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1904- Tomo V I I I . P a g s . 178-190 .

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EN TORNO Á LOPE DE YE6A — — -3^50

I

i. ¡Felices y bienaventurados de los que no somos genios! Pasaremos los pocos ó muchos días que Dios se sirva concedernos

en esta mísera posada del mundo barajados y confundidos en el in­numerable montón de los anónimos; reposaremos, al fin en la fosa co­mún de la historia y nadie querrá conquistarse un sillón de la Aca­demia ni escudriñando nuestros actos en vida, ni revolviendo nuestro recuerdo é inquietando nuestras cenizas en muerte.

Al genio, en cambio, ¡qué estrella tan fatídica le persigue! Vive asaeteado por las lenguas ó envidiosas ó panegiristas, atala­

yado por millones de ojos, comentado y aun calumniado sin miseri­cordia, y ni con la muerte llega á conseguir el apetecido reposo! Uno le zahiere, otro le encomia, éste le descifra é interpreta como un libro de los Vedas, aquél le nota faltas de gramático holgazán- Y esto es poco. Críticas son éstas añejas y atrasadas. Porque la flamante se in­troduce en los más repuestos archivos, se hunde entre papeles viejos, y busca, inquiere, curiosea, confronta, sorprende secretos, publica la correspondencia más íntima y canta victoria y triunfa con implacable amistad al seguir los devaneos, las ligerezas, los pecados y las torpe­zas del genio á quien venera, y con este prurito de extraña venera­ción los imprime lujosamente, los propala á los cuatro vientos, y sólo descansa satisfecha cuando no ha dejado vergüenza ninguna de su idolatrado genio que no haya hecho correr de polo á polo. Linaje de admiración que no se comprende, pero que está de moda.

Lejos de mí alabarla, alegando en su favor el imperioso amor á la verdad, que dicen ser su móvil; ni vituperarla, distinguiendo entre verdades necesarias para el ejemplo de la posteridad y verdades tan ebenes, que ocupan en la historia el puesto de los chismes de vecin­dad en la conversación ordinaria, ^

Lo único que hago es lamentar la suerte de los genios. 2. Muéveme á ello la memoria de aquel gran poeta, monstruo de

naturaleza y Fénix de los ingenios, Frey Lope Félix de Vega Carpió.-

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•' II

En vida, con sus versos abasteció las tablas'españolas y las extran­jeras, y redundó su inagotable vena con increíble caudal de rimas, ro­mances, poemas y novelas, donde prodigó alabanzas con maravillosa liberalidad:

Pues en llegando á versos Limpios, claros y tersos, ¿Quién mejor acompaña La dulce lengua de su patria España De retóricas flores, Frasis, exornaciones y colores? Pues dime, ¿qué naciones se conocen Que no le deban versos y alabanzas, En cuanto baña el mar la bella Europa? ¿Qué ingenio, que con nuevas esperanzas

* Corra al Parnaso con el viento en popa Que no haya celebrado? ¿Qué rey, qué empresa, qué armas, qué soldados? ( i ) .

Ni su mérito, ni su prodigalidad en alabar le libró de verse

Ya por archipoeta coronado Cotí hojas de laurel resplandeciente; Ya de otro con espinos coronado (2).

Le censuraban de que no sabía lógica, ni dialéctica, ni gramá­tica (3).

Y aun siguiendo algunos su propio antojo y natural maldiciente «á

(1) Amarilis. Égloga. (Ed. Sanch., t. x, páginas 156-157,) (2) Epístola á BarrionuevQ. Ed. Sanch., t* tv, fng. 384. (3) Estas reprensiones se condensaron en un libelo intitulado Sfto}rgia3 que com­

puso el M, Pedro de Torres Rámila, «infelicísimo latinizador» y colegial de Alcalá. Lope, que no podía ni aun quejarse sino en verso, compuso contra Rámila su Fi­lomena. En la segunda parte le introduce bajo la alegoría del Tordo} que censura á Filomena (Lope) altiva y pedantescamente. Ésta s*e defiende y los jueces, á quien se llama dioses en el poema por su carácter mitológico, le dan por sentencia:

Canta, Fénix del bosque, cania, alada Espíritu, que en versos tan, sutiles Escondes voz que el inmortal senado Escucha

(Véase La Filomena. Col. Sanch., t. II, pág. 428-467, y La Barrera. Obras de Lope de Vega. Ed. de la Academia Española, L i, páginas 300-312, 351-353.)

