al abrir los ojos
DESCRIPTION
A manera de presentaciónDiez años. Recuerdo que cuando me pasaron la voz de que me buscaban, me hallaba esperando la combi para bajar a la ciudad a fin de hacer alguna gestión. Bien, tenía que ir para ver de qué se trataba. Vamos a hallar la respuesta a la interrogante, me dije. Y llegué al Francisco Fahlman, cuya dirección quedaba en la calle Ayacucho. Un pasadizo que había recorrido en otras oportunidades, cuando en ese lugar funcionaba la Superintendencia de Contribuciones o algo así. Allí, la directora, profesora Rhilma Fuentes me comunica que la profesora Evita Zeballos, profesora de Lengua y Literatura, había fallecido y que había indicado que si necesitaba a algún docente para que la reemplace sea yo esa persona. Dos sorpresas: Saber que la profesora ya no estaba con nosotros. La profesora Eva Zeballos tuvo la gentileza de escribir las palabras introductorias de mi libro de acentuación y tildación que había escrito. Y el saber que se había acordado de este servidor como quien le debía suceder en su cargo conmovió mi sentimiento. Ese día prometí dedicarle el diccionario de ortografía que el terremoto del 2001 había interrumpido su preparación, pero que, pasada la conmoción de no tener casa, nuevamente había retomado dicho trabajo. Y se presentó el dilema que una vez se me presentó en la vida. ¿Qué hacer? ¿Enseñar o seguir con mis tareas literarias y lingüísticas? Ante esta disyuntiva pesó mucho el noble gesto de la profesora Evita; sin embargo, tengo pendiente la promesa hecha en esa oportunidad. No seguí desarrollando el diccionario, sea porque tenía que preparar las clases, corregir…, o porque, a decir verdad, la tarea de ser docente me absorbió demasiado que hasta este momento no he podido cumplir dicha promesa. Y tengo que cumplirla. Creo que ella, desde donde se encuentre, ha de estar mirándome, y estoy seguro que siempre debe haberme iluminado cuando se me presentaron problemas de enseñanza y aprendizaje con los estudiantes. Creo, también, que es un deber ineludible cumplir lo prometido.Diez años… con logros y fracasos. Como todo en la vida. He conocido excelentes profesores que me dieron y me dan su amistad. Una amistad extendida, franca, solidaria. Mi corazón les agradece en silencio. Maestros al fin. ¡Qué decir de las alumnas y de los alumnos! Es el recuerdo gratísimo de estos diez años de labor docente. Comencé a tratar a los adolescentes, muchachos y jovencitas de 16 a 18 años en la Universidad, en la Escuela de Lingüística y Literatura. Yo, una persona de 40 años en ese tiempo, aprendí mucho de ellos: Su dinamismo, resolución y valor en defender sus ideas, su lealtad y solidaridad fueron para mí en esos años inapreciables experiencias. Siempre hubo para mi persona una palabra de comprensión y ayuda. Si terminé la carrera fue gracias a ellos; y su manera de ser me hizo querer a esa tierra, Arequipa, y a su gente. Ahora he tratado con púberes y adolescentes, una realidad diferente; pero, poco a poco, los estudiantes del Fahlman me fueron enseñando cómo ser docente. Su propia paciencia en escucharnos me dieron paciencia; su propia afán de aprender, me impulsaron a estudiar. Es decir, más que docente he sido un alumno de ellas, de ellos. Ojalá no haya sido un mal estudiante.Producto de estos diez años hay en mi computadora muchos trabajos preparados para las clases. Relatos, descripciones, ejercicios de ortografía, de gramática oracional y de gramática textual, poemitas.,y muchos textos más.... Pues, no sé si para bien o para mal, tengo el prurito de no utilizar ejercicios ya usados, salvo que sirvan para algunas comparaciones. Esta forma de trabajo me ha servido para que vaya aprendiendo un poco más: ya que las tareas las construía con mucho cariño; tenía la esperanza de que ayudarían para que los estudiantes mejoren su dominio del idioma. Pienso que algo se ha avanzado en estos diez años.Por supuesto, no todo ha sido un lecho de rosas, como suele decirse popularmente. Hubo tropiezos, frustraciones y cieTRANSCRIPT
-
Promocin 2010 - 2014 Primera fila: Jhonatan E. Checca Flores, Mae, Evelin Sara Quenaya Condori, Rosa Elena Arango Snchez,
Yemileth Zenovia Flores Burgos, Alberto Aldair Rojas Calle.
Segunda fila: David, rika Celeste Tesillo Flores, Lizbeth Perlita Tipo Sardn, Donnyh Alczar lvarez, Fabin
Yair Vlez Coronel, Milguar Aarn Silva Cerrato, xel Rchard Cutimbo Ccapa, Fernando Jos Ticona Luiz.
Tercera fila: Rubn Jess Barrenechea Flores, Danny Hernn Checca Achata, Edwin Ismael Chata Saravia
Faltan Guadalupe de los ngeles Mamani Carrillo, Giomar Mamani Samata, Fernando Rojas Flores y
Calef Mendoza Ayvar.
VCTOR ARPASI FLORES Relatos escritos para los estudiantes de los ciclos VI y VII de
la I.E.P. Francisco Fahlman Selinger que, en algunos casos,
fueron utilizados para el desarrollo de las clases, evaluaciones
escritas y ejercicios o lecturas en aula.
-
ii
Agradezco
a la Prof. Rhilma Fuentes de Galdos, Directora de la I.E.P. Francisco Fahlman S.,
a la Prof. Nora Gabriela Cam H. de Changa, Docente de Ingls,
al Prof. Alberto Colana Cuaila, Docente de Historia, Geografa y Economa,
y a don Hugo Romn, nuestro Promotor quienes me orientaron, en todo momento y me apoyaron
con ideas y documentos para el mejor desempeo de mis funciones.
Asimismo, va mi agradecimiento
a los profesores Carlos Choque, Carmen Ccopa, David Latorre,
Germn Parillo, Alfonso Ramos, Guillermo Curasi, Evanjelina Roque;
a las profesoras Aid, Noem, Estalini y Zoila
y a los profesores Oscar Cusacani y Reynaldo Calizaya
del nivel Primario y a la profesora Deni Nina de Inicial a la Sra. Maruja de Gutirrez, a la Srta. Nely Mendoza, a don Luis Muchaipia
y todas las personas que tambin me ayudaron
en mi labor docente y otras actividades inherentes a la misma.
Gracias por todo.
-
iii
Con fraternal aprecio a Rosa Elena Arango Snchez,
a Guadalupe de los ngeles Mamani Carrillo,
a Yemilteh Zenovia Flores Burgos
a Kendy Luca Challa Aari,
a Linda Eva de Jess Mayta Garca,
a Mara del Pilar Apaza Vilca
a Uds..mi eterno agradecimiento
porque veo en Uds un ejemplo de la generosidad
de los estudiantes del Fahlman.
-
iv
Dedico este sencillo trabajo
a mis alumnas y alumnos del Francisco Fahlman Selinger.
Para Rosa Elena, Guadalupe de los ngeles, Lisbeth Perlita,
Yemileth Zenovia, Donnyh, Evelin, Dany, Iskra, rika, Edwin,
Rubn, xel Richard, Calef, Milguar, Fabin, Fernando Jos,
Alberto, Jhonatan, Giomar, Fernando, , y muchos ms del 5 grado, Promocin que el destino ha de
deparar la conquista de vuestros ideales. Id con Dios.
Para Linda Eva de Jess, Kendi Luca, Mara del Pilar, Kamila,
Jean Pool, lvaro, Flavio, Hannah, Lilia, Katherinee, Berly,,
Lizbeth, Felipe, Jefferson, Mario,,Erick, Enmanuel,
Diego, Lucero, Dhara, Roco, Joel, Fiorella
y todos los del 4 grado, futura Promocin de 2015.
Para Emma, Anthony, Andrea, Vanessa, Adriana, scar,
Dhennys, Carlos, Juan Diego, Nilsson, Mariam, rika, Mlany,
Paulo, Mauricio, Luis ngel, Melissa, Stefana, Keffer y Fiorella, y todos los del 3 grado.
Para Diana, Miluska, Nicole, Michael, Jess, Marcos, Cielo,
Jremi, Flix, Rodrigo, Carlos, Luis, Jeb, Diego
y todos los del2 grado.
Para Ynifer, Thayl. Eva, Karen, Grecia, Marilyn, Haziel, Diana V,
Diana C., Claudia, Anthony, Arnold, Jefferson, Kristopher, Emanuel,
Csar, David, Giovana, Andrs, Wanders y todos los del 1 grado.
,
Al nombrarlos, en realidad, nombro a todos
quienes fueron mis alumnas y alumnos en estos diez aos
de experiencia docente, y les agradezco su paciencia
para con mi persona y por ser, ms que alumnos,
amigas y amigos
-
v
LA CONSTANTE HUMANA
El ser humano se caracteriza por su empeo en lograr las metas que se propone. Nada que
perdure o satisfaga con felicidad se consigue sin esfuerzo. sta es una constante humana; por eso la cuesta de la civilizacin est marcada con los hitos que han puesto muchsimas veceslas personas y los pueblos con sudor, lgrimas y sangre. A veces las derrotas o los fracasos son incentivos para lograr el triunfo. Aunque debe ser el motor de nuestros actos la nobleza o la gratitud, porque poseen el milagro de la vida y el don de la razn, de los sentimientos y de la voluntad, y, en mayor medida, porque somos realidades o entes sociales que precisamos ser solidarios para sentirnos humanos.
No debemos olvidar que si se fracasa en una empresa o en el logro de una meta, no es digno
buscar un culpable, cuando sabemos que el culpable es uno mismo. Asumir la responsabilidad es el primer paso para conseguir el triunfo.
En esta lucha permanente que significa la vida, no hay mejor conquista que la conseguida
con honestidad y valor. Si el triunfo ha significado sacrificio dado con alegra, el galardn aun es ms meritorio. Es lo mismo que luchar por gratitud; tiene mayor profundidad y vala que cuando se triunfa solo por el xito mismo.
PMC
-
vi
A manera de presentacin
iez aos. Recuerdo que cuando me pasaron la voz de que me buscaban, me hallaba esperando la combi para bajar a la ciudad a fin de hacer alguna gestin. Bien, tena que ir para ver de qu se trataba. Vamos a hallar la respuesta a la interrogante, me dije. Y llegu al Francisco Fahlman, cuya direccin
quedaba en la calle Ayacucho. Un pasadizo que haba recorrido en otras oportunidades, cuando en ese lugar funcionaba la Superintendencia de Contribuciones o algo as. All, la directora, profesora Rhilma Fuentes me comunica que la profesora Evita Zeballos, profesora de Lengua y Literatura, haba fallecido y que haba indicado que si necesitaba a algn docente para que la reemplace sea yo esa persona. Dos sorpresas: Saber que la profesora ya no estaba con nosotros. La profesora Eva Zeballos tuvo la gentileza de escribir las palabras introductorias de mi libro de acentuacin y tildacin que haba escrito. Y el saber que se haba acordado de este servidor como quien le deba suceder en su cargo conmovi mi sentimiento. Ese da promet dedicarle el diccionario de ortografa que el terremoto del 2001 haba interrumpido su preparacin, pero que, pasada la conmocin de no tener casa, nuevamente haba retomado dicho trabajo. Y se present el dilema que una vez se me present en la vida. Qu hacer? Ensear o seguir con mis tareas literarias y lingsticas? Ante esta disyuntiva pes mucho el noble gesto de la profesora Evita; sin embargo, tengo pendiente la promesa hecha en esa oportunidad. No segu desarrollando el diccionario, sea porque tena que preparar las clases, corregir, o porque, a decir verdad, la tarea de ser docente me absorbi demasiado que hasta este momento no he podido cumplir dicha promesa. Y tengo que cumplirla. Creo que ella, desde donde se encuentre, ha de estar mirndome, y estoy seguro que siempre debe haberme iluminado cuando se me presentaron problemas de enseanza y aprendizaje con los estudiantes. Creo, tambin, que es un deber ineludible cumplir lo prometido.
