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Faustino Cordón Cocinar hizo al hombre Cocinar hizo al hombre Hay libros que en sus entrañas cuentan historias que vienen escondidas entre otras historias. Del escritor Faustino Cordón me había hablado, hace ya muchos años, Xavier Domingo, un famoso gastrónomo e investigador de las comidas del hombre. Por él supe que Faustino Cordón fue enviado a la cárcel por Francisco Franco al final de la Guerra Civil Española. Un día lo metieron en una celda junto a lo que los fascistas llamaron un espía soviético y allí sin luz Faustino Cordón aprendió ruso. Ya en la calle, Cordón encontró -una gramática francesa tirada en el suelo y llevándola a su casa aprendió francés. Y así, entre detenciones, expulsiones y muy severos juicios fue haciendo Cordón una cultura asombrosa y multilingüe. Hoy me llega la segunda edición de un ejemplar de Faustino Cordón titulado Cocinar hizo al hombre, que aparece bajo la rúbrica de Los 5 Sentidos, colección que acoge algunos de los libros más sabios de la gastronomía europea. Lo que me importa en esta nota no es tanto decir que el libro de Cordón, editado en el año 1980 en Barcelona, es un jugoso tratado lleno de materias sugerentes y muy inteligentes, sino me importa el hecho de que Cordón es el fruto de una serie de cárceles e injusticias establecidas justamente para impedir que la cultura fructifique. Y esto me lleva también ha pensar que cuando el espíritu humano logra fortalecerse a sí mismo de manera sólida y pujante, nada le impedirá atravesar las rejas de una cárcel, ni siquiera años de penuria. Un libro caído en plena calle y un ruso que perdió su propia guerra son los dos primeros pasos para llegar al libro que hoy me ocupa. Me gustaría poder dar las gracias al profesor soviético encarcelado y al muchacho que perdió una gramática francesa en un día, acaso, lluvioso. los pusieron en marcha la rueda de la cultura mientras que el carcelero que cerró el candado sólo consiguió retrasar el camino del pensamiento. Paco Ignacio Taibo Esquina Baja Prólogo Reflexiones íntimas acerca del pensamiento científico y su divulgación Como casi todo lo humano, este librito nace de una ocasión externa, fortuita, y ha terminado adquiriendo un propósito que ha ido esclareciéndose al escribirlo. Voy a decir unas palabras de la una y del otro que orienten al lector y que, si es posible, me justifiquen. La ocasión del libro, y no sólo la ocasión sino también su partero, ha sido Xavier Domingo. Le enteré de mi convicción de que la palabra, y, por tanto, el hombre, que se define por la facultad de hablar, sólo ha podido originarse en unos homínidos (sin duda ya muy evolucionados en el manejo de útiles) precisamente cuando se aplicaron a transformar, con ayuda del fuego, alimento propio de otras especies en comida adecuada para ellos. El interés de X. Domingo por cuestiones culinarias, en las que es notoria su gran competencia, le llevaron de inmediato a pedirme las primicias de esta reflexión mía sobre el origen del hombre, pero en una exposición que fuera en lo posible atractiva para el lector culto pero no especializado en biología, al que va dirigida una colección de libros sobre temas gastronómicos que él inicia. Por gratitud y por amistad no podía negarme a esta solicitud, e impulsivamente me comprometí a entregarle en unas semanas un librito de divulgación de mi estudio, proyecto que acogieron con ingenua confianza y con cordial benevolencia los editores. Así adquirí el compromiso del libro pero ¿cómo plasmar la idea inicial? Como he señalado, he dedicado estos últimos meses a reflexionar sobre la naturaleza del hombre a la luz de su origen. Ahora bien, el resultado de esta investigación, por su propósito y por su desarrollo, ha dado lugar a un genuino libro científico. Esto significa que, aunque nacido de problemas concretos y de intuiciones personales para abordarlos, constantemente se esfuerza en elevarse a teoría, a pensamiento abstracto, lo que exige una terminología especializada y todo el rigor de exposición posible. Claro que durante mi trabajo he procurado muchas veces «vivir» Cocinar hizo al hombre 1

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  • Faustino Cordn

    Cocinar hizo al hombre Cocinar hizo al hombre Hay libros que en sus entraas cuentan historias que vienen escondidas entre otras historias.

    Del escritor Faustino Cordn me haba hablado, hace ya muchos aos, Xavier Domingo, un famoso gastrnomo e investigador de las comidas del hombre.

    Por l supe que Faustino Cordn fue enviado a la crcel por Francisco Franco al final de la Guerra Civil Espaola. Un da lo metieron en una celda junto a lo que los fascistas llamaron un espa sovitico y all sin luz Faustino Cordn aprendi ruso.

    Ya en la calle, Cordn encontr -una gramtica francesa tirada en el suelo y llevndola a su casa aprendi francs. Y as, entre detenciones, expulsiones y muy severos juicios fue haciendo Cordn una cultura asombrosa y multilinge.

    Hoy me llega la segunda edicin de un ejemplar de Faustino Cordn titulado Cocinar hizo al hombre, que aparece bajo la rbrica de Los 5 Sentidos, coleccin que acoge algunos de los libros ms sabios de la gastronoma europea.

    Lo que me importa en esta nota no es tanto decir que el libro de Cordn, editado en el ao 1980 en Barcelona, es un jugoso tratado lleno de materias sugerentes y muy inteligentes, sino me importa el hecho de que Cordn es el fruto de una serie de crceles e injusticias establecidas justamente para impedir que la cultura fructifique.

    Y esto me lleva tambin ha pensar que cuando el espritu humano logra fortalecerse a s mismo de manera slida y pujante, nada le impedir atravesar las rejas de una crcel, ni siquiera aos de penuria.

    Un libro cado en plena calle y un ruso que perdi su propia guerra son los dos primeros pasos para llegar al libro que hoy me ocupa.

    Me gustara poder dar las gracias al profesor sovitico encarcelado y al muchacho que perdi una gramtica francesa en un da, acaso, lluvioso. los pusieron en marcha la rueda de la cultura mientras que el carcelero que cerr el candado slo consigui retrasar el camino del pensamiento.

    Paco Ignacio Taibo Esquina Baja

    Prlogo Reflexiones ntimas acerca del pensamiento cientfico y su divulgacin

    Como casi todo lo humano, este librito nace de una ocasin externa, fortuita, y ha terminado adquiriendo un propsito que ha ido esclarecindose al escribirlo. Voy a decir unas palabras de la una y del otro que orienten al lector y que, si es posible, me justifiquen.

    La ocasin del libro, y no slo la ocasin sino tambin su partero, ha sido Xavier Domingo. Le enter de mi conviccin de que la palabra, y, por tanto, el hombre, que se define por la facultad de hablar, slo ha podido originarse en unos homnidos (sin duda ya muy evolucionados en el manejo de tiles) precisamente cuando se aplicaron a transformar, con ayuda del fuego, alimento propio de otras especies en comida adecuada para ellos. El inters de X. Domingo por cuestiones culinarias, en las que es notoria su gran competencia, le llevaron de inmediato a pedirme las primicias de esta reflexin ma sobre el origen del hombre, pero en una exposicin que fuera en lo posible atractiva para el lector culto pero no especializado en biologa, al que va dirigida una coleccin de libros sobre temas gastronmicos que l inicia. Por gratitud y por amistad no poda negarme a esta solicitud, e impulsivamente me compromet a entregarle en unas semanas un librito de divulgacin de mi estudio, proyecto que acogieron con ingenua confianza y con cordial benevolencia los editores. As adquir el compromiso del libro pero cmo plasmar la idea inicial?

    Como he sealado, he dedicado estos ltimos meses a reflexionar sobre la naturaleza del hombre a la luz de su origen. Ahora bien, el resultado de esta investigacin, por su propsito y por su desarrollo, ha dado lugar a un genuino libro cientfico. Esto significa que, aunque nacido de problemas concretos y de intuiciones personales para abordarlos, constantemente se esfuerza en elevarse a teora, a pensamiento abstracto, lo que exige una terminologa especializada y todo el rigor de exposicin posible. Claro que durante mi trabajo he procurado muchas veces vivir

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  • los homnidos y los hombres primitivos; pero este ejercicio imaginativo persegua una aproximacin crtica a lo que de verdad sucedi en ese tiempo remoto, y, en mi opinin, el nico modo de acercarse a esta verdad es contrastar los datos conseguidos y las hiptesis de trabajo concretas con las leyes biolgicas pertinentes. No hay otra forma de ir consiguiendo una progresiva certeza de lo imaginado por uno mismo que someterlo a la piedra de toque de la experiencia colectiva, plasmada en el pensamiento cientfico terico. El nico mtodo para hacer avanzar la ciencia es la habilidad para transmutar el conocimiento cientfico, previamente conseguido, en instrumento para adquirir nuevo conocimiento. Por la coherencia de los fenmenos naturales, el contorno de la verdad de algo slo va dibujndose -y cun lenta y penosamente- por la conformidad, de nuestro modo de entenderlo, con todo el pensamiento pertinente bien establecido por la ciencia. Tanto es as que el criterio del valor del trabajo de un hombre de ciencia es la amplitud de las relaciones que sea capaz de establecer entre sus problemas concretos y el resto de los fenmenos naturales.

    En resumidas cuentas, por mi educacin (o instinto) de cientfico, he estado unos meses absorbido en comprender lo mejor posible el origen y naturaleza del hombre en trminos de cuanto s de los dems procesos biolgicos y, es ms, del resto de la realidad. Inversamente -llevado por el mismo espritu-, me he esforzado en aplicar cuanto iba percibiendo (o creyendo percibir) acerca del origen del hombre a entender mejor toda la realidad en su conjunto. (De hecho, la insensata pasin del cientfico es la de organizarlo todo en pensamiento coherente, la de saberlo todo.) Est en la lgica de las cosas que el desarrollo del pensamiento abstracto, que me he ido esforzando en conseguir -la penosa conquista del rigor en las ideas-, haya tenido que alejarme paulatinamente de mis primeras nociones directas, vividas, del origen del hombre. Y, ahora, Xavier Domingo me pide que d marcha atrs y que, en favor de lectores no especializados pero cultivados y abiertos, vuelva a mi estado de inocencia previo, de partida. Claro que comunicarse con este tipo de pblico, esto es, influir en el pensamiento general, constituye el desideratum de todo hombre de ciencia; en efecto, aunque el primer objetivo del cientfico sea conseguir pensamiento verdadero, es obvio que el pensamiento, por naturaleza, es comunicable, de modo que lograr verdad y no comunicarla es quedarse a medio camino. Por ltimo, pienso que la comunicacin no se realiza con plenitud hasta que la verdad lograda no sea acogida por el comn de los hombres cultos y adquiera as curso general.

