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¿QUÉ ES REAL? 1. Introducción a la metafísica. El objetivo de la metafísica consiste en preguntarse por la realidad: ¿Por qué hay algo en lugar de nada? Y, una vez que lo hay, ¿qué es eso que hay? ¿De dónde procede todo cuanto hay? ¿Qué relación se establece entre las distintas cosas que existen en el mundo? ¿Tienen todas igual valor como realidades que son o podemos establecer grados o niveles? El interés por la metafísica es tan antiguo como la propia filosofía. Los primeros filósofos se interesaron, en primer lugar, por cuestiones relacionadas con el origen del universo. Intentaban ofrecer una explicación racional y, para eso, proponían la existencia de una o varias sustancias originarias. Sostenían que toda la pluralidad y la riqueza del mundo que conocemos surgieron a partir de ellas. Desde entonces y hasta nuestros días, las cuestiones metafísicas no han dejado de preocupar y reclamar la atención de los filósofos. Cuando, en determinados momentos de la historia, la filosofía ha entrado en crisis y se ha llegado incluso a cuestionar su sentido, generalmente en el centro del problema estaban la metafísica y la posibilidad de lograr un conocimiento sólido acerca de la realidad en su conjunto. Para abordar el estudio de la metafísica, vamos a emparejar y analizar conjuntamente aquellos conceptos de esta disciplina que guardan una relación estrecha entre sí. De este modo, resultará más fácil precisar su significado y lograr su comprensión. Por otra parte, las distintas doctrinas metafísicas que se han sucedido a lo largo de la historia han surgido, normalmente, en oposición a una doctrina rival con la que polemizaban. Así, resulta útil estudiar las dos posiciones metafísicas de manera conjunta, en diálogo, para entender mejor qué defiende cada una de ellas. 2. El concepto de ser Todo cuanto hay es ser. El concepto de ser es el más general de todos los conceptos, puesto que abarca todo lo real. Este concepto nos ayuda a responder a la gran pregunta de la metafísica 1

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¿QUÉ ES REAL?1. Introducción a la metafísica.

El objetivo de la metafísica consiste en preguntarse por la realidad: ¿Por qué hay algo en lugar de nada? Y, una vez que lo hay, ¿qué es eso que hay? ¿De dónde procede todo cuanto hay? ¿Qué relación se establece entre las distintas cosas que existen en el mundo? ¿Tienen todas igual valor como realidades que son o podemos establecer grados o niveles?

El interés por la metafísica es tan antiguo como la propia filosofía. Los primeros filósofos se interesaron, en primer lugar, por cuestiones relacionadas con el origen del universo. Intentaban ofrecer una explicación racional y, para eso, proponían la existencia de una o varias sustancias originarias. Sostenían que toda la pluralidad y la riqueza del mundo que conocemos surgieron a partir de ellas. Desde entonces y hasta nuestros días, las cuestiones metafísicas no han dejado de preocupar y reclamar la atención de los filósofos.

Cuando, en determinados momentos de la historia, la filosofía ha entrado en crisis y se ha llegado incluso a cuestionar su sentido, generalmente en el centro del problema estaban la metafísica y la posibilidad de lograr un conocimiento sólido acerca de la realidad en su conjunto.

Para abordar el estudio de la metafísica, vamos a emparejar y analizar conjuntamente aquellos conceptos de esta disciplina que guardan una relación estrecha entre sí. De este modo, resultará más fácil precisar su significado y lograr su comprensión. Por otra parte, las distintas doctrinas metafísicas que se han sucedido a lo largo de la historia han surgido, normalmente, en oposición a una doctrina rival con la que polemizaban. Así, resulta útil estudiar las dos posiciones metafísicas de manera conjunta, en diálogo, para entender mejor qué defiende cada una de ellas.

