al acto y el espacio

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El habitar intrínseco: el perpetuo constructo relativo al acto y el espacio BENJAMIN PINTO SANTANDER Nº 17 (parte 2) 22/06/2020 Observar es preguntarse y pensar dibujando. Observar es sembrar preguntas, y enlazarlas en el papel. Desde el inicio del taller el motor de la observación fue la constante pregunta ¿Qué estoy observando?. En la primera observación (7) de este recuento cuestiono sobre el primer espacio que estudiamos, el primero que conocemos: el rostro. Sin saberlo, me acerco hacia el cuestionamiento que reside en la relación que establecen el espacio (de mi rostro) y el acto (de la contorsión). Doy luces de lo que ejercer el acto transformador propio del habitar se traduce en el espacio, como este responde a mi forma de habitarlo, como muta a través del acto. En la segunda observación (24) me aproximo de una forma más sólida al concepto del habitar transformador. Claramente reflexiono acerca de cómo mi persona, mis hábitos y los actos que acostumbro, moldean el espacio que es el escenario básico de mi existir: mi habitación. El siguiente croquis (47) es breve y vago, a primera vista parece un retroceso, sin embargo, aunque inconscientemente, enlazo de forma clara el acto con la forma y el espacio: El tamaño compacto del mesón () hace(n) de cada comida una comunión especial). Aunque de manera tácita, establezco la relación intrínseca que danza entre la naturaleza de estos elementos: la mesa como la forma, la comida como el acto que acontece y la comunión señalando a la forma de habitar, agregando un matiz tanto plural y colectivo como hogareño, fortaleciendo así la relación con el pequeño espacio. En los dibujos 140 y 146 se ve un real interés en la reflexión sobre las características del espacio, destacando cualidades explícitas como cómodoo relajante,y avanzándolas hacia una interioridad más abstracta con íntimo. En ellos reviso esta naturaleza, mas la ligo con la funcionalidad que cumplen para sus habitantes, quienes condicionan sus actos para acontecer ahí, clarificándose entonces la recíproca relación que existe entre el acto y el espacio, en el cual a través del habitante se construyen y definen el uno al otro. En las observaciones 144 y 149 me detengo sobre cómo el espacio es incidente en la forma del habitar de los actos que en ellos ocurren. Cuando hablo de los encuentros que han de darse en el pasillo (144) reflexiono sobre cómo estos se dan de forma gratuita y cercana, pues el pasillo es pequeño y angosto, pero contiene un flujo alto de tránsito por su disposición de unión entre los diferentes módulos de vivienda. Asimismo, las dimensiones reducidas del comedor de diario (149) condicionan claramente su uso y al acto ocurrente, pues habiendo otro comedor más grande y abierto, para una comida cotidiana con un intrínseco carácter íntimo, se prefiere este espacio, que con sus características replica la naturaleza del acto, más aún las enaltece y perpetúa, formándose entonces una unidad acto-espacio bilateral, hasta poética. En el croquis 154, a partir de una de las situaciones más simples y efímeras me encuentro con un actor ya revisado: la reja. Esta, a diferencia del interior del hogar, da lugar a encuentros más impersonales y específicos. Esto porque, como se señala, es una forma que comparte una naturaleza dual pública-privada, siendo el límite entre los dos espacios. La relación de las partes con ella y los actos a los que da cabida, nuevamente, responden a las características del espacio, siendo así que es un lugar, esencialmente, de reunión y transición, un portalcomo no hay otro entre lo propio, lo ajeno y lo colectivo, lo familiar y lo público. Aún en un perpetuo aprendizaje, la observación se queda corta para destacar el portón como una fuerza que el propio habitante define como trasformadora de la naturaleza del acto, pues lo es del espacio, y por ende del habitar. La condición humana es poética, y por ella el hombre vive libremente en la vigilia de hacer un mundodecía Fabio Cruz, infinitamente más avanzado en el estudio que comienzo a bosquejar en estos dibujos: la intrínseca, estrecha, orgánica y, hasta cierto punto, inefable relación que existe entre los habitantes, el espacio y el acto. Como son parte de una tríada perfecta que los enlaza firmemente a nivel conceptual, cómo son la abstracción de una condición natural del ser humano como es la existencia misma en el entorno. Son estas reflexiones las que me llevan a definir el semestre de la manera en que está nombrada ésta lámina.

