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Mir
Francatemartu
Francatemartu
Más que nada quiero agradecerle a mis fans y lectores. Gracias un millón de
veces. No puedo expresar cuánto aprecio su apoyo, lealtad y paciencia.
sta novela es el libro número dos de la Serie Knockout.
Los labios de Sean rozan la parte posterior de mi cuello y chupan una profunda respiración mientras temblores quieren viajar por
mis brazos y piernas.
Mis estómago revolotea, es un campo lleno de Monarcas batiendo sus alas.
Aliento caliente cae sobre el lóbulo de mi oreja y un gemido ahogado se aloja entre mis amígdalas y mi lengua. Sean suelta una carcajada seguida
de un áspero:
—Alguien me echó de menos.
No tiene idea de cómo ansío su toque cuando no está alrededor.
Ni siquiera puede imaginar la sensación de como mi corazón cuelga pesado, tirándome, agobiándome como un ancla a la deriva en el fondo del
mar al segundo que siento que el colchón se hunde y él sale de la cama por la noche.
Y eso es porque nunca sé cuándo o si va a volver.
E
~Connie~ Traducido por Mir
Corregido por francatemartu
eagan Reilly era una pequeña perra bocazas.
—¿Sabes en la cantidad de problemas en la que vas a estar? —
Connie se aseguró de que Aidan la hubiera pegado con cinta
adhesiva a una silla para que ella no fuera capaz de escapar—.
¿Sabes lo que mi hermano va a hacerte cuando se entere de lo que vas a
hacer conmigo? Él va a cortar tu…
¡PLA!
Connie la hizo callar con una palma en su mandíbula. Casi esperaba que
ella llorara, pero cuando la vio levantar la cabeza, la sangre se arrastra por
su suave piel de marfil de sus labios de color rosa, una mezcla de odio y
rabia parpadeaba en sus ojos, él sabía que ella no derramaría una sola
lágrima. Era fuerte como lo era su madre.
Y tenía mal genio también.
Ella se retorció bajo sus restricciones, moviendo la silla en la que estaba
atada y dejó escapar un grito lo suficientemente fuerte para hacer temblar
todo el edificio. Jadeó, y siguió retorciéndose, pero estaba empezando a
cansarse. Connie asintió a Aidan, que estaba en la puerta. Entonces Aidan
con el ceño fruncido se acercó y colocó un pedazo de cinta adhesiva
plateada sobre su boca. Giró sobre sus talones, sacudiendo la cabeza y le
dio a Teagan una última mirada torturada antes de salir.
Connie cerró los ojos y dejó escapar un suspiro tranquilizador, enderezó
las solapas de su chaqueta y tomó asiento en el borde de su escritorio.
Miró a Teagan y sus labios se curvaron en una sonrisa maliciosa.
Recogiendo un pequeño objeto circular plano, lo sostuvo que a unos
centímetros de distancia de la cara de Teagan.
—¿Sabes lo que es esto?
T
Teagan gruñó y sacudió la cabeza. Él tomó su teléfono celular y le sacó la
parte de atrás. Le mostró cómo insertar el objeto en la parte posterior del
teléfono.
—Es un rastreador de teléfonos —le informó—. Aidan plantó uno en tu
teléfono de modo que hemos sido capaces de monitorear tus llamadas
telefónicas. —Teagan tembló violentamente, no por miedo, sino de rabia—.
Hemos encontrado algunas cosas muy comprometedoras, Teagan. Muy
incriminatorias. —Connie se levantó y caminó alrededor de la parte de
atrás de su escritorio. Se sentó, con las manos detrás de su cabeza y se
echó hacia atrás en su silla—. Creo que sabes que yo no puedo soportar
un soplón.
—¡No soy el soplón! —gritó Teagan con la voz ahogada por la cinta sobre
su boca—. ¡No soy el soplón!
—Tus conversaciones telefónicas dicen lo contrario. —Connie cerró los ojos
y suspiró con frustración—. Teagan, Teagan, Teagan —él chasqueó la
lengua—. Puedes discutir esto todo lo que quieras, pero no va a hacer
mucha diferencia. Déjame preguntarte esto, ¿quién es Emerson?
La mandíbula de Teagan se apretó y ella bajó la cabeza.
—Oh. —Los ojos de Connie se ampliaron—. Silencio ahora, ¿verdad?
Los ojos de Teagan se clavaron en él destellando odio puro y absoluto. Ella
comenzó a menearse otra vez, tratando de liberarse desesperadamente.
Connie soltó una risa profunda y resonante.
—No sirve de nada en que acabes agotada, Teagan —bajó su voz—. No irás
a ninguna parte.
Teagan chilló.
Y gritó más fuerte.
Ella continuó gritando.
A pesar de que su voz era ahogada estaba empezando a poner nervioso a
Connie.
—Basta de esta mierda —refunfuñó por lo bajo. Se puso de pie, se acercó a
Teagan, removió la pistola del interior de su chaqueta, la volteó alrededor y
le golpeó el lado de la cabeza con la culata de la misma, con fuerza. La
cabeza de Teagan cayó hacia adelante y Connie le dio un codazo.
Ella estaba fuera, fría.
Metiendo su pistola de nuevo en el bolsillo interior de su traje, se sentó
frente a su escritorio. Se inclinó en su silla, y apoyó los pies en la parte
superior de su escritorio antes de cruzarlos. No dudaba de lo que decía
Teagan antes sobre su hermano yendo a buscarla. Connie sabía que lo
haría antes de que ella llegara a decir nada. La verdad era que sus
amenazas involucrando a su hermano haciendo algo, eran leves. Connie
sabía cuán violento Sean podía ser cuando quería serlo. Especialmente
cuando la gente que le importaba estaba involucrada. Y tenía la intención
de utilizar eso a su favor.
—¡Big boy! —gritó Connie.
Segundos más tarde, Murphy O'Fallon entró a través de la puerta y sus
ojos de inmediato se centraron en Teagan, ampliándose.
—¡Mierda! —Él miró a Connie—. ¿Es Teagan?
Connie le dio una leve inclinación de cabeza y luego dijo:
—Convoca a una reunión de la hermandad. Diles que hemos encontrado
nuestra soplona.
La boca de Murphy se abrió, pero la cerró rápidamente. Vaciló, mirando
entre Teagan y Connie. Su vacilación irritó a Connie.
—¿Tartamudeé, muchacho?
—No, Connie. —Y como entró, Murphy O'Fallon salió por la puerta, el
sonido del cambio tintineando en sus bolsillos mientras hacía su salida.
Verán, Connie sabía exactamente lo que estaba haciendo. Él sabía que el
gran hombre era el mejor amigo de Sean. De alguna manera esta era
también una prueba de la lealtad de Murphy hacia Connie y la
hermandad. Tenía la corazonada de que el chico fracasaría, siendo que él y
Sean habían sido amigos desde hacía décadas, pero entonces el capo había
visto cosas más extrañas sucediendo. Como gente volviéndose contra su
propia gente sólo para salvar su propio culo. Cobardes. Connie era del tipo
que prefería caer luchando antes que delatar a alguien.
Teagan agitó sus restricciones mientras poco a poco recuperaba la
conciencia. Connie mantuvo sus ojos en ella. De alguna forma, Teagan le
recordaba a Helena de Troya, la cara que lanzó mil barcos. Pero a
diferencia de los troyanos, Connie estaba preparado para la batalla que
sabía que Sean traería cuando viera que tenía a su hermana, y cuando se
enterara de cuáles eran sus intenciones para ella. Pero Connie era el
estratega supremo. Él no dejaría que ningún caballo de madera se colara a
través de sus puertas. Sí, Connie amaba una buena batalla.
Especialmente esta.
Porque era una que estaba seguro de que iba a ganar.
Teagan Reilly llevaba la oscuridad que la rodeaba como un manto de
incertidumbre y miedo. Ella miró a lo lejos, con la esperanza de que sería
capaz de distinguir lo que la rodeaba. Fue inútil. Donde quiera que
estuviese, donde quiera que Connie la hubiera llevado, ese bastardo se
había malditamente asegurado de que no fuera capaz de ver nada.
Toda la habitación estaba envuelta en una cortina de negro.
Cuando recién llegó luchó contra las restricciones. Sus piernas y brazos
estaban atados con cadenas y su boca estaba pegada con cinta adhesiva,
pero no importa lo mucho que luchó, no pudo liberarse.
Trató de gritar. Hasta trató de mecerse hacia adelante y hacia atrás, pero
luego decidió no hacerlo, deteniéndose después de unos intentos.
Seguía pensando en lo que pasaría si se caía. ¿Y si ella se golpeaba la
cabeza? ¿Quién le ayudaría? ¿La dejarían en este agujero negro hasta que
muriera?
Connie...
El tío Connie...
El buen tío Connie.
Cuando su nombre y la idea de él cruzaron su mente, pensó en gritar.
Mejor aún, pensó que si tuviera las manos libres incluso consideraría
apuñalarse en la sien. Tal vez con una lesión cerebral ella lo olvidaría.
Olvidaría su nombre. Olvidaría su rostro. Olvidaría que durante casi toda
su vida ella y Sean lo habían considerado familia.
Su única familia.
