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1.2 Racionalidad Instrumental y Racionalidad Sustantiva Como hemos visto, la racionalidad es un concepto complejo, muy difícil de reducir a la teoría particular de una disciplina. Ya Weber señalaba que: Existe, por ejemplo, una racionalización de la contemplación mística...tanto como existe una racionalización de la vida económica, de la técnica, de la investigación científica, de la instrucción militar, de la ley y la administración. Más aún, cada uno de estos campos podrían ser racionalizados desde muy diferentes puntos de vista y dirigidos hacia muy diferentes fines últimos, y lo que es racional desde un punto de vista podría muy bien ser irracional desde otro. De aquí que han existido racionalizaciones de los tipos más variados en los diferentes departamentos de la vida en todas las civilizaciones (Weber, 1958). A pesar de que Weber llegó a presentar más de 16 diferentes significados de racionalidad, (e.g. sistemática, calculable, impersonal, gobernada por reglas, eficiente, instrumental, exacta, cuantitativa, cualitativa, escrupulosa, etc.), nosotros nos conformaremos con discutir las dos connotaciones más significativas del concepto de racionalidad, ya que sin agotar las posibles clasificaciones, la mayoría de los análisis de este término se reducen a uno de estos dos conceptos, que aunque diferentes, están de alguna forma relacionados: por un lado tenemos el concepto de racionalidad que llamaremos Instrumental y por el otro el concepto de racionalidad Sustantiva. Max Weber introduce las expresiones Zweckrationalität racionalidad de los fines, fines que son medios para otros fines y Wertrationälitat racionalidad del valor. Ferrater Mora (1985) llama a la primera racionalidad relativa y a la segunda racionalidad absoluta. Por su parte Javier Muguerza (1977) llama a la primera racionalidad técnica y a la segunda praxis: la técnica atiende únicamente a fines que son medios para la consecución de otros fines, en tanto que la praxis ha de habérselas con fines últimos.(p. 166) No existe unanimidad en torno a un modelo único de razón. La sociología alemana ha advertido la disputa principal que se suscita, en el terreno de la praxis, entre el clásico

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1.2 Racionalidad Instrumental y Racionalidad SustantivaComo hemos visto, la racionalidad es un concepto complejo, muy difícil de reducir a la teoría particular de una disciplina. Ya Weber señalaba que: Existe, por ejemplo, una racionalización de la contemplación mística...tanto como existe una racionalización de la vida económica, de la técnica, de la investigación científica, de la instrucción militar, de la ley y la administración. Más aún, cada uno de estos campos podrían ser racionalizados desde muy diferentes puntos de vista y dirigidos hacia muy diferentes fines últimos, y lo que es racional desde un punto de vista podría muy bien ser irracional desde otro. De aquí que han existido racionalizaciones de los tipos más variados en los diferentes departamentos de la vida en todas las civilizaciones(Weber, 1958).A pesar de que Weber llegó a presentar más de 16 diferentes significados de racionalidad, (e.g. sistemática, calculable, impersonal, gobernada por reglas, eficiente, instrumental, exacta, cuantitativa, cualitativa, escrupulosa, etc.), nosotros nos conformaremos con discutir las dos connotaciones más significativas del concepto de racionalidad, ya que sin agotar las posibles clasificaciones, la mayoría de los análisis de este término se reducen a uno de estos dos conceptos, que aunque diferentes, están de alguna forma relacionados: por un lado tenemos el concepto de racionalidad que llamaremos Instrumental y por el otro el concepto de racionalidad Sustantiva. Max Weber introduce las expresiones Zweckrationalität racionalidad de los fines, fines que son medios para otros fines y Wertrationälitat racionalidad del valor. Ferrater Mora (1985) llama a la primera racionalidad relativa y a la segunda racionalidad absoluta. Por su parte Javier Muguerza (1977) llama a la primera racionalidad técnica y a la segunda praxis: la técnica atiende únicamente a fines que son medios para la consecución de otros fines, en tanto que la praxis ha de habérselas con fines últimos.