Diez aos con logros y fracasos. Como todo en la vida. He conocido excelentes profesores que me dieron y me dan su amistad. Una amistad extendida, franca, solidaria. Mi corazn les agradece en silencio. Maestros al fin. Qu decir de las alumnas y de los alumnos! Es el recuerdo gratsimo de estos diez aos de labor docente. Comenc a tratar a los adolescentes, muchachos y jovencitas de 16 a 18 aos en la Universidad, en la Escuela de Lingstica y Literatura. Yo, una persona de 40 aos en ese tiempo, aprend mucho de ellos: Su dinamismo, resolucin y valor en defender sus ideas, su lealtad y solidaridad fueron para m en esos aos inapreciables experiencias. Siempre hubo para mi persona una palabra de comprensin y ayuda. Si termin la carrera fue gracias a ellos; y su manera de ser me hizo querer a esa tierra, Arequipa, y a su gente. Ahora he tratado con pberes y adolescentes, una realidad diferente; pero, poco a poco, los estudiantes del Fahlman me fueron enseando cmo ser docente. Su propia paciencia en escucharnos me dieron paciencia; su propia afn de aprender, me impulsaron a estudiar. Es decir, ms que docente he sido un alumno de ellas, de ellos. Ojal no haya sido un mal estudiante.
Producto de estos diez aos hay en mi computadora muchos trabajos preparados para las clases. Relatos, descripciones, ejercicios de ortografa, de gramtica oracional y de gramtica textual, poemitas.,y muchos textos ms.... Pues, no s si para bien o para mal, tengo el prurito de no utilizar ejercicios ya usados, salvo que sirvan para algunas comparaciones. Esta forma de trabajo me ha servido para que vaya aprendiendo un poco ms: ya que las tareas las construa con mucho cario; tena la esperanza de que ayudaran para que los estudiantes mejoren su dominio del idioma. Pienso que algo se ha avanzado en estos diez aos.
Por supuesto, no todo ha sido un lecho de rosas, como suele decirse popularmente. Hubo tropiezos, frustraciones y ciertas circunstancias que es mejor no recordar. Acuden a m estos grados recuerdos: las palabras de un compaero de estudios de Lingstica y Lingstica e la UNSA, Javier, y las de una alumna del Fahlman, Leticia, que tienen cierta similitud. Creo que las recomendaciones que me diera mi padre, don Julio, un da antes de partir al viaje eterno, no han sido en vano: Comprender a los dems, no insultar; saber escuchar, resolver antes que odiar y no guardar rencor es lo mejor de la vida. Leer las palabras de aquellos estudiantes, despus de varios aos, ayuda a soportar las vicisitudes a veces dolorosas de la existencia. Asimismo, ver las lgrimas de una alumna o alumnas por la despedida del cierre de ao es tan maravilloso que uno olvida todo lo malo. Escuchar que un alumno le diga como despedida Ha sido un gusto conocerlo o que otro le pregunte si uno va a seguir el prximo ao, son gestos, son palabras que reconfortan y compensan el esfuerzo. Por eso digo, con el sentimiento ms puro que puede tener mi espritu: Gracias, alumnas, alumnos. En estos diez aos de labor docente ustedes me han dado lo ms maravilloso que he vivido.
En este dcimo ao, nombrara a uno y otro, a una y otra. Yo s que ustedes sabis, cunto os aprecio y admiro!
Gracias Prof. Rhilma Fuentes de Galdos, gracias profesoras, profesores, gracias padres de familia, gracias mil, alumnas y alumnos, razn de estos diez aos de trabajo.
Vctor Arpasi Flores
D
-
vii
Soneto de la amistad
Aqu tienes mi mano amiga, ante cualquier circunstancia, No interesa si parece que no tuviera ya tiempo;
Siempre lo habr! No lo olvides; porque pienso que maana Tambin has de dar el tuyo si alguien lo quiera un momento
La amistad es la paciencia que nos devuelve la calma; Es presencia que da al da las respuestas de lo incierto; Es comprensin en la duda y es ayuda en la desgracia,
Convierte los sinsabores en un algo pasajero!
Yo soy amistad, segura, de ayer, de hoy y maana; En las buenas o en las malas; bajo el grito o el silencio, Siempre habr la voluntad de estar a tu dicho atento
La amistad es universo; es rbol, camino, da;
Es caminar conversando, de tus problemas y el mo: Es sabes? sentir a Dios entre los dos que camina
VAF
-
viii
Soneto de la juventud y la primavera
Primavera tierna y dulce! Cuando llegas traes lumbre Y un incendio que devora la hojarasca y las espinas
Que en el alma convirtieron una amarga pesadumbre, En pual que la torpeza o nos mancha o nos lastima.
Primavera, luz y bro de ternura adolescente!
En ti se hallan los vstagos que renuevan el cansancio; En ti bullen la esperanza y el mpetu emergente
En ti, la juventud nclita que es imagen de entusiasmo.
Juventud y Primavera!, sois dos ros luminosos Que humedecen con la vida pedregales y desiertos, Y los vuelven mil oasis de fruta, de paz y cielo
Juventud, sol y tesoro, riqueza de todo pueblo,
No olvides que es el estudio lo que te da fortaleza Y es el hogar y tu escuela quienes guan tu certeza!
VAF
-
ix
LA LECTURA (Una reflexin)
La lectura es la mejor actividad para aprender a conocer el mundo. No slo el mundo que nos rodea, sino aquello que se encuentra lejos de nosotros. Lo real y lo irreal. Lo objetivo y lo subjetivo; aquello que es material y aquello que se encuentra en nuestro espritu y en el de otras personas. La lectura es una maravilla. Cmo es posible que con unos cuantos signos podamos abrazar toda la inmensidad de la vida, de la existencia? En la vida tenemos seres de todo tipo, concretos y abstractos, que vemos y que no vemos. Tenemos alegras, tristezas y sentimientos como el amor que nos hace tanto bien, o como el odio que nos causa terrible dao. En la realidad existen nuestros ms amados familiares y tambin extraas personas, tan cercanas o tan lejanas a nosotros, que a veces nos sorprenden con su inteligencia, su buen humor, o nos apenan y hieren con sus malos procederes. La realidad es mltiple, variada, amplia, profunda y a veces inaccesible. Algunas veces la llegamos a conocer algo; otras, casi nada La realidad tambin eres t, l, yo; somos todos nosotros ms ellos; lo que est aqu y ms cerca aun, y lo que est all y ms all Es una integridad, y no la alcanzamos ni la conocemos en su totalidad. Y he aqu, felizmente, tenemos una amiga formidable, bellsima amiga, que nos ayuda a compenetrarnos en esa realidad, y esa amiga se llama Lectura.
La lectura es la mejor compaera que nos gua en el conocimiento del mundo y de la vida. Si se trata constantemente con ella, nos va a dar inteligencia, capacidad para enfrentar los problemas, y lo que es ms provechoso, va a darnos al espritu la comprensin para que se aprecie ms a los padres y al prjimo, al amigo y a sus padres, a sus parientes, a los compaeros de clase, a las personas extraas, a los animales, a las plantas y tantos seres ms. La lectura nos da una mejor manera de ver las cosas. Har ms mujercita a quien es nia; ms hombrecito a quien es varn; en total, nos har ms humanos, que es algo que se debe construir momento a momento. La lectura es la llave de la maravilla. Con la lectura se sabe de relatos, fbulas, novelas y cunto ms. Se deleita con los hermosos mitos y leyendas de pueblos antiqusimos, cmo se cre el mundo, las estrellas, cmo apareci el hombre y la mujer sobre la Tierra. En fin, la lectura, en s misma nos har conocer ms a Dios y a nosotros mismos y a la progenie humana, porque hemos nacido humanos, pero slo seremos tal si nos comportamos como tales, y eso se logra leyendo. No es extraordinario?
La lectura es la llave que abre el cielo y el infierno. La lectura es el rbol del bien y del mal. Leer es el acto que ensea a conocer de verdad. No perdamos de nuevo el paraso; ms bien encontrmoslo a cada instante leyendo.
PMC
-
x
BIENVENIDOS!
Permitidme, por favor,
Dirigiros la palabra;
Buenos das os d Dios,
En esta hermosa maana;
Y a usted, seora Directora,
Nuestro aprecio con el alma;
Y al Promotor, el saludo
Nuestro corazn le alcanza;
Y a todos los profesores
Este sentir que os abraza
Con gratitud y promesa
De ser ms con su enseanza;
A los paps, padre y madre,
Solo me queda decirles
Que sois la columna clara
Que apoya nuestra esperanza;
Y a ustedes, nios y nias;
Del Inicial y Primaria;
Reciban con alegra
Estar en la Escuela Fahlman;
Y a ustedes, de Secundaria,
Jvenes y seoritas,
Os damos la bienvenida
Con esta humilde palabra.
Es preciso renovar
Una promesa que nazca
Con seriedad y energa,
Con voluntad acerada,
Ser mejores cada vez Porque lo exige la Patria,
Y esta tierra que nos brinda
Cada da su alborada En este da sereno
Prometamos con el alma,
Ante Dios, Moquegua y padres,
De entregar en nuestras aulas
Todo el esfuerzo que exija
El estudiar y sus prcticas;
Que han de ser gran provecho
Para ser algo maana;
Practiquemos la honradez
Tambin la accin solidaria,
No perdamos el respeto,
Seamos personas gratas;
Que el insultar no nos manche,
Practiquemos la templanza
Y valores que engrandezcan
Nuestra calidad humana
Bienvenidos, bienvenidas,
A esta tambin vuestra casa!
Nunca jams olvidemos
Que sois del FRANCISCO FAHLMAN!