Teagan bajó la cabeza y respiró hondo. Contuvo el aliento, frunciendo el
ceño. Podía sentir sus ojos llenándose de lágrimas. Podía sentir un nudo
alojado en su garganta.
No llores.
No llores.
Luchó la mayor lucha interna de su vida para evitar que las lágrimas
cayeran, pero perdió la batalla cuando una pequeña e intrincada lágrima
cayó por su mejilla derecha.
Esa lágrima que escapó se convirtió en una lluvia de lágrimas.
El simple hecho de todo esto, era que ella estaba muy frustrada y enojada.
No podía decidir lo que le molestaba más, que Connie la acusara de ser el
soplón, o que un hombre al que había amado toda su vida fuera el que la
hubiera traicionado.
No fue hasta que se dio cuenta de que todo el llanto era por nada. Que las
lágrimas eran en vano llorarlas por una cáscara de hombre. Tragó saliva y
mantuvo el ánimo de que ella iba a lograr salir de esta situación con vida.
Es sólo cuestión de tiempo hasta que Sean o Emerson me encuentren,
pensó.
Porque muy en el fondo sabía que cuando Sean o su esposo se enteraran
de lo que le había pasado, lo único que Connor Doyle podría hacer....
Sería rogar por misericordia.
~Sean~ Traducido por Mir
Corregido por francatemartu
adlee se ve tan jodidamente sexy cuando está nerviosa.
Un toque de rosa se instala en sus pálidas mejillas.
Comienza a morderse el labio y a hablar entre dientes.
No sé por qué verla así me excita, pero siempre lo hace.
De pie en la cocina, me cruzo de brazos y la observo como se mueve
torpemente a través del refrigerador en busca de leche. Cada vez que ella
está pensando demasiado o no puede dormir bebe un vaso de leche. No
puedo explicar por qué, pero por alguna razón siempre me calma ella me
dirá.
—Mierda —resopla cuando una botella de aderezo ranchero cae del estante
del medio y rueda en el suelo. Yo continúo mirando con una sonrisa pícara
mientras se inclina más y su camisón rosa suave se levanta un poco justo
por debajo de su trasero. Ella llega hasta el aderezo, toma la botella por el
cuello, pero se desliza de sus manos y golpea el suelo otra vez.
Hey, yo nunca dije que mi chica era la persona más coordinada. Eso
realmente no importa de todos modos. No me enamoré de ella porque
podría rebotar una pelota como Scotty Pippen1.
He estado con más mujeres de las que puedo contar con los dedos de mis
manos y mis pies. He estado con supermodelos, reinas de belleza, mujeres
con cuerpos mortales, y mujeres que conocían su camino alrededor de la
habitación —si saben a lo que me refiero—. Y para mí, ninguna de ellas ha
tenido el efecto que Hadlee tiene en mí. No estoy seguro de si voy a ser
capaz de explicar por qué.
1 Scotty Pippen: Jugador de básquet profesional norteamericano retirado que jugaba
para la NBA.
H
Hadlee coloca de nuevo el aderezo ranchero en el refrigerador, saca la
leche fuera y la deja sobre la encimera. La luz de la lámpara abovedada en
el centro del techo rebota en el acero inoxidable y me pregunto si Hadlee se
dará cuenta por mi reflejo que estoy parado justo detrás de ella.
No lo hace.
Lo tomo como mi señal.
Justo cuando ella abre la puerta del armario y tiene sus manos en el
cristal redondo, me abalanzo detrás de ella, colocando mi nariz en su
cabello y mi mano sobre la de ella.
—¿Necesitas un poco de ayuda con eso? —Hay un tono juguetón en mi voz
y una amplia sonrisa en mis labios.
Al principio se congela y dado todo lo que ha pasado con ser atacada por la
espalda, sé que no debo utilizar este acercamiento, pero ya ha estado
viviendo conmigo por un par de meses. Sé que está acostumbrada a esto.
Después de un minuto sus hombros se relajan y murmura:
—Tonto. —Me río en su cabello y doy un paso atrás. Las primeras veces
que hice esto, ella me dio un codazo en el estómago. En realidad no dolió,
pero hubo un par de veces que el codo estuvo peligrosamente cerca de mis
bolas. La amo, pero no hay manera en el infierno de que vaya a dejarla
hacerle daño a mis preciadas joyas.
Quito mi mano de la de ella y coloca el vaso en la encimera negra.
—¿Qué pasa contigo? —Hay frustración en su voz—. ¿Por qué siempre,
siempre haces eso?
—Hey, no hay nada malo con un poco de sorpresa, bebé. Sobre todo si es
una buena —comento.
—Sí, pero sabes que no me gusta cuando te me acercas sigilosamente de
esa manera. —Ella me lanza una sonrisa burlona por encima de su
hombro y contengo la risa suave atascada en mi garganta.
Por un momento me quedo mirándola.
Me quedo mirándola fijamente.
Arrastrado y aturdido por su belleza simple.
Perdido en el destello de ira en sus ojos azul claro.
Levantando mi mano derecha, acaricio su mejilla con mis dedos. Me
encanta la forma en que su piel se siente como satén contra la mía. Me
encanta la forma en que tuerzo mis dedos por su cabello mal cuidado, se
siente suave y sedoso. Ella todavía me mira, pero la burla se ha ido de su
cara. Ella niega con la cabeza ligeramente con una expresión de sé lo que
quieres en su cara.
Y ahí es cuando yo digo:
—Basta de hablar. —Y presiono mis labios contra los suyos.
~Hadlee~ Traducido por Mir
Corregido por francatemartu
os labios de Sean rozan la parte posterior de mi cuello y chupan
una profunda respiración mientras temblores quieren viajar por mis
brazos y piernas.
Mi estómago revolotea, es un campo lleno de Monarcas2 batiendo
sus alas.
Aliento caliente cae sobre el lóbulo de mi oreja y un gemido ahogado se
aloja entre mis amígdalas y mi lengua. Sean suelta una carcajada seguida
de un áspero:
—Alguien me echó de menos.
No tiene idea de cómo ansío su toque cuando no está alrededor.
Ni siquiera puede imaginar la sensación de como mi corazón cuelga
pesado, tirándome, agobiándome como un ancla a la deriva en el fondo del
mar al segundo que siento que el colchón se hunde y él sale de la cama
por la noche.
Y eso es porque nunca sé cuándo o si va a volver.
Finalmente eso comienza a cobrar un precio en las emociones de una
persona. Las mías en particular. Tengo días en los que me cuestiono.
Tengo segundos, minutos, horas, incluso cuando estoy despierta, sola, en
la cama y preocupada. Le he preguntado una y otra vez por qué tiene que
salir a una hora tan tarde y lo que podría estar haciendo, pero siempre
obtengo la misma respuesta:
—No puedo hablar de ello.
2 Monarcas: La mariposa monarca es probablemente la más conocida de las mariposas de
América del Norte. Sus alas presentan un patrón de colores naranja y negro fácilmente
reconocible.
L
No sé cuánto tiempo más esa respuesta va a ser suficiente para mí.
Me vuelvo hacia él y presiono sus caderas contra las mías, sujetándome
contra la encimera de la cocina.
Por un momento el tiempo se detiene.
Estamos cautivados.
Nadando en las miradas del otro.
Rotos y destrozados por el amor, la lujuria y la necesidad.
Sus labios se mueven tan cerca de los míos que puedo sentir su calidez, su
calor. Toma todo en mí no presionar mis labios contra los suyos. Él apoya
su frente contra la mía y mis labios se separan. Entonces, sin romper
nuestra mirada, él coloca un mechón de cabello suelto detrás de mi oreja y
susurra:
—Hermosa. —En mi boca.
Es en ese segundo que siento como que estoy quemándome desde adentro
hacia afuera.
Casi hasta el punto en que estoy achicharrada.
Hecha.
Finalmente, su mano izquierda se desliza por mi muslo, mi camisón, sobre
mi cadera, y se apoya en mi trasero. Me acerco. Necesito sus labios sobre
los míos. Quiero sentirme perdida en su beso. Quiero sentirme envuelta y
caliente por nuestro amor y nuestros miembros enredados.
Quiero decir, por favor...
Quiero decir que me toque.
En todos los lugares correctos.
Bésame...
Profundamente...
Con amor...
Apasionadamente.
Pero él no me da la oportunidad de decir nada.
Nuestras bocas chocan.
Nuestras lenguas se entrelazan.
Nuestras respiraciones son cortas y ásperas.
En un rápido movimiento, me levanta y yo envuelvo las piernas alrededor
de su cintura. Nos dirigimos a la habitación besándonos, besándonos y
besándonos hasta que me acuesta en la cama. Me encanta la forma en que
sus ojos tocan mi cara como si ninguna otra parte de mi cuerpo importara.
Me encanta la forma en que puede ser tan intenso pero suave al mismo
tiempo. Más que nada, me encanta que cuando nos ponemos íntimos
nunca se siente sucio u obsceno.
A veces se siente como si estuviera flotando hacia el techo.
Soy un globo lleno de helio y sé que él me va a atrapar y tirar de mí hacia
abajo antes de que yo flote demasiado alto.
Me libero de mi camisón rápidamente mientras él se quita toda la ropa.
