a mi que mierda me importa_odonell

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  • 5/12/2018 A Mi Que Mierda Me Importa_Odonell

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    .KELLOGG INSTITUTETHE HELEN KELLOGG INSTITUTE FOR INTERNATIONAL STUDIES. .

    ?y ~ mi, que ~ importa?Notas sobre sociabilidad y pol:Ltica en

    Argentina y Brasil

    Guillermo O'Donnell

    Working Paper #9 - January 1984

    Este es, descaradamente, un ensayo. Su version originariala prepar~ para el Seminario "Oportunidades e Limites daSociedade Industrial Perif~rica: 0caso do Brasil", (IUPERJ-Berkeley-Stanford), Nova Friburgo, Julio 18-20, 1983. Agra-dezco los comentarios de Carlos Hasenbalg sobre una anteriorversion de este ensayo.

    Guillermo O'Donnell, the Academic Director of the KelloggInstitute, holds the Helen Kellogg Chair in InternationalStudies and is a Professor in the Departments of Governmentand Sociology. He is also a Fellow of IUPERJ, Rio de Janeiro.His most recent book, El Estado Burocratico Autoritario,1966-1973; Triunfos, Derrotas y Crisis was published byEditorial de Belgrano, Buenos Aires, in 1982 and will bepublished in English by the University of California Press,Berkeley.

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    AbstractStarting with some sharply contrasting linguistic usages betweenRio de Janeiro and Buenos Aires, in situations of encountersbetween people of different social classes, and from the alreadyclassic analyses of Roberto Da Matta, this essay speculates insome (admittedly) audacious ways about the possible connectionsbetween this micro level and more aggregate forms of politicalbehavior in Brazil and Argentina. The essay discusses differencesin the authoritarian regimes in the two countries, the level andforms of repression against the popular sectors, and some char-acteristics of their current political transitions. Withoutdenying important similarities between the two countries, thefocus is on contrasts in these and related dimensions, especiallythose relevant to the current and likely avatars of democracy.

    ResumenPartiendo de ciertos usos lingulsticos fuertemente contrastantesentre Rio de Janeiro y Buenos Aires, en ciertas situaciones deencuentro entre personas de diferentes clases sociales, y par-tiendo de ya clasicos analisis de Roberto Da Matta, el presenteensayo se lanza a una (admitidamente) audaz especulacion acercade posibles conexiones entre aquel plano, estrictamente "micro",y patrones mucho mas agregados de comportamiento pol{tico enambos pa1ses. La exploraci6n incluye diferencias observables enlos respectivos reg{menes autoritarios de Argentina y Brasil, losgrados y formas de represion aplicados en esos parses contra elsector popular y ciertas caracter{sticas de sus respectivasactuales transiciones po11ticas. El foco del ensayo, sin negarimportantes similitudes entre ambos parses, es sobre los contrastesobservables en esas y conexas dimensiones, sobre todo en 10 queellas pueden sugerirnos respecto de los avatares actuales yprobables de la democracia en ellos.

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    Para Richard Morse,

    for the olives

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    Llevaba afios poniendo cara de Yo TA1\1BIENLO LEI cada vezque alguien aludla a "Voce sabe como quem esta falando?". Ellibro de Roberto da Matta* paso un tiempo mirandome tentadoramentedesde la biblioteca. Pero s610 hace poco tiempo 10 lei -yadmire.Luego de pasar por ese magnifico desfile de desfiles, carnavales,procesiones, malandros y caxias, y de sentir de la mana del autor,que podia re-conocer muchas cosas de Brasil, este pais y estacultura que tanto me seducen, me fui dando cuenta de la razon (nomuy racional, como se vera) de mi larga demora en llegar a ladiseccion que Da Matta hace de "Voce sabe com quem esta falando?":el saber, a traves de mis asociaciones de ideas en las ocasionesdonde se aludio a esa parte del libro, que la iba a leer en perfectezquizofrenia -con atencion al segmento de la realidad que esetexto des-cubre y, al mismo tiempo, fugandome hacia los contras-tes que ma~ca con mi pais -tan cercano, tan latino y tan dife-rente. porque esa interlocucion la he oido muchas veces en laArgentina, no po cas veces con el ma tiz de "~Quien se CFl:EEque soy y

    *Roberto Da Matta, Carnavais, malandros e herois, Zaha~ Rio deJaneiro 1978.**Este minidrama tiene algunas variantes. La principal surge cuanalguien, dandose aires de superior demanda a otro que haga (0 dejede hacer) algo; entonces recibe en respuesta: "~Ud. quien mierda screeee que es?" en el cual el serruchado "cree" es casi tan agresivcomo la palabrota. Pero en todas estas versIOnes 10 importante esel presunto inferior Ie "retruca" al otro; es decir hace una especide devolucion aumentada de la agresion inicial. E l'term in o en trecollado alude al juego de truco, seguramente el mas popular en Argenty Uruguay, que consiste precisamente de eso: el momenta triunfal eque el adversario "se va al mazo" (acepta perder esa vuelta deljuegporque uno "10 cor rio con el poncho" (es d e cLr', con barajas menores)Pero el otro-objetivamente el superior en la jerarquizacion de lasbarajas- nunca las conocera porque "se achico" 0 "arrugo" -acobard6.Puedo dar fe que el truco ayuda a jugar poker, pero los gestos y co?ortamientos q~e sor. p arte fundamental del primero serian consideradlnaceptables aun en la mas lumpen mesa de poker.

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    donde el fonema "creeeer", acentuado y serruchado en la frase,coloca, en contraste con "Ud. sabe con qUien esta hablando?"todo el peso del lamentable error en que ha caido ese otroque esta "fuera de lugar".

    Pero al silencio, 0 l as discu lpas( 0 la accion sumisa delotro con que cierran exitosamente su ritual de refuerzo de lajerarqu{a social los cariocas de Da Matta, mi portena memoriacontrapone haber o{do responder muchas veces: "~Y a ml que meimporta?" -y, no pocas, "eY a m{, que mierda me importa?". Ritualde refuerzo, tambien. Como dice Da Matta, tambien "el que estahablando" en BUenos Aires cumple ese ritual como forma de"trazer a consciencia dos atores aquelas difer e nc a s nec e s sar- Lasas rotinas sociais em situa90es de intoleravel igualdade" (p. 165,QQ. cit.). Es, en el hablante carioca y el porteno, un acto deviolencia, "utilizado quando os outros medios de hierarquizar umadada situa9ao falham irremediavelmente" (ibid. p. 165). Pero,en contraste con los cariocas de Da Matta, el interlocutor por-teno es, precisamente un inter-locutor: encuentra frente a si aotro hablante. Este, sin ceremonias, suele mandar, redonda yexpllcitamente, a la mierda al otro y, junto con ~l, a la jerarqu{asocial sobre la cual quiso montarse.

    10 interesante es que, igual que en R{O, en Buenos Aires lajerarqula social, aunque impugnada, tambien queda ratificada enel mismo acto. Suele ser evidente para los dos que quien seatreve a iniciar la situacion est~ en un lugar mas alto de esajerarqu{a -por eso mismo tiene sentido implicar la amenaza quecontiene esa pregunta-eplteto. No es el caso, tambi{n discutidopor Da Matta del "!il/hoo you think you are?", que es mas iguali tar

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    porque el que asf interpela esta negando que el otro tenga real-mente un lugar superior desde el cual hablarle 0 comportarse. En

    ~cambio, en "iY a m~ que me importa?" el interpelado no niega ni can-cela la jerarquia: la ratifica, aunque de la forma mas irritantepo sible para el "superior" -10 manda a la mierda. En realidad, el"inferior" tanto presupone la vigencia de la jerarqula que, como suele decirse, "se juega": por ahl la jerarqula no es irrelevante parael caso y el desplante puede costarle caro; .pero "a ml nadie me atropella". Si (como casi siempre ocurre) nada mas pasa, la jerarquiaquedo violentamente marcada y, por ambos, reforzada -pero tambienqued6, en el mismo acto, cuestionada en su vigencia para esa situa-cion, ridiculizada y "ensuciada". t Q u e puede ser mas insultante queenmierdar una jerarqula tan solemnemente invocada?

    Yease ademas que la pregunta-epfteto no se hace en "voce"("Yos sabes ... ") sino en "Ud.". En cambio, la tfpica respuesta,con 0 sin palabrota, elude definirse entre el "vos" y el "Ud.".E!1 contraste con los cariocas de Da Matta, el "superior" portenotrata al otro de "Ud." en el mismo acto en el que trata de colocarloen inferior, "en su lugar". Cuando no 10 hace, tanto en este con-texto como en otros que tambien pretenden reforzar jerarquias, unarespuesta frecuente es: ltd Y a Ud., quien le dio permiso para tu-tearme?", con las palabras "Ud." y "permiso" fUertemente recalca-das. Si en cambio la'l"respuesta es "~Y a .Y.2., qu.isn te dio permisopara tutearme?", la cosa ya esta a un paso de la violencia fisica-en la cual no es nada evidente que el socialmente superior va allevar la mejor parte. En RlO, violencia acatada. En Buenos

    J

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    Aires, violencia reciprocada. ~Mejor 0 peor? Simplemen~e,diferente. Pero con un importante punto en comun: en amboscasos, estas sociedades, presuponen y re-ponen, cada unaa su manera, la conciencia de la desigualdad.

    Permitanme seguir con mis contrastantes memorias. Entreotros, garons, dependientes de lojas y motoristas de taxi, en

    ,Rio al menos, cuando hacen bien 10 que estan haciendo seguncreen que debe hacerse, sirven bien. Solici~os, simpaticos -porsi hiciera falta, que no hace- ellos mismos colocan la distanciasocial existente. En BUenos Aires, sus equivalentes suelen haceruna serie de gestos, aproximaciones y omisiones para lograr algotal vez antipatico (pero que francamente me parece preferible):dejar en claro que no est~n sirviendo, est~n trabajando. Quientrabaja no necesita ser obsequioso; basta que cumpla con 10 queentiende es su trabajo (por ejemplo, retirar y colocar platos yfuentes de la mesa de un restaurante, 0 llevarnos a tal direccion).En todo caso, si va a haber alguna intimidad, suele ser iniciadapor quien comienza por marcar su condicion de trabajador -tfpica-mente, el nada infrecuente tuteo con que aquellos tratan a quien en

    . .ese momento no esta trabajando sino comiendo, viajando en un taxio compr a n do algo.

    Esto por si solo serfa excelente, auflque no siempre garantizaagradables comidas, viajes 0 compras. Pero ese momento de equi-paraci6n tiene que ser puesto en el contexto de una jerarquiza-ci6n social que, como vimos, es impugnada y al mismo tiemporeforzada en otras situaciones. Brasil es marcada y profundamente

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    jerarquizado, ocultandose a veces tras sus "hombres cordiales"*,pero encuentra su momento de magica, pero no irreal, transmuta-cion en los carnavales que Da Matta me ayud6 a ver. En cambio,Argentina, sociedad tambien jerarquizada pero bastante menos queBrasil, tiene, en casi cualquier oportunidad que se presenta,una actitud mas igualitaria (0, mas precisamente, equiparadora)de las distancias sociales. Pero, como 10 muestra en capsula elI tdY a mi que mierda me importa?", tanto por uno como por otro ladolas respectivas pretensiones--marcar la diferencia y negarla, aun-que sea por un minuto--son vigorosamente planteadas. Como algunosclasicos sab!an, pero los argentinos olvidamos, una sociedad puedeser al mismo tiempo relativamente igualitaria, y autoritaria yviolenta.

