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Page 1: Actas de las I Jornadas de Jóvenes en Investigación Arqueológica: dialogando con la cultura material (JIA 2008), tomo I
Page 2: Actas de las I Jornadas de Jóvenes en Investigación Arqueológica: dialogando con la cultura material (JIA 2008), tomo I

Actas de las I Jornadas de Jóvenes en Investigación Arqueológica:

Dialogando con la cultura materialTomo I

Madrid, 3-5 de septiembre de 2008(JIA 2008)

(Coord.): OrJIAJaime Almansa SánchezFernando Alonso BurgosCristina Charro LobatoFernando Colino PoloManuel A. Fernández GötzNúria Gallego LletjósDavid González ÁlvarezFernando Gutiérrez Martín

David JavaloyasSandra Lozano RubioJuan Francisco Martínez CorbíLucía Moragón MartínezGustavo Pajares BorbollaPaloma de la Peña AlonsoJesús Rodríguez HernándezJose Mª Señorán Martín

OrJIA

Page 3: Actas de las I Jornadas de Jóvenes en Investigación Arqueológica: dialogando con la cultura material (JIA 2008), tomo I

Título de la obra: Actas de las I Jornadas de Jóvenes en Investigación Arqueológica: dialogando con la cultura material

Tomo: I

Coordinadores: OrJIA

Edita: Compañía Española de Reprografía y Servicios, S.A.

Cubierta: Pedro R. Moya Maleno

Maquetación: David González Álvarez, Sandra Lozano Rubio, Lucía Moragón Martínez y Jesús Rodríguez Hernández

Imagen de cubierta: Paloma de la Peña Alonso

Depósito legal: M-55285-2008I.S.B.N.: 978-84-92539-25-3 (de la obra completa)

978-84-92539-23-9 (del tomo I)978-84-92539-24-6 (del tomo II)

Año de edición: 2008Imprime: C.E.R.S.A.

C/Santa Leonor, 63 - 2º H28037 - Madridwww.publicarya.com

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ACTAS DE LAS I JORNADAS DE JÓVENES EN INVESTIGACIÓN ARQUEOLÓGICA: DIALOGANDO CON LA CULTURA MATERIAL (Tomo I)

PresentaciónOrJIA 1

SESION 1. DIÁLOGOS INICIALES: DE LA TIERRA A LA PRIMERA HUMANIDAD

5

Los ambientes de la prehistoria. Génesis de modelos dinámicos del medio ambiente del Pleistoceno.Fernando Colino Polo

7

Chimpanzee (Pan troglodytes) material culture: Implications on TaxonomyVanessa Campanacho

15

El Paleolítico Superior inicial en la zona mediterránea de la Península Ibérica: evidencias, interpretaciones y reflexionesPaloma de la Peña Alonso

21

"It’s Grim Up North": Some thoughts on the British AurignacianR. Dinnis

29

A ocupação gravetense de Vale Boi (Terraço): resultados preliminaresJoão Manuel Marreiros

37

Dinámicas de poblamiento y ejes de tránsito de los cazadores-recolectores superopaleolíticos en el territorio histórico de ArabaMaite García Rojas y María Izquierdo Camisón

43

Tecnología lítica solutrense do Abrigo de Vale Boi (Algarve, Portugal): resultados preliminaresJoão Cascalheira

49

A exploração do quartzito no epipaleolitico da Estremadura Portuguesa – O caso de Santa CitaTelmo Pereira

57

A Tecnologia lítica no tardiglaciar do algarve. Resultados preliminaresCarolina Mendonça

65

SESIÓN 2. DIÁLOGOS NECESARIOS: CIENCIAS AUXILIARES EN ARQUEOLOGÍA

71

Pasado, Presente y Futuro sobre la representación del registro lítico prehistórico. Hacia una nueva metodología: Dibujo tecnológico asistido por ordenadorDaniel Rubio Gil

73

Tecnología y Funcionalidad: Dialogando con las trazasIgnacio Martín Lerma y Bárbara Avezuela Aristu

81

Análisis de trazas en los artefactos de madera de La Draga: Propuestas metodológicas y primeros resultadosOriol López Bultó

87

La calcita como desgrasante añadido en cerámicas arqueológicas prehistóricas: estado de la cuestiónDaniel Albero Santacreu

93

Los juegos cromáticos en la cultura material arqueológica. La policromía en bronceDiana T. Lafuente Fernández

101

El estudio arqueométrico del vidrio: métodos y perspectivasTeresa Palomar Sanz

109

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El paisaje de un recinto de fosos: la prospección en torno a “El Casetón de la Era II” (Villalba de los Alcores, Valladolid)Marcos García García

117

La capa patrimonial de la IDEE. Importancia del Patrimonio Arqueológico como capa interoperableMª Aránzazu Respaldiza Hidalgo

123

Arqueología de los paramentos en las Islas ChafarinasCristina Tejedor Rodríguez y Sonia Gámez Gómez

129

Geoarqueología del Yacimiento Paleolítico del Estanque de Tormentas de Butarque (Villaverde, Madrid)Saleta De los Arcos Fernández; Núria Gallego Lletjós; Carlos Gil Ortiz; Iván González García y Yravedra Sainz de los Terreros

135

¿Qué edad tienes? o la dificultad de estimar la edad a partir de restos arqueofaunísticosLourdes Andúgar; Edgard Camarós; Lídia Colominas; Elisabeth Lladó; Núria Padrós; Carles Tornero; Alejandro Valenzuela y Ester Verdún

141

Análisis microespacial de una Motilla. El “Corte A” de la Motilla de Santa María del RetamarRebeca Lenguazco González

147

SESIÓN 3. DIÁLOGOS CONTINUOS: COMIENZOS DE LA PREHISTORIA RECIENTE.

153

Los humedales y las zonas endorreicas en los modelos de colonización del interior peninsular durante el Neolítico Antiguo: el valle de Ambrona y el valle del EbroÍñigo García Martínez de Lagrán

155

Cerámica y Sociedad: La producción alfarera neolítica en el Sur PeninsularAixa S. Vidal

163

Estudio preliminar de los materiales líticos prehistóricos de la Cova del Sardo, Vall de Boí, Alta Ribagorça, Lleida. (c. 4.500-2.500 cal ANE)Jèssica Planet Masvidal; David Rodríguez Antón y Virginia García Díaz

171

Los objetos de adorno del Campaniforme Sardo y su trascendencia socialClaudia Pau

175

El adorno personal en el sureste de la Península Ibérica. La Necrópolis del Yacimiento Calcolítico de Los MillaresMaría Díaz de Torres

183

El mundo ritual en la prehistoria reciente: una reflexión a propósito del caso de “Los Cercados” (Mucientes, Valladolid)Angel Salvador García Barrios

191

Cerâmica de Ornatos brunidos do bronze final. Em busca do Processo de Produção. Estudo preliminar de um conjunto proveniente do Castelo de Arraiolos (Évora, Alentejo)Ana Bica Osório

199

Plantas y Fenomenología de la Muerte durante el Bronce Medio y Final en MenorcaDavid Javaloyas; Llorenç Picornell y Gabriel Servera Vives

207

SESIÓN 4. DIÁLOGOS DE LO MATERIAL Y LO INMATERIAL: DEL PRESENTE HACIA EL PASADO

213

Etnografía y Etnohistoria aplicadas a la Hispania célticaPedro R. Moya Maleno

215

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Etnias y cultura material: una mirada desde la EtnoarqueologíaManuel A. Fernández Götz

223

Etnoarqueologia en los tiempos que correnJuan Martín Dabezies y Nicolás Gazzán

229

Etnoarqueología del paisanaje tradicional como fuente de información en ArqueologíaDavid González Álvarez

237

SESIÓN 5. DIÁLOGOS FÉRREOS: SOCIEDADES EN LOS ALBORES DE LA HISTORIA

245

Composición y Metodología de Análisis de concheros aplicada a los castros litorales gallegosVíctor Bejega García

247

Resultados obtenidos en el análisis de un conchero: el caso de los castros litorales gallegosEduardo González Gómez de Agüero

255

Herramientas agrícolas y forestales de la Meseta Norte en la II Edad del HierroDavid Peñas Pedrero

263

Aproximación a los trabajos de investigación en los castros de Peñas de la Cerca y de el Castillón (Zamora)Oscar Rodríguez Monterrubio y Jose Carlos Sastre Blanco

271

Las actividades ganaderas y cinegéticas durante la Edad del Hierro en la Meseta Norte de la Península IbéricaLaura Llamazares Sánchez

279

Nuevas aportaciones al estudio de la Prehistoria reciente en la Serranía de Cuenca: El cerro del Castillo del Buen Suceso (Cañada del Hoyo – Cuenca)Elena Vega Rivas

287

Métodos de Prospección para el Registro de Materiales Cerámicos. El Caso de Torre del Moro (Alcaudete, Jaén)Laura Wiña Garcerán

295

Nuevas metodologías para el estudio de las producciones metálicas prehistóricasManuel Eleazar Costa Caramé

303

Los patrones de poblamiento como identificador étnico: las etnias vettonasJesús Rodríguez Hernández

309

¿Qué hay -y no hay- de las necrópolis de vettones y vacceos? Una visión crítica del registro arqueológicoJuan Francisco M. Corbí

317

Los orígenes del urbanismo en Centroeuropa: nuevas investigaciones sobre los “centros principescos” del Hallstatt finalManuel A. Fernández Götz

325

Cultura material y territorialización del paisajeJesús García Sánchez

329

Estudio de los verracos del Valle Medio del Tajo. Una aproximación desde el PaisajeCristina Charro Lobato

335

Sistemas defensivos pré-romanos no Noroeste de Portugal: povoados fortificados no Minho e em Trás-os-Montes OcidentalJoão Fonte; Gonçalo Cruz y Juan Martín Dabezies

341

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"Lo personal es político"Kate Millett, 1970

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JIA 2008

PRESENTACIÓN

En noviembre de 2007 un grupo de doctorand@s del Departamento de Prehistoria recibimos un e-mail en el que se solicitaba ayuda para poner definitivamente en marcha una iniciativa que hacía años venía gestándose: la de organizar una reunión de jóvenes investigadores e investigadoras relacionados con los estudios arqueológicos. Entonces, ningun@ podíamos imaginarnos la magnitud que alcanzaría. Así comenzaron dos proyectos que han discurrido en paralelo desde aquel momento: por un lado, la constitución de un grupo de jóvenes investigadores e investigadoras de Arqueología vinculados al Departamento de Prehistoria de la UCM (al principio JIA, hoy OrJIA). Y en segundo lugar, la organización de una reunión de jóvenes en investigación arqueológica (JIA 2008) que ha acabado alcanzado dimensiones peninsulares. La culminación de este último proyecto es la publicación de estos dos volúmenes con los resultados de las “I Jornadas de Jóvenes en Investigación Arqueológica. Dialogando con la cultura material”, celebradas en la Universidad Complutense de Madrid entre los días 3 y 5 de Septiembre de 2008. Pretendemos en las siguientes páginas introductorias explicar cómo se gestó el JIA 2008, a la par que ofrecer una valoración y una mirada hacia el futuro. Pero permitidnos primero hablar un poco de nosotr@s.

JIA-OrJIACon el impulso y el ánimo de la organización de la reunión, se creó un grupo de

discusión a través de un foro en Internet. En él se establecieron interesantes debates en torno a la Arqueología como disciplina, a nuestra organización como colectivo, a nuestra función, a la situación de l@s jóvenes investigador@s, etc., en el que todos y todas dialogamos largo y tendido. Es de estos diálogos y de la reflexión colectiva de donde surgieron las ideas centrales para el diseño de estas Jornadas que hoy presentamos.

De estos debates surgió también el carácter de organización asamblearia de nuestro grupo. Llegado el momento de constituirnos decidimos mantener la misma organización en asamblea que, hasta ese momento, estaba funcionando de forma espontánea a través de Internet: aquélla en la que todos y todas exponen su opinión, escuchan y discuten la del resto, las decisiones se toman por consenso a partir de estos diálogos, donde todo el mundo aporta lo que puede y es importante por ello, donde las responsabilidades, las tareas y los resultados finales son del colectivo. Al margen de las Jornadas, la constitución de nuestra organización responde a la necesidad de crear un grupo cohesionado que sirva de apoyo para compensar la soledad en la que a menudo se desarrolla la investigación y que fomenta nuestro potencial creativo como colectivo. Su principal prioridad ha sido, desde que surgió, la de crear un espacio común de diálogo, debate y apoyo mutuo entre aquell@s que compartimos una cotidianeidad y problemática común derivada de la actividad investigadora y de los estudios arqueológicos.

Dado que tanto el colectivo como las Jornadas surgieron en paralelo (en el tiempo y en el ánimo) ambos pasaron a tener el mismo nombre (JIA). Sin embargo, queremos dejar presente aquí nuestra intención de que ambas cosas queden desvinculadas. Por ello nuestra asamblea ha tomado la decisión de cambiar su nombre, añadiendo “organización” (así, OrJIA). Por un lado, no queremos que la asamblea se reduzca a la organización de las Jornadas -aunque hasta el momento han sido nuestra principal actividad-. Pero mucho menos pretendemos que las reuniones de Jóvenes en Investigación Arqueológica (JIA) sean sólo de nuestro colectivo. Por el contrario, esperamos que el JIA 2008 haya servido como un primer paso para la creación de una red de investigador@s jóvenes a nivel nacional y que se manifieste en un carácter itinerante de las reuniones.

I Jornadas de Jóvenes en Investigación Arqueológica: Dialogando con la Cultura Material. UCM, 3-5 de septiembre de 2008.

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2OrJIA

JIA 2008. “I Jornadas de Jóvenes en Investigación Arqueológica: Dialogan-do con la cultura material”.

La convocatoria se realizó bajo el título “I Jornadas de Jóvenes en Investigación Arqueológica. Dialogando con la cultura material”. Y, obviamente, este título no es casual. Con él se pretendieron recoger las líneas que daban cuerpo a las Jornadas tal y como las diseñamos. En general, la idea era que el título fuera tan abierto como nuestra convocatoria. Ante todo queríamos que todas las posturas se sintieran cómodas en estas Jornadas, abriendo las puertas sin miedo a los trabajos jóvenes, libres de complejos y con el apoyo de un foro abierto y generoso.

“Jóvenes en Investigación Arqueológica” (JIA): hace referencia a la investigación joven. Así, el único requisito para participar fue no haber defendido la tesis doctoral. Pero, el término joven, además de sinónimo de incipiente, quería recoger el sentido de renovación e innovación, de mirada hacia el futuro. Así, pensábamos que estas reuniones servirían para reconocer las dinámicas que nos impulsan y en las que fijamos nuestra atención, pues serán las que marquen la Arqueología en los años sucesivos.

La alusión a los “diálogos”, tanto en el título general, como en los títulos de las sesiones, tiene que ver con la idea de reflexión, comunicación y discusión que guía nuestra acción como colectivo y que ha inspirado esta reunión. No obstante, también pretendíamos remarcar el aspecto dialéctico que mantenemos con el registro arqueológico a través de nuestra actividad. Dialogando con la cultura material, dialogamos entre nosotr@s, sobre nuestro trabajo y nuestra experiencia. Creemos que existen suficientes foros académicos en los que otr@s investigador@s, más veteran@s, pueden dar a conocer de forma cómoda los resultados de sus trabajos. Pero hay una falta de oportunidades para que aquéll@s investigador@s no consolidad@s expongan sus trabajos y, sobre todo, lo hagan en condiciones de equidad. La excelente acogida de las Jornadas ha demostrado la necesidad de encuentros de este carácter. L@s jóvenes investigador@s estaban deseos@s de dar a conocer sus trabajos y de compartirlos con el resto de colegas.

Con “cultura material” queríamos introducir en el título aquello que creemos que es común a la actividad arqueológica: el estudio de la materialidad, sea del tipo que sea y pertenezca al momento que pertenezca, haciendo manifiesta nuestra intención de no restringir las Jornadas a la Prehistoria.

Y, por último, decidimos introducir el año dentro del título –JIA 2008- y el ordinal “primeras” para dejar patente nuestra intención de que ésta fuera una convocatoria con periodicidad anual. Queremos hacer del JIA una cita de referencia en la que l@s jóvenes investigador@s se reúnan, y no un evento coyuntural y aislado. No obstante, este ánimo ha quedado fortalecido a partir del interés suscitado y el seguimiento de tod@s l@s participantes. Ahora, más que antes, creemos en la importancia de esta reunión.

Tras la apertura de la convocatoria, a principios del año 2008, recibimos una avalancha de propuestas. Al final hubo 115 participantes que presentaron un total de 61 comunicaciones y 16 pósteres. Participaron investigador@s de 11 Comunidades Autónomas y Portugal. Además, se contó con otras aportaciones extrapeninsulares procedentes del Reino Unido, Argentina y Uruguay.

Lanzamos una convocatoria completamente abierta, pues no quisimos diseñar sesiones que limitaran las propuestas. Fue después, con todas las propuestas sobre la mesa, cuando organizamos las 11 sesiones en las que se dividieron las Jornadas y que constituyen ahora el esqueleto de estas actas.

Por su parte, los pósteres tuvieron un espacio en el vestíbulo central, donde estuvieron expuestos a lo largo de los tres días que duraron las Jornadas. En la programación quisimos reservar un espacio de tiempo para que fueran comentados y discutidos con l@s autor@s. Durante este tiempo, en torno a los pósteres, se generó una

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3PRESENTACIÓN

intensa y agradable interacción entre l@s participantes. Aunque en las Jornadas los pósteres no estaban incluidos en ninguna de las sesiones, los hemos integrado en estas actas en el capítulo de la sesión temática correspondiente.

Además, OrJIA organizó una mesa redonda en torno al tema de “La realidad laboral en Arqueología” (poniendo el caso madrileño como ejemplo). Éste es un tema que nos preocupa a l@s miembros del colectivo y, creemos, que es de especial interés para l@s jóvenes profesionales, que frecuentemente nadan entre las olas de instituciones (universidades, CSIC, museos...), empresas privadas y administraciones públicas que, por lo general, se dan la espalda. Invitamos a representantes de los sectores que protagonizan actualmente la Arqueología para que expusieran su visión sobre los problemas de la profesión. Sus contribuciones y el posterior debate que suscitaron se encuentran aquí transcritos.

En paralelo organizamos una exposición-concurso de fotografía para que quien quisiera presentase fotos relacionadas con la Arqueología pero que tuvieran, sobre todo, un valor estético más que documental. Éstas estuvieron expuestas también en el vestíbulo central y fueron sometidas a votación por l@s asistentes y participantes a las Jornadas. Las dos ganadoras podéis verlas en las portadas de los volúmenes de estas actas.

En definitiva, como colectivo estamos muy satisfech@s con el transcurso de las Jornadas. Esto nos aporta el ánimo necesario para seguir con el JIA, cuya convocatoria del 2009 está ya en curso, partiendo de la esencia del JIA 2008 pero cambiando, en parte, su estructura. Y, sobre todo, con la ilusión de que otros colectivos estén dispuestos a compartir estas tareas con OrJIA de ahora en adelante y a recoger el testigo en años sucesivos.

Por último, queríamos aprovechar esta presentación para agradecer a tod@s l@s participantes en el JIA 2008 por su interés y por hacer de estas Jornadas algo tan emocionante. Las Jornadas han sido el resultado de vuestro esfuerzo y esperamos que todos y todas así lo hayáis percibido. Gracias y felicidades por la participación activa, respetuosa y constructiva en los debates de cada una de las sesiones.

Desde OrJIA queremos también agradecer a quienes han apoyado de uno u otro modo a que esta reunión pudiera realizarse. El Decanato de Geografía e Historia y el Departamento de Prehistoria de la Universidad Complutense han puesto en nuestras manos toda la infraestructura y los equipos que hemos precisado. Además, el Vicerrectorado de Investigación y Política Científica de la Universidad Complutense y el Departamento de Prehistoria de esta universidad han aportado la financiación económica para la organización de la reunión y, sobre todo, para la publicación de sus resultados con la edición de estas actas. En este punto queríamos expresar nuestro especial agradecimiento al Departamento de Prehistoria, y a su director Gonzalo Ruiz Zapatero, por abrazar nuestro proyecto, por sus consejos y por sus rescates en momentos delicados, respetando, a la vez, nuestra independencia.

OrJIA: Organización de Jóvenes en Investigación ArqueológicaMadrid, Diciembre de 2008

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JIA 2008 ISBN: 978-84-92539-25-3 Pp.: 5-66

SESIÓN 1: Diálogos iniciales: De la Tierra a la primera

Humanidad

I Jornadas de Jóvenes en Investigación Arqueológica: Dialogando con la Cultura Material. UCM, 3-5 de septiembre de 2008.

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JIA 2008 ISBN: 978-84-92539-25-3 Pp.: 7-13

LOS AMBIENTES DE LA PREHISTORIA. GÉNESIS DE MODELOS DINÁMICOS DEL MEDIO AMBIENTE DEL PLEISTOCENO

Fernando Colino [email protected]

RESUMEN

El interés por el medio ambiente en el que vivió la humanidad ha constituido uno de los temas fun-damentales de la investigación prehistórica, fundamentalmente la centrada en el mundo del Pleistoceno. La Paleoecología, ciencia encargada de las relaciones entre los seres vivos y el medio, había jugado tradicional-mente un papel secundario. Los cambios a los que esta parte de la investigación prehistórica se vio abocada a partir de la década de los ’80 parecen haber situado a la Paleoecología en una situación privilegiada. Por otro lado, el tradicional desarrollo de la investigación en esta disciplina ha limitado en buena medida su aporta-ción, hecho que parece estar cambiando en los últimos años. Para concluir, se realizan algunas reflexiones so-bre ese cambio además de algunas aportaciones.

ABSTRACT

The interest by the environment on which the humanity lived has constituted one of the fundamental subjects of the prehistoric investigation, essentially the centered one in the world of the Pleistocene. The Pale-oecology, science in charge of the relations of the alive beings and the environment, had played a secondary role traditionally. The changes which this part of the prehistoric investigation was led as of the decade of the '80 seem to have located to the Paleoecology in a privileged situation. On the other hand, the traditional de-velopment of the investigation in this discipline has limited largely its contribution, fact that seems to be changing in the last years. In order to conclude, some reflections are realised on that change besides some contributions.

Palabras Clave: Pleistoceno. Paleoecología. Historiografía. Modelos. Paleolítico.

Keywords: Pleistocene. Paleoecology. Historiography. Models. Paleolithic.

“¿Hay leyes del caos? ¿Acaso no es el caos, por defini-ción, ‘imprevisible’? Veremos que no es así, sino que la noción de caos nos obliga a reconsiderar la noción de ‘le-yes de la naturaleza’”.

Ilya Prigogine (2008): Las leyes del caos, p. 5.

1. El papel del medio ambiente en la inves-tigación del Pleistoceno: una introducción histórica.

El medio ambiente en el que la humanidad ha desarrollado su existencia ha jugado tradicional-mente un papel de primer orden en el estudio de las sociedades del Pleistoceno, así como en otros perio-dos históricos. Su relevancia puede remontarse in-cluso a momentos previos al surgimiento de la Prehistoria como ciencia formal, a mediados del si-glo XIX (Daniel, 1973; Groenen, 1994). Concreta-mente, los partidarios de las explicaciones catastro-fistas usaron una causa ambiental, como fue el dilu-vio bíblico, para dar explicación a la evolución del registro paleontológico (Stoczkowski, 1993).

El triunfo del Uniformismo geológico, de la mano de Charles Lyell, llevó aparejado el reconoci-

miento de la enorme antigüedad de la Humanidad, la existencia de una humanidad fósil (Daniel, 1974). Los primeros prehistoriadores, pensando en este caso en aquellos que se dedicaron a la parte más antigua de la ciencia prehistórica, comenzaron a desarrollar los primeros estudios de la humanidad del Cuaternario mediante el empleo de metodologí-as procedentes de las ciencias naturales, esencial-mente de la Geología (Coye, 2005). El interés por la estratigrafía o el contenido de los depósitos sedi-mentarios (restos paleontológicos fundamentalmen-te) son los elementos más destacables. Pero la pro-ximidad entre Geología y Prehistoria no solo se cir-cunscribía a la aplicación de metodologías simila-res. En las primeras interpretaciones del registro ar-queológico queda clara la aplicación de varios prin-cipios teóricos procedentes de la Geología como se hace evidente en el empleo de los conceptos de: fó-sil director, asociación estratigráfica, el empleo de localizaciones epónimas o la designación de épocas (Guillomet-Malmassari, 2005).

Édouard Lartet aplicó con rigor los principios de la estratigrafía como se aprecia en el empleo de la cronología bioestratigráfica (Moro, 2005). De la mano de este investigador provienen términos como

I Jornadas de Jóvenes en Investigación Arqueológica: Dialogando con la Cultura Material. UCM, 3-5 de septiembre de 2008.

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8FERNANDO COLINO POLO

“Edad del Mamut” o “Edad del Reno”. Implícita-mente, Lartet estaba aludiendo a un medio ambiente cambiante a lo largo de la historia de la Humani-dad.

Gabriel de Mortillet fue el primer investigador que instituyó un paradigma dentro de la investiga-ción prehistórica (Coye, 2005). De la misma forma que sus predecesores y sus sucesores, el apoyo en las disciplinas geológicas será parte fundamental dentro de sus planteamientos. Su interpretación his-tórica de las sociedades del pasado estaba fundada en la concepción de estadios que se iban sucedien-do a lo largo del tiempo. En teoría, estos estadios deberían poder describirse a escala mundial me-diante la presencia de algunos fósiles guía. De este modo a cada estadio le correspondía un registro pa-leontológico, antropológico y arqueológico propio. Al autor debemos la acuñación de términos como Achelense o Musteriense al modo de los pisos geo-lógicos. No parece existir un acuerdo en cuanto al principio general que rigió este paradigma. Autores como Trigger (1992) mantienen que el evolucio-nismo sustentaba el pensamiento del investigador francés, apoyado en el concepto de evolución lineal del registro y en la especial relación de la investiga-ciones paleolíticas con el estudio del medio am-biente. Otros, en cambio, aludiendo al objeto pri-mordial de la investigación en aquel momento (la ordenación del registro arqueológico) lo encuadran en el Transformismo lamarkiano (Groenen, 1994; Guillomet-Malmassari, 2005). Estos últimos acier-tan al plantear que el concepto de perfeccionamien-to es inherente a la ordenación del registro arqueo-lógico planteada por Mortillet. Además de esto, el autor hace explícito, en alguna ocasión, que el pro-greso es la ley que rige al Universo y a la Humani-dad (Groenen, 1994, p. 88). Por otro lado, Mortillet admite la enorme importancia que el medio ambien-te tiene en el transcurso de la Prehistoria, siendo un factor muy importante en el proceso de perfeccio-namiento, aunque la causa última del desarrollo his-tórico es el impulso de progreso.

El primer investigador de importancia que con-cederá al medio ambiente un papel determinante en el devenir de las sociedades humanas será Henri Breuil. La concepción global y unilineal de G. Mor-tillet fue duramente criticada desde los inicios del Siglo XX. Breuil basará sus interpretaciones, de nuevo, en sólidas bases geológicas y, como nove-dad, climatológicas (Bordes, 1950; Coye, 2005). A principios de siglo, Penck y Brückner describieron los procesos glaciares en los Alpes que constituye-ron la referencia básica durante buena parte del si-glo. Años más tarde, Milankovitch planteó su teoría astronómica sobre el origen de los periodos climáti-cos. Estos elementos constituyeron serios pilares en las formulaciones de Breuil. El autor tuvo que en-

frentarse a dos problemas fundamentales. El prime-ro, nada nuevo, era la ordenación del registro ar-queológico. El segundo era poder explicar la varia-bilidad del registro dentro de un mismo periodo. La solución que el autor dará a estos problemas será su teoría des phylums paralléles. Breuil mantenía que en el origen de la humanidad se formaron dos civili-zaciones diferentes que poseían tradiciones indus-triales propias (Bordes, 1950). Las tradiciones in-dustriales de estas civilizaciones evolucionaron a lo largo del tiempo posibilitando su ordenación. En lo que nos concierne para este artículo fue la explica-ción de la variabilidad lo que resulta interesante. Breuil explicó que estas dos civilizaciones estaban adaptadas a medios ambientes diferentes: cálidos y fríos. En consecuencia, las dos ramas industriales diferenciadas por Breuil quedaban asociadas a di-chos medios: las industrias de lascas se asociaban a climas fríos y las de bifaces a climas cálidos. Llega-dos a este punto, la concordancia entre los fenóme-nos geológicos y el registro otorga una relación de causalidad entre ambos (Coye, 2005). En este caso, sí parece más clara la vinculación de Breuil con la teoría evolucionista. Un medio ambiente cambiante ejercía una clara presión selectiva sobre las civiliza-ciones que iban transmitiendo sus tradiciones a lo largo del tiempo a la vez que se adaptaban (Gau-cher, 1993).

Henri Breuil consiguió con su teoría, pese a ser refutada contundentemente tras la Segunda Guerra Mundial, que las investigaciones paleolíticas conce-dieran al medio ambiente un papel francamente re-levante.

2. Los estudios del medio ambiente del Pleistoceno.

La síntesis histórica que acabamos de presentar nos lleva justo hasta el actual momento de los estu-dios de medio ambiente en la investigación prehis-tórica. Este momento arranca a mediados del siglo XX de la mano de François Bordes.

Las excavaciones de Pech de l’Aze y Combe Grenal supusieron un modelo en las investigaciones paleolíticas (Vega, 2001). Efectivamente, la meto-dología empleada en esos yacimientos respondía a una nueva concepción de los estudios paleolíticos al incluir en los grupos de investigación a muy diver-sos especialistas que formaban equipos interdisci-plinares. En el seno de estos equipos se discutían los problemas y se elaboran en conjunto las solucio-nes a los mismos. En A tale of two caves (Bordes, 1972) se enumeran los diferentes análisis emplea-dos en el curso de la investigación de los menciona-dos yacimientos: palinológico, sedimentológico y de industrias -el llamado método Bordes- a los que hay que sumar los trabajos desarrollados por otras ramas de la Paleontología. El total o parcial cariz

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medioambiental de estas técnicas aporta una clara imagen de la importancia que el estudio del medio ambiente había cobrado. Pero, por otro lado, no es menos cierto que el protagonismo del entorno me-dioambiental es secundario. Pensando, sobre todo, en la revisión que F. Bordes realizó para el Paleolí-tico Medio (en especial para el Musteriense) puede concluirse que el principal tema de discusión se centró en la significación de las diferentes indus-trias (Bordes y Soneville-Bordes, 1970; Binford, 1973; Mellars, 1988; Dibble y Rolland, 1992) para lo cual el medio ambiente no jugó un papel deter-minante.

Actualmente, superado el paradigma bordesia-no, parece existir una revitalización del papel que el medio ambiente del Pleistoceno ha jugado en la his-toria más antigua de la humanidad. Buena parte de esta revitalización se ha realizado desde el manejo de las mismas metodologías que se han usado a lo largo de la segunda mitad del S. XX, lo que debe hacer reflexionar en el escaso impacto que la expli-caciones medioambientales han tenido en la investi-gación de buena parte de la segunda mitad del S. XX, realidad que, por otro lado, parece estar cam-biando.

3. El medio ambiente del Pleistoceno: una mirada desde la Paleoecología.

Los estudios de medio ambiente pueden agru-parse en lo que entendemos por Paleoecología. El objeto de esta disciplina no puede ser descrito sim-plemente como una ecología del pasado. La ecolo-gía se define como la ciencia que tiene por objeto la abundancia y distribución de los organismos, así como las interacciones que las determinan (Begon et alii., 1986). En el concepto de interacción deben incluirse las relaciones de los seres vivos con su medio físico y químico además de con otros seres vivos, a cualquier nivel. El hecho de que los seres a estudiar estén muertos -o peor, extinguidos- supone un evidente problema, en buena medida insoslaya-ble. Ello había llevado a los paleoecólogos, según ellos mismos afirmaban, a centrarse en dos aplica-ciones muy concretas: por un lado, la mera descrip-ción del registro paleoecológico y, por otro, la re-construcción del paleoambiente, admitiendo la limi-tación a la hora de relacionar el medio con los seres vivos (Birks y Birks, 1980). Resulta evidente la in-fluencia del ideario más clásico de las ciencias na-turales, algo sorprendente en una ciencia como la Paleoecología, como veremos más adelante. En el mismo sentido, al igual que otras ciencias de la na-turaleza, la Paleoecología cuenta con el actualismo entre sus principios paradigmáticos (Delcourt y Delcourt, 1991) por lo que algunos de los princi-pios de la Ecología sirven como punto de partida a la Paleoecología. Uno de ellos sostiene la relación de necesidad que existe entre los seres vivos -ya sea

a modo individual o agrupados en una comunidad ecológica- y el medio ambiente en el que habitan (Gee y Giller, 1991). Por lo tanto, los restos de los seres vivos se convierten en marcadores del medio ambiente que habitaron. Como se hará evidente, esta afirmación otorga una nueva dimensión a la Paleoecología, ya que consigue superar la mera des-cripción del registro y la reconstrucción de los pale-oambientes, logrando establecer las relaciones efectivas entre los seres vivos y su medio.

El estudio del registro fósil está sujeto a los mis-mos requisitos metodológicos y enfrenta los mis-mos problemas que cualquier otro registro geológi-co (Birks y Birks, 1980; Delcourt y Delcourt, 1991). Por ello, en la discusión previa de cada tra-bajo, se refleja una preocupación por las estrategias de muestreo, la rigurosidad en el control estratigrá-fico, las capacidades de conservación, los posibles sesgos tafonómicos, problemas de definición taxo-nómica, cambios laterales del registro, correlacio-nes, etc. (Gee y Giller, 1991; Cruzan y Templeton, 2000) y, además, las conclusiones de los paleoecó-logos están condicionadas por su escala de estudio (Brandt, 1984; Delcourt y Delcourt, 1991). Es de-cir, el tipo de proceso que puede ser descrito (colo-nización, predación, extinción, convivencia, etc.) está en directa relación con la amplitud espacio-temporal del objeto de estudio. En el mismo senti-do, la naturaleza de las variables de estudio condi-ciona las conclusiones que pueden obtenerse de ellas. La conjunción de estas variables y su marco espacio-temporal han posibilitado la definición de índices ecológicos. Estas herramientas de análisis probabilístico permiten aproximarse a determinados aspectos del medio ambiente. La conjunción de va-rios de estos índices son los que permiten obtener una imagen del paleoambiente y de los procesos que pueden ser descritos en ellos.

La ecología, y por ende la paleocología, es una ciencia de corte multidisciplinar. Estas disciplinas estudian por separado los diversos elementos que integran un ecosistema. Para la paleocología pue-den citarse: palinología (Karatsori et alii., 2005), antracología (Guérin, 2002), tafonomía (Lyman, 1994), sedimentología (Laville, 1980), paleontolo-gía (Sesé, 1994; Hernández, 2001),... además de un largo etc. (Para tener una idea más clara del conjun-to de disciplinas concurrentes puede consultarse la obra, editada por R. Miskovsky (2002), Géologie de la Préhistoire: méthodes, techniques, applica-tions). La imagen global que aportan las disciplinas, además de su sola presencia, pone en evidencia la complejidad de la realidad a tratar. En buena lógi-ca, las descripciones que podemos esperar de la pa-leoecología deberían contar con ese mismo grado de complejidad. Pero la realidad, hasta hace no mu-chos años y que en buena mediada perdura todavía,

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es bien distinta, ya que encontramos aportaciones de naturaleza bastante simple y circunscrita a ámbi-tos muy concretos de todo el sistema ecológico. El caso del Pleistoceno es, si cabe, más contradictorio aún ya que, pese a ser reconocido como un momen-to privilegiado para el estudio paleoecológico, las conclusiones de los trabajos pecan de las mismas carencias.

4. Las reconstrucciones paleoecológicas del medio ambiente: escenarios simples del Pleistoceno.

Las reconstrucciones que la Paleoecología del Pleistoceno ha propuesto en los diferentes trabajos de investigación prehistórica han adolecido, tradi-cionalmente, de una manifiesta simplicidad.

Las reconstrucciones medioambientales ponen de manifiesto un claro reduccionismo en sus méto-dos de inferencia (Hernández, 2001; Vega, 2005). Como los propios paleoecólogos señalan, se ha lle-gado a conclusiones a partir del estudio de solo una parte del registro paleoecológico (Delcourt y Del-court, 1991) -como ejemplo el papel preeminente de la climatología en la formación de depósitos se-dimentarios de cuevas aplicado en Bordes (1972). Efectivamente, en las reconstrucciones puede des-cribirse un claro peso de los estudios de la paleove-getación (palinológicos, principalmente) y la paleo-fauna (micro y macrofauna, esencialmente) (Guérin, 2002). Es bien conocida la importancia de los estu-dios palinológicos por la importancia de la informa-ción de carácter paleoclimático y paleovegetal -la determinación de las bases de una cadena trófica, en buena medida, determina la configuración de las posiciones superiores de esta. Algo similar puede decirse de los estudios microfaunísticos: claros marcadores climáticos y cronológicos y con mucha mayor resolución que los estudios de meso y ma-crofauna. Pero la clasificación que unas y otras dis-ciplinas han hecho del medio ambiente se muestra de manera poco precisa. En la mayoría de las oca-siones, son clasificaciones binarias que usan de for-ma habitual unos pocos conceptos como: “templa-do/cálido”-“frío”, “húmedo”-“seco” o “medios abiertos”-“medios cerrados” –tómese como mínima muestra de la gran mayoría de los trabajos que tra-tan cuestiones de medio ambiente en Prehistoria (Fumanal y Villaverde, 1988; Tuffreau, 1992; San-tonja et alii., 2000; Cuenca-Bescós et alii., 2001) . El carácter de esta clasificación recuerda enorme-mente a la que el esquema de las glaciaciones alpi-nas llevaba aparejado. La visión de conjunto se aproxima más a una estandarización que a la de una descripción precisa.

La contradicción entre la naturaleza del objeto de estudio y el amplio número de disciplinas que al-berga la Paleoecología, por un lado, y la simplici-

dad substancial de las propuestas, por otro, es con seguridad el principal problema que, hoy por hoy, debe afrontar la Paleoecología. Pero, ¿cuáles son las causas que conducen a esta situación paradójica?

Creemos que existen dos tipos de causas. Las primeras, las podríamos encuadrar en propias de la naturaleza de la disciplina. En primer lugar, no re-sulta fácil aplicar con rigor modelos procedentes de la ecología. Los especialistas han señalado lo com-plicado que resulta encontrar paralelos fiables de las situaciones del pasado (Delcourt y Delcourt, 1991; Gee y Giller, 1991). No puede olvidarse las limitaciones que existen a la hora de buscar marca-dores ecológicos del pasado. Insertos en el registro geológico solo se dispone de aquellos que pueden soportar el paso del tiempo y que, además, están su-jetos a toda clase de sesgos tafonómicos (Cruzan y Templeton, 2000). Por último, la supervivencia de estas evidencias orienta, en mayor o menor grado, el tipo de realidad que puede conocerse en función de la escala de estudio temporal (fenómenos evolu-tivos, dinámica de poblaciones, colonización, extin-ción, etc.) y espacial (competencia, predación, es-tructuración de la comunidad ecológica, etc.) (Birks y Birks, 1980). Además de ello, aumenta las dificul-tades para contrastar teorías, elemento que acre-cienta la incertidumbre de las propuestas.

En segundo lugar, existen una serie de causas, ajenas a la propia naturaleza de la disciplina, que son producto del modo en que se desarrollan los es-tudios. En primer lugar, se ha señalado la ausencia de estudios completos de todo el registro (Vega et alii., 1999). Resultará evidente que, ante un tema tan complejo como la Paleoecología, obviar diver-sas áreas de datos empobrece las reconstrucciones e imposibilita aumentar las vías de contrastación. En el mejor de los casos, es decir, aún cuando el con-junto de datos ha sido debidamente estudiado, las conclusiones que se obtienen no presentan un cala-do mayor -ejemplos aplicados son las monografías de La Grotte Vaufrey editada por Rigaud (1988) o la de Trinchera Galería en la Sierra de Atapuerca (Rosas et alii., 1999). Es cierto que las conclusio-nes, en caso de que los datos no entren en contra-dicción unos con otros, tienen un mayor apoyo em-pírico, pero en pocas ocasiones la complejidad de las propuestas aumenta.

Llegados a este punto, cabe la pena preguntarse porqué siendo la Paleoecología una disciplina do-minada por un inevitable carácter pluridisciplinar y de demostrado frágil equilibrio en sus procesos -po-demos entender esa fragilidad como tendencia a un comportamiento caótico- ha planteado programas tan poco ambiciosos en sus propuestas. En primer lugar, la simplicidad de una propuesta no es sinóni-

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mo explicación parcial o incompleta, pero en este caso conlleva una pérdida de heurística importante ya que solo explica partes limitadas del registro. En segundo lugar, es una equivocación pensar que el objeto de estudio limita la complejidad de las pro-puestas, ya que la realidad en sí misma lo es y son muchas las ciencias que se aventuran a intentar ex-plicarla (Prigogine, 1995). En suma, no parece que existan anomalías graves que lo impidan.

La respuesta parece estar en las dinámicas de trabajo. Tal y como se ha señalado, no se han for-mado equipos pluridisciplinares completos que ana-licen el conjunto de las evidencias disponibles (Vega, 2005). Pero nos parece que no solo hace fal-ta la formación de un equipo de estas característi-cas. A nuestro juicio, el conjunto de especialistas deben esforzarse por crear propuestas en conjunto. Indudablemente, dada la naturaleza de las propues-tas de cada disciplina, el producto será un modelo aproximado de la realidad, como cualquier otra teo-ría científica.

Afortunadamente, este panorama parece estar cambiando a juzgar por el corte de algunos trabajos (Benito Calvo y Pérez-González, 2005; Sánchez Goñi y d'Errico, 2005). Por último, a modo de refle-xión, merece la pena interrogarse sobre la causa que ha precipitado este acertado cambio. El plantea-miento del paradigma bordesino supuso delimitar claramente el objeto de estudio en el Pleistoceno en lo que se ha dado en llamar Pleistocenismo (Vega, 2001). La Prehistoria -quizá la ciencia más interesa-da en un enfoque pluridisciplinar-, como integrante del conjunto de disciplinas dedicadas a ello, se cen-tró durante largo tiempo en el debate sobre la signi-ficación de las industrias líticas (Bordes, 1973; Tuf-freau et alii., 1981; Rolland, 1988; Dibble y Ro-lland, 1992). En este debate el medio ambiente solo jugó un papel secundario en las explicaciones (Me-llars, 1970; Binford, 1973). Por otro lado, el resto de disciplinas parecen haber llegado a un aislamien-to elegido, circunscribiéndose a su particular objeto de estudio y la información que con ellos puede contrastarse. La crisis del paradigma bordesiano ha llevado a los prehistoriadores a buscar nuevas ex-plicaciones. Durante este fenómeno, en el cual los paleolitistas podemos considerarnos todavía inmer-sos, las cuestiones relacionadas con el medio am-biente de la humanidad prehistórica parecen haber cobrado una mayor relevancia en las explicaciones. Teorías relacionadas con la visibilidad de los recur-sos (Gamble, 1985; Turq, 1992; Conard y Fischer, 2000; Rolland, 2000), la distribución de los mismos (seguimiento de manadas), la evolución del arte pa-leolítico europeo (Barton et alii., 1994) o la extin-ción de los Neandertales (Sánchez Goñi y d'Errico, 2005) son algunos ejemplos. Al mismo tiempo, en el resto de disciplinas parece haber calado el interés

por superar las explicaciones individualistas y sim-plistas admitiendo la complejidad de la realidad y, por ende, la necesidad de explicaciones más am-plias y completas.

5. El enriquecimiento de las reconstruccio-nes paleoecológicas.

En el estado actual de los estudios paleoecológi-cos encontramos algunos elementos que pueden ayudar a elaborar propuestas de mayor alcance.

En primer lugar, existe un franco propósito de solucionar los problemas de correlación cronológi-ca. Solo mediante un refinado esquema cronoestra-tigráfico puede constatarse el nivel de relación exis-tente entre el yacimiento y los sondeos de referen-cia paleoclimática (Sánchez Goñi y d'Errico, 2005). Este requisito pasa por refinar todo lo posible las estratigrafías (Brandt, 1984; Goldberg y Macphail, 2006). Dicha depuración, en numerosas ocasiones, se encuentra con el infranqueable problema de los hiatos estratigráficos, sean interrupciones o lagunas sedimentarias. Este problema podría ser soluciona-do empleando estrategias de muestreo más amplias, tal y como se ha señalado. Ello, a nuestro juicio, pasa por la construcción de síntesis regionales. Es decir, superar la concepción del yacimiento como punto aislado en el paisaje y establecer una red que lo interrelacione de forma efectiva con otros (tanto arqueológicos como paleontológicos). Dicho es-fuerzo debería contar, dado el caso, con acciones específicas destinadas a recuperar evidencias de tipo paleoecológico que pudieran ser correlaciona-das con los yacimientos.

En segundo lugar, superada o no la carencia de evidencias, generar modelos explicativos que cuen-ten con una participación conjunta de las diferentes disciplinas paleoecológicas. Se ha señalado el es-fuerzo por superar las clasificaciones poco precisas. Una de las estrategias pasa por no usar marcadores singulares sino la agrupación de estos (Hernández, 2001) (como las comunidades paleoecológicas, por ejemplo). En un campo donde las variables son nu-merosas y con rangos de variación más o menos amplios, el empleo de herramientas probabilísticas no solo debe jugar un papel descriptivo e insustitui-ble, sino que debe centrarse en la creación de mo-delos matemáticos (Takeuchi et alii., 2007) - la teo-ría de juegos es quizá el ejemplo más clásico. Ade-más de ello, deben ser rigurosas en los márgenes de error. El resultado es la creación de lo que podemos llamar un campo probabilístico lo más reducido po-sible.

En tercer lugar, este espacio de probabilidad po-dría ser restringido aún más si se realizan recons-trucciones realistas. Pensamos que dicha tarea re-quiere un conocimiento claro de las posibilidades del paleoambiente: reconstrucción geomorfológica

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y su evolución, examen de las posibilidades paleoe-dafológicas del medio, constreñimiento topográfico, litologías, etc.

Por último, el manejo de tan ingente número de variables solo puede ser viable a través del empleo de medios informáticos. Las posibilidades de los Sistemas de Información Geográficos (S.I.G.), uni-dos al campo de funciones multivariantes que defi-nen los espacios de probabilidad, pueden ser una herramienta útil para crear una serie de modelos di-námicos que ayuden a contrastar diversas teorías de fundamento paleoambiental.

Para finalizar, nos gustaría señalar las posibili-dades explicativas de esta estrategia de investiga-ción. No estarán faltos de razón aquellos que afir-men la falta de concreción del modelo. Por otro lado, pensamos que esa carencia es más producto del objeto de estudio que del modo de acercamien-to. La ventaja del mismo reside en el amplio abani-co de vías de contrastación. Si las teorías que se propongan logran superar la ingente batería de pruebas, procedentes de cada disciplina implicada en la generación del modelo, quedarán situadas en una posición privilegiada en el desarrollo de la in-vestigación científica.

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JIA 2008 ISBN: xxxx-xxxx-xx-xx Pp.: 15-20

CHIMPANZEE (Pan troglodytes) MATERIAL CULTURE: IMPLICATIONS ON TAXONOMY

Vanessa CampanachoDepartamento de Antropologia, Universidade Nova de Lisboa; [email protected]

RESUMEN

El presente trabajo propone una revisión de la actual taxonomía de los chimpancés (Pan troglodytes). Basado en la cultura material, y otros factores, como la información genética, es argumented la inclusión en el género Homo. Existen varias referencias sobre el uso de herramientas de chimpancés. Depués del hombre, es le chimpancé que muestra el mayor repertorio de herramientas. El uso de herramientas no es innato, se aprende y se transmite entre generaciones. No todas las poblaciones de chimpancés exhiben la misma gama de herramientas, lo que demuestra la presencia de una cultura material.. La manipulación de herramientas muestra la existencia de capacidad cognitiva, por ejemplo, entender lo que es una herramienta, y su funciona-lidad. El género Homo se caracteriza por una gran capacidad craneana, locomoción bipedal, idioma, posesión del humano agarre de precisión, la construcción y manipulación de herramientas. Este estudo analiza estos criterios aplicados para el caso do chimpancés.

ABSTRACT

In this paper it is suggested a review of the current taxonomy of the chimpanzee (Pan troglodytes). Based on the material culture, and others factors, such as genetic information, it is argued the inclusion in the genus Homo. There are several references concerning the use of tools by chimpanzees, which all together show that, after man, they exhibit the biggest repertory of tools. The use of tools is not innate, it is learned and socially transmitted between generations. Not all chimpanzee populations exhibit the same range of tools, demonstrating the present of a material culture, when an ecological explanation is lacking. The manipulation of tools may indicates the existence of complex cognitive capacities. The genus Homo is characterized by a large cranial capacity, bipedal locomotion, language, related possession of human-like precision grip, con-struction and manipulation of tools. This study discusses these criteria applied to the case of the chimpanzees.

Palabras Clave: Pan troglodytes. Herramientas. Taxonomía. Homo troglodytes.

Keywords: Pan troglodytes. Tools. Taxonomy. Homo troglodytes.

1. Introduction.The dogma that only man uses tools no longer is

followed (Goodall, 1986; Panger, 1998; Tonooka, 2001). Currently it is well known the use of tools by non-human animals, including the chimpanzee (Beck, 1980; Brooks et al., 2002; McGrew, 1992; Scothern, 2006). The chimpanzee offers the broad-est range of tools compared to other non-human an-imals, and these are regularly built and handled in many activities, especially in the feeding context (Brooks et al., 2002; Goodall, 1986; McGrew, 1992; Scothern, 2006).

There are various definitions of tools, but the one followed in this paper, was formulated by Beck (1980: 10): “To be a tool an object must be free of any fixed connection to the substrate and must be outside the user’s body but it can be a body by-product. The tool may or may not be animate. The user must hold or carry the tool during or just prior to use and must establish the proper and effective orientation between the object and incentive.” And

tool manufacture is the modification of an object to obtain greater optimisation of the tool. This change can be caused by the individual who will enjoy the tool or may have been made by a conspecific (Beck, 1980).

The fact that exist variability in the construction, and in the repertoire of tools available in various chimpanzee’s communities raises the question of the presence of a material culture (McGrew, 1992; Hicks et al., 2005). There is no consensus on the definition of what is culture. For cultural anthropo-logists in addition to the social transmission, the language has a key role in the culture. This idea continues to demarcate the existence of culture only in humans (McGrew, 1992; Whiten et al., 1999). On the other side the biological sciences sees cul-ture as the product of two factors: genetics and so-cial transmission (Whiten et al., 1999). Although the genetic information has a certain weight on be-havioural skills, this does not explain regional dif-ferences in the case of tools. These differences are possibly a product of the cultural process,such as

I Jornadas de Jóvenes en Investigación Arqueológica: Dialogando con la Cultura Material. UCM, 3-5 de septiembre de 2008.

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innovation, inter-generational transmition, imita-tion, social learning, diffusion (Carel and Knott, 2001; Carvalho, 2007; Goodall, 1964 and 1986; Witen et al., 1999 and 2003).

The man displays a tendency to categorize liv-ing beings. The first know classification was made by Aristotle (Siva et al., 2000). In 1758, Lineu presented the binomial system, where the various living beings are in a hierarchy according to an as-cending order of traits in common. However, the first formal code of the hierarchy of species only emerged in 1842 in the British Association for the Advancement of Science. Since then the taxonomy of species has changed over time due to the know-ledge of new species, and the taxomomic school followed (Collard and Wood, 1999; International Commision on Zoological Nomenclature, 1999).

This study follows the cladistic principle: hier-archical organization of living beings - from the lowest taxa, to the highest one - should be estab-lished by the degree of phylogeny they share; and the species belong to the same genus if they have a more recently common ancestor, in comparison with other species (Wildman et al., 2003).

The actual taxonomy the chimpanzee and man are placed in different genus, Pan and Homo. The question is whether this classification remains a an-thropocentric vision. Man and chimpanzee share with each other anatomical features, psychological and behavioral characteristics, use and build of tools and have 98% of the same genetic information (Diamond, 1991). For that reason both of them should belong to the same genus.

In this papper it is analyzed chimpanzee materi-al culture and the cognitive skills involved in its use and construction compared to man, questioning the actual taxonomy, suggesting the inclusion of chim-panzee in the genus Homo.

2. Tools use and cognitive capabilities.The various tools used by chimpanzees are

presented according to their purpose (Table 1). Chimpanzees show various tools used for different purposes, but they are mostly used in the feeding context.

Chimpanzees understand what a tool is, and for what it serves. Besides that, they comprehend the cause/effect that arises from the interaction between objects, like a leaf and water (Byrne, 1997; Goodall, 1986; Tonooka, 2001). This interaction can go from the relationship between two objects - a branch and ants - up to the use of four elements - hammer, anvil, nut and a stone under the anvil to create stability - leading to the hierarchy analysis that Matsuzawa proposed as a result of his observa-tions in a chimpanzee population in Guinea

(Carvalho, 2007; Matsuzawa, 1991; Scothern, 2006; Sugiyama, 1997). The relationship between two objects are descrived as level one, and the one with four objects is level three, being the most com-plex observed in natural habitat. Tools from level four were designated by metatool by Matsuzawa (1991), and was defined as “a tool that improves the function of another tool that is insufficient or inef-fective to complete a desired task” (Sugiyama, 1997: 26).

The association between tools shows that chim-panzees have intelligence associated with a control engine, which allows the use of several objects to achive a purpose (Sugiyama, 1997).

Chimpanzee have the capacity for planing a fu-ture action, that is evident in the selection of an ob-ject for a particular purpose, and this can occur in a distance from the place the tool will be use (Beck, 1980; Carvalho, 2007; Goodall, 1964; Tonooka, 2001).

To the same purpose, for example termite fish-ing, chimpanzee populations may not use the same tool, or the technique applied can be different, de-pending of the termite consumed (Humle and Mat-suzawa, 2002).

They evidence cognitive capability to discern that from the same raw material is possible to con-struct different tools, and that is possible to obtain the same tool from different raw materials (Mc-Grew, 1992).

Carvalho (2007), whose study was about chim-panzee nut-cracking, says that the use of a tool ex-ibits a chaîne operatóire. This is an operational be-havioural sequence while dealing with tools, since the selection of raw-material, construction, use, re-use, until they finally are discarded. These steps are sometimes performed in a different way, depending on the individual, showing that chimpanzees have flexibility, adaptation and optimization during a tool activity. This demonstrates that they are able to establish a mental organization, antecipate and re-peat behaviours associated with tools (Carvalho, 2007), which is transmitted to the young chimpan-zees.

3. Material culture expressions.When comparing the repertoire of tools of all

communities of chimpanzees it is observed a vari-ation in the presence/absence of some tools, as well as in the way tools are made (van Schaik and Knott, 2001); Goodall, 1986; Hicks, 2005; McGrew, 1992).

A tool can exist in various populations, like the ant-fishing, or be exclusive to some populations, like the case of the nut-cracking. This tool is ob-

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served only in the subspecies Pan troglodytes verus from West Africa, and is not visible in the eastern chimpanzee communities (Hicks, 2005; Whiten et al., 1999). The observation of the presence/absence of nut-cracking shows three conclusions. First, this is not an innate behaviour, because not all popula-tions show the nut-cracking behaviour (van Schaik and Knott, 2001). Second, there are stones and nuts in East Africa, so the absence of nut-cracking is not due to environmental constraints (Hicks, 2005; Scothern, 2006). Finally, it shows the possible presence of cultural differences. The genetic in-formation and morphology also have some weight on these behaviours, but to a lesser extent, because it is necessary also a prehensile hands to handle the tools (Beck, 1980).

The emmergence of a tool-use behaviour is pos-sibly due to a innovation of an individual, but this is not enough to endure this behaviour. For the maiin-tenace of a new tool-use behaviour in the group there should exist an inter-generational transmis-sion, which operates by social learning through ob-servation, imitation and practice (Beck, 1980; Cas-

anova et al., 1995; van Schaik and Knott, 2001; Goodall, 1986; Whiten et al., 1999).

In chimpanzees populations it is observed that the youngest individuals usually are close to their mother and other adult members while they are us-ing a tool (Beck, 1980). The youngster during this time observes, take contact with objects during their plays, imitate and practise until they are able to per-form the behaviour with the same perfection as the adults.

After man, chimpanzee is the species that demonstrates greater variability in behavioural pat-terns (Whiten et al., 2003). So it can be affirmed that the difference between chimpanzee and man is not in the presence or absence of a material culture, but in the accumulative processes and its evolution. The tool behaviours have not change much over time in the case of the chimpanzee, due to the fact that they have more limited psychological mechan-isms compared to man (Whiten et al., 2003).

Purpose Tool/Function Sources Nut-cracking Carvalho (2007), Goodall (1986)

Termite-fishing Beck (1980), Goodall (1986), Scothern (2006) Ant-dipping Goodall (1986), Humle and Matsuzawa (2002) Honey dip Goodall (1986), McGrew (1992), Scothern (2006) Insect expelling Goodall (1986) Perforating termite mound Goodall (1986) Enlarging nest entrances of birds and bees Goodall (1986)

Feeding Gathering resin Goodall (1986), Whiten et al. (1999) Alga-scoop Whiten et al. (1999) Hunting Pruetz and Bertolani (2007) Harvest of storage organs of plants Hernandez-Aguilar et al. (2007) Leaf sponge Goodall (1986), Whiten et al. (1999) Leaf spoon Beck (1980) Leaf folding Tonooka (2001) Pestle pounding Whiten et al. (1999) Container Goodall (1986) Mopping food Goodall (1986)

Body care Napkin Goodall (1986) Termite probe Goodall (1986)

Investigation Ant probe Goodall (1986) Investigatory probe Goodall (1986), Whiten et al. (1999)

Intimidation Aimed throwing Goodall (1986) Club Goodall (1986)

Playing As toy Goodall (1986) Stepping-sticks Alp (1997)Accommodation Seat-sticks Alp (1997) Fly whisk Whiten et al. (1999) Leaf cushion Hirata et al. (1998)

Table: 1. Some examples of wild chimpanzee tool repertoire

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4. Discussion.Chimpanzees presents the biggest repertoire of

tool-use, after man. They understand what a tool is, and that through them they can achieve a certain goal.

The use of tools is not innate and the differentce that exist between populations is not due to envir-onmental constrains. It is a cultural behaviour so-cially transmitted between generations, as it is in humans.

There are other non-human primate species that uses tools, like Pongo sp., Cebus sp. and Pan paniscus. But unlike chimpanzees they use it more in captivity than in natural habitat (van Schaik and Knott, 2001; Fragaszy et al., 2004), demonstrating that they have similar cognitive abilities to the chimpanzee. But besides of showing fewer tools in natural contexts, they also present a larger phylo-genetic distance to man which does not justify a taxonomy approximation, like the one it is proposed for the chimpanzee. Of course that is not the case of the Bonobo, that shows a 0,7% difference of genet-ic information from the chimpanzee (Diamond, 1991), justifying also its inclusion in the same genus as man, and the common chimpanzee (Dia-mond, 1991).

The argument of the existence of a material cul-ture in chimpanzees alone is not enough for their in-clusion in the Homo genus. It has to be taken into consideration their anatomy, genetic information and social behaviour. The genetic information is the argument with more weight, since chimpanzee and man share 98% of this information. But, in some taxonomies chimpanzees are place as being more close to gorilla than to man, although they only share 97,7% of the genetic information, less than with man (Diamond, 1991).

The idea of putting man and chimpanzee in the same genus is not original (Casanova et al, 1995; Diamond, 1991; Goodman et al., 1998; Wildman et al., 2003). Since the genus Homo arose first in the taxonomy classifications, in this present paper it is suggested that chimpanzee should be included to this genus, and therefore referred as Homo troglo-dytes, instead of the man being included in the genus Pan (Diamond, 1991).

The characteristics of the genus Homo are, greater cranial capacity, manufacturing of tools, language and modern human-like precision grip (Collard and Wood, 1999), tendency for bipedal lo-comotion and exhibition of a greater confidence in cultural adaptations rather biological ones.

Chimpanzees have a smaller cranial capacity (400cm³) than man, but higher than Homo floresi-ensis cranial capacity of 380 cm³. In their relation

with tools they show cognitive capabilities, such as the planning a future action and demonstrate that they have a material culture that approximates to man.

Like man, tools have an important role in chim-panzee survival, since they are used mostly in the feeding context.

Chimpanzees don’t have an articulated language as humans do, because of morphological constrains. But still they are able to communicate through ges-tures, vocalizations and emission of pheromones (Casanova et al., 1995). This kind of communica-tions have an important role in cultural transmition between generations.

The bipedal locomotion is usually associated with a human innovation trait, since only us have this type of locomotion. In the year 2007, Hope et al. (2007) questioned if the bipedal locomotion wasn’t a derived feature, but ancestral, possible present in the common ancestor between Pongid and Hominid. This question was elaborated from orang-utan locomotion observations. They move on the trees with theirs arms in the branches and an erected posture. So, according to this theory the modified quadruped locomotion or knucle-walking of the chimpanzees would be a derived feature, dif-fering from man. This fact alone is not enough to justify chimpanzee exclusion in the Homo genus.

The preensil grip ability has a key role in the handling and construction of tools. The chimpanzee has a preensil grip, but that is not equal to humans, since they do not have precision handling with tools and a firm precision pinch grip, that are important in the tool construction. But from the observations made in Homo habilis, they also did not have the necessary morphology and the grip prehensile capa-city as Homo sapiens do have (Marzke, 1997).

The most recent common ancestor between chimpanzee and man lived between 5 to 8 milion years (Brooks et al., 2002). They share more or less 98% of genetic information (Diamond, 1991; Mat-suzawa, 1991). Despite these informations chim-panzees are not place in the same genus as man, demonstrating an anthropocentric vision in the actu-al taxonomy (Casanova et al., 1995; Diamond, 1991).

In his book, The rise and fall of the third chim-panzee, Jared Diamond (1991) says that cladistic classification do not use the same criteria for all species. He exemplifies the comparison of the Pan sp. and Homo sp. with Hylobates sp. classification. Gibbons have between them a bigger genetic dis-tance than chimpanzee and man, but are all placed in the same genus, Hylobates.

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19CHIMPANZEE MATERIAL CULTURE: IMPLICATIONS ON TAXONOMY

This paper demonstrates that the current anthro-pocentric view in taxonomy should be abandon and the chimpanzee be included in the genus Homo.

The inclusion of chimpanzee and bonobo in the genus Homo, implies the inclusion of others homin-ins in this genus, like the Australopithecus sp..

In this study it is also suggested the creation of subgenera, like the study of Goodman and col-leagues (Goodman et al., 1998; Wildman et al., 2003). This authors suggested a creation of two subgenera, Pan and Homo, in the Homo genus. The subgenera Pan would include the bonobo and com-mon chimpanzee, and the Homo subgenera would include all the hominins. The division in the two subgenera is because the hominins share between them a more recent common ancestor than they do with chimpanzees and bonobos. The present paper suggest the creation of more subgenera because in hominins there exist several recent common ancest-ors.

It is proposed that the actual genus pass to the category of subgenus. So it will be maintain the same order that they have but in another level of analysis. Only the names that end with -pithecus, as the case of Ardipithecus sp. and Australopithecus sp. should be replaced to the terminology -an-thropus, because -pithecus means monkey. So with their inclusion in the genus Homo, they would be called Homo (Ardianthropus) sp. and Homo (Aus-tralanthropus) sp..

5. Conclusion.Homo sp. are characterized by their high brain

capacity, exclusive bipedal locomotion, modern hu-man like precision grip, use and construction of tools and greater dependency on culture.

The chimpanzee displays small cranial capacity compared with man, but that is bigger than Homo floresiensis.

They do not have a precision grip like humans, just like Homo habilis don’t have. But chimpanzees have a precision grip that allows them to manipulate tools.

Chimpanzee uses the modified quadruped loco-motion, and sometimes adopt a bipedal posture. Al-though the bipedal locomotion have a important weight in the Homo characterization, it is suggested that the importance of this criteria be reviewed, be-cause Homo habilis do not presented a exclusively bipedal locomotion, like the chimpanzees.

The three last criteria are not enough to justify the exclusion of chimpanzees from the Homo genus.

Chimpanzees like Homo erectus do not have a

articulated language like Homo sapiens, but are capable to communicate during their social rela-tions and cultural transmition between generations. After man, chimpanzees are the species showing the biggest repertoire of tools. They are also dependent on their material culture in their daily lives, and show cognitive capabilities associated with the use and construction of tools that approach them to hu-mans.

The data debated in this paper together with ge-netic information justify the inclusion of the chim-panzee in the Homo genus.

This taxonomic change involves a reshuffle, such as the inclusion of others hominins - like Aus-tralopithecus sp .- and the bonobo in the Homo genus, being suggested the creation of several sub-genera. The current genus would become the sub-genus, with Pan being the subgenus of bonobo and chimpanzee, and Homo the subgenus of Homo erectus and Homo sapiens.

6. Acknowledgements.I would like to thank especially the Professor

Cláudia Sousa for her guidance, suggestions and loan of books and articles. My thanks goes also to David Gonçalves for his suggestions and loan of bibliographic material, Telmo Pereira for his sup-port and to José Gomes because of our conversa-tions on this subject.

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JIA 2008 ISBN: 978-84-92539-25-3 Pp.: 21-27

EL PALEOLÍTICO SUPERIOR INICIAL EN LA ZONA MEDITERRÁNEA DE LA PENÍNSULA IBÉRICA: EVIDENCIAS, INTERPRETACIONES Y REFLEXIONES

Paloma de la Peña AlonsoDepartamento de Prehistoria, UCM; [email protected]

RESUMEN

El comienzo del Paleolítico Superior en la zona mediterránea supone uno de los grandes enigmas ac-tuales dentro de la Prehistoria peninsular. El hecho de que en varios yacimientos de esta zona geográfica se haya constatado una prolongación cronológica de las industrias musterienses -vinculadas a los neandertales- supone que el inicio del Paleolítico Superior -asociado a los métodos de tecnología lítica laminar y al Homo sapiens sapiens- presente un supuesto desarrollo tardío en comparación a otras áreas europeas e incluso pe-ninsulares. El conocimiento arqueológico del inicio del Paleolítico Superior en esta zona resulta clave para entender el porqué del cambio a una supuesta nueva fase cultural del Paleolítico, asociada además a un cam-bio de especie/subespecie. En este artículo se presenta sintéticamente el estado del conocimiento de Paleolíti-co Superior inicial de esta área geográfica como pretexto para la reflexión sobre las claves y problemas que presenta el estudio de este periodo cultural.

ABSTRACT

The beginning of the Upper Paleolithic in the Mediterranean area is one of the greatest enigmas within the Prehistory of the Iberian Peninsula. The fact that in several archeological sites of this area a chronological prolongation of Musterian industries, traditionally associated with Neanderthals, is found, points out that the beginning of the Upper Paleolithic, associated with laminar lithic assemblages and Homo sapiens sapiens, shows a belated development when compared to other Iberian and European regions. A sound knowledge of the beginning of the Upper Paleolithic in this area is crucial in order to understand the culture shift putatively associated with the Homo species/ subspecies transition occurring during this period. In this article, we put forward a revision to assess the state of the art on the Upper Paleolithic in the Mediter-ranean region of the Iberian Peninsula and furthermore, we analyze in detail what are the key elements and the conundrums of this cultural period.

Palabras Clave: Paleolítico Superior inicial. Auriñaciense. Gravetiense. Tecnología lítica. Dataciones ra-diocarbónicas.

Keywords: Early Upper Paleolithic. Aurignacian. Gravettiean. Lithic technology. Radiocarbon dating.

1. Introducción.En este artículo se presenta sintéticamente el

estado actual del conocimiento del Paleolítico Su-perior inicial (PSI) de la zona mediterránea penin-sular como pretexto para la reflexión sobre los pro-blemas y limitaciones que acarrea el estudio de este periodo.

Se ha considerado a esta zona geográfica como idónea para esta disertación al presentar un desa-rrollo del Paleolítico Superior supuestamente tar-dío, así como ciertas características particulares en comparación a otras zonas europeas y peninsulares. Por otra parte, este ejemplo pone especialmente en evidencia los conceptos teóricos y bases empíricas que actualmente se manejan para la discusión de este periodo cultural.

2. Un caso: El estado del conocimiento del Paleolítico Superior inicial en el área medi-terránea peninsular.

En este apartado se presenta el estado del cono-cimiento del PSI de la zona mediterránea peninsular centrándonos, principalmente, en las secuencias es-tratigráficas y las interpretaciones que han surgido en torno a las mismas. Los dos elementos que, a nuestro juicio, vertebran la discusión actual son:

las industrias líticas representadas en las secuencias estratigráficas.

las dataciones radiocarbónicas.

2.1. El Final del Paleolítico Medio y el “comple-jo Auriñaciense”.

Antes de iniciar el análisis de la evidencia del comienzo del Paleolítico Superior en esta área geo-gráfica se debe recordar brevemente el contexto propuesto para el final del Paleolítico Medio. Esta fase se ha interpretado principalmente en función

I Jornadas de Jóvenes en Investigación Arqueológica: Dialogando con la Cultura Material. UCM, 3-5 de septiembre de 2008.

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de los datos paleoambientales, cronológicos y ar-queológicos de la Cueva de la Carihuela (Fernández et al., 2007; Vega et al., 1988; Vega, 1988, 1990) y de otros yacimientos mediterráneos como Cova Ne-gra (Villaverde y Fumanal, 1990) o la Cueva de Gorham (Pettit y Bailey, 2000). A partir de los que se ha argumentado la perduración de las industrias musterienses –asociadas a los neandertales- hasta momentos avanzados del Pleistoceno Superior final (tramo final del OIS 3).

El inicio del Paleolítico Superior se identifica con los diferentes tecnocomplejos auriñacienses, ante la ausencia de industrias de transición. La evi-dencia auriñaciense es, ante los datos conocidos y sus interpretaciones, contradictoria. Por un lado, en el NE peninsular el primer tecnocomplejo docu-mentado en función principalmente de los datos de l’Arbreda es el Auriñaciense Arcaico, comparable al de otras áreas geográficas peninsulares como la cantábrica o el Midi francés (Arrizabalaga, 2000; Maíllo, 2002; Onoratini y Raux, 1992). Este Auri-ñaciense Arcaico se contempla como muy antiguo a partir de los datos de este yacimiento, ya que ha otorgado varias dataciones AMS en torno al 38000BP (Fig.2). El resto de sitios que se atribuyen al Auriñaciense Arcaico son conjuntos que poseen materiales de diferentes tecnocomplejos mezclados como Reclau Viver y Abric Romaní (Laplace, 1966; Soler, 1981) o colecciones muy reducidas como Mollet 1, constituyendo realmente la única base para dicha atribución las dataciones radiocar-

bónicas y, presentando además, una cronología di-latada: entre 40000- 33000BP (Bischoff et al., 1994; Maroto et al., 1996).

En el resto del mediterráneo peninsular se docu-mentan también conjuntos auriñacienses en Benei-to, Foradada, Mallaetes y Bajondillo, pero con una cronología sensiblemente más tardía. Beneito es uno de los sitios del que se posee más información, pero parte de sus niveles auriñacienses (C4 y C2) recientemente se ha visto que presentan problemas estratigráficos (Domenech, 2005); en cuanto al res-to del conjunto (nivel B8), ha sido definido como Auriñaciense tardío/evolucionado en función de sus características tipológicas (Iturbe et al., 1993). Por lo que respecta a los otros sitios auriñacienses del Levante, si bien constatan la presencia de conjuntos de esta tipología, la información que aportan es to-davía parcial. Mallaetes se ha definido como Auri-ñaciense únicamente por la presencia de fósiles-guía (Niveles XIV-XI) y de una datación bastante tardía (Nivel XII)(Fortea y Jordá, 1976; Fullola, 1979). En cuanto a Foradada (II, V, VI y VII), con los datos disponibles sólo corrobora de nuevo una cronología tardía para estos conjuntos (Casabó, 1999). Finalmente, se deben destacar los datos del Auriñaciense de la Cueva de Bajondillo que son los más recientemente publicados. La industria lítica del nivel 11 se ha definido tecnotipológicamente y se asocia al Auriñaciense Típico-Evolucionado (Cortés,2007):397.Este yacimiento ha ofrecido va-rias dataciones para dicho nivel, otorgando un con-

Fig.: 1. Mapa del área mediterránea de la Península Ibérica con los principales yacimientos de Paleolítico Superior inicial citados en el texto.

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texto más antiguo de lo que se ha supuesto hasta el momento en esta zona en función de las dos data-ciones AMS; pero también dilatado y tardío si se tienen en cuenta las fechas de Termoluminiscencia del mismo nivel (Fig.2). Se trata sin duda de un buen ejemplo del complicado panorama cronológi-co que se plantea para este periodo.

Por último, con respecto al tecnocomplejo Auri-ñaciense, creemos que se da una paradoja explicati-va en función de los datos que acabamos de presen-tar. Si se observan las interpretaciones que se otor-gan a través de los análisis de las industrias y de la lectura de las dataciones radiocarbónicas, obtene-mos que tanto para l’Arbreda como para Bajondillo se utiliza la misma explicación sobre el tránsito en-tre el Paleolítico Medio y el inicio del Paleolítico Superior (Cortés, 2005; Maroto et al., 1996), siendo su información arqueológica y geocronológica ma-nifiestamente diferente. La interpretación que se ha otorgado es una sustitución abrupta entre Muste-riense-Auriñaciense (hipótesis invasionista/de re-emplazo) que se identifica además con la aparición del Homo sapiens sapiens. El problema está en que para l’Arbreda se sitúa dicha sustitución hacia el 38000BP y para Bajondillo hacia 34/31000BP, lo que supone realmente una contradicción si se consi-dera esta sustitución en términos históricos (Vega, 2005), es decir, como “abrupta” y fruto de una mi-gración fulminante. No obstante, si se observan las dataciones calibradas parece que hay una sucesión cronológica gradual y dilatada entre el Auriñaciense Arcaico y los niveles atribuidos al Auriñaciense del mediterráneo peninsular (Fig.2 y 4), lo que signifi-caría que en una zona geográfica como la Península Ibérica a esa supuesta migración le llevó, bajo es-

tos datos, varios milenios el extenderse por toda la Península (de N a S). Esto supondría aceptar un “reemplazo” a muy largo plazo (de la Peña, 2007).

Por otra parte, esta interpretación implica admi-tir de forma apriorística estas dos proposiciones:

La asociación de todas las variantes del tecnocomplejo auriñaciense con el Homo sapiens sapiens. Algo que no se ha podi-do demostrar, ante las escasas evidencias paleoantropológicas, en el contexto del PSI de la Península y de Europa occiden-tal, como ya han señalado varios autores (Cabrera et al., 2005; Cabrera et al., 2001; Vega, 2005).

Las diferentes variantes del tecnocomplejo Auriñaciense registradas en esta área geo-gráfica (Arcaico, Típico y Evolucionado) se identifican con un supuesto fenómeno cultural unitario, algo que no es evidente en función de los datos manejados.

2.2. El Gravetiense en el mediterráneo penin-sular.

Por lo que respecta a los conjuntos gravetienses, gracias a los nuevos trabajos de excavación, se con-firma su presencia en el inicio del Paleolítico Supe-rior. La información actual de este tecnocomplejo es predominantemente tipológica y en varios casos se trata de colecciones sesgadas por los métodos de excavación, al ser en su mayoría yacimientos cono-cidos de antiguo y rebajados por tallas artificiales, véase Parpalló, Barranc Blanc, Abric Romaní o Re-clau Viver.

Fig.:2. Dataciones del Paleolítico Medio final de la Cueva de la Carihuela y de los principales niveles auriñacienses medi-terráneos. Todas las fechas calibradas en este artículo se han calculado con el programa CALPAL y la curva CALPAL 2007 HULU (Weninger et al., 2008)

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A principios de los años 80 las principales valo-raciones sobre el Gravetiense/Perigordiense en esta zona fueron las de C. Cacho y J. L. Miralles. C. Cacho señaló entonces que en el Sureste existía “un vacío cultural hasta el Perigordiense Superior, con la excepción de algunos escasos restos auriñacien-ses” (Cacho, 1981):330, clasificando en su tesis doctoral como adscribibles tipológicamente al Peri-gordiense Superior los sitios de la Colección Siret de Zájara II, Palomas, Morote y El Serrón. En defi-nitiva, presentó la zona SE peninsular como de marcado carácter perigordiense. J. M. Miralles (1982), a su vez, hizo una revisión del Gravetiense valenciano a través del estudio tipológico de las se-cuencias clásicas de Parpalló, Barranc Blanc, Ma-llaetes, Meravelles, Porcs, Sol y Ratlla del Musol, revisión que mostró las principales características tipológicas de las series gravetienses valencianas, ver (Miralles, 1982): 62.

Desde entonces se han excavado otros yaci-mientos importantes que añaden evidencias a la dis-cusión, fundamentalmente debemos señalar: Les Cendres en Valencia (Villaverde y Roman, 2004), Beneito en Alicante (Iturbe et al., 1993), el Abrigo del Palomar en la Sierra del Segura de Albacete (Córdoba y Vega, 1985; Vega y Martín, 2006) y las cuevas de Bajondillo (Cortés 2005; Cortés, 2007) y Nerja (Aura et al., 1998; Aura et al., 2006) en Má-laga. Los nuevos conjuntos marcan unas caracterís-ticas diferentes con respecto a la tipología lítica de las secuencias ya clásicas: aparición de útiles espe-cíficos como los útiles esquirlados, la abundancia de hojitas, nuevas definiciones tipológicas como las “Puntas tipo Cendres” etc. (Iturbe et al., 1993; Vega y Martín, 2006; Villaverde y Roman, 2004) que parecen indicar un nuevo ejemplo de marcada variabilidad a nivel peninsular para estos conjuntos líticos y apuntan, en función de nuevas dataciones realizadas, un desarrollo bastante temprano de me-todologías de talla lítica que difieren de las auriña-cienses. En cuanto a las hipótesis más recientes so-bre la evolución del Gravetiense en estas zona geo-gráfica, se debe citar la propuesta de (Iturbe et al., 1993) a partir de la investigación de Beneito y la más reciente de Villaverde y Roman (2004) en fun-ción de los datos de Les Cendres. De nuevo estas propuestas son contradictorias: Iturbe et alli. (1993) interpretan que este tecnocomplejo tiene poco peso en el desarrollo regional pese a la importancia que tradicionalmente le ha otorgado la investigación, por otra parte, indican que el Auriñaciense evolu-cionado estaría ocupando el lugar que el Gravetien-se ocupa en otras zonas; mientras la más reciente de Villaverde y Román (2004) compara la evidencia gravetiense valenciana con el “Gravetiense Indife-renciado”, definido por (Djindjian y Bosselin, 1994) como la variante más antigua de la zona SW

francesa.

Ante los nuevos hallazgos y antiguas excavacio-nes parece imposible seguir defendiendo la poca importancia de las industrias líticas adscritas al Gravetiense en el Paleolítico Superior mediterrá-neo. Simplemente las nuevas dataciones absolutas de Les Cendres (Villaverde y Roman, 2004) y el Palomar (Vega y Martín, 2006) desmontan la hipó-tesis del desarrollo tardío de los conjuntos que em-piezan a presentar características diferentes a las auriñacienses y, todavía más, parecen solaparse en cronologías con aquellas–ver fig.4-. Por otro lado, la comparación con el “Gravetiense indiferenciado” definido para la zona aquitana parece precipitada, ya que con la excepción de las dataciones no existe otro vínculo con los yacimientos franceses más allá del utillaje de dorso.

El principal problema que acusa el Gravetiense de este sector geográfico es que simplemente se han descrito sus características tipológicas pero es-tos datos no se han situado en un marco cronológi-co que permita una interpretación más allá de la pura descripción. La dificultad está en que las se-cuencias clásicas se excavaron por tallas artificiales y no poseen un marco cronoestratigráfico definido, es decir, se ignora si las características tipológicas señaladas para estos sitios responden a un momento concreto o son la tendencia general durante todo el periodo en el que se desarrollan (de la Peña, 2007).

En los últimos años se han ido incorporado nuevos datos cronológicos a la discusión, pero to-davía no se han incluido verdaderamente en su in-terpretación y deberían estar acompañados de una nueva visión de las industrias (tecnológica y funcio-nal). Por otra parte, no se han hecho tampoco pro-puestas sobre el significado de su variabilidad -que parece marcada tanto a nivel regional como a nivel peninsular- más allá de la supuesta identificación cultural.

Como conclusiones generales a esta síntesis se quieren recalcar estas propuestas:

Es necesario que los conjuntos adscri-tos al Auriñaciense y Gravetiense de este sector se definan más allá de la es-tricta tipología lítica a partir de otros datos -como la tecnología lítica y los análisis funcionales- y que se discuta su variabilidad a partir de estas nuevas perspectivas.

Tras la revisión realizada, parece que en el sector mediterráneo peninsular la definición del Paleolítico Superior debe pasar por un mejor conocimiento de los sitios asociados al Gravetiense, puesto que junto a los yacimientos cita-

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dos de Auriñaciense tardío suponen el grueso de la evidencia de la aparición de los métodos de la familia laminar que se asocian al inicio del Paleolítico Superior; lo que a su vez invita a refle-xionar sobre el peso que otorgamos en nuestras interpretaciones al cambio de las tradiciones técnicas. En este caso se contempla como cambio “revoluciona-rio” el supuesto paso Musteriense-Au-riñaciense y “atenuado” el Auriñacien-se-Gravetiense, es decir se interpretan por convención.

Por último, ante el complejo panorama cronológico esbozado (fig.4), se hace necesario una discusión sobre la inter-pretación de las dataciones radiocarbó-nicas y la manera en que se utilizan actualmente.

3. El Paleolítico Superior inicial en el sec-tor mediterráneo peninsular como pretexto para la reflexión.

En este apartado se señalan brevemente los pro-blemas y carencias detectadas en el estudio del Pa-leolítico Superior inicial a partir del caso expuesto.

3.1. Problemas empíricos:3.1.1. Ausencia de un cuadro de referencia climato-cronológico.

Si bien los datos climato-cronológicos (pólenes y estudios sedimento-climáticos) se presentan en las monografías y estudios sobre este periodo, actual-mente no participan en la realidad de la discusión sobre el mismo. Por otra parte, el hecho de que se haya llegado a cuestionar totalmente la validez de los interestadios supuestos al Pleniglacial Superior (Arcy, Tursac, Laugerie) en base a las secuencias en cueva (Sánchez, 1996) implica el que cada vez más son las dataciones radiocarbónicas las que

aportan este supuesto cuadro de referencia -ver por ejemplo (Jöris et al., 2003)- con la consiguiente confusión que hemos planteado en el apartado ante-rior. Esta situación implica que este método debería someterse a una crítica mayor de la que se plantea actualmente, puesto que su manejo creemos que acusa de los siguientes errores:

Selección ad hoc de las fechas en fun-ción de las interpretaciones.

Comparación acrítica de las mismas sin tener en cuenta las condiciones arqueo-lógicas, el tipo de material (Jöris et al., 2003), tipo de datación, fecha de la re-alización (Hahn, 1993; Mussi, 2001)

Ausencia de un marco de referencia común de las dataciones y de una dis-cusión sobre las bases de la calibra-ción, lo que es especialmente patente ya que el PSI se sitúa en el límite del método.

3.1.2. Ausencia de críticas geoarqueológicas y tafo-nómicas de las unidades estratigráficas estudiadas.

Como se ha indicado en el apartado 2 un gran número de las secuencias estudiadas no poseen una buena descripción estratigráfica o incluso han sido excavadas por tallas -en su mayoría por tratarse de excavaciones antiguas-. Esto implica que el conoci-miento de los depósitos y por ende de los materiales incluidos en los mismos sea en muchos casos limi-tado. Se debería exigir una presentación detallada de las características geoarqueológicas de los depó-sitos y de los criterios de distinción entre unidades estratigráficas, puesto que median totalmente en las interpretaciones de los mismos. Del mismo modo que los estudios tafonómicos -entendiendo a los mismos como la investigación de todos los proce-sos de degradación de los restos tanto culturales como naturales- deberían incluirse en la discusión de las interpretaciones.

Fig.:3. Dataciones de los yacimientos Gravetienses del mediterráneo peninsular. Las dataciones de Nerja vienen acompa-ñadas con este símbolo* puesto que han tenido otras atribuciones tipológico-culturales.

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26PALOMA DE LA PEÑA ALONSO

3.1.3. Ausencia de incorporación de otras discipli-nas al conocimiento:

Es evidente que apenas se han incorporado a la discusión sobre la interpretación de este periodo otros enfoques y disciplinas, como puede ser el caso de los estudios funcionales para la industria lí-tica o la incorporación de la tafonomía y los estu-dios de economía a partir de los datos faunísticos.

3.2. Problemas teóricos:3.2.1. La interpretación de las industrias líticas.

Aunque aparentemente en la actualidad los estu-dios que se presentan sobre industria lítica empie-zan a tener en cuenta a la tecnología, en realidad la base de la argumentación de la zona presentada se centra en la tipología lítica de manera evidente, sin más certezas que la refrenden, como se ha visto para el caso del Gravetiense mediterráneo de mane-ra ejemplar. Además, la introducción de la visión tecnológica no debería hacerse como un fin en sí misma, es decir, sustituyendo a la descripción tipo-lógica de manera acrítica por ser más afinada, sino como medio para descifrar comportamiento cultu-ral. Evidentemente esta visión sólo será factible tras una crítica geoarqueológica previa que permita in-troducir los límites a dicha interpretación.

Por otra parte, no existe apenas discusión sobre el significado de la variabilidad de las industrias lí-ticas, lo que significa que en su valoración sigue primando casi exclusivamente su identificación como marcador cultural por encima de cualquier otra interpretación. Esta situación limita el panora-ma teórico de este periodo notablemente.

3.2.2. Ausencia total de reflexión sobre los concep-

tos manejados en la descripción de la evidencia y en la discusión.

Al tratarse del PSI debería especificarse por cada autor qué considera como característico de esta nueva fase cultural o del supuesto cambio que se asume para el comienzo del Paleolítico Superior. En realidad, la mayor parte de los autores utilizan conceptos heredados y no hay una reflexión teórica de fondo sobre el significado de los términos mane-jados. Por esta razón creemos que se percibe confu-sión en la terminología utilizada: se habla de Auri-ñaciense y Gravetiense y, dependiendo de los auto-res, estos términos obtienen un significado de iden-tificación cultural –e incluso étnico-, cronológico, o de mera adscripción a un tecnocomplejo lítico, no quedando clara normalmente cuales son las carac-terísticas ni el porqué que definen su unidad. Por último, las principales teorías que sirven para des-cribir y explicar este periodo se centran en el pro-blema de la “transición” y se reducen todavía a las hipótesis para el cambio invasionistas/migracionis-tas (oleada auriñaciense) (Bar-Yosef, 1996; Koz-lowski y Otte, 2000; Maroto et al., 1996; Otte y Ke-eley, 1990; Zilhão, 1997) o las autoctonistas (Ca-brera et al., 2001). La otra vertiente interpretativa es un simple descriptivismo que únicamente utiliza como fuente de explicación para los cambios la identificación cultural.Nota 1. No se han incluido en el texto las dataciones radiocar-bónicas que presenten incoherencias con respecto a su estrati-grafía, como es el caso de Beneito (Iturbe, et al., 1993) y Zafa-rraya (Barroso y de Lumley,2006), ni tampoco los sitios como Reclau ViVer o Abric Romaní (Laplace, 1966; Soler, 1982), por tratarse de dataciones recientes sobre contextos excavados de antiguo con posibles confusiones estratigráficas. Tampoco he-mos incluido los conjuntos arqueológicos en los que se ha reali-zado una atribución cultural en base a las dataciones exclusiva-

Fig.:4 Arriba, curva de probabilidad acumulada de las fechas calibradas de los sitios asignados al Gravetiense, en medio fechas calibradas auriñacienses y abajo las cuatro fechas de las unidades VI y V de la Cueva de la Carihuela –asociadas a industrias musterienses-. Estos gráficos se han realizado a partir de las dataciones empleadas en la discusión de este texto, que se reflejan en las tablas 2 y 3. La curva de probabilidad aparece comparada con la curva climática realizada a partir de los sondeos de Groenlandia GISP2 180/160. Con este gráfico se pone de manifiesto el complejo panorama cro-nológico del PSI: con la perduración de las industrias musterienses, el dilatado desarrollo de las variantes auriñacienses y un solapamiento aparente entre el final del Auriñaciense y del Musteriense con el inicio del tecnocomplejo gravetiense.

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mente, como son los casos de Mollet 1 (Maroto et al., 1996; Maroto et al., 1987) y el “context 9”de Gorham’s Cave -asocia-do al D de las excavaciones de Waechter- (Pettit y Bailey, 2000).

4. Agradecimientos.Quiero expresar mi sincero agradecimiento a mi di-

rector de tesis, Gerardo Vega, y a Pilar Alonso por la lec-tura de este texto y los consejos aportados al mismo. Por otra parte, quisiera agradecer también al Dr. J. Jordá sus explicaciones sobre el marco paleoclimático y el manejo del programa CALPAL. No obstante, cualquier error que se desprenda del texto es responsabilidad de su autora.

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JIA 2008 ISBN: 978-84-92539-25-3 Pp.: 29-35

"IT’S GRIM UP NORTH": SOME THOUGHTS ON THE BRITISH AURIGNACIAN

R. DinnisGraduate School of Archaeology, University of Sheffield; [email protected]

RESUMEN

El Auriñaciense británico se caracteriza por un reducido conjunto de evidencias y, como consecuen-cia, el interés por su estudio ha sido limitado hasta el momento. En este artículo describo el carácter de la ocupación auriñaciense británica a partir de una serie de observaciones preliminares en mi investigación. El Auriñaciense británico situado en el límite más septentrional de la Europa pleistocena fue un evento relativa-mente tardío y de pequeña escala. La presencia de una técnica de producción de laminitas similar dentro del Auriñaciense británico y belga conduce a pensar en una posible afinidad cultural entre estas dos regiones. Además, otro tipo de evidencias sugieren que la zona del Canal de la Mancha -actualmente sumergida- pudo jugar un importante papel en la geografía humana de este periodo.

ABSTRACT

The Aurignacian of Britain is characterised by a comparatively small amount of material, and as a result has remained understudied. Here, I describe the nature of British Aurignacian occupation from initial observations of my own research. Situated on the northern fringe of the European Pleistocene world, it ap-pears that the British Aurignacian was a relatively late, small-scale and short-lived event. The presence of a particular bladelet production technique within the Aurignacian of Britain and Belgium hints at a possible cultural affinity between the regions. Furthermore, this and other evidence suggest that the now submerged Channel River may have played an important role in shaping the human geography of the period.

Palabras Clave: Paleolítico Superior inicial. Auriñaciense. Gran Bretaña. Tecnología lítica. Bélgica.

Keywords: Early Upper Palaeolithic. Aurignacian. Britain. Lithic technology. Belgium.

1. Introduction.In comparison to the many, well stratified archa-

eological sequences of southern Europe, Early Up-per Palaeolithic material in Britain, and indeed in the north of northwestern Europe, is poorly unders-tood. With regard to Britain, this is the result of:

1. An overall paucity of sites and artefacts2. The antiquity of the excavations at the

most important sites3. The limited amount of research carried out

on this materialEven given the notable exception of Jacobi

(1980, 2007; Jacobi & Pettitt 2000), work on the Aurignacian of Britain is lacking. The aim of my own work was to document and interpret Aurigna-cian material already known from British sites with reference to key sites in southern France and Bel-gium. Here, I present an overview of some of the results of this study and describe briefly the Aurig-nacian of Britain. In light of the identification of a technique of bladelet production that is abundant within the late Aurignacian of the far north of west-ern Europe, and seemingly rare elsewhere, I also of-fer some speculative thoughts as to what further re-search may reveal. (Further details of everything

discussed here can be found in Dinnis, in prepara-tion).

2. The Aurignacian of the British penninsu-la.

At the time of the Aurignacian, during mid-to-late Marine Isotope Stage 3 (MIS 3), global sea lev-els fluctuated around a level believed to be c.80 metres below that of today (Lambeck et al. 2002; Barron et al. 2003). As a result, Britain was a peninsula of continental Europe (Figure 1). To the south of southern England lay the great Channel River, a vast river system draining southern and south central England, northern France, and large areas of north central Europe (Bridgeland & d’Olier 1995; Gibbard & Lautridou 2003). To the east lay the area of the Northern European Plain known as Doggerland (see Coles 1998), now submerged be-neath the North Sea. Assuming a continental origin, for Aurignacian populations the British Peninsula would in theory have been accessible by traversing the Channel River from the south, or by entering from the east via the Channel itself or via the North-ern European Plain.

The seven British sites that have yielded Aurig-nacian material are shown in Figure 1. Due to prob-

I Jornadas de Jóvenes en Investigación Arqueológica: Dialogando con la Cultura Material. UCM, 3-5 de septiembre de 2008.

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lems associated with the antiquity of excavations and the lack of stratigraphic information available, all artefacts identified are those that can be consid-ered as fossils directeurs. At the three Welsh sites – Paviland (Goat’s Hole), Hoyle’s Mouth and Ffyn-non Beuno – typical burins busqués are a secure in-dicator of a late Aurignacian presence (Figure 2). Likewise, the morphology of the osseous point from Uphill Quarry Cave 8 is consistent with lozangic points of the later Aurignacian of France (Jacobi & Pettitt 2000), and a recent radiocarbon re-dating of 31,730+/-250 (OxA-13716) confirms its Aurigna-cian attribution (Jacobi et al. 2006).

In addition to these sites, an Aurignacian at Kent’s Cavern is indicated by the presence of a ‘Paviland burin’ (discussed further below). The small find-spot of Aston Mills is more tentatively ascribed to the Aurignacian by the presence of a nosed scraper with technological similarities to con-tinental Aurignacian examples. Finally, an undiag-nostic osseous point from Hyaena Den has been dated to 31,550+/-340 (OxA-13803) (Jacobi et al. 2006). Although undiagnostic, the similarity of its radiocarbon determination and its geographical proximity to the point from Uphill Quarry indicate

that it likely relates to a contemporary (Aurigna-cian) occupation (ibid.).

3. A small, late and geographically restric-ted Aurignacian.

With the exception of Paviland, all of the sites in Figure 1 have yielded very few diagnostically Aurignacian artefacts, with a total of 54 lithic arte-facts from all sites. Containing 48 of these artefacts, Paviland dominates the British Aurignacian, and is the only site which can be referred to as an “assem-blage”. However, it is misleading to refer to Pavi-land as a major Aurignacian site in continental terms.

Using the same criteria for selecting lithic mate-rial as diagnostically Aurignacian, almost 150 arte-facts were identified from just level 7 of the long Aurignacian sequence at Abri Pataud in southwest-ern France. For the three levels that comprise the later Aurignacian (levels 6 to 8), this figure rises to more than 300. The material from level 7 at Abri Pataud is divisible into two discrete archaeological-ly visible layers, each one showing an internal tech-nological homogeneity indicative of broadly con-temporary occupation (see Chiotti 2005). If the ra-

Fig.: 2. Britain during the Aurignacian, showing British sites that have yielded Aurignacian material. Coastline presumed to be c.80 metres below current level and major river systems in and around the now submerged English Channel shown. (For more information about this map, see Dinnis, in preparation.) Site key: 1. Kent’s Cavern, 2. Aston Mills, 3. Goat’s Hole, Paviland, 4. Hoyle’s Mouth, 5. Ffynnon Beuno. 6. Uphill Quarry, 7. Hyaena Den.

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tio of diagnostically Aurignacian lithic artefacts to overall assemblage size is in any way consistent be-tween different sites, then just two discrete episodes of occupation at this 93 square metre area of the Dordogne (Chiotti 2005:11) correspond to almost three times the amount of activity observable in the entire British Aurignacian.

Again, using the same selection criteria, similar-ly large numbers of diagnostically Aurignacian lith-ic artefacts can be found in the large assemblages from Spy (Belgium) and Les Vachons (Charente, France). Even the small open air site of Gohaud, situated at the mouth of the Loire in northwestern France, contains 31 diagnostically Aurignacian lith-ic artefacts (personal observation). This minor as-semblage, believed to represent a single occupation event (see Allard 1978), therefore contains c.60% of the number of diagnostically Aurignacian lithic artefacts in the entire known British Aurignacian.

How should we interpret this lack of material? While glacial expansion at the Last Glacial Maxi-mum (LGM) and the rise in sea levels since that time will certainly have destroyed some Aurigna-cian material, particularly in and around Wales, the content of the known sites suggests that, in compar-ison to regions further south, the Aurignacian occu-pation of Britain was an extremely limited one.

A study of the collections from the sites in Fig-ure 1 indicates that the Aurignacian presence in Britain is equivalent only to the continental later Aurignacian. Those lithic artefacts found in abun-dance in the early Aurignacian (e.g. ‘Aurignacian’ blades, carinated scrapers etc.) are only present at Paviland. The Paviland assemblage contains only one possible Aurignacian blade and the three exam-ples of carinated scraper can all be described as ‘atypical’ (Dinnis, forthcoming; Swainston 2000:101). Instead, the entire British Aurignacian lithic assemblage is characterised by burins busqués, the related later Aurignacian Paviland burin, and forms of nosed scraper; those artefacts abundant in the late Aurignacian of continental Eu-rope. Presently, no early Aurignacian split-based points have been identified in British collections. With the new radiocarbon dates for the points from Uphill and Hyaena Den, the entire corpus of Aurig-nacian material in Britain points towards a later Au-rignacian occupation only, an assertion made previ-ously by Jacobi & Pettitt (2000).

Interestingly, no burins des Vachons are present in these assemblages. These artefacts are present as far north as Spy (personal observation) and are found only within the latest Aurignacian assem-blages from the south of France (Pesesse & Michel 2006). However, given the small data set available for study, it is unclear whether their absence from

British assemblages carries any significance.

Given the apparent lack of earlier Aurignacian material in Britain, it is interesting to note the possi-ble presence of earlier Aurignacian to the south of the Channel River. Using comparison against well understood southern French assemblages as a guide, recent reappraisal of the large, palimpsest Aurigna-cian assemblage from Spy has indicated that the site was likely to have been the scene of at least two pe-riods of later Aurignacian occupation, with an earli-er Aurignacian also possibly represented (Flas et al., in preparation). The lithic assemblages from the northern French sites of Grotte du Renne (Arcy-sur-Cure, Yonne) and Beg-ar-C’hastel (Finistère) con-tain material that is reminiscent of the earlier Aurig-nacian of the south of France (ibid.). As Flas et al. rightly suggest, an earlier Aurignacian presence in the north of France and Belgium is therefore a pos-sibility.

As stated, British Aurignacian material is of a late Aurignacian character only. If an early Aurig-nacian in the north of France is presumed, and giv-en the proximity of Beg-ar-C’hastel to the most southwesterly point of Britain, why is there no evi-dence for earlier Aurignacian occupation of Britain? As recently emphasised by Stringer (2006), the Channel River would have been an extremely important geographical feature of the north of northwestern Europe, and would therefore have played a role in determining the human geography of the Pleistocene. Indeed, it is possible that in the past the river may have acted as a ‘barrier’ to occu-pation of Britain (ibid.: 169). Given the current evi-dence, it is plausible that the initial Aurignacian oc-cupation of northern Europe stopped south of the Channel River, with occupation further north occur-ring only during a later period.

In addition to the limited amount of material, the apparent lack of an earlier form of Aurignacian and the significance of the Paviland burin (see be-low), one further noteworthy feature of the British Aurignacian is its geographical restriction. Aurigna-cian material is only found to the west; in Wales and western/southwestern England (see Figure 1). Given the presence of Early Upper Palaeolithic blade-leaf point assemblages and Gravettian Font-Robert points in collections from across southern, south-eastern, eastern and central England (see Ja-cobi 1980, 2007; Flas 2006) the absence of Aurig-nacian material cannot be explained with reference to its lack of survival in the archaeological record.

Geographically, this western region is charac-terised by more upland topography with deeper riv-er valleys than the shallow valleys and rolling hills of England to the east. It would therefore appear that Aurignacian populations were either entirely

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restricted to the upland west, or occupied the east so sparsely that they have become archaeologically invisible. A similar absence from lowland areas is not apparent to the south of the English Channel, where Aurignacians occupied both upland and low-land areas, and in doing so left characteristically Aurignacian artefacts in the archaeological record (see Brou et al. 2006:90). Restriction to this one (homogeneous) form of landscape is again indica-tive of a small-scale and potentially short-term oc-cupation.

As Flas (in press) has speculated, it is possible that this geographical restriction of the British Au-rignacian may be related to differential environ-ments in the west and east of MIS 3 Britain. Archa-eologically, the presence of similar Aurignacian ar-tefacts in Britain and continental Europe to the south (osseous points, small bladelets inferred from burin busqué/Paviland burin cores) would certainly suggest that their identifiable methods of subsisten-ce were not drastically different, and by extension that their environments were not incomparable. Gi-ven the fluctuating climate of mid-to-late MIS 3 (Barron et al. 2003), and if it is presumed that the occupation of Britain took place during a period of relatively mild climatic conditions, it may have been that Aurignacians in the far north were on the edge of their favoured environment, rather than out-side of it.

4. The Paviland collection and Aurignacian bladelet production in the north of north-western Europe.

One of the more intriguing aspects of the domi-nant Paviland lithic assemblage is the presence of a series of artefacts that show a consistent and regular series of inverse (ventral) removals. These artefacts

have been commented upon by all those who have studied the collection previously (Sollas 1913; Ga-rrod 1926; Swainston 2000). Stephanie Swainston (2000:110) correctly recognised them as Aurigna-cian, and believed that they may be an idiosyncratic artefact unique to the Aurignacian of Paviland.

The improvement in our understanding of Au-rignacian lithic technology over the past ten years (e.g. Lucas 1997; Chiotti 2000, 2003; Hays & Lu-cas 2001; Le Brun-Ricalens et al. 2005, 2006; Flas et al. 2006; Pesesse & Michel 2006) has now en-abled these artefacts to be recognised as discarded bladelet cores sharing similarities with, but distinct-ly different from, burins busqués1. These artefacts have now also been identified in the Aurignacian of Kent’s Cavern (see Figure 1) and in the Aurigna-cian assemblages from Spy and Trou Magrite in Belgium. I have named them ‘Paviland burins’ (Dinnis forthcoming) and two examples from Pavi-land are shown in Figure 3. So far, 40 examples have been identified in these four Aurignacian as-semblages: 22 from Paviland; one from Kent’s Cav-ern; 13 from Trou Magrite; and four from Spy.

Of particular interest, and hopefully the subject of further research, are the possible geographical and temporal ranges of the Paviland burin tech-

1Like burins busqués, the Paviland burin method often uses a flat burin scar as the platform for the detachment of bladelet re-movals. However, unlike in the busqué method, this removal is applied on the dorsal face and the resulting bladelet removals are struck obliquely across the width and thickness of the blank and towards the ventral surface. In addition, the flat burin re-moval is applied on the left hand side of the blank, unlike the busqué method where this removal is usually aligned to the right (See Dinnis forthcoming for a full technological description, discussion and comparison of burins busqués and Paviland burins.)

Fig.: 2. Typical burins busqués from Ffynnon Beuno and Hoyle’s Mouth (see figure 1). Illustrations reproduced with kind permission from A. David.

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nique. Interestingly, Paviland burins are entirely ab-sent from the two major and one minor French as-semblages studied as part of my doctoral work (Abri Pataud, Les Vachons and Gohaud respective-ly). A literature search indicates that they are absent from published accounts of most other major south-ern French assemblages (see Dinnis forthcoming for details), and dialogue with several French col-leagues suggests that this absence is real and not due to the selection of more ‘typically Aurignacian’ artefacts for illustration. The geographical range of the Paviland burin technique is at present unclear, although their presence in Belgium and Britain, and in particular their dominance of the Aurignacian lithic assemblages of Paviland and of Trou Magrite, suggests some technological relationship between the regions. In terms of the palaeogeography of northwestern Europe, this again suggests that the Channel River basin may have played an important role in determining the human geography of the pe-riod. Future research will examine the hypothesis that their distribution centres on the Channel River and its tributaries.

5. Conclusions.In recent years, new analyses of a number of

British Upper Palaeolithic sites have increased our understanding of periods when humans were oper-ating within Britain (e.g. Jacobi 2007; Pettitt, in press). It is now clear that Upper Palaeolithic groups occupied Britain only sporadically and

probably for short periods of time when climate al-lowed. My own work indicates that this is likely to be true of the Aurignacian. In light of the nature of the limited amount of evidence, the British Aurig-nacian should be understood in terms of short-term and small-scale occupation or occupations, con-fined only to the late Aurignacian of the continent. Given what appears to be the brevity of the British Aurignacian, this is likely to have occurred during one (or, perhaps, more) of the warmer periods ob-servable in the climate records of the North At-lantic.

Much research remains to be carried out in or-der that a complete understanding of the Aurigna-cian of the north of western Europe is to be achie-ved. In particular, the presence of the Paviland bu-rin bladelet production technique in the late Aurig-nacian of Britain and Belgium may be indicative of an occupation centred around the now submerged Channel River. Hopefully, as a result of further work both planned and currently being undertaken, the exact geographical and temporal ranges of the Aurignacian settlement of the northern fringe of Ice Age Europe can begin to be understood.

6. Acknowledgements.

Special thanks to Dr. Paul Pettitt for his continu-ing support, to Dr. Roger Jacobi for his encourage-ment and for sharing his knowledge of the British Upper Palaeolithic, and to Dr. Damien Flas for his

Fig.: 3. Paviland burins from Paviland. Illustrations reproduced with kind permission from J. Wallis.

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help with some of the finer points of the French lit-erature and for guiding me towards two Paviland burins in the collection from Spy. Also thanks to Dr. Flas, Dr. Laurent Chiotti, Dr. Jean-Guillaume Bordes and Mr. Alexandre Michel for their help with understanding the technology of Aurignacian burins. All mistakes here are my responsibility alone. Also thanks to the staff at the museums I have worked at in France, Belgium and Britain. Fi-nally, thanks to Paloma de la Peña for inviting me to speak at the conference and for her delicious paella. This work is funded by the Arts and Human-ities Research Council.

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JIA 2008 ISBN: 978-84-92539-25-3 Pp.: 37-42

A OCUPAÇÃO GRAVETENSE DE VALE BOI (TERRAÇO): RESULTADOS PRE-LIMINARES

João Manuel MarreirosUniversidade do Algarve; [email protected]

RESUMEN

A jazida de Vale Boi, situada no extremo sudoeste da Península Ibérica, tem documentado, ao longo da última década de investigação, uma constante ocupação humana desde o final do Paleolítico Médio até inícios do Holocénico. A ocupação gravetense da jazida algarvia é a principal evidência de ocupação humana junto à costa atlântica meridional. O estudo dos restos osteológicos das comunidades gravetenses revelou uma dieta diversificada, rica em recursos terrestres e aquáticos, decorrente de uma relativa proximidade com a costa atlântica. O presente trabalho foca o estudo tecnológico, tipológico e funcional da indústria lítica gra-vetense, procurando evidenciar características estilísticas que, já denunciadas em período Solutrense pela in-dústria lítica e pela utensilagem em osso, a correlacionam com ocupações penecontemporâneas na Estrema-dura portuguesa e no Levante espanhol.

ABSTRACT

The archaeological site of Vale Boi, located in the Southwest tip of the Iberian Peninsula, has been revealing itself, along the last decade of research, as a place of continuous human occupation since the Mid-dle Paleolithic to the beginning of the Holocen. The Gravettian occupation, in the south of the Portuguese ter-ritory, it is the main evidence of the human occupation close to the southern Atlantic coast. The study of the bone remains reveal a diverse diet based on terrestrial and aquatic resources allowed by the relative proximity to the ocean. The main purpose of the present work is to analyze the technological, typological and functional characteristics of the lithic industry of the gravettian layers, to support the hypothesis of stylistic connections, already indicated for Solutrean with the Portuguese Estremadura and the Spanish Mediterranean.

Palabras Clave: Paleolítico Superior. Gravetiense. Vale Boi. Industria Lítica. Traceologia.

Keywords: Upper Paleolithic. Gravettian. Vale Boi. Lithic tools. Use-wear analysis.

1. Introdução.O sitio arqueológico de Vale Boi, descoberto

em 1998 mediante trabalhos de prospecção, encontra-se situado no estremo sudoeste da Península Ibérica. A jazida, limitada espacialmente por duas zonas de ocupação: o abrigo, a oeste; e o terraço a este, revela uma longa estratigrafia na qual se documenta ocupação Gravetense, Proto-Solutrense, Solutrense, Magdalenense e um nível atribuído ao Neolítico Antigo, com uma datação de cerca de 6 000 BP. As escavações que desde 2005 se realizaram na zona do terraço revelaram ocupação gravetense corroborada pelas características da utensilagem lítica e por uma datação radiocarbónica que cronologicamente situa a ocupação entre 24 560±570 e 21 830±195 BP; correspondendo ao Gravetense Antigo e o Gravetense Final.

O estudo da paleotecnologia e a análise funcional da indústria lítica, revelam-se preponderantes para interpretar a inserção da jazida paleolítica de Vale Boi no contexto do Paleolítico Superior Português de da Península Ibérica.

A análise da cultura material pré-histórica tem um lugar privilegiado no processo do conhecimento dos comportamentos mais remotos. Com base nesta premissa, o presente trabalho centra-se na análise tecno-tipológica e traceológica que, juntamente com as remontagens e o talhe experimental, constituem ferramentas próprias para a aproximação ao conhecimento da paleotecnologia humana.

Os dados provenientes destas disciplinas põem a descoberto aspectos económicos como: exploração de diferentes matérias-primas, locais de aprovisionamento e organização espacial intra-sitio. A traceologia trabalha sobre o estádio final dos utensílios líticos, ou seja, procura determinar o uso que os instrumentos líticos tiveram por parte das comunidades pré-históricas: quais foram as matérias trabalhadas, de que forma foram trabalhadas, com que intensidade; tudo isto dirigido a conhecer as actividades quotidianas e o comportamento humano.

Estes dados contribuem para o entendimento da ocupação humana durante o gravetense no sítio

I Jornadas de Jóvenes en Investigación Arqueológica: Dialogando con la Cultura Material. UCM, 3-5 de septiembre de 2008.

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38JOÃO MANUEL MARREIROS

arqueológico de Vale Boi, assim como a compreensão das correntes estilísticas, económicas, sociais e tecnológicas que caracterizaram a pré-historia portuguesa e ibérica.

2. Gravetiense em Portugal.O conhecimento do Paleolítico Superior no

território português vem sendo, ao longo dos últimos 15 anos de investigação arqueológica, a época cronológica que mais informação revelou à comunidade científica. O estudo do Gravetense em Portugal emerge desta investigação que, em afinidade com a realidade europeia, trouxe à luz do dia a divisão deste tecno-complexo: Gravetense Inicial e Gravetense Final.

O Gravetense Inicial, com idade compreendida entre 27 000 e 25 000 BP, é marcado por comunidades humanas localizadas em zonas altas das bacias fluviais e ricas em sílex. Tal panorama parece evoluir no Gravetense Final que, entre 24 000 e 22 000 BP, evidenciando uma difusão populacional para acampamentos de ar livre, na sua maioria, implantados em zonas baixas de vales abertos, coexistentes também com ocupações na faixa costeira (BICHO, 2000).

As ocupações gravetenses no território nacional foram colocadas a descoberto em 3 regiões principais: na região da Estremadura (BICHO, 1993, 2000; ZILHÃO, 1997), na região do Vale do Côa (ZILHÃO, 2001) e no Algarve (jazida de Vale Boi) (BICHO, 2004) (Fig. 1).

Fig.: 1. Ocupações gravetense em Portugal: 1 – Estremadura; 2 - Vale do Côa; 3 – Vale Boi.

O registo arqueológico da Estremadura portuguesa permitiu a identificação das duas fases de ocupação gravetense: um Gravetense Inicial e um Gravetense Final. O primeiro está datado entre 26 000 e 24 000 BP, compreendendo jazidas de ar livre: Estrada da Azinheira Vale Comprido e Vascas; e sítios de gruta: Caldeirão, Casa da Moura e Salemas. O Gravetense Final, entre 24 000 BP e 22 000 BP (Cardoso, 2008), emerge do registo

arqueológico em jazidas de ar livre: Cabeço de Porto Marinho II, Picos, Terras do Manuel e Vascas; e em gruta: Buraca Escura e Casa da Moura.

Estes dois modelos residenciais adoptados pelas comunidades gravetenses parecem, mediante as dissemelhanças tecnológicas, denotar um carácter funcional inerente à sua ocupação. Não obstante, o Gravetense Inicial surge marcado pela exploração dos nódulos de sílex que, visando a preparação de núcleos prismáticos, funcionariam como volumes para o talhe de produtos alongados (laminas e lamelas), que por fim seriam transformados na sua maioria, em utensílios de gume lateral retocado (laminas retocadas, entalhes, denticulados, etc.) (ZILHAO, 1997). João Zilhão (1997) anota um fácies gravetense na região da Estremadura portuguesa: o Fontesantense que, tendo como fóssil director a ponta de Casal do Felipe, possivelmente utilizada como zagaia lítica, parece distinguir-se tecnologicamente da restante prática aplicada à exploração de volumes siliciosos durante o Gravetense Inicial.

O Gravetense Final da Estremadura portuguesa, à semelhança com a fase inicial deste tecno-complexo, é caracterizado por um talhe destinado, por meio de núcleos prismáticos, à obtenção de lâminas e lamelas, que numa fase seguinte constituiriam suportes para armaduras microlíticas que, funcionando como zagaias ou barbelas adjacentes a zagaias em osso ou em madeira, parecem constituir o produto final da cadeia operatória na redução dos nódulos de sílex.

A recente descoberta de zonas residenciais na região do Vale do Côa, contexto arqueológico ajustado às manifestações de arte rupestre paleolítica ao longo de todo o vale, permitiu através da datação de uma estrutura de combustão, identificar ocupações durante o Gravetense Final (23 000 e 22 000 BP).

No sul do território nacional o conhecimento acerca das comunidades gravetenses resulta da escavação de um único sítio arqueológico: Vale Boi (Vila do Bispo), cujo espólio lítico analisado preliminarmente, será exposto no presente artigo.

3. O sítio arqueológico de Vale Boi 3.O sítio arqueológico de Vale Boi, situado no

extremo sudoeste da Península Ibérica (Algarve, Vila do Bispo) (Fig.1) emerge de um projecto de investigação no sul do território português intitulado “A ocupação humana paleolítica do Algarve” (BICHO, 2003).

O complexo arqueológico, limitado a Este por um dos afloramentos calcários da zona e a Oeste pela zona de aluvião da ribeira (Fig. 4), apresenta

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vestígios à superfície dispersos ao longo de toda a vertente numa área superior a 10 000 m2. Os trabalhos de sondagem e posteriormente escavação do depósito, que decorrem desde o verão de 2000, revelaram, com base em quatro níveis estratigráficos claramente definidos, uma longa sequência cultural desde o final do Paleolítico Médio até ao Neolítico (Fig. 2):

1. Nível de argilas amarelas com presença diminuta de utensílios líticos e restos faunísticos - ainda de cronologia incerta, porém admitida a hipótese da presença de um contexto Moustierense.

2. Nível de argilas vermelhas, ostentando uma relevante abundância de restos faunísticos e líticos remetentes para o Paleolítico Superior Inicial.

3. Nível de argilas muito compactas e coloração castanha que albergam um registo arqueológico rico. Neste nível regista-se a subdivisão entre uma ocupação gravetense e um sub-nível correspondente ao intervalo entre o Proto-Solutrense e o Magdalenense final.

4. No nível mais superficial, de sedimentos arenosos, regista-se a existência de estruturas e materiais pertencentes ao neolítico antigo.

Fig.: 2. Corte estratigráfico do terraço. Uma cascalheira marca a transição Gravetense-Solutrense.

Os trabalhos desenvolvidos, nos últimos três anos de escavação, permitiram assumir a existência de três espaços distintos no sítio arqueológico, dois residenciais: o Abrigo, que seria composto por uma pala proeminente do imponente afloramento calcário, e o Terraço, formado pelo aluvião da ribeira que corre na base do vale. Por sua vez, a vertente, situada longitudinalmente entre estes dois espaços, corresponderia a uma zona de despejo. Esta divisão tripartida do espaço é corroborada pela descoberta de duas estruturas de combustão, uma no abrigo (de idade Solutrense) e outra no terraço (de idade Gravetense), e por elevados índices de fragmentação de material lítico e ósseo subtraído dos níveis arqueológicos da vertente.

O excelente estado de preservação da fauna possibilitou identificar uma dieta alimentar das

comunidades de Vale Boi baseada em espécies como: o veado (Cervos elaphus), cavalo (Equus caballus), cabra (Capra sp.), boi (Bos primigenius) e o javali (Sus scrofa). Contudo, relata-se também a existência de outros mamíferos como: a raposa (Vulpes sp.), o asno (Equus Hyndruntinus) e possivelmente o lince ibérico (Felis pardina), e espécies de aves de porte mediano ainda a determinar (STINER, 2003; MANNE et al., 2006).

Fig.: 3. Corte esquemático do sítio arqueológico: 1 – Abrigo; 2 – Vertente; 3 – Terraço; 4 – Ribeira.

Durante o período Gravettense a exploração dos recursos alimentares recai essencialmente sobre a caça do coelho (Oryctolagus cuniculus) e acentua-se a exploração de recursos aquáticos aprovisionados na costa atlântica situada a cerca de 2 km do acampamento. Espécies aquáticas como o: Mytilus edulis, Patella vulgata, Patella ulyssiponensis, inseriam-se na dieta da comunidade e outras como a: Littorina obtusata, Pecten maximus e Trivia monacha eram utilizadas como adornos.

Paralelamente a esta realidade, e não obstante toda a utensilagem lítica que compõe a jazida paleolítica, diversos utensílios em osso foram recuperados, na sua maioria oriundos de níveis gravetenses (ÉVORA, 2007; BICHO et al., 2004).

4. Indústria lítica.4.1. Paleotecnologia.

Embora se verifique a existência de níveis gravetenses no abrigo e vertente, os materiais líticos aqui apresentados resultam apenas dos trabalhos efectuados na área do Terraço.

4.1.1. Matérias-primas.As matérias-primas utilizadas pelas

comunidades gravetenses foram na sua maioria aprovisionadas em jazidas situadas dentro da área geográfica que acolhe o sítio arqueológico, privilegiando os recursos a volumes existentes nas proximidades do local de acampamento.

O sílex é a matéria-prima mais recorrente em toda a colecção. Os nódulos siliciosos, aprovisionados em posição secundária, são extraídos de jazidas locais situadas ao longo de todo barlavento litoral algarvio. (VERISSIMO,

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40JOÃO MANUEL MARREIROS

2005).

O quartzo é a segunda matéria-prima mais abundante. Porém, a presença exaustiva de artefactos de quartzo é problemática. Uma cascalheira, estrutura que marca a divisão entre a camada 3 e 4, é responsável pela elevada frequência de fragmentos nos primeiros níveis da camada 4. Esta elevada taxa parece indicar uma contaminação dos níveis inferiores por materiais provenientes dessa mesma cascalheira e níveis superiores adjacentes. Os valores decrescem em níveis inferiores, passando a contabilizar-se essencialmente elementos de debitagem e alguns núcleos. Esta realidade é corroborada pela presença de dois tipos de quartzo: um, de grão maior, claramente impróprio para o talhe que seria utilizado na composição de estruturas de combustão ou pavimento, e um outro sob a forma de seixo rolado que, possivelmente aprovisionado no leito da ribeira ou em terraços fluviais e apresentando um córtex amarelado, já oferece um grão mais fino e propicio ao talhe.

Ao invés do que sucede no resto do território português em ocupações de idade gravetense, outra matéria-prima recorrente é o grauvaque que, ocupando o lugar do quartzito, descobre-se ao longo de toda a ribeira que corre ao longo do vale. Esta matéria-prima, que se apresenta sob a forma de volumosos nódulos, foi na sua maioria utilizada como bigorna, existindo no entanto alguns produtos resultantes de talhe. Não obstante a preferência por tais minerais, outras matérias como o arenito,

calcedónia, xisto e o quartzito, este último sob a forma de percutor, porém em quantidades diminutas, encontram-se patentes no registo arqueológico.

4.1.2. Cadeia operatória.A análise efectuada aos núcleos demonstra a

exploração de dois tipos de suporte: nódulos, maioritariamente de sílex embora surjam alguns exemplares em quartzo, e seixos rolados de quartzo.

Após o aprovisionamento dos volumes, quer em sílex quer em quartzo, os mesmos eram transportados, mediante a sua proximidade com o local de acampamento e as suas reduzidas dimensões, para área residencial e posteriormente talhados. A paleotecnologia parece estar estritamente relacionada com as características litológicas das matérias-primas exploradas. A exploração dos volumes não espelha uma tecnologia sistemática unimodal e unidireccional, denotando sim uma tecnologia sem um fim específico assente no aproveitamento de produtos de manutenção do núcleo, segundo uma linha de produção que parece não ter uma orientação intencional ou padronizada. Este aspecto é corroborado pela tipologia dos volumes explorados (simples com um ou dois planos de percussão, informe e poliédrico). A debitagem de produtos alongados, ainda que de assiduidade reduzida em relação à extracção de lascas, foi realizada através da exploração de núcleos prismáticos de pequenas dimensões.

Fig.: 4. Vista aérea sobre o sítio arqueológico.

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41A OCUPAÇÃO GRAVETENSE DE VALE BOI (TERRAÇO): RESULTADOS PRELIMINARES

O abandono dos núcleos foi na sua maioria efectuado sem razões óbvias. Este aspecto explica-se pela abundância de matéria-prima, proximidade das jazidas de aprovisionamento e a fraca qualidade litológica das rochas talhadas.

4.1.3. Utensílios retocados.A matéria-prima mais utilizada na produção de

utensílios retocados é o sílex, ainda que surjam alguns instrumentos em quartzo (raspadores e denticulados).

A utensilagem comum representa na maioria a colecção de instrumentos retocados. A debitagem orientada para a extracção de lascas, ainda que de dimensões reduzidas, parece ter como produto final instrumentos de gume lateral: entalhes, raspadores, raspadeiras, denticulados, buris e peças esquiroladas. Todavia, existem alguns utensílios laminares: raspadeiras, laminas retocadas, entalhes e peças esquiroladas. Este aspecto mostra algum paralelismo com as ocupações no centro de Portugal. Contudo a ausência de armaduras líticas, tendo em conta a presença de zagaias em osso de idade Gravetense, difere da realidade vivida na Estremadura portuguesa onde é recorrente o recurso a armaduras microlíticas (microgravettes e pontas de dorso curvo) (ZILHÃO, 1997), pode indicar um carácter funcional do sítio.

4.2. Traceologia e funcionalidade.A classificação tipológica dos utensílios líticos

procura, ajustada na caracterização tecnológica, formal e funcional, a sua organização por culturas e períodos crono-estatigráficos. A atribuição funcional aos utensílios, quer pela sua disposição morfológica quer pela analogia com apetrechos e actividades similares que nos são contemporâneas, é muitas vezes errónea (GIBAJA BAO, 2007). È perante este pressuposto que, emergente dos anos 30 do séc. XX, a disciplina de análise funcional dos utensílios líticos assume um papel preponderante nas últimas décadas de investigação arqueológica. A traceologia adquire um papel fundamental no estudo dos utensílios líticos e concludentemente no conhecimento das actividades e comportamentos das sociedades ancestrais.

A análise traceológica realizada até ao momento nos materiais provenientes do sítio arqueológico de Vale Boi (BICHO et al., 2006; GIBAJA BAO et al., 2006, BICHO et al., 2007) incide essencialmente sobre instrumentos de período gravetense (131) (Tab. 1) e Solutrense.

A análise, mostra que os utensílios eram utilizados para trabalhar um amplo leque de suportes, ainda que as substâncias mais tratadas sejam a madeira e algumas matérias-primas indeterminadas (carne, pele fresca, entre outras)

(BICHO et al., 2007).

Análise traceológica Gravetense

Peças usadas 30 (22,9%)

Peças não usadas 71 (54,2%)

Peças não analisáveis 30 (22,9%)

TOTAL 131

Tab.: 1. Resultados percentuais da análise traceológica realizada sobre os utensílios líticos de níveis gravetenses (adaptado de: BICHO et al., 2006; GIBAJA BAO et al., 2006, BICHO et al., 2007).

Contudo é possível destacar alguns tipos de utensílios destinados a actividades específicas:

1. Para raspar madeira foram utilizadas na sua maioria lascas com (raspadeiras ou denticulados) ou sem retoque.

2. No trabalho de matéria dura animal para obter tutano e matéria gorda (STINER, 2003) e no fabrico de instrumentos em osso ou haste foram utilizadas peças esquiroladas.

3. Para o tratamento da pele os artesãos recorreram essencialmente a raspadores ou lascas sem retoque que apresentam um gume de ângulo aberto.

5. Conclusão.O sítio arqueológico de Vale Boi, desempenha

um papel preponderante no conhecimento da ocupação humana durante o paleolítico no extremo sudoeste peninsular.

A análise preliminar dos materiais gravetenses permite identificar uma cadeira operatória assente no recurso a diferentes matérias-primas (sílex, local e exógeno, quartzo e grauvaque, sendo este último utilizado ao invés do quartzito utilizado na Estremadura portuguesa). A exploração dos núcleos, relacionada com as condições naturais da matéria-prima (abundância, imediação e fracturas naturais) visava a produção maioritária de lascas. Esta opção tecnológica parece distinguir-se de uma tecnologia virada para a produção claramente voltada para a produção de suportes alongados que caracteriza o mesmo tecno-complexo na Estremadura Portuguesa. Tipologicamente a colecção gravetense é caracterizada pela pequena dimensão dos utensílios retocados: raspadores, entalhes, raspadeiras, buris e peças esquiroladas, apresentando-se na sua maioria em lascas e em alguns exemplares laminares. Esta realidade, paralelamente aos aspectos supracitados, parece também contrastar com o panorama vivido pelas comunidades gravetenses da Estremadura portuguesa pois, na indústria lítica do sul português,

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a tecnologia de dorso é muito rara, bem como a presença de pontas de arremesso.

Os traços de uso patente na utensilagem lítica gravetense de Vale Boi, permitem assumir uma ocupação prolongada do acampamento, no qual se realizaram múltiplas actividades: desbaste da caça, tratamento da pele, caça, corte e desbaste de materiais lenhosos e a elaboração e transformação de instrumentos e objectos em madeira, osso e/ou haste.

No que remete à dieta, a intensificação e o alargamento dos recursos alimentares já desde o gravetense antigo na jazida paleolítica de Vale Boi surge em idade anterior ao mesmo fenómeno na Estremadura.

Estes dados estão, mediante a análise preliminar aqui apresentada, sujeitos a confirmação aquando do estudo da restante colecção que compõe toda a camada de ocupação gravetense.

6. Agradecimentos.A realização do presente artigo é o resultado do

um estudo preliminar dos materiais líticos gravetenses do sítio arqueológico de Vale Boi. Para realização deste apontamento agradeço a Nuno Bicho pela cedência dos materiais e a Juan Gibaja Bao pela orientação na análise traceológica.

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JIA 2008 ISBN: 978-84-92539-25-3 Pp.: 43-47

DINÁMICAS DE POBLAMIENTO Y EJES DE TRÁNSITO DE LOS CAZADO-RES-RECOLECTORES SUPEROPALEOLÍTICOS EN EL TERRITORIO

HISTÓRICO DE ARABA.

Maite García RojasInstituto Alavés de Arqueología. [email protected]ía Izquierdo Camisó[email protected]

RESUMEN

El estudio sobre el pasado histórico de Araba ha sido de gran interés para los investigadores ya desde mediados del S.XIX. Nos basamos en la prospección como medio de recuperación y reconocimiento de luga-res y materiales arqueológicos; no sin antes documentarnos sobre las actuaciones arqueológicas anteriores y los trabajos en materia de paisaje de las zonas propuestas a estudiar por nosotras. De este modo, la prospec-ción adquiere el grado de vía de investigación. Elegimos la etapa cultural del Paleolítico superior y el territo-rio histórico de Araba porque pensamos que es el que más necesidad de renovación necesita debido a tópicos como vacío ocupacional por una rigurosidad climática o al escaso desarrollo de sistemas cársticos. Entende-mos este proyecto como una vía de superación de los diversos impedimentos que actualmente apreciamos en la interpretación prehistórica de Araba, mediante un análisis de los ecosistemas y una definición analítica de los materiales líticos recuperados.

ABSTRACT

The study about the historical past of Araba was very interesting for the investigators since the midle XIX century. We think that the prospection is a way of recuperate and recognize archaeologic materials and the possibly archaeological sites. We started this work like a continuation of ours predecessors. But before that, we saw the previous investigations about archaeologic actuations and paisagistic investigations. In this way, the prospection is an investigation in hersef. We choice the cultural age of superior Paleolithic and the place of Araba because we think that is the more necessary about the topics of climatical severity and the ab-sence of cave sites. We understand this proyect like an improvement way about differents impediments that we see prehistoric interpretation of Araba, through an analysis of ecosystems and an analytic definitions of the litics materials that we recover.

Palabras Clave: Paleolítico Superior. Prospección. Araba.

Keywords: Upper Paleolithic. Araba.

1. Introducción.El actual territorio de Araba constituye un mar-

co de investigación ampliamente interesante para profundizar en las dinámicas de gestión económica y organización social de los momentos cronocultu-rales adscritos al paleolítico superior, desarrollados durante los últimos episodios del pleistoceno. Y no solo debido a los factores ambientales y paisajísti-cos propios del territorio, sino también a su estre-cha vinculación con los espacios vecinos de Bizka-ia y Gipuzkoa.

Hasta los años noventa, era indiscutible la vi-sión de la actual Araba como un espacio inhóspito y carente de interés para las sociedades superopaleo-líticas, justificadas por una rigurosidad climática y una elevada altitud, inducía a desarrollar hipótesis de vacío ocupacional para explicar el reducido re-pertorio de evidencias arqueológicas vinculados a estos momentos. Sobre todo, si tenemos en cuenta

la cantidad de conjuntos industriales constatados y recuperados en contextos estratificados que confi-guran un amplio catalogo de yacimientos para los territorios costeros de las provincias vecinas.

Estas diferencias claramente cuantitativas en cuanto al repertorio material, avalaban el hecho conceptual de la “la carencia de interés” por parte de aquellas sociedades para gestionar y explotar los recursos ambientales que podía proporcionar estos espacios.

En la actualidad, y gracias a nuevas aportacio-nes en el registro material, relacionadas con nuevas líneas de investigación, orientadas a profundizar en la gestión y manipulación de las materias primas, li-gadas a estudios paisajísticos, han denunciado – y revalorizado – el interés del territorio, que poco o nada, tienen que ver con aquellas hipótesis de ori-gen.

I Jornadas de Jóvenes en Investigación Arqueológica: Dialogando con la Cultura Material. UCM, 3-5 de septiembre de 2008.

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44MAITE GARCÍA ROJAS – MARÍA IZQUIERDO CAMISÓN

Estudios claves para esta problemática, como los realizados por A. Tarriño y M. Aguirre sobre los afloramientos silíceos en cuanto a la detección de los mismos y su manipulación y configuración de los artefactos, mas otras investigaciones de ca-rácter tipológico de los útiles adscritos a estas cro-nologías como los realizados por A. Saénz de Bu-ruaga, J. Fernández Eraso, I. Barandiarán, A. Cava, M. Beorlegui, entre otros. Han conseguido que el panorama actual, en cuanto al paleolítico superior se refiere en Araba, difiera mucho con el de hace algunos años, constituyéndose así unas verdaderas líneas de investigación donde se intenta profundizar en la problemática de esclarecer cual fue el papel del actual territorio de Araba para las sociedades paleolíticas.

Nosotras siguiendo sus pasos, comenzamos el presente proyecto con la intención de aportar nue-vas evidencias que permitan aportar nuevos datos al conocimiento prehistórico en el País Vasco. Cen-trando las actividades de prospección como eje ver-tebrador del mismo, ya que entendemos a las pecu-liaridades paisajísticas como elemento determinista para el optimo desarrollo del trabajo.

2. Hipótesis de estudio y metodología de intervención:

Como punto de partida, nos es imposible conce-bir a aquellas sociedades superopaleolíticas al mar-gen de su entono. Es decir, entendemos el espacio físico como agente activo en la definición de las di-versas estrategias acometidas por parte de las socie-dades paleolíticas; encontrándonos así, ante la posi-bilidad de reconstruir un entorno y su gestión; es decir, comprendiendo un espacio geográfico en tér-minos ecológicos podemos llegar a intuir y valorar la importancia que supuso el territorio dentro de las pautas de supervivencias de los grupos cazadores-recolectores paleolíticos y derivado de ello la orga-nización social, económica y cultural.

Si entendemos a los grupos cazadores-recolec-tores como individuos organizados, con estrategias preestablecidas para una optima gestión de los dis-tintos recursos, dichas estrategias estarán posible-mente estructuradas en torno a una estacionalidad determinada por momentos de mejora climática o en función del control de distintas manadas de un-gulados, cápridos, équidos o demás animales recu-perados en distintos yacimientos de la vertiente can-tábrica, y no es difícil de suponer que los espacios elegidos en este proyecto (mapa 1), estuvieran den-tro de sus planes de actuación, y de cómo estos es-pacios vendrían a complementar una movilidad in-trínseca para con su modo de vida, práctica entendi-da como nomadismo.

Entendemos la prospección no como una prácti-ca aleatoria de recuperar materiales arqueológicos

sino como Fuente de estudio de unos espacios. Es-pacios que supusieron la base económica de aque-llas sociedades. De esta forma, la prospección no queda relegada a una herramienta de búsqueda de yacimientos o de recolección de materiales, sino que adquiere el grado de vía de investigación. Es decir, el ser humano en su dinámica de gestión del medio, lo va modificando en función a unas necesi-dades, agudizándolas a medida que las estrategias elegidas son cada vez mas complejas, De este modo, a medida que avanzamos en el tiempo, y con el surgimiento de las sociedades productoras, el paisaje va tomando unos matices cada vez más an-tropizados, Si conseguimos reconocer estos testi-monios podemos leer el propio paisaje en términos históricos.

Fig.: 1. mapa con las zonas elegidas en las prospeccio-nes.

Esta visión del paisaje, hace que se configure una idea más dinámica sobre las sociedades pasa-das, en este caso, y centrando nuestro estudio en el Paleolítico superior, las posibles modificaciones del paisaje quedan atenuadas, en primer lugar, por el amplio lapso de tiempo pasado, en segundo lugar, a la capacidad o necesidad de dichos grupos de mo-delarlo y a nuestra propia capacidad de reconocer o entender un medio físico muy cambiado a conse-cuencia de unos agentes climáticos – los paisajes pleistocénicos difieren de unos holocénicos – ade-más de la intensiva presencia humana que en los úl-timos tiempos han remodelado completamente su aspecto.

Aun así, el estructurar un estudio sobre el paleo-lítico basándonos en aspectos paisajísticos implica la renovación de los aspectos teóricos de compren-sión de este periodo. Y es el territorio histórico de Araba el elegido como marco espacial para desa-rrollar este estudio porque, opinamos, que es el que mayor necesidad de renovación precisa, debido a tópicos como el vacío ocupacional a consecuencia de una rigurosidad climática o al escaso desarrollo

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45DINÁMICAS DE POBLAMIENTO Y EJES DE TRÁNSITO DE LOS CAZADORES-RECOLECTORES...

de sistemas carsticos, pues al estar privados de unas secuencias estratigráficas completas que faciliten la adscripción cronocultural de los distintos materia-les, hace que sea necesario apoyarse en otros me-dios para poder llegar al grado de definición que nos ofrece por ejemplo una cueva.

Pero el no tener sistemas cársticos que guarden grandes yacimientos, nos ofrece la oportunidad de desarrollar la misma practica arqueológica pero desde otro punto de vista más dinámico y con mu-chos mas factores a relacionar, vinculando en un es-pacio diferentes aspectos, a saber, movilidad, esta-cionalidad, gestión de un entorno, explotación de recursos, accesibilidad, en definitiva, la adecuación al medio por unos grupos humanos que a conse-cuencia de unas necesidades, intervendrán en este de una forma u otra, y viceversa, en función de unas ofertas brindadas por ese medio, los mecanismos de explotación variarán en sentido u otro.

Con este propósito entendemos este proyecto como una vía de superación de los diversos impedi-mentos que actualmente apreciamos en la interpre-tación prehistórica en Álava, mediante un análisis de los diversos ecosistemas y una definición analíti-ca de los materiales líticos recuperados, poder lle-gar a expresar un esquema coherente del paleolítico superior.

Y es que estamos convencidos que la carencia de evidencias paleolíticas en Alava no es un reflejo de una escasa actividad por parte de los grupos ca-zadores-recolectores de entonces, sino por una falta de adecuación metódica a las características paisa-jísticas de los distintos espacios y de su actual dedi-cación económica.

En cuanto a la metodología utilizada, está es-tructurada en función del propio entorno. Si obser-vamos el País Vasco en su conjunto apreciamos la presencia de costa, amplios valles y zonas mas ele-vadas de alineaciones montañosa en una superficie relativamente reducida. Al norte se ubican las zonas mas accidentadas, de valles encajados dispuestos de forma paralela y conforme vamos avanzando al in-terior peninsular, dichos valles se amplían forman-do zonas de llanura que dan paso a la depresión del Ebro o al interior meseteño.

Ambos extremos tradicionalmente estaban sepa-rados por la divisoria de aguas que suponía una ba-rrera tanto paisajística como cultural. Pero a raíz de nuevas aportaciones del estudio de la procedencia de de las materias primas, como por ejemplo las re-alizadas en los yacimientos de BolinKoba, Antiliña-ko Koba, en Bizkaia y Labeko Koba, en Gipuzkoa, confirman la idea de que Araba fue un espacio que vendría a complementar la diversidad abiótica res-pecto a los espacios costeros. Y por tanto, la ges-

tión de los recursos fitológicos, zoológicos y habi-tacionales.

Nos referimos a esta complementariedad en tan-to en cuanto que Bizkaia y Gipuzkoa cuentan con un bagaje de conocimiento prehistórico mayor que el alavés, no por el hecho de la inexistencia de yaci-mientos, sino porque su rastreo es complejo.

3. Descripción de las áreas elegidas y re-sultados de la prospección.

El principal área de estudio esta constituido por la cuenca del Zadorra. Este río nace en la sierra de Entzia, surca de este a suroeste la Llanada alavesa, comunicándola con el sinclinal de Treviño y desem-boca en el río Ebro. Es su tramo medio-bajo al que mayor atención hemos prestado por la cercanía de los afloramientos silicios y por presentar dos claras morfologías de paso, siendo estas las formadas por los montes de Vitoria, al norte y el paso de Armi-ñon, al sur.

Las razones por la que nos hemos centrado en este contexto son, por un lado, la escasez de eviden-cias arqueológicas de grupos humanos superopaleo-líticos, y por otro, a la cercanía de talleres líticos, como el de Prado (burgueta) de cronología grave-tiense mas los de Araico, Grandival, Ozana y Mon-tes de Vitoria que aun de dudosa adscripción cro-nocultural no excusa de aguardar evidencias paleo-líticas. Por último, la falta de relieve que enmarque espacios reducidos en el resto del territorio hizo que nos decantáramos por esta zona.

Para comenzar con el trabajo de campo se reco-piló la información bibliográfica relativa al marco espacial elegido. A continuación, se procedió con un método sistemático y exhaustivo de prospección visual. Para ello diseñamos unas fichas donde se describía las peculiaridades paisajísticas, prestando especial cuidado en recoger la información perti-nente al carácter geomorfológico en cuanto a com-posición sedimentológica, litológica y estructura-ción geológica. Y para finalizar, otra sección dedi-cada a cuestiones arqueológicas como localización, dispersión e inclusión de elementos cuantitativos y cualitativos para la definición de las evidencias materiales.

Una vez en el campo y siguiendo con la división de las actuales parcelas de cultivo se les dio un nu-mero de registro a cada una de ellas, de las cuales tres dieron resultados positivos.

Estas, se ubican en las inmediaciones del río Za-dorra dispuestas longitudinalmente en la margen derecha, debido a un mayor grado de visibilidad, en cambio, su margen opuesta mas antropizada, dieron resultados negativos.

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46MAITE GARCÍA ROJAS – MARÍA IZQUIERDO CAMISÓN

4. Definición de materiales recuperados.Las tres parcelas que aportan material arqueoló-

gico son las denominadas como DFT1, DFT2, y DFT3.

4.1. DFT1: La zona definida bajo esta calificación está

compuesta por las parcelas situadas a ambos lados del camino que se dirige al campo de fútbol del mu-nicipio de La Puebla de Arganzón. Según avanza-mos por este, a mano izquierda, entre el propio ca-mino y el cauce del Zadorra , queda una reducida superficie de forma alargada donde se ubican algu-nos chopos en la rivera del río y una zona prepara-da para el cultivo del trigo. Enmarcada dentro de la última terraza del Zadorra tiene una composición sedimentológica de arcillas arenosas de color ma-rrón (Asm) con cantos rodados de arenisca y cuarci-ta junto a algún canto de sílex muy cuarteado y de poca pureza. A su lado derecho, el camino presenta un corte que permite ver la composición sedimento-lógica de las parcelas dispuestas a esta parte, coin-cidiendo con las mismas características salvo en el tamaño de los bloques que aquí son mas reducidos.

Los materiales, aparentemente no presentan una acumulación clara, aparecen de forma dispersa, aún así, se ha podido analizar una serie de piezas configuradas en sílex, con una fuerte patinación de color blanca y beige, no rodados.

