a. j. quinnell (philip nicholson) - hombres en llamas

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A. J. Quinnell (Philip Nicholson) - Hombres en llamas

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A. J. QuinnellHombre en llamas

Ttulo original: Man on FireTraduccin: Ofelia Castillo Emec Editores S.A. Grandes novelistasBuenos Aires Argentina - julio de 2004

A. J. Quinnell es el seudnimo de un escritor que quiere permanecer en el anonimato porque sus prximos libros relatarn intrigas entre naciones y culturas y se desplazarn libremente a travs de las fronteras internacionales. l desea para s la misma libertad.

Dame, Seor, lo que todava tienes;dame lo que nadie reclama.No te pido riquezani xito, ni siquiera salud:la gente te pide todo eso con tanta frecuencia, Seor, que ya no te debe quedar ms.Dame, Seor, lo que todava tienes;dame lo que la gente se niega a aceptar de ti.Quiero la inseguridad y el desasosiego,quiero el tumulto y la lucha.y si me los concedes, Seor,de una vez por todasasegrame que los conservar,porque no siempre tendr el corajede pedrtelos.

ZIRNHELD Plegaria de los paracaidistas

Prlogo

Invierno en Miln. Costosos automviles bordeaban una avenida suburbana. En el enorme edificio oculto tras los rboles una campanilla son dbilmente y, minutos despus, los nios, arropados para defenderse del viento, se volcaron a la escalinata y se dispersaron en direccin a la tibieza de los automviles que los aguardaban.Pepino Macchetti, ocho aos, la cabeza hundida en el cuello de su impermeable, corri hacia la esquina donde el chofer de su padre estacionaba siempre el Mercedes azul. El conductor observ por el espejo al nio que se aproximaba y se inclin hacia atrs para abrir la puerta. Pepino se zambull complacido en la tibieza del tapizado de cuero, la puerta se cerr y el coche arranc. El chico se quit el impermeable y recin cuando el automvil haba llegado a la esquina siguiente, levant la cabeza y se dio cuenta de que el conductor no era Angelo. Antes de que alcanzase a formular una pregunta, el Mercedes volvi a arrimarse al cordn, la puerta se abri y un hombre corpulento se instal junto al muchacho. El conductor esper con paciencia un claro en el trfico congestionado, y volvi a partir suavemente. Pepino Macchetti era ya en el mes de enero la tercera vctima de secuestro en Italia ese ao.Haca un calor desacostumbrado en el puerto corso de Bastia, lo que haba impulsado al dueo del bar a colocar una mesa y sillas afuera, sobre la vereda empedrada. Un hombre estaba sentado solo, bebiendo whisky y contemplando el muelle donde el ferry a Liorna se preparaba para partir.Haca dos horas que estaba all; cada tanto haca una sea hacia el interior del negocio para que volvieran a llenarle el vaso, hasta que el patrn termin por dejarle sobre la mesa la botella y un gran plato lleno de aceitunas negras.Un chico estaba sentado en la defensa metlica, del otro lado del camino, observando atentamente al hombre que, poco a poco, daba cuenta de las aceitunas y del whisky.Era un da tranquilo, porque todava no haba empezado la temporada turstica y lo nico que poda atraer la atencin del muchacho era aquel desconocido. El hombre haba suscitado su curiosidad, por su quietud y su aire de aislamiento. Sus ojos no seguan el movimiento del escaso trnsito, sino que permanecan fijos en el muelle, en el ferry que aguardaba. De vez en cuando echaba una mirada hacia el muchacho: ojos comunes, en una cara cuadrada. Tena una cicatriz vertical sobre un ojo y otra en el mentn. Pero eran los ojos los que llamaban la atencin del chico; ojos grandes, hundidos y de prpados pesados. El hombre los entornaba como para evitar el humo del cigarrillo, aunque no estaba fumando.El chico le haba odo pedir el whisky en correcto francs, pero supona que el hombre no era francs. Sus ropas -pantaln de corderoy azul oscuro y chaqueta de algodn sobre un suter negro de cuello alto- eran caras pero estaban muy usadas, como la valija de cuero junto a su mesa. El muchacho tena una gran experiencia en evaluar a los extranjeros; sobre todo, en evaluar su situacin econmica. Pero ste lo desconcertaba.El hombre ech un vistazo a su reloj de pulsera y se sirvi lo que quedaba de whisky. Lo bebi de un solo trago, levant la valija y cruz la calle.El chico permaneci sentado en la defensa del camino mirndolo aproximarse. El cuerpo era como la cara: cuadrado; y slo cuando el hombre estuvo cerca advirti que era muy alto; medira ms de un metro ochenta. Tena una curiosa manera de andar, considerando su corpulencia: el paso leve, apoyando primero el borde exterior de los pies.Al pasar, mir de reojo al muchacho, y ste advirti que, a pesar del whisky, caminaba con naturalidad y firmeza. El chico se levant de un salto y cruz la calle corriendo para comerse la media docena de aceitunas que haban quedado en el plato.Una hora y media despus vio al ferry alejarse del muelle. Haba pocos pasajeros; el desconocido estaba apoyado en la baranda de popa, solo. El barco comenz a tomar velocidad y, obedeciendo a un impulso, el chico salud agitando la mano. Aunque el desconocido estaba ya demasiado lejos para verle los ojos, el muchachito sinti que estaban fijos en l, y despus vio cmo la mano soltaba la baranda por un instante y haca un breve gesto de reconocimiento.

En Palermo haca ms calor an, y en la amurallada villa enclavada al pie de las colinas, en las afueras de la ciudad, todas las ventanas estaban abiertas, dejando entrar en el estudio del primer piso la suave brisa del sur. All tena lugar una reunin de trabajo. Eran tres hombres; uno, sentado detrs de un enorme y pulido escritorio, y los otros dos frente a l. La brisa dispersaba el humo de los cigarrillos. Ya se haban examinado cuestiones de rutina. El hombre que estaba detrs del escritorio haba escuchado el informe de los otros dos acerca de una serie de actividades desarrolladas a lo largo del pas, desde la zona de los Alpes hasta la punta de Sicilia. De vez en cuando interrumpa brevemente para que le aclarasen o ampliasen algn punto, pero en general se limitaba a escuchar. Despus dio una serie de instrucciones concisas y los dos hombres asintieron al unsono. No se tomaron notas. Una vez solucionadas las cuestiones de rutina, analizaron la situacin en el sur de Calabria. Algunos aos atrs, el gobierno haba decidido construir un complejo siderrgico en aquella zona pauprrima. El hombre que estaba detrs del escritorio haba colaborado con las autoridades, extraoficialmente. Miles de hectreas fueron compradas a diversos propietarios. Las operaciones de compra requirieron largas y trabajosas negociaciones, durante las cuales la composicin del gobierno haba cambiado. Se sucedieron los ministros, y en aquel momento el Partido Comunista cuestionaba la factibilidad del proyecto. El hombre detrs del escritorio estaba irritado. Ya se sabe que, en todas partes del mundo, los hombres de negocios tienen legtimos motivos de queja contra los gobiernos vacilantes. Pero an estaban en juego grandes sumas de dinero. Hubiera sido necesario controlar mejor las cosas.Los dos hombres finalizaron su informe y esperaron que su patrn tomase una decisin.Estaba sentado en una silla de respaldo alto, sobre un almohadn, porque era bajo, de apenas un metro sesenta de estatura. Aunque ya haba pasado los sesenta aos, tena un rostro suave y algo regordete, como sus manos, que apoyaba inmviles sobre el escritorio. Vesta un traje azul oscuro, de excelente corte, que disimulaba su incipiente gordura. Sus labios, gruesos para la cara, se fruncan levemente mientras reflexionaba. Era, en apariencia, un hombre cito remilgado.Por ltimo, tom una decisin.-Abandonamos. Preveo ms problemas. Don Mommo tendr que asumir toda la responsabilidad.Los dos hombres asintieron. La reunin haba terminado. Se levantaron y se dirigieron al estante de las bebidas. El hombre bajo sirvi tres vasos de Chivas Regal.-Salut -dijo.-Salut, don Cantarella -contestaron los otros dos al unsono.

PRIMERA PARTE

1

A travs de la ventana de estilo francs, su mirada se dirigi ms all del lago. Las luces del Hotel Villa D'Este, sobre la margen opuesta, brillaban suavemente sobre el agua.Era una mujer de clsica belleza napolitana. Su boca petulante, grande y de labios carnosos, dominaba la cara de lneas curvas. Pmulos altos, ojos grandes y rasgados y una barbilla hendida, en perfecto equilibrio con la frente combada. La espesa melena negra caa rectamente hasta los hombros donde se doblaba hacia dentro, con suavidad. Las lneas curvas continuaban hacia abajo: cuello esbelto, un cuerpo de cintura estrecha y piernas largas, de pechos plenos y firmes.Llevaba un vestido recto y simple, con un lazo en la cintura y de corte cuadrado a la altura de los hombros. La elegancia del modelo se deba a la rica textura de la seda, estampada en diversos tonos de azul. Por otra parte, la piel de la mujer tena una suavidad profunda, como de terciopelo debajo de un cristal.Su carcter era una consecuencia de su belleza. Desde una edad temprana se haba permitido transitar senderos muy diferentes de los de la mayora de las mujeres. La belleza era un arma, y tambin un vehculo en el cual viajar a travs de la vida. Un vehculo acorazado, que la protega del sufrimiento y de la indignidad. Era inteligente, y aun desde un cuerpo algo menos bello hubiese sido capaz de desarrollarse, de ver ms all del crculo de luz que su belleza proyectaba. Pero cuando el vehculo se pona en movimiento las sombras retrocedan y ella no poda verlas.Tales mujeres tienen por fuerza que ser egocntricas. Todos los ojos las contemplan y los odos las escuchan. Si poseen un carcter lo suficientemente fuerte como para sobrevivir despus de que la belleza se marchite, ste puede surgir por s mismo. Pero estas transiciones son raras. Por lo general, el ocaso de la belleza se presenta acompaado del dolor de que la naturaleza sea capaz de quitar lo que antes concedi con largueza.A su espalda se abri una puerta, y la mujer se volvi, al tiempo que una nia entraba en la habitacin. Slo podan ser madre e hija, aquellos dos seres, porque la nia, todava juguetona y desgarbada, era una especie de copia en miniatura de la mujer. Tena un rostro plido y expresivo, an desprevenido, abierto en su inocencia. No haba en ella signo alguno de petulancia, aunque tena los labios apretados y sus ojos echaban chispas.-La odio, mam! La odio!-Por qu?-Estudi lgebra, me esforc todo lo que pude, pero sa nunca est satisfecha. Ahora dice que tendr clase de lgebra otra vez maana, una hora.-Pinta, tienes que esforzarte; si no, cuando vuelvas a la escuela estars ms atrasada que los otros -dijo la mujer, abrazando a la nia.-Cundo, mam? Cundo volver a la escuela? No me gusta tener una gobernanta. -La mirada de la nia era expectante.La mujer deshizo el abrazo y volvi a contemplar la otra margen del lago.-Pronto, Pinta. Tu padre regresa esta noche, y yo le hablar del asunto. Ten paciencia, cara, ya falta poco.Se volvi y sonri a su hija.-Pero aun en la escuela, tendrs que aprender lgebra.-No me importa -exclam la nia, riendo-. En la escuela los profesores tienen que hacer preguntas a muchas chicas, pero con la gobernanta siempre me preguntan a m. Es aburrido, mam. Trata de arreglarlo pronto, por favor.Se puso en puntas de pie y abraz con fuerza a su madre. -Ser pronto -fue la respuesta-. Te lo prometo.