(Poemita declamado por el alumno Jremi
Gutirrez N. a inicios del ao escolar 2014)
-
xi
Contenido
Agradecimiento ( ii )
Agradecimiento (iii)
Dedicatoria (iv)
La constante humana (v)
A manera de presentacin (vi)
Soneto de la amistad (vii)
Soneto de la juventud y la
primavera (viii)
La lectura: una reflexin (ix)
Bienvenidos! (x)
Contenido (xi)
Imgenes del recuerdo (xii)
Al abrir los ojos y otros relatos (1)
El nombre (1)
El paquetito (
La noche del espejo (3)
La sentencia (4)
La puerta (5)
Al abrir los ojos (7)
Ciego (8)
As muri (8)
El regreso (9) El agua es vida (10)
Y se perdi en el infinito (11)
Los dos verdugos (13)
Un muchacho sencillo (14)
El encantador de serpientes (18)
El amor materno en la naturaleza
(20)
La espuma (21)
El castigo (21)
Qu inocencia! (22)
He vuelto (22)
La hazaa (23)
El encuentro (23)
Somos lo mismo (23
La leyenda (24)
Iba y vena (25) El toro (25)
El creador (26)
Solo un trapo rojo? (26)
La casona (27)
El ltimo deseo (28)
La cometa (28)
El encierro (29)
El secreto del guardin (29)
La viuda (30)
Usted es la culpable! (31) No fue un da como cualquier otro (32)
El rbol (34)
Durante el sismo (34)
La felicidad (35)
La cada (36)
La entrevista (37)
El camino hacia el futuro (39)
El corredor (41)
La promesa (42)
La risa (42)
La guerra de las palomas (42)
El salto (44)
La serpiente (44)
El Hada de ka Maravilla (45)
-
xii
1. La Prof. Rhilma Fuentes de Galdos, Directora de la I.E.P. Francisco Fahlman, en la clausura del ao 2008. 2. Desfile de Fiestas
Patrias: Prof. Alberto Colana C., Padre Braulio Chou, el autor, Prof. Celia Machaca. 3. Texto de Javier, compaero de estudios de la
Escuela de Lingstica y Literatura de la UNSA, por las fiestas navideas. 4. Texto de Leticia al terminar sus estudios secundarios y
por motivo de la Navidad. 5. El autor desfilando por la I.E.P. Francisco Fahlman y el prof. Germn Parillo. 6. El autor en el patio del
primer local de la I.E. y una barca en plena navegacin.
1 2
3
4
5 6
-
1
AL ABRIR LOS OJOS y otros relatos
EL NOMBRE
e haban dado un nombre, y todos
lo utilizaban para llamarlo. l
escuchaba y responda. No
faltaba quien con mucho cario lo
llamaba con diminutivos. Le pareca
empalagoso y hasta irrisorio; si ahora l
ya se senta todo un hombre, un poco
ms y se pondra a fumar con fruicin un
cigarrillo, pero no lo haca porque saba
que era daino para la salud, y para qu
complicarse la vida, ni tonto que fuera.
Diminutivos?! Vaya, vaya, como si
fuera un bebito. Su nombre? Qu le
deca su nombre? Nada, de verdad nada
le deca; slo le serva para responder si
le llamaban o para decir que su nombre
era as o as; nada ms. Le preguntaban
por su nombre; l responda, pero no
lograba identificarse con la estructura de
sus sonidos. En realidad era un nombre
como cualquier otro.
Haban comenzado las clases. Los
primeros das fueron pasando con su
lentitud inicial... As le pareca. Bah!,
pensaba, parecen nios. Los das se
volvieron rutinarios y no encontraba la
manera de divertirse, de sentirse
integrado. l era diferente, se deca...
Sus compaeros de saln, eran
precisamente eso y nada ms. Qu
quera? Amigos? Podra hablarse de
amigos a esa edad donde los cambios
son algo comn? De verdad no saba qu
quera; pero s estaba consciente de que
tena su nombre, era la costumbre, la
tradicin, la ley...; no lo saba,
simplemente tena que tener su nombre,
y eso le bastaba, pero no le serva de
nada.
Pasaron los das, y los mismos rostros,
las mismas palabras; hasta se dira: los
mismos sucesos. Rostros iguales.
Iguales? S; pero algo haba cambiado;
algo que desconoca Desde cundo?
Recin? No sabra decirlo. Importaba?
La mir nuevamente. S, s, era
diferente. Escuch su voz, y le pareci
extraordinaria. Le oy rer, y de verdad
le era algo inusitado.
Son el timbre del recreo. Salieron en
tropel. l sali con su habitual
parsimonia. Al salir, escuch su nombre.
Su nombre pronunciado por aquella voz
maravillosa. Su nombre adquira forma y
sentido. Se fue reconociendo en esa
palabra y la sinti ms de l. Ese nombre
era l y estaba siendo pronunciado por la
voz que le sonaba diferente, msica
divina!, se deca exagerada y
mentalmente. Su nombre haba sido
pronunciado por aquellos labios; y al
escucharlo comprendi que se haba
identificado con el mismo. Volte, la
mir, y balbuce S?, me llamabas? Y
vio que todo era distinto como si el sol
se pusiera a retozar en el recreo del
colegio.
L
-
2
EL PAQUETITO...
orri. Pareca que la muerte le
persegua. Tal vez... S, s, era la
muerte que iba tras de sus talones.
Y corra despavorido. Verle el rostro, era
ver a la cruel agona: daba espanto. Sus
ojos, oscuros, relmpagos de fiebre,
rompan sus rbitas. Llova. Y llova un
infierno de fuego en la ansiedad que lo
flagelaba... El hombre se detuvo. Quien lo
mirase, en ese momento, hubiera visto
una fiera convulsa, acorralada; pero el
enemigo que lo martirizaba estaba en s
mismo, devorndolo.
Su brazo deslea rojiza mancha. Sangre?
de quin? de l? de otro? La pregunta
rompa su razn; pero debajo de las ramas
del sauce del viejo parque, donde muchas
veces su niez persigui gorriones; all,
encogido hundi las garras de sus dedos
en la ropa y desgarr brutalmente la
manga ensangrentada.
En su recuerdo reson el grito de aquella
mujer que desesperada trataba de ocultar
aquel paquetito que con cunto sacrificio
l haba comprado. El demonio, que
habitaba en su interior, le ordenaba
conseguir el paquete suceda lo que
suceda. Incluso que matara. Qu le
significaba matar? NADA! Quitar la vida
a otra persona no le significaba nada,
NADA! Le era indiferente.
Instintivamente saba que slo quera
aquel paquetito para vivir, porque mora
por esa ansiedad inasible, traicionera,
insufrible; y no quera morir. No quera
morir? Slo era ese dolor catico. Senta
que estaba siendo triturado por los dientes
de un monstruo asesino. La droga le
carcoma la entraa. Su madre lanz el
horrible grito cuando el hijo revent en su
cabeza aquella botella repleta de alcohol.
El cristalino lquido se desparram
enrojecido por la sangre de aquella
desesperada madre, que apenas alcanz a
susurrar: Hijo, no, no lo hagas, es...es...,
y la noche cubri sus ojos trgica e
imperturbablemente. l, ciego, sin pizca
de culpa, tom el sobrecito y loco
desapareci del lugar. Sali a la calle
huyendo de su demonio; pero ste se
solazaba en su alma y le hincaba el
tridente en sus agotadas carnes.
El hombre, levantando la cabeza como si
desafiara el destino, tom el pequeo
envoltorio y lo abri vido, y tal si fuera
la vida misma absorbi el polvillo blanco
que en l se encontraba... Luego, el
papelito, vaco, inocente, cay al suelo...
El hombre, en vez de sentir la
recuperacin que esperaba, sinti fuego
derretido correr por su sangre. Fue una
violenta hoguera la que comenz a
devorar sus sentidos, sus clulas. El grito
terrible que iba a lanzar su tortura, apenas
lleg a su garganta y quedose ah
apretando, apretando... Luego como un
monigote cay tratando de atrapar el aire
con los dedos.
En el papel que jugaba con el viento,
poda leerse: VENENO PARA RATAS.
C
-
3
LA NOCHE DEL ESPEJO
staba la tarde en ese momento no
s en qu. No saba si ya estaba de
noche, aunque la oscuridad la
presenta prxima. En el poniente del
cielo, el ocaso perda su rojo intenso en
sombras cada vez ms negras. En ese
lmite de lo indefinido, me encontr
inesperadamente con l. Quin era? No
lo s. No lo conoca. Bueno, as lo crea.
Mi mente no asociaba su rostro con
ningn recuerdo mo. Lo mir como si no
lo mirara. El lugar no ofreca seguridad:
eran los lmites de la ciudad. Quise
desentenderme de su presencia como si no
me preocupara e hice notorio un andar
descuidado tratando de ganar la otra calle.
Pero, su voz trmula me detuvo.
Pronunci mi nombre y al mirarlo
fijamente vi frente a m un par de brazos
que se abran como alas negras. Vi su
sorpresa. Mis ojos buscaban en mi mente
aquel rostro, aquella voz. No recordaba
haberlo visto; tampoco el sonido ni el eco
de ese tono en las palabras. Sucede a
veces que uno tiene amigos o rostros
cercanos y conversaciones en momentos
que parecen eternos que pese a todo uno
no toma en cuenta; momentos que el
olvido los va cubriendo con otros
recuerdos, con otros momentos. Y estaba
all con su sorpresa. Su rostro me pareca
una sombra, precisamente, como ese
mismo momento perdindose en la
noche...
No lo recordaba. No tena ni la
menor idea de quin era. Sin embargo, el
atropellamiento de sus palabras
demostraban cmo me conoca, y los
acontecimientos vividos entre ambos
fluan incontroladamente en un lenguaje
que asaltaba uno tras otro los sucesos que
se le escapaban. Vea mi niez, mis
tropelas y mis sandeces en sus palabras.
A ratos balbuceaba un turbio recuerdo y
se quedaba ensimismado, triste. De pronto
una risa inusitada asaltaba su boca y la
carcajada resonaba en la casi tarde con
estentrea persistencia. Yo no saba qu
hacer. Slo me preguntaba dnde lo he
conocido? Dnde? Cmo se llama?
Tena vergenza de preguntarle su
nombre; tema tal vez ofender su
expresividad de afecto si le preguntaba de
qu me conoca. En este ofuscamiento me
vino una sospecha de repente y me asust;
pens que quizs este amigo haba
averiguado muchas cosas de m, y ahora
pensaba asaltarme y me estaba dando
confianza. Busqu instintivamente con
qu defenderme. Felizmente no tengo
nada de dinero, me dije.
Le escuch decirme que le pareca
que yo dudaba de su persona, o seguro
quiz no me acordaba de l. Negu
radicalmente que no lo conoca; hice un
trabalenguas para que tuviera la certeza de
qu s saba quin era. En realidad, lo
desconoca totalmente. Empero, buce en
mi memoria: los recuerdos, s los haba
vivido; mas segua la interrogacin
machacando mi cerebro con aquel terrible
quin era?: no lograba ni adivinarlo.
Sus palabras provenan ahora de
una persona ebria. Su brazo izquierdo
sobre mis hombros me proporcionaba
calor. Su brazo derecho gesticulaba al
E
-
4
ritmo de su voz, a ratos suave, dulce,
armoniosa, de improviso rompa su
cadencia y prorrumpa en maldiciones. No
estaba ebria. La emocin lo envolva en
ira o en un profundo desprecio del cual
sala a duras penas en un estertor de
agona. Al salir de este abismo, rea
desaforadamente. Trataba de comprender
este encuentro.
Lo apart de m: Est demente, me
dije. Sus ojos estaban ahora entrecerrados.
Pareca como que haba llorado. Se alej
de m, y se fue a sentar sobre una pequea
roca. Lo observ. La noche vena ya de
golpe sobre nosotros. Qued en silencio.