Teniendo en cuenta los condicionantes que de partida supone el estudiar unos conjuntos recupera-dos en superficie, nuestra definición de estos queda reducida a una caracterización tecno-tipológica de los mismos, esto es, intentando analizar las posibles semejanzas técnicas que quedan plasmadas en los productos líticos para relacionarlos entre ellos, además apoyarnos en las diversas pátinas y colora-ciones de los mismos.

De esta forma, esta primera serie de materiales esta compuesta por una suma total de 38 piezas, en-tre las cuales definimos lascas, láminas, núcleos y como elementos retocados, dos raspadores despeja-dos (G22), un raspador denticulado (D5) y una truncadura (T2).

4.2. DFT2:Esta pequeña acumulación se sitúa en una par-

cela de forma triangular entre el propio río y la ca-rretera que se dirige a Tuyo desde La puebla de Ar-ganzón.

A esta altura, el río sufre un encajonamiento de-bido al afloramiento de la roca natural en la margen derecha, a consecuencia de esto, esta parte queda colgada a una altura considerable, su definición se-dimentológica esta compuesta por una fracción fina limo-arcillosa, junto a la presencia de grandes y me-

dianos cantos rodados de caliza, arenisca y cuarcita (Lamb).

La dedicación agraria esta vinculada al cultivo de cereal. Cuando iniciamos la prospección en esta zona, quedaban restos de trigo de la de anterior co-secha.

Los materiales de composición tipológica hete-rogénea poseen unas pátinas blancas y amarillentas estas últimas parecen corresponder a un momento cultural bastante antigua, incluyendo en este lote una pieza realizada en cuarcita.

La suma total de materiales recuperados es de 9 piezas líticas realizadas en sílex, atribuibles a restos de talla, esto es, núcleos, lascas y láminas. Mas una raedera frontal (R1) realizada sobre una lasca de cuarcita.

Fig.: 2.

4.3. DFT3:Este lugar es el más fructífero arqueológicamen-

te hablando. Está delimitado por las vías del ferro-carril, y el propio río, su composición sedimentoló-gica coincide con la anteriormente descrita (DFT2) a salvedad de la altitud, pues esta está a la misma cota que el actual cauce del río.

Los materiales, se encontraban muy localizados, configurando una verdadera acumulación de cerca de cinco metros de largo por dos metros de ancho, y una orientación Nw-Se.

Presentan las típicas características de una esta-ción de taller al aire libre, al tener constatados más de un centenar de piezas y todas vinculadas con la manipulación y gestión del sílex.

De momento, y a falta de un estudio en profun-didad, no podemos aventurarnos a otorgarle una adscripción crono-cultural, aunque posiblemente nos encontremos ante unos episodios de transición entre un Paleolítico Superior final y el comienzo de unas culturas post-Paleolíticas.

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El número total de piezas son de 224. Donde se encuentran representadas todas las evidencias pro-ducidas en una cadena operativa.

Como material retocado, contamos con un nú-mero reducido de piezas, siendo 9 instrumentos bien configurados. 3 fragmentos de laminillas de dorso (LD21) y 6 raspadores (G11) a los que pode-mos dar una caracterización tipológica. El resto son soportes con retoques en su mayoría simple y abrupto, que a modo de esbozo o útiles mal logra-dos están insertos dentro de la dinámica de trabajo de un taller.

Fig.: 3.

5. Conclusiones:Una vez expuesto todo lo anterior, podemos de-

cir que partiendo del estudio del paisaje en términos históricos, entendemos el mismo como fuente prin-cipal de información. Araba se escapa a las tradi-cionales teorías de ocupación del territorio, sobreto-do a las exportadas de sus territorios vecinos cómo Bizkaia y Gipuzkoa, donde las cuevas son el primer foco de interés para el período cronocultural que nos ocupa, el Paleolítico Superior. En este caso, y privados de sistemas cársticos, son las ocupaciones al aire libre las que suponemos que predominaron en este entorno.

Debido a la mencionada carencia de secuencias estratigráficas, pensamos que el método analítico diseñado por G. Laplace basado en el materialismo dialéctico es el que mejor se ajusta para resolver esta problemática, pues la flexibilidad y el grado de definición que proporciona este método permite po-ner en relación todas la evidencias materiales, lle-gando a constatar diferencias y semejanzas en cuan-to a los criterios morfológicos, tecnológicos y por consiguiente tipológicos, que permiten definir los conjuntos industriales.

Siguiendo esta línea de investigación, hemos podido constatar un cierto número nada desdeñable de evidencias líticas adscribibles al Paleolítico Su-perior desde el Gravetiense, en relación al taller de Prado (relativamente cercano a las áreas estudiadas).

Y a momentos avanzados del Magdaleniense final

en estrecha relación con momentos iniciales de cul-turas post-paleolíticas insertas ya en el Holoceno.

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JIA 2008 ISBN: 978-84-92539-25-3 Pp.: 49-56

TECNOLOGÍA LÍTICA SOLUTRENSE DO ABRIGO DE VALE BOI (ALGARVE, PORTUGAL): RESULTADOS PRELIMINARES

João CascalheiraUniversidade do Algarve; [email protected]

RESUMEN

En este trabajo se presentan los resultados preliminares de de la aplicación del método de análisis de los atributos tecnológicos a los materiales líticos solutrenses del abrigo paleolítico de Vale Boi. El objetivo primordial del estudio es el conocimiento general de los padrones de explotación de las diferentes rocas, así como la caracterización de las respectivas cadenas operativas.

ABSTRACT

This paper focus on the technological aspects of the solutrean lithic assemblage from the Upper Pale-olithic site of Vale Boi – Abrigo. The main goal of this study, still preliminary, is to obtain a general knowl-edge of the patterns of exploitation of the different raw-materials, as well as the characterization of the choic-es taken in the reduction sequences.

Palabras Clave: Paleolítico Superior. Solutrense. Tecnologia lítica. Vale Boi.

Keywords: Upper Paleolithic. Solutrean. Lithic technology. Vale Boi.

1. Introdução.Concomitante ao aparecimento das novas pro-

blemáticas, paradigmas, e renovadas vias de inda-gação arqueológica, suscitadas durante a década de 60 pelo advento da denominada Nova Arqueologia, o desenvolvimento dos estudos tecnológicos aplica-dos às indústrias líticas constituiu-se, desde então, como um dos melhores trampolins para toda a ten-tativa de restituição e de interpretação do valor an-tropológico dos modos de vida pré-históricos. A análise tecnológica, sustentada no duplo reconheci-mento da indústria lítica enquanto resposta adaptati-va de uma comunidade humana a determinados es-tímulos e necessidades, e como resultado de um conjunto de procedimentos técnicos específicos, proporcionados por padrões de comportamento e aptidões histórica e filogeneticamente condiciona-dos, permite justamente interrogar os meios, os processos, os conhecimentos. Funciona, portanto, como uma matriz através da qual nos é permitido destrinçar os diversos processos cognitivos na base das diferentes actividades técnicas, em termos de esquema operatório, esquema conceptual, esquema técnico, savoir-faire motor, economia e gestão das matérias-primas, gestão da debitagem e da utensila-gem, entre outros (Almeida et al., 2003; Tiffagom, 2006).

Com efeito, ao longo das últimas décadas, dife-rentes metodologias têm sido desenvolvidas e con-solidadas no campo da análise tecnológica das in-dústrias líticas. Das diversas opções disponíveis, a

escolha cada vez mais comum tem sido a aplicação do designado método de remontagens, que consti-tui, incontestavelmente, a abordagem mais acurada na avaliação directa das estratégias de debitagem. O mais extenso programa de remontagens efectuado até ao momento foi o de Marks e Volkman na re-gião desértica do Negev Central (Israel), o qual per-mitiu a compreensão integral das estratégias de talhe das comunidades de caçadores na transição do Paleolitico Médio para o Paleolítico Superior da-quele território. (Bicho, 2000; Marks 1985). Contu-do, um número alargado de factores, como o grande consumo de tempo, a sua inaplicabilidade a conjun-tos artefactuais excessivamente grandes ou visivel-mente triados, ou mesmo a própria inexperiência do investigador, impõem alguns entraves ao recurso sistemático a este método (Bicho, 2000; Ferring, 1988). Estas desvantagens, suscitaram a difusão de outras metodologias, como a que aqui se apresenta, cujos processos analíticos permitem a análise e a re-constituição das estratégias/escolhas tecnológicas de uma qualquer indústria lítica por observação e registo do que alguns autores têm vindo a designar por “marcadores técnicos” (Tiffagom, 2006).

O presente texto apresenta, assim, os resultados preliminares da aplicação do método de análise tec-nológica de atributos aos materiais líticos solutren-ses do abrigo de Vale Boi. A amostra analisada até ao momento compreende apenas os materiais re-colhidos na campanha de 2006, e salienta-se, por-tanto, que esta constitui a primeira abordagem em

I Jornadas de Jóvenes en Investigación Arqueológica: Dialogando con la Cultura Material. UCM, 3-5 de septiembre de 2008.

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50JOÃO CASCALHEIRA

termos tecnológicos à colecção. Os padrões de va-riabilidade aqui apresentados carecem, portanto, de comprovação estatística efectiva e da inclusão dos dados relativos aos materiais recolhidos nas cam-panhas posteriores, cujo estudo e resultados se apresentarão brevemente.

2. Objectivos e metodologia da análise tec-nológica de atributos.

O principal objectivo na aplicação da análise tecnológica de atributos a uma qualquer colecção lí-tica em geral, e aos materiais de Vale Boi em parti-cular, é a obtenção de uma visão geral das estraté-gias de exploração das matérias-primas, pretenden-do posicionar cada resíduo talhado no interior da respectiva cadeia operatória de produção, através do processo que Tixier et al. (1980) haviam deno-minado de “reestruturação mental” e para o qual Pelegrin (1986) propõe a designação de “remonta-gem mental”. A aplicabilidade deste método conta já com alguns exemplos, dos quais se destacam o trabalho de Bicho (2000) sobre o Paleolítico Supe-rior final de Rio Maior, (Estremadura portuguesa), em que o processo esteve na base da análise da va-riabilidade tecnológica de um conjunto de sítios do Tardiglacial português; ou o de Ferring (1988), que a partir deste tipo de abordagem em colecções pro-venientes da região do Negev, definiu padrões de transformação no interior das indústrias do Paleolí-tico Superior do Levante.

No caso dos materiais aqui tratados, a identifi-cação de padrões de variabilidade nas cadeias ope-ratórias e modos de exploração das diferentes maté-rias-primas é feito intra-sítio, o que permite levantar outro tipo de questões que constituem, também elas, de certo modo, objectivos concretos deste tipo de abordagem. São eles, entre outros, a integração dos padrões encontrados em esquemas tecnológicos propostos para Portugal em particular, e para a Pe-nínsula Ibérica em geral; discussão da validade con-ceptual da dicotomia entre estratégias de debitagem com suportes preferenciais e estratégias ditas de “produção em massa”; compreensão dos processos de formação do próprio sítio, através da observação dos padrões de fragmentação da colecção; esque-matização da sequência crono-cultural solutrense do sítio, mediante a análise tecno-tipológica dos de-nominados fósseis-directores; análise intra-sítio da utilização do espaço em termos funcionais; compre-ensão dos modos de gestão dos recursos e dos mo-delos de movimentação no território; questionamen-to de modelos teóricos como a dualidade entre tec-nologias expedientes e tecnologias de gestão.

Ora, em termos metodológicos, e pretendendo o presente estudo incidir sobre a diversidade morfoló-gica de todos os elementos constituintes da co-lecção, a primeira abordagem ao conjunto teve o in-

tuito de os agrupar por categorias tecnológicas – núcleos, debitagem (lascas, lâminas e lamelas), pro-dutos de preparação e manutenção dos núcleos e restos de talhe. Dada a nulidade, quase absoluta, de informação tecnológica presente nos restos de talhe (Bicho, 2006a), estes foram apenas contabilizados e separaram-se então, para o estudo dos atributos de natureza tecnológica, unicamente as outras três classes supra referidas, sendo preciso, por con-sequência, escolher uma metodologia de análise que pudesse conduzir, através de uma leitura de-talhada dos atributos, a um reconhecimento dos es-tigmas tecnológicos. Foi assim levada a cabo a ela-boração de duas grelhas uniformizadas de atributos (uma relativa unicamente aos núcleos e a outra à debitagem e produtos de preparação e manutenção dos núcleos), cuja escolha representa uma variação da apresentada por Bicho (2000).

Assim, no que diz respeito ao estudo dos núcle-os, estes foram identificados segundo a sua prove-niência e classificados pela sua matéria-prima e se-gundo a sua tipologia morfotécnica. Em relação à morfologia foram ainda registadas as dimensões (espessura, largura, altura e comprimento máximo do plano de debitagem), o peso, e o formato aproxi-mado da secção. Tomou-se também nota do tipo de suporte, tipo de plataforma, presença ou ausência de vestígios de abrasão da cornija, quantidade de córtex (apresentada em intervalos percentuais para maior facilidade na análise), tipo de produtos extra-ídos, número de levantamentos efectuados, e por fim, a razão do seu abandono. Todos os atributos mencionados foram, no caso dos núcleos com mais de um plano de percussão, examinados mediante o estabelecimento de um plano principal de debita-gem através do qual se orientou o artefacto.

Para a debitagem manteve-se igualmente a iden-tificação por proveniência e matéria-prima e atribu-iu-se a cada peça uma classe tecnológica específica, de onde importará apenas salientar, uma vez que os restantes conceitos aparecem presentes em Tixier et al. (1980) e Tixier (1974), as lascas de adelgaça-mento bifacial, cuja definição é dada por Bicho (2006a). Foram depois registados diversos elemen-tos (métricos e qualitativos) da sua morfologia, como as dimensões (espessura, largura e compri-mento), a morfologia dos bordos, a secção e o perfil (definições e medidas tomadas de Zilhão, 1997). Verificou-se ainda a presença ou ausência de lábio, o tipo de talão, o tipo de acabamento distal, e, pro-curando obter esclarecimento sobre as estratégias de debitagem e de preparação dos planos de debita-gem observou-se a localização e a quantidade de córtex (categorias percentuais semelhantes às dos núcleos), e o número e padrão de levantamentos da face dorsal, “testemunhos de uma breve sequência antecedente, [que] pode[m] permitir, pela reconsti-

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tuição mental de uns em relação aos outros e ao bloco bruto, a reconstrução do agenciamento orde-nado de que eles constituem os restos” (Pelegrin, 1986). Alguns destes atributos não puderam ser sempre registados, nomeadamente no que diz res-peito a fragmentos proximais ou distais de lasca, lâ-mina ou lamela, a alguns elementos de manutenção e preparação dos núcleos, e particularmente às clas-ses referentes às bigornas e fragmentos de bigorna, das quais só se observaram as categorias proveniên-cia, matéria-prima, classe e dimensões.

3. Vale Boi.Localizado no extremo ocidental da Península

Ibérica, a cerca de 2 km da actual linha de costa, o sítio arqueológico de Vale Boi foi descoberto em 1998 durante trabalhos de prospecção nos vales flu-viais que cortam o maciço calcário da actual Costa Vicentina (Bicho, 2003). Com uma dispersão de vestígios por uma área superior a 10 000 m2, a jazi-da ocupa toda uma vertente, limitada a Este por um dos afloramentos de calcário mais imponentes da zona, com cerca de 10 metros de face vertical, e a Oeste pela planície de aluvião da ribeira de Vale Boi (Bicho, 2006b) (Fig. 1).

Fig.: 1. Vista geral de Vale Boi. A seta indica a localização do sítio arqueológico.

Os trabalhos, com inicio em 2000 e ainda a de-correr, têm revelado uma longa estratigrafia, em que todo o Paleolítico Superior aparece representa-do, com ocupações atribuíveis ao Gravetense, Pro-to-Solutrense, Solutrense, Magdalenense e ainda um nível de ocupação do Neolítico Antigo, com uma datação de cerca de 6 000 BP.

Em termos de distribuição espacial, a jazida apresenta, ao longo da vertente, três áreas distintas de ocupação, cujas características apontam para padrões de funcionalidade distintos. Foram assim identificadas duas áreas residenciais, uma corres-pondendo a um abrigo sob rocha no topo da verten-te, e outra designada por Terraço, localizada na pla-taforma existente entre o declive e os depósitos de aluvião da ribeira, e um terceiro espaço, localizado na zona de vertente entre estas duas áreas, em que os dados recolhidos apontam para uma utilização

exclusiva como lixeira (Cascalheira et al., no prelo) (Fig. 2).

Fig.: 2. Corte esquemático de Vale Boi.

3.1. Abrigo.O enquadramento geológico da região envol-

vente de Vale Boi é marcado, sobretudo, pela pre-sença de um substrato rochoso calcário, formado durante o Jurássico, que corta, no sentido Este-Oes-te, toda esta secção ocidental algarvia, nunca atin-gindo altitudes superiores a 100 m acima do nível médio do mar. Muito frequentemente, estes calcá-rios aparecem expostos nos vales fluviais que co-rrem por falhas geotectónicas de sentido Norte-Sul (Bicho, et al., 2003). É este o caso de Vale Boi, em que no topo da vertente se destaca na paisagem uma grande escarpa de calcário, onde, por processos erosivos, se terá formado um abrigo sob rocha, de consideráveis dimensões, cuja pala se encontra hoje totalmente fragmentada. A dispersão dos grandes blocos de calcário resultantes do colapso da pala parece corresponder, curiosamente, com os limites da zona de ocupação humana. É ainda de salientar que no extremo Este da área de escavação foi iden-tificada uma abertura que parece ser o topo de uma gruta completamente preenchida. A confirmar-se este facto, a pala do abrigo constituiria apenas a en-trada de uma cavidade mais ampla.

Estratigraficamente, a zona do Abrigo aparece então marcada por duas camadas holocénicas esté-reis, seguidas de um nível de brecha pouco consoli-dada que sela efectivamente os sedimentos que con-tém materiais arqueológicos (Fig. 3). Foram, até ao momento, identificadas quatro camadas distintas, de cronologia Magdalenense (camada Z) e Solutrense (camadas A, B e C). A atribuição cronológica das camadas solutrenses baseia-se quer na presença de materiais diagnósticos, como a grande quantidade e diversidade de armaduras bifaciais exumadas (Fig. 4), bem como numa datação por radiocarbono, que indica uma idade de cerca de 20 500 BP para a ca-mada B.

Uma vez que o substrato geológico ainda não foi atingido, a potência arqueológica desta zona ainda é desconhecida. Tudo aponta, porém, para que a ocupação do abrigo remonte ao Paleolítico Médio, uma vez que na zona de vertente/lixeira fo-ram recuperados materiais claramente de idade

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moustierense.

Fig.: 3. Vista geral da secção Sudeste da zona do Abrigo.

4. Variabilidade tecnológica.A colecção estudada contou com um total de

4774 peças. A decisão em termos de repartição do conjunto para análise foi a de separar e estudar os materiais por camada de proveniência procurando, assim, encontrar padrões de variabilidade associa-dos a mudanças na funcionalidade da ocupação, ou a diferenças culturais reais. Contudo, a observação e exame atento dos atributos seleccionados para o estudo das várias classes tecnológicas demonstrou desde logo que, ao longo de todo o horizonte estra-tigráfico abordado, os padrões tecnológicos são praticamente análogos, apresentando estigmas e atributos constantes e pouco alteráveis. O surgir de ligeiras dissemelhanças, provavelmente como resul-tado da forma bastante expediente que o talhe da in-dústria lítica parece assumir em Vale Boi, não são, no entanto, motivo para considerarmos totalmente divergentes as preferências tecnológicas tomadas em cada uma das camadas. Concludentemente, a decisão foi a de analisar cada cadeia operatória com base apenas na distinção entre matérias-primas e não entre camadas de proveniência.

Serão de seguida apresentadas as estratégias de exploração do sílex, quartzo e grauvaque. O quart-zito foi raramente utilizado e, pela pequena amos-tragem feita no leito da ribeira e nos depósitos geo-lógicos fluviais, não está presente localmente, po-dendo a sua baixa frequência estar relacionada com a própria raridade local da matéria. Os modelos apresentados são, mais uma vez, baseados em análi-ses preliminares, e portanto, reformuláveis.

4.1. Sílex.De entre as várias matérias-primas exploradas,

as estratégias de debitagem do sílex aparentam ser as mais complexas. Maioritariamente, o sílex pre-sente na colecção provém de uma exploração de ja-zidas a nível local e regional (Veríssimo, 2007), in-serida num sistema de aprovisionamento de maté-rias-primas que requereria algum investimento de esforço e energia na sua obtenção, mas certamente integrado nas tarefas diárias de caça e recolecção

dos grupos. Os depósitos de obtenção deste recurso localizam-se no máximo a 20 km de Vale Boi, mais ou menos a meio dia de viagem. Nos materiais ana-lisados até ao momento outros tipos de sílex foram registados em quantidades percentuais muito redu-zidas, cujas características físicas os aproximam das variedades encontradas nas jazidas de Rio Maior na Estremadura portuguesa, a cerca de 500 km de Vale Boi. O modelo preliminar de exploração que de se-guida se propõe diz, no entanto, respeito aos mater-iais siliciosos identificados como de origem autóc-tone (Fig. 5).

Após a selecção e recolha dos nódulos, toda a fase inicial de descorticamento e conformação dos núcleos parece ter tido lugar no próprio sítio resi-dencial, como o testemunham a grande quantidade de lascas e lamelas com anverso cortical ou parcial-mente cortical, bem como a presença de vários ele-mentos de preparação e manutenção dos núcleos. Os produtos resultantes desta primeira fase seriam essencialmente utilizados para transformação em elementos tipológicos de fundo comum e raspadei-ras.

Fig.: 4. Armaduras solutrenses de Vale Boi.

Removida toda, ou grande parte, da superfície cortical (as percentagens de córtex são maioritaria-mente inferiores a 25% nos núcleos analisados) a redução do volume seria feita mediante o aproveita-mento sistemático de plataformas corticais, lisas e, mais raramente, facetadas. Destas plataformas, nun-ca superiores a duas por núcleo, era efectuada uma exploração quase sempre unidireccional ou bidirec-cional oposta, resultando tipologicamente em núcle-os prismáticos, da qual se obteria, maioritariamente,

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lascas, de bordos paralelos, ou irregulares, e menos frequentemente, lâminas e lamelas com atributos pouco estandardizados. A utilização de arestas-guia, obtidas por levantamentos anteriores ou pelo recurso à preparação de lâminas de crista, seria uma constante, resultando isso em produtos de secções predominantemente triangulares. A exploração dos núcleos não seria, de todo, exaustiva, uma vez que na maior parte dos casos o abandono destes não apresenta razão óbvia aparente.

No que diz respeito à selecção dos suportes de-bitados para aplicação de retoque, os padrões en-contrados revelam uma clara dicotomia: por um lado uma preferência pelos produtos laminares e la-melares interiores, não corticais, de perfil direito ou ligeiramente encurvado, e com bordos preferencial-mente paralelos ou convergentes, para a elaboração de pontas de pedúnculo lateral; por outro, a escolha expediente de lascas de atributos menos padroniza-dos, que para além de transformadas em utensila-gem comum seriam muitas das vezes utilizadas com o gume em bruto, como revelam os estudos traceo-lógicos efectuados até ao momento (Gibaja e Bi-cho, 2007).

Se um dos objectivos da sequência de debita-gem proposta seriam, sem dúvida, as pontas crena-das solutrenses sobre lâmina ou lamela, as outras numerosas armaduras (fragmentos, peças inteiras e esboços) exumadas em Vale Boi, particularmente

folhas de loureiro, pontas de face plana e pontas de Parpalló, típicas do período em questão, parecem fazer parte, com algumas excepções obtidas sobre lasca, de uma exploração independente dos nódu-los, através de uma exploração equilibrada median-te retoque plano bifacial. O estudo tecnológico das armaduras está agora em fase inicial e por isso não podermos acrescentar dados muito concretos sobre as mesmas. Apenas se salientam as particularidades métricas e estilísticas das pontas de Parpalló que as aproximam, indubitavelmente, das encontradas no Levante peninsular (Bicho et al 2004).

4.2. Quartzo.O quartzo é a segunda matéria-prima mais utili-

zada em Vale Boi, correspondendo a 30,7% do to-tal da amostra observada. Foram explorados dois ti-pos de quartzo diferentes, ambos locais. Um terá origem muito provavelmente nos filões, geralmente tabulares, intercalados nos calcários locais sobran-ceiros ao sítio, e dada a sua má qualidade, terá sido apenas utilizado como suporte de retenção de calor nas lareiras. O outro era aprovisionado sobre a for-ma de seixo nos cortes dos terraços fluviais locais, ou no próprio leito da ribeira de Vale Boi, sendo utilizado efectivamente para o talhe.

As estratégias de debitagem do quartzo, tendo em conta as características da própria matéria-pri-ma, parecem ter seguido uma exploração bastante expedita. De facto, não parece existir uma prepa-

Fig.: 5. Cadeia operatória do sílex.

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54JOÃO CASCALHEIRA

ração programada dos volumes a explorar e, logo, gestos padronizados de talhe com vista a obtenção de produtos finais intencionais e específicos. Os seixos eram assim explorados, mediante o aprovei-tamento de plataformas e arestas naturais preexis-tentes, de duas formas distintas: (1) núcleos com le-vantamentos unidireccionais ou bidireccionais com planos de percussão separados; (2) e núcleos com debitagem de tipo centrípeto. De ambas as estraté-gias resultam lascas de talão liso ou cortical, com secções invariavelmente triangulares ou direitas, metricamente não padronizadas, que, quando mor-fologicamente aptas, seriam seleccionadas para transformação em raspadeiras, truncaturas ou peças esquiroladas. Por outro lado, no que diz respeito aos elementos lamelares encontrados, estes parecem apenas poder ser atribuídos à primeira das estraté-gias referida, possuindo todos os exemplares anver-sos não corticais, secções triangulares e acabamento distal apontado. O retoque é totalmente inexistente nestes produtos, apontando para uma provável utili-zação enquanto barbelas brutas, incorporadas em instrumentos compósitos com suporte em osso ou em haste, como sugerido, aliás, por Zilhão et al. (1997) para os aspectos tecnológicos da transição Gravetense-Solutrense em Portugal.

4.3. Grauvaque.Em relação ao sílex e ao quartzo, o grauvaque

não constituiu uma escolha de primeira ordem pelas comunidades solutrenses de Vale Boi no que res-peita à sua utilização enquanto suporte de debita-gem. De facto, de entre os materiais analisados só dois núcleos em grauvaque foram identificados, co-rrespondendo às tipologias informe e discóide. O objectivo do talhe seria a obtenção de lascas de grandes dimensões, cujo gume pudesse ser usado em bruto ou que pudessem receber retoque, para utilização enquanto raspadores ou outros elementos de utensilagem comum.

Todavia, a utilização do grauvaque em Vale Boi aponta para funcionalidades mais específicas, sendo principalmente usado para a produção de bigornas, feitas a partir de seixos pouco rolados e de grandes dimensões, disponíveis no leito da ribeira. As bi-gornas de grauvaque tinham duas funcionalidades prováveis: a fragmentação dos ossos com a ajuda

das peças esquiroladas e percutores; e a preparação de corantes, mais especificamente de hematite, que se encontra no sítio em vários graus de fases pro-cessamento, desde nódulos ferruginosos de várias dimensões a aglutinados de pó de hematite.

5. Discussão e conclusões.

Os dados aqui apresentados, ainda que provisó-rios, avançam já algumas conclusões sobre os padrões tecnológicos das comunidades que ocupa-ram o abrigo de Vale Boi durante o Último Máximo Glacial. A indústria analisada revelou estratégias de debitagem relativamente simples e expeditas, sobre matérias-primas de origem local, e claramente adaptadas às características físicas de cada um dos tipos de rocha explorados. No que diz respeito às cadeias operatórias acima esboçadas importam ain-da referir algumas questões de particular relevo, que obterão confirmação, por certo, com a análise dos materiais provenientes de uma distribuição es-pacial e estratigráfica mais alargada que a aqui apresentada.

Um dos pontos principais relaciona-se com a es-colha dos suportes em sílex para transformação em utensílios retocados e a sua produção aparentemen-te expediente. Os padrões encontrados apontam para a existência de uma estratégia de debitagem única, suficiente para gerar todos os produtos ne-cessários na colecção. Por outro lado, o facto da ca-deia operatória apresentada culminar na produção de armaduras ou de utensílios retocados não quere-rá significar, em termos práticos, que estes sejam o principal objectivo do esquema de debitagem.

A dicotomia entre peças intencionais e não-in-tencionais tem sido defendida por alguns autores (Ferring, 1988) no caso de indústrias com estraté-gias de redução únicas. Nestes casos todas as opções tomadas durante a redução são orientadas para a produção de determinados suportes com atri-butos tecnológicos muito padronizados, e todos os restantes produtos resultam obrigatoriamente de operações de manutenção e formatação do núcleo, ainda que sejam aproveitados para a transformação em utensílios. À semelhança de outros sítios, Vale Boi parece levantar sérias questões em relação a este antagonismo, nomeadamente no que diz respei-

Fig.: 6. Incidência das tipologias nas classes tecnológicas.

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to à intencionalidade de produção dos suportes. De facto, por um lado, a forma relativamente desenvol-ta que a indústria assume, atribui, no que diz respei-to à aplicação de retoque, um papel relativamente importante aos elementos corticais e mesmo aos elementos efectivos de preparação e manutenção dos núcleos (Fig. 6); por outro, os presumíveis su-portes finais apresentam uma grande variabilidade métrica e morfológica, pouco comum em estraté-gias que visam um produto intencional único. O que nos parece prudente será falar então de um talhe ex-pedito, em “massa”, em que os suportes são es-colhidos ao longo da exploração dos blocos segun-do a aptidão morfológica de cada um, até mesmo para uma utilização com o gume ainda em bruto.

Em segundo lugar parece importante salientar que quando confrontados com os dados disponíveis para a Estremadura portuguesa, onde as indústrias líticas solutrenses foram já objecto de estudo apro-fundado, os moldes tecnológicos aqui apresentados parecem ser bastante distintos. Com efeito, às dife-renças salientadas por Haws e Bicho (2007) na uti-lização dos instrumentos em osso, dos adornos, e de subsistência, os padrões de aproveitamento e explo-ração das matérias são parcialmente divergentes. Por um lado, a complexidade das estratégias de de-bitagem aparenta ser, em Vale Boi, bastante menor, sendo a maior parte da colecção constituída por las-cas e não por produtos alongados, como o verifica-do na jazida de Vale Almoinha (Zilhão, 1997). Por outro, e relativamente aos utensílios retocados, as diferenças aparecem sobretudo marcadas nas arma-duras encontradas que, como supra referido, se en-contram estilisticamente mais próximas dos exem-plares de jazidas da Andaluzia (na gruta de Ambro-sio por exemplo – Ripoll, 1988) e do Levante pe-ninsular, como a gruta de Parpalló (Villaverde, 1994; 2001). A aproximação estilística tem sido de-fendida por Bicho et al. (2004) em relação às pon-tas de Parpalló e de face plana, cujas dimensões e formato geral são, por vezes, réplicas quase exactas dos artefactos encontrados nas jazidas levantinas.

Este facto conduz-nos a um último ponto de dis-cussão, em tudo relacionado com as dimensões ve-rificadas nos exemplares de armaduras descobertos em Vale Boi. Ora, como referido, os padrões métri-cos encontrados, principalmente no que diz respeito às pontas de pedúnculo central e aletas, são, simul-taneamente, um dos elementos diferenciadores en-tre Vale Boi e as jazidas da Estremadura, e um dos dados que mais a aproximam das jazidas da região de Valência. Será preciso, contudo, na nossa opi-nião, avaliar outro agente que poderá condicionar esses padrões e que diz respeito à matéria-prima disponível a nível regional. Os estudos efectuados sobre as matérias siliciosas desta região indicam, de facto, que os nódulos disponíveis, quer em posição

primária, quer secundária, são, invariavelmente de dimensões relativamente reduzidas (Verissimo, 2005). Este facto terá influenciado forçosamente as escolhas feitas pelos artesãos e, consequentemente, os produtos resultantes das operações de talhe e, em última análise, as próprias dimensões das armadu-ras. A comprovação desta hipótese carece, todavia, de uma análise extensiva das jazidas de sílex daque-la região, e por outro lado de um estudo tecnológico que identifique os padrões reais de variabilidade tecnológica entre Vale Boi e as jazidas do Levante.

De qualquer forma, a presença dos conceitos formais destas armaduras, particularmente das pon-tas de Parpalló, em Vale Boi, permite afirmar que o mundo levantino, pelo menos até ao final do Solu-trense, faria parte do território, senão de utilização, pelo menos de influência das comunidades de caça-dores-recolectores de Vale Boi.

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JIA 2008 ISBN: 978-84-92539-25-3 Pp.: 57-63

A EXPLORAÇÃO DO QUARTZITO NO EPIPALEOLITICO DA ESTREMADURA PORTUGUESA – O CASO DE SANTA CITA

Telmo PereiraUniversidade do Algarve; [email protected]

RESUMEN

Tem sido sugerido que no território português, após o aparecimento do Homo sapiens sapiens, o quartzito passou a ser uma escolha de segunda ordem, debitada de forma expedita e não padronizada. Contu-do, uma análise mais atenta à geologia do território e aos conjuntos pós-Paleolítico médio revelam a existên-cia ubíqua de importantes fontes de abastecimento de quartzito e que este apenas se encontra ausente em al-guns dos contextos que, coincidentemente, são fontes de abastecimento de sílex. Embora sem restos faunísti-cos nem datações, o nível epipaleolítico de Santa Cita apresenta um bom índice de preservação, demonstrado pela presença de uma lareira e uma elevada quantidade de remontagens. Paralelamente, porque o quartzito re-presenta mais de 38% do conjunto, é uma excelente oportunidade para se compreender de que forma se pro-cessou a sua exploração, usando-se para esse fim a análise de atributos, o método das remontagens e a distri-buição espacial.

ABSTRACT

It has been suggested that in the Portuguese territory, after the emergence of Homo sapiens sapiens, the quartzite became a secondary choice, exploited expeditiously and in a non standardized way. However, a closer look to the geology of the territory and to the post Middle Paleolithic contexts shows (1) a ubiquitous existence of quartzite quarries; and the fact that (2) this raw material is just missing in some of the archaeo-logical contexts that are, coincidentally, flint quarries. Although without faunal remains or absolute dates, the Epipaleolithic level of Santa Cita presents a good preservation, demonstrated by the presence of a heart and a large quantity of refittings. In addition, because quartzite represents over 38%, is an excellent opportunity to understand in what way it was exploited, using for that purpose the attribute analysis, the refitting method and the spatial distribution.

Palabras Clave: Santa Cita. Epipaleolítico. Quartzito.

Keywords: Santa Cita. Epipaleolithic. Quartzite.

1. Introdução.O presente artigo resulta do projecto de

investigação sobre a exploração do quartzito na Faixa Atlântica Peninsular durante o final do Plistocénico, e procura caracterizar a natureza, variabilidade e evolução da exploração desta matéria-prima no contexto do período balizado entre 27 e 8 mil anos BP. Do nosso ponto de vista tal pesquisa é importante porque o território português tem importantes cristas de quartzito que são atravessadas por diversas linhas de água, algumas delas (como os casos dos Rio Tejo, Douro, Mondego e Guadiana) com tamanha potência que permitiram a formação de grandes depósitos aluviais de seixos rolados a jusante. Consequentemente, esta matéria-prima foi amplamente utilizada durante o Paleolítico, especialmente durante o Acheulense (Cunha-Ribeiro, 1999; Cura, 2003; Marks et al. 1999, 2002; Oosterbeek, et al., 2007; Raposo, et al., 1993) e o Moustierense (Antunes, 1990-91; Bicho, 1997; Carrondo, 2006; Marks et al., 2001; Raposo, 1985; Raposo e Cardoso, 1998a, 1998b, Zilhão,

1997, 2001), onde está presente tanto na debitagem especializada (levallois, kombewa, discoide) como na utensilagem diagnostica (bifaces, machados-de-mão, raspadores). Aparentemente, esta situação inverte-se após o início do Paleolítico superior, quando a matéria-prima de eleição passou a ser o sílex (Almeida, 2000; Aubry, 1998, 2001; Bicho, 1992; Tacker, 2001; Zilhão, 1997). Porquê?

Os vários projectos de investigação sobre Paleolítico superior e o Mesolítico português justificaram esta situação com a ideia de que o quartzito é uma rocha grosseira, de baixa qualidade, inapropriada para a produção leptolítica e, consequentemente, apenas explorável segundo métodos simplistas, recorrentes, oportunísticos, pouco elaborados e pouco padronizados. Essa é a razão fulcral pelo facto de estar ausente dos conjuntos diagnósticos destes períodos e a sua presença se caracterizar por seixos talhados e lascas, ambos com elevada presença de córtex (Bicho, 1992; Zilhão, 1997; Almeida, 2000).

A maior ou menor quantidade absoluta e/ou

I Jornadas de Jóvenes en Investigación Arqueológica: Dialogando con la Cultura Material. UCM, 3-5 de septiembre de 2008.

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relativa do quartzito – especialmente em regiões distantes de áreas de obtenção primária ou secundária de sílex – foi proporcional e directamente relacionado com a falta deste, sendo aquele o seu directo substituto (Strauss, 1986; Tacker, 1996a;1996b). No entanto, uma observação mais atenta confirma que a debitagem do quartzito esteve sempre presente, mesmo que em baixa quantidade e até em sítios formados em locais de obtenção de sílex.

A continuação das investigações e a descoberta de novos sítios atribuídos ao período compreendido entre o Paleolítico superior e o Mesolítico (Almeida et al., 1999; Araújo e Almeida 2003; Zilhão e Almeida, 2002; Almeida e Gameiro, 2004a, 2004b; Mendonça, 2006; Cascalheira, 2007), por vezes a menos de 5km de distância de zonas de abastecimento de sílex, parecem apontar para uma mais complexa utilização do quartzito e, ao mesmo tempo, para a necessidade de calibrar a forma pela qual os produtos obtidos nesta rocha são interpretados. De facto, o estudo que estamos a desenvolver aponta para que a análise da pedra talhada está amplamente influenciada pelas características físicas do sílex e da obsidiana, uma vez que as principais obras de referência foram desenvolvidas tendo por base colecções onde estas matérias-primas são predominantes, tendo influenciado grandemente a selecção dos critérios a analisar e a sua interpretação. (Almeida et al., 2003; Andrefsky, 2005; Böeda, 1994; Pelegrin et al., 1998; Sonneville-Bordes e Perrot, 1954-56; Tixier et al., 1998; Whittaker, 1994, entre outros).

No caso de matérias-primas com diferentes características, como o quartzito, esta analise e as respectivas interpretações necessitam de ser revistas, porque o mesmo espectro de classes artefactuais e respectivos atributos podem ter diferentes razões de existir, ideia essa já apontada para o Solutrense da Cantábria (Strauss, 1996). Acreditamos que os principais estudos existentes para o território português (Bicho, 1992; Zilhão, 1997; Almeida, 2000) subvalorizaram esta matéria-prima, a qual terá tido um papel importante na economia, sociedade e tecnologia do Paleolítico superior, embora pela quantidade e aspecto em que normalmente nos aparece pareça uma opção secundária e simplista.

2. Santa Cita.Santa Cita é um sítio de ar livre localizado na

foz da Ribeira da Bezelga, num terraço da margem direita do Rio Nabão, afluente da margem direita do Rio Tejo, no contacto da extremidade Sul do Maciço Calcário Estremenho com a Bacia Aluvial do Tejo. Administrativamente encontra-se localizado no distrito de Santarém, concelho de

Tomar, freguesia de Madalena, tendo como coordenadas militares M177.32 / P287.05 / Alt. 37m.

Fig.: 1. Localização de Santa Cita.

Em 1990 Reid Ferring identificou a jazida e Anthony Marks efectuou uma recolha de superfície que denunciou a presença de pelo menos um nível moustierense. Em 1991, Ferring sondou 6m2 que resultaram na identificação de quatro níveis arqueológicos, dois superiores – Calcolítico e possivelmente Aurignacense – e dois inferiores moustierenses. Em 1993, uma terraplanagem destruiu o primeiro nível superior e em 1994 Nuno Bicho abriu 8m2 a fim de obter uma colecção de artefactos que permitisse caracterizar o segundo nível superior. Em 1997, a mesma equipa escavou 70m2 como medida de minimização para a construção de uma estrada, tendo esgotado todo o nível epipaleolítico. Em 1999-2000 na continuação dos trabalhos de minimização, Luiz Öosterbeek efectuou uma escavação de 135m2 que coincidiu totalmente com os níveis moustierenses. Em 2001,

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o sítio foi totalmente destruído pela obra.

A datação do nível epipaleolítico foi estimada por seriação artefactual e pela alteração sedimentológica entre o Plistocénico e o Holocénico. A estratigrafia é composta por várias camadas (Bicho, 1995; Lusso, et al., 2001; Bicho e Ferring, 2001), mas pode ser dividida em dois conjuntos principais: o de base, de origem fluvial, que embala dois níveis de ocupação moustierenses e um terceiro mais antigo; e um de topo, de origem eólica que embala os níveis epipaleolítico e Calcolítico. Entre as duas deu-se a formação de um paleosolo composto por pisólitos de manganês e ferro.

Ecologicamente, e do ponto de vista da exploração do território, o sitio localiza-se num ecótono de grande potencial que é ao mesmo tempo um ponto central de um território com cerca de 5100km2 que dá acesso a quatro regiões, cada uma delas com recursos diferentes e complementares, exploráveis através de redes de linhas de água que criam corredores de penetração:

• Calcários da Serra d’Aire e Planície Litoral, através da Ribeira da Bezelga, num sentido NW;

• Bacia do Rio Nabão, que se encaixa num sentido N nos calcários da Serra d’Aire e que se estende até ao calcários da Serra de Sicó e à vasta paisagem xistosa da Serra da Lousã;

• Bacia do Rio Zêrere, que se estende por xistos e granitos, num sentido NE, até à Serra da Estrela;

• Bacia do Rio Tejo, a cerca de 10-15km a Sul, seguindo o Rio Zêzere que corre espraiado no seu curso médio e cujos amplos terraços se estendem ao longo de centenas de quilómetros criando um corredor de acesso tanto para jusante como para montante.

Temos assim um território para a área nuclear residencial cujas dimensões são em tudo idênticas as verificadas nos Nunamiut (Binford, 1983), nos busquímanos G/WI (Silberbauer, 1972 in Binford, 1983), mas bastante maior que os Selk’nam e os Haush da Terra do Fogo cujos territórios rondam entre os 400 e os 500km2 (Chapman, 1986 in Zilhão 1997).

2.1. - A indústria lítica em quartzito.O nível epipaleolítico tinha uma espessura

média de 10cm, foi escavado numa área de 46m2, tendo sido exumados 2960 artefactos. As matérias-primas presentes são sílex (N 1389; 46,8%), quartzito (N 1143; 38.5%), quartzo (N 417; 14,1%), xisto (N 15; 0,5%) e arenito (N 1; 0%).

O conjunto em quartzito resulta totalmente da debitagem de seixos rolados. Esta matéria-prima verifica-se abundantemente no Rio Nabão e na Ribeira da Bezelga, como balastros das cascalheiras fluviais locais de idade plistocénica, pelo que a sua aquisição deve ser considerada imediata. Todas as peças apresentam arestas frescas e, algumas delas, pisólitos. Destacam-se os produtos com textura fina (55.65%), muito fina (24.07%) e média (19.15%) onde, geralmente, não existem defeitos significativos, os quais, quando presentes, surgem sob a forma de filonetes de quartzo (13%), ressaltos (8%) ou clivagens (6%).

Artefactos

Quartzito

Mui

to fi

no

Fino

Méd

io

Gro

ssei

ro

Gra

uvaq

ue

Aren

ito

TOTA

L

Percutor 3 3Bigorna 1 1Núcleo 13 15 7 35Lasca crista 1 1Frente núcleo 2 2Cornija 4 11 1 16RGB 2 2Lasca 159 369 131 8 667Lâmina 13 10 2 25Lamela 4 13 17Fragmento 61 65 24 2 152Esquírola 30 29 2 61Termoclasto 3 61 17 3 1 4 89Utensílios 18 43 11 72

TOTAL 307619 198 13 1 5

1143

Fig.: 2. Inventário geral.

As lascas dominam o conjunto. Apesar de se ter utilizado um crivo de 0.5cm (Bicho, 2001), a frequência de esquírolas é muito baixa (5.36%) facto que estará associado à baixa tendência para o quartzito esquirolar, mas também aos processos de formação do sítio, nomeadamente à sua exposição à chuva e consequente triagem dos elementos menores que 10mm (idem).

2.1.1. NúcleosForam identificados 35 núcleos de nove tipos

diferentes, representando 51 frentes de debitagem. O volume varia conforme o suporte utilizado. As lascas e o fragmento têm volumes médios a rondar os 15cm3, enquanto os seixos e as calotes têm volumes próximos dos 30cm3. Os suportes predominantes nesta categoria são os seixos rolados de geometria sub-prismoidal sub-angular, com um

Page 69: Actas de las I Jornadas de Jóvenes en Investigación Arqueológica: dialogando con la cultura material (JIA 2008), tomo I

60TELMO PEREIRA

volume dominante de 16cm3 e um volume normal 32cm3. A quantidade de frentes de exploração por núcleo é reduzida (1 plataforma = 22; 2 plataformas = 10; 3 plataformas =3). O índice suportes/núcleos é de 20.2/1 e o índice de frentes de exploração/núcleos de 13.8/1. As plataformas de percussão são maioritariamente corticais (n= 38) ou lisas (n= 7).

O método dominante é o intensivo ortogonal unipolar unifacial sobre seixos rolados com duas características principais: uma ampla plataforma de percussão plana e uma aresta guia natural que funciona como crista e serve de guia tendo em vista obtenção de lascas alongadas. Os núcleos sobre calote ou fragmento estão associados à exploração intensiva de grandes seixos rolados que, a certa altura do processo, se fragmentaram nas zonas de fragilidade. A presença de alguns núcleos sobre lascas de grandes dimensões, aponta para a exploração de núcleos extensivos fora da área escavada.

Santa Cita – Epipaleolítico: Tipologia dos núcleos

CentrípetoUnifacial 2Bifacial 2Cruzado 2

Seixo talhadoUnipolar unifacial 16Bipolar unifacial 5Bipolar bifacial 1

Prismático1 Plano de percussão 52 Planos de percussão separados 12 Planos de percussão opostos 1

Total 35Fig.: 3. Tipologia dos núcleos.

Os núcleos prismáticos estão também associados à produção de lascas alongadas mas é sobre eles que se desenvolveu a produção de lâminas, enquanto os núcleos centrípetos estão principalmente associados à produção de lascas com comprimentos e larguras muito aproximados.

2.1.2. Debitagem:Tendo em conta a análise dos bolbos, os três

tipos de suportes foram debitados maioritariamente sob a técnica do percutor brando.Bolbo/suportes Lascas Lâminas Lamelas

Não

esq

uiro

lado

Esqu

irola

do

Não

esq

uiro

lado

Esqu

irola

do

Não

esq

uiro

lado

Esqu

irola

do

Pronunciado 73 32 2 2 2 0Difuso 415 120 16 3 11 5Esquirolado 27 2 0Fig.: 4. Tipologia dos bolbos.

As lascas constituem 58.4% do conjunto, havendo uma considerável quantidade de acidentes de Siret (39.1%). Apresentam-se geralmente alongadas (52.4%), com pouca padronização das dimensões ou do formato dos bordos (irregulares:

24.1%; divergentes: 20.2%; côncavo-convexos: 16.1%; paralelos: 15.5%; biconvexos: 15.3%; raramente apontados: 8.7%). As terminações tendem a ser em ressalto (41.9%) ou em pena (25.8%), e as secções irregulares (38%), triangulares (35%) ou trapezoidais (20%).

O conjunto caracteriza-se pela presença de pouco córtex, representando as peças com menos de 50% de córtex na face dorsal 75.5% do total e 46% são não corticais. Predominam os talões simples (corticais 61% e lisos 17.6%), os perfis direitos (91.6%) e os padrões dorsais paralelos (63.8%) ou convergentes (12%).

As lâminas representam 2.2% do total e 3.5% da debitagem. A sua produção é intencional e está bem patente na Remontagem 72 (Ilustração1). A sua obtenção deu-se a partir da exploração de núcleos prismáticos desbastados a partir de seixos rolados altos e com pelo menos uma aresta guia natural bem definida, não configurados previamente, estando a técnica de crista ausente. Dimensionalmente, o comprimento não parece ter padrão fixo, ao contrário da largura e da espessura. Predominam talões não preparados (48.5% corticais e 30.3% lisos), perfis direitos (81.8%) e padrões dorsais paralelos (75.8%).

As lamelas representam apenas 1.5% e 2.4% da debitagem. A sua baixa frequência e a pouca quantidade de córtex (todas têm menos de 50% e 47.4% são não corticais) associadas à ausência de núcleos para a sua produção e ao resultado das remontagens aponta para que se tratem não de um produto de debitagem intencional mas antes de um detrito relacionado com a regularização da cornija.

As peças de preparação representam apenas 3,8% e são quase sempre cornijas ou frentes de núcleo.

Tipologia dos utensílios N

Entalhe 27

Denticulado 7

Raspador 1

Lasca retocada 31

Lâmina retocada 2

Fragmento retocado 2

Seixo Talhado 2

Total 72

Fig.: 5. Tipologia dos utensílios retocados.

Page 70: Actas de las I Jornadas de Jóvenes en Investigación Arqueológica: dialogando con la cultura material (JIA 2008), tomo I

61A EXPLORAÇÃO DO QUARTZITO NO EPIPALEOLITICO DA ESTREMADURA PORTUGUESA – O CASO DE SANTA...

2.1.3. Utensílios.Os 71 utensílios representam 6.3% do total, e

são compostos essencialmente por utensilagem de fundo comum. Dominam as lascas retocadas, os entalhes e os denticulados. Apenas se identificou um seixo talhado. Os suportes são maioritariamente compostos por lascas, cujo retoque é tendencialmente parcial, directo ou inverso, irregular, abrupto ou semi-abrupto, curto, largo e distal ou mesial.

Fig.: 6. Remontagem 72.

2.2. - Distribuição espacial.Os materiais em quartzito estão concentrados

numa área de cerca de 11m2 imediatamente a Norte da lareira, havendo outras duas áreas de concentração mais pequenas, uma também a Norte (7m2), a qual parece corresponder a um prolongamento ou a uma secção da concentração maior, e outra a Sul da lareira, bastante mais pequena (4m2). As várias categorias tecnológicas e tipológicas não se apresentam concentradas em áreas específicas o que indica que o seu abandono e, muito provavelmente, produção e utilização não tiveram áreas específicas, tendo antes ocorrido em toda a área de actividade.

Embora se trate apenas dos materiais em quartzito, a sua dispersão numa área de 22m2 e organização em volta da estrutura, parece ser similar àquilo que a bibliografia etnográfica identifica como área de actividade extensiva desenvolvida em pé por um grupo de pessoas à volta de uma estrutura, neste caso uma lareira, representando as outras áreas de acumulação mais pequenas áreas de arremesso. Normalmente estes tipos de padrões correspondem ao cozinhar de um animal grande (Binford, 1983).

3. Conclusões.A elevada quantidade de quartzito é reveladora

da grande importância que esta rocha teve nas actividades desenvolvidas no local, apesar da

inexistência de fauna não permitir aferir com maior precisão quais tenham sido.

A exploração da rocha deu-se claramente de forma estandardizada. A estratégia parece ter sido seguida de forma bastante rígida e sistemática uma vez que nem os núcleos nem os padrões dorsais dos suportes indicam ter havido variações ou rupturas significativas nas sequências de debitagem ao longo da exploração. Paralelamente, a própria rotação do núcleo – situação bastante comum na debitagem lítica independentemente dos períodos ou matérias-primas – é rara e quando se verifica resulta no inicio da exploração de uma nova frente de debitagem ou apenas de uma nova plataforma de percussão mas mantendo sempre a estratégia intensiva ortogonal unipolar.

Fig.: 7. Nível de ocupação epipaleolítico com lareira (cin-zento), núcleos (verde), seixos (amarelo) e utensílios (ver-melho).

Page 71: Actas de las I Jornadas de Jóvenes en Investigación Arqueológica: dialogando con la cultura material (JIA 2008), tomo I

62TELMO PEREIRA

A produção intensiva de produtos alongados aponta para que, desde o inicio da exploração, tenha havido uma rentabilização da matéria-prima. O facto de os núcleos não se encontram esgotados, associado ao padrão dos vestígios parecem reforçar a ideia de que se trata de um acampamento temporário. A matéria-prima parece ter sido obtida e economizada logo desde o início, de uma forma planeada mas a relação disponibilidade/necessidade levou a que a que esta sobrasse. Os núcleos encontram-se numa fase de fim de tarefa mas não esgotados, o que só faz sentido se a tarefa em curso tenha, simplesmente, terminado.

Ao contrário do que acontece nos conjuntos em sílex e obsidiana, verifica-se:

• Uma total falta de preparação dos núcleos, aferida pela ausência de descorticamento intencional, configuração por talhe ou produção de cristas;

• As peças totalmente corticais ou com grandes quantidades de córtex não foram descartadas no momento da debitagem e foram utilizadas;

Tais situações acontecem porque o córtex não constituiu um constrangimento à exploração deste tipo de matéria-prima, mesmo no caso da produção dos produtos alongados. Os gumes servem claramente as necessidades, tendo ou não córtex. Consequentemente, pode-se concluir que para as comunidades caçadoras-recolectoras do final do Plistocénico, no território em causa, o descorticamento do quartzito não era necessário. Pelo que o conceito de fase plena de debitagem aplicado apenas às peças sem córtex não faz sentido no caso das matérias-primas com córtex regular e duro, em geral, e ao quartzito em particular.

4. Agradecimentos.Este trabalho foi possível graças à bolsa

individual de investigação SFRH / BD / 28296 / 2006 concedida pela Fundação para a Ciência e Tecnologia (FCT).

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JIA 2008 ISBN: 978-84-92539-25-3 Pp.: 65-70

A TECNOLOGIA LÍTICA NO TARDIGLACIAR DO ALGARVE – RESULTADOS PRELIMINARES

Carolina MendonçaUniversidade do Algarve; [email protected]

RESUMO

“O Algarve é uma região com um potencial imenso no que concerne ao estudo da Pré-História e Pro-to-História, principalmente por duas razões fundamentalmente diferentes (…) pelas suas características geo-gráficas e climáticas (…)” (BICHO, 2006). O estudo A Tecnologia Lítica no Tardiglaciar do Algarve – resul-tados preliminares pretende estudar os materiais líticos correspondentes às ocupações Magdalenenses dos sí-tios Ponta Garcia e Praia da Galé. Este trabalho debruça-se essencialmente sobre as questões de utilização de tecnologia referentes à produção de utensilagem lítica, tendo como objectivo principal um melhor conheci-mento da utilização do espaço local e regional, bem como a integração dos sítios ao nível do Paleolítico Supe-rior em Portugal.

ABSTRACT

"For two essentially different reasons the Algarve region of Portugal has enormous potential for the study of Prehistory and Protohistory (…) by their geographical and climatic characteristics (…)” (BICHO, 2006). This study Tardiglacial Lithic Technology from Algarve - preliminary results focus on the study of lithic materials dated to the Magdalenian occupation from the sites of Ponta Garcia and Praia da Galé. This work focus essentially on the questions of use of technology related to the production of lithic tools, having as main objective a better knowledge of the use of the local and regional space, as well as the integration of the small sites to the level of the Upper Palaeolithic period in Portugal.

Palavras-chaves: Algarve. Paleolítico Superior. Tardiglaciar. Tecnologia Lítica.

Keywords: Algarve. Upper Paleolithic. Tardiglacial. Lithic Technology.

1. Contextualização.Do ponto de vista arqueológico, o Algarve é

uma das regiões mais ricas do País, onde actualmente se conhecem mais de 1700 sítios arqueológicos, ainda que muitos deles já tenham sido destruídos ou não apresentem potencial assinalável para a investigação e/ou valorização. A informação da ocupação desta região durante o Paleolítico Superior resulta de trabalhos arqueológicos realizados essencialmente durante os últimos dez anos e publicados nos últimos cinco (QUELHAS e ZAMBUJO 1998; ZAMBUJO E PIRES 1999, BICHO 2003a, 2004; BICHO et al. 2003b, 2003c; MANNE et al. 2005).

2. Metodologia.De um ponto de vista metodológico foram se-

guidos, de uma forma genérica, os critérios adopta-dos por João Zilhão (1997.VolI: 23-34) e por Nuno Bicho (2000: 91-108) para a Estremadura portugue-sa.

Numa primeira fase de análise todos os artefac-tos líticos foram registados segundo a sua prove-niência, matéria-prima, classe e tipologia. Uma vez que os restos de talhe quase não nos apresentam qualquer tipo de informação tecnológica (BICHO,

2006) apenas se analisaram tecnologicamente, numa segunda fase, os núcleos, a debitagem (lascas, lâminas e lamelas) e os utensílios retocados.

3. Descrição dos sítios.3.1. Ponta Gracia.

O sítio arqueológico Ponta Garcia situa-se a Sudeste do parque de estacionamento da Praia do Belixe (Vila do Bispo, Faro), um local que se caracteriza pela sua forte acção erosiva, tendo sido descoberto por Hugo Veríssimo em Agosto 2003, no âmbito do Projecto O Processo de Neolitização do Algarve, coordenado por António Faustino Carvalho (Fig.1).

Numa primeira análise, o sítio de Ponta Garcia revelou “um contexto paleolítico, com um potencial raro na região algarvia, por conter preservação orgânica e permitir, deste modo, a reconstituição de aspectos paleoeconómicos e paleoambientais” (Base de Dados Endovélico, IPA).

Os trabalhos de escavação tiveram como res-ponsável Nuno Ferreira Bicho, decorrendo entre Outubro e Dezembro de 2005, tendo sido os tra-balhos de recolha de materiais de superfície e de le-vantamento topográfico da estação realizados em

I Jornadas de Jóvenes en Investigación Arqueológica: Dialogando con la Cultura Material. UCM, 3-5 de septiembre de 2008.

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66CAROLINA MENDONÇA

Agosto desse mesmo ano.

3.2. Praia da Galé.O sítio arqueológico Praia da Galé foi

descoberto em 1998 durante os trabalhos de prospecção no âmbito do Projecto Ocupação Humana Paleolítica do Algarve, encontrando-se parcialmente destruído (integralmente para o caso dos níveis moustierenses). Localiza-se numa zona resultante de escavação e terraplanagem para construção de moradias em zona de dunas junto à Praia da Galé (Albufeira, Faro) (Fig.1).

As sondagens coordenadas por Nuno Bicho, revelaram “um nível arqueológico bem preservado com cerca de 3 cm de espessura, mas presente apenas numa área de muito poucos metros quadrados” (BICHO, 2004a: 369).

Tendo em conta os materiais encontrados durante a prospecção e as sondagens, é viável afirmar que terá havido pelo menos duas ocupações nesta área: uma de cronologia Moustierense (totalmente destruída pelos recentes trabalhos de terraplanagem); e outra de cronologia Magdalenense.

4. Descrição dos dados.4.1. Ponta Garcia.

O sítio de Ponta Garcia apresenta uma colecção razoável de artefactos líticos, tendo em conta que o sítio se encontrava “parcialmente destruído pela erosão eólica e antrópica local” (BICHO: 2005), sendo que mais de 41% do material analisado pertence à classe das esquírolas, seguindo-se a classe dos fragmentos de lasca com 21,55%, as

lascas com 10,41% e os utensílios retocados com 8,97%.

A matéria-prima predominante é o sílex, com uma frequência de mais de 98%. A sua origem estima-se ser local, nomeadamente nódulos presentes tanto na arriba da praia do Belixe, “uma das fontes mais importantes de sílex do Barlavento algarvio” (BICHO: 2005) como na superfície eolizada a cerca de 100 metros do sítio arqueológico (BICHO: 2005). O número total de peças analisadas é de 1940.

Fig.: 2. Núcleos.

4.1.1. Núcleos.A classe dos núcleos representa apenas 2,37%

da colecção analisada (Fig.2). Tipologicamente predominam os núcleos prismáticos com um plano de percussão, ortogonais e bipolares. Ao nível da morfologia, é de salientar que mais de 35% apresentam uma percentagem de córtex entre os 25% e os 50%, cerca de 64% possui tratamento das faces em crista, 75% possui plataforma lisa sendo o

Fig.: 1. Localização dos sítios Ponta Garcia e Praia da Galé.

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67A TECNOLOGIA LÍTICA NO TARDIGLACIAR DO ALGARVE – RESULTADOS PRELIMINARES

tipo de levantamento mais frequente as lascas com cerca de 68%.

4.1.2. Debitagem.No sítio Ponta Garcia o total de artefactos do

grupo da debitagem perfaz os 638 sendo que 95,45% são Lascas, 1,72% são Lâminas e 2,82% são Lamelas.

4.1.3. Lascas.Sendo a classe do grupo da debitagem que re-

presenta uma maior frequência, as lascas assumem um papel preponderante na análise lítica. São os seus fragmentos – distal e proximal – que adquirem uma maior percentagem cem cerca 21%, assumindo as lascas inteiras apenas 10,41% de frequência nos artefactos líticos de Ponta Garcia.

Do estudo formal das lascas inteiras podemos dizer que mais de 29% não possuem córtex, sendo que a posição mais frequente deste, quando existe, é a lateral com cerca de 42%.

Quanto à morfologia dos bordos, o convergente é o mais frequente, representando 42,08%. Relati-vamente ao talão, o tipo liso é o mais abundante com 56,44%. O padrão dorsal mais usual é o unidi-reccional a partir do lado proximal com 83,06% sendo que o tipo de acabamento distal mais comum é o normal com cerca de 51%. Morfologicamente o tipo de secção mais frequente é o trapezoidal com 46,53%. Foi realizada também a média para as di-mensões das peças obtendo-se: 24,80 mm no seu comprimento; 23,12 mm de largura; e 9,02 mm de espessura.

4.1.4. Lâminas.A classe das lâminas é o segundo grupo da debi-

tagem mais representativo, representando cerca de 0,36% na frequência nos artefactos líticos de Ponta Garcia.

Do estudo formal dos artefactos inteiros podemos dizer que cerca de 57% possui entre 25% e 50% de córtex. Quanto ao formato dos bordos o tipo desviado é o mais frequente com 57,14% e, relativamente ao talão, é o do tipo liso que mais abunda com 71,42%. O padrão dorsal mais frequente é o do tipo unidireccional a partir do lado proximal com 71,43% e o tipo de levantamento mais frequente é o misto com 42,86%. O tipo de perfil mais frequente é o do tipo torcido com 57,14%. Foi realizada também a média para as dimensões das peças obtendo-se: 40,51 mm no seu comprimento; 19,06 mm de largura; e 9,86 mm de espessura.

4.1.5. Lamelas.As lamelas inteiras são o grupo da debitagem

com menor frequência no conjunto analisado. Também como na classe das lascas são os

fragmentos de lamelas que ocorrem em maior frequência, cerca de 0,72%, assumindo os artefactos inteiros uma frequência de 0,21%.

Relativamente ao seu estudo morfológico, verifica-se que a percentagem de peças com córtex é muito reduzida sendo que mais de 89% dos artefactos não apresenta córtex. O tipo de bordo mais comum é o desviado com 47,37% e o tipo de talão mais frequentes é o liso. O padrão dorsal, unidireccional a partir do lado proximal, é comum a toda a classe de lamelas. O perfil da peça mais abundante é o plano, sendo que o acabamento distal da peça mais frequente é o do tipo normal com cerca de 41%. Quanto às dimensões das peças, foi realizada, tal como nas classes anteriores uma média para as suas dimensões: 20,95 mm de comprimento, 9,43 mm de largura e 5,18 mm de espessura.

Fig.: 4. Utensílios – Raspadeiras, Ponta Garcia.

Fig.: 5. Utensílios – Buris, Ponta Garcia.

4.1.6. Utensílios Retocados.A classe dos instrumentos retocados representa

cerca de 9% dos artefactos líticos que compõem o espólio recolhido no sítio de Ponta Garcia. Quanto

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68CAROLINA MENDONÇA

à morfologia desta classe, podemos dizer que mais de 57% dos utensílios retocados não têm cortêx, sendo que quando o apresentam a sua posição mais comum é a lateral representando cerca de 40%. O formato geral da peça mais comum das peças é desviado com 40,83% e o tipo de talão mais frequente é o liso com 51,02 %. O padrão dorsal mais frequente é o tipo unidireccional a partir do lado proximal, com cerca de 41% de ocorrências. O tipo de levantamento predominante é classe das lascas com 60% de frequência. A secção da peça mais comum é o do tipo trapezoidal com cerca de 56% e o perfil mais comum do tipo plano e do tipo côncavo com cerca de 42%. O acabamento distal mais frequente é o do tipo normal com 56,83%.

Tipologicamente os instrumentos retocados subdividem-se em três grandes grupos: a utensilagem comum com 76%,06; raspadeiras com 14,08% e a utensilagem lamelar com 6,34. De salientar ainda a baixa frequência de buris, com apenas 3,52%.

No grupo da utensilagem comum predominam três elementos tipológicos: os entalhes com 36,78%; os denticulados com 14,37%; e as peças esquíroladas com 8,62%. Já no grupo da utensilagem lamelar são as lamelas com entalhes que predominam com 3,45%. As Raspadeiras (Fig.4), ainda que se seja o tipo com maior diversidade, são mais representativas em duas tipologias: as raspadeiras carenadas atípicas com cerca de 4,6%; e as raspadeiras afocinhadas planas com 1,72% de frequência. Nos Buris (Fig.5) a maior frequência encontra-se nos buris diedros (direitos e de ângulo) e nos buris sobre truncaturas (oblíqua e côncava).

4.2. Praia da Galé.O sítio Praia da Galé apresenta uma colecção

moderada de artefactos líticos, tendo em conta que o sítio havia sido terraplanado. A matéria-prima predominante é, ao contrário do sítio anterior, o quartzo com uma frequência de mais de 77%, seguindo-se do quartzito com 15,2% e o sílex com apenas cerca de 5%.

Das 818 peças analisadas a classe que mais ocorre são as esquírolas com 36,8% seguindo-se dos fragmentos com cerca de 32% e as lascas inteiras com 12,7%.

4.2.1. Núcleos.A classe dos núcleos representa cerca de 5,5%

dos artefactos analisadas. Tipologicamente predominam os núcleos simples com um plano de percussão, seixos talhados e os bipolares. Ao nível da morfologia, é de salientar que mais de 22% apresentam uma percentagem de córtex entre os 50% e os 75%, cerca de 68% possui tratamento das

faces em crista e tipo de plataforma cortical e a esmagadora maioria apresenta como tipo de levantamento mais frequente as lascas com cerca de 90%.

4.2.2. Debitagem.No sítio Praia da Galé o total de artefactos do

grupo da debitagem perfaz os 172 sendo que 19,9% (163) são Lascas. Devido à baixa frequência de produtos alongados nesta colecção – Lâminas 0,4% (3); Lamelas 0,7% (3) – optou-se por não se analisar aqui estes artefactos

4.2.3. Lascas.Tal com no sítio anterior, a classe das Lascas é

o grupo da debitagem que representa uma maior frequência, assumindo um papel preponderante na análise lítica. São as lascas inteiras que adquirem uma maior percentagem com 12,7% assumindo os seus fragmentos proximais 7,1%.

Do estudo formal podemos dizer que mais de 35% não possuem córtex, sendo que a posição mais frequente, nas que o possuem, é o proximal com 23,9%.

Quanto à morfologia dos bordos o mais frequente é o desviado representando cerca de 50%. Relativamente ao talão o tipo liso é o mais abundante com 45,1%. O padrão dorsal mais usual é o unidireccional a partir do lado proximal com 77,5% sendo que o tipo de acabamento distal mais comum é o normal com cerca de 70,4%. Morfologicamente o tipo de secção mais frequente é o trapezoidal com 57,7%. Foi realizada também a média para as dimensões das peças obtendo-se: 27,27 mm no seu comprimento; 27,3 mm de largura; e 12,28 mm de espessura.

4.2.4. Utensílios Retocados.A classe dos instrumentos retocados representa

apenas 1,1% dos artefactos líticos que compõem o espólio recolhido sendo que os seus suportes são exclusivamente lascas. Quanto à morfologia desta classe, podemos dizer que cerca de 44% dos utensílios retocados são descorticais, sendo que quando apresentam córtex a sua posição mais comum é a proximal com cerca de 75%. Os tipos de bordos mais usuais nas peças são o paralelo, o desviado e o divergente, ambos com 22,2% e o tipo de talão mais frequente é o cortical com 66,7 %. O padrão dorsal mais frequente é o tipo unidireccional a partir do lado proximal, com cerca de 50% de ocorrências. O tipo de levantamento predominante são as lascas com 75% de frequência, sendo que a secção da peça mais usual é o do tipo trapezoidal com cerca de 75% A morfologia distal mais comum é o do tipo normal com 87,5%.

Tipologicamente os instrumentos retocados subdividem-se em três grupos: a utensilagem

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69A TECNOLOGIA LÍTICA NO TARDIGLACIAR DO ALGARVE – RESULTADOS PRELIMINARES

comum (Entalhes); raspadeiras (Fig.6) (Raspadeira simples sobre extremo de lasca; Raspadeira carenada atípica e Raspadeira afocinhada espessa); e os buris (Fig.7) (Buril diedro direito; Buril de ângulo sobre fractura; Buril diedro múltiplo). De salientar a ausência de utensilagem lamelar.

Fig.: 6. Utensílios – Raspadeiras, Praia da Galé.

Fig.: 7. Utensílios – Buris, Praia da Galé.

Fig.: 8. Remontagem de um termoclasto, Praia da Galé.

5. Cadeias Operatórias.5.1. Ponta Garcia.

As cadeias operatórias presentes, com a frequência de vários núcleos ortogonais, reflectem uma semelhança com as conhecidas na Estremadura portuguesa para um mesmo período cronológico. Os núcleos presentes resultam de diferentes estratégias de redução como unidireccional, bidireccional e bipolar, sendo este último tipo de estratégia (por se verificar em menor frequência na Estremadura portuguesa e pela grande frequência de peças esquíroladas) uma possível característica do Paleolítico Superior algarvio.

A produção de debitagem é essencialmente de lascas, contudo a presença de alguns produtos lame-

lares bem como os negativos de lamelas em núcle-os, parece apontar para uma produção de lamelas que seriam posteriormente transportadas para ou-tros locais.

Os utensílios retocados remetem-nos também para uma cronologia Tardiglaciar, como se pode ver pela frequência de vários tipos de raspadeiras (como carenada atípica, afocinhada plana e unguiforme) e buris (como diedro direito e diedro de ângulo). Ambas as classes são de pequenas dimensões com 26,92 milímetros de média para as raspadeiras e 28,95 milímetros de média para os buris.

5.2. Praia da Galé.As cadeias operatórias presentes, com a

frequência de vários núcleos simples com um plano de percussão, reflectem uma semelhança com as conhecidas na Estremadura portuguesa para um mesmo período cronológico. Os núcleos presentes resultam essencialmente de duas estratégias de redução – unidireccional e bipolar - , sendo este último tipo de estratégia (por se verificar em menor frequência na Estremadura portuguesa e como já se verificou no sítio de Ponta Garcia) parece ser uma possível característica do Paleolítico Superior algarvio.

A produção de debitagem é essencialmente de lascas.

Os utensílios retocados remetem-nos também para uma cronologia Tardiglaciar, como se pode ver pela frequência de vários tipos de raspadeiras e buris. Ambas as classes são de pequenas dimensões (largura), comparadas com as da Estremadura portuguesa com 28 milímetros de média de para as raspadeiras e 19,83 milímetros de média para os buris.

6. Conclusão.Ainda que parcialmente destruído através da

acção eólica e também antrópica e sem qualquer tipo de datação absoluta para Ponta Garcia (Vila do Bispo, Faro), um estudo mais aprofundado da sua indústria lítica, permite-nos o seu enquadramento cronológico no final do Pleistocénico, ou seja no período Tardiglaciar (última fase do Paleolítico Superior em Portugal, o Magdalenense), como se pode atestar pela presença de raspadeiras e buris de pequenas dimensões.

A frequência de lascas corticais, bem como elementos de manutenção e preparação do núcleo, aponta-nos para preparação in situ dos materiais. Esta ideia reflecte muito possivelmente a funcionalidade da ocupação deste sítio, como um sítio de oficina de talhe e produção de suportes lamelares que seriam posteriormente transportados para outros locais, como Vale Boi (Vila do Bispo)

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70CAROLINA MENDONÇA

localizado a cerca de 20 km a Este, fazendo assim parte de um complexo social organizado, intrincado e dinâmico.

O nível Magdalenense da Praia da Galé (Albufeira, Faro) encontrava-se intacto pelo que o estudo da sua indústria lítica permite-nos o seu enquadramento cronológico também no período Tardiglaciar, como se pode atestar pela presença de raspadeiras e buris de pequenas dimensões.

Também aqui a frequência de lascas corticais, bem como elementos de manutenção e preparação do núcleo bem como alguns seixos talhados e manuportes aponta-nos para preparação in situ dos materiais. Estes dados podem reflectir a provável funcionalidade da ocupação deste sítio, como um acampamento sazonal para utilização dos recursos marinhos (BICHO, 2003), sendo que a localização do sítio (a cerca de 100 metros da actual praia), a falta de água doce bem como a própria geologia do sítio, dunas de origem eólica, que não seriam favoráveis à implantação de grande vegetação, reflectem então a lógica desta ideia de utilização dos recursos marinhos.

Os recentes dados recolhidos no Algarve, nomeadamente no sítio de Vale Boi parecem apontar para que os recursos marinhos fossem “uma presença importante na dieta dos caçadores-recolectores do Algarve” (BICHO, 2003: 22).

7. Agradecimentos.Ao Professor Doutor Nuno Ferreira Bicho pela

cedência do material lítico, dos relatórios das escavações e do seu incansável auxílio no âmbito da tese de mestrado A Tecnologia Lítica do Tardiglaciar no Algarve (em desenvolvimento pela autora) dos quais fazem parte os sítios aqui apresentados.

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JIA 2008 ISBN: 978-84-92539-25-3 Pp.: 71-152

SESIÓN 2: Diálogos necesarios: Ciencias Auxiliares en

Arqueología

I Jornadas de Jóvenes en Investigación Arqueológica: Dialogando con la Cultura Material. UCM, 3-5 de septiembre de 2008.

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JIA 2008 ISBN: 978-84-92539-25-3 Pp.: 73-79

PASADO, PRESENTE Y FUTURO SOBRE LA REPRESENTACIÓN DEL RE-GISTRO LÍTICO PREHISTÓRICO. HACIA UNA NUEVA METODOLOGÍA:

DIBUJO TECNOLÓGICO ASISTIDO POR ORDENADOR

Daniel Rubio GilUniversidad Autónoma de Madrid; [email protected]

RESUMEN

El presente trabajo de investigación tiene como objetivo principal, presentar las nuevas herramientas y métodos de trabajo, que a nivel teórico-práctico, estamos desarrollando desde el Gabinete de Prehistoria de la UAM para el análisis, representación, documentación y publicación del registro del material lítico prehistó-rico. Desde nuestra perspectiva, consideramos necesario un cambio metodológico sustancial en la representa-ción y diseño del instrumental lítico, que permanece sujeto al dibujo a mano bidimensional diseñado por la Es-cuela Tipológica francesa de los años 60 y 70, y que en la actualidad se antoja insuficiente ante los constantes avances analíticos e interpretativos que se producen en el estudio del registro lítico prehistórico. Por tanto, este proyecto esta encaminado hacia la configuración de una alternativa metodológica en la representación de dichos artefactos a dos niveles diferentes. Por un lado, pretendemos profundizar en la realización del proceso de dibujo asistido por ordenador, mientras que por otro, consideramos imprescindible la introducción en el di-bujo “tradicional” de determinados elementos analíticos de carácter tecnológico, que nos permitan obtener una información más profunda y completa de las producciones líticas, que la ofrecida en la actualidad por el pre-dominante enfoque tipológico.

ABSTRACT

The present work of investigation, has as principal aim present the new tools and methods of work, which to theoretical - practical level, we are developing from the Departament of Prehistory of the UAM for the analysis, representation, documentation and publication of the register of the lithic material prehistoric. From our perspective, we consider a methodological substantial change to be necessary in the representation and design of the set of lithic instruments, that remains subject to the drawing to two-dimensional hand de-signed by the Typology School French of the 60s and 70s, and that at present one takes a fancy insufficiently before the constant analytical and interpretive advances that take are produced in the study of the lithic regis-ter prehistoric. Therefore, this project this one directed towards the configuration of a methodological alterna-tive in the representation of the above mentioned appliances to two different levels. On the one hand, we try to penetrate into the accomplishment of the process of drawing represented by computer, whereas for other one, we consider the introduction to be indispensable in the "traditional" drawing of certain analytical elements of technological character, which should allow us to obtain a deeper and complete information of the lithics pro-ductions, that the offered one at present for the predominant approach tipologico.

Palabras Clave: Dibujo tecnológico. Tecnología lítica. Aplicaciones informáticas. Fotogrametría (3D).

Keywords: Technological drawing. Lithic Tecnology. Computer applications. Photogrammetry (3D).

1. Introducción.Resulta evidente que desde hace algunos años,

los avances que se han producido en el campo de la informática y de las nuevas tecnologías han abierto un amplio abanico de posibilidades, en cuanto a su aplicación en el campo de la Arqueología se refie-re. Es innegable que muchas de estas aplicaciones están abriendo nuevas alternativas y vías de estudio en nuestra disciplina, con unos resultados cada vez más sólidos y prometedores de cara al futuro, sobre todo aquellas orientadas hacia el trabajo de campo de prospección y/o excavación -sirvan de ejemplo las múltiples aplicaciones del entorno de los S.I.G-. Sin embargo, no podemos obviar el fuerte estanca-miento existente en nuestro país desde las décadas de los 70-80, en cuanto a los métodos empleados

para el dibujo y representación de materiales arque-ológicos, y especialmente en el caso de la industria lítica tallada.

En este sentido, y aunque no sea el tema objeto de estudio en este trabajo, los mayores avances en la representación del registro material se han pro-ducido dentro del marco del estudio y análisis de objetos cerámicos (Prieto e Irujo, 2005), puesto que su definición como superficies de revolución ha fa-cilitado la experimentación con plataformas infor-máticas -programas CAD- enfocadas hacia la repre-sentación tridimensional de dichos objetos. Este tipo de propuestas y ensayos 3D para el dibujo de materiales cerámicos a supuesto un avance notable en lo referente al ámbito divulgativo, pero sin duda el gran obstáculo a superar es conseguir establecer

I Jornadas de Jóvenes en Investigación Arqueológica: Dialogando con la Cultura Material. UCM, 3-5 de septiembre de 2008.

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unos patrones de representación que permitan obte-ner resultados analíticos, que vayan más allá del simple hecho de obtener galerías virtuales en 3D de la tipología cerámica, y que incorporen la posible aplicabilidad de estas nuevas metodologías a los fragmentos de cerámica a mano y de cerámicas “comunes”, donde la exclusividad de las formas plantea una problemática importante con respecto a las producciones cerámicas estandarizadas.

Así pues, si bien es cierto que la aplicación de nuevas metodologías de representación gráfica se han ido instaurando y progresando paulatinamente en el ámbito del registro material cerámico, no goza de menor certidumbre la inmutabilidad que sufre en todos los sentidos, el método de dibujo utilizado para representar los restos líticos prehistóricos usa-do por la mayoría de los investigadores a escala pe-ninsular, el cual permanece anclado en las premisas de corte tipológico y morfológico formuladas en el seno de la escuela tipológica francesa durante la década de los 60 y 70 (Bordes, 1961, Dauvois, 1976, Benito del Rey y Benito Álvarez, 1998).

Por ello, el presente trabajo tiene como princi-pal objetivo mostrar algunas directrices prelimina-res que estamos desarrollando desde el Gabinete de Prehistoria de la UAM, con el fin de ofrecer nuevas vías para el análisis y la representación del registro lítico a todos los niveles, es decir, desarrollando por un lado un sistema de dibujo totalmente digital e informatizado, pero que a la vez implique un cambio metodológico substancial, donde la lectura tecnológica y diacrítica de las producciones líticas nos aporte una información más dinámica y com-pleta sobre las pautas tecno-económicas y conduc-tuales empleadas por la sociedades prehistóricas para la gestión de los recursos abióticos pétreos susceptibles de talla.

2. El cambio de forma (“De la plumilla al ra-tón”).

En primer lugar, resulta imprescindible moder-nizar los sistemas de registro y representación del registro material. Actualmente, en la mayoría de las publicaciones, seguimos sujetos al dibujo a mano bidimensional del material lítico, empleando para ello instrumentos de dibujo como el compás, diedro o la plumilla. En esta dirección, proponemos una renovación formal del sistema de dibujo, que ya ha sido esbozada con éxito por otros autores anterior-mente (Benito Álvarez, 2007: 1-24), donde el pro-ceso de dibujo de las piezas se realiza de forma in-tegra con métodos digitales.

Cabe destacar de manera positiva, que en el ar-tículo citado anteriormente, elaborado por J.M. Be-nito Álvarez, es el único trabajo existente con ca-rácter didáctico donde se dan unas pautas básicas y bien estructuradas para la iniciación en la represen-

tación gráfica asistida por ordenador de materiales líticos, empleando para ello el programa informáti-co Adobe Photoshop. Grosso Modo, podemos decir que el método empleado por este investigador con-siste en realizar un “calco virtual” de la pieza en 2D. Donde en un primer paso con la ayuda del ra-tón y/o lápiz digital va repasando y dibujando, en las vistas convenientes, los contornos y aristas o nervaduras de la pieza sobre un archivo tipo raster -fotografía digital o scaneado-. Posteriormente, se completa el proceso de dibujo con la realización del esquema diacrítico -códigos simbólicos interna-cionales-, o con el dibujo de las ondas de percusión de las diferentes extracciones, basándose en crite-rios técnicos y morfológicos de ruptura de los le-vantamientos - positivos, y negativos con o sin con-trabulbo y direcciones de percusión-, así como em-pleando la luz correcta -45º NW-, la semiología y los códigos aceptados internacionalmente (Dau-vois, 1976 y Inizan et al. 1995).

No nos cabe duda, de que el método presentado por J.M. Benito Álvarez es uno de los caminos co-rrectos a seguir para modernizar la representación del registro lítico a nivel formal. No obstante, y de acuerdo con él, es necesario explorar nuevas posi-bilidades de representación ante las constantes in-novaciones que se producen en el marco de la in-formática. Por ello, no solo estamos intentando pro-fundizar en el método expuesto anteriormente, sino que consideramos fundamental la exploración y ex-perimentación con otro tipo de programas informá-ticos -programas vectoriales y sofwares gratuitos-, valorando tanto su grado de aplicabilidad como sus ventajas y límites.

En cuanto al método de dibujo asistido por or-denador -con Adobe Photoshop- descrito anterior-mente, se puede decir que aporta una serie de ven-tajas notables con respecto al método tradicional a mano, siendo la principal de ellas que goza de una mayor precisión en la delineación contornos y aris-tas, y sobre todo la reducción del tiempo empleado para la realización del dibujo, así como su facilidad a la hora de corregir posibles errores durante el proceso de diseño. No obstante, creemos conve-niente analizar todas las posibilidades que nos ofre-cen las versiones más actuales de este programa -Photoshop CS 3-. Desde nuestra perspectiva, y a tenor de los primeros ensayos realizados, tenemos la convicción de que se pueden reducir de forma considerable los tiempos de ejecución del dibujo con respecto a los estudios realizados hasta el mo-mento (Benito Álvarez, 2007: 1-24). Para lograr esta optimización del trabajo, planteamos un mode-lo de dibujo digital derivado del trazado por J.M. Benito Álvarez, pero que presenta dos innovacio-nes importantes.

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75PASADO, PRESENTE Y FUTURO SOBRE LA REPRESENTACIÓN DEL REGISTRO LÍTICO PREHISTÓRICO

Por un lado, estamos trabajando sobre como ob-tener los contornos y aristas de una forma automáti-ca sin necesidad de calcarlos con el ratón o pen di-gital. Para ello, el sistema empleado se basa en la realización de varias fotografías de la pieza en sen-tido perimetral -360º en torno al objeto- y con dife-rente iluminación. Posteriormente, esta secuencia de imágenes es tratada con las herramientas de Adobe Photoshop para la consecución del contorno y nervaduras de la pieza. Los primeros resultados obtenidos con este proceso, nos muestran como vir-tud principal que la delineación de los bordes es mucho más precisa que con el ratón, pero sobre todo el tiempo de consecución de las aristas princi-pales de la pieza se reduce prácticamente a la mitad con respecto al método que emplea el repaso digital con el pincel por encima de la fotografía (Fig. 1).

Fig.: 1. Proceso de dibujo tecnológico.

La segunda novedad en la que estamos investi-gando, va encaminada hacia el perfeccionamiento a la hora de dibujar las ondas de percusión de las ex-tracciones. Puesto que estas siguen realizándose “a mano digital”, es decir, lo único que cambia es que en vez de dibujarse con la plumilla de tinta china se emplea la tablet y el pen analógico, pero al fin y al cabo siguen trazándose a mano, por lo que el tiem-po empleado no difiere mucho del sistema tradicio-nal, siendo incluso discutible cual es más rápido dependiendo de la destreza del dibujante, eso si con la ventaja de que con el proceso digital podemos retroceder inmediatamente en caso de equivoca-ción. Por ello, nuestra principal aportación en este sentido esta enfocada hacia la elaboración de una

amplia gama de pinceles y tramas “standard” que nos permitan dibujar con el ratón de forma casi au-tomática el relleno de las extracciones. De esta for-ma, no solo podremos agilizar mucho el proceso de dibujo, sino que no seremos tan dependientes de la destreza técnica y artística -que no de formación en el estudio y lectura del utillaje lítico, la cual es im-prescindible- que posea el dibujante, por lo que el método será accesible a un colectivo mucho mayor, llegando a ser una verdadera representación cientí-fica de carácter técnico y no artístico.

En definitiva, los avances presentados en este apartado están orientados hacia el cambio de forma en la representación del registro lítico, siendo nues-tra propuesta la elaboración de un método sistemá-tico de dibujo en 2D asistido por ordenador, que

nos permita disminuir el tiempo de realización, me-jorar la precisión y crear un marco didáctico/divul-gativo moderno, acorde con los avances que se pro-ducen permanentemente en nuestra disciplina.

3. El cambio de fondo (“De la Tipología a la Tecnología”).

Como ya se ha explicado anteriormente existe un persistente arraigo por el dibujo a mano, que ac-tualmente intentamos replantear con la introduc-ción de nuevos métodos de dibujo digitalizados, pero la problemática en la representación de los materiales líticos va más allá del mero hecho for-mal de realización. Existe un problema de fondo, de carácter metodológico, que a día de hoy supone

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un gran escollo para el progreso en el conocimiento e interpretación del registro lítico prehistórico.

Tras la superación de las primeras ilustraciones de carácter artístico de los útiles líticos, imperantes desde finales del siglo XIX hasta mediados del S. XX (Siret, 1891), se produce una sistematización importante para el estudio y representación de las industrias líticas prehistóricas. Esta renovación teó-rica tiene su origen en la escuela tipológica france-sa (Bordes, 1961), cuya principal aportación fue encuadrar cronoculturalmente los diferentes útiles líticos, basándose para ello en la identificación morfológica de “fósiles directores”, que por atribu-tos comparativos y/o relacionales caracterizaban un periodo u otro, y que dio lugar a lo que hoy deno-minamos como tipología lítica. Es en este marco ti-pológico, donde se produce la sistematización del dibujo de las industrias líticas talladas, cuyo princi-pal representante fue M. Dauvois (1976). El méto-do propuesto por este investigador se basa en la re-presentación a mano de las piezas en proyección ortogonal y con las vistas pertinentes, siendo el re-sultado lo más fidedigno posible. Los dibujos reali-zados correctamente mediante esta sistemática nos ofrecen una información relevante acerca de la morfometría y volumen de la pieza, así como de las direcciones de percusión y la existencia o inexis-tencia de bulbos y contrabulbos, pero siempre den-tro de la concepción tipológica.

En las décadas posteriores y hasta la actualidad, se han ido desarrollando nuevas líneas analíticas han ido enriqueciendo positivamente al estudio del registro lítico. Caben destacar el enfoque funciona-lista anglosajón (Binford, 1968), la corriente trace-ológica (Semenov, 1957) o la Tipología analítica (Laplace, 1964). Todas estas nuevas tendencias in-terpretativas, así como sus múltiples adaptaciones y derivantes, han abierto nuevas vías de análisis que cuestionan muchas de las premisas del modelo ti-pológico dominante. Sin embargo, en cuanto se re-fiere a los métodos de dibujo y representación de las piezas líticas no presentaron ningún cambio ni recibieron crítica alguna, siguiendo así inmutables desde la sistematización realizada por M. Dauvois (1976).

En los últimos años, la aparición de nuevas perspectivas analíticas hace imprescindible el re-planteamiento de nuevos métodos de estudio que nos permitan obtener una información diferente y más exhaustiva del registro lítico. Es el caso de la postura interpretativa que nosotros respaldamos, la tecnología lítica (Boëda, 1988, Geneste, 1991, etc ), y cuyo principal exponente en nuestro país es J. Baena Preysler. Es desde este análisis tecnológi-co y el contraste experimental, desde donde pode-mos llegar a obtener un conocimiento más global

de las estrategias, comportamientos y conocimien-tos implícitos en el registro lítico (Baena y Cuarte-ro, 2006: 146-150), superando así la visión reduc-cionista ofrecida por los estudios tipológicos sus-tentados en la comparativa.

Esta renovación metodológica, no solo afecta al análisis y estudio de los materiales, sino también a la información que se debe plasmar en las represen-taciones de los dibujos del material lítico (Simón y Cortés, 1996: 94 -96).

Que duda cabe, de que la sistematización del di-bujo del material lítico formulada por M. Dauvois (1976), y adoptada en nuestro país por la mayoría de investigadores, destacando entre estos L. Benito del Rey y Benito Álvarez (1998c), goza de una aceptación y solidez que no es fruto de la casuali-dad, de ahí su vigencia durante varias décadas sin revisión alguna. En consecuencia, no es nuestro ob-jetivo desmantelar este método de una forma tajan-te y radical, ni tampoco pretendemos contribuir al caos de nuestra disciplina innovando o reformulan-do los convencionalismos simbólicos internaciona-les consensuados para el dibujo del material lítico. Nuestra propuesta investigadora, va dirigida hacía la complementación del método existente, introdu-ciendo en él determinados elementos tecnológicos presentes en el registro lítico que nos aportan una información relevante y global a nivel tecnoeconó-mico (Fig. 1), y que es ignorada o no interpretada en la mayoría de los dibujos publicados en la actua-lidad.

Dentro de este cambio que proponemos en el grafismo de los artefactos líticos, la alternativa que plantemos consta de un cambio metodológico en la concepción del dibujo, el cual ha sido estructurado como un proceso con tres niveles o categorías bien diferenciadas (Baena y Cuartero, 2006: 145-160):

a) El diseño inicial: decidiremos las vistas a re-presentar y el modelo de proyección que utilizare-mos -francés o anglosajón-. Intentaremos plasmar lo más objetivamente posible los elementos princi-pales de la pieza -contorno, aristas y extracciones-. Es en este momento cuando representaremos los elementos tecnológicos que consideramos impor-tantes: estrías en borde que indican posteriodad de una extracción sobre otra (Fig. 2); escamas bulba-res; intersecciones de extracciones; morfología co-rrecta de las intersecciones; ruptura morfológica entre extracciones (Fig. 2), etc. Para la incorpora-ción de estos estigmas tecnológicos es imprescindi-ble la combinación del dibujo y la fotografía.

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77PASADO, PRESENTE Y FUTURO SOBRE LA REPRESENTACIÓN DEL REGISTRO LÍTICO PREHISTÓRICO

b) El diseño analítico: no consiste en representar exclusivamente las piezas características, ni hacerlo de una manera en que solo destaque la representa-ción de rasgos técnicos, sino que el diseño analítico consiste en realizar una lectura diacrítica de la pie-

za, obteniendo así una representación esquemática que nos permita analizar el orden de producción y manufactura del objeto lítico (numeración de ex-tracciones de las más antiguas a las más recientes). Por otro lado, el diseño analítico no solo se limita a la elaboración del esquema diacrítico de talla, sino que debemos incorporar una serie de dibujos com-plementarios que nos aportan otros datos signifi-cantes. Es el caso de la elaboración de composicio-nes de contornos superpuestos (Fig. 2), esquemas de talla sobre formas primitivas 3D, topografía de la pieza, etc.

c) La interpretación: una vez realizada la lectura diacrítica de la pieza, pasaremos a realizar la inter-pretación de la misma. Para desarrollar este proceso de explicación del material, y siempre que sea posi-ble, procederemos a agrupar la ordenación de las extracciones en series (explotación o configura-ción) y secuencias de talla. Este proceso interpreta-tivo es necesario plasmarlo gráficamente, para ello el método más utilizado es representar con un de-gradado en escala de grises las diferentes series de talla acompañado de una leyenda explicativa (Fig. 1).

A modo de conclusión, podemos afirmar, que estimamos necesaria una renovación metodológica de fondo en la representación gráfica del registro lí-tico prehistórico. En este sentido, la alternativa que proponemos al sistema de dibujo tradicional de

concepción tipológica predominante, esta orientada hacía la confección de patrones sistemáticos de re-presentación del material lítico, sustentados en la asimilación de los elementos de estudio tecnológi-cos y experimentales, y cuyo resultado gráfico que-

da plasmado en el dibujo analítico y la lectura dia-crítica, que sin duda nos proporcionan una infor-mación más objetiva e integral sobre el utillaje líti-co, que la prestada hasta el momento por los enfo-ques interpretativos sujetos a modelos/tipos defini-dos a priori (Baena y Cuartero, 2006: 145-147 ).

4. Una mirada hacia el futuro: representa-ción y análisis 3D.

Uno de los mayores retos de la representación del registro lítico es reproducir gráficamente de for-ma correcta la reconstrucción tridimensional del objeto. El principal inconveniente reside, en que a diferencia de lo que sucede con las producciones cerámicas, cada pieza lítica posee unas característi-cas morfológicas y volumétricas únicas y exclusi-vas. Este hecho dificulta mucho la creación de un método sistemático válido para cualquier objeto lí-tico. Sin embargo, y gracias a la colaboración inter-disciplinar que mantenemos con los departamentos de Fotogrametría de la UVA y la UPM, estamos iniciando un programa de investigación destinado a la aplicación de herramientas informáticas y tecno-lógicas de última generación a la representación y análisis 3D del material lítico.

Reiterando que todavía estamos en una fase em-brionaria de exploración del potencial que nos aportan estas nuevas técnicas, nuestro trabajo ha ido dirigido hacia la aplicación de principios foto-grámetricos (mediante reconstrucción 3D a partir

Fig.: 2. Elementos diagnósticos tecnológicos (derecha) y dibujo analítico (izquierda).

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de fotografía y Láser Scanner) para la restitución 3D de materiales (Fig. 3).

Las primeras impresiones y resultados obteni-dos son muy positivos, entre los que cabe destacar los siguientes aspectos:

- Gran precisión (0,5-1micras): se consiguen re-producciones virtuales 3D prácticamente exactas a las piezas originales.

- Agilidad del método: además de ser muy pre-ciso, las reconstrucciones 3D son muy rápidas (unos 15-20 minutos por pieza).

- Versatilidad del modelo 3D: el objeto 3D ob-tenido podemos manipularlo y utilizarlo con dife-rentes finalidades.

A tenor de esta primera aproximación metodo-lógica, creemos factible poder conseguir una repre-sentación tecnológica y analítica en 3D de las in-dustrias líticas talladas. La consecución de una co-rrecta representación en 3D, se antoja fundamental si queremos superar los fuertes condicionantes que tiene el sistema de dibujo en 2D de proyección or-togonal. El principal límite del dibujo bidimensio-nal radica, en que por mucho que nos esmeremos en representar de una forma real y fidedigna los ob-jetos líticos, el volumen otorgado por el dibujante a la pieza siempre es subjetivo y dependiente de la lectura interpretativa del investigador, así como de la mayor o menor destreza artística que se posea para su manufactura.

En consecuencia, la obtención de modelos 3D precisos, se presenta no solo como una solución

para lograr obtener el volumen real de los materia-les líticos, sino que además nos abre un amplio marco de posibilidades analíticas para su estudio volumétrico, que tanta relevancia tiene en determi-nadas producciones y esquemas operativos (como por ejemplo en las explotaciones levallois, Boëda, 1988). Por otro lado, para que estas propuestas de

representación tridimensional puedan desarrollarse con éxito, es imprescindible fomentar la consolida-ción de medios de publicación virtuales que con-templen la inserción de representaciones 3D anexas al texto.

5. Reflexiones finales.Mediante el trabajo de investigación aquí pre-

sentado, y que aun se encuentra en fase de desarro-llo y maduración, se pretende impulsar la modifica-ción y renovación del sistema de dibujo empleado para el registro material lítico prehistórico, el cual permanece inmutable en nuestro país desde los pos-tulados teóricos formulados por la escuela tipológi-ca francesa de los años 60 y 70. La persistencia temporal tan prolongada del método de representa-ción tipológico, está originando un desfase acentua-do entre la adopción de nuevos enfoques y métodos interpretativos para el registro lítico, y la forma de reflejar adecuadamente estos progresos analíticos a nivel gráfico. Consideramos por tanto, de necesi-dad obligada, ajustar el método de representación a las nuevas corrientes de investigación.

Ante esta tesitura, nuestra propuesta gráfica está dirigida hacia el cambio metodológico en el dibujo de los conjuntos líticos a dos niveles diferentes. En primer lugar, planteamos una evolución formal, donde la sistematización del dibujo asistido por or-

Fig.: 3. Modelo 3D y análisis volumétrico.

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79PASADO, PRESENTE Y FUTURO SOBRE LA REPRESENTACIÓN DEL REGISTRO LÍTICO PREHISTÓRICO

denador sustituya al dibujo a mano tradicional, con el fin de obtener representaciones más precisas en el menor tiempo posible. Por otro lado, es indispen-sable una renovación metodológica de fondo, que desde nuestra perspectiva debe estar marcada el es-tudio de los materiales líticos desde la reconstruc-ción tecnológica y experimental. Por ende, es desde el ámbito metódico de la tecnología lítica, de donde pretendemos diseñar nuevos patrones de represen-tación fundamentados en la lectura diacrítica, el di-seño analítico y la interpretación tecnológica. Este modelo analítico-gráfico nos permite obtener una reconstrucción más exhaustiva, objetiva y global del proceso de gestión y producción de los recursos líticos (Baena y Cuartero, 2006: 145-160), superan-do así la visión parcial e insuficiente que se vislum-bra en los estudios de carácter tipológico.

Por último, e insistiendo en que nos hallamos en una fase inicial de la investigación, tenemos la convicción de que la aplicación de nuevas técnicas y tecnologías 3D (fotogrametría y Láser scanner) al dibujo de las industrias líticas talladas, nos permiti-rá en un futuro no muy lejano, generar nuevos mé-todos de representación y análisis, que no solo se-rán más rápidos y precisos que los dibujos bidi-mensionales empleados hasta hoy en día, sino que nos abrirán nuevas vías de exploración tanto a nivel científico como divulgativo.

Finalmente, solo comunicaros, que la propuesta metodológica de dibujo del material lítico plantea-da en este artículo no es un programa hermético, sino que esta abierto a sugerencias, aportaciones y críticas, puesto que tengo la confianza que sea des-de el espacio de la discusión constructiva entre es-pecialistas, lo que nos enriquezca en este campo y nos ayude a progresar hacia la modernización de nuestra disciplina.

Agradecimientos.En primer lugar, agradezco al profesor Javier

Baena Preysler el apoyo prestado desde mi llegada a la UAM para desarrollar mi proyecto de investi-gación que versará sobre el dibujo del material líti-co, así como sus aportaciones y la lectura crítica re-alizada en este artículo. Por otro lado, agradecer también a los compañeros Felipe Cuartero Montea-gudo y Diego Martín Puig su atención, colabora-ción y ayuda permanente, no solo en la elaboración de este texto, sino en el trabajo diario que realiza-mos.

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JIA 2008 ISBN: 978-84-92539-25-3 Pp.: 81-86

TECNOLOGÍA Y FUNCIONALIDAD: DIALOGANDO CON LAS TRAZAS

Ignacio Martín LermaLaboratorio de Estudios Paleolíticos, Departamento de Prehistoria y Arqueología, UNED; [email protected] Bárbara Avezuela AristuLaboratorio de Estudios Paleolíticos, Departamento de Prehistoria y Arqueología, UNED; [email protected]

RESUMEN

Con el fin de obtener una visión más amplia y certera de las actividades desarrolladas por los grupos humanos del Paleolítico superior, la arqueología experimental se viene configurando, en los últimos años, como parte esencial de cualquier investigación prehistórica. En este trabajo se presenta el diseño, la realiza-ción y los resultados de diferentes protocolos experimentales, que responden a cuestiones tanto de tipo tecno-lógico como funcional, con el objetivo de elaborar una serie de criterios que nos permitan obtener información sobre las trazas de fabricación y de uso presentes en los materiales arqueológicos.

ABSTRACT

With the finality of obtaining an ampler and accurate perspective of the activities carried out by the human groups in the Upper Palaeolithic, experimental archaeology becomes, in the last years, like essential part of any prehistoric investigation. We present in this work the design, development and results of different experimental programs that respond to technological and functional questions with the objective of elabora-ting a list of criteria that provide us with information about technological as well as wear traces presents on ar-chaeological materials.

Palabras Clave: Arqueología experimental. Tecnología. Funcionalidad. Paleolítico superior.

Keywords: Experimental archeology. Technology. Functional analysis. Upper Palaeolithic.

1. Introducción.La experimentación es un preámbulo indispen-

sable para el estudio sistemático de cualquier obje-to arqueológico, ya que proporciona una gran ayu-da a la hora de comprender e interpretar los estig-mas presentes en las piezas que encontramos en las colecciones arqueológicas. Nos ayuda a entender los mecanismos de transformación intencionales que actúan sobre una materia prima. Es decir, nos proporciona los códigos para descifrar cuál es la in-teracción de los tres parámetros que tradicional-mente definen la técnica utilizada para la obtención del objeto deseado: modo de actuar sobre la mate-ria, tipo de útil y sus características (morfología, peso, características de parte activa…) y gesto, la unidad dinámica elemental de la cadena operativa: orientación, dirección, intensidad, etc (Pigeot, 1991; Averbouh 2000; Provenzano, 2004; Bonte y Izard, 2005). De la acción de estos tres parámetros se materializan sobre la materia prima una serie de estigmas característicos en los que el tipo, la orien-tación y la organización son el resultado de la téc-nica utilizada y se pueden asociar directamente a ésta.

El objetivo de este trabajo está encaminado a

dar respuestas a la gran cantidad de interrogantes que presentan los asentamientos paleolíticos; con-cretamente el yacimiento en el que se centra este estudio es el abrigo magdaleniense de La Peña de Estebanvela (Ayllón, Segovia).

2. Método experimental. Como ya hemos apuntado, para el análisis de

los útiles prehistóricos, es correcto acudir a la expe-rimentación como forma de comprender los aspec-tos tecnológicos -¿Cómo fue hecha la pieza?- y los traceológicos -¿de qué manera fue usada?-. Se trata así, de comprender las actividades prehistóricas, en las cuales la elección del instrumento es un factor de primer orden respecto a su adaptación y funcio-namiento.

Todas las variables del protocolo experimental deben estar perfectamente adecuadas a las condi-ciones específicas del yacimiento a estudiar, aten-diendo a las tres fases de la cadena operativa: selec-ción de la materia prima, proceso tecnológico y funcionalidad del mismo.

Con respecto a este aspecto, la función de los útiles líticos se verifica a través del análisis micros-cópico, identificando las trazas dejadas por los úti-

I Jornadas de Jóvenes en Investigación Arqueológica: Dialogando con la Cultura Material. UCM, 3-5 de septiembre de 2008.

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les en contacto con una materia y según un gesto determinado (fig. 1). La caracterización de estas huellas se establece mediante el método experimen-tal, capaz de reproducir una serie de trabajos aso-ciados a los grupos humanos prehistóricos. Para tal reconocimiento, se realiza un programa experimen-tal especificando las distintas actividades a desarro-llar. La importancia de un cuerpo metodológico bien construido es requisito imprescindible para la correcta identificación de las huellas (Gutiérrez Sáez, 1996).

En este programa experimental se ha optado por estructurarlo en base a un método replicativo, con la creación de una colección de referencia que identifique el uso de un útil prehistórico y la deter-minación de su funcionalidad con respecto a la adaptabilidad de un trabajo concreto. Para el caso de las perforaciones sobre moluscos también se ha atendido a las huellas tecnológicas generadas sobre éstos.

Consta así de actividades que se suponen pro-pias del Paleolítico superior final tales como cortar, cepillar, serrar, grabar, horadar o rebajar asociadas a la caza con arco, el desollado, descarnado y des-cuartizado de animales, la preparación de pieles o la elaboración de adornos-colgantes sobre molus-cos.

Fig.: 1. Experimentación con madera, hueso, asta y piel, y sus respectivas huellas de uso a 200 x (Foto: I. Martín).

3. Materias primas.En todo estudio traceológico es determinante

un control preciso de los elementos que actúan du-rante la experimentación (Semenov, 1964; Odell, 1977; Keeley, 1980; Anderson-Gerfaud, 1981; Moss, 1983; Plisson, 1985; Mansur-Franchomme, 1986; Beyries, 1987; Unger-Hamilton, 1988; Gra-ce, 1989; Yamada, 1993): las variables indepen-dientes (aquellos factores que interaccionan entre sí durante el uso; son la materia prima, la materia tra-bajada, el gesto y el tiempo) y las trazas que gene-ran (variables dependientes). Es imprescindible re-alizar un registro exhaustivo de todos los datos ge-nerados durante la experimentación mediante fi-chas. El siguiente paso sería la aplicación de estos conocimientos al material arqueológico.

Para el desarrollo del presente estudio se ha rea-lizado un repertorio compuesto por 105 útiles simi-lares a los documentados en La Peña de Estebanve-la. El sílex empleado procede principalmente de los afloramientos situados en las inmediaciones del ya-cimiento, aunque también ha sido utilizado el de Casa Montero (Vicálvaro, Madrid), que guarda re-lación geológica con los niveles neógenos del sílex de Estebanvela (Bustillo Revuelta y Pérez Jimé-nez, 2005).

Las materias trabajadas han sido la madera (pino, roble, tejo o boj, tanto en estado seco como fresco), el hueso (de vacuno y caprino, en estado fresco, seco, remojado y cocinado), el asta (siendo la de ciervo la más empleada, bien en estado seco, bien humedecido o remojado), la carne (tareas de desollado, descarnado y descuartizado en animales como la oveja), la piel (trabajada en estado seco, fresco, y en ocasiones humedecido, y las diferen-cias que provocan la aplicación previa de abrasivos como óxidos de hierro o ceniza), piedra (sobre cali-zas, areniscas y pizarras) y tendones (para cordajes). Para el caso de los moluscos se han se-leccionado diferentes especies de gasterópodos y bivalvos

Importante también es la evaluación del gesto, ya que condiciona de manera directa el tipo de hue-llas a desarrollar. La actividad es la forma en la que el útil ha transformado la materia, y todo instru-mento sometido a un esfuerzo concreto, desarrolla un tipo específico de trazas, cuya lectura correcta nos permitiría identificar tanto el material como la acción desempeñada (González Urquijo y Ibáñez Estévez, 1994). Los gestos más comunes han sido cortar, serrar, cepillar, raspar, golpear, ranurar, gra-bar, perforar y, en las actividades cinegéticas, lan-zar. Hemos determinado siempre un tiempo de 60 minutos de trabajo, con el objetivo de establecer una variable perfectamente comparativa.

De especial interés han sido las cuestiones refe-rentes a la caza (fig.2). Se ha efectuado un elevado número de disparos con el objetivo de consolidar una base metodológica, controlando aspectos como la penetración en el cuerpo del animal, la distancia de tiro, el ángulo respecto al eje de simetría del ar-quero o la disposición y el número de hojitas de dorso. El arco empleado, de 60 libras aprox., partió de un tronco de Fraxinus fresnus, al igual que las flechas, y ambos han sido elaborados con láminas y buriles de sílex. Las hojitas de dorso han sido em-pleadas para insertarlas como filo lateral. Los asti-les han mostrando gran durabilidad y resistencia, al igual que la cola natural elaborada a partir de re-sina de pino, cera natural de abeja y madera de boj carbonizada.

La fase posterior al desarrollo del programa ex-

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perimental es el estudio del comportamiento de las variables independientes y de su influencia sobre las dependientes. De esta manera se generan cuatro grandes grupos de huellas: el pulimento (capa bri-llante, situada sobre el borde activo, y que, en caso de un desarrollo extremo, es observable a simple vista), las estrías (asociadas a la interpretación del gesto y que podrían definirse como surcos, depre-siones o adiciones que se producen sobre la super-ficie de los bordes usados), el embotamiento (re-dondeamiento que sufren el filo, las aristas y zonas elevadas de la microtopografía silícea, a causa de la abrasión producida durante la acción) y los descon-chados (negativos de las esquirlas, o pequeñas me-lladuras, que se van generando durante el trabajo como respuesta a la tensión que sufre la pieza en contacto con la materia trabajada).

Fig.: 2. Experimentación de caza con hojitas de dorso en-mangadas lateralmente (Foto: I. Martín).

4. Un caso concreto: las perforaciones so-bre moluscos.

Las especies seleccionadas para realizar la ex-perimentación se han escogido en base a su exis-tencia en la muestra representada en La Peña de Es-tebanvela; su existencia en yacimientos de la mis-ma cronología y atendiendo al diferente grosor y dureza de sus conchas. Estas especies son: Littori-na obtusata, Littorina littorea, Columbella rustica, Nassarius reticulatus, Conus mediterraneus, Gib-bula cineraria, Cerithium vulgatum, Patella caeru-lea y Cerastoderma edule.

Para realizar las perforaciones hemos empleado bu-riles, golpes de buril y perforadores confeccionados en sílex, dos tipos de arenisca, una de grano fino y otra de grano grueso, y por último hemos intentado realizar alguna perforación con una punta de hueso hecha por nosotros mismos aunque nos ha sido im-posible lograr nuestro objetivo.

Las técnicas que hemos empleado en la experi-mentación para llevar a cabo las perforaciones, son técnicas ya descritas por otros autores (Francis,

1982; D'errico, 1993; Taborin, 1993; Yerkes, 1993; Soler Mayor, 2001; Vanhaeren, 2002), y algunas han funcionado, pero otras, aunque han sido descri-tas por alguno de los nombres mencionados no han podido realizarse con éxito.

En primer lugar, las técnicas que hemos utiliza-do son las denominadas técnicas de desgaste, que son aquellas que llevan, por medio de una presión, a la eliminación progresiva de finas partículas de materia. Unas pueden proceder sólo en la superficie (técnicas de desgaste superficiales como el raspado y la abrasión) y otras profundizando más en la ma-teria (técnicas de desgaste en profundidad como el serrado o las incisiones) (Averbouh 2000; Proven-zano, 2004). Algunas de estas técnicas pueden ser-vir como preparación para una posterior perfora-ción y todas ellas pueden perforar por sí solas así como ser combinadas:

Percusión directa: Es una técnica muy traumáti-ca y sólo la hemos practicado sobre un ejemplar de Littorina litorea que se ha fracturado. El tamaño y la consistencia de los ejemplares elegidos para la experimentación no permiten el uso de esta técnica, pero no la descartamos para la perforación de otros ejemplares, sobre todo bivalvos, como ya han he-cho otros autores con éxito (D'errico et al., 1993)

Percusión indirecta: Es una técnica menos trau-mática que la anterior, ya que permite delimitar me-jor el espacio donde se quiere conseguir la perfora-ción. La percusión indirecta se puede realizar tanto desde el exterior como desde el interior de las con-chas, siempre teniendo en cuenta en los gasterópo-dos las dimensiones de la abertura natural de éstos. Hemos realizado percusiones indirectas desde el in-terior de 6 ejemplares y desde el exterior de 7. En dos casos no hemos conseguido realizar la perfora-ción ya que la Littorina obtusata que estábamos perforando se ha roto, una vez desde el interior de la abertura y otra desde el exterior.

En todos los casos se han utilizado perforadores y un percutor duro en cuarcita de unos 100 gramos. Los contornos obtenidos en su mayoría, han sido irregulares aunque en dos casos estos han estado determinados por la forma de la punta del perfora-dor y la forma obtenida ha sido triangular. Las sec-ciones son en todos los casos irregulares.

Los orificios obtenidos varían su tamaño desde los 1,2 o 1,4 mm del Conus y la Cerastoderma, es-pecies cuya concha es mucho más dura que las de otras especies como la Littorina litorea en la que hemos obtenido una perforación de 6 mm.

En cuanto a las trazas microscópicas que pode-mos observar, en la superficie de ataque nos encon-tramos con fisuras y levantamientos de todo tipo aunque la tendencia generalizada son los levanta-

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mientos aislados y los microlevantamientos. Sin embargo en la superficie opuesta encontramos justo lo contrario, una tendencia a los levantamientos continuos, acompañados, eso sí, de fisuras.

Fig.: 3. 1a/b, presión desde el interior de un gasterópodo. 2a/b, presión desde el exterior de un gasterópodo. (Foto: B. Avezuela).

Presión (fig.2): Hemos realizado16 perforacio-nes por presión, 12 de origen interno y 4 de origen externo. En 3 casos, desde el interior de una Litto-rina litorea, desde el interior de una Littorina obtu-sata, desde el interior de una Patella y desde el in-terior de una Gibbula no hemos conseguido nuestro objetivo.

Los útiles empleados han sido perforadores de distintos tamaños y un buril. En los 13 ejemplares en los que hemos obtenido con éxito la perforación el contorno conseguido ha sido en dos de los casos tendente a una forma redondeada, sin embargo en el resto de ejemplares la forma ha sido poligonal, casi triangular, siempre condicionado por la sec-ción de la punta de los útiles líticos que hemos usa-do, y en ocasiones la perforación sigue las líneas de estructura de la concha. Encontramos fisuras y le-vantamientos tanto en la superficie de ataque como en la opuesta y la sección es irregular.

Abrasión (fig.3): Hemos practicado abrasiones sobre 7 ejemplares, esta técnica sólo se puede eje-cutar desde el exterior de las conchas. Lo que si puede variar es el abrasivo que utilicemos, en nues-tra experimentación hemos usado arenisca de grano fino y de grano grueso y su uso se ha traducido en estrías de diferente calibre. Otra variable que he-mos utilizado es el gesto escogido para realizar la abrasión, es decir dándole la movilidad a la concha o a la arenisca, en ambos casos hemos obtenido so-bre la superficie estrías organizadas paralelamente, pero en el segundo de los casos el proceso ha sido más largo.

Las perforaciones obtenidas adoptan un contor-no circular que viene dado por la morfología con-vexa de la superficie de los moluscos, su sección es lineal. Las estrías de la superficie de trabajo siguen la orientación de los gestos ejecutados: cruzadas, circulares, paralelas…

Rotación: Realizada sobre 7 gasterópodos y dos bivalvos. Hemos conseguido realizar una perfora-ción con esta técnica desde el interior de la abertura de una Littorina litorea, pero la técnica no es fácil

Fig.: 4. Perforación por abrasión desde el exterior de un gasterópodo. (Foto: B. Avezuela).

de ejecutar desde esta posición ya que la capacidad de maniobra dentro de la abertura no es mucha.

El resto de perforaciones han sido por rotación externa semicircular y para ello hemos usado perfo-radores de distinto tamaño. El contorno obtenido ha sido circular y la morfología cónica en todos los ca-sos menos en el obtenido desde el interior de la Lit-torina, quizás porque desde esa posición no se con-trola tanto el movimiento. Observamos estrías de útil en las paredes de la perforación y levantamien-tos tanto en la superficie de acción como en la opuesta.

Serrado: La última técnica la hemos realizado sobre el dorso de dos ejemplares de gasterópodos con el filo de dos lascas. El resultado han sido dos surcos alargados, cónicos rectos, con estrías de útil en las paredes de la perforación y levantamientos en la cara opuesta.

5. Reflexión final.Hasta el momento los análisis de huellas de uso

que se han aplicado a diferentes colecciones arque-ológicas están ayudando a obtener una mejor com-prensión de los asentamientos prehistóricos. Entre otras cuestiones se han abordado las relaciones en-tre la morfología de los instrumentos y su función (demostrándose muchas veces una amplia diversi-dad funcional), la compresión global de las cadenas operativas (incluyendo temas relativos a la selec-ción y gestión de los recursos líticos, así como la utilización de materias trabajadas, algunas de las cuales, caso de las orgánicas, no dejan evidencias en el registro arqueológico), el carácter de la ocu-pación (gracias a la interacción entre los estudios tecnológicos y funcionales se han permitido poner en evidencia la ruptura o la continuidad de los pro-cesos de trabajo de un yacimiento) y la distribu-ción de determinados ítems tipo-tecnológicos y funcionales, aportan información sobre la delimita-

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85TECNOLOGÍA Y FUNCIONALIDAD: DIALOGANDO CON LAS TRAZAS

ción de áreas de actividad, enfocando los diferentes aspectos del macro y microespacio. Gracias a estos aspectos, se está arrojando luz a problemas especí-ficos que son fundamentales para un mejor conoci-miento de esta etapa final del Paleolítico superior (Martín Lerma et al., e.p).

Somos conscientes de que la confrontación en-tre material experimental y piezas arqueológicas ofrece todas las limitaciones y dificultades que su-pone la aplicación de este tipo de análisis sobre el material arqueológico. En primer lugar no es lo mismo observar unas trazas microscópicas sobre material fresco, que no ha sido utilizado y que no ha sufrido ninguna alteración postdeposicional que sobre un material arqueológico que ha sido someti-do a todo tipo de alteraciones antes y después de su deposición, incluso, como algunos investigadores afirman (D'errico, 1993) en el momento de ser ex-cavado y manipulado; y en segundo lugar, hemos constatado en estudios realizados sobre material arqueológico que muchos de los adornos-colgantes, por ejemplo, fueron muy usados, algunos hasta fracturarse por completo y quedar inhabilitados para su suspensión (Cacho Quesada et al., 2008; Avezuela Aristu, 2008 e.p). Otro tipo de fracturas que observamos sobre los objetos de adornos-col-gantes pueden ser debidas al empleo del útil perfo-rador, tal y como comprobamos en nuestra experi-mentación. De este modo podemos distinguir por el tipo de fractura aquellas de fabricación de aquellas de uso.

En definitiva, partiendo de la experimentación, la observación macro y microscópica de las répli-cas realizadas para crear la colección de referencia y la contrastación con los materiales arqueológicos, en este caso del yacimiento magdaleniense de La Peña de Estebanvela, establecemos una serie de cri-terios que nos permiten, a través de diferentes enfo-ques, reconstruir distintas cadenas operativas y asentar una metodología que sirve de punto de par-tida para emprender un estudio más profundo y am-pliar, así, el conocimiento de los grupos humanos que habitaron este yacimiento.

Agradecimientos.Vicerrectorado de Investigación de la UNED,

Equipo responsable de La Peña de Estebanvela, Juan A. Marín de Espinosa, Laboratorio de Prehis-toria y Arqueología de la U.A.M.

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JIA 2008 ISBN: 978-84-92539-25-3 Pp.: 87-92

ANÁLISIS DE TRAZAS EN LOS ARTEFACTOS DE MADERA DE LA DRAGA: PROPUESTAS METODOLÓGICAS Y PRIMEROS RESULTADOS

Oriol López BultóUniversidad Autónoma de Barcelona; [email protected]

RESUMEN

En este trabajo se espera apuntar las primeras direcciones y precauciones a tener en cuenta cuando se quiera trabajar el análisis de trazas en herramientas de madera. Y es que a pesar del enorme potencial explica-tivo que ofrece esta disciplina, esta está limitada por las extraordinarias condiciones de conservación en que este material es recuperado. El resultado ha sido la casi nula presencia de este tipo de estudios en la arqueolo-gía actual.

ABSTRACT

The aim of this paper is to point to some basic directions and precautions to take into account in order work the wear analysis in wooden tools. In spite of the enormous explicative potential that anyone can see in this discipline, it has been restricted by the extraordinary preservation conditions where this material can be recovered. As a result of this, there is almost no presence of that kind of studies in the whole archaeology.

Palabras Clave: Draga. Herramientas. Madera. Análisis de trazas.

Keywords: Draga. Tools. Wood. Wear analysis.

1. Introducción.La madera ha sido siempre una de las materias

primas más versátiles para la producción de bienes al largo de la historia y, en particular, durante la prehistoria. (Buxó y Piqué, 2008)

Los estudios realizados sobre artefactos de ma-dera prehistóricos son escasos y los que se han he-cho se han centrado principalmente en la determi-nación de materias primas, mientras que el análisis de la tecnología de la madera es aún marginal, de-bido a la poca preservación de estos tipos de arte-factos en el clima mediterráneo. Una notable ex-cepción son los estudios de las maderas de la cueva des Càrritx o el yacimiento de La Draga donde se han hecho aproximaciones a la tecnología de elabo-ración de los instrumentos de madera.

El objetivo de este artículo será el de mirar de desarrollar una metodología para que el estudio de trazas en madera sea factible. Para esto nos centra-remos en la problemática que hay alrededor de los “palos cavadores” del yacimiento de La Draga.

El yacimiento de la Draga es un caso único en el Estado por tres características principales: su cronología antigua (5150-5250 cal ane) para un asentamiento basado en una economía neolítica, su proximidad a las aguas del estanque de Banyoles y las implicaciones socioeconómicas que esto pueda acarrear, pero sobretodo porque esta proximidad ha permitido el contacto del nivel arqueológico con el

nivel freático. Este contacto implica que parte del yacimiento se encuentra dentro del estanque o de-bajo de este nivel, pudiendo producirse así las con-diciones de conservación en estado anaeróbico que han propiciado la conservación de la materia orgá-nica, dando así un potencial explicativo extraordi-nario a La Draga.

Fig.: 1. Mapa de situación del yacimiento en la Península.

I Jornadas de Jóvenes en Investigación Arqueológica: Dialogando con la Cultura Material. UCM, 3-5 de septiembre de 2008.

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88ORIOL LÓPEZ BULTÓ

Creemos posible aplicar los principios del análi-sis de las trazas (desarrollado mayoritariamente so-bre herramientas líticas) al estudio de las herra-mientas de madera de La Draga. De hecho, consi-deramos necesario el análisis de trazas en superfi-cie como única vía para determinar si las herra-mientas fueron utilizadas y de que manera.

El desarrollo de estos estudios, junto con los es-tudios morfológicos de la herramienta, permitiría verificar las hipótesis de funcionalidad que se han establecido a partir de analogías etnográficas y de paralelos arqueológicos.

Hay que decir que este artículo es un pequeño resumen y presentación de los primeros resultados preeliminares, del trabajo final de master con el mismo título que se presentara el mes de septiem-bre en la Universitat Autònoma de Barcelona.

2. Metodología.2.1. Análisis de trazas.

El objeto de estudio del análisis de trazas1 son las marcas del uso y de la elaboración que se pue-dan conservar en la superficie de los instrumentos. Hasta el momento se ha considerado que es uno de los métodos más objetivos para poder acercarse a determinados procesos de trabajo en los que inter-venga la fuerza productiva de la sociedad a estudio. En este sentido, el análisis de trazas aporta conoci-mientos muy válidos para el estudio de las relacio-nes sociales de producción y reproducción (Cle-mente, 1997). Son suficientemente ilustrativas las palabras del mismo S. A. Semenov (Shchelinsky, 1983, citado en Clemente, 1997) que dice que el análisis funcional “nace en el seno de la propia ar-queología”.

Según Semenov (1981) hay dos tipos de trazas, tan macroscópicas, que se pueden observar a la su-perficie de los instrumentos: las trazas de desgaste por el uso, y trazas tecnológicas, producidas estas últimas durante la manufactura del instrumento. Será a través de la observación del primer tipo de trazas que se podrá determinar sobre que materia y como se ha utilizado el instrumento estudiado, y es-tudiando el segundo se puede inferir con que ins-trumento y de que manera fueron elaborados.

La diferencia entre micro y macro trazas no es universal y acostumbra a tomar valores diferentes. Pero para este trabajo hemos considerado como restos microscópicas aquellas reconocibles y carac-terizables a partir de 30 aumentos. La combinación de los análisis a nivel macro y micro será el que

1 El método de análisis utilizado lo nombraremos “análisis de trazas”, aunque se pueda decir que no es una terminología que no explique realmente lo que pretende estudiar. Pero, no utilizaremos el término “análisis funcional”, por la misma razón, ya que con este método se corre el riesgo que se en-tienda que tan solo se estudia la función y no la tecnología.

nos permitirá determinar el uso de los instrumentos, en este caso de la madera.

Con todo eso, como apuntan otros autores (Cle-mente, 1997), a todas estas trazas definidas por Se-menov, sería necesario añadirles aquellas produci-das debido a procesos ante y postdeposicionales. Estas trazas y marcas, si no son debidamente reco-nocidas, pueden destruir y/o tapar las trazas de uso y tecnológicas, modificando los resultados.

Pero para que todo este análisis se pueda hacer es necesario previamente obtener, mediante la ex-perimentación, una base comparativa de trazas. Así podremos reconocer las diferentes trazas de cada acción, materia… teniendo en cuenta las diferentes variables.

Hay que decir que la filosofía del análisis de trazas o el análisis tecnológico, que comenzó desa-rrollando Semenov y que muchos otros autores han ido completando, fue pensada en un principio única y exclusivamente para las herramientas líticas. Pero la validez de esta metodología hace que ya se haya podido desarrollar con éxito con otras materias pri-mas no líticas como el hueso. Por esta misma razón creemos que es igualmente valida para otros supor-tes como puede ser, en nuestro caso, la madera.

a) La experimentación:A la mayoría de diccionarios experimentar apa-

rece como someter a la observación, a la experien-cia alguna acción; constituye, así, una forma directa de adquirir conocimiento empírico aplicable a la in-vestigación arqueológica, a parte de un método de contrastar las hipótesis. En frente de otros medios de investigación científica, la experimentación se caracteriza por la posibilidad de mesurar, repetir y contrastar los fenómenos sometidos a estudio, así como sus resultados (Clemente i Terrades, 2001).

El año 1954 aparecía el libro de S. A. Semenov: Pervobytnaya Tekhnika. Con este titulo se respon-día a la necesidad de la arqueología del momento de poder contrastar interpretaciones y de unir la ex-perimentación sistemática con la observación y el análisis. Años más tarde, el 1962, se expresaba en un sentido muy parecido J. Sonnenfeld para la ar-queología occidental, afirmando la necesidad de unir experimentación y observación.

Ha llovido mucho desde que estas publicacio-nes vieron la luz, pero muchos de sus principios por lo que se refiere a la experimentación siguen siendo vigentes, y es que debido a la naturaleza de su objeto de estudio y de sus procedimientos cientí-ficos, la investigación arqueológica no puede des-vincularse de las practicas experimentales. Estas prácticas no solo afectan a la formulación de hipó-tesis y a su contrastación sino que también a los propios mecanismos utilizados en su validación in-

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89ANÁLISIS DE TRAZAS EN LOS ARTEFACTOS DE MADERA DE LA DRAGA: PROPUESTAS METODÓLOGICAS ...

ferencial. Tanto es así que gran parte del conoci-miento científico arqueológico ha estado adquirido mediante la experimentación, construyendo, gene-ralmente, el método más importante del conoci-miento empírico o la fuente principal de conoci-miento científico (Clemente i Terrades, 2001).

Centrándonos un poco mas en nuestra metodo-logía de trabajo parece ser que la experimentación en traceología acaba siendo el único camino por el cual un investigador puede acabar elaborando una base comparativa para poder contrastar hipótesis (Gibaja, 1993).

Para una buena practica de la experimentación se deberá, primer de todo, plantear las preguntas que se harán y se querrán responder, en función de las características del yacimiento. Una vez esto ha quedado claro, se deberá hacer una ficha para po-der tomar nota de todas las variables que se obser-van y en que grado. En este sentido se tiene que in-tentar introducir un lenguaje cuantitativo y objetivo en las descripciones, que normalmente resulten subjetivas y poco claras, al mismo tiempo que se trabaja con el análisis de imágenes digitalizadas (Gibaja, 1993).

Sea como sea, los resultados de la experimenta-ción no pueden acabar tal cual plasmados en una lista de funciones y movimientos, sino que es nece-sario avaluarlos en función a los resultados de estas análisis; la experimentación cobra mucha mas rele-vancia siempre y cuando se compare a sus resul-ta-dos con los de otros estudios.

Es necesario tener en cuenta que a menudo se acaba tomando la experimentación mas que como un método de aproximación al registro arqueológi-co y su significación social, como una finalidad si-tuándose en una posición más próxima a un entre-tenimiento que no a un medio de investigación científica (Clemente i Terrades, 2001).

3. Caso particular.3.1. El trabajo experimental.

Nos planteamos el análisis del uso y de la tec-nología de las herramientas arqueológicas de made-ra de La Draga, los palos apuntados y bipuntados, a través de las trazas.

Se han realizado inferencias sobre la funcionali-dad de “los palos cavadores” a través de paralelos etnográficos, inferencias sobre las que hemos basa-do nuestras hipótesis de trabajo. Pero el contraste de estas tan solo es posible a través de un programa experimental que pasaremos a describir a continua-ción.

Hemos desarrollado un programa experimental con el objetivo de encontrar una metodología que permita determinar los procesos de producción y de

función de todo tipo de artefactos de madera de La Draga. El proyecto se ha desarrollado en base a dos ejes. El primero tiene el objetivo de analizar los procesos de elaboración de las herramientas de ma-dera. Se ha tratado de reconocer las técnicas utiliza-das en el proceso de producción de los artefactos en base a diferentes indicadores que permitan la identificación tanto del suporte utilizado, como el proceso de devastado, la formatización y los acaba-dos. El segundo quiere analizar la función de los artefactos. En este caso se ha trabajado diferencian-do la tipología de trazas observadas en la superficie de la madera, concretamente entre aquellas trazas que son fruto del proceso de fabricación, y aquellas que han estado producidas por el uso.

Para esta primera experimentación se ha dividi-do el proceso en tres pasos: segmentado de la ma-dera con herramientas de piedra y madera similares a las recuperadas en La Draga, devastado de la ma-dera con azuela de piedra, y pulido de la herra-mienta con una piedra arenisca. Con este proceso, aparte de conseguir una colección de referencia de trazas dejadas por una azuela, observaremos cual es la forma mas practica de utilizar la azuela para po-der rebajar el suporte hasta la forma de “palo cava-dor”.

A partir de aquí el análisis de los palos arqueo-lógicos apuntados y bipuntados de La Draga se ha centrado en su reproducción experimental, siguien-do el objetivo de contrastar las hipótesis sobre el proceso tecnológico de la fabricación de un palo cavador. El primer paso de la reproducción empie-za con la identificación y preparación del suporte.

Como suporte se han escogido diferentes tron-cos de boj (Buxus sempervirens), ya que la mayoría de las herramientas de madera de La Draga están elaboradas con esta madera, y más en el caso de los denominados “palos cavadores”. Lo que es más, en muchos casos se ha podido identificar corteza en su superficie, cosa que indica su elaboración a partir de cuartos o mitades de segmento.

Así, una vez realizada la adecuación del sopor-te, parece claro que el primer aspecto en el cual nos hemos de poner a experimentar es con la quebran-tadura de un tronco de boj, con la ayuda de instru-mentos que fueron identificados en el yacimiento: falcas de madera y lascas de sílex.

Para quebrantar longitudinalmente los troncos, empezamos haciendo ranuras longitudinales con una lasca de sílex siguiendo la dirección de las fi-bras, donde queríamos encajar las falcas de la ma-dera de manera que aplicando fuerza por percusión en estos puntos se comenzaran a separar las fibras de la madera. De este modo, el proceso ha acabado siendo poco efectivo y bastante dificultoso. Lo con-

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90ORIOL LÓPEZ BULTÓ

tinuamos intentando, ahora encajando una lasca de sílex en el plano transversal del tronco y percudien-do con un martillo de madera. Obtuvimos una ranu-ra donde encajar las falcas de boj; continuamos con la percusión sobre esta hasta el quebrantado longi-tudinal final. De esta forma no tardamos más de media hora en seccionar longitudinalmente el tron-co en dos segmentos semicirculares.

Fig.: 2. Quebrantado del tronco con la ayuda de una falca.

El siguiente paso será extraer la corteza del boj. Esta acción la realizamos con una azuela de cornia-na de 63.7/37/20 mm, enmangada con un mango de roble (Quercus caducifoli) siguiendo el mismo mé-todo que se ha utilizado en otras reproducciones de La Draga, juntando la piedra con un mango con cuerda y un sustancia adherente.

Por lo que se refiere al devastado y formatiza-ción de la herramienta, se continuo quebrantando de forma longitudinal el tronco hasta conseguir unas medidas adecuadas para realizar el “palo ca-vador” Posteriormente, con la azuela de corniana se volvió a rebajar la madera hasta darle la forma ob-servada en la mayoría de los palos apuntados y bi-puntados que se quieren replicar.

Los acabos los hicimos, tal y como habíamos experimentado previamente, con una piedra arenis-ca. La superficie fue regularizada, y los extremos fueron trabajados hasta conseguir una forma de punta en una, y de bisel en la otra.

El resultado fue un “palo cavador” el cual tarda-mos en realizarlo media jornada de trabajo desde el devastado inicial hasta los acabados finales. Poste-riormente, se han reproducido un total de hasta ocho “palos cavadores”.

Fig.: 3. Devastado de la madera con una azuela.

La conclusión primera es que el trabajo experi-mental demostró las hipótesis que teníamos sobre la fabricación de estas herramientas.

Respecto a la experimentación del uso que pro-seguirá, el objetivo en este caso ha estado contras-tar la eficacia de los palos apuntados y bipuntados, al mismo tiempo que se conseguía una muestra de referencia de las trazas de uso que deja la actividad agrícola para acabar viendo si se les puede inferir este uso.

Antes de realizar la experimentación en si se tuvo que proceder a extraer moldes de las partes ac-tivas (puntas y bisel) para no perder las trazas tec-nológicas con la posterior superposición de aque-llas, fruto de la utilización, y poder discriminar unas de las otras. Los moldes en este caso se toma-ron con silicona, que una vez llena con yeso liqui-do, queda un positivo donde se pueden observar con fidelidad las trazas identificadas en la madera.

El trabajo experimental en sí consistió en remo-ver la tierra con los palos experimentales de una parcela alrededor del yacimiento de La Draga, deli-mitada de 5x5m. Se procedió a registrar el tiempo de trabajo y el tipo de movimiento para cada palo experimental.

Seguimos las dos hipótesis, de la forma de uso de estas herramientas, con las que trabajamos. La primera y mayoritaria fue la que tradicionalmente mediante paralelos etnográficos se ha atribuido a estas herramientas: clavar el bisel y hacer palanca con el otro extremo, cosa que se mostró bastante efectiva para disgregar la tierra. El otro tipo de tra-bajo que se practicó era diferente: se enmango el palo dándole forma de pico, y este se dejaba caer sobre la superficie del campo. Esta hipótesis de tra-bajo con al herramienta se basa en la gran lasca que se observa en el lateral de algunos palos bipunta-dos, y que hace pensar en un enmangue. Esta forma de remover la tierra se mostró más efectiva, más cómoda para el trabajador, pero más dura para la herramienta que en seguida se escantillaba.

Los palos que fueron examinados se llevaron al

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91ANÁLISIS DE TRAZAS EN LOS ARTEFACTOS DE MADERA DE LA DRAGA: PROPUESTAS METODÓLOGICAS ...

laboratorio de arqueología de la institución Milà i Fontanals del CSIC de Barcelona, donde se ha pro-cedido a realizar el análisis de las trazas tecnológi-cas y funcionales.

Fig.: 4. Experimentación de la utilización del “palo cava-dor”.

3.2. El análisis de las trazas. 3.2.1. Problemática de la madera:

La materia primera con la cual estamos traba-jando presenta unas cualidades diferentes a las de-más materias primeras sobre las cuales tradicional-mente se ha trabajado el análisis de trazas, y es por eso que esta metodología tiene que sufrir algunas modificaciones. Estas peculiaridades a las cuales nos estamos refiriendo son las condiciones excep-cionales de humedad y aneirobidad en las cuales se conserva la madera.

Las herramientas de madera recuperadas en un medio lacustre como el yacimiento de La Draga son objetos altamente valiosos, pero igualmente frágiles. Debido a esta fragilidad, todo el material orgánico amarado requiere una serie de acciones para asegurar su perdurabilidad (Aguer, 2006). Pero con la restauración hay algunas trazas que pa-san a ser irreconocibles. Así, nos vemos en la obli-gación de realizar el análisis de las trazas antes de su restauración. Pero el hecho de tener que manipu-lar estas herramientas tan delicadas antes de su con-solidación sin querer dañaras es poco menos que imposible.

Con el objetivo de poder hacer un análisis en unas condiciones adecuadas se optó por utilizar moldes de silicona. Con estos se podría conseguir una copia fiel de las trazas a analizar, que al mismo tiempo era fácilmente manipulable y resistente.

El proceso para elaborar los moldes consta de dos partes. En la primera se trata de preparar el molde negativo. Este se consigue aplicando algún material directamente sobre la superficie de la he-rramienta hasta que este prenda la forma del área deseada. Y la segunda parte es obtener el positivo, cuando es necesario rellenar el primer molde nega-tivo hasta conseguir una masa que una vez seca fi-

nalmente reproduzca la herramienta objeto de estu-dio.

Para los negativos estuvimos buscando algún producto que nos proporcionase una impresión buena de la superficie de la herramienta, pero que al mismo tiempo ofreciera una buena sujeción so-bre materiales húmedos. Así que acabamos reco-rriendo a la odontología, donde los moldes sobre superficies húmedas son habituales. Finalmente op-tamos por utilizar una silicona de adición (Affinis Putty Super Soft®), mientras que para el positivo se escogió un yeso de tipo “Alfa 1” (Fujorock ®) de prestaciones medias.

3.2.2. Problemática de los moldes:En un primer momento cuando la aplicación de

estos moldes estaba en fase de prueba surgieron al-gunos problemas (la aparición en superficie de bur-bujas, porosidades, concreciones, polvo…) que nos llegaron ha hacer replantear su uso, pero a medida que el sistema nos era más familiar, los problemas se fueron solucionando. Estos problemas no tienen porque manifestarse si se sigue un sistema preciso de elaboración del positivo.

Fig.: 5. Madera (izquierda) y replica con yeso (derecha).

Fig.: 6. Imagen a 100x, del positivo sacado de la misma zona en yeso (izquierda) y en resina (derecha).

Respecto al propio análisis de las trazas, el yeso se muestra bastante preciso por lo que respecta a la reproducción de las trazas macroscópicas. En el caso de las trazas microscópicas, no se ha mostrado tan fiable. El problema que aparece con este nivel de aumentos es que comienza a observarse la es-tructura mineral y granulosa del yeso, haciendo perder todo tipo de detalle. Este era un hecho que nos obligaba a tener que probar nuevos materiales. En este sentido se decidió probar: resina calcinable (Duralay®, de la casa Reliance). Las resinas odon-tológicas presentan una composición más compacta y uniforme que los yesos y, por tanto, nos ofrecen aquello que buscamos: más fiabilidad a nivel mi-croscópico. Con este nuevo material desaparece la estructura mineral y granulosa del yeso para dar

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92ORIOL LÓPEZ BULTÓ

paso a una imagen más nítida y fiel a la realidad que se quiera reproducir.

3.2.3. El análisis de las trazas:Los ocho palos bipuntados elaborados y usados

de forma experimental fueron llevados al laborato-rio donde se realizaron moldes antes de la utiliza-ción (con la única presencia de las trazas tecnológi-cas) y después (con la mezcla entre unas y otras).

El análisis de las trazas se está llevando a cabo actualmente y aquí se presentaran algunos resulta-dos preliminares.

El estudio se ha realizado en primera instancia sobre los materiales arqueológicos, con el soporte de los moldes y de fotografías donde se pueden di-ferenciar las trazas tecnológicas de las de uso con facilidad. Con todo esto, el objetivo no es otro que el de corroborar la hipótesis que el análisis de tra-zas en madera es plenamente factible. Y el hecho de que ya se hayan podido identificar diferentes ti-pologías de trazas tanto tecnológicas como de uso, no hace mas que afirmar esta idea. Las trazas tec-nológicas identificadas por el momento son: facetas de la quebrantadura longitudinal de la madera, fa-cetas del desbastado, estrías tecnológicas, estrías de pulido y ondulaciones. Mientras que las de uso son: fracturas, escantillamientos, aplastamientos, ero-sión, estrías de uso y pulido. En referencia a las tra-zas microscópicas, que tan necesarias son para el estudio de trazas en otros soportes, de momento no se han podido observar en los moldes. Pero no es así en las herramientas experimentales, en las que se han podido observar por el momento micropuli-dos y microestrías. El análisis microscópico será objeto de futuros estudios.

Para acabar y dado que no se había desarrollado ninguna forma de localización de las trazas en la madera, nos hemos visto en la obligación de desa-rrollar un protocolo para la descripción de esta lo-calización, para su difusión sin problemas. Así, en primera instancia será necesaria la descripción del tipo de soporte (medio tronco, rama,...), para segui-damente poder situar la zona a describir: primero la proximal, y después la medial y distal. Estas se lo-calizaran según el eje longitudinal, distal-proximal. Si no fuera posible, según la parte activa (siempre que haya solo una) o según la posición original de la pieza en el árbol. Y si esto no fuera posible, se-gún el eje más largo. Siguiendo el eje horizontal, habrá que hablar de cara dorsal, ventral o lateral, cosa que se establece en base a la corteza o, en caso de que no haya, a la orientación de los anillos de crecimiento y de las fibras. Este protocolo será usa-do para presentar los resultados definitivos en el trabajo final de master.

