(alain badiou) el concepto de composibilidad de alain badiou
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UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE NAYARIT
ÁREA DE CIENCIA SOCIALES Y HUMANIDADES
LICENCIATURA EN FILOSOFÍA
TESIS
EL CONCEPTO DE COMPOSIBILIDAD DE ALAIN BADIOU:
SU APLICACIÓN A LA REALIDAD INTERCULTURAL.
QUE PRESENTA:
ALEJANDRA CRUZ FLORES
PARA OBTENER EL GRADO DE: LINCENCIATURA EN FILOSOFÍA
TEPIC, NAYARIT. SEPTIEMBRE DE 2009
Índice
Introducción.................................................................................................. 1 Capitulo I El concepto de composibilidad de Alain Badiou 1.1 El concepto de composibilidad en Leibniz………………………………… 7 1.2 Análisis del concepto de composibilidad dentro del contexto de producción de verdad de Alain Badiou………………………………………….
10
Capitulo II La Globalización como proceso económico y cultural 2.1 La globalización: caracterización y consecuencias………………………. 18 2.2 Las otras caras de la globalización.......................................................... 35 2.3 Etnocentrismo y la influencia de occidente………………………………... 43
Capitulo III La interculturalidad: la diversidad cultural en perspectiva 3.1 Concepto de cultura…………………………………………………………. 55 3.2 Identidad cultural y la idea del otro………………………………………… 60 3.3 El relativismo cultural………………………………………………………… 71 3.4 Interculturalidad………………………………………………………………. 78
Capitulo IV El concepto de composibilidad de Alain Badiou: su aplicación a la realidad intercultural
4.1 La posibilidad de otros mundos…………………………………………….. 91 4.2 La aplicación del concepto de composibilidad a la realidad intercultural. 99 4.3 Consideraciones finales: tesis centrales y condiciones para la composibilidad intercultural………………………………………………………
113
Bibliografía
Introducción
“Las culturas constituyen a las personas y a la vez
las acciones de las personas son necesarias para la
preservación y reproducción de las culturas”
León Olivé
Desde sus orígenes la filosofía ha tenido un vínculo estrecho con la sociedad, pues no
podemos olvidar la doble función que la ha caracterizado: por un lado, la crítica racional
que se ha dirigido hacia cuanto aspecto de la realidad haya podido (la totalidad de lo real)
y, por otro lado, la vocación de orientación hacia una vida buena, siguiendo las
expresiones del filósofo Luis Villoro. Ambas facetas están profundamente relacionadas de
tal modo que prescindir de cualquiera de ellas sería llevar a la filosofía a realizar una tarea
incompleta y sin sentido. Pues, si abandona la primera, se convierte en un discurso sin
fundamento y sin base racional, es decir, en un mero discurso demagógico; si renunciara
a la segunda, se volvería un discurso gris y carente de sentido, ya que no ofrecería una
orientación hacia la vida.
En nuestra época existen procesos sociales merecedores de estudio filosófico,
entre ellos incidiré en estos dos: el proceso imparable de la globalización y la importancia
que ha tomado la interculturalidad, en cuanto a la relación entre una diversidad de
culturas y el problema de la identidad cultural. Este fenómeno dual de la realidad social es
un tema muy atractivo para la filosofía debido a la naturaleza contradictoria de
extrañamiento o perplejidad que parece tener dicha situación, de manera que se hace
inevitable la pregunta acerca de cómo es que estos fenómenos de naturaleza
contradictoria se están dando al mismo tiempo. Por un lado, la globalización pretende
homogeneizar e imponer una cultura dominante y, por otro lado, la interculturalidad
fomenta el respeto y la comprensión hacia la diversidad cultural. Ante esta situación, la
filosofía no puede permanecer indiferente: en tanto que se trata de pensamiento crítico y
racional, debe analizar dicho fenómeno, sus causas, sus efectos, su impacto; así como
también, en tanto que es orientación para vida, debe vincular los resultados a la realidad
social, para mejorarla de esta manera y en la medida de lo posible.
El propósito de este trabajo es, entonces, abordar ambas temáticas que a simple
vista parecen incompatibles y contradictorias entre sí: la globalización y la
interculturalidad, pues, a pesar de su naturaleza dispar, parecen no separarse una de la
otra en un caminar conjunto hacia la configuración de la sociedad contemporánea. En
este punto, se ha de advertir que, si bien la globalización tiene un fuerte impacto en las
relaciones interculturales, ya que una de sus características principales es promover el
intercambio, también presenta, no obstante, una serie de inconvenientes para la
interculturalidad, como es la pretensión de homogeneización y la proclamación de la
cultura occidental en tanto modelo a seguir. Esto último genera segregación y
desconfianza por parte de algunas culturas, motivo que impide el desarrollo de relaciones
interculturales justas e integrales. Lograr que dentro del proceso de globalización exista
respeto y comprensión a la diversidad cultural, parece una tarea difícil e incluso imposible,
dadas las enormes diferencias significativas en la forma de construir y comprender la
realidad. Debido a lo anterior, se propone el concepto de composibilidad, acuñado por el
filósofo francés, Alain Badiou, en su Manifiesto por la Filosofía, como medio para abordar
esta problemática desde una nueva perspectiva y perseguir la comprensión de la realidad
intercultural como una realidad compleja, caracterizada por la independencia cultural y por
la necesidad inminente de diálogo.
Badiou utiliza el término composibilidad para hacer posible que ciertas formas o
procedimientos de verdad relacionadas con la producción de verdad coexistan de manera
equilibrada, dentro de un marco de comprensión y respeto. Según este autor, existen
cuatro formas de verdad dentro de la realidad: la verdad científica, la artística, la política y
la amorosa; estos cuatro procedimientos configuran por igual la producción de verdad y
ninguna de ellas debe imponerse a las otras, pues, de ocurrir algo así, se produciría una
“sutura” en el pensamiento filosófico, provocando un pensamiento fragmentado y
distorsionado en cuanto a la producción de verdad. Por tanto, es importante que la
producción de verdad no se reduzca a una de estas formas, sino que éstas se den de
manera simultánea, respetando el campo de verdad de cada una de ellas. En este punto,
es conveniente subrayar que la composibilidad es un concepto utilizado por Badiou como
posibilidad para el desarrollo del pensamiento filosófico, mientras que dentro de este
trabajo es empleado como unidad de análisis para lograr, a través de él, una
configuración integral en las relaciones interculturales y dar un tinte de diálogo y
comprensión al proceso global, tratando de aminorar en la medida de lo posible, la
enorme influencia neoliberal que éste posee.
Por tal motivo, se estudiará la manera en que sea posible aplicar el concepto de
composibilidad a la realidad intercultural y, para ello, se inicia con un capítulo acerca de la
composibilidad, en el cual se examina dicho concepto dentro del contexto de Badiou, así
como también se analiza la perspectiva desde la que éste concepto es empleado por
Leibniz. Asimismo, se buscó encontrar los puntos convergentes y divergentes del
concepto en ambos autores, para de esta manera ir trazando un panorama de posibilidad
para el concepto de composibilidad dentro de la problemática global-intercultural
planteada en este estudio. A continuación, el segundo capítulo aborda el análisis del
fenómeno de la globalización, se analiza la forma en la que dicho proceso afecta no sólo
las relaciones interculturales sino también la manera en la que las culturas se perciben a
sí mismas, los procesos de identificación y las crisis que enfrentan, al igual que las
barreras que constantemente las culturas edifican para protegerse de la influencia
externa, siendo una de sus armas principales la postura etnocentrista. En este capitulo se
hace hincapié en el impacto que la globalización ha traído no sólo en el plano económico,
sino también axiológico, teleológico y cultural. El tercero se centra en la cuestión de la
interculturalidad y se realiza un estudio comparativo entre globalización y etnocentrismo,
analizando la aparente dicotomía entre la globalización y el respeto hacia la diversidad
cultural, asimismo se analiza a la interculturalidad, resaltando sus aspectos positivos
dentro de los procesos de identificación cultural y dentro de las relaciones entre culturas.
Por último, se concluye con un cuarto capítulo donde se propone una valoración propia de
la posibilidad de un marco de respeto y comprensión intercultural dentro del proceso de
globalización, así como también, se aborda el objetivo general de esta tesis acerca de la
posibilidad de aplicación del concepto de composible a la realidad intercultural, analizando
de qué manera dicha propuesta puede lograr que, dentro de un contexto de globalización,
exista un marco de respeto y comprensión hacia la diversidad cultural.
En definitiva, la finalidad de este estudio es determinar si el concepto de
composibilidad puede convertirse en punto de encuentro entre aquellos dos fenómenos,
dado que es innegable la fuerza y la influencia que el proceso de globalización toma día a
día, o si se impondrá el concepto de sutura cultural. Dicho de otro modo, si bien el
proceso de globalización es inevitable, la diferencia entre la prevalencia de uno u otro
concepto en la relación que se da entre la interculturalidad –entendida como los valores
culturales propios de un pueblo– y la globalización –entendida como un fenómeno original
y primordialmente económico pero con implicaciones culturales al pretender instaurar un
modelo único de sociedad–, tendrá consecuencias positivas o negativas en las culturas
locales de los países periféricos. No es de esperar que un proceso de tales dimensiones e
impacto tenga como resultado la preocupación por la pérdida de identidad, valores y
costumbres; situación que ha impulsado el retomar nuevas vías de análisis y estudio en
medio de este fenómeno imparable.
7
Capítulo 1. El Concepto de Composibilidad de Alain Badiou
1.1 El concepto de composibilidad en Leibniz
El concepto de composibilidad ha estado presente –antes que en Badiou– en
Leibniz, siendo un concepto importante dentro de su filosofía, específicamente
dentro de su Teodicea. Leibniz afirma que el mundo existente es el mejor de los
mundos posibles1 porque Dios en su enorme sabiduría y bondad lo ha creado. Es
ciertamente en esta concepción en donde el concepto de composibilidad juega un
papel fundamental, pues éste está presente en todas las cosas que existen en el
mundo, las cuales tienen características como forma, color, tamaño o textura, que
cumplen con ciertas condiciones para que puedan darse de la manera en la que
de hecho se dan. Es ahí en donde entra la composibilidad, la cual encierra lo que
es posible tanto en el sentido lógico como en el sentido real o fáctico.
1 En este estudio no se abordará a fondo la teoría de Leibniz sobre “El mejor de los mundos posibles” ni sobre la idea de contingencia, pues el concepto que interesa analizar es únicamente el de composibilidad.
8
La posibilidad lógica consiste en la no contradicción entre conceptos. Por
ejemplo, si hablamos de un círculo cuadrado, caemos en la cuenta de que es
imposible, ya que entre la circularidad y el cuadrado hay contradicción lógica, es
decir, está presente una o lo está la otra; no es posible que se den al mismo
tiempo. En cuanto a la posibilidad real, se refiere a la posibilidad concreta, fáctica,
a las cosas que de hecho pueden existir. Por ejemplo, no existe contradicción
lógica si hablamos de un centauro –mitad hombre y mitad caballo–, pero en este
caso no hay posibilidad real, pues no existe organismo alguno conocido capaz de
combinar tales características –en la realidad ambos conceptos no están
presentes al mismo tiempo–2. El radio de la esfera de las cosas que poseen
posibilidad lógica abarca un ámbito de aplicación mayor que el de la posibilidad
fáctica, que es más reducido.
En este punto es necesario tener en cuenta que no es fácticamente posible
todo aquello que lógicamente sí lo es, así como tampoco existe –en la realidad–
todo lo que es posible de hecho, aunque todo lo existente ha de ser posible. En
otras palabras, la posibilidad en ambos sentidos, lógica y fáctica, es una condición
sine qua non para la existencia: condición necesaria pero no suficiente. De tal
manera es así que la realidad y todo lo que forma parte de ella (tanto lo animado
como lo inanimado) es el resultado de la convergencia de la posibilidad lógica y de
la posibilidad real, esto es, de la composibilidad. Ésta implica la coexistencia
temporal y espacial de los entes.
2 Cf. Marías, Julián 2000, “Los estilos de la filosofía”, junio 2008, http://www.hottopos.com.
9
Lo notable del concepto de Leibniz es que nos encamina hacia el análisis
de esta “coexistencia” espacial y temporal de características y posibilidades. De
esta forma, podemos entender a la existencia como una posibilidad infinita, es
decir, una posibilidad infinita de características que pueden confluir porque son
composibles entre sí.
La trascendencia de lo anterior radica en la pretensión de este estudio por
determinar la posibilidad de la convergencia entre el fenómeno de la globalización
y el de la interculturalidad –que será expuesto en los capítulos siguientes– pues
ambos son fenómenos de naturaleza aparentemente distinta que, no obstante,
confluyen generando una serie de conflictos de diversa índole: opiniones
encontradas o contrarias, divergencias o enfrentamientos, desacuerdos o
discrepancias, cambios en las perspectivas sociales e interculturales pero, más
aún, provocando incertidumbre.
En su momento, se explicará por qué hablar de interculturalidad y no de
multiculturalidad, así como del tipo de globalización que conviene para una
relación de enriquecimiento mutuo entre culturas distintas que se encuentran
inevitablemente. Es decir, de qué manera pensar en una globalización que no
signifique una intrusión unilateral.
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1.2 Análisis del concepto de composibilidad dentro del contexto de
producción de verdad de Alain Badiou
La filosofía de Alain Badiou abarca una gran gama de temas sobre distintos
aspectos de la realidad: desde la ontología hasta la política3. Sin embargo, en este
estudio sólo interesa analizar los conceptos de composibilidad y sutura, los cuales
son propuestos en su libro “Manifiesto por la Filosofía”. Ambos son elementos
claves dentro de esta investigación. Para analizar el concepto de composibilidad
en Badiou, antes fue necesario recurrir a la noción acuñada por Leibniz –aunque
de manera breve–, dado el lugar esencial que dicho concepto ostenta dentro de su
explicación de la configuración de la realidad. Si bien es fundamental advertir la
similitud que presenta en ambos autores el concepto, en lo referente a la
coexistencia y a la posibilidad, ahora es el momento de mostrar que dicho
concepto es empleado en ámbitos filosóficos diferentes, tanto por Leibniz como
por Badiou, ahondando en el de éste.
El concepto de composibilidad es utilizado por el filósofo francés dentro de
un contexto de posibilidad para la filosofía: para que la filosofía pueda darse en
una sociedad, en un momento determinado, es necesaria la presencia de ciertos
procedimientos de verdad. Pues, de acuerdo con Badiou, la filosofía no ha estado
presente en todas las sociedades ni en todas las épocas:
3 Badiou incursiona con fuerza en este área, pues tiene una profunda influencia del marxismo y del maoísmo, lo cual explica su participación en partidos políticos de corte comunista.
11
“La filosofía tuvo un comienzo, no ha existido en todas las
configuraciones históricas, su modo de ser es la discontinuidad, tanto
en el tiempo como en el espacio. Debemos suponer por lo tanto que
exige condiciones particulares”.4
La realidad como tal no se nos presenta de manera homogénea y terminada,
sino como un conglomerado de posibilidades, de fenómenos de diferente índole y
de los cuales existen diferentes apreciaciones. Es decir, la realidad no sólo está
compuesta o no se agota sólo en la ciencia o en la política, de manera que
ninguna de ellas representa por sí misma la totalidad de nuestras
representaciones y preocupaciones. Por esta razón, siguiendo al autor, es
importante considerar los procedimientos de verdad, los cuales nos permitirán
abarcar los diversos aspectos de la realidad que, según él, son cuatro: el matema,
el poema, la invención política y por último el amor –o Dos–5. Cada uno de éstos
muestra un aspecto de la realidad, una forma de construirla, de representarla y de
comprenderla; sin embargo, no deben darse aisladamente, sino que deben
concurrir de manera simultánea, pues la realidad no responde a sólo una
manifestación o compresión, sino que es un todo heterogéneo.
Quizá pueda objetarse que es sumamente complicado alcanzar la condición
propuesta por este filósofo, especialmente si se toma en cuenta la gran
importancia que los factores políticos y económicos poseen, donde pareciera que 4 Cf. Badiou, Alain 1990, Manifiesto por la filosofía, Cátedra, España, p. 15.
5 Cf. Ibíd., p. 17.
12
todos los demás procedimientos están supeditados y controlados por dichos
factores. No obstante, Badiou nos proporciona un claro ejemplo de una sociedad
que poseía los cuatro procedimientos de verdad, la griega –lugar de origen de la
filosofía–, tal como lo describe él mismo:
“… demostramos hoy en día que la sucesión de los números primos es
ilimitada exactamente como en los elementos de Euclides, no nos cabe
duda que Fidias sea un gran escultor, la democracia ateniense es un
invento político cuyo tema nos ocupa aún, y comprendemos que el
amor designa la circunstancia de un Dos donde el sujeto está transido
leyendo a Safo o a Platón…”6.
La existencia de estas características dentro de la sociedad griega pudo
haber posibilitado en gran medida la aparición de la filosofía. Pues parecía haber
una coexistencia y confluencia de los procedimientos de verdad y no sólo eso,
sino que se buscaba su desarrollo y vinculación con la sociedad de la época. La
filosofía, como se mencionó, está condicionada por los procedimientos de verdad,
pero, a su vez, la tarea de la filosofía es permitir que dichos procedimientos sean
composibles. En palabras de Badiou: “La filosofía (…) trata, en el pensamiento el
carácter composible7 de los procedimientos que la condicionan”8. Es decir, la
6 Ibíd., p. 16.
7 Composibilité: concepto empleado por el autor que corresponde a la yuxtaposición de composer y possibilité. Así, por ejemplo, los “operadores de composibilidad” pensarán “conjuntamente” o “harán posible en el pensar la composición conjunta” de los cuatro procedimientos genéricos (N. del T.)
13
filosofía tiene como función permitir que los procedimientos se den de manera
paralela, respetando el campo de verdad al que cada uno corresponde. Pero,
asimismo, admite también que existen relaciones entre ellos, afectándose
mutuamente, debido a que se desarrollan en el mismo espacio y tiempo. La
composibilidad es, entonces, la conjunción o la convergencia de dichos
procedimientos, los cuales deben prosperar de una manera integral y plena para
poder alcanzar el pensamiento filosófico9. Por esta razón, no debe verse a la
composibilidad como una suma o alineación de los procedimientos de verdad,
dado que éstos son heterogéneos y responden a campos de verdad distintos. Es
labor de la filosofía abrir un espacio de abrigo para los procedimientos y de libre
tránsito del pensamiento –fluctuando entre las diversas formas de comprender la
realidad–10. Tarea que no es sencilla, especialmente si tomamos en cuenta la
necesidad de protagonismo que incesantemente es mostrada en cada uno de los
procedimientos de verdad, incluso desacreditando de manera constante el uno al
otro, la validez y la importancia que cada uno tiene.
En definitiva, la filosofía no debe entregar el total de la producción de verdad
a un sólo procedimiento, como pudieran ser la ciencia o la política –por mencionar
a dos de ellos–, así como tampoco deben constituir el total de la construcción
significativa de la realidad, ni deben acaparar o condicionar a las demás formas,
porque esto traería como consecuencia una sutura.
8 Ibíd., p. 19.
9 Cf. Ibíd., p. 20.
10 Cf. Ibíd., p. 19.
14
“La causa más frecuente de dicho bloqueo es que, en lugar de edificar
un espacio de composibilidad a través del cual se ejerza un
pensamiento del tiempo, la filosofía delegue sus funciones a una u otra
de sus condiciones, entregue el todo del pensamiento a un
procedimiento genérico. En tal caso la filosofía se efectúa, en provecho
de este acontecimiento, en el elemento de su propia supresión”11.
Por ello, la filosofía no debe convertirse en sierva de ningún procedimiento,
pues de lo contrario todo el pensamiento desarrollado estaría influenciado y
encaminado por esa forma de producción de verdad, lo que impediría la
composibilidad entre los diversos procedimientos y la coexistencia de éstos en
beneficio de la construcción de una estructura de la realidad más equilibrada y
completa. He aquí que el concepto de sutura es hasta cierto punto
complementario del concepto de composibilidad, dado que si no se logra la
conjunción de los procedimientos es muy probable que se caiga en una sutura.
Profundizar en el análisis de este último concepto es provechoso debido a que un
fenómeno así se presenta en diversos contextos y no sólo en el descrito por
Badiou. Es decir, siempre que no se tome en cuenta la diversidad –y se le
respete– se tiene como consecuencia la sutura, la cual ha significado atraso y
estancamiento e incluso conflictos. Es, precisamente, por esta razón que dicho
concepto resulta tan valioso dentro de este estudio.
11 Ibíd., p. 41.
15
Volviendo a las ideas de Badiou, éste afirma que a lo largo de la historia de
la filosofía han existido diversas suturas: la científica, con la corriente positivista,
en la cual los hechos y la realidad física eran la única fuente de conocimiento
verdadero; la política, con el marxismo, en donde ésta era el eje sobre el cual
giraba la construcción de la realidad; la sutura del poema con Nietzsche y
Heidegger, en donde el poema piensa al ser y al tiempo, y de cierta manera trató
de llevar a cabo la tarea de la filosofía. Las suturas en cada uno de los
procedimientos han mermado la plenitud de la filosofía, pues ésta no ha cumplido
con una de sus funciones principales: proponer la manera en la que exista unidad
entre las verdades de los diversos procedimientos, la posibilidad de que se
reflexionen como composibles12.
Así pues, la filosofía debe buscar el enlace, la reunión posible de estos
procedimientos, a pesar de su naturaleza diversa, múltiple e incluso contradictoria.
La filosofía debe “…hacer posible el pensamiento unificado, conceptualmente
unificado, del matema, del poema, de la invención política y del Dos”13 –del amor–.
Cabe mencionar que este último procedimiento, el amor o Dos, no queda del todo
claro, dado que Badiou lo describe como la relación entre los dos sexos y también
como el elemento de unión entre los procedimientos de verdad. Tampoco
especifica si es posible la sutura de este procedimiento y sólo menciona que
generalmente esta condición (la amorosa) es ignorada; así, no queda definido en 12Cf. Ibíd., p. 57.
13 Ibíd., p. 46.
16
que consistiría –en caso de ser posible– la sutura amorosa. Pero, no se
profundizará en esta cuestión ya que el objetivo de este estudio no apunta hacia
sus “procedimientos de verdad”, sino todo lo contrario, pues se pretende dar un
giro, dejándolos al margen, en una dirección totalmente nueva a la hora de aplicar
las nociones de composibilidad y de sutura a la realidad cultural.
A pesar de que Badiou no es el primer pensador que emplea el concepto de
composibilidad, es muy significativa la forma en la que ésta encierra la posibilidad
de la coexistencia de situaciones que parecen contradictorias, tales como son los
diversos procedimientos de verdad. Esto es lo que marca la diferencia respecto a
Leibniz, para quien la composibilidad implicaba la no contradicción y la posibilidad
fáctica, es decir, que los entes que existen en la realidad están compuestos por
características que pueden coexistir de hecho y entre las que no existe
contradicción. Sin embargo, ambos autores coinciden de algún modo en cuanto
que dicho concepto involucra la reunión, enlace o unión.
Ciertamente, es por dicha posibilidad de convergencia de situaciones
aparentemente contradictorias que el concepto de Badiou posee tanta relevancia
dentro de esta investigación, pues se pretende analizar y estudiar la relación de
dos fenómenos como la globalización y la interculturalidad, que se supone son
incompatibles, y su posible reunión o composibilidad como una unidad en la
diversidad. Con este objetivo, manejaré el concepto de interculturalidad
refiriéndolo a las identidades culturales de los pueblos y el concepto de
globalización en relación con las influencias culturales vinculadas a aspectos del
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mercado, los cuales tienden a oprimir, dominar o subyugar las manifestaciones
autóctonas o locales, aduciendo un falso universalismo. El concepto de sutura
también tiene una importante proyección y gran alcance en este contexto, ya que
el proceso de globalización, que principalmente es un fenómeno económico o
comercial, puede llevar a un modelo único de cultura o incurrir en un
reduccionismo economicista, lo cual traería como resultado una sutura.
En conclusión, este capítulo sólo ha pretendido presentar el prominente
lugar que ocupa el concepto de composibilidad en el pensamiento de Badiou como
posibilidad y oportunidad para la filosofía en un mundo diverso y en apariencia
fragmentado. Hasta el momento, la composibilidad se nos presenta como un
concepto adecuado a la problemática de esta investigación a causa de la
posibilidad de unión que implica. Determinar en qué grado, hasta qué punto y de
qué manera el concepto de composibilidad puede ser de ayuda, si es que lo es,
para mediar entre ambos fenómenos sociales, es el objetivo principal que se
persigue alcanzar. Para realizar esta labor analizaré, en primer lugar, el fenómeno
de globalización y, con posterioridad, el fenómeno de interculturalidad, el cual ha
surgido con bastante fuerza por la perspectiva que brinda acerca de la diversidad
y de la comprensión del otro. Más adelante, se indagará hasta dónde puede seguir
aplicándose aquél y su grado de pertinencia en el presente estudio, conduciéndolo
en otra dirección distinta a la del propio Badiou.
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Capítulo 2. La Globalización como Proceso Económico y Cultural
2.1 La Globalización: caracterización y consecuencias
Desde hace al menos tres décadas, el tema de la globalización se ha instalado
entre nosotros debido a una amplia y constante difusión a través de los medios
masivos de comunicación. En efecto, los noticieros de radio, televisión, prensa
escrita y, por supuesto, Internet, abordan mediante noticias y análisis los
movimientos cotidianos de las principales bolsas de valores del mundo. Pero no se
limitan a comunicar los aspectos financieros o económicos del mercado mundial,
sino que nos informan –a veces de forma sesgada– de los conflictos políticos y
bélicos que se suscitan en cualquier punto del planeta en el momento en que
éstos ocurren, como los sucesos en el Oriente Medio, en Asia o en Latinoamérica,
además de darnos a conocer los avances científicos y tecnológicos, así como
también las modas, costumbres de otros pueblos y demás aconteceres.
Asimismo, en nuestras localidades se han establecido negocios de marcas
mundiales de todo tipo: de ropa, comida, etc., y nos damos cuenta de que existe
un mundo de mercancías proveniente de muchos países, tanto industrializados
como maquiladores. Algunas de estas mercancías que invaden nuestros
mercados locales provienen incluso de países exóticos y lejanos. Del mismo
19
modo, recibimos toda clase de mensajes –algunos muy sutiles– tales como
nuevos gustos culinarios, artísticos, educativos, en la forma de vestir, etc., que
proceden tanto de las culturas de estos países como de otros que nos son más
familiares porque están en una relación comercial con nosotros más estrecha y
constante.
Esta avalancha de cosas, de mensajes y actitudes, son un claro indicador
de que estamos inmersos en un mundo cambiante, cuya dinámica vertiginosa nos
resulta desconcertante porque modifican abruptamente nuestras estructuras
culturales y porque solemos asumir dichos cambios acríticamente. Así, luchamos
por adaptarnos a una nueva realidad que se nos impone desde fuera, nos oprime
y nos rebasa como seres humanos. Tal situación, que emerge del terreno de lo
laboral, se traslada a otros ámbitos de la cultura donde, en ocasiones, nos
dejamos arrastrar por la moda y el engaño, sin tomar en cuenta lo valioso de la
cultura que hemos construido. Esta actitud acrítica e imitativa hace que peligre
nuestra propia cultura, la cual corre el riesgo de ser arrasada por otras influencias
culturales nocivas, como es el caso de la globalización neoliberal, que están
regidas por criterios mercantiles donde todo se vuelve efímero y desechable,
donde incluso las personas mismas son sometidas a pautas o comportamientos
de conducta que atentan contra nuestra dignidad y nuestra identidad. En efecto, al
romper los lazos tradicionales de solidaridad, hemos entrado a un mundo donde
estamos desamparados, donde el desempleo, la inestabilidad laboral y los bajos
salarios nos han llevado a una situación de incertidumbre y angustia permanente.
Aunado a esta nueva condición, nos vemos sacudidos en nuestros valores, los
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cuales son descalificados en aras de una supuesta universalidad que se presenta
enfundada en un esquema de pensamiento único.
Estos aspectos fenomenológicos de la globalización, aquí descritos de
manera llana, tienden a confundirnos porque de repente el mundo se ha reducido
y nos vemos expuestos a toda clase de influencias que conllevan cambios
absurdos y denigrantes en nuestros comportamientos. De ahí la necesidad de
tratar de comprender en qué consiste la globalización y qué riesgos tiene para la
cultura de nuestros pueblos y para nosotros como personas. En este apartado se
trata de determinar qué es la globalización, cómo y por qué surge, si es un
fenómeno donde lo económico determina fatalmente lo cultural, es decir, si la base
neoliberal de la que surge tiende a imponer un pensamiento único o si hay
alternativas para otra globalización cultural que no reduzca todo a criterios
mercantiles y que signifique la posibilidad de una verdadera interdependencia no
excluyente, es decir, que apueste por el enriquecimiento mutuo a través del
diálogo. En suma, una cosa es que la globalización haya llegado para quedarse,
pero otra cosa es decidir de qué manera nos incorporamos a ella, aprovechando lo
mejor de todas las culturas involucradas.
Entonces, ¿cómo entender el concepto de globalización? En primera
instancia, se ha de subrayar que, a pesar de lo mucho que se habla de
globalización, persisten diferentes posturas con relación a su significado y a las
repercusiones que trae consigo, pues son muchas las perspectivas con las que
ésta es analizada y estudiada. Así, tenemos que hay una diversidad de
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concepciones acerca de ella, las cuales varían de acuerdo a los niveles de la
realidad a que ésta se refiere y, desde luego, según las distintas perspectivas que
lo abordan. En lo inmediato, percibimos la globalización como un fenómeno de
internacionalización comercial y cultural14, el cual tiene diversas repercusiones en
la vida de las sociedades e individuos que alteran su universo de sentido o su
manera de significación habitual y sus pautas de comportamiento.
A pesar de lo anterior, esto es, de las diversas perspectivas que existen
para analizar y dar significado a la globalización, es posible ir acotando dicha
noción. Para ello, se ha de reconocer que su naturaleza primaria es económica
fundamentalmente y, además, cabe agregar que el capitalismo es una formación
propensa en sí misma a la globalización, dada su naturaleza expansionista. En
este punto también es importante hablar de su origen en el tiempo donde, en
efecto, siempre ha existido el intercambio entre los pueblos merced al comercio,
las guerras, etc. Para muchos estudiosos del tema ni siquiera el inicio de la
globalización es algo preciso, pues las opiniones acerca de su surgimiento están
divididas: para algunos es un fenómeno reciente; mientras que para otros empezó
con la humanidad misma. La razón de esto es que los fenómenos de globalización
pueden entenderse desde la relación constante entre pueblos distintos, la cual es
ciertamente remota en el tiempo, pues, si bien las guerras y el comercio,
principalmente, han sido los factores que han propiciado estas relaciones,
tenemos que éstas casi siempre han sido conflictivas, siendo una de las más
14 Incluso lo podemos percibir en las cosas más pequeñas, como encontrar comida china o japonesa casi en cada esquina.
22
significativas la que propició la cultura helénica con Alejandro Magno en la Grecia
antigua. En este sentido, todas las formas de imperialismo y conquista han
supuesto una relación entre naciones aunque bajo la égida de la dominación y el
saqueo, es decir, del colonialismo. Incluso, yéndonos más lejos, antes de que los
seres humanos vivieran en forma sedentaria, el nomadismo permitió trasladar
cosas, costumbres e ideas de un lugar a otro y no siempre de manera pacífica.
En la actualidad, los grandes avances tecnológicos en los medios de
transporte y de comunicación han potenciado estas relaciones globalizadoras de
manera inusitada. Si bien es cierto que el capitalismo tiene un origen que puede
remontarse a quinientos años atrás, la globalización neoliberal, en la que se centra
este estudio, representa la última fase del capitalismo e irrumpió a partir del año
1970. Durante todo este tiempo hasta nuestros días, el capitalismo ha manifestado
siempre una tendencia expansionista como parte de su naturaleza. En efecto, ya
Marx en su teoría crítica de la economía política, se percató del carácter universal
del capitalismo, de su necesidad de expandirse y las consecuencias que provoca.
Marx explicó estructural e históricamente el fenómeno del capitalismo
pronosticando su tendencia monopólica que hoy podemos constatar. Sin embargo,
el desarrollo vertiginoso de la ciencia y la tecnología, particularmente de las
comunicaciones y el transporte, fueron los medios que aceleraron e intensificaron
no sólo el intercambio de mercancías, el comercio mundial y las relaciones
financieras, sino también el intercambio físico y virtual entre individuos debido a
las migraciones masivas y a Internet, respectivamente.
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La actual globalización dominada por el capital financiero y potenciado por
el desarrollo de los medios de comunicación y los modernos medios de transporte,
ha reconfigurado completamente el funcionamiento del sistema capitalista
tradicional15. En este sentido, partiendo de la naturaleza económica de la
globalización, es pertinente considerar la definición que en este tenor realiza
Ignacio Ramonet, quien precisa que la globalización es:
“… la interdependencia cada vez más estrecha de las economías de los
numerosos países y concierne sobre todo al sector financiero, ya que la
libertad de circulación de los capitales es total y hace que este sector
domine, de lejos, el mundo de la economía”16.
Como se puede apreciar en la definición de Ramonet, la globalización es un
fenómeno ciertamente económico, propio del neoliberalismo, cuyos intereses y
repercusiones están directamente relacionados con el capital financiero, el cual es
dinámico, pues busca expandirse e impactar en los mercados a escala mundial.
De manera complementaria, para autores como Octavio Ianni, la globalización
representa hoy en día la última fase del capitalismo en tanto que su historia –dado
su carácter universal– es la historia misma de la globalización del mundo17, la cual
va del siglo XVI al XXI, pasando por diferentes estadios, que son clasificados por
15 La globalización neoliberal como tal empezó a irrumpir desde finales de los años 70 y se impuso con toda su fuera en los países periféricos en la década de los 80, implementando el sistema monetarista de Milton Fridman y con el respaldo y la presión política del presidente de los Estados
Unidos, Ronald Reagan, y de la primera ministra de Gran Bretaña, Margaret Tacher, que se llevó a cabo de forma paralela al derrumbamiento del bloque socialista.
16 Ramonet, Ignacio 2004, “Sobre la globalización”, ¿Qué es la globalización?, Aún creemos en los sueños, Chile, p. 12. 17 Ianni, Octavio 2007, La sociedad global, Siglo XXI, Brasil, p. 35.
