2 - lord soth - edo van belkom

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Villains of Dragonlance. Lord Soth

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DragonLance:

LORD SOTH(Lote: "Guerreros", vol.s/n) Edo Van Belkom2000, Lord Soth Traduccin: Fernando Gar Puig

Querido Astinus: S que siempre habis deseado escribir un volumen que recogiera las crnicas del espectacular ascenso y cada de lord Loren Soth, del alczar de Dargaard; pero que la cantidad de trabajo que tenis con millares de otros libros, en vuestra maravillosa biblioteca, os ha impedido llevara cabo este propsito. Es por ello por lo que decid aceptar vuestro encargo. Sin embargo, he de admitir que, a la vez, me embargan la impaciencia y la turbacin. Aunque anso demostrar que vuestra confianza en mis habilidades estaba justificada no puedo ocultar mi temor de no haber superado el desafo que supone escribir una historia tan complicada y misteriosa como la de lord Soth. La vida del seor del alczar de Dargaard fue fascinante: estuvo tan llena de honor, dedicacin al deber y a las leyes caballerescas, amor y disciplina, como de celos, crueldad, avaricia, mentiras, pasiones desatadas, infidelidades y asesinatos. Reflejar todo eso en el papel no ha sido un trabajo sencillo. A pesar de lo conocidas que son sus hazaas entre los habitantes de Krynn, algunos de los detalles que las acompaan varan tanto como las personas o los testigos que los relatan. Antes de que este libro quedara completado, la historia de la vida de lord Soth --tambin conocido como el Caballero de la Rosa Negra, el Caballero de la Muerte o el Seor de la Muerte-- no era ms que una coleccin de leyendas, mitos, fbulas y cuentos transmitidos oralmente.

Por ejemplo, hay mltiples historias referentes a la muerte de la primera esposa de Soth, la seora Korinne Gladria de Palanthas (incluso en eso, algo tan sencillo como su nombre, ha habido discrepancias, puesto que en ocasiones se habla de ella como la seora Gladria de Korinne), que contrajo matrimonio con lord Soth durante una magnfica ceremonia en las afueras del alczar de Dargaard. Algunas historias explican que muri durante el parto y otras slo mencionan que su muerte acaeci bajo circunstancias misteriosas, pero slo son ciertas en parte. Vos, Astinus de Palanthas, Maestro de Historiadores de Krynn, os habis convertido en lo que sois escribiendo crnicas basadas en medias verdades; la reputacin y el respeto que os acompaan los habis conseguido por vuestra incansable bsqueda de la verdad respecto a la historia y sus personajes. Yo he tenido la intencin de escribir una crnica merecedora del mismo respeto. Si lo he conseguido o no, slo vos podris juzgarlo. Por mi parte nicamente dir que, aunque ste ha sido el trabajo en el que mas he profundizado de todos cuantos he escrito, no puedo honradamente afirmar que recoja toda la verdad acerca de la vida de lord Soth. Ello se debe a que, a pesar de que he contrastado todos los testimonios posibles, muchos de ellos, recogidos aqu y all, slo pudieron ser confirmados de palabra y, a veces, incluso lo fueron por testigos de dudosa credibilidad. En trminos generales, puedo afirmar que la historia de lord Soth es un relato absolutamente espantoso; sin embargo, y por sorprendente que pueda parecer, sospecho que todava quedan aspectos ocultos en su vida que no pude desentraar pese a haber puesto mi mejor empeo en la tarea. Por ello, mucho me temo que esos particulares de su vida se hayan perdido para siempre. No obstante, he recopilado todos los hechos comprobados sobre su srdida existencia y los he reunido en un nico volumen por primera vez en la historia. El resultado es un relato de la vida del caballero tan autntico y verdadero como mis capacidades y conocimientos han sido capaces de plasmar. Humildemente lo someto a vuestra aprobacin. Verril Esteros, Segundo Esteta Gran Biblioteca de Astinus de Palanthas, 401 A.C.

PRLOGOTres lunas surcaban el cielo nocturno, pero solamente dos eran visibles: Lunitari brillaba con su rojo resplandor, mientras que Solinari mostraba su blancura. Ambas dejaban a la negra Nuitari sumida en las tinieblas de la noche. Lunitari y Solinari pendan sobre las oscuras y agitadas aguas del mar del norte como un par de ojos escrutadores y, con su claridad, baaban el tranquilo puerto de Kalaman, a la vez que dibujaban extraas sombras en las apagadas y tranquilas calles. Una oscura figura se movi rpidamente. Su porte era erguido y sus andares seguros; se mova como alguien de noble cuna, aunque sus ropas, radas y sucias, denotaban que slo se trataba de un ratero o de un vulgar mendigo. Cualquiera que fuera la categora del hombre, ste se movi de sombra en sombra y evit las zonas de luz al mismo tiempo que esquivaba los espacios abiertos entre las casas. Cuando desemboc en una oscura avenida, se refugi en la penumbra e hizo un alto para recobrar el aliento y comprobar que las armas que llevaba bajo la capa se encontraban donde deban. Saba que slo dispondra de una oportunidad para ejecutar sus planes y que no poda fallar. Una vez dispuesto, se intern en la negrura de la calle. Poco despus, encontr abierta la puerta trasera de una conocida taberna, llamada La Rosa y el Cardo. Unos apagados sonidos de risas y canciones llegaban del interior hasta el callejn, mientras que el brillo de las antorchas sala por la entrada como los rayos del sol al medioda. La oscura silueta se detuvo y luego se acerc para distinguir los alegres cnticos del interior, pero teniendo buen cuidado de mantenerse apartado de la zona iluminada. Al lado de la puerta, cerca de l, se hallaba uno de los clientes del establecimiento, totalmente ebrio; era un enano que, apoyado contra la pared, dorma la borrachera tras haber abusado de la cerveza. Respiraba tan profundamente que pareca una descortesa despertarlo; pero, esa noche, el hombre no tena tiempo para delicadezas. Sin dudarlo, le propin una fuerte patada en el muslo. --Ay! --exclam el ser. Y, medio somnoliento, aadi:-- Lo

lamento, seor... No saba que se trataba de la hija de... Aquel enano era un canalla adems de un borracho! Le volvi a propinar un puntapi y consigui que abriera los ojos y parpadeara. Cuando el diminuto tipejo consigui despejar su mente de las neblinas del alcohol, contempl a la embozada figura que lo haba golpeado y que se alzaba amenazadoramente ante l, y solt una ahogada exclamacin. --Qu queris? --pregunt. --Estoy buscando a un joven, a un bardo. --El hombre lo dijo como si fuera algo despreciable--. Su nombre es Argol Cantarn. Es cierto que suele venir a esta taberna de vez en cuando a cantar y recitar sus versos? --Vaya! Y quin lo quiere saber? --pregunt imprudentemente. El encapuchado se adelant y le aplast un pie con la puntera de la bota. --No estoy interesado en tus estpidos juegos de enano y tampoco tengo tiempo que perder --dijo airadamente mientras aumentaba la presin para recalcar la amenaza--. Est ahora en la taberna? --Ay! --se quej la criatura--. S, s. Est ah, ah. De hecho, estaba cantando haca un momento. El desconocido alz la cabeza en ademn de escuchar y pudo distinguir la meloda de una balada que sonaba en el interior. Satisfecho, liber el pie del enano y rebusc en sus bolsillos. --Bien. Ve adentro y dile a Argol Cantarn que hay un amigo suyo que lo espera en el callejn. --Le arroj unas pocas monedas y aadi:-- Luego, qudate en el interior de la taberna hasta que te hayas bebido eso y algo ms. El enano se incorpor rpidamente, frotndose el dolorido pie, y recogi las monedas del suelo. --S seor, s seor --repuso mientras volva a entrar en la taberna, cojeando. Una vez que el pequeo ser hubo desaparecido por la puerta, el encapuchado se asom a la callejuela y volvi a ocultarse en la penumbra; all aguard a que cesasen las canciones. Cuando de la taberna slo salieron los murmullos de las voces de los parroquianos y escuch el sonido de pasos que se acercaban, se puso tenso y en guardia; se quit la capa y empu el mazo de guerra que llevaba sujeto al cinto. --Hola! Hay alguien ah? --pregunt Argol Cantarn con

melodiosa voz. Hizo una pausa y aadi:-- Aristal, cario, acaso eres t la que me ests esperando? El hombre escondido estudi detenidamente las facciones del bardo. En efecto, el parecido que buscaba estaba en aquel rostro. Dio un paso adelante, acercndose a la luz, pero mantuvo el rostro oculto bajo la capucha. --Quin sois vos, seor? --pregunt el bardo en un tono que, a causa del miedo, no haca honor a su apellido. El extrao hizo caso omiso de la pregunta y plante otra: --Eres t Argol Cantarn? --S, claro; pero qu... Las palabras se le murieron en los labios en el instante en que vio cmo el mazo surcaba el aire y, brillando, describa un arco, que acab en su cabeza. La aplast una vez, y otra, y una ms. El cuerpo del bardo se derrumb sobre el suelo con un sonido apagado. Luego, todo lo que se oy fue el susurro de una capa y el resonar de unos pasos que se alejaban, adentrndose en la noche.

El asesino corri por las calles de Kalaman, mantenindose fuera de las vas principales y cerca de las sombras nocturnas. Despus de recorrer una distancia prudencial, aminor el paso y simul los andares propios de quien ha estado bebiendo de ms. Luego, se dirigi hacia el establo donde haba dejado su caballo y, tras dejarle al mozo una generosa propina a cambio de su silencio, mont y se alej con la calma suficiente como para no levantar sospechas. Una vez que alcanz las afueras de la ciudad, espole la montura, se lanz a todo galope y continu de esa manera hasta que lleg a un recodo del ro Vingaard. All el agua era oscura como la mismsima noche y tena una profundidad de unos treinta metros: era un lugar perfecto para hacer que desapareciera lo que deseara. El jinete fue hasta la orilla sur del ro y se quit la capa. Desprendi el mazo del cinto y, mantenindolo sujeto por la tira de cuero del mango, lo hizo girar por encima de la cabeza y lo mand, dando vueltas y silbando en el aire, hasta el mismo centro de la corriente de agua. El arma se hundi con un breve chapoteo. Sin mirar hacia atrs, el hombre dio media vuelta con su caballo y reanud el galope, esa vez en direccin oeste. Slo tena que cumplir una tarea ms; luego, habra terminado.

