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    Mir

    Francatemartu

    Francatemartu

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    Más que nada quiero agradecerle a mis fans y lectores. Gracias un millón deveces. No puedo expresar cuánto aprecio su apoyo, lealtad y paciencia.

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    sta novela es el libro número dos de la Serie Knockout.

    Los labios de Sean rozan la parte posterior de mi cuello y chupanuna profunda respiración mientras temblores quieren viajar pormis brazos y piernas.

    Mis estómago revolotea, es un campo lleno de Monarcas batiendo sus alas.

    Aliento caliente cae sobre el lóbulo de mi oreja y un gemido ahogado sealoja entre mis amígdalas y mi lengua. Sean suelta una carcajada seguidade un áspero:

    — Alguien me echó de menos.

    No tiene idea de cómo ansío su toque cuando no está alrededor.

    Ni siquiera puede imaginar la sensación de como mi corazón cuelgapesado, tirándome, agobiándome como un ancla a la deriva en el fondo delmar al segundo que siento que el colchón se hunde y él sale de la camapor la noche.

    Y eso es porque nunca sé cuándo o si va a volver.

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    ~Connie~Traducido por Mir

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    eagan Reilly era una pequeña perra bocazas.

    — ¿Sabes en la cantidad de problemas en la que vas a estar? — Connie se aseguró de que Aidan la hubiera pegado con cintaadhesiva a una silla para que ella no fuera capaz de escapar — .

    ¿Sabes lo que mi hermano va a hacerte cuando se entere de lo que vas ahacer conmigo? Él va a cortar tu…

    ¡PLA!

    Connie la hizo callar con una palma en su mandíbula. Casi esperaba queella llorara, pero cuando la vio levantar la cabeza, la sangre se arrastra porsu suave piel de marfil de sus labios de color rosa, una mezcla de odio yrabia parpadeaba en sus ojos, él sabía que ella no derramaría una solalágrima. Era fuerte como lo era su madre.

    Y tenía mal genio también.Ella se retorció bajo sus restricciones, moviendo la silla en la que estabaatada y dejó escapar un grito lo suficientemente fuerte para hacer temblartodo el edificio. Jadeó, y siguió retorciéndose, pero estaba empezando acansarse. Connie asintió a Aidan, que estaba en la puerta. Entonces Aidancon el ceño fruncido se acercó y colocó un pedazo de cinta adhesivaplateada sobre su boca. Giró sobre sus talones, sacudiendo la cabeza y ledio a Teagan una última mirada torturada antes de salir.

    Connie cerró los ojos y dejó escapar un suspiro tranquilizador, enderezólas solapas de su chaqueta y tomó asiento en el borde de su escritorio.Miró a Teagan y sus labios se curvaron en una sonrisa maliciosa.Recogiendo un pequeño objeto circular plano, lo sostuvo que a unoscentímetros de distancia de la cara de Teagan.

    — ¿Sabes lo que es esto?

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    Teagan gruñó y sacudió la cabeza. Él tomó su teléfono celular y le sacó laparte de atrás. Le mostró cómo insertar el objeto en la parte posterior delteléfono.

    — Es un rastreador de teléfonos — le informó — . Aidan plantó uno en tu

    teléfono de modo que hemos sido capaces de monitorear tus llamadastelefónicas. — Teagan tembló violentamente, no por miedo, sino de rabia — .Hemos encontrado algunas cosas muy comprometedoras, Teagan. Muyincriminatorias. — Connie se levantó y caminó alrededor de la parte deatrás de su escritorio. Se sentó, con las manos detrás de su cabeza y seechó hacia atrás en su silla — . Creo que sabes que yo no puedo soportarun soplón.

    — ¡No soy el soplón! — gritó Teagan con la voz ahogada por la cinta sobresu boca — . ¡No soy el soplón!

    — Tus conversaciones telefónicas dicen lo contrario. — Connie cerró los ojos y suspiró con frustración — . Teagan, Teagan, Teagan — él chasqueó lalengua — . Puedes discutir esto todo lo que quieras, pero no va a hacermucha diferencia. Déjame preguntarte esto, ¿quién es Emerson?

    La mandíbula de Teagan se apretó y ella bajó la cabeza.

    — Oh. — Los ojos de Connie se ampliaron — . Silencio ahora, ¿verdad?

    Los ojos de Teagan se clavaron en él destellando odio puro y absoluto. Ellacomenzó a menearse otra vez, tratando de liberarse desesperadamente.

    Connie soltó una risa profunda y resonante.

    — No sirve de nada en que acabes agotada, Teagan — bajó su voz — . No irása ninguna parte.

    Teagan chilló.

    Y gritó más fuerte.

    Ella continuó gritando.A pesar de que su voz era ahogada estaba empezando a poner nervioso aConnie.

    — Basta de esta mierda — refunfuñó por lo bajo. Se puso de pie, se acercó a Teagan, removió la pistola del interior de su chaqueta, la volteó alrededor y

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    le golpeó el lado de la cabeza con la culata de la misma, con fuerza. Lacabeza de Teagan cayó hacia adelante y Connie le dio un codazo.

    Ella estaba fuera, fría.

    Metiendo su pistola de nuevo en el bolsillo interior de su traje, se sentófrente a su escritorio. Se inclinó en su silla, y apoyó los pies en la partesuperior de su escritorio antes de cruzarlos. No dudaba de lo que decía

    Teagan antes sobre su hermano yendo a buscarla. Connie sabía que loharía antes de que ella llegara a decir nada. La verdad era que susamenazas involucrando a su hermano haciendo algo, eran leves. Conniesabía cuán violento Sean podía ser cuando quería serlo. Especialmentecuando la gente que le importaba estaba involucrada. Y tenía la intenciónde utilizar eso a su favor.

    — ¡Big boy! — gritó Connie.Segundos más tarde, Murphy O'Fallon entró a través de la puerta y susojos de inmediato se centraron en Teagan, ampliándose.

    — ¡Mierda! — Él miró a Connie — . ¿Es Teagan?

    Connie le dio una leve inclinación de cabeza y luego dijo:

    — Convoca a una reunión de la hermandad. Diles que hemos encontradonuestra soplona.

    La boca de Murphy se abrió, pero la cerró rápidamente. Vaciló, mirandoentre Teagan y Connie. Su vacilación irritó a Connie.

    — ¿Tartamudeé, muchacho?

    — No, Connie. — Y como entró, Murphy O'Fallon salió por la puerta, elsonido del cambio tintineando en sus bolsillos mientras hacía su salida.

    Verán, Connie sabía exactamente lo que estaba haciendo. Él sabía que elgran hombre era el mejor amigo de Sean. De alguna manera esta era

    también una prueba de la lealtad de Murphy hacia Connie y lahermandad. Tenía la corazonada de que el chico fracasaría, siendo que él ySean habían sido amigos desde hacía décadas, pero entonces el capo habíavisto cosas más extrañas sucediendo. Como gente volviéndose contra supropia gente sólo para salvar su propio culo. Cobardes. Connie era del tipoque prefería caer luchando antes que delatar a alguien.

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    Teagan agitó sus restricciones mientras poco a poco recuperaba laconciencia. Connie mantuvo sus ojos en ella. De alguna forma, Teagan lerecordaba a Helena de Troya, la cara que lanzó mil barcos. Pero adiferencia de los troyanos, Connie estaba preparado para la batalla quesabía que Sean traería cuando viera que tenía a su hermana, y cuando seenterara de cuáles eran sus intenciones para ella. Pero Connie era elestratega supremo. Él no dejaría que ningún caballo de madera se colara através de sus puertas. Sí, Connie amaba una buena batalla.Especialmente esta.

    Porque era una que estaba seguro de que iba a ganar.

    Teagan Reilly llevaba la oscuridad que la rodeaba como un manto deincertidumbre y miedo. Ella miró a lo lejos, con la esperanza de que seríacapaz de distinguir lo que la rodeaba. Fue inútil. Donde quiera queestuviese, donde quiera que Connie la hubiera llevado, ese bastardo sehabía malditamente asegurado de que no fuera capaz de ver nada.

    Toda la habitación estaba envuelta en una cortina de negro.

    Cuando recién llegó luchó contra las restricciones. Sus piernas y brazosestaban atados con cadenas y su boca estaba pegada con cinta adhesiva,pero no importa lo mucho que luchó, no pudo liberarse.

    Trató de gritar. Hasta trató de mecerse hacia adelante y hacia atrás, peroluego decidió no hacerlo, deteniéndose después de unos intentos.

    Seguía pensando en lo que pasaría si se caía. ¿Y si ella se golpeaba lacabeza? ¿Quién le ayudaría? ¿La dejarían en este agujero negro hasta quemuriera?

    Connie...