24
dicho autor de esta manera: el mercantilismo, la acumulación originaria, el
absolutismo, el despotismo ilustrado, las revoluciones burguesas, los
imperialismos, las revoluciones de independencia, las revoluciones socialistas, el
tercermundismo y la globalización18. Siguiendo la línea argumentativa de Ianni y
asumiendo que la globalización forma parte del capitalismo, podemos definir este
fenómeno como:
“…un modo de producción material y espiritual, un proceso civilizador
que revoluciona continuamente las condiciones de vida y trabajo, las
formas de ser de individuos y colectividades en todos los rincones del
mundo”19.
En consecuencia, la globalización enmarcada en el sistema capitalista
tiende a afectar forzosamente las formas de vida de los pueblos que se ven
inmersos en él, lo que los obliga a adaptarse a las nuevas formas de organización
social, política y cultural que ésta impone. Pero, sin que ello implique un fatalismo
donde sucumban irremediablemente todas las manifestaciones propias, sino que
la defensa y preservación de éstas constituye un reto político, económico, cultural
y social. Por consiguiente, no se trata de cerrarse a toda influencia exterior ni
tampoco de dejarse dominar, sino de integrar mediante el diálogo las diversas
culturas. Esta relación es compleja porque implica una apuesta política entre un
modelo neoliberal tomado a ultranza y radical, que intenta imponer en el marco de
18 Ídem. 19 Ibíd., p. 37.
25
multiculturalismo su pregonada y falsa tolerancia, y un modelo alternativo,
democrático y antimercantilista, que ofrece el marco de interculturalidad.
Asimismo, debemos reconocer que la interdependencia económica que
existe entre países es asimétrica y que los países desarrollados, a través de
organismos financieros internacionales ligados a ellos, establecen las reglas a
seguir, determinando los parámetros y estándares internacionales. Si trasladamos
esto a la cultura, vemos que responde a la misma lógica, donde el modelo
multicultural del neoliberalismo aparenta un universalismo de valores y
comportamientos donde las culturas de los pueblos periféricos se diluyen
imponiéndose una forma de pensamiento único. Millones de seres humanos
alrededor del globo ven modificada su forma de vida y la manera en la que se
relacionan con los otros, pues deben adaptarse a los nuevos estándares sociales
que, generalmente, han sido tomados de la sociedad occidental. Al tener que
modificar sus estilos de vida, es probable que se vean afectadas también sus
maneras de percibir y comprender la realidad, así como la jerarquía e importancia
de los valores, ya que el consumismo, característico del capitalismo, ha afectado
de manera significativa la estructura de la escala axiológica en muchas culturas en
todo mundo.
Una vez realizado este primer acercamiento al fenómeno de globalización,
tanto en su definición o comprensión conceptual como en su contextualización
histórica, hasta abordar la principal base de la globalización que es la economía y,
26
concretamente, la política económica neoliberal, ahora pasaremos a analizar sus
características.
La globalización neoliberal es un proceso que presenta ciertas
particularidades propias de su naturaleza capitalista. Una de estas características
consiste en su tendencia a expandirse o internacionalizarse sin restricciones, de
ahí la demanda por un libre mercado, con acceso e impacto en todas las
economías del mundo, para satisfacer las enormes necesidades creadas en todo
el planeta20. Esta demanda supone que los Estados nacionales se supediten a los
designios del capital y, a su vez, que las sociedades se sujeten a la dinámica que
éste impone. Al existir compañías transnacionales, con enorme poder e influencia,
la interdependencia económica, cada vez más creciente entre las naciones, hace
inevitable la globalización de las finanzas. Podemos ver esto con suma claridad en
la preocupante crisis financiera que está dejando sentir su cruel estela a lo largo y
ancho del mundo. En otras palabras, los intereses económicos del gran capital
secuestran a los Estados nacionales y éstos a su vez a sus sociedades. La
consecuencia social de esto es un incremento pronunciado en la desigualdad
social entre los individuos de cada país y entre los países pobres respecto a los
países ricos. Una manifestación de este empobrecimiento de la mayoría de la
población se traduce, entre otras cosas, en un incremento en las migraciones del
campo a la ciudad y de un país pobre a uno rico. De ahí que pueda afirmarse que
20 Ibídem., p. 12
27
la migración es un fenómeno que se ha visto promovido y extendido por la
globalización21.
El afán desmedido de ganancias del capitalismo trata de obtener el mayor
rendimiento con el menor esfuerzo e inversión, donde el fin justifica los medios,
aunque los medios y los fines en este caso sean igual de deplorables. En efecto,
la masiva producción de mercancías necesita encontrar su acomodo en los
mercados mundiales; pero, además, la fuerza de trabajo es mercancía, de ahí que
también sea necesario para el capital encontrar las mejores condiciones de
producción. Para alcanzar tal objetivo se asienta en países que ofrecen mayor
permisibilidad de ganancias, es decir, donde la explotación del trabajador es
extrema y donde el gobierno no le pone trabas al deterioro del medio ambiente
que provoca.
Otra de las características negativas de este proceso es que las
necesidades cada vez mayores de una significante cantidad de productos y
servicios, aunado a la enorme importancia del capital y del flujo económico, han
llevado a la humanidad a una desvalorización tanto del ser humano en cuanto
persona como de la naturaleza y su medio. Ambas ya están desacralizadas y
carentes, en muchos casos, de su sentido y significado cultural. La naturaleza, al
igual que la vida humana, se ha visto sobreexplotada y el hombre ha sentido los 21 Ídem. Hoy en día, los problemas migratorios son una temática de indudable relevancia, pues ha puesto a varias naciones a pensar en las posibles vías de solución ante el inminente movimiento de individuos de un país a otro, con la finalidad de encontrar mejores oportunidades de vida y trabajo. Un claro ejemplo de esta situación es el constante flujo de personas del sur (México, en este caso) hacia el norte (Estados Unidos) y son innegables los conflictos surgidos por este fenómeno.
28
estragos que el descuido, la falta de planeación y de respeto al planeta han traído
consigo. No obstante, esta tendencia inicial ha dado un giro y han surgido muchos
grupos alrededor del mundo cuya preocupación es la conservación ambiental22.
De hecho, es en la mayoría de los países desarrollados donde estos grupos
son más fuertes y donde hay una mayor conciencia social en relación con los
aspectos medioambientales: el reciclaje de los deshechos (plásticos, envases,
vidrio, papel y cartón, aceite…); el uso de tecnologías y combustibles menos
contaminantes; el aprovechamiento de energías alternativas; la defensa,
conservación y cuidado de los ecosistemas; programas de protección de parajes
naturales y de especies en peligro o en vías de extinción; la aparición y
proliferación de organizaciones no gubernamentales que ayudan a los más
desfavorecidos y desvalidos; el cultivo de los llamados alimentos orgánicos, que
no producen alimentos transgénicos y utilizan técnicas no contaminantes y sin
pesticidas que dañen el entorno natural, o la comercialización de productos que
aseguran la no explotación del trabajador en el denominado mercado o comercio
justo.
Una más de las características que ha de ser mencionada es que desde
hace años han existido puntos divergentes en cuanto a la posible disolución del
Estado-Nación. Para algunos es inminente la desaparición de este organismo,
ante un proceso ineludible como es la globalización, en donde el Estado, se
aprecia cada vez más debilitado y las que parecían ser sus funciones principales,
22 Ídem.
29
tales como proteger la economía nacional, garantizar niveles de empleo óptimos y,
por consiguiente, proporcionar el bienestar nacional, ahora son conferidas a
compañías transnacionales, que generalmente no se preocupan por el bien social.
Al Estado no le queda mucho por hacer; sólo adaptar la economía nacional a las
exigencias de la economía mundial23.
En los países subdesarrollados, donde su clase política se ha decantado
por el modelo económico neoliberal, el Estado se ha “refuncionalizado”
claudicando de sus obligaciones fundamentales de tres maneras. Uno, dejando al
sector empresarial, en forma mayoritaria, la generación de empleos al cederles
casi la totalidad de los tres sectores de la economía (industria, agricultura y
servicios), en lo que Eduardo Fernández llama una transmisión hacia arriba24.
Dos, abdicando, por un lado, de sus funciones de proteger a los grupos sociales
más vulnerables y focalizando los programas sociales a los grupos más
depauperados25 y, por otro lado, reduciendo la asistencia social a obras de caridad
en manos de organizaciones particulares, como las fundaciones, o de instituciones
como la Iglesia, con el propósito de generarles una buena imagen de altruismo. A
dicho movimiento, este mismo autor llama transmisión hacia abajo26. Y tres, tal
abandono de las responsabilidades históricas del Estado, según el fundamento de
la filosofía política clásica, genera toda una serie de problemas sociales emanados
de un empobrecimiento acelerado y sostenido de la mayoría de la población, que 23 Ídem. 24 Cf. Fernández, Eduardo 2002, Cultura y Globalización, Ensayos filosóficos, Universidad Autónoma de Chihuahua, México, pp. 180-182. 25 En el caso mexicano se produce además con un sesgo de “clientelismo” electoral, que lucra con la pobreza extrema para obtener lealtades en las urnas. 26 Ídem.
30
entre otras formas de sobrevivencia se manifiestan en los fenómenos migratorios,
pues la gente sin empleo tiende a moverse a los polos de “desarrollo”. Este
movimiento lo llama transmisión lateral27. Además, se han modificado dentro del
Estado las zonas comerciales y han surgido otras nuevas, en las que las fronteras
parecen haber quedado diseminadas, pues éstas no se encuentran dentro de un
mismo país28. En este esquema, el Estado queda reducido a una gerencia al
servicio de los empresarios, perdiendo con ello mucho de su razón de ser.
Este proceso de claudicación, socavamiento y sometimiento de los Estados
nacionales y los Estados de bienestar, aunque parezca una fatalidad, no lo es,
porque hay gobiernos que han decido no plegarse a los designios del
neoliberalismo y han empezado un proceso de desmantelamiento del mismo,
tratando de resarcir los graves daños ocasionados al tejido social. Esto no significa
que la globalización económica se detenga, sino que se demuestra que hay
formas de insertarse en ellas que no signifiquen entregar las riquezas nacionales a
unos cuantos, empobreciendo a sus pueblos. En otras palabras, la globalización
regida por los transportes y la comunicación es inevitable, pero no así el
neoliberalismo, el modelo depredador de la sociedad y la naturaleza, sino que éste
es reversible. Las manifestaciones culturales, con una raíz popular bien
cimentada, son la primera línea de defensa contra los embates y los estragos del
27 Ídem. 28 Tal es el caso del norte de España y del sur de Francia, así como también de la zona fronteriza entre México y los Estados Unidos de América.
31
neoliberalismo. Pero, sin una participación política encaminada a cerrarle el paso,
esta resistencia terminará siendo vencida29.
Bajo estas condiciones, la globalización apuntalada por el modelo
económico neoliberal propicia, inevitablemente, desigualdades entre individuos de
un país y entre los países mismos. En este último caso, los países
subdesarrollados, o de economías emergentes como se les denomina
eufemísticamente, quedan supeditados no sólo a los intereses de las naciones
más desarrolladas, sino de organismos financieros mundiales que actúan como
trasnacionales políticas, socavando a los otrora Estados nacionales e
imponiéndoles políticas económicas antiproteccionistas que los países
industrializados no practican. Muchos de los Estados nacionales se transformaron
de Estados de bienestar a Estados neoliberales y los gobernantes neoliberales se
convirtieron en una especie de gerentes al servicio de los intereses del gran
capital.
A unas tres décadas de su existencia, el neoliberalismo ha demostrado ser
un rotundo fracaso como proyecto de desarrollo de los pueblos marginados o de
economías emergentes. La actual crisis o recesión financiera mundial, que
alcanzó a los propios países desarrollados, es una prueba palpable de ello. El
29 Esta circunstancia puede verse, claramente, en la educación, donde casi todo el mundo (y, concretamente, en México) parece dar por sentado que las competencias son la única ruta posible. Parece haber una relación entre el modelo económico neoliberal y las “propuestas” de modelos educativos por competencias donde no sólo se desea formar cuadros técnicos y profesionales al servicio de los empresarios, sino que también es un intento de conquistar subjetividades para que las personas atribuyan su inclusión o exclusión del sistema social a su propia responsabilidad, de manera que asuman que el capitalismo es una sistema natural o ahistórico.
32
debilitamiento del Estado que vemos en México (el Estado fallido) y la claudicación
de sus obligaciones, que le dan sentido como Estado, han ido perdiendo terreno
en la mayoría de los países de Latinoamérica, quienes, en menor o mayor medida,
han restablecido muchas de las funciones originales y esenciales del Estado,
tendientes a garantizar la cohesión social y la viabilidad de la sociedad y sus
instituciones. Hay que recordar que la justificación del Estado, con Hobbes,
Rousseau y otros pensadores, tiene como fin garantizar un Estado de derecho
independientemente de las condiciones sociales particulares de sus miembros. En
el neoliberalismo, la política de desregulación deja en la indefensión y en la
vulnerabilidad a la mayoría de la población que se ve rápidamente empobrecida,
dando lugar a toda una serie de problemas donde la inseguridad pública se
enseñorea.
En definitiva, al modelo económico del neoliberalismo le corresponde una
determinada ideología, cultura y Estado concomitante a él. Es decir, por un lado, la
economía neoliberal promueve una forma de cultura acorde con ella, donde se
trata de inducir ideas y valores supuestamente universales y modernizantes que
pretenden homogeneizar a la población mundial. En este sentido, se antoja
inevitable pensar que una alternativa cultural deberá de contemplar un rechazo al
modelo económico neoliberal como un modelo hegemónico. Por otro lado, este
modelo de capitalismo acérrimo implica la existencia de un Estado que se
identifique con él y lo proteja, además de ofrecerle las garantías jurídicas y
políticas necesarias para su desenvolvimiento. Así, por ejemplo, este modelo que
preconiza el libre mercado y una supuesta mano invisible autoreguladora, que
33
quedó desmentida por la crisis que alcanzó a los propios países desarrollados,
relaja las reglas que rigen las inversiones económicas a través de un proceso de
“desregulación” que, con el pretexto de derribar obstáculos a la inversión, generar
empleos y desburocratizar las instituciones públicas, dejan en la indefensión a los
trabajadores y desprotegen las áreas naturales. La economía se ejerce, entonces,
sin ningún tipo de restricciones o controles ambientales, laborales o éticos.
Esto no significa que bajo el neoliberalismo no sea posible defender, o que
no puedan sobrevivir, otras formas culturales pero, en la medida en que los
gobiernos neoliberales y sus aliados no sean derrotados políticamente, esta
defensa por la preservación de identidades y valores propios estará sólo a la
defensiva, es decir, existirá sólo como resistencia. Afortunadamente, ningún
sistema se impone totalmente porque no es fácil desarraigar muchas
manifestaciones culturales que tienen una honda raíz. Sin embargo, si con el
tiempo no logran erradicarlas, tratarán de absorberlas y distorsionarlas, tal como
han hecho con la democracia al convertirla en un fenómeno de mercadotecnia.
Lo que hay que cuidar es no confundir, identificar o asociar, la globalización
con el neoliberalismo, pues, si bien el neoliberalismo es globalizador, la
globalización no necesariamente se debe ceñir a los criterios del modelo
neoliberal. En este sentido, aunque no es el propósito central de esta reflexión
abogar sobre la restauración del Estado de Bienestar social, sí puede admitirse
como una condición de posibilidad para que la interculturalidad se realice con
mejores expectativas dentro de un plano horizontal, en la medida en que la
34
globalización neoliberal no es favorable a ella. De este modo, disociando la
globalización del neoliberalismo, en el último capítulo, se investigará la posibilidad
de apostar por la composibilidad de un modelo intercultural, el cual además de no
estar condicionado o supeditado a los criterios mercantilistas y de pensamiento
único ligados al neoliberalismo –lo que implicaría una sutura–, estaría
abiertamente en contra de la hegemonía del neoliberalismo económico, político y
social.
En suma, este fenómeno de la globalización neoliberal ha cambiado la
forma en la que el mundo se mueve y se relaciona; genera otras posibilidades más
allá de los criterios comerciales pues acercan a millones de personas de diversos
pueblos a un intercambio de información e ideas sin paralelo en la historia y, en
gran medida, sin restricciones legales. Es decir, en ninguna otra época se podía
tener acceso a los acontecimientos más relevantes del otro lado del mundo
prácticamente en forma instantánea y aunque no todos los seres humanos tienen
por ahora esta posibilidad de comunicación, dado que la mayoría de la población
de los países subdesarrollados no tienen acceso a estas tecnologías, es innegable
que este avance tecnológico en cuanto a transporte y comunicaciones se refiere,
nos permite una acercamiento físico y virtual más rápido y más eficiente. A pesar
de aquellas limitaciones y de la dificultad de asumir todas las consecuencias que
estos avances traen consigo, la interculturalidad encuentra en este tipo de medios
de comunicación una de sus mejores formas para relacionarse. Aún más, si bien
es cierto que la globalización es un fenómeno de raíces económicas, que tiende al
libre mercado y a la inexistencia de fronteras para la expansión de éste, también
35
se ha de admitir que este fenómeno económico ha traído importantes cambios y
consecuencias en el ámbito social y cultural. En el presente estudio se persigue
indagar en dicho fenómeno, precisamente, desde su faceta social y cultural; por
ello, en el próximo apartado se buscará definir la globalización desde una
perspectiva más afín con el curso y los objetivos de este trabajo.
2.2 Las otras caras de la globalización
La noción de globalización que se exploró en el apartado anterior nos llevó al
terreno de la economía y, particularmente, al modelo económico neoliberal, el cual
incide en una transformación del Estado y modifica las relaciones sociales en su
conjunto, mostrando que su aplicación estricta e implacable genera una serie de
consecuencias negativas, merced a la enorme pobreza que provoca y, con ello,
una serie de problemas que ponen en riesgo la viabilidad de la sociedad para
llevar una convivencia dentro de límites civilizados.
Ahora bien, como ya se mencionó más atrás, pese a que la actual
globalización proviene de la economía de mercado, la globalización no tiene
necesidad de restringirse a ella. Es decir, es posible pensar otra globalización, aun
dentro de la misma globalización neoliberal, pues ésta no se reduce a los aspectos
económicos –aunque tiende a permear todo desde esta esfera de intereses
económicos–, sino que trae consigo otras implicaciones relacionadas con la
comunicación y, especialmente para el tema de esta investigación, con la cultura.
36
Dicho de otro modo, pese a que la globalización es un fenómeno que tiene su
origen en el ámbito económico y es producto del capitalismo tardío, es evidente la
influencia que tiene en otras esferas de la realidad: políticas, educativas,
culturales, tecnológicas, etc. Es semejante a una nube imparable que transforma
lo que toca, modifica las relaciones, las necesidades y la forma de percibir al
mundo. De este modo, en el terreno de la comunicación, ha permitido relacionarse
virtualmente a cientos o miles de millones de personas desde cualquier punto del
planeta a través de Internet y ha permitido otras muchas formas de contacto más
allá de los usos estrictamente comerciales.
Así pues, sin dejar de reconocer el campo de cultivo de la globalización –el
ámbito económico–, el objetivo que aquí se persigue es analizar aquélla desde la
perspectiva cultural. Para ello, es pertinente traer a colación la definición de León
Olivé, quien entiende la globalización cultural como: “(…) el intercambio de
información y la interacción cultural entre pueblos y naciones diferentes,
posibilitada por las tecnologías de la comunicación”30.
Esta definición más abierta, con implicaciones culturales y sociales, nos
permitiría, de acuerdo con el propio autor, darle la bienvenida a la tan nombrada
globalización. No obstante, se trataría de una globalización regulada y orientada,
en la que debe procurarse que los beneficios alcancen a una mayor cantidad de
seres humanos31. Por desgracia, a pesar del intercambio cultural y de información,
30 Olivé, León 2006, Interculturalismo y Justicia social, UNAM, México, p. 44. 31 Ídem.
37
este proceso no ha sido y no es del todo justo, debido a que no se ha logrado, en
la medida de lo deseado, que mayor cantidad de seres humanos se beneficien de
él y no sólo las minorías privilegiadas –pues hay muchos que no tienen acceso a
la información, ya que ni siquiera han podido satisfacer sus necesidades básicas–.
Lo anterior es, sin duda, reprobable desde un punto de vista ético y también de los
derechos humanos, pues el sistema neoliberal excluye a mucha gente de los
beneficios del progreso. La marginación que sufren muchas personas condenadas
a la pobreza y a la ignorancia no tiene paralelo en la historia si consideramos al
mismo tiempo los grandes logros científicos y tecnológicos de la humanidad, lo
cual los hace más ignominiosos.
Lo peor de esta situación, de alta exclusión social y que produce asimismo
un severo deterioro en el tejido social, es que la ideología neoliberal, trata de
exculpar al sistema descargando la responsabilidad de su situación social a cada
individuo en particular, a sabiendas de que en un esquema de competencia de
todos contra todos, sólo triunfan los más “fuertes”, que no son los mejores sino
simplemente los ya privilegiados por el status quo del propio sistema. De manera
que falsamente se promueve una actitud y un trato meritorio, donde no habría
cabida para las influencias pero sí para el talento y las capacidades de cada quien.
Hecho que no sucede en la realidad, pues alcanzar metas a través de los propios
méritos sólo se da de manera muy limitada y en casos muy concretos y
específicos.
38
De cualquier forma, la cuestión es que se promueve un esquema
piramidal donde por definición sólo unos pocos pueden estar en la cumbre. Esta
legitimación del capitalismo, que se reduce a un “sálvese quien pueda”, se trata de
inculcar mediante una educación de adiestramiento y los galimatías de las terapias
y discursos de superación personal. En este punto se ve con suma claridad cómo,
para imponer el culto al mercado, tienen que eliminar los valores provenientes de
fuertes lazos solidarios, sobre los cuales se sustentaba la sociedad, que ahora se
ven asediados y vilipendiados por el aislamiento exacerbado, donde los individuos
están: “(…) vaciados de cultura, de identidad, de sentimiento de conciencia del
otro”32.
Éste es el objetivo del neoliberalismo al atomizar la sociedad: forjar
individuos aislados, solitarios, sin acercamiento personal o fraternal, pervirtiendo
las formas de socialización o reduciéndolas a procesos productivos donde les
interesa la “cooperación” entre éstos para alcanzar los objetivos de la empresa. La
idea de colectividad, en cuanto a relaciones fraternas y solidarias, está alejada de
los intereses neoliberales. En este sentido, el proceso de individuación responde a
necesidades concretas y que en sí mismas tienen como ventajas promover el ser
diferente, tener una actitud única y original en relación con el resto o sobresalir en
buena lid para ganarse en lugar con base en el esfuerzo personal. Tal proceso es
distorsionado por el neoliberalismo al enmarcarlo en los parámetros de la cultura
de mercado. Puesto que, en vez de fomentar la autonomía e independencia del
individuo para realizarse integralmente como un ser humano pleno, trata de volcar
32 Ramonet op. cit. p. 12.
39
todas las potencialidades creadoras del individuo para fines mezquinos, que
tienden a sacar de éste sus peores facetas, como agresividad e insensibilidad.
Para cumplir este objetivo, por un lado, mercadea con la idea del éxito
personal como si en verdad estuviera vinculado íntimamente a la acumulación de
bienes materiales y, por otro lado, debilita la ética y emponzoña la moralidad del
ser humano al reducir toda su dimensión deontológica al lema de que “el fin
justifica los medios”; pero lo peor de esto es que el sistema neoliberal pretende
hacer pasar esta conducta humana como si obedeciera a valores universales.
Para ello utiliza una serie de medios y mecanismos que van desde la educación,
las relaciones laborales, la vida política, etc., en una lucha por ganar las
subjetividades y provocar una servidumbre voluntaria. La cultura de la “calidad”, de
la competitividad, de la superación personal, de un rendimiento máximo y una vida
trepidante donde “no hay tiempo que perder” son algunas de las argucias usadas
para crear la ilusión de que la inclusión social está al alcance del mero esfuerzo
personal y de una cierta dosis de cinismo. A partir de esto, el sistema premiará al
individuo “emprendedor” que tiene su objetivo de vida puesto en el lucro y el
dinero, pues el éxito personal, como ya se dijo, se reduce al éxito económico y la
vaciedad del ser humano y de su vida espiritual se pretende cubrir con dogmas
religiosos institucionalizados o con cultos esotéricos.
En medio de aquella institucionalizada espiritualidad, de la estandarización
cultural, de la masificación despersonalizadora, de la saturación de información y
comunicación vacía, se vuelve más necesario que nunca aferrarse a las ideas de
40
pertenencia y de identidad para que lo anterior no despoje al individuo de los
sentimientos de apropiación, participación, plenitud y seguridad. Esto es
importante porque el modelo de globalización neoliberal “… no facilita los procesos
de identificación y, por ende, las identidades, dado que el proceso de identificación
lo es sobre lo concreto y sobre lo que puede ser singularizado”33. Es decir, de
acuerdo con Esquirol, no se puede sentir identificación con lo que es homogéneo y
está en todas partes, por ejemplo, las cadenas de fast food34, gigantes
transnacionales que prácticamente se encuentran en cada ciudad del mundo. Esta
aparente confusión y desorden se ven intensificados por la pérdida de pertenencia
e identidad, la proliferación de los no lugares35, los cuales se entienden como
lugares con los que no es posible identificarse, puesto que están dedicados a los
flujos de personas, de mercancías o de información36.
Generalmente, estos espacios son producto del estandarte del progreso y
de los procesos económicos y son denominados por algunos autores como
“espacios de desorden” debido a que no van de acuerdo con la naturaleza o las
necesidades espirituales del ser humano. Pueblan las grandes urbes en todo el
planeta y, siguiendo con las ideas de Esquirol, aunque sea difícil sentirse
identificado con espacios tales como el metro o los enormes centros comerciales o
financieros, parece que existen formas de identificación, propias del individuo
urbano, en medio de estos espacios de desorden. Pese a las tonalidades grises y
33 Esquirol, Josep 2005, Uno mismo y los otros, Herder, Barcelona, p. 32. 34 Ibíd., p. 33. 35 Ídem. 36 Cf. Ídem.
41
faltas de vida por el asfalto, son para muchos individuos el rostro de la realidad y
de la seguridad. Probablemente éste sea el resultado del deseo del
neoliberalismo: conformar seres humanos vaciados de cultura y de sentido de
pertenencia. Así, se ha llegado a moldear personas que se aferran a la seguridad
que les brinda su realidad inmediata, la que está adornada con los ideales del
progreso y del poderío económico.
En medio de tal situación se hace necesario rescatar al individuo de tal
aislamiento y reconocer que la identidad y el sentido de pertenencia están ligados
al grupo y a la colectividad, pues dentro de un grupo social es en donde están
arraigadas las tradiciones, la historia, la lengua y la construcción de significados; la
convivencia nos provee de esta red de sentido. La cuestión, actualmente, es que
la necesidad de convivencia ya no es sólo local: el otro que antes era lejano y
ausente, ahora, es una realidad inmediata, la cual, hasta el momento, no ha sido
fácil de sobrellevar. Se ha de pensar en la convivencia a niveles planetarios sin
que esto signifique renunciar a la propia identidad cultural. En otras palabras, se
ha de promover la convivencia cultural, entendida como la interacción entre
culturas mediante el diálogo horizontal. Esto significa que tal problemática “…debe
ser pensada en el plano internacional y en cierta modestia normativa para llegar a
convivir pacíficamente”37.
37 Wolton, Dominique 2004, La otra mundialización, Los desafíos de la cohabitación cultural global, Gedisa, Barcelona, p. 63.
42
En consecuencia, si la convivencia cultural a escala mundial es inevitable,
es necesario pensar y desarrollar alternativas que permitan que en dichas
interacciones haya la menor cantidad de fricciones o conflictos posibles y,
especialmente, que los beneficios de este proceso, como son la información y los
recursos (para el bienestar económico y satisfacción de necesidades) alcancen a
más seres humanos. Este planteamiento es compatible con los propósitos de la
UNESCO que promueve cuatro principios: libertad de expresión, acceso a la
educación, acceso universal a la información y respeto a la diversidad cultural y
lingüística38. Con esto, la UNESCO pretende promover una visión más pluralista y
abierta dentro de estos procesos sociales y culturales. Ahora bien, dichos
principios, si bien son loables, son insuficientes y no podrán concretarse si
prevalece la economía neoliberal. Ésta ha de ser contenida por el Estado y ha de
contar con una resistencia cultural por parte de la población que haga de la
participación ciudadana una salida al pragmatismo de los políticos, que impida el
autoritarismo, fortaleciendo la democracia representativa y participativa, y que
pueda resarcir, mediante la educación, la falta de límites morales de algunos
segmentos de la sociedad que están controlados por el crimen organizado u
ocasional.
La mencionada estandarización cultural que afecta los sentimientos de
pertenencia, identidad y seguridad, se puede ver de muchas maneras ligadas al
fuerte impacto que la economía neoliberal tiene sobre las vidas de las personas.
Hay un envilecimiento social a gran escala; el cinismo está instalado en todas
38 Olivé, op. Cit., p. 20.
43
partes, donde, por ejemplo, el trabajo de sicario y de narcotraficante es ensalzado
y “ennoblecido” en la música popular. Parece ser que la única reserva de
moralidad, si bien yace en la mayoría de la población, está contenida o inhibida
por los poderes fácticos formales e informales presentes en casi todos los
sectores de la sociedad actual.
2.3 Etnocentrismo y la influencia de occidente.
La cultura es como un par de anteojos a través de los cuales conocemos,
interpretamos y significamos al mundo. Todas las estructuras de sentido que
formamos a lo largo de nuestro desarrollo vienen precisamente de la cultura, de
nuestra lengua; no podemos escapar de ella. La valoración que hacemos de otras
culturas, la hacemos precisamente desde la nuestra: por ejemplo, apreciamos los
sabores nuevos comparándolos con los sabores que nos son familiares y forman
parte de la experiencia cultural propia. A las tradiciones que llegamos a conocer
de otras formas culturales, podemos otorgarles algún sentido o significarlas a
través de los símbolos y significados que proyectamos desde nuestra cultura; no
porque sean similares, sino, más bien, porque partimos de una base general
cultural, la cual nos permite tener un grado de comprensión hacia formas
simbólicas diversas.
Podría decirse que nuestra cultura es la medida de las cosas: habrá
aspectos que nos agraden y otros no, pero aún así forman parte de nuestra red de
44
sentido. Siempre existe una valoración entrañable hacia la cultura propia:
generalmente, parece que nuestros platillos son los mejores, nuestras tradiciones
y costumbres son las más significativas, pensamos que no existe otro país como
el nuestro... Por esta razón, es posible afirmar que todas las culturas, por su
configuración, poseen un grado de etnocentrismo, el cual puede ser definido
como:
“Una visión de las cosas según la cual el propio grupo es el centro y
todos los grupos se miden por referencia a él… cada grupo alimenta su
propio orgullo y vanidad, proclama su superioridad, exalta a sus propias
divinidades y mira con desprecio a los profanos”39.
Existen claros ejemplos, a lo largo de la historia, de culturas que
menosprecian a otras por sentirlas y saberlas diferentes, refiriéndose a ellas con
conceptos tales como bárbaros o primitivos. Tal desmerecimiento es el fruto de un
sentimiento de superioridad, que se basa en el convencimiento propio de estar
más avanzado o desarrollado y creer por ello que están en posesión de la verdad
o la razón. Así, desde el punto de vista de la antropología, el etnocentrismo es
entendido como:
“…el convencimiento de que las normas por las que se rige el propio
comportamiento, las pautas culturales adquiridas por el individuo dentro
39 Baraño, Asunción, García, J., Cátedra, María y Devillard, Marie 2007, Diccionario de relaciones interculturales, diversidad y globalización, [s.l.], p. 132.
45
del proceso de enculturación, son las únicas posibles, las naturales, las
mejores, las más bellas, y que todos cuanto exhiban otras apenas son
dignos de ser llamados humanos: sólo los que comparten aquellas
normas gozan del privilegio de la humanidad; los que puedan en el
exterior del grupo permanecen también fuera de ella”40.
Pese a los sentimientos etnocentristas, que han estado y están presentes
dentro de las relaciones entre culturas, es necesario superar la subestimación de
otras formas culturales de las posturas colonialistas y acabar, en la medida de lo
posible, con los nacionalismos cerrados. Curiosamente, tanto la actitud de
superioridad como la nacionalista coinciden (aunque por motivos diferentes) en la
misma disposición hacia la soberbia, así como en conductas de temor y
desconfianza ante los otros. Tal vez en ambos casos, el “… elevar,
indebidamente, a la categoría de universales las creencias, los valores y las
prácticas de la sociedad a la que pertenecemos”41, no nos permite llegar a tener
una visión más abierta y comprensiva hacia las demás formas culturales. Aunque
no podamos obviar los riesgos que el etnocentrismo conlleva cuando valoramos
otras culturas, aquél es necesario en cierto sentido porque representa un filtro
inevitable que permite salvaguardar la cohesión de grupo, la identidad, el sentido
grupal y la apreciación de la cultura propia.
40 Ibíd., pp. 132-133. 41 Pallares, Enrique 2000, Perfiles de la cultura contemporánea, Universidad Autónoma de Chihuahua, México, p. 110.
46
“Se considera el etnocentrismo como un factor que opera a favor de la
adaptación individual y de la integración social. El fortalecimiento del
ego permite la identificación con su propio grupo, cuyos modos,
creencias, actitudes y conductas son aceptados implícitamente como
los mejores”42.
De este modo, es importante considerar que, a pesar de los aspectos
positivos con los que cuenta el etnocentrismo con relación a la formación y
preservación de identidad de grupo, no siempre esta identidad es sana, pues,
siendo importante para la construcción de raíces y de sentido hacia la cultura
propia, es necesario tener conciencia de la existencia de otras formas culturales,
cuya validez es en principio la misma que la nuestra. Siempre nuestra cultura será
nuestra red de sentido primaria, pero, para alcanzar una convivencia asertiva entre
culturas –puesto que el intercambio y el impacto que tenemos unos de otros es
inevitable–, es preciso inculcar las nociones de diversidad cultural, de
comprensión y de respeto hacia el otro; nociones que dentro de los procesos
educativos es fundamental que estén presentes43.
El etnocentrismo se presenta en cierta medida en todas culturas, pero
alguna de ellas lo han llevado al extremo al autoproclamarse como culturas
superiores que, no conforme con disfrutar de un estadio superior tanto tecnológico 42 Ibíd., op. cit., p. 111. 43 Se ha de advertir que la valoración de otra cultura a partir de la propia está inscrita en lo que entendemos por “interculturalidad”. El siguiente capítulo abordará esta cuestión y se diferenciará del “multiculturalismo”, donde tan sólo se trata de una coexistencia sin diálogos, sin interacción, cuya tendencia es respetar y tolerar las diferencias sin intentar acercamientos de integración y enriquecimiento mutuos.
