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ADORACIÓN, DEVOCIÓN Y VENERACIÓN En la práctica cristiana existe, no en pocos casos, un desconocimiento sobre estos tres conceptos relacionados con el culto a Dios, a los Santos y a otras figuras religiosas. Tal es así que, incluso se llega, sin saberlo, al culto idolátrico y en otros casos a la confusión de prácticas cultuales, adorando a quien debemos venerar, venerando a quien debemos mostrar devoción, etc.; desarrollando, a veces, actitudes pseudorreligiosas que se acercan más a rituales mágicos que a una verdadera práctica de la piedad cristiana. Conocer, por tanto, en profundidad estos conceptos, puede marcar la diferencia en la vida espiritual. Parece obvio el significado de las palabras: devoción, veneración y adoración, pero no es tan sencillo. La devoción verdaderamente católica fue perdiéndose en ocasiones a lo largo del tiempo, dando origen a varias expresiones de culto, subjetivas, confusas e inconexas, las cuales, en la práctica, acaban volviéndose cada vez más infructuosas y estériles. Siendo así, que necesitamos redescubrir el verdadero sentido de la devoción católica a los ángeles y a los santos, y lo que ese culto de veneración tiene que ver con la adoración debida solo a Dios. La adoración o culto de adoración Etimológicamente, la palabra “adorar” viene del verbo latino “adorare” y quiere decir literalmente “orar hacia arriba”. También podemos relacionarlo con el término latino “latria” proveniente del griego “latreia” y cuyo significado es adoración o culto, el cual es utilizado en la teología católica para ser ofrecido única y absolutamente a Dios. De acuerdo con la RAE, adorar es reverenciar o rendir culto a alguien o algo que se considere de naturaleza divina. También puede ser la

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Page 1: ADORACIÓN, DEVOCIÓN Y VENERACIÓN · ADORACIÓN, DEVOCIÓN Y VENERACIÓN En la práctica cristiana existe, no en pocos casos, un desconocimiento sobre estos tres conceptos relacionados

ADORACIÓN, DEVOCIÓN Y VENERACIÓN

En la práctica cristiana existe, no en pocos casos, un

desconocimiento sobre estos tres conceptos relacionados con el culto a

Dios, a los Santos y a otras figuras religiosas. Tal es así que, incluso se

llega, sin saberlo, al culto idolátrico y en otros casos a la confusión de

prácticas cultuales, adorando a quien debemos venerar, venerando a quien

debemos mostrar devoción, etc.; desarrollando, a veces, actitudes

pseudorreligiosas que se acercan más a rituales mágicos que a una

verdadera práctica de la piedad cristiana.

Conocer, por tanto, en profundidad estos conceptos, puede marcar la

diferencia en la vida espiritual. Parece obvio el significado de las palabras:

devoción, veneración y adoración, pero no es tan sencillo. La devoción

verdaderamente católica fue perdiéndose en ocasiones a lo largo del

tiempo, dando origen a varias expresiones de culto, subjetivas, confusas e

inconexas, las cuales, en la práctica, acaban volviéndose cada vez más

infructuosas y estériles. Siendo así, que necesitamos redescubrir el

verdadero sentido de la devoción católica a los ángeles y a los santos, y lo

que ese culto de veneración tiene que ver con la adoración debida solo a

Dios.

La adoración o culto de adoración

Etimológicamente, la palabra “adorar” viene del verbo

latino “adorare” y quiere decir literalmente “orar hacia arriba”. También

podemos relacionarlo con el término latino “latria” proveniente del griego

“latreia” y cuyo significado es adoración o culto, el cual es utilizado en la

teología católica para ser ofrecido única y absolutamente a Dios.