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las cosas del ingenio, respondían con sátiras á la honra y querían más mostrarse ignorantes y desvergonzados, que doctos y nobles en lo que defendían >• Arma ciertamente ruin, más esgrimida contra el Fé­nix de los ingenios por otros dos poetas> famosos también, pero ce­gados de emulación: el cordobés Góngora y el mejicano Ruiz de Alarcón (l)*

Luchas fueron éstas que acibararon su vida entera. Mas la victoria por entonces pareció declararse á su favor. En el terreno literario los panegíricos ahogaron las censuras:

Los dioses decretaron La sentencia en favor de Filomena, Y á un eterno silencio condenaron Al Tordo

Contra los maldicientes de la honra los infortunios que á Lope per­siguieron en su ancianidad, las lágrimas y contrición de su último tránsito y la Fama postuma (2), que fué como un manto de riquísi­mos elogios tejido, ocultaron lo humano y frágil de aquel gigantesco genio é hijo predilecto del pueblo español.

III

3. Mas era un genio, y en razón de tal la caprichosa fortuna no le coacedid perpetuo sosiego.

Acaso no se habían cumplido ciento cincuenta años desde que aquella dulce Filomena había conseguido la palma del Tordo gramá­tico, cuando otros gramáticos más intolerantes y más intolerables que Torres Rámila, le disputaron el laurel de Apolo, asentándole de firme la adusta palmeta del dómine. La escuela de Nasarre y Moratín halló una personificación en el bilioso y descontentadizo Hermosilla.

Que Lope de Vega no sabía sintaxis, que no era capaz de cons­truir un período cuadrimembre ó una oración periódica, que no po­seía el resorte de las figuras de dicción y de sentencia, que [mal pe-

(1) Véase La Barrera. Obras de Lope de Vega. Ed- de la Academia- Biografía, página 265, y D+ Juan Ruiz de Alarcón y Mendoza, por D. Luis F . Guerra y Orbe, página 337.

(2) Fama postuma á la vida y muerte del Doctor Frey Lope de Vega Carpió, y elo­gios panegíricos á la inmortalidad de su nombre. Escritos por los más esclarecidos in­genios solicitados por el Dr* Juan Pérez de Montalbán, En ¡Madrid, 1636» En la co­lección, de Sancha ocupa el t. x.

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cado! se reía de las unidades y de las sabias reglas para la anagnórisis y la catástrofe; en una palabra, que ni sus contemporáneos, ni los que vinieron detrás, supieron dónde tenían la mano derecha en punto á retórica y poética hasta que apareció en el mundo literario el Arte de escribir en prosa y versoy nuevo y significativo nombre con que don Josef Gómez de Hermosilla bautizó su obra, huyendo, como él prueba con toda clase de argumentos y autoridades, de la impropiedad, in­exactitud y barbarie de los que la llamaran simplemente Retórica-

No tuvo Lope de Vega en esta coyuntura «dioses* que hicieran callar al atrevido tordo, y anduvo por algún tiempo muy valida la reprensión; pero su misma exorbitancia, pues equivalía á decir que Cicerón no sabía latín ni Demóstenes griego, y lo caprichoso de la fortunay voluble y tornadiza por naturaleza, fueron poco á poco de­volviendo su laurel al famoso poeta. Doctos extranjeros primero, como Schlegel, Schack, Grillparzer, Rapp y Enk, en Alemania; La Beaumelle, Damas-Hinard, en Francia, y no menos doctos naturales, como el sesudo Hartzenbusch, el atinado Duran, el escudriñador La Barrera y el eruditísimo Menéndez y Pelayo, le devuelven con cre­ces la arrebatada alabanza. La Academia Española, con aliento muy laudable, ha emprendido á su costa imprimir cuanto de Lope inédito ó editado, cierto ó dudoso llegue á sus manos, encomendando el des­empeño de tanta empresa á quien por su indiscutible saber y por su acendrado amor al poeta podía mejor que nadie darle cima con fe­licidad.

