2. humanizacion
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en el mundo de la salud
Dra. Ana Daysi Moreno
“No llores, no te rías;
trata de entender”.
Esta frase del filósofo Spinoza sugiere la actitud más adecuada que hay que adoptar al afrontar el tema de la
humanización del mundo de la salud.
QUE ES HUMANIZAR?
Dicen que hay tres tareas imposibles, gobernar, educar y curar.
Hipócrates codificaba el arte de curar en cuatro características:
a) Ante todo jamás “inquietar”. b) siempre que sea posible “suavizar”. c) a veces “curar”. d) pero siempre “tranquilizar”.
Si pasamos de la definición de humanización del mundo sanitario a lo
que con la misma se describe, nos encontramos ante un horizonte amplio y
pluridimensional.
La distancia entre la realidad del mundo de la salud y su deber ser se
advierte y pone de relieve en numerosos sectores:
1. En la relación
entre personal de la salud
-enfermo y sus familiares,
relación considerada inadecuada
en muchos aspectos;
2. En las condiciones
a menudo inhumanas
en las que los profesionales de la salud
están obligados a trabajar;
3. En el modo de comportarse
del mismo enfermo,
frecuentemente caracterizado
por pretensiones irreales
e incapacidades de participación;
4. En la tecnología médica,
que, aunque tiene tantos
y tan grandes méritos,
puede empobrecer la relación interpersonal;
5. En las estructuras
arquitectónicas,
a menudo vetustas
y poco acordes con las exigencias
de un servicio más humano;
De “curar”
a “cuidar”
De “curar”
a “cuidar”
La palabra “curar” se refiere a la eliminación de la causa de una molestia o de una enfermedad, a la interrupción radical y al cambio del proceso natural de la enfermedad. Desde este punto de
vista, curar da al paciente la oportunidad de recuperar el estado de salud de que gozaba antes de aparecer
la enfermedad, y hasta incluso mejorarlo.
¿Qué espera un paciente?¿Qué espera un paciente?
Trato emocional:- Interés por su estado.- Empatía.- Comunicación abierta.- Compromiso.- Responsabilidad.- Técnica.- Respeto por su condición.- Cortesía. - Ética.
El vocablo cuidar, en cambio, expresa la implicación personal del trabajador de la
salud con la persona que sufre, implicación que se expresa mediante la compasión, la premura, el estímulo animador y el apoyo
emotivo.
Al pasar de curar a cuidar se supera el comportamiento profesional basado sólo
en los derechos del enfermo y en los deberes de quienes les atienden. Es decir,
se llega a hacer experiencia de lo que quiere decir ponerse a la escucha de la
llamada que llega de la condición especial vivida por la persona en
situación de enfermedad.
Cuidar nos ayuda a comprender más adecuadamente el sentido del
«acercamiento global u holístico» al enfermo. No se trata sólo de tomar
consciencia de las diferentes dimensiones de la persona, sino de
saberlas relacionar entre sí, partiendo del convencimiento de que lo que hiere
al cuerpo de un individuo hiere asimismo a su alma.
A diario estamos expuestos a diversos casos de complejidad variable en el vínculo con los enfermos.
Pero además, la sociedad espera de nosotros: Capacidad. Honestidad. Vocación. Sin prejuicios, que seamos comprensivos. Tolerancia al sufrimiento. Firmeza y Ternura. Flexibles para adaptarnos a múltiples situaciones. Abnegación. Control y manejo de los afectos. Llevarse bien con los colegas. Separar lo personal de lo profesional, …
Estas son algunas de las razones por las cuales curar es una tarea muy difícil.
C. UN DECÁLOGO PARA HUMANIZAR EL HOSPITAL
El hospital es uno de los lugares que más frecuenta la humanidad: sea para controles médicos, sea por enfermedad,
por el nacimiento de un hijo o por la muerte de un ser querido. Son muchos los que tienen en él su primera cuna en
el momento de nacer, y muchos también su última cama en el momento de morir.
1. Acogida
La palabra “hospital” significa “hospedar”, ofrecer acogida. La primera tarjeta de visita de un hospital es la entrada, la
acogida del que llega. El huésped se da cuenta, ya en el contacto inicial, de si se le acoge con humanidad y amabilidad o si se le trata con distanciamiento e indiferencia.