De acuerdo con la RAE, adorar es reverenciar o rendir culto a

alguien o algo que se considere de naturaleza divina. También puede ser la

Page 2: ADORACIÓN, DEVOCIÓN Y VENERACIÓN · ADORACIÓN, DEVOCIÓN Y VENERACIÓN En la práctica cristiana existe, no en pocos casos, un desconocimiento sobre estos tres conceptos relacionados

acción de orar y el gustar mucho alguien o algo hasta el punto de llegar al

amor, así podemos decir a una persona “te adoro” o “adoro este lugar”. En

el ámbito religioso, se entiende la palabra adorar como algo que se hace

ante lo que se considera un ser superior y que se reconoce como Dios o ser

divino. En el mundo hebreo no encontramos ninguna palabra que signifique

lo mismo que el sentido que nosotros le damos a adorar. Las más cercanas

en su significado son las hebreas “hishtajawá” y “sagad” que significan

inclinarse, postrarse, arrodillarse y, por extensión, venerar, adorar, etc., y

la palabra aramea “seguid” que traducen por adorar. Un ejemplo lo

tenemos en Gn 24,26: “Entonces el hombre se postró y adoró

(“hishtajawá”) al Señor”.

En el NT, sin embargo, cuando Jesús habla de adoración, el

evangelista utiliza el término griego προσκυνέω (proskuneo)1. El

término proskuneo se compone de pros, que significa “hacia”, y kuneo, que

significa “besar”; es decir, besar a (hacia) alguien en señal de profunda

reverencia. Entre los orientales, especialmente los persas, esta palabra

designaba la costumbre de postrarse ante una persona y besar sus pies, el

borde del vestido o el suelo. Este es el significado básico que

transmite proskuneo en todos los versículos donde aparece en el Nuevo

Testamento.

Así, dependiendo del contexto, proskuneo puede significar un simple

acto de reverencia, de súplica, o de alabanza (Marcos 15,19; Mateo 18,26;

Apocalipsis 13,4). En cambio, cuando se refiere a Dios, proskuneo siempre

conlleva la idea de adoración. Este es el uso que Jesús le da en Jn 4,23-242

(diálogo con la Samaritana), y en tal caso proskuneo transmite mucho más: 1 A parte de proskuneo, otros conceptos menos utilizado en la Biblia y que tendrían el mismo o parecido significado son: Sebonai (Reverenciar con temor); Latreuo (Servir, homenajear) y Eusebeo (Actuar piadosamente) 2“los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque ésos son precisamente los adoradores que el Padre desea. Dios es espíritu; y los que lo adoran, tienen que adorarlo en espíritu y verdad.” (Jn4,23-24)

Page 3: ADORACIÓN, DEVOCIÓN Y VENERACIÓN · ADORACIÓN, DEVOCIÓN Y VENERACIÓN En la práctica cristiana existe, no en pocos casos, un desconocimiento sobre estos tres conceptos relacionados

Es el reconocimiento directo de la grandeza de Dios expresado en alabanza

y exaltación, pública o privada, que se le ofrece en razón de su naturaleza

divina, sus atributos y sus obras; y por todo lo que Él significa para sus

adoradores. Es la plena aceptación de sus propósitos y demandas, un

profundo compromiso de obediencia manifestado en un servicio exclusivo,

como le indica Jesús al demonio: “escrito está: Al Señor tu Dios adorarás,

y a él sólo servirás” (Mateo 4,10).

Adorar sería, por lo tanto, el reconocimiento, expresado tanto en

pensamiento, palabra y obra, de la excelsa dignidad de Dios, entre otras

razones porque ha creado todas las cosas; porque por su voluntad existen y

fueron creadas; porque en Él “está la fuente de la vida”; porque son

profundas las riquezas de su sabiduría y su conocimiento, y son

indescifrables e impenetrables sus juicios y sus caminos; “porque desde la

creación del mundo, sus atributos invisibles, su eterno poder y divinidad,

se han visto con toda claridad”; y porque “maravillosas son sus

obras” (Apocalipsis 4,10-11; Salmos 36,9; Romanos 11,33,36; 1,20;

Salmos 139,14)

Es Dios y solo Dios quien merece la adoración de todas sus criaturas

(Mateo 4,10; Apocalipsis 19,10) y no debemos de adorar a los santos, a los

ángeles o a alguna de sus criaturas; por esa razón, solo a Él corresponde

determinar cómo hemos de adorarle. Hemos de saber que hay un tipo de

adoración que Dios aprueba, pero hay también otras adoraciones que

rechaza (Colosenses 2,18)3. Así, si nos importa lo que Dios quiere, nos

aseguraremos de procurar la adoración que el acepta de nosotros.