2. El concepto de serTodo cuanto hay es ser. El concepto de ser es el más general de todos los conceptos, puesto que abarca todo lo real. Este concepto nos ayuda a responder a la gran pregunta de la metafísica ¿qué es eso que hay? Sin embargo, tras afirmar que lo que hay es ser, surge en seguida un nuevo interrogante: ¿Qué es ser? o ¿Qué es el ser?

La pregunta sobre el ser podría quedar resuelta si concretamos una definición de «ser». El problema es que no resulta fácil definir este concepto. Las definiciones, en general, establecen unos límites que nos permiten reconocer lo que queda dentro de un concepto y lo que queda fuera de él. De este modo, alcanzamos la comprensión de su significado. Sin embargo, en el caso del concepto «Ser», esto no es posible porque es demasiado amplio: todo es ser, es decir, no hay nada que sea algo y que quede fuera del concepto.

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Comprenderemos mejor la noción de «ser» si analizamos cómo la usamos en nuestro lenguaje. Ser como verbo tiene dos funciones: ATRIBUTIVA. Cuando lo utilizamos para atribuir una propiedad a un sujeto, como en la siguiente oración: «Este perro es muy dócil». EXISTENCIAL. Cuando lo empleamos como sinónimo de existir. Si decimos que algo es, sin más, estamos diciendo que ese algo existe, que está en el mundo. Ser como sustantivo. En la oración «El ser vivo es el objeto de estudio de la biología», es sinónimo de ente. Se convierte en el sujeto al que se le pueden atribuir determinadas propiedades o del que se puede predicar la existencia acudiendo a los anteriores usos.

Aristóteles fue el primer filósofo en advertir que el concepto de «ser» no es unívoco (que se predica de varios individuos con la misma significación) ni equívoco (que puede interpretarse en varios sentidos). Este concepto no tiene un significado único y sus distintos significados guardan relación entre sí, lo que nos lleva a confusión. Este filósofo sostenía que entre todos los sentidos en que usamos el concepto de «ser» existe una relación de analogía, un parecido de familia que les da la relación que mantienen con la sustancia. Todos los sentidos en los que se utiliza este concepto se refieren a la sustancia.

2.1. La sustancia y sus propiedades. Sustancia es «aquello que está debajo de algo, sirviendo de soporte». Lo soportado son sus propiedades. Existe como sujeto del que se predican las propiedades. Las propiedades son predicados de una sustancia. Esta existe de modo independiente; no necesita de otra cosa para existir. Sus propiedades, en cambio, la necesitan; no existen separadas de la sustancia a la que afectan. Por tanto, aunque una sustancia y sus propiedades sean reales y se les pueda aplicar el concepto de ser, la sustancia lo es de modo fundamental. Por ejemplo, Juan es una sustancia y, por eso, posee una existencia independiente. Su estatura o su profesión son propiedades de Juan y solo existen en tanto forman parte de él.

Las sustancias poseen dos tipos de propiedades:

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2.2. Tipos de sustancias. Los filósofos han llegado a distinguir tres tipos de sustancias que, a su vez, definen tres ámbitos diferentes de la realidad:

Sustancias materiales. Ocupan un lugar en el espacio y, generalmente, las captamos con los sentidos. Sustancias espirituales. Pueden ex1st1r con independencia de la materia, por ejemplo, el alma, los productos culturales, etc. Sustancia absoluta. Es Dios concebido como ser que no necesita nada para existir.

La distinción de estos ámbitos no implica la aceptación de su existencia real. De hecho, algunos filósofos han negado la existencia de alguno o algunos de los ámbitos de realidad propuestos.

3. Unidad y pluralidadCuando en el siglo VI a. C. los primeros filósofos se preguntaron por el origen del universo, pensaron que debía haber una sustancia originaria a partir de la cual se generara todo. Creyeron que toda la pluralidad de realidades diversas que contemplamos remite, en última instancia, a una realidad única de la que todas proceden (arjé). De este modo, tomaron conciencia de la relación que existe entre la unidad y la pluralidad.