Mientras las lunas describan su trayectoria en el cielo, viaj hasta las proximidades de una pequea aldea de las afueras de Kalaman. Cuando comenz a distinguir el perfil de las casas, desmont y le propin al animal una palmada en los cuartos traseros que lo hizo alejarse en direccin a su verdadero hogar. No tard en llegar al centro del dormido pueblecito; se mova sigilosamente, al abrigo de las techumbres de paja y de los escasos rboles. Una vez que estuvo all, extrajo un mapa de un bolsillo y lo despleg bajo la claridad de la blanca Solinari. En el documento aparecan descritas las principales casas y cabaas del lugar y, cuando las hubo reconocido, se sinti capaz de orientarse y determinar su inmediato objetivo. Si no estaba equivocado, se se hallaba cuatro casas por delante de l y hacia la izquierda. Aferr el mapa con la mano derecha y fue contando las construcciones a medida que pasaba silenciosamente ante ellas. Cuando dio con la que buscaba, comprob que tuviera grabado en la puerta el distintivo. Efectivamente, all estaba: dos lazos unidos en forma de ocho. Comprob que fuera idntico al que se indicaba en el mapa, el signo de Mishakal --la diosa de la sabidura y la curacin--, el signo que lo haba guiado hasta all para cumplir una misin que no iba a ser precisamente curativa. Con la habilidad y el cuidado de un ladrn, el asesino deshizo el cierre y abri la puerta deseando que el propietario fuera un hombre cuidadoso que se hubiera ocupado de aceitar debidamente las bisagras de la casa. Afortunadamente lo era, y la puerta se abri sin el ms mnimo ruido. Entr y la cerr tras de s. La primera estancia que registr fue la contigua a la cocina. Tal y como indicaban las notas escritas en el mapa, estaba vaca. Cruz la sala y lleg hasta un segundo dormitorio, ms pequeo esa vez. Aqul era el que estaba buscando. Quedaba separado del otro por una simple tela que colgaba de la puerta. Suavemente el hombre la descorri y penetr en la habitacin. La ventana de la pared careca de cortinas, y la luz de las dos lunas penetraba por los cristales, baando el interior y a su nico ocupante con una rojiza claridad. Se acerc a la cama para verlo mejor. Una semielfa yaca en el lecho y era realmente atractiva. Al igual que haba sucedido con el bardo, no haba dudas respecto a su identidad: era a ella a quien buscaba. Se llamaba Alsin Felgaard y se trataba de una lechera que trabajaba en una de las

granjas que rodeaban Villand. Se acerc un poco ms, pero retrocedi; las facciones de la semielfa guardaban un extraordinario parecido con las de Argol Cantarn. De hecho, si se hubiera tratado de una criatura humana, habra podido jurar que ella y el bardo eran hermanos. Durante unos instantes, el asesino reflexion sobre ello; pero, luego, descart tales pensamientos: su deber no era pensar, solamente cumplir rdenes. Si lo meditaba ms tiempo, quiz su determinacin flaqueara, y aquello era algo que no poda permitirse porque, en ese caso, sera hombre muerto. Respir profundamente para serenarse y, de nuevo, se ech atrs la capa. Esa vez desprendi su hacha de batalla, la asi fuertemente por la empuadura con las enguantadas manos, la levant por encima de la cabeza y... dud un instante. La semielfa era una criatura demasiado joven y hermosa para morir a tan temprana edad; una flor que no mereca ser aplastada cuando tena toda la vida por delante. Jade, y le temblaron las manos que sostenan la terrible arma; sinti un escalofro y cerr los ojos mientras dejaba escapar un suspiro. Otra vez haba permitido que sus pensamientos divagaran. Volvi a inspirar, como si quisiera reponer fuerzas, y tens sus msculos y se concentr. Estaba decidido a cumplir con su tarea; no era su primer asesinato a sangre fra, y no sera el ltimo. Volvi a levantar la descomunal hacha y descarg un golpe tan tremendo sobre el cuerpo de la dormida criatura que la cama salt hecha astillas. La semielfa abri los ojos, horrorizada, pero muri en el acto y sin emitir un quejido. El desconocido pens que era seguro que no haba sufrido; dio media vuelta, sali del ensangrentado dormitorio y abandon la casa tan silenciosamente como haba entrado. En ese momento, el sudor que lo empapaba se le hel sobre la piel, y un escalofro le lleg hasta la mdula de los huesos. Rpida y disimuladamente, bajo el manto de la noche, lleg hasta un claro en las afueras de la aldea, donde un caballo lo aguardaba debidamente atado a un rbol. Mont, lo azuz y, al momento, se hallaba lejos, galopando velozmente a travs de las llanuras, hacia el alczar de Dargaard. Slo hizo un alto en el camino, y eso fue cuando encontr uno de los innumerables afluentes del Vingaard: un pequeo arroyo de aguas someras, pero cuyos fondos de barro eran lo bastante profundos como para que se pudiese enterrar en ellos aquello que se quisiera. Como

haba hecho momentos antes con el mazo, arroj el hacha a la corriente; en cuestin de segundos, la poderosa arma fue engullida por el lodo. Cuando la vio desaparecer, lanz un profundo suspiro y, por primera vez en aquella noche, experiment lo ms parecido a una sensacin de alivio: la palabra dada se haba cumplido. Reemprendi el camino. Esa vez cabalg despacio mientras su montura y l mismo recobraban el aliento y serenaban el espritu. Luego, tras una breve espolada, se puso a galopar nuevamente. Varias horas ms tarde, justo cuando asomaban los primeros rayos de la aurora en el horizonte, lleg a una pequea y humilde casita situada al pie de la cara norte de las montaas Dargaard. Dentro brillaba una luz y, a juzgar por el humo que sala por la chimenea, tambin arda un buen fuego en el hogar. Tir de las riendas del caballo para aminorar su paso y lo gui hasta el establo, donde lo cubri con una manta, lo aliment y le dio de beber. Luego se dirigi hacia la vivienda. Golpe la puerta tres veces y aguard a que alguien la abriera.

Dos hombres estaban sentados al lado del fuego dentro de la pequea habitacin. Uno de ellos se recostaba en una mecedora, y el otro estaba callado, como absorto en sus pensamientos. El lugar no era amplio, y la sola presencia de aquellos dos hombres pareca llenarlo por completo, pero resultaba adecuado para celebrar una reunin clandestina. A pesar de que el fuego proyectaba una luz mortecina, era fcil apreciar en aquella claridad el gran parecido fsico que haba entre los dos: ambos eran hombretones, altos y de huesos grandes, con apariencia de experimentados luchadores. Sus facciones eran, asimismo, casi idnticas, y, a juzgar por las cuadradas mandbulas y los pmulos y las cejas prominentes que los distinguan, la nica diferencia importante entre ellos pareca ser la edad. El mayor tena el pelo cano y escaso en la coronilla, y llevaba una gran barba que el paso del tiempo y las preocupaciones se haban encargado de blanquear. Por el contrario, el ms joven luca una larga y morena melena, que le caa en oscuros rizos hasta los hombros, y un gran bigote cuidadosamente recortado en las puntas; su aspecto era el de una persona que todava no ha conocido los sinsabores de la existencia.

Aparte de la edad, otra diferencia se poda leer en los ojos de ambos. Los del veterano reflejaban cansancio y relucan con el brillo apagado de unas ascuas moribundas. En cambio, los de su compaero, aunque estaban hundidos en profundas cuencas, eran de un acerado gris y parecan animados por una intensa energa que brotara de algn fuego interior. De repente, el joven se puso en pie y escuch con atencin los sonidos de la noche, hasta que distingui el rumor de un caballo que se acercaba. Lentamente, el ms viejo aviv el fuego de la chimenea. Al poco rato, sonaron tres golpes en la puerta, y el joven moreno se precipit para abrirla: un hombre con aspecto de miserable ladrn se apoyaba contra la jamba. --Y bien? --pregunt el de la casa. --Est hecho --repuso el recin llegado. Al escuchar aquellas palabras, el joven, un Caballero de la Espada llamado Loren Soth, suspir con evidente alivio. --Estupendo, Caradoc. Me has servido bien. Por favor, pasa y descansa. Entretanto, el hombre mayor y padre del joven, Aynkell Soth, se concentr en atizar las llamas y simul no prestar atencin a la presencia del recin llegado. Caradoc entr en la casa y se quit las ropas que llevaba. Lanz la capa al fuego, y la prenda sise y ardi de repente; la siguieron los bombachos y la camisa, teidos con la sangre de sus vctimas, que llamearon con reflejos naranja y azules. Sin decir una palabra, se volvi a vestir con sus acostumbradas y confortables prendas de caballero, pues, adems de ser un Caballero de la Corona, tambin era el mayordomo y el ayudante del joven Soth, a quien serva con inquebrantable lealtad. El caballero Loren volvi a tomar asiento y contempl a su fiel servidor, que acababa de vestirse. --Algn problema? --pregunt--. Te vio alguien? --Haba un enano borracho en la parte trasera de La Rosa y el Cardo, pero no pudo verme la cara. Soth asinti. --Y las armas? --Us un mazo y un hacha de batalla. Ambas son armas tpicas de los enanos renegados. --Hizo una pausa--. En estos momentos, reposan bajo oscuras aguas y fango. --Excelente --concluy Loren--. Lo has hecho bien.

Aynkell Soth se recost en la mecedora y mir a su hijo por primera vez en mucho rato. --S --afirm con una voz sorprendentemente vaca--. Ahora, cuando asumas el gobierno de Foscaterra, nadie vendr a reclamar nada. El caballero Soth contempl largamente a su padre antes de dirigirse a l con una voz cargada de desprecio. --Dudo que, tratndose de un simple bardo y una lechera, ninguna de esas dos infelices criaturas, consecuencia de tus aventuras amorosas, tuviera intencin de reivindicar nada. --Quiz no --contest Aynkell Soth--, pero si hubieran conocido su linaje o los derechos que les correspondan por nacimiento, entonces... --Eso tiene poca importancia ahora --interrumpi Caradoc en tono cortante--; ambos estn muertos. --S --asinti Aynkell con un gesto de cabeza--. Muchas gracias. --Gracias, por qu? --repuso el mayordomo visiblemente enfadado, ya que su lealtad era para el joven caballero y no para el padre de ste, un clrigo de segunda fila y un consumado mujeriego--. Por asesinar a los de tu propia carne, a los medio parientes de mi seor? El anciano no dio muestras de haber reparado en el sarcasmo. --No; por haber descargado mi alma de sus infamias --afirm con conviccin. --Puede ser que esas infamias ya no pesen en tu conciencia --intervino el caballero Loren--, pero no han desaparecido. Ahora recaen sobre la ma, y slo a m me corresponde cargar con el peso de tus pecados, padre. Qu regalo tan estupendo a escasos meses de mi boda! Soth saba que aquellos actos perversos haban sido necesarios para asegurar su ascenso al seoro del alczar de Dargaard, y no estaba dispuesto a permitir que nada interfiriera en ese objetivo; sin embargo, le reprochaba a su padre el haberlos hecho inevitables. La dureza y la amargura en el tono de voz de Loren hicieron que Aynkell no lo pudiera soportar y apartara la mirada. --Es posible que nunca hayas sido un Caballero de Solamnia --continu el hijo--, pero conocas lo bastante del Cdigo y la Medida para haberte guiado por sus preceptos. --Nunca estuve dotado para convertirme en caballero, ni tampoco para vivir como tal --adujo el anciano con tristeza. Su rostro pareci

envejecer de repente cuando se dio cuenta de que su hijo no le perdonara nunca sus pasadas aventuras. --Es una pobre excusa. --Quiz, pero es la nica que tengo. El caballero Soth suspir y se encogi de hombros. --Puedes asistir a la boda y ocupar el lugar que te corresponde en la mesa de honor, pero eso ser solamente porque Korinne as lo desea. No quiero tener que tratar contigo ms de lo necesario. Aynkell asinti en silencio y permaneci inmvil. --Vmonos, Caradoc --orden Loren Soth--. Est amaneciendo y debemos regresar al castillo antes de que se note nuestra ausencia. --Preparar los caballos --anunci Caradoc, ya completamente vestido con su uniforme de Caballero de la Corona. Luego sali de la casa para darle a su seor la oportunidad de pasar los ltimos minutos a solas con su padre. El joven s dio la vuelta. --Adis, padre --dijo, sabiendo que aquellas palabras eran algo ms que una simple despedida. El anciano contempl a su hijo durante un largo momento, hasta que la tristeza que lo embargaba desapareci. Una sonrisa cnica, socarrona, se le dibuj en el rostro. --No te apresures a condenarme, hijo mo. T eres carne de mi carne, y siempre lo sers. Llevas demasiado de m para que puedas juzgarme tan severamente. Durante un instante, el joven se qued sin palabras con las que responder, y en el silencio de la estancia reson la risa de Aynkell. Loren no pudo reprimir una mueca de furia y sali precipitadamente de la vivienda. Cuando se reuni con Caradoc, en el trayecto de regreso, todava escuchaba en sus odos la risa burlona de su padre. Lo acompa durante todo el camino.