De todo esto, podemos distinguir los rasgos o elementos de una

verdadera adoración:

3“No dejen que los condene ninguno de aquellos que insisten en una religiosa abnegación o en el culto a los ángeles, al afirmar que han tenido visiones sobre estas cosas. Su mente pecaminosa los ha llenado de arrogancia” (Col 2, 18)

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a) Motivación: La misericordia de Dios es la que mueve a adorarlo.

La adoración surge de saber que Dios nos ha creado, y lo ha hecho por

amor. Adorar a Dios es darnos cuenta que dependemos totalmente de Él.

Tener conciencia de la misericordia divina y tratar de comprenderla nos

motiva a la alabanza y/o a la acción de gracias, en otras palabras, a la

adoración. Podríamos decir que la persona es un ser adorador por

naturaleza.

b) Forma: Al sabernos amados por Dios, las persona le queremos

amar también, le quieren adorar. ¿Pero cómo? Ofreciendo el propio cuerpo

o todo nuestro ser a Dios, significa darle a Dios todo de nosotros mismos;

en definitiva, cederle a Dios el control de nuestra vida (postración,

inclinación, genuflexión, etc.). Ofrecernos, darnos o entregarnos a Dios con

todo nuestro corazón, con toda nuestra alma, y con toda nuestra mente (Mt

22, 37) es hacer un sacrificio vivo, santo y agradable a Él. Este es nuestro

culto espiritual.

c) Condición: Para que el culto espiritual a Dios sea auténtico,

verdadero, y agradable a Él, hay que hacerlo con una mente renovada, y

esto se logra a través de un proceso constante de conversión.La conversión,

que es expresión de fe y que nace de la humildad, motiva a inclinarse,

arrodillarse, postrarse ante Dios (y no es sólo una postura corporal), y a

hacerlo en cualquier circunstancia, no sólo ante su presencia eucarística.El

esfuerzo por tener y mantener nuestra mente renovada, purificada, limpia,

incluso integrando las emociones, permitirá adorar a Dios sin ataduras.

d) Contexto: La mente renovada se traducirá concretando la

voluntad de Dios, haciendo “lo bueno, lo agradable, lo perfecto”. “Y todo

lo que puedan decir o hacer, háganlo en el nombre del Señor Jesús, dando

gracias a Dios Padre por medio de él” (Col 3, 17).Es lo que también nos

dice Jesús: “Adorarás al Señor tu Dios y a Él sólo servirás” (Mt. 4, 10).

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¿Cuándo? Siempre: en todo momento y lugar. Lo que Dios desea para

nosotros es nuestro mayor bien; por tanto, su voluntad será siempre lo

mejor para nosotros.

Los actos a realizar propios de la adoración son: El conocimiento de

la doctrina o enseñanza de los apóstoles. La ofrenda. La participación en la

fracción del pan. Las oraciones y los cánticos de alabanza. Estos actos de

adoración deben ser realizados "en espíritu y en verdad" (Jn 4, 23-24), lo

cual significa que siempre debemos ser sinceros cuando adoramos, y cada

acto de adoración debe ser como lo enseña el Nuevo Testamento.

Por tanto, la verdadera adoración se siente por dentro, y se expresa a

través de las acciones momento tras momento. La adoración a Dios es

reconocer toda su omnipotencia y gloria en todo lo que hacemos. La

adoración es para glorificar y exaltar a Dios y mantenerle nuestra lealtad.

