agustÍn onzÁlez enciso

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1 - SOMOS SERES HISTÓRICOS C UENTA LA ANÉCDOTA que para conocer la composición del mer- cado, un encuestador se dirigió al encuestado con esta pre- gunta: ¿Tiene usted padre y madre? Como no era relevante que los progenitores estuvieran vivos o muertos, la respuesta fue afirmativa. ¿Le importaría responderme, siguió el encues- tador indiscreto, si también tiene usted abuelos? Supongo que la respuesta también fue afirmativa. La pa- rodia, más que vulgar, resulta obvia. No obstante, conviene recordar que da con la clave inicial de cualquier organiza- ción humana: que somos seres históricos y dependemos de quienes nos han precedido, que no sólo han hecho cosas, sino que nos las han legado LA HISTORIA EN LA FORMACIÓN DEL DIRECTIVO EMPRESARIAL AGUSTÍN GONZÁLEZ ENCISO* Se trata de considerar la aportación del conocimiento histórico a la función del directivo empresarial. Más que unos cuantos datos eruditos, la Historia proporciona un talante, una manera de ver las cosas, que puede resultar eficaz en la labor de dirección: prudencia, moderación, contextualización, desarrollo de la personalidad a largo plazo, son algunas de estas facetas que pueden verse en determinados procesos históricos. Palabras clave: Historia, empresario, formación. * Agustín González Enciso es Profesor Ordinario de Historia Económica en la Universidad de Navarra. For Evaluation Only. Copyright (c) by Foxit Software Company, 2004 Edited by Foxit PDF Editor

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1 - SOMOS SERES HISTÓRICOS

CUENTA LA ANÉCDOTA

que para conocer lacomposición del mer-

cado, un encuestador se dirigióal encuestado con esta pre-gunta: ¿Tiene usted padre ymadre? Como no era relevanteque los progenitores estuvieranvivos o muertos, la respuestafue afirmativa. ¿Le importaríaresponderme, siguió el encues-

tador indiscreto, si tambiéntiene usted abuelos?

Supongo que la respuestatambién fue afirmativa. La pa-rodia, más que vulgar, resultaobvia. No obstante, convienerecordar que da con la claveinicial de cualquier organiza-ción humana: que somos sereshistóricos y dependemos dequienes nos han precedido,que no sólo han hecho cosas,sino que nos las han legado

LA HISTORIA EN LAFORMACIÓN DELDIRECTIVOEMPRESARIALAGUSTÍN GONZÁLEZ ENCISO*

Se trata de considerar la aportación del conocimiento histórico a la funcióndel directivo empresarial. Más que unos cuantos datos eruditos, la Historiaproporciona un talante, una manera de ver las cosas, que puede resultar eficazen la labor de dirección: prudencia, moderación, contextualización, desarrollode la personalidad a largo plazo, son algunas de estas facetas que pueden verseen determinados procesos históricos.

Palabras clave: Historia, empresario, formación.

* Agustín González Enciso es Profesor Ordinario de Historia Económica en la Universidad deNavarra.

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como herencia, para bien ypara mal.

Alguien dijo aquello de quesomos enanos a hombros degigantes. También podemosser más optimistas y decir quesomos gigantes sobre enanos.Para el caso tanto da: el pasadocondiciona la realidad, la decada uno y la de toda la so-ciedad.

Me parece que la primeracondición de todo buen em-presario es ser realista. Parasoñar están otros... Pues bien,si la realidad está condicionadapor el pasado, el buen empre-sario debe saber Historia. ¿Oes que cree que sus clientes yempleados no tienen abuelos?

2 - DE QUÉ HISTORIA

HABLAMOS

DE QUÉ HISTORIA es-tamos hablando. Porsupuesto de la que esté

bien hecha y actualizada porlas últimas aportaciones de lainvestigación. No hay queconfundir la Historia con lashistorietas. Pero ¿sobre quétemas? Puede que un empre-sario se sienta inclinado a es-tudiar la historia de la em-presa. Me parece muy bien yes necesario, pero no basta; es

más, creo que hay que tenercuidado y procurar salir de unaHistoria-guinda cultural quenos lleva a conocer curiosi-dades del pasado para sola-mente asombrarnos, o diver-tirnos, porque los aviones te-nían hélices y ahora… resultaque algunos vuelven a usarlas.Tampoco basta la Historia-caso, que nos instruye sobre lasdecisiones tomadas por em-presarios en contextos muydistintos, sobre cuestiones muyconcretas. Todo esto es bueno,pero insuficiente.

