita razones. París es su propia razón.

Quédate en el Left Bank, en Montparnasse. Esta zona quizás es el barrio de los artistas más famosos en el mundo. Todo el mundo vivió, trabajó y retozó allí. Estuvieron artistas visuales, como Pablo Picasso, Dégas, Marc Chagall, Man Ray, Marcel Duchamp y Salvador Dalí. Escritores, también, como Hemingway, Fitzgerald, James Joyce, Jean-Paul Sartre y Gertrude Stein. Estuvieron allí actores, músicos, bailarines… demasiados para nombrarlos. Baste decir que te encontraras en el antiguo siglo XX y comenzaras a arrojar piedras, toma como blanco a una persona famosa e increíblemente influyente que ayudó a dar forma al curso de la historia artística.

No que hubieras querido arrojar piedras contra ellos.

De todos modos, ve ahora.

Tengo que insistir en que vayas al Louvre inmediatamente. Puedes obtener tu próxima asignación allí, en la atmósfera adecuada.

Con amor,

Tu Tía Fugitiva

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Las Camas-Tabla de Surf

Traducido por flochi Corregido por Chelsea Sharkovich

abía unos pocos asientos disponibles en el siguiente tren a París, para

sorpresa del hombre que le vendió a Ginny su boleto. Parecía

sinceramente preocupado por su prisa y siguió preguntándole por qué

quería dejar Roma tan pronto.

Su pequeño cuarto en el tren (la litera) tenía seis personas sentadas.

La que mandaba parecía ser una mujer alemana de mediana edad que tenía el

cabello cortado al rape del color del acero y un gran suministro de naranjas.

Comió una tras otra, enviando bocanadas visibles de aceite de naranja en el aire

de la cabina mientras las pelaba, inundando el aire con un aroma cítrico. Al

terminar cada naranja, se limpiaba las manos sobre el tejido gris del

reposabrazos de su asiento. Algo acerca de este movimiento le daba una especie

de autoridad.

Bajo su comando había tres mochileros durmiendo y un hombre con un traje

marrón claro cuyo acento podía ser de cualquier parte. Para Ginny, se convirtió

en el Sr. Genérico de Europa que pasaba el viaje haciendo un crucigrama. Tosía

escuetamente cada vez que la mujer alemana sentada a su lado pelaba una

nueva naranja y después movía su brazo para no manchar de pulpa de naranja

su manga cuando ella se limpiaba las manos.

Ginny tomó su cuaderno.

Julio 5

9:56 p.m., tren

Querida Miriam,

Anoche tuve que correr de un chico italiano que seguía tratando de quitarme los pantalones. Y ahora estoy en un tren rumbo a París. Ya no puedo confirmar mi identidad, Mir. Pensé

H

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que era Ginny Blackstone, pero aparentemente me he metido en la vida de otra persona. Alguien estupendo.

Sobre el tema del chico italiano, no era particularmente sexy o de terror. Más bien vulgar. Me mintió para que fuera al departamento de su hermana, y yo fui porque soy tonta. Después escapé y tuve que merodear por Roma.

Esto me recuerda algo. Todavía tengo un enorme mal caso de lo que tú llamaste mi magnetismo de perra. Pensé que me había librado de eso, pero parece que los chicos raros todavía se materializan del aire en mi presencia. Se sienten atraídos por mí. Soy el Polo Norte, y ellos son los exploradores del amor.

Como el chico con la mochila de Radio Shack que siempre se apoyaba fuera del baño de mujeres del segundo piso del centro comercial Livingston, que me dijo en múltiples ocasiones que era exactamente igual a Angelina Jolie. (Lo que puedo ser. Si sólo cambiara mi rostro y mi cuerpo.)

Y no podemos olvidarnos de Gabe Watkins, el estudiante de primer año que me dedicaba muchas, muchas páginas de su blog y me tomaba fotos con su teléfono y Photoshopeaba su rostro y el mío en una foto de Arwen y Aragorn del Señor de los Anillos.

De todos modos, estás en Nueva York, y yo estoy aquí, pasando a toda velocidad Europa en un tren. Me doy cuenta que quizás todo esto suena increíblemente excitante, pero a veces es realmente aburrido.

Como ahora. No tengo nada que hacer en el tren (no es que escribirte sea nada). He estado sola por unos cuantos días, y no se siente bien.

Bueno. Voy a dejar de quejarme ahora. Sabes que te extraño, y prometo que te enviaré esto pronto.

Con amor,

Gin

Luego de unas cuantas horas de viaje, la mujer dijo algo acerca de la cama en

dos idiomas, y a continuación, todos en la cabina se pusieron de pie. Hubo

muchos empujones de cosas, y en el proceso, Ginny fue expulsada de la cabina.

Cuando volvió a entrar, había seis grandes anaqueles ahí. A juzgar por el hecho

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de que el Sr. Genérico de Europa estaba extendido en una, Ginny supuso que

debían ser camas.

Se arrastraron los pies torpemente, mientras las personas averiguaban cuál

deberían tomar. Ginny consiguió una de arriba. Después, la mujer alamana

apagó las luces. Algunos de los otros prendieron pequeñas luces personales que

estaban incrustadas en la pared. Pero Ginny no tenía nada que leer o hacer, por

lo que permaneció en la oscuridad, mirando el techo.

No existía manera de que fuera capaz de dormir sobre una tabla de surf sacada

de la pared. Sobre todo porque la mujer alemana seguía abriendo la ventana, y

el Sr. Genérico de Europa la continuaba cerrando hasta la mitad. Entonces, uno

de los mochileros dijo algo en español y luego dijo:

―¿Te importaría? ―En inglés y señaló la ventana. Cuando ella la cerró por

completo, nadie se quejó. La mujer alemana la abrió nuevamente, y el ciclo se

repitió toda la noche.

La mañana llegó súbitamente, y las personas empezaron a entrar y salir de las

literas con cepillos de dientes. Ginny se dio la vuelta y balanceó sus piernas

fuera de la tabla de surf, apoyándose cuidadosamente en el suelo. Cuando

volvió de lavarse en el estrecho y algo oscuro baño, las camas mágicamente

fueron dobladas en sillas. Una hora después, el tren paró y ella fue arrastrando

los pies a través de una enorme estación de trenes y hacia afuera en un

boulevard amplio y soleado de Paris.

Los carteles de las calles eran pequeñas placas azules en los costados de

enormes edificios blancos, con frecuencia ocultados por una rama de árbol,

perdidos en un montón de otros carteles, o simplemente imposibles de

encontrar. Las calles se desviaban casi constantemente. Aún así, no era tan

difícil encontrar un hostal en el vecindario que había recomendado Tía Peg. Era

un edificio enorme, alguna clase de viejo hospital o un palacio pequeño. Una

mujer con rígidos rizos negros detrás del escritorio de recepción, después de

amonestar a Ginny durante cinco minutos por no haber llamado por adelantado

en la temporada alta, le dijo que aunque no había ningún cuarto individual,

había mucho espacio en los cuartos de los dormitorios.

―¿Tienes sábanaz? ―preguntó la mujer.

―No...

―Tres euros.

Ginny le entregó sus tres euros, y la mujer le entregó una gran bolsa blanca de

áspero algodón.

―Ezztar{‖cerrado‖pronto‖―dijo la mujer―. Pero puedes poner tus sábanaz en

el piso superior. Puedes volver a las seeis. La puerta ees cerrada cada noche a

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las diez. Siii no estás a las diez, cerraremos contigo fuera. Sugiero que lleves tú

bolso conchigo.13

Ginny tomó su bolsa-sábana, subió las escaleras y fue al cuarto al final del

pasillo, como le habían indicado. La puerta estaba entreabierta, la empujó

completamente para revelar un cuarto muy grande con literas estrechas al estilo

militar. El suelo estaba cubierto por pequeños azulejos de color masilla que aún

estaban húmedos por haber sido fregados con un limpiador de fuerte olor.

Sus compañeros de cuarto todavía estaban allí, recogiendo sus cosas para el día.

Ellos cabecearon en dirección a Ginny a modo de saludo e intercambiaron unas

cuantas palabras, después volvieron a su conversación. Rápidamente concluyó

que ellos estaban en la misma escuela secundaria, que estaba en Minnesota.

Sabía esto porque todos ellos sabían el nombre de los otros y estaban hablando

sobre las clases que iban a tomar juntos. También continuaron diciendo cosas

como‖ ‚Oh,‖ Dios‖ mío,‖ ¿puedes‖ imaginarte‖ esto‖ en‖ Minnesota?‛‖ y‖ ‚Quiero‖

llevarme‖uno‖de‖estos‖a‖Minnesota.‛

Ginny puso las sábanas-bolsa en uno de los catres vacíos en el otro lado del

cuarto. Se quedó por un minuto ajustando el saco sobre la pequeña almohadilla

de plástico que servía de colchón. Ella no se encontraba a gusto con los

extraños, pero hoy sentía como si pudiera. Si las chicas parecían interesadas,

podía tener una conversación con ellas. Tal vez podría unírseles, y podrían ir

todos juntos a algún lugar.

Eso era. Eso era lo que quería. Ella y las chicas de Minnesota podían recorrer

Paris juntas. Irían a tiendas y pararían por un café. Probablemente irían a un

club o algo así. Ginny nunca había ido a un club pero sabía por su libro de texto

de Francés que eso es lo que se hacía en Europa. Así que si las chicas de

Minnesota querían ir, ella iría también. Todas se volverían buenas amigas

realmente rápido.

Pero las chicas de Minnesota tenían otros planes y se deslizaron fuera del

dormitorio sin ella. Una voz chirriante salió del altavoz y dijo a todo el mundo

en francés e inglés que tenían que salir o habría algún tipo de infierno para

pagar. Ginny recogió su bolso y se fue, sola.

Una vez que estuvo en la calle, pronto pasó por una estación con una de esas

famosas entradas verdes de metal y, sin tener un plan mejor, descendió. El

plano del metro de Paris era un grado más complicado y grande que el mapa de

Londres. Sin embargo, el Louvre fue fácil de encontrar. La parada era llamada

Louvre. Esa fue una buena pista.

Su libro de texto francés le había asegurado que el Louvre era grande, pero no

estaba preparada para cuán grande era. Esperó en la fila por dos horas para 13 La mujer tiene una pronunciación francesa.

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conseguir entrar a través de la entrada masiva de cristal de la pirámide. Dentro

del Louvre, había una cierta seguridad. Estaba bien para ser un turista. A donde

sea que miraba, las personas estaban discutiendo el plano, leyendo guías,

buscando en sus mochilas. Por una vez, encajó completamente.

Había tres alas nombradas de las que elegir: Denon, Sully, y Richelieu. Entregó

su mochila en la recepción de equipaje, escogió Sully al azar, y se adentró en sus

profundidades. Inmediatamente se encontró en una recreación de una bóveda

de piedra, que llevaba alrededor de la sección del Antiguo Egipto. Deambuló

por cuarto tras cuarto de momias, decoraciones de tumbas, jeroglíficos.

Siempre le habían gustado las cosas egipcias, especialmente cuando era niña,

porque ella las había visto en el Museo Metropolitano con la tía Peg y jugaron

“¿si pudieras elegir qué cosas querrías llevarte contigo cuando murieras, ¿qué te

llevarías?”

La lista de Ginny siempre empezaba con una balsa inflable. Ni siquiera tenía

una balsa inflable propia, pero podía imaginarlo perfectamente—era azul con

una franja amarilla y agarraderas. Estaba convencida que lo necesitaba en

cualquier paraíso que imaginaba.

Los egipcios también se habían llevado en serio idioteces raras con ellos a la

tierra de los muertos. Tablas con forma de perros. Pequeñas muñecas azules del

tamaño de un dedo que se suponían eran sirvientes. Grandes máscaras de sus

propias cabezas.

Dobló la esquina y recorrió el pasillo hacia la Escultura Romana.

Y estuvo de vuelta donde empezó, en la bóveda de piedra. Parecía imposible,

pero tenía que suceder. Trató nuevamente, siguiendo las indicaciones y los

mapas. Esta vez, terminó en el cuarto de los sarcófagos. En el tercer intento,

parecía que había llegado a las estatuas romanas, y entonces ¡bam!, estaba de

vuelta con las jarras canopes y las decoraciones de tumba.

Era como si estuviera caminando en alguna especie de casa de la diversión.

Finalmente tuvo que seguir un tour para salir de la tierra de la muerte. Los

siguió a través de las estatuas romanas. Niños franceses se sentaban debajo de

los desnudos, mirando hacia arriba. Ninguno de ellos estaba señalando ni

riendo. Siguió caminando a través de la interminable sucesión de cámaras

conectadas, hasta que vio un cartel que mostraba una pequeña imagen de la

Mona Lisa y una flecha. La siguió por al menos una docena de galerías.

Una cosa que la tía Peg había inculcado en ella era la comodidad rodeada de

pinturas. Ginny nunca afirmó saber mucho (o nada) de pintura. No sabía

mucho sobre la historia del arte, o técnicas, o por qué todos súbitamente se

desmayaban en éxtasis si algún artista decidía repentinamente usar sólo azul...

la tía Peg había explicado que si bien estas cosas eran importantes para algunas

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personas, lo más importante para recordar era: sólo son pinturas. No había un

modo correcto o equivocado de verlas, y no había razón para sentirse

intimidado por ellas.

Mientras vagaba por las galerías, se sintió relajarse. Había algo en el orden de

todo, algo familiar en este extraño lugar. Sólo estar ahí, la hizo sentir que

aunque estaba tan lejos de casa, no estaba sola. Parecía como si todos estuvieran

tratando de capturar algo del lugar. Los estudiantes de arte encaramados por

todos lados con sus enormes cuadernos de arte, mirando fijamente una obra de

arte o una decoración del techo, tratando de duplicar lo que estaban viendo.

Muchas personas estaban tomando fotos de las pinturas, o más raro aún,

filmándolas.

A tía Peg le encantaría eso, pensó ella.

Estaba tan ocupada mirándolos que ni siquiera se dio cuenta que había

caminado derecho a la Mona Lisa. Estaba atesorada en algún lugar entre las

multitudes. En cualquier caso, parecía tan buen momento como cualquiera para

detenerse. Se sentó en un banco en el medio de una galería italiana con paredes

de color rojo profundo y sacó la siguiente carta.

Carta #8

Traducido por Sheliita Belicov Corregido por Anelisse

Querida Gin:

Así que aquí estaba yo, Gin, en mi camino desde las pasiones de Roma hasta el fantástico romance de París.

Pensé que estaba en la ruina antes, pero siempre había tenido un poco de dinero. Pero había gastado más de lo que tenía en Roma.

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Había una cafetería por la que pasaba casi todos los días. Un impresionante olor a pan fresco siempre venía de ella, pero el lugar estaba cayéndose a pedazos, la pintura estaba descascarada, las mesas eran simples y feas. Era barato, sin embargo. Así que entré y tuve una de las mejores comidas de mi vida. No había nadie allí, así que el dueño se sentó y habló conmigo. Me dijo que cerraría la cafetería durante un mes porque todo el mundo en Francia se iba de vacaciones durante un mes en el verano. (Otra cosa que hace a Francia fantástica.)

Tuve una idea.

A cambio de un poco de dinero para comida y dejarme dormir en la cafetería, yo redecoraría para él. Todo el lugar, de arriba a abajo. Por el costo de un par de croque monsieurs, unos cientos de tazas de café y un poco de pintura, tendría toda su cafetería decorada con obra original por una mujer que se quedaría allí veinticuatro horas al día, siete días a la semana. Era una oferta demasiado buena para dejarla pasar. Así que la aceptó.

Durante el resto del mes, viví en la cafetería. Me las arreglé para conseguir algunas mantas y almohadas y me hice un pequeño nido para dormir detrás de la barra. Iba al mercado por alimentos y cocinaba mis comidas en la pequeña cocina. En realidad no importaba si era de día o de noche, pintaba todo el tiempo, cada vez que me daba la gana. Me dormía con los vapores de la pintura. Soñaba con los diseños. Con la piel bajo mi uña del pulgar izquierdo permanentemente manchaba de azul. Hice cortinas a partir de delantales que encontré en una tienda de segunda mano. Compré platos viejos, los quebré en el patio de atrás, y los convertí en un mosaico.

Mi París fue sólo esta pequeña habitación, y algunas tiendas de chatarra, y de vez en cuando caminar por la calle o en la noche o cuando estaba lloviendo. Esto, pensé, es de lo que se trata París. Recuerda, esta ciudad es donde los campesinos tomaron el control, dominaron y decapitaron a todos los miembros de la realeza y los ricos. Se enorgullece de los artistas pobres que han vivido allí en el pasado, todos los pintores, escritores, poetas, cantantes que hicieron famosos a los bares y cafés. ¡Piensa en Los Miserables! ¡Piensa en Moulin Rouge! (Pero sin tuberculosis.) ¡Mari vivió en las calles de París durante tres años! Bailó en clubes, pintó en la acera, y durmió donde podía.

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Ginny miró el reloj del hombre sentado junto a ella y vio que eran casi las seis,

así‖ que‖ decidió‖ irse.‖ La‖ palabra‖ ‚sortie‛,‖ que‖ estaba‖ en‖ carteles‖ sobre‖ todo‖ el‖

lugar,‖significaba‖‚salida‛.‖Por‖lo‖que‖siguió‖los‖carteles.

Sortie, sortie, sortie...

Y súbitamente, estaba parada delante de Virgin Megastore,14 en frente de una

pantalla de la Guerra de las Galaxias: La Menace Fantôme.

¿Acaso‖ Sortie‖ significaba‖ ‚Camino‖ a‖ Jar‖ Jar‛?‖ ¿Y‖ por‖ qué‖ había‖ un‖ Virgin‖

Megastore en el Louvre?

Después de diez minutos más de tratar escapar sin éxito, finalmente Ginny

encontró la salida. Ya que el río Sena estaba a la derecha y había docenas de

puentes sobre él, decidió cruzarlo. Las cosas eran más pequeñas y ajustadas que

del otro lado. Esta era el Left Bank15, lo sabía. El barrio de los estudiantes. Ella

miró a su alrededor y se dio la vuelta para volver sobre el puente.

Paris parecía cumplir con la promesa que hacía en cada fotografía que ella había

visto. Personas llevando largas baguettes. Parejas caminando de la mano en

calles delgadas como espárragos. Poco después, una luna redonda sobre su

cabeza colgaba en un cielo azul eléctrico y la Torre Eiffel empezó a brillar con

miles de lucecitas. El aire era cálido, y mientras Ginny se apoyaba contra un

costado del Pont Neuf16 y miraba un barco-comedor deslizarse a lo largo del

Sena debajo de ella, pensó que era una perfecta noche parisina. Pero no lo sentía

perfecto. Se sentía sola, y en lo único que podía pensar era en volver al hostal.

14

Es una cadena internacional de tiendas de discos.

15 Así se le llama a la orilla Sur del Río Sena. 16 En francés significa Puente Nuevo y es el puente más antiguo que cruza el Sena.

Así que este es el proyecto CHERCHE LE CAFÉ. (Sé que te dan francés, pero por si acaso... significa ENCUENTRA LA CAFETERIA.) Quiero que encuentres mi cafetería basada en lo que te he dicho y lo que sabes acerca de mí.

Y, por supuesto, cuando llegues allí, compra algo delicioso para mí, porque soy tu cariñosa y. . .

Tu Hambrienta Tía Artista

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20

Los Pequeños Perros

Traducido por Bautison Corregido por Pimienta

sa noche, Ginny se sentó en el amplio y vacío vestíbulo, en la larga mesa,

con sillas de madera desiguales, que sostenía los ordenadores del

albergue. Todos los asientos estaban ocuparon. Gente de todo tipo,

encorvada leyendo atentamente, los e-mails de su casa, componiendo épicos

registros Web, totalmente inconscientes de la presencia de los otros.

Había olor a humo rancio proveniente de una mujer sentada en la recepción

que prendía un cigarrillo tras otro. En la pared sobre la cabeza de Ginny había

mapas antiguos del mundo, llenos de marcas en forma de estrella y pequeños

agujeros, mostrando donde habían sido doblados una y otra vez. Blancas

estrellas en todo el mundo, en los océanos. Agujeros en China, Brasil y Bulgaria.

Incluso había un pequeño agujero en Nueva Jersey, aunque mucho más cerca

de la costa que de donde ella vivía.

Por primera vez desde que había estado fuera, tenía acceso al exterior. Podía

escribirle a quien quisiera, es decir, si no seguía las reglas. Lo único que le

impedía en ese momento de hablar con Miriam, eran razones ajenas a su

voluntad. No había comunicación electrónica con los Estados Unidos. No había

ambigüedad sobre este punto.

Pero no había nada en las reglas sobre Inglaterra. Y mientras que ella en

realidad, no tenía la dirección de correo electrónico de Keith, supuso que no

sería imposible de encontrar. Era buena para encontrar cosas. Era un sabueso de

internet.

Finalmente encontrar a Keith había sido absurdamente fácil. Ella lo busco a

través del Goldsmiths. Pero le tomó todo un recorrido diferente para llegar a lo

que le quería decir en su correo electrónico. Tardó una hora y alrededor de

veintiséis versiones diferentes, hasta que finalmente dio lugar a:

“Hola, sólo quería saludar. Estoy en París ahora mismo.”

Lo volvió a leer y lo envió, lamentándolo inmediatamente "Hola." ¿Por qué

"Hola, sólo quería saludar."? ¿Por qué no simplemente "hola"? ¿Por qué no le decía

E

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que lo echaba de menos? ¿Por qué no podía decir nada lindo e inteligente y atractivo?

Nadie respondía a una nota como esa, porque esa nota era estúpida.

Sólo que él lo hizo. La respuesta apareció en su correo. Decía simplemente:

“París, ¿eh? ¿Dónde?”

Ella se acarició suavemente los dedos. Así que el simple acercamiento había

funcionado. Bien. Podía mantenerlo simple:

"El albergue de UFC en Montparnasse.”

Podía preguntarle si todavía estaba loco... ¿o ella era la que estaba loca? Tal vez

mejor dejar de lado la parte de la locura. Mantente informativa.

Esperó durante media hora. No hubo respuesta esta vez. La emoción, por esta

noche, había terminado.

Fue al piso de arriba de la residencia, donde su compañera de cuarto tenía

visitas de nuevo en su lado de la habitación. Le sonrió cuando ella entró, y

aunque sabía que no tenía nada en su contra, tenía la sensación de que habían

estado esperando que no volviera. Que era lo suficientemente justo. Eran todos

amigos. Ellos querían un poco de intimidad. Trató de agarrar sus cosas lo más

rápido y silenciosa que pudo, luego subió a la chirriante litera con fuerza y trató

de dormir.

Ginny se levantó de golpe con el anuncio por altavoz a las 7:30 am, alertando

que el desayuno era sólo hasta las ocho y media, aunque todo el mundo

esperaba que fuera a las nueve en punto.

El contingente de Minnesota estaba despertando. Estaban sacando las cosas

fuera de sus bolsos (bolsos mucho más elegantes y mejor diseñados que su

engendro morado y verde). Ella no tenía nada, se dio cuenta. Nada, excepto el

champú y la pasta de dientes. Eso significaba que no había jabón y ni toalla.

Nunca había pensado en ello. Buscó en su bolso por algo que pudiera utilizar

como una toalla, dando por fin con su polar.

El baño era pequeño, con tres duchas y cuatro lavabos. A pesar de que estaba

bastante limpio, había un olor a podrido, que venía de algún lugar profundo en

el edificio. Esperó en la fila con los demás, dejándose caer contra la pared. Se

dio cuenta de que todo el mundo parecía estar mirándola a ella a través del

espejo. Sus ojos iban y venían entre su polar-toalla y al tatuaje en su hombro.

Por primera vez en su vida, Ginny se sintió un poco más peligrosa que la gente

alrededor de ella. Fue una sensación interesante, pero probablemente hubiera

disfrutado más si fuera cierto.

Además, no tenía ropa limpia a mano. Todo estaba hediondo, húmedo y

arrugado. ¿Por qué no había pensado lavar en casa de Richard era una

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incógnita? pero ahora, tenía que buscar entre la ropa en busca de los artículos

más aceptables para poner en su, todavía, húmedo cuerpo.

Una vez que estuvo en la calle, Ginny se dio cuenta de que no tenía idea de

cómo se suponía que iba a hacer esto. Incluso un corto paseo por la zona reveló

que París no era más que cafés. Cafeterías en todas partes. Cafeterías y sus

calles sinuosas y amplios bulevares. Pasó una hora dando vueltas al barrio,

mirando en los escaparates que mostraban pan y pasteles, pasando por encima

de los pequeños perros, la telaraña de gente hablando en sus teléfonos móviles

sin básicamente lograr nada. París era glorioso y soleado, por supuesto. Pero la

mochila era pesada, y ella tenía un trabajo imposible por hacer.

Ginny decidió arriesgarse. Regresó al albergue y trató de abrir la pesada puerta

de hierro forjado negro. Estaba abierta. El sonido de algún pesado equipo de

limpieza se hizo eco de los pasillos en algún lugar más arriba, rebotando en los

suelos de mármol del vestíbulo. Había un fuerte olor a humo reciente.

Ella se acercó con cautela a la recepción y encontró a la mujer que seguía ahí

(Ginny comenzó a preguntarse si alguna vez dormía), tomando algo en un

tazón grande azul y viendo Oprah doblada al francés. Al ver a Ginny, ella

apagó el cigarrillo enojada.

―Est‖ees‖esta‖cerrado‖―exclamó―.‖No‖debes‖estar‖aquí.

―Sólo‖tengo‖una‖pregunta‖―comenzó‖Ginny.

―No.‖Tenemos‖reglas‖aquí.‖

―Estoy buscando‖una‖cafetería‖―dijo‖Ginny.

―¡Yo‖ no‖ soy‖ un‖ guía!‖―el‖ guía‖ era‖ particularmente‖ estirado‖ e‖ indignado―.‖

Gaaaaaaide.

―No‖―dijo‖Ginny‖r{pidamente―.‖Mi‖tía‖era‖pintora.‖Lo‖decoró.‖

Esto tranquilizó a la mujer un poco. Se volvió a Oprah.

―¿Como‖sse‖llaa, se‖llama?‖―preguntó.

―No‖sé‖―dijo‖Ginny.

―¿Ella‖no‖le‖dijo‖su‖eets‖nombre?

Ginny decidió dejar de lado esto.

―Este‖lugar‖tiene‖un‖montón‖de‖decoraciones‖―dijo―.‖Y‖ella‖dijo‖que‖era‖cerca‖

de aquí.

―Hay‖ muchos‖ cafés‖ cee‖ cerca‖ de‖ aquí.‖ No‖ puedo‖ decirte‖ cómo‖ encontrgag

alguno si usted no sabe el noo nombre.

―De‖acuerdo‖―dijo‖Ginny,‖arrastrando‖los‖pies‖hacia‖la‖puerta―.‖Gracias.

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―Espeg-ra, Espeg-ra<‖―la‖mujer‖ llamo‖ a‖ Ginny.‖ Le‖ tomó‖ tres‖ llamadas‖ de‖

teléfono y un cigarrillo antes de explicarle por qué la había llamado cuando se

iba.

―Est{‖bien.‖Así‖que‖ve‖a‖ver‖Michel‖Pienette.‖Vende‖verduras‖en‖el‖mercado.‖Le‖

vende a los chefs. Él sabe sobre todos los cafés. Explícale esto a él.

Ella escribió el nombre abajo en la parte posterior de una de las tarjetas del

albergue en grandes letras: MICHEL PIENETTE.

Aunque la mujer no había explicado cómo llegar al mercado, era bastante fácil

de encontrar. Ginny lo vio a lo lejos mientras subía a la calle. Una vez más, este

era uno de esos momentos que parecía vivir en su libro de texto francés.

Allí estaban las mesas colmadas de frutas y verduras, las grandes cantidades de

pan, los cuencos de terracota llenos de aceitunas frescas. Era casi demasiado

como un libro de francés.

Después de abanicarse con la tarjeta, Ginny logró encontrar a Michel Pienette

detrás de una pirámide de tomates. Fumaba un puro gordo y le gritaba a un

cliente. Había una línea corta de gente esperando por el mismo abuso. Ginny

tomó su lugar detrás de un hombre vestido con ropa blanca de chef.

―Disculpe‖―dijo‖al‖chef―.‖¿Hablas‖Inglés?

―Algo.

―¿El‖habla<?‖―e‖indicó‖al‖hombre‖con‖el‖cigarro.

―¿Michel?‖No.‖Y‖él‖es‖malo‖―dijo‖a‖Ginny―.‖Pero‖la‖comida‖es‖buena.‖¿Qué‖

quieres?

―Tengo‖ que‖ preguntarle‖ acerca‖ de‖ un‖ café‖ ―dijo‖ Ginny―.‖ Pero‖ no‖ sé‖ el‖

nombre.

―Michel‖sabrá. Le preguntaré por usted. Descríbalo.

―Tiene‖muchos‖colores‖―dijo‖Ginny―.‖Probablemente‖sea‖un‖collage.‖Quiz{s‖

hecho‖con<‖¿basura?‖

―¿Basura?

―Bueno,‖algo‖así.‖Una‖especie‖de‖basura.

―Yo‖le‖pregunto.