Ante nuestra mirada desfila una enorme variedad de seres diferentes e individuales. Pero esa pluralidad que se nos ofrece a los sentidos no es caótica: cada ser presenta características bien definidas que comparte con otros seres del mismo tipo y que son las que nos permiten reconocerlos como miembros de una clase específica, ya sea la de los caballos, las palomas, las sillas o los frigoríficos. El hecho de que podamos aplicar un mismo nombre a toda una serie de animales o de objetos inanimados del mismo tipo nos indica que, más allá de su diversidad, hay algo que permite agruparlos y les proporciona unidad. El proceso de unificación continúa cuando nos damos cuenta de que las sillas y los frigoríficos son muebles, y de que los caballos y las palomas son animales. La pluralidad que captamos inicialmente nos conduce hacia una unidad última que englobaría todo lo real.

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3.1. Monismo y pluralismo. La realidad puede ser contemplada desde dos perspectivas diferentes. Por una parte, se muestra plural; por otra, parece apuntar hacia la unidad. Los filósofos que han buscado una explicación de la realidad han puesto el acento en una de estas facetas en detrimento de la otra. Los defensores del monismo postulan el carácter unitario de lo real. Los defensores del pluralismo consideran esencial la rica diversidad de la realidad y niegan la posibilidad de reducir la pluralidad a una unidad original.

Monismo moderado. Admite la existencia de una pluralidad de seres, pero sostiene que esa diversidad remite, en último término, a una única sustancia. Se trata de una unidad tanto desde el punto de vista del origen (al principio había una sustancia única) como desde la perspectiva de la constitución de lo real (todos los seres están hechos de un mismo tipo de sustancia). Monismo radical. Niega por completo la pluralidad. La realidad es, ha sido y seguirá siendo siempre unitaria. Esta postura parece ir en contra del sentido común y de la evidencia sensible. Sin embargo, quienes la defienden se apoyan en sólidos argumentos racionales y ponen de relieve las contradicciones en las que incurrimos si sostenemos que la pluralidad surgió de una unidad originaria. Pluralismo moderado. Se opone frontalmente al monismo radical. Afirma la incuestionable existencia de una variedad de realidades diferentes, aunque admite que esa diversidad pueda restringirse a un reducido número de sustancias originarias. Reconoce la capacidad de la razón para hallar similitudes entre realidades individuales y crear conceptos que proporcionan unidad dentro de la diversidad. Pluralismo radical. Sostiene que la diversidad de lo real no puede ser reducida a ningún tipo de unidad esencial. Cada ser es único y singular. Cuando agrupamos a seres distintos dentro de un mismo concepto, lo hacemos porque nuestro conocimiento es conceptual y necesita de esos agrupamientos, no porque realmente haya algo que proporcione una unidad real a seres que son esencialmente diversos.

3.2. Realidad y apariencias. Las tesis defendidas por el monismo y el pluralismo radical nos resultan difícilmente aceptables porque parecen en contra del sentido común. Sin embargo, sus defensores insisten en que debemos distinguir entre la realidad y las apariencias. A veces, la realidad se oculta tras un velo de apariencias. Solemos creer que se nos muestra tal como es, sin tapujos; pero, con frecuencia, descubrimos que nuestra primera impresión sobre ella no era la acertada. Los espejismos, las ilusiones ópticas y muchos fenómenos de este tipo nos alertan sobre la posibilidad de engaño con la que, a veces, se nos muestra.

Platón sostenía que la verdadera realidad está constituida por unas esencias inmutables, eternas y perfectas a las que llamó Ideas. Los objetos del mundo sensible, según él, son copias imperfectas de aquellas esencias. Todo cuanto captamos a través de nuestros sentidos son apariencias. Tras ellas se halla la auténtica realidad que únicamente puede ser captada por el entendimiento.

