agatha christie - el misterio de sans souci

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EL MISTERIO DE SANS SOUCI

AGATHA CHRISTIETraduccin: A. SOLER CRESPO

GUIA DEL LECTOREn un orden alfabtico convencional relacionamos a continuacin los principales personajes que intervienen en esta obra: APPLEDORE: Criado del teniente Haydock. BATT (Albert): Criado fiel que fue del matrimonio Beresford, en los principios de su vida matrimonial. BERESFORD (Tommy): Del Servicio Secreto, protagonista, con su esposa, de esta novela. BERESFORD (Tuppence): Valerosa y excelente mujer, que fue enfermera cuando la Primera Guerra Mundial. BLENKENSOP: Es la seora Beresford que toma ese nombre para ciertas gestiones. BLETCHLEY: Mayor del ejrcito. CAYLEY (Alfred): Un enfermo crnico. CAYLEY (Elizabeth): Esposa del anterior. DEBORAH: Avispada y bella hija de los Beresford. DEINIM (Carl von): Refugiado alemn, excelente qumico. DEREK: Hermano mellizo de Deborah Beresford. EASTHAMPTON (Lord): Jefe importante del Servicio Secreto. GRANT: Oficial por cuenta del anterior. HAYDOCK: Teniente de navo, retirado de la Marina. MARDSON (Tony): Un amigo de Deborah. MEADOWES: Seudnimo utilizado por Beresford. MINTON (Sophia): Una anciana hospedada en Sans Souci huyendo de la guerra. O'ROURKE: Una obesa seora, traficante de antigedades. PERENNA: Enigmtica duea de la pensin llamada Sans Souci del pueblo de Leahampton. POLONSKA (Vanda): Refugiada polaca. SHEILA: Hermosa hija de la seora Perenna, enamorada del refugiado alemn. SPROT (Millicent): Joven seora hospedada en Sans Souci con su pequea hija Betty y casada con un agente de seguros, ausente por la guerra.

CAPITULO PRIMERO 1Tommy Beresford se quit el abrigo en el vestbulo de su piso. Colg la prenda cuidadosamente, empleando en ello ms tiempo del necesario y despus, con gran esmero, coloc el sombrero en la siguiente percha. Irgui los hombros, trat de fijar en su rostro una sonrisa y entr en la salita de estar donde su mujer haca calceta en aquel momento; un pasamontaas de lana color caqui. Era la primavera del ao 1940. La seora Beresford lanz una rpida mirada a su marido y luego volvi a mover las agujas a un ritmo furioso. Al cabo de unos momentos pregunt: Traen alguna noticia los peridicos de la noche? Parece que ahora va en serio eso de la blitzkreig, o guerra relmpago replic Tommy. Las cosas no marchan bien en Francia. El mundo est hecho un asco coment Tuppence1. Hubo una pausa y al final Tommy dijo: Bueno, por qu no lo preguntas ya de una vez? No es menester que emplees tanto tacto. Ya lo s admiti Tuppence. Los rodeos irritan siempre. Pero t te enfadas si voy directamente al grano. Aunque de todas formas no es preciso que te pregunte nada. Lo llevas escrito en la cara. No saba que tuviera un aspecto tan triste. No, querido dijo Tuppence. Pero esa sonrisita que me ests dirigiendo desde que has entrado es de lo ms falso que jams vi. Tommy hizo una ligera mueca y replic: De veras? Tan mal lo hago? Psimamente! Est bien; dilo ya de una vez. No hay ninguna esperanza? Ninguna. No me necesitan para nada. Te aseguro, Tuppence, que para un hombre de cuarenta y seis aos resulta fastidioso el que lo consideren como un viejo lleno de achaques. En el Ejrcito, en la Marina, en las Fuerzas Areas y en el Ministerio de Asuntos Exteriores, me han dicho lo mismo. Soy demasiado viejo. Tal vez me llamen ms tarde. Pues lo mismo me pasa a m observ Tuppence. No quieren1

Nombre que familiarmente se aplica en Inglaterra a las monedas de dos peniques. En este caso se trata del apodo de la seora Beresford. (Vase la novela de esta misma autora: El misterioso seor Brown.) (N. del T.)

gente de mi edad para enfermeras. No hay manera de convencerles. Cualquier mocosa que en su vida ha visto una herida y no sabe esterilizar unas vendas tiene preferencia sobre m, que trabaj durante tres aos, desde 1915 a 1918, en varias ocupaciones, tanto de enfermera en los hospitales de sangre, como de conductora de un camin y ms tarde del coche de un general. Y puedo asegurar con orgullo, que todo ello lo llev a cabo con gran xito. Pero ahora soy una pobre mujer de edad madura, entrometida y fastidiosa, que no quiere quedarse tranquilamente en casa, haciendo calceta como es su obligacin. Tommy coment lgubremente: Esta condenada guerra...! Ya es bastante malo el estar en guerra sigui Tuppence, pero que no le dejen a una hacer algo para ayudar, es el colmo. Bueno dijo su marido, a modo de consuelo. Al fin y al cabo, Deborah ha conseguido un empleo. Lo cual me parece muy bien contest la madre de Deborah. Y espero que sabr desempear su cometido. Pero sigo creyendo, Tommy, que yo puedo hacer lo mismo que haga ella. Tommy hizo un gesto. No creo que Deborah piense lo mismo. Las hijas llegan a ponerse pesadas. Especialmente cuando quieren parecer tan amables con sus madres como la nuestra. Tommy murmur: Hay ocasiones en que no es fcil soportar las miradas de indulgencia que me dirige Derek, como si dijera: Pobre papato. En resumen termin Tuppence, que aunque nuestros hijos son adorables, resultan tambin completamente insoportables. Pero al mencionar a los dos mellizos, Derek y Deborah, los ojos de su madre tenan una expresin de profunda ternura. Estoy seguro continu Tommy pensativamente de que para mucha gente tiene que ser amargo el darse cuenta de que se estn haciendo viejos y pertenecen al pasado. Tuppence dio un resoplido de clera y sacudi su negra y brillante cabellera, al mismo tiempo que lanzaba al suelo, dando vueltas, el ovillo de lana que tena en el regazo. Pero, es que nosotros somos de sos? Dime, lo somos? O acaso ser que todos se empean en insinuarlo? Algunas veces llego a creer que nunca hicimos nada de provecho. Eso creo yo tambin. Tal vez sea as. Pero, de todas formas, hubo un tiempo en que se nos daba importancia, aunque ahora empiezo a figurarme que aquello no ocurri nunca en realidad. Es posible que pasaran todas aquellas cosas, Tommy? Es cierto que una vez casi te abrieron la cabeza y luego te raptaron unos espas alemanes? Es cierto que en una ocasin perseguimos a un peligroso criminal... y lo cogimos? Es

cierto que rescatamos a una muchacha y nos apoderamos de unos documentos secretos muy importantes, por lo cual, prcticamente, nos dio las gracias toda una nacin? Y fuimos nosotros! T y yo! Los despreciados e innecesarios seores Beresford. Clmate, querida. Todo eso no conduce a nada. Sea como fuere replic Tuppence, reprimiendo una lgrima, el seor Carter nos ha defraudado. Nos ha escrito una carta muy amable. Pero no ha hecho nada por nosotros. Ni siquiera nos ha dado esperanzas. Ya sabes que actualmente ya no se ocupa de estas cosas. Le pasa lo mismo que a nosotros. Es demasiado viejo. Vive en Escocia y se dedica a la pesca. Tuppence observ con acento nostlgico: Si nos hubieran dado alguna ocupacin en el Servicio Secreto. Tal vez no hubiramos podido cumplir eficientemente dijo Tommy. Posiblemente, no tengamos ya el suficiente nervio para ello. No lo creo se obstin Tuppence. Yo me siento igual que entonces. Pero, como has dicho, quiz cuando llegara el momento... Dio un suspiro y continu: Deseara poder encontrar una ocupacin de cualquier clase. No es conveniente disponer de mucho tiempo para pensar. Sus ojos se detuvieron por un instante sobre las fotografas de un joven vestido con el uniforme de las Fuerzas Areas, cuya ancha sonrisa tena un parecido extraordinario a la de Tommy. Para un hombre resulta peor observ este ltimo. Las mujeres, al fin y al cabo, pueden hacer calceta, preparar paquetes y ayudar en las cantinas. Eso podra hacerlo yo aunque tuviera veinte aos ms dijo Tuppence. No soy tan vieja como para contentarme con ello. Lo malo es que, por lo visto, no aprovecho ni para una cosa ni para otra. Son el timbre de la puerta y Tuppence se levant. Las dimensiones del piso no permitan tener criada. Al abrir se encontr con un caballero de amplios hombros y cara afable sobre la que destacaba un gran bigote rubio. El recin llegado pareci juzgar con una rpida mirada a la mujer y pregunt con voz agradable: Es usted la seora Beresford? S. Me llamo Grant. Soy amigo de lord Easthampton, quien me sugiri que viniera a hablar con usted y con su marido. Oh, qu atento! Pase, por favor. Le precedi hasta la salita de estar. Mi marido. El... ejem... capitn... Seor... rectific el otro.

El seor Grant. Es amigo del seor Car... de lord Easthampton. Le acuda siempre ms fcilmente a los labios el viejo nom de guerre del ex jefe del Servicio Secreto, que el ttulo nobiliario que ste ostentaba. Durante unos cuantos minutos charlaron animadamente. Grant tena una personalidad atractiva y unas maneras muy agradables. Tuppence sali al cabo de un rato de la habitacin y volvi poco despus con una botella de jerez y unos vasos. Al cabo de unos instantes, al producirse una pausa en la conversacin, el seor Grant se dirigi a Tommy. He odo decir que anda usted buscando un empleo, Beresford. Una lucecita se encendi en los ojos de Tommy. S, eso es. No querr usted decir que... Grant se ech a rer y sacudi la cabeza. Nada de eso, no. Me temo que tales cosas tendremos que dejarlas para la gente joven y activa... o para los que estn con ello desde hace varios aos. Lo nico que puedo sugerirle es algo ms prosaico. Trabajo en oficinas. Rellenar formularios, archivarlos y clasificarlos. Una cosa as... La cara de Tommy se ensombreci. Ah! Ya me doy cuenta. Grant prosigui, como animndole: Bueno; eso es mejor que nada. De todas formas, venga a verme cualquier da a mi oficina. En el Ministerio de Aprovisionamiento. Despacho nmero 22. Le arreglaremos algo para usted. Son el telfono y Tuppence lo descolg. Hola..., s! Qu? se oy hablar a una voz chillona al otro extremo del hilo. La cara de Tuppence cambi de expresin. Cundo? pregunt. Oh, Dios mo...! Desde luego... voy en seguida... Colg el aparato. Era Maureen dijo, dirigindose a Tommy. Ya lo he odo... reconoc su voz desde aqu. Tuppence explic agitadamente: No sabe cunto lo siento, seor Grant. Debo ir inmediatamente a ver a una amiga ma. Ha sufrido una cada y se ha lastimado el tobillo. Como no tiene a nadie con ella, ms que su pequea, tengo que ir para arreglar las cosas y buscar a alguien que la cuide. Le ruego que me perdone. Desde luego, seora Beresford. Ya me hago cargo. Tuppence le dirigi una sonrisa, cogi un abrigo que haba sobre el sof y despus de ponrselo sali apresuradamente de la habitacin. Se oy el ruido que produjo la puerta del piso al cerrarse de golpe. Tommy escanci un nuevo vaso de jerez para su invitado. No se vaya todava dijo.