El chef esperó pacientemente su turno, después tradujo la pregunta de Ginny.

Michael Pienette, asintió furioso con la cabeza, y masticó su cigarro.

―Les‖petits‖chiens‖―gruñó―.‖Les‖petits‖chiens.

Eso, Ginny sabía, que quería decir "los perritos", pero no tenía sentido. El chef

parecía pensar lo mismo y preguntó al Sr. Pienette nuevo. Esto dio lugar a una

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explosión menor, y el Sr. Pienette se dio la vuelta, cogió una lechuga de la mano

de otro comprador y le gritó algo por encima del hombro.

―Él‖dice‖que‖el‖café‖se‖llama,‖"Los‖perros‖pequeños"‖―dijo‖el‖chef―.‖Creo que

él está molesto. Puede que no consiga mis berenjenas ahora.

―¿Sabe‖dónde‖est{?

Preguntó, pero la pregunta hizo que se enojara visiblemente. Le apuntó con un

dedo regordete a un callejón a la izquierda del mercado.

―Ese‖camino‖―dijo―.‖Pero,‖por‖favor... me hacen falta mis berenjenas.

―Gracias‖―dijo‖Ginny,‖retrocediendo‖r{pidamente―.‖Lo‖siento.

El callejón no era halagüeño. Era estrecho, y los edificios a lo largo del mismo

eran todos blancos, con pequeñas puertas. Nada se parecía a un restaurante.

Encima las motocicletas, acercándose a su espalda, subidas en realidad en la

acera, para pasar a través de los coches aparcados. Por lo que también pareció

que este camino podía matarla. Tal vez eso era lo que Michel Pienette quería.

Pero el camino se amplió un poco, y encontró algunas boutiques y pastelerías

muy pequeñas. Y entonces ella lo vio, un edificio tan pequeño que difícilmente

podría haber albergado cuatro mesas. Un enorme árbol se hallaba frente al

local, casi bloqueando la vista. Pero fueron la cortinas de las ventanas hechas

como si fueran de un pequeña cocina, lo que le dijo que este era el lugar. Las

ventanas delanteras estaban llenas de recortes de revistas, algunas con

imágenes. El interior parecía estar completamente vacío, y no había luces

encendidas. Pero cuando comprobó la puerta, estaba abierta.

Inmediatamente le quedó claro cuando se encontró en el interior por que el

lugar se llamaba "Los perros pequeños". Las paredes estaban dedicadas a los

pequeños perros de París. Tía de Peg había hecho un loco collage con cientos de

fotos de revistas de ellos, y había pintado alrededor de las imágenes grandes

manchas de pintura de color rosa y negro. Luego, en blanco, había esbozado

algunos alocados dibujos animados de caniches. Cada mesa y silla cada estaba

pintada en un conjunto diferente de colores. Parecía que ella debía haber estado

trabajando a su manera, entre un centenar de diferentes tonos de pintura.

Púrpura con amarillo sol. Lima con rosa chicle. Rojo del camión de bomberos

con azul marino. Había moteado el alegre naranja romano junto con un

profundo color bordo.

La cabeza de un hombre salió de detrás de la barra, sorprendiendo a Ginny. El

francés le gritó y le pareció vagamente familiar, pero hablaba demasiado rápido

y fuerte para entenderle. Ella negó con la cabeza sin poder hacer nada.

―No‖estamos‖sirviendo,‖todavía‖―le‖dijo‖en‖inglés.‖Era‖extraño‖cómo‖la‖gente‖

aquí sabía decir eso. Era increíble que todos ellos pudieran.

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―Oh<‖est{‖bien.

―No‖ hasta‖ la‖ cena.‖ Y‖ necesitas‖ una‖ reserva.‖ Esta‖ noche‖ es‖ imposible.‖ La‖

próxima semana, tal vez.

―No‖es‖eso‖―dijo‖Ginny―.‖Estoy‖aquí‖para‖ver‖la‖decoración.

―¿Usted‖est{‖escribiendo‖una‖nota?

―Mi‖tía‖las‖hizo.

Un poco más del hombre fue revelado. Ella podía ver sus hombros ahora.

―¿Su‖tía?

Ginny asintió con la cabeza.

Cabeza, hombros, la mayor parte del pecho y los brazos hasta los codos

aparecieron. Llevaba una gastada camiseta color morado con un delantal azul y

blanco sobre él.

―¿Tu‖tía‖es‖Margaret?

―Sí.

Todo cambió muy rápidamente. De repente, todo el hombre apareció, y Ginny

se encontró sentada a la fuerza.

―Yo‖soy‖Paul‖―dijo‖el‖hombre,‖dando‖un‖paso‖detr{s‖de‖la‖barra,‖tomando‖un‖

vaso‖ pequeño‖ y‖ una‖ botella‖ de‖ licor‖ amarillento―.‖ ¡Maravilloso!‖ Déjame‖

servirte un trago, ―después‖de‖la‖otra‖noche,‖Ginny‖no‖tenía‖ningún‖deseo‖de‖

otra bebida.

―Realmente‖no<‖―comenzó.

―No,‖no.‖Es‖granadina.‖Muy‖bueno.‖Suave.‖Bonito‖gusto.‖Y‖un‖pequeño‖toque‖

de‖naranja‖―lo‖pronunció‖nag-ranja. Plunk. Un pedazo de cáscara de naranja

cayó en el vaso. Lo empujó fuera y observó con atención mientras Ginny

tomaba un sorbo cauteloso. Tenía buen gusto. Algún tipo de flor.

―Ahora,‖voy‖a‖ser‖honesto‖con‖usted‖―dijo,‖ sirviéndose‖algo‖de‖granadina‖y‖

sent{ndose‖luego‖frente‖a‖ella―.‖Yo‖no‖estaba‖muy‖seguro‖acerca‖de‖su‖tía.‖Ella‖

me mostraba estas cosas que hace. Pequeños perros. ¡Pero espera! Algo de

comer. Ven conmigo.

Hizo un gesto a Ginny de la cocina, que era un espacio del tamaño de un

armario poco más allá de la barra. Y allí, mientras llenaba un plato con diversas

cosas extraídas del refrigerador, pollo frió, lechugas y quesos, explicó que el

extraño trabajo de pintura de su tía Peg había vuelto al restaurante, en su

defecto, de cuatro mesas, en un restaurante boutique muy deseable de cuatro

mesas con una larga lista de reserva.

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―Fue‖una‖cosa‖extraña‖―dijo―.‖Esa‖mujer,‖no‖sé‖porque,‖me‖ofrece‖quedarse‖

en mi restaurante. Para dormir en mi restaurante. Para hacerlo de nuevo, para

cubrirlo con imágenes de perros. ¡Debería haberla echado fuera!

―¿Por‖qué‖no‖lo‖hizo?‖‖―preguntó‖Ginny.

―¿Por‖qué?‖―repitió.‖Miró‖hacia‖arriba‖y‖alrededor‖de‖ las‖paredes‖decoradas‖

alegremente―.‖No‖sé‖por‖qué.‖Supongo‖que‖me‖parecía‖muy‖segura.‖Ella‖tenía‖

una manera. Tenía un encanto femenino... No se ofenda por esto, usted

entiende. Ella tenía una visión, y cuando habló, le creí. Y tenía razón. Muy

extraño, pero tenía razón.

Muy extraña, pero tenía razón. Esta fue, posiblemente, la mejor descripción de

su tía que Ginny jamás oyó.

Después de llenarse de comida y alguna tarta de manzana con crema, Ginny fue

amablemente despedida a fin de que Paul pudiera estar listo para la noche.

―¡Saluda‖a‖tu‖tía‖por‖mi!‖―dijo‖alegremente―.‖¡Y‖vuelve!‖¡Vuelve‖a‖menudo!

―Así‖ lo‖ haré‖ ―dijo‖ Ginny,‖ su‖ sonrisa‖ cayendo‖ un‖ poco.‖ No‖ tenía‖ sentido‖

corregirlo acerca de la tía Peg. En su mente, ella todavía vivía, y no veía

ninguna razón por la cual no debía quedarse de esa manera.

Ella regresó al albergue deprimida, sintiéndose muy molesta por las multitudes

del atardecer y el peso de su bolsa. Por alguna razón, París no era encantador

para ella ahora mismo. Era grande, ruidoso, lleno de gente y tenía demasiadas

cosas. Las calles eran demasiado pequeñas. La gente hablando por sus teléfonos

era demasiado distraída.

Algo sobre la reacción de Paul la hundió por completo. Ella quería volver a su

litera solitaria, chirriante, en la sala donde las otras chicas no le hacían caso. Ella

quería volver allí y llorar. Sólo quedarse allí toda la noche y no hacer nada. No

había nada que pudiera hacer de todos modos. Ella no vivía aquí. No conocía a

nadie.

Abrió la puerta de hierro forjado y apenas se dio cuenta cuando la mujer en el

mostrador le dirigió una leve sonrisa. De hecho, casi no reconoció la voz que la

llamó desde la zona de los ordenadores.

―¡Oi!‖―dijo―‖¡Un‖loco!

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21

Una Noche en la Ciudad

Traducido por Virtxu Corregido por Pimienta

ónde‖has‖estado?‖―saludó‖Keith―.‖He‖estado‖sentado‖fuera‖

durante‖dos‖horas.‖¿Sabes‖cu{ntos‖perros‖han‖intentado<‖‖no‖

importa.

Ginny estaba demasiado sorprendida para hablar. Definitivamente era él. Alto,

delgado, cabello castaño rojizo que conseguía verse tan desaliñado como

perfecto, guantes de ciclismo. Olía un poco más a humedad que de costumbre.

―Hola,‖Keith‖―apuntó‖él―.‖¿Cómo‖est{s?‖Oh,‖no‖puedo‖quejarme.

―¿Por‖qué‖est{s‖aquí?‖Quiero‖decir.‖.‖.‖

―Las‖entradas‖que‖compraste‖para‖el‖espect{culo‖―dijo―.‖Las‖llevé‖a‖la‖oficina‖

internacional, ¿recuerdas? Un estudiante francés de teatro cogió una. Su escuela

tiene un festival y una de sus presentaciones cayó, por lo que nos pidió venir en

el último minuto. Empaquetamos el conjunto. Condujimos hasta aquí.

Claramente el destino quiere que estemos juntos.

―Oh.

Ella pasó de un pie a otro. Parpadeó. Él todavía estaba allí.

―Puedo‖ver‖que‖est{s‖impresionada‖―dijo‖él―.‖¿Qué‖te‖hizo‖hacer‖aquí‖tu‖loca‖

tía, de todos modos?

―Tuve‖que‖ir‖a‖un‖café‖―dijo.

―¿Un‖Café?‖Ahora‖que‖hablamos‖de‖eso.‖Me‖muero‖de‖hambre.‖No‖vamos‖a‖

actuar esta noche. Podríamos tomar un bocado. A menos, claro está, que estés

ocupada comprando todos los asientos del teatro de la ópera de París.

A pesar de que había gastado la mayor parte de la comida por la tarde, Ginny

no dijo que no. Ella y Keith pasaron las siguientes horas caminando. Keith se

detuvo en casi todos los stand de crepes que vio en el camino (y había muchos)

y pidió una gran bolsa variada llena de todo. Comía mientras caminaba,

contándole todo sobre el show. Su principal novedad, sin embargo, fue sobre

David y Fiona, quienes habían vuelto juntos, para su decepción. Se hizo de

noche, y siguieron caminando. Caminaron a lo largo del río, pasando por los

―¿D

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muchos puentes. Cruzaron y caminaron a través de un barrio pequeño y

miraron a la gente en los cafés, que los miraba de vuelta. Luego pasaron por

una valla alta y lo que parecía un parque.

―Cementerio‖—dijo‖Keith―.‖¡Cementerio!

Ginny se volvió para ver a Keith saltar, agarrar la parte superior, y trepar para

pasar por encima de la valla con facilidad, incluso con la mochila de Ginny en la

espalda. Él le sonrió desde detrás de los barrotes.

―Vamos‖aquí‖―dijo,‖indicando‖la‖oscura‖extensión‖de‖monumentos‖y‖{rboles‖a‖

su lado.

―¿Vamos‖aquí‖a‖qué?

―¡Es‖un‖cementerio‖parisino!‖Son‖los‖mejores.‖Cinco‖estrellas.

―¿Qué‖pasa‖con‖eso?

―Vamos‖a‖echar‖un‖vistazo‖por‖lo‖menos

―¡Se‖supone‖que‖no‖deberíamos‖estar ahí!

―¡Somos‖turistas!‖No‖lo‖sabemos.‖Vamos.‖Ven‖aquí.

―¡No‖podemos!

―Tengo‖tu‖mochila‖―dijo,‖d{ndose‖la‖vuelta‖para‖mostr{rselo.

No parecía haber otra opción.

―Si‖ voy,‖ me‖ prometes‖ que‖ sólo‖ daremos‖ un‖ vistazo‖ alrededor‖ y‖ luego‖ nos‖

iremos.

―Te‖lo‖prometo.

No fue tan fácil para Ginny saltar la valla. No había nada para apoyar su pie.

Tenía que seguir saltando y tratando de agarrarse a la parte superior. Al final

pasó por encima de ella, pero no tenía idea de cómo bajar. Keith finalmente la

convenció para hacer pivotar su pierna por encima o definitivamente iría a ir a

cogerla. Él casi iba a cogerla cuando ella se lanzó hacia abajo y él estuvo muy

bien ayudándola a ponerse en pie.

―Ahora‖―dijo―,‖¿no‖es‖esto‖mejor?‖¡Vamos!‖

Él echó a correr entre las sombras de los oscuros árboles y las estatuas. Ginny le

siguió vacilante y lo encontró sentado en un monumento con la forma de un

libro gigante.

―Toma‖asiento‖―dijo.

Ella se sentó con cautela en la página opuesta. Keith puso sus pies en alto y

miró a su alrededor con satisfacción.

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―Mi‖amigo‖Iggy‖y‖yo‖vinimos‖a‖este‖cementerio‖una‖vez...‖―Comenzó,‖y‖luego‖

se‖detuvo―.‖Acerca‖de‖esa‖cosa‖en‖Escocia,‖el‖ juguete‖―dijo―.‖¿Est{s‖todavía‖

loca por eso?

Ella deseaba que él no lo hubiera mencionado.

―Olvídalo‖―dijo‖ella.

―No.‖Quiero‖saberlo.‖Sé‖que‖no‖debería‖haberlo‖cogido.‖Algunos‖viejos‖h{bitos‖

tardan en morir.

―Eso‖no‖es‖un‖h{bito.‖Morderse‖las‖uñas‖es‖un‖h{bito.‖Robar‖cosas‖es‖un‖delito.

―Ya‖me diste este discurso. Y lo sé. Sólo pensé que te gustaría.

Sacudió la cabeza y se empujó a sí mismo fuera del monumento.

―Espera‖―dijo‖Ginny―.‖Lo‖sé,‖es‖sólo‖que<‖es‖un‖robo.‖Y‖era‖Mari.‖Y‖Mari‖era‖

como el gurú de mi tía o algo así. Y no robo. No estoy diciendo que seas una

mala‖persona,‖o<‖

Keith se acercó a la siguiente tumba, que era una piedra en el suelo. Empezó a

saltar alrededor y a batir sus brazos.

―¿Qué‖est{s‖haciendo?‖―preguntó‖Ginny.

—Estoy bailando sobre la tumba de este hombre. Siempre se oye acerca de la

gente bailando sobre su tumba, pero nadie lo hace.

Una vez que él dejó su sistema, regresó y se paró frente a ella.

―¿Sabes‖qué‖no‖me‖has‖dicho?‖―preguntó―.‖No‖me‖has‖dicho‖de‖qué‖murió‖‖

tu tía. Me doy cuenta que este puede ser un mal lugar para‖preguntar,‖pero<

―Un‖ tumor‖ cerebral‖―dijo‖Ginny‖ r{pidamente,‖ enterrando‖ el‖mentón‖ en‖ sus‖

manos.

―Ah.‖Lo‖siento.‖

―Est{‖bien.

―¿Estuvo‖enferma‖por‖mucho‖tiempo?

―No‖creo.

―¿No‖crees?

―No‖sé,‖―dijo‖Ginny―.‖Nosotros‖nos‖enteramos‖después.

Se sentó junto a ella otra vez en la otra página del libro, a continuación, giró se

giró para tener una mejor visión de ella.

―¿Qué‖crees‖que‖es‖esto?‖―preguntó‖él―.‖Espera.

Él se inclinó hacia las letras talladas.

―Vamos‖echar‖un‖vistazo‖a‖esto‖―dijo―.‖Date‖la‖vuelta.

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Ginny se volvió a medias y miró hacia abajo. ―¿Qué?‖―dijo.

―Es‖ de‖ Shakespeare,‖ en‖ francés.‖ Es‖ la‖ maldita‖ Romeo‖ y‖ Julieta.‖ Y‖ si‖ no‖ me‖

equivoco...‖―Él‖miró‖m{s‖de‖la‖escritura‖por‖un‖momento―.‖Creo‖que‖esto‖es‖

parte de la escena de la cripta, donde ambos mueren. No estoy seguro si esto es

romántico o espeluznante.

Recorrió las letras talladas con el dedo.

―¿Por‖qué‖me‖preguntaste‖cómo‖murió?‖―dijo‖Ginny.

―No‖ sé‖ ―dijo,‖ mirando‖ hacia‖ arriba―.‖ Me‖ pareció‖ que‖ era‖ una‖ cuestión‖

relevante. Y pensé que esto era algo... como... a largo plazo. Parece que hubo

una gran cantidad de planificación involucrada con las cartas, el dinero...

―¿Sólo‖quieres‖estar‖conmigo‖por‖el‖dinero?

Se sentó, cruzó las piernas, y se volvió hacia ella directamente.

―¿Qué‖ significa‖ eso‖ exactamente?‖ ―preguntó‖ él―.‖ ¿Todo‖ esto‖ es‖ por‖ qué‖

piensas que estoy interesado en ello?

―No‖lo‖sé.‖Por‖eso‖acabo‖de‖pregunt{rtelo.‖

―El dinero es bueno ―dijo―. Me gustaste porque estás loca. Y eres bonita. Y

muy bonita para estar loca.

Al oír la palabra bonita (dos veces, de hecho), ella llevó los ojos a la escultura.

Keith se acercó y le alzó la barbilla. Le dirigió una larga mirada, después,

lentamente, deslizó su mano detrás de su cuello. Ginny sintió sus ojos

cerrándose, algo derritiéndose por todo su cuerpo, y luego la sensación de ser

guiada hacia abajo a su lado de la página del libro. Pero esta vez, a diferencia

que con Beppe, eso no fue desagradable o extraño. Sólo era caliente.

No estaba segura de cuánto tiempo había pasado cuando se dio cuenta de la luz

tratando de filtrarse a través de sus párpados cerrados. Una luz fuerte, bien

dirigida.

―Eso no puede ser bueno ―dijo Keith otra vez, con la boca todavía apretada

contra la de Ginny.

Una oleada de pánico corrió por Ginny. Ella se incorporó y enderezó su

camiseta. Había una figura de un hombre de pie en la base del monumento.

Debido a que tenía una linterna apuntando hacia ellos, era imposible ver quién

era o qué aspecto tenía. Se dirigió a ellos rápidamente en francés.

―No Parlez. ―Keith se rascó la cabeza.

El hombre volvió la linterna hacia el suelo. Una vez recuperada la visión de sus

ojos, ella vio que estaba uniformado. Les hizo una seña hacia abajo. Keith lanzó

una sonrisa a Ginny y se deslizó hacia abajo, parecía encantado con el giro de

los acontecimientos.

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Ginny no podía moverse. Ella trató de clavar sus dedos en la piedra,

agarrándose firmemente a las letras poco profundas talladas allí. Sus rodillas

estaban congeladas en una media curva. Tal vez el policía no la vería. . . tal vez

era bobo o ciego de cerca, y él creería que ella era parte de la escultura.

―¡Vamos! ―Dijo Keith, demasiado alegre para su comodidad. La guió por el

codo y alzó su mochila.

El hombre caminó por un sendero, iluminando el camino con su linterna. No

hizo ningún intento de hablar. Los llevó a una caseta de vigilancia, pequeña y

redonda, donde cogió un walkie-talkie.

―Oh, Dios mío ―dijo ella, enterrando su cara en el pecho de Keith para

bloquear‖la‖vista―. Oh, Dios mío. Estamos siendo arrestados en Francia.

―Sólo podemos esperar ―dijo Keith.

Rápido francés. Ella oyó cómo ponían el walkie-talkie en el escritorio y las

páginas de un libro siendo volteadas. Un tintineo de llaves. El ruido de pitidos

electrónicos de algún tipo de sensor. Luego se movieron de nuevo. Ella no sabía

hacia dónde, porque decidió mantenerse con los ojos cerrados y con su cuerpo

escondido en cerca de Keith.

Habría llamadas telefónicas a Nueva Jersey, tal vez la pondrían en un avión de

vuelta ahora mismo. O tal vez iría directamente a una cárcel de París llena de

prostitutas francesas con sus cigarrillos y medias de red y acordeones.

Un ruido chirriante. Movimiento. Ella se aferró más fuerte a Keith, cavando sus

dedos en el brazo de él.

Se detuvieron.

―Puedes abrir los ojos ―dijo él, quitando con cuidado los dedos de ella de su

brazo―. Y realmente me gustaría mantener esto, si no te importa.

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22

El Mejor Hotel de París

Traducido por veroniica Corregido por Anelisse

llos estaban en la acera, y ella todavía estaba agarrando su brazo, de

manera no muy fuerte.

―¿No‖estamos‖detenidos?‖―preguntó‖ella.

―No,‖―le‖dijo―.‖Es‖París.‖¿Crees‖que‖arrestan‖a‖la‖gente‖por‖besarse?‖¿Estabas‖

preocupada?

―¡Un‖poco!

―¿Por‖qué?‖―él‖parecía‖realmente‖sorprendido.

―¡Porque‖hemos‖sido‖detenidos‖por‖la‖policía‖francesa‖por‖indecencia‖pública‖o‖

profanación‖de‖tumbas‖o‖algo!‖―dijo‖ella―.‖Podríamos‖haber‖sido‖deportados.‖

―O‖ que‖ el‖ vigilante‖ nos‖ solicitara‖ que‖ dej{ramos‖ de‖ invadir‖ la‖ propiedad‖

privada.

Caminaron por la tranquila calle de tiendas cerradas. Un reloj de neón en el

exterior de una tienda les decía que era justo después de las once.

―Oh,‖Dios‖mío,‖―dijo―.‖‖Echo‖de‖menos‖el‖toque‖de‖queda.‖Estoy‖fuera.

―Oh,‖querida<‖―Él‖sacó‖un‖billete‖de‖metro‖de‖su‖bolsillo.

―¡Bueno,‖que‖tengas‖una‖buena‖noche!

―¿Me‖est{s‖dejando?

―Vamos,‖―dijo,‖ poniendo‖ con‖ confianza‖ su‖ brazo‖ sobre‖ sus‖ hombros―.‖ ¿Te‖

haría yo eso?

―Probablemente.

―Ven‖conmigo‖si‖quieres.‖Hay‖algo‖de‖espacio‖en‖el‖suelo.

El tren donde se alojaba Keith era un tren de cercanías y el tren no estaba

funcionando hasta esta mañana. Hundió las manos en los bolsillos y sonrió.

―Por‖lo‖tanto,‖―dijo‖ella―,‖¿ahora‖qué?

E

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―Caminamos‖por‖ahí‖hasta‖que‖encontremos‖un‖lugar‖para‖sentarnos.‖Y‖si‖nos‖

gusta el asiento, nos acostamos.

―¿En‖la‖calle?

―Preferiblemente‖no‖en‖la‖calle.‖Preferiblemente‖en‖un‖banco.‖Tal‖vez‖un‖poco‖

de hierba. Aunque, esto es París. No se sabe lo que han estado haciendo en la

hierba los millones de pequeños perros. Banco, entonces. Las estaciones de tren

son buenas. Sé que dijiste que no eras rica, pero ahora sería un buen momento

para que utilizaras tu secreto suministro en efectivo y nos buscaras una

habitación en el Ritz.

―Mi‖ tía‖ estaba‖ en‖ la‖ ruina,‖―dijo‖ ella,‖ casi‖ a‖ la‖ defensiva―.‖ Ella‖ vivía‖ en‖ el‖

suelo de un café, detrás de la barra.

―Estaba‖bromeando,‖―dijo―.‖Rel{jate.

Caminaron en silencio hasta que tropezaron con uno de los parques más

grandes, esta vez uno de verdad.

―¿Sabes‖donde‖creo‖que‖estamos?,‖―Dijo‖Keith―.‖En‖Tuileries.

Normalmente, se habría aterrorizado al entrar en un parque por la noche, pero

después de haber sido capturados por la policía en un cementerio a oscuras, las

amplias avenidas y las blancas fuentes iluminadas por la luna no parecían muy

alarmantes. Era difícil ver a dónde estaban yendo, pero podían seguir el crujido

que sus pasos hacían en el camino de grava por el que estaban paseando.

Llegaron a un amplio círculo. Había una fuente en el centro y bancos a su

alrededor.

―Aquí‖ estamos,‖—dijo Keith—.‖Nuestro‖ hotel<‖Hare‖ que‖ el‖ botones‖ cargue‖

nuestras maletas.

Dejó caer la bolsa de Ginny hacia abajo en uno de los bancos y se sentó con la

cabeza en un extremo de la misma.

―Almohadas‖de‖plumas,‖―dijo―.‖Signo‖de‖calidad.

Ginny se estiró en la dirección opuesta. Levantó la vista hacia el contorno

oscuro de los árboles que estaban encima de ellos. Parecían como manos

oscuras alcanzando el cielo.

―Keith,‖—preguntó ella.

―¿Sí?

―Sólo‖comprobaba.

―Todavía‖aquí,‖loco.‖—Ella sonrió.

―¿Piensas que vamos a ser asaltados y asesinados?

―Espero‖que‖no.

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Ella quería preguntar algo más, pero antes de que pudiera pensar en lo que era,

cayó dormida. Ginny escuchó un crujido sobre su cabeza, pero su cuerpo no

tenía ningún deseo de moverse. Ella tuvo que ordenarle a sus ojos que se

abrieran. Miró su reloj. Eran las diez. Ginny se inclinó para agitar el hombro de

Keith. Tenía los brazos cruzados y apretados firmemente sobre su pecho, y

parecía tan contento que no quería despertarlo.

Ella se incorporó y miró a su alrededor. La gente estaba ahora moviéndose de

un lado para otro en el parque. Parecía que nadie los notaba. Rápidamente

extendió su mano y se frotó la cara, tratando de deshacerse de cualquier rastro

de sueño o baba. Revisó sus trenzas también. Parecían más o menos intactas. A

pesar del hecho de que se sentía un poco pegajosa (que ella suponía que era

algo que era de esperarse después de dormir en un banco toda la noche, aunque

en realidad no podría decir por qué), estaba en muy buena forma. La limpieza

completa se había convertido en una realidad tan distante que su perspectiva

sobre el tema había cambiado.

Algunas de las otras personas en el parque estaban paseando perros o

simplemente paseando. A nadie le parecía importar que hubiesen estado

utilizando el banco como cama. Keith se agitó y se incorporó lentamente.

―De‖acuerdo‖―dijo―.‖‖¿Dónde‖desayunamos?

Encontraron un pequeño café por la calle que tenía un montón de pasteles en la

ventana. Al poco tiempo, estaban sentados frente con tres tazas de café (todas

de Keith), un café con leche y una cesta con napolitanas de chocolate.

Cuando no se metía pasteles en la boca, Keith llenaba a Ginny de todas las

noticias sobre el show.

―Estamos‖ terminando‖ aquí,‖―dijo―,‖ luego‖ nos‖ vamos‖ a‖ Escocia‖ tan‖ pronto

como‖regresemos.‖Ah,‖Caray,‖no‖es‖el‖momento.‖―Se‖puso‖en‖pie.

―Mira‖―dijo―,‖lo‖siento<‖pero‖tengo‖que‖volver.‖Tenemos‖un‖show‖que‖hacer‖

esta tarde. Ponte en contacto conmigo. Déjame saber cómo te va.

Él se acercó y cogió su mano, entonces sacó un lápiz de su bolsillo.

―Podríamos‖ también‖ conservar,‖―dijo,‖ escribió‖ unas‖palabras‖ sobre‖ el‖ dorso‖

de‖la‖mano‖de‖ella―.‖Mi‖IM.

―De‖acuerdo‖―dijo‖ella,‖incapaz‖de‖ocultar‖la‖caída‖de‖su‖voz.

Él agarró su bolso y salió por la puerta. El cuerpo de ella al instante se sentía

pesado. Estaba sola otra vez. ¿Quién sabía si alguna vez volvería otra vez a

Inglaterra y a ver a Keith? Automáticamente, ella se agachó y de la mochila sacó

los sobres. La goma estaba floja ahora.

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La caricatura en el # 9 estaba dibujada con tinta oscura. Había un pequeño

dibujo de una niña con trenzas y una falda en la esquina inferior izquierda. Su

sombra pasaba, en diagonal por toda la anchura del sobre.

Sacó su cuaderno.