    El tío Connie...

    El buen tío Connie.

    Cuando su nombre y la idea de él cruzaron su mente, pensó en gritar.Mejor aún, pensó que si tuviera las manos libres incluso consideraría

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    apuñalarse en la sien. Tal vez con una lesión cerebral ella lo olvidaría.Olvidaría su nombre. Olvidaría su rostro. Olvidaría que durante casi todasu vida ella y Sean lo habían considerado familia.

    Su única familia.

    Teagan bajó la cabeza y respiró hondo. Contuvo el aliento, frunciendo elceño. Podía sentir sus ojos llenándose de lágrimas. Podía sentir un nudoalojado en su garganta.

    No llores.

    No llores.

    Luchó la mayor lucha interna de su vida para evitar que las lágrimascayeran, pero perdió la batalla cuando una pequeña e intrincada lágrima

    cayó por su mejilla derecha.Esa lágrima que escapó se convirtió en una lluvia de lágrimas.

    El simple hecho de todo esto, era que ella estaba muy frustrada y enojada.No podía decidir lo que le molestaba más, que Connie la acusara de ser elsoplón, o que un hombre al que había amado toda su vida fuera el que lahubiera traicionado.

    No fue hasta que se dio cuenta de que todo el llanto era por nada. Que laslágrimas eran en vano llorarlas por una cáscara de hombre. Tragó saliva ymantuvo el ánimo de que ella iba a lograr salir de esta situación con vida.

    Es sólo cuestión de tiempo hasta que Sean o Emerson me encuentren ,pensó.

    Porque muy en el fondo sabía que cuando Sean o su esposo se enterarande lo que le había pasado, lo único que Connor Doyle podría hacer....

    Sería rogar por misericordia.

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    ~Sean~Traducido por Mir

    Corregido por francatemartu

    adlee se ve tan jodidamente sexy cuando está nerviosa.

    Un toque de rosa se instala en sus pálidas mejillas.

    Comienza a morderse el labio y a hablar entre dientes.

    No sé por qué verla así me excita, pero siempre lo hace.

    De pie en la cocina, me cruzo de brazos y la observo como se muevetorpemente a través del refrigerador en busca de leche. Cada vez que ellaestá pensando demasiado o no puede dormir bebe un vaso de leche. No

    puedo explicar por qué, pero por alguna razón siempre me calma ella medirá.

    — Mierda — resopla cuando una botella de aderezo ranchero cae del estantedel medio y rueda en el suelo. Yo continúo mirando con una sonrisa pícaramientras se inclina más y su camisón rosa suave se levanta un poco justopor debajo de su trasero. Ella llega hasta el aderezo, toma la botella por elcuello, pero se desliza de sus manos y golpea el suelo otra vez.

    Hey, yo nunca dije que mi chica era la persona más coordinada. Esorealmente no importa de todos modos. No me enamoré de ella porquepodría rebotar una pelota como Scotty Pippen 1.

    He estado con más mujeres de las que puedo contar con los dedos de mismanos y mis pies. He estado con supermodelos, reinas de belleza, mujerescon cuerpos mortales, y mujeres que conocían su camino alrededor de lahabitación — si saben a lo que me refiero — . Y para mí, ninguna de ellas hatenido el efecto que Hadlee tiene en mí. No estoy seguro de si voy a sercapaz de explicar por qué.

    1 Scotty Pippen: Jugador de básquet profesional norteamericano retirado que jugabapara la NBA.

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    Hadlee coloca de nuevo el aderezo ranchero en el refrigerador, saca laleche fuera y la deja sobre la encimera. La luz de la lámpara abovedada enel centro del techo rebota en el acero inoxidable y me pregunto si Hadlee sedará cuenta por mi reflejo que estoy parado justo detrás de ella.

    No lo hace.Lo tomo como mi señal.

    Justo cuando ella abre la puerta del armario y tiene sus manos en elcristal redondo, me abalanzo detrás de ella, colocando mi nariz en sucabello y mi mano sobre la de ella.

    — ¿Necesitas un poco de ayuda con eso? — Hay un tono juguetón en mi voz y una amplia sonrisa en mis labios.

    Al principio se congela y dado todo lo que ha pasado con ser atacada por laespalda, sé que no debo utilizar este acercamiento, pero ya ha estadoviviendo conmigo por un par de meses. Sé que está acostumbrada a esto.Después de un minuto sus hombros se relajan y murmura:

    — Tonto. — Me río en su cabello y doy un paso atrás. Las primeras vecesque hice esto, ella me dio un codazo en el estómago. En realidad no dolió,pero hubo un par de veces que el codo estuvo peligrosamente cerca de misbolas. La amo, pero no hay manera en el infierno de que vaya a dejarlahacerle daño a mis preciadas joyas.

    Quito mi mano de la de ella y coloca el vaso en la encimera negra.

    — ¿Qué pasa contigo? — Hay frustración en su voz — . ¿Por qué siempre,siempre haces eso?

    — Hey, no hay nada malo con un poco de sorpresa, bebé. Sobre todo si esuna buena — comento.

    — Sí, pero sabes que no me gusta cuando te me acercas sigilosamente deesa manera. — Ella me lanza una sonrisa burlona por encima de suhombro y contengo la risa suave atascada en mi garganta.

    Por un momento me quedo mirándola.

    Me quedo mirándola fijamente.

    Arrastrado y aturdido por su belleza simple.

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    Perdido en el destello de ira en sus ojos azul claro.

    Levantando mi mano derecha, acaricio su mejilla con mis dedos. Meencanta la forma en que su piel se siente como satén contra la mía. Meencanta la forma en que tuerzo mis dedos por su cabello mal cuidado, se

    siente suave y sedoso. Ella todavía me mira, pero la burla se ha ido de sucara. Ella niega con la cabeza ligeramente con una expresión de sé lo quequieres en su cara.

    Y ahí es cuando yo digo:

    — Basta de hablar. — Y presiono mis labios contra los suyos.

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    ~Hadlee~Traducido por Mir

    Corregido por francatemartu

    os labios de Sean rozan la parte posterior de mi cuello y chupanuna profunda respiración mientras temblores quieren viajar por misbrazos y piernas.

    Mi estómago revolotea, es un campo lleno de Monarcas 2 batiendosus alas.

    Aliento caliente cae sobre el lóbulo de mi oreja y un gemido ahogado sealoja entre mis amígdalas y mi lengua. Sean suelta una carcajada seguidade un áspero:

    — Alguien me echó de menos.

    No tiene idea de cómo ansío su toque cuando no está alrededor.

    Ni siquiera puede imaginar la sensación de como mi corazón cuelgapesado, tirándome, agobiándome como un ancla a la deriva en el fondo delmar al segundo que siento que el colchón se hunde y él sale de la camapor la noche.

    Y eso es porque nunca sé cuándo o si va a volver.

    Finalmente eso comienza a cobrar un precio en las emociones de unapersona. Las mías en particular. Tengo días en los que me cuestiono.

    Tengo segundos, minutos, horas, incluso cuando estoy despierta, sola, enla cama y preocupada. Le he preguntado una y otra vez por qué tiene quesalir a una hora tan tarde y lo que podría estar haciendo, pero siempre

    obtengo la misma respuesta: — No puedo hablar de ello.

    2 Monarcas: La mariposa monarca es probablemente la más conocida de las mariposas deAmérica del Norte. Sus alas presentan un patrón de colores naranja y negro fácilmentereconocible.

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    No sé cuánto tiempo más esa respuesta va a ser suficiente para mí.

    Me vuelvo hacia él y presiono sus caderas contra las mías, sujetándomecontra la encimera de la cocina.

    Por un momento el tiempo se detiene.Estamos cautivados.

    Nadando en las miradas del otro.

    Rotos y destrozados por el amor, la lujuria y la necesidad.

    Sus labios se mueven tan cerca de los míos que puedo sentir su calidez, sucalor. Toma todo en mí no presionar mis labios contra los suyos. Él apoyasu frente contra la mía y mis labios se separan. Entonces, sin romper

    nuestra mirada, él coloca un mechón de cabello suelto detrás de mi oreja ysusurra:

    — Hermosa. — En mi boca.

    Es en ese segundo que siento como que estoy quemándome desde adentrohacia afuera.

    Casi hasta el punto en que estoy achicharrada.

    Hecha.

    Finalmente, su mano izquierda se desliza por mi muslo, mi camisón, sobremi cadera, y se apoya en mi trasero. Me acerco. Necesito sus labios sobrelos míos. Quiero sentirme perdida en su beso. Quiero sentirme envuelta ycaliente por nuestro amor y nuestros miembros enredados.

    Quiero decir, por favor...

    Quiero decir que me toque.

    En todos los lugares correctos.

    Bésame...