Ante los textos purificados de Lope, leyendo sus dulces rimas, quintillas y romances, abarcando el extendidísimo campo que reco­rrió su fantasía, un pasmo Reverencial sobrecoge el corazón, se disi­mulan y perdonan los momentos en que dormitara el gran poeta, se comprende que muchos de los que hoy nos parecen modismos inu­sitados ó construcciones viciosas exigen estudio para aprender lo que ya nuestra desidia ha olvidado por ventura y se abomina del fatal exclusivismo, que fué el gran perseguidor de Lope, Exclusivismo de ciertos primores gramaticales, de ciertos adornos de ebanistas litera­rios, de cierta tersura y limpieza-de lenguaje, y que de tal modo ob­sesionaba á sus paladines; que les hacía desconocer la grandeza de la concepción, la fecundidad de.los ideales, la creación de los caracte­res, la suavidad é ingenio del estilo cuando estaba esto afeado por un hiato, una cacofonía ó un latinismo ó transposición violenta-

Este exclusivismo, gracias á Dios, murió y nadie piensa en que re­sucite. Sin negar lo elegante de un estilo pulcro, se saben apreciar

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otras dotes sobresalientes, y por éstas se establece el ascenso y esca­lafón en el Parnaso,

IV

4. Mas este mismo entusiasmo por Lope le es perjudicial; que de­jaría nuestro poeta de ser genio, si dejara de ser desventurado. En efecto, con el mismo afán con que á su muerte arrojaron los amigos de D. Francisco de Quevedo á la pública luz cuantos papeles de fami­liar libertad conservaban en su poder, y cuantos, hasta en fragmen­tos , hallaron en los escritorios del catoniano amigo, dando así lugar á una reputación falseada; con el mismo trabajan los del Fénix de los ingenios en sorprender su correspondencia íntima, rasgar el dis­fraz de Zaidas y Lucindas, Amarilis y Doroteas que el poeta pudoro­samente puso, y con delectación que llaman erudita, lanzan á la fama cuanto desearían los que ahora viven que sellaran sus confidentes con el mayor sigilo por toda la eternidad.

Don Alberto de la Barrera tejió la biografía del insigne poeta» riquísima en datos, feliz en atinadas conjeturas, y que reconqjpone por tal forma la vida de su héroe, que dejó pocos puntos sin diluci­dar. Menéndez y Pelayo, añadiéndole nuevas cartas y documentos, la ha editado como portada y primer tomo de la colección que, como dijimos antes, le ha encomendado la Academia Española.

Pocos meses ha, con la publicación de un solo libro, han contri­buido á esclarecer la juventud de Lope los Sres« Tomillo ,y Pérez Pastor, imprimiendo, y cuidadosamente anotando, un proceso for­mado á Lope, cuando tenía veinte años, por líbelos y sátiras contra unos cómicos*

Había precedido en este empeño D, José Ibero Rivas y Canfranc (anagrama fácil de un nombre muy conocido entre músicos y biblió­filos), editando varias cartas del gran poeta en su libro Últimos amo­res de Lope de Vega.

Y, por no omitir nada, había también contribuido á esta obra don Luis Fernández Guerra en su monografía sobre Ruiz de Alarcón;

¿Cómo ha quedado tras esto la memoria de Lope? La Barrera, discípulo del volteriano D. Bartolomé J. Gallardo, ce­

gado *más de lo que debiera esperarse de su'buen juicio por preocu­paciones de educación ó de partido» (1), presenta la faz de los hechos

(1) Ast lo confiesa Menéndez y Pelayo al tocar el punto de la profesión religiosa

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de tal manera, que deja honda y amarga impresión de la inmoralidad de Lope de Vega: nada buena puede ser, dada la índole del libro, la que se saca de la lectura del proceso, mas ser devaneos de joven y no ver en los editores obligación ni manera de cohonestar lo que narran, la dulcifican un tanto; ninguna disculpa merece D. Francisco Asenjo Barbieri, y de D. Luis F. Guerra es atinadísimo que «juzga comúnmente al gran ingenio con extraordinaria severidad desde el punto de vista moral, como si algo hubiese pasado al biógrafo del espíritu de hostilidad que indudablemente reinó entre Lope de Vega y el glorioso corcovado mejicano» ( i ) .

Esta es la obra de los biógrafos. For otra parte, avezados nosotros á los hombres de nuestra época, y poseídos de una idea tristísima, y por desgracia demasiado cierta, de muchos poetas y literatos, no comprendemos fácilmente á los escritores de otros siglos, y nos per­suadimos que la fe era la misma, é igual por tanto la trascendencia de los pecados, é igual, con tristísima igualdad, la más ó menos discu­tible cristiandad del último trance que muestran los contemporáneos y la acendrada y profunda contrición que mostraron aquéllos.