PRIMERA PARTE

Ascenso y cada de un hijo

_____ 1 _____ El aspecto del alczar de Dargaard era imponente, incluso para aquellos que haban asistido a su construccin y estaban ya acostumbrados a su majestuosa presencia. Se trataba de un castillo como ningn otro, y daba la impresin de que haba surgido directamente de las entraas de la tierra en lugar de haber sido levantado laboriosamente, piedra a piedra. Esa caracterstica tampoco era casual. Un centenar de los mejores canteros, artesanos, herreros y carpinteros, llegados de todos los rincones de Krynn, haban tardado cinco aos en completar el conjunto de torres, pasadizos, pasillos labernticos y mazmorras que componan la fortaleza. No obstante, todos los que tenan ocasin de contemplarla se mostraban convencidos de que se haba hecho un magnfico trabajo. En ese momento, se alzaba, triunfante, en el extremo norte de las montaas de las que reciba el nombre, como la mas notable de las maravillas arquitectnicas de Solamnia y, quiz, de todo Krynn. El diseo y la idea haban sido obra del propio Loren Soth, que haba deseado levantar un homenaje adecuado no solamente a todos aquellos Caballeros de Solamnia que haban cado con bravura en el campo de batalla, sino a los parientes de stos que murieron cuando las grandes plagas asolaron Solamnia en los aos que siguieron a la Era del Poder. En consecuencia, las dependencias y las murallas del castillo estaban dispuestas en forma de rosa y se desplegaban desde el centro, como ptalos abiertos bajo el sol del medioda. Casi desde el suelo, surga un alto torren salpicado de troneras y portillos, cuya intrincada construccin pareca dotarlo de pinchos y astas. Un gran muro de piedra lo rodeaba todo y constitua una lnea de defensa impenetrable, incluso para los ms enconados asaltantes, a la vez que proporcionaba suficiente espacio dentro del recinto como para que los caballeros pudieran entrenarse en sus prcticas de combate y celebrar las ceremonias y los ritos necesarios. Por ltimo,

un oscuro y profundo foso, repleto de agua, completaba la obra. La nica forma de entrar era cruzando un resistente puente levadizo, que se extenda por encima de la trinchera y conduca hasta una casa de guarda fuertemente armada. All, el acceso quedaba interrumpido por una formidable puerta de rastrillo, construida a modo de espadas entrecruzadas y adornada con dos pequeas coronas y grandes rosas. El conjunto era a la vez una maravilla para los ojos y una fortaleza inexpugnable. Por ello, se haban hecho planes para designarlo como cuartel general de los Caballeros de la Rosa, la orden de mayor rango entre los Caballeros de Solamnia. Pese a todo ello, lo ms impresionante era el color de la ciudadela: gracias a la insistencia personal de lord Soth se haba elegido un tipo especial de piedra rosa, llamada sanguinaria, que se haba extrado de lo ms profundo del corazn de las montaas Dargaard. Cuando los canteros fueron informados de que tendran que trabajar con aquel mineral, se rebelaron, pues saban perfectamente que era el ms duro al que se podan enfrentar. Sin embargo, una vez concluidos los trabajos, todos coincidieron en que la difcil labor haba valido la pena. El alczar resultaba una fuente de belleza y de orgullo para los habitantes de Foscaterra, y, adems, era digno de su principal inquilino, lord Soth, en ese momento Caballero de la Espada y paladn del Bien. El ambiente de aquella maana era festivo, como si una atmsfera carnavalesca hubiera impregnado todos los quehaceres, dentro y fuera del recinto del castillo, durante las semanas anteriores. Pero qu otra cosa caba esperar de los preparativos de boda de uno de los ms importantes Caballeros de Solamnia? Los comerciantes de la zona, que haban llegado a los alrededores de la fortaleza haca das y que haban levantado los tenderetes con la intencin de vender sus mercancas a todo posible invitado, asistan a la mayor concentracin de caballeros y nobles que podan imaginar. En la zona del oeste, hbiles herreros y artesanos ofrecan armaduras y espadas recientemente forjadas, con adornos de oro, plata y bronce, que relucan bajo el sol. En la parte de atrs de las murallas, sastres y costureras desplegaban suntuosas vestiduras, apropiadas para la gran ocasin, mientras que otros se afanaban en concluir a tiempo los encargos que haban recibido. El resto de la multitud lo componan juglares, pitonisas, bardos y

un sinfn de adivinos, as como de malabaristas y prestidigitadores. Los que estaban ms ocupados eran los herboristas, que brindaban mgicas pociones de amor, cuya eficacia podan comprobar los invitados ms lujuriosos. No obstante, a pesar de la algaraba que reinaba en el exterior, entre los muros de Dargaard se desarrollaba un acontecimiento cuyo tono resultaba ms solemne. --Caballero Soth, por favor, acercaos --dijo lord Olthar Uth Wistan, Guerrero Mayor y uno de los presidentes del Consejo de los Caballeros de la Rosa, all reunido. Olthar presida un grupo de cinco caballeros, que estaban sentados en torno a una mesa situada sobre un estrado que se apoyaba en uno de los muros del patio. A la izquierda tena a dos veteranos Caballeros de la Rosa, ya retirados: Oren Brightblade y Dag Kurrold haban sido llamados por sus mritos en el servicio, y ambos haban aceptado el honor con agradecimiento. Lamentablemente, el Gran Maestre Leopold Gwyn Davis haba enfermado, por lo que estaba obligado a guardar cama y se iba a perder la ceremonia. Su asiento estaba vaco. Soth dio un paso al frente. Iba vestido con una brillante armadura y una cota de malla, y una capa escarlata le penda de los hombros. En el peto luca el smbolo de la Orden de la Espada, que, en contraste con el resto de su atuendo, apareca gastado y herrumbroso como prueba de las muchas batallas que haba librado y ganado contra las fuerzas del Mal. Se arrodill ante la mesa, mantuvo la cabeza agachada en seal de respeto y aguard a que le hablaran. Lord Olthar hizo un gesto al cuarto miembro del Consejo para indicarle que procediera. El caballero asinti y dio comienzo a la ceremonia. --Sois vos el suplicante que desea incorporarse a la Orden de la Rosa? --pregunt lord Adam Caladen, Primer Jurista, quien, junto con lord Cyril Mordren, Sumo Sacerdote, ocupaba uno de los dos asientos restantes del Consejo de los Caballeros de la Rosa. Soth levant la cabeza, mir al Primer Jurista y asinti. --Podis empezar relatando vuestro linaje --indic Caladen. --Soy Loren Soth, Caballero de la Espada --explic orgullosamente--. Mi familia pertenece a una de las casas que ha gobernado Solamnia durante tiempo inmemorial. Generacin tras generacin, el apellido Soth se ha asociado a las tradiciones de los Caballeros de Solamnia y ha ido unido a los conceptos de lealtad,

obediencia, herosmo, valor, justicia y sabidura. Tanto y tan bien sirvieron mis antepasados a los caballeros, y tan estricta fue su adhesin a los principios del Cdigo y la Medida, que les fue otorgada la provincia de Foscaterra como recompensa y reconocimiento a los aos de servicios prestados y a su inagotable devocin a la causa del Bien. Un murmullo de aprobacin surgi de la multitud que se haba reunido en el patio para asistir al ritual. --Aunque mi padre, Aynkell Soth, no ha sido jams un caballero, ha obrado siempre con rectitud para servir fielmente a los Caballeros de Solamnia. Adems, muchos de sus hermanos, mis tos, se cuentan entre los ms valientes y bravos que Solamnia haya visto jams. --Es cierto! --grit una voz entre el pblico. --S, mi padre no es ms que un humilde clrigo, pero eso no le ha impedido rendir honores a las rdenes de los caballeros, ni vivir su vida como si l tambin hubiera estado ligado a los preceptos del Cdigo y la Medida. --Alz ms la voz antes de continuar--. Durante muchos aos se ha comportado como el ms fiel servidor de los intereses de Foscaterra, y se ha asegurado de que estos dominios prosperasen aguardando el da en que yo, su nico y verdadero hijo, tuviera edad y mritos suficientes como para reclamarlos de su digna mano. De los congregados brot un rumor de aprobacin, que el Primer Jurista tuvo que acallar con un perentorio gesto. --Y cules son vuestros actos de honor? --pregunt, y una oleada de risas recorri a los presentes, pues plantear aquella cuestin era como preguntar por las heroicidades del legendario Huma Dragonbane. --Capitane una expedicin al sur de Ergoth para rescatar a dos caballeros que haban sido injustamente capturados y retenidos como rehenes por una banda de ogros mientras se dirigan pacficamente a Qualinesti. Los miembros del Consejo de los Caballeros de la Rosa asintieron, especialmente Dag Kurrold, ya que su hijo haba sido uno de los rescatados por Soth. --Y, mientras escoltaba a un grupo de peregrinas que iban a visitar el Templo del Prncipe de los Sacerdotes, fuimos asaltados por una horda de ladrones en uno de los pasos de las montaas de Thoradin. Durante la lucha yo mismo acab con cuatro ogros y un minotauro. --Se escucharon exclamaciones ahogadas--. Pero lo ms

importante es que ninguna de las mujeres ni ninguno de los caballeros bajo mi mando muri o fue herido durante el enfrentamiento, y que pudieron seguir con su peregrinaje sin ms dificultades. --Paladine sea loado! --se oy decir en el patio a una voz femenina. --La ltima primavera --prosigui Soth--, mientras cruzaba el paso Kelwick de camino hacia Throtyl, rescat a un muchacho de una casa en llamas y lo traje al castillo para que pudieran curarle las heridas. --Hurra! --grit el chico a quien el caballero haba salvado. --Tambin he defendido con xito el honor de lady Wandra, mancillado por deshonestas acusaciones de falta de castidad por parte de un pretendiente rechazado... --Basta, basta! --exclam lord Caladen, como si las hazaas de Soth fueran una marea que amenazara con inundarlo todo--. Sabis tan bien como yo que un suplicante solamente necesita relatar tres actos valerosos. Si escuchsemos todas vuestras gestas, llegarais tarde a vuestra boda. --El Primer Jurista sonri y la tensin entre los presentes se deshizo en medio de una risotada general. Aquellas reuniones acostumbraban a ser bastante solemnes, pero ello era debido a las dudas que solan suscitar los suplicantes en cuanto a su idoneidad para ingresar en la Orden de la Rosa. Sin embargo, para Soth, aquella ceremonia no representaba ms que un simple trmite: los Caballeros de la Rosa estaban deseosos de que perteneciera a la orden y, de hecho, haban descartado el requisito de que Soth se sometiera a una prueba para comprobar su lealtad o su sabidura. --Bien --dijo lord Caladen--, si cualquiera de los presentes tiene conocimiento de algn motivo por el que este joven caballero no pueda ingresar en la Orden de la Rosa o gobernar sobre Foscaterra, ste es el momento de que lo haga saber. Aunque las palabras de lord Caladen rebosaban buena intencin y jovialidad, Soth sinti cmo se le haca un nudo en el estmago ante la posibilidad de escuchar una voz rompiendo el silencio y alzndose entre la gente. Nadie dijo nada. O, quiz, nadie se atrevi. --Muy bien, entonces, caballero Soth --anunci el Primer Jurista a la vez que se incorporaba--, vuestro linaje es intachable, vuestros actos de valor estn comprobados y nadie ha osado contradecir vuestra peticin. Por lo tanto, tal como dicta nuestra costumbre, nos retiraremos a deliberar.