Ettore Balletto manej su automvil desde Miln a Como presa de sentimientos encontrados. Despus de una semana de ausencia, extraaba a Rika y a Pinta, pero el regreso a casa sera tormentoso. Habra que tomar decisiones que a Rika no le gustaran; y para ella, disgusto y aceptacin eran trminos incompatibles. Conduca el Lancia a gran velocidad a travs del trnsito nocturno, prestando slo una atencin automtica a la ruta.En trece aos de matrimonio haba aprendido a no subestimar las dificultades que se presentaban con su mujer. Pens en aquellos aos y se pregunt si tena algo que lamentar; pero la pregunta no tena respuesta. Mientras estuviese casado con ella seguira siendo un adicto: incapaz de librarse de la droga y, por lo tanto, de cuestionar sus efectos.No se consideraba un hombre de carcter dbil, y tampoco lo vean as sus amigos. Se trataba simplemente de una situacin. Tena una esposa bella, voluntariosa y egocntrica. Saba que ella no cambiara, de modo que slo le restaba aceptarla o dejarla. Y haca mucho tiempo ya que haba descubierto que la decisin era tajante: aceptarla era posible, dejarla no. Simplemente, no poda dejarla ni tampoco seguir un tratamiento de metadona.En los primeros tiempos del matrimonio la adiccin haba sido ms fsica que mental. Una complacencia sensitiva, un abandono consciente. Lo que lo retena ahora era la conciencia de la posesin, el intenso orgullo de poseer a aquella mujer, y su contrapartida: la envidia y hasta el respeto que se reflejaban en las miradas de los otros hombres, que no la posean. Sin duda, era un adicto gustoso y complaciente.El Lancia dobl a la derecha, siguiendo la ruta que bordeaba el lago, y sus pensamientos volvieron hacia Pinta. Amaba a su hija; y ese sentimiento era claro pero limitado. En el espectro de sus emociones, los colores ms fuertes eran absorbidos por Rika. No vea a la nia como un ser independiente, sino como un apndice de su madre. Un nio poda llegar a dividir los sentimientos de su padre, hasta a competir por ellos, pero para Ettore, Pinta era una hija a quien se amaba en la sombra.

Se sentaron los tres para cenar: Ettore y Rika frente a frente a travs de la amplia mesa de caoba, y Pinta entre ambos. La mucama serva. Era una puesta en escena estilizada y formal, carente de cordialidad familiar. Ello se deba a que, para Rika, las comidas constituan una suerte de ceremonia; y en aquella ocasin, una cierta tensin anticipaba el enfrentamiento.Rika haba recibido a su marido afectuosamente, le haba preparado un martini, escuchando con discreto inters el relato del viaje a Roma. Pero antes de que Pinta entrase a la habitacin, le dijo que la nia no estaba contenta y que haba que hacer algo.Ettore asinti con nfasis, y replic:-Lo discutiremos despus de la cena, cuando ella se haya ido a la cama. Ya he tomado una decisin sobre ese asunto.De modo que ella saba que la discusin era inevitable, por lo cual se dedic, durante la cena, a preparar sus prximos movimientos tcticos. Pinta percibi la tirantez de la atmsfera y la causa que la provocaba, y guard silencio. Tan pronto como la cena termin, se levant de un salto, bes a sus padres, y se despidi.-Estudi tanta lgebra que me duele la cabeza -dijo-. Me voy a acostar.Se hizo un silencio, roto finalmente por Rika.-No le gusta la gobernanta.Ettore se encogi de hombros.-No me extraa. Adems, se siente sola sin sus compaeros de colegio.Se levant, camin hasta el bar, se sirvi un coac y permaneci de pie, bebindolo lentamente mientras la mucama retiraba la vajilla. Recin cuando la puerta se cerr, dijo:-Rika, debemos discutir algunas cosas, y discutirlas racionalmente. En primer lugar, Pinta tiene que volver al colegio; y en segundo lugar, t debes terminar con tus extravagancias.Ella le sonri sin alegra.-Mis extravagancias?-Sabes muy bien lo que quiero decir. Cuando te gusta algo ni siquiera consideras el precio. -Seal uno de los cuadros colgados en la pared.- Mientras estuve ausente, el mes pasado, compraste eso por nueve millones de liras.-Pero es un Klee -respondi ella- y adems era una ganga. No te gusta?Ettore mene la cabeza, irritado.-No se trata de eso. Lo que sucede es que no podemos permitrnoslo. T sabes que los negocios no van bien. De hecho, van muy mal. Con semejante confusin en el gobierno, y la competencia del Este, tendremos prdidas enormes este ao. Para colmo, debo muchsimo a los Bancos.-Cunto?-Cuatrocientos millones de liras -replic l, encogindose de hombros significativamente.Rika se encogi de hombros a su vez.-Mi padre acostumbraba decir: "El prestigio de un hombre se juzga por lo que tiene o por lo que debe. Lo nico que cuenta es el monto".Ettore mont en clera.-Tu padre viva en un mundo diferente. Y si no hubiese muerto en la cama con aquellas dos putas menores de edad, habra protagonizado una de las ms srdidas bancarrotas de la historia del pas.Ella sonri con sorna.-Pobre pap! Tena sentido de la oportunidad, y estilo. Algo que a ti parece faltarte, a pesar de tu impecable educacin.Ettore hizo un esfuerzo para controlarse.-Tienes que enfrentar la realidad, Rika. No puedes seguir gastando dinero sin pensar. A menos que yo llegue a un arreglo con los Bancos dentro de un mes, aproximadamente, podra tener grandes dificultades.Rika permaneci sentada e inmvil durante un momento, pensando. Luego pregunt:-Y qu gestiones ests haciendo?Ettore respondi midiendo sus palabras, ansioso de que ella entendiese.-Hay dos aspectos del problema. Primero, estamos perdiendo nuestro monopolio de la seda. En Hong Kong, los chinos han perfeccionado las tcnicas, y adems, compran el hilado del otro lado de la frontera, un veinte por ciento ms barato que yo. O sea que hacia fines de este ao habremos perdido el mercado de las telas lisas. Tenemos que competir ampliando el campo de texturas y diseos. Debemos tratar de vender moda y estilo, y dejarles a ellos la parte inferior del mercado.-Entonces, cul es tu problema? -pregunt la mujer, que haba estado escuchando atentamente.-Las mquinas -replic su marido-. Nuestros telares tienen ya veinte aos. Son muy lentos y slo sirven para fabricar telas simples. Necesitamos equipamos con nuevas Morats y Lebocs, y cada una de esas mquinas cuesta treinta millones de liras.-Y el Banco no te ayudar? -insisti Rika.El hombre se dirigi al bar y se sirvi ms coac antes de contestar. -Eso nos lleva al segundo problema. La fbrica tiene una fuerte hipoteca, junto con esta casa y el departamento de Roma. De modo que para adquirir la maquinaria yo necesitara un nuevo prstamo; y ese prstamo tendra que estar garantizado por otra persona. De eso me estoy ocupando ahora.-Hablaste con Vico?Una vez ms, Ettore disimul su irritacin.-Por supuesto que habl con Vico. Volveremos a almorzar juntos la semana que viene, para estudiar el asunto. Cara, lo nico que te pido es que tengas presente estos problemas. No gastes sin pensar.-De modo que tengo que cambiar mi estilo de vida porque t no puedes competir con unos cuantos chinitos? -pregunt Rika sonriendo, sin sorna ahora-. Alcnzame un coac, por favor -agreg.Ettore sirvi la bebida, volvi, se detuvo detrs de la silla donde su mujer estaba sentada y se inclin para colocar el vaso sobre la mesa. Ella permaneci quieta y entonces el hombre dej el vaso y le apoy la mano en la nuca, por debajo del cabello. Rika le cubri la mano con la suya, apretndole los dedos, ech la cabeza hacia atrs, hasta apoyarla sobre la camisa de Ettore, y despus empez a moverla suavemente, frotando sus cabellos contra l. Luego se puso de pie, lo enfrent y le bes los ojos y la boca, diciendo con suavidad:-No te preocupes, caro. Estoy segura de que a Vico se le ocurrir algo.Ya en la cama, Rika le bes otra vez los ojos y lo recibi en ella y apacigu el cuerpo y tambin, por un momento, la mente de Ettore.Ms tarde, l descansaba apoyado en las almohadas, en la antigua y ornamentada cama con dosel. Rika se haba levantado, desnuda, para bajar a buscar ms coac y cigarrillos. Ettore pens que slo despus de hacer el amor ella lo mimaba de aquel modo. Siempre era ella la que diriga cuando hacan el amor. Conduca y guiaba, pero sin dejar de ser la mujer, como una gran danzarina conduce a un compaero menos hbil. Despus, l no se senta agotado sino dbil, como un violn en el que se hubiese ejecutado demasiado.Rika volvi al dormitorio, con una copa de coac en una mano y los cigarrillos en la otra. Le entreg la copa y permaneci de pie junto a la cama, encendiendo dos cigarrillos. Su cuerpo alargado y esbelto, como el tallo de una rosa con todas las espinas intactas, conservaba el punzante olor del amor reciente. Ettore hizo un esfuerzo para volver a la realidad.-Pinta -dijo simplemente-. La nia tiene que volver a la escuela. No es bueno para ella estudiar con una gobernanta. Ya tiene once aos y quedar rezagada.Ella volvi a la cama y le alcanz un cigarrillo encendido.-Estoy de acuerdo -dijo, para su sorpresa-. Precisamente ayer estuve hablando de esto con Gina. Ellos piensan mandar a Aldo y a Marielle a Suiza. Es un colegio muy bueno, queda en los alrededores de Ginebra, y ensean en italiano. Hay muchos nios italianos all.El hombre se irgui.-Pero Rika, eso es absurdo. Se sentir ms desdichada an, lejos de casa; y adems, ese colegio debe de ser carsimo. Vico es un abogado de xito, gana una fortuna, en gran parte fuera del pas. Adems, ellos pasan mucho tiempo en Ginebra. Es casi su segundo hogar.Rika se acomod las almohadas detrs de la espalda y se prepar para lo que saba que sera una discusin sumamente difcil.-Escucha, Ettore: he pensado en todo. Vendemos el departamento de Roma, los precios son muy buenos en este momento y, de todos modos, Roma est bastante aburrida ltimamente. Entonces, usamos ese dinero para comprar un departamento en Ginebra. Est a slo treinta minutos de avin desde Miln, lo mismo que tardas en llegar aqu en automvil.Ettore suspir, pero ella volvi a la carga.-Adems, me aburro mucho aqu en invierno, t ests siempre viajando o te quedas en Miln. En cambio, yo podra pasar la mayor parte del tiempo en Ginebra y estar con Pinta los fines de semana; y t tambin podras viajar.Termin su discurso con absoluta naturalidad.-Cara, el departamento de Roma est hipotecado, lo sabes -dijo Ettore con impaciencia-. Si lo vendo, todo el dinero pasar al Banco. No me refinanciarn la deuda; menos an para comprar una propiedad en el extranjero. Por otra parte, Ginebra es la ciudad ms cara del mundo. Los precios de las propiedades ascienden al doble que en Roma. Aun cuando pudiese hacer lo que deseas, slo podramos comprar una vivienda muy pequea en la cual t, especialmente t, no podras vivir ni siquiera un fin de semana.Se produjo un largo y helado silencio, mientras Rika reflexionaba. Por ltimo, se extendi en la cama y se cubri con la sbana hasta el mentn.-Pues bien; entonces, tendrs que buscar otra solucin -dijo-. Es la seguridad de mi hija lo que est en juego. No permitir que Pinta corra ningn peligro. Mira lo que le sucedi al chico de los Macchetti. Lo secuestraron en la puerta de la escuela. -Levant la voz.- En la puerta de la escuela, a pleno da y en Miln! Acaso no piensas en tu hija? Tienes que encontrar una solucin.Ettore habl pacientemente.-Rika, ya hemos hablado de esto antes de ahora. Los Macchetti son una de las familias ms ricas de Miln. Nadie va a secuestrar a Pinta. Sabe Dios que no somos ricos; y tambin lo sabe la gente que planea secuestros.Su tono era amargo. Saba que sus problemas estaban empezando a trascender en los crculos financieros de la ciudad.Ella no se desanim.-Cmo podran saberlo? Vivimos tan bien como los Macchetti, o mejor. Ellos son una familia mezquina, que esconde su dinero. Mira a dnde los condujo eso.Ettore insisti.-Pero no te das cuenta, Rika, de que los que planean secuestros no son aficionados. Es un negocio importante, que slo llevan a cabo profesionales. Tienen sus fuentes de informacin y no pierden tiempo apoderndose de nios cuyos padres estn prcticamente en la ruina.- Entonces, qu me dices del hijo de los Venucci?Tena un buen argumento. Valerio Venucci, ocho aos, haba sido secuestrado seis meses atrs. Los Venucci estaban en el negocio de la construccin y pasaban por un mal momento. El nio fue mantenido prisionero durante dos meses, mientras los secuestradores iban reduciendo sus exigencias, desde mil hasta ochocientos millones de liras, cifra que por ltimo la familia logr reunir.-Eso fue diferente -dijo l-. Lo hicieron unos extranjeros, unos franceses de Marsella. No tenan suficiente informacin sobre los Venucci y adems, eran estpidos. Los capturaron dos semanas despus de que cobraron el rescate.-Puede ser -concedi Rika- pero el chico perdi un dedo y, desde el secuestro, tiene problemas nerviosos. Quieres que a Pinta le pase lo mismo? o no te importa?Era difcil discutir semejantes argumentos, y Ettore sinti que la indignacin volva a crecer en l.Se volvi para mirar a su mujer. La sbana se haba deslizado hasta su cintura, y aun cuando yaca de espaldas, sus pechos lucan altos y firmes.Ella advirti la mirada y gir sobre el costado, dndole la espalda.-De todos modos -afirm con nfasis-, no permitir que mi hija vuelva a la escuela en Miln a menos que tenga proteccin.-De qu ests hablando? -pregunt l-. Qu proteccin? -Un guardaespaldas.-Un qu? -bruscamente, la oblig a incorporarse, y la mir a la cara.-Un guardaespaldas -repiti ella, y su expresin era firme y resuelta-. Alguien que la acompae y la proteja; quiz, contra los franceses -agreg sarcsticamente.Ettore levant el brazo en un gesto de impaciencia.-Rika, ests diciendo tonteras. Un guardaespaldas costara una fortuna, y adems, qu mejor manera de llamar la atencin? Hay miles de nios en Italia cuyos padres son ms ricos que nosotros y que no tienen guardaespaldas.-Eso no me importa -replic ella, tajante-, porque no son mis hijos. Slo te preocupa lo que cuesta? Ests ponindole precio a la seguridad de Pinta?El hombre trat de ordenar sus pensamientos, de encontrar un razonamiento que sirviese para convencerla. Haba algo en todo aquello que l no alcanzaba a comprender.Habl tranquila y razonablemente.-Rika, ya hemos hablado de nuestra situacin econmica. Las cosas van mal. Cmo har para afrontar lo que, despus, de todo, no es ms que otra tonta extravagancia?Ella lo mir.-El bienestar de Pinta no es una extravagancia, no es un cuadro en la pared, ni una fiesta ni un vestido nuevo. Adems, los Arredo y los Caroline, hasta los Turella, han contratado guardaespaldas para sus hijos.Al fin haba quedado al descubierto. No se trataba de una simple preocupacin por la seguridad de Pinta, sino de un importante ajuste social. No poda soportar la idea de que ellos pudiesen ser considerados incapaces o renuentes para ponerse a la altura de sus rivales en sociedad. Se pregunt cuntos industriales italianos habran tenido que doblegarse tambin ante la increble fatuidad que aquejaba a la sociedad.Rika permaneci mirndolo y l se dio cuenta de que la comunicacin entre ellos haba alcanzado su lmite.-Hablaremos de ese asunto ms tarde.Inmediatamente, ella se relaj.-Caro, s que tienes preocupaciones de dinero. Pero todo saldr bien; adems, yo slo pienso en Pinta.l asinti con la cabeza y cerr los ojos.-Hablars con Vico? -continu ella-. l entiende de estas cosas; est asesorando a mucha gente.Ettore abri los ojos y pregunt con aspereza:-Le has mencionado esto a l?-No, caro, pero ayer, durante el almuerzo, Gina me cont que Vico asesora a los Arredo. l tiene excelentes vinculaciones, Ettore, y adems, son nuestros mejores amigos y t siempre me has dicho que es un gran abogado.Ettore se qued pensando. Quizs hubiese una salida. Si Vico le dijese que era una idea alocada, tal vez ella escuchara.Se levant y apag la luz. Rika se acurruc contra l dndole la espalda, las tibias nalgas contra su cuerpo.-Hablars con l, caro?-S, hablar con Vico.Ella se le acerc an ms, feliz por su victoria y orgullosa de su astucia. Lo haba acorralado con toda aquella charla sobre Ginebra, hacindole bajar sus defensas. Porque a quin le gustara vivir entre todos aquellos suizos tan fros?Rika se volvi y extendi una mano, pero Ettore estaba dormido, por encima y por debajo de la cintura.