(p. 166)No existe unanimidad en torno a un modelo único de razón. La sociología alemana ha advertido la disputa principal que se suscita, en el terreno de la praxis, entre el clásico tipo universalista, sustantivo e integrador de la Razón Ilustrada y los nuevos tipos de racionalidad de los «medios» (Simmel), de los «fines» (Weber), «instrumental» (Horkheimer), «funcional» (Mannheim) y «estratégica» (Habermas y Apel) que ha ido incorporando el llamado racionalismo occidental(Bilbeny, 1991: 93)Bertrand Russell expresa en su libro "Human Society in Ethics and Politics": La "razón" tiene un preciso y completamente claro significado. Significa la elección del medio correcto para realizar un fin deseado. La razón no tiene nada que ver con la elección de los fines.... Deseos, emociones, pasiones,... son las únicas causas posibles de la acción. La razón no es una causa de la acción, es tan solo un regulador.Esta sería la concepción formal o instrumental de racionalidad.Por su parte, el filósofo Nicholas Rescher en su obra "Rationality" (1988), trata de englobar en su concepción tanto el aspecto formal e instrumental como el substantivo de la racionalidad al expresar: La racionalidad consiste en la búsqueda inteligente de los fines apropiados. Se basa en el uso de la razón, el instrumento crucial de la raza humana, para el

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mejor manejo de nuestros asuntos. Los tres principales contextos de la racionalidad son el cognitivo, el práctico, y el evaluativo. Estos tres se unen en la tarea común de implementar las 'mejores razones', razones para creencias, acciones y evaluaciones, respectivamente. En cada caso, la racionalidad requiere del uso de la inteligencia para optimizar, es decir para pensar la mejor solución de acuerdo a las circunstancias. Las buenas razones deben ser tanto convincentes en ellas mismas como, comparativamente, las mejores a nuestra disposición, refiriéndose a los intereses reales del agente más bien que a simples deseos.La racionalidad Formal o Instrumental, caracterizada en la cita de Russell, se refiere a la optimización de los fines buscados, cualesquiera que sean estos fines, es decir, bajo este punto de vista, la racionalidad no requiere de objetivos o fines sustantivos propios, simplemente se refiere a que la toma de decisión o elección que realiza un agente racional debe escoger siempre el resultado que maximice la utilidad esperada. Esta concepción está muy relacionada con los enfoques utilitarista y bayesiano de racionalidad.Por su lado Rescher trata de expresar, sin olvidar el carácter instrumental, una concepción más sustantiva de racionalidad; la concepción de racionalidad sustantiva se remonta a la tradición griega y a Aristóteles en particular, quien es el responsable de su formulación original. Este punto de vista alternativo nos dice que ciertos fines, valores o creencias, son esenciales o substantivos para la racionalidad. Según este enfoque, un agente es racional si actúa de acuerdo a 'buenas razones', y son estas buenas razones por si mismas las que determinan los fines, siempre que el agente proceda de una manera sensible e inteligente.Y la cuestión de motivación es un aspecto crucial de la racionalidad; como en el caso de la moralidad, es una cuestión de hacer las cosas correctas por las razones correctas (Rescher, 1984: 4). Jon Elster (1988) diferencia estas dos connotaciones de racionalidad a través de lo que él denomina, siguiendo los pasos de Rawls (1971), teoría estricta de la racionalidad, para referirse a la racionalidad formal, estricta (thin), en el sentido que deja sin examinar las creencias y los deseos que forman las razones para la acción cuya racionalidad estamos examinando, con la excepción de que estipula que no son lógicamente inconsistentes. En realidad, la consistencia es aquello de lo que trata específicamnete la racionalidad cuando se la considera en un sentido estricto (formal). Por otro lado define la teoría de la racionalidad sustantiva como la teoría amplia de la racionalidad, la cual va más allá de estas exigencias formales. La racionalidad implica aquí algo más que actuar consistentemente según creencias y deseos también consistentes: también requerimos que las creencias y los deseos sean racionales en un sentido más substantivo... Creencias sustantivamente racionales son aquellas que están fundadas en pruebas disponibles: están estrechamente vinculadas a la noción de juicio. Más difícil resulta definir la noción correspondiente de deseo substancialmente racional. Una manera de atacatr el problema es afirmando que la 'autonomía' es para los deseos lo que el juicio es para la creencia.La noción de racionalidad también puede ser extendida desde el individuo al caso colectivo.