    Profundamente...

    Con amor...

    Apasionadamente.

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    Pero él no me da la oportunidad de decir nada.

    Nuestras bocas chocan.

    Nuestras lenguas se entrelazan.

    Nuestras respiraciones son cortas y ásperas.

    En un rápido movimiento, me levanta y yo envuelvo las piernas alrededorde su cintura. Nos dirigimos a la habitación besándonos, besándonos ybesándonos hasta que me acuesta en la cama. Me encanta la forma en quesus ojos tocan mi cara como si ninguna otra parte de mi cuerpo importara.Me encanta la forma en que puede ser tan intenso pero suave al mismotiempo. Más que nada, me encanta que cuando nos ponemos íntimosnunca se siente sucio u obsceno.

    A veces se siente como si estuviera flotando hacia el techo.Soy un globo lleno de helio y sé que él me va a atrapar y tirar de mí haciaabajo antes de que yo flote demasiado alto.

    Me libero de mi camisón rápidamente mientras él se quita toda la ropa.Luego, se posiciona encima de mí y en el momento que nuestros labios seunifican y nuestros cuerpos se conectan, él gime contra mi boca:

    — Te amo.

    Me separo del beso por un momento y me pierdo en su mirada una vezmás.

    Esas dos palabras son fundamentales para alguien como Sean.

    Tiene una cáscara exterior dura y un interior suave, que yo sé que nadie love.

    Así que cuando dice esas dos palabras...

    Sé con todo mi ser...

    Mi corazón...

    Mi mente...

    Mi alma...

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    Que verdadera y genuinamente quiere decirlas.

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    ~Sean~Traducido por Mir

    Corregido por francatemartu

    ae la noche y estoy aturdido.

    Las calles son resbaladizas y húmedas y mis ojos están pegados aellas, viendo como la combinación de la luz de la luna y elresplandor de las farolas resaltan el río negro en ciertos lugares.

    Hay un aguacero torrencial de pensamientos lloviendo dentro de micabeza. Desearía que el sol saliera y los secara. No hay ningunaposibilidad de días brillantes y soleados por delante para mí en cualquiermomento pronto. Sigo pensando en Hadlee.

    Mi próxima pelea.

    Mi lealtad a Connie y los Braithreachas.

    Y por qué diablos Tee ha estado MIA 3 últimamente.

    Más que nada estoy enojado. Esto no es inusual para mí. Lo sé. Lo sé.Mantén la calma, Seany. Mantén la calma.

    Yo no debería estar esperando en esta maldita esquina.

    Hay un zumbido en mis oídos.

    Un crudo dolor en mi garganta.

    Agarrando el poste de metal en frente mío, siento la sangre fría a través demi piel, enviando escalofríos de incertidumbre por mi espalda.

    A pesar de que sólo ha pasado una hora, dos como mucho, se siente comosi hubiera estado de pie en esta esquina una eternidad.

    3 MIA: Missing In Action: Desaparecida en acción.

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    Imagino que eso es exactamente lo que se supone que debes sentir cuandotienes el peso del mundo sobre tus hombros y una enorme red depensamientos ocupando tu mente. Me ha estado afectando tantoúltimamente que he estado teniendo dificultades para concentrarme.

    Tengo una novia en mi casa, en mi cama, que siento que tengo queproteger.

    Una figura paterna en un jefe que estoy empezando a odiar más que amar.

    La presión florece dentro de mi pecho, expandiéndose cada vez que inhalo.Es como un mensaje...

    Una advertencia.

    Mi cuerpo me está diciendo cosas que no quieren reconocer. Cosas que no

    quiero escuchar ni entender, aunque sé que es lo que hay que hacer. Tengo que empezar a tomar algunas decisiones.

    Tengo que comenzar a cuestionarme mis acciones, mis decisiones, yaprender a hacer mejores.

    ¿Qué hacer?

    ¿Qué hago?

    ¿Qué DEMONIOS hago?

    Un fuerte ruido sordo suena a lo lejos y me saca de mi ensoñación. Apartomis ojos de la asfaltada calle húmeda y veo una borrosa figura redondafrente a mí, tirando una bolsa de basura grande y llena, de color negrodentro del oxidado contenedor marrón.

    Entonces escucho algo...

    Un suave susurro...

    Un nombre llevado por el extremo de cola del viento.

    Es hermoso y melódico.

    Me alejo de la lámpara de la calle y doy unos pasos hacia la derecha.

    — Hola — digo en voz alta. No obtengo respuesta, pero escucho el nombrenuevo.

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    No importa lo que le haga a su apariencia o cómo cambie su cuerpo, o siella se hace vieja y arrugada o incluso aumenta de peso. Nada de esoimporta para mí. Yo siempre voy a pensar que es hermosa. Y cuando entraen una habitación y la veo, sé que siempre va a hacer que mi corazón seacelere.

    Supongo que eso es lo que amar a alguien le hace a un hombre.

    Sus hábitos irritantes se vuelven adorables.

    Cuando están enojadas se vuelven sexy.

    Te transformas en una perra azotada, una versión ligeramente mejoradade tu ser rudo.

    — ¡Hadlee! — Mi voz está mezclada con confusión y aumento la velocidad,

    corriendo hacia ella. No entiendo. No puedo comprender. ¿Cómo sabía elladónde estaba? ¿Me siguió hasta aquí? Ella no pertenece a aquí. No esseguro — . ¡Hadlee!

    Ella comienza a caminar más rápido y cuando puedo distinguir su rostro,una amplia sonrisa, se propaga a través de sus vibrantes labios. Yo peleocontra la sonrisa que puedo sentir formándose en mi cara y comienzo acorrer a toda velocidad...

    Entonces, de repente se siente como si todo estuviera pasando en cámara

    lenta.Neumáticos chillan.

    Un viejo Lincoln negro se mueve rápidamente doblando la esquina.

    La sonrisa se cae de los labios de Hadlee y ella mira por encima de suhombro hacia el auto, confundida.

    Yo, estoy corriendo tan rápido como puedo. Estoy tomando mi arma ypalmeándola. Estoy viendo con horror como las ventanas del Lincoln se

    bajan y un hombre con una ametralladora cuelga el cañón por la ventana.Estoy gritando.

    Estoy gritando.

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    Hadlee empieza a llorar y siento que no puedo respirar. Siento que todo elaire ha sido aspirado de mis pulmones por una aspiradora y lo único quepuedo pensar es en correr más rápido, para llegar a ella antes de que losdisparos se descarguen.

    — ¡AYÚDAME! — chilla ella — . ¡AYÚDAME!El Lincoln pasa junto a ella lentamente. Veo las balas proyectarse cuandosalen del arma. Mis ojos se clavan en Hadlee mientras grita y se encorvahaciéndose una bola en la acera. Puntos carmesí se alinean en su camisa

    y mi estómago se encoge.

    He visto un montón de gente morir.

    He visto un montón de gente siendo disparada, pero esto es diferente.

    Esta sensación es diferente.Una rabia que nunca he experimentado se hace cargo de mí. Estoy ciego acualquier cosa y a todo. Puedo sentir las venas en mi cuello pulsando ysaltando. Puedo sentir toda mi piel sobrecalentándose. Mi mandíbula secierra y mis dientes se aprietan con tanta fuerza que juro casi muerdo unpedazo de mi lengua.

    Estoy temblando.

    Estoy temblando tan violentamente que mi dedo se resbala del gatillo demi pistola.

    Tengo que mantener la calma.

    Mantener la concentración.

    Así que tomo una respiración profunda.

    Hago sonar mi cuello.

    Estiro los hombros.

    Entonces espero que el Lincoln pase por delante de mí. Y cuando está endiagonal a mí, veo la cara de Connie medio oculta por las sombras, peropuedo distinguir la sonrisa sádica que lleva puesta. Mi estómago seretuerce y pienso en vomitar todo el pavimento.

    Trago saliva y opto por una mejor idea.

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    Le apunto a él, deslizando mi dedo índice sobre el gatillo y le disparo alhijo de puta justo entre los ojos.

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    ~Hadlee~Traducido por Mir

    Corregido por francatemartu

    ay extremidades agitándose en mi cara.

    Sean está gritando a todo pulmón.

    Toda la cama se está sacudiendo.

    — ¡¡¡¡NO!!!! — La fuerte voz de Sean llena la habitación — . ¡¡¡NO!!!

    Me siento con pánico y envuelvo mis brazos alrededor del torso de Sean.Pongo mis labios contra su oreja.

    — Shhh, cariño. Está bien. Estás teniendo una pesadilla. — Mi voz esrelajante, casi un murmullo. Él ha tenido pesadillas como esta antes en elúltimo par de meses y mi reacción siempre parece calmarlo.