La Historia —la ciencia his-tórica—, nos muestra la expe-riencia humana. Como estaexperiencia ha sido siempremuy variada, es necesario verladesde puntos de vista diversos,aunque nunca podamos agotarlas posibilidades. En cualquiercaso, hoy la historiografíaofrece un elenco variadísimode temas, desde los más tradi-cionales de la historia política,tratados desde perspectivasmás novedosas, hasta las sofis-ticaciones de la microhistoriasocial, o la que trata de co-nocer los sentimientos y moti-vaciones más íntimos de pe-queños personajes.

El sujeto colectivo, la fiesta,los delicados problemas de la

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vida cotidiana en una aldea, al-ternan hoy con las biografíasde los príncipes más poderososy las estimaciones de los costesde los imperios. Y todo esto encualquier época histórica,desde la remota Antigüedadhasta nuestros días. ¿Pero esque la actualidad, la prensadiaria, no nos ofrece una infor-mación similar? La Historia esla vida —vida en el pasado—,y como tal vida, en toda sucomplejidad, hay que tomarla,si queremos que la Historiasea realmente experiencia.

Claro que no se puede saberde todo, pero la Historia, afor-tunadamente, no se agota en eldetalle de la decisión estraté-gica que supone cambiar o nocambiar la fórmula de laCoca-cola. Si la Historia es lavida en el pasado, no es unasimple retrospectiva empresa-rial, por interesante que éstapueda ser.

3 – EXPERIENCIA DE LA VIDA

INDIVIDUAL Y SOCIAL

LA HISTORIA es expe-riencia de la vida indi-vidual y social y como

la empresa está inserta en esasrealidades, el directivo nece-sita conocer esa experiencia.La Historia no es un saber te-

órico. Es un saber sobre lo querealmente ha sucedido, conuna certeza tan clara comoque hemos nacido de unamadre. La Historia, pues, nostransmite un cúmulo de expe-riencias individuales y so-ciales, reales, que además,forman parte de nuestra vida yde nuestros conocimientos ymentalidad. Por ello condi-ciona nuestras actitudes. Elconocimiento transmitido porla Historia, en tanto que refe-rido a realidades, tiene unclaro efecto operativo: nuestraorganización social, el entra-mado político, las actitudesante la empresa y ante el tra-bajo, lo que pensamos denuestro vecino, los problemasregionales, el terrorismo y elaborto, la seguridad social ynuestro gusto por el aceite deoliva o por el vino tinto y eljamón, dependen de la His-toria en una medida de la queno somos realmente cons-cientes. Ahora bien, todo esto—más o menos, según loscasos—, son realidades queafectan directamente a la vidaempresarial: conocerlas mejorayuda a gestionarlas mejor.

La experiencia histórica esposible en la medida en que lanaturaleza humana es esen-cialmente única y constante.

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Esa igualdad esencial nos per-mite obtener enseñanzas delcomportamiento humano.Enseñanzas que no muestranun comportamiento mecá-nico, pero sí muy probable. Laaclamación al hérore, la re-vuelta popular ante el tirano, oel pacto en condiciones de si-milar poder, son realidadesque se repiten en circunstan-cias análogas, aunque tambiénes claro que la libertad indivi-dual introduce siempre ma-tices difíciles de prever. Todoesto es una gran enseñanza decomportamiento para la em-presa, en la medida en queésta es una pequeña sociedad,que vive en un mundo másamplio, con sus complejas in-teracciones.

El directivo empresarial esun organizador de personas—que son su principal re-curso—, se preocupa de crearriqueza, en forma de bienes yservicios, que sirva a las per-sonas. En estos y otros as-pectos, el empresario es un ex-perto en comportamientoshumanos. Pues, si quiere mul-tiplicar sus conocimientos yexperiencia, y además sinriesgo alguno, no tiene másque estudiar Historia.

4 - ¿SOLUCIONAR

PROBLEMAS?