2

Guido Arrellio avanz sin ruido hacia la terraza de la Pensione Splendide. A la escasa luz del amanecer, apenas alcanzaba a distinguir la silueta del hombre sentado en la silla. El sol ya se haba elevado por detrs de las colinas, pero all, frente a la baha, pasaran an algunos minutos antes que la luz permitiera ver al hombre claramente. Y l quera verlo claramente.Pietro lo haba llamado a la casa de su madre, en Positano, poco despus de medianoche, para decirle que haba llegado un forastero. Un hombre llamado Creasy.Guido permaneci observando al hombre hasta que la luz defini bien sus rasgos. Cinco aos, pens, y ya se nota un cambio. Un ao antes, alguien que pas por el lugar -ya haba olvidado quin- le dijo que Creasy beba y se estaba arruinando. Ya a plena luz, se poda ver a su lado la botella vaca.Estaba abandonado en la silla, el cuerpo flojo y sooliento, pero no dorma. Los ojos de pesados prpados, en la cara cuadrada, contemplaban la ladera, mientras la luz dibujaba poco a poco las casas, cada una con su terraza. Luego Creasy se volvi y Guido sali de las sombras.-a va, Creasy. -a va, Guido.Creasy se incorpor y extendi los brazos, y los dos hombres se abrazaron, mejilla con mejilla, y se estrecharon largamente.-Caf? -pregunt Guido- y Creasy asinti, pero antes de dejarlo ir lo retuvo un momento, con el brazo extendido, y escrut su rostro. Despus dej caer las manos y se sent.Guido -un hombre ms bajo y menor que Creasy- se dirigi a la cocina profundamente preocupado. La verdad era que Creasy se haba abandonado mucho, y eso indicaba que las cosas andaban muy mal porque l era un hombre que se haba mantenido siempre bien, que siempre haba cuidado su estado fsico y su apariencia. Se haban encontrado por ltima vez poco despus de la muerte de Julia.Los recuerdos aumentaban la preocupacin de Guido. Porque la ltima vez que lo vio, Creasy estaba bien y apenas si aparentaba ms edad que cuando se conocieron. Mientras calentaba el caf, Guido calcul: hara unos veintitrs aos, y Creasy siempre haba parecido no tener edad, estacionado en sus juveniles cuarenta aos. Volvi a calcular. Creasy estara aproximndose a los cincuenta, y era esa edad la que representaba, y an ms. Qu haba pasado en aquellos cinco aos?La ltima vez, Creasy se haba quedado dos semanas, silencioso como de costumbre, pero su tranquila presencia le haba dado fuerzas, colocando un eslabn en una cadena rota.Cuando volvi a la terraza, el sol se elevaba sobre las colinas circundantes y Npoles despertaba, el ruido del trnsito apagado pero audible. Un barco de guerra estaba anclado en la baha y, ms all, se divisaba la popa de un enorme trasatlntico. Guido deposit la bandeja sobre la mesa, sirvi el caf y los dos hombres permanecieron tranquilamente sentados, bebindolo y contemplando el paisaje.Creasy rompi el silencio.-Te caus algn problema?Guido hizo una mueca.-No, slo que mi madre tiene una de sus misteriosas y peridicas enfermedades.-Deberas haberte quedado con ella.Guido mene la cabeza.-Elio llegar de Miln hoy, por la maana. A ella le dan estos ataques cuando cree que la estamos descuidando. No es tan complicado para m, que slo tengo cuarenta minutos de coche, pero es una molestia para Elio.-Cmo est l?-Bien. Lo hicieron socio el ao pasado y, adems, tiene otro hijo, un varn.Permanecieron otra vez en silencio durante algunos minutos. Un silencio cmodo, slo posible entre buenos y viejos amigos, que no necesitan conversar para mantener la comunicacin. El transatlntico se perda ya en el horizonte cuando Guido volvi a hablar. -Ests cansado. Ven, te arreglar una cama.Creasy se despabil.-Y t? No has dormido en toda la noche.-Har una siesta despus del almuerzo. Cunto tiempo puedes quedarte?-No tengo planes, Guido -respondi Creasy encogindose de hombros-. Slo quera verte, saber cmo estabas.-Est bien -asinti Guido-. Haca mucho que no nos veamos. Estuviste trabajando ltimamente?-No durante los ltimos seis meses. Acabo de llegar de Crcega.Se dirigan juntos hacia la puerta, pero al or aquello Guido se detuvo y lo interrog con la mirada.Creasy volvi a encogerse de hombros.-No me preguntes por qu lo hice. No vi a nadie. Sucedi que estaba en Marsella, y en un impulso sub al ferry.Guido sonri.-Hiciste algo por impulso?Creasy le devolvi una sonrisa opaca y cansada. -Hablaremos esta noche. Dnde est la cama?

Guido estaba sentado a la mesa de la cocina, esperando que Pietro volviese del mercado. La pensin tena slo seis cuartos, pero trabajaba mucho, y en el almuerzo y la cena tenan bastante movimiento. Julia haba iniciado el negocio, ganndose pronto una reputacin por su comida simple y bien preparada. Su guiso de conejo al estilo malts haba llegado a hacerse famoso en la zona, y bien pronto ella domin tambin las recetas locales. Despus de su muerte, Guido sigui adelante con la pensin y descubri, para su sorpresa, que l tambin tena buen gusto. La clientela haba permanecido fiel, al principio quiz por simpata, pero despus por las bondades de la comida.Guido se preguntaba qu le habra sucedido a Creasy. Nunca haba sido fcil de entender, pero Guido lo conoca mejor que nadie. Dudaba de que hubiese sido por una mujer. En todos aquellos aos nunca una mujer haba afectado a Creasy ms que de modo pasajero. Aun veinte aos atrs, cuando Creasy se enred con una enfermera francesa en Argelia. Guido pens que esa vez se trataba de algo especial, pero tres meses despus la enfermera se fue.-Es como tratar de abrir una puerta con una llave equivocada -le dijo ella a Guido-. Entra en la cerradura pero no abre. Guido le transmiti el comentario a Creasy, quien se limit a decir: -Quiz la cerradura est herrumbrada.Guido tena tambin sus dudas de que Creasy se hubiese visto envuelto en algn acontecimiento que lo hubiera marcado profundamente, porque despus de toda una vida llena de acontecimientos que hubieran afectado a cualquiera, Creasy segua siendo Creasy.Ahora dorma en la habitacin de Guido. Diez minutos despus, Guido entr y se qued observndolo. Dorma de costado, la sbana a la cintura, y Guido lo examin disimuladamente. El cuerpo laxo luca un bronceado desvado, y todas sus cicatrices eran antiguas. La espalda estaba surcada de plidas marcas, que se curvaban hacia ambos lados del estmago. A la izquierda, debajo de las costillas, se vean los pinchazos, y el dorso de las manos estaba moteado de marcas de antiguas quemaduras. l saba que, por debajo de la sbana, una pierna tena una cicatriz de herida mal suturada, que se extenda desde la rodilla hasta la ingle. Tampoco la cara se haba librado, y una delgada cicatriz cruzaba verticalmente la frente, desde la ceja derecha hasta el nacimiento del cabello, mientras que otra, menor, surcaba el lado izquierdo de la cara, a la altura de la mandbula.Guido conoca todas aquellas cicatrices y tambin sus historias. Nada era nuevo para l. El cuerpo del durmiente haba sufrido mucha violencia, pero nunca antes aquella violencia haba sido autoinfligida.Pietro interrumpi sus pensamientos, entrando en la cocina con dos canastas al brazo. Al ver a Guido se detuvo sorprendido.-Te esperaba ms tarde -dijo, colocando las canastas sobre la mesa.-Ha llegado un viejo amigo -respondi Guido, ponindose de pie y espiando el contenido de las canastas.Pietro comenz a sacar las frutas y verduras para que Guido las inspeccionase.-Debe de ser un gran amigo, para que te haya alejado tan rpido del lecho de tu madre enferma.-Es un gran amigo -concedi Guido-. Ahora est durmiendo.