    La primera vez que hice esto, saltó de la cama, tomando todas las sábanascon él, me miró y gritó:

    — ¿Qué carajo estás haciendo?

    Respondí con:

    — Te estoy consolando. Vuelve a acostarte. Está bien.

    Me miró confundido durante unos minutos y luego tímidamente volvió a lacama. Más tarde se disculpó por su reacción y me explicó que no estabaacostumbrado a ese tipo de comportamiento amable. Yo esperaba eso. Poreso su reacción inicial no me hizo enojar.

    Sé lo que se siente necesitar a alguien.

    Sé lo que es querer tener a esa única persona que puede ayudarte a unirtea ti mismo. Lara era esa persona para mí. Bueno, y Satine. Lo mejor de laterapia es ser capaz de hablar de las cosas que prefieres no hablar concualquiera. Le cuento un poco a Sean aquí y allá, pero no es lo mismo.

    H

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    Sé que el ataque no fue mi culpa. Sé que sólo estaba en un lugarequivocado en el momento equivocado, pero todavía tengo momentos enlos que me siento muy sucia. Puedo hablar con Satine sobre esosmomentos y nunca me mira de forma diferente. Ella nunca me juzga. Noes que Sean y Lara lo harían, pero aun así. A veces, la opinión de untercero imparcial es lo mejor.

    Sean se instala de nuevo por debajo de las mantas y me acerco a él denuevo. Él pone su brazo sobre mi cintura y me besa el omóplato. Siento loslatidos de su corazón contra mi espalda y dejo escapar un suspirotranquilizador. Estos momentos entre nosotros son mis favoritos.

    No hay intenciones ocultas.

    No se trata de sexo.

    Es sobre el amor...

    La ternura.

    Y se siente tan real.

    Sean respira en mi cabello. Él deja escapar un suave murmullo mientrasque yo miro fijamente la oscuridad. Soy una de esas personas a las que leses difícil volver a dormirse una vez que está despierta.

    — ¿Sean?

    — Sí. — Hay un tono perezoso en su voz que me dice que está mediodormido.

    Cierro los ojos.

    — No importa.

    — No — comienza — , no. Vamos — gime y se aleja de mí.

    Contorsiono mi cuerpo, tratando de distinguir su rostro en la oscuridad.

    — Estás cansado. Vamos a volver a dormir.

    — Nop. Sabes que odio cuando haces eso.

    Esto es cierto. Él me dice todo el tiempo que odia cuando empiezo a deciralgo y no lo escupo.

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    — Está bien — le digo — . ¿Sobre qué era tu sueño?

    Me pregunto mucho eso. Ha tenido estos sueños a menudo en los últimosmeses, pero nunca me dice sobre qué se tratan. De hecho, hay mucho queno me dice, y sólo una vez quiero que me conteste.

    — Fue una pesadilla, Hadlee. Mucha gente las tiene. Nada de lo quepreocuparse.

    Está mintiendo. Claro, un montón de gente tiene pesadillas, pero las suyasson violentas. Una vez casi me dio un puñetazo en la mandíbula.

    — Dime, Sean. — Hay urgencia en mi tono — . Dime. — Me pregunto si élsabe que no voy a dejar el tema hasta que me dé una respuesta.

    Su gemido de frustración llena el pequeño dormitorio. Lo observo con una

    mirada intensa y él levanta su brazo y se aprieta el puente de la nariz. — Confía en mí. No quieres saber.

    — Sí. Lo hago. — Levanto mi voz un poco para que sepa que lo quiero deciren serio.

    — Hadlee, simplemente déjalo.

    Frunzo la nariz. Está empezando a molestarme. Siempre tengo que lidiarcon él dejándome en la noche sin explicación. Siempre tengo que poner a

    un lado nuestro tiempo juntos para que pueda recibir llamadas de estetipo Connie . Por una vez... sólo una vez que quiero más que déjalo ya o note preocupes por eso .

    — No — digo con fuerza — . No.

    — Bien — dice bruscamente — , bien. Realmente quieres saber tanto, ¿eh?

    — Sí. Lo hago.

    Hace una pausa por un segundo.

    Se mueve en la cama.

    Mueve su mano a su lado.

    Luego dice:

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    — Tú morías.

    La cafetería está bastante muerta.

    Ryan está en la parte de atrás haciendo inventario y yo estoy poniendo lostoques finales al café helado de Lara mientras espera en el mostrador.

    — Fue sólo una pesadilla, Lee — dice Lara mientras me acerco a ella ydeslizo su latte helado encima del mostrador. Ella lo toma, muerde lapajilla con los dientes, y bebe.

    A veces me visita en su descanso en el trabajo. Ella sigue trabajando en la

    tienda de perfumes y me gusta que trabajemos en la misma zona. Megusta que venga a visitarme. Y estoy segura de que le gusta venir a vermepor las bebidas gratis.

    — Lo sé — le digo — . Lo sé, pero sigue siendo preocupante. — He oído quelos sueños pueden ser algún tipo de mensaje subliminal. Una parte de mícree en esto. Una vez, cuando era más joven, tuve un sueño que me iba asuperarme en una prueba de ortografía y quién lo diría, una semana mástarde conseguí una A — . Creo que simplemente me molesta porque, ¿quépasa si está soñando con mi muerte cada vez que tiene una pesadilla? —

    Eso tenía que significar algo, ¿no?Lara se encoge de hombros.

    — Honestamente, yo ni siquiera me preocuparía por eso. Ya suficienteestás pasando.

    Sé que tiene razón. En la cima de mi nueva y misteriosa relación, tengodrama en el trabajo con Ryan. Desde mi cumpleaños él ha sido firme endarme todos los turnos de mierda. Por supuesto, no le digo esto Sean,sobre todo porque sé cuál sería el resultado final.

    Ryan perdiendo un par de dientes.

    Tal vez adquiriendo un ojo negro.

    Unos huesos rotos.

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    Continúo:

    — A veces me pregunto si él está involucrado en algo malo.

    Lara me da una mirada extraña pero cautelosa. Ella levanta en ceja.

    — ¿Quién? ¿Sean? — Su voz sube octava.

    — No. — Pongo los ojos en blanco y digo con sarcasmo — : el cartero. ¿Nohas estado escuchando una cosa de lo que he dicho?

    Se quita la pajilla de su boca y frunce los labios. Sus ojos parpadean conirritación y pienso que tal vez debería haber enfriado el comentario desabelotodo.

    — Por supuesto que estaba escuchando, y ¿sabes lo que pienso?

    — ¿Qué?

    — Creo que estás siendo total y absolutamente ridícula y que te preocupaspor todo esto para nada. Sólo te estás estresando más.

    — Tienes razón — estoy de acuerdo.

    Ella tiene razón sobre el asunto de la pesadilla. Pero cuando se trata de lascosas que sé que Sean esconde de mí, eso es una historia diferente.

    Y lo que más me asusta es que no sé cuánto más puedo aceptar.

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    ~Connie~Traducido por Mir

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    l sol estaba alto en el cielo brillante y vibrante. El horizonte celeste,sin nubes se extendía por kilómetros y kilómetros.

    Eran el tipo de días en que Connie disfrutaba dando un paseo apaso ligero. Verán, él necesitaba el paseo. Tenía que estar fuera.

    Para sentir el sol lloviendo en su piel pálida. Sentir la brisa fresca,mientras azotaba los árboles y lo bañaba. Más que cualquier cosanecesitaba el paseo; tenía muchas cosas en su mente y necesitabadespejar la cabeza.

    Como si eso fuera una tarea simple.

    Había demasiada confusión pasando dentro de la hermandadinvolucrando a la presunta soplona.

    La maloliente y sucia soplona mujer.

    Durante la semana pasada, había enviado a Aidan al sótano del almacénabandonado donde la tenía cautiva, para interrogarla. Al menos variasveces. Connie tenía que darle crédito, si ella fuera hombre sería unaexcelente adición para la hermandad porque la perra era resistente. Aidanno obtuvo nada de ella.

    Ella no cedió.

    Ni pío.

    Esto llevó a Connie a cuestionarse su juicio sobre Teagan Reilly. ¿Y si sehabía equivocado? Esa era una pregunta difícil de absorber porque élnunca se equivocaba.

    Nunca.

    E

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    Cuando su instinto tenía una sensación especial, él actuaba y su instintonunca lo llevaba en la dirección equivocada.

    Sacudió la cabeza y dobló la esquina, deteniéndose justo delante delapartamento de Seany. Él había hecho que Aidan lo llevara al barrio de

    Sean a propósito, esperando tal vez poder atrapar al muchacho para podertener una pequeña charla. Pero cuando llamó, nadie parecía estar en casa.Fue entonces cuando se decidió a dar el paseo y pensó que esperaría unpoco y tal vez Sean estaría en casa cuando terminara.

