[alatorre antonio] el apogeo del castellano

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ANTONIO ALATORRE El apogeo del castellano Índice PRESENTACIÓN PRÓLOGO La atención al idioma Moros y moriscos Judíos y sefardíes El Nuevo Mundo Humanismo y antihumanismo España y Europa PRESENTACIÓN SU PASIÓN por la lengua castellana ha consolidado a Antonio Alatorre (Autlán de la Grana, Jalisco, 1922) como uno de los filólogos mas destacados de México y un verdadero historiador de nuestro idioma. Su obra ejemplar se reparte entre sus actividades como investigador literario, académico, traductor ensayista y filólogo. Como investigador literario, Alatorre es un reconocido especialista en la vida y obra de Sor Juana Inés de la Cruz, de la literatura del Siglo de Oro español, del barroco mexicano y de la crítica literaria en general. Como académico, Alatorre ha enseñado a no pocas generaciones en la UNAM y El Colegio de México, de cuyo Centro de Estudios Literarios y Lingüísticos fue director, y ha impartido numerosas conferencias en México y en el extranjero. Como traductor ha publicado numerosas obras del inglés, francés, alemán, italiano y portugués. Como ensayista ha publicado diversos ensayos de temas especializados y artículos de divulgación popular. Como filólogo, su libro Los 1,001 años de la lengua española es ya un clásico de la lingüística mexicana. Se trata de una historia de nuestro idioma que cumple el doble propósito de exponer la obra de

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ANTONIO ALATORRE

ANTONIO ALATORRE

El apogeo del castellano

ndice PRESENTACIN

PRLOGO

La atencin al idioma

Moros y moriscos

Judos y sefardes

El Nuevo Mundo

Humanismo y antihumanismo

Espaa y Europa

PRESENTACIN

SU PASIN por la lengua castellana ha consolidado a Antonio Alatorre (Autln de la Grana, Jalisco, 1922) como uno de los fillogos mas destacados de Mxico y un verdadero historiador de nuestro idioma. Su obra ejemplar se reparte entre sus actividades como investigador literario, acadmico, traductor ensayista y fillogo.

Como investigador literario, Alatorre es un reconocido especialista en la vida y obra de Sor Juana Ins de la Cruz, de la literatura del Siglo de Oro espaol, del barroco mexicano y de la crtica literaria en general. Como acadmico, Alatorre ha enseado a no pocas generaciones en la UNAM y El Colegio de Mxico, de cuyo Centro de Estudios Literarios y Lingsticos fue director, y ha impartido numerosas conferencias en Mxico y en el extranjero. Como traductor ha publicado numerosas obras del ingls, francs, alemn, italiano y portugus. Como ensayista ha publicado diversos ensayos de temas especializados y artculos de divulgacin popular.

Como fillogo, su libro Los 1,001 aos de la lengua espaola es ya un clsico de la lingstica mexicana. Se trata de una historia de nuestro idioma que cumple el doble propsito de exponer la obra de un especialista, al tiempo que difunde el amor por nuestra lengua. Una historia que recorre la geografa gramtica del espaol y que descubre las races ancestrales de nuestra lengua.

FONDO 2000 presenta aqu El apogeo del castellano, una seleccin tomada de Los 1,001 aos de la lengua espaola, publicado en coedicin por el Fondo de Cultura Econmica y El Colegio de Mxico. El lector reconocer en estas pginas la obra de un erudito, mas no un libro exclusivo de especialistas. Antonio Alatorre escribe para el lector comn y para cualquier curioso que alguna vez se haya preguntado cmo naci nuestra lengua, cmo se expandi y de qu manera alcanz su apogeo. En estas pginas se conocern paralelamente las obras que, a travs del tiempo, han caracterizado al idioma espaol de diversas pocas y le han conferido su grandeza.

PRLOGO

En este libro que el lector tiene abierto ante los ojos he querido hacer una historia de la lengua espaola; contar, a mi manera, el acontecer de un fenmeno que a m me interesa mucho, Al escribirlo, he pensado en lectores interesados asimismo en el tema. Con ellos he estado dialogando en mi interior, y a ellos me dirijo. Para ellos escribo estos prrafos preliminares, que son una simple y llana invitacin a que sigan leyendo.