Caladen se apart de la mesa, baj del estrado y entr en la sala de deliberaciones seguido de lord Cyril y de lord Olthar, mientras los dos caballeros veteranos eran auxiliados por los presentes, deseosos de ayudar a tan valientes guerreros, para que pudieran descender de la tarima y seguir a sus correligionarios. Cuando el Consejo de los Caballeros de la Rosa hubo desaparecido, Soth dio media vuelta para contemplar a los all reunidos. A su derecha, sentados bajo una galera reservada para los invitados de honor, se hallaba Caradoc, que tambin ascendera pronto de categora y se convertira en Caballero de la Espada; a la izquierda de ste, estaba Korinne Gladria, que lo saludaba con la mano mientras lo observaba seductoramente y llena de orgullo. Soth le devolvi el gesto y se detuvo cuando vio a Aynkell, su padre, que levantaba el puo en gesto de triunfo. Sin pensarlo, apart la mirada. A su izquierda se alineaban sus camaradas caballeros, que le ofrecan sus felicitaciones, y l se lo agradeci con un gesto de cabeza. Detrs de stos, se amontonaba el pblico, que ocupaba todos los espacios disponibles, desde los balcones hasta las almenas. Aqul era un momento culminante en la vida de Soth y se senta satisfecho con la desbordante afluencia de curiosos y admiradores. El constante rumor de las conversaciones se interrumpi cuando la puerta de la sala de deliberaciones se abri. Oren Brightblade y Dag Kurrold fueron los primeros en salir. Un momento despus lo hicieron el Guerrero Mayor, lord Olthar Uth Wistan; el Sacerdote Supremo, lord Cyril Mordren, y el Primer Jurista, lord Adam Caladen. Todos ellos tomaron asiento en sus respectivas butacas con aspecto grave y solemne. Cuando los vio, a Soth lo atraves un mal presentimiento. Y si algo haba salido mal? Acaso se haban enterado de las correras de su padre o de las drsticas medidas que haba tenido que adoptar unos meses atrs? De ser as, su ingreso en la Orden de la Rosa sera del todo imposible, e incluso su futuro como Caballero de Solamnia podra verse comprometido. Empez a notar que sudaba. Lord Caladen lo estaba observando. --Caballero Soth --dijo, y con la mirada abarc a sus colegas--, el Consejo de los Caballeros de la Rosa ha considerado vuestra peticin y ha decidido que... Soth contuvo la respiracin. --Que seis admitido inmediatamente y sin demora en la Orden de la Rosa.

Y respir profundamente. El patio prorrumpi en una salva de aplausos, y un sinfn de gorros, yelmos y estandartes volaron por el aire a modo de celebracin. Sin embargo, Soth permaneci inmvil, pues saba que la ceremonia no haba concluido todava. Lord Caladen volvi a bajar del estrado y se acerc al joven Caballero de la Espada. Cuando el gritero se apacigu, habl con potente voz. --Levantaos, caballero Soth. Se puso en pie. --Desde el da de hoy, seris conocido por todos con el nombre de lord Loren Soth, del alczar de Dargaard, Caballero de la Rosa. Cuatro guerreros, que llevaban un nuevo peto grabado con la marca de la rosa, se adelantaron. Tras depositarlo a los pies de Soth, lo ayudaron a desprenderse del antiguo y estropeado smbolo de la espada y, a continuacin, le colocaron el otro. Con su nueva armadura, completa entonces, Soth sinti que resplandeca. Se inclin ante Caladen y el resto de los miembros del Consejo. Luego, se encar con la multitud, blandiendo la espada en alto. --Est Sularus oth Mithas! --grit, y aadi en Comn:-- Mi honor es mi vida! El gento estall en una ovacin ensordecedora y lo cubri con una lluvia de ptalos de rosas amarillas, blancas y rojas.

--Es tan guapo! --dijo una de las jvenes damas de compaa que se agolpaban en el dormitorio de Korinne para ayudarla a que pasara las horas, en espera de que llegase el deseado instante de la boda. --Eso sin mencionar lo fuerte y atltico! --aadi otra. --S que lo es --coincidieron varias. --Si eres afortunada --intervino, sealando el tlamo nupcial lady Gelbmartin, una fornida mujer, que era prima de la novia y cuyo marido, lord Gelbmartin, era el mayordomo del alczar de Dargaard--, har buen uso de todas esas cualidades aqu, en el lecho nupcial. El resto de las mujeres se ech a rer. --Y si se parece en algo a su padre --continu lady Gelbmartin--, estaris ocupados cada noche desde el crepsculo hasta el amanecer. De nuevo sonaron las risas en el dormitorio.

Korinne sonri. Aunque no se lo haba dicho a nadie, ni lo haba expresado claramente con palabras, aguardaba su noche de bodas con gran expectacin, y saba que a Soth le pasaba lo mismo. Cuando las carcajadas remitieron, lady Gelbmartin sigui. --Aynkell Soth se est haciendo mayor, pero eso no le impide flirtear con toda mujer que se cruza en su camino. Hoy mismo estaba... Se interrumpi en mitad de la frase cuando vio a tres doncellas que se acercaban llevando un abultado paquete primorosamente envuelto y un fragante ramo de rosas. --Mi seora Korinne --dijo una de las doncellas, que trabajaba en Dargaard como lavandera desde mucho antes de que fuera completado--, permitidnos daros la bienvenida. Ser un placer serviros con la misma fidelidad con la que servimos a lord Soth. Korinne acept el presente y el ramo. Despus de aspirar el perfume de las flores deshizo las cintas que ataban el paquete y lo abri. Contena un camisn de la ms fina y sugerente tela; cuando se lo pusiera, realzara su figura. --Muchas gracias --repuso la novia mientras se incorporaba y se apretaba la prenda contra el cuerpo--. Creis que le gustar? --Si no le gusta es que est muerto! --exclam lady Gelbmartin. Korinne se ruboriz, y las dems mujeres sonrieron.

Entretanto, en uno de los salones del castillo, lord Soth se hallaba sentado con sus compaeros, entre los que se contaban los trece caballeros que tena bajo su mando directo. Apur de un sorbo la jarra de cerveza, y antes incluso de que tuviera tiempo de depositarla sobre la mesa, ya tena a un mozo a su lado con una nueva racin del dorado lquido. --Gracias, buen hombre. --De un soplo barri la blanca espuma de la boca del recipiente y lo alz para brindar--. A la salud de los novios! --A la salud de los novios! --corearon al unsono las voces de los presentes. Los caballeros rieron alegremente. Aquella reunin, despus de extenuantes campaas de lucha en pro de la causa del Bien, era un merecido alivio para todos ellos, hasta el punto de que, incluso sin la ayuda de la cerveza, la camaradera y el buen humor habran reinado de igual manera en el ambiente.

--Con una mujer tan hermosa como Korinne Gladria, me atrevo a decir que la felicidad de los novios est asegurada --exclam Western Kern, uno de los ms fieles caballeros al servicio de lord Soth. --Bien cierto es --dijo una voz. --Escuchad, escuchad! --exclam otra. --Es el propio Paladine quien habla --vocearon los caballeros entre el ruido de las jarras que entrechocaban y la cerveza que se derramaba. --En efecto --continu Kern--, y si lady Gladria no despierta en nuestro buen seor el deseo de tener un montn de herederos, entonces es que nuestro buen seor no habr estado a la altura de un caballero solmnico. En otras circunstancias, el comentario de Kern hubiera sido considerado ofensivo; pero, en el ambiente de alegra que se respiraba, sus camaradas comprendieron los sentimientos que lo embargaban, y se oyeron ms carcajadas y brindis. Meyer Seril, un Caballero de la Corona, natural de Caergoth, la capital de Southlund, fue el siguiente en hablar. --Es seguro que dentro de poco el alczar de Dargaard rebosar de pequeos caballeretes deseosos de emular las hazaas del padre. --Hago aqu la solemne promesa de que el nombre de Soth ser glorificado en toda Solamnia --exclam lord Soth-- en honor de sus portadores, sean hijos, nietos o bisnietos, durante los aos venideros. Dag Kurrold, el veterano y casi retirado caballero que estaba sentado en un aparte, dormitando en un rincn del saln, se incorpor al or que la conversacin tomaba un nuevo sesgo. --Si el joven Soth se parece a su padre, no tardaremos en verlo rodeado de hijos --coment con voz spera y potente, y ri. Se abati un silencio sepulcral entre los reunidos, y todos se volvieron para mirar al veterano Dag, especialmente Loren Soth. La sola mencin de su padre lo haba golpeado como una bofetada en el rostro, y permaneci all, en medio del saln, con una mirada feroz que acall todo comentario. --Salid de aqu inmediatamente --orden en un tono glacial. --Lo siento... Yo no..., no pretenda ofender --se disculp Dag Kurrold con aspecto compungido. --No, no es culpa vuestra --repuso Soth tras reconsiderar lo desabrido de su reaccin--. Lo cierto es que me siento agotado por todos los acontecimientos del da. Me temo que necesito un descanso si tengo que estar presentable para la novia y para la ceremonia de

maana. Os agradecera si pudierais dejarme a solas ahora, por favor. --El seor del castillo necesita descansar --anunci Western Kern--. Hay muchos otros lugares aqu donde podremos proseguir nuestras celebraciones. Los caballeros se levantaron para marcharse y se llevaron consigo las jarras e incluso los barriles de cerveza. A Soth no le cupo duda de que la fiesta proseguira en otras dependencias hasta bien entrada la noche. --Buenas noches, milord. --Buenas noches, seor. Los presentes se fueron despidiendo uno tras otro, hasta que le lleg el turno a Dag Kurrold. --Lamento haber estropeado la reunin --dijo, disculpndose de nuevo. --No os preocupis --repuso Soth, apoyando una mano sobre el hombro del anciano--. Podis descansar tranquilo esta noche, pues no han sido vuestras palabras las causantes de mi disgusto. --Os lo agradezco --contest Kurrold con una sonrisa--. Buenas noches. El saln qued repentinamente vaco, salvo por Soth y Caradoc. Los dos hombres se sentaron y llenaron sus jarras de cerveza. --A la mayor gloria del clan Soth --brind Caradoc. --S. Por un porvenir intachable para las generaciones venideras --aadi Soth, levantando a su vez el recipiente y sonriendo. Entrechocaron las jarras, y el sonido reson en las fras y vacas salas del castillo.

_____ 2 _____ Haca rato que haba amanecido, pero las espesas y oscuras nubes que se agolpaban sobre el alczar de Dargaard apenas dejaban ver el sol. Obviamente, aqullas no eran las mejores condiciones para celebrar una boda; sin embargo, a medida que el tiempo empeoraba y amenazaba con descargar una fuerte tormenta, un curioso optimismo empez a contagiar a los congregados, hasta que todos acabaron convencidos de que aquel clima adverso no poda sino ser un magnfico augurio del brillante futuro que aguardaba a los novios.