De ahí que, ávidos de noticias acerca de las grandes figuras de la historia, y exageradamente ávidos de cuanto las deslustra, nos deja­mos cegar de esos hechos que forman la crónica escandalosa de lo pasado, y olvidamos todo lo demás. Delante de los extravíos del gran poeta, lo restante se eclipsa; y parecen nada su profunda religiosi­dad, su tristísima y llorosa contrición, su espléndida beneficencia, su invariable caballerosidad, el amor de padre, la lealtad de amigo, las voces de arrepentimiento y perdón proferidas al trasponer el umbral de la vida. ¡Nada! No se piensa más que en tratos ilícitos, en proce­sos, en devaneos, en sórdida lujuria.

]Mal pecado el del exclusivismo, que en el orden moral y en el literario tanto ha perseguido á Lope de Vega!

V - '

5. No creemos que prevalezcan contra su fama. Don Marcelino Menéndez y Pelayo promete diversas veces amplios

de Marcela, hija de Lope. La censura es extensiva á todo el relato, falseado por sobra de crudeza aunque velada con aparente imparcialidad. (Véase Biogr, ed, Acad., página Ó79.)

(1) Menéndez y Pelayo, Obras de Lope. Ed. de la Acad., Biografía, pág, 687.

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estudios sobre el carácter moral y el literario del Fénix de los inge­nios. Acabada la edición académica, nadie mejor que el erudito y amante editor podrá dirigir miradas sintéticas que presenten cabal y fielmente la figura del hombre y del poeta, armonizando en ella los defectos y las virtudes, las excelencias y las deficiencias, retratándolo y grabándolo para siempre con el buril de una crítica sana, imparcial y castiza.

Mas cuando esto suceda, todavía quedarán puntos aislados, de más modesto alcance, que pueden ser estudiados por críticas dénme­nos vuelo.

Y entre ellos escogeré el espíritu religioso, la inspiración sagrada de Lope.

Forman sus composiciones religiosas gran número, muchas de ellas fueron impresas con manifiesto intento de deshacer malos ejem­plos, y todas fueron miradas por el poeta, al hallarse moribundo, con el mayor cariño y como única prenda de su confianza para la verdadera inmortalidad; merecen, pues, un razonado estudio, que nos descubrirá la fe y religión del poeta, su fervor y amor divino, y también las luchas y batallas libradas en su corazón entre la inspiración divina y la pro­pensión humana de su fragilidad.

Manifiestos tales propósitos, resta añadir que aprovecharé cuantas fuentes vengan á mis manos; pero que me ha de ser perpetua guía el mismo Lope de Vega en sus obras. Así será este trabajo gustoso á los amadores del Fénix, y fácil pues Lope escribió muchísimo, y al escribir se delató> descubrió su corazón; que por una necesidad de su carácter, al escribir, pensaba siempre en voz alta*

P O E S Í A R E L I G I O S A DE L O P E

I

AGRUPACIÓN DE MATERIALES

i . En el año de 1636, y uno después del fallecimiento del poeta, escribía é imprimía su entusiasta discípulo Juan Pérez de Montalbán la Fama postuma. En ella se desbordó sobre la tumba de Lope el amor y la admiración del joven doctor, y por más que se mezcló lo hiperbólico con lo rigurosamente historial, allí nos ha quedado un guía muy apreciable y un testigo de mayor excepción.

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Examinemos su testimonio sobre el caudal religioso del ilustre

poeta, /Dice así:

«Volviéndose (ya para morir) á un Cristo crucificado, le pidió con fervorosas lágrimas perdón del tiempo que había consumido en pensamientos humanos ; que aunque mucha parte de su vida había gastado en autos sacramentales, historias sagradas, libros devotos, elogios de los santos y alabanzas de la Virgen Santísima y del Niño recién nacido en todas sus fiestas, quisiera que todo lo restante fuera semejante á esto »

En esta exacta enumeración se caracterizan las obras religiosas del fecundo ingenio; y no podía ser por menos: como qué al escribirla reteñirían aún los oídos de Montalbán con el eco de los suspiros, en­tre los que se profirieron. Montalbán pudo recoger esta confesión de los labios moribundos de su maestro.