    Otra repetida sensacion, que converge con la anterior.Viejo gitano, uno de mis problemas es reacostumbrarme a conducirautos en diversas culturas. De los codigos -realmente vigentesy que realmente ordenan el transito- de Europa y Estados Unidos,nunca me es facil volver a esa fantastica bagun~a que es eltransito de Rio. Allf, como sabemos, los codigos de transito(incluyendo por supuesto las luces) son sugerencias que a vecesuno puede seguir -pero solo en condiciones sUficientemente

    *Aunque me imagino que es cometer herejia contra las malhumoradacriticas a la imagen del "hombre cordial", yaunque entiendo conAntonio Candido (ltlntrodu

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    claras para los otros como para, por ejemplo, no ser aplastadopor atras (0 asaltado por el costado) al detenerse de nochefrente a una luz roja. En Buenos Aires el desorden es menor,pero tiene dos precios. En Rio el poder (policial) es casi Slem-pre una gran ausencia: aunque el policfa este presente, no seocupa de "iruracciones" q,ue no son tales, y si se ocupa gene-ralmente es para conseguir la gorgeta q,ue reafirma oblicuamentela intermitente vigencia de la ley "violada". Pero cuando elpolicia esta a la vista, suele ayudar a q,uien, como yo, con misotague a cuestas, casi nunca logro encontrar los lugares dondevoy. En cambio, en Buenos Aires, con multas realmente caras,el poder (policial), en contra de los no menos venales interesesde sus miembros, fue obligado a esconderse*; casi, a actuarcon la misma clandestinidad con q,ue otros poderes hicieroncosas muchas mas horribles: un policla q,ue el conductor nopuede ver tiene muchas mas posibilidades de "cazar" iruractores**,q,uienes solo se enteran cuando llegan a su casa multas llenas deceros a la derecha q,ue, a pesar de la abismal desvalorizaciondel peso, duelen. En Rio, el policfa esta casi ausente, y laspocas veces q,ue se hace presente (partiendo de la base q,ueq,uien conduce auto suele estar en la otra punta de la jerarq,ufasocial q,ue el policla), todo se ajeita -y la baeun5a del tra~sitocontinua imperturbable. En BUenos Aires el poder tampoco esta

    *Esta fue una de las micro-bellezas q,ue implanto el reglmenautoritario de 1976 en adelante. Mas abajo vuelvo sobre el tema.**Como con perfecta logica nos respondieron varios cuando, d~-rante 1979, les pregun~amos por q,ue se escondian.

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    para ordenar el transito, pero el contacto personal -que, comovimos, en Rio sirve para alguna ayuda 0 para el "arreglo" dealguna infraccion- es mucho mas diflcil porque ese poder se es-condia para poder castigar mas y mejor. Consecuencia: enBuenos Aires uno desarrolla olfato para descubrir lugares "peli-grosos" (no de choques, de policlas escondidos) donde se hacetodo "como se debe" para, en la calle siguiente, entrar en laley de la selva.

    Invito a recordar una experiencia: entrar desdeuna calle lateral, durante el rush hour, a unaavenida. En Estados Unidos entre luces (respetadas)y la regla de ir pasando en el orden en que uno llego a laesquina*, ese ingreso a la avenida es poco problema. . -En Rl.Oes por cierto un problema; pero no tarda en resolverse, porque al-guien deja voluntariamente esos segundos de tiempo para que unopueda escurrir auto la gran corriente . .su en -a m~ me parece mascom plicado qu e el sistema de Estados Unidos (una vez que 10 re-aprendo, claro), pero cada vez que ocurre me digo que tiene un

    *Orden facil de practicar pero que cada vez me resulta diflcilredescubrir. Por ejemplo, hace poco tiempo, en una apacible tardeen Palo Alto, lleve a Richard Morse al borde del infarto al nodetener mi auto completamente en ni~~un stop, ir unas 10 millasmas rapido que las absurdas 25 millas permitidas y, sobre todo,al cruzar las intersecciones en cuanto vela un claro, sin respe-tar el orden de llegada. El horror de Morse (acompanado de otroelemento de racionalizacion que nos es absolutamente ajeno: elcalculo, realmente deprimente, de cuantos dry martinis lbamos apoder tomar sin exponernos a algo asl como diez anos en SingSing),me resocializo rapidamente; pero tiempo despues -previo paso porRlo y Buenos Aires- Alex Wilde tuvo que sufrir las mismas angus-tias en los no menos apacibles alrededores de Notre Dame.

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    lado simpatico: a uno le hacen algo en la currency que otrotalentoso observador, Roberto Schwarz*, enfatiza: un favor -yno pocas veces, un gesto cordial, agradecido con ese gesto erectodel pulgar que todavia no he hallado el Roberto Da Matta que 10descifre.

    En Buenos Aires somos aparentemente iguales: es regla quesi no hay policla a la vista (0 presumiblemente escondido),cada uno debe pasar primero. Por 10 tanto, parte del asunto esimpedir que pase el otro. La forma de hacerlo, teoricamente ile-gal pero universalmente practicada, es "meter la trompa" (0 "meterla punta")**. Resultado, los autos que se cruzan avanzan hastarozarse: los que estan cruzando contra el paragolpe del que losprecede*** (asl no dejan pasar a los que vienen en la otra direc-cion), los que estan queriendo cruzar a milimetros del guardabarroso la puerta del que esta cruzando, para aSl aprovechar la mas minimvacilacion para "acabar de meter la punta" y, asl victoriosamente,inaugurar la corriente que ahora comienza a cruzar desde la otracalle, hastaque alguien "se achique" 0 "arrugue", y -por 10 tanto-

    *Roberto Schwarz, Ao vencedor as batatas, Livraria Duas Cidades,Sao Paulo 1977, pp. 13725 Y assi~**Si algun lector ve en este lenguaje de "violar normas" y de"meter la trompa" 0 "la punta" alguna connotacion sexuada, declaroque yo tambien. Pero ni mis desordenadas lecturas, ni mis anos(acostado) de divan me permiten sacarle juga a esto.

    ***Los paragolpes en la Argentina son otro tema, corolario deestos deportes: son estructuras mucho mas grandes y fuertes quelas de cualquier otro pais que conozco, que sirven para esoscruces y -tambien- para estacionar empujando a otros autos. Huboun tiempo, cuando tenia mas sentido del humor, que me divertia elmorsiano horror de los extranjeros (incluso brasileros) cuando enBUenos Aires uno tiene que empujar filas de varios autos detenidospara "hacerse un lugar".8

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    abra paso a los que vienen desde el otro lado. La consecuenciade esto es, por supuesto, una monumental ineficiencia, peleas,insultos y, no pocas veces, el gesto "sobrador" (patronizir:g esel termino mas parecido que se me ocurre), cuando nopulgar e indice cerrados en evocativo circulo, del que consiguiometerle la trompa al otro y 10 deja, frenado y con rabia (parecetitulo de tango), a pocos milimetros del auto que se desliza vic-toriosamente. El problema es que no hay forma de no practicareste deporte, como 10 volvi a descubrir hace poco tiempo.Acostumbrado al transito mas pacifico de Rio*, con mi autoestimaalgo menos referida a seguir pasando primero, (y, en parte tambiendebo confesarlo, porque los reflejos para meter la trompa t:endena atrofiarse, como tanta otra cosa, si uno no practica) me lancea conducir de forma que, con inexacta pedanterla (despues ~e todo,a nadie Ie gustaba menos que a Hobbes el estado de la nat~raleza),explique a uno de mis hijos que era "no hobbesiana". Pero ':uepe~r, por una razon que a esta altura debe ser obvia: en cada

    J" I ..esqulna los quevenlan atras mlO, y por 10 tanto dependlan de queyo metiera la punta para pasar ellos, me sancionaban con un (parami al menos) insoportable estigma de bocinazos y crfticas a miestado hormonal (por si interesa, la historia termina en que volvla la casa del amigo que me habla prestado el auto, disputando fe-rozmente cada esquina).

    . *Imagino a mis colegas brasileros en abismal asombro frente aesta afirmacion. Pero garantizo que 10 que aquf digo resulta dereiteradas y cuidadosas observaciones realizadas, para aumentarla varianza, en variadas esquinas y horarios en ambas ciudades.

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    Pero esa agresiva equiparacic5n no carece de reglas y jerar-qu!as. Pero ~stas no son ni el orden sucesivo de llegada de Es~ados Unidos ni el jeito-favor de Rio. Quien vacila ese segundocrucial que permite atravesarse al otro es, generaL~ente*, el queconduce un auto sensiblemente mas pequeno que el del otro lado,o cualquier auto frente a un colectivo (6nibus)**. Pero hay

    *Incluyo 10 de "generaJrrente", porque el que no todos respetenlas reglas todo el tiempo es 10 que Ie da a es~e deporte su caracter in variab lem en te em ocion ante.**Como para refrendar este agresivo individualismc, los coLectivson prodigiosamente conducidos por una sola persona. El colectiv(recordista nacional de ulceras, enfermedades cardiacas y otrasenfermedades del super stress), injusta pero entendiblemente odiapor los conductores de todo otro vehiculo, entrega "boletos"(pasajes) de diversos precios dependiendo de cuan lejos va elpasajero, cobra, da el "vuelto" (me pregunto a c er-c a de la revo-lucian cultu~al que resultaria de implantar el exac~ chanze delos bus estadounidenses ...)',vive en permanente disputa con lospasajeros que no tienen cambio y con los que no se corren paraatras (con alguna raz6n, porque la unica pue:ta es adelante, ycuando llega el momenta de bajar si uno esta atras corre el riesgde morir aplastado y aplastando la masa humana que viaja duranteel rush hour). Inclusive, en extrano y(posiblemente) inutil ritoel colectivero tiene de tanto en tanto que anotar los nlimeros delos diversos tipos de boletos que hasta ese momento ha vendido.Ademas conduce a velocidades que me hacen fantasear un torneoentre monstruos prediluvianos: una carrera entre 10 de esos coletivos y 10 omnibus de Rio -tal vez no nos vaya tan mal como enel futbol. Y , sobre todo. METE LA TROMPA. Para hacerlo. aparteaprovechar la "variable tamano", el colectivero tiene la ventajaque todo porteno es, sin saberlo, un conocedor de Thomas Schellin(The Strategy of C or.:flic, fiarv:ard;jniVeJ..-ity Press, C a mbr i.dge .Mass. 19b6): como tal vez este dando un complicado vuelto, 0 anotando los numeros de los boletos. 0 insultandose con un pasaje~o.uno nunca sabe si el colectivero no es en ese momento un jugadorirresponsable que, simplemente. no esta mi_ando 10 que tiene pordelante. Esa posibilidad (mas aterradora a~n porque implica queel colectivo puede chocarlo a uno con su inmenso paragolpe. cata-Lcgab Le como arma de guerra) hace de este. ma s que su eterno rivael camionero (quien uno supone que siempce esta mirando) dueno ysenor de 1a calle y sus esquinas (las no po1iciadas 0 sospechosasde estarlo, al menos). La mayor, y pr esumi.bemsrrts mas Lespon-sable. amenaza de violencia, termina imponiendose en ese juegoeq uip arante de n o- ig uales.