La forma más elevada de la alabanza y de la adoración es la

obediencia constante a Él y a su Palabra. La adoración es un acto externo

motivado por un sentimiento interno. No es lo que uno recibe, sino, más

bien, lo que uno le da a Dios.

Por otro lado, también podemos realizar una falsa adoración que se

ve resumida en estas tres prácticas:

a) Adoración vana: Adorar a Dios pero no cumplir sus mandamientos

sino los mandamientos de los hombres (Mt 15, 8-9)4

b) Adoración ignorante: No se puede adorar a Dios sin conocerlo.

c) Adoración voluntaria: El hombre diseña el tipo de adoración que

quiere. Es un tipo de adoración aparente pero suele convertirse en vana.

4 “Este pueblo de labios me honra; Mas su corazón está lejos de mí. Pues en vano me honran, enseñando como doctrinas, mandamientos de hombres” (Mt 15, 8-9)

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La devoción o culto de devoción

La palabra “devoción” proviene del latín devotio y significa “acción

y efecto de dar voto”, donde el término “voto” proviene, a su vez, del latín

“votum” que viene a significar “promesa”. En griego se dice δουλια (dulia)

y significa “honrar”.Por ello se ha traducido normalmente como el acto

de dedicar o consagrar. También como fidelidad, dedicación, deferencia,

lealtad. Y, en un sentido más desconocido, como hechizo, maldición,

encantamiento y fórmula mágica.

Para la teología y para la espiritualidad católica, la devoción es un

acto de religión. Santo Tomás de Aquino dice que la devoción es

“la voluntad dispuesta a entregarse a todo lo que pertenece al servicio de

Dios”, o sea, al culto divino. Así las cosas, toda devoción verdadera tiene

como fin último al mismo Dios.

La devoción es quizás uno de los momentos cultuales más antiguos

de la humanidad como lo atestigua la arqueología. Está presente en todas

las religiones de la historia y de la actualidad. En lo que se refiere al

cristianismo, como ya hemos visto, se encuentra presente en el A.T y en el

N.T5. Los primeros cristianos siguieron con este tipo de culto al cual pronto

se añadió, tras las sangrientas persecuciones, el culto a las reliquias, a los

mártires y a los primeros santos que la recién nacida Iglesia comenzó a

canonizar. Esta santidad, para que se vea la relación que existe con la

devoción y lo dicho anteriormente, es por participación en la santidad de

Dios, pues sólo Dios puede ser considerado santo. En la Edad Media las

prácticas de devoción se daban casi exclusivamente en el culto comunitario

y en el periodo de la Cristiandad este acto de dar a Dios lo que es de Dios

5 Aunque en la práctica los judíos tenían el mandato divino de no hacerse ídolos, sabemos, por bastantes episodios y oráculos de los profetas, que hubo periodos en los que esta prohibición no se cumplía. Dios, según la Alianza con Moisés, quiso exclusividad y en este sentido la devoción hacía Él, como Dios único, también forma parte de lo que se entiende por devoción como ahora veremos.

Page 7: ADORACIÓN, DEVOCIÓN Y VENERACIÓN · ADORACIÓN, DEVOCIÓN Y VENERACIÓN En la práctica cristiana existe, no en pocos casos, un desconocimiento sobre estos tres conceptos relacionados

era realizado por toda la sociedad. Con la llegada de la modernidad6, la

secularización y la laicidad, se ha producido un enfriamiento de la fe que

ha conllevado la puesta en duda y viabilidad del culto público. (El

sentimiento religioso debería ser reducido al ámbito privado pues el ámbito

público debe ser aconfesional o laico. Pero esto daría para otra charla).

En la actualidad, el tema de la devoción, en especial a los santos, es

uno de los más sensibles de la religiosidad popular y a la vez nos pone en

contacto con una de las grandes inquietudes de nuestra época, la búsqueda

de modelos que encarnen el ideal evangélico. Hoy, la mayoría de la gente

ya no entiende el significado de la palabra devoción y para la mayor parte

de los católicos de hoy, las prácticas devocionales no pasan

del sentimentalismo subjetivista, que no lleva a una verdadera conversión.