07 de julio

10:14 am, mesa de un café, París

Mir,

Keith estaba AQUÍ. En PARÍS. Y ÉL ME ENCONTRÓ. Sé que suena imposible, pero es verdad, Pero eso no es lo mágico de la explicación. Lo que importa es que nos liamos en un cementerio y dormimos en un banco del parque.

Sólo olvídalo. De ninguna manera esto puede ser explicado en el papel.

Será necesario contarlo en persona con una gran cantidad de gestos. Basta con decir que estoy loca por él, y él acaba de salir por la puerta de la cafetería y quizás nunca lo vuelva a ver… y sé que suena como el final de una gran película, pero en la vida real, apesta.

Quiero seguirlo. Quiero ir a dónde está su show y solo recostarme en la acera para que así él pueda viajar conmigo. ¿De acuerdo? Eso es como de patética soy ahora. Debes estar emocionada.

Sé que no tengo derecho a quejarme. Yo sé que tú todavía estás en Nueva Jersey. Por favor tienes que saber que pienso en ti un 75 por ciento todos los días.

Con amor,

Gin

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Carta #9

Traducido por AndreaN Corregido por Hojadeluna

Querida Ginny,

¿Sabes porque me gustan tanto los holandeses?

Porque algunos de ellos ni siquiera deberían estar ahí.

Históricamente en realidad. Ellos constantemente mantienen el mar en la bahía, y crean nuevos tierra a través del drenaje y movimiento de tierra alrededor. El agua penetra a través de todo el país y los surcan a través de los canales de Ámsterdam. Es un milagro que el lugar se mantenga a flote.

Tienes que ser muy astuto para lograr eso.

Además, demuestra mucha determinación.

No es sorprendente que los holandeses también cambiaran la pintura para siempre. En los años 1600, los holandeses podían pintar cuadros que parecían fotografías. Capturaban la luz y el movimiento de una manera que nunca antes se había conocido.

Ellos también son gente que disfruta sentándose por ahí y fumar y beber café y hundir papas fritas en la mayonesa.

Cuando terminé de pintar el café, sentí como si Paris estuviera hecho para mí. Lo cual es una cosa ridícula de sentir, cuando piensas en ello. No puedes cansarte de Paris. Supongo que había estado en un lugar por mucho tiempo (Dormir en el suelo detrás de un bar puede ser un poco encadenada).

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Tenía un buen amigo, Charlie, que conocía de Nueva York. Él es nativo de Ámsterdam, y vive en una casa junto al canal en Jordaan, el cual es uno de los sitios más acogedores y hermosos en toda Europa. Decidí que necesitaba ver una cara amiga, así que ahí fue donde me dirigí. Ahí es a donde quiero que vayas.

Charlie te mostrará el verdadero Ámsterdam. Su dirección es 60 Westerstraat. Aquí tienes otra tarea más. Tienes que ir al Rijksmuseum, el cual es el museo más grande de Ámsterdam. Una de las pinturas más grandes del mundo, La Ronda Nocturna, de Rembrandt, está ahí. Encuentra a Piet y pregúntale acerca de ella.

Con amor,

Tu Tía Fugitiva.

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23

Charlie y la manzana

Traducido por Anelisse Corregido por kuami

msterdam era húmedo.

Para empezar, la estación central de trenes estaba justo en el medio de

algún tipo de entrada y rodeada de agua, que a Ginny le parecía como

un sitio dónde una estación de tren no debía estar. Un canal, incluso

separado, de la transitada carretera principal que se curvaba pasando. Ginny se

abrió paso por encima de esto. A partir de ahí, innumerable puentes pequeños

atravesaban los canales que salteaban y cortaban a través de todas las calles.

Además, estaba lloviendo, una lenta y constante llovizna que apenas podía

verse, pero que empapaba en cuestión de minutos.

París había sido ancho, con grandes, blancos, pasteles de bodas edificios

perfectos, palacios y cosas que se veían como palacios incluso pensó que

probablemente no lo eran. Ámsterdam parecía un pequeño pueblo en la

comparación. Todo era rojo ladrillo o piedra y baja hasta el suelo. Y el lugar era

un hervidero: era una colmena. Mochileros,‖ciclistas,‖personas,‖tranvías,‖botes<‖

todos haciendo su camino a través de la niebla.

La calle Westerstraat no estaba lejos de la estación de tren. (Esto era según el

mapa gratuito que acababa de recoger en la estación de tren. Las normas no

decían nada de que no pudiera conseguir uno cuándo estuviera allí. Ella no

podía creer que no se hubiera dado cuenta de esto antes.) Para su sorpresa,

encontró a la dirección con poca dificultad. (Esto era lo que significa lo que

podía hacer tener un mapa.)

La casa estaba en una de una hilera de casas en un canal, con ventanas enormes

en la fachada y sin persianas o cortinas para ocultar lo que estaba pasando en el

interior. Tres pequeños bulldog17 se perseguían unos a otros por el suelo, y

pudo ver enormes óleos abstractos colgando en las paredes, un cuarto lleno de

muebles tapizados y gruesas alfombras, y tazas de café en una mesa baja.

Esperaba que esto significara que Charlie estaba en casa, porque si Charlie

estaba en casa, que pronto estaría cálida y seca.

17 Es una raza de perro muy pequeña, también conocida como Bulldog de origen chino.

Á

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Cuándo llamó a la puerta, casi podía sentir el cambio en sus ropas. Los

calcetines en primer lugar, entonces tal vez los pantalones. Su camiseta estaba

todavía algo seca debajo de su polar.

Un joven japonés abrió la puerta cuando ella llamó y le dijo algo en holandés.

―Perdona,‖―dijo lentamente―. ¿Inglés?

―Yo soy estadounidense, ―respondió él, sonriendo―. ¿Qué puedo hacer por

ti?

―¿Eres Charlie?

―No. Soy Thomas.

―Estoy buscando a Charlie, ―dijo―. ¿Está en casa?

―¿En‖casa?

Ginny comprobó la dirección en la carta de nuevo y luego miró el número sobre

la puerta. Eran correctos. Pero sólo para estar segura, mostró la dirección del

periódico a Thomas.

―¿Es esto aquí?, ―Preguntó ella.

―Ésa es la dirección correcta, pero nadie llamado Charlie vive aquí.

Ginny no estaba muy segura de cómo procesar esta información.

Se quedó muda en la puerta.

―Nos acabamos de mudar aquí el mes pasado, ―dijo―. ¿Tal vez Charlie antes

vivía aquí?

―Bien. ―Asintió Ginny con la cabeza―. Bueno, gracias.

―Lo siento.

―Oh, no. ―Ella hizo una comprobación rápida de la cara para asegurarse de

que no pareciera que iba a estallar en lágrimas―. No es problema. ―Ginny

había experimentado pocas cosas que pareciera más penoso que volver sola a

Westerstraat sin destino concreto en mente, en lo que precipitadamente se

estaba convirtiendo en algo real. El cielo gris parecía colgar unos dos metros

por encima las copas bajas de los edificios, y cada vez que salía para desvía

evitar una bicicleta, aparecía otra para tomarla como objetivo. Su mochila se

hizo más pesada con el agua, y pequeños riachuelos corrían por su rostro y

sobre los ojos. Pronto estaba tan mojada que dejó de tener importancia. Nunca

volvería a estar seca de nuevo. Esto era permanente.

El punto de estar aquí en Ámsterdam al parecer sólo se escabulló, aparte de un

corto viaje a un museo. Toda la sabiduría que Charlie tenía que impartir había

desaparecido.

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No había escasez de albergues alrededor de la zona de la estación. Todos eran

pequeños bosquejos incompletos, con señales se parecer más como si fueran

tiendas de skate que lugares donde alojarse.

Ella lo intento en algunos, pero todos estaban llenos. Por último, entró en uno

llamado La Manzana.

Delante de La Manzana había un pequeño café. Había varios sofás viejos, junto

con las decoraciones del césped, cupidos de yeso, piletas para pájaros llenos de

caramelos duros, flamencos rosados. Había un álbum de reggae, y el dulce

sabor del incienso barato flotaba en el aire. Una brillante franja de color verde,

amarillo, y la gama-los colores de la bandera de Jamaica, recorrían a lo largo de

la pared, junto con varios carteles de Bob Marley colgados en ángulos extraños.

Era como vivir en un local de Stoner18.

Este café también servía como recepción. Ellos tenían espacio, como siempre y

cuando Ginny estaba dispuesto a pagar dos noches por adelantado.

―Habitación catorce, ―dijo el chico, garabateando algo en un índice de la

tarjeta―. Tercer piso.

Ginny‖ nunca‖ había‖ visto‖ un‖ conjunto‖ de‖ escaleras‖ empinadas‖ en‖ su‖ vida<‖y‖

había cerca de un millón de ellas. Ella había perdido completamente su

respiración en el momento en que llegó a su piso, que tenía sólo tres pisos de

altura. Los números de cada habitación estaban pintados en el interior de la olla

de hojas pintadas en las puertas. Fue sólo cuando ella estuvo de pie enfrente a

la habitación número catorce que se dio cuenta de que no tenía la llave. Pronto

averiguó por‖qué<‖la‖puerta‖no‖tenía‖cerradura.

Lo primero que le golpeó a Ginny fue el olor de moho y la gran inquietud de

que si tocaba la alfombra, probablemente se sentiría húmeda. Había demasiadas

camas en el cuarto, cada una cubierta con una capa de plástico. Una muchacha

estaba de pie en uno de ellas, empujando a toda prisa cosas en su bolso. Ella se

la puso en su espalda y se dirigió rápidamente a la puerta.

―Asegúrate de que te den tu depósito, —le dijo al salir—. Van a tratar de

mantenerte.

Una mirada rápida explicó mucho. Los arrendatarios anteriores habían dejado

sus comentarios para que todos los leyeran. Había garabatos alrededor de las

paredes, pequeños mensajes de la condenación, como, mi pasaporte fue robado

desde aquí (con una flecha pequeña), Bienvenido a Motel Infierno, ¡Gracias por la

lepra!, la filosofía, la estancia apedreada y tú puedes estar bien.

18 Local donde se fuma marihuana.

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134

Todo‖ estaba‖ roto<‖ ya‖ fuera‖ poco‖ o‖ totalmente.‖ La‖ ventana‖ no‖ se‖ abría‖muy‖

lejos, ni se cerraba. No había una bombilla en la lámpara del techo. Las camas

eran como las mesas tambaleantes de los restaurantes, equilibradas con pedazos

de cartón. Había algunos objetos extraños en lugar de una pata entera, y una de

las literas estaba completamente colapsada. Por encima de esta cama a alguien

había escrito en grandes letras: Suite de la luna de miel.

Ella entró y salió corriendo del cuarto de baño antes de que su cerebro pudiera

tener una imagen fiel de los horrores que había encontrado en su interior.

La mejor oferta de alojamiento parecía ser la que ofrecía el que estaba señalando

la flecha del que le habían robado el pasaporte. Todo estaba sobre sus cuatro

patas, y el colchón parecía relativamente limpio. Por lo menos ella no podía ver

las marcas a través del plástico (cosa que no era el caso de algunos de los otros).

Rápidamente se echó la sábana sobre ella para no ser capaz de verlo muy de

cerca.

El casillero en el borde de la cama no tenía cerradura, y una de las bisagras

estaba rota. Lo abrió.

Había una cosa en ella.

La cosa podría haber sido un bocadillo en algún punto, o un animal, o una

mano‖humana<‖pero‖ahora‖era‖difuso y pútrido.

Un minuto después, Ginny bajaba las escaleras, abrió la puerta, y se fue.

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24

Personas sin hogar, tristes

y enfermas

Traducido por: Bautiston Corregido por: Hojadeluna

o había nada más que hacer que comer.

Ella entró en una pequeña tienda de comestibles y miró por encima

de las filas y filas de chips y ositos de goma. Tomó una bolsa

enorme de una especie de galleta llamada Stroopwaffle que estaba

en venta. Parecían barquillos pequeños pegados con jarabe. Era como una

comida típica. Tomó sus galletas, se sentó en un banco y observó los barcos

flotar suavemente y a los ciclistas pasar. Había un olor repugnante que no

podía sacar de su nariz. Una sensación de inquietud entró por toda su piel, era

como una sensación de contaminación permanente.

Nada parecía limpio. El mundo no volvería a estar limpio de nuevo. Ella metió

el paquete sin abrir en su mochila y se fue en busca de otro lugar para quedarse.

Ámsterdam estaba lleno. Ginny entró en cada lugar que pudo encontrar que

parecía al menos un poco más seguro que La Manzana. Los únicos lugares que

tenían una habitación vacía, los precios estaban fuera de su alcance. A las siete

de la tarde, estaba desesperada. Había caminado bastante lejos del centro de la

ciudad.

En un pequeño canal de piedra, había una casa de color arena, con cortinas

blancas y flores en las ventanas. Parecía el tipo de casa donde una linda viejecita

podría vivir. Ella habría pasado de largo si no fuera por el letrero azul eléctrico

que decía: HET KLEINE HUIS HOSTAL Y HOTEL AMSTERDAM.

Este sería su último intento. Si esto fallaba, volvería a la estación de tren

sabiendo que había hecho todo lo posible. No es que supiera cómo iba a ir

desde allí. Debido a su mochila, tuvo que pasar lateralmente por el estrecho

pasillo, el cual la llevo a un vestíbulo que no era mucho más grande que el

mismo pasillo. Había una ventana recortada, detrás de la cual había un

N

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escritorio, y luego una ordenada cocina familiar. Un hombre salió a ayudarla y

se disculpó, pero no le quedaba nada. Había alquilado el último cuarto.

―¿No‖tienes‖dónde‖quedarte?‖―Era‖una‖voz‖americana.

Se volvió para a ver a un hombre en la escalera, con una guía en la mano.

―Todo‖est{‖lleno‖―dijo ella.

―¿Estas‖por‖tu‖cuenta?

Ella asintió con la cabeza.

―Bueno,‖no‖podemos‖dejarte‖de‖nuevo‖bajo‖la‖lluvia‖sin‖ningún‖lugar‖a‖donde‖

ir. Espera.

Él volvió a subir las escaleras. Ginny no estaba segura de porque se aferraba a

esto, pero espero de todos modos. El volvió de nuevo un momento después,

con una amplia sonrisa en su rostro.

―De acuerdo ―dijo―, está arreglado. Phil puede permanecer en la sala con

nosotros, y tú puedes compartir la otra habitación con Olivia. Nosotros somos

los Knapps, por cierto. Somos de Indiana. ¿Cuál es tu nombre?

―Ginny‖Blackstone‖‖―dijo‖ella.

―Bueno,‖hola,‖Ginny,‖―él‖extendió‖su‖mano,‖y‖Ginny‖se‖la‖estrechó―.‖¡Ven‖a‖

conocer a la familia! ¡Estás con nosotros ahora!

Olivia‖Knapp,‖la‖nueva‖compañera‖de‖cuarto‖de‖Ginny.‖―¡Sus‖iniciales‖son‖OK!‖

―Dijo‖el‖Sr.‖Knapp―.‖Así‖que‖la‖llamamos‖OK‖¿de‖acuerdo?‖Era‖una‖chica‖alta,‖

con pelo corto, rubio platino. Tenía los ojos muy grandes, azules, brillantes y

un bronceado tostado y parejo. Toda la familia lucia así: pelo corto, delgados,

vestidos exactamente como las guías recomendaban, para ser fácil de mantener,

sencillo, y para cualquier estación.

La habitación que iba a compartir con Olivia estaba muy lejos de la que ella

acababa de abandonar a toda prisa por la mañana. Era una habitación muy

estrecha, pero estaba limpia, decorada en un estilo suave, de niña, con el papel

pintado de rosa pastel con rayas, una jarra llena de tulipanes de color rosa y

rojo apoyada en el alféizar de la ventana. Lo mejor de todo, tenía dos mullidas

camas blancas hechas que aun mantenían el olor del jabón.

Olivia no era muy habladora. Ella había arrojado sus cosas en la cama y

rápidamente desempaco. (Eran libros de texto, noto Ginny. Cada centímetro de

la bolsa estaba perfectamente utilizado. Nada de embalaje excesivo.) Llenó dos

de los cuatro cajones y luego asintió con la cabeza a Ginny, lo que indica que los

otros dos eran para ella. Si pensaba que era extraño que sus padres acabaran de

tomar a una completa desconocida durante cinco días, ella no lo demostró. De

hecho, a Ginny rápidamente le dio la impresión de que este tipo de cosas les

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pasaba a menudo, y simplemente lo dejaban de notar. Olivia se dejó caer sobre

la cama, se puso los auriculares y estiró sus piernas hacia el techo. No se movió

hasta que la señora Knapp vino y las llevó a cenar.

A pesar de que no había comido durante todo el día, la comida aún no le

parecía una buena idea a Ginny. Los Knapps trataron de persuadirla durante

unos minutos pero‖ finalmente‖ compraron‖ la‖ excusa‖de:‖―He‖estado‖viajando‖

mucho y no he dormido nada.

Cuando se fueron, ni siquiera estaba segura de por qué no se había ido con

ellos. Algo en ella sólo quería quedarse en esta pequeña habitación. Abrió su

mochila y sacó la ropa mojada (el impermeable no había servido de mucho).

Ella la acomodo sobre la mesita de noche.

Luego fue al baño y tomó una larga ducha de agua caliente. ¡Toallas, jabón!

Tuvo mucho cuidado de no fregar su tatuaje de tinta, que estaba empezando a

desaparecer.

Se sentó en su cama, disfrutando de la calidez en su piel y la sensación de

limpieza, y se preguntó qué hacer a continuación. Miró a su alrededor. Podría

tratar de lavar algo de ropa en el lavabo. (Ella no había lavado nada desde que

salió de Londres, y se estaba convirtiendo en un problema.) Podía salir. Pero

entonces vio los libros y revistas de Olivia y la música allí sobre su cama.

Por la forma en que Olivia había sido cuidadosa con sus cosas, Ginny estaba un

poco recelosa de tocar nada. Y no estaba en la naturaleza de Ginny utilizar algo

que no le pertenecía sin pedir permiso.

Pero, ¿Qué daño podía hacer mirar un libro o escuchar música algunos

minutos, sobre todo porque en realidad no había escuchado o leído nada en

unas tres semanas?

La tentación era demasiado grande.

Cerró la puerta y estudio cuidadosamente la disposición exacta de todos los

elementos. Trató de recordar todo en su mente. Las revistas estaban alineadas

con la tercera raya de color rosa de la parte inferior de la cama. Los auriculares

estaban descansando con forma de estetoscopio, con el de la derecha un poco

por debajo de la izquierda.

Las opciones de música de Olivia eran más inquietas de lo que Olivia parecía

ser.‖ Ginny‖ escuchaba‖ de‖ todo,‖ folk‖ y‖ electrónica<‖ Ella‖ hojeó‖ con‖ avidez las

revistas de modas. Era todo tan nuevo, tan fresco. Ni siquiera leía este tipo de

revistas en casa, pero ahora, ella estaba totalmente feliz examinando los

anuncios de lápiz labial y leyendo acerca de las mejores formas de aprovechar

su bikini.

Hubo un traqueteo en la puerta. Un golpe. Ginny se arrancó los auriculares con

pánico y se cayó de la cama en su prisa por reorganizar el lado de Olivia tal

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como ella lo había encontrado. ¿Auricular derecho arriba o el izquierdo? No. Lo

que‖sea<‖Ella‖los‖arrojó y golpeó las revistas al lado de ellos. Tenía el tiempo

justo para sacar sus manos y alejarlas de las cosas de Olivia antes de que la

puerta se abriera.

―¿Qué‖haces‖en‖el‖suelo?‖―,‖preguntó‖Olivia.

―Oh,‖ yo<‖ me‖ caí‖ de‖ la‖ cama‖ ―dijo‖ Ginny―,‖ estaba‖ dormida. Estoy

sorprendida. ¿Han vuelto temprano? o ¿qué hora es?

―Mis‖ padres‖ empezaron‖ a‖ hablar‖ con‖ algunas‖ personas‖ ―dijo‖ Olivia,‖ sin‖

entusiasmo. Echó un vistazo a las cosas en su cama. Ella sospecho algo, pero

mantuvo su mirada durante un rato. Ginny corrió la manta y se subió de nuevo

en su cama.

―Por‖lo‖tanto,‖OK...‖

―Nadie‖me‖llama‖así‖―,‖dijo‖Olivia‖bruscamente.

―Oh<

―Tu‖ropa‖est{‖por‖todas‖partes.

―Se‖me‖mojó‖―dijo‖Ginny,‖ sintiendo‖ una‖ extraña‖oleada‖de‖ culpa‖ por‖ tener‖

todo tan húmedo. Estoy tratando de que se sequen.

Olivia no respondió. Recogió su iPod, dándole la vuelta y examinándolo de

cerca. Luego se lo metió en el bolsillo delantero de su bolso con fuerza y tiró de

la cremallera. Sonaba como el rugido furioso de una abeja masiva. Luego

desapareció en el cuarto de baño. Ginny se giró hacia la pared y cerró los ojos.

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25

La vida con los Knapps

Traducido por flochi Corregido por Hojadeluna

evántense y brillen, puercoespines!

Tomó un tremendo esfuerzo para Ginny despegar sus

párpados. Había estado durmiendo tan plácidamente, y la

luz era suave entrando a través de las pequeñas cortinas. Y

aunque su cama era estrecha, estaba tan limpia y acogedora.

Ahora una mano estaba sobre su pierna, sacudiéndola.

―¡Arriba‖y‖Levántate, Señorita Virginia!

Al otro lado de ella, Olivia se estaba balanceando fuera de la cama con

disciplina robótica. Ginny levantó la vista y vio a la Sra. Knapp de pie junto a

ella, blandiendo una taza de plástico. Puso un papel sobre la almohada al lado

de la cabeza de Ginny.

―El‖programa‖de‖hoy, ―dijo‖ella―.‖¡Hay‖Mucho‖que‖hacer!‖¡Así‖que‖vamos‖a

estar bien despiertos y descansados!

Abrió las cortinas de un tirón y encendió la luz del techo. Ginny hizo una

mueca y con ojos empañados miró el papel. En la parte superior de la página

leyó: DÍA UNO: DÍA DE MUSEO I. Había un gráfico de actividades y horas,

empezando a las 6:00 a.m. (despertar) y terminando a las 10:00 (¡a la cama!).

Entre medio había al menos diez eventos separados.

―¿Chicas‖las‖espero,‖abajo‖en‖media‖hora?‖―chilló‖la‖Sra.‖Knapp.

―Si‖―dijo‖Olivia,‖ya‖a‖medio‖camino‖de‖su‖pequeño‖cuarto‖de‖baño.

Una hora después, estaban esperando en la plaza en frente del Rijksmuseum

aparentemente, el más grande y el mejor museo de Ámsterdam, antes de que

abriera. Ginny trató de tomar la grandeza del edificio e ignorar el hecho de que

en el número de la calle 42 estaban discutiendo y había una posibilidad muy

real de que los Knapps se metieran en medio. Afortunadamente, el museo abrió

antes de que la pesadilla pudiera hacerse realidad.

―¡L

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Los Knapps tenían una idea bastante clara de cómo prepararse para enfrentar la

colección más completa de los Países Bajos de arte e historia, iban a hacer una

serie de incursiones bien planificadas. Esta era una operación.

Tan pronto como entraron, le preguntaron a la persona en la mesa de

información las cosas realmente importantes que tenían que ver. Luego

arrancaron, con la guía en mano. Pasaron rápidamente a través de una

exposición de 400 años de historia holandesa, señalaron a algunas cerámicas

blancas y azules. Una vez que llegaron al ala del arte, se convirtió en un juego

rápido de corre que te pillo, la misión era simplemente encontrar las pinturas

de la guía, mirarlas, y después correr lo más rápidamente posible a la siguiente.

Por suerte, la tercera parada fue La ronda de noche de Rembrandt. No hubo

problemas en encontrarla porque todos los carteles la señalaban (y a diferencia

del Louvre, los carteles parecían ser correctos). Además, la pintura era enorme.

Ocupaba un buen trozo de pared, extendiéndose casi hasta el techo.

Impresionante, las personas de la pintura parecían de tamaño normal, aunque

para Ginny no se veía claro lo que estaban haciendo. Parecía ser un encuentro

de nobles con grandes sombreros y encajes alrededor de sus cuellos, más

algunos soldados con banderas enormes, y unos cuantos músicos por si fuera

poco. La mayor parte de la pintura estaba oscura, las figuras en sombras. Pero

un trozo agudo de luz cortaba justo en el medio, iluminando una figura en el

centro, dividiendo el lienzo en tres secciones triangulares.

(―Cuando dudes ―dijo siempre tía Peg―, busca los triángulos en las pinturas―.

Ginny no tenía idea por qué esto era importante, pero efectivamente. Había triángulos

por todas partes.)

―Impresionante‖―dijo‖el‖Sr.‖Knapp―.‖Bien.‖El‖siguiente‖es‖algo‖llamado‖Pavos

reales‖muertos<

―¿Puedo‖quedarme‖aquí‖y‖luego‖encontrarlos?‖―preguntó‖Ginny.

―Pero‖hay‖tantas‖pinturas‖que‖ver‖―dijo‖la‖Sra.‖Knapp.

―Lo‖sé,‖pero<‖realmente‖me‖encanta‖ver‖esta.

Los Knapps no la estaban entendiendo en absoluto. El Sr. Knapp bajó la vista a

su guía con muchos círculos.

―Est{‖bien<‖―dijo‖él―.‖Nos‖encontraremos‖en‖la‖entrada‖en‖una‖hora.

Una hora. Parecía bastante para encontrar a Piet. ¿Qué era un Piet? Piet

probablemente era una persona, ya que tenía que preguntarle a Piet algo. Bien.

¿Quién sería Piet?

Examinó todos los títulos de las placas de las pinturas para empezar. Ningún

Piet. Se sentó en un banco en el centro del cuarto y miró a la multitud que

pasaba arrastrando los pies. La Ronda de Noche. Obviamente, nadie sabría

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cuándo ella estaría ahí, por lo que Piet no iba específicamente a conocerla.

Caminó por todas las alas de exhibiciones adyacentes, leyó todos los títulos de

las placas. Asomó su cabeza por todas las esquinas, revisó en los baños. Ningún

Piet en ningún lado.

No tenía más remedio que darse por vencida y unirse a los Knapps, quienes ya

habían recorrido el enorme museo para su satisfacción. Se dirigieron al museo

de Van Gogh. La Sra. Knapp había programado sólo una hora para esto, pero

incluso eso era demasiado para ellos. Parecían aburridos, de dar vueltas entre

esas‖ pinturas‖ alucinógenas.‖ El‖ Sr.‖ Knapp‖ también‖ sintió‖ que‖ eran‖ ‚algo‛‖ y‖

murmuró: ―¿No hay nada más que ver aquí?

Tenían que tomar un tranvía para llegar al siguiente museo, el Museo la Casa

de Rembrandt, la que era (como el nombre sugería) la cada de Rembrandt, y del

tipo oscura y frágil. El Museo Marítimo fue el siguiente (2:30–3:30; botes,

anclas). Tuvieron de las cuatro hasta las cinco para ver la casa de Anne Frank.

Esta‖tuvo‖un‖serio‖‚algo‛‖del‖Sr.‖Knapp,‖pero‖igualmente no ralentizó su ritmo

frenético,‖ya‖que‖tenían‖que‖volver‖al‖hotel‖a‖la‖‚hora-Knapp‛‖(5:30–6:30). Una

vez que regresaron, Olivia se tiró sobre su cama, masajeó furiosamente sus

piernas, pegó sus auriculares en sus oídos, y se quedó dormida. Ginny también

se desperezó, y aunque estaba exhausta, no pudo descansar. Justo cuando se

sentía a la deriva, la puerta se abrió volando, y ellos estaban en camino otra vez.

Tenían que comer en el Café Hard Rock, casi todos de los cuales estaban

ocupados con una discusión de la fabulosa novia de Phil. Nunca se había

separado antes, así que Phil tuvo que tomar un descanso al final de la cena para

llamarla. Cuando se fue, el Sr. y la Sra. Knapp cambiaron de tema para hablar

de la carrera de Olivia. Correr era a lo que se dedicaba Olivia. Corrió en la

escuela secundaria, y acaba de terminar su primer año de universidad. Ella era

principalmente una enfermera, pero también, corría. Mientras ellos estaban

lejos, Olivia parecía tener ganas de seguir corriendo. Olivia no decía nada de

todo esto ella misma. Sólo comió su ensalada de pollo a la parrilla y ojeaba la

sala con movimientos de derecha a izquierda.

Después de eso, había que darse prisa para coger un barco turístico con tapa de

cristal para un crucero nocturno, durante el cual los Knapps destacaron algunos

puntos del Fantasma de la Opera. (Especialmente, explicaron, la escena del

bote). No hablaban tan alto como lo habían hecho por la mañana; ellos estaban

de alguna manera cantando para sí mismos. Y después, afortunadamente, el día

terminó.