Luego, se posiciona encima de mí y en el momento que nuestros labios se
unifican y nuestros cuerpos se conectan, él gime contra mi boca:
—Te amo.
Me separo del beso por un momento y me pierdo en su mirada una vez
más.
Esas dos palabras son fundamentales para alguien como Sean.
Tiene una cáscara exterior dura y un interior suave, que yo sé que nadie lo
ve.
Así que cuando dice esas dos palabras...
Sé con todo mi ser...
Mi corazón...
Mi mente...
Mi alma...
Que verdadera y genuinamente quiere decirlas.
~Sean~ Traducido por Mir
Corregido por francatemartu
ae la noche y estoy aturdido.
Las calles son resbaladizas y húmedas y mis ojos están pegados a
ellas, viendo como la combinación de la luz de la luna y el
resplandor de las farolas resaltan el río negro en ciertos lugares.
Hay un aguacero torrencial de pensamientos lloviendo dentro de mi
cabeza. Desearía que el sol saliera y los secara. No hay ninguna
posibilidad de días brillantes y soleados por delante para mí en cualquier
momento pronto. Sigo pensando en Hadlee.
Mi próxima pelea.
Mi lealtad a Connie y los Braithreachas.
Y por qué diablos Tee ha estado MIA3 últimamente.
Más que nada estoy enojado. Esto no es inusual para mí. Lo sé. Lo sé.
Mantén la calma, Seany. Mantén la calma.
Yo no debería estar esperando en esta maldita esquina.
Hay un zumbido en mis oídos.
Un crudo dolor en mi garganta.
Agarrando el poste de metal en frente mío, siento la sangre fría a través de
mi piel, enviando escalofríos de incertidumbre por mi espalda.
A pesar de que sólo ha pasado una hora, dos como mucho, se siente como
si hubiera estado de pie en esta esquina una eternidad.
3 MIA: Missing In Action: Desaparecida en acción.
C
Imagino que eso es exactamente lo que se supone que debes sentir cuando
tienes el peso del mundo sobre tus hombros y una enorme red de
pensamientos ocupando tu mente. Me ha estado afectando tanto
últimamente que he estado teniendo dificultades para concentrarme.
Tengo una novia en mi casa, en mi cama, que siento que tengo que
proteger.
Una figura paterna en un jefe que estoy empezando a odiar más que amar.
La presión florece dentro de mi pecho, expandiéndose cada vez que inhalo.
Es como un mensaje...
Una advertencia.
Mi cuerpo me está diciendo cosas que no quieren reconocer. Cosas que no
quiero escuchar ni entender, aunque sé que es lo que hay que hacer.
Tengo que empezar a tomar algunas decisiones.
Tengo que comenzar a cuestionarme mis acciones, mis decisiones, y
aprender a hacer mejores.
¿Qué hacer?
¿Qué hago?
¿Qué DEMONIOS hago?
Un fuerte ruido sordo suena a lo lejos y me saca de mi ensoñación. Aparto
mis ojos de la asfaltada calle húmeda y veo una borrosa figura redonda
frente a mí, tirando una bolsa de basura grande y llena, de color negro
dentro del oxidado contenedor marrón.
Entonces escucho algo...
Un suave susurro...
Un nombre llevado por el extremo de cola del viento.
Es hermoso y melódico.
Me alejo de la lámpara de la calle y doy unos pasos hacia la derecha.
—Hola —digo en voz alta. No obtengo respuesta, pero escucho el nombre
nuevo.
El sonido se acerca a mí.
Seguido por familiaridad.
Mi nombre.
Alguien está llamando mi nombre. Es demasiado débil y demasiado
distante para mí ser capaz de distinguir si es un hombre o una mujer.
—¡Hola! —Esta vez levanto mi voz.
Mientras me tambaleo más cerca, alcanzo mi espalda, envolviendo mis
dedos alrededor de mi arma y aprieto el mango.
A la mierda con esto...
Siempre son los cobardes hijos de puta quienes se escabullen detrás de ti.
No te disparan hasta que estás de espaldas. Nunca he sido un cobarde. Si
le voy a apuntar mi arma a alguien, estoy condenadamente seguro que va
a hacer a su cara y al punto justo entre sus ojos. Ahora apretar el gatillo,
esa es una historia completamente diferente.
Sé que esto parece un poco suave, pero no creo que nadie merezca morir.
Me refiero cuando se trata de la hermandad, entras en contacto con un
montón de gente sombría. Yo, tiendo a ser más indulgente cuando se trata
de asesinar a personas. Connie...
Ese hombre le dispararía a un niño si creyera que se beneficiaría de
alguna manera.
A veces, pensar en ello me pone enfermo.
Una figura aparece en la distancia...
Una silueta suave.
Piel pálida...
Cabello recientemente aclarado.
Ella se coloreó su cabello oscuro por un tiempo. Sobre todo por todo lo que
pasó antes. Ella mencionó que lo iba a aclarar, me encogí de hombros y le
dije:
—Creo que eres hermosa de cualquier manera.
No importa lo que le haga a su apariencia o cómo cambie su cuerpo, o si
ella se hace vieja y arrugada o incluso aumenta de peso. Nada de eso
importa para mí. Yo siempre voy a pensar que es hermosa. Y cuando entra
en una habitación y la veo, sé que siempre va a hacer que mi corazón se
acelere.
Supongo que eso es lo que amar a alguien le hace a un hombre.
Sus hábitos irritantes se vuelven adorables.
Cuando están enojadas se vuelven sexy.
Te transformas en una perra azotada, una versión ligeramente mejorada
de tu ser rudo.
—¡Hadlee! —Mi voz está mezclada con confusión y aumento la velocidad,
corriendo hacia ella. No entiendo. No puedo comprender. ¿Cómo sabía ella
dónde estaba? ¿Me siguió hasta aquí? Ella no pertenece a aquí. No es
seguro—. ¡Hadlee!
Ella comienza a caminar más rápido y cuando puedo distinguir su rostro,
una amplia sonrisa, se propaga a través de sus vibrantes labios. Yo peleo
contra la sonrisa que puedo sentir formándose en mi cara y comienzo a
correr a toda velocidad...
Entonces, de repente se siente como si todo estuviera pasando en cámara
lenta.
Neumáticos chillan.
Un viejo Lincoln negro se mueve rápidamente doblando la esquina.
La sonrisa se cae de los labios de Hadlee y ella mira por encima de su
hombro hacia el auto, confundida.
Yo, estoy corriendo tan rápido como puedo. Estoy tomando mi arma y
palmeándola. Estoy viendo con horror como las ventanas del Lincoln se
bajan y un hombre con una ametralladora cuelga el cañón por la ventana.
Estoy gritando.
Estoy gritando.
Hadlee empieza a llorar y siento que no puedo respirar. Siento que todo el
aire ha sido aspirado de mis pulmones por una aspiradora y lo único que
puedo pensar es en correr más rápido, para llegar a ella antes de que los
disparos se descarguen.
—¡AYÚDAME! —chilla ella—. ¡AYÚDAME!
El Lincoln pasa junto a ella lentamente. Veo las balas proyectarse cuando
salen del arma. Mis ojos se clavan en Hadlee mientras grita y se encorva
haciéndose una bola en la acera. Puntos carmesí se alinean en su camisa
y mi estómago se encoge.
He visto un montón de gente morir.
He visto un montón de gente siendo disparada, pero esto es diferente.
Esta sensación es diferente.
Una rabia que nunca he experimentado se hace cargo de mí. Estoy ciego a
cualquier cosa y a todo. Puedo sentir las venas en mi cuello pulsando y
saltando. Puedo sentir toda mi piel sobrecalentándose. Mi mandíbula se
cierra y mis dientes se aprietan con tanta fuerza que juro casi muerdo un
pedazo de mi lengua.
Estoy temblando.
Estoy temblando tan violentamente que mi dedo se resbala del gatillo de
mi pistola.
Tengo que mantener la calma.
Mantener la concentración.
Así que tomo una respiración profunda.
Hago sonar mi cuello.
Estiro los hombros.
Entonces espero que el Lincoln pase por delante de mí. Y cuando está en
diagonal a mí, veo la cara de Connie medio oculta por las sombras, pero
puedo distinguir la sonrisa sádica que lleva puesta. Mi estómago se
retuerce y pienso en vomitar todo el pavimento.
Trago saliva y opto por una mejor idea.
Le apunto a él, deslizando mi dedo índice sobre el gatillo y le disparo al
hijo de puta justo entre los ojos.
~Hadlee~ Traducido por Mir
Corregido por francatemartu
ay extremidades agitándose en mi cara.
Sean está gritando a todo pulmón.
Toda la cama se está sacudiendo.
—¡¡¡¡NO!!!! —La fuerte voz de Sean llena la habitación—. ¡¡¡NO!!!
Me siento con pánico y envuelvo mis brazos alrededor del torso de Sean.
Pongo mis labios contra su oreja.
—Shhh, cariño. Está bien. Estás teniendo una pesadilla. —Mi voz es
relajante, casi un murmullo. Él ha tenido pesadillas como esta antes en el
último par de meses y mi reacción siempre parece calmarlo.