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En el nivel de la racionalidad estricta o instrumental, la racionalidad puede referirse a una toma de decisiones colectiva (como en la teoría de la elección social) o a la suma o agregado que forman las decisiones individuales. En ambos casos los deseos y preferencias individuales son considerados como si fueran dados, y la racionaldiad definida principalmente como una relación entre las preferencias y el resultado social. Una teoría más amplia y sustantiva acerca de la racionalidad colectiva también habrá deobservar la capacidad del sistema social o del mecanismo de decisión colectiva para alinear las preferencias individuales junto con la noción amplia de racionalidad individual. En este sentido, un dispositivo racional colectivo es aquel que promueve o fomenta apetencias autónomas, o bien aquel dispositivo capaz de discriminar y filtrar las apetencias que no son autónomas(1988: 9-10).Pero en ambos casos, según Elster, se siguen manteniendo las dos categorías connotativas, la formal o estricta y la sustantiva o amplia. La distinción entre racionalidad individual y racionalidad colectiva no se debe a razones biológicas o sociales, sino más bien a consideraciones funcionales. Cualquier persona o un grupo de personas, como una organización, que tenga intereses y motivaciones comunes, que puedan ser considerados en forma unitaria para la toma de decisiones, constituye un individuo en la teoría de decisiones, mientras que una colección de tales individuos que posean intereses conflictivos los cuales deban ser resueltos a la hora de una decisión constituyen un grupo o colectivo.Desde el punto de vista de la racionalidad práctica, uno de los modelos más frecuentes que utilizamos al evaluar una conducta racional se basa en lo que podríamos llamar el modelo teleológico o modelo medios-fines, es decir, en elegir el mejor medio para lograr un fin determinado. Este modelo conlleva, además del concepto normativo de racionalidad, ya que siempre pensamos en qué deberíamos hacer para lograr un fin determinado, un uso positivo, no normativo, para predecir, explicar y aún describir la conducta racional, en el sentido de que si suponemos que una persona actúa racionalmente, entonces podemos explicar o predecir un vasto número de hechos bastante complicados acerca de sus acciones en términos de un pequeño número de simples hipótesis acerca de sus creencias y objetivos finales. (Harsanyi, en Moser, 1990: 272) Por ejemplo si un historiador escribe que Simón Bolívar actuó racionalmente en determinada campaña de la guerra de Independencia, generalmente quiere decir que, en cierta forma, podemos explicar muchas de las acciones de Bolívar en función de sus creencias y objetivos políticos y militares, por supuesto que siempre se pueden incluir algunos argumentos psicológicos, pero en general observamos la búsqueda de una explicación racional por parte del historiador. Aún más, podríamos decir que a nivel descriptivo una narración histórica estaría incompleta si no se incluye una discusión de las razones (racionalidad) o la falta de razones (irracionalidad) que influyeron en la toma de determinada decisión política o militar.La teoría de la elección racional representa uno de los campos de estudio más prolíficos de la conducta racional. La teoría de la elección racional considera la acción racional (individual) como la elección óptima bajo ciertas condiciones específicas. Estas condiciones son :

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Un conjunto de acciones alternativas posibles para el agente que va a hacer la elección. El grado de certidumbre que posee el agente sobre el resultado de cada una de las acciones del conjunto (1). Una medida de escala ordinal asignada por el agente a cada uno de los miembros de (1) de acuerdo a (2). Estas condiciones son esenciales para la elección racional y definen la situación de la elección. De acuerdo con esto, una elección racional consiste en la elección del mejor miembro del conjunto de acciones posibles. La medida de escala ordinal que asigna el agente a las acciones posibles depende en última