Incluso el aspecto arquitectónico expresa la atmósfera de un hospital
2. Centralidad del enfermo
Poner al enfermo en el centro significa convertirlo en protagonista de su salud y de su enfermedad e informarlo sobre las medidas de diagnóstico y terapia que se le van a aplicar.
Poner al enfermo en el centro significa, además, pensar en primer lugar en él al organizar el sistema de salud, al diseñar las estructuras sanitarias y su ubicación, al establecer los horarios de las comidas y de las visitas y al
distribuir los recursos humanos y económicos.
Humanidad
Un hospital sin humanidad es como un matrimonio sin amor o como una Iglesia sin
fe. Alguien ha escrito que el hospital es el corazón de una sociedad, del mismo modo
que la escuela es su cabeza, y los servicios su cuerpo.
La humanidad de una estructura para la salud depende de las relaciones que se crean
entre los enfermos y los trabajadores.
La deshumanización aumenta cuando sobresalen las relaciones funcionales, en
detrimento de las personales.
4. Integridad del enfermo
A la entrada de uno de los más antiguos hospitales de Roma hay esculpida una frase que resume perfectamente los horizontes de
la curación: “Ven para ser sanado; si no sanado, al menos curado: y si no curado, al menos consolado”. Los tres verbos - sanar, curar, consolar - resumen las prioridades fundamentales de la profesión sanitaria.
La curación integral comporta atención a las diversas esferas de la persona. La
preocupación del médico es “qué” hay que curar, en lugar de “quién” es la persona a la
que hay que curar; es decir, se atiende el problema y se descuida a la persona. El
enfermo se convierte en un caso interesante, en una cosa que hay que “estudiar”, más que
en una persona a la que hay que conocer y escuchar. Se dedica todo el tiempo a la enfermedad, y no queda nada para la
persona.
Decálogo del Servicio
Para ofrecer un buen servicio no es suficiente dominar unas técnicas de relaciones humanas, se requiere disciplina, sentido del deber, compromiso con los principios... y querer a la gente.
El servicio no admite vacaciones, ni excepciones: debe ser permanente, con cada persona. El público no existe, existen individuos con necesidades.
Póngase en el lugar del otro: qué piensa, qué quiere, como se siente... y pregúntese: ¿qué puedo hacer para ayudar a esta persona?
5. Trabajo en equipo
“Trabajar en grupo para servir mejor” se ha convertido en un eslogan del mundo de la
salud. El progreso pasa a través de la cooperación de muchos esfuerzos y pequeñas
aportaciones que, dinámicamente armonizados, permiten hacer grandes cosas.
Decálogo del Servicio
Tenga en cuenta que los demás no tienen porque adivinar sus buenas intenciones de servir. Sólo ven su cara: el espíritu de servicio; hay que concretarlo en la sonrisa, la mirada amable y los detalles de cortesía.
Trate de igual manera a sus compañeros de trajo y a los pacientes. Viva el espíritu del servicio con todos y siempre.
Darse a los demás, sirviendo, produce alegría y crecimiento personal; otorga puntos para la propia carrera laboral; merece el respeto de los otros.
El trabajo en equipo no se improvisa, sino que requiere un entrenamiento exigente. Una responsabilidad específica tienen en esto las escuelas médicas y paramédicas, llamadas a educar a los estudiantes en la colaboración
interdisciplinar.
6. Formación permanente
Un elemento que cualifica un hospital humanizado es la actualización y la formación
del personal.
San Camilo de Lelis, promotor de la reforma asistencial en el siglo XVI, consideraba que esa reforma debía basarse no en la creación de nuevas estructuras, sino en insertar en
ellas personas con un espíritu y unas motivaciones capaces de transformar el
hospital.
La motivación es la fuerza vital que permite afrontar incluso las mayores dificultades.
Para que no se debilite o se apague, necesita el incentivo de la formación permanente a
través de la participación en cursos y seminarios, en los que se reciben y sienten
nuevos estímulos, se evalúa la propia tarea y se dilatan los saberes.
7. Capacidad profesional
El objetivo de la formación es mejorar la profesionalidad de los agentes de salud. Se
honra al enfermo en la medida en que quien le asiste es capaz y responsable en el
desempeño de sus tareas.
La fiabilidad de un hospital está vinculada a la capacidad del personal, tanto desde el
punto de vista médico como de la organización y relacional.
Capacidad significa también coherencia entre los propios principios y las propias acciones, lealtad para llevar a cabo las tareas que se
asumen, espíritu de equilibrio y disponibilidad.