ALGUNOS PIDEN a lasHumanidades algoimposible: que les so-

lucione un problema. La cues-tión se plantea de otro modo:¿Para qué sirve? Pero en rea-lidad están preguntando quéproblemas soluciona. Esto merecuerda al chiste del operarioque cobró una cantidad ele-vada por apretar un tornillo.Ante la queja del cliente, larespuesta fue clara, la facturano era tanto por la trivialidadde apretar el tornillo, sino porsaber que había que apretar untornillo y cuál era precisa-mente. Para apretar un tornillose necesita una herramienta;pero el problema del tornillono lo soluciona la herramienta,sino el conocimiento. Comono se trata solamente deapretar tornillos, sino de algomás complejo, el conocimientoprevio a la aplicación de la he-rramienta debe ser tambiéncomplejo, o si lo prefieren,amplio.

Ciertamente el conoci-miento de la Historia no le re-solverá un problema concreto,pero eso tampoco lo hace supropia experiencia personal, nila teoría de las organizaciones,

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ni su habilidad contable o es-tadística: los problemas se re-suelven a través de su estudioque aporta datos y amplíanuestro conocimiento, si esque no lo tenemos ya por unapreparación personal previa.Sólo así estamos en condi-ciones para tomar una deci-sión. La Historia bien puedeser una fuente que enriquezcalos datos necesarios para au-mentar el conocimiento queexige la correspondiente deci-sión.

La influencia de la Historiaen los datos previos a las deci-siones dependerá, como es ló-gico, del tipo de decisión atomar. Una decisión estraté-gica sobre los objetivos de laempresa a largo plazo tendráque tener en cuenta los pro-cesos históricos a largo plazotambién que afecten a las con-diciones sociales, que previsi-blemente cambiarán deacuerdo con las tendenciashistóricas conocidas. No seráasí cuando se trate de deci-siones de menor alcance, en lasque, por el contrario, la casuís-tica histórica puede ofrecerejemplos útiles por analogía.Como es lógico, la Historiadeberá tenerse más en cuentasegún el producto: los produc-tores de pipas tienen la His-

toria a su favor en España, noen Inglaterra; en cambio lotienen más difícil en Españalas empresas de enseñañza pri-vada. El futuro siempre sepuede cambiar, pero la His-toria no. Se puede ir adelanteen contra de la Historia. Aveces es incluso necesario;pero, como es lógico, essiempre más difícil.

5 - HACER CASO A LA

HISTORIA

LA PROPIA HISTORIAdemuestra que no ha-cemos caso a la expe-

riencia histórica, por clara queen ocasiones pueda ser. Unejemplo típico es el del ejércitode Hitler en Rusia: fracasó delmismo modo que Napoleón.Pero no hace falta irse a he-chos tan extravagantes. Pongá-monos, por ejemplo, en el ac-tual debate sobre la crisis delestado de bienestar. La his-toria de Occidente en los seisúltimos siglos (he dicho seissiglos, o sea, desde el año 1400aproximadamente), demuestraque, a largo plazo, las políticasque consiguieron dar mayorincentivo a los individuos hantenido un sustancial mayoréxito, tanto en lo económico,como en lo político, frente a

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las que primaron un mayor in-tervencionismo estatal en losasuntos económicos y políticos(por la razón que fuere).

La enseñanza de la Historiaen ese aspecto es tan patente,que negarlo o ignorarlo sólopuede hacerse por tres razones(por ejemplo): por pura igno-rancia; por puro deseo ideoló-gico de hacer tabla rasa de laHistoria para intentar crear unmundo nuevo; o sencilla-mente, porque el peso de lahistoria es tal que no nos esfácil encontrar el modo decambiar. Los dos últimos casosson fuertes argumentos enfavor del conocimiento de laHistoria como condicionantede nuestra vida: bien olvidarla—o inventarla— para podercambiarla (que en parte es loque hacen las ideologías radi-cales, incluida la marxista),bien repetirla, que es lo quehacen en nuestros días los po-líticos y los empresarios quebuscan la rentabilidad a cortoplazo sin pensar en el futuro.Desde luego, si se vive al día,la Historia sólo sirve como pa-satiempo.