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Page 1: al acto y el espacio

El habitar intrínseco: el perpetuo constructo relativo

al acto y el espacio

BENJAMIN PINTO SANTANDER Nº 17 (parte 2) 22/06/2020

“Observar es preguntarse y pensar dibujando”.

Observar es sembrar preguntas, y enlazarlas en el

papel. Desde el inicio del taller el motor de la

observación fue la constante pregunta “¿Qué

estoy observando?.

En la primera observación (7) de este recuento

cuestiono sobre el primer espacio que estudiamos,

el primero que conocemos: el rostro. Sin saberlo,

me acerco hacia el cuestionamiento que reside en

la relación que establecen el espacio (de mi rostro)

y el acto (de la contorsión). Doy luces de lo que

ejercer el acto transformador propio del habitar se

traduce en el espacio, como este responde a mi

forma de habitarlo, como muta a través del acto.

En la segunda observación (24) me aproximo de

una forma más sólida al concepto del habitar

transformador. Claramente reflexiono acerca de

cómo mi persona, mis hábitos y los actos que

acostumbro, moldean el espacio que es el

escenario básico de mi existir: mi habitación.

El siguiente croquis (47) es breve y vago, a primera vista parece un retroceso, sin

embargo, aunque inconscientemente, enlazo de forma clara el acto con la forma y el

espacio: “El tamaño compacto del mesón (…) hace(n) de cada comida una comunión

especial)”. Aunque de manera tácita, establezco la relación intrínseca que danza

entre la naturaleza de estos elementos: la mesa como la forma, la comida como el

acto que acontece y la comunión señalando a la forma de habitar, agregando un

matiz tanto plural y colectivo como hogareño, fortaleciendo así la relación con el

pequeño espacio.

En los dibujos 140 y 146 se ve un real interés en la reflexión sobre las características

del espacio, destacando cualidades explícitas como “cómodo” o “relajante”, y

avanzándolas hacia una interioridad más abstracta con “íntimo”. En ellos reviso esta

naturaleza, mas la ligo con la funcionalidad que cumplen para sus habitantes,

quienes condicionan sus actos para acontecer ahí, clarificándose entonces la

recíproca relación que existe entre el acto y el espacio, en el cual a través del

habitante se construyen y definen el uno al otro.

En las observaciones 144 y 149 me detengo sobre cómo el espacio es incidente en

la forma del habitar de los actos que en ellos ocurren. Cuando hablo de los

encuentros que han de darse en el pasillo (144) reflexiono sobre cómo estos se dan

de forma gratuita y cercana, pues el pasillo es pequeño y angosto, pero contiene un

flujo alto de tránsito por su disposición de unión entre los diferentes módulos de

vivienda. Asimismo, las dimensiones reducidas del comedor de diario (149)

condicionan claramente su uso y al acto ocurrente, pues habiendo otro comedor más

grande y abierto, para una comida cotidiana con un intrínseco carácter íntimo, se

prefiere este espacio, que con sus características replica la naturaleza del acto, más

aún las enaltece y perpetúa, formándose entonces una unidad acto-espacio bilateral,

hasta poética.

En el croquis 154, a partir de una de las situaciones más simples y efímeras me

encuentro con un actor ya revisado: la reja. Esta, a diferencia del interior del hogar,

da lugar a encuentros más impersonales y específicos. Esto porque, como se señala,

es una forma que comparte una naturaleza dual pública-privada, siendo el límite

entre los dos espacios. La relación de las partes con ella y los actos a los que da

cabida, nuevamente, responden a las características del espacio, siendo así que es

un lugar, esencialmente, de reunión y transición, un “portal” como no hay otro entre lo

propio, lo ajeno y lo colectivo, lo familiar y lo público. Aún en un perpetuo

aprendizaje, la observación se queda corta para destacar el portón como una fuerza

que el propio habitante define como trasformadora de la naturaleza del acto, pues lo

es del espacio, y por ende del habitar.

“La condición humana es poética, y por ella el hombre vive libremente en la vigilia de

hacer un mundo” decía Fabio Cruz, infinitamente más avanzado en el estudio que

comienzo a bosquejar en estos dibujos: la intrínseca, estrecha, orgánica y, hasta

cierto punto, inefable relación que existe entre los habitantes, el espacio y el acto.

Como son parte de una tríada perfecta que los enlaza firmemente a nivel conceptual,

cómo son la abstracción de una condición natural del ser humano como es la

existencia misma en el entorno. Son estas reflexiones las que me llevan a definir el

semestre de la manera en que está nombrada ésta lámina.