    Sus pensamientos se movieron de nuevo a Teagan mientras se acercaba alLincoln negro estacionado en diagonal al edificio. Ella había estadoamenazando que Sean se volvería loco si se enteraba que Connie se lahabía llevado. Connie sabía que esto era cierto. Hermandad o no, Conniesabía dónde residía la verdadera lealtad de Sean, y eso era con el únicopariente de sangre que le quedaba.

    No fue hasta que tocó el techo de la limusina y Aidan le abrió la puerta quevio al muchacho entrar en el apartamento de la mano de un pequeñoejemplar atractivo.

    Y Connie estaba empeñado en descubrir quién era ese pequeño ejemplaratractivo.

    El estómago de Teagan aullaba de dolores de hambre. No podía recordar laúltima vez que había comido algo. Era eso o pensaba que su mente estabarealmente empezando a jugarle malas pasadas.

    Sabía con certeza que la última vez que había tenido algo de beber habíasido hacía más de 24 horas. Aidan había ido a preguntarle, en lo que era almenos, la cuarta vez esa semana. Mientras vertía el agua en su boca y ellase ahogaba hasta que gritaba:

    — Ayúdame. — Ella tosió cuando el líquido fresco recubrió su garganta encarne viva — . Ayúdame.

    Aidan había traído una linterna y cuando él le rozó el rayo en su rostro ellapudo ver la mirada de dolor en el suyo. Ella sabía que él quería ayudarla.

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    Sabía por la amabilidad que él demostraba cuando iba a interrogarla queél no estaba de acuerdo con lo que Connie estaba haciendo con ella.

    — Por favor, Aidan — había suplicado — . Por favor. — Si hubiera estadodesatada sabía que se habría puesto de rodillas y agarrado su pierna. Así

    de desesperada se había vuelto. Nunca, en un millón de años creyó que jamás tendría que recurrir a rogar, pero tiempos desesperados requierenmedidas desesperadas.

    No habría habido ningún uso de todos modos porque la única respuestaque Aidan tenía, había sido:

    — No puedo.

    Teagan sabía en lo profundo de su ser que eso era lo que él diría. Ellasabía que no podría cruzar al capo de la hermandad, sobre todo sivaloraba su vida. Y fue en ese preciso momento que toda la esperanza paraella pareció volar por una ventana inexistente.

    De pronto empezó a sentirse mareada. Comenzó a tener arcadas en seco. Toda su fuerza se había ido. Toda la pelea en ella se había desvanecido.Ahora, todo lo que tenía era incertidumbre porque no sabía cuándo o silograría salir de la situación con vida.

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    ~Sean~Traducido por Mir

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    espués de anoche, me hace jodidamente feliz que mi día haya idobien.

    Primero entrenamiento, luego almuerzo con Murph. Fue agradablever al viejo gran cabrón. Siento que no hemos tenido la

    oportunidad de vernos en meses. Bueno, los sit downs no cuentan. Hubouno hace una semana, pero ninguno de los dos realmente tuvo laoportunidad de ponerse al día.

    Y ni siquiera lo consideraría un verdadero sit down . Básicamente se tratóde una hora de Connie delirando sobre los italianos aún continuandoacaparando nuestro territorio. Supongo que algunas cosas nuncacambian.

    Lo que me gustó de conversar con Murph fue que me dijo que tiene unatía.

    — ¿Cómo se llama? — le pregunté. El rostro del gran hijo de puta se volviótodo rojo y bajó los ojos cuando dijo:

    — Marie.

    Le di un golpe en el brazo y me reí.

    — ¿Y ella es lo que es bueno? ¿Verdad, O'Fallon?

    Murph se limitó a sacudir la cabeza y frunció los labios. La verdad es que

    estoy contento por el gran bruto. Él es una de esas personas que siemprese sale de su camino para ayudar a todos los demás y es agradable ver quepersonas como esas encuentren la felicidad que merecen.

    Tuvimos un poco más de charla mientras comíamos unos burritos luegome fui para recoger a Hadlee del trabajo. Esta es una batalla constanteentre nosotros.

    D

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    — ¡No necesito que me lleves! — insistirá ella — . ¡Puedo conducir mi malditoauto al trabajo!

    — Te voy a llevar — es lo que siempre respondo con — , fin de la historia. — La verdad es que no exijo llevarla porque estoy tratando de evitar que haga

    sus propias cosas, la llevo por ese baboso capullo que tiene por jefe.Siempre la está agarrando y tratando de coquetear con ella. Incluso frentea mí.

    Les diré que, toma todo en mí no salir de mi auto y golpear a ese cabrón enla mandíbula. Para cuando Hadlee se mete en el asiento del pasajero, estoyapretando mi mandíbula y sonando mis nudillos. Ha habido un par deveces en las que comenté:

    — Sabes, no me llaman Gancho Derecho Reilly por nada.

    Hadlee simplemente sacude la cabeza, deja escapar un suspiro y meresponde con:

    — Controla tu temperamento.

    Ella es tan tranquila al respecto. Uno pensaría que después de todo lo queha pasado no lo sería. Honestamente, ella es la única razón por la quecontrolo mi temperamento. Si fuera por mí, ese hijo de puta de Ryanhabría sido noqueado al menos una docena de veces.

    Ella enlaza sus dedos con los míos mientras caminamos hacia elcondominio.

    Mi respiración se corta.

    Me quedo mirando como su vibrante sonrisa se extiende en sus labios.

    A veces me pregunto si alguna vez me cansaré de mirarla. A veces mepregunto si el amor que siento por ella se desvanecerá. De alguna manera,lo dudo. De todas las mujeres con las que he estado, a ella es la única a laque le he dicho las dos palabras monumentales. Y no puedo hacer nada sipone mi mente en un torbellino.

    Hace que mi corazón lata un poco más rápido.

    Prende fuego mi alma hasta que está tan envuelta en llamas y casi metransformo en cenizas.

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    Estamos a unos tres metros de distancia de las puertas de cristal cuandolo escucho.

    — ¡Muchacho!

    Mierda.Mi columna se tensa.

    Aprieto la mano de Hadlee. Paro de caminar. Ella se detiene a mi lado.

    — Sean, ¿qué sucede? — pregunta ella. Sólo hay una persona que me llamamuchacho y ese es Connie — . Sean, ¿pasa algo malo? — Ella sondea denuevo.

    No puedo decirle. No quiero que sepa nada sobre Connie, excepto que él es

    como una figura paterna para mí.No puedo hablarle de la hermandad o de la venta de drogas o cualquierotra cosa que involucre esa parte de mi vida. Sé que hay probablementeuna gran parte de ella que me resiente por ocultarle muchas cosas, pero loque ella no entiende y lo que probablemente nunca entenderá es que loestoy haciendo para protegerla.

    Los pasos de Connie se están acercando a nosotros.

    El pánico sujeta mi interior y se cierra para salvar su vida.

    Mantengo mis ojos pegados en el pavimento, negándome a darme la vuelta y mirar a Connie. Libero la mano de Hadlee, coloco mi mano izquierda ensu hombro y la empujo hacia la puerta.

    — Entra. — Me aseguro de que mi voz sea baja porque no quiero queConnie note nada, a pesar de que probablemente ya lo haya hecho. Eseidiota no se pierde ni una puta cosa.

    Miro hacia Hadlee por el rabillo de mi ojo. Ella lleva una mirada deasombro y sigo empujándola suavemente en dirección a la puerta.

    — ¿Qué? Sean — hace una pausa — , no entiendo.

    Pongo un poco más de fuerza en mi voz:

    — Sólo entra.

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    — Sean … yo.

    — ¡Entra!

    Con eso ella me deja en la acera. Cuando llega a la puerta ella me mira

    desde encima de su hombro. — No entiendo.

    — Sólo ve a tu antiguo apartamento — le digo. Le doy una mirada urgente yluego veo como obedece, caminando a través de la puerta y corriendo porel pasillo.

    Ella llama a la puerta y en el segundo que se abre y ella camina adentro,puedo sentirlo detrás de mí.

    Cerniéndose. — ¿Quién es esa encantadora amiga? — Su acento destaca la palabraencantadora y me estremezco antes de darme vuelta para mirarlo.

    Tomo unas cuantas respiraciones profundas, aclaro mi cara de cualquiertipo de emoción. Entonces echo mis hombros hacia atrás.

    — Sólo una amiga — digo despreocupadamente.

    — ¿Sólo una amiga? — Connie mira las puertas de cristal y luego se centra

    en mí. Él no lo cree. Tengo que mejorar mi juego.Asiento y sonrío hacia la puerta.

    — Sí, ¿sabes? — Me encojo de hombros — . Del tipo follar e irse.