4. Conclusiones.Con el trabajo de experimentación y la posterior

observación y análisis de las herramientas trabaja-das, se ha podido observar como el análisis de tra-zas en herramientas de madera es plenamente facti-ble, y muy útil para el estudio de la tecnología prehistórica. Y no sólo esto, sino que además apa-rece como a una herramienta indispensable para cualquier yacimiento donde aparezcan objetos ela-borados con esta materia prima.

Otro objetivo del articulo era el de presentar el desarrollo de una metodología parar poder “salvar” las dificultades que presentan las maderas arqueo-lógicas. Así se ha presentado el trabajo con los moldes de silicona y yeso, que se ha rebelado como otra metodología completamente valida con resulta-dos bastante satisfactorios.

A partir de este trabajo, parece que yo no hay excusas para el desarrollo de los análisis de trazas en madera.

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JIA 2008 ISBN: 978-84-92539-25-3 Pp.: 93-100

LA CALCITA COMO DESGRASANTE AÑADIDO EN CERÁMICAS ARQUEO-LÓGICAS PREHISTÓRICAS: ESTADO DE LA CUESTIÓN

Daniel Albero SantacreuGrup de Recerca Arqueobalear, Departamento de Ciencias Históri-cas, Universidad de las Islas Baleares; [email protected]

RESUMEN

Este artículo aborda la significación de la calcita añadida desde una óptica centrada en la caracteriza-ción técnica del material de acuerdo con sus determinadas propiedades físico-químicas y la configuración que su utilización confiere a las cerámicas. Los rasgos de la producción nos surgieren ir más allá de los aspectos tecnológicos, nos permiten contemplar la utilización de la calcita como una tradición y un indicador social que puede estar íntimamente ligado al concepto de identidad individual y grupal. El hecho de que la produc-ción, de un periodo y lugar concreto, comparta algunos rasgos comunes puede tener unas connotaciones sim-bólicas y sociales significativas. Se trata de aspectos de las cerámicas que experimentan una variabilidad me-nor y que denotan la existencia de comunicación y la adecuación de los artesanos a ciertas normas de la pro-ducción y la tradición cultural.

ABSTRACT

In this paper I attempt the meanings of the added calcite by the technical characterization of the mate-rial and the final product according some physical and chemichal properties. The evidence of the production suggests to go far away from technological explanations of materials and allows us to relate the utilization of added calcite as a social mark that can be firmly associated to individual and groupal concepts. In this way, we attempt to recognize certain structures of meaning that could be generated by the interrelation between people, traditions and materials for materialize these shared ideas. I consider that certain unity in some stages of the ceramic production, from a concrete period and place, can also be explained by simbolic and social dimen-sions of culture. There are some aspects of the production that shows less variability and can be refered to some comunication and adecuation of the artisans to some cultural traditions.

Palabras Clave: Cerámica. Elección tecnológica. Calcita añadida. Tradición. Identidad.

Keywords: Pottery. Technological choice. Added calcite. Tradition. Identity.

1. Introducción.En la producción de cerámica es necesaria la

utilización de una serie de materias primas indis-pensables para desarrollar el artefacto que se va a utilizar de acuerdo con unas necesidades biológicas y sociales. En este sentido se realiza una apropia-ción de los recursos minerales que puede responder a criterios muy complejos como: disponibilidad, función, aspectos sociales, simbólicos, etc. Dentro de todas las posibilidades que pueden existir en el proceso productivo se aprecia, en algunos casos, una clara tendencia de los grupos humanos en de-cantarse hacia una serie de soluciones y materiales determinados (Clop 2007: 337; Courty y Roux 1999).

Los romboedros de calcita triturada constituyen un desgrasante muy común en cerámicas de mu-chas sociedades. En el mediterráneo se documenta su utilización desde el Neolítico (5000-3000 BC) y el calcolítico (3000-1750 BC) en lugares como Grecia, los Balcanes y el sur de Francia (Rice 1987; Woods & Gibson 1994; Vitelli 1989; Echa-

llier 1984; Spataro 2002).

En la Península Ibérica, según la síntesis reali-zada por X. Clop, se documenta su uso en la zona costera que comprende desde Alicante hasta el río Llobregat. También en zonas del interior como Huesca, Guadalajara, La Rioja y Zaragoza. Durante la Edad del Bronce se incorporan zonas como Gui-púzcoa y Álava (Clop 2007: 348-349; Olaetxea 2000; Seva 1995).

Algunos estudios surgieren que el uso de calcita triturada en Baleares podría iniciarse justo al final del periodo campaniforme y su uso se extendería a toda la cerámica local. Es en la Edad del Bronce (1750-1000 BC) cuando se documenta con seguri-dad su uso en Baleares siendo especialmente tangi-ble a partir del Bronce Medio (1500/1400 BC) en yacimientos como Cova des Carritx, Cala Blanca, Biniac l’Argentina, Closos de can Gaià, Son Fe-rrandell y Son Ferrer (Waldren 1982, 1991; Gó-mez Gras y Risch 1999; García Orellana et al. 2001; Andreu et al. 2007; Albero 2007, Albero iné-dito).

I Jornadas de Jóvenes en Investigación Arqueológica: Dialogando con la Cultura Material. UCM, 3-5 de septiembre de 2008.

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94DANIEL ALBERO SANTACREU

Durante la primera Edad del Hierro (1000-500 BC) se pierde la tradición tecnológica en muchas de las zonas citadas pero se inicia en el País Vas-co, Navarra y gran parte de Cantabria (Larrea et al. 1999; Amadori et al. 1995). En Baleares este des-grasante se sigue documentado con seguridad en yacimientos como Son Ferrandell Oleza, Son Mat-ge, Son Ferrer, Son Fornés, Puig de Sa Morisca, Son Ferragut, Torralba d’en Salord, Sa Talaia i Cap Forma (Gómez Gras y Risch 1999; Risch y Gómez Gras 2003; Palomar 2005; Waldren 1991; Albero 2007; Plantalamor et al. 1999).

2. Aspectos tecnológicos.Las investigaciones realizadas sobre este mine-

ral han abordado a fondo el estudio de los materia-les, su composición y sus cualidades físicas. De esta manera, se ha perfeccionado la aplicación ar-queológica de diversos métodos que incrementan la cantidad de datos y la calidad de la información disponible sobre los artefactos proporcionando una visión del objeto más compleja. El significado de la cerámica no es arbitrario pero está, al menos en parte, determinado por las cualidades de los mate-riales. Los materiales en su esencia física participan de forma activa de los procesos históricos por lo que resulta fundamental conocerlos para evaluar como interaccionan con ellos los seres humanos. El conocimiento de los materiales tiene una dimensión múltiple, las cualidades de los mismos también in-fluyen en como estos son percibidos, usados y do-tados de significado simbólico (Jones 2004).

La identificación de calcita machacada en cerá-micas no supone hoy en día una gran dificultad. Es habitual la utilización de láminas delgadas median-te microscopio petrográfico. Este método nos per-mite asegurar la presencia de este mineral en la pasta y distinguir su naturaleza u origen, además la observación microscópica nos permite valorar el grado de angulosidad de los granos. Así pues, cons-tituye una herramienta vital para determinar si los minerales han sido machacados y añadidos inten-cionalmente a la pasta. En la calcita, este tipo de granos se caracterizan por tener cristales eudrales muy angulosos en forma de romboedros (Courtois 1976; Adams y Mackenzie 1998; Buxeda y Cau 1995; Cau et al. 2002; Capel et al. 1995).

2.1. Propiedades Físicas. Otro de los aspectos más trabajados hace refe-

rencia a las cualidades que éste mineral aporta a las pastas y a las cerámicas. Se ha determinado que a nivel técnico la calcita se añade para cohesionar y reforzar la pasta. Estos desgrasantes son necesarios para consolidar la estructura de la pasta a la hora de modelar la pieza, favorecer su secado y prevenir de la aparición de fracturas durante la fase de secado y cocción. Estos son indispensables para que la vasija

conserve su forma y tenga resistencia mecánica ya que con su aplicación se reduce el encogimiento de la pasta (Rice 1987; Echallier 1984; Velde y Druc 1999: 140; Waldren 1991).

También se conoce ampliamente el comporta-miento de este desgrasante cuando es sometido al calor de la cocción y las repercusiones tecnológicas que de su utilización se desprenden. Hoy en día sa-bemos que la calcita inicia su descomposición entre los 700/750 y los 898 ºC, dependiendo del tamaño del grano. El tamaño de grano fino de la calcita ma-chada reduce en gran parte los riesgos que entraña la utilización de este mineral, cuanto más grande es el tamaño del grano más posibilidades hay para que se produzca una fractura potencialmente peligrosa en la cerámica durante la cocción. Por el contrario, las cerámicas con calcita cocidas entre estos rangos de temperaturas son susceptibles de ser muy poro-sas (Padial 1999; Linares et al. 1983, Waldren 1991; Tite et al. 2001, Maritán et al. 2005; Gibson y Woods 1990; Rice 1987).

Otro aspecto estudiado de la calcita es como le afecta la atmósfera de cocción, parece ser que la at-mósfera reductora permite obtener productos más consistentes. Este tipo de atmósferas facilita la fu-sión de las pastas a baja temperatura, aumentando la resistencia y consistencia del producto final (Spataro 2002; Tite et al. 2001).

En cerámicas de Cataluña que poseen este des-grasante se ha constatado que la amplia mayoría de las piezas (84%) están cocidas en atmósfera princi-palmente reductora (Clop 2007: 328). A pesar de carecer de estudios exhaustivos del comportamien-to de esta variable en Baleares podemos plantear la utilización de ambientes reductores en un alto por-centaje de las piezas desgrasadas con calcita. Esta solución puede constituir una pauta común en el proceso de manufacturas de cerámicas que utilizan este desgrasante por motivos técnicos pero también condiciona la coloración y en cierta manera el efecto visual de las piezas. Esta es una variable a tener en cuenta pues el efecto visual de las piezas participa de como estas son percibidas (Prieto 2006; Jones 2004).

El uso de calcita ha sido interpretado en Balea-res en este sentido, su utilización implica, para el desarrollo de una pieza adecuada, la cocción a ba-jas temperaturas, hecho arqueológicamente consta-tado (Albero 2007a, b; Waldren 1991; Palomar 2005; Andreu et al. 2007).

Se ha argumentado que este sistema de produc-ción habría permitido el consumo de menos canti-dad de combustible lo que ha sido considerado re-levante a nivel socioeconómico pues en una socie-dad con un aumento demográfico considerable se-

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95LA CALCITA COMO DESGRASANTE AÑADIDO EN CERÁMICAS ARQUEOLÓGICAS PREHISTÓRICAS...

ría una estrategia apta para reducir el impacto am-biental (Gómez Gras y Risch 1999; Waldren 1982, 1991).

Esta explicación resulta funcionalista y no tiene en cuenta los complejos y diversos agentes que par-ticipan del proceso de cocción. No hay razón para pensar que, de modo directo, menos temperatura implique la utilización de menos combustible pues el tipo de combustible, el tipo de estructura utiliza-da en la cocción y la duración de la misma pueden influir en ambas variables (Livingstone 2007).

Podemos concluir señalando que, gracias al tra-bajo que se ha realizado en base a los materiales, es ya unánime y aceptado el hecho que estas cerámi-cas suelen ser fuertes y resistentes al shock térmico, requieren bajas temperaturas de cocción y propor-cionan un producto más duradero. Debemos consi-derar que los alfareros que trabajaron con estos ma-teriales fueron conscientes de sus cualidades y de las limitaciones y posibilidades que entrañaba la utilización de calcita en la pasta.

2.2. Funcionalidad. Múltiples estudios se han centrado en las pro-

piedades que la calcita confiere a la cerámica en re-lación a las diversas funciones que esta puede reali-zar. De esta manera, están bien documentadas las ventajas que este desgrasante confiere a cerámicas de cocina cocidas a baja temperatura. Su utiliza-ción, especialmente si el grano es grueso y abun-dante, las hace más aptas para este tipo de activida-des: llegan al punto de ebullición en menos tiempo consumiendo así menos combustible, soportan me-jor la abrasión y el choque térmico, evita la apari-ción de fracturas derivadas del estrés y la dilata-ción. En conclusión resultan más eficientes, dura-deras y adecuadas para su uso (Skibo et al. 1987; Olaetxea 2000; Steponaitis 1983; Calvo et al. 2004; Cau 2003).

Por otra parte, la presencia de una cantidad alta de calcita puede ser beneficiosa para vasijas desti-nadas a almacenamiento. Los romboedros de calci-ta proporcionan el mínimo de transpiración necesa-ria tanto para mantener contenidos de tipo líquido o sólido. Una transpiración adecuada evita la apari-ción de hongos o la pérdida del contenido por eva-poración, manteniendo el producto fresco y en bue-nas condiciones de almacenamiento (Palomar 2005: 420).

De esta manera podemos inferir que técnica-mente la adicción de calcita es potencialmente de-seable para todo tipo de cerámicas destinadas a usos diversos como cocina, servicio, almacenaje, etc. El producto final tiene un grado de dureza y consistencia adecuada y por lo tanto mayor durabi-lidad.

En numerosos registros cerámicos analizados con calcita triturada, como los del Delta del Ebro, Balcanes o Baleares se ha observado que no parece existir ninguna diferencia en las pastas cerámicas en relación con aspectos funcionales. Este mineral se documenta en piezas de variada tipología. Parece ser que la calcita es añadida a las cerámicas, inde-pendientemente de la función que deban realizar (Clop 2007: 321; Spataro 2008, 2002; Andreu et al. 2007; Albero 2007).

3. Calcita y Tradición Cultural.En los estudios de pastas realizados la presencia

de desgrasantes añadidos con significación cultural normalmente se ha interpretado en función de no haber podido conectar enlaces satisfactorios entre estos y otros estudios de la producción cerámica que se centran en el entorno, la tecnología, la fun-ción, la forma y la decoración (Constantin y Cour-tois 1985).

Incluso si los materiales añadidos se interpretan en relación con la función debe admitirse que el verdadero rol, si es que existe uno, se nos escapa. Estudios etnográficos y arqueológicos demuestran que criterios funcionales o tecnológicos no son ne-cesariamente relevantes y que es usual la utiliza-ción de los recursos minerales con fines culturales. A pesar de que los mismos alfareros otorguen un sentido técnico y funcional a su comportamiento este no tiene por que no tener connotaciones socia-les de tradición e identidad. La identidad es algo vi-vido y practicado más que algo desarrollado cons-cientemente, no hay que considerar las tradiciones como una forma determinante de vida o un impera-tivo para la plasmación de la identidad, estas sim-plemente representan elecciones de las personas en relación al estilo de vida (Barley 1994:155; Gosse-lain y Livingstone 2005; Jones 2004; Roux y Courty 2000; Tilley 2006; MacGregor 1999).

Así pues, una vez realizada una aproximación exhaustiva a los materiales y sus cualidades vamos a considerar otro tipo de aspectos, pues el mundo material y las prácticas sociales que en él tienen lu-gar se manifiestan de forma conjunta lo que las hace analíticamente indivisibles. Las cerámicas, al ser un objeto de uso cotidiano, entran de lleno en el intercambio de significados que constituye la vida social diaria, donde se definen relaciones y eventos. El proceso cerámico es solo una forma más que tie-nen a su disposición los individuos para transmitir diferentes mensajes a distintas facciones de la co-munidad (Sterner 1989: 451).

Aunque este proceso de interacción con la cerá-mica no es absolutamente necesario debemos asu-mir que los prejuicios occidentales tradicionalmen-te han rechazado el naturalismo como marca cultu-ral de gran importancia. El mundo natural de los

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96DANIEL ALBERO SANTACREU

objetos suele considerarse como inanimado e inmu-table y los objetos que usamos en la vida cotidiana no tienen un significado simbólico que merezca la pena reseñar (Barley 1994: 76; Jones 2004).

La/el ceramista participa activamente con el resto de la sociedad a través de los materiales que fabrica para generar esquemas con los que hacer comprensible el mundo y el entorno que les rodea. La cerámica está pues íntimamente conectada con el individuo y el medio social y cultural en el que se ha creado y utilizado. La producción cerámica se desarrolla tanto a nivel individual como dentro de un grupo cultural (emisores y receptores como con-junto). Es en esta última esfera donde la cerámica cobra su significado reflejando, en muchas ocasio-nes, tradiciones y normas culturales establecidas (Koriakova 2006).

Sin embargo, hay que ser conscientes de que a nivel analítico no se puede atribuir a unas socieda-des conceptos y preocupaciones que no han sido expresadas explícitamente. A menudo, se habla de tradiciones culturales e identidad en la prehistoria cuando probablemente el deseo de visualizar estas tradiciones está más relacionado con problemáticas que se dan en el presente (Tilley 2006).

Para superar este problema debemos ser capa-ces de diseñar estrategias de análisis que permitan conocer el desarrollo de estas tradiciones tecnológi-cas a través del estudio del registro material y el contexto arqueológico. Para ello debemos plantear-nos primero el sentido que le damos al término tra-dición pero para su verificación arqueológica habrá que recurrir irremediablemente a indicadores del registro como el grado de variabilidad, las cualida-des del material, el contexto y la organización de la producción.

3.1. Tradición tecnológica. El estudio de la materialidad, de sus cualidades

y de los procesos de elaboración, resulta fundamen-tal para poder comprender el rol que desempeñan los objetos en la cultura. A pesar de que esas rela-ciones no sean siempre fáciles de visualizar y mu-cho menos predecibles, consideramos que la/el ce-ramista actúa en su modo de producción de acuerdo con un modelo real que tiene en cuenta la sociedad en su conjunto (Barley 1994: 81).

En Baleares parece haberse desarrollado en dis-tintos momentos una clara vinculación estilística entre formas y pastas. Así pues la cerámica, en so-ciedades a pequeña escala, puede estar estrictamen-te elaborada para reforzar principios de estructura social (Sterner 1989). Los estudios realizados en las islas surgieren que la utilización de calcita como desgrasante constituye una evidencia en la produc-ción cerámica por lo menos a partir del 1600 BC.

Su uso se fue incrementando hasta que a partir del 1200 BC y hasta el final del Talayótico (500 BC) será el único desgrasante que se utilice. Todas las vasijas analizadas situadas entre 1100 y 500 BC presentan sin excepción este desgrasante añadido. Así pues, se añade este desgrasante intencional-mente a pesar de que para la consecución de piezas pueden utilizarse arcillas naturales u otros desgra-santes (Andreu et al. 2007; Waldren 1982, 1991; Gómez Gras y Risch 1999; Albero 2007a, b).

Ciertos autores surgieren la importancia de la tradición cultural en la fabricación de cerámica así como la utilización de recetas tradicionales y pro-porciones de materiales bien estipuladas en la pre-paración de cerámicas de distintos periodos. Cual-quier desviación de la tradición puede suponer, me-diante diversos mecanismos, la descalificación del objeto. En este sentido, se señala que en estos casos el alfarero busca unos resultados determinados y deseables a la hora de realizar sus acciones, se apunta que puede existir cierta combinación entre tradición, técnica y economía (Barley 1994: 115; Waldren 1991).

Sin embargo, la cerámica es semánticamente promiscua y tiene unos significados que van más a allá de la técnica, del uso y de la economía. Esta vi-sión hunde sus raíces en la cultura occidental donde se mantiene un punto de vista de la materialidad en el que la cultura actúa de forma pasiva ante una tec-nología que lo hace de una forma esencialmente ac-tiva e incluso determinista. Debemos evaluar el pa-pel de la cultura y los mecanismos de transmisión de conocimientos que posibilitan la existencia de tradiciones tecnológicas y el desarrollo de una vida social (Barley 1994: 88).

Solo se puede hablar de identidad y tradición cuando esta no resulta algo problemático sino un estado no sometido a crítica. Pero el desorden y el cambio también tiene lugar en los puntos de vista del mundo, incluso el modelo más rígido es suscep-tible de cambiar. Este hecho lleva a plantear la ca-pacidad de perduración que tienen las distintas tra-diciones a través del tiempo. Cuando innovación o resistencia se suceden lo hacen dentro de unos lími-tes formales y temáticos. Ciertas partes del proceso de producción ofrecen más opciones tecnológicas frente a otras que están más implantadas y menos sujetas a cambios. Así pues, el registro material nos indica que la preparación de la pasta de la cerámica puede ser uno de los aspectos que se presta a supe-rar estos límites culturales (Gosselain 1992; Barley 1994: 112; Tilley 2006).

Las tradiciones no deben entenderse en térmi-nos estáticos e inamovibles sino que este concepto debe tratarse como algo dinámico, mutable y en constante construcción donde los individuos me-

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97LA CALCITA COMO DESGRASANTE AÑADIDO EN CERÁMICAS ARQUEOLÓGICAS PREHISTÓRICAS...

diante su conducta activa y sus acciones, conscien-tes u inconscientes, deciden su identidad y su forma de organizar el mundo futuro. Las tradiciones en-tran en diálogo con otras tradiciones, es decir, con otras formas de hacer y de reaccionar ante el entor-no natural y social. En este sentido la cerámica, por su maleabilidad, supone un soporte muy propicio para este tipo de prácticas (Barley 1994; Jones 2004; Koriakova 2006).

La existencia de tradiciones implica un fenóme-no compartido por un colectivo durante un periodo de tiempo determinado, pero ello, no significa que este sea experimentado, observado y transmitido de la misma manera en un momento u otro o por un individuo u otro (Koriakova 2006; Tilley 2006).

Aunque los estudios se han iniciado hace relati-vamente poco ya se observa como en Baleares, en un momento determinado pastas que antes se pre-paraban de una forma presentan en momentos con-cretos ciertas novedades:

1) Alrededor del 1600 BC se observa en las pie-zas de Carritx la utilización de chamota como des-grasante añadido y en algunos casos calcita. La chamota irá perdiendo importancia hasta que en el Bronce Final se documenta el uso exclusivo de cal-cita (Andreu et al. 2007).

2) Durante el Talayótico (900-500 BC) se ob-servan cambios en la cantidad de calcita añadida a las cerámicas, su presencia aumenta en un 17% res-pecto del Bronce Naviforme (Waldren 1991)

3) A partir del siglo VI-V BC observamos como piezas que antes estaban desgrasadas solo con cal-cita empiezan a incorporar también desgrasante ve-getal. Esta variación en la tradición insular se docu-menta exclusivamente en yacimientos de Mallorca (Palomar 2005; Albero 2007; Waldren 1982, 1991: Andreu et al. 2007).

Es interesante observar como las tradiciones es-tán sujetas a cambios y reinterpretaciones llegando en muchos casos a la total decadencia y abandono. En el caso de la adición de desgrasante vegetal a pastas cálcicas podemos plantear un cambio de la cadena operativa, la relación con el entorno y el producto final obtenido que afecta a la vida útil del objeto. Resulta vital plantear el marco social y con-textual en el que se producen estas variaciones en las tradiciones pues constituyen un importante indi-cador de cambio cultural.

3.2. Adopción de la calcita. El estudio de esta tradición, de su inclusión y

evolución en la prehistoria de las Islas Baleares, nos puede ayudar a conocer mecanismos de inter-cambio de ideas y productos, y tal vez como Wal-dren surgiere, movimientos demográficos y comer-

ciales (Waldren 1991). Parece ser que los contactos entre el exterior y la isla fueron intensos durante la Edad del Bronce, justo cuando se documenta con seguridad esta tradición en las islas. Ello conlleva, necesariamente, tener en consideración los yaci-mientos y áreas más cercanas a los derroteros con-firmados a partir de las corrientes marinas y los pa-ralelos de los materiales (Guerrero et al. 2007).

Debemos considerar estos contactos y un posi-ble origen alóctono para esta tradición. Cuando se producen movimientos de población de cierta en-vergadura las comunidades suelen retener sólida-mente mecanismos de expresión de la identidad uti-lizados por sus grupos de origen. Se trata de gentes que deben generar para su supervivencia rasgos de filiación con sus comunidades de origen. Así pues, comunidades desplazadas mantienen y fortalecen algunas tradiciones propias del lugar de origen (Ti-lley 2006; Guerrero et al. 2007; Harris 1980).

Resulta fundamental plantear la posibilidad de atributos simbólicos en los materiales autóctonos. En medios donde las materias primas disponibles tienen baja variabilidad y los recursos alternativos resultan extraños o inaccesibles, como en las islas, las cerámicas suelen suplir esta carencia mediante la reinterpretación de las mismas. Ello implica la reinterpretación de los componentes utilizados, del proceso de fabricación y el uso. Estas además au-mentan a menudo su significado relacionándose de forma muy activa con el contexto en el que fueron utilizadas y depositadas (Koriakova 2006; Barley 1994: 66-73).

La presencia de calcita triturada se registra en varios de los derroteros que conectan el continente con las Baleares entre 2000-1000 BC. Se conoce su presencia en varios yacimientos de la costa france-sa, al sur del río Llobregat, en el Delta del Ebro y finalmente en Alicante (Clop 2007:321; Seva 1995; Echalier 1984).

En comparación con otras regiones, en Baleares su adopción es muy tardía, coincidiendo con el mo-mento de desaparición de su uso en regiones como el área catalana. Lo cierto es que la extensión a grandes áreas de determinadas ideas o conceptos, sin que se puedan por el momento precisar sus me-canismos de transmisión, es algo bien constatado en la Península Ibérica y otras zonas de Europa (Clop 2007: 87).

Las causas de la rápida y sólida implantación de la calcita en Baleares y otros lugares podrían expli-carse si se considera la opción alóctona. Si se acep-tase esta premisa se fortalecería el argumento que surgiere que este desgrasante habría sido añadido a la pasta por motivos sociales relacionados con la identidad. La interpretación tecnológica de la signi-

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98DANIEL ALBERO SANTACREU

ficación de este componente quedaría minimizada a pesar de que los beneficios técnicos que proporcio-na al producto son indiscutibles.

Este mineral es característico de medios sedi-mentarios como el Mediterráneo con predominio de rocas calcáreas, de donde puede obtenerse con facilidad este tipo de desgrasante (Livingstone 2007: 13). Dentro de la amplia cantidad de lugares y nichos en los que este mineral esta presente hay que señalar que la utilización de calcita añadida a la pasta se localiza en ámbitos geográficos muy con-cretos. Estas zonas aparecen en contraposición con otras donde existen este tipo de materiales en abun-dancia pero no fueron utilizados, como la zona nor-te del río Llobregat. Esta dicotomía de los materia-les evidencia que podrían haber existido distintos mundos tecnológicos que desarrollaron diferentes relaciones con los procesos de selección y manipu-lación de los recursos naturales. Estas zonas cultu-rales aparecen altamente delimitadas por barreras de tipo geográfico como ríos, el mar o cordilleras que actúan dividiendo el territorio de forma natural (Clop 2007: 349).

Por otra parte, como sucede en el ámbito penin-sular, una visión diacrónica de lo que sucede en Mallorca, surgiere que la utilización de calcita ma-chacada no está confinada a prácticas específicas de las culturas tradicionales, como puedan ser el Bronce Naviforme o el Talayótico tan utilizadas en el discurso explicativo. En cambio, estas prácticas están mejor relacionadas con la permanencia duran-te largos periodos de tiempo de formas de produc-ción y tradiciones específicas en cada zona.

4. Estrategias de análisis. Ya se ha comentado la necesidad de desarrollar

estrategias de análisis que permitan conocer el va-lor que se otorga a los materiales y la existencia de recetas tradicionales en la preparación de cerámicas prehistóricas. Se considera el hecho de que la pro-ducción de un periodo y lugar concreto comparta algunos rasgos comunes puede tener unas connota-ciones simbólicas y sociales significativas desarro-lladas tanto de forma consciente como inconscien-te. Se trata de algunos aspectos de la producción que experimentan una variabilidad menor y que por lo tanto muestran que existió una comunicación y adecuación entre los artesanos a ciertas normas inherentes en la producción y la tradición cultural. El análisis del grado de variabilidad entre conjuntos de artefactos puede constituir un método válido para reconocer la existencia de tradiciones tecnoló-gicas y formas comunes de hacer. El estudio del grado de variabilidad del registro nos proporciona una herramienta para identificar y evaluar el grado de implantación en el tiempo de las tradiciones tec-nológicas.

Así pues ya se ha planteado que se producen ciertos cambios en el tiempo en la composición de las pastas y en la cantidad de calcita añadida. En los periodos en los que este desgrasante se añade en exclusiva a las cerámicas se observa como la cali-dad técnica de las piezas es homogeneizada en tér-minos generales. Ello probablemente es indicio de un sistema de fabricación muy similar en sus dife-rentes unidades productivas (Waldren 1991; Albero 2007b).

La calidad de estas fábricas cerámicas contrasta enormemente con la que se documentan en época Postalayótica donde se añade además desgrasante vegetal. Una de las premisas que ha sido común-mente aceptada es que la adicción de desgrasante vegetal implica un menor esfuerzo de trabajo pero presenta el inconveniente de generar piezas con una vida útil más reducida en comparación con otras desgrasadas únicamente con calcita (Waldren 1982, 1991; Palomar 2005; Albero 2007a).

De este modo se observan claras diferencias en las cualidades de los materiales en distintos mo-mentos que se traducen en tiempo potencial de vida del objeto. Las cerámicas pueden constituir uno de los bienes más durables a disposición de un amplio segmento de la sociedad y las propiedades mecáni-cas de los artefactos expanden y contraen el uso social que se puede hacer de los objetos así como su inclusión en determinadas prácticas sociales. El significado de los objetos está pues íntimamente re-lacionado con la conexión temporal de las personas y en ello influye la durabilidad de la cerámica. Cuestiones como la durabilidad de los materiales van más allá del uso y la función (Jones 2002; Mi-ller 1994).

Los artesanos pueden favorecer con sus accio-nes el grado de adecuación de los artefactos a esta variable para incrementar el tiempo de vida poten-cial de la cerámica. Ello constituye un aspecto su-mamente relevante ya que existe una relación entre la forma en que se gestionan los recursos y se con-feccionan los materiales con el valor que la socie-dad y el individuo otorga a los mismos. Desde aquí planteamos, a modo de hipótesis a verificar, que el valor social que se dio a las cerámicas pudo ser dis-tinto en un periodo u otro.

Analizar formalmente las cualidades de los ob-jetos y el esfuerzo invertido en su fabricación pue-de constituir una herramienta para abordar que otros imperativos, distintos al concepto de eficien-cia técnica y económica, están ligados a la selec-ción y manipulación de materias primas. En este caso la aportación de calcita a la pasta conlleva im-portantes cambios en términos de organización de la producción y esfuerzo. Aún así, los artesanos adoptaron

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99LA CALCITA COMO DESGRASANTE AÑADIDO EN CERÁMICAS ARQUEOLÓGICAS PREHISTÓRICAS...

esta solución frente a otras disponibles que resulta-ban más rentables (Martineau et al. 2007).

5. Conclusiones. Se ha hablado de los importantes cambios que

genera la introducción de calcita en la pasta. Estos cambios se refieren principalmente a la homogenei-zación de la producción, la cadena operativa, la va-riabilidad y las cualidades de los materiales, así como el esfuerzo invertido en el proceso. La utili-zación de calcita añadida en pastas cerámicas afec-tó a la organización de la producción en diversas fases de la cadena operativa durante un lapso de tiempo considerable. La incorporación de este des-grasante implicó cambios en lo que se refiere a la relación con el entorno, selección y procesado de materias primas, modelado, secado y cocción de la pieza, así como en el producto final afectando ello al uso y la durabilidad.

Si tenemos en cuenta que cada técnica es parte de un amplio contexto de artefactos, medios, ideo-logías sistemas económicos y estructuras sociales podemos sugerir que se pudo producir una interac-ción entre las propiedades físicas de los materiales usados en la manufactura de la cerámica y las prác-ticas sociales desarrolladas ligadas a este proceso. Las comunidades que utilizaron este mineral cono-cieron sus cambios de estado, sus características y las técnicas necesarias para alterarlos. Podemos se-ñalar pues un alto grado de interacción entre las personas y los materiales en relación a las variadas necesidades.

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JIA 2008 ISBN: 978-84-92539-25-3 Pp.: 101-108

LOS JUEGOS CROMÁTICOS EN LA CULTURA MATERIAL ARQUEOLÓGICA. LA POLICROMÍA EN BRONCE

Diana T. Lafuente FernándezRAER, UAM; [email protected]

RESUMEN

En este trabajo se pretende profundizar en el estudio de la policromía sobre bronce gracias al desarro-llo de las técnicas de análisis sobre metales y a la existencia de un trabajo multidisciplinar en auge. Se hará uso de las fuentes históricas (Plinio, Plutarco, Pausanias, Cellini, etc.) y de los trabajos en arqueología experi-mental que las han intentado explicar desde un punto de vista científico-analítico. El uso de una terminología específica y correcta es esencial para poder distinguir las técnicas de fabricación y de creación de los juegos cromáticos. Igualmente, es conveniente evitar los anacronismos comunes que se efectúan al valorar ciertos metales como el oro y el bronce. Finalmente, se hará énfasis en la influencia de la conservación y la restaura-ción a la hora de crear esos juegos cromáticos o de enmascararlos, dependiendo del período cronológico.

ABSTRACT

This research aims to study in depth the “polychromy on bronce” thanks to the development of metal techniques analysis and the increase of multidisciplinary works. It will use historical historical sources (Pliny, Plutarch, Pausanias, Cellini, etc.) and recent works in experimental archaology that have tried to explain sources information from the scientific-analytical point of view. The use of specific and correct terminology is essential for distinguishing fabrications and creation of chromatic decoration techniques. It’s important to avoid the common anachronisms made when evaluatin certain metals as gold and bronze. Finally, emphasis will be put on conservation and restorarion fields because of its influence when chromatic decoration is creat-ed or disguised, depending on the chronological period.

Palabras Clave: Fuentes históricas. Técnicas de análisis. Policromía. Bronce. Tinctura.

Keywords: Historical sources. Analysis techniques. Polychromy. Bronze. Tinctura.

1. Introducción al estudio de la técnica.“Sucedió en aquel tiempo que en algunos va-

sos, que eran pequeñas urnas antiguas repletas de cenizas, se encontraban entre las cenizas algunos anillos de hierro incrustados de oro desde el tiem-po de los antiguos, y en estos anillos aparecía en-gastada en cada uno de ellos una concha. […] Yo me afané, a petición de algunos señores muy ami-gos míos, y realicé algunos anillitos de aquellos”. Cellini, B.: “Vida”. Libro I, XXXI.

Durante el Renacimiento, los numerosos hallaz-gos arqueológicos descubiertos en Italia desperta-ron un gran interés por la cultura clásica y, sobre todo, por su estilo, adoptando lo que podríamos lla-mar una “moda”. Si bien en estos primeros momen-tos el interés fue principalmente estético, es decir, intentando emular las esculturas, monumentos y distintas artes de los “antiguos”, en momentos pos-teriores se estudiará la técnica. Obviamente, resul-taba mucho más fácil comenzar imitando pequeños objetos de joyería (aunque la técnica fuese muy complicada), que grandes esculturas y aún más complejo era efectuarlos con la misma tecnología, procedimiento y ciencia.

La Exposición Mundial de 1862 celebrada en Londres, estuvo dedicada a la Industria y el Arte. A ella acudieron los representantes más destacados de los países participantes, como fue el caso de Ales-sandro Castellani, orfebre romano que se dedicó a la recreación de joyas de gusto antiguo. Gracias a las excavaciones en Herculano y Pompeya pero, sobre todo, a las etruscas como la tumba Regoloni-Galassi de Cerveteri, comenzó a investigar las téc-nicas de fabricación de la cultura material encontra-da. Técnicas tan complejas como el granulado (Fig. 1) o el granulado en polvo resultaron ser muy atrac-tivas y a la vez imposibles de reproducir, tal y como manifestó en su tratado presentado en la Ex-posición.

Estos primeros tentativos de aproximación al estudio de la tecnología respondían a un verdadero interés por conocer las culturas más antiguas, apo-yándose ya en el XIX investigadores como Caste-llani en las obras de Plinio, Teófilo y Cellini, así como en la realización de “experimentos” y tentati-vos de imitación, que podemos considerar los orí-genes de la arqueología experimental en este ámbi-to.

I Jornadas de Jóvenes en Investigación Arqueológica: Dialogando con la Cultura Material. UCM, 3-5 de septiembre de 2008.

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102DIANA T. LAFUENTE FERNÁNDEZ

Fig.: 1. Fíbula de disco de la Tumba Regolini-Galassi de Cerveteri, 650 a.C. aprox., 31.5 x 24 cm. Museo Gregoria-no Etrusco, Museos Vaticanos (Formigli, Nestler, 2004).

2. Fuentes.2.1. Fuentes históricas: una primera aproxima-ción a la técnica.

Una de las principales fuentes a la que se recu-rre para estudiar las técnicas metalúrgicas es Plinio El Viejo. En los libros XXXIII a XXXVII de su Historia Natural se mencionan los metales, alea-ciones, minerales y técnicas usados en la antigüe-dad. Obviamente, resulta difícil entender algunos términos usados que se han podido interpretar a posteriori de forma errónea y que, gracias al uso de nuevas técnicas y a la Arqueología experimental, se han aclarado. Un ejemplo de ésto lo encontramos en la mención al cobre Campano (según el autor, el más usado), que se aleaba habitualmente con “plo-mo argentario”, es decir, el plomo compuesto por “plomo negro” (plomo) y “plomo blanco” o kassi-teros (estaño) en partes iguales (Plinio, XXXIV, 48). Con respecto a las técnicas de unión de meta-les (quizá la más compleja de todas), menciona que era necesario Pb blanco para saldar dos partes de Pb negro y aceite; en el caso del oro argentosum (enriquecido con Ag, es decir, el electrum), cita la crisocolla (del griego chrysos – oro- y colla – cola-). Ésta se usaba en la técnica del granulado y se corresponde con la actual malaquita, es decir, un carbonato básico de cobre; para el cobre en masa, la “cadmia” o calamina (óxido de zinc que se obtie-ne de la fundición del cobre o el latón), para el co-bre en láminas el alumbre; el estaño con limaduras

de cobre. (XXXIII 94, H. N).

Chrysocollam et aurifices sibi vindiant adgluti-nando auro, et inde omnes appellatas similitier vi-rentes dicunt (XXXIII, 29).

La aleación usada en la fabricación de las esta-tuas y mesas era de cobre con un tercera parte de cobre de “recuperación” (más maleable y dulce), doce libras y media de plomo argentario por cada cien del metal fundido. Esta mezcla tenía el color llamado grecanico, de color oscuro/negro (XX-XIV, 100). Si se añadía además Pb al Cu de Chipre, se podía obtener el color púrpura para las togas praetexta de las estatuas y añadiendo Fe o mediante el uso del electrum (Au + Ag), se podría obtener una coloración rosada. En el caso del cobre corona-rio (cobre de Chipre que era llamado así porque se usaba para las coronas de los actores), si se tintaba con la bilis del toro se obtenía un color dorado que llegaba a ser rojizo si se añadían seis “escrúpulos” (vigésimo cuarta parte de una onza) de oro por onza. Y el cobre Campano era el usado para la fa-bricación de recipientes de uso corriente, añadiendo durante el proceso diez libras de plomo argentario (mezcla de “plomo negro” –Pb- y “plomo blanco” –Sn-) proveniente de España por cien de cobre, ad-quiriendo un color oscuro.

Los egipcios coloreaban la plata mezclándola con un tercio de cobre coronario (cobre de Chipre muy sutil) y tanto “azufre vivo” (apyron en griego) como plata, fundiéndose en un recipiente de terra-cota y obteniendo así un color oscuro que era muy valorado, sobre todo en el caso de intentar repre-sentar divinidades como Anubis (quizá haga refe-rencia a las aleaciones hsmn km o hmty km, que ex-plicaremos más adelante).

El plomo blanco servía para estañar objetos de cobre, como vasos, y pasando después a hacer lo mismo con la plata, sobre todo para los ornamentos de caballos y de los carros de la ciudad de Alesia (confirmado en M. Mangin, 1981, I).

Los escudos en bronce durante el Imperio se plateaban en superficie, perdiendo la originalidad y “arte” de épocas anteriores, cuando los clipei eran decorados con imagines clipeatae.

Con respecto a la técnica del dorado, se usaba el hidrargirio para la plata y admite que un método se-mejante se usaría para el bronce (Plinio, XXXIII, 125).

Calístrato (3, 5, 1) hace alusión a la aleación Fe + Cu para lograr una coloración rosada y que utilizó Praxíteles en su Eros.

Plutarco (V, I. 2.) comenta que Silanion había mezclado plata con bronce para hacer más pálida la cara de la estatua de Yocasta moribunda.

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103LOS JUEGOS CROMÁTICOS EN LA CULTURA MATERIAL ARQUEOLÓGICA. LA POLICROMÍA EN BRONCE

El alquimista Zósimo (III-IV d.C.) en el capítu-lo del Manuscrito 6.29 marcado con la letra waw, enseña los tratamientos para preparar mediante fundición el cobre en la manufactura de las tinturas (el mismo término que usa Plinio). Para referirse a la preparación del cobre usa una palabra derivada del Latín excoquo y para hablar de la tintura usa el símbolo del triángulo con la adición de dos puntos del plural, que corresponde con la palabra baphè griega. Además, expone que los primeros tintes eran “cocidos” usando oro, plata y cobre puro.

Zósimo menciona tambíén el color “negro co-rintio”, que se podría lograr en metales no muy gruesos y que es la aleación ideal para recibir meta-les tintados. La receta que da es de 1 mina de Co-bre de Chipre, 8 dracmas de plata y 8 dracmas de fermento de oro. Los metales tendrían que fundirse con 12 dracmas de sulfuro y 12 dramas de sal de amonio. Se colocaba en un contenedor y se cubría con la sal de amonio purificado para la “melanosis” (descomposición del cobre con el sulfuro ). La ale-ación tendría que ser recalentada y puesta en una solución con vinagre –para desengrasarla- y 8 drac-mas de una sustancia que, junto con el vinagre, for-maría el verdigris o caparrosa verde, es decir, un carbonato de cobre (crisocolla). La lámina de metal no debía de ser más grande de dos dedos y es en este momento cuando se levantaba la pátina y se creaban los diseños deseados. Calentando el metal en la solución provocaba una superficie brillante. Una vez que la tenorita se formase en la superficie, tenía que ser cepillada.

Otras recetas mencionan el uso de As y Fe que servirían, en el último caso, para acelerar el proceso ya que se crea una pátina rápidamente con un matiz azulado. En el caso del As, da un color púrpura, muy preciado.

El principal problema que se nos plantea es la cantidad de “preparación” que tendría que añadirse al Cu para la aleación deseada. La palabra bilti en su Manuscrito es usada como el aes latino, es decir, para aleaciones con Cu de base.

La aleación hsmn km que se concibe como bronce negro y hmty km como cobre negro (La Niece, 2002) a la que se refieren los jeroglífi-cos estudiados por Cooney (Cooney, 1966: 43) de la XVIII Dinastía, son aleaciones de cobre con un bajo porcentaje de oro y, a veces, con trazas de Ag y As. Éstas adquirían un color negro cuando se tra-taban con sulfatos de cobre, alumbre y nitrato. El resultado es parecido al “bronce corintio” y al sha-kudo (bronce compuesto por cobre, oro, plata y a veces con arsénico y otros metales. La pátina que formaba era de color negro brillante. La Niece y Craddock, 1993).

Otro término para hablar de la tintura aparece en los primeros escritos alquimistas: el ataque. Re-sulta curioso el hecho de que para nombrar el apa-rato con el que se trataban con vapor los metales, usen la palabra kêrotakis – la paleta que usaban los artistas para mantener calientes sus mezclas de cera y pigmentos- y que María la Judía, usó para ablan-dar metales y darles color (Alic, 1991).

El Papiro X de Leiden (s. III, IV d.C. Tebas, Egipto) cuenta con uno de los textos más antiguos sobre la metalurgia. En él se describe el método lla-mado la “coloración –chrôsis- del oro” mediante el uso de caparrosa verde –sulfato de hierro hidrata-do-, sal y vinagre, y el calentamiento del oro. La caparrosa mezclada con sal en solución forma clo-ruro férrico y ácido sulfúrico, por lo que la superfi-cie del metal en cuestión –bronce/cobre- será ataca-do por la mezcla ácida. Este método de dorado o plateado, servía para metales con aleaciones plata-cobre o cobre-plata-oro, pero no para Cu-Au. La combinación del tratamiento calorífico y ácido pro-voca que haya un enriquecimiento superficial del oro o de la plata, dependiendo de la concentración de Au (Jacobson, 2000)

Otra técnica descrita en el Papiro es la del dora-do al plomo. Se usaría una parte de limadura de oro y dos de Pb, que eran mezcladas y aplicadas en la superficie a dorar con un aglutinante orgánico. La pieza era calentada violentamente para que el Pb no evaporara por oxidación, dejando el oro pegado a la superficie (Giumlia-Mair, et. al. 2002).

El dorado de amalgama o mercurio crea una in-terfase heterogénea entre el oro (aplicado en lima-duras u hojas) y el bronce, tendiendo a su caída. La proporción más adecuada de Sn es entorno al 2 % ya que, si no, podían aparecer manchas opacas en la superficie del dorado y la superficie metálica de-bía calentarse por encima de los 352 ºC–el punto de evaporación del Hg-, dejando una pátina amarillen-ta-opaca que debía de ser abrillantada con una pie-dra dura.

Plinio (H.N. XXXV) y Vitruvio (De Architet-tura, VII, 8.) mencionan ya el uso del mercurio –o plata viva- para dorar, aunque su uso era poco co-mún ya que este material era muy caro. Solamente se constata a partir del siglo II d.C. (Lins, Oddy, 1975) y ni siquiera se han encontrado restos en los análisis efectuados a la escultura ecuestre de Marco Aurelio del Campidoglio, Roma (Florentino, 1989) pero se piensa que su dorado fuera efectuado con esta técnica. El hecho de que una técnica tan cara se usase sobre una aleación un tanto pobre como es la del Marco Aurelio nos hace pensar en la inten-cionalidad conservativa de la misma.

En la Enciclopedia de Diderot y D’Alembert

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104DIANA T. LAFUENTE FERNÁNDEZ

bajo la voz de dorure se define la técnica de dorado mecánico mediante bruñido de la superficie.

En cuanto a la cultura material como documen-to indirecto que refleja las técnicas metalúrgicas, tenemos el Kylix de la fundición (vaso de figuras rojas ático, 480 a.C., Antikenmuseum, Berlin), un ánfora Nolan del pintor de Dutuit, en donde apa-rece Efesto puliendo con piedra pómez el escudo para Aquiles (figuras rojas, s. V a.C., Museo de Bellas Artes de Boston). Estos ejemplos han sido de gran ayuda a la hora de desarrollar los experi-mentos arqueológicos que citaremos.

Finalmente, hacer referencia a las excavaciones arqueológicas en donde se han encontrado estruc-turas identificadas como chalkourgeion (taller de bronce) y a partir de las cuales se ha podido enten-der mejor la técnica de fundición de los objetos en bronce. Un ejemplo se encuentra en la Acrópolis de Atenas, en donde se hallaron dos fosas ovales alar-gadas, rodeadas de ladrillos de arcilla y a las que se accedían por una pequeña escalera. En el centro de una de ellas, se encontró un pequeño podio que sostendría el objeto a fundir. Unas de las construc-ciones más conocidas es el taller de Mylonas de Rodas, la casa Z del Cerámico de Atenas (con un basamento caracterizado por tener canal de colada incorporado para la cera) o el taller de Fidias en Olimpia. Estos talleres no tenían una gran profun-didad (alrededor de 1,50 m.), por lo que las escultu-ras de gran tamaño que fueron fundidas ahí se fa-bricaron por partes. Ésto hace que valoremos y des-taquemos las técnicas de unión de los fragmentos, ya que eran grandes maestros. Normalmente, se si-tuaban en las proximidades del lugar donde se ins-talarían las estatuas (de ahí la situación de los talle-res en la Acrópolis).

2.2. La cultura material: vestigios directos de la técnica.

El descubrimiento en 1972 de los Bronces de Riace supuso el inicio de la aplicación de nuevas técnicas a la hora de analizar las esculturas y, en general, la cultura material arqueológica, abriéndo-se un nuevo abanico de investigaciones. Debemos destacar la importancia del ámbito de la Conserva-ción y Restauración para este avance ya que una de las principales razones del inicio de estos análisis fue la necesidad de conocer lo mejor posible el ma-terial para poder saber su estado de conservación y restaurarlo.

Durante su restauración se constató la riqueza de la policromía, por lo que se analizó la composi-ción de los labios, dientes, ojos, pezones, etc. Algo que no había sucedido en el caso del Auriga de Delfos y el Poseidón, ya que fueron descubiertos en años previos.

Con respecto a la policromía de la cultura mate-rial podemos afirmar la existencia de una concien-cia y conocimiento del metal absoluto para poder obtener un color preciso. En cuanto al caso especí-fico del bronce, debemos destacar la gran dificultad del material, de sus aleaciones y de sus técnicas, ya que es verdaderamente arduo. Es más, ya Plinio mencionaba la predominancia e importancia del bronce sobre el oro y la plata (más fáciles de traba-jar).

Hemos de diferenciar varias técnicas de policro-mar:

- la tintura o policromía del metal de bronce,

- la policromía de los elementos que son fundi-dos previamente e insertados en el molde en cera como los pezones, labios, etc., normalmente hechos en otra aleación o metal, y que aparecen en contras-te con el color general de la estatua de bronce

- esos mismos elementos fundidos en una pri-mera instancia y luego insertados en frío, que po-dríamos considerar damasquinados (ad gemina me-talla o doble metal),

- el nielado,

- la aplicación directa de pigmentos.

La tintura del bronce, la entendemos como la coloración de la aleación metálica en sí debido a un uso intencionado de diferentes metales. Como ya hemos visto, Plinio el Viejo y Zosimo, usan esta misma terminología.

Los elementos metálicos que eran recortados del modelo en cera y fundidos separadamente en cobre puro o en una aleación de bronce con un alto contenido en cobre, como la boca (Fig. 2), queda-ban englobados en la posterior fusión de la cabeza en bronce. Otra método consistiría en fundir pre-viamente la cabeza y luego insertar los labios de cera en ella, colocándolos dentro de una pequeña capa de arcilla refractaria, y vertiendo posterior-mente el metal. La ventaja de estas dos técnicas es que la boca de cobre es inseparable, está ligada a la cabeza. En el caso del famoso Púgil (Museo Nazio-nale Romano) se pudieron identificar en la cara fragmentos de bronce más oscuros con un alto por-centaje de Pb identificado por Fluorescencia de Ra-yos X (Ferretti, 2006: 48-61), que mostraban la hinchazón y el color morado de un ojo golpeado por un puño.

En el caso de la fabricación previa de los ele-mentos metálicos y su insertado en frío en el objeto provocan que la unión no sea completa y que se co-rra el riesgo de desprendimiento. Las cejas, por ejemplo, se solían realizar en cobre y eran introdu-cidas en frío en la escultura, como fue en caso del

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105LOS JUEGOS CROMÁTICOS EN LA CULTURA MATERIAL ARQUEOLÓGICA. LA POLICROMÍA EN BRONCE

Fig.: 2. Detalle de la boca del Apoxyomenos (Micchelucci, M. (edit.) 2006: Apoxyomenos L'Atleta della Croazia. Mila-no: Giunti Industri Grafiche S.p.A.

Efebo de Selinunte o el Zeus de Ugento (Micheli, Vidale, 2003). En el caso de una sella curulis de hierro de la colección Leon Levy y Shelby White de Nueva Cork (Simon, C., 2002), la decoración en metal policromo es espectacular: las patas están he-chas en cobre, los redondeles de unión de las partes están plateados con una lámina de Ag, y la decora-ción vegetal y geométrica está realizada en latón y bronce mediante la unión en frío.

Un ejemplo particular de aplicación de incrusta-ciones metálicas es el usado en muchas de las es-culturas egipcias. Normalmente, se usaban hojas de oro o electrum y se aplicaban directamente en la superficie, como una capa más o un dorado, con un mínimo de tratamiento superficial del metal que lo recibiría. Gracias a análisis efectuados con XRF se ha podido demostrar la presencia de oro, plata y co-bre en dichas aleaciones, que según su proporción daban un color diferente. De hecho, muchas de las incrustaciones se efectuaban en bronce sobre bron-ce, variando los porcentajes de la aleación para po-der destacar ambos colores.

Hemos de suponer una conciencia del metal a usar para obtener un color preciso y, consecuente-mente, un objetivo final: el de crear una incoheren-cia, es decir, la escultura no era un todo homogé-neo, sino que tenía colorido y particularidades que hacían de ella algo vivo. No debemos entender que estos elementos destacaban del resto dándoles ex-cesiva importancia, al contrario, los artesanos bus-caban acentuar el efecto para acercarse al naturalis-mo y hacer que las figuras cobraran vida.

El nielado consiste en la decoración con nieles (proveniente del latín nigellus, es decir níger o ne-gro) de una superficie metálica. Los nieles estaban compuestos de sulfuros metálicos que normalmente eran los mismos que el metal a decorar, es decir, si el objeto era de bronce se solía aplicar sulfuro de cobre. El material se fabricaba mezclando azufre, pequeños fragmentos de láminas metálicas y un fundente en un crisol, hasta alcanzar en la mezcla un color negro vidrioso. Después se rompía, se mezclaba nuevamente con el fundente y se recalen-

taba lentamente a una temperatura no superior a 600 ºC (ya que si se supera el punto de fusión del metal a decorar se alearía y fundiría) para adquirir un estado pastoso que pudiese ser aplicado más fá-cilmente en las hendiduras efectuadas en el metal a decorar. Existen tres tipos de nielados:

- monometálico, compuesto por un metal.

- bimetálico: compuesto por Ag, Cu y S, por lo que el punto de fusión es inferior al monometálico (680 ºC aprox.) y aunque se conocen ejemplos ro-manos, esta técnica alcanza su máximo esplendor después del siglo V d.C.

- trimetálico: sulfuro de Ag, Cu y Pb y es el más habitual después del s. XI d.C. Su punto de fusión es muy bajo (alrededor de 500 ºC) y se caracteriza por ser muy fácil de trabajar y resistente.

En el caso del rhyton de Trieste tenemos un nie-lado monometálico (en la boca y ojos) y otro trime-tálico (en la nariz), el metal de base es Ag. Las ale-aciones hsmn km (bronce negro) y hmty km (cobre negro) muy usadas en las esculturas egipcias (Fig. 3), poseen un pequeño porcentaje de oro y a veces también de Ag y As. Éstas crean una pátina negra muy deseada cuando se trata con una solución acuosa hecha con sulfato de cobre, alumbre y nitro (Giumlia-Mair, 2002: 127)

Fig.: 3. Detalle de la escultura de Karomama (Museo del Louvre. Fotografía de G. Poncet).

La aplicación directa de pigmentos sobre los objetos metálicos es más difícil de estudiar ya que, con el paso del tiempo, difícilmente se han conser-vado. Aún así, nos han llegado algunos vestigios circunscritos al ámbito egipcio, como rojo hematita u ocre, situado en los lacrimales de las esculturas, como en el retrato de Ausguto encontrado en Me-roe, Egipto (British Museum. Londres)

Otro elemento que proporcionaba policromía a pesar de no ser completamente metálico, eran los ojos. Éstos se fabricaban mediante un corte cónico de la zona y el montaje era bastante complejo: las pestañas estaban hechas con láminas de bronce (como en el caso del Auriga de Delfos), el blanco de los ojos podía ser de mármol, hueso o marfil y

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106DIANA T. LAFUENTE FERNÁNDEZ

se le efectuaba una cavidad para poner el iris (de pasta vítrea translúcida o vidrio) y la pupila (una cavidad circular vacía o se incluía una piedra oscu-ra como la obsidiana). El iris se solía dejar sin apo-yar en el bulbo ocular para que ganase profundidad el ojo y a veces se rodeaba de un anillo de pasta más oscura, de bronce, de oro o de piedra, para cre-ar distinta tonalidad. Se podían crear más efectos de colorido y vivacidad si se policromaban los la-crimales.

Esta técnica de fabricación de los ojos (Livera-ni, 2004) correspondía al modelo griego ya que los romanos no remarcaban las pestañas y el bulbo ocular se hacía solo en dos materiales: mármol, hueso, marfil o pasta vítrea para el blanco, y el iris y pupila en vidrio, pasta vítrea o piedra (aunque la mayoría de las veces se representaba con una mera incisión).

Si bien hemos destacado la Conservación y Restauración como propulsora del inicio de las in-vestigaciones en el ámbito de la policromía sobre el bronce, debemos reconocer también su culpa ya que en épocas anteriores, debido al gusto del mo-mento, se llegaron a enmascarar las mismas. Éste es el caso de las esculturas de la Villa de los Papi-ros de Herculano, que durante las restauraciones de Joseph Canart se homogeneizaron las superficies con limas y se reintegraron con yeso, estucos y la-cas, oscureciéndolas (Formigli, et. al., 2005, 35-48).

3. Ejecución de la técnica: La Arqueología experimental.

Si bien en el Renacimiento los orfebres eran los encargados de efectuar las obras escultóricas en bronce y los que dominaban este arte –como fue el caso de B. Cellini -, en el siglo XIX, como ya he-mos mencionado, fueron los primeros en aproxi-marse al estudio de las técnicas de fabricación y fundición de los metales antiguos.

El siglo XX, con el desarrollo de las nuevas tec-nologías y ciencias, abrirá paso al inicio de los ex-perimentos para emular las antiguas técnicas. Den-tro del ámbito de la orfebrería y haciendo especial mención a la técnica del granulado, a la que ya he-mos hecho referencia, personajes como Wilms, Treskow y Littledale se aproximarán a la solución pero, sobre todo, destacarán por ser los primeros investigadores, junto con Castellani, que hagan in-tentos de fabricación para dar con la solución ade-cuada.

No será hasta los trabajos de Formigli, Parrini y Mello (1982), cuando se haga una demostración científica de la saldatura coloidal de la técnica del granulado y, con ello, se avance en el estudio de los métodos de fabricación de los metales antiguos.

Obviamente, los primeros tentativos de este grupo de investigadores se centraron en la imita-ción de pequeños objetos, dentro del ámbito de la orfebrería, continuando la estela de los primeros in-vestigadores. El gran paso se dio a principios de los ’90 con la celebración en Murlo de los seminarios “Antiche officine del bronzo” e “I grandi bronzi antichi” abanderados por Formigli, construyéndose en ambas ocasiones talleres de bronce tal y como eran en la Antigüedad y llegando a fundir una co-pia del “Adorante” de Rodas en el segundo caso (Fig. 4). Tanto la fundición, como la unión de los fragmentos y acabado final de la escultura, fueron realizados siguiendo las fuentes y los estudios de carácter científico-analítico que se habían empeza-do a desarrollar gracias a los hallazgos de los Bron-ces de Riace. Los problemas a los que se tuvieron que enfrentar durante los trabajos y las conclusio-nes obtenidas son muy interesantes y únicas, pu-diendo observar la necesidad de que fueran fabrica-das dichas esculturas por partes, no ya por la peri-cia tecnológica, sino para dar mayor veracidad a las mismas.

Fig.: 4. Reconstrucción de una fosa de fusión con el mo-delo en cera. En Formigli, 1999 (coord.): I grandi bronzi antichi. Siena: Nuova immagine editrice.

Los resultados artísticos no fueron perfectos pero se pudo hacer la fusión, la unión mecánica de las partes de la escultura y un acabado superficial perfecto, usando para ello unos instrumentos fabri-cados ex profeso similares al strigilis y que apare-

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107LOS JUEGOS CROMÁTICOS EN LA CULTURA MATERIAL ARQUEOLÓGICA. LA POLICROMÍA EN BRONCE

cen representados en la kylix de la fundición. Pare-ce ser que la piedra pómez, a la hora de dar un aca-bado final, no daba un brillo tan vivaz como el del strigilis y que deja unos surcos superficiales pareci-dos a los que se han encontrado en el Caballo grie-go (s. V a.C.) que se expone en los Museos Capito-linos y que se han supuesto que servían para dorar la superficie (La Repubblica, 2007)

Como consecuencia del desarrollo de estos con-gresos y de los estudios en Arqueología Experi-mental, en 1998 se fundó en Murlo el Laboratorio de Arqueometría y Arqueología Experimental so-bre las Antiguas Técnicas Artesanales (AN.TE.A). Sus objetivos persiguen continuar con la investiga-ción Arqueométrica, de las fuentes y de la Arqueo-logía Experimental.

Uno de lo últimos congresos celebrados por AN.TE.A hacía referencia al color y la luz en la es-tatuaria antigua en bronce, efectuando de nuevo trabajos de arqueología experimental realizando pá-tinas, dorados, damasquinados, así como la fabrica-ción de ojos, labios y cejas.

4. Conclusiones. Debemos agradecer a la disciplina de la Conser-

vación y Restauración el desarrollo de nuevas téc-nicas de análisis que nos están permitiendo profun-dizar en el estudio de la metalurgia antigua. Como se ha podido observar, la multidisciplinariedad es esencial para poder llevar a cabo con éxito dichas investigaciones ya que las ciencias de estudio con diversas.

Los primeros investigadores de las técnicas me-talúrgicas antiguas fueron los orfebres. Tanto Celli-ni como Castilliani buscaban desvelar la perfección técnica alcanzada por nuestros antecesores y, ob-viamente, el ámbito de la orfebrería y de los meta-les nobles, es mucho menos arduo que el de las producciones materiales en bronce.

Los trabajos en arqueología experimental que se están desarrollando actualmente están formados por grupos multidisciplinares. Éstos son de vital impor-tancia y están ayudando a interpretar y comprobar la información proveniente de las fuentes materia-les y documentales históricas, así como a entender y descubrir nuevos elementos que no aparecen re-flejados en éstas. Obviamente, los problemas que van surgiendo durante los experimentos y las solu-ciones que se van adoptando, llevan a unas conclu-siones que no podrían obtenerse de otra manera.

Con esto no se pretende minusvalorar las técni-cas analíticas, al contrario, lo que se pretende es destacar la importancia de su complementariedad con el ámbito de la arqueología experimental y la necesidad de que sigan evolucionando juntas.

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JIA 2008 ISBN: 978-84-92539-25-3 Pp.: 109-116

EL ESTUDIO ARQUEOMÉTRICO DEL VIDRIO:MÉTODOS Y PERSPECTIVAS

Teresa Palomar SanzInstituto de Historia, CCHS (CSIC); [email protected]

RESUMEN

De todos los materiales existentes, pocos han sido los que han evolucionado tanto como el vidrio. En la actualidad, se aplican técnicas de síntesis específicas para obtener vidrios con unas determinadas caracterís-ticas ópticas, químicas o, incluso, magnéticas. Pero para obtener información sobre la tecnología y fabricación de vidrio en las sociedades del pasado deben realizarse estudios arqueométricos. El objetivo de este trabajo es examinar las tendencias actuales en la arqueometría de vidrios para profundizar en sus aspectos más relevan-tes. Para ello se ha realizado un estudio bibliométrico de los 164 artículos publicados entre los años 1987 y 2007, en los que se han registrado parámetros como el tipo de revista, el tema del artículo, las técnicas utiliza-das o la localización geográfica de las muestras estudiadas. Se ha podido comprobar que los estudios arqueo-métricos sobre vidrio han aumentado gradualmente en el periodo desde el año 2000 a 2007. Los materiales ro-manos y medievales han sido los más estudiados.

ABSTRACT

Among all existing materials, very few have been developed as much as glass. Nowadays, there are specific synthesis techniques to obtain glasses with optical, chemical or, even, magnetic properties. However, to obtain information about the technology and the glass manufacture in past societies, it is necessary to make archaeometric studies. The aim of this work is to examine the current tendencies in the archaeometry of glass to assess its more important aspects. To meet this aim a bibliometric study on the 164 articles published bet-ween 1987 and 2007 has been carried out. The parameters considered were: the journal type, the article topic, the techniques used or the geographic location of the studied samples. It has been proved that archaeometric studies about glass have grown up gradually since 2000 to 2007. Roman and Medieval glasses have been the most studied materials.

Palabras Clave: Vidrio. Arqueometría. Estudio Bibliométrico.

Keywords: Glass. Archaeometry. Bibliometric Study.

1. Introducción.El vidrio es un material ampliamente utilizado

por sus características singulares. Este material fue considerado más valioso que las piedras preciosas en el antiguo Egipto y fue muy popular en las gran-des catedrales medievales europeas gracias a las vi-drieras que ocupaban grandes superficies de sus muros.

El vidrio es un material que, aunque tiene apa-riencia de sólido, posee una estructura amorfa ca-racterística del estado líquido. Por ello los vidrios no se pueden considerar como sólidos, pero tampo-co como líquidos, sino que se les puede aplicar la denominación de sólidos amorfos o líquidos de densidad infinita (Fernández Navarro, 2003).

La estabilidad química de los vidrios frente a la acción de la meteorización depende de su composi-ción química. Existen diversos grupos de vidrios históricos que presentan baja estabilidad química y por ello han sufrido un grave deterioro. Algunos de estos procesos son la formación de costras de yeso y de calcita en la superficie de los vidrios, extrac-

ción de cationes de la red vítrea y formación de pe-lículas de gel de sílice, sobre todo en el caso de vi-drios expuestos a las condiciones más extremas (Carmona et al, 2006a).

El análisis bibliométrico de los 164 artículos publicados sobre vidrios históricos que se ha lleva-do a cabo en este trabajo permite conocer cómo ha variado el interés de los investigadores en el campo del vidrio en los últimos 20 años. Tanto científicos como historiadores y arqueólogos se han interesado por el vidrio como material de estudio de acuerdo con los siguientes objetivos:

1.- Estudiar la producción del vidrio a lo largo de la historia, desde la localización de la materia prima, hasta el proceso de fundido y los componen-tes adicionados como estabilizantes y colorantes.

2.- Establecer posibles rutas comerciales, tanto de materias primas como de objetos acabados.

3.- Y, por último, estudiar los mecanismos de degradación que puede sufrir el vidrio como conse-cuencia de su exposición a los diferentes agentes

I Jornadas de Jóvenes en Investigación Arqueológica: Dialogando con la Cultura Material. UCM, 3-5 de septiembre de 2008.

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110TERESA PALOMAR SANZ

ambientales y, de esta manera, mejorar las técnicas de restauración y conservación.

El presente análisis bibliométrico permite com-probar la evolución de los estudios arqueométricos de vidrio en los últimos años. Los parámetros anali-zados son la fecha de publicación, el tipo de revis-ta, el tipo de artículo, el tema tratado, la tipología del vidrio, las técnicas de análisis, el origen de los autores y la localización geográfica de las muestras, así como la revisión de las actas de dos ediciones de congresos: Congreso Ibérico de Arqueometría e International Congress on Glass.

2. Metodología.Para poder llevar a cabo este estudio se ha reali-

zado el vaciado de las principales revistas arqueo-lógicas y científicas nacionales e internacionales (Tabla 1). Se han elegido aquellos artículos que re-alizaron un estudio arqueométrico de materiales de vidrio. No se han tenido en cuenta trabajos sobre vidriados de cerámicas o pastas vítreas, ni artículos meramente descriptivos que no posean un conteni-do analítico. Asimismo, se han revisado las actas de varios congresos especializados, nacionales e inter-nacionales, con el fin de obtener una información más completa del papel que desempeña el vidrio histórico en la actualidad científica.

Este estudio está centrado en los últimos 20 años, desde 1987 hasta 2007. No se ha considerado el presente año 2008 porque se han tomado los años como una unidad entera de medida. El número de artículos publicados antes de 1987 es escaso y poco relevante, es por ello por lo que se ha escogi-do este año como inicio del estudio. Aún así, como posteriormente se podrá comprobar, el período de tiempo elegido es suficientemente amplio y repre-sentativo para observar las tendencias y el desarro-llo que se ha producido en este campo.

3. Estudio del Artículo.3.1. Fecha de publicación.

En primer lugar, se ha considerado el año de publicación del artículo. Este parámetro permite observar la evolución que han experimentado los estudios arqueométricos de vidrios en los últimos 20 años (Fig. 1). Puede apreciarse que se ha produ-cido un incremento en el número de artículos publi-cados, lo que indica que es una línea de investiga-ción en expansión. En la gráfica se pueden obser-var dos anomalías que corresponden al año 2005, en el que se produjo un número de publicaciones superior a lo esperado, y al año 2007, con un núme-ro inferior.

Para confirmar si esta tendencia continúa en el presente año, se buscaron todos aquellos artículos de arqueometría de vidrio que se han publicado hasta el 30 de junio de 2008. Se puede observar

(Fig. 1) que sólo en la primera mitad del año 2008 se ha registrado un número mayor de publicaciones que en todo el año 2005, que presentó una anoma-lía por exceso.

Título Revisa-das Pa-

pel

Revisa-das Digi-

tal

Total

Aerobiologia 0 1 1Analytica Chimica Acta 0 1 1Applied Clay Science 0 1 1Applied Geochemistry 0 1 1Applied Physics A 0 5 5Applied Surface Science 0 2 2Archaeometry 13 32 45Boletín de la Sociedad Española de Cerámica y Vidrio

3 1 4

Chemical Geology 0 1 1Fresenius' Journal of Analytical Chemistry 0 1 1

Glastechnische Berichte 4 0 4International Biodeterio-ration & Biodegradation 0 1 1

International Journal of Radiation Applications and Instrumentation. Part A.

0 1 1

Journal of Archaeologi-cal Science 0 14 14

Journal of Cultural Heri-tage 0 14 14

Journal of Material Science 0 1 1

Journal of Non-Crystal-line Solids 0 13 13

Journal of Radioanalyt-ical and Nuclear Chem-istry

0 4 4

Journal of Raman Spec-troscopy 1 1 2

Journal of the European Ceramic Society 0 1 1

Materiales de Construc-ción 3 0 3

Materials Characteriza-tion 0 1 1

Materials Chemistry and Physics 0 1 1

Microchimica Acta 0 3 3Nuclear Instruments and Methods in Physics Re-search Section B

0 18 18

Physica B: Condensed Matter 0 1 1

Quaternary Science Re-views 0 1 1

Radiation Measurements 0 2 2Spectrochimica Acta Part A 0 1 1

Spectrochimica Acta Part B 0 9 9

Talanta 0 1 1Thermochimica Acta 0 2 2Trabajos de Prehistoria 3 0 3Zephyrus 1 0 1

28 136 164Tabla: 1. Listado del número total de artículos revisa-dos.

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111EL ESTUDIO ARQUEOMÉTRICO DEL VIDRIO: MÉTODOS Y PERSPECTIVAS

La disminución de publicaciones registrada en 2007 puede haberse producido por diferentes cau-sas, como la posible ausencia de proyectos europe-os o el retraso en las publicaciones de finales de 2007 que se efectuó a principios de 2008. Aún así, se pone de manifiesto la tendencia creciente y posi-tiva de estos últimos años.

Fig.: 1. Evolución temporal del número de publicaciones sobre arqueometría de vidrios.

3.2.Tipo de revista.Debido a la gran interdisciplinariedad de la ar-

queometría, el tipo de revistas en las cuales apare-cen publicados los artículos es muy variado. Se pueden encontrar artículos en revistas de historia-arqueología y de ciencias experimentales, así como en revistas de medio ambiente.

En primer lugar, los artículos publicados en re-vistas de ciencias experimentales abarcan más del 50% del total de los artículos analizados (Fig. 2a). Las revistas más destacadas en este apartado son Journal of Non-Crystalline Solids, centrada en el vidrio, antiguo y moderno; Nuclear Instruments and Methods in Physics Research, que recoge artí-culos sobre la interacción de haces de energía con la materia; y Spectrochimica Acta, sobre la aplica-ción de las diferentes metodologías espectroscópi-cas. El gran número de artículos en revistas del ám-bito de las ciencias experimentales es debido a que, en los últimos años, las técnicas no destructivas se han incrementado y, por tanto, su aplicación a ma-teriales arqueológicos e históricos también ha au-mentado gracias a la posibilidad de realizar los aná-lisis sin destrucción total o parcial de la muestra

(Fleming y Swann, 1999).

A pesar de encontrarse en segundo lugar (Fig. 2a), la revista Archaeometry recoge el mayor nú-mero de artículos en una única publicación, el 27%. La revista se centra en los análisis químico-físicos que se pueden llevar a cabo sobre materiales de di-versa naturaleza como metales, tela, huesos, así como materiales cerámicos y, por supuesto, vidrios. Y, por último, se encuentran las revistas de histo-ria-arqueología. Las revistas más destacables son Journal of Archaeological Science y Journal of Cultural Heritage.

3.3.Tipo de artículoOtra forma de examinar los artículos se basa en

la tipología de éstos. Así se puede diferenciar entre Caracterización, Estudio del Comportamiento del Material, Técnicas y Procesos de Simulación (Fig. 2b).

a) Caracterización. Se enmarcan en este aparta-do aquellos artículos en los que el análisis químico-físico se utiliza para describir las propiedades del vidrio, como son el color, la dureza o la degrada-ción.

b) Estudio del Comportamiento del Material. Los vidrios arqueológicos e históricos se utilizan para estudiar cómo varía una determinada propie-dad con respecto al tiempo, la temperatura u otro parámetro externo.

c) Técnicas. En este apartado se encuadran al-gunas de las técnicas analíticas más innovadoras, su principio físico, su aplicación a vidrios modelo y su extrapolación a los vidrios arqueológicos.

d) Procesos de Simulación. Para poder realizar hipótesis, por ejemplo, sobre las reacciones de de-gradación de los vidrios o sobre la disposición es-tructural del colorante en la red silícea, se requieren estudios teóricos o prácticos sobre modelos (Fi-gueiredo et al., 2006), es decir, procesos de simula-ción.

La mayoría de las publicaciones estudiadas (61%) se encuadran en Caracterización, y se reali-zan con el objetivo de conocer la composición de los vidrios, la concentración de los cromóforos o la

Fig.: 2. Porcentajes según a) el tipo de revista en la que se publican los artículos b) los diferentes tipos de artículo c) el tema del artículo.

Page 121: Actas de las I Jornadas de Jóvenes en Investigación Arqueológica: dialogando con la cultura material (JIA 2008), tomo I

112TERESA PALOMAR SANZ

localización de las materias primas.

4. Estudio del Vidrio.4.1.Tema del artículo.

Los artículos se pueden clasificar según los te-mas que tratan, es decir, según su objetivo (Fig. 2c). Así se pueden definir una serie de temas en los cuales se centran la mayoría de los artículos.

a) Historia y Tecnología. Artículos en los que se estudia la tecnología y producción, así como la localización del origen de las materias primas.

b) Resistencia Química. Artículos centrados principalmente en el estudio de la corrosión del vi-drio y otros estudios puramente científicos de la in-teracción del vidrio con agentes externos.

d) Teoría Arqueométrica. Los artículos mues-tran una caracterización del material en la que se estudia la composición del vidrio y el tipo de cro-móforo presente en ellos.

e) Técnica Analítica. Desarrollo de una técnica analítica, aplicada tanto a vidrios modelo que simu-lan las composiciones de vidrios antiguos, con el objetivo de justificar la utilidad de la técnica; como a vidrios arqueológicos, para comprobar los resul-tados obtenidos con los vidrios modelos.

f) Restauración. Artículos que presentan la apli-cación de una técnica analítica para el estudio de los vidrios, obteniendo una mayor información so-bre cómo acometer su restauración, dañando lo me-nos posible a los vidrios y cómo evitar, o ralentizar, la degradación futura de éstos.

g) Otros. Artículos que se centran en otros te-mas no recogidos en los apartados anteriores, como puede ser el estudio del ataque microbiológico (Gorbushina y Palinska, 1999) (Carmona et al., 2006b).

El principal tema en el que se centran los auto-res es la Historia y Tecnología. Los análisis quími-co-físicos que se pueden realizar al vidrio aportan una información valiosa sobre su composición, su temperatura de fusión e, incluso, sobre la tecnolo-gía existente en el momento de la producción de la pieza.

El segundo tema con mayor número de artículos publicados es la Resistencia Química. La atención de los autores se centra en el conocimiento de los diferentes mecanismos que producen un aumento de la degradación, las distintas reacciones por las que se produce la corrosión y los posibles métodos para evitar el deterioro de los vidrios.

Y, por último, el tercer tema más frecuente es la Teoría Arqueométrica. Pocos son los documentos que han llegado a nuestros días acerca de las técni-

cas utilizadas en el pasado para producir vidrio, como por ejemplo, De originibus rerum de Hraba-nus Maurus (776-856) sobre la fabricación del vi-drio medieval.

El resto de los temas son menos estudiados, ya sea porque son temas muy específicos como la Técnica Analítica, donde la escasa variedad exis-tente hace que la publicación de artículos no sea frecuente; o muy innovadores, como el estudio del deterioro producido por hongos, bacterias y micro-organismos que se agrupa en el tema Otros.

En el caso de la Restauración, el número de ar-tículos es bajo porque, en general, los resultados no se publican. En el ámbito de los restauradores, sólo una pequeña proporción realiza análisis arqueomé-tricos para caracterizar los vidrios que restauran. Por ello, el número de publicaciones existentes es tan escaso.

4.2. Tipo de vidrio.Los vidrios históricos pueden tener diferente

composición y coloración, como consecuencia de un proceso de fabricación distinto según el lugar y la cronología (Fig. 3).

Fig.: 3. Tipología del vidrio analizado.

El vidrio se ha utilizado como elemento de adorno en forma de cuentas en collares y pulseras, también en vajillas de mesa y, en la Edad Media, se introdujo la vidriera como cerramiento en las igle-sias y catedrales más importantes de Europa. Por ello, este tipo de piezas son las que se han estudia-do más frecuentemente.

Un número importante de muestras estudiadas corresponden a fragmentos indeterminados. La fra-gilidad del vidrio y su rápida degradación determi-nan que muchas piezas resulten irreconocibles des-pués del paso del tiempo. Se puede estudiar su composición y compararla con piezas coetáneas temporal o espacialmente, pero no es posible su atribución a una tipología específica.

También se deben destacar los vidrios modelo, obtenidos en el laboratorio para llevar a cabo estu-dios de simulación (Melcher y Schereiner, 2003). Por último, en menor proporción, hay muestras que

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113EL ESTUDIO ARQUEOMÉTRICO DEL VIDRIO: MÉTODOS Y PERSPECTIVAS

proceden de restos de la fabricación del vidrio, como crisoles, gotas, pasta vítrea o fritas; teselas procedentes de mosaicos, fragmentos de ventanas, lámparas y otros objetos no agrupados anterior-mente.

4.3. Cronología y localización geográfica.En la figura 4, los máximos que se observan

coinciden con los periodos Romano-Tardorromano y Edad Media. Dos épocas en las que la producción de vidrio fue muy importante. En el caso romano, por la amplia difusión del vidrio utilitario y de mesa, y en el caso medieval por la producción de vidrieras para cerrar vanos, tanto en edificios reli-giosos como civiles. En el resto de los períodos cronológicos estudiados, el número de muestras es prácticamente constante.

Fig.: 4. Cronología de las muestras de vidrio analizadas en las publicaciones.

La localización geográfica de las muestras está relacionada muy directamente con los periodos cro-nológicos mencionados. Así el Imperio Romano, que se expandió por todo el Mediterráneo, ha per-mitido hallar vidrios en Europa y el Norte de Áfri-ca. En el caso de la Edad Media, los vidrios proce-den principalmente de las vidrieras de las catedra-

les más importantes de Europa.

La mayoría de las muestras se localiza (Fig. 5a, 5b) en Europa (62%), con Italia, España, Reino Unido y Francia como principales países. A conti-nuación, las muestras son de Asia (14%), donde la mayoría proceden de Oriente Próximo. Las mues-tras de África (7%), proceden principalmente de Egipto. En América (4%), los vidrios proceden so-bre todo del comercio colonial, mientras que el apartado de Fondo Acuático (3%) (Barbana et al., 2004), recoge aquellos vidrios hallados en pecios procedentes del fondo del mar.

4.4. Autores.Una forma interesante de distribuir las publica-

ciones analizadas es el origen del grupo investiga-dor. Se ha tomado como país de origen aquel que aparece en la dirección de los autores en la portada de los artículos.

Fig.: 6. Distribución de los países de origen de los autores de los artículos. Otros: Australia, Bielorrusia, Finlandia, Hungría, Israel, Polonia, Suecia y Túnez.

Italia aparece como el país con el mayor núme-ro de publicaciones, las cuales se han realizado, principalmente, sobre vidrio romano. En segundo lugar se sitúa el Reino Unido, seguido de España y Alemania en tercer y cuarto puesto, respectivamen-te (Fig. 6).

Fig. 5.: a) Localización geográfica de las muestras analizadas. b) Distribución de las muestras analizadas en países euro-peos.

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114TERESA PALOMAR SANZ

4.5.Técnicas utilizadas.Para poder llevar a cabo los análisis arqueomé-

tricos es necesaria una instrumentación analítica que resuelva, principalmente, la composición quí-mica y la microestructura.

Se pueden clasificar las técnicas utilizadas se-gún la función que desempeñan: si es una técnica de observación, que permite examinar a mayores aumentos la muestra, o si es una técnica analítica capaz de determinar su composición química.

Fig.: 7.: a) Distribución porcentual de las técnicas utiliza-das. b) Técnicas de observación. c) Técnicas de análisis. Otros: Lámina delgada, Espectroscopía Mössbauer, Reso-nancia paramagnética electrónica (EPR), etc.

La figura 7a muestra que la mayoría de las téc-nicas utilizadas son analíticas, es decir, gracias a ellas se puede conocer la cantidad de óxidos o ele-mentos presentes en los vidrios. Por el contrario, las técnicas de observación, que aportan informa-ción sobre la microestructura del vidrio, son menos utilizadas.

Si se profundiza en las técnicas de observación (Fig. 7b), se contemplan cuatro técnicas diferentes: microscopía electrónica de barrido (MEB), micros-copía óptica (MO), microscopía electrónica de transmisión (MET) y microscopía de fuerza atómi-ca (MFA). La microscopía óptica se utiliza amplia-

mente para observar la morfología macroscópica de las alteraciones superficiales, es decir, fisuras, cos-tras de corrosión y cualquier otro deterioro de la superficie del vidrio. La microscopía electrónica de barrido ha registrado una mayor utilización. Permi-te observar la microestructura, no es destructiva y, además, puede acoplarse a un espectrómetro de dis-persión de energía de rayos X (EDX), con el que es posible observar y definir perfectamente el área a analizar. La microscopía electrónica de transmisión y la de fuerza atómica también permiten observar la microestructura, aunque a una escala mucho mayor. Con MFA se llegan a distinguir los átomos indivi-duales. Estas técnicas no se utilizan muy frecuente-mente porque su coste es elevado, su disponibilidad es reducida y la información que ofrecen es muy puntual, por lo que la reproducibilidad de la medida es limitada.

En cuanto a las técnicas analíticas (Fig. 7c), las más utilizadas son las que se emplean para determi-nar la composición química del vidrio, como las es-pectroscopías de dispersión de energía de rayos X (EDX), de fluorescencia de rayos X (XRF), de plas-ma acoplado por inducción (ICP), la técnica de emisión de rayos X inducidos por protones (PIXE), la espectroscopía de dispersión de longitudes de onda (WDS) y el análisis por activación de neutro-nes (INAA).

También aparecen, aunque en menor propor-ción, técnicas que determinan otras propiedades del vidrio, como la difracción de rayos X (DRX), para diferenciar las fases cristalinas en vidrios desvitrifi-cados; la espectroscopía ultravioleta-visible (UV-Vis), para identificar los cromóforos presentes; el análisis térmico diferencial (ATD), con el que se es-tima si se produce algún cambio termodinámico/térmico en la muestra; o la termolu-miniscencia (TL), con la que se obtiene informa-ción gracias a la excitación de la muestra con calor.

Es interesante el hecho de que las técnicas más utilizadas son las no destructivas, o las que lo son parcialmente, como la MEB-EDX o PIXE. Sin em-bargo, aún es necesario utilizar técnicas destructi-vas como ICP o FRX para disponer de un límite de detección más bajo, para determinar componentes en muy pequeñas proporciones o para mejorar la exactitud del análisis.

5. Congresos.Otra fuente importante de información son los

congresos. Se han analizado las actas de dos edicio-nes de congresos: Congreso Ibérico de Arqueome-tría, celebrado regularmente en nuestro país desde 1995, y el International Congress on Glass, en el que se presentan todos los avances científicos rela-cionados con el vidrio a nivel mundial.

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115EL ESTUDIO ARQUEOMÉTRICO DEL VIDRIO: MÉTODOS Y PERSPECTIVAS

En el ámbito peninsular, en el Congreso Ibérico de Arqueometría, la presencia de artículos referidos al vidrio es mínima. Sólo en el V y VII congresos aparece una pequeña participación, siendo menor del 6% (Fig. 8a). Los temas principales de este con-greso son los materiales cerámicos y los metales. Los materiales con menor número de estudios se refieren a los tejidos, los pigmentos y, por supues-to, los vidrios. Hay que señalar que las actas del congreso celebrado en 2007 todavía no están publi-cadas, por lo que la información recogida se refiere al programa correspondiente y aparece con diferen-te color en la gráfica de la Fig. 8a.

Fig.: 8. Distribución de trabajos sobre arqueometría de vi-drios, referido al total de trabajos presentados en actas de a) Congreso Ibérico de Arqueometría, b) International Congress on Glass.

Por otro lado, en el International Congress on Glass la participación de trabajos sobre vidrios es casi constante (Fig. 8b), debido a que desde muy pronto ha existido una sesión dedicada a la arqueo-metría. Aunque la incidencia de trabajos de arqueo-metría de vidrios es menor del 5%, es superior a lo esperado. Se debe tener en cuenta que este congre-so está fundamentalmente dedicado a los aspectos puramente científicos y tecnológicos del vidrio y, por lo tanto, se centra en la mejora de las propieda-des del vidrio o en sus nuevas aplicaciones.

6. Conclusiones.Los resultados del presente estudio bibliométri-

co confirman que las investigaciones arqueométri-cas sobre vidrios de interés histórico, arqueológico y cultural se han incrementado de forma exponen-

cial en los últimos años (periodo 2000-2007). El estudio de las revistas en las que se publican los ar-tículos pone de manifiesto que sólo alrededor de una cuarta parte se publica en revistas de arqueo-metría, lo que indica la existencia de un espacio editorial propio muy limitado, ya que las revistas de arqueometría que se publican regularmente son muy escasas. España es el tercer país productor de trabajos arqueométricos sobre vidrio, lo que nos posiciona favorablemente respecto al futuro inme-diato de esta especialidad, si bien la producción alemana es muy similar.

Los tipos de muestras de vidrio estudiados son muy variados y se corresponden con la amplia di-versidad, utilidad y funcionalidad de este material en las sociedades del pasado. Este hecho es cohe-rente y se puede considerar precursor del gran de-sarrollo tecnológico del vidrio en la época contem-poránea. La mayoría de las muestras analizadas son cuentas procedentes de Europa y Oriente Próximo, así como vidrieras de la Europa medieval. Los vi-drios más frecuentemente investigados pertenecen al periodo Romano-Tardorromano y a la Edad Me-dia, como resultado de dos de los momentos histó-ricos en los que el vidrio fue un protagonista singu-lar del desarrollo tecnológico.

Uno de los factores que ha hecho posible el in-cremento de estudios arqueométricos sobre vidrios es el desarrollo de nuevas técnicas, tanto de obser-vación como de análisis, bien no destructivas o mi-crodestructivas que ofrecen información estructu-ral, microestructural y analítica. Los trabajos analí-ticos que permiten conocer la composición química del vidrio son cruciales para establecer relaciones con las condiciones ambientales de meteorización y conservación y con la localización geográfica de las posibles materias primas.

7. Agradecimientos.La autora agradece cordialmente la supervisión

de la Dra. Mª Ángeles Villegas y del Dr. Manuel García Heras.

8. Bibliografía.BARBANA, F.: BERTONCELLO, R.; MILANESE, L.; SADA, C.2004 "Alteration and corrosion phenomena in Roman

submerged glass fragments", en Journal of Non-Crystalline Solids, 337: 136-141.

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Page 125: Actas de las I Jornadas de Jóvenes en Investigación Arqueológica: dialogando con la cultura material (JIA 2008), tomo I

116TERESA PALOMAR SANZ

FERNÁNDEZ NAVARRO, J.M.2003 El vidrio. CSIC, Madrid, Colec. Textos Universita-

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MELCHER, M.; SCHEREINER, M.2005 "Evaluation procedure for leaching studies on nat-

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JIA 2008 ISBN: 978-84-92539-25-3 Pp.: 117-121

EL PAISAJE DE UN RECINTO DE FOSOS: LA PROSPECCIÓN EN TORNO A “EL CASETÓN DE LA ERA II” (VILLALBA DE LOS ALCORES, VALLADOLID)

Marcos García GarcíaUniversidad de Valladolid; [email protected]

RESUMEN

Se presenta a continuación una metodología de prospección destinada a contrastar y a mejorar los da-tos disponibles en los Inventarios Arqueológicos sobre el área inmediata a “El Casetón de la Era II”, el primer recinto de fosos excavado en la Submeseta Norte. El objetivo es realizar un análisis locacional con ciertas ga-rantías que aporte nueva información sobre un tipo de yacimientos que están cambiando muchas de las con-cepciones existentes sobre la Prehistoria Reciente del Valle medio del Duero.

ABSTRACT

This paper summarizes an archaeological survey methodology aimed to contrast and to improve the information contained in the Archaeological Inventories about the closest area to “El Casetón de la Era II”, the first enclosure excavated in the North Meseta. The objective is to do the best with a future locational analysis that will bring new knowledge about a kind of sites that are changing many of the previous ideas about the Recent Prehistory in the middle Douro Valley.

Palabras Clave: Prospección. Áreas propicias. Transectos. Yacimientos prehistóricos indeterminados.

Keywords: Archaeological survey. Best suitability places. Survey transects. Indeterminate prehistoric site .

1. Introducción.Debido al relativo desconocimiento acerca de

los patrones de asentamiento en el Valle medio del Duero durante la Prehistoria Reciente, han surgido diversos problemas históricos que, en un principio, llevaron a definir esta zona como un vacío de po-blación. Afortunadamente, los trabajos de prospec-ción y el reciente descubrimiento de casi 50 recin-tos de fosos gracias a la fotografía aérea y la exca-vación de uno de ellos, El Casetón de la Era II (Vi-llalba de los Alcores, Valladolid), han aportado nuevas perspectivas. Entre ellas se encuentra un proyecto de Tesis Doctoral que pretende explicar cómo se pobló el sector NW de la provincia de Va-lladolid y SW de Palencia entre el Calcolítico y la Primera Edad del Hierro, incidiendo especialmente en la función de los recintos de fosos y en su arti-culación con los yacimientos coetáneos (GARCÍA GARCÍA, 2008).

Dicha Tesis se encuentra aún en una primera fase experimental a la espera de la defensa de nues-tro Trabajo de Investigación en el último trimestre de 2008. Lo que aquí presentamos es la metodolo-gía del trabajo de campo seguida para contrastar los datos disponibles en los Inventarios Arqueológicos de Valladolid y Palencia, así como para añadir nue-va información para el desarrollo de un análisis lo-cacional a nivel aproximativo.

2. La prospección de 2007-2008. 2.1. Área de trabajo.

El trabajo de campo del proyecto de Tesis se ha secuenciado en dos campañas de prospección: la primera realizada durante los meses de octubre, no-viembre y diciembre de 2007 y las dos últimas se-manas de febrero de 2008 y la segunda que está prevista para otoño de 2008. La primera, se ha rea-lizado en un área de 25 km2, definida por un cua-drado de 5 km de lado con centro en “El Casetón de la Era II”. Se trata de aproximadamente un quin-to del área de estudio que pretende abarcarse en la Tesis Doctoral. El sentido de elegir una superficie menor está en nuestra pretensión de optimizar al máximo la decisiva campaña de otoño de 2008, va-lorando los métodos y resultados obtenidos en el área más inmediata a “El Casetón de la Era II”.

La prospección se ha realizado, por tanto, en un área a caballo entre las provincias de Valladolid y Palencia, abarcando dos unidades geoestructurales bien diferenciadas: la llanura de Tierra de Campos y el páramo de los Montes Torozos, de los que “El Casetón de la Era II” ocupa una zona de paso natu-ral (Fig. 1).

2.2. Criterios.Además de hallar los métodos más adecuados,

esta prospección perseguía tres objetivos principa-les: hallar nuevos yacimientos, reducir el considera-

I Jornadas de Jóvenes en Investigación Arqueológica: Dialogando con la Cultura Material. UCM, 3-5 de septiembre de 2008.

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118MARCOS GARCÍA GARCÍA

ble número de adscripciones como “indetermina-dos” y valorar la efectividad de las prospecciones previas.

Fig.: 1. Área de prospección.

Con esta meta, la campaña siguió un criterio do-ble: prospección selectiva y muestreo aleatorio. Las áreas seleccionadas respondían, en primer lugar, a los yacimientos indeterminados y en segundo, a las zonas más propicias para contener yacimientos, que, teniendo en cuenta los datos del inventario, eran las laderas del páramo tendidas a los valles ex-cavados por los arroyos, nunca a más de 300 me-tros de éstos. Con esta prospección selectiva se pre-tendía cubrir el objetivo de mejorar las adscripcio-nes de los 10 yacimientos categorizados como Prehistóricos Indeterminados y hallar yacimientos en aquellas zonas consideradas más atractivas. De igual modo, si las zonas tenidas como propicias ofrecían mejores resultados que una prospección aleatoria, cumpliríamos el tercer objetivo de com-probar que el criterio selectivo utilizado en pros-pecciones previas era acertado.

Por lo que respecta al muestreo aleatorio, el área de la prospección se estratificó siguiendo crite-rios espaciales, resultando tres zonas diferenciadas: el llano, correspondiente a Tierra de Campos, el pá-ramo de los Montes Torozos y la ladera de transi-ción. Mientras que la última se reservó para la prospección selectiva de áreas propicias, en las otras dos se generó una malla de transectos de 500 x 250 metros, de los que aleatoriamente se eligie-ron 13 en el llano y 2 en el páramo con un intervalo de confianza del 20 %. Para el proceso de selección primero se calculó el tamaño muestral (n’) con el

fin de conocer qué cantidad mínima de transectos (13 y 2) debían prospectarse. Buscábamos, por tanto, una certeza aceptable para nuestros propósi-tos y medios a partir de la aplicación de las siguien-tes fórmulas estadísticas:

Siendo:

n: cociente de la varianza de la muestra entre la va-rianza de la población. Es necesaria esta fórmula para normalizar la variable binomial o dicotómica (el transecto contiene o no yacimiento).

Z: valor necesario para normalizar la variable, en este caso usando un test de doble cola (1,96) o, lo que es lo mismo, significativo con un error de 0,05 (α).

p: probabilidad del caso basada en datos conocidos, esto es, que el transecto coincida con un yacimien-to.

1-p: probabilidad de que el caso no tenga lugar, es decir, que el transecto no coincida con un yaci-miento.

d: margen de error prefijado. En nuestro test se usó 0,2.

n’: el tamaño muestral necesario para el error prefi-jado (d).

N: tamaño de la población, esto es, el número total de transectos.

Una vez conocido el tamaño muestral, es decir, cuántos transectos debíamos prospectar para tener una certeza del 80 %, generamos en una hoja de Excel una serie de números aleatorios con la fun-ción RANDOM. En el caso del llano elegimos los 13 primeros números y en el del páramo los 2 pri-meros y seleccionamos los transectos coincidentes con dicho orden. El propósito de este criterio alea-torio era hallar nuevos yacimientos y medir las po-sibilidades de hacerlo con criterios estadísticos, ob-teniendo así una valoración de la validez de los cri-terios selectivos.

2.3. Fases del trabajo de campo.Tras determinar el área general de prospección

y los criterios que la habrían de guiar, se delimita-ron las zonas de trabajo y se preparó toda la docu-mentación y el material necesario (Fig. 2). Para la documentación arqueológica fue necesaria la con-sulta de los datos de los IAP de Palencia y Vallado-lid y su inclusión en un Sistema de Información Geográfica (SIG) que, simplificando, es una base de datos en la que las diferentes capas de informa-

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ción temática tienen una representación espacial. A estos datos arqueológicos añadimos los espaciales, sirviéndonos de las hojas 1:10.000 del mapa base de Castilla y León en formato digital, disponibles en la web del SITCYL (Servicio de Información Territorial de Castilla y León) http://www.-sitcyl.jcyl.es. De esta manera pudimos visualizar la realidad arqueológica en su contexto espacial y, con ello, delimitar las áreas de trabajo y realizar mapas más detallados que nos facilitasen el acceso y la localización de ellas. Con los mismos datos di-gitales creamos un Modelo Digital de Elevaciones (MDE) muy básico y lo clasificamos siguiendo cri-terios de altura en tres zonas ya mencionadas: lla-nura, páramo y ladera de transición. Con esta clasi-ficación pretendíamos que la prospección valorase cada área de igual forma independientemente de su tamaño, ya que en trabajos previos se aprecia que la ladera tiende a concentrar la mayor parte de ha-llazgos (Almagro- Gorbea y Benito-López, 1993: 300-308; Almagro-Gorbea, et al., 1996: 258-259) y no quería minusvalorarse su importancia por su menor extensión. Por ello, nos decantamos por rea-lizar una prospección estratificada de la que existen experiencias similares en Cáceres (Martín Bravo, 2000). Como se ha comentado, la ladera se reservó para la prospección dirigida de áreas propicias, eli-giendo aquellas zonas que no habían sido prospec-tadas previamente y que reunían unas condiciones atractivas para el asentamiento: una ladera saliente sobre el llano y sus valles fluviales, siempre que es-tuviese en un radio de menos de 300 m desde una fuente de agua. El llano y el páramo se destinaron a la prospección por muestreo aleatorio, debido a su mayor tamaño y a su aparente carencia de atractivo en términos prehistóricos.

Las coordenadas de los yacimientos y de cada área de prospección fueron introducidas en un GPS modelo “Garmin Etrex Legend” gracias al progra-ma “GPS TrackMaker”, que aseguraba una mayor precisión de uso, pues la información podía trasva-sarse directamente del programa SIG al de GPS y viceversa.

El trabajo de campo se ha realizado en tres fa-ses coincidiendo con cada criterio de prospección. La revisión de los yacimientos con adscripción de “prehistórico indeterminado” se realizó entre el 29 de octubre y el 6 de noviembre de 2007, la de los transectos aleatorios entre el 19 de noviembre y el 20 de diciembre de 2007 y la de áreas propicias en-tre el 18 de febrero y el 4 de marzo de 2008. Las tres fases tuvieron una metodología de trabajo co-mún. El primer paso era la localización del área de prospección usando los mapas y el GPS. Una vez identificada, los prospectores se repartían en línea con una distancia que dependía de las condiciones de perceptibilidad del suelo. Si eran buenas (suelos

labrados en barbecho o con cultivos apenas creci-dos), se establecía una distancia de entre 25 y 30 m, si regulares (pastizales, campos recién cosechados) entre 10 y 15 m y si malas (campo cultivado, suelos helados, tierras recién aradas, matorral, cardos) en-tre 5 y 7 m. La estrategia de batida del muestreo aleatorio exigía, además, la delimitación clara del transecto en el que se trabajaba, ya que para facili-tar su supervisión se dividió en 5 calles de 50 m de ancho y 500 m de largo donde se repartían los pros-pectores. A ello debe añadirse que por los proble-mas de visibilidad derivados de las nieblas matina-les de invierno fue necesario colocar una marca cada 100 m de longitud a lo largo de la calle. Todas estas divisiones se realizaban mediante la coloca-ción de barras de hierro de algo más de 1 m de altu-ra con una cinta llamativa en lo alto. Para ser preci-sos, fue necesario dibujar 36 puntos con el SIG y trasladarlos al GPS de modo que en el campo die-sen lugar a una división de 5 calles de 50 m con marcas cada 100 m. Al igual que en las otras fases, los prospectores pasaban sobre el terreno andando en paralelo y manteniendo la distancia correspon-diente hasta cubrir toda la zona de prospección. To-dos los hallazgos susceptibles de ser prehistóricos eran marcados con unos banderines. Una vez finali-zada la prospección, se revisaban los materiales marcados. La posición de aquellos que se tenían por prehistóricos se recogía en el GPS con un nú-mero de tres dígitos y una letra indicando si el útil era cerámica (C), industria lítica (L), escoria (E) o metal (M). Los materiales que además podían ser-vir para una adscripción cronológica (bordes, fon-dos y decoraciones de cerámica, útiles líticos reco-nocibles), eran recogidos y se les asignaba una si-gla formada por 6 dígitos: día, mes y un número del 00 al 99. Los materiales que no se recogieron co-rrespondían a galbos cerámicos sin decoración y a restos de talla. En el caso de que se apreciase una concentración importante de un mismo tipo de ma-teriales, se delimitaba el perímetro con el GPS para obtener un polígono del área de concentración. Nuestro criterio para considerar la existencia de un área de concentración se fijó en 4 o más ítems sepa-rados entre sí por no más de 2 m.

La información del trabajo de campo se regis-traba en unas fichas prediseñadas que conformaban un diario. En él se recogía el área que iba a ser prospectada, el número de prospectores, la fecha, la hora de inicio y de fin, los materiales recogidos, las posiciones GPS tomadas y las condiciones de visi-bilidad, así como algunos croquis del terreno cuan-do la perceptibilidad no era uniforme. A estas fi-chas las acompañaban otras para cada posición de GPS, indicando fecha, hora, tipo de levantamiento (punto o área), coordenadas y número de satélites disponibles. Se trataba, por tanto, de un registro de

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seguridad, pues toda la información recogida con el GPS se almacena de forma automática en la memo-ria. No obstante, estas fichas han sido de gran utili-dad en el procesado de los datos. Finalmente, se han incluido en el SIG cuantos elementos eran ne-cesarios para el análisis arqueológico (posiciones de los materiales, límites de actuación) y la correcta valoración de la metodología de prospección (capas de perceptibilidad, cubierta vegetal, horas de traba-jo, distancia recorrida, etc.). Los resultados arqueo-lógicos están destinados al análisis locacional y ne-cesitan más espacio del que disponemos aquí. En consecuencia, remitimos al Trabajo de Investiga-ción que será defendido en el Departamento de Prehistoria de la Universidad de Valladolid antes de que acabe el año. Recogemos aquí, de forma breve, los resultados en términos de metodología o calidad de la prospección.

Fig.: 2. Marco de la prospección con los 3 estratos espa-ciales y las zonas seleccionadas según los tres criterios: áreas propicias (blanco), yacimientos indeterminados (gris) y muestreo aleatorio (negro).

3. Resultados metodológicos.El total de área seleccionada para la prospec-

ción ascendía a 350,32 ha, de ellas se han prospec-tado 270,55 ha (77%) debido a que se obviaron zo-nas de nula visibilidad en el muestreo aleatorio (8% del área inicial) y zonas de difícil acceso y baja vi-sibilidad en el caso de la prospección de áreas pro-picias (15%). El tiempo total empleado en la pros-pección asciende a 38 horas y 51 minutos. En este cálculo no se tiene en cuenta el tiempo empleado en logística: transporte, descansos, preparación de transectos, localización de sitios, colocación sobre el terreno. Dicho de otro modo, por cada hora de trabajo se han prospectado 6,96 ha de media. Esto realizado con un equipo que idealmente debía tener 5 miembros pero que por fluctuaciones debidas a

enfermedades, exámenes, etc. se ha visto reducido a 4 de media total. De los puntos recogidos con GPS se ha hecho una criba en el laboratorio para eliminar materiales que se tenían por prehistóricos y que finalmente se han identificado como medie-vales (algunas cerámicas) y modernos (escorias). Entre los materiales modernos cabría destacar una moneda resellada de VIII maravedís acuñada al principio del reinado de Felipe III (1608). Así, po-seemos un total de 163 puntos correspondientes con material prehistórico y 5 áreas de concentra-ción. Mientras que éstas se reparten casi equitativa-mente, 3 en la zona de alta perceptibilidad y 2 en la de media, los hallazgos individuales demuestran cómo ha influido la perceptibilidad del terreno: en las zonas catalogadas como de buena perceptibili-dad se han hallado 71 puntos (44% del total), en las de media 83 (51%) y en las de baja 9 (6%). Sin em-bargo, la razón de la extraña diferencia entre los hallazgos en áreas de alta y media perceptibilidad no está en una diferencia de tamaño, dado que las tierras con mejores condiciones para los hallazgos son mayores (178,72 ha frente a 91,78). La explica-ción a nuestro juicio está en que durante la primera fase de la prospección, la revisión de yacimientos indeterminados, las condiciones fueron buenas siempre (99,99%) y esto coincidió con el periodo de formación de 4 de los prospectores. Para la se-gunda fase, el muestreo aleatorio, el equipo poseía una experiencia mayor y pudo enfrentarse con ma-yores garantías a unas condiciones distintas pues la superficie con perceptibilidad media era la más ex-tensa con el 49%, mientras que la buena representa-ba el 36% y la nula el 16%. La experiencia de los prospectores, por tanto, puede llegar a imponerse a unas malas condiciones ambientales. Entre ellas la luz ha desempeñado un importante papel, pues mientras la media general de trabajo se sitúa entre las 10:52 y las 12:02 de la mañana, la mayor parte de los hallazgos se concentran entre las 11:00 y las 12:30, coincidiendo con una posición más central del sol. Debemos añadir también causas fisiológi-cas a ese horario, dado que coincide con las horas inmediatas al descanso (entre 10:30 y 11:00), cuan-do los prospectores estaban en las mejores condi-ciones físicas y su vista se había habituado al terre-no tras dos horas de inspección previa.

4. Conclusiones.Finalmente, y sin poder detenernos como qui-

siéramos, apuntaremos brevemente unas primeras conclusiones sobre cada uno de los criterios.

En primer lugar, la prospección dirigida a luga-res propicios no ha deparado ni un solo hallazgo. La razón a tan desilusionante desenlace puede ser doble: la incidencia de los equipos prospectores previos en esta zona auguraba que debía aceptarse que no había sitios de no haberse localizado ya; o,

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simplemente, se ha omitido un elemento fundamen-tal en la caracterización de áreas propicias. Tras re-visar trabajos historiográficos previos (Rojo Gue-rra, 1985; San Miguel Maté, 1993; García Barrios, 2007) nos hemos decidido por la segunda opción tras haber constatado que el viento es un factor fun-damental en nuestra región de trabajo. La propia experiencia en el campo y las indagaciones biblio-gráficas nos informan de que los vientos del N y del NW son fuertes, fríos y frecuentes, por lo que en futuras prospecciones deberemos tener en consi-deración que las localizaciones propicias deben es-tar al abrigo de ellos.

Por lo que respecta a la revisión de los yaci-mientos prehistóricos indeterminados, los resulta-dos han sido muy satisfactorios. Gracias a la locali-zación de 55 puntos y a un área de concentración de materiales hemos conseguido redefinir la exten-sión de muchos y cambiar la adscripción cronológi-ca de 5 de los 10 iniciales. De ese modo hemos eli-minado uno de ellos como prehistórico y hemos ca-tegorizado un yacimiento como Calcolítico, dos como Bronce Antiguo y un cuarto como doble ocu-pación calcolítica y del Bronce Medio.

En cuanto a los transectos, 9 de los 15 seleccio-nados contenían materiales, sumando un total de 108 puntos y 4 áreas de concentración. Todos los hallazgos se concentran en el llano, lo que parece indicar que la suposición de que los Montes Toro-zos fueron un vacío poblacional podría no estar de-sencaminada. En cualquier caso, pretendemos cen-trarnos ahora en buscar elementos diferenciadores que pudiesen haber servido de reclamo para el ser humano y que maticen la aparente imagen de este-rilidad del páramo. Los humedales y las charcas temporales que hoy están desapareciendo pudieron ser lugares muy atractivos en la Prehistoria y por ello serán tenidas en cuenta para la siguiente cam-paña.

En cualquier caso, la conclusión fundamental de este trabajo es la constatación de que los datos de los que disponemos en los Inventarios Arqueo-lógicos están determinados por una metodología de prospección dirigida a hallar el mayor número de yacimientos lo antes posible para ponerlos bajo protección de la Administración. Sin dejar de ser loable y necesario, este criterio sesga una realidad arqueológica ya de por sí incierta, dificultando la labor del investigador. La metodología aquí presen-tada puede ser a la vez útil tanto para valorar la in-formación disponible como para mejorarla.

5. Agradecimientos. El proyecto de investigación del que forma par-

te este trabajo se inscribe dentro del programa de becas para Formación de Profesorado Universitario del Ministerio de Ciencia e Innovación. Su realiza-

ción no sería posible sin la ayuda y supervisión de mis dos directores, Germán Delibes de Castro y César Parcero Oubiña, a los que desde aquí quiero expresar mi agradecimiento.

De igual modo la planificación de la prospec-ción, especialmente el muestreo aleatorio, debe mu-cho a Antonio Uriarte González, maestro y amigo al que nunca estaré suficientemente agradecido.

El trabajo de campo ha llegado a buen término gracias a la colaboración de muchos alumnos de Historia de la Facultad de Filosofía y Letras de Va-lladolid. No hay espacio para incluirlos a todos, por lo que quiero significar mi agradecimiento a las cuatro integrantes del equipo habitual con las que he compartido las frías y duras mañanas de Castilla de manera sorprendentemente agradable: Beatriz Bermejo, Leticia González, Virginia Lois y Sandra Ortega.

Finalmente, y no en orden de importancia, mi gratitud y cariño a Victoria Recio por sus consejos y correcciones a este artículo.

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JIA 2008 ISBN: 978-84-92539-25-3 Pp.: 123-128

LA CAPA PATRIMONIAL DE LA IDEE. IMPORTANCIA DEL PATRIMONIO AR-QUEOLÓGICO COMO CAPA INTEROPERABLE

Mª Aránzazu Respaldiza Hidalgo Grupo Mercator LatinGEO, Universidad Politécnica de Madrid;[email protected]

RESUMEN

Naturalmente el patrimonio tiene unas características intrínsecas básicas de la que debemos tener pre-sente la singularidad de su espacialidad. Encontramos el Patrimonio dentro del entramado de la realidad, don-de cada una de sus manifestaciones se encuentran en un espacio concreto y ese hecho les concierne su vulne-rabilidad dentro de la Ordenación del Territorio, haciendo su aparición figuras de protección y gestión del Pa-trimonio a nivel estatal y autonómico. Encontramos como objetivo básico para que las IDEs patrimoniales sean una realidad, buscar las confluencias dentro de las distintas iniciativas, tanto a nivel institucional como de investigación, así como plantear las IDEs como una herramienta necesaria de cara a la conservación y ges-tión del Patrimonio.

ABSTRACT

Heritage has certain intrinsic basic qualities, among which the singularity of its location stands out. We find that our Heritage is embedded in the everyday. This fact, its coexistence with daily life, makes it vul-nerable among the necessary activities in spatial planning and leads to the apparition of legal and physical measures to protect and manage Heritage on a national and regional level. To make the Heritage layer a reali-ty, we must search for its intersection among several initiatives, both in public institutions and in research. It is also necessary to analyze its potential as a tool to preserve and manage Heritage.

Palabras Clave: Patrimonio Arqueológico. INSPIRE. IDEE. Interoperabilidad.

Keywords: Archaeological Heritage. INSPIRE. National SDI of Spain. Interoperability.

1. Introducción.Buscamos la interacción entre el Patrimonio Ar-

queológico y la sociedad, es decir, que planteemos formas de reconstrucción de pasado accesibles to-dos los componentes de la sociedad. El Catálogo patrimonial georreferenciado e interoporable es una propuesta constructiva que se inserta dentro de las inercias homogeneizadoras que permite conservar la diversidad cultural.

2. Definición de Patrimonio Arqueológico.La Carta Internacional para la Gestión del Pa-

trimonio arqueológico dice que el “patrimonio ar-queológico representa la parte de nuestro patrimo-nio material para la cual los métodos de la Arque-ología nos proporcionan la información básica. Engloba todas las huellas de la existencia del hom-bre y se refiere a los lugares donde se ha practica-do cualquier tipo de actividad humana, a las es-tructuras y los vestigios abandonados de cualquier índole, tanto en la superficie, como enterrados, o bajo las aguas, así como al material relacionado con los mismos” (Carta 1990: 2).

El objetivo que marcó el Convenio Europeo para la Protección del Patrimonio Arqueológico aprobado en Londres en 1969 y que fue revisado en

el año 1992 “es el de proteger el Patrimonio Arque-ológico como fuente de memoria colectiva europea y como instrumento de estudio histórico y científi-co”, así el Patrimonio Arqueológico ha pasado de ser un “testimonio de épocas y de civilizaciones pa-sadas”, a convertirse en la “fuente de memoria co-lectiva europea e instrumento de estudio histórico y científico” (Art. 1. 1).

La Ley 16/1985 del Patrimonio Histórico Espa-ñol dice que “... forman parte del Patrimonio His-tórico Español los bienes muebles o inmuebles de carácter histórico, susceptibles de ser estudiados con metodología arqueológica, hayan sido o no ex-traídos y tanto si se encuentran en la superficie o en el subsuelo, en el mar territorial o en la plata-forma continental. Forma parte, asimismo de este patrimonio los elementos geológicos y paleontoló-gicos relacionados con la historia del hombre y sus orígenes y antecedentes” (Ley 16/1985 Art. 40]).

Dentro de las categorías de Patrimonio se en-cuentra la Zona Arqueológica, que es el lugar o pa-raje natural donde existen bienes muebles o inmue-bles susceptibles de ser estudiados con metodología arqueológica, hayan sido o no extraídos y tanto si se encuentran en la superficie, en el subsuelo o bajo

I Jornadas de Jóvenes en Investigación Arqueológica: Dialogando con la Cultura Material. UCM, 3-5 de septiembre de 2008.

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las aguas españolas. Zonas arqueológicas declara-das bienes inmuebles son la Cueva de Altamira, los restos de las ciudades de Italica (Sevilla) y Tiermes (Soria), y bienes muebles la dama de Elche y el te-soro del Carambolo.

2.1. Características del Patrimonio Arqueológi-co.

Georreferenciable

“Las huellas” a las que hace referencia la defi-nición de Patrimonio Arqueológico de la Carta In-ternacional señalan la materialidad del mismo, éstas tienen una delimitación espacial que se puede geo-rreferenciar. Al incoar el expediente de declaración de BIC se georreferencia el mismo, y con su publi-cación oficial, por el organismo competente, se ha-cen públicos todos sus datos garantizando su pro-tección y poniendo en marchas estrategias de difu-sión para su puesta en valor.

Protegible

“La declaración de un conjunto histórico, sitio histórico o zona arqueológica, como bienes de in-terés cultural, determinará la obligación para el municipio o municipios en que se encontraren de redactar un Plan especial de protección del área afectada por la declaración u otro instrumento de planeamiento de los previstos en la legislación ur-banística que cumpla en todo caso las exigencias en esta Ley establecidas. La aprobación de dicho Plan requerirá el informe favorable de la Adminis-tración competente para la protección de los bie-nes culturales afectados. Se entenderá emitido in-forme favorable transcurridos tres meses desde la presentación del Plan. La obligatoriedad de dicho Plan no podrá excusarse en la preexistencia de otro planeamiento contradictorio con la protec-ción, ni en la inexistencia previa de planeamiento general” (Ley 16/1985 Art. 20).

Vulnerable

El régimen general de protección de los yaci-mientos arqueológicos de la Ley 16/1985 prevé que todos estén protegidos, se encuentren o no catalo-gados, siendo la presunción de su existencia la cla-ve para la universalización de la tutela. Varias leyes autonómicas profundizan este principio cautelar como Andalucía con las Zonas de Servidumbre Ar-queológica (Art. 48), Cataluña con los Espacios de Protección Arqueológica (Art. 49), Aragón con las Zonas de Prevención: “espacios donde se presuma fundamentalmente la existencia de restos arqueo-lógicos o paleontológicos” (Ley 1999 Art. 68). EL problema de la presunción es inaplicable y como consecuencia ineficaz como señalan Querol y Mar-tínez en su libro La gestión del Patrimonio Arqueo-lógico en España (Querol y Martínez, 1996).

3. Legislación aplicable.La UNESCO a través de ICOMOS (Internatio-

nal Council on Monuments and Sites) propone re-comendaciones de las necesidades del Patrimonio, su medio de conservación y su difusión. La Carta Internacional para la Gestión del Patrimonio arque-ológico se dice que: “La protección del patrimonio arqueológico debe constituir una obligación moral para cada ser humano. Pero también es una res-ponsabilidad pública colectiva. Esta responsabili-dad debe hacerse efectiva a través de la adopción de una legislación adecuada y mediante la provi-sión de fondos suficientes para financiar progra-mas que garanticen una gestión eficaz del patrimo-nio arqueológico. La legislación debe exigir un mantenimiento correcto y una conservación satis-factoria del patrimonio arqueológico y proveer los medios para ello” (Carta 1990 2-3).

El Estado español tiene vigente desde 1985 la Ley 16/1985 de 25 de junio de Patrimonio Históri-co Español. La descentralización en las competen-cias culturales del Estado español, permite que las Comunidades Autónomas legislan en relación al Patrimonio histórico. El Estado transfiere las com-petencias sobre el Patrimonio histórico a excepción de la recopilación de toda la información para su difusión y el expolio. Esta descentralización de la legislación relativa al Patrimonio produce una dis-paridad en las denominaciones de las figuras de protección que se corresponden con distintas cate-gorías legales: Patrimonio Español, Patrimonio Histórico Español, Bien de Interés Cultural, Bien Cultural de Interés Nacional (Cataluña), Bienes Ca-lificados (País Vasco), etc.; y estas figuras BIC a su vez se catalogan en: Monumento histórico, Jardín histórico, Conjunto histórico, Sitio histórico y Zona arqueológica.

4. Definición sucinta de la IDE.Se suele usar el término “Infraestructura de

Datos Espaciales” (IDE) para indicar la acumula-ción importante de tecnologías, normas y planes institucionales que facilitan la disponibilidad y el acceso a datos espaciales. La IDE provee una base para el descubrimiento de datos espaciales, con evaluación y aplicación para usuarios y proveedo-res a todos los niveles gubernamentales, para el sector comercial, instituciones no lucrativas, sec-tor académico y público en general” (Recetario 2001 7).

La definición de una IDE es básicamente tecno-lógica, ya que la presenta como una red descentrali-zada de servidores, que incluye datos y atributos geográficos; metadatos; métodos de búsqueda, vi-sualización y valoración de los datos, tanto catálo-gos, como cartografía en red, y algún mecanismo para proporcionar acceso a los datos espaciales.

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Una perspectiva organizativa sería más útil para describir la IDE como un conjunto básico de tecno-logías y políticas para facilitar la disponibilidad y acceso a la información espacial, el mantenimiento de un entorno resolutorio y sostenido que garantice el funcionamiento. Una IDE puede implementarse tanto por organismos privados, como por servicio público que garantice la calidad de la información.

4.1. Las capas de información. Las capas de información son de tipo muy di-

verso: cartografía a diversas escalas, datos de pla-neamiento, medio ambiente, catastro, direcciones postales, divisiones administrativas, agricultura, etc. Puede haber capas de información mucho más ricas o conocidas que otras, así la información se estructura a distintos niveles, y esta distribución tie-ne además estructurados su meta información. Se trata de que la información se estructure en distin-tos niveles de agregación, de manera aditiva.

Capas de referencia.

En la propuesta de la iniciativa europea INSPI-RE han definido los temas que deben ser considera-dos como Datos de Referencia de una Infraestruc-tura de Información Espacial de la Comunidad (véase Anexos I y II de la Directiva). Estos temas son: Sistema de coordenadas, cuadrículas geográfi-cas, nombres geográficos, unidades administrati-vas, redes de transporte, hidrografía, lugares prote-gidos, elevación, identificadores de propiedad, par-celas catastrales, cubierta terrestre y ortoimágenes. Además de estos datos que la iniciativa proponen la Información Geográfica genera capas temáticas: vegetación, geología, clima o tráfico, entre otros. La propia iniciativa propone los datos de lugares protegidos como datos a incluir en una Infraestruc-tura de Datos Espacial de la Comunidad. Según INSPIRE: “Lugares protegidos: Zonas designadas o gestionadas dentro de un marco legislativo inter-nacional, comunitario o propio de los Estados miembros, para la consecución de unos objetivos de conservación específicos”.

La capa patrimonial. Sus características.

Siguiendo la directiva INSPIRE (www.ec-gis.org/inspire) la capa patrimonial ha de ser una capa de referencia dentro de la Infraestructura de Datos Espaciales de la Comunidad. La documenta-ción patrimonial tiene que integrarse en los proyec-tos de normalización documental que suponen el diseño e imposición de una estructura rígida de da-tos (ficha de catalogación o inventario) y unas de-terminadas herramientas informáticas, pero la di-versidad de los destinatarios y la heterogeneidad de la información y sus formatos de almacenamiento, requieren una solución más flexible, que además resulta factible con la tecnología actual. La diversi-

dad de participantes y destinatarios supone una se-rie de condicionantes previos, que pueden resumir-se en los siguientes:

• Ofrecer flexibilidad en los modelos de datos, qué información incluir sobre cada uno de ellos y cómo organizarla.

• Posibilitar de trabajo con bases de datos hete-rogéneas.

• Usar de diferentes sistemas operativos.• Gestionar de la información sobre su ámbito

geográfico.• Garantizar perdurabilidad y actualización, me-

diante el seguimiento de las recomendaciones técnicas del World Wide Web Consortium y el uso de estándares internacionales en todos los campos de trabajo.

• Bajar el coste de implantación potenciando del uso de software libre.

• Posibilitar de crecimiento del sistema: continua carga de información e incorporación de otros proyectos.

Responsables de la información.

La propia Ley describe al propio Estado como máximo responsable de la información: “Adminis-tración del Estado adoptará las medidas necesa-rias para facilitar su colaboración con los restan-tes poderes públicos y la de éstos entre sí, así como para recabar y proporcionar cuanta información fuera precisa” (Ley 16/1985 Art. 2).

5. Necesidad de la capa patrimonial de la IDEE.

Es necesaria la incorporación de todos los datos de la capa patrimonial en la IDEE (www.idee.es) para “... garantizar la conservación del Patrimonio Histórico Español, así como promover el enriqueci-miento del mismo y fomentar y tutelar el acceso de todos los ciudadanos a los bienes comprendidos en él. Asimismo, de acuerdo con lo dispuesto en el ar-tículo 149.1.28 de la Constitución, la Administra-ción del Estado protegerá dichos bienes frente a la exportación ilícita y la expoliación” (Ley 16/1985 Art. 2).

5.1. Ventajas de su existencia.Interoperabilidad de la información.

Una de las cuestiones fundamental es el uso de directrices internacionales en el diseño y desarrollo para permitir su inclusión en redes de ámbito geo-gráfico más amplio.

Gestión ubicua.

La existencia de la capa permitirá a las autori-dades, entidades públicas, privadas y la ciudadanía participar activa o pasivamente en la gestión del pa-trimonio. Se pueden proyectar probables situacio-nes de riesgo que se estarán viendo en un futuro in-

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126Mª ARÁNZAZU RESPALDIZA HIDALGO

mediato, aprovechando las experiencias de otras si-tuaciones similares, estudiadas por las Instituciones y el ámbito Académico, y garantizar, así, la preser-vación cultural. La capa patrimonial puede contri-buir a la toma de decisiones para preveer, adminis-trar y mitigar los efectos de las acciones sobre la preservación del patrimonio.

El impacto de la capa a nivel nacional se verá materializado en términos de que la estructura ad-ministrativa del Estado, muestra una capacidad de respuesta preventiva, para proteger el patrimonio, ya que podrá disponer de una herramienta digital en red, que potencie las actuales capacidades exis-tentes en cuanto a gestión y en los procesos de toma de decisiones en situaciones de riesgo, evitan-do depender en forma exclusiva de los sistemas convencionales.

Protección del patrimonio.

“La protección del patrimonio exige un funda-mento más amplio de competencias y conocimien-tos profesionales y científicos. Algunos elementos del patrimonio arqueológico forman parte de es-tructuras arquitectónicas y, en este caso, deben es-tar protegidos de acuerdo con los criterios relati-vos al patrimonio de ese género estipulados en la Carta de Venecia de 1964 sobre restauración y conservación de monumentos y lugares de interés histórico-artístico; otros, forman parte de tradicio-nes vivas de la población autóctona cuya partici-pación, a través de grupos locales de carácter cul-tural, resulta esencial para su protección y conser-vación./ Por éstas y otras razones, la protección del patrimonio arqueológico debe basarse en una colaboración efectiva entre especialistas de múlti-ples y diversas disciplinas. Exige también la coo-peración de las instancias de la Administración, de investigadores, de empresas privadas y del gran público. Por consiguiente, esta carta establece unos principios aplicables a los distintos sectores relacionados con la gestión del patrimonio arque-ológico. Incluye las obligaciones de las adminis-traciones públicas y de los legisladores, las reglas profesionales aplicables a la labor de inventario, a la prospección, a la excavación, a la documenta-ción, a la investigación, al mantenimiento, a la conservación, a la preservación, a la restitución, a la información, a la presentación, al acceso y uso público del patrimonio arqueológico, así como la definición de las cualificaciones adecuadas del personal encargado de su protección” (Carta 1990 1).

Difusión del patrimonio.

“A la Administración del Estado compete igual-mente la difusión internacional del conocimiento de los bienes integrantes del Patrimonio Histórico

Español, la recuperación de tales bienes cuando hubiesen sido ilícitamente exportados y el inter-cambio, respecto a los mismos, de información cul-tural, técnica y científica con los demás Estados y con los Organismos internacionales, de conformi-dad con lo establecido en el artículo 149.1, núme-ro 3 de la Constitución. Las demás Administracio-nes competentes colaborarán a estos efectos con la Administración del Estado” (Ley 16/1985 Art. 2).

5.2. Inconvenientes de su existencia.Encontramos pocos inconvenientes a la existen-

cia de esta capa patrimonial. Podría plantearse las limitaciones de acceso a dicha información para prevenir el expolio, pero a su vez su puesta en va-lor y participación ciudadana son políticas partici-pativas en la protección del Patrimonio ya que son agentes en la lucha para erradicar el expolio cuando está produciéndose o es una medida de salvaguarda en la concienciación de que el Patrimonio es Nues-tro.

6. Iniciativas necesarias.6.1. Iniciativas institucionales.

El Estado tiene en su mano continuar con las estrategias que protección, conservación y difusión del patrimonio que están siendo marcada en la apli-cación de la Ley 16/1985. Uniéndolo, así mismo, las diversas iniciativas locales, regionales, estatales y las directivas europeas, buscando la suma de las mismas, y aprovechar a los avances en otras disci-plinas que propician a desarrollar nuevas estrate-gias de difusión. Como describe la propia Directi-va: “INSPIRE no supondrá el lanzamiento de un gran programa de recogida de datos espaciales en los Estados miembros. Su objetivo es más bien op-timizar la explotación de datos ya disponibles, exi-giendo que la información espacial existente sea documentada, que se pongan en práctica servicios destinados a mejorar la accesibilidad e interopera-bilidad de los datos, y que se atienda a los obstá-culos que entorpecen la utilización de los mismos. INSPIRE preparará el camino para una armoniza-ción progresiva de los datos espaciales en los Es-tados miembros” (Propuesta INSPIRE 2004 3).

6.2. Iniciativas académicas.Es imprescindible que se aborde el trabajo so-

bre el Patrimonio Arqueológico, entendiéndolo como una labor multidisciplinar que además de in-cluir a la Arqueología y a la Historia, también inte-gra a otras muchas disciplinas que han ido aportan-do sus métodos y técnicas al estudio del Patrimonio Arqueológico (Geología, Zoología, Botánica, Quí-mica, Antropología, Física), así como la incorpora-ción de las nuevas Tecnologías de la Información.

Además sería deseable que existieran configu-rasen programas de investigación en los cuáles se

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127LA CAPA PATRIMONIAL DE LA IDEE. IMPORTANCIA DEL PATRIMONIO ARQUEOLÓGICO COMO CAPA...

insertaran todos los trabajos que sobre el Patrimo-nio Arqueológico actuaran en un ámbito regional determinado pero, teniendo en cuenta que, de cara a avanzar en el estudio y la constatación de estos, se crearan foros de discusión y debate en torno a los distintos programas de investigación que se lle-ven a cabo en los distintos niveles. De esta forma, intentaríamos corregir la tendencia actual propi-ciando nuevos marcos de explicación más amplios y generales en los cuales se inserten e imbriquen los resultados de las distintas investigaciones efec-tuadas en ámbitos territoriales menores.

6.3. Otras iniciativas.“Cualquier persona podrá solicitar la incoa-

ción de expediente para la declaración de un bien de interés cultural. El organismo competente deci-dirá si procede la incoación. Esta decisión y, en su caso, las incidencias y resolución del expediente deberán notificarse a quienes lo instaron” (Ley 16/1985 Art. 10). Resaltar por tanto que es funda-mental la participación desde cualquier sector y para ello es necesario retroalimentar el sistema para que toda persona sienta que está en su mano el po-der llevar a cabo este tipo de acciones, integrar en su cotidianidad el patrimonio.

Por último, y no por ello menos importante el estudio y tratamiento del Patrimonio Arqueológico tiene que trasciende de lo meramente académico y científico, ya que el Patrimonio Arqueológico es un producto de la actividad humana y por ello pertene-ce a toda la humanidad. El Patrimonio Arqueológi-co no puede ser un elemento reservado a las élites sino que debe ser propiedad de toda la humanidad.

7. Conclusiones.En la construcción de la identidad europea se si-

túa al Patrimonio Arqueológico como resto mate-rial donde “leer” los vestigios del pasado que nos “hablan” de esa identidad común, que nos une y a la vez nos diferencia del resto. Para todo esto es ne-cesario contar con una legislación que realmente afronte el tratamiento del Patrimonio Arqueológico desde la integridad que éste requiere. Entenderlo, no como una mercancía sobre la cuál se sustentan las explicaciones del pasado que en cada momento conviene transmitir socialmente, sino como una fuente de información no renovable y, por ello, que debe ser tratada con cuidado, afrontando el estudio de éste con las máximas garantías de solvencia científica y metodológica. El Patrimonio Arqueoló-gico, como bien consumible y patrimonio del con-junto de la Humanidad, debe ser fruto de una plani-ficación y control de las actividades que se ejercen sobre él y de todas aquellas actividades que, directa o indirectamente, pudieran afectarle. Por supuesto, la responsabilidad de esta planificación y control recae sobre aquellas instituciones y organismos

que, desde el ámbito internacional hasta el local.

La creación de una Lista de Patrimonio Euro-peo es una iniciativa destinada a impulsar la dimen-sión europea de los bienes culturales: los monu-mentos, los enclaves naturales o urbanos y los luga-res que han desempeñado un papel esencial en la Historia común y en el Patrimonio europeo. A tra-vés de ella se quiere fomentar la difusión, protec-ción y preservación del rico patrimonio europeo, al tiempo que se subraya la importancia de éste para un mejor conocimiento de la Historia del continen-te. El patrimonio cultural es uno de los elementos fundamentales de nuestra identidad, y la Europa de hoy es el fruto del continuo intercambio y del diá-logo que se ha venido produciendo entre los distin-tos territorios a lo largo de los siglos. La iniciativa de crear una Lista de Patrimonio Europeo fue lan-zada en Granada en abril de 2006 por los Ministros de Cultura de Francia, Hungría y España en el En-cuentro “Europa por el diálogo Intercultural”. Po-cos días después fue presentada en el Consejo de Ministros de Cultura de la Unión Europea e incor-porada a la Agenda europea. En el futuro se preten-de ir aumentando la lista con nuevas incorporacio-nes y crear una red que englobe todos los lugares designados Patrimonio Europeo con el fin de desa-rrollar actividades culturales de forma conjunta.

Para propiciar la convergencia europea se nece-sita crear una estructura de gestión integral del Pa-trimonio Arqueológico que vaya desde el ámbito internacional al local. Estructura de gestión ésta que, ajustándose a las distintas realidades jurídico-políticas de los países, permita la transparencia de las actividades sobre el Patrimonio Arqueológico así como su vigilancia. Se puede decir que, todo lo anterior no es posible sin la existencia de estructu-ras de gestión solventes, eficaces y suficientes para atender las necesidades del Patrimonio Histórico en general y del Patrimonio Arqueológico en particu-lar, Patrimonio que es parte esencial de la memoria colectiva de las sociedades existentes y de la Histo-ria de la Humanidad.

8. Agradecimientos.A Miguel Ángel Bernabé y Mayte Manrique

por su dedicación en la puesta en marcha de la pro-puesta de investigación. Y a Carmen Rallo y Mar Zamora por su apoyo a la propuesta de trabajo que ven vital para la investigación y puesta en valor de Patrimonio arqueológico español.

9. Bibliografía.2007 Directiva 2007/2/ce del Parlamento Europeo y del

Consejo, de 14 de marzo de 2007, por la que se es-tablece una infraestructura de información espa-cial en la Comunidad Europea (Inspire).

NEBERT, DOUGLAS D.2001 El Recetario IDE (The SDI Cookbook) (Recetario

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JIA 2008 ISBN: 978-84-92539-25-3 Pp.: 129-134

ARQUEOLOGÍA DE LOS PARAMENTOS EN LAS ISLAS CHAFARINAS

Cristina Tejedor RodríguezDepartamento de Prehistoria, Universidad de Valladolid; [email protected] Gámez GómezI.C.M. Instituto de Cultura Mediterránea. Ciudad Autónoma de Me-lilla.

RESUMEN

El descubrimiento de “La Plataforma”, yacimiento ubicado en el archipiélago de las Chafarinas, ha contribuido a enriquecer el inventario patrimonial de este pequeño territorio insular, aportando novedosos da-tos acerca de los sistemas defensivos y constructivos que se desarrollaban en la zona entre finales del s. XIX y principios del s. XX. Las primeras impresiones sobre el yacimiento llevaron a plantear una intervención bre-ve, cuyos resultados demostraron que esta construcción rectangular en piedra y de cronología moderna, había sido producto de un complejo proceso de continuas remodelaciones y reconstrucciones, lo que nos ha permi-tido desarrollar un interesante proyecto enmarcado dentro de la línea metodológica de la “Arqueología de los paramentos”, fundamental para desarrollar cualquier investigación dentro de un campo tan abandonado como es la Arqueología moderna y contemporánea.

ABSTRACT

The discovery of the “La Plataforma” archaeological site, located in the Chafarinas islands, has in-creased our knowledge of the cultural heritage of this place, giving us new data about the defensive buildings built in the area at the end of the19th century and the beginning of the 20th century. The first excavation was very short but it showed that the stone building of modern chronology was the result of a complicated process of constant reconstruction and remodelling. We could carry out an interesting project of “Architectural Ar-chaeology”, an important methodological line of research, especially when dealing with a forgotten matter such as the Modern and Contemporary Archaeology.

Palabras Clave: Arqueología de los paramentos. Islas Chafarinas. Norte de África. Edad Contemporánea.

Keywords: Architectural Archaeology. Chafarinas islands, Northern Africa, Contemporary Period.

1. Descripción del yacimiento.El yacimiento de “La Plataforma” se ubica en el

archipiélago de las Chafarinas y su descubrimiento forma parte del inventario patrimonial de las islas. Se trata de un edificio de carácter defensivo cons-truido a finales del siglo XIX, cuya singularidad e importancia estratégica frente a las costas norteafri-canas se ha puesto de manifiesto a lo largo de dos breves campañas de excavación durante los años 2006-2007. Esta intervención se enmarca dentro de las diferentes actuaciones arqueológicas que se han llevando a cabo desde el año 2000 en las islas Cha-farinas. En el año 2005 se identificó una construc-ción rectangular de piedra, de cronología moderna, situada sobre una pequeña meseta, junto a un son-deo arqueológico realizado durante este mismo año, que presentaba una factura de fábrica similar a la de los bancales o aterrazamientos del sector norte, identificados en el año 2001. Con el fin de definir la posible vinculación entre ambas estructuras, se ela-boró un proyecto que permitiera desarrollar una in-tervención arqueológica, y así confirmar definitiva-mente la hipótesis, hasta hoy poco documentada, de

que la isla del Congreso fue habitada en época mo-derna, aunque no de forma extensiva, sino localiza-da en determinados sectores. En este sentido, la construcción del pequeño edificio en la zona sur podría estar en relación con la defensa de la isla, sirviendo como albergue a un pequeño contingente de hombres que aterrazarían el brazo norte de la isla para dedicarlo a cultivos. Se trata de una hipó-tesis interesante pero imposible de confirmar hasta efectuar las correspondientes excavaciones en esa zona.

Las primeras impresiones sobre el yacimiento llevaron a plantear una campaña de excavación bre-ve con un grupo reducido de voluntarios, puesto que a priori parecía una intervención poco laborio-sa. Sin embargo, los primeros resultados demostra-ron que la construcción había sido producto de un complejo proceso de continuas transformaciones, resultando un interesante objeto de estudio para de-sarrollar un proyecto de “Arqueología de los para-mentos”, puesto que podría aportar novedosos da-tos acerca de los sistemas defensivos y constructi-vos que se desarrollaban en la zona entre finales del

I Jornadas de Jóvenes en Investigación Arqueológica: Dialogando con la Cultura Material. UCM, 3-5 de septiembre de 2008.

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130CRISTINA TEJEDOR RODRÍGUEZ – SONIA GÁMEZ GÓMEZ

s. XIX y principios del s. XX. A pesar de ello, la segunda campaña arqueológica en La Plataforma, llevada a cabo en septiembre del 2007, también hubo de limitarse a las propias exigencias de la di-námica de trabajo en las islas. De nuevo, los resul-tados fueron muy positivos, permitiendo esclarecer varias de las dudas que se habían planteado en la excavación anterior. Sin embargo, la falta de tiem-po impidió descubrir toda la superficie ocupada por la construcción, razón por la que aún quedan mu-chas incógnitas por resolver.

Paralelamente a la actividad arqueológica, se re-alizó una concienzuda labor de rastreo y búsqueda en diferentes archivos militares, que permitió obte-ner cierta información relativa al edificio en cues-tión, completando así los datos obtenidos de las ex-cavaciones.

1.1. Ubicación geográfica. El yacimiento de La Plataforma se localiza en la

isla del Congreso, una de las tres que conforman el archipiélago de las Chafarinas. Estas islas, que se sitúan en el mar de Alborán en la subcuenca de Le-vante, se ubican frente a la costa de Marruecos oriental cerca de la desembocadura del río Muluya y de la frontera argelina. Es un conjunto de tres is-las cuya superficie total emergida asciende a algo más de 50 has., y que de oeste a este se denominan: Congreso, Isabel II y Rey. Desde el punto de vista orogénico son fruto de un fenómeno de vulcanismo que se articula en varios episodios eruptivos, a fina-les del terciario, seguramente pliocénicos.

En la actualidad la distancia entre la línea de costa y el archipiélago es de 3,5 km., pero las islas estuvieron unidas a tierra firme, por lo que geomor-fológicamente constituyeron el extremo norte de lo que fue un antiguo cabo de mayor, prolongación del actual Cabo del Agua. Los materiales que formaban la lengua de unión estaban compuestos fundamen-talmente por areniscas y materiales calcáreos cuya naturaleza frágil y blanda determinó que fueran des-truidos por la erosión marina, provocando final-mente la separación del continente (Bellver y Bra-vo, 2003b).

La isla del Congreso es la más extensa con 22,5 has., de perfiles escarpados, y también en ella se al-canza la altura mayor (137 m. snm.). Esta isla tiene una forma alargada y alcanza un kilómetro en el sentido norte-sur y una anchura variable. El depósi-to sedimentario principal es el de ladera, hecho fa-vorecido por el basculamiento generalizado de la superficie hacia el este. Por ello, los suelos tienen, por lo general, escasa potencia, sobre todo en los extremos norte y sur.

La ubicación del yacimiento de La Plataforma en un lugar elevado del brazo sur de dicha isla (Fig.

1), ofrece un amplio dominio visual y un indiscuti-ble control estratégico tanto de los otros islotes como de la costa africana.

Fig.: 1. Ubicación de “La Plataforma” en el conjunto de las islas Chafarinas.

1.2. Objetivos y resultados. El objetivo de la primera campaña fue delimitar

la planta de la estructura con el fin de conocer el tipo de construcción y su posible relación respecto a los aterrazamientos del brazo norte. Con tal pro-pósito se realizó, en primer lugar, una retirada ge-neral de escombros para poder observar la orienta-ción del edificio y trazar una cuadrícula de 16,5 x 6,5 m. Se descubrió que la estructura estaba forma-da por tres habitáculos independientes separados por muros, que fueron denominados sector A, B y C respectivamente. Antes de emprender la excava-ción sistemática de cada uno de los sectores, se lim-piaron tanto los derrumbes exteriores como interio-res, para poder documentar detalladamente los res-tos de los paramentos y definir con precisión el eje de orientación del edificio en sentido NE – SO, ubi-cación estratégica puesto que ofrece un amplio do-minio visual tanto de las otras islas del archipiélago como de la costa argelino-marroquí.