As pues, satisfechos, sabiendo que la boda se celebrara independientemente del tiempo que hiciera, escuderos y lacayos se apresuraron a montar en los terrenos que rodeaban el castillo las tarimas donde se sentaran los ms de un centenar de invitados. La decisin de organizar la ceremonia al aire libre y en el exterior de las murallas haba respondido al deseo de acomodar no slo a todos los convidados, sino tambin a los que quisieran presenciar tan sealado acontecimiento. Aquellos que carecieran de una invitacin podran encontrar acomodo en cualquiera de las laderas de las colinas que circundaban la capilla expresamente construida sobre el terreno. De hecho, ya haba gente sentada desde haca horas; aguardaban la oportunidad de ver a los novios y contemplar as la magnfica pareja que componan el majestuoso lord Soth y la resplandeciente Korinne Gladria. Sin duda, para los habitantes de Solamnia, aquella boda tena toda la categora e importancia de un enlace entre reyes. La novia era la hija de lord Reynard Gladria, uno de los ms respetados nobles de Palanthas, y prima lejana del Sumo Sacerdote en persona. Y aunque Soth era hijo de un humilde clrigo, perteneca a la Orden de los Caballeros de la Rosa, lo cual estaba reservado a los elegidos de sangre ms pura y equivala a equipararse con la ms alta nobleza. En consecuencia, a medida que se iban disponiendo los ltimos preparativos, la gente se acomodaba en los lugares disponibles alrededor del altar, hasta que los ocup totalmente. Granjeros, lacayos, sirvientas y todo tipo de curiosos se sentaron bajo el plomizo cielo de Dargaard y, por primera vez esa maana, un rayo de sol atraves el espeso manto de nubes.

--Por favor, madre, no te preocupes, es un hombre maravilloso --afirm lady Korinne mientras las doncellas se apresuraban a su alrededor y cuidaban de su blanco y vaporoso vestido de novia. --No tengo ninguna duda de que lo es --repuso lady Leyla Gladria mirando a los ojos de su hija y sonriendo. Pero de manera inevitable suspir y despus aadi:-- Es solamente que hubiera preferido que te casaras con alguien ms parecido a... --Ms parecido a mi padre, verdad? Oh, mam! --Tu progenitor quiz no haya sido armado caballero por su valor y

sus heroicidades, pero es un destacado diplomtico y poltico; eso sin mencionar lo buen padre y marido que es. No ha habido cosa que ms haya deseado que estar rodeado de su familia. --Hizo un gesto de disgusto--. Soth es un guerrero, seguramente un gran guerrero, y sa es su vida: vive para la batalla y la lucha. Cuando pienso en la violencia de la que ha sido partcipe... --Siempre en nombre del Bien y de la justicia --apunt Korinne. --Hija ma, los hombres nunca hacen tanto dao como cuando creen obrar en nombre de la bondad --dijo la madre con una triste sonrisa dibujada en el rostro. --Madre! Qu extraas palabras son sas? --Son el prefacio de uno de los libros de Vinas Solamnus, el sptimo, creo. Es una advertencia para todos aquellos que creen que los guerreros que luchan por una buena causa no pueden causar el Mal, hagan lo que hagan. --Soth es un buen hombre. Y tambin ser un buen padre --insisti. Leyla suspir. Evidentemente, ya haban hablado de aquel asunto muchas otras veces y siempre acababan igual. --Slo quiero que seas feliz --repuso, estrechando fuertemente a su hija. --Lo ser, madre, lo ser --contest Korinne, y le devolvi el abrazo.

--Lord Loren Soth, aceptis a Korinne Gladria por esposa para amarla con un corazn puro y honoraria tal como harais con el Cdigo y la Medida? --pregunt lord Cyril Mordren. El veterano caballero estaba acompaado por dos clrigos de Paladine, vestidos con sus tnicas blancas y plateadas, que haban oficiado la parte menos importante de la ceremonia antes de ceder el honor a lord Mordren, el Sumo Sacerdote de los Caballeros de Solamnia. Soth se volvi hacia su prometida y contuvo el aliento al contemplar tanta belleza: Korinne estaba absolutamente deslumbrante con el largo vestido blanco, adornado de azul, que se le adaptaba a las curvas del cuerpo como una segunda piel. Bajo el velo, el cobrizo cabello le caa en rizadas cascadas hasta la cintura. Los grandes y verdes ojos que lo contemplaron eran a la vez seductores e inocentes,

y destellaban con un brillo de deseo e impaciencia que no pareca remitir. Ella le sonri, y, por un momento, Soth sinti que desfalleca. Se volvi hacia lord Mordren. --S, con todo mi corazn --afirm. El noble caballero hizo un gesto de aprobacin y se dirigi a la novia. --Lady Korinne Gladria, aceptis a lord Loren Soth como esposo para amarlo con un corazn puro y leal, y para honrarlo igual que al Cdigo y la Medida, los preceptos de caballero por los cuales ha decidido regir su vida? Korinne contempl al que iba a ser su esposo con ojos llenos de la ms pura alegra. Sonrea tanto de alivio como de felicidad. El momento haba llegado. Soth crey sentir que su corazn dejaba de latir. Saba que aqul era, claramente, el instante culminante de su vida. En el plazo de un solo da, haba sido admitido en la orden ms importante de los Caballeros de Solamnia, designado gobernador de Foscaterra, e iba a contraer matrimonio con una de las mujeres ms bellas y adorables no slo de Solamnia, sino de todo Ansalon y, posiblemente, tambin de todo Krynn. En ese momento, restaban olvidadas las correras de su padre e, igualmente, los medios empleados por Caradoc para borrar cualquier rastro de ellas. Soth comprendi que su pasado quedaba de manera definitiva atrs y se sinti impaciente y preparado para empezar una nueva vida de acuerdo con los principios del Cdigo y la Medida; una nueva vida con responsabilidades como marido, cabeza de familia, padre simblico de todos sus sbditos y guardin de sus herederos. Para hacer realidad todo aquello slo necesitaba que Korinne dijera las palabras adecuadas. --S, con todo mi corazn --declar ella. Lord Mordren asinti y mir a Soth. --Ya podis besar a la novia. Soth se volvi hacia la mujer y, delicadamente, le levant el velo por encima de la cabeza. La piel de la joven era tersa e inmaculada; toda ella irradiaba amor, vida y felicidad, y su cobrizo pelo se rizaba en llameantes bucles bajo el sol del medioda, que haba empezado a brillar a travs de las espesas nubes. Dud un instante y admir toda la increble belleza que se desplegaba, anhelante, ante l. Luego, inclinndose hacia adelante, la bes. Un gritero de aprobacin los rode cuando los invitados, y los

dems asistentes que haban tenido que soportar una dilatada espera, prorrumpieron en muestras de alegra. El beso se prolong durante un largo momento, sin que ni Soth ni Gladria dieran muestras de suspenderlo. Finalmente, cuando las voces cesaron, lord Mordren se aclar la garganta e interrumpi a los recin casados. --Ahora sois marido y mujer. Vivid con amor, honor, sabidura y, sobre todo, lealtad mutua, a partir de este momento y para siempre. Los congregados volvieron a proferir gritos de enhorabuena, y los bardos se pusieron a cantar. La pareja encar la multitud y, con lentitud deliberada, pas por el pasillo que se abra entre los bancos donde se sentaban familiares y amigos y, luego, bajo el arco levantado por las espadas de sus amigos caballeros. A medida que caminaban se iba extendiendo a sus pies una multicolor alfombra de ptalos de rosa. Aquel gesto era algo infrecuente y una especial muestra de respeto. Mientras caminaba bajo la bveda de reluciente acero, Soth se maravill de que toda la ceremonia hubiese funcionado a la perfeccin. Haba sido como si el propio Paladine, e incluso Mishakal, lo hubieran supervisado todo. El caballero alz los ojos al cielo en una agradecida plegaria, y se dio cuenta de que el sol brillaba entre las nubes.

Segn el da fue transcurriendo, las nubes se fueron disipando, hasta que slo qued el brillante y veraniego sol de Fierswelt alumbrando la fiesta y proporcionando incluso ms calor del deseado. No obstante, considerando los malos pronsticos con los que haba dado comienzo el da, todo el mundo estaba contento; especialmente las mujeres, cuyos elegantes vestidos no podran haber soportado un sbito chaparrn. El buen tiempo tpico de la regin del valle del ro Vingaard nunca se manifest con mayor claridad que en ese da. Durante el invierno, los campos haban sido labrados a fin de disponerlos para la siembra, que se efectu en primavera, ya que buena parte de la cosecha iba a destinarse al festn de la boda. En ese momento, los habitantes de Foscaterra se preparaban para gozar de los frutos de su trabajo. Repartidas en boles y bandejas, a lo largo de las interminables mesas, haba todo tipo de hortalizas y frutas, que incluan cuatro variedades de manzanas, tres tipos de calabazas, dos de tomates y

una multitud de otras delicias que se cultivaban en los frtiles valles situados al norte y al oeste del alczar de Dargaard. Tambin haba deliciosas especialidades llegadas de lugares distantes, como Istar, Silvanesti o Ergoth, que haban sido transportadas por los viajeros para obsequiar a los novios. Los barriles de cerveza estaban distribuidos entre los asientos de los comensales, junto con las barricas de vino y el agua, enfriada con hielo que haba sido bajado de las altas cumbres. En el extremo de cada una de las mesas ardan varios ruegos en los que se asaban gamos y otras piezas, y el delicioso olor que desprendan era un anticipo de que aquel banquete iba a ser, para muchos, el mejor de sus vidas. Lord Soth y lady Korinne ocupaban sus asientos en la mesa de honor, situada en lo alto de una tarima, desde donde repartan bendiciones entre los invitados como agradecimiento por su presencia. --Lord Soth --dijo Colm Farold, un joven Caballero de la Espada, mientras se acercaba a la mesa de los novios--, aunque no os traigo un regalo que pueda caber en mi mano, s os entrego algo mucho ms valioso que cualquier obsequio material. --Hizo una pausa--. Vengo a haceros entrega de mi mas perdurable lealtad como Caballero de la Espada --declar solemnemente al mismo tiempo que hincaba la rodilla en tierra e inclinaba la cabeza en una profunda reverencia. Durante unos instantes, Soth se qued sin palabras por la nobleza del gesto. Saba que contaba con la lealtad de muchos caballeros, como Caradoc o Western Kern, y estaba seguro de que podra disponer de la espada de muchos otros llegado el caso; pero que alguien tan distinguido como Farold hiciera una declaracin pblica de fidelidad, era realmente algo infrecuente. Soth se levant de su asiento. --Os lo agradezco caballero Farold. Me siento profundamente conmovido por vuestra promesa, y os aseguro que es para m del mximo valor. Mi nico deseo es tener la posibilidad de mostrarme ante vos digno de ella. Levantaos y sed bienvenido al alczar de Dargaard. Los reunidos lanzaron una ovacin cuando el guerrero se incorpor, salud a los recin casados y volvi a su mesa. El desfile de los regalos de boda continu durante un rato y, enseguida, se hizo patente que un mismo pensamiento haba animado la ddiva de algunos obsequios: cinco cunitas, desde las ms humildes de madera hasta las ms sofisticadas de forjado metal y con ruedas, se amontonaron ante los novios. A pesar de las repeticiones,