Muchas gracias el otro acept el vaso. Sorbi el vino unos instantes, en silencio, y luego dijo: Al fin y al cabo, la marcha de su esposa nos ha venido bien. Nos ahorrar tiempo. Tommy lo mir estupefacto. No lo entiendo dijo. Grant habl marcando las palabras. Sepa usted, Beresford, que me han dado instrucciones para hacerle una proposicin en el caso de que viniera usted a verme al Ministerio. El color volvi lentamente a la pecosa cara de Tommy: Quiere usted decir que...? empez. Grant asinti con la cabeza. Easthampton nos sugiri que lo empleramos a usted dijo. Nos asegur que era usted el hombre indicado para llevar a cabo el trabajo. Tommy dio un profundo suspiro. Cunteme invit. Esto, desde luego, es estrictamente oficial. Tommy asinti. Ni su esposa debe saberlo, me entiende? Muy bien... si usted lo quiere as..., pero en otros tiempos trabajamos siempre juntos. S; ya lo s. Pero esta proposicin le incumbe solamente a usted. Comprendo. Muy bien. Ostensiblemente se le ofrecer un destino, tal como le dije antes. Trabajo de oficina en un departamento del Ministerio que funciona en Escocia, dentro de un rea prohibida a la cual no puede acompaarle su esposa. Pero, en realidad, ir usted a otro lugar diferente por completo. Tommy se limit a escuchar. Grant continu: Ha ledo usted algo en los peridicos acerca de la Quinta Columna? Sabe usted, a grandes rasgos, qu es lo que significa ese trmino? Tommy murmur: El enemigo dentro de casa. Exactamente. Esta guerra, Beresford, empez con un espritu muy optimista. No me refiero con ello a la gente que en realidad est enterada de lo que pasa. Nosotros sabemos exactamente con qu nos enfrentamos; la eficiencia del enemigo, su potencial areo, su determinacin y la coordinacin de su bien organizada guerra. Me quiero referir al pueblo en general. Al hombre de la calle, de buen corazn e ideas cortas, que cree solamente lo que quiere creer; que Alemania fracasar, que est al borde de la revolucin, que sus armas estn construidas con latas y que sus soldados estn mal

alimentados, que se caern si tratan de avanzar. Toda esta clase de tonteras. Castillos en el aire, como vulgarmente se dice. Pues bien: la guerra no se desarrolla as. Empez mal y ahora va peor. Los hombres que luchan nada tienen que ver con ello; tanto los que van embarcados, como los que tripulan un avin o se defienden en una trinchera. Pero existe falta de direccin y de preparacin; defectos, quiz, de nuestras cualidades. No queramos la guerra. No la considerbamos en serio y, por lo tanto, no nos preparamos para ella. Lo peor de todo esto ya ha pasado. Hemos corregido nuestras equivocaciones y lentamente vamos colocando en los sitios necesarios los hombres adecuados. Estamos empezando a hacer la guerra tal como debe hacerse. Podemos ganarla, y no se llame a engao respecto a ello; pero a condicin de que no la perdamos antes. Y el peligro de perderla no proviene de fuera, sino de dentro; no del poder de los bombarderos alemanes, ni del hecho de que se apoderen de pases neutrales y consigan nuevos y ventajosos puntos desde donde atacarnos, sino de la traicin interna. Nuestro peligro es el peligro de Troya. El caballo de madera dentro de nuestras murallas. Llmese Quinta Columna, o lo que quiera. Est aqu, entre nosotros. Hombres y mujeres, algunos de los cuales desempean altos cargos mientras que otros estn situados en puestos ms oscuros; pero todos creen genuinamente en los designios nazis y en su doctrina y desean sustituir con ella la embotada y facilona libertad de nuestras democrticas instituciones. Grant se inclin hacia delante y con la misma voz agradable y llana, aadi: Y no sabemos quines son... Pero, seguramente... aventur Tommy. El otro replic con un ligero acento de impaciencia: Podemos hacer caer en nuestras redes a la morralla. Eso es fcil. Pero se trata de los otros. Sabemos todo lo que se refiere a ellos. Sabemos que, por lo menos, dos ocupan altos cargos del Almirantazgo; que uno debe pertenecer al Estado Mayor del General G...; que tres, o ms, estn en las Fuerzas Areas y que otros dos pertenecen al Servicio Secreto y tienen acceso a la informacin reservada del Gobierno. Sabemos todo esto porque debe ser as, dada la forma en que han ocurrido las cosas. Y ello nos lo demuestra la filtracin de informes que, desde arriba, se han facilitado al enemigo. Con tono desalentado y reflejando en su cara la perplejidad que senta, Tommy pregunt: Y de qu provecho puedo yo servirle? No conozco a nadie de los que ha nombrado. Grant asinti. Exactamente. No los conoce usted... y ellos a usted tampoco.

Hizo una pausa para que esta observacin profundizara en la mente de su interlocutor, y luego en el mismo tono prosigui: Esa gente de tan alta posicin conoce a la mayora de nosotros. No podemos, en realidad, negarles informacin. Y como a causa de ello, estaba yo a punto de estallar, fui a ver a Easthampton. Ya no se ocupa de estas cosas y se encuentra enfermo; pero es uno de los hombres ms inteligentes que he conocido. Pens en usted. Hace ms de veinte aos trabaj usted para el Departamento y su nombre, ahora, no est relacionado con l. Su cara no es conocida. Qu me dice? Se ocupar de ello? La cara de Tommy pareci a punto de partirse en dos por efecto de su exttica sonrisa. Que si quiero? Apuesto lo que quiera a que s. Aunque no llego a comprender en qu podr ser til. No soy ms que un aficionado. Mi querido Beresford, lo que necesitamos es precisamente un aficionado. Los profesionales slo encontraran dificultades en este caso. Ocupar el puesto de uno de los mejores hombres que hemos tenido y que, posiblemente, jams tendremos. Tommy pareci formular una pregunta con la mirada. Grant asinti. S. Muri el martes pasado en el hospital de Santa Brgida. Lo atropello un camin y slo vivi unas horas. Pareci un accidente..., pero no lo fue. Ya comprendo dijo Tommy. Grant sigui hablando con voz reposada. Y sta es la razn por la que creemos que Farquhar estaba sobre la buena pista y que, por fin, bamos a saber algo. Su muerte, que no fue a resultas de un accidente, nos daba la seguridad de ello. Los ojos de Tommy parecieron formular una nueva pregunta. Desgraciadamente sigui el otro, sabemos poco menos que nada de lo que lleg a descubrir. Farquhar haba estado siguiendo metdicamente una pista tras otra y muchas de ellas no conducan a ningn lado. Despus de una pausa, Grant prosigui: Farquhar estuvo inconsciente hasta unos pocos momentos antes de morir. Entonces trat de decirnos algo. Slo estas palabras: N o M. Song Susie. No parece que sirvan para aclarar mucho las cosas coment Tommy. Grant sonri. Un poco ms de lo que usted cree. Ya habamos odo hablar antes de N o M. Se trata de las letras clave con que se designa a dos de los ms importantes y fieles agentes secretos alemanes. Hemos tenido ocasin de conocer sus actividades en otros pases y sabemos algo sobre ambos. Su misin consiste en organizar la Quinta Columna en pases extranjeros y actuar como agentes de enlace entre la nacin de que se trate y Alemania. Nos hemos enterado,

adems, de que N es un hombre y que M es una mujer. Por lo dems, slo podemos asegurar que ambos son los dos agentes en que ms confianza tiene Hitler; y que en un mensaje cifrado que captamos a principios de la guerra, se Inclua esta frase: Proponemos a "N" o "M" para Inglaterra. Plenos poderes. Entendido. Y Farquhar? Por lo que deduzco, Farquhar estaba sobre la pista de uno de los dos, pero por desgracia, no sabemos de cul. Song Susie parece algo cabalstico, mas hemos de tener en cuenta que Farquhar no tena un acento francs muy puro. En uno de sus bolsillos encontramos un billete de ferrocarril expedido en Leahampton, lo cual parece que arroja algo de luz sobre el asunto. Leahampton est situado en la costa sur y es algo as como un lugar de reposo, como Bournemouth o Torquay. Hay en l gran cantidad de pensiones y casas de huspedes y, entre ellas, una que se llama Sans Souci... Tommy murmur: Song Susie... Sans Souci... ya entiendo... De veras? observ el otro. Entonces sigui Tommy se trata de que vaya yo all y... averige lo que hay. sa es precisamente la idea. La sonrisa de Tommy volvi a resplandecer en su cara. Resulta un poco aleatorio, no le parece? dijo. Ni siquiera s qu es lo que debo buscar. Pues yo no se lo puedo decir, ya que tampoco lo s. Eso tendr que ser cosa suya. Tommy suspir e irgui los hombros. Probar. Pero ya sabe que no soy un individuo muy inteligente. He odo decir que en otros tiempos no lo hizo usted muy mal. Aquello fue pura suerte. Pues bien; suerte es lo que necesitamos. Tommy recapacit durante unos momentos. Y acerca de esa pensin llamada Sans Souci...dijo al final. Grant se encogi de hombros. Tal vez sea todo una falsa alarma. No se lo puedo asegurar. Posiblemente Farquhar estaba pensando en la cancin que dice: La hermana Susie est cosiendo camisas para los soldados1 . Todo es pura conjetura. Y qu tal es Leahampton? Justamente igual que otros sitios de esa clase. Hay all gente de todos los pelajes. Seoras ancianas, viejos coroneles retirados, intachables solteronas, clientes de dudosa procedencia, aficionados a la pesca y un extranjero o dos. Una mezcolanza, en realidad. Y N o M estar entre ellos?1

Se refiere a la asociacin de ideas entre song (cancin en ingls) y Susie. (N. del T.)

Tal vez no. Pero posiblemente habr alguien que est en contacto con uno de los dos; aunque lo ms probable, a mi entender, ser que bien N o M residan all. Se trata de un sitio vulgar y nada ostentoso; una pensin junto a la playa, en un pueblo tranquilo y propio para el reposo. No sabe usted si he de buscar a un hombre o a una mujer? Grant sacudi la cabeza. Tommy coment: Bueno; tendr que probar. Que tenga mucha suerte, Beresford. Y ahora... respecto a los detalles.

2Media hora despus, cuando entr Tuppence jadeando y llena de curiosidad, encontr solo a Tommy sentado en un silln y silbando, y con una expresin indefinible en su cara. Y qu? solicit Tuppence, imprimiendo a estas dos palabras toda una gama de sentimientos. Pues bien replic su marido ambiguamente. He conseguido un empleo de... cierta clase. De qu clase? Tommy hizo un gesto apropiado a las circunstancias. Trabajo de oficina en los pramos de Escocia. Muchsimo secreto y cosas as, pero no parece que tenga nada de emocionante. Vamos los dos, o solo t? Solamente yo. Vete al diablo! Cmo pudo ser tan mezquino el seor Carter? Me figuro que en estos trabajos tienden a la separacin de sexos. De otra forma resulta demasiada distraccin para el pensamiento. Se trata de cifrar mensajes... o de descifrarlos? Es como el trabajo que hace Deborah? Ten cuidado, Tommy. La gente se vuelve rara haciendo esas cosas y se levanta por las noches, gruendo y repitiendo 978345286, o algo parecido; hasta que al final se vuelven locos y hay que encerrarlos en un manicomio. Eso me pasar a m. Tuppence insisti lgubremente: Espero que te volvers loco tarde o temprano. Yo podra ir; no para trabajar, sino como tu mujer. Te pondra las zapatillas a calentar y tendras una comida decente al final del da. Tommy pareci sentirse incmodo. Lo siento, mujer. Lo siento mucho. No sabes cmo aborrezco el dejarte... Pero crees que tienes la obligacin de hacerlo murmur Tuppence con aoranza. Al fin y al cabo observ Tommy dbilmente puedes hacer calceta. Hacer calceta estall Tuppence. Has dicho hacer calceta? Cogi el pasamontaas que estaba haciendo y lo arroj al suelo. Odio el color de lana caqui continu ella. Y aborrezco el azul marino o azul celeste. Me gustara tener algo de color magenta. Ese nombre tiene cierto regusto militar coment Tommy. Casi una reminiscencia de blitzkreig. Pero a pesar de estas bromas se senta desgraciado. Tuppence, sin embargo, tena un temperamento espartano y no se arredr,