Durante la campaña de 2006, sólo pudo con-cluirse la excavación del sector A, la habitación central del edificio. Es un área de 2,55 x 4 m, sepa-rada en dirección suroeste por un muro cerrado del sector C, mientras que en el otro lateral se comuni-ca con el sector B a través de un vano de 70 cm de anchura que, atendiendo a los restos constructivos hallados, enmarcaba una puerta adintelada con es-tructura de hormigón. Los paramentos de esta habi-tación han conservado, en mayor o menor medida, parte de su altura original. En una de las esquinas apareció un nivel de cenizas interpretado como zona de hogar que, en sus primeras cotas, se presen-tó asociada a grandes piedras quemadas y restos de

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131TÍTULO COMUNICACIÓN

carbón. Bajo esta primera capa cenicienta, se halló una estructura bien definida, constituida por dos cu-betas cuadrangulares de combustión, divididas por pequeños muretes de ladrillos macizos y argamasa. Los restos que se encontraron en el interior fueron básicamente piedras, materiales de construcción (te-jas, ladrillos...), escasos fragmentos cerámicos de cronología claramente moderna y en algún caso es-corias metálicas. Finalmente, se descubrió que esta cuidada estructura de cocina se apoyaba sobre unas grandes lajas planas, que a su vez servían como cu-bierta a una zona de combustión anterior, formada por grandes sillares de piedra que se adosaban a dos de los muros de la habitación, y que aparecían cal-cinados y cubiertos de gran cantidad de cenizas. Por tanto, a lo largo de las diferentes fases de ocu-pación del edificio, la misma zona de la habitación sirvió de hogar.

El suelo original del habitáculo está formado por grandes piedras planas e irregulares encajadas entre sí creando un pavimento homogéneo de es-tructura compacta, que se extiende por toda la su-perficie del sector. En un momento posterior, este piso pétreo fue tapado por una capa heterogénea de piedras y tierra con numerosas inclusiones de dis-tintos materiales, como vidrio o madera, que a su vez fue cubierta y unificada con un lecho de encala-do. Este segundo nivel de suelo sólo ha permaneci-do inalterado en una de las esquinas de la habita-ción.

Los resultados de la excavación del sector A han permitido afirmar la existencia de, al menos, dos etapas de ocupación del edificio, determinadas por una remodelación de todas las estructuras del mismo (muros, suelos, hogares...). Esta habitación, aparentemente, formaría parte de la estructura fun-dacional, y sucesivamente fue modificada en distin-tos momentos de ampliación y remodelación de toda la construcción.

Los trabajos en el sector B se iniciaron durante la primera intervención arqueológica, al desmante-lar gran parte del derrumbe y documentar ciertas particularidades estructurales. Tras la campaña del

2007, algunas de las primeras hipótesis se desecha-ron, planteando nuevas incógnitas. Esta habitación de 6,60 x 4 m es la de mayor tamaño. Una mancha oscura e irregular en uno de los paramentos, rellena de piedras que rompían con la uniformidad del al-zado y de restos de materiales de construcción, como vigas de madera o grandes fragmentos de hormigón, fue interpretada como la posible puerta de entrada al edificio desde el exterior, ubicada en la mitad del muro oeste de la habitación más am-plia. Esta teoría se hizo aún más plausible al reparar en el hecho de que el enlucido interior de las pare-des, bastante bien conservado en este lado, desapa-recía radicalmente a ambos lados del supuesto acce-so. Sin embargo, tras llevar a cabo una limpieza sis-temática de esta zona, se ha descartado la idea de que esa irregularidad en el muro se trate del relleno de un vano de acceso, frente a la hipótesis de la existencia de un gran ventanal orientado hacia el oeste. Por otra parte, durante la intervención del 2007 se ha descubierto la verdadera entrada al edi-ficio, un vano con estructura adintelada, orientada hacia el sureste y ubicada en el muro este del sector B. De la misma manera, a priori se había observado en la pared opuesta una irregularidad en la factura de los paramentos, puesto que desaparecía cual-quier indicio de alzado o cimentación de la pared y parecía existir una desviación intencional de los muros hacia el exterior del edificio, formando una estructura triangular bien definida. Con estos datos, se interpretó como una pequeña torre de vigilancia u observación, a modo de saetera, orientada hacia el sureste y por tanto en posición estratégica puesto que miraba hacia la costa marroquí. Tras su excava-ción se definió como la entrada principal, delimita-da en el exterior por unas piedras talladas colocadas a modo de zócalo y en el interior por un semicírcu-lo de piedras.

En el sector B el pavimento más antiguo lo con-forma un nivel homogéneo y compacto de cantos rodados de pequeño tamaño, que se distribuye por toda la habitación formando franjas bien delimita-das. Su factura es completamente diferente a la del suelo fundacional del sector A, lo que podría ser un

Fig.: 2. Visión general del yacimiento. De izquierda a derecha: sector C, B y A..

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132CRISTINA TEJEDOR RODRÍGUEZ – SONIA GÁMEZ GÓMEZ

nuevo argumento en defensa de la hipótesis de las sucesivas fases de ocupación del edificio.

La intervención en el sector C, cuyas estructuras se encuentran en un degradado estado de conserva-ción, se realizó íntegramente en la campaña de 2007. Sin embargo, no fue posible completar su ex-cavación, debido a la escasez de tiempo y a la com-plejidad de sus estructuras. El muro sur de la habi-tación, que en principio parecía ser el tabique de cierre de la edificación, resultó ser un añadido pos-terior que dividió en dos áreas el habitáculo origi-nal. Los paramentos este y oeste, de los que prácti-camente no se ha conservado su alzado en algunos tramos, continúan más allá de la cuadrícula trazada, pero su localización y seguimiento son muy compli-cados. Al igual que en el sector A, se han hallado diferentes niveles de pavimentación localizados en pequeñas áreas, en las que una capa de ladrillos ma-cizos se superponía a un lecho uniforme de cantos rodados, cuya factura se corresponde más directa-mente con la del suelo documentado en el sector B.

2. Interpretación del yacimiento.2.1. La Plataforma: un punto estratégico en la isla del Congreso.

Los resultados de estas campañas de excavación en el yacimiento de La Plataforma, han servido para demostrar que la isla del Congreso estuvo habitada en algún momento inmediatamente posterior a la conquista del archipiélago en 1848. Probablemente, la construcción de este pequeño edificio rectangu-lar, con orientación NE – SO y con una planta de unos 100 m2 aproximadamente, en el brazo sur de la isla, guarda relación con los antiguos sistemas defensivos de la isla, y su función sería la de alber-gar a un contingente militar reducido.

Tras completar la excavación del primer sector, una habitación de pequeño tamaño, se pudo confir-mar el carácter permanente del grupo establecido en el mismo, en régimen de alternancia, puesto que las estructuras encontradas presentaban varias fases de utilización. El tipo de material y la técnica de factu-ra de los paramentos son similares a la de los ban-cales o aterrazamientos de piedra, situados en la zona septentrional de la isla, interpretados como un acondicionamiento del terreno para el cultivo de di-ferentes alimentos, que permitieran la subsistencia del grupo permanente en la isla. Podría apuntarse la teoría de que ambos conjuntos pudieran correspon-der a una misma época, es decir entre finales del s. XIX y principios del XX (Garrido y García, 2005), aunque ninguna prueba documental parece confir-mar esta hipótesis que sigue siendo una incógnita para futuras campañas, cuando se actúe directamen-te sobre la zona de aterrazamientos.

Es interesante detenerse a analizar en detalle la factura y alzado de los paramentos, puesto que constituyen los testigos principales de la historia del edificio. En primer lugar, hay que resaltar su elabo-ración sencilla pero cuidada, lo que indica la fun-cionalidad y la continuidad en el uso de la estructu-ra. Por otra parte, se reconocen claramente dos fa-ses de construcción de los muros del edificio, hecho que refrenda la hipótesis ya planteada de las dos etapas de ocupación diferenciadas: en la primera, se levantan exclusivamente con piedras de similar ta-maño y forma, cuidadosamente seleccionadas; en un momento posterior, posiblemente a consecuen-cia de una remodelación completa del edificio (re-paración de todo el alzado, nueva pavimentación, reconstrucción de la zona de combustión…), se al-zan las paredes no sólo con cantos sino también con ladrillos macizos y argamasa, y además se enlucen las caras interiores de las paredes. Ambas fases de ocupación se documentan de la misma forma tanto en los pavimentos como en la zona de combustión del sector A, cuyos niveles superpuestos se correla-cionan tanto en materiales como en fabricación con los diferentes alzados de los muros.

Por tanto, el edificio denominado “La Platafor-ma” es el resultado de un proceso diacrónico de construcción en un mismo lugar, conformado por sucesivas fases de ampliación, modificación y re-modelación de las estructuras de alzado, pavimenta-ción y cubierta. Todas las evidencias demuestran que el sector A formaba parte del esqueleto original del edificio (materiales arquitectónicos utilizados, factura de los muros…), mientras que la falta de continuidad entre las paredes exteriores del sector C y las del resto del edificio, muestra que se trata de un añadido posterior. A su vez, los diferentes ni-veles de suelo documentados en esta habitación, junto con el muro que divide su interior de fábrica claramente posterior, pues se apoya sobre el último pavimento, reflejan que el proceso de reconstruc-ción del edificio es mucho más complejo de lo que en un principio parecía. En lo referente al sector B, aún no está claro si formaba parte de la estructura fundacional, como parece indicar la uniformidad de sus muros con respecto a los del sector A. Sin em-bargo, el pavimento que se ha documentado como original de la habitación, se asemeja tanto en mate-riales como en fábrica con el del sector C, lo que conduce a plantear la posibilidad de que en princi-pio la construcción se limitase a una única habita-ción habilitada con un área de cocina, a la que pos-teriormente se adosaron dos habitaciones de mayor tamaño, una a cada lado, que permitirían albergar a un grupo mucho más numeroso de personas. La lar-ga ocupación del edificio conllevaría nuevas y suce-sivas transformaciones del mismo.

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133TÍTULO COMUNICACIÓN

2.2. Referencias documentales. Desde la ocupación de Chafarinas en 1848 se

publicaron numerosos informes y documentos sobre el valor estratégico del archipiélago, como resulta-do del debate acerca de si se debían abandonar o conservar las islas. Entre otros argumentos expues-tos en estos dictámenes, se consideraba que las Chafarinas estaban llamadas a jugar un papel defen-sivo importante en el Mediterráneo, razón por la que no se renunció nunca a la soberanía sobre ellas. Por contra, se tomó la decisión firme de sitiarlas militarmente con el fin de desarrollar la importante función estratégica que la ubicación geográfica per-mitía.

Las Chafarinas forman un arco cóncavo orienta-do hacia la costa marroquí-argelina, cuya oquedad mira a tierra proporcionando un cómodo fondeade-ro. Este flanco sur es también el más accesible, al menos en Isabel II y Rey, pues Congreso es casi inaccesible por todo su perímetro. Se puede consi-derar el conjunto como dos baluartes unidos por una cortina cuya espalda está perfectamente asegu-rada, circunstancia que facilita y refuerza la defensa del archipiélago.

Fig.: 3. Planta del fuerte proyectado en la isla de Congre-so.

Sobre el sistema defensivo proyectado para las islas existe una extensa colección documental. Sin embargo, ha sido imposible encontrar información sobre el edificio de “La Plataforma”. Fueron mu-chos los planteamientos de defensa que se redacta-ron para las islas desde su toma en 1848 pero, en la isla del Congreso, pocos de estos proyectos llega-ron a ejecutarse. Aunque esta isla siempre fue con-siderada idónea para ser fortificada por su orienta-ción hacia el este y su conexión visual con Isabel II, la acusada pendiente de sus acantilados y el difícil acceso, hicieron que los propósitos defensivos no se llevaran a cabo en su mayoría. Destacan las nume-

rosas propuestas de baterías de cañones y de obu-ses, embarcaderos, fortificaciones permanentes... en diferentes puntos de la isla del Congreso.

Fue, precisamente, el documento sobre la cons-trucción de uno de estos fuertes lo que impulsó a desarrollar el proyecto de la primera campaña de excavación en “La Plataforma” (Fig. 3). Según la memoria descriptiva del proyecto, el fortín iba a es-tar ubicado en la parte más alta del brazo sur de la isla del Congreso, lugar en el que se encuentra el yacimiento, pero la estructura diseñada tenía planta triangular, lo cual no se corresponde con el edificio derruido. Se trata del proyecto de un fuerte perma-nente planificado para cobijar a un amplio contin-gente de personas. Paralelamente, se planteaba construir un camino que fuese a parar a la playa que se encuentra al sur de la isla, donde se levantaría un pequeño muelle. Generalmente, los principales ele-mentos de construcción en las obras eran la cal, el agua, la arena y la piedra, o el ladrillo en albañile-ría, todos ellos utilizados en el yacimiento de “La Plataforma”. De la ejecución de este proyecto no se han encontrado posteriores indicios documentales, ni entre toda la documentación existente de refor-mas de los edificios militares en las islas, ni en la cartografía consultada de fechas posteriores al mis-mo. Tras la labor documental realizada en los dife-rentes archivos militares (Archivo Militar de Meli-lla y Archivo General Militar en Madrid (IHCM)) sólo se puede concluir que este fortín fue construi-do a finales del siglo XIX, con una finalidad clara-mente defensiva, y que estuvo albergando un con-tingente de infantería al menos hasta 1912, según aparece en alguno de los expedientes consultados.

Por tanto, no existen pruebas documentales sufi-cientes que permitan afirmar la hipótesis de que los restos encontrados en el yacimiento de “La Plata-forma” formen parte del fuerte de infantería proyec-tado a finales del s. XIX, aunque las corresponden-cias sean numerosas. De cualquier modo, una labor documental más sistemática y desarrollada podría esclarecer todas las dudas acerca del origen de este edificio.

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JIA 2008 ISBN: 978-84-92539-25-3 Pp.: 135-140

GEOARQUEOLOGÍA DEL YACIMIENTO PALEOLÍTICO DEL ESTANQUE DE TORMENTAS DE BUTARQUE (VILLAVERDE, MADRID)

Saleta De los Arcos FernándezFACIES. Geología Aplicada C.B.; [email protected]úria Gallego LletjósDepartamento de Prehistoria, UCM; [email protected] Gil OrtizAREA, Soc. Coop. Mad.; [email protected]án González Garcí[email protected] Sainz de los TerrerosDepartamento de Prehistoria, UCM; [email protected]

RESUMEN

En este trabajo se ofrece una primera aproximación geoarqueológica del “Yacimiento Paleolítico del Estanque de Tormentas de Butarque” (Villaverde, Madrid), yacimiento fluvial de baja energía del Pleistoceno Superior situado en la Terraza Compleja de Butarque. Considerando los factores geológicos, tafonómicos y arqueológicos detectados en el yacimiento podremos concluir su carácter de palimpsesto.

ABSTRACT

“Yaciemiento Paleolítico del Estanque de Tormentas de Butarque” (Villaverde, Madrid) is present-ed. It is an Upper Pleistocene site in low energy fluvial facies. The aim is to offer a preliminary geoarchaeo-logical approach. Considering geological, taphonomical and archaeological interpretations, we will be able to conclude that this site would represent a palimpsest.

Palabras Clave: Pleistoceno Superior. Terraza Compleja de Burtarque del Río Manzanares. Procesos de formación de Yacimientos. Geoarqueología. Zooarqueología.

Keywords: Upper Pleistocene. Manzanares River’s Complex Terrace. Site formation processes. Geoarchae-ology. Zooarchaeology.

1. Introducción.En el transcurso del seguimiento arqueológico

del vaciado para las obras del “Estanque de Tor-mentas de Butarque” en Villaverde (Madrid) se do-cumentó el “Yacimiento Paleolítico del Estanque de Tormentas de Butarque” (ó “H-02”), que fue exca-vado durante el año 20061 (Álvarez et al, ep; Galle-go y González, 2008) (Fig. 1).

Pretendemos presentar aquí una síntesis de los múltiples procesos que habrían contribuido a la for-mación del yacimiento. Debido a las características del registro, éste ha sido estudiado desde la colabo-ración de diferentes especialistas, lo que ha posibi-litado una visión multicausal. De acuerdo con esto, serán presentados los procesos naturales y antrópi-cos de formación del sitio que han sido identifica-dos, así como los factores diagenéticos que lo ha-brían alterado.

2. Presentación del Yacimiento. El “Yacimiento Paleolítico del Estanque de tor-

mentas de Butarque” es un yacimiento al aire libre en contexto fluvial de baja energía que se ubica

dentro de la Terraza Compleja de Butarque, locali-zada en la margen derecha del Manzanares a una al-tura sobre el río de +18-20 m. (Goy et al, 1989).

Desde el punto de vista estratigráfico el yaci-miento consta de un conjunto de unidades y niveles limo-arenosos y arcillosos que se intercalan entre depósitos de arenas y gravas (niveles 2a y 7). Los niveles limo-arenosos (LA) colmatan una depresión que definen las arenas (nivel 2a) y en planta afloran a lo largo de una franja de dirección N-S. Se estruc-turan formando una sucesión de secuencias grano-decrecientes que se inician con un nivel arenoso que pasa gradualmente a otro limoso a techo. Se ha definido un total de tres secuencias, denominadas limos arenosos 1, 2 y 3 (LA 1, 2 y 3).

Los niveles arcillosos tapizan en conjunto toda la extensión del yacimiento y cubren tanto a los li-mos arenosos como a las arenas de la base. Cada uno de los niveles tiene una fina base de arenas que acaba por acuñarse lateralmente, sobre la cual se lo-caliza el depósito arcilloso propiamente dicho. Los distintos niveles de arcillas identificados se han de-nominado: arcillas 3.1, 3.2, 3.3, 3, 3a y 3b, 4, 4a,

I Jornadas de Jóvenes en Investigación Arqueológica: Dialogando con la Cultura Material. UCM, 3-5 de septiembre de 2008.

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136S.DE LOS ARCOS – N.GALLEGO – C.GIL – I.GONZÁLEZ – Y.SAINZ

4b, 5, 6, A y B (Fig. 2).

Se llevó a cabo una excavación en área de 1029m2, superficie que fue dividida en áreas más pequeñas (de 9 a 15m2) con el fin de mejorar la ges-tión del trabajo. Pese a que se excavaron la totali-dad de los depósitos, vamos a centrar nuestra aten-ción en este trabajo en aquéllas evidencias docu-mentadas en los niveles de de baja energía (limos y arcillas), en los que la posición de los materiales se habría modificado muy someramente. En el yaci-miento han sido recuperados, fundamentalmente, restos faunísticos y líticos (Tabla 1). Dada la exten-sión espacial y estratigráfica del yacimiento, la den-sidad de materiales por metro cuadrado es muy baja –tan sólo 2,23 restos (líticos y macrofaunísitcos)/m2-, más aún si tenemos en cuenta que gran parte de ellos han sido hallados en concentraciones de arte-factos líticos (áreas 40, 53 y 57 en el nivel 4 (arci-llas) o de restos faunísticos (áreas 3, 27, 28 y 23 en nivel 3.2 (arcillas) y 3 (arcillas).

El yacimiento ha sido datado mediante termolu-miniscencia de los depósitos de los niveles 4 y LA3. Ambas dataciones presentan unos valores si-milares, superponiéndose casi por completo, lo que viene a indicar que ambos niveles se habrían forma-do consecutivamente en un relativamnete corto lap-so temporal (Nick Debenham, com. pers). Así, la estimación media para el yacimiento es de 78.7 + 10.7 / - 9.7 Ka BP (Quaternary TL Surveys, BUT3 y BUT4), en base a lo que cabe situarlo al final del EIO 5.

En cuanto a la adscripción cronocultural no po-demos más que apuntar su pertenencia al Paleolíti-co Medio, basándonos –tan sólo- en la evidencia de cronología absoluta. Entre las características del conjunto lítico no se han observado, sin embargo, los rasgos propios del tecnocomplejo musteriense.

Como veremos, no se aprecia la existencia de un utillaje amplio, estandarizado ni representativo. Tan sólo la presencia de algunos bifaces planos con tio-pologías cordiformes, amigdaloides y ovalares, y, en general, con siluetas equilibradas nos hace si-tuarlo dentro de un Achlense final. En cualquier caso, creemos que este yacimiento puede contribuir en gran medida al conocimiento de la transición en-tre el Paleolítico Inferior y el Medio en la Meseta (Santonja y Pérez-González, 2002 y citas), junto con otros recientemente excavados en las terrazas del Manzanares y el Jarama con características si-milares (Hat (Panera et al, 2005), Valdocarros, Es-tragales o Preresa).

Nº total Nº de restos en Niveles de baja energía

Mac

rofa

una

829 380 3 (arcillas)1 3.1 (arcillas)

77 3.2 (arcillas)1 3a (arcillas)

28 3b (arcillas)209 4 (arcillas)

1 4a (arcillas)1 4b (arcillas)

19 LA1 (limos)25 LA2 (limos)11 LA3 (limos)

Indu

stria

Líti

ca

2302 45 3 (arcillas)1 3.1 (arcillas)4 3a (arcillas)

12 3b (arcillas)1249 4 (arcillas)

1 4b (arcillas)6 6 (arcillas)

20 LA1 (limos)137 LA2 (limos)64 LA3 (limos)

Total 3131 2292Tabla 1: Resumen cuantitativo de materiales recuperados

3. Procesos geológicos.3.1. Sedimentología del Yacimiento.

Las arenas y gravas que sellan el yacimiento a techo y muro (niveles 7 y 2a) constituyen los depó-

Fig.: 1. Ubicación del Yacimiento Paleolítico del Estanque de Tormentas de Butarque.

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137GEOARQUEOLOGÍA DEL YACIMIENTO PALEOLÍTICO DEL ESTANQUE DE TORMENTAS DE BUTARQUE...

sitos de barra y canal propios de la llanura aluvial del Manzanares y se depositaron, por tanto, en un momento en que el río circulaba sobre la zona ac-tualmente ocupada por el yacimiento. Los depósitos limo-arenosos (LA) se habrían depositado en un ca-nal abandonado, al alejarse el curso principal del río hacia el Este. Es por tanto una zona a la que so-lamente llegaban los aportes del Manzanares de for-ma esporádica, probablemente en momentos de desbordamiento del cauce principal del río. Los ni-veles de arcillas (3, 4…) se habrían formado asocia-dos a episodios de desbordamiento del río Manza-nares. Cada pulso de desbordamiento estaría acom-pañado por la entrada de una corriente que, rom-piendo el dique natural de la margen del río, intro-duciría arenas y gravillas en la llanura como carga tractiva, y arcillas y limos en suspensión. Las arenas se depositarían formado la base de cada secuencia, constituyendo lóbulos de derrame que presentan en planta forma de abanico. Las arcillas y limos del te-cho de las secuencias precipitarían posteriormente por decantación, formando cuerpos de techo plano y muro adaptado a la morfología previa del relieve.

Los episodios de desbordamiento que generaron la deposición tanto de los limos arenosos como de las arcillas estarían asociados a un incremento en las precipitaciones, que ocurriría en la estación hú-meda. Son, por tanto, procesos que podrían desa-rrollarse con periodicidad anual o bien acontecer únicamente en años especialmente lluviosos. Ade-más, es posible que un mismo pulso de desborda-miento produjese al tiempo la deposición de limos y arcillas, entrando los aportes en el yacimiento a tra-vés de distintas vías de forma simultánea, tal y como queda reflejado en las dataciones.

3.2. Procesos de Deformación. Pero, además, el conjunto de los materiales que

forman el yacimiento está afectado por una defor-mación visible a escala general que se hace patente a partir de la morfología de techo de los limos are-

nosos y la disposición del nivel 4 (arcillas), que presentan un claro hundimiento en el sector Norte del yacimiento. A una escala menor, la deformación se manifiesta en los limos arenosos con el desarro-llo de fracturas inversas con salto centimétrico, visi-bles tanto en corte como en planta. Se trata de una deformación de carácter sin y post-sedimentario que probablemente está asociada a la existencia de un colapso que afecta a la serie localizada bajo el yacimiento. Este colapso tendría su origen en los procesos de disolución de los yesos del sustrato mioceno sobre los que se apoya la terraza compleja (Pérez-González, 1971).

Además, el comportamiento plástico de los ni-veles arcillosos puede haber inducido a la modifica-ción de la posición inicial de algunas piezas de in-dustria lítica, halladas en su seno en posición verti-cal.

4. Procesos antrópicos y faunísticos. La actividad antrópica del yacimiento ha sido

constatada a partir del hallazgo en posición prima-ria de material lítico y de restos óseos con eviden-cias de consumo humano. Sin embargo a partir del estudio tafonómico se han podido detectar otros procesos que habrían intervenido en la formación del yacimiento.

4.1. Estudio del conjunto lítico. El material lítico hallado nos informa de la fre-

cuentación de poblaciones humanas en esta zona. La lenta sedimentación de los niveles de baja ener-gía ha asegurado la buena conservación de los res-tos arqueológicos en el yacimiento, lo que hace que el material recuperado nos permita acercarnos al conocimiento del comportamiento humano en este retazo de la llanura del Río Manzanares durante es-tos momentos del Pleistoceno Superior.

En total se han recuperado 1539 piezas durante los trabajos de excavación y de lavado del sedimen-to de aquellas áreas que presentaban piezas con fi-

Fig.: 2. Perfil estratigráfico sintético del yacimiento en el que se muestra la distribución de los niveles limo-arenosos y arci-llosos intercalados entre depósitos de arenas y gravas. La longitud real del perfil es de 34 metros.

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138S.DE LOS ARCOS – N.GALLEGO – C.GIL – I.GONZÁLEZ – Y.SAINZ

los frescos y concentraciones de restos de talla. Dentro de este conjunto se pueden distinguir las si-guientes categorías:

Categorías Total %Nódulo 22 1,4Chunk 55 3,6Debris/Lasquita 1078 70,1Lasca 320 20,8Lámina 3 0,2Núcleo 26 1,7Util 30 1,9Bifaz 3 0,2Pieza bifacial 1 0,1Canto trabajado 1 0,1

Total 1539 100Tabla 2: Distribución de material lítico por categorías.

La agudeza de los filos del material lítico, con índices de rodamiento nulo y bajo en el 81,7% de las piezas, la presencia de remontajes y la conserva-ción de zonas de trabajo, en las que se han recupe-rado debrises de dimensiones inferiores a 1cm, nos permiten afirmar el buen estado de conservación del sitio y la escasa alteración horizontal de los ma-teriales. No obstante, y como se ha indicado desde la geología (cfr. supra), se ha observado cierta dis-torsión vertical, propia de la dinámica de la arcilla (Butzer, 1989: 105-106). Con esto -presencia de material lítico y conservación in situ del mismo- podemos obtener información sobre las distintas fa-ses de la cadena operativa lítica.

A) Captación de materia prima: El sílex es la principal materia prima utilizada (99,42%) y podría haber sido captado en dos contextos.

1) Barras de gravas del Río Manzanares: En el entorno del yacimiento se pudo acceder a los depó-sitos de gravas del río, que habrían contenido nódu-los de sílex y “paleoindustrias” (Baena y Baqueda-no, 2004: 31-47). En el conjunto lítico se han docu-mentado piezas que presentan dobles pátinas, resul-tado de la reutilización de antiguas industrias (pati-nadas por la acción fluvial) con morfologías favora-bles para la configuración de nuevos núcleos y úti-les (incluyendo macroutillaje) a partir de su retalla-do y del reavidado de sus filos.

2) Afloramientos externos a la cuenca: La pre-sencia de lascas de descortezado y el macroutillaje desarrollado a partir de nódulos indican otros posi-bles puntos de captación en afloramientos de sílex próximos (zona del interfluvio Manzanares-Jarama). No hemos podido determinar, no obstante, en qué medida estos nódulos no fueron captados, como en el caso anterior, en los depósitos del Man-zanares próximos al yacimiento.

La cuarcita es la otra materia prima detectada. Es un recurso foráneo a la cuenca del Manzanares, pudiéndose ubicar en los entornos del Jarama el punto de captación más probable. El número de pie-

zas en cuarcita en los niveles de finos es escaso (9 piezas). La presencia de un bifaz ovalar y un nú-cleo, así como la ausencia de un conjunto de restos de talla, nos informa de que las piezas en cuarcita habrían sido introducidas en el yacimiento ya confi-guradas.

B) Talla: Si nos centramos en los núcleos se puede observar la ausencia de explotaciones com-plejas que requieran una configuración previa del volumen (tipos discoides y levallois). La talla de los núcleos muestra unos esquemas bastante básicos de explotación, donde la mayoría de las extracciones se realizan desde un plano de percusión sin preparar (Grupo I/Muy elementales o Grupo II/Elementales -de Panera y Rubio (1996)).

Tipos de Núcleos Total %Indeterminados 2 7,7I (Muy elementales) 9 34,6II (Elementales) 4 15,4III (Piramidales) 3 11,5IV (Multifaciales) 4 15,4V (Bifaciales) 3 11,5VIII (kombewa) 1 3,8

Total 26 100Tabla 3: Tipos de núcleos.

A partir de los bulbos de las lascas ha podido detectarse el empelo de percutores poco densos (blandos) en una gran parte de los elementos.

El remontaje detectado está compuesto por cin-co piezas y ejemplifica la buena conservación del yacimiento, así como de la actividad de talla desa-rrollada. Se trata de un núcleo indeterminado sobre paleoindustria, en el que remontan cuatro lascas (aunque en la pieza se han contabilizado veinte ex-tracciones), si bien podría representar también el trabajo de un bifaz parcial inconcluso.

Por otro lado, la documentación de, al menos, tres concentraciones de restos de talla y piezas de mayor tamaño en el nivel 4 (arcillas) nos informa de la actividad de talla en el yacimiento. Las piezas recuperadas en estas concentraciones se disponían en superficies inferiores a 1m2 y estaban compues-tas principalmente por lascas, lasquitas y debrises de sílex con tonalidades y características similares dentro de cada uno de los conjuntos. Llama la aten-ción, sin embargo, que entre las concentraciones no se hayan detectado útiles y núcleos que correspon-dan a estos restos de talla.

C) Uso: Dentro del conjunto lítico recuperado se encuentran piezas retocadas que debieron ser empleadas para la realización de actividades en el entorno. Se aprecian los siguientes tipos:

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139GEOARQUEOLOGÍA DEL YACIMIENTO PALEOLÍTICO DEL ESTANQUE DE TORMENTAS DE BUTARQUE...

Categorías Total %Lasca retocada 13 43,3Denticulado 3 10Raedera simple 4 13,3Raedera doble 2 6,7Raedera transversal 1 3,3Raedera convergente 2 6,7Escotadura simple 2 6,7Fragmento indet. 3 10

Total 30 100Tabla 4: Tipología de útiles.

A estas habría que sumarle el macroutillaje: tres bifaces, una pieza bifacial y un canto trabajado. No habría que descartar la posibilidad de que piezas no retocadas pudieran ser realmente útiles -aunque es cierto que el conjunto de lascas no presenta caracte-res favorables para ello.

La presencia de marcas de corte y los indicios de fractura antrópica en algunos de los restos óseos es indicativo del uso de herramientas líticas por parte de los grupos humanos para el acceso a este recurso. El uso sobre recursos vegetales no puede ser constatado debido a la difícil conservación de estos restos. En cualquier caso, sólo un buen estu-dio traceológico podría esclarecer qué piezas fue-ron utilizadas y para qué.

D) Abandono: La presencia del conjunto lítico descrito, en niveles con una bajísima distorsión, permiten aproximarnos a esta fase de abandono, en la que el material queda expuesto a los procesos na-turales/postdeposicionales. No obstante, y como he-mos apuntado antes, hemos de ser conscientes de que son los más resistentes y, en consecuencia, de que el abanico de materiales y útiles presentes fuera más amplio que los que han llegado hasta nosotros.

Además de las alteraciones resultado de la diná-mica geológica (cfr. supra), ha sido detectada tam-bién la alteración antrópica contemporánea, prime-ro con la explotación de áridos desarrollada en la zona (que alcanzó hasta los niveles superiores del yacimiento, viéndose éstos afectados en algunas zo-nas) y en una última fase, con las obras de construc-ción del Estanque de Tormentas de Butarque. El ya-cimiento fue detectado en un perfil, por lo que se asume la pérdida de una parte de él.

4.2. Estudio tafonómico.En este yacimiento se ha encontrado una impor-

tante colección faunística en la que équidos, gran-des bóvidos y cérvidos son los animales más impor-tantes (Álvarez et al ep).

La mayor parte de la fauna se ha localizado en las unidades 3 y 4, por lo que nos referiremos a ellas de forma especial. Las demás, y sobre todo los provenientes de los niveles limo-arenosos, muestran una gran alteración hídrica con grandes rodamien-tos en sus superficies óseas, pulidos e intensas abra-siones. Por otro lado, en estas unidades la mala con-

servación de las corticales, la gran fragmentación y el mal estado de conservación, no ha permitido pre-cisar qué fenómenos motivaron la acumulación ósea. Por su parte, las Unidades 3 y 4 tienen un ma-yor NR, una mejor conservación y una menor inci-dencia de los procesos fosidiagenéticos de tipo hí-drico menor, así como una mayor representatividad taxonómica, con especies representadas por varios individuos.

Sin embargo, los análisis tafonómicos revelan una historia compleja consecuencia de un palimp-sesto en los que intervinieron diferentes fenómenos. La actividad humana ha sido documentada en algu-nos animales como el caballo y el uro, ya que pre-sentan marcas de descarnación, desarticulación y percusión. Junto a esto los patrones de fractura en fresco nos sugieren que algunos animales, tras ser desarticulados y descarnados, fueron fracturados para el aprovechamiento medular. A pesar de esto, la acción humana fue escasa, ya que el porcentaje de huesos afectados por su acción es bastante bajo.

La acción de los carnívoros también se ha docu-mentado en el yacimiento, pero su incidencia es es-casa, como muestran el escaso porcentaje de huesos con marcas de diente y la abundancia de elementos axiales, así como los elementos en conexión anató-mica.

Son estos esqueletos axiales en conexión anató-mica, o en asociación en otros casos, junto a ele-mentos apendiculares y axiales completos, los que nos sugieren la idea de que nos encontramos ante episodios de muerte natural, en los que carnívoros y humanos no tuvieron especial protagonismo. De manera que ciertos animales morirían en el entorno del yacimiento, siendo sedimentados al poco tiem-po. Junto a estos, y de manera esporádica, el ser hu-mano podría cazar algún animal, al tiempo que los carnívoros carroñearían los animales bien muertos de forma natural o bien cazados por el ser humano.

5. Conclusiones.A partir de lo expuesto, podemos deducir que el

Yaciemiento Paleolítico del Estanque de Tormentas de Butarque representa un “palimpsesto”, una su-perposición de diferentes actividades en diferentes momentos (“episodios”), cuyas evidencias más re-sistentes habrían sido bien conservadas gracias a la acción fluvial. En el conjunto de los diferentes ni-veles y en toda la superficie excavada se muestran las diferentes dinámicas que debieron operar en la llanura de inundación del río Manzanares del Pleis-toceno Superior (salvando el inevitable sesgo de la conservación diferencial). Las crecidas del cauce principal del río habrían provocado inundaciones en el área ocupada por el yacimiento y la reactivación de un brazo (visible en la zona NW). La actividad humana está bien constatada en lo referente a la ad-

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quisición de materias primas y la talla. Por otra aparte, los homínidos habrían accedido en algún momento al consumo de productos cárnicos, que pudieron haber sido cazados o que habrían sido ha-llados muertos por causas naturales en las proximi-dades del río. En este contexto, los carnívoros ha-brían intervenido también esporádicamente, consu-miendo parte de estas presas.

6. Notas.1) La excavación fue realizada por la empresa de arqueolo-

gía AREA, soc. Coop. Mad, bajo la supervisión de los técnicos de la DGPH de la CAM. La financiación corrió a cargo de la empresa adjudicataria de la obra FCC.

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Tabla 5: Resumen de los perfiles taxonómicos, tafonómicos y esqueléticos. (MC: Marcas de Corte; MD:Marcas de Diente; OX: Oxidaciones; MN: Manganesos).

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JIA 2008 ISBN: xxxx-xxxx-xx-xx Pp.: 141-146

¿QUÉ EDAD TIENES? O LA DIFICULTAD DE ESTIMAR LA EDAD A PARTIR DE RESTOS ARQUEOFAUNÍSTICOS

Lourdes AndúgarLaboratori d’Arqueozoologia UAB; [email protected] CamarósLaboratori d’Arqueozoologia UAB; [email protected]ídia ColominasLaboratori d’Arqueozoologia UAB; [email protected] LladóLaboratori d’Arqueozoologia UAB; [email protected]úria PadrósLaboratori d’Arqueozoologia UAB – ICAC; [email protected] TorneroLaboratori d’Arqueozoologia UAB; [email protected] ValenzuelaLaboratori d’Arqueozoologia UAB; [email protected] VerdúnLaboratori d’Arqueozoologia UAB; [email protected]

RESUMEN

En este trabajo pretendemos plasmar la dificultad que supone establecer la edad aproximada de muer-te de los individuos a partir de los restos arqueofaunísticos, debido a las diferentes variables que influyen du-rante el crecimiento del hueso del animal. El objetivo de este trabajo es apuntar dicha dificultad, con el ánimo de reabrir un debate en pro de una mejora en este aspecto de nuestra disciplina.

ABSTRACT

In this paper we try to translate how difficult is establishing the age of death from archaeofaunistic remanins due to the different variables that affect bone growth. The objective of this work is to point this diffi-culty, with the aim of reopening a debate towards an improvement in this aspect of our discipline.

Palabras Clave: Arqueozoología. Estimación edad. Fusión ósea. Cérvidos. Bóvidos.

Keywords: Archaeozoology. Age estimation. Bone fusion. Cervidae. Bovidae.

1. IntroducciónLa formación del tejido óseo responde a un pro-

ceso conocido con el nombre de osteogénesis. El proceso acontece de forma particular para cada uno de los elementos esqueléticos de los organismos vertebrados y la secuencia temporal de fusión es re-lativamente constante entre los mamíferos durante la etapa de crecimiento (Reitz & Wing 1999: 75). No obstante, el crecimiento de los animales (y con él, el proceso de fusión ósea), y lejos de resultar un estadio simple en el desarrollo de los individuos, supone un intervalo en el cual interactuan diferen-tes variables que condicionan significativamente el resultado final.

La determinación de la edad aproximada de muerte de los animales representados en los con-juntos arqueofaunísiticos es uno de los aspectos im-portantes a estudiar ya que permite incidir a partir

de aproximaciones etarias en aspectos relacionados con la gestión de los recursos animales explotados. Sin embargo, los datos existentes en la actualidad, y que conforman el corpus de datos empleados por la mayoría de estudios arqueofaunísticos, han sido elaborados mayoritariamente sin tener en cuenta las variables que afectan al crecimiento de los indivi-duos.

En base a estas premisas, en este trabajo se apuntan las principales variables a considerar a la hora de utilizar la documentación y los datos exis-tentes; así como también se revisan los datos que habitualmente se utilizan en la estimación del mo-mento de muerte de los animales. Por último, se propone a modo de conclusión el peligro que con-lleva la utilización de este tipo de datos de modo mecánico, en la elaboración de interpretaciones en Arqueología.

I Jornadas de Jóvenes en Investigación Arqueológica: Dialogando con la Cultura Material. UCM, 3-5 de septiembre de 2008.

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2. Variables que afectan al crecimiento óseo.

Tal y como hemos apuntado, el proceso de fu-sión de las epífisis está relacionado con el creci-miento del animal. Éste se ve influenciado por va-riaciones de tipo medioambiental, tales como el cli-ma y la localización geográfica, de tipo nutricional, o de tipo genético entre otras. Las variables más importantes a tener en cuenta son:

2.1. El clima.El clima juega un papel muy importante en el

desarrollo del individuo, tanto a nivel térmico como a nivel de recursos alimentarios, ya que regula los intercambios de calor y actúa sobre los procesos productivos a través del sistema nervioso, hormo-nal y del comportamiento (Hafez y Dyer 1972: 106).

En este sentido, el crecimiento del animal es más rápido cuando hay una temperatura ambiente óptima, ya que en cualquier especie o grupo de es-pecies de mamíferos, los ejemplares son más gran-des en climas fríos (Davis 1989:137) y se retrasa su crecimiento cuando hay temperaturas elevadas (Ha-fez y Dyer 1972: 18-19).

2.2. La localización geográfica.En función de la latitud en la que crecen los ani-

males, éstos pueden presentar características aspec-tuales diferentes. La influencia de los factores me-dioambientales sobre el desarrollo del animal se manifiesta en cambios en los tamaños relativos de las diferentes partes del organismo (Hafez y Dyer 1972: 125)

Bajo condiciones geográficas favorables, la ma-yoría de los animales crecen más rápidamente y al-canzan tallas mayores a una edad más temprana que los animales que se desarrollan bajo condicio-nes inadecuadas (Reitz & Wing 1999:73)

2.3. La alimentación.Las deficiencias nutricionales pueden afectar al

crecimiento del individuo incluso antes de su naci-miento. Durante el período de gestación las caren-cias alimentarias prolongadas de la madre pueden suponer deficiencias en el desarrollo del neonato.

Las continuadas deficiencias nutritivas del hue-so pueden originar posteriormente problemas óseos graves, como por ejemplo el raquitismo, sin que se aprecien síntomas precoces. Una desnutrición gra-ve determina un crecimiento más lento de los hue-sos, seguido por una interrupción del desarrollo en longitud y anchura de la caña de los huesos largos (Hafez y Dyer 1972: 284).

2.4. La genética. Las variables genéticas, como por ejemplo en-

fermedades o deficiencias genéticas, determinan el crecimiento y las diferentes reacciones externas du-rante la vida. La variación hereditaria es el resulta-do de la acción de los genes y de las combinaciones de genes en respuesta a las condiciones ambientales de que gozan los miembros individuales de la po-blación (Hafez y Dyer 1972: 88).

2.5. La variabilidad intraespecífica.La variabilidad viene condicionada por algunos

factores ya enunciados como el clima, la localiza-ción geográfica o la alimentación. En estudios com-parativos realizados en varias subespecies, los re-sultados ofrecen diferencias temporales en el mo-mento de fusión de determinados huesos (Diesem et alii, 1971).

2.6. El sexo.Son las hembras las que completan el estado de

fusión de sus huesos a una edad más temprana. Los huesos de los machos son más robustos que los de las hembras, especialmente en las partes anatómi-cas que se desarrollan precozmente (cabeza, cuello y parte inferior de las extremidades) (Hafez y Dyer 1972: 23)

2.7. La castración.La castración afecta al desarrollo de los huesos

de las extremidades, retardando el momento de la fusión. A pesar de la variabilidad en las edades de cierre de las epífisis, los machos fusionan sus epífi-sis considerablemente más temprano que los indivi-duos castrados (Davis 2000: 373).

3. La estimación de la edad en Arqueozoo-logía.

En arqueozoología, uno de los métodos para es-timar la edad de muerte de los individuos se realiza a partir de tablas comparativas de fusión ósea para las diferentes especies de animales. Hay varios au-tores que han trabajado sobre este tema y cada uno presenta resultados propios.

Queremos destacar las diferencias significativas que hemos documentado tanto a nivel interespecí-fio, intraespecífico, como anatómico y que dificul-tan la estimación de la edad a partir de la fusión de los huesos a causa de la gran variabilidad que exis-te durante el proceso de fusión.

Comparando estos resultados hemos obtenido las siguientes tablas-resumen para cérvidos y bóvi-dos que presentamos a continuación.

3.1. Especies salvajes: el ejemplo de los cérvi-dos.

Estudios sobre poblaciones salvajes como los cérvidos nos indican que existen diferencias consi-derables en la edad de fusión en algunas partes es-queléticas incluso entre machos y hembras, como el

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caso del gamo común (Dama dama) (Carden y Hayden, 2006) (Figura 1). Existen además eviden-cias, más allá de las diferencias de fusión entre sexo, que muestran como un individuo de ciervo (Cervus elaphus) puede albergar diferencias de fu-sión incluso en el mismo hueso dependiendo de su lateralidad (Mariezkurrena, 1983).

3.2. Especies domésticas: el ejemplo de los bóvidos.

La dificultad en la estimación de la edad no es sólo un problema que concierne únicamente a las especies salvajes, sino que se agrava en las domés-ticas.

Para el estudio de la fusión de los huesos de oveja y cabra se ha podido consultar a los siguien-tes autores: Barone, 1976; Silver, 1969; Noddle, 1974; Schmid, 1972, Garcia-Gonzalez, 1983; Hat-ting, 1981. Barone presenta los resultados tanto para ovejas como para cabras. Silver, Schmid, Gar-cia-Gonzalez y Hatting sólo presentan los resulta-dos para ovejas, y Noddle sólo para cabras.

3.3. Diferencias interespecíficas: Ovis aries/Capra hircus.

Si comparamos los resultados de los diferentes autores, lo más destacado es la diferencia en el pro-ceso de fusión que presenta Noddle en compara-ción con los resultados que presentan los otros au-tores. A partir de los datos de que disponemos, hay diferencias realmente importantes en referencia al proceso de fusión de los diferentes elementos es-queléticos entre ovejas y cabras. Estas diferencias pueden llegar hasta los 32 meses (epífisis distal de radio). Los únicos resultados que coinciden son las

epífisis que se fusionan antes del nacimiento, como las epífisis distales de las falanges (Figura 2).

De la comparación entre los resultados por ovejas y cabras se desprende que estas últimas presentan un retraso general en la fusión de los huesos res-pecto las ovejas. Y este dato es significativo si te-nemos en cuenta que en ocasiones propuestas de ta-blas presentan datos conjuntos para los dos géneros (ej. Barone, 1976).

3.4. Diferencias intraespecíficas: Ovis aries.Si nos centramos sólo en los resultados de los

autores que trabajan con ovejas (Barone, Silver, Schmid, Garcia-Gonzalez y Hatting), también do-cumentamos diferencias significativas. Estas dife-rencias pueden ser sólo de un mes de vida del ani-mal o llegar hasta los 17 meses de diferencia en el proceso de fusión de la misma epífisis de un mismo hueso (epífisis distal del radio).

3.5. Diferencias entre elementos esqueléticos.El hecho mas destacable es sin embargo, la di-

ferencia entre los elementos esqueléticos. Lo pri-mero que queremos destacar son las diferencias de fusión entre las epífisis proximales y las distales. Las epífisis que se fusionan antes son la epífisis distal del fémur, la epífisis proximal del radio, del metacarpo i de las falanges, y el acetabulum de la pelvis. Las fusiones mas tardías se producen en la epífisis proximal del humero y de la tibia, en la epí-fisis distal del radio, de la ulna y del fémur y en el corpus de las vértebras. Entre la epífisis que se fu-siona antes y la que se fusiona más tarde, puede lle-gar a haber una diferencia de hasta de cuatro años (las epífisis distales de las falanges o las proximales

Fig.: 1. Tabla-resumen de la estimación del proceso de fusión para cada elemento esquelético entre machos (M) y hem-bras (H) para el caso del Gamo común (Dama dama), según Carden y Hayden (2006).

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de los metacarpos se fusionan al nacer, y los corpus de vértebras a los 4,5-5 años), haciendo que sea muy difícil llegar a poder estimar la edad de un ani-mal sólo a partir de un fragmento de hueso, o en el mejor de los casos, de un hueso entero.

3.6. Diferencias intraespecíficas: Bos taurus. Para los datos referentes a bovinos se han con-

sultado los siguientes autores: Silver (1969); Ha-bermehl (1975); Schmid (1972); Brunni & Zimmerl (1951); Lesbre (1897); Barone (1976).

Para los bovinos todos los autores consultados han obtenido unos resultados similares para el mo-mento y el tiempo de fusión de la mayoría de los huesos del esqueleto del animal. Existen, sin em-bargo, algunas diferencias para el momento de fu-

Fig.: 2. Tabla-resumen de la estimación del proceso de fusión para cada elemento esquelético para el caso de Capra sp. y Ovis sp., según datos diferentes autores.

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145¿QUÉ EDAD TIENES? O LA DIFICULTAD DE ESTIMAR LA EDAD A PARTIR DE RESTOS ARQUEOFAUNÍSTICOS

sión de algunos huesos, como por ejemplo la epífi-sis proximal del fémur que según los autores Brun-ni y Zimmerl (1951) empieza el proceso de fusión a los 3 años, mientras que para los otros autores em-pieza a partir de los 3,5 (Figura 3).

3.7. Diferencias entre elementos esqueléticos.En relación a la progresión en la fusión de los

distintos huesos del esqueleto, los que fusionan pri-mero, según todos los autores consultados, son los huesos de la articulación de la escápula y los hue-sos principales de la pelvis. Éstos fusionan alrede-dor de los 6 meses de vida del animal.

Fig.: 3. Tabla-resumen de la estimación del proceso de fusión para cada elemento esquelético para el caso de Bos sp., se-gún datos diferentes autores.

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Los últimos huesos en fusionar son el húmero (epífisis proximal), el radio (epífisis distal), el fé-mur (epífisis proximal y epífisis distal) y la tibia (epífisis proximal). Todos ellos fusionan entre 3,5 y 4 años. En estos datos coinciden todos los autores. Pasado este momento sólo queda por fusionar, se-gún Habermehl, Barone y Silver, algunos huesos de la pelvis y de las vértebras.

4. Conclusiones.En arqueozoología, los datos relativos al mo-

mento de muerte de los animales representados per-miten aportar información significativa sobre los grupos humanos objeto de estudio. La muerte del animal (y en muchas sociedades la vida también), pese a estar sujeta a aspectos biológicos, es en cier-ta manera de causalidad social. El esqueleto resul-tante, en tanto que forma parte de un producto so-cial más amplio (el animal en todo su potencial como recurso), es un elemento más que nos permite incidir en una etapa de la Producción. Por ejemplo, sobre los patrones de sacrificio desarrollados a par-tir de las estrategias concretas en el caso de las acti-vidades ganaderas o bien en las actividades cinegé-ticas, y como tal es un aspecto muy importante a te-ner en cuenta, que no debería estar sesgado ni con error inducido.

Sin embargo, la comparación de los datos obte-nidos para la estimación de la edad de cada espe-cie, según los diferentes autores, ofrece significati-vas discrepancias entre las propuestas y notables diferencias en lo que respecta a los intervalos tem-porales observados en el proceso.

Esta variabilidad viene causada por la diferente incidencia de cada una de las variables expuestas sobre las poblaciones estudiadas. Hay que tener en cuenta que estos estudios han sido realizados sobre conjuntos actuales, de diversas procedencias geo-gráficas, sin tener en cuenta tan sólo el sexo o el tipo de alimentación de los individuos.

Este hecho provoca diferencias significativas en la estimación de la edad de muerte de los indivi-duos en conjuntos arqueofaunísiticos dependiendo de los autores consultados. Más aún si se considera que estas referencias se aplican mecánicamente a conjuntos arqueofaunísticos de diferentes contextos históricos.

Con este trabajo hemos evidenciado que la apli-cación de estos métodos de estimación de edad tie-ne limitaciones y pueden llevar a interpretaciones sociales sesgadas.

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JIA 2008 ISBN: xxxx-xxxx-xx-xx Pp.: 147-152

ANÁLISIS MICROESPACIAL DE UNA MOTILLA. EL “CORTE A” DE LA MOTILLA DE SANTA MARÍA DEL RETAMAR

Rebeca Lenguazco GonzálezUniversidad Autónoma de Madrid; [email protected]

RESUMEN

El objetivo de este trabajo ha sido la realización de una analítica microespacial del denominado “Corte A”, que merece especial atención por la alta concentración de restos muebles in situ y ofrece la posibi-lidad de estudiar dichos materiales en relación con el espacio en el cual han sido encontrados. Es decir, el planteamiento se ha centrado en evaluar la dispersión espacial de los materiales a fin de obtener datos acerca de la funcionalidad del espacio, estudiar la relación existente entre ellos y su posible relación con restos de es-tructuras y contextos arqueológicos, analizar dichas estructuras y contextos en relación con el espacio en que se incluyen, evaluar la presencia de diversos fragmentos de un mismo recipiente en contextos diferentes, etc.

ABSTRACT

The objective of this work has been the realisation of a microespacial analysis of the designated “Corte A”, which deserves special attention because of the high concentration of remains in situ and offers the possibility to study this material in relation with the space in which have been found. In fact, the work has been focused in evaluating the spatial dispersion of the materials to obtain information about the functionality of the space, studying the existent relation between them and his possible relation with structures remains and archaeological contexts, analysing this structures and contexts in relation with the space are include, evaluat-ing the presence of several fragments of a same ceramic pottery in different contexts, etc.

Palabras Clave: Bronce. Motilla. Análisis Microespacial.

Keywords: Bronze. Motilla. Microspatial Analysis.

1. Introducción.Las primeras noticias sobre este tipo de yaci-

mientos son de finales del siglo XIX, sobre una motilla situada en Torralba de Calatrava -Ciudad Real- (Hervás y Buendía, 1899). Posteriormente, se dará a conocer La Casa de las Motillas (Schule, W. y Pellicer, M., 1963), en 1969 se interviene en la motilla de los Romeros (García Pérez, T., 1987 y 1988), en 1974 se interviene en las motillas de Los Palacios y del Azuer (Nájera, T et alii, 1977; Náje-ra, T. y Molina, F., 1977; Molina, F. y Nájera, T., 1974 y 1978; Molina, F. et alii, 1979; Nájera, T. et alii, 1979; Nájera, T. et alii, 1981), en 1983 se ini-cian las excavaciones arqueológicas en la motilla de Las Cañas (Molina, F. et alii, 1983) y un año más tarde en la motilla de Santa María del Retamar (Sánchez Meseguer, J.L. et alii, 1985; Colmenarejo Hernández, R. et alii, 1987-1988; Galán Saulnier, C. y Sánchez Meseguer, J.L., 1994; Hernando Grande, A, 1989). Por último, en 1985 se llevaron a cabo excavaciones arqueológicas en la motilla del Acequión (Fernández Miranda, M. et alii, 1990, 1994, 1995; Fernández Posse et alii, 1996; Fernan-dez Miranda y Fernández Posse, 1989, 1993).

En el I Congreso de Historia de Castilla La Mancha, celebrado en 1985, Nieto Gallo y Sánchez

Meseguer, de la U.A.M., plantean la hipótesis de distintas “facies culturales” que caracterizarían la Edad del Bronce en La Mancha, siendo identifica-das las “Motillas” como una facies particular del complejo cultural, cuya existencia y denominación hoy son aceptadas y compartidas por los investiga-dores más dedicados a su estudio, al que corres-pondieron todos ellos: el Bronce de La Mancha.

2. La motilla de Santa María del Retamar: estado actual de la investigación.

A 20 km al oeste de la más septentrional de las lagunas de Ruidera, a 2,5 km al oeste del Pantano de Peñarroya y a unos 10 km al sureste de Argama-silla de Alba, se encuentra la Motilla de Santa Ma-ría del Retamar también conocida como “Motilla del Retamar” o “de la Casa del Retamar”.

La primera excavación arqueológica realizada en la motilla, en 1984, se hizo en el marco de un proyecto de investigación sobre la Edad del Bronce en la Meseta que, bajo la dirección del profesor Nieto Gallo, pretendía investigar un supuesto “Va-cío Cultural”, ya que había sido considerada duran-te muchos años, por gran parte de los investigado-res, como un área culturalmente deprimida durante la Prehistoria Reciente.

I Jornadas de Jóvenes en Investigación Arqueológica: Dialogando con la Cultura Material. UCM, 3-5 de septiembre de 2008.

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148REBECA LENGUAZCO GONZÁLEZ

Posteriormente se desarrollaron diversas cam-pañas de excavación arqueológica en 1985 y 1986, pero no será hasta agosto de 1987 cuando se llevó a cabo la cuarta campaña de excavación arqueoló-gica. Su principal objetivo fue continuar con la ex-cavación y ampliación, incluyendo dos cortes abiertos en 1984 que fueron denominados en la campaña anterior como “Corte A”, localizado entre los dos recintos de fortificación más próximos a la torre central, al sur de la misma. Los resultados confirmaron que los restos arquitectónicos estudia-dos constituían la parte fundamental de la estructu-ra básica del asentamiento (Fig. 1).

Fig.: 1. Ubicación del Corte “A” (escala 1:200).

Las escasas subvenciones asignadas por la ad-ministración al yacimiento en los años siguientes no permitieron ampliar mucho más el conocimien-to. Tras una campaña dedicada fundamentalmente al control de la planimetría y topografía (1988), las excavaciones se vieron interrumpidas en 1989 ante la falta de subvención económica, reanudándose en el verano de 1990 con la continuación de los traba-jos en tres de los cortes abiertos en la parte más alta del yacimiento. Finalmente, en 1991 se llevó a cabo la última campaña realizada hasta el momento.

3. Metodología.La distinción entre contextos materiales, como

puede ser el estudio de tierra con alto contenido de carbones o restos de tapial de distintos colores, y contextos en terminología “Harris”, nos ha permiti-do constatar la presencia de niveles de ocupación, niveles de incendio, niveles de inundación, niveles de derrumbe, niveles de abandono, etc.

3.1. Documentación de Campo.

- Recopilación de la planimetría realizada du-rante las distintas campañas de excavación arqueo-lógica además de consultar el plano topográfico 1:25.000, 1:50.000 y fotografía aérea.

- Digitalización en CAD de una planta general del yacimiento a escala 1:200 y los planos origina-les de campo a escala 1:20.

- Análisis individual de cada una de las 9 plan-tas de la excavación del corte “A” diferenciando áreas, contextos, cotas medias por cada planta, ela-borando gráficos que ayuden a evaluar tanto el nº de materiales encontrados y la morfofuncionalidad de los mismos como su porcentaje representativo por cotas, etc.

- Realización de un gráfico de relación de mate-riales por cotas y planos.

- Realización de una matriz Harris.

- Por último, se ha realizado una reconstrucción en 3D del “Corte A”, basada en los resultados de la excavación y en el estudio microespacial del uso diferencial de los espacios.

3.2. Documentación de Gabinete.- Realización de una base de datos en Access

que recoge información sobre los materiales encon-trados en el transcurso de las excavaciones.

- Realización de un formulario con fichas indi-vidualizadas de cada nº de inventario.

4. Interpretación.El análisis de la documentación generada en el

transcurso de las diversas campañas de excavación arqueológica y su contraste con los resultados obte-nidos tras los consecuentes trabajos de laboratorio y gabinete, así como el estudio de los diversos artí-culos publicados sobre el yacimiento, han permiti-do observar en detalle las características de una pe-queña porción de su estratigrafía, lo que ha permiti-do a su vez plantear tanto una serie de hipótesis re-lativas a los procesos que pudieron dar lugar a la formación de la misma, como a la funcionalidad del propio yacimiento arqueológico al menos en una de las etapas de su dilatada existencia, y todo ello a partir de la observación de la existencia de varios niveles arqueológicos cronológicamente no muy distantes en el tiempo, correspondientes al Bronce Pleno y más concretamente anteriores a 1.635 – 1570 a.C. (1939-1888 cal ANE) (Castro, Lull y Micó, 1996).

Nos encontramos con un nivel de ocupación cu-yos restos se localizaron a 5,41 m de profundidad respecto a la cota 100,00 m, ubicada en el punto más alto del yacimiento, formado en un espacio de 31,18 m2 comprendido entre el primer y el segun-do lienzo de muralla, es decir, entre el recinto más próximo a la torre central de la motilla y el siguien-te hacia el exterior, cuya forma curvada en planta se debe a la propia necesidad de adaptación al espa-cio configurado por dichos muros de fortificación,

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149ANÁLISIS MICROESPACIAL DE UNA MOTILLA. EL “CORTE A” DE LA MOTILLA DE SANTA MARÍA DEL RETAMAR

ambos construidos con basamento de mampostería irregular, conservado en casi 2,00 m de altura, y al-zado de tapial, y dispuestos en paralelo y sensible-mente concéntricos a la torre central (Fig. 2).

Fig.: 2. Digitalización en CAD del nivel de ocupación.

Este nivel de ocupación se divide en dos áreas claramente definidas. Así podemos hablar de:

Área “A”: comprende 7,97 m² y discurre en paralelo entre la cara externa de la muralla 1ª o pri-mer lienzo de muralla y el área “B”. Se trata de una estrecha zona de circulación de 0,65 m de anchura que serviría de pasillo a través del cual se podría acceder a otras estancias del interior de la motilla.

Dentro de éste área, cabe destacar la presencia de una gran concentración de piedras, junto a la cara exterior de la muralla 1ª y que ocupan 6,07 m². No forman estructura aparente por lo que podrían tratarse del derrumbe del remate en piedra del alza-do de los tapiales o de los restos de un posible to-rreón aún por delimitar, ya que presenta dicho de-rrumbe una forma ligeramente redondeada. De ser este hecho cierto, debía estar en desuso y en estado de ruina en el momento de ocupación de la vivien-da/almacén objeto de estudio.

Área “B”: comprende los restos de una vivien-da/almacén con un espacio de 23,21 m² y discurre en paralelo entre la cara interna de la muralla 2ª o segundo lienzo de muralla y el área “A”.

Entre los elementos arquitectónicos y construc-tivos conservados aparecen:

- Un suelo de tierra apisonada color marrón ro-jizo (contexto 45), de 16,45 m², sobre el que apoya-ba una concentración de material arqueológico in situ, que será descrito con posterioridad.

- Entre el muro 3 y la zona donde aparece una concentración de vasijas in situ (contexto 43), se documentaron los restos de un posible banco corri-do, adosado a la cara interna de la muralla 2ª, que ocupa 0,63 m².

- Un horno, adosado a la cara interna de la mu-ralla 2ª, con una altura aproximada de 0,18 m, ubi-cado junto a la concentración de vasijas in situ, en

el contexto 44.

- En el extremo NO del cuadrante se conserva un pequeño muro, documentado en planimetría como Muro 1, que conserva un zócalo de mampos-tería irregular con 0,54 m de altura por 0,50 m de anchura por 3,00 m de longitud, con una orienta-ción suroeste-noreste, con un ángulo de 26º con respecto a la cara interna de la muralla 2ª y con una cota máxima de 95,32 m, que separa el área de ha-bitación objeto de estudio del área “A” o pasillo.

- Junto al muro 1 aparece otro pequeño muro, documentado en planimetría como Muro 2, que conserva un zócalo de mampostería irregular con 0,68 m de altura por 0,50 m de anchura por 2,00 m de longitud, con una orientación suroeste-noreste, con un ángulo de 32º con respecto a la cara interna de la muralla 2ª y con una cota máxima de 95,46 m.

- Entre el muro 2 y la cara interna de la muralla 2ª se conserva un pequeño muro, documentado en planimetría como Muro 3, que conserva un zócalo de mampostería irregular con 0,68 m de altura por 0,50 m de anchura por 0,50 m de longitud, con una orientación norte-sur, con un ángulo de 112º con respecto a la cara interna de la muralla 2ª y con una cota máxima de 95,46 m.

Fig.: 3. Reconstrucción en 3D del Corte “A”.

Estos tres muros cierran el área de habitación por su extremo occidental. Las paredes, adosadas a la cara interna del recinto exterior, fueron realiza-das con un zócalo de mampostería irregular, tal y como demuestran los muros conservados, con alza-dos de tapial y posteriormente enlucidas y revoca-das con cal; los techos se realizaron con cubiertas de madera, ramajes, esteras, cuerdas…y se susten-taban con postes y vigas de madera. Podemos des-tacar la presencia de una huella de poste de madera en el contexto 43, junto a la concentración de mate-rial arqueológico encontrado in situ. La documenta-

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150REBECA LENGUAZCO GONZÁLEZ

ción de fragmentos de revocos y enlucidos con la impronta de cañizos y esteras demuestra el frecuen-te uso de plantas textiles para el acondicionamiento de estructuras de habitación (Fig. 3).

Apoyados directamente sobre el suelo de ocu-pación, descrito con anterioridad, nos encontramos una abundante concentración de vasijas de cerámi-ca in situ, la mayor parte de las cuales se han podi-do reconstruir por haberse hallado muy fragmenta-das pero prácticamente completas, que ocupan toda la parte central de la habitación y se apoyan en el perfil sur, ya que se encontraban apiladas unas so-bre otras, abarcando aproximadamente 6m². Desta-ca no sólo su gran abundancia sino también su alta calidad tecnológica en su fabricación, con variedad de pastas y acabados, y su variedad formal tratán-dose de recipientes de diversas formas y tamaños que denotan distintas funcionalidades (Fig. 4).

Esto no implica que todos los materiales encon-trados pertenezcan al mismo nivel de ocupación sino que algunos de ellos podrían pertenecer al de-rrumbe de los tapiales por lo tanto anteriores al ni-vel de ocupación arqueológica con cerámicas “in situ”. Así podemos diferenciar dos grupos:

Materiales in situ : son aquellos directamente re-lacionados con el contexto 43 y que apoyan direc-tamente sobre el contexto 45 o suelo de ocupación.

Materiales procedentes del derrumbe de los ta-piales: son aquellos directamente relacionados con los contextos 41, 42, 44, 38 y 39.

Fig.: 4. Reconstrucción en 3D del interior del Corte ”A”.

Evaluando las características y la disposición de los hallazgos podemos hablar de un área destinada al almacenamiento de productos, principalmente de contenedores cerámicos y de trigo. La mayoría de los útiles, adornos y restos de alimentos encontra-dos aparecen relativamente concentrados en la par-te central de la habitación, en torno a la concentra-ción de las cerámicas, entre ellas e incluso algunos bajo las mismas. Parte de estos materiales podrían estar relacionados con la transformación del grano

como por ejemplo la mano mortero, las molederas, los machacadores mientras que la presencia de bo-tones con perforación en “V” y de colgantes de concha podría deberse a un hecho circunstancial, es decir, la propia perdida del objeto durante la mani-pulación del trigo, lo que podría explicar la presen-cia de un botón con perforación en “V” dentro y fuera del saco de trigo, o la manipulación de la co-locación o contenido de esas vasijas, lo que expli-caría la presencia de un colgante de concha entre ellas o incluso la presencia de un collar completo, e incluso su presencia puede deberse también a su pérdida en el momento de una huída muy precipita-da al incendiarse la habitación, hecho éste al que ahora nos referiremos.

La documentación de cantos rodados podría es-tar relacionada con el calentamiento de determina-dos alimentos para su posterior consumo mientras que la presencia de cantos trabajados nos habla de un tratamiento de fibras textiles o incluso para cor-tar retamas. Cabe destacar la presencia de cucharo-nes “in situ” junto a las vasijas con grano podría es-tar relacionado con la extracción del contenido de los productos almacenados o incluso como medida de capacidad.

Así pues, todo indica que en un momento deter-minado de la utilización de este espacio como al-macén o despensa se produjo un incendio en el in-terior del recinto fortificado que afectó profunda-mente al menos a esta estancia. Este hecho se evi-dencia con la constatación durante la excavación del derrumbe de la cobertura vegetal calcinada, tal y como se puede apreciar tanto en el contexto 45 con la presencia de áreas con concentraciones de carbones y cenizas en torno a la concentración de cerámicas, y más evidente aún en el contexto 43 donde dicha acumulación de cerámicas se nos pre-senta cubierta por una capa de tierra cenicienta, así como en el derrumbe de los alzados de tapial en torno a las vasijas (contextos 42 y 44), donde apa-recen zonas con concentraciones de ceniza, carbo-nes y argamasa, así como por la presencia de sacos y semillas carbonizados y de restos de revocos con la impronta de los elementos vegetales que recu-brieron, pero sin resto alguno de ellos, lo que pare-ce poner de manifiesto la elevada temperatura que debió alcanzar el citado incendio, explicable por otra parte al producirse en un espacio tan reducido y “encerrado” entre los recintos de fortificación.

Aunque es difícil precisar la dimensión del tiempo transcurrido tras el incendio, todo parece in-dicar que al menos la parte de la motilla compren-dida en el espacio del “Corte A” sufrió después de aquel las consecuencias de un aumento del caudal del río Guadiana, cuyas aguas llegaron a penetrar en el interior de la motilla y cubrieron de limos y

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151ANÁLISIS MICROESPACIAL DE UNA MOTILLA. EL “CORTE A” DE LA MOTILLA DE SANTA MARÍA DEL RETAMAR

lodo gran parte de dicho espacio, sobre todo la mi-tad norte, tal y como pone de manifiesto la presen-cia de una tierra gris verdosa (contextos 34 y 41) que cubre el pasillo, el interior de la vivienda ya en ruinas y el derrumbe de piedras adosado a la mura-lla 1ª. La capa de lodo presenta una potencia de 0,25 m en la mitad norte del cuadrante, 0,12 m ha-cia el Este y de 0,06 m hacia el Oeste del cuadran-te, abarcando aproximadamente 1,52 m³, mientras que en el pasillo ocupa 1,60 m², con una potencia de 0,35 m, abarcando 0,56 m³.

Tras el incendio y la inundación, el espacio ob-jeto de nuestro estudio sufrió un abandono, debien-do quedar posiblemente como zona de paso y quizá también de basurero. Esta hipótesis interpretativa se desprende de la observación de la constante pre-sencia de concentraciones de carbones lo que no sería de extrañar si pensamos que dicha zona pudo ser utilizada como basurero, en cuyo caso posible-mente fuese frecuente la práctica de quemar con cierta regularidad y frecuencia los residuos con componentes orgánicos. También aparecen restos de cal, argamasa, tapial, materiales arqueológicos dispersos por todo el cuadrante. Así, los contextos pertenecientes al nivel de abandono son del 37-35 y del 33-1.

Aplicando el denominado “método Harris”, ob-viamente adaptado a las características de un yaci-miento prehistórico y por supuesto teniendo en cuenta que no estamos ante un yacimiento comple-to, sino ante una pequeña parte del mismo, hemos podido documentar 8 “unidades estratigráficas”:

U.E. 1: Nivel de abandono, donde nos encontramos restos de tapial, piedras, algunos restos arqueológi-cos procedentes de los tapiales y desechos (del con-texto 1 al 37).

U.E. 2: Nivel de inundación, con altas concentra-ciones de lodos (contextos 34 y 41).

U.E. 3: Nivel de derrumbe, con concentraciones de piedras (contexto 23).

U.E. 4: Nivel de derrumbe, con concentraciones de tapial (contextos 41, 42, 44, 38 y 39).

U.E. 5: Nivel de ocupación, donde aparece un con-junto de materiales arqueológicos in situ sobre el suelo de ocupación (contexto 43).

U.E. 6: Estructura C o vivienda/almacén donde do-cumentamos el muro 1, el muro 2, el muro 3, el suelo de ocupación (contexto 45), el horno y el banco corrido adosado a la cara interna de la mura-lla 2ª.

U.E. 7: Estructura B o recinto exterior.

U.E. 8: Estructura A o recinto interior.

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SESIÓN 3: Diálogos continuos: Comienzos de la

Prehistoria Reciente

I Jornadas de Jóvenes en Investigación Arqueológica: Dialogando con la Cultura Material. UCM, 3-5 de septiembre de 2008.

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JIA 2008 ISBN: 978-84-92539-25-3 Pp.: 155-162

LOS HUMEDALES Y LAS ZONAS ENDORREICAS EN LOS MODELOS DE CO-LONIZACIÓN DEL INTERIOR PENINSULAR DURANTE EL NEOLÍTICO

ANTIGUO: EL VALLE DE AMBRONA Y EL VALLE DEL EBRO

Íñigo García Martínez de LagránArcadia - Fundación General de la Universidad de Valladolid; [email protected]

RESUMEN

En los últimos años se han descubierto varios asentamientos del Neolítico antiguo al aire libre tanto en la zona levantina como en áreas interiores (valle del Ebro, valle de Ambrona, etc.). Estos asentamientos, que se desarrollan durante la segunda mitad del VI milenio cal BC, comparten una serie de características re-lacionadas con su ubicación geográfica y su entorno inmediato: zonas de humedales, áreas endorreicas, bor-des de los ríos y lagos, etc.; y con el desarrollo de un modelo de colonización específico: colonización de pí-dola. En el presente trabajo se recogen y comentan estas características y su posible relación con las activida-des agrícolas y ganaderas, con el objetivo de definir un patrón de asentamiento de los poblados del Neolítico antiguo en el interior peninsular.

ABSTRACT

In the last years, several early Neolithic open-air settlements have been discovered in the Levantine area and inner Iberia (Ebro valley, Ambrona valley, etc.). These settlements, occupied during the second half of the VI millennium BC, share features related with their geographical location and surrounding area: fresh water wetlands, endorreic areas, river and lake shores, etc., and with their colonization process: leapfrog col-onization. This work deals with these features and their relationship with the agriculture and livestock raising activities; in order to define the settlement patterns of early Neolithic sites in the interior of Iberia.

Palabras Clave: Neolítico. Poblamiento. Meseta norte. Valle del Ebro.

Keywords: Neolithic. Settlement. Northern Meseta. Ebro Valley.

1. Introducción: la colonización de pídola y las zonas de humedales en el marco de la neolitización del continente europeo.

El debate actual sobre la neolitización del conti-nente europeo está dominado por un cierto eclecti-cismo que tiene como consecuencia la definición de un complejo mosaico de gran dinamismo y variabi-lidad regional en función de las características de cada zona y del protagonismo en ellas de alguno de estos factores fundamentales: el movimiento de la población, el movimiento de la información y el ni-vel de desarrollo de las sociedades mesolíticas (Pri-ce 2000: 301; Zvelebil 2000, Price y otros 2001: 601; Scarre 2002: 396).

En este trabajo nos centraremos en el movi-miento de la población, y, específicamente, en la caracterización de la denominada colonización de pídola y en sus implicaciones (geográficas, econó-micas, sociales, etc.) en la neolitización del interior peninsular.

El Modelo de Difusión Démica u Ola de Avan-ce (Ammerman y Cavalli-Sforza 1973 y 1984) pro-ponía una difusión gradual del modo de vida neolí-tico por el continente europeo, combinando el “mo-

vimiento de la población” y el “movimiento de la información”. Sin embargo el registro arqueológico y cronológico mostraba una serie de variaciones re-gionales que no encajaban en una aplicación estric-ta y encorsetada del modelo, puesto que definían una expansión más rápida que la originalmente pos-tulada. Recientemente, Ammerman (2003: 21-22) ha matizado esta situación afirmando que en la peri-feria noroeste de Europa, donde las condiciones para la práctica de una agricultura incipiente son más desfavorables y donde la importancia de los grupos locales parece mayor, la expansión es más lenta, en cambio, en el Mediterráneo la difusión es sensiblemente más rápida en el este y se acelera, aún más, en el oeste (como ha demostrado el Mode-lo de Colonización Marítima Pionera propuesto por Zilhão: 1997, 2001).

Otros autores (Fiedel y Anthony 2003) han criti-cado el Modelo de Difusión Démica al considerar que definía una expansión neolítica gradual, aleato-ria e inconsciente, sin embargo, el análisis de la dis-tribución de las dataciones del Neolítico en Europa muestra un patrón espacial que parece indicar una expansión agrícola puntual y direccional más que

I Jornadas de Jóvenes en Investigación Arqueológica: Dialogando con la Cultura Material. UCM, 3-5 de septiembre de 2008.

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156ÍÑIGO GARCÍA MARTÍNEZ DE LAGRÁN

regular y radial. Esta direccionalidad específica su-giere que las comunidades productoras migraron in-tencionadamente a nuevos territorios conocidos previamente y cuyas características les eran atracti-vas (Ibídem: 145). Estos investigadores introduje-ron el término de “leapfrog colonization” (coloniza-ción del salto de rana en traducción literal) o colo-nización de pídola, según la cual los primeros colo-nos agrícolas recorrían grandes distancias hasta lle-gar a lugares seleccionados con unos criterios eco-lógicos y sociales determinados. Este proceso deja-ba grandes áreas inhabitadas entre los primeros asentamientos de estas comunidades que, posterior-mente, serían ocupadas cuando se incrementara la población. Estas zonas especiales se caracterizaban, fundamentalmente, por la presencia de humedales como lo demuestran los asentamientos del Neolítico antiguo de Grecia, de la Gran Llanura Húngara o del sur de Yugoslavia y Bulgaria, por ejemplo (Ibí-dem: 156).

Uno de los trabajos más elaborados sobre este tema es el realizado por Sherratt (1980). Este inves-tigador afirma que la característica más sorprenden-te de los asentamientos agrícolas más antiguos es su distribución espacial restrictiva y selectiva, asocia-da con zonas aluviales, bordes de lagos y otras lo-calizaciones con gran cantidad de agua subterránea (Ibídem: 87). La primera consecuencia de este pa-trón de asentamiento es la ocupación de áreas res-tringidas espacialmente pero de máxima productivi-dad agrícola. En consecuencia, el sistema de cultivo de “quema y rozas” no sería el más antiguo sino que se desarrollaría un sistema de pequeña escala pero localmente intensivo que requeriría una tecno-logía muy simple. El cereal cultivado sería de ciclo corto (Marzo - Mayo) y no dependería ya de las precipitaciones estacionales fluctuantes, sino que aprovecharía los recursos hídricos especiales de es-tas zonas húmedas (Ibídem: 88-91).

Otra de las investigaciones que se citan con fre-cuencia en relación a las zonas de humedales y al poblamiento del Neolítico antiguo en Europa es el realizado por Van Andel y Runnels (1995). Estos autores matizan el Modelo de Difusión Démica en cuanto a avance uniforme de la colonización, y se decantan por la preferencia que estas comunidades tuvieron por los humedales, de este modo, los pa-trones de asentamiento definidos en Anatolia se re-piten en el sureste de Europa (Ibídem: 496). Para otros autores esta colonización determinada por la búsqueda de humedales va mucho más allá y llega hasta el centro y el noroeste del continente (Sherratt 1980: 87).

En la Península Ibérica la relación entre las zo-nas endorreicas y de humedales, y asentamientos al aire libre del Neolítico antiguo (5300 cal AC) es

evidente, como se ha reiterado recientemente (Rojo y otros 2008: 351-357). Son varios los ejemplos que podríamos citar: los yacimientos de La Revilla y La Lámpara (Ambrona, Soria) (Ibídem), y el de Los Cascajos (Los Arcos, Navarra) (García y Ses-ma 1999, 2001 y 2008) (Fig. 1), que analizaremos posteriormente, además de otros como La Draga (Bañolas, Gerona) (Bosch y otros 2005), Riols I (Mequinenza, Zaragoza) (Royo y Gómez 1992: 297), El Torrollón (Usón, Huesca) (Rey y Ramón 1992: 309), Alonso Norte (Alcañiz, Teruel) (Bena-vente y Andrés 1989), etc.

2. Las características de los humedales y su importancia en el proceso de neolitiza-ción.

Una vez constatada la relación entre las zonas endorreicas y de humedales y el patrón de pobla-miento del Neolítico antiguo cabría preguntarse por las características que hicieron tan atractivas estas zonas a los primeros agricultores y ganaderos.

Según Sherratt (1980: 90-91) el cultivo de estas zonas no necesitó de grandes innovaciones tecnoló-gicas y pudo realizarse con siembra a voleo o culti-vo de azada o palo cavador, pocas labores de lim-pieza de malas hierbas, con una renovación y airea-ción natural y estacional de la tierra, y muy pocos o ningún aclarado de masa boscosa. Además, como señalan Van Andel y Runnels (1995: 491), la pre-sencia de agua permitió eludir la dependencia total de las precipitaciones estacionales, aportando un plus hídrico durante las primaveras menos lluvio-sas. Este aporte hidrológico es necesario para obte-ner una buena cosecha tanto de trigo como de ceba-da (Guerrero 1992: 27 y 124), y es, incluso, más importante que las propias características de las plantas (López 1991: 134).

Sin embargo, el cultivo de cereales (nos referi-mos principalmente al trigo y a la cebada) en estas zonas húmedas también conlleva una serie de pro-blemas, entre los que destaca el exceso de humedad que puede provocar la asfixia de las raíces favore-ciendo el desarrollo de gérmenes anaerobios cau-santes de podredumbre. Además, la profusión de agua en primavera puede debilitar o ablandar los te-jidos de sostén de la planta originando un encama-do fisiológico (López 1991: 134 y 139, Guerrero 1992: 101 y 124).

Otra cuestión a tener en cuenta es el tipo de ce-real elegido, bien de primavera o ciclo corto, o bien de invierno o ciclo largo. Sherratt (1980) relaciona la expansión agrícola y las zonas de humedales con el cultivo de cereales de primavera, los cuales, en general, tienen más riesgos que los de invierno ya que pueden producirse periodos de sequía primave-ral cercanos temporalmente al periodo crítico de la siembra. Además, la preparación del suelo es mayor

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157LOS HUMEDALES Y LAS ZONAS ENDORREICAS EN LOS MODELOS DE COLONIZACIÓN DEL INTERIOR...

en este tipo de cereal (López 1991: 135-137).

Desde el punto de vista ganadero estas zonas presentan numerosas ventajas al proporcionar agua abundante (debido a la presencia de manantiales y cursos de agua), y profusión de pasto, ya que las zo-nas húmedas favorecen la presencia continuada del mismo incluso durante el periodo estival, y aportan más salinidad tan demandada por el ganado.

Además de la agricultura y la ganadería, los ecosistemas de humedales son muy ricos y variados en flora y fauna salvaje de todo tipo: plantas apro-piadas para cestería, frutos, cérvidos, jabalíes, aves acuáticas, etc. que sin duda fueron explotadas por estos grupos (Van Andel y Runnels 1995: 491).

En resumen, y a pesar de determinados factores que pudieron ser perjudiciales como el exceso de agua en los cultivos cerealísticos, estas zonas húme-das y endorreicas presentan una gran potencialidad agrícola y ganadera, más aún si se combinan ambas, danto lugar, por ejemplo, a un abonado natural de los campos de cultivo debido a la cercanía de éstos con los pastos, motivado todo ello por el espacio restringido de estos hábitats.

3. Caracterización de los patrones de asen-tamiento del Neolítico antiguo en el interior peninsular: Los ejemplos de La Revilla y La Lámpara (Ambrona, Soria) y de Los Casca-jos (Los Arcos, Navarra).

Como hemos comentado al inicio de este traba-jo, no se puede concebir la neolitización de Europa y de la Península Ibérica de una manera unilineal. No pretendemos, por lo tanto, afirmar que el proce-so de neolitización de este territorio dependiera ex-clusivamente de movimientos poblaciones y fenó-menos de colonización. Tampoco aseveramos que el patrón de asentamiento del Neolítico antiguo que esbozamos en estas líneas sea el único que pudo producirse en el territorio peninsular, ni pretende-mos establecer definitivamente sus características ni su cronología. Podríamos citar como ejemplo la cueva de La Vaquera (Torreiglesias, Segovia), que supone un tipo de yacimiento diferente a los aquí analizados (cueva frente a poblados al aire libre), y que o bien pudo formar parte de un patrón de asen-tamiento distinto, o bien ser un tipo de yacimiento con diferente funcionalidad en el que caracteriza-mos a continuación:

3.1. La colonización de pídola.Con los datos actuales se puede afirmar que du-

rante la ocupación inicial del territorio peninsular por parte de las comunidades agrícolas y ganaderas se produjeron fenómenos de migración poblacional caracterizados por la denominada colonización de

Fig.: 1. Localización del poblado de Los Cascajos (Los Arcos, Navarra) y del Valle de Ambrona (Soria).

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158ÍÑIGO GARCÍA MARTÍNEZ DE LAGRÁN

pídola, al menos en algunas áreas. Este tipo de co-lonización ha sido caracterizada por varios autores: como ya hemos visto anteriormente Fiedel y Anthony (2003: 145, 156) la definen como una co-lonización puntual y direccional de territorios elegi-dos previamente, en ocasiones situados a grandes distancias del asentamiento inicial. Para Zvelebil (2000: 57-59) se trataría de la colonización de un área determinada, previamente elegida por sus ca-racterísticas óptimas para su explotación por un grupo pequeño que se asentaría en un territorio ha-bitado por nativos. Por lo tanto, la colonización de pídola exige, en primer lugar, un reconocimiento previo del territorio que pudo producirse mediante diferentes procesos o causas. Recientemente apun-tábamos una posibilidad casual para el reconoci-miento del Valle de Ambrona en el marco de des-plazamientos de comunidades neolíticas en busca de materias primas o recursos subsistenciales (Rojo y otros 2008: 351). Fiedel y Anthony (2003: 145-146) han sugerido otra hipótesis según la cual la fuente de información de las comunidades neolí-ticas podría haber sido una población marginal de frontera que interactuaba entre estos grupos y los mesolíticos indígenas (a la manera de los antiguos tramperos de la frontera de Norteamérica). Estos in-dividuos pudieron haber transmitido su conocimien-to preciso del paisaje y sus características, y de la actitud de las comunidades nativas. Tras este reco-nocimiento inicial se produciría una migración a es-tos territorios seleccionados de toda o parte de la comunidad primigenia.

3.2. Colonización “ex novo” e interacción entre comunidades neolíticas y mesolíticas.

Estos fenómenos de colonización de pídola su-ponen la ocupación de un territorio “nuevo” por parte de las comunidades neolíticas. Estas zonas bien pudieron estar despobladas (Valle de Ambro-na), o bien ocupadas por grupos mesolíticos creán-dose, entonces, una zona de frontera con la consi-guiente interacción entre ambas comunidades (como podría ser el caso de Los Cascajos).

La ocupación del poblado de Los Cascajos en el último tercio del VI milenio cal AC (García y Ses-ma 2008: 56) coincide con el uso de los abrigos de “tradición mesolítica” de la zona oriental alavesa como Atxoste (Vírgala, Álava) o Mendandia (Sáse-ta, Condado de Treviño) (Alday 2006). Su cercanía podría sugerir contactos o interacción entre ambos grupos, o, incluso, que pudiera tratarse de la misma comunidad. Existen varios aspectos que sugerirían esta posibilidad, como cierta similitud en las colec-ciones cerámicas, o la hipótesis de que los abrigos sean los cazaderos del grupo neolítico de Los Cas-cajos y que el procesado de las piezas en estos abri-gos (despiece, ahumado, etc.) no haya dejado hue-llas en el poblado al aire libre (García y Sesma

2001: 302 y 2008: 53). A favor de la hipótesis de dos comunidades diferenciadas podría citarse el he-cho de que en Los Cascajos no aparezca, hasta el momento, sílex procedente de los afloramientos del Condado de Treviño que sí está presente en los abrigos alaveses (Ibídem). Parece bastante impro-bable el desconocimiento de estas fuentes de sílex por parte de los pobladores de Los Cascajos si em-plearon los abrigos citados como cazaderos. En cualquier caso, todavía las evidencias no son lo su-ficientemente contundentes como para confirmar categóricamente alguna de estas hipótesis.

En el caso del Valle de Ambrona y con los datos actuales, se propone una colonización ex novo de este territorio. Las comunidades responsables de esta primera ocupación tenían un modo de vida ple-namente neolítico basado en la agricultura y la ga-nadería, además de cerámicas, herramientas puli-mentadas, etc. (Rojo y otros 2008: 318-334). Asi-mismo, en los últimos años se han realizado pros-pecciones en zonas aledañas a Ambrona con el ob-jetivo de localizar asentamientos mesolíticos pre-vios y no se ha obtenido ningún resultado positivo.

Desde la colonización del primer territorio y el inicio de los contactos con la población local, muy probablemente, la composición de estas comunida-des sería “mixta” debido, por ejemplo, a los inter-cambios matrimoniales. Tampoco queremos descar-tar que alguno de estos episodios de colonización de pídola estuviera protagonizado por un grupo que siendo inicialmente mesolítico hubiera transforma-do ya su modo de vida (las diferentes situaciones pueden dar lugar a distintos escenarios de neolitiza-ción como se ha propuesto recientemente en Rojo y otros 2008: 278-293).

3.3. Cronología.Este tipo de ocupación del territorio marca el

inicio de la presencia de las comunidades de agri-cultores y ganaderos en el interior peninsular que se data en el último tercio del VI milenio cal AC (por razones de espacio no incluimos una relación deta-llada de las dataciones de los yacimientos citados que se pueden encontrar en Rojo y otros 2008: 235-241).

3.4. Localización geográfica y humedales.Es evidente que estas comunidades buscaban te-

rritorios con unas condiciones muy determinadas, principalmente zonas endorreicas y de humedales o áreas de inundación. Además de esto, también es posible detectar otras características importantes, como la elección de zonas amplias y abiertas con pendientes poco pronunciadas que facilitarían el cultivo, y la ubicación concreta de los poblados en relación con las zonas húmedas. En este sentido, llama la atención la localización de los poblados de

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159LOS HUMEDALES Y LAS ZONAS ENDORREICAS EN LOS MODELOS DE COLONIZACIÓN DEL INTERIOR...

La Lámpara y La Revilla que se sitúan en la parte más alta del fondo del valle, en una zona cercana a los probables campos de cultivo y a los pastos pero alejada de las posibles inundaciones en temporadas lluviosas (Fig. 2). Algo similar ocurre con el pobla-do de Los Cascajos que se localiza en una gran zona de amplios fondos de valle y vaguadas pero ubicado en un promontorio escalonado más elevado que las zonas inundables cercanas (Fig. 3).

3.5. Agricultura y ganadería.En primer lugar, debemos destacar la presencia

exclusiva de trigos vestidos en estos yacimientos, que se ha relacionado con un conocimiento exhaus-tivo de las propiedades de los distintos tipos cerea-lísticos puesto que esta variedad, que soporta bien las condiciones climáticas adversas (frío) y los sue-los pobres, sería perfectamente adecuada para su cultivo en el interior de la meseta peninsular, como en el caso del Valle de Ambrona. Asimismo, se propone un cultivo de invierno para los cereales como medida preventiva de las condiciones climáti-cas (Zapata y otros 2004: 300; Peña-Chocarro y otros 2005: 274; Stika 2008: 531). También se ha detectado la presencia de cebada aunque en menor medida que el trigo (Peña-Chocarro y otros 2005: 272, Stika 2008: 530). Asimismo, en el Valle de Ambrona se han localizado otras plantas cultivadas como adormidera y lino, y hay que señalar la pre-

sencia de Schoenoplectus cf. lacustris en La Revilla del Campo, indicador de la existencia de vegetación de contextos húmedos. Los restos de otras hierbas recuperadas relacionadas con los campos cultivados indican la presencia de suelos fértiles, sin embargo, y al mismo tiempo, otras especies nos remiten a suelos pobres, arenosos y ácidos (Stika 2008: 528). Por último señalar que no se ha detectado la presen-cia de leguminosas, a diferencia de lo que ocurre en otros contextos neolíticos peninsulares (Zapata y otros 2004: 299; Peña-Chocarro y otros 2005: 274; Stika 2008: 531).

El procesado de los cereales se realizaba en el interior de los poblados (Peña-Chocarro y otros 2005: 274; Stika 2008: 530). En Los Cascajos es muy significativo el elevado número de molinos de mano, molederas y morteros (García y Sesma 2001: 301). También hay que señalar la presencia en los tres yacimientos de elementos de hoz realizados en sílex, entre los que destaca la aparición de dos ho-ces diagonales en La Revilla cuyos paralelos más cercanos son el asentamiento de La Draga (Bañolas, Gerona) y el yacimiento de Egolzwill (Suiza) am-bos en contextos lacustres (Peña-Chocarro y otros 2005: 274; Gibaja 2008: 463-464). A diferencia de lo que ocurre en Los Cascajos, en los yacimientos sorianos las escasas estrías de los elementos de hoz sugieren que el cereal se cortó por la parte media o

Fig.: 2. Localización de los yacimientos de La Revilla y La Lámpara (Ambrona, Soria) y las zonas de lagunas-humedales del Valle de Ambrona, según el Mapa del Servicio Cartográfico del Ejército (Año 1973, 2ª edición 1981), Barahona 22-17 (434).

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160ÍÑIGO GARCÍA MARTÍNEZ DE LAGRÁN

alta del tallo, lo que parece indicar que, o bien estas comunidades no necesitaban la paja (lo que sí ocu-rría en Los Cascajos y que podría tener un vínculo ganadero), o bien la altura del cereal era importante y no hacía falta aprovechar al máximo su longitud (Peña-Chocarro y otros 2005: 274; Gibaja 2008: 462), lo que podría indicar un suelo fértil y, en con-secuencia, una producción importante.

Por último, nos gustaría señalar la presencia en estos poblados de una serie de estructuras que son interpretadas como silos de almacenaje tanto por su características constructivas (forma sinuosa de boca estrecha y fondo plano), como por su contenido. En este último, destaca la presencia de vasijas de gran-des dimensiones y muy tosca factura, con paredes frágiles y abundante desgrasante vegetal, que harían imposible su traslado. Un buen ejemplo de estos si-los sería el Hoyo 3 de La Lámpara, donde, además restos de las vasijas mencionadas, se recuperaron las dos hoces diagonales citadas anteriormente y una piedra durmiente de un molino de arenisca, todo ello en un contexto que sugiere algún tipo de clausura ritual o simbólica (Rojo y otros 2008: 394-397), como parece ocurrir también el la Estruc-tura 497 de Los Cascajos (García y Sesma 2008: 55). Lo que nos indican este tipo de estructuras es la importancia que tuvo la agricultura para estas co-munidades y, también, un grado importante de esta-bilidad en los asentamientos que podríamos relacio-

nar con las especiales características y potenciali-dad económica de los hábitats elegidos.

Las colecciones faunísticas recuperadas en Los Cascajos, La Revilla y La Lámpara están domina-das por especies domésticas, especialmente por el ganado ovicaprino y vacuno, aunque en el Valle de Ambrona tiene también importancia el porcino (García y Sesma 2008: 53, Montero y Liseau 2008: 537). Este dato se ha interpretado como un abando-no casi total de la práctica cinegética (García y Ses-ma 2008: 53) aunque debemos ser cautelosos ante la posibilidad de que estas actividades se realizaran en otros lugares, como abrigos o cuevas. En cual-quier caso, estos datos ponen de manifiesto la ex-plotación conjunta de plantas y animales domésti-cos en un medio favorable para ambos (humedad y pastos frescos y salinos) y que, incluso, permitiría su explotación combinada (abonado natural de los campos, pasto de rastrojo, etc.)

3.6. Caracterización social.En la abundante bibliografía relacionada con el

Modelo Dual se ha definido a las comunidades neo-líticas cardiales como grupos plenamente neolíticos, con una producción eminentemente doméstica basa-da en una agricultura de azada en el marco de un sistema agrícola de baja inversión y elevado rendi-miento donde se explotarían las mejores tierras ubi-cadas cerca del hábitat. La ganadería jugaría un pa-pel de banco de reserva dirigida a la producción de

Fig.: 3. Localización del yacimiento de Los Cascajos (Los Arcos, Navarra) - área sombreada con borde negro-, y de las zo-nas inundables y húmedas de su entorno - áreas sombreadas-, en punteado negro se señalan los accidentes topográficos que delimitan la zona llana en la que se sitúa el poblado. Mapa perteneciente al informe geológico del yacimiento de Los Cascajos realizado por Joaquín del Valle de Lersundi, por cortesía de Jesús Sesma Sesma.

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161LOS HUMEDALES Y LAS ZONAS ENDORREICAS EN LOS MODELOS DE COLONIZACIÓN DEL INTERIOR...

carne. Asimismo, a partir del descubrimiento en el yacimiento de Mas d´Is (Penàguila, Alicante) de va-rios fosos monumentales que requerirían una nota-ble inversión de trabajo comunal y una importante intensificación de la producción, estos grupos han sido definidos como sociedades de rango en las que aparece un liderazgo emergente (Bernabeu y otros 2003, Bernabeu y Orozco 2005).

Varias de estas características de las comunida-des cardiales se repiten en los grupos que estamos analizando, como ya hemos visto a lo largo del tra-bajo. A este respecto, debemos matizar la cuestión de los fosos que, si bien en el caso de Los Cascajos es equiparable al de Mas D´Is (con un gran recinto que pudo llegar a englobar una superficie de más de 30 Has., García y Sesma 2008: 53), en el Valle de Ambrona sólo se ha excavado un recinto (doble) en La Revilla cuyas características son totalmente dife-rentes a los anteriores (Rojo y otros 2008: 60-68).

A diferencia de lo que se afirma para los grupos del Mas d´Is, los investigadores de Los Cascajos sugieren una sociedad igualitaria para las primeras comunidades productoras del valle del Ebro. Para afirmar esto se basan en las características de la ne-crópolis, en la similitud de los ajuares funerarios, en la generalización del ritual, en la ausencia de ele-mentos de prestigio y en la semejanza en dimensio-nes y morfología de las cabañas, (García y Sesma 2001: 303). En definitiva, con el registro disponible en la actualidad es difícil caracterizar la organiza-ción social de estos grupos, ya que, por un lado, la potencialidad agrícola y ganadera de estos hábitats y el tipo de explotación desarrollada pudo generar el suficiente excedente como para que se establecie-ran incipientes diferencias sociales, pero, por otro lado, algunas características funerarias, constructi-vas, etc., indicarían sociedades igualitarias, como acabamos de ver en el caso de Los Cascajos.

3.7. Registro funerario.Otra característica común a algunos de estos ya-

cimientos es la presencia de enterramientos, desde silos amortizados como tumbas individuales en La Lámpara (Rojo y otros 2008: 377 y ss) a verdaderas necrópolis con diferentes tipos de estructuras y ri-tuales, como en Los Cascajos (García y Sesma 2001 y 2008).

4. Conclusión.En las líneas anteriores hemos intentado demos-

trar que las primeras comunidades productoras que llegaron al interior peninsular se establecieron en una serie de territorios definidos, fundamentalmen-te, por su carácter húmedo e inundable (zonas endo-rreicas, humedales, confluencia de cursos de agua, etc.). Estos territorios fueron seleccionados previa-mente y posteriormente ocupados mediante un pro-

ceso de colonización de pídola. Estas zonas, pese a ser restringidas en cuanto al espacio, permitieron el desarrollo de una agricultura intensa de alto rendi-miento, gracias al conocimiento exhaustivo de las características de los diferentes tipos de cereal y al desarrollo de una tecnología adecuada (hoces, moli-nos, etc.). La importancia de la agricultura quedó reflejada en el mundo ritual y funerario donde el protagonismo de los elementos relacionados con ella (herramientas, productos, estructuras, etc.) es muy destacado. El cultivo de cereales y otras plan-tas pudo combinarse fácilmente con la cría de ani-males domésticos que también se beneficiaría de las características particulares de estos hábitats. La ge-nerosidad del entorno y su explotación adecuada hi-cieron que estas comunidades se establecieran du-rante periodos de tiempo largos que excedieron del ciclo anual. Asimismo, en algunos casos, estos gru-pos realizaron trabajos comunales de gran porte (fosos-recintos), que nos indican una organización social compleja y una producción excedentaria, en otros casos, en cambio, sus características parecen indicar sociedades más igualitarias.

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JIA 2008 ISBN: 978-84-92539-25-3 Pp.: 163-170

CERÁMICA Y SOCIEDAD: LA PRODUCCIÓN ALFARERA NEOLÍTICA EN EL SUR PENINSULAR

Aixa S. VidalUCM, UBA: [email protected]

RESUMEN

En este trabajo se presenta una interpretación desde un marco social de los grupos humanos engloba-dos genéricamente como Cultura de las Cuevas con Cerámica Decorada. A partir de la discusión de la tecno-logía cerámica característica del Neolítico Medio-Final en Andalucía Central y Oriental que toma como base criterios arqueométricos y etnoarqueológicos se intenta una aproximación a cuestiones relacionadas con los productores y consumidores de esta tecnología, con el objetivo de integrar los numerosos estudios que se han realizado hasta el momento (y que aquí se sintetizan y complementan) de esta expresión de la cultura material y las personas que se distinguen detrás de cada fragmento. Pese a las enormes restricciones cuali y cuantitati-vas de registro con que contamos, se procura ahondar en los roles sociales de los participantes, para abordar un panorama lo más amplio posible de las relaciones entre los individuos y el entorno geográfico circundante.

ABSTRACT

In this paper we propose a social interpretation of the human groups generically known as “Cultura de las Cuevas con Cerámica Decorada”. Starting from a discussion of the pottery technology typical of the Middle-Late Neolithic in Central and Western Andalusia based on archaeometric and ethnoarchaeological criteria, we try to introduce questions about its producers and consumers, aiming at integrating the different analyses developed so far (synthesized and complemented here) concerning this means of material culture to-gether with the people standing beyond each pottery sherd. In spite of the many restrictions as regards the quality and quantity of our record, we try to reach the social roles played by the different people, to draw a wider picture of the relations between individuals and the surrounding geographical environment.

Palabras Clave: Cultura de las Cuevas con Cerámica Decorada. Roles sociales. Entorno.

Keywords: Middle-Late Neolithic. Social roles. Environment.

“Time’s wheel runs back or stops:potter and clay endure”

Robert Browning, Rabbi ben Ezra, xxvii

1. Introducción y zona de estudio.Este análisis se basa en una propuesta inicial

para el estudio de unos conjuntos de materiales ce-rámicos recogidos selectivamente en un conjunto de cavidades dentro de la que se ha dado a conocer como “Cultura de las Cuevas con Cerámica Decora-da” (ver discusión en Navarrete 1976). En un prin-cipio, se consideraron las dos Cuevas de los Mur-ciélagos (Albuñol, Granada, y Zuheros, Córdoba) y las cuevas del Higuerón (Málaga) y de la Mujer (Granada). En dicha ocasión se testeó un método de análisis con visos de arqueometría y de etnoarqueo-logía cerámica con el fin de establecer una caracte-rización en cuanto a la manufactura y posible fun-ción de los materiales trabajados.

Posteriormente, a este núcleo inicial se le suma-ron nuevos materiales dentro de un contexto gene-ral que ergológica y cronológicamente, si bien no del todo en el aspecto geográfico, estaría dentro de

los momentos intermedios-finales de lo que conoce-mos como neolítico. Debido a cuestiones básica-mente logísticas y temporales, se estudiaron los ma-teriales pertenecientes a dicho período (ya sea por asignación cronológica directa o cultural) conserva-dos por el Departamento de Prehistoria del Museo Arqueológico Nacional en Madrid. Estos conjuntos incluyen materiales de excavaciones antiguas de las cuevas de Nerja (Málaga), Carigüela (Granada), Oscura y del Tesoro (Almería), de los Mármoles (Córdoba); los yacimientos al aire libre de Las Pa-las-La Era y las piezas aisladas de la cueva del Te-soro en Málaga y de Tajos de Cacín en Granada (Fig. 1).

A todo ello se agregaron los datos del importan-te conjunto cerámico de Cerro Virtud (Almería) aportados por el Dr. Ignacio Montero Ruiz. Dentro de nuestro magro conjunto, este material es de gran importancia debido a la posibilidad de contar con un contexto exhaustivamente trabajado.

La variedad de proveniencias de los materiales, y la dispersión de la misma, nos permitirá evaluar el papel de la cerámica en distintos ambiente natura-

I Jornadas de Jóvenes en Investigación Arqueológica: Dialogando con la Cultura Material. UCM, 3-5 de septiembre de 2008.

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164AIXA S. VIDAL

les. Dadas las características del paisaje, propone-mos estudiar tanto yacimientos en zonas costeras como de interior, en cueva y al aire libre, sin dete-nernos en la ni las arbitrarias –desde el punto de vista del poblamiento prehistórico- divisiones polí-ticas actuales.

Fig. 1: Yacimientos analizados.

2. Estudios ceramológicos.El estudio de los materiales cerámicos de cual-

quier época está inmerso aún en problemáticas sin resolver a las que probablemente la utilización de determinadas técnicas de análisis podría proporcio-nar conclusiones válidas. Como señala Navarrete (1991: 15) “cuestiones tales como: origen de los materiales y por tanto lugar de procedencia de las cerámicas, técnicas de manufacturación, uso dado a las vasijas […] son aspectos prácticamente desco-nocidos hasta el momento que pueden aportar datos diversos sobre sistemas sociales, económicos, cultu-rales e incluso cronológicos de las primitivas comu-nidades que permitirán reconstruir con mayor preci-sión el pasado del hombre”. En este sentido, y aspi-rando a esbozar siquiera algunas de estas realidades culturales, se emprendió este estudio.

Entonces, ¿por qué estudiar detalladamente los conjuntos cerámicos en su totalidad, incluida la ce-rámica utilitaria, y no limitarse a los fragmentos más significativos, como se ha hecho tradicional-mente? Porque ese es justamente uno de los campos en los que la Arqueología nos permite interpretar mejor el comportamiento de los grupos humanos. Los restos materiales con los que trabajamos nos permiten identificar, en la mayoría de los casos, eventos que no son ni únicos ni singulares, que no representan necesariamente hitos históricos. Por ende, no podemos olvidar que las preguntas arqueo-lógicas deberían estar vinculadas con cuestiones que hacen a la cotidianeidad. En este contexto, va-mos a hablar de cotidianeidad en términos antropo-lógicos, o sea, como todo aquello relacionado con la solución inmediata de problemas prácticos dentro del dominio doméstico (Viveiros de Castro 1996).

¿Cuáles son los problemas que esta cerámica permitía resolver? Simplemente, todos aquellos para los cuales un buen contenedor, durable y de di-mensiones variables, es una herramienta eficaz. La cerámica aportó a los grupos humanos la posibili-dad de contar con un artefacto que, al ser controla-do con eficacia, era útil para trasladar sustancias lí-quidas o sólidas, procesar, cocinar y servir alimen-tos, y almacenar bienes (Fig. 2). No fue la única op-ción disponible, por supuesto, ya que contenedores de materias vegetales, animales y de piedra se usa-ron en todos los tiempos, pero la frecuencia de su hallazgo habla de sus cualidades.

Así, nos referimos a la cerámica como una tec-nología que permitió satisfacer necesidades cotidia-nas. Sin embargo, no debemos perder de vista el he-cho de que la producción está inmersa en un siste-ma político, social y económico específico, y tam-bién está moldeada por las restricciones y oportuni-dades del ambiente y del contexto social en que se desarrolla. Esto implica que no es posible hablar de esta tecnología en abstracto: es en los casos concre-tos donde se comprende la información que contie-ne cada artefacto.

Si retomamos la idea del neolítico, en cualquie-ra de sus definiciones, encontraremos una serie de innovaciones relacionadas estrechamente con la función potencial que podrían haber tenido estos contenedores. El importante incremento del consu-mo de granos y la consecuente necesidad de proce-sarlos mediante sistemas que requieran la cocción continua durante más tiempo, la perspectiva de al-macenamiento para consumo diferido o su posterior siembra (Molineaux 1976), la posiblemente poste-rior “revolución de los productos secundarios” (Sherratt 1997), con la consecuente necesidad de preparación y conservación diferenciales, el aumen-to de población, la organización cíclica de la vida cotidiana en torno a las actividades productivas bá-sicas que requirió acomodar la alfarería a ciertos momentos del día y del año, y los requisitos especí-ficos de esta tecnología en cuanto a materia prima y manufactura tienen un peso definitivo en la consi-deración de los materiales cerámicos neolíticos.

Así, en esta aproximación a los materiales cerá-micos de yacimientos neolíticos (tanto en cueva como al aire libre), nuestros ojos están puestos en identificar la diversidad presente tanto en la tecno-logía como en la manufactura de estos recipientes. Sin embargo, no pretendemos aislar la alfarería del contexto local y regional. A menudo, los análisis tecnológicos se focalizan sólo en una serie de atri-butos propios de los artefactos, como su función, forma y propiedades físicas. Con menor frecuencia se tiene en cuenta la capacidad por parte del artesa-no en términos de selección de las propiedades es-

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pecíficas de los materiales con que trabaja, y el pro-ducto final que logra. Pero esta consideración es fundamental en el caso de la cerámica, debido a que el alfarero puede modificar la arcilla de muchas ma-neras y lograr un producto totalmente distinto me-diante su manipulación y cocción.

Entonces, en un primer paso, la propuesta de este trabajo es analizar estos conjuntos cerámicos para identificar la presencia de variabilidad tecnoló-gica. Pretendemos, además, avanzar un paso más y analizar esta cerámica en términos de su función potencial (grupo tecnofuncional, sensu Rice 1996). Aquí tendremos en cuenta tanto las características macroscópicas tradicionales (tratamiento de super-ficie, grosor, presencia de sustancias adheridas, etc.) como las morfológicas, con el fin de brindar un panorama lo más amplio posible de los materia-les cerámicos. Desde nuestra perspectiva, la varia-bilidad hallada dentro del registro cerámico de es-tos yacimientos responde a un grado diferente de selección, tanto por parte de los productores de al-farería como de los consumidores. Ello implica no sólo una diferenciación de los artefactos por su tec-nofunción potencial sino también una progresiva estandarización de las variables tecnológicas más representativas, que serán ya evidentes en un mo-mento posterior (Vidal y Maicas 2006). Estas pro-piedades técnicas básicas son comunes a todos los tipos de cerámica. También son propiedades que pueden evaluarse en relación con la adaptación de una vasija a la función a que estará destinada: un ejemplo claro es la permeabilidad de una tinaja de agua para mantener el líquido lo más fresco posible.

La determinación de este tipo de propiedades permite evaluar la calidad técnica del producto y el conocimiento y las restricciones materiales y cultu-rales del alfarero. Sin embargo, hay una diferencia fundamental entre la descripción de las propiedades técnicas de la cerámica y la evaluación de una etapa específica del conocimiento tecnológico. El análisis de la calidad técnica consiste principalmente en describir el producto final. La cerámica es ideal para ello, ya que conserva un registro tangible plau-sible de ser interpretado con los métodos y las téc-nicas adecuados. Pero hasta aquí sólo alcanzaría-mos el plano descriptivo. Por el contrario, el análi-sis de un proceso tecnológico debe considerar las potencialidades del material y los propósitos y re-quisitos que debe cumplir la cerámica dentro de la esfera social, ya sea en un contexto doméstico o ri-tual. Es necesario considerar los recursos con que cuenta el artesano, tanto en el nivel humano como en el de las propiedades de la materia prima y las técnicas utilizadas. Ello no sólo implica el uso de métodos analíticos, sino fundamentalmente com-prender el efecto de todos los factores que contribu-yeron a la formación particular del producto cerá-

mico (Shepard 1957).

Fig. 2: Uso/función de la cerámica.

Pese a que nuestro interés analítico recae funda-mentalmente en aspectos tecnológicos, no creemos satisfactorio considerar el proceso de desarrollo de la tecnología cerámica aislándolo de su contexto general, como dijimos anteriormente, ni es nuestra intención que el análisis que proponemos sea un fin en sí mismo. Como discutiremos más tarde, consi-deramos que en estos momentos de la prehistoria no podemos hablar de roles sociales plenamente dife-renciados a tiempo completo, pero si de personas sociales en un momento dado. Por ello, el interés planteado para los alfareros como productores de cerámica también recae en estos mismos individuos como consumidores. Desde nuestro punto de vista, plantear la potencial diferenciación en la manufac-tura entre una tinaja y un cuenco para comer nos permitirá ver a la persona como un ceramista en un momento concreto que aplica ciertos conocimientos tradicionales adquiridos y otros innovadores para producir una serie de herramientas específicas, pero también como usuario, como consumidor de esas herramientas para alimentarse y beber, para almace-nar, y para participar en el sinfín de actividades so-ciales de su grupo de pertenencia. Así, también nos facilitará integrar a ese productor-consumidor en su contexto social, dentro de un marco de explotación de unos recursos que en parte serán procesados me-diante esa cerámica, y de prácticas sociales que de-terminarán la utilización de ciertas vasijas para usos cotidianos y otras –o, quizás, las mismas- para usos extraordinarios, para uso de los vivos, y uso de los muertos. Y con ello, podremos plantear la presencia de ambos en un ambiente particular, utilizando el entorno circundante mediante una organización del espacio que incluye a nuevos grupos humanos.

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De esta manera, proponemos que los estudios analíticos de la cerámica pueden revelar interesan-tes aspectos del modelo general que intenta explicar el modo de vida de lo que, para simplificar, seguire-mos llamando “Cultura de las Cuevas”.

3. La vida en el neolítico medio-final.Con una cronología (absoluta o relativa) corres-

pondiente al neolítico medio-final se conocen nu-merosos yacimientos, principalmente en la zona costera; sin embargo, la práctica totalidad de estos conjuntos carece de estratigrafías claras. Se trata, en su mayoría, de yacimientos excavados desde co-mienzos de siglo que, aunque han proporcionado magníficos materiales, no se han considerados más que a nivel de referencia, ya que el único estudio que ha podido realizarse es el meramente tipológi-co.

En otros casos, como la Cueva de los Murciéla-gos de Zuheros (Gavilán et al. 1993, entre otros), la Cueva de Nerja (Pellicer y Acosta 1997) y la de la Carigüela (Pellicer 1964), contamos con trabajos más modernos, estratigrafías claras y enfoques va-riados sobre el registro material y el entorno circun-dante. Esta información es básica para complemen-tar el modelo que intentaremos perfilar para expli-car las sociedades humanas que habitaron esta zona de Andalucía hacia el IV milenio a.C.

Si bien no es nuestra intención seguir al detalle las conclusiones de Pellicer (1964) debido a que nos limitaría el panorama propuesto, nos es muy útil su caracterización de este período en cuanto a hábitat. En efecto, una parte de los yacimientos que vamos a discutir se encuentran en lugares abruptos y elevados, bien del interior o de la margen costera, entre los 800 y 1.000 m.s.n.m., sobre formaciones calcáreas terciarias. En el caso de estas cuevas, to-das se sitúan cerca de los ríos y en valles estrechos, precisamente en zonas propias de pequeños culti-vos.

En Andalucía, la mayoría de estos yacimientos se han calificado como sitios de habitación y de en-terramiento, sin ninguna discriminación clara sobre la posibilidad de que ambas conductas sucedieran a la vez o en momentos sucesivos (del Castillo 1947).

Por otro lado, las prospecciones y excavaciones más recientes (para nuestro caso, Ruiz y Montero 1991) junto con la revisión de archivos antiguos, especialmente las anotaciones de Siret (Maicas y Romás 2001), han sacado a la luz unos pocos, pero interesantes yacimientos al aire libre. En estos ca-sos, cabe recordar que su localización se dificulta debido a que muchos yacimientos fueron ocultos por ocupaciones posteriores (como en el caso de la Peña de los Gitanos de Montefrío) o a que su escasa

visibilidad desvió la atención de los investigadores hacia las más intrusivas cuevas de la región.

En cuanto a la localización geográfica de los ya-cimientos en cueva que consideramos pertenecien-tes al Neolítico, es notorio que, además de su pre-sencia en alturas medias, una gran parte de ellos se encuentran situados frente a la costa –de ahí su de-nominación de pesquero o marítimo-, pero su pre-sencia en el interior no puede ser menospreciada, como lo demuestra claramente la zona de Zuheros.

Creemos que más importante aún que la crono-logía de una actividad agrícola-ganadera plena es el estudio de las estrategias de subsistencia en los mo-mentos iniciales de domesticación que nos compe-ten. Las evidencias obtenidas hasta el momento apuntan a una semi-trashumancia, donde al menos parte del grupo se trasladaría distancias cortas, y donde la caza y la recolección seguirían jugando un importante papel económico (Gavilán et al. 1997). Este carácter nómada o seminómada, debió contri-buir a la más rápida expansión de la cultura neolíti-ca en un principio y al establecimiento de relacio-nes entre los distintos grupos neolíticos en momen-tos posteriores.

4. La cerámica y sus funciones.Dentro de este marco geográfico y de espacios

de hábitat desarrollaron distintas actividades los po-bladores neolíticos de Andalucía. Las recolecciones y excavaciones arqueológicas aportaron un numero-so registro arqueológico, tanto a nivel tecnológico como de prácticas de subsistencia.

La industria lítica, con la masificación de lámi-nas y microlitos talados con el fin de enmangarlos en instrumentos complejos como las posibles hoces, y las hachas y azuelas pulimentadas que le prestan nombre a este período se complementan con el tra-bajo en fibras vegetales y una importante industria ósea. Los objetos de adorno personal son numero-sos, fabricados con esmero a partir de una gran va-riedad de materias primas.

Y se generaliza el uso de la cerámica. Durante el neolítico medio-final esta tecnología ya está afianzada. Si bien todavía existen numerosas des-viaciones de los estándares ideales para su manu-factura, sobre todo en cuestión de cocción, se puede distinguir una amplia variabilidad morfológica y de calidades de tratamiento que podrían relacionarse con una intencionalidad en lograr productos dife-rentes para satisfacer necesidades concretas.

El número de cerámicas aumenta considerable-mente en aquellos yacimientos de los que tenemos buena documentación. A la variabilidad morfológi-ca que señalábamos, se le sume una amplia gama decorativa, tanto en lo que hace a las técnicas como al diseño, que no son exclusivas de un yacimiento

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167CERÁMICA Y SOCIEDAD: LA PRODUCCIÓN ALFARERA NEOLÍTICA EN EL SUR PENINSULAR

sino que se encuentran en toda la región considera-da, e incluso en zonas aledañas.

No nos adentraremos aquí en un detalle de la ti-pología de estas cerámicas, que puede consultarse en distintos trabajos, por cuestiones de espacio. Cabe decir, para cerrar esta apretada síntesis, que el análisis de pastas, junto con la tabulación de las ca-racterísticas formales y decorativas que acabamos de mencionar, nos permitieron clasificarlas en tres grupos, donde aparecen predominantemente vasos (representados, mayoritariamente, por fragmentos) que podríamos considerar polifuncionales, de tama-ños medios, paredes entre 5 y 7mm, en general del estilo cuenco y escasamente ollas, con un buen tra-tamiento de superficie, escasa decoración y algunos restos de hollín. Aparecen indistintamente en con-textos mortuorios, asociados a enterramientos, y en otros que podríamos denominar domésticos, pero que sólo difieren de los primeros por la falta de res-tos humanos.

En segundo lugar se encuentran los grandes re-cipientes, de paredes gruesas, con decoración de cordones y profusión de modelos de asas. Aquellos con cuello o bocas más restringidas no presentan restos de hollín y su ubicación y características ha-ría pensar en almacenamiento de sólidos (¿granos?) y líquidos, al igual que las botellas. Si bien son ma-yoritarios en las cuevas, no hay que olvidar su pre-sencia en yacimientos al aire libre, incluso los mor-tuorios, como el gran fragmento de botella acompa-ñando al individuo más anciano del enterramiento de Cerro Virtud (Ruiz y Montero 1991).

Por último, se encuentra en todos los tipos de yacimiento que hemos considerado un número esca-so de recipientes de tamaño mediano-pequeño, de bocas abiertas y un tratamiento muy cuidado, ya sea bruñido, a la almagra o inciso. Su fragilidad, que no lo hace óptimo para la manipulación cotidiana, y su escasa cantidad hace pensar en un uso esporádico, si bien no exclusivamente en la esfera ritual, al me-nos sí en eventos especiales.

Hasta aquí el material cerámico ha sido genero-so en cuanto a datos. Pese a carecer de estratigrafí-as, estas piezas, muchas de ellas selectas, nos per-miten delinear un rango de funciones probablemen-te intencionadas en la manufactura para cumplir con los usos específicos que imprimirían los consumi-dores de estos recipientes cerámicos.

5. La cerámica y las personas.Pretendemos ahora entrar en temas más esca-

brosos, pero más propios del objeto de la arqueolo-gía: el intento por acercarnos a las sociedades preté-ritas.

Hemos mencionado al pasar la distinción entre productores y consumidores. Esta división es muy

clara en las sociedades industrializadas y en aque-llas con algún tipo de especialización de tareas, pero debe ser aclarada en el caso del neolítico.

Consideramos al productor y al consumidor de cerámica como dos personas diferentes, que, en las sociedades que estamos considerando, en muchos casos corresponden al mismo individuo (Fig. 3).

Fig. 3: Uso/función de la cerámica.

Entendemos el concepto de persona en un senti-do antropológico, como el papel que cumple el ser humano en la sociedad (Lévy-Bruhl 1945). Este concepto se amplía con los trabajos posteriores de M. Mauss (1972), quien se centra en las variaciones de identidad y reconocimiento de la ‘persona huma-na’, según los distintos estados o momentos socia-les que atraviesa.

Conceptualmente opuesta a la idea de ‘persona’ está la de ‘individuo’. Desde la filosofía, J. Maritain (1960) señala que el hombre como individuo cons-tituye un universo aparte y un todo independiente, y el hombre como persona es parte de la estructura social, sujeto a conseguir el bien común.

En este sentido, el alfarero, productor de un vaso cerámico, sería una persona social. El consu-midor, la persona que utiliza esa cerámica, consti-tuiría otra persona social, que podría ser, aunque no necesariamente, el mismo individuo (el alfarero), tomando, por ejemplo, un cuenco de agua.

Fig. 4: Personas vinculadas a la producción de cerámica.

Esta división de personas resulta muy útil cuan-do consideramos las características de la economía neolítica, su densidad poblacional y las propiedades de los materiales cerámicos.

El estudio de los restos alimenticios de origen animal, vegetal y mineral en los yacimientos que hemos considerado es escaso y fragmentario. Sin embargo, tomando en cuenta contextos similares dentro de la península y en el ámbito mediterráneo en general, vemos que la agricultura y ganadería,

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que van cobrando mayor peso pero aún son inci-pientes, están complementadas con la caza y la re-colección. En este sentido, los estudios más com-pletos que se han realizado hasta el momento mues-tran un escaso consumo cárnico y un mayor aporte de distintos tipos de cereales (Salvadei y Santan-drea 2003). Estos resultados se corresponden con nuestro registro cerámico en dos aspectos diferen-tes: por un lado, sugieren una necesidad, por parte de los consumidores, de tener a disposición reci-pientes duraderos que permitan una exposición pro-longada y repetida al fuego para el tratamiento de los granos, un uso poco apto para recipientes pere-cederos como los de esparto, vejigas y pieles, o muy compactos como los de piedra.

Por otro lado, la baja densidad poblacional de estos grupos (Weiss 1973), junto con la importante inversión de tiempo necesaria para la agricultura extensiva o la recolección y caza que constituirían la base alimenticia, implicaría que necesariamente cada individuo cumpliría más de un rol social en los distintos momentos del día, de la estación o del año. Los alfareros (hombres y/o mujeres) no tenían una dedicación a tiempo completo: la satisfacción de las necesidades básicas como la alimentación aún exi-gían del esfuerzo comunitario dada la escasez de in-dividuos facultados para realizarlas y la tecnología disponible.

Esta diversidad de tareas (o ‘personas’) cumpli-das por una persona se reflejan en las cualidades técnicas de las cerámicas: su baja estandarización implica que los alfareros producían unas pocas pie-zas al año, lo que no permitía alcanzar el nivel de calidad típico de las producciones masificadas.

Sin embargo, el resultado obtenido no deja de ser elaborado. Las vasijas no están estandarizadas (excepto, en algunos, casos, en cuanto a la decora-ción, lo que podría responder más a otro tipo de cuestiones sociales) pero su calidad es muy buena para las funciones básicas que necesitarían cumplir en estas comunidades. Paradójicamente, son los grandes vasos los que presentan un grado mayor de homogeneidad, recipientes que, tecnológicamente, son más difíciles de conseguir debido a la necesi-dad de realizarlos en varias etapas y de tener ciertas condiciones climáticas y materias primas disponi-bles. Los recipientes pequeños y medianos, aquellos que responden más ajustadamente a parámetros an-tropométricos, presentan una mayor variabilidad de tamaños y defectos de acabado, si bien todos los re-cipientes fueron manufacturados a partir de las mis-mas materias primas, sugiriendo que la etapa de ob-tención y preparación de la pasta arcillosa fue co-mún para todos los alfareros.

Ello nos lleva a plantear una subdivisión tripar-tita en la persona del productor de cerámica: apren-

dices, alfareros y ayudantes. Las dos primeras son sucesivas en el tiempo y dejan su marca arqueológi-ca en el grado y tipo de irregularidades encontrados en las vasijas (Robb 2007).

Fig. 5: Actividades vinculadas al consumo de cerámica

El ayudante, por el contrario, puede ser un indi-viduo diferente (que se asocia al proceso producti-vo en momentos de necesidad, en especial cuando se trata de tareas más arduas y poco especializadas, como la recolección de materias primas y leña), o puede ser cualquiera de las personas involucradas directamente en el trabajo de la arcilla, como el al-farero y/o el aprendiz.

Normalmente se asocia a los aprendices con ni-ños. No es improbable que así sea, y en nuestra ce-rámica aparecen rasgos fácilmente asociables a un individuo subadulto como la reducción general en el tamaño de los recipientes de manufactura más tosca, o los pequeños diámetros de algunas digita-ciones encontradas en cordones decorativos de va-sijas muy bien formadas. Sin embargo, sería pre-suntuoso señalar que únicamente los niños aprendí-an el arte de trabajar la arcilla, ya que la evidencia etnográfica es rica en ejemplos de personas mayo-res que, por algún tipo de imposibilidad física, se dedicaron a la cerámica (Roux 2003). También son frecuentes los casos en que se aprovechan ciertas condiciones favorables (momentos de ocio dentro del ciclo de trabajo, condiciones climáticas favora-bles) para producir un gran número de cerámica, para lo cual se necesita una mayor cantidad de alfa-reros, aunque no sean expertos (Rice 1989).

En cuanto a los usuarios, cabe señalar que es más difícil distinguir personas, al menos que las se-paremos desde un punto de vista ritual vs. domésti-co, pero no podemos asumir con algún grado de certidumbre que estas esferas no fueran una y la misma, como la posibilidad que antes planteamos de que algunas de las cuevas (si no todas) hayan sido tanto lugares de habitación como de enterra-miento simultáneamente.

De cualquier manera, en los dos ámbitos en que podríamos considerar a los usuarios de la cerámica, los usos a los que se someterían los recipientes serí-an similares. Por un lado, la posibilidad de proce-sar, en seco o húmedo, con calor o sin él, distintos tipos de sustancias, muy frecuentemente, alimentos, pero no en exclusividad ya que pueden haberse ma-

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169CERÁMICA Y SOCIEDAD: LA PRODUCCIÓN ALFARERA NEOLÍTICA EN EL SUR PENINSULAR

nipulado sustancias como ocres y otros tipos de pig-mento, como se evidencia en algunos fragmentos de Cueva de los Murciélagos de Albuñol.

Los elementos así procesados pueden ser conte-nidos fácilmente en las oquedades que conforman los cuencos, ollas y otras formas de vasos cerámi-cos. En el caso de alimentos, solemos referirnos a estos materiales como cerámica de servicio; en el de sustancias no cotidianas, como recipientes para ofrendas.

El almacenamiento también estaría ligado a es-tos usos: sustancia secas (granos), líquidas (agua), valiosas (miel), rituales (restos humanos). Si bien la capacidad de almacenamiento en recipientes cerá-micos más o menos móviles está limitada y a lo lar-go del tiempo los materiales más bultosos se alma-cenan en otro tipo de estructuras, que pueden ser de cerámica pero que pasan a ser fijas, los vasos si-guen siendo el medio de almacenamiento a corto plazo y de sustancias escasas y/o valiosas.

Por último, el transporte. No es este el lugar para discutir cuestiones de relaciones más amplias entre grupos neolíticos, que estaría vinculado a este uso de la cerámica, pero baste decir que, pese a su peso y fragilidad en comparación con otros materia-les, los vasos de arcilla son un contenedor útil para los traslados, especialmente de sustancias líquidas, fundamentales en algunos ambientes de creciente aridez como la Andalucía con el correr del Neolíti-co.

6. A modo de cierre.En este momento estamos trabajando en la bús-

queda de respuestas que puedan explicarnos algu-nos aspectos importantes en la vida de los grupos neolíticos. Aquí presentamos una de esas vías, la in-terpretación de la cerámica desde el punto de vista de las posibles personas que la crearon y utilizaron. Sólo hemos podido presentar un esbozo, pero cree-mos que se han incluido los aspectos más importan-tes que delinean el trabajo en esta línea.

Quedaron muchos temas por tratar: la amplia-ción de esta limitada esfera del domus en términos de Hodder (1990) a toda la riqueza del mundo exte-rior, las relaciones entre las distintas manufacturas que implican asimismo relaciones entre sus produc-tores y consumidores. Y su relación con el entorno, ambiental y social, como área de circulación de per-sonas, de artefactos y de ideas.

7. Agradecimientos.Quisiera agradecer muy especialmente a Car-

men Cacho, Eduardo Galán y, sobre todo, Ruth Maicas, del Dpto. de Prehistoria del Museo Arque-ológico Nacional, por facilitarme el acceso a los materiales, y los numerosos consejos y sugerencias.

También en el MAN, quedo en deuda con Ma. Do-lores y Javi que movieron varias docenas de cajas buscando mis cacharritos. Junto a ellos, me gustaría mencionar a Ignacio Montero que me ofreció gene-rosamente el material inédito (y las publicaciones) de Cerro Virtud.

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ESTUDIO PRELIMINAR DE LOS MATERIALES LÍTICOS PREHISTÓRICOS DE LA COVA DEL SARDO, VALL DE BOÍ, ALTA RIBAGORÇA, LLEIDA.

(C. 4.500-2.500 CAL ANE)

Jèssica Planet MasvidalDepartamento de Prehistoria, UABDavid Rodríguez AntónDepartamento de Prehistoria, UABVirginia García DíazDepartamento de Prehistoria, UAB

RESUMEN

Este trabajo presenta los resultados preliminares del estudio de los materiales líticos tallados prove-nientes de los niveles calcolíticos y neolíticos (4.500-6.200 Cal ANE) de la Cova del Sardo. El yacimiento se sitúa en el Parc Nacional d´Aigüestortes i Estany de Sant Maurici en la Vall de Boí, en los pirineos axiales catalanes, en la comarca de la Alta Ribagorça (Lleida).

ABSTRACT

This paper presents the preliminar analysis of lithic materials from prehistorical levels of Sardos’ Cave (c.4.500-6.200 Cal BP). The archaeological site is in the National Park of Aigüestortes and Estany de Sant Maurici, in the Boi Valley, in axial Pirineus of Catalonia, Alta Ribagorça (Lleida, State of Spain).

1. Introducción.La excavación de la Cova del Sardo se enmarca

dentro del proyecto “La vida prehistòrica a l´alta muntanya del Pallars Sobirà: de la cacera a la transhumància (9.000-50 Cal ANE)” desarrollado desde 2001 por un equipo de arqueólogos del De-partamento de Prehistoria de la Universidad Autó-noma de Barcelona (U.A.B.), bajo la dirección científica del Dr. Ermengol Gassiot Balbè. Las pri-meras fases del proyecto se centraron en la prospec-ción extensiva y la realización de sondeos en el te-rritorio neurálgico del parque y del área periférica. A partir de estas campañas se han documentado unos 200 yacimientos arqueológicos de diversas cronologías (Gassiot, E. et al. 2007).

Una segunda etapa del proyecto es la realiza-ción de excavaciones en extensión de algunos yaci-mientos significativos, entre los que destacan el Dolmen de la Font del Coms, el Abric del Estany de la Coveta I y la Cueva del Sardo, en la Vall de Sant Nicolau.

La Cova del Sardo es un abrigo localizado en una vertiente granítica, de formación pleistocena glaciar. El yacimiento se localizó durante el 2004 durante una campaña de prospección en la que se realizó un sondeo de 1 m² en el interior del abrigo, que permitió conocer la estratigafía del interior del abrigo y su potencial arqueológico, definiéndose inicialmente cuatro fases: altomedieval-tardoroma-

na, calcolítica, neolítica y meso/neolítica acerámi-ca.1 (Gassiot, E., 2005).

Fig.: 1. Planta topografiada de la Cova del Sardo.

La excavación del yacimiento se programó en tres campañas, realizadas en 2006, 2007 y 2008. La extensión excavada, de unos 70 m2, comprende tan-to el interior del abrigo como las terrazas exterio-res, donde se han identificado diversas ocupaciones prehistóricas.

Tras la excavación íntegra en extensión se han definido hasta el momento 6 fases de ocupación del abrigo (Gassiot, E. et al., 2007):

- Fase 2: Serie de hogares del interior del abrigo

1 Dicho nivel basal acerámico ha sido recientemente excava-do en la campaña de 2008, estando a espera de su datación radiocarbónica.

I Jornadas de Jóvenes en Investigación Arqueológica: Dialogando con la Cultura Material. UCM, 3-5 de septiembre de 2008.

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que se sitúan entre el siglo XVIII y el siglo XVI2.

- Fase 3: Ocupaciones de época alto-medieval, desarrolladas tanto en el interior del abrigo como en las terrazas exteriores.3

- Fase 4: Breve ocupación romana, correspon-diente a un hogar del interior del abrigo con data-ciones del siglo II cal ANE.4Por debajo del nivel 4, aparecen tres niveles prehistóricos en los cuales se centrará el artículo.

2. Análisis de los materiales liticos de la ocupacion calcolítica de la Fase 5 (C. 4800-4700 Cal BP).

En el Nivel 5 se ocupa sobretodo la parte este de la cueva y, como novedad, la terraza exterior, aunque de manera menos intensiva que el interior. Este nivel está compuesto por un hogar, situado en la parte interior, del que se han determinado dos da-taciones de época calcolítica (entre el 4800 y el 4700 cal BP). Esto nos indica que la cueva estuvo deshabitada durante más de dos milenios antes de esta ocupación.

Fig.: 2. Porcentaje de materiales en función del tipo de so-porte.

El sedimento es limoso, con gran cantidad de clastos de tamaño medio y, en la zona de hogares, también está compuesto por abundantes carbones. La sedimentación es débil y el sedimento es muy homogéneo, hecho que dificultó la excavación. Las dataciones y el trabajo de laboratorio han contribui-do a definir con exactitud las asociaciones cronoló-gicas de los materiales.

Junto con las piezas líticas encontramos mate-rial cerámico, aunque en menos cantidad que en fa-ses anteriores. El material cerámico es mayoritaria-mente tosco y destacan algunas piezas con decora-ción aplicada.

En cuanto a la industria lítica estudiada hasta el momento, en esta fase de ocupación hemos docu-mentado 28 restos líticos tallados, de los cuales, el 54% son industrias sobre láminas, el 25% son las-cas y el 21% son restos de talla. Destaca el hecho que toda esta industria está realizada sobre sílex,

2 KIA-32352: 150+/-25 bp (1660-1950 cal NE)/KIA-32363:350+/-30bp (1450-1640 cal NE).

3 KIA-32339: 1050+/-25bp (890-1030 calNE).4 KIA-32347: 1845+/-25bo(80-240 calNE).

material que no encontramos en los alrededores de la Cueva del Sardo.

3. Análisis de los materiales liticos de la ocupacion neolítica de la Fase 6 (C. 5.240-5.100 Cal BP).

En la fase 6, encontramos una discontinuidad sedimentaria en el exterior. Se han encontrado di-versos troncos caídos que han sido fechados entre el 5.240 y el 5.100 cal BP, es decir del Neolítico Fi-nal. Estos troncos, situados en la parte exterior del abrigo, formarían parte de una estructura arquitec-tónica aérea que serviría de cubierta. Así pues, en-contramos los vestigios de una construcción externa a la cavidad, que habría cubierto una parte, aunque no toda, la superficie de la terraza frontal superior. Esta construcción podría haber estado formada por un techo inclinado que se sustentaría por un extre-mo en la cornisa y por el otro directamente en el suelo de la terraza (hecho que explicaría la ausencia de agujeros de poste claros). Esta construcción aca-bó colapsándose debido al fuego.

Fig.: 3. Porcentaje de materiales en función del tipo de so-porte.

El sedimento es de color gris oscuro y con gran cantidad de carbones en la parte superior. Se ha re-cuperado cerámica de factura muy tosca, con cor-dón aplicado, pero se encuentra muy rodada.

En cuanto a la industria lítica estudiada hasta el momento, en esta fase de ocupación hemos docu-mentado 37 restos líticos tallados, de los cuales, el 46% son industrias sobre láminas, el 32% son las-cas y el 22% son restos de talla. Entre las piezas lí-ticas, del estudio tecnológico cabe destacar una punta de sílex hecha sobre plaqueta.

Referente a la materia prima, destaca el hecho que la gran mayoría de la industria está realizada sobre sílex, material que no encontramos en los al-rededores. Aun así encontramos algunos fragmentos tallados en otros materiales, también de proceden-cia lejana, como riolita y caliza silicificada.

4. Análisis de los materiales liticos de las ocupaciones neolíticas de la Fase 7-8 (C.6200 – 5600 Cal BP).

Los conjuntos 7 y 8 comprenden una serie de ocupaciones neolíticas en torno a cuatro estructuras de combustión del interior del abrigo, dos cubetas y

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dos círculos de piedras (de 1m de diámetro cada una). Estas estructuras han sido datadas en una fran-ja cronológica de unos 600 años (entre el 6200 y el 5600 Cal BP: Fig.4).

El sedimento asociado a esta fase de ocupación del abrigo se caracteriza por presentar una compo-sición a base de limos, cenizas y microcarbones, con clastos y cantos de granito, de color negro. Todo el sedimento contiene materiales arqueológi-cos, tanto industrias líticas, mayoritariamente sobre sílex alóctonos, como restos de recipientes cerámi-cos de pequeña capacidad. Asimismo, en torno a los hogares se han recuperado grandes cantidades de carbón y pequeños fragmentos de fauna quema-da muy fracturada, lo que nos indica un aprovecha-miento muy intensivo en su consumo y procesa-miento.

Fig.: 5. Porcentaje de Materias Primas líticas talladas.

En cuanto a la industria lítica estudiada hasta el momento, en esta fase de ocupación de la Cueva del Sardo hemos documentado 144 restos líticos talla-dos, de los cuales, el 48% son restos de talla y frag-mentos, y el resto lascas (16%), industrias sobre lá-minas (34%) y 2 fragmentos de núcleo, uno de sílex y el otro de riolita, actualmente en fase de estudio.

La materia prima dominante en el conjunto es el sílex (89%), proveniente de diversos afloramientos distantes en más de 20 km. Asimismo, cabe desta-car la talla de lascado de materias primas alternati-vas como la riolita, la corneana, la cuarcita, el cris-tal de roca y, sobre todo, la caliza silicificada (4%), actualmente en fase de estudio inicial.

Fig.: 6. Porcentaje de materiales en función del tipo de so-porte.

En cuanto al sílex, destaca la preeminencia de la talla laminar (índice laminar: 0,56) sobre la de las-cado, siendo la proporción de productos sobre lámi-na ligeramente superior a la de laminillas (índice microlaminar: 0,78).

5. Conclusiones.En las tres fases de ocupación del abrigo anali-

zadas, al menos el 90% de los materiales líticos ta-llados están realizados en sílex. No obstante, en las tres fases hemos documentado talla de materias pri-mas alternativas, como caliza silicificada o, en me-nor medida, riolita, corneanas, cuarcitas y cristal de roca. En todas las fases el soporte dominante es el laminar, siempre en sílex, aunque aparecen docu-mentadas lascas sobre esta materia prima además de en los materiales secundarios. Es destacable un ín-dice laminar menor en el nivel 6 (0,29), que en el

Fig.: 4. Dataciones calibradas de los Conjuntos 7 y 8. Todos los resultados son significativamente divergentes y provie-nen, presumiblemente, de ocupaciones secuenciadas en el tiempo (Gassiot et al. 2007).

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resto de fases estudiadas (0,5).

Fig.: 7. Detalle del análisis traceológico de una punta ta-llada sobre plaqueta de sílex del Nivel 6.

La mayor parte de los retocados documentados son sobre productos laminares, principalmente geo-métricos (55%), si bien aparecen lascas retocadas en todas las fases, destacando la ausencia de geo-métricos en el nivel 6 y su mayor predominancia en la fase 7-8. Los geométricos sobre los que se han realizado estudios funcionales hasta el momento muestran evidencias seguras de su uso como puntas y armaduras de proyectil, relacionadas, por tanto, con actividades de caza. Pese a la ausencia de geo-métricos en el nivel 6, se ha documentado igual-mente una punta sobre plaqueta retocada bifacial-mente en la que, gracias al estudio funcional, se ha observado la existencia en su superficie de huellas impacto en su parte distal y de su enmangue en su parte proximal (Fig.7).

Fig.: 8. Cuatro láminas y dos geométricos de sílex, proce-dentes de los niveles neolíticos (6-7) de la Cova del Sardo (Gassiot et al. 2007)

Por otra parte, las láminas del nivel 7 analizadas hasta el momento, reflejan un trabajo destinado al corte de vegetales no leñosos a ras de suelo, lo que puede relacionarse con un aprovechamiento intensi-vo de este tipo de recursos. Otra de las actividades documentadas gracias al estudio funcional es el tra-bajo sobre piel.

6. Bibliografía.GASSIOT, E. 2005 Asistencia técnica para el inventario de detalle de

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GASSIOT, E.; JIMÉNEZ, J.; PICÓN, A.2006 “Nuevas aportaciones al estudio de la prehistoria

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(Boí). Informe de la Campaña 2007. Barcelona: Servei d’Arqueologia de la Generalitat de Catalun-ya.

2007a “La vida humana a les muntanyes a la prehistò-ria: noves dades arqueològiques.” A: El Portarró, nº 21. Parc Nacional d’Aigüestortes i Estany de Sant Maurici, p. 4-6.

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JIA 2008 ISBN: 978-84-92539-25-3 Pp.: 175-182

LOS OBJETOS DE ADORNO DEL CAMPANIFORME SARDO Y SU TRASCEN-DENCIA SOCIAL

Claudia PauUniversidad de Granada; [email protected]

RESUMEN

Desde el examen de los yacimientos Campaniformes más importantes de Cerdeña, enfocamos nues-tro estudio sobre los objetos de adorno. Teniendo en consideración el material y las materias primas, procede-remos con un análisis tipológico, estudiaremos la contextualización social y la trascendencia de los ornamen-tos en el Campaniforme. Este trabajo está enfocado a determinar en que medida la variabilidad de los elemen-tos de adorno en época Campaniforme en Cerdeña tiene que ver con factores étnicos o de diferenciación so-cial interna.

ABSTRACT

From the examination of the most important Bell Beaker sites of Sardinia, we focus our study on the ornamental objects. Having taken into consideration the material and the prime matters, we will proceed with a typological analysis and will study the social contextualization and the transcendence of the ornaments in the Bell Beaker study. This work will focus on determining to what extent the changeability of the ornamental objects in the Bell Beaker period in Sardinia has to do with ethnic factors or internal social differentiation.

Palabras Clave: Cultura del vaso campaniforme. Objetos de adorno. Cerdeña. Botones.

Keywords: Bell Beaker Culture. Ornamental Objects. Sardinia. Buttons.

1. El Campaniforme sardo.1.1. Los asentamientos y las tumbas.

Los rasgos de la cultura campaniforme se han localizado en Cerdeña principalmente en contextos funerarios y ocasionalmente en asentamientos y contextos rituales.