Para Aristóteles, en cambio, las sustancias individuales que captamos por nuestros sentidos no son apariencias, sino la verdadera realidad. Este filósofo sostenía que las esencias de las que hablaba Platón

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no existían separadas, sino incorporadas en los seres sensibles individuales, es decir, haciendo que esos seres sean, precisamente, el tipo de ser que son.

El conflicto entre realidad y apariencias da argumentos al monista y al pluralista. El primero dirá que la realidad plural es apariencia tras la que se esconde la verdadera realidad de la unidad de todo lo real. El segundo afirmará que la unidad es aparente, que lo único real es la pluralidad esencial de la realidad.

3.3. Lo permanente y lo cambiante. Una característica común a los seres naturales es su capacidad para cambiar, evolucionar y transformarse. Aristóteles llegó a afirmar que quien rechaza la existencia del cambio está negando la propia naturaleza. Sin embargo, también defendió la teoría de que en la naturaleza siempre existe algo que permanece inalterado en cada cosa que cambia.

Es lo que ocurre con el movimiento de nuestro planeta. Rotamos alrededor del eje de la Tierra a una velocidad superior a los 1 000 km/h y nos desplazamos alrededor del Sol a gran velocidad; pero no notamos nada porque todo lo que nos rodea se mueve a la par que nosotros. En el niño que crece y se transforma en un adulto se producen cambios apreciables (en su modo de pensar, se mueve de un sitio a otro, se corta el pelo o se deja barba), pero sigue siendo la misma persona. Algo se debe haber conservado fijo e inmóvil, mientras todo lo demás cambiaba.

Entonces, podemos decir que los seres naturales cambian pero, al mismo tiempo, conservan algo inmutable. Cabe preguntarse cuál de esos dos componentes de lo real - lo cambiante o lo permanente- es más decisivo. Ante esta pregunta existen dos posturas:

Los defensores del carácter estático de la realidad ponen el acento en todo lo que permanece a través de los cambios y en cómo es eso lo que define a los seres reales, lo que los hace ser lo que son. Las propiedades de los seres son las que no cambian, mientras que lo que se transforma es siempre accidental, secundario e, incluso, irrelevante. Entre estos autores cabe destacar a Parménides y, sobre todo, a Platón, para quien la verdadera realidad está integrada por las Ideas. Los defensores del dinamismo de la realidad destacan el carácter procesal de todo cuanto ocurre, en la naturaleza y en la sociedad humana. Afirman que no hay nada que permanezca realmente, que somos nosotros los que creamos la ficción de que algo es inmutable para facilitarnos la comprensión de cuanto ocurre. La esencia de la realidad es un devenir continuo e inagotable. Entre los autores destacan Heráclito, Hegel, Marx y Nietzsche.

Existe una estrecha relación entre la cuestión de la unidad o pluralidad de lo real y la relativa a su carácter estático o dinámico. En general, los defensores del monismo, y especialmente de aquellos que apoyan su versión radical, son también partidarios de concebir la realidad como esencialmente estática. Los pluralistas, por el contrario, se decantan por una visión dinámica y procesal de la naturaleza, y la realidad en su conjunto.

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4. Esencia y existencia4.1. ¿Qué es la esencia? La esencia es el conjunto de propiedades que define aquello que una cosa es. Dicho de otro modo, es la respuesta que damos a la pregunta ¿qué es? La respuesta a ¿qué es? debe construirse incluyendo las propiedades esenciales del sujeto; es decir, aquellas que no le pueden faltar a una cosa para seguir siendo lo que es.

La esencia es fundamental e imprescindible para cada cosa que existe. Sin embargo, no basta para garantizar la realidad de algo. De hecho, podemos enumerar esencias que no están presentes en ningún individuo. Pensemos en los animales mitológicos o en especies extinguidas. Están las esencias de sirena o dinosaurio pero, nunca existieron las primeras y hoy día solo quedan restos arqueológicos de los segundos.