instancia de las preferencias y deseos del agente. Un conocido resultado de la teoría económica nos dice que si las preferencias del agente satisfacen ciertas condiciones de consistencia y completitud, entonces estas preferencias pueden ser caracterizadas por una función (bien definida y continua) de utilidad. Por lo tanto, la conducta racional de tal agente estará determinada por la maximización de la función de utilidad. Llamaremos a este modelo instrumental de conducta racional modelo de maximización de la utilidad. Este modelo de maximización de la utilidad tiene su origen en la teoría económica de finales del siglo XIX, debido a la necesidad de ampliar el modelo de medios-fines, ya que este modelo restringía la conducta racional a la elección de un medio entre varios posibles para el logro de un determinado fin y excluía la posibilidad de elegir racionalmente entre diferentes fines. De esta forma se desarrolla el modelo económico que define la conducta racional en base a un conjunto dado de preferencias y a un conjunto dado de oportunidades. Si voy a elegir un fin determinado tengo que dar varios fines alternativos, de tal forma que haya elección, el acto de eliminar de mi elección estos fines alternativos constituye el costo de la oportunidad (opportunity cost) de perseguir ese fin determinado. Bajo este modelo, la conducta racional consiste en elegir un fin específico después de estudiar cuidadosamente los costos de esta elección. Este modelo nos explica por qué un individuo cambia sus fines sin haber cambiado sus preferencias básicas, la explicación se debe al cambio de los costos de oportunidad de los fines posibles, o al cambio de información que sobre éstos tiene el individuo. (Harsanyi, en Moser, 1990: 275).El modelo de maximización de la utilidad nos ofrece una buena caracterización de la conducta racional en el caso de certidumbre, es decir, en el caso en que cada acción nos conduce invariablemente a un resultado específico, en este caso el agente tiene certeza sobre el resultado específico de sus acciones, con lo cual el agente sólo tiene que elegir la acción que dentro de sus preferencias sea la de mayor utilidad. Hasta hace poco la mayoría de las teorías formales de disciplinas como la economía, la psicología y las ciencias de la administración, estudiaban este tipo de problemas de decisión, donde las principales herramientas matemáticas utilizadas eran el cálculo de máximos y mínimos de funciones, el cálculo de variaciones, y teorías de optimización y programación matemática. En general, se trata de resolver el siguiente problema : Sea x la acción genérica de un conjunto X de acciones factibles y sea f (x) la función de utilidad (función objetivo) asociada con x, entonces debemos encontrar x* en X, tal que f (x*) es el valor máximo (o mínimo) de los valores f (x) para todo x en X.Pero muchos de los problemas que atañen a la conducta racional ocurren bajo condiciones de riesgo e incertidumbre, es decir, en situaciones en que no podemos establecer univocamente los resultados de la acción. En el caso de

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riesgo se conocen las probabilidades objetivas a sociadas a cada uno de los resultados de las posibles acciones, es decir, tenemos un conocimiento probabilístico de la situación de decisión a diferencia del caso determinístico de certidumbre y del caso de incertidumbre donde desconocemos (o son indefinidas) las probabilidades de los resultados de las posibles acciones. Podemos suponer entonces, y de aquí la importancia práctica de este tipo de problemas, que generalmente nos encontramos en situaciones de decisión bajo riesgo e incertidumbre, ya que el futuro carece de certidumbre.Los problemas de elección bajo condiciones de riesgo e incertidumbre fueron estudiados principalmente por la teoría de juegos. Para atacar estos problemas se desarrolló el modelo de maximización de la utilidad esperada, según el cual, en el caso de riesgo, maximizamos (o minimizamos) el valor esperadode la función de utilidad, definido de acuerdo a las probabilidades objetivas asignadas y conocidas por el agente; y en el caso de incertidumbre, la utilidad esperada debe ser definida de acuerdo a las probabilidades subjetivas asignadas por el agente de acuerdo a sus creencias en los casos en que se desconozcan las probabilidades objetivas. Este modelo nos conduce a la concepción bayesiana de conducta racional, la cual propone definir la conducta racional, en todos los casos, como maximización de la utilidad esperada. En el caso de riesgo, la teoría bayesiana es ampliamente aceptada, pero en el caso de incertidumbre la situación es más polémica.