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    otras sutiles gradaciones (por ejempl0, quien conduce unviejo y descascarado auto tiene importante ventaja psicolo-gica*sobre qui en conduce uno nuevo), que interact~an compli-cadamente con la "variable tamano". Hayademas situacionesadmitidamente insolubles, tal como la interseccion de dos co-lectivos 0 -peor aun, porque pone en juego los respectivos or-gullos profesionales- entre un colectivo y un camian. Pero,aparte de estas situaciones inherentemente catastroficas, elgran problema es que mis datos muestran que la probabilidad detoparse con un auto de aproximadamente el mismo tamano y es-tado que el que uno conduce es del 87% -de manera que en lamayor parte de los casos la regla es to ~ chicken**: tra-tar -como en el juego de truco, pero por apuestas generalme~te

    ,; "mas altas- que el otro "arrugue" primero y as]. pasar uno***.

    *Tambien cuando conduce una mujer (pocas, el rush hour estiempo de hombres). Como es sabido en nuestras culturas, lasmujeres son ge~eticamente incapaces de conducir apropiadame~teun auto, por 10 que, como me dijo un taxista, "aqul. las minasempiezan perdiendo". Cuando chocan dos mujeres es q.e.d.;cuando chocan con un hombre tambien es q.e.d., porque seguroque la mujer tuvo la culpa.**El (supermachista, US-style como dice Howard Wiarda, ha-blando de la democracia que segun el nunca tendremos) juegode chicken tiene numerosas variantes, fruto de esa humana pa-sion por la violencia. Pero, que yo sepa, la versi6n princi-pal consiste de dos autos lanzados por el mismo carril en ladireccion opuesta; el conductor que "arruga" primero (chicke~,galinha) y desvia su auto, pierde. A veces ganan los dos ymueren gloriosamente.

    ***Para no hablar de los peatones, molestos anirnalitos sinparagolpes que a veces le impiden a uno meter la trompa.

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    . '"~Sera que estas microescenas (interlocuciones, serviciosy " 'erabajosq ue relacion an ocasior. .alm en tea p erson as de diferen-tes posiciones sociales) y los mas interactivamen~e iguali~arios(porque casi siempre quienes conduci:nos somos de clase ::lediao alta, y cuando alguien de las clases populares conduce es-t~ llevando a alguien de aqu~llas) cruces de esquina, nos dicenalgo de semejanzas y diferencias entre nuestras sociedades que

    . /tamb isn podemos reconocer, con transmutada pero tal "fez noficticia congruencia, en o tr os p Larios "mas importantes"? Si~.pretender agotar un tema que, si existe, es inagotable, nitampoco imi tar la talentosa lupa de Da Matta y Schwarz, creoque vale la pena explorar esta pregunta.

    (II)Que algunas relaciones existen comenzamos a verlo a partir

    de una rectificacion a esta altura indispensable: en realidad. .cuando me referl. a la Argentina debi haber- usado el tiempo

    I preter-l.to0, mas exactamente, haber hecho la salvedad quebuena parte de 10 que narro quedo suspendida por varios anos.El regimen implantado en 1976 secuestro, torturo, asesino, ad-

    I ~ qUl.rl.Ouna deuda externa que tanto ~ capl.ta como en terml.nosde exportaciones es superior a la de Brasil (sin haber siquierahecho proyectos faraonicos, que al menos pagan salarios),

    /redujo en un 3 0% la clase obrera argentina, achico en un25% la produccion industrial, arruino las economlas provincia-les ... e hizo muy, pero muy peligroso (porque realmente10 era y porque tal fue la paranoia que nos inyect6) responder I"dY a ffil.ue me importa?", con 0 sin mierda. Los personajes del

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    regimen se hartaron de repetir que la subversion habla calado tan"d 1 Arge tl'n y habla enfermado tanto el cuerpo socialn 0 en a. n a, -

    "quiero ser Gran Censor por un dla, para descensurar todo yprohibir las met~foras organicistas, por causa de obsceno abusopor la extrema derecha) que habla que PONER TODO EN SU LUGA~.Los conductores de taxis y colectivos, y otros "servidores"(aparte de los Servidores de la Patria que en la calle, miedos

    "e ellos, no los usaban) tenlan que uniformarse: camisa celeste"color patrio) y, por supuesto, ese perfecto slmbolo de todo 10

    duro y contraldo: corbata. Mas importante, como habla que res-. -tablecer el Principio de Autoridad, hasta donde alcanzo el . -brazo del estado (y llegaba a muchas partes) el tuteo quedo

    prohibido. Y donde no llegaba, muchas veces no pocos -tambienllenos de odio contra esa sociedad que mandaba a la mierda pero

    "o dsstruLa LA AUTOBIDAD, contra esa gente insolente, agresivay malhumorada- impusieron sus micro-despotismos all{ donde

    "odlan. Entre presiones y re-presiones, y el crecimiento d21desempleo, el trabajador, en la f'brica y en el comercio, t~voque "guardarse" su identidad de trabajador -el estricto t.onoacademico de este ensayo me impide indicar donde, seg~n la propiacultura popular, tuvo que guardarla. Y, rodeando todo eso, elmiedo de todos los Ubaldos que fuimos, de que alguien nos preguntar

    / "asumiendo un derecho de tuteo que hablan quitado a los demas,"dVos sabes con quien estas hablando?", y que ese alguien tuviera

    poder de vida 0 muerte, 0 de empleo 0 hambre, sin recurso algunoante nadie. Incluso en la calle: '"omo ya comente, hasta lapOlicla de tr~nsito, en concierto con quienes se ocupaban de

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    enfer~edades mucho mas graves del cuerpo social. 1 ' ,. .se c~anaes~~n~zoPo r su La do , las FiJERZAS DE SEGJRIDAD (under -che cir cums t.ances ,una curiosa denominaci6n), obsesionadas con el potencialsubversivo de los jovenes, sobre todo aquellos con pelo largo ysin saco ni corbata; esto hizo, por ejemplc, de mis hijos.::.~ecurrentesandidatos a ser "enderezados" (y rapado s) media nteel inculcamiento, durante un par de dlas, en alguna Comisarla,del DE2IDO rtESPETO al orden y la autoridad. Incluso, el temorde meterle la trompa a alguien que, can sus a~mas y su anonimatode gangster, podia hacernos, literalmente. cualquier cosa*. En-

    Itonces, la calle -ese lugar publico que Da Matta contrapone tanbien can la casa-, y la escuela, y el lugar de trabajo, y la ofi-cina publica, fueron el lugar del sometimiento y del miedo; 0 -pausar una palabrota de mi disciplina- de la des-ciudadanizacion.La experiencia del violento arbi trio con Que los que falam sometena la favela y la villa miseria*, fue de todos, en un grado que

    *Conductor distraido y poco agresivo, llegue a acostu.'1lbrarmeno prestar atencion a los gritos y protestas que, supongo quemerecidamente, PLOVOCO -mea culpa. No fue poco el susto, cuando,en 1977, por el centro de Buenos Aires, mediante gritos yalgunosgolpes a mi auto (en movimiento), cai en cuenta que esa energicacritica se hacla, desde otro auto apareado al mlo, atras de unaescopeta de cano recortado y de una pistola ametralladora (0 algopor el estilo, no soy experto en armas y confieso que no me fijemucho) por dos furiosos, corpulentos y patibularios senores. Desese dla -hasta refugiarme en la idilica Daz del transito en Rio-registre atentamente, can paradojico pero profundo amor en causapr cp.ia , todos los "comentarios" que pr-ovo co mi desprolijaconduccion (de auto, claro).

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    /ni aun los momentos mas represivos en B~asil aproximaron -esapa sicn autori taria, al som eterno s a todos a la desgracia quehasta entonces e~a de pocos, nos igualo en la comun expeLienciade, por las dudas, calla~nos la boca frente a cualquiera quepuslera gesto de mandan.

    Pero se me escapa una rabia que no es este el lugar paravolcar. Aqul me interesa senalar que esa sociedad -comoBrasil, aunque de maneras diferentes- ya era autoritaria yviolenta, y que tambien era -en contraste con Brasil- bastanteigualitaria. Asl, el tuteo, el "yo trabajo, no soy sirviente",el "~y a m l que mierda me importa?" (y, en general, todo 10 queestaba "fuera de lugar" con tanto rebelde e insolente) fue, conperfecta racionalidad, blanco de un feroz pathos represor. Laviolencia di~igida contra esos estilos y costumbres -por elgobierno y, tambien, por los numerosos kapos que aparecieronen aquellos anos de campo de concentracion- estuvo dirigida aalgo que realmente molestaba, por sf y por 10 que, correctamente,

    *Como loca forma de salvarnos de 10 enloquecedo~ que era vivirbajo esa represion, con mi mujer -Cecilia Galli- llevamos a cabouna proto-investigacion (digo "proto" porque, under the circums-tances, cometimos todos los horrores metodologlcos, comenzando poentrevistar s610 a quienes no tenfamos demasiado miedo de hacerlo;creemos con cierto orgullo que logramos la muestra menos repre-sentativa de la historia de las ciencias sociales). Peroaprendimos algunas cosas importantes; entre otras ~ue la capa-cidad sadica contra las villas miseria siempre podla superarsea Sl misma (praximamente va a ser publicado un importante librode Osca~ Oszlak, sobre este tema y conexos); como una boliviana,con siete hi~os, "sin hombre en la casa" y cuya casilla prontoseria destrulda por un bulldozer, nos dijo con lagrimas de rabia:itAmi nunca, nunca me han humillado tanto" -y era evidentementecierto.

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    los mandones, civiles y mili~ares, entienden que significa:un pueblo (DOVaO, pODulace) i~solente y azresivo aue -Dara~ --colmo- contagia sus plebeyas pos~uras a buena parle del resto.La Argentina post-19JO, con su secuela de fabricas, ricachonesde ex-cranos apellidos, sindicatos, pleno empleo, "demagogos" y-condensando -codo eso- el peronlsmo, ese "pais ingDbernable"seg~n una derecha incapaz de producir desde hace d~cadas una

    *dea ,/ Ide algun vuelo, ese pals -finalmente, a partir de 1976-iba a ser puesto en su lugar.

    Lo terrible era que ese pals estaba lejas de ser demccra-tico. Sin necesidad de ir mas hacia a"tras, fue notable la au-

    " " . / .sencia de valores, discursos y practlcas democratlcas en lapolltica as! como tambien en las principales organizacionesJde la sociedadJdurante el perro do de loca violencia que precedio

    . **al golpe de 1976. Insisto sobre dos puntas: igualitario eindividualista no es igual a democr~tico, y mandar a la mierdaa quien invoca la jerarqu{a social, es ratificarla (aunquesembrando odios), no superarla 0 disolverla.