Inusitadamente se levant y nuevamente
el silencio fue roto con el rtmico trote de
sus palabras. Habl y habl. Dios! Fue
interminable. Habl del dolor y la
soledad, del desprecio y el abandono, de
las heridas que la traicin embarra con
ponzoa y burla; habl de la muerte y del
adis que se cubre con el lamento
hipcrita; grit alaridos preados de odio;
habl del engao, de las minucias que nos
quitan la vida; su voz reclamaba
venganza, y una risa quebrada golpeaba
sus labios; su voz machacaba creencias,
supersticiones, ritos; rompa su palabra en
vibraciones al hablar de la esperanza, de
los oasis, del desierto; su grito amargo
transformaba su rostro hrridamente. En
la noche las blasfemias se sucedan unas a
otras; el rencor lo arrastraba entre los
guijarros...Comenz a llover. Pero su voz
segua imperturbable en ese ro cenagoso
de improperios. Era una larga cadena de
hierros apretados en la carne viva de un
condenado.
La lluvia segua aumentado el
grosor de sus gotas.
Mis ojos elevaron su vista para
mirar el cielo. Las nubes lo haban vuelto
oscuro. En medio de esta barahnda de
sensaciones y palabras, vi desenroscarse
lenta y torvamente una serpiente larga,
larga,... Qued absorto. El cielo
desencaden su aguacero. El agua golpe
mi rostro. Como si despertara me acerqu
al amigo para hacer que se guareciera:
slo hall un tarro de basura...vaco!
Asustado corr bajo el alero de una
casa vecina, y protegindome bajo estos
aleros fui entrando a la ciudad que
brillaba de luz en medio de la cortina
acuosa. De pronto se hizo la oscuridad:
haban cortado la energa.
LA SENTENCIA
erlo, fue un golpe para su
memoria. Record las veces que
fue vapuleado por la ira, pero ms
por la burla de ese nio, que ahora
hombre, hecho y derecho, como diran
los viejos de aquel entonces, lo tena
delante. Pareca que los das se agolpaban
en su cerebro viendo las travesuras de
aquel pilluelo que hacan de blanco a los
profesores, e incluso le lleg como una
luz cuando aquella mano, entrenada,
lanz la almohadilla mojada con tinta a la
cabeza del profesor cuando ste se hallaba
de espaldas escribiendo en la pizarra, lo
que caus la hilaridad de todo el saln; y
V
-
5
que a l le ocasion la suspensin de una
semana de las clases, y la reprensin de
sus padres con la sentencia de que nunca
iba a tener compostura; en realidad, fue
acusado por aquel diablillo que nunca
haca nada malo: pues, antes le haba
manchado los dedos con tinta... Ahora lo
vea frente a l con su semblante de
muchas calles e infinitas experiencias.
Le mir sus ojos, y observ que la
astucia y sinuosidad un tanto ingenuas en
aquellos aos se le haban acentuado y
expresaban la fiereza contenida del asalto
premeditado. Fue el bacancito del saln.
Experto en el barullo y en la amenaza.
Hablaba de las cosas de adultos como si
las conociera al dedillo. Por sus manos
pasaban las revistas altamente excitantes.
Bah!, poca cosa!, deca. Sus compaeros
eran niitos frente a l, que era un
verdadero hombre. Ahora lo vea delante
de l hecho un hombre; pero qu clase
de hombre? El tiempo y las vicisitudes
como los logros de la vida, le haban
hecho olvidar aquellos y otros sinsabores,
que consideraba propios de la niez,
necesarios en la formacin humana. Pero
el destino nunca pierde la oportunidad de
darnos sus lecciones y de decirnos si
hemos hecho bien o mal. A aquel antiguo
compaero de clases a quien haba
olvidado y, tal vez, perdonado, ahora lo
vea frente al estrado hecho un avezado
delincuente. Y, como tal, tena que recibir
la sentencia que l, como Juez, tena que
darla. Todas las pruebas sealaban que el
crimen haba sido cometido con todas las
agravantes. No poda perdonar, as
quisiera. Y dio su sentencia, y al darla vio
cmo se aplastaba la almohadilla llena de
tinta en el crneo del profesor, y escuch
las palabras de su padre que le deca que
nunca iba a tener compostura.
LA PUERTA
as gentes pasan y pasan por mi
lado. Veloces, confusas,
zigzagueantes, neblinosas. Sin
embargo, la luz asoma por el sonido de
mis pasos. Avanzo en medio del tropel
humano. No me fijo ni en sus rostros ni en
sus cuerpos. Todos van a un punto, que
acaso ni siquiera lo sepan, ni menos lo
vislumbren. Como yo? Alguien re,
alguien grita. Uf!, las calles son algo
callado, poblado de extraos sucesos, de
ropas que hablan, de cigarros agazapados,
de ruidos que ladran, que muerden, de
automviles mudos que derriban
silencios, de parejas rodando en sus
extremidades, de risotadas enroscndose
en la humedad de las lgrimas; y muchos
panes devorados por perros, mientras yo
murindome...
L
-
6
Mas qu importa. Si he roto la
celda que maltrataba mi libertad. Sus
paredes levantadas por la clera y la
vulgaridad yacen hechas polvo. Mientras
odio resuman las palabras claveteadas
torpemente en las piedras calizas, algo de
calor humano lata en el hierro de mi
tortura. Mora. S, mora a cada momento.
Senta aumentar un vaco que lo llenaba
con mis pensamientos. Y tanto tanto! fui
dndome a ese hoyo negro, que me he
quedado sin m mismo. Ahora ese vaco
soy yo. Tengo que serlo? No hay otra
alternativa?
Miraba la puerta..., la puerta!...
Quin la hara! Por esa puerta entr sin
saber el porqu a la celda. Fue la
fatalidad de la desidia, del abuso?; fue la
consabida frialdad del papel membretado?
La muerte se convierte en el enemigo
diario, oscuro, mediocre, que se recrea en
mil congneres que como araas patudas
deshilachadas en redes y redes nos atrapa
y disuelve en desesperados trances. La
muerte es la puerta del lmite inasible.
Ah, si no hubiera existido, jams
mi cuerpo hubiera sufrido la prisin del
odio; de aqul que proviene del poder del
escritorio, de aqul que no tiene decisin
ms que sa que viene de no se sabe qu
inaccesibles lugares, pero que mquina
bpeda e implume, cunto ms anodino y
grisceo se vuelve, afianza sus tenazas en
su silla y se encrespa, se enfurrua y
descarga su guadaa. Es el que en un
rapto fatdico de oscurecimiento ide la
celda: seis lmites; una tumba y le puso
una puerta para diferenciarla. All me
llevaron. Y entre gritos y puntapis me
lapidaron: culpable! De qu? Por qu?
Tantos aos han, y an no comprendo por
qu me encerraron en esa huesa.
Sin embargo, ahora me hallo libre.
Mis pasos van socavando la noche. Mis
manos quiebran las horas que martillan
mis sueos: volutas disueltas por el viento
fro. El insomnio apretuja el recuerdo; lo
acorrala, lo agiganta. Sigo caminando por
las calles y el insensible ruido va
rodeando mis pasos y la luz se disuelve en
pequeas gotas oscuras, negras...
Ya no hay gentes. Por mi lado
pasan ahora puertas y puertas: cerradas
todas. Ms all fueron quedando los
destinos de otras gentes; y todo, todo fue
quedando tras de mis pasos poco a poco.
Ahora, siguen puertas y ms puertas;
todas cerradas desde aquella vez que
deshice mi maldita celda. He dicho ma?
Qu irona! No, no era ma. Era una
celda ajena, enemiga, lejana; pero que,
all, estaba cercando la vida de mi cuerpo
y de mi mente; cercndolos hasta
convertirlos en el amasijo de sombras que
llenaba el vaco que me dejaban los
pensamientos al huir hacia ms all de
aquella puerta muda. Pero, ahora estoy
libre.
Ahora, ando por estas callejas; y
de esto hace ya tantsimos aos que sigo
as Hasta cundo? Ya no hay viento, ya
no hay ruido. No siento ni el silencio.
Slo yo y el nudo gordiano de lo cerrado,
abierto ya. Sur y Norte aqu en mi centro,
Este y Oeste confundidos; de tal manera
que mis huellas digitales se hallan
destrozadas. An las astillas de las
odiadas maderas de la cruz siguen
hincando mi sangre. An arrastro el
alarido de los golpes secos de las balas en
mi cuerpo. An escucho las sirenas y me
alumbra el resplandor que enmarc mi
fugitivo cuerpo. An siento la neblina de
la celda cubriendo mi cara. Y corro...,
corro... An creo que hallar una puerta
abierta, aunque sea en el ltimo segundo
de estos lentos pasos de mi sangre abierta
.
-
7
AL ABRIR LOS OJOS
e vio de pronto cubierto de niebla.
Se dijo que por ms espesa que sea,
la niebla tena que pasar. Pens en
el ardiente sol que en las ridas maanas
le violentaba la sed y lo apretaba a la seca
tierra con la fuerza de la indolencia o de
la desesperanza. Sin embargo, ahora,
estir los brazos y abri las manos para
atrapar entre sus dedos la espesa soledad
de la niebla. Abri y cerr los puos;
luego, lentamente los fue abriendo, y en
medio de cada palma trato de adivinar la
leve gotita de agua que titilaba entre sus
speras hendiduras. Qu hacer ante la
niebla que torva se adhera ms a su
cuerpo? Saba que all estaba una gotita,
menudita, fresquerita, pura Al percibir en su imaginacin tal portento, la niebla
se espesaba a su alrededor cada vez ms
como si le atenazara. Sus pasos eran
dados con mucho esfuerzo, como si
cortara con sus piernas una masa casi
slida..., que poco a poco fue
introduciendo un miedo horroroso en su
menteTrat de mirar la gotita, cuando de pronto sus pies tocaron el vaco, y cay
y cay en medio de un grito que le
destrozaba la garganta. Sin embargo, en
sus puos contrados por el vaco que
tajaba sus carnes la gotita segua titilando
pura, inocente, calladita. Su cuerpo rebot
al tocar la profundidad de la sima adonde
haba cado. Sus ojos huyeron hacia las
lgrimas y sus labios musitaron algo
parecido a una palabra. De pronto, a su
rostro lleg el ltigo terrible de la
cancula. Abri sus manos, y all las
gotitas fresquecitas de la niebla recibieron
alborozadas otras dos gotitas, eran dos
lgrimas de su vaco... Sinti sed, una
desmesurada sed. Mir sus manos, ajadas,
rotas casi, en el centro las gotitas de agua
y sus lgrimas titilaban. Acerc sus
heridos labios a las palmas que se haban
unido guardando en su hondura aquel
lquido bendito y lo bebi en un lento
sorbo La sangre empez a bullir en sus venas Levantose y comenz a ascender la escabrosa cuesta de aquel
precipicio que presenci indiferente su
cada. Al ascender, la neblina segua
espesndose, pero ahora le calmaba la
fiebre que atizaba el fuego en sus venas.
Sudaba y la sed iba en aumento. Cada
esfuerzo de sus brazos magullados le
apretaba el dolor, pero segua. Algo le
deca que all, en la cumbre estaba la
quietud de su sed atormentada y
atormentadora. Y sigui. Estando ya con
los ltimos residuos de energa, alcanz la
planicie. Al fin!, y sus ojos se cerraron
agotados Y la bruma se fue diluyendo,
diluyendoPasaron minutos? horas? das? Abri los ojos, al abrirlos, no haba
niebla, solo, all lejos, un cerco de altas
cumbres
S
-
8
CIEGO!
La noche cay sobre sus ojos de repente.