    Sin duda, en cuanto hombre de ciencia, deseo fervientemente que los atisbos de verdad que yo vaya logrando sean acogidos por el pensamiento culto general, que sean socializados. Pero me parece que se trata de un objetivo difcil y totalmente alejado de mis posibilidades actuales. Creo que, en general, a lo ms a que puede pretender un hombre de ciencia (que, por definicin, trabaja, a diferencia del artista, en una radical soledad) es a que el hombre culto llegue a tener alguna noticia del conjunto de su labor y que esa confusa consideracin d ocasin a que, en el futuro, otro hombre de ciencia, acuciado por sus propios problemas y por las soluciones personales que barrunte para ellos, se vea empujado a estudiar la labor dejada por el otro, y que la emplee en la construccin de un sistema cientfico ms amplio y verdadero. Este futuro hombre de ciencia, desde sus puntos de vista ms elevados, domina fcilmente el pensamiento pasado y puede asimilarlo y transfundirlo al pensamiento general. El hombre de ciencia, pues, tiene que limitarse a realizarse a si mismo en una esforzada conquista de verdad y resignarse a la idea de que, en el mejor de los casos, su pensamiento ser un da reorganizado dentro del pensamiento de otro, necesariamente ms consistente, ms integrador, en una palabra ms verdadero. De este modo, en el avance de la verdad, las viejas verdades se van incorporando a la experiencia comn cuando prenden en otra mente donde se diluyen incorporadas en una nueva verdad.

    Evidentemente yo, para mi labor, no puedo desempear el papel de ese futuro hombre de ciencia. Divulgarme bien equivaldra a superarme hasta yerme con nueva perspectiva, cuando (en mi esfuerzo por entender) apenas quepo en m mismo. De hecho, volver; desde mi pensamiento riguroso sobre el origen del hombre a la frescura creadora que me impuls a emprender mi trabajo, me parece un propsito tan desatinado, un ideal tan inasequible, como la soada vuelta a la juventud con la experiencia de la vejez. A la vista salta que el pensamiento abstracto se desprende fatalmente -como una ganga intil, incoherente con l- del espritu creador, de la imaginacin, con que aqul, necesariamente, se fue perfilando. Un hombre de ciencia, educado (madurado) profesionalmente en la organizacin de pensamiento abstracto, cmo puede pretender efectuar lo ms antittico, a saber, novelar sus resultados recurriendo a las intuiciones que ha tenido que olvidar, que sacrificar, para producirlo? Pienso que, acuciado por la necesidad de comprender, me he visto forzado, como primera exigencia de rigor, a ir negando mis prejuicios, a aniquilarme en la realizacin de la verdad abstracta; y, ahora, me resulta inconcebible que yo mismo, negando todo mi esfuerzo anterior, pueda llevar al lector ante las posiciones concretas pero inseguras que fecundaron mi pensamiento, para, de este modo, ponerle en condiciones de imaginar, de redescubrir las perspectivas primeras que, por estimuladoras que me hayan sido, me he esforzado en encerrar en pensamiento riguroso, integrado en la teora cientfica general. Por atrayente que sea el propsito, he de confesar que emprenderlo por m mismo sin ayuda me parece sencillamente imposible.

    Xavier Domingo ha buscado una solucin para esta dificultad, brindndome su colaboracin, a la que (aunque oculta en el libro) correspondera el xito, muy improbable, de este intento mo de divulgarme, al que por otra parte he sido empujado por l. Tomando la posicin del lector, durante bastantes horas l me ha hecho hablar, ante una cinta magnetofnica, del mono ancestral, del homnido y del hombre primitivo, pero obligndome, con enrgicos serretazos, a mantenerme ante los hechos y, es ms, a reflexionar sobre temas nuevos para mi, que le eran sugeridos a su frtil imaginacin por lo que hablbamos. Luego no he tenido sino que procurar mantenerme fiel a la exposicin coloquial, al ordenar sta, lo que no he podido hacer sin gran violencia, en una penosa contemporizacin entre lo que debo decir como divulgador y lo que me veo impulsado a decir como investigador, empeado profesionalmente en

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  • organizar su pensamiento. En este compromiso de tendencias, a pesar de haber yo ayudado cuanto he podido a la primera, no s si me ha inspirado el espritu del pensamiento general, al que devotamente he invocado en muchas difciles coyunturas.

    As, pues, Xavier Domingo, aunque no este presente en la redaccin, cuya responsabilidad me incumbe plenamente, me ha ayudado en lo que podra denominarse mi intento de domesticar mi pensamiento cientfico. He procurado emplear siempre palabras de uso general y prescindir de los trminos tcnicos, con sacrificio del rigor que stos ciertamente permiten. Pero, sobre todo, he procurado ceirme a las cuestiones concretas a las que me ha llevado la curiosidad de Xavier Domingo (los antecedentes animales del gusto humano, la relacin entre la evolucin de la sexualidad y la del paladar, etc.) y con los cuales (dada la imposibilidad de resucitar mi problemtica concreta original) l ha hecho que se debata mi pensamiento abstracto.

    Un problema de filosofa natural La evolucin de los animales

    Este libro se ocupa de aspectos relativos al importante problema de cmo un animal (un mono), por tres pasos escalonados, fue finalmente llevado a una circunstancia determinada que le empuj a hablar, con lo que devino hombre. Se trata, excusado es decirlo, de un problema de evolucin biolgica, ms concretamente del ltimo gran acontecimiento de la historia de los animales, en el que surgi la especie a la que pertenecemos, capaz de dominar las restantes. El fruto que cabe lograr de este libro es poner al lector ante este grandioso problema de la evolucin, que, en m opinin, manifiesta la intimidad del acontecer de todo el universo. El universo entero est sometido a un inmenso proceso de evolucin (a la evolucin csmica) de la que la evolucin de los seres vivos terrestres de toda ndole no es sino un episodio notable (la evolucin biolgica), de la que, a su vez, el tema que nos ocupa (el surgimiento del hombre) no es sino un acontecimiento todava ms particular, si bien, ciertamente, el culminante. Para leer orientadamente el libro me parece indispensable comenzar con unas ideas que, aunque informales, permitan centrarse ante el problema de la evolucin.

    Segn lo dicho, todo cuanto sucede est de alguna manera determinado por la evolucin, a la que nada escapa: la evolucin es una ley bsica de toda la realidad. Para entender bien algo (por ejemplo, lo que es una clula, la conducta de un animal, la modificacin de una especie animal a lo largo del tiempo, el proceso del cambio social, etc.) es indispensable relacionarlo debidamente con la evolucin, esto es, hay que entender el proceso del que ha surgido, que lo mantiene y que lentamente lo modifica con el tiempo. Pero no es fcil enfocar algo desde la evolucin, ni, a la inversa, percibir desde algo la grandiosa perspectiva de la evolucin. Voy a procurar dar una idea de los caracteres que distinguen la evolucin cuando nos situamos en la conveniente perspectiva para percibirla.

    Una seal importante de que, al estudiar cualquier proceso natural, estamos enfocando la evolucin, y no resultados muertos de ella (por as decirlo sus escorias), consiste en el hecho de que hayamos logrado correlacionar un proceso general con agentes genuinos (esto es, seres capaces de accin y, correspondientemente, de percibir los efectos de ella para corregirlos); es decir, tenemos que conseguir, por una parte, que el modo de accin de los agentes explique dicho proceso general de la realidad, y, por otra parte, que el proceso explique a su vez cmo se originan, cmo se sostienen, cmo cambian, en una palabra qu son tales agentes. Siempre que apreciemos en la naturaleza un proceso regular, bien estable o bien cambiante con una cierta ley, tenemos que preguntarnos quin lo produce, cul es su agente; y siempre que percibamos agentes -ante todo, los seres vivos, pero tambin entes unitarios capaces de operar continuamente recuperndose de la accin (molculas, tomos, etc.)- tenemos que inquirir de qu proceso general resultan. Toda unidad genuina, cargada de energa continuamente operando, ha de cargarse, asimismo de modo continuo, mediante un proceso general sobre el que dicha unidad ha de influir convenientemente en su propio provecho. As, pues, estaremos enfocando la evolucin de un animal si vamos entendiendo de qu modo el animal en cuestin modifica la realidad en torno a l a fin de permanecer vivo, y, por otra parte, de qu modo esta realidad acta a su vez sobre el animal para que ste presente sus caracteres especficos y para que su especie vaya cambiando en una direccin determinada.

    Es decir, para entender un cambio evolutivo (por ejemplo, el cambio que condujo a un mono arborcola a salirse del bosque, el cambio de este mono descendido al suelo en el hominido erecto y portador de tiles, o, en fin, el cambio del homnido en hombre) tenemos que considerar, a la vez y en sus influencias mutuas, el medio de cada uno de estos seres y a ellos mismos. Nada cambia por s solo; todo cambio tiene una causa (un proceso) exterior a l que lo determina, y el cambio, a su vez repercute en dicha causa (proceso) exterior. Bien entendido que, en el universo coherente y explicable por si mismo, el proceso exterior, que modela a todo animal con esa eficacia y persistencia (con esa perfecta adecuacin a su modo de vivir) que maravillan al naturalista, ha de tener una gran regularidad y continuidad que, a su vez, dependen de la de procesos ms amplios y, as, hasta estar mantenido por la evolucin general del universo.

    Lo anterior significa que cada especie animal ha de poseer su propio medio especfico, capaz de modelarla a ella, que tan acusada y tenazmente difiere de todas y cada una de las dems especies. As, pues, el len y la cebra conviven en un mismo mbito pero tienen sus respectivos medios. Este medio en torno a todo animal tiene que llenar una serie de condiciones. Tiene, en primer lugar, que proporcionarle la energa que necesita para mantenerse vivo, esto es, tiene que proporcionarle alimento; en segundo lugar, tiene que ser adecuado a la accin del animal para que ste

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  • pueda plegarse a los cambios circunstanciales de su medio y usarlo en beneficio propio; y, por ltimo, los cambios provocados en el medio de un animal por la actividad de ste tienen que ser perceptibles por l nico modo de que el animal pueda adaptarse continuamente al medio, corrigiendo en todo momento la propia actividad por los efectos buenos o malos que perciba que, de ella, se derivan para l.