(Harsanyi, en Moses, 1990: 277).Independientemente del éxito de los diferentes modelos de la teoría de la elección racional, todavía el concepto de conducta racional, esgrimido por estos modelos, es inadecuado para lidiar con el caso mas general de conducta racional, tal y como se presenta en las situaciones de juego, en situaciones donde el resultado depende de la conducta de dos o más individuos (jugadores) racionales, quienes por lo general tienen intereses parcial o totalmente divergentes. Las situaciones de juego se pueden considerar como casos de incertidumbre, ya que por lo general los jugadores no puede predecir los resultados del juego, así como tampoco las posibles probabilidades asignadas a dichos resultados. Esto se debe principalmente a la incertidumbre generada por la impredictibilidad de las estrategias de juego de los jugadores. Como la teoría de juegos discrimina entre diferentes conceptos de conducta racional de acuerdo a las diferentes clases de juegos, la mejor forma de aproximarnos a este concepto de racionalidad es jugando un juego. Este juego, en particular, que nos va a ayudar a polemizar sobre el concepto de racionalidad se llama "El dilema del prisionero" y fue planteado por primera vez alrededor de 1950 por Merrill M. Flood y Melvin Dresher, y más tarde fue formalizado por Albert W. Tucker, uno de los más importantes investigadores de la Teoría de Juegos. Uno de los aspectos más interesantes de utilizar el ejemplo del "dilema del prisionero" como paradigma de la conducta racional en la teoría de juegos es que nos va a permitir adentrarnos de una forma bastante pragmática en ciertos problemas de carácter paradójico que conlleva el concepto de racionalidad.A continuación veamos en que consiste el dilema del prisionero: Supongamos que A y B son prisioneros, acusados de haber cometido un delito. Están recluidos en celdas incomunicadas entre si mientras esperan el juicio. El abogado acusador necesita más evidencia en contra de A y B para poder

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culparlos del delito, así que ofrece a cada uno de los prisioneros el siguiente pacto:"Si confiesas haber cometido el delito y me ayudas a culpar a tu compañero, recibirás solo un año de prisión mientras que tu compañero será sentenciado a cinco años. Si ninguno confiesa cada uno será sentenciado por un delito menor a dos años de prisión. Y si ambos confiesan entonces cada un recibirá una sentencia de tres años. Además debes saber que esta misma oferta se la voy a hacer a tu compañero."Esta situación puede resumirse en la siguiente matriz, donde C representa confesar y N no confesar: Prisionero B C N C (3,3) (1,5) Prisionero A N (5,1) (2,2) El par ordenado (x,y) significa que el prisionero A obtiene una sentencia de x años y el Prisionero B y años.El principal objetivo de ambos prisioneros es pasar el menor tiempo posible en la cárcel, por lo tanto si consideramos el destino de ambos prisioneros, es decir, la suma de los años que ambos pasarán en la cárcel, la mejor estrategia conjunta sería que ninguno confesara, ya que de esta forma entre ambos sólo obtendrían en total cuatro (4) años contra los seis (6) años que supone cualquiera de las otras alternativas. Pero si suponemos que a ninguno de los prisioneros le importa lo que le sucede al otro, y debido a que están en celdas separadas e incomunicados, no pueden llegar a ningún acuerdo cooperativo. Por lo tanto podemos suponer que cada uno de los prisioneros va a tratar de reducir su pena lo más que pueda sin importarle el destino del otro prisionero. Además cada prisionero sabe que el otro esta exactamente