Dios!, grit. Luego hinc sus rodillas en
el polvo helado del camino. El viento
golpeaba su cabellera y su rostro con
rudeza; sin embargo l no daba muestras
de sentir el latigazo frgido que bajaba de
la cordillera. Quedose esttico. Pareca
una estatua. Qu hacer? Ciego en esa
inmensa soledad! Quedarse all? Dios!,
exclamacin que se refunda en su mente
con dolor. El miedo comenz a retorcerse
en su imaginacin y se vio muerto,
heladocomido por los buitres y otros carroeros que sinuosos pululan por la
planicie... Un estremecimiento sacudi su
cuerpo. Las lgrimas corrieron tibias por
sus speras mejillas. El viento segua
ladrando en sus odos. Casi l no
escuchaba otro sonido ms que el
golpeteo de la sangre que se agolpaba en
su cerebro. Ciego! Record apenas el
tropezn y la cada y el golpe El dolorY de improviso: la noche! Por qu? Por qu? Y emiti un gemido leve.
Lloraba, mientras el fro atenazaba sus
msculosDe pronto, un leve gemido. Un ruido de pedrusco que rodaban.
Dios!, felizmente que oa. Algo tibio
roz por su rostro. Un animal estaba a su
lado! Qu era? Reconoci el olor: del
animal. Una llama! Impulsado por la
desesperacin sus brazos entumidos se
extendieron para asirse del animal. Sus
manos asieron el pelaje y se abraz de
aquel espcimen andino. Sus manos
sintieron el palpitar del cuerpo del animal.
Gracias, Dios!, se dijo. Camin
trastabillndose. Sus manos se haban
convertido parte de la piel de aquel ser
que surgi de la noche Luego voces y voces. Los pastores se acercaron a l Ciego!, reson en su mente. Hermano!,
escuch que decan. Luego voces a su
alrededor. Su voz apenas
musitGracias, Dios mo!
AS MURI
inti el chasquido de los percutores
de los viejos mosquetes. Una razn
le impuso mantenerse delante del
pelotn de fusilamiento: el dominio de su
miedo. Su rostro acusaba la noche pasada
en vela esperando la decisin final de sus
captores. Saba que la sentencia era la
muerte. No estaba arrepentido. Su muerte,
pensaba, sera el derrotero por donde iran
otros, y muchsimos ms, para lograr la
libertad de la patria que an no todos
vislumbraban en sus amplios alcances.
S
-
9
Estaba all, frente al pelotn de
fusilamiento. Uno de los verdugos se le
acerc y quiso vendarle los ojos. Hizo un
gesto de rechazo. Hara frente a la muerte
con entereza. La patria y Silvia eran el
fuego que devoraba su corazn. La pasin
por ella era la vida en su sangre; la patria
era el corazn mismo que lo mantena en
pie. La inalcanzable Silvia, quien le
impuso la dura cadena de la afliccin y
que no hallaba ms remedio sino en la
muerte, estaba cerca y lejana. Era dolor y
amor.
No, no mora por ella; pensaba. Miraba
los diminutos orificios de los mosquetes
de sus enemigos. All, delante de l,
desconocidos iban a matarle. Su alma
estaba llena de una decisin tenaz: La
libertad de la tierra donde haba nacido!
La libertad de quienes ms amaba! Su
anciano padre, all en la casona sobria,
rodeado de sus hermanos y hermanas,
llorara su muerte. Que Dios te proteja,
hijo!, le haba dicho; luego, el silencio y
el enjugarse de lgrimas; el abrazo callado
de la madre; las lgrimas de hermanos y
hermanas Y parti. Parti a la luchar por el ideal que haba construido viendo a
las humildes gentes de la sierra heridas,
despreciadas y crucificadas una y otra vez
en las minas, en los obrajes y en los
campos; donde un animal era mejor
tratado que aquellos miserables hombres
y mujeres de piel cobriza.
I fue a enfrentar a su destino. De los
rebeldes, era el auditor de guerra, y la
cobarda no caba en su alma. Sus dos
excelsos amores le infundan la fuerza
suficiente para soportar las duras jornadas
de la campaa. Ahora, ante los malignos
ojos oscuros de los mosquetes, pensaba:
Si Dios hizo que toda criatura naciera
libre; por qu el hombre no tiene que
serlo? Por qu unos son libres y otros,
esclavos?... El chasquido de los
percutores reson en la frialdad de la
cordillera. Y aqul, quien sera el mrtir
de la libertad del Per, mirando a sus
ejecutores sin rostros y sin nombres, se
pregunt: Slo la muerte ha de
liberarnos?. De pronto, el estampido de
una descarga quebr el pesado silencio. El
poeta, porque era poeta, abri la boca
como queriendo atrapar el aire que se iba
a borbollones rojos de su pecho. Luego
cay de rodillas, y desplomose sobre la
helada tierra En el cielo, extenda sus alas el ave milenaria de las nevadas
cordilleras como si rindiera tributo
pstumo al hijo de la patria que naca de
la muerte de sus mismos vstagosAs muri Mariano Melgar.
EL REGRESO olvi a mirar el espejo y este
reflej su rostro sombro. Las
lgrimas haban hecho surcos en
sus mejillas. El tiempo pasaba sin dejar la
sensacin de su paso. No haba pasado ni
una hora de que su madre ya no lo
acompaaba. El fatdico viaje de
vacaciones cort las alas de sus
aspiraciones, de las tantas tareas que se
haba programado. Su madre no tena
reposo. Era la accin misma. Ahora, slo
quedaba este recuerdo que le laceraba.
Quera llorar. Mir alrededor suyo y slo
hall silencio, soledad. Ya nadie lo
acompaaba. Qu hacer? Enfrentarse
como lo haca ella con
decisin? Lo hara? No
era ella la fuente de sus
decisiones y la fortaleza
de sus esperanzas? En su
ensimismamiento,
percibi un leve golpe en
la puerta de calle. No se
movi. Estaba aletargado. Los abrazos de
psame parece que le haban cansado.
Rostros y rostros pasaron por su lado... De
nuevo el insistente suave toque. Quin
ser?, se pregunt. Hizo un gran esfuerzo
y dirigi sus pasos hacia donde el sonido
le urga. Abri All estaba su madre!
V
-
10
EL AGUA ES VIDA
amin a duras penas. Sus labios resecos no beban ms que el
sabor salado de las gotas de sudor
que el fuerte sol del medioda extraa de
su rostro. Le pareca raro que siguiera
caminando. Ignoraba cmo se encontraba
en tal situacin y en tal estado. Lejos,
muy lejos quedaba el recuerdo del agua
que beba a borbotones. Apenas se
movan sus pies, apenas Agua!...agua!, gritaba su cerebro.
Recordaba, como en sueos, o tal vez
como si fuera una pesadilla, cuando viva
a la orilla de un riachuelo junto con sus
padres y sus hermanos Cuntas veces se revolc con su perrito en medio de las
aguas frescas, cristalinas, dulces! Ahora, ese recuerdo le martirizaba, pero
tambin le impulsaba a seguir y seguir.
Siempre le haban dicho que se
caracterizaba por ser tenaz. Era
persistente Tena que encontrar agua En medio de su desesperacin y sopor
prometa adorar el agua. Iba a amar al
lquido elemento como se ama a la madre
de uno, se deca; como se ama al hijo;
como se ama a la vida cuando nace o
cuando quiere irse para siempre. El agua,
Seor!,... es la maravilla de la existencia,
porque es la vida misma, es la vida ma.
El agua es mi corazn, mi alegra El aguael agua Y el pensamiento del caminante se perda en las caricias
fresquecitas del recuerdo Pero el sol segua cayendo como fuego derretido
sobre el cuerpo insensible del hombre que
buscaba el agua, el agua que ha tiempo
haba tenido en demasa y que no supo
cuidar
Se vio de pronto ante una inmensa
planicie O tal vez ante un inmenso vaco. A lo lejos puntitos y puntitos.
Sinti que su ser adquira una sensacin
de plenitud indescriptible. Mir su cuerpo
y vio luz, slo luz. He renacido del
desierto? He vuelto de la nada? He
sacudido las prisiones de la muerte a las
que el sol ardiente y la caliente arena me
lanzaran inmisericordes? Movi sus
manos. Rojas y laceradas manos del
perdido. Levant su mano derecha hacia
la boca, y toc una leve gota de roco que
resbalaba. Su lengua hinchada quiso
articular una palabra, slo un leve ruido.
De pronto, una gota ms cay sobre sus
labios. Qu sabor! Qu dulzura! Qu
delicia! Otra gota ms de frescura lquida
roz sus labios. stos pronunciaron la
oracin divina de la vida. Sus ojos dbiles
trataron de abrirse Otra gota lleg a sus labios Bendita agua! Agua bendita! Y las gotas fueron llegando a los labios del
moribundo lentamente, hasta que poco a poco la razn fue acudiendo a su
mente
El hombre sacudi con dolor sus brazos.
Su cabello haba adquirido el color gris de
la arena quemada del desierto. Sigui
caminando. Era su sino. Seguir y seguir.
Sus pies, en vez de arena, rozaba durezas
ahora. Tena roca viva bajo sus pies. Y su
mente se perdi en el recuerdo. Por esos
caminos haba recorrido cuando la nieve
los cubra. Las altas cumbres haban
protegido sus sueos y sus esperanzas Ahora, el futuro se vislumbraba
sediento Las nieves haban desaparecido. El fuego del cielo se
empecinaba en absorber el agua
congelada de esas altsimas cumbres. El
futuro ser de arena penetrante y piedra
dura. Los das que vendrn sern de sed
insaciable e inacabada. Y junto a la sed y
C
-
11
el sufrimiento se aparejar el odio entre
los hombres. Y el caminante sigui
caminando destrozndose las plantas y
tratando de encontrar una gota de agua
entre los resquicios de las ahora ardientes
piedras de los Andes Segua la tortura, y antes, mucho antes, esperaba, en su
valle la venida de las aguas de las altas
nieves, ahora slo vea el fuego que se derreta sobre las piedras ysobre sus hombros.
Cansado Agotado, el hombre se mir a s mismo. Vio desalado su martirio Se dara cuenta que todo lo que le haba
acontecido en el desierto y en las altas y
heladas cumbres de piedra oscura era slo
el producto de sus propias manos? Se
dara cuenta? Tal vez. Cmo hacer
recorrer la misma ruta a quienes destruyen
nuestro mundo, impulsados por las ansias
de ganancia y poder acuoso ilimitados! Y
son seres humanos! O no lo son?,
recorri como la luz este pensamiento su
mente.