    El medio propio de cada especie animal presenta, adems, una cuarta cualidad que nos merece particular atencin. Esta cualidad del medio de una especie es la de actuar lentsimamente sobre ella modificndola, de generacin en generacin, de modo que, como regla, los animales de todas las especies han ido, en el curso del tiempo y sin perder las facultades adquiridas, afinando su capacidad sensorial, nerviosa y muscular. Dicho en pocas palabras, el medio de toda especie somete a sta a una evolucin, a un cambio dirigido que, en general, es progresivo, perfeccionador. Como cada especie est ajustadsima a su medio, este cambio paulatino de las especies a lo largo de las eras significa que, de modo correspondiente, han ido evolucionando tambin (perfeccionndose a su vez) los medios de las especies. Si, conforme a Darwin (y es difcil entenderlo de otro modo), el medio de una especie acta seleccionando como progenitores a los individuos ms aptos, hemos de sacar la conclusin de que el medio de cualquier especie tiene que poseer una cualidad activa, notable, la de seleccionar, con la gran fijeza que demuestran las especies, los individuos ms conformes con l, y, adems, la de que l mismo evoluciona a su vez, puesto que va adquiriendo con el tiempo la capacidad de seleccionar con mayor rigor y fineza. Un caso notable de la evolucin del medio se da cuando, en el curso de la evolucin, una especie animal se diferencia en dos; en tal caso, el medio de la especie ancestral ha de desdoblarse a la vez en los sendos medios de las especies filiales. La interpretacin de este caso interesa, por ejemplo, para entender cmo una vieja especie de mono pudo diferenciarse en dos, la que ocup el bosque y la que fue desplazada hacia su periferia y, en fin, al campo abierto donde devino la especie ancestral de los hominidos. Voy a procurar dar una nocin de en qu consiste el medio animal para que pueda mostrar esas caractersticas que, necesariamente, ha de poseer para que las especies animales sean, se comporten y evolucionen como vemos. La naturaleza del medio de una especie animal

    Siguiendo el orden de ideas expuesto en el apartado anterior, preguntmonos qu vemos en el entorno de cada especie animal que satisfaga las cuatro condiciones sealadas que necesariamente ha de cumplir el medio de todo animal. Obviamente, en un mbito dado, conviven individuos de especies distintas, a veces de muchas especies y muy diversas; nuestro problema es, pues, descubrir qu es lo que este mbito presenta de particular a los individuos de cada especie que, a la vez, 1) les proporcione la energa que necesitan para vivir, 2) sea conforme con la conducta de la especie (sea modificado por esta conducta), 3) su cambio, en cada instante, sea percibido por ellos y, 4) les seleccione como progenitores, de modo que la especie se perfeccione paulatinamente sin desnaturalizarse. Lo que en el entorno cumpla estas cuatro condiciones ha de constituir el medio de la especie. Pues bien, lo nico que, en el entorno en que viven los animales de una especie, satisface tales condiciones, y es, por tanto, el medio de la especie, est constituido por el conjunto de todas las especies del entorno que estn en una forma cualquiera de relacin activa, regular, con la especie considerada; por lo dems, este conjunto est determinado por el alimento -vegetal o animal- propio de la especie y por las diversas especies animales que interfieren de un modo u otro (como concurrentes, como depredadores, etc.) con ella, en su procura de alimento.

    Por consiguiente, el medio de una especie difiere de los medios de todas y cada una de las especies que comparten con ella un mbito determinado; a veces difieren tan absolutamente que dos especies pueden convivir en un mismo mbito geogrfico sin percibirse nunca. Segn lo dicho, los medios animales se diferencian entre s: en primer lugar, por el tipo de alimento a que, en el curso de las eras, se hayan ido especializando las especies, tipo de alimento que determina, ante todo, el modo de desplazarse en su busca (un herbvoro necesita pasar gran parte del da pastando, un carnvoro, tal vez, se mantenga escondido en lugar adecuado para cazar por sorpresa, etc.); en segundo lugar, salta a la vista que esta especializacin alimentaria condiciona la conducta (tmida o agresiva frente a otra especie, etc.) y, adems, la conformacin y dotacin somticas que permiten realizarla (buscar la comida especfica, captarla, masticarla y tragara, digerirla, etc.).

    En cuanto a la evolucin de los animales, salta a la vista que el medio de cada especie tiene la misma antigedad que ella; en segundo lugar, que aniquila activamente con preferencia a los dbiles y enfermos en la dura lucha por la existencia de que nos habla Darwin y que, de este modo, el medio de cada especie la perfecciona por seleccin; en tercer lugar, el medio de una especie impide rgidamente que la especie se salga de su alimento peculiar, al que permanece estrictamente confinada por la inexorable presin de las especies constitutivas del medio, cada una de las cuales defiende su propio alimento, al que est asimismo desde tiempo inmemorial perfectamente especializada; y, en cuarto lugar, es obvio que cada especie est igualmente capacitada para aprender y realizar la conveniente conducta frente a cada especie de su medio (ya que, de no ser as, hubiese sido inexorablemente aniquilada por alguna de ellas).

    Por otra parte, hay que sealar que toda especie forma parte del medio de cada una de las especies del suyo (las relaciones de dos especies suelen ser recprocas de modo que, por ejemplo, tan ajustada est la conducta del len frente a la gacela como la de la gacela frente al len); este hecho explica, por una parte, el maravilloso ajuste recproco entre las distintas especies (el ajuste complementario de la fineza de los rganos de los sentidos de todas ellas, el de su vigor, velocidad de ataque y huida, etc.) y, muy en especial, que una especie sea perfeccionada mediante seleccin por las especies de su medio en la misma medida en que ella hace progresar a stas (y, de este

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  • modo, exalta y afina la capacidad selectora de ellas), de forma que, en resumidas cuentas, en el curso de la evolucin, unas especies se han ido modelando por otras ajustndose cada vez ms ntimamente entre ellas en la conducta y en las aptitudes somticas. Por otra parte, todas las especies del medio de una especie determinada tienen sus propios medios, constituidos, a su vez, por otras especies, cada una de las cuales tiene el suyo, y as sucesivamente hasta integrar, en una nica trama de interacciones, el gran conjunto de todas las especies; de este modo, la conducta y configuracin de cada especie depende directa o indirectamente (en ondas de influencia cada vez ms alejadas) de la conducta y configuracin de todas: en resumen, todos los animales estn sujetos al proceso de la evolucin conjunta de las especies, progresivamente integrador de ellas.

    Es notable que este proceso de afinamiento y de ajuste progresivo de unas especies a otras desemboque de tarde en tarde en la diferenciacin de una especie en dos. En el proceso evolutivo de que surgi el hombre aparecen varias de estas diferenciaciones; por ejemplo, el mono ancestral de todos los Hominoidea (grupo en el que se incluyen los grandes monos y el hombre) se diferenci, hace tal vez quince millones de aos, en la especie ancestral de los grandes monos (familia Pongidae) y en la especie ancestral de los homnidos de la que surgira el hombre (familia Homndae), y en cada una de estas dos estirpes ancestrales se han producido un nmero indeterminado de diferenciaciones de especies nuevas, unas extintas hoy y otras que siguen vivas (gorila, orangutn, chimpanc, hombre). A lo largo de los 600 millones de aos de la evolucin animal, a consecuencia de procesos de este tipo de diferenciacin de una especie en dos, han resultado, a partir del primer animal, ms de un milln de especies distintas actuales.

    Cmo interpretar este hecho notable de que el perfeccionamiento de una especie desemboque en el desdoblamiento de ella en dos? He aqu la respuesta que me parece la nica posible: el progreso de una especie ha de identificarse con el perfeccionamiento de su conducta, esto es, con el afinamiento de su capacidad de tomar noticia de su medio y de dar respuestas adecuadas a lo que percibe en l; pues bien, est en la lgica de las cosas que este perfeccionamiento, por as decirlo, de su conciencia del entorno, desemboque, con el tiempo, en el hecho de que un grupo de la especie perciba una discontinuidad en el medio, en general una diferenciacin en su alimento especfico, que acostumbre al grupo a especializarse en una variedad de l y a que abandone al resto de la especie el resto del alimento habitual, con lo que los dems individuos de la especie se especializan tambin, por as decirlo, complementariamente. Claro que esta especializacin puede consistir no slo en adaptarse a una variedad del alimento de la especie, sino en encontrar una fuente de alimento nuevo (por ejemplo, acostumbrarse a pescar en vez de a cazar, como han hecho la foca o la nutria), o en el descubrimiento de un modo nuevo de obtener el alimento tradicional, etc. Sea como fuere, las conductas as especializadas inician, primero, un progresivo aislamiento entre los dos grupos diversamente especializados y, luego -por el hecho de que los dos medios en que se ha diferenciado el antiguo pasan a seleccionar de distinto modo-, van determinando sendas diferenciaciones de configuracin corporal entre los dos grupos, que, con el tiempo, se van aislando en la reproduccin y terminan constituyendo especies distintas.

    Una vez especificado en qu consiste el medio de los animales, parece conveniente, para centrar ideas, terminar este apartado indicando la diferencia que existe entre el medio de los animales y el medio de otros tipos de seres vivos; ni que decir tiene que, como el medio modela la conducta y viceversa, lo anterior lleva consigo precisar la diferencia que existe entre la conducta animal y la conducta de los otros tipos de seres vivos (los individuos protoplsmicos y las clulas).

    Ante todo, deseo poner al lector en guardia contra una generalizacin que pudiera estar tentado a hacer y que es errnea. Podra, en efecto, pensarse que, del mismo modo que el medio de una especie animal est siempre constituido principalmente por animales de varias especies, el medio de una clula lo estuviese asimismo por otras clulas y que, en consecuencia, la conducta de toda clula fuese la que conviene para reaccionar frente a determinadas clulas. No es as; las clulas, en general, estn adaptadas a mover agua que aporte sustancias nutrientes y, excepcionalmente, sustancias procedentes de otras clulas que orienten su modo de actuar frente a su medio hdrico; en todo caso, las clulas, en general, no estn adaptadas a percibir la conducta de otra clula y a responder directamente a ella; dicho en otras palabras, una clula nunca puede tener conciencia de otra clula. Lo mismo hay que decir de las clulas asociadas que constituyen los vegetales, que an menos pueden tener noticia unos de otros (sino slo sufrir pasivamente la influencia buena o mala de los inmediatos); y, a mayor abundamiento, no pueden percibirse unos a otros los individuos protoplsmicos, cuyo medio est constituido por molculas disueltas en el agua en presencia, y cuyo modo de accin es el gobierno de las transformaciones qumicas de estas molculas.

    As, pues, los animales (y entre ellos el hombre) difieren de todos los dems seres vivos en el hecho de que se han elevado a percibirse mutuamente y a actuar unos sobre otros de modos especializados, modos que han ido afinando, con el tiempo, tanto los rganos de los sentidos como los rganos con que operan con frecuencia sobre otros animales. El medio de los animales ya no es, como en los individuos protoplsmicos y en las clulas, un medio difuso que ser gobernado sin que el agente se mueva, sino que es un medio discontinuo constituido por plantas y por otros animales, a los que hay que llegar o de los que hay que huir. En definitiva, la capacidad de desplazarse es un carcter muy general de los animales y, en cambio, excepcional en las clulas (y, de hecho, propio slo del tipo de clulas semejantes a las originarias de los animales o a las constitutivas del cuerpo animal). Y, hablando con ms generalidad, el modo de actuar peculiar de los animales es ejercer acciones mecnicas por clulas musculares convenientemente organizadas; al igual que el modo de accin general para las clulas es el hidrodinmico, y el de los individuos protoplsmicos, el qumico. Ni que decir tiene que este modo de accin propio de los animales es lo que, a lo largo de la evolucin, ha ido desarrollando en ellos, hasta el extraordinario grado que vemos en los animales

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  • superiores, la amplitud del rea que exploran y la discriminacin y alcance con que la perciben sus rganos de los sentidos.