Material Campaniforme se ha encontrado en el ámbito de cabañas en Monte Ossoni, Monte Olladi-ri y Palaggiu (Palazziu), (Samassi) asociados a ma-terial de la Cultura de Monte Claro y en Monte d’Accoddi en contextos de Cultura Albealzu y San Michele (Ferrarese Ceruti, 1997; Contu, 2006).

Algunos fragmentos Campaniformes aparecían también en la gruta de Filiestru (Mara, Sassari), en el abrigo de Frattale (Oliena, Nuoro) y en Sa Ucca ‘e Su Tintirriolu (Mara, Sassari), aunque estas últi-mas dos grutas parecerían frecuentadas por razones rituales y prácticas más que por hábitat (Ferrarese Ceruti, 1997; Contu, 2006).

Numerosos son los lugares en los cuales se han encontrado sepulturas Campaniformes, aunque se trata a menudo de tumbas más antiguas reutilizadas.

El único caso de sepultura que se puede atribuir únicamente a la Cultura Campaniforme es la tumba en cista lítica de Santa Vittoria de Nuraxinieddu (Oristano) (Usai, 1998-2001), cuyo ajuar estaba compuesto de al menos tres vasos y un trípode, to-

dos finamente decorados.

Otra tumba en cista que contiene material Cam-paniforme se encontró en S’Arrieddu de Cabras (Oristano), donde el material se asocia a hallazgos de la Cultura de Bonnannaro (Ferrarese Ceruti, 1997; Contu, 2006).

Pertenecen a sepulturas también los materiales encontrados en las grutas naturales de S. Bartolo-meo, de Corongiu Acca 1 en Villamassargia (Ca-gliari) y de la Volpe, en la localidad Corongiu de Mari en Iglesias (Cagliari) (Atzeni, 1998).

El único dolmen en Cerdeña que ha aportado materiales Campaniforme es el de Motorra (Dorga-li, Nuoro), que tenía objetos líticos, cerámicos y óseos (Lilliu, 1966-67, Ferrarese Ceruti, 1997).

Restituyen materiales Campaniformes también las tumbas hipogeicas megalíticas de Bingia ‘e Monti (Gonnostramatza, Oristano), y la tumba A de Pranu Mutteddu de Goni (Cagliari) (Atzeni, 1998).

En cualquier caso los hallazgos Campaniformes son más numerosos en las cuevas artificiales, las domus de janas.

Recordamos los hipogeos de Padru Jossu (San-luri), de Locci santus (San Giovanni Suergiu, de Montessu (Santadi), de Sant’Iroxi (Decimoputzu), de Monte Luna (Senorbì), en la provincia de Ca-

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gliari, de Sas Concas Oniferi (Nuoro), Serra Is Arraus, San Vero Milis (Oristano), la tumba dei vasi tetrapodi de Santu Pedru (Alghero), un hipo-geo de Cuguttu (Alghero) y uno de Taulera (Alghe-ro), la tumba de Sos Furrighesus (Anela), la tumba de Marinaru (Portotorres), y las necrópolis de Anghelu Ruju (Alghero) y de Su Crocifissu Mannu (PortoTorres), en la provincia de Sassari etc.

1.2. Materiales cerámicos.Tenemos en Cerdeña numerosas manufacturas

del Campaniforme internacional mediterráneo o centro-europeo pero también materiales que por perfiles y decoración son del todo característicos, seguramente nacidos de la influencia de las áreas europeas pero que han evolucionado después hacia formas distintas. En la isla son casi desconocidos los vasos con decoración cordada, un único ejemplo fue señalado por E. Atzeni, se trata del fragmento encontrado en Corongiu Acca I de Villamassargia (Cagliari) (Atzeni, 1998), mientras encuentran gran difusión los decorados con impresión a peine o a in-cisión simple. A veces el puntillado a peine y la in-cisión simple están asociados en una única decora-ción.

Las decoraciones son aplicadas en bandas hori-zontales separadas por zonas lisas. Los motivos de-corativos son muy variados por ejemplo encontra-mos la típica decoración del Campaniforme interna-cional a bandas lisas y otras rellenas de trazos obli-cuos, a veces alternada con triángulos con puntilla-do horizontal, y también motivos a retícula y a ta-blero de ajedrez. En los vasos trípodes y tetrápodos se usa una banda ancha lisa en zig-zag obtenida de la oposición alternada de vértices de triángulos re-llenos de trazos (Ferrarese Ceruti, 1997; Contu, 2006).

Las formas vasculares forman parte del reperto-rio típico del Campaniforme europeo, pero encon-tramos también formas locales (Ferrarese Ceruti, 1997; Contu, 2006).

Numerosos son los típicos vasos acampanados, (la altura máxima no supera los 15 cm, la mínima esta entorno a los 10 cm) con perfil anguloso, con acentuada carena o con perfil suave; encontramos también el cuenco hemisférico, cuencos carenados, grandes cazuelas, vasos trípodes, tetrápodos y polí-podos (Ferrarese Ceruti, 1997; Contu, 2006).

1.3. Las armas.En Cerdeña encontramos las armas típicas del

Campaniforme Europeo, descubiertas en ajuares de sepulturas masculinas: las puntas de flecha, los pu-ñalitos triangulares en bronce y los brazaletes de ar-quero.

Las puntas de flecha están realizadas en sílex,

obsidiana, calcedonia o en cobre, tienen pedúnculo y aletas truncadas y se encuentran sobre todo en Cerdeña Septentrional.

A menudo en asociación a las puntas de flecha, en las sepulturas masculinas, quizá de guerreros, fueron encontrados brassards o brazaletes de ar-quero en piedra mientras que no aparecen ejempla-res en hueso. Tienen los lados largos algunas veces un poco cóncavos o convexos. Los brassards eran generalmente de forma rectangular, pero se han descubierto también ejemplares cuadrangulares y uno con una forma excepcional elíptica de Anghelu Ruju. Se ataban a la muñeca izquierda mediante ti-rantes, probablemente de cuero (Taramelli, 1909a).

1.4. Cronología.Es necesario tener presentes los cuadros crono-

lógicos y culturales sobre el Campaniforme de algu-nos investigadores: M. L. Ferrarese Ceruti, E. Con-tu, E. Atzeni, G. Ugas.

M. L. Ferrarese Ceruti sitúa los inicios de la Cultura Campaniforme en Cerdeña en el último cuarto del tercer milenio a. C. La investigadora ha-bla de dos momentos distintos (documentados en las secuencias de Marinaru y Padru Jossu), uno más antiguo, con influencias Occidentales, en el cual el Campaniforme se superpone, al menos parcialmente a la cultura de Monte Claro y otro más tardío con influencias Centroeuropeas, que se puede colocar a los inicios del Bronce Antiguo (Ferrarese Ceruti, 1997).

E. Contu coloca el Campaniforme Sardo entre los últimos siglos del tercer y los primeros del se-gundo milenio a. C. Para este autor los primeros elementos se manifestaron antes del final de Filigo-sa, para después perdurar al lado de las manifesta-ciones Monte Claro también más allá de Albeazu, hasta fundirse con sucesivos elementos de la cultura Bonnanaro (Contu, 2006).

E. Contu, propone una división en varias fases, la última en el Bronce Antiguo, en la primera fase de las facies de Bonnanaro (Bonnanaro1), caracteri-zada por formas Campaniformes con perfil rígido y redondeado provistas de asas acodadas, de vasos trípodes y de la ausencia de decoraciones (Contu, 1996, 2006).

Para E. Atzeni el Campaniforme se desarrolla entre el Eneolítico y la primera Edad del Bronce, entre los últimos siglos del tercer milenio y los pri-meros del segundo milenio a. C.

Para él, el Campaniforme se superpone a la Cul-tura de Monte Claro (dataciones no calibradas de las grutas de Filiestru y Acquacadda, C 14 =2480 e 1740 ±50 a. C.), podría haber tenido contactos con la Cultura de Albealzu-Filigosa, y termina en el

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Bronce Antiguo.

El autor propone para el Campaniforme isleño una secuencia en 4 fases:

1. Fase antigua: Atestiguada de pocos y esporá-dicos descubrimientos de tipología arcaica como el fragmento cerámico decorado con impresiones de cuerdas (gruta de Corongiu Acca 1 Villamassargia) y algunos vasos de forma acampanada en estilo ma-rítimo.

2. Fase media: Este es el momento más típico y extendido, caracterizado de la convergencia de in-flujos occidentales franco-ibéricos y centro-europe-os.

3. Fase reciente: Este fase es la continuación con la precedente pero caracterizada de la aparición de nuevas formas vasculares y de nuevos estilos de-corativos, a veces de marcada especificidad regio-nal, como parece bien evidente en el Sulcis Igle-siente.

4. Fase final: Caracterizada por un gran número de cerámicas sin decoración, con el predominio de vasos con asas y provistos de mamelones y perdu-ran numerosos trípodes. Esta fase final se atestigua en pleno Bronce Antiguo en contextos de facies Bonnanaro A (Atzeni, 1996, 1998).

Según el esquema de G. Ugas, en ámbito sardo los materiales de las facies Campaniformes están superpuestos a aquellos de la cultura Monte Claro (Padru Jossu, Santu Pedru y Su Crocifissu Mannu), por lo tanto el aspecto sardo del Campaniforme in-ternacional es autónomo respecto a esta cultura, la cual puede ser contemporánea a la fase corded ware Campaniforme. El autor habla de Campaniforme A y B; para él, el Campaniforme A (estilo mediterrá-neo) se debe colocar desde el 2100 hasta el 1800, en fechas no calibradas.

Entre el Campaniforme A y el Campaniforme B de Padru Jossu se inserta una facies intermedia, ca-racterizada de cerámicas con decoración a paneles y asa de codo, denominada sulcitana o de Locci San-tus o Campaniforme A2 para diferenciarla del Cam-paniforme sardo internacional, que denomina Cam-paniforme A1. Para G. Ugas en Cerdeña las fases Campaniformes caracterizadas por vasos decorados se pueden colocar más o menos entre el 2100-2050 y el 1950-1900 a. C.

Para finalizar coloca las fases del Campanifor-me B entre el Campaniforme A y las facies de Bon-nanaro, entre el Calcolítico Final y el Bronce Anti-guo (1950-1900 y el 1850-1800 a. C.) (Ugas, 1998a).

2. Objetos de adorno.En Cerdeña hay diecinueve yacimientos campa-

niformes (Fig. 1) con cerámicas, brassards, puñales o cúspides de flecha típica de esta cultura, donde se han también encontrado objetos de adorno. Pertene-cen en casi todos los casos al Campaniforme Inicial aunque la tumba hipogeica de Padru Jossu (Sanluri) tiene en dos estratos bien diferenciados, uno de adornos que pertenecen al Campaniforme Inicial y otro que pertenecen al Campaniforme Final (deno-minados respectivamente Campaniforme A y B por G. Ugas) (Ugas, 1998b).

Fig. 1. Mapa de los yacimientos de objetos de adorno en Cerdeña.

La mayoría de los adornos Campaniformes se han encontrado en la provincia de Cagliari: Capo S. Elia, Sant’Iroxi (Decimoputzu), Palaggiu (Samassi), Locci Santus (San Giovanni Suergiu), Padru Jossu (Sanluri), Monte Luna (Senorbì. A estos hallazgos se deben añadir los materiales conservados en co-lecciones privadas: Erriu (museo de Cagliari), Pis-pisa (museo de Carbonia), Doneddu (Museo de Carbonia), Vargiu (Villasor), con material que ha estado recogido en la misma provincia de Cagliari. En la provincia de Nuoro contamos con el sepulcro de corredor de Motorra (Dorgali), y el material de la colección privada de Gavoi y en la provincia de Oristano tenemos un solo yacimiento pero que ha restituido una rica cantidad y variedad de objetos de adorno, Bingia ‘e Monti (Gonnostramatza). Los ha-llazgos son numerosos también en la provincia de Sassari, sobre todo en el territorio de Alghero: Anghelu Ruju, Cuguttu, Santu Pedru, Taulera, y también en S’Adde Asile (Ossi), y Marinaru (Porto Torres), Ponte Secco (Porto Torres), Su Crocifissu Mannu (Porto Torres) y Monte D’Accoddi (Sassari).

Estos objetos de adorno personal se han descu-bierto sobretodo en contextos funerarios, y en parti-cular en las domus de janas. Existe sólo una refe-rencia a hábitat, y con problemas, el de Palaggiu a Samassi, además del área del santuario de Monte D’Accoddi. En este último caso no se excluye que

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los hallazgos estuvieran asociados a contextos fune-rarios.

Las joyas encontradas en Cerdeña están realiza-das en hueso, en piedra común (negra, marrón, cla-ra), en piedra rara, preciosa, semipreciosa (esteatita, caliza negra, clara o azul, calcedonia, esquisto, ser-pentina, pizarra, cuarzo, jaspe, alabastro, piedra pó-mez, sílex, nefrita, mármol), en metal (cobre, plata, oro y plomo) y en marfil, obtenidos de dientes de animales que, conservando la forma original y natu-ral, se perforaban en la raíz (quizá con valor protec-tor, porque tienen la forma de pequeños cuernos) (Lilliu, 1999). Entre los preferidos estaban los cani-nos de cánidos y dientes atróficos (de leche) de ciervo, pero a veces encontramos también dientes de bueyes, de porcinos, y quizás de personas.

Numerosos son los colgantes y cuentas obteni-dos de conchas: Patella Lamarcki Pajraudeau, Cardium Edule, Cardium Tuberculatum, Arca Noae, Pectunculus, Purpura Haemastoma, Cyprea Spurca, Donacidi o Telline, Dentalium, Columbe-lla Rustica, Nassa Cornicula, Cypraea Lurida, Natica, Triton Nodiferum, Turbo Rugosus, Spondylus, Glycyneris, incluyendo caracoles de tie-rra. Las valvas venían usadas integras o trabajadas y transformadas en pequeños colgantes de forma geométrica sobre todo de forma elíptica, a gota y a disco.

Fig. 2: Colgante romboidal en esteatita verde agua. Padru Jossu, Sanluri, Cagliari.

El campaniforme sardo presenta una rica varie-dad de colgantes geométricos: rectangulares, trian-gulares, elípticos y trapezoidales y cuentas a disco, rueda, cilíndricos, de forma a barril y romboidales (Fig. 2).

Seguramente entre los elementos más llamativos y parecidos a los colgantes que decoran también los objetos de adorno de hoy, se sitúan los que tienen forma de corazón, como los tres colgantes de la tumba hipogeica de Padru Jossu (Sanluri) (Ugas, 1982, 1998b), con la parte superior en forma de cubo que tienen dos acanaladuras y un agujero; ade-más del pequeño colgante en hueso pulimentado de

Bingia ‘e Monti (Gonnostramatza) (Atzeni, 1998) con elemento de sujeción con surcos; originales son también dos pequeños colgantes esféricos con pe-dúnculos (tumba III di Anghelu Ruju, Monte D’Ac-coddi).

Recordamos además las cuentas que tienen la forma de los botones de alamaro y a las que quizás por ello se ha atribuido un carácter mágico religio-so. Son raras en Cerdeña y de hecho en ningún caso están presentes en el ámbito de una sola sepultura en un número mayor de cinco. Estas pequeñas cuentas son en hueso (como los clásicos botones) o en piedra (la esteatita verde agua). La perforación en V de otros botones es sustituida por agujeros, tanto longitudinales como perpendiculares al obje-to. A menudo se han encontrado aisladas en contex-tos campaniformes por lo que estos elementos pue-den ser interpretados como cuentas de collar disper-sas o como pequeños botones.

Uno de los elementos más típicos del Campani-forme isleño es el colgante en forma de luna cre-ciente, obtenido predominantemente de colmillos de jabalí, pero también de valvas de concha, sobre todo de Pectunculus, y de hueso y marfil. Tiene uno o dos agujeros centrales o uno único sobre uno de los ápices, y quizás pudo ser objeto de creencias, cultos religiosos, astrales (forma de media luna), o también usado con valor protector (cuerno).

Numerosos son los colgantes en forma de hacha. La presencia de estos elementos, con o sin agujero de suspensión, en esteatita verde agua (mineral tal-coso, de fácil elaboración), de pequeñísimo tamaño y con el borde cortante no afilado que le excluye el uso práctico, testimonia que el culto que hace refe-rencia al hacha aparece en Cerdeña ya en la antigua cultura de San Michele, y es practicado también por la población Campaniforme de la isla. El mismo co-lor “verde agua” del material de composición sim-boliza la vegetación, la fuerza de la naturaleza, el renacer de la primavera, la vida misma. Se trataría por lo tanto de pequeños amuletos protectores usa-dos por los vivos y puestos cerca de los cuerpos de los muertos para asegurar el paso al más allá (Ferra-rese Ceruti 1997).

En algunos casos ha sido posible reconstruir en-teramente la estructura original de los collares y descubrir como las gentes campaniformes disponían cuentas y colgantes con orden, según la forma y el color (por ejemplo el contraste claro oscuro de los materiales caliza gris\caliza blanca, caliza negra\es-teatita verde agua, hueso y marfil/caliza negra) si-guiendo criterios similares a los que se emplean en el diseño de las joyas modernas. Algunos elementos se distinguían de los otros por las grandes dimen-siones, y venían utilizados como colgantes centrales o separadores. El más recurrente es el colgante de

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colmillo de jabalí, que a menudo supera los 10 cm de longitud, aunque sin raíz (Fig. 3).

Fig. 3: Collar en concha y marfil con colmillo de jabalí. Pa-dru Jossu, Sanluri, Cagliari.

Pero el más original es el colgante decorado con 28 puntos de dado de Padru Jossu (Sanluri, Caglia-ri).

Fig. 4: Collar con elementos en piedra verde y negra. Anghelu Ruju. Sassari.

Recordamos el precioso collar (Fig. 4) de la tumba XXX de la necrópolis de Anghelu Ruju com-puesto de seis cuentas cilíndricas en piedra negra, una cuenta discoidal en piedra verde, una cuenta a pastilla elíptica en piedra verde, tres cuentas de for-ma bicónica en piedra verde aplastadas y un colgan-te plano elíptico muy irregular también en piedra verde (Taramelli 1909a).

En Cerdeña se conserva sólo un ejemplar de co-llar realizado completamente en metal adscribible al periodo Campaniforme. Realmente se trata de un torque de oro (Fig. 5) de la tumba hipogéico-mega-lítica de Bingia ‘e Monti en Gonnostramatza (Atze-ni, 1998), en la provincia de Oristano, realizado con una barra maciza de sección redondeada y con las extremidades abiertas, aplanadas y curvadas.

Brazaletes o tobilleras por sus pequeñas dimen-siones son los adornos de Bingia ‘e Monti, Gonnos-

tramatza (Atzeni 1998) y del estrato II de la tumba hipogéica de Padru Jossu, Sanluri (Ugas, 1998b), que tienen una estructura similar a los collares.

Fig. 5: Collar en oro. Bingia ‘e Monti, Gonnostramatza.

Tenemos brazaletes en cobre encontrados en la provincia de Sassari, que se pueden colocar en el último periodo del Campaniforme sardo.

Podemos citar también dos anillos en lámina y en espiral en cobre de la necrópolis de domus de janas di Cuguttu, Alghero (Taramelli, 1909b), y quizá también el anillo en plata de la colección Do-neddu, del Campaniforme Final.

Elemento característico de la cultura Campani-forme es el botón. En la isla han sido encontrados cuarentaynueve ejemplares. Veintisiete en provincia de Cagliari (Padru Jossu-Sanluri, Locci Santus-San giovanni Suergiu, S.Elia-Cagliari, Villasor-Cagliari), siete en la provincia de Oristano, todos procedentes del yacimiento de Bingia ‘e Monti-Gonnostramatza, y quince de la provincia de Sassa-ri (Anghelu Ruju-Alghero, Ponte Secco-Porto To-rres, Su Crucifissu Mannu-Porto Torres), mientras ningún botón se ha encontrado en la provincia de Nuoro.

Los botones son generalmente de hueso, rara-mente de marfil, conociéndose un único ejemplar en concha (botón de la necrópolis de Ponte Secco- Porto Torres) (Contu 1952-54; Ferrarese Ceruti 1997).

Por tanto se trata de pequeños objetos claros y bien bruñidos cuya blancura puede estar relaciona-da con el mundo mágico y ritual.

Variada es la tipología de los botones sardos: diecisiete hemisféricos y circular, uno elíptico en-contrado en Padru Jossu, Sanluri (Ugas 1998b), tres botones llamados a luna creciente o biapuntados, por la forma arqueada, sin perforación, que también podrían ser colgantes, seis elementos a tortue, lla-mados por los franceses a tortuga, por la fuerte ana-logía con el perfil del animal, o llamados también “antropomorfo estilizado”.

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La forma más característica del Campaniforme sardo está formada por los botones de alamaro (Fig. 6) (veintidós ejemplares), que recuerdan la forma de los botones modernos del abrigo mongtomery.

Fig. 6: Botones de Alamaro en hueso. Bingia ‘e Monti, Gonnostramatza. Oristano.

Los botones de alamaro pueden tener cuerpo circular, elíptico, cuadrangular, tubular, romboidal, unido a dos apéndices. Los apéndices de los boto-nes de alamaro o de tortue (aunque estos últimos apenas esbozados), pueden tener diferentes perfiles: trapezoidal, rectangular o cuadrangular con las aris-tas rectas o redondeadas.

Los botones campaniformes además de la perfo-ración rectilínea presentan las perforación llamada en V, así denominada porque la colocación de los agujeros en el interior del cuerpo del botón es he-cha en modo que estos convergen precisamente en V; pero en algún caso el agujero no es inclinado, sino que es uno solo que atraviesa el objeto de parte a parte. En un solo caso encontramos la perforación a clepsidra (botón de Ponte Secco, Porto Torres).

Podremos suponer una evolución en la forma del botón, a la forma inicialmente hemisférica (bo-tón hemisférico), se habrían insertado dos pequeños apéndices (botón a tortue), los cuales por la funcio-nalidad habrían ido progresivamente aumentando su tamaño (botón de alamaro).

Debemos citar además los punzones, instrumen-tos en cobre, bronce o hueso; tienen a menudo sec-ción circular o cuadrangular con aplastamiento en forma de rombo en el centro, pero que muchas ve-ces son simples alfileres con doble punta. Tradicio-nalmente considerados útiles usados por perforar sustancias rígidas, como el cuero, podían cumplir la función de verdaderos y propios alfileres utilizados para tener cerrados los bordes de un sudario, o como alfileres para adornar los vestidos o los cabe-llos de los muertos o de los vivos.

Cerdeña conserva además un único ejemplar de espejo que procede de la tumba hipogeica de Padru Jossu (Sanluri) (Ugas, 1982, 1998b). Se trata de un disco en lámina de plata, recubierto de una pátina

gris clara, y que está roto sobre el margen donde se observan tres agujeros, a través de los cuales con unos clavos o remaches tenía que ser fijado el man-go.

Algunos objetos de adorno de Cerdeña (los col-gantes, cuentas, botones, brazaletes, tobilleras) tie-nen la superficie decorada, quizás para hacer el ele-mento más llamativo y elegante, o quizás para au-mentar su simbología. Encontramos la decoración en acanaladuras, hipérbolas, puntillado y en punti-llado en dado.

Este último motivo que evoca cultos astrales (sol, luna) (Lilliu 1999) decora el colgante lítico en-contrado en la población de Palaggiu (Ferrerese Ce-rruti, 1997) en Samassi, el colgante de uno de los collares del estrato II de la tumba hipogeica de Pa-dru Jossu (Sanluri) (Ugas 1998b) y un botón hemis-férico en hueso de forma circular de Su Crucifissu Mannu (Porto Torres) (Ferrarese Ceruti 1997), un motivo similares lo encontramos en la custodia de brassard de la tumba XIII de Anghelu Ruju, Alghe-ro (Taramelli, 1909a).

3. Los objetos de adorno en la sociedad Campaniforme

Clasificamos como objetos de adorno, todos los elementos que se usaban para adornar y arreglar el cuerpo.

Los adornos personales que se pueden adscribir a las poblaciones Campaniformes son numerosos y se diferencian, por materia, forma, por el modo en el cual se llevaban y por su función específica.

Por eso tenemos que dividirlos en diferentes grupos: collares, brazaletes (por muñecas o brazos), anillos, para adornar los dedos de las manos y qui-zás los pies, tobilleras, cinturones y botones.

Seguramente las gentes del Campaniforme se rodeaban el cuello con collares formados de cuentas de concha, hueso, dientes, colmillos de jabalí, pie-dras duras y cuando se trataba de personajes de alto linaje (jefe del poblado, guerreros,…) usaban pie-dras y metales preciosos, o importaban materiales o manufacturas.

Podemos suponer que con agujas, estas gentes, o se perforaban las orejas, la nariz u otras partes del cuerpo para poder adornarlo después con pendien-tes, o unían las extremidades de sus vestidos con botones o alfileres.

Solían realzar su propia persona adornando su cabeza con diademas en conchas, dientes, piedras preciosas y oro y quizás recogían en complejos pei-nados el pelo, con alfileres en cobre y en hueso, por seguir una moda o simplemente por comodidad.

Cuentas y colgantes se han encontrado unidos

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181LOS OBJETOS DE ADORNO DEL CAMPANIFORME SARDO Y SU TRASCENDENCIA SOCIAL

en collares, sueltos y separados los unos de los otros, en este último caso no se podía entender cual era su asociación original, algunos tenían agujeros de suspensión y otros no.

Los elementos sin agujeros podían ser interpre-tados, si son valvas de concha, como restos de co-mida, se podía también suponer que los pueblos campaniformes lo usaban como moneda de cambio comercial, por la analogía con los cauri (conchas del género de la Cypraea), usadas antiguamente por los comerciantes africanos.

Su presencia en contextos funerarios podría ser considerada también signo de una creencia religio-sa, de una oferta o más probablemente de un gesto por protegerse, anticipando el uso de poner una o más monedas en el interior de la tumba, práctica que está documentada hasta la edad moderna.

En el caso de los colgantes en piedra de forma rectangular, elíptica, triangular y sobretodo en for-ma de hacha en esteatita verde agua, la lógica nos hace considerarlos en relación a su forma y su color como elementos de valor mágico-ritual, que se co-locaban cerca del muerto, siguiendo un ritual fune-rario, para nosotros aún desconocido.

Pero sea por las cuentas en concha que por los colgantes en piedra sin agujeros la explicación po-dría ser más simple, se podría tratar de material or-namental incompleto o podían tener más probable-mente función decorativa, pegándolos con colgan-tes o cosiéndolos en los vestidos.

Los objetos de adorno, además de ser utilizados en vida por las gentes del campaniforme como nos atestiguan los exiguos restos de hábitat de esta cul-tura, son numerosos en los ajuares funerarios y esto nos indica que en los sepulcros los muertos no solo fueron provistos de armas y útiles, sino también de vestidos y ornamentos.

Solo en casos excepcionales en Cerdeña hemos podido estudiar los objetos de adornos campanifor-mes en relación a los muertos (por ejemplo, en la tumba hipogeica de Padru Jossu, Sanluri, Cagliari), muchas tumbas están hoy alteradas, debido a exca-vaciones clandestinas o porque fueron usadas du-rante mucho tiempo como refugio por los pastores y sus animales, tenemos que tener en cuenta también que la mayoría de las sepulturas fueron reutilizadas por la posterior cultura de Bonnanaro y los huesos de las gentes campaniformes fueron amontonados para dejar sitio a los nuevos individuos enterrados.

Como conclusión podemos decir que los objetos de adornos encontrados en gran cantidad en los ya-cimientos Campaniformes sardos podían ser símbo-los de: identificación social, de riqueza (deposita-dos en las tumbas junto a los muertos, con particu-

lares ceremonias rituales que podían incluir comida, bebida y también música y baile), ligado a ceremo-nias sociales como matrimonios y fiestas para con-solidar las alianzas entre las familias más importan-tes.

Fig. 7: Colgante a forma de pez en marfil (diente de hipo-pótamo o de oso). Padru Jossu Sanluri. Cagliari.

El uso de material de importación (Fig. 7) de prestigio y exótico (dientes de hipopótamo) denota un intercambio de estos demandado por las elites sociales.

La aparición de elementos típicos Campanifor-mes también en el ámbito de la posterior Cultura de Bonnanaro en algunos yacimientos (Cuccuru Nura-xi, Settimo San Pietro, Is Calitas, Soleminis, etc.) hace pensar en la continuidad de la misma estructu-ra social.

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JIA 2008 ISBN: 978-84-92539-25-3 Pp.: 183-189

EL ADORNO PERSONAL EN EL SURESTE DE LA PENÍNSULA IBÉRICA. LA NECRÓPOLIS DEL YACIMIENTO CALCOLÍTICO DE LOS MILLARES

María Díaz de TorresUNED; [email protected]

RESUMEN

En el presente trabajo se expone una clasificación de los distintos tipos de adornos personales halla-dos en la necrópolis del yacimiento calcolítico de los Millares en Santa Fe de Mondújar (Almería). Se toman como base principal los trabajos realizados a mediados del siglo XX en dicho yacimiento por Martín Alma-gro y Antonio Arribas, en cuya publicación también recopilan los trabajos anteriores de Siret y Leisner. Se entiende por adorno personal aquel que el individuo es capaz de portar por sí mismo, como cuentas de collar o colgantes, y por tanto pertenece a un solo individuo y no a la colectividad. El adorno puede representar as-pectos económicos, sociales e ideológicos del grupo que los produjo, debido a su importante contenido sim-bólico, de ahí el interés de su estudio. Para ello se ha elaborado una clasificación de dichos adornos atendien-do a la tipología de las piezas, su materia prima, modo de suspensión y su localización.

ABSTRACT

This work presents a classification of the different types of personal ornaments found in the necropo-lis of the chalcolithic site of Los Millares in Santa Fé de Mondújar (Almería). This classification is based on the works performed in this site by Martín Almagro and Antonio Arribas in the mid-twentieth century, who also compile previous works by Siret and Leisner. Personal ornaments are those that individuals are able to wear themselves, .i e. necklace beads or pendants, and therefore, they belong to an individual and not to the collectivity. Ornaments are interesting to study because they could represent economic, social or ideological aspects of the group that produced them, due to their important symbolic content. This classification has been made based on the typology of the pieces, their raw material, their way of suspension and their location.

Palabras Clave: Los Millares. Adorno personal. Cuenta de collar.

Keywords: Los Millares. Personal ornament. Necklace bead.

1. Introducción.El yacimiento de Los Millares ha sido tradicio-

nalmente considerado como uno de los yacimientos emblemáticos para el estudio del Calcolítico penin-sular, debido en gran parte a su extensión y comple-jidad estructural. El poblado y la necrópolis de Los Millares ( Santa Fé de Mondújar, Almería), se en-cuentran asentados sobre una meseta en forma de espolón cerca de la confluencia del río Andarax y la Rambla de Huéchar. Es el yacimiento más represen-tativo de la conocida como cultura de Almería, que abarcaría la parte nororiental de Granada, Almería, Murcia y alguna proyección al sur de Alicante (Li-chardus 1987) estando entre los yacimientos más destacados Cerro de la Virgen y El Malagón en Granada; Parazuelos, Campico de Labor y Cabezo de Plomo en Murcia; Lugarico Viejo, Tres Cabe-zos, Fuente Vermeja, Campos, Almizaraque, El Ba-rranquete, Cerro de las canteras, Terrera Ventura y el propio Millares en Almería.

Según cronologías absolutas (Molina González, Cámara Serrano, Capel Martínez, Nájera Colino, Sáez Pérez, 2004) la fundación de los Millares ten-dría lugar en un momento pleno o avanzado del

Cobre Antiguo, en torno al 3200/3100 A.C, siendo durante el Cobre Pleno 3000/ 2900 A.C su momen-to de máximo apogeo. La aparición del primer cam-paniforme marcaría el inicio del Cobre Final 2500 A.C. Dandose los últimos momentos de ocupación del yacimiento entre 2300-2200 A.C.

Gran parte de este conjunto arqueológico fue descubierto por Luís Siret en 1891, a raíz de las obras de construcción del ferrocarril Almería-Lina-res. Los trabajos de campo se realizaron desde fina-les de 1891 hasta aproximadamente mediados de 1892, la mayoría de estos trabajos corrieron a cargo de capataz de la excavación y hombre de confianza de Siret, Pedro Flores. Si bien Siret no llegó a pu-blicar una monografía sobre el yacimiento, sus in-vestigaciones quedaron recogidas en L’Espagne Préhistorique publicada en 1893.

Será en 1943 cuando G. y V. Leinsner utiliza-rían la información inédita de Siret para su gran obra sobre las necrópolis megalíticas del Sur de la Península Ibérica. A partir de ese momento el yaci-miento sufrió un importante deterioro, en especial la necrópolis, ya que fue expoliado en parte con el

I Jornadas de Jóvenes en Investigación Arqueológica: Dialogando con la Cultura Material. UCM, 3-5 de septiembre de 2008.

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184MARÍA DÍAZ DE TORRES

fin de conseguir piedra para la construcción de la carretera de Almería a Granada. Este estado de abandono del yacimiento se puso de manifiesto en 1949 al celebrarse en Almería el I Congreso Nacio-nal de Arqueología. Todo ello llevó a que se reali-zaran en el yacimiento nuevas fases de excavación dirigidas por los profesores Martín Almagro y An-tonio Arribas entre 1953 y 1956. Cuyos trabajos quedaron recogidos en su monografía de Los Milla-res publicada en 1963. A partir de de 1978 se ini-ciaron actividades del Departamento de Prehistoria y Arqueología de la Universidad de Granada inser-tas en un proyecto global de investigación, aunque más centrados en áreas de poblado que en la necró-polis.

La necrópolis, aspecto que interesa más directa-mente a este trabajo, está compuesta pos unas 80 sepulturas (aunque Siret documente en torno a 100), estas sepulturas son colectivas y de grandes dimensiones. Muestran distintas tipologías, la ma-yoría cuentan con una cámara circular realizada en mampostería de piedra caliza, a veces rematada en falsa cúpula y otras por un cierre horizontal de ma-dera, algunas de las cámaras presentan nichos late-rales. El corredor de acceso varía de longitud, y esta dividido en diversos tramos separados median-te lajas de pizarra perforadas en su centro. Final-mente, las sepulturas quedaban cubiertas por un tú-mulo de piedras y tierra delimitado por varios ani-llos escalonados de mampostería. Algunas presen-tan un vestíbulo de entrada, que precede el acceso al corredor.

Los primeros trabajos realizados en la necrópo-lis fueron acometidos por Luís Siret y Pedro Flores, a un ritmo de trabajo muy alto, uno o dos días por sepultura. Esta información fue sistematizada por G. y V. Leisner, no obstante hay documentación inédita de los trabajos de Siret en el Museo Arqueo-lógico Nacional. G y V Leisner en sus trabajos rea-lizaron una ordenación cronológica de las sepultu-ras del yacimiento, basándose en la posición de es-tas respecto al poblado, su tipología arquitectónica y constructiva, ya que aunque la mayoría de las se-pulturas son del tipo tholoi, presentan distintas tipo-logías, por último consideraron los ajuares de las sepulturas. Así pues, las de mayor antigüedad serían las más cercanas al poblado, de estructura más sen-cilla y ajuares más ricos. Sin embargo otros autores como R. Champman difieren en estas conclusiones, viendo en las diferencias entre las sepulturas un principio de ordenación jerárquica más que una di-ferencia cronológica. Así pues en este trabajo no se ha tenido en cuenta la división cronológica de las sepulturas considerando todas ellas como un con-junto a la hora de estudiar los objetos de adorno personal.

Desde 1953 a 1956, Martín Almagro y Antonio Arribas reexcavaron 44 tumbas y publicaron 21 en 1963. En la última fase de investigación del yaci-miento no se ha abordado específicamente el estu-dio de la necrópolis.

Fig 1. Ajuar de la sepultura IX=5 de la necrópolis de los Millares. (Almagro y Arribas 1963).

El trabajo que aquí se presenta se basa funda-mentalmente en los trabajos realizados en la necró-polis de Los Millares por los profesores Martín Al-magro y Antonio Arribas. Puesto que su publica-ción de 1963 recoge los trabajos realizados ante-riormente por Siret y los Leisner. No obstante hay que tener en cuenta ciertas consideraciones. En pri-mer lugar la falta de información, como se ha ex-puesto anteriormente los trabajos en la necrópolis fueron realizados desde antiguo, comenzando por los trabajos de Siret y Pedro Flores que se centraron más en la cámara de las sepulturas que en el resto de zonas y atendiendo especialmente a aquellos ob-jetos de ajuar más llamativos. Eso hace que mucho material se perdiese en el transcurso de las distintas intervenciones que ha sufrido el yacimiento, prueba de ello es que Siret y Leisner citan en sus trabajos algunos materiales que Almagro y Arribas no pu-dieron identificar. Además sobra decir que muchos de los materiales no han sido publicados y perma-necen inéditos, y que la mayoría de las tumbas no fueron excavadas en extensión.

También hay que tener en cuenta el propio ta-maño de los objetos de estudio, la mayoría de ellos presenta tamaños no superiores a los 15 mm, lo cual hace en algunas ocasiones que sean indetectables durante el proceso de excavación sin una criba exh-austiva del sedimento extraído.

Por otro lado estarían las continuas expoliacio-nes e intervenciones ilegales que ha sufrido el yaci-miento, desde las expoliaciones para conseguir pie-dra, hasta las tumbas intactas que han sido objeto de intervenciones ilegales. Por supuesto, esto hace que se pierda o descontextualice gran cantidad de información, especialmente aquella con un tamaño reducido como son las cuentas de collar.

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Otra dificultad añadida es la propia disposición de las tumbas de Los Millares, ya que se trata de se-pulturas colectivas, y si bien los últimos individuos allí depositados aparecen en conexión anatómica, los anteriores aparecen amontonados y desarticula-dos. También aparecen depósitos quemados, que han sido interpretados desde una cremación parcial hasta una posible limpieza de la sepultura. Esto hace que sea extremadamente complicado poder asociar un adorno concreto a un individuo en parti-cular, no obstante si sería posible establecer una di-ferenciación de los tipos de adornos por sepulturas, entendiendo estas como un conjunto.

Finalmente añadir que dentro de los objetos de adorno personal se podría incluir también todos aquellos realizados en materiales perecederos, ya sea como abalorio o la misma vestimenta. Por tanto no se pretende ir más allá que realizar una sistema-tización y estudio de la información disponible, siendo plenamente consciente que los resultados obtenidos serán parciales, puesto que la informa-ción de la que se dispone sería solamente una pe-queña muestra de lo que serían los adornos calcolí-ticos de Los Millares.

2. El adorno personal.Se puede considerar como adorno personal, a

aquellos objetos que el individuo puede portar por si mismo en su cuerpo . Y que se relacionarían con la estética o apariencia del individuo en particular. Por tanto este tipo de objetos tendrían que llevarse suspendidos mediante algún tipo de perforación, cosidos a la vestimenta, etc. No obstante hay ele-mentos que si tienen una perforación no pueden ser considerados adornos por su tamaño, por ello para ser considerados como adorno personal han de te-ner un tamaño relativamente pequeño que permita que dicho objeto sea portado por el individuo con una cierta facilidad. Sin embargo no se puede des-cartar que algunos adornos de mayor tamaño fuesen portados en determinados momentos y no como un uso habitual. Igualmente sería posible considerar como adorno algunos objetos de pequeño tamaño que no presenten una perforación pero que pueden ser portados mediante otro sistema de suspensión, como estrangulamientos en la pieza, muescas, etc.

Esto relativiza en cierta manera el concepto de adorno.

El adorno al no tener una función utilitario pri-maria relacionada directamente con la superviven-cia biológica del individuo, sería posible asociarlo con un contenido del tipo simbólico, que se refuer-za si tenemos en cuenta que habitualmente la comu-nidad invierte en este tipo de objetos un esfuerzo igual o mayor que en otras actividades relacionadas más directamente con la subsistencia. Además ha-bría que añadir que en ocasiones, el portar determi-

nados adornos puede resultar incómodo para la per-sona e incluso perjudicial. (I. Rubio, 1993).

El objeto de adorno personal, por tanto dentro de un grupo humano se convierte en un símbolo. Precisamente esos símbolos o emblemas son los que integran plenamente al individuo dentro de su grupo social (Castro, 1989), ya que permiten tras-mitir a otros individuos información de la persona que lo porta sin necesidad de un lenguaje verbal. Esos símbolos son plasmados de forma material en objetos como los adornos, que en muchas ocasiones trascienden el simple sentido estético, favoreciendo la cohesión de un grupo social incluso mas allá de barreras biológicas inquebrantables como la muer-te. Si bien es cierto, que el significado simbólico de determinados adornos solamente puede ser entendi-do en toda su complejidad dentro del grupo que los produjo.

En definitiva, cuando se habla de adorno por tanto nos estamos refiriéndo a objetos de pequeño tamaño que el individuo porta en su cuerpo y que carecen de una función utilitaria inmediata, pero que sí pueden estar dotados de una función estéti-ca, simbólica y diferenciadora. (Pascual Benito, 1998). Esta función del adorno suele trascender el sentido meramente estético, de ello encontramos numerosas muestras en la etnografía, en la que son considerados como una protección, relacionado con determinados ritos de paso del individuo en su so-ciedad, o como identificador de determinadas ca-racterísticas, es decir que aporta información codi-ficada del individuo que lo porta.

En el caso de la prehistoria estos adornos son más fácilmente identificables en los contextos fune-rarios, ya que resulta importante asociarlos al indi-viduo o más directamente al grupo humano, en el caso del III milenio, y más concretamente de Los Millares, al tratarse de sepulturas colectivas es prácticamente imposible asociar el adorno a cada uno de los individuos, no obstante no deja de resul-tar llamativo que aun cuando las sepulturas sean co-lectivas los ajuares parecen mantenerse individua-les, en el caso de los objetos de adorno, ya que pa-rece improbable que un collar pudiese ser portado por más de un persona al mismo tiempo.

Este tipo de adornos que se presentan no son ex-clusivos del Calcolítico, muchos de los adornos y sus tipologías ya se daban en periodos anteriores como el Neolítico del País Valenciano o Andalucía, que presenta adornos muy ricos y variados en oca-siones similares a los Calcolíticos. O como otro tipo de adornos que se dan desde el Paleolítico, como es el ejemplo de las cuentas discoidales, que se repi-ten de manera continua en diversos contextos ar-queológicos. No obstante como ya se ha dicho ante-riormente, los adornos se incluyen dentro de la cul-

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tura que los produjo para la cual responden a un có-digo exclusivamente identificable para los indivi-duos que los crearon. De ahí que un mismo adorno en distintos grupos sociales, ya sean cronológica o espacialmente distantes, no tiene porque represen-tar lo mismo.

Así pues en este trabajo se han considerado aquellos elementos procedentes de la necrópolis de los Millares, y entendiendo como adorno:

- Cuentas: objetos simétricos o asimétricos de tamaño reducido con perforación central o lateral, cuyo función sería el de ser llevados suspendidos o bien formando parte de un conjunto mayor. Para su clasificación se ha tenido en cuenta distintos facto-res. En primer lugar si forman parte de un conjunto mayor o no, es decir Almagro y Arribas se refieren a ellas como aisladas o bien formando parte de co-llar, brazalete, etc. En segundo lugar la propia mor-fología de la pieza, seguida de la materia prima em-pleada para realizarla, se han considerado todas las materias primas posibles que aparecen en la necró-polis. Finalmente se ha tenido en cuenta su tamaño y el tipo de perforación. Respecto al tamaño la ma-yoría de las cuentas oscilan entre los 5 y los 20 mm de diámetro en las discoidales y de longitud en las tubulares. No obstante lo más común es que todas ellas tengan un tamaño relativamente pequeño que no sobrepasa los 10 mm, siendo más comunes aque-llas cuyo tamaño oscila alrededor de los 5 mm.

Fig. 2. Cuenta de collar discoidal con perforación bicónica de los Millares, sepultura III=63 (Almagro y Arribas 1963).

- Colgante: dentro de este grupo se han incluido objetos de tamaño y morfología muy diferentes. El criterio común es que han de presentar algún modo de suspensión que permita llevarlos encima, ya sea perforación, muescas, escotaduras, estrangulamien-tos, etc. Generalmente dentro de los colgantes la perforación suele ser lateral, es decir situada en uno de los extremos de la pieza, no obstante tampoco pueden descartarse piezas con perforación central que por su tamaño y morfología no pueden ser con-sideradas como cuentas. También se ha considerado como colgante aquellas piezas perforadas que pre-

sentan su forma natural, es decir las conchas o can-tos perforados. Igualmente se ha atendido a aspec-tos de tamaño, morfología y materia prima.

- Anillo-colgante: disco anular, que por su tama-ño sería demasiado grande para ser un anillo y pe-queño para ser un brazalete.

- Conchas: igualmente el caparazón de determi-nados moluscos ha sido considerado como adorno, aún cuando no presentan perforación muchos de ellos, estos pueden ser suspendidos mediante algún tipo de cordaje vegetal. En las sepulturas aparecen conchas de muy diversa procedencia, arca, car-dium, columbella, conos, cyprea, dentalium, hélix, patella, pectem, tritón, unio, etc. La mayoría apare-cen sin perforación y conservando su morfología natural, otras aparecen perforadas si bien no se indi-ca si la perforación se ha realizado intencionada-mente o se ha podido producir de manera natural. En otras ocasiones aparecen pulimentadas, alisadas, o usadas como materia prima para la elaboración de otro tipo de adorno, especialmente cuentecillas de collar.

Fig.: 3. Cyprea perforada de la necrópolis de los Millares, sepultura XIX (Almagro y Arribas 1963).

- Botones: objetos con un parecido a los botones actuales. Aunque el más común es el botón con per-foración en “V”, que presenta en su cara inferior dos perforaciones que convergen en su interior for-mando una “V”. También hay algunos con forma semiesférica formada por dos piezas.

- Placas: piezas planas de morfología diversa, algunas de ellas con más de una perforación, otras con una perforación simple.

- Ídolo falange: si bien se trata de un objeto de culto simbólico, algunos de ellos presentan un ta-maño adecuado para ser un elemento de adorno, además el hecho de que la mayoría de ellos presen-ten un estrangulamiento central, hace suponer que pudieron portarse colgando.

- Otros: dentro de esta denominación se inclu-yen piezas que al no tener una función utilitaria di-recta claramente identificable, se han incluido en el apartado de adornos, como recortes de concha, fragmentos que pudieron formar parte de un ele-mento de adorno, o materiales exóticos, como frag-mentos informes de ámbar sin perforar.

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187EL ADORNO PERSONAL EN EL SURESTE DE LA PENÍNSULA IBÉRICA. LA NECRÓPOLIS DEL YACIMIENTO...

Respecto a la morfología general de las piezas se ha intentado asociar sus formas con figuras geo-métricas universales. Así las utilizadas han sido: oval, discoidal, circular, triangular, cuadrangular, rectangular, cónica, bicónica, bitroncocónica, esfé-rica, semiesférica, plana, cilíndrica, tubo, tonel, oli-va, alargada, media luna. Aunque algunas de ellas presentan estas formas la mayoría de ellas presentan una forma discoidal plana, quizá por su elaboración más sencilla y su facilidad para componer otras pie-zas mayores como collares.

Fig.: 4. Cuentas discoidales de la necrópolis de los Milla-res, sepultura IV=8 (Almagro y Arribas 1963).

Desde una perspectiva tecnológica se puede dis-tinguir entre aquellos adornos que no han tenido un proceso de elaboración, es decir adornos naturales como las conchas de molusco y aquellos que han te-nido un tratamiento para darle la forma deseada, como es el caso de las cuentas de collar, que han te-nido que pasar por dos tratamientos, en primer lu-gar un tratamiento exterior por fricción hasta darle la forma buscada y después la perforación.

El adorno más abundante que aparece en la ne-crópolis son las cuentas de collar, especialmente aquellas que tienen una morfología discoidal, ya sea planas o de sección más alta. Estas piezas en oca-siones aparecen aisladas o formando conjuntos como ocurre con la sepultura XXX en la que apare-ce un collar formado por un total de 300 cuentas. Están realizadas en distinta materia prima, desde piedra, hueso, concha en incluso marfil.

Entre la piedra aparecen realizadas, en azaba-che, apatita, caliza (blanca, gris, negra y verde), ca-llais, cristal de roca, cuarzo, diosota, esquisto (ne-gro) y pizarra (negra y gris). Siendo las más comu-nes las realizadas en caliza, material autóctono de la zona. También aparecen en elementos exóticos como el ámbar, pero al carecer de perforación no

pueden ser consideradas como cuentas propiamente dichas.

Estas cuentas realizadas en piedra llevarían un proceso de fabricación más delicada ya que cuanto menor y más duro sea el material más se complica el proceso. En piedras blandas como la pizarra o la caliza resultaría más sencillo. Al igual que la elabo-ración en concha o hueso, materias primas sencillas no sólo de modificar sino también de adquirir, ya que parecen no presentar ningún problema de apro-visionamiento. De ahí que resulten los materiales más comunes.

Igualmente existen otro tipo de materiales me-nos comunes que posiblemente por su escasez pue-dan ser considerados como un adorno en sí mismo, estamos hablando de los adornos realizados en ám-bar, marfil o huevo de avestruz. Si bien es cierto que se han detectado algunas localizaciones que permitirían emplazar el ámbar como de origen pe-ninsular, los otros materiales como la cáscara de huevo de avestruz o el marfil parecen claramente de origen extrapeninsular, y por lo tanto sería posible suponer que se trata de objetos de prestigio.

También se cita en algunas ocasiones la caliza verde, que a juzgar por trabajos posteriores es posi-ble que se trate de calaíta, no obstante es un mate-rial escaso en la necrópolis.

Finalmente, se ha tenido presente el lugar de aparición de estos materiales dentro de las sepultu-ras. La mayoría de las sepulturas poseen cámara, corredor, nichos laterales, están cubiertas por un tú-mulo, y en ocasiones también presentan vestíbulo de entrada. Las piezas de adorno, aparecen en todos estos lugares, si bien cabría distinguir entre las ha-lladas en la cámara, nichos o corredor, que están asociadas más directamente a los enterramientos, y aquellas que aparecen en el túmulo o vestíbulo que parecen deberse a una posición fortuita más que a una asociación directa a un individuo.

3. Conclusión.Los adornos que aparecen en la necrópolis de

Los Millares raramente pueden ser asociados a un individuo concreto, si es posible establecer una di-ferenciación entre las sepulturas, ya que si bien es cierto que la mayoría presentan elementos de ador-no, la diferencia entre unas y otras es bastante signi-ficativa. La mayoría de ellas presentan elementos de adorno como alguna cuenta de collar o algunas conchas. Sin embargo hay otras que no presentan ningún elemento de adorno como la sepultura XVIII y otras que presentan una cantidad de ele-mentos de adorno muy superior al del resto de las sepulturas, como es el ejemplo de la sepultura VII (Leisner), que presenta un botón de hueso, un collar formado por unas trescientas cuentas aproximada-

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mente, cuentas de collar de azabache y ámbar, y gran cantidad de cuentas y colgantes realizados en concha de molusco. Así como otros objetos consi-derados como exóticos, realizados en alabastro o marfil.

PIEDRA AlabastroApatitaAzabacheCaliza

BlancaGrisNegraVerde

Cristal de rocaCuarzoDioritaEsquisto

NegroMármol

BlancoPizarra

GrisNegra

CONCHA ArcaCardiumColumbellaeConosCypreaDentaliumHélixOstreaPatellaPectemTritónUnio

HUESOMARFILCOBREÁMBARHUEVO DE AVESTRUZTabla 1: Materias primas más frecuentes en los adornos de la necrópolis de Los Millares.

Esto podría indicar una diferenciación dentro de la colectividad de la sepultura, ya que no parece po-sible que este tipo de elementos considerados como adorno el pudiesen pertenecer a más de un indivi-duo.

Adornos similares, aparecen en otras necrópolis de yacimientos pertenecientes a la Cultura de Alme-ría como son El Barranquete o Almizaraque, que presentan estructuras funerarias muy similares a las de Los Millares. En el Barranquete, por ejemplo aparecen conchas de moluscos, o un botón circular de hueso de una tipología muy parecida a los que aparecen en Los Millares. O en Almizaraque donde aparecen cuentas o botones con morfologías y ma-terias primas similares a los Millares. Si bien es cierto que los adornos aparecen en menor número que en los Millares y la cantidad de objetos “exóti-cos” también es menor. Sin embargo no parece po-

sible que esto pueda asociarse únicamente con una cuestión de recursos económicos del poblado, ya que si bien es cierto que los objetos foráneos pue-dan asociarse a eso, en el caso de otros como las cuentas discoidales de caliza, no requieren de una especialización, y posiblemente su presencia o au-sencia puedan trascender lo simplemente económi-co.

Fig.: 5. Conchas de los tipos “cardium” y “ostrea edulis” de la tumba 2 de El Barranquete. (Almagro Gorbea 1973).

MORFOLOGÍA AlargadaBicónicaCilíndricaCircularCónicaCuadrangularDiscoidalEsféricaMedia lunaOlivaOvalPlanaRectangularSemiesféricaTriangularToneleteTubo

MODO DE SUSPENSION

PerforaciónCilíndricaCónicaBicónicaParcial

EstrangulamientoEscotaduraMuesca

Tabla 2: Clasificación morfológica y modo de suspensión de los adornos.

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189EL ADORNO PERSONAL EN EL SURESTE DE LA PENÍNSULA IBÉRICA. LA NECRÓPOLIS DEL YACIMIENTO...

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JIA 2008 ISBN: 978-84-92539-25-3 Pp.: 191-198

EL MUNDO RITUAL EN LA PREHISTORIA RECIENTE: UNA REFLEXIÓN A PROPÓSITO DEL CASO DE “LOS CERCADOS” (MUCIENTES, VALLADOLID)

Angel Salvador García BarriosUniversidad de Valladolid; [email protected]

RESUMEN

En este artículo pretendemos analizar la cuestión de las actividades rituales de las gentes de la Pri-mera Metalurgia en el valle medio del Duero, un aspecto poco conocido del análisis de la ocupación de este sector durante la Edad del Cobre, y que, gracias a nuevos testimonios arqueológicos, algunos tan destacados y singulares como el de “Los Cercados” (Mucientes, Valladolid), permiten profundizar en un ámbito complejo de delimitar pero enorme trascendencia para las poblaciones de la Prehistoria Reciente.

ABSTRACT

In this paper, we´ll try to analyse the ritual activities of Early Metallurgy people in central basin of Duero river, a non – well known aspect of the archaeological research of this area during Early Prehistory, where new testimonies, some of them so singular and outstanding as “Los Cercados” (Mucientes, Valladolid), allows to go deeply into a area hardly to delimitate but very significant for Early Prehistory people.

Palabras Clave: Liturgia. Calcolítico. Cerámica simbólica. Fosas rituales. Valle medio del Duero.

Keywords: Liturgy. Chalcolithic. Simbolic pottery. Ritual holes. Central basin of Duero river.

El ritual es un acto social básico para el hombre (Rappaport, 2001: 66) presente desde sus mismos orígenes. En este sentido, en un período como el que nos ocupa, la interconexión entre la dimensión simbólica que representa el rito, y la mundana o te-rrenal, materializada en los diferentes elementos que presiden la cotidianeidad del ser humano (cul-tura material, arquitectura, etc), es a menudo tan profunda y sutil que no es de extrañar el que en ocasiones resulte muy complejo discernir cuando un fenómeno arqueológico corresponde a uno u otro ámbito; y ahí tenemos como buen ejemplo de lo señalado la polémica existente en torno a la natu-raleza de un fenómeno tan singular como es el de las llamadas enclosures o campos fosados, que, con una cronología que abarca desde el Neolítico hasta la Edad del Bronce, se extiende por toda la geogra-fía europea.

En relación a ello, nuestro propósito en estas pá-ginas va a ser el de intentar plantear un somero acercamiento al análisis de un aspecto hasta ahora poco conocido de la ocupación calcolítica del las tierras del Duero medio, como es el del comporta-miento ritual, a través de una serie de testimonios que jalonan el registro arqueológico de esta zona y de entre los cuales queremos destacar por su singu-laridad el de “Los Cercados”.

1. Testimonios de significancia ritual en el registro calcolítico centromeseteño.

Diversos son los testimonios arqueológicos en las tierras centrales de la Submeseta Norte que per-miten al investigador profundizar en el estudio del mundo ritual de estas gentes de la Primera Metalur-gia. En primer lugar tenemos elementos de cultura material de significado inequívocamente simbólico, como son los ídolos y las cerámicas con motivos decorativos alusivos a este ámbito (oculados, soli-formes, rostros antropomorfos). En el valle medio del Duero no se prodigan especialmente puesto que su número, a día de hoy, es escaso pero no por ello menos representativo. Así por ejemplo, de estas va-jilla simbólica se han documentado 7 ejemplares procedentes de los yacimientos de “Las Pozas” (Val Recio, 1992); “Los Bajos” (Larrén Izquierdo, 1999); “Los Paradores” (Domínguez Bolaños, 1991) y “Los Cercados” (García Barrios, 2005); mientras que de ídolos, la muestra es mucho más parca, con tan sólo tres ejemplares procedentes de “Las Pozas” (Val Recio, 1992) y “Las Peñas” (San-tiago Pardo, com.pers.), y que presentan, todos ellos, una afinidad tal con los modelos registrados en yacimientos del mediodía peninsular, que sirvió en su momento para justificar la vinculación del foco calcolítico centromeseteño con los ubicados de este sector (Delibes y Val Recio, 1990: 77).

A estos elementos de cultura material hemos de añadir el relleno de determinadas fosas localizadas

I Jornadas de Jóvenes en Investigación Arqueológica: Dialogando con la Cultura Material. UCM, 3-5 de septiembre de 2008.

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192ANGEL SALVADOR GARCÍA BARRIOS

en diversos yacimientos de la zona, que por su con-tenido y patrones de deposición, sugieren una tras-cendencia que va más allá de la característica fun-ción de vertedero asignada habitualmente a este tipo de estructuras. Nos encontraríamos, pues, ante hoyos rituales también llamados “fosos de ofrendas” -opfergrube- o “Depósitos especiales” (Cunliffe, 1992: 75), cuya representación en el con-junto del registro no es, al igual que sucedía con los anteriores, excesivamente amplia: 7 estaciones (Fig 1) y un total de 9 estructuras, en cuyos rellenos no sólo comparecen los típicos elementos materiales asociados a este ámbito, como los descritos líneas atrás, sino también otros elementos a priori más co-munes y por tanto no tan significativos como los anteriores, pero que conforme a patrones de deposi-ción concretos y a la asociación de determinados items, adquieren dicho carácter. Destaca en ese sen-tido, y estrechamente relacionado con lo que se ha venido en llamar “basura” deliberadamente conser-vada o curated rubbish (ibid: 76), diverso material cerámico y lítico (fragmentario o no), piezas delibe-radamente desechadas aun cuando no hayan conoci-do uso alguno, tal y como sucede como los 7 moli-nos barquiformes de procedencia alóctona hallados en un hoyo del yacimiento zamorano de “La Cas-cajera” (Marcos Contreras et al, 2000: 7); o las car-casas de determinadas especies animales entre los que destacan los cánidos, que comparecen de diver-sas maneras: completos y recostados sobre su lado derecho, tal y como se documenta en “Pozo Nuevo” y “Los Doce Cantos”, que en el caso del primero presenta las patas delanteras flexionadas, (Marcos Contreras et al, 2003: 51, lam I – 2; Pérez Rodrí-guez, 1989: 14); o bien parcialmente, donde el crá-neo asume entonces un protagonismo absoluto: es el caso de los ejemplares depositados en sendos ho-yos de “La Calderona” (Strato, 2000: 25 y 61), o el cráneo acompañado de algunos huesos largos de “Las Peñas” (Santiago Pardo, com. pers.). No obs-tante, los cánidos no son los únicos animales en po-seer una connotación simbólica. También puede ci-tarse como ejemplo los cuartos traseros de ternera (en conexión anatómica) hallados en una fosa de “Las Pozas” (Val Recio, 1992: 50) o los cráneos de suido del hoyo A2/AS de “Los Cercados”. Es pre-ciso destacar este último yacimiento por constituir uno de los ejemplos más representativos, dentro de su singularidad, de las pautas rituales de estas gen-tes y que puede constituir por derecho propio un re-ferente en el análisis de esta cuestión en tierras de la Cuenca Sedimentaria.

2. El hoyo A2/AS de “los Cercados”, un ejemplo de deposición ritual.

El yacimiento de “Los Cercados”, ubicado en la localidad vallisoletana de Mucientes (fig 1), es sin duda una de las estaciones del Calcolítico Precam-

paniforme más conocidas de todo el valle medio del Duero, en tanto, junto a “Las Pozas” (Val Recio, 1992) ha sido esencial para poner las bases de la caracterización tecnotipológica de las poblaciones que habitaron las tierras de la Cuenca Sedimentaria durante la primera Edad de los Metales.

Fig.: 1. Yacimientos del valle medio del Duero con hoyos de contenido simbólico-ritual. 1: “Las Pozas” (Casaseca de las Chanas); 2: “Las Peñas” (Villardondiego); 3: “Pozo Nuevo” (Tagarabuena); 4: “Los Cercados” (Mucientes); 5: “La Calderona” (La Cistérniga); 6: “Ladera de los Prados” (Aguasal); 7: “Los Doce Cantos” (Herrera de Pisuerga).

La intervención arqueológica del mismo no afectó a todo el yacimiento, sino únicamente a tres hoyos de época precampaniforme aparecidos a raíz de la construcción de un camino para la Concentra-ción Parcelaria, y seriamente amenazados por dicha obra (Herrán Martínez, 1986). De todos ellos desta-ca sobremanera el identificado como A2/AS, una fosa con perfil de cubeta, boca circular y unas di-mensiones de 85 cms de diámetro por 80 cms de profundidad, y en cuyo relleno se diferenciaron has-ta 11 niveles diferentes, de los cuales los dos prime-ros corresponden a una intrusión de época romana y medieval (tal y como lo atestiguaban los numerosos fragmentos de terra sigillata, vidrio, metal y cerá-mica medieval recuperados en ellos) que no debió afectar al resto del hoyo, puesto que en los otros ni-veles no se recuperó ni un solo elemento correspon-diente a estas dos etapas, y sí a la calcolítica pre-campaniforme, cuyos materiales proporcionaban un marcado carácter simbólico y ritual a la estructura

2.1. El ajuar litúrgico.Esa dotación ritual se compone de dos cerámi-

cas simbólicas incompletas con sendas representa-ciones esquemáticas de un rostro, - que han sido ob-jeto de un análisis particularizado (García Barrios, 2005)-; un vaso de morfología caliciforme que en-tendemos puede poseer varias asas exentas; un crá-neo de cánido; un pequeño pico en asta de cérvido con punta biselada; cuatro cráneos de suido de edad

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temprana y, sin que podamos aseverar su carácter antrópico, un pequeño objeto de aspecto zoomorfo elaborado en lo que parece arcilla cocida (fig 2). A todo este importante ajuar litúrgico debemos añadir la aparición de tres cráneos humanos, de género fe-menino, que dan un mayor interés, si cabe, a este testimonio.

Fig.: 2. Algunos elementos de cultura material recupera-dos en el interior de la fosa A2/AS. Arriba, en la segunda fila y empezando por la izquierda, el extraño objeto de for-ma zoomorfa.

Lo llamativo de todo este conjunto, más allá de su especial naturaleza y del volumen de materiales que comporta –verdaderamente excepcional si lo comparamos con otros casos de índole ritual dentro y fuera de la Submeseta Norte-, es la disposición del mismo en el relleno, que parece responder a un fenómeno de deposición diacrónica. De este modo, en la base de la estructura se encuentran los cráneos humanos conjuntamente con los de suido y el posi-ble zoomorfo (nivel 3I). Un poco más arriba se ha-llan, en sucesión, el vaso caliciforme y el cráneo de cánido(niveles 3F y 3H), mientras que rematando el hipotético uso ritual de la fosa se hallan las dos ce-rámicas simbólicas, localizadas en el nivel 3D.

Todo ello venía mezclado con un considerable volumen de evidencias compuestas por una ingente cantidad de fauna, industria lítica y fragmentos ce-rámicos (de estos últimos, constatamos un total de 8096 piezas entre galbos e inventariados); además de escorias, 2 crisoles (que no presentan, sin embar-go, rastro alguno de metal en su interior), varias piezas en asta de cérvido con signos evidentes de haber sido trabajadas - y relacionables directamen-te, por su aspecto, con el –por otro lado- magnífico equipo de tallador extraído del hoyo A3 (Delibes et al, 1995:57) -, así como numerosísimas pellas de barro. Llama poderosamente la atención, en rela-ción a este conjunto, la escasez de piezas óseas (apenas tres punzones); la destacable presencia de materiales cerámicos con decoraciones o elementos

sustentantes/de suspensión, que además son los úni-cos existentes en todo el repertorio de esta estación; y, por último, la presencia de cenizas en el nivel 3H, que aunque pueden estar relacionadas con un fenómeno de vertido, dada la peculiaridad del depó-sito hace especialmente sugerente la hipótesis de la existencia de fuego vinculado al ritual.

2.2. Ritos y restos humanos: los cráneos del hoyo A2/AS.

Más allá de la excepcionalidad del conjunto ma-terial recuperado en este hoyo, consideramos que uno de los elementos más llamativos de este reper-torio lo constituyen los cráneos humanos. Identifi-cados con las tres últimas cifras de su sigla (229, 230 y 231), se trata de unos ejemplares cuyo estado de conservación deja bastante que desear en dos sentidos: la parcialidad con la que fueron recupera-dos, y elevado nivel de fragmentación que presen-tan dos de ellos (230 y 231). Ninguno conservaba el esplecnocráneo, si bien la presencia aislada de un fragmento de maxilar puede ponerse en relación con uno de ellos por las características morfométri-cas que presenta. De igual modo, salvo 229, que conserva íntegra la caja craneal, los demás ejempla-res aparecieron incompletos en una parte sustancial, ya no sólo por la ausencia de la base del cráneo (elemento éste que es común a todos), sino también en lo que se refiere al neurocráneo. En este aspec-to, es 230 el peor parado ya que sólo proporcionó la mitad posterior, si bien documentando un elemento muy significativo ausente en los demás: el foramen magnum.

Dichos restos corresponden a tres individuos de género femenino, con edades comprendidas entre los 35 y los 50 años. Dentro, por tanto, del segmen-to de los denominados adultos medios. Su interés desde el punto de vista investigador radica en una serie de aspectos que los singularizan notablemente dentro de la escasa muestra de vestigios humanos hallados en este territorio. De entre ellos destaca sobremanera la existencia, en todos los cráneos, de claros traumatismos por impacto localizados siem-pre en la parte posterior: en 229, en la zona parietal derecha; en 230 en el lateral izquierdo de la escama occipital, y en 231 en el parietal izquierdo. Es des-tacable este patrón de localización, pues evidencia que estos individuos recibieron el golpe por la es-palda y con una posición del agresor distinta en cada caso. De la morfología de las heridas se colige también que el instrumento empleado para agredir tuvo que ser distinto en cada caso. Al menos en dos de los cráneos, los correspondientes a 229 y 230, se utilizó un objeto punzante, si bien de naturaleza distinta: en 229, el desarrollo longitudinal de la le-sión, con una gradación en la profundidad de la misma y la existencia de un único punto de perfora-ción en el sector medial, nos sugiere la imagen de

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un instrumento aguzado y con filo, similar a un cu-chillo o una punta de flecha. En 230, por el contra-rio, la sección triangular de la lesión, muy regular (todos sus lados son iguales), indica el uso de una herramienta de muy escaso grosor, pero con un ex-tremo en punta suficientemente aguzada como para penetrar en la gruesa pared ósea de ese sector. (¿Quizas un punzón o una lezna?).

Por su parte, en 231, el cráneo revela un hundi-miento doble de perfiles irregulares que desplazó la pared de hueso pero sin llegar perforarla. En este caso, la interpretación más razonable para una le-sión de estas características es la de un objeto grue-so, sin filos ni puntas, pero sí con una morfología irregular en el que destacaran dos protuberancias, que son las responsables de esa morfología: un ob-jeto contundente como una rama, una piedra o cual-quier otro objeto similar.

A pesar de que visualmente estas heridas apa-rentan ser de escasa importancia por su reducido ta-maño, lo cierto es que desde un punto de vista mé-dico son potencialmente letales atendiendo a los procesos que desencadenan: el desplazamiento (o estallido, como es el caso de 229) de masa ósea provocado por el impacto, inevitablemente seccio-naría algunas de las numerosas ramas de la arteria meníngea media que recorre esta zona, provocando una cuantiosa hemorragia interna y un hematoma extradural. Ambos factores son fatales por sí mis-mos sin la aplicación de los cuidados necesarios; pero si le añadimos además el evidente riesgo de in-fección por meningitis en una época en que la profi-laxis por antibióticos es inexistente, nos encontra-mos entonces con unas muy elevadas posibilidades de mortalidad.

Otro elemento destacable en referencia a estos traumatismos, es la clara evidencia de que los crá-neos 229 y 231 no existió regeneración osteocítica, mientras que en 230, aunque sí se produjo, esta fue tan reducida que no puede atribuirse más que a la escasa supervivencia del individuo tras el trauma, que fallecería sin duda a los pocos días. La identifi-cación de las circunstancias en las que se produje-ron las lesiones no resulta, empero, sencilla. Es evi-dente que éstas se hicieron por la espalda y en un sector latero – inferior de la cabeza, que presupone una virtual indefensión de las víctimas. Así las co-sas, cabe plantearse entonces si en los dos primeros casos estos golpes fueron infligidos en vida de los individuos (siendo entonces causa directa del dece-so), o bien fueron efectuados post mortem. Lamen-tablemente, no estamos en condiciones de decantar-nos por una u otra posibilidad al carecer de datos concluyentes al respecto. La presencia de regenera-ción en 230 puede, en este sentido, ser un indicativo al servirnos de criterio válido para proponer la hi-

pótesis de que todas estas personas sufrieron estos golpes en vida, y que, a consecuencia de ellos, dos de las víctimas fallecerían rápidamente (de manera inmediata o a las pocas horas), mientras que la ter-cera, correspondiente a este último ejemplar men-cionado, conseguiría sobrevivir lo suficiente como para permitir una tímida regeneración de los tejidos dañados, pero sin llegar a culminar en curación.

De igual manera, no estamos en disposición de precisar si estos cráneos fueron depositados en la fosa A2/AS de “Los Cercados” en el momento de la muerte (para lo cual hubiera sido necesaria una se-paración traumática de los cráneos respecto a sus respectivos troncos), o bien el deceso tuvo lugar en un momento anterior a la deposición. En este orden de cosas, pueden resultar significativas la alta frag-mentación de los restos, que podría explicarse por la esqueletización previa de los cráneos mucho an-tes de su colocación en el interior de la fosa, acele-rando de este modo una degradación que, aunque generalizada, es especialmente intensa en 230; y en segundo lugar, la presencia/ausencia de huellas de decapitación. Sólo 230 presenta el foramen mag-num parcialmente conservado, y en ningún caso manifiesta la presencia de señales características de una acción de este tipo. No obstante, conviene ser precavidos respecto a las conclusiones que de ello se infieren: el corte y separación de la cabeza po-dría haberse efectuado no en la base del cráneo (en donde afectaría al foramen), sino en el propio cue-llo, lo que explicaría la ausencia de las típicas mar-cas de corte. La ausencia de vértebras cervicales que pudieran haber confirmado en este extremo, nos obliga, por tanto, a situar tales afirmaciones como meras conjeturas.

Todas estas evidencias, en definitiva, nos indi-can un contexto no funerario en el que lo simbólico cobra especial importancia. Las razones que lo jus-tifican radican fundamentalmente en las sustancia-les diferencias existentes en los patrones de deposi-ción y características formales de este depósito res-pecto de los contextos funéreos habitualmente do-cumentados en estas tierras; donde suele producirse la inhumación del individuo completo, por más que a posteriori puedan producirse procesos de reduc-ción o de degradación (por factores postdeposicio-nales) que alteren sustancialmente la integridad del cadáver.

Así las cosas, cabe especular, en primer lugar, con las diversas posibilidades interpretativas que expliquen la presencia de cráneos con traumatismos en el interior de la fosa de “Los Cercados”, y que podemos resumir en las siguientes:

1. Accidente/Homicidio.2. Ejecución.3. Sacrificio ritual.

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4. Actos simbólicos con cadáveres.

No estamos en disposición, con los datos dispo-nibles, de argumentar sólidamente ninguna de las teorías. De hecho, pudiera ser que actos como los tres primeros fueran el primer acto de una compleja liturgia que desembocaría en el depósito de estos restos en el interior del hoyo; pero, cualesquiera que fuera la realidad que enmarcó las lesiones y la muerte de estos individuos, lo que sí es indudable-mente cierto es que los moradores de “Los Cerca-dos” dieron a estos cráneos un significado esencial-mente simbólico, a través de su ubicación en un contexto específico como es la fosa, en donde cons-tituyen una pieza más (¿acaso la más importante?) dentro de un ajuar litúrgico mucho más complejo y diversificado.

3. Algunas reflexiones sobre el mundo sim-bólico y la liturgia de los primeros metalur-gos centromeseteños.

Notoriamente más complicada que la identifica-ción en el registro de elementos o estructuras carga-dos de connotaciones simbólico – rituales, es deter-minar la finalidad que estas gentes de la Primera Metalurgia pretendían alcanzar con éstos. La ina-prensibilidad de un ámbito como éste dificulta enormemente la labor del investigador que ante la parquedad de las evidencias se ve forzado a mover-se en el ámbito de la especulación teórica.

Un buen ejemplo de ello lo tenemos en el caso de los animales “simbólicos” como los reseñados en páginas anteriores. A través de su deposición inten-cionada en el interior de hoyos, los moradores de los poblados calcolíticos intentaron codificar un mensaje cuya traducción en la contemporaneidad pasa, inevitablemente, por intentar aproximarse al papel de los mismos en la cosmogonía de estas gen-tes; pues, como acertadamente se ha señalado, di-chos animales expresarían “poderes, virtudes o cualidades individuales o patriminiales..” (Consue-gra Cano, 1990: 253), en tanto en cuanto actúan no sólo como elementos económica y subsistencial-mente imprescindibles, sino también como “mani-festaciones de lo sagrado en forma de epifanías, como objetos de culto, como origen de vínculos de parentesco, como compañeros de trabajo, como enemigos o en cualquier otra forma, idea o con-cepción religiosa, filosófica o científica..” (ibid), lo que les concede una importancia especial dentro de los esquemas mentales y rituales del poblado, y les hace, consecuentemente, elementos necesariamente a incluir en las actividades y espacios litúrgicos.

A partir de ahí, podemos aventurar el significa-do particular de las especies implicadas: en el caso del perro, muy frecuente por otro lado en este tipo de contextos como demuestran numerosos ejemplos documentados en la Península (López Covacho et

al, 1996; Asquerino Fernández, 1979; Fernández Gómez y Oliva Alonso, 1986; Lizcano et al, 1992), su papel como protector de gentes, cosechas y reba-ños, auxiliar en la caza, propiciador de ritos funda-cionales o de consolidación, o su vinculación mito-lógica con elementos del ciclo de la vida y la fertili-dad, como la luna, el grano o el árbol de la vida ( ibid: 36; Gimbutas, 1991: 197), justifica plenamen-te su presencia. Los suidos, por su parte, por su fa-cilidad para reproducirse, su potencial capacidad carroñera –caso sobre todo de los jabalíes-, y su asociación a restos humanos, asumirían un singular papel relativo a la fertilidad y a un nexo simbólico entre lo genésico y el más allá (Valiente Malla, 1992: 234 y 235; Gimbutas, 1989: 195 y 1991: 244). Por último, los bóvidos (presentes en “Las Pozas”), por su enorme valor en tanto que fuente no sólo de carne, sino también de los preciados re-cursos secundarios, sin duda constituirían un ele-mento votivo de primer orden, sugiriendo algunos autores un valor profiláctico en la prevención ritual de enfermedades veterinarias ((Lizcano et al, 1992: 81).

Parece lógico, en definitiva, que el sentido ritual que se intenta dar a los animales calificados como simbólicos sea eminentemente propiciatorio. Sacri-ficando perros, vacas o cerdos quizás se busca im-petrar el mayor éxito posible en las plusvalías (co-sechas, ganado) de las que depende directamente la supervivencia y el bienestar de la comunidad. No es de extrañar, por tanto, que se escojan animales especialmente representativos en campos como la protección, la abundancia o la fertilidad; o que, en todo caso, constituyan una fuente fundamental de recursos y por tanto un elemento de enorme valor (como los bóvidos). Eso no excluye, por supuesto, otras valoraciones adicionales como la ya mencio-nada conexión con otras esferas de la existencia (mundo de ultratumba), o la protección frente a fuerzas malignas que pudieran afectar a los morado-res de los asentamientos y sus bienes más precia-dos.

En relación a todo ello, la importancia y singu-laridad de “Los Cercados” reside en el hecho de que a través del volumen y calidad de evidencias recuperadas en el interior de la Fosa A2/AS, dispo-nemos de un documento verdaderamente excepcio-nal a la hora de plantear una aproximación al mun-do de lo litúrgico en la Edad del Cobre del valle medio del Duero. A diferencia de los otros testimo-nios reseñados, “Los Cercados” condensa en un sólo caso, a modo de palimpsesto, todos los ele-mentos que de forma individualizada se conocen en el resto de yacimientos, lo que ofrece al investiga-dor una imagen mucho más rica y compleja de lo ri-tual a través de la cual extraer interesantes conclu-siones.

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En primer lugar, cabe destacar la estrecha aso-ciación que parece establecerse entre el mundo de lo simbólico y una estructura tan común como el hoyo, cuyo relleno es, precisamente, el principal de-positario de las evidencias arqueológicas que en torno a este aspecto han sido documentadas en el Duero medio. Dicha vinculación creemos que esta-ría relacionada con esa estrecha interconexión que se produciría entre lo cotidiano –donde el hoyo jue-ga un papel clave por su funcionalidad- y lo tras-cendente en un período como el que nos ocupa, y a la que aludíamos al comienzo de estas páginas. Y quizás en esa misma cuestión pueda estar la razón por la cual no hallamos detectado, en el registro centromeseteño, patrón morfológico alguno que in-dique la especial predisposición de determinada fosa a un uso ritual. Antes bien, todos los casos exa-minados, incluyendo a “Los Cercados”, no se dife-rencian lo más mínimo en el aspecto formal respec-to de sus homólogos estrictamente “funcionales”.

En segundo, es necesario destacar la enorme im-portancia del contexto como generador del valor simbólico - ritual del registro arqueológico. Más allá de los aspectos formales y estéticos de determi-nados elementos, que poseen esta consideración (p.e., los cráneos humanos, la cerámica simbólica, los ídolos), parece claro que estas gentes trataron de ser trascendentes a partir, en buena medida, de ele-mentos de su cotidianeidad, como ciertos animales o la cultura material; dando pleno sentido a lo que tan acertadamente Cunliffe denominaba “Depósitos Especiales” (1992: 75).

Esta sacralización de lo cotidiano tiene mucho que ver con la manera en que son depositados los materiales, y que hoyos como el A2/AS de “Los Cercados” ejemplifican perfectamente. Dicha dis-posición revela la existencia de una secuenciación protocolizada de actos formales, lo que, por otro lado, vendría a coincidir plenamente con el concep-to de lo ritual (Rappaport 2001: 56).

Partiendo de todo ello ¿Cómo puede interpretar-se la fosa ritual de “Los Cercados” y los elementos en ella contenidos?. A la vista de lo observado, la clave de las acciones desarrolladas en torno a esta fosa radicaría en los cráneos femeninos. En este sentido, y a la vista de las lesiones, creemos viable la hipótesis que propone la idea de un ritual cruento que tuvo como protagonista a las tres mujeres. Pero, en relación a ello, ¿qué finalidad perseguiría semejante acto?. Podemos encontrar algunos indi-cios si partimos de la contextualización territorial de este enclave, de la valoración y la percepción del papel de la mujer en estas etapas de la Prehistoria Reciente o de la interpretación que las occisiones rituales pueden tener en contextos como el estudia-do.

En términos generales, puede señalarse el carác-ter dependiente de la mujer en estadios primitivos como el que nos ocupa, y ello pese a que no existe impedimento físico alguno que la impida, en igual-dad de condiciones respecto al hombre, desarrollar labores propias de la época (Sanahuja Yll, 2002: 63); o que en algún determinado momento o lugar, pudiera haber logrado detentar poder político o es-piritual (Díaz Andreu, 2005:37). La realidad mues-tra cómo, en términos históricos, la pertenencia a este género ha implicado no sólo carecer de poder sino también de aspiraciones a conseguirlo, lo que supone una dependencia respecto de una autoridad a la que se teme y a la que incluso no se puede cuestionar (Hernando, 2000: 40). En la raíz de esta situación se hallaría el indisoluble vínculo que pare-ce establecerse entre lo femenino y el espacio, que es utilizado como un elemento de ordenación de la realidad por parte del grupo, que suprime de este modo el individualismo de la mujer, y su capacidad de controlar las condiciones materiales de su exis-tencia (ibid: 33). Por otro lado, debemos considerar también el papel trascendental que ejerce lo femí-neo en la cosmogonía de estos grupos, por ser el re-ceptáculo primordial de las fuerzas genésicas que otorgan continuidad a la existencia de los mismos. No en vano, femenina es la naturaleza del concepto de la “Diosa Madre”, muy característica de estas fa-ses de la Prehistoria Reciente (Bosch Argilagos y Estrada Martín, 1994; Gimbutas, 1989; Gonçalves, 2003), que abarca en su simbolismo una sorpren-dente variedad de facetas de carácter socio – reli-gioso que afectan a los aspectos más importantes de la existencia humana: Fertilidad, Abundancia, Pros-peridad, Regeneración, Vida e, incluso, Muerte (Gimbutas, 1989: 316 – 317).

Vinculado con ese componente espacial de la mujer debemos inscribir el contexto territorial de “Los Cercados”, un área que aunque desde el punto de vista agroforestal no destaque especialmente (dentro de la idoneidad de la zona para los cultivos y el aprovechamiento de los inmediatos montes To-rozos); si que es notablemente pródiga en un recur-so de enorme valor para estas poblaciones y que en el resto del valle medio del Duero se muestra prác-ticamente ausente: el sílex. De esta circunstancia se-rían indudablemente conscientes los moradores del poblado, que no sólo habrían explotado intensiva-mente esta materia prima para la fabricación de su utillaje lítico; sino que también habrían convertido a este enclave en un asentamiento de referencia en todo este territorio, por ser de él desde donde se abastecerían (a través de una activa red de inter-cambios) las demandas que de estos materiales se tendrían en otros emplazamientos del Duero medio. En este sentido, podríamos decir que los habitantes de “Los Cercados” serían gentes “afortunadas”, no

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197EL MUNDO RITUAL EN LA PREHISTORIA RECIENTE: UNA REFLEXIÓN A PROPÓSITO DEL CASO DE “LOS...

sólo por habitar una zona que les proporciona re-cursos suficientes con los que subsistir; sino tam-bién por que alberga una fuente de riqueza (el sílex) que no poseen ninguno de los poblados del entorno.

A partir de aquí la explicación de la occisión de-liberada de las mujeres puede explicarse en base a dos hipótesis:

Ritual propiciatorio . Aprovechando los va-lores simbólicos de fertilidad, vida, regene-ración, etc que evoca lo femenino, con el sacrificio la comunidad procuraría no sólo agradecer la suerte de habitar en un entorno tan privilegiado, sino también asegurarse de que tales dones no disminuyeran -aseguran-do, por ejemplo, el éxito agrícola (Brown, 1993)- o desaparecieran.

Ritual expiatorio : con ello, el grupo trataría de enmendar simbólicamente aquellas ac-ciones que hubieran dado como resultado un hecho negativo en relación con los recur-sos y el entorno en el que viven. En el caso concreto de “Los Cercados” (aunque podría hacerse extensivo al resto del Duero medio), dicha explicación ha de ponerse en relación con lo detectado en la secuencia polínica del cercano yacimiento (apenas 15 kms de distancia), también calcolítico, de “Casetón de la Era” (G. Delibes, com. pers.), que revela la existencia de una pro-gresiva degradación del ecosistema de la zona, en la medida en que se produce, a lo largo del Calcolítico, la transición de un pe-ríodo de mayor humedad a otro de mayor aridez. Esto, en el entorno en el que vivie-ron los moradores de “Los Cercados”, po-dría haber puesto en entredicho la viabili-dad del poblado, al afectar dicha sequía a los recursos agroforestales de los cuales de-pende la comunidad para su supervivencia. Ante tal hecho, y en prevención de ello, el sacrificio ritual de las mujeres se habría efectuado con el fin señalado.

La sacralización de un hecho violento como el observado en los cráneos de la fosa A2/ AS, en la medida en que existe una clara similitud en los pa-trones que rigen las lesiones detactadas que eviden-cian una codificación del mensaje transmitido, su-giere también el que ésta sea una acción socialmen-te sancionada por la comunidad. En este sentido, no sería extraño el que a través del ritual efectuado en esta estructura se persiguiera no sólo unos fines propiciatorios o expiatorios, sino también la cohe-sión social del grupo en aras de su supervivencia y de movilizar una fuerza de trabajo esencial para lle-var a cabo las labores necesarias para el éxito del asentamiento. En cualquier caso, lo que pone de re-

lieve la complejidad de abordar cuestiones de seme-jante calado es la necesidad insoslayable de incre-mentar la entidad del registro a fin de poder abordar con las necesarias condiciones el estudio de una in-teresante faceta de la vida en la Prehistroria Recien-te.

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CERÂMICA DE ORNATOS BRUNIDOS DO BRONZE FINAL. EM BUSCA DO PROCESSO DE PRODUÇÃO. ESTUDO PRELIMINAR DE UM CONJUNTO

PROVENIENTE DO CASTELO DE ARRAIOLOS (ÉVORA, ALENTEJO)

Ana Bica OsórioUniversidade de Coimbra; e-mail

RESUMEN

En este trabajo se presenta un proyecto de investigación sobre el proceso de producción de la cerámi-ca con decoración bruñida del Bronce Final, frecuente en contextos del Suroeste Peninsular. Se discute el concepto de cerámica con decoración bruñida; se presentan y discuten los principales objetivos y la metodo-logía analítica a emplear. Al final, se caracterizan brevemente algunos aspectos observados en cerámicas de esto tipo provenientes de excavaciones en el Castelo de Arraiolos (Évora, Alentejo)

ABSTRACT

This article presents a research project on the production process of pattern burnished pottery, com-monly found at Late Bronze Age contexts in the Southwest of the Iberian Peninsula. The concept of pattern burnished pottery is discussed as well as the main objectives and analytical methodology chosen. Finally, there is a short presentation of some simple aspects observed in pottery of this type from the Castelo de Ar-raiolos (Èvora, Alentejo).

Palabras Clave: Cerámica de decoración bruñida. Producción. Bronce Final. Suroeste Peninsular.

Keywords: Pattern burnished pottery. Production process. Late Bronze Age. Iberian Peninsula Southwest

1.Nomes e conceitos. A categorização da diversidade.

As cerâmicas que hoje classificamos como de “ornatos brunidos” ou “decoração brunida” foram inicialmente identificadas no território Português por Cunha Serrão, em materiais recolhidos no sítio da Lapa do Fumo. Na altura, ao escrever sobre esse grupo (1959), denominou-as de “cerâmicas com or-natos a cores”. Mais tarde porém, propôs a alte-ração do nome para “cerâmicas com ornatos bruni-dos”, alegando ser essa a “nomenclatura que se fun-damenta na característica que mais se evidencia” (Serrão, 1970, 10). O nome permaneceu, surgindo entretanto um outro: “cerâmica com decoração bru-nida”, que tem sido usado em alternância.

Também em Espanha ocorreu um fenómeno idêntico. Embora em 1955 Zambotti, seguido por Bonsor e Drop apelidassem um grupo de cerâmicas semelhantes a estas de “esgrafiadas” (in Roa, 1977), foi o nome “cerámica de retícula bruñida” que pervaleceu, entre os conjuntos exumados em vários locais das regiões de Huelva e do Baixo Guadalquivir (Gomez Moreno in Roa, 1977, 343). A nomenclatura justificava-se no facto de os moti-vos decorativos consistirem essencialmente em padrões de redes, ou reticulados. No entanto, o au-mento de achados revelou uma diversidade de moti-vos mais ampla, o que levou Carmén Roa a propôr

a alteração da nomenclatura para “cerâmicas de de-coração brunida”(Roa, 1977, 343).

Em ambos os casos, o primeiro impacto visual identificado na classificação, causado pela peculia-ridade da coloração bicroma, ou pelo motivo deco-rativo mais evidente, diluiu-se em contacto com a diversidade. Foi então a técnica decorativa que as-sumiu o papel de critério definidor e, sobretudo, unificador de uma “família” de objectos em que se evidenciavam semelhanças. A construção do con-ceito surge assim como algo dinâmico, que se vai progressivemente adaptando às realidades encontra-das.

Estas cerâmicas encontram-se associadas a es-truturas e materiais atribuídos ao Bronze Final (em-bora inicialmente se tenha considerado a I Idade do Ferro e existam algumas discrepâncias nas datações por C14, de diferentes regiões, o que tem mantido a discussão em aberto); apresentam características morfológicas variadas mas consistentes com esse período histórico; e surgem concentradas numa àrea preferencial, o Sudoeste Peninsular. Ou seja, sob a capa da “técnica” decorativa usada exprime-se a in-terligação de um amplo conjunto de atributos, uns comuns a todo o tipo, outros definidores de subti-pos; discutindo-se em que medida exprimirão traços culturais dos povos deste período, sejam estes de génese autóctone (Macias, 1992; Bubner, 1996; Sil-

I Jornadas de Jóvenes en Investigación Arqueológica: Dialogando con la Cultura Material. UCM, 3-5 de septiembre de 2008.

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va & Rangel, 2005) ou propiciada por contactos ex-ternos (Schubart, 1971; Roa, 1977; Gamito, 1990-92; Gutiérres, 1997).

O brunimento de superfícies cerâmicas e a sua aplicação decorativa remontam ao V milénio, na re-gião do Crescente Fértil. Posteriormente, evidencia-se em diversas culturas e cronologias de vários pon-tos da Europa (Roa, 1977). Na Peninsula Ibérica é frequente encontrar superfícies brunidas no Neolíti-co e Calcolítico. No entanto, até ao Bronze Final, o uso do brunimento na decoração é mais raro, embo-ra não fosse uma completa novidade, uma vez que se identificou em motivos de “folha de abeto” do Calcolítico, associados a níveis de importação (Schubart, 1971, 171).

Na prática, o brunimento consiste no polimento intenso dos recipientes cerâmicos, com a pasta seca, antes da cozedura, executado com objecto rombo, até à obtenção de um brilho evidente, muitas vezes definido como “metálico”. Técnicamente, produz-se uma compressão e orientação das partículas argi-losas lamelares na mesma direcção da superfície, o que cria uma superfície muito plana, que diminui a porosidade superficial e permite a reflexão da luz. Assim, tem-se proposto que possa ter tido como ob-jectivos, por um lado a imitação de superfícies me-tálicas e por outro a tentativa de impermeabilizar o recipiente.

Enquanto técnica decorativa o processo é idênti-co. Podem ter-se usado objectos mais pontiagudos, embora rombos, para desenhar os motivos sobre áreas não brunidas ou não tão intensamente bruni-das, criando contrastes de cor e brilho. Neste caso porém, não se pode sugerir que se pretendesse au-mentar a impermeabilização, pelo que a função vi-sual se sobrepõe à de motivação prática.

1.1.Características comuns.As cerâmicas “de ornatos/decoração brunida”,

tal como as definiram Serrão (1971) e Roa (1977), entre outros, caracterízam-se por apresentarem mo-tivos decorativos predominantemente geométricos, baseados na conjugação de segmentos de recta em linhas e faixas mais ou menos largas. Não obstante, pontualmente têm-se identificado possíveis motivos figurativos, zoomórficos (Silva & Berrocal-Rangel, 2005) ou vegetalistas, baseados em linhas curvilíne-as (comunicação apresentada no SIDEREUM ANA II por Soares, M. de Deus, A. S. Antunes etc., 2008).

A decoração surge em superfícies polidas, bru-nidas ou sobre algum tipo de engobe mate (Serrão, 1970), em recipientes com uma panóplia de formas variada, comum no período em questão (taças care-nadas, perfis com ombro, taças em calote etc). Mui-tas destas formas têm uma cronologia prolongada

no tempo, que pode anteceder ou manter-se para além do Bronze Final.

Em relação a outras manifestações da cultura material, note-se que fragmentos deste tipo surgem com frequência estratigraficamente associados a ou-tros tipos decorativos especificos, como as cerâmi-cas pintadas a vermelho, as cerâmicas de boquique etc. No entanto, pela sua frequência, a cerâmica de ornatos brunidos mostrou ser o tipo decorado mais característico do Bronze Final, constituindo-se num indicador cronológico importante para esse mesmo período (Bubner, 1996; Soares, 2005; Silva & Ran-gel, 2005).

Apesar da diversidade morfológica e estilística prontamente reconhecidas desde o início, tanto as primeiras definições do tipo como as posteriores in-sistem num determinado grau de uniformidade téc-nica, evidente macroscopicamente por comparação relativamente aos períodos anteriores (Bronze Ini-cial, Pleno) e posteriores (I Idade do Ferro). Esta uniformidade técnica estaria patente na depuração das pastas e nas suas colorações entre o negro e o castanho-escuro (Soares, 2005; Silva & Berrocal-Rangel Rangel, 2005). Outro aspecto comum da manufactura seria a ausência do uso do torno rápi-do, indicando uma produção manual (Serrão, 1970, Vilaça, 1995; Soares, 2005). No entanto também se tem levantado a possibilidade do fabrico casual com recurso a molde (Roa, 1977).

1.2. A diversidade e as suas expressões regio-nais.

Com o avançar dos estudos morfológicos e esti-lísticos, identificaram-se varias particularidades re-gionais no próprio sudoeste, quer a nível dos moti-vos decorativos, quer das formas e do local onde são aplicados, quer do conjunto de tipos morfológi-cos que as acompanham. O principal critério de dis-tinção tem sido a predominância de tipos formais diferentes e a localização da decoração, no interior, no exterior ou em ambas as superfícies dos reci-pientes. Assim, distinguiram-se então duas áreas nucleares com diferenças marcadas:

• A área de Huelva e Guadalquivir, no sudoeste espanhol, cuja decoração é aplicada sobretudo no interior de for-mas abertas (Roa, 1977).

• A área de Lisboa-Setúbal (tipos “Lapa do Fumo” e “Alpiarça”) no Ocidente Português, onde a decoração surge tan-to em formas abertas como fechadas, predominando a decoração no exterior (Serrão, 1971).

Mais recentemente confirmou-se ainda uma ter-ceira área, já proposta por Schubart em 1971, de transição entre as outras duas, apresentando estilos

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mistos, com características regionais específicas:

• As regiões da Beira Baixa, Alentejo, Extremadura Espanhola e Algarve, onde a decoração surge tanto em for-mas abertas como em fechadas, no in-terior, no exterior, ou simultâneamente em ambas as superfícies. (Schubart, 1971; Soares, 2000, Silva & Berrocal-Rangel-Rangel, 2005, Vilaça, 1995).

Acrescente-se ainda que, mesmo nas duas áreas ditas nucleares, não parece haver uma completa uniformidade, quer a nivel formal quer de motivos decorativos. Enquanto autores como Roa distin-guem claramente as cerâmicas da área de Huelva das do Guadalquivir, morfológica, estilisticamente e mesmo a nível dos fabricos (Roa, 1977). Serrão (1970) e Bubner (1996) afirmam também as dife-renças dos tipos “Lapa do Fumo” e “Alpiarça”, marcadas entre outros aspectos pelas zonas decora-das nos recipentes (faixas no bordo ou ocupando toda a superfície), ou pelo próprio tipo de bruni-mento, que no primeiro caso cria faixas homogéne-as e no segundo surge em sulcos irregulares. Não se exclui ainda que, com o avanço das investi-gações, este panorama de diversidade possa ser en-riquecido com novos dados.

1.3. O Castelo de Arraiolos como estudo de caso inicial.

No ambito do projecto de Investigação e Reabi-litação do Castelo de Arraiolos, promovido pela Câmara Municipal da localidade, a empresa Arka-ios procedeu em 2005 à escavação de algumas son-dagens no monumento (Sousa, 2005). Desses tra-balhos resultou a identificação de estratos atribuí-veis ao Bronze Final, concentrados sobretudo na sondagem implantada no interior da Praça de Ar-mas. Nesse local identificaram-se também duas es-truturas de combustão geminadas e, entre outros materiais, um bom conjunto de cerâmicas de orna-tos brunidos (Soares, 2005).

A intenção de se dar continuidade ao projecto de investigação do local, a grande quantidade de cerâmicas de ornatos brunidos exumadas, e a sua disponibilidade imediata para estudo, tornaram-no num local apelativo para ser a base do projecto aqui apresentado.

Os materiais escavados permitem abordar, si-multânea e comparativamente, um conjunto quanti-tativamente significativo de cerâmicas decoradas com ornatos brunidos e cerâmicas comuns não de-coradas, de modo a avaliar se umas e outras se dife-renciam quanto a técnicas produtivas.

No entanto, no projecto que aqui se apresenta, não se pretende que o estudo se centre apenas neste sítio, encarado como caso de estudo inicial, e pro-

ceder-se-à também à análise de cerâmicas com este tipo de decoração provenientes de outros sitios ar-queológicos atribuídos ao Bronze Final do sudoeste peninsular: nomeadamente da Moreirinha (Beira Baixa), Concejilles (Estremadura Espanhola), e Ou-teiro do Circo (Alentejo).

2. Métodos e técnicas procuram técnicas e métodos.2.1. Objectivos de um estudo alargado.

A afirmação de que existe uma uniformidade técnica subjacente ao conjunto cerâmico do Bronze Final decorado com ornatos brunidos é um dos cri-térios mais importantes para a sua classificação en-quanto “família”. No entanto, este é ainda um tema a que se tem dedicado significativamente menos atenção do que à classificação morfo-estilística, sa-bendo-se muito pouco das circustâncias da sua pro-dução (Vilaça, 1995).

Este projecto de investigação visa abordar a ca-deia operativa do processo de produção (desde as matérias primas, passando pela elaboração dos reci-pientes, até à sua dispersão/troca/uso) de modo a poder consubstanciar semelhanças e discernir possí-veis diferenças.

Um dos objectivos é contribuir para a determi-nação se as fontes de matéria-prima terão sido lo-cais ou não. Neste ambito, há três hipóteses que se pretendem testar: a clarificação do carácter de pro-dução autóctone peninsular que lhe tem sido atri-buída; a possibilidade da existência de um ou mais centros preferenciais de recolha de matéria-prima à escala regional; a possibilidade de a recolha de ma-téria-prima ter sido feita à escala microrregional tendo os habitats como focos de captação.

A obtenção de matéria-prima é, no entanto, ape-nas um aspecto da cadeia produtiva. Os artefactos, mesmo se feitos com matérias-primas de distintas proveniências, podem partilhar de processos produ-tivos semelhantes, eminentemente culturais e rela-cionados com um saber-fazer comum, o que expli-caria as semelhanças que entre eles se observam. Pretende-se então avaliar aspectos como as técnicas de manufactura, os tratamentos de superfície e a co-zedura. De modo a atingir os objectivos enunciados traçou-se uma metodologia baseada na conjugação de diversos tipos de análises arqueométricas: mine-ralógicas e elementares/composicionais, combina-das com abordagens macro- e microscópicas para avaliação da estrutura.

2.2. A Arqueometria no estudo de cerâmicas arqueológicas.

O interesse pontual pelo estudo fisico e químico de materiais arqueológicos pode encontrar-se desde meados do séc. XIX. É na 2ª metade do séc. XX, nos anos subsequentes ao pós II Grande Guerra que

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se propiciará o verdadeiro interesse pelo estudo de materiais arqueológicos através das novas técnicas entretanto desenvolvidas. Em 1949 W. Libby de-senvolvera a datação por radiocarbono e nas déca-das seguintes aplicam-se técnicas de OES (Optical Emission Spectroscopy) e NAA (Neutron Activa-tion Analysis) ao estudo de metais, e à determi-nação da origem de cerâmicas. Em 1950, para en-quadrar este estudos, Cristopher Hawkes cria o ter-mo “Arqueometria” (Pollard & Heron, 1996).

Nos anos 60 a New Archaeology dá novo ânimo teórico à disciplina, advogando que a arqueologia não se deve limitar à descrição dos achados, pois estes encerram a potencialidade de interpretação e explicação das actividades humanas do passado. Na arqueometria, o estudo do comércio e trocas pré-históricas rejuvenesce com a análise, por diversas técnicas, de líticos, cerâmicas, vidros e metais. A par disso, desde os anos 70/80, com o desenvolvi-mento da informatica assiste-se à aplicação genera-lizada de estudos estatísticos às séries de dados re-colhidos.

Com os anos 80, a etnoarqueologia e arqueolo-gia experimental desenvolvem-se e o Pós Proce-sualismo virá chamar a atenção para o papel simbó-lico e ideológico da cultura material e para o relati-vismo e subjectividade da interpretação dos dados ciêntíficos (Pollard &Heron, 1996). Assim, ao mes-mo tempo que se estabelece um conjunto de técni-cas e procedimentos analíticos comumente aceites (podem encontrar-se sistematizadas em compêndios como os de Rye, 1981; Rice, 1987; Pollard &He-ron, 1996; Freestone & Gaimster, 1997, etc.), re-si-tua-se o cerne metodológico na estipulação de questões concretas, por oposição à criação de séries de dados sistemáticas.

Além disso, ganha-se consciência de que os ob-jectos produzidos e os encontrados não são neces-sáriamente a mesma coisa, percebendo-se a impor-tancia de discernir, no objecto, aquilo que é “arte-facto” (produzido pelo homem) daquilo que é “eco-facto” (produto de alterações mineralógicas, com-posicionais, causadas pela eventual degradação e contaminação) (Vandiver, 2001), pelo que a com-preensão do material original se torna um desafio considerável.

2.3. Discussão da metodologia adoptada.A evolução teórico-metodológica condiciona

não só a escolha das técnicas analíticas, disponíveis num leque cada vez mais vasto e minucioso, mas também a abordagem e expectativas face aos resul-tados. Assim, para responder às questões traçadas optou-se por uma abordagem integrada (Mommsen, 2004) baseada na observação a ampliações difren-tes e no recurso a algumas técnicas de estudo de materiais: observação macroscópica; DRX (Di-

fracção por raios X) e XRF (Fluorescência por ra-ios X).

Não existem ainda estudos sobre pastas cerâmi-cas deste tipo e período. Os estudos temporal e geo-gráficamente mais próximos são os de Rio et al. (2005) para o Bronze Inicial e Médio e os estudos de proveniência de cerâmicas comuns da transição entre o Bronze Final e a I Idade do Ferro da Quinta da Pedreira (Abrantes, Ribatejo) de J. Coroado et al. (2004). Face a esta parcimónia, propôs-se então estudar primeiro as colecções escavadas, perceber a sua homogeneidade ou heterogeneidade, identificar possiveis questões por elas levantadas e só poste-riormente, caso se justifique, proceder à complicada busca de possiveis barreiros.

Enquanto a DRX analisa a estrutura cristalina de fases e permite identificar os constituintes mineraló-gicos presentes, que se alteram com a temperatura de cozedura; a XRF (entre outras técnicas) identifi-ca a composição química elementar, com a particu-laridade de permitir a identificação de elementos re-siduais. Estes elementos residuais podem, por um lado ser característicos de determinadas regiões ou barreiros e, por outro, o estudo do seu teor permite uma abordagem estatística multivariada que tem sido comunmente usada na distinção entre pastas cerâmicas. As duas técnicas fornecem então infor-mações acerca de níveis distintos da organização do material, que são, no entanto, complementares e permitem por exemplo distinguir entre a base de ar-gila e os componentes não plásticos presentes.

No entanto, e como seria de esperar, o próprio processo de investigação tem levantado algumas questões e dificuldades, conduzindo à sua reformu-lação, ao surgimento de novas questões e à per-cepção de outras possibilidades analíticas. Inicial-mente a metodologia traçada pretendia apoiar-se em análises não destrutivas que combinassem a obser-vação dos fragmentos à lupa binocular com análises de DRX . Embora a maior parte dos estudos arque-ométricos recorra à difracção de pós, para objecti-vos mais concretos; pensou-se ser possivel usar a técnica de forma não destrutiva e detectar rápida-mente diferenças fasicas que pudessem ser aprofun-dadas mais tarde por este e outros métodos.

Porém, a aplicação da DRX levantou várias difi-culdades de interpretação apresentando resultados incoerentes. Estes poderiam dever-se não só à hete-rogeneidade do material cerâmico em estudo; mas também à combinação das características dos frag-mentos com as condições não destrutivas da análise (sofrendo influencias da curvatura dos fragmentos, ou da alteração e contaminação das superfícies). A impossibilidade de avaliar correctamente o motivo e real significado das inconsistências apercebidas levou à mudança metodológica. Decidiu-se abando-

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nar por ora este método analítico (embora não a técnica), concluindo-se que a DRX é afectada por demasiadas variáveis, para poder ser utilizada numa fase inicial de estudo. Além disso, a granulometria dos materiais poderá também introduzir impre-cisões na detecção de fases (Martín & George, 1998).

Em contrapartida, esta técnica, caso se filtrem e excluam os componentes de maior granulometria, permite obter informação relativa à cristalinidade versus fase vítrea, ou seja avaliar o grau de vitrifi-cação da matriz cozida. Com o aumento de tempe-ratura os constituintes da cerâmica terão perdido pelo menos boa parte da sua água estrutural e sofre-ram alterações fásicas que se julgam irreversíveis. Contudo, para determinar as temperaturas de coze-dura baseado apenas no teor da fase vítrea seria ne-cessário identificar as matérias primas iniciais, sub-mete-las a cozeduras a diferentes temperaturas e comparar com os difractogramas da evolução de fase formadas a diferentes temperaturas. Assim, será pela identificação de outros minerais que tenham ou não sofrido alterações de fase que se po-derá vir a estimar as temperaturas de cozedura por DRX. Relativamente aos silicatos, poderão fornecer alguns dados relevantes depois de identificados ba-rreiros com argilas de composição elementar/quími-ca semelhante.

Assim, limitou-se o estudo não destrutivo dos fragmentos à observação por lupa binocular e recur-so a índices de identificação mineralógica simples, como os apresentados por Orton et al. (1993), pro-cedendo-se em seguida ao estudo petrográfico por lâminas delgadas observadas ao microscópio ópti-co. O estudo à lupa, permitiu classificar as pastas grosso modo da seguinte forma: quartzosas, quart-zoso-felsdspáticas, feldspáticas e micáceas, de acor-do com as diferentes concentrações destes minerais enquanto elementos não plásticos; e, de acordo com a granulometria, em grosseiras, médias e finas, criando grupos de onde se escolheram os fragmen-tos a analisar petrográficamente.

Seguidamente, optou-se por avaliar a mineralo-gia das pastas ao microscópio, combinando o pro-cesso com análises de DRX feitas préviamente nas áreas de corte para produção das lâminas delgadas. A aplicação desta metodologia conjugada é ainda muito preliminar para se apresentarem já resulta-dos. A questão da granulometria persiste, bem como a introdução de orientações preferenciais (Martín & George, 1998), no entanto, do que se pôde observar, os resultados aparentam ser mais consistentes do que pelo primeiro método experi-mentado.

A avaliação da fiabilidade dos dados, surge as-sim como indispensável, devendo ser, sempre que

possivel, aferida de várias maneiras. Esta questão, levanta também dúvidas quanto à contaminação das superfícies, desaconselhando o recurso a futuras análises de superfície, sejam mineralógicas, sejam elementares/composicionais, na caracterização de pastas e possiveis alterações destas com a cozedura. As análises elementares/composicionais de superfí-cie poderão ser úteis, para outros objectivos, caso se conheça a composição das pastas e se queira identificar engobes ou avaliar processos pós deposi-cionais e alterações de superfície.

Pretende-se ainda proceder ao estudo das pastas por Espectroscopia de Mössbauer para obter uma melhor caracterização e sobretudo de modo a deter-minar os estados de oxidação do Fe, o que permitirá perceber as condições da atmosfera de cozedura. As cerâmicas de ornatos brunidos apresentam colo-rações tipicamente escuras, de onde se tem inferido que sofreram uma cozedura redutora, no entanto é importante equacionar que as pastas também suge-rem a presença de inclusões vegetais e que estas, ao arder, poderiam contribuir para essa coloração, através da deposição de mais C e não necessária-mente pela escassez de O2 na atmosfera de cozedu-ra. Além disso, identificaram-se algumas heteroge-neidades na coloração das fracturas cuja origem será interessante esclarecer.

Para além destas técnicas, das problemáticas ex-postas e da metodologia traçada, há ainda outro tipo de estudos que poderão revelar-se úteis na compre-ensão das modificações ocorridas no material cerâ-mico desde a formação do recipiente à sua recupe-ração, de máxima importância para a compreensão do processo de produção, quanto mais não seja por permitir identificar interferências ocorridas durante a cozedura, o uso, após a deposição e ao longo do tempo.

As alterações pós deposicionais assumem um importante papel, que se gostaria de evidenciar, em-bora sejam ainda dificeis de compreender. Alguns estudos têm mostrado que, com o tempo, os silica-tos desidratados pela cozedura podem passar por um processo de re-hidratação (ex. Drebushchak et al., 2005, 7), fazendo com que o material deposita-do possa não ser necessariamente igual ao que en-contramos hoje. Além disso, em cerâmicas com de-terminados tipos de composição, identificou-se não só a perda e alteração da composição de alguns ele-mentos (ex. Garrigós et al., 2001; Zacharias et al., 2005), mas também a formação de fases minerais que não estariam presentes nem na argila nem na cerâmica cozida (Zacharias et al., 2007; Cardoso et al., 2005). Estes aspectos poderão ser investigados através de uma conjugação de métodos, combinan-do análises por DRX e MS (Espectoscopia Mossba-uer) com análises de TL (Termoluminescência)

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(Zacharias et al., 2007; Cardoso et al., 2005).

Estas questões são particularmente relevantes no que concerne à identificação de temperaturas de co-zedura, uma vez que estas são determinadas através da identificação das fases cristalinas existentes no material. Se as fases e composições químicas se al-terarem com o tempo, será necessário identificar es-sas modificações para uma boa interpretação dos dados. Do conjunto de métodos e técnicas relevan-tes para aprofundar estas questões é de evidenciar o interesse das análises por Termoluminescência. Contudo, as técnicas a utilizar só poderão decidir-se de acordo com os problemas específicos colocados após a aplicação da metodologia descrita.

3. As cerâmicas de ornatos brunidos do Castelo de Arraiolos: alguns dados prelimi-nares e problemas levantados.

As escavações efectuadas em 2005 no Castelo de Arraiolos permitiram recuperar 110 fragmentos diferentes, decorados com ornatos brunidos, corres-pondendo a uma percentagem de 8% da cerâmica escavada. Esta percentagem pode ser considerada elevada, face a outras estações arqueológicas do mesmo período em território português, mas com-parável às quantidades apresentadas por Monge So-ares para Sta. Margarida (Soares, 2005).

Embora o estudo morfológico-estilístico esteja ainda em decurso (a apresentar brevemente em con-junto com Sara Almeida) pode dizer-se que, tipoló-gicamente, as formas a que se aplicou este tipo de decoração no sítio do Castelo de Arraiolos, tanto abertas como fechadas, são comuns no período em estudo (Bronze Final).

A decoração encontra-se sobretudo no exterior dos fragmentos (69%), podendo surgir também fre-quentemente aplicada às duas superfícies, interior e exterior, (27%). A decoração exclusiva da superfí-cie interior é mais rara (4%). Estas características permitem pois aproximá-las do estilo regional misto proposto por Monge Soares (2005) para a região do Guadiana.

Relativamente aos tratamentos de superfície predominam claramente as superfícies polidas e brunidas. Verifica-se uma maior homogeneidade no tratamento das superfícies externas: a grande maio-ria apresenta-se polida (86%), seguindo-se as super-fícies brunidas homogéneas (8%) e as com bruni-mento irregular (3%), detectando-se escassos casos com espatulamento suave (2%) e alisamento (1%). No caso das superfícies internas, há uma maior dis-persão: preponderam as polidas (40%), seguidas das alisadas (15%); o brunimento irregular (13%) sobrepõe-se ao homogéneo (11%), seguido pelo es-patulamento (7%) e espatulamento suave (4%). Par-te das superfícies apresentam-se muito erodidas

(8%) e rugosas (2%). Assim, em conjugação com o que já se evidenciara a nível da decoração, parece haver maior cuidado no tratamento das superfíes exteriores. Deve ainda evidenciar-se que só em 43% dos casos as superficies apresentam um trata-mento idêntico nas duas superfícies.

Ainda relativamente à superfícies, é de notar que também neste conjunto de Arraiolos se levanta a hipótese, já sugerida por Serrão (1970), de algu-mas superfícies terem sido passadas com um engo-be ou aguada (46% do total). De momento só foi possivel proceder à sua observação à lupa binocu-lar, que o sugere de facto. Entretanto, devido ao as-pecto liso e suave que apresentam, foram aqui quantitativamente consideradas polidas.

O estudo macroscópico mostrou também a pre-ponderância de colorações escuras das pastas e su-perfícies. São sobretudo pretas, cinzentas ou cas-tanhas escuras (82%), só uma pequena quantidade apresenta as superfícies claras ou alaranjadas (18%). Mais uma vez há uma conformidade com as características identificadas em outras cerâmicas de ornatos brunidos, aproximando-se das da Lapa do Fumo e também do Guadiana (Serrão, 1970; Soa-res, 2005), sugerindo que a cozedura teve lugar em ambientes redutores.

A observação atenta do padrão de oxidação das fracturas, revelou algumas particularidades. Quanto às pastas oxidadas, muito poucas são homogéneas, com oxidação completa (3%), as restantes exibem o núcleo escurecido, denotando que foi incompleta (15%). Há ainda casos em que o interior e núcleo se apresentam escurecidos e a superfície exterior oxi-dada (11%) ou o inverso, com a superfície interior oxidada e a exterior e núcleo escuros (3%). A maior parte porém, apresenta uma cor escura (68%): que pode ser perfeitamente homogénea (31%), sugerin-do cozedura completamente redutora ou apresentar o núcleo e superfícies escurecidas, mas exibindo, entre eles, margens de coloração oxidada, criando um efeito: negro- laranja-negro-laranja-negro, a que chamaremos fractura com 3 núcleos. Em 30% dos casos este padrão associa-se às duas superfícies, mas pode surgir apenas na externa (5%) ou interna (2%).

Este tipo de fractura sugere uma cozedura redu-tora, seguida de uma oxidação rápida e incompleta, novamente sujeita a ambiente redutor. Um dos as-pectos interessantes deste padrão é que se pode re-lacioná-lo com as cerâmicas de bicromia mais evi-dente, em que se supõe a aplicação de um engobe ou aguada mate, antes da decoração por brunimen-to. De facto, embora nem todos os fragmentos que aparentam a presença de engobe/aguada tenham fracturas com 3 núcleos, quase todas as fracturas que se apresentam com 3 núcleos evidenciam esse

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tipo de tratamento de superfície (28 exemplares em 33, ou seja 84%).

Estas evidências têm particular interesse se as-sociadas à sugestão de Soares (1970) de que as su-perfícies possam ter sido “fumigadas” para as escu-recer. A confirmar-se esta proposta, revelaria: a cla-ra intencionalidade das cores escuras; a possibilida-de de um processo de aplicação do engobe ou do tratamento das superfícies faseado, (com as peças sujeitas a ambientes de cozedura diferentes em mo-mentos distintos) ou a necessidade de correcção dos efeitos de ambientes de cozedura mal controlados para o efeito pretendido. Aspectos como este de-verão ser melhor estudados, começando pela deter-minação clara da presença ou não de um engobe ou aguada e pela comparação com cerâmicas sem or-natos brunidos.

No que concerne à caracterização das pastas, a observação à lupa binocular permitiu identificar os minerais mais comuns: Quartzo, Feldspato e Mica, e inúmeras partículas negras muito diminutas. As-sim, diferenciaram-se as pastas, relativamente à ma-ior ou menor proporção destes minerais, definindo-se pastas quartzosas (60%), quartzoso-feldspáticas (28%), feldspáticas (2%) e micáceas (7%). Note-se ainda, como fabricos atípicos, a presença de dois fragmentos com elementos não plásticos calcários, (um deles um fragmento de concha), e um outro que apresenta um fragmento de xisto e inclusões esféri-cas.

Da observação efectuada até ao momento ao mi-croscópio óptico de alguns fragmentos, pode dizer-se que é, até à data, concordante com as obser-vações prévias. De facto. tem comprovado a homo-geneidade mineralógica; identificando diferenças sobretudo a nivel de proporção e granulometria. Em geral os fabricos estudados apresentam quartzo; biotite, ocasionalmente em conjunto com muscovi-te; plagioclase; anfibolas (as particulas pretas); e al-gumas particulas de clorite.

A geologia em que assenta a vila de Arraiolos consiste em maciços granitoides cujas rochas repre-sentadas são os tonalitos, quatzodioritos e granitos. A composição mineralógica dos tonalitos de in-trusão que predominam em toda a região ou dos granitos biotíticos (Carvalhosa, 1999, 26, 29-30) é semelhante aos minerais que identificámos. No en-tanto, note-se que estes minerais, observados nas lâ-minas delgadas, são comuns a muitas outras re-giões, e que é prematuro tirar conclusões relativas à localização das pastas.

4. Conclusão.O projecto aqui apresentado, ainda na sua fase

inicial, aborda um tipo de cerâmica que tem sido utilizado como indicador cronológico do Bronze Fi-

nal no Sudoeste Peninsular. A uniformidade atribui-da a este tipo cerâmico repousa grandemente em ca-racterísticas relacionados com a sua manufactura e processo de produção. Porém, estes são aspectos até à data pouco aprofundados. É esse estudo que aqui se propõe flevar a cabo, através de métodos e técnicas arqueométricas.

Como caso de estudo inicial o projecto tem-se centrado num conjunto de cerâmicas deste tipo es-cavadas no Castelo de Arraiolos (Évora), das quais se apresentam aqui alguns resultados preliminares. No futuro avançar-se-à também para materiais idên-ticos de outros sítios. As primeiras observações mostram que o conjunto do Castelo de Arraiolos se enquandra bastante bem no estilo regional presente no Alentejo, considerado um subtipo misto entre os eixos do Guadalquivir-Huelva e da Peninsula de Lisboa.

5. Agradecimento.A 1ª autora deseja agradecer à Maria Teresa

Vieira, e à Dra. Raquel Vilaça (Instituto de Arqueo-logia da Universidade de Coimbra) a orientação prestada no âmbito do seu trabalho e a bolsa de doutoramento atribuida pela FCT (Fundação para a Ciência e Tecnologia) do Ministério da Ciência e Tecnologia do Ensino Superior.

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JIA 2008 ISBN: 978-84-92539-25-3 Pp.: 207-212

PLANTAS Y FENOMENOLOGÍA DE LA MUERTE DURANTE EL BRONCE ME-DIO Y FINAL EN MENORCA

David JavaloyasUniversitat de les Illes Balears; [email protected]ç PicornellUniversitat de Barcelona, Universitat de les Illes Balears; [email protected] Servera Vives Universitat de les Illes Balears, Universitat de Barcelona; [email protected]

RESUMEN

El presente trabajo aborda las relaciones entre el mundo vegetal y las sociedades prehistóricas del Bronce Medio y Final en Menorca desde la perspectiva de la arqueología fenomenológica. Para ello utilizare-mos, principalmente, el registro arqueobotánico, otorgando una especial atención al que se puede recuperar a partir del uso de la antracología, la carpología y la palinología. En este sentido, nos centraremos en el estudio del registro funerario a través de la presentación e interpretación de diferentes yacimientos menorquines (Hi-pogeo de s’Alblegall, Cova d’es Càrritx, Cova d’es Mussol y Cova d’es Pas), donde se han documentado di-versas prácticas sociales asociadas al uso de plantas como fuegos con altas presencias de plantas aromáticas o la documentación de ofrendas florales entre otros.

ABSTRACT

The present work studies the relationship between the vegetable kingdom and the Minorcan Late Bronze Age societies through the phenomenological archaeology approaches. For this purpose we analyze the archaebotanical record, with a special attention to charcoal analysis, carpology and palynology. In this way, we focus on the study of the funerary record presenting and interpreting different minorcan sites (S’Alblegall rock-cut, Es Càrritx , Es Mussol and Es Pas caves), where different social practices associated to the use of plants have been documented: the use of aromatic plants in fires or the presence of floral offerings among others.

Palabras Clave: Islas Baleares. Edad del Bronce. Arqueobotánica. Arqueología fenomenológica.

Keywords: Balearic Islands. Bronze Age. Archaeobotany. Phenomenological archaeology.

1. Objetivos.El estudio de las relaciones entre las sociedades

prehistóricas y el mundo vegetal ha sido objeto de escasa atención. Una de las principales causas que ayudan a entender este hecho es, sin duda, el carác-ter perecedero de las plantas, hecho que dificulta su documentación en el registro arqueológico. No obs-tante, desde ya hace unas décadas se han venido de-sarrollando en arqueología toda una serie de estra-tegias de documentación y análisis destinadas a re-cuperar el espectro vegetal aún presente en nuestros registros arqueológicos y que son el campo propio de la arqueobotánica. El problema radica en que la implantación de éstos en las excavaciones arqueoló-gicas realizadas en las Baleares roza lo anecdótico. Esto se debe en buena parte al escaso nivel de la ar-queología balear, que se debate entre una arqueolo-gía de investigación, que queda en buena medida reducida al amateurismo y al voluntariado, y otra arqueología de gestión cuyo objetivo único es libe-rar territorio para no frenar el desarrollo urbanísti-

co. Así pues, una de las finalidades de este trabajo es el de (de)mostrar la valía de los estudios arqueo-botánicos para el estudio de las sociedades prehis-tóricas.

En otro orden de cosas, una de las principales dificultades a las que se enfrenta la arqueobotánica es que ha prestado una atención excesiva a la re-construcción paleoambiental, a causa de sus propios orígenes y de la primacía de los postulados de la New Archaeology, que concedía un importante pa-pel al medioambiente para explicar las sociedades humanas y sus cambios. Así pues, otro de los obje-tivos básicos de este trabajo es avanzar en la idea de que estas disciplinas pueden (y deben) ofrecer información más allá de la mera reconstrucción pa-leoambiental, abordando las complejas y variadas relaciones que establecen las diferentes comunida-des con el mundo vegetal. De esta manera se pre-tende complementar los planteamientos de corte materialista ya que no permiten entender las muy

I Jornadas de Jóvenes en Investigación Arqueológica: Dialogando con la Cultura Material. UCM, 3-5 de septiembre de 2008.

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208DAVID JAVALOYAS – LLORENÇ PICORNELL – GABRIEL SERVERA VIVES

diferentes maneras que tienen las sociedades huma-nas de entender y de estar en el mundo.

2. Enfoque teórico.En este punto, la pregunta que se nos plantea es

evidente: ¿cómo podemos acercarnos a las relacio-nes que establecen las comunidades que son nuestro objeto de estudio con el mundo vegetal que les ro-deaba?

Si bien creemos que diferentes aproximaciones son posibles, y de hecho necesarias, para poder re-construir la complejidad del mundo, en este trabajo pretendemos acercarnos desde las corrientes deno-minadas fenomenológicas.

La arqueología fenomenológica, iniciada en la década de los 90’ en el Reino Unido, hunde sus raí-ces en la filosofía desarrollada por Husserl desde la premisa básica de que la representación científica del mundo se aleja por completo de cómo los seres humanos lo experimentan (Tilley 2005:202). En lo que se refiere al estudio de las sociedades del pasa-do las propuestas fenomenológicas abogan por prestar atención a las dimensiones sensoriales de nuestro registro, partiendo de la idea de que como seres humanos percibimos el mundo, a un nivel bio-lógico básico, de la misma manera (Tilley 2005:202). Es decir, se enfatiza la idea de que para abordar el estudio de las sociedades pasadas a tra-vés de sus restos materiales es necesario prestar atención a la dimensión material de éstos. Los obje-tos que estudiamos se podían ver, tocar, escuchar, oler y saborear y estas características son relevantes para entender las sociedades del pasado.

Al mismo tiempo, somos conscientes de las difi-cultades que tienen este tipo de aproximaciones. Y es que, si bien todos los seres humanos tenemos los mismos sentidos, no es menos cierto que la expe-riencia sensorial es diferente en sociedades diferen-tes e incluso puede variar dentro de una misma so-ciedad en función de la edad, género o incluso esta-tus (Howes and Classen 1991:259).

Así pues, para avanzar en el conocimiento de las relaciones entre el mundo vegetal y las comunida-des de la Edad del Bronce de Menorca pretendemos reconstruir los órdenes sensoriales (MacGregor 1999:264) de aquellas prestando especial atención a cómo las plantas participan en éstos.

4. Prácticas funerarias.Los lugares de enterramiento durante el Bronce

Medio y Final (c.1400-800 BC) en Menorca se ca-racterizan por su amplia variedad formal. Se docu-mentan enterramientos en cuevas naturales (p.ej. Cova d’es Càrritx, Cova d’es Mussol), algunas de ellas presentan muros que cierran buena parte de su entrada; también se realizan enterramientos en hi-

pogeos funerarios excavados en la roca arenisca (p.ej. Torre del Ram, hipogeos de S’Alblegall); otro tipo de estructuras funerarias lo conforman los dól-menes de pequeña cámara rectangular (p.ej. Ses Roques Llises, Alcaidús); recientemente se ha do-cumentado un nuevo tipo de estructura funeraria (Gili 2006) conocida como sepulcros circulares de triple paramento (p.ej. Ses Arenes de Baix, Son Oli-varet). Por último, tenemos las denominadas nave-tas de enterramiento, grandes estructuras pétreas, realizadas con técnica ciclópea, de planta en forma de U (p.ej. Es Tudons, Rafal Rubí). A pesar de esta aparente diversidad formal, todas poseen ciertas ca-racterísticas comunes como son la utilización de la piedra como elemento básico de construcción, la disposición en el espacio lejos de los lugares de há-bitat y en muchos casos con una predilección por los barrancos cercanos al mar o que directamente se abren sobre éste, o también un interés por crear es-pacios cerrados separados del exterior.

En lo que se refiere a los rituales funerarios tam-bién se observa una serie de elementos comunes. En todos los casos sin excepción estamos ante inhuma-ciones primarias colectivas en la que los cuerpos se disponen directamente sobre el suelo. Las necrópo-lis tienen una larga vida de uso por lo que en mu-chos casos se observa una recolocación de los cuer-pos ya esqueletizados para poder disponer nuevos cuerpos. Si bien debido a estas prácticas el resulta-do final es un osario sin orden ni concierto parece ser que en el momento de su deposición los cuerpos estarían bien individualizados, muchas veces cu-biertos por un sudario y en algunos casos incluso con ciertos elementos metálicos a modo de ajuar personal. Los recipientes cerámicos presentes en muchas de las necrópolis se han relacionado con ciertas ofrendas que se colocarían en el momento de la deposición. Por último, es necesario mencionar la existencia de cierto tratamiento diferencial de los cráneos, algunos de los cuales se separan y se dis-ponen en grupos y de rituales en los que se tiñen y cortan los cabellos de ciertos individuos y después se depositan en unos tubos hechos a tal efecto sobre materiales perecederos (cuero, madera).

5. Yacimientos estudiados.Para la realización del presente trabajo hemos

considerado únicamente cuatro yacimientos, si bien se han contemplado un número mayor para realizar la interpretación global de los resultados. Esta redu-cida muestra obedece a la escasez de yacimientos en los que exista registro arqueobotánico y supone que las hipótesis aquí apuntadas deban ser revisadas a medida que el número de yacimientos convenien-temente estudiados crezca.

El primero de los yacimientos estudiados es la denominada Cova d’es Càrritx (Lull et alii 1999)

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(Fig. 1). Se trata de una cueva natural que se abre al Barranco d’Algendar (Ciutadella). Presenta dos fa-ses de ocupación principales diferentes. La primera, Càrritx I, se extiende durante el Bronce Antiguo (c.1600-1450 BC) y sus excavadores defienden un uso de carácter ritual (¿). Por su parte, la segunda fase, Càrritx II, se prolonga durante el Bronce Me-dio y Final (c.1400-800 BC) y se caracteriza por la existencia de una necrópolis de inhumación colecti-va. Las excavaciones realizadas mostraron que en el momento en el que la cueva se utiliza como espacio funerario se dispuso un muro de piedras que redu-cía el vano de entrada. Por su parte, el registro an-tropológico muestra un número mínimo de 164 in-dividuos.

Fig.: 1. Cova d’es Càrritx (Fuente: Lull et alii 1999)

El segundo yacimiento tratado aquí es la Cova d’es Mussol (Lull et alii 1999) (Fig. 2). Se trata de una cueva natural que se abre en un acantilado en Cala Be (Ciutadella). Presenta tres fases de ocupa-ción distintas de las que nos interesa la última. Es durante esta tercera fase, que se prolonga durante el Bronce Final (c.1050-800 BC), cuando se utilizó la cueva con fines funerarios, se registraron un núme-ro mínimo de seis individuos, al mismo tiempo que se documenta un uso como lugar de deposición de ofrendas metálicas rituales (Lull et alii 1999).

Fig.: 2. Situación de la Cova d’es Mussol.

El tercer yacimiento es el denominado Hipogeo nº 3 de la necrópolis de S’Alblegall (Arnau et alii 2003). En este caso estamos ante un hipogeo exca-vado en la roca situado en el Barranco de Trebalú-ger (Ferreries). A pesar de que no se han realizado excavaciones sistemáticas se ha documentado su

uso como necrópolis colectiva y presenta dos data-ciones radiocarbónicas (KIA 16277 1520BC(1.00)1400BC y KIA 19517 770(1.00) 400BC) que han sido interpretadas por Guerrero et alii (2008:272-73) como los momentos de inicio y final de uso del hipogeo.

Por último, recogemos también la información procedente de la denominada Cova del Pas (Fullola et alii 2007) (Fig. 3). Este yacimiento es una cueva natural levemente retocada que se abre, como en el caso anterior, al Barranco de Trebalúger (Ferreries). Se ha documentado su uso como espa-cio funerario durante el Bronce Final (c. 1200-800 BC) (Fullola et alii 2007). El registro antropológico está formado por un número mínimo de 70 indivi-duos. Las condiciones de conservación son excep-cionales y han permitido documentar restos de pul-món, cerebro, tejidos musculares, cabellos, etc. lo que permitirán toda una serie de estudios cierta-mente interesantes.

Fig.: 3. Individuo hallado en la Cova del Pas.

6. Registro arqueobotánico.Así se procede desde diversas disciplinas en el

estudio de los diferentes tipos de material botánico que hallamos en contexto arqueológicos:

A continuación, partiendo de los principios teó-ricos esbozados anteriormente trataremos de enten-der mejor la experiencia vivida en relación a las plantas durante los rituales funerarios a través de los resultados de los diferentes estudios arqueobotá-nicos efectuados en los yacimientos contemplados en este trabajo (semillas y frutos: carpología; car-bón y madera: antracología; polen: palinología; o fitólitos: fitología) (Fig. 5).

El análisis antracológico de los carbones de las ocupaciones funerarias de la Cova des Càrritx nos

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210DAVID JAVALOYAS – LLORENÇ PICORNELL – GABRIEL SERVERA VIVES

indican que se usaron doce especies diferentes como combustible de los pequeños fuegos realiza-dos durante el ritual de deposición de los cuerpos (Piqué 1999a). Entre estas predominan el acebuche (Olea europaea), el lentisco (Pistacia lentiscus) y el aladierno (Rhamnus/Phillyera), seguidos del pino blanco (Pinus halepensis). Entre las especies quemadas aparece también representado el romero (Rosmarinus officinalis), planta de la familia de las labiadas (Lamiaceae) caracterizada por su compo-nente aromático. En cambio, los carbones proce-dentes del momento en que la cueva se utiliza como lugar ritual se recuden a tres especies, ninguna de las cuales presenta un importante componente aro-mático. En la Cova des Mussol no contamos con análisis antracológicos de carbones relacionados con la fase funeraria sino sólo de la fase ritual pre-via (Piqué 1999b). En este caso, documentamos cinco especies diferentes, entre las que predomina claramente el acebuche. Finalmente, en el estudio en curso de la Cova des Pas se han analizado los carbones de un hogar relacionado con las primeras inhumaciones efectuadas en la cavidad (Allué y Pi-cornell ind.). Entre el combustible se documentan

seis especies diferentes, entre las que predomina de forma clara el lentisco. Este aparece acompañado nuevamente de labiadas (romero y lavanda, Lavan-dula sp).

Si comparamos estos datos con los estudios de material antracológico de yacimientos de hábitat en Mallorca y Menorca durante el bronce y las prime-ras fases del hierro podemos identificar una serie de regularidades (Piqué y Noguera 2002; Noguera ind.) (Fig. 6). Vemos que el acebuche es el “com-bustible por excelencia” de los hogares domésticos, en los que no se queman un número elevado de es-pecies. Esta baja diversidad de combustibles tam-bién la documentamos en los hogares relacionados con actividades rituales desvinculadas de la deposi-ción de cadáveres en las cuevas. En cambio, cuando se hace fuego en los espacios cerrados en los que se depositan los cuerpos de los difuntos se usa un nú-mero elevado de especies. Entre estas encontramos abundante lentisco, un combustible que cuando aparece en los hogares domésticos lo hace de forma testimonial o secundaria. Otro elemento importante de los fuegos vinculados a las inhumaciones es la presencia recurrente de especies de la familia de las

Fig.: 5. Registro arqueobotánico presente en los diferentes yacimientos considerados.

Fig.: 6. Registro antracológico de los diferentes yacimientos.

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211PLANTAS Y FENOMENOLOGÍA DE LA MUERTE DURANTE EL BRONCE MEDIO Y FINAL EN MENORCA

labiadas (especialmente el romero), nunca docu-mentadas en espacios de hábitat. Tanto las labiadas como el lentisco son plantas con un fuerte aroma, que es desprendido al usarlas como combustible. Finalmente, un elemento que parece recurrente en estos contextos funerarios es la deposición junta-mente con los cuerpos de ramas de pequeños arbus-tos. En la Cova des Càrritx encontramos diversas, algunas identificadas como ciprés (Cupressus sem-pervivens) y sabina negra (Juniperus phoenicea), plantas resinosas y con un importante aroma (Stika 1999). En la Cova de es Pas este material también apareció de forma muy abundante.

Por su parte, el registro palinológico (Fig. 7) muestra un dominio de los taxones herbáceos y plantas con flores visibles. Entre éstas destaca el Botón de oro (Ranunculus ficaria) y algunas plan-tas de la familia de las labiadas, p.ej. lavanda y menta (Mentha sp), que, como hemos comentado, también poseen componentes aromáticos. Otra de las familias mejor representadas es la de las crucífe-ras, en las que encontramos plantas de carácter ali-mentario tales como la col o el rábano. En lo que se refiere a los valores de polen arbóreo tenemos unas bajas presencias a excepción hecha del lentisco. Otro de los aspectos relevante de los estudios polí-nicos es la constatación de diferencias importantes entre los espectros de plantas asociados a diferentes individuos. Así, en el registro de la Cova del Pas el individuo 33 presenta unos altos porcentajes de cru-cíferas en una muestra asociada a unas ramitas que hacen pensar en la existencia de una ofrenda floral (Riera et alii 2008: 26-29). Por su parte, el indivi-

duo 1, un individuo femenino de unos 25/30 años, destacaba por un espectro polínico muy diferencia-do y un ajuar mucho más rico.

Por último, respecto si revisamos los estudios carpológicos vemos que en el hipogeo 3 de s’Alble-gall se ha documentado una importante concentra-ción de granos de cebada vestida (Hordeum vulga-re), acompañada de algunos granos de cebada des-nuda (Hordeum vulgare var. nudum), cebada sil-vestre (Hordeum sp) y escanada (Triticum cf. dic-cocum) (Arnau et al 2003). La aparición de raquis pero no de nudos hace pensar que estos granos en-traron en la cueva formando espigas, pero ya sin el tallo o paja. También se han documentado restos de diversos arbustos: una semilla de beleño (Hyoscya-mus sp), un grano de raigás (Lolium sp) y un frag-mento de hoja de lentisco. Por otra parte, la Cova des Càrritx ha ofrecido un amplio espectro de espe-cies vinculadas a los ajuares de las inhumaciones (Stika 1999). Encontramos de nuevo cereales, ceba-da y escanda, así como otras plantas cultivadas y de uso social como el olivo (Olea europaea), la higue-ra (Ficus carica) la zarzamora (Rubis fructicosus) y la vid (Vitis vinifera). Así mismo, se documentan diversos restos de plantas silvestres también rela-cionadas con el ritual funerario, entre las que desta-can restos de cápsulas de jaras (Cistus sp), semillas de lechetreznas (Euphorbiaceae), fragmentos de hojas de lentisco, pino y romero y semillas de otras especies de la familia de las labiadas (aromáticas). Estos restos, juntamente con los fragmentos de ho-jas de lentisco de s’Alblegall, concuerdan con la importante presencia de carbones de estas mismas

Fig.: 7. Polen presente en diferentes yacimientos.

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especies de alto contenido aromático (lentisco, ro-mero y labiadas) en los hogares de los ámbitos fu-nerarios.

7. Conclusiones.Así pues, vemos como para reconstruir los órde-

nes sensoriales relacionado con la muerte en las so-ciedades de la Edad del Bronce en Menorca debe-mos prestar atención a diferentes aspectos.

En lo que respecta al espacio en el que tienen lugar las prácticas funerarias, hay una clara prefe-rencia por las zonas de los barrancos próximas al mar, exceptuando el caso de las navetas funerarias. Esto conferiría a estos puntos en el territorio un sig-nificado social claramente diferente a aquellas zo-nas en las que se disponen los hábitats, normalmen-te situados en suaves laderas desde las que son am-pliamente visibles. Además, observamos que, a pe-sar de la amplia variedad formal con la que nos en-contramos, todas ellas presentan características co-munes. En primer lugar estamos ante recintos com-pletamente cerrados que delimitan claramente el lu-gar destinado al descanso de los muertos. Además, estos espacios presentan un aislamiento claro del exterior, no dejan penetrar ni la luz ni los sonidos. Al mismo tiempo, se observa un interés en que la propia configuración del lugar resalte los sonidos que dentro de él se producen y obliga al uso de luz artificial lo que debía crear un sonido y una imagen muy determinados tanto del espacio, como de los rituales, los objetos y los muertos. Por último, tam-bién el elemento olfativo debía tener una especial importancia y es que el olor de los cuerpos en des-composición en estos pequeños espacios cerrados debía ser penetrante.

Como ha quedado patente al revisar el registro arqueobotánico, las plantas desempeñaban un papel esencial en los rituales funerarios enfatizando estos aspectos sensoriales relacionados con la muerte. Por un lado, vemos que tanto las plantas que acom-pañan a los muertos como las que se queman en los hogares tienen un importante componente aromáti-co, que en cambio no se documentan en los hogares hallados en los espacios domésticos. Por otra parte, documentamos elementos florales como parte del ajuar que acompañaba a los muertos y que podemos relacionar con la búsqueda de una imagen determi-nada del difunto. Ciertamente el tratamiento estéti-co de los cuerpos tendría una especial importancia ya que se han documentado ciertos rituales en esta dirección, como pueden ser el tintado y corte de los cabellos o la aplicación de ciertos elementos vege-tales destinados a la preservación de los cuerpos.

En resumen, vemos que en las actividades socia-les que giran en torno a la muerte durante la Edad del Bronce en Menorca hay una búsqueda por crear unos órdenes sensoriales claramente diferenciados

del de la vida diaria y que en éstos las plantas parti-cipan de forma importante.

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SESIÓN 4: Diálogos de lo material y lo inmaterial: Del

Presente hacia el Pasado

I Jornadas de Jóvenes en Investigación Arqueológica: Dialogando con la Cultura Material. UCM, 3-5 de septiembre de 2008.

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JIA 2008 ISBN: 978-84-92539-25-3 Pp.: 215-222

ETNOGRAFÍA Y ETNOHISTORIA APLICADAS A LA HISPANIA CÉLTICA

Pedro R. Moya MalenoDepartamento de Prehistoria, UCM; [email protected]

RESUMEN

La arqueología no puede alcanzar muchos rasgos de las concepciones sociales, de la religión o de la espiritualidad de los grupos prerromanos de la Península Ibérica. Tal insuficiencia también se evidencia a la hora de contrastar otros tantos rituales que citan los autores clásicos. Los positivos resultados de la aplicación de Etnografía y la Etnohistoria en ámbitos paleoeconómicos, constructivos o territoriales plantean la posibili-dad de aplicar –debidamente cribadas y criticadas– fuentes orales, escritas y etnográficas para interpretar al-gunos ritos y mitos de un contexto concreto como lo fue la Hispania Céltica.

ABSTRACT

The Archaeology can not study many features of the social conceptions and religious of the pre-ro-man societies in Iberia. Such insufficiency is also demonstrated the study of other rituals documented in the classical texts. The application of Ethnography and the Ethnohistory in paleoeconomy and territorial models allows to apply -properly screened and critiqued- oral, written and ethnographical sources to interpret rites and myths in a concrete context like Celtic Iberia.

Palabras Clave: Hispania Céltica. Etnografía. Etnohistoria. Etnoarqueología. Cultura inmaterial.

Keywords: Celtic Iberia. Ethnography. Ethnohistory. Ethnoarchaeology. Inmaterial Culture.