Cmo elevar un grito ante el Mundo que
conmueva la razn, el corazn y la
voluntad del mismo ser humano? Todas
las voces, todos los hombres y mujeres,
como dijera, nuestro inolvidable Csar
Vallejo, se acercaran al cadver y le
dijeran: Vuelve a la vida, te amamos
tanto!...Todava es tiempo. Todava no
hemos muerto. Sigamos en el camino,
como Pablo, llevando la voz a las gentes,
y gritemos con la esperanza que acta,
que trabaja, que energiza, que mueve
montaas, que crea mundos: EL AGUA
ES VIDA!...EL AGUA ES VIDA!, clamaba el caminante del desierto
Y SE PERDI EN EL INFINITO
o hallaron en el borde de la
acequia. Tena la boca abierta, y en
el rostro el rictus desesperado de
quien le falta el aire. Su cuerpo retorcido
entre las ramas hmedas mostraba los
despojos de una vida perdularia: Los
huesos quebrantados hablaban de una
tortura hecha con meticulosidad
desmedida. Pareca que le fueron
quebrando los huesos uno tras otro hasta
el alarido ms abyecto. Sus manos eran
una criba. En vez de sangre goteaban de
sus orificios agua oscura y purulenta. Le
haban sellado los odos con plomo. La
piel quemada del pabelln de la oreja
denotaba la furia infernal que posea al
torturador o torturadores. Las vacas
cuencas de sus ojos decan de un acto
desmesurado de odio. Al abrirle la boca,
los dientes quebrados y astillados
L
-
12
resuman la barbarie de alguien sin
lmites. La lengua estaba cortada en tiras;
de cada tajo tronaba sordamente la
maldicin del dolor infinito. El cuero
cabelludo tena muchos tajos, sin orden y
de diferente profundidad. El sadismo del
asesino pareca no tener lmites en su
insania. l, que observaba al raro cadver,
guard en su memoria las lneas
aparentemente revueltas de los cortes en
la cabeza. Se dibuj en su mente el
smbolo que los viejos sacerdotes del
lugar teman (odiaban). Ese signo estaba
cruzado por varios cortes como si se
hubiera deseado borrarlo, luego de
haberlo marcado.
Lo record. No slo l. Otros ms
comenzaron a darle formas en su
recuerdo. Hablaban del muerto, primero
un tanto temerosos, luego sus palabras
abundaban de referencias... Haban odo
sus palabras. Y no slo sus palabras, sino
que haban sido guiados en sus pasos por
tortuosos caminos. A nadie hizo dao,
susurraban. Ms bien era solcito, se oa.
Una noche de luna llena, en el Campo de
las Amapolas, muchsima gente lo rode
entre risas, palabrotas y ruegos. La
muchedumbre semejaba una gran bestia
que a momentos ruga y reclamaba paz,
comida y agua. La fiera de mil cabezas se
mova con torvas intenciones: quera
devorarlo para calmar su hambre. Aquel
hombre mirndolos con la suavidad de su
inocencia abri los brazos y dijo a quienes
le rodeaban: Denles de comer y de
beber, y aparecieron apetitosos panes y
agua fresca y dulce, y apareci pescado
asado y fruta del aoFue un acontecimiento inagotable. Y recordaban
cmo les hablaba y cmo calmaba la furia
de sus corazones y llenaba el vaco de sus
mentes. Y le siguieron por todos los
caminos, anduvieron por sobre todos los
desiertos y por las orillas de lagos salados
y negros, recorrieron los desfiladeros de
la duda y anduvieron por los precipicios
del infortunio. Y en todos esos avatares
tuvieron la presencia dulce de aquel a
quien vean deshecho en sus rganos y
entre desechos de la vida l lo record como al hermano.
Bebi su vino y escuch su voz; era su
amigo. Ahora estaba all con miedo y con
un silencio que le iba invadiendo hasta
romperle los odos que cay de rodillas
con un gemido. Al caer de rodillas,
sonaron las monedas que le dieron para
que traicione al amigo diciendo por dnde
iba a caminar aquella aciaga noche.
Fueron llegando ms y ms gentes.
Hombres y mujeres y nios y nias.
Llegaban tambin los perros y las hienas.
Los asesinos, sin rostro y sin manos,
tambin se fueron acercando. Y entre
todos lo levantaron. Al hacerlo, varios
pedazos de su cuerpo cayeron a la tierra, y
all quedaron enterrndose solos. Algunas
gotas de su sangre aguosa se desliz a la
hmeda tierra. Y llorando y gritando lo
llevaron hacia una cumbre, la ms alta.
All, arrancaron de las zarzas unas ramas
y le hicieron una corona y se la pusieron;
otro arroj sobre su cuerpo un manto rojo
para cubrir su desnudez; otro quiso probar
si estaba efectivamente muerto y le
introdujo su cuchillo en el costado; otro le
ech vinagre a la boca para lograr
cerrarlaIban gritando y llorando; uno que otro cantaba Ya no habr pescado
asado ni agua fresquita ni pan sabroso Y llegaron a la cima. Y el hombre
muerto, torturado hasta la infinitud de la
sevicia, al ver a tanta multitud tembl, sus
cuencas vacas se llenaron de luz y sus
brazos astillados se fueron transformando
en dos poderosas alas blanqusimas que al
agitarse envolvi con un aire fresco los
cuerpos cansados de aquellos seres que lo
haban llevada hacia esa cumbre.
En medio de ese recogimiento, un
grito horrendo rompi los tmpanos de la
gente. Alguien se haba lanzado al vaco,
y en la cada fue regando la tierra con la
prueba de su execrable delito: unas
monedas sin valor. Ms all, en el cielo
del infinito se perda un ave de alas
blanqusimas.
-
13
LOS DOS VERDUGOS
ir su rostro en el espejo, si as
podra llamarse un pedazo de
vidrio de filosas aristas que
insinuaban cmo es la vida: slo un
reflejo de algo inusitado, un fondo que se
repeta innmeras veces, nebuloso o claro,
y el contorno de una feroz y filosa
presencia de la asechanza que hiere al
menor descuido. Se mir acabado. Las
hondas grietas de su frente le marcaban
los das terribles de la existencia que vivi
a salto de mata tratando de hallarse
libre.Levant la vista y encima del espejo una araa columpiaba su trgico
destino. Solo unas horas ms, y colgara
insensible ante la multitud de
horrorizados ojos que mucho ms
martirizaban sus pieles y sus brazos y sus
cuerpos en ser viles esclavos de la
crueldad de un seor sin ms entraas que
el odio y la avaricia. Mir el espejo y all
en el fondo un nio rea mientras un
minino ronroneaba entre sus piernitas; un
perro pastor le lama las manos y cerca
del rosal su hermanita rea tambin al no
poder alcanzar las mariposas que
pululaban en ese jardn de la inocencia.
Cerr los ojos y agach la cabeza como si
le pesara un mundo. De nuevo mir aquel
remedo de espejo y se vio en un camino:
alto, joven, robusto; bello el rostro; los
ojos, fros y torvos, se escondan mirando
el terreno abrupto; caminaba, y su andar
era violento, altanero; se le notaba
deshonesto, abusivo. As no fue todo el
tiempo. Qu le sucedi? Qu demonio
se adueo de su alma? Qu fiera se
volvi todo su ser? En rpida sucesin de
hechos, el espejo le mostraba sus actos
ms irreflexivos y perversos; y al
observarlos el horror iluminaba su rostro.
De pronto, alcanz, entre brumas, verse
mutilando a los seres que ms le amaban.
Al ver los cuerpos destrozados a sus pies,
quiso arrancarse los ojos para no verlos,
pero en ese preciso instante un golpe casi
le destroza el crneo Ahora estaba all
en esa prisin
esperando que se
cumpla la
sentencia.
Piltrafa humana,
consumo
irremediable de
su tormento. Ha
de morir colgado.
Se sacudi la
espesa cabellera. Quiso secarse algo de
los ojos. No, no eran lgrimas; capaz,
sudor o la humedad de la maana. Sus
ojos estaban secos. Mirose por ltima vez
en aquel pedazo de vidrio que quiso
muchas veces utilizar para cortarse las
venas, pero en su lucidez se deca que
tena que cumplir el castigo. El demonio
que habitaba su alma no iba a lograr que
se suicidase. Esa lucha constante lo tena
agotado. Felizmente ya llegaba la hora
ltima. El suplicio iba a terminarRuido de pasos. Escondi en las grietas del muro
aquel pedazo de vidrio que durante el
encierro le haba acompaado con el
recuerdo; fatal recuerdo, pero recuerdo al
finEntr un grupo de alguaciles, un sacerdote y un petimetre con lentes
absurdos, al cual le segua otro hombre
menudo, esculido casi, y de mirada
huidiza, que llevaba en las manos un largo
cuchillo: daba miedo observarlo. Este
ltimo se acerc al reo y lo tom del
cabello con fiereza. El preso se sinti
levantado violentamente. Apenas, un
gemido. Salieron en silenciosa marcha:
fnebre, se dira. El aire de la noche
golpe las caras oscuras del verdugo y del
sentenciadoUn monstruoso grito hizo temblar la plaza alumbrada
fantasmagricamente por antorchas
humeantes: Asesino! Asesino!, era el
iracundo grito, y la fiera multiforme
reclamaba sangre, venganza, justicia! El
verdugo empuj al condenado hacia el
patbuloLe puso la sogaY ante el rugido de la turba enloquecida aquel
M
-
14
despojo humano colg su cuerpo en el
vacoUn alarido bram en la plazaLuego el silencio. El verdugo, aquel hombrecito de ojos huidizos, mir
con desprecio el cadver que estara all
colgando hasta el da siguiente para que
nadie se atreva a cometer los mismos
actos malditos; terminara colgado como
este pobre infeliz. Luego, aquel sayn se
perdi por las callejuelas negras y
angostas del Barrio de las Angustias, e
ingres a su cuartuchoSe quit la tosca caperuza que le protega la cabeza; luego
mir su rostro en el espejo, si as podra
llamarse un pedazo de vidrio de filosas
aristasque luego guard en una grieta del viejo muro
UN MUCHACHO SENCILLO
a tierra estaba dura, casi ptrea,
con costurones blanquizcos donde
agonizaban arbustos, cardos,
cactus... La sequa estaba dejando los
campos, antes frtiles, como desiertos
inacabables. Cunto tiempo de esta
calamidad insufrible? Haban transcurrido
nueve aos, y pareca una eternidad. En el
pueblo, la gente desesperaba no saba qu
hacer.
Algunas
familias
haban
decidido
irse a otras
tierras.
Pensaban
que era la nica manera de superar la
desgracia que les haba cado como una
maldicin. Pero, al llegar el dcimo ao,
la decisin de salir del pueblo se volvi
un imposible o una tragedia. No se sabe
cmo ni cundo se haban ido incubando
terribles seres que aparecieron con sus
cuerpos y rostros deformados por una
sonrisa purulenta de odio. Surgieron de
alguna sombra maldita y cruzaron las
calles polvorientas de aquel casi agnico
pueblo, y arrastrando sus poderosas patas
fueron dejando sinuosas marcas por los
cuatros caminos que tena el pueblo. Se
dirigieron hacia los cuatro puntos
cardinales. Desde aquel entonces, a las
salidas del pueblo, pasado un recodo, se
hallaba uno de esos extraos seres, tenan
alas y rostro humano, y en sus pies
resaltaban largas y potentes garras.
Quines eran o qu eran esos horribles
seres?
Nadie lo
saba.
Nadie saba
cmo se
haban ido
formndose
en las
entraas mismas de ese casi abandonado
pueblo. Nadie tampoco poda abandonar
aquel ahora maldito lugar. Nadie. Sin
embargo, no faltaba quien se aventurara a
hacerlo. Muchos no regresaban, y los que
lo lograban, contaban que el monstruo se
les presentaba primero con mucha
dulzura, luego les deca que si no
respondan a sus preguntas, iban a formar
parte de la
legin de sus
esclavos, o
moriran
desgarrados
por sus
terribles
zarpas; luego
profera una
escalofriante
carcajada que
enloqueca. Esto contaban quienes haban
sido capaces de huir de esas bestias Todos los senderos estaban vigilados por
esas arpas, surgidas del mismsimo
L
-
15
infierno! Estaban atrapados sin remedio!
La gente lloraba, se lamentaba,
gritaba.El terror fue invadiendo casa por casa, calle por calle, barrio por barrio.