    IAunque menos que Brasil, Argentina era un palS socialmentedesigual (aunque era basicamente cierto que "aqul nadie pasa

    *Esto a pesar de la lec~ura (algunos leen) de sus gurusfavoritos, que cito por orden alfabetico para evitar que laEmbajadora, ratificando las sesudas conclusiones de su tesisdoctoral, me acuse nuevamente de argentino machista: Hayek,Huntington, Friedman y Kirkpatrick. El que pOdria haber ay~dadoes Borges, pero ultimamente ("el pobreci-cc esta ciego, claro",como dice una tfa mia a la que sospecho le gustan los juegos depalabras) parece que 10 contagia la subversion.** JEste tema y o-croscon relacion al perrodo previo al golpe de1976 en Argentina los discuto en El Estado Burocr~"tico A~~critario:Arzentina 1966-1973. Editorial de Belgrano, Buenos Aires 1902.

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    hambre") y hoy -despues del meticuloso ataque llevado a cabocontra la Argentina plebeya- 10 es mas aun. Somos mas desigualesque antes, pero tal vez tengamos mas posibilidades de ser masdemocraticos y, si la palabra no escandaliza demasiado, mascivilizados en nuestros patrones de convivencia social ypolltica -pero no porque seamos mas desiguales, sino porque laforma increlblemente brutal con que se intent6 consolidar esasdesigualdades abre hoy la posibilidad (es solo eso, pero esnovedad) de que sean mas aceptados ciertos valores y pr~cticasmas democraticas y convivenciales (aunque el transito sigueigual y los kapos que conocl siguen en sus puestos, enescuelas y lugares de trabajo, culpando todo al "desastre delas Malvinas") .

    Pero dejemos estas consideraciones y volvamos a Brasil.(III)

    No me llama tanto la atenci6n la distancia y la clarademarcac~6n de jerarqu{as sociales en Brasil -evidentes-sino la capacidad de producir esa jerarquizaci6n en casi todoslos contextos a que me he asomado. Eligiendo un ejemplo entremuchos posibles, en los momentos que me dejan libre misinvestigaciones sobre esquinas, palabrotas y 6mnibus, me fascinaobservar el complejo sistema social del edificio de departamentos

    .I'donde vivo, y los de la agradable cuadra de Leblon donde aquel/esta: abajo de EL SINDICO Y de los distinguidos moradores

    que son propietarios y no hacen ruido de noche, se extiendeuna compleja y fuertemente jerarquizada estructura social: por-tero principal, portero ayudante, vig{a nocturno, fachineiros,

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    ". .mas ese fluctuante ir y venir de empleadas domestlcas y pro-veedores, y de se~oras que dan por sentado que algunos deaqu~llos se va a avalanzar a ayudarlas con sus Daauetes.~esa jerarqula nunca deja de sorprenderme, primero, el ~ono

    "ejano, matter of course con que los moradores dan ordenes y* /reciben servicios y segundo, y aun mas, la fuerte jerarquiza-

    cion de las relaciones entre aquellos "servidores". En laArgentina, en primer lugar, en un lugar como ese (yen muchosoTros) hay siempre mucho menos empleados (residuo, segurarnen"Ce,de largos anos de pleno empleo). Ademas, el portero no "Cienela mas mlnima sospecha de que deba abrirnos la puerta, niayudarnos a cargar paquetes -cuando 10 hace queda claro que esuna ayuda estrictamente voluntaria y uno debe agradecerla comotal. ,/Ademas, cuando hay mas de un portero, aunque uno se llame,"principal" y otro "ayudante", 0 establecen algun contrato deequiparacion entre ellos (que sospecho incluye, al estilo de, .los acuerdos en la fabrlca para no excederse en la cadencia* " .tra caracterlstlca que me sorprende (y que supongo Tiene~ue ver con la respuesta sumisa, verbal 0 no, que presupone el'~oce sabe com quem esta falando?"), es que poco se mira alsubordinado cuando se le da una orden 0 se recibe de el un ser-vicio; como si la persona de este no estuviera alll, solo elacto demandado 0 recibido. En la Argentina el taci1:o pero elo-cuente "~Ud. qUien se cree que soy yo?" de quien tiene ese dis-plicente n mirar, se expone a recibir la respues1:a que no 'loya repetir para no seguir enmierdando este paper, 0 a que elotro lleve a cabo sabotajes tan malandros como los de Pedro Mala-sartes (Da Matta, 00. cit), inclusive cumulir absolu1:amente al__ '" 4pie de la letra las ordenes. c Sera que la Ar-genti.naes el primerpals del mundo en que los malandros conseguimos absoluta,mayorla?

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    de trabajo, el no excederse en sus "atenciones" con los mora-dores), 0 pronto uno 0 los dos se habran ido golpeando fuer~e. .,. *la puerta de entrada ... en dlrecclon al sindicato .

    Claro, por el otro ~ **lado esta el carnaval y umbanda,/sobre la cual nada se, pero me encanta leer 10 que sobre ella

    escriben los antropologos. Y muchas cosas mas, que los brasi-leros conocen tanto mejor que yo. , .Pero ademas hay otras cosas,

    '"ue no se si se advierten como puede hacerlo un extranjero.Una es la extraordinaria cordialidad (y aqul no acepto que me

    ,. ***digan que es mascara 0 afectividad superficial ) de losbrasileres (con la "e" quiero indicar ambos sexos, para quenadie se of end a) con los ninos (crianQas): para quien vienede un pals que por momentos parecioenamorado de la muerte,incluyendo agudas necrofilias y necrofobias, esas carinosasaproximaciones parecen magnl:icas senales de amor por la vida,

    *Al c:lal, segun opina otra tia mia, "todos estos ato-rrantes (zafados) estan afiliados" y, como en el fondo esuna buena soci6loga (aunque cree que es cosa de comunista),ella ir~ediatamente pasa a maldecir al peronismo, origende ese y parecidos males.**Si, como senala Da Matta, el carnaval en Brasil es unritual de inversion, y si, siguiendo a aquel pero usandoun termino que me parece preferible, el futbol es un ritualde equiparacion, hay otra dimension de equiparacion -ademas,significativamente, de la feijoada, como menciona nuestroautor- que me parece notable. Supongo que sobre esto debehaber medulosos estudios, pero como no 10 conozco me atrevo

    a mencionarlo: se trata de la musica popular, que es "popular"entre todas las clases, cosa muy poco presente en otros paises,-y ciertamente no en la Argentina.***y, si me 10 dicen, invento un feo neologismo: carinosidad.

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    por 10 aun fr agiL, y por el f'utur o (pensemos, en otiad.i.r-ecion,sobre el colosal amor por los pets y desamor por los ninos enEstados 1Jnidos y Europa :~o'.::dica).tra , que va a provocarrugidos de furia en mis mas ardorosos amigos, es algo casiincre{ble para ml, de es'te povao tan, pero tan explotado: laa.legria con que tantas veces 10 yeo traba jar-. y su capacidadde hacer musica -viva, aleg~e y con swing- trabajando, 0 anteso despu~s de durfsimas jornadas de trabajo y transporte. Se queeste no es el mundo de la fabrica -que no conozco en Brasil-ni el de la Baixada Fluminense y sus equivalentes, a los queapenas me he asomado. Pero tambien son muchos los que, viviendoo no en aquellas Baixadas, y apinados 0 no por horas en esoshorribles omnibus, tienen esa, dadas las circunstancias, prodi-giosa capacidad de sonrisa y buen humor.

    Ya 10 se, y va a ser parte (nada original) de mi a~gumento:todo 10 mencionado, y muchas cosas mas que el lecto~ sin dudaagregara, es extraordinariamente eficiente paia consolidar lasfenomenales desigualdades sociales existentes en Erasil. Perono hace f'a.t.a sal tal' d e inmediato hacia g ....andes conclusiones,sobre todo si uno tiene en la retina la imagen de otras sociedades-trade offs, que Ie dicen. Me Lanzo aho za por este procelosocamino, avisando que estoy POl.-dar un sal to de 10 micro a 10macro que soy incapaz de defende:' con razonable rigor*.

    *Respecto de esto, estoy en el mismo nivel de sOfisticacion de"::0 se si hay brujas, perc que las hay, las hay". Estas rela-ciones entre el micro y macro con alta p~obabilidad no son lasque en su tiempo pos'tularon las teorias Dsicologicas de la moder-nizaci6n, 0 del ca~acter nacional, 0 de la personalidad auto.::i'tria, 0 de "congruencias" al estilo de ~a.:.~::::-yckstein, pero que haJrelaciones, las hay. 5i Fabio W. ~eis 'tiene la lucidez deafir~ar que hay brujas por el lade del noli'tical develonmen't,aunque deba tragarme alg~nas pedan'tes crl'ticas escri'tascuando era jove~ y crela que sab{a mucho mas, declaro que'tambien por aqui las hay.

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    (IV)Comienzo por Argentina. Esta sociedad individualista,

    llena de confrontaciones que no resuelven nada pero activanla furia de los mas poderosos, sin tradicion de un liberalismo

    *azonablemente vigoroso, y que, a pesar de cierta "democrati-cidad" en el trato inter-clases, hace muchos anos que no vivenada parecido a una democracia que perdure como para lograr

    Ialgunas ralces, esa sociedad no puede sino tender a suscitarautoritarismos maS violentos, radicales y comprensivos(abrangentes) que los que ha sufrido Brasil. ,, -La c onfr onta ci on

    . ~ . ,del ileAml que mierda me importa?" impugna la Jerarqula perono la cancela y -agrego ahora- ocluye los espacios de genera-lizacion: es decir, de elaboracion de una relacion mas 0menos estable, y relativamente aceptable para las partes. En-tonces solo queda seguir re-actuando esa relaci6n, o.que el"superior" logre imponer violentamente otra, mas "respetuosa".

    Esa tendencia hacia la oclusion de espacios generalizablesse advierte tambien en planos mas generales. Los actores dela politica argentina han sido corporaciones: Fuerzas Armadas,asociacion es em presarias u rban as, asociaciones emp resarlasrurales, sindicatos e incluso segmentos "privatizados", del

    *Los infortunios de la tradicion liberal en nuestros palsesmerecen un cuidadoso estudio comparativo. Sobre esto no puedoavanzar mucho aqul, porque sobre la Argentina no existe nadacomparable con una pieza como "Praxis Liberal no Brasil",Wanderley Guilherme dos Santos, Ordem Burguesa e LiberalismoPolltico, Duas Cidades, Sao Paulo 1978.21

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    aparato estatal, todos ellos defendiendo direct~llente enlas grandes arenas publicas 10 que entienden sus intereses.Est'e co:..~poratiismo anar quico ha de j ado pocas oportunidadespara la formacion de una sociedad polltica y, con ella. parala emergencia de los partidos politicos como mediadores ygeneralizadores de intereses. Atras de esas co~~rontacionesescasamente mediadas, el aparato estatal ha bailado alcompas de las fuerzas de la sociedad, mas como campo de ba-talla que como instancia de formulacion de intereses masgene_'ales que el de las corporaciones y clases en conflicto.Si los minidramas de las confrontaciones individuales desplieganuna apariencia de igualdad que no deja de ratificar las diferen-cias existentes, de fo~'ma que adem~s siembra resentimientos yocluye posi bilidades coope ra ti vas, en esto s plano s mas agregado socurren cosas curiosamente parecidas. Las confrontacionesdel corporativismo anarquico, que vienen de una complicadahistoria que no es del caso narrar aqul, tambien tienen esaapariencia de igualdad (hasta el punto de haber justificado elgran argumento de la derecha en los ultimos JO anos: que el ~RAI'problema de la Argentina es solo el peronismo y atras de este,y sobre todo, los sindicatos) sustentada porque en algunosmomentos los sindicatos y otras fuerzas populares consiguen

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    / . * /revertlr polltlcas que los afectan negativamente. Pero atrasde esa apariencia otras cosas, muy diferentes, aparecen. Unaes que esas confrontaciones nada tienen de democra~icoi alcontrario, se juegan con recursos, y atras de concepciones de10 que es el "otro", que, como suqerL , anulan una y otra vezlos espacios posibles de acuerdo, cooperacion y establecimientode reglas mas 0 menos estables y generalmente compartidas.