    Claro que, entre el modo de tomar noticia-y, por tanto, entre la naturaleza del medio- que son propios del animal y de la clula (sta, el individuo vivo de nivel inmediatamente inferior al animal y que constituye los elementos activos del cuerpo de ste), existe un salto cualitativo enorme, de otro orden de magnitud que el salto, tambin grande, que existe entre los correspondientes de los animales superiores (incluyendo el hominido) y el hombre. El hombre, en cuanto animal que es, percibe y es percibido y puede relacionarse con otros animales. Su capacidad congnita neuromuscular no excede mucho de la de los animales superiores, salvo en la esencial facultad, con que nace, de aprender a hablar y, as, de vincularse al medio social propio del hombre (trabajado por la palabra) que se constituyen unos hombres a otros; este medio humano evoluciona con mucha mayor rapidez que el medio de cualquier especie animal, cuyo progreso se ve acompasado al ritmo que le es impuesto por la evolucin conjunta de las especies. En realidad, el hombre difiere de los dems animales por el hecho de que ha dejado de tener un medio especfico, dado que el medio inicial humano (la primera sociedad), que era comn a todos los individuos que la constituan, se ha diferenciado internamente en una variedad creciente de medios (sociales) humanos que -como los medios animales- se condicionan unos a otros, pero que -como sucede entre los medios de las especies animales distintas- muchas veces estn separados entre si por barreras infranqueables. La conducta de todos los individuos animales es la especfica. Si permutramos artificialmente de cazadero a dos tigres, pronto se adaptaran uno y otro a la nueva circunstancia, ya que evidentemente las dos exigen una misma conducta; ahora bien, resultara imposible muchas veces que dos hombres permutasen de medio social. Ahora bien, as como la ley de progreso de la conducta animal tiende a confinar los animales cada vez ms especializadamente en sus medios especficos, me inclino a pensar que el progreso del social humano va a terminar consiguiendo que cada hombre perciba y comprenda cada vez mejor, desde el medio social al que est adaptado, la actividad conjunta de todos los hombres, para conducir la propia actividad cada vez ms racionalmente en creciente armona con el conjunto de las actividades humanas. El mecanismo por el que el medio de una especie determina la evolucin de ella

    Para vislumbrar de qu forma una especie de mono pudo transformarse en el hombre, parece imprescindible decir unas palabras del mecanismo por el cual el medio de una especie va modelando sta, de generacin en generacin. Dos son las leyes evolutivas que aqu se aplican. La primera dice que en cualquier mbito del universo que est sometido (como la biosfera terrestre) a una evolucin ascendente, progresiva, esta evolucin est siempre conducida por el nivel ms alto y organizado, que determina y gobierna el cambio paulatino de lo inferior y menos organizado (cuando, por una influencia exterior, se trastorna un nivel bajo, se detiene temporal o definitivamente el proceso evolutivo). Por ejemplo, hoy en la Tierra, los hombres conducen o influyen sobre la evolucin de animales y plantas; antes de aparecer el hombre eran los animales quienes, con su conducta, modificaban la configuracin de los vegetales y la de ellos mismos; etc.

    La segunda ley a que deseo referirme es la de que, en la evolucin de los seres vivos de cada nivel (tanto del protoplsmico, como del celular, como del animal), lo que se modifica directamente por el medio es lo que es congruente con ste, a saber, la conducta del ser vivo en cuestin. Luego, como consecuencia de esta modificacin paulatina de la conducta, va evolucionando la configuracin de los cuerpos en el curso de las vidas individuales (se producen los caracteres adquiridos por el ejercicio). Y, en fin, slo en tercer lugar, como consecuencia de este cambio somtico, determinado en los individuos por su modo de actuar, se van seleccionando las estirpes ms apropiadas para lograr las configuraciones convenientes; slo as ha podido operar la seleccin natural con su impresionante eficacia, y no eligiendo variedades fortuitas. En mi firme opinin, no slo los animales, sino tambin las clulas y los individuos protoplsmicos, han evolucionado y evolucionan con arreglo a estas leyes, segn las cuales el todo en evolucin -conducido por los individuos, de nivel de conciencia, en cada caso, ms alto- modela en vanguardia las conductas de los individuos del nivel ms alto, detrs los cuerpos de ellos y, necesariamente, pero en retaguardia, el nivel inferior, empezando tambin por sus conductas.

    Pasemos a considerar ya concretamente cmo se aplican estos principios en la evolucin de una especie animal. A los individuos de la especie, su medio (constituido, como sabemos, por animales de unas determinadas especies) les impone una conducta muy especificada en la busca siempre apremiante del alimento, y esta conducta, en el curso de generaciones, ha de volverse cada vez ms afinada, a medida que progresa el medio, esto es, a medida que se perfeccionan las sendas conductas de las especies que lo constituyen.

    En segundo lugar, en cada momento de la evolucin de la especie, la conducta de sus individuos, impuesta del modo dicho, va determinando la configuracin de su cuerpo; hace que unos determinados msculos trabajen ms que otros, exijan mayor riego sanguneo (por ejemplo), y se desarrollen ms. Tngase, pues, en cuenta que, del mismo modo que la conducta de los animales de una especie depende y evoluciona de la mano de la conducta de otras especies con las que la primera est en relacin regular (y, a travs de stas, est conducida por la evolucin conjunta de los animales), parece obvio tambin que, a su vez, la modificacin del cuerpo en el curso de la vida de cada individuo animal de toda especie (la produccin de sus caracteres adquiridos) depende del animal como un todo, reflejado en su conducta. Por ltimo, la modificacin del cuerpo de un animal, provocada por su conducta, encuentra lmites infranqueables para su voluntad. Todo animal, al practicar de modo intenso y sostenido determinados ejercicios que le son impuestos por su conducta, necesita y ciertamente puede alimentar preferentemente las clulas

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  • constitutivas de unos determinados rganos o miembros y, as, desarrollarlas ms. Pero est fuera del alcance de la conducta de un animal modificar la naturaleza y la capacidad de sus clulas mismas, por corresponder a un ser cualitativamente distinto e igualmente vivo que se distingue por un modo de conducta tambin cualitativamente distinto del que es el propio del animal. Aqu entra en funciones la seleccin natural, descubierta por Darwin, que opera seleccionando en cada generacin como padres aqullos individuos cuyas clulas posean la mxima aptitud de producir los caracteres adquiridos convenientes para la conducta del individuo. Ni que decir tiene que esta aptitud celular est implcita en la clula germinal madre de todas. De este modo, la seleccin de clulas germinales es el ltimo paso en el mecanismo que opera en la evolucin de una especie; y no el paso primero (y nico) que la inicia y conduce ciegamente, como suele postularse hoy, en grave desacuerdo con el prodigioso ajuste recproco de tan enorme nmero de especies distintas.

    De cmo un mono fue expulsado del rbol A continuacin vamos a considerar, en los captulos III, IV y V, la historia evolutiva de la que surgi el hombre, aplicando los principios evolutivos expuestos en el captulo anterior. Esta historia tiene, en nuestra opinin, tres actos principales de los cuales el primero transcurri en la fronda del bosque tropical y los dos siguientes en el suelo, en campo abierto. La duracin de cada uno de estos actos puede cifrarse en unos cuantos millones de aos, y la historia completa tal vez comenz hace unos 15-20 millones de aos (en que puede datarse imprecisamente la diferenciacin de la estirpe originaria de los grandes monos y de la originaria de los homnidos) y termin hace unos cien mil aos (en que, con gran inseguridad, puede datarse el origen de la palabra).

    Pasemos ahora al argumento, en lneas generales, de lo sucedido. En el primer acto, que vamos a desarrollar en este captulo, procuramos imaginar cmo una especie de mono se diferenci en dos especies, una de las cuales fue empujando a la otra al campo abierto. En los captulos sucesivos, IV y vamos a exponer, respectivamente, cmo el mono descendido al suelo evolucion hasta transformarse en homnido, y cmo el homnido evolucion hasta devenir hombre. De acuerdo con los principios evolucionistas expuestos, procuraremos interpretar estas etapas sucesivas de nuestra historia biolgica prxima, por la conducta (por el modo de vivir) que al mono arborcola primero, al mono descendido al suelo despus, y al homnido por ltimo, les fueron siendo impuestas por sus respectivos medios. En su momento, habremos de considerar cmo el medio de cada una de estas estirpes fue perfeccionando a la estirpe. y cmo recprocamente el perfeccionamiento de la estirpe fue determinando el progreso de su medio; y ello hasta que, en momentos evolutivos seeros, el perfeccionamiento recproco del mono y de su medio desemboc en la transformacin del mono en homnido y en la complementaria del medio del mono en medio del homnido; y, anlogamente, el perfeccionamiento recproco del homnido y de su medio culmin en la transformacin simultnea del homnido en hombre y del medio animal del homnido en el medio social del hombre.

    Entrando ya en el tema del captulo, a saber en cmo fue expulsado del bosque originario el mono ancestral del hombre, tenemos, segn lo dicho, que imaginar, con la mayor verosimilitud posible, primero, cul fue el medio biolgico y, complementariamente, la conducta del mono ancestral y cmo evolucionaron tal medio y tal conducta hasta que una estirpe de este mono fue desplazndose desde el bosque hacia el campo abierto, y, en segundo lugar, cul fue la configuracin corporal de estos monos, adecuada para estos medio y conducta, y cmo fue evolucionando de un modo impuesto por la evolucin de la conducta.

    Con qu datos podemos contar para inferir, con alguna certeza la conducta (y, por tanto, el medio) y la configuracin de este mono an arborcola? Me parece que disponemos, tericamente, de tres fuentes de informacin. La primera de ellas es la conducta general de los monos arborcolas matizada por las probables circunstancias particulares en que viva este mono. La segunda, es lo que sabemos del resultado de su evolucin una vez descendido al suelo, a saber, la conducta (y medio) y la configuracin del homnido y luego del hombre; de este resultado tenemos datos abundantes y bien establecidos y que orientan acerca de los caracteres ancestrales ms probables. La ltima fuente de informacin corresponde a los restos fsiles que suelen ofrecer indicios claros de la configuracin corporal que, a su vez, los proporciona de la conducta; en el caso que nos ocupa, el indicio fsil ms importante est constituido por los restos de unos monos arborcolas africanos (de Kenia) de hace unos 25 millones de aos, que han recibido el nombre genrico de Proconsul, monos que pueden considerarse como la forma evolutiva intermedia entre la superfamilia de los monos inferiores del Antiguo Continente (los cercopitecos) y la superfamilia de los primates superiores (los hominoides) y que, por tanto, es o se asemeja a la especie de monos de los que derivan tanto los grandes monos (pngidos) como los homnidos y el hombre (homnidos); si bien hay que decir que no se dispone de muchos restos, debido al hecho de que el bosque tropical brinda unas condiciones de vida tan intensa que, asimilndolo, destruye rpidamente cuanto muere en l, sin permitir que queden residuos.

    As, pues, hemos tenido que remitirnos a las dos primeras fuentes de informacin: una, la conducta y el medio, y la configuracin corporal de los monos arborcolas superiores perfectamente adaptados al rbol y antes de haber experimentado la diferenciacin que los especializ divergente-mente, como veremos; y, la otra, la conducta y la configuracin de lo que finalmente result de esta especie de mono, a saber, por una parte, los grandes monos actuales (gorila, chimpanc, orangutn) y, por otra, los homnidos y el hombre.