En relación con este peso dela tradición histórica, cabe se-ñalar, como ejemplo, que paraun historiador de la economía

española, expresiones comoimportancia del sector público,primas a la exportación, des-gravación a determinadas pro-ducciones, inversión en deudapública, protección a nuestrasdébiles industrias, importaciónde tecnología extranjera, for-mación empresarial y técnica,fomento de la industria, unifi-cación de mercados interiores,compensación del peso econó-mico regional...etc, etc., exigenuna precisión cronológica paraentenderlas, porque son ho-mónimas exactamente si te-nemos que describir tanto laeconomía del año 1600 comola de 1998: Son expresionescuya permanencia delata lacontinuidad de los problemasestructurales durante cuatrosiglos. No quiero decir que nose hayan producido adelantos—también atrasos—, sólo queel conocimiento consciente deesta Historia podría haber lle-vado, en tanto tiempo, a ir eli-minando poco a poco los ele-mentos negativos que tras esasexpresiones se esconden, y elprogreso habría sido más rá-pido (pero siempre se hanaplicado las mismas solu-ciones, lo cual es un problemaeconómico, político, social ycultural).

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6 - ¿HACIA MUNDOS NUEVOS?GLOBALIZACIÓN Y

PREOCUPACIÓN POR LAS

PERSONAS

HABLÁBAMOS ANTESde posibles mundosnuevos. Salvo revolu-

ciones, pocas veces con éxitoduradero, esos mundos nuevoshan solido estar relacionadoscon territorios distintos. Hasido necesaria la emigración yla creación de nuevas socie-dades para cambiar el mundo.En la Historia de Occidente elparadigma de este fenómenoes América. En la situaciónactual, el reto de la globaliza-ción viene a ser también comouna nueva América, la nuevaArcadia en la que un mundonuevo sea posible, siempre queOccidente sea capaz de llevarallí lo mejor que tiene.

América ha significado mo-dernidad y progreso en la His-toria porque los emigrantesllevaron allí lo mejor de símismos: iniciativa individual,ganas de trabajar, pero tam-bién su fe, su cultura, su sabi-duría sobre la organización so-cial, que transmitieron en mu-chos casos, a los nativos.

En contraste con esta nuevaAmérica, el imperialismo del

siglo XIX llevó a los nuevoslugares descubiertos solamenteun ansia de aprovechamientoeconómico y de control polí-tico, y a sus agentes, muy preo-cupados de mantener la sepa-ración con los nativos.

Nuestro nuevo mundopuede ser ahora la globaliza-ción. El éxito a largo plazo dela globalización dependerá delmodelo histórico que se elija:podremos tener en el futuroun nuevo mundo mejor; obien, más de lo mismo. La di-ferencia está en cómo se consi-dere a las personas de las otrassociedades; para empezar, en sirealmente se las considera per-sonas.

Este es un elemento clavedel que la Historia está tam-bién llena de ejemplos. Po-demos volver al caso del es-tado de bienestar. Los que debuena fe defienden esos mo-delos lo hacen basándose en elhecho de que una mayor li-bertad de acción de los ricos—dicen—, provoca la indefen-sión de los pobres y el au-mento de su pobreza. Por elloel estado debe intervenir, paraasegurar el bienestar de todos.

La Historia ha demostradoen la práctica lo que ya al-gunos, por ejemplo la Doc-

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trina Social de la Iglesia, de-cían en la teoría; a saber, quees errado el proceso por el cualse ha pretendido conseguir elbienestar de todos, basado enla sobredimensión del estado.Pero el error en la solución nosignifica que el problema noexista. Nadie se puede escan-dalizar —y no deberían ha-cerlo los neoliberales— si seafirma que el crecimiento deno pocas empresas se hahecho, en los dos últimos si-glos, sobre la base de la explo-tación de las personas, realidadque en muchos casos continúaen nuestros días. Las posiblesexageraciones de la literatura,o de la propaganda política, nopueden llamarnos a engañosobre la evidencia históricamás objetiva.

En este sentido, y en conso-nancia precisamente con laspreocupaciones permanentesdel Instituto Empresa y Hu-manismo, la Historia de-muestra que la consideraciónde los aspectos personales enla vida económica, como en lapolítica, es absolutamenteesencial, y que es fundamentalacertar en ello para evitar elcúmulo de injusticias y erroresque se amontonan en la his-toria y que un directivo em-presarial debería conocer.