    "Ademas, e igual que en los ejemplos micro, ese juego aparente-mente igual presupone y de hecho ratifica profundas desigualdadessociales y, atrs de ellas, profundas diferencias en la distribuc

    *Parte de esta historia, y sus espirales, la he analizado en"Estado e Alian9as na Argentina, 1956-1976", Estudos Cebrap 21-,1977. De ella aqul s610 es necesario senalar que la oligarqulapampeana argentina, asentada sobre una tierra'sin campesinosa los que pUdiera controlar clientellsticamente, se qued6 sinvotos hace ya mas de 50 anos, Desde entonces -y desde la impor-tante base que le dan su control de enormes recursos agropecuarioy financieros, aSl como su gran prestigio cultural (tema esteque, por Sl y por sus contrastes con Brasil, merece un ensayoapar~e)- esas clases, sus satelites y sus partidos han sidosistematicamente desleales al juego democratico. Ademas, con-el golpe contra el Partido Radical de 19JO inauguraron la prac-tica que habian de perfeccionar a partir de 1955 con el golpecontra el peronismo: proscribir electoralmente a partidos mayo-ritarios. Con ello no solo las seudo-democracias resultantesestaban condenadas a ser tan dbiles ~omo ilegltimas, y a alternacon reglmenes autoritarios cada vez mas duros, sino que se crearolas condiciones para que, sin representaci6n en una arena pollticque, ademas, por su fragilidad e ilegitimidad importaba poco,todas las fuerzas sociales -no s610 los sindicatos- pasarana practicar el corporativismo anarquico. Sobre las caracteristicy condicionantes post-1955 de 10 que Marcelo Cavarozzi llamatIelestilo de hacer polltica" en la Argentina, cf. el trabajode este "The style of politics in Argentina and the recurrenceof authoritarianism", de proxima publicacion en Guillermo O'DonnePhilippe Schmitter y Lawrence Whitehead, eds., Transitions fromauthoritarian rule y su libro Autoritarismo y Democracia, 1955-1983, Centro Editor, Buenos Aires 1983.

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    del poder: aSl, contra 10 que no pecos han argumentado, desde1955, 0 po= 10 menos desde 1966, y con toda seguridad desde1976, la si~uaci6n argentina ha es~ado lejos de ser un" empa te". Por el contrario, d sspue s de varias vue 1tas deestas espi~ales -en algunas de las cuales, es cierto. haaparecido ganando- es incontestable que el sector popularargentino ha sufrido una parte mas que proporcional de ladestruccion que la Argentina ha venido inflingiendose a Sl;TU sma.

    Sin arenas. entonces. de generalizacion de intereses,discursos y metas y. por ello, con una proto-politica en laque se aprende que en el cor~o plazo gana (siempre en el cortoplazo, pero en un juego asi nunca hay mas que eso) el que maspue de amenazar 0 danar al otro, ni partidos, ni parlamento niotras ins~ituciones de la democracia han logrado enraizarse.>iada mas debiL que los partidos y el parlamento (de tan inter-mitente existencia, por 10 demas) frente a las fuerzas socialesde ese anarquico corporativismo. Cada una de ellas mete la trom-pa, retruca y manda a la mierda la pretension de la otra ...hasta que esa serle de confrontaciones encuentra a alg~~os -nocasualmente, los mas debiles en una sociedad de clases- exhaustosy, a otros, reclamando la suprema violencia que, aho~a si, conlas armas en la mano, elimine a algunos y ponga finaL~ente atodos Ei'i S T _ T LiJJ.AR.

    . . 'La relteraClon de golpes militares en la Argentina,y la reiteracion de sus fracasos. puede entenderse desde esta

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    perspectiva: el intento de emergencia de un poder que, apunta de bayonetas, quiere constituirse en un poder primeropara, desde alIi y con ayuda de sus sempiternos aliados(los de clase y las innumerables vocaciones autoritarias queflorecen en contextos como ese), ordenar serialmente una so-ciedad hasta ese momento "desubicada": los de arriba, arribay mandandoj los de abajo, abajo y obedeciendo -yen todo caso,agradeciendo las paternales preocupaciones que los de arribales dispensaran cuando las cosas se hayan "enderezado": ylos del medio, viviendo su eterna ezquizofrenia: mandando yobedeciendo, pero sabiendo cla~amente a quien mandar y aqui~n obedecer. Per'o en la Argentina los reiterados - y vio-lentos- t~iunfos de los que han querido imponer ~ orden hansido, s:empre, transitorios: no bien se sintieron triunfadores,los de a~riba -haciendo 10 que aprendieron primero y luegoensenaron al resto de la sociedad-* empiezan a devorarse en-tre ellos, los de abajo no tardan en explotar y los del medionuevamente no saben a quien mandar ni obedecer. ~asta ahora,como ni los de arriba ni (ay!) los transitorios perdedorestuvieron en el camino posiblidad de descubrir los valores ymecanismos de la democracia, entonces, en la proxima vuelta del

    *Como sugiero en la nota anterior, no cabe duda que historica-mente la derecha -desprovista de votos y siempre temiendo lasplebeyas avalanchas que sus propios comportamientos fomentaban-fue la que inauguro en la Argentina las practicas auto~itariasy confrontacionales que aqul discuto. Esto no obsta para que,hasta salir a apoyar el siguiente golpe, esa derecha, y susintelectuales, se rasgaran las vestiduras ante las "inclinacio-nes autori tarias" de sus arrt gon i.stas.

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    espiral, cuando cada uno =atiicd sus motivos y visiones anta-goni.sticas, el juego ha sido aun mas conf'con'taciona.l, y . . . + - . . . 'camoienmas br-u ta.l.ha sido el in tento de imponer un "o~den" que fue

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    tambien cada vez mas, autoritario y brutal. Todo esto ahorapuede cambiar, pero para que c~~bie hay que da[se cuenta de lalogica de esas espirales.

    Por cierto, la guerrilla mucho contribuyd a la brutalidaddel golpe de 1976. Pero por otro lado, ella misma, y el apoyoque en algun momento tuvo de la pob Lac ione , y la Lrrea-ponsabilidad con que buena parte de la inteligentzia legitimo~a derecha y a izquierda, su violencia favorita -todo eso fueproducto del aprendizaje perverso hecho en anteriores espirales.Pero ademis de la brutalidad y crueldad de 10 que ~curri~ antes,y sobre todo de 10 que ocurrio despues del golpe de 1976, hayque anotar la capilaridad de esa represion: lejos de limitarsesolo a los a~tores de la gran pOlltica y a la guerrilla, esa

    / ~*Aunque la metodolog1.a usada puede haber dado lugar a margenesde error relativamente grandes, no deja de ser espectacular queuna encuesta encargada por el gobierno nacional durante el periodoinicial de la guerrilla (1971) en la Argentina diera un total de49% de respuestas de claro apoyo a aquella (Buenos Aires, Rosarioy C6rdoba); macl tarde, a medida que las acciones de la gue~rillaiban perdiendo su imagen de Robin ~ood, y que se haclan ostensi-bles sus enrentarnientos con buena parte del peronismo -y, final-mente, con el pt'opio Peron-, ese apoyo cay6 fuertemente, ya antesdel golpe de Marzo de 1976. Pero de todas formas, aquella simpa-ti.a -tal vez solo equiparable a algun perlodo de los Tupamarosen Vruguay- da una dimensi6n de 10 mucho mas central que -apartede haber emprendido muchas mas y mas ambiciosas (0 locas) accionesfue este fenomeno en Argentina que en Brasil; debe co nside zar se ,ademas, que en cont~aste con Brasil en 1963 y 1969, los anos delauge de la gue rriLl.a en Argentina (aproximadamente 1970-1975)coexistieron con ~na ~ran ola de huelgas y mobilizaciones popu-lares. Los datos aqu1. mencionados los discuto con mas detalleen EL ES ':ADO ... ~ . .:l.t.,cap. X.

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    represion se dirigio a todos los rincones de la sociedad -inclu-so, como conte al principio, a 10 aparentemente mas inocentedel cotidiano. Por eso el gobierno de 1976-1982 fue tan"extremista", tan violento y, como algunos s610 vie:con al final,tan loco: habla, para ellos, que cortar de cuajo la verdaderacausa de la "subversion", que no estaba ni en el aparato estatal,ni en la sociedad politica, ni siquiera en las cupulas de esecorporativismo sin tutela, sino en los rincones de la sociedad,en su capacidad -antagonica, altanera y plebeya- de retrucartodo el tiempo sin dejar de jugar un juego en cual, si ningunoa~ruga, se acaban dando vuelta las cartas y gana el que tieneel as de espadas.

    Y nuevamente fracaso. Este fracaso, nueva vuelta de unaespiral destructiva a la que s610 Ie faltaba 10 de las Malvi-nas, deja en claro el inmenso costo, y la cada vez mas sesgadadist~ibucion de esos costos, de no haber encontrado hasta ahorael otro polo de la alternativa para esta sociedad que invitape~o tambien rechaza tanto esos autoritarismos: un re:imendemocratico, un conjunto de reglas, razonablemente vigentes,para regular una competicion razonablemente civilizada. Sien Brasil al menos hasta hace poco se temio la "argentinizacion" ,en la Argentina llevamos decadas sintiendo que esa vez hablamostocado fondo y que la proxima era nuestra "bolivianizacion";ahora, con la desolada sobriedad de haber descubierto que 10que nos esperaba en el fondo del pozo e~a nuestro propio esque-leto, tal vez la necesidad de aquel regimen pueda ser reconocida.

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    P'ido tolerancia por 10 que va a ser t . . . ' T I nuevo camb i,odetono. Sobre Brasil puedo hablar con mas serenidad, no por ajenoa mis afectos (que no 10 es) sino porque, simplemente, con todossus p~oblemas, injusticias y crisis actual, su histoLia no hapasado por las catastrofes que han marcado la historia argentina.

    El Li.b.:o de Da Matta me Lmpresi.ond tanto porque logra mos-trarnos ciertos nucleos de relacionamiento, y de dimensionesde orden y desorden, que reaparecen, transmutados pero recono-cibles, en escenarios mas globales. 3rasil es, desde hace tiem-po, una sociedad serialmente ordenada, con prolijas y tajantesdemarcaciones. Por eso, como sugiere Da Matta, uno de sus prin-cipales rituales -carnaval- es un momenta de reversion radical-mente igualizante. La Argentina carece de carnavales. Susgrand es rituales son dos, desfiles milita~es y otras ceremoniasdel pOder estatal que, como tarnbi~n senala Da Matta, escenificantoco 10 desigual y jerarquico, en 10 que probablemente sea lacontrafigura (como en Brasil 10 es el carnaval, pero al reves)de un tumultuoso seudo-igualita:ismo. El otro gran ritual sonlas grandes manifestaciones polfticas que con sus consignas,

    . -cantos y bombos son esa pa~te -popular y plebeya- del pals quese junta para hacer colectivamente 10 que cada uno en ese- ~povao hace cada dla.