admitiendo con franqueza que l no tena otra obligacin ms que hacerse cargo del nuevo empleo que le ofrecan y que todo ello, en realidad, no le importaba mucho. Aadi que se haba enterado de que necesitaban una mujer para fregar suelos en uno de los puestos sanitarios que tena instalados la Defensa Pasiva. Tal vez la encontraran apta para dicho trabajo. Tommy sali para Aberdeen tres das despus y Tuppence fue a despedirle a la estacin. Aunque tena los ojos brillantes y parpade una o dos veces, hizo lo posible para mantenerse alegre ante su marido. Y Tommy, por su parte, cuando el tren sala de la estacin, sinti un nudo en la garganta que le impeda tragar, al ver la diminuta y solitaria figura que se alejaba por el andn. Con guerra o sin ella, deba reconocer que estaba desertando de Tuppence. Hizo un esfuerzo para recobrar la serenidad. Las rdenes deban cumplirse. Al da siguiente, una vez en Escocia, tom un tren que le condujo a Manchester y dos das despus llegaba a Leahampton. Se instal en el mejor hotel y dedic la maana siguiente a recorrer pensiones y casas de huspedes, viendo habitaciones y enterndose de los precios que le cobraran como husped estable. Sans Souci era una villa construida al estilo victoriano, de ladrillo rojo oscuro, situada en la ladera de una colina. Desde sus ventanas superiores se disfrutaba de una magnfica vista de la costa. En el vestbulo se notaba un ligero olor a polvo y a comida, y la alfombra estaba algo rada, pero la casa, en conjunto, poda juzgarse favorablemente. Se entrevist con la patrona, la seora Perenna, en el despacho de sta. Era una habitacin pequea y un tanto descuidada, en la que haba una gran mesa cubierta de papeles. La propia seora Perenna tena tambin un aspecto desaliado. Era una mujer de edad madura, de pelo negro, encrespado y rizado menudamente. Llevaba en la cara un poco de maquillaje y al sonrer mostraba gran cantidad de dientes blanqusimos. Tommy se aventur a mencionar a su prima, una tal seorita Meadowes, que haba vivido en Sans Souci dos aos antes. La seora Perenna se acordaba muy bien de la seorita Meadowes. Era una anciana encantadora, aunque en realidad no crea que fuera muy vieja, pues era muy atractiva y no haba perdido todava el sentido del humor. Tommy convino cautamente en ello. Estaba enterado de que haba existido una real seorita Meadowes, ya que el Departamento pona mucho cuidado en estos detalles. Y qu tal estaba la seorita Meadowes? Tommy anunci con tristeza que la seorita Meadowes haba muerto y ante tal noticia la seora Perenna chasque la lengua mientras asuma una expresin de condolencia.

Pero pronto volvi a charlar volublemente. Estaba segura de que tena una habitacin que le convendra al seor Meadowes. Con una estupenda vista al mar. Opinaba que el seor Meadowes tena mucha razn al abandonar Londres. Tena entendido que no resultaba agradable vivir all entonces y, adems, con la epidemia de gripe que se haba declarado ltimamente... Sin cesar de hablar, la seora Perenna condujo a Tommy hasta el piso superior y le ense varios dormitorios. Tambin mencion el importe de la renta semanal, ante cuya cifra Tommy dio muestras de desaliento. La patrona explic que los precios haban subido de una forma desconcertante, y a su vez, Tommy replic que sus ingresos haban mercado considerablemente, pues con los impuestos y unas cosas y otras... La seora Perenna suspir y dijo: Esta terrible guerra... Tommy convino en ello y declar que en su opinin deban colgar a Hitler. Era un loco; un loco de remate. La seora Perenna tambin era de igual opinin y seguidamente empez a decir que con lo del racionamiento y con las dificultades que ponan los carniceros para servir la carne, pues haba veces que desaparecan hasta las mollejas de ternera y el hgado, no haba manera de llevar bien la casa; pero que siendo el seor Meadowes pariente de una antigua cliente, le rebajara media guinea a la semana. Tommy intent entonces la retirada, con la promesa de que lo pensara, y la seora Perenna lo persigui hasta la cancela del jardn, hablando ms volublemente que antes y demostrando tal sutileza de ingenio que Tommy se alarm. Tena que admitir que, a su manera, era una mujer muy agradable. Se pregunt de qu nacionalidad sera. Estaba seguro de que no era inglesa. El apellido era espaol o portugus, pero tal poda ser la nacionalidad de su marido, no la de ella. Tal vez, pens, fuera irlandesa, aunque mientras hablaron no haba deslizado ninguna palabra en su dialecto. Pero aquello explicara su vitalidad y exuberancia. Convinieron, por fin, en que el seor Meadowes se instalara en la casa al da siguiente. Tommy procur llegar a las seis de la tarde. La seora Perenna sali a recibirlo al vestbulo; lanz una serie de instrucciones sobre el equipaje a una criada de aspecto atontado que mir a Tommy con ojos saltones y boca abierta, y condujo al nuevo husped a lo que ella llam el saln. Tengo la costumbre de presentar a mis huspedes explic la patrona mirando con determinacin a las cinco personas que se encontraban en la habitacin. Empez las presentaciones. ste es nuestro nuevo husped, el seor Meadowes... la seora

O'Rourke. Era una mujer de proporciones colosales, de ojos redondos y bigote llamativo. Dirigi una radiante sonrisa al recin llegado. El mayor Bletchley. El militar contempl a Tommy, como ponderndolo, e inclin tiesamente la cabeza. El seor Von Deinim. Un joven muy estirado, de cabellos rubios y ojos azules se levant e hizo una reverencia. La seorita Minton. Una mujer anciana que llevaba un gran collar de cuentas y haca calceta con lana de color caqui, sonri y lanz una risita pagada. Y la seora Blenkensop. Ms calceta... y una cabeza de revueltos cabellos negros que se levant, dejando de contemplar absortamente el pasamontaas que estaba tejiendo. Tommy contuvo la respiracin y le pareci que la habitacin daba vueltas a su alrededor. La seora Blenkensop! Tuppence! Aquello era imposible e increble... Tuppence haciendo calceta tranquilamente en el saln de Sans Souci. Los ojos de ella se fijaron en l. Fue una mirada corts en la que no se reflej ningn inters. La admiracin de Tommy subi de punto. Tuppence!

CAPTULO IITommy no supo nunca cmo se las arregl para pasar aquella velada. No se atreva a dirigir la mirada hacia donde estaba la seora Blenkensop. A la hora de la cena aparecieron tres nuevos huspedes de Sans Souci. Un matrimonio de mediana edad, el seor y la seora Cayley, y una joven mam, la seora Sprot, que haba venido de Londres con su hijita de corta edad, y pareca estar francamente aburrida por su obligada estancia en Leahampton. Tom asiento al lado de Tommy y de cuando en cuando le dirigi fijas miradas con sus ojos de color grosella plido, hasta que le pregunt con voz gangosa: Cree usted que en Londres se podr vivir ya con tranquilidad? Estn volviendo todos, verdad? Antes de que Tommy pudiera contestar a estas sencillas razones, su vecina del otro lado, la seora del collar, intervino en la cuestin. Lo que yo digo es que con los nios no debe correrse ningn riesgo. Me refiero a su pequea Betty. No se lo perdonara usted nunca, y ya sabe que Hitler anunci para muy pronto la llegada de la blitzkreig a Inglaterra. Creo que usarn un tipo de gas completamente nuevo. El mayor Bletchley interpuso secamente: Se han dicho muchas tonteras acerca de los gases. Esos tipos no van a perder el tiempo lanzndolos. Utilizarn explosivos de gran poder y bombas incendiarias, tal como han hecho en otras partes. Los dems comensales atacaron el asunto con fruicin. Se oy la voz de Tuppence, que con acento agudo y algo fatuo dijo: Pues segn cree mi hijo Douglas... Vaya con Douglas! pens Tommy. Me gustara saber por qu se ha inventado ese nombre. Despus de la cena, que fue una comida pretenciosa, compuesta por varios platos bastante anmicos sin sabor a nada, todos los huspedes pasaron al saln. Las mujeres volvieron a emprender la calceta y Tommy se vio forzado a escuchar una larga y aburrida relacin de lo que le pas al mayor Bletchley en la frontera del noroeste de la India. El joven rubio de ojos azules sali del saln despus de hacer una pequea reverencia desde el umbral de la puerta. El mayor Bletchley suspendi su narracin y le administr a Tommy un codazo en las costillas. se que acaba de salir es un refugiado. Escap de Alemania un mes antes de la guerra. Es alemn? S; y ni siquiera es judo. Su padre se vio perseguido por criticar

el rgimen nazi. Dos hermanos suyos estn trabajando en un campo de concentracin y l escap con el tiempo justo. En aquel momento se hizo cargo de Tommy el seor Cayley, quien le cont con gran lujo de detalles todo lo relacionado con su salud. Tan absorbente era el tema para el narrador, que faltaba poco para ser hora de ir a la cama, cuando Tommy pudo librarse de su locuacidad. A la maana siguiente, Tommy se levant temprano y sali a dar una vuelta por la playa. Volva por la explanada, despus de haber llegado hasta el embarcadero, cuando vio una figura familiar que vena en sentido opuesto. Tommy levant su sombrero. Buenos das dijo jovialmente. Ejem... la seora Blenkensop, verdad? No haba nadie por all que pudiera orles. El doctor Livingstone para ti replic Tuppence. Cmo diablos te las arreglaste para venir? murmur Tommy . Es un verdadero milagro. Nada de milagro... slo un poco de cabeza. Tu cabeza, supongo. Y supones muy bien. Espero que esto os sirva de leccin, a ti y a ese altivo seor Grant. No hay duda de ello dijo Tommy. Vamos, Tuppence; dime cmo lo hiciste. Me devora la curiosidad. Fue muy sencillo. Desde el momento en que Grant habl del seor Carter, me ol lo que pasaba. Saba que no se tratara de un miserable trabajo de oficina. Pero sus maneras demostraban que no estaba dispuesto a que yo metiera mis narices en el asunto y, por lo tanto, decid obrar por mi cuenta. Sal a traer un poco de jerez y aprovechando aquello me escap hasta el piso de los Brown y telefone a Maureen. Le dije que me llamara unos minutos ms tarde y le instru sobre lo que deba contarme. Lo hizo muy bien y chill tanto que aun estando vosotros alejados del telfono, osteis todo lo que dijo. Hice entonces un poco de comedia, fingiendo condolencia, ansiedad y todos los signos de una amiga preocupada, saliendo a escape y dando un buen portazo. Pero no sal del piso. Desde el vestbulo pas al dormitorio y entreabr la puerta que da a la salita de estar. Y oste todo lo que hablamos? Todo repuso Tuppence con acento complacido. Y no me hiciste ninguna observacin? la voz de Tommy tena cierto tono de reproche. Claro que no. Deseaba darte una leccin. A ti y a tu amigo el seor Grant. El seor Grant no es precisamente amigo mo; aunque no dudo que le has dado una leccin. El seor Carter no me hubiera tratado con tanta ruindad