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26

Contacto de diversos tipos

Traducido por: Unstoppable Corregido por: Hojadeluna

urante los siguientes tres días, Ginny seguía el agotador calendario de

los Knapps. Cada mañana, al iniciar el alba, se producía un golpe, una

sacudida, algo de alegría no deseada, y una página impresa sobre la

almohada. Cada pedacito de Ámsterdam estaba dividido en una cantidad de

actividades cuidadosamente programadas. Los Museos. El Palacio. La fábrica

Heineken19. Cada barrio. Cada parque. Cada canal. Cada noche, mientras

escuchaba‖ al‖ Sr.‖Knapp‖decir‖ algo‖ como;‖―Sabes,‖ aunque‖ estuvieras‖ todo‖ un‖

mes entero, todavía no podrías hacerle justicia a esta ciudad.

Ginny casi lloró de alegría cuando se enteró de que el quinto día en el Tour

Knapp por Ámsterdam estaban marcados por un ―día libre―. Phil desapareció

después del desayuno, a las ocho, Olivia ya estaba cambiando a su especial de

alta tecnología, por la recogida de la ropa. Ginny se sentó en la cama y miró,

tratando de convencerse a sí misma para no darse la vuelta e irse a dormir

durante todo el día. Todavía tenía que encontrar al misterioso Piet y también

enviar una nota a Keith. Ella había estado deseándolo durante días, pero no

había logrado escapar el tiempo suficiente para hacerlo.

―¿Qué‖vas‖a‖hacer‖hoy?‖―dijo‖Olivia.

Ginny se levantó de un salto.

―Yo‖estaba<‖por‖enviar‖algunos‖e-mails,‖―dijo.

―Así‖ o‖haremos,‖después‖de‖ que‖ acabe.‖Hay‖una‖gran‖ cibercafé‖ a‖un‖par‖de‖

calles. Voy a ir allí más tarde. Si lo deseas, podemos dividir un pase diario. Es

más barato de esa manera.

Olivia dio instrucciones al cibercafé, y Ginny se acercó, después de tener una

larga ducha y una oportunidad para trenzar cuidadosamente su cabello.

Después de enviar una nota a Keith, Ginny abrió el programa de mensajería y

luego‖mató‖una‖hora‖sólo‖navegando.‖Se‖sentía‖como...‖drogada<‖incluso‖mejor‖

19 Marca de cerveza.

D

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que la revista y la música de unas pocas noches antes. Casi le daba miedo lo

mucho que se perdió buscando en los sitios estúpidos.

Hubo un pitido cuando Keith se conectó.

Bueno, ¿Cómo es A'dam?

¿Adám? escribió ella.

Ámsterdam, tonta.

De repente, el perfil de mensajería instantánea de Miriam se iluminó también.

¡OH MI DIOS! ¿ESTÁS AHÍ?

Ginny casi gritó. De inmediato puso sus dedos sobre las teclas para contestar,

luego se echó atrás, como si hubiera sido quemada. Ella no podía comunicarse

con nadie en EE.UU. En línea.

¿POR QUÉ NO ESTÁS RESPONDIENDO?

TÚ NO PUEDES RESPONDERME, ¿VERDAD?

¡OH MI DIOS! OKAY…

SI ESTÁS ALLÍ CIERRA E INICIA SECIÓN MUY RÁPIDO.

Ella intentó acceder rápidamente dentro y fuera, pero el equipo era lento. Ella

gimió de frustración. Cuando por fin regresó, algunos mensajes de Keith

rápidamente aparecieron.

¿Hola?

¿Debería estar ofendido?

¿A dónde fuiste?

Tuviste que irte de todos modos.

No, estoy aquí… —ella escribió.

Pero ya era demasiado tarde. Él ya estaba fuera. Miriam seguía allí, sin

embargo, ciber-gritando.

ESTOY TOCANDO LA PANTALLA. TE EXTRAÑO MUCHO.

Ginny sintió sus ojos desgarrarse. Esto era tan estúpido. Su mejor amiga estaba

allí, y Keith se había ido. Puso sus dedos sobre las teclas. Comenzó a escribir

con rapidez, una línea tras otra. Se supone que no debo hacer esto pero no

puedo soportarlo.

Yo también te extraño las cosas son tan complicadas.

¿ESTÁS BIEN?

Bien.

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TENGO TUS CARTAS. ¿DONDE ESTÁ KEITH? ¿LE AMAS?

Creo que está todavía en París. Él es sólo Keith.

¿QUÉ DIABLOS SIGNIFICA ESO? QUIERO IR ALLÍ.

Esto significa que probablemente nunca volveré a verlo.

¿POR QUÉ NO?

Ginny saltó para ver Olivia de repente sentada a su lado.

―¿Acabaste?‖―preguntó‖ella.

―Umm<

Olivia la miró con una especie de impaciencia, y la culpa de Ginny se empezó a

reflejar en ella.

Me tengo que ir. Te echo de menos.

TAMBIÉN TE EXTRAÑO.

Unos minutos más tarde, después de darle el equipo a Olivia, ella estaba de

vuelta en la calle. El contacto repentino la dejó aturdida, y tenía dificultades

para arrancarse a sí misma de su lugar en la acera, por lo que las bicicletas y

mochileros y gente en los teléfonos móviles se mezclaron con a su alrededor.

Todavía quedaba algo por hacer. ¿Dónde estaba Piet? ¿Quién era Piet? Piet

estaba algún lugar en el museo, de modo que es allí a donde Ginny se

encabezó<‖de‖nuevo‖al‖masificado‖Rijksmuseum.‖

¿Qué había pasado por alto? ¿Qué más había? Pinturas. La gente. Los nombres.

Y los guardias.

Guardias. La gente que miraba las pinturas todo el tiempo. El guardia en la

habitación era un sabio de aspecto viejo de barba blanca. Ginny se acercó a él.

―Disculpe,‖―dijo―.‖¿Habla‖usted‖Inglés?

―Por‖supuesto.

―¿Es‖usted‖Piet?

―¿Piet?‖―Repitió,‖―Él‖todavía‖est{‖en‖el‖siglo‖XVII.‖Tres‖habitaciones‖abajo.

Ginny casi corrió por el pasillo. Había un joven guardia de pie con una pequeña

barba de chivo en la esquina de la habitación, jugando con la hebilla del

cinturón. Cuando le preguntó si él era Piet, entrecerró los ojos y asintió.

―¿Puedo‖preguntarle‖sobre‖La‖Ronda‖Nocturna?

―¿Qué‖hay‖sobre‖ella?‖―preguntó.

―Sólo<‖¿Al‖respecto?‖¿Tú‖la‖custodias?‖

―A‖veces,‖―dijo,‖mir{ndola‖con‖recelo.

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―¿Una‖mujer‖le‖preguntó‖sobre‖ella?

―Mucha‖gente‖me‖pregunta‖sobre‖ella,‖―dijo―.‖¿Qué‖quieres?

Ginny no sabía lo que quería.

―Cualquier‖cosa,‖―dijo―.‖Qué‖piensas‖sobre‖ella.

―Es‖simplemente‖parte‖de‖mi‖vida,‖―dijo‖encogiéndose‖de‖hombros―.‖La‖veo‖

todos los días. No creo en ello.

Eso no podía ser. Esto era Piet. Esta era la Ronda Nocturna. Pero Piet sólo

mordió su labio inferior y observó la sala, ya se había desprendido de la

conversación.

―Bueno,‖―dijo‖ella―.‖Gracias.

De vuelta en Het Huis Kleine, Ginny rebuscó a través de su bolsa y trató de

averiguar cuál de sus ropas estaban limpias, lo que era una difícil decisión.

―¡Tengo‖una‖gran‖noticia!‖―dijo‖la‖Sra.‖Knapp,‖irrumpiendo‖por‖la‖puerta‖sin‖

llamar,‖sobresaltando‖a‖Ginny,‖―¡Algo‖grande‖para‖nuestro‖último‖día‖ juntos!‖

¡Un paseo en bicicleta! ¡En Delft! ¡Es nuestro regalo!

―¿Delft?‖―preguntó‖Ginny.

―Es‖ una‖ de‖ las‖ otras‖ grandes‖ ciudades.‖ Por‖ lo‖ tanto,‖ ¡Descansa‖ mucho‖ esta‖

noche! ¡Vamos a levantarnos temprano! ¡Dile a Olivia la buena noticia!

¡Bang¡ Puerta cerrada. Y ella había desaparecido.

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27

La vida secreta de Olivia Knapp

Traducido por cuketa_lluminosa Corregido por Lorena

la mañana siguiente, temprano, ellos estaban en un tranvía lejos de las

afueras de Ámsterdam. A Ginny le gustaba el tranvía. Era como un

tren de juguete descuidado que había podido quedar suelto en las

calles. Miró por la ventana y vio los Países Bajos tambalearse, sus antiguas casas

y canales constantes y gente en prácticos zapatos.

Una cosa que los Knapps no había dicho, pero que Ginny podía sentir

abundantemente (realmente sentirse como si le estuviera físicamente

martilleando la parte posterior de la cabeza) es que a pesar de que a ellos les

gustaba ella bastante, se alegraron de que ella no fuera su hija. O más bien, si

hubiese sido, las cosas habrían sido diferentes. Ella habría estado robóticamente

saliendo de la cama a las seis de la mañana. No habría arrastrado los pies en el

frenético correr de un lugar a otro. Habría cantado canciones melódicas. Le

hubiera gustado correr o al menos pensar acerca de hacerlo.

Y sin duda habría estado más emocionada por andar quince millas en bicicleta.

Ella sabía que esto último con certeza, ya que habían estado con frecuencia

pregunt{ndole:‖―¿No‖est{s‖emocionada, Ginny? ¿Un paseo en bicicleta? ¿No es

genial? ¿No estás emocionada?

Ginny dijo que estaba emocionada, pero también bostezó, y la expresión en su

rostro, probablemente contó toda la historia: que no le gustaban las bicicletas.

De hecho, odiaba las bicicletas. No siempre había odiado las bicicletas. Miriam

y ella habían ido a todas partes en sus bicicletas cuando eran niñas, pero todo

eso había acabado cuando tenían doce años, y la bicicleta de Ginny decidió no

parar mientras ella bajaba de una colina grande y se vio obligada girar fuerte y

estrellarse en el asfalto para no correr hacia el tráfico.

Trató de no pensar en esto mientras montaba en una bici demasiado grande

para ella. El director del tour dijo que era porque ella era una chica demasiado

grande, grande por altura. Así que eso significaba que todas las personas bajitas

tenían bicis adecuadas a su altura, y ella era la chica grande de la bici que

quedaba.

Y ni siquiera era tan alta, de todos modos. Olivia era más alta.

A

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147

Este fue, obviamente, el día de Ginny.

El trayecto hasta Delft fue bastante fácil, incluso para ella, ya que Holanda era

plana como una tabla. Sólo sintió tambalearse la bicicleta una o dos veces, y sólo

cuando aceleró un poco para poner distancia entre ella y los Knapps, que

cantaban todas las canciones que podrían pensar hacían referencia a bicicletas, o

montar a caballo, o ir a alguna parte.

Delft resultó ser una hermosa ciudad, una versión en miniatura de Ámsterdam.

Era uno de esos lugares tan absurdamente atractivo que Ginny conocía, ya sea a

través de legalidad o de la suerte, ella nunca, nunca sería capaz de vivir allí. Los

ciudadanos simplemente no lo permitirían. Además, tenían zapatos de madera

en una de las primeras tiendas a las que fueron. La Sra. Knapp estaba muy

emocionada. Ginny sólo quería sentarse, por lo que cruzó la calle (el canal, en

realidad) y se sentó en un banco. Para su sorpresa, Olivia se unió a ella.

―¿A‖quién‖escribías‖anoche?‖―Preguntó‖Olivia.

Tal vez fue el choque de Olivia mostrando un repentino estallido de

personalidad real lo que provocó lo que sucedió después.

―Mi‖novio,‖―dijo‖Ginny―.‖Yo‖estaba‖escribiendo‖a‖mi‖novio,‖Keith.

Muy bien. Así que ella estaba mintiendo, o algo así. Ella ni siquiera sabía por

qué estaba mintiendo. Tal vez sólo para escucharlo en voz alta. Keith... mi novio.

―Ya‖me‖ lo‖ imaginaba,‖―dijo‖ Olivia―.‖ Yo‖ estaba‖ haciendo‖ eso‖ también.‖ No‖

puedo llamar así a Phil.

―¿Por‖qué‖no‖le puedes llamar novio?

―No.‖―Olivia‖sacudió‖la‖cabeza―.‖No‖es‖así.

―¿No‖es‖como‖qué?

―Es‖justo... tengo una novia.

Desde el otro lado de la calle, el Sr. y la Sra. Knapp hicieron gestos

violentamente, apuntando hacia abajo a sus pies. Cada uno llevaba unos

brillantes zapatos de colores de madera.

―Mis‖ padres‖ estarían‖ fuera‖ de‖ sí‖ mismos‖ si‖ lo‖ supiesen,‖ ―dijo‖ Olivia‖

meditando―.‖Ellos‖totalmente‖se‖colgarían‖de‖las‖vigas.‖Lo‖notan‖todo‖excepto‖

lo que está justo frente a ellos.

―Oh...

―¿Eso‖te‖asusta?‖―Dijo‖Olivia.

―No,‖―dijo‖Ginny‖r{pidamente―.‖Creo‖que‖es‖genial.‖Ya‖sabes.‖Que‖seas‖gay.‖

Es muy bueno.

―No‖es‖gran‖cosa.

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―No,‖―Ginny‖se‖corrigió―.‖Verdad.‖

El señor Knapp rompió en un pequeño baile. Olivia suspiró. Se sentaron en

silencio durante unos minutos, viendo el vergonzoso espectáculo. Entonces los

Knapps desaparecieron en otra tienda.

―Creo‖ que‖ Phil‖ lo‖ imagina,‖ ―dijo‖ Olivia‖ con‖ tristeza―.‖ Él‖ sigue‖

preguntándome acerca de Michelle. Phil es del tipo imbécil... supongo. Es decir,

él es mi hermano. Pero aún así. No digas nada.

―No‖lo‖haré.

Después de su repentina confesión, Olivia volvió de nuevo a ser Olivia, con su

mirada de medio distante y el constante roce de sus piernas. ―Creo‖que‖van‖a‖

comprar‖queso,‖―dijo‖ella‖después‖de‖un‖momento,‖ se‖ levantó‖y‖ fue‖a‖ través

del puente.

Ginny se sentó completamente inmóvil durante un momento y observó los

barcos meciéndose en el canal. Lo asombroso no fue exactamente que Olivia era

gay, fue lo que Olivia sentía y las cosas que decía y que les había dicho a ellos.

Había algo debajo de dicha emoción.

Olivia había golpeado justo en algo así... no la cosa sobre el queso, sino sobre lo

de no notar lo que está justo en frente de ti. Al igual que Piet, él veía The Night

Watch todos los días y nunca realmente lo miraba. ¿Qué estaba en frente de ella?

Barcos. Algo de agua. Algún viejo canal. Su bicicleta de gran tamaño que iba a

tener que andar todo el camino de regreso a Ámsterdam, probablemente

consiguiendo matarse en el proceso.

¿Qué estaba haciendo? No había ningún mensaje oculto aquí. Tía Peg lo había

fastidiado esta vez. No Charlie. Piet no tenía ni idea. Y ahora ella se redujo a

tratar hacer algún tipo de teoría acerca de qué trataba todo esto, una teoría

basada en nada más que fragmentos de la conversación.

Ámsterdam, tuvo que admitir para sí misma, era más que un fracaso.

Para su última noche en la ciudad, los Knapps habían decidido ir a un

restaurante que estaba en un banco medieval que se parecía a un pequeño

castillo. Había antorchas en las paredes de piedra y armaduras en las esquinas.

Olivia parecía explotar su confesión y se quedó en uno de estos por toda la

comida, ni una sola vez le habló.

―Así,‖―dijo‖la‖señora‖Knapp,‖presentando‖una‖hoja‖de‖papel,‖que‖ella‖puso‖en‖

la‖mesa―.‖He‖escrito‖una‖pequeña‖lista‖para‖ti,‖Ginny.‖Decimos‖20€‖para‖la‖cena‖

de esta noche, sólo para hacer las cosas fáciles.

Ella escribió algo en el fondo y entonces pasó el papel a Ginny. Desde el

principio, los Knapps había ido dando su tarjeta de crédito para todo. Ginny se

había dado cuenta de que tenía que contribuir en algún momento. Ese punto

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había llegado, obviamente, en la forma de esta lista muy cuidadosamente

detallada de todas las entradas y comida, más el costo de su parte del hotel.

A Ginny ciertamente no le importa pagar por ella misma, pero estaba allí había

algo extraño sobre darle la cuenta en medio de la cena, con los cuatro Knapps

mirando. Se sentía demasiado consciente de mirarlo. Lo puso en el regazo y

sacó el borde del mantel.

―Gracias,‖―dijo―.‖Voy‖a‖tener‖que‖ir‖al‖cajero‖autom{tico,‖sin‖embargo.

―¡Tómate‖su‖tiempo!‖―Dijo‖el‖señor‖Knapp―.‖Por‖la‖mañana.

¿Entonces por qué, se preguntó Ginny, me lo das ahora?

De vuelta en el Huis, Ginny leyó esta lista y se dio cuenta de que ella no había

estado prestando ninguna atención en absoluto a lo mucho que esto le estaba

costando. Ellos no le preguntaron por el importe total de la sala (que resultó

que tenían las mejores habitaciones en el lugar, que costaban mucho más), pero

aún así llegó‖ a‖ 200€‖ por‖ los‖ cinco‖ días.‖ Junto‖ con‖ el‖ alarmante‖ ritmo‖ de‖ sus‖

visitas turísticas (todos los ingresos sumados), los restaurantes, ciber-café, ella

había fundido casi‖500€.‖Estaba‖bastante‖segura‖de‖que‖ tenía‖ los‖500€,‖pero‖ la‖

duda le provocó una noche de insomnio. Se levantó antes que nadie, y salió

para estar segura.

El cajero le dio el dinero, que fue un alivio, pero no le dijo cuanto tenia de saldo.

Sólo soltó un puñado de notas de color morado, luego le guiñó un ojo con un

mensaje en holandés. Podría haber dicho: ―¡Que‖te‖jodan,‖turista!‖―Por‖todo‖lo‖

que ella sabía.

Se sentó en la acera y sacó el sobre siguiente. Dentro, había una postal, pintada

en acuarelas. Parecía ser una vista del cielo, pero había dos soles, que contenían

un 1 y otra un 0.

Carta Diez.

―Muy‖bien,‖―dijo―,‖¿y‖ahora‖qué?

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Carta #10

Traducido por masi Corregido por Lorena

Querida Ginny,

No hay que estar afectado por el tema, Gin. No hemos hablado de ello hasta ahora, y es hora de que lo hagamos. Me enfermé. Estoy enferma. Continuaré enfermando. No me gusta, pero esa es la verdad, y siempre es mejor enfrentar las cosas de frente. Sonoras palabras viniendo de mí, pero son las exactas.

Cuando me detuve antes de entrar en el Empire State esa mañana de noviembre, había una razón. No era sólo porque me sintiera moralmente indignada ante la idea de trabajar en el edificio. Había olvidado el número de planta de la oficina a donde yo iba. Lo había dejado en casa.

La otra versión hecha para una mejor historia... que me detuve en seco, me di la vuelta, y me fui. Eso es romántico. No es lo mismo si dijera que sólo tenía una pérdida de memoria, dejé mi post-it, y tuve que darme la vuelta.

Mirando hacia atrás, Gin, creo que ese fue el comienzo. Eran pequeñas cosas como esas. Siempre he sido un poco distraída, lo admito, pero había un patrón definido en el asunto. Pocos hechos eran simplemente un parpadeo en la distancia, ahora y entonces. Mis médicos me dicen que este problema que tengo es bastante reciente, que no hay manera en que hubiera visto los síntomas hace dos años, pero los médicos no siempre tienen la razón. Creo que supe ese momento que eso muy pronto iba a convertirse en un problema.

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Cuando estuve en Ámsterdam con Charlie, definitivamente supe que algo estaba mal conmigo. No estaba segura de qué. Pensé que era algo con mis ojos.

Fue la calidad de la luz. A veces las cosas parecían muy oscuras. Había pequeñas manchas negras en mi visión, manchas que a veces se comen mi vista. Pero yo era demasiado cobarde para ir al médico. Me dije que no era nada, y decidí, en su lugar mantenerme en movimiento. Mi siguiente parada fue una colonia de artistas en Dinamarca.

Así, tu siguiente indicación es tomar un avión rumbo a Copenhague, inmediatamente. Es un viaje corto. Envía un e-mail a [email protected] con la información sobre vuelos. Alguien te esperará en el aeropuerto.

Con amor, TTF.

(Tu tía Fugitiva)

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28

El Barco Vikingo

Traducido por masi Corregido por Chelsea Sharkovich

staba de pie en el aeropuerto de Copenhague, mirando hacia una puerta,

tratando de averiguar si era (a) un cuarto de baño y (b) qué tipo de baño

era. La puerta simplemente decía H.

¿Era ella una H?

¿Era H de "hers"20? Podría fácilmente ser "his"21. O de "Habitación de

helicóptero‛:‖No‖un‖baño‖en‖absoluto.‖

Se dio la vuelta con tanta desesperación, que la mochila casi hace que pierda el

equilibrio y se caiga.

El aeropuerto de Copenhague era elegante y estaba bien organizado, con placas

de metal brillante en las paredes, con listones de metal a lo largo de los suelos, y

grandes columnas de metal. Todos los aeropuertos eran lugares estériles, pero

el aeropuerto de Copenhague era como una mesa de operaciones. Mirando a

través de los enormes paneles de vidrio que franqueaban el edificio, Ginny

podía ver que por fuera, el cielo estaba de un acerado grisáceo.

Estaba esperando a alguien a quien ella no conocía y que, a su vez éste, no la

conocía a ella. Sólo sabía que él o ella escribía inglés en todas las tapas y le decía

que ESPERARA POR LAS SIRENAS. Después de mucho caminar en

semicírculos (todo el lugar era una gran curva) y preguntar a un montón de

gente, se encontró unas estatuas de dos sirenas mirando por encima de uno de

los carriles del segundo piso. Había estado de pie junto a ellas durante más de

cuarenta y cinco minutos, por lo que necesitaba con urgencia ir al baño, y se

estaba preguntando seriamente si se trataba de algún tipo de prueba.

Justo cuando estaba a punto de salir corriendo hacia la habitación H, se dio

cuenta de que un hombre alto, con el pelo largo y castaño se acercaba a ella.

Podía ver que no era muy mayor, pero su gran barba castaña, le daba un aire

20 Hers, en inglés se refiere a un pronombre femenino, por lo que se supone que con ello quiere decir “ellas”. Por lo tanto baño de chicas. 21 Para ellos. Por lo tanto baño de chicos.

E

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maduro e imponente. Su indumentaria, un par de pantalones vaqueros, una

camiseta de Nirvana, y una chaqueta de cuero era normal, a excepción del

cinturón con una cadena de metal que colgaba de su cintura, con diversos

objetos que colgaban de esta como amuletos, el diente de un animal de gran

tamaño y algo que parecía un silbato enorme. Y él iba en línea recta hacia ella.

Ella miró a su alrededor, pero tenía el fuerte presentimiento de que él no se

dirigía hacia el grupo de turistas japoneses que estaban a su lado con una

pequeña bandera azul.

―¡Tú! ―gritó él―. ¡Virginia! ¡Correcto!

―Cierto ―dijo Ginny.

―¡Lo sabía! ¡Soy Knud! ¡Bienvenida a Dinamarca!

―¿Hablas Inglés?

―¡Por supuesto que hablo Inglés! ¡Todos los daneses hablamos inglés! ¡Por

supuesto que sí! ¡Y lo hablo muy bien!

―Bastante bien ―admitió Ginny. Había un signo de exclamación después de

todo lo que Knud decía. Hablaba inglés en voz alta.

―¡Sí! ¡Lo sé! ¡Vamos!

Knud tenía una motocicleta BMW azul con sidecar, muy moderna y que parecía

muy cara, esperándoles en el aparcamiento.

El sidecar, como él explicó, era lo que utilizaba para el transporte de todas sus

herramientas y materiales (lo que eran, no lo dijo). Estaba absolutamente seguro

de que su enorme mochila encajaría allí, también, y tenía razón. Un momento

después, ella estaba en el sidecar, casi a la altura del suelo, deslizándose por la

calle de otra ciudad europea, que se parecía mucho (le daba vergüenza

admitirlo y no era por escurrir el bulto) a la que había justo dejado.

Él estacionó su motocicleta en una calle llena de casas de colores, todas unidas

entre sí, que estaban situadas junto a un ancho canal. Ginny tuvo que esperar

hasta que se había desentumecido y luego dio un paso vacilante, fuera del

sidecar. Caminó en la dirección de los edificios, pero Knud la llamó.

―¡Por este camino, Virginia! ¡Aquí abajo!

Llevaba su mochila hacia abajo a un conjunto de escalones que llevaban hasta el

agua. Continuó bajando por la acera, que bordeaba el largo del canal, pasando

por varias, y cuidadosamente marcadas, "plazas de aparcamiento" a las cuales

estaban atracadas grandes casas flotantes. Él se detuvo en una de ellas. La suya

era una casa completa y pequeña, que parecía una pequeña cabaña de madera.

Tenía jardineras llenas de flores rojas en las ventanas y una enorme cabeza de

dragón de madera mirando desde la parte delantera. Knud abrió la puerta y le

indicó a Ginny que pasara.

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La casa de Knud era toda una habitación grande, hecha de madera roja, que olía

a madera recién cortada, cada pulgada de la misma estaba tallada,

estrechamente, con la cabeza de un pequeño dragón, espirales, y gárgolas. En

un extremo de la habitación, había una gran cama futón con un marco hecho de

ramas gruesas, sin terminar. La mayor parte del espacio estaba ocupado por

una mesa de trabajo de madera con herramientas de tallado y trozos de hierro.

Un pequeño espacio estaba dedicado a la cocina. Este era el lugar a donde se

dirigió Knud, retirando varios recipientes de plástico de la nevera pequeña.

―¡Tienes hambre! ―dijo‖él―. Te haré un poco de buena comida danesa. Ya lo

verás. Siéntate.

Ginny se sentó en la mesa. Él comenzó a abrir los contenedores, que estaban

llenos de una docena o más de tipos de pescado.

Pescado rosa. Pescado blanco. Pescado con una base de hierbas verdes en este.

Sacó un poco de pan oscuro y apiló esas cosas en un sector.

―¡Esto está muy bien! ―dijo―. ¡Todos orgánicos, por supuesto! ¡Todo fresco!

¡Nosotros nos preocupamos por la Tierra aquí! ¿Te gusta el arenque ahumado?

Lo probarás ¡Por supuesto que lo harás!

Puso el pesado sándwich de pescado delante de Ginny.

―Yo trabajo el metal‖ ―dijo Knud―. Aunque también he hecho algunas de

estas tallas de madera. Todo mi trabajo está basado en el arte tradicional danés.

¡Soy un vikingo! ¡A comer!

Ella trató de levantar la pieza sobrecargada de pan.

―Ahora ―dijo él―, probablemente te preguntes cómo es que conozco a tu tía.

Sí, Peg estuvo aquí, hace tres años, creo. En el festival de arte. Me gustó mucho.

Tenía un gran espíritu.

―Un día ella me dijo... ¿Qué hora es? ¿Las cinco de la tarde?

De alguna manera, Ginny no pensaba que esa hubiese sido la gran

proclamación de su Tía Peg en Dinamarca.

Knud hizo un gesto para que ella siguiera comiendo y entonces se dirigió por

una pequeña puerta con su estufa de dos quemadores. Ginny se comió el

sándwich y miró a través del canal la fila de tiendas que estaban al otro lado.

Luego volvió su atención a una placa de metal que estaba colocada sobre la

mesa. Knud la había grabado con un dibujo complicado.

Era asombroso que un tipo tan grande pudiera hacer un trabajo tan delicado.

Cuando ella miró de nuevo, las tiendas que había estado divisando un

momento antes, se habían ido y habían sido sustituidas por una iglesia, e

incluso esta se alejaba. El suelo se balanceaba suavemente por debajo de ella, y

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su cerebro consiguió reunir el hecho de que la casa entera se movía. Ella fue

hacia las ventanas y vio que habían dejado su lugar en el muelle de barcos y se

estaban moviendo rápidamente a través del canal.

Knud balanceó hasta abrir la pequeña puerta en la parte delantera. Podía ver

que él estaba de pie en una pequeña cabina, donde estaban los controles de la

embarcación.

―¿Te gusta el pescado? ―dijo a voces.

―Está... ¡bien! ¿Hacia dónde vamos?

―¡Al norte! ¡Deberías descansar! ¡Tardaremos algún tiempo!

Cerró la puerta.

Ginny abrió la puerta que había estado junto a la acera y se encontró que sólo

un paso de cubierta y una barandilla alta la separaban del agua agitada. El agua

salpicaba sus piernas. Knud conducía su casa rápidamente ahora, como lo

habían hecho a un cuerpo más amplio de agua. Pasaron por debajo de un

puente enorme. Desde la parte delantera de la embarcación, Ginny, miraba al

canal plateado de agua que separaba Dinamarca de Suecia.

Por lo tanto, ella iba hacia el norte. En una casa.

*****

―Vivo solo ―dijo Knud―, y trabajo solo, pero nunca estoy verdaderamente

solo. Hago el trabajo de mis antepasados. Yo vivo de toda la historia de mi país

y mi gente.