    Considerando estos datos evolutivos, nos parece prudente hacer estas inferencias sobre la especie de mono ancestral comn de la superfamilia actual Hominoidea. Parece obvio que esta especie, hasta que experiment su

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  • diferenciacin hace tal vez 15 millones de aos, con toda probabilidad era un mono de gran tamao (el primate mayor de la poca) que, asindose con sus cuatro manos, perfectamente configuradas para agarrarse a las ramas, se desplazaba andando sobre la fronda tropical. Conforme a este modo de desplazarse (sobre las ramas y no colgado de ellas) debi ser -como la mayora de los monos- esbelto y robusto, con extremidades inferiores ms fuertes que las anteriores ya que deban participar en el sostenimiento del cuerpo ms enrgicamente que las anteriores a las que incumba la importante funcin adicional de coger el alimento, mondarlo, etc., y llevarlo a la boca. Por su vida plena y normalmente arborcola, tena, pues, los caracteres somticos de los monos tpicos: patas posteriores bien desarrolladas, pulgares bien oponibles en pies y manos, y, de acuerdo con la ayuda que prestaba la mano para asir, desprender y mondar su alimento (predominantemente vegetal), debi tener incisivos poco especializados y caninos no excesivamente desarrollados (de un desarrollo intermedio entre el que presentan los grandes monos actuales y el propio de los homnidos primitivos).

    Sin entrar en el anlisis de la conducta gregaria de este mono, que puede considerarse anloga a la de las dos especies que de l se diferenciaron y que luego procuraremos deducir, vamos a exponer cmo este antepasado del hombre, experiment en su habitat arbreo nativo su diferenciacin en dos especies nuevas, de las que una se confin en el bosque ms denso y la otra (antepasado nuestro ms reciente) se fue especializando hacia la periferia del bosque. Como siempre, esta diferenciacin de una especie en dos tuvo que comenzar por una especializacin ventajosa de la conducta emprendida por algunos individuos. En efecto, me inclino a pensar que, hace unos 15 millones de aos, grupos de esta especie se especializaron cada vez ms en explorar el bosque desplazndose de un modo especial, a saber, colgados de las ramas por los brazos y columpindose; este modo de desplazarse, llamado por los naturalistas braquiacin, se realizara ya antes circunstancialmente y tal vez como juego, pero los grupos sealados lo encontraron ventajoso para buscar alimento (por la parte alta de la fronda) y fueron adoptndolo como modo normal de desplazarse. Inicialmente, el corto grupo de monos con esta habilidad (que se habra difundido ms o menos por imitacin) seguira adscrito al grupo general a que perteneciera; pero parece estar en la lgica de las cosas que, dado que son distintas tanto las partes de los rboles como los tipos de rbol y los sectores del bosque que resultan idneos para ser explorados por uno y otro modo de desplazarse, pronto los monos que adoptaron la nueva costumbre se separaron del conjunto, sin duda mayor, de los que permanecieron fieles a las viejas costumbres.

    Claro que, en un principio, apenas se diferenciaran entre s unos y otros monos (slo se distinguiran como el cuerpo de un hombre entrenado a un ejercicio especial lo hace del de otro que no lo realiza): el mono braquiador desarrollara ms los brazos y el trax y menos las piernas que el que sigue desplazndose al modo antiguo. Se trata de caracteres adquiridos, respectivamente, por los individuos de uno y de otro modo de desplazarse. Estos caracteres resultan tan importantes para seguir vivo, que todos los individuos los desarrollaran al mximo de las capacidades con que naciesen. En consecuencia, las especies de uno y de otro medio (tanto las depredadoras como las concurrentes ante el alimento), con tenaz persistencia, dejaron vivir, hasta reproducirse, preferentemente a los individuos con facultades congnitas mayores para desarrollarlos. De este modo, el medio de la especie ancestral de los monos braquiadores (como un ganadero de reses bravas que supiera elegir muy bien los erales con ms casta, y que, adems, sacrificara inexorablemente los animales que flaquearan en tientas incesantes) va seleccionando de padres a hijos, como progenitores, a los individuos que nacen con las mejores aptitudes para adquirir los caracteres somticos y practicar las normas de conducta que exige su modo de vida de mono arborcola, ahora matizado por la costumbre de la braquiacin. Ni que decir tiene que, finalmente, la seleccin divergente separ, en la reproduccin, los dos grupos que se constituyeron as en especies distintas.

    De pasada, deseamos puntualizar que, en nuestra opinin, la seleccin ejercida sobre una especie dada por los animales de su medio es, en muchos sentidos, ms eficaz y ms persistente en una misma direccin que la seleccin ejercida por el hombre sobre las razas de sus animales domsticos; es, sobre todo, ms profunda o, si se prefiere, ms esencial. En efecto, el hombre suele efectuar la seleccin de los ejemplares, de sus razas domsticas, que destina a la reproduccin solamente una vez por generacin de ellos; y, en cambio, el medio animal selecciona continuamente (basta un fallo de un animal en cualquier momento de su vida para ser inapelablemente eliminado). En segundo lugar, el hombre elige como padres a los animales de una especie domstica que destacan en cualidades que le interesa a l fomentar, por convenir a las necesidades, gustos o caprichos del ganadero; en cambio, a la presin selectiva ejercida por el medio animal, los que suelen escapar hasta dejar descendencia son, precisamente, los individuos ms capaces de realizar la conducta que ha modelado (y que, en definitiva, define) la especie (el hombre elige la vaca que da ms leche, el cerdo que proporciona ms y mejor carne, la paloma que se ajuste mejor a un prototipo fijado por los colombfilos, etc.; en cambio, los respectivos medios del tigre, del ciervo, o del escorpin suelen perdonar hasta reproducirse a los ejemplares ms aptos para comportarse como tigre, ciervo o escorpin). Y el medio de toda especie animal realiza esto sin distraerse nunca y durante largos perodos porque en ello le va la vida a los individuos de las especies selectoras que lo constituyen; el hombre, en cambio, con frecuencia, ha de desmayar en su esfuerzo selector, o cambia de necesidades o de gustos.

    As, pues, decidirse por la braquiacin comenz por entrenar a los braquiadores y, luego, hizo que el medio del mono braquiador fuese seleccionando como padres a los monos nacidos con ms aptitudes para desplazarse por las ramas de este modo particular. En fin, como consecuencia de esta seleccin sostenida durante miles de aos, fueron modelndose monos con la estructura corporal que hoy distingue a los pngidos actuales (gorila, chimpanc, orangutn, gibn) de los dems monos de conformacin ms antigua y especializada de otro modo. A saber, mediante el proceso dicho, es obvio que la braquiacin ha terminado modelando monos de trax muy robustos y brazos sumamente fuertes y de gran juego articular y, en contraste, con extremidades inferiores relativamente ms dbiles;

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  • otro carcter que se ha ido imponiendo por la braquiacin es la reduccin del pulgar de la mano y la disminucin de su oponibilidad a otros dedos; y, a su vez, esta especializacin del uso de la mano redujo la capacidad de manipulacin propia de los primates en general y oblig a que la boca ayudara ms a la mano para arrancar y mondar la comida, con la consecuencia de cierto robustecimiento y modificacin de los caracteres dentarios. De ste y algn otro modo, la braquiacin, en poca reciente a escala evolutiva, fue modelando el cuerpo de los monos braquiadores tal como lo vemos culminar en los grandes antropoides actuales (gorila, chimpanc y orangutn).

    En tanto, el resto de la especie ancestral, que continu fiel a su modo, normal en los primates, de desplazarse, agarrndose con las cuatro manos, sobre las ramas, conserv la estructura corporal propia de los monos tpicos que, como ya sealamos, posea la especie ancestral de pngidos y de homnidos antes de haberse diferenciado, del modo dicho, las dos especies de que derivaran respectivamente los unos y los otros. As, pues, los individuos de esta especie de mono arborcola -antepasada directa de los homnidos, de los que, a su vez, surgi el hombre- debieron poseer gran tamao (probablemente eran, junto a la otra especie divergente, los monos mayores de la poca); ahora bien, a diferencia de los braquiadores, se mantuvieron esbeltos y con las patas posteriores bien desarrolladas y conservaron la plenitud funcional de la mano y una denticin menos desarrollada. Por lo dems, tanto esta especie como su hermana, la ancestral de los pngidos, parece obvio que conservaron el rgimen alimentario y las costumbres propias de la especie parental de ambas. Su rgimen debi ser predominantemente vegetariano (yemas, brotes tiernos, semillas y frutos, etc.) probablemente suplementado por algn alimento animal (insectos y, tal vez, pequeos mamferos, huevos, etc.). Por analoga con la conducta de algunos de los grandes monos actuales y con la de los homnidos derivados de ella, parece probable que estos grandes monos recorrieran el bosque, en busca de su alimento, en hordas de corto nmero de individuos entre los que se mantena una vinculacin permanente pero laxa. Es posible que a cada horda correspondiera una porcin del bosque (un territorio) que explorara continuamente con cierto orden y periodicidad, para volver a los mismos lugares cuando stos hubiesen renovado su provisin de alimento. En esta exploracin permanente, los individuos se desplazaran por la fronda, aislados, pero guardando una disposicin y distancia reciprocas que permitiera que la horda explotase con eficacia el bosque a su paso. Me parece que estos animales, por una parte, no cazadores y, por otra, grandes, vigorosos y perfectamente adaptados a vivir en la fronda del bosque tropical, se desplazaran descuidadamente ruidosos. De modo que, normalmente ocultos unos de otros por la fronda, guiaran por el odo su desplazamiento conjunto y coordinado. El ruido les indicara, no slo la posicin de los individuos prximos, sino lo que les iba sucediendo de notable (el descubrimiento de una acumulacin de alimento que mereciese aprovecharse entre varios, el encuentro con un depredador al que hay que ahuyentar entre todos o del que hay que ponerse rpidamente a salvo, etc.). De este modo, la vinculacin con el grupo y, por as decirlo, la orientacin general de la actividad debi ir conducida por el odo, ayudado por un surtido de gritos inarticulados cuyo tono, indicador de la carga emotiva del que los emita, aconsejaba tanto la trayectoria como, en ocasiones, la conducta cooperante a seguir. Tras el odo, la vista y el tacto guiaran el desarrollo directo de la actividad (percibir el alimento y aproximarse a l por las ramas, etc.); y, en fin, el olfato (que en el bosque slo tiene utilidad de cerca) y el gusto les informaran de lo que puede comerse y de lo que hay que desechar conforme a la experiencia de los padres y, en parte, de la adquirida por s solo.

    Del modo dicho, hace unos 10 o 15 millones de aos, se conduciran, pues, tanto el mono ancestral de los homnidos, antepasado nuestro, como el mono braquiador, ancestral de los pngidos actuales. La nica diferenciacin de conducta entre ellos sera el distinto modo de desplazarse por las ramas. Parece muy razonable la idea de que esta especializacin divergente fuera paulatinamente impeliendo a salir del bosque a la especie que andaba con ayuda de las cuatro manos sobre las ramas. En efecto, en la concurrencia establecida entre estas dos especies hermanas ante el mismo tipo de alimento y mediante la misma tcnica de exploracin gregaria, parece muy verosmil que la especie braquiadora tuviese clara ventaja en la parte ms densa del bosque, donde continuamente resulta posible pasar por las ramas de un rbol a otro; en cambio, la especie que sigui andando por las ramas parece que competira con ventaja con la otra (que llegara antes a la comida) en bosque algo ms ralo, donde con alguna frecuencia hubiese que pasar corriendo por el suelo de un rbol a otro.

