50. aniversario de la uca · gran segunda época de la uca, lo dejo a la reflexión y a la...

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11 50. 0 Aniversario de la UCA Discurso de Jon Sobrino 20 de septiembre, 2015 Queridos amigos y amigas: Soy el miembro más antiguo de la UCA, y el Padre Andreu me ha pedido que les dirija unas palabras al final de esa eucaristía. Yo tenía 27 años y me tocó vivir con sus fundadores. Eran el P. Esnaola, el P. Idoate, su primer rector, el P. Scheifler, quien a los 89 años todavía está activo en Guatemala, y el Padre López y López, mártir. Poco después llegaron el Padre Ibisate, el Padre Ellacuría y el P. Gondra. Los seglares eran más, muchos de ellos beneméritos. Ahora solo quiero mencionar dos nombres: Teresita, que trabajó como secretaria desde el comienzo, en enero de 1966. Y un poco después Román Mayorga, uno de los puntales de la UCA y rector. Me tocó ver el nacimiento de la UCA y sus primeros años, las expectativas y los dolores de parto en medio de las tribulaciones del país. Pronto vi la lucidez, el aliento y la valentía de sus primeros miembros. También, de grupos de cristianos. Y sorprendentemente, de campesinos y de marginados de barrios populares. A estos los recuerdo con especial cariño. Venían los sábados a la mañana a clases de teología, impartidas por expertos teólogos, algunos de ellos llegados de Europa. Lo que más les atraía eran los profetas de Israel y Jesús de Nazaret. La UCA fue caminando. Surgieron ideas importantes que apuntaban el camino a seguir. Pero en lo fundamental el ritmo de sus primeros pasos no lo marcó la propia institución, ni la institución eclesial ni la institución de los jesuitas, sino la realidad del país tal cual era. Era un ritmo real, que voy a ilustrar con un acontecimiento. En 1972 el país sufrió un fraude descomunal en las elecciones. En la UCA, algunos de sus pioneros tomaron una decisión importante. Decidieron ser realmente una universidad ética y denunciar. Una universidad universitaria, y por ello investigar los hechos y pensar sobre cómo encaminar al país sin mentira ni injusticia, con verdad y con justicia. Y decidieron ser una universidad cristiana de manera bien precisa, defendiendo al pueblo oprimido y corriendo riesgos como lo hizo Jesús. Todo ello fraguó en el libro El Año político. En El Salvador, ninguna imprenta se atrevió a imprimirlo. Se imprimió en Guatemala con gente amiga, y fue introducido al país a escondidas. Así se fue haciendo una UCA real en medio de lo real. Y así fue naciendo una universidad distinta, como lo dijo en la revista ECA en 1975. Un grupo de sus responsables, Ellacuría y Mayorga, teorizaron por qué y de qué forma debía ser distinta. Y fraguó la tríada que se repite hasta el día de hoy. Docencia, pero no cualquier docencia, sino la que tenía como materia principal la realidad nacional. Investigación, pero no cualquier investigación, sino la que buscaba llegar a conocer lo que no era conocido, y que se intuía que era necesario conocer. Proyección social, pero no cualquier proyección social, sino la que abría a la totalidad de la UCA -coplementándose todas sus unidades, a la realidad social, la encarnaba en la sociedad, para transformarla, sobre todo sus estructuras. Pronto se reflexionó sobre los profesores para que llevasen a cabo las tareas mencionadas. Y sobre los demás empleados de la UCA de todas las unidades, mantenimiento, vigilancia, aseo, trabajo secretarial... La remuneración preocupó y dio muchos dolores de cabeza a las autoridades, pues las soluciones eran difíciles: había que poner juntas justicia, posibilidad de vida de los empleados y sus familias, y austeridad. Pregunta especial fue cómo pueden y deben ser los estudiantes en esa universidad distinta. En los inicios los estudiantes no sabían qué hacer con la UCA, a no se ser para proseguir lo que habían aprendido en el colegio, y buscando al estudiar en la UCA beneficio propio. Ni la UCA sabía muy bien qué hacer con ellos. Se abrieron

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50.0 Aniversario de la UCADiscurso de Jon Sobrino20 de septiembre, 2015

Queridos amigos y amigas:

Soy el miembro más antiguo de la UCA, y el Padre Andreu me ha pedido que les dirija unas palabras al final de esa eucaristía. Yo tenía 27 años y me tocó vivir con sus fundadores. Eran el P. Esnaola, el P. Idoate, su primer rector, el P. Scheifler, quien a los 89 años todavía está activo en Guatemala, y el Padre López y López, mártir. Poco después llegaron el Padre Ibisate, el Padre Ellacuría y el P. Gondra. Los seglares eran más, muchos de ellos beneméritos. Ahora solo quiero mencionar dos nombres: Teresita, que trabajó como secretaria desde el comienzo, en enero de 1966. Y un poco después Román Mayorga, uno de los puntales de la UCA y rector.