coment Tuppence. Creo que el Servicio Secreto ya no es lo que fue en nuestros tiempos. Tommy observ con gravedad: Recobrar su primitivo esplendor, ahora que hemos vuelto a l. Y a qu viene eso de Blenkensop? Por qu no puedo llamarme as? Parece un nombre bastante raro, como para escogerlo de buenas a primeras. Pues fue el primero que se me ocurri y adems viene bien para la ropa interior. Qu quieres decir, Tuppence? Por la B, idiota. B de Beresford, B de Blenkensop. Las iniciales bordadas en mis combinaciones. Patricia Blenkensop. Prudente Beresford. Y por qu escogiste el de Meadowes? Es un nombre bastante tonto. Pues, en primer lugar dijo Tommy, porque no llevo bordada en mis calzoncillos ninguna B. Y, en segundo, porque yo no lo escog. Me dijeron que me llamara Meadowes. El seor Meadowes es un caballero con un pasado muy respetable, el cual he tenido que aprendrmelo todo de memoria. Muy bonito observ Tuppence. Casado o soltero? Soy viudo replic Tommy con dignidad. Mi mujer muri hace diez aos en Singapur. Y por qu en Singapur? Todos tenemos que morir en un sitio u otro. Qu tiene de malo Singapur? Oh, nada. Probablemente es un sitio apropiado para morir. Yo tambin soy viuda. Dnde muri tu marido? Qu importa? Posiblemente en un sanatorio. Hasta me atrevera a decir que muri de una cirrosis heptica. Comprendo. Una enfermedad muy dolorosa. Y qu me dices de tu hijo Douglas? Douglas est en la Marina. Eso o ayer por la noche. Tengo otros dos hijos. Raymond sirve en las Fuerzas Areas y Cyril, el ms pequeo, est en las Territoriales. Qu pasara si alguien se entretuviera comprobando la historia de esos imaginarios Blenkensop? No son Blenkensop. Blenkensop fue mi segundo marido. El primero se apellidaba Hill. Hay tres pginas llenas de ese apellido en la gua telefnica. Ni aunque lo intentaras podras comprobar, uno a uno, la historia de todos ellos. Tommy suspir. Siempre pasa lo mismo contigo, Tuppence. Llevas las cosas demasiado lejos. Dos maridos y tres hijos. Es demasiado. Cualquier

da te vas a confundir en los detalles. No me pasar nada de eso, y hasta creo que los hijos me sern de alguna utilidad. Y haz el favor de acordarte que no tengo por qu seguir rdenes de nadie. Hago la guerra por mi cuenta. Me met para divertirme y te aseguro que me divertir. As parece dijo Tommy, y aadi lgubremente: Si quieres que te diga la verdad, todo esto me parece una farsa. Por qu lo dices? Bueno; t has estado en Sans Souci ms tiempo que yo. Podrais decir con sinceridad que alguna de las personas con quien cenamos anoche puede ser un peligroso agente enemigo? Tuppence respondi pensativamente: Parece un poco increble. Pero, desde luego, tenemos a ese joven. Carl von Deinim. La polica posee todos los antecedentes de los refugiados, no es cierto? Supongo que s. Pero de todas formas creo que debemos vigilarlo. Es un chico muy atractivo. Quieres decir que las chicas le pueden contar cosas? Pero qu chicas? No hay por aqu ningn general o almirante que tengas hijas. Tal vez salga a pasear con alguna capitana de los voluntarios locales. No te excites, Tommy. Debemos tomar esto en serio. Ya lo estoy tomando. Pero me parece que estamos embarcados en una empresa quimrica. Tuppence observ gravemente: Todava es pronto para decir eso. Al fin y al cabo, en este asunto no habr nada que llame la atencin a primera vista. Qu opinas sobre la seora Perenna? S respondi Tommy con aspecto pensativo. Tenemos a la seora Perenna y admito que necesitamos aclarar muchas cosas respecto a ella. Y qu hemos de hacer nosotros? pregunt Tuppence. Es decir, cmo vamos a cooperar? Debemos hacerlo de manera que no nos vean muchas veces juntos dijo Tommy pensativamente. S. Sera contraproducente el sugerir que nos conocemos mucho ms de lo que pretendemos aparentar. Lo que hemos de decidir es la actitud que debemos adoptar uno respecto al otro. Creo... s... creo que la persecucin es el mejor sistema. Persecucin? Exactamente. Yo te persigo. T hars lo que puedas para eludirme, pero siendo un simple hombre con sentimientos caballerosos, tendrs que fracasar en tu empeo de cuando en cuando. Yo he tenido dos maridos y voy a la caza del tercero. T desempears el papel de viudo perseguido y alguna vez te abordar por ah, bien sea en un caf o mientras paseas por el puerto. Todos

se reirn para sus adentros y opinarn que es una cosa muy divertida. No me parece mal convino Tommy. La caza del hombre por la mujer siempre ha dado lugar a bromas. Esto nos colocar a los dos en una situacin conveniente. Todo lo que harn, si nos ven juntos, ser sonrer y decir: Pobrecito Meadowes! Tommy le cogi una mano sbitamente. Mira dijo. Mira frente a ti. En la esquina de un refugio antiareo, un joven hablaba con una muchacha. Ambos parecan estar muy absortos en lo que decan. Carl von Deinim dijo Tuppence en voz baja. Quin ser la chica? Quienquiera que sea, es verdaderamente bonita. Tuppence asinti. Tena fijos los ojos en la cara morena y apasionada de la muchacha y en el ajustado jersey que realzaba las lneas de su figura juvenil. En aquel momento hablaba acaloradamente, con nfasis, mientras Carl von Deinim la escuchaba. Tuppence murmur: Creo que es hora de que me dejes. De acuerdo dijo Tommy. Dio la vuelta y se alej en direccin contraria. Al extremo del paseo se encontr con el mayor Bletchley, quien lo mir con desconfianza y gru: Buenos das. Buenos das respondi Tommy al saludo. Ya veo que tambin a usted le gusta madrugar, como a m observ Bletchley. Se acostumbra uno all en el Oriente. Ya hace muchos aos, pero todava conservo el hbito de madrugar. Tiene mucha razn dijo el militar con un gesto aprobatorio. Los jvenes de ahora me ponen enfermo. Baos calientes y el desayuno a las diez o ms tarde. No es extrao que los alemanes nos hayan estado zurrando hasta ahora. No hay nervio. Son una pandilla de debiluchos. De todas formas, el ejrcito ya no es lo que era. Los cuidan como si fueran bebs. Los arropan bien por las noches y les ponen botellas de agua caliente. Bah! Todo eso me revuelve las tripas! Tommy sacudi la cabeza con aire melanclico y el mayor Bletchley, animado de esa forma, prosigui: Disciplina. Eso es lo que necesitamos. Disciplina. Cmo vamos a ganar la guerra sin disciplina? Sepa usted, caballero, que algunos de ellos bajan a formar con pantalones cortos. Eso me han contado. No se puede esperar ganar la guerra de esa forma. Pantalones cortos! Por mil de a caballo! El seor Meadowes aventur la opinin de que las cosas eran muy

diferentes a como haban sido antes. La culpa de todo la tiene esta democracia opin el mayor Bletchley, hoscamente. Se puede exagerar todo. En mi opinin, creo que estn exagerando la misma democracia. Mezclando los oficiales con los soldados; comiendo juntos en los restaurantes. Bah! Los soldados no gustan de ello, Meadowes. La tropa sabe lo que le conviene. Siempre lo ha sabido. Desde luego dijo el seor Meadowes. No es que yo sepa mucho acerca de los asuntos del Ejrcito... El otro le interrumpi, al tiempo que lanzaba una rpida mirada de reojo. Estuvo usted en la ltima guerra? S. Me lo figur. Me di cuenta de que haba hecho usted la instruccin. Por los hombros. En qu Regimiento? En el 5. de Confeshires Tommy se acord de los datos relativos a la cartilla militar del seor Meadowes. Ah, s, en Salnica! Eso es. Yo estuve en Mesopotamia. Bletchley se zambull en sus reminiscencias y Tommy le escuch cortsmente. Por fin, el militar termin con tono irritado: Y no cree usted que yo podra serles ahora de alguna utilidad? No; no lo creen ellos as. Soy demasiado viejo. Demasiado viejo, narices! An podra ensear, a unos cuantos de esos cachorros, algunas cosas de la guerra que ellos ignoran. Aunque no fuera ms que lo que no debieran hacer? sugiri Tommy, sonriendo. Eh? Qu dice? Se vea que el sentido del humor no era muy fuerte en el mayor Bletchley. Mir desconfiado a su acompaante y Tommy se apresur a cambiar de conversacin. Qu sabe usted acerca de esa seora... Blenkensop, segn creo que se llama? S; se es su nombre, Blenkensop. No est mal, aunque tiene los dientes un poco largos y habla demasiado. Una mujer agradable, pero de escasa inteligencia. No; no la conozco a fondo. Hace tan slo dos das que est en Sans Souci y aadi: Por qu lo pregunta? Tommy explic: Acabo de encontrrmela y quisiera saber si acostumbra siempre a levantarse tan temprano. No lo s. A las mujeres, por lo general, no les gusta pasear antes del desayuno... gracias a Dios aadi. Amn termin Tommy. Y luego prosigui: No soy capaz de seguir una conversacin refinada con una mujer

antes del desayuno. Espero que a esa mujer no le habr parecido desconsiderado, pero necesito hacer ejercicio. El mayor Bletchley demostr una instantnea simpata. Estoy de acuerdo con usted, Meadowes. Completamente de acuerdo. Las mujeres estn muy bien en su sitio; pero no antes del desayuno solt una risita apagada. Ser mejor que tenga mucho cuidado, amigo. Sabe usted que esa seora es viuda? De veras? El militar le dio un alegre codazo en las costillas. Ya sabemos cmo son las viudas. Ha enterrado a dos maridos, y si quiere que le diga la verdad, me parece que va a la caza del tercero. Abra bien los ojos, Meadowes. bralos bien. Siga mi consejo. Y con el mejor de los nimos, el mayor Bletchley dio media vuelta al final de la explanada y marc el paso para el paseo que deban dar en busca del desayuno que les esperaba en Sans Souci. Mientras tanto, Tuppence haba seguido su camino por la explanada, pasando junto al refugio donde estaban charlando los dos jvenes. Al pasar oy unas cuantas palabras. Estaba hablando la muchacha. Pero debes tener cuidado, Carl. La ms mnima sospecha... Al alejarse, Tuppence no pudo or nada ms. Eran palabras significativas? Dio la vuelta discretamente y volvi a pasar junto a la pareja. Oy una frase ms. ...afectado y detestable ingls... La seora Blenkensop levant ligeramente las cejas. Carl von Deinim era un refugiado de la persecucin nazi, a quien se haba dado asilo y cobijo en Inglaterra. No era prudente, ni demostraba agradecimiento por su parte, el escuchar con aprobacin tales palabras. Tuppence dio otra vuelta. Pero esta vez, antes de que llegara al refugio, la pareja se separ de pronto. La chica cruz la calle que conduca al puerto y Carl von Deinim se dirigi hacia donde estaba Tuppence. Tal vez no la hubiera reconocido, a no ser porque ella se detuvo y mostr cierta vacilacin. Pero al darse cuenta de quin era, el joven junt rpidamente los talones e hizo una reverencia. Tuppence pareci reconvenirle por su distraccin cuando dijo: Buenos das. Es usted el seor Von Deinim, verdad? Qu maana tan esplndida! Ah, s! Hace un tiempo muy bueno. Me ha tentado a salir prosigui ella. No suelo hacerlo muchas veces antes de desayunar. Pero esta maana, tal vez porque no he podido dormir muy bien... He comprobado que nunca se duerme a gusto cuando se cambia de cama. Siempre se tarda un da o dos en acostumbrarse. Oh, s! No hay duda de que as es.