Loren y Korinne aceptaron todas las ofrendas con la misma alegra y expresaron por las cunas su ms sentido agradecimiento en medio del regocijo general por las bromas que stas suscitaron. Finalmente, la entrega de presentes termin, as como casi todo el gape. Pero antes de que se pudiera dar por concluido, faltaba que lord Reynard Gladria y su esposa, lady Leyla, entregaran la dote de su hija, que haba sido objeto de numerosas especulaciones. Al fin iba a desvelarse el misterio. Lady Gladria se acerc a la mesa llevando a su anciano marido del brazo mientras Eiwon van Sickle, un Caballero de la Espada de Palanthas que los haba escoltado hasta el castillo, tambin lo ayudaba. Cuando llegaron frente a los novios, lord Reynard se sent y lady Leyla hizo la entrega de pie. --Querida hija, y querido nuevo hijo --y esto lo dijo en un tono que a Soth no le pareci muy sincero--, mi marido y yo hemos esperado este momento durante mucho tiempo, y s que puedo hablar por l cuando afirmo que no podramos haber encontrado un hombre mejor para nuestra preciosa hija que el Caballero de la Rosa lord Loren Soth. La mujer se aproxim y tom las manos de Soth entre las suyas. --Con nuestra hija felizmente casada creemos que no tenemos necesidad de la mayora de nuestras propiedades. Por lo tanto es para nosotros un gran placer haceros entrega de los territorios que circundan Maelgoth, as como de los que se extienden ms all del lmite norte de las llanuras de Solamnia. Esto ampliar los dominios de Foscaterra por encima del ro Vingaard y llenar el espacio existente entre l y Palanthas, de modo que, estando bajo vuestra propiedad y cuidado, a todos nos ser ms fcil cubrir la distancia que, de ahora en adelante, nos separar de nuestra hija. Por segunda vez en muy poco tiempo, Soth se qued de nuevo sin palabras, y lo mismo le sucedi a lady Korinne, pues las lgrimas de agradecimiento le atenazaron la garganta. El caballero se acerc primero a lord Reynard y se arrodill ante l. --Muchas gracias, milord --dijo, usando impropiamente el apelativo para demostrar toda su gratitud. El anciano, mostrando su desdentada sonrisa, apoy una frgil mano sobre el hombro de Loren. --Est bien, muchacho; est bien. No hay nadie mejor para tener esas tierras que un Caballero de la Rosa como t. Soth asinti y se incorpor. Aguard a que lady Korinne le diera las gracias a su madre y fue a arrodillarse ante ella.

--Muchas gracias, mi seora. --Hacer feliz a mi hija ser la mejor manera de agradecrmelo, muchacho. Soth contempl a la mujer y se dio cuenta de que a partir de ese momento era su suegra, por lo que opt por responder con sencillez. --S, seora --dijo. Y lady Leyla Gladria hizo un gesto de aprobacin.

Una ligera brisa se levant a ltima hora de la tarde y refresc la atmsfera del patio del castillo, donde se encontraban reunidos los caballeros, que proseguan sus juegos y diversiones. La mayora de ellos se dedicaba a retarse mutuamente para poner a prueba su destreza con las armas y se enzarzaban en combates simulados que eran conocidos habitualmente como pugnas. --Que los caballeros se preparen! --grit Oren Brightblade, que ejerca de arbitro honorfico de las pruebas. Dos contendientes se incorporaron y entraron en el crculo trazado en el suelo: Meyer Seril, Caballero de la Corona, luca un rojo fajn, mientras que Caradoc, igualmente caballero de la misma orden, llevaba un distintivo azul. Aunque ninguno de los oponentes sufra mengua de la posicin que ocupaba dentro de su orden por el hecho de ganar o perder en aquellos enfrentamientos, todos deseaban salir vencedores para mayor gloria de cada uno. En consecuencia, las pugnas se libraban casi con la misma determinacin que las luchas verdaderas contra autnticos adversarios, tales como ogros o minotauros. --Que gane el ms capaz --dijo Meyer, sonriendo a su contrincante. Caradoc le devolvi el saludo con la debida cortesa. --Que el ganador sea el mejor caballero. Los luchadores entrecruzaron sus espadas y dieron un paso atrs para que sus lacayos hicieran un ltimo ajuste en las armaduras. Enseguida estuvieron listos para el combate. --Adelante! --exclam Oren Brightblade. El patio se llen con el sonido de las espadas, que, diestramente manejadas por los caballeros, entrechocaron, buscando con afn un punto dbil en sus guardias respectivas. No se supo si fue a causa del cansancio de Caradoc o de la mayor agilidad de su adversario, pero

pronto se hizo evidente que Meyer Seril demostraba ser mejor espadachn: no slo bloqueaba las estocadas que reciba, sino que con su espada consegua llegar al cuerpo de Caradoc --a las piernas, a los brazos o al torso-- siempre que se lo propona. Mientras los caballeros proseguan su enfrentamiento, el resto se agolpaba alrededor y los animaba ruidosamente entre grandes trasiegos de cerveza. La pugna estaba llegando a su fin y resultaba obvio para todos que el caballero Seril sera declarado vencedor por un amplio margen. De repente, pareci que Caradoc se desplomaba, como si hubiera sido herido en el desprotegido costado por la estocada de Meyer. --Caradoc, estis bien? --pregunt rpidamente Meyer, al mismo tiempo que bajaba la guardia y dejaba al descubierto un punto vulnerable. Caradoc se movi gilmente y lanz una potente estocada que alcanz la ligera armadura de Seril en el hombro y se la parti. La proteccin se desprendi, y el filo de la hoja le abri un profundo tajo en el brazo. --Detened la pugna --grit Oren Brightblade-- y deponed las armas! Seril se aferr el brazo herido y mir a su contrario. --Si no os conociera, Caradoc, pensara que lo habis hecho a propsito. --Y quin ha dicho que no haya sido as? --exclam Arnol Kraas, el nuevo escudero de Seril y tambin aspirante a la Orden de la Corona. Quizs aqul no era el momento adecuado para plantear semejante pregunta, pero ninguno de los presentes hizo ademn de protestar por el comentario. En su mayora, parecan compartir la misma opinin. --Como caballero solmnico, juro por mi honor que nunca hara dao a propsito a un camarada --declar Caradoc en tono ofendido. --S, pero simulasteis que estabais herido --insisti el escudero. --Basta, basta! --interrumpi Brightblade--. Caradoc afirma que el golpe fue accidental y, dado que est consagrado al Cdigo y la Medida, hay que respetar su palabra. Kraas estaba visiblemente descontento, pero no dijo nada ms. Tampoco lo hicieron los dems caballeros, que parecieron mostrarse de acuerdo con el veredicto. --Ahora llevad a este hombre ante Istvan, el mdico --orden

Oren--. He visto morir a otros hombres por culpa de heridas sin importancia como sa. Dos caballeros ayudaron a Seril a ponerse en pie y lo acompaaron rpidamente de vuelta a las dependencias del castillo. Mientras los servidores preparaban el terreno para otro enfrentamiento, Caradoc se acerc a Brightblade. --Vais a declarar un ganador? --le pregunt. El veterano guerrero contempl a Caradoc con una expresin de extraeza en el rostro. --Un caballero ha sido herido. De verdad importa quin pueda haber resultado vencedor? --Segn los escritos de Vinas Solamnus toda batalla ha de tener un triunfador, y toda pugna tambin --insisti Caradoc. Aquello era cierto, pero los caballeros haca tiempo que haban aprendido que las reglas de Solamnus deban interpretarse de manera flexible y que era mejor no atenerse a su significado literal. Ms bien se trataba de orientaciones que de leyes inmutables, pues el verdadero honor y la sabidura se encontraban ya en el corazn de cada caballero antes que en cualquier escrito polvoriento. No obstante, cuando alguien reclamaba la aplicacin estricta de las normas, stas deban ser obedecidas. --Muy bien --admiti Brightblade, que conoca las leyes tan bien como Caradoc, o ms--. Os declaro ganador por abandono del contrincante. Caradoc alz su espada en seal de triunfo, pero se escucharon pocos vtores. De hecho, unos cuantos caballeros haban desaparecido en busca de diversiones menos violentas; los dems se hallaban entonces reunidos en torno a un vallenwood en cuya corteza se haba dibujado una diana. --Quin sigue? --llam Olthar Uth Wistan, el Guerrero Mayor, que presida el concurso. --Creo que lo intentar --anunci el Primer Jurista, lord Adam Caladen--. Hace aos que no lanzo la espada, pero es posible que tenga suerte, no? --Habis odo quin ha hablado? Amigos, apartaos y dejad espacio! Acordaos de mantener los ojos fijos en la hoja! --advirti jovialmente lord Wistan. Una carcajada unnime reson en el ambiente mientras Caladen escoga una espada de las muchas que se le ofrecieron. Cuando hubo encontrado la que por peso y tamao crey que ms le convendra, la

sopes cuidadosamente y ensay varios movimientos de lanzamiento. Igual que las pugnas, el lanzamiento de espadas era otro de los pasatiempos amistosos a los que los caballeros se dedicaban cuando tenan ocasin de reunirse, como entonces. Pero contrariamente a aqullas, que oponan caballero contra caballero, el lanzamiento pona a prueba las habilidades individuales frente a las del legendario Huma Dragonbane, Hroe de la Lanza y el ms grande Caballero de Solamnia que los tiempos haban conocido. El origen del concurso se remontaba a una historia que narraba cmo el famoso caballero se haba enfrentado a un poderoso Dragn Rojo. Segn el relato, en la primera arremetida contra el monstruo, a Huma se le haba escapado la Dragonlance de las manos. No obstante, a pesar de hallarse desarmado, haba conducido a su querido Dragn Plateado de nuevo a la batalla y, antes de que estuvieran al alcance del mortal aliento del Rojo, haba desenvainado y lanzado su espada por el aire contra el dragn. Y, a pesar de que no estaba pensada para servir de arma arrojadiza, la hoja haba surcado el aire como una flecha y se haba clavado profundamente en el vulnerable vientre del monstruo. La herida lo aterroriz hasta tal punto que el Dragn Rojo se precipit desde lo alto y se estrell contra el suelo. Desde entonces, los caballeros de Solamnia celebraban aquella gesta casi milagrosa lanzando sus espadas, no contra un dragn, sino contra una simblica diana pintada en el robusto tronco de un vallenwood. Satisfecho con el arma que haba escogido, lord Caladen se alej del rbol los veinte pasos reglamentarios, dio media vuelta y grit: Preparado!. Y, tras dar un par de trancos, lanz la espada con todas sus fuerzas. El acero vol en lnea recta, pero se desvi ligeramente y acab golpeando el borde de la diana y lanzando astillas por el aire antes de aterrizar en la hierba. Pese a que haba errado el tiro, el ejercicio haba sido magnfico para un guerrero tan veterano, y a su alrededor se escucharon exclamaciones de admiracin. En ese momento, lord Soth, que se haba despedido de sus invitados antes de retirarse definitivamente a disfrutar de su primera noche de bodas, lleg a la zona de tiro. Cuando lord Wistan vio que se aproximaba, no pudo reprimirse. --Acaso querr el novio poner a prueba su habilidad y su temple? --le grit. Los caballeros rodearon al joven y lo animaron a participar. Soth

dud unos instantes y, finalmente, se decidi. --De acuerdo. Est bien. Pero slo un lanzamiento. --Y sus palabras fueron seguidas de una fuerte ovacin. Un servidor lo ayud a desprenderse de la capa y le ofreci varias espadas para que eligiera una. A nadie le sorprendi que escogiera la ms grande y pesada, y la balanceara en el aire. Luego, la tom por el punto de equilibrio y la sopes. --Apartaos! --grit lord Wistan. Los caballeros que rodeaban a Soth se retiraron y dejaron un gran espacio libre en direccin al rbol. Soth camin hasta el vallenwood; desde all, se alej contando veinte pasos y se dio la vuelta. --Listo! --grit. Lord Wistan asinti, y los curiosos que se haban acercado guardaron un respetuoso silencio. Soth dio tres grandes zancadas y lanz el arma. La hoja surc el espacio y, un instante despus, se clav en el vallenwood con un ruido sordo. Loren contempl el resultado y vio que la espada se haba introducido justo en el centro del blanco pintado en la recia madera. Durante unos momentos, rein un profundo silencio, mientras todos vean con asombro que el acero pareca surgir de lo ms hondo del tronco. --Huma no podra haberlo superado! --exclam alguien entre el pblico. --Nunca una espada vol mejor! --profiri otro. Las felicitaciones siguieron oyndose y se fueron mezclando hasta que slo se escuch una confusa y ensordecedora ovacin de voces exultantes. Soth agradeci todos los comentarios y, luego, los acall con un gesto apaciguador. --Os ruego que me excusis, pero no deseo tener a mi dama aguardndome, especialmente cuando esa dama es mi esposa. Todos los presentes se hicieron a un lado, entre murmullos de comprensin, y el caballero se march de regreso a su fortaleza. Reunidos en torno al rbol, varios servidores intentaron desclavar la espada, pero sta estaba incrustada hasta la mitad de su longitud y pareca imposible arrancarla. Al final, aunando esfuerzos, tres hombres consiguieron extraerla.