Me tocó ver el nacimiento de la UCA y sus primeros años, las expectativas y los dolores de parto en medio de las tribulaciones del país. Pronto vi la lucidez, el aliento y la valentía de sus primeros miembros. También, de grupos de cristianos. Y sorprendentemente, de campesinos y de marginados de barrios populares. A estos los recuerdo con especial cariño. Venían los sábados a la mañana a clases de teología, impartidas por expertos teólogos, algunos de ellos llegados de Europa. Lo que más les atraía eran los profetas de Israel y Jesús de Nazaret.

La UCA fue caminando. Surgieron ideas importantes que apuntaban el camino a seguir. Pero en lo fundamental el ritmo de sus primeros pasos no lo marcó la propia institución, ni la institución eclesial ni la institución de los jesuitas, sino la realidad del país tal cual era. Era un ritmo real, que voy a ilustrar con un acontecimiento.

En 1972 el país sufrió un fraude descomunal en las elecciones. En la UCA, algunos de sus pioneros tomaron una decisión importante. Decidieron ser realmente una universidad ética y denunciar. Una universidad universitaria, y por ello investigar los hechos y pensar sobre cómo encaminar al país sin mentira ni injusticia, con verdad y con justicia. Y decidieron ser una universidad cristiana de manera bien precisa, defendiendo al pueblo oprimido y corriendo

riesgos como lo hizo Jesús. Todo ello fraguó en el libro El Año político. En El Salvador, ninguna imprenta se atrevió a imprimirlo. Se imprimió en Guatemala con gente amiga, y fue introducido al país a escondidas.

Así se fue haciendo una UCA real en medio de lo real. Y así fue naciendo una universidad distinta, como lo dijo en la revista ECA en 1975. Un grupo de sus responsables, Ellacuría y Mayorga, teorizaron por qué y de qué forma debía ser distinta. Y fraguó la tríada que se repite hasta el día de hoy. Docencia, pero no cualquier docencia, sino la que tenía como materia principal la realidad nacional. Investigación, pero no cualquier investigación, sino la que buscaba llegar a conocer lo que no era conocido, y que se intuía que era necesario conocer. Proyección social, pero no cualquier proyección social, sino la que abría a la totalidad de la UCA -coplementándose todas sus unidades, a la realidad social, la encarnaba en la sociedad, para transformarla, sobre todo sus estructuras.

Pronto se reflexionó sobre los profesores para que llevasen a cabo las tareas mencionadas. Y sobre los demás empleados de la UCA de todas las unidades, mantenimiento, vigilancia, aseo, trabajo secretarial... La remuneración preocupó y dio muchos dolores de cabeza a las autoridades, pues las soluciones eran difíciles: había que poner juntas justicia, posibilidad de vida de los empleados y sus familias, y austeridad.

Pregunta especial fue cómo pueden y deben ser los estudiantes en esa universidad distinta. En los inicios los estudiantes no sabían qué hacer con la UCA, a no se ser para proseguir lo que habían aprendido en el colegio, y buscando al estudiar en la UCA beneficio propio. Ni la UCA sabía muy bien qué hacer con ellos. Se abrieron

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algunos caminos en el asunto, aunque pienso que todavía estamos en esas. Se implementó el programa de cuotas diferenciadas para que el estudiante pudiese pagar según los ingresos familiares.

De esa universidad que se esforzaba por ser distinta, recuerdo cinco cosas sobre las que la UCA pensó mucho y que la fueron configurando. La primera fue que la teorización específica que he mencionado era un segundo momento que presuponía y tomaba en cuenta la realidad, su exigencia y sus posibilidades. La segunda es que la UCA no aceptó ser universidad católica, ni institucional ni confesionalmente. Y con buenas razones. Sí se declaró ser universidad de inspiración cristiana. Y también con buenas razones. Sin inspiración explícita las instituciones son movidas mecánicamente y normalmente son movidas por intereses muy poco beneficiosos para las mayorías del país. Esos intereses suelen ser poco universitarios y sobre todo poco salvadoreños. Y que la inspiración fuese cristiana se debió a la convicción de que el cristianismo, con su utopía del reino de Dios y con su opción por los pobres, inspira, otorga lucidez y aliento también a una universidad. La tercera es que abordó la solución concreta de problemas importantes para las mayorías. Junto con otros ayudó, por ejemplo, a Vivienda mínima. La cuarta, pasados ya unos años, la persecución. Desde el 6 de enero de 1976 han explotado muchas bombas en el campus la UCA, y ha habido cateos en las residencias de sus profesores. La campaña de difamación ha sido infame y prolongada.