Pueden creerme si les digo que no va a costarles trabajo la lectura. No voy a ponerme pesado ni a portarme exigente con ellos. Lo nico que les pido, lo nico que presupongo, es un poco de inters por eso que a m, segn he confesado, me interesa mucho: la historia de la lengua espaola, la historia de "nuestra lengua", como la llamo a menudo en el curso del libro. Pues, en efecto, adems de concebir lectores interesados en el tema, les he atribuido como razn central de su inters la ms simple de todas, la ms lmpida, la menos tortuosa; he imaginado que el espaol es su lengua materna. Aparte de tales o cuales razones complementarias, la razn central de mi propio inters es sa. El espaol es la lengua en que fui criado, la de mi familia y mi pueblo, la de los muchos libros y revistas que le en mi infancia (yo me hice lector a los cuatro aos). El espaol es una lengua que me gusta. Y ese gusto, exactamente se, es el que he supuesto en mis imaginarios lectores. Pero si alguno de ellos,

careciendo de esa razn, se interesa en la historia del espaol por ser, digamos, uno de los idiomas importantes del mundo, le pido por favor que no se sienta excluido. Tambin a l me dirijo. Proceda de donde proceda, un poco de inters, un poco de curiosidad es suficiente.[...]*

Me sera imposible enumerar los libros y artculos sobre historia de nuestra lengua cuya lectura me ha instruido y alimentado a lo largo de muchos aos. Pero es justo mencionar a los autores que ms me ayudaron durante los cinco atareados meses de 1979 en que escrib el presente libro: Ramn Menndez Pidal (sobre todo por sus Orgenes del espaol, 4 ed., Madrid, 1956, y su Manual de gramtica histrica espaola, 6a. ed., Madrid, 1941), William J. Etwistle (The Spanish Language, together with Portuguese, Catalan and Basque, Londres, 1936), Rafael Lapesa. (Historia de la lengua espaola, 7 ed., Madrid, 1968), Jaime Oliver Asn (Historia de la lengua espaola, 6 ed., Madrid, 1941), Robert K. Spaulding (How Spanish Grew, Berkeley y Los Angeles, 1943) y Juan Corominas (Diccionario crtico etimolgico de la lengua castellana, Madrid/Berna, 1954-1957).

De estos libros, el que ms le recomiendo al lector deseoso de avanzar es, sin ningn titubeo, el de Rafael Lapesa, muy equilibrado y completo, y lleno de jugosas indicaciones bibliogrficas. (Hay una 9. edicin, muy aumentada, de 1981.)

Pero el hombre que ms me ha enseado a mi es Raimundo Lida (1908-1979), de quien fui discpulo en Mxico (l lo fue a su vez de Amado Alonso en Buenos Aires, y Amado Alonso lo fue de Ramn Menndez Pidal en Madrid).

Entre muchas otras cosas, de l me viene la conviccin profunda de que el estudio verdadero de la literatura no puede destrabarse del estudio de la lengua, y viceversa. Estudiar en sus clases la historia de la lengua en los siglos XII y XIII era lo mismo que ensearse a amar el Cantar de mio Cid y los poemas de Gonzalo de Berceo. Las pginas que siguen estn, por eso, dedicadas a su memoria.

* En la presente seleccin se marcan con puntos suspensivos entre corchetes los prrafos suprimidos. [E.]

EL APOGEO DEL CASTELLANO

LA ATENCIN AL IDIOMA

La gramtica de nuestro idioma, o sea la descripcin sistemtica de su estructura y funcionamiento, pudo haberse escrito ya en tiempos de Alfonso el Sabio. Pero en esos tiempos la palabra gramtica significaba nicamente conocimiento del latn. En cierto lugar usa Alfonso el Sabio la expresin nuestro latn para referirse a la lengua que escriba; como si dijera: la clase de latn (evolucionado, simplificado, sembrado de arabismos, etc.) que hablamos en esta segunda mitad del siglo XIII en estos nuestros reinos de Len y Castilla. Pero el conocimiento de este latn no tena nada en comn con el del verdadero latn, el de Ovidio, el de san Isidoro, el del Tudense. La primera gramtica de nuestra lengua -de hecho, la primera autntica gramtica de una lengua vulgar, o sea moderna- es la Gramtica castellana que, con dedicatoria a Isabel la Catlica, hizo imprimir en 1492 Antonio de Nebrija.

Hombre de humilde origen, Nebrija se educ en Italia, particularmente en la universidad de Bolonia, donde asimil las nuevas concepciones de la filologa y las nuevas tcnicas de enseanza que l implant luego en su patria, declarando la guerra a los mtodos anticuados que anquilosaban la inteligencia de los estudiantes. Entusiasta de todo lo relacionado con la antigedad clsica, explor con espritu de arquelogo las ruinas de la Mrida romana y, junto con el portugus Aires Barbosa, implant en la pennsula los estudios helnicos. Nebrija desarroll su labor pedaggica en las universidades de Salamanca y de Alcal. Fue l quien dio el paso que jams hubiera soado dar el medieval rey de Len y Castilla. El conocimiento del castellano era ciertamente comparable con el del latn; si el conocimiento del latn era expresable en una gramtica, no tena por qu no serlo tambin el del castellano. La idea rectora de Nebrija parece haber sido: El latn es de esta manera, muy bien; y el castellano es de otra manera. Verdad es que en algunos casos sus explicaciones de fenmenos castellanos no son correctas, por referirse en realidad a fenmenos latinos; pero esto debe perdonrsele en razn de su formacin humanstica, ya que esa formacin tan seria, tan moderna, fue justamente la que lo llev a plantarse frente a su propia lengua en la forma en que lo hizo. La importancia de Nebrija es mucho mayor que la de un simple gramtico. Junto con los sabios italianos residentes en Espaa y Portugal, l sent en el mundo hispnico las bases del humanismo, movimiento paneuropeo, bsqueda colectiva del saber emprendida por un grupo numeroso de personas a quienes una el conocimiento de las dos lenguas internacionales, el griego y el latn, de tal manera que entre el andaluz Nebrija (Aelius Antonius Nebrissensis) y el holands Erasmo (Desiderius Erasmus Roterodamus) no haba ninguna barrera idiomtica.