47
como económico44, se creen poseedoras de la verdad y se sienten con la
autoridad y la obligación de rescatar al resto del mundo de su atraso ignominioso,
imponiendo a los demás su forma de pensar de actuar, de vivir y de ser.
Ocultando desde luego que sus afanes “civilizatorios” responden a intereses
imperialistas o colonialistas. La dicotomía entre bárbaros y civilizados siempre ha
sido esgrimida como “justificación” por los pueblos que se sienten superiores a los
demás y ejercen o tratan de ejercer un dominio. Habrá que insistir entonces en
que esta actitud se da como corolario de las pretensiones colonialistas que al
expandirse buscan justificar su dominio alegando tener la razón, la verdad, la
auténtica religión, ser la civilización por antonomasia, etc. La cultura occidental,
sobre todo en la modernidad, es decir, desde los orígenes del capitalismo y con el
descubrimiento del continente americano, ha elevando a rango universal sus
creencias y aconteceres, sus valores y demás redes de sentido. Propietaria de un
gran poder económico y militar, considera que su éxito en este campo se debe de
hecho a su cultura, gobernada por la razón y que, generalmente, se juzga como
“(…) la racionalización que profundiza y generaliza el desencanto del mundo”45 .
Desde luego que la imposición de la cultura dominante trata de persuadir a los
países periféricos de que, siguiendo el modelo económico neoliberal (que aducen
es el único posible), también van a poder alcanzar el desarrollo. Para ello,
44 Incluso, en algunos casos, el criterio de superioridad que se emplea es el de estar regulada por la practicidad. 45 Ianni, op. cit., p. 44.
48
establecen mecanismos que hacen pasar como pautas universales esgrimiendo
toda clase de falacias cuando las evidencias indican claramente lo contrario46.
En suma, es innegable que el desarrollo científico y tecnológico, originado
en Occidente, ha traído grandes beneficios a la humanidad, pero es necesario
tener conciencia de los aspectos negativos que lo acompañan, como el deterioro
significativo de la naturaleza, la cual, cada vez con más fuerza, nos pasa factura
del descuido y del desinterés por su preservación, y un abismo social cada vez
más pronunciado. Este modelo de cultura occidental se extiende y se expande por
todos lados y trae consigo cosas positivas y negativas, pero son estas últimas las
que prevalecen, lo cual provoca una sutura cultural, pues, a pesar de ser la cultura
estandarte de la globalización en virtud de dicho desarrollo científico-tecnológico,
sus consecuencias sociales han sido desastrosas, desenvolviéndose de forma
contradictoria. Así entonces, muchas características de la cultura occidental son
tomadas por otras culturas, predominando la cosificación de todo cuanto existe,
dando lugar a la “… transformación de todo en mercancía, todo se desencanta”47.
En pocas palabras, este modelo occidental económico y cultural desacraliza todo
convertiéndolo en mera pieza de cambio.
Dada la naturaleza contradictoria de este proceso de globalización que
tiene a homogenizar todo, las culturas que reciben el impacto de este modelo
46 Véase el primer capítulo de Juan Carlos Tedesco, donde se documenta estadísticamente el desastre que el neoliberalismo ha propiciado en los países subdesarrollados. Tedesco, Carlos 2000, Educar en la sociedad del conocimiento, FCE, México. 47 Ibíd., p. 45.
49
económico-cultural asimilan lo bueno y lo malo, pero no siempre adoptan las
cosas de manera meramente mimética, sino que a veces hacen adaptaciones a
partir de su propia cultura. Pues, como ya se mencionó, siempre se conoce lo
desconocido desde lo conocido, lo que nos es ajeno en principio desde lo que nos
es familiar, lo otro desde nuestra identidad, la cual no se puede hacer desaparecer
sin más, ya que las culturas no son lienzos en blanco sobre los cuales se
sobrepongan otras culturas, sino que, por el contrario, las culturas “receptoras”
(por llamar así a las culturas a las que se les impone un modelo económico, social
y cultural) adoptan y adaptan dicho modelo. A la vez que en algunos aspectos
culturales impactan o influyen al modelo occidental, si bien las incidencias en lo
económico son menores o inexistentes. Las influencias mutuas en el plano cultural
se refieren al intercambio de costumbres y cosmovisiones. No es casual que
mucha gente del mundo occidental se asome a otras formas culturales milenarias
para llenar espacios espirituales, buscando el sentido más auténtico que les ha
arrebatado el neoliberalismo que reduce todo a criterios mercantiles. De este
modo, las culturas de los países periféricos con una honda raíz espiritual son
como una especie de cura para el nihilismo y desencanto que provoca la sociedad
de mercado.
Dicho de otro modo, pese a los intentos de una influencia cultural en una
sola dirección, ha sido inevitable que se dé una influencia recíproca, lo cual es
comprensible, ya que la cultura no es algo estático, sino que está en movimiento,
en constante desarrollo. Por tanto, no hay cultura alguna que pueda decir que es
totalmente pura, que no está influenciada por ninguna otra. Como ejemplo de esto
50
podemos tomar a la comida tradicional de cada cultura y advertir que los
ingredientes de muchas de ellas no son originarios de su región, de esta manera
podemos hablar de la pasta, uno de los platillos más preciados de la cocina
italiana, la cual no sería la misma sin la salsa de tomate, siendo el tomate
originario de América. Del mismo modo, siguiendo con los ejemplos en la línea de
los alimentos, podemos mencionar a Corea en donde uno de sus platillos más
significativos y entrañables es el kimchi, el cual es el resultado del fermento de
algunos vegetales, generalmente la col, con ají y el ají tiene su lugar de origen en
América también. Sin duda, han existido culturas que durante largo tiempo se
mantuvieron cerradas a cualquier influencia, como en efecto sucedió con algunas
culturas del lejano oriente, pero, al cambiar el contexto histórico con la aparición
del capitalismo, éste necesitó expandirse para apropiarse de riquezas naturales
ajenas y de ampliar el mercado para su productos, situación a la cual no pudieron
sustraerse los demás pueblos del mundo, ya sea para defenderse o para
incorporarse a la nueva realidad.
Es innegable que la cultura dominante posee más influencia en las otras
culturas, por su condición de vulnerabilidad, que éstas en aquélla, pero, aún así,
en un mundo intercomunicado no se puede evitar que todos nos impactemos
recíprocamente, ya sea de manera consciente o inconsciente, voluntaria o
involuntaria, buscando llenar nuestras estructuras de sentido o tratando de mejorar
nuestras condiciones económicas. No podemos evadirnos, pero sería deseable
que pudiéramos establecer entre nosotros relaciones sociales y culturales con
base en la comprensión y respeto mutuo a fin de enriquecernos entre sí. Sin
51
embargo, es difícil que esto ocurra mientras prevalezca un intercambio económico
donde las asimetrías entre los países no tienen ningún mecanismo de
compensación, de manera que esa relación desigual, que es ventajosa para los
poderosos y desfavorable para los países pobres, se traslada al ámbito cultural
donde se trata de proyectar su dominio promoviendo un pensamiento único que
someta los valores locales y haga sucumbir su identidad cultural.
No obstante esta situación, la globalización es un proceso inacabado, lo
que significa que el neoliberalismo no es el fin de la historia, por más que el
capitalismo tardío quiera que sus intereses de libre mercado sean eternos. Ahora
bien, urge que la oposición al neoliberalismo figure en la agenda política individual
y colectiva de manera cada vez más decidida, pues de otra manera, las secuelas
que va dejando de deterioro de la naturaleza y de pobreza y marginación con sus
nefastas consecuencias, hará más difícil y dolorosa cualquier recuperación.
Parece que estamos en los mejores momentos de la modernidad, donde el
progreso y la prosperidad nos hicieron abrigar la esperanza de que éstos fueran
una realidad gracias al desarrollo de la ciencia y la tecnología. Pero este progreso
de la razón no se ha traducido en un progreso social, en prosperidad, sino que
cada vez tenemos mayor desarrollo científico tecnológico pero paradójicamente,
cada vez más injusticia social. Al final de cuentas, quien ha triunfado es la razón
instrumental que el neoliberalismo trata de ensalzar en detrimento de los valores
humanos. A pesar de ello, el capitalismo tardío proporciona los elementos para
pensar que otro mundo es posible, como lo describe Ianni en la siguiente cita:
52
“En lugar de un horizonte cultural único, homogéneo, sedimentado, se
descubre un horizonte cultural diversificado, múltiple, en movimiento. A
medida que las diferentes sociedades, culturas, tradiciones lenguas y
religión se encuentran, tensan y mezclan, surge la pluralidad de
perspectivas”48.
En esto reside, precisamente, la riqueza del encuentro cultural: la
globalización y la interculturalidad, dentro de sus contradicciones obvias,
configuran una considerable oportunidad de conformar nuevos modelos de
convivencia. La apuesta que deberíamos seguir para lograr la composibilidad,
partiendo de que la globalización en sí es inevitable, sería construir un modelo de
interculturalidad alternativo al modelo preconizado por el neoliberalismo que
conduce al pensamiento único y a la mercantilización del saber; de otro modo, se
impondrá la sutura con las consecuencias, ya tan lamentablemente conocidas, de
deshumanización que nos asedian a todos. Si queremos un verdadero
universalismo, éste tendrá que construirse con lo mejor de los pueblos y sin
supeditarse a criterios mercantilistas. Es debido a lo anterior que la
interculturalidad se presenta como una puerta de posibilidades para que la
globalización no sólo no resulte tan abrasiva, como se teme pueda ser, sino que
permita un auténtico enriquecimiento mutuo. Pero aún falta mucho por hacer con
relación a esta temática, la cual ocupará los capítulos siguientes.
48 Ibíd., op. cit., p. 56.
53
A continuación, se analizará la cuestión de la interculturalidad como aquel
modelo que presupone una forma de relación entre culturas diversas, una relación
respetuosa y horizontal, que busca la integración y el enriquecimiento para
superar los conflictos. La globalización que ha de asociarse a esta interculturalidad
deberá partir de aquellos encuentros culturales, regidos por el entendimiento y la
comunicación entre sí, la confluencia y el acuerdo, la conciliación y la concordia, la
integración y el acercamiento, el pacto y la convivencia en una genuina alianza
entre las culturas de esta nuestra gran aldea global.
18
Capítulo 2. La Globalización como Proceso Económico y Cultural
2.1 La Globalización: caracterización y consecuencias
Desde hace al menos tres décadas, el tema de la globalización se ha instalado
entre nosotros debido a una amplia y constante difusión a través de los medios
masivos de comunicación. En efecto, los noticieros de radio, televisión, prensa
escrita y, por supuesto, Internet, abordan mediante noticias y análisis los
movimientos cotidianos de las principales bolsas de valores del mundo. Pero no se
limitan a comunicar los aspectos financieros o económicos del mercado mundial,
sino que nos informan –a veces de forma sesgada– de los conflictos políticos y
bélicos que se suscitan en cualquier punto del planeta en el momento en que
éstos ocurren, como los sucesos en el Oriente Medio, en Asia o en Latinoamérica,
además de darnos a conocer los avances científicos y tecnológicos, así como
también las modas, costumbres de otros pueblos y demás aconteceres.
Asimismo, en nuestras localidades se han establecido negocios de marcas
mundiales de todo tipo: de ropa, comida, etc., y nos damos cuenta de que existe
un mundo de mercancías proveniente de muchos países, tanto industrializados
como maquiladores. Algunas de estas mercancías que invaden nuestros
mercados locales provienen incluso de países exóticos y lejanos. Del mismo
19
modo, recibimos toda clase de mensajes –algunos muy sutiles– tales como
nuevos gustos culinarios, artísticos, educativos, en la forma de vestir, etc., que
proceden tanto de las culturas de estos países como de otros que nos son más
familiares porque están en una relación comercial con nosotros más estrecha y
constante.
Esta avalancha de cosas, de mensajes y actitudes, son un claro indicador
de que estamos inmersos en un mundo cambiante, cuya dinámica vertiginosa nos
resulta desconcertante porque modifican abruptamente nuestras estructuras
culturales y porque solemos asumir dichos cambios acríticamente. Así, luchamos
por adaptarnos a una nueva realidad que se nos impone desde fuera, nos oprime
y nos rebasa como seres humanos. Tal situación, que emerge del terreno de lo
laboral, se traslada a otros ámbitos de la cultura donde, en ocasiones, nos
dejamos arrastrar por la moda y el engaño, sin tomar en cuenta lo valioso de la
cultura que hemos construido. Esta actitud acrítica e imitativa hace que peligre
nuestra propia cultura, la cual corre el riesgo de ser arrasada por otras influencias
culturales nocivas, como es el caso de la globalización neoliberal, que están
regidas por criterios mercantiles donde todo se vuelve efímero y desechable,
donde incluso las personas mismas son sometidas a pautas o comportamientos
de conducta que atentan contra nuestra dignidad y nuestra identidad. En efecto, al
romper los lazos tradicionales de solidaridad, hemos entrado a un mundo donde
estamos desamparados, donde el desempleo, la inestabilidad laboral y los bajos
salarios nos han llevado a una situación de incertidumbre y angustia permanente.
Aunado a esta nueva condición, nos vemos sacudidos en nuestros valores, los
20
cuales son descalificados en aras de una supuesta universalidad que se presenta
enfundada en un esquema de pensamiento único.
Estos aspectos fenomenológicos de la globalización, aquí descritos de
manera llana, tienden a confundirnos porque de repente el mundo se ha reducido
y nos vemos expuestos a toda clase de influencias que conllevan cambios
absurdos y denigrantes en nuestros comportamientos. De ahí la necesidad de
tratar de comprender en qué consiste la globalización y qué riesgos tiene para la
cultura de nuestros pueblos y para nosotros como personas. En este apartado se
trata de determinar qué es la globalización, cómo y por qué surge, si es un
fenómeno donde lo económico determina fatalmente lo cultural, es decir, si la base
neoliberal de la que surge tiende a imponer un pensamiento único o si hay
alternativas para otra globalización cultural que no reduzca todo a criterios
mercantiles y que signifique la posibilidad de una verdadera interdependencia no
excluyente, es decir, que apueste por el enriquecimiento mutuo a través del
diálogo. En suma, una cosa es que la globalización haya llegado para quedarse,
pero otra cosa es decidir de qué manera nos incorporamos a ella, aprovechando lo
mejor de todas las culturas involucradas.
Entonces, ¿cómo entender el concepto de globalización? En primera
instancia, se ha de subrayar que, a pesar de lo mucho que se habla de
globalización, persisten diferentes posturas con relación a su significado y a las
repercusiones que trae consigo, pues son muchas las perspectivas con las que
ésta es analizada y estudiada. Así, tenemos que hay una diversidad de
21
concepciones acerca de ella, las cuales varían de acuerdo a los niveles de la
realidad a que ésta se refiere y, desde luego, según las distintas perspectivas que
lo abordan. En lo inmediato, percibimos la globalización como un fenómeno de
internacionalización comercial y cultural49, el cual tiene diversas repercusiones en
la vida de las sociedades e individuos que alteran su universo de sentido o su
manera de significación habitual y sus pautas de comportamiento.
A pesar de lo anterior, esto es, de las diversas perspectivas que existen
para analizar y dar significado a la globalización, es posible ir acotando dicha
noción. Para ello, se ha de reconocer que su naturaleza primaria es económica
fundamentalmente y, además, cabe agregar que el capitalismo es una formación
propensa en sí misma a la globalización, dada su naturaleza expansionista. En
este punto también es importante hablar de su origen en el tiempo donde, en
efecto, siempre ha existido el intercambio entre los pueblos merced al comercio,
las guerras, etc. Para muchos estudiosos del tema ni siquiera el inicio de la
globalización es algo preciso, pues las opiniones acerca de su surgimiento están
divididas: para algunos es un fenómeno reciente; mientras que para otros empezó
con la humanidad misma. La razón de esto es que los fenómenos de globalización
pueden entenderse desde la relación constante entre pueblos distintos, la cual es
ciertamente remota en el tiempo, pues, si bien las guerras y el comercio,
principalmente, han sido los factores que han propiciado estas relaciones,
tenemos que éstas casi siempre han sido conflictivas, siendo una de las más
49 Incluso lo podemos percibir en las cosas más pequeñas, como encontrar comida china o japonesa casi en cada esquina.
22
significativas la que propició la cultura helénica con Alejandro Magno en la Grecia
antigua. En este sentido, todas las formas de imperialismo y conquista han
supuesto una relación entre naciones aunque bajo la égida de la dominación y el
saqueo, es decir, del colonialismo. Incluso, yéndonos más lejos, antes de que los
seres humanos vivieran en forma sedentaria, el nomadismo permitió trasladar
cosas, costumbres e ideas de un lugar a otro y no siempre de manera pacífica.
En la actualidad, los grandes avances tecnológicos en los medios de
transporte y de comunicación han potenciado estas relaciones globalizadoras de
manera inusitada. Si bien es cierto que el capitalismo tiene un origen que puede
remontarse a quinientos años atrás, la globalización neoliberal, en la que se centra
este estudio, representa la última fase del capitalismo e irrumpió a partir del año
1970. Durante todo este tiempo hasta nuestros días, el capitalismo ha manifestado
siempre una tendencia expansionista como parte de su naturaleza. En efecto, ya
Marx en su teoría crítica de la economía política, se percató del carácter universal
del capitalismo, de su necesidad de expandirse y las consecuencias que provoca.
Marx explicó estructural e históricamente el fenómeno del capitalismo
pronosticando su tendencia monopólica que hoy podemos constatar. Sin embargo,
el desarrollo vertiginoso de la ciencia y la tecnología, particularmente de las
comunicaciones y el transporte, fueron los medios que aceleraron e intensificaron
no sólo el intercambio de mercancías, el comercio mundial y las relaciones
financieras, sino también el intercambio físico y virtual entre individuos debido a
las migraciones masivas y a Internet, respectivamente.
23
La actual globalización dominada por el capital financiero y potenciado por
el desarrollo de los medios de comunicación y los modernos medios de transporte,
ha reconfigurado completamente el funcionamiento del sistema capitalista
tradicional50. En este sentido, partiendo de la naturaleza económica de la
globalización, es pertinente considerar la definición que en este tenor realiza
Ignacio Ramonet, quien precisa que la globalización es:
“… la interdependencia cada vez más estrecha de las economías de los
numerosos países y concierne sobre todo al sector financiero, ya que la
libertad de circulación de los capitales es total y hace que este sector
domine, de lejos, el mundo de la economía”51.
Como se puede apreciar en la definición de Ramonet, la globalización es un
fenómeno ciertamente económico, propio del neoliberalismo, cuyos intereses y
repercusiones están directamente relacionados con el capital financiero, el cual es
dinámico, pues busca expandirse e impactar en los mercados a escala mundial.
De manera complementaria, para autores como Octavio Ianni, la globalización
representa hoy en día la última fase del capitalismo en tanto que su historia –dado
su carácter universal– es la historia misma de la globalización del mundo52, la cual
va del siglo XVI al XXI, pasando por diferentes estadios, que son clasificados por
50 La globalización neoliberal como tal empezó a irrumpir desde finales de los años 70 y se impuso con toda su fuera en los países periféricos en la década de los 80, implementando el sistema monetarista de Milton Fridman y con el respaldo y la presión política del presidente de los Estados
Unidos, Ronald Reagan, y de la primera ministra de Gran Bretaña, Margaret Tacher, que se llevó a cabo de forma paralela al derrumbamiento del bloque socialista.
51 Ramonet, Ignacio 2004, “Sobre la globalización”, ¿Qué es la globalización?, Aún creemos en los sueños, Chile, p. 12. 52 Ianni, Octavio 2007, La sociedad global, Siglo XXI, Brasil, p. 35.
24
dicho autor de esta manera: el mercantilismo, la acumulación originaria, el
absolutismo, el despotismo ilustrado, las revoluciones burguesas, los
imperialismos, las revoluciones de independencia, las revoluciones socialistas, el
tercermundismo y la globalización53. Siguiendo la línea argumentativa de Ianni y
asumiendo que la globalización forma parte del capitalismo, podemos definir este
fenómeno como:
“…un modo de producción material y espiritual, un proceso civilizador
que revoluciona continuamente las condiciones de vida y trabajo, las
formas de ser de individuos y colectividades en todos los rincones del
mundo”54.
En consecuencia, la globalización enmarcada en el sistema capitalista
tiende a afectar forzosamente las formas de vida de los pueblos que se ven
inmersos en él, lo que los obliga a adaptarse a las nuevas formas de organización
social, política y cultural que ésta impone. Pero, sin que ello implique un fatalismo
donde sucumban irremediablemente todas las manifestaciones propias, sino que
la defensa y preservación de éstas constituye un reto político, económico, cultural
y social. Por consiguiente, no se trata de cerrarse a toda influencia exterior ni
tampoco de dejarse dominar, sino de integrar mediante el diálogo las diversas
culturas. Esta relación es compleja porque implica una apuesta política entre un
modelo neoliberal tomado a ultranza y radical, que intenta imponer en el marco de
53 Ídem. 54 Ibíd., p. 37.
25
multiculturalismo su pregonada y falsa tolerancia, y un modelo alternativo,
democrático y antimercantilista, que ofrece el marco de interculturalidad.
Asimismo, debemos reconocer que la interdependencia económica que
existe entre países es asimétrica y que los países desarrollados, a través de
organismos financieros internacionales ligados a ellos, establecen las reglas a
seguir, determinando los parámetros y estándares internacionales. Si trasladamos
esto a la cultura, vemos que responde a la misma lógica, donde el modelo
multicultural del neoliberalismo aparenta un universalismo de valores y
comportamientos donde las culturas de los pueblos periféricos se diluyen
imponiéndose una forma de pensamiento único. Millones de seres humanos
alrededor del globo ven modificada su forma de vida y la manera en la que se
relacionan con los otros, pues deben adaptarse a los nuevos estándares sociales
que, generalmente, han sido tomados de la sociedad occidental. Al tener que
modificar sus estilos de vida, es probable que se vean afectadas también sus
maneras de percibir y comprender la realidad, así como la jerarquía e importancia
de los valores, ya que el consumismo, característico del capitalismo, ha afectado
de manera significativa la estructura de la escala axiológica en muchas culturas en
todo mundo.
Una vez realizado este primer acercamiento al fenómeno de globalización,
tanto en su definición o comprensión conceptual como en su contextualización
histórica, hasta abordar la principal base de la globalización que es la economía y,
26
concretamente, la política económica neoliberal, ahora pasaremos a analizar sus
características.
La globalización neoliberal es un proceso que presenta ciertas
particularidades propias de su naturaleza capitalista. Una de estas características
consiste en su tendencia a expandirse o internacionalizarse sin restricciones, de
ahí la demanda por un libre mercado, con acceso e impacto en todas las
economías del mundo, para satisfacer las enormes necesidades creadas en todo
el planeta55. Esta demanda supone que los Estados nacionales se supediten a los
designios del capital y, a su vez, que las sociedades se sujeten a la dinámica que
éste impone. Al existir compañías transnacionales, con enorme poder e influencia,
la interdependencia económica, cada vez más creciente entre las naciones, hace
inevitable la globalización de las finanzas. Podemos ver esto con suma claridad en
la preocupante crisis financiera que está dejando sentir su cruel estela a lo largo y
ancho del mundo. En otras palabras, los intereses económicos del gran capital
secuestran a los Estados nacionales y éstos a su vez a sus sociedades. La
consecuencia social de esto es un incremento pronunciado en la desigualdad
social entre los individuos de cada país y entre los países pobres respecto a los
países ricos. Una manifestación de este empobrecimiento de la mayoría de la
población se traduce, entre otras cosas, en un incremento en las migraciones del
campo a la ciudad y de un país pobre a uno rico. De ahí que pueda afirmarse que
55 Ibídem., p. 12
27
la migración es un fenómeno que se ha visto promovido y extendido por la
globalización56.
El afán desmedido de ganancias del capitalismo trata de obtener el mayor
rendimiento con el menor esfuerzo e inversión, donde el fin justifica los medios,
aunque los medios y los fines en este caso sean igual de deplorables. En efecto,
la masiva producción de mercancías necesita encontrar su acomodo en los
mercados mundiales; pero, además, la fuerza de trabajo es mercancía, de ahí que
también sea necesario para el capital encontrar las mejores condiciones de
producción. Para alcanzar tal objetivo se asienta en países que ofrecen mayor
permisibilidad de ganancias, es decir, donde la explotación del trabajador es
extrema y donde el gobierno no le pone trabas al deterioro del medio ambiente
que provoca.
Otra de las características negativas de este proceso es que las
necesidades cada vez mayores de una significante cantidad de productos y
servicios, aunado a la enorme importancia del capital y del flujo económico, han
llevado a la humanidad a una desvalorización tanto del ser humano en cuanto
persona como de la naturaleza y su medio. Ambas ya están desacralizadas y
carentes, en muchos casos, de su sentido y significado cultural. La naturaleza, al
igual que la vida humana, se ha visto sobreexplotada y el hombre ha sentido los 56 Ídem. Hoy en día, los problemas migratorios son una temática de indudable relevancia, pues ha puesto a varias naciones a pensar en las posibles vías de solución ante el inminente movimiento de individuos de un país a otro, con la finalidad de encontrar mejores oportunidades de vida y trabajo. Un claro ejemplo de esta situación es el constante flujo de personas del sur (México, en este caso) hacia el norte (Estados Unidos) y son innegables los conflictos surgidos por este fenómeno.
28
estragos que el descuido, la falta de planeación y de respeto al planeta han traído
consigo. No obstante, esta tendencia inicial ha dado un giro y han surgido muchos
grupos alrededor del mundo cuya preocupación es la conservación ambiental57.
De hecho, es en la mayoría de los países desarrollados donde estos grupos
son más fuertes y donde hay una mayor conciencia social en relación con los
aspectos medioambientales: el reciclaje de los deshechos (plásticos, envases,
vidrio, papel y cartón, aceite…); el uso de tecnologías y combustibles menos
contaminantes; el aprovechamiento de energías alternativas; la defensa,
conservación y cuidado de los ecosistemas; programas de protección de parajes
naturales y de especies en peligro o en vías de extinción; la aparición y
proliferación de organizaciones no gubernamentales que ayudan a los más
desfavorecidos y desvalidos; el cultivo de los llamados alimentos orgánicos, que
no producen alimentos transgénicos y utilizan técnicas no contaminantes y sin
pesticidas que dañen el entorno natural, o la comercialización de productos que
aseguran la no explotación del trabajador en el denominado mercado o comercio
justo.
Una más de las características que ha de ser mencionada es que desde
hace años han existido puntos divergentes en cuanto a la posible disolución del
Estado-Nación. Para algunos es inminente la desaparición de este organismo,
ante un proceso ineludible como es la globalización, en donde el Estado, se
aprecia cada vez más debilitado y las que parecían ser sus funciones principales,
57 Ídem.
29
tales como proteger la economía nacional, garantizar niveles de empleo óptimos y,
por consiguiente, proporcionar el bienestar nacional, ahora son conferidas a
compañías transnacionales, que generalmente no se preocupan por el bien social.
Al Estado no le queda mucho por hacer; sólo adaptar la economía nacional a las
exigencias de la economía mundial58.
En los países subdesarrollados, donde su clase política se ha decantado
por el modelo económico neoliberal, el Estado se ha “refuncionalizado”
claudicando de sus obligaciones fundamentales de tres maneras. Uno, dejando al
sector empresarial, en forma mayoritaria, la generación de empleos al cederles
casi la totalidad de los tres sectores de la economía (industria, agricultura y
servicios), en lo que Eduardo Fernández llama una transmisión hacia arriba59.
Dos, abdicando, por un lado, de sus funciones de proteger a los grupos sociales
más vulnerables y focalizando los programas sociales a los grupos más
depauperados60 y, por otro lado, reduciendo la asistencia social a obras de caridad
en manos de organizaciones particulares, como las fundaciones, o de instituciones
como la Iglesia, con el propósito de generarles una buena imagen de altruismo. A
dicho movimiento, este mismo autor llama transmisión hacia abajo61. Y tres, tal
abandono de las responsabilidades históricas del Estado, según el fundamento de
la filosofía política clásica, genera toda una serie de problemas sociales emanados
de un empobrecimiento acelerado y sostenido de la mayoría de la población, que 58 Ídem. 59 Cf. Fernández, Eduardo 2002, Cultura y Globalización, Ensayos filosóficos, Universidad Autónoma de Chihuahua, México, pp. 180-182. 60 En el caso mexicano se produce además con un sesgo de “clientelismo” electoral, que lucra con la pobreza extrema para obtener lealtades en las urnas. 61 Ídem.
30
entre otras formas de sobrevivencia se manifiestan en los fenómenos migratorios,
pues la gente sin empleo tiende a moverse a los polos de “desarrollo”. Este
movimiento lo llama transmisión lateral62. Además, se han modificado dentro del
Estado las zonas comerciales y han surgido otras nuevas, en las que las fronteras
parecen haber quedado diseminadas, pues éstas no se encuentran dentro de un
mismo país63. En este esquema, el Estado queda reducido a una gerencia al
servicio de los empresarios, perdiendo con ello mucho de su razón de ser.
Este proceso de claudicación, socavamiento y sometimiento de los Estados
nacionales y los Estados de bienestar, aunque parezca una fatalidad, no lo es,
porque hay gobiernos que han decido no plegarse a los designios del
neoliberalismo y han empezado un proceso de desmantelamiento del mismo,
tratando de resarcir los graves daños ocasionados al tejido social. Esto no significa
que la globalización económica se detenga, sino que se demuestra que hay
formas de insertarse en ellas que no signifiquen entregar las riquezas nacionales a
unos cuantos, empobreciendo a sus pueblos. En otras palabras, la globalización
regida por los transportes y la comunicación es inevitable, pero no así el
neoliberalismo, el modelo depredador de la sociedad y la naturaleza, sino que éste
es reversible. Las manifestaciones culturales, con una raíz popular bien
cimentada, son la primera línea de defensa contra los embates y los estragos del
62 Ídem. 63 Tal es el caso del norte de España y del sur de Francia, así como también de la zona fronteriza entre México y los Estados Unidos de América.
31
neoliberalismo. Pero, sin una participación política encaminada a cerrarle el paso,
esta resistencia terminará siendo vencida64.
Bajo estas condiciones, la globalización apuntalada por el modelo
económico neoliberal propicia, inevitablemente, desigualdades entre individuos de
un país y entre los países mismos. En este último caso, los países
subdesarrollados, o de economías emergentes como se les denomina
eufemísticamente, quedan supeditados no sólo a los intereses de las naciones
más desarrolladas, sino de organismos financieros mundiales que actúan como
trasnacionales políticas, socavando a los otrora Estados nacionales e
imponiéndoles políticas económicas antiproteccionistas que los países
industrializados no practican. Muchos de los Estados nacionales se transformaron
de Estados de bienestar a Estados neoliberales y los gobernantes neoliberales se
convirtieron en una especie de gerentes al servicio de los intereses del gran
capital.
A unas tres décadas de su existencia, el neoliberalismo ha demostrado ser
un rotundo fracaso como proyecto de desarrollo de los pueblos marginados o de
economías emergentes. La actual crisis o recesión financiera mundial, que
alcanzó a los propios países desarrollados, es una prueba palpable de ello. El
64 Esta circunstancia puede verse, claramente, en la educación, donde casi todo el mundo (y, concretamente, en México) parece dar por sentado que las competencias son la única ruta posible. Parece haber una relación entre el modelo económico neoliberal y las “propuestas” de modelos educativos por competencias donde no sólo se desea formar cuadros técnicos y profesionales al servicio de los empresarios, sino que también es un intento de conquistar subjetividades para que las personas atribuyan su inclusión o exclusión del sistema social a su propia responsabilidad, de manera que asuman que el capitalismo es una sistema natural o ahistórico.
32
debilitamiento del Estado que vemos en México (el Estado fallido) y la claudicación
de sus obligaciones, que le dan sentido como Estado, han ido perdiendo terreno
en la mayoría de los países de Latinoamérica, quienes, en menor o mayor medida,
han restablecido muchas de las funciones originales y esenciales del Estado,
tendientes a garantizar la cohesión social y la viabilidad de la sociedad y sus
instituciones. Hay que recordar que la justificación del Estado, con Hobbes,
Rousseau y otros pensadores, tiene como fin garantizar un Estado de derecho
independientemente de las condiciones sociales particulares de sus miembros. En
el neoliberalismo, la política de desregulación deja en la indefensión y en la
vulnerabilidad a la mayoría de la población que se ve rápidamente empobrecida,
dando lugar a toda una serie de problemas donde la inseguridad pública se
enseñorea.
En definitiva, al modelo económico del neoliberalismo le corresponde una
determinada ideología, cultura y Estado concomitante a él. Es decir, por un lado, la
economía neoliberal promueve una forma de cultura acorde con ella, donde se
trata de inducir ideas y valores supuestamente universales y modernizantes que
pretenden homogeneizar a la población mundial. En este sentido, se antoja
inevitable pensar que una alternativa cultural deberá de contemplar un rechazo al
modelo económico neoliberal como un modelo hegemónico. Por otro lado, este
modelo de capitalismo acérrimo implica la existencia de un Estado que se
identifique con él y lo proteja, además de ofrecerle las garantías jurídicas y
políticas necesarias para su desenvolvimiento. Así, por ejemplo, este modelo que
preconiza el libre mercado y una supuesta mano invisible autoreguladora, que
33
quedó desmentida por la crisis que alcanzó a los propios países desarrollados,
relaja las reglas que rigen las inversiones económicas a través de un proceso de
“desregulación” que, con el pretexto de derribar obstáculos a la inversión, generar
empleos y desburocratizar las instituciones públicas, dejan en la indefensión a los
trabajadores y desprotegen las áreas naturales. La economía se ejerce, entonces,
sin ningún tipo de restricciones o controles ambientales, laborales o éticos.
Esto no significa que bajo el neoliberalismo no sea posible defender, o que
no puedan sobrevivir, otras formas culturales pero, en la medida en que los
gobiernos neoliberales y sus aliados no sean derrotados políticamente, esta
defensa por la preservación de identidades y valores propios estará sólo a la
defensiva, es decir, existirá sólo como resistencia. Afortunadamente, ningún
sistema se impone totalmente porque no es fácil desarraigar muchas
manifestaciones culturales que tienen una honda raíz. Sin embargo, si con el
tiempo no logran erradicarlas, tratarán de absorberlas y distorsionarlas, tal como
han hecho con la democracia al convertirla en un fenómeno de mercadotecnia.