Ellos habían estado navegando durante al menos dos horas, tal vez más.

Knud había atracado finalmente su casa, en un muelle utilitario a lo largo de

una carretera, junto a un campo de estrechos molinos de viento de alta

tecnología. Él era un artista tradicional, por lo que Ginny había entendido.

Estudiaba y restablecía artesanías que tenían más de mil años de edad, con

materiales auténticos y procesos y, a veces consiguiendo auténticas lesiones

antiguas en el proceso.

Lo que él no había explicado, era el porqué él la había conducido tan al norte en

su barco, para que pudieran aparcar a lo largo de una carretera. En lugar de una

explicación, él hizo unos cuantos bocadillos más, una vez más, impresionándola

por la calidad y frescura de todos los ingredientes. Se sentaron junto a la casa

flotante, para comérselos.

―Peg ―dijo―, he oído que murió.

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Ginny asintió con la cabeza y miró como los molinos de viento giraban

furiosamente.

Parecían como margaritas alocadas y descuidadas de metal. Un sol de color

naranja brillante, resplandecía detrás de ellas, disparando fuertes y plateados

rayos como cuchillas.

―Lamento escuchar eso ―dijo, aterrizando su pesada mano sobre su

hombro―. Ella era muy especial. Y esto es por lo que estás aquí, ¿verdad?

―Ella me pidió que viniera a visitarte.

―Me alegro. Y creo que sé por qué. Sí. Creo que sí.

Señaló a los molinos de viento.

―¿Ves eso? ¡Eso es arte! Hermoso. También son útiles. El arte puede ser útil.

Este aprovecha el aire y crea la energía limpia y hermosa.

Ambos observaron los molinos de viento que giraban durante unos momentos.

―Has venido en un momento especial, Virginia. Esto no es casual. Es casi

vísperas del verano. Mira. Mira el reloj.

Él sostenía su muñeca frente a ella, revelando lo que la mayoría de la gente

habría considerado como un reloj de pared en una correa.

―¿Ves? Son casi las once de la noche. Y mira. Mira el sol. Peg vino aquí por el

sol. Ella me lo dijo.

―¿Cómo la conociste? ―preguntó Ginny.

―Ella se estuvo quedando con un amigo mío en un lugar llamado Christiana.

Christiana es una colonia de artistas en Copenhague.

―¿Estuvo aquí mucho tiempo?

―No‖ tanto‖ tiempo,‖ no‖ creo‖ ―dijo―. Ella había venido a ver el sol de

medianoche. Había venido a ver como es este excepcional lugar. Puedes ver

que, pasamos gran parte del año en la oscuridad, Virginia. Y luego estamos

bañados en luz, luz constante. El sol está en el cielo, pero nunca se pone. Ella

tenía muchísimas ganas de ver esto. Así que te traje aquí.

―¿Por‖qué‖aquí?‖―preguntó Ginny.

―¡Para que veas donde cultivamos nuestros molinos de viento, por supuesto!

―Él‖se‖echó‖a‖reír―. A ella, por supuesto, le encantaron. Vio todo este paisaje

fantástico. Tú vienes aquí, para entender que el mundo no es un mal lugar. En

este sentido, intentamos tener un futuro mejor donde nosotros no

contaminamos. Nos bañamos en luz. Creamos campos hermosos.

Se sentaron allí durante un buen rato, mirando el sol que se negaba a

desaparecer. Por último, Knud sugirió que Ginny volviera a la barca y

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descansara. Ella pensó que la luz y la extrañeza del lugar la mantendrían

despierta, pero pronto el suave balanceo del barco hizo que se durmiera. Lo

siguiente que supo era que una gran mano le sacudía el hombro.

―Virginia ―estaba diciendo Knud―. Lo siento. Pero tengo que irme pronto.

Ginny se sentó de golpe. Era por la mañana, y ellos estaban de nuevo atracados

en el muelle de Copenhague, justo donde habían empezado. Unos minutos

después, ella estaba viendo como Knud se subía en su motocicleta.

―Conseguirás llegar allí, Virginia ―dijo, apoyando‖una‖mano‖en‖su‖hombro―.

Y ahora, me tengo que ir. Buena suerte.

Con eso, se encontró en las calles de Copenhague, una vez más por su cuenta.

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29

El Hippo’s

Traducido por masi y Virtxu Corregido por Chelsea Sharkovich

or lo menos estaba preparada esta vez. En caso de que ella fuera a

enfrentarse con otro Ámsterdam, Ginny había buscado información de

algunos sitios en internet. La opción número uno, era un albergue que se

recomendaba‖en‖todos‖los‖sitios‖web,‖se‖llamaba‖Hippo’s‖Beach.

Consiguió cinco mochilas, cinco bañeras, cinco sombreros de fiesta, y dos

pulgares como el más completo de los sitios, el cual era calificado como el Ritz

de los alojamientos para jóvenes.

El Hippo´s no parecía más que un simple y grande edificio gris pálido, sin

decoraciones, con unas pocas mesas tapadas por unas sombrillas en la parte

delantera. El objeto más sorprendente del sitio era la gran maqueta de la cabeza

de un hipopótamo rosa que tenía la boca ancha, abierta, colocada sobre la

puerta de entrada. La gente había llenado la boca con todo tipo de botellas de

cerveza vacías y otros objetos y una gran cantidad de pelotas de playa

desinfladas, una bandera canadiense, una gorra de béisbol y un tiburón de

plástico, entre otras cosas.

El vestíbulo estaba decorado con palmeras y guirnaldas de seda con forma de

flor. Había una barra teca falsa que cubría los alrededores de la recepción. Todo

el mobiliario era muy de los años ochenta, de colores brillantes con motivos

geométricos. Había decorados de lámparas de papel chino colgados por toda la

habitación.

El hombre de detrás del mostrador tenía una espesa barba blanca y vestía una

camisa hawaiana de color naranja brillante.

―¿Tiene usted alguna cama disponible? ―preguntó ella.

―¡Ah!‖―dijo‖él―. Chica hermosa con el pelo tipo pretzel22. Bienvenida al mejor

hostal de toda Dinamarca. Todo el mundo lo adora. Te encantará estar aquí.

¿No es verdad?

22 Pretzel: es un tipo de galleta salada. La llaman así porque esa galleta está trenzada y Ginny tiene el cabello con trenzas.

P

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Dirigió sus últimas palabras a un grupo de cuatro personas que acababa de

entrar con bolsas de comestibles. Había dos chicos rubios, una chica con el pelo

castaño y corto, y un chico indio. Ellos asintieron y sonrieron, mientras

arrojaban bolsas de panecillos duros y paquetes de embutidos y quesos en una

de las mesas.

―Este es un petardo ―dijo él―. Puedo ver eso. Mira las trenzas. La pondré con

vosotros. Así podréis vigilarla por mí. Pero aquí. Una litera para una semana

son novecientos veinticuatro coronas.

Ginny se congeló. No tenía idea de lo que era una corona o cómo iba a

conseguir novecientos veinticuatro de ellas.

―Sólo‖tengo‖euros‖―dijo.

―¡Esto es Dinamarca! ―gritó―. Nosotros usamos coronas, aquí. Pero tomaré

euros si tengo que hacerlo. Ciento sesenta, por favor.

Ginny se sintió culpable al entregar la moneda equivocada. Mientras lo hacía,

Hippo buscaba debajo de la barra y abría un pequeño refrigerador. Sacó una

botella de Budweiser, que ofreció a Ginny a cambio del dinero.

―En Hippo´s, todo el mundo recibe una cerveza fría. Aquí está la tuya. Siéntate

y bébetela.

Fue lo suficientemente amigable, pero Hippo no parecía esperar otra cosa que

conformidad total con su hospitalidad. Ginny tomó la cerveza, insegura (a

pesar de que estaba empezando a entender que intercambiar alcohol era la

manera universal de decir "hola" en Europa). La botella estaba muy mojada, y la

etiqueta se desintegró cuando la tocó y se le pegó en la mano. La gente de la

mesa, sus nuevos compañeros de cuarto, la hicieron señales con la mano y se

ofrecieron a compartir sus compras.

―Acabo de llegar de Ámsterdam ―dijo ella, hurgando en su bolso para

intentar hacer algún tipo de regalo―. Tengo todas estas galletas, si queréis.

Los ojos de la muchacha se iluminaron.

―¿Stroopwaffle23? ―preguntó.

―Sí,‖―dijo‖Ginny―. Stroopwaffle. Cómanselas todas. He comido muchas.

Puso el paquete sobre la mesa. Cuatro pares de ojos la miraron con reverencia.

―Ella es un mensajero ―dijo uno de los chicos rubios―, es una de los elegidos.

23 Son una especie de galletas originarias de los Países Bajos, elaboradas con dos especies de waffles redondos que tienen entre ellas un relleno de caramelo.

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En las presentaciones, se enteró de que los dos chicos rubios se llamaban

Emmett y Bennett. Bennett y Emmett eran hermanos y eran casi exactamente

iguales, cabello

blanqueado por el sol y los mismos apagados ojos azules. Emmett vestía como

un surfista, pero Bennett llevaba una camisa sin planchar abotonada. Carrie era

de la altura de Ginny, con el pelo castaño y corto.

Nigel era indio-Inglés-australiano. Todos eran estudiantes de Melbourne,

Australia, y habían estado de viaje por Europa con billetes de tren durante cinco

semanas.

Después de comer, llevaron a Ginny hasta su dormitorio, el cual era igualmente

colorido y brillante, paredes de color amarillo eléctrico y círculos de color rosa y

púrpura a lo largo del techo, alfombra azul, y literas de metal liso, de color rojo.

―Al estilo de1983 ―dijo Bennett.

Era alegre, sin embargo, y obviamente bien cuidado. Le explicaron que todo el

mundo tenía que ayudar en la limpieza como parte del acuerdo con el albergue,

por lo que durante quince minutos todos los días, cada uno tenía una tarea.

Había un portapapeles con el listado de los puestos de trabajo en el pasillo, así

que quien se levantaba el primero tenía lo más fácil, pero ninguna de ellas era

muy difícil. Hippo no tenía toques de queda o tiempo de espera para divertirse.

Además, había una playa artificial en la parte de atrás que irrumpía hasta el

agua.

Una vez más, Ginny se encontró encerrada en un grupo. Pero una cosa quedó

clara desde el principio, estos no eran los Knapps. Su política parecía ser la

siguiente: se levantaban cuando les daba la gana, y no tenían idea de cuánto

tiempo se alojarían ahí. Cada noche, salían. Ellos estaban pensando en dejar

pronto Copenhague, pero no estaban seguros de a dónde iban a ir después. Esta

noche, tenían planes especiales para salir, de los cuales Ginny formaba parte.

Pero primero, había que dormir una siesta y comer más Stroopwaffle y dar a

Ginny un alias, el cual fue Pretzels.

Ginny podría vivir con eso. Subió a su litera, se dejó caer sobre el colchón, y se

quedó dormida.

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30

El Reino Mágico

Traducido por AndreaN y Virtxu Corregido por Pimienta

ubo mucha emoción en el cuarto cuando Ginny se despertó.

―¡Aquí‖vamos!‖―dijo Emmett, aplaudiendo y juntando sus manos.

―No preguntes, ―dijo‖ Carrie,‖ rodando‖ sus‖ ojos. Es una larga

historia. Vamos. Hay algún sitio estúpido al que estos idiotas

quieren ir.

De nuevo, no había noche. El sol colgaba quieto en el cielo, sólo

condescendiendo a caer a un nivel crepuscular pero nunca desapareciendo de

vista.

Copenhague, sus nuevos amigos le explicaron mientras caminaban, era la

Disneylandia de la cerveza. Y a donde sea que estuvieran yendo esta noche, era

la Montaña Mágica de Copenhague. Ellos llegaron a un enorme salón abierto.

Encontraron asientos en una de las largas mesas estilo picnic, y Emmett le dijo a

una de las mujeres que ellos querían cinco de lo que ella estaba cargando. La

mujer colocó cinco de las enormes jarras de vidrio en la mesa. Carrie le pasó

una a Ginny, quien tenía que levantarla con ambas manos. Ella la olfateó, luego

tomó un sorbo. No le gustaba mucho la cerveza, pero esta sabía bastante bien.

Los otros tomaron de las suyas felizmente.

Todo estuvo bien por alrededor de media hora, a pesar del hecho de que ella

parecía estar viviendo un poster de su salón de Alemán en la escuela, lo cual no

tenía sentido, considerando que estaba en Dinamarca. Y estaba bastante segura

que se suponía que tenían que ser diferentes.

Repentinamente, algunas luces aparecieron desde atrás, y Ginny se volvió

consiente de un escenario en el final de la habitación. Un hombre en una

brillante chaqueta morada apareció con un micrófono y habló en danés por

unos pocos minutos. Esto parecía emocionar a todo el mundo, excepto a Ginny,

que estaba totalmente desconcertada.

―Y‖ahora‖―dijo el hombre en ingles―, necesitamos unos cuantos voluntarios.

Al mismo tiempo, los cuatro nuevos amigos de Ginny salieron de sus asientos,

saltando de arriba abajo con frenesí. Esto emocionó a los hombres de negocios

H

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Japoneses que compartían su mesa. Ellos también se pusieron de pie y

empezaron a gritar y llamar. Ginny, que era la única persona sentada, bajó la

vista y vio docenas de tazas vacías tiradas en su mitad de la mesa.

El líder de la banda no pudo evitar notar el casi, alboroto internacional que

estaba ocurriendo en su esquina, y él los apunto grandiosamente.

―¡Dos personas, por favor! ―dijo él.

Fue decidido inmediatamente, a través de algunos asentimientos entre los dos

grupos, que ya que toda la mesa había hecho un esfuerzo, cada grupo sería

capaz de enviar a una persona. Los hombres Japoneses cayeron en una seria

discusión, y los amigos de Ginny hicieron lo mismo. Ginny capturó pedazos de

la conversación.

―Ve tú.

―No, ve tú.

―Fue tu idea.

―Espera‖―dijo Carrie―. Enviemos a Pretzels.

La cabeza de Ginny se levanto con esa.

―¿Para qué? ―preguntó ella.

Bennett sonrió.

―Karaoke de contacto completo.

―¿Qué?

―¡Vamos!‖―Gritó Emmett―.‖Pretzels<‖Pretzels<‖Pretzels<

Los otros tres lo corearon. Luego los hombres de negocios japoneses, que ya

habían elegido su representante, se unieron. Unas pocas personas de otras

mesas intervinieron también, y en cuestión de segundos, toda la esquina de la

habitación estaba coreando su nombre. Todos con diferentes acentos, todos

ruidosamente, todos en un calmado y descomunal tiempo.

Sin quererlo realmente, Ginny se encontró a si misma levantándose.

―Um‖―dijo nerviosamente―.‖Realmente‖no<

―¡Brillante!‖―gritó Emmett, ayudándola a pasar por el pasillo entre las mesas.

Uno de los hombres japoneses se quitó su chaqueta de traje y se unió a ella.

―Ito ―dijo el hombre. Al menos, eso es lo que Ginny pensó que dijo. Él estaba

hablando en japonés, así que era un poco difícil de decir.

Ito se hizo a un lado para que Ginny pudiera ir primero, incluso aunque ella

realmente no quería liderar. El anfitrión la estaba saludando, y la multitud

aplaudía con aprobación mientras ella progresaba en llegar hasta el escenario.

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Ito se veía encantado, aflojando su corbata y meneándose, saludando al público

para que mantuvieran los aplausos. Ginny aceptó la mano del anfitrión

silenciosamente para montarse en el escenario. Intento pararse en una esquina,

pero él la dirigió firmemente hacia el borde, donde Ito la sostuvo en su lugar

colocando un brazo en sus hombros. El anfitrión estaba gritando en danés al

público.‖La‖única‖palabra‖que‖Ginny‖pudo‖distinguir‖fue‖‚Abba.‛‖Él‖produjo‖(al

parecer de su bolsillo) dos pelucas, una de hombre desgreñado y otra larga y

rubia. La rubia y larga cayó en la cabeza de Ginny, mientras que Ito había

agarrado la otra y se la estaba poniendo torcidamente. Una boa negra fue tirada

desde la dirección del bar. Ito la agarró primero, pero el anfitrión se la quitó y la

colocó sobre los hombros de Ginny.

El cuarto se oscureció. Ginny no podía saber si las luces en realidad se apagaron

o si sólo era porque el pesado flequillo rubio de la peluca estaba protegiendo

sus ojos de la luz. Sus trenzas se le pegaron en la frente, como tentáculos de

cabello mutantes. Ella rápidamente intento tirar hacia atrás del bulto.

―¿Qué‖ tal‖ un‖ poco‖ de‖ ‚Dancing‖ Queen‖ ‛?‖ ―Gritó el anfitrión, esta vez, en

Ingles―.‖¿Qué‖tal‖un‖poco‖de‖‚Mamma‖Mia‖‛?

Al público le gustó la idea, y a ningún grupo en la multitud le gustó más que al

grupo de australianos-Japoneses que habían enviado a Ginny aquí en primer

lugar. Monitores alrededor del borde del escenario se iluminaron. Fotos de

escenas de montañas y parejas paseando aparecieron.

Y luego ella oyó el primer acorde. Ahí fue cuando todo la golpeó.

Ellos iban a hacerla cantar.

Ginny nunca cantaba. Ella no cantaba en especial después de pasar cinco días

con los Knapps. No cantaba, jamás. Ni se subía a escenarios.

Ito fue el primero, agarrando con torpeza el micrófono. A pesar de que él estaba

sonriendo, Ginny sintió una competitividad auténtica, él quería esto. La

multitud le animaba, golpeando el suelo y palmeando. Ginny seguía tratando

de retirarse a un segundo plano, pero el anfitrión seguía moviéndola hacia

delante. Este era el último lugar en el que quería estar. No estaba haciendo esto.

No lo estaba.

Y, sin embargo, allí estaba ella, en un escenario en Copenhague bajo seis libras

de cabello rubio sintético. Lo estaba haciendo incluso cuando su cerebro trataba

de convencerla de lo contrario. De hecho, estaba delante del micrófono ahora, y

cientos de rostros expectantes la estaban mirando. Y entonces oyó el ruido.

Ella estaba cantando.

Lo realmente sorprendente fue que al oír su propia voz haciendo eco alrededor

de la barra enorme, ésta casi sonaba bien. Era un poco angustiante, tal vez.

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Siguió adelante hasta que se quedó sin aliento, cerrando los ojos, dejando que

todo fuera en un único tono hasta que su voz se quebró.

―¡Ahora, vamos a votar por el ganador!

Este hombre gritaba todo. Tal vez el gritar era algo danés.

Él tomó el brazo de Ito y lo sostuvo en alto, luego asintió con la cabeza hacia la

multitud para hacer conocer sus sentimientos. Hubo una buena cantidad de

aplausos. Entonces él se acercó y sacó el brazo de Ginny hacia arriba.

Ella fue aclamada como una reina mientras regresaba a la mesa, Ito se inclinó

ante ella. Los hombres japoneses estaban, obviamente, en algún viaje con algún

tipo de cuenta de gastos ilimitados y dejaron claro que estaban pagando por

todos los del grupo. Inmediatamente la mesa se inundó con bocadillos diversos.

La cerveza venía sin parar. Ginny se tomó una cuarta parte de su vaso. Carrie se

bebió dos vasos enteros. Emmett, Bennett, y Nigel se las arreglaron para tomar

tres cada uno. El por qué no murieron inmediatamente era algo confuso para

Ginny. De hecho, parecían estar totalmente bien.

A las dos de la mañana, sus nuevos benefactores estaban mostrando los

primeros signos de un inminente coma colectivo. Se aportó un número de

tarjeta de crédito, y en pocos minutos, todos estaban arrastrando los pies hacia

la calle. Después de las despedidas y agradecimientos y una gran cantidad de

inclinaciones, Ginny y los australianos comenzaron su andadura hacia el metro,

pero fueron detenidos por uno de los hombres japoneses.

―No, no ―él arrastraba las palabras, sacudiendo la cabeza fuertemente―.

Tax<i. Tax<i.

Metió la mano en el bolsillo de su traje y sacó un puñado de euros

cuidadosamente doblados. Los apretó en la mano de Ginny. Ginny trató de

devolvérselos, pero el hombre mostró una feroz determinación. Era como un

asalto a la inversa, y Ginny sentía que era mejor acceder. Los otros hombres

hacían señas a los taxis, y pronto una pequeña línea de coches se alinearon.

Ginny y los australianos fueron llevados a un Volvo azul de gran tamaño. Nigel

se metió en la parte delantera, y Emmett, Bennett, Ginny, y Carrie en el ancho

asiento trasero de cuero.

―Sé‖ donde‖ vivimos‖ ―dijo Emmett, apoyado en la puerta con una mirada

pensativa en su rostro―. Sólo que no sé cómo llegar allí.

Nigel le dijo algo al conductor en un titubeante, australiano sonando a danés

que había leído de un libro. El conductor dio la vuelta y respondió:

―¿Conduciendo en círculos? ¿De qué estás hablando? ¿Necesitas que conduzca

alrededor? ¿Es eso lo que usted está tratando de decir?

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Carrie puso su cabeza sobre el hombro de Ginny y asintió con la cabeza

mientras se dormía. Bennett decidió guiar desde su punto de vista, aplastado en

medio del asiento trasero, apenas capaz de ver fuera de cualquier ventana.

Siempre se las arreglaba para echar un vistazo a lo que él creía reconocer,

diciéndoselo al conductor. Por desgracia, Bennett parecía reconocer todo. La

farmacia. El bar. La pequeña tienda con las flores en la ventana. La gran iglesia.

La señal azul. El conductor aguantó esto durante una media hora y finalmente

se detuvo y dijo: ―Dime dónde os estáis alojando.

―Hippo‖Beach‖―dijo Bennett.

―¿Hippo? Conozco ese lugar. Por supuesto que conozco ese lugar. Deberías

habérmelo dicho.

Se echó a un lado en la carretera y giró en la dirección opuesta, conduciendo

rápidamente.

―Está comenzando a parecerme familiar ahora ―dijo Bennett, bostezando

salvajemente.

Estaban allí en menos de cinco minutos. El viaje ascendió a cuatrocientas

coronas. Ginny no estaba segura de cuánto dinero tenía en la mano. Fuera lo

que fuese, se lo habían dado a ellos para pagar el taxi, y este conductor había

tenido que soportar mucho.

―Aquí ―dijo, entregándoselo todo―. Todo tuyo.

Ella vio que él lo contaba mientras Carrie hacía su somnolienta salida del coche.

Él se volvió y le dio una amplia sonrisa. Ella tuvo la sensación de que acababa

de darle su mejor propina del año.

Hippo aún estaba despierto cuando llegaron tropezando. Él estaba jugando al

Risk en una de las mesas con dos chicos que parecían muy concentrados.

―¿Veis? ―Dijo con una sonrisa―. La de los pretzels. Te dije que era un

problema.

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Carta #11

Traducido por Sheiilita Belicov

Corregido por Chelsea Sharkovich

Querida Ginny:

Nunca he tenido una buena memoria para las citas. Siempre he tratado de recordarlas, pero nunca funciona. Como recientemente, vi una cita del maestro Zen Lao-tzu. Dice: ―Una huella es hecha por un zapato, pero no es el zapato en sí.

Catorce palabras. Se podría pensar que podía recordar algo así. Lo intenté. Duró cerca de cuatro minutos, y muy pronto fue: ―Ningún zapato debe ser juzgado por su huella, porque el pie tiene una impresión de sí mismo.

Así es como se quedó en mi cabeza. Y eso, pensé, no tiene sentido. En absoluto.

Salvo en tu caso, Gin. En realidad puede funcionar para ti. Porque lo que hice para ti (o lo que elegiste hacer, tú eres tu propia mujer) es seguir mis pasos en este viaje loco que tomé. Estás en mis zapatos, pero los pies son tuyos. No sé a dónde te van a llevar.

¿Tiene esto algún sentido? Lo hizo cuando pensé en ello. Pensé que tú creerías que yo era realmente inteligente.

Lo pregunto porque lo siguiente que quiero que hagas es recorrer un camino que tomé cuando me fui de Copenhague. Me fui porque el festival había terminado, y no tenía idea de qué hacer conmigo misma.

A veces, Gin, la vida te deja sin direcciones, sin hitos o señales. Cuando esto sucede, sólo tienes que elegir una dirección y correr como el infierno. Puesto que no puedes ir más allá del norte de Escandinavia, me decidí a ir al sur. Y simplemente seguí adelante.

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Me fui en tren a la costa con una niebla brumosa, luego me subí a un tren en Alemania y viajé por tierra. A través de las montañas y dentro del Bosque Negro. Me bajé en varias ciudades, pero en cada ocasión no podía ir más allá de la puerta de la estación, y acababa por dar la vuelta y subirme a otro tren hacia el sur.

Luego llegué a Italia y me desvié hacia el mar. Tuve una idea brillante, pensé, iré a Venecia y ahogaré mis penas. Pero había una huelga de basureros en Venecia, por lo que olía a pescado apestoso, y estaba lloviendo. Así que fui a la orilla del agua y pensé: ¿Ahora qué? ¿Debo dirigirme a la izquierda y pasar por Eslovenia, tal vez huir a Hungría y comer pasteles húngaros hasta que explote?

Pero entonces vi el barco, y simplemente subí.

No hay nada como un largo y lento viaje en barco para despejar tus pensamientos, Gin. Un buen y lento transbordador que se toma su tiempo y te deja tomar el sol de las costas Italianas. Estuve en el barco durante veinticuatro horas, sentada sola en una tumbona pegajosa, pensando en todo lo que había hecho en los últimos meses. Y aproximadamente a la hora veintitrés, cuando nos acercábamos a las islas griegas, todo se resolvió para mí, Gin. Lo vi todo con claridad. Lo vi tan claramente como la isla de Corfú, que se vislumbraba frente a nosotros. Vi que había visto mi destino hace un tiempo, y se me había olvidado detenerme. Mi futuro estaba detrás de mí.

Por lo tanto, inténtalo por ti misma, Gin. Vete ahora. Y quiero decir, ahora. Tan pronto como recibas esta carta. Ve directamente al tren. Ve hacia el sur implacablemente. Sigue el camino de baldosas amarillas hasta Grecia, a las cálidas aguas, a la cuna del arte, la filosofía, y el yogur.

Cuando subas al barco, dedícame un grito.

Con amor,

Tu Tía Fugitiva

P.D: Oh. Ve a la tienda de comestibles primero. Paquete de snacks. Esta es una buena regla a seguir en todos los aspectos de la vida.

Con amor, TTF.

(Tu tía Fugitiva)

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31

La Pandilla del sobre azul

Traducido por Virtxu Corregido por Pimienta

ra mediodía del día siguiente, y todos se estaban recuperando en la playa

de Hippo. Ginny se sentó en la arena fría, poco profunda y sintió las

tablas de madera que sostenían la playa justo debajo de la punta de sus

dedos. El cielo estaba todo gris, y los edificios a su alrededor eran casas del

canal danés y viejas casas de hace setecientos años, pero todo el mundo actuaba

como si fueran las vacaciones de primavera en Palm Beach.

La gente estaba durmiendo en la arena en traje de baño y un gran grupo estaba

jugando al voleibol.

Ella recogió algo de arena al levantar el undécimo sobre vacío, deslizó la carta

de nuevo, y ausentemente plegó la solapa cerrándolo.

Ginny se volvió hacia sus compañeros y dijo: ―Tengo que irme a Grecia. A un

lugar llamado Corfú. Y tengo que irme ahora mismo.

Emmett la miró.

―¿Por qué tienes que ir a Grecia? ―Preguntó―. ¿Y por qué ahora?

Era una pregunta bastante razonable, y la cuestión, había atraído la atención de

los demás.

―Tengo estas cartas ―dijo ella, sosteniendo el sobre lleno de arena―. Son de

mi tía. Es una especie de juego. Ella me envió aquí. Las cartas me dicen donde

tengo que ir y qué tengo que hacer, y cuando he terminado, puedo abrir la

siguiente.

―Est{s‖bromeando ―dijo Carrie―. ¡Tu tía es un as! ¿Dónde está? ¿En casa o

aquí?

―Ella está... desaparecida. Quiero decir, ella murió. Pero eso está bien. Quiero

decir...

Ella se encogió de hombros para tratar de demostrar que ella estaba bien con la

pregunta.

―Por‖lo‖tanto‖―dijo Bennett―, ¿hay muchas cartas?

―Trece. Esta es la número once. Casi en el final.

E

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―¿Y no sabes a dónde vas o lo que tienes que hacer hasta que la abres?

―No.

El efecto fue algo notable y pareció que se solidificó en la mente de los

australianos la idea de que Ginny era un ser muy especial. Esta fue una

sensación muy extraña, y no una mala.

―Bueno ―dijo Carrie―, ¿podemos ir?

―¿Ir?

―A Grecia. ¿Contigo?

―¿Queréis venir conmigo?

―Grecia suena bien. Hemos terminado aquí, de todos modos. Podríamos tomar

algo de sol. Tenemos billetes de tren. ¿Por qué no?