La primera vez que hice esto, saltó de la cama, tomando todas las sábanas
con él, me miró y gritó:
—¿Qué carajo estás haciendo?
Respondí con:
—Te estoy consolando. Vuelve a acostarte. Está bien.
Me miró confundido durante unos minutos y luego tímidamente volvió a la
cama. Más tarde se disculpó por su reacción y me explicó que no estaba
acostumbrado a ese tipo de comportamiento amable. Yo esperaba eso. Por
eso su reacción inicial no me hizo enojar.
Sé lo que se siente necesitar a alguien.
Sé lo que es querer tener a esa única persona que puede ayudarte a unirte
a ti mismo. Lara era esa persona para mí. Bueno, y Satine. Lo mejor de la
terapia es ser capaz de hablar de las cosas que prefieres no hablar con
cualquiera. Le cuento un poco a Sean aquí y allá, pero no es lo mismo.
H
Sé que el ataque no fue mi culpa. Sé que sólo estaba en un lugar
equivocado en el momento equivocado, pero todavía tengo momentos en
los que me siento muy sucia. Puedo hablar con Satine sobre esos
momentos y nunca me mira de forma diferente. Ella nunca me juzga. No
es que Sean y Lara lo harían, pero aun así. A veces, la opinión de un
tercero imparcial es lo mejor.
Sean se instala de nuevo por debajo de las mantas y me acerco a él de
nuevo. Él pone su brazo sobre mi cintura y me besa el omóplato. Siento los
latidos de su corazón contra mi espalda y dejo escapar un suspiro
tranquilizador. Estos momentos entre nosotros son mis favoritos.
No hay intenciones ocultas.
No se trata de sexo.
Es sobre el amor...
La ternura.
Y se siente tan real.
Sean respira en mi cabello. Él deja escapar un suave murmullo mientras
que yo miro fijamente la oscuridad. Soy una de esas personas a las que les
es difícil volver a dormirse una vez que está despierta.
—¿Sean?
—Sí. —Hay un tono perezoso en su voz que me dice que está medio
dormido.
Cierro los ojos.
—No importa.
—No —comienza—, no. Vamos —gime y se aleja de mí.
Contorsiono mi cuerpo, tratando de distinguir su rostro en la oscuridad.
—Estás cansado. Vamos a volver a dormir.
—Nop. Sabes que odio cuando haces eso.
Esto es cierto. Él me dice todo el tiempo que odia cuando empiezo a decir
algo y no lo escupo.
—Está bien —le digo—. ¿Sobre qué era tu sueño?
Me pregunto mucho eso. Ha tenido estos sueños a menudo en los últimos
meses, pero nunca me dice sobre qué se tratan. De hecho, hay mucho que
no me dice, y sólo una vez quiero que me conteste.
—Fue una pesadilla, Hadlee. Mucha gente las tiene. Nada de lo que
preocuparse.
Está mintiendo. Claro, un montón de gente tiene pesadillas, pero las suyas
son violentas. Una vez casi me dio un puñetazo en la mandíbula.
—Dime, Sean. —Hay urgencia en mi tono—. Dime. —Me pregunto si él
sabe que no voy a dejar el tema hasta que me dé una respuesta.
Su gemido de frustración llena el pequeño dormitorio. Lo observo con una
mirada intensa y él levanta su brazo y se aprieta el puente de la nariz.
—Confía en mí. No quieres saber.
—Sí. Lo hago. —Levanto mi voz un poco para que sepa que lo quiero decir
en serio.
—Hadlee, simplemente déjalo.
Frunzo la nariz. Está empezando a molestarme. Siempre tengo que lidiar
con él dejándome en la noche sin explicación. Siempre tengo que poner a
un lado nuestro tiempo juntos para que pueda recibir llamadas de este
tipo Connie. Por una vez... sólo una vez que quiero más que déjalo ya o no
te preocupes por eso.
—No —digo con fuerza—. No.
—Bien —dice bruscamente—, bien. Realmente quieres saber tanto, ¿eh?
—Sí. Lo hago.
Hace una pausa por un segundo.
Se mueve en la cama.
Mueve su mano a su lado.
Luego dice:
—Tú morías.
La cafetería está bastante muerta.
Ryan está en la parte de atrás haciendo inventario y yo estoy poniendo los
toques finales al café helado de Lara mientras espera en el mostrador.
—Fue sólo una pesadilla, Lee —dice Lara mientras me acerco a ella y
deslizo su latte helado encima del mostrador. Ella lo toma, muerde la
pajilla con los dientes, y bebe.
A veces me visita en su descanso en el trabajo. Ella sigue trabajando en la
tienda de perfumes y me gusta que trabajemos en la misma zona. Me
gusta que venga a visitarme. Y estoy segura de que le gusta venir a verme
por las bebidas gratis.
—Lo sé —le digo—. Lo sé, pero sigue siendo preocupante. —He oído que
los sueños pueden ser algún tipo de mensaje subliminal. Una parte de mí
cree en esto. Una vez, cuando era más joven, tuve un sueño que me iba a
superarme en una prueba de ortografía y quién lo diría, una semana más
tarde conseguí una A—. Creo que simplemente me molesta porque, ¿qué
pasa si está soñando con mi muerte cada vez que tiene una pesadilla? —
Eso tenía que significar algo, ¿no?
Lara se encoge de hombros.
—Honestamente, yo ni siquiera me preocuparía por eso. Ya suficiente
estás pasando.
Sé que tiene razón. En la cima de mi nueva y misteriosa relación, tengo
drama en el trabajo con Ryan. Desde mi cumpleaños él ha sido firme en
darme todos los turnos de mierda. Por supuesto, no le digo esto Sean,
sobre todo porque sé cuál sería el resultado final.
Ryan perdiendo un par de dientes.
Tal vez adquiriendo un ojo negro.
Unos huesos rotos.
Continúo:
—A veces me pregunto si él está involucrado en algo malo.
Lara me da una mirada extraña pero cautelosa. Ella levanta en ceja.
—¿Quién? ¿Sean? —Su voz sube octava.
—No. —Pongo los ojos en blanco y digo con sarcasmo—: el cartero. ¿No
has estado escuchando una cosa de lo que he dicho?
Se quita la pajilla de su boca y frunce los labios. Sus ojos parpadean con
irritación y pienso que tal vez debería haber enfriado el comentario de
sabelotodo.
—Por supuesto que estaba escuchando, y ¿sabes lo que pienso?
—¿Qué?
—Creo que estás siendo total y absolutamente ridícula y que te preocupas
por todo esto para nada. Sólo te estás estresando más.
—Tienes razón —estoy de acuerdo.
Ella tiene razón sobre el asunto de la pesadilla. Pero cuando se trata de las
cosas que sé que Sean esconde de mí, eso es una historia diferente.
Y lo que más me asusta es que no sé cuánto más puedo aceptar.
~Connie~ Traducido por Mir
Corregido por francatemartu
l sol estaba alto en el cielo brillante y vibrante. El horizonte celeste,
sin nubes se extendía por kilómetros y kilómetros.
Eran el tipo de días en que Connie disfrutaba dando un paseo a
paso ligero. Verán, él necesitaba el paseo. Tenía que estar fuera.
Para sentir el sol lloviendo en su piel pálida. Sentir la brisa fresca,
mientras azotaba los árboles y lo bañaba. Más que cualquier cosa
necesitaba el paseo; tenía muchas cosas en su mente y necesitaba
despejar la cabeza.
Como si eso fuera una tarea simple.
Había demasiada confusión pasando dentro de la hermandad
involucrando a la presunta soplona.
La maloliente y sucia soplona mujer.
Durante la semana pasada, había enviado a Aidan al sótano del almacén
abandonado donde la tenía cautiva, para interrogarla. Al menos varias
veces. Connie tenía que darle crédito, si ella fuera hombre sería una
excelente adición para la hermandad porque la perra era resistente. Aidan
no obtuvo nada de ella.
Ella no cedió.
Ni pío.
Esto llevó a Connie a cuestionarse su juicio sobre Teagan Reilly. ¿Y si se
había equivocado? Esa era una pregunta difícil de absorber porque él
nunca se equivocaba.
Nunca.
E
Cuando su instinto tenía una sensación especial, él actuaba y su instinto
nunca lo llevaba en la dirección equivocada.
Sacudió la cabeza y dobló la esquina, deteniéndose justo delante del
apartamento de Seany. Él había hecho que Aidan lo llevara al barrio de
Sean a propósito, esperando tal vez poder atrapar al muchacho para poder
tener una pequeña charla. Pero cuando llamó, nadie parecía estar en casa.
Fue entonces cuando se decidió a dar el paseo y pensó que esperaría un
poco y tal vez Sean estaría en casa cuando terminara.
Sus pensamientos se movieron de nuevo a Teagan mientras se acercaba al
Lincoln negro estacionado en diagonal al edificio. Ella había estado
amenazando que Sean se volvería loco si se enteraba que Connie se la
había llevado. Connie sabía que esto era cierto. Hermandad o no, Connie
sabía dónde residía la verdadera lealtad de Sean, y eso era con el único
pariente de sangre que le quedaba.
No fue hasta que tocó el techo de la limusina y Aidan le abrió la puerta que
vio al muchacho entrar en el apartamento de la mano de un pequeño
ejemplar atractivo.