Soth lleg, caminando, hasta la entrada del alczar. All, de pie en

el puente levadizo, se hallaba lady Korinne, y conversaba con un joven caballero vestido con una tnica azul. A Loren le pareci que estaban tan cerca el uno del otro que fcilmente podra haber calificado la actitud de ntima. Se ocult entre las sombras de un gran roble y observ. La pareja habl durante unos minutos y, luego, se bes. Momentos despus se separaron. Korinne entr en el castillo y el joven mont en su caballo y se alej. Soth aguard hasta que el jinete hubo desaparecido y, despus, sigui a su esposa hasta el interior. Una vez dentro se detuvo a observar la ventana del dormitorio principal. All dentro arda un fuego que propagaba su luz en la creciente oscuridad exterior, como una promesa de calor y felicidad. Soth pens en lo largo que haba sido el da y en lo bueno que haba resultado. Sin duda, era el mejor de su corta vida, el ms feliz, y del que se senta ms orgulloso. En ese momento estaba a punto de dar comienzo lo que lo culminara: su noche de bodas. Acaso sera tan maravillosa como todo lo dems? Dese que as fuera. Pero antes de que pudiera disfrutar de ella, tena que resolver un pequeo asunto que lo preocupaba. Entonces, se entreabri la puerta del vestidor que daba al dormitorio nupcial, y pudo ver que Korinne entraba en la habitacin. Incluso bajo la dbil claridad de las velas que la iluminaban, la belleza de la joven resultaba arrebatadora, y el leve vestido que llevaba contribua a resaltar su hermosura. Soth sinti que una llamarada de deseo le herva la sangre, un sentimiento que haba intentado silenciar a lo largo del agotador da. Sin embargo, a pesar del anhelo de cruzar la estancia y abrazar a su mujer, se mantuvo de pie, quieto como una estatua, y aguard. Cuando los ojos de ella lo vieron, Korinne se detuvo, complacida. --Acaso lo que veis os place? --pregunt. Soth saba que no era el momento de hacer preguntas, pero no pudo contenerse: tena que saber. --Quin era el joven caballero con el que hablabais en el puente? --Un caballero? --pregunt ella--. No lo recuerdo. --S, un joven vestido con una capa azul. Vos lo besasteis. --Oh, os refers a Trebor Reywas! Se trata de un amigo de la familia, un Caballero de la Corona, natural de Palanthas. Se marchaba temprano y vino a despedirse. --As que un amigo de la familia.

--Qu os ocurre Loren Soth? --exclam la joven, apoyando las manos en las caderas y en tono irritado--. Si no os conociera dira que estis celoso. Soth suspir. Quiz fuese cierto que estaba celoso, pero aqulla era una debilidad que no se senta capaz de admitir. --No, no estoy celoso --declar--. Solamente siento envidia del beso que otro caballero recibi. --Qu gentil de vuestra parte! --dijo ella con una sonrisa, al mismo tiempo que se acercaba al lecho y desataba el lazo que sujetaba su vestido de noche. El vestido cay al suelo y a lady Korinne se le encendi una chispa de malicia en la mirada. --Lamento que hayis tenido que aguardar, pero acaso no vala la pena la espera? l se limit a asentir con un gesto. --Entonces, por favor... Amadme! Soth la tomo en los brazos y colm los deseos de ambos.

_____ 3 _____ --Qu es lo que constituye un acto maligno? --pregunt el Prncipe de los Sacerdotes, de pie, frente a un numeroso grupo de seguidores, en la mayor sala de asambleas del Templo del Prncipe de los Sacerdotes de Istar. Los que lo escuchaban eran en su mayora magos, clrigos, aclitos y otros fieles a la causa que estaba intentando desterrar el Mal de la faz de Krynn. Varias manos se alzaron en seal de respuesta. El Prncipe de los Sacerdotes seal a un joven vestido con unas gastadas ropas de color verde y marrn. A juzgar por su atuendo, deba de ser uno de los clrigos de menor rango, pero no por ello un seguidor menos devoto de la cruzada a favor de la victoria definitiva del Bien sobre el Mal. --Un acto que sea moralmente censurable o intrnsecamente malo --contest. La mxima autoridad camin delante de sus seguidores con los dedos enlazados ante s, a modo de plegaria, y simulando una intensa concentracin.

--S, s, eso es cierto; pero hay algo ms. Qu ms constituye un acto maligno? Nuevamente, varias manos se alzaron, y nuevamente seal a alguien entre el pblico. Esa vez se trataba de una mujer vestida con una tnica amarilla y blanca, que tena la insignia del Prncipe de los Sacerdotes bordada en el pecho. Era una hechicera, una hechicera renegada que haba puesto su considerable poder al servicio de la causa que pretenda fortalecer al Prncipe de los Sacerdotes en su intento de dominar Istar y extender sus creencias y sus edictos por todo el continente de Ansalon. --Cualquier comportamiento que cause dao o sea perjudicial --declar con suprema conviccin. --S. Eso tambin. Pero cul es el fundamento de esos actos, aquello que los anima y los convierte en perversos? --En esa ocasin seal a otro mago vestido tambin con unos ropajes blancos y amarillos, y de avanzada edad. --La depravacin, el vicio, la corrupcin, la perversidad --seal ste. --En efecto. --Obviamente estaba empezando a or aquello que deseaba--. Todo acto maligno tiene algo de eso en su esencia. --Hizo una pausa para reflexionar--. No obstante, qu debe ocurrir antes de que un acto as sea cometido? Los all presentes no supieron cmo contestar con exactitud y se miraron unos a otros con cierto nerviosismo. --Antes de que un acto perverso sea cometido --continu el Prncipe de los Sacerdotes-- tiene que haber... Se interrumpi para dejar que fueran los fieles los que llegaran a la conclusin correcta y la expresaran con palabras. --Un objetivo maligno... --aventur alguien. --No exactamente. --Un concepto diablico... --repuso otro. --S, pero precisad ms. --Malos pensamientos? --Exactamente eso --exclam el Prncipe de los Sacerdotes con aparente alivio--. Malos pensamientos. Cualquier acto perverso, antes de ser cometido, debe venir precedido de malos pensamientos. Sus seguidores siguieron escuchando con atencin, pues saban que el que as les hablaba estaba a punto de llegar al asunto que era la causa de aquella reunin. --La proclamacin del Manifiesto de la Virtud fue un gran paso

adelante en la derrota de las fuerzas del Mal ya que declar que el Mal en s mismo es una afrenta a los dioses y a los mortales por igual. Pero la redaccin de la Lista de Actos Perversos, actos por cuya comisin los infractores tienen que pagar con la vida en una ejecucin o en la arena de los gladiadores, ha sido slo el comienzo. Desde entonces los clrigos de Istar se han ido haciendo progresivamente ms fuertes. Istar no slo se ha convertido en el centro de la religin, sino tambin de la cultura, el arte y el comercio. Hoy nuestros clrigos supervisan todos los aspectos de la vida de Istar. Luego lleg el Cerco a la Hechicera, durante el cual los habitantes de Krynn asediaron las Torres de la Alta Hechicera, lo que puso fin a los malvados poderes de quienes ostentaban la magia y permiti que las benvolas fuerzas del Bien florecieran aqu, una regin libre de influencias malignas. El Prncipe de los Sacerdotes hizo una pausa, puesto que saba que las palabras que vendran a continuacin seran cruciales. --Pero a pesar del imparable aumento del poder de Istar, tanto en nuestra tierra como por todo Krynn, y de la erradicacin del Mal, y de la permanente lucha a favor del Bien que encabezan las buenas gentes de Istar y los Caballeros de Solamnia, el Mal todava existe y se lo puede ver, asomando su horrible faz, por doquier. Los fieles asintieron vigorosamente. --Ha llegado el tiempo de tomar grandes y drsticas medidas que nos ayuden en nuestra noble lucha en pro del Bien. Es por ello por lo que someto a vuestra aprobacin el Edicto del Control del Pensamiento. Una corriente de murmullos recorri la gran sala. --Los malos pensamientos equivalen a los actos perversos. La ira es un pecado tan grave como el asesinato. La lujuria es tan mala como el adulterio. --Hizo una pausa para que aquellos conceptos arraigasen entre la multitud y prosigui:-- Bajo este nuevo edicto, vosotros, mis buenos y leales seguidores, estaris autorizados para perseguir e identificar los malos pensamientos antes de que se conviertan en actos perversos. As, el Bien reinar como concepto supremo sobre una tierra habitada por gentes virtuosas, que denigran el Mal y a sus representantes. Se produjo un largo silencio entre los asistentes. Finalmente, una mano se alz para preguntar. --Pero cmo podremos no slo perseguir, sino simplemente identificar los malos pensamientos?

--Ah, buena pregunta! --exclam, sonriente, el Prncipe de los Sacerdotes--. Tiene fcil respuesta. Sabis que luchamos por la causa del Bien y que, con el Bien de nuestro lado, todo es posible. --Estis diciendo que debemos usar la magia y los encantamientos para ser capaces de leer en la mente de los habitantes de Istar? --Habis usado los trminos de los magos y los hechiceros. En cambio, vosotros, leales clrigos, podris ver en el alma de la gente gracias a los poderes que os conferirn divinas invocaciones. De este modo, llevaris a cabo vuestro deber sabiendo que habis sido agraciados con el poder necesario por la ms divina de las autoridades. Los all reunidos se agitaron, incmodos, pues no estaban seguros de a quin se refera el Prncipe de los Sacerdotes cuando mencionaba a la ms divina de las autoridades, sobre todo si tenan en cuenta que l representaba la ms alta instancia entre los clrigos. --Ese magnfico poder --concluy-- no puede ser manejado simplemente por los que ejecutan actos de magia. Semejante fuerza de conviccin no tiene su origen en los que profieren simples encantamientos. Es una fuerza que proviene, sencillamente, de la voluntad de los dioses.