Y así, el asunto se decidió. Diez minutos más tarde, estaban sacudiendo la arena

de sí mismos, devolviéndola a la pequeña playa de Hippo y partiendo hacia el

interior para conseguir sus cosas. En veinte minutos, estaban en internet en el

salón de Hippo, reservando sus asientos en un tren.

Debido a que Bennett, Emmett, Nigel, y Carrie tenían pases de Eurail, la ruta a

Grecia se limitaba a los trenes en determinados momentos. Cómo había cuatro

de ellos y Ginny era sólo una, sus necesidades iban primero. Su ruta los llevaría

a través de Alemania, a través de Austria por un corto tiempo, luego pasaría

por Italia y finalmente terminaría en Venecia. Se necesitarían veinticinco horas.

A la media hora, estaban en un supermercado de Copenhague, llenando una

cesta con fruta, agua embotellada, pequeños quesos sellados con cera, galletas...

todo lo pensaron que les haría mantenerse durante veinticinco horas a bordo de

un tren. Y una hora y media más tarde, salieron de Copenhague hacia otra

ciudad danesa llamada Rødbyhavn, la cual Ginny no era ni siquiera capaz de

pronunciar. Parecía constar sólo de la terminal del tren, un gran edificio al aire

libre. Allí cogieron un pequeño ferry a Puttgarden, Alemania, en el cual

estuvieron cerca de tres minutos. En Puttgarden, se encontraron en un andén

solitario, donde un tren de aspecto elegante se detuvo y subieron. Ellos se

apretaron en una serie de asientos destinados a cuatro personas.

Todo lo que vio Ginny de Alemania fue un Pizza Hut en Hamburgo donde se

quemó el paladar de la boca al comer demasiado rápido. Ella y Carrie se

perdieron tratando de encontrar el baño de mujeres en Frankfurt. Rigel tiró

accidentalmente a una anciana mientras corría para coger el tren en Múnich.

El resto fue sólo tren. En su estado de confusión, ella recordó mirar por una

ventana a un cielo azul brillante contra el gris de las montañas con picos

blancos volando en la distancia. Luego fueron miles y miles de verdes pastos y

campos, y flores de color púrpura. Tres tormentas repentinas. Estación de

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servicio. Casas de colores que parecían algo sacado de Sonrisas y Lágrimas.

Filas de casas de color marrón claro.

Después de la duodécima hora, Ginny comenzó a sospechar que si ella seguía

allí sentada mucho más tiempo, encorvada, con la chaqueta de Carrie detrás de

la cabeza, se le quedaría la forma de langostino para el resto de su vida. En

algún lugar de lo que Ginny supuso que era el norte de Italia, el aire

acondicionado murió. Hizo un valiente intento por abrir las ventanas, pero fue

en vano. No pasó mucho tiempo antes de que el calor comenzara a acumularse

en el vagón, y un suave pero sin duda desagradable olor flotaba en el aire

todavía. El tren fue más lento. Hicieron algunos anuncios sobre una huelga en

alguna parte. Solicitaron paciencia. El desagradable olor se convirtió en

asqueroso.

Se detuvieron por completo durante media hora, y cuando comenzaron de

nuevo, el conductor pidió que nadie usara el baño.

Llegaron a Venecia con tan sólo quince minutos de sobra y ni idea de dónde

estaban. Ellos siguieron las instrucciones de las señales, tratando de encontrar la

salida. Una vez en la calle, se subieron a un pequeño taxi blanco, y luego se

fueron a toda velocidad por las calles vacías a lo que pareció ciento cincuenta

millas por hora. La fuerte brisa del mar entraba por las ventanas abiertas

mientras volaban, golpeando en la cara de Ginny y causando que sus ojos

lloraran.

Y al rato, todos estaban cogiendo un barco grande y rojo.

Ellos eran pasajeros de cubierta. Eso significaba que podían sentarse en una silla

en el salón (ya completo), en una silla en la cubierta (todas tomadas), o en la

propia cubierta. Y la mayor parte de ese espacio había sido reclamado.

Tuvieron que caminar alrededor del barco dos veces antes de encontrar un

pequeño sector de la cubierta entre un bote salvavidas y la pared. Ginny se

extendió tanto como pudo, agradecida de estar al aire libre.

Se despertó con la sensación del sol del mediodía colgando justo encima de sus

ojos. El calor penetraba a través de sus párpados. Podía sentir una quemadura

desigual en la cara. Se levantó y se estiró, y luego caminó hasta el costado de la

embarcación.

El barco era parte de la línea de "súper velocidad", pero no estaba a la altura de

su nombre. Ellos se deslizaban a través del agua a un ritmo suficientemente

lento como para permitir que las aves marinas aterrizaran en la cubierta,

descansaran, y luego despegaran de nuevo. El agua debajo de ellos era de color

turquesa brillante, el tipo de color que nunca había imaginado que el agua

pudiera tomar. Ginny sacó los sobres restantes de su bolso y los sostuvo

fuertemente (no es que se movieran mucho, casi no había brisa). Ahora la banda

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de goma era irrelevante. Se fijó en los dos últimos. Ginny cogió el sobre número

doce y puso la goma alrededor de su muñeca.

La imagen del doce siempre la había desconcertado. De alguna manera se

parecía a la espalda de un dragón púrpura apareciendo desde el borde inferior

del sobre. Ahora que estaba en el agua, comprendió exactamente lo que se

suponía que era: una isla. Por supuesto, una extraña imagen de una isla, algo

borrosa y completamente del color equivocado. Pero era una isla, no obstante.

Ella rompió el sello y la abrió.

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Carta #12

Traducida por AndreaN Corregido por Pimienta

Ginny,

Harrods es el tipo de cosa que creo que sólo encontrarías en Inglaterra. Está en un hermoso edificio antiguo. Es tradicional. Está bizarramente organizado y es más o menos imposible encontrar algo, pero si miras con la fuerza suficiente, todas las cosas del mundo están ahí.

Incluyendo a Richard Murphy.

Veras, Gin, cuando llegue a Londres en primer lugar, todavía estaba llena de adrenalina. Pero después de unos cuantos días, me di cuenta de que no tenia hogar, no tenía trabajo, y estaba en la quiebra, lo cual es realmente una mala combinación.

Tú me conoces… cuando mi suerte esta baja, me gusta ir y probarme cosas caras y fabulosas. Así que fui a Harrods. Gasté un día entero poniéndome maquillaje en el departamento de cosméticos, probándome vestidos que costaban miles de libras y tomando muestras de perfume. Después de cerca de ocho horas de esto, finalmente me di cuenta que era una mujer adulta vagando sin rumbo alrededor de una tienda como una niña pequeña. Una niña pequeña que había huido de casa por un berrinche. Había hecho una cosa seria y potencialmente desastrosa.

Estaba deprimida en el pasillo de comida para ese punto. Vi un tipo alto vestido con traje, cargando una cesta con cerca de cincuenta tarros de miel Africana increíblemente cara. Me pregunté a mí misma, ¿Quién hace eso? Así que le pregunte. Y él me dijo que estaba armando las cestas de navidad de Sting. Hice un terrible chiste acerca de miel y aguijones, y entonces… entonces empecé a llorar. A llorar acerca de toda mi estúpida vida, de mi situación y de la miel Africana de Sting.

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No es necesario decir que sorprendí al tipo. Pero él reacciono bien y me sentó y me preguntó que estaba mal. Y yo le explique que era un yo-yo Americano, perdida y sin hogar. Como resultó, el tenia un cuarto desocupado que estaba a punto de amueblar y alquilar. Él me ofreció un trato, yo podía quedarme ahí gratuitamente hasta que tuviera algo de dinero.

Ya que no eres estúpida, sé que ya te habrás dado cuenta de que este tipo era Richard. Me mudé a su cuarto desocupado ese día.

Ahora, apuesto a que sé lo que estas pensando ahora mismo. Estas pensando: Bueno, obvió, Tía Peg. ¿Qué tipo no tomaría ventaja de alguna mujer idiota que es una damisela en apuros? Y esa es una buena pregunta. Lo admito, estaba tomando un riesgo. Pero había algo acerca de Richard en lo cual confié desde el momento en que lo conocí. Richard no es exactamente como la usual pandilla de deliciosas idiotas con los que solía gastar mi tiempo. Richard es práctico. A Richard le gusta tener un trabajo estable y una vida estable. Richard realmente no entiende porque la pintura de paredes viene en cualquier color además de blanco. Richard es confiable. Richard nunca me cobro ni diez centavos de alquiler, tampoco.

No pasó mucho antes de que tuviera un serio enamoramiento. Y aunque él intento ser sutil, sabía que yo también le gustaba. Y entonces, después de un tiempo, me di cuenta de que lo amaba.

Vivimos con este feliz arrendamiento durante unos pocos meses. Nunca actuamos por ello. Siempre estaba ahí, debajo de la superficie, en la manera en que nos pasábamos el control remoto o decíamos cosas como, ―¿Ese es el teléfono? ―Le conté que siempre soñé con tener un estudio de ático en Europa, y ¿Sabes lo que hizo? Se las arregló para encontrar un viejo cuarto de almacenamiento en uno de los pisos más altos de Harrods. Él me metía a hurtadillas todos los días para que pudiera pintar y yo guardaba todo mi trabajo en un gabinete de ahí.

Entonces una noche, él hizo la peor cosa posible, me dijo como se sentía. Ahora, algunas personas, buenas, normales, personas cuerdas, podrían estar emocionadas de saber que el grandioso chico del que están enamoradas, también las ama. Como yo no soy una de esas personas, reaccione mal, de alguna manera.

P.D: Oh. Ve a la tienda de comestibles primero. Paquete de snacks. Esta es una buena regla a seguir en todos los aspectos de la vida.

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Un día mientras él estaba en el trabajo, empaqueté mis cosas y me fui. Me marche durante unos meses en la ruta que tú acabas de seguir. Pero cuando supe que algo estaba mal conmigo, fue a Richard donde volví. Fue Richard quien me cuido. Es Richard quien me trae latas de Coca-Cola y helado mientras me siento y escribo estas cartas. Él se asegura de que tome mi medicación en los momentos adecuados porque algunas veces me confundo un poco.

Sólo falta un sobre más, Gin. Hay una tarea muy importante contenida en ese sobre, la más crítica de todas. Ya que es tan grande y seria, dejo enteramente a tu criterio cuando decidirás abrirla y realizarla.

Con amor,

Tu Tía Fugitiva.

P.D: No vayas por ahí aceptando ofertas de hombres extraños que te pregunten si quieres ir a vivir con ellos. Esa no es la moral de esta historia. Además, tu madre nunca me lo perdonaría.

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32

La Scooter roja Traducido por Flochi Corregido por kuami

ientras Carrie estaba estudiando minuciosamente la carta duodécima,

Ginny sostenía el décimo tercer sobre azul en alto para el sol griego.

(¿Era griego? ¿Era italiano? ¿Le pertenecía a alguien?) No podía ver

mucho a través de él. No era mucho más larga que las otras. Se sentían como

dos páginas. Y el dibujo sobre este, apenas era un dibujo, era el número 13,

hecho para parecerse a unos grandes números hechos a máquina.

—¿Bueno? —preguntó Carrie, doblando la carta que estuvo leyendo—.

Entonces vas a abrirla ahora, ¿verdad? Dice que puedes.

Ginny se sentó nuevamente y se inclinó hacia atrás, golpeando inmediatamente

su cabeza en un remo en el costado del bote salvavidas detrás de él.

—Y tú, obviamente quieres abrirlo ahora, ¿verdad? —Continuó Carrie—.

¿Verdad?

Ginny hurgó en la bolsa de comestibles. Lo único bueno que pudo encontrar ahí

fue unos quesitos. Tendría que picar hasta la cera roja, y para el momento en

que llegara al valor nutritivo del quesito, su boca tendría sabor a cera caliente y

ya no estaría hambrienta. Lo dejó a un lado. Uno de los chicos se lo comería.

—¿Las flores de cebolla fritas son una auténtica comida australiana? —preguntó

ella.

Carrie se ilusionó y se sentó sobre las rodillas de Ginny, empujando la bolsa de

comestibles a un lado en el proceso.

—¡Oh, vamos! ¡Ábrelo!

—No lo entiendo —dijo Ginny—. Al principio, tenía algo de sentido. Después

parecía al azar. El chico que se supone que iba a conocer en Ámsterdam no

estaba ahí. Entonces, me envió en camino a Dinamarca sin razón en absoluto.

—Tiene que haber una razón —dijo Carrie.

—No lo sé. Mi tía era un poco loca a veces. Le gustaba ver lo que podía

conseguir que la gente hiciera.

—Bueno, puedes resolver muchas cuestiones abriendo en último y leyéndolo.

M

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—Lo sé.

Iba a haber algo en esta última carta. A veces ella no quería saber. Podía sentirlo

a través del papel. Esta carta contenía mucho.

—Lo abriré cuando lleguemos allí —dijo ella, empujando gentilmente a Carrie

de sus rodillas—. Lo prometo.

El cuerpo de Ginny se había ajustado al movimiento, así que cuando se dio

cuenta que el bote había dejado de moverse varias horas después, encontró un

poco difícil caminar. Se tambaleó un poco y golpeó a Bennett. Se unieron a la

larga línea de igualmente pasajeros confundidos y atontados, y pronto se

encontraron sobre tierra antes del amanecer.

El Puerto era un triste montón de edificios de hormigón. Nuevamente, sin tener

una idea real de donde estaban, tomaron un taxi que estaba esperando en la

oficina del puerto. Emmett le habló al conductor durante un momento y

entonces se despidieron de todo el mundo.

—¿A dónde vamos? —preguntó Carrie.

—Ni idea —dijo él—. Dije que queríamos ir a un lugar con una buena playa, y

que no podemos pagar más de tres euros cada uno.

En primer lugar, la tierra alrededor del camino parecía densa y dura, llena de

rocas y pequeñas plantas resistentes que florecían en el calor intenso y camas de

grava. Entonces el auto giró, y estaban en una carretera alta por encima de una

extensa playa. En frente de ellos había un pequeño pueblo, recién despertando.

Las sillas estaban puestas delante de los cafés. Ginny pudo ver a los botes de

pesca moviéndose en la distancia.

El conductor los dejó a un lado de la carretera, señalando un conjunto de

escaleras que habían sido talladas a un lado del acantilado que enfrentaba al

agua. La arena debajo era blanca, y la playa estaba vacía. Caminaron hacia las

amplias escaleras, agarrándose a la pared rocosa. Al momento que llegaron a la

playa, los chicos se dejaron caer en la playa y se estiraron para dormir. Carrie le

levantó una ceja a Ginny.

—Lo abriré en unos minutos —dijo Ginny—. Quiero caminar un poco primero.

Dejaron sus mochilas, subieron sobre una roca grande y se encontraron en una

pequeña gruta. Carrie se quitó la camisa.

—Voy a nadar —dijo ella, sus manos trabajando sobre los ganchos de su sostén.

—¿Desnuda?

—¡Vamos! —dijo Carrie—. Estás en Grecia. No hay prácticamente nadie

alrededor. Están dormidos.

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Sin esperar a que Ginny cambiara de idea, Carrie removió los restos de sus

ropas sin un destello de vacilación y se dirigió al agua. Ginny lo pensó un

momento. Necesitaba depilarse, en serio. Pero se sentía un poco avergonzada, y

el agua parecía increíble. Además, su ropa interior se parecía bastante a un traje

de baño. Acababa de ponérsela. Se quitó la ropa y corrió al agua.

Estaba caliente como un baño. Se sumergió bajo el agua y miró sus trenzas

flotar por encima de su cabeza, como antenas. Luego subió su cabeza sobre el

agua y se sentó en el suelo, dejando que las olas llegaran hasta ella. Carrie

obviamente había estado aburrida demasiado tiempo y se sumergía dentro y

fuera de las olas. Era algo casi como una niña ante la emoción de estar desnuda.

Cuando fue cepillada por suficientes olas, Ginny se empujó a si misma fuera de

la pequeña zanja en la que se estaba hundiendo y se dirigió de vuelta a la roca.

Carrie hizo un esfuerzo para salir poco después, y se dejó caer directamente en

la arena.

—Me siento tan clásica —dijo ella.

—¿Y si ellos se despiertan? —preguntó Ginny.

—¿Qué? ¿Ellos? Han estado despiertos durante dos días, y han bebido cerveza

toda la noche. Van a dormir sobre todo.

No hubo necesidad de decir nada más. Había algo tan bueno sobre la mañana:

que ellas podían estar silenciosas y empaparse del sol y disfrutar de su propia

conducta. Y cuando ella estuviera lista, abriría la última carta.

Arriba de la carretera de encima, Ginny vio algunos mochileros sobre una veloz

scooter. Carrie levantó la cabeza y los vio ir.

—Mis amigos que vinieron el año pasado alquilaron una scooter —dijo ella—.

Supongo que es la mejor manera de ver las islas. Deberíamos conseguir una.

Ginny asintió. Le gustaba la idea de tener una scooter.

—Tengo hambre —dijo Carrie—. Voy a ir por algo de comida en mi mochila.

Enseguida vuelvo.

—¿Vas a vestirte?

—Nope.

Unos minutos más tarde, Ginny escuchó la voz de Carrie proveniente del otro

lado de la roca. Algo sonaba mal.

—¿Dónde lo pusieron chicos? No es divertido.

Esto llamó la atención de Ginny. Mientras escalaba la roca, vio a Carrie, todavía

desnuda (aunque estaba envolviendo una de las toallas sobre si), haciendo

círculos alrededor de una manera extraña. Como histérica. Ginny se deslizó de

vuelta hacia abajo rápidamente, después recogió las ropas de Carrie.

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Tenía la sensación de caminar en una broma privada, pero las miradas en sus

rostros inmediatamente le dijo que ese no era el caso. Lágrimas corrían hacia

abajo por el rostro de Carrie, y los chicos parecían medio dormidos pero serios.

Ginny notó que sólo había tres mochilas sobre el suelo, las que estaban bajo las

cabezas de los chicos mientras dormían. La de Carrie y Ginny no estaban en

ningún lugar a la vista.

—Oh Dios —estaba gritando Carrie, todavía haciendo su baile histérico—. No.

No. Deben estar haciéndome una broma.

—Vamos a buscarlas —estaba diciendo Bennett.

Cuando llegó Ginny, casi quiso reír.

Los chicos del scooter. Los compañeros mochileros. Eran ladrones.

Probablemente nos habían estado mirando desde la carretera, vinieron y

robaron nuestras mochilas. Y ellas los habían visto irse.

Todo había desaparecido. Toda su ropa fangosa. Y todos los sobres. Incluyendo

el último, aquel sin abrir. La aclaración sería abrirlo en el costado de una colina

griega sobre una scooter roja.

Ginny clavó los dedos de sus pies en la arena.

—Voy a nadar nuevamente —dijo ella. Buscó en su bolsillo y sacó sus dos

únicas posesiones restantes, su pasaporte y su Barclaycard. Los había sacado

para mantenerlos seguros en uno de los trenes. Se los pasó a Emmett y caminó

al agua.

Esta vez, lo dejó todo mientras caminó de vuelta a las olas calientes. Sintió su

camiseta y pantalones inflarse con el agua mientras se metía más profundo, y

mientras el agua se alejaba, ellas succionaban su cuerpo. Toda la mañana gris y

lavanda estaba quemando rápidamente, y el brillante cielo azul alcanzaba su

plenitud sobre ellas. Fue acompañado por el color del mar. De hecho, apenas se

distinguía donde estaba el horizonte. Estaba en el agua, y el agua estaba en el

cielo, era como si estuviera al principio y al final de todo.

Nigel se metió tras ella después de unos minutos. —¿Estás bien? —preguntó,

pareciendo desconcertado.

Ginny empezó a reír.

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33

El único cajero automático en

Corfú

Traducido por cYeLy DiviNNa Corregido por Hojadeluna

omó cerca de una hora para detener a Carrie en su delirio de estar

frenéticamente yendo y viniendo por la playa. Entonces rebuscaron (con

una carga mucho más ligera) huellas de los pasos cortados en la arena,

en la colorida roca de la carretera. Empezaron a caminar de nuevo en lo que

supuso que era la dirección de la ciudad. No había realmente nada que indique

esto, excepto que no parecía haber más plantas de hibisco en esa dirección, y

Emmett creyó ver algo que podría ser una cabina de teléfono más adelante.

Resultó ser una roca, pero Ginny podía entender porqué cometió el error. Era

una especie de cuadrado.

El sol se había retirado en lo alto en el cielo con una velocidad sorprendente. El

calor, combinado con su agotamiento y Carrie llorando esporádicamente, hizo

las cosas un poco lentas y dolorosas. Después de un tiempo, podían ver grandes

hoteles modernos en las iglesias a lo lejos, muy lejos al igual que las casas como

puntos negros, que sobresalen sobre el agua. A un kilometro y medio de la

carretera, llegaron a un grupo de edificios. Resultó no ser Corfú Town, pero si

un pequeño pueblo con pocos hoteles y restaurantes.

Todo era blanco. Cegador, calor blanco. Todos los edificios. Todas las paredes.

Las piedras que allanaban el terreno habían sido aún pintadas de blanco. Sólo

las puertas y ventanas cerradas se destacaban con repentinos estallidos de color

rojo o amarillo o azul. Caminaron por un camino pequeño con sombra a ambos

lados de pequeños árboles que parecía que alguien los había agarrado por las

ramas más altas y retorcido como si fueran sacacorchos. Estaban llenos de

pequeños frutos verdes, algunos de los cuales se habían reducido y abierto

salpicando sobre las piedras. Nigel alegremente señaló que eran árboles de

oliva, y Carrie, con mucha menos alegría, le dijo que se callara.

Ginny cogió una aceituna que separó de la tierra. Nunca había visto una

aceituna que se viera así, era un poco como la cal, dura, con una piel. No hay

T

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nada como esas pequeñas cosas verdes con la mancha roja que se supone que

caen en copas de Martinis.

Nada era como se suponía que era.

Había una taberna con unas pocas mesas en el exterior. Con un poco de sueño

se hundió con gratitud en los asientos, y pronto su pequeña mesa redonda,

estuvo llena de placas de empanadas de espinacas, platos con yogurt y miel, y

tazas de café. Además de jugo fresco con pulpa y hielos. Ginny puso su

pasaporte y su tarjeta de crédito junto a su plato. Extraño. Llevarlos casi no

ocupa espacio en absoluto, sin embargo, con ellos, podía viajar por todo el

camino en toda Europa. Eran todo lo que realmente se necesita.

Carrie comenzó a llorar de nuevo cuando Ginny lo hizo y recordó a todos que

ya no tenía más de estas cosas. Ella no tenía nada en absoluto. Sin pasaporte, no

iba a ser capaz de llegar a ninguna parte. No en un avión. No en un ferry. Y, ella

continuó, con los brazos que no estaban lo suficientemente fuerte como para

permitirle nadar a la península griega o de regreso a Australia, para el caso.

Ginny rápidamente puso las cosas en el bolsillo mojado y se concentró en la

miel que goteaba en el yogur espeso y los remolinos de adentro. Se sentía muy

mal por Carrie, pero la situación no parecía real. Se sentía un poco

lobotomizada (si podría estar ligeramente lobotomizada). Era una sensación

agradable, en cualquier caso. Ella escuchó cuando se especuló sobre cómo se

podría conseguir que Carrie estuviera fuera de Grecia y al otro lado del mundo.

El consenso general era que había que llegar a la embajada de Australia de

alguna manera, solo que no sabían dónde estaba. La mejor estimación fue

Atenas.

Ginny miraba a lo lejos y vio un tendedero con un pulpo pequeño que colgaba

de él, secándose al sol. Eso le hizo pensar en la lavadora de Richard y su extraña

esfera alfabética. ¿Qué configuración se utilizaría para los pulpos?

¡Oh!, adivinó.

―¿Y‖ tú,‖ Gin?‖ ―dijo‖ Bennett,‖ interrumpiendo‖ esta‖ mediación‖ en‖ el‖ lavado‖

apropiado‖de‖las‖criaturas‖del‖mar―.‖¿Qué‖quieres‖hacer?

Ginny levantó la vista.

―No‖sé‖―dijo―.‖Creo‖que‖ser{‖mejor‖conseguir‖algo‖de‖dinero.

Le tomó un tiempo encontrar un cajero automático entre las tiendas de

recuerdos y las iglesias. El que finalmente pudo localizar en una tienda del

tamaño de un pasillo que vende de todo, desde los garbanzos en conserva y

trajes de baño tienen un olor parecido a la goma. El cajero automático era sólo

una pequeña cosa independiente en la parte posterior, con algunas cámaras

desechables con polvo. Parecía un tipo de sombra, pero no había otro lugar para

obtener dinero.

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Ella pidió quinientos euros. El mensaje griego que aparecía en la pantalla no

significaba nada para ella, pero el ruido de bocinazos que lo acompañó le dijo

que no iba a suceder. Trató con cuatrocientos. Tocó otra vez. Más bocinazos por

trescientos y doscientos. ¿Noventa? Nº. 180, 175, 160, 150, 145, 130, 110, 90, 75,

50<

La máquina finalmente expulso, cuarenta euros, y luego escupió su tarjeta de

nuevo para su disgusto. Sólo había una cosa que se le ocurrió hacer.

La tarjeta telefónica de cinco euros no compraba un montón de tiempo, y los

operadores en Harrods no parecen entender. La voz electrónica dejaba de

interrumpir su música de espera para hablar con ella en griego para decirle (ella

adivinó) que los minutos se pasaban volando.

―¿Ginny?‖¿Dónde‖est{s?‖

―Corfu.‖En‖Grecia.

―¿Grecia?

―Así‖es.‖La‖cosa‖es‖que‖mi‖cuenta‖est{‖vacía‖y‖yo‖estoy‖atrapada‖―dijo―.‖Y‖

esta tarjeta de teléfono está a punto de agotarse. No puedo volver.

―Espera‖un‖minuto.

La música clásica llenó la línea. Una voz salió y dijo algo muy chillón en griego.

Una vez más, tenía que adivinar el significado. Ella estaba segura por la voz que

no era sólo su bienvenida a Grecia con la esperanza de que tuviera una estancia

agradable. Una serie cortos pitidos se lo confirmaron. Se sintió aliviada cuando

Richard regresó en la línea.

―¿Puedes‖llegar‖al‖aeropuerto‖de‖Corfú?

―Supongo que‖sí‖―dijo.‖Entonces‖se‖dio‖cuenta‖de‖que‖no‖estaba‖adivinando‖

este tipo de cosas. Ella iba a llegar al aeropuerto de Corfú o se quedaría ahí para

siempre.

―Así‖es.‖Voy‖a‖llamar‖hasta‖a‖nuestra‖agencia‖de‖viajes‖y‖conseguiré‖un‖billete‖

de regreso a Londres. Vas a estar bien, ¿de acuerdo? Yo me ocuparé de eso.

―Te‖voy‖a‖pagar‖o‖mis‖padres<

―Sólo‖ llega‖al‖ aeropuerto.‖Vamos‖a‖ aclarar‖ todo‖m{s‖ tarde.‖Vamos‖a‖ llegar‖ a‖

casa.

Cuando Ginny colgó el teléfono, vio a Carrie ser atendida por todos sus amigos

en un banco de enfrente. Se veía un poco más tranquila ahora. Ginny cruzó la

calle y se sentó con ellos.

―Tengo‖que‖llegar‖al‖aeropuerto‖―dijo―.‖Richard,‖el‖amigo‖de‖mi‖tía―me‖est{‖

consiguiendo un boleto para salir.

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―¿Te‖vas,‖Pretz?‖―preguntó‖Carrie―.‖¿De‖regreso a Londres?

Hubo varias rondas de abrazos y un intercambio de direcciones de correo

electrónico. Luego Emmett detuvo a un pequeño y destartalado Fiat que estaba

correctamente identificado como taxi. Justo antes de que se apartara, Carrie se

acercó a la ventana. Ella había empezado a llorar de nuevo.

―Hey,‖Pretz‖―dijo,‖inclin{ndose‖a‖Ginny―.‖No‖te‖preocupes.‖Lo‖encontraras.‖

Ginny sonrió.

―Vas‖a‖estar‖bien,‖¿verdad?‖―le‖preguntó.

―Sí‖―Carrie‖ asintió‖ con‖ la‖ cabeza―.‖Quién‖ sabe.‖ Podemos‖ permanecer‖ aquí‖

por un tiempo. No es que realmente pueda ir a ningún lado en este momento.

Hay peores lugares para estar.

Y después de un apretón de manos final, el taxi arrancó, y Ginny se encontró en

el camino hacia el aeropuerto de Corfú.

La amable azafata británica de Airways en la puerta del avión no cambió su

expresión en absoluto cuando Ginny llegó a bordo de su limpio y bonito avión.

Era como si alguien desaliñada, apestosa como un erizo, con las manos vacías

siempre volara con ella. Se quedó compuesta más tarde, cuando Ginny aceptó

todo lo que ella ofrecía. Sí, debía tener un vaso de agua. Podía tomar un refresco

y un bocadillo y una taza de té. Galletas, toallitas, cascanueces, pelotas de

baloncesto<‖Todo‖lo‖que‖tenía‖en‖su‖carro‖plateado,‖Ginny‖lo‖tomaba.‖Dos,‖si‖

podía conseguirlos.