C'è chi si mette degli occhiali da sole per avere più carisma e sintomatico mistero

Bandiera BiancaFranco Battiato, 1981

Las tradiciones asustan, cuando no son hostil-mente aborrecidas por peripuestos arqueólogos e historiadores. El término ‘tradicional’ suele apare-cer junto al de arqueología para designar una fase anterior de esta disciplina que es cargada de todo el poso peyorativo que arrastra el folklore para desig-nar una metodología rancia y acientífica. De hecho, ciertas corrientes tienden peligrosamente a conside-rar inexistente todos aquellos contextos que la ar-queología prerromana no es capaz de precisar por sus propias limitaciones y toda fuente documental que ponga en duda la hegemonía del registro arque-ológico (Parcero, 2005: 154). Para Braudel (2002: 148) sería un ejemplo más de la preocupación de las ciencias del hombre por definir sus superiorida-des antes que aglutinar sus distintas visiones.

Uno de los casos donde este fenómeno es más patente es en la investigación de la Hispania Céltica respecto a la cual se ha sugerido que las únicas fuentes de información válidas para su estudio son la cultura material y, a veces, los textos clásicos (González Ruibal, 2005: 183). Sin embargo, ambas

fuentes evidencian sus propias limitaciones a la hora de afrontar el estudio de prácticas y categorías inmateriales relacionadas con las concepciones so-ciales, rituales o de la espiritualidad prerromana (Bermejo, 2004: 149; Almagro-Gorbea, 2007: 18 y ss.). Los subsistemas socioreligiosos son los más desconocidos pero no ajenos al resto del sistema cultural (Clarke, 1978: 116 y ss.).

En este sentido, teniendo en cuenta los positivos resultados de la aplicación de la metodología etno-arqueológica en ámbitos paleoeconómicos, sociales o territoriales de la Hispania Céltica (Almagro-Gor-bea, 1995; Parcero, 2002; Torres, 2005; Balbín, 2006), se ha de atender a las posibilidades de su empleo junto a la etnohistoria y a la crítica de fuen-tes orales, escritas y etnográficas como vía de inter-pretación de alguno de sus posibles ritos y mitos (Almagro-Gorbea, 2007; Balbín et alii, 2007).

Se trata de un marco de la Edad del Hierro en el que se alcanza el máximo grado de desarrollo de técnicas agroganaderas preindustriales y en el que, a pesar de estar compuesto de numerosos grupos, éstos están vinculados a una lengua celta (Unter-mann, 1992: 27) y comparten rasgos étnicos, mate-riales o ideológicos –como el panteón– (Almagro-Gorbea y Ruiz Zapatero, 1992). Desde este prisma, la distinta naturaleza de las numerosas fuentes exis-tentes conlleva también unas limitaciones específi-cas y distintos métodos de crítica, validación y tra-

I Jornadas de Jóvenes en Investigación Arqueológica: Dialogando con la Cultura Material. UCM, 3-5 de septiembre de 2008.

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tamiento coherentes con dicha naturaleza (Brelich, 1954: 36 y s.; Almagro-Gorbea, 2007: 23 y s.). En-tre ellas destacan numerosos testimonios históricos, documentales, orales o etnográficos que, aunque considerados a veces como ‘folklóricos’, muestran principios de continuidad a lo largo de tiempo des-de el contexto indoeuropeo (Braudel, 2002: 231 y ss.).

Por ello, sin pretender ser exhaustivos ni modé-licos, se pretende exponer algunos antecedentes, lí-mites y posibilidades de la aplicación de la etnogra-fía y la etnohistoria a la arqueología de la Hispania Prerromana dentro de un marco de procesos de lar-ga duración.

1. Antecedentes.La utilización de la etnografía para la interpreta-

ción histórica tuvo su auge a partir de las descrip-ciones de indígenas ‘primitivos’ de las exploracio-nes coloniales del siglo XVII. El desarraigo indus-trial de la sociedad inglesa incrementó los trabajos etnográficos en suelo británico siendo, paradójica-mente, el arqueólogo británico W. Thoms (1846) el que generalizó los arcaicos vocablos sajones folk (pueblo) y lore (saber) para la reconstrucción re-trospectiva de un pasado en el que el término celta ya definía el idioma y a los pueblos prerromanos de Europa Occidental.

Esta corriente paleoetnológica arraigó en la Pe-nínsula Ibérica de mano de F. Martins Sarmento (†1899) en Portugal y, en España, a través de A. Machado y Álvarez ‘Demófilo’ (†1893) con un “fin esencialmente arqueológico” (Cardozo, 1933: 12 y 16; Navascues, 1943: 4 y ss.). La etnografía y la Prehistoria iban de la mano dentro de los ambientes académicos y eruditos y pronto se acuñaron térmi-nos como Etnoarqueología, Etnografía para Ar-queología, Arquetnografía, Neoetnografía, Etno-grafía Arqueológica, Arqueología Viva o Etnoana-logía (Chaves, 1933: 94).

Es evidente que la influencia de la escuela ale-mana –romántica y krausista– y la anglosajona –evolucionista– (Mannhardt, Schmidt, Frazer, Sebi-llot, Redfield etc.) asentaron los conceptos de esen-cia y de supervivencia por los que las capas socia-les rurales y ‘más atrasadas’ eran testigos vivientes de épocas pasadas. El uso de textos clásicos, el folklore y arqueología adolecía de buscar “el alien-to virginal de la creación” (Costa, [1902] 1981: 59) y tintes africanistas tan de la época (Aranzadi, 1943: 310) –véase las Máscaras galegas de origen prehistórico de Bouza-Brey (1933)–.

En relación con otros países, la aplicación ar-queológica de los estudios folklóricos españoles fue menor (Ortiz y Sánchez, 1994: 321), pero durante la primera mitad del siglo XX se hicieron verdade-

ros intentos para conocer la Hispania prerromana, ya fuera en el derecho consuetudinario, como las Instituciones civiles y políticas de los celtíberos de Costa (1917), o en la localización de yacimientos, como las leyendas estudiadas en Portugal (Chaves, 1933: 94 y s.) o las supuestas tumbas de gentiles que llevaron a Barandiaran hasta los dólmenes de la sierra de Aralar (Ortiz y Sánchez, 1994: 133).

Así, los principales arqueólogos de inicios de si-glo aunaron folklore, textos y arqueología para co-nocer la idiosincrasia de los pueblos y gentes anti-guas de la Península. Tras los primeros ensayos de Schulten (1920), Bosch Gimpera (1932; 1933: 58) los utilizó para formular hipótesis de trabajo, como al adoptar las territorialidades prerromanas del No-roeste en función de leyendas; B. Taracena (1923: 71), por ejemplo, identificó ritos precristianos en peregrinaciones de Soria y, más adelante, J. Martí-nez Santa-Olalla (1946: 110 y s.) y J.M. Blázquez (1978) también las emplearon –con mayor o menor manipulación– en la paletnología y economía pro-tohistórica. No obstante, fue J. Caro Baroja el que replantearía los pueblos prerromanos desde el punto de vista etnológico y la utilización Del folklore reli-gioso europeo como disciplina histórica siempre y cuanto se estuviera en consonancia con los testimo-nios arqueológicos (1965: 376 y s.; Tarradell, 1980: 52).

1.1. Reacción y reformulación. A partir de los años 30 arreciaron las críticas

por la inexistencia de una metodología de trabajo y por el abuso de las esencias, de las analogías y del particularismo histórico, especialmente en la utili-zación indiscriminada de descripciones psicoétnicas que realzaban el carácter nacional. La falsa correla-ción entre cultura, etnia, lengua y folklore fue bauti-zada por E. Hobsbawm como la “invención de la tradición” y el ‘producto folklorista’ bien lo repre-sentaba (Ortiz y Sánchez, 1994: 286 y 593; Martí, 1996; Collis, 2003: 31; Silva, 2007).

Desde la etnografía, las tradiciones pasaron a considerarse constructos modernos (Handler y Lin-nekin, 1984: 287) y se pusieron en tela de juicio las más sólidas pervivencias de ritos prerromanos, como la covada (Str. Geog. III 4, 17) (Gárate, 1975); mientras, los historiadores de la Antigüedad y medievalistas negaron al hombre premedieval la posibilidad de crear un paisaje antropizado (Orejas, 1995: 31); como mucho se sospechaba “una serie de rasgos y elementos antiquísimos, tal vez prehis-tóricos” (Caro Baroja, 1965: 379; 1974: 123). Por su parte, entre los prehistoriadores la interpretación científica y análisis del folklore pasó a considerarse de escasa rigurosidad (Grande del Brío, 1981: 9) en consonancia con la expansión del discurso anticel-tista en los 70 (Parcero, 2005: 153).

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217ETNOGRAFÍA Y ETNOHISTORIA APLICADAS A LA HISPANIA CÉLTICA

Los procesos internos de autoreflexión en las disciplinas (pre)históricas, antropológicas y entre los historiadores de la religión (Brelich, 1954; Her-nando, 1995; Almagro-Gorbea, 1995; 2007) han permitido reformular también el vínculo de las tra-diciones consuetudinarias en su aplicación para con la arqueología. Partiendo del rechazo de los anacro-nismos y de la analogía indiscriminada, distintas ge-neraciones de investigadores procedentes de distin-tas ramas, como M. Almagro-Gorbea, F. Alonso, R. Brañas, L. Castro, F. Criado, M.V. García Quintela, M. Gómez-Tabanera o A. Lorrio, etc. y otros más jóvenes (Torres, 2005; Parcero, 2002; Balbín, 2006; Tenreiro, 2007; Moya, 2004; 2007), han op-tado por integrar el registro material con otras fuen-tes documentales críticamente analizadas, ya sean textos antiguos o más recientes, tradición oral, etno-grafía, etc.

2. Discusión.Es obvio que los ritos y mitos recogidos en las

tradiciones presentan una serie de problemas implí-citos a su propia naturaleza. Esencialmente, las crí-ticas a su aplicación en Historia conciernen al ori-gen y manipulación del folklore. Se duda de la rele-vancia identitaria en la Antigüedad de las tradicio-nes (Jones, 1996: 70) y para los arqueólogos las tra-diciones se nos escurren entre los ejes cronológicos. Se trata de un problema que los propios clásicos ya discutían puesto que se contradecían al narrar el origen de sus propios rituales (Plut. Rom. XXI; Quas. Rom. XIV). He ahí la influencia del eveme-rismo al considerar imposible entender el sentido profundo de parte o del total de la religión prerro-mana a tenor del constante sincretismo mítico (Ló-pez Monteagudo, 1989: 14, nota 3).

Para otros autores, el corpus mítico y ritual es una popularización de lo culto por lo que el pueblo y lo popular son una audiencia receptora de lo que las oligarquías locales permiten y fomentan (Bel-trán, 2001: 398 y s.). Los trabajos realizados en la literatura oral europea (Parry, 1971) ponen de ma-nifiesto que el trasvase de información entre gene-raciones puede ser ajeno a estamentos superiores pero no por ello se han de olvidar que los cambios que en el último siglo y medio han sido letales para el estudio del folklore: a la desestructuración del or-den rural y a la crisis identitaria que supuso la últi-ma guerra civil se han de sumar los posteriores pro-cesos de infantilización y las manipulaciones sobe-ranistas. En última instancia, la potenciación del es-pectáculo de las ‘culturas tenderete’ ha creado y ‘homologado’ un folklore desvinculado de sus acto-res (Martí, 1996: 75; 119 y ss.).

A este respecto resulta sorprendente que preci-samente las últimas escuelas que rechazan las posi-bles pervivencias prerromanas se sirven de proce-

sos evolucionistas e invasionistas que sitúan en épo-ca romana, cristiana, musulmana o contrarreformis-ta el inicio de algunas instituciones, de formas de pensamiento y de estrategias de subsistencia que los propios especialistas de las materias consideran fru-to de la continuidad (Parcero, 2005: 154; Marías, 2006: nota 19). Las personas son meros objetos pa-sivos y se recurre a las viejas concepciones de la ro-manización de Hispania y de la Repoblación cristia-na como procesos de aculturación unidireccionales que marcaron hiatos en la población y tradiciones locales (Balbín et alii, 2007: 77 y s.).

Desde la Antigüedad (Pl. Lg. 949e-950a) se des-cribe cómo los procesos de aculturación son bidi-reccionales y generan culturas enraizadas en su con-texto inmediato (Beltrán, 2001: 398 y s.) y, de he-cho, así fue reconocida la sobredimensión de la ro-manización (Tac. Ann. IV 45; Porf. De abst. I, 8). En primer lugar, ésta fue un proceso muy lento, per-misivo y desigual (Woolf, 1998: 7 y ss.) en el que las formas de vida prerromanas sobrevivieron a las estructuras romanas. Partiendo de que la propia tra-dición romana conservaba estructuras indoeuropeas que facilitaron el sincretismo (Dumézil, 1954), la tolerancia de Roma alcanzó usos indígenas que no fueran contra sus intereses. Antropónimos, teóni-mos, unidades suprafamiliares y formas de propie-dad comunitaria, entre otros, manifiestan que a fina-les del siglo II d.C. al norte del Tajo no se habían impuesto con claridad las estructuras romanas (Francisco, 1989: 77; Balbín, 2006).

En segundo lugar, la Iglesia también ha cons-truido un intachable y artificial pasado. Sólo hay que releer la misiva en la que el Papa San Gregorio Magno (finales del siglo VI) insta al obispo de Lon-dres Mellitus a adaptar los santuarios indígenas al culto cristiano, manteniendo incluso los sacrificios anteriores (Beda Hist. Eccl. I 30), para valorar los ataques coetáneos de Martín Dumiense (De Corr. Rust. XVI) a las prácticas del Noroeste de la Penín-sula Ibérica o la superposición de santuarios cristia-nos sobre otros de la Hispania Céltica. Véanse los casos del santuario de Endovélico-Iglesia de San Miguel (Sâo Miguel da Mota, Alandroal, Portugal) (Guerra et alii, 2005), la Cueva Santa de Mira (Cuenca) (Lorrio et alii, 2006) u otros roquedales peninsulares (Almagro-Gorbea, 2006). Si a ello se suma el escaso número y la secular falta de prepara-ción del clero rural se ha de cuestionar seriamente la capacidad de la Jerarquía de controlar la devo-ción de sus feligreses (Ayuso, 2005).

Los contingentes godos no supondrían más de un 5% de la población de los hispanos (Thompson, en García Moreno, 1986: 257) y en lo relativo a la Repoblación estamos ante los manidos vacíos po-blacionales del valle del Duero de Sánchez Albor-

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noz (1966). Nadie duda del movimiento y asenta-miento de gentes según avanzaba la Reconquista pero la conservación de topónimos y de fiestas en toda Al-Ándalus (Granja, 1969; 1970) implica una musulmanización más tenue y que las primeras re-poblaciones fueron más la reestructuración cristiana de un territorio que había mantenido sus tradiciona-les formas de subsistencia (García Moreno, 1986: 410).

3. Cambio y tradición.La crítica de las fuentes arqueológicas, históri-

cas y etnográficas sumada a los estudios proceden-tes de la teoría de la historia, sociología y antropo-logía permiten concebir la perduración de ciertos procesos (proto)históricos a través del concepto de cambio y de tradición.

Las similitudes en el patrón de poblamiento, en las técnicas constructivas y en utensilios e incluso en formas de organización social de la Hispania Céltica respecto a otras posteriores del mismo terri-torio (Almagro-Gorbea, 1995; Balbín et alii, 2007) hacen viable la existencia de procesos de larga du-ración al modo de los expuestos por F. Braudel (147 y ss.; 2002: 231). Las sociedades no se puede medir en términos biológicos (Fig. 1-I) donde las influencias nacen, se desarrollan y mueren según la preeminencia un núcleo exportador de rituales. La adaptación al medio de las sociedades permite sub-sistir a los derrumbes de una determinada estructura política.

Los cambios existen y, como apunta Díaz G. Viana (2003: 21), “nada parece haber cambiado más que la supuesta ‘vida tradicional’ en los últi-mos años”, pero también se ha de tener en cuenta que el ritmo de cambio del último siglo de la Penín-sula Ibérica –que tampoco ha sido uniforme (Gon-zález Ruibal, 2003: 147)– ha sido velocísimo en comparación con el imperante en la sociedad rural premoderna. Se trataría de un ‘cambio estático’, un lento proceso de construcción y autoreelaboración que, sin más avances y aun recibiendo influencias externas, conserva, redescubre y reutiliza los posos socioeconómicos, rituales y míticos sobre los que se asentaba la comunidad como única garantía de sub-sistencia y de mantenimiento del orden.

En esta línea, la concepción del cambio es más parecida a la que sostiene Nisbet (1982: 88) como “una sucesión de diferencias en el tiempo en una identidad persistente”. De este modo, se niega la existencia de un folklore fosilizado pero también se acepta la existencia de supervivencias culturales an-teriores que, unas veces, han mantenido su signifi-cado secular, como la transmigración de las almas (Almagro-Gorbea, 2006; Alonso Romero, 2007), mientras que otros rituales, han sido adaptados fun-cionalmente a las nuevas situaciones e identidades comunales, como la integración de las cofradías in-doeuropeas en diversas fiestas populares cristiani-zadas (Moya, 2007).

Fig.: 1. Dos formas de entender la evolución histórica y el influjo de culturas exógenas en la Península Ibérica.

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219ETNOGRAFÍA Y ETNOHISTORIA APLICADAS A LA HISPANIA CÉLTICA

Estas nociones se podrían sistematizar gráfica-mente en un modelo de evolución social dinámico o ‘en trenza’ (Fig. 1-II). Lo tradicional debe analizar-se también diacrónicamente como si fuera una soga formada por fibras de distinto color –procedencia–, longitud –perduración– y grosor –importancia–. Existen hebras o tradiciones foráneas que se incor-poran en distintos momentos de la Historia y su re-lación con las existentes en ese mismo campo de-pende de si se anudan en sus extremos, si discurren paralelas o si se fusionan en una única hebra.

El aspecto exterior de la soga es sin hebras y con una textura uniforme de tonalidades que varían según la época puesto que todo se halla en relación con los demás aspectos sincrónicos del sistema so-ciocultural. La acumulación de experiencias exte-riores y la propia evolución interna de los rituales pueden alterar las características de las fibras pero las secciones transversales de la cuerda en varios puntos concretos permiten analizar cada uno de esos nervios desde distintas ópticas –fuentes– en su contexto cronológico así como rastrear su perdura-ción en el tiempo. Las referencias etnográficas y et-nohistóricas de cada sección estudiada pueden crear una cadena de fuentes (Fig. 2) que enlazan entre sí y que están relacionadas con otras secciones de otras sogas coetáneas.

En relación con los celtohispanos consiste en una vía similar a la utilizada por la lingüística para rastrear relaciones y emparentamientos entre pala-bras a través de aquellos retazos o estructuras reco-nocibles del mismo modo que los historiadores de la religión usan relaciones filogenéticas para dife-renciar los diversos mitemas que forman el corpus mítico griego o egipcio (Brelich, 1954; Lévi-Strauss, 1955; Pérez Miranda, 2007: 274). Los ritos y mitos se comarcalizan en su contexto por lo que sólo aquellos ecotipos o mitemas de los que se co-nozcan sus posibles contaminaciones, que demues-tren no ser fruto de la casualidad y que estén empa-rentados con otros pueden ofrecer un fundamento serio en el que advertir el trasfondo prerromano (García Quintela, 2005: 196).

No se trata de definir las prácticas y leyendas re-cogidas en tiempos históricos como prehistóricas, ni de que los posibles paralelos sirvan para ampliar otras realidades socioculturales de otra cultura (Hernando, 1995) sino que, como apunta García Quintela (2005: 186 y s.), lo que “se coteja en las comparaciones indoeuropeas son las estructuras, los elementos clave, el sentido, con independencia de los revestimientos concretos, orales o literarios, que esas estructuras o sentidos adoptan en el transcurso del tiempo”. Superando el inmovilismo de Bermejo (2004: 135, 142 y 151), en el tablero de juego deben estar todos los tipos de documentos

susceptibles de ser estudiados puesto que compo-nen los retazos de fonemas, sustantivos y verbos de los distintos lenguajes simbólicos a los que preten-demos acercarnos.

La profundización en el comportamiento social y simbólico de los grupos prerromanos de la Penín-sula Ibérica atañe a aspectos tan interesantes y des-conocidos como formas jurídicas, regímenes de propiedad, pactos y disputas, organización familiar y supracomunal, concepción de etapas vitales, cos-mogonías y cosmologías, espacios sagrados o mani-festaciones cultuales entre otros (Almagro-Gorbea, 2007: 26 y ss.). Dado que la plasmación de estas re-alidades no sigue el mismo proceso que un objeto arqueológico ni es de su misma naturaleza, sólo la aplicación de otro método distinto al de la arqueo-logía puede acercar al investigador a formas de rea-lidad que operan en planos paralelos al de la cultura material.

4. Fuentes.El gran reto de la investigación arqueológica es

el manejo crítico de tantas fuentes como sea posible de forma que no se cierren los corpora documenta-les para ninguna época o tema (García Quintela, 2005: 188). He ahí que la recogida y control de un amplio abanico de fuentes etnográficas y etnohistó-ricas se convierte en uno de los mayores inconve-nientes del estudio del registro etnográfico, puesto que obliga al arqueólogo o investigador a manejar un ingente volumen de referencias y soportes. Cada fuente debe ser analizada previamente en su contex-to lo cual pasa por controlar con soltura las crono-logías posteriores a la Hispania Prerromana o cuan-to menos estar bien asesorado en tales épocas y en la idiosincrasia del material a estudiar.

Antes del siglo XX las referencias de tradicio-nes y de otras características etnográficas se hallan, más o menos adulteradas, en fuentes romanas, cris-tianas, medievales o modernas de distinta naturale-za, por ejemplo, textos, iconografías, cultura mate-rial y tradición oral. No obstante, es más la infor-mación perdida puesto que muchos rituales y lances jamás eran descritos si no conllevaban un gasto económico, si no eran organizados por la parroquia o si no eran objeto de reprobaciones desde más al-tas instancias. En su defecto, sin ánimo de ser exh-austivo, se puede aportar un pequeño índice de fuentes y campos de trabajo en los cuales se puede incidir para el rastreo y documentación etnográfica y etnohistórica teniendo en cuenta los constantes cruces y el polimorfismo de las mismas:

A) Fuentes jurídico-administrativas: 1. Legislación civil (Fueros medievales, códigos legislativos mo-dernos, ordenanzas municipales, libros de cuentas municipales); 2. Legislación eclesiástica (papal,

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220PEDRO R. MOYA MALENO

conciliar, sinodal, pastoral, parroquial, archivos eclesiásticos); 3. Derecho consuetudinario.

B) Fuentes lingüísticas: topónimos, etnónimos, teó-nimos, antropónimos, etc.

C) Fuentes etnohistóricas y etnográficas: 1. Fuentes grecorromanas; 2. Descripciones medievales y es-critores románticos; 3. Trabajos etnográficos contemporáneos (etnografías, medios de comunica-ción, microhistoria, etc.).

D) Fuentes literarias: 1. Obras eclesiásticas (episto-lario eclesiástico, hagiografías, hierofanías); 2. Compendios enciclopédicos; 3. Narraciones (sagas medievales, obras costumbristas y libros de viajes).

E) Fuentes arqueológicas: 1. Análisis de territorios, poblados y materiales; 2. Fuentes epigráficas (cor-pora epigráficos, graffiti, etc.); 3. Fuentes numismá-ticas (iconografía).

F) Historia de las religiones e historia comparada.

5. Conclusión.Una de las definiciones más comunes de etnoar-

queología sugiere que no es ni una teoría ni un mé-todo, sino una estrategia de investigación del regis-tro arqueológico que aprovecha un abanico de com-paraciones y aproximaciones a sociedades prein-dustriales para la comprensión de las relaciones en-tre la cultura material y la Cultura en general (Da-vid y Kramer, 2001). Si se sigue esta proposición para el registro arqueológico de la Hispania Prerro-mana, son muchos los aspectos inmateriales y sim-bólicos que son susceptibles de dejar impronta en el registro arqueológico pero otros sólo se citan en textos clásicos de distinta fiabilidad y son muchos más los que, sin duda, no se pueden alcanzar a tra-vés de este tipo de fuentes.

Ante la evidencia de aspectos culturales relacio-nados pero que operan en realidades paralelas, re-ducir el conocimiento de la Hispania Céltica a un mero diálogo con la cultura material traza una línea abisal entre las fuentes que se ‘deben’ o no utilizar que es tan prudente como limitadora de toda pro-fundización cuyo objeto de estudio no sea compren-dido por la metodología arqueológica. La Protohis-toria de la Península Ibérica también sabe dialogar frente a frente con la Historia, antropología, etnolo-gía y la etnografía de su propio contexto más allá de un Otro neocolonial. Es por ello que, antes que pa-ralizar la investigación y forzar la búsqueda de mo-delos de cambio presentistas y constreñidos a una única faceta de la cultura, se (re)plantea retomar las denostadas fuentes folklóricas y etnohistóricas des-de una perspectiva crítica y con una metodología actual que, cuanto menos, planteen nuevas hipótesis de trabajo en consonancia con el resto de fuentes.

Más allá de buscar universales antropológicos y de una visión uniformizadorora y estática de las so-ciedades prerromanas del centro y norte de la Pe-nínsula Ibérica, éstas constituyen un marco definido con tal desarrollo técnico que permite obtener nue-vas interpretaciones y, en definitiva, contrastar la validez de la aplicación de la etnografía y la et-nohistoria al contexto de la Edad del Hierro.

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JIA 2008 ISBN: 978-84-92359-25-3 Pp.: 223-228

ETNIAS Y CULTURA MATERIAL:UNA MIRADA DESDE LA ETNOARQUEOLOGÍA

Manuel A. Fernández GötzDepartamento de Prehistoria, UCM; [email protected]

RESUMEN

Aunque las interpretaciones étnicas han disfrutado de una larga tradición desde los inicios de la in-vestigación arqueológica, los abusos de las primeras décadas del siglo XX dieron paso a un amplio escepticis-mo que impidió la asimilación, por parte de la Arqueología, de la redefinición del concepto de “etnicidad” que tuvo lugar en disciplinas como la Antropología y la Sociología tras la Segunda Guerra Mundial. No sería hasta finales de los años 1970 e inicios de los 1980 cuando esta brecha comenzó a ser superada, en buena me-dida gracias a los trabajos etnoarqueológicos realizados por autores como Hodder, Wiessner o Larick. Par-tiendo de una breve introducción sobre los límites y posibilidades de la Etnoarqueología, en el presente artí-culo se exponen los principales resultados de estas investigaciones en relación con la cuestión étnica, así como las implicaciones que se derivan de cara a una comprensión de dicha problemática desde planteamien-tos arqueológicos.

ABSTRACT

Although ethnic interpretations long constituted a well-established tradition dating back to the early stages in the development of the archaeological discipline, the misuse of this perspective in the early twenti-eth century was followed by a period of generalised scepticism towards it. This precluded the incorporation to Archaeology of the concept of ethnicity developed by disciplines such as Sociology or Anthropology after World War II. It was not until the late 1970s and early 1980s that this breach was overcome, mainly due to ethnoarchaeological works carried by authors like Hodder, Wiessner and Larick. Following a brief introduc-tion on the possibilities and limits of Ethnoarchaeology, this article presents the main results of this studies in relation to the ethnic question as well as a discussion on the implications of such work for an archaeologic-ally-based understanding of this field.

Palabras Clave: Etnicidad. Etnoarqueología. África. Hodder.

Keywords: Ethnicity. Ethnoarchaeology. Africa. Hodder.

1. Introducción.Las interpretaciones étnicas, es decir, la adscrip-

ción de restos materiales a determinados pueblos, han disfrutado de una larga y continuada tradición en la investigación arqueológica (Brather 2004; Fernández Götz 2008; Jones 1997). Si durante las primeras décadas del siglo XX estas aproximacio-nes estuvieron basadas en el establecimiento de ecuaciones simplistas entre “pueblo”, “lengua” y “cultura arqueológica” (Childe 1929; Kossinna 1911), tras la Segunda Guerra Mundial se produjo un creciente escepticismo respecto a la posibilidad de estas interpretaciones. De este modo, las catego-rías étnicas apenas estuvieron presentes en la Ar-queología Procesual, en buena medida como reac-ción a los abusos presentes en los trabajos de Kos-sinna y sus seguidores.

En cambio, en disciplinas como la Antropología y la Sociología la eclosión de estudios en torno a la problemática de la “etnicidad” condujo, entre las décadas de 1950 y 1970, a una redefinición de este concepto, imponiéndose una conceptualización del

mismo como fenómeno socialmente construido y subjetivamente percibido.

El resultado de tan dispares desarrollos fue el establecimiento de una brecha entre aproximacio-nes arqueológicas y antropológicas, que sólo co-menzaría a ser superada a raíz de la realización de una serie de trabajos etnoarqueológicos de gran in-terés, buena parte de ellos en el continente africano. En efecto, no sería hasta finales de la década de 1970 cuando, de la mano de una serie de investiga-ciones vinculadas al denominado “debate sobre el estilo”, comenzaron los intentos por reconciliar las mencionadas diferencias. Serán precisamente estos estudios de autores como Hodder (1982), Wiessner (1983) o Larick (1986) los que, tras una breve in-troducción a los límites y posibilidades de la Etno-arqueología, constituirán el eje central del presente artículo.

2. La Etnoarqueología como vía de aproxi-mación al pasado.

Aunque definir la Etnoarqueología resulta cier-tamente complicado (González Ruibal 2003: 10-15;

I Jornadas de Jóvenes en Investigación Arqueológica: Dialogando con la Cultura Material. UCM, 3-5 de septiembre de 2008.

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224MANUEL A. FERNÁNDEZ GÖTZ

Hernando Gonzalo 1995), la visión generalizada ha sido la de una subdisciplina al servicio de la Arque-ología, dedicada a estudiar sociedades premodernas actuales con el fin de comprender mejor el registro arqueológico, en especial el de las sociedades prehistóricas (González Ruibal en prensa). En todo caso, la definición que aquí se acepta es la de Gon-zález Ruibal (2003: 12), según la cual:

“Etnoarqueología es el estudio arqueológico de sociedades generalmente preindustriales, con el objetivo de producir una arqueología más crítica y menos sesgada culturalmente, de generar ideas que favorezcan el debate arqueológico y de contri-buir al conocimiento de las sociedades con las que se trabaja, teniendo en cuenta sus tradiciones, ide-as y puntos de vista”.

Pese a las críticas recibidas y a los problemas epistemológicos y éticos que indudablemente se plantean (González Ruibal 2006 y e. p.), lo cierto es que la Etnoarqueología ha influido de forma deter-minante en el desarrollo de la Arqueología (Gonzá-lez Ruibal 2003: 7). Como muestra, basta señalar que los dos cambios más importantes en la orienta-ción teórica acaecidos durante la segunda mitad del siglo XX han venido de manos de dos investigado-res influidos por su trabajo de campo etnoarqueoló-gico: L. R. Binford e I. Hodder (ibídem: 10). Dicho esto, resulta evidente que si bien la Etnoarqueología está lejos de poder proporcionar “reglas universa-les” sobre las sociedades humanas, sí constituye una fuente de estímulo intelectual de extraordinario valor, habiendo contribuido de forma decisiva al desarrollo de nuevas e interesantes posibilidades in-terpretativas. En relación con la problemática que aquí nos ocupa, la etnicidad, puede decirse que su aportación ha resultado fundamental, permitiendo abrir una nueva etapa en la comprensión arqueoló-gica de este fenómeno. Al mismo tiempo, al mos-trarnos la enorme diversidad de la experiencia hu-mana, la Etnoarqueología nos recuerda que no exis-ten respuestas fáciles. Pero, ¿acaso no es en esta misma complejidad donde reside buena parte del atractivo que caracteriza la práctica de disciplinas como la Arqueología o la Antropología?

3. Etnicidad y estilo: hacia una nueva com-prensión

Una característica de la New Archaeology había sido el establecimiento de una dicotomía artificial entre “estilo” y “función”, asociando Binford (1962: 220) la etnicidad con el primero: “stylistic variables are most fruitfully studied when questions of ethnic origin, migration, and interaction betwe-en groups are the subject of explication”. Desde esta perspectiva se asumía que la forma cerámica estaba determinada por funciones utilitarias, siendo en las variaciones adicionales de tipo no funcional

representadas por la decoración donde se expresarí-an informaciones sociales como la “iconografía ét-nica”. En cualquier caso, el estilo era concebido principalmente como un reflejo pasivo de reglas normativas (Jones 1997: 111-112).

Fue ya a finales de los años 1970 e inicios de los 1980 cuando algunos arqueólogos comenzaron a desarrollar una nueva aproximación al estilo, con-siderando a éste como una forma de comunicación activa. Desde una perspectiva historiográfica, De-moule (1994: 474) ha señalado que estos estudios tuvieron un precedente en el trabajo del etnólogo estructuralista ruso P. Bogatyrev (1971 [1937]) so-bre las funciones de los trajes populares moravos, así como en el análisis de las pinturas faciales de los Caduveos de la Amazonia propuesto por C. Lévi-Strauss en su obra Tristes tropiques (1955). A pesar de ser muy raramente citada, la obra de Bo-gatyrev constituye un estudio pionero en mostrar el uso del vestido como un sistema con una función semántica, siendo la ropa la portadora de los signos.

Fig.: 1. Grupos destinatarios de los mensajes estilísticos (según Wobst 1977).

En cualquier caso, la nueva etapa en las aproxi-maciones sobre el estilo fue inaugurada por M. Wobst (1977), quien en un influyente artículo afir-mó que el estilo actuaba ante todo como un medio de comunicación entre grupos vecinos, siendo su principal función el mantenimiento de los límites sociales (Fig. 1). Así, los elementos visibles de los trajes populares yugoslavos tendrían la función de hacer reconocible a un determinado individuo en una sociedad multiétnica. La teoría de Wobst atri-buía una gran importancia a la visibilidad de los ar-tefactos, considerando que los más apropiados para la transmisión de mensajes estilísticos serían aque-llos susceptibles de ser vistos por más individuos. Sin embargo, y como mostrarían posteriormente au-tores como Wiessner (1983) o Lemonnier (1986), la

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225ETNIAS Y CULTURA MATERIAL: UNA MIRADA DESDE LA ETNOARQUEOLOGÍA

identidad étnica no sólo implica la comunicación con otros grupos, sino también una identificación personal para la que no hacen falta testigos ajenos. Por citar sólo dos ejemplos, Lemonnier (1986) se-ñaló que las trampas Anga para casuarios servían como marcadores étnicos, pese a hallarse escondi-das entre la densa vegetación de la selva y ser sólo perceptibles para la propia cultura que las construye y utiliza. Sterner (1989), por su parte, pudo com-probar en su estudio sobre los Sirak Bulahay de las Tierras Altas de Mandara (Camerún) que la cerámi-ca más decorada, y por lo tanto la más informativa potencialmente, era precisamente la menos visible.

Entre las primeras críticas que – desde el propio bando procesual – se realizaron a la artificiosa dis-tinción que había sido establecida entre función y estilo, resulta obligado citar los trabajos de J. R. Sackett (1977, 1985, 1986, 1990). Con el objetivo de superar las simplificaciones funcionalistas al uso y analizar el estilo como una cuestión cultural, este autor propuso el denominado “modelo isocréstico”, según el cual cada grupo humano escogería entre diversas opciones utilitariamente equivalentes aque-llas que se encontrarían en concordancia con su propia tradición cultural. Para Sackett la variabili-dad estilística – a la que denomina isochrestic va-riation – derivaba de la variación en las formas cul-turalmente prescritas de hacer las cosas. De este modo, en el proceso de manufactura de cualquier artefacto se verían reflejados patrones específicos de forma y diseño que caracterizarían étnicamente al grupo productor.

A diferencia de Binford y otros procesualistas, Sackett rechazó la separación analítica entre aspec-tos funcionales y no funcionales de la conducta hu-mana, señalando que el estilo estaría en todos y cada uno de los atributos de los objetos. En sus propias palabras: “in isochrestic perspective, a but-chering technique may potentially convey as much ethnically stylistic variation as a pottery decora-tion” (Sackett 1986: 630). Por otro lado, y pese a reconocer que el estilo material podía ser ocasional-mente utilizado de forma activa, para él la variación era producto principalmente de una transmisión pa-siva de códigos y conocimientos.

Pese a contener reflexiones de indudable inte-rés, Jones (1997: 122) ha señalado acertadamente que el problema de la argumentación de Sackett re-side en asumir que la variación isocréstica puede ser correlacionada con la etnicidad, cuando en reali-dad sería mejor compararla con el concepto de ha-bitus de Bourdieu.

De gran importancia resultaron también los tra-bajos de P. Wiessner (1983, 1984, 1985), quien es-tableció – para enfatizar el rol activo del estilo en la transmisión de mensajes conscientes sobre la identi-

dad personal o social – una distinción entre estilo “emblemático” (que proporcionaría información so-bre la filiación del grupo, es decir, identidad grupal) y estilo “asertivo” (que haría referencia a la identi-dad individual). En su estudio etnoarqueológico so-bre la variabilidad estilística en las puntas de flecha de los San del Kalahari (Fig. 2), Wiessner (1983) pudo mostrar que los diversos estilos se correspon-dían en buena medida con las divisiones existentes entre grupos lingüísticos, por lo que concluyó que estarían comunicando etnicidad de forma activa:

“for the San, the emblemic style carries a clear message to members of a linguistic group as to whether arrows come from their own group or a foreign one. In the former case it signals that the maker also holds similar values. In the latter case, the stylistic difference may either signal another set of values and practices, if the two groups are known to each other, or if not, that its maker is for-eign and his behavior is unpredictable. For ar-chaeologists, these stylistic differences could be used to delimit the boundaries between language groups, but they give no further information about degree of contact across them” (ibídem: 269).

El cuestionamiento por parte de Sackett de estas conclusiones llevó a un debate entre ambos investi-gadores (Sackett 1985 vs. Wiessner 1985). Si para el primero los estilos “emblemáticos” probablemen-te no comunicaban etnicidad de forma activa, sien-do más bien ejemplos de la “variación isocréstica” por él propuesta, Wiessner contestó con una contra-rréplica en la que reafirmaba las conclusiones de su trabajo etnoarqueológico.

Si bien las aportaciones de todos estos autores representaron un importante avance en el desarrollo de una nueva comprensión del estilo y, por ende, de la cuestión étnica, ninguna resulta comparable a la realizada por I. Hodder (1977, 1979, 1982). Tras haber trabajado durante buena parte de los años 1970 en Arqueología Espacial, este autor inició una nueva andadura profesional cuando – a raíz de los trabajos etnoarqueológicos que realizó en el distrito de Baringo (Kenya), en Zambia y en Sudán – des-cubrió que la cultura material estaba llena de sim-bolismo y, por tanto, significativamente constituida. Según su concepción, la identidad étnica podía ser expresada tanto en lo mundano como en lo decora-tivo. Además, y en contra de lo afirmado por Wobst (1977), Hodder (1982: 55) consideró que estos ele-mentos no tenían que tener una especial visibilidad.

La publicación en 1977 de sus trabajos etnoar-queológicos realizados en Baringo significó – junto con una serie de artículos aparecidos ese mismo año en el Norwegian Archaeological Review – la intro-ducción del modelo instrumentalista en Arqueolo-gía. Aunque Hodder (1979, 1982) indicó que la

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226MANUEL A. FERNÁNDEZ GÖTZ

identidad, lejos de constituir sólo una categoría asu-mida de forma no problemática, era creada simbóli-camente, encontrándose abierta a la negociación y la manipulación, por otro lado también destacó el uso activo de la cultura material en situaciones de contacto y frontera. Especialmente relevante resultó su estudio de los límites étnicos en el distrito de Ba-ringo, donde pudo analizar el comportamiento de la etnicidad en un contexto de interacción a través de las fronteras.

Sus resultados permitieron mostrar que, si bien numerosos elementos de la cultura material permití-an establecer diferenciaciones entre grupos étnicos, otros rasgos cruzaban los límites (Hodder 1982: 58). En todo caso, las fronteras entre los grupos ha-bían sido mantenidas durante varias generaciones, a pesar incluso del movimiento de familias enteras de una tribu a otra (ibídem: 24).

Hodder (1979, 1982: 55) argumentó que las dis-tinciones en la cultura material eran en parte mante-nidas para justificar la competición intergrupal y la reciprocidad negativa, y que estos patrones podían aumentar en tiempos de tensión económica. No obstante, también planteó que diferentes grupos po-dían adoptar distintas estrategias adaptativas ante las tensiones políticas y económicas, señalando que: “the explanation of those strategies and the way in which material culture is involved in them depend on internally generated symbolic schemes” (Hod-der 1982: 186).

De este modo, y de forma similar a Wiessner, Hodder (ibídem: 186-187) indicó que el uso de la cultura material en la diferenciación entre grupos étnicos autoconscientes podía dar lugar a disconti-nuidades en la distribución de ciertos elementos del registro, abriendo la posibilidad de una identifica-ción arqueológica. Sin embargo, también apuntó que algunos grupos podían elegir estrategias de asi-milación, y que otros mantendrían una identidad ét-nica que – como mostraba su trabajo sobre los Lozi en Zambia – no encontraría reflejo en la cultura ma-terial, dando como resultado unos límites étnicos imperceptibles para los arqueólogos.

Finalmente, Hodder (ibídem: 187-188) señaló que el análisis de las formas de relación intergrupal debía tener en cuenta la vinculación de éstas con la organización interna de las relaciones sociales en el seno de los grupos, así como la estructura de ideas y conceptos de los mismos. Así, en el caso del dis-trito de Baringo las tensiones sociales entre grupos de edad desempeñaban un importante papel en el mantenimiento de los límites étnicos, estando la conservación de éstos organizada como parte de las estrategias intragrupales.

En este sentido, los estudios realizados por R. Larick (1986, 1991) entre los Loikop del norte de Kenya han mostrado cómo el estilo de sus lanzas transmite, junto a rasgos étnicos, información sobre la edad (Fig. 3). Esta cultura material es usada de forma activa, ya que un hombre joven puede mani-pular su posición entre sus iguales a través de la po-

Fig.: 2. Mapa del área de estudio y yacimientos en los que se han documentado flechas (izquierda). Mapa de grupos lingüísticos San incluidos en el estudio (derecha) (según Wiessner 1983).

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227ETNIAS Y CULTURA MATERIAL: UNA MIRADA DESDE LA ETNOARQUEOLOGÍA

sesión de una forma específica de lanza. El análisis de Larick constituye, por tanto, un magnífico ejem-plo de que la etnicidad se encuentra estrechamente imbricada con los demás tipos de identidad social, como son la edad, el género o la clase. Como bien ha indicado Jones (1997: 85-86):

“in any particular analysis it is necessary to consider the intersection of different kinds of iden-tity – ethnic, class, gender and so on – and the ways in which they become institutionalized in dif-ferent societies”.

Por último, resulta necesario hacer referencia al trabajo de P. Lemonnier (1986) sobre los Anga de Nueva Guinea. Este autor sostuvo, en la misma línea que Sackett, que los estilos de tecnología y procesos de producción podían proporcionar tanta información sobre etnicidad como los propios obje-tos ya terminados. También señaló que, si bien al-gunas decisiones técnicas servían como marcadores étnicos, otras respondían a la mera necesidad econ-ómica, por lo que su significación resultaba de-pendiente del contexto. Todo ello recalcando que existen numerosos medios diferentes para expresar identidad étnica más allá de los objetos.

4. Conclusiones.Como balance global, puede afirmarse que los

mencionados estudios de autores como Hodder (1977, 1979, 1982), Wiessner (1983, 1984, 1985) o Larick (1986, 1991) permitieron destacar el papel activo del estilo en la expresión de la identidad y en la negociación de las relaciones sociales, represent-ando así un importante desarrollo en el análisis de

la identidad étnica en Arqueología. Aunque la nat-uraleza de la etnicidad no fue explícitamente dis-cutida en detalle en ninguno de estos trabajos, los grupos étnicos se conceptualizaron como grupos de identidad autoconsciente construidos en relación con otros grupos. Además, y recogiendo el testigo de una argumentación ya desarrollada por el an-tropólogo noruego F. Barth (1976 [1969]), se re-conoció que la expresión de la etnicidad podía estar restringida a un limitado elenco de atributos es-tilísticos que habían sido asociados con un referente étnico (Jones 1997: 115-116). De este modo, las re-servas que se manifestarían hacia algunos de estos trabajos no deben ser óbice para reconocer su papel determinante en la reconsideración de las relaciones entre identidad étnica y cultura material.

Agradecimientos.Quiero agradecer al Prof. Alfredo González

Ruibal (Universidad Complutense de Madrid) los numerosos comentarios y referencias que viene aportándome en la realización de mis estudios sobre etnicidad, así como el haberme proporcionado su manuscrito aún inédito. Evidentemente, todas las opiniones y, por supuesto, todos los errores que pueda haber son de mi única responsabilidad.

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Fig.: 3. Lanzas utilizadas por los tres principales grados de edad Loikop (según Larick 1986)

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JIA 2008 ISBN: 978-84-92539-25-3 Pp.: 229-236

ETNOARQUEOLOGIA EN LOS TIEMPOS QUE CORREN

Juan Martín DabeziesUniversidad de Santiago de Compostela-Laboratorio de Arqueolo-gía del Paisaje (IEGPS-CSIC); [email protected]ás GazzánLaboratorio de Arqueología. Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, (Uruguay); [email protected]

RESUMEN

En este trabajo expondremos los resultados de una actividad de arqueología experimental guiada por una actividad previa de etnoarqueología en las Tierras Bajas del Este del Uruguay, dominadas por amplias extensiones de palmares. Se trata del procesamiento del fruto de la palma Butiá capitata, cuyo consumo ha sido registrado en las poblaciones prehistóricas de la zona, tras más de 20 años de excavaciones arqueológi-cas. En base a la etnoarqueología se registraron los usos actuales del fruto y se registro una técnica de proce-samiento en donde las herramientas líticas (“rompecocos”) utilizadas presentan una morfología muy similar a las encontradas en el registro arqueológico. Se llevó a cabo una experimentación sobre estas técnicas de pro-cesamiento y luego una valoración de la actividad y un análisis de trazas de uso.

ABSTRACT

In this work we will expose the results of an activity of experimental archaeology guided by a previ-ous activity of ethnoarchaeology in the Eastern Lowlands of Uruguay, dominated by vast expanses of palm. This is about the processing of the fruit of the palm Butiá capitata, whose consumption has been recorded in the prehistoric populations of the area after more than 20 years of archaeological excavations. Based on the ethnoarchaeology were recorded current uses of the fruit and registration of a technique for processing, where lithic tools (“rompecocos”) have used a morphology very similar to those found in the archaeological record. An experimentation was carried out on these skills of processing and then a valuation of the activity and an analysis of traces of use.

Palabras Clave: Experimentación. Etnoarqueologia. Recursos vegetales.

Keywords: Experimentation. Ethnoarchaeology. Plant resources.

1. El estudio del material lítico en Arqueolo-gía y la importancia del enfoque funcional.

Si queremos ir más allá de la funcionalidad po-tencial de un instrumento, es decir saber más direc-tamente aspectos sobre su uso, independientemente de su intencionalidad prevista (aspecto enfocado principalmente desde perspectivas tecnológicas), llevar a cabo un análisis funcional es lo más perti-nente (Castro, 1997:72).

La historia de vida de los artefactos líticos pro-puesta por Schiffer (1972) resume las conductas in-volucradas en las actividades que “dan vida” a estos artefactos en un contexto sistémico. Todo instru-mento arqueológico es el resultado de una cadena gestual que implica decisiones y selecciones a nivel cultural, y gestos técnicos en tanto su obtención, fa-bricación y utilización (Mansur, 1986-90:116).

El aspecto central de este trabajo es aportar in-formación en base a un breve trabajo etnoarqueoló-gico y expermiental para comprender de manera di-recta el uso de los artefactos de molienda.

El uso de un artefacto de molienda puede ser considerado como el cambio físico de una sustancia como consecuencia la acción mecánica de un arte-facto sobre esta sustancia, gracias a la aplicación de una fuerza ejercida por el hombre, de un modo par-ticular.

Por lo tanto, los rastros materiales que quedan de esta acción (uso o en concreto procesamiento) estarán a nivel del artefacto y de la sustancia (y también en la persona que ejerce la acción, pero en este caso esa línea nos aparta del camino que segui-remos). En este sentido, estos dos tipos de huellas, son indicadores directos de la acción.

1.1. Evidencias de uso en artefactos de mo-lienda.

Los dos tipos de evidencias directas de uso en artefactos de molienda pueden referirse a “residuos de uso” o “rastros de uso”. Los primeros son restos de las sustancias trabajadas y pueden ser orgánicos o inorgánicos. Los orgánicos pueden ser de origen vegetal o animal, mientras que los inorgánicos son

I Jornadas de Jóvenes en Investigación Arqueológica: Dialogando con la Cultura Material. UCM, 3-5 de septiembre de 2008.

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230JUAN MARTÍN DABEZIES – NICOLÁS GAZZÁN

los restos de agregados o sustancias minerales (p.e. pigmentos).

Estos restos de uso pueden ser macroscópicos o microscópicos. Los macroscópicos son aquellos ob-servables a simple vista o a bajos aumentos. Solo se conservan en sitios con condiciones ambientales particulares. Para su estudio se deben tener en cuen-ta las posibles contaminaciones postdeposicionales de la matriz sedimentaria (Babot, 1999:79).

Los restos microscópicos son inclusiones del material procesado que queda en las irregularidades de las zonas activas, como ser estrías, microfractu-ras, porosidades, etc (Babot, 1999:78-79), incluido en la capa del micropulido (Mansur-Franchomme, et. al., 1987-1988). Existen diversos tipos de micro-rrestos, como lo son fitolitos, ácidos grasos, minera-les, etc. También se deben tomar precauciones a la hora de su análisis por la probable contaminación de la matriz sedimentaria.

Las huellas de uso son ocasionadas por la inte-racción del material con la sustancia procesada. To-das las huellas de uso se manifiestan de una manera doble: modifican la forma de la piedra y producen una disminución de su volumen (Semenov, 1981:30).

1.2. El uso de la analogía y la Arqueología Ex-perimental.

La Etnoarqueología y la Arqueología no son sustitutos de teorías arqueológicas ni antropológi-cas, sino que son parte de éstas (Gándara, 1989:46); son guías en la elaboración de hipótesis, las cuales deben ser contrastadas con el registro arqueológico (Gándara, 1989; Babot, 1999, 2000, 2001a, 2001b; Babot, Larrahona, 2001).

Ambas subdisciplinas están basadas en el razo-namiento por analogía, el cual puede ser definido como “the transportation of information from one objet to another on the basis of some relation of comparability between them” (Umenov, 1970; Wyle, 1980; en Hodder, 1982:16). Esto significa que si en un contexto X conozco las propiedades a, b, c, d, y en un contexto Z conozco las propiedades a, b, c, es muy probable que la propiedad “d” esté presente en el contexto Z. Así, son denominados el contexto X como contexto fuente de la analogía, y el contexto Z como contexto objeto de la analogía (Gándara, 1989:53).

La Arqueología Experimental es una herramien-ta heurística, ya que tiene como finalidad ayudar a interpretar el registro arqueológico. Ésta se ha cen-trado básicamente, por un lado en la comprensión de las técnicas involucradas en la elaboración de los artefactos líticos, y por el otro, en la función que és-tos cumplían en los sistemas socioculturales pretéri-tos.

Existen dos modalidades diferentes de experi-mentación, una analítica o mecánica, y otra sintética o imitativa (Richards 1988; Mazo Pérez 1997). Se-gún Mazo Pérez (1997) la experimentación analíti-ca o mecánica no consistiría en una simulación es-tricta del proceso laboral sino mas bien el énfasis se pone en el control de las variables cuyos resultados serían de difícil traslado a lo arqueológico, ya que su aportación sería netamente teórica y orientativa. El segundo tipo de experimentación, proporciona al analista un conocimiento fundamental “sobre ges-tos, utilizaciones normativas de los artefactos, efi-cacias, rendimientos, etc., que en ningún otro caso pueden obtenerse de la otra manera” (Mazo Pérez 1997:17). En este caso particular optamos por esta última, ya que en el marco de este análisis se priori-za el tipo de información al que se puede acceder a partir de la experimentación sintética o imitativa so-bre la analítica o mecánica.

2. Antecedentes arqueológicos de la zona de estudio.

La zona de las Tierras Bajas de la Cuenca de la Laguna Merín se caracteriza, a nivel arqueológico, por la presencia de los popularmente llamados Ce-rritos de Indios. El interés arqueológico por estas particularidades del paisaje se remonta a finales del siglo XIX, cuando llaman la atención de J. H. Fi-gueiras (1892). A partir de ese momento hasta prin-cipios de los 80 se intentó dar cuenta de este fenó-meno desde posiciones un tanto aficionadas. Al día de hoy numerosos proyectos se han dedicado a este fenómeno, dando lugar a una importante y sólida producción científica (Bracco et. al., 2000).

Los habitantes del Holoceno Medio eran, bási-camente, cazadores, recolectores y pescadores, con un contacto fluido con la costa oceánica, en la cual fue de suma importancia la caza de mamíferos ma-rinos complementada con la pesca, la captura de ba-llenas, franciscanas, moluscos y bivalvos. En el continente, la caza se centró en cérvidos, venados y animales de menor porte (López, 2001:243). Entre el III y el II milenio AP ocurre un descenso de las tierras inundables, liberándose terreno habitable donde se construyen nuevos túmulos. Este evento, que se da paralelamente a la reutilización de túmu-los ya existentes, cambios en la dieta (amplio espec-tro) y aparición de la cerámica, expresa una mayor territorialidad (López, 1998:639).

Uno de los cambios más importantes de este pe-ríodo es la explotación de ciertos “cultígenos clási-cos para América”, como maíz (Zea mays), zapallo (Cucúrbita), porotos (Phaseolus) y tubérculos (Canna) (Iriarte et al, 2004).

Paralelamente a estos cambios económicos ocu-rre un cambio tecnológico. Se le suma a la industria de talla (puntas de proyectil, raspadores, raederas)

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231ETNOARQUEOLOGÍA EN LOS TIEMPOS QUE CORREN

la tecnología de abrasión y pulido, como es el caso de los morteros, los cuales “muestran” (López, 2001:244) o “sugieren” (López, et al, 2002) el procesamiento de recursos vegetales, como es el caso de los rompecocos, los cuales, según algunas crónicas, podrían estar asociados al procesamiento especializado (elaboración de harina) de los frutos de Butiá capitata (César, 1981, en López, 2001:244).

La elaboración de artefactos de molienda y su utilización para el procesamiento de recursos vege-tales, son elementos claves en la comprensión de la relación hombre/medio ambiente y hombre/hombre. Estos elementos, conjuntamente con los cambios económicos señalados arriba, son indicadores de la emergencia de la complejidad cultural de socieda-des cazadoras-recolectoras-pescadoras.

Con la finalidad de dimensionar el papel de los recursos vegetales, a partir de los 90 se realizaron los primeros estudios de silicofitolitos (partículas biosilíceas de origen vegetal con un alto potencial de conservación y valor diagnóstico). Estos prime-ros trabajos se centraron en el estudio de muestras de sedimentos y tenían como objetivo determinar la presencia/ausencia de vegetales explotados por es-tos grupos, obteniéndose como resultado la presen-cia de cultígenos típicos para la región, como Zea mays, Cucúrbita spp. y Phaesolus vulgaris (Olivero y Campos, 2001). Pero más allá de estos cultígenos, y la abundante presencia de fitolitos de Butiá capi-tata, recientemente se ha reportado la presencia de varias especies silvestres en contextos arqueológi-cos, como por ejemplo achira (Canna glauca), toto-ra (Thypha dominguensis) y juncos (Cyperus spp. y Scirpus spp.) (del Puerto, Inda, 2003; Iriarte, et al., 2004).

Los únicos antecedentes específicos respecto al análisis de microvestigios vegetales en artefactos de molienda, corresponde al trabajo realizado por Cap-depont y colaboradores (2005), y el de Iriarte y co-laboradores (2004).

Como antecedente específico sobre la funciona-lidad de estos artefactos, los trabajos de René Bo-retto han sido los pioneros en la zona de Argentina, Brasil, Chile, Paraguay y Uruguay. En términos ge-nerales el autor pone en tela de juicio la funcionali-dad universal atribuida a las “piedras con hoyuelos” o “rompecocos”, también llamadas “quebra-nozes” o “pedras com cuvinhas” en Brasil (Boretto, 1970).

En este sentido el autor señala que “al haberse descubierto esta utilidad mencionada, hizo descan-sar a los investigadores, quienes al hallarse frente a un elemento de estas características, lo clasificaban directamente como “rompecocos” ó similares...(pero)…la incomodidad para quebrar cocos con

este material lítico tan poco consistente (la incon-sistencia puede estar relacionada a la manufactura: más fácil) y fundamentalmente la no existencia de coquitos en esta zona1, nos animó a pensar en una investigación a fondo del asunto, tratando de reco-pilar antecedentes...y determinar (aunque sea some-ramente), si en realidad en todas las zonas y todos los tipos de piedras con hoyuelos tuvieron idéntica utilidad” (Boretto, 1970:3-4).

En cuanto al rompecocos, se centra en la rela-ción forma-función poniendo en tela de juicio la función tradicionalmente atribuida. El autor señala que la materia prima de este tipo de herramientas debe ser lo suficientemente tenaz para soportar los golpes que se ejercen para quebrar el coquito pero que debe ser lo suficientemente blanda para permi-tir cavar el/los hoyuelos. En lo concerniente a las técnicas empleadas en la elaboración de los hoyue-los y en cuanto a las dimensiones y morfología de estas depresiones, el autor nos dice que el pulido re-sultaría una técnica innecesaria dado que es sufi-ciente con lograr una pequeña depresión cónica (en oposición a las cilíndricas generadas por el pulido) realizable mediante picoteo. Entonces, los supues-tos rompecocos que presenten sus hoyuelos pulidos deben haber sido destinados para otra función, aun-que no descarta que el pulido haya sido originado por el uso mismo (Boretto, 1970).

Para finalizar, el autor propone otras funciones alternativas de las piedras con hoyuelos, tales como: desgastadores, sobadores (caracterizados por una cara cóncava con impregnaciones de grasitud), pequeños morteros y molinos, y “batedores” con depresiones (percutores con depresiones utilizados para quebrar cocos). También destaca la posibilidad de que estas herramientas tengan varias funciones lo cual dificultaría la interpretación funcional (Bo-retto, 1970).

3. Actividades y resultados.En parte de la zona de las Tierras Bajas de Ro-

cha, donde se encuentran los cerritos de indios (Bracco, et al, 2000; López, 1998, 20012), se ex-tienden diversas áreas de palmares de Butiá capita-ta, con densidades de palmas que pueden variar en-tre 50 y 500 palmas por hectárea. Este palmar está en peligro de desaparición ya que no tiene capaci-dad de reproducirse por causa de la explotación arrocera (inundación de campos de palmares) o ga-nadera (el ganado come palmas en crecimiento). Asociado a estos palmares existen usos tradiciona-les que se extienden desde tiempos prehistóricos como el consumo de su fruto, históricos como los 1 Se refiere a las excavaciones realizadas por Bernal durante

el año 1969 en Nuevo Berlin, Dpto de Río Negro, Uruguay.2 Existen muchas publicaciones sobre los cerritos de indios

de Rocha, producto de más de 20 años de trabajos en la zona.

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232JUAN MARTÍN DABEZIES – NICOLÁS GAZZÁN

corrales de palmas y diversos usos actuales (Buffa, 1992; Cardoso, 1995).

En este trabajo se llevaron a cabo actividades de relevamiento de estos usos actuales del palmar, atendiendo principalmente a la cultura material y a los procesos de trabajo involucrados. También se realizó una experimentación con rompecocos utili-zados por estas personas, seguido todo esto por análisis de evidencias de uso.

3.1. Sobre la Etnoarqueología.Se trabajó con cinco productores locales, en dos

campañas de campo diferentes, de la zona denomi-nada “Vuelta del Palmar”, Departamento de Rocha, Uruguay. Se realizaron dos estancias de una semana con visitas a dos de las familias involucradas. Bási-camente se llevaron a cabo entrevistas y se realiza-ron observaciones de las actividades realizadas por estos productores. Cabe aclarar que no se puede ha-blar de una etnografía densa, ya que no eran los ob-jetivos de este trabajo, sino que se manejaron técni-cas etnográficas pero en base a los objetivos parti-culares del trabajo, que era abordar la dimensión económico-productiva de estos artefactos materia-les.

Los productores con los cuales se trabajó utili-zan la hoja y el fruto de la palma, aunque existen datos históricos sobre la utilización del tronco y de la médula (Cardoso, 1995). También hay registros de la utilización de los troncos de las palmas para la elaboración de los corrales, los cuales serían elabo-rados con las palmas vivas. Por otro lado la explo-tación de la médula para elaborar la “miel de Butiá” es un hecho conocido por todos los informantes. La extracción de la miel de Butiá actualmente está prohibida por Ley (9.872) ya que implica la muerte de la palma.

Otro dato que también fue aportado por los in-formantes pero que a su vez está documentado, es la extracción de aceite de la almendra del fruto. Esta actividad fue desarrollada industrialmente por la fábrica COCOPALM, de la cual formaron parte algunos familiares de los entrevistados. La obten-ción del aceite era realizada rompiendo los frutos secos (endocarpio), sin pulpa (mesocarpio) y luego separando la cáscara de la almendra por flotación. Con la almendra se obtenía aceite y con la cáscara se alimentaban los fuegos de la fábrica.

Según indicaron los entrevistados, la colecta de los frutos implicaba un operativo de decenas de personas que “limpiaban el palmar”, recogiendo los frutos del suelo y cortando los cachos de las palme-ras. Luego los frutos eran llevados en carros tirados por caballos hasta la fábrica.

La hoja de palma es utilizada en ocasiones como forraje, aunque según señalan los entrevista-

dos, también se llevan a cabo tareas de quinchado con la hoja entera y extracción de fibras. El quin-chado con estas hojas puede ser realizado de dos maneras: colocando unas hojas sobre otras sin en-trelazado, o quinchando las hojas, formando una su-perficie que es totalmente impermeable.

Fig.: 1. Detalle de un quinchado.

La primer técnica es utilizada frecuentemente para techar galpones, chiqueros, etc. ya que es muy sencilla. La segunda técnica no es muy utilizada porque es un tanto compleja y no existen muchas personas vivas que conozca la técnica. De todos modos fue posible realizar un registro fotográfico de un quincho con hojas de palma, ubicado en el Balneario Aguas Dulces. Según los propietarios del lugar donde está presente este quincho, se trata de un techado totalmente impermeable con una dura-ción promedio de 8-10 años, dependiendo de la in-clinación y de los cuidados que se le otorguen (Fig. 1).

La otra manera de utilización de la hoja de pal-ma es la extracción de fibras. Si bien los entrevista-dos señalaron que no es una actividad que sea reali-zada muy comúnmente, en ocasiones se utilizan en la elaboración de artesanías. El otro uso de las fi-bras, aunque ninguno de ellos lo hace actualmente, es en la manufactura de calzados (p.e. para la suela de las alpargatas, calzado típico del Uruguay), para confeccionar felpudos, relleno de colchones, etc.

La parte de la palma más utilizada por estos productores es el fruto, los cuales son cosechados entre los meses de febrero y abril. Por lo general no son muchas las personas que participan en la cose-cha (cinco aproximadamente), ya que el volumen de producción no es muy alto.

La técnica empleada en la cosecha consiste en colocar bajo la palma a cosechar una tela que impi-da la dispersión de los frutos, los cuales son “baja-dos” de la palma con un palo largo que tiene un ele-mento cortante en un extremo (Fig. 2A). De esta manera el “cacho” con los frutos cae sobre la tela para luego ser colocados en el medio de transporte (generalmente un carro) (Fig. 2B).

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233ETNOARQUEOLOGÍA EN LOS TIEMPOS QUE CORREN

El rendimiento de cada palmera es de 2 a 5 ca-chos, lo cual estiman son unos 15-20 kg de fruto por palma. Existe una selección (no muy importan-te) de las palmas a cosechar basada en el color de los frutos.

Fig.: 2. Actividad de extracción de coquitos de la palma.

En cuanto a los productos que se obtienen del fruto de la palma, podemos diferenciar dos tipos se-gún sean elaborados con la pulpa o con la almen-dra. Dentro de los elaborados con la pulpa está la “miel de Butiá” (no es la miel de abejas ni miel ela-borada con la médula mencionada anteriormente, es simplemente una jalea), dulce de corte, caramelos, guindados, licores, etc. Si bien estos productos ge-neralmente son elaborados inmediatamente después de la cosecha, en ocasiones los frutos con la pulpa son conservados en frío o con azúcar, y sellados.

Como es evidente este tipo de productos deriva-dos de la pulpa del fruto no son de mucho valor como evidencia arqueológica por su poca visibili-dad en el registro arqueológico. No es este el caso del café de coco elaborado por estas personas con artefactos de piedra que ellos mismos denominan rompecocos y que son muy similares a los arqueo-lógicos.

Para la elaboración de este producto los frutos deben estar sin pulpa, por lo que los frutos más ap-tos son los regurgitados por el ganado bovino, los cuales a su vez están dispuestos en conjuntos tor-nándose más fácil su recolección. La técnica de ela-boración consiste en romper los frutos con dos pie-dras y colocar el producto (cáscara y almendra) en un recipiente. En otro momento se separa la cáscara de la almendra, desechándose la primera, mientras que la segunda, rica en aceite, se deja secar y luego se tuesta, finalizando el proceso con la molienda, para la cual se utiliza un molinillo pequeño similar al de café. Según uno de los entrevistados, romper la cantidad de frutos contenidos en un balde de 10 lts., lleva un tiempo de 1 hora aproximadamente. La tarea fue descripta por los mismos como sencilla técnicamente pero agotadora.

Las partes pasivas de los artefactos líticos utili-zados para romper los coquitos son basaltos o gra-nitos que presentan una cara plana o levemente cón-

cava. Luego de repetir la acción varias veces se va generando la concavidad, la cual en ningún caso fue elaborada intencionalmente. Según uno de los infor-mantes, en una temporada es suficiente para que se genere la concavidad (Ver figura 3).

3.2. Sobre la Arqueología ExperimentalLa etapa experimental se realizó en lo que con-

cierne al procesamiento del fruto, ya que es en base a lo cual existen mayores vinculaciones a nivel ar-queológico. El fruto es de forma ovoide-subglobu-loso, presenta un color que varía de amarillo a rojo, y está compuesto por un exocarpo delgado, un me-socarpo grueso y un endocarpo lignificado. Los fru-tos son comestibles y maduran entre los meses de marzo y abril. El endocarpo (coquito) posee de una a tres cavidades carpelares (normalmente tres). Cada cavidad carpelar contiene una semilla aceitosa (llamada localmente nuez o almendra) y presenta un poro germinativo3.

La experimentación se llevó a cabo utilizando como insumo fundamental el trabajo etnoarqueoló-gico, a través del cual se pudieron conocer, aislar y definir las variables implicadas en el procesamiento del fruto.

Se utilizaron 120g de coquitos en estado seco y 105g en estado verde. Los frutos utilizados fueron recogidos en el mes de abril, en Montevideo. En su mayoría se encontraban dispersos en el suelo, aun-que algunos se extrajeron de la propia palma. Para su procesamiento, se utilizan dos manos y un mor-tero de granito, pertenecientes a los productores con los que se realizo la fase etnoarqueológica.

La actividad fue realizada según lo observado en la primer instancia de este trabajo, cuya finalidad es la de romper el coquito de Butiá y poder extraer la “nuez”. Los coquitos se colocan en el mortero y se golpean con la “mano”. Se realizaron dos experi-mentos, el primero con coquitos verdes y el segun-do con coquitos secos. En cuanto al tiempo, se con-trolan los minutos de duración de la experimenta-ción, y el análisis mesoscópico (menos de 100x) se realiza una vez que la actividad experimental finali-za.

La experimentación con coquitos verdes es rea-lizada en setenta y dos minutos, utilizándose 105 gramos de Butiá en estado verde. Por otro lado, la experimentación con semillas secas es realizada en treinta minutos, se utilizan 120 gramos de coquitos de Butiá en estado maduro.

Al finalizar la experimentación se pesan las se-millas obtenidas separándose por un lado aquellas extraídas de coquitos secos y las de coquitos verdes

3 http://www.fagro.edu.uy/~butia/indexnuevo%20la%20es-pecie.htm.

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234JUAN MARTÍN DABEZIES – NICOLÁS GAZZÁN

por otro. Por un lado se obtuvieron 10 gramos de semillas “verdes” y por otro se obtuvieron 21,5 gra-mos de semillas “secas”.

De los siguientes experimentos se desprende que se da un mayor aprovechamiento del tiempo y un mejor rendimiento con los coquitos secos ya que estos se rompen en general con un solo golpe y la semilla se extrae entera. Por otro lado, con los co-quitos verdes, en general la extracción de la semilla lleva más de un golpe y en muy pocas oportunida-des se extrae entera. En cuanto a los coquitos secos, si el golpe fue certero, el desprendimiento de la se-milla se realiza prácticamente solo, mientras que en los coquitos verdes se demora mas tiempo separan-do la nuez de la cáscara. Esto genera que el proceso tome más tiempo y que el desperdicio de semilla sea mayor.

El principal obstáculo del trabajo con los frutos secos es que un gran porcentaje estaban en mal es-tado, por lo cual no eran aprovechables, aunque de todas formas, como lo evidencian los resultados, re-sultó ser una actividad mucho más eficiente que la realizada con los frutos verdes.

La cadena de trabajo, consiste en una serie de pasos que involucra en primer lugar la fractura del coquito para la extracción de la nuez, una vez extra-ída se separa para que no se mezcle con los resi-duos generados (cáscaras fracturadas, trozos de nuez triturada). Esta actividad resultó más efectiva cuando fue realizada tal cual nos sugirieron los pro-ductores, entre dos personas, ya que de esta forma se realizaban las dos tareas de forma paralela, mien-tras uno rompía coquitos el otro se dedicaba a sepa-rar las nueces. Cabe destacar que tal como lo expre-saron los productores de Butiá, la actividad resulto mas efectiva cuando procesamos mas de un coquito a la vez, de forma que la fuerza del golpe se distri-buye entre mas puntos generando una fractura de la cáscara mas controlada, obteniendo en la mayoría de los casos la nuez entera. Fig.: 3. Mano de mayor tamaño.

Se utilizaron dos manos, de diferentes tamaños. Pudimos comprobar que se realiza mejor la activi-dad cuando trabajábamos con la mano más grande ya que se aprovecha mejor la inercia generada por el movimiento (Fig. 3). No obstante, esto genera un mayor cansancio debido al mayor peso de esta mano.

La actividad desarrollada genera una superficie aceitosa en el mortero, debido a la riqueza de aceite vegetal que posee este tipo de coquito (Fig. 6). Como veremos más adelante, esto influye significa-tivamente en el pulido de las zonas en donde toma mayor contacto este aceite.

Sobre los análisis mesoscópicos de una de las

manos utilizadas, se observa que la zona que pre-senta pulido es aquella próxima a la concavidad de la misma, zona que es la que toma contacto con los coquitos, la cual apenas presenta zonas pulidas, pre-sentando mayormente algunos picoteados.

En cuanto al mortero, se discriminan cinco zo-nas, las cuales se analizan por separado (Fig.4).

Fig.: 4. Detalle de mortero luego de actividad.

Las primeras tres zonas corresponde a los hoyos que se encuentran en el mortero. Estos hoyos sirven para colocar los coquitos, evitando de esta manera que se muevan y a su vez permiten un mayor con-trol del golpe. Esta zona es donde se observa un pulido mas intenso que en el resto de la pieza (Fig. 5). Este pulido abarca más del 80 por ciento de la superficie de cada uno de los tres.

Fig.: 5. Detalle de pulido en hoyo. Fotografía tomada a 100x.

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235ETNOARQUEOLOGÍA EN LOS TIEMPOS QUE CORREN

En la zona cuatro se observan principalmente esquirlamientos y algunas estrías, siendo la zona donde aparecen con mayor frecuencia este tipo de traza. Por otro lado, el pulido alcanza el 30 por ciento.

La zona cinco presenta un pulido de aproxima-damente el 70 por ciento, presentando también es-quirlamientos y algunas estrías.

En la zona seis se observan unas pocas estrías y esquirlamientos y el pulido abarca un 30 por ciento.

Por último cabe destacar, que a partir de lo ob-servado en la experimentación y luego de analizado con lupa binocular, se pudieron relacionar las zonas que presentan esquirlamientos, concentrándose bá-sicamente en las zonas 4 y 5 del mortero, con aque-llas zonas donde se da un menor control del golpe. De esta forma se producen golpes no previstos que generan este tipo de traza. Por otro lado, hay una relación directa entre las zonas de mayor pulido con aquellas zonas que quedan más humedecidas por el aceite desprendido por los coquitos al ser golpea-dos.

Fig.: 6. Mortero humedecido por aceite de Butiá.

4. Consideraciones finales.La actividad en su conjunto debe ser valorada

positivamente, aunque una participación directa en la época de cosecha y procesamiento engrosaría las posibilidades heurísticas del trabajo etnoarqueoló-gico, y también permitiría vincular otras dimensio-nes de orden diferente al económico productivo.

Como vimos el uso de la palma Butiá capitata es una actividad que se extiende desde tiempos prehistóricos hasta la actualidad. En esta aproxima-ción a la comprensión de los usos actuales, para po-der generar hipótesis exploradas con la experimen-tación, fue posible establecer algunas puntualizacio-nes respecto a las trazas generadas y a los esfuerzos involucrados.

De acuerdo a las valoraciones de ambas activi-dades, debemos señalar que la actividad de romper los coquitos de Butiá, debe ser entendida como una

actividad no individual, aunque actualmente está siendo abandonada por su poca rentabilidad, trans-formándose en una práctica llevada a cabo general-mente por una o dos personas que se encargan de las diferentes etapas. No debemos olvidar que en ocasiones se trata de una actividad que en parte es llevada a cabo por los niños, fundamentalmente en lo que concierne a la separación de la cáscara de la nuez.

En cuanto a las trazas de uso, creemos que es posible afirmar que el pulido de los hoyuelos y de las zonas inmediatamente próximas, puede ser ge-nerado por la constante actividad de percutir sobre los coquitos, los cuales al desprender aceite y amor-tiguar el golpe, funcionarían como los generadores de ese tipo de trazas. Por otra parte, la presencia de otros tipos de trazas en otras zonas de las piezas nos permiten referirnos a que es necesario ampliar la mirada hacia otras zonas de la pieza que no son los hoyuelos ni las inmediatamente próximas. Conside-rando esto, es posible entender en mejor medida aspectos sobre las manos utilizadas y, en combina-ción con las morfologías y trazas concretas de las zonas más activas del artefacto, el grado de especia-lización del mismo (Risch, 1998:112).

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JIA 2008 ISBN: 978-84-92539-25-3 Pp.: 237-244

ETNOARQUEOLOGÍA DEL PAISANAJE TRADICIONAL COMO FUENTE DEINFORMACIÓN EN ARQUEOLOGÍA

David González ÁlvarezDepartamento de Prehistoria, UCM. [email protected]

RESUMEN

Las comunidades tradicionales del medio rural asturiano construyen (o construían) su identidad en base al pensamiento mítico, lo que les permite manejar relatos orales por medio de los cuales comprenden y explican diferentes observaciones reales. Dentro de esta tradición oral, abundan los relatos referentes a reali-dades arqueológicas como yacimientos u objetos materiales relacionados con las comunidades castreñas del área cantábrica occidental (Asturias). Estos discursos pueden ser relevantes para la disciplina arqueológica, para lo cual planteamos someramente una línea de trabajo, a través de varios casos de estudio, en la que tras la interpretación etnoarqueológica contextual, podemos aprovechar aportes informativos procedentes del sis-tema de conocimiento tradicional, elaborado en clave mítica.

ABSTRACT

Traditional communities from rural Asturian landscape construct (or constructed) their identity based on a mythical thought, which allows them to handle oral stories which they are able to understand and explain different real observations. Inside this oral tradition, there are many different stories relating to ar-chaeological realities like sites or material objects of hillforts communities in the Western Cantabrian area (Asturias). These speeches can be relevant for the archaeological discipline, for which we raise superficially a way of work, through a few cases of study, in that after contextual ethnoarchaeological interpretation, we can take advantage of informative contributions proceeding from the traditional system of knowledge, elaborated in mythical key.

Palabras Clave: Etnoarqueología. Folklore. Paisaje mítico. Castros. Ancestros.

Keywords: Ethnoarchaeology. Folklore. Mythical landscape. Hillforts. Ancestors.

1. Las comunidades tradicionales campesi-nas del medio rural asturiano.

Todos los seres humanos han de poder asumir y normalizar su situación en la realidad que les ha to-cado vivir, manteniendo una consciencia y un deter-minado aparato reflexivo que les permita compren-der su lugar en el mundo, sin que la situación les abrume. Siguiendo a Almudena Hernando (1999, 2002 y 2006), las personas generan unos mecanis-mos de seguridad que les ayudan a sentirse a salvo en el transcurso de su existencia, que quedan agru-pados, según esta autora, bajo el concepto de Iden-tidad (Hernando, 2002). Se utilizan, con este fin, sistemas orientativos y ordenadores de lo observa-ble que ayuden a componer y recrear la realidad percibida. En el centro de estos esquemas se sitúan los conceptos de tiempo y espacio, que son elabora-ciones humanas y no elementos dados o comunes a todas las sociedades humanas, y cuya modelación depende de la complejidad de cada cultura (Her-nando, 1999: 25). Así pues, existirá una relación entre el control material efectivo de nuestra super-vivencia (en cuanto a la capacidad de planificación y previsión), y las modalidades que el tiempo y el espacio adquieran en cada esquema de pensamien-to, que será común a todos los miembros del grupo

social que participen de unas mismas condiciones de control material sobre la realidad (ib.: 8-9). Con esto, asumimos también que puedan existir diferen-cias intragrupales relacionadas con diferentes cate-gorías de poder (sociopolítico, socioeconómico, de edad, de género, de etnia...).

En el presente trabajo, centraremos nuestra atención en las comunidades campesinas tradiciona-les del medio rural asturiano. Hasta la primera mi-tad del siglo XX, sus formas de vida se podrían ca-racterizar como profundamente conservadoras, en cuanto al mantenimiento de un sistema vital fuerte-mente arraigado en ese espacio, con una notable in-mutabilidad de sus características formales. La fa-milia, las formas productivas, las fórmulas de socia-lización vecinal, la cosmovisión y la autoconscien-cia personal y colectiva, continuaban respondiendo a unos patrones que habrían tomado forma tras una larga sucesión de distintas generaciones familiares y vecinales. Su validez y continuidad no habrían sido puestas en duda desde el interior de estas comuni-dades, ya que la minimización e invisibilización de los posibles cambios o revisiones de sus componen-tes estructurales serán los pilares fundamentales del éxito en la coherencia y supervivencia de esta deter-minada cosmovisión. En este marco determinado, el

I Jornadas de Jóvenes en Investigación Arqueológica: Dialogando con la Cultura Material. UCM, 3-5 de septiembre de 2008.

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238DAVID GONZÁLEZ ÁLVAREZ

tiempo como parámetro ordenador de la realidad pierde mucha importancia respecto al componente espacial, sobre todo si pensamos en segmentos tem-porales más amplios que la escala de la propia vida humana. Las coordenadas espaciales, así pues, se-rán las principales referencias ordenadoras de las normas, narraciones, recuerdos y ensoñaciones de los miembros de estas sociedades campesinas prein-dustriales. Todo lo contrario sucede con las socie-dades humanas que surgieron tras la Modernidad, que usan el tiempo como parámetro ordenador de la experiencia humana, lo que sustentan los discursos de la Ciencia y, de forma paradigmática, los de la Historia y la Arqueología (Hernando, 2006).

Todas estas observaciones preliminares nos en-caminan a plantear que estas comunidades emplean el pensamiento mítico como mecanismo estructural de seguridad, y como fórmula fundamental para comprender la realidad que perciben, pudiendo así relacionarse con ella. Estos hombres y mujeres mi-tifican la naturaleza sentida, para poder obtener ex-plicaciones, justificaciones y orientaciones en las si-tuaciones en que las necesiten. Sólo se iniciará un cambio profundo, a nivel estructural, en este esque-ma tradicional del pensamiento campesino con la aparición de la documentación escrita y con la asi-milación del carácter empirista de la Ciencia. Esta nueva situación dinámica de cambio cultural empe-zará a tomar forma, de manera más significativa, en la primera mitad del siglo XX, con la extensión de las formas institucionales y administrativas del sis-tema de poder del estado español contemporáneo, primero; y con la asimilación de las prácticas pro-ductivas capitalistas, después, lo que tendrá una palpable incidencia en la materialidad de estas cul-turas (González Ruibal, 2005; González Álvarez, 2008). De entonces en adelante, comenzará a exten-derse paulatinamente la concepción de que el meca-nismo básico de seguridad será la confianza en el nosotros mismos, como individuos pertenecientes a una comunidad (global, a nivel casi de especie), que es capaz de reconocer los mecanismos por los que funciona la realidad observable, anticiparse a ellos, y actuar en consecuencia. Esta confianza en la Ciencia propiciará que se valore positivamente el cambio, rompiendo con la tradicional apreciación generalizada del estatismo, la permanencia, y el mantenimiento invariable de lo conocido (Hernan-do, 2006: 226).

2. El Folklore.El Folklore como término («Folk»-«lore»: «pue-

blo»-«conocimiento») y como objeto de estudio de la Etnografía o la Antropología, nace en la Europa del siglo XIX. Centrará su atención en el estudio de las formas de vida de las sociedades tradicionales que permanecen en el medio rural de los países eu-ropeos en vías de industrialización. Se ocupa de la

recogida de información referente a los modos de vida, tradiciones orales, cultura material... de esas comunidades rurales que son normalmente foco de atención, con cierto tono paternalista, de investiga-dores procedentes del ámbito urbano. Con el desa-rrollo de estos estudios, contaremos con las prime-ras referencias a partir de las cuales abordar el estu-dio del pensamiento mítico de estas comunidades campesinas. Afortunadamente, este registro de in-formaciones ha ido aumentando con el paso del tiempo en cantidad y calidad, en paralelo al desa-rrollo y consolidación de las Ciencias Sociales. El folklore ha de ser visto como la expresión de la cos-mología tradicional de las comunidades preindus-triales, más que como una desorganizada y deslava-zada colección de fragmentos narrativos de carácter legendario (Layton, 1999: 26).

Desde nuestra perspectiva arqueológica, pode-mos tomar ciertas informaciones de este tipo de tra-bajos elaborados por etnógrafos o antropólogos; y también con más cautela de los datos ofrecidos por cronistas y eruditos locales, viajeros... No obstante, la mejor fuente de información para los arqueólo-gos, creemos que puede ser la proporcionada por aquellos estudios etnoarqueológicos que atiendan a los relatos orales. Este tipo de aproximaciones son capaces de relacionar el contenido informativo del folklore con el estudio de las evidencias materiales con las que puedan vincularse, pudiendo así alcan-zar mayores cotas de seguridad en las tentativas para establecer un acercamiento entre las ópticas de conocimiento arqueológico y los del folklore.

Hoy día sigue siendo posible escuchar relatos e historias propias de la tradición oral campesina de boca de algunos habitantes del medio rural asturia-no, especialmente de personas de avanzada edad. En su conjunto, conforman un folklore tremenda-mente interesante, que por otro lado se encuentra en una situación crítica en cuanto a su conservación en un contexto vivo, más allá de su preservación, del todo necesaria, mediante recopilatorios documenta-les. Es por ello por lo que es acuciante emprender un último esfuerzo en el estudio, desde todas las perspectivas posibles, de este Patrimonio cultural que, de forma irremediable, va a desaparecer frente a nuestras propias narices en el siglo XXI.

3. Arqueología y Folklore.La Arqueología y el Folklore son dos discursos

explicadores de una determinada realidad, con plan-teamientos de partida bien divergentes, aunque con similares objetivos. Ambos discursos son dos de las múltiples visiones que, desde el presente, otorgan significados al pasado. Entendiendo sus diferencias y sus coincidencias, podríamos alcanzar una visión más crítica y comprensiva con la que crear imáge-nes alternativas de las gentes de tiempos pretéritos

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(Gazin-Schwartz y Holtorf, 1999: 3). La Arqueolo-gía reconstruye un Pasado que es ordenado en una línea crono-temporal, en la que se delimitan tiem-pos y épocas precisas, mientras que el Folklore y la tradición oral se esfuerzan por situar, en su propio paisaje del presente, acontecimientos pretéritos pro-tagonizados por personajes de rasgos legendarios, vinculados a hitos o a monumentos (Layton, 1999: 27). El punto en común entre las dos opciones de conocimiento es el hecho de que ambos discursos tienen como objetivo desentrañar el origen de cier-tas evidencias materiales de factura antrópica, tra-tando de reconocer su autoría, finalidad, funciona-miento... y asumir estas explicaciones en el mismo código que estructura su cosmografía, siguiendo los sistemas comprensivos de la realidad que estas co-munidades mantengan.

En contra de lo que pueda parecer, existe la po-sibilidad efectiva de relacionar ambos campos para avanzar en nuestro conocimiento sobre las comuni-dades humanas, tanto las pretéritas como las actua-les. Con nuestra propuesta, trataremos de emplear el conocimiento y la percepción mítica que generan (o generaron) las comunidades campesinas tradicio-nales del entorno inmediato en el que viven (o vi-vieron), como una fuente de información más -tras un necesario análisis crítico- que aporte nuevos da-tos al proceder interpretativo de la Arqueología. El fondo contextualizador de este puente conector en-tre Arqueología y Folklore, creemos que han de ser los estudios etnoarqueológicos de las comunidades tradicionales productoras y consumidoras de estos relatos orales. De igual forma, y aunque no sea el objeto de nuestra exposición, este análisis contex-tual ha de servir también para comprender mejor las pautas de racionalidad y la cosmovisión de los hombres y mujeres que dan vida a ese paisanaje tra-dicional del medio rural (vid. González Ruibal, 2003b).

Debemos terminar por establecer que estos dos términos se refieren a dos vías paralelas de cons-trucción de conocimiento, partiendo de unas mis-mas evidencias materiales, como lo son los restos arqueológicos apreciables en el paisaje. Estas dos opciones de conocimiento son igual de satisfacto-rias y efectivas para sus autores y consumidores, pues cada vía muestra coherencia interna con la es-tructura intelectual y de conocimiento que soporta cada aproximación. Asumiendo esto, es hora de que pasemos a trabajar desde una perspectiva incluyente y de diálogo entre las partes (Gazin-Schwartz y Holtorf, 1999), para ahondar en el entendimiento de cada una de ellas, a la vez que se avanza en el cono-cimiento de la propia naturaleza humana y sus dife-rentes manifestaciones culturales.

3.1. Antecedentes.Hasta la fecha, diversos autores "académicos"

han tenido en cuenta estos relatos orales a la hora de plantear sus investigaciones sobre la etapa cas-treña en el actual territorio administrativo de Astu-rias, aunque normalmente suelen presentarse estas leyendas a modo de anexos o inventarios, con un papel más bien anecdótico en los procesos de inter-pretación arqueológicos (vid. Camino, 1995).

Contamos con buenos ejemplos en la trayectoria investigadora de la Arqueología asturiana de la uti-lización de estos referentes orales. Así, en la pione-ra intervención de Aurelio del Llano en Picu'l Cas-tru de Caravia, el investigador hace caso a las suge-rencias de los vecinos de la zona (1919: 32-33), quienes le indicaron que excavara hacia el medio-día, ya que ahí se emplazaba la entrada al palacio subterráneo de los moros que habitaban allí antaño. Con anterioridad a Aurelio del Llano, José María Flórez (1878) también había incluido segmentos de tradiciones orales en la exposición de sus excava-ciones en el castro de Coaña, pero en este caso debe verse más bien una amalgama de ambas fuentes de conocimiento, que el autor no logra individualizar del todo (Marín Suárez, 2005a: 97). Ya en la segun-da mitad del siglo XX, destaca el profesor José Ma-nuel González, filólogo de formación, quien tendría muy en cuenta la toponimia y los relatos del Folklo-re en su monumental obra de prospección y catalo-gación de los castros y túmulos asturianos (1966, 1973a y 1973b). Con posterioridad, otros trabajos han ido introduciendo, en conjunto (De Blas y Ló-pez, 2001; Álvarez Peña, 2002 y 2007) o desde una de las partes (Suárez López, 2001), esta relación di-námica entre Arqueología y Folklore para el ámbito rural asturiano.

3.2. Arqueología y Folklore en el medio rural del Cantábrico occidental: Asturias.

En el contexto geográfico y humano que nos ocupa, vemos que el corpus informativo proporcio-nado por la tradición oral sí logra aportar algo de luz a la investigación arqueológica en determinados casos concretos (De Blas y López, 2001; Álvarez Peña, 2007).

Las comunidades tradicionales mantienen (o mantenían, hasta hace pocas décadas) un sistema mítico de explicación de su realidad, en el cual las narraciones orales que conforman el Folklore jue-gan una gran importancia como mecanismo de transmisión de sus conocimientos y como referentes de comprensión y seguridad ante su entorno. Multi-tud de relatos orales tienen como escenario diferen-tes yacimientos arqueológicos, como castros, cue-vas, megalitos o castillos arruinados. En su afán por dar explicación a las evidencias estructurales y ma-teriales que percibían en tales enclaves, y que no

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comprendían o a las que no lograban darles explica-ciones satisfactorias utilizando sus propios paráme-tros de juicio, las gentes elaboraron -por acumula-ción- explicaciones realizadas en función de las ex-periencias vivenciales que les eran familiares, lle-gando a conformar un extenso corpus documental sobre historias de tesoros, castillos y cuevas encan-tadas habitados por seres legendarios, entre los que los moros van a tener un protagonismo central.

Partiendo de nuestras inquietudes investigado-ras, relacionadas con las comunidades castreñas del área occidental cantábrica, creemos que acercarnos al Folklore generado por las comunidades subactua-les de este mismo paisaje puede ser una vía de tra-bajo interesante, alternativa y a la vez complemen-taria a las convencionales labores de prospección o excavación arqueológica.

3.3. Los «moros».Con el término de moros (o mouros según las

distintas variantes geográfico/dialectales de la len-gua asturiana) podemos denominar a un conjunto variable de seres paganos (desde una óptica cristia-na), agrupados en una misma categoría referencial en la que, no obstante, debemos contemplar matices particulares según los diferentes casos.

Fig.: 1. Vecinos de Salas (Asturias) junto a moros perte-necientes a los cuerpos de Regulares del ejército golpista, 1936 [Fotografía cedida por la Asociación cultural Pola de Salas].

Estos míticos moros serían unos seres sobrehu-manos, cuya identificación no está relacionada de forma directa con los bereberes de la fase de domi-nio musulmán de la Península Ibérica, ni con los moriscos o los sarracenos de época moderna, ni tampoco con los cabileños protagonistas de las gue-rras de Marruecos o con los moros de los Regulares del ejército de África (Fig.1), que actuaron en el área asturiana para sofocar la Revolución obrera de 1934 y luego en el transcurso de la Guerra Civil (Álvarez, Expósito y González, 2007b). Incluso se establecen equivalencias entre moros y soldados franceses o combatientes de las partidas carlistas. De todas estas realidades humanas, los moros del imaginario colectivo asturiano tomarán rasgos de-

terminados, que se acumularán y entremezclarán en su caracterización a modo de palimpsesto. Tal de-nominación sustituiría a otras anteriores equipara-bles, como gentiles, antiguos, galigriegos, griegos o gigantes (Álvarez Peña, 2007: 225-226; Arizaga y Ayán, 2005: 313-314; 2007: 460-461). Finalmente, se impondría esta denominación debido a que las diferentes acepciones de moros antes mencionadas se constituían como las categorías humanas más exóticas de entre las conocidas por los hombres y mujeres del paisaje rural asturiano. Este nominativo tendría también el objetivo práctico para la Iglesia Católica de demonizar ciertos cultos paganos prac-ticados por el pueblo llano, lo que tendría lugar en algún momento de época bajomedieval/moderna (Marín Suárez, 2005a: 100), y que tendrían como escenario las ruinas de distintas estructuras arqueo-lógicas, rocas, cuevas o árboles destacados en el paisaje... Por ello, este nominativo sería también empleado por las instituciones eclesiásticas.

Debemos hacer notar que otras opciones étnicas alóctonas, como la de celtas, no se introdujeron a nivel popular (o rural) hasta un momento muy tar-dío en la conformación de este tipo de tradiciones, en época moderna (Marín Suárez, 2005b: 309-311), como una aportación proveniente de los círculos cultos (o urbanos) de la región.

Sin querer desviarnos hacia temas demasiado alejados del que nos ocupa, el fenómeno descrito puede ser equiparado con algunas de las contempo-ráneas líneas del pensamiento o la cultura New Age. Por ejemplo, las pirámides egipcias serían, entre otras opciones, obra de extraterrestres. Con este ejemplo, podemos entender que distintas alternati-vas de generación de conocimiento, al margen de la academia y de su línea de pensamiento empirista, pueden construir relatos en los que se manejan pa-trones de comportamiento y actuación muy simila-res al humano, pero con marcados rasgos de otre-dad. Actualmente, los marcianos u otros alienígenas que habitarían lejanas galaxias son quizá los seres imaginables más alejados de los propios seres hu-manos. Con esto, se trata de sustentar, mediante di-versas narraciones fabuladas, la explicación de una realidad observada, en la que se responsabiliza a un «otro» de comportamiento antrópico, aunque ajeno al «nosotros». No sería demasiado alocado, así pues, asumir que los seres extraterrestres son un buen paralelo, urbano y contemporáneo, de los tra-dicionales moros de las narraciones orales del ám-bito rural.

4. Casos de estudio.A continuación, vamos a repasar algunos ejem-

plos en los que la atención a la tradición oral cam-pesina puede ofrecer nuevas referencias informati-vas, además de ayudar a aclarar determinadas cues-

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tiones arqueológicas que permanecían dudosas o desconocidas para la Arqueología académica.

4.1. Materiales arqueológicos.Lo primero que cualquier observador se encuen-

tra al adentrarse en el estudio de las leyendas y na-rraciones orales localizadas o relacionadas con ya-cimientos arqueológicos, es la insistente mención a tesoros; muchas veces encantados, útiles o animales de oro, ollas o pieles de animales repletas de mone-das u oro en polvo... Llegan incluso a aparecer ver-daderos especialistas dedicados en tiempo y alma a la búsqueda de esos tesoros, como los conocidos chalgueiros (Suárez López, 2001). El origen de este tipo de relatos parte de la recuperación de materia-les arqueológicos que serán identificados como te-soros. Los campesinos y campesinas que habitaban en el entorno de algunos yacimientos se encontrarí-an, fortuitamente o en el transcurso de sus activida-des productivas, con objetos que no se correspon-derían con los que estaban familiarizados a manejar en su vida cotidiana. De esta forma, es fácil imagi-nar que un hacha broncínea de talón y anillas o los fragmentos de un caldero en bronce pudieran iden-tificarse con objetos conocidos para los campesi-nos, como serían los juegos de bolos. Acabaría por desencadenarse una auténtica fiebre de oro en torno a los yacimientos arqueológicos y otras zonas en las que supuestamente los moros habrían ocultado sus riquezas (Suárez López, 2001).

Fig.: 2. Vista del castro de "Peña La Cabra" (Las Nisales, Salas, Asturias). Su topónimo podría derivar del relato so-bre un hallazgo de alguna figura o estatuilla zoomorfa [Fo-tografía del autor].

Examinando atentamente los compendios de na-rraciones orales del Folklore asturiano, podemos desgranar una serie de posibles asociaciones, reco-nocidas ya por diferentes autores (De Blas y López, 2001; Suárez López, 2001; Álvarez Peña, 2007); también para el vecino marco gallego (Arizaga y Ayán, 2005 y 2007). Así, lingotes, barras de metal, hachas broncíneas y hachas líticas pulimentadas po-drían interpretarse como juegos de bolos realizados en materias preciosas. Distintas figuras de animales (cabras, bueyes, gallinas, cerdos...) reconocidas por los habitantes del medio rural podrían correspon-

derse con fíbulas, apliques decorativos, o estatuaria zoomorfa (Fig.2). Los torques áureos tan caracterís-ticos de las comunidades prerromanas del Noroeste peninsular serían collares, aldabones, picaportes de puertas o tiradores de cajones. Las arracadas y pen-dientes amorcillados serían aretas para la nariz de esos míticos moros (Álvarez Peña, 2007: 230). Las diademas podrían ser coronas de las princesas mo-ras. Las menciones a tesorillos de monedas se co-rresponderían con distintos hallazgos fortuitos que también engrosarían las leyendas de tesoros, como los del castro de Arancedo (Bouza Brey, 1963: 46) o los de la cueva de Chapipi (Escortell Ponsoda, 1973), mientras que las ollas conteniendo oro en polvo o cenizas podrían ser simples contenedores cerámicos prehistóricos. Se mencionan incluso lápi-das con inscripciones en árabe, que podrían relacio-narse con piezas escultóricas y decorativas propias de la plástica prerromana castreña, bien conocidas para el Noroeste (González Ruibal, 2006/07: 396), mejor que la hipótesis, también factible, de que fue-sen epígrafes latinos (Álvarez Peña, 2007: 231).

4.2. Estructuras arqueológicas.De igual forma, también se alude a construccio-

nes palaciales o castillos en las que vivieron los mí-ticos moros, partiendo estos discursos de la obser-vación campesina de las ruinas de las construccio-nes castreñas. No obstante, dado que no se pueden contemplar buenos alzados de muros, más que algu-nas murallas bien visibles en casos puntuales, la mayor parte de las veces se piensa en la existencia de residencias subterráneas en las que vivirían los moros, situadas bajo los propios yacimientos arque-ológicos. Así, las evidencias de ruinas de las típicas cabañas castreñas circulares pueden ser interpreta-das como hornos metalúrgicos de los moros. Las es-tructuras paradigmáticas de los castros cantábricos son las líneas defensivas de los poblados, con mura-llas, fosos, parapetos, campos de piedras hincadas... Dado el grado de su monumentalidad (Villa Valdés, 2007), no habrían pasado desapercibidas, y así se vinculan con ellas explicaciones como la existencia de boleras en los fosos; o la peculiar leyenda rela-cionada con el castro marítimo de El Castiel.lo de Otur (Fig.3), según la cual las espectaculares líneas defensivas de fosos y parapetos observables en este emplazamiento serían los restos de un vano intento de los moros que lo habitaban por convertir la pe-nínsula en isla, para huir de un rey cristiano, relato que también se maneja para Cabo Blanco (Camino, 1995: 73-74; 98). Igualmente cabe citar la asocia-ción de los canales mineros de las explotaciones au-ríferas de época romana con caminos antiguos de los moros, derivando de ello el repetitivo topónimo de antiguas con el que se identifican.

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4.3. Bolos y boleras.Uno de los ejemplos antes mencionados es el de

la repetitiva alocución en las narraciones orales a las boleras y los juegos de bolos fabricados en oro en las que jugaban los míticos moros que habitaban los castros . Este caso particular nos sirve como un excelente ejemplo en el que desarrollar o completar líneas de interpretación arqueológicas partiendo de los referentes del Folklore.

Fig.: 3. Vista de uno de los monumentales fosos del cas-tro de El Castiel.lo de Otur (Valdés, Asturias). Los fosos castreños suelen identificarse como boleras de los moros. Además, otras narraciones legendarias pueden dotarlos de significado en distintos contextos argumentales, como sucede en este caso [Fotografía del autor].

No nos cabe duda de que si sustituimos en ese relato a las boleras por los fosos de los castros, y a los elementos de oro por materiales broncíneos, como calderos o hachas de talón y anillas, obtene-mos una asociación de materiales arqueológicos que es también reconocida en la literatura arqueoló-gica, con ejemplos en algunos castros como el de L.larón, en Cangas del Narcea (Maya y de Blas, 1983) o el de Alava, en Salas (Álvarez, Expósito y González, 2007a: 20-21), asociación de la que nos estarían informando también estas leyendas. Tras la atención a estos relatos, podemos reforzar estos vínculos y aumentar el número de casos concretos de estas asociaciones con ejemplos en los que los hallazgos de materiales no han tenido repercusión en el ámbito académico y sí en el popular (vid. Suá-rez López, 2001: 125-134). Por otro lado, nos po-demos encontrar con el problema de que, en algu-nos casos, estas leyendas hayan perdido su cone-xión locacional original, y un relato previo se haya adaptado a una nueva localización formalmente si-milar a la anterior.

4.4. Información sobre el entorno.Las narraciones orales, y sobre todo el estudio

desde una perspectiva arqueológica de las comuni-dades tradicionales que habitan el medio rural can-tábrico son una fuente muy a tener en cuenta en< nuestras interpretaciones sobre las formas de vida en el pasado prehistórico. La Etnoarqueología (Da-vid y Kramer, 2001; González Ruibal, 2003a) se

constituye como una fuente de creación indispensa-ble en el establecimiento de referentes sobre los que comenzar a cimentar nuestras interpretaciones ar-queológicas sobre el pasado, pensando más bien en una fuente de inspiración más que en una fuente de paralelos (González Álvarez, e.p.).

Nadie conoce mejor el paisaje natural del medio rural cantábrico que los campesinos que lo habitan. La atención a sus formas de vida tradicionales, a sus conocimientos, a su desenvolvimiento en el pai-saje, a las connotaciones simbólicas del espacio y a la materialización de todos estos rasgos, puede ser un punto de partida muy valioso sobre el que plan-tearnos nuevos cuestionamientos u obtener notas inspiradoras en nuestra tarea arqueológico/interpre-tativa. Como ejemplos positivos de este tipo de tra-bajos, podemos encontrar las consideraciones de Margarita Fernández Mier sobre la construcción del paisaje medieval en la Cuenca del Pigüeña (1999), o los trabajos de Paula Ballesteros en Galicia (2003).

4.5. Acontecimientos del pasado.Hay también algunas narraciones que cuentan

sucesos históricos protagonizados por los míticos moros, como batallas entre los belicosos habitantes de diferentes castros; descripciones sobre los mo-dos de vida de estas comunidades legendarias o sus atributos sociopolíticos... Este tipo de informacio-nes suelen vincularse a determinados hitos o monu-mentos destacados en el paisaje, siendo buen ejem-plo de los anclajes espaciales, y no temporales, a los que se agarran las narraciones orales. No obs-tante, su validez como fuentes informativas sobre las comunidades castreñas es muy discutible, dada la enorme amplitud temporal que media entre am-bos contextos humanos, en los que, como veremos más adelante, las continuidades son más que dudo-sas, por lo que debemos poner en cuarentena esta faceta de los relatos orales en cuanto a su potencia-lidad informativa para la interpretación arqueológi-ca.

Tras este tipo de narraciones, podemos observar un acusado componente de otredad que se extrae de su contenido. Por ello, constituirían, más bien, rea-firmaciones de la estabilidad e inmutabilidad de las formas culturales de estas comunidades campesinas tradicionales, que dotan de rasgos opuestos a los propios a las formas de vida de esos «otros», tal y como puede observarse también en el estableci-miento de un origen moro del colectivo de los va-queiros d'alzada, lo que deberíamos contextualizar igualmente como un intento por connotar de otre-dad todos los comportamientos humanos extraños al propio (González Álvarez, 2007).

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5. Nada de continuidades.Sería un planteamiento aparentemente sencillo

el establecimiento de una relación directa entre las comunidades subactuales del medio rural asturiano y los grupos castreños de época prerromana, en el sentido de una conexión de continuidad, como ha sido repetidamente establecida y difundida de for-ma acrítica por algunos autores. Con todo esto, se acaba por transmitir una falsa concepción de conti-nuidad entre la Edad del Hierro y el presente, donde encontramos una multiplicidad de constructos histó-ricos plagados de ancestros o antepasados, que sus-tentan variados discursos ideológicos, políticos o identitarios que responden a preocupaciones rela-cionadas más con el presente que con la voluntad de comprender a las comunidades del pasado (Diet-ler, 1994; Díaz Santana, 2001; López Jiménez, 2001; Whitley, 2002; Marín Suárez, 2005a y 2005b), que se acaban convirtiendo en meros pre-textos para soportar determinados ideales actuales.

Creemos que es mucho menos interesante, e in-cluso menos fructífero, buscar la profundidad histó-rica, las continuidades o las pervivencias en el folk-lore. Con su estudio debemos aprender a valorar las subjetividades de la Arqueología a la hora de en-frentarse a una recreación del pasado; debemos lo-grar comprender el papel de la significación otorga-da a determinados restos materiales (objetos, rui-nas, monumentos) que una comunidad con una identidad elaborada en clave mítica puede manejar sobre un paisaje que es común al habitado por las gentes prehistóricas que, desde la Arqueología, pre-tendemos estudiar. La atención al folklore, por par-te de la Arqueología, debería servirnos para cono-cer un referente con un contexto estructural comple-to que podemos estudiar con la Etnoarqueología.

6. Etnoarqueología del paisanaje.No creemos que haya que "inventar" un nueva

disciplina académica que se encargue de acercar los conocimientos del Folklore y la Arqueología, sino que se hace necesario el establecimiento de un fran-co diálogo interdisciplinar entre ambas materias. No obstante, para asimilar las enseñanzas que poda-mos obtener del Folklore, los arqueólogos debemos realizar un esfuerzo por comprender el contexto vi-vencial en el que tienen sentido esas narraciones orales, por lo que la Etnoarqueología debe ocuparse del "paisanaje" y conectarlo con su correspondiente plano material.

7. Discusión y conclusiones.La Globalización avanza de forma imparable,

como una locomotora que todo lo apisona y unifor-miza. Se hace muy necesario emprender un último intento por recoger las distintas partes de este todo que es (o era) el folklore campesino asturiano. Para nuestros intereses como arqueólogos, es imprescin-

dible documentar los contextos vivenciales donde estos relatos tengan sentido. Los trabajos etnoar-queológicos pueden ser uno de los puntales para re-coger los últimos trazos informativos que nos per-mitan recuperar, con toda su potencialidad, el cor-pus de conocimientos que conforman las narracio-nes orales del folklore campesino asturiano.

El estudio etnoarqueológico de las narraciones orales relacionadas con recintos castreños ya ha sido abordado en la línea que planteamos por algu-nos autores para el ámbito gallego (Arizaga y Ayán, 2005 y 2007). De sus resultados, además de com-prender mejor estos mecanismos orales que dotan de significado a los restos arqueológicos, podemos entresacar datos interesantes, introduciendo estas narraciones en algunos planos de la agenda investi-gadora de la Arqueología. Así, podríamos emplear estos relatos en la lista de elementos sintomáticos a los que atender en las tareas de prospección, o utili-zarlos en el proceso de interpretación arqueológica, como un referente más, elaborado por una opción de conocimiento diferente a la arqueológico-acadé-mica.

La contrastación de los discursos construidos desde la tradición oral campesina con los arqueoló-gicos, nos puede facilitar el acceso a visiones con-notadas de otredad de paisajes, enclaves, evidencias materiales... lo que nos ayudará a sustraernos de los componentes presentistas y etnocéntricos de los que nos es tan difícil desprendernos en nuestras investi-gaciones académicas. Éste es un punto muy impor-tante en el que deben avanzar los estudios arqueoló-gicos sobre las comunidades cantábricas de la Edad del Hierro (Hill y Cumberpatch, 1993; González Álvarez, e.p.), para hacerlos más contextuales, críti-cos y enriquecedores.

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COMPOSICIÓN Y METODOLOGÍA DE ANÁLISIS DE CONCHEROS APLICADA A LOS CASTROS LITORALES GALLEGOS

Víctor Bejega GarcíaUniversidad de León; [email protected]

RESUMEN

Las excavaciones realizadas en Galicia durante los últimos años han puesto al descubierto varios concheros. Este tipo de depósitos está compuesto, además de conchas de moluscos, por otro tipo de restos, como macrofauna, ictiofauna, restos de metalurgia, cerámica, carbones, etc. El estudio de estos depósitos debe realizarse mediante una metodología desarrollada, capaz de obtener la mayor cantidad de información posible. En este trabajo se presenta la metodología estricta que venimos aplicando en nuestros análisis.

ABSTRACT

The shell middens are compound for a great diversity of materials, among tose that are remains of mollusks, fish, ceramic, metallurgy remains,... The study of these materials should be carried out by means of a developed methodology of excavation and sampling that it allows the recover this information.

Palabras Clave: Conchero. Metodología. Castros. Muestreo. Arqueomalacología.

Keywords: Shell-midden. Methodology. Hillfort. Sampling. Archaeomalacology.

1. Introducción.En los últimos años, las intervenciones arqueo-

lógicas desarrolladas en castros costeros gallegos han sacado a la luz un número importante de con-cheros o depósitos de conchas. A pesar de su nom-bre, su composición no se limita únicamente a mo-luscos, sino que se encuentran formados por un am-plio abanico de materiales que incluye huesos, cerá-mica, restos de actividad metalúrgica, carbones, etc (Rodríguez López, 1993). La recuperación de toda esta variedad de materiales está condicionada por la aplicación de una metodología exhaustiva de exca-vación, muestreo y análisis, que permita obtener e interpretar la mayor cantidad de información posi-ble.

En este trabajo presentamos una propuesta me-todológica que incluye los principales pasos del es-tudio de este tipo de evidencias (excavación, mues-treo y análisis) y que estamos aplicando en el estu-dio de los concheros del litoral gallego. Considera-mos que la interpretación del aprovechamiento de los recursos marinos en la antigüedad pasa por un estudio sistemático de sus evidencias a través de una metodología exhaustiva que reduzca la pérdida de información a su mínima expresión.

2. Tipos de Concheros.El término conchero es introducido por Hugo

Obermaier (López García, 1927) para sustituir el término escandinavo kjoekkenmoeddings, que sig-nifica “restos de cocina”. Desde entonces, la defini-

ción de conchero ha variado considerablemente, hasta llegar a identificar con este término todo de-pósito que contenga entre un 30-50% de moluscos (Meighan, 1980; Bowdler, 2006), lo que a su vez pone de manifiesto que se trata de depósitos confor-mados por una gran cantidad de materiales.

Si la definición de conchero ha sido discutida, no lo ha sido menos la identificación de “tipos de concheros”. Los criterios a la hora de realizar estas clasificaciones han sido variados: cronológicos (Meighan, 1980), densidad de materiales (Claassen, 1998) o morfología del depósito (Dupond, 2006). Teniendo en cuenta las características de los con-cheros gallegos, las dos primeras clasificaciones son descartadas por no permitir una diferencia entre los distintos depósitos. Por tanto, hemos realizado una adaptación de la clasificación propuesta por Dupond (2006):

Depósitos en positivo:

• Conchero: depósito en relieve con un volumen superior a dos metros cúbicos.

• Depósito de conchas: depósito en relie-ve con un volumen inferior a dos metros cúbicos.

• Nivel o estrato de conchas: depósito con débil relieve (inferior a 10cm desde el suelo) formado por conchas esparci-das.

I Jornadas de Jóvenes en Investigación Arqueológica: Dialogando con la Cultura Material. UCM, 3-5 de septiembre de 2008.

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248VÍCTOR BEJEGA GARCÍA

Depósitos en negativo:

• Nivel o Estrato de conchas en foso: de-pósito de foso con un relieve inferior a 10cm desde el suelo.

• Nivel o Estrato de conchas en foso de hábitat: depósito de foso de menores di-mensiones ubicado en zona habitada

• Depósito de conchas en hoyo de alma-cenamiento u otro

3. Excavación de un conchero.La excavación de un conchero debe plantearse,

en líneas generales, como la de cualquier otro depó-sito, atendiendo de forma especial a su estratigrafía, con el objeto de poder determinar la existencia de un único nivel de depósito o varios, así como los puntos de deposición del mismo o mismos.

Fig.: 1. Conchero en Foso del Castro Grande de O Neixón

Como hemos indicado anteriormente, la capaci-dad aislante de los concheros ofrece la posibilidad de una mejor conservación de gran variedad de ma-teriales. Teniendo en cuenta éste hecho, la excava-ción debe plantearse desde una doble perspectiva. En primer lugar, debe prestarse una especial aten-ción a este tipo de evidencias, difíciles de ver en muchos casos por el efecto visual que provoca la gran cantidad de moluscos y por el elevado grado de compactación del depósito, para proceder a su recuperación. En segundo lugar, debemos plantear una estrategia de cribado que permita recuperar no sólo aquellos objetos de mayor tamaño que hayan pasado desapercibidos durante la excavación, sino también aquellas evidencias de menor tamaño, tales como restos de ictiofauna (espinas, dientes, vérte-bras), de metalurgia (gotas de bronce, battitures,...), de equinodermos (radiolas y caparazón de erizo, dientes,...), de industria lítica, etc.

Un aspecto importante a tener en cuenta es la posible presencia de acumulaciones de restos de una misma especie, tanto de moluscos como de pe-ces, que puedan indicar un mismo episodio de con-sumo. En este caso, debemos referenciar el descu-brimiento y aplicar un método específico de mues-

treo, como veremos más adelante.

4. El muestreo.El procesado íntegro de un conchero es un tra-

bajo desproporcionado (Bowdler, 2006), por lo que se plantea la aplicación de varios sistemas de mues-treo con el objeto de rentabilizar la tarea permitien-do a la vez la obtención de un volumen de informa-ción óptimo que permita la interpretación del depó-sito (Meighan, 1980; Waselkov, 1987; Ragir, 1988; Rodríguez López, 1992a, 1992b, 1993; Bowdler, 2006).

La gran heterogeneidad de los concheros impli-ca la necesidad de tomar varias muestras verticales y en diferentes puntos horizontales del depósito (Dupond, 2006) de forma que podamos detectar cambios en los diferentes puntos del mismo. Por tanto, es conveniente la toma de varias muestras de entre 500-3000gr (Bowdler, 2006), atendiendo a las características del depósito. Estos condicionantes motivan la existencia de una serie de sistemas de muestreo:

• Muestra de la totalidad del sedimento: si se trata de un depósito de pequeñas di-mensiones, se procederá a la recogida completa del mismo debido a su reducido volumen y será procesado, íntegra o par-cialmente, en el laboratorio.

Fig.: 2. Acumulación de almeja en un conchero.

• Columna de muestreo: si se trata de un depósito de grandes dimensiones se proce-derá a efectuar una o varias columnas de muestreo, en función de las dimensiones y la estratigrafía del mismo. La columna se realizará en un perfil del depósito (Meighan, 1980) tratando de incluir las zonas donde adquiera una mayor potencia. La anchura recomendada se enmarca entre 25-50cm por columna, y se tomarán, siem-pre que sea posible, dos bolsas por nivel. En caso de no existir una estratigrafía cla-ra, se elaborará una estratigrafía artificial considerando un nivel por cada tramo de 5cm.

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Fig.: 3. Columna de muestreo.

• Muestreo aislado: muestra tomada en el depósito respetando la totalidad de su po-tencia estratigráfica, que por diferentes ra-zones (distribución estratigráfica, buza-miento, localización,...) no puede tomarse en una columna de muestreo. Este tipo de muestra puede tomarse tanto en un perfil estratigráfico como fuera de él.

• Muestra selectiva: supone la recogida se-lectiva de restos durante el proceso de ex-cavación. Este tipo de muestreo debe con-siderarse complementario de los anterio-res, no pudiendo emplearse de forma única ya que la subjetividad de la recogida per-judica la fiabilidad de los resultados. Sin embargo, es útil para completar la infor-mación del resto de muestreos en cuestio-nes biométricas, taxonómicas, etc.

• Muestra concentrada: se aplica a las áre-as que presentan una acumulación de cier-tas especies o que suponen cierta variación visual en la composición respecto al resto del depósito, pero sin la suficiente entidad como para considerarse una nueva unidad estratigráfica.

Es conveniente aplicar una combinación de los diferentes tipos de muestreo, de tal forma que per-mitan abarcar más aspectos del depósito. Como ya hemos indicado, la elección de la estrategia de muestreo está condicionada por las características del depósito, así como del tipo de información que deseamos obtener. Es importante no extraer mate-rial de la muestra una vez haya sido tomada, pues no solamente estaremos variando el peso inicial de la muestra, sino también eliminando elementos que

nos pueden ayudar a comprender mejor el depósito y a ubicarlo cronológicamente.

5. Análisis de las muestras.5.1. El cribado.

Tras la toma de muestras, se inicia un proceso analítico en el laboratorio cuyo primer paso es el cribado (Meighan, 1980; Rodríguez López, 1992a, 1992, 1993; Fernández Rodríguez et al., 1998). La elección del diámetro de malla condicionará no sólo la cantidad de restos recuperados, sino también su variedad. El elevado grado de fragmentación de al-gunas especies de moluscos (mejillón, navaja,...) implica que sus elementos diagnósticos pueden es-tar presentes en fragmentos de pequeño tamaño. La utilización de una malla demasiado grande supone la pérdida de dichos restos y por tanto la infravalo-ración de este tipo de especies en la muestra (Beje-ga & Fernández, s/f; Bejega et al., 2008).

Del mismo modo, el pequeño tamaño de otras evidencias presentes en los concheros, tales como restos de ictiofauna, micromoluscos, carbones, res-tos de actividad metalúrgica, etc. (Bejega et al., 2008; Fernández et al., 2008) supone su pérdida con el empleo de un diámetro de malla demasiado grande.

Fig.: 4. Cribado del conchero

Con el objeto de recuperar la mayor cantidad posible de restos, proponemos la realización de un primer cribado con agua utilizando una malla de 0,8mm de diámetro, capaz de conservar los restos antes citados. Tras este primer cribado, se procede-rá a un segundo cribado en seco con una malla de 1mm de diámetro, revisando el sedimento resultante con el objeto de recuperar algunas piezas que, por sus dimensiones, pueden perderse (espinas de pez, radiolas de erizo,...). El uso de un diámetro de criba superior a 2mm como proponen algunos autores (Ragir, 1988; Claassen, 1998; Bowdler, 2006), im-plica la pérdida de este tipo de evidencias.

5.2. El triado y la identificación.El triado supone el segundo paso del procesado

de muestras (Meighan, 1980; Rodríguez López,

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250VÍCTOR BEJEGA GARCÍA

1992a, 1992b, 1993; Fernández et al., 1998; Bejega et al., 2008), consistente en la asignación de cada resto a su categoría taxonómica. Se trata por tanto de un doble proceso de separación de los restos y de identificación de especie (que será completada posteriormente con la totalidad de los restos).

Fig.: 5. Identificación taxonómica.

Durante este proceso, no sólo se separan los res-tos de malacofauna, sino que también se agrupan el resto de elementos que componen la muestra (cerá-mica, carbones, huesos, ictiofauna,...).

Con respecto a la identificación, es importante la utilización de guías especializadas que permitan reconocer las diferentes especies. Sin embargo, consideramos imprescindible el uso de una colec-ción comparativa que incluya varios ejemplares de cada especie, con el objeto de cubrir el dimorfismo específico. Del mismo modo, debería estar com-puesta tanto por ejemplares actuales como por pie-zas arqueológicas, procedentes de excavación y bien referenciados. El uso de la colección compara-tiva supone, en la mayoría de los casos, una ayuda muy importante a la hora de identificar las especies.

5.3. Categorías de FragmentaciónComo hemos señalado anteriormente, los mo-

luscos presentan una gran fragilidad, pudiendo esta-blecerse unos patrones o categorías de fragmenta-ción comunes (Moreno Nuño, 1994; Gutiérrez Zu-gasti, 2005) para bivalvos y gasterópodos. Estas ca-tegorías son utilizadas posteriormente en las fases de cuantificación y estimación de abundancias.

Bivalvos:

• Valva Completa (VCOM): resto valvar sin fragmentar o con alguna pequeña rotu-ra al borde, que conserva todos los ele-mentos diagnósticos y en el que se pueden tomar todas las medidas biométricas.

• Valva Fragmentada (VFRA): resto que presenta algún tipo de rotura pero que mantiene todos los elementos diagnósti-cos, permitiendo tomar alguna medida bio-métrica.

• Fragmento Charnelar Completo (FCHC): resto que conserva la charnela completa, pero que no mantiene las impre-siones musculares, no pudiéndose tomar medidas biométricas. Pueden identificarse también los fragmentos anterior (FCHA) y posterior (FCHP).

• Fragmentos (FRAG): restos sin elemen-tos diagnósticos, salvo los propios de la valva.

Gasterópodos:

• Individuo Completo (ICOM): individuo sin fragmentar que permite tomar todas las medidas biométricas.

• Individuo Fragmentado (IFRA): indivi-duo que, a pesar de mostrar algún tipo de rotura, conserva el ápice, la zona bucal y el final de la columela intacto.

• Fragmento Apical (FAPI): resto que conserva el ápice pero no la zona bucal.

• Fragmento de Estoma (FEST): fragmen-to con la zona bucal completa y el final de la columela intacto, pero que no conserva el ápice.

• Fragmento Umbilical (FUMB): frag-mento con el final de la columela o el om-bligo intacto, pero sin conservar el ápice ni la zona bucal.

• Fragmentos (FRAG): restos sin elemen-tos diagnósticos, salvo los propios de la concha.

Hemos desarrollado una serie de categorías de fragmentación para el erizo de mar y el percebe. En el caso del erizo de mar, al cálculo basado en la es-tructura bucal (Gutiérrez Zugasti, 2005) se añade otro basado en la estructura genital, destacando a continuación las principales categorías de ambos cálculos:

• Placa de Sujeción Completa (PSC): pla-ca en que se inserta cada uno de los cinco dientes del individuo, distinguiendo dere-cha e izquierda.

• Fragmento de Placa: podemos distinguir entre Fragmento Distal (FDP) y Fragmen-to Proximal (FPP), identificándose en am-bos casos derecha e izquierda.

• Estructura Bucal de Unión (EBU): cin-co estructuras que unen las pirámides.

• Diente Completo (DCOM): diente sin fracturar. Cada cinco dientes, corresponde a un individuo.

• Diente Fragmentado: podemos diferen-ciar entre Fragmento Distal (FDD) y Frag-mento Proximal (FPD).

• Madreporito (MP): placa genital de ma-yor tamaño, caracterizada por tener la su-

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perficie exterior cubierta de poros de pe-queño tamaño.

• Placa Genital Superior (PGS): se puede identificar derecha e izquierda.

• Placa Genital Inferior (PGI): se puede identificar derecha e izquierda.

• Placa Ocelar (PO): placas situadas en el borde superior de las placas genitales.

• Fragmentos (FRAG): incluye todos aquellos elementos no cuantificables (ra-diolas, fragmentos de caparazón, etc.).

Percebe:

• Tergo Completo (TC): Tergo al que se le puede tomar la altura máxima, diferen-ciando derecha e izquierda.

• Tergo Fragmentado (TF): en función a la fractura, podemos diferenciar un Tergo Fragmentado Superior (TFS) e Inferior (TFI), siendo posible en algunos casos identificar derecha e izquierda.

• Escudo Completo (EC): Escudo en el que es posible medir la altura máxima, pu-diendo identificar derecha e izquierda.

• Escudo Fragmentado (EF): en función a la fractura, podemos diferenciar entre Es-cudo Fragmentado Superior (EFS) e Infe-rior (EFI), siendo posible en algunos casos identificar derecha e izquierda.

• Quilla Completa (QC): Quilla en la que es posible medir la altura máxima. El per-cebe sólo posee una quilla por individuo.

• Quilla Fragmentada (QF): en función a la fractura podemos diferenciar entre Qui-lla Fragmentada Superior (QFS) e Inferior (QFI).

• Fragmentos (FRAG): engloba los restos no cuantificables y laminaciones de la es-tructura calcárea de las uñas del percebe.

Desde el punto de vista arqueomalacológico, los datos biométricos son claves para el estudio de al-gunos aspectos importantes, tales como la sobreex-plotación del medio, las condiciones del mismo, la estacionalidad, las áreas de captación, etc.

El cálculo de biometrías se realiza tomando tres valores básicos: Altura Máxima (H), Anchura Má-xima (A) y Longitud Máxima (L) (Rodríguez Ló-pez, 1992a, 1992b, 1993; Fernández y Rodríguez, 1994; Varela & Rodríguez, 1996; Claassen, 1998; Dupond, 2006; Bejega et al., 2008). La relación de estos valores puede ser indicativo del medio en el que viven, como ocurre con el género Patella (Cos-tas et al., 1995; Cabral & Silva, 2003).

6. Estimadores de Abundancias.Con el objeto de valorar la muestra y obtener

unos resultados que permitan su interpretación, se

han desarrollado una serie de Estimadores de Abun-dancias que superen la simple descripción o catego-rización relativa (Moreno Nuño, 1994).

Fig.: 6. Biometrías de bivalvos y gasterópodos.

6.1. Número de Restos (NR).Se trata del estimador más directo calculado me-

diante el recuento de restos por taxón. Sin embargo, no tiene en cuenta la relación resto-individuo, por lo que tiende a duplicar la presencia de bivalvos. Del mismo modo, la sensibilidad de este estimador con respecto a la fragmentación, tiende a supervalo-rar la presencia de especies con mayores índices de fragmentación, tales como mejillón o navaja. Este tipo de aspectos condicionan el uso del NR en Ar-queomalacofauna como un calibrador de otros esti-madores, así como un indicador del grado de frag-mentación del depósito.

6.2. Número Mínimo de Individuos El Número Mínimo de Individuos (NMI) se cal-

cula de forma indirecta a través de las Categorías de Fragmentación anteriormente citadas, aplicando las siguientes fórmulas (Moreno Nuño, 1994):

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252VÍCTOR BEJEGA GARCÍA

Bivalvos:

VCOM+VFRA+FCHC+(FCHA ó FCHP, el que sea mayor)

Gasterópodos:

ICOM+IFRA+[FAPI ó (FEST+FUMB) el que sea mayor]

Erizo de mar:

Estructura Bucal: [DCOM+(FDD ó FPD, lo que sea mayor)] ó [PSC+(FDP ó FPP, lo que sea ma-yor)]

Estructura Genital: MP ó PGSd ó PGSi ó PGId ó PGIi ó PO, lo que sea mayor

Percebe:

[TC+(TFS ó TFI, el que sea mayor)] ó

[EC+(EFS ó EFI, el que sea mayor)] En estas dos fórmulas, se calcula de forma independiente para derecha e izquierda, tomando el de mayor re-sultado.

[QC+(QFS ó QFI, el que sea mayor)]

Si bien el NMI no se ve tan afectado por la frag-mentación ni por la relación resto-individuo como el NR, si puede estar influido por la distribución es-pacial de los restos y por el grado de exactitud en la asignación de los restos a las Categorías de Frag-mentación (Moreno Nuño, 1994; Gutiérrez Zugasti, 2005). Sin embargo, se trata del estimador más fia-ble en Arqueomalacología, pudiendo calibrarse con el resto de estimadores.

Moreno Nuño (1994) propone el cálculo de una serie de índices con el objetivo de aproximarse a la importancia relativa de las diferentes especies den-tro de la muestra: el Índice de Constancia, es decir, la posibilidad de encontrar una especie dentro de la muestra, y el Índice de Dominancia, equivalente al % del NMI.

6.3. Peso.La utilización del peso como estimador de abun-

dancias está sujeto a un constante debate (Mason et al., 1998, 2000; Glassow, 2000; Claassen, 2000). La existencia de especies de moluscos cuya concha tiene un mayor peso, o diferencias en la relación del peso entre concha-animal, pueden tener una in-fluencia negativa en el uso de este estimador si no se tienen en cuenta.

A pesar de las limitaciones que presenta como estimador de abundancias, los valores de peso son muy importantes, puesto que pueden reflejar cam-bios en la composición de los diferentes niveles de un depósito, corregir los valores ofrecidos por el NMI y NR, etc. Del mismo modo, si la muestra pre-senta un alto grado de fragmentación, el Peso es en

ocasiones el único estimador que podemos aplicar durante el muestreo.

En nuestra opinión, la interpretación más acerta-da del depósito pasa por una aplicación de los tres estimadores y de una correcta explicación de la re-lación entre ellos. De esta forma, conseguiremos no sólo calibrar los resultados, sino responder a un ma-yor número de cuestiones, tales como áreas de cap-tación, especies más consumidas, estacionalidad, cambios en las estrategias de recolección, variación del medio, etc.

7. Conclusión.Tras este breve repaso por la metodología em-

pleada en el análisis de los concheros de la costa gallega, consideramos oportuno realizar una serie de consideraciones finales a modo de síntesis. En primer lugar, debemos poner énfasis en la necesi-dad de aplicar una metodología exhaustiva que per-mita recuperar la mayor cantidad de información posible. La excavación implica una destrucción cuyo impacto debe ser corregido el sistema de recu-peración, optimizando la información. En este sen-tido, consideramos de vital necesidad la recogida de todo tipo de evidencias a pesar de su pequeño tama-ño, pues son indicativas de una gran variedad de ac-tividades económicas que incluyan la recolección de moluscos, la pesca, la metalurgia, la producción cerámica, etc. Del mismo modo, creemos que es ne-cesario una unificación de criterios metodológicos con el objetivo de poder comparar resultados entre diferentes estudios y con ello obtener una visión ge-nérica del aprovechamiento de los recursos mari-nos, continuando los trabajos de otros autores (Váz-quez Varela, 1998; Vázquez Varela et al., 1999/2000).

La aplicación de estos principios metodológicos está permitiendo conocer algunos aspectos impor-tantes sobre el aprovechamiento de los recursos ma-rinos en la Cultura Castreña y en el mundo Galaico-romano, observándose diferencias claras entre am-bas épocas (Rodríguez et al., 2005; Vázquez Vare-la, 1998; Vázquez Varela & Rodríguez López, 1999/2000).

Es necesario, sin embargo, llevar a cabo un ma-yor número de excavaciones arqueológicas y mues-treos en concheros que permitan aumentar el volu-men de datos obtenidos a través de una metodolo-gía desarrollada. La aplicación de estudios biomé-tricos, entre otros, permitirá reconstruir con mayor exactitud las estrategias de recolección, la influen-cia de la estacionalidad y de las mareas en la elec-ción de zonas de captación y de especies.

8. AgradecimientosEste trabajo no habría sido posible sin la direc-

ción, las enseñanzas y el apoyo constante del Dr.-

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253COMPOSICIÓN Y METODOLOGÍA DE ANÁLISIS DE CONCHEROS APLICADA A LOS CASTROS LITORALES...

Carlos Fernández Rodríguez. A él mi más profundo agradecimiento.

Y como no, a mi compañero en el duro trabajo de laboratorio haciendo más cortas las horas con largas conversaciones arqueomalacológicas, D. Eduardo González Gómez de Agüero.

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JIA 2008 ISBN: 978-84-92539-25-3 Pp.: 255-262

RESULTADOS OBTENIDOS EN EL ANÁLISIS DE UN CONCHERO: EL CASO DE LOS CASTROS LITORALES GALLEGOS

Eduardo González Gómez de AgüeroUniversidad de León; [email protected]

RESUMEN

La acidez de los suelos del NO hace que en muchas ocasiones la conservación de materiales metáli-cos u óseos sea muy deficiente. Por ello muchas veces los materiales encontrados en los depósitos de conchas, que actúan como aislante gracias al componente calizo de las mismas, se convierten prácticamente en la úni-ca fuente de información. Debido a esta característica, el estudio íntegro y sistemático de un conchero puede aportar gran cantidad de información acerca de las actividades artesanales o comerciales, paleoclimáticas y bromatológicas sin necesidad de realizar una excavación en área de la totalidad del yacimiento.

ABSTRACT

The acidity of the soil in the northwest means that often the preservation of bone or metal materials is scarce. That is why often the materials contained in tanks shells become virtually the sole source of infor-mation. Because of this, the systematic study of a shell-Midden can bring a wealth of information on the ac-tivities of craft or trade, paleoclimáticas and nutritional resources without carrying out an excavation at the archaeological site.

Palabras Clave: Conchero. Metalurgia. Explotación recursos marinos. Geoindicadores. Castro costero.

Keywords: Shell-midden. Metalurgy. Sea exploitation. Geoindicators. Seacoast hillfort.

1. Introducción.Tradicionalmente se ha denominado conchero a

todo depósito que presente conchas, lo que ha pro-ducido una gran confusión terminológica entre los investigadores. Algunos autores consideran conche-ro a todo depósito en el que la concha sea el ele-mento visible predominante, entre un 30% y un 50% del peso total (Meighan, 1980; Rodríguez Ló-pez, 1993; Bowdler, 2006). Cuando un depósito tie-ne este porcentaje de conchas, la mayor densidad de estas hace que parezca el único componente, pero un conchero está formado, en la mayoría de los ca-sos, por otros muchos materiales fruto de la activi-dad cotidiana de las gentes que los formaron, ya que realmente estos depósitos son basureros (Rodrí-guez López, 1993).

Este tipo de basurero tiene una gran importancia a la hora de la recuperación de materiales, ya que el componente calizo de las conchas crea unas condi-ciones particulares que los aíslan de la acidez de determinados suelos. La descomposición de las par-tes duras de los moluscos produce la disolución del carbonato cálcico, lo que modifica la acidez del suelo alrededor del conchero (Dupont, 2006). Esto cobra gran importancia en el área gallega (princi-palmente en su mitad occidental), donde el índice de acidez y un alto drenaje provocan la destrucción de la materia, tanto orgánica como inorgánica, a un

ritmo bastante rápido (Fernández Rodríguez, 2005/6).

Además el estudio pormenorizado de todos los elementos que componen un conchero nos puede dar información muy valiosa sobre la comunidad que formó el depósito y el medio físico en el que vivían. En muchos casos pueden ser una excelente “fotografía” de un momento muy determinado en la ocupación de un yacimiento.

Para ello es necesaria la aplicación de una meto-dología exhaustiva, y un proceso de excavación cui-dadoso y preciso que permita tanto el registro de posibles niveles como la recuperación de todos los materiales.

2. Información obtenida del análisis de un conchero.2.1. Información alimenticia.

La mayor parte de los restos de moluscos recu-perados en los concheros son adscribibles tafonó-micamente con actividades alimenticias (Gautier, 1987; Moreno Nuño, 1994), apareciendo asociados en la mayoría de los casos a otros desechos con el mismo origen (Dupont, 2006), como restos de ma-crofauna (Fig. 1), ictiofauna (Fig. 2) o semillas. La importancia real del aporte de los moluscos en la dieta, frente a estos otros restos, es relativa pese al mayor volumen de estos animales marinos; así se ha

I Jornadas de Jóvenes en Investigación Arqueológica: Dialogando con la Cultura Material. UCM, 3-5 de septiembre de 2008.

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256EDUARDO GONZÁLEZ GÓMEZ DE AGÜERO

calculado que un gramo de hueso de ave en un con-chero representaría tanto aporte como 100 gr. de conchas de almeja (Meighan, 1980), siendo esta re-lación mucho más desequilibrada en el caso de los peces, donde una vértebra de túnido correspondería nutricionalmente a más de 100 conchas (Rodríguez López, 1992). Un problema similar lo encontramos con los cefalópodos y los crustáceos, ya que son pocos los elementos recuperables, no apareciendo habitualmente en los registros arqueológicos, lo que no quiere decir que no fueran un elemento con-sumido (Rodríguez López, 1992; Fernández Rodrí-guez et alii, 2008). También debemos tener en cuenta que la proporción de carne de un molusco no se correlaciona con el tamaño de la concha, influ-yendo factores como el oleaje o la estacionalidad, ya que en zonas muy batidas los moluscos tienden a reforzar la concha en detrimento de las partes blan-das, del mismo modo que los ciclos biológicos y re-productivos van a verse reflejados en el tamaño del individuo (Dupont, 2006).

Fig.: 1. Mandíbula de bóvido.

Pese a estos problemas a la hora de interpretar la importancia de los moluscos en la dieta humana, un análisis del depósito es una fuente de informa-ción básica para el conocimiento de la alimentación de un grupo. Hay que tener en cuenta que el consu-mo viene marcado por toda una serie de factores so-ciales: cualidades gustativas, tabús alimenticios, to-xicidades o factores estacionales y de gestión de re-cursos (Dupont, 2006). Por ello el consumo de mo-luscos por parte de los grupos humanos supone una selección, tanto de tallas como de especies, que so-metidas a un minucioso análisis nos puede dar mu-cha información sobre áreas de captación y estrate-gias de recolección, señalando diferencias cultura-les y socio-económicas entre las distintas socieda-des. Cada especie se reparte a lo largo del litoral dependiendo de la influencia de las mareas, del sus-trato, de la temperatura o de un mar más o menos batido (Dupont, 2006), por ello la identificación de los especímenes documentados nos puede indicar tanto la importancia de las especies dentro de la dieta, como las técnicas que implica su recolección.

Fig.: 2. Restos de ictiofauna.

De este modo, gracias al estudio de los conche-ros localizados en diferentes castros litorales galle-gos, se ha podido constatar dos tipos de explota-ción: en los asentamientos situados en el fondo de las rías el mar supone un medio complementario a los recursos agropecuarios, mientras que en el lito-ral cantábrico esta explotación sería mucho más in-tensiva e ininterrumpida, llegando en algunos casos a tener un valor comercial, como es el caso de Lugo o Fazouro (Rodríguez López et alii, 2005). Además diferentes estudios realizados tanto en la costa Can-tábrica como en la Atlántica, apuntan hacia una ex-plotación del medio marino condicionada por la va-riación de las mareas y el mantenimiento de los re-cursos, alternando las zonas de recolección para fa-vorecer su regeneración (Bejega García et alii, 2008; Fernández Rodríguez et alii, 2008).

Fig.: 3. Restos malacológicos.

Por otro lado la presencia de especies del infra-mareal, como Thais haemastoma o Astraea rugosa, hacen pensar a algunos autores en la posibilidad de una explotación de fondo por medio de rastrillos desde embarcaciones en época romana, frente a la explotación desde la costa en el periodo prerroma-no (Vázquez Varela, 1998).

El estudio biométrico nos puede indicar casos de sobreexplotación del medio, respondiendo tanto a un periodo, concreto fruto de una fase de carestía, o a una incipiente presión sobre el entorno debido bien a un aumento de la población o bien a una ma-yor importancia de este recurso en la economía lo-

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cal (Shackleton, 1980), pero también nos puede es-tar indicando la explotación de una zona litoral con-creta, como por ejemplo en el caso de las lapas, en-tre las cuales Patella ulyssiponensis es de mayor ta-maño cuanto más tiempo esté sumergida (Costas et alli,1995).

2.2. Relaciones comerciales.La presencia de restos de moluscos marinos en

los asentamientos litorales entra dentro de la nor-malidad, ya que es un elemento consumido por las comunidades humanas desde la antigüedad, y se lo-caliza en su medio más cercano. La interpretación varía cuando estos animales marinos se localizan en yacimientos del interior, o en zonas litorales se do-cumentan especies que no son propias del entorno.

Fig.: 4. Ostrea edulis.

En yacimientos interiores como Lucus Augusti (Lugo), Cidadela (A Coruña) o San Cibrán de Lás (Ourense) se ha documentado la presencia de restos de moluscos marinos (Vázquez Varela; Rodríguez López, 1999/2000). En el primero esta presencia es abundante y relacionada con una especie de gran valor gastronómico para las élites sociales romanas (Ostrea edulis; Fig. 4), mientras que en el tercero de los casos los restos son escasos y de escaso valor culinario, por lo que deben estar respondiendo a otro tipo de funciones (Vázquez Varela; Rodríguez López, 1999/2000). Los restos de conchas de mo-luscos marinos no solamente se localizan en áreas más o menos próximas a la costa, y así se han recu-perando también en el campamento de la Legio VII en León, donde se hallaron restos de Ostrea edulis (ostra), Monodonta lineata (bígaro) o Tapes decus-satus (almeja fina) (Fernández Rodríguez y Fuertes Prieto, 2003; 2004). La presencia reiterativa de al-gunas especies en diferentes puntos del interior du-rante el periodo romano hace plantearse la posibili-dad de unas fluidas relaciones comerciales entre zo-nas costeras y el interior, como se aprecia en el Castro de A Devesa (Ribadeo, Lugo) donde las ta-llas de las ostras son inferiores a la media de las re-cuperadas en Lugo, por lo que es posible que un ya-cimiento de similares características sirviera como

fuente de aprovisionamiento (Vázquez Varela y Ro-dríguez López, 1999/2000).

Las evidencias de comercio de moluscos no so-lamente se restringen a los yacimientos interiores, sino que también en los asentamientos litorales se pueden documentar especies que no son propias de su entorno. Este es el caso, por ejemplo, del Castro de Santa Trega, que cuenta con un medio litoral muy batido y rocoso, y por lo tanto no propicio para la ostra, de la que se documenta su presencia en las excavaciones antiguas (Mergelina, 1939/40), lo que está indicando que estos ejemplares fueron traídos desde otro lugar (Vázquez Varela; Rodrí-guez López, 1999/2000).

2.3. Paleoclima.Cada especie de molusco se identifica con un

biotopo determinado, ya que son muy sensibles a diferentes factores, tanto abióticos (profundidad, sustrato, temperatura, salinidad, humedad....) como bióticos (depredación, competición, parásitos...) (Claassen, 1998; Dupont, 2006), y por lo tanto son indicativos de unas condiciones muy concretas del medio y del clima.

Uno de los principales métodos aplicados en la interpretación paeloclimática, es la conformación de pequeños grupos basándonos en la distribución actual de las especies, siendo comparados con los restos arqueológicos, obteniendo de este modo una serie de datos sobre el clima a nivel regional (Gu-tiérrez Zugasti, 2005). Las reconstrucciones climá-ticas del pasado se basan en el principio de que las especies no han modificado sus requerimientos eco-lógicos (Sparks, 1980).

Fig.: 5. Ejemplares de Thais haemastoma.