De igual manera el hambre, martirizaba
los vientres de los nios y nias, de los
mayores, de las mujeres, de los ancianos.
Los hombres aguantaban; coman apenas
lo suficiente para que los menores tengan
un poco ms de alimento. Las madres con
mayor abnegacin cuidaban de sus
pequeos.
Pasaron los das, pasaron las noches.
De pronto surgi una voz, surgida de la
desesperacin, y fue recorriendo toda la
comarca:
Reunin! Reunin! decan Reunin! Todos a la plaza! Todos a la
plaza! De quin fue la idea de reunirse? Nadie lo saba. Alguien dijo A
la plaza!, y todos repetan en cada puerta
A la plaza!, y a la plaza fueron
acudiendo como atrados por una fuerza
irresistible Y el pueblo se fue juntando y
juntandoLa plaza rebosaba de pobladores: hombres, mujeres de todo
nivel, pobres, ricos, nobles, plebeyos,
blancos, oscuros, altos, bajos, nios,
jvenes, adultos, ancianos Todos estaban all! Tal vez esperaban or que ya
no haba peligro, all, en los linderos del
pueblo. La gente estaba contrita, asustada,
silenciosa. Y como si despertara, se
levant un rumor que iba de uno a otro
lado. Nadie saba quin haba llamado a la
poblacin. Nadie. Nadie, tampoco, asuma
un liderazgo. De improviso, alguien trajo
un banco, y, de en medio del bullicio,
sali un hombre, grueso, robusto, alto, de
poderoso pechoSu andar era pausado. Es el herrero!, se oy musitar. Es el
herrero!, decan. El hombre subi a la
banca, Todos guardaron silencio! Esperaban la buena noticia; esperaban
escuchar que los monstruos haban
desaparecido Sin embargo, el hombre con voz tronante dijo:
Estamos aterrados! Estamos peor que en una crcel! Ciudadanos,
ciudadanas, no podemos seguir as.
Alguien sabe los nombres de los
monstruos que cierran nuestras calles?
Alguien sabe de dnde vinieron?...
Todos movieron la cabeza de un
lado a otro como diciendo que no lo
saban.
Oh, no lo saben! sigui el herrero. Las fieras que nos encarcelan de esta cruel manera son la Envidia, la
Mentira, el Odio y el monstruo ms abominable es la Falsedad! Cuando
alguien se enfrenta al monstruo, este les
pregunta Eres envidioso?, y si le
responden que no, el monstruo lo
despedaza, porque como el monstruo es la
Envidia o la Mentira u otro vicio maldito,
no pueden engaarle, porque poseen unos
ojos rojos que penetran hasta lo ms
hondo del alma. Y as son destrozados,
porque no reconocen lo que son! Ante estas palabras todos quedaron
enmudecidos. Cul de ellos no era
mentiroso? Cul de ellos no era
envidioso? Cul de ellos no guardaba
odio en su corazn? Quin no era
falso?... Todos en su interioridad
ocultaban una de estas maldiciones que
les carcoma la vida El herrero al observar el profundo
silencio de los vecinos, exclam:
Solo alguien que sea puro de corazn, ha de ser capaz de vencer a los
monstruos que nos rodean! Quin ha de
ser? Un silencio ms pesado que el granito cay sobre la plaza.
Una voz sali de la multitud:
-
16
T, herrero! T eres fuerte! T eres honesto!
No puedo! Yomuchas veces no he puesto el hierro necesario para sus
herramientas.dijo arrepentido el viejo herrero.
Otra voz dijo:
Que vaya el maestro de escuela! Ha muerto dijo desolado el herrero.
Que vaya el santo padre de la iglesia!
Se resbal apenas lleg ante el monstruo y se golpe con una aguda
piedra la cabeza.
Y as fueron nombrando los candidatos.
Unos haban sido ya destrozados por las
garras de los fatdicos seres y otros se
escondan en la muchedumbre.El desnimo fue cundiendo entre todosEl herrero impuso en su voz la esperanza, y
dijo:
Tenemos que encontrar esa persona sencilla e inocente, a quien los
vicios de la mentira, el odio, la falsedad
no la hayan contaminado Cmo podemos saberlo?
Abridme paso! Abridme paso! reclamaba un gil anciano que llevaba en la mano una palangana. Djadme pasar! gritaba. Al llegar cerca del herrero, le extendi uno de los brazos, a
fin de que le ayude a subir sobre la
banca Pueblo de insensatos! comenz diciendo el anciano. Reconozcmonos pecadores! Reconozcmonos tales como somos,
hijos del desierto! Mas, de algo no tengo
duda: en medio de nosotros hay ms de
uno que sea puro de corazn En medio del desierto siempre suelen crecer las ms
hermosas plantas! Por eso, aqu tiene que
haber alguien que nos puede salvar: un
hombre bueno o una mujer buena; incluso
un nio o una niaYo guardaba como un tesoro esta agua maravillosa. Quien
ponga sus manos en su frescura, sabr si
su alma es pura o impura. VamosNo retrocedis. Quin se atreve a dar el
primer paso? Y el anciano adelant el recipiente hacia la muchedumbre que se
arremolinaba delante de l, como que se
acercaba como que se retiraba.
Aqu est el agua mgica que nos dir quin lo es! Y enseaba a la multitud la palangana. Slo el murmullo
del miedo fue la respuesta.
Y el anciano sigui clamando:
He aqu el agua de la pureza! Quien introduzca la mano en esta fuente y
el agua no cambia de color, esa persona
es la elegida! El agua le dar la fuerza
necesaria para vencer a los monstruos!
Todos levantaron el rostro; luego escondieron sus manos. No queran pasar
la prueba. Aquellos que se animaron a
introducir su mano en el agua, sufrieron
no sabemos si un alivio o una vergenza,
pues el agua cambiaba de color. No haba
un vecino honesto! Moriremos todos!,
pens el herrero.
Despus de varias horas, ya nadie
quera pasar la prueba. Todos haban
empezado a reconocerse cmo eran
realmente. De pronto, de en medio de la
multitud se fue abriendo paso un joven
que se acerc a donde estaba el herrero.
Su figura denotaba serenidad, confianza,
y se coloc al costado del herrero. Al lado
de este, pareca un cachorro de len junto
a un poderoso rinoceronte.
Hermanas, hermanos! empez diciendo el mancebo, acabo de dejar delicada a mi madre, est tranquila en su
lecho. Le dije que iba a acudir al llamado
del pueblo, y me dio su permiso. No voy a
preguntar por qu nadie puede o no quiere
enfrentarse a los demonios que nos
oprimen. Cada quien tiene que
responderse a s mismo. No s si en mi
corazn haya envidia, odio, venganza,
rencor, mentira, falsedad, lujuriaSoy sincero, no lo s. Pero, una verdad s es
una verdad. Y esa verdad se relaciona con
mi madre: Debo llevarla al pueblo vecino
para que vea a su madre, a mi abuela;
porque sta se aproxima a realizar el viaje
a la Eternidad, y es justo que mi madre
-
17
quiera verla por ltima vez. Amigas y
amigos, permitidme ir a hablar con los
horribles seres!...Yo no tengo miedo Que meta la mano en el agua justiciera! grit una voz desde un sitio donde nadie se diera cuenta de quin era..
S! rugi la multitud. El herreno le acerc la jofaina llena del
agua clarsima. El joven introdujo sus dos
manosY todos esperaban el resultado El herrero mir con tosca ternura al joven
muchacho a quien am desde cuando
jugaba con su inocencia en medio de los
carbones y las cenizas; cuando llevaba el
agua para templar el aceroMiro el aguay esta fue ponindose aun ms relucienteque de entre ella surgi rayos de luzTodo murmullo desapareci de la plaza.
Anda, hijo mo. El destino te ha designado a ti. Todo miedo que tengas ha
desaparecido. El agua maravillosa te ha
dado el poder suficiente para que salgas
victorioso. Ve, hijo dijo el anciano. El muchacho baj de la banca y apenas piso
el suelo, la muchedumbre se abri
cedindole el paso. El joven se dirigi
hacia el final del camino, hacia el sur,
donde se hallaba el engendro de la
Envidia El tiempo se fue deteniendo, cuando de pronto se escuch un horrible
alarido. Pobrecito!, murmuraron una y
mil voces. En medio de la consternacin
del fracaso, el muchacho apareci
caminando con paso lento. No haba en su
corazn ni rastro de envidia. Sigui
caminando. Todos le miraron
estupefactos, y se hacan a un lado. El
muchacho se perdi por el oscuro sendero
del norteLa poblacin esperaba, esperabaUn alarido, mucho ms terrible que el anteriorAhora, nadie musit palabra alguna. El muchacho no guardaba
odio en su pecho; ahora se dirigi al este.
Al cabo de un momento, otro horrendo
grito. Pasaron las horas y no apareca
nadie. Cuando se preguntaban qu habra
pasado?, un potente rugido casi rompi
los tmpanos del pueblo, luego un ay!
largo, largo, se fue extendiendo por los
airesPor ltimo, como si un volcn erupcionara, la tierra comenz a temblar
Y all, lejos, lejos, por los anchos espacios, las nubes se fueron
arremolinando, primero fue un rojo
bermelln lo que fue cubriendo el cielo,
luego oscuras nubes se apilaban y
apilaban unas sobre otrasY un viento fresco comenz a soplar por entre las
calles y la plaza All! All! grit alguien. Y all vieron venir al muchacho con paso cansino, sudoroso, pero sereno. Traa en
sus manos una cabeza. Era la cabeza del
monstruo, cuyos ojos an parecan tener
vida. Quienes se acercaban desviaban la
vista: no podan sostener la mirada de
esos ojos muertos El muchacho amonton lea y
puso all la cabeza de la arpa de los
cuatros senderos; luego encendi la
hoguera; y al llegar el fuego a la cabeza,
esta se convirti en un resplandor y
desapareci.
El muchacho subi a la banca y
dijo sencillamente:
He cumplido! , luego baj y le dio un abrazo al herrero, al cual le dijo
en voz muy tenue: Cuando les dije que
no tena miedo, les mentVoy a ver a mi madre, padrino
Gracias, hijo musit conmovido el viejo herrero, gracias...
El muchacho comenz alejarse
con paso lentoAs como se fue alejando, empezaron a caer gotas de
lluvia; primero, leves; luego, con ms
intensidad. La sequa dejaba de ser. .