Y Connie estaba empeñado en descubrir quién era ese pequeño ejemplar
atractivo.
El estómago de Teagan aullaba de dolores de hambre. No podía recordar la
última vez que había comido algo. Era eso o pensaba que su mente estaba
realmente empezando a jugarle malas pasadas.
Sabía con certeza que la última vez que había tenido algo de beber había
sido hacía más de 24 horas. Aidan había ido a preguntarle, en lo que era al
menos, la cuarta vez esa semana. Mientras vertía el agua en su boca y ella
se ahogaba hasta que gritaba:
—Ayúdame. —Ella tosió cuando el líquido fresco recubrió su garganta en
carne viva—. Ayúdame.
Aidan había traído una linterna y cuando él le rozó el rayo en su rostro ella
pudo ver la mirada de dolor en el suyo. Ella sabía que él quería ayudarla.
Sabía por la amabilidad que él demostraba cuando iba a interrogarla que
él no estaba de acuerdo con lo que Connie estaba haciendo con ella.
—Por favor, Aidan —había suplicado—. Por favor. —Si hubiera estado
desatada sabía que se habría puesto de rodillas y agarrado su pierna. Así
de desesperada se había vuelto. Nunca, en un millón de años creyó que
jamás tendría que recurrir a rogar, pero tiempos desesperados requieren
medidas desesperadas.
No habría habido ningún uso de todos modos porque la única respuesta
que Aidan tenía, había sido:
—No puedo.
Teagan sabía en lo profundo de su ser que eso era lo que él diría. Ella
sabía que no podría cruzar al capo de la hermandad, sobre todo si
valoraba su vida. Y fue en ese preciso momento que toda la esperanza para
ella pareció volar por una ventana inexistente.
De pronto empezó a sentirse mareada. Comenzó a tener arcadas en seco.
Toda su fuerza se había ido. Toda la pelea en ella se había desvanecido.
Ahora, todo lo que tenía era incertidumbre porque no sabía cuándo o si
lograría salir de la situación con vida.
~Sean~ Traducido por Mir
Corregido por francatemartu
espués de anoche, me hace jodidamente feliz que mi día haya ido
bien.
Primero entrenamiento, luego almuerzo con Murph. Fue agradable
ver al viejo gran cabrón. Siento que no hemos tenido la
oportunidad de vernos en meses. Bueno, los sit downs no cuentan. Hubo
uno hace una semana, pero ninguno de los dos realmente tuvo la
oportunidad de ponerse al día.
Y ni siquiera lo consideraría un verdadero sit down. Básicamente se trató
de una hora de Connie delirando sobre los italianos aún continuando
acaparando nuestro territorio. Supongo que algunas cosas nunca
cambian.
Lo que me gustó de conversar con Murph fue que me dijo que tiene una
tía.
—¿Cómo se llama? —le pregunté. El rostro del gran hijo de puta se volvió
todo rojo y bajó los ojos cuando dijo:
—Marie.
Le di un golpe en el brazo y me reí.
—¿Y ella es lo que es bueno? ¿Verdad, O'Fallon?
Murph se limitó a sacudir la cabeza y frunció los labios. La verdad es que
estoy contento por el gran bruto. Él es una de esas personas que siempre
se sale de su camino para ayudar a todos los demás y es agradable ver que
personas como esas encuentren la felicidad que merecen.
Tuvimos un poco más de charla mientras comíamos unos burritos luego
me fui para recoger a Hadlee del trabajo. Esta es una batalla constante
entre nosotros.
D
—¡No necesito que me lleves! —insistirá ella—. ¡Puedo conducir mi maldito
auto al trabajo!
—Te voy a llevar —es lo que siempre respondo con—, fin de la historia. —
La verdad es que no exijo llevarla porque estoy tratando de evitar que haga
sus propias cosas, la llevo por ese baboso capullo que tiene por jefe.
Siempre la está agarrando y tratando de coquetear con ella. Incluso frente
a mí.
Les diré que, toma todo en mí no salir de mi auto y golpear a ese cabrón en
la mandíbula. Para cuando Hadlee se mete en el asiento del pasajero, estoy
apretando mi mandíbula y sonando mis nudillos. Ha habido un par de
veces en las que comenté:
—Sabes, no me llaman Gancho Derecho Reilly por nada.
Hadlee simplemente sacude la cabeza, deja escapar un suspiro y me
responde con:
—Controla tu temperamento.
Ella es tan tranquila al respecto. Uno pensaría que después de todo lo que
ha pasado no lo sería. Honestamente, ella es la única razón por la que
controlo mi temperamento. Si fuera por mí, ese hijo de puta de Ryan
habría sido noqueado al menos una docena de veces.
Ella enlaza sus dedos con los míos mientras caminamos hacia el
condominio.
Mi respiración se corta.
Me quedo mirando como su vibrante sonrisa se extiende en sus labios.
A veces me pregunto si alguna vez me cansaré de mirarla. A veces me
pregunto si el amor que siento por ella se desvanecerá. De alguna manera,
lo dudo. De todas las mujeres con las que he estado, a ella es la única a la
que le he dicho las dos palabras monumentales. Y no puedo hacer nada si
pone mi mente en un torbellino.
Hace que mi corazón lata un poco más rápido.
Prende fuego mi alma hasta que está tan envuelta en llamas y casi me
transformo en cenizas.
Estamos a unos tres metros de distancia de las puertas de cristal cuando
lo escucho.
—¡Muchacho!
Mierda.
Mi columna se tensa.
Aprieto la mano de Hadlee. Paro de caminar. Ella se detiene a mi lado.
—Sean, ¿qué sucede? —pregunta ella. Sólo hay una persona que me llama
muchacho y ese es Connie—. Sean, ¿pasa algo malo? —Ella sondea de
nuevo.
No puedo decirle. No quiero que sepa nada sobre Connie, excepto que él es
como una figura paterna para mí.
No puedo hablarle de la hermandad o de la venta de drogas o cualquier
otra cosa que involucre esa parte de mi vida. Sé que hay probablemente
una gran parte de ella que me resiente por ocultarle muchas cosas, pero lo
que ella no entiende y lo que probablemente nunca entenderá es que lo
estoy haciendo para protegerla.
Los pasos de Connie se están acercando a nosotros.
El pánico sujeta mi interior y se cierra para salvar su vida.
Mantengo mis ojos pegados en el pavimento, negándome a darme la vuelta
y mirar a Connie. Libero la mano de Hadlee, coloco mi mano izquierda en
su hombro y la empujo hacia la puerta.
—Entra. —Me aseguro de que mi voz sea baja porque no quiero que
Connie note nada, a pesar de que probablemente ya lo haya hecho. Ese
idiota no se pierde ni una puta cosa.
Miro hacia Hadlee por el rabillo de mi ojo. Ella lleva una mirada de
asombro y sigo empujándola suavemente en dirección a la puerta.
—¿Qué? Sean —hace una pausa—, no entiendo.
Pongo un poco más de fuerza en mi voz:
—Sólo entra.
—Sean… yo.
—¡Entra!
Con eso ella me deja en la acera. Cuando llega a la puerta ella me mira
desde encima de su hombro.
—No entiendo.
—Sólo ve a tu antiguo apartamento —le digo. Le doy una mirada urgente y
luego veo como obedece, caminando a través de la puerta y corriendo por
el pasillo.
Ella llama a la puerta y en el segundo que se abre y ella camina adentro,
puedo sentirlo detrás de mí.
Cerniéndose.
—¿Quién es esa encantadora amiga? —Su acento destaca la palabra
encantadora y me estremezco antes de darme vuelta para mirarlo.
Tomo unas cuantas respiraciones profundas, aclaro mi cara de cualquier
tipo de emoción. Entonces echo mis hombros hacia atrás.
—Sólo una amiga —digo despreocupadamente.
—¿Sólo una amiga? —Connie mira las puertas de cristal y luego se centra
en mí. Él no lo cree. Tengo que mejorar mi juego.
Asiento y sonrío hacia la puerta.
—Sí, ¿sabes? —Me encojo de hombros—. Del tipo follar e irse.
—Claro. —Su expresión cambia y espero crea lo que mierda le estoy
vendiendo.
~Hadlee~ Traducido por Mir
Corregido por francatemartu
ara coloca una taza de café sobre la mesa frente a mí y luego corre
una silla y se sienta a mi lado. Tomo la taza con las dos manos.
—Lara, no sé cuánto tiempo más puedo soportar esto —menciono.
Mis ojos se llenan de lágrimas y los cierro con fuerza, conteniendo
las lágrimas—. Los secretos... las mentiras... todo es demasiado. No puedo
soportarlo.
Abro los ojos y veo la intensa mirada en el rostro de Lara. Sus ojos barren
mi cara como si me estuviera examinando. A fondo. Es como si yo fuera un
problema de matemáticas y ella está tratando muy duro de encontrar la
respuesta. Luego frota cariñosamente mi antebrazo, con una leve sonrisa
en los labios.
—Lee, a veces, algunas cosas es mejor no decirlas. —Hay una ternura en
su voz que realmente aprecio en este momento. Se encoge de hombros—.
Tal vez él tiene una muy buena razón para mantener las cosas de ti.