Y en realidad, este paseto me ha abierto un buen apetito para el desayuno. Vuelve usted ahora a Sans Souci? Si me permite, le acompaar. Y camin gravemente al lado de ella. Sale usted tambin para hacer apetito? Oh, no! Ya he tomado el desayuno. Me voy a trabajar. A trabajar? Soy investigador qumico. As que tal es su profesin, pens Tuppence mientras le diriga una rpida mirada. Carl von Deinim sigui hablando con voz solemne: Vine a este pas para escapar de la persecucin. Tena muy poco dinero y ningn amigo. Ahora hago el trabajo ms til que puedo. Miraba fijamente frente a l. Tuppence not que el muchacho estaba animado poderosamente por una corriente de fuertes sentimientos. Ya comprendo murmur. Ya comprendo. Muy estimable. Carl von Deinim prosigui: Mis dos hermanos estn en un campo de concentracin. Mi padre muri en uno de ellos y despus muri mi madre, de pena y de miedo. Tuppence pens: Por la forma en que lo dice... parece como si lo hubiera aprendido de memoria. Volvi a dirigirle una furtiva mirada. El chico segua fijando la vista frente a l con cara inexpresiva. Caminaron en silencio durante unos momentos. Dos hombres pasaron junto a ellos y uno de los dos mir de soslayo a Carl. Tuppence oy cmo murmuraba a su compaero: Te apuesto algo a que ese tipo es alemn. Tuppence vio cmo el color suba a las mejillas de Carl von Deinim. De pronto, el joven perdi el control de s mismo. La marea de ocultas emociones sali a la superficie. Tartamude al hablar: Lo ha odo usted... lo ha odo usted... eso es lo que dicen... yo... Mi querido amigo Tuppence volvi a ser la de siempre. Su voz era viva y apremiante. No sea tonto. No puede usted tenerlo todo. El joven volvi la cabeza y la mir fijamente. Qu quiere decir? Es usted un refugiado. Tiene usted que estar a las duras y a las maduras. Lo que importa es que est vivo. Vivo y libre. Y en cuanto a lo otro... debe darse cuenta de que es inevitable. Este pas est en guerra y usted es alemn sonri de pronto. No puede usted esperar que el hombre de la calle, literalmente hablando, sepa distinguir entre los buenos y los malos alemanes, si me permite decirlo de una forma tan cruda.

Carl segua mirndola fijamente. Sus ojos, tan azules, rebosaban de sentimientos reprimidos. Luego, repentinamente, sonri y dijo: De los pieles rojas se deca que el nico indio bueno era el que estaba muerto, no es verdad? ri. Para ser un buen alemn debo llegar puntualmente al trabajo. Con su permiso. Buenos das. Volvi a realizar aquella estirada reverencia y Tuppence se qued mirando cmo se alejaba. Seora Blenkensop se dijo, has tenido una coladura. En el futuro atente a tus asuntos. Y ahora vamos a buscar el desayuno a Sans Souci. Encontr abierta la puerta del vestbulo. En el interior, la seora Perenna conversaba animadamente con alguien. Y le dirs lo que pienso de la margarina que nos sirvi ltimamente. Compra el jamn hervido en casa de Guillers, pues lo tena dos peniques ms barato la ltima vez... y ten cuidado con las colas... se detuvo al entrar Tuppence. Buenos das, seora Blenkensop. Ya veo que es usted madrugadora y no se ha desayunado todava. Lo tiene todo preparado en el comedor y aadi, indicando a su acompaante: sta es mi hija Sheila. No la conoca usted todava, pues estuvo ausente y lleg ayer por la noche. Tuppence mir con inters la vivaz y atractiva cara. Era la misma joven que vio poco antes hablando con el alemn, pero ahora no demostraba la trgica energa de haca unos momentos, sino ms bien tena una expresin en su cara de aburrimiento y enfado. Mi hija Sheila. Sheila Perenna. Tuppence murmur unas palabras de cumplido y entr en el comedor. Haba tres huspedes desayunando. La seora Sprot, con su pequea, y la enorme seora O'Rourke. Buenos das salud Tuppence. La seora O'Rourke correspondi con un cordial: Bonsimos los tenga usted. El saludo un poco ms anmico de la seora Sprot qued ahogado ante el vozarrn de la otra mujer. Esta ltima mir a Tuppence con una especie de inters voraz. No es mala idea dar un paseo antes de desayunar observ. Abre el apetito. La seora Sprot dijo a su retoo: La sopita de leche est muy rica, cario. Y trat de administrar una cucharada a la seorita Betty Sprot. Pero sta eludi el intento de su madre haciendo un adecuado movimiento de cabeza y sigui mirando fijamente a Tuppence con ojos grandes y redondos. Seal con un dedo manchado de leche a la recin llegada, le dirigi una afectuosa sonrisa y observ con tonos guturales: Ga... ga... buch.

Le gusta usted exclam la seora Sprot mirando a Tuppence como si se tratase de una persona a la que se concediera un sealado favor. Algunas veces es tmida con los extraos. Bu repiti Betty Sprot. Y aadi con nfasis: Ah puz ah bag. Qu quiere decir? pregunt la seora O'Rourke. Todava no habla muy claro confes la seora Sprot. Acaba de cumplir los dos aos y muchas de las cosas que dice no tienen sentido. Aunque sabe decir mam, verdad que s, cario? Betty mir con aire pensativo a su madre y observ fijamente: Cuguel bic. Estos angelitos tienen un idioma propio tron la seora O'Rourke. Betty, cario, di mam. Betty mir fijamente a la mujer, frunci el ceo y dijo con terrible seriedad: Nazer. Vaya! Hace lo que puede. Qu preciosidad de criatura! La seora O'Rourke se levant, mir con aspecto feroz a Betty y sali majestuosamente de la habitacin. Ga, ga, ga dijo Betty con enorme satisfaccin, y con la cuchara empez a dar golpes en la mesa. Tuppence parpade al preguntar: Y qu quiere decir, en realidad, Nazer? La seora Sprot se sonroj ligeramente y contest: Me parece que es lo que dice Betty cuando algo o alguien le disgusta. As lo he credo yo tambin dijo Tuppence. Ambas mujeres rieron. Al fin y al cabo continu la seora Sprot, la seora O'Rourke quiere parecer amable, pero tiene un aspecto tan terrorfico, y con esa voz tan profunda, tanto pelo en la cara... y todo lo dems... Betty inclin entonces la cabeza de un lado e hizo unos ruiditos arrulladores dirigidos a Tuppence. Le ha tomado cario, seora Blenkensop dijo su madre. A Tuppence le pareci que haba un ligero acento celoso en su voz y se apresur a componer la cosa. A los nios les encantan siempre las caras nuevas, verdad? dijo sosegadamente. Se abri la puerta y entr el mayor Bletchley acompaado de Tommy. Tuppence se sinti con ganas de bromear. Ah, seor Meadowes! exclam. Ya ve que le he ganado. He llegado antes a la mesa. Pero le he dejado un poquitn de desayuno. Tommy murmur confusamente: Oh...!, ms bien... ejem... gracias... Y tom asiento al otro extremo de la mesa. Betty Sprot dirigi un enrgico Patch acompaado de una

rociada de leche hacia el mayor Bletchley, cuya cara asumi instantneamente una expresin atontada y complacida. Cmo est la seorita esta maana? pregunt con voz de falsete, y empez a juguetear con un peridico. Betty lanz gritos de contento. Serios presentimientos asaltaron a Tuppence. Tiene que haber algn error pens. Es imposible que aqu haya nada de lo que piensan. Es completamente imposible. Para creer que Sans Souci era el cuartel general de la Quinta Columna se necesitaba la mentalidad de la reina Blanca, de Alicia en el Pas de las Maravillas.

CAPTULO III 1La seorita Minton estaba haciendo calceta en la terraza cubierta que haba en uno de los lados de la casa. Era una mujer delgada y angulosa, en cuyo cuello se le dibujaban los tendones. Llevaba una toquilla azul celeste y luca siempre cadenas o collares. Usaba faldas de lana gorda, deformadas por la parte de atrs. Salud efusivamente a Tuppence. Buenos das, seora Blenkensop. Espero que habr dormido bien. La seora Blenkensop confes que nunca dorma bien cuando cambiaba de cama, durante los primeros das, y la seorita Minton exclam: No cree que es curioso? A m me pasa lo mismo. Qu coincidencia! Qu punto tan bonito est haciendo! La seorita Minton enrojeci de satisfaccin y despleg la prenda que estaba tejiendo. S; no era muy corriente, pero no tena nada de difcil. Se lo enseara a la seora Blenkensop si sta quera. La seorita Minton era muy amable, pero la seora Blenkensop, en realidad, no saba hacer calceta; es decir, no haba conseguido nunca hacer nada con arreglo a una muestra. Slo saba hacer cosas sencillas, como un pasa-montaas, y aun as, tema que el que estaba tejiendo no le sala bien. No pareca tener la forma debida, verdad? La seorita Minton dio una experta ojeada a la prenda en cuestin y seal los puntos que estaban equivocados. Tuppence, dando muestras de agradecimiento, le entreg el pasamontaas defectuoso y la otra mujer rezum amabilidad y cooperacin. Oh, no! No es ninguna molestia dijo. Hace muchos aos que hago calceta. Pues yo nunca la hice antes de esta espantosa guerra confes Tuppence. Pero creo que en estos momentos hay que hacer algo para ayudar. Claro que s. Y tiene usted un chico en la Marina, segn le o decir ayer por la noche? S; mi hijo mayor. Es un muchacho magnfico... aunque supongo que una madre no debiera decir eso. Tambin tengo otro en las Fuerzas Areas, y Cyril, el ms pequeo, est en Francia. Dios mo! Qu ansiedad deber usted pasar por ellos! Tuppence pens: Derek, mi querido Derek... ahora ests luchando en un horroroso infierno, mientras yo estoy aqu, haciendo tonteras y desempeando

un papel que realmente no siento... Y con voz alta y en tono enrgico, dijo: Debemos tener valor, verdad? Esperemos que todo acabe pronto. El otro da me dijeron, de fuentes bien informadas, que los alemanes no podan resistirnos ms de dos meses. La seorita Minton asinti con tanto vigor que todos los collares que llevaba entrechocaron con gran ruido. S; eso es. Y creo... baj la voz en tono confidencial que Hitler sufre una enfermedad muy grave: y que para agosto ya se habr vuelto loco. Tuppence coment vivamente: Todo eso de la blitzkreig es tan slo el ltimo y desesperado esfuerzo de los alemanes. Creo que la escasez es terrible en Alemania. Los obreros de las factoras estn descontentos y todo el tinglado se vendr abajo. Qu es eso? Qu se vendr abajo? El seor y la seora Cayley acababan de salir de la terraza, y el primero hizo estas preguntas con acento malhumorado. Tom asiento en un silln y su mujer le puso una manta sobre las rodillas. Qu es lo que estaban diciendo? volvi a preguntar con igual acento de mal humor. Decamos explic la seorita Minton que para el otoo habr acabado todo. Tonteras replic el seor Cayley. Esta guerra durar, por lo menos, seis aos. Oh, seor Cayley! protest Tuppence. No es posible que crea usted eso. El seor Cayley mir a su alrededor recelosamente. No es cierto que aqu hay corriente? murmur. Tal vez ser mejor que retire el silln hasta aquel rincn. Volvi a ponerse en escena el acomodamiento del seor Cayley. Su mujer, de cara inquieta, y cuyo nico objeto en la vida pareca ser el de cumplimentar todos los deseos de su marido, manipul almohadones y mantas mientras preguntaba: Cmo ests as, Alfred? Crees que estars mejor? No sera conveniente, tal vez, que te pusieras las gafas de sol? Hay aqu demasiada luz. El seor Cayley contest con irritacin: No, no. No enredes tanto, Elisabeth. Tienes mi bufanda? No, sa, no! La de seda. Bueno, no importa. Por una sola vez creo que ir bien. Pero no quiero que se me caliente mucho la garganta, y la lana, con este sol... bueno, quiz sea preferible que me traigas la otra. Volvi de nuevo su atencin a los asuntos de inters pblico. S dijo, yo creo que sern seis aos. Escuch con satisfaccin las protestas de las dos mujeres. Ustedes, estimadas seoras, slo se ocupan de desear lo mejor.