Era el atardecer en Londres, cuando su avión aterrizó en el aeropuerto de

Heathrow. Esta vez, después de que ella entró a los diez mil kilómetros de

pasillo, había alguien esperando al final. A Richard no parecía importarle su

abrazo, incluso si estaba sucia.

―Dios‖mío‖―dijo,‖tirando‖hacia‖atr{s‖y‖teniendo‖una‖buena‖mirada‖en‖ella―.‖

¿Qué te pasó? ¿Dónde están tus cosas?

―Todo‖fue‖robado.

―¿Todo?

Ella buscó en su bolsillo y sacó sus dos únicas posesiones restantes, el pasaporte

y la inútil tarjeta de cajero automático.

―Bueno‖―dijo―,‖no‖te‖preocupes.‖Mientras‖que‖estés‖bien.‖Podemos‖conseguir‖

algo de ropa nueva. ¿Qué pasó con las cartas?

―Ellos‖tienen‖las‖cartas‖también.

―Oh<‖ correcto.‖ Lo‖ siento‖mucho‖―él‖ se‖metió‖ las‖manos‖ en‖ los‖ bolsillos‖ y‖

asintió con la cabeza‖fuertemente―.‖Bueno,‖vamos‖a‖volver.

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El tren estaba lleno de bastante gente, a pesar de las horas de la noche. Richard

y Ginny fueron aplastados juntos. Ginny explicó dónde había estado después

de Roma. Ahora que encadenaba todo junto, se dio cuenta de cuánto había sido

embalado‖ en‖un‖ corto‖ tiempo―poco‖menos‖de‖un‖mes.‖Ver‖ a‖Keith‖ en‖París.‖

Quedarse con Knapps en Ámsterdam. Montar a caballo en la casa de Knud al

norte de Dinamarca.

―¿Te‖puedo‖preguntar‖algo?‖―Richard‖cortó‖cuando‖Ginny‖llegaba‖al‖final‖de

su historia.

―Claro.

―No‖tienes‖que‖decirme‖algo,‖ya‖sabes,‖privado,‖pero.‖.‖.‖¿te‖dijo‖algo‖Peg?

Esto no fue tan específico como para ser contestado, y Richard pareció darse

cuenta de eso.

―Sé‖que‖no‖llegué‖a‖hablar‖mucho‖cuando‖estuvimos‖aquí‖hace‖unas semanas

―añadió―.‖ Pero‖ hay‖ algo‖ que‖ debes‖ saber.‖ En‖ caso‖ de‖ que‖ no‖ lo‖ sepas.‖ ¿Lo‖

sabes?

―¿Qué?

―Parece‖ como‖ si‖ no.‖ Estaba‖ tratando‖ de‖ pensar‖ en‖ un‖ buen‖ momento‖ para‖

sentarnos y decirte esto, pero no me lo podía imaginar. Entonces, ¿Te importa si

lo hago ahora?

Ginny miró a su alrededor, a el vagón del tren.

―No‖―mintió.

―Supongo‖que‖probablemente‖esto‖se‖explica‖en‖el‖final‖―dijo―,‖en‖el‖que‖no‖

leíste. Tu tía y yo nos casamos. Ella necesitaba atención médica. No es que esa

fuera la única razón, por supuesto. Acababa de suceder más rápido de lo que

debería. Ella me dijo que no dijera nada hasta que hubieras leído todo lo que

ella había escrito para ti.

―¿Casados?‖―dijo‖Ginny―.‖Eso‖significa‖que‖eres‖mi‖tío.

―Sí.‖Eso‖es‖exactamente‖lo‖que‖significa.‖

Él la miró nerviosamente. Ginny fijos los ojos en los que estaban delante de ella.

Ella odiaba a la tía Peg en ese momento. La odiaba completa y totalmente. No

fue su culpa que el sobre hubiera sido robado, pero fue por culpa de ella que

estaba allí, que Richard se vio obligado a rescatarla y explicar estas cosas sobre

las que obviamente se sentía torpe. Era mejor cuando todo era un misterio,

cuando la tía Peg acababa ahí en el medio natural en alguna parte. Ella no

estaba casada. No tenía un tumor cerebral. Ella siempre estaba en su camino a

casa.

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En ese instante, en que ellos sacaron el Ángel, la tía Peg se había ido. Real y

verdaderamente ido.

―Tengo‖que‖irme‖―dijo‖ella,‖echando‖el‖cerrojo‖a‖la‖puerta‖delante‖de‖él.

―Gracias‖por‖todo.

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34

La Sobrina Fugitiva

Traducido por Sheilita Belikov Corregido por Lorena

a única ventaja de que te roben todo lo que posees es que ir a algún lugar

se hace más fácil.

Ella comenzó a caminar, siguiendo la ruta de autobús por la Calle Essex.

La gente estaba vestida para su noche de fiesta o estaban regresando del trabajo.

En‖ ambos‖ casos,‖ eso‖ significa‖ que‖ lucían,‖ como‖ Richard‖ decía:‖ ‚pulcros‛.‖ O‖

como‖ella‖diría:‖‚limpios‛.‖Probablemente‖no‖olían‖a‖tren‖mohoso‖y‖a‖vieja‖ropa‖

mojada y muy probablemente se habían bañado en algún momento durante las

últimas cuarenta y ocho horas.

Pero realmente no le importaba. Siguió caminando, sintiendo su cara fija en un

determinado gesto. Pasó aproximadamente media hora antes de que se diera

cuenta de que había ido más allá de la zona ocupada por tiendas brillantemente

iluminadas, pubs y restaurantes hasta las más pequeñas y más estrechas calles

llenas de tiendas de bebidas alcohólicas y lugares de apuestas ilegales.

La ruta se había impreso en su mente. Dio vuelta en la calle donde todas las

casas eran iguales, fachada lisa de ladrillos gris mate con ventanas de montura

blanca. A mitad de la cuadra la vio, la puerta roja con la ventana amarilla en

forma de diamante. Las persianas negras en las ventanas de arriba estaban

subidas torcidamente hasta la mitad, y las luces estaban encendidas. A medida

que se acercaba, escuchó música.

Alguien estaba en casa, de todos modos. No podía ser Keith. Él estaba en

Escocia. Solamente había venido aquí porque éste era el único otro lugar en

Londres al que sabía cómo llegar a pie. Había sólo otro lugar al que sabía,

además de Harrods, y no podía ir allí, obviamente.

Tal vez David la dejaría entrar.

Llamó a la puerta. Se oyeron fuertes pasos corriendo por las escaleras en el

interior, pisando fuerte a lo largo del vestíbulo.

Fue Fiona quien abrió la puerta. Era aún más pequeña y más rubia que la

última vez, como si hubiera sido descolorada y luego dejada en la secadora por

demasiado tiempo.

L

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―¿Est{‖ Keith?‖ ―Ginny‖ preguntó,‖ ya‖ temiendo‖ el‖ ‚no‛‖ que‖ estaba‖ segura‖

vendría.

―¡Keith!‖ ―Gritó‖ ella,‖ antes‖ de‖ dejar‖ que‖ la‖ puerta‖ se‖ cerrara‖ suavemente‖ y‖

pisotear su camino de vuelta arriba en sus talones.

Él llegó a la puerta con los labios espumosos y el mango de un cepillo de

dientes sobresaliendo del lado de su boca. Lo sacó, tragó saliva y se limpió la

frescura de menta con el dorso de la mano. Estuvo allí sólo por un segundo,

pero Ginny estaba segura de que hubo un indicio de sonrisa cuando él retiró su

mano. Se desvaneció rápidamente cuando él le dio un vistazo a ella, arrugada,

sucia y con las manos vacías.

―No‖est{s‖en‖Escocia,‖―replicó‖ella.

―La‖ escuela‖ lo‖ estropeó.‖ Llegamos‖ hasta‖ allí‖ sólo‖ para‖ descubrir‖ que‖ no‖

teníamos donde quedarnos y que la mitad de nuestras actuaciones fueron

canceladas. Te ves como si necesitaras sentarte.

Dio un paso atrás y la llevó adentro.

La habitación de Keith parecía como si hubiera sido golpeada por un tornado

monstruoso. Los cajones y mesas que componían su mobiliario antiguo daban

paso a cajas llenas de papeles abiertas a presión, partes de guiones, y pilas de

libros con títulos‖como‖‚El‖Teatro‖del‖Dolor‛.‖Keith‖metió‖el‖cepillo‖de‖dientes‖

detrás de su oreja y comenzó a recoger algunos de los documentos sobre el sofá,

despejando un espacio.

―¿Acabas‖de‖volver‖de‖Ámsterdam?‖¿O‖paraste‖en‖algún‖otro‖lugar?

―Fui‖ a‖Dinamarca,‖―dijo‖ ella.‖ Parecía‖ como‖ si‖ eso‖hubiera‖ sido‖hace‖mucho‖

tiempo, pero habían sido dos, ¿quizás tres días? Ya era difícil saberlo.

―¿Cómo‖te‖fue?‖―preguntó―.‖¿Terrible?‖Y‖¿cómo conseguiste broncearte allí?

―Oh.‖―Ella‖ bajó‖ la‖mirada‖ a‖ sus‖ brazos.‖ Estaban‖ bronceados,‖ en‖ realidad―.‖

Luego fui a Grecia.

―Bueno,‖¿por‖qué‖no?‖Est{n‖uno‖al‖lado‖del‖otro,‖¿no‖es‖cierto?

Ella se dejó caer en el asiento que él había despejado. Nada mantenía firme este

sofá excepto un poco de espuma barata, y fue por eso que acabo hundida casi

todo la distancia hasta el suelo.

―¿Qué‖te‖pasó?‖―dijo‖él,‖pateando‖algunos‖libros‖fuera‖del‖camino‖para‖hacer‖

un‖asiento‖para‖él‖en‖el‖suelo―.‖Luces‖como‖si‖acabaras de ser transportada por

vía aérea desde una tragedia internacional.

―Alguien‖robó‖mi‖bolso‖en‖la‖playa.‖Esto‖es‖todo‖lo‖que‖me‖queda.

Toda la energía que la había impulsado durante días a través de tierra, mar y

aire se había agotado, sin ningún resultado. Y ahora estaba vacía, cansada, no

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quedaba ninguna dirección a la cuál dirigirse. Nada que le dijera a dónde ir, y

nada que le impidiera ir.

―¿Puedo‖ quedarme‖ aquí‖ por‖ un‖ tiempo?‖ ―Le‖ preguntó―.‖ ¿Puedo‖ dormir‖

aquí?

―Sí,‖―dijo‖él,‖con‖la‖cara‖ensombrecida―.‖Claro. ¿Estás bien?

―Sólo‖voy‖a‖dormir‖en‖el‖suelo‖o‖algo‖así,‖―dijo‖ella.

―No.‖Quédate‖ahí.

Ginny se echó hacia atrás y jaló el edredón de Star Wars de Keith de su lugar de

descanso y lo amontonó en la parte trasera del sofá. Cerró los ojos y lo escuchó

cambiando de lugar sus papeles. Podía saber que la estaba observando.

―Las‖cartas‖se‖han‖ido,‖―dijo.

―¿Ido?

―Estaban‖en‖la‖bolsa.‖Se‖llevaron‖la‖última.

Él frunció el ceño en reconocimiento de ese hecho. Ginny apretó el edredón

sobre su nariz. Olía sorprendentemente limpio y fresco. Tal vez todo olía de esa

manera cuando se comparaba con ella.

―¿Cu{ndo‖volviste?‖―preguntó―.‖¿Y‖cómo?

―M{s‖o‖menos‖hace‖un‖rato.‖Richard‖me‖consiguió‖un‖boleto‖de‖avión.

―¿Richard?‖¿Es‖ese‖amigo‖de‖tu‖tía‖con‖él‖que‖te‖has‖estado quedando?

―Un‖poco‖m{s‖que‖eso,‖―dijo.

―¿Qué‖significa?

Ella se hundió un poco más en el sofá.

―Él‖es‖mi‖tío.

―No‖me‖dijiste‖eso‖antes.

―No‖lo‖sabía.

Keith se sentó en el suelo junto al sofá y la miró.

―¿No‖lo‖sabías?‖―Preguntó.

―Me‖acabo‖de‖enterar.‖Ellos se casaron, pero sólo por el seguro de salud o algo

así, porque ella estaba enferma. Pero también se gustaban entre sí. Es

complicado<

―¿Acabas‖de‖enterarte?‖¿Ahora?

―Richard‖me‖lo‖acaba‖de‖decir.‖Y‖entonces,‖en‖cierto‖modo,‖me‖escapé.

Ella trató de enterrar esas últimas palabras en la tela, pero él pareció oírlas.

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―¿Qué‖diablos‖te‖pasa?‖―Preguntó.

Esa era una buena pregunta.

―No,‖―dijo,‖bajando‖la‖cobija―.‖Tienes‖que‖volver‖allí.

―¿Por‖qué?

―Mira,‖ ―dijo―,‖ este‖ tipo,‖ Richard,‖ se‖ preocupó‖ lo‖ suficiente‖ como para

conseguirte un boleto de avión. Se casó con tu tía loca porque estaba enferma. Y

eso no es falso. Todo esto es raro, es cierto, pero por lo menos es real.

―No‖ lo‖ entiendo,‖ ―dijo‖ ella,‖ poniéndose‖ derecha―.‖ Ella‖ no‖ estaba‖ muerta‖

antes. Solamente había desaparecido. Sabía que estaba muerta. Me dijeron que

estaba muerta. Pero nunca la vi enferma. Nunca la vi morir. Ahora está muerta.

Ahora ella lo había hecho. Ahora lo había dicho. Ahora su voz empezaba a

quebrarse. Ginny clavó los dedos en la cobija. Keith suspiró, luego se sentó a su

lado.

―Oh,‖―dijo‖él.

Ginny apretó un puñado de la Estrella de la Muerte24.

―Muy‖bien,‖―dijo‖él―.‖Puedes‖dormir‖aquí,‖pero‖por‖la‖mañana‖te‖llevaré‖de‖

vuelta a donde Richard. ¿Trato?

―Supongo,‖―dijo‖Ginny.‖Se‖dio‖la‖vuelta‖hacia‖el‖respaldo‖del‖sof{‖y‖sintió‖la‖

mano de Keith posarse lentamente en la parte posterior de su cabeza y acariciar

pausadamente su pelo cuando rompió a llorar.

24 Estrella de la Muerte: es una súper arma y estación espacial ficticia del tamaño de una luna pequeña, que aparece en la saga de Star Wars y su universo expandido. Y como el edredón es de Star Wars apretó la parte donde venia la Estrella.

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La zapatilla verde y la dama

en el trapecio Traducido por cYeLy DiviNNa

Corregido por kuami

a llave de repuesto de la casa de Richard estaba allí en la grieta de la

escalera, esperando por ella. Sobre la mesa, había una nota que decía:

Ginny, si estás leyendo esto, has regresado, y estoy feliz por eso. Por

favor quédate hasta esta tarde para que podamos hablar un poco más.

—¿Ves? —dijo Keith, tomando una hojuela de cereales para el desayuno y

haciéndola estallar en la boca—. Sabía que estarías de vuelta.

Se desvió de la cocina y miró a su alrededor el resto de la casa, deteniéndose en

la puerta de la habitación de Ginny.

—Este‖es‖mí<‖—comenzó Ginny—.‖Mi<‖era‖el‖cuarto‖de‖mi‖tía.‖Sé‖que‖es‖un‖

poco<

—¿Tú tía pintó todo esto? —dijo, pasando la mano por el sendero de los dibujos

animados que decoran la pared, y luego agachándose para mirar el mosaico de

las mantas—. Es increíblemente sangrienta.

—Sí,‖bueno<‖eso‖es‖lo‖que‖era.

—Se parece un poco como a un lugar de Mari —dijo.

Rodeó la sala, teniendo en cuenta todos los detalles. Se acercó al cartel de

Manet.

—¿Está es su pintura favorita? —preguntó.

—A ella le encantó —dijo Ginny—. Ella tenía una copia de ella en su

apartamento en Nueva York, también.

Ella se‖quedó‖mirando‖al‖anunciante‖tantas‖veces‖antes<‖pero‖al‖igual‖que Piet,

nunca había notado mucho al respecto. Tía Peg lo había explicado, pero nunca

lo había conseguido. Ahora la expresión plana de la chica en medio de toda la

actividad,‖ todo‖ el‖ color<‖ tuvo‖mucho‖m{s‖ sentido.‖ Fue mucho más trágico.

Toda esa actividad frente a ella y la chica que no veía, no lo estaba disfrutando.

L

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—Cuando lo miras —dijo—, estás de pie donde el artista se supone que está. Lo

que le gustaba de él, sin embargo, fue que nadie nota las zapatillas verdes en la

esquina. Es un reflejo de una mujer de pie en un trapecio, pero sólo se pueden

ver a sus pies. Tía Peg siempre preguntaba por ella. Siempre estaba hablando de

sus zapatillas verdes. ¿Ves? Aquí mismo.

Ginny dio un paso en la cama y se metió en la esquina superior izquierda,

donde las pequeñas zapatillas verdes colgaban en su camino en la imagen.

Cuando tocó el cartel, sintió un nudo en la esquina, justo donde estaban las

zapatillas verdes. Ella pasó sus dedos a lo largo de la superficie. Todo fue sin

problemas a excepción de este punto. Ella tiró de la esquina. El cartel fue

pegado a la pared con masilla adhesiva azul, que cedió fácilmente cuando

Ginny lo desprendió. En virtud de la esquina, había un bulto más grande de

esta cosa azul.

—¿Qué estás haciendo? —preguntó Keith.

—Algo está aquí abajo.

Sacó toda la esquina del cartel abajo. Ambos se quedaron mirando la bola de

masilla de color azul y la pequeña llave que se presionaba en ella.

La llave se sentó entre ellos en la mesa de la cocina. Lo había intentado en todas

las cerraduras de la puerta de la casa. Luego miraron a través de habitación de

Ginny, tratando de encontrar algo en lo que podría encajar. Nada.

Así que ahora no había nada más que hacer que tomar el té y mirarla.

—Yo debería haber sabido que buscar allí —dijo Ginny, poniendo su barbilla

sobre la mesa y consiguiendo una vista cercana de las migajas.

—¿Había algo en cualquiera de las cartas que te dice que hay que abrir algo?

—No.

—¿Alguna vez, ella te dio algo más? —Keith preguntó, agitando la llave sobre

la mesa con el dedo—. Además de las cartas.

—Sólo la tarjeta bancaria —ella hurgo en el bolsillo y dejo la tarjeta negra sobre

la mesa—. No tiene sentido ahora. No queda nada en la cuenta.

Keith cogió la tarjeta y la tiró al borde de la mesa.

—Muy bien —dijo—. ¿Y ahora qué?

Ginny considero que había más de uno.

—Creo que debería tomar un baño —dijo.

Richard había previsto esta necesidad también. Sentados en el suelo por la

puerta del baño, estaban algunos de sus vestidos más pequeños, unos

pantalones deportivos y una camiseta de rugby. Ella se empapó hasta que

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pudo. Ella no había tenido ese lujo con el agua mientras está realmente caliente,

toallas, el tiempo para estar realmente limpia.

Cuando ella salió, Keith estaba mirando la pequeña ventana redonda de la

máquina bajo el mostrador de la lavadora.

—Pon tu ropa en la lavadora —dijo—. Está asquerosa.

Ginny siempre pensé que la única forma de conseguir ropa limpia era por

asfixia de inmersión en agua hirviendo y luego batir a su alrededor en un

movimiento centrifugo violento que causaba que toda la máquina de lavado

vibrara y el suelo temblara. Pero quedaba limpia. Los hizo sufrir. Esta máquina

utilizaba aproximadamente la mitad de una taza de agua y era tan violenta

como una tostadora, además de que se detenía cada pocos minutos, como si se

hubiera agotado por el esfuerzo de convertirse a sí misma.

Sluff, sluff, sluff, sluff. Descanso. Descanso. Descanso.

Clic.

Sluff, sluff, sluff, sluff. Descanso. Descanso. Descanso.

—¿Quién hubiera pensado poner una ventana en una lavadora? —preguntó

Keith—. ¿Alguien se sienta a ver su lavado?

—¿Quiere decir, además de nosotros?

—Bueno —dijo—, sí. ¿Hay café?

Ginny se levantó, tropezó con los pantalones de deporte, y se fue a la cabina por

el tarro de café instantáneo de Harrods. Lo puso sobre la mesa frente a Keith.

—Harrods —dijo Keith, recogiendo el frasco.

Se oyó un clic audible, casi en la cabeza de Ginny.

—Harrods —repitió.

—Harrods, de hecho.

—No. La llave. Es para Harrods.

—¿Harrods? —dijo Keith—. ¿Me estás diciendo que tu tía tenía la llave mágica

de Harrods?

—Tal vez. Su estudio estaba allí.

—¿Dentro de Harrods?

—Sí.

—¿Dónde estaba su dormitorio? ¿En el interior del Parlamento? ¿En Big Ben?

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—Richard trabaja en Harrods —dijo Ginny—. Le encontró un espacio para

trabajara dentro, ella guardaba todo en un armario allí. Un gabinete tendría una

llave pequeña, como ésta.

Keith negó con la cabeza.

—¿Por qué esto me sorprende? —se preguntó—. Vamos, entonces. Vamos.

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36

La llave mágica de Harrods

Traducido por Bautiston Corregido por nella07

inny había apagado el botón ¿Qué me tengo que poner?, impulsado en

su cerebro varias horas antes, como un medio de supervivencia. No fue

hasta que ella vio su reflejo en la ventana de Harrods que de repente

recordó cómo estaba vestida y que ella iba acompañada por alguien que llevaba

una camiseta que decía: CORPORATIVA PORCINA COMETE MIS BOLAS.

Keith se veía igualmente angustiado mientras miraba a través de la puerta que

el portero Harrods mantenía abierto para ellos.

―Mierda, ―dijo‖él,‖su‖boca‖abierta‖al‖ver‖la‖supurante‖masa‖de‖humanidad‖que‖

llenaba completamente cada pie cuadrado de espacio―. Yo no voy allí.

Ginny le agarró del brazo y tiró de él por el ya familiar camino al mostrador de

chocolate. La expresión en el rostro de la mujer, decía que no se sentía

impresionada por sus atuendos. Pero también notaba que ella era una

profesional y que había visto todo tipo de locos pasar a través de las puertas de

Harrods.

―Un‖momento‖―dijo―, Murphy, ¿no?

―¿Cómo‖ sabía‖ ella‖ eso? ―Preguntó Keith cuando la mujer caminó hasta el

teléfono―. ¿Cómo puedes tener todas estas extraños conexiones dentro de

Harrods? ¿Quién eres?

Ginny se dio cuenta de que estaba mordiendo a sus cutículas. Ella nunca lo

hacía. Estaba muy nervioso por ver a Richard. Su tío. Del que había escapado.

―Mi‖madre‖solía‖arrastrarme‖aquí‖cada‖vez‖que‖venía‖a‖Londres‖en‖Navidad,

―prosiguió, inclinándose para mirar el contenido del mostrador de

chocolates―. Es aún peor de lo que recuerdo.

Tenía que alejarse de Keith, de la señora de los chocolate... y ella tenía que

luchar contra el deseo de perderse entre la multitud y desaparecer. Casi perdió

la batalla, pero vio los rizos cortos, la camisa plateada y la corbata oscura de

Richard que venía hacia ella a través de la multitud. No podía mirarlo mientras

se acercaba. En su lugar, simplemente abrió la mano y la puso delante,

revelando la pequeña llave que tenía en la palma de su mano.

G

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―Encontré esto, ―dijo―. En la habitación de la tía de Peg, detrás de un póster.

Creo que la dejó allí para mí, y creo que es de algún lugar aquí.

―¿Aquí?‖―preguntó.

―El armario. ¿Está todavía aquí?

―Está un piso arriba de la sala de almacenamiento. Pero no hay nada en el. Ella

llevó a casa sus pinturas.

―¿Podría ser la llave?

Richard tomó la llave y la miró.

―Puede ser ―dijo.

Ginny le dio una rápida mirada. No parecía enfadado.

―Vamos ―dijo―. Tengo un minuto. Vamos a echar un vistazo.

El estudio de la tía de Peg en Harrods no era un lugar encantador. Era una

habitación muy pequeña en un piso con un montón de maniquíes deformes y

desechos de perchas. Había una ventana empañada, que abrió y reveló el cielo

gris.

―Es‖uno‖de‖esos,‖―dijo Richard, señalando a un grupo de armarios grandes,

de metal color marrón en la esquina.

No era ninguno de los delanteros, por lo que Keith y Richard se vieron

obligados a empezar a empujar los armarios alrededor a fin de que Ginny

pudiera meterse entre las filas y tratar de probar con los otros armarios. El

quinto era justo el que buscaba. El interior del armario estaba completamente

vacío. Había un montón de espacio para la pila de lienzos enrollados en la parte

inferior.

―Los‖muertos‖se‖mueven‖en‖Harrods,‖―dijo Keith.

―Es extraño que ella llevara a casa sus pinturas, pero que dejara los cuadros

aquí‖―dijo‖Richard―. Nunca los habría visto. Habrían sido tirados.

Ginny desenrolló algunos de los lienzos y los extendió sobre el suelo. La obra

era claramente de la tía Peg: brillante, casi caricaturas de lugares conocidos.

Estaban Las Vírgenes Vestales, la Torre Eiffel, los blancos caminos de Grecia, las

calles de Londres, hasta Harrods. Algunos eran casi copias directas de las fotos

en los sobres. Allí estaba la muchacha en la base de la montaña bajo el castillo

de la cuarta carta, la isla del monstruo del mar de la carta número doce. Ginny

había visto un montón de pintores aficionados que pintaban estos lugares de

interés para vender como suvenir a los turistas. Estas pinturas eran muy

diferentes. Estaban vivas. Parecían vibrar.

―Espera. ―Dijo Keith alcanzando algo más que se hallaba adherido en el

interior de la puerta. Lo miró y luego lo sostuvo para que Ginny y Richard lo

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pudieran ver. Era una pesada tarjeta de color gris torcazo, con un nombre y

número oscuramente impreso.

―Cecil,‖Rathbone‖Gage‖―dijo Keith―. Eso es un nombre.

Ginny agarró la tarjeta, y la dio vuelta. Garabateado con lápiz estaban las

palabras LLAME AHORA.

Tenían los cuadros, veintisiete en total, fuera del armario embalados en tubos

de gran tamaño y bolsas de Harrods. Richard tuvo que pasar unos minutos en

el pasillo para convencer al anciano guarda de seguridad que no estaban

robando cosas del almacén y finalmente hubo un destello de algo que llevaba

en su cartera. El hombre se apartó y se disculpó profusamente.

Hicieron el camino de regreso a su oficina, que era un espacio reducido

totalmente ocupado con archivadores y cajas. Había apenas el espacio suficiente

para alcanzar la mesa y usar el teléfono.

Cecil, Gage Rathbone tenía un timbre de voz como de cristal.

―¿Es‖Virginia‖Blackstone?‖―él‖preguntó―. Nos dijeron que se contactaría con

nosotros. Tenemos todo el papeleo listo, hemos estado preparados para esto

durante meses. Creo que podríamos manejar... ¿el jueves? ¿Es demasiado

pronto? Eso sólo le da dos días.

―De acuerdo ―dijo Ginny, sin tener idea acerca de lo que realmente estaba

hablando.

―¿Cu{ndo‖le‖gustaría‖que‖las‖recogiéramos?

―Las‖pinturas...‖¿no?

―Sí, así es.

―Uhm...‖cuando‖sea.‖

―Podríamos‖ enviar‖ a‖ alguien‖ alrededor‖ de‖ la‖ noche,‖ si‖ est{‖ de‖ acuerdo.‖Nos‖

gustaría tenerlas tan pronto como sea posible para preparar las cosas.

―Eso‖est{...‖bien.‖

―Excelente.‖A‖las‖cinco‖¿de‖acuerdo?‖

―De‖acuerdo

―Esplendido. Cinco de la tarde, entonces. ¿La misma dirección en Islington?

―Sí

―Muy bien. Usted sólo tendrá que venir aquí a las nueve de la mañana del

jueves. ¿Tiene nuestra dirección?

Después de tener toda la información de Cecil, que trabajaba para algo que se

llamaba Jerrlyn y Wise, Ginny colgó el teléfono.

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―Algunas‖personas‖vendr{n‖a‖buscar‖las‖pinturas‖—dijo.

―¿Quién?‖―Preguntó‖Richard.

―No‖tengo‖idea.‖Pero‖tenemos‖que‖ir‖a‖esta‖dirección‖el‖ jueves‖a‖las‖nueve.‖O‖

por lo menos yo lo tengo que hacer.

―¿Para‖qué?

―No‖estoy‖segura.

―Bueno,‖arreglaste‖eso,‖¿no‖es‖cierto?‖―Dijo‖Keith―. Misterio resuelto.

Miró a Richard y a Ginny, y a continuación, hacia la puerta.

―¿Sabes‖qué?‖―Dijo―. He tenido la intención de mirar mejor en los famosos

pasillos de alimentación. Y conseguir algo para mi abuela.

―Siento< haberme‖ido‖―dijo, una vez que Keith se huvo ido.

―Bueno,‖eres‖sobrina‖de‖Peg‖―dijo―. Está en tu sangre. Y está todo bien.