La mirada en mi cara gira de dolor a ira. No puedo creerlo. No puedo
creerlo. Ella es mi mejor amiga. Se supone que debe estar allí para mí.
—¿Estás tomando su lado? —Hay un tono vehemente en mi voz que no
puedo ocultar.
Ella me mira con sorpresa grabada en sus rasgos suaves.
—¿Hablas en serio? ¿Siquiera te estás escuchando? —Ella niega con la
cabeza, se recuesta en su silla y cruza los brazos sobre su pecho—. No
puedo creer que me acabaras de acusar de eso.
—Bueno, así es como sonó para mí —digo cortante.
Ella continúa negando con la cabeza.
L
—Todo lo que digo es, tal vez haya una razón que es mucho más grande
que tú y él. Tal vez por eso es tan reservado sobre todo. ¿Alguna vez
pensaste en eso? Hmm, ¿Lee? —Ella se inclina hacia delante, apoyando los
brazos sobre la mesa.
No, porque eso no importa.
Una razón más grande que él y yo no debería importar.
—No espero que suelte la sopa en cada parte de su vida, Lara. Todo lo que
quiero de él es algo. Cualquier cosa. Incluso si es un detalle menor, sería
completamente feliz con eso. —Él me da nada... Bueno, retiro lo dicho,
obtengo no te preocupes y nada. Siempre creí que no se podía tener una
relación buena y duradera basada en secretos y mentiras.
Contengo las palabras que sé que hay que decir, pero no quiero decirlas.
Sólo pensar en ellas hace que mis ojos se llenen de lágrimas de nuevo y un
profundo dolor palpita y pincha mi corazón.
Con manos temblorosas, llevo la taza de café a mis labios y tomo un buen
sorbo. Después de tragar, dejo escapar un suspiro largo y desigual.
—Tengo que terminarlo —le digo—. No es así como funciona una relación.
Miro a Lara mientras las lágrimas gotean por mis mejillas. Mi cara está en
llamas y pongo mis dos manos en las mejillas, con la esperanza de que
puedan apagar el incendio. Mis manos están frías y ayudan un poco, pero
no mucho.
—¿Estás segura de que es lo que quieres, Lee? —sondea Lara. Cierro los
ojos, pero puedo sentir su mirada en mí. Ella me está examinando de
nuevo, lo sé—. Sé que lo amas.
Sí que lo amo.
Más que nada.
Es como si yo fuera la luna, iluminando el oscuro cielo nocturno con mi
amor por él.
En mis ojos, es mi primero, mi pasado, mi único.
En el fondo de mi corazón sé que nunca amaré a otro como lo amo a él. Sé
que cuándo o si alguna vez mire a los ojos de otro hombre, no voy a sentir
lo mismo. Sé y siento que si alguien alguna vez tienes una oportunidad
así, lo cierto es que no debería desperdiciarla.
Pero entonces...
Hay momentos en los que tienes que preguntarte cuándo es suficiente. Y
cuando ya es suficiente, ¿cuánto tiempo después de eso llegarás al punto
en que te rompas?
Te destroces.
Explotes en mil pedazos.
He alcanzado ese punto.
Bajo mi mirada y miro fijamente la mesa. La oscura madera de cerezo llena
mi visión y me siento derrotada.
—Se acabó. —Hay firmeza en mi tono y cuando digo—: Se acabó —por
segunda vez mi voz se quiebra.
Sollozo.
Mi cara está en mis palmas y los sollozos están saliendo tan fuertes y tan
rápido que estoy teniendo dificultades para respirar. Lara se levanta y se
mueve detrás de mí, cubriendo sus brazos sobre mis hombros. Oigo la
sonrisa en su voz cuando dice:
—Entonces, ¿cuándo te mudas de nuevo, compañerita de cuarto?
Sorbo y dejo escapar una risa suave mientras enjugo mis lágrimas con mis
pulgares fuera de las medias lunas de mis ojos.
—Bueno, técnicamente realmente no me mudé.
Cuando Sean y yo empezamos a salir, pensé que sería mejor si yo no
movía mis cosas de mi antiguo hogar. Después de todo, vivimos justo al
lado. Eso y quería tener mi antiguo hogar a donde recurrir en caso de que
algo alguna vez realmente sucediera entre nosotros. Ahora estoy contenta
de haber tomado esa decisión.
Llaman a la puerta.
Parpadeo varias veces.
Soplo un poco de aire a través de mis labios.
Echo un vistazo a Lara con cautela para su aprobación. Ella me da un
pulgar hacia arriba, lo que significa que estoy bien para conversar, así que
me levanto y me dirijo a la puerta. Le lanzo una sonrisa por encima de mi
hombro y ella gesticula:
—Nos vemos pronto. —Entonces me sopla un beso.
Me río, sacudo la cabeza y abro la puerta.
~Connie~ Traducido por Mir
Corregido por francatemartu
lgo extraño estaba pasando con el muchacho. Connie estaba
absolutamente seguro de ello. No sólo por sus acciones cuando lo
llamó por primera vez, la forma en que apuró a la joven para que
entrara corriendo en el edificio, sino también por sus gestos
durante su conversación.
Estaba inquieto.
Nervioso.
Parecía distraído.
No hacía realmente contacto visual.
Connie lo enfrentó como si no se hubiera dado cuenta, pero claro, él había
sido siempre un muy buen actor.
Pero...
El muchacho lo conocía. Él lo conocía bien, lo que significaba que si
Connie intentaba algo el muchacho lo captaría muy rápido. Sin embargo,
Connie no estaba dispuesto a arriesgar todo lo que había construido
basado en el hecho de que el hombre que él prácticamente había criado,
sabía la forma en que él operaba.
Se acercó al Lincoln y Aidan estaba parado junto a la puerta, la abrió para
Connie. Después de que Connie se sentó dentro y Aidan cerró la puerta,
esperó a que su mano derecha se asegurara en el asiento del conductor y
cuando lo hizo Connie habló:
—Aidan.
Aidan lo miró por el espejo retrovisor, sus ojos eran de un penetrante
verde.
A
—¿Sí, Connor?
—Averigua quién es la amiga del muchacho. Averigua exactamente qué
tipo de relación tienen. Y cualquier información adicional que puedas
desenterrar.
Aidan puso en marcha el auto y dijo:
—Considéralo hecho.
—Sí, interviene sus teléfonos también. Y haz seguir a la chica.
—Sí, señor.
Con eso, Aidan se apartó de la acera. Connie miró por la ventana. Los
autos se alineaban en la calle, aparcados pero no había tráfico
aproximándose. Mientras observaba los autos que pasaban, empezó a
pensar más acerca de su conversación con Sean más temprano. A
propósito había traído a colación a Teagan para averiguar si Sean sabía
algo de su paradero.
—Muchacho, ¿has oído hablar de tu hermana? —había preguntado
Connie.
—No —respondió Sean—. Llamé a Emery, o Emil... ¿sabes? Como se llame
su marido. Lo llamé varias veces y le dejé mensajes, pero no he oído nada
todavía.
—Sí, bueno, si se pone en contacto dile que me llame.
En ese momento el muchacho empezó a mirarlo con recelo.
—¿Por qué?
Connie había dejado escapar una falsa risa jovial.
—¿Qué? —Había echado los brazos hacia arriba—. ¿No puedo preguntarle
cómo le está yendo en la universidad? Prácticamente yo la crié y a ti
también en caso de que lo hayas olvidado.
Sean había relajado sus hombros y asentido.
—Sí. Si me entero de ella, le diré que te llame.
Sean empezó a caminar hacia la puerta y Connie lo había parado con un:
—¡Oye! —Su voz había sido fuerte. Retumbante. Cuando el muchacho
cerró los puños a los costados, Connie supo que había conseguido su
atención. Sean se volvió lentamente hacia Connie—. No he terminado
todavía. —Connie apuntó con su dedo a Sean—. Quiero que recuerdes una
cosa.
—¿Y qué es eso?
—No vuelvas a darme la espalda muchacho.
Murphy O'Fallon odiaba hacer el trabajo de la perra para la hermandad.
Anhelaba ver acción. A veces se preguntaba si alguna de las cosas de la
mafia que había visto en las películas eran legítimas.
Todo lo que Connie siempre le hacía hacer eran recados, limpiar el
almacén y bla, bla, bla. Se preguntaba si alguna vez sería de confianza
para contar el dinero de las entregas como Sean o incluso cobrar el dinero
adeudado como lo hacía otro miembro llamado Kyle. Supuso que ya que
no había sido miembro por mucho tiempo que tal vez esa clase de
responsabilidad vendría con el tiempo.
El sol se ponía en el horizonte mientras entraba en el estacionamiento de
uno de los almacenes abandonados que Connie tenía. Se le había instruido
que dejara un poco de pan y agua para alguien que Connie tenía
capturado. A pesar de que no estaba cien por ciento seguro quién era.
Connie levantaba gente al azar con la que estaba asociado para
interrogarla todo el tiempo.
Con una linterna en la mano izquierda, la bolsa de papel marrón en la
mano derecha, salió de la antigua mini-van de Sean y se dirigió hacia el
edificio.