Lo que hay que cuidar es no confundir, identificar o asociar, la globalización
con el neoliberalismo, pues, si bien el neoliberalismo es globalizador, la
globalización no necesariamente se debe ceñir a los criterios del modelo
neoliberal. En este sentido, aunque no es el propósito central de esta reflexión
abogar sobre la restauración del Estado de Bienestar social, sí puede admitirse
como una condición de posibilidad para que la interculturalidad se realice con
mejores expectativas dentro de un plano horizontal, en la medida en que la
34
globalización neoliberal no es favorable a ella. De este modo, disociando la
globalización del neoliberalismo, en el último capítulo, se investigará la posibilidad
de apostar por la composibilidad de un modelo intercultural, el cual además de no
estar condicionado o supeditado a los criterios mercantilistas y de pensamiento
único ligados al neoliberalismo –lo que implicaría una sutura–, estaría
abiertamente en contra de la hegemonía del neoliberalismo económico, político y
social.
En suma, este fenómeno de la globalización neoliberal ha cambiado la
forma en la que el mundo se mueve y se relaciona; genera otras posibilidades más
allá de los criterios comerciales pues acercan a millones de personas de diversos
pueblos a un intercambio de información e ideas sin paralelo en la historia y, en
gran medida, sin restricciones legales. Es decir, en ninguna otra época se podía
tener acceso a los acontecimientos más relevantes del otro lado del mundo
prácticamente en forma instantánea y aunque no todos los seres humanos tienen
por ahora esta posibilidad de comunicación, dado que la mayoría de la población
de los países subdesarrollados no tienen acceso a estas tecnologías, es innegable
que este avance tecnológico en cuanto a transporte y comunicaciones se refiere,
nos permite una acercamiento físico y virtual más rápido y más eficiente. A pesar
de aquellas limitaciones y de la dificultad de asumir todas las consecuencias que
estos avances traen consigo, la interculturalidad encuentra en este tipo de medios
de comunicación una de sus mejores formas para relacionarse. Aún más, si bien
es cierto que la globalización es un fenómeno de raíces económicas, que tiende al
libre mercado y a la inexistencia de fronteras para la expansión de éste, también
35
se ha de admitir que este fenómeno económico ha traído importantes cambios y
consecuencias en el ámbito social y cultural. En el presente estudio se persigue
indagar en dicho fenómeno, precisamente, desde su faceta social y cultural; por
ello, en el próximo apartado se buscará definir la globalización desde una
perspectiva más afín con el curso y los objetivos de este trabajo.
2.2 Las otras caras de la globalización
La noción de globalización que se exploró en el apartado anterior nos llevó al
terreno de la economía y, particularmente, al modelo económico neoliberal, el cual
incide en una transformación del Estado y modifica las relaciones sociales en su
conjunto, mostrando que su aplicación estricta e implacable genera una serie de
consecuencias negativas, merced a la enorme pobreza que provoca y, con ello,
una serie de problemas que ponen en riesgo la viabilidad de la sociedad para
llevar una convivencia dentro de límites civilizados.
Ahora bien, como ya se mencionó más atrás, pese a que la actual
globalización proviene de la economía de mercado, la globalización no tiene
necesidad de restringirse a ella. Es decir, es posible pensar otra globalización, aun
dentro de la misma globalización neoliberal, pues ésta no se reduce a los aspectos
económicos –aunque tiende a permear todo desde esta esfera de intereses
económicos–, sino que trae consigo otras implicaciones relacionadas con la
comunicación y, especialmente para el tema de esta investigación, con la cultura.
36
Dicho de otro modo, pese a que la globalización es un fenómeno que tiene su
origen en el ámbito económico y es producto del capitalismo tardío, es evidente la
influencia que tiene en otras esferas de la realidad: políticas, educativas,
culturales, tecnológicas, etc. Es semejante a una nube imparable que transforma
lo que toca, modifica las relaciones, las necesidades y la forma de percibir al
mundo. De este modo, en el terreno de la comunicación, ha permitido relacionarse
virtualmente a cientos o miles de millones de personas desde cualquier punto del
planeta a través de Internet y ha permitido otras muchas formas de contacto más
allá de los usos estrictamente comerciales.
Así pues, sin dejar de reconocer el campo de cultivo de la globalización –el
ámbito económico–, el objetivo que aquí se persigue es analizar aquélla desde la
perspectiva cultural. Para ello, es pertinente traer a colación la definición de León
Olivé, quien entiende la globalización cultural como: “(…) el intercambio de
información y la interacción cultural entre pueblos y naciones diferentes,
posibilitada por las tecnologías de la comunicación”65.
Esta definición más abierta, con implicaciones culturales y sociales, nos
permitiría, de acuerdo con el propio autor, darle la bienvenida a la tan nombrada
globalización. No obstante, se trataría de una globalización regulada y orientada,
en la que debe procurarse que los beneficios alcancen a una mayor cantidad de
seres humanos66. Por desgracia, a pesar del intercambio cultural y de información,
65 Olivé, León 2006, Interculturalismo y Justicia social, UNAM, México, p. 44. 66 Ídem.
37
este proceso no ha sido y no es del todo justo, debido a que no se ha logrado, en
la medida de lo deseado, que mayor cantidad de seres humanos se beneficien de
él y no sólo las minorías privilegiadas –pues hay muchos que no tienen acceso a
la información, ya que ni siquiera han podido satisfacer sus necesidades básicas–.
Lo anterior es, sin duda, reprobable desde un punto de vista ético y también de los
derechos humanos, pues el sistema neoliberal excluye a mucha gente de los
beneficios del progreso. La marginación que sufren muchas personas condenadas
a la pobreza y a la ignorancia no tiene paralelo en la historia si consideramos al
mismo tiempo los grandes logros científicos y tecnológicos de la humanidad, lo
cual los hace más ignominiosos.
Lo peor de esta situación, de alta exclusión social y que produce asimismo
un severo deterioro en el tejido social, es que la ideología neoliberal, trata de
exculpar al sistema descargando la responsabilidad de su situación social a cada
individuo en particular, a sabiendas de que en un esquema de competencia de
todos contra todos, sólo triunfan los más “fuertes”, que no son los mejores sino
simplemente los ya privilegiados por el status quo del propio sistema. De manera
que falsamente se promueve una actitud y un trato meritorio, donde no habría
cabida para las influencias pero sí para el talento y las capacidades de cada quien.
Hecho que no sucede en la realidad, pues alcanzar metas a través de los propios
méritos sólo se da de manera muy limitada y en casos muy concretos y
específicos.
38
De cualquier forma, la cuestión es que se promueve un esquema
piramidal donde por definición sólo unos pocos pueden estar en la cumbre. Esta
legitimación del capitalismo, que se reduce a un “sálvese quien pueda”, se trata de
inculcar mediante una educación de adiestramiento y los galimatías de las terapias
y discursos de superación personal. En este punto se ve con suma claridad cómo,
para imponer el culto al mercado, tienen que eliminar los valores provenientes de
fuertes lazos solidarios, sobre los cuales se sustentaba la sociedad, que ahora se
ven asediados y vilipendiados por el aislamiento exacerbado, donde los individuos
están: “(…) vaciados de cultura, de identidad, de sentimiento de conciencia del
otro”67.
Éste es el objetivo del neoliberalismo al atomizar la sociedad: forjar
individuos aislados, solitarios, sin acercamiento personal o fraternal, pervirtiendo
las formas de socialización o reduciéndolas a procesos productivos donde les
interesa la “cooperación” entre éstos para alcanzar los objetivos de la empresa. La
idea de colectividad, en cuanto a relaciones fraternas y solidarias, está alejada de
los intereses neoliberales. En este sentido, el proceso de individuación responde a
necesidades concretas y que en sí mismas tienen como ventajas promover el ser
diferente, tener una actitud única y original en relación con el resto o sobresalir en
buena lid para ganarse en lugar con base en el esfuerzo personal. Tal proceso es
distorsionado por el neoliberalismo al enmarcarlo en los parámetros de la cultura
de mercado. Puesto que, en vez de fomentar la autonomía e independencia del
individuo para realizarse integralmente como un ser humano pleno, trata de volcar
67 Ramonet op. cit. p. 12.
39
todas las potencialidades creadoras del individuo para fines mezquinos, que
tienden a sacar de éste sus peores facetas, como agresividad e insensibilidad.
Para cumplir este objetivo, por un lado, mercadea con la idea del éxito
personal como si en verdad estuviera vinculado íntimamente a la acumulación de
bienes materiales y, por otro lado, debilita la ética y emponzoña la moralidad del
ser humano al reducir toda su dimensión deontológica al lema de que “el fin
justifica los medios”; pero lo peor de esto es que el sistema neoliberal pretende
hacer pasar esta conducta humana como si obedeciera a valores universales.
Para ello utiliza una serie de medios y mecanismos que van desde la educación,
las relaciones laborales, la vida política, etc., en una lucha por ganar las
subjetividades y provocar una servidumbre voluntaria. La cultura de la “calidad”, de
la competitividad, de la superación personal, de un rendimiento máximo y una vida
trepidante donde “no hay tiempo que perder” son algunas de las argucias usadas
para crear la ilusión de que la inclusión social está al alcance del mero esfuerzo
personal y de una cierta dosis de cinismo. A partir de esto, el sistema premiará al
individuo “emprendedor” que tiene su objetivo de vida puesto en el lucro y el
dinero, pues el éxito personal, como ya se dijo, se reduce al éxito económico y la
vaciedad del ser humano y de su vida espiritual se pretende cubrir con dogmas
religiosos institucionalizados o con cultos esotéricos.
En medio de aquella institucionalizada espiritualidad, de la estandarización
cultural, de la masificación despersonalizadora, de la saturación de información y
comunicación vacía, se vuelve más necesario que nunca aferrarse a las ideas de
40
pertenencia y de identidad para que lo anterior no despoje al individuo de los
sentimientos de apropiación, participación, plenitud y seguridad. Esto es
importante porque el modelo de globalización neoliberal “… no facilita los procesos
de identificación y, por ende, las identidades, dado que el proceso de identificación
lo es sobre lo concreto y sobre lo que puede ser singularizado”68. Es decir, de
acuerdo con Esquirol, no se puede sentir identificación con lo que es homogéneo y
está en todas partes, por ejemplo, las cadenas de fast food69, gigantes
transnacionales que prácticamente se encuentran en cada ciudad del mundo. Esta
aparente confusión y desorden se ven intensificados por la pérdida de pertenencia
e identidad, la proliferación de los no lugares70, los cuales se entienden como
lugares con los que no es posible identificarse, puesto que están dedicados a los
flujos de personas, de mercancías o de información71.
Generalmente, estos espacios son producto del estandarte del progreso y
de los procesos económicos y son denominados por algunos autores como
“espacios de desorden” debido a que no van de acuerdo con la naturaleza o las
necesidades espirituales del ser humano. Pueblan las grandes urbes en todo el
planeta y, siguiendo con las ideas de Esquirol, aunque sea difícil sentirse
identificado con espacios tales como el metro o los enormes centros comerciales o
financieros, parece que existen formas de identificación, propias del individuo
urbano, en medio de estos espacios de desorden. Pese a las tonalidades grises y
68 Esquirol, Josep 2005, Uno mismo y los otros, Herder, Barcelona, p. 32. 69 Ibíd., p. 33. 70 Ídem. 71 Cf. Ídem.
41
faltas de vida por el asfalto, son para muchos individuos el rostro de la realidad y
de la seguridad. Probablemente éste sea el resultado del deseo del
neoliberalismo: conformar seres humanos vaciados de cultura y de sentido de
pertenencia. Así, se ha llegado a moldear personas que se aferran a la seguridad
que les brinda su realidad inmediata, la que está adornada con los ideales del
progreso y del poderío económico.
En medio de tal situación se hace necesario rescatar al individuo de tal
aislamiento y reconocer que la identidad y el sentido de pertenencia están ligados
al grupo y a la colectividad, pues dentro de un grupo social es en donde están
arraigadas las tradiciones, la historia, la lengua y la construcción de significados; la
convivencia nos provee de esta red de sentido. La cuestión, actualmente, es que
la necesidad de convivencia ya no es sólo local: el otro que antes era lejano y
ausente, ahora, es una realidad inmediata, la cual, hasta el momento, no ha sido
fácil de sobrellevar. Se ha de pensar en la convivencia a niveles planetarios sin
que esto signifique renunciar a la propia identidad cultural. En otras palabras, se
ha de promover la convivencia cultural, entendida como la interacción entre
culturas mediante el diálogo horizontal. Esto significa que tal problemática “…debe
ser pensada en el plano internacional y en cierta modestia normativa para llegar a
convivir pacíficamente”72.
72 Wolton, Dominique 2004, La otra mundialización, Los desafíos de la cohabitación cultural global, Gedisa, Barcelona, p. 63.
42
En consecuencia, si la convivencia cultural a escala mundial es inevitable,
es necesario pensar y desarrollar alternativas que permitan que en dichas
interacciones haya la menor cantidad de fricciones o conflictos posibles y,
especialmente, que los beneficios de este proceso, como son la información y los
recursos (para el bienestar económico y satisfacción de necesidades) alcancen a
más seres humanos. Este planteamiento es compatible con los propósitos de la
UNESCO que promueve cuatro principios: libertad de expresión, acceso a la
educación, acceso universal a la información y respeto a la diversidad cultural y
lingüística73. Con esto, la UNESCO pretende promover una visión más pluralista y
abierta dentro de estos procesos sociales y culturales. Ahora bien, dichos
principios, si bien son loables, son insuficientes y no podrán concretarse si
prevalece la economía neoliberal. Ésta ha de ser contenida por el Estado y ha de
contar con una resistencia cultural por parte de la población que haga de la
participación ciudadana una salida al pragmatismo de los políticos, que impida el
autoritarismo, fortaleciendo la democracia representativa y participativa, y que
pueda resarcir, mediante la educación, la falta de límites morales de algunos
segmentos de la sociedad que están controlados por el crimen organizado u
ocasional.
La mencionada estandarización cultural que afecta los sentimientos de
pertenencia, identidad y seguridad, se puede ver de muchas maneras ligadas al
fuerte impacto que la economía neoliberal tiene sobre las vidas de las personas.
Hay un envilecimiento social a gran escala; el cinismo está instalado en todas
73 Olivé, op. Cit., p. 20.
43
partes, donde, por ejemplo, el trabajo de sicario y de narcotraficante es ensalzado
y “ennoblecido” en la música popular. Parece ser que la única reserva de
moralidad, si bien yace en la mayoría de la población, está contenida o inhibida
por los poderes fácticos formales e informales presentes en casi todos los
sectores de la sociedad actual.
2.3 Etnocentrismo y la influencia de occidente.
La cultura es como un par de anteojos a través de los cuales conocemos,
interpretamos y significamos al mundo. Todas las estructuras de sentido que
formamos a lo largo de nuestro desarrollo vienen precisamente de la cultura, de
nuestra lengua; no podemos escapar de ella. La valoración que hacemos de otras
culturas, la hacemos precisamente desde la nuestra: por ejemplo, apreciamos los
sabores nuevos comparándolos con los sabores que nos son familiares y forman
parte de la experiencia cultural propia. A las tradiciones que llegamos a conocer
de otras formas culturales, podemos otorgarles algún sentido o significarlas a
través de los símbolos y significados que proyectamos desde nuestra cultura; no
porque sean similares, sino, más bien, porque partimos de una base general
cultural, la cual nos permite tener un grado de comprensión hacia formas
simbólicas diversas.
Podría decirse que nuestra cultura es la medida de las cosas: habrá
aspectos que nos agraden y otros no, pero aún así forman parte de nuestra red de
44
sentido. Siempre existe una valoración entrañable hacia la cultura propia:
generalmente, parece que nuestros platillos son los mejores, nuestras tradiciones
y costumbres son las más significativas, pensamos que no existe otro país como
el nuestro... Por esta razón, es posible afirmar que todas las culturas, por su
configuración, poseen un grado de etnocentrismo, el cual puede ser definido
como:
“Una visión de las cosas según la cual el propio grupo es el centro y
todos los grupos se miden por referencia a él… cada grupo alimenta su
propio orgullo y vanidad, proclama su superioridad, exalta a sus propias
divinidades y mira con desprecio a los profanos”74.
Existen claros ejemplos, a lo largo de la historia, de culturas que
menosprecian a otras por sentirlas y saberlas diferentes, refiriéndose a ellas con
conceptos tales como bárbaros o primitivos. Tal desmerecimiento es el fruto de un
sentimiento de superioridad, que se basa en el convencimiento propio de estar
más avanzado o desarrollado y creer por ello que están en posesión de la verdad
o la razón. Así, desde el punto de vista de la antropología, el etnocentrismo es
entendido como:
“…el convencimiento de que las normas por las que se rige el propio
comportamiento, las pautas culturales adquiridas por el individuo dentro
74 Baraño, Asunción, García, J., Cátedra, María y Devillard, Marie 2007, Diccionario de relaciones interculturales, diversidad y globalización, [s.l.], p. 132.
45
del proceso de enculturación, son las únicas posibles, las naturales, las
mejores, las más bellas, y que todos cuanto exhiban otras apenas son
dignos de ser llamados humanos: sólo los que comparten aquellas
normas gozan del privilegio de la humanidad; los que puedan en el
exterior del grupo permanecen también fuera de ella”75.
Pese a los sentimientos etnocentristas, que han estado y están presentes
dentro de las relaciones entre culturas, es necesario superar la subestimación de
otras formas culturales de las posturas colonialistas y acabar, en la medida de lo
posible, con los nacionalismos cerrados. Curiosamente, tanto la actitud de
superioridad como la nacionalista coinciden (aunque por motivos diferentes) en la
misma disposición hacia la soberbia, así como en conductas de temor y
desconfianza ante los otros. Tal vez en ambos casos, el “… elevar,
indebidamente, a la categoría de universales las creencias, los valores y las
prácticas de la sociedad a la que pertenecemos”76, no nos permite llegar a tener
una visión más abierta y comprensiva hacia las demás formas culturales. Aunque
no podamos obviar los riesgos que el etnocentrismo conlleva cuando valoramos
otras culturas, aquél es necesario en cierto sentido porque representa un filtro
inevitable que permite salvaguardar la cohesión de grupo, la identidad, el sentido
grupal y la apreciación de la cultura propia.
75 Ibíd., pp. 132-133. 76 Pallares, Enrique 2000, Perfiles de la cultura contemporánea, Universidad Autónoma de Chihuahua, México, p. 110.
46
“Se considera el etnocentrismo como un factor que opera a favor de la
adaptación individual y de la integración social. El fortalecimiento del
ego permite la identificación con su propio grupo, cuyos modos,
creencias, actitudes y conductas son aceptados implícitamente como
los mejores”77.
De este modo, es importante considerar que, a pesar de los aspectos
positivos con los que cuenta el etnocentrismo con relación a la formación y
preservación de identidad de grupo, no siempre esta identidad es sana, pues,
siendo importante para la construcción de raíces y de sentido hacia la cultura
propia, es necesario tener conciencia de la existencia de otras formas culturales,
cuya validez es en principio la misma que la nuestra. Siempre nuestra cultura será
nuestra red de sentido primaria, pero, para alcanzar una convivencia asertiva entre
culturas –puesto que el intercambio y el impacto que tenemos unos de otros es
inevitable–, es preciso inculcar las nociones de diversidad cultural, de
comprensión y de respeto hacia el otro; nociones que dentro de los procesos
educativos es fundamental que estén presentes78.
El etnocentrismo se presenta en cierta medida en todas culturas, pero
alguna de ellas lo han llevado al extremo al autoproclamarse como culturas
superiores que, no conforme con disfrutar de un estadio superior tanto tecnológico 77 Ibíd., op. cit., p. 111. 78 Se ha de advertir que la valoración de otra cultura a partir de la propia está inscrita en lo que entendemos por “interculturalidad”. El siguiente capítulo abordará esta cuestión y se diferenciará del “multiculturalismo”, donde tan sólo se trata de una coexistencia sin diálogos, sin interacción, cuya tendencia es respetar y tolerar las diferencias sin intentar acercamientos de integración y enriquecimiento mutuos.
47
como económico79, se creen poseedoras de la verdad y se sienten con la
autoridad y la obligación de rescatar al resto del mundo de su atraso ignominioso,
imponiendo a los demás su forma de pensar de actuar, de vivir y de ser.
Ocultando desde luego que sus afanes “civilizatorios” responden a intereses
imperialistas o colonialistas. La dicotomía entre bárbaros y civilizados siempre ha
sido esgrimida como “justificación” por los pueblos que se sienten superiores a los
demás y ejercen o tratan de ejercer un dominio. Habrá que insistir entonces en
que esta actitud se da como corolario de las pretensiones colonialistas que al
expandirse buscan justificar su dominio alegando tener la razón, la verdad, la
auténtica religión, ser la civilización por antonomasia, etc. La cultura occidental,
sobre todo en la modernidad, es decir, desde los orígenes del capitalismo y con el
descubrimiento del continente americano, ha elevando a rango universal sus
creencias y aconteceres, sus valores y demás redes de sentido. Propietaria de un
gran poder económico y militar, considera que su éxito en este campo se debe de
hecho a su cultura, gobernada por la razón y que, generalmente, se juzga como
“(…) la racionalización que profundiza y generaliza el desencanto del mundo”80 .
Desde luego que la imposición de la cultura dominante trata de persuadir a los
países periféricos de que, siguiendo el modelo económico neoliberal (que aducen
es el único posible), también van a poder alcanzar el desarrollo. Para ello,
79 Incluso, en algunos casos, el criterio de superioridad que se emplea es el de estar regulada por la practicidad. 80 Ianni, op. cit., p. 44.
48
establecen mecanismos que hacen pasar como pautas universales esgrimiendo
toda clase de falacias cuando las evidencias indican claramente lo contrario81.
En suma, es innegable que el desarrollo científico y tecnológico, originado
en Occidente, ha traído grandes beneficios a la humanidad, pero es necesario
tener conciencia de los aspectos negativos que lo acompañan, como el deterioro
significativo de la naturaleza, la cual, cada vez con más fuerza, nos pasa factura
del descuido y del desinterés por su preservación, y un abismo social cada vez
más pronunciado. Este modelo de cultura occidental se extiende y se expande por
todos lados y trae consigo cosas positivas y negativas, pero son estas últimas las
que prevalecen, lo cual provoca una sutura cultural, pues, a pesar de ser la cultura
estandarte de la globalización en virtud de dicho desarrollo científico-tecnológico,
sus consecuencias sociales han sido desastrosas, desenvolviéndose de forma
contradictoria. Así entonces, muchas características de la cultura occidental son
tomadas por otras culturas, predominando la cosificación de todo cuanto existe,
dando lugar a la “… transformación de todo en mercancía, todo se desencanta”82.
En pocas palabras, este modelo occidental económico y cultural desacraliza todo
convertiéndolo en mera pieza de cambio.
Dada la naturaleza contradictoria de este proceso de globalización que
tiene a homogenizar todo, las culturas que reciben el impacto de este modelo
81 Véase el primer capítulo de Juan Carlos Tedesco, donde se documenta estadísticamente el desastre que el neoliberalismo ha propiciado en los países subdesarrollados. Tedesco, Carlos 2000, Educar en la sociedad del conocimiento, FCE, México. 82 Ibíd., p. 45.
49
económico-cultural asimilan lo bueno y lo malo, pero no siempre adoptan las
cosas de manera meramente mimética, sino que a veces hacen adaptaciones a
partir de su propia cultura. Pues, como ya se mencionó, siempre se conoce lo
desconocido desde lo conocido, lo que nos es ajeno en principio desde lo que nos
es familiar, lo otro desde nuestra identidad, la cual no se puede hacer desaparecer
sin más, ya que las culturas no son lienzos en blanco sobre los cuales se
sobrepongan otras culturas, sino que, por el contrario, las culturas “receptoras”
(por llamar así a las culturas a las que se les impone un modelo económico, social
y cultural) adoptan y adaptan dicho modelo. A la vez que en algunos aspectos
culturales impactan o influyen al modelo occidental, si bien las incidencias en lo
económico son menores o inexistentes. Las influencias mutuas en el plano cultural
se refieren al intercambio de costumbres y cosmovisiones. No es casual que
mucha gente del mundo occidental se asome a otras formas culturales milenarias
para llenar espacios espirituales, buscando el sentido más auténtico que les ha
arrebatado el neoliberalismo que reduce todo a criterios mercantiles. De este
modo, las culturas de los países periféricos con una honda raíz espiritual son
como una especie de cura para el nihilismo y desencanto que provoca la sociedad
de mercado.
Dicho de otro modo, pese a los intentos de una influencia cultural en una
sola dirección, ha sido inevitable que se dé una influencia recíproca, lo cual es
comprensible, ya que la cultura no es algo estático, sino que está en movimiento,
en constante desarrollo. Por tanto, no hay cultura alguna que pueda decir que es
totalmente pura, que no está influenciada por ninguna otra. Como ejemplo de esto
50
podemos tomar a la comida tradicional de cada cultura y advertir que los
ingredientes de muchas de ellas no son originarios de su región, de esta manera
podemos hablar de la pasta, uno de los platillos más preciados de la cocina
italiana, la cual no sería la misma sin la salsa de tomate, siendo el tomate
originario de América. Del mismo modo, siguiendo con los ejemplos en la línea de
los alimentos, podemos mencionar a Corea en donde uno de sus platillos más
significativos y entrañables es el kimchi, el cual es el resultado del fermento de
algunos vegetales, generalmente la col, con ají y el ají tiene su lugar de origen en
América también. Sin duda, han existido culturas que durante largo tiempo se
mantuvieron cerradas a cualquier influencia, como en efecto sucedió con algunas
culturas del lejano oriente, pero, al cambiar el contexto histórico con la aparición
del capitalismo, éste necesitó expandirse para apropiarse de riquezas naturales
ajenas y de ampliar el mercado para su productos, situación a la cual no pudieron
sustraerse los demás pueblos del mundo, ya sea para defenderse o para
incorporarse a la nueva realidad.
Es innegable que la cultura dominante posee más influencia en las otras
culturas, por su condición de vulnerabilidad, que éstas en aquélla, pero, aún así,
en un mundo intercomunicado no se puede evitar que todos nos impactemos
recíprocamente, ya sea de manera consciente o inconsciente, voluntaria o
involuntaria, buscando llenar nuestras estructuras de sentido o tratando de mejorar
nuestras condiciones económicas. No podemos evadirnos, pero sería deseable
que pudiéramos establecer entre nosotros relaciones sociales y culturales con
base en la comprensión y respeto mutuo a fin de enriquecernos entre sí. Sin
51
embargo, es difícil que esto ocurra mientras prevalezca un intercambio económico
donde las asimetrías entre los países no tienen ningún mecanismo de
compensación, de manera que esa relación desigual, que es ventajosa para los
poderosos y desfavorable para los países pobres, se traslada al ámbito cultural
donde se trata de proyectar su dominio promoviendo un pensamiento único que
someta los valores locales y haga sucumbir su identidad cultural.
No obstante esta situación, la globalización es un proceso inacabado, lo
que significa que el neoliberalismo no es el fin de la historia, por más que el
capitalismo tardío quiera que sus intereses de libre mercado sean eternos. Ahora
bien, urge que la oposición al neoliberalismo figure en la agenda política individual
y colectiva de manera cada vez más decidida, pues de otra manera, las secuelas
que va dejando de deterioro de la naturaleza y de pobreza y marginación con sus
nefastas consecuencias, hará más difícil y dolorosa cualquier recuperación.
Parece que estamos en los mejores momentos de la modernidad, donde el
progreso y la prosperidad nos hicieron abrigar la esperanza de que éstos fueran
una realidad gracias al desarrollo de la ciencia y la tecnología. Pero este progreso
de la razón no se ha traducido en un progreso social, en prosperidad, sino que
cada vez tenemos mayor desarrollo científico tecnológico pero paradójicamente,
cada vez más injusticia social. Al final de cuentas, quien ha triunfado es la razón
instrumental que el neoliberalismo trata de ensalzar en detrimento de los valores
humanos. A pesar de ello, el capitalismo tardío proporciona los elementos para
pensar que otro mundo es posible, como lo describe Ianni en la siguiente cita:
52
“En lugar de un horizonte cultural único, homogéneo, sedimentado, se
descubre un horizonte cultural diversificado, múltiple, en movimiento. A
medida que las diferentes sociedades, culturas, tradiciones lenguas y
religión se encuentran, tensan y mezclan, surge la pluralidad de
perspectivas”83.
En esto reside, precisamente, la riqueza del encuentro cultural: la
globalización y la interculturalidad, dentro de sus contradicciones obvias,
configuran una considerable oportunidad de conformar nuevos modelos de
convivencia. La apuesta que deberíamos seguir para lograr la composibilidad,
partiendo de que la globalización en sí es inevitable, sería construir un modelo de
interculturalidad alternativo al modelo preconizado por el neoliberalismo que
conduce al pensamiento único y a la mercantilización del saber; de otro modo, se
impondrá la sutura con las consecuencias, ya tan lamentablemente conocidas, de
deshumanización que nos asedian a todos. Si queremos un verdadero
universalismo, éste tendrá que construirse con lo mejor de los pueblos y sin
supeditarse a criterios mercantilistas. Es debido a lo anterior que la
interculturalidad se presenta como una puerta de posibilidades para que la
globalización no sólo no resulte tan abrasiva, como se teme pueda ser, sino que
permita un auténtico enriquecimiento mutuo. Pero aún falta mucho por hacer con
relación a esta temática, la cual ocupará los capítulos siguientes.
83 Ibíd., op. cit., p. 56.
53
A continuación, se analizará la cuestión de la interculturalidad como aquel
modelo que presupone una forma de relación entre culturas diversas, una relación
respetuosa y horizontal, que busca la integración y el enriquecimiento para
superar los conflictos. La globalización que ha de asociarse a esta interculturalidad
deberá partir de aquellos encuentros culturales, regidos por el entendimiento y la
comunicación entre sí, la confluencia y el acuerdo, la conciliación y la concordia, la
integración y el acercamiento, el pacto y la convivencia en una genuina alianza
entre las culturas de esta nuestra gran aldea global.
55
Capítulo 3. La Interculturalidad: la Diversidad Cultural en Perspectiva
3.1 Concepto de cultura
Abordar el concepto de cultura es una tarea compleja porque dicho concepto
ha tenido y tiene diversidad de significaciones, implicaciones y aplicaciones. En
efecto, a lo largo de la historia, esta noción se ha modificado adquiriendo
distintas connotaciones que no sólo envuelven aspectos sociales, sino también
psicológicos, antropológicos, filosóficos, etc. Así pues, para los objetivos de
este estudio, es necesario clarificar el concepto de cultura para poder entender
el fenómeno de globalización y la interculturalidad, puesto que una mala
interpretación de este concepto lleva invariablemente al menosprecio de
algunas formas culturales, en forma proporcionalmente inversa a la
sobreestimación de otras.
Por esta razón, es preciso ir más allá del significado etimológico de la
cultura y analizar las connotaciones que ha ido adquiriendo a través del tiempo,
para poder construir o adoptar un significado compatible con las intenciones de
esta investigación, donde se pretende analizar las relaciones entre
globalización e interculturalidad. De este modo, repasando la evolución
histórica de este término, podemos distinguir distintos estadios del mismo. En
56
la época grecorromana antigua, la cultura se entendía como el cultivo del
espíritu en un sentido individual; posteriormente, y en particular a partir del siglo
XVII en Europa Occidental, se confronta la cultura con la natura84 y se le añade
el aspecto de actividad consciente, con lo que el término cultura se asocia
solamente a la actividad humana. A ello se añade la dimensión social de la
cultura que cristaliza en la noción de «bienes culturales» o de «cultura
material» y que presupone una acción colectiva, es decir, la colaboración de
muchos en una comunidad humana85. No obstante, es muy habitual que el
concepto de cultura sea reducido al arte en sus distintas manifestaciones
(literarias, pictóricas, etc.), así como con las actividades relacionadas con
ellas86, como asistir al teatro, a los museos, escribir o leer literatura, etc.; o
incluso reducirla a la educación –asociando incorrectamente también– el grado
de educación de un individuo (o de una comunidad) con la cultura.
Sin embargo, existen otras perspectivas del concepto de cultura como
las que realizan análisis comparativos entre ellas, las cuales se basan en la
etnología y la antropología física y cultural87. A continuación, se presenta una
noción de cultura desarrollada dentro de estas perspectivas, el cual tiene
además una fuerte influencia de la etnografía:
84 La noción antigua de cultura como cultivo del espíritu no contraponía cultura a naturaleza, sino que ambas estaban en cierto modo imbricadas entre sí.
85 Diccionario digital de filosofía Herder.
86 Pallares, Enrique 2000, Perfiles de la cultura contemporánea, Universidad Autónoma de Chihuahua, México, p.16.
87 Ibíd., p. 17.
57
“…es aquel todo complejo que incluye el conocimiento, las
creencias, el arte, la moral, el derecho, las costumbres y
cualesquiera otros hábitos y capacidades adquiridos por el hombre
en cuanto miembros de la sociedad”88.
En este concepto, se mencionan todas las actividades humanas
generadoras de sentido, como las creencias, las cuales implican la religión o
los ritos; el arte, el cual abarca la danza, la música, las artesanías; la moral y
los valores, los cuales comprenden la visión y la construcción del mundo de
dicha cultura y la forma en la que lo enfrenta. Como puede advertirse, dentro
de esta concepción, el imaginario colectivo89 posee una enorme importancia
dentro del proceso cultural, pues, gracias a éste, es posible la conservación y
transmisión, de generación en generación, de rasgos culturales propios tales
como el lenguaje, el vestido, la comida, la música, la técnica o artefactos, entre
otros; todo lo cual es condición indispensable para la existencia y permanencia
de una cultura específica.
A continuación se presenta la definición de cultura que está influenciada
por un enfoque plural y relativista, perspectiva que será analizada más
adelante: “Una cultura es un sistema históricamente derivado de estilos de
vida, los cuales tienden a ser compartidos por los miembros de un grupo”90 . El
88 Ídem.
89 El concepto de imaginario colectivo que es utilizado aquí proviene de la sociología y alude a las creencias y costumbres comunes de los pueblos que tienen una identidad o raíz común. También se refiere al conjunto de imágenes interiorizadas a través de las cuales se mira y se significa el entorno social y cultural propio.