Siendo así que, es urgente recuperar el sentido de la palabra devoción,

como voluntad dispuesta a entregarse enteramente a Dios, para pasar luego

a la práctica.

Existen varias expresiones de devoción en la Iglesia católica, que

pueden ser divididas en dos categorías: la devoción de veneración, que se

da a los ángeles y los santos, y la devoción de adoración, que se debe

únicamente a Dios y de la que ya hemos hablado.

Nos centraremos ahora en la devoción de veneración y el culto a las

imágenes sagradas, a los santos y a los ángeles como siervos de Dios en el

orden sobrenatural. Existe, en este tipo de veneración, santos que tienen

una preeminencia en la devoción o hiperdulia como es la veneración a la

Virgen María (por encima de todos los santos y los ángeles) y San José que

tiene una preeminencia entre los santos o protodulia. La devoción de

6 Quisiera recordar que para este tiempo la reacción de la Iglesia se denominó “devotio moderna” y su obra culmen fue la “Imitación de Cristo” de Tomás de Kempis que tenía como fin procurar la santificación de la vida diaria. Pero no todo fue positivo, pues, en algunos caso, se cayó en el subjetivismo devocional, peligro del que creo no nos hemos desembarazado.

Page 8: ADORACIÓN, DEVOCIÓN Y VENERACIÓN · ADORACIÓN, DEVOCIÓN Y VENERACIÓN En la práctica cristiana existe, no en pocos casos, un desconocimiento sobre estos tres conceptos relacionados

veneración se expresa, en la práctica externa, mediante la reverencia y el

respeto a las imágenes de los santos y de los ángeles (estatuas, esculturas,

pinturas, iconos, reliquias, etc.).

Una vez dicho esto, nos podemos hacer la siguiente pregunta: Si

Dios mandó no hacernos imágenes o ídolos y adorarlo sólo a Él7, si el

primer mandamiento así parece confirmarlo ¿caemos acaso los cristianos

en el pecado de idolatría con este tipo de veneración? Veamos.

El culto de las imágenes sagradas en la Iglesia católica parece no ser

contrario al primer mandamiento, pues, la teología manifiesta que la honra

y adoración que debe ser prestada a una imagen debe remontar al modelo

original, ya que para el pensamiento católico quien venera una imagen,

debe venerar en ella a la persona representada y no tanto a la imagen en sí.

La imagen o reliquia no merece el culto por sí misma, y por eso la “latría”

o adoración es relativa. Es decir, quien sea devoto/a de San Bartolomé, o de

cualquier otra imagen, no debe ser devoto/a de esta o tal talla en madera o

yeso policromado, sino de la persona de San Bartolomé. Y, ¿por qué

merece el culto o la devoción San Bartolomé o cualquier otra imagen?

Merece el culto por Cristo, por lo que indirectamente a quien se le rinde

adoración es a Dios que es quien sí merece y recibe el culto absoluto. La

devoción a las imágenes de los santos nos debe llevar a la adoración de

Dios. De la “dulia” o “latria relativa” debemos pasar a la “latria” absoluta.

La honra o devoción que se le presta a las imágenes es, por tanto, una

“veneración respetuosa”, y no una adoración, que es debida solamente a

Dios. Como afirma el Catecismo de la Iglesia Católica en su número 2132:

“El culto de la religión no se dirige a las imágenes en sí mismas como

7“No debes hacerte una imagen tallada ni una forma parecida a cosa alguna que esté en los cielos arriba o que esté en la tierra debajo o que esté en las aguas debajo de la tierra. No debes inclinarte ante ellas ni ser inducido a servirlas.” (Ex 20,4-5); y “Temerás sólo al señor tu Dios; y a El adorarás, y jurarás por su nombre. No seguiréis a otros dioses, a ninguno de los dioses de los pueblos que os rodean” (Dt 6, 13-14)

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realidades, sino porque bajo su aspecto de imágenes nos conducen al Dios

encarnado. El movimiento que se dirige a la imagen en cuanto tal no se

detiene en ella, sino que se orienta a la realidad que representa”. Siendo

así que, el culto de devoción a los ángeles y a los santos en sus sagradas

imágenes no es un fin en sí mismo, sino que tiene por finalidad elevar a las

almas a Dios.