Pietro estaba intrigado. Haca cuatro aos que trabajaba para Guido, desde que ste lo haba sorprendido robndole las tazas de las ruedas del coche. Guido le dio una paliza y lo interrog, pero despus, al enterarse de que no tena dnde vivir, lo llev a la pensin y le dio una pequea habitacin debajo de la escalera, y la comida.Pietro no supo entonces, como tampoco lo saba ahora, que en l, Guido se vea a s mismo a la misma edad.Guido trat siempre al muchacho casi como el primer da: abruptamente, con aspereza y sin la menor demostracin de afecto. Pietro, a su vez, mantuvo su actitud original, descarada e insolente. Ambos saban que entre ellos exista cierto afecto, pero nunca lo demostraron. Era una relacin muy poco italiana. Con el paso de los aos, Pietro se haba convertido prcticamente en el brazo derecho de Guido y, con la ayuda de dos mozos viejos que acudan para servir el almuerzo y la cena, entre los dos manejaban la pequea pensin. A pesar de haber vivido con l tanto tiempo, Pietro saba poco de su pasado. La madre de Guido iba a la pensin de vez en cuando, era conversadora y le haba hablado del hermano de Guido y de su familia en Miln, y tambin de Julia, que haba muerto haca cinco aos. Pero guardaba un extrao silencio acerca del pasado de Guido. Pietro saba que hablaba perfectamente el francs y pasablemente el ingls y el rabe, por lo cual supona que haba viajado mucho. El muchacho nunca haca preguntas, porque la reticencia de Guido ya le haba enseado a no hacerlas.De modo que la llegada del desconocido lo desconcert. Cuando son el timbre, poco antes de la medianoche, supuso que Guido haba regresado ms temprano. Al principio, la presencia de aquel hombrn de pie bajo la luz de la entrada, le haba parecido amenazante.-Est Guido? -pregunt el hombre-. Pietro advirti el acento napolitano.Mene la cabeza.-Cundo vuelve?Pietro se encogi de hombros. El hombre no pareci sorprenderse por aquella falta de cooperacin.-Esperar -dijo, apart al muchacho y subi las escaleras hacia la terraza.Pietro reflexion por un momento y despus lo sigui. Senta que deba enojarse, exigir una explicacin, pero el sentimiento de amenaza haba desaparecido. El hombre estaba sentado en una de las sillas de paja esparcidas en la terraza. Miraba hacia abajo, hacia las luces de la ciudad. Su actitud y su conducta le recordaban a Guido.Le pregunt si deseaba algo.-Scotch -fue la respuesta-. Una botella, si tienes.El muchacho llev la botella y un vaso y despus de pensarlo un momento le pregunt su nombre.-Creasy -respondi-. Y t?-Pietro. Soy el ayudante de Guido.El hombre se sirvi el whisky, bebi un sorbo y mir con dureza al muchacho.-Vete a dormir. No robar nada.De modo que Pietro descendi la escalera y, a pesar de lo avanzado de la hora, telefone a Guido a casa de su madre. Guido le dijo: -Est bien; vete a dormir. Volver maana.Estaban preparando el almuerzo cuando Guido sorprendi al muchacho dicindole de pronto:-Es norteamericano.-Quin?-Mi amigo, Creasy -Guido seal el techo.-Pero habla italiano perfectamente, como un napolitano. -Yo le ense -dijo Guido.La sorpresa de Pietro iba en aumento a medida que Guido continuaba contando.- Estuvimos juntos en la Legin, y tambin despus, hasta hace ocho aos, cuando yo me cas.-La Legin?-La Legin Extranjera -dijo Guido-. La seccin francesa. El muchacho se entusiasm. Para l, como para la mayora de las personas, aquellas palabras evocaban imgenes falsas: dunas de arena, fuertes remotos, amor desinteresado.-Yo me un a la Legin en 1955, en Marsella. -Guido sonri al advertir el inters que se reflejaba en la cara del muchacho-. Estuve seis aos. -Dej de cortar las verduras y su rostro, por lo general impasible, se suaviz levemente con el recuerdo-. No fue como t crees. Las cosas nunca son como uno cree. Pero fueron aos buenos; los mejores.

Fue la llegada de Creasy y la evidente curiosidad de Pietro lo que desencaden los recuerdos de Guido y lo llev, por el camino de la memoria, hasta 1945. Tena once aos. Un padre muerto en el norte de frica.Un hermano de seis aos, siempre hambriento; y su propia hambre. Una madre cuya debilidad y cuyo fatalismo eran tales que su nica respuesta frente a la catstrofe consista en rezar cada vez ms en la iglesia de Positano.Guido, en cambio, no tena tanta fe. Haba caminado los cincuenta kilmetros hasta Npoles. Saba que all estaban los norteamericanos y, por lo tanto, que all haba comida.Se convirti en uno ms dentro de aquel ejrcito de pilluelos, y descubri que tena condiciones para aquel tipo de vida. Lo que no poda conseguir pidindolo, lo robaba. Bien pronto se estableci; dorma en un rincn de un stano, junto con media docena de chicos como l. Y aprendi las costumbres de los norteamericanos; sus debilidades y su generosidad.Aprendi en qu restaurantes coman y en qu bares beban, y los prostbulos y las mujeres que frecuentaban. Aprendi que el mejor momento para pedir era cuando la bebida aumentaba la generosidad de los norteamericanos; y el mejor momento para robar, cuando el sexo y el deseo acaparaban su atencin. Aprendi a conocer todas las curvas y rincones de las calles estrechas y empedradas, y sobrevivi. Una vez por semana caminaba por la ruta costera hacia Positano, llevando chocolate, dinero y carne en conserva. Elio ya no tena hambre y su madre rezaba y encenda velas en la iglesia, justificaba su fe, satisfechos sus ruegos.El hambre y la necesidad no son buenos maestros de moral. Una sociedad que no puede satisfacer las necesidades bsicas de la vida difcilmente logra que se obedezcan sus leyes. Guido nunca regres a vivir en Positano. Npoles fue su escuela, su pan de cada da y el horizonte de su futuro. Al principio slo sobrevivi, alimentndose, como una rata, de los desperdicios de la ciudad. Pero una vez solucionado el problema de la supervivencia, su inteligencia pareci despertar. A los quince aos diriga a una docena de muchachos como l, organizados en una banda, que robaba todo aquello que no estuviera bajo llave o adherido al piso. La infancia simplemente lo pas por alto. Nada supo de juegos de nios o de emociones infantiles. Para l, lo "bueno" era, en primer lugar, la supervivencia, y en segundo lugar, la posesin; y lo "malo", ser dbil o dejarse atrapar. Aprendi muy pronto que la audacia era la clave del liderazgo. Los otros observaban y esperaban, y cuando reconocan a un audaz, lo seguan.