90 Ídem.
58
hecho de poder hablar de un sistema históricamente derivado de estilos de vida
implica todos los elementos propios de la cultura –lenguaje, comida, vestido,
valores, creencias, arte–, los cuales son el resultado de un proceso de
interacción entre el ser humano y su medio, que se ven modificados por la
sociedad misma como consecuencia de los acontecimientos sociales y
naturales. De acuerdo con estas definiciones, la construcción cultural de cada
grupo social se ve influida, asimismo, por las condiciones geográficas y
naturales. A partir de este conjunto de circunstancias primigenias, el ser
humano construye la realidad y la forma en la que se enfrenta al mundo. Por
esta razón, existen, por decirlo así, diversas versiones del ser humano91, es
decir, cada grupo cultural posee un lenguaje propio92, vestimenta tradicional,
alimentos populares, ritos, valores, etc.
En suma, podemos entender por cultura un conjunto de significados que
son transmitidos entre generaciones, a través de los cuales comprendemos y
nos representamos la realidad, conformando nuestra identidad como sociedad,
con un pasado, presente y futuro. Dentro de esta perspectiva y de acuerdo con
Mario Teodoro Ramírez, encontramos que en la primigeneidad de la cultura se
desprende la posibilidad de acceder a una interpretación del mundo: “… los
hechos se dan siempre en un marco de comprensión e interpretación –en el
marco pues de una cultura”93.
91Beuchot, Mauricio 2005, Interculturalidad y Derechos Humanos, siglo XXI, México, p. 12.
92 A pesar del predominio de la lengua inglesa como idioma universal que se ha impuesto en
las diversas actividades internacionales como los negocios o la comunicación en general.
93 Ramírez, Mario Teodoro 2000, “¿Qué es filosofía de la cultura”, Devenires, Vol.1, No. 1, México, p. 22.
59
Al inicio de este capítulo, se mencionó que el concepto de cultura ha
sido, con frecuencia, mal interpretado y que esto ha provocado como
consecuencia algunos equívocos, como el prejuicio de que algunas culturas
están en un nivel de desarrollo superior a otras94. El origen de esta idea
errónea proviene de ciertos estudios antropológicos donde la palabra cultura ha
estado ligada, semánticamente, a la palabra alemana kultur, la cual poseía una
íntima relación con la noción de verdad.
“… el conocimiento de la verdad es acumulativo a lo largo del
tiempo, y como consecuencia produce una sustitución gradual de la
superstición y la ignorancia. Su continuo crecimiento mediría el
progreso humano desde la barbarie hasta la civilización”95.
Dicho de otro modo, en la medida que una cultura muestra más verdad
dentro de sus obras –en este caso quizá ligada a la idea de progreso–,
poseería más kultur y, por tanto, sería más civilizada y desarrollada. Como se
puede apreciar, dentro de esta concepción no existe como tal la diversidad
cultural, sino más bien distintos estadios de conocimiento, es decir, de
desarrollo, pues la civilización depende del grado de kultur que cada cultura
posee. Más que considerar la acumulación de verdad dentro de la cultura, es
necesario tomar en cuenta la acumulación de información dentro del proceso
cultural, ya que es la transmisión de información e ideas lo que permite al
94 Aunque sea difícil eliminar los conflictos que provoca la polisemia del término cultura e incluso el de interculturalidad, sí es necesario combatir la noción que aquí se señala porque, en efecto, nos aboca a una noción colonialista de la cultura.
95 Pallares, op. cit., pp. 18-19.
60
individuo humanizarse96 y encontrar su lugar en el mundo, significarlo y
enfrentarlo.
En este caso puede repararse en que la noción de kultur es una noción
limitada y sesgada acerca de la cultura que ha contribuido a una concepción
errónea de la misma, en la cual existe una evidente actitud discriminatoria al
considerar que no todas las culturas poseen el mismo valor, en función de su
distinto “nivel de desarrollo”. Tales concepciones deben ser combatidas para
que el proyecto intercultural pueda dar frutos en la medida de lo posible, esto
es, para que sea viable y no sólo deseable. Dicho de otra forma, es necesario
defender y difundir la importancia que tiene el respeto a la igualdad (de
derechos, a la justicia) y a la diferencia97. Aún más, dentro de la concepción de
cultura es importante tener en cuenta que ésta no es un sistema cerrado ni
terminado, sino dinámico y abierto porque está en constante movimiento en
virtud de los cambios sociales y del desarrollo tecnológico, que tienen un fuerte
impacto en ella.
3.2 Identidad cultural y la idea del Otro.
En medio de los procesos económicos, sociales, políticos y culturales que
están en curso98, el tema de la identidad cultural es de especial importancia
para el análisis de la interculturalidad. El problema de la interculturalidad, en un 96 Cf. Beuchot, p. 10.
97 Cf. Beuchot, p. 9.
98 En nuestro país y en todo el mundo bajo el predominio del neoliberalismo.
61
mundo de globalización neoliberal, presenta al menos dos enfoques diferentes
y contrapuestos: uno, con relación a su pertinencia y otro, a su trascendencia.
En principio, al consultar sobre el tema de la identidad cultural, nos
encontramos con la dificultad de tener que trabajar con una profusa literatura al
respecto, pues son muchas las definiciones que los diversos autores han
ofrecido acerca de la identidad cultural, pero todas ellas abordan la cuestión de
esta identidad en los sentidos ya mencionados. Es decir, para unos, se trata de
preservar la cultura propia que se percibe amenazada por la globalización y el
contacto inevitable con otras culturas; para otros significaría, en cambio, una
oportunidad de enriquecimiento mutuo.
Como se puede observar en la primera postura, la búsqueda y
preocupación por la identidad cultural va orientada a contrarrestar cualquier
rasgo o elemento ajeno y procedente de otra cultura. Si vemos la búsqueda de
identidad desde esta perspectiva puede apreciarse con claridad la actitud
etnocentrista (a la cual ya se ha aludido y que se explicará detalladamente más
adelante), la cual actúa como una especie de mecanismo de defensa. No
obstante, es posible considerar que la defensa de la identidad en este caso no
sea necesariamente una actitud reactiva o negativa, sino que está inscrita en
un proceso de reproducción “natural” de nuestra cultura, sin que ello impida
considerar que, para algunas personas, haya elementos culturales ajenos que
sean comparativamente desagradables. Sin embargo, la actitud deliberada de
erigir una barrera a las influencias culturales externas o el mero temor a la
interacción con otras culturas, por el riesgo de ser “contaminados”, sí resulta
problemática. Asimismo, también sería problemático tomar la actitud extrema
62
contraria, esto es, la de abrazar sin reparo los elementos culturales
provenientes de otras culturas a cambio de repudiar los propios. Pese a esto,
cabe otra postura más abierta a la vez que moderada de interactuar con otras
culturas buscando el enriquecimiento mutuo.
Así entonces, la noción de identidad cultural presenta al menos dos
vertientes con sus respectivas matizaciones, las cuales tratan de construir la
identidad a través de la pertenencia o de la diferencia. En la primera vertiente,
la forma de construir la identidad cultural es por medio del sentido de
pertenencia o participación, es decir:
“… obedece a las preguntas a qué pertenezco, de qué participo.
Esta definición está en función de los vínculos reales que atan el
destino de las personas por su pertenencia a un lugar o linaje, o bien
de su oficio o profesión”99.
En este caso es considerada y valorada la tradición cultural y la
narración histórica, como símbolos fundamentales para la conformación de
identidad y pertenencia de un individuo con su medio cultural y social. Dentro
de esta perspectiva, es necesario tomar en cuenta que la cultura y la sociedad
están en constante movimiento: las circunstancias y los contextos cambian, de
modo que no sólo debe existir una conexión con el pasado, sino también con el
presente para poder realizar una proyección hacia el futuro. Si bien existen
elementos en la cultura que son relativamente estables, es decir, se mantienen
99 Ídem.
63
en mayor o menor medida a través del tiempo, tales como la historia, los
símbolos nacionales o el idioma, debe considerarse a la identidad no
únicamente como una identificación con un pasado y símbolos en común, sino
como un proceso sano de identificación constante con el medio social y
cultural.
Mientras que en la segunda vertiente, regida por la diferencia, la
identidad se establece por el contraste con los otros y se realiza por medio de
un proceso de abstracción, gracias al cual obtenemos aquellas características
o aquellos elementos que nos hacen diferentes al resto de las culturas100.
“Se busca construir una identidad a partir de la otredad y la
diferencia con una conciencia opositora que opere a través de la
negatividad y no de la positividad”101 .
A pesar de la validez que posee definir la identidad a partir de la
diferencia y el contraste, esto podría suscitar más divisiones y prejuicios entre
las culturas, en lugar de facilitar el acercamiento y el diálogo. Dicho de otro
modo, al buscar lo que hace a una cultura especial o diferente, puede ocurrir
que dicha búsqueda dirija a la cultura en cuestión hacia un nacionalismo
cerrado por considerar su particularidad como algo superior.
100 Cf. Pallares, p. 90.
101 Pallares, op. cit., p. 91.
64
En consonancia con las posturas anteriores, podemos encontrar una
gran diversidad de definiciones de identidad cultural, como las siguientes:
“La identidad cultural constituye los valores en los que se
fundamenta nuestra manera de ser y considera deseable resaltar y
exaltar aquello que nos torna peculiares y nos distingue de las otras
culturas”102 .
“La identidad cultural no es una identidad física, se hereda en gran
medida; es el conjunto de representaciones, de tradiciones, que
permiten a una sociedad reproducirse, mantenerse en el tiempo”103.
La primera corresponde a la definición por diferencia; la segunda
concierne a la de pertenencia. Ambas tratan de esbozar las características y la
esencia de la identidad cultural, sin embargo es necesario considerar más
aspectos con relación a dicha identidad, tales como: la casi imposible
homogeneidad cultural dentro de un mismo país104, la falta de conciencia
colectiva sobre la realidad social y cultural, tratando de evadir los cambios que
se suscitan o, también, la interacción entre culturas y el impacto que esto trae
consigo. Ahora bien, entre estas dos posturas contrapuestas, que tratan de
preservar la identidad cultural y de interactuar con otras culturas para el
102 Ibíd., op. cit., p. 02.
103 Ídem.
104 Haciendo referencia a la cultura dominante del mismo, pues dentro de ésta se dan distintas valoraciones de la realidad, sin incluir aquí las diversas etnias, en caso de que el país sea multicultural, las cuales participan, de igual manera, dentro de su propio proceso de identificación.
65
enriquecimiento mutuo y respectivo, cabe una postura intermedia o
conciliatoria, que se abre a la relación con otras culturas –lo cual además es
inevitable, como se ha estado diciendo, en virtud de la globalización– al mismo
tiempo que es capaz de conservar sus elementos culturales más profundos. En
otras palabras, es viable y deseable preservar la identidad mediante la
dialéctica de la pertenencia y la diferencia.
En consecuencia, se ha de reconocer que resulta complicado definir a la
identidad cultural porque involucra muchos aspectos tanto colectivos como
individuales. Lo anterior se debe a que la cultura provee herramientas y “…
proporciona los esquemas con los que los hombres analizan e interpretan”105.
Por esta razón, generalmente, cuando en las ciencias sociales se habla de
problemas relacionados con la identidad, se hace referencia a procesos de
construcción de la realidad106. Es decir, conocemos el mundo a través del
conjunto de significaciones que nos proporciona nuestra cultura y nuestro
medio social. Tal como lo comenta Esquirol “el mundo de la vida es en el que
se constituye la identidad”107. De esta manera podemos entender a la identidad
no como algo acabado, cuya finalidad es sólo preservar la cultura como si fuera
una pieza de museo, sino como un proceso de identificación constante, tanto
con el medio cultural como con el medio social.
105 Baraño, Asunción, García, J., Cátedra, María y Devillard, Marie 2007, Diccionario de relaciones interculturales, diversidad y globalización, [s.l.], p. 183.
106 Ídem.
107 Esquirol, Josep 2005, Uno mismo y los otros, Herder, Barcelona, p. 23
66
En definitiva, el individuo va haciendo parte de sí los elementos con los
que interactúa de manera constante, no sólo aspectos como la narración
histórica –la cual es muy importante–, los símbolos nacionales, las costumbres
y tradiciones, sino también con aspectos más comunes y cotidianos, como los
olores, los sabores, los colores, las personas o la infraestructura propia del
lugar de origen; de alguna manera todos estos forman parte del proceso de
identificación108. Si entendemos la identidad cultural como un proceso
constante y abierto –cuya apertura no implique ninguna actitud despectiva
hacia la cultura propia–, esto podría posibilitar relaciones interculturales en las
que hubiera la menor cantidad de suturas posibles. De esta manera, una
noción de identidad cultural más dinámica y abierta puede contribuir de manera
considerable a que las relaciones que se dan entre culturas diferentes –que
ahora son inevitables– se den en un ambiente de diálogo, lo que presupone un
marco básico de comprensión y respeto. Con estas palabras lo describe
Esquirol:
“La hospitalidad no nos hace perder raíces y, sin embargo, nos hace
más ligeros, nos aleja de las identidades estáticas y rígidas para
actualizar el proceso de identificación”109.
Al hablar acerca de identidad cultural, también nos referimos a
elementos que participan dentro de la conformación de ésta –como lo vimos al
inicio del tema– tales como son la búsqueda de la particularidad y de rasgos
108 Ídem.
109 Ibíd., op. cit., p. 37.
67
especiales de la cultura propia, es decir, nuestra versión de “ser humanos”.
Asimismo, la narración histórica, las tradiciones y las costumbres, las cuales
nos conectan con el pasado, nos unen con el presente significándolo para
darnos el sentido de pertenencia y poder construir una perspectiva del futuro.
Todos estos elementos forman parte de nuestro proceso de identificación
cultural y social. No sólo nos brindan las estructuras para significar y
comprender al mundo, sino que en sí mismos representan y son un mundo
para nosotros. Es decir, dentro de nuestra vida cotidiana, elementos tales como
nuestro lenguaje, alimentos o problemáticas sociales, propias de nuestro
contexto cultural, representan nuestro mundo; el mundo en el que actuamos, el
mundo en el que somos y al que sentimos pertenecer. Por esta razón, no
siempre es sencillo asimilar la idea del otro, de otros mundos, si en este caso,
entendemos a la identidad como mundo, con todo lo que esto representa. Las
relaciones interculturales, el encuentro con el otro, es un encuentro
precisamente de estructuras significativas diversas: “La situación intercultural
básica es la de un encuentro de mundos”110.
En contraste con la noción de identidad cultural de los pueblos
sometidos a los intereses de las naciones hegemónicas, la idea del otro ha
estado supeditada al etnocentrismo de Occidente –particularmente al
eurocentrismo–, que durante largo tiempo se ha considerado a sí mismo el
centro de conocimiento y del desarrollo. Así, en razón de ello, determinan como
lo otro a todo aquello que les es diferente y que consideran inferior o marginal,
110 Ibíd. op. cit., p. 41.
68
tal como en su época lo hicieran los griegos o el Imperio Romano al llamar
“bárbaro” a todo aquello que se encontraba fuera de ellos y que les era ajeno.
Ahora bien, dentro de la perspectiva que sigue esta investigación no
entenderemos por otro aquello que está fuera del mundo occidental ni de
nuestro mundo y que convenimos prejuiciosamente como inferior, innoble o
nocivo en sí mismo por ser diferente a él. En cambio, sí entenderemos por otro
a aquél que posee una identidad diferente a la nuestra, pero que participa al
igual que nosotros de un proceso de identificación, sólo que con una versión
cultural un tanto diferente a la nuestra. En este sentido, cualquier elemento
proveniente de otra cultura, particularmente con un lenguaje distinto, será lo
otro sin indicación despectiva alguna111. Así pues, un europeo representaría el
otro para un asiático, por ejemplo.
A lo largo de la historia han sido inevitables las interacciones culturales,
sin embargo, en la actualidad con la globalización neoliberal han adquirido
mayor fuerza incidiendo en los procesos económicos, sociales y culturales de
todos los pueblos del planeta y, en particular, de los latinoamericanos, gracias
al desarrollo tecnológico de las comunicaciones y los medios de transporte, los
cuales han permitido un acercamiento físico y virtual sin precedentes. En este
contexto, la presencia del otro ahora es algo inminente, incluso aquéllos que
111 He de advertir, para evitar ambigüedades y equívocos, que mi reflexión se centra en el ámbito de Latinoamérica, vista como una unidad geográfica con una historia y lengua común. Pero, además, la resignificación del otro se hace desde una concepción democrática, que busca la equidad. Asimismo, considerando que los conceptos operan como unidades de análisis, admito que, si bien el concepto de interculturalidad es muy amplio y abarca relaciones como las de género o de clase social, en este estudio su significado se ciñe básicamente a la relación entre culturas extranjeras. Es decir, el acento de la interculturalidad y con ello del otro y de la identidad cultural está restringido a la relación con otras culturas extranjeras, dado que es el enfoque con más significación dentro del marco de la globalización.
69
nos parecían tan lejanos, exóticos o míticos, son una realidad incuestionable y
están relativamente cerca de nosotros. Esta aparente cercanía nos genera en
principio desconcierto, incertidumbre y, en ocasiones, temor porque podríamos
sentir amenazado nuestro mundo, nuestra identidad, lo cual siempre es una
probabilidad en virtud del contacto con otras culturas. El sentir amenazado
nuestro mundo o identidad, generalmente, lleva a cerrarse ante la posibilidad
de la interacción y del diálogo. Sin embargo, la cerrazón no es una alternativa
ni siquiera una posibilidad, de ahí que lo mejor sea procurar la interacción,
mediante el diálogo, de procesos de identificación más ricos en experiencia.
Ahora bien, uno de los riesgos que encontramos para abrirnos al otro es el no
poder alcanzarlo, una especie de ausencia constante, a pesar de su presencia
inevitable. El no poder comprenderlo es no poder entrar en su mundo, pues nos
sería imposible salirnos del nuestro por completo.
Dentro de las cuestiones de interacción intercultural, son diversas la
reacciones que pueden suscitarse debido a nuestra condición humana,
cambiante e impredecible, confusa y llena de matices, como los procesos
interculturales propios. El temor, en algunas ocasiones, es la respuesta que se
tiene ante la inminente presencia del otro, construyendo barreras impenetrables
para no ser invadidos por su mundo, para no vernos contaminados de sus
significantes, los cuales nos pueden parecer nocivos para la identidad propia.
Este temor a relacionarnos con otras culturas también se relaciona con el
miedo a que se produzcan las crisis culturales, las cuales surgen dentro del
desarrollo propio de una cultura cuando ciertos valores pertenecientes a ésta
70
son cuestionados al ser confrontados con culturas ajenas112. En este sentido,
dichas crisis surgen principalmente:
“… por el contacto con otras culturas, pues no es extraño que
elementos de la propia sean puestos en tela de juicio por el
conocimiento de elementos de otras culturas que perturban a la
propia, o por elementos de otra cultura que son incorporados a la
propia y causan problemas a otros, o incluso su desaparición”113.
Al estar en contacto con otras culturas, en mayor o menor medida, es
inevitable el intercambio de información y significantes, así como también la
reflexión y la crítica de éstos, lo que en muchas ocasiones puede llevar a
considerar más prudente y adecuado un valor externo a la cultura propia. Lo
anterior puede suscitar inseguridad al sentir que se pueden perder las certezas
de nuestras estructuras significativas, caer en el vacío de la incertidumbre,
reconocerse como sólo una manifestación o una manera de ser humano y
sentir que se pierde aquello que nos provee de sentido. No siempre es sencillo
asimilar tales procesos, por esta razón se busca negar o ignorar la presencia
del otro. Sin embargo, a pesar de la incertidumbre que la interacción
intercultural causa, es difícil, en algunos casos, resistirse a la atracción que nos
produce lo diferente a lo propio, la sensación de lo inalcanzable, la
determinación de lo propio a través de lo extraño114. La necesidad de
112 Cf. Beuchot, p. 22.
113 Ídem.
114 Cf. Esquirol, p. 37.
71
construirse a partir de lo externo, enfrentado, a veces, sensaciones
contradictorias, de temor, atracción y necesidad.
Dentro de esta problemática de reconocimiento de lo propio y de lo
ajeno, tenemos, por un lado, los temores, la atracción, la necesidad,
sensaciones encontradas y confusas; por otro lado, se da la indeferencia,
especialmente de quienes se sitúan en el centro, en un grado de desarrollo
económico y tecnológico superior, quienes no tienen interés, generalmente, por
las problemáticas de aquéllos que se encuentran en una situación menos
privilegiada que la suya; la imagen del otro se desdibuja y sólo representa una
posibilidad de poderío y de expansión aún mayor. Algunos, bajo la
circunstancia anteriormente descrita, manifiestan la falta de interés con relación
a la interacción con los otros, argumentan que sólo buscan el respeto a su
forma particular de ser, a su identidad, y de la misma manera consideran que
los otros deben ser respetados tal cual son, que deben tener la libertad para
ser y para manifestar libremente su identidad y particularidad propia. Esta
postura se puede traducir en la temática que nos ocupará a continuación, el
relativismo cultural.
3.3 El Relativismo Cultural
Como se mencionó en capítulos anteriores, los procesos interculturales han ido
adquiriendo cada vez mayor relevancia en la conciencia mundial, dando lugar a
diversas posturas frente a dicha problemática. Una de las más comunes ha
72
sido, sin lugar a dudas, la del etnocentrismo, la cual es la de mayor arraigo en
los distintos pueblos del mundo y ha tenido un fuerte impacto dentro de las
relaciones interculturales, particularmente, en su versión más cerrada e
intolerante que actúa basada en el desconcierto y el temor ante lo extraño o lo
desconocido; circunstancia que ha generado problemas para lograr relaciones
interculturales enriquecedoras.
Este etnocentrismo cerrado e intolerante está impregnado de odio y
temores irracionales que cancelan toda posibilidad de una interculturalidad en
el sentido que sea, como en efecto sucede en algunos países donde prevalece
un fuerte nacionalismo y/o fundamentalismo. En contraste, existe una postura
aparentemente más abierta, en el sentido de más permisiva, pero no en cuanto
a una actitud más dialogal, sino que postula que todas las culturas son
igualmente válidas y que, por tanto, merecen el mismo respeto. Esta postura es
la del relativismo cultural.
“El relativismo… se refiere a una teoría o filosofía según la cual se
argumenta que los valores abstractos, tales como la verdad, la
belleza o la moralidad, no son absolutos, sino que más bien ellos
dependen de la cultura en la cual existen”115.
Para el relativismo cultural, las estructuras significativas no son
absolutas porque su razón de ser se encuentra dentro de la cultura que les da
sustento y sentido. Esta postura propone considerar el contexto cultural,
115 Pallares, op. cit., p. 114.
73
temporal y particular de un grupo para poder significar y comprender todo su
mundo de sentido.
“Para el relativismo cada cultura es una configuración única, con sus
propios rasgos y dimensiones culturales, su particular sabor, estilo y
espíritu”116.
De acuerdo con esta teoría, toda cultura merece ser respetada, de
manera que cualquier comparación o evaluación hecha desde otra cultura no
sería pertinente, pues sólo se reduciría al punto de vista de otra forma cultural.
El problema con esta postura es que si tuviera razón, percibiríamos a las
culturas hasta cierto punto como entes cerrados y estáticos, impidiendo con
ello la posibilidad de realizar un análisis crítico sobre ellas. En apariencia,
parece que esta teoría nos brinda un panorama de apertura y diálogo, sin
embargo, son muchas las objeciones que ésta ha recibido por lo que es
necesario adoptar algunas reservas al respecto, pues su tesis –la verdad
depende del mundo cultural en la que surge– asume que la verdad es relativa
también, dado que los valores de verdad cambian de acuerdo con la cultura.
La actitud de esta teoría relativista de considerar que todas las formas
culturales son válidas y los valores que se practican dentro de ellas también, si
bien, por un lado, representa lo opuesto del etnocentrismo más extremo, por
otro lado, cancela la posibilidad de ejercer la crítica cultural o filosofía de la
cultura, cuyas principales funciones son precisamente el análisis, la compresión
116 Ibíd., op. cit., p. 119.
74
y la crítica de la cultura. Dicho de otro modo, si los elementos de cada cultura
deben ser “respetados” y tomado por “verdaderos” por sí mismos, esto trae
consigo problemas de orden epistemológico y axiológico. Así por ejemplo, si
cada cultura posee una estructura, a través de la cual conoce y se apropia de
la realidad, y si dicha estructura está conformada por una serie de preceptos,
los cuales pueden variar de una cultura a otra, si, además, asociamos estos
preceptos a lo que se considera conocimiento y a lo que se percibe como
verdadero dentro de determinada cultura, entonces se vuelve problemático
porque socava el carácter universal que tiene la ciencia o el criterio de que la
verdad es intersubjetiva. En la lectura del relativismo cultural, estas nociones
perderían sentido y se estaría como en la negra noche donde todos los gatos
son pardos, como decía Hegel en su famosa metáfora.
En cuanto a la cuestión de los valores, de acuerdo a la teoría relativista,
nos encontraríamos con el mismo problema anterior. Bajo el argumento de que
ciertos valores pueden ser considerados necesarios para una determinada
cultura y poseer un determinado sentido dentro de su estructura significativa
tradicional, pero no tenerlo para otras, tendríamos que asumir acciones y
conductas aberrantes que violan los derechos humanos, como el hecho de
apedrear mujeres que se consideran adulteras u otras prácticas similares117.
Además, la posibilidad de crítica también quedaría anulada, lo cual implicaría
negar la posibilidad y necesidad de la existencia de valores universales, de
manera que se estaría en el terreno de todo se vale. Ahora bien, sin dejar de
reconocer que hay un debate legítimo en torno a lo que se considera como
117 Algunas formas culturales no consideran los derechos de las mujeres y niños como necesarios, sin embargo, otros juzgan que son de vital importancia.
75
verdad científica y sobre cuáles deberían de ser los valores universales,
problemáticas que desbordan las intenciones de esta reflexión, sí es posible
comentar que las cuestiones anteriores no afectan de igual manera a la
apreciación del arte, pues éste se considera como una noción menos cerrada
dentro de la configuración de sentido, además de que la finalidad que persigue
no es demostrar una verdad como tal ni tampoco señalar lo que es bueno y lo
que es malo, sino más bien, se trata de una representación que procura el goce
de los sentidos y del espíritu.
La teoría cultural relativista ha recibido, por este tipo de cuestiones,
fuertes críticas dado su carácter tan permisivo e incluso carente de interés y
compromiso en las cuestiones interculturales, al no ir más allá de un aparente
respeto cultural. La tolerancia es plausible siempre y cuando no se confunda
con una actitud de permisividad, pues, dentro de las relaciones interculturales,
la tolerancia es la premisa fundamental para el diálogo. El respeto cultural, si es
abordado mediante la crítica y no para aducir una diversidad como mera
coartada, implica la necesidad de ver al otro como igual, lo cual es
requerimiento indispensable para alcanzar un diálogo fructífero. La tolerancia,
entendida de manera crítica como el derecho que tienen el otro de defender su
forma de vida, es esencial para el análisis de las relaciones interculturales, pero
esto no significa que se excluya la posibilidad y necesidad de mostrarse en
desacuerdo. La mayor dificultad estriba en que este tipo de confrontaciones
entre culturas se mueve en un hilo muy delgado porque puede usarse para
intervenir en la vida política de una nación aduciendo un falso universalismo. La
tolerancia auténtica es, entonces, aquélla que se desarrolla mediante el diálogo
76
entre iguales. Bajo esta perspectiva democrática, el respeto cultural cobra otro
sentido porque que no desprecia ni tampoco subyuga, sino que ejerce la crítica
exponiéndose a ser juzgado del mismo modo.
En cuanto a la noción de igualdad, dentro de este contexto, tampoco es
sencilla de asimilar del todo pues, constantemente, se hace referencia a la
diferencia; las diferencias inevitables entre las culturas, pero ha sido posible
llegar a la diferencia a través de la comparación entre culturas118. La defensa
de la identidad no cancela la necesidad de atender las diferencias entre las
culturas a través de la comparación entre las mismas, porque sólo mediante la
comparación es posible darnos cuenta de lo diferentes que somos, pero,
asimismo, dicha comparación con otras culturas distintas sólo es posible
porque existen elementos comunes. Es decir, a través de la comparación ha
sido posible encontrar lo diferente que somos, pero dicha comparación no sería
posible si no existieran elementos en común que fueran posibles comparar:
“Sólo podemos comprender cualquier fenómeno cuando tiene algunas
similitudes con lo ya conocido”119. De alguna manera, al comparar nuestra
cultura con otra, realizamos ciertos procesos de traducción cultural, como
cuando tratamos de traducir en otro idioma aspectos que son familiares y
creemos que tienen un referente dentro de nuestra cultural120; de este modo,
partimos de lo que nos es familiar y suponemos que existe en el otro lenguaje
un referente parecido al nuestro. De hecho, esta interacción la venimos
haciendo desde siempre para poder interactuar cuando dicha convivencia ha 118 Cf. Ídem.
119 Ídem.
120 Cf. Ibíd., p. 130.
77
sido necesaria y resolver problemas prácticos de tipo económico o político,
pero este tipo de relaciones no son suficientes para los fines de una
interculturalidad más integral y consciente.
En este sentido, es un hecho que existen aspectos comunes a todas las
culturas, a través de las cuales podemos buscar que se dé el diálogo. Para ello,
es necesario considerar el respeto hacia diversidad cultural, tal como lo plantea
el relativismo cultural en cuanto a que el ser humano es generador de cultura,
por lo cual pueden existir diversas formas de ésta. Una vez que se tiene
conciencia de lo anterior, es necesario, además, comprender que no es posible
que las culturas se mantengan fragmentadas o aisladas unas de otras, cada
cual con sus estructuras y significantes; pues de ser así, al igual que sucede
con la imposición cultural, se estaría ante una sutura. Ante esta falsa
disyuntiva, la alternativa más viable y deseable sería una interculturalidad
horizontal donde se fomente el diálogo, entendido como un proceso de
mediación que permite tomar conciencia no sólo del otro, sino también de uno
mismo.
De igual forma, a través del diálogo también se busca el respeto cultural,
pero no a costa del desinterés por los otros. Al estar en constante diálogo,
podremos tomar conciencia de nuestros puntos débiles y fuertes, haciendo
posible con ello una verdadera crítica cultural, contrariamente al relativismo
cultural que se muestra insuficiente o limitado. Pues, si bien acierta, como se le
reconoció, en su afirmación acerca de que el ser humano es generador de
cultura y ello explica por consiguiente la diversidad cultural, su defecto consiste
78
en que asume una actitud “autista” o esquiva hacia la crítica, ya que confunde
la tolerancia con la permisibilidad. En este sentido, la postura relativista
representaría de igual manera una sutura al mantenernos aislados y con la
pretensión de permanecer estáticos, cuando, de hecho, ninguna cultura puede
actualmente evitar entrar en un juego de relaciones con otras. Del mismo modo
que tampoco puede evitar tener una carácter dinámico: está repleta de todo
tipo de procesos sociales, económicos, políticos o artísticos, entre otros, los
cuales también necesitan ser expuestos a los demás y compartidos.
3.4 Interculturalidad
La interculturalidad –que ha sido el objetivo principal de esta investigación– es
un término de un uso muy extendido dentro de las teorías de la cultura, con el
que nos encontramos constantemente y, a medida que pasa el tiempo, parece
tomar fuerza e impacto en el ámbito cultural global. Esto es debido al inevitable
proceso de globalización, el cual hace que se acreciente cada vez más la
necesidad de comunicación y la interdependencia cultural. Por lo pronto, vale la
pena hacer una definición preliminar (aunque en otras ocasiones se haya
planteado en forma implícita) al mismo tiempo que una diferenciación con otro
término aparentemente similar, el multiculturalismo.
La interculturalidad se refiere a la interacción entre culturas
mediante el diálogo horizontal y respetuoso, rechazando cualquier forma de
superioridad o inferioridad, buscando la integración, convivencia y
79
enriquecimiento mutuo, lo cual no está exento de conflictos. En este contexto,
el diálogo permite la comunicación de ideas, de estructuras o de significantes,
que representa uno de los primeros pasos para la comunicación, sin quedar
únicamente en la mera información o transmisión, sino que va más allá, busca
la concientización y la unión cultural, mas no la homogenización porque ésta
trata de imponer un modelo cultural a todas las demás culturas, lo cual
evidentemente significa caer en una sutura, ya que dicha imposición oprime a
otras expresiones culturales diversas, supeditándolas a una supuestamente
“superior”. Las formas de interculturalidad no se limitan a la interacción entre
extranjeros, sino que abarca relaciones de género, ideológicas, sociales, etc. El
multiculturalismo, en contraste, se refiere a la coexistencia pacífica entre
diferentes culturas en el seno de un mismo conjunto, por ejemplo, de etnias o
religiones, lo cual supone una cierta tolerancia aunque no pugna por la
integración mediante el diálogo. En este contexto, ante la inevitabilidad de la
relación entre culturas que promueve en sí misma la globalización actual, se
plantea la necesidad de una relación integradora, para lo cual es necesario que
existan ciertos parámetros reguladores que beneficien dicha integración.
Las relaciones culturales que han sido producto de prácticas
expansionistas, como la globalización neoliberal de nuestros días, han
favorecido a cierto etnocentrismo basado en la noción de kultur, mencionada al
inicio de este capítulo, la cual supone una cultura superior a las demás y que
sirve de modelo a seguir, bajo el presupuesto de que éste los ha llevado a la
situación de privilegio y progreso en que se encuentran. Pero, al mismo tiempo,
ocultan que ese desarrollo proviene, en gran medida, de sus prácticas
80
colonialistas, dicho sea sin menoscabo de sus méritos propios. De manera que,
en esencia, esta postura no tiene –como se puede advertir fácilmente– nada de
integradora, pues propone y presupone el sometimiento de las culturas
supuestamente inferiores, lo que en realidad implica –políticamente hablando–
erradicar las resistencias a un modelo económico depredador como es el
neoliberalismo, el cual se ha caracterizado por empobrecer de manera brutal a
la mayoría de la población, a la vez que ha significado una agresión atroz a la
naturaleza. Esta posición no es, por lo tanto, benéfica para las verdaderas
relaciones interculturales porque postula como superior a la cultura
occidental121 que pretende homogeneizar al mundo con sus presupuestos y
estructuras significativas, reduciendo la cultura a sus intereses económicos.