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    En Brasil, en cambio, las clases populares siempre hanestado "en su lugar" ~ C i erto , la hi storia de Brasil, desde laesclavitud inclusive en adelante, esta puntuada por rebelionesque muestran hasta que punto ese orden es un orden imnuestojpeLo esas rebeliones no han logrado cristalizarse en organiza-ciones oidentidades colectivas que ocupen, con relativa pero noinsignificante autonomfa, un lugar propio bajo el sol delas clases dominantes. Sabemos, tambi~n, que ese orden se

    *ostiene con diversas violencias , comenzando por las delcotidiano de la favela, la pobreza, el desempleo, y lacarencia de derechos laborales que, sin ir mas lejos, y a

    /pesar de las brutales interrupciones de sus actuales reglmenes,/en Argentina, Chile y Uruguay hace decadas se dan por sentados.

    Estoy diciendo que la de Brasil es una sociedad mas autor~~aria,donde las clases dominadas son menos clases, y donde la viJlenciaque garantiza ese orden est. mucho mas "normalizada" que e~.laArgentina y tambien (aunque cada uno tiene su historia especlficaen la que no puedo internarme aquf) que en Chile y Uruguay.

    IAdemas, en Brasil ese orden es diariamentereimpuesto sobre sus sectores populares mediante extraordinariaviolencia policial, que "ensena" a los que la sufren en loscuerpos, y a los que la miran, su real carencia de elementalesderechos. Pero, aunque sociedad y estado no son esferas separable(aunque sean analticamente distinguibles), y aunque el ter~ino

    *Cf. esp., Renato R. Boschi, comp., Violencia e Cidade,Zahar Editores-RJ 1982 y Ruben G. Oliven, Violencia e Cul~urano Brasil, ed. Vozes-Petropolis 1982.

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    que voy a usar debe ser entendido en su sentido mas lato, esaviolencia reforzadora de la serialidad de la sociedad brasileraes, si se quiere, pro~o-polltica; esto es, suele ser -en sinies~raratificaci6n de las caracterlsticas mas globales que estoy tra-tando de delinear- notablemente independiente de las opinionesy afiliaciones pollticas que pueda ~ener -0, mas frecuentemen~eno tener- la victima. Este patron dominante en el* . /Brasil urbano contrasta (con la parcial y cambiante excepClon. ;de las villas miseria) con el menor grado de represlon proto-politica al sector popular en la Argentina. Pero tambien contras~con el fenomenal grado de represi~n directa y expllcitamente poll~que -sobre todo en el perlodo post-1976, pero tambi~n antes,durante previas vueltas autoritarias y anti-populares de las es-pirales argentinas- se desata de tanto en tanto contra el sector

    . / ~ /popular argentlno; ademas, y como senale en passant, esosperlodos tambien sueltan los lobos de la represion proto-politica,sobre la base -precisamente- del intento de des-ciudadanizar alos miembros de ese sector popular. Estos patrones mas epilep-ticos de represi6n al sector popular en la Argentina en partereflejan y en parte reproducen las oscilaciones globales ylas percepciones fuertemente antagonisticas de la po12tica ar-gentina. Los patrones mas continuos y proto-pollticos en Bra-sil tambi~n reflejan y reproducen procesos mas globales- inclusoel grado comparativamente alto de despolitizacion de un

    * ISerla demasiado atrevimiento de mi par~e decir algo sobreel sector rural.

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    sector popular sometido a una violencia obviamente estatalpero poco obviamente "polltica"- en el mismo sentido que, encontraste, desnudan los cfclicos perfodos ultra-represivos enla Argentina. Hay violencias y violencias -yconsecuencias mas 0menos ratif'icadoras 0 subversivas del "orden" que con esasviolencias se intenta resguardar 0 implantar- ejercidas contracada sector popular.

    Personalmente, me parece peor esa violencia mas sistema-tica, institucionalizada y embozada de Brasil. Pero, por estomismo, porque la sociedad brasilera esta tan estructurada -comovimos, no solo "p~r si misma" sino tambien por segmentos delaparato estatal que oprimen el cotidiano del sector popular-el regimen autoritario brasilero (y el estado en el que se cris-tali zan momentneamente ciertas relaciones de fuerza y apoyos

    ~sociales) ha sido mucho menos autoritario que sus congeneresdel Cono Sur -10 cual, si vemos 10 que estos 6ltimos han hec~o enla ~lti~a d~cada, incluso a los respectivos sectores populares,es mejor. Esto es una diferencia, no una paradoja ni unaopci~n que uno deba hacer, y como tal diferencia merece serexplorada.

    Pensernos en "nuestros respectivos golpes". En Chile,donde la sociedad pol{tica ocupaba el gran espacio quenunca ocupo en Brasil ni en Argentina, los partidos eranlos articuladores de la sociedad, a la que realmente repre-sentaban, como sus mediadores y generalizadores, en laescena polltica y en el aparato estatal. En esa sociedad

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    intensamente politizada, fue por los camlnos de la ins~itucionali-dad de esos partidos, y del regimen por ellos formado, que

    ;la izquierda llego a controlar parte del aparato eSTa~al. Es~odibuj~ los principales blancos contra los que se dirigi6 larepresion a partir del golpe de 197J en Chile: el personal dela izquierda en el gobierno, los partidos de izquierda, y el denstejido de organizaciones populares (incluso sindicales) queestabaJcasi literalmente, "afiliado" a esos partidos. /ASl,porque la amenaza al "orden establecido", mediada por lafranja izquierda de la sociedad politica, recorria verticalmenteesa formacion social, la represi6n en Chile tuvo -con la logicaperversa pero no i16gica que tienen estas cosas- no s610 labrutalidad sino tambi~n la extensi6n que tuvo.

    contrastemos con Brasil en 1964. /Alll la amenaza que sebUsco cortar ocupaba, comparativamente, poco espacio en lasociedad y algo mas en el aparato estatal. Si pensamos enChile, Uruguay 0 Argentina fue muy poco 10 que hubo de movilizacioobrera y del campesinado -y cuando la de este parecio que comenzaba tomar un vuelo que era apenas incipiente comparado conChile, no ya de Allende sino de Prei, el golpe de 1964 ya estabacasi ocurriendo. IAdemas, el discurso radicalizante en Brasilera mucho mas moderado que el de la Unidad Popular en Chile, y

    Ino provenla de mucho mas que algunas personas en el aparatoestatal que, con escasos apoyos sociales 0 politicos, se acercabanal precipicio, mas que

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    . . .por las rnetasque esbozaban, por sus amblguedades respecto decuestiones tan urticantes como la disciplina militar 0 su pro-pia voluntad de jugar el juego constitucional. Tanto fue aSlque Castelo Branco y su gen~e creyeron que se trataba de purgaresas personas, mas algunos politicos, jefes militares y dirigen-tes de organizaciones populares, para que las cosas llegaran,sin mucha demora, al cauce "normal" de una democracia muy eli-tista gobernando una sociedad muy serializada. ,Tanto fue aSl,tambien, que -insolito si pensamos en el Cono Sur- se creyo quehasta ~ partidos y ese Congreso, previas purgas es cierto,podlan seguir funcionando; no hacla falta ni siquiera censuraalos medios de comunicaci6n, porque la subversion no parecfahaber penetrado mucho una sociedad que se habia mobilizado oas-tante mas para demandar el golpe que para apoyar a lcs que &s~eiba a destituir. Despues, los golpes que se fueron cando acen-tro de aquel golpe tampoco fueron consecuencia de que el sec~orpopular explotara contra el regimen, a pesar de un par de huel-gas notables por si mismas tanto como, comparativamente con elCono Sur, por su excepcionalidad en un medio de general acata-miento. Incluso las protestas estudiantiles y la guerrillafueron eso, en un grado que basta con~rastar con Uruguay y Argen-tina: protestas estudiantiles y acciones cuya audacia no 10-gro ralces en la poblacion. Ratificada asf una dominacion so-. .? '"clal que no lnvento pero que acentuo -y cada vez que fue "nece-

    sario" ratifico con similar brutalidad que sus congeneres- elregimen brasilero ofrecio, a una economfa internacional por en-

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    1 ." Itonces en ve oz expans~on, la gran prenda del "milagro" econo-mico: una "paz social" que parecla garanl:izada a largo plazo,y que garantizaba una fuerza de trabajo excepcionalmenl:e barata.Tambien, aunque las crisis sucesorias senalaban que no le ven-dria mal ratificarse por mecanismos electorales (que ese r~gimenmenos "extremista" que sus congeneres del Cono Sur habla tenidoel buen senti do de no abolir por entero), ofrecla una estabilidadde pollticas (uolicies), y una impenetrabilidad a "tentaciones demagbgicas", que contrastaban espectacularmente con las de susvecinos. Asl Brasil crecio espectacular, desmesuradamente, am-plio enormemente su base produc ti va , su clase obrera y sussectores medios modernos se multiplicaron, ratifico sus desi-

    /gualdades sociales, y se metio de cabeza en la crisis actual.En cambio, Chile y Argentina, dotados de un sector popular

    -incluso, y especialmente, una clase obrera- mas. activo y orga-nizado que Brasil, Chile por caminos todavia democr~ticos, Ar-gentina en sus espirales cada vez mas autoritarias, en aquellosanos cruciales de la gran expansi6n de la economia mundial 10menos que podlan garantizar era "paz social" y vacunas "anti-demagbgicas" en sus gobiernos. IAs~, luego de mil vericuetos desus historias, que ciertamente no estaban predeterminados perohacia los cuales los dados ya habian sido cargados, y en loscuales aquellos sectores populares fUeron victimizados con unacrueldad que solo puede entenderse como venganza de muchos yviejos rencores, Chile y Argentina (y Uruguay, que tiene su,

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    historia y estructura particular, que solo abusivamente podrlaabarcar en mis referencias aChile y Argentina), sUfren/han su-frido un autoritarismo mucho mas brutal que el brasilero, enfren-tan una crisis econbmica y social mas profunda, su base pro-ductiva y su clase obrera se han encogido, y parte de los secto-res medios modernos se encuentra en el exilio.

    Contrastemos ahora con los golpes argentinos. Ya en el de1966 era cierto 10 del de 1976: aquellos cdntra los que el gol-pe se dirigio, los "subversivos" que en cada uno de nuestros palsese quiso extirpar, no estaban en el aparato estatal (comoen Chile y Brasil), ni en la direccion de los partidos poli-ticos (como en Chile y, parcialmente, en Brasil), ni siquie-

    Ira en la cupula de los sindicatos (como en Chile). Al contrario,el gobierno, el parlamento (por 10 poco que importaba)}la direc-

    .; J _Clon de los partidos y la cupula de los sindicatos estaban,bien antes de 1976, en cualquier cosa menos en fomenta~ la acti-vacion politica de la poblacion-mucho menos en radicalizarla.lDonde estaba entonces la subversion contra la que se dirigiotanta, tan brutal y ~an capilar represion? Estaba, escierto, en las organizaciones guerrilleras, pero desde 1975elIas estaban en claro retroceso y, desde . /su excomunlonpor Peron en terrible rito cumplido -por supuesto- en la Plazade Mayo, su peso politico habia disminuido sensiblemente*. La

    *In buen estudio sobre la principal organizacion guerrilleray sus avatares es Richard Gillespie, The Soldiers of Peron-Argenti-na's Montoneros, Cambridge university Press, Cambridge 1982.