Los norteamericanos liberaron la ciudad y liberaron tambin el delito. Bajo los fascistas, primero italianos y despus alemanes, los delincuentes tuvieron magras ganancias. Sin la proteccin de una justicia imparcial, democrtica, y por lo tanto, apelable, perdieron su poder. Aun los ms importantes y mejor organizados fueron muertos o encarcelados, junto con muchos inocentes. Los norteamericanos liberaron a los inocentes y a los criminales tambin. La justicia y el delito retornaron a Italia de la mano.A comienzos de la dcada de 1950, la organizacin estaba otra vez intacta. Las prostitutas, muchas de ellas forzadas por el hambre, fueron puestas bajo control; los jefes asignaron distritos, designaron rufianes y cobraron sus porcentajes. El dao sufrido durante la guerra fue reparado. El Plan Marshall financi la reconstruccin, y los jefes se apropiaron de su parte. Los restaurantes, los comercios, los taxis y los terratenientes comenzaban a tener otra vez ganancias, y los jefes los protegieron contra los delincuentes y, naturalmente, cobraron por el servicio.Guido encaj perfectamente dentro de este esquema. Con su bien organizada pandilla de adolescentes, actu como un instrumento en la renacida estructura. Fue reconocido y recompensado como un joven que prometa. Su cualidad personal era la violencia: una violencia calculada, pero al parecer irracional en su ejecucin. Haba aprendido tempranamente la leccin de que el dolor inesperado es la manera ms rpida de llamar la atencin de alguien. "Siempre golpeen primero", acostumbraba decir a sus secuaces.Se le asign una zona detrs del puerto, y su tarea principal consisti en sealar a los pequeos comerciantes locales que la proteccin era necesaria. Tras proporcionarles la prueba, proporcionaba la proteccin. As prosper, y como recompensa se le permiti operar en el puerto mismo. l y su banda practicaron el hurto en gran escala. Como todas las maquinarias y repuestos para la construccin de posguerra pasaban por los muelles, una parte importante se perda y, por lo general, era vendida a sus consignatarios originales. Con sus ganancias, Guido compr el edificio donde funcionaba la pensin.La casa haba sido de un comerciante prospero, y era espaciosa y slida con una hermosa terraza que dominaba la baha. El comerciante haba muerto y sus dos hijos, que haban sido fascistas, en la confusa situacin del fin de la guerra, murieron tambin. La casa pas a manos de un sobrino, que tambin haba sido fascista pero que no estaba confundido. Este sobrino decidi irse a Amrica, y con el dinero que obtuvo por la casa pudo conseguir los papeles necesarios.Guido compr la propiedad a nombre de su madre, porque l era todava menor de edad. Despus dividi las grandes salas y la convirti en un prostbulo, para uso exclusivo de los oficiales norteamericanos. Tuvo xito y comenz a ser conocido como el Splendide. La madre de Guido, ignorante y feliz, ahorraba las ganancias y prenda velas en la iglesia.Hacia 1954 Guido estaba ya en situacin de ascender dentro de la estructura, y vea ante s una larga y promisoria carrera. Pero a medida que los jefes prosperaban, comenzaban tambin las desavenencias, y terminaron por reir. La estructura, aunque de alcance nacional, no estaba an tan solidificada y disciplinada como en los tiempos anteriores al fascismo. Los antiguos jefes del Sur no haban podido imponer su autoridad. Haban comenzado a hacerlo en Roma y en el Norte Industrial, pero dejaron Npoles para el final. Esta ciudad era, tradicionalmente, la ms difcil de Italia, y sus delincuentes no constituan una excepcin.Dos facciones lucharon por el poder en Npoles. Guido tuvo que elegir, y cometi el primer error de su incipiente carrera. Se aline con un tal Vagnino, lo que quiz fue natural, ya que Vagnino era fuerte en la prostitucin y en los puertos. Pero Vagnino ya era viejo, haba estado mucho tiempo en prisin y su carcter se haba debilitado. En consecuencia, a Guido y a su banda les fue mal en el conflicto. Como ocupaban los ltimos peldaos de la escala, en la batalla quedaron al frente. En un mes, la mitad de la banda estaba muerta o haba desertado, y Guido mismo fue a parar al hospital, con la espalda y las nalgas perforadas por el plomo de un disparo de escopeta. Tuvo suerte: podra haber estado mirando hada el otro lado.Mientras Guido yaca boca abajo en el hospital, su protector, Vagnmo, cansado y desprevenido, cenaba en el restaurante adonde no debi ir y fue acribillado a balazos antes de terminar el fritto misto que estaba comiendo.En este punto, la polica hizo una tarda demostracin de autoridad. Los peridicos y los polticos reclamaban accin. Se hicieron tratos entre los vencedores, liderados por un tal Ploriano Conti, y el fiscal.Se presentaron pruebas y una docena de delincuentes menores fueron juzgados y enviados a prisin. Guido estuvo entre ellos. Sentado en la sala de audiencias, rgido y angustiado, oy al juez condenarlo a dos aos de crcel. Tena dieciocho aos.La prisin fue una experiencia tremenda. No lo afectaron los malos tratos ni las humillaciones: la vida lo haba preparado para eso. Descubri que padeca una claustrofobia leve pero real, que se manifestaba en forma de depresin aguda. El sistema carcelario italiano de la poca no tena en cuenta tales problemas y, en consecuencia, Guido sufri mucho.Cuando sali en libertad se qued dos meses en Positano. No se instal en casa de su madre sino que permaneci en las colinas que rodeaban el pueblo, durmiendo al aire libre, en los acantilados, con el mar al frente y las montaas detrs. Poco a poco se recuper y resolvi que nunca ms volvera a sucederle aquello. La experiencia no lo haba reformado, pero en el futuro caer preso dejaba de ser una alternativa. El Splendide haba sido cerrado por la polica; la casa estaba vaca y no produca renta alguna. En los ltimos dos aos, Conti haba consolidado su poder en la ciudad y celebrado alianzas de trabajo con influyentes funcionarios, tanto policiales como gubernamentales. Guido saba que para volver a abrir el Splendide necesitara la aprobacin tcita de Conti, de modo que lo primero que hizo al llegar a Npoles fue tratar de concertar una entrevista.Conti era un hombre joven, de poco ms de treinta aos, y perteneca a la nueva clase de jefes. Despus de haberse establecido firmemente por medio de la violencia, adopt actitudes de hombre de negocios. Se dio cuenta de que, para sacar partido de su poder, era necesario llegar a ciertos acuerdos con otros jefes nacionales. El tema del momento era la cooperacin, y cuando llegaron emisarios de Palermo accedi a hacer una serie de entrevistas con miras a establecer esferas de influencia y escalas de poder.Estas reuniones realizadas durante 1953 y 1954 eran curiosamente similares a la eleccin de un Papa: se llevaban a cabo en secreto, pero el resultado no era anunciado por una columna de humo. Hubo grandes luchas por el poder. Los tradicionalistas ms duros de Calabria no queran que los jefes ms sofisticado s de Miln y Turn tuviesen tanto poder. A su vez, los del centro -Roma y Npoles- pretendan que las cosas volviesen a ser como antes de la guerra. Todos aceptaban que tena que haber orden y estructura y que alguien deba actuar como rbitro, lo que, de hecho, significaba ser el hombre de mayor influencia.Los jefes del Norte no estaban dispuestos a aceptar a los de la Calabra, y viceversa. Moretti, de Roma, era considerado demasiado dbil, y Conti, demasiado joven.Como era natural en tales circunstancias, se lleg a un acuerdo. Las reuniones haban sido promovidas y organizadas desde Palermo; el jefe all era Cantarella. Cantarella era un hombre pequeo, acicalado y diplomtico. Estaba serenamente decidido a volver a establecer en Palermo la cabecera de las actividades, y no se equivocaba. El acuerdo lo promovi a rbitro interino. Ninguno de los presentes fue capaz de apreciar cabalmente su habilidad y su talento poltico, y no se dieron cuenta de que durante los siguientes veinte aos aquellas cualidades mantendran y reforzaran su posicin. Todo estaba dispuesto para un largo perodo de relativa paz, y de grandes ganancias.Guido haba quedado gratamente impresionado por la cordialidad de Conti y por el aspecto comercial de las oficinas. El salvajismo de dos aos atrs perteneca al pasado. Lo pasado, pisado, le asegur Conti. Ahora las cosas eran diferentes, y Guido podra sin duda volver a abrir el Splendide. Habra cooperacin y se llegara a acuerdos financieros.Guido sali de la oficina lleno de confianza; pero su confianza era un error: Conti no haba perdonado. Guido y su banda fueron la rama ms letal de la oposicin y Conti no les permitira restablecerse.Pero uno de los primeros edictos de Palermo haba sido que la lucha fratricida deba ser reducida al mnimo. Conti no se senta an lo suficientemente fuerte como para desafiar al nuevo rbitro. Por lo tanto, la solucin era obvia: permitir a Guido reabrir el prostbulo, y en el momento adecuado retirarle la proteccin. La polica hara el trabajo por l y sus vinculaciones con la justicia le permitiran poner a Guido fuera de circulacin por largo tiempo. Era una solucin moderna y progresista.

Guido no le explic todo aquello a Pietro. Comenz su historia en el momento en que recibi un aviso de que su proteccin haba sido levantada y la polica se diriga a buscarlo. Nunca supo quin lo llam aquella noche, pero era evidente que Conti tena sus propios enemigos. Fue un momento terrible. Se dio cuenta de que Conti no haba perdonado, y estudi las alternativas posibles. Todo estaba muy claro: poda esconderse, pero no por mucho tiempo. Conti o la polica terminaran por encontrarlo. Poda luchar, pero perdera. Por ltimo, poda irse del pas. En ningn momento consider la posibilidad de entregarse a la justicia: la prisin no figuraba entre sus alternativas.Escribi una carta a su madre, dndole las seas de un abogado honesto en Npoles e instrucciones para que ste se ocupase de alquilar la propiedad y entregarle la renta, para su manutencin y para los estudios de Elio. Terminaba diciendo que quizs estara fuera por largo tiempo. Despus baj al puerto, donde todava tena amigos que podran esconderlo, aunque fuese por algunos das.Su madre recibi la carta al da siguiente e inmediatamente se dirigi a la iglesia a rezar. Aquella misma noche Guido embarc clandestinamente en un viejo vapor carguero, y dos noches despus desembarc, tambin clandestinamente, en Marsella. Tena veinte aos, poco dinero y ningn proyecto. Al da siguiente firm contrato con la Legin y una semana despus estaba en Argelia, en el campo de entrenamiento de Sidi-bel-Abbes.-Tuviste miedo? -pregunt Pietro-. Sabas lo que te esperaba?Guido mene la cabeza y sonri levemente con el recuerdo.-Yo haba odo las historias habituales, y pensaba que aquello sera terrible, pero no tena eleccin. Mis documentos no estaban en regla, slo hablaba italiano, y casi no tena dinero. Adems, pens que en el plazo de uno o dos aos podra desertar y volver a Npoles.Las cosas no haban sido, en absoluto, como afirmaba la leyenda. Fue una vida dura, especialmente durante las primeras semanas; y la disciplina era implacable. Pero l tambin era duro, y el entrenamiento le interes y desarroll en l aptitudes latentes. Acept la disciplina, porque tampoco tena opcin. El castigo por desobedecer las ordenes consista en un traslado al batalln de castigo, que era el infierno en la tierra, o bien -por faltas menores- en un perodo de reclusin, lo cual en su caso hubiese sido peor. Se preocup, por lo tantode obedecer todas las rdenes y se convirti en un recluta modelo, hecho que hubiese sorprendido a muchos en Npoles.Guido tambin se llev algunas sorpresas. La primera fue la comida: excelente y variada, con buen vino destilado de los propios viedos de la Legin. Bien pronto se desvaneci su equivocado concepto de la Legin como un romntico y anticuado ejrcito del desierto.Se trataba de un cuerpo muy moderno, con equipos y tcnicas al da. Sus oficiales eran la crema del ejrcito francs, y los suboficiales, promovidos desde los soldados rasos, eran veteranos de los ejrcitos europeos y haban combatido en todo el mundo. Haba un gran contingente alemn, cuya memoria colectiva iba slo hasta 1945. Estaban tambin los europeos del Este, que no queran volver detrs de la Cortina de Hierro; los espaoles, fugitivos quiz de la Guerra Civil; algunos holandeses y escandinavos, y varios belgas, algunos de los cuales probablemente eran franceses, dado que los ciudadanos franceses no eran aceptados en la Legin, excepto como oficiales. Haba muy pocos ingleses, y slo un norteamericano.La Legin se estaba reconstruyendo despus de los desastres de Vietnam y Dien Bien Phu. Ms de quince mil legionarios haban muerto en aquella batalla, y varios miles ms fueron capturados. Por su naturaleza y composicin, era un cuerpo que se usaba siempre como ltimo recurso. Su historia era una historia de ltimas batallas, de batallas perdidas y ftiles. Para un gobierno que estaba perdiendo un imperio con poca gracia, la Legin se encontraba siempre disponible.De un ejrcito semejante difcilmente podra esperarse que tuviese objetivos o moral, pero para Guido este aspecto result otra sorpresa, porque constat que la Legin generaba sus propios objetivos. A falta de un sentimiento nacional, se constituy en una entidad propia. El legionario era un hurfano mental, y la Legin, el orfanato. Guido descubri que era el nico ejrcito del mundo que nunca retiraba sus soldados. Cuando ya estaba demasiado viejo para luchar, el legionario poda, si as lo deseaba, permanecer en el hogar de la Legin, o trabajar en los viedos o en los talleres. Jams se lo obligaba a volver a un mundo que l haba rechazado.El pueblo francs se enorgulleca de la Legin, crea que luchaba por Francia, la consideraba francesa. Pero aquella idea era errnea. La Legin luchaba por s misma. El hecho de que fuese un instrumento de la poltica del gobierno francs era fortuito. Hasta los oficiales franceses sentan, en el fondo, mayor lealtad hacia la Legin que hacia su pas.El entrenamiento dur seis meses. Durante aquel lapso, el cuerpo pequeo y fornido de Guido se afin. El trabajo rudo y la buena comida lo pusieron en un estado fsico excelente. Descubri que se enorgulleca de ello porque, como tantos jvenes, no se haba dado cuenta de las aptitudes fsicas que posea. La Legin se jactaba de superar a cualquier ejrcito del mundo en capacidad de marcha, y apenas transcurrido un mes Guido haba completado ya su primera marcha de treinta kilmetros, cargando ms de veinte kilos de equipo. Lleg a sentirse orgulloso tambin de su manejo de las armas, especialmente de la ametralladora liviana, que le gustaba mucho por su potencia y ductilidad. Sus instructores no dejaron de percatarse de ello.Fue un perodo de ajuste mental. Siempre haba sido taciturno y retrado, y ese aspecto de su carcter se agudiz. No hizo amigos entre los reclutas. Era el nico italiano de su divisin, y mientras luchaba por aprender el francs se senta fuera de lugar. Bien pronto su agresividad fue puesta a prueba. Su reaccin fue salvaje y decidida. Un corpulento holands, fuerte y traicionero, lo provoc hasta la exasperacin. Guido atac primero y el holands llev una feroz paliza. Pero no hubo castigo, porque la disciplina no haba sido rota. Los instructores permitan este tipo de episodios: queran conocer a sus hombres.Despus de aquello, lo dejaron en paz y los instructores pensaron que el italiano se convertira en un buen legionario. Terminado el entrenamiento, Guido se alist como voluntario en el Primer Regimiento Especial de Paracaidistas con base en Zralda, treinta kilmetros al oeste de Argel. La guerra de Argelia estaba convirtindose en una confrontacin mayor y, naturalmente, la Legin estaba al frente. El Primer Regimiento Especial era la unidad ms eficaz y temida del ejrcito francs. Guido fue destinado a la Compaa "B". El sargento de esta compaa acababa de regresar al servicio activo despus de haber pasado nueve meses en un campo de prisioneros en Viet Minh. Haba sido capturado en Dien. Bien Phu. Era un norteamericano, Creasy..Pasaron varios meses antes de que los dos hombres reconociesen que entre ellos haba surgido una afinidad. Al principio pareci haber una brecha: Guido era un legionario novato y Creasy un veterano condecorado en Vietnam, y adems, sargento. Pero tenan similitudes de carcter; ambos eran taciturnos e introvertidos, reacios al contacto social normal y muy reservados, en un ambiente donde la reserva era una cualidad muy difcil de encontrar.La primera vez que Creasy le dirigi la palabra a Guido, aparte de impartir rdenes, fue despus de una accin cerca de un pueblo llamado Palestra. Una patrulla de conscriptos franceses haba cado en una celada del Frente de Liberacin Nacional, y muchos de ellos haban muerto. La Legin persigui al Frente de Liberacin y fue el Regimiento Especial el que lo alcanz. La Compaa "B" recibi instrucciones de cortar la huida del enemigo, y Guido entr en accin por primera vez. Al principio se sinti algo confundido por el ruido y el movimiento, pero bien pronto se tranquiliz y us con eficacia su ametralladora ligera. El FLN fue barrido.Aquella noche la compaa acamp en las colinas prximas a Palestra y, mientras Guido coma su racin, Creasy se acerc, se sent junto a l y convers un poco. Era slo el gesto de un sargento para dar a entender a uno de sus reclutas nuevos que se haba comportado bien en su primera accin, pero Guido se sinti bien con el contacto. Tena ya un profundo respeto por Creasy, pero aquel sentimiento era general en la Legin. Creasy era considerado un legionario completo, experto con todas las armas, y un estratega natural. Guido saba que haba combatido seis aos en Vietnam y que antes haba estado en el Cuerpo de Marines estadounidenses, nadie saba durante cunto tiempo. Sus armas favoritas eran la granada y la ametralladora liviana, y siempre portaba ms granadas y cargadores que nadie.Poco despus de Palestra, la compaa volvi a perseguir a una unidad del FLN en retirada. Esta vez el FLN consigui huir, y a la noche Creasy volvi a sentarse junto a Guido para comer su racin. Hablaron de la eficacia de las armas pequeas. Guido llevaba siempre una pistola y cuatro cargadores de repuesto. Creasy le explic que era un peso excesivo. Una pistola slo era til cuando haba que ocultarla, y en combate el ocultamiento era innecesario. Por otra parte, la ametralladora ligera era el arma perfecta para el combate a corta distancia. Creasy le aconsej que olvidase la pistola y llevase ms cargadores de repuesto para su ametralladora.Guido era un buen alumno. Como ese tipo de vida le gustaba, estaba decidido a alcanzar el xito, y en Creasy reconoci al maestro perfecto. Le haban contado que el legendario coronel Bigeard haba dicho, despus de observar cmo Creasy reconquistaba una posicin en Dien Bien Phu: "Es el mejor soldado que he conocido en mi vida".