-
18
EL ENCANTADOR DE SERPIENTES
pareci una maana por esa calle,
la de La Burbuja. Vesta traje
rado y de color indefinido; color
que el sol haba borrado con la insidia de
su diaria trashumancia. Cubra su cabeza
un sombrero de amplias alas que caan
torcidas sobre la frente, las orejas y la
espalda. Una larga cabellera canosa,
donde la brisa esconda sus secretos. De
sus hombros, se descolgaba un sencillo
morral. Llamaba la atencin el tamao y
forma de sus orejas y el zarcillo que las
adornaba como si fuera un reptil que se
enroscaba alrededor de aquellas. El
caminante pareca que haba surgido de
uno de esos fantsticos cuentos de hadas
de la niez. La gente que pasaba por su
lado lo miraba absortaNo falt quienes le siguieron, tal vez atrados por el halo
misterioso que desprevenido surga de su
cuerpo. El hombre ni siquiera se fijaba en
quien o quienes estaban en las calles,
pues, segua caminando como si estuviera
solo en la amplia calleja de guijarros
indecisos entre aquel polvo desidioso que
se levantaba ante la parsimonia de su
caminar antiguo. La callejuela lo condujo
a la plaza del pueblo. Aqu, se detuvo bajo
la sombra de un grueso rbol, se sacudi
los anchos pantalones, y ante una banca
que lucia la vetustez de su piedra spera y
rajada tom asiento. Mir el vaco, respir
profundamente, luego se puso de pie y
subi sobre la banca. Mir al este y al
oeste, luego exclam, agitando el
estrafalario sombrero, dirigindose a
quienes lo haban seguido, pero que se
mostraban un tanto alejados:
Venid! Venid! abra y mova los brazos como si quisiera atraer a
la gente hacia su pecho. Y la gente se
arremolinaba. Sentan que una fuerza
sobrehumana los jalaba hacia aquel
estrambtico personaje; aunque, claro
est, un oscuro temor los detena. Estaban
entre esas dos fuerzas: la curiosidad y el
miedo indefinido. A qu se deba esa
sensacin que embargaba a los
pobladores? Tal vez la extraa forma de
sus orejas? Quiz era un duende surgido
de las entraas del submundo para
engaarles?Haba aparecido cierta suspicacia de no s qu recodo en esas
sencillas gentes; o, tal vez, gentes
consumidas por la rutina de sus
quehaceres entre la maledicencia y la mal
decencia; que vean pasar sus das y sus
noches de troleros en tiendas y en
tenduchos Ver aparecer un extrao hombre con una vestimenta rara y
fantsticas orejas, seguro, no era para
tomar las cosas tranquilamente de buenas
a primeras Venid! Venid! repeta el caminante Miren la maravilla de la suerte! Abri su morral, y todos, espeluznados, vieron asomar un tringulo
de figuras geomtricas de colores pardos
y verdes. Una linda y voluminosa cobra!
Los ojillos de la serpiente reflejaban la luz
del da. Movi la cabeza hacia todos los
lados mostrando la lengua larga y bfida.
El caminante extrajo de su pecho una
larga flauta y comenz a tocar una
sinuosa meloda. La musiquita se fue
extendiendo por los aires y llegaba ntida
a los odos de los aldeanos. Algunos se
sentan atrados por esas notas y se fueron
acercando, casi arrastrndose, y botando
lagrimas a torrentes y lanzando lamentos
maldecidos; otros sentan deseos de
golpear a las personas, y las golpeaban;
otros, pensaban en devolver lo que haban
hurtado, e iban presuroso a hacerlo; no
A
-
19
faltaba quin se arrepenta de haber
pegado a sus nios, y se desgaitaba
gritando su terrible culpa; no faltaba
alguna mujer que se arrepenta de haberle
echado mucha sal a la comida del marido
porque haba dejado de
quererloTampoco fue ausenta la voz ronca de alguien que se machacaba las
manos porque estas haban tomado el
dinero de su oficina La meloda de la flauta, al penetrar al cerebro de los
pobladores, haca que estos manifestaran
los delitos que ocultaban De improviso, alguien de entre la gente grit
desaforadamente: Yo soy un ladrn!,
Yo soy un ladrn!, Yo le rob las
gallinas a mi compadre!; otro, ms lejos
vociferaba: Mrenme!, s, mrenme!
Yo, el juez de la comarca, he sentenciado
a la prisin a inocentes, porque sus
acusadores me pagaron con dos bueyes!;
otro deca: Ja, ja, ja, ja, qu zonzonazos
son mis vecinos; son unos verdaderos
estpidos! Nunca se dieron cuenta que yo les hurtaba sus cuyes y sus gallinas!
Ja, ja, ja, ja!.... Otra voz deca: Al
burro del teniente gobernador yo lo
remat en la feria, y ni cuenta se dio el
cado del palto! Y Ja, ja, ja!, rea Y as, cada poblador que
escuchaba la msica de la flauta gritaba lo
que guardaba en lo ms recndito de su
mente. La increble meloda impulsaba a
decir la verdad, sea cual fuere el acto, sea
cual fuere el pensamiento, el deseoque por ms enterrado que se hallare, la
msica haca que saliera con la fuerza
propia de un volcn. Y cunto ms era su
culpa, ms hipnticos miraban los vivaces
ojillos del la vbora Ese era el secreto del caminante y de su flauta mgica.
Cuando ces la msica, los
vecinos se dieron cuenta de que se haban
mostrado tales cuales eran, y una
vergenza cubri sus rostros, y escaparon
rpidamente a sus casas; pero, otros,
furiosos, se armaron de piedras y palos, y,
presos de la furia ms proterva se
dirigieron a donde estaba el raro
caminante, con el fin de herirlo,
mancharlo, pisotearlo, desalmarlo,
incluso, matarlo. Mientras que otros, ms aleguleyados, fueron a buscar a la
autoridad para que obliguen al estrafalario
flautista a irse del pueblo o que lo metan a
la crcel, o no s qu, pero algo tenan
que hacer contra ese esperpento
maldito Ante esta nueva actitud de la
gente, la msica de la flauta surgi
suavemente, y vieron que la serpiente
enroscaba y desenroscaba su fino cuerpo.
Mova su cabeza como si efectivamente
escuchara las notas que salan, ahora, a
borbotones del fino instrumento Y los enfierecidos pobladores se fueron
acercando, acercando Alguien levant el brazo para lanzar una piedra, y vio que
se le converta en una vbora que se
diriga a sus ojos, y slo un grito horrendo
rompi su garganta; otro, que traa una
vara, se le transform en otra serpiente
que le comenz a apretar el cuelloY as... El pavor cundi entre la gente que
vea que sus piedras o sus palos o sus
correas o sus sogas o sus corbatitas se
tornaban en venenosas spides que se
volvan contra cada quien. La plaza se
volvi un loquero. La gente corra para
todos los lados, se chocaban entre ellos,
resbalaban, se empujaban, se pateaban, se
escupan, se araabanPensaban que estaban defendindose de las
serpientes, aunque en realidad no haba nada de eso, todo era una ilusin: la
ilusin venenosa de sus mentes
culpables De pronto se sinti el redoblar de
unos tambores: Ratatn! Rat, rat, rat,
ratatn! Rat, rat, rat, ratatn, rat! Sonaban con marcial ritmo unos viejos
tambores. Al lado venan muchos vecinos
azorados y enardecidos en contra del
Caminante. No tenan vergenza, la
haban perdido en un juego de naipes
marcados o a la carambola del embuste y
la tramoya. Delante de ellos vena el Jefe
de la comarca, con su bastn de mando,
su banda de arlequines y tres sombrillas
de buen tamao que le cubran la cabeza
-
20
plana que tena; en otro grupo estaba el
mandams del Consorcio de la Pampa de
Lechugas acompaado de los repipitos
expertos en torcidas y quebradera de
manos y movidas de lenguas viperinas.
All estaban los dos ms excelsos
capitostes del poblado de marras aquel.
Pobre encantador de serpientes!,
ahora s que la cosa estaba seria,
demasiado seria. Se iba a enfrentar a los
Mefistfeles de las enredaderas y a los
truchimanes ms truchas de la comarca.
Pobrecito el caminante! Ahora s sabra
lo que es bueno! Venirme a m con
viboritas y flautitas! Bah, insensato! No
sabes con quines te has metido,
maledificioso!
Los ratatn se ubicaron alrededor
de los Mandones, y sin cesar de tocar su
marcial tamborileo fueron acercndose al
flautista del camino. Este los mir y al ver
al seor Truchimn Menor y al seor
Truchimn Mayor del Consorcio de La
Chamullada, dej de tocar su delicada
flauta y los mir con cara de bebito
inocente.
Oh, no hay caso que le metimos miedo a este fullero de
mircoles! dijeron los atorrantes, a pesar de que era jueves, dando a conocer
su vulgar vocabulario y que estaban ms
despistados que pinginos en el desierto.
Atrpenlo! grito el mandams ms decidido Atrpenlo!...
Vana ilusin. El flautista del
camino reinici su meloda y la serpiente,
su fiel compaera, cerr los ojos para no
ver el prodigio que iba a acontecer en los
prximos minutos. Un prodigio que jams
se iba a olvidar en el devenir de la
rimbombante historia de aquel pueblo de
las historias perdidas. La meloda se fue
intensificando y se fue
intensificandoOh, maravilla! El seor Truchimancito y la digna autoridad de la
SS (Solucin Solapada) sintieron,
primero, un cosquilleo en las orejas, luego
un hormigueo, luego horror!...Sus papachungos gritaron:
Tiene las orejas de burro! Tiene las orejas de burro! Los dignos Mandones sintieron de repente un escozor
en los pies que les fue subiendo,
subiendo. Miraron hacia abajo, oh,
portento!, sus piececitos se estaban
convirtiendo en unos bellsimos cascos Fue algo trgico y cmico a la vez.
Unos y otros se miraban absortos las
grandes orejas que les seguan creciendo.
Un rugido de clera y miedo revent en la
plaza. Luego, como si hubiera sucedido
un terrible terremoto, slo polvo se vio en
la plaza. Todos, sin excepcin, todos,
corran con la velocidad que les daban sus
casquitos y sus potentes orejas de burro.
Detrs de ellos huyeron despavoridos los
ms truchas y los menos, los rataplanes y
los burbujas impunes.
El encantador de serpientes dej
de tocar su flauta mgica, guard el ofidio
en el rado morral, sacudi su sombrero, y
se fue como quien no quiere la cosa
silbando la Cancin de los Imposibles.
Unos dicen que el fantstico caminante
fue el Flautista de Hamelny lo han visto viniendo para estos rumbosUsted qu piensa, amable lector? Quisiera que
venga a nuestro pueblo?
EL AMOR MATERNO EN LA
NATURALEZA
quella tarde nos fuimos con mi
mamita a los pastizales de la falda
cordillerana. El sol calentaba
nuestros cuerpos dbilmente. El ao
pasado dos primitos mos murieron dicen
con pulmona, y le echaron la culpa al
fro. Yo pienso que tambin lo son sus
padres por no saber cuidarlos como me
cuida a m mi mam. Est al tanto de lo
que me pasa. Cmo ests, me pregunta
A
-
21
siempre, y me arropa y me cuida por
donde vaya. Yo la quiero mucho, cmo
no voy a quererla si es lo nico que tengo;
aunque, para ser sincero, yo soy muy
diferente a ella. Hasta dicen que no soy su
hijo, sino que me recogi; dicen que me
hall abandonado en la plaza del pueblo
donde nadie daba razn de cmo aparec
por ah envuelto en una lliclla. Cuentan
que todos pasaban de lado, hasta que se
acerc una mujer y movi el bulto y,
dicen, que el bulto lanz un sollozo. Se
sorprendieron todos los curiosos.
Abrieron el bulto y estaba una guagita de
color clarito; y comentan que estir los
bracitos y que empec a llorar. Como
nadie daba razn de mi presencia, ni de
dnde haba venido ni de quin me haba
dejado, qu iba a ser de m? Preguntaron
si alguien me haba olvidado por casualidad, y nadie deca nada. Cuentan
que vino el teniente gobernador y
pregunt a todos si saban que alguien
haya dado a luz en los ltimos meses, y
todos los nacidos estaban con sus
mamitas. Y yo, para mi pena, quedaba sin
nadie que dijera quien me haba
aban