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    subversion estaba, como senale antes, EN LA SCCIEDAD, lejos delaparato es~atal y de las grandes escenas de la pol{~ica: eninnumerables huelgas salvajes, en negociaciones mana a mana-y no pocas veces rev61ver por medio- de salarios y condicionesde trabajo, en innumerabl~ oomportamien~os que otros sentfancomo insoportable insolencia**, en Universidades enloquecidas***,y en todas las palabrotas que se po~a proferir a militares y

    **Para volver a las anecdotas. En 1975, caminando por elcentro de Buenos Aires, me tope con un viejo companero de es-cuela, Director de uno de los principales Bancos privados ar-gentinos. Con absoluta furia me tomo del brazo y me llevo unpar de cuadras aver 10 que estaba pasando en "su" banco, mien-~ras me explicaba que no era nada que estuvieran en huelga, 0que le hubieran prohibido entrar al local, porque eso ya era"pan de cada d.la"; 10 realmente grave era 10 que los empleadosestaban haciendo en ese momento: confieso que me asombro cuan-do, al aproximarnos al local de ese Banco, que ocupa casi unamanzana, vi que hab.lan cqrrido todos los muebles y dos tumul-tuosos teams jugaban alll un entusiasta partido de futbol ...Pero esa rabia no era nada comparada con la que, con sU,miedo,masticaban los numerosos empresarios y ejecutivos -no solo losmilitares, que pasaron a vivir en qhettos fortificados- que.adernas de contratar guardaespaldas para ellos y sus farnilias,carnbiaban cada dla las rutas hacia su trabajo -no sin razon,porque secuestros y asesinatos de sus pares se conoclan casicada d{a.

    ***Aun considerando la tendencia a hiper-radicalizarse denuestras Universidades, estoy convencido que 10 que ocurrio enArgentina durante esos anos, sabre todo en las Universidadespublicas, supero ampliarnente todo 10 conocido. La mezcla dePeron (algo selectivarnente leldo, es claro) con Fanon, Guevaray Mao result6 particularmente intoxicante -e hizo su no insig-nificante contribucion a la fenornenal resaca que todos sufri-mos poco despues. El fenomeno alcanzo hasta los colegios secun-darios, cuyos directores y profesores, anos despues, nos mostra-ron a Cecilia Galli y a m{ el inmenso odio que hablan acumuladocontra "los jovenes". Como me dijo el encargado de "disciplina"en uno de los colegios publicos mas prestigiosos de Buenos Aires."Todos estos chicos son malos, muy malos; la unica forma eshacerlos sufrir, para que aprendan a obedecer".

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    burgueses aun aterrorizados por la guerrilla. La subversion estaba./tambl.en en el paisaje lunar de las calles por la noche. Trans-

    mutando pero tambien ratificando en su dimension mas destructivaalgunos de los temas ya apuntados, las calles eran propiedad deasesinos an6nimos que mataban 0 secuestraban vlctimas tambien.. ,.casl. sl.empre anonl.mas. Los militares, ya preparando el golpe,se hablan lava do p6blicamente las manos para, en privado,

    Iarticular con Lopez Rega y sus secuaces el sistema de asesinatosy secuestros que, despues de Marzo de 1976, lanzaron a todovapor. La guerrilla, creando -casi- una situacion de poder

    t' Luc i"..ual que sin embargo no enl.a revo UClon a la vista, prac-ticaba su "justicia" de -tambien- muertes y asesinatos-. ytambien habla el gangsterismo de ciertos dirigentes sindicalesy de ciertos grupos empresarios, y el ga~gsterismo de gangS:ers"privados", tambi~n r evo Lve r en mana 0 cnanta j e de por medic.

    . / . /'Todo eso en ciudades en las que -rtambien tr-an smut.ac.in y ./ I /premonl.c1.onde 10 que ocurr lrla poco despues- el "brazo espe-

    clfico" del estado en la calle -la policla- se habra escondido:llenos tambien ellos de miedo, por las noches se atrincherabanen las Comisarfas y hasta que, como para los dem~s, el dla dieraalguna seguridad, dejaban la noche de la calle abierta para quetodos aquellos asesinos metieran la punta (de sus ametralladoras)a quien querlan. Esta experiencia (que sblo podemos realmenteempatizar con algunos centroamericanos) fue la grotesca simbo-lizacion -que despues de 1976 llegaria a su limite con la

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    total apropriacion de la calle, noche y da, p~r los asesinosque habian ganado- de una vieja historia: la apropiacion de10 publico por conflictos sin mediacion (mejar, con exclusivamediacion de una creciente vialencia) par actores cada vezmas privados y particularizados; y,atras de eso, la autodes-trucci6n de todo plano de generalizaci6n de intereses, 0 deuna conviven cia civilizada, 0 como quiera llamarse a "eso" tanprimordial para ser-en-sociedad, que aquella ca~tica violenciatan p rolij amente destru y6 .

    Por eso, los asesinos que se soltaron en 1976 mataron aI /pocos en aquellas cupulas (cuanto mas, se los acuso de corrup-

    I'ciones que, reales 0 no, sus marciales jueces superarlan milveces), y por eso la represion se extendio capilarmente, y fueella misma tan terrorista, sobre el conjunto de la sociedad.

    I /Era alll que estaba el enemigo, alll estaban las innumerablesvariantes de "6A mf que mierda me importa?".que ese golpequiso liquidar de una vez por todas.

    Chile, formacion social articulada por y desde la politica,masacrada verticalmente alrededor de ese eje. Brasil, autori-tarismo socialmente implantado por una sociedad y por un estadoque fue, solo en parte, "subvertido" por quienes tal vez inten-taron pero escasamente lograron sacudir el "orden"; por esofue relativamente facil, y requirib mucho menos represi6n (aunquecada acto en particular fuera tan cosmicamente horrible como cual-quier otro) decapitar esa amenaza. Argentina, igualitarismo no

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    democr~tico, corporativismo anarquico que invadla, casi cance-lando, la sociedad polltica y buena parte del aparato estatal,donde como no habla casi nada que decapitar, como la derechadijo, de 10 que se trataba era de todo el cuerpo.

    Si pudi~ramos sumar los micros Y los macros horrores decada autoritarismo -los que ya vienen socialmente implantados, ylos que se intenta implantar polfticamente contra sociedadesmas rebeldes- tal vez el total de ese futil ejercicio fuerasimilar. Pero no es 10 mismo, aunque las implicacionesde esas diferencias sean tan dif{ciles de trazar en el pensamiento

    ~ I l' . ~.y, mas aun, de evaluar, po ltlcamente y practlcamente, desdeel angulo de valores, para llamarlos por su nombre, humani-tarios y democr~ticos. Propongo explorar estos confusoscarninos, desde un angulo no menos confuso pero algo menosmelancolico que los seguidos hasta ahora: el de los caminos

    Ip6sibles hacia la democracia de estos palses nuestros, tanIpa=ecidos y -como aqul recalco- tan diferentes.

    (VI)IPermltaseme seguir un poco mas un argumento ya sugerido.

    ~Tal vez porque el autoritarismo esta tan socialmente implan~adoen Brasil, el aparato estatal ha sido y, sobre todo, ha apare-cido, tan poderoso y tan decisivo, y ha acaparado tanto la es-cenografia de los grandes episodios de la vida nacional. Talvez esta impresion este demasiada influ{da por el contrasteen este respecto entre Brasil y Argentina (y, cada uno a su

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    manera, can Chile, Jruguay, Bolivia y Per6; M~xico en es~ome parece semejan~e a Brasil) pero me pregunto como puede noaparecer reinante un aparato es~atal que, por un lado, ratificay garan~iza y, p~r el otro, se basa en, una sociedad que, por10 menos hasta hace muy poco, ha sido tan prolijamente serial.Sin pretender hacer de esto una cuesti6n del huevo y la gallina(aunque estoy sugiriendo que no es tan segura que sea el huevo),no deja de ser interesante que la sociedad politica en Brasilha sido casi tan debil como en la Argentina, pero por lasrazones opues~as. En Argentina las f~erzas no mediadas de lasociedad suelen arrasar los espacios potenciales para lapoli~ica y para algun razonable grado de autonomia de ~~ aparatoestatal, por eso mismo, particularmente desarticulado. Esto,como he senalado, se debe a que esa sociedad, relativamenteigualitaria pero no democratica, tiende a "auto re-presentarse",,corporativamente y sin mediaciones, en las arenas publicas. EnBrasil la fuerte serializacibn de la sociedad ha favorecido una

    / '" 11 .inversion aun mas radical de las relaciones sociales y po ~tlcaspresupuestas por los moldes clasicos de representacion political

    1 1....implemente, ha habido poco a re-presentar en a po lvlca,de una sociedad en la cual "los de abajo" no han logrado formasde organizaci6n ni identidades pollticas relativamen--ce

    /autonomas de las clases y sectores dominantes. Cuanto mas,. . . d / 1 d *han accedldo a una "Cluaa anla regu a a" que, mas que un

    *Wanderley Guilherme dos Santos, op. ciL:.

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    ." tcanal para la expanslon de derechos, ha ocluldo espaciosinstitucionales, practicas e identidades potencialmente alter-nativas -y esto, hasta ahora, bajo cualquier tipo de regimenpolItico. Sin la presencia en-tanto-ciudadanos de, al menos,buena parte de los sectores populares, hay poco sustentopara que surja una sociedad pOlltica en la que aquellos tambi~nsean politicamente representados, en una mediacion que losre-conoce en su doble condicion de ciudadanos y de pueblo.*

    IEl espacio en el cual podrla crearse en la Argentina. / 1 I / .una socledadpolltica -yen ella y con e la, un reglmen democratlco

    fue arrasado por avalanchas de fuerzas sociales altamente or-ganizadas, incluso del sector popular. En Brasil ese espacioes demasiado angosto, porque no se asienta en un sistema derepresentacion en el que esten incluidos aquellos para loscuales tal mediacion es diferencialmente mas importante porquese encuentran en las capas inferiores de una muy marcadajerarquia social. Una sociedad pol{tica signada por esaausencia es -toda ella, no solo los ~ representados- i~-trlnsecamente debil frente al aparato estatal; pero, insisto,

    I Iesto no es aSl (aunque solo fuera porque se supone que elpoder es relacional) porque ese aparato sea "en si

    *Es decir, de un conjunto relativamente desfavorecido yportador, por 10 tanto, ademas de los derechos clasicos dela ciudadanla, de ciertas aspiraciones de justicia sU8tan-tiva; para una discusion de este punto, cf. el Cap. 1- de miE. cit., El Estado ...41

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    mismo" tan poderoso./Detengamonos un momento sobre esto. Con aquella ausencia, la

    sociedad polltica en Brasil no es sino, no puede ser, mas alla deintenciones y discursos, un espacio institucional tan angostocomo elitista. Cuando las relaciones con el sector popularno son mediadas pollticamente sino, en todo caso y como maximo,algunas de sus aspiraciones e intereses son pre-filtrados enlas cupulas de la jerarqui~ social 0 del aparato estatalantes de hacerse materia de la politica, entonces, en el masbenevolo de los supuestos, las policies que "toman en cuenta"al sector popular tienden a reproducir, en su paternalismo,la jerarquizacion social que impide que aquel este representado.A pesar de las ambigUedades y debates de que est; rodeado eltema dela representacion, este remite siempre a cierto caracterde sujeto de aquello que es representadoj es decir a ciertogrado de especificidad y autonomia -individual y/o colectiva-no subsumibles en los atributos de otro(s) sUjeto(s). En esesentido, una sociedad politica marcada por una ausencia comola comentada no corresponde a la de un regimen democratico-0, para ser mas preciso, puede haber correspondido a la arqui-tectura social de las republicas oligarquicas, pero no puedehacerlo con un Brasil tan desigual social y regionalmentepero -tambien- tan COmplejo, industrial, moderno ydinamico .