    — Claro. — Su expresión cambia y espero crea lo que mierda le estoyvendiendo.

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    ~Hadlee~Traducido por Mir

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    ara coloca una taza de café sobre la mesa frente a mí y luego correuna silla y se sienta a mi lado. Tomo la taza con las dos manos.

    — Lara, no sé cuánto tiempo más puedo soportar esto — menciono.Mis ojos se llenan de lágrimas y los cierro con fuerza, conteniendo

    las lágrimas — . Los secretos... las mentiras... todo es demasiado. No puedosoportarlo.

    Abro los ojos y veo la intensa mirada en el rostro de Lara. Sus ojos barrenmi cara como si me estuviera examinando. A fondo. Es como si yo fuera unproblema de matemáticas y ella está tratando muy duro de encontrar larespuesta. Luego frota cariñosamente mi antebrazo, con una leve sonrisaen los labios.

    — Lee, a veces, algunas cosas es mejor no decirlas. — Hay una ternura ensu voz que realmente aprecio en este momento. Se encoge de hombros — .

    Tal vez él tiene una muy buena razón para mantener las cosas de ti.La mirada en mi cara gira de dolor a ira. No puedo creerlo. No puedocreerlo. Ella es mi mejor amiga. Se supone que debe estar allí para mí.

    — ¿Estás tomando su lado? — Hay un tono vehemente en mi voz que nopuedo ocultar.

    Ella me mira con sorpresa grabada en sus rasgos suaves.

    — ¿Hablas en serio? ¿Siquiera te estás escuchando? — Ella niega con lacabeza, se recuesta en su silla y cruza los brazos sobre su pecho — . Nopuedo creer que me acabaras de acusar de eso.

    — Bueno, así es como sonó para mí — digo cortante.

    Ella continúa negando con la cabeza.

    L

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    — Todo lo que digo es, tal vez haya una razón que es mucho más grandeque tú y él. Tal vez por eso es tan reservado sobre todo. ¿Alguna vezpensaste en eso? Hmm, ¿Lee? — Ella se inclina hacia delante, apoyando losbrazos sobre la mesa.

    No, porque eso no importa.Una razón más grande que él y yo no debería importar.

    — No espero que suelte la sopa en cada parte de su vida, Lara. Todo lo quequiero de él es algo. Cualquier cosa. Incluso si es un detalle menor, seríacompletamente feliz con eso. — Él me da nada... Bueno, retiro lo dicho,obtengo no te preocupes y nada . Siempre creí que no se podía tener unarelación buena y duradera basada en secretos y mentiras.

    Contengo las palabras que sé que hay que decir, pero no quiero decirlas.Sólo pensar en ellas hace que mis ojos se llenen de lágrimas de nuevo y unprofundo dolor palpita y pincha mi corazón.

    Con manos temblorosas, llevo la taza de café a mis labios y tomo un buensorbo. Después de tragar, dejo escapar un suspiro largo y desigual.

    — Tengo que terminarlo — le digo — . No es así como funciona una relación.

    Miro a Lara mientras las lágrimas gotean por mis mejillas. Mi cara está enllamas y pongo mis dos manos en las mejillas, con la esperanza de que

    puedan apagar el incendio. Mis manos están frías y ayudan un poco, perono mucho.

    — ¿Estás segura de que es lo que quieres, Lee? — sondea Lara. Cierro losojos, pero puedo sentir su mirada en mí. Ella me está examinando denuevo, lo sé — . Sé que lo amas.

    Sí que lo amo.

    Más que nada.

    Es como si yo fuera la luna, iluminando el oscuro cielo nocturno con miamor por él.

    En mis ojos, es mi primero, mi pasado, mi único.

    En el fondo de mi corazón sé que nunca amaré a otro como lo amo a él. Séque cuándo o si alguna vez mire a los ojos de otro hombre, no voy a sentir

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    lo mismo. Sé y siento que si alguien alguna vez tienes una oportunidadasí, lo cierto es que no debería desperdiciarla.

    Pero entonces...

    Hay momentos en los que tienes que preguntarte cuándo es suficiente. Ycuando ya es suficiente, ¿cuánto tiempo después de eso llegarás al puntoen que te rompas?

    Te destroces.

    Explotes en mil pedazos.

    He alcanzado ese punto.

    Bajo mi mirada y miro fijamente la mesa. La oscura madera de cerezo llena

    mi visión y me siento derrotada. — Se acabó. — Hay firmeza en mi tono y cuando digo — : Se acabó — porsegunda vez mi voz se quiebra.

    Sollozo.

    Mi cara está en mis palmas y los sollozos están saliendo tan fuertes y tanrápido que estoy teniendo dificultades para respirar. Lara se levanta y semueve detrás de mí, cubriendo sus brazos sobre mis hombros. Oigo lasonrisa en su voz cuando dice:

    — Entonces, ¿cuándo te mudas de nuevo, compañerita de cuarto?

    Sorbo y dejo escapar una risa suave mientras enjugo mis lágrimas con mispulgares fuera de las medias lunas de mis ojos.

    — Bueno, técnicamente realmente no me mudé.

    Cuando Sean y yo empezamos a salir, pensé que sería mejor si yo nomovía mis cosas de mi antiguo hogar. Después de todo, vivimos justo allado. Eso y quería tener mi antiguo hogar a donde recurrir en caso de quealgo alguna vez realmente sucediera entre nosotros. Ahora estoy contentade haber tomado esa decisión.

    Llaman a la puerta.

    Parpadeo varias veces.

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    Soplo un poco de aire a través de mis labios.

    Echo un vistazo a Lara con cautela para su aprobación. Ella me da unpulgar hacia arriba, lo que significa que estoy bien para conversar, así queme levanto y me dirijo a la puerta. Le lanzo una sonrisa por encima de mi

    hombro y ella gesticula: — Nos vemos pronto. — Entonces me sopla un beso.

    Me río, sacudo la cabeza y abro la puerta.

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    — ¿Sí, Connor?

    — Averigua quién es la amiga del muchacho. Averigua exactamente quétipo de relación tienen. Y cualquier información adicional que puedasdesenterrar.

    Aidan puso en marcha el auto y dijo:

    — Considéralo hecho.

    — Sí, interviene sus teléfonos también. Y haz seguir a la chica.

    — Sí, señor.

    Con eso, Aidan se apartó de la acera. Connie miró por la ventana. Losautos se alineaban en la calle, aparcados pero no había tráfico

    aproximándose. Mientras observaba los autos que pasaban, empezó apensar más acerca de su conversación con Sean más temprano. Apropósito había traído a colación a Teagan para averiguar si Sean sabíaalgo de su paradero.

    — Muchacho, ¿has oído hablar de tu hermana? — había preguntadoConnie.

    — No — respondió Sean — . Llamé a Emery, o Emil... ¿sabes? Como se llamesu marido. Lo llamé varias veces y le dejé mensajes, pero no he oído nadatodavía.

    — Sí, bueno, si se pone en contacto dile que me llame.

    En ese momento el muchacho empezó a mirarlo con recelo.

    — ¿Por qué?

    Connie había dejado escapar una falsa risa jovial.

    — ¿Qué? — Había echado los brazos hacia arriba — . ¿No puedo preguntarlecómo le está yendo en la universidad? Prácticamente yo la crié y a titambién en caso de que lo hayas olvidado.

    Sean había relajado sus hombros y asentido.

    — Sí. Si me entero de ella, le diré que te llame.

    Sean empezó a caminar hacia la puerta y Connie lo había parado con un:

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    — ¡Oye! — Su voz había sido fuerte. Retumbante. Cuando el muchachocerró los puños a los costados, Connie supo que había conseguido suatención. Sean se volvió lentamente hacia Connie — . No he terminadotodavía. — Connie apuntó con su dedo a Sean — . Quiero que recuerdes unacosa.

    — ¿Y qué es eso?

    — No vuelvas a darme la espalda muchacho.

    Murphy O'Fallon odiaba hacer el trabajo de la perra para la hermandad.Anhelaba ver acción. A veces se preguntaba si alguna de las cosas de la

    mafia que había visto en las películas eran legítimas. Todo lo que Connie siempre le hacía hacer eran recados, limpiar elalmacén y bla, bla, bla. Se preguntaba si alguna vez sería de confianzapara contar el dinero de las entregas como Sean o incluso cobrar el dineroadeudado como lo hacía otro miembro llamado Kyle. Supuso que ya queno había sido miembro por mucho tiempo que tal vez esa clase deresponsabilidad vendría con el tiempo.