_____ 4 _____ --se era mi rbol, y l no tena derecho alguno a talarlo --exclam Vin Clavija, un alto y nervudo granjero de Tyrell, un pequeo pueblecito situado al oeste del alczar de Dargaard y en la orilla este del ro Vingaard. --Yo no lo tal; solamente pod las ramas que invadan mi propiedad --repuso Thom Tregaard, un chaparro y barrigudo individuo de barba y pelo blancos. Mientras prosegua la discusin entre los dos hombres, Soth suspir y, entornando los ojos, intent hallar una posicin cmoda en el asiento del trono que ocupaba. Era la maana del da de Palast, el nico momento de la semana que dedicaba a resolver los pleitos sobre propiedades y otras disputas similares entre los habitantes de Foscaterra.

En ocasiones, las cuestiones que se le planteaban despertaban su inters, especialmente cuando se trataba de delitos, de asuntos de honor que afectaban a alguna dama o de retos caballerescos. No obstante, lo de aquella maana no era ms que el interminable y aburrido cacareo de dos gallos viejos. --Pues tampoco tenas derecho a hacerlo --prosigui Clavija--. El rbol de un hombre es algo sagrado. Lo prximo que se te puede ocurrir es derribar mi cerca porque no te gusta la sombra que proyecta sobre tus terrenos. --Yo jams estropeara una cerca, especialmente si es la que me separa de un individuo como t. Soth se reclin en su asiento. --No debes preocuparte; yo jams pondr el pie en esa tierra infestada de malas hierbas que tu llamas granja --repuso Clavija, adoptando una actitud desafiante. --As que mis tierras son buenas para tu rbol, pero no para ti, no? --replic Tregaard, enrojeciendo intensamente a causa de la clera. Los dos hombres se aproximaron el uno al otro con actitud abiertamente hostil, y Soth crey que iban a llegar a las manos en cualquier instante. Como no tena el ms mnimo inters en permitir que eso sucediera, se incorpor e interrumpi la disputa con una orden contundente. --Basta ya! --Sus palabras acallaron de inmediato a los dos granjeros--. Veamos, Vin Clavija, realmente invadan las ramas de tu rbol la propiedad de Tregaard? El labriego mir a su seor y despus apart la vista. --S, lord Soth --dijo en voz baja. --Y t, Tregaard, cortaste unas ramas o todo el rbol? --Slo las ramas --respondi sin dilacin. --Y dnde estn ahora los frutos que haba en esas ramas? --Es seguro que en su despensa --interrumpi Clavija. Soth hizo un gesto para silenciario. --Y bien? --pregunt. --Es cierto --admiti el hombre chaparro--: estn en mi despensa. --Ya veo --dijo Soth, pensativo. Saba que el truco para emitir un veredicto que fuera aceptado por todos consista en hacer que creyeran que ambos haban resultado vencedores de la disputa; pero cmo conseguirlo?--. As pues, si las ramas invadan la propiedad de Tregaard, l estaba en su derecho cuando las cort.

El rostro del granjero se ilumin de satisfaccin. --Sin embargo --prosigui Soth--, tanto el rbol como las ramas y todos sus frutos pertenecen a Clavija, por lo que ordeno que todo le sea devuelto antes de que acabe la semana; exactamente el Bakukal. Clavija se mostr plenamente de acuerdo. --Ahora, seores, dense la mano como caballeros y regresen a Tyrell en buena vecindad --orden Soth. --S, milord --repuso Clavija. --Gracias, mi seor --aadi Tregaard. --Bien; entonces, asunto concluido. Los asistentes a la sesin se dispersaron por la sala, y Soth suspir con alivio. Haba cumplido, una vez ms, con su papel de administrador de justicia, y no tendra que volver a celebrar otra sesin como sa hasta dentro de una semana. Soth haba credo que disfrutara hasta con los aspectos ms triviales del gobierno de Foscaterra; pero, transcurridos slo dos meses desde el da de la boda y desde su designacin como gobernador, ya se haba dado cuenta de que no era en absoluto as. Echaba de menos las emociones de la batalla, y el desenfundar la espada y notar cmo derribaba a sus enemigos, rasgndoles la carne y partindoles los huesos. Para eso haba sido entrenado durante su vida. Sin embargo, en ese momento se senta como un Caballero de Solamnia desempeando las tareas de un simple clrigo y, por unos instantes, admir la habilidad que su padre haba demostrado a lo largo de los aos en el gobierno de Foscaterra. Se alz del trono, preguntndose qu otra aburrida tarea lo aguardaba esa tarde, cuando, de repente, lo llamaron a gritos. --Seor! --Era el viga de la torre--. Se acerca un jinete! Soth aguard, impaciente, a que alguien fuera a informarlo. Al instante, el viga entr en el saln, corriendo y sin resuello. --Viene un jinete, seor. Llega por el sur, a solas y a galope tendido --inform. Soth not cmo se le pona la carne de gallina a causa de la emocin. Un jinete as era seguro que tena alguna urgente misin que cumplir! --Qu color ostenta? --El rojo, seor; el rojo. --Que se preparen para bajar el puente levadizo! --orden, y su voz reson por las dependencias del castillo. Soth sali de la sala y lleg al patio interior justo cuando el jinete

entraba por la puerta de rastrillo y detena su montura en el centro de la zona. Unos cuantos caballeros, escuderos y lacayos se reunieron en torno al recin llegado para satisfacer su curiosidad. El jinete y su caballo se hallaban exhaustos y a punto de desplomarse, y daban la impresin de que haban estado cabalgando durante mucho tiempo. Cuando lo ayudaron a apearse de la montura, no pudo evitar una mueca, y en ese estado fue conducido ante lord Soth. En presencia del seor del alczar, puso la rodilla en tierra y, todava jadeante y conteniendo espasmos de dolor, balbuce unas pocas palabras. --Ogros, seor; ogros! Soth se aproxim y pudo apreciar los moretones y las contusiones que marcaban la cara del hombre, sin duda producto de los golpes de las porras y de las bolas de pas que eran caractersticas de los ogros. --Dnde? --pregunt con impaciencia. El jinete consigui recuperar el aliento y se puso a explicar lo sucedido. --Vengo del pueblo de Halton. Los ogros han cado sobre nosotros desde el norte, desde Throtyl; han saqueado nuestras provisiones y, luego, han arrasado el pueblo y lo han hecho suyo. Muchos han fallecido, y otros estn malheridos. Yo consegu escapar despus de fingirme muerto y de robar un caballo al anochecer. Soth asinti. Conoca Halton y saba que era una pequea, pero vital, comunidad agrcola. Se hallaba en el lado oeste de las montaas Dargaard y haba servido de centro de intercambio de grano y otros productos, lo que haca que fuera conocida en toda Solamnia. Throtyl, por otra parte, no era ms que un pequeo refugio de delincuentes, que estaba situado en un bosque que se abra a una llanura, en el extremo sur de la Cordillera. La llanura terminaba en un estrecho paso entre las montaas Dargaard, que era conocido como la caada de Throtyl. La zona estaba infestada de ladrones, bandidos, brbaros y ogros que hacan del pillaje, la extorsin y el robo su modo de vida. Durante tiempo, Soth haba tolerado esta circunstancia, puesto que los ogros eran escasos y no representaban una amenaza especialmente grave, y tambin porque la mayora de los viajeros de Ansalon evitaban en lo posible pasar por all. Adems, el bosque proporcionaba un refugio tan eficaz que una expedicin para desalojarlo hubiera tenido que pagar un alto precio en vidas de caballeros.

Sin embargo, la situacin acababa de cambiar: los muertos y heridos eran habitantes de Foscaterra, su gente. Y muchas otras personas podan sufrir las consecuencias de que se interrumpieran las lneas de abastecimiento de grano y otros productos de primera necesidad en el caso de que no pudiese desalojar y derrotar a los ogros. --Habis hecho bien al venir --le dijo en tono tranquilizador--. Descansad y comed. Luego nos reuniremos en la sala de caballeros para discutir los planes de batalla. Se volvi para dirigirse a los que estaban en derredor. --Empezad los preparativos. Nos marcharemos lo antes posible --grit. Soth apoy la mano en la espada y not su reconfortante presencia. Era seguro que an la notara mejor cuando la blandiera en el combate. Estaba impaciente por partir.

Loren encontr a lady Korinne a solas en el dormitorio. Estaba sentada al lado de la ventana, leyendo los textos de Vinas Solamnus que definan y explicaban el Cdigo y la Medida. Se haba interesado por ellos cuando los encontr en la biblioteca del alczar, poco despus de su boda, y los haba estudiado con nimo de conocer mejor los preceptos a los que se hallaba consagrado su marido. Soth se acerc e, interesado en los progresos de su esposa, comprob de qu tomo se trataba. Era el veintisis! Pronto su esposa sabra tanto como l mismo. Aquello era, en cualquier caso, una atencin por parte de ella que l le agradeci con todo el corazn. En ese momento, no se crea capaz de sentir mayor amor hacia su esposa. Se arrodill y le tom las manos con las suyas mientras la miraba a los ojos. --Hay problemas en el sur. --S, eso me ha parecido or. --Me atormenta tener que dejaros aqu, pero la gente de Halton me necesita. Ya han muerto muchos y puede ser que mueran ms si no nos damos prisa. Korinne sonri amorosamente y neg con la cabeza. --Querido Loren, vuestras mentiras son una galantera que no sabis cunto os agradezco. --Seora, ciertamente no estoy diciendo ninguna mentira --repuso,

sorprendido, Soth. --Oh!, s que lo hacis --insisti ella con dulzura--. Decs que aborrecis tener que abandonar el castillo y a m, pero s que estis impaciente por partir hacia la lucha, junto con vuestros caballeros, en contra de las fuerzas del Mal. --Entonces es que me conocis bien --admiti Soth con una sonrisa. --No creo que sea eso. Simplemente estoy al corriente de que para vos, como para cualquier caballero solmnico, no hay eleccin cuando se trata de combatir el Mal. --En eso estis en lo cierto, seora. --Y se dio cuenta de que estaba recibiendo aquello que, como caballero, ms necesitaba: comprensin. Korinne le puso la mano en el hombro. --Debis prometerme una cosa --pidi. --Lo que deseis. --Cuando abandonis el alczar, no pensis en m; pensad solamente en la tarea que os aguarda y en vuestro deber. No quisiera que vuestro instinto guerrero quedara empaado por mi recuerdo. --Sois tan generosa como bella, mi seora --repuso l, emocionado. --Tal vez, pero es la nica manera que tengo de asegurarme de que volveris a m sano y salvo. Soth asinti, la estrech entre sus brazos y la bes apasionadamente.

--Era difcil saber con exactitud cuntos ogros haba en total, ya que estaban repartidos por todo el pueblo --aclar el jinete de Halton mientras trazaba un rudimentario mapa del lugar sobre un pergamino extendido encima de la mesa de la sala de reuniones. --No podis hacer una estimacin general? --pregunt Caradoc, que se hallaba a la izquierda del hombre. --Realmente no podra... --repuso tras pensarlo un momento--. Slo ramos un puado de pacficos granjeros desarmados que confiaba en los Caballeros de Solamnia. Por eso no llevbamos armas y nos tomaron por sorpresa. --Intentadlo --insisti Caradoc. --Quiz no ms de una docena --contest, al fin.

Un murmullo de aprobacin corri entre los presentes: para los caballeros no sera un problema hacer frente a semejante cantidad de ogros; especialmente para luchadores tan experimentados como lord Soth y sus trece fieles camaradas. La dificultad estribara en mantener a salvo a los habitantes del lugar durante la refriega con aquellas criaturas. --Sabis en qu lugares del pueblo pueden encontrarse esas monstruosas criaturas? --inquiri Soth mientras observaba el tosco dibujo. --No estoy seguro, pero podra deslizarme disimuladamente hasta el