Aparte de la esencia, se necesita algo más para que un individuo pueda ser plenamente real. Que haya una esencia de algo garantiza

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la posibilidad de que pueda existir pero, además, esa esencia tiene que realizarse en un individuo. Esto se logra con la existencia. Solo los individuos que cuentan con esencia y con existencia son verdaderamente reales.

A lo largo de la historia de la filosofía, los pensadores se han preguntado por el tipo de existencia que corresponde a la esencia. Podemos sintetizar las diferentes posturas al respecto en tres grandes grupos:

Los defensores del esencialismo o realismo exagerado afirman que las esencias existen como realidades separadas e independientes de los individuos a los que se les aplican. Son entidades universales reales y los individuos son copias de ellas. Platón y Agustín de Hipona. Los partidarios del conceptualismo o realismo moderado sostienen que la esencia solo existe en los individuos o como concepto en la mente del sujeto que piensa en ella. Aristóteles y a Tomás de Aquino. Los nominalistas son los defensores del menor grado de realidad atribuible a las esencias. Para ellos, una esencia es solo un nombre, una etiqueta que usamos para comunicarnos. No posee más realidad que la del sonido pronunciado o los trazos de su escritura. El gran defensor de esta opción fue el filósofo medieval Guillermo de Ockham.

4.2. ¿En qué consiste la existencia? Existir es estar en el mundo. Un ser existe cuando sale de la interioridad de su esencia y se muestra al exterior para que otros seres pueden entrar en contacto con él. Básicamente, existen dos modos fundamentales de existir: La existencia real se corresponde con las entidades que, aun cuando pudieron necesitar de otros seres reales para lograr su existencia, están en el mundo real y la conservan de un modo independiente de otros seres reales. La existencia ideal es la que poseen las ideas en la mente de un sujeto que las piensa. Según el conceptualismo, por ejemplo, esta es la existencia que tienen las esencias.

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Es posible poseer solo una o las dos formas de existencia. El óleo de Velázquez Las meninas, del Museo del Prado, en Madrid, posee existencia real. Esta puede ser constatada por quien visite el museo. A su vez, al nombrarlo aquí, se hace presente en la mente de quien lo menciona y en la de quien está leyendo este párrafo. Por tanto, también adquiere existencia ideal cuando pensamos en él. Un planeta remoto orbitando en una estrella que pertenece a una galaxia que jamás ha sido divisada por nadie tiene existencia real, aunque no tenga existencia ideal. Los entes de ficción, como los unicornios y los centauros, o los entes matemáticos, poseen existencia ideal, aun sin tener existencia real.

Aclaradas la esencia y la existencia, podemos analizar sus relaciones. La diferencia entre ambos conceptos se hace evidente al verse ambos como las respuestas a preguntas diferentes: la esencia, por su parte, es la respuesta a la pregunta ¿qué es? o ¿qué es la cosa?, mientras que la existencia responde a ¿es real? Esta diferencia pone de manifiesto que, sin ser lo mismo, entre esencia y existencia hay una estrecha relación.

La esencia es la posibilidad de ser real y la existencia es la que hace efectiva esa posibilidad.

Es decir, para un ser, poseer esencia significa tener la posibilidad de estar en el mundo y, a su vez, la existencia conlleva el cumplimiento de las expectativas que su esencia le proporciona. De esta relación se deriva que la esencia debe ser previa a la existencia. Los seres primero poseen esencia y, luego, algunos logran la existencia real y otros no. Aunque esta pueda resultar una consecuencia lógica, hay una corriente filosófica, denominada existencialismo, que sostiene que, si bien el mencionado orden entre esencia y existencia puede ser válido para la mayoría de los seres, no es aplicable al ser humano. Esto se debe a que los humanos somos libres y, al ejercer la libertad, nos hacemos a nosotros mismos. Por eso, nuestra esencia está en construcción mientras vivimos y solo al final de nuestra vida queda definida del todo. Dicho de otro modo: los seres humanos llegamos a la existencia con nuestra esencia puesta a cero y, a partir de ahí, la vamos definiendo con las elecciones que tomamos en nuestra vida. Al final, lo que hayamos llegado a ser será la esencia que nos hemos dado a nosotros mismos.