La presencia de grandes cantidades de ciertas especies que actualmente no existen en un área con-creta, es un claro indicio de cambio climático. En la costa gallega la presencia de Crassostrea angulata (abundante actualmente en el Cantábrico Oriental), Astraea rugosa (actualmente en el Cantábrico oriental y el Mediterráneo) y Thais haemastoma (Fig. 5) (actualmente en la costa vasca y en el sur

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de Portugal) en diferentes yacimientos del área Cantábrica (Cano Pan y Vázquez Varela, 1991; Fernández Rodríguez y Rodríguez López, 1994; Fernández Rodríguez et alii, 2008) indican un des-censo de las temperaturas en torno a los 2,5-3º C entre los siglos I-IV d.C. y el siglo XVIII, no siendo localizados en la actualidad ejemplares vivos de es-tas especies en las costas gallegas (Rodríguez Ló-pez y Fernández Rodríguez, 1996; Martínez Corti-zas y Vázquez Varela, 2002).

Este tipo de análisis no son absolutos, ya que una gran cantidad de las especies son euritermas y eurohalinas, aunque sí permiten una primera carac-terización del clima y del nivel del mar. Este tipo de estudios paleoclimáticos deben ir acompañados de los consiguientes análisis palinológicos, sedimento-lógicos, etc... que permitan concretar con mayor precisión las condiciones ambientales (Rodríguez López y Fernández Rodríguez, 1996; Martínez Cor-tizas y Vázquez Varela, 2002; Gutiérrez Zugasti, 2005 ).Otro tipo de estudios, más precisos a la hora de determinar la paleotemperatura, son los análisis de isótopos de oxígeno. Consisten en un análisis de la abundancia relativa de isótopos de oxígeno en el carbonato cálcico de la concha de los moluscos y se basan en una serie de principios, relacionados con la presencia de tres tipos de isótopos estables de oxígeno en la atmósfera (O16, O17, O18 en proporcio-nes constantes (Shackleton, 1980). Lo que interesa a la hora de evaluar las paleotemperaturas es la va-riación de la abundancia de estos isótopos, ya que el O16 es menos pesado que el O18, y por lo tanto se evapora más rápidamente, volviendo a precipitar en forma de lluvia. Este proceso se ve alterado en pe-riodos fríos, ya que queda retenido en los hielos, no retornando al medio marino (Claassen, 1998) (Fig. 6).

Fig.: 6. Ciclos de los isótopos de oxígeno.

Si bien este tipo de análisis tiene un error menor a 1ºC, presenta dos claras limitaciones: el problema de la composición isotópica del agua y la tempera-tura del océano, que fluctúa de forma considerable

en periodos relativamente cortos (Shackleton, 1980; Claassen, 1998).

2.4. Estacionalidad.Mediante el estudio de las conchas recuperadas

en los yacimientos también podemos llegar a cono-cer la cronología en la que fueron depositadas, e in-cluso el periodo del año en que se consumieron, pu-diendo establecer posibles patrones de recolección.

Las conchas de los moluscos están formadas por carbonato cálcico (calcita o aragonito) y una pro-porción de un 1-2% de materia orgánica o conchio-lin (Shackleton, 1980; Claassen, 1998). Tanto la parte orgánica como la inorgánica contienen carbo-no, y por lo tanto pueden someterse a cálculos basa-dos en el radiocarbono.

El principal problema que plantea el uso de esta técnica sobre la materia inorgánica es la contamina-ción, ya que los ejemplares antiguos están expues-tos al enriquecimiento por carbono moderno, siendo muy difícil su identificación, a pesar de ello es posi-ble calibrar los resultados realizando un análisis del interior y del exterior por separado (Shackleton, 1980).

Cuando la muestra es abundante se obtienen mejores resultados con el análisis de la materia or-gánica, menos susceptible de contaminarse, aunque presenta problemas de calibración por la cantidad de carbono presente en el océano en el momento de la recolección de los individuos (Shackleton, 1980; Claassen, 1998).

Además de fechas absolutas, el análisis de las conchas, principalmente de los bivalvos, puede ofrecer información sobre la estación en la que se produjo su recolección. Este tipo de estudios tienen gran interés a la hora de analizar no solo la impor-tancia de los moluscos en la dieta sino también las estrategias de recolección, ya que el consumo de moluscos en una estación determinada puede indi-car una función complementaria de una actividad agropecuaria y/o cinegética, o ser reflejo de la esta-cionalidad del asentamiento. Por otro lado, la pre-sencia de una especie determinada en un periodo concreto respondería a factores culturales y biológi-cos.

Los estudios de estacionalidad se basan en el crecimiento de la concha de los moluscos. Este cre-cimiento es logarítmico y continuo a lo largo de la vida de un individuo, pero no es uniforme a lo largo del año. Durante los periodos invernales es escaso, debido a la disminución de la temperatura y de la luz, lo que a su vez provoca una merma del placton. Así en periodos invernales las líneas de crecimiento son muy finas, mientras que para la primavera y el verano son mucho más gruesas (Fig. 7) (Claassen, 1998; Dupont, 2006). La estimación del crecimien-

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to en los individuos nos puede indicar la estación, incluso el mes, en el que el individuo murió, y en el caso de una recolección intencional para alimento, el periodo en el que se efectuó la misma.

Fig.: 7. Líneas de crecimiento en Tapes decussatus.

2.5. Actividad artesanal.Las conchas no tienen únicamente una función

bromatológica, pudiendo ser transformadas para otros usos, como herramientas, botones, elementos ornamentales, constructivos... y por lo tanto nos pueden aportar información sobre aspectos socio-culturales y simbólicos de las distintas comunida-des.

Puede servir de ejemplo la utilización de Murex para la elaboración de tinte, para lo que hace falta una gran cantidad de individuos, ya que éste se ob-tiene de una pequeña glándula. En su proceso de elaboración es necesaria la extracción del animal sin perder este preciado elemento, por lo que la fractura de la concha se realiza siguiendo unos pa-trones determinados en los ejemplares más grandes, mientras que para los más pequeños se procede a su triturado (Fernández Uriel, 2001). Uno de estos Murex es la Thais haemastoma, ampliamente repre-sentada en la costa cantábrica gallega entorno al cambio de era, siendo un elemento mayoritario en castros como el de Fazouro (Fernández Rodríguez y Rodríguez López, 1994) o Punta do Castro (Ramil Rego et alii, 1995), aunque solamente algunos indi-viduos del segundo de los citados presenta las rotu-ras típicas para la extracción del tinte, siendo el res-to ejemplares utilizados para el consumo.

En un conchero no solamente podemos recupe-rar restos biológicos, sino que también es frecuente el hallazgo de otros restos de la actividad antrópica desarrollada en el asentamiento.

No resulta extraño el hallazgo de utillaje metáli-co en este tipo de depósitos, apareciendo además en un buen estado de conservación por las ya comenta-das particularidades de este tipo de depósitos. Este hecho, que puede parecer anecdótico presenta suma importancia en aquellos yacimientos donde la aci-

dez del suelo aumenta considerablemente el proce-so de degradación del material. Esto lo hemos podi-do constatar en castros como el de O Neixón (Boi-ro, A Coruña) (Fig. 8), donde la mayor parte de las piezas metálicas y con mejor estado de conserva-ción fueron localizadas en el conchero (González Gómez de Agüero, 2008). La buena conservación de los objetos metálicos tiene gran importancia a la hora de estudiar la cadena operativa metalúrgica, ya que nos va a permitir análisis metalográficos que en una pieza donde no se conserve el núcleo de metal nos va a resultar imposible. Además, la combina-ción de técnicas de datación de conchas con crono-logías relativas de las diferentes tipologías nos pue-de dar importante información temporal sobre la formación del depósito y precisión sobre la crono-logía de los útiles metálicos.

Fig.: 8. Fibulas de largo travesaño sin espira.

Algo similar sucede con los restos cerámicos, ya que los suelos ácidos pueden llegar a eliminar todo tipo de evidencias de tratamientos superficiales, desde bruñidos a pinturas o barnices. Por ello su aparición en un conchero supone un aumento de la información que nos puede proporcionar.

La recuperación de estos objetos manufactura-dos, en la mayoría de los casos se va a producir du-rante el proceso de excavación del depósito, por lo que es sumamente importante una correcta docu-mentación y registro, sino también el cribado, ya que las características físicas de las conchas hacen que en muchas ocasiones puedan pasarse por alto otros materiales, perdiendo así otros datos únicos e irrecuperables.

No todos los restos documentados en el conche-ro son objetos acabados, sino que nos podemos en-contrar con todo tipo restos de la cadena operativa,

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260EDUARDO GONZÁLEZ GÓMEZ DE AGÜERO

apareciendo tanto restos escoriáceos y de desecho de diferentes trabajos artesanales, como crisoles.

Quizás los restos más interesantes que hemos encontrado hasta el momento son los documentados en Punta Atalaia (San Cibrao, Lugo) (Fernández Rodríguez et alii, 2008) y en Montealegre (Domaio, Pontevedra) (en proceso de estudio). Este conjunto de restos está formado por una serie bolitas y pla-quitas de pocos milímetros fruto del trabajo de for-ja. Estos “debrise” de forja o battitures (Fig. 9) se forman al fundirse la superficie del hierro cuando se calenta a más de 300ºC, desprendiéndose al sufrir el objeto tratamientos mecánicos o térmicos (Serneels et al., 2004). Estos desechos son producidos en to-das las etapas del proceso de forja, dependiendo su forma y tamaño del trabajo realizado y de la tempe-ratura alcanzada (Leblanc, 2004).

Fig.: 9. Battitures.

Algo similar sucede con los restos cerámicos, ya que los suelos ácidos pueden llegar a eliminar todo tipo de evidencias de tratamientos superficiales, desde bruñidos a pinturas o barnices. Por ello su aparición en un conchero supone un aumento de la información que nos puede proporcionar.

La recuperación de estos objetos manufactura-dos, en la mayoría de los casos se va a producir du-rante el proceso de excavación del depósito, por lo que es sumamente importante una correcta docu-mentación y registro, sino también el cribado, ya que las características físicas de las conchas hacen

que en muchas ocasiones puedan pasarse por alto otros materiales, perdiendo así otros datos únicos e irrecuperables.

No todos los restos documentados en el conche-ro son objetos acabados, sino que nos podemos en-contrar con todo tipo restos de la cadena operativa, apareciendo tanto restos escoriáceos y de desecho de diferentes trabajos artesanales, como crisoles.

Quizás los restos más interesantes que hemos encontrado hasta el momento son los documentados en Punta Atalaia (San Cibrao, Lugo) (Fernández Rodríguez et alii, 2008) y en Montealegre (Domaio, Pontevedra) (en proceso de estudio). Este conjunto de restos está formado por una serie bolitas y pla-quitas de pocos milímetros fruto del trabajo de for-ja. Estos “debrise” de forja o battitures (Fig. 9) se forman al fundirse la superficie del hierro cuando se calenta a más de 300ºC, desprendiéndose al sufrir el objeto tratamientos mecánicos o térmicos (Serneels et al., 2004). Estos desechos son producidos en to-das las etapas del proceso de forja, dependiendo su forma y tamaño del trabajo realizado y de la tempe-ratura alcanzada (Leblanc, 2004).

La presencia tanto de battitures o debrise de forja, como de crisoles y restos escoriáceos, es cla-ro indicio de trabajo metalúrgico dentro del yaci-miento, puesto que estos restos carecen de cual-quier valor de tipo comercial y son desechados en basureros cerca de los lugares de procesado.

En nuestro caso, el estudio de concheros asocia-dos a yacimientos castreños, ha permitido encontrar este tipo de restos de forja. Sus pequeñas dimensio-nes, hacen necesaria una estricta metodología de re-cuperación. En nuestro caso se ha utilizado una ma-lla de 0,8 mm. para un primer cribado con agua, para otro posterior en seco con un tamiz de 1 mm., revisando el sedimento inferior a este tamaño. Te-nemos que tener en cuenta que el proceso de exca-vación es destructivo por definición, por lo que debe aplicarse la metodología más minuciosa posi-ble, ya que la información perdida será irrecupera-ble.

3. Consideraciones finales.Un conchero es mucho más que un simple depó-

sito donde el elemento mayoritario a simple vista son las conchas. Un estudio sistemático de todos los componentes que forman estos depósitos, se con-vierte en una fuente importantísima de información sobre una comunidad humana, aportando datos tan-to socio-económicos como paleoambientales, que sin duda van a resultar cruciales para la interpreta-ción del asentamiento.

En ocasiones estos datos pueden llegar a ser los únicos disponibles, tanto porque el resto del yaci-miento está totalmente alterado, como porque no se

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261RESULTADOS OBTENIDOS EN EL ANÁLISIS DE UN CONCHERO: EL CASO DE LOS CASTROS LITORALES...

hayan realizado intervenciones en él. Aún así si se procede a un minucioso proceso de excavación y muestreo, será posible obtener abundante informa-ción referente al grupo humano, siendo en muchos casos una perfecta “radiografía” de un momento muy determinado de la historia del asentamiento.

Para la correcta validación de estas analíticas, es muy importante la metodología de muestreo, recu-peración y de identificación que se aplique, ya que la utilización de procedimientos poco minuciosos puede originar la pérdida de gran parte de la infor-mación.

En resumen, lo que pretendemos es llamar la atención sobre el estudio de estos depósitos, en mu-chas ocasiones poco valorados, a pesar de ser con-siderados medios de donde es posible recuperar materiales en buen estado de conservación, pero re-cibiendo poca atención a la hora de afrontar el estu-dio integral de los mismos.

Los estudios malacológicos a pesar de su anti-güedad, han tenido un desarrollo bastante lento, pero sin duda son una fuente indispensable de infor-mación a la hora de analizar cualquier yacimiento, debiendo enfatizarse tanto las técnicas como los re-sultados obtenibles a partir de su estudio.

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JIA 2008 ISBN: 978-84-92539-25-3 Pp.: 263-270

HERRAMIENTAS AGRÍCOLAS Y FORESTALES DE LA MESETA NORTE EN LA II EDAD DEL HIERRO

David Peñas PedreroUniversidad de Salamanca; [email protected]

RESUMEN

En este trabajo se describe brevemente el proceso que se ha llevado a cabo en el estudio de las herra-mientas de la II Edad del Hierro, dedicadas, principalmente, a labores de producción agrícola. Éste estudio se entiende como medio y no como fin, por lo que se intentan establecer conclusiones que traspasan la proble-mática puramente arqueológica, para intentar establecer nuevas visiones de la economía y la sociedad de las sociedades del interior de la Península en el periodo anterior a la romanización.

ABSTRACT

In this work the process that has been carried out in the study of the tools of II Iron Age, dedicated, mainly, to workings of agricultural production is described briefly. This one study is understood like means and not like aim, reason why they are tried to establish conclusions that transfer problematic the purely ar-chaeological one, to try to establish new visions of the economy and the society of the societies of the interior of the Peninsula in the period previous to the roman times.

Palabras Clave: Agricultura. Edad del Hierro. Herramientas. Economía. Península Ibérica.

Keywords: Agriculture. Iron Age. Tools. Economy. Iberian Peninsula.

1. Introducción.En comparación con otros temas de investiga-

ción de la II Edad del Hierro, la agricultura ha sido poco estudiada hasta fechas bastante tardías, siendo habitual en los trabajos arqueológicos recurrir, de manera un tanto simplista, a las fuentes clásicas, por ejemplo aquellos pasajes de Estrabón alusivos en alguna medida a la economía. De esta aproxima-ción muy general proceden también varios topoi historiográficos, como los del colectivismo agrario vacceo, o la alimentación a base de bellotas.

Podría haberse afrontado también el estudio propiamente arqueológico de los elementos mate-riales relacionados con las prácticas agrícolas, pero hay que reconocer que, a la hora de estudiar la cul-tura material, ciertos aspectos como, por ejemplo, la cerámica o las armas, han centrado casi en exclu-siva la atención de los investigadores. De aquí se deriva una visión del registro arqueológico bastante parcial, y una clara infravaloración de otros elemen-tos, especialmente los menos vistosos.

En los últimos años se viene trabajando intensa-mente en las cuestiones territoriales y espaciales de las sociedades del pasado. Si bien es una vía de de-sarrollo de la investigación muy interesante y con grandes posibilidades hacemos nuestras las ideas de Leroi- Gourham (1989 p. 336), sobre la influencia del medio natural en las sociedades humanas, cuan-do dice:

“el medio natural ofrece en todas sus for-mas el terreno propicio: el clima, el relie-ve, la situación marítima o terrestre, y el desierto o pantano. En estas formas se fija la geografía humana cuando habla de adaptación al medio, pero existe el peli-gro de explicarlo todo con demasiado ri-gor por las influencias del medio”

Por lo tanto lo que, en principio, puede resultar poco práctico o incluso antieconómico, la realidad nos muestra que es viable y mantenido en el tiempo, por lo que es necesario replantear los métodos de análisis - por ejemplo las capacidades productivas del suelo.-

En definitiva, el material aquí estudiado resulta ser, por diversas razones, de los que menos biblio-grafía ha generado, lo cual sumado a la falta de crí-tica a las fuentes literarias, ha producido, incluso en los estudios monográficos sobre economía, una cierta impresión de marginalidad de la agricultura prerromana de la meseta.

A partir de los años 50, van apareciendo esporá-dicamente estudios sobre el instrumental agrícola, que con el paso del tiempo irán siendo más frecuen-tes y complejos, siendo destacables los trabajos so-bre el territorio ibérico, especialmente en las áreas valenciana y catalana, así como los de M. Barril en la zona que ahora nos ocupa.

I Jornadas de Jóvenes en Investigación Arqueológica: Dialogando con la Cultura Material. UCM, 3-5 de septiembre de 2008.

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264DAVID PEÑAS PEDRERO

De esta manera, nos encontramos ante un tema muy poco explorado, con grandes posibilidades de análisis tanto de índole económica como social, pero que carecía de una organización sistemática de los objetos a estudiar.

Entendimos, por tanto, que como primer paso, antes de afrontar objetivos más complejos, era ne-cesario saber el número total de piezas conocidas, así como el contexto de los hallazgos, crucial a la hora de intentar planteamientos tipológicos y fun-cionales, que pudieran explicar las diferencias entre los útiles, y por tanto el tipo de agricultura practica-da.

A la hora de plantear el presente trabajo tenía-mos dos posibilidades: por un lado se podía presen-tar la problemática situación de los estudios econó-micos de la II Edad del Hierro y plantear las con-clusiones a las que se han llegado desde el estudio de las herramientas; y por otro se podría explicitar de manera general el método que hemos llevado a cabo.

Dado el título de la Reunión hemos considerado más oportuno la segunda de las posibilidades, aun-que resulta menos atractivo, creemos que es más in-teresante, pues deja más espacio al diálogo.

2. Antes de empezar.La mencionada situación de los estudios de la

tecnología agraria de la II Edad del Hierro provocó que se tuviese que realizar un vaciado de fuentes manual, pues muchos de los aperos estaban publica-dos en las memorias de excavación y no habían vuelto a ser estudiados.

La documentación de herramientas ha deparado más de noventa objetos, lo cual hizo imprescindible la organización del catálogo.

El tipo de organización más habitual, en este tipo de estudios es el de seguir el calendario agríco-la, de tal manera que en primer lugar se establecen las tareas que son necesarias para el cultivo y des-pués se asignan las herramientas que se requieren para tales tareas. En nuestro caso, hemos preferido realizar la tarea al revés, pues algunas herramientas se utilizan en diferentes épocas del año y, además, el propósito de este estudio son las herramientas por lo que parece lógico que sean éstas quienes cen-tren la organización.

Por lo tanto, para llevar a cabo esta tarea se se-pararon las herramientas en tres grupos: útiles para cavar, útiles para cortar y un tercer grupo de herra-mientas que no entran en los grupos anteriores.

Antes de llevar a cabo cualquier tipo de análisis, es preciso elaborar una jerarquización de las carac-terísticas, que servirá para poder diferenciar unas herramientas de otras, en los casos más complica-

dos, y realizar una tipología dentro de un mismo tipo de herramienta.

En éste apartado ha resultado de crucial impor-tancia la bibliografía etnológica e histórica. En és-tos trabajos se suelen establecer las diferencias en-tre aperos con formas similares de manera relativa, esto es, comparando unos grupos con otros, lo cual si bien impide la extrapolación de los datos que se encuentran en ésta bibliografía, permite establecer los tipos de una manera menos rígida.

La heterogeneidad de las publicaciones origina-les hizo que se entendiera como imprescindible una documentación gráfica que no desviara la atención a características que, para el objetivo que se persi-gue, resultan superfluas. De este modo, se realizó un esfuerzo por la homogeneización de la represen-tación gráfica, únicamente destacando aquellos as-pectos que pueden influir en la interpretación de la pieza.

Fig.: 1.

Es preciso, antes de concluir con las cuestiones previas, advertir de la necesidad de crítica a todo tipo de fuentes, ya sean clásicas, historiográficas o de otras áreas de conocimiento, pues lo que puede resultar válido en un determinado contexto, puede no serlo en el que nos referimos, de tal modo, que como ha quedado patente, y se verá aún más ade-lante, la utilización de datos y propuestas metodoló-gicas de otras áreas de conocimiento, e incluso ar-queológicas pero creadas para contextos diferentes al que ahora se aborda, se han de tomar como váli-das para dichos contextos teniendo la necesidad de revisarlas escrupulosamente si quedemos aplicarlas a nuestro ámbito de estudio.

3. El análisis.Con el motivo de ordenar toda la información

disponible de las diferentes herramientas creamos una base de datos con la información que conside-ramos imprescindible. Esta información junto con

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265HERRAMIENTAS AGRÍCOLAS Y FORESTALES DE LA MESETA NORTE EN LA II EDAD DEL HIERRO

la representación gráfica, consideramos que son su-ficientes para una correcta interpretación.

Herramienta Reja

Dimensiones 308x 40

Enmangue Espiga

Peso 930

Estado de conservación

Restaurada. Muy buena

Publicación Fernández Gómez, F (1990) 9-87

Yacimiento El Raso (Candeleda, Ávila)Tabla: 1. Ejemplo de la Base de datos.

Una vez recopilada y ordenada la información es preciso tener en cuenta que en los anteriores es-tudios podían no haber resuelto de una manera ade-cuada la cuestión de la identificación funcional de las herramientas, al no haber tomado en considera-ción alguna de las características que presentan, o mediante la sobrevaloración de las características formales, frente a las magnitudes físicas del objeto. Esto lleva a dejar el apartado “Herramienta” de una manera transitoria con la identificación dada en la bibliografía existente, que no tenía por qué coinci-dir con la nuestra y que en algún caso suponía la en-trada o no de la pieza en el catálogo. Por ejemplo Manrique (1980 p.127) identifica como hacha una hoja de hierro de 40g de peso lo cual comparado con el resto de las hachas, con unos 332g de media, no creemos que sea la mejor de las posibles identi-ficaciones.

Dentro de cada uno de los grandes grupos que ya señalamos anteriormente, existen herramientas con grandes diferencias como por ejemplo las he-rramientas de corte de hoja curva (hoces, podones y corquetes), las hachas, etc. en el grupo de herra-mientas de corte; o las azadas, las rejas de arado, etc. en el de cavar, que se diferencian muy clara-mente a simple vista o con una pequeña descrip-ción.

Estas diferencias, que tienen su origen en los di-ferentes modos de manejo de las herramientas y en sus funciones, han permitido jerarquizar las caracte-rísticas básicas de análisis aunque en los casos don-de ahora se presentan diferentes tipos de herramien-tas juntas será preciso matizar algunos aspectos. De este modo podemos resumir las características bási-cas para la catalogación de las herramientas de la II Edad del hierro de la siguiente manera:

HERRAMIENTA CARACTERÍSTICAS

Herramientas de corte curvo

1º Función2º Forma de la hoja.3º Longitud de la hoja.4º Enmangue

Hachas 1º Forma.2º Dimensiones3º Enmangue4º Peso

Sierras 1º Longitud

Azadas, azadones y escardillos

1º Relación longitud/an-chura

Legones 1º Forma.2º Enmangue3º Relación anchura/longi-tud

Rejas de arado 1º Forma.2º Relación longitud/ an-chura.3º Relación longitud total/ longitud de orejas

Arrejadas / layas 1º Forma2º Dimensiones

Horcas 1º Nº de dientes2º Enmangue3º Dimensiones

No vamos a pormenorizar ahora en los diferen-tes tipos que este esquema ha permitido establecer, pues consideramos más interesante, en este foro, comentar cuestiones de forma y no de fondo.

De esta manera la primera cuestión que es nece-sario aclarar, es que el esquema está pensado para las herramientas que se han documentado en la II Edad del Hierro, no exclusivamente meseteña, si no también del mundo ibérico e incluso europeo, pero que a tenido que ser adaptado a los datos que cono-cíamos. En efecto, no es baladí mencionar el detalle de que el peso de las piezas haya sido mencionado únicamente en las hachas, esto se debe a que el las publicaciones no es habitual mencionar este dato, lo cual ha provocado que no contemos con suficien-tes pesos que permitan valorar esta característica como se merece, aunque futuras investigaciones de-ban intentar paliar éste déficit.

Respecto a las herramientas de corte curvo, es preciso matizar que, las cuatro características bási-cas, pueden y deben variarse para caracterizar, in-dividualmente, a cada uno de los tres tipos de ins-trumentos que lo componen. El sentido de agrupar-las está en primer lugar en una cuestión formal, como el propio nombre indica, que tiene su origen en la denominación latina bastante equívoca, pues el término falx, designa no un instrumento preciso (hoz) como es habitual encontrar en las traduccio-nes, sino los instrumentos de hoja curva en general,

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266DAVID PEÑAS PEDRERO

siendo necesario acompañarlo de un epíteto que clarifique su función.

Para el grupo formado por azadas, azadones y escardillos, la problemática es diferente. Ahora nos encontramos antes unas herramientas para cavar de manera manual mediante el golpeo de la herramien-ta contra el suelo, función que se puede llevar a cabo con multitud de soluciones formales como muestra Miguélez (1989), donde podemos compro-bar que las formas de las hojas cambian mínima-mente y por ello la herramienta cambia de nombre. Así, hemos creído conveniente que, dado lo exiguo de la muestra, adoptemos una postura menos espe-cífica distinguiendo únicamente tres tipos de útiles, atendiendo a las longitudes de longitud y anchura, tal y como muestra el cuadro.

Creemos importante remarcar la ayuda que ha supuesto el estudio morfológico de las herramien-tas, que sin duda pueden seguir ofreciendo resulta-dos significativos. Se trata del hecho de la existen-cia del llamado enmangue de abrazadera en “U” tanto en azadas como en hachas. Para Cabré serían “más bien azuelas que hachas, a juzgar por la dispo-sición de la pieza accesoria en forma de U para su enmangamiento, por la cual aparece el corte del utensilio de frente” (Cabré 1929 p. 100). Pero Ba-rril (1992) muestra en los dibujos, aunque no lo ex-plica en el texto, la diferencia principal entre am-bos tipos de herramientas, pues si bien el enmangue es idéntico, la forma de la hoja difiere. Así las ha-chas presentan una hoja totalmente recta, mientras que los instrumentos catalogados como azadas tie-nen una ligera curvatura, claramente visible de per-fil, que ayuda a realizar su función al permitir al tra-bajador a adoptar una posición más cómoda. De esta manera lo que para Cabré no serían más que instrumentos para cavar, se han revelado en una si-tuación más compleja, que indican dos actividades bien diferentes: la agricultura y el aprovechamiento forestal.

4. Síntesis.Como resultado de la aplicación de las pautas

anteriormente marcadas, el catálogo se resume en doce tipos de herramientas diferentes, dentro de los cuales existen variantes, de tamaño y de tipo de en-mangue principalmente.

La síntesis de un grupo de objetos tan heterogé-neo no es sencilla, lo cual viene a significar que la agricultura y el aprovechamiento forestal en la II Edad del Hierro, tampoco lo era.

En efecto, dentro de los grupos de herramientas que se han ido mencionando existen algunos cuya función puede ser aplicada no exclusivamente a las labores que aquí se pretenden estudiar, es el caso de las azadas o de los útiles dobles que unen las fun-

ciones de cavar y cortar, pues son también aptos para trabajos de construcción, etc. Sin embargo, existen otros que por sus características están inequívocamente destinadas a los trabajos del cam-po, como pueden ser las hoces, los podones, las horcas o las rejas de arado.

Son estos últimos los que más nos aproximan a la verdadera importancia de la agricultura y silvi-cultura en las sociedades prerromanas peninsulares, pues la utilización de un material tan costoso como el hierro para unas herramientas, que en algunos ca-sos se utilizan tan sólo un mes al año, no puede de-jar de estar indicando otra cosa que la importancia de este tipo de tareas.

En este mismo sentido entendemos que dentro de un grupo de herramientas existan varios tipos donde cambian las magnitudes, las formas, etc., de manera que se adaptan o las características de la materia con la que va a trabajar o a las del operario. En cualquier caso, se trata de una especialización, que incluso encontramos en las herramientas para cavar, de las que anteriormente habíamos comenta-do su escasa especialización en las tareas agrícolas, veamos un par de ejemplos.

Las azadas tienen una serie de características que las definen, que ya indicamos anteriormente, parece lógico pensar que los azadones y los escardi-llos sigan el mismo modelo cambiando las dimen-siones, lo cual indicaría la ya mencionada especiali-zación según las características del operario, inter-pretación que ya adelantó Barril (2002, p. 36), y que en éste caso no parece la más adecuada, pues para que los escardillos fuesen azadas de mujer o niño habrían de tener una protuberancia en la parte opuesta al filo que poseen las azadas pero no los es-cardillos.

Las hoces del catálogo poseen una gran variabi-lidad tanto de forma como de dimensiones, sin ser posible atribuir estas diferencias a cuestiones cro-nológicas ni geográficas. Esto hace pensar en la po-sibilidad de la especialización de la herramienta por las razones anteriormente apuntadas. Esta posibili-dad cobra más valor si las comparamos con las ho-ces usadas por las cuadrillas de jornaleros que sega-ban el cereal de Castilla, hasta no hace mucho tiem-po, en las cuales las características de conocimiento y destreza en el manejo de la hoz era bastante simi-lar entre los trabajadores de una misma cuadrilla y entre diferentes cuadrillas también. Pues bien, las hoces usadas por estas personas diferían poco de unas a otras teniendo variaciones mínimas, como el uso de un filo dentado o liso que, si bien son dife-rentes de uso –para la primera es necesaria la siega puesta y para la segunda lanzada- las formas y ta-maños no difieren, unas de otras, significativamen-te.

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267HERRAMIENTAS AGRÍCOLAS Y FORESTALES DE LA MESETA NORTE EN LA II EDAD DEL HIERRO

El contexto del hallazgo es de capital importan-cia para cualquier aspecto de la cultura material y, como no podía ser de otra manera, en nuestro caso lo es más si cabe por carecer, las herramientas, de valor cronológico por sí mismas.

Pese a que son escasos los contextos de los que podemos estar completamente seguros, pues buena parte de las herramientas proceden de excavaciones antiguas, existen un par de conjuntos hallados in situ que se pueden analizar. Nos referimos al con-junto hallado en el yacimiento prerromano de Las Quintanas (Padilla de Duero, Valladolid); y al de Las Quintanas (Langa de Duero, Soria). Ambos tie-nen una cronología bastante reciente, de época ser-toriana aproximadamente, lo cual no es de extrañar pues en la mayoría de los casos las cronologías an-teriores a finales del siglo III y principios del II son casi inexistentes.

Sobre el conjunto soriano Taracena (1928 pp. 35- 36) dice. “El amplio espacio que determina los departamentos 8 y 9 (que acaso fueron uno solo) es-taba ocupado por dos tinajas rojas de tipo celtibéri-co, dos copas, un vaso de barro moreno, el caballo modelado en barro (lámina X) y las gran suma de objetos reproducidos en la fig. 23 (dos hoces, cinco hachas, dos hachas- martillos, un hacha-pico, una picadera, un cencerro y restos de herrajes y ensam-bladuras), lo que nos hace pensar que este nutrido depósito de herramientas debía tener algún fin co-munal distinto a las restantes habitaciones domésti-cas excavadas”.

Fig.: 2.

Algunas de las herramientas interpretadas por Taracena como hachas, aquí se han interpretado como azadas. Así tenemos un conjunto de herra-mientas bastante diversificado en el que no existen grandes cantidades de un mismo tiempo de herra-mientas, como cabría esperar de un depósito comu-nal.

El contexto del depósito vallisoletano es mucho mejor conocido, no obstante se excavó en la campa-ña de 2001 (Sanz 2003). Así, nos encontramos ante un conjunto cerrado que se halló en un hoyo dentro

de la habitación de una casa y que consta de: una reja de arado, dos horcas, dos azadas y una aguijada con hijón. Además se hallaron restos de semillas carbonizadas y las improntas de lo que se interpretó como un saco, que contendría las semillas.

En ambos casos, los conjuntos contienen las principales herramientas necesarias para la puesta en cultivo de los campos, aunque el número de he-rramientas halladas parece descartar la interpreta-ción comunal de los depósitos.

La propiedad privada de los aperos se también apoyada por las herramientas documentadas en las necrópolis que pese a ser escasas, cada vez son más los objetos identificados como herramientas en éste tipo de ámbitos, baste señalar las necrópolis de Las Cogotas (Cardeñosa, Ávila), Numancia (Garray, Soria) y de Palenzuela (Palencia), a modo de ejem-plo. Como es sabido el rito funerario en la II Edad del Hierro es el de la cremación, con el enterra-miento de las cenizas junto a un ajuar más o menos rico, e incluso inexistente, en hoyos individuales. Pues bien, el hecho de que en algunas de estas tum-bas los ajuares sean herramientas agro-forestales, creemos lógico interpretarlo como un signo de la propiedad de estos útiles por parte del difunto, más que como armas, aunque pudieran, en un momento dado emplearse como tales.

Una cuestión que ha quedado abierta a futuras investigaciones es el de las herramientas miniaturi-zadas. El caso más claro se encuentra en los lego-nes, un tipo muy específico de azada, usado única-mente en el cultivo de la huerta. De las cuatro he-rramientas que se han recogido en el catálogo con esta identificación, dos de ellas son miniaturas, una procedente de Izana (Barril 1992, pieza Nº 1927/ 25/ 7) y otra de Palenzuela (Valls, 1984, p. 39, pie-za Nº 16). La interpretación de las miniaturas se ha basado en dos aspectos: su carácter votivo; o su uti-lidad como juguete. Su interpretación podría esta-blecerse dependiendo del contexto del hallazgo, pero creemos interesante comparar las proporciones de las dimensiones de las miniaturas con sus homó-logas de las piezas grandes, que pueden dar índices de reducción que ayuden a discernir la interpreta-ción de éste tipo de objetos. Aún no se ha podido llegar a una conclusión clara, pues el número de piezas es demasiado pequeño como para poder to-mar los resultados en una consideración firme, pero sin duda la publicación de nuevas miniaturas ayuda-rá a clarificar la situación.

5. Conclusiones.Todo lo visto hasta el momento consideramos

que sería de poca utilidad si no se realizase un es-fuerzo por intentar acercarnos a la sociedad y la

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268DAVID PEÑAS PEDRERO

economía que creó y utilizó las herramientas del es-tudio.

En un primer momento hemos de decir que los hallazgos de aperos y grano en diferentes yacimien-tos obligan a pensar en la producción propia de los alimentos vegetales, pese a lo que se documenta en las fuentes clásicas, que se suelen mencionar en los estudios económicos de éste periodo.

El tipo de cultivo que podemos deducir a raíz de

los hallazgos arqueológicos es el propio de una agricultura de policultivo para el autoconsumo. Los cereales serían los grandes dominadores de la pro-ducción, pero la existencia de herramientas propias de cultivos de regadío, por ejemplo los legones, ha-cen necesario que empiece a pensar en una produc-ción agrícola más compleja de lo que hasta ahora se ha venido haciendo.

La especialización de las herramientas no puede por menos que representar la existencia de una serie

Fig.: 3.

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de conocimientos de la agricultura que no se han te-nido en consideración en los estudios que han abor-dado el tema y que investigaciones posteriores en este sentido pueden aportar avances significativos.

Lo mismo sucede con la cuestión de los siste-mas de propiedad. Anteriormente ya mencionamos la existencia de contextos que hablan de la propie-dad privada de las herramientas, pero de ahí a esta-

blecer que la producción agrícola de la II Edad del Hierro en la Meseta Norte tiene carácter privado, es un salto que aún no estamos en disposición de ha-cer. Sin embargo, ya parece superada la visión de colectivismo agrario vacceo, que tanta tinta ha he-cho correr y que desde los años 90 ya se viene mati-zando. (Salinas 1990)

La existencia de herramientas que teniendo ca-

Fig.: 4.

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racterísticas comunes aún no tienen modelos estric-tamente estandarizados establece dudas sobre la cuestión de la producción de las herramientas. Si bien la panoplia guerrera conserva unos modelos bastante bien definidos, las herramientas no lo ha-cen. Por ello ¿se puede plantear la existencia de ta-lleres especializados para la elaboración de las pri-meras en unos pocos centros, mientras que las he-rramientas serían forjadas en talleres más abundan-tes en número pero con menor capacidad de espe-cialización? Éste es un tema de investigación que sólo los análisis metalográficos pueden resolver pero que conviene plantearse pues entronca con las mayores polémicas de la historiografía de este pe-riodo como es el caso de los sistemas de dispersión de la población, sistema social, etc.

La existencia de productores, al menos a tiempo parcial, no dedicados a la obtención de alimentos supone que los sistemas de aprovisionamiento esta-ban lo suficientemente desarrollados como para sustentar, no ya a una hipotética clase dirigente gue-rrera, sino también a un grupo de personas cuyo tiempo se ocupa en tareas de producción secunda-ria, lo que viene a indicarnos, una vez más que la agricultura de este periodo estaba más desarrollada de lo que tradicionalmente se ha venido diciendo.

Por último no podemos dejar de hacer referen-cia a la situación de la agricultura frente a la gana-dería. Decimos frente porque la historiografía pare-ce haber tratado el tema de una manera un tanto di-cotómica.

En cualquier economía rural son necesarios tan-to los recursos ganaderos, los agrícolas como los forestales. Se trata de un complejo sistema de rela-ciones mutuas en el que la preponderancia de unas respecto a otras depende de muchos factores, pero que nunca excluye a los otros dos. La agricultura y el bosque proporcionan alimento, no sólo a los hombres si no también a sus animales, que tienen, a su vez un afecto beneficioso al mantener limpios los campos y los cultivos, al mismo tiempo que evi-tan el desgaste excesivo de las propiedades de los suelos mediante el abonado.

Las conclusiones, como se puede ver son más bien posibles vías para futuras investigaciones que soluciones a los problemas existentes, pero es sin duda la manera de poder avanzar en un campo, como la economía prerromana, en el que los cono-cimientos se sustentan, aún, sobre bases muy ende-bles.

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JIA 2008 ISBN: 978-84-92539-25-3 Pp.: 271-278

APROXIMACIÓN A LOS TRABAJOS DE INVESTIGACIÓN EN LOS CASTROS DE PEÑAS DE LA CERCA Y DE EL CASTILLÓN (ZAMORA)

Oscar Rodríguez MonterrubioUniversidad Autónoma de Madrid; [email protected] Carlos Sastre BlancoUniversidad de Granada; [email protected]

RESUMEN

En este trabajo se presentan los resultados obtenidos durante la campaña 2007 en los yacimientos de Peñas de la Cerca (Rionegrito de Sanabria) y El Castillón ( Santa Eulalia de Tábara) ambos en de Zamora. El primero de ellos es un poblado fortificado con tres líneas de muralla y un complejo sistema de “terraza y muro” datado gracias a los restos cerámicos durante la Edad del Hierro. El segundo es un asentamiento de-fensivo con una gran muralla perimetral y diversas estructuras interiores con restos fechados desde la Edad del Bronce Final hasta la Alta Edad Media. Ambos yacimientos cuentan con representaciones de arte esque-matico, grabado en la roca en Peñas de la cerca y pintado sobre cuarcita en El Castillón.

ABSTRACT

In this work we introduce the main results obtained during 2007 in the sites of Peñas de la Cerca (Rionegrito de Sanabria) and El Castillón ( Santa Eulalia de Tábara), both in Zamora. The first of them is a hillfort with three lines of wall and a complex syistem of “tell and wall” dated thanks to its pottery in the Iron Age, the second is a defensive settlement with a large perimeter wall and several structures within with rests dated from Late Bronze age to Early Middle Age. Both settlements have schematic art samples, engraving on slate rock in Peñas de la Cerca and painted on quartzite shelter in El Castillón.

Palabras Clave: Peñas de la Cerca. El Castillón. Zamora. Protohistoria. Arte esquemático.

Keywords: Peñas de la Cerca. El Castillñon. Zamora. Protohistory. Schematic art.

1. Intervenciones en el castro de Peñas de la Cerca. 1.1. Subapartado.

Los trabajos de excavación se llevaron a cabo entre el 1 y el 15 de julio de 2007, se realizaron dos sondeos. El primero de ellos al interior del poblado ofreciendo información relacionada con la ocupa-ción del castro gracias al hallazgo de material cerá-mico y lítico que asegura dos fases claras de ocupa-ción durante la Edad del Hierro y de seis hoyos de poste in situ pertenecientes a una estructura auxi-liar de la muralla o bien a una unidad de habitación independiente. El segundo de los sondeos se realizo en una de las líneas de muralla constatándose la tec-nología, función y forma de dicha estructura cuyas características la definen como una muestra arcaica de amurallamiento de la cultura castreña.

Los trabajos de prospección determinaron las características de un asentamiento defensivo com-plejo y elaborado en cuanto a su morfología pero arcaico en cuanto a su técnica que permite estable-cer unas funciones simbólicas y estratégicas en rela-ción con el medio y los recursos próximos.

El asentamiento principal comprende una super-ficie amesetada de planta circular con un radio de 250m al que hemos llamado acrópolis o parte alta y un recinto con dos líneas de muralla (una interior y otra exterior) que aprovecha el escollo natural de pizarra para completar un perímetro defendido. El espacio fortificado se completa con un complejo sistema de seis terrazas y seis muros. La superficie total es de 3,25 hectáreas, correspondiendo 1,2 al recinto amurallado (el realmente habitado) y 2,05 al sistema de “terraza y muro”.

1.2. Las murallas y el sistema de “terraza y muro”.

Las murallas son las estructuras más importan-tes que encontramos en Peñas de la Cerca y confor-man el recinto amurallado del asentamiento y su acrópolis. Se trata de tres líneas perimetrales que se conectan por sus dos extremos con el farallón roco-so, por lo tanto cierran o mejor dicho delimitan el área de asentamiento principal del poblado. El acrópolis: o área amesetada y delimitada por la pri-mera línea de muralla que hemos llamado como muralla del acrópolis, es el mejor y mas claro ejem-plo, en Peñas de la Cerca, de muro delimitador un área de habitación. La muralla interior, es la se-

I Jornadas de Jóvenes en Investigación Arqueológica: Dialogando con la Cultura Material. UCM, 3-5 de septiembre de 2008.

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gunda línea defensiva, que discurre concéntrica al acrópolis, existe una tercera y ultima línea de mu-ralla, perimetral que se conecta a ambos extremos con el farallón rocoso. Asociado a estas murallas encontrábamos una serie de muros adosados que venían a completar el espacio del recinto amuralla-do, asi encontrábamos dos muros transversales uno al norte y otro al sur, viéndose este último comple-tado por una serie de antemuros que corrían parcial-mente concéntricos a la muralla exterior. Asi este conjunto de muros transversales y antemuros cubrí-an un área que se disponía por delante de la muralla exterior, reforzando esta zona que cubre una vagua-da entre dos terrazas naturales y otorgando al asen-tamiento de un recinto amurallado. Por otro lado encontramos también un complejo de accesos por el Suroeste formado por una brecha en cada muralla, entre estas y el farallón rocoso, y con una serie de posibles estructuras circulares que vienen a auxiliar como torres o atalayas este acceso que es directo desde el exterior hacia el interior del recinto y es el único que encontramos de estas características en el asentamiento.

Fig.: 1. La muralla interior (sondeo2)

En cuanto a la técnica usada para la construc-ción de estas murallas, tenemos que destacar que es plenamente rudimentaria. Se ha usado el mampues-to de tamaño medio principalmente de granito, pi-zarra y gneis colocados a hueso. Son muros de un único paramento que se ha apoyado en terrazas na-turales alteradas por el hombre de manera que sir-ven también como muros de contención. La altura de su ruina era llamativa en el caso de la Muralla Interior en algunos casos en los que alcanzaba los 8 metros de altura, pero es necesario señalar que la ruina en la mayor parte de los casos no superaba los dos metros de altura, viniendo a coincidir con la al-tura de la terraza que contenía.

Destacamos varios elementos que dotan a la es-tructura de las murallas de cierta evolución técnica,

en primer lugar la construcción de muros auxilia-res, y por otro lado la existencia de dos ensancha-mientos (entre 4m y 6m) de la ruina del muro, que podrían entenderse como contrafuertes. En ambos casos estas construcciones se sitúan o bien sobre el muro del acrópolis o sobre la muralla interior y pa-recen reforzar esquinas de los muros, en los que el cambio de dirección del tramo de muralla vendría a comprometer la estabilidad de un muro tan preca-rio. En el caso del acrópolis el contrafuerte está asociado al muro auxiliar. Por lo tanto podemos de-cir que suplen la precariedad técnica de la construc-ción (mampuestos a hueso) con una serie de recur-sos auxiliares. Lo que desconocemos es si responde a una planificación o más bien a una solución toma-da en un momento determinado una vez en pie la muralla. En el caso de la muralla interior nos parece mas bien el segundo caso, es decir una solución que se tomo ante un problema de estabilidad en los mu-ros, mientras que en el caso del acrópolis parece ha-ber una planificación previa ya que muro y contra-fuerte se encuentran asociados.

La planta del poblado tiene una forma que re-cuerda a un ocho, cuyo círculo superior ( el del acrópolis y recinto amurallado) es mucho mas gran-de que el inferior y ligeramente curvado hacia el Oeste, dejando hacia el Este una zona de vaguada entre dos terrazas naturales. En esta parte es donde encontramos una serie de terrazas no naturales, cre-adas por el hombre y reforzadas con muros de con-tención. Son muros parciales, localizados entre las dos vaguadas, algunos de ellos se encuentran for-mados por varios tramos, aunque la mayoría de ellos están compuestos únicamente por un único tramo lineal que se adapta a las curvas del terreno, siguiendo en muchos caso trazados sinusoidales muy marcados. Cada uno de ellos se encuentra aso-ciado a una terraza construida sobre esta vaguada, que otorga al asentamiento de un perfil escalonado en “tells”. La interrupción que encontramos en los muros de la séptima y la novena terraza pueden ser consideradas como accesos, o como la conexión en-tre la terraza antrópica y la natural donde no sería necesaria la construcción de muro de contención, dependiendo de la función que le otorguemos a es-tos muros.

En cuanto a su técnica observamos que es muy parecida a la de las murallas, sin embargo el mam-puesto es de tamaño o mas pequeño o mas grande (ortostáticos) como es el caso del muro de la octava terraza, aunque en este caso es de manera localiza-da y no generalizada. Por otro lado podemos seña-lar la presencia de una serie de piedras hincadas (de 70x80cm) rematando el extremo sur de los mu-ros de contención 1 y 3, alineadas con una tercera laja que encontramos en el extremo del muro trans-versal Sur del recinto amurallado. En cualquier

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caso estas tres lajas vendrían a marcar el inicio (o final) de cada muro, marcando simbólicamente un paso o un acceso dirigido. Por otro lado cabe desta-car que cada muro contiene una terraza que en algu-nos casos supera los treinta metros de longitud como en la octava, novena y décima terraza.

La función de estos muros de contención es con-trovertida, a pesar de su desconexión física con el recinto amurallado, tendría como finalidad conducir el acceso desde el este hacia el punto que hemos marcado como acceso principal en el suroeste, de manera que impedía un acceso directo desde la sua-ve falda oriental hacia el poblado. Esto no quita que el muro tenga además una función contenedora de terrazas.

1.3. Los hoyos de poste del Sondeo 1.Los seis hoyos de poste encontrados en el son-

deo 1, se encuentran dispuestos sin aparentemente una alineación clara. Son hoyos excavados en el te-rreno, reforzados con piedras planas (pizarras) para hacer más estable la sujeción de un poste de made-ra.

Fig.: 2. Los hoyos de Poste (sondeo 1)

De ellos podemos distinguir dos situados próxi-mos al perfil Norte del sondeo que poseen fosa de excavación, lo que nos indica que fueron construi-dos en el mismo momento. Los hoyos encontrados en la parte central del sondeo, se disponen de una manera muy similar a los dos anteriores pero sin fosa de excavación. Por otro lado existen dos hoyos mas que se encuentran aislados y son mucho más pequeños.

Según esta disposición podemos entender que los postes enfrentados y con fosa, son respectiva-mente el hoyo del poste interior y exterior de una estructura, sin embargo no sabemos cual es la parte interior y cual la exterior, debido a la reducida su-perficie del sondeo 1. Consideramos que la estruc-tura se dispone hacia el Oeste, y estaríamos ante una cabaña circular de la que contamos con cuatro de los postes que soportan la estructura, teniendo

algo menos de ¼ del recinto de la cabaña que ten-dría entonces unos cuatro metros de radio aproxi-madamente. Si consideramos que la estructura se dispone hacia el Este, esta parece mas bien una construcción auxiliar apoyada en la muralla, de la que dista algo menos de tres metros, pudiendo for-mar parte de una estructura de madera que se apo-yaría sobre un primer nivel de muralla construida en piedra, lo cual explicaría el poco derrumbe que encontramos y afianzaría el uso de madera para los sistemas defensivos.

1.4. Los materiales arqueológicos.La cerámica encontrada en Peñas de la Cerca

procede tanto de los trabajos de prospección como de excavación. La mayor parte que se ha recogido proviene del sondeo 1, de donde procede el 75,5%, de las piezas cerámicas. Por su parte en el Sondeo 2, solamente se encontraron dos fragmentos de cerámica muy rodada en la capa superficial.

En conjunto la cerámica que hemos encontrado se trata mayoritariamente de galbos, de pasta gruesa y desgrasante micáceo, de un espesor medio y de cocción en su mayor parte reductora, sin decoración (lisa), y de uso, presumimos, cocina o almacenaje. Atendiendo a las peculiaridades, masivamente nos encontramos con galbos que suponen 262 de los fragmentos (86’2%), 31 bordes (10,20%), 10 bases (3,3%) y 1 cuello (0,3%), la mayor parte de la ce-rámica presentaba pastas gruesas y toscas, en total 179 (59%), le siguen 118 de pasta fina (38,8%) y fi-nalmente de pastas medias unos 7 fragmentos (2,2%). El 98% de los fragmentos (288) presenta-ban visiblemente mica como desgrasante mientras que el 2% restante (6) no se pudo determinar el des-grasante por ser este inapreciable. Sin embargo constatamos la presencia de otros desgrasantes se-cundarios como el cuarzo presente en el 2,6% de los fragmentos (8) y la pizarra en el 0,6% de las piezas encontradas (2), siempre acompañando a la mica. Abundan mayoritariamente las piezas de coc-ción reductora ya que alcanzan el 56,5% de los fragmentos (172), el 31,5% ha sido cocido por me-dio de técnicas oxidantes (92) y tan solo encontra-mos cocciones mixtas en 36 casos (12%) de los fragmentos. Solamente el 4% de las piezas se en-contraban con algún tipo de decoración, destaca el esmaltado en las piezas de superficie, y las incisio-nes y ungulaciones en las piezas encontradas más profundamente. Por otro lado es necesario remarcar la gran cantidad de galbos que han sido cepillados y/o engobados. El 96% de las piezas son lisas. Sola-mente el 3% de los fragmentos presentaban huellas de haber sido fabricados a torno, el 97% restante presentan claras señas de haber sido hechos a mano. En cuanto al espesor el 75% de los fragmentos se encontraba entre 1-1,5 cm, es decir un espesor me-dio. De un espesor inferior perteneciente a piezas

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finas encontramos un 2%, mientras que es mucho mas minoritaria la presencia de gruesas que solo alcanzaban 0,4% del total. De los bordes y bases que hemos podido estudiar, destacamos que la ma-yor parte de ellos son pertenecientes a formas glo-bulares, es decir ollas de diámetros muy significati-vos (entre 20 y 30 cm) Encontramos también for-mas con cuello como jarras (de bocas algo mas es-trechas entre los 12 y los 18 cm) y por ultimo cuen-cos de grandes dimensiones entre 20 y 28 cm. Por tanto hablamos de usos principalmente de cocina y de mesa, aunque algunos de los fragmentos podrían pertenecer a piezas de almacenaje.

En cuanto a los materiales líticos, tenemos que mencionar que la mayor parte de los mismos pro-vienen de prospección (75%), salvo un fragmento de molino, una afiladera y una sección de pesa que se encontraron en los sondeos.

Si bien, solamente tres de las 36 piezas líticas de prospección han sido recogidas, mientras que las demás han sido solamente fotografiadas, estudiadas y devueltas al sitio arqueológico. En cuanto a la materia prima de estas piezas cabe destacar, el gra-nito (31,25%), el gneis (18,75%), la cuarcita (16,6%), la pizarra (12,5%) y otros materiales blan-dos como esquistos (6,25%) o la arenisca (2,08%)

Es importante destacar la especificidad de algu-nos materiales para determinados utensilios, asi por ejemplo las molenderas son exclusivamente de gra-nito, los molinos mayoritariamente de gneis, aunque también los hay de granito y cuarcita, y las afilade-ras y pesas de red de cuarcita, mientras que pizarra se usa para pesas de telar o de cubierta. Es muy in-teresante observar la presencia de la pizarra en la industria lítica, estando incluso presente en algún molino (o intento de molino) y como desgrasante en algunas piezas cerámicas. En relación a los usos destacamos los molinos ( 16, 33,3%), las molende-ras (12, 25%), afiladeras (2, 4,17%), pesas de telar (2, 4,17%), pesas de red (1, 2,08%) e indetermina-dos (15, 31,25%).

1.5. Los Grabados rupestres.Se encuentran en el punto más alto del asenta-

miento, sobre un crestón pizarroso que forma un panel de forma triangular como una quilla de barco y desde donde se domina todo el valle del rio Tera e incluso se tiene visibilidad de tres asentamientos castreños mas, es decir visualmente y estratégica-mente tiene ya una importante significación. Por otro lado en este punto exacto se encuentra el límite entre tres términos municipales. En cuanto a la técnica de grabado podemos definir que es la mis-ma para los cinco motivos, parecen haber sido pi-queteados y posteriormente grabados, la sección del grabado es en forma de “v” para los cruciformes y en forma de “u” para las herraduras y el bastón.

En cuanto al significado y sentido los crucifor-mes claramente tienen la significación cristiana, y en muchas ocasiones la de delimitar un territorio, además el cruciforme superior (el ya conocido) tie-ne tres brazos, uno vertical y dos horizontales, es decir no se trata de una cruz al uso cristiano. Las herraduras: o semicírculos son motivos muy comu-nes en la protohistoria pero más bien como motivos pictóricos en cuevas y en abrigos, acompañados de ancoriformes, y antropomorfos, los ejemplos como grabados son escasos. No podemos asegurar si se trata de un motivo pictórico de la prehistoria final que ha sido reinterpretado para ser grabado a falta de abrigos donde ser representado, o bien se trata de un motivo mas tardío. El bastón: Se trata de un grabado lineal, con un ensanchamiento e incurva-cion en su base, lo hemos denominado bastón y ocurre lo mismo que en el caso de las herraduras, encontramos diversos ejemplos de motivos simila-res como faliformes, digitaciones o simplemente lí-neas verticales, pero como representaciones pictóri-cas.

Fig.: 3. Los grabados rupestres .

Muy probablemente tanto las herraduras como el bastón sean de una época anterior a los crucifor-mes. La sección en “u” de estos grabados hace pen-sar en la utilización de un objeto mas ancho como un percutor de piedra, o cuñas de madera o de asta, por su parte, los cruciformes tienen una sección en “v” y han podido ser realizados con herramientas de metal que nos hace pensar en una cronología mas próxima a una ocupación medieval del asentamien-to.

1.6. Conclusiones generales, cronológicas y culturales.

Ante la carencia de pruebas de datación absolu-ta, tenemos que referirnos a la evolución técnica de los materiales, a las estructuras y a los datos recogi-dos en la bibliografía.

En cuanto a las estructuras, podemos defender

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que el sistema amurallado responde al patrón básico de la cultura castreña del Noroeste de la Península que se extiende desde finales del Bronce final hasta la Romanización. No encontramos una muralla compleja en técnica, ya que solo es de un paramen-to y de mampuestos a hueso, sin embargo hay cier-tas mejoras técnicas como muros auxiliares y re-fuerzos o incluso tácticas como retranqueos y con-trol de accesos que hace pensar en una leve pero presente evolución. Este tipo de murallas son mas típicas de los patrones del Bronce Atlántico final que de la propia Edad del Hierro, es decir de los pe-riodos formativos de la cultura castreña, sin embar-go podemos encontrar este mismo tipo de muros en algunos asentamientos tardíos muy bien fechados como es el caso del castro de Corporales (siglo I a.C) en León y murallas mucho mas complejas en otros asentamientos anteriores como el caso de Lu-bian (siglo IV y III a.C), es decir que la técnica ar-caica de su construcción no puede servirnos para defender una epoca mas antigua, si bien podemos suponerla y en todo caso podemos defender la per-vivencia de estilos arcaicos durante un largo perio-do de tiempo que en este caso supone toda la vida del yacimiento. Por otro lado, la estructura de ho-yos de poste que encontramos en el sondeo 1, no puede servirnos de momento para definir a grandes rasgos una cronología puesto que no sabemos si se trata de una cabaña (en cuyo caso sería muy similar a las cabañas que se construyen en toda Europa des-de finales del Neolítico, es decir estructuras circula-res con postes de madera) o de algún tipo de cons-trucción auxiliar de la muralla.

En cuanto a los materiales, podríamos decir que la cerámica que encontramos, de manera estándar, es decir de pasta gruesa, y cocción reductora con desgrasante micáceo y sin decoraciones es la típica que encontramos en la cultura castreña durante la Edad del Hierro sin que podamos haber encontrado algún tipo de cerámica reconocible como Soto de medinilla. Podemos decir que en el sondeo 1, hay varios niveles de ocupación. Uno mas antiguo, coe-táneo a los hoyos de poste en el que predominan piezas de pastas gruesas, espesores medios, y coc-ción reductora usadas para el almacenaje, y coci-na y un segundo nivel de ocupación mas tardío don-de encontramos pastas finas, de espesores medios y finos, y donde aunque predomina la cocción reduc-tora se van abriendo paso las cocciones mixta y oxi-dante, en este caso encontrábamos piezas mayorita-riamente de cocina. Entre medias podemos distin-guir un hogar donde las piezas de cocción reductora y espesor grueso se asemejan a las del primer nivel de ocupación, sin embargo las formas son mucho mas variadas: cuencos, jarras y ollas. Por último en-contramos un nivel de ocupación más tardío y alte-rado por su proximidad a la superficie, donde ya

aparecen piezas a torno, de cocción oxidante, mie-ladas, esmaltadas, etc…

En cuanto al material lítico, podemos decir que la presencia masiva de molinos barquiformes y la ausencia absoluta de molinos circulares hace pen-sar en una ocupación centrada en la primera Edad del Hierro, sin embargo como las murallas, este es un dato meramente circunstancial, puesto que el uso de molino de estas características ha sido prolonga-do durante mucho tiempo.

En conclusión podríamos decir que tenemos una posible cabaña de la Primera Edad del Hierro don-de encontramos cerámicas castreñas y un molino barquiforme, que en un momento dado es abando-nado y cubierto parcialmente. Una vez ocurrido esto hay un nivel de ocupación muy breve corres-pondiente a un hogar cuya cerámica asemeja mucho a la del nivel inferior, y a continuación tendríamos un cambio sustancial en las técnicas cerámicas, usos y formas. Ante la ausencia de molinos circulares, piezas a torno, o decoraciones típicas de la Segunda Edad del Hierro, las dos fases de ocupación serían dos momentos diferentes de la Primera Edad del Hierro. Por último y sin encontrarnos materiales ro-manos, una última fase de ocupación donde ya si encontramos cerámicas a torno y medievales en un nivel de muy poca potencia.

2. Intervenciones en el castro El Castillón.2.1. Introducción.

Los trabajos de excavación y prospección ar-queológica se realizaron entre el 16 y el 31 de agos-to de 2008. Fueron proyectados dos sondeos, el pri-mero de ellos en dos estructuras circulares próxi-mas a la muralla perimetral del poblado y el segun-do al interior del mismo sobre un derrumbe aparen-temente de una estructura de habitación circular.

Los resultados de los trabajos de prospección al interior del Castro de El Castillón dieron como re-sultado el estudio de un recinto amurallado, en cuyo interior se documentaron 11 posibles estructuras circulares, de entre 4m y 1,90m de diámetro; situa-das todas ellas en la zona este del castro. Por otra parte, también, se encontraron 3 posibles estructu-ras rectangulares, de entre 13,30m y 7,76m de lar-go, todas ellas ubicadas en la zona oeste. Se reco-gieron algunos fragmentos cerámicos y de escoria de metal. Igualmente, en el interior de algunas de estas estructuras se documentaron diversos materia-les de construcción, principalmente ladrillo y te-gulae.

La prospección de los sistemas defensivos del Castro de El Castillón se centró en la estructura de la muralla. Se trata de una única línea que rodea el asentamiento por todo su perímetro menos por la zona oeste, donde se encuentra el farallón rocoso y

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esta se hace innecesaria. Se aprecian tres zonas de acceso al castro, la primera se sitúa el la zona este y sería la actual entrada al castro. La segunda se sitúa muy próxima a la primera entrada, y descendería desde la zona noroeste del castro hacia el río Esla. Y por ultimo el tercer acceso parece situarse en la zona sur del castro, aunque en esta zona nos encon-tramos con un mayor deterioro en la muralla. Al no-roeste de la muralla se localizaron diversos muros que resultaron ser parte de un sistema de muros más complejos, los cuales parecen dirigir el acceso al castro por su entrada noroeste.

En relación al abrigo de El Castillón, se apre-cian con cierta claridad y un aceptable estado de conservación todos los motivos documentados por Fernández Rivera, antropomorfos, barras, ancori-formes, etc. No apreciándose claros síntomas de un grave deterioro, aunque se si observa la presencia de alguna hoguera realizada en el abrigo, que por suerte no ha dañado las pinturas.

Fig.: 4. Arte esquemática de El Castillón.

2.2. La muralla perimetral.Definimos la muralla como la principal estructu-

ra construida y visible sin excavación del yacimien-to. Se trata de un muro grueso que alcanza aproxi-madamente los cuatro metros de anchura en algunos puntos. La ruina y el derrumbe del mismo llega a los diez metros de altura en los puntos de mayor desnivel. En cuanto a su morfología, se trata de una única línea defensiva que rodea el asentamiento por todos los lados menos por el Oeste, donde un fara-llón rocoso resguarda al asentamiento tiene por tan-to planta ovalada abierta hacia el Río Esla, se en-cuentra interrumpida en tres puntos diferentes que serían los tres accesos principales, destacando el del Este. En relación a la técnica del muro, es relativa-mente sencilla, no utilizan mortero, y se trata de la colocación uno sobre otro de sillares bastante regu-lares de cuarcita, roca de corte natural muy regular que otorga estabilidad a la construcción de la mura-lla. La complejidad de la construcción defensiva viene dada en la parte oriental del mismo, donde lo-calizamos el acceso principal, que estaría reforzado

por dos casamatas a la izquierda y una mas a la de-recha de la puerta, además de un pequeño bastión de entrada de planta triangular en el lado derecho del acceso oriental.

2.3. Las estructuras circulares del Sondeo 1.Las llamadas estructuras 01 y 02, excavadas en

el sondeo 1 son dos ruinas circulares, de las cuales fue excavada solamente la estructura 01. Según se fue excavando se pudo comprobar como las paredes convergían, y como había una interrupción de unos cuarenta centímetros jalonada por dos bloques de cuarcita de grandes dimensiones y perfectamente escuadrados al exterior de la estructura se docu-mentaron numerosas cuarcitas de diversos tamaños, de entre las cuales destacan algunas de similares ca-racterísticas a las que componen la estructura 01, por lo cual creemos que algunas de ellas procederí-an de ella. La estructura 02 se adosaba, en parte, a la estructura 01. Fue excavada solo parcialmente y parecen asemejarse bastante asi como los materiales arqueológicos encontrados en ambas estructuras son de características similares, tanto los elementos cerámicos, como las escorias.

Fig.: 5. Estructuras circulares ( sondeo 1).

En cuanto a la interpretación, con los datos que poseemos hasta el momento actual no nos es posi-ble asegurar con total fiabilidad su funcionalidad, ni su relación con la estructura 02 y con la muralla, pero si podemos intuir algunos de sus posible usos. A pesar de su forma circular, no podemos pensar en un tipo de vivienda pues la zona de acceso a la mis-ma es de reducidas dimensiones, lo cual dificultaría enormemente al acceso a la misma y no aparecen restos de uso de habitación. A merced de los restos de escoria recuperados en el interior de dicha es-tructura nos inclinaríamos más por la interpretación de un posible horno de reducción o lugar de trabajo y procesado del hierro.

2.4. La estructura del Sondeo 2.Una tercera estructura excavada en el sondeo 2

completa los trabajos de excavación en el Castillón. Se encuentra cubierta por un derrumbe que fue le-vantado con el objeto de poder definirla, una vez

Page 286: Actas de las I Jornadas de Jóvenes en Investigación Arqueológica: dialogando con la cultura material (JIA 2008), tomo I

277APROXIMACIÓN A LOS TRABAJOS DE INVESTIGACIÓN EN LOS CASTROS DE PEÑAS DE LA CERCA Y DE EL...

desmontado se pudo comprobar como la estructura que en un principio se intuía como circular no pose-ía esa forma, sino que la se limitaba a unos bloques cuarcíticos de grandes dimensiones situados junto al perfil Norte del Sondeo 2, formando una especie de escalonamiento. En el resto del sondeo tan solo se documentaron piedras de gran tamaño sin cone-xión, procedentes del derrumbe. En la parte Noro-este del Sondeo 2, también se documento la presen-cia de un posible nivel de circulación, ya que nos encontramos ante una tierra rojiza, muy compacta y con numerosos fragmentos de ladrillos. Se interpre-ta en conjunto como los restos de un muro de di-mensiones considerables que formaría parte de un gran edificio construido en esta zona oriental del yacimiento. El suelo condicionado se corresponde-ría con la parte interior del mismo, mientras que la línea del muro parece correr en dirección norte fue-ra del sondeo.

Fig.: 6. Muro de estructura ( sondeo 2).

2.5. Los materiales arqueológicos.Entre los materiales recuperados en ambos son-

deos podemos destacar la presencia de numerosa cerámica, escorias, industria lítica, huesos, metales, vidrio, etc.

En cuanto a la cerámica, a excepción de dos fragmentos realizados a mano, de color negruzco, que con muchas dudas, podrían adscribirse a la Edad del Hierro, todo el resto de los materiales re-cuperados se encuentran realizados a torno, y se po-drían englobar dentro de una época tardoantigua, en torno al siglo V d.C. Entre estas cerámicas cabe destacar la presencia de varios fragmentos de Terra Sigillata (TSHT), uno de ellos perteneciente a un plato. Entre los motivos decorativos sobresalen las estampillas, que podemos ver en dos fragmentos de colores grisáceos, decorados con una serie de es-tampillas circulares y una cenefa de puntos.

También sobresale la presencia de diversos fragmentos de cerámicas más comunes decoradas con unas series de bandas incisas.

Hay un predominio de las cocciones oxidantes

sobre las reductoras, aunque la cantidad de estas ul-timas también es significativa. Predominan los des-grasantes micáceos y las pastas gruesas – finas. Aunque el porcentaje de pastas finas también es bastante alto.

Por otra parte, cabe destacar la numerosa pre-sencia de fragmentos de escoria, principalmente nu-merosos en el Sondeo 1, según el informe prelimi-nar redactado por Antonio J. Criado Portal y Anto-nio Javier Criado Martín (Departamento de Ciencia de los Materiales e Ingeniería Metalúrgica. Facultad de Ciencias Químicas. Universidad Complutense de Madrid. Grupo de Investigación de Tecnología Me-cánica y Arqueometalurgía) se extrae que las esco-rias halladas en El Castillón corresponderían a es-corias fayalíticas (silicatos de hierro), muy contami-nadas por el suelo de enterramiento, algunas no procederían de hornos de reducción de mineral de hierro, sino de fraguas para la forja en caliente del acero, debido a la inclusión de sulfuros y otras sales típicas en estos casos. Del estudio de las piezas de acero que aún conservaban núcleo metálico, se ha podido deducir que se trata de aceros suaves, de bajo contenido en carbono, forjados en caliente y enfriados al aire. El contenido en impurezas era co-rrecto para una buena calidad de estos aceros. Esta composición química tan bien ajustada y la forja en caliente correctamente ejecutada, sugiere la presen-cia de herreros diestros en la fabricación de piezas de acero de buena calidad. Destacamos la presencia del mineral conocido como ringwoodita en los restos fayaliticos Este mineral se origina tras la co-lisión de un meteorito sobre la superficie de la Tie-rra a una velocidad de 600km/h, esta especificidad nos permite especular sobre la procedencia de la materia prima metálica, ya que el único lugar donde encontramos ringwoodita en la Península ibérica es al norte de la Provincia de Cáceres. Los restos metálicos con forma apreciable aparecidos son to-dos realizados en hierro, destacando especialmente la presencia de diversos clavos de sección cuadra-da, así como un posible punzón de hierro.

En cuanto a la industria lítica, esta no es muy numerosa, se reduce a un par de ejemplos, entre los que destacan en el Sondeo 2 la presencia de una pesa realizada sobre una roca blanda de color blan-co, con una perforación en su extremo central – su-perior. También sobresale la presencia de lo que se ha identificado como un posible mortero o percutor

Por último los fragmento de huesos hallados no son muy significativos al encontrarse en niveles muy superficiales y sin tener un contexto claro. De-bemos destacar la presencia de restos de ovicápri-dos, jabalís y roedores de pequeño tamaño, todos ellos animales que en la actualidad es fácil encon-trarse en la dehesa donde se halla el yacimiento.

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278OSCAR RODRÍGUEZ MONTERRUBIO – JOSE CARLOS SASTRE BLANCO

También cabe destacar la presencia de diversos fragmentos de vidrio, tanto en el Sondeo 1 como en el 2, todos ellos parte de alguna boca de copas o ungüentarios. Algunos de estos fragmentos se en-cuentran decorados.

2.6. Conclusiones generales, cronológicas y culturales.

Los trabajos de excavación y prospección lleva-dos a cabo nos indican que nos encontramos ante un yacimiento fortificado de grandes dimensiones, unas 4 Has aproximadamente.

La tecnología de la muralla parece bastante tra-dicional, mampuesto y sillarejo regular colocado sin mortero, también su trazado lineal y continuo solamente interrumpido por accesos y por defensas naturales es bastante típico de las líneas de muralla construidas en la Edad del Hierro para la cultura castreña del Noroeste. Por otra parte la monumenta-lidad de la construcción, su anchura y altura en al-gunas partes, la multiplicidad de accesos y sobre todo la complejidad de estructuras en el acceso principal de Oeste formado por tres casamatas y un pequeño bastión de entrada, hacen pensar en añadi-dos posteriores, o bien en la Edad del Hierro o ya en época de presencia romana en el asentamiento.

Considerando los restos cerámicos, los mas anti-guos se situaban colmatando una zanja anterior a las estructuras del sondeo 1, entre estas y la muralla perimetral. Se trata de piezas de la Edad de Hierro. El resto de la cerámica se enclava en un contexto cultural tardoantiguo marcado por las piezas de ce-rámica sigillata (TSHT) y altomedieval dominando las piezas de pastas grises y decoraciones estampi-lladas.

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JIA 2008 ISBN: 978-84-92359-25-3 Pp.: 279-286

LAS ACTIVIDADES GANADERAS Y CINEGÉTICAS DURANTE LA EDAD DEL HIERRO EN LA MESETA NORTE DE LA PENÍNSULA IBÉRICA

Laura Llamazares SánchezÁrea de Prehistoria, Universidad de León; [email protected].

RESUMEN

En este trabajo analizamos, de forma genérica, la relación que mantenían las poblaciones de la Edad de Hierro de la Meseta Norte de la Península Ibérica, con los animales de su entorno, es decir, el análisis de la ganadería y la caza en los principales yacimientos, mediante el estudio de los restos faunísticos recuperados en las intervenciones arqueológicas. De esta manera, pretendemos obtener una visión más clara de la impor-tancia tanto de la cabaña ganadera, como de las actividades cinegéticas en este periodo de la Prehistoria re-ciente.

ABSTRACT

In this work we analyze, in a generic way, the relationship maintained between Iron Age population of the north plateau of the Iberian Peninsula and the animals of their environment, in other words, the analy-sis of the cattle and the hunt in the main archaeological sites due to the study of the fauna remnants recovered from the archaeological interventions. In this way, we intend to obtain a clearer view of the importance of livestock and hunting in this recent period of prehistory

Palabras Clave: Arqueozoología. Edad de Hierro. Ganadería. Caza. Península Ibérica.

Keywords: Archaeozoology. Iron Age. Stockbreeding. Hunting. Iberian Peninsula.

1. Introducción.La arqueozoología se ocupa del estudio de los

restos faunísticos hallados en los yacimientos ar-queológicos.

La arqueozoología, comparada con otras disci-plinas vinculadas al ámbito de la investigación ar-queológica, es relativamente joven, si bien ha evo-lucionado con mucha rapidez. Hace tan solo treinta años, los arqueozoólogos se limitaban a proporcio-nar un listado de las diferentes especies animales que se documentaban en un yacimiento. Hoy en día la información suministrada es mucho más explíci-ta, pudiendo llegar a saber, entre otros datos, la edad de un animal en el momento de su muerte, su sexo, su talla, las técnicas de procesado o incluso los procesos que han sufrido los restos tras su aban-dono.

Nuestro objeto de estudio no se limita exclusi-vamente a restos alimenticios de origen animal re-cuperados en los contextos arqueológicos, sino que también se incluirán todas aquellas especies que convivieron con el ser humano y cuyo destino no fue el de formar parte de su dieta. (Fernández Ro-driguez, 2000).

De forma más concreta, este trabajo está centra-do en la recopilación y evolución de la información publicada relativa a las faunas domésticas y silves-

tres de yacimientos de la Edad del Hierro en el mar-co geográfico de la Meseta Norte de la Península Ibérica.

1.1. La fauna de la Edad del Hierro en la Me-seta Norte de la Península Ibérica.

La existencia de grandes acumulaciones de res-tos óseos en los denominados cenizales o ceniceros, es decir vertederos adscritos a la Edad del Hierro, es conocida desde hace tiempo en la zona meseteña de Castilla y León, llegándose a utilizar en siglos pasados como auténticas canteras de materiales or-gánicos con los que fabricar productos fertilizantes para las tierras de cultivo.

Los primeros análisis de colecciones óseas se retrotraen a los años setenta de siglo pasado, gra-cias a la labor de investigadores vinculados al La-boratorio de Arqueozoología de Munich. Sin em-bargo tendrán que pasar un importante número de años para que aquellos primeros estudios de un ya-cimiento leonés hayan tenido continuación en esta Comunidad, fundamentalmente relacionándose con los proyectos que desde la Universidad de Vallado-lid se han centrado en la Primera Edad del Hierro de la Cuenca del Duero.

La tipología de los asentamientos es muy similar a la de otras regiones de la Península Ibérica para ese mismo periodo. Las comunidades se agrupan en poblados fortificados en zonas elevadas desde las

I Jornadas de Jóvenes en Investigación Arqueológica: Dialogando con la Cultura Material. UCM, 3-5 de septiembre de 2008.

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280LAURA LLAMAZARES SÁNCHEZ

que se controla, al menos visualmente, un amplio entorno. La configuración geológica del área que nos ocupa impondrá en esta ocasión el que en mu-chos casos los materiales constructivos utilizados sean perecederos (básicamente madera y arcilla).

2. Yacimientos de este periodo en la mese-ta norte de la Península Ibérica. 2.1. El Soto de Medinilla (Valladolid.).

Este yacimiento, localizado en el cuello del me-andro del río Pisuerga, (Liesau, 1998), está recono-cido como uno de los más importantes de la edad del Hierro en la Península Ibérica Las intervencio-nes arqueológicas han dado como resultado la recu-peración de más de 31.000 restos faunísticos que convierten al Soto de Medinilla en una de las más importantes muestras de la prehistoria reciente ibé-rica.

El paso del Hierro I al Hierro II, se aprecia de manera notable en el yacimiento por el gran incre-mento de la fauna doméstica, al tiempo que se asis-te a un aumento de la diversidad de especies y a una disminución patente de las actividades cinegéticas.

Como señalamos, la fauna recuperada en el Soto de Medinilla es de 31471 restos óseos. La totalidad de este conjunto pertenece a sondeos realizados en la zona, y no a auténticas excavaciones en área, lo que da una idea del potencial faunístico existente.

Los restos no se hallan bien conservados, pre-sentando una gran fragmentación, por lo que alrede-dor del 70% de los materiales no han podido ser identificados, tanto lo que respecta a las series de la Primera como de la Segunda Edad del Hierro.

Es notable durante toda la Edad del Hierro, el predominio de la fauna doméstica frente a la salva-je; aún así en el Hierro I la fauna silvestre triplica sus valores frente a los constatados en el Hierro II. Los recursos cinegéticos van perdiendo importancia a lo largo del tiempo, y tan solo en el segundo pe-riodo del Hierro II se asiste aparentemente a una li-gera recuperación, aún cuando ésta resulta muy mo-desta.

Entre las dos fases del Hierro hay diferencias en la composición de la cabaña ganadera. La importan-cia del vacuno en época celtibérica es muy superior a cualquier otra especie; en cambio en el Hierro I su predominio es menos patente en relación con el res-to de los componentes ganaderos.

Es llamativo el hecho de que el ganado equino tenga bastante representatividad en el Hierro I en comparación con otros yacimientos de este mismo periodo en la Península Ibérica, pues hablamos de valores entre 26% y el 37% de la fauna doméstica (entre el 7% y el 21% del número de restos.). Por el contrario, durante el Hierro II los valores oscilan

entre el 1% y el 8%, índices que se adecuan perfec-tamente a las de otros yacimientos peninsulares de la misma época. A medida que la importancia de los équidos disminuye, se irá incrementando la del ganado ovicaprino.

El perro se encuentra representado en todas las muestras, aunque seguramente infrarrepresentado por no ser un animal objeto de consumo alimenticio humano.

Por lo que a los mamíferos silvestres se refiere, se aprecian una serie de patrones bastantes claros. En primer lugar, y aunque la caza va perdiendo im-portancia a medida que nos vamos acercando a épo-cas más recientes, se documenta en las muestras un número importante de taxones; en el Soto I y el Soto II (Liesau, 1998) se constatan hasta nueve es-pecies diferentes, que en la fase celtibérica se van a ver reducidas a cinco. En cambio en el Soto III el número de restos de animales silvestres se duplica frente al del Soto I, aunque el número de taxones siga correspondiendo exclusivamente a cinco.

Por otra parte van a ser sólo dos especies las que acaparen toda importancia, siendo las que más restos aportan a la muestra: Cervus elaphus y Oryc-tolagus cuniculus (ciervo y conejo.). La evolución diacrónica de ambas especies, sin embargo, es dia-metralmente opuesta.

Como especies cazadas eventualmente se cita a Capreolus caprolus, Lepus granatensis, Lynx lynx (corzo, liebre y lince), y en menor medida Sus scro-fa y Castor fiber (jabalí y castor.). Los taxones res-tantes presentan unos valores anecdóticos, en abso-luto representativos de una actividad continuada so-bre los mismos por parte de la comunidad humana; estas otras especies son: Ursus arctos, Canis lupus, Felix silvestres, Meles meles y Lutra lutra (oso, lobo, gato montes, tejón y nutria.).

Además existen otros patrones de carácter más secundario, por ejemplo, en el Soto I aparecen cua-tro restos de Oryctolagus cuniculus (conejo), por cada uno de Lepus granatensis (liebre), que pasan a ser dieciséis en Soto II y vuelven a descender a diez en Soto III.

Los animales salvajes que desaparecen del re-gistro entre el Hierro I y el Hierro II son los carní-voros, que además de ser los mamíferos más antro-pófobos, son los competidores más cercanos al ser humano, por lo que serían los primeros en ser elimi-nados en el entorno próximo al poblado.

En cuanto a los animales domésticos, hay que señalar que son los que más restos aportan a la muestra. No hay que olvidar que estamos hablando de sociedades con una cabaña ganadera totalmente domesticada muy parecida a la de la actualidad.

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281LAS ACTIVIDADES GANADERAS Y CINEGÉTICAS DURANTE LA EDAD DEL HIERRO EN LA MESETA NORTE DE...

En cuanto a Equus caballus (caballo), se encon-traron un alto número de restos, teniendo en cuenta que es un animal poco representado, normalmente, pues no suele formar parte de la dieta. Hay un ma-yor número de restos en la Primera Edad de Hierro que en la Segunda, predominando siempre los ani-males adultos, y los machos duplican en número a las hembras. Además los machos van a ser sacrifi-cados a edades muy concretas. En la Segunda Edad de Hierro se registran pocos restos, la mayoría son de adultos, excepto dos individuos, uno infantil y

otro subadulto.

Parece claro el consumo del caballo como ali-mento humano, a juzgar por las marcas de trocea-dos primarios y secundarios en porciones apendicu-lares y axiales, además de huellas de quemado.

A pesar de las dificultades para diferenciar los restos de Equus caballus (caballo) y Equus asinus (asno), y que es posible adscribir restos de caballo a los de asno, su presencia ha sido constatada en el periodo celtibérico, aunque se trata de un solo resto

SOTO I SOTO II SOTO S. I-II TOTAL

NR % NMI NR % NMI NR % NMI NR % NMICaballo 61 5,1 3 357 13,2 16 6 20,6 1 424 11,6 20Vaca 245 20,5 6 663 24,4 26 5 17,2 1 913 25,0 33O/C 496 41,6 29 1330 49,0 54 13 44,8 1 1839 50,2 84Cerdo 110 9,2 8 346 12,7 24 5 17,2 2 461 12,5 34Perro 6 0,5 1 20 0,7 5 - - - 26 0,7 6TOTAL 918 100 47 2716 100 125 29 100 5 3663 100 172

Fig.: 1a. Relación del NR y el NMI de la cabaña doméstica en las fases de la Primera Edad de Hierro.

SOTO IIINIVEL I NIVEL II SS III TOTALNR % NMI NR % NMI NR % NMI NR % NMI

Caballo 39 1,3 7 8 1 3 14 4,0 2 61 1,4 12Asno 56 1,8 8 48 6 4 1 0,2 1 105 2,5 13Vaca 1210 39,7 26 341 42,6 15 146 42,3 13 1697 40,4 54O/C 1253 41,1 56 269 33,6 15 122 35,3 32 1644 39,1 103Cerdo 475 15,6 33 131 16,4 14 60 17,3 11 666 15,8 58Perro 16 0,5 3 3 0,4 1 2 0,5 1 21 0,5 6TOTAL 3049 100 134 800 100 52 345 100 49 4194 100 246Fig.: 1b. Relación del NR y NMI de la cabaña doméstica en las fases de la Segunda Edad del Hierro.

SOTO I SOTO II SOTO S.I-II TOTAL

NR % NMI NR % NMI NR % NMI NR % NMICiervo 156 57,1 4 351 35,7 13 7 77,7 2 514 40,6 19Corzo 3 1,1 1 8 0,8 3 - - - 11 0,8 4Jabalí 6 2,2 2 - - - - - 1 6 0,4 2Conejo 82 30 10 575 58,4 38 2 22,3 - 659 52,0 49Liebre 18 6,6 4 34 3,5 4 - - - 52 4,1 8Oso - - - 1 0,1 1 - - - 1 0,07 1Lobo 1 0,4 1 - - - - - - 1 0,07 1Lince 1 0,4 1 10 1 4 - - - 11 0,8 5Gato M. - - - 2 0,2 1 - - - 2 0,14 1Tejón - - - 2 0,2 1 - - - 2 0,14 1Nutria 1 0,4 1 - - - - - - 1 0,07 1Ratón - - - 1 0,1 1 - - - 1 0,07 1Castor 5 1,8 1 - - - - - - 5 0,35 1TOTAL 273 100 25 984 100 66 9 100 3 1266 100 92Fig.: 1c. Relación del NR y NMI de los mamíferos silvestres en las fases de la Primera Edad del Hierro.

SOTO IIINIVEL I NIVEL II SS III TOTAL

NR % NMI NR % NMI NR % NMI NR % NMICiervo 154 37,7 10 28 65,1 3 17 19,5 11 199 44,1 24Jabalí 9 2,2 2 - - - - - - 9 1,9 2Conejo 224 54,9 22 15 34,9 2 66 75,8 9 305 67,6 33Liebre 19 4,7 3 - - - 3 3,4 1 21 4,6 4Castor 2 0,5 1 - - - 1 1,1 1 3 0,6 2TOTAL 408 100 48 43 100 5 87 100 22 451 100 43Fig.: 1d. Relación del NR y NMI de los mamíferos silvestres en las fases de la Segunda Edad del Hierro.

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282LAURA LLAMAZARES SÁNCHEZ

proveniente del sondeo de Soto III.

Respecto a de Bos taurus (vaca), se documenta en todos los niveles del yacimiento, a medida que nos acercamos a fases más recientes se convierte en el animal que más aporte cárnico realiza.

Prácticamente la mitad de la cabaña se ha sacri-ficado en edades de infantil-juvenil y subadulto, con una finalidad estrictamente cárnica. En los ca-sos restantes se busca el aprovechamiento de pro-ductos secundarios, si bien las reses se sacrificaban antes de alcanzar una edad senil. Algunos de estos animales muestran claras evidencias de haber sido utilizados como animales de tiro. Se constatan dos animales castrados, aunque parece que esta práctica no ha sido muy habitual; esto permite pensar que se han utilizado para labores agrícolas, o como siste-mas de tiro en el transporte.

Los ovicaprinos, Ovis aries (oveja) y Capra hircus (cabra), representan la cabaña más importan-te en todos los niveles y unidades.

En el Soto I dominan los ovicaprinos frente al vacuno, en el Soto II ocurre lo contrario. En el pe-riodo celtibérico los valores de ambas especies son casi iguales.

El 55% de los animales serán sacrificados a eda-des adultas y seniles; el resto se reparte de forma uniforme en otras edades.

La relación en NMI entre Ovis aries y Capra hircus en la Primera Edad de Hierro es de 1:1, mientras que en la Segunda es de 4:1, lo que hace pensar que se decantan claramente por el aprove-chamiento de los productos secundarios.

Los suidos (cerdos) están presentes en to-dos los niveles del yacimiento, pero ocupan el ter-

cer lugar en cuanto a importancia dentro de la fau-na; son sacrificados a edades infantiles y juveniles.

En cuanto a Canis familiares (perro), aparecen restos en diferentes unidades del poblado; excepto en época celtibérica, para la que se han encontrado animales de tres tallas diferentes, solo han apareci-do animales de talla media y uno de talla muy pe-queña.

Cervus elaphus (ciervo) es el animal salvaje más representado en el yacimiento; parece que su caza abarca todos los grupos de edad.

Respecto a Capreolus capreolus (corzo), se han hallado restos en Soto I y Soto II, pero está ausente en periodos celtibéricos.

Sus scrofa (jabalí) se encuentra muy escasamen-te representado, probablemente se debe al hecho de que la caza se centra de manera habitual en el cier-vo.

Otro animal que aparece de manera continua en el yacimiento es Oryctolagus cuniculus (conejo), por lo que parece constituir un elemento comple-mentario a la dieta de estos pobladores.

Los restos de Lepus granatensis (liebre), son mucho más escasos que los de conejo, pero se han hallado en todas las unidades de Hierro I. En nive-les celtibéricos, también se han recuperado restos de liebre (Fig, 1).

2.2. Sacaojos (La Bañeza, León).Este yacimiento está ubicado en territorio de los

Vacceos; se sitúa en una pequeña localidad al sur de León, Santiago de la Valduerna, anteriormente conocida como Sacaojos, en las proximidades de La Bañeza (Von Den Driesch; Boessneck, 1980). El estudio del material óseo fue llevado a cabo por

NR % PESO % NMIEquus caballus 291 1,8 11,114 5,1 10Bos taurus 5827 35,9 153,565 70,2 77Ovis aries 878Ovis/Capra 6823Capra hircus 160

48,4 33,541 15,3 220

Sus domesticus 1562 9,6 12,954 5,9 45Canis familiaris 103 0,6 0,776 - 7Total animales domésticos 15644 96,4 211,950 96,9 359Cervus elaphus 347 2,1 6,118 2,8 9Capreolus capreolus 7 - 0,047Sus scrofa 20 - 0,308Canis lupus 3 - 0,065Vulpes vulpes 1 - 0,010Lepus capensis 104 0,6Oryctolagus cuniculus 92 0,6 0,173

0,3

23117

11Aves 9 - - - 9Total animales salvajes 583 3,6 6,721 3,1 43Total identificados 16227 100 218,671 100 -Total sin identificar 9176 36,4 22,068 9,2 -Total 25403 100 240,739 100 402Fig.: 2. Relación del Número de Restos, Número Mínimo de Individuos y Peso.

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283LAS ACTIVIDADES GANADERAS Y CINEGÉTICAS DURANTE LA EDAD DEL HIERRO EN LA MESETA NORTE DE...

Ángela von den Driesch y por Joachim Boessneck, del Laboratorio de Arqueozoología de Munich.

Se analizaron más de 25400 piezas. Una parte de las mismas se encontraba muy fragmentada, por lo que no fue posible la identificación de una gran parte de los restos (el 35% del total).

La mayor parte de los restos pertenecen a ma-míferos domésticos: Equus caballus, Bos taurus, Ovis aries, Capra hircus, Sus domesticus y Canis familiares (caballo, vaca, oveja, cabra, cerdo y pe-rro), el resto de especies pertenecen a animales sil-vestres, lo que refleja actividades cinegéticas por parte de los habitantes del poblado.

De Equus caballus (caballo) se encontraron una serie de restos, que pertenecen como mínimo a diez individuos, al menos dos animales jóvenes con den-taduras de leche, cinco adultos y tres seniles. De ellos se pudo determinar el sexo de nueve: cinco yeguas, tres sementales y un castrado. Han sido consumidos, pero antes se han aprovechado como animales de tiro, sin dar preferencia a ningún sexo.

Bos taurus (vaca), parece que fue el animal que más carne aportó al poblado, pues es el ganado principal en cuanto a peso, pero en cuanto a número de restos. Aunque se ha calculado un número míni-mo de setenta y siete individuos de diferentes eda-des.

La población de terneros no llega al 15% y la de becerros al 30%. Un tercio de las reses se corres-ponde con animales que no alcanzaron los quince meses de edad. Sólo el 20% de los animales supe-ran los cuatro años de vida. La relación es de tres hembras por cada dos machos.

Los productos secundarios se aprovecharon; además de la leche, su fuerza como animal de tiro, siendo preferidos los machos castrados; (bueyes) para estas labores. Los restos denotan que el castra-do de toros es una práctica habitual.

El ganado más representado en la muestra, y que por lo tanto más número de restos aporta, fue Ovis/Capra (oveja y cabra). Se ha podido estable-cer un número mínimo de doscientos veinte indivi-duos. Al menos la mitad de ellos fueron sacrifica-dos antes de alcanzar la talla máxima, lo que deja claro que el aprovechamiento fundamental de estos animales era cárnico. En el caso del ovino parece que hay más hembras que machos, en cambio en el caprino hay el doble de hembras que de machos.

Dentro de las dificultades que existen para dife-renciar estas dos especies, parece que están más re-presentadas las ovejas que las cabras. Conforme a los datos obtenidos, se puede dar una proporción de ochenta y cinco ovejas por cada quince cabras.

La cría de Sus domesticus (cerdo) fue claramen-te secundaria. Sólo hay un escaso número de restos que indica el consumo de cochinillos, siendo la mi-tad de los ejemplares sacrificados antes de los dos años. Pero la proporción de restos de cerdos mayo-res de dos años es bastante alta. Se documentan más hembras que machos.

Parece que Canis familiaris (perros) fue utiliza-do para el pastoreo, pues se encontraron restos que pertenecen al menos a siete individuos parecidos a los perros-pastores actuales. También hay eviden-cias de algún perro pequeño para el que es difícil de establecer su utilidad.

Pasando ya a los animales silvestres, Cervus elaphus (ciervo) va a ser el animal más cazado. Se han encontrado restos que pertenecen al menos a nueve individuos, con igual número de machos que de hembras.

También se constata la presencia de Capreolus capreolus (corzo). Aunque es difícil establecer las diferencias entre Sus domesticus (cerdo) y Sus scrofa (jabalí), a juzgar por el tamaño de los hue-sos, y dando a los de mayor talla la designación de Sus scrofa (jabalí), se indica la presencia de al me-nos tres individuos, un macho adulto, una hembra adulta y un macho joven.

También aparecieron restos, aunque muy esca-sos, de Canis lupus (lobo) y Vulpes vulpes (zorro).

Es destacable el registro de Sacaojos con res-pecto a dos especies, Lepus capensis (liebre) y Oryctolagus cuniculus (conejo), pues se da el caso contrario a la mayoría de los yacimientos adscritos a este periodo en la Península Ibérica, y es que van a aparecer más restos de Lepus capensis (liebre) que de Oryctolagus cuniculus (conejo). Aunque el número mínimo de individuos refleje la presencia de once conejos frente a siete liebres.

Además de estos animales hay que señalar la presencia de restos de aves silvestres, si bien su aporte alimenticio, en realidad, carece de importan-cia para la dieta de los habitantes de Sacaojos. (Fig 2).

2.3. Necrópolis vaccea de “Las Ruedas” (Padi-lla de Duero, Valladolid).

Desde 1986 a 1988 se realizaron excavaciones en este yacimiento. Los restos fueron recuperados en las tumbas (Bellver Garrido, 1992).

Las especies documentadas son: Equus caba-llus, Bos taurus, Sus scrofa, Capra hircus, Ovis aries, Canis familiaris, Lepus europeaus, Gallus gallus y Ratus sp (caballo, cerdo, cabra, oveja, pe-rro, liebre y rata).

En cuanto a la edad de los animales se puede

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284LAURA LLAMAZARES SÁNCHEZ

decir que por lo general son animales jóvenes en to-das las especies. Entre los suidos y los ovicaprinos encontramos restos que sobrepasan la edad de año y medio. El cánido doméstico tampoco sobrepasa el año de edad. Los lepóridos son muy jóvenes ningu-no sobrepasa los ocho meses, ya que tienen las epí-fisis sin fusionar.

No hay que olvidar que estos animales se en-cuentran en tumbas y por lo tanto relacionados con rituales funerarios.

2.4. Era Alta (Melgar de Abajo, Valladolid).En este yacimiento se encontraron restos de la

Primera y de la Segunda Edad del Hierro, si bien separados por un periodo de tres siglos con registro arqueológico. (Morales Muñiz; Liesau, 1999).

Las especies encontradas vuelven a ser las típi-cas para estas fases: Equus caballus, Bos taurus, Ovis aries, Capra hircus, Sus domesticus, Canis fa-miliares y los animales silvestres son: Cervus elaphus, Oryctolagus cuniculus, Lepus europeaus y Castor fiber. (Fig.3).

2.5. Cerro del Castillo (Montealegre de Cam-pos, Valladolid).

Este poblado ocupa toda la Edad del Hierro, con niveles adscritos al Hierro I y al Hierro II, si bien estas dos etapas del Hierro se encuentran separadas por unos dos siglos (Morales Muñiz; Liesau, 1999).

Aunque la colección ósea recuperada se halla muy fragmentada, ha permitido hacer un análisis que una vez más vuelve a reflejar las mismas espe-cies que los yacimientos anteriormente comentados.

Sólo destacar la presencia de Bos primigenius (uro) entre las especies silvestres, no muy común en estos yacimientos.

2.6. Las Quintanas – Valoria (Valoria La Bue-na, Valladolid).

La fase ocupacional de este yacimiento se sitúa

entre los siglos III – I a.C., es decir, que se halla adscrito a la Segunda Edad de Hierro (Morales Mu-ñiz; Liesau, 1999).

Una vez más, los restos encontrados coinciden, en cuanto a especies, con las de los otros yacimien-tos mencionados para esta época.

2.7. Necrópolis Celtibérica de Numancia (So-ria).

En este caso nos encontramos con análisis de restos asociados a un contexto funerario. Esta ne-crópolis ocupa una extensión de una hectárea y me-dia y se sitúa en la ladera sur del cerro de Numan-cia. Se exhumaron un total de 150 tumbas en las que se depositan los restos de cremación acompaña-dos de ajuares funerarios y ofrendas de distinta na-turaleza (Jimeno; Trancho; Morales; Robledo; Ló-pez-Bueis, 1996).

Entre estas ofrendas resulta frecuente la apari-ción de restos faunísticos, a veces quemados. La ex-plicación más aceptada es que se trata de restos consumidos en el banquete funerario, siendo intro-ducidos en la pira donde se quemarían los restos del cadáver del difunto.

2.8. Castro Ubierna (Burgos).Es un yacimiento de la Edad de Hierro con un

total de 1310 restos asociados a ocho especies de mamíferos (Castaños, 1989).

Equus caballus (caballo): por los restos se pue-de deducir que no fue utilizado estrictamente con fi-nalidad alimenticia, sino que más bien se utilizaron para la monta y como animal de tiro.

Equus asinus (burro): aparecen pocos restos, que pertenecen como mínimo a dos individuos, uno de edad avanzada y otro de menos de dos años.

Bos taurus (vaca): es la especie mejor represen-tada y que más carne aportaría a la dieta alimenticia del poblado.

HIERRO I HIERRO IINR % NMI PESO % NR % MNI PESO %

Equus caballus 1 0,96 1 39 5,15 7 0,46 3 191 0,91Bos taurus 26 25,00 6 468 61,74 695 45,78 25 13717 65,02Ovis aries 8 7,69 2 218 28,76 82 5,40 16 784 3,72Ovis / Capra 56 53,85 6 15 1,98 511 33,66 51 2954 14,00Capra hircus - - - - - 16 1,05 6 203 0,96Sus domesticus 7 6,73 5 10 1,32 100 6,59 17 1058 5,01Canis familiaris 1 0,96 1 5 0,66 8 0,53 5 74 0,35Total domésticos 99 95,19 21 755 99,60 1419 93,48 123 18981 89,97Cervus elaphus - - - - - 74 4,87 9 2085 9,88Oryctolagus cuniculus 5 4,81 2 3 0,40 22 1,45 8 26 0,12Lepus europaeus - - - - - 2 0,13 2 2 0,01Castor fiber - - - - - 1 0,07 1 3 0,01Total silvestres 5 4,81 2 3 0,40 99 6,52 20 2116 10,03Total mamíferos 104 100 23 758 100 1518 100 143 21097 100Fig.: 3. Relación del Número de Restos, Número Mínimo de Individuos y Peso.

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285LAS ACTIVIDADES GANADERAS Y CINEGÉTICAS DURANTE LA EDAD DEL HIERRO EN LA MESETA NORTE DE...

Ovis aries / Capra hircus (oveja / cabra): Se hallan presentes las dos especies pero, aunque ha sido muy difícil diferenciarlas, parece claro el pre-dominio de la oveja. Es el segundo animal mejor re-presentado en la muestra.

Sus domesticus (cerdo): de los nueve individuos que se hallan como mínimo representados, todos pertenecen claramente a la especie doméstica, salvo uno que por su talla podría tratarse de un jabalí, aunque también es posible que pertenezca a un ani-mal doméstico de gran talla.

Canis familiares (perro): no hay muchos restos, pero lo que sí puede decirse es que no fueron objeto de consumo alimenticio.

Cervus elaphus (ciervo): es la única especie sil-vestre identificada en este yacimiento. Predominan las cuernas en la muestra y tres de ellas son de des-mogue. Los restos óseos pertenecen a animales adultos.

3. Conclusiones.Los datos obtenidos de los diferentes yacimien-

tos de la edad de Hierro en la Meseta Norte de la Península Ibérica, han aportado unos valores muy semejantes en cuanto a volumen de ganadería y de caza.

Los animales que más abundan serán los domés-ticos, pues la caza va a tener una representación muy minoritaria y no va a suponer un aporte básico para la dieta alimenticia de estas comunidades, que se especializan en la ganadería, por lo que la caza va a pasar a ser una actividad secundaria y proba-blemente sólo se realizaría en casos de aprovecha-miento casual y mediante técnicas de trampeo, es-pecialmente para la captura de animales de pequeña talla, en los casos en que estos resultan abundantes (como los lepóridos).

Entre los animales domésticos los más represen-tados serán los bovinos y los ovicaprinos seguidos por suidos, équidos, gallináceo y otros animales do-mésticos comunes. También se halla representado el perro, si bien en ningún caso se ha vinculado di-rectamente con el consumo alimenticio.

En cuanto a los animales salvajes, los más re-presentados son el ciervo y el conejo, aunque tam-bién aparecen con bastante asiduidad las liebres, los corzos, los jabalíes y algunas aves.

De algunas especies, como es lógico, se realiza-ría un aprovechamiento de sus productos secunda-rios o derivados, es decir, no sólo de su carne, sino también de otros productos que pueden ofrecer en vida, como los lácteos o su fuerza de trabajo.

La presencia de perros en algunas muestras de estos poblados nos lleva a pensar que hicieron labo-

res de pastoreo y protección de ganado, si bien en ningún caso se aprecia su uso como alimento huma-no.

Las edades de sacrificio varían en función del aprovechamiento que se quiera realizar. Los vacu-nos y los équidos, por lo general, al ser utilizados como animales de tiro, suelen presentar edades de muerte en fases seniles, con el lógico fin de aprove-char al máximo su potencial de fuerza.

En el caso de aquellos ejemplares criados para aportar carne, la edad de sacrificio suele producirse en edades juvenil-adulta, cuando han alcanzado un volumen máximo de la fase de crecimiento y engor-de, sobre todo en ovino y vacuno destinado a este fin.

Como en cualquier cabaña ganadera, los machos serán sacrificados más jóvenes que las hembras, pues estas son necesarias para la renovación, e in-cluso, si es necesario y factible, para el crecimiento de la cabaña ganadera.

Como ya se ha señalado el yacimiento más im-portante de esta zona en esta fase de la Prehistoria reciente es El Soto de Medinilla, en Valladolid. Este como el resto de los yacimientos, en cuanto a la cabaña ganadera y a la caza presenta un patrón muy similar al documentado en otras zonas penin-sulares durante la Edad del Hierro.

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JIA 2008 ISBN: 978-84-92539-25-3 Pp.: 287-294

NUEVAS APORTACIONES AL ESTUDIO DE LA PREHISTORIA RECIENTE EN LA SERRANÍA DE CUENCA: EL CERRO DEL CASTILLO DEL BUEN SUCESO

(CAÑADA DEL HOYO – CUENCA)

Elena Vega RivasUniversidad Complutense de Madrid; [email protected]

RESUMEN

Finalizada la década de los 80 el número de actuaciones y de estudios, ya sea de carácter puntual como general, versados en la prehistoria reciente en el área de la Serranía de Cuenca disminuye considerable-mente, resultando actualmente imperiosa la necesidad de reavivar los estudios en este área así como realizar una profunda revisión de los mismos. Las excavaciones realizadas en el patio del Castillo bajo-medieval del Buen Suceso en la localidad de Cañada del Hoyo han puesto de manifiesto la existencia de un hábitat ocupa-do durante la edad del bronce y la segunda Edad del Hierro. En el transcurso de las mismas se han documen-tado doce silos excavados en la roca recuperándose material cerámico que nos permite establecer paralelos con el área levantina y la meseta. A lo largo de la prehistoria reciente la serranía de Cuenca se perfila como una zona permeable y de transición entre ambos espacios.

ABSTRACT

At the end of 80’s we can apreciate the disminuation of studies and interventions, concrete or gener-al, focus on the Serranía de Cuenca’s recent prehistory. For that reason it’s become necesary to reactivate the study of this period in this area and to make a revision of the axioms with wich we are working. The excava-tions that have been done in the court of Buen Suceso’s medieval castel in Cañada del Hoyo (Cuenca) have revealed the existence of a settlement occupied during the bronze age and iron age. Twelve structures dug into the rock and the archeological remains (ceramic fragments) are presents. Those findings allow us to con-nect the settelmente with the levantine and the plateau areas. Throughout the recent prehistory the Serrania de Cuenca is a permeable area of transition between the two spaces.

Palabras Clave: Edad del Bronce. Edad del Hierro. Serranía de Cuenca.

Keywords: Bronze Age. Iron Age. Serrania de Cuenca.

1. Introducción.Los inicios de la arqueología en la provincia de

Cuenca son tempranos, remontándose los primeros escritos que hacen referencia a yacimientos arqueo-lógicos al siglo XVI (DE MORALES, 1577). Las primeras excavaciones se fechan a finales del siglo XIX, y se centran en el yacimiento de Segóbriga y el entorno de la localidad de Uclés, donde hemos de ubicar igualmente las primeras excavaciones tanto de la edad del bronce (CAPELLE, 1893) como de la edad del hierro (QUINTERO, 1913 y GIMÉ-NEZ, 1932).

La guerra civil española tiene como consecuen-cia un alto en las investigaciones, dando paso a cua-tro décadas de escasa actividad, periodo en el cual destaca la figura de D. Francisco Martínez de Suay, que durante las décadas de los 50 y los 60 realiza una encomiable labor que culmina en la creación del Museo Provincial de Cuenca.

La integración del Museo en el Patronato Na-cional de los Museos que tiene lugar en el año 1973, da lugar a una nueva etapa siendo Manuel

Osuna Ruíz la figura a destacar de este periodo, como Director del nuevo Museo de Cuenca e im-pulsor de gran número de actuaciones.

Finalizada la década de los 80 el número de ac-tuaciones y de estudios, ya sea de carácter puntual como general, versados en la prehistoria reciente en el área de la Serranía de Cuenca, disminuye consi-derablemente y apenas se publican trabajos de con-junto durante las dos décadas siguientes. La ausen-cia de Cartas Arqueológicas y de proyectos de pros-pección de amplio espectro, ofrecen una falsa ima-gen de vacío poblacional durante la Edad del Hie-rro, resultando actualmente imperiosa la necesidad de reavivar los estudios en este área así como reali-zar una profunda revisión de los postulados acerca de los patrones de asentamiento.

2. Marco geográfico.La Serranía de Cuenca supone el límite oriental

de la meseta central. Se caracteriza por ser un am-plio conjunto montañoso, de relieve agreste y enor-memente accidentado, en el cual domina la masa forestal con especies de muy diversa índole.

I Jornadas de Jóvenes en Investigación Arqueológica: Dialogando con la Cultura Material. UCM, 3-5 de septiembre de 2008.

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288ELENA VEGA RIVAS

La vegetación es relativamente homogénea, siendo el pino el árbol predominante (estando pre-sentes cuatro subespecies). Asimismo las frondosas son abundantes, como los son determinadas espe-cies arbustivas que se extienden formando amplios pastizales.

La Serranía es rica en cursos de agua, de reco-rrido largo o corto, que dan lugar a la formación de abundantes cadenas montañosas, que suponen ba-rreras naturales, convirtiéndose los valles fluviales en los ejes vertebradores de la comunicación y del poblamiento. Actualmente la zona se encuentra es-casamente poblada, presentando núcleos de pobla-ción de tamaño reducido, normalmente ubicados en los valles intermedios y separados por amplias dis-tancias. Se trata de una zona, por lo general, muy poco antropizada.

El término municipal de Cañada del Hoyo se si-túa en la denominada Sierra de los Palancares, lími-te Sureste de la Serranía de Cuenca y que forma parte de la subcomarca conocida como Sierra Baja, rondando la cota media los 1000 metros de altitud. Predomina el clima mediterráneo templado de mon-taña, con características continentales. La media

anual ronda los 13º C, las precipitaciones se repar-ten homogéneamente a lo largo del año y raramente superan los 700 mm. El periodo de heladas puede durar de 6 a 8 meses.

3. El Cerro del Castillo del Buen Suceso (Cañada del Hoyo – Cuenca).3.1. Intervenciones arqueológicas en el Casti-llo.

El Castillo del Buen Suceso se asienta en la cima de un cerro que se adentra a modo de lengua en el valle del arroyo Prado cerrado, afluente por la margen derecha del río Guadazaón, desde el cual se ejerce un excelente dominio visual del valle.

Las fuentes escritas (abundantes principalmente a lo largo del siglo XV) mencionan esta construc-ción como punto de referencia destacado durante la edad media y la edad moderna gracias a lo privile-giado de su asentamiento, en una zona de paso, ya que se superponen una vía romana, la C21 (PALO-MERO, 1987: 164-165), y una Cañada Real. Su en-torno inmediato proporciona unas limitadas posibi-lidades agrícolas, estando la economía de la zona aún hoy centrada en la ganadería transterminante, siguiendo un eje Norte – Sur, paralelo al Guada-

Fig.: 1. Fotografía aérea del Castillo del Buen Suceso, IGN, vuelo nacional de julio 1985 (H0635-F0012).

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289NUEVAS APORTACIONES AL ESTUDIO DE LA PREHISTORIA RECIENTE EN LA SERRANÍA DE CUENCA: EL...

zaón. La extensión del yacimiento, de aproximada-mente siete hectáreas, ha sido calculada en función de la dispersión de material en superficie y la exis-tencia de un foso perceptible en fotografía aérea (fig.1). A día de hoy no se han realizado trabajos arqueológicos en el exterior del Castillo, que ocupa tan sólo tres hectáreas.

Desde el año 2002 y en el marco de la restaura-ción del edificio bajo-medieval se han llevado a cabo hasta el momento tres fases de intervención arqueológica en el interior del recinto del castillo motivadas y condicionadas por los trabajos de res-tauración y rehabilitación del edificio (VELA COS-SÍO y BENITO LÓPEZ, 2002).

Dichas intervenciones han puesto de manifiesto la existencia en el cerro de un hábitat ocupado du-rante la prehistoria reciente del cual se han docu-mentado un total de doce silos excavados en la roca y un muro de mampostería a seco (fig.2). El mate-rial, fundamentalmente cerámico, recuperado el re-lleno de dichos silos indica una ocupación en dos momentos: Bronce Medio y Segunda Edad del Hie-rro. El mal estado de las estructuras prehistóricas, motivado fundamentalmente por las posteriores fa-ses de ocupación, ha condicionado la metodología de estudio del yacimiento que se centra en el análi-sis del registro material y que ha permitido estable-cer paralelos con yacimientos del entorno.

Los silos son de planta elíptica y sección redon-deada. Su base tiende a ser plana si bien presenta irregularidades. No han sido localizados restos de revestimientos ni de cualquier otro signo que apun-te hacia un tratamiento de las paredes de estas es-tructuras. Este hecho sumado a la gran cantidad de materia orgánica de sus rellenos, que, salvo un caso, presentan un único nivel, la escasa presencia de material arqueológico (por otra parte muy frag-mentado y visiblemente arrojado), así como la au-sencia de un patrón de distribución claro de las mis-mas l,levan a interpretar estas estructuras como ba-sureros.

Las producciones cerámicas adscribibles al Bronce (fig.3) responden a recipientes realizados a mano, entre los cuales se encuentran tanto formas abiertas como cerradas, en proporciones similares. Las formas abiertas presentan un amplio espectro de medidas, el diámetro de sus bocas oscila entre los 9 y los 36 cm. Las piezas de mayor tamaño pre-sentan bordes rectos y pastas más gruesas y toscas, las de tamaño medio o pequeño presentan bordes rectos o, más frecuentemente, ligeramente exvasa-dos. En algunos de estos pequeños recipientes se observa una carena media y poco marcada, obser-vándose en algunos casos la inserción de un asa de sección elíptica. En el caso de las formas cerradas, el tamaño de la boca oscila entre los 12 cm. y los 33 cm. de diámetro. Se trata de piezas de tendencia

Fig.2: Planimetría de la excavación de la tercera fase en el Cerro del Castillo del Buen Suceso. (Cañada del Hoyo)

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290ELENA VEGA RIVAS

globular, de borde recto o exvasado. Las bases son ligeramente redondeadas, y ocasionalmente de fon-do plano. Con excepción de las inserciones de asa anteriormente mencionadas no se han documentado elementos suspensores.

Las decoraciones son escasas (tan sólo un 6,59 % de los fragmentos presentan algún tipo de deco-ración), si bien se diferencian varias técnicas deco-rativas. La decoración a base de digitaciones sobre el labio es la más abundante, menos frecuentes son las digitaciones al exterior que se mantienen siem-pre próximas al borde, y muy escasas las ungulacio-nes en el labio. La decoración plástica se documen-ta tanto en la aplicación de un cordón que envuelve transversalmente la pieza y que se encuentra a su vez decorado con digitaciones o ungulaciones; como en la aplicación, en el borde, de pequeños mamelones elípticos. Tan sólo dos fragmentos pre-sentan incisiones. Se trata de dos galbos en los que se observan incisiones realizadas con un pequeño instrumento de sección circular dispuestas forman-do un motivo geométrico. Ambas piezas, de coc-ción reductora y pasta bien decantada, presentan al exterior un acabado bruñido. Al interior, por el con-trario, el acabado es tosco.

Las pastas por lo general son toscas y poco de-cantadas. No obstante, ciertas piezas, principalmen-te pertenecientes a formas de menor tamaño y que normalmente presentan decoración, o cuanto menos un acabado alisado o bruñido, muestran pastas más

cuidadas. La cocción es mayoritariamente mixta, si bien las cocciones oxidante y reductora también es-tán presentes. El tratamiento de las superficies es relativamente frecuente, más de un cuarto de la muestra (el 26,59 % para ser más exactos) presenta un acabado bruñido o alisado.

Las producciones de la segunda edad del hierro (fig.4), corresponden a piezas realizadas a torno, entre las cuales destacan principalmente las formas cerradas. Éstas presentan bordes de labio exvasado, que en ciertos casos son subrayados mediante una suave acanaladura (pico de ánade), y cuerpos de tendencia globular. Algunos bordes están engrosa-dos, presentando secciones triangulares o rectangu-lares, siendo entonces el labio plano y estrecho. La gran mayoría de estas piezas no presenta hombro o cuello. Se ha documentado la presencia de jaras de boca trilobulada. El diámetro de la boca de estas piezas oscila entre los 14 y los 26 cm. Con una fre-cuencia mucho menor, aparecen las formas abiertas, correspondientes a cuencos. El tamaño en éstas últi-mas es menor y presenta variaciones menos nota-bles (con un diámetro de boca que varía entre 14 y 16 cm.). En cuanto a las bases se refiere, éstas pre-sentan el fondo rehundido, y el pie ligeramente in-dicado. Igualmente están presentes las bases con anillo de solero. Las asas no son muy abundantes, y en la mayoría de los casos son de sección circular, destacando un asa trilobulada. Tan sólo un frag-mento cerámico presenta un pequeño mamelón per-

Fig.: 3. Material cerámico del Bronce Medio del Cerro del Castillo del Buen Suceso (Cañada del Hoyo- Cuenca).

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291NUEVAS APORTACIONES AL ESTUDIO DE LA PREHISTORIA RECIENTE EN LA SERRANÍA DE CUENCA: EL...

forado.

Las decoraciones son relativamente abundantes pues cerca de un tercio de los fragmentos presentan algún tipo de decoración (30,38 %).Principalmente se trata de decoración pintada monocroma en tonos rojos y en escasos casos negro (en estos casos el fragmento suele presentar además un engobe blan-quecino). También se dan abundantes casos de bi-cromía, en rojo y negro. Los motivos son en todos los casos geométricos. En la mayoría de los casos se trata de líneas y bandas en el borde o próximas a éste. Los motivos compositivos más complejos combinan líneas, ondas y segmentos con semicírcu-los o círculos concéntricos, estando presentes los soliformes. La decoración a base de acanaladuras o incisiones resulta menos frecuente. En cuanto a aca-bados se refiere no son muy abundantes, y corres-ponden a engobes marrones o blancos y en conta-dos casos a bruñidos.

Las pastas, son por lo general muy cuidadas, y de tonos naranjas. Las cocciones son mayoritaria-mente oxidantes, en menor medida mixtas y sólo ocasionalmente reductoras.

3.2. Paralelos.Como mencionábamos anteriormente Las tres

fases de excavación realizadas hasta el momento en el Castillo del Buen Suceso han puesto de manifies-to la ocupación del mismo durante la prehistoria re-ciente en dos momentos: Bronce Medio y Segunda

Edad del Hierro. La escasez de estructuras exhuma-das centra el estudio en el material arqueológico, que en su amplia mayoría es cerámico, convirtién-dose éste en la base de apoyo fundamental para es-tablecer paralelos cronológicos y tipológicos con otros yacimientos. Igualmente la ubicación, orienta-ción económica y tamaño del asentamiento son fac-tores a tener en cuenta.

3.3. La Edad del Bronce.El yacimiento de “El Castillo” en la localidad de

Reillo, a tan sólo 8 Km. al Sur del Cerro del Casti-llo del Buen Suceso se sitúa sobre un cerro destaca-do y presenta un nivel de la Edad del Bronce que permite establecer un paralelo claro con la fase más antigua de nuestro yacimiento. Las producciones cerámicas de ambos presentan grandes semejanzas en cuanto a formas, decoración y cocciones. Sin embargo frente a la considerable fragmentación que se observa en caso del Castillo del Buen Suceso donde tan sólo han podido reconstruirse dos vasos, en El Castillo de Reillo han sido documentados re-cipientes completos y destaca la presencia de un idolillo de tendencia antropomorfa sobre caliza (PASTOR, SÁNCHEZ-CAPILLA y LÓPEZ, 1988:207).

Este momento ocupacional de El Castillo de Reillo ha sido fechado mediante C14, a partir de una muestra de vegetal carbonizado, con un resultado de 1.620 a.C. (PASTOR, SÁNCHEZ-CAPILLA y LÓPEZ, 1988: 208).

Fig.: 4. Material cerámico de la Segunda Edad del Hierro del Cerro del Castillo del Buen Suceso.

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292ELENA VEGA RIVAS

Sin embargo existe entre ambos yacimientos una importante diferencia. Los testimonios ofreci-dos hasta el día de hoy por el yacimiento del Cerro del Castillo del Buen Suceso indican que no existe una continuidad ocupacional del asentamiento du-rante la prehistoria reciente. Por el contrario en El Castillo de Reillo ha sido documentado un nivel de la Primera Edad del Hierro que muestra una clara continuidad con el nivel superior de la Segunda Edad del Hierro (MADERUELO y PASTOR, 1981:172).

El Colmenar en Landete, a aproximadamente 50 km. al Este de Cañada del Hoyo ofrece otro marco comparativo. Sus materiales cerámicos presentan claros paralelos con los documentados en el yaci-miento del Cerro del Castillo del Buen Suceso, con un predomino de las piezas de gran tamaño y de los labios exvasado o abiertos. Asimismo la decoración es escasa, limitándose normalmente a incisiones o impresiones generalmente localizadas en el borde. El acabado alisado es igualmente abundante.

No obstante también existen ciertas diferencias, pues en El Colmenar son abundantes las piezas que presentan restos de engobe (tratamiento no docu-mentado en el Cerro del Castillo del Buen Suceso). Igualmente la decoración a base de mamelones que en nuestro caso es muy escasa en El Colmenar toma mayor importancia. Otro punto de diferencia se en-cuentra en la cocción, contrariamente a lo constata-do en los yacimientos analizados anteriormente en los cuales la cocción oxidante apenas estaba presen-te, en el caso de El Colmenar resulta ser predomi-nante.

Como en el caso del Cerro del Castillo del Buen Suceso, se produce una ausencia total de ma-terial metálico y una notable ausencia de restos óse-os, sin embargo, y contrariamente a lo constatado en cerro del Castillo del Buen Suceso, en El Colme-nar se cuenta en el registro con abundante material lítico. Las características de dicho material, entre el que se encuentran tanto molinos como dientes de hoz, sumadas a la pobreza y escasez de sus materia-les cerámicos, son para sus excavadores un indicio claro de la vocación agrícola de este asentamiento. La orientación económica de este yacimiento y el Castillo del Buen Suceso serían por lo tanto dife-rentes, pues el territorio de explotación del Cerro del Castillo del Buen Suceso revela una tendencia hacía la ganadería.

Una vez más contamos con una datación por C14

que nos sitúa en el 1600 BC, fecha muy semejante a la obtenida en el yacimiento de El Castillo de Rei-llo. (ÁLVAREZ y otros, 1983:403; ÁLVAREZ y otros, 1984:33)

La adscripción cultural de la Serranía de Cuenca

en general, y del yacimiento del Cerro del Castillo del Buen Suceso en particular, durante la edad del bronce no es sencilla.

Las formas cerámicas y las estructuras que estos hábitats se observan tienen sus paralelos tanto en el bronce valenciano como en el bronce manchego como varios autores señalan.

La clave parece encontrarse en las característi-cas geográficas de la Serranía que supone una ba-rrera física entre ambos espacios. Las redes fluvia-les se plantean como ejes vertebradores de la comu-nicación de una sociedad con una base económica mixta (agrícola y ganadera) y un componente trashumante.

3.4. La Edad del Hierro.La cerámica de la Segunda Edad del Hierro es

notablemente más conocida y alcanza una mayor difusión que los materiales anteriormente presenta-dos. No obstante, y por razones prácticas y de espa-cio nos limitaremos a comparar nuestro material con el de los yacimientos más próximos geográfica-mente hablando. Si bien en el registro material de los yacimientos se observa el mantenimiento de producciones a mano, son las producciones a torno las que nos han de servir de guía, al presentar carac-terísticas más representativas.

A aproximadamente 40 Km. al Sureste de Caña-da del Hoyo se encuentra la localidad de Enguida-nos, zona de transición entre la Serranía de Cuenca con la Mancha Alta. En este término se encuentra el yacimiento de Cabeza de Moya, en un cerro rodea-do por el río Cabriel. En sus materiales cerámicos hallamos un punto de referencia para enmarcar nuestro yacimiento. Como en el caso del Cerro del Castillo del Buen Suceso destacan las formas glo-bulares, de bordes exvasados, siendo los rectos y los invasados mucho menos abundantes. Las formas abiertas suelen presentar un tamaño menor. Las ba-ses son planas y anulares, pero también cóncavas y convexas en la vajilla de mayor tamaño.

Como en el caso del Cerro del Castillo del Ce-rro del Buen Suceso la cerámica a torno lisa resulta ser más abundante que la decorada. Los tipos deco-rativos son más variados que los documentados en el Cerro del Castillo del Buen Suceso, ya que en este caso, la técnica de la incisión e incluso el es-tampillado están presentes. No obstante la decora-ción pintada resulta ser, también en este caso, la más empleada y los tonos (rojo en diversas tonali-dades y negro) y los motivos geométricos son seme-jantes. Sin embargo cabe destacar la presencia de una pieza en Cabeza Moya decorada con motivos vegetales. También ha de ser resaltada la presencia en Cabeza Moya, por escasa que esta sea, de mate-riales de importación. (NAVARRO y SANDO-

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293NUEVAS APORTACIONES AL ESTUDIO DE LA PREHISTORIA RECIENTE EN LA SERRANÍA DE CUENCA: EL...

VAL, 1984)

El poblado de Bonilla, ofrece la posibilidad de establecer paralelos. Las producciones cerámicas, realizadas a torno, presentan grandes similitudes formales con las del Cerro del Castillo del Buen Su-ceso, si bien se diferencian las formas abiertas, que presenta bordes exvasados, de las formas cerradas. Estas últimas presentan labios más o menos exvasa-dos y menos frecuentemente rectos. Pero en cual-quier caso es notable la riqueza en formas con res-pecto a la observada en nuestro caso. (DE MI-GUEL y MORALES, 1982)

La decoración pintada a base de motivos geo-métricos es en Bonilla la más abundante. Como su-cede en nuestro caso, prima la decoración monocro-ma en tonos rojizos destacando ante todo las líneas y las bandas. Los círculos, semicírculos, o segmen-tos de círculos concéntricos con igualmente desta-cables. La decoración monocroma en negro es me-nos cuantiosa (si bien se encuentra más presente que en nuestro caso) y la bicromía en rojo y negro ocupa un papel intermedio. La diferencia decorativa se hace patente en el uso de ciertos motivos como los dientes de lobo, los rombos, las manchas o el zigzag, que en el Cerro del Castillo del Buen Suce-so no se han documentado, y en el mayor empleo de engobes. Pero principalmente marca la diferencia el uso en Bonilla de bicromía roja y amarilla. En el Poblado del Bonilla se suma al empleo de la pintura la decoración plástica y la incisión en piezas reali-zadas a torno, técnicas que en tales producciones no han sido registradas en nuestro caso sino en muy es-casos fragmentos, de cronología dudosa.

En el caso del Poblado de Bonilla se observa una continuidad de uso más allá del cambio de era.

La adscripción cultural de la Serranía de Cuenca durante la Segunda Edad del Hierro es compleja. Las fuentes clásicas no aportan luz a este respecto sino que más bien contribuyen a su complicación. La etnia de los Olcades, a la cual adjudican este te-rritorio la mayoría de los autores es mencionada únicamente en el contexto de la expansión cartagi-nesa en la Península ibérica en el III a.C. sin gran-des detalles (GONZALBES, 2006)

Se ha querido relacionar a los Olcades con la celtiberia, opinión que desde la arqueología es com-partida tradicionalmente por ciertos autores. Los excavadores del poblado de Bonilla son de la mis-ma opinión (DE MIGUEL y MORALES, 1982).

Sin embargo las características de emplaza-miento, estructuras y materiales de ciertos yaci-mientos de la Serranía de Cuenca muestran mayores semejanzas con el mundo ibérico como es el caso del poblado de Cabeza de Moya en Enguidanos (NAVARRO y SANDOVAL, 1984:265) y del pro-

pio Cerro del Castillo del Buen Suceso.

Como en el caso de la Edad del Bronce la Serra-nía de Cuenca muestra su carácter permeable, per-mitiendo tanto la influencia levantina como man-chega.

4. Conclusiones.Para finalizar es importante insistir sobre la ne-

cesidad de retomar los estudios sobre la prehistoria reciente de la Serranía de Cuenca. Sólo mediante el análisis detallado de los datos provenientes de los trabajos de prospección y excavación llevados a cabo desde los años 80 y que en gran medida se en-cuentran sin publicar, será posible revisar los postu-lados que actualmente se manejan.

Las excavaciones en el yacimiento del Cerro del Castillo del Buen Suceso, en la localidad del Caña-da del Hoyo (Cuenca), en el interior de una fortifi-cación medieval, han puesto en evidencia la exis-tencia de una ocupación prehistórica durante el bronce medio y la segunda edad del hierro.

La escasez de estructuras documentadas, debido en gran parte a las remociones de época medieval y contemporánea, han obligado a central estudio en el material arqueológico.

La comparación des estos materiales, fundamen-talmente cerámicos, con los documentados en yaci-mientos próximos han permitido proporcionar un marco cronológico y cultural al yacimiento.

En lo que concierne a la edad del Bronce, los paralelos con los yacimientos de El Castillo, en Reillo y El Colmenar, en Landete, nos acercan tanto al Bronce Valenciano como al Bronce Manchego.

La semejazas cos poblados de Cabeza Moya en Enguidanos y de Bonilla, nos conducen por una parte al mundo ibérico y por otra al celtibérico

La Serranía de Cuenca durante la prehistoria re-ciente se nos presenta como un espacio de transi-ción entre la meseta y el área de levante en el que ambas culturas se mezclan.

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JIA 2008 ISBN: 978-84-92539-25-3 Pp.: 295-301

MÉTODOS DE PROSPECCIÓN PARA EL REGISTRO DE MATERIALES CERÁ-MICOS. EL CASO DE TORRE DEL MORO (ALCAUDETE, JAÉN)

Laura Wiña Garceránentro Andaluz de Arqueología Ibérica, Universidad de Jaén;[email protected]

RESUMEN

En este trabajo presentamos diferentes métodos de prospección arqueológica apropiados para la lo-calización, registro y análisis, a escala micro, de los restos de evidencias materiales presentes en un asenta-miento. El modelo propuesto alterna el uso de métodos de muestreo y dos sistemas de georreferenciación, uno de ellos empleado en campo –GPS- y otro de laboratorio, fundamental para el análisis espacial de los datos –SIG-. El asentamiento de la Torre del Moro (Alcaudete, Jaén), localizado en el territorio SO de la provincia de Jaén, se encuentra, junto a otros oppida ibéricos de su entorno, en fase de estudio. La aplicación de nuevas tecnologías en prospección mejora la calidad de los datos y facilita su análisis.

ABSTRACT

This paper shows different archaeological survey methods suitable for locating, recording and ana-lyzing, on micro scale, remains of material evidences in a settlement. The proposed model alternates the use of sampling methods with two georeferrencing methods, one used on fieldwork – GPS – and another one used in laboratory, basic for spatial analysis of data – SIG -. The settlement Torre del Moro (Alcaudete, Jaen) is lo-cated at the SW of Jaen province, an currently it’s being studied along with other oppida of the same area. The application of new technologies in surface survey improves the quality of data and makes their analysis easier.

Palabras Clave: Prospección arqueológica. GPS. SIG. Cultura Ibérica. Provincia de Jaén.

Keywords: Archaeological survey. GPS. GIS. Iberian Culture. Jaen Province.

1. Introducción.Este trabajo se engloba en un proyecto de inves-

tigación centrado en la evolución del poblamiento ibérico al SO de la provincia de Jaén, mediante la revisión de las hipótesis propuestas a partir de ac-tuaciones arqueológicas previas y la aportación de nuevos datos, obtenidos con el uso combinado de métodos de prospección arqueológica y de tecnolo-gías que proporcionen mayor calidad en el registro y proceso de los datos.

El área objeto de estudio se inserta en el Frente Externo de las Cordilleras Béticas, en el límite con la provincia de Córdoba (Fig. 1). Concretamente, en esta zona aparecen representados dos dominios pertenecientes al Subbético Externo y Medio, que forman las sierras que configuran las últimas estri-baciones del gran complejo morfoestructural, y en los que destaca la abundancia de afloramientos de calizas. Geográficamente se diferencian dos ele-mentos: de un lado, el pasillo de Carcabuey al SO, franja de terreno accidentada que no presenta gran altitud pero que da sensación de irregularidad topo-gráfica, y de otro, la depresión Priego-Alcaudete.

Esta última constituye la cabecera hidrográfica del Salado-Zagrilla, uno de los confluentes del Gua-

dajoz, al que se añade parte de la cuenca del río San Juan y al que se une el río Víboras por su parte más septentrional. Estas características orográficas le dan una configuración topográfica particular al te-rritorio que, si bien, de una parte puede considerar-se una continuidad del paisaje ondulado de la Cam-piña de Jaén, su proximidad a los relieves montaño-sos cierran, de manera progresiva, el espacio en di-rección S y convierten los valles de los ríos en au-ténticos corredores de comunicación, una seña que se ha perpetuado en el paisaje desde tiempos remo-tos hasta la actualidad.

La red hidrográfica es compone de tres cuencas de carácter permanente que delimitan el área de es-tudio: al O el río Guadajoz, afluente del Guadalqui-vir, que actúa como límite administrativo entre las provincias de Jaén y Córdoba y conforma una de las principales vías naturales de comunicación entre la vega granadina y el Alto Guadalquivir; al N y al S, dos de sus afluentes, los ríos Víboras y San Juan, de orientación E-O. A estas tres cuencas se suman numerosos arroyos de carácter estacional. Es, preci-samente, en torno a los valles de los ríos donde se documenta un mayor número de evidencias relacio-nadas con la ocupación del territorio.

I Jornadas de Jóvenes en Investigación Arqueológica: Dialogando con la Cultura Material. UCM, 3-5 de septiembre de 2008.

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296LAURA WIÑA GARCERÁN

Este ámbito geográfico, pese a ser uno de los primeros territorios investigados en la provincia de Jaén dentro de lo que podríamos calificar como la etapa “moderna” de trabajos arqueológicos que tie-ne su origen en el estudio del poblamiento ibérico de la Campiña de Jaén, a finales de los años 70 del pasado siglo XX, bajo la dirección científica del profesor A. Ruiz Rodríguez (Ruiz, 1978), por di-versos avatares ha sufrido un retraso en la continui-dad de la investigación hasta tiempos recientes, como demuestra la reciente iniciativa propuesta por el Centro Andaluz de Arqueología Ibérica, con sede en la Universidad de Jaén, de financiar un proyecto de prospección.

Las primeras referencias arqueológicas a este te-rritorio se relacionan con los trabajos pioneros de D. Alfredo Cazabán (1914) y D. Enrique Romero de Torres (1917), referencias puntuales que co-mienzan a mostrar las posibilidades que ofrecían si-tios arqueológicos como Cabeza Baja de Encina Hermosa, entendiendo esta zona como una conti-nuación de los numerosos trabajos de reconoci-miento que se estaban llevando a cabo en los terri-torios limítrofes de la Subbética Cordobesa.

Durante estos años cobra especial relevancia la publicación de artículos en la revista Don Lope de Sosa en la que se describen los hallazgos que se van sucediendo, mostrando el interés que despierta la investigación histórico-arqueológica en este rincón de la provincia de Jaén.

Los trabajos del profesor Maluquer a comienzos de la década de los años 70 del pasado siglo XX re-

presentan un salto importante en la investigación, iniciando un programa de excavaciones en varias necrópolis ibéricas, como las afamadas Loma de Peinado (Maluquer, 1984) y La Bobadilla (Malu-quer, 1973), localizadas en el entorno del territorio estudiado, proporcionando secuencias estratigráfi-cas y materiales que aún constituyen referencias fundamentales para la comprensión de la dinámica de poblamiento desde la protohistoria en esta im-portante área de comunicación del Alto Guadalqui-vir.

Desde mediados de los años 80, este interés cre-ciente por el estudio arqueológico del territorio se une a las mejoras en las condiciones materiales de la investigación, que permitieron, por primera vez, la definición de un proyecto científico propio, cen-trado en el análisis histórico del proceso arqueoló-gico de la Cultura Ibérica de la Campiña, dirigido ya desde el Colegio Universitario de Jaén y que contó con equipos estables de trabajo, realizándose varias campañas de prospección en el SO de la pro-vincia de Jaén centradas en el estudio del pobla-miento en los valles de los ríos Víboras y San Juan.

La Memoria de Iniciación a la Investigación de-fendida por D. Salvador Montilla en 1989 se en-marca en la línea de los trabajos de Arqueología Es-pacial, en boga durante aquellos años, y se encarga-ba de estudiar el proceso histórico poblacional, ofreciendo una propuesta preliminar respecto a la ocupación del territorio a partir de los primeros in-dicios de hábitat paleolítico.

Fig. 1: Localización de la zona de estudio.

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297MÉTODOS DE PROSPECCIÓN PARA EL REGISTRO DE MATERIALES CERÁMICOS. EL CASO DE TORRE DEL...

Por lo que respecta a la protohistoria, durante las fases ibéricas antigua y plena, la depresión Prie-go-Alcaudete es considerada como una vía de co-municación destacada, que pone en contacto las tie-rras interiores del Alto Guadalquivir con las zonas costeras a través del pasillo de Carcabuey (Fig. 2). La importancia de esta vía explicaría la distribución de oppida en las actuales provincias de Córdoba y Jaén, tales como La Almanzora (2), Las Cabezas en Fuente Tójar (3), Cerro del Castillo en Carcabuey (4), Cerro de la Cruz (5) y Castillejos (6) en Alme-dinilla; en la provincia de Jaén, se documentan tam-bién La Gineta (7) y La Mesa (8), en Alcalá la Real y al hacia el N, el Cerro de La Bobadilla (9) en Al-caudete y San Cristóbal (10) en Las Casillas. Todos ellos conforman una misma unidad geográfica y de poblamiento, que aprovecha las condiciones del va-lle para establecer una vía de comunicación entre Granada y Jaén.

Fig. 2: Distribución de los oppida en las fases antigua y plena en el entorno de la zona de estudio.

A esta fase de la investigación también pertene-ce el planteamiento de la hipótesis de un black hole, referido a un área de vacío poblacional que se mantiene hasta alcanzar el horizonte Ibérico Tardío, momento en el que tiene lugar una reordenación del territorio, que quedaría reflejada con la coloniza-ción tardía a partir de mediados del siglo III a.C., con la fundación de pequeños poblados fortifica-dos, siguiendo la política de Roma de mantener, en algunos casos, modelos de ocupación indígena du-rante el proceso de romanización, a partir de la im-plantación de nuevos oppida (Castro y Gutiérrez, 2001). Será, precisamente, Cabeza Baja de Encina Hermosa, uno de estos oppida tardíos, el que regis-tre la única intervención arqueológica de excava-ción que se incluye en un proyecto de investigación (Hornos et al., 1986).

Siguiendo a S. Montilla, hacia mediados del si-glo I d.C. tiene lugar en el territorio una reordena-ción territorial relacionada con la progresiva im-plantación del proceso de romanización. Se produ-

cen alternativas al modelo de ocupación territorial de época ibérica, tales como el abandono de asenta-mientos, o bien el traslado de parte de la población a nuevos emplazamientos caracterizados en aquella etapa de la investigación como vicus o instalaciones tipo villa.

2. Objetivos.Dentro de las líneas generales definidas en el

proyecto de investigación, se plantean una serie de cuestiones a las que pretendemos dar una respuesta.

De un lado se encuentra el análisis del proceso histórico, en el que trataremos de valorar la dinámi-ca de ocupación del territorio para época ibérica. En este sentido, Torre del Moro se configura como uno de los posibles oppida en esta área, pudiendo marcar un límite espacial que permitiría revisar la hipótesis sobre el vacío poblacional para las fases ibéricas antigua y plena. Para ello, se hacía necesa-ria la comprobación de los datos obtenidos en tra-bajos anteriores mediante el trabajo directo en el campo.

Fig. 3: Vista general del asentamiento de la Torre del Moro (orientación O).

El asentamiento de la Torre del Moro (Fig. 3) se localiza al S de la zona de estudio, a unos 5 km de Alcaudete. Toma por emplazamiento un aflora-miento de roca que constituye la base geológica y que resulta fácil de identificar en el paisaje actual por los diferentes usos del terreno, ya que las pro-piedades de olivar rodean completamente el asenta-miento, ocupando, incluso, las fuertes pendientes que caen hacia el cauce del río San Juan en direc-ción S, pese a los riesgos de erosión y las difíciles condiciones de trabajo que esto implica. Esta uni-dad geológica se configura como un cerro tipo es-polón que avanza sobre la vega del río, delimitando un espacio reducido de aproximadamente 0,5 ha, claramente definido por la abrupta topografía del terreno, con fuertes pendientes que rodean este es-pacio y la presencia de cortados, destacando de es-tos últimos el que se encuentra al S, que cae hacia la vega del río San Juan. Es, en este espacio, donde se encuentra un recinto fortificado de época medie-

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val. El afloramiento de roca caliza se extiende, a modo de un largo pasillo, en dirección N creando una estrecha franja de terreno que comunica direc-tamente con un área de enterramiento, localizada a finales de la pasada década de los años 80. Sus ca-racterísticas topográficas, junto a otros factores re-levantes como la altitud (absoluta de 609 m y relati-va máxima de 165 m respecto de la vega del río San Juan), la visibilidad (tan sólo interrumpida en su en-torno inmediato hacia el S por dos elevaciones montañosas que conforman el conocido como Cerro de Dos Hermanas, de 662 y 680 m de altitud abso-luta, respectivamente, y al SE por la Sierra de San Pedro), su cercanía a la confluencia de dos ríos de la relevancia de Guadajoz y San Juan, configuran un espacio geográfico que, en conjunto, resulta óp-timo para el asentamiento de diferentes culturas, al menos desde época ibérica.

Los trabajos de prospección llevados a cabo por S. Montilla apuntaron como primera ocupación me-diados del s. III a.C., relacionándola con el proceso de colonización que se ha apuntado con anteriori-dad. Esta se localiza en el cerro, identificado como un asentamiento de difícil caracterización funcio-nal, ya que podría identificarse con un oppidum, de reducidas dimensiones, o con un recinto, cuya fun-ción principal respondería a motivaciones de con-trol hidrográfico y territorial del entorno. La necró-polis se sitúa al N del cerro y se encuentra arrasada, aunque en el momento de su descubrimiento, tal y como se describe en la memoria de los trabajos de prospección de Salvador Montilla se conservaban perfectamente las fosas realizadas en la roca madre, asociadas a materiales cerámicos pertenecientes a la fase ibérica tardía, aunque la presencia de algunos

fragmentos de cerámicas, identificados como al-toimperiales, llevaron a plantear también la existen-cia de una segunda fase de utilización, asociada a la cercana presencia de un supuesto vicus romano.

El estudio de caso de la Torre del Moro resulta especialmente interesante para abordar el problema que plantea su caracterización tipológica, en el de-bate que se ha establecido en las últimas décadas respecto a la definición de oppida, torres, recintos, etc. en este territorio, complejizando y diversifican-do la tipología de asentamiento para la fase ibérica tardía en la Campiña de Jaén. La clasificación tradi-cional que determinaba la existencia de tres catego-rías, oppida, torres y asentamientos en llano se ha hecho más compleja en los últimos años, a partir de la definición de dichas realidades a medida que han mejorado los registros empleados en los trabajos de campo (Ruiz y Molinos, 2007), que reflejan el cam-bio de situación que experimentan los asentamien-tos ibéricos a partir de los siglos II-I a.C. y la crea-ción de nuevos modelos de ocupación.

3. Estrategias y Metodología.3.1. Tecnología GPS Y SIG.

El empleo de técnicas como el GPS ha facilita-do la ubicación espacial de determinados elementos que difícilmente pueden ser identificados a través de imágenes aéreas; nos referimos en concreto a la presencia de posibles elementos constructivos en la zona intermedia de afloramiento entre la necrópolis y el asentamiento, que bien podrían indicar la cone-xión entre ambos espacios, y que precisamente coincide con el acceso más sencillo a la cima del cerro. Además, en esta última se han registrado ciertos desniveles en el terreno y líneas de muro que podrían identificarse como parte del recinto

Fig.: 4. Croquis del asentamiento de Torre del Moro a partir de datos GPS y tratamiento con SIG.