La quinta. El 16 de noviembre de 1989. Ocurrió una realidad mayor. Muchos recordamos los asesinatos y martirio de ese día. Hasta el día de hoy no ha ocurrido nada más importante en la UCA. Ya hemos mencionado a Ellacuría y Lolo. Ahora recordamos a Amando López, Segundo Montes, Nacho Martín Baró y Juan Ramón Moreno. También a Julia Elba y Celina, y a Obdulio, quien murió de tristeza. Y deseo que nos fijemos en una placa en el edificio de aulas A. En ella hay cinco nombres de estudiantes asesinados. Y en otra placa que está en la plaza de estudiantes. Está dedicada a todos los estudiantes de la UCA que han muerto asesinados.

Hasta aquí hemos recordado cómo, en mi opinión, se fue haciendo real la UCA. Cubre la época de la primera mitad de su historia. Culmina con los martirios. Y ellos la bautizaron definitivamente como universidad distinta, salvadoreña y cristiana. Qué hacer nosotros ahora en la gran segunda época de la UCA, lo dejo a la reflexión y a la decisión de todos, los que estamos en esta Eucaristía, y a todos los que quieran recordar el 50 Aniversario de la UCA.

Para animarnos no tengo nada mejor que recordar a Monseñor Romero. Monseñor conoció bien la UCA, y le

tuvo aprecio y cariño.

Las palabras finales de su homilía del 23 de marzo de 1980, la víspera de ser asesinado fueron: “En nombre de Dios y en nombre de este sufrido pueblo, cuyos clamores suben hasta el cielo, cada día más tumultuosos, cese la represión”. Estas palabras las hemos aprendido de memoria. Pero algunos también recordamos que inmediatamente antes de pronunciarlas, Monseñor mencionó también a la UCA.

“Un dato final con el cual queremos expresar una solidaridad muy especial. Ayer por la tarde, la UCA, la Universidad José Siméon Cañas, fue atacada por primera vez y sin ninguna provocación. Un voluminoso equipo bélico realizó ese opertivo a las 1:15 de la tarde con la Policía Nacional. Ingresaron al campus disparando, y un estudiante que se encontraba estudiando matemáticas, Manuel Orantes Guillén, fue asesinado. Me dicen también que han desaparecido varios estudiantes y que sus familiares y la UCA protestan por el allanamiento de un campus que debe de hacerse respetar en su autonomía. Muestra también que la UCA no está armada para defenderse y que ha sido un atropello sin ningún motivo”.

Un día después de pronunciar estas palabras Monseñor fue asesinado. En el funeral que celebramos en la UCA Ellacuría dijo estas palabras que también hemos aprendido de memoria: “Con Monseñor Romero Dios pasó por El Salvador”.

En 1985 la UCA le concedió un Doctorado Honoris Causa. Elllacuría recordó las múltiples ocasiones en que Monseñor había pedido la colaboración de la UCA y comentó: “esto representa y representará para nosotros un gran honor, por quien nos la pidió y por la causa para la que nos la pidió”. Y concluyó:

“Pero en todas esas colaboraciones no hay duda de quién era el maestro y de quién era el auxiliar, de quién era el pastor que marca las directrices y de quién era el ejecutor, de quién era el profeta que desentrañaba el misterio y de quién era el seguidor, de quién era el animador y de quién era el animado, de quién era la voz y de quién era el eco”.

Termino. En lo personal ya casi no conozco a nadie en la UCA. Las caras más conocidas son las de algunos profesores, secretarias, señoras de la limpieza y señores de mantenimiento. A todos les deseo que de Monseñor, de nuestros fundadores, y de nuestros predecesores aprendamos honradez, conversión, lucidez, aliento y valentía. Que lo pongamos a producir. Y que con humildad procuremos entregar a otros la UCA que nos dejaron nuestros mayores.

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Los rectores de la UCA

P. Florentino Idoate, S.J.1965-1969

P. Luis Achaerandio, S.J.1969-1975

Ing. Román Mayorga1975-1979

P. Ignacio Ellacuría, S.J.1979-1989

P. Miguel Francisco Estrada, S.J.1989-1995

P. Francisco Javier Ibisate, S.J.1995-1997

P. José María Tojeira, S.J.1997-2010

P. Andreu Oliva S.J.2010 a la fecha.

Fotografías expuestas en Biblioteca “Florentino Idoate, S.J.”, por Steven Cruz, estudiante UCA.