    El sol se ponía en el horizonte mientras entraba en el estacionamiento de

    uno de los almacenes abandonados que Connie tenía. Se le había instruidoque dejara un poco de pan y agua para alguien que Connie teníacapturado. A pesar de que no estaba cien por ciento seguro quién era.Connie levantaba gente al azar con la que estaba asociado parainterrogarla todo el tiempo.

    Con una linterna en la mano izquierda, la bolsa de papel marrón en lamano derecha, salió de la antigua mini-van de Sean y se dirigió hacia eledificio.

    La esquina derecha se estaba derrumbando, el ladrillo rojo estaba cubiertocon un residuo de aspecto negro y algunas de las ventanas estaban rotas odirectamente sin vidrio.

    Incluso para Murph, que medía más de metro ochenta y pesaba casi 140kilos, estar dentro de este edificio no se sentía seguro. Sin embargo, él era

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    fiel a la hermandad y cuando el capo le instruía que hiciera algo, él lohacía lo antes condenadamente posible.

    Una vez dentro, se atragantó. El penetrante olor a humedad y moho casi loahogó y tomó todo en él no devolver por todo el suelo. Después de que su

    estómago se calmara y encendiera la linterna, encontró las escaleras yrápidamente hizo su camino hacia el sótano.

    Las paredes eran de color azul claro y pedazos de yeso estaban colgandoen trozos. Había el mismo residuo negro que en el exterior del edificio portodas las paredes y cuando Murph bajó la mirada hacia las escaleras, notóque se caían a pedazos en partes. Fue en ese momento que él se preguntósi realmente era el hombre adecuado para este trabajo.

    Tomó a cada paso con cuidado, esperando y rezando para que la madera

    podrida no se derrumbara bajo su peso. Cuando llegó al último escalón,levantó la linterna por encima de su cabeza, caminando hacia adelanteunos pocos pasos. Notó a alguien atado a una silla, su cabeza colgabahacia abajo, y cuanto más se acercaba, más familiar se convertía lapersona.

    Hijo de puta.

    Murph se precipitó hacia la silla lo más rápido que pudo y dejó caer labolsa de papel a sus pies.

    — ¡Teagan! — exclamó — . ¿Qué carajo, Teagan? — Le golpeó la cara un parde veces, con suavidad, y apenas lo suficiente para despertarla si es queella estaba durmiendo — . ¡Hijo de puta! — Entonces él la agarró por loshombros y la sacudió — . Tee, despierta. ¡Por favor, despierta!

    Murph sabía qué Connie la había llevado para interrogarla en base a algo,pero él nunca pensó que en realidad se rebajaría a este nivel detratamiento para alguien que consideraba su familia. Murph sabía queConnie podía ser cruel y despiadado cuando quería serlo, pero paraMurphy O'Fallon, en ese momento él había cruzado la línea.

    — Oh Dios, Teagan. — Él no era un hombre emocional, pero Murph podríasentir las lágrimas acumulándose en sus ojos. Una punzada golpeó sucorazón grande y suave. Él sabía que Connie muy probablemente lomataría por lo que estaba a punto de hacer, pero también sabía que era lo

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    correcto. Teagan era lo más parecido que tenía a una hermana pequeña yno estaba dispuesto a dejar que soportara más de este tipo de tortura.

    En un rápido movimiento, le arrancó la cinta adhesiva de sus brazos ypiernas, la tomó en brazos, la tiró por encima del hombro, y luego salió

    corriendo del edificio.

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    Hay una mirada cariñosa en su cara.

    — ¿Estás bien? — pregunta con una pizca de preocupación en su voz — .Hadlee, si hay algo mal tienes que decirme.

    — ¡Tú eres lo que está mal! — grito — . ¡Tú eres lo que está mal! — ¿Qué? — Su boca se abre, da un paso atrás mirándome fijamente,desconcertado — . ¿De qué demonios estás hablando?

    No quiero exponer lo que siento en este momento. Toma mucho de mídejarlo salir todo. Tal vez con el tiempo voy a ser capaz de explicarlo contodo detalle, pero no aquí. No en este momento.

    En cambio, trago con fuerza.

    Canto mentalmente.Mantengo la calma.

    Eres fuerte.

    Puedes hacerlo.

    Mantengo mi voz baja y nivelada cuando digo:

    — Tú sabes que todo no está bien.

    Él lanza sus manos en el aire en señal de frustración. — Bueno, entonces haz el favor de decirme, ¡¿qué diablos está mal?!

    Las tres palabras que voy a decirle casi me estrangulan. Ni siquiera estoysegura de si puedo sacarlas. Y sé que cuando finalmente las diga va ahaber una parte de mí que se muera. Por doloroso que va a ser, sé que laspalabras tienen que ser dichas y es en ese momento que le digo:

    — Quiero que terminemos.

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    ~Sean~Traducido por Mir

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    an pasado días.

    Seguidos por semanas.

    Honestamente, ya ni siquiera importa porque mis días, noches,semanas, sí... el tiempo, en general, todo parece desdibujase.

    Nada parece bien desde que Hadlee me dejó.

    Ella jodidamente me dejó.

    Es la primera vez que he sido dejado.

    He estado haciendo mi horario de entrenamiento para la próxima pelea porla noche. Joe viene por una parte de mi entrenamiento. Hago unos asaltosde sparring en la tarde que por lo general resulta en noquear a micompañero de entrenamiento, luego completo mi entrenamiento saltando

    la soga o haciendo un par de rondas con el saco de boxeo.Esta noche hay saco boxeo.

    El gimnasio está vacío.

    Está tranquilo.

    El único sonido es el de mi puño enguantado conectándose con el saco deboxeo.

    Golpe derecho.

    Golpe derecho.

    Salto de lado a lado.

    Golpe izquierdo.

    H

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    Golpe izquierdo.

    Gancho de derecha.

    Gancho de izquierda.

    Gancho derecho.

    Repito este ejercicio varias veces, con la esperanza de que la conclusión demi entrenamiento me mantenga distraído, pero no lo hace.

    Todo lo que escucho es la voz de Hadlee en mi mente. Sus palabras sereproducen una y otra vez como una canción en repetición.

    Quiero que terminemos.

    Quiero que terminemos.

    Quiero que terminemos.

    He tratado de calmar el dolor con un poco de buen Jameson 4. He tratadode hablar con otras mujeres para dejar de pensar.

    Nada de esto funciona.

    Es tan difícil porque la extraño como un loco. Sé que sólo han pasadounas semanas y sé que nadie puede superar algo como esto de la noche ala mañana. Sé que lleva meses, a veces años, rearmar un corazón roto,pero esta es la primera vez que he conseguido uno, así que de algunamanera soy nuevo en todo.

    Incluso he pasado por el modo locura y me senté en el estacionamiento deatrás de donde trabaja, con la esperanza de echar un vistazo de ella. Aveces lo hago. Y cuando la veo, ella parece estar bien. Como si toda estaruptura no le molestara en absoluto.

    Unas pocas veces la he visto sonriendo.

    Riendo incluso.Ella se ve muy feliz.

    4 Jameson: Marca de wiskey irlandés.

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    Eso es lo que más me mata porque yo soy cualquier cosa menos feliz. Soyun maldito desastre. He empezado a evitar a las personas. Esa es una delas razones por las que he hablado con Joe acerca de cambiar mi horariode entrenamiento, para poder venir al gimnasio por la noche. No quiero el¿qué está pasando contigo? o ¿está todo bien? Es mucho más fácil para míseguir fingiendo que no pasa nada.

    Creo que lo que me está matando más que nada es el sentimiento deculpa. No dejo de preguntarme qué podría haber hecho de otra manera.Desearía que me lo hubiera dicho. Desearía haber tenido la oportunidad dehacer todo de nuevo. Esa es la mierda sobre la vida. Rara vez consigueshacerlo de nuevo. Quiero decir cuántas personas pueden decir quetuvieron una segunda oportunidad en algo. No se me ocurre nadie.

    Dando un paso, apartándome del saco de boxeo, pongo mi mano izquierdaen la parte superior del mismo. Me miro en el espejo, y gruño. La ira seacumula dentro de mí como un volcán a punto de estallar. Estoy haciendomi mejor esfuerzo para retenerla, pero una gran parte de mí quierequitarse los guantes y tirarlos contra el maldito espejo.

    En cambio, tomo nota del libro de Hadlee y tomo respiraciones profundas.

    Controla tu temperamento.

    ¡Maldita sea! Sólo quiero sacarla de mi cabeza durante cinco minutos.

    Mis pensamientos cambian cuando escucho pasos. Inmediatamente mepongo en posición de combate, dispuesto a noquear a alguien como lamierda. Me relajo cuando veo a Murph contoneándose hacia mí. Estásubiéndose los pantalones.

    — Maldita sea, Murph. Amigo, ¿alguna vez has oído hablar de loscinturones?