    Esta diferencia de adaptabilidad a distintos tipos de bosque parece que tuvo que inclinar a los braquiadores a elegir sus territorios en el centro denso del bosque tropical, en tanto que la especie ancestral de los homnidos tendera de preferencia a asentarse en la zona marginal del bosque tropical, ms discontinua. Y, en fin, ambas especies cada vez mejor adaptadas a sus respectivos habitats se iran separando y ocupando zonas contiguas. Est en la lgica de las cosas que este reparto del bosque brindara a nuestra especie ancestral una rampa de pasos insensibles que, muy paulatinamente y empujada por la concurrencia de los braquiadores, fue llevndola del bosque al campo abierto a travs de los estadios intermedios que ofrece el bosque cada vez ms penetrado por la sabana.

    Pasemos a otro punto de nuestra exposicin. Cuando el mono ancestral de los homnidos se asent en la franja de interpenetracin del bosque tropical y de la sabana, la naturaleza, mixta de rbol y de suelo, del nuevo habitat tuvo que hacer ms compleja la conducta de la especie. En la fronda de las manchas de bosque, seguira comportndose como antes; pero, cuando, en sus desplazamientos, tena que atravesar suelo, en ste hubo de modificar su conducta. Al principio slo bajara del rbol para trasladarse corriendo por el suelo de una mancha aislada de bosque a otra y, al hacerlo, por su configuracin de arborcola, tena que encontrarse inseguro. Parece probable que, antes de bajar, se congregara la horda, examinaran con la vista atentamente el espacio a atravesar y que emprendieran el recorrido rpidamente, en silencio, y con un orden que permitiera repeler con las menores prdidas cualquier ataque por sorpresa. Claro que la habituacin paulatina al suelo, impuesta doblemente por la pululacin en la fronda de braquiadores y de ellos mismos y tambin por la abundancia de vida y por tanto de alimento que se da en este suelo

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  • periboscoso, ira creando una adaptacin creciente a ste. Esto es, el mono, bajado al suelo, modificara su conducta antigua de modo conveniente para vivir en l. Esta modificacin de la conducta es lo que termin haciendo de l un homnido; ahora bien, cmo sucedi esto es el tema del prximo captulo.

    El mono se puso de pie y se adapt al til En el captulo anterior, hemos expuesto sumariamente cmo entendemos el primer acto del proceso evolutivo que nos ocupa, a saber, cmo el mono arborcola, antepasado nuestro, fue llevado por pasos insensibles a descender al suelo. Ahora hemos de entrever el segundo acto de nuestro proceso: de qu modo este mono descendido al suelo pudo ir adquiriendo, tambin paso a paso (natura no facit saltus), los caracteres que distinguen al homnido. Siguiendo nuestro hilo rector, pensamos que, como siempre, en vanguardia tuvo que modificarse la conducta; en segundo lugar, la conducta modific los caracteres que los individuos adquiran en el curso de su vida; y, por ltimo, tas especies constitutivas del nuevo medio de este mono ancestral fueron seleccionando los individuos capaces de adquirir en mayor grado los caracteres convenientes para vivir en l. Vamos, pues, a procurar -aunque sea informalmente- descubrir el orden en que se fue transformando el mono en homnido, entendiendo cada cambio de la conducta y de la estructura corporal del animal por la correspondiente transformacin del medio, y recprocamente. El descenso al suelo refuerza la solidaridad El descenso del mono al suelo tuvo que determinar un cambio notable en la conducta. El animal, en un principio, pasara en el suelo el menor tiempo posible; pero este tiempo ira prolongndose a medida que, por su familiaridad creciente con el suelo, se fuera atreviendo a colonizar zonas de bosque producido en manchas ms pequeas y alejadas unas de otras, en las que, por lo dems, ni que decir tiene que seguira buscando el mismo tipo de alimento. Ya he sealado que, al comienzo, se encontrara inseguro en el suelo donde tena, pues. que comportarse de modo distinto que en el rbol. Me parece obvio que esta inseguridad tuvo que reforzar intensamente las costumbres gregarias y la cooperacin suelta que se daba en el mono arborcola; el peligro les impuls a apoyarse unos en otros, ya que parece imposible que la palabra hubiese podido surgir, ms adelante, en una especie cuyos miembros no estuviesen en permanente e ntima relacin.

    Esta tendencia, impuesta por la necesidad diaria y perfeccionada de generacin en generacin por seleccin natural, a apoyar a los dems individuos de la horda a cambio de ser protegido por ellos, ira, por otra parte, proporcionando creciente seguridad en el suelo a nuestro mono ancestral, hasta que llegara un tiempo en el que nuestro mono (tan bien apoyado por la horda como antes por el rbol) se encontrara mejor en el suelo ~ procurara permanecer en l todo lo posible, es decir, que buscara permanentemente la comida en l y no subiera al rbol sino para dormir ms seguro, y siempre reunido con los dems. Nuestro mono descendido al suelo adopta rpidamente la postura erecta Pero, de qu modo este reforzamiento de la solidaridad -esencial para sobrevivir- model su conducta? Ante todo me parece probable que, en el suelo, cada individuo procurara tener siempre a la vista al conjunto de la horda llevado por dos circunstancias que no se daban en el rbol: la primera, que la sabana ofrece mucho mayor radio de visibilidad que la fronda, y la segunda, que la inseguridad individual, mucho mayor en el suelo, impondra, en ste, desplazarse en silencio. En resumen, en la fronda tropical, las hordas de nuestro mono se desplazaran buscando alimento oyndose y sin verse; en el suelo, en cambio, lo haran vindose y, normalmente, en silencio, sin orse.

    Ahora bien, la necesidad de mantener la horda a la vista para contar constantemente con su apoyo y para prestarlo parece obvio que forz la postura erecta. De este modo, la solidaridad (ms que la busca de alimento, aunque sta en el rbol se haca igualmente con la vista) puso de pie al mono descendido al suelo, y lo consigui en muy poco tiempo a escala biolgica; en efecto, segn el registro fsil, muy poco despus de descendido al suelo, el animal estaba ya bien conformado para la postura erecta.

    Se comprende que el cambio de configuracin corporal fuese rpido, como siempre que es conducido por una nueva conducta apremiante. La necesidad de estar continuamente oteando todo el campo visual desde lo alto de su estatura, tendida al mximo, les obligaba a desarrollar al mximo los msculos que se aplican a erguir el cuerpo y a mantener la cabeza alta, esto es, al desarrollo individual, por el ejercicio, de unos caracteres adquiridos que, en el rbol, carecan de sentido. Y, fijando estas conquistas individuales e intransferibles a la descendencia, la seleccin natural, realizada implacablemente por las especies del medio establecido en el suelo, fue dejando para padres a los individuos con caracteres congnitos ms apropiados para desarrollar mejor tales caracteres (estructura adecuada de la pelvis, de los huesos del pie, desplazamiento del bramen magnum del crneo, etc.).

    Tal vez sea oportuno sealar la novedad biolgica que supuso este impulso de nuestro antepasado a ponerse de pie. Los mamferos arborcolas (los primates) son los mamferos primitivos, surgidos de los reptiles, hace ms de 70 millones de aos. De primates, pues, proceden los dems mamferos: la gran variedad de los adaptados al suelo, los que luego se adaptaron al agua y los que, desde el suelo, volvieron a adaptarse al rbol. Pues bien, todos los primates que, en distintas pocas, invadieron el suelo a lo largo de estos 70 millones de aos, han tendido a desplazarse a

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  • cuatro patas (patas que se han adaptado tanto al suelo como al rgimen alimentario); y su cara originariamente chata, de mono, ha tendido a desarrollar un hocico capaz de albergar un rgano olfativo eficaz para husmear por el suelo. As ha sido incluso con el babuino y con el mandril, descendidos del rbol en poca reciente (a escala evolutiva), que antes de adaptar plenamente sus patas han adquirido ya un gran hocico (al mandril se le denomina cientficamente cinocfalo, cara de perro). La novedad de conducta aportada por el mono ancestral del homnido consisti, pues, en permanecer fiel a la vista para buscar alimento en el suelo y reservar, como en el rbol, el olfato para examinar el alimento encontrado. A ello debi inducirle su estatura y, sobre todo, la notable intensidad de su actividad cooperante desarrollada en su perodo de vida entre el rbol y el suelo. La postura erecta permite la adopcin permanente de tles Sin duda, la postura erecta aport un cambio cualitativo en la evolucin del mono; esto es, determin una consecuencia del proceso anterior que era inevitable determinada- pero que implicaba algo nuevo, sin sentido anteriormente. De qu se trata en este caso? Sencillamente, del hecho de que la postura erecta, al prescindir de las manos para el desplazamiento de los individuos, las deja, mientras se anda o corre, potencialmente libres para otros usos. En resumidas cuentas, las dej libres para transportar continuamente un til (una piedra, un palo, un hueso, etc.) que, en un momento dado, pudiese desempear una funcin ventajosa, a veces con valor de vida o muerte. Claro que esta aplicacin de las manos al transporte permanente de tiles, no debi realizarse sin vencer dificultades, ya que, en s, es incmoda, y estorba, adems, para la recogida de alimento. Pero se vera favorecida por el hecho de que los monos ancestrales, sobre todo desde que descendieron al suelo, debieron recurrir con frecuencia a tiles improvisados, con ventaja a veces decisiva, pero que, al ponerse a andar a cuatro patas, tenan que abandonar. Parece, pues, incontrovertible la conclusin de que la postura erecta debi inducir casi de inmediato la costumbre de marchar provisto siempre de un til.

    Pues bien, opinamos que esta costumbre de ir siempre provisto de un til fue tan trascendente para la evolucin hacia el hombre que a ella, y no a la postura erecta, debe referirse la transicin del mono al homnido y definir ste como el mono erecto que se habitu a portar permanentemente tiles. Baste reflexionar que la postura erecta, por s sola, no implica cambio alguno que difiera de otros provocados por cambios de conducta drsticos en otros animales, por ejemplo, los cambios de conducta y de estructura somtica que la costumbre de pescar ha ido provocando en los antepasados terrestres de la nutria, de la foca, de los sirenios o de los cetceos. En tanto que el recurso permanente al til (claro esbozo de la actividad artificial propia del hombre) abre ya claramente un proceso evolutivo que, en condiciones favorables que veremos en el captulo quinto, terminara con la adquisicin de la facultad de hablar, esto es, con la transformacin del animal en hombre. Trascendencia de los tiles sobre la evolucin del homnido En qu consisti este progreso del homnido hacia el hombre? Me parece que tuvo que radicar en el hecho de que el recurso permanente a los tiles anterior a la palabra, determin una lnea de progreso en la conducta de los homnidos a lo largo de la vida de cada uno, en virtud de la cual la mano (o, mejor dicho, el cuerpo entero) se va adaptando al til que el individuo encuentra ventajoso; de modo que, silo rompe o lo pierde, busca uno igual para sustituirlo. (De esto a procurar corregir un palo o piedra anlogo al perdido para reproducir bien el antiguo, al que se haba hecho la mano, no hay ms que un paso.) De este modo, el til progresa acompasadamente con el modo de usarlo, y recprocamente. Pienso que en el estadio previo a la palabra, que corresponde al homnido, ste que sigue siendo un animal como los dems, y que, por consiguiente, contina sometido a la presin selectiva de las especies de su medio- estaba en permanente conflicto (su jeto a lo que Darwin denominaba la lucha por la existencia) con otros animales, conflicto en los que el xito dependera tanto de la eficacia de la conducta de los animales de su medio como de la del hominido mismo, y, es ms, unas y otras conductas iran perfeccionndose mutuamente.