Es decir, no sólo tenemosque congratularnos de que enel pasado se haya creado ri-queza, para seguir haciendo lomismo, sino que hay que serconscientes de cómo se hacreado esa riqueza, de los as-pectos positivos de mejoras enla organización y tecnológicasevidentes, pero también de losnegativos. En la vida econó-mica se olvida con frecuenciaque el fin no justifica los me-dios y en la Historia se vecómo en tantas ocasiones, elcrecimiento se ha hecho sobrela base del sacrificio injusto degeneraciones. Por ejemplo, laley de hierro del salario en elsiglo XIX escondía, tras su jus-tificación teórica —la nece-sidad de beneficios para la em-presa—, el egoísmo de quienesdecidían cuál era ese beneficionecesario, no siempre en pro-vecho de la empresa en suconjunto, sino de personasconcretas. Es evidente que lascosas han cambiado, pero lahistoria del llamado problemasocial exige que el empresariono olvide que su función no essólo económica, productiva,sino social. Que no hay pro-ducción si no se hace en unasociedad, por los individuos deesa sociedad y para la so-ciedad. Que es toda la so-

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ciedad la que está implicada encualquier acción individual. Lahistoria muestra, por otraparte, que las posturas radi-cales en esta cuestión no llevanmás que a rupturas estériles y aaumentar excesiva e innecesa-riamente los costes de transac-ción para arreglar problemasque nunca se habrían presen-tado de haber seguido criterosde inclusión y participación.

A título de ejemplo sepuede decir que el modelogremial —que por supuesto noera idílico, y que ahora se estárevisando por los historia-dores—, era mucho menosconflictivo que otros, si locomparamos con otro modelosocial vigente en su época, eldel régimen señorial del cam-pesinado. Con sus defectos, elmodelo gremial incluía mu-chos elementos de inclusión yparticipación, que tuvieronalta eficacia económica du-rante muchos siglos. La ges-tión colectiva proporcionaba,entre otras cosas, seguridad alcliente y al proveedor, capa-cidad de conseguir contratos adistancia y formación profe-sional automática, en unaépoca en que, obvio es decirlo,no existían los medios de co-municación actuales.

7 - ESPÍRITU BURGUÉS Y

ESPÍRITU ARISTOCRÁTICO

EL DIRECTIVO empresa-rial forma parte ennuestros días de un

grupo social especialmente re-levante. Se supone que tienepoder económico —ejercido,al menos, a través de la em-presa—, y tiene influencia so-cial y política. El directivoforma parte, de hecho, de loque en Historia suele llamarseuna élite de poder. Conocer elcomportamiento histórico delas élites, saber cuál ha sido sufunción, con sus aciertos yerrores, es otra lección prácticapara el directivo empresarial.En la sociedad estamental, elgrupo elitista por excelenciaera la nobleza. También ellosdirigían hombres, organizabanla vida económica e influíandecisivamente en la política.En qué medida ese poder hayasido utilizado en beneficio operjuicio de los demás es unargumento de gran interés queilustra hasta qué punto ungrupo social es capaz de favo-recer el equilibrio social, o porel contrario, perjudicarlo. Laactitud de la élite es determi-nante para abrir la sociedad anuevas formas de organiza-ción, o para bloquear el pro-

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ceso. De la actitud de la éliteen cuanto al uso de sus rentasdepende, en buena medida—también el estado inter-viene—, las posibilidades deuna mejor distribución de losrecursos sociales.

El otro grupo social deter-minante en la historia es laburguesía. En él se encuadranhistóricamente los comer-ciantes, y por lo tanto los em-presarios, los financieros, loshombres de negocios en ge-neral. También se puede in-cluir aquí a los intelectuales,los miembros de las profe-siones liberales y de la AltaAdministración. Pero son losprimeros los que más nospueden interesar ahora. Loshombres de negocios y comer-ciantes fueron en buena me-dida quienes con su trabajo ycon las herramientas de suprofesión, fueron cambiandola sociedad estamental yabrieron los cauces de lasnuevas formas económicas.Sus intereses y una determi-nada mentalidad económicahan ido marcando una fuerteimpronta en la sociedad con-temporánea. La historia de laburguesía, que llegó a sustituira la nobleza como grupo do-minante, es también de un no-table interés, sobre todo

porque a ese grupo han perte-necido y pertenecen todos losempresarios.