Entendido en este sentido, no encontramos contradicción entre los

mandatos de Dios y la práctica cultual de devoción a las imágenes de los

santos, reliquias, ángeles, etc., por parte de los cristianos y así las

acusaciones de idolatría que nos vienen desde otras confesiones cristinas

son infundadas. Podemos, por tanto, hablar de devoción a los santos, en

una línea de analogía o semejanza, sin menoscabar en absoluto la primacía

de Dios.

Por consiguiente, en el caso de los santos, podemos entender por

"devoción" una actitud del creyente respecto a unas personas (declarados

oficialmente "santos" por la Iglesia), que significan de nuestra parte unas

connotaciones de amor, veneración, agradecimiento y admiración, hacia

esa persona, a través de su imagen, y que nos sirve como trampolín para

amar a Dios. La tradición de la Iglesia así los atestigua y lo recoge en el

Concilio Vaticano II, en su constitución Sacrosanctum concilium número

111: "De acuerdo a la tradición, la Iglesia rinde culto a los santos y venera

sus imágenes y sus reliquias auténticas".

Las imágenes de los santos deben ser entendidas, entonces, como

símbolos. Decía el filósofo neokantiano Ernst Cassirer que el hombre es un

animal simbólico, ya que para comprender algunos aspectos de su realidad

recurría a los símbolos y este es uno de esos casos. Si entendemos el signo

o símbolo como el objeto material que se ve pero que manifiesta algo que

no se ve, entenderemos el valor simbólico de las imágenes de los santos: la

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imagen material (madera, yeso, mármol, etc.) es el símbolo, pero no

debemos quedarnos ahí sino que debemos llegar a lo que esa imagen

representa, a lo que no se ve. Y en este caso, lo que no se ve son una serie

de cualidades, actuaciones, modos de vida, etc., que hacen que para

nosotros esos santos merezcan nuestra veneración y nos lleven a la

adoración de Dios, que es el qué y por el qué esas personas representadas

en las imágenes han vivido, actuado y comportado de esa manera. No le

rezamos o pedimos a la imagen, sino a la persona representada por la

imagen.

Sin embargo, vemos que muchas veces no es así, y muchos católicos

caemos en prácticas idolátricas. Estas se producen cuando veneramos, ya

sea adoración o devoción, a algo o a alguien que no es Dios, y esto, en

muchos casos, es la imagen de un santo. Estudiando Antropología social y

cultural, realicé un trabajo junto a mi compañero Tomás Rubio sobre la

Semana Santa de Cieza, encargándome yo del estudio del patrimonio

inmaterial de esta. Realizamos diferentes grabaciones y varias entrevistas a

anderos y participantes en los desfiles pasionales, algunas cuestiones

incidían en la fe de estos y recuerdo, cómo llamativo, el desconocimiento

por parte de muchos de la liturgia de la pasión y la detección de la idolatría

en algunos. Como ejemplo, un andero de una de las cofradías tras

confirmar su total ateísmo afirmó “que a su trono/imagen no dejaba que la

tocara ni Dios”. O como este otro que podemos ver en muchos de nuestros

templos, fieles que visitan a tal o cual imagen de un santo, se arrodillan,

rezan devotamente, tocan esa imagen y salen sin presignarse ante el

santísimo. O aquellos para lo que primero es tal santo, seguido de tal otro y

ya, a mucha distancia, Jesucristo. De tal modo que cuesta un mundo quitar

del altar a tal o cual imagen de un santo, para poner a un crucificado.

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Esto es un culto idolátrico, un pecado grave pues niega la existencia

de Dios y su carácter único, para atribuirle eso a personas o cosas creadas.