Pero yo conozco a Alemania. Me atrevo a decir que la conozco demasiado bien. En el curso de mis negocios, antes de retirarme, sola recorrerla de un extremo a otro. Berln, Hamburgo, Munich. Me son familiares. Y les aseguro que Alemania puede sostenerse, prcticamente, por tiempo indeterminado. Con Rusia guardndole las espaldas. El seor Cayley continu hablando con acento de conviccin. Su voz se alzaba y disminua en agradables y melanclicas cadencias, slo interrumpida cuando recogi la bufanda de seda y se emboz con ella. La seora Sprot trajo a Betty y la dej en el suelo, junto con un perrito de lana al que le faltaba una oreja, y una chaqueta para mueca. Oye, Betty dijo su madre. Viste a Bonzo y prepralo para salir de paseo mientras mamata se arregla un poco. El seor Cayley sigui recitando estadsticas y cifras con voz retumbante, todas ellas de carcter depresivo. El monlogo tena como contrapunto el alegre gorjeo de Betty, que hablaba animadamente con Bonzo en su propio idioma, en tanto lo vesta. Trac... traki... pa bat. Y luego, al posarse un pjaro cerca de ella, tendi los bracitos y parlote alegremente. El pjaro vol y Betty, mirando a todos los presentes, dijo con claridad: Patito. Esta nia aprende a hablar de una forma maravillosa observ la seorita Minton. Di tata, Betty. Tata. Betty la mir con indiferencia y replic: Gluc. Luego introdujo a la fuerza uno de los brazos de Bonzo dentro de la manga de la chaqueta y fue con paso inseguro hasta una de las sillas. Levant el almohadn y coloc a Bonzo detrs de l. Gorje con alegra y haciendo grandes esfuerzos anunci: Escondido! Guau, guau... Escondido! La seorita Minton, a manera de intrprete, dijo con orgullo: Le gusta jugar al escondite. Siempre est escondiendo cosas. Y luego, con exagerada sorpresa, exclam: Dnde est Bonzo? Dnde puede estar Bonzo? Betty se dej caer al suelo y pareci quedar sumida en un xtasis de gozo. El seor Cayley, viendo que los dems haban dejado de prestar atencin a sus explicaciones sobre los mtodos alemanes para sustituir las materias primas, y considerndose desplazado, tosi agresivamente. La seora Sprot, con el sombrero puesto, entr en aquel momento y se llev a Betty. La atencin volvi a centrarse en el seor Cayley.

Qu estaba usted diciendo, seor Cayley? pregunt Tuppence. Pero el seor Cayley se senta ultrajado y replic framente: Esa mujer se deja siempre a la nia por ah y espera que los dems cuiden de ella. Creo que voy a ponerme la bufanda de lana, querida. Ya se va el sol. Pero, seor Cayley, siga usted con lo que iba dicindonos. Era muy interesante rog la seorita Minton. El seor Cayley pareci ablandarse ante estas razones y reanud su discurso mientras se envolva cuidadosamente la garganta con los pliegues de la bufanda de lana. Como iba diciendo, Alemania ha perfeccionado de tal forma su sistema de... Tuppence se volvi hacia la seora Cayley y le pregunt. Qu opina usted de la guerra, seora Cayley? La mujer dio un respingo. Qu opino yo? Qu... qu quiere decir? Cree usted que durar seis aos? La seora Cayley contest dubitativamente: Espero que no. Es mucho tiempo, verdad? S. Es mucho tiempo. Qu cree usted, en realidad? La mujer pareci verdaderamente alarmada por la pregunta. Pues... pues no lo s. No s nada. Alfred dice que durar seis aos. Pero, no lo cree usted as? No lo s. Es difcil de asegurar, verdad? Tuppence sinti que la sobrecoga la desesperacin. La animosa seorita Minton, el dictatorial seor Cayley y su apocada mujer, eran todos ellos, realmente, el prototipo de sus compatriotas? Era acaso mucho mejor la seora Sprot, con su cara ligeramente inexpresiva y sus saltones ojos azules? Qu poda encontrar en aquel lugar? Seguramente, ni una sola de aquellas personas... Los pensamientos de Tuppence se vieron interrumpidos. Vio una sombra reflejada en el suelo. La sombra de alguien que estaba de pie, entre ellas y el sol. Volvi la cabeza. Era la seora Perenna que acababa de entrar en la terraza y miraba fijamente a los del grupo. Y haba algo en sus ojos, desprecio, tal vez? Una especie de mortal desdn. Tengo que saber algo ms acerca de la seora Perenna, pens Tuppence.

2Las relaciones de Tommy con el mayor Bletchley eran cada vez ms cordiales. Se ha trado sus palos de golf, Meadowes? Tommy reconoci que as era. Ah! Le aseguro que mis ojos nunca me engaan. Esplndido! Tenemos que jugar una partida juntos. Ha visto el campo que tenemos aqu? Tommy replic negativamente. Pues no est mal .. no est mal del todo. Tal vez un poco estrecho en uno de sus lados, pero desde l se ve muy bien el mar. Y nunca est lleno de jugadores. Oiga, qu le parece si viniera conmigo esta maana? Echaremos una partidita. Muchsimas gracias. Me encantar. Confieso que me alegro mucho de que haya llegado usted observ Bletchley cuando suban por la colina. Hay demasiadas mujeres en la casa y eso le pone los nervios de punta a cualquiera. Me alegro de tener un compaero que me ayude. No puedo contar con Cayley, pues es un hombre que parece una botica andante. No habla ms que de su salud, del tratamiento que sigue y de las drogas que toma. Si tirara todas esas pildoritas y saliera a dar un buen paseo de diez millas cada da, sera un hombre diferente. El otro elemento masculino que hay en la casa es Von Deinim, y si he de decirle la verdad, Meadowes, no tengo la conciencia tranquila respecto a l. No? dijo Tommy. No. Le aseguro bajo palabra de honor que esto de los refugiados es un asunto peligroso. Si de m dependiera, los hubiera internado a todos. La seguridad es antes que nada. Tal vez sera una medida un poco drstica. Nada de eso. La guerra es la guerra. Y tengo mis sospechas sobre el seorito Carl. Por una parte, se ve claramente que no es judo. Y luego, hay que considerar que lleg aqu justamente un mes antes, fjese bien, un mes antes de que estallase la guerra. Eso es un poco sospechoso. Tommy le anim a proseguir. Entonces, cree usted que...? Que se dedica al espionaje... sa es su ocupacin. No creo que haya nada de importancia militar o naval por los alrededores. Alto, amigo! Ah es donde entra la astucia. Si residiera cerca de Plymouth o de Portsmouth, estara sujeto a vigilancia. Pero en un sitio tan pacfico, nadie se preocupa de esas cosas. Aunque aqu estamos

en la costa, verdad? Lo cierto es que el Gobierno da demasiadas facilidades a esos extranjeros. Cualquiera puede venir a este lugar, poner cara de circunstancias y hablar de los hermanos que tiene prisioneros en campos de concentracin... Y ese joven... tiene el signo de la arrogancia marcado en cada lnea. Es un nazi... eso es... un nazi. Lo que en realidad necesitamos en este pas es un brujo o dos dijo Tommy alegremente. Eh? Qu dice? Para que oliera a los espas explic Tommy gravemente. Ah! Es muy bueno eso... muy bueno. Para que los oliera... s, desde luego. Y all acab la conversacin, porque haban llegado al edificio donde estaba instalado el club de golf. Tommy se inscribi como socio transente. La presentaron al secretario, un hombre de apariencia aptica, entrado en aos, y luego pag su cuota de inscripcin. Al cabo de un rato, Tommy y el mayor empezaron su partida. Tommy era un jugador mediocre y se alegr de comprobar que su nivel de juego estaba a la altura del de su nuevo amigo. El mayor venci por muy poca diferencia, lo cual dej las cosas en buen lugar. Buena partida, Meadowes; muy buena partida. Tuvo usted mala suerte con aquel tiro que se desvi en el ltimo momento. Debemos jugar a menudo. Venga y le presentar a unos cuantos de los socios. No estn mal en conjunto, aunque algunos sienten inclinacin a ser como las viejas. Ya me entiende, verdad? Ah! Ah tenemos a Haydock. Le gustar Haydock. Es un jefazo de la Marina, retirado. Es el propietario de la casa que hay sobre el acantilado, ms all de la nuestra. Es tambin el jefe de la Defensa Pasiva local. El teniente de navo Haydock era un hombre corpulento y vigoroso, con una cara curtida por la intemperie, ojos de azul intenso y el hbito de decir a voces la mayora de sus observaciones. Salud a Tommy con cordialidad. As es que viene usted para auxiliar a Bletchley en Sans Souci? Se alegrar de que haya venido otro hombre. Est aquello demasiado confuso con tantas mujeres, verdad, Bletchley? No soy hombre dado a la compaa de las seoras confes el militar. Tonteras dijo Haydock. Lo que pasa es que no hay ninguna que le guste. Todas son de las que por lo general se encuentran en las casas de huspedes. No hacen ms que calceta y dedicarse al chismorreo. Se olvida usted de la seorita Perenna dijo Bletchley atento. Ah, Sheila...! Es una chica atractiva, desde luego. Bonita a su manera, si he de decir la verdad. Estoy un poco preocupado por ella observ Bletchley, inquieto.

A qu se refiere? Quiere una copa, Meadowes? Y usted, mayor? Una vez tomaron las bebidas y tomaron asiento en el porche del club, Haydock repiti la pregunta. El mayor Bletchley contest con cierta violencia: Es ese tipo alemn. Sale demasiado con l. Quiere decir que le gusta? Hum! Eso est peor. Desde luego, l es un joven de buena presencia. Pero no est bien eso. No est bien, Bletchley. No debemos permitir tales cosas. Viene a ser como si tuviramos tratos con el enemigo. Esas chicas... dnde tendrn el sentido comn? Con tantos muchachos ingleses como hay disponibles y apetecibles por ah! Sheila es una joven extraa observ Bletchley. A veces se vuelve intratable y raramente habla con nadie. Es la sangre espaola dijo el teniente de navo. Su padre era medio espaol, verdad? No lo s. Yo dira que el apellido es de origen espaol. Haydock mir su reloj. Van a radiar el boletn de noticias. Ser mejor que entremos a orlas. Aquel da radiaron pocas noticias ms de las que ya haban ledo en los peridicos de la maana. Despus de comentar favorablemente los ltimos xitos de las Fuerzas Areas (unos chicos magnficos y bravos como leones) el teniente de navo sigui desarrollando su teora predilecta. La de que, tarde o temprano, los alemanes intentaran un desembarco en el propio Leahampton, puesto que se trataba de un sitio tan retirado. Ni siquiera tenemos un solo can antiareo! Vergonzoso! No siguieron discutiendo, ya que Tommy y el mayor Bletchley tenan que darse prisa si queran llegar a tiempo de almorzar en Sans Souci. Haydock invit cordialmente a Tommy para que fuera a visitar su finca, El descanso del contrabandista. Se disfruta desde all de una vista maravillosa. Tengo hasta una ensenada particular y la casa est equipada con los ltimos adelantos modernos. Trigalo con usted, amigo Bletchley. Se convino en que Tommy y el mayor pasaran a tomar unas copas al atardecer del da siguiente.