Espíritu burgués y espírituaristocrático han tendido aoponerse por parte de los teó-ricos. Existe una fundamenta-ción histórica en la medida enque los burgueses lucharoncontra los privilegios —que enun momento dado ya no te-nían mucha justificación—,que mantenían los aristócratas.Es la Revolución, que daorigen a una sociedad de ciu-dadanos iguales ante la ley.Pero reducir ambos espíritus aeso es reducirlos demasiado, ala vez que contribuye a radica-lizar la caracterización, encada caso, de uno de sus rasgosprincipales: burgués, igual a li-bertad e iniciativa indivi-duales, bueno; aristocracia,igual a privilegio de cuna sinméritos propios, malo. Vistoasí estamos de acuerdo. Pero larealidad histórica es muchomás compleja.

Para empezar no hay, encuanto al comportamiento,tipos puros. Los burguesesbuscaban también el ennoble-cimiento y los privilegios. Porsu parte, muchos aristócrataseran defensores y practicantesde empresas individuales, queno necesariamente disfrutaban

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de privilegios. Por otra parte,interesa considerar los as-pectos positivos y negativos deambas identidades. Si el bur-gués valora el trabajo y el mé-rito personales, la actividadproductiva y la innovación,también es portador de acti-tudes insolidarias y egoístasque en parte heredó de la aris-tocracia.

Los burgueses formaronnuevos cuerpos, no sancio-nados por los privilegios de laley, pero sí por la ley de lafuerza, que se mostraron tancerrados como los anteriores.No hay más que recordar quela supuesta igualdad ante la leydio paso a unas leyes electo-rales censitarias en el sigloXIX que sólo permitían elvoto a los cabezas de familiacon determinado poder adqui-sitivo. Eso se tradujo en quedurante la mayor parte delsiglo, en las nuevas repúblicasy monarquías constitucionales,el derecho a voto no llegaba al10 por ciento de la población,por poner un ejemplo.

Por su parte, el espíritu aris-tocrático no es sólo el mundodel privilegio abusivo. Elhonor y la honra, el ejemplode la virtud, la solidaridadclientelar, el respeto al rango,la estabilidad de las tradi-

ciones, son algunos de los va-lores que se encuentran en elimaginario aristocrático, y quesolían ir unidos a una funda-mentación religiosa.

Cuando la revolución lla-mada burguesa se produce, he-reda algunos aspectos positivosde la burguesía y algunos as-pectos negativos de la aristo-cracia, que la burguesía hacesuyos (la deformación autori-taria y engreída del noble quese considera superior), pero re-chaza en un todo, tanto los as-pectos anticuados de la aristo-cracia (los privilegios), comosus valores positivos. De ahíque en el desarrollo del espí-ritu burgués y de la sociedadcontemporánea —sobre todoen las élites políticas y econó-micas—, haya un exceso de in-dividualismo. El individua-lismo se puede contemplardesde dos perspectivas: tantoen el sentido de exaltar al indi-viduo por encima de los va-lores sociales, como en el otro,más íntimo, de absolutizar losdeseos individuales por encimade cualquier norma objetiva decomportamiento. En amboscasos excesivos, el individua-lismo es negativo porque pro-pende a la exclusión y al auto-ritarismo.

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En el espíritu burgués con-temporáneo, cualquier normase entiende como merma delibertad. Pero como su ban-dera ha sido la libertad, re-chaza cualquier tipo de norma.No se da cuenta de que el es-píritu burgués no apareció conla Revolución, sino que existíamucho antes y se identificabacon la empresa y la vida eco-nómica exactamente igual;pero a la vez, no le eran ex-traños los problemas hu-manos, ni las normas, políticaso morales, que tendían a con-seguir el bien común. Durantemuchos siglos, este espírituburgués, que aceptaba basica-mente la organización de lasociedad estamental y por lotanto, el espíritu aristocrático,produjo también un notablecrecimiento económico, lo quedemuestra que la riqueza notiene por qué estar reñida conla solidaridad. Por eso es muybueno conocer no sólo la his-toria contemporánea, la deeste siglo, sino la de siglos másalejados de nosotros, para verque tanto los logros, como losproblemas, no son entera-mente nuevos.