La esquina derecha se estaba derrumbando, el ladrillo rojo estaba cubierto
con un residuo de aspecto negro y algunas de las ventanas estaban rotas o
directamente sin vidrio.
Incluso para Murph, que medía más de metro ochenta y pesaba casi 140
kilos, estar dentro de este edificio no se sentía seguro. Sin embargo, él era
fiel a la hermandad y cuando el capo le instruía que hiciera algo, él lo
hacía lo antes condenadamente posible.
Una vez dentro, se atragantó. El penetrante olor a humedad y moho casi lo
ahogó y tomó todo en él no devolver por todo el suelo. Después de que su
estómago se calmara y encendiera la linterna, encontró las escaleras y
rápidamente hizo su camino hacia el sótano.
Las paredes eran de color azul claro y pedazos de yeso estaban colgando
en trozos. Había el mismo residuo negro que en el exterior del edificio por
todas las paredes y cuando Murph bajó la mirada hacia las escaleras, notó
que se caían a pedazos en partes. Fue en ese momento que él se preguntó
si realmente era el hombre adecuado para este trabajo.
Tomó a cada paso con cuidado, esperando y rezando para que la madera
podrida no se derrumbara bajo su peso. Cuando llegó al último escalón,
levantó la linterna por encima de su cabeza, caminando hacia adelante
unos pocos pasos. Notó a alguien atado a una silla, su cabeza colgaba
hacia abajo, y cuanto más se acercaba, más familiar se convertía la
persona.
Hijo de puta.
Murph se precipitó hacia la silla lo más rápido que pudo y dejó caer la
bolsa de papel a sus pies.
—¡Teagan! —exclamó—. ¿Qué carajo, Teagan? —Le golpeó la cara un par
de veces, con suavidad, y apenas lo suficiente para despertarla si es que
ella estaba durmiendo—. ¡Hijo de puta! —Entonces él la agarró por los
hombros y la sacudió—. Tee, despierta. ¡Por favor, despierta!
Murph sabía qué Connie la había llevado para interrogarla en base a algo,
pero él nunca pensó que en realidad se rebajaría a este nivel de
tratamiento para alguien que consideraba su familia. Murph sabía que
Connie podía ser cruel y despiadado cuando quería serlo, pero para
Murphy O'Fallon, en ese momento él había cruzado la línea.
—Oh Dios, Teagan. —Él no era un hombre emocional, pero Murph podría
sentir las lágrimas acumulándose en sus ojos. Una punzada golpeó su
corazón grande y suave. Él sabía que Connie muy probablemente lo
mataría por lo que estaba a punto de hacer, pero también sabía que era lo
correcto. Teagan era lo más parecido que tenía a una hermana pequeña y
no estaba dispuesto a dejar que soportara más de este tipo de tortura.
En un rápido movimiento, le arrancó la cinta adhesiva de sus brazos y
piernas, la tomó en brazos, la tiró por encima del hombro, y luego salió
corriendo del edificio.
~Hadlee~ Traducido por Mir
C0rregido por francatemartu
iro a los ojos de Sean y casi pierdo.
Estoy a punto de romperme de nuevo. Caminamos por el pasillo
un poco y casi me tropiezo contra Sean. Una parte de mí quiere
enterrar la cara en su hombro y llorar más fuerte de lo que nunca antes,
pero no lo hago.
Me mantengo fuerte.
Sólida.
Soy una estatua de marfil construida para durar cientos de años.
Hay un silencio incómodo expandiéndose entre nosotros y Sean lo rompe
cuando dice:
—Lo siento. —Nos detenemos delante de las puertas de cristal y él asiente
hacia el exterior—. Ya sabes, antes.
Decido que eso es todo. Voy a darle una oportunidad más para hablar por
sí mismo. Espero que no lo eche a perder.
—Oh, sí —le digo—. ¿Qué fue todo eso?
Se queda en silencio por un segundo y luego toma mis dos manos entre las
suyas. Sé que me está mirando. Sé que quiere que lo mire a los ojos, pero
no puedo. No en este momento.
—No te preocupes —me dice—. No era nada importante.
Suelto sus manos, dejo que las mías caigan a mis costados, y trato, me
esfuerzo, lucho tan fuerte como puedo por contener las lágrimas en mis
ojos.
—Nada importante —susurro. Finalmente lo miro—. Nada importante.
M
Hay una mirada cariñosa en su cara.
—¿Estás bien? —pregunta con una pizca de preocupación en su voz—.
Hadlee, si hay algo mal tienes que decirme.
—¡Tú eres lo que está mal! —grito—. ¡Tú eres lo que está mal!
—¿Qué? —Su boca se abre, da un paso atrás mirándome fijamente,
desconcertado—. ¿De qué demonios estás hablando?
No quiero exponer lo que siento en este momento. Toma mucho de mí
dejarlo salir todo. Tal vez con el tiempo voy a ser capaz de explicarlo con
todo detalle, pero no aquí. No en este momento.
En cambio, trago con fuerza.
Canto mentalmente.
Mantengo la calma.
Eres fuerte.
Puedes hacerlo.
Mantengo mi voz baja y nivelada cuando digo:
—Tú sabes que todo no está bien.
Él lanza sus manos en el aire en señal de frustración.
—Bueno, entonces haz el favor de decirme, ¡¿qué diablos está mal?!
Las tres palabras que voy a decirle casi me estrangulan. Ni siquiera estoy
segura de si puedo sacarlas. Y sé que cuando finalmente las diga va a
haber una parte de mí que se muera. Por doloroso que va a ser, sé que las
palabras tienen que ser dichas y es en ese momento que le digo:
—Quiero que terminemos.
~Sean~ Traducido por Mir
Corregido por francatemartu
an pasado días.
Seguidos por semanas.
Honestamente, ya ni siquiera importa porque mis días, noches,
semanas, sí... el tiempo, en general, todo parece desdibujase.
Nada parece bien desde que Hadlee me dejó.
Ella jodidamente me dejó.
Es la primera vez que he sido dejado.
He estado haciendo mi horario de entrenamiento para la próxima pelea por
la noche. Joe viene por una parte de mi entrenamiento. Hago unos asaltos
de sparring en la tarde que por lo general resulta en noquear a mi
compañero de entrenamiento, luego completo mi entrenamiento saltando
la soga o haciendo un par de rondas con el saco de boxeo.
Esta noche hay saco boxeo.
El gimnasio está vacío.
Está tranquilo.
El único sonido es el de mi puño enguantado conectándose con el saco de
boxeo.
Golpe derecho.
Golpe derecho.
Salto de lado a lado.
Golpe izquierdo.
H
Golpe izquierdo.
Gancho de derecha.
Gancho de izquierda.
Gancho derecho.
Repito este ejercicio varias veces, con la esperanza de que la conclusión de
mi entrenamiento me mantenga distraído, pero no lo hace.
Todo lo que escucho es la voz de Hadlee en mi mente. Sus palabras se
reproducen una y otra vez como una canción en repetición.
Quiero que terminemos.
Quiero que terminemos.
Quiero que terminemos.
He tratado de calmar el dolor con un poco de buen Jameson4. He tratado
de hablar con otras mujeres para dejar de pensar.
Nada de esto funciona.
Es tan difícil porque la extraño como un loco. Sé que sólo han pasado
unas semanas y sé que nadie puede superar algo como esto de la noche a
la mañana. Sé que lleva meses, a veces años, rearmar un corazón roto,
pero esta es la primera vez que he conseguido uno, así que de alguna
manera soy nuevo en todo.
Incluso he pasado por el modo locura y me senté en el estacionamiento de
atrás de donde trabaja, con la esperanza de echar un vistazo de ella. A
veces lo hago. Y cuando la veo, ella parece estar bien. Como si toda esta
ruptura no le molestara en absoluto.
Unas pocas veces la he visto sonriendo.
Riendo incluso.
Ella se ve muy feliz.
4 Jameson: Marca de wiskey irlandés.
Eso es lo que más me mata porque yo soy cualquier cosa menos feliz. Soy
un maldito desastre. He empezado a evitar a las personas. Esa es una de
las razones por las que he hablado con Joe acerca de cambiar mi horario
de entrenamiento, para poder venir al gimnasio por la noche. No quiero el
¿qué está pasando contigo? o ¿está todo bien? Es mucho más fácil para mí
seguir fingiendo que no pasa nada.
Creo que lo que me está matando más que nada es el sentimiento de
culpa. No dejo de preguntarme qué podría haber hecho de otra manera.
Desearía que me lo hubiera dicho. Desearía haber tenido la oportunidad de
hacer todo de nuevo. Esa es la mierda sobre la vida. Rara vez consigues
hacerlo de nuevo. Quiero decir cuántas personas pueden decir que
tuvieron una segunda oportunidad en algo. No se me ocurre nadie.
Dando un paso, apartándome del saco de boxeo, pongo mi mano izquierda
en la parte superior del mismo. Me miro en el espejo, y gruño. La ira se
acumula dentro de mí como un volcán a punto de estallar. Estoy haciendo
mi mejor esfuerzo para retenerla, pero una gran parte de mí quiere
quitarse los guantes y tirarlos contra el maldito espejo.
En cambio, tomo nota del libro de Hadlee y tomo respiraciones profundas.
Controla tu temperamento.
