a luis olarra, con espedal cariño
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Bilbao
A Luis Olarra, con espedal cariñoCarmen Torres Ripa
E L día de Reyes me dijo: «tengo un tum or cerebral». Después me quedé en si
lencio porque las palabras no sirven de nada, pero Luis Ola- rra continuó hablando, con naturalidad cotidiana, de nuevos viajes a Suiza, a Madrid, a H ouston ...S u nuevo calvario particular quedaba desdram atizado por la serenidad con que lo aceptaba. Desde esta fecha, señalada por los regalos alegres, esperé la o tra llamada que sabia que iba a llegar antes de term inar este año 1994. El teléfono sonó una noche de noviembre desde H ouston y el funeral fue el día 3 de diciembre cerca de su casa en Neguri.
Com o una película fui viendo las entrevistas y la amistad, más allá de la profesionalidad, que se había ido tejiendo a lo largo de tan to tiempo. Luis Olarra, con esa intuición de sabiduría, siempre profetizaba lo que iba a ocurrir. Algunos mal pensantes decían que se equivocaba, pero quizás no le conocían. Hubiésemos necesitado un hombre com o él para serenar el inquieto corazon de Euskadi.
De las entrevistas recojo retazos de su m odo de ser, entrañable y fuerte, ajeno al desánimo, aunque si alguien ha sufrido en esta tierra es el em presario vasco. Su prim er idioma fue
el euskera y tuvo que soportar la negación de los suyos.
Nació en Tolosa pero aprendió que vivir era una aventura alucinante cerca del mar, en un chalé con forma de caserío que está sin querer en el umbral de Neguri. Un corazón extraño de oligarquías a la que no perteneció ni por un despiste del pensamiento. A los 22 años se casó con Amalia Borda, una mujer muy guapa, que nunca fue «señora de». Tuvo ocho hijos -A m alia, Luis, Fátima, Patricia, Inés, Ignacio fse fue al más allá antes que él), Jorge y R afael- que le hicieron abuelo feliz y cambiar lentamente. «A hora -decía- mi vida es más sosegada. Me ocupo de que poco a poco mis hijos vayan situándose. Trabajo en el sector de la alimentación, en la hostelería y el sector inmobiliario. Pero ya no como antes en la gestión diaria. No esto^ continuam ente en prim era linea».
De acuella primera línea en su curriculum se encontraban presidencias y aventuras que jugaban al corro con aceros, vinos y automóviles. Fue fundador de la empresa de aceros especiales Olarra S. A. -¡qué contento se puso hace meses cuando, los nuevos com pradores de la empresa, m antuvieron su nombre! y de Tubacex. Dio su nombre a un buen núm ero de cosechas de ia Rioja en Bodegas Olarra. En los años 1978 a 1988 fue presidente de la Patronal de Vizcaya y
E l empresario vasco Luis Olarra, recientemente fallecido
presidente de M ateriales Auxi- iares de Electrificación, em presa dedicada a automóvi- es... Pero todo son historias
pasadas que dejaron en el recuerdo del empresario vasco un regusto agridulce con sabor de aventura.
Fue senador real. El M onarca, como él le llamaba, fue el prim ero en enterarse de su
muerte. Sus llamadas a H ouston eran continuas. Entre ellos -nunca contó esta entrañable am istad- había un algo más (que le llevó durante años a viajar semanalmente a la Zarzuela. Le preocupaba la situación política, quizás porque él había dejado de pertenecer a toda ideología. Hace años se había enam orado de una extraña po
sibilidad política que se llamó Unión Foral. Pero... el fracaso no le asustó. Su nombre estuvo ligado a Alianza Popular y en la nueva derecha protagonizada por el partido Popular, Luis O larra hizo un silencio muy largo. No le gustaban sus líderes. Aunque muchos le han criticado de derrotista, pensaba que había una posibilidad de entendim iento entre todos. Valoraba positivamente el pacto PNV-PSOE, «creo que era necesario y pienso que a nivel nacional también tendríamos que llegar a un consenso entre partidos. Una especie de gobierno de coalición, socialistas y de derechas. Aunque suene raro para resolver los problemas que se presentan en España sería una buena fórmula, pero el PP tiene que cambiar de facha y estilo y plantear los temas con más fuerza. No sólo criticar sino proponer».
Las palabras han quedado en el aire. El invierno llega y en la casa de Luis O larra se ha quedado su silla vacía, sus puros apagados y el fax sin conectar. Eran un clan de padres, hijos, nietos, maridos y novios... «Es una ventaja casarse joven -m e decía-, porque sin ser demasiado viejo puedes ver crecer y establecerse a los hijos. Los domingos -todos los domingos del añ o - comen en casa. Hay un barullo espantoso y por la noche parece que ha pasado un huracán y...»
FaDedó el esoiltor José BoriaffLuis Lázaro Uríarte
D i c e n , Diego, lo digo yo: «M uerto el tigre hambriento, el cordero a la escápula y al rabo». H ace pocas sema
nas que m urió José Boriaff y ya llega, por ingrata obligación, la hora necrológica. A sus sesenta y ocho años, Boriaff, por designios inescrutables, deja descansar para siempre, de tejas abajo, sus manos cansadas y no cansadas de lidiar con los más arduos m ateriales de piedra, mármoles italianos, bronces de alto formato y copete y ceras perdidas.
José Boriaff (escribo el apellido con doble efe, aunque él firmaba con una muchas obras si^as), estudió en la bilbaína «Escuela de A rtes y Oficios» de Achuri, aquella A tenas artística del Bocho que inyectó sangre joven de entonces en el arte vasco. U na beca por oposición le lleva tres años a París, estudiando después modelado y composición pictórica en los Estados Unidos. Después, m uchos trabajos a lo largo de dieciocho años en Norteamérica, entre ellos el re tra to de John Fitzgerald Kenneddy...
Quien quiera «verle» en Bilbao ahora que ha muerto, tiene
<Matemidad». Mármol de Italia. 43 cms. de altura.
Don Miguel de Unamuno. Bronce. 48 cms. de altura.
a su disposición el «Cristo C rucificado» de San Francisquito de Santuchu, el «Padre Claret» de Lejona, el «Maternidad» del Rectorado Universitario de Deusto, el «Bersolari Em- beita» del Arenal (que no sabemos dónde diablos está por la remodelación del Arenal, aunque esperamos su pronta reposición), por citar tan sólo muestras del recinto bochero y alrededores.
¿Discípulo de Quintín de Torre, como suele decirse? Bueno... pero muy ecléctico de lo clásico, m oderno y más avanzado, sin excluir en su más reciente periodo a Gargallo, Julio González y otros antecesores de Henry M oore y diversos anteriores, coetáneos y posteriores.
La honrada y dotada escultura de José Boriaff, tomó su bien estético donde se le ofrecía, aportando lo propio a lo recibido. Q ue sean lo recibido y aportado, siempre meritorio en ambos casos, es cuestión que rebasa un folio más que cumplido.
Un recuerdo entrañable para José Boriaff, escultor de buenas vetas y m ejores posibilidades, persona carismatica y domadora de los más indómitos materiales de la escultura.