Ante esta postura impositiva por parte de Occidente y frente al
temor que suscita para muchos la pérdida de la identidad cultural, se produce
una fragmentación cultural. Es decir, las culturas que se sienten amenazadas
procuran mantenerse cerradas como un acto reflejo, a pesar de que esto es
casi imposible actualmente, pero esta postura negativa frente a la interacción
puede generar muchos conflictos debido a que se da la sensación de ser
invadidos y de sentirse amenazados por las posturas impositivas, lo cual trae
como resultado relaciones interculturales tensas, llenas de prejuicios y temor.
Por lo que esta postura reactiva entra en una relación de conflicto en el sentido
de cancelar el diálogo, pues, de algún modo, se percata de que no hay
intenciones del otro, que se asume como superior, de buscar una integración
respetuosa. No significa, como ya se dijo al inicio de este apartado, que una
121 Léase los países capitalistas desarrollados de Europa, además de Japón y Estados Unidos.
81
interculturalidad auténtica esté exenta de conflictos, pero la magnitud de éstos
es diferente.
Evidentemente, esta situación no sirve de ayuda para generar el
diálogo intercultural, el cual se traduce en apertura, comprensión –en la medida
de lo posible– y respeto. Aunque las relaciones entre culturas sean inevitables,
debemos evitar que se den de manera arbitraria, en donde unos se impongan a
otros, en donde no haya comunicación ni diálogo y los beneficios de los
procesos globales sólo lleguen a unos cuantos. La relación económica entre los
países ricos y pobres, dentro del neoliberalismo, se construye sobre la base de
una evidente asimetría. El problema, por tanto, de las relaciones culturales
entre unos y otros, donde el elemento económico es el dominante, provoca que
estas relaciones tiendan a viciarse, lo cual hace comprensible la cerrazón que
algunas culturas muestran y que puede explicarse como un intento de evitar
ser absorbidos. Ahora bien, a veces los pueblos reaccionan instintivamente,
esto es, no siempre hay conciencia plena de lo que está en juego, pero no se
debería interpretar esas actitudes de cerrazón como algo meramente
caprichoso. Es decir, el rechazo a una globalización que se siente como una
amenaza a la identidad propia, que se percibe como una imposición donde se
pretende uniformarnos en un molde de pensamiento único, tiene que ver con
advertir que, por un lado, mediante el discurso, nos aseguran que el modelo
neoliberal es la única ruta posible para lograr el desarrollo122, pero, por otro
lado, nos damos cuenta de que tenemos un empobreciendo cada vez mayor.
En consecuencia, si no separamos la inevitabilidad de las relaciones culturales
122 Motivo por el cual utilizan condescendientemente el eufemismo de “economías emergentes”.
82
de esa base neoliberal, que conlleva evidentes actitudes imperialistas, no se
podrá abonar para construir una interculturalidad en los términos de un trato
horizontal y respetuoso, pues es evidente que no podrá existir un diálogo
democrático sobre una base de desigualdad e injusticia entre los pueblos y los
individuos.
Ciertamente, las relaciones interculturales han existido desde
siempre si entendemos por éstas el encuentro que se da entre culturas, su
necesidad de interactuar, ya sea con fines comerciales, como constantemente
ha ocurrido, o con fines políticos e incluso sociales. Los pueblos o civilizaciones
han visto la necesidad de tejer relaciones entre sí, a veces en forma no
amistosa, como sucede en las guerras donde una nación somete a otra u otras
y traduce su dominio saqueando de distintas formas a los pueblos vencidos,
cobrándoles tributo, comerciando, etc. En estos casos, en los pueblos
dominantes del mundo antiguo e incluso de la Mesoamérica precolombina, se
preocupaban más por las riquezas materiales que por imponerles su cultura,
esto es, su lengua, su religión, etc., como sí sucedió en la conquista de
América por los europeos. Desde luego que también han existido culturas que
se han mantenido en algunos períodos de la historia más o menos aisladas o
cerradas a la influencia de otras naciones extranjeras como sucedió con China
y Japón, y como ha ocurrido durante mucho tiempo con algunos pueblos
originales de América, que se remontaron a las montañas o selvas más
inaccesibles para escapar de los invasores europeos. Tal reclusión cultural,
dicho sea de paso, les permitió conservar muchos rasgos culturales propios
que de otra manera se hubieran perdido irremediablemente.
83
Pero, hoy en día, en la era de las comunicaciones, el vertiginoso
avance de la ciencia, de la tecnología y de los medios de transporte hacen,
prácticamente, imposible cualquier intento de evadir el contacto con otras
culturas, lo que no significa que, necesariamente, se tenga que sucumbir a la
cultura de los países hegemónicos, que se tenga que renunciar a toda forma de
identidad, o incluso que se erradiquen por sí solas las peores manifestaciones
de etnocentrismo, tanto de pueblos subdesarrollados como desarrollados. En
otras palabras, hay que insistir en que la globalización no necesariamente
implica una supremacía cultural de las naciones hegemónicas en lo económico,
científico y militar, que es lo que pretende el neoliberalismo al promover de
distintas maneras un pensamiento único, de ahí la pertinencia de sostener una
propuesta intercultural. Es decir, la globalización es inevitable pero el
neoliberalismo y sus políticas no tienen por qué ser una fatalidad o condena.
También es cierto que siempre se ha tenido que convivir con las culturas
vecinas o con las que cohabitan dentro de un mismo territorio e, incluso, eso
era y ha sido motivo de innumerables conflictos. Ahora tenemos que manejar
no sólo la convivencia con quienes compartimos territorio, lo cual es un punto
importante y aún no resuelto, sino también la convivencia con nuestros vecinos,
que, además, se ha convertido en una convivencia a escala planetaria. La
complejidad consiste en que se ha vuelto necesario comunicarse con culturas
que parecían lejanas no sólo en espacio sino también en tiempo.
La problemática de estas cuestiones es muy vasta y se dan tanto
en el interior de un país multicultural como México, donde las minorías étnicas
84
aún no han recibido el reconocimiento, el respeto y la oportunidad de diálogo
suficiente, como en el exterior con respecto a otras naciones con las que
necesitamos intercambio económico, político y social. Tenemos, así, una
compleja red de relaciones entre pueblos con identidades culturales distintas,
un mosaico cultural de pueblos originales que mantienen su lengua, atuendos,
prácticas religiosas sincretizadas y algunas costumbres propias. Ante este
panorama, en particular frente a las relaciones interculturales de la
globalización, son muchas las propuestas que surgen. Algunas voces plantean
que las culturas económicamente más débiles deben apegarse a los criterios y
parámetros del modelo neoliberal o de libre mercado, como prefieren llamarlo,
porque, según su interpretación, las economías “emergentes” podrán alcanzar
de este modo un alto nivel de desarrollo económico. Este tipo de propuesta de
la ideología neoliberal es una falacia porque los hechos demuestran lo
contrario: cada vez nos alejamos más de cualquier posibilidad de desarrollo.
El constante empobrecimiento y exclusión social de cada vez más
personas contrasta con los grandes logros tecnológicos, algunos de los cuales
ciertamente se han extendido a grandes capas de la población, como los
teléfonos celulares, por ejemplo. Pero se ha de advertir que este tipo de
fenómenos se produce porque la masificación de los productos y la
competencias permite abaratar sus precios, además de representar jugosos
negocios por los altos volúmenes de ventas alcanzados y porque mantienen a
mucha gente como clientes cautivos de por vida, al mismo tiempo que les van
añadiendo más servicios que incrementan sus ganancias. Pero todo esto, en
modo alguno, evita las consecuencias negativas en lo económico y lo social,
85
como la enorme pobreza y el fenómeno de la inseguridad pública, al tiempo
que tampoco puede impedir, en el terreno de la cultura, la homogenización de
sentidos y comportamientos que promueve el modelo neoliberal123.
Permitir la imposición de este modelo, cuyo sesgo mercantilista
ocasiona tan graves daños, implicaría una sutura, pues paradójicamente el libre
comercio ahogaría el libre intercambio de ideas o el respeto a la diversidad
cultural. Esta postura, entonces, no permitiría el diálogo entre culturas, dado
que únicamente se transmitiría información y significantes en un sólo sentido, a
saber, el de la cultura dominante que reduce todo lo que toca a mero valor de
cambio. Por el contrario, la propuesta de la interculturalidad, o bien el modelo
intercultural, pretende que todos estos procesos sociales, que nos llevan a la
interacción con formas culturales distintas a la nuestra, se den en un marco de
respeto y comprensión, siendo el diálogo el camino para lograrlo.
“Se trata no sólo de aceptar y respetar las diferencias, sino también
de valorarlas y educar a los ciudadanos en los principios guía de la
convivencia entre sujetos culturalmente diferentes”124.
La interculturalidad pretende lograr una verdadera comunicación y
comprensión, dentro de lo posible, de las estructuras significativas
pertenecientes a culturas diferentes. Es decir, busca comprender que cada
cultura posee preceptos nucleares que conforman su mundo de sentido y que
123 Alcalá Campos, Raúl 2004, “Globalización, modernización, ética y diálogo intercultural”, Ética y diversidad cultural, fondo de cultura económica, México, p. 302.
124 Diccionario de relaciones interculturales, op. cit., p. 183.
86
son fundamentales dentro de su desarrollo y configuración como seres
humanos. Esta búsqueda de comprensión no se da en un marco cerrado con
respecto a la crítica, tal y como generalmente se da dentro del relativismo
cultural, sino que va más allá y muestra un verdadero interés por la
determinación de lazos entre culturas que permitan llegar a mejores estadios
como seres humanos. El diálogo intercultural, lejos de provocar que las culturas
se aíslen o se fragmenten a causa de la interacción, las enriquece siempre y
cuando mantengan una postura abierta, con pretensiones de alcanzar
conciencia de las formas significativas propias y de los otros. También evitaría,
en la medida de lo posible, los prejuicios y las actitudes rígidas, que se pueden
traducir como mala información que daña la posibilidad del diálogo, el cual
representaría “…el intercambio libre de ideas… para transformar la cultura y
liberarla de la mala información destructiva, de modo que la creatividad pudiera
actuar sin trabas”125. El diálogo mantendría a las culturas unidas por el lazo de
las ideas, pero sin dejar de lado el pensamiento crítico, pues de ser así, sin la
crítica cultural, se perdería un mundo de posibilidades y se mantendrían las
perspectivas estáticas; mientras que el diálogo y la crítica suponen movimiento,
la libre creación de nuevos horizontes, valores y estructuras.
Es cierto que una interculturalidad en estos términos no pretende
desdibujar la identidad cultural, sino más bien que todos los presupuestos que
poseen significado permanezcan, mientras que los que carecen de él se abran
hacia nuevas formas más enriquecedoras para sus culturas, formas que no
sean impuestas por otros, sino creadas a través del diálogo. De este modo, la
125 Bohm, David y Peat, David 1988, Ciencia, Orden y Creatividad, las raíces creativas de la ciencia y la vida, España, p. 265.
87
tradición de apedrear mujeres como castigo por adulterio en pueblos donde
rigen este tipo de prácticas, no tendría un significado cultural positivo para
ninguna cultura, ni siquiera para la que lo promueve, porque lo único que
consigue es alimentar en la conciencia social estructuras mentales rígidas,
prejuicios y fanatismo, mas no estructuras de justicia, ya que se incurre en un
evidente desprecio por la vida y la dignidad humana. En otras palabras, este
tipo de prácticas no podría prosperar como valores universales ni relativos y no
podría ser apropiado por ninguna cultura, dada su naturaleza injusta e
inaceptable.
A través del intercambio cultural crítico y respetuoso, podemos
tomar conciencia de nuestros presupuestos determinando cuales de ellos son
ya carentes de significado o sentido y que, tal vez, seguimos ejerciendo de
manera inercial en virtud de que se encuentran muy enraizados dentro de
nuestras formas culturales. Así, el diálogo con los otros nos permitirá
identificarlos –lo mismo a las otras culturas– para analizarlos y revisarlos,
enriqueciéndonos y permitiéndonos mejorar como seres humanos. Lo anterior
es hasta cierto punto similar a la propuesta de Mauricio Beuchot con su
“hermenéutica analógica”126, de la cual afirma que pretende:
“(…) fomentar el diálogo de participación intercultural para los
mejores acuerdos sin pérdida de identidad, es decir, lo que ha
llamado universalidad relativa, en donde los acuerdos logrados
126 Cf. Beuchot, p. 33.
88
permiten una vida comunitaria entre las culturas, pero las cuales
pueden variar con el tiempo”127.
De acuerdo con esta autor, la hermenéutica, entendida como medio
de interpretación de la realidad, permite no sólo explicarla sino también
comprenderla, siendo ambas acciones parte de un mismo proceso. Ésta
hermenéutica analógica nos permitirá alcanzar puntos de vista acerca de las
semejanzas entre las culturas, aminorando o erradicando el desprecio a las
diferencias128. Para alcanzar lo anterior, antes es necesario encontrar los
universales culturales, los cuales son los aspectos comunes de las diversas
culturas que enaltecen nuestra condición humana. Estos aspectos serán
nuestras pistas para alcanzar la universalidad de los derechos humanos: su
validez, comprensión y aplicación.
Beuchot nos previene acerca de ciertos tipos de hermenéutica que
actúan unilateralmente. Una de ellas es la perspectiva de una hermenéutica
unívoca, la cual considera que sólo una interpretación de la realidad es válida,
en detrimento de las demás. La otra postura es la relativista, para la cual todas
las interpretaciones de la realidad poseen la misma validez. Ambas posiciones
representan polos opuestos entre sí y ninguna es confiable para estudiar las
relaciones interculturales, pues la primera nos conduce a la imposición de una
sólo interpretación y la segunda neutraliza la crítica. Ante estas problemáticas
de interpretación y comprensión de la realidad, la propuesta de Beuchot es la
127 Alcalá, op. cit., p. 312.
128 Cf. Beuchot, p. 33.
89
hermenéutica analógica, la cual pretende ubicarse como el justo medio de las
posturas mencionadas anteriormente. La propuesta hermenéutica de Beuchot
ofrece una actitud más abierta y justa para interpretar las culturas y sus
relaciones, sin caer en actitudes impositivas o permisivas, por lo cual, la
hermenéutica analógica:
“… permite que haya varias interpretaciones posibles y válidas
formando un conjunto ordenado. Ni una sola es válida ni todas lo
son, sino un conjunto, que está ordenado de tal manera que pueda
haber una jerarquía, según la cual sea posible decidir cuándo una
interpretación es verdadera o falsa, y, de entre las verdaderas,
cuáles se acercan más al texto que otras”129.
Precisamente, la finalidad de la hermenéutica analógica es lograr la
comprensión por medio del diálogo y enriquecer la dimensión cultural a través
de la aportación de todas las culturas, gracias a una comunicación que ha de
estar caracterizada por la crítica y el respeto. Es en este punto, en donde la
propuesta de Beuchot cobra sentido dentro del presente trabajo, pues el
diálogo permite aprender del otro, pero también de nosotros mismos: “…es
decir, que sea capaz de aprender del otro y a la vez de criticarlo; que sea
capaz de criticarse a sí mismo y de aprender de su propio proceso”130. Con el
objetivo, como se mencionó, de construir nuevos presupuestos conducentes a
mejorar la condición del ser humano. La construcción de un modelo abstracto
129 Beuchot, op. cit., 35.
130 Beuchot, op. cit., p. 43.
90
de cultura es, por consiguiente, un elemento de gran importancia dentro de la
propuesta de Beuchot, el cual tiene como propósito construir un ideal cultural
que permita a las culturas regirse por él. Pero no con base en una imposición,
sino integrando lo mejor de todas las culturas, las cuales den lugar a un
modelo o arquetipo que responda a los ideales o aspiraciones comunes del ser
humano y donde el núcleo de dicha propuesta de modelo lo constituyen los
derechos humanos.
La propuesta de Beuchot es ajena a cualquier forma de dominación,
de ahí que su preocupación principal sea que la construcción de un modelo
intercultural, sustentado en los derechos humanos, se realice mediante el
diálogo. Este planteamiento es coincidente con el propósito que se trata de
sustentar en esta investigación de grado, sosteniendo que otro mundo es
posible y que su concreción no será una concesión gratuita de los poderosos
sino una lucha desde abajo para construir las condiciones de posibilidad
necesarias para generar, a su vez, los presupuestos indispensables para una
convivencia social fraterna y enriquecedora en todos los sentidos posibles.
91
Capítulo 4. El Concepto de Composibilidad de Alain Badiou: su Aplicación
a la Realidad Intercultural.
4.1 La posibilidad de otros mundos.
En los capítulos anteriores se expuso el impacto que el proceso de
globalización tiene en la cultura y la organización social de todos los pueblos,
especialmente de los países subdesarrollados. Se planteó, asimismo, que la
globalización impulsada por el modelo neoliberal tiende a promover una
homogeneización cultural como el medio más adecuado, supuestamente, para
alcanzar mejores estadios de desarrollo social y económico de este tipo de
países. Sin embargo, las terribles consecuencias económicas, sociales y
políticas, que hemos padecido con la implementación del neoliberalismo, nos
deben poner en guardia ante esas pretensiones de ceñirnos a un pensamiento
único. Ante esta situación, es lógico que algunos sectores sociales consideren
que su cultura se encuentre seriamente amenazada, de ahí que una reacción
esperada sea optar por refugiarse en posturas cerradas como la única forma de
conservar el sentido y significado de su cultura, de salvar su identidad cultural y
no verse arrasados por la corriente homogeneizadora de Occidente. Desde
luego que el temor de estos grupos sociales tiene un cierto fundamento, pero
92
no justifica su postura, pues es evidente que no se podrá lograr el cometido de
poner a salvo su identidad cultural por medio de tal aislamiento voluntario, ya
que el proceso de globalización es ineludible, de manera que una postura
cerrada sólo logrará generar suturas culturales y no podrá, por esa vía, evitar
imposiciones de estructuras sociales carentes de significado.
La aparición e implementación mundial del neoliberalismo, arrastró a
muchas sociedades subdesarrolladas a participar dentro de los procesos de
intercambio, especialmente en la esfera económica, generándoles una serie de
problemas, como el aumento acelerado de la pobreza, la desigualdad, la
inseguridad pública, etc., que se originan por la relación asimétrica de sus
economías con las de los países desarrollados y por la ausencia de
mecanismos compensatorios. En los países periféricos, sus culturas han
reaccionado de distintos modos, sobre todo en función del grado de
independencia o dependencia de sus gobiernos, respecto a los centros de
poder, y del carácter del Estado. En relación con esto, las posturas más
comunes son las siguientes. Para unas culturas que tienen mayor grado de
independencia de sus gobiernos o raíces culturales muy arraigadas, o bien
ambas, han adoptado aquella cerrazón obstinada, ya mencionada más atrás,
que viene provocada por la percepción negativa de una relación cultural con
tintes monolíticos. Otras sociedades han sido más dúctiles a los mecanismos y
criterios del libre mercado, asimilándose a los parámetros impuestos por el
neoliberalismo a través de sus organismos financieros trasnacionales, con la
complicidad de una clase política corrupta, en términos generales, que se
identifica con los intereses del gran capital, así como con una organización
93
popular débil. Entre estas dos posturas extremas se yergue una opción que
entiende que la globalización es inevitable, pero no lo es el neoliberalismo o
que, al menos, puede ser mitigado.
El problema al que nos enfrentamos es, en apariencia, irresoluble
porque, por un lado, el proceso de globalización no puede detenerse y, por otro
lado, tiene como referente al neoliberalismo. Así entonces, pareciera que no
nos deja ninguna alternativa, sin embargo ya hemos advertido en otros
momentos que la globalización no tiene por qué reducirse a los criterios del
neoliberalismo, aunque, sin duda, su impulso actual provenga de él. Por lo
pronto, la situación prevaleciente es altamente preocupante porque está
afectando de manera muy grave a determinados sectores sociales, en especial
a los más vulnerables o desprotegidos, que tienden a ser excluidos de la
sociedad. Mas, pese a este difícil contexto, sí existen alternativas posibles que,
si bien, no son fáciles de alcanzar porque implican remar a contracorriente,
representan una esperanza para dar a la globalización otro sustento y otro
sentido diferente al neoliberalismo.
El primer paso que se ha de dar para recorrer el camino que ha de
conducirnos al desenmascaramiento de esta falsa aporía es reconocer que
existen otras alternativas al patrón neoliberal. Pues, pese a estar inmersos en
esta dura realidad capitalista, donde parece que la única alternativa al
pensamiento uniformizante es el nihilismo, esto no significa que todas las
posibilidades de convivencia intercultural estén acotadas al marco del modelo
neoliberal, esto es, que se agoten en él o en su evasión nihilista. Si
94
admitiéramos aquello, tendríamos que resignarnos a una sutura cultural y
significaría renunciar a la posibilidad de otros mundos, de construir unas
relaciones interculturales justas, manteniéndonos atrapados en una visión de la
realidad estática y carente de significado. Por lo tanto, se ha de asumir desde
un principio que el modelo intercultural no se ciñe a las exigencias neoliberales
de estandarización, las cuales le son necesarias a éste para la expansión de su
hegemonía, pero sólo lo son, en exclusiva, para el neoliberalismo, pues,
incluso, se trata de requerimientos contrapuestos, adversos e incompatibles
con el modelo que aquí se persigue formalizar.
La alternativa que ofrece el modelo intercultural, el cual no está en
práctica como tal en México, sino sólo como focos aislados y marginales, es
una meta deseable y posible, pero difícil de lograr, pues se enfrenta a una serie
de obstáculos que, en algunas ocasiones, parecen infranqueables. Esto es así
en virtud de que el neoliberalismo tiene un fuerte carácter hegemónico, el cual
impacta de manera muy severa a las culturas más vulnerables, en complicidad
con quienes conservan el poder político y promueven sin reparos la economía
de libre mercado, sin importarles las consecuencias negativas para sus propios
pueblos, provocando, además, un deterioro significativo de la creatividad
cultural131, así como también, de la capacidad de muchas personas de pensar y
tomar conciencia de que otro mundo es posible. Uno de los escenarios que
pretende lograr el modelo intercultural es descrito por Villoro en su libro “Estado
plural, pluralidad de culturas”:
131 La creatividad cultural puede ser entendida como el acto de desarrollar o pensar formas de convivencia y relaciones entre culturas, diferentes a las establecidas y en donde las posibilidades de beneficio sean mayores para todos.
95
“En lugar de ver al mundo como una palestra de lucha entre
Estados, verlo como una unidad de pueblos, de regiones, de etnias.
En vez de subordinar la multiplicidad a sólo una manifestación de la
razón, comprender la razón como resultado de una pluralidad
inagotable de culturas”132.
El sólo acto de pensar la posibilidad de convivencia representa un espacio
de apertura con relación a la creatividad cultural. Así llegamos al segundo paso
que se ha de dar: el pensar la posibilidad puede llevar a lograr lo pensado. Pues
este acto simboliza una toma de conciencia, por parte del individuo o de la
colectividad, con relación a una realidad caracterizada por la injusticia, la
exclusión social, el empobrecimiento infrenable de mayor número de personas,
el deterioro cada vez más severo del tejido social y el daño irreparable a la
naturaleza. Sin embargo, el control de los medios masivos de comunicación,
constituidos en poderes fácticos en países con Estado fallido como el nuestro,
dificultan esa toma de conciencia porque dichos medios se orientan a manipular
a las masas desinformándolas, inculcándoles prejuicios y miedos,
manteniéndolas en la ignorancia, distrayéndolas con entretenimientos inocuos y
alienantes.
“El error, la ignorancia y la ceguera progresan por todas partes, al
mismo tiempo que nuestros conocimientos… esos errores,
ignorancias, cegueras, peligros, tienen un carácter común que
132 Villoro, Luis 1998, Estado pluralidad de culturas, Paidós, México, p. 9.
96
resulta de un modo mutilante de organización del conocimiento,
incapaz de reconocer y de aprender la complejidad de lo real”133.
El caos informativo, la inducción deliberada a formas de ver la vida a
través de la repetición incesante y la ausencia de voces críticas o la reducción
de éstas a su mínima expresión, deja a la mayoría de las personas sin
referentes racionales y democráticos a los cuales asirse. Además, grandes
segmentos de la población no tienen otras fuentes de información y opinión que
los medios electrónicos que actúan tendenciosamente, dejando a la gente en la
ignorancia e incluso predisponiéndola negativamente hacia actitudes más
críticas. El gran alcance y penetración que tienen estos medios, cuando están al
servicio del modelo neoliberal, restringen las posibilidades de construir un
modelo alternativo que sea intercultural, pero no significa que lo anulen
completamente. A pesar de este panorama adverso, no se cancela la posibilidad
de pensar que otro mundo es posible y que la interculturalidad contribuiría a
lograrlo, sino que éste es más necesario que nunca, dado que ninguna sociedad
será viable sin una democracia representativa y participativa, con mayor equidad
social en su organización y estructura.
Una vez reconocida la posibilidad de pensar alternativas interculturales
desvinculadas de la hegemonía neoliberal e incluso opuestas a ésta y siendo
plenamente conscientes de tal posibilidad, un tercer momento para lograr
concebir la posibilidad de otros mundos es dar al diálogo intercultural un lugar
prominente en el proceso de convivencia y de intercomunicación cultural. Así
133 Morin, Edgar 1994, Introducción al pensamiento complejo, La inteligencia ciega, Gedisa, Barcelona, pp. 27-28.
97
pues, el diálogo y el respeto a las culturas contribuyen a la posibilidad de
pensar y de conformar otros mundos, en donde no existan suturas y las
culturas obtengan los beneficios que el intercambio y el diálogo pueden traer.
De manera que la característica esencial del modelo intercultural es que ha de
basarse en la crítica y el diálogo.
“El diálogo intercultural, el respeto y reconocimiento de otras culturas
se oponen a la globalización que persigue una cultura mundial
monoculturalmente predeterminada, pues ésta impulsa el
convencimiento de que una cultura está por encima de las otras, lo
cual de entrada lleva a la cancelación del diálogo y a la imposición
de un sólo modelo civilizatorio que impone un diseño
uniformizante”134.
En consecuencia, no es posible relación intercultural alguna sin el diálogo,
entendido éste “como un flujo libre de significados entre gente que se comunica,
como una corriente que fluye entre dos orillas”135. Es decir, el diálogo permitirá
que las culturas puedan intercambiar ideas, puntos de vista o significados, pero
sin tomar una postura cerrada, sino abierta y caracterizada por un acto recíproco
de interés y respeto; lo cual sólo puede garantizarlo el modelo intercultural.
134 Alcalá Campos, Raúl 2004, “Globalización, modernización, ética y diálogo intercultural”, Ética y diversidad cultural, Fondo de Cultura Económica, México, p. 310.
135 Bohm, David y Peat, David 1988, Ciencia, Orden y Creatividad, las raíces creativas de la ciencia y la vida, Kairós, Barcelona, p. 266.
98
“En un diálogo una persona puede preferir una posición
determinada, pero no se aferra a ella negando que sea negociable.
Está preparada para escuchar a los otros con el acercamiento y el
interés necesarios para entender bien sus posturas, así como para
cambiar su punto de vista si hubiera una buena razón para hacerlo.
Para que esto suceda se necesita un espíritu de buena voluntad y
camaradería mientras que no es compatible con un espíritu
competitivo, contencioso o agresivo.” 136
Es a través del diálogo que una verdadera comunicación es posible y,
más allá de la información errónea, improcedente o tergiversada, se puede
lograr un acercamiento profundo y lleno de significado con otras formas
culturales, fortaleciendo las relaciones interculturales y enriqueciendo la
creatividad dentro del ámbito cultural. De manera que podamos hablar un idioma
común dentro de la diversidad cultural para construir nuevas posibilidades,
nuevas realidades sociales, nuevos mundos interpersonales. La posibilidad de
otros mundos es un hecho gracias a la comunicación, al intercambio de ideas, a
la apertura y el dinamismo cultural, caracterizado a su vez por un acto recíproco
de interés, compromiso, respeto, valoración, crítica y creatividad cultural. Todos
estos elementos contribuyen a la posibilidad de pensar y de conformar otros
mundos sin suturas y donde todas las culturas se beneficien por igual del
intercambio cultural que el diálogo horizontal e integrador pueda traer consigo.
Un mundo intercomunicado de esta forma y composible nos facilita la posibilidad
de pensar la convivencia y la comunicación intercultural con el objetivo de hacer
136 Bohm, op. cit., p. 267.
99
realidad lo que en principio sólo fue algo pensado. Poder tomar conciencia de
que otro mundo es posible en función del diálogo, de la crítica y del respeto a las
culturas, constituye el objetivo supremo de la composibilidad intercultural. En
nuestra época disponemos de todos los medios necesarios para alcanzar tal fin,
debido al gran avance tecnológico en comunicación, transportes, técnicas de
producción, fuentes de energía…; sólo se necesita convencimiento y voluntad
política, social y personal para llevarlo a cabo. De ahí que no debamos dar
crédito a la propaganda neoliberal acerca de la imposibilidad de alternativas
interculturales, tal que podemos parafrasear a Ernesto “Che” Guevara y
proclamar: “Seamos realistas; hagamos lo imposible”.
4.2 La aplicación del concepto de composibilidad a la realidad intercultural.
El propósito de este apartado es centrarse en la tesis principal de la
presente investigación que, como se ha venido diciendo hasta ahora, es estudiar
la posibilidad de apropiarse del concepto de composibilidad de Alain Badiou y
adaptarlo al problema de la interculturalidad en el actual contexto de
globalización neoliberal. De tal modo que este concepto permita tener una visión
de conjunto de la posibilidad de desarrollo tanto de la globalización como de la
interculturalidad, es decir, de la posibilidad de coexistencia de ambos fenómenos
en beneficio de las relaciones interculturales. A lo largo del primer capítulo, se
analizó el sentido del concepto de composibilidad dentro del contexto de
producción de la verdad de dicho pensador francés. En él, se entendió la
composibilidad como la posibilidad de coexistencia equilibrada y justa de los
100
procedimientos que se encuentran constantemente en lucha por la supremacía,
así como también, de elementos con características diferentes, los cuales en
ocasiones parecen irreconciliables. Esta circunstancia presenta un paralelismo o
una analogía de lo que ocurre en las relaciones interculturales y la globalización,
en donde una coexistencia equilibrada y justa de la enorme variedad cultural es
sumamente difícil de alcanzar, particularmente, porque hay culturas que desean
hacer prevalecer su hegemonía, sometiendo a las demás a sus intereses.
Asimismo, se juzga imposible que la globalización y la interculturalidad puedan
darse al mismo tiempo, pues, como ya se ha explicado, el primer gran obstáculo
es que sus naturalezas parecen ser diferentes, incluso contrarias. Sin embargo,
existe la imperiosa necesidad de su coexistencia: la primera, por su carácter
imparable e ineludible y la segunda, por tratarse de un fenómeno vital para
posibilitar relaciones más simétricas entre las culturas. La composibilidad –una
vez aplicada al problema intercultural en el proceso de globalización– es un
concepto que tiene entre sus objetivos reconciliar estos dos fenómenos en una
coexistencia equilibrada y justa para la humanidad en su conjunto.
Otro de sus objetivos que se ha de resaltar es que pretende combatir la
idea de la existencia de una cultura superior, cuya estructura debe ser aplicada a
las demás para que éstas alcancen mejores niveles de desarrollo: “Un gran
peligro de establecer alguna esencia humana en cuanto tal es que se tiende a
imponerla a todos los demás”137. Esto es lo que está ocurriendo dentro del
proceso de globalización supeditado al modelo económico neoliberal, el cual
pretende imponer los parámetros de cierto modelo de cultura occidental,
137 Beuchot, Mauricio 2005, Interculturalidad y Derechos Humanos, Siglo XXI, México, p. 11.
101
generando relaciones interculturales alienadas y cerrando el paso a la
posibilidad de un diálogo horizontal e integrador. Bajo tales condiciones de
dominación, diferencias y carencia de diálogo, no parece haber un espacio
abierto para la creatividad y para el pensamiento filosófico, pero, especialmente,
tampoco parece haberlo para un verdadero intercambio cultural, que sea
auténticamente significativo.
Aunado al problema del etnocentrismo, está la dificultad de las estructuras
rígidas o presupuestos tácitos que poseen todas las culturas y que suponen otro
obstáculo a superar para alcanzar la composibilidad intercultural. Estas
estructuras de significados se ven más acentuadas, generalmente, por el temor
y la desconfianza que la imposición cultural les provoca. La mala información
reafirma las estructuras rígidas impidiendo o inhibiendo que los actores
culturales estén dispuestos a dialogar y a encontrarse. Asimismo, al mantenerse
cerradas dentro de sus estructuras, las culturas tienden a segregarse o aislarse,
aunque, desde luego, no pueden escapar al intercambio económico, pero sí
pueden hacerlo desde la perspectiva cultural. Esta segregación representa una
enorme sutura porque evita el dialogar, el encontrarse y el compartir, en otras
palabras, no permite que el modelo intercultural se realice. En una situación tal,
la diversidad cultural plantea en sí misma un problema de conciliación, pues las
diferencias entre las diferentes culturas parecen alejarlas y segregarlas, en vez
de acercarlas y conciliarlas como una unidad en la diversidad.
Para alcanzar el objetivo anterior de conciliar la diversidad cultural a partir
de una unidad en la diversidad, la composibilidad no pretende que las culturas
102
compartan o reemplacen elementos de manera arbitraria o azarosa en algo así
como un “sincretismo cultural”. En donde los elementos a intercambiar
carecerían de su sentido original, pues su integración arbitraria sería una
extrapolación ilícita de dichos elementos por estar descontextualizados, ya que
no serían producto de un diálogo integrador. Por el contrario, otro de los
objetivos de la composibilidad intercultural es que exista un enriquecimiento
mutuo en función de intercambios culturales, más allá de la mera conciliación
cultural, de tal manera que las relaciones interculturales se asuman como una
unidad en movimiento, fruto de un proceso de comprensión y de resignificación.
Dicha unidad en movimiento conlleva una serie de características a alcanzar: el
diálogo, el intercambio, la crítica constructiva, la toma de conciencia, el
encuentro, y por ende, la retroalimentación de las relaciones interculturales. Es
decir, la composibilidad pretende lograr la coexistencia simétrica138 de culturas
diferentes; así como su encuentro, conciliación y enriquecimiento mutuo a través
de intercambios culturales significativos. Uno de los intercambios más comunes,
dentro de los procesos interculturales, es el intercambio de información, pero
hay que ser muy cuidadosos con éste porque, en ocasiones, se trata de una
información que es inapropiada, improcedente o inoportuna e, incluso, puede ser
falsa. Este tipo de mala información139 trae como resultado prejuicios y
presupuestos cerrados, que impiden la apertura y el juego libre140 de las
relaciones interculturales. La mala información así como la imposición de una
esencia cultural –el etnocentrismo– son obstáculos para la composibilidad
intercultural en tanto que conforman elementos generadores de suturas en 138 Esquirol, Josep 2005, Uno mismo y los otros, Herder, Barcelona, p. 80.