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4.3. Ser contingente y ser necesario. Un asunto de gran importancia, vinculado con la relación entre esencia y existencia, es el de la contingencia o necesidad de un ser. Decir de un ser que es contingente significa afirmar que es posible que ese ser exista, pero que también es posible que no exista. Por el contrario, al decir que un ser es necesario, afirmamos que ese ser no puede no existir.

Ser contingente es aquel para el que la existencia no es una de las propiedades que constituyen su esencia. Ser necesario es aquel cuya esencia cuenta, entre sus propiedades, con la existencia. Un ser necesario no puede no existir, ya que si es un ser, tiene esencia; y, si es necesario, la existencia es una de las propiedades de su esencia.

Algunos filósofos cristianos medievales vincularon la distinción entre seres contingentes y necesarios con su doctrina de la Creación. Según su explicación, la Creación es el acto por el que el ser necesario, Dios, proporciona la existencia a los seres creados. Estos son todos contingentes y, por tanto, tienen la posibilidad de existir. Dios, con su acto de Creación, hace que dicha posibilidad se realice.

4.4. La cuestión sobre la existencia de Dios. Entre todos los temas de la metafísica, el de la existencia de Dios es uno de los que más interés ha suscitado. A lo largo de la historia, existen cinco posiciones filosóficas en relación a este tema, definidas por la actitud que adoptamos ante la posibilidad de la existencia de Dios: teísmo, deísmo, panteísmo, agnosticismo y ateísmo.

Los filósofos que defendieron la existencia de Dios plantearon argumentos para demostrar sus teorías. Todas las pruebas pueden ser clasificadas en dos grupos, según el procedimiento seguido: Pruebas a priori. Se denominan así porque no utilizan los datos de la experiencia ni los supuestos efectos de la acción divina para probar la existencia de Dios. Las pruebas a priori parten de la noción misma que tenemos de Dios y, a

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partir de ahí, sostienen la necesidad de su existencia. Pruebas a posteriori. Conciben la realidad natural como un efecto que necesita de una causa que explique su ser. Concluyen que Dios es esa causa buscada.

Una prueba a priori tomaría la noción de ser necesario y afirmaría que su esencia existe puesto que podemos pensar en ella. Una vez aceptada la existencia de la esencia del ser necesario, se pasaría a afirmar la existencia del propio ser, puesto que, la existencia es uno de los componentes de la esencia del ser necesario. La prueba a posteriori, en cambio, partiría de la constatación de la existencia de seres contingentes. Estos seres necesitan que la existencia les sea otorgada por otro ser distinto de ellos, puesto que en su esencia no está incluida la existencia. El ser que otorga la existencia a un ser contingente puede ser, a su vez, contingente o necesario. Pero no es posible que todos los seres contingentes obtengan la existencia a partir de otro ser contingente. Tiene que haber una primera causa que inicie la cadena de seres contingentes que son causa de otros seres contingentes. Esa primera causa ha de ser un ser necesario, que no puede ser otro que el Dios creador cuya existencia afirman los teístas.

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5. Dualismo ontológico y materialismo.A lo largo de la historia de la filosofía, se han distinguido dos tipos de realidad: la material y la inmaterial o espiritual. Resulta incuestionable la existencia de la realidad material, pues nadie puede negar que haya seres materiales; su presencia se nos impone de manera taxativa. Junto con ella se ha afirmado la existencia de otra realidad que podemos denominar espiritual o inmaterial. Los defensores del dualismo ontológico sostienen la existencia de dos tipos de realidad, una material y otra espiritual. Los materialistas, en cambio, niegan la existencia de otra realidad que no sea la propiamente material.