¿Qué ventaja obtenemos aldarnos cuenta de que nihilnovum sub sole? La de no abso-lutizar nuestros criterios.

Cuando un empresario insiste,por ejemplo, en que actuar conética en el mercado es impo-sible, o que engañar al cliente,o abusar del proveedor, es ne-cesario, no se le debe contestarsolamente con argumentos fi-losóficos sobre la teoría de labondad o maldad de esas acti-tudes, sino que también sepueden dar ejemplos histó-ricos de que, a largo plazo, esasactitudes éticas también hansido rentables.

Ciertamente lo fueron encontextos diferentes, pero lofueron en muchos momentoshistóricos, lo que demuestraque la persona es capaz de or-ganizarse con criterios éticostambién en el mercado; odicho de otro modo, que sepuede organizar éticamente elmercado sin defraudar a ofertay demanda. Es más, que ofertay demanda son dos señorasque se vuelven locas si se lasdeja solas. A. Smith las pusojunto a otra compañía, lamano invisible. Hasta ahoranadie ha visto aún esa mano,pero seguimos esperándola.No sé por qué, pero sí sé quelos teóricos posteriores se hanreferido, de una u otra manera,a las imperfecciones del mer-cado, imperfecciones que sesuperan mejor en la medida en

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que la mano visible, que es elempresario, se deja de utopías.La utopía puede ser necesariacomo objetivo —a lo mejor losempresarios también tienenque soñar—, pero el caminoque lleva a utopía pasa por latierra. La Historia está llenade esos caminos.

ANEXO

Algunas ideas sobre lo queel estudio de la Historia puedeaportar a la formación intelec-tual y que son relevantes parala formación de los directivosempresariales.

— La importancia deltiempo y del espacio. Es decir,la Historia enseña a concretarla realización de los procesosen su contexto.

— Importancia del largoplazo —que tiene un pesogrande— y diferencia con elcorto plazo. Importancia delos procesos que tienen que vercon cuestiones estructurales.

— Sujeto individual y sujetocolectivo. La importancia yaportación de ambos: las indi-vidualidades, los colectivos ygrupos y sus mutuas interac-ciones.

— La importancia de lascircunstancias a la hora de va-

lorar las decisiones, o los pro-blemas.

— La importancia de lasanalogías, pero sólo hastacierto punto: la historia no serepite exactamente, pero se re-pite análogamente.

— La importancia de lasideas y por lo tanto, de la for-mación intelectual (de la quela propia Historia-ciencia esparte). A la larga determinadasideas se imponen.

— Posibilidad de cambios: apesar del peso de la Historia,nada es definitivo y se puedecambiar si se sabe cambiar atiempo.

— La libertad del individuoy por tanto las decisiones per-sonales, son a la larga, lo quemás importa y por lo tanto, loque más tenemos que tener encuenta.

— Lo mejor es enemigo delo bueno. Un sano pragma-tismo, un sano eclecticismo,son más eficaces que intentarimponer la verdad. Esto noquiere decir que la verdad noexista, porque existe, pero nosiempre la ven todos al mismotiempo, no siempre en elmismo grado, no todo lo quevemos como verdad es verdadporque las circunstancias oscu-

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recen, al menos condicionan,el entendimiento.

— El trabajo en equipo ycolaboración, donde las vir-tudes individuales se sumen,favorece más el encuentro dela verdad que la especulaciónsolitaria.

— Todos tenemos virtudes ydefectos. Quien crece en lasprimeras y disminuye en lossegundos, tiene más éxito quequien insiste en los defectospor considerarlos necesidades

de su carácter. Esto puedetener también una aplicacióncolectiva, en la medida en quela suma de los caracteres indi-viduales puede conformar unamentalidad social.

— Importancia de lo escritoy de la lectura, tanto para elconocimiento de cara al fu-turo, como para la formaciónintelectual de todas las per-sonas.

— Peso negativo de la igno-rancia.

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