Las imágenes, las palabras, las reliquias, etc., no son idolátricas en sí, la

idolatría es una actitud. Es importante que los fieles católicos no caigamos

en dichas actitudes, porque precisamente esto es lo que motiva no pocas

críticas y la desvirtualización del culto, rayando ya aspectos mágicos.

Como vemos en algunas procesiones de rodillas o con los pies descalzos,

donde puede haber un trasfondo de leyes de mercado y chantaje para con

Dios: "Yo te doy esto y tú me das esto". Esto puede fomentar la

especialización milagrera. Se puede montar en la devoción popular una

especie de hospital con santos de "medicina general" y otros santos

"especialistas".

La devoción popular, sin embargo, es una práctica religiosa no

obligatoria dentro de nuestra fe. No estamos obligados a realizar una

devoción concreta. Cada católico debe poner en práctica aquella devoción o

devociones que le ayuden a profundizar en su fe y a seguir mejor a Jesús.

Por ello, las devociones se pueden recomendar pero nunca imponer. El

pueblo cristiano, entre devoción (amor a…) y culto (manifestación), ha

decidido libremente diferentes manifestaciones oficiales y populares en

torno a santuarios e imágenes, lo que ha diferenciado una religiosidad

popular del culto oficial de la Iglesia.

Y si la religiosidad popular tiene algún aspecto negativo, como

acabamos de ver, también tiene otros aspectos positivos que debemos

reseñar: es un medio apto para la nueva evangelización si se programan

medios adecuados con imaginación (como es el caso de estas charlas), es

una oportunidad para hacer vivir la liturgia sacramental y para catequizar,

también fomenta valores humanos como la solidaridad, la vida familiar, el

respeto a la naturaleza y potencia el sentimiento de pertenencia a un grupo.

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Una de estas prácticas de la religiosidad popular es la devoción a un

santo patrón o patrono. El Santo patrón es un santo que tiene una afinidad

especial con una comunidad o un grupo específico de personas y a cuya

intercesión se acogen los miembros de esos colectivos. El concepto patrón

o patrono, que procede del latín “patronus”, es sinónimo de defensor o

protector8. Por tanto, los santos patronos son considerados, por muchos

creyentes, como intercesores y abogados ante Dios, sea de una nación, un

pueblo, un lugar, una artesanía o actividad, una clase, una congregación, un

clan o una familia.

La imagen del patrón estaría sujeta a la devoción relativa y por ello

es un culto que incluye el cuidado de dicha imagen, el respeto y devoción

debidos, mantenerla segura y protegida, y exponerla al culto popular. Como

decíamos, la imagen no merece el culto por sí misma, merece el culto por

Cristo. La veneración correspondiente a esta devoción relativa incluye los

siguientes aspectos: Respeto profundo a la imagen; Ver en el santo

representado a una persona de grandes cualidades; Conocer su vida y obras

como seguidor de Dios; Amarlo sin contradecir el primer mandamiento;

Pedirle intercesión ante Dios por nosotros; Deseo de seguir su ejemplo;

Festejarlo en una fecha determinada como expresión de honor y honra, y

presignarnos ante su imagen como signo de devoción.

La devoción debida a San Bartolomé, como patrón de Cieza, por lo

tanto, debe ir más allá de su imagen, fundamentándose en su carácter de

intercesor y protector históricamente acreditado (aunque desconocemos el

porqué de su nombramiento como Patrón de Cieza), según nos cuentan las

crónicas y leyendas, como en el episodio del 25 de Agosto de 1722, cuando

la imagen sudó cinco veces al enfrentarse a una tormenta, o en la bendición

de los campos y cosechas desde el magnífico conjuratorio de su ermita. 8 Para los más jóvenes, Harry Potter y sus amigos realizan encantamientos patronus (expectopatronum) con carácter defensivo. Así el Patronus es un espíritu guardián.