en la misma situación, lo cual le agrega un grado de incertidumbre a la toma de decisión que debe realizar cada uno de los prisioneros con el objetivo de minimizar su condena.Una vez planteado el problema, o mejor dicho, el dilema del prisionero, cabe preguntarnos si existe alguna solución racional que pueda orientar la decisión de cada uno de los prisioneros. Para tratar de resolver este dilema vamos a analizar un poco más la situación planteada. Si el prisionero A confiesa no hay nada que él pueda hacer para prevenir que el prisionero B también confiese, y viceversa, por lo tanto ninguno de los prisioneros puede garantizar la mejor estrategia individual, es decir, la resultante de que uno sólo de los prisioneros confiese. La siguiente mejor solución individual , es la mejor solución colectiva para ambos que ya discutimos anteriormente, pero para ello se requiere cierta cooperación para garantizar que ninguno de los prisioneros confiese. Y esta opción es mejor que la opción restante, la cual es no cooperativa y el resultado de que ambos prisioneros confiesen, dos años contra tres años de condena en favor de la solución cooperativa. Sin embargo, la estrategia no cooperativa también puede ser defendida racionalmente si consideramos que cada uno de los prisioneros tiene dos alternativas, confesar o no confesar; si A confiesa, la mejor opción para B será también confesar, ya que si A confiesa y B no confiesa, B recibe una condena de cinco (5) años mientras que si B también confiesa sólo recibe una condena de tres (3) años. Por otra parte, si A no confiesa entonces la mejor opción para B es nuevamente confesar, ya que si A no confiesa y B confiesa entonces B recibe una condena de un (1) año contra la alternativa de dos (2) años si decide no confesar. Y como la situación es simétrica para ambos prisioneros, esto parece sugerir que la mejor opción individual para cada uno de los prisioneros es confesar. Pero si ambos prisioneros siguen esta opción, la cual ha sido aparentemente argumentada

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racionalmente, cada uno de ellos obtendrá una condena de tres (3) años y este resultado es peor que si ambos no confesaran, en cuyo caso cada uno obtendría una condena de dos años, por lo tanto pareciera ser más racional la estrategia de cooperar y no confesar. He aquí el dilema del prisionero: ¿Confesar o no confesar? ¿Cooperar o no cooperar? ¿Cuál es la opción racional, confesar o no confesar? O se puede decir que la racionalidad es una cuestión de grado, es decir: ¿Cuál es la opción más racional, confesar o no confesar? Además del carácter de duda hamletiana a la que es sometido el personaje del prisionero, este dilema nos permite observar que ningún curso de acción es racional o irracional per se, ya que siempre puede resultar, como en el caso del dilema del prisionero, una situación donde una acción "no racional ", en el sentido de no ser la aconsejada racionalmente, es la "menos mala", la que representa en el caso de los prisioneros la condena más corta.El dilema del prisionero reviste una gran importancia ya que encierra el problema central de la cooperación en la interacción estratégica, es decir:¿Bajo qué condiciones los habitantes de un mundo de egoistas, sin autoridad central, estarían dispuestos a cooperar? Este problema ha sido debatido en diferentes areas del conocimiento: En filosofía política, Hobbes consideraba el estado natural equivalente a lo que hoy en día llamamos el dilema del prisionero para dos personas, lo cual llevó a Hobbes a concluir sobre la imposibilidad de la cooperación en esta situación. En política internacional, las naciones interactúan sin una autoridad central, y problemas como el de seguridad, alianzas, desarme, etc., pueden ser modelados como el dilema del prisionero. En economía y sociología son numerosos los intercambios e interacciones que se realizan sin ser impuestas por una autoridad central. Y sólo el conocimiento de futuros intercambios parece promover la cooperación y una ética de los negocios. También en economía internacional, debido a los diferentes impuestos de los países, se puede considerar