8. Transparencia
En los últimos tiempos ha ido creciendo en muchos países la desconfianza hacia las
instituciones y la política, culpables de haber contribuido a crear un clima de amoralidad
e instrumentalización.
También dentro del sistema de salud, microcosmo de una sociedad más vasta, las
palabras de orden son: transparencia administrativa, coherencia profesional y
ética de la conducta.
Transparencia de relaciones, en primer lugar con el enfermo, que debe ser atendido
en lugares donde tenga aseguradas la higiene y la dignidad, donde no esté expuesto a
esperas extenuantes sin razón y donde no se le descuide sólo porque no tiene
recomendaciones de personas de relieve.
Transparencia, además, a nivel administrativo, mediante la gestión recta, la
claridad y honestidad informativa y el discernimiento en la distribución de los
recursos.
9. Pertenencia
Para algunos, el hospital se ha convertido en una segunda casa, ya que trabajan en él
durante un período de veinte a cuarenta años. Pero trabajar en una estructura miles de horas no la convierte en un ámbito de pertenencia
afectiva, si no se aprende a quererla. Hay quien va al hospital únicamente por el salario, no como a un lugar donde escribir páginas de
historia que mejoren la sociedad.
Para humanizar el hospital es preciso recuperar el sentido de orgullo y pertenencia, vivir el propio trabajo como una misión para
con los enfermos y la sociedad y como una oportunidad para realizar las propias
cualidades personales.
Esperanza
Un hospital humano debe respirar un aire de esperanza. Sin esperanza, la gente se
muere. La esperanza ayuda a mirar adelante, a creer en lo que es posible, a ser
pacientes y tenaces ante las dificultades.
El hospital no es sólo la ciudad habitada por los diversos rostros del dolor, sino también
por los diversos rostros de la esperanza. Son rostros de esperanza los enfermos que, en
medio de múltiples dificultades y de la persistencia de enfermedades crónicas o
terminales, irradian serenidad, dando así un ejemplo de valentía.
Son rostros de esperanza los que saben ofrecer mensajes de consuelo y testimonian
la bondad a través de sus acciones. Son símbolos de esperanza los administradores
que saben tomar decisiones sabias y valientes por el bien de los enfermos y no se rinden
ante los obstáculos interpuestos por los individuos o los grupos que tienen intereses
particulares.
El reto de la esperanza consiste en tener que luchar constantemente para oponerse a las fuerzas que tratan de ahogarla, negarla o
eliminarla. Su peor enemigo es el pesimismo interpretado por quienes ven las cosas por su peor cara, manifiestan desconfianza ante los
esfuerzos por cambiar o se empeñan en destruir y denigrar, más que en construir y
afirmar.
La estrategia de la esperanza consiste en valorar los pequeños pasos y mantener
abiertas las ventanas cuando se cierran las puertas. La esperanza no es insensible a los
problemas que provocan inquietud y amargura, no ignora las carencias que
constelan la cotidianidad: pero trabaja para transformar las crisis en oportunidades, las
incoherencias en sana confrontación, y el cansancio en renovado compromiso.
Valoración de la dimensión espiritual
No se da verdadera humanización sin fuertes motivaciones, sin valores. Por esto es
necesaria la valoración de la dimensión espiritual para dar un rostro humano a la
asistencia.
Espirituales:
amor, paz, serenidad, perdón, esperanza, prudencia, sabiduría, integridad, vulnerabilidad, sencillez, optimismo, fe, confianza, reconciliación, abandono, templanza, gratitud, humildad, comunión
“No tengo a nadie”, dijo un enfermo a Jesús. Tal vez sean las palabras más tristes del
Evangelio. Tenemos un sueño: que nadie en nuestros hospitales pueda repetir estas
palabras, sin esperanza y horizonte de vida.
La lucha por el derecho a la vida no significa contentarse con un nivel de subsistencia. Se trata ante todo de que toda persona pueda vivir una vida con calidad humana y, por consiguiente, pueda tener satisfechas sus necesidades básicas de trabajo, alimentación, vivienda, salud y educación.
Los enfermos son nuestros amos y señoresLos enfermos son la pupila y el corazón de DiosLos enfermos son la herencia y el patrimonio de Cristo.El que cuida a los enfermos a sirve a Cristo Redentor.
Más corazón en esas manos, hermanos…
San Camilo.