El teléfono de Richard comenzó a sonar. Era un muy fuerte e insistente teléfono.

No era de extrañar que siempre sonara molestando aquí.

―Ser{‖mejor‖que‖contestes,‖―ella dijo―. Puede ser que la reina necesite ropa

interior.

―Ella‖va‖a‖tener‖que‖esperar‖un‖momento‖―le contestó―. Estoy seguro de que

tiene un montón de medias.

―Probablemente.

Ginny mantuvo sus ojos en la alfombra de color verde pálido. Había pequeños

círculos de papel en todas partes, obviamente, caídos desde el depósito de una

perforadora. Se veían como nieve.

―En‖realidad,‖deberíamos‖obtener‖algo‖de‖ropa‖―dijo‖él—. ¿Por qué no vas a

buscar algunas cosas, y lo cargamos a mi cuenta? Nada demasiado loco, si no te

importa, pero consigue algo que te guste.

Ginny asintió con la cabeza fuertemente. Sus ojos buscaban patrones en el suelo.

Una estrella. Un conejo de una sola oreja.

―Lo‖siento ―dijo él―. No debí decírtelo en el tren. No sé qué estaba pensando.

Yo no estaba pensando. A veces simplemente digo las cosas.

―Nunca‖parecería‖real,‖―dijo ella.

―¿Qué‖no‖parecería?‖¿Peg‖y‖yo?‖No‖sé‖lo‖que‖era‖en‖realidad.‖

―Ella‖se‖ha‖ido‖―explicó‖Ginny―. A veces hacia cosas por el estilo.

―Ah.

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Otra línea, más fuerte comenzó a sonar. Richard miró su teléfono con molestia,

luego presionó unos botones para que dejara de sonar.

―Ella‖ siempre‖ me‖ prometió‖ que‖ estaría‖ allí‖ ―dijo‖ Ginny―. Para la escuela

secundaria, la universidad. Ella prometió cosas y luego simplemente no las

hizo. Y se fue sin decirle nada a nadie.

―Ya lo sé. Eso fue terrible. Pero ella tuvo que irse, escapar con eso.

Con esfuerzo, ella levantó su mirada del suelo. Richard estaba ausente

empujando una carpeta alrededor de su escritorio.

―Ya‖lo‖sé‖―ella‖dijo―. Ella podía. Era realmente irritante con eso.

―Mucho,‖―estuvo de acuerdo él. Había una tristeza reflexiva en él, que parecía

muy familiar.

―Supongo‖que‖ella‖sabía‖lo‖que‖estaba‖haciendo, al menos ―dijo ella―. Tengo

un tío gracias a ella, por lo menos.

Richard dejó de empujar su‖ carpeta‖ y‖miró‖ hacia‖ arriba.‖―Sí.‖―Sonrió―. Es

bueno tener una sobrina, también.

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37

La casa acolchada Traducido por ηiii ღ

Corregido por kuami

l jueves en la mañana, un taxi negro conteniendo a Ginny, Richard, y

Keith se abría paso en una tranquila calle de Londres, de esa clase de

tranquilidad que te susurra la riqueza, tradición, y la presencia de

montones de sistemas de seguridad de alta tecnología.

Además de ser un poco más grande que los edificios a su alrededor, el edificio

de Jerrlyn& Wise no tenía nada que sugiriera que fuera algo más que una

simple casa. La única cosa que lo identificaba era una pequeña placa de bronce

en la puerta delantera, la que fue abierta inmediatamente por un hombre con

un cabello rubio horriblemente perfecto.

―Señorita‖ Blackstone,‖―dijo‖ él―.‖ Usted‖ luce‖ tan‖ similar‖ a‖ su‖ tía.‖ Por‖ favor,‖

venga al interior. Soy Cecil Gage-Rathbone.

El suave traje gris de Cecil Gage-Rathbone coincidía con la tarjeta de negocios

que ellos habían encontrado pegado en la puerta del gabinete. Sus gemelos

brillaban discretamente en los extremos de las mangas que tenían que estar

hechas de un algodón obscenamente costoso. Apestaba a hecho a la medida.

Si lo inquietó de alguna forma el gran kilt verde de Keith, su camisa negra, y

corbata roja, él no lo demostró. Se presentó a sí mismo, y sacudió sus manos con

genuino placer, como si él hubiera esperado toda su vida para conocer a Keith y

estuviera lleno de un dulce alivio ahora que el momento había llegado

finalmente. Él tomo gentilmente a Ginny por los hombros y la guió mientras

pasaban las antigüedades y el puñado de personas tan ataviadas y peinadas

como él mismo.

Cecil les ofreció comida y bebidas de un impresionante despliegue de cacerolas

de plata y platos distribuidos en un largo aparador de caoba. Ginny no podía

tomar nada, pero Richard aceptó una taza de café, y Keith tomó champaña,

fresas, pequeños buñuelos y un gran tazón de crema. Cecil los condujo a través

de un largo pasillo a la sala de las subastas. Todo era grueso y de felpa-las

pesadas cortinas en las ventanas, las suaves, mullidas sillas de cuero. Estaba tan

acolchado y aislado del sonido que era difícil escuchar el murmurado

monólogo de Keith sobre cómo él siempre había querido interpretar a James

Bond y cuán estaba feliz de estar en la subasta.

E

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Ellos se detuvieron al final del pasillo, en una habitación donde incluso más

personasen trajes se sentaban y hablaban en voz baja por sus celulares. Sillas

azules habían sido acomodadas a lo largo de los costados, junto con mesas que

tenían conexión inalámbrica incluida para las laptops. Los lienzos habían sido

puestos en simples marcos de cristal e instalados en caballetes al frente del

salón.

Cecil les indicó unos asientos en la esquina y luego se cernió sobre ellos,

clavando su cabeza entre ellos para hablar confidencialmente.

―Lo‖que‖yo‖creo,‖―susurró‖él―,‖es‖que‖tenemos‖bastantes‖probabilidades‖de‖

obtener una buena oferta por la colección completa. Las personas las están

llamando Las pinturas Harrods. Todos aman una buena historia.

Fue sólo ahora que ellas estaban extendidas y alineadas unas junto a otras que

Ginny pudo entender finalmente qué eran las pinturas. Ella miró hacia Richard,

quien las estaba mirando de la misma forma, arrastrando su mirada a través de

la línea como si estuviera leyendo la frase de un libro.

Las imágenes comenzaban siendo brillantes y claras y poderosas, como arte de

caricaturas. Las siguientes eran similares pero hechas con enojo, con rápidos

destellos de dolor que sugerían prisa. Luego los colores comenzaban a

desaparecer y a confundirse entre ellos, y las proporciones se volvieron muy

extrañas. Las últimas eran en muchos sentidos las más hermosas y ciertamente

las más deslumbrantes. Los colores brillantes y las fuertes líneas estaban de

regreso, pero las imágenes estaban fantásticamente erróneas. La Torre Eiffel

dividida en dos piezas. Los buses de Londres eran achatados, cómicos y

púrpuras, y flores crecían en conjunto en las calles de la ciudad.

―Ella‖estaba‖enferma,‖―dijo‖Ginny,‖mayormente‖a‖ella‖misma.

―Este‖ trabajo‖ es‖un‖ registro‖de‖ su‖ enfermedad,‖ lo‖ que‖ lo‖ convierte‖ en‖único,‖

―dijo‖Cecil‖cuidadosamente―.‖Pero‖debería‖saber‖que‖el‖trabajo‖de‖su‖tía‖había‖

comenzado a atraer la atención antes de que ella cayera enferma. Ella estaba

siendo conocida como la próxima Mari Adams, quien ha sido un declarado

soporte de su tía. Tuvimos un par de compradores importantes listos y

esperando por estas pinturas desde meses atrás.

Mari‖Adams<‖Lady‖MacStrage.‖Por la forma en que la voz de Cecil se elevó

sólo un poco al decir su nombre, Ginny podía decir que Mari era alguien

realmente importante, al menos para él.

―¿Así‖que‖por‖qué‖ella‖no‖los‖vendió?‖―preguntó‖Ginny.

Cecil se inclinó incluso más abajo.

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―Debes‖ saber‖ que‖ ella‖ estaba‖ completamente‖ al‖ tanto‖ de‖ que‖ el‖ valor‖ de‖ la‖

colección‖aumentaría‖después‖de‖que‖ella<‖falleciera.‖Así‖es‖como‖funciona‖en‖

el mundo del arte. Ella deliberadamente retrasó la venta.

―Hasta<‖después.

―Hasta‖que‖yo‖ fuera‖ contactado‖por‖ ti,‖pero‖ sí.‖Esa‖ fue‖ la‖ impresión‖que‖me‖

dio.

Él se dobló sobre sus rodillas y descendió incluso más hasta que su cabeza

estuvo completamente al mismo nivel que la de ella.

―Entiendo‖ que‖ esto‖ tal‖ vez‖ sea‖ demasiado‖ raro‖ para‖ usted,‖ pero‖ todo‖ est{‖

dispuesto. Sus recaudaciones serán depositadas en su cuenta bancaria tan

pronto como la venta esté finalizada.

Su atención fue atraída por el zumbido de su teléfono celular.

―Discúlpenme‖ un‖ momento,‖ ―dijo‖ Cecil,‖ cubriendo‖ con‖ su‖ mano‖ su‖

teléfono―.‖Es‖de‖Japón.

Cecil se retiró a un costado de la habitación, y Ginny fijó sus ojos en la parte

trasera de la cabeza del hombre sentado frente a ella. Él tenía una enorme

mancha roja que el ridículo peinado realizado sobre sus cuatro restantes

cabellos grises no podía ocultar.

―Nosotros‖no‖tenemos‖que‖hacer‖esto,‖―dijo‖Ginny―.‖¿No‖es‖así?

Richard no respondió.

Este cuarto estaba demasiado silencioso. Demasiado frío para las rarezas que

estaban pasando por su cabeza. Ella deseaba que Keith hubiera hecho un chiste

sobre la completa nación de Japón llamando a Cecil o el hecho de que ella había

borrado los últimos restos de lo que era probablemente un valioso trabajo de

arte de sus brazos justo esa mañana. Pero él no dijo nada.

Ginny dejó vagar sus ojos en la mancha de la cabeza. En cierto modo se parecía

a Nebraska.

―Muy‖ bien.‖ ―Cecil‖ estaba‖ de‖ pie‖ junto‖ a‖ ellos‖ nuevamente,‖ cliqueando‖ su‖

teléfono‖para‖apagarlo―.‖¿Est{n‖listos?

Ginny notó que Richard estaba intentando mantener su vista alejada de las

imágenes. Ellas le estaban causando un dolor real.

―Supongo,‖―dijo‖Ginny.

Cecil tomó suposición en un podio al frente de la habitación. En lugar de

guardar sus teléfonos, las personas sin ellos los estaban sacando y

poniéndoselos cerca de sus oídos. También abrieron aun par extra de laptops.

Él dio una introducción muy formal y cortésmente inició la subasta en diez mil

libras.

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Por un momento, nada sucedió. Un suave zumbido se extendió alrededor de la

habitación mientras esta cifra era repetida en los teléfonos en una variedad de

lenguajes. Nadie habló o levantó una mano.

―Diez‖mil‖en‖el‖frente,‖―dijo‖Cecil―.‖Gracias.

―¿Dónde?‖—preguntó Keith, con su boca medio llena con fresas y crema.

―Y‖doce,‖―dijo Cecil―. Doce. Gracias, señor. Ahora a quince mil.

Ginny aún no veía nada, pero Cecil captaba esos gestos a través de alguna clase

de transferencia mágica.

―Quince‖mil‖desde‖el‖caballero‖a‖la‖derecha.‖¿Oigo‖dieciocho?‖Muchas‖gracias.‖

¿Y veinte? Sí señor. Muy bien. ¿Qué tal treinta?

Keith muy lentamente bajó el plato a su regazo y agarró los costados de su silla.

―¿Acabo‖ de‖ pujar yo esos veinte? ―susurró él―. Cuando estaba comiendo.

¿Piensas‖que‖yo<?

Ginny lo hizo callar.

―Treinta.‖Muy‖bien.‖ ¿Treintaicinco?‖Gracias.‖Cuarenta.‖Cuarenta‖de‖ la‖señora‖

en‖el‖frente<

Richard no había levantado su cabeza del programa que descansaba cerrado en

su regazo. Ginny se acercó y agarró su mano, y ella no dejó de apretarla hasta

que la subasta se detuvo en setenta mil libras.

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38

Setenta mil sacos de arpillera Traducido por Virtxu Corregido por kuami

la mañana siguiente, Ginny se despertó con la sensación de que había

crecido varios centímetros. Se retorció en la cama, girando hacia la

derecha e izquierda, tratando de determinar si esto sólo era una resaca

del sueño o si la repentina afluencia de dinero había ampliado de hecho su

espina dorsal. Extendió sus dedos del pie hacia abajo para ver si estaba

ocupando la misma cantidad de espacio en la cama como lo había hecho desde

el principio. Parecía ser la misma.

El dinero pronto se pasó de un ordenador a otro, y luego, sólo apareció en su

cuenta bancaria. Como magia. Le resultaba extraño que así bajara el dinero.

Una cifra. Era sólo un número, y no se podía dejar a alguien un número. Eso era

como dejar a alguien un adjetivo o un color.

Se imaginó de nuevo los pequeños sacos de arpillera llenos de libras. Esta vez,

había setenta mil de ellos. Llenaban la sala, apilados contra las paredes de

amarillo y rosa, cubriendo la alfombra... cubriéndola a ella, pasando por la parte

superior de la imagen de Manet hasta que tocaran el techo.

Era un poco preocupante, en realidad.

Dejó la pila fantasma a un lado y se deslizó de la cama. Había dormido hasta

tarde, se dio cuenta, y Richard ya había llegado y se había ido. Había dejado el

periódico abierto para ella sobre la mesa, con un círculo alrededor del tipo de

cambio del día. Había dibujado también en el margen $133.000 US.

La pila imaginaria reapareció en su mente, y se duplicó. Esta vez, era un mar de

luz, dólares sueltos, cubriéndola hasta la cintura, llenando la cocina y

tragándose hasta la mesa.

Esto no podría ser la gran sorpresa de la tía Peg. Tenía que haber algo más, ella

estaba segura de ello ahora. Pero iba a necesitar ayuda para saber qué era ese

algo, obviamente. Lo que significaba una sola cosa.

La televisión estaba encendida cuando llegó, pero Keith no la estaba viendo. Un

hombre de pelo largo estaba abriendo latas de pintura para dos sorprendidas

personas con camisas a juego. Keith estaba inclinado sobre su cuaderno de

notas y ni siquiera miró hacia arriba cuando Ginny llegó y se sentó en el sofá.

A

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―Escucha esto ―dijo él―. Harrods: El Musical. En un contexto mitológico

moderno, los grandes almacenes representan... ¿qué?

Podía sentir que sus ojos estaban muy abiertos y su expresión estaba en blanco

y congelada.

―¿Qué piensas que ella quiere que haga con‖esto?‖―Preguntó ella.

―¿Con el dinero?

Ginny asintió con la cabeza. Keith suspiró y cerró su cuaderno con la mano para

guardar la página.

―No quiero poner un‖ punto‖ demasiado‖ fino‖ en‖ esto‖―dijo―, pero ella está

muerta, Gin. Ella no quiere que hagas nada con él. El dinero es tuyo. Haz con él

lo que quieras. Y si lo que quieres es invertirlo en Harrods: El Musical, no es mi

intención el detenerte.

Él la miró con expectación.

―Tenía que intentarlo ―dijo él―. Muy bien, entonces. ¿Por qué no viajas?

―Acabo de viajar.

―Viajaste algo. Siempre se puede viajar más.

―Realmente no quiero viajar ―dijo ella.

―Puedes quedarte en Londres. Hay muchas cosas para hacer en Londres.

―Supongo‖―dijo.

―Mira‖―dijo él‖con‖un‖suspiro―, acabas de obtener un montón de dinero en

efectivo. Utilízalo en cualquier cosa que quieras. Deja de preguntarte por esa

última carta, por la cual sé que te estás preguntando. Te lo imaginaste todo.

Todo estaba calculado.

Ella se encogió de hombros.

―¿Qué quieres tú que diga esto? ―Preguntó él―. Sabes que te habría llevado

de nuevo al cartel. Te las arreglaste para conseguir lo que ella estaba tratando

de darte. Te enteraste de que Richard es tu tío. ¿Qué más hay que saber?

―¿Te puedo preguntar algo? —Dijo.

―Al parecer hay algo que quieres saber.

―¿Estamos saliendo? ―Preguntó ella.

―¿Qué es saliendo, realmente?

―No‖sé‖―dijo―. En serio.

―Est{‖bien.‖ -Keith se extendió y apagó la televisión―. Es una pregunta justa.

Pero tendrás que irte a casa, con el tiempo. Lo sabes.

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―Ya lo sé ―dijo ella―. Sólo estaba comprobándolo. ¿Pero somos una especie

de algo?

―Ya sabes lo que siento.

―Pero ―dijo‖Ginny―, puedes< ¿decirlo?

―Sí. ―Él asintió con la cabeza―. Definitivamente somos una especie de algo.

Había algo en el hecho de cómo él dijo esto, en como dijo algo, que hizo a Ginny

increíblemente feliz.

Y en ese instante, ella sabía exactamente lo que el sobre número trece le había

dicho que hiciera.

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39

Trece Afortunado Traducido por AndreaN

Corregido por kuami

o era lógico, pero en la mente de Ginny parecía como si debería haber

algo‖ especial‖ para‖ conmemorar‖ la‖ venta‖ de‖ ‚Las‖ pinturas‖ Harrods.‛‖

Pero Harrods parecía inconsciente del evento o la artista que había

estado albergando en sus aleros. Harrods solo era Harrods. Ocupado,

acaudalado. La vida estaba continuando aquí como siempre lo hacía.

La mujer en el contador de chocolate rodó sus ojos mientras Ginny se

aproximaba.

―Solo un momento, ―dijo ella―. Llamé al Sr. Murphy.

Ginny se había detenido en el camino para ver si algún dinero había aparecido

en su cuenta. Había aparecido, de hecho—así que tomó cien libras como buena

medida. Las saco de su bolsillo ahora y las ocultó en su palma.

―Él viene en camino, señorita,‖―ella dijo sin entusiasmo.

―¿Cu{l‖es‖tu‖mejor‖chocolate?‖―preguntó Ginny, mirando las exhibiciones.

―Depende de lo que te guste.

―¿Cuáles te gustan a ti?

―Las trufas de champan, ―dijo ella―. Pero cuestan sesenta libras por caja.

―Tomare una.

La mujer enarco sus cejas mientras Ginny deslizaba el dinero por encima del

mostrador. Un momento después, ella presento una pesada caja de bronce.

Ginny quitó el recibo de la cinta marrón y deslizo la caja de vuelta hacia la

mujer.

―Estos son para ti, ―dijo ella―. Gracias por todo.

Mientras se aleja del contador, se preguntó si esta cosa de tener dinero tal vez

no funcionaria después de todo.

Llevó a Richard al elegante salón de té. Parecía ser la cosa correcta. Por todo el

tiempo que gastó en Inglaterra hasta ahora, no había tenido ningún té elegante.

N

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Ahora ellos estaban enfrentando una bandeja de varios niveles de pequeños

sándwiches y tortas.

―¿Vienes a gastar tu fortuna? ―preguntó Richard.

―M{s‖ o‖ menos,‖ ―dijo ella. Observó dentro de la delicada taza de té de

porcelana que su mesero acababa de llenar.

―¿Qué significa eso?

―Tenía razón al vender las pinturas, ―preguntó ella―, ¿verdad?

―Estuve ahí por poco tiempo, ―dijo él―. El final, toda la confusión. Eso es lo

que esas pinturas representan. No quiero recordar ese poco tiempo, Ginny. No

siempre fue ella.

―¿Cómo si quiera escribió las cartas? ―preguntó Ginny.

—Estaba lucida algunas veces, y al momento siguiente, pensaba que las paredes

estaban cubiertas de mariquitas o que el buzón le había hablado. Para ser

honesto, algunas veces no podía saber si era doloroso o si ella estaba

disfrutando de todas las cosas extrañas que estaba diciendo. Peg estaba<‖llena‖

de maravillas.

―Sé‖a‖lo‖que‖te‖refieres,‖―dijo Ginny.

Ellos llenaron sus platos con pequeños sándwiches. Richard comió durante

unos minutos. Ginny reunió los suyos en cuatro puntos alrededor del borde de

su plato como un compás, o tal vez un reloj.

―En‖ la‖ última‖ carta‖ que‖ leí,‖―ella empezó―, me dijo algo. Se me acaba de

ocurrir que ella tal vez no te lo dijo.

Richard se paralizó a medio buscar un pequeño sándwich de pepino.

―Ella‖dijo‖que‖ te‖ amaba,‖―continuó‖Ginny―. Ella dijo que estaba de cabeza

por ti. Estaba furiosa consigo misma por dejarte, pero sólo estaba aterrorizada.

Pero seguro ya lo sabes.

Juzgando por la mirada en su rostro (ella pensó que sus cejas podrían caerse de

tantas veces que las subió y bajo), Ginny supo que él no había sabido esto. Y ella

también supo que ahora, ella realmente había terminado. Repentinamente se

sintió muy ligera.

De hecho, ni siquiera estaba avergonzada cuando Richard fue hacia su lado de

la mesa y envolvió sus brazos alrededor de ella.

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Carta #13

Querida Tía Peg,

No estoy segura si sabes esto, pero el decimo tercer sobre azul ha desaparecido (me lo robaron junto con mi bolso en Grecia). De todos modos, pensé en tomar el relevo.

Sólo para que lo sepas, Richard me llevó de nuevo a Londres, y lo descubrí. Debería haberlo descubierto por las zapatillas verdes.

Hicimos un montón de dinero. A la gente realmente le gustan tus pinturas. Entonces, gracias por eso.

Sabes, quise escribirte durante mucho tiempo, pero nunca pude. Nunca dejaste una dirección donde poder localizarte, y nunca revisaste tus e-mailes. Así que ahora estás muerta, te escribo, la cual cosa es más o menos absurda. No hay ningún lugar a dónde pueda enviar esta carta. No tengo idea de que voy a hacer con ella. Es más o menos ridículo que la única carta de las famosas trece cartas que tengo es la que yo escribí.

La verdad es, que si hubiera podido escribirte, probablemente sólo te hubiera gritado. Estaba molesta contigo. E incluso aunque me explicaste todo, todavía estoy más o menos molesta contigo. Te fuiste, y nunca regresaste. Sé que tienes “problemas,” y se que eres diferente y creativa y todas esas cosas, pero realmente no estuvo bien. Todo el mundo te extrañó. Mi madre estaba preocupada por ti, y después de como resulto todo, tenía razones para estarlo.

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Fin

Al mismo tiempo, planeaste este increíble truco. Me trajiste aquí, me hiciste hacer todas esas cosas que nunca hubiera hecho de otro modo.

Y supongo que incluso aunque me estabas diciendo que hacer, todavía tenía que hacerlo por mi cuenta. Siempre pensé que sólo podía hacer cosas contigo, que me hacías más interesante. Pero supongo que estaba equivocada. Honestamente, resolví algunas de esas cosas por mi cuenta. Tú estarías orgullosa. Todavía soy yo… todavía me parece difícil hablar algunas veces. Todavía hago cosas increíblemente estúpidas en momentos inapropiados. Pero al menos sé que soy capaz de hacer otras cosas ahora.

Así que supongo que no puedo estar muy molesta. Pero todavía te extraño. Ahora que estoy aquí, en tu habitación, gastando tu dinero… tú nunca pareciste más lejana. Supongo que sólo tomara tiempo.

Ya que no necesitaré el sobre azul para enviar esto, voy a poner la mitad del dinero en él y lo dejaré para Richard. Sé que me lo diste todo a mí, pero también estoy bastante segura que tu querrías que él tuviera un poco del dinero. Él es mi tío, después de todo.

También decidí hacer lo que tú nunca pudiste hacer pero sé que probablemente deseaste hacer… voy a ir a casa.

Con amor,

Tú Interesante e Internacional Sobrina.

P.D: Oh, y sé lo dije por ti.

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En la secuela‖de‖este‖maravilloso‖libro<

The Last Little Blue Envelope

A la venta el 26 de Abril de 2011.

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Maureen Johnson

Maureen Johsson nació durante una

tormenta de nieve en Filadelfia,

Pennsylvania. Es hija única. Siempre fue una

de esas niñas que leen y escriben. Después de

jugar un poco con la astronomía y la arqueología, declaro su intención de

convertirse en escritora a la edad de ocho o nueve años.

Aunque no es Católica, fue a una escuela preparatoria Católica de solo-chicas,

donde conoció a muchas de sus mejores amigas.

Se licencio en la Universidad de Delaware, hogar de las Luchadoras Gallinas

Azules. Pronto después de eso, se mudo a Nueva York para estudiar

dramaturgia teátrica y escritura en la Universidad de Columbia. Como

estudiante graduada, tuvo al menos una docena de trabajos diferentes para

pagar su camino a través de la escuela. Algunos de ellos fueron: trabajar en un

restaurante con tema de casa embrujada, ser una empleada falsa de una

compañía para hacer que pareciera que más gente trabajaba ahí de lo que en

realidad hacia, y trabajar en un show en Las Vegas que tenia tigres en vivo y

maquinas de humo en mal estado en la misma área cerrada. También fue

editora.

Mientras tenía una beca de escritura en Edimburgo, Escocia, donde vivió en un

Castillo por un mes, completó las ediciones finales de su segundo libro.

También comenzó a trabajar en un libro llamado 13 Little Blue Envelopes. El

diario de 80 páginas de su estadía ahí le proveyó una buena inspiración para

los viajes de Ginny—incluyendo la noche en que se perdió en una oscura

carretera Escocesa y pensó que iba a ser atacada por tejones. Devilish, su cuarto

libro, esta vagamente basado en sus experiencias en su escuela Católica. Su

quinto libro, Girl at Sea, salió en Junio de 2007. Suite Scartlett salió en Mayo

del 2008. Escribió un libro llamado Let it Snow con John Green y Lauren

Myracle. También contribuyo con Vacations from Hell, con Libba Bray,

Cassandra Clare, Claudia Grey, y Sarah Mlynowski.

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Entrevista a Maureen: ¿Fuiste a todos los lugares en el libro? No. En el momento en que lo escribí,

había ido más o menos a la mitad de ellos. Compré un mapa masivo de Europa,

uno que ocupaba una gran parte del piso de mi sala. Lo use para hacer la

trayectoria del viaje de Ginny, cubriéndolo con post-its con horarios de trenes y

distancias. El resto fue completamente investigado. ¡Las librerías son nuestras

amigas!

¿El libro cambio mucho mientras lo escribías? Masivamente. No lo

reconocerías del primer boceto. Había un‖ bebe<‖ luego‖un‖ adolescente<‖ casi‖

envié a‖Ginny‖a‖Laponia<‖cosas‖como‖esa.‖

¿Es verdad que escribiste el libro en un castillo Escocés? Comenzó en uno, si.

Gane una beca de escritura, y estuve viviendo un mes en ese castillo el invierno.

¿Keith es real? No existe un verdadero‖Keith‖Dobson<‖sin‖embargo,‖él‖es‖m{s‖

o menos un retrato de muchos amigos míos. Podría presentarles cerca de tres

personas,‖y‖podrías‖pensar‖que‖cualquiera‖de‖ellos‖es‖el‖‚verdadero‖Keith.‛‖

El nombre y la falda escocesa vinieron de un verdadero Keith, quien realmente

es un actor, que es un amigo Escocés de un amigo mío. Lo conocí mientras él

estaba visitando Nueva York. El estuvo por toda la ciudad en su falda escocesa

(la había rentado para una boda). El verdaderamente fue un éxito. Su nombre se

pronuncia‖ correctamente‖ como‖ ‚Keef.‛‖Cuando‖ estaba‖ escribiendo‖ el‖ libro,‖ lo‖

metí a él ahí.

Así‖ que,‖ la‖ respuesta‖ es‖ no<‖ pero‖ también‖ es‖ m{s‖ o‖ menos‖ si.‖ ¿Eso‖ tiene‖

sentido?

¿Harrods es real? Extremadamente.

¿Tienes pruebas? ¿Aceptarías diez masivas latas de lengua de buey en gelatina

como prueba?

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¿Mari Adams es real? Mari Adams esta vagamente basada en una artista real

llamada Vali Myers.

¿Qué ocurrió con él sobre 13? (Spoilers) TE ENTERARAS EN LA SECUELA.

¡Qué ocurre con Keith y Ginny! ¡TENGO QUE SABERLO! TE ENTERARAS

EN LA SECUELA.

Espera. ¿Acabas de decir SECUELA? Si.

¿Como se llama? The Last Little Blue Envelope. (El Último Pequeño Sobre Azul)

¿Cuándo saldrá la secuela? The Last Little Blue Envelope saldrá a la venta la

próxima primavera. No tengo la fecha exacta todavía, pero debería ser

alrededor de Abril o Mayo del 2011.

Traducido por AndreaN

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Traducido, corregido y diseñado

En el foro:

“Purple Rose” www.purplerose1.activoforo.com

¡Te esperamos!