    Por eso en realidad han importado poco, tanto la sociedadpo11tica arrasada de la Argentina como la excesivamente angos~ade Brasil. Ese ha sido el terreno que, sobre todo desde la

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    sociedad en la primera, y sobre todo desde el aparato estatalen el segundo, ha sido eliminado 0 manipulado cuantas vecesparecio "necesario" a los poderes principales que, como vemos,estaban en otras partes. AS{, la democracia no tiene desdedonde funcionar ni, menos, consolidarse.

    Observese, de paso, que en sus per{odos desemboza-damente autoritarios, ese aparato estatal argentino, entantos sentidos mas debil que el brasilero, fue mas plenamenteautoritario; como ya he narrado, ya antes pero sobre todo apartir de 1976, ese aparato intervino, con insolita violencia,sobre casi todos los aspectos del cotidiano. En cambio, enBrasil, ese aparato estatal, tanto mas . ".dlnamlco y decisivo

    .. ;en otros planos, aun en sus momentos mas autorltarlOS penetromucho menos en la sociedad, y se propuso metas mucho menosradicales r e sp ecto de ella. Dados los par-ametr os ya vif::entes

    ;-que no tuvo que "ajustar" mucho- de una dominacion fuertementeserializada y, convergentemente, de la ciudadan{a regulada,ese aparato estatal de una formacion social tan estatistafue mucho mas laissez-faire, mucho menos intervencionista enel tejido de la sociedad, que el mucho mas desarticulado ymenos "pesado" aparato estatal argentino.

    Tampoco se trata de decidir cual fue "mas estado" -Slel que, en Brasil, tanto se extendi6 por el lade de la,economla 0 el que, en la Argentina, tanto penetro lasociedad- aunque seguramente podemos concordar que, ademasde la mucho mayor represion que aplico, esa capilaridad hizo

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    ,del argentiDo un estado mucho mas au~ori~ar~o que el brasile-roo De 10 que se tra~a es de ver, en este juego de espeJos,ciertos patrones tfpicos -y diferentes- en la articulacion ydesarticulacion del poder en nuestros parses.

    (VII)En Brasil, con una "paz social" que habia sido poco sacu-

    dida por los procesos pre-1964, y previa purga de ur~ angostasociedad polftica, los gobiernos de ese regimen autori~ariopudieron, por unos cuantos anos, ocuparse de "las otras cosas":fundamentalmente, gerenciar el veloz crecimiento y transnacio-naLiz.acicn de la econcm.ia . En La Argentina, el "caos" en lasociedad era, al contrario, EL PROBLEMA. Era all{ donde todoestaba, para los golpistas, fuera de lugar. Nada podia propo-nerse seriamente, ni las cruentas victorias valdrian, si no selograba destruir las bases de tal "desorden". Habia que liqui-dar la "Argentina maldita", destruyendo para siempre las iden-tidades pollticas del sector popular, sus sindicatos, sus ser-vicios sociales, sus insolencias en los mano a mana con sus"superiores",y hasta buena parte de las fabricas en las que esaplaga tenia su eje. Por eso nada estuvo tan lejos de la repre-si6n como querer atarse las manos con siquiera la muy autori-taria legislaci6n que ese r~gimen hered~ y acentu~, ni nadapodla hallarse ~an lejos de la politica economica como una

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    intencion de crecimiento -en todo caso, una y otra cosa ocurri-rian m~s adelante, cuando se hubiera completado aquel,, ,como se dec~a en la epoca, "indispensable saneamiento". Bre-vemente, 10 que el regimen autoritario brasilero casi podladar p~r sentado era el corazon mismo del problema segun 10 defi-;'~a el argentino. Volviendo p~r un momento a Chile, tanto la

    represion aplicada, como el pathos destructivo de su polltica, .econom~ca y social fueron semejantes a la Argentina, porquetambien all!, aunque de formas como hemos visto diferentes,segUn los golpistas, habfa que "poner en su lugar" al sectorpopular y -mas aun- destruir para siempre las bases que lepodrlan permitir "desubicarse" n~evamente.

    En Brasil, el crecimiento y la internacionalizacion desen-frenados acabaron mostrando, ya antes del gran ahogo de ladeuda externa, la curva exponencialmente creciente de los costostanto exito. Tambitn la lbgica devoradora de la represion, aunen este autoritarismo relativamente moderado, acabo mostrando,a sus propios inventores e iniciales beneficiarios, los inmen-sos peligros de ese violento y secreto y, porque ambas cosas,finalmente, loco poder*. Incluso la soberbia triunfalista del

    "oder estatal alarmo a esa inmensa, exagerada -porque socialmente", .tan dominante, no solo gracias a aquel reg~men -ganadora del

    ;' "er~odo la burgues~a brasilera.

    *Wanderley G. dos Santos diseca esta logica en "Autori taris-mo e Apos: convergencias e divergencias entre Brasil e Chile';Dados vol. 25, No.2, 1982, pp. 151:16).;"--145

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    Esas tensiones, bastante antes que la crisis economica acentuaraesos y otros problemas, esbozaron los primeros espacios desdelos cuales, con lucidez y coraje, otras voces comenzaron aalzarse.

    En Argentina (y, aunque a ritmo mas lento, Chile yUruguay) el exito del regimen, al contrario de Brasil, semide en 10 mucho que 10gr6 destruir. Y su abismal fracasose muestra en el resurgimiento, aunque debilitado por la no-vedad del masivo desempleo y el hambre, de un sector popularhaciendo/mas a traves de los sindicatos que del peronismo, unavigorosa polltica corporativa que tiene, como nunca, justasreivindicaciones despues de los castigos que se Ie impusierondesde 1976.

    /En ambos pa~ses los caminos me parecen tan claros comodiffciles de recorrer. En la Argentina se trata, casi dirfa

    /obviamente, de si esta vez, en condiciones objetivamente masdesfavorables que nunca (debido a la particular urgencia delas demandas de cada sector y clase social en un contexto dedrastica reduccibn de los bienes materiales disponibles y deenorme inflacibn) pero, tal vez, subjetivamente mas favorables(debido al aprendizaje de la autodestructividad del corporati-vismo anarquico que algunos parecen haber hecho), dejamos demeternos la trompa en cada cruce, si no de las calles (espe-ranza excesivamente utbpica), de las fuerzas sociales que estosanos no lograron destuir. Tal vez ahora se pueda construir una

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    sociedad politica que tendra, desde sus comienzos, la marca"e una activa presencia del sector popular a traves de sus

    "rganizaciones sociales y -esperemos- de relativamente autono-mas (no solo ni tanto del estado, como de aquellas organizacionesy, por supuesto, de las de otras clases y sectores sociales)instituciones pollticas. tWishful thinking? posiblemente, perosi no se llega a establecer ese sistema de mediaciones pocaduda cabe -y la gran novedad, fundamento de la esperanza, esque no pocos dicen haber aprendido esto -que seguiremos a

    Ilos tumbos, y cuesta abajo (otro t~tulo de tango).En Brasil, como siempre, la cosa es mas matizada, menos

    todo 0 nada. . . ~ ."La trans~c~on que comenzo en 1974, se trans-form~ parcialmente con las huelgas de 1978 y 1979yluego declinosu ri tme, / / .hoy -con una crisis economica particularmente dramat~ca

    /para un pa~s tan enviciado en crecer- plantea, con caracte-ristic'a:stan alarmantes como promisorias, el t.amb.i en has taahora irresuelto enigma de constituir una sociedad politica y,atr~s de ella, un r~gimen democr~tico. La virtuddel proceso vivido desde 1974, y en particular, de la crisisque hoy se vive, meparece ser que, mas alIa de las interac-ciones entre politicos y miembros de la c~pula del aparato es-

    /tatal, estan entrando en juego otras tendencias, que puedenIllevar a una significativa des-serializacion de la sociedad

    brasilera, al menos en los centr~s urbanos que concentrana importante parte de la poblacibn.

    Si el "estilo de hacer polltica" en la Argentina ha sido eldescripto, y si es que puede ser cambiado, el estilo de hacer

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  • 5/12/2018 A Mi Que Mierda Me Importa_Odonell

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    politiea en Brasil me pareee que. en el mejor de los easos. hallegado a su punto de diminishing returns. Simplemente. unapolitiea demoeratiea en una soeiedad de la eomplejidad de Brasilsolo puede ser una politiea razonablemente representativa, inelusode seetores -populares- cuya ciudadania dificilmente pueda serpostergada sin una represion, eualquiera que sea la forma delregimen, mas profunda y capilar que la hasta ahora jamas prac-ticada en Brasil. Una politica en la cual los discursos, mas 0menos progresistas y democraticos, desde los partidos y el Congre-so, tienen quehace~_porque el hiato con la sociedad exis-te mas all~ de 10 que cada discurso postula--mucho mas frenteal aparato estatal que a la sociedad, solo ratifica la debili-dad de la sociedad politica y/atras de ella, de los vastossegrnentosde la sociedad que aquella escasamente logra repre-sentar. AS1, de una relaci6n de fuerzas resultante mas de aquelhiato que de algUn sustantiavado poder del estado surge, porejemplo, 10 que debe ser el record mundial de casuismos pol{tico-electorales, reiterada* e impunemente impuestos. Amigo y solidaride pol{ticos democraticos en Argentina y Brasil, temperado ademaspor saber que ellos no ignoran estes problemas y que poco puedo yoavanzar -ni tal vez sea esa la cuestion- en como superarlos, aveces siento que en la Argentina esos pol{ticos son devorados porel corporativismo anarquico y que, en cambio, en Brasil parten,contra todas sus intenciones, a girar en la orbita del estadoporque hay pocos lazos que los amarren a la fuerza de

    *Esa reiteracion se debe en buena parte a que los casuismossuelen quedar lejos de funcionar como 10 entrevieron sus p~carosautores. Pero la posibilidad -aunque pareee decreciente en eltiempo- de imponer nuevos casuismos sin importantes reacciones dla sociedad pol{tica y de diversas organizaciones sociales, esrealmente extraordinaria.

  • 5/12/2018 A Mi Que Mierda Me Importa_Odonell

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    gravedad de la sociedad.Los padecimientos de Argentina y Brasil tienen, aparte

    de sus lamentables aspectos, la ventaja de plantear problemasque de otra manera pueden seguir postergados 0 ignorados. EnBrasil, tal vez el mayor problema sea que los limites d