De modo que Guido sigui todos los consejos de su sargento y se dedic a imitarlo, y cuando comenz la batalla de Argel, en enero de 1957, haba logrado su objetivo y haba sido promovido a legionario de primera clase. Un ao despus lleg a sargento, y su amistad con Creasy se convirti en un pacto perfectamente claro. Haba sido un proceso lento, porque los dos hombres tenan aguda sensibilidad y examinaron la situacin con cuidado. Al comienzo no se dieron cuenta de lo que estaba sucediendo. Intercambiaban unas pocas palabras, todas referidas casi exclusivamente a temas militares, pero a medida que los conocimientos de Guido aumentaban, las conversaciones fueron dejando de ser dilogos de maestro a alumno para convertirse en charlas entre pares. Ambos advirtieron que los silencios que se producan entre ellos nunca eran opresivos o tensos, y fue esto lo que les hizo arribar a la sorprendente conclusin de que haban encontrado un amigo.Por entonces, el coronel Dufour comandaba el regimiento y, a medida que el ritmo de la guerra se aceleraba, fue reconociendo tanto la capacidad de los dos hombres como la amistad entre ellos. El Primer Regimiento Especial de Paracaidistas estaba siempre en accin y Guido y Creasy eran ubicados juntos cada vez que era posible hacerla. Formaban una pareja formidable, y llegaron a ser famosos en la Legin.Cuando se hizo evidente que De Gaulle planeaba un acuerdo poltico para poner fin a la guerra, los colonos blancos, los peds noirs, reaccionaron ferozmente. Levantaron barricadas en Argel y desafiaron al ejrcito. Muchos de los soldados profesionales simpatizaban con ellos, sobre todo las rudas unidades de paracaidistas que haban soportado lo ms reido de la batalla.Se orden a los gendarmes limpiar las barricadas, y se enviaron dos unidades especiales para apoyarlos; una de ellas era el Primer Regimiento Especial de Paracaidistas de la Legin. Las dos unidades se mostraron remisas a colaborar, y como consecuencia los gendarmes sufrieron grandes bajas. El coronel Dufour fue relevado de su cargo, pero en vez de reemplazado por un oficial polticamente confiable, el alto comando design provisoriamente a Elie Denoix de St. Marc. St. Marc era algo as como el eptome del oficial de la Legin. Rudo, idealista y valiente, sus hombres lo adoraban y l hubiese podido conducirlos a cualquier parte. Los condujo a la "rebelin de los generales", de 1961, contra De Gaulle; y el Regimiento Especial de Paracaidistas fue la piedra angular de sus planes. Creyeron que el resto de la Legin seguira su ejemplo, pero se equivocaron y slo la divisin comandada por St. Marc se rebel contra el gobierno, llegando hasta a arrestar a Gambiez, el comandante en jefe del Ejrcito.La rebelin fracas y el 27 de abril de 1961, los mil doscientos legionarios del Primer Regimiento Especial de Paracaidistas dinamitaron sus barracas e hicieron estallar todas sus municiones. Los pieds noirs se alinearon a lo largo de la ruta y lloraron mientras los paracaidistas abandonaban Zralda, cantando le ne regrette ren, de Edith Piaf.El regimiento fue desmantelado y degradado. Haba perdido trescientos hombres en la guerra por Francia, pero De Gaulle se mostr vengativo. Los soldados rasos fueron trasladados a otras unidades de la Legin. Los oficiales huyeron y se unieron a la DAS, el ejrcito extremista clandestino, o se rindieron para someterse a juicio militar por amotinamiento. Los suboficiales de mayor graduacin fueron dados de baja; Creasy y Guido entre ellos.Slo haban hecho lo que se les haba enseado a hacer: obedecer a sus oficiales.

-Te echaron? -pregunt Pietro, incrdulo-. A pesar de que slo habas obedecido rdenes?-Era una poca de grandes pasiones polticas -respondi Guido, encogindose de hombros-. Hubo un momento en que hasta pensamos descender sobre Pars en paracadas y arrestar a De Gaulle. El pueblo francs estaba horrorizado, y con razn. Por entonces, la Legin contaba con ms de treinta mil hombres, y nada podra habernos detenido si hubisemos actuado unidos.Trabaj un rato en silencio y despus continu hablando.-Fue la primera vez que los franceses se dieron cuenta de que la Legin poda significar una amenaza para la misma Francia. Es por eso que, an hoy, el grueso de la Legin tiene base en Crcega y en otros sitios fuera de la Francia continental.-Qu hiciste entonces? -pregunt el muchacho.-Creasy y yo permanecimos juntos. El nico entrenamiento que tenamos era el militar. A m todava me buscaba la polica aqu, y Creasy no tena adnde ir. Entonces buscamos una guerra y la encontramos en Katanga.-Katanga? Guido sonri.-Siempre me olvido de que eres demasiado joven para saber ciertas cosas. Katanga era una provincia del Congo Belga. Actualmente se llama Shaba. Cuando los belgas se retiraron en el 61, Katanga trat de independizarse. Pertenecan a una tribu diferente y posean la mayor parte de la riqueza mineral del pas. Muchos mercenarios fueron a luchar en Katanga.Se unieron a un ex coronel de paracaidistas francs, llamado Trinquiero Los conoca desde Argelia y reclut encantado a dos hombres de tanta experiencia. De modo que se hicieron mercenarios, lo cual no signific una gran diferencia para ellos, excepto que extraaban la Legin. Aquel comn sentimiento de prdida los uni an ms, y su amistad se convirti en un vnculo raro entre personas del mismo sexo. Adems, pronto se hicieron famosos entre los otros mercenarios por sus conocimientos blicos. El entendimiento que haba entre los dos hombres era tan profundo que se movan y actuaban como si fuesen uno solo, aun sin comunicacin aparente. Eran particularmente afectos a "limpiar edificios", es decir, a expulsar al enemigo de una posicin urbana. Tenan sus propias tcnicas: se daban cobertura mutuamente, y avanzaban de habitacin en habitacin o de edificio en edificio con una sincronizacin tan perfecta que los otros mercenarios quedaban admirados. Llegaron a hacer un arte del uso de la granada y la ametralladora liviana.Despus del fracaso de la secesin katanguesa se unieron a otros mercenarios en el Yemen, bajo las rdenes de Denard, pero volvieron al Congo tan pronto como Chombe regres del exilio. Denard diriga el 6 Comando Francs, Y Guido y Creasy hicieron toda aquella guerra confusa y complicada, hasta que Mobutu triunf. Luego, junto con cientos de otros mercenarios, retrocedieron hasta Bukavu. Terminaron internados en Ruanda, bajo la proteccin de la Cruz Roja Internacional. Tuvieron que entregar las armas y, para Guido, los cinco meses que siguieron fueron un tormento.Aunque dispona de un amplio espacio para moverse, el mero hecho de la restriccin resucit su antigua claustrofobia. Para ayudarlo a mantener la mente ocupada en otra cosa, Creasy le ense ingls y le pidi, a su vez, que le enseara italiano. Guido encontr difcil el ingls, pero Creasy demostr tener buen odo para los idiomas, y muy pronto lleg a dominar el italiano. Comenzaron a hablar cada vez ms en esta lengua y, al cabo de un ao, haban abandonado el francs por completo.Despus de cinco meses en Kigali fueron repatriados a Pars. Dos semanas en los bares y prostbulos de Pigalle barrieron los malos recuerdos; despus, empezaron a buscar trabajo. Los mercenarios no eran bien vistos en el frica negra y, de todos modos, Guido y Creasy pensaban que un cambio de lugar les vendra bien. Fuera de los meses pasados en el campo de prisioneros de guerra, a Creasy le haba gustado Indochina, y cuando recibieron un ofrecimiento de un tal mayor Harry Owens, retirado del ejrcito estadounidense, escucharon con atencin.Los norteamericanos estaban, por entonces, muy comprometidos en Vietnam y, para su sorpresa, encontraron que la campaa era dura. Resultaba evidente que no bastara la mera superioridad de potencial humano y de pertrechos de guerra.Naturalmente, la CIA tena ideas claras acerca de cmo ganar la guerra y, disponiendo de un abultado presupuesto, estaba reclutando y entrenando una serie de ejrcitos privados, tanto en Vietnam del Sur como en la vecina Laos. Necesitaba instructores para Laos, y los ex sargentos de la Legin eran excelentes en esa funcin. Adems, la experiencia de Creasy en la campaa francesa en Vietnam constitua una ventaja adicional.De modo que los dos amigos partieron rumbo a Laos, trabajando nominalmente como supervisores de embarque de la compaa Air America, fachada de la CIA. Era sta una firma que, supuestamente, trasportaba cargas a travs del Sudeste asitico. En realidad, proporcionaba alimentos y equipo -y muchas cosas ms- a los ejrcitos privados de la CIA.Creasy y Guido permanecieron dieciocho meses entrenando a los miembros de la tribu Meo, en la planicie de Jars.Cuando las cosas empeoraron para los norteamericanos, la CIA respondi enviando "unidades de penetracin". Se trataba de grupos mercenarios, que penetraban en Vietnam del Norte y Camboya para hostigar las rutas de abastecimiento del Vietcong. Creasy y Guido fueron "promovidos" a esta unidad, que la computadora de la CIA en Langley Field, Virginia, denominaba puxuxp 40. Esta sigla significaba "unidad de penetracin de personal no norteamericano, compuesta de cuarenta hombres". La computadora consideraba completamente prescindible a esta unidad.Hacia fines de 1971, en efecto, se haba prescindido ya de treinta de los miembros originales. Entonces, Guido y Creasy resolvieron tomarse una licencia larga, o tal vez definitiva. Haban participado en doce misiones secretas y fueron heridos varias veces. Tambin acumularon mucho dinero: la computadora era generosa.Mientras tanto, Guido se enter de que era posible persuadir a la polica de Npoles de que no lo persiguiera si volva, y de que Conti haba prosperado y trasladado su base de operaciones a Roma, Npoles haba quedado en manos de un segundo, que no guardaba demasiada memoria de los acontecimientos de 1953.Los dos mercenarios resolvieron hacer un viaje a Europa, para que Guido pudiese visitar a su familia y controlar su propiedad. Echaran un vistazo y resolveran en consecuencia.Guido encontr su casa napolitana en buen estado de conservacin. Haba sido alquilada a la Iglesia para instalar un hogar de madres solteras, lo cual, en cierto modo, la vinculaba a su pasado. Los amigos permanecieron un tiempo en Positano, con la madre de Guido. Elio cursaba el ltimo ao de sus estudios de Economa, en la Universidad de Roma. La madre, que ya empezaba a envejecer, dio gracias en la iglesia por el feliz regreso de su hijo, y encendi una docena de velas. Saba que tal generosidad no quedara sin recompensa.-Y se fue el fin de mi vida de mercenario -dijo Guido al embelesado muchacho.-El fin? Simplemente te retiraste?-Fuimos a Malta -respondi Guido- y yo me cas y volv aqu.Pietro saba que, por el momento, no se enterara de nada ms. Trabajaron en silencio. En media hora llegaran los primeros comensales.