    Ahora bien, en este perfeccionamiento mutuo entre la conducta del homnido y la de las especies animales con las que l se enfrentaba, me parece que hay una diferencia entre la primera y las segundas. El til constituye un valioso auxiliar en la actividad, mecnica (como la de todo animal), del homnido, y el perfeccionamiento del til y del modo de aplicarlo, por lento que realmente fuese en esa poca, era ms rpido que el lentsimo progreso de la conducta general de otras especies superiores coetneas (con la excepcin de su conducta frente al homnido, al que aprenderan a dar respuestas ajustadas al lento progreso de la conducta de ste). La consecuencia parece ser que el homnido, por una parte, entrara poco a poco en relacin regular con mayor nmero de especies y mediante conductas apoyadas en tiles ms eficaces, y, por todo ello, ira, probablemente, aumentando en densidad demogrfica.

    Claro que esta conducta del homnido. apoyada en la aplicacin mecnica de los tiles al modo animal (creo que el homnido adiestraba. ms que la mano, el cuerpo todo en la aplicacin de sus tiles), segua siendo una conducta cooperante y. es ms, pienso que su progreso principal tuvo que ser el de esta cooperacin; es decir, los hominidos cooperaron cada vez ms estrechamente, lo que en mayor o menor grado hubo de acelerar el progreso en el manejo de tiles. En mi opinin, tenderan a imitar, de otros individuos de la horda, sobre todo las tcnicas del manejo de los tiles (la de golpear con ellos, de lanzarlos, etc.) al modo como progresan modernamente las tcnicas de atletismo: es de pensar que tambin se afinaran por imitacin los tiles mismos, pero creo que este modo de progreso se hara, al

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  • principio, con ms lentitud, ya que la habituacin y consiguiente fidelidad al propio til (el hacerse cada homnido al suyo) parece que durante una larga etapa inicial, hubo de ser una condicin esencial de progreso.

    Por otra parte, el til, en sus aplicaciones iniciales puramente mecnicas (que duraron hasta la conquista por el homnido del fuego), permite que el homnido reemplace, por l, miembros convenientemente pertrechados de otros animales (que disponen de dientes, garras, cuernos o que poseen excepcional vigor fsico), y que, hacindolo, pudiera no slo defenderse, sino, en concurrencia con ellos, tener acceso a una gama mayor o menor de nuevos alimentos; es decir, el homnido comenz a salirse de los alimentos para los que haba ido modelndose su propio cuerpo en el curso de las eras y a disputar con algn xito una cuota mayor o menor del alimento al que estaban especializadas otras especies. Cada especie animal est especializada en un alimento del que muy difcilmente puede salirse; es difcil pensar cmo los osos hormigueros pueden dejar de comer hormigas, o que el caballo escape de comer hierba, o el tigre de comer carne; slo el homnido que, adems, era un omnvoro (lo que significa una especializacin alimentaria menos estricta), gracias a sus tiles, podra intentar penosamente suplementar sus alimentos tradicionales con otros nuevos. En consecuencia, podemos decir que el homnido, aunque siga sometido a la evolucin conjunta de las especies de que hablamos en el captulo segundo, comienza a trastornar el equilibrio entre ellas y que ira aumentando. por lentsimamente que fuera, a expensas del alimento, de especies de su medio, su densidad de poblacin, es decir el tamao de la horda que poda vivir en un territorio dado. La evolucin animal hacia la palabra

    Hay que insistir en que, no obstante, el homnido segua siendo un animal genuino enfrentado, al modo animal, con los animales de su medio (conformndose directamente a la conducta de ellos, seleccionndolos y siendo seleccionado por ellos). No cabe duda de que esta seleccin animal debi implicar un cambio somtico y rpido (como corresponde a una especie que ha cambiado bruscamente de habitat y de conducta pasando de la fronda al suelo); y, como siempre, se produjo desarrollando caracteres adquiridos y no transmisibles a la descendencia, y seleccionando como padres a los individuos con carcter y estructura somtica ms convenientes para adquirir tales caracteres. Segn lo dicho, la idiosincrasia y facultades corporales ms adecuadas para sobrevivir hasta reproducirse hubieron de ser las que inducan al animal a cooperar con los de su horda, en actividades cada vez ms variadas y complejas, aplicando un surtido creciente de tcnicas atlticas manejando tiles. Pues bien, esta tendencia a cooperar de modo cada vez ms ntimo hubo de exigir (de acuerdo con los resultados que se produjeron> el fomento de la capacidad de emitir -v de distinguir por el odo y de interpretar rpidamente- una gama de gritos de comunicacin entre ellos cada vez ms abundante.

    En definitiva, imagino a los homnidos viviendo en hordas de corto nmero que se desplazaran, por sendos territorios, en la sabana peri-boscosa o en campo abierto; iran erguidos y portando tiles que manejaran muy hbilmente (esencialmente armas e instrumentos para dislacerar carne, quebrantar cscaras vegetales, etc.); se mantendran siempre a la vista unos de otros y habitualmente en silencio en el que resonaran, cuando fuese conveniente o necesario, diferentes gritos en demanda de una cooperacin cada vez ms elaborada y compleja. Pero bien entendido que a esta cooperacin puramente animal (realizada siempre bajo la presin acuciante del continuo conflicto entre especies) tuvo que corresponder una comunicacin oral asimismo genuinamente animal, aunque, repetimos, fuese cada vez ms rica y mejor articulada. Esto es el grito, cargado de significacin como lo est siempre en los animales, no era, sin embargo, ms que una mera llamada de atencin hacia algo que sobrevena, o que la circunstancia obligaba a emprender, pero cuyo sentido concreto slo poda descubrirse (al modo animal) mediante la vista u otro rgano de los sentidos, como le sucede a un perro al que su amo alerta, con un grito conveniente, hacia algo que el animal ha de precisar con la vista o con el olfato.

    En el captulo siguiente, procuramos expresar cmo la prctica culinaria (es decir, la ubrrima transformacin de alimento, propio de otros animales, en alimento adecuado al aparato digestivo del homnido) fue, precisamente, lo que estableci la circunstancia adecuada para que la comunicacin por gritos animales, propia de los homnidos, se transformase en la palabra, en el modo de comunicacin caracterstico del hombre, y que, de hecho, lo define.

    La cocina ense a hablar y, as model al hombre En el captulo anterior, hemos procurado sealar de qu modo la aplicacin de tiles abri al homnido la ruta hacia el autotrofismo -esto es, la va hacia el aprovechamiento de tipos de comida hasta entonces ajenos a la propia especie-. Provisto permanentemente de tiles rudimentarios que maneja atlticamente (aplicando todo el cuerpo ms bien que la mano sola) y que le proporcionan un complemento somtico que antes no tena, el homnido parece que puede ampliar su provisin de alimento con alimentos nuevos. Por ejemplo, imitando al jabal, puede escarbar en busca de tubrculos y de races comestibles, lo que no est al alcance de su mano desnuda. Pero a la vista salta que esta posibilidad de ampliar los recursos tropieza con un fuerte obstculo: lo que otro animal normalmente coge y come, el homnido, aunque pudiera ya cogerlo, en general no lo podra comer, porque le resultaba imposible de masticar, de ingerir y, en fin, de digerir. Con un til en la mano, poda imitar a una pantera y matar un mono o un jabal, pero no se lo poda comer, porque tena que desollarlo antes y careca de uas, y en segundo lugar, porque sus dientes (tan distintos de los de un carnvoro) no eran adecuados para triturar este tipo de comida. Fue, pues, una hazaa

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  • memorable descubrir la transformacin del alimento, descubrimiento muy difcil, ante todo por el hecho de que se trata de una prctica que antes nadie haba hecho, que no puede imitarse, que es, en realidad, el esbozo del modo de accin propio del hombre que le distingue de los dems animales. El dominio del juego Pero, evidentemente, las cosas no estuvieron maduras hasta que el homnido no hubo dominado el medio principal de transformacin culinaria del alimento, esto es, el fuego, la aplicacin de calor. Ni que decir tiene que el fuego no se domin para cocinar, ya que, antes de dominar el fuego, el hominido no poda ni barruntar este tipo de actividad que careca totalmente de precedente en la evolucin biolgica, de modo que, cuando se produjo, fue algo absolutamente nuevo; y, en segundo lugar, tiene que ser un rarsimo azar que, por efecto de un incendio fortuito, se produzca la transformacin de productos naturales en alimento aprovechable por el hombre (y lo mismo hubo de ser con el hominido). El incendio forestal destruye el alimento, lo carboniza, pero parece casi imposible que produzca espontneamente una aplicacin del calor tan fina, tan delicada, como la necesaria para transformar alimento ajeno en alimento conveniente para el homnido. En todo caso, parece totalmente inverosmil que nunca, en la naturaleza, sin gua artificial, este hecho se haya producido con la frecuencia suficiente para sugerir a un homnido la conveniencia de dominar el fuego para aplicarlo a usos culinarios.

    Por otra parte, el fuego espontneo (provocado, por ejemplo, por un rayo) causa en los animales espanto, y ste s que es un hecho de fcil observacin por el homnido, que estaba, como los dems, sujeto a l. Las grandes fieras huyen del fuego, y es concebible que homnidos -ya muy adiestrados en el manejo de tiles- tuvieran la audaz iniciativa de aplicar su habilidad manual a avivar los rescoldos de un incendio y a alimentar con lea la primera hoguera; y, luego, tras disfrutar varias de stas como eficaz defensa contra los grandes carnvoros, tuviesen la idea de transportar una tea para encender otra: de atender celosamente a la conservacin del fuego, a transportarlo en sus desplazamientos. En el escenario tropical me parece lo ms probable que esta aplicacin defensiva del fuego fuera la inicial y no protegerse del fro. (Me inclino a pensar que el dominio del fuego y de las pieles permitiese al homnido penetrar en zonas paulatinamente ms fras; y no que, al contrario, el fro haya incitado al dominio del fuego.) La madera ardiendo se convirti, pues, en un til nuevo y esencial, que ya no es, como los anteriores, puramente mecnico, sino que, mediante l, un animal (el homnido) realiz por primera vez una actividad que ya no era puramente mecnica -como la de todo animal-, sino que aplicaba acciones mecnicas (romper ramas, disponerlas en la hoguera, transportar una tea, etc.) para llevar a cabo una reaccin qumica (la combustin del carbono y del hidrgeno de los compuestos de la lea en dixido de carbono y agua) que desprende calor, aplicado, en un principio (como se ha dicho), probablemente para ahuyentar fieras. Hay que pensar que, desde entonces, la hoguera constituy una proteccin indispensable del reposo nocturno de los homnidos: el centro del primer hogar. De cmo el homnido aprendi a cocinar

    Desde que se produjo, en tiempos remotsimos, segn las investigaciones antropolgicas, esta adopcin de la hoguera, se dieron homnidos que an no cocinan, ni hablan, de modo que siguen siendo plenamente animales, pero cada vez ms familiarizados y ms dependientes del fuego. Se comprende que, al cabo de un tiempo sin duda largsimo, esta dependencia del fuego llevara al descubrimiento capital de tcnicas para producir artificialmente fuego y, as, liberarse de la atenta preocupacin por mantenerlo. Sea como fuere, dicha familiaridad con el fuego estableci, ciertamente, las condiciones objetivas para el descubrimiento de la cocina, tan capital en la evolucin que marca la frontera entre el animal hetertrofo (el comn de los animales) y el singular animal auttrofo, que prepara ya su alimento.