Más abajo añade por su cuenta:

«Escribió él sólo más en número y calidad que todos los poetas antiguos y mo­dernos, y si no, pónganse sus obras {que no es dificultoso, pues todos las tenemos en las librerías) y las de Lope en una balanza, y se verá la ventaja con la experien­cia Los autos sacramentales pasan de 400 Los libros y papeles impresos mu­chos, como se verá en estos títulos: La Jerusalén conquistada ¡ La Dragontea , El Patrón de Madrid, Los Pastores de Belén, La beatificación de San Isidro, El certa' men con comedias del mismo santo , Las rimas sacras, Los triunfos divinos, Los soliloquios amorosos, La coroyia trágica de María Estuardo, La Virgen de la Ahmt-dena, La isagoge á las lecciones de los reales estudios de la Compañía de fesús,.**., Los desagravios de Cristo, La égloga de Eliso..,„t La Congregación de los sacerdotes de Madrid.....] sin los versos menores que hizo á particulares asuntos, porque no hubo suceso que no publicasen sus elogios , santo á quien no celebrase con villancicos, fiesta pública que no luciese con encomios y certamen literario a que no asistiese como secretario para repetirle y como presidente para juzgarle; sin otras muchas obras que no salian en su nombre cuya cantidad no tiene medida »•

2. Razón será ahora ver en cuánto pudo mezclarse en este testimo­nio la hipérbole y el recuerdo vago y confuso. *

Es exactísima la cita de las obras religiosas impresas. Sólo omitió el panegirista El triunfo de la Fe, obra en prosa, y la Oración, en verso 1 hecha para el certamen de los Recoletos Agustinos, cuando mudaron el Santísimo Sacramento á la capilla mayor de su nuevo templo: acaso no las conocía ó se le olvidaron.

El aprecio que nos dice se hacía de la musa de Lope en certáme­nes y fiestas públicas, es muy natural, y lo confirman muchas de sus composiciones y Fr, Domingo de Mendoza (1), convidándole á tomar

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parte en otro iniciado en 1608 por la Hermandad de los Dolores y compasión de Nuestra Señora.

Cuánto sería importunado nuestro Lope, no sólo de cofradías, sino de comunidades religiosas, en especial de monjas, para que las sur­tiera en sus claustrales regocijos de villanescas, églogas, villancicos y de toda suerte de versos, es cosa que se deja adivinar.

Él mismo se queja saladamente de las exigencias de una monja gongorina.

«Agora (1) me resta pedir á v. excia. perdón del romance que tan aprisa escribí y de aquel concepto tan trivial del pelícano En aquel santo monasterio, que por nuestros pecados ha venido á poder de turcos (2), está la bachillería tan levantada y los del concurso tan adelante en bigotes y conceptos, que si Dios dándose á sí mismo se puede parecer á algún ave exquisita de la isla de los Azores, no ad­mitirán el pelícano, aunque ya lo hayan dicho los santos y yo he leído en ellos.»

Esto acontecía antes de la profesión de su hija Marcela en las Tri­nitarias descalzas de Madrid, porque después «nada aventura (3) quien infiera que las obras ascéticas de que tan pródigo fué su ingenio en los últimos años tuvieron el monasterio de las Trinitarias por teatro*. Ni tampoco aventurará nada quien afirme que muchas composiciones de esta clase habrán tenido por su tamaño y destino la estrella de otras hermanas suyas, de las que escribía su autor que * no llegará nunca lo impreso á lo que está por imprimir», y que ó se habrán perdido ó que figurarán en devocionarios, cancioneros y otros libros espirituales, como bienes abandonados de la república de las letras. De este modo, pues, se comprenden aquellas frases de Montalbán: «No hubo santo á quien no hiciese villancicos, sin otras muchas que salían sin su nombre, cuya cantidad no tiene medida,»

De las comedias sagradas, ni Lope, ni su discípulo especificaron nada, englobándolas en el número fabuloso de obras dramáticas que compuso el fecundo poeta. Afortunadamente, se han impreso ya cuan­tas se conservan, y aun los títulos conocemos de algunas que se han perdido. Forman los tomos iv, v y parte del ni de la citada colección

(1) Carta al Duque de Sessa. 9 de Junio de 1615, Biografía por La Barrera y pá­gina 226.