que el país importador y el país exportador están sometidos a un juego muy similar al dilema del prisionero para dos personas.Todas estas disciplinas coinciden en considerar que, en primer lugar el dilema del prisionero sirve de modelo al problema de la interacción estratégica. En segundo lugar, están de acuerdo en que la emergencia de la cooperación surge cuando existe la posibilidad de la continuidad de la interacción. Y en tercer lugar, las herramientas utilizadas para analizar el problema han sido similares, constituyendo la teoría de juegos la principal de estas herramientas.1.3 Racionalidad Estratégica y Racionalidad Comunicativa Según Karl-Otto Apel, la dominación del hombre por el hombre ha sido legitimada en Occidente por el discurso empírico-técnico, donde el discurso humanista no tendría punto de comparación con el citado. Apel desarrolla, en Estudios Éticos, una teoría sobre los tipos de racionalidad a partir de la pregunta: ¿Existe una racionalidad especial de la interacción social que no puede serreducida a la racionalidad medio-fin del actuar de los sujetos particulares?(1986: 27). Apel considera que el discurso tiene una función «estratégica» o una función «pragmático-transcendental», si se conduce por los ideales de comunicación presupuestos en el habla cotidiana. La función estratégica sirve al equilibrio de intereses en conflicto para su mejor supervivencia. La función pragmático-

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transcendental se orienta, mediante el mismo discurso, a la obtención de un consenso entre los hablantes. No cabe sino añadir, pues, que una abre una racionalidad estratégica y otra una racionalidad ética (1986: 27). Esta distinción se parece a la división weberiana entre una racionalidad de «fines» y otra de «valores». Para Apel el discurso ético es imparcial ante los intereses y el discurso estratégico es neutral ante los valores. Apel se pregunta: ¿En qué consiste la racionalidad estratégica de la interacción? &emdash;y contesta&emdash; Dicho simplificadamente, ella consiste en que los actores, en tanto sujetos de la racionalidad teleológica aplican su pensamiento medio-fin a objetos acerca de los cuales ellos saben que, en tanto sujetos de la racionalidad teleológica, hacen lo mismo con respecto a ellos mismos. En esta reciprocidad reflexionada de la instrumentalización consiste manifiestamente la peculiar estructura de la interacción estratégica. En el juego estratégico, los sujetos del cálculo de beneficios en el sentido de la teoría de la decisión tiene también que tomar en cuenta los cálculos de beneficios de otros jugadores como condiciones y como medios de los propios cálculos de beneficios(1986: 34-35).La ética tiene su anclaje en la racionalidad discursiva, es decir, en y por el lenguaje: pero en aquel tipo de discurso en el que se imponen sus supuestos de consenso por encima de su mera utilización al servicio de intereses, siempre ajenos al discurso mismo. De suceder lo contrario, la interacción o cooperación humanas serían simplemente estratégicas. De ellas no se podría esperar un valor ético, ni menos un fundamento para la cooperación comunitaria. (Bilbeny, 1991: 94)Para Apel la racionalidad discursiva se basa en la pragmática del lenguaje y en el presupuesto, a priori, de una comunidad de comunicación ideal (idealen Kommunikationsgemeinschaft) entre los hablantes. La norma fundamental de la ética es el respeto de una comunidad de comunicación ideal como valor regulador de la acción (1986: 78). La norma está implícita en el lenguaje, no en el sujeto o en alguna de sus facultades categoriales, como suponían Aristóteles y Kant. Siguiendo un desarrollo parecido al de Apel, Habermas opone al concepto de racionalidad teleológica (instrumental o estratégica) orientada al éxito, el concepto de racionalidad comunicativa orientada al entendimiento un concepto de racionalidad más amplio que enlaza con la vieja idea de logos(1989: 27). Habermas considera la racionalidad estratégica y la racionalidad comunicativa como dos tipos de racionalidad que, desde la perspectiva del propio actor, representan una alternativa; los