5.1. El dualismo ontológicoLa presencia del dualismo ha sido constante en la filosofía. Se inició con Pitágoras. El primero en hacer esta distinción fue Platón con su separación entre un mundo inteligible y otro sensible. Después, la filosofía cristiana medieval y Descartes, en la época moderna, profundizaron en esa distinción.

En general, los dualistas afirman que, junto al mundo material, existe otro de índole espiritual. A este último pertenecen, por ejemplo, Dios, el alma humana, las ideas en la mente de quien las piensa o los valores morales de un conjunto de individuos. Todos pueden existir de modo independiente, aunque no estén dotados de materia. Afirmar la existencia de una realidad espiritual allana el camino para aceptar la existencia de Dios o la inmortalidad.

Si admitimos que hay un tipo de realidad que se capta por los sentidos, la ausencia de experiencia sensible relativa a Dios o al alma humana deja de ser una objeción contra su existencia. Si sostenemos que el ser humano posee un alma inmaterial además de un cuerpo, aquella no tiene por qué verse afectada por la muerte de este. Puede continuar existiendo.

El dualismo ontológico implica casi inevitablemente la afirmación de la existencia de un mundo sobrenatural en donde habitan las realidades inmateriales y que vendría a sumarse al mundo natural dominado por los seres materiales. El mundo sobrenatural no es un lugar físico, un sitio que se pueda visitar. Su carácter inmaterial hace impensable esa posibilidad. Se trata, más bien, de un modo de existir diferente del que poseen los seres naturales, que nacen, perecen y están dotados de materia. Las realidades sobrenaturales no están sujetas al deterioro que sufren los seres naturales.

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La principal dificultad del dualismo es explicar cómo se relacionan estos dos tipos de realidad. A veces, tenemos una sensación de tristeza y nuestros ojos comienzan a llorar. Otras, pensamos en nuestro amigo enfermo y le llamamos, o le visitamos. Si asumimos que esos sentimientos vienen del alma, ¿cómo se produce la comunicación entre el alma, que ha experimentado la emoción o ha tenido la idea, y nuestro cuerpo, que ha realizado las acciones correspondientes? Es una cuestión para la que el dualismo no tiene respuesta.

5.2. El materialismo. Esta doctrina metafísica afirma que solo existe un tipo de realidad: la realidad material. Los materialistas se declaran ateos y niegan la existencia de un alma inmaterial. Las emociones, las ideas, los valores, etc., que los dualistas concebían como realidades inmateriales, son consideradas como manifestaciones de realidades materiales y, por tanto, reductibles a su origen material.

Dependiendo de cómo se defina o entienda la materia, existen dos tipos principales de materialismo:

Materialismo mecanicista. La realidad está constituida por corpúsculos que actúan unos sobre otros de acuerdo con leyes mecánicas susceptibles de ser expresadas matemáticamente. Concepción dominante del universo en la ciencia moderna durante los Siglos XVIII y XIX.

Materialismo histórico. Se ciñe al ámbito de la sociedad y a su desarrollo histórico. No presta atención ni incluye a la naturaleza. El materialismo histórico es un modo de concebir al ser humano como un ser material cuya esencia consiste en producir socialmente las condiciones en las que debe desarrollar su vida. Para eso, transforma la realidad natural por medio de su trabajo y obtiene un producto que sirve a sus propósitos. Fue propuesta por Karl Marx en el siglo XIX.

6. El problema de la metafísica.

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Si comparamos la historia de la metafísica con la de la física o la biología, las diferencias son evidentes. La física ha realizado grandes avances en los tres últimos siglos. Lo mismo cabe decir de la biología, desde que Darwin propuso su teoría de la evolución hasta nuestros días. Sin embargo, la metafísica parece atascada en las mismas cuestiones de siempre, sin haber resuelto ninguna de modo definitivo. La ciencia progresa mientras la metafísica parece estancada. Esto es lo que se ha llamado «el problema de la metafísica».