{2) Los gongorinos, (3) Marqués de Molins. Véase las adiciones á la Biografía de La Barrera, pá­

gina 680,

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de la Española. Al fin de las Observaciones preliminares del tomo v se advierte:

t «Además de las 30 comedías de vidas de santos y leyendas piadosas que en esta

edición hemos podido recoger, consta que Lope escribió otras que se han perdido, y además se le atribuyen algunas de no probada autenticidad- En la primera lista de El peregrino en su patria, que comprende, como tantas veces se ha dicho t las piezas anteriores á 1604 ( hallamos los siguientes títulos de obras desconocidas** (Cita Menéndezy Pelayo cinco, y continúa): «En la segunda lista (1618) se añaden las siguientes.*

Cita ocho más y pasa á enumerar los títulos de otras diez, de dudosa ó infundada procedencia ( i ) . Agreguemos á esto las ocho comedias escriturarias, que nosotros incluiremos en el nombre genérico de sa­gradas, y tendremos unas 50, de las cuales no podemos leer sino 38.

Volvamos ya á las palabras que comentamos de Montalbán. Claramente hiperbólica es la comparación establecida entre Lope

de Vega y los antiguos y modernos, é hiperbólica, en la cualidad de los escritos, sí también en la cantidad- Pero digamos de los autos sa­cramentales que en redondo afirma el buen doctor pasar de 400. ¿Habrá también en esto exageración?

Como no hemos leído ningún autor que ahonde en este punto> va­mos á exponer, valga lo que valiere, nuestro leal sentir para que los doctos concluyan.

En Febrero de 1604, y en la aprobación de La Hermosura de Angé­lica, daba Fr. Jaime Rebullosa el pase del libro con esta intencionada advertencia:

«Pluguiese (2) á Dios emplease el autor la peregrina habilidad, fe­lice ingenio, muchas letras y continuo estudio que por todas sus obras descubre en celebrar la belleza de las Angélicas del cielo, por no en­terrar mas granjear el talento que Dios le ha encomendado, y tengo fe daría semejante sujeto tales cortes á su pluma , que veríamos en sus obras la diferencia. Muy buenos ingenios la celebran entre su Isidro y las demás Esto he dicho por no habérmelo querido per­donar el deseo »

Esto se imprimía en Barcelona, y cualquiera verá no ser opinión sólo de un fraile; en toda España se debían lamentar de lo mismo, pues las comedias de santos no eran tenidas en gran estima, y las pocas que para estas fechas había compuesto Lope habían desapare­

cí) Tomo v, pág, 56. (2) Ed. Sanch., 1.11, pág*-14.

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cido en los costales y repertorios de los farsantes. Si Lope, en cam­bio, hubiera sido un poeta de autos, la queja no hubiese tenido fun­damento.

Un mes después publica nuestro poeta su Peregrino•, pieza auto­biográfica á todas luces, y en él intercala cuatro autos ó moralidades sagradas. ¿Había en esto una respuesta á la censura, que corría de boca en boca, y que Fr. Rebullosa formuló? Creemos probable que sí, y hacemos notar al lector que, según Lope, El viaje del alma se representó en Barcelona; Las bodas entre el Alma y el Amor divino, en Valencia; La Maya, en Zaragoza, y El hijo pródigo^ en Perpiñán, por cómicos venidos de Barcelona. ¿Quiso también Lope hacer cons­tar que en toda España, y especialmente allí de donde había salido el reproche, tenía él fama de compositor sagrado?

Lo otro que nos parece deducirse, es que nuestro autor á estas fechas no tenía otros autos sacramentales que poder citar.

Esto es en 1604: corren los años con distintas vicisitudes; llega un período, cuando Lope hace del Parnaso Líbano de su penitencia; sabemos cuanto escribió en este tiempo para su «antigua.perdición», ya convertida, para sí mismo en afectuoso desahogo á los pies de Jesucristo, páralos terciarios franciscanos, para monjas, para reli­giosos ¡Cosa extraña! No he encontrado en Lope de Vega ni una alusión á composiciones eucarísticas, silencio para mí elocuentísimo*

De pronto, al trasponer de la vida, Montalbán nos conserva una reminiscencia del poeta, que se acordó con gozo de sus autos sacra­mentales. Era que, efectivamente, en los postreros años había com­puesto algunos. Su verdadero amigo y gran curador de sus huérfanos literarios, el licenciado José Ortiz de Villena publicó doce postumos, verdaderas joyas, ajuicio de los entendidos.