3

Ettore y su abogado almorzaban en Granelli. Se sentaron en la semiprivacidad de un reservado y comieron prosciutto con meln, seguido de vitello tonnato, acompaado por una botella de vino de la bodega Barolo. Algo pesado aquel vino, para la carne; pero a Vico le gustaba, y lo pidieron.Analizaban los problemas financieros de Ettore. Vico se mostr bastante optimista. Las cosas podran arreglarse. l mismo hablara con los banqueros. Ettore no tena por qu ser pesimista.Ettore se senta disminuido. Siempre que estaba con su abogado le suceda lo mismo. Vico Mansutti era educado, apuesto, elegante y cnico. Luca un traje de gabardina de seda con un delicado diseo de rayas finsimas, hecho a medida -Ettore lo saba- por Huntsman's de Saville Row. Su camisa era de voile de algodn suizo, la corbata de seda de Como y los zapatos de Gucci. No haba en l nada sinttico: al menos por fuera. Usaba el cabello largo y a la moda, y el bigote negro equilibraba su rostro delgado y bronceado. A los treinta y seis aos, dos menos que Ettore, era reconocido como el abogado ms inteligente y de mejores vinculaciones en Miln.De modo que sus palabras tranquilizaron a Ettore pero no lograron disipar su sentimiento de inferioridad.Un mozo se acerc a la mesa y, diestra y silenciosamente, sirvi ms Barolo. Entonces, Ettore abord el siguiente problema: Rika. Explic la obsesin de su mujer por la seguridad de Pinta y, dado que Vico era un amigo, habl tambin de los factores sociales. Vico escuchaba con expresin divertida.-Ettore -dijo, sonriendo ante la expresin preocupada de su amigo-. Te envidio profundamente. Los problemas que crees tener son insignificantes, y las ventajas que ignoras son reales y enormes.Vico dej el tenedor sobre el plato y levant la mano izquierda, con los dedos extendidos.-Nmero uno -dijo, colocando el ndice de la mano derecha sobre el pulgar de la izquierda-: tu reputacin es tal que, a pesar de lo que les debes, los Bancos seguirn apoyndote hasta que las cosas mejoren.-La reputacin de mi familia, querrs decir -interrumpi Ettore-. Sobre todo, la de mi padre.Vico se encogi de hombros. Para l no haba diferencia. Luego pas al segundo dedo.-Nmero dos: tu casa del lago de Como, que compraste hace ocho aos por ochenta millones de liras, hoy vale por lo menos doscientos cincuenta millones.-Y est hipotecada por doscientos.Otra vez el gesto displicente. Vico sigui enumerando.-Nmero tres: tienes una hija cuya belleza y encanto slo pueden compararse con, nmero cuatro, la belleza y el encanto de tu esposa, Rika. Y sin embargo, ests ah sentado mirndome como si te hubiera sucedido una desgracia.Hizo una sea al mozo, orden el caf, y volvi a dirigirse a Ettore. -Debes examinar las cosas con cierta perspectiva. Tienes este pequeo problema porque mimas demasiado a Rika, lo cual es absolutamente natural. Cualquier hombre, casado con Rika, hara lo mismo. Yo lo hara.Se interrumpi para beber un sorbo de vino, y luego continu.-El error que cometiste, si es que puedo llamarle error, fue permitir a Rika que sacase a Pinta del colegio despus del secuestro de los Carmelitas.-Oh momento! -protest Ettore-. Yo no supe nada; estaba en Nueva York. Cuando regres, Rika ya haba contratado a la gobernanta. Fue un fait accompli.-S, desde luego, Rika es impulsiva -dijo Vico sonriendo- pero en aquel momento todo le pareci una tragedia. Mandar a Pinta de nuevo al colegio en las mismas condiciones equivaldra a reconocer que estuvo equivocada. -Levant una ceja.- Cundo fue la ltima vez que Rika admiti haberse equivocado?Ettore sonri con aire apesadumbrado, ante la pregunta retrica. -Por lo tanto -continu Vico-, lo que debes hacer es, como dicen los chinos, permitirle a Rika salvar la fachada.-Est bien -concedi Ettore. Y agreg-: pero cmo? -Contratando un guardaespaldas -respondi Vico con toda tranquilidad.-Vico: se supone que eres un hombre inteligente y capaz de razonar con lgica. Hemos pasado media hora discutiendo mi situacin econmica, o mi falta de situacin, si lo prefieres. Una de las razones de este almuerzo era pedirte, como amigo y abogado, y como amigo de Rika, que le expliques a ella nuestra verdadera situacin.Vico se inclin por sobre la mesa y palme la mano de Ettore. -Mi conversacin con Rika no servir para hacerle quedar bien ante sus amistades, y se es el problema ms inmediato. Adems, yo te suger que contrates un guardaespaldas, pero no especifiqu qu tipo de guardaespaldas.Hubo una pausa, mientras el mozo serva el caf.-Qu quieres decir? -pregunt Ettore cuando quedaron solos. Vico se inclin hacia adelante y sigui hablando, con ms calma ahora.-Ettore: este asunto de los secuestros tiene muchos aspectos. T sabes que est perfectamente organizado y que casi siempre se lleva a cabo con apoyo del crimen organizado. Son los jefes quienes lo controlan.-La Mafia -asinti Ettore.-Qu palabra melodramtica! -replic Vico haciendo una mueca-. Hace pensar en un puado de campesinos sicilianos robando aceite de oliva.Llam al mozo con una mirada y orden dos coacs. Despus, sac del bolsillo interior del saco una tabaquera de cuero y extrajo dos cigarros. Introdujo dos dedos en el bolsillo delantero del pantaln y sac una diminuta guillotina de oro, con la cual cort meticulosamente la punta de los cigarros. Le pas uno a Ettore, mientras el mozo se acercaba con los dos coacs y el encendedor. Vico le dedic una sonrisa, dio una pitada con aire satisfecho, y resumi su exposicin.-La mayora de las familias que se sienten amenazadas, o bien mandan a sus hijos al extranjero, por lo general a Suiza, o se procuran una sofisticada proteccin: colegios muy vigilados, automviles a prueba de balas y, por supuesto, guardaespaldas muy competentes.-Guardaespaldas carsimos -dijo Ettore.-Unos treinta millones de liras por ao -asinti Vico.Ettore levant las cejas expresivamente, pero el abogado continu, imperturbable.-Estos guardaespaldas se consiguen por medio de agencias especializadas. Las mejores son internacionales, con sucursales en varias ciudades, incluyendo Miln y Roma. Sin embargo, hay escasez de este tipo de personal, debido al terrorismo que se ha extendido por toda Europa: las Brigadas Rojas, el Ejrcito Rojo, los nacionalistas vascos, en fin. De modo que es difcil encontrar buenos guardaespaldas; y desde luego, el precio est subiendo.-Comprendo -interrumpi Ettore-. Y eso no resuelve mi problema. Todo lo contrario.-Paciencia, amigo, paciencia -dijo Vico levantando una mano-. Hay otro aspecto de la cuestin. Como una precaucin adicional, y meramente financiera, muchas familias adineradas contratan un seguro contra el pago de rescates. Nuestro gobierno no permite que las compaas de seguros italianas suscriban este tipo de plizas. Cree, no sin razn, que ello fomentara los secuestros. Sin embargo, las compaas extranjeras no son tan rigurosas. De hecho, Lloyd's de Londres, est a la cabeza en este tipo de cobertura. El ao pasado recaudaron ms de cien millones de libras en concepto de primas. Dos de sus socios suscriptores son especialistas en la materia. Uno de ellos, hasta tiene una compaa subsidiaria que negocia con los secuestradores; todo muy civilizado y britnico. Pero hay dos condiciones: una, que la prima debe pagarse fuera de Italia; y la otra, que el cliente no debe revelar nunca que est asegurado. Las razones son obvias.Ettore comenzaba a aburrirse.-Es muy interesante, Vico, pero no veo qu tiene que ver todo esto con mi problema.-Tu fbrica est asegurada? -pregunt Vico apuntndole con el cigarro.-Desde luego; y el beneficiario es el Banco.-De acuerdo -dijo Vico-. Pero cuando t negociaste la prima, la cuota dependa del grado de seguridad que podas garantizar. Correcto?Ettore asinti, y Vico continu explicando.-Por supuesto que la compaa insiste en las alarmas, y todo eso, pero si t contratas un servicio de seguridad, guardianes, aun perros de polica, el porcentaje se reduce mucho. Pues bien, lo mismo sucede con los porcentajes de seguro contra secuestros; y como son tan altos, todo ahorro es importante.Ahora iba al grano.-Consideremos un caso tpico. Un industrial contrata una pliza de seguro contra secuestro por mil millones de liras. El porcentaje puede ascender al cinco por ciento, o sea cincuenta millones. Pero si este industrial contrata un guardaespaldas full time, el porcentaje se reduce al tres por ciento, o sea treinta millones de liras. Por lo tanto, ahorra veinte millones.-Pero me acabas de decir que un guardaespaldas cuesta treinta millones de liras por ao. Dnde est el ahorro?Vico sonri, y dijo:-Existen los llamados "guardaespaldas de seguro". No serviran para impedir un secuestro, pero permiten disminuir el porcentaje, y son baratos: alrededor de siete millones de liras por ao.-Pero, Vico -dijo Ettore-, yo no quiero asegurarme contra un secuestro que no se va a producir.Pero de pronto cay en la cuenta de lo que se trataba, y Vico se ech a rer ante su cambio de expresin.-Ahora entiendes, no? Contratas a uno de estos guardaespaldas baratos durante algunos meses y despus lo despides, por incompetencia o algo as. Mientras tanto, Pinta vuelve a la escuela y Rika salva las apariencias..Durante algunos minutos Ettore permaneci callado y pensativo y despus pregunt:-Dnde puedo conseguir uno de esos hombres?Vico sonri satisfecho y replic:-Primero pagas esta excelente comida, y despus vamos hasta mi oficina; all tengo las seas de una agencia de Miln.Ettore saba desde el principio que, de algn modo, terminara pagando la cuenta.