139 Cf. Bohm, p. 265.
140 Ídem.
103
dichas relaciones, llevando a una cultura a la hegemonía y a la dominación
sobre otras. Las suturas se han constituido como una característica de la
globalización neoliberal imponiendo sus parámetros culturales, los cuales
tienden a desvalorar a otras culturas que suponen inferiores. Es, por tanto,
imperativo comprender que la sociedad no debe consistir “…en estructuras
monolíticas, sino en una unidad dinámica dentro de la pluralidad”141 .
El diálogo, elemento requerido en repetidas ocasiones, es fundamental
para vencer los obstáculos a la composibilidad intercultural, de modo que las
culturas puedan llegar a ser composibles por una razón más, que se suma a las
que ya han sido mencionadas: a través de él, es posible tomar conciencia no
sólo de nosotros, sino también del otro; es posible darse cuenta de nuestras
estructuras tácitas142 y de la de los otros: “El diálogo es un encuentro y en eso
se parece a la amistad: cada interlocutor encuentra al otro y se encuentra a sí
mismo en él. Se podrá decir que el diálogo da lugar a una mayor lucidez”143. Es
un proceso bidireccional que permite desarrollar nuevas perspectivas, generar
nuevos presupuestos e incluso valores que sean benéficos para todos. Al no
cerrarse en los presupuestos propios, el diálogo permite la trasformación, la
libertad ante los prejuicios que nos sujetan y puede llevar a la consecución de
otro objetivo más que consistiría, de acuerdo con la expresión de Esquirol, en la
amistad de los mundos: “Un amigo no es sólo un mundo, sino que me ensaña un
141 Bohm, op. cit., p.268.
142 Las estructuras tácitas, de acuerdo con David Bohm, son estructuras rígidas, implícitamente impuestas y acríticas dentro de la cultura, que son difíciles de identificar, pues son aspectos hasta cierto punto ocultos de nuestra cultura y por esta razón pueden ser dañinas o perjudiciales en tanto no se pongan en tela de juicio. Cf. p. 268.
143 Esquirol, op. cit., p. 75.
104
mundo e incluso, me enseña algo de aquél que, hasta ahora, yo creía mío y
perfectamente conocido” 144. Esta expresión de Esquirol adquiere gran
relevancia en esta tesis cuando tomamos en cuenta que en el capitulo anterior
se describió la cultura como un mundo, por su estructura significativa y
hermenéutica; así, dicha amistad de los mundos podría darse gracias a la
composibilidad intercultural en una sociedad global: “La amistad entre mundos
supone una capacidad para abrirse al otro de manera que la afinidad posibilite
las transformaciones y los enriquecimientos mutuos”145. Entre las circunstancias
que supone una amistad está, sin duda alguna, el diálogo, pues, ante un amigo,
estamos dispuestos a abrirnos y a escuchar.
Dentro del proceso de diálogo se da y se recibe; se habla pero, más
importante aún, se escucha. Es decir, el diálogo no pretende convencer al otro
de nuestros presupuestos, sino más bien, busca el intercambio, la
transformación, el darse cuenta y el encuentro. Efectivamente, algo sumamente
especial con relación al diálogo es la capacidad que éste tiene para el encuentro
no sólo con el otro, sino con nosotros mismos a través del otro:
“Percibir al otro, lo que el otro dice, lo que le sucede al otro o lo que
el otro reclama, requiere una sensibilidad y una apertura que no se
dan automáticamente. Oír y oír bien es una de las habilidades más
preciosas y humanas”146.
144 Ibíd., p. 41.
145 Ídem.
146 Esquirol, op. cit., p. 74.
105
Se espera dentro de la composibilidad que exista esta unión, este
intercambio, pues es inevitable dentro del encuentro esperado que las culturas
tengan impacto unas con otras147, pero este impacto debe ser benéfico para
cada una de ellas. Este acercamiento entre mundos sólo será posible gracias al
diálogo, pues éste es el único medio para hacer posible la interpretación del otro,
tratando de ponernos en su circunstancia, en su contexto: “…con la amistad, los
mundos se están abriendo. El abrirse del mundo es el inicio de un nuevo
proceso de identificación”148. La apertura lleva a esforzarse por entender al otro,
tal y como se explicó en el capítulo anterior dentro de la propuesta de
hermenéutica analógica de Mauricio Beuchot, la cual es un elemento de gran
ayuda para propiciar el diálogo. Mediante ésta se busca el acercamiento a través
del uso adecuado del lenguaje, aclarando aquellas partes que son oscuras para
el otro, utilizando para este fin el uso de metáforas y de analogías149, evitando,
de esta manera, los malos entendidos y, por ende, la mala información. En
consecuencia, la hermenéutica analógica o asintótica representa en el diálogo la
posibilidad de un intercambio, pues nos permitiría acceder al mundo conceptual
del otro; he aquí otro elemento facilitador de la composibilidad intercultural con el
cual allanamos las dificultades anteriores. A este proceso de acercamiento e
interpretación, también lo podemos llamar hermenéutica asintótica, es decir, se
trataría de un proceso de acercamiento, en el cual se pretende entender, en la
medida de lo posible, las estructuras del otro para lograr el encuentro, el diálogo
147 Impacto que de hecho se da, dentro del proceso de globalización, sin embargo aquí me refiero a uno que sea benéfico para la mayoría de las culturas y sin que éstas pierdan sus estructuras significativas, sin dejar de lado sus procesos de identificación.
148 Esquirol, op. cit., p. 41.
149 Esto debido a que en muchas ocasiones el lenguaje literal no parece explicar con profundidad el sentido de las estructuras significativas culturales.
106
y la repuesta. Se usa el término asintótico porque no nos es posible salir por
completo de nuestro mundo cultural por más que nos acerquemos al otro150.
Si bien se ha de reconocer que no es posible salirnos de nuestras
estructuras o despojarnos totalmente de nuestros significantes, lo cual parece un
obstáculo insalvable, también hemos de advertir que, en realidad, no lo es
porque sí es posible, a través de aquéllos, acercarnos al otro e incluso llegar a
comprenderlo, a pesar de que se trate de algo así como un entendimiento
asintótico: “…comprender lo que alguien dice no es tanto ponerse en el lugar del
otro y reproducir sus vivencias como ponerse de acuerdo en la cosa misma”151.
Éste es uno de los objetivos de la composibilidad: lograr una verdadera
interacción, guiada por el diálogo, que pueda llevarnos a tener contacto y
acuerdos con el otro y a lograr una respuesta por parte de éste. Cambiando, de
esta manera, las relaciones interculturales, nos será posible percibir a las demás
formas culturales como fuente de transformación y aprendizaje. Por
consiguiente, es importante mantener el juego libre en la comunicación entre
culturas, evitando el juego sucio, la mala información y los presupuestos tácitos,
lo cual puede conseguirse si existe confianza y respeto mutuo. La unión en
movimiento de lo diferente, que busca la composibilidad, necesita de esta
interacción y confianza en el otro, de esta buena fe por parte de todos para
trastocar nuestra percepción de la realidad, de las relaciones entre entidades
diferentes y, aún más, de nuestra condición como seres humanos.
150 Asintótico es un término tomado de la geometría (asíntota) que se refiere a una línea recta que se prolonga y se acerca indefinidamente a una curva, pero nunca llega a encontrarla. (Cf. Diccionario enciclopédico Larousse, 72).
151 Esquirol, op. cit., p. 76.
107
En suma, alcanzar la composibilidad, lograr realizar el modelo intercultural
en este mundo global y neoliberal parece casi imposible, debido a que son
muchos los elementos desfavorables a dicho modelo que provocan suturas.
Como sabemos, la relación asimétrica entre culturas, hace que esta
globalización tenga características contrarias a las deseadas por la
composibilidad porque en el plano de la economía, las más beneficiadas
resultan ser las naciones desarrolladas. En consecuencia, se acentúa una
injusta distribución de la riqueza, que afecta a los países subdesarrollados, los
cuales cada vez se vuelven más vulnerables a las influencias culturales de las
naciones más poderosas. De esta manera, las sociedades más empobrecidas
se encuentran en desventaja en cuanto al acceso a la educación, a la
información y a la satisfacción de necesidades básicas, pues su relación con los
centros de poder económico y militar es desigual e inequitativa. El atraso de
estos pueblos los mantiene en una relación de dependencia y manipulación por
parte de los de los países centrales. La mala información es otro de los aspectos
que nos mantiene distanciados unos de otros, especialmente a los más
poderosos de los más vulnerables, pues, como se mencionó, ésta es una de las
principales fuentes de prejuicios que fomenta estructuras cerradas y provoca
segregación152. Vinculado a ello, los presupuestos arraigados o las estructuras
tácitas no permiten que las culturas estén dispuestas a abrirse, pues estas
nociones absolutas, que muchas culturas tienen como necesarias, son
generadoras de suturas y, en consecuencia, de segregación y de aislamiento. A
152 Esta misma situación ocurre dentro de los países multiculturales, pues las minorías se ven segregadas y apenas tienen oportunidad de manifestarse y formar parte de los procesos políticos, sociales y culturales de su entidad.
108
lo largo del presente trabajo, estos elementos se han descrito como factores que
obstaculizan a la composibilidad dentro de las relaciones interculturales.
Después de considerar sin subterfugios la realidad, estos aspectos tan
reales dentro de los procesos interculturales, es difícil mantener una postura
optimista frente a la posibilidad de la composibilidad y del modelo intercultural.
Sin embargo, existen factores que favorecen y posibilitan la aplicación de dicho
modelo. Éstos son la flexibilidad de nuestros presupuestos, es decir, debemos
tomar una postura filosófica y crítica, incluso con nuestras propias estructuras,
asumiendo que no son absolutas, ajustando nuestros presupuestos hasta el
punto de poder cambiarlos si fuera necesario. Lo anterior no significa que
renunciemos a nuestros procesos de identificación cultural, sino que más bien
representa la posibilidad de enriquecerlos. Así entonces, se tendría que
favorecer la circulación más cuidadosa de información para evitar los errores
dentro de ésta y, de tal modo, poder combatir los prejuicios y las barreras que
nos mantienen en la desconfianza hacia los otros y en el desconocimiento de
éstos. Sólo el buen manejo de la información nos permitirá ir sitiando la
ignorancia y la mala fe dentro de los procesos interculturales para abrir un
espacio al juego libre de la comunicación entre las diferentes culturas, teniendo
posibilidad de realizar críticas y aceptarlas. “En el diálogo, lo que uno pueda
llegar a decir depende de lo que sea capaz de escuchar. De ahí que un efecto
básico de la conversación sea la transformación de quien en ella entra”153. Una
vez que se entre al juego libre del diálogo y, por consiguiente, a la comunicación,
no seremos los mismos, pues, una vez en el interior de este espacio de
153 Ibíd., p.75
109
posibilidad, seremos capaces de ir suprimiendo los prejuicios y presupuestos
carentes de significado, con ayuda de las otras culturas.
“En el diálogo puede suceder algo análogo a la disolución de las
barreras…Todos los que participan en él pueden sacar a la luz y
examinar estas obstrucciones que aparecen en forma de
presupuestos rígidos pero tácitos. El diálogo puede comenzar a
desempeñar entonces un papel análogo al del sistema inmunológico
en el cuerpo, reconociendo la mala información destructiva y
haciéndola desaparecer”154.
Dentro de los factores benéficos para lograr el diálogo que daría como
resultado la composibilidad, es, sin duda, fundamental el desarrollo tecnológico
y, en especial, el de los medios de comunicación. Sin embargo, este desarrollo
tecnológico es como un arma de doble filo, por lo que es necesario que existan
medios alternativos que actúen como contrapesos y que puedan contribuir a la
realización de la interculturalidad. Los medios masivos de comunicación de tipo
comercial, tienden –como ya se mencionó– a constituirse como poderes fácticos
socavando con ello el Estado de derecho y la posibilidad de una
democratización de la vida social. Es necesario, por tanto, que se cuente con
medios masivos de comunicación que proporcionen información veraz e
imparcial, que puedan ejercer una crítica sincera y con responsabilidad, así
como proporcionar, en el terreno del entretenimiento, contenidos edificantes.
Este tipo de medios serían una televisión pública y cultural como la que existe en
154 Bohm, op. cit., p. 269.
110
algunos países –Alemania, España o Inglaterra, entre otros–, así como las
estaciones de radio culturales y comunitarias y, por supuesto, una legislación
que regule a los medios electrónicos privados, sin recurrir a la censura pero sí
impidiéndoles los usos facciosos y tendenciosos. La tecnología de las
comunicaciones, como Internet, y del transporte son elementos que nos han
permitido un mayor acercamiento tanto físico como virtual en forma más rápida y
segura en un caso, y en forma casi instantánea en tiempo real, en el otro. De
esta misma manera es posible acercarnos cultural y socialmente.
Hasta ahora, se ha hablado acerca de los objetivos de la composibilidad y
de cómo ésta permitirá la coexistencia simétrica de las culturas, a pesar de la
diversidad. Asimismo, se mencionaron algunos de los aspectos que son
benéficos para su desarrollo y otros que son obstáculos; sin embargo, es
importante analizar de qué manera es posible su aplicación. La composibilidad
pretende generar lazos interculturales, partiendo de aquellos elementos que nos
son comunes como seres humanos más allá de las determinaciones particulares
de cada cultura.
El más fundamental de dichos elementos comunes es la capacidad
misma para generar y desarrollar una cultura, la cual está dentro de nuestra
determinación como seres humanos. En capítulos anteriores se explicó que si el
acercamiento a otras culturas es posible, es gracias a que en aquéllas
encontramos elementos que responden a necesidades similares a las nuestras,
aunque la forma de interpretación sea variable de acuerdo a cada cultura, así
como también el sentido y significado de dichas necesidades. Esto se debe a
111
que nuestras versiones culturales son diferentes; no obstante, nuestra necesidad
de los otros, nuestra necesidad de comunicarnos y de respeto, es la misma en
todos los casos. Es, precisamente, en estas determinaciones comunes como
seres humanos que es posible localizar puntos de encuentro y es en este
espacio en común que podemos ser composibles, alcanzando a tener impacto,
al mismo tiempo, en aquellos elementos en los que diferimos e incluso y,
especialmente en éstos, llegar a construir acuerdos. Por ejemplo, la percepción
del rol de la mujer en una cultura determinada puede ser limitada y estar
permeada por el machismo; sin embargo, a través del diálogo de esta cultura
con otra, se puede dar cuenta que la mujer juega otro rol distinto y superior,
erigiéndose en un agente fundamental dentro de la concepción y construcción
de la realidad. De este modo, la primera cultura puede darse cuenta de sus
estructuras tácitas y rígidas en torno a la mujer, pudiendo llegar a cambiarlas, sin
que esto signifique que copie la postura de la otra cultura tal cual, sino que
llegue a apropiársela significativamente, a través de la toma de conciencia de los
inconvenientes de su situación actual y de las ventajas que puede alcanzar con
el cambio. Es este moldearnos unos a otros, un objetivo de la composibilidad y
sólo será posible alcanzarlo mediante el diálogo, pero éste necesitará de la
intervención de la filosofía:
“ [la cual]… puede ser partícipe importante dentro de la realización
de ese diálogo, e incluso puede llegar a cumplir una tarea de primera
importancia: contribuir a la definición de los principios normativos y
los fines últimos del proceso dialógico”155.
155 Ramírez, Mario Teodoro 2000, “¿Qué es filosofía de la cultura”, Devenires, Vol.1, No. 1, México, p. 33.
112
La filosofía desempeña un papel fundamental dentro del proceso dialógico,
mediando entre las culturas, para que éstas no pretendan tomar una postura
falsamente universalista con relación a las otras. De la misma manera puede o
está capacitada para promover la crítica cultural con responsabilidad, es decir,
tomando en cuenta desde qué cultura se está emitiendo la crítica, el análisis o la
propuesta, permitiendo, al mismo tiempo, aceptar dichas críticas, análisis y
propuestas, en favor de un enriquecimiento cultural que vaya más allá del mero
sincretismo. Es, por ello, necesario que pueda darse la composibilidad, la cual
pretende que las culturas se relacionen entre sí como un gran organismo, en
donde cada uno de sus elementos es único y vital para el funcionamiento
adecuado de los demás, por lo que las diferencias no son un obstáculo en sí
mismo sino que representan, por el contrario, la posibilidad del buen
funcionamiento. La integración cultural mediada por la crítica estimula la
creatividad y productividad de todas las formas culturales, siendo ésa la finalidad
principal de la composibilidad. Es aquí donde la filosofía, en tanto teoría crítica
de la cultura, viene a jugar un papel fundamental para comprender la diversidad
cultural, así como también, para proponer y defender la posibilidad de un modelo
intercultural que permita una globalización que no esté sesgada ni secuestrada
por los intereses mercantiles, intereses que no sólo se presentan como los
principales sino como los únicos:
“…la filosofía puede llegar a ser ese auténtico y eficaz horizonte de
la comunicación intercultural y ese espacio desde el cual podremos
113
diseñar la nueva cultura, es decir, las nuevas culturas de la
humanidad, en todo la extensión y la intención de su concepto.”156
La filosofía en este caso, a diferencia del contexto de Badiou, no
representa sólo el fin a alcanzar, sino el medio. Es decir, a través de la filosofía,
con su regulación y crítica, aunada al diálogo, harán posible la composibilidad
intercultural. Ésta representa la realidad compleja157, trabajando unida y
afectándose, pero sin perder la identidad de sus partes. De esta manera, la
composibilidad pretende combatir los prejuicios y los presupuestos cerrados,
que la segregación trae consigo al no aceptar que la realidad cultural es una
realidad compleja, en donde todos interactuamos y nos influenciamos pero, más
aún, nos necesitamos158.
4.3 Consideraciones finales: tesis centrales y condiciones para la
composibilidad intercultural.
La composibilidad se presenta aquí como un concepto que engrana
convenientemente dentro de la problemática que existe actualmente en las
relaciones interculturales. A lo largo de la presente investigación, se
desarrollaron de las nociones más significativas para comprender dicha
problemática; asimismo, este análisis ha propiciado una conciencia más clara de
156 Ídem.
157 La diversidad cultural representa en conjunto la realidad compleja en el presente trabajo de investigación.
158 Idea de la realidad compleja tomado de Edgar Morin, aplicada en este caso a la realidad intercultural, p. 32.
114
la complejidad del mundo cultural y sus interrelaciones; ha permitido determinar
el papel de la filosofía en este proceso como el medio más adecuado para
superar las posturas etnocentristas o absolutistas, las cuales representan un
obstáculo que nos impide vislumbrar nuevos horizontes y el enriquecimiento
mutuo en esta realidad globalizada; además, se pudo advertir con claridad que
el problema que se ha estudiado no es sólo una cuestión de mera voluntad, sino
que la economía de mercado vigente es un fuerte escollo para una
interculturalidad en los términos dialógicos aquí sustentados.
A continuación se realiza un repaso de las tesis sobre las que se ha
erigido esta investigación y que establecen, a su vez, las condiciones de partida
para la composibilidad intercultural.
1-Como punto de partida se ha tomado la tesis de Leibniz acerca de la
composibilidad, en tanto coexistencia temporal y espacial de los entes, de sus
características y posibilidades. De manera que, tal y como se escribió en el
primer capítulo, la existencia se entiende como una posibilidad infinita de
características que pueden confluir porque son composibles entre sí, es decir,
porque tienen posibilidad lógica y posibilidad real o fáctica. Por consiguiente, la
composibilidad, en Leibniz, implica que todo lo que forma parte de la realidad es
el resultado de la convergencia de la posibilidad lógica (la no contradicción entre
conceptos) y la posibilidad real (la no exclusión fáctica, de hecho, en la realidad).
He aquí que esta primera tesis se convierte en la primera condición que
ha de cumplir la composibilidad intercultural. Después de analizar la
115
globalización y la interculturalidad en los capítulos segundo y tercero,
respectivamente, se pudo concluir que son fenómenos composibles en el
sentido de esta tesis, esto es, que no hay contradicción lógica ni fáctica en el
ámbito conceptual. Las nociones de globalización y de interculturalidad pueden
darse en el marco de la composibilidad, como una unión a partir de la diversidad,
sin caer en las contradicciones lógicas y fácticas, que conlleva este doble
fenómeno social de nuestro tiempo, cuando no es pensado desde dicha
perspectiva de integración. Así pues, el primer requisito se cumple; veamos
ahora el siguiente.
2-Si bien Leibniz puso las bases de la composibilidad, Badiou llevó más allá este
concepto al concretar su aplicabilidad a la propia posibilidad de ser de la filosofía
misma, especificando aquella característica, mencionada con anterioridad, de
unión a partir de lo diverso. La tesis de este filósofo es la siguiente: para que la
filosofía pueda darse en una sociedad es necesaria la presencia de los cuatro
procedimientos de verdad posibles (matema, poema, invención política y amor o
Dos), los cuales abarcan todos los diversos aspectos de la realidad que no
deben darse aisladamente, sino que deben concurrir o reunirse de manera
simultánea, dado que la realidad no responde a una sóla de estas
manifestaciones sino que es un todo heterogéneo, un conglomerado de
posibilidades, de fenómenos de diferente índole y de los cuales existen variadas
apreciaciones. Por consiguiente, Badiou propone que, para abarcar lo
heterogéneo dentro de un sólo marco de comprensión (unión en la diversidad),
hemos de partir de la coexistencia y confluencia de los procedimientos de
verdad en una “composición conjunta”, que no es una mera suma de aquéllos,
116
en tanto que se trata de los medios y recursos que condicionan y configuran el
pensamiento filosófico. Así, en el primer capítulo se puede leer: la
composibilidad es, entonces, la conjunción o la convergencia de dichos
procedimientos, los cuales deben prosperar de una manera integral y plena para
alcanzar el pensamiento filosófico.
Como ya se dijo en su lugar, de esta tesis de Badiou se ha conservado el
sentido pero no la aplicación concreta que le da este filósofo. Es decir, se ha
mantenido el sentido con el que emplea el concepto de composibilidad en tanto
que consiste en la unión, integración, composición, conjunción o enlace de la
propia diversidad. La condición que se ha de cumplir para defender esta tesis es
partir de un reconocimiento de la realidad cultural como un todo heterogéneo,
como un conglomerado de posibilidades, de fenómenos o expresiones culturales
diversas, pero que puede mantener una cierta unidad o integridad gracias a la
interacción y confluencia de aquella “composición conjunta” de todos los
fenómenos significativos. Si bien, este pensador francés aplica el concepto de
composibilidad a la posibilidad de la propia filosofía, a partir de los
procedimientos de verdad que él mismo propone, el objetivo de esta
investigación ha consistido en adaptarlo a algo distinto: a la diversidad de
culturas, presentes todas ellas en un sólo modelo intercultural, donde se da
aquella unión, conjunción o enlace de todas por igual, sin jerarquización ni
hegemonías, sin subordinación ni supeditación de unas sobre otras; esto es, sin
suturas culturales, lo cual encauza el camino hacia la tercera tesis.
117
3-El concepto de sutura, también acuñado por Badiou, implica que la realidad,
heterogénea y compleja, no puede agotarse o reducirse a ninguno de aquellos
procedimientos de verdad o manifestaciones de la realidad, pues, si así se
hiciera, si se otorgara a alguno de estos procedimientos –por ejemplo, la ciencia
o la política– un lugar privilegiado sobre los demás, se caería en una sutura,
donde la realidad se fragmentaría. Como ya se dijo en su momento, la filosofía
no debe entregar el total de la producción de verdad a un sólo procedimiento ni
constituir el total de la construcción significativa de la realidad a partir de uno
sólo o de algunos de ellos, así como tampoco se debe jerarquizar ni condicionar
unas a otras. La tarea de la filosofía es evitar las suturas y permitir que tales
procedimientos sean composibles; si no se logra la composibilidad, en tanto
coexistencia y conjunción de aquéllos, se caería en una sutura. Por ello, aquí se
defiende la tesis acerca de la aplicabilidad de dicho concepto al ámbito
intercultural, de tal manera que ha sido utilizado junto con el calificativo de sutura
cultural. En consecuencia, si alguna de las culturas existentes pretendiera
erigirse sobre las demás, estableciendo una dependencia o subordinación sobre
las demás y fomentando estatus privilegiados, se caería en una fragmentación y
sutura cultural.
Esta tercera condición se cumple en el modelo intercultural siempre y
cuando el proceso de globalización respete la composibilidad cultural y no
suponga la hegemonía de ninguna forma cultural sobre otra. Parafraseando a
Badiou: la realidad intercultural no debe entregar, bajo ninguna circunstancia, el
total de las manifestaciones culturales a una sola de ellas ni constituir el total de
la construcción significativa de dicha realidad a partir de una sola, o de algunas
118
de ellas; así como tampoco se debe jerarquizar verticalmente las diferentes
culturas ni que unas condicionen a otras. Para ello, la globalización ha de ser
orientada y regulada por el fenómeno de la interculturalidad, donde se pone el
énfasis en la diversidad de culturas sin caer en la jerarquización ni, por
supuesto, en la homogeneización, subordinación o imposición cultural. Este
requisito nos conduce directamente a una cuarta tesis.
4-La globalización como proceso cultural ha de desvincularse del modelo
económico neoliberal, cuyo objetivo consiste en homogeneizar a todos los seres
humanos dentro de un modelo concreto proveniente del sector occidental de la
sociedad contemporánea. Por consiguiente, si bien la globalización es un
fenómeno imparable, no lo es la imposición del modelo cultural que propugna el
neoliberalismo económico. Esta tesis puede resumirse en la siguiente frase: la
globalización no debe restringirse o limitarse a la economía de mercado o
neoliberalismo.
Para que esto se cumpla se ha de romper la asimetría del intercambio
económico entre los países, donde dicha relación desigual es ventajosa para los
países más poderosos económicamente y desfavorable para los países con
economías más débiles y donde no existe ningún mecanismo de compensación
para éstos. Dado que esta sutura se proyecta desde desigualdad económica
hacia el ámbito cultural, promoviendo un pensamiento único que pretende
someter los valores locales y hacer sucumbir su identidad cultural, debemos
empezar por superarla en aquel ámbito, el económico, para poder iniciar una
recuperación de las secuelas que va dejando acerca del deterioro de la
119
naturaleza, de pobreza y marginación. Se vuelve cada vez más urgente traducir
el progreso de la razón (el desarrollo de la ciencia y la tecnología) en un
progreso social, donde se inicie una nueva era de prosperidad en este ámbito,
superando las injusticias sociales a las que conduce el neoliberalismo cuando
enaltece la razón instrumental en detrimento de los valores humanos.
De este modo, la globalización que ha de asociarse a la interculturalidad
ha de partir de los encuentros culturales para conformar nuevos modelos de
convivencia, que pongan fin al estado de deshumanización al que nos ha llevado
el criterio mercantilista del modelo neoliberal. Para que pueda mantenerse esta
tesis, se ha de cumplir la siguiente condición: las distintas formas culturales no
deben cerrarse a toda influencia exterior, pues ésta es inevitable, pero tampoco
han de dejarse dominar; se trata, más bien, de integrar las diversas culturas que
concurren en nuestro planeta en un plano horizontal, de igualdad. Cuando en el
segundo capítulo, se estableció la necesidad, en forma de tesis o de requisito,
de desvincular la globalización del modelo económico neoliberal, se pudo afirmar
que las manifestaciones culturales, con una raíz popular bien cimentada, son la
primera línea de defensa contra los embates y estragos del neoliberalismo.
He aquí cómo el fenómeno de la interculturalidad puede regular el
proceso de globalización para que éste no llegue a su extremo; asimismo, la
globalización, entendida de la manera como fue expuesta en el segundo
capítulo, puede regular también los rasgos extremistas de la interculturalidad (los
nacionalismos fundamentalistas o la exaltación exacerbada de la identidad
cultural). Gracias a esta regularización mutua, de un fenómeno sobre otro,
120
podemos hablar no sólo de composibilidad intercultural sino también de la
composibilidad de los propios procesos o fenómenos tan dispares de
globalización e interculturalidad. Esto está directamente relacionado con la
quinta tesis, donde se defiende un tipo de globalización cultural frente a la
globalización económica del neoliberalismo.
5-Si es posible desvincular la globalización del modelo económico neoliberal y
estudiar sus facetas sociales y culturales, nos encontramos con una tesis que
está directamente relacionada con la definición de globalización cultural que
maneja León Olivé: el intercambio de información y la interacción cultural entre
pueblos y naciones diferentes, posibilitada por las tecnologías de la
comunicación.
Ahora bien, para que pueda cumplirse dicha tesis se ha de pensar en una
convivencia cultural a escala planetaria sin renunciar, al mismo tiempo, a la
propia identidad cultural. Esto sólo puede llevarse a cabo desde la interacción
horizontal entre culturas, que evite en mayor medida las fricciones o conflictos, a
la vez que cualquier tipo de esquema vertical o piramidal y de estandarización
cultural, con la finalidad de hacer llegar a la mayor cantidad de seres humanos
los beneficios de la interacción cultural. Uno de los grandes obstáculos que tiene
la concepción horizontal de una globalización cultural, en cuanto a las
interacciones y al intercambio de información entre las diferentes culturas, está
enraizado en el propio seno de éstas, se trata del etnocentrismo, lo cual enlaza
con la tesis que se expone a continuación.
121
6-Todas las culturas, por su propia tendencia natural y su constitución interna,
poseen un cierto grado de etnocentrismo. Esta tesis se sostiene sobre la
apreciación de que todas nuestras estructuras de sentido provienen de nuestra
propia cultura y no podemos escapar del todo a ellas; no es posible romper con
la cultura propia, pues ocupa nuestro universo de sentido y significación por
medio del cual podemos acercarnos a las ajenas. Por ello: cualquier valoración
que hagamos de otras culturas lo haremos en función de la nuestra; sólo
podemos entender otras tradiciones culturales dándoles algún significado a
través de nuestros propios símbolos, los cuales proyectamos desde nuestra
cultura hacia la ajena.
Aquí se defiende la tesis de que este sesgo etnocentrista, propio de toda
cultura, es necesario porque representa, como se explicó en su momento, un
filtro inevitable que permite salvaguardar la cohesión del grupo, la identidad, el
sentido grupal y la apreciación de la propia cultural. No obstante y pese a lo
inevitable de esto, no debemos subestimar a las demás formas culturales,
distintas de la nuestra, ni caer en el error de asignar al etnocentrismo un carácter
absoluto pues, de hecho, sólo tiene un significado relativo: todo miembro de una
determinada colectividad cultural otorga a su propia cultura un valor capital,
como sede principal, porque es el punto de referencia que posee para entender
otras culturas. Es decir, se trata de una valoración centralista, propia del
etnocentrismo, que sólo tiene validez en la propuesta de una composibilidad
intercultural si se mantiene su carácter relativo: algo que sólo tiene significado en
relación con su propio sistema cultural, de tal forma que si se cambia de sistema
o forma cultural, se ha de asumir que también se invierte el eje central en torno
122
al cual gira todo lo demás. El riesgo, entonces, está en elevar ilícitamente a la
categoría de universales, en palabras de Enrique Pallares, las creencias, los
valores y las prácticas de la sociedad a la que pertenecemos.
Si se maneja el etnocentrismo como condición para salvar la cohesión del
grupo y la identidad cultural, sólo podrá ser útil a los fines interculturales en tanto
se reconozca su carácter relativista, con el objetivo de alejarnos de las suturas
culturales que se originan tanto en las posturas colonialistas como en los
nacionalismos cerrados. Ambas actitudes, la de superioridad colonialista como la
nacionalista, tienen la misma disposición hacia el absolutismo etnocentrista,
porque las dos se rigen por la arrogancia de pensarse superiores al resto,
menospreciando las culturas ajenas. Estas facetas negativas pueden salvarse y
lograr, así, la convivencia cultural a escala mundial si fuéramos capaces de
manejar las diferencias y superar el miedo y la desconfianza que sentimos hacia
el otro por el mero hecho de ser diferente, lo cual es debido a la ignorancia, a la
falta de comunicación y de diálogo. Por ello, es necesario inculcar en todos
nosotros, a través de la educación y de la formación cívica, las nociones de
comprensión y respeto a la diversidad cultural. De esta forma, se cumpliría con
el requisito, aquí expuesto, de una convivencia cultural a escala mundial; sin
embargo, dicha convivencia se encuentra con un obstáculo que constituye la
tesis siguiente.
7-El mayor obstáculo para la convivencia cultural consiste en que el modelo
neoliberal pretende imponerse sobre las demás culturas, cosificando y
estandarizando todo lo que existe. Este impacto negativo tiene como resultado:
123
una sociedad repleta de vacíos y de rasgaduras en su tejido social; está
desmembrada y poblada por individuos aislados, solitarios, sin acercamiento
personal o fraternal y, siguiendo en esto las ideas de Ramonet, están vaciados
de cultura, de identidad, de sentimiento de conciencia del otro. La ideología
neoliberal mercadea con todo lo social, pervirtiendo muchas de las formas de
socialización o reduciéndolas a procesos productivos; impone su culto al
mercado a través de actitudes como la competitividad, la superación personal,
un rendimiento máximo y una vida trepidante centrada en el lucro y el éxito
material.
Asimismo, dificulta los procesos de identificación cultural y despoja al
individuo de los sentimientos de apropiación, participación, plenitud y seguridad;
además de esto, se institucionaliza todo lo sobrenatural (religión, misticismo y
cultos esotéricos) para cubrir el desencanto y los vacíos de la vida espiritual del
ser humano. Hay una desacralización de todo cuanto existe, tanto de la
naturaleza como de la persona, convirtiendo todo en mera mercancía, en una
pieza de cambio. En medio de aquella institucionalizada espiritualidad, de la
estandarización cultural, de la masificación despersonalizadora, de la saturación
de información y comunicación vacía, proliferan los llamados no lugares o
espacios de desorden, con los cuales no es posible identificarse puesto que son
espacios homogéneos, sin particularidad cultural alguna, y están erigidos para el
flujo de personas, de mercancías o de información, de tal manera que rompen
con la naturaleza y las necesidades espirituales del ser humano, generando
confusión y desorden a causa de la falta de cohesión y sentido grupal, de
pertenencia e identidad cultural.