Page 13: ADORACIÓN, DEVOCIÓN Y VENERACIÓN · ADORACIÓN, DEVOCIÓN Y VENERACIÓN En la práctica cristiana existe, no en pocos casos, un desconocimiento sobre estos tres conceptos relacionados

Pero, dicho esto, ¿por qué tener devoción a San Bartolomé? Quizás

la vida y actitud de este apóstol de Jesús también nos puede inspirar

devoción hacia él. Entorno a San Bartolomé, existe alguna que otra

controversia sobre su vida aunque la mayoría lo identifica con Natanael,

amigo de Felipe (Su nombre en griego procede del patronímico Bar-

Tolmay o hijo de Ptolomeo). No es llamado directamente por Jesús, sino

que es su amigo Felipe el que le invita a seguir a Jesús. Ante tal invitación,

Natanael responde que de Nazaret no puede salir nada bueno al enterarse

que Jesús es de allí. Felipe le respondió “ven y verás”. Su encuentro con

Jesús y la confirmación por parte de este de que ya lo había elegido antes

incluso de que Felipe lo invitara, llevan a la conversión y a la confesión de

fe de Natanael. Jesús vio en él a un verdadero israelita en el cual no había

engaño. Tras esto, Natanael se convirtió en un Apóstol de Jesús, testigo de

su muerte y su resurrección. Después parece que predicó en la India y en

Armenia, donde literalmente se “dejó la piel” predicando el Evangelio, fue

despellejado y decapitado.

Bartolomé representa, por lo tanto, a la persona que llega a la fe sin

haberla buscado, que tiene una necesidad, que se cuestiona, pero que parte

de un prejuicio sobre esta que desaparece en cuanto conoce a Jesús de

Nazaret y se convierte en un discípulo incondicional. Como San Bartolomé

nosotros también estamos invitados al “ven y verás”. Para San Bartolomé

la santidad no se basa en hacer milagros, ni en deslumbrar a otros con

hazañas extraordinarias, sino en dedicar la vida a amar a Dios, a hacer

conocer y amar más a Jesucristo, y a propagar su santa religión, y en tener

una constante caridad con los demás y tratar de hacer a todos el mayor bien

posible. Así, por su intercesión, podemos pedir a Dios lo que reza su

oración: “concede a tu Iglesia amar lo que él creyó, y predicar lo que él

enseñó”.

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Para los ciezanos, la traca que pone fin a sus fiestas patronales

representa su verdadera noche vieja y el comienzo de un nuevo año. Nos

despojamos de la piel vieja, como San Bartolomé, y renacemos con una

piel nueva para afrontar otro año, otro ciclo vital, al igual que ocurre con

los campos y la naturaleza que nos rodea.

En un sentido más banal, a San Bartolomé, lo de morir despellejado

le valió ser el patrón de los curtidores y de los encuadernadores. Pero las

utilidades del santo van más allá (acordaos de los santos “especialistas”).

Su particular martirio hace de San Bartolomé un santo al que recurrir en

caso de enfermedades cutáneas. Por ejemplo, San Bartolomé es idóneo para

combatir el acné juvenil. El adolescente granulado tendrá que exclamar,

delante del espejo:

¡Oh, glorioso Bartolomé,

líbrame de este acné!

He incluso con el doloroso y molesto bronceado veraniego, así le

podemos rezar:

San Bartolomé glorioso,

acudo a ti en este trance,

que no me deje el sol quejoso,

quemado y ojeroso.

De ti espero el alcance

de tu santa bendición,

mientras el sol avance

en el firmamento,

no queme mi piel en cruel

tormento.

Para ti esta oración

del turista miedoso,

que teme el fatal lance

del achicharrarse doloso,

el quemarse en un momento

por broncearse a discreción.

MUCHAS GRACIAS

Page 15: ADORACIÓN, DEVOCIÓN Y VENERACIÓN · ADORACIÓN, DEVOCIÓN Y VENERACIÓN En la práctica cristiana existe, no en pocos casos, un desconocimiento sobre estos tres conceptos relacionados