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fortificado y relacionarse con la torre medieval, aunque no se documentan suficientes evidencias materiales que confirmen tal hipótesis.

Todos los datos obtenidos mediante tecnología GPS son procesados en el laboratorio para un ajuste y tratamiento de las coordenadas, y posteriormente son gestionados a través de un SIG. En nuestro caso el programa empleado ha sido ArcGIS v.9.2, que ha permitido, a partir de unos puntos que en principio forman una malla irregular, la consecución de cro-quis de alta precisión, quedando plasmado en ellos la realidad actual del asentamiento (Fig. 4). Ade-más, con este tipo de programas se generan mode-los digitales del terreno con los que se facilita la in-terpretación y el análisis de cuenca visual, trazado de perfiles y demás formas de comprender un poco más el territorio.

3.2 Muestreos iniciales.Como se ha comentado con anterioridad, la visi-

bilidad de los restos materiales en el cerro es muy reducida por la vegetación, con lo que los trabajos de microprospección deberían realizarse en el en-torno inmediato al afloramiento donde se emplaza el sitio arqueológico. De este modo se aumentaba el espacio de trabajo, y en lugar de realizar un mues-treo en las 0,5 ha que ocupa la cima del cerro, ten-dríamos que hacerlo en 18 ha aproximadamente, entendiendo estas dimensiones como el entorno que rodea dicho afloramiento, tomando como cierre na-tural el río San Juan al S y los límites de las parce-las limítrofes.

Fig. 5: Disposición de los transects en la fase inicial de los trabajos de muestreo.

Con estas dimensiones se hacía necesario, por tanto, un acercamiento inicial a la naturaleza de la distribución de los materiales cerámicos para tratar de delimitar el área donde poder realizar los mues-treos a escala micro. Con el empleo de las ortoimá-genes correspondientes, se trazaron 10 transects lo-calizados de cada una de las parcelas que lindan con el cerro propiamente dicho (Fig. 5). Tanto la

orientación y la longitud de estos transects variaban en función de la disposición de los olivos dentro de cada parcela y del tamaño de cada una de ellas. En esta fase inicial de los trabajos empleamos contado-res manuales de cuatro dígitos con los que se identi-ficaban las evidencias materiales pertenecientes a los períodos históricos presentes en el asentamien-to. Como se puede observar en el gráfico de la Fig. 6, los resultados revelaron varios aspectos:

- La presencia dominante de materiales adscri-tos a la etapa medieval, con un 64% del total de evidencias. En este sentido, debemos incidir en la presencia en abundancia de materiales de construc-ción, en concreto tejas, que suponen un 90% de la muestra y que se concentran básicamente en la lade-ra N del cerro.

- Una concentración importante de materiales ibéricos en el transect diseñado en la parcela o sec-tor identificado como nº 9. Se trata de un área de unas 3 ha aproximadamente ubicada en la ladera SO del cerro. El dato es relevante si tenemos en cuenta que el porcentaje de materiales ibéricos identificados en este transect suponen un porcentaje del 46,5% respecto del resto de materiales de la misma etapa ubicados en los restantes transects.

Fig. 6: Resultados iniciales sobre la cronología y disposi-ción de los materiales cerámicos.

3.3 Muestreos en el Sector nº 9.Una vez delimitada el área en la que se localiza-

ba la mayoría de restos cerámicos adscritos a la Cultura Ibérica, procedimos a plantear el método de muestreo. La microprospección mediante el empleo de la cuadrícula móvil ya ha sido aplicada en dife-rentes proyectos, utilizándose por primera vez en el estudio del Santuario Heroico de “El Pajarillo” (Gutiérrez et al., 1998) y forma parte en la actuali-dad del sistema de trabajo que empleamos en este proyecto de investigación.

En términos generales, el método consiste en la recogida de una muestra aleatoria estratificada de cerámicas en superficie, organizada sistemática-mente a partir de una retícula de cuadrículas que abarque la superficie de cada asentamiento. Si-

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guiendo un modelo teórico, y teniendo en cuenta que nuestros trabajos se realizan en zonas donde el cultivo del olivar es predominante, esta retícula se forma a partir de los olivos, los cuales en condicio-nes normales se ajustan a un cuadro en el que la se-paración entre ellos es de 10 m, dejando espacios li-bres de 100 m2. Una vez creado este modelo reticu-lado, empleamos una cuadrícula de aluminio móvil y desmontable, de modo que el tamaño de las uni-dades de muestreo varíe desde 1 m2 hasta 25 m2, se-gún se añadan o no el resto de los componentes, es decir, barras de aluminio y gomas elásticas que di-vidan los espacios.

Para los trabajos optamos por la selección de 1 de cada 100 m2, es decir, una fracción muestral de un 1%. Consideramos representativa esta muestra para hacernos una idea global sobre el conjunto de la población, ya que estadísticamente es conocido que la significación del muestreo depende de su ta-maño absoluto medido en unidades de muestra in-dependientes más que del porcentaje absoluto de la superficie muestreada. La localización de todas las unidades de muestreo responden al mismo criterio: se corresponden con la unidad de 1m2 ubicada exactamente en el punto central de las cuadrículas, decisión que reduce la subjetividad en el estudio.

En el caso del sector nº 9 de Torre del Moro, la retícula no se ajusta a un modelo real de cuadrícula de dimensiones ajustadas y regulares, ya que la dis-posición de los olivos se adapta a los cambios en la topografía. Por tanto el resultado visual del espacio de trabajo ofrece una imagen ajustada a la realidad del mismo (Fig. 6).

Fig. 7: Planteamiento de los muestreos en el sector 9.

Establecido este esquema y señalado el lugar exacto que corresponde a cada unidad a muestrear se procedió a la cuantificación e identificación de todos aquellos restos materiales, fundamentalmente cerámicos, observables en la misma. El muestreo se completaba con el registro mediante GPS de aque-llos restos cerámicos de selección que por su tipolo-gía o decoración fueran relevantes y se encontraban fuera de los límites de la unidad muestreada.

4. Nuevas aportaciones.Los resultados obtenidos tras el análisis de los

datos obtenidos en campo plantean la revisión de dos cuestiones de diferente naturaleza y que afectan tanto a las hipótesis planteadas en el territorio como a la clasificación tipológica del asentamiento de To-rre del Moro en particular.

Parece obvia la existencia del área de enterra-miento de época ibérica, aunque su estado actual no permita realizar ningún tipo de estudio arqueológi-co más allá de documentar los continuos ataques que ha sufrido a causa de las expoliaciones.

No obstante, en lo referente al asentamiento propiamente dicho, surgen cuestiones relacionadas con su localización exclusivamente en la cima del cerro, ya que, como se refleja en los resultados de los muestreos iniciales en el entorno del mismo, el volumen de materiales cerámicos de época ibérica se concentra en una zona muy concreta. Si tenemos en cuenta que la topografía del cerro presenta fuer-tes pendientes en todas direcciones, incluso corta-dos al S y al O, y partimos de la idea inicial de que el asentamiento original de época ibérica ocupaba el espacio donde, posteriormente, se instaló el casti-llo medieval, el proceso de destrucción de los restos ibéricos debería haber generado un desplazamiento de materiales en varias direcciones, sin embargo esta lógica inicial en la distribución no parece co-rroborarse a partir del estudio realizado, ya que los materiales nos se distribuyen de una forma homogé-nea, concentrándose, por el contrario en la ladera SO. Podría tratarse, por tanto, de un tipo de ocupa-ción compleja, en la que, además, de tomar la cima de este espolón como zona de hábitat, hecho difícil de determinar por el momento debido a la entidad de los vestigios de la ocupación de época medieval y a las condiciones de observación del terreno, tam-bién podría extenderse hacia parte de las laderas, tomando como referencia algunos de los oppida en terrazas que caracterizan la ocupación del territorio más oriental de la provincia de Jaén.

Por tanto, a la ocupación documentada en media ladera durante los recientes trabajos de prospección arqueológica, se uniría, posiblemente, el emplaza-miento en la cima del cerro, ya que allí se localiza-ron restos materiales adscritos a un momento ibéri-co tardío, tales como una punta de flecha y algunos fragmentos cerámicos. En este sentido, esta zona de ocupación ibérica tardía se alejaría del modelo de oppida en meseta característicos de la Campiña de Jaén, para acercarse a la disposición en terrazas de oppida, recintos y torres que comenzamos a cono-cer en otras zonas cercanas estudiadas, con asenta-mientos como Toya, El Castellón de Larva o El Cortijo de los Castellones (Chapa et al., 2004).

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Por otro lado, los trabajos de prospección a ni-vel microespacial señalan la existencia de materia-les cerámicos adscritos a la etapa inicial de la Cul-tura Ibérica, que si bien aún no ha podido determi-narse el volumen de los mismos por encontrarse el total de materiales cerámicos en fase de estudio, po-drían apuntar hacia una nueva delimitación al S del vacío poblacional en las fases antigua y plena que parece confirmarse, a juzgar por el estudio de los datos que ofrecen los trabajos de similares caracte-rísticas aplicados a los diferentes oppida al que he-mos presentado en este trabajo.

Fig. 8: Cerámica decorada adscrita al Ibérico Antiguo.

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JIA 2008 ISBN: 978-84-92539-25-3 Pp.: 303-307

NUEVAS METODOLOGÍAS PARA EL ESTUDIO DE LAS PRODUCCIONES METÁLICAS PREHISTÓRICAS

Manuel Eleazar Costa CaraméDepartamento de Prehistoria y Arqueología, Universidad de Sevilla; [email protected]

RESUMEN

En este artículo se realiza una descripción de las nuevas metodologías de estudio de los artefactos metálicos. Con la difusión de dichas novedades metodológicas se pretende informar a los lectores sobre la in-formación potencial que se puede obtener a partir del estudio de las producciones metálicas prehistóricas.

ABSTRACT

In this paper is realized a description of the new methodologies which are being used to study metal-lic artefacts. The diffusion of these new methodological approaches will help to spread the potential possibili-ties of this kind of studies.

Palabras Clave: Arqueometría. Artefacto metálico. Metalurgia. Prehistoria. Arqueología.

Keywords: Archaeometry. Metallic artefact. Metallurgy. Prehistory. Archaeology.

1. Introducción.La metalurgia es una actividad económica que

en la investigación arqueológica ha sido considera-da como una causa principal de los cambios econó-micos, sociales y políticos que se sucedieron duran-te la Edad del Cobre y Edad del Bronce. Los arte-factos metálicos también han sido considerados como elementos de prestigio que sirvieron para re-forzar el estatus de personas de alto rango social que tenían acceso a estos productos.

En los últimos años se ha producido la aparición y el desarrollo de nuevas metodologías de estudio de los subproductos del proceso metalúrgico y de las producciones metálicas que han revolucionado el mundo de los estudios arqueometalúrgicos. Hoy en día, existen varias técnicas analíticas a través de las cuales se puede obtener información de la fun-cionalidad del artefacto, de sus propiedades mecá-nicas e incluso de la procedencia del mineral em-pleado para la obtención del metal. Sin embargo, las nuevas metodologías de estudio no sólo sirven para describir las características de los propios arte-factos metálicos. Durante este tiempo han aparecido publicaciones en las que, a partir de la información de estos artefactos, se han realizado inferencias so-bre la organización económica, social, política y simbólica de las comunidades prehistóricas.

Este encuentro ha sido organizado con el objeti-vo de crear un debate metodológico que favorezca la comunicación entre jóvenes investigadores, por lo que se va a describir de una manera introductoria

cuales son las posibilidades que ofrecen estos nue-vas metodologías de estudio, sus problemas y aque-llos errores metodológicos que han sido observados en las publicaciones españolas consultadas. De este modo, se pretende divulgar estas nuevas aproxima-ciones metodológicas al resto de los investigadores y crear una crítica constructiva que ayude a mejorar las metodologías existentes.

2. La información de los artefactos metáli-cos.

Los artefactos metálicos tienen diferentes tipos de información que pueden y deberían ser emplea-dos de manera conjunta:

-Información morfométrica: es aquella que está relacionada con las características morfológi-cas y métricas de los artefactos metálicos. La infor-mación morfológica es la primera que se empleó a mediados del siglo XIX para la creación de seria-ciones de artefactos arqueológicos con las que re-construir la cronología de las diferentes etapas del pasado. Esta puede ser complementada con análisis morfométricos en los que se aplican métodos esta-dísticos que permiten, por poner algunos ejemplos, identificar diferentes grupos que presentan analogí-as formales y que tienen diferentes medidas o cono-cer las semejanzas y diferencias entre dos poblacio-nes de artefactos diferentes. Los estudios morfomé-tricos sobre artefactos metálicos de la Península Ibérica son escasos, aunque este tipo de análisis son frecuentes en los estudios sobre producciones cerá-micas. El principal problema que existe a la hora de

I Jornadas de Jóvenes en Investigación Arqueológica: Dialogando con la Cultura Material. UCM, 3-5 de septiembre de 2008.

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realizar estudios de este tipo es la falta de informa-ción métrica de los artefactos en las publicaciones. La tendencia a omitir este tipo de información de-bería ser corregida en el futuro, de modo que la in-formación métrica sea accesible a otros investiga-dores.

-Información contextual: este tipo de informa-ción resulta importantísima para poder contextuali-zar los artefactos con otro tipo de materiales y para asignar una cronología más precisa por medio de métodos de datación absoluta. Uno de los grandes problemas de los artefactos metálicos es que son susceptibles de ser localizados con detectores de metales. Cuando estos son empleados de manera ilegal en actividades de expolio se produce una pér-dida irreparable de la información contextual, por lo que en multitud de ocasiones el investigador nun-ca tendrá información del lugar exacto de aparición del artefacto metálico. El empleo de detectores de metales de manera ilegal ha producido una destruc-ción de yacimientos irreversible sobre todo en el Suroeste de España, en donde las actuaciones poli-ciales han desmantelado desde hace más de una dé-cada grandes redes dedicadas al expolio y a la venta de artefactos arqueológicos.

-Información funcional: generalmente la fun-cionalidad de los artefactos metálicos se reconstru-ye por medio de sus características morfológicas. Este modus operandi no está exento de problemas, ya que casi siempre se atribuye una determinada funcionalidad a los artefactos a partir de la similitud con la morfología de los artefactos metálicos actua-les. Los trabajos traceológicos sobre artefactos de metal son escasos, ya que, hasta hace pocos años, se consideraba que la corrosión de los artefactos metá-licos eliminaba las huellas de uso. Actualmente esta idea está siendo revisada, ya que un buen estudio sobre las marcas de estos artefactos permite dife-renciar aquellas marcas que fueron producidas por factores de uso, de las marcas producidas por la co-rrosión o por los procesos posteriores a la deposi-ción de los artefactos metálicos (Roberts y Ottaway, 2003). El número de trabajos traceológicos sobre artefactos metálicos es escaso, aunque los estudios experimentales de huellas de uso realizados han aportado información de enorme interés que puede revolucionar el estudio funcional de los artefactos metálicos en el futuro.

-Información arqueométrica: es aquella que se obtiene por medio de la aplicación de métodos físico-químicos. Por medio de estos, se puede obte-ner información sobre la composición del artefacto metálico, sobre sus propiedades mecánicas y físicas (por medio del análisis de la estructura interna) y sobre el origen de la material prima empleada (por medio del análisis de isótopos de plomo). La infor-

mación arqueométrica es de gran utilidad, ya que permite reconstruir el proceso producción de los ar-tefactos metálicos y conocer las características tec-nológicas del mismo, así como distinguir la existen-cia de subgrupos que tienen diferentes característi-cas en cuanto a su composición, propiedades físicas u origen.

-Información espacial: este tipo de informa-ción hace referencia a la localización geográfica en la que fueron hallados cada uno de los artefactos metálicos. Los estudios sobre la distribución espa-cial de los artefactos metálicos de España y Portu-gal son escasos, a diferencia de los países europeos en donde existe un mayor número de trabajo de este tipo. Hasta el momento sólo se han publicado unos pocos trabajos de investigación en los que se aplica una escala macro de análisis para conocer la disper-sión de los artefactos metálicos por el territorio (Rodríguez de la Esperanza, 2005). No obstante, no se ha publicado ningún trabajo de investigación que aplique una escala de análisis micro o semi-mi-cro a la distribución espacial de las producciones metálicas.

3. Metodologías para el estudio de las pro-ducciones metálicas: ¿Cómo valorar la ac-tividad productiva metalúrgica y sus reper-cusiones socioeconómicas y político-sim-bólicas?

La información que se puede obtener de los ar-tefactos metálicos no es un objetivo en si misma, sino que debe de ser empleada para inferir la orga-nización socioeconómica y político-simbólica de las comunidades prehistóricas de acuerdo con los objetivos y la metodología planteada en un proyec-to de investigación.

Los estudios arqueométricos han sido emplea-dos en multitud de ocasiones sin objetivos definidos (Tomas Cordero et alii, 2007). Esto ha producido que se hayan aplicado técnicas arqueométricas no adecuadas y que los datos obtenidos no hayan servi-do para la resolución de problemas de naturaleza arqueológica. En determinadas ocasiones los datos arqueométricos han sido utilizados para “aportar” una mayor peso científico a las investigaciones rea-lizadas o para reforzar las hipótesis planteadas por medio de una utilización parcial de los datos obte-nidos (Tomas Cordero et alii, 2007).

Existe una gran variedad de metodologías por medio de las cuales se puede realizar el estudio de las producciones metálicas. A pesar de esta diversi-dad, las que aparecen de manera más frecuente en la mayoría de las publicaciones son las siguientes:

-Estudios morfológicos: este tipo de estudios siguen siendo bastante habituales dentro de las sec-ciones de noticias de algunas revistas de difusión

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científica. En la mayoría de los casos, en estos tra-bajos de investigación publicados se estudian arte-factos metálicos expoliados que son publicados para ser dados a conocer al público científico. Sin embargo, rara vez estos artefactos son sometidos a estudios arqueométricos que permiten complemen-tar la información morfológica existente.

Tras la revisión bibliográfica de los trabajos pu-blicados, se ha constatado que existe una escasez de estudios sobre producciones metálicas en conjunto y de trabajos de investigación que apliquen técnicas estadísticas para conocer las características morfo-métricas de estas producciones. La ausencia de aná-lisis morfométricos es frecuente dentro de los estu-dios morfológicos y deberá ser solucionada en el futuro, ya que es un tipo de información que se ha desaprovechado y que tiene un gran potencial.

-Estudios tecnológicos: con este tipo de inves-tigaciones se pretende reconstruir las características tecnológicas del proceso productivo y de manufac-tura de las producciones metálicas, así como la or-ganización socioeconómica de la producción. En este tipo de estudios se suele realizar un análisis conjunto de la información de los subproductos del proceso metalúrgico y de las producciones metáli-cas para encontrar las posibles diferencias y simili-tudes entre ambos. En los últimos años se han pu-blicado una gran cantidad de trabajos de investiga-ción sobre las producciones metálicas de varias re-giones de la Península Ibérica en los que se aplica un análisis tecnológico (Hunt Ortiz, 2003; Montero Ruiz, 1994; Rodríguez Bayona, 2008). En la mayo-ría de estas publicaciones se ha recopilado la infor-mación de artefactos metálicos de la Edad del Co-bre y del Bronce, aunque los artefactos de la Edad del Bronce Final no han sido incluidos en los estu-dios anteriores, ni han sido estudiados de manera conjunta, a excepción de determinadas zonas como las Islas Baleares (Delibes de Castro et alii, 1988) y el Levante español (Simón García, 1998).

-Estudios de arqueología experimental: en este tipo de trabajos de investigación se intenta re-producir el proceso productivo metalúrgico prehis-tórico por medio de la experimentación. Posterior-mente, los subproductos y productos obtenidos son analizados por medio de análisis arqueométricos para valorar la similitud que existe entre los mismos y los materiales recuperados de los yacimientos ar-queológicos. El objetivo de este tipo de estudios es el de reconstruir las características tecnológicas del proceso productivo, aunque la principal diferencia respecto de los estudios anteriores, es el proceso de experimentación llevado a cabo. Los trabajos de in-vestigación de arqueología experimental de la pro-ducción metalúrgica son muy escasos en las publi-caciones españolas, aunque no en otros países euro-

peos en donde se producen una mayor cantidad de publicaciones de trabajos de este tipo (Ottaway y Quanyu, 2004).

-Valoración de la producción y del papel de la metalurgia en la organización socioeconómica de las comunidades prehistóricas: en estos traba-jos de investigación se suele calcular la cantidad teórica de metal empleado en las producciones de determinados períodos. Para ello, se calcula el peso medio de cada tipo de artefacto y se multiplica por el número de artefactos recuperados. Finalmente, se suma la cantidad total y se obtiene una estimación de la cantidad metal que fue empleada para realizar toda la producción de un período. Es importante se-ñalar que la cantidad estimada no es la que existió en el pasado, sino la que se ha obtenido a partir del total de artefactos recuperados (Comendador Rey, 1999: 517).

La realización de este tipo de estudios no es sencilla, ya que la información del peso de los arte-factos rara vez es incluida en las publicaciones. A pesar de estas dificultades, los estudios realizados han obtenido conclusiones de enorme interés y han permitido valorar la actividad productiva metalúrgi-ca frente a otras actividades económicas como por ejemplo la producción cerámica o lítica (Rodríguez de la Esperanza, 2005).

La cuantificación de la cantidad de metal emple-ada durante determinados períodos cronológicos ha sido también utilizada para valorar el impacto que esta actividad económica pudo producir en el medio ambiente (Montero Ruiz, 1994; Comendador Rey, 1999). En la mayoría de los trabajos de investiga-ción de este tipo publicados hasta el momento se considera que la actividad metalúrgica prehistórica no pudo producir una deforestación masiva, ni una antropización irreversible del medio ambiente (Montero Ruiz, 1994; Comendador Rey, 1999). Otros investigadores consideran que se produjo una deforestación y una contaminación irreversible en el medio ambiente como consecuencia de la activi-dad minera y metalúrgica intensiva llevada a cabo durante la Edad del Cobre, hipótesis que quedaría avalada por los resultados de los registros polínicos llevados a cabo en algunos yacimientos calcolíticos del suroeste (Nocete Calvo, 2004). Sin embargo, se ha realizado una fuerte crítica a la interpretación re-alizada a partir de estos registros polínicos. La falta de un estudio crítico e integrado que observe de manera conjunta los resultados, ha producido que las interpretaciones realizadas vayan más allá de la información obtenida en estos análisis polínicos (Montero Ruiz et alii, 2007: 36).

-Estudios antropológicos: con este tipo de tra-bajos de investigación se pretende conocer la orga-nización socioeconómica y político-simbólica de la

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306MANUEL ELEAZAR COSTA CARAMÉ

producción metalúrgica en las comunidades prehis-tóricas, así como reconstruir la funcionalidad de las producciones metálicas del pasado. Para ello, se re-aliza una observación de las comunidades que man-tienen un sistema productivo preindustrial y se estu-dia el proceso de producción y las conceptualiza-ciones simbólicas del mismo. El principal problema de este tipo de estudios es que es muy difícil preci-sar el grado de similitud que existe entre las comu-nidades preindustriales y precapitalistas que viven hoy en día y las comunidades prehistóricas. A pesar de esta limitación, se pueden obtener una serie de conclusiones orientativas de gran interés y que per-miten reconstruir aspecto serían imposibles de co-nocer por medio de otras metodologías. Existen una gran cantidad de estudios antropológicos para el proceso productivo del hierro en el continente afri-cano (Eliade, 1983), aunque existen pocos trabajos de investigación sobre la metalurgia de otros meta-les, como por ejemplo el cobre y el oro. No se ha publicado ningún estudio de este tipo en España, aunque las publicaciones de este tipo en otros paí-ses europeos son mucho más frecuentes.

-Estudios espaciales: el desarrolló que han su-frido los SIG en los últimos años ha propiciado la aparición de nuevos métodos de análisis espacial. Los estudios sobre la distribución espacial de los artefactos metálicos prehistóricos son escasos y consisten en mapas en los que se representan sim-ples dispersiones de artefactos por medio de símbo-los a través de los cuales se indica la cantidad de ar-tefactos metálicos hallados en un yacimiento (Ro-dríguez de la Esperanza, 2005). Es importante seña-lar que en todos estos trabajos de investigación no se aplican pruebas estadísticas para demostrar si existen o no pautas espaciales estadísticamente sig-nificativas. Por este motivo, las pautas que se ob-servan a simple vista en los mapas son bastante sub-jetivas y tienen poco rigor científico desde el punto de vista metodológico.

No existe ningún estudio espacial que incluya la información relativa a los subproductos del proceso metalúrgico, ya que hasta ahora todos los estudios han incluido sólo la información de los artefactos metálicos. También son inexistentes los análisis en los que se valora la distribución espacial de la pro-ducción por medio de análisis de regresión respecto de los yacimientos con evidencias de producción.

La falta de estudios espaciales observada dentro de las publicaciones consultadas deberá ser suplida en el futuro, ya que los trabajos de investigación que existen actualmente no tratan el tema con sufi-ciente rigor metodológico. Los análisis por medio de SIG tienen un potencial hasta ahora desaprove-chado y podrían servir para obtener una aproxima-ción diferente al estudio de las producciones metáli-

cas.

-Estudios iconográficos: la cantidad de estu-dios iconográficos sobre producciones metálicas no es homogénea para la Península Ibérica y depende tanto del lugar de estudio, como de la cronología de las representaciones. Determinadas representacio-nes, como por ejemplo los grabados rupestres galle-gos (De la Peña Santos, 1980) y las estelas de la Edad del Bronce Final del suroeste (Celestino Pé-rez, 2001), han sido objeto de un estudio más inten-so. Por el contrario, otras representaciones, como por ejemplo las representaciones de útiles metálicos de la Edad del Cobre y de las estelas-menhir, no han sido estudiadas. A pesar de que existen algunos trabajos de investigación publicados sobre determi-nadas representaciones de estos períodos, no existe ningún trabajo de conjunto sobre las representacio-nes de artefactos metálicos de la Edad del Cobre y de la Edad del Bronce.

En todos los estudios iconográficos se suele ha-cer hincapié en la morfología de los artefactos re-presentados, aunque en sólo en unos pocos casos se ha realizado un estudio que incluya la información morfológica de los artefactos metálicos aparecidos en la región donde se han hallado estas representa-ciones (véase De la Peña Santos, 1980). Por otra parte, es importante señalar que la información ico-nográfica ha sido poco valorada, por lo que es nece-sario que se realicen estudios de conjunto que per-mitan solventar esta carencia.

4. Conclusiones. Actualmente existen diferentes metodologías

para el estudio de las producciones metálicas y del proceso metalúrgico. Su aplicación debe realizarse de manera acorde con los objetivos y la metodolo-gía planteados en un trabajo de investigación serio y riguroso.

El estudio de los artefactos metálicos permite reconstruir la actividad productiva metalúrgica del pasado y valorar su papel en los cambios y en la or-ganización socioeconómica y política de las comu-nidades prehistóricas. Sin embargo, dicha labor de investigación nunca debe realizarse de manera ais-lada y debe valorar esta actividad económica res-pecto de otras actividades productivas.

La mayoría de los estudios arqueometalúrgicos publicados hasta el momento sobre las produccio-nes metálicas de la Península Ibérica se han centra-do en el estudio de las características tecnológicas del proceso productivo metalúrgico y de las produc-ciones metálicas. En la mayor parte de estos traba-jos de investigación se ha realizado una labor de re-copilación de artefactos metálicos y de evidencias de producción metalúrgica de varias zonas de la Pe-nínsula Ibérica como por ejemplo el Levante (Si-

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307NUEVAS METODOLOGÍAS PARA EL ESTUDIO DE LAS PRODUCCIONES METÁLICAS PREHISTÓRICAS

món García, 1997), el Sureste (Montero Ruiz, 1994) o el Noroeste (Comendador Rey, 1998), aun-que no se ha realizado ninguno trabajo de este tipo para el Suroeste1.

Los trabajos que han evaluado la escala de pro-ducción o que han abordado el proceso productivo desde el punto de vista espacial son escasos, al igual que ocurre con los estudios iconográficos so-bre representaciones de artefactos metálicos y los trabajos de investigación que adoptan una óptica antropológica. Todos estos estudios tienen un gran potencial y son de gran utilidad para realizar infe-rencias económico-sociales y político-simbólicas que vayan más allá de la propia información del ar-tefacto metálico. Asimismo, estas metodologías de estudio pueden ayudar a comprender mejor la orga-nización social, económica, política y simbólica de las comunidades prehistóricas que habitaron en la Península Ibérica.

En conclusión se puede que existe una gran va-riedad de metodologías que aplicar al estudio de las producciones metálicas. La investigación arqueo-metalúrgica está lejos de ser un campo de estudio agotado y sin posibilidades de renovación, por lo que es muy posible que en los próximos años surjan nuevas metodologías de estudio que analicen aspec-tos hasta ahora no tratados.

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1 Actualmente está en fase de edición el trabajo de investiga-ción presentado por el autor de este artículo para la obten-ción del Diploma de Estudios Avanzados. En este trabajo se ha realizado por primera vez una recopilación de los arte-factos metálicos del suroeste de España.

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JIA 2008 ISBN: 978-84-92539-25-3 Pp.: 309-316

LOS PATRONES DE POBLAMIENTO COMO IDENTIFICADOR ÉTNICO: LAS ETNIAS VETTONAS

Jesús Rodríguez HernándezDepartamento de Prehistoria, UCM; [email protected]

RESUMEN

El extenso marco territorial vettón, definido principalmente a partir de los datos procedentes de las fuentes clásicas y adoptado en gran medida por los arqueólogos, no parece abarcable para el tipo de sociedad no estatal que caracteriza a este conjunto de poblaciones del occidente de la Meseta. Por ello, se plantea la posibilidad de que en el mismo habitaran diferentes etnias que, sin embargo, serían englobadas por los escri-tores grecolatinos bajo el etnónimo unitario de “vettones”. Este término sería, de esta manera, un modo de clasificación que formaría parte de la interpretatio clásica de la realidad indígena y que estaría enmascarando una pluralidad de identidades étnicas menores. El presente trabajo constituye una primera aproximación a la identificación de esas posibles etnias del mundo vettón, a partir del estudio de los diferentes patrones regiona-les de poblamiento.

ABSTRACT

The extensive territory of the vettones, commonly defined by classical texts and generally accepted by archaeologists, does not seem to fit the populations of the Western Meseta characterized by societies with-out state. One possible explanation is that classical writers used a unique term, “vettones”, to denote all ethnic groups of the Western Meseta. This paper studies the settlement patterns in the vettonian area to identify these ethnic groups.

Palabras Clave: Identidad étnica. Patrones de poblamiento. Vettones. Segunda Edad del Hierro. Meseta Occidental.

Keywords: Ethnic identity. Settlement patterns. Vettones. Late Iron Age. Western Meseta.

1. Planteamientos teórico-metodológicos.Desde inicios de los años 90 del siglo pasado,

con la irrupción de las corrientes postprocesuales, el análisis de la etnicidad (y de la identidad en ge-neral) ha vuelto a adquirir una relevancia notable y ha sufrido una completa reevaluación. De esta ma-nera, las supuestas correlaciones entre las distribu-ciones de cultura material y grupos poblacionales han sido cuestionadas, las correlaciones entre len-guas específicas y grupos de gente han sido puestas en duda y la naturaleza de las distribuciones de cul-tura material están siendo discutidas más profunda-mente (Lucy 2005: 91-94). Estos cuestionamientos han coincidido, además, con el desarrollo de un consenso (al menos parcial) acerca de la naturaleza de la etnicidad, que es ahora vista primordialmente como un fenómeno subjetivo. Shennan la define como “la identificación auto-consciente con un gru-po social particular, al menos en parte, basada en una localización u origen específicos” (1994: 14). Esta auto-conceptualización personal “resulta de la identificación con un grupo más amplio por oposi-ción a otros sobre la base de una diferenciación cul-tural percibida y/o una descendencia común” (Jones 1997: xiii, citado en Ruiz Zapatero y Álvarez- San-

chís 2002: 255). Este carácter dialéctico de la etni-cidad tiene como consecuencia que ésta no sea está-tica, sino que tenga que ser continuamente construi-da y reformulada.

Por su parte, un grupo étnico sería “cualquier grupo de gente que se considera así mismo apartado de otros y/o es apartado por otros con los que inte-ractúa o coexiste sobre la base de sus percepciones de diferenciación cultural y/o descendencia común” (Jones 1997: xiii, citado en Ruiz Zapatero y Álva-rez- Sanchís 2002: 255). Pero, ¿por qué y cómo surgen los sentimientos étnicos? Muchas veces se ha vinculado este fenómeno con contextos de con-tacto y competición entre grupos (Hodder 1982) aunque este modelo no puede aplicarse de forma universal (González Ruibal 2003: 120-122).

El necesario autoreconocimiento grupal tiene una serie de implicaciones importantes a la hora de distinguir grupos étnicos a partir del registro arque-ológico y de las fuentes clásicas. En el caso de la arqueología, desde las posturas menos escépticas se admite que la etnicidad puede tener reflejo en la cultura material de forma consciente o inconsciente y, por tanto, es posible su análisis encontrando

I Jornadas de Jóvenes en Investigación Arqueológica: Dialogando con la Cultura Material. UCM, 3-5 de septiembre de 2008.

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aquellos elementos materiales que están marcando dicha identidad étnica (un ejemplo sobre el caso particular de los vettones en Ruiz Zapatero y Álva-rez- Sanchís 2002). Pero, desde actitudes más críti-cas se llega a plantear que difícilmente se puede re-conocer la etnicidad exclusivamente a partir del es-tudio de la cultura material, por lo que es necesario poseer un registro textual que documente esa identi-dad compartida (Roymans 2005, Ruiz Zapatero en prensa). El problema, en el caso concreto de los pueblos prerromanos, es que, aunque se cuente con los textos de los escritores grecorromanos, éstos constituyen una interpretatio de la situación exis-tente entre los grupos indígenas y, por tanto, pro-porcionan clasificaciones exoétnicas que pueden es-tar distorsionando la realidad de estos pueblos. Además, la diferencia cronológica entre las distin-tas fuentes provoca que en ellas se describan situa-ciones sociopolíticas de los grupos prerromanos completamente distintas.

Dentro de las fuentes antiguas para el conoci-miento de los vettones (Roldán Hervás 1968-69) destacan los testimonios de Estrabón y Plinio que aportan datos fundamentales para su localización, pero el verdadero creador de la Vettonia tal y como se ha venido aceptando en la investigación es Ptolo-meo quien recoge en el siglo II d. C. una lista con los nombres de once ciudades pertenecientes a los vettones (II, 5, 7) a partir de las cuales se han traza-do los límites del territorio histórico de este pueblo prerromano (López Jiménez 2004: 209). Éstos irían grosso modo desde el Tormes/Duero al Guadiana y de la Sierra de Guadarrama al Águeda/Côa (Roldán Hervás 1968-69: 101-106, Álvarez-Sanchís 2003: 322-328, Sánchez Moreno 2000: 174-176). Pero, difícilmente el carácter unitario que presentan en estas fuentes los vettones se puede retrotraer a la etapa de la conquista y a la época prerromana, debi-do a la diversidad de elementos materiales y cultu-rales que se dan en el territorio atribuido a dicho pueblo en este momento (Sayas Abengoechea y Ló-pez Melero 1991: 80). De este modo, en lugar de marcar un espacio macroterritorial único y definido para el conjunto de los vettones, característica pro-pia de una formación estatal, la evidencia arqueoló-gica dibuja un panorama más atomizado en el que el protagonismo correspondería a unidades políticas menores: los oppida (Sánchez Moreno 2000: 174).

Una situación relativamente similar es la docu-mentada por F. Burillo para el caso de los celtíbe-ros: “(...) nunca hubo un estado celtíbero, ni siquie-ra belo o arevaco. Lo que las fuentes escritas mues-tran y la arqueología ratifica para la etapa histórica es la existencia de un territorio políticamente atomi-zado en ciudades-estado” (2007: 152-153). Según este autor, en las fuentes clásicas se pueden encon-trar referencias a entidades superiores a las propias

etnias, que presentan como características la afini-dad existente entre ellas, por ejemplo, el caso de los iberos o los celtíberos. Propone denominar a estas agrupaciones como “grupos étnicos” pero, dado que en la bibliografía específica sobre etnicidad este tér-mino es utilizado como sinónimo de etnia, parece más apropiado emplear otro tipo de terminología como, por ejemplo, “entidad supraétnica”. Los et-nónimos pertenecientes a estas entidades “corres-ponden más bien no a algo que se asumió desde dentro como una realidad, sino a un modo de clasi-ficar los fenómenos que desde fuera se perciben como existentes. Estas conceptualizaciones externas no tuvieron por qué ser asumidas por los grupos a quienes se aplican, lo que no implica que en un mo-mento determinado tomen conciencia de dicha identidad o cambien el contenido del nombre, como ocurrió con los celtíberos, que de grupo étnico pasó a etnia y alcanzó una extensión territorial inferior” (Burillo 2007: 17).

En el caso de los vettones, lo más probable es que como dice López Jiménez (2004: 210) los ro-manos llamarán así a algunos pueblos situados al este de los lusitanos tomando el nombre de uno de sus etnónimos (como sucede, por ejemplo, con los galaicos) y extendiéndolo por una zona amplia del oeste de la Meseta.

Al hilo de todo lo expuesto anteriormente, la hi-pótesis central de este artículo es que el territorio tradicionalmente adscrito a los vettones, principal-mente a partir del análisis de las fuentes antiguas, es demasiado extenso como para poder ser estructura-do por parte de las sociedades que habitaban el oc-cidente de la Meseta caracterizadas, entre otras co-sas, por no haber alcanzado el rango estatal. Los ro-manos habrían utilizado el etnónimo “vettones” para englobar a todos los grupos occidentales exis-tentes entre el Duero y el Guadiana que, aunque compartirían una serie de rasgos comunes, no for-marían una etnia unitaria sino más bien una “enti-dad supraétnica” (Fig. 1). Por debajo de la misma se encontrarían una serie de etnias diferentes cuyos etnónimos, sin embargo, no habrían llegado hasta nosotros, como sí ha sucedido en el caso de los cel-tíberos (Burillo 2007: 182-247). A este respecto es necesario recordar la cita de Estrabón (III, 3, 5) en la que alude a la existencia de unas treinta ethne ha-bitando el territorio ubicado entre el Tajo y los árta-bros pero sin especificar sus nombres.

Dichas etnias, por tanto, sólo serían rastreables a partir de sus evidencias materiales y, en este caso, se ha elegido como categoría de análisis el patrón de emplazamiento y las características particulares de los castros/oppida que pueden estar marcando la existencia de identidades étnicas diferenciadas (Ruiz Zapatero y Álvarez- Sanchís 2002: fig. 1).

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Fig.: 1. Niveles teóricos de la identidad étnica vettona.

Dentro del territorio descrito en las fuentes como vettón (Roldán Hervás 1968-69: 101-106), se han escogido cuatro regiones que, por la importancia de sus vestigios y su homogeneidad desde el punto de vista geográfico, tienen una entidad propia (Fig. 2). Estas áreas están surcadas por una serie de cauces fluviales principales en torno a los cuales se articula el poblamiento pero, dentro de las mismas, sólo se han tenido en cuenta los asentamientos que de for-ma más o menos segura pueden ser enmarcados cronológicamente entre el s. III y los inicios del s. I a. C., con el fin de asegurar la necesaria sincronía entre yacimientos (si no fuera hecho así, la variabi-lidad en los patrones de poblamiento podría deberse a diferencias cronológicas) y el carácter indígena de los mismos. Este intervalo de tiempo se correspon-de con los momentos de conquista y consolidación de los romanos en esta área occidental de la Mese-ta, período en el que estas distintas conciencias ét-nicas pudieron surgir a partir de las alianzas forma-das por varios castros/oppida de una misma región, con el fin de hacer frente primero a los cartagineses y luego a los romanos.

2. Los patrones del poblamiento vettón.2.1. Río Adaja.

Para el valle Amblés se ha propuesto un patrón de poblamiento jerarquizado formado por grandes asentamientos (verdaderos oppida) situados en las estribaciones de las sierras que circundan el valle y “hábitats menores” ubicados en las zonas llanas próximas a la vega (Álvarez-Sanchís 1990: 216; Ruiz Zapatero y Álvarez-Sanchís 1995: 226-230; Álvarez-Sanchís 2003: 115-120, 2005: 262-264). El problema es que este modelo está basado en los da-tos proporcionados por la Carta Arqueológica pro-vincial de Ávila que responde “más a una recopila-ción de noticias orales y escritas (muy parcas y anti-guas) que a una labor de campo sistemática y con-cienzuda” (Hernando Sobrino 1994: 24). Por ello, para González-Tablas, esta interpretación es atrevi-da pero no puede pasar de la mera hipótesis (2004: 293).

Los establecimientos de fondo de valle en torno al río se conocen a partir de hallazgos esporádicos (fundamentalmente cerámicos), cuyo lugar exacto

de procedencia se conoce con muchas dudas (Fer-nández Gómez 2003: 168), y de simples recogidas de materiales escasos en superficie lo que impide confirmar que siempre se trate de verdaderos luga-res de hábitat y asignarles una cronología firme. Por ello, mientras Álvarez-Sanchís los sitúa en un mo-mento avanzado de la II Edad del Hierro, reservan-do para ellos una posición subordinada a la de los oppida serranos (2003: 130), Hernando Sobrino (1994: 350) los vincula al período que va entre me-diados del s. I a. C. y el s. II d. C. poniéndolos en relación con la capital abulense y la reorientación romana de la economía hacia la explotación de los recursos agrícolas. Debido a esta imprecisión tipo-lógica y cronológica han sido excluidos en este es-tudio.

Con respecto a Ávila capital, el avance de la ar-queología urbana ha propiciado, en gran medida, el esclarecimiento de sus orígenes que habría que si-tuar hacia la mitad del s. I a. C. (Fabián 2006: 23, 2007: 98). A este momento cronológico correspon-den las cerámicas pintadas de tradición indígena en-contradas en la excavación de la Plaza del Mercado Grande (Quintana, Centeno y Ruiz 2005) y en la excavación de Los Paúles (Quintana López 2006: 86-87). Estos materiales pertenecerían a un estable-cimiento básicamente indígena que, sin embargo, habría surgido bajo la iniciativa romana de reorga-nización de la zona. Ésta impulsó el traslado de la población de los castros cercanos a este enclave (Fabián 2007: 98). Debido a su cronología tardía tampoco Ávila ha sido tenida en cuenta en el análi-sis.

Además, en relación con los grandes asenta-mientos del valle Amblés habría que considerar al pequeño castro de San Juan (Ojos-Albos) en el ex-tremo Este de dicho valle (Porres Castillo 1992) y, posiblemente, el extenso asentamiento abierto de La Tejeda (Orbita) sobre el cauce del Adaja (Fa-bián 1989), aunque su situación en plena comarca de La Moraña cree dudas sobre su adscripción al ámbito vettón.

De este modo, el poblamiento situado a lo largo del cauce del río Adaja se caracteriza por el gran ta-maño de sus asentamientos (Ulaca: 70 ha, La Mesa de Miranda: 29’1 ha, La Tejeda: 24 ha y Las Cogo-tas: 14’5 ha), exceptuando el castro de San Juan (0’5 ha), por su emplazamiento tanto en zonas se-rranas como de ribera, en relación directa con uno o varios cursos fluviales (en meandro –Las Cogotas– o en espigón fluvial –La Mesa de Miranda, La Te-jeda y San Juan–) con la excepción de Ulaca y por su vocación eminentemente ganadera (Álvarez-San-chís 2003: 117) aunque en el caso de La Tejeda ésta sólo sea aplicable aproximadamente al 50% del territorio circundante, siendo el resto terreno apto

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313LOS PATRONES DE POBLAMIENTO COMO IDENTIFICADOR ÉTNICO: LAS ETNIAS VETTONAS

para el aprovechamiento agrario.

2.2. Valle Medio del Tajo.En la zona media del valle del Tajo se ha plan-

teado también un patrón de poblamiento jerarquiza-do formado por asentamientos situados en las altu-ras inmediatas al cauce del Tajo y del Gébalo y pe-queños hábitats ubicados en el llano (Álvarez-San-chís 2003: 122, 2007: 201-202). Pero, este modelo choca con la parquedad de los datos disponibles para la zona que sólo cuenta con las excavaciones en Arroyo Manzanas y el Cerro de la Mesa y pros-pecciones esporádicas o publicaciones de hallazgos casuales (Morín et al. 2005: 471-472). La mayoría de las noticias se deben a F. Jiménez de Gregorio (1992) aunque algunas de ellas no son claras desde el punto de vista cronocultural, por lo que, las men-ciones más ambiguas e indefinidas no se han tenido en cuenta a la hora del análisis.

Con respecto a Talavera de la Reina, sus orígenes no han sido aún aclarados satisfactoriamente: mien-tras para Castelo Ruano y Sánchez Moreno (1995: 323) y Álvarez-Sanchís (2003: 127-128, 2007: 214) no hay que descartar el surgimiento de este enclave como núcleo indígena que, posteriormente, sufriría una vitalización a partir del control romano de la zona; para Mangas y Carrobles (1992: 111-112) se trataría de una fundación romana ex novo de media-dos del s. I d. C. con funciones fundamentalmente administrativas y para Urbina et al. también tendría este carácter romano ex novo pero sitúan sus inicios hacia el cambio de Era (1994: 271). Por ello, ha sido excluida del análisis.

Así, el poblamiento en el valle medio del Tajo se caracterizaría por la escasa entidad de los asenta-mientos, la mayoría de los cuales ocupan una super-ficie de entre 0,1 y 2 ha como, por ejemplo, el cas-tro de la Sierra de La Estrella con 1,3 ha (Morín et al. 2005: 471); aunque hay dos excepciones rele-vantes: el Cerro de la Mesa, cuya superficie origi-naria debió rondar las 4,5 ha (Chapa et al. 2007: fig. 2), y Arroyo Manzanas con 20 ha. El emplaza-miento de los yacimientos varía entre aquellos ubi-cados en contacto directo con el cauce fluvial del Tajo (Arroyo Manzanas y el Cerro de la Mesa) y

los situados en las alturas más destacadas y cerca-nas a dicho río (Castrejón, El Castillazo, La Estre-lla, Navalmoralejo y Caleruela). Esta diferente loca-lización provoca a su vez variaciones en lo que a explotación del territorio se refiere: los hábitats más próximos al río revelan una clara orientación agrí-cola mientras los núcleos en altura muestran una vocación agropecuaria más diversificada (Álvarez-Sanchís 2003: 127, 2007: 202).

2.3. Ríos Almonte y Tamuja.Para la zona oriental de la penillanura trujillano-

cacereña, surcada por los ríos Almonte y Tamuja, se ha propuesto un patrón de poblamiento caracteri-zado por pequeños asentamientos, ubicados mayori-tariamente en elevaciones fácilmente defendibles sobre la ribera de los ríos, aunque también se sitúan en sierras de mediana altura controlando vías de co-municación relativamente importantes (Redondo Rodríguez y Esteban Ortega 1992-93: 162-164; Martín Bravo 1999: 209). Este modelo sí se apoya sobre una firme base documental debida, principal-mente, a las prospecciones realizadas por A. M. Martín Bravo en la Alta Extremadura (1999).

Pero, si la dualidad castros de ribero/castros se-rranos está perfectamente atestiguada, no sucede lo mismo con el tercer tipo de emplazamiento supues-to: en el llano (Redondo Rodríguez y Esteban Orte-ga 1992-93: 164; Martín Bravo 1999: 207). Este úl-timo tipo de asentamiento explotaría las mejores tierras agrícolas de la zona, precisamente aquellas obviadas por los castros ribereños y serranos a la hora de escoger su localización, y debido a esta pri-vilegiada ubicación para el aprovechamiento agra-rio, estos poblados continuarían en época romana. Se ha propuesto como ejemplo de este tipo de en-claves los casos de Cáceres y Trujillo (Redondo Rodríguez y Esteban Ortega 1992-93: 164), aunque se carece de datos arqueológicos que confirmen esta hipótesis. Martín Bravo (1999) sí documenta este tipo de emplazamiento para algunos hábitats del Hierro I, así como para los momentos iniciales de la romanización en esta área, pero no en el Hie-rro II.

Con todo ello, se puede decir que el poblamien-

Fig.: 2. Asentamientos encuadrables entre el s. III e inicios del I a.C. en torno al Río Adaja: 1. La Tejeda (Orbita), 2. San Juan (Ojos-Albos), 3. Las Cogotas (Cardeñosa), 4. La Mesa de Miranda (Chamartín), 5. Ulaca, (Solosancho); Valle Medio del Tajo: 6. Arroyo Manzanas (Las Herencias), 7. Castrejón (Retamoso de la Jara), 8. El Castillazo (Belvís de la Jara), 9. La Estrella (La Estrella), 10. El Castillo (Navalmoralejo), 11. Cerro de la Mesa (Alcolea de Tajo), 12. Caleruela (Caleruela); Ríos Almonte y Tamuja: 13. Castrejón (Plasenzuela), 14. Villasviejas del Tamuja (Botija), 15. Sierra de Santa Cruz (Santa Cruz de la Sierra), 16. Castillejo (Herguijuela), 17. Cerro de San Cristóbal (Logrosán), 18. El Castrejón (Berzocana), 19. Valdeagudo (Garciaz), 20. La Dehesilla (Berzocana), 21. Cerro de la Torre (Retamosa), 22. Castillejo de la Hoya (Aldeacentenera), 23. El Castillejo de la Coraja (Aldeacentenera), 24. El Castejón del Pardal (Trujillo), 25. La Burra (Torrejón el Rubio), 26. Villasviejas del Azuquén de la Villeta (Trujillo), 27. Cerca del Castrejón, Santa Ana (Monroy), 28. La Muralla del Aguijón de Pantoja (Trujillo), 29. El Castillejo (Casar de Cáceres), 30. Castillejo (Santiago del Campo); Ríos Huebra/Yeltes y Águeda: 31. Irueña (Fuenteguinaldo), 32. Lerilla (Zamarra), 33. La Plaza (Gallegos de Argañán), 34. Castelmao (San Felices de los Gallegos), 35. Las Merchanas (Lumbrales), 36. Cabezo de San Pedro (Hinojosa de Duero), 37. Castillo de Saldañuela (Bermellar), 38. El Castillo (Saldeana), 39. Picón de la Mora (Encinasola de los Comendadores), 40. Yecla de Yeltes (Yecla de Yeltes), 41. Los Castillos (Yecla de Yeltes).

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314JESÚS RODRÍGUEZ HERNÁNDEZ

to en la región regada por el Almonte y el Tamuja está formado por castros de pequeñas dimensiones: dos no llegan ni a la hectárea de superficie, nueve se sitúan entre 1 y 2 ha, dos entre 3 y 4 ha (Valdea-gudo y La Burra) y sólo uno (Villasviejas del Ta-muja) supera las 6 ha (de los otros cuatro se desco-noce su superficie). En cuanto a su emplazamiento, la gran mayoría se ubican en contacto directo con el cauce de dichos ríos, dando lugar en el caso del Al-monte a una gran concentración de castros, distri-buidos cada 10 Km. aproximadamente. Pero tam-bién se localizan en las estribaciones de la Sierra de Guadalupe, controlando el acceso a la cuenca del Tajo desde la del Guadiana. Esta divergencia en la situación de los castros no determina, sin embargo, una diferenciación clara en cuanto al aprovecha-miento económico del entorno se refiere puesto que los suelos que rodean a los poblados son de escasa potencia lo que no favorece el desarrollo de la agri-cultura (Martín Bravo 1999: 205). Por ello, las ini-ciativas económicas irían orientadas principalmente a la explotación pecuaria del entorno (Ongil 1986-87: 327; Redondo Rodríguez y Esteban Orte-ga 1992-93: 171).

2.4. Ríos Huebra/Yeltes y Águeda.En el occidente de la provincia de Salamanca se

ha planteado un patrón de poblamiento configurado por pequeños castros, fuertemente fortificados, si-tuados junto a la vega de los ríos (Álvarez-Sanchís 2003: 120). Destaca la concentración de los mismos entre los ríos Huebra/Yeltes y Camaces, donde las distancias medias con el vecino más próximo son inferiores a los 5 Km. En el caso del Águeda, los asentamientos se distribuyen de forma regular cada 10 Km. aproximadamente (Álvarez-Sanchís 2003: 120). Faltarían en esta zona los poblados tipo aldea, aunque para Salinas (1992-93: 179) algunos de los numerosos hábitats conocidos en la provincia de Salamanca, mediante prospecciones arqueológicas de superficie, podrían remontarse a momentos pre-rromanos a pesar de que la mayoría parecen roma-nos. Para este mismo autor, la gran concentración de castros en el noroeste de la provincia tendría en la explotación de los recursos mineros de la zona una posible explicación (Salinas 1992-93: 179-180) aunque no hay evidencias arqueológicas que corro-boren dicha actividad en época prerromana (Álva-rez-Sanchís 2003: 122, 2005: 265).

Ciudad Rodrigo (identificada con la Mirobriga de Ptolomeo) no ha sido incluida en el análisis por-que los materiales indígenas rescatados en las exca-vaciones realizadas en su solar arrancan de la se-gunda mitad del s. I a. C. (Martín Valls 1976: 384), por tanto, en un momento en el que Roma ya tiene una presencia determinante en la zona.

Por todo ello, el poblamiento en la región occi-

dental de Salamanca, atravesada por los ríos Hue-bra, Yeltes, Camaces y Águeda, se caracteriza por la presencia de castros de pequeño tamaño como, por ejemplo, el Picón de la Mora con 1 ha de super-ficie, aunque Yecla de Yeltes y Las Merchanas ron-dan las 5 ha e Irueña (identificada con Urunia) al-canza las 9 ha. Están exclusivamente ubicados en zonas de fácil defensa sobre el cauce de dichos ríos y sus territorios de explotación revelan una orienta-ción fundamentalmente ganadera puesto que en ellos escasean los suelos agrícolas (Álvarez-Sanchís 2003: 120).

3. Conclusiones.Tras analizar los diferentes patrones de pobla-

miento de las cuatro áreas seleccionadas se puede comprobar la variabilidad existente entre los mis-mos: mientras el esquema general responde a pobla-dos de escasa entidad, alrededor del río Adaja sur-gieron verdaderos oppida cuya superficie no tiene parangón en el resto de zonas (exceptuando Arroyo Manzanas). Tanto en el valle Amblés y territorios aledaños como en el valle medio del Tajo y en la región cacereña bañada por el Almonte y el Tamuja existe una dualidad en el emplazamiento de los há-bitats con la presencia de castros ribereños y serra-nos pero, sin embargo, en el occidente de Salaman-ca los asentamientos se ubican exclusivamente en zonas de ribera. Además, de forma muy diferente a lo que sucede en las otras áreas, alrededor de los ríos Huebra/Yeltes existe una gran concentración de castros. Como refiere Salinas (1992-93: 180), algu-nos investigadores han propuesto que la gran densi-dad de castros en esta zona estaría indicando una diferencia étnica de la población. Por último, frente a la mayoritaria orientación pecuaria de los territo-rios de explotación cercanos a los poblados, en el valle medio del Tajo destacan las buenas posibili-dades agrícolas, sobre todo, de los yacimientos ubi-cados junto al río.

Aunque esta variabilidad regional en los patro-nes de poblamiento puede deberse, como apunta Álvarez-Sanchís (2003: 128), a factores geográfi-cos, económicos y/o defensivos, también puede es-tar reflejando diferencias étnicas entre las poblacio-nes de estas áreas (Fig. 3). Los modelos de ocupa-ción del territorio podrían constituir así un marca-dor étnico y, además, de la máxima utilidad, debido a su presumible carácter inconsciente y, por tanto, no manipulable. A esto se uniría la ventaja de poder aplicar esta categoría de análisis en espacios con una cultura material mueble muy homogénea.

Para seguir avanzando en esta línea de investi-gación será necesario explorar el papel jugado por los hábitats de las otras áreas que se han quedado fuera en este trabajo pero, sobre todo, contrastar la información procedente de las pautas de distribu-

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315LOS PATRONES DE POBLAMIENTO COMO IDENTIFICADOR ÉTNICO: LAS ETNIAS VETTONAS

Fig.: 3. Posibles etnias vettonas.

ción del poblamiento con la obtenida a partir del es-tudio de la cultura material mueble (Cadenas Tec-nológico Operativas cerámicas, elementos de ador-no...), llevando así a cabo un análisis contextual global, imprescindible en cualquier aproximación a la etnicidad en el pasado.

AgradecimientosQuiero agradecer profundamente a J. Francisco

Fabián García las facilidades dadas para la consulta de varias fichas inéditas pertenecientes al Inventario Arqueológico de Ávila y sus valiosos comentarios y a Pablo Ortego Rico su inestimable ayuda a la hora de elaborar el aparato gráfico del artículo.

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JIA 2008 ISBN: 978-84-92539-25-3 Pp.: 317-324

¿QUÉ HAY -Y NO HAY- DE LAS NECRÓPOLIS DE VETTONES Y VACCEOS? UNA VISIÓN CRÍTICA DEL REGISTRO ARQUEOLÓGICO

Juan Francisco M. CorbíDepartamento de Prehistoria, UCM; [email protected]

RESUMEN

Evaluar los factores históricos y naturales que han intervenido en la formación del actual registro ar-queológico cementerial de Vettones y Vacceos y, por tanto de nuestro conocimiento científico sobre el mis-mo, a través de un análisis crítico de la historia de las investigaciones arqueológicas que sobre estas necrópo-lis comenzaron en los años treinta del siglo XX, constituye un ejercicio de gran interés para considerar si la información disponible es o no suficientemente representativa de su contexto original. ¿Qué información des-conocemos aún o hemos perdido definitivamente? Y, además, ¿qué tipo de nuevos estudios y análisis pode-mos llevar a cabo con la documentación arqueológica disponible para incrementar nuestro conocimiento so-bre dichas comunidades del Occidente de la Meseta, sus ritos y costumbres funerarias y su estructura social, política y económica?

ABSTRACT

Evaluating the historical and natural factors that have taken part in the formation of the current fu-nerary archaeological record of Vettons and Vacceos and, therefore of our scientific knowledge about such record, through a critical analysis of the history of archaeological investigations that about these cemeteries started in the thirties of the 20th century, is an interesting practice to consider if the available information is or not sufficiently representative of their original context. What kind of information still remains unknown or has finally been lost? And, moreover, What type of additional studies and analysis we can carry out with the current archaeological documentation to increase our knowledge about the said western communities of the Iberian Meseta, their rites and funerary customs and their social, political and economical structure?

Palabras Clave: Vettones. Vacceos. Necrópolis. Formación y representatividad del registro arqueológico.

Keywords: Vettons. Vacceos. Cemeteries. Formation and representativity of the archaeological record.

1. Planteamientos introductorios.En el II Simposio sobre los Celtíberos, dedicado

monográficamente a sus necrópolis y celebrado en Daroca (Zaragoza) en 1988, Jesús R. Álvarez-San-chís (1990) presentó una interesante reflexión sobre los factores históricos y naturales que intervienen en la formación del registro arqueológico de las ne-crópolis del Alto Duero-Alto Jalón. Por nuestra par-te se pretende rescatar y completar dichos plantea-mientos, importantes si de lo que se trata es de eva-luar hasta qué punto la información de que dispone-mos sobre las necrópolis de la Iberia Céltica es re-presentativa o no del contexto original de las comu-nidades allí enterradas.

Se trata, pues, de valorar la incidencia de aque-llos factores de naturaleza histórica y natural que actúan sobre los cementerios, al mismo tiempo o en diferentes momentos a partir de su abandono, alte-rando su integridad y motivando que la información nos llegue con algunas limitaciones en general. Solo así podremos evaluar qué sabemos de las prác-ticas funerarias de la Edad del Hierro, qué informa-ción hemos perdido y qué otra espera ser excavada o recuperada a partir de nuevos análisis de los ma-teriales de las excavaciones antiguas. Dichos facto-

res se pueden dividir en tres grupos (Fig. 2):

1.- Factores humanos relacionados con la in-vestigación propiamente dicha: Los arqueólogos no nos hemos planteado las mismas preguntas, ni hemos buscado los mismos datos y/o cubrir, por tanto, los mismos objetivos en nuestras investiga-ciones. Ello se traduce en la aplicación de una me-todología de excavación o de análisis de los mate-riales diferente en cada caso o en el planteamiento de distintas propuestas interpretativas que aportan una información variable en su calidad y cantidad.

2.- Factores humanos ajenos a la excavación: Por la propia naturaleza enterrada de los cemente-rios, éstos se han visto afectados en general por los trabajos agrícolas realizados esos terrenos o, tam-bién, por las obras públicas o construcciones que han arrasado parte de los yacimientos. Si le suma-mos la acción de los clandestinos, podremos con-cluir que los arqueólogos solemos llegar al yaci-miento una vez que ha perdido una buena parte de la información contextualizada original.

3.- Fenómenos naturales: Ajenos al control y a la voluntad humanos, pueden significar la alteración de los estratos y la descontextualización, desplaza-

I Jornadas de Jóvenes en Investigación Arqueológica: Dialogando con la Cultura Material. UCM, 3-5 de septiembre de 2008.

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318JUAN FRANCISCO M. CORBÍ

miento o pérdida de los materiales de las tumbas.

2. La muestra: los cementerios.Entre Vettones y Vacceos tenemos un registro

arqueológico relativamente amplio, aunque desi-gualmente repartido y excavado, que se extiende por Valladolid, Palencia y Segovia -Vacceos- y Ávila, Salamanca, Toledo y Cáceres -Vettones- (Fig. 1). En Valladolid está la necrópolis de Las Ruedas; las de Palencia, Palenzuela y Tariego de Cerrato se hallan en Palencia, y la de Cuéllar en Se-govia. De estos cinco cementerios, contamos real-mente con un conocimiento arqueológico aceptable y una buena labor de divulgación en el primero, pues los otros apenas se conocen o lo son de forma muy precaria (Romero Carnicero y Sanz Mínguez, 2007: 38; Sanz Mínguez y Martín Valls, 2001: 323), por lo que prestaremos mayor atención a Las Ruedas.

Fig. 1. Localización geográfica de las necrópolis vacceas y vet-tonas: (1) Palenzuela, (2) Palencia, (3) Tariego de Cerrato, (4) Las Ruedas, (5) Cuéllar, (6) El Picón de la Mora, (7) La Osera, (8) Las Cogotas, (9) Ulaca, (10) El Raso (11) El Cardenillo, (12) Pajares, (13) Portaje, (14) Alcántara, (15) Alconétar, (16) La Coraja, (17) El Mercadillo y El Romazal, (18) Santa Cruz de la Sierra y (19) Arroyo Manzanas.

En el área vettona encontramos mayor número de cementerios. En Ávila, cinco: Las Cogotas, La Osera, El Raso de Candeleda, Los Castillejos de Sanchorreja, Ulaca y, según señala Sánchez More-no (2000: 88), otro probable en Las Cunas de los Moros (Cebreros). Se han excavado las cinco pri-meras, muy desigualmente por cierto, aunque los hallazgos de las excavaciones antiguas de Ulaca apenas fueron dados a conocer (Gutiérrez Palacios, 1955), así como de los correspondientes a las inter-venciones de los últimos años solo existen por el momento breves noticias (Álvarez-Sanchís y Ruiz Zapatero, 2004: 107; Ruiz Zapatero, 2005: 35-36).

Trece se hallan en Cáceres: El Cardenillo, Paja-res I, II y III, El Castillejo de la Orden, La Coraja, El Mercadillo, Romazal I y II, Portaje, Alconétar, Santa Cruz de la Sierra y Casar de Cáceres, de las que las nueve primeras se conocen de forma más o menos parcial. Por otro lado, el registro funerario de Salamanca y Toledo permanece virtualmente desconocido pues las necrópolis de Yecla de Yeltes y Las Merchanas no aportan materiales de época prerromana (Martín Valls, 1982: 181; Sánchez Mo-reno, 2000: 102-103) y las de El Picón de la Mora y Arroyo Manzanas no se han excavado, pudiendo existir otra en torno al poblado toledano del Casti-llo de Bayuela (Rodríguez Almeida, 1955: 268).

¿Podría darse el caso, tal y como sugiere Álva-rez-Sanchís para las necrópolis del Alto Duero-Alto Jalón (1990: 339), de que esta distribución por pro-vincias ciertamente irregular no esté mostrando la localización original de estos cementerios, sino que sea el reflejo de que los hallazgos se han producido generalmente a remolque de las obras públicas y de la actuación de los clandestinos y del arado? ¿Ca-bría esperar la existencia de nuevos cementerios que den en el futuro una imagen más cercana de lo que debió ser la geografía funeraria de estos pue-blos?

Los cementerios vettones empiezan a conocerse a principios de los años `30 del siglo XX con la ex-cavación íntegra de Las Cogotas (Cabré Aguiló, 1932). Sus mismos excavadores trabajaron, en dife-rentes campañas entre 1932 y 1945, en el de La Osera, del que solo publicaron su Zona VI (Cabré Aguiló et alii, 1950). Las demás necrópolis vetto-nas y la de Las Ruedas no recibieron la visita de los arqueólogos científicos hasta los años `70 y fueron trabajos siempre parciales, centrados en una parte más o menos pequeña de toda la superficie por la que se debió extender cada necrópolis. Resulta cu-rioso que entre 1930 y 1945 se excavaran el mayor número de tumbas en el área vettona por parte de Juan Cabré, su hija y Antonio Molinero en Las Co-gotas y La Osera -un total de 3843 tumbas-, frente a las menos de 600 excavadas entre 1970 y 2007 en El Raso de Candeleda, La Coraja, El Mercadillo, El Romazal I y II, El Castillejo de la Orden, El Carde-nillo y Pajares I, II y III.

Al ser, al menos la vettona, una región “con uno de los volúmenes informativos más reveladores del total de ámbitos funerarios de la Iberia prerromana” (Sánchez Moreno, 2000: 103), será interesante ana-lizar preliminarmente qué factores determinan nues-tro conocimiento -y nuestros desconocimientos-.

3. Aspectos metodológicos.Encontramos algunas características comunes de

naturaleza metodológica que afectan al modo en que se ha descubierto, primero, y estudiado, des-

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319¿QUÉ HAY -Y NO HAY- DE LAS NECRÓPOLIS DE VETTONES Y VACCEOS? UNA VISIÓN CRÍTICA DEL REGISTRO...

pués, este registro. Entre ellas, destacamos las si-guientes:

1.-Metodología de excavación: Según se apli-que una u otra metodología de excavación, así será la cantidad, la calidad y el tipo de información a la que podamos acceder. No es lo mismo la excava-ción en extensión de toda la necrópolis -Las Cogo-tas, La Osera- (Baquedano Beltrán, 2004: 386-389; Cabré Aguiló et alii, 1950: 59 ss.) o en cuadrículas de parte de su superficie -Pajares, El Raso, El Mer-cadillo, El Romazal I y II- (Celestino Pérez et alii, 2000: 35 ss.; Fernández Gómez, 1986 y 1997: 533-535 y 12; Hernández Hernández, 1994: 259; Hernández Hernández y Galán Domingo, 1996: 13 ss. y 122), que la apertura de algunas zanjas o trin-cheras -Las Ruedas- (Sanz Mínguez, 1998: 47 ss.). Las dos primeras metodologías aportan una mejor contextualización de los resultados obtenidos y la visualización del “plano” de distribución de las tumbas. Las trincheras solo pueden ofrecer, como ocurre precisamente en Las Ruedas, la imagen de un desarrollo cronológico lineal del cementerio des-de las tumbas más antiguas a las más modernas, si-tuadas respectivamente en cada uno de los extremos de la zanja (Sanz Mínguez, 1993; 1998: 467 ss.; 1999).

2.-Memorias de excavación: Ya que las me-morias de excavación se extienden desde los años `30 del siglo XX hasta la actualidad, las diferencias en su forma y contenido son notorias. Así pues, mientras las más antiguas prestan un interés exclusi-vo por ordenar los materiales de las tumbas crono-culturalmente para adscribirlos a una época y un pueblo prerromano determinados, los estudios ac-tuales se centran más bien en la sociedad e ideolo-gía a partir del análisis sistemático de los ajuares y las expresiones funerarias. No obstante, debemos

congratularnos por contar en el caso vettón con me-morias antiguas muy completas, excepcionales para la época (Cabré Aguiló, 1932 y Cabré Aguiló et alii, 1950), que revelan la rigurosidad y el cuidado que se puso tanto en los trabajos arqueológicos como en el registro de los datos y que han permiti-do llevar a cabo varios estudios y análisis interpre-tativos (Álvarez-Sanchís y Ruiz Zapatero, 2001; Baquedado Beltrán, 2004: 390 ss.; Baquedano Bel-trán y Escorza, 1995, 1996, 1998 y 2001; Castro Martínez, 1986; Celestino Pérez y Martín Bañón, 1999; González-Tablas Sastre, 1985; Kurtz Schaef-fer, 1987).

En las más modernas memorias podemos encon-trar aún más detalladas descripciones de las tumbas y de los objetos de ajuar; análisis químicos de los objetos metálicos; identificación de las ofrendas; análisis antropológicos de los huesos cremados, etc. Pero hay casos modernos de necrópolis insuficien-temente divulgadas como La Coraja, (Esteban Orte-ga, 1993); El Castillejo de la Orden (Esteban Orte-ga et alii, 1988); y la de El Romazal I, pero sobre todo El Romazal II, a la que solo se dedican breves párrafos en la memoria del cementerio de El Merca-dillo (Hernández Hernández y Galán Domingo, 1996: 122). Insuficiencia que se repite en Palenzue-la (De Castro García, 1971; Martín Valls, 1984: 37 ss.), Palencia (López Rodríguez, 1978; Simón y Nieto, 1948; Taracena Aguirre, 1948) y Tariego de Cerrato (Castro García y Blanco Ordás, 1975).

3.- Datación: Como herencia de los primeros trabajos, solo se han manejado cronologías relativas para fechar estos conjuntos. Esto se traduce en hor-quillas temporales muy amplias, que a veces abar-can más de uno, dos o tres siglos, para algunas de las tipologías de los objetos hallados. Una impreci-sión que no tiene mucho que envidiar a los errores

Fig.: 2. Factores que intervienen en la formación del registro arqueológico de estas necrópolis.

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vertidos por el C-14 en estos contextos recientes y que no impide hacer algunas mediciones absolutas, como en Pajares, para refrendar la cronología relati-va propuesta (Celestino Pérez et alii, 2000: 86).

4.-Superficie cementerial, espacio excavado y por excavar: En general, estos cementerios han sido estudiados en una muy pequeña parte. De las 4 ha de superficie de Las Ruedas solo se han excava-do unos 600 metros cuadrados, descubriéndose 147 tumbas frente a las entre sesenta mil y cien mil que debió albergar el lugar (Sanz Mínguez y Romero Carnicero, 2008: 7). Dentro del amplio espacio que se le supone a la necrópolis de El Raso, entre el po-blado y las orillas del Tiétar, solo conocemos 125 tumbas frente a las cientos de tumbas perdidas por las acciones clandestinas (Fernández Gómez, 1986: 530). Son ejemplos que ilustran la información que nos queda por conocer o que hemos perdido, junto a las necrópolis que no se han excavado y el núme-ro aun insuficiente de tumbas con que contamos.

4. Aspectos rituales.La sistematización de los aspectos rituales con-

cretos que presentan estas necrópolis nos permitirá conocer la diversidad de expresiones y prácticas fu-nerarias de la Meseta Occidental en la II Edad del Hierro. Destacan, entre otros, los siguientes:

1.-Localización: La gran mayoría se encuentran en lugares llanos o amesetados, fácilmente accesi-bles desde el poblado pues suelen encontrarse en el camino de entrada al mismo, a no más de 300 me-tros de distancia de su puerta principal por regla ge-neral. Raramente las encontramos en zonas de terre-no accidentado como Las Cogotas (Cabré Aguiló, 1932: 11-12) o escarpadas, de difícil acceso, aleja-das del poblado y de casi nula visibilidad desde éste como ocurre en El Romazal I (Hernández Hernán-dez, 1994: 259), en Tariego de Cerrato -separada del castro por el Pisuerga- (De Castro García y Blanco Ordás, 1975: 128) y Palenzuela -a 1 kilóme-tro del castro- (Martín Valls, 1984: 37). Quizá Paja-res y El Cardenillo fuesen recintos cerrados por mu-ros de piedra (Celestino Pérez et alii, 2000: 83; González Cordero et alii, 1990: 131).

Puede que cerca de un mismo poblado haya más de un cementerio. Ello sucede en Villasviejas del Tamuja (Hernández Hernández, 1991; Hernández Hernández y Galán Domingo, 1996: 111 ss.) y en Padilla de Duero -Pintia- con Las Ruedas y Carra-laceña (Sanz Mínguez et alii, 1993).

2.-Distribución de las tumbas: Se puede ob-servar si las tumbas siguen un orden originalmente prediseñado en su localización dentro de los cemen-terios y qué patrón pudo regir tal distribución. En El Raso existen varios núcleos o sectores funera-rios, pero para su excavador ningún patrón ordena-

ba las tumbas en su interior (Fernández Gómez, 1986 y 1997: 764 y 115), igual que en La Coraja (Esteban Ortega, 1993: 72-73) o El Castillejo de la Orden (Esteban Ortega et alii, 1988: 88). Esa ten-dencia a las agrupaciones contemporáneas de tum-bas se ha relacionado repetidamente con grupos fa-miliares y la organización gentilicia que supuesta-mente caracterizó a las sociedades vettona y vaccea (Martín Valls, 1984: 44-45; Baquedano, 2007: 167).

Quizá hubiese más orden del que nos parece, pues para La Osera se ha señalado que las tumbas se colocaron diseñando seis zonas de planta geomé-trica cada una (Baquedano Beltrán y Escorza, 2001). Además, al menos en lo que se refiere a su Zona I, teniendo en cuenta los tipos de tumbas, los ajuares que las componen evidenciando diferentes status sociales y la localización concreta de cada tipo de tumba en el espacio de dicha zona, se ha comprobado que las tumbas se dispusieron de modo que en que un individuo, según su condición social, tenía su lugar de enterramiento (Baquedano y Es-corza, 1996). Parece, por otro lado, que el cemente-rio de El Romazal I estaba orientado hacia el Este (Hernández Hernández, 1994: 259), dato relevante si se considera la importancia del Sol en la cultura y religiosidad célticas. Además, el empedrado tumu-lar B de El Mercadillo presenta sus cuatro vértices orientados hacia los cuatro puntos cardinales (Her-nández Hernández y Galán Domingo, 1996: 19; Hernández Hernández y Rodríguez López, 1990, 72). Por su parte, en la necrópolis de Palenzuela las tumbas y estelas estaban ordenadas linealmente a lo largo de su superficie y separadas a distancias regu-lares (De Castro García, 1971: 14); y en la de Pa-lencia parece que había zonas concretas reservadas para cada tipo de ajuar, o sea, para cada una de las identidades socioeconómicas desarrolladas entre los vivos (López Rodríguez, 1978: 194, 197). En La Osera se ha demostrado también la colocación de las estelas y los enterramientos de cabezas cortadas marcando las posiciones del Sol en los solsticios de verano e invierno, coincidiendo además con las fiestas más importantes del calendario celta y refle-jando sobre el “plano” de la necrópolis la constela-ción de Orión. Ello, y algún otro trabajo reciente, apuntan a la existencia de sacerdotes especialistas en la lectura de los fenómenos celestes (Baquedano y Escorza, 1998; Pérez Gutiérrez, 2007).

Son datos que confirman pues que la Arqueoas-tronomía, menos desarrollada que en otros países (Cerdeño et alii, 2006), debe seguir presente en las agendas de investigación por el interés que suscitan los resultados obtenidos (Belmonte, 2002; García Quintela y Santos Estévez, 2004; Pérez Gutiérrez, 2007; Rodríguez-Caderot et alii, 2006).

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3.-Agua y vientos: Conociendo la importancia del agua y del viento en la cultura y rituales celtibé-ricos (Sopeña Genzor, 2004: 88), resulta relevante que estas necrópolis se sitúen muy cerca de cursos de agua. Lo más frecuente es que estén en torno a cauces de arroyos y gargantas, de curso regular o irregular, como en La Osera, El Raso, Pajares, El Castillejo de la Orden o Las Ruedas. En los casos en que existe un río propiamente dicho, el poblado se localiza río arriba y la necrópolis río abajo lógi-camente, tal y como se observa en Las Cogotas.

El dato de la orientación de los vientos no apa-rece en las memorias de excavación, a pesar de que constituye un argumento relevante para poder en-contrar, confirmar, rebatir o suponer la localización de los ustrina en espacios donde los vientos y ma-los olores no molestaran a los habitantes de los po-blados. Mediante su excavación podríamos conocer cómo eran y se construían estas piras y cómo se efectuaban las cremaciones (Pereira Sieso, 2001).

No se ha excavado ningún ustrinum y en algu-nos casos se supone su localización en áreas espe-cialmente ricas en concentraciones de cenizas, como en Las Cogotas, La Osera, Sanchorreja o Las Ruedas (Cabré Aguiló, 1932: 17; Cabré Aguiló et alii, 1950: 163; González-Tablas Sastre, 1990: 43, 45-46; Sanz Mínguez y Romero Carnicero, 2007: 73). En Pajares II o La Coraja no se han encontrado evidencias claras pero sus excavadores proponen posibles zonas en que pudieron situarse (Celestino Pérez et alii, 2000: 84; Esteban Ortega, 1993: 72). Aunque en La Osera se encontraran también algu-nas tumbas rodeadas de lechos de cenizas, testimo-nio de cremaciones in situ -busta- (Cabré Aguiló et alii, 1950: 63), los ustrina parecen lo más generali-zado.

4.-Tipología de las tumbas: En cuando a su ti-pología, las tumbas presentan una cierta diversidad pudiéndose encontrar más de un modelo en una misma necrópolis. El elemento básico que aparece en todos los cementerios es el habitual hoyo o pe-queño rebaje del terreno, más o menos profundo y ancho, en que se colocan las urnas mejor o peor protegidas. También se aprovecharon oquedades naturales en el sustrato o se buscaba la roca madre para la colocación de las urnas, como se observa en Pajares II y El Romazal I (Celestino Pérez et alii, 2000: 82; Hernández Hernández, 1994: 259-260). En otros casos, se recurrió al uso de túmulos y em-pedrados tumulares como los de La Osera con tum-bas bajo, entre o sobre los mismos (Cabré Aguiló et alii, 1950: 65), o bien tumbas en hoyo cubiertas por amontonamientos de piedras de aspecto tumular que presentan una forma definida o irregular, como ocurre en Tariego de Cerrato, el sector Guijas B de El Raso, El Mercadillo o Palencia (De Castro Gar-

cía y Blanco Ordás, 1975: 128; Fernández Gómez, 1997: 15 ss.; Hernández Hernández y Galán Do-mingo, 1996: 18 ss.; López Rodríguez, 1978: 194-197). Llaman la atención los túmulos naturales intencionalmente recortados y coronados por círcu-los de piedras que albergaban los enterramientos en Pajares (Celestino Pérez et alii, 2000: 86) y los ce-notafios de La Osera, El Castillejo de la Orden, El Raso, Sanchorreja o Las Ruedas (Cabré Aguiló et alii, 1950: 62; Esteban Ortega et alii, 1988: 14; Fernández Gómez, 1986: 766; González-Tablas Sastre, 1990: 26; Sanz Mínguez y Romero Carnice-ro, 2007 y 2008: 72-73 y 6).

5.-Estelas: Mientras que en El Raso o en San-chorreja no se han encontrado evidencias de estelas (Fernández Gómez, 1986: 764; González-Tablas Sastre, 1990: 27), en La Osera aparecen señalando solamente cada una de las seis zonas de enterra-miento del cementerio (Baquedano y Escorza, 1998: 88-89). Gracias al seguimiento de las tareas agrícolas, en Las Ruedas se han registrado unas 100 en su lugar original frente a 400 descontextualiza-das (Sanz Mínguez et alii, 2006: 67-68). En efecto, la señalización de al menos una parte de las tumbas cuenta con ejemplos en Las Cogotas, Pajares II, Pa-lenzuela, El Romazal I y Las Ruedas (Cabré Agui-ló, 1932: 15; Celestino Pérez et alii, 2000: 82-83 y 86; De Castro García, 1971: 14; Hernández Her-nández, 1994: 261; Sanz Mínguez y Romero Carni-cero, 2007: 70-71). Lo que parece claro es que hubo más tumbas que estelas, es decir, que el uso de éstas no se aplicaba a todos los enterramientos de un mismo cementerio, y que ello podría implicar la pertenencia del difunto enterrado con estela a un status social concreto, o bien el uso de éstas en un espacio de tiempo muy breve (Sanz Mínguez y Es-cudero Navarro, 1994: 171-172).

6.-Ofrendas: Especial singularidad tienen los estudios sobre los restos faunísticos y los conteni-dos de los vasos de ofrendas colocados en las tum-bas de Las Ruedas. Solo conocemos los resultados de los análisis de 85 recipientes cuyas tipologías se corresponden en cada caso con determinadas ofren-das cárnicas o de bebidas, especialmente vino, pero también productos lácteos y/o derivados, cerveza, ungüentos o aceites perfumados entre otros (Sanz Mínguez et alii, 2003: 151-153). Así pues, a partir de la vinculación del vino y la carne en tumbas de guerreros y sus familiares, puede discutirse sobre el consumo del vino y la realización de posibles ban-quetes funerarios entre los Vacceos; la recepción de costumbres y hábitos foráneos por parte de los miembros más destacados de la sociedad y el uso de las ofrendas como definidores de su status social (Romero Carnicero y Górriz Gañán, 2007; Sanz Mínguez et alii, 2003: 158 ss.), así como del carác-ter protector de determinados animales acompañan-

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tes hacia la otra vida según se plantea en Numancia (Jimeno et alii, 2004: 329).

7.-Ajuares: La lectura social de los ajuares en estos cementerios ha venido determinada por la ma-yor o menor presencia de armas y, con la ayuda de las tardías fuentes clásicas, el dibujo de una organi-zación social fuertemente jerarquizada y guerrera (Almagro-Gorbea y Lorrio, 2005). No puede negar-se la importancia de los conjuntos armamentísticos, al menos, en las necrópolis abulenses, además de Las Ruedas, El Castillejo de la Orden o El Romazal I. La zona excavada en Las Ruedas, de ricos ajuares (Sanz Mínguez y Romero Carnicero, 2007: 69), se propone como lugar de enterramiento de una parte de la población especialmente rica y seguramente dedicada a la guerra y sus emparentados (Sanz Mín-guez, 1993 y 1998: 374 y 503). En las necrópolis abulenses se ha observado una cierta gradación so-cial entre guerreros de diferente status, artesanos, mujeres y hombres campesinos y gentes del común o, incluso, siervos que establecerían entre sí diver-sas relaciones de parentesco, de dominación o de servicio a la comunidad (Castro Martínez, 1986; González-Tablas Sastre, 1985; Martín Valls, 1986-87: 75-76; Ruiz Zapatero, 2007: 69-70). El Castillejo de la Orden y El Romazal I, por su eleva-da proporción de armas, así como El Mercadillo, por el elevado número de mujeres en sus tumbas, se han descrito como espacios reservados a una sola parte o status de la comunidad (Álvarez-Sanchís, 2003: 299). Ello frente a la relativa inexpresividad de necrópolis como El Mercadillo, Pajares o La Co-raja, pobres en armas pero ricas en influencias y contactos con el mundo turdetano e ibérico.

Además de valorar si existió algún patrón que relacionara las zonas en que se encuentran las tum-bas, los modelos de enterramiento elegidos, las ca-racterísticas de los ajuares y el status, edad y sexo de los difuntos, no estaría de más someter a las fuentes clásicas a un análisis crítico e insistir en su correcta articulación con la información procedente de las excavaciones arqueológicas (Ruiz Zapatero, 2007: 67). En Numancia, por otro lado, los restos óseos humanos cremados son fuente de información paleodietética y las diferencias en la dieta se han in-tentado relacionar con ajuares -o niveles sociales- y áreas de enterramiento diferentes (Jimeno et alii, 2004: 331 ss.). Los análisis antropológicos y de ADN sobre dichos huesos nos permitirían diferen-ciar grupos de población genéticamente relaciona-dos, así como sus patrones de movilidad (Haselgro-ve et alii, 2001: 14), el sexo y la edad de los difun-tos y, en efecto, corroborar o desestimar la idea de que estos cementerios se estructuraban en función de los grupos familiares. Todo ello sin olvidar pers-pectivas tan estimulantes como las identidades polí-ticas, de clase, género o etnia (Arnold, 1995; Cruz

Andreotti y Mora Serrano, 2004; Curià et alii, 2001; Díaz-Andreu et alii, 2005; Ruiz Zapatero y Álvarez-Sanchís, 2002) y su reflejo no solo en las tumbas sino también en los poblados.

5. Conclusiones.De esta forma, podemos comprobar preliminar-

mente nuestro nivel de conocimiento sobre la muer-te entre Vettones y Vacceos y cómo los factores na-turales e históricos que comentábamos en nuestra introducción lo han determinado y matizado.

Por un lado, hemos de reconocer que el número de tumbas recuperadas en la mayoría de estos ce-menterios -15 en El Castillejo de la Orden, 46 en El Mercadillo, 40 en Pajares, 147 en Las Ruedas ó las 125 de El Raso- no puede considerarse representati-vo de la sociedad que allí se enterró.

Por otro lado, se desconocen aspectos como la localización y características de los ustrina, los ti-pos de ofrendas animales y/o de bebidas, o el signi-ficado de las diversas expresiones funerarias y de la distribución de las tumbas y organización de los ce-menterios. Con los análisis antropológicos y de ADN y la investigación sobre las identidades y rela-ciones económicas y políticas que se pudieron esta-blecer en el seno de estas comunidades, podría al-canzarse un conocimiento más ajustado de estas.

No se puede decir que nada se ha avanzado, pues estamos ante una de las regiones que ha recibi-do una relativamente destacada atención desde hace décadas (Ruiz Zapatero, 2004). Pero para saber más sobre la muerte entre Vettones y Vacceos sería de-seable (1) un registro arqueológico más amplio; (2) el desarrollo y la aplicación de nuevas analíticas a los datos y materiales disponibles que permitan comprobar, matizar o revisar las conclusiones ya aceptadas; y (3) reconocer nuestras lagunas de co-nocimiento actuales para paliarlas en intervenciones arqueológicas futuras más completas.

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JIA 2008 ISBN: 978-84-92539-25-3 Pp.: 325-328

LOS ORÍGENES DEL URBANISMO EN CENTROEUROPA:NUEVAS INVESTIGACIONES SOBRE LOS “CENTROS

PRINCIPESCOS” DEL HALLSTATT FINAL

Manuel A. Fernández GötzDepartamento de Prehistoria, UCM; [email protected]

RESUMEN

Una de las temáticas que viene suscitando mayor interés en la investigación de la Edad del Hierro de la Europa Templada es la de los orígenes del urbanismo. Tradicionalmente este fenómeno ha sido vinculado al surgimiento de los oppida de finales del periodo de La Tène (siglos II-I a. C.). Sin embargo, el desarrollo en los últimos años de sendos proyectos de investigación a gran escala en Francia y Alemania, centrados en el análisis de los procesos de centralización que caracterizaron a la cultura hallstáttica occidental durante los si-glos VI y V a. C., está permitiendo una reevaluación crítica de numerosos postulados tradicionales. En esta breve contribución se presente ofrecer un acercamiento a algunos de los resultados más destacados obtenidos hasta la fecha en yacimientos como Heuneburg, Ipf o Mont Lassois. Finalmente, se reflexiona sobre la necesi-dad de repensar el propio concepto de “ciudad” protohistórica.

ABSTRACT

Research on Iron Age Temperate Europe is seeing an increasing interest in the origins of urbanism. Such phenomenon was traditionally linked to the rise of oppida at the end of the La Tène period (II-I c. BC). However, the development over the past few years of large-scale research projects in France and Germany, fo-cusing on centralization processes in the West Hallstatt Culture in the 6th and 5th centuries BC, is making it possible to critically reevaluate many traditional statements. This brief contribution is an attempt to approach some of the most outstanding results obtained to date in such sites as Heuneburg, Ipf or Mont Lassois. Finally I shall propose some reflections on the need to rethink the very concept of a protohistoric “city”.

Palabras Clave: Hallstatt D. Procesos de centralización. Urbanismo. Concepto de “ciudad”.

Keywords: Hallstatt D. Processes of centralization. Urbanism. Concept of “city”.

1. ¿Primeras ciudades al norte de los Al-pes?

Uno de los aspectos que viene generando mayor interés en las agendas investigadoras del I milenio a. C. es el de los fenómenos urbanos en el Mundo Antiguo. En lo referente a la Europa Templada, tra-dicionalmente se ha venido asumiendo que los pri-meros núcleos poblacionales susceptibles de recibir el calificativo de “ciudades” eran los oppida de fi-nales del periodo de La Tène. Un buen ejemplo de esta interpretación, firmemente enraizada entre bue-na parte de los especialistas, es el título del libro de J. Collis Oppida. Earliest Towns North of the Alps (1984). Sin embargo, en los últimos años el desa-rrollo de sendos proyectos de investigación a gran escala en Alemania (Krausse 2004, 2008) y Francia (Brun y Chaume 2005) está obligando a reconside-rar la importancia de los famosos Fürstensitze (“centros principescos”) del Hallstatt final (Fernán-dez Götz 2007). En efecto, los importantes descu-brimientos realizados hasta la fecha están permi-tiendo un salto cualitativo y cuantitativo en el cono-cimiento de estos asentamientos, permitiendo así re-conocer que su verdadero tamaño e importancia ha-

bían sido largo tiempo subestimados (Bofinger et al. 2006; Krausse 2008). De este modo, en la actua-lidad existen argumentos para plantear una primera emergencia de centros urbanos al norte de los Alpes durante los siglos VI y V a. C.

2. Las “residencias principescas”: nuevas investigaciones

Antes de comenzar este apartado resulta obliga-do señalar que en la presente contribución no se aborda el controvertido debate sobre la estructura social y política de las comunidades del Hallstatt fi-nal (Fernández Götz e. p.), sino que únicamente se presentan de forma ciertamente sucinta algunos de los descubrimientos arqueológicos más relevantes de los últimos años. Para ello se han escogido cinco de los principales asentamientos del periodo: por un lado, los yacimientos alemanes de Heuneburg, Ipf y Glauberg; y por otro, los franceses de Mont Lassois y Bourges.

Pese a tratarse del Fürstensitz mejor conocido, Heuneburg es también el que ha aportado las ma-yores novedades. Entre ellas hay que destacar en primer lugar los nuevos datos sobre la extensión del

I Jornadas de Jóvenes en Investigación Arqueológica: Dialogando con la Cultura Material. UCM, 3-5 de septiembre de 2008.

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326MANUEL A. FERNÁNDEZ GÖTZ

asentamiento. Si según la imagen tradicional este yacimiento estaba compuesto por una parte superior de 3 Ha y un asentamiento exterior cercano a las 10 Ha, las investigaciones más recientes permiten ci-frar su extensión en cerca de 100 Ha (Kurz 2007). Por otro lado, la datación dendrocronológica de maderas encontradas en uno de los fosos defensivos ha establecido fechas de inicios del siglo VI a. C. (Bofinger et al. 2006: 22-23), lo que subraya el ori-gen tardohallstáttico de estas fortificaciones y abre nuevas perspectivas sobre los complejos defensivos de otros yacimientos que, por falta de investigacio-nes, habían sido clasificados en principio como “medievales”. Finalmente, el descubrimiento de una gran puerta monumental con zócalo de piedra (Fig. 1) constituye un nuevo hito en la investigación de este yacimiento paradigmático (Kurz 2008).

Fig.: 1. Heuneburg. Vista aérea de la puerta monumental durante las excavaciones (según Kurz 2008).

Un “centro principesco” menos conocido a nivel internacional es Ipf, sin duda uno de los más espec-taculares debido a su topografía. Pese a que su in-vestigación es aún muy incipiente, los trabajos de los últimos años (Krause 2004; Krause y Euler 2008) están poniendo de manifiesto la importancia de este yacimiento, que viene subrayada también por la existencia de varios túmulos y granjas seño-riales (Herrenhöfe) en su entorno. Precisamente, una de las características más notables de Ipf es que en él se solapan las zonas de distribución de los Fürstensitze tardohallstátticos y de los Herrenhöfe de la región de Baviera.

Desde el hallazgo de cuatro grandes estatuas de piedra a mediados de los años 1990 el yacimiento de Glauberg se ha convertido en un referente de prestigio internacional. La investigación del com-plejo heroon – túmulo – vía procesional (Fig. 2), así como de una serie de grandes fosos y terraple-nes aparentemente sin funcionalidad defensiva, ha

llevado a plantear la existencia de un gran santuario que pudo llegar a tener importancia suprarregional, interpretación que se está viendo ampliada gracias a los estudios arqueoastronómicos desarrollados en los últimos años (Baitinger y Herrmann 2007; Herr-mann 2005).

Fig. 2: Glauberg. Localización del conjunto heroon – tú-mulo – vía procesional, así como del sistema de fosos y terraplenes adyacentes (según Herrmann 2005)

Por su parte, Mont Lassois ha debido tradicio-nalmente buena parte de su fama al hallazgo en sus proximidades de la excepcional sepultura de la “princesa” de Vix, que contenía una crátera de bronce con capacidad para 1.100 litros. Sin embar-go, hasta fechas muy recientes las investigaciones en el asentamiento habían sido escasas, una situa-ción que está cambiando de forma sustancial en los últimos años (Chaume et al. 2004; Osten-Wolden-burg et al. 2006; Servat 2007-08). En efecto, gra-cias al desarrollo de importantes prospecciones ge-ofísicas se ha podido documentar la existencia de un hábitat ordenado, que evidencia una ocupación compleja y planificada del espacio. Asimismo, las excavaciones han puesto al descubierto un edificio singular hasta ahora sin parangón en el mundo hallstáttico, y que ya ha sido bautizado como “Le Palais de la Dame de Vix” (Servat 2007-08). Se tra-ta de una construcción excepcional, tanto por sus dimensiones – 35 m de largo por 21,5 de ancho, con una altura que debió oscilar entre 12 y 15 m – como por presentar dos antas y un ábside (Fig. 3).

Ésto ha llevado a que B. Chaume compare su forma con la de un Megaron griego, señalando que la edificación constituye una muestra más de las es-trechas relaciones entre el “centro principesco” de Mont Lassois y el mundo mediterráneo. Por otro lado, los restos de actividades domésticas y de ban-quetes hallados en su interior indican un uso por parte de la élite, lo que remarca el carácter fuerte-

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327LOS ORÍGENES DEL URBANISMO EN CENTROEUROPA: NUEVAS INVESTIGACIONES SOBRE LOS “CENTROS...

mente jerarquizado de las sociedades del Hallstatt final.

Fig. 3: Vista aérea del “Palacio de la dama de Vix” (según Servat 2007-08)

Sin duda una de las novedades más satisfacto-rias de los últimos años ha sido la incorporación de Bourges (la antigua Avaricum de las fuentes clási-cas) a la lista de “residencias principescas” (Buch-senschutz 2007: 232-233; Milcent 2007). El descu-brimiento de una importante aglomeración de fina-les del siglo VI a. C. y sobre todo del siglo V a. C. ha ampliado geográfica y cronológicamente el gru-po de los Fürstensitze. En efecto, los trabajos de los últimos años han puesto de relieve la existencia en Bourges de un destacado centro de poblamiento, de producción artesanal y de comercio en la transición de la Primera a la Segunda Edad del Hierro. Las abundantes importaciones meridionales de produc-tos como ánforas o cerámicas áticas revelan la pros-peridad de este asentamiento y sus contactos con el mundo meridional. Por otro lado, las investigacio-nes han ofrecido evidencias de un hábitat denso, documentándose varios niveles de construcciones en madera. La importancia de estos hallazgos ha llevado a algunos autores (Milcent 2007) a propo-ner para este núcleo el carácter de “lugar central” de una entidad política tal vez identificada con el reino de los Bitúrigos mencionado por Tito Livio (5,34) en relación con las migraciones célticas. En este sentido, cabe recordar la tesis propuesta hace ya más de una década por Gran-Aymerich (1995, 1997), según la cual Bourges-Avaricum habría sido en el siglo V a. C. residencia real y centro político de la Galia céltica.

Aunque los hallazgos aquí expuestos constitu-yen sólo un breve acercamiento a la ingente canti-dad de nuevas informaciones de los últimos años, sí permiten vislumbrar al menos la complejidad que alcanzaron las sociedades centroeuropeas de esta

etapa de la Prehistoria final. De cara al futuro, cabe desear que los resultados de estas investigaciones en curso vayan acompañados de análisis que abar-quen aspectos como la valoración conjunta de ne-crópolis y poblados, la realización de estimaciones demográficas y la elaboración de síntesis regionales y macrorregionales que permitan integrar los datos obtenidos en el marco de explicaciones más genera-les sobre las dinámicas de cambio cultural acaeci-das en torno a mediados del I milenio a. C.

3. Repensando el urbanismo en la Europa protohistórica.

El debate sobre si centros como Heuneburg de-ben recibir el calificativo de “protourbanos” o “ur-banos” puede resultar hasta cierto punto estéril, da-das las dificultades para establecer una definición estricta del término “ciudad”. No obstante, sí consi-dero de gran importancia “repensar” nuestra com-prensión tradicional del fenómeno urbano en la An-tigüedad. Y es que la discusión sobre los orígenes del urbanismo no puede hacerse desde unas catego-rías universales, ya que los factores condicionantes que requieren los fenómenos de urbanización no son generales ni sincrónicos. Por tanto, es un error partir de patrones uniformes y luego ver si los casos empíricos encajan o no. Sin embargo, buena parte de la investigación ha tendido precisamente a bus-car en los asentamientos indígenas elementos carac-terísticos de las ciudades mediterráneas, sin valorar la posibilidad de que las sociedades prerromanas hubieran podido desarrollar un concepto ideológico propio de “ciudad”, distinto del mediterráneo pero igualmente complejo. Esta posibilidad ya ha sido señalada por autores como Almagro-Gorbea y Gran-Aymerich (1991: 210-214) en relación con los oppida de finales de la Edad del Hierro, y creo que también puede plantearse para determinados Fürstensitze del Hallstatt final, si bien es cierto que con mayores dificultades debido a la ausencia de toda una serie de fuentes de las que sí disponemos para etapas más tardías. En todo caso, parece mu-cho más productivo centrarse en el estudio de as-pectos como la existencia de relaciones jerárquicas entre los sitios, la complejidad de su organización interna o los cambios producidos en la cultura ma-terial que valorar únicamente en qué medida las aglomeraciones indígenas se acercan o alejan de los supuestos “prototipos” mediterráneos.

4. Agradecimientos.Quiero agradecer a los Drs. Dirk Krausse, Jörg

Bofinger, Gabriele Kurz (†) y Siegfrid Kurz (Lan-desamt für Denkmalpflege Baden-Württemberg) los valiosos comentarios, referencias y opiniones que me han aportado durante mis tres años de participa-ción en las excavaciones de Heuneburg, así como

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328MANUEL A. FERNÁNDEZ GÖTZ

por haberme proporcionado numerosas informacio-nes en parte aún inéditas.

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CULTURA MATERIAL Y TERRITORIALIZACIÓN DEL PAISAJE

Jesús García Sánchez1

Universidad de Cantabria; [email protected]

RESUMEN

Delimitar el territorio propio desde un punto de vista simbólico, ritual y económico ha sido una constante en la historia de la humanidad. En este trabajo, estudiamos la evolución de las formas de territoria-lización a través de la cultura material desde la prehistoria reciente hasta época romana.

ABSTRACT

Marking one’s own territory from an economic, ritual and symbolic point of view has been a con-stant in human history. In this paper, we examine the evolution of these approaches to the marking of territory through material culture from the Late Prehistoric to Roman periods.

Palabras Clave: Territorio. Paisaje. Cultura Material.

Keywords: Territory. Landscape. Material Culture.

1. Introducción.Este breve trabajo trata sobre diferentes mode-

los de territorialización del paisaje desde el comien-zo del fenómeno megalítico en la prehistoria recien-te hasta la organización administrativa de época ro-mana. Examinaremos la cultura material como un elemento que explícitamente reivindica el territorio donde se expone o al que hace referencia. De este modo no solo se establece un vínculo ideológico con el territorio sino que se reivindica el acceso y la explotación de los recursos, es decir las condiciones materiales de existencia (Godelier 1990).

Esta amplia visión diacrónica nos debería ayu-dar a plantear si tales modelos se mantuvieron cons-tantes a lo largo de la historia o si evolucionaron como consecuencia de cambios económicos o so-ciales tales como la presión demográfica o el patrón de asentamiento.

1.1. Zona de estudio. El siguiente marco espacial nos va a servir de

base para estudiar como la cultura material se confi-gura como un elemento utilizado para crear limites artificiales o subrayar los naturales. Esta zona revis-te una singular relevancia tanto por su importancia geográfica como histórica, es un paisaje de transi-ción entre las tierras de aluvión de la cuenca del Duero y las primeras estribaciones de la cordillera cantábrica.

Entre estas dos formaciones geográficas tan di-ferentes entre sí, encontramos la comarca de Las Loras, una unidad geomorfológica compuesta por una serie de relieves tabulares muy acusados, y en-

tre ellos combes erosionados que discurren en senti-do NO-SE. Desde sus posiciones se dominan, tanto las cabeceras de los ríos que fluyen hacia la meseta como el inicio de la cuenca sedimentaria del Duero. Por lo tanto tenemos una zona en la que se pueden subrayar los contrastes entre ambos paisajes y entre las culturas de la montañas y de la meseta, así como la presión militar romana desde la meseta hacia el Cantábrico.

2. El Megalitismo en el espacio.El fenómeno megalítico en esta zona y en otras

aledañas aporta la presencia de al menos una vein-tena de enterramientos tumulares (Delibes de Cas-tro y Rojo Guerra 2002; Moreno Gallo 2005). Las interpretaciones de los conjuntos tumulares pasan, al hilo de las líneas de investigación en Arqueología del Paisaje, por la valoración de las estrategias eco-nómicas y la transformación del paisaje (Criado Boado 1989: 79-80), aunque ahora no referida a la deforestación, sino a la delimitación del mismo como instrumento de apropiación o monopolización de la tierra y sus recursos. Esta hipótesis parte de que tras la manifestación ideológica de las estructu-ras funerarias subyacen estrategias económicas diri-gidas a la demarcación y a la monopolización y la justificación del control social de los recursos dis-ponibles (Cámara Serrano 2000: 105), especialmen-te en forma de pastos (Puggioni 2005: 49). Puede decirse que el megalitismo es un fenómeno de ine-ludible dimensión espacial que establece una pro-funda relación entre los rasgos territoriales y los simbólicos (Criado Boado 1989: 78).

La visibilidad de los monumentos megalíticos es

I Jornadas de Jóvenes en Investigación Arqueológica: Dialogando con la Cultura Material. UCM, 3-5 de septiembre de 2008.

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quizás la más estudiada dentro de las variables de su dimensión territorial (presencia) debido, ante todo, a su impacto visual y a su localización topo-gráfica que puede reforzarse con otro tipo de expre-siones materiales como el arte rupestre. Su modeli-zación mediante herramientas SIG demuestra que actúa como un “elemento constitutivo de la territo-rialidad de las sociedades prehistóricas” (García Sanjuán 2000; García Sanjuán y otros 2006).

Esta hipótesis plantea que la ubicación de los megalitos es fundamental a la hora de emprender un proceso de territorialización. El patrón que se rese-ña, con frecuencia consta de tres elementos. El pri-mero, alto o muy alto control visual sobre el entor-no; el segundo, cercanía a tierras de pasto o poten-cialmente rentables para una agricultura básica y el tercero, en función de las características geofísicas del territorio (Puggioni: 2005; Moreno: 2005). Den-tro de este tercer punto encontramos sub-elementos

Fig.: 1. Zona de estudio. Elaboración propia.

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331CULTURA MATERIAL Y TERRITORIALIZACIÓN DEL PAISAJE

como el paisaje granítico, la potencialidad de terre-nos como pastos, cercanía de corrientes de agua o movilidad por el entorno.

La explotación forrajera en esta etapa histórica parece obvia, sin embargo los indicios de deforesta-ciones antrópicas antes mencionados apuntan a un aprovechamiento dirigido a prácticas pastoriles o agro-forestales. Durante el último milenio antes de la era no encontramos ni constatamos prácticas de delimitación del territorio de los asentamientos. La ausencia de datos empíricos para estudiar estos pro-cesos se suplen con el desarrollo metodológico en arqueología espacial estableciendo hipótesis a partir de modelos teóricos como los polígonos de Thies-sen. La ausencia de representaciones materiales como los mencionados túmulos, los petroglifos ga-llegos (como delimitadores territoriales en la Edad del Bronce) o los verracos vetones en el valle del Amblés (Ruiz Zapatero y Álvarez-Sanchís 1999) impide presentar modelos sobre territorialización de zonas concretas en el Hierro I o el Hierro II.

3. La Edad de Hierro.Sacristán de Lama (1989: 80) considera que du-

rante la última etapa prerromana “existían delimita-ciones territoriales precisas” en relación con las ci-vitates plinianas. Estas delimitaciones no se han conservado en un sentido material que nos pueda indicar cuáles eran los límites del territorio de esas unidades políticas o, más aún, si los conglomerados populares indígenas definían un territorio propio a modo de frontera con los pueblos vecinos. Como hemos mencionado más arriba, las herramientas de análisis espacial como la visibilidad, los polígonos Thiessen o la estadística multivariante nos pueden ayudar a definir modelos teóricos de una manera in-ductiva allí donde no existen datos suficientes.

Disponemos de una tésera de hospitalidad de época romana, con fecha consular del 14 d.n.e. (García y Bellido 1966). En ella encontramos la ex-presión “VOTA OMNIA FINIBUS”, haciendo refe-rencia a los rituales que tenían lugar en los límites del territorio de la civitas. Pese a la fecha romana, el pacto entre indígenas hispanos puede hablarnos de la existencia de un territorio ciudadano en rela-ción con la sacralización de los confines ciudadanos y por tanto, en relación con el control del espacio (Marco Simón 2002). La representación zoomorfa del cerdo o jabalí constituye un elemento muy sig-nificado en el imaginario tradicional indoeuropeo, de este modo, la figura actuaría como símbolo ritual que sancionaba el acuerdo de hospitalidad.

Otro ejemplo para la Segundad Edad del Hierro podría ser el modelo vetón de territorialización, que consiste en la distribución de verracos en paisajes caracterizados por su potencialidad para ser explo-tados como pastos, especialmente como pastos de

invierno (Ruiz Zapatero y Álvarez-Sanchís 1999: 315), y donde los factores que cumple son similares a los mencionados para el amojonamiento con tú-mulos, visibilidad dominante, suelos metamórficos aptos para la ganadería, corrientes de agua cerca-nas, etc.

Por tanto el simbolismo de las esculturas zoo-morfas, al igual que el de las construcciones funera-rias monumentales, justifica y reproduce la apropia-ción del entorno y sus recursos en sociedades donde la jerarquización es ya un hecho contrastado.

En la Edad de Hierro que se desarrolla en nues-tra zona de estudio no encontramos hitos artificiales del paisaje, ¿podemos valorar la presencia de un amojonamiento o repartición del territorio mediante elementos naturales? No tenemos datos que apunten en esta dirección. Sin embargo, la delimitación del territorio con elementos naturales (ríos, arroyos, fo-sos, postes, árboles incluso) aparece reflejada en tratados de agrimensura romanos expresada como demonstrationes finium (Orejas: 2002, 400). Por otra parte, desde la Primera Edad del Hierro en gran parte de la Meseta Norte y zonas aledañas, la misma presencia de lugares de ocupación perma-nente es indicativa de la importancia que cobra la propiedad del territorio y la relación entre las co-munidades con zonas concretas del paisaje con las que se identifican (Álvarez-Sanchís 2003: 9).

4. Época romana.La presencia del ejército romano supone la con-

solidación de la territorialización del paisaje. En este sentido, serán las legiones IIII, VI y X las en-cargadas de desarrollar un amplio programa de or-ganización territorial conforme a las nuevas estrate-gias imperiales. La construcción de la vía De Italia in Hispanias será el gran eje estructurador del terri-torio (Ariño Gil y otros 2004: 118).

La mencionada legio IIII Macedónica se esta-blece en el solar de la actual Herrera de Pisuerga (Palencia) y desde allí, junto al campamento augus-teo establecido en Sasamón, se desarrolla la guerra contra astures y cántabros. Una vez finalizado el proceso de conquista y pacificación, la legión per-manece en su establecimiento hasta el 39 d.n.e.

En paralelo al proceso de pacificación, la legio IIII asentada en Pisoraca (Herrera de Pisuerga, Pa-lencia), pone en marcha un proceso de territoriali-zación de su entorno inmediato, que se plasma ma-terialmente en una serie de epígrafes que dejan constancia de este programa territorial. El amojo-namiento se establece una vez consolidada la roma-nización de la zona, de modo que la apropiación del entorno mediante hitos/ termini, se elabora de cara a configurar un espacio propio frente a los territo-rios de otras comunidades, en este caso frente a iu-

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332JESÚS GARCÍA SÁNCHEZ

liobrigenses y segisamonenses (García y Bellido 1956; Orejas 2002: 201), según se observa en la distribución de los hitos (solo uno en Villasidro, Burgos y el resto junto al río Camesa, en Cantabria) y en su epigrafía. El territorio delimitado por estos termini está reservado al uso de la legión como te-rritorium legionis.

Fig.: 3. Miniatura 224 del Códice Gudiano. El espacio amojonado delimitado por alturas (según Gonzales 1194).

Estos hitos que acotan el paisaje se convierten en elementos administrativos con valor jurídico, sin embargo el contenido simbólico que las representa-ciones antiguas poseían intrínsecamente no desapa-rece. Los mojones se revestían de una antigua im-portancia religiosa en el imaginario romano, esta-ban protegidos por dioses propios, Terminus el “dios mojón”. Y en su honor tenían lugar fiestas y rituales, las Terminalia, que se celebraban el 23 de febrero (Riesco Álvarez 1993: 118-151). El origen de esta tradición se atribuía al rey Numa Pompilio según los autores clásicos Plutarco, Dionisio de Ha-licarnaso y Cicerón.

Fig.: 4. Hito augustal de Valdeolea (Museo de Cantabria).

Pero no solo debemos fijarnos en los elementos artificiales que delimitaban el paisaje. La configura-

ción montañosa de esta zona juega un papel como elemento delimitador, una frontera que limita al paisaje y de este modo pervive en la tratadística ro-mana del Corpus Agrimensorum Romanorum (Gonzales 1994).

5. Conclusiones.A través de esta sucinta revisión diacrónica he-

mos observado como diferentes sociedades, en dife-rente grado de evolución técnica y social, proyectan su organización en el paisaje, que de este modo se convierte en un paisaje cultural. La cultura material juega un papel relevante, ya que es el elemento que se interpone entre el medio y el pensamiento de los constructores.

Hemos visto dos tipos de elementos. En primer lugar aquéllos que delimitan el paisaje de una forma efectiva y visual, en teoría estos elementos se situa-rían en lugares claves del paisaje, aunque hayan lle-gado hasta nosotros descontextualizados. Son los megalitos en zonas de pasto o en el entorno de ca-ñadas y vías de paso y los hitos administrativos ro-manos o los verracos vetones.

En segundo lugar, elementos de la cultura mate-rial que hacen referencia explicita a límites y a pro-cesos de territorialización. No importa mucho don-de se hayan localizado porque su importancia reside en la manifestación de un proceso, es el caso de la tésera de hospitalidad de Herrera de Pisuerga, y otros como la forma de Lacimurga o las miniaturas de los códices de agrimensura como el Corpus Agrimensorum Romanorum o el códice Gudiano.

Por otra parte la arqueología ha desarrollado procesos metodológicos para estudiar estos proce-sos de territorialización basándose en postulados teóricos clásicos y en nuevas herramientas de análi-sis. Algunas teorías clásicas tienen que ver con la distribución de elementos culturales o en el estable-cimiento de territorios teóricos por medio de polí-gonos de Thiessen.

El desarrollo de los SIG ha contribuido notable-mente al estudio de las variables del entorno, tanto para evaluar los factores que explican la distribu-ción de los elementos antes mencionados, como para desarrollar nuevos modelos inductivos allí donde nos faltan datos. Desde el punto de vista aquí desarrollado, la cultura material no sólo existe como colección de artefactos dentro de yacimientos de diferentes periodos, podemos considerar que nos introduce a un mundo de intencionalidad respecto al paisaje. Sin embargo este paisaje se ha transfor-mado constantemente con el tiempo de forma dia-léctica con las sociedades que lo habitaron, por eso no podemos estudiar los monumentos o la cultura material de éstos de forma aislada, sino basándonos en la comprensión del resto de elementos sincróni-

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333CULTURA MATERIAL Y TERRITORIALIZACIÓN DEL PAISAJE

cos como contexto, en consonancia con la informa-ción de un contexto arqueológico mayor (Llobera 2007: 53) dentro un paradigma de la arqueología del paisaje.

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JIA 2008 ISBN: 978-84-92539-25-3 Pp.: 335-340

ESTUDIO DE LOS VERRACOS DEL VALLE MEDIO DEL TAJO. UNA APROXI-MACIÓN DESDE EL PAISAJE

Cristina Charro LobatoDepartamento de Prehistoria, UCM; [email protected]

RESUMEN

En este trabajo se presenta un análisis de las esculturas zoomorfas denominadas verracos, elementos arqueológicos asumidos como característicos del territorio cultural vettón. El objetivo es la contrastación, uti-lizando herramientas de análisis espacial y pruebas estadísticas, de la función paisajística que ha sido pro-puesta para estas esculturas en otras áreas geográficas.

ABSTRACT

This paper presents an analysis of a stone iconography represented by big sized sculptures of bulls and pigs (verracos in the local terminology). These sculptures are considered as specific from the territory oc-cupied by de Vettons, one of the pre-roman groups that inhabited the interior of the Iberian Peninsula. The objective is to compare the former hypothesis as landscape markers with our area using GIS and stadistical analysis as main tools of research.

Palabras Clave: Península Ibérica. Valle del Tajo. Vettones. Verracos. GIS.

Keywords: Iberian Peninsula. Tagus Valley. Vettons. Verracos. GIS.

1. Introducción.La función que desempeñaban los verracos sus-

cita en la actualidad un gran interés entre el públi-co. Recientemente he tenido la oportunidad de asis-tir a una charla sobre los Vettones en una localidad toledana donde cuentan con tres verracos. En este lugar los habitantes están acostumbrados a su pre-sencia y al menos una parte de ellos muestra un es-pecial interés por su origen y función. Las pregun-tas tras este tipo de reuniones culturales suelen ser parecidas en la mayor parte de actos a que he asisti-do, resumidas en ¿para qué servían? Algunos expli-citan las diferentes funciones que conocen a través de lecturas o bien por las informaciones que les han llegado, y normalmente suelen incidir en una inter-pretación mágico-religiosa. Cuando al público se le explica que no se puede saber con certeza normal-mente quedan contrariados e incluso se niegan a re-signarse a la incertidumbre. No obstante, he obser-vado que suele ser habitual decirles que una hipóte-sis muy aceptada es su posible uso como marcado-res territoriales.

Diferentes autores han tratado de arrojar luz so-bre la función que desempeñaban, atribuyéndoles un valor apotropaico como protectoras del ganado (Cabré Aguiló 1930: 40, Caro Baroja 1943: 176, Ramón y Fernández Oxea 1950: 56), interpretadas como imágenes de culto o imágenes de animales ofrecidos a divinidades (López Monteagudo 1979, 1982, 1983, 1989), o halladas en contextos arqueo-

lógicos concretos como parte de un monumento fu-nerario (Martín Valls 1974, Martín Valls y Pérez Herrero 1976), entre otras. En la actualidad la hipó-tesis que cuenta con una mayor aceptación es la planteada por Jesús Álvarez-Sanchís (1990, 1993, 1994, 1998, 1999: 281-294, 2003, 2005, 2007), donde relaciona los verracos con su entorno de for-ma reveladora. Observa que la situación de los co-nocidos en el valle Amblés guarda una estrecha re-lación con el control social de las áreas de explota-ción ganadera, al localizarse en terrenos de pastos de aprovechamiento estacional y por tanto críticos para la subsistencia. Se encuentran cercanos a rutas trashumantes y recursos hídricos, y en lugares con buena visibilidad, tanto en el paisaje como desde los poblados cercanos. Llega a la conclusión de que en esta zona estarían estratégicamente ubicados para señalar espacios susceptibles de explotación, controlados por determinados grupos sociales. Ade-más, hace extensibles estas apreciaciones para otras áreas como el occidente de Salamanca y el valle medio del Tajo, donde obtiene resultados similares. Sin embargo, la zona oriental del valle medio del Tajo apenas cuenta con datos arqueológicos de po-blamiento para la Segunda Edad del Hierro, por lo que algunos de los análisis parecen difíciles de rea-lizar.

2. Objetivos e hipótesis.La hipótesis de partida considera a los verracos

en su contexto original como marcadores territoria-

I Jornadas de Jóvenes en Investigación Arqueológica: Dialogando con la Cultura Material. UCM, 3-5 de septiembre de 2008.

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336CRISTINA CHARRO LOBATO

les que reúnen una serie de características (Álvarez-Sanchís 1999: 282):

- se localizan en suelos de aprovechamiento para pastos, principalmente de época invernal;

- se situaban en altitudes medias elevadas, siempre entre los 300 m como altitud media mínima y los 1500 m como altitud media máxima;

- hay corrientes de agua cercanas, siempre a menos de 1500 m de distancia;

- existe una relación visual entre la situación de los verracos y los asentamientos, de donde se deduce un control desde estos últimos;

- la visibilidad del entorno desde el emplazamiento de los verracos es muy buena.

Dada esta situación, parecía necesario el inicio de un planteamiento de investigación enfocado a la contrastación de dicha hipótesis focalizada en nues-tra área de estudio, para averiguar si se ajustaba a los datos recogidos. El objetivo perseguido es de-terminar su validez en el área seleccionada y com-parar los diferentes niveles de análisis empleados para la formulación de dicha teoría; esto es, la elec-ción de la ubicación original de los verracos; la alti-tud media y visibilidad de cada emplazamiento; y la cuantificación de los elementos clave de análisis: recursos hídricos, vías pecuarias y usos del suelo.

3. El área de estudio.El análisis se realiza en una superficie de apro-

ximadamente 1200 kms² situada en el occidente de la provincia de Toledo, en el límite administrativo con la provincia de Cáceres. Aquí se concentran un total de dieciocho verracos sobre los treinta y tres conocidos en la provincia, esto es, algo más de la mitad.

4. Metodología.Se inició la compilación de información para di-

señar un SIG, para el que se ha utilizado el progra-ma ArcGis 9.2. El paso siguiente fue la adquisición de cartografía en un formato adecuado, en este caso utilizamos datos vectoriales en formato .shp. La in-formación adquirida fueron nueve mapas topográfi-cos de la serie MTN 25 Restituida, a escala 1:25000, realizados por el Centro Nacional de In-formación Geográfica (CNIG). Estos mapas no se encuentran editados, por lo que fue necesario pro-ceder a la extracción de las capas de información necesarias para la modelización del relieve y confi-gurarlas como capas de información independien-tes. Hemos utilizado las curvas de nivel maestras y auxiliares y los puntos acotados en cerros y hoyas. Estas curvas de nivel se distribuyen cada 10 m.

La información de recursos hídricos empleada tiene una doble procedencia: por una parte del

CNIG, a partir de la cuál realizamos el mismo pro-cedimiento que con las curvas de nivel, es decir, ex-trajimos la información de los cursos naturales con-tinuos y discontinuos de márgenes izquierda y dere-cha con los que creamos capas independientes. To-mamos también la información hidrológica confec-cionada por la Confederación Hidrográfica del Tajo, que se puede descargar en su página web. Esta información resulta útil para la creación de mapas, si bien no fue utilizada en la confección del MDT por carecer de altitudes.

Las cañadas y vías pecuarias de la provincia de Toledo fueron proporcionadas por la Junta de Co-munidades de Castilla la Mancha en formato .e00, por lo que fue necesaria su conversión a .shp.

Para la obtención de datos sobre los usos actua-les de los suelos se emplearon los Mapas de Culti-vos y Aprovechamientos elaborados por el Ministe-rio de Agricultura, Pesca y Alimentación a escala 1:50000. Fue necesario hacer una reclasificación de la información para adaptarla a los tres grandes gru-pos que queríamos analizar: superficies dedicadas a regadío, secano y pasto-monte. En la capa referida a secano agrupamos los siguientes usos: labor, fru-tales, olivar y viñedo en secano, así como la asocia-ción de viñedo y olivar, y de viñedo y frutales. En la capa de pasto y monte agrupamos los pastizales, matorrales y toda la variedad restante de árboles: coníferas, chopos, álamos y otras frondosas. Final-mente, dejamos fuera de la valoración los terrenos clasificados como improductivos, es decir, superfi-cie urbana o bien cubierta por agua.

Es necesario aclarar que el uso para los análisis de datos actuales se ajusta al mismo tipo de datos utilizados para la formulación de la hipótesis de contraste.

En esta cartografía se incluyó una capa con la ubicación original de los verracos documentados. Como problema inicial está la descontextualización de los verracos conocidos, ya que ninguno se en-cuentra en su posición original. Sin embargo, en es-pera de informaciones derivadas de análisis más precisos podemos rastrear su lugar de hallazgo, que no necesariamente tiene por qué corresponder a su emplazamiento en el momento de su primera locali-zación.

Partiendo de este sesgo, para el planteamiento de esta ubicación “original” se optó por la elección de un punto aproximado de coordenadas en función de las informaciones recogidas. Esto suponía asu-mir que la coordenada era imprecisa, acotando un área que incluyese la zona de hallazgo de los verra-cos, conteniendo diferentes posibles ubicaciones. Esta opción simplifica el análisis y contempla de forma explícita el área de ubicación original de cara

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337ESTUDIO DE LOS VERRACOS DEL VALLE MEDIO DEL TAJO. UNA APROXIMACIÓN DESDE EL PAISAJE

a evaluar y diferenciar la fiabilidad de los datos so-bre el emplazamiento de cada verraco. Se ha utili-zado como “fiable” un diámetro máximo de 500 m, lo que supondría un área de hipotética ubicación in-ferior a 1 km². Esto se ha plasmado en la elabora-ción de una ficha por cada verraco objeto de análi-sis, donde se incluye el radio de error.

Algunos de los verracos han sido agrupados en unas mismas coordenadas, ya que fueron hallados juntos o se presupone un mismo lugar de hallazgo. La razón es la inoperatividad de duplicar el análisis de una superficie coincidente.

5. Análisis efectuados y pruebas de validez estadística.

El análisis realizado se compone de dos elemen-tos principales. El primero es la creación de un Mo-delo Digital del Terreno (MDT), que sirve como base analítica. Se ha confeccionado uno propio a partir de la base cartográfica adquirida, con esta misma escala que representa las curvas cada 10 m. Se trata de un modelo de representación con una re-solución de 10 x 10 metros, adecuada para el traba-jo pretendido.

El segundo elemento son los datos para cruzar con este modelo digital, es decir: los verracos y los datos del paisaje relacionados, referidos a hidrogra-

fía, cañadas y usos actuales del suelo, en un área de 3 kms de radio en torno a cada verraco. Se ha utili-zado una muestra de catorce verracos.

Como método de contrastación de los resulta-dos, se han creado treinta puntos aleatorios con los que se ha procedido de forma similar, cuantificando cada uno de los elementos citados en un área de 3 kms de radio. Esto se ha realizado con el módulo Hawth Analysis Tools para ArcGis.

La comparación con una distribución aleatoria de puntos obedece al objetivo de determinar si es posible inferir un patrón en la localización de los verracos, o bien si ese patrón puede ser común a cualquier otro emplazamiento en el mismo área de estudio, con lo que descartaríamos la hipótesis de características comunes.

Se han comparado mediante estadística descrip-tiva las medias de los resultados de cada verraco y punto aleatorio para cada variable paisajística, ex-presados en una matriz de datos.

Finalmente, estas medias se han tratado con dos tipos de pruebas de estadística inferencial, una pa-ramétrica (Test ANOVA de un factor) y otra no pa-ramétrica (Pruebas para dos muestras independien-tes, comparando la variable de agrupación con la U

Fig.: 1.

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338CRISTINA CHARRO LOBATO

de Mann-Whitney). Aquí sólo recogeremos la prue-ba paramétrica, que proporciona un mayor grado de validez. Todos los análisis estadísticos han sido rea-lizados con el paquete informático SPSS 15.

A pesar de responder a los objetivos iniciales, se ha optado por no incluir un análisis de altitudes re-lativas ni visibilidades, dada la imprecisión de la lo-calización original de los verracos.

5.1. Resultados.Como resultado de la realización de los buffer

para cada verraco obtuvimos una matriz de datos donde se recogen las variables paisajísticas tenidas en cuenta en el análisis. Aquí presentamos sólo el resumen de medias. Estos valores hacen referencia al número de celdillas, que es necesario multiplicar por 100 para conocer la superficie en metros, debi-do a la resolución de 10 x 10 metros de cada celdi-lla utilizada en el MDT. La superficie total com-prendida en cada buffer es de 2827 ha².

De la lectura de estos datos podríamos inferir que no existe una gran diferencia entre las localiza-ciones de los verracos y de los puntos aleatorios: ambos presentan datos similares para cada una de las variables, con la salvedad de la proporción de secano. Esto parece indicar que existe una mayor relación entre los verracos y el secano, lo que con-tradice a priori la hipótesis de contraste. Por tanto,

la variable de usos del suelo que hemos utilizado parece ser significativa para realizar una aproxima-ción estadística inferencial.

Para obtener conclusiones más allá del simple análisis “a ojo”, realizamos una prueba paramétrica que tenga en cuenta la varianza de modo que poda-mos elaborar modelos predictivos a partir del cum-plimiento de ciertas características imprescindibles: las variables deben ser independientes y la distribu-ción debe corresponder a una curva normal.

En el ANOVA de un factor pedimos que nos re-alizara también el estadístico de Levene, que nos permite comprobar la igualdad de las varianzas. Todo está calculado con un nivel de significación del 95%.

6. Conclusiones.Tras la realización de los diferentes análisis es-

tadísticos y pruebas paramétricas podemos concluir, no sin ciertas precauciones, que la hipótesis de con-traste no puede ser aplicada en el área de estudio. Esto equivale a decir que los verracos estudiados no cumplen la función paisajística sugerida, o al menos no existe una diferencia entre su localización y la de cualquier punto situado dentro de la misma cir-cunscripción.

Tras una observación apriorística, parece más

Fig.: 2.

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339ESTUDIO DE LOS VERRACOS DEL VALLE MEDIO DEL TAJO. UNA APROXIMACIÓN DESDE EL PAISAJE

plausible que se encuentren relacionados con la dis-tribución de áreas de secano. Sin embargo, no es una relación significativa, y tampoco se diferencia de cualquier otro punto escogido de forma aleato-ria. En todo caso, no podemos decir que se encuen-tren preferentemente en suelos de aprovechamiento para pastos, sino en suelos dedicados fundamental-mente a secano.

Respecto a las altitudes donde se localizan, de-bemos contar con que partimos de la altitud media del entorno. Para los casos estudiados encontramos que los verracos se sitúan mayoritariamente en los límites de los mínimos propuestos, en torno a los 375 m, en una zona donde las altitudes oscilan entre los 285 y los 640 m.

El elemento que más se ajusta a la hipótesis de partida son las corrientes de agua, situadas en el en-torno cercano de todos los verracos de la muestra. Sin embargo, no existe diferencia con una ubica-ción al azar.

Las visibilidades con asentamientos no han sido contrastadas por carecer de datos suficientes sobre el poblamiento del momento. La relación visual va-ría significativamente en función del lugar que se ocupe en el espacio (Zamora Merchán 2006), por lo que con la imprecisión de las localizaciones origi-nales se podrían realizar análisis muy poco ajusta-dos a una realidad modelizada. Por el mismo moti-vo, tampoco sería revelador el análisis visual del emplazamiento de los verracos en el entorno en nin-guno de los dos sentidos (desde el verraco y hacia él), a menos que pudiéramos contar con alguno en-contrado en contexto arqueológico.

¿Por qué no funciona este modelo? Debería ser planteado que tal vez el modelo social-territorial

propuesto sólo sea aplicable a la submeseta norte, que presenta unas características geográficamente diferenciadas de la zona sur. Es posible entonces que la variabilidad interna del área de estudio sea tan sutil que se dé la situación de que resulte indife-rente dónde situar los puntos de localización, y ésta pueda ser una razón de los resultados del análisis realizado.

En segundo lugar, sería necesario ampliar la muestra de verracos a la totalidad del valle medio del Tajo para poder apoyar o desmentir una teoría, al menos hasta alcanzar el número de los tenidos en cuenta para su formulación. Como mínimo, sería necesario duplicar la muestra, manteniendo la com-paración con una distribución de puntos aleatorios en el mismo espacio.

Para la formulación de la hipótesis paisajística tanto como para su contrastación ha existido un ses-go de partida que puede estar influyendo de forma decisiva en ambas, el introducido por el desconoci-miento del lugar de situación original de las escul-turas zoomorfas. Esta falta de información puede estar conduciéndonos a planteamientos erróneos desde el primer momento de la investigación. No existe modo de subsanarlo, salvo tratar de centrar la metodología de estudio en aspectos analíticos de es-tas esculturas, tales como la determinación de su lu-gar de procedencia geológica.

Otro sesgo del que debemos ser conscientes está derivado de la utilización de datos actuales para la formulación de hipótesis e inferencias. En ocasio-nes se trata de los únicos datos accesibles con que contamos para realizar análisis. Sin embargo, deben ser tomados como herramientas circunstanciales que conviene tratar con cuidado para no asumirlas como representaciones válidas del pasado.

Altitud (m) Vías % Ríos % Regadío % Secano % Pasto %Verracos 374,48 0,373 1,596 13,866 63,267 13,329Puntos alea-

torios 383 0,34 1,396 11,1 44,146 14,847Fig.: 3. Tabla-resumen de medias de las variables paisajísticas de análisis.

Estadístico de Levene gl1 gl2 Sig.2,066 1 37 ,159

ANOVA Suma de cuadrados gl Media cuadrática F Sig.Inter-grupos 137007904,949 1 137007904,949 ,083 ,775Intra-grupos 60995901473,411 37 1648537877,660 Total 61132909378,359 38

Fig.: 4. Test ANOVA de un factor con inclusión del Estadístico de Levene de la variable Pasto-monte. Destaca el nivel de significación, muy superior a 0,05.

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340CRISTINA CHARRO LOBATO

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JIA 2008 ISBN: 978-84-92539-25-3 Pp.: 341-344

SISTEMAS DEFENSIVOS PRÉ-ROMANOS NO NOROESTE DE PORTUGAL: POVOADOS FORTIFICADOS NO MINHO E EM TRÁS-OS-MONTES

OCIDENTAL

João FonteLaboratorio de Arqueoloxía da Paisaxe, Instituto de Estudos Galle-gos Padre Sarmiento; [email protected]çalo CruzISociedade Martins Sarmento; [email protected] Martín DabeziesLaboratorio de Arqueoloxía da Paisaxe, Instituto de Estudos Galle-gos Padre Sarmiento; [email protected]

RESUMEN

Neste trabalho procuraremos abordar de forma crítica as estruturas defensivas dos povoados fortifi-cados do Noroeste de Portugal, nomeadamente do Entre Douro e Minho e de Trás-os-Montes Ocidental, en-quadradas no universo cronológico da II Idade do Ferro.

No Entre Douro e Minho identificou-se desde cedo uma considerável densidade de assentamentos da Idade do Ferro, sendo que a maioria dos exemplares conhecidos são as grandes citânias ou cividades, consi-deradas actualmente como os primeiros exemplos de núcleos urbanos no Noroeste da Península Ibérica. Nes-tes grandes povoados denota-se um grande investimento social, tanto nas estruturas privadas domésticas, como nos espaços públicos.

Em Trás-os-Montes Ocidental identificou-se igualmente uma grande densidade de povoados, mas to-davia com uma diferente morfologia, do ponto de vista da estruturação interna e do investimento social na construção dos sistemas defensivos, consubstanciado em monumentais muralhas de aparelho maciço e regu-lar.

ABSTRACT

In this work we present a critical and light approach to the late Iron Age defensive structures of the hillforts of Northwest Portugal, especially of the Entre Douro e Minho region and Western Trás-os-Montes. In the Entre Douro e Minho region a considerable density of settlements within Iron Age were ear-ly identified. The best known examples are the big citânias or cividades, currently regarded as the first exam-ples of urban settlements in the Northwest of the Iberian Peninsula. In these large hillforts a great social in-vestment is visible, both in private domestic structures, as in public spaces. In Western Trás-os-Montes it was also identified a high density of settlements, but nevertheless with a different morphology regarding to the internal structure and social investment in the construction of defensive systems, embodied in monumental walls of massive and regular construction method.

Palabras Clave: Sistemas defensivos. Idade do Ferro. Noroeste de Portugal. Minho. Trás-os-Montes Oci-dental.

Keywords: Defensive systems. Iron Age. Northwest Portugal. Minho. Western Trás-os-Montes.

1. 1.-A Idade do Ferro no Noroeste da Pe-nínsula Ibérica.

O estudo da Idade do Ferro, particularmente da sua etapa final, no Noroeste Peninsular tem estado sempre bastante condicionado e vinculado à inter-venção romana, directa ou indirecta. No entanto, esta postura tem sido recentemente relativizada (González Ruibal, 2006-07), não se negando por completo a influência romana, mas colocando-se em causa a emulação directa das formas culturais romanas, tanto mais que os povoados fortificados não se enquadram na romanitas, valorizando-se an-tes as complexas dinâmicas das sociedades indíge-nas. É neste contexto que deve ser percepcionado o surgimento dos oppida e dos grandes castros, de-

vendo-se também ter em conta, como em muitas ou-tras zonas, a diversidade cultural e a variabilidade espacial e temporal da Idade do Ferro no Noroeste Ibérico.

2. A fortificação como factor social. O registo arqueológico reflecte a sociedade que

o criou, pelo que todos os tipos de evidências mate-riais devem ser entendidas como produtos ou efei-tos da acção social. A arquitectura é uma das for-mas de materialização do padrão de racionalidade de uma sociedade, gerando uma estrutura espacial que reflecte uma determinada lógica social, pelo que as muralhas não se reduzem a um mero objecto arquitectónico, sendo antes entidades materiais com um acrescido valor social. A construção de fortifi-

I Jornadas de Jóvenes en Investigación Arqueológica: Dialogando con la Cultura Material. UCM, 3-5 de septiembre de 2008.

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342JOÃO FONTE – GONÇALO CRUZ – JUAN MARTÍN DABEZIES

cações com maior ou menor monumentalidade res-pondeu a factores socio-económicos e/ou culturais de cada contexto social.

Os sistemas defensivos, e em particular as mu-ralhas, além da sua evidente função defensiva e co-erciva, tanto interna como externa, são também concebidos como uma materialização de mensagens e códigos culturais, que podem ser de diferentes ti-pos: prestígio, identidade, etc., das comunidades que os constroem, constituindo um elemento monu-mental criado para ver e ser visto. São elementos polissémicos e multidimensionais, construídos mui-tas vezes como uma verdadeira cenografia arquitec-tónica e monumental, sendo o resultado de um es-forço colectivo, que delimita o espaço para a acção social e é um mecanismo de coesão social e uma fe-rramenta de controlo e coerção da comunidade.

Fig.: 1. Área de estudo no contexto do Noroeste Peninsu-lar.

Alguns autores (Sastre Prats, 2002) têm inter-pretado a fortificação proto-histórica do Noroeste enquanto elemento isolacionista, ou seja como uma forma de resistência à desigualdade social e uma re-acção aos mecanismos de controlo social favoreci-dos pelos contactos interculturais, aplicável ao lon-go de toda a Idade do Ferro e a todo o Noroeste, com excepção da parte sudoeste. Outros autores (González Garcia e Parcero Oubiña, no prelo; Par-cero Oubiña, 2003), por outro lado, e matizando um pouco mais a questão, consideram a fortificação como um processo de longa duração que esconde diferentes realidades. Destacam a importância da fortificação para a obstrução do risco de divisão so-cial na I Idade do Ferro, através do investimento comunitário na construção de estruturas defensivas, face à intensificação da actividade produtiva e à

afirmação de identidades individuais no final da Idade do Bronze. É reforçada a relação com o terri-tório, uma vez que os sítios se estabilizam definiti-vamente, embora a produção sofra um retrocesso e aumente a oposição e o conflito entre comunidades. Na II Idade do Ferro ocorre uma mudança locacio-nal dos assentamentos para perto dos solos com melhor potencial produtivo, originando uma maior diversidade produtiva e uma intensificação da mes-ma, gerando-se excedentes. Criam-se então as bases para a posterior divisão social, sendo que a fortifi-cação representa a aceitação social da forma como a definitiva divisão social irá ocorrer, face ao papel estrutural que o componente guerreiro irá desem-penhar no final da Idade do Ferro.

Fig.: 2. Citânia de Briteiros, Guimarães. Vista parcial da organização interna do povoado (Sociedade Martins Sar-mento).

3. Povoados fortificados do Entre Douro e Minho.

Os castros desta região caracterizam-se, por um lado, pela sua particular estruturação interna, que demonstra um modelo espacial relativamente regu-lar e ordenado, e por outro, por um grande investi-mento social na monumentalização do espaço do-méstico, com complexos programas construtivos e decorativos, pelo menos no âmbito cronológico da II Idade do Ferro. Aqui ocorrem as distinções mais acentuadas de status, género e classe. É viável apli-car-se aqui o conceito antropológico de Lévi-Strauss de “societés à maison” (González Ruibal, 2006). As muralhas detêm uma monumentalidade menos acentuada, tanto nas suas dimensões, como nos aparelhos construtivos, sugerindo um maior pragmatismo e uma mera funcionalidade subjacente à sua edificação.Podem identificar-se duas concen-trações genéricas de povoados: os castros litorais, mais expostos aos contactos externos, nomeada-mente ao mundo mediterrânico, sendo que aqui os povoados teriam eventualmente funcionado como verdadeiros emporia comerciais (González Ruibal, 2004); e os perilitorais, que assumiriam parcialmen-te uma função comercial intermédia entre as comu-nidades litorais e interiores, localizadas numa zona rica em recursos mineiros (Lemos et al., no prelo).

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Fig.: 3. Reconstituição de uma unidade doméstica da Citânia de Sanfins, Paços de Ferreira (Silva 2007).

Podem identificar-se duas concentrações genéri-cas de povoados: os castros litorais, mais expostos aos contactos externos, nomeadamente ao mundo mediterrânico, sendo que aqui os povoados teriam eventualmente funcionado como verdadeiros empo-ria comerciais (González Ruibal, 2004); e os perili-torais, que assumiriam parcialmente uma função co-mercial intermédia entre as comunidades litorais e interiores, localizadas numa zona rica em recursos mineiros (Lemos et al., no prelo).

Fig.: 4. Citânia de Briteiros, Guimarães. Vista geral do po-voado (Sociedade Martins Sarmento).

A própria exuberância da cultura material desta zona, com elementos que parecem representar ma-terialmente formas de desigualdade entre indivíduos ou grupos familiares, reflecte a permanente cons-trução de relações sociais e a negociação de identi-dades.

Verifica-se frequentemente, sobretudo nos po-voados em que o proto-urbanismo foi implementa-do (ou seja, nos núcleos de grandes dimensões) a construção de sistemas de defesa relativamente complexos, com três ou mais alinhamentos concên-tricos de muralhas, nas quais raramente se adossam torreões, por vezes circundadas por fossos. O siste-

ma defensivo destes núcleos urbanos está harmoni-zado com as vias de acesso (frequentemente mais que uma), que atravessam os vários alinhamentos defensivos. Não dispomos, contudo, de uma crono-logia suficientemente apurada para este momento construtivo, fruto sobretudo da forma como muitos destes sítios foram escavados no século XX. No en-tanto, a dimensão que estas estruturas atingem, e a subsequente necessidade de projecção prévia, en-quadram estes consideráveis investimentos no uni-verso cultural da II Idade do Ferro.

4. Povoados fortificados de Trás-os-Montes Ocidental.

Contrariamente ao cenário anteriormente descri-to, os castros desta região caracterizam-se pelo grande investimento social na monumentalização das estruturas defensivas, em particular muralhas de aparelho maciço e regular, aparentemente sem gran-de funcionalidade prática, sendo que o espaço do-méstico detém uma menor relevância social. Este processo poderá estar eventualmente relacionado com uma actividade económica e produtiva de tipo especializado, em particular a mineração e a meta-lurgia, embora certamente não de forma exclusiva e unidireccional (Fonte, 2008; Fonte et al., 2008).

Fig.: 5. Citânia de Briteiros, Guimarães. Vista geral do po-voado (Sociedade Martins Sarmento).

Já alguns autores avançaram antes com esta pos-sibilidade (Amaral, 1993; Sande Lemos, 1993), não só a partir da monumentalidade das estruturas de-fensivas e da riqueza mineira da zona, mas também pelo facto de alguns povoados parecerem apontar para uma especialização mineira e/ou metalúrgica e pela elevada concentração de ourivesaria proto-his-tórica e outros objectos metálicos nesta região. Além disso, a confluência de elementos materiais de procedência diversa parece revelar que esta zona estava incluída em redes de intercâmbio de escala supra-regional.

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344JOÃO FONTE – GONÇALO CRUZ – JUAN MARTÍN DABEZIES

Fig.: 6. Castro da Mina, Montalegre. Provável povoado pré-romano especializado na actividade mineira (Câmara Municipal de Montalegre)

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