124
Para contrarrestar esta situación, se vuelve más necesario que nunca
aferrarse a las ideas de pertenencia y de identidad, pero, dado que son
contrarias al sistema neoliberal, han de buscarse fuera de éste; he aquí el
imperativo de esta tesis. También se vuelve la mirada a otras formas culturales
milenarias para llenar aquellos espacios espirituales y recuperar el sentido que
el modelo neoliberal les ha arrebatado al reducir todo a criterios mercantilistas.
Esto nos conduce hasta la tesis que sigue.
8-A pesar de todos aquellos rasgos negativos del capitalismo, se mantiene la
tesis acerca de que éste, en su propio declinar, proporciona los elementos para
pensar que otro mundo es posible a partir del encuentro cultural de una realidad
heterogénea, múltiple, abierta y dinámica, la cual está en constante movimiento
en virtud de los cambios sociales y del desarrollo tecnológico; donde, además,
se podría dar una relación respetuosa y horizontal entre las diversas culturas,
buscando la integración y el enriquecimiento mutuo para superar los conflictos.
En la actualidad, el ser humano vive en un mundo intercomunicado, donde todos
nos impactamos recíprocamente, de manera consciente o inconsciente,
buscando llenar nuestras estructuras de sentido o tratando de mejorar nuestras
condiciones materiales. Es decir, la influencia cultural no se da en una sola
dirección aunque el impacto del modelo económico-cultural del neoliberalismo
sobre las demás culturas es mayor que la de éstas en aquélla, reduciéndose
éstos sobre todo, como se señaló más atrás, a los valores espirituales de sus
cosmovisiones. En suma, vivimos en un mundo donde todos nos impactamos
recíprocamente, pero esta influencia mutua entre culturas puede traducirse en
encuentros culturales si las relaciones se dan de manera respetuosa y
125
horizontal, con el objetivo común de lograr una integración y un enriquecimiento
mutuo para superar cualquier conflicto.
Ahora bien, tal interrelación entre los aspectos sociales y culturales sólo
puede ser positiva y servir para enriquecernos entre todos si se basan en la
comprensión y respeto mutuo, pero esto sólo puede suceder si se rompe la
asimetría del intercambio económico entre los países. Así, pese a que la
globalización es un fenómeno inevitable, debemos apostar por alcanzar la
composibilidad a partir del modelo alternativo de la interculturalidad, el cual
puede servir para suavizar los rasgos de una globalización dirigida, no a la
imposición del pensamiento único y a la mercantilización del ser humano, sino
hacia un auténtico enriquecimiento mutuo de todas las culturas por igual; he aquí
el pilar básico de la interculturalidad, que se expone a continuación.
9-La tesis básica de la interculturalidad es que todas las culturas son igual de
valiosas y tal diversidad cultural enriquece a la humanidad antes que enfrentarla.
No obstante, con esta tesis se corre el riesgo de una fragmentación social de la
realidad, si no logramos cumplir la condición de integrar tal diversidad cultural en
un sistema global abierto y dinámico. La posibilidad de unión de lo diverso, la
interculturalidad, es necesaria para superar la fragmentación social y evitar caer
en suturas culturales, que se darían en cada ámbito local a lo largo de todo el
planeta. Es decir, hemos de unir lo diverso para que la humanidad no viva en un
mundo fragmentado, roto, disperso y sin sentido, poblado de suturas locales que
sólo nos aportarían concepciones sesgadas de la realidad y que nos abocarían a
un relativismo cultural, donde no se podría entender la realidad social del ser
126
humano como un todo, aunque heterogéneo, porque la propia relatividad de las
distintas culturas nos dejaría sin puntos de referencia fijos para reorganizar y
unificar lo diverso. Esto nos lleva a la siguiente tesis donde se rechaza el
relativismo cultural.
10-Si bien el carácter absoluto del etnocentrismo, impregnado de odio y temores
irracionales, cancela toda posibilidad de interculturalidad y se transforma en un
nacionalismo fundamentalista, cerrado, extremo e intolerante, el relativismo
cultural tampoco sirve de base a la interculturalidad pues, aunque parezca una
postura más abierta, al defender que todas las culturas son igualmente válidas y
que merecen el mismo respeto, no favorece una actitud dialogal, sino más bien
permisiva, porque el respeto cultural que en él se promueve es de tal naturaleza
que impide cualquier comparación o evaluación hecha desde otra cultura, ya que
se trataría únicamente de un punto de vista de otra forma cultural sin más. De
este modo, sería impracticable la interacción intercultural, donde el intercambio
de información y significantes, así como también la reflexión y la crítica de éstos,
enriquecerían nuestras estructuras significativas al incluir la posibilidad de
ampliar nuestro mundo con valores externos a la cultura propia, que se han
sopesado y evaluado internamente como positivos. Es decir, el inconveniente
que plantea la postura relativista es que tendríamos que concebir a las culturas
como entes cerrados y estáticos, como mundos inconmensurables e
incomunicados, impidiendo, así, la posibilidad de someter las diferentes culturas
a un análisis crítico y comparativo, esto es, cancela toda posibilidad de crítica
cultural o filosofía de la cultura. Además, el relativismo cultural también nos
conduciría a una sutura cultural, pues, del mismo modo que ocurre con la
127
imposición de una determinada cultura sobre las demás, estaríamos en una
situación de fragmentación donde habría una pluralidad de culturas aisladas
unas de otras, cada cual con sus estructuras y significantes propios, cerradas en
sí mismas y estáticas. Cuando en la realidad ocurre todo lo contrario, tal y como
se especificó en la octava tesis: ninguna cultura puede actualmente evitar la
interacción con otras culturas, así como tampoco puede eludir el carácter
dinámico, ya que sufre cambios constantes en función de todo tipo de procesos
sociales, económicos, políticos o artísticos. De este modo, el relativismo cultural
estaría relacionado con el multiculturalismo del modelo neoliberal, donde se
pregona una falsa tolerancia cultural.
Por todo lo anterior, se puede concluir que el relativismo cultural sólo sirve
de contrapeso al absolutismo etnocentrista, sin que pueda conformar el cimiento
necesario para la interculturalidad, pues su carácter tan permisivo elude todo
interés, responsabilidad y compromiso hacia las cuestiones interculturales. Si
bien todas las culturas son igual de valiosas, en el modelo intercultural, y no
existe primacía jerárquica de una sobre otra ni hegemonía alguna, no “todo se
vale” en cuanto a los aspectos concretos y particulares de las culturas, ya que
muchos de éstos entran en conflicto con los derechos humanos y con valores
éticos universales, como el derecho a la vida, a la dignidad, a la no tortura o a la
protección y respeto a la naturaleza. Un conflicto insuperable entre elementos de
distintas culturas, que han de convivir en función del proceso imparable de la
globalización, impediría la composibilidad intercultural porque no sería posible la
unión o confluencia armoniosa entre las diferentes culturas. Así pues, nos
encontramos con otra condición que ha de cumplirse a modo de negación: no
128
todo es válido en el ámbito cultural. Ahora bien, si se defiende, como aquí, que
todas las culturas son igual de valiosas, hemos de especificar el papel que
desempeña la identidad cultural, lo cual ocupa la undécima tesis.
11-Si todas las culturas son igualmente valiosas pero han de confluir
armoniosamente, a partir del interés, el compromiso y el respeto cultural, para
integrar la diversidad cultural en un sistema global, abierto y dinámico, se ha de
precisar, entonces, el rol que juega en todo esto la identidad cultural. La cuestión
de la identidad cultural presenta dos enfoques diferentes: uno de ellos considera
que ésta responde a la necesidad de preservar la cultura propia, que se percibe
amenazada por la globalización y el contacto con otras culturas, neutralizando
cualquier elemento ajeno y procedente de éstas; el otro, en cambio, contempla a
la identidad cultural como una oportunidad para abrirse al otro e interactuar con
él, persiguiendo un enriquecimiento mutuo de las diversas culturas. De igual
modo, la noción de identidad cultural puede construirse a través de dos
vertientes opuestas: a partir de la pertenencia o de la diferencia. En la primera,
la identidad cultural se conforma sobre los elementos comunes de un grupo,
dada su pertenencia o participación en ellos; mientras que en la segunda, la
identidad se establece por el contraste con los otros a partir de las
características que nos hacen diferentes al resto de las culturas. Ahora bien,
estas dos posturas, que tratan de preservar la identidad cultural y de interactuar
con otras culturas para el enriquecimiento mutuo, se encuentran con barreras
como las siguientes: la casi imposible homogeneidad cultural dentro de un
mismo país o región; la falta de conciencia colectiva sobre la realidad social y
129
cultural así como, también, de los cambios que se suscitan; o bien, el impacto
producido por la interacción entre culturas.
Pese a todo lo anterior, es deseable construir y mantener la identidad
cultural desde una postura intermedia y conciliadora entre ambas, es decir,
mediante una dialéctica de la pertenencia y la diferencia. Lo cual implica
entender a dicha identidad como un fenómeno abierto y dinámico, como algo
inacabado cuya finalidad no es preservar la cultura en toda su rigidez, siempre
igual a sí misma, momificándola, sino como un proceso de identificación
constante con el medio cultural y el social. Si entendemos la identidad cultural de
aquella forma, como un proceso constante y abierto, cabría la posibilidad de
establecer relaciones interculturales en las que habría la menor cantidad de
suturas posibles, puesto que las relaciones entre culturas diferentes se darían en
un marco de diálogo, donde se presupone la comprensión y el respeto. Sin
embargo, la cuestión de la integración de lo diverso en el marco intercultural no
sólo afecta a la noción de identidad cultural, también se ha de analizar e
incorporar la noción del otro.
12-Dentro del modelo intercultural que se defiende en esta investigación, se
entiende por otro a aquél que posee una identidad diferente a la nuestra, pues
participa de un proceso de identificación diferente culturalmente al nuestro, pero
habita en su propio mundo de estructuras y significados, al igual que nosotros.
En virtud del enorme avance tecnológico de las comunicaciones y de los medios
de transporte, nuestra época se caracteriza por el acercamiento físico y virtual,
sin precedentes en la historia, de todos los pueblos del planeta. El otro está más
130
cerca que nunca, su presencia es algo inminente y esto nos genera
desconcierto, inseguridad, incertidumbre y, a menudo, temor porque sentimos
amenazado nuestro mundo, nuestra identidad cultural. Este sentimiento de
amenaza conlleva cerrarse sobre sí mismo, rompiendo con toda posibilidad de
interacción y comunicación, lo cual se ha de evitar si queremos participar en
procesos de identificación más plurales y enriquecidos por la apertura de la
experiencia. Cuando el temor es la respuesta a la inminente presencia del otro,
se construyen barreras impenetrables para no ser invadidos por su mundo ni
“contaminados” por sus significantes, pues se nos presentan nocivos para la
identidad propia, en lugar de verse como enriquecedores de nuestro mundo.
Este mismo temor a relacionarnos con otras culturas obedece al miedo que
sentimos hacia las crisis culturales, cuando ciertos valores propios son
cuestionados al ser confrontados con culturas ajenas; esto es, cuando se realiza
una crítica cultural. No obstante, este miedo ha de ser vencido para poder logar
la convivencia global y el encuentro con las otras culturas; y el medio para
superar aquél es ponernos al servicio de una auténtica tolerancia y respeto
cultural, tal y como se establece en la tesis que sigue.
13-La tolerancia horizontal, o respeto cultural, es la premisa fundamental para la
convivencia global y para el encuentro con el otro. Pero, también lo es para
realizar una crítica cultural, de tal manera que el análisis de las relaciones
interculturales se ha de condicionar al análisis comparativo entre ellas y a la
reflexión desde una actitud de responsabilidad y compromiso social. Esto es, el
respeto cultural no se reduce a la permisividad de “todo vale” pues ha de ser
siempre abordado mediante la crítica, como el derecho que se tiene de defender
131
la forma de vida de uno mismo pero también el derecho al desacuerdo, y no
como una mera coartada para hacer valer cualquier cosa por igual, evitando, de
esta manera, tanto las confrontaciones culturales como toda forma de
responsabilidad y compromiso sociocultural. Así, cuando analizamos el tipo de
influencia cultural que impacta en el modelo occidental, nos encontramos con
aspectos relacionados con las costumbres y las cosmovisiones, tal y como se
precisó en la séptima tesis. Las culturas que, por un lado, son consideradas
“inferiores” por el modelo cultural establecido, por otro lado, se les reconoce un
hondo sentido espiritual y se pretende apropiarse de éste para curar los
sentimientos de soledad, vacío y desencanto que genera la sociedad de
mercado. El problema es que se busca esta cura como si se tratase de una
poción mágica o de un parche que entresacamos de una tela vieja para coserlo
a una nueva; se da una descontextualización cultural, una extrapolación ilícita de
estos valores espirituales porque se arrancan de su universo de sentido sin que
se acompañe de un proceso de interiorización social e identidad cultural, donde
se pueda dimensionar su significado en toda su extensión.
Este tipo de solución no puede considerarse como tal mientras no se dé
un auténtico intercambio cultural, en un plano horizontal y de igualdad, que esté
fundamentado tanto en el respeto y en la apropiación del contexto cultural, como
también en el compromiso y la responsabilidad sociocultural. Estos elementos
son las claves para fundamentar el diálogo intercultural; he aquí que se ha dado
con la tesis principal de la interculturalidad, expuesta a continuación.
132
14-He aquí que hemos llegado a una de las tesis de mayor relevancia: el diálogo
intercultural representa uno de los primeros pasos para lograr la comunicación
de ideas y de estructuras significativas, sin reducirse a la mera información o
transmisión, pues va más allá de esto al buscar la concientización y la unión
cultural. Pero una unión a partir de la diversidad y no de la homogenización
porque ésta acarrearía una sutura cultural al pretender imponer un modelo sobre
los demás, oprimiendo a estas otras formas culturales diversas y supeditándolas
a una que se presenta a sí misma supuestamente superior.
Las condiciones o requisitos para que se dé un auténtico diálogo
intercultural son fundamentalmente: apertura, comprensión y respeto. De tal
modo que, si bien las relaciones entre culturas son inevitables, aquello que sí es
evitable –y es nuestro deber hacerlo– es que se den de manera arbitraria, en
donde unos se impongan a otros sobre una base de desigualdad e injusticia
entre los pueblos y los individuos, sin comunicación alguna entre ellos ni simetría
en la relación económica entre los países, repartiéndose los beneficios de los
procesos globales entre unos cuantos y no entre todos. La interculturalidad
pretende lograr, mediante el diálogo cultural, una verdadera comunicación y
comprensión de las estructuras significativas pertenecientes a culturas
diferentes. Es decir, busca comprender los preceptos nucleares o presupuestos
que conforman su mundo de sentido, los cuales son fundamentales para su
desarrollo y configuración como seres humanos. Esto nos empuja a establecer
la siguiente tesis.
133
15-Todas las culturas, de acuerdo con la tesis de Bohm y Peat, poseen
estructuras rígidas o presupuestos tácitos, que conforman la mayoría –si no
todos– de los preceptos nucleares de su mundo de sentido. El diálogo posibilita
que tomemos conciencia tanto de la estructura tácita de nuestra cultura como de
la estructura de las otras. Es un proceso bidireccional que permite desarrollar
nuevas perspectivas, construir nuevos presupuestos y valores que beneficien a
todos. A través del intercambio cultural crítico y respetuoso, podemos tomar
conciencia de nuestros presupuestos culturales y determinar cuáles de ellos
están ya vacíos de significado. Incluso podríamos detectar si seguimos
ejerciendo aquéllos sólo de manera pasiva e inconsciente, en virtud de un mero
arraigo tradicional. De este modo, el diálogo con los otros nos permitirá
identificarlos, al igual que a las otras culturas, para analizarlos y revisarlos con el
objetivo de enriquecer nuestra cultura y permitirnos mejorar como seres
humanos. Directamente relacionada con esta tesis está la propuesta del juego
libre y de la creatividad cultural.
16-El juego libre de las relaciones interculturales y la creatividad cultural
constituyen conjuntamente otra de las tesis finales que aquí se defienden y que
también ha sido retomada de los autores anteriores –Bohm y Peat–. Dicho juego
libre, o como también lo llaman, juego limpio, implica la flexibilidad de nuestros
presupuestos culturales, asumiendo que las estructuras de nuestras culturas no
son absolutas y que pueden ser cambiadas en el caso de ser necesario para el
enriquecimiento cultural; en cuanto que la creatividad cultural se entiende como
el acto de desarrollar o pensar formas de convivencia y relaciones entre culturas,
diferentes a las establecidas y en donde las posibilidades de beneficio sean
134
mayores para todos. De manera que el tan anhelado encuentro entre los
mundos requiere, por un lado, evitar la mala información, denominada así por
estos mismos autores, que puede traer consigo uno de los intercambios
culturales más comunes –la comunicación a escala mundial– pues se trata de
una información falsa o adulterada, que genera los prejuicios y los presupuestos
cerrados del llamado, también por ellos, juego sucio, impidiendo, así, el juego
libre de las relaciones culturales. Por otro lado, aquél ha de promover también
una integración cultural donde se estimule la creatividad y productividad de las
diversas formas culturales que constituyen nuestra sociedad global.
17-Se ha de entender a la sociedad global como una unidad dinámica dentro de
la diversidad, como un organismo donde cada elemento –cada cultura– es vital
para el buen funcionamiento de los demás. Si concebimos así las relaciones
interculturales como un proceso de encuentro intercultural de naturaleza
dinámica, los elementos que se intercambian entre las culturas son un producto
de la integración crítica y del diálogo, en tanto que puede entenderse como
unidad en movimiento. De tal manera que este dinamismo orgánico no atentaría
contra la identidad cultural sino que favorecería el enriquecimiento de las
culturas que lo conforman.
El diálogo intercultural, lejos de provocar que las culturas se aíslen o se
fragmenten a causa de la interacción, las enriquece siempre y cuando se
respete la condición de mantener una postura abierta, a la hora de asumir las
formas significativas propias y de los otros. Además, evitaría también los
prejuicios y las actitudes rígidas que se pueden traducir en mala información y
135
que daña la posibilidad del diálogo –el intercambio libre de ideas–, el cual
supone un constante fluir, un movimiento hacia la libre creación de nuevos
mundos culturales, con sus valores propios y estructuras. Bajo estos términos
puede verse con claridad que la interculturalidad no pretende debilitar la
identidad cultural, sino mantener todos los presupuestos que poseen significado
cultural, mientras se eliminan o se modifican aquellos otros que carecen de él,
abriéndose a nuevas formas más enriquecedoras para sus culturas que no sean
impuestas por otros, sino creadas a través del diálogo. Esta última afirmación
nos guía hacia la tesis de Mauricio Beuchot acerca de una “hermenéutica
analógica”.
18-La hermenéutica analógica permite alcanzar puntos de vista semejantes
entre las culturas, atenuando o erradicando el desprecio a las diferencias. Para
lograr este objetivo, ha de defender lo que él mismo denomina “universalidad
relativa” de ciertos valores culturales, los cuales son los aspectos comunes de
las diversas culturas que ennoblecen la condición humana. Tales universales
culturales no servirán para fijar la validez, comprensión y aplicación de la
universalidad de los derechos humanos. Precisamente, la finalidad de la
hermenéutica analógica es lograr la comprensión por medio del diálogo y
enriquecer la dimensión cultural a través de la aportación de todas las culturas,
gracias a una comunicación entre ellas que ha de estar caracterizada por la
crítica y el respeto. El objetivo es alcanzar nuevos presupuestos conducentes a
mejorar la condición del ser humano y construir un ideal cultural donde se
integre lo mejor de todas las culturas. Esta propuesta de Beuchot coincide con el
136
propósito de la presente investigación en tanto que en ambas se defiende que
otro mundo es posible.
19-En efecto, otra de las tesis fundamentales que aquí se defiende es que otro
mundo –u otra sociedad–, diferente al que impera en nuestra realidad actual, es
posible. En él las condiciones necesarias para generar los presupuestos
culturales dependen en su totalidad de una convivencia humana, fraternal y
enriquecedora en todos los ámbitos de la realidad social. Se trata de un proceso
de acercamiento cultural, de encuentro, de diálogo y, empleando la expresión de
Esquirol, de “amistad entre los mundos”. Además, se puede asociar la noción de
identidad con la de mundo, en el sentido de que el proceso de identificación
cultural no sólo nos facilita las estructuras para significar y comprender el
mundo, sino que también éstas representan en sí mismas un mundo para
nosotros. Así, las relaciones interculturales son un encuentro con el otro, es
decir, un encuentro de diferentes estructuras significativas, un encuentro
amistoso entre mundos.
20-Por último, se ha defendido la tesis del papel fundamental de la filosofía en
este proceso. Si bien el diálogo posibilita la composibilidad intercultural, es la
filosofía la que facilita que se dé dicho diálogo y la crítica cultural responsable.
Es la filosofía la que puede sacarnos de nuestra ceguera y de la ignorancia, de
los prejuicios y de la intolerancia; la que nos permite ver más allá de la realidad
actual y proyectar nuevas posibilidades, nuevos mundos, nuevos encuentros
culturales. La filosofía nos facilita todas las herramientas intelectuales que,
unidas a las herramientas materiales que nos ofrece la tecnología y a la voluntad
137
política y social, es todo lo que necesitamos para llevar a cabo este proyecto
integrador de composibilidad intercultural en un mundo global.
En conclusión, el hilo conductor de este estudio ha sido el término de
“composibilidad intercultural”, que aquí se ha acuñado, en tanto eje
epistemológico, en torno al cual versan las tesis anteriores, con el objetivo de
erigir los argumentos que fundamentan toda mi propuesta general. Son muchos
los escenarios que se han planteado acerca de las cuestiones interculturales y
muchas las perspectivas con las que éstas han sido analizadas. Lo anterior
aunado a la actual evolución del fenómeno global y sus repercusiones
interculturales, dificultan en cierta medida su análisis y, por ende, el
conocimiento del mismo. Por tal razón, en este trabajo de investigación, se
buscó plantear un nuevo panorama de posibilidad para el modelo intercultural, a
través de la composibilidad, con el objetivo de facilitar el conocimiento y la
comprensión de estos fenómenos sociales y proyectar, así, una propuesta más
lozana y actual sobre los estudios interculturales.
Así, entonces, es necesario tener plena conciencia de nuestra situación
actual, donde la globalización ha sido originada y potenciada por el modelo
económico neoliberal y que el predominio de éste constituye una amenaza a la
interculturalidad dado que tiende a reducir todo a criterios mercantilistas. De ahí
que la tentación autoritaria a erigir un pensamiento único sea un riesgo, a veces
latente y otras patente, pero siempre constante, contra el cual hay que luchar
incesantemente. Si bien se partió de la inevitabilidad de la globalización, ésta no
es perjudicial en sí misma para nuestras culturas, sino que es, por el contrario,
138
una oportunidad de relacionarnos y conocernos mejor aprendiendo unos de
otros, de lo que hay de universal en cada una. Por consiguiente, es correcto
procurar una relación horizontal entre las distintas culturas, pese a que haya que
enfrentar el hecho de que la relación económica que sostenemos con países
occidentales está basada en una relación asimétrica, en la que nosotros –los
países económicamente más débiles– somos la parte vulnerable, lo cual es
inadmisible porque debería haber mecanismos de compensación que permitan
que esta relación sea más equitativa y que realmente signifique un impulso a
mejores condiciones de vida.
Del mismo modo, es indispensable que en el ámbito cultural dichas
relaciones entre estructuras significativas distintas se desarrollen en un plano de
igualdad, rechazando cualquier intento de dominación mediante la falacia de que
hay culturas superiores e inferiores. Además de poder salir al paso, asimismo, al
deterioro de significados, dado que el neoliberalismo lleva a la cosificación
incluso de las estructuras de sentido, convirtiéndolas en rehenes de intereses
esencialmente egoístas. En función de esto, he podido defender que el concepto
de composibilidad ayudaría a tener una visión de conjunto de la realidad
intercultural, que hasta ahora se había percibido fragmentada y sesgada, en
donde el “más fuerte” ha buscado mantenerse a toda costa en su lugar
privilegiado, sin importar que las demás culturas paguen el alto costo, siendo
absorbidas por una visión que tampoco es auténtica. Por lo cual, ese deterioro
termina afectando a todas las formas culturales que, pudiendo haberse
enriquecido mutuamente, terminan por sucumbir a la voracidad rentista de una
minoría que sólo rinde culto al dinero; provocando, así, un vacío espiritual que se
139
convierte en caldo de cultivo de estafadores espirituales y supersticiones, que
llevan al ser humano a la estupidez, entre otras muchas formas de alienación
que provoca el consumismo, instalando a las masas en la frivolidad y
reduciéndolas a la condición de manada.
Asimismo, se ha visto también que la influencia de Occidente puede ser
tanto negativa como positiva. Es negativa cuando se traduce en un
etnocentrismo que trata de imponerse hegemónicamente sobre las demás
culturas, provocando, así, la sutura eurocentrista. Pero esto no ha de
ensombrecer los aspectos positivos del modelo occidental: los avances
científicos y tecnológicos, sus contribuciones artísticas, ideales políticos como la
democracia, los sistemas filosóficos y, sobre todo, su creciente interés tanto en
proteger el medioambiente, los ecosistemas y el equilibrio de la naturaleza,
como en la protección de las especies –animales y vegetales– y de los parajes
naturales. Para poder regular esta influencia, rechazando o reduciendo al
máximo posible los aspectos negativos y reafirmando los positivos, entra en
escena el modelo de interculturalidad. Pero, a su vez, la interculturalidad ha de
ser regulada por el fenómeno de la globalización, donde todos nos sintamos
ciudadanos del mundo a pesar de las diferentes culturas de las que
provengamos, porque, si no fuera así, se correría el riesgo de caer en los
nacionalismos fundamentalistas, donde una exaltación exacerbada de la
identidad cultural nos separaría a todos, unos de otros, provocando una
segregación de la humanidad. Lo cual haría de la llamada “Aldea Global” un
mundo resquebrajado y frágil, con múltiples suturas culturales: dependiendo del
lugar en donde estemos, habría una sutura de una cultura u otra. La humanidad
140
estaría en peligro, dado el debilitamiento y la fragilidad que provocaría tal
inestabilidad de tensiones culturales, siempre en conflicto, siempre en pugna por
hacerse con la hegemonía en las distintas partes del planeta.
De esta manera, el concepto de composibilidad, aplicado en conjunción
con la regulación de la filosofía y teniendo al diálogo como medio, posibilitará
primeramente una concepción de la realidad intercultural compleja159, en donde
todas las culturas, sin perder sus particularidades, actúen en conjunto como un
organismo dinámico para poder no sólo pensar en nuevos horizontes culturales
y humanos, sino también, para poner todo el esfuerzo a la hora de realizarlos. La
coexistencia simétrica de las culturas a través del diálogo representaría este
horizonte de construcción de nuevos paradigmas y, por ende, de nuevos
estadios en tanto humanidad, existiendo el replanteamiento de diversos
presupuestos, siendo uno de los más importantes, el de índole ética. El diálogo
facilitará el desarrollo de presupuestos éticos en donde entren los ideales de la
mayoría de las culturas, es decir, lo genuinamente universal, siguiendo en parte
con la idea de Beuchot de la creación de un modelo abstracto o icónico de
cultura, a través del cual pueden estar autorregulándose. Cabe insistir en que
este modelo debe poseer aquellas características que son deseables para la
mayoría de las culturas y que representan lo mejor para el ser humano, para su
desarrollo íntegro en la libertad y en la igualdad160.
159 Esto es el primer gran paso, pues, a partir de la toma de conciencia, se puede empezar a actuar. Lo pensado puede ser posible.
160 Cf. Beuchot, p. 37.
141
Ante esta diversidad de procesos culturales y el deseo de alcanzar un
modelo intercultural auténtico, el filósofo tiene una tarea importante para lograr
una concientización orientada hacia esos fines. Debe, por consiguiente,
desempeñar su papel como pensador crítico donde manifieste la necesidad de
regular las relaciones culturales no sólo con el exterior, sino también al interior
de nuestro propio país, como ocurre con México, en donde existe una
multiculturalidad (de minorías étnicas, de preferencias sexuales y otras) que
deben ser consideradas y escuchadas, para poder actuar sin segregacionismos
y en beneficio de toda la comunidad mexicana. Es importante aplicar la
composibilidad de abajo hacia arriba, es decir, desde nuestro caso particular
como país multicultural, funcionando como un organismo161, hasta lograr ser
composibles con las demás culturas en el ámbito global.
En otro orden de cosas, es fundamental y necesario que exista un marco
legal que permita el desarrollo del modelo intercultural, protegiendo a las
minorías de sus derechos elementales tanto en sus particularidades como en lo
que tienen en común con el resto de los ciudadanos, así como para poner coto a
las conductas prejuiciosas e intolerantes que buscan vulnerar sus derechos
legítimos; desde este marco legal para la interculturalidad, la sociedad en su
conjunto podrá asimilar de manera práctica el respeto por la diversidad cultural.
La educación es otro ámbito privilegiado que puede contribuir al desarrollo de la
vida intercultural, complementando el marco jurídico. La educación, en este
sentido, constituye un soporte esencial para la convivencia social democrática y
161 En donde se respete de igual manera la diversidad, evitando la segregación de aquellos que son diferentes y representan la minoría, y favoreciendo la participación de todos mediante el diálogo y el encuentro cultural.
142
tolerante con la diversidad de opciones. Sin duda, son muchas las cuestiones
que la complejidad de la realidad intercultural nos plantea: la normatividad para
la convivencia y el papel de la educación son dos aspectos fundamentales de
ella, además del ámbito ético que ésta requiere, anteriormente mencionado. Sin
embargo, en esta ocasión, no fue posible profundizar en tales materias, por lo
que serán temas a ahondar personalmente en investigaciones futuras, dentro de
esta problemática de globalización e interculturalidad.
En definitiva, esta investigación ha permitido concluir que los elementos,
aquí utilizados y analizados, abren nuevas veredas hacia para la comprensión
de la realidad intercultural como una realidad compleja, dentro de la cual el
concepto de sutura ha permitido tomar conciencia del riesgo que la segregación
representa y cómo la perspectiva de conjunto ofrece la posibilidad de aquello
que aquí se denominó “unidad en movimiento”, la cual será posible sólo a través
del diálogo. De ahí que mi propuesta sea aplicar el concepto de composibilidad
no sólo a la realidad intercultural, integrando a las culturas a partir de sus
diferencias, sino también se trata de aplicar dicho concepto a los dos fenómenos
en auge de nuestro tiempo: la interculturalidad y la globalización. Si fuésemos
capaces de hacer composibles a ambos, dispondríamos de un medio y un
criterio para regularlos entre sí, suavizando los extremos, limando sus
asperezas, con el objetivo de inscribirlos, de este modo, en un solo fenómeno en
constante movimiento, la globalización intercultural. Algo que podríamos
considerar, entonces, como un proceso único con dos focos que se regulan
entre sí. De manera que la globalización debe ser limitada por el proceso
intercultural para que se respete la diversidad; mientras que el fenómeno de la
143
interculturalidad debe ser condicionado por la globalización para no caer en un
nacionalismo exacerbado, donde no haya posibilidades de comunicación, de
diálogo, ya que en todo lenguaje debe haber algo en común para que sea
comunicativo. Así pues, es la globalización la que nos ofrece un marco común
para todas las diversidades, al sabernos ciudadanos del mundo. De hecho,
todos somos parte de algo que llamamos “humanidad” y es la globalización la
que hace énfasis en esta hermandad de todo nuestro planeta.
Gracias a las tesis, recopiladas más atrás, y a los elementos conceptuales
que éstas comportan, he podido alcanzar en este proyecto una comprensión
integradora de los fenómenos de globalización e interculturalidad. Asimismo, su
utilización en conjunto nos descubre un nuevo espacio para lograr el tan
anhelado “encuentro de los mundos”. Dentro de este horizonte, que parece ser
promisorio, se estima que será posible no sólo mejorar las relaciones
interculturales, sino también construir nuevas configuraciones culturales y
humanas. El resultado final de esta investigación consiste en la propuesta de
trabajar social y políticamente en una globalización entendida desde la
composibilidad intercultural, pues, así, no llevaría consigo un colonialismo más
que, en esta ocasión y en virtud de los avances tecnológicos en la
comunicación, medios y transporte, se daría a escala planetariae, en algo que
podría llamarse la Gran Colonización Mundial. La globalización intercultural no
debe favorecer en ningún caso tal sutura colonialista, sino, todo lo contrario, ha
de posibilitar un nuevo orden mundial en el que se dé una unificación
heterogénea de todas las culturas, a partir de su propia diversidad. Sería como
una nueva Torre de Babel, donde con el esfuerzo y la aportación de todos,
144
podamos construir nuestra primera Gran Alianza Intercultural. El motivo que
justifica realizar aquí esta referencia bíblica es porque ilustra de manera
ejemplar cómo la falta de diálogo y entendimiento suscita confusión e incluso
guerras en un mundo fragmentado162. En esta nueva ciudad de Babel, que
podría llamarse “Globalización Intercultural”, se daría una alianza global, sin
suturas culturales, entre todos los seres humanos que habitamos este planeta.
En la cual se combatirían todos los efectos negativos que produce la
segregación: ignorancia, desconfianza y conflictos. El diálogo es el medio para
lograr tal unión a partir de la diversidad –la composibilidad intercultural–, para
que podamos entender al otro y a nosotros mismos, para que podamos tener
relaciones mutuas enriquecedoras, para conciliar la identidad cultural con el otro
y todo aquello que nos encamine hacia el fin supremo de la interculturalidad, la
amistad entre los mundos. Y es la filosofía, en tanto crítica de la cultura y
orientación hacia la vida buena, el elemento facilitador de tal diálogo
intercultural.
162 Como es bien sabido, en este pasaje del Antiguo Testamento, Dios –Yaveh– confundió a
todos los humanos que habitaban la ciudad de Babel, haciendo que hablaran diferentes lenguas para romper la unidad y el entendimiento que había entre ellos y causar, así, la segregación de la humanidad. Lo cual indujo al desconocimiento y la ignorancia del otro y, con ello, surgió la desconfianza y el recelo, que conducen invariablemente a los conflictos y las guerras. El texto clave del Génesis dice así: “He aquí que forman un solo pueblo y tienen todos ellos una misma lengua, y éste es el comienzo de su actuación; ahora ya no les será impracticable cuanto proyecten hacer. Ea, bajemos y confundamos ahí mismo su lengua, a fin de que nadie entienda el habla de su compañero”. (Génesis 11, 6-7).
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