3Despus del almuerzo se disfrutaba en Sans Souci de unas horas de paz. El seor Cayley, como de costumbre, subi a su habitacin, seguido por su mujer, para hacer su reposo. Y la seorita Minton se llev a la seora Blenkensop a uno de los centros de asistencia para hacer y poner direcciones en los paquetes que se mandaban al frente. El seor Meadowes fue paseando hasta Leahampton y dio una vuelta por el puerto. Compr unos pocos cigarrillos y el ltimo nmero del Punch. Luego, al cabo de unos momentos de aparente indecisin, tom un autobs que iba hasta el Embarcadero viejo, segn rezaba el indicador. El embarcadero viejo estaba situado en el extremo ms alejado de la explanada. Aquella parte de Leahampton estaba considerada por las agencias de viajes como la menos recomendable del pueblo. No pareca muy bien cuidada, por cierto. Tommy pag dos peniques y se adentr en el embarcadero, que tena un aspecto deslucido y gastado por el tiempo. Slo haba en l unas moribundas mquinas tragaperras colocadas a grandes trechos unas de otras. No se vea a nadie por all, salvo unos cuantos chiquillos que corran y gritaban, confundiendo su voz con la de las gaviotas. Al extremo del embarcadero un hombre solitario estaba pescando. El seor Meadowes camin hacia l y se qued mirando el agua. Al cabo de unos momentos pregunt sosegadamente : Ha cogido algo? El pescador sacudi la cabeza. No quieren picar. El seor Grant enroll un poco de sedal y sin volver la cabeza pregunt: Qu me cuenta, Meadowes? No hay mucho de qu informarle todava, seor respondi Tommy. Estoy empezando a profundizar. Muy bien. Cunteme. Tommy se sent en un amarradero, de manera que poda ver toda la extensin del embarcadero. Creo que mi llegada no ha despertado sospecha alguna dijo. Supongo que tendr usted una lista de la gente que se hospeda all Grant asinti. Todava no tengo nada de que informar. Entabl amistad con el mayor Bletchley. Hemos estado jugando al golf esta maana. Parece ser un tpico oficial retirado. En todo caso, demasiado tpico. Cayley da la impresin de ser un autntico enfermo hipocondraco, aunque se es un papel fcil de desempear. Segn

ha manifestado l mismo, estuvo mucho tiempo en Alemania durante los ltimos aos y la conoce bien. Es un detalle dijo Grant lacnicamente. Luego tenemos a Von Deinim. S. No es necesario que le diga, Meadowes, que Von Deinim es el que ms me interesa. Cree usted que es N? Grant sacudi la cabeza. No; no lo creo. Tal como se presenta este asunto, N no puede hacerse pasar por alemn. Ni siquiera como un refugiado de la persecucin nazi? Ni eso. Ellos saben que estamos vigilando a todos los extranjeros que provienen de pases enemigos. Adems y esto, Beresford, es absolutamente confidencial, muy pronto sern internados todos estos extranjeros, comprendidos entre los diecisis y los sesenta aos de edad. Tanto si nuestros adversarios lo saben, como si no, deben haber supuesto que un hecho de tal categora tena que producirse. Nunca se arriesgarn a que el cabecilla de su organizacin sea internado. Y por lo tanto, N tiene que hacerse pasar por ciudadano de un pas neutral, o tal vez como ingls. Desde luego, lo mismo puede decirse de M. En cuanto a Von Deinim, quiz sea un eslabn de la cadena. Posiblemente N o M no estn entre los huspedes de Sans Souci y tal vez por medio de Von Deinim lleguemos a conseguir lo que nos proponemos. Y esto me parece factible, tanto ms cuanto no veo que alguno de los dems huspedes sea la persona que andamos buscando. Supongo que, poco ms o menos, habr investigado los antecedentes de todos ellos, seor. Grant suspir. Fue un signo agudo y rpido de fastidio. No; eso es precisamente lo que me resulta realmente imposible. Podra ordenar que el Departamento hiciera esas indagaciones... pero no puedo arriesgarme a ello, Beresford, porque incluso entre nosotros hay elementos subversivos. Si llegaran a darse cuenta de que, por cualquier razn, me interesaba por Sans Souci, su organizacin estara enterada de ello inmediatamente. Ah es precisamente donde entra usted, que es un desconocido. Por eso tiene que trabajar en la oscuridad, sin que le podamos ayudar. Es nuestra nica oportunidad y no me atrevo a que, por mi culpa, se pongan sobre aviso nuestros enemigos. Slo hay una persona sobre la que puedo investigar abiertamente. Quin es, seor? Carl von Deinim. Resulta fcil. Un trabajo rutinario. Se puede hacer una investigacin sobre l, no desde el punto de vista de Sans Souci, sino con el pretexto de ser natural de un pas enemigo. Tommy pregunt con curiosidad: Y qu resultado han obtenido?

Una peculiar sonrisa se extendi sobre la cara del otro. El amigo de Carl es exactamente lo que parece. Su padre no fue bastante discreto; lo arrestaron y muri en un campo de concentracin. Los hermanos mayores de Carl tambin estn internados en otros campos. Y hace poco ms de un ao muri su madre a causa de los disgustos. El joven escap a Inglaterra un mes antes de que estallara la guerra. Von Deinim ha declarado su decidido propsito de ayudar al pas que le ha prestado refugio. Su trabajo, en un laboratorio de investigaciones qumicas, ha sido excelente y de gran utilidad para resolver aspectos de la inmunizacin contra determinados gases, as como en experimentos hechos para evitar contaminaciones en general. Entonces dijo Tommy, es de confianza? No del todo. Nuestros amigos, los alemanes, tienen fama de concienzudos. Si Von Deinim fue enviado a Inglaterra como agente, habrn tenido buen cuidado de que sus antecedentes coincidan exactamente con la descripcin que el joven d sobre los mismos. Hay dos posibilidades. La de que la familia Deinim sea cmplice del asunto, lo cual no es improbable en un rgimen tan esmerado en los detalles como el de los nazis. O puede ser que ese chico no sea Carl Deinim, sino otro que desempee su papel bajo tal nombre. Tommy coment lentamente: Ya comprendo y aadi incongruente: Parece un buen chico. Grant dio un suspiro. Todos lo son... o casi todos dijo. Nuestro servicio nos hace llevar una vida bastante extraa. Apreciamos a nuestros enemigos y ellos nos aprecian. Por lo general sentimos afecto por el que tenemos enfrente, aun cuando estamos haciendo todo lo posible para cazarlo. Se produjo un silencio, durante el cual Tommy recapacit sobre las extravagantes anomalas de la guerra. La voz de Grant lo sac de su absorcin. Pero existen otros a los que no debemos guardar consideracin ni respeto. Son los traidores emboscados en nuestras propias filas; los hombres que estn deseando traicionar a su pas para aceptar un empleo o un ascenso del enemigo que lo conquiste. Tommy exclam con ardor: Estoy completamente de acuerdo con usted, seor! Es un juego nauseabundo. Y como tal debe acabar. Y es verdad que pueden existir tales... tales cerdos? Como le he dicho antes, los hay por todos los sitios. En nuestro propio departamento. En las fuerzas armadas. En los bancos del Parlamento. En los altos cargos ministeriales. Tenemos que desenmascararlos... tenemos que hacerlo. Y hacerlo pronto. No podemos empezar por el fondo, por la gente menuda que habla en los parques y vende asquerosos boletines de noticias. sos no saben

quines son los peces gordos. Y esos peces gordos son los que necesitamos atrapar. Son los que pueden hacer dao sin cuenta, y lo harn si no los cogemos a tiempo. Los cogeremos, seor replic Tommy con firmeza. Por qu dice eso? pregunt Grant. Usted mismo lo acaba de decir. Porque tenemos que hacerlo. El pescador volvi la cabeza y mir detenidamente a su subordinado durante un momento, contemplando la resuelta lnea de su barbilla. Lo miraba ahora bajo un aspecto diferente, que le gust ms. Buen muchacho dijo. Y luego prosigui: Qu me dice de las mujeres? Ha encontrado algo sospechoso en ese sentido? Creo que la patrona es una mujer bastante rara. La seora Perenna? S. No sabe usted... nada acerca de ella? Grant contest lentamente: Ver si puedo hacer algo en cuanto a una investigacin sobre sus antecedentes. Pero como le dije, eso resulta peligroso. S. Es mejor no correr ningn riesgo. Ella es la nica que me parece sospechosa. Tambin hay una mam joven, una solterona remilgada, la atontada mujer del hipocondraco y una vieja irlandesa de aspecto terrorfico. A primera vista, todas parecen inofensivas. No hay nadie ms? S. Tambin est la seora Blenkensop. Lleg hace tres das. Y qu me dice de ella? La seora Blenkensop es mi mujer. Qu? Ante lo inesperado de esta noticia, Grant levant la voz. Dio la vuelta y en su mirada demostr la indignacin que senta. Creo que le dije, Beresford, que su mujer no deba saber ni una palabra de todo esto. Es cierto, seor. Nada le dije. Si quiere escucharme durante un momento... Tommy narr sucintamente lo ocurrido. Evit mirar a su interlocutor y tuvo buen cuidado de eliminar de su tono la indignacin que senta. Se produjo un silencio cuando acab la historia. Luego Grant dej escapar un ruido extrao. Estaba riendo y as continu durante un rato. Me descubro ante esa mujer! Es nica dijo al fin. Convengo en ello observ Tommy. Easthampton va a morirse de risa cuando se lo cuente. Ya me aconsej que ella no se metiera en esto. Dijo que si la dejaba intervenir me hara desesperar, pero no quise creerle. Y esto viene a demostrar que nunca pone uno bastante cuidado en lo que hace. Cre que haba tomado todas las precauciones posibles para no ser odo.

Procur asegurarme de que en el piso no haba nadie ms que usted y su esposa. Luego o una voz por telfono que rogaba a su mujer que se fuera en seguida, y as fue cmo me enga con el simple procedimiento de dar un portazo. S; su esposa es una mujer muy lista. Call durante unos instantes y luego dijo: Quiere usted decirle de mi parte que me ha hecho morder el polvo? Entonces, he de interpretar que consiente en que ella siga en el asunto? El seor Grant hizo una expresiva mueca. Seguir, tanto si queremos como si no. Dgale que el Departamento se considerar muy honrado si ella consiente en trabajar con nosotros. Se lo dir convino Tommy mientras sonrea ligeramente. Grant observ con sbita seriedad: Supongo que no podr persuadirla para que se vaya a casa y se quede all. Tommy sacudi la cabeza. No conoce usted a Tuppence. Creo que empiezo a conocerla. Le he dicho eso porque... bueno; porque es un asunto peligroso. Si le descubren a usted o a ella... Dej la frase sin terminar. Lo comprendo, seor dijo Tommy con gravedad. Creo, adems, que ni siquiera conseguir usted convencerla para que se mantenga apartada del peligro. Tommy replic lentamente: Tampoco creo, por mi parte, que est yo dispuesto a hacer tal cosa. Tuppence y yo no hemos llegado todava a ese extremo. Los asuntos los emprendemos y los acabamos juntos. Al decir aquello tena fija en la mente una frase pronunciada hacia el final de la Primera Guerra Mundial: Una aventura comn. As haba sido su vida con Tuppence y as sera siempre... Una aventura comn...

CAPITULO IV 1Cuando Tuppence entr en el saln de Sans Souci, poco antes de la hora de comer, la nica ocupante de la habitacin era la monumental seora O'Rourke, que estaba sentada junto a la ventana y pareca un Buda gigantesco. Salud a Tuppence con su acostumbrada cordialidad. Vaya! Si es la seora Blenkensop! Ya veo que tambin opina igual que yo. Le gusta bajar con tiempo, para descansar durante unos minutos antes de entrar en el comedor. Me gusta esta habitacin, en particular cuando hace buen tiempo y se pueden abrir las ventanas para no sentir el olor de la cocina. Es algo terrible, sobre todo con estos sitios y cuando en el fogn se estn cociendo cebollas o coles. Sintese aqu, seora Blenkensop, y cunteme qu es lo que ha hecho en un da tan estupendo como hoy, y qu le parece Leahampton. Haba algo en la seora O'Rourke que ejerca una profunda fascinacin sobre Tuppence. Aquella mujer ms bien pareca un ogro escapado de un cuento infantil. Y no era descabellado considerarla como una fantasa de la infancia, a la vista de su corpulencia, su voz profunda, su bigote y barba bien sealados, sus ojos brillantes y profundos y la impresin de que su tamao, en conjunto, era superior al de los dems mortales. Tuppence replic que Leahampton le estaba gustando mucho y que esperaba pasarlo muy bien all. Es decir aadi con acento melanclico, tan bien como pueda pasarlo en cualquier otro lado, pesando sobre m esta terrible ansiedad. Vamos! No se atormente aconsej afablemente la seora O'Rourke. Sus hijos volvern junto a usted, sanos y salvos. No lo dude. Uno de ellos est en las Fuerzas Areas, no dijo usted eso? S, Raymond. Y est ahora en Francia o en Inglaterra? En este momento est en Egipto, pero por lo que me dijo en su ltima carta... Bueno, no lo dice precisamente... tenemos convenida entre nosotros una especie de clave. Ciertas frases significan determinadas cosas. Creo que est completamente justificado, no le parece? La seora O'Rourke se apresur a contestar: Claro que s! Es el privilegio de una madre. S. Yo estimo que debo saber dnde est.