participantes en la interacción deben elegir, aunque intuitivamente, entre una racionalidad orientada al éxito y una racionalidad orientada a la comprensión o entendimiento.La racionalidad teleológica, (acción racional con arreglo a fines), parte de que el actor se orienta exclusivamente por la consecución de un objetivo global suficientemente precisado confrome a fines concretos y somete a cálculo todas las demás consecuencias de la acción como condiciones secundarias del éxito a que aspira. El éxito viene definido por la ocurrencia de un estado en el mundo, que en una situación dada puede ser causalmente producido mediante acción u omisión intencionadas. Una acción orientada al éxito la llamamos instrumental cuando la consideramos bajo el aspecto de observancia de reglas

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técnicas de acción y evaluamos el grado de eficacia de la intervención en un estado físico (Habermas, 1989b: 384-5).Esta racionalidad instrumental la extiende Habermas a racionalidad estratégica cuando al calcular el actor su éxito, puede incluir por lo menos a otro actor racional, también orientado hacia un fin. Esta racionalidad es interpretada generalmente de forma utilitaria, es decir, se da por supuesto que el actor elige y calcula los medios y fines en función de la máxima utilidad (modelo maximizado) o por la máxima utilidad esperada, como discutimos anteriormente. En la racionalidad comunicativa, las acciones de los actores participantes no quedan coordinadas a través de cálculos egocéntricos de intereses sino a través del entendimiento (Verständigung). En la acción comunicativa los agentes no se orientan primariamente por o a su propio éxito, sino por o al entendimiento (Habermas. 1989b: 385).Habermas parte del hecho de que tanto a nivel de las acciones extralingüísticas y sus referencias al mundo, como a nivel de los actos lingüísticos, hay que suponer tres dimensiones de la racionalidad y de la posible racionalización que pueden ser distinguidas ideal-típicamente: a dimensión de la racionalidad medio-findel actuar orientado hacia el éxito, cuya posible eficiencia técnica, en última instancia, se basa en la verdad del conocimiento de las ciencias naturales, en el sentido de la referencia al mundo de la relación sujeto-objeto;la dimensión de la corrección normativa del actuar social, en el sentido de la referencia, al mundo, por así decirlo, de la relación sujeto-cosujeto, cuya legitimación racional, en última instancia, se basa en la moral; la dimensión de la adecuada autopresentaciónen el llamado actuar dramatúrgico cuyo criterio de racionalidad reside, por una parte, en la veracidad y, por otra, en la estéticamente relevante autenticidad de la autoexpresión.Para Habermas, las acciones comunicativas deben cumplir las pretensiones de validez entabladas en la crítica discursiva. El lenguaje contiene las especificaciones por medio de las cuales podemos señalar el mundo particular al que se refieren dichas pretensiones de validez y en forma correspondiente el tipo de discurso que amerita la disputa de dicha pretensión. Esto nos determina las dimensiones de la racionalidad.La teoría de la acción comunicativa de Habermas escoge una racionalidad comunicativa de la intersubjetividad sobre una racionalidad subjetiva centrada en una conciencia individual. Las pretensiones de validez de la racionalidad comunicativa de Habermas están relacionadas nnnnnnn con el logro de un acuerdo razonado, donde las pretensiones de validez pueden ser rechazadas, criticadas y defendidas. El método argumentativo, de dar razones en pro y en contra, es fundamental para cualquier concepción de racionalidad y la experiencia de alcanzar el entendimiento mutuo en una discusión libre de coacción es la idea central de la razón comunicativa de Habermas.Habermas y Apel consideran que la racionaldiad práctica no puede reducirse a una racionalidad medio-fin o teleológica (en general vamos a llamarla estratégica). Tanto para Apel como para Habermas la razón debe pasar, pues, de su inicial definición monológica a una formulación finalmente dialógica, considerando el discurso de los hablantes.