Guido abandon la ruta costera de Npoles y se intern en un angosto desvo, que conduca a un bosquecito de olivos, en las laderas bajas del Vesubio. En ese punto la colina se abra en una especie de terraza, desde la cual se divisaba Npoles y se dominaba la baha. Guido apag el motor y el silencio fue completo. Caa la tarde, y el sol, rojo sangre, se ocultaba tras el horizonte.Guido haba ido una vez ms a visitar a su madre, y la presencia de los dos hijos bast para curarla. Pasara por lo menos un mes antes de que los sntomas reaparecieran. Tres das antes, Guido le haba contado a Elio que Creasy llegara de un momento a otro, y Elio haba ofrecido una solucin temporaria para el problema. Ahora, Guido necesitaba reflexionar.La verdad era que Creasy ya no tena deseos de vivir. Haba llegado a un punto en que ni siquiera era capaz de generar el ms leve entusiasmo por el da siguiente.La noche despus de su llegada, convers con Guido en su estilo habitual, reticente e inconexo. Entre frase y frase crecan largos silencios, pausas para ordenar el pensamiento. Guido no dijo nada. Se limit a sentarse junto al amigo, servirle un trago y esperar que hablase. Todo aquel complicado monlogo se resumi al final, cuando Creasy dijo:-Tengo la impresin de haber vivido suficientemente, o demasiado. Tuve muchas aventuras. Soy un soldado, nunca quise ser otra cosa, nunca conoc otra cosa. Pero estoy harto. Desde hace unos cinco aos, estoy harto.Al llegar a ese punto, se sinti avergonzado. Expresar aquellos sentimientos, aun a su nico amigo, le haba resultado difcil y penoso. Guido extendi la mano y le toc el hombro en un gesto de comprensin.Porque Guido lo comprenda, y a fondo. l haba pasado por lo mismo despus de la muerte de Julia. Transcurrieron dos aos antes de que pudiera resignarse a vivir sin ella. Pero entre su experiencia y la de Creasy haba una diferencia fundamental. l haba conocido el amor y la felicidad, y ello defini su actitud frente a la vida. La claridad de aquel sentimiento fue consecuencia, en parte, de que apareci como algo totalmente inesperado. Guido haba luchado y matado, se haba emborrachado y frecuentado los prostbulos sin detenerse a pensar, ni por un momento, en el efecto que su persona poda tener sobre los otros. Durante mucho tiempo dio por sentado que era incapaz de sentir amor, compasin, celos o deseo de posesin. Los nicos seres humanos por los cuales senta afecto eran Creasy y, vagamente, su madre y su hermano.Su conversin haba sido dramtica. Despus de pasar una semana con la madre de Guido, los dos mercenarios se dirigieron a Malta para ponerse en contacto con un individuo que haban conocido durante la poca de sus aventuras en el Congo. Este individuo estaba reclutando gente para ir a luchar en uno de los emiratos del Golfo Prsico, pero a ellos no les interes la propuesta, de modo que decidieron quedarse unos das ms en Malta y viajar un poco. Terminaron en la isla de Gozzo, donde se instalaron en un hotelito de una aldea de pescadores. El clima era excelente.Julia trabajaba en el hotel como recepcionista. Guido tena suerte con las chicas, aun con las tmidas, muy religiosas y protegidas, de modo que en pocos das consigui que ella aceptara salir con l despus del trabajo. La muchacha era delgada y hermosa, de modales directos y francos. Al principio rechaz los avances de Guido, dicindole que ella era una buena chica y que, adems, era virgen. Guido estaba intrigado. Nunca haba conocido una virgen. Creasy asisti a la persecucin divertido y benvolo, y accedi a permanecer en Gozzo mientras Guido conversaba, conquistaba y persuada.La conquista dur tres semanas, y no se produjo como Guido esperaba. Una noche fueron a nadar a la baha de Ramla y despus se sentaron sobre la arena rojiza y conversaron largamente. Ella le cont su vida, la vida sencilla y comn de una muchacha descendiente de varias generaciones de campesinos. Y l se encontr de pronto hablando tambin de su vida, con dificultad, porque ella preguntaba constantemente "por qu?" y l no era capaz de responder. Cuando terminaron de conversar, el sol estaba saliendo y l haba olvidado su propsito. Entonces ella le dijo que sus padres deban de estar preocupados. Para una muchacha de Gozzo, pasar la noche fuera de su casa era el mayor de los pecados.-Pero si no hemos hecho nada -protest Guido, y al ver la enigmtica mirada de Julia se dio cuenta de que quizs el perseguidor no era l.

Despus hicieron el amor. Era en verdad virgen, y Guido vacil, ero ella se apret contra l y lo ayud a penetrar, gimiendo de dolor y abrazndolo. Guido no olvidara jams aquellos momentos, y de pronto todas las mujeres que haba conocido en su vida no le parecieron mujeres.En la dbil luz del amanecer vio manchas en los muslos de la muchacha, por primera vez vio sangre derramada por amor. Contempl a Julia, que levant la cabeza y le sonri, tmida pero orgullosa, y supo que su vida haba cambiado.Despus subieron juntos la colina rumbo a la granja. El padre de Julia estaba ya en los campos, y los observ en silencio mientras se acercaban.-ste es Guido -dijo ella-. Vamos a casarnos.El padre asinti con la cabeza y volvi al trabajo. Conoca a su hija. Una noche fuera de casa significaba un yerno.Se casaron en la iglesia de San Pedro y San Pablo, en Nadur. Ofici un sacerdote joven, alto y robusto, a quien Guido le encontr cierto parecido con Creasy. No pareca un sacerdote. Tena modales abruptos y speros, pero la gente de Nadur lo quera. Trabajaba duro y tena sentido prctico, cualidades ambas que gustan a los campesinos. Los gozzitanos acostumbran poner apodos, y a este sacerdote le decan "el Cowboy".Guido estaba preocupado pensando cmo reaccionara Creasy ante su casamiento. Haca ms de quince aos que eran amigos y rara vez se haban separado. Pero Creasy estaba complacido y, por otra parte, el acontecimiento no lo sorprendi demasiado. Se dio cuenta de que la muchacha era fuerte y honrada y amaba a Guido, y se sinti feliz por su amigo.Creasy fue un padrino de boda tan silencioso y hosco como el Cowboy, pero despus, en la fiesta, bebi del buen vino de Gozzo y comparti la alegra de Guido. Era una felicidad por aproximacin pero, con todo, una emocin agradable.Julia haba comprendido instintivamente la amistad que una a los dos hombres, y la acept sin retaceos. Consider a Creasy como una parte integrante de Guido. Cuando partieron rumbo a Npoles, Creasy los llev al aeropuerto, y cuando se inclin para besar la mejilla de Juliha, ella le ech los brazos al cuello y lo abraz. Cuando se separaron, los ojos de la muchacha estaban llenos de lgrimas.-Nuestra casa es tu casa -dijo simplemente.Creasy asinti, impasible, y dijo:-Si ronca de noche, tienes que silbar; eso lo hace callar.Ella sonri y se volvi, incapaz de agregar palabra. En el avin, le pregunt a Guido qu hara Creasy, y Guido replic que sin duda buscara una guerra en alguna parte.De modo que Guido regres a Npoles con su esposa, recuper su propiedad y la convirti en la Pensione Splendide. La madre nadaba en la abundancia y la iglesia de Positano resplandeca, llena de velas.

Creasy los visit en Npoles varias veces, de ida o de vuelta de alguna guerra. Nunca escriba ni telefoneaba, sino que apareca de pronto. En cada viaje llevaba un regalo para Julia, algo especial. Una vez le llev una tela pintada, un batik de Indonesia, lujoso y colorido; otra, un collar de perlas naturales japonesas. No eran presentes comprados al azar, sino elegidos con cuidado. Julia lo saba, y ese detalle le daba ms alegra que la belleza o el valor material de los obsequios.Por lo general slo se quedaba algunos das, relajado y cmodo, y una noche anunciaba que se iba, y al da siguiente parta. Pero en la ltima ocasin se haba quedado un mes. Nunca estaba ocioso; le gustaba trabajar con las manos, y siempre se dedicaba a hacer pequeas reparaciones en la casa.Despus de la cena, cuando se retiraba el ltimo cliente, los tres se sentaban alrededor de la gran mesa de la cocina y miraban televisin, lean o conversaban. Julia sola sonrerse de la conversacin de los dos hombres. Su entendimiento era tal que las frases se reducan a una o dos palabras. A veces era Guido el que comenzaba, preguntando por algn conocido comn.-Miller? -Angola. -Mujeriego? -Como siempre. -Pero firme? -Una roca. -Y la Uzi? -Juntos.Para Julia, gran parte de la conversacin resultaba ininteligible, sobre todo cuando hablaban de armas. Despus de las primeras visitas, Guido quedaba intranquilo por algunos das, pero no deca nada. Y durante la ltima, la ms prolongada, se lo vio feliz y sereno. De modo que cuando Creasy anunci su partida, Julia le dijo lisa y llanamente que, si quera, poda quedarse y vivir con ellos. Guido no dijo nada, porque no era necesario. Creasy le dedic a Julia una de sus raras sonrisas, y replic:-Algn da me quedar, y reparar todo el cerco, y pintar la casa una vez por mes.Guido y Julia saban que no menta. Un da llegara de improviso y simplemente nunca ms anunciara que se iba. Y todo estara bien y sera justo.Pero un da Julia sali de compras, y sucedi que el equipo local de ftbol haba ganado y sus partidarios recorran la ciudad en una caravana de automviles, haciendo sonar las bocinas y agitando banderas, y uno de los coches, con ocho borrachos a bordo, perdi el control, subi a la vereda y aplast a Julia contra la pared.Creasy lleg una semana despus, cansado de un largo viaje. Guido olvid preguntarle cmo se haba enterado. Se qued dos semanas y su presencia ayud a Guido a sobreponerse.

Guido permaneci sentado en el coche, contemplando el crepsculo sobre la baha. El sol se haba ocultado y slo se vean sus reflejos. Trat de imaginar cmo habra sido su vida si nunca hubiese conocido a Julia, e imaginndolo sinti que comprenda a Creasy.Su amigo necesitaba hacer algo diferente, aunque slo fuese por un tiempo, algo para detener el derrumbe.

Creasy haba ido a Rodesia con la idea de adaptarse. Entren a los jvenes reclutas blancos