6.1. El planteamiento del problema. El primero en afrontar este problema fue lmmanuel Kant, a finales del siglo XVIII. Tras un detallado análisis de las diferencias existentes entre la física y las matemáticas, por un lado, y la metafísica, por otro, llegó a la conclusión de que esta última jamás podría convertirse en un saber riguroso que logre nociones ciertas y seguras sobre su objeto de estudio.

El conocimiento se produce como resultado de aplicar conceptos y estructuras cognoscitivas que están en nuestra mente a los datos obtenidos por medio de la experiencia sensible. El problema radica en que no es posible obtener experiencia sensible de los objetos metafísicos. Tenemos sensaciones producidas por objetos particulares, pero no es posible tener una experiencia sensible de toda la realidad en su conjunto, o de Dios, o del alma humana. Por tanto, cuando aplicamos los conceptos de la

El GRITO de E. Munch, puede interpretarse como reflejo del vértigo del ser humano frente a la certeza de su incapacidad para comprender la realidad.

mente a los de la metafísica, como si se tratara de objetos de los que hemos tenido experiencia sensible, damos la apariencia de obtener conocimiento, pero en realidad no lo logramos. De ahí que nunca haya habido progreso en el conocimiento de estas cuestiones.

Kant negó la posibilidad de lograr un conocimiento científico sobre los objetos de la metafísica, pero no rechazó totalmente el conocimiento sobre Dios o el alma humana. A su juicio, si bien en el ámbito teórico no es posible avanzar en tales conocimientos, en el ámbito de la acción humana, en cambio, desempeñan un papel fundamental, ya que orientan esa acción en la dirección adecuada. Más aún, Kant llegó a sostener que la moralidad de nuestra conducta implica la existencia de Dios, así como la libertad y la inmortalidad del alma humana.

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6.2. La radicalización contra la metafísica. La revuelta contra la metafísica ya se había iniciado y otros vendrían a continuar la labor de acoso y derribo. El primero en tomar el relevo fue el filósofo de origen francés Auguste Comte, en el siglo XIX. Según este pensador, la humanidad ha atravesado tres etapas en su desarrollo intelectual.

Estadio religioso. Los seres humanos se preguntaban por el porqué de las cosas y ensayaban respuestas personificando las fuerzas de la naturaleza. Estadio metafísico. Los seres humanos seguían formulándose las mismas preguntas, pero dejaron de buscar las respuestas en algo misterioso y sobrenatural para construir conceptos abstractos que sirvieran para obtener una respuesta satisfactoria. Estadio científico o positivo. A partir del Renacimiento, nuestros antepasados dejaron de preguntarse por el porqué de las cosas y se interesaron por el cómo, por los procesos y las regularidades que se observan en la naturaleza. Había que dar nuevas respuestas a este nuevo tipo de preguntas: las leyes y las teorías científicas vinieron a cubrir esa necesidad.

Así, la metafísica es concebida como algo del pasado, como un quehacer que cumplió una función durante una larga etapa en el proceso de maduración de la humanidad, pero que ahora ya ha sido superada y debe quedar atrás.

En el siglo xx, los neopositivistas afirmaron que las proposiciones de la metafísica carecen de significado. Carnap propuso la teoría verificacionista según la cual, para que un enunciado tenga significado, es necesario que pueda ser verificado a través de la experiencia. Dado que los enunciados de la metafísica no pueden ser verificados empíricamente, carecerían de significado. Wittgenstein, por su parte, sostuvo que el mundo está compuesto por hechos y que el lenguaje debe servir para describirlos. En la medida en que no hay hechos metafísicos, nada que tenga sentido podrá ser dicho en torno a la metafísica.

A pesar de estas críticas, hoy día sigue habiendo filósofos que piensan que la metafísica -aunque diferente a las disciplinas científicas- constituye un tipo de saber racional que puede proporcionar una gran ayuda al ser humano en su tarea de comprensión de su propia vida y del mundo donde habita.

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