    Pues bien, dada la circunstancia indispensable -la hoguera nocturna que agrupa a la horda de homnidos-, pueden imaginarse muchos modos posibles de haberse realizado el descubrimiento de la cocina, aunque con toda probabilidad es difcil que nunca llegue a precisarse cmo, cundo y con qu producto vegetal o animal se verific el trascendente hallazgo. Una posibilidad verosmil es, por ejemplo, que, en un descuido, cayera alimento del homnido en el fuego y que, salvado ste rpidamente de la llama, se hubiese observado que haba experimentado un cambio favorable; otra posibilidad, quiz ms probable, es que, por juego (por mera curiosidad gratuita), homnidos ya muy evolucionados sometieran a la llama o a las brasas productos vegetales o animales que, crudos, no pudiesen ser ingeridos o digeridos por ellos, y que observaran que tales productos, suavemente atacados por el fuego, podan ser consumidos. En mi opinin, debi producirse muy tarde (en poca no muy alejada ya de la inflexin del homnido en hombre) este descubrimiento de algo que no tena precedentes y que, de hecho, es mucho ms difcil de lo que pueda parecernos hoy. Probablemente hubieron de transcurrir muchos milenios -tal vez cientos de miles de aos- desde que comenz a aplicarse el fuego como defensa, y, luego, incluso como fuente de calor, hasta que se descubri su aplicacin realmente fundamental a la transformacin culinaria.

    Llegado a este punto, conviene que abordemos dos aspectos importantes de nuestro tema, a saber, la naturaleza de la transformacin culinaria y su dificultad intrnseca, y su enorme trascendencia en la evolucin biolgica. Naturaleza y dificultad de la actividad culinaria

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  • Para hacernos una idea de la enorme dificultad que hubo de superar el descubrimiento y los progresos iniciales de la actividad culinaria (dificultad slo comparable con la esencial ventaja que ella supona para el homnido), vamos a iniciar dos tipos de consideraciones. La consideracin del primer tipo es la de que, en nuestra opinin, el hallazgo de la actividad culinaria precedi a la palabra, constituy, de hecho, la condicin para que surgiese la palabra. Ello, por lo dems, significa que el homnido lleg a realizar la primera actividad ya puramente humana y que, efectundola, devino, probablemente pronto, hombre; interpretacin, por lo dems, de acuerdo con el hondo pensamiento de Goethe de que en el principio siempre est la accin; en el proceso de surgimiento del hombre tambin se origin, pues, en vanguardia su modo de accin (su transformacin artificial de las cosas) y slo luego, sobre este modo de accin, se plasm su modo peculiar de experiencia, la experiencia comunicable, el pensamiento. (Un animal, pues, haciendo algo supraanmal, devino hombre.) As pues, un tremendo obstculo que se opuso a las primeras tentativas con xito de actividad culinaria (obstculo de cuya magnitud apenas podemos formarnos idea los hombres, que contamos con el apoyo de nuestra corriente cultural) tuvo que ser el hecho de que fueran obra de homnidos, esto es, de animales genuinos, si bien en trance ya de devenir hombres, es decir, a punto de adquirir la palabra y, con ello, de constituirse en semejantes nuestros. En resumen, podemos decir que la cocina fue conquistada por un homnido de facultades congnitas humanas, o casi humanas, pero falto an del instrumento cognoscitivo esencial del hombre, la palabra, aunque de una paciencia y de una capacidad de observacin desarrollada por cientos de miles de aos de eleboracin de tiles; esto es, de un homnido que posea ya la autodisciplina que le permita fijarse y alcanzar algunos objetivos mediatos.

    A este tipo de dificultad, inherente al descubridor, hay que sumar las que implica el descubrimiento, la transformacin culinaria, proceso muy fino y delicado de cuya naturaleza voy a procurar dar una idea desde mi perspectiva de bilogo. Los seres vivos del planeta (unicelulares, vegetales y animales) tienen un origen comn y todos dependen para la alimentacin unos de otros, de modo muy ntimo. En particular, los animales se alimentan de vegetales y animales, constituidos todos, como es de conocimiento general, por clulas y productos de clulas; de modo que todo alimento, cualquiera que sea su origen, posee una esencial similitud de composicin qumica con los dems alimentos y con el mismo que lo devora. A este respecto de la composicin qumica, todo ser vivo contiene un altsimo porcentaje de agua, tanto extracelular como intracelular, y, en esta ltima, est suspendida una estructura dinmica y sutil -el protoplasma, constituido fundamentalmente por protenas- cuyo papel es gobernar continuamente la incesante transformacin, unas en otras, de molculas disueltas en el agua intracelular -los metabolitos- para aprovechar en beneficio propio (esto es, del protoplasma) su materia y energa. Ni que decir tiene que molculas, en estado de perpetuo cambio, por una parte, consumen en l su energa y terminan convertidas en molculas qumicamente inertes y han de ser repuestas; y, por otra parte, no son unas molculas cualesquiera, sino molculas adecuadas y con carga de energa qumica que son proporcionadas al ser vivo por su alimento, sin el cual, como es obvio, todo ser vivo perece pronto. Por lo dems, est en la lgica de las cosas el hecho de que la fuente total (en los animales) y parcial (.en las plantas) de estas molculas alimenticias sea el cuerpo muerto de otros seres vivos, del que son aprovechados no slo los metabolitos y el protoplasma, sino la materia de reserva y las estructuras de Sostn que los seres vivos produjeron, a su vez, a partir de su alimento. Todo ello en la tumultuosa pero ordenada rotacin de materia y energa a travs del conjunto interdependiente de todos los seres vivos de la biosfera terrestre.

    Segn lo anterior, el agua es el sustrato donde se produce, en la intimidad del cuerpo de los seres vivos, todas las reacciones qumicas (el llamado metabolismo) de las que continuamente surge la vida; y no slo esto, sino que el agua misma participa activamente en todas estas reacciones. De este quimismo fisiolgico surgen, crecen y se multiplican todos los seres vivos. Como unos seres vivos se alimentan de otros (en particular los animales que viven de vegetales o de animales), podemos afirmar que, en la naturaleza, todo alimento resulta de otros en el curso de complejas reacciones qumicas producidas en el seno de agua lquida y por tanto transcurridas dentro de un margen muy corto de temperaturas, a saber, entre algo ms de cero grados (como lmite mnimo en que se congela el agua) y unos cincuenta grados (lmite mximo en que se desorganiza el protoplasma que gobierna el quimismo intracelular). Una conclusin razonable de lo anterior es que la transformacin artificial de un alimento, propio de otra especie animal, en alimento propio del homnido (y, luego, del hombre) - en una palabra, la actividad culinaria-: 1) ha de verificarse en el seno del agua, y 2) dentro de un margen de temperaturas que no puede exceder mucho de dicho margen superior para evitar que se destruyan irreversiblemente demasiadas molculas del alimento adecuadas para rendir su materia y energa en nuestro quimismo fisiolgico.

    Vemos ya, con alguna claridad, el significado cientfico de lo que -sin saberlo- se realiza al cocinar y que, por tanto, tena que verificar ese homnido que an no hablaba ni dispona de ms entrenamiento, en la nueva direccin que emprenda al cocinar, que su paciencia y capacidad de observacin ganadas en la preparacin de tiles. Ya hemos sealado la esencial innovacin que supuso el dominio del fuego; a saber, aplicar su actividad animal, consistente en acciones mecnicas, a transformar qumicamente lea con gran desprendimiento de calor que inflama los gases producidos. Pues bien, en la actividad culinaria, el homnido, de hecho, pas a aplicar el calor producido en la combustin de la lea a activar, en el seno del agua contenida en productos vegetales o animales, otras reacciones qumicas tales que rompan las cubiertas de las clulas vegetales y animales y las estructuras de sostn (difcilmente

    De pasada, digamos que los animales se caracterizan por el modo de actividad mecnica que slo ellos realizan y que los define, del mismo modo

    que las clulas

  • digeribles unas y otras) y movilicen y vuelvan solubles reservas alimenticias, etc.; y, as, tales reacciones permiten que los propios jugos digestivos del homnido tuviesen acceso al contenido alimenticio de las clulas de un alimento para el que su aparato digestivo no se haba adaptado en el curso de la evolucin animal. En resumen el homnido al realizar la primera actividad culinaria, aplic el calor producido en una reaccin qumica, esto es, la combustin de la lea, a activar otras reacciones qumicas, a saber, las que determinan en la prctica culinaria la transformacin de una forma de alimento en otra.

    De este modo, el homnido realiz el primer ejemplo de transformacin conducida artificialmente del nivel molecular que, desde la cocina, pasando por la cermica, la metalurgia, los curtidos, la alquimia, etc., hasta llegar a la qumica moderna, habra de constituir el objeto -junto con la actividad mecnica- de toda la actividad artesanal y luego industrial del hombre, hasta que, ya en el siglo XIX, logr incidir en otros niveles naturales (el electromagnetismo, la energa nuclear, etc.). Puede, pues, decirse que la cocina del homnido inici y marc la ruta de toda la actividad artificial del hombre, superpuesta a la mecnica, durante decenas de miles de aos y hasta casi nuestros das.

    En conclusin, para obtener resultados convenientes en la actividad culinaria, la aplicacin del fuego ha de ser tan suave y tan medida que sorprende que haya podido conseguirse por accin y experiencia puramente animal, esto es por homnidos que an no saban hablar; podemos decir que la cocina, pues, naci sin recetas, que fue conducida por signos meramente organolpticos, aprendida por mera imitacin, y, al servicio de urgentes necesidades animales. Pero, adems, la dificultad se exalta porque la cocina inicial tena que realizarse en las condiciones ms difciles: a fuego directo, sin aplicar ms agua que la contenida en los alimentos, sin vasijas y con los tiles ms rudimentarios. Haba que lograr la transformacin del alimento en sus jugos y evitando que el oxgeno atmosfrico quemase la comid