La otra mujer asinti con aquella cabeza parecida a la de un Buda. Estoy completamente de acuerdo con usted. Si yo tuviera un hijo en la guerra engaara al censor de igual manera, puede estar segura. Y su otro hijo, el que est en la Marina? Tuppence empez a relatar la leyenda de Douglas. Pues ya ve usted termin. Me encuentro muy sola sin mis tres chicos. Nunca se alejaron de m, todos a la vez, como ha ocurrido ahora. Me miman mucho. Estoy convencida de que me tratan ms bien como a una amiga que como a una madre ri satisfecha. Tengo que reprenderles algunas veces y obligarles a que salgan solos. Y al decir esto, pens: Qu asco de mujer debo estar pareciendo! Lo cierto es prosigui en voz alta que no s qu hacer ni adonde ir. Expir el plazo de arrendamiento del piso que tena en Londres, y me pareci una tontera volver a renovarlo. Pens que si me fuera a vivir a un sitio tranquilo, pero que tuviera un buen servicio de trenes... Se detuvo. La cabeza de Buda volvi a asentir. Me parece que ha hecho muy bien. Londres no resulta agradable, por ahora. Con aquella oscuridad! Yo tambin he vivido all durante algn tiempo. Sepa usted que era una especie de traficante de antigedades. Tal vez conoca usted mi tienda, en Carnaby Street, Chelsea. Tena un letrero sobre la puerta que deca: Kate Kelly. Venda all cosas muy buenas... muy buenas. La mayora de cristal. Watelford, Cork... preciosidades. Araas, jarros y cosas parecidas. Tena tambin cristal de procedencia extranjera. Y muebles pequeos... nada de muebles grandes... slo pequeas piezas de estilo... de nogal y roble. Cosas preciosas... y tena algunos clientes muy buenos. Pero ya se sabe; viene la guerra y todo se hunde. He tenido suerte de acabar con pocas prdidas. Un tenue recuerdo cruz la mente de Tuppence. Una tienda llena de cristal, entre la cual era difcil moverse; una voz agradable y persuasiva y una mujer corpulenta y apremiante. S; estaba segura de haber entrado en aquella tienda. La seora O'Rourke prosigui: No soy de las que les gusta estar siempre quejndose... como algunos de los que viven en esta casa. El seor Cayley, por ejemplo, con sus bufandas, sus mantas y sus lamentos acerca de que los negocios le van muy mal. Claro que le han de ir mal ahora que estamos en guerra... Y su mujer, que ni siquiera es capaz de hablar. Luego est la seora Sprot, siempre preocupada por su marido. Est en el frente? Nada de eso. Es un chupatintas de tres al cuarto, empleado en una Compaa de Seguros, ni ms ni menos, y con tanto miedo a los

bombardeos que tiene a su mujer aqu desde que empez la guerra. Yo creo que eso est bien por lo que se refiere a la chiquilla, que es una monada, pero la seora Sprot siempre est preocupada porque su marido no puede venir ms a menudo... y no para de decir que su Arthur la estar echando mucho de menos. Pero si quiere que le diga la verdad, Arthur no parece pensar tal cosa... quiz tiene otro pescado en la sartn. Compadezco a todas esas madres murmur Tuppence. Si dejan que se les lleven a los nios, no disfrutan de un momento de tranquilidad pensando en ellos. Y si deciden llevrselos ellas, les resulta penoso tener que dejar al marido. S. Y adems, sale caro el tener que mantener dos casas. Pues aqu pagamos unos precios bastante razonables observ Tuppence. Desde luego. No hay duda de que le sacamos todo si provecho posible al dinero que pagamos. La seora Perenna es una buena patrona, aunque como mujer la encuentro algo rara. En qu sentido? pregunt Tuppence. La seora O'Rourke hizo un pequeo guio y contest: Pensar usted que soy una charlatana inveterada. Y es verdad. Me intereso por mis semejantes y debido a eso me gusta sentarme en esta silla tan a menudo como puedo. Desde aqu se ve quin entra y quin sale; quin est en la terraza y qu pasa en el jardn. Pero, de qu estbamos hablando?... Ah, s!, de la seora Perenna y de sus rarezas. Creo que no me equivoco al afirmar que en la vida de esa mujer tiene que haber ocurrido un gran drama. De veras cree usted eso? Claro que s. Hay que ver el misterio de que se rodea! Un da le pregunt de qu parte de Irlanda era, y psmese!, me dej hecha de una pieza al decirme que ella nunca estuvo en Irlanda. Y piensa usted que es irlandesa? Naturalmente! Si conocer yo a las mujeres de mi tierra! Hasta le puedo decir el condado en que naci. Vamos! Y me dijo que era inglesa y su marido espaol... La seora O'Rourke call al ver que entraba la seora Sprot, seguida por Tommy. Tuppence asumi inmediatamente una actitud alegre y vivaracha. Buenas noches, seor Meadowes. Parece que hoy est usted muy animado. El secreto consiste en que hice mucho ejercicio contest Tommy. Una partida de golf esta maana y un paseo por el puerto esta tarde. Millicent Sprot intervino en la conversacin con su proverbial ligereza. Pues esta tarde me llev a la nia a la playa. Quena chapotear un poco en el agua, pero no la dej, pues creo que hace demasiado

fresco todava. Mientras le ayudaba a levantar un castillo de arena, vino un perro, me cogi la calceta y sali corriendo, deshaciendo casi todo lo que tena hecho. Qu fastidio! Con lo difcil que es ahora volver a recoger los puntos. Casi no s hacer calceta. Adelant usted mucho ese pasamontaas dijo la seora O'Rourke, volviendo sbitamente su atencin hacia Tuppence. Hay que ver cmo ha corrido. Me parece recordar que la seorita Minton dijo que no tena usted mucha prctica. Tuppence enrojeci ligeramente. Los ojos de la seora O'Rourke tenan una expresin penetrante. Con acento contrito, Tuppence confes: En realidad, hice mucha calceta en mi vida. Pero no dije aquello a la seorita Minton, porque creo que le gusta ayudar a la gente. Todos rieron ante tal declaracin. Unos minutos despus llegaron los dems huspedes, y al poco rato son el batintn. Durante la comida, la conversacin vers sobre el interesante tema de los espas. Salieron a relucir viejas historias al respecto. La monja de brazo musculoso; el clrigo que aterriz colgado de un paracadas y que us un lenguaje muy poco clerical cuando se dio un buen golpe al llegar a tierra; la cocinera austraca que esconda una emisora de radio clandestina en la chimenea de su habitacin; y todo lo que sucedi o estuvo a punto de suceder a tas y primos segundos de todos los presentes. Este tema llev con gran facilidad a tratar de las actividades de la quinta columna y a vituperar la conducta de los fascistas britnicos, de los comunistas, del Partido de la Paz y de los que alegaban tener objeciones de conciencia para no ir al frente. Era una conversacin vulgar y corriente; de las que podan orse cualquier da y en cualquier lugar. Y, sin embargo, Tuppence vigil estrechamente las cosas y el comportamiento de los dems, mientras hablaba, al objeto de ver si poda sorprender alguna palabra o frase significativa. Pero no consigui nada. Sheila Perenna fue la nica que no tom parte en la conversacin; mas aquello poda atribuirse a su habitual taciturnidad. Durante toda la comida su cara tuvo una expresin hosca y pensativa. Como aquella noche no acudi a cenar el joven alemn, los dems hablaron sin cortapisas. Sheila slo intervino hacia el final de la cena. La seora Sprot acababa de decir con su tono dbil y aflautado: Yo opino que en la ltima guerra los alemanes cometieron un error al fusilar a la enfermera Cavell. Eso hizo que todos se pusieran en contra suya. Fue entonces cuando Sheila, echando hacia atrs la cabeza, pregunt con voz impetuosa y juvenil: Y por qu no deban fusilarla? Era una espa, verdad que s? Oh, no! No era una espa.

Ayud a varios ingleses para que escaparan... de un pas enemigo. Es lo mismo. Por qu no tenan que fusilarla? Pero fusilar a una mujer... y, adems, enfermera... Sheila se levant. Creo que los alemanes hicieron muy bien dijo. Y sali al jardn por una de las ventanas francesas. Haca bastante rato que haban servido los postres, consistentes en varios pltanos no acabados de madurar y algunas naranjas pasadas. Los comensales se levantaron y pasaron al saln donde se serva el caf. Slo Tommy, discretamente, se dirigi al jardn, donde encontr a Sheila Perenna que, apoyada en el parapeto que rodeaba la terraza, miraba hacia el mar. Fue hacia la joven y se detuvo a su lado. Por su apresurada respiracin, Tommy se dio cuenta de que algo haba trastornado grandemente a la muchacha. Le ofreci un cigarrillo, que ella acept, y luego dijo: Hermosa noche. Con voz baja e intensa, ella contest: Podra serlo, s... Tommy la mir indeciso. Sinti sobre l, de pronto, la atraccin que ejerca la vitalidad de aquella joven. En ella adivinaba una vida tumultuosa; una especie de fuerza apremiante. Estaba seguro de que era una de esas mujeres por las que un hombre sin duda alguna puede perder fcilmente la cabeza. Si no fuera por la guerra. Es eso lo que quiere decir? pregunt. No me refera a ello en absoluto. Odio la guerra. Todos la odiamos. Pero no como yo. Odio toda esa palabrera que se emplea sobre ella toda esa presuncin... y ese horrible patriotismo. Patriotismo? Tommy se sobresalt. S; odio el patriotismo, me entiende? Tanto repetir eso de patria, patria, patria!. Traicionar a tu patria... morir por tu patria... servir a tu patria. Por qu ha de significar tanto la patria de uno? Tommy se limit a contestar: No lo s. Pero significa. Pues para m no! Para usted, tal vez... porque se va al extranjero y vende y compra por todo el Imperio Britnico. Y vuelve bronceado y con una gran coleccin de fotografas, haciendo comentarios sobre las gentes exticas que ha visto y hablando de las cosas raras que le han sucedido. Tommy objet suavemente: Tengo la esperanza de no ser tan malo como todo eso. He exagerado un poco..., pero usted sabe a qu me refiero. Usted cree en el Imperio britnico... y..., en la estupidez de morir por

la propia patria. Mi patria replic secamente Tommy no parece tener mucho inters en dejarme que muera por ella. S; pero usted lo desea. Y eso es estpido! No hay nada que valga la pena de morir por ello. Todo se reduce a una idea... y hablar... hablar... soltar ampulosas idioteces de altos vuelos. Mi patria no significa realmente lo ms mnimo para m. Algn da se llevar una sorpresa al comprobar cunto significa observ Tommy. Sabe usted quin fue mi padre? No el inters de Tommy creci de punto. Se llamaba Patrick Maguire. Fue... fue uno de los seguidores de Casement en la ltima guerra. Lo fusilaron por traidor! Y todo para no conseguir nada! Por una idea... se dej arrastrar por otros irlandeses, por qu no se qued en casa y no se meti en lo que no le importaba? Es un mrtir para unos, y un traidor para otros. Pero yo creo que tan slo fue... un estpido! Se notaba en la voz de ella una rebelin reprimida. Y sa es la sombra bajo la que ha crecido usted? pregunt Tommy. Una sombra; eso es. Mi madre cambi de nombre. Vivimos en Espaa durante algunos aos y por eso dice que mi padre fue espaol. Luego recorrimos toda Europa y, finalmente, llegamos aqu y pusimos esta pensin. Creo que fue el error ms grande que cometimos. Y qu piensa su madre acerca de... todo ello? pregunt l. Se refiere usted a la muerte de mi padre? Sheila call durante un momento, mientras frunca el ceo y luego dijo lentamente: Nunca lo supe... no habla jams de ello. No es fcil saber lo que mi madre piensa o siente. Tommy asinti pensativamente. No..., no s por qu le he contado todo esto dij