¡Maldita sea! Sólo quiero sacarla de mi cabeza durante cinco minutos.
Mis pensamientos cambian cuando escucho pasos. Inmediatamente me
pongo en posición de combate, dispuesto a noquear a alguien como la
mierda. Me relajo cuando veo a Murph contoneándose hacia mí. Está
subiéndose los pantalones.
—Maldita sea, Murph. Amigo, ¿alguna vez has oído hablar de los
cinturones?
Se ríe y luego frota su grande y hermosa cabeza calva.
—Sabes que odio esas malditas cosas.
Inclino mi cabeza hacia él.
—Lo que sea, amigo. Me asustaste como la mierda. —Camino hacia él—.
¿Qué estás haciendo aquí? ¿Cómo has entrado? —le pregunto. Sé que Joe
siempre cierra la puerta cuando sale.
Murph sonríe brillantemente.
—Joe. Sabes que el viejo bastardo me ama.
—Ja, ja. Y te gusta recordármelo. —Empiezo desatar mis guantes—. En
serio, hombre. ¿Por qué estás aquí? —Me quito el guante derecho y luego
el izquierdo.
—Tenemos que hablar —dice en voz baja.
Para mí, esas palabras son aterradoras. No es que mucho me asuste, pero
en mi experiencia nunca significan nada bueno. Levanto una ceja.
—¿Sobre qué?
—Encontré a Teagan.
Una ola de alivio me baña. Siento que por fin algo bueno ha sucedido en el
mundo de Sean Reilly.
—Bien —comento—. Si la ves otra vez, dile que me llame. He estado
tratando de conseguir comunicarme con ella.
—No hombre. —La sonrisa cae la cara de Murph—. No entiendes.
Mi corazón deja de latir. Mis manos comienzan a temblar, así que las
cierro en puños a mis costados. Aprieto los dientes. Me esfuerzo por
pronunciar las palabras:
—¿Qué quieres decir con que no entiendo? —Hay un chirrido de locura en
mi voz que nunca había oído antes—. ¿Acaso ese hijo de puta Emril le hizo
algo? —Estallo hacia Murph y agarro su bíceps derecho—. Juro por Dios
que voy a cortarlo.
Cortarlo.
Masacrarlo.
Asesinarlo.
—¡No hombre! —grita Murph con frustración—. Sólo escucha. No fue
Emerson. —Me parece un poco gracioso que Murph pueda recordar cómo
se pronuncia el nombre del marido de mi hermana y yo no—. Yo ya fui a
verlo. Está en el hospital con ella.
—¿Qué diablos está haciendo ella en el hospital? —Estoy respirando
pesado. Puedo sentir el pico de rabia dentro de mí. Mi mandíbula está
apretada con tanta fuerza que juro que puedo sentir mis dientes
agrietándose. Empiezo a gritar—: ¿Qué diablos está haciendo ella en el
hospital?
Murph niega con la cabeza.
—Estoy jodidamente muerto.
Estoy tan enojado y frustrado que no puedo manejarlo.
—¡Escúpelo O'Fallon! ¡Maldita sea!
Murph lanza su historia sobre ejecutar algún recado de Connie, y cuando
llega a la parte de Tee desmayada en algún sótano, ni siquiera le doy la
oportunidad de terminar. Estoy en la puerta y corriendo rápidamente a mi
coche con una cosa en mi mente.
Connor Doyle es hombre muerto.
Traducido por Mir
Corregido por francatemartu
onnie estaba sentado en su escritorio en su oficina.
Recostado en su silla reclinable, con los brazos metidos detrás de
la cabeza, se dio la vuelta para mirar el televisor de pantalla plana
de 60 pulgadas colgado en la pared. Él negó con la cabeza cuando
vio la puntuación del juego de los Cavs. Perdían por 32 puntos. Si no lo
revertían en el próximo cuarto, perdería 5k que había apostado a que ellos
ganarían.
Lo único que odiaba más que ser traicionado por alguien de confianza era
perder dinero.
Volviendo a girar, tomó una pila de papeles sobre su escritorio y empezó a
hojearla. Documentos de arrendamiento, estados de cuenta, información
fiscal, etc. A veces odiaba tener que hacer el seguimiento de todas sus
inversiones y deseaba poder contratar a alguien para hacer el trabajo, pero
Connie siempre sostenía la teoría de que la única persona a la que podía
confiar sus finanzas era a él mismo.
Un golpe en la puerta, le hizo sentarse con la espalda recta y colocar los
papeles a un lado.
—Adelante —gritó mientras deslizaba su silla hacia atrás. Tenía un arma
en un soporte, oculta debajo de su escritorio y puso su mano sobre ella,
listo para empuñarla si lo necesitaba. Él sabía que un número de personas
lo querían muerto y no quería darle a ninguno de sus enemigos la
oportunidad de ser capaces de tomarlo desprevenido.
Aidan atravesó la puerta, con una expresión seria en su rostro. De pie, a
pocos metros de distancia de la mesa y Connie lo miró de arriba abajo.
Estaba tenso, con los miembros encajados en su sitio. Eso, y la expresión
de su rostro le decía a Connie que algo estaba mal.
—¿Hay algún problema, Aidan? —preguntó Connie.
C
Aidan permaneció en silencio por un momento. Abrió la boca y luego la
cerró, sin saber cómo responder. Cuando por fin habló, todo lo que pudo
decir fue:
—Sí.
Con la mano izquierda, Connie se empujó más cerca de su escritorio e
instó a Aidan a seguir con los ojos.
—Bueno —hizo un gesto con la mano—, ¿qué es?
Su hombre de confianza respiró hondo.
—La chica se ha ido.
La sorpresa golpeó a Connie como una pared de ladrillos. Él entrecerró los
ojos, mirando a través de las ranuras.
—¿Qué quieres decir, con que se ha ido? —Hubo un tono escalofriante en
su voz. Él repitió—: ¿Qué quieres decir con ido?
—Ella... ella… —Aidan tropezó con sus palabras—. No lo sé. —Negó con la
cabeza—. No lo sé. Fui a verla y ella se había ido.
La sangre de Connie hervía. Podía sentir aparecer las venas de su cuello.
—¿No se supone que debías ir a verla ayer? —Su voz adquirió un rugido
profundo. No podía recordar la última vez que había estado tan enojado.
Aidan enderezó su postura y le miró a los ojos.
—Sí —hizo una pausa—, pero yo estaba haciendo recados para ti. Así que
envié a alguien más para ver cómo estaba.
—¿Quién? —se ahogó Connie. Él sintió que su rabia comenzaba a
estrangularlo lentamente. Su respiración salió corta y junta—. ¿QUIÉN? —
chilló.
La nuez de Adán de Aidan se balanceaba cuando tragó.
—O'Fallon.
Todo el cuerpo de Connie comenzó a temblar. Cerró los ojos un instante y
soltó una carcajada demente. Estaba al borde de volverse loco.
—Maldito O'Fallon. Enviaste al maldito O'Fallon.
Aidan se encogió de hombros.
—Él era el único que estaba disponible.
—¡Idiota! —Connie sacudió la cabeza—. ¡Maldito idiota! —Fue ese
momento, que Connie sintió que se rompía el hilo que sostenía su cordura.
Y con un rápido movimiento sacó su arma del soporte por debajo de su
escritorio y le disparó a Aidan en el pecho.
El rostro de Aidan se puso blanco. Llevaba la sorpresa en su rostro como
una máscara ajustada. Luego se cayó de rodillas y se desplomó, plantando
su rostro en el suelo de madera dura.
Con la pistola todavía en la mano, Connie rodeó su escritorio y se detuvo
junto al cuerpo de Aidan. Le dio una patada suave a su costado, sus ojos
se centraron en la mano derecha de Aidan. Cuando sus dedos se
crisparon, Connie se acercó a la puerta abierta. No quería matar a Aidan.
Tal vez sólo le había perforado un pulmón para enseñarle una lección por
actuar tan tontamente. Además de eso, no podía matarlo. Necesitaba su
Intel para la policía o cualquier federal relacionado.
En un alboroto, irrumpió a través de la sala de reuniones, empujando su
arma de fuego en la parte trasera de sus pantalones. Unos nuevos reclutas
de la hermandad estaban sentados molestando y señalando a un joven de
cabello negro.
—¡Tú! —dijo señalando al chico—. Llama a una ambulancia.
El chico sacó el teléfono del bolsillo y Connie observó mientras marcaba
911. Esperó hasta que el chico empezó a dar la dirección antes de dirigirse
a la salida. Sólo tenía una cosa en su mente.
Encontrar al maldito O'Fallon y decorar la acera con fragmentos de su
cerebro.
Knockout (Knockout #3) Sin sinopsis ni fecha de publicación.
Lauren Hammond sabía desde muy joven que había
nacido para ser escritora. Después de publicar su primera
novela en 2007, se dedicó a escribir varios guiones y
algunos poemas premiados. Ella aspira a ser un modelo
positivo para los jóvenes que tienen un lápiz, una hoja de
papel, y un sueño. Nunca abandonen sus sueños,
podrían despertar un día y arrepentirse por no
perseguirlos. Ella tiene dos novelas más en obra, así
como algunos proyectos de cine.