Otras conjeturas más débiles tenemos además, á saber: que siendo escaso el consumo de los autos, por ser sólo para las fiestas del Cor­pus, y no habiendo Calderón de la Barca, abastecedor único de los carros en toda España por más de cuarenta años, producido ni ochenta, ¿cómo iba Lope á componer más de cuatrocientos, compar­tiendo el reinado de los autos con Téllez, Valdivielso y otros más? Además los dramas del Corpus eran tenidos en gran veneración en nuestra antigua España (1), y Lope de Vega, dicho sea con dolor, en mucho tiempo gozó escasa reputación moral. De la misma venera-

(1) Véase «Autos anteriores á Lope», RAZÓN Y FE, t, vi, págs» 21-25*

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xión argüimos que parece increible el que de mil y quinientas come­dias/piezas nacidas tal vez en pocas horas, que vivían menos en los corrales, y que después, ó se perdían ó perecían torpemente mutila­das, se hayan conservado quizás la tercera parte, mientras q u e d e los venerables cuatrocientos autos no se han podido salvar ni la /décima.

Porque, en efecto, sólo cuarenta y cuatro (tres dudosos) son los Impresos, y sólo dos títulos de otros perdidos se conservan.

Creemos, pues, que ni con mucho llegaron á cuatrocientos los frutos de Lope.

3. En limpio el religioso poético caudal de Lope de Vega, los ma­teriales de que disponemos para nuestro estudio no son escasos: cerca de medio millón de versos distribuidos en cuarenta y un autos, cuarenta comedias, cuatro poemas, dos certámenes, una his­toria en prosa, tres colecciones líricas denominadas Rimas sacras\ jotra de Rimas divinas\ los Soliloquios^ libro en prosa y verso; Los ¡Pastores de Belén, égloga en prosa y verso también, con una porción innumerable de sonetos, epístolas, romances, décimas, glosas, redon­dillas, etc., que se conservan desligadas y sueltas* Algunas de las .leyendas dramáticas históricas, y los poemas La Jerusalén y La Dra^ gontea y la novela El Peregrino contienen fragmentos animados de verdadera inspiración religiosa, Seránnos eficaces auxiliares, por ilur

íminar el alma del poeta y sus acendrados sentimientos católicos, sus obras autobiográficas y sujetivas,

4* Y ya se nos presenta otro problema; la clasificación, que debe seguir á la enumeración de los materiales.

Hacerla por géneros literarios, ora por los tradicionales lírico, épico ty dramático, ora por los que entonces se dividían el imperio del es­tilo en España, á saber, el gusto italiano y el castellano, sería senci­llo, y para el estudio crítico muy cómodo. Pero ¿qué nos diría esto del afecto religioso, del corazón del poeta, que fué siempre y por ^iempre su musa inspiradora? Nada ó casi nada, á no ser que fatigára­mos al lector, más de lo que contra nuestra voluntad lo haremos, con perpetuas fechas de nacimiento y genealogías de las composiciones.

El orden natural con que las dio á luz el poeta tiene para conocer $u alma incalculables ventajas. • Inclinándonos más á éste, no abandonaremos del todo el orden de ^géneros literarios; después de todo, las clasificaciones en literatura siguen caprichosas curvas, y se apartan casi siempre del rigor y de lia plomada lógica.

RAZÓN Y FB, TOMO vni I 3

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igo EN TORNO Á LOPE DE VEGA

Así que haremos de la vida y obras religiosas de Lope tres miem­bros: abarcará el primero sus años juveniles y las obras sagradas en ellos producidas, con las afines y semejantes á ellas para huir de repeticiones; el segundo se extenderá por los años de su edad viril, segundo matrimonio y ordenación sacerdotal; el tercero, por las composiciones en que se empleó hasta su muerte. Son éstas fases marcadísimas en la varia vida del Fénix de los ingenios que influye­ron en su poesía. Su alma, sensible á cuanto le rodeaba, cantó á su Dios, ya con la fe viva de un creyente vulgar del siglo xvi, ya con la contrición sincera de un verdadero penitente, ya con la fe y arrepen­timiento de un sacerdote del Altísimo*

J. M. AICARDO.

(Se continuará).

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