    Se ríe y luego frota su grande y hermosa cabeza calva.

    — Sabes que odio esas malditas cosas.Inclino mi cabeza hacia él.

    — Lo que sea, amigo. Me asustaste como la mierda. — Camino hacia él — .¿Qué estás haciendo aquí? ¿Cómo has entrado? — le pregunto. Sé que Joesiempre cierra la puerta cuando sale.

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    Murph sonríe brillantemente.

    — Joe. Sabes que el viejo bastardo me ama.

    — Ja, ja. Y te gusta recordármelo. — Empiezo desatar mis guantes — . En

    serio, hombre. ¿Por qué estás aquí? — Me quito el guante derecho y luegoel izquierdo.

    — Tenemos que hablar — dice en voz baja.

    Para mí, esas palabras son aterradoras. No es que mucho me asuste, peroen mi experiencia nunca significan nada bueno. Levanto una ceja.

    — ¿Sobre qué?

    — Encontré a Teagan.

    Una ola de alivio me baña. Siento que por fin algo bueno ha sucedido en elmundo de Sean Reilly.

    — Bien — comento — . Si la ves otra vez, dile que me llame. He estadotratando de conseguir comunicarme con ella.

    — No hombre. — La sonrisa cae la cara de Murph — . No entiendes.

    Mi corazón deja de latir. Mis manos comienzan a temblar, así que lascierro en puños a mis costados. Aprieto los dientes. Me esfuerzo por

    pronunciar las palabras: — ¿Qué quieres decir con que no entiendo? — Hay un chirrido de locura enmi voz que nunca había oído antes — . ¿Acaso ese hijo de puta Emril le hizoalgo? — Estallo hacia Murph y agarro su bíceps derecho — . Juro por Diosque voy a cortarlo.

    Cortarlo.

    Masacrarlo.

    Asesinarlo. — ¡No hombre! — grita Murph con frustración — . Sólo escucha. No fueEmerson. — Me parece un poco gracioso que Murph pueda recordar cómose pronuncia el nombre del marido de mi hermana y yo no — . Yo ya fui averlo. Está en el hospital con ella.

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    — ¿Qué diablos está haciendo ella en el hospital? — Estoy respirandopesado. Puedo sentir el pico de rabia dentro de mí. Mi mandíbula estáapretada con tanta fuerza que juro que puedo sentir mis dientesagrietándose. Empiezo a gritar — : ¿Qué diablos está haciendo ella en elhospital?

    Murph niega con la cabeza.

    — Estoy jodidamente muerto.

    Estoy tan enojado y frustrado que no puedo manejarlo.

    — ¡Escúpelo O'Fallon! ¡Maldita sea!

    Murph lanza su historia sobre ejecutar algún recado de Connie, y cuandollega a la parte de Tee desmayada en algún sótano, ni siquiera le doy la

    oportunidad de terminar. Estoy en la puerta y corriendo rápidamente a micoche con una cosa en mi mente.

    Connor Doyle es hombre muerto.

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    onnie estaba sentado en su escritorio en su oficina.

    Recostado en su silla reclinable, con los brazos metidos detrás dela cabeza, se dio la vuelta para mirar el televisor de pantalla planade 60 pulgadas colgado en la pared. Él negó con la cabeza cuando

    vio la puntuación del juego de los Cavs. Perdían por 32 puntos. Si no lorevertían en el próximo cuarto, perdería 5k que había apostado a que ellosganarían.

    Lo único que odiaba más que ser traicionado por alguien de confianza eraperder dinero.

    Volviendo a girar, tomó una pila de papeles sobre su escritorio y empezó ahojearla. Documentos de arrendamiento, estados de cuenta, informaciónfiscal, etc. A veces odiaba tener que hacer el seguimiento de todas susinversiones y deseaba poder contratar a alguien para hacer el trabajo, peroConnie siempre sostenía la teoría de que la única persona a la que podíaconfiar sus finanzas era a él mismo.

    Un golpe en la puerta, le hizo sentarse con la espalda recta y colocar lospapeles a un lado.

    — Adelante — gritó mientras deslizaba su silla hacia atrás. Tenía un armaen un soporte, oculta debajo de su escritorio y puso su mano sobre ella,listo para empuñarla si lo necesitaba. Él sabía que un número de personaslo querían muerto y no quería darle a ninguno de sus enemigos laoportunidad de ser capaces de tomarlo desprevenido.

    Aidan atravesó la puerta, con una expresión seria en su rostro. De pie, apocos metros de distancia de la mesa y Connie lo miró de arriba abajo.Estaba tenso, con los miembros encajados en su sitio. Eso, y la expresiónde su rostro le decía a Connie que algo estaba mal.

    — ¿Hay algún problema, Aidan? — preguntó Connie.

    C

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    Aidan permaneció en silencio por un momento. Abrió la boca y luego lacerró, sin saber cómo responder. Cuando por fin habló, todo lo que pudodecir fue:

    — Sí.

    Con la mano izquierda, Connie se empujó más cerca de su escritorio einstó a Aidan a seguir con los ojos.

    — Bueno — hizo un gesto con la mano — , ¿qué es?

    Su hombre de confianza respiró hondo.

    — La chica se ha ido.

    La sorpresa golpeó a Connie como una pared de ladrillos. Él entrecerró los

    ojos, mirando a través de las ranuras. — ¿Qué quieres decir, con que se ha ido? — Hubo un tono escalofriante ensu voz. Él repitió — : ¿Qué quieres decir con ido ?

    — Ella... ella … — Aidan tropezó con sus palabras — . No lo sé. — Negó con lacabeza — . No lo sé. Fui a verla y ella se había ido.

    La sangre de Connie hervía. Podía sentir aparecer las venas de su cuello.

    — ¿No se supone que debías ir a verla ayer? — Su voz adquirió un rugido

    profundo. No podía recordar la última vez que había estado tan enojado.Aidan enderezó su postura y le miró a los ojos.

    — Sí — hizo una pausa — , pero yo estaba haciendo recados para ti. Así queenvié a alguien más para ver cómo estaba.

    — ¿Quién? — se ahogó Connie. Él sintió que su rabia comenzaba aestrangularlo lentamente. Su respiración salió corta y junta — . ¿QUIÉN? — chilló.

    La nuez de Adán de Aidan se balanceaba cuando tragó. — O'Fallon.

    Todo el cuerpo de Connie comenzó a temblar. Cerró los ojos un instante ysoltó una carcajada demente. Estaba al borde de volverse loco.

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    — Maldito O'Fallon. Enviaste al maldito O'Fallon.

    Aidan se encogió de hombros.

    — Él era el único que estaba disponible.

    — ¡Idiota! — Connie sacudió la cabeza — . ¡Maldito idiota! — Fue esemomento, que Connie sintió que se rompía el hilo que sostenía su cordura.Y con un rápido movimiento sacó su arma del soporte por debajo de suescritorio y le disparó a Aidan en el pecho.

    El rostro de Aidan se puso blanco. Llevaba la sorpresa en su rostro comouna máscara ajustada. Luego se cayó de rodillas y se desplomó, plantandosu rostro en el suelo de madera dura.

    Con la pistola todavía en la mano, Connie rodeó su escritorio y se detuvo

    junto al cuerpo de Aidan. Le dio una patada suave a su costado, sus ojosse centraron en la mano derecha de Aidan. Cuando sus dedos secrisparon, Connie se acercó a la puerta abierta. No quería matar a Aidan.

    Tal vez sólo le había perforado un pulmón para enseñarle una lección poractuar tan tontamente. Además de eso, no podía matarlo. Necesitaba suIntel para la policía o cualquier federal relacionado.

    En un alboroto, irrumpió a través de la sala de reuniones, empujando suarma de fuego en la parte trasera de sus pantalones. Unos nuevos reclutasde la hermandad estaban sentados molestando y señalando a un joven decabello negro.

    — ¡Tú! — dijo señalando al chico — . Llama a una ambulancia.

    El chico sacó el teléfono del bolsillo y Connie observó mientras marcaba911. Esperó hasta que el chico empezó a dar la dirección antes de dirigirsea la salida. Sólo tenía una cosa en su mente.

    Encontrar al maldito O'Fallon y decorar la acera con fragmentos de sucerebro.

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    Lauren Hammond sabía desde muy joven que habíanacido para ser escritora. Después de publicar su primeranovela en 2007, se dedicó a escribir varios guiones yalgunos poemas premiados. Ella aspira a ser un modelopositivo para los jóvenes que tienen un lápiz, una hoja depapel, y un sueño. Nunca abandonen sus sueños,podrían despertar un día y arrepentirse por no

    perseguirlos. Ella tiene dos novelas más en obra, asícomo algunos proyectos de cine.

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    http://www.simplybooks.org/forum