Las gramticas griegas y latinas eran, en verdad, el principio y fundamento de toda cultura. Quienes haban expresado en reglas el funcionamiento de las lenguas sabias haban asegurado su permanencia por toda la duracin de los tiempos. Eso mismo, reduzir en artificio, poner debaxo de arte, era lo que convena hacer con la lengua de Espaa; y as, dice Nebrija en el prlogo de su Gramtica, acord ante todas las otras cosas reduzir en artificio este nuestro lenguaje castellano, para que lo que agora i de aqu en adelante en l se escriviere, pueda quedar en un tenor i entenderse por toda la duracin de los tiempos que estn por venir, como vemos que se ha hecho en la lengua griega i latina, las quales por aver estado debaxo de arte, aunque sobre ellas han passado muchos siglos, todava quedan en una uniformidad.

La gramtica en que Nebrija puso debajo de arte la lengua castellana acab de imprimirse en Salamanca el 18 de agosto de 1492, cuando Cristbal Coln navegaba hacia lo an desconocido. Tanto ms notable es la insistencia con que subraya el humanista, en el prlogo, la idea de que siempre la lengua fue compaera del imperio. Era imposible que le pasara por la imaginacin lo que el genovs iba a encontrar. En realidad, Nebrija pensaba en cosas ms concretas: en los primeros das de ese mismo ao de 1492, los Reyes Catlicos, pareja guerrera, haban recibido de manos del rey Boabdil las llaves de la ciudad de Granada, ltimo reducto de los moros en Espaa, y en la corte se hablaba de la necesidad de continuar la lucha, quitndoles tierra a los musulmanes en el norte de frica, al otro lado de Gibraltar, y seguir, por qu no?, hasta arrebatarles el sepulcro de Cristo, en Jerusaln.

ste fue justamente el sueo del cardenal Francisco Jimnez de Cisneros, consejero de los Reyes Catlicos y gran amigo de Nebrija. Detrs de la difusin mundial del griego y del latn haban estado las figuras imponentes de Alejandro Magno y de Julio Csar. Sintindose honda y autnticamente en los comienzos de una era que contemplara la difusin mundial del castellano, Nebrija piensa que Alejandro y Csar han reencarnado en los reyes de Espaa, y que va a ser necesaria la lucha armada. Cuando an estaba manuscrita la Gramtica, Nebrija se la mostr a la reina Isabel, y sta, despus de hojearla -segn cuenta el autor en el prlogo-, le pregunt que para qu poda aprovechar. Y entonces el mui reverendo obispo de vila me arrebat la respuesta, i respondiendo por mi dixo que despus que Vuestra Alteza metiesse debaxo de su iugo muchos pueblos brbaros i naciones de peregrinas lenguas, i con el vencimiento aqullos teman necessidad de recebir las leies que el vencedor pone al vencido i con ellas nuestra lengua, entonces por este mi Arte podran venir en el conocimiento della, tal como los ejrcitos romanos impusieron el latn a una Espaa brbara en que se hablaban peregrinas lenguas, y tal como an hoy nosotros deprendemos el arte de la gramtica latina por deprender el latn.*

Extraamente, a pesar de que la vaga profeca imperial de Nebrija se convirti muy poco despus en inesperada y esplendorosa realidad, su Gramtica no tuvo nunca el provecho que dijo el obispo de vila. En efecto, despus de 1492 no volvi a imprimirse ms (y cuando se reedit, muy entrado el siglo XVIII, lo fue por razones de mera curiosidad o erudicin). Extraamente tambin, a lo largo de los tres siglos que dur el imperio espaol fueron poqusimas las gramticas que se compusieron e imprimieron en Espaa. Como despus se ver, las publicadas en el extranjero y destinadas a extranjeros fueron muchas, pero puede decirse que, durante los tres siglos del imperio, los pobladores del mundo hispnico hablaron y escribieron la lengua castellana sin ninguna necesidad de gramtica.

De los escritos referentes al romance castellano que se compusieron en Espaa en los siglos XVI y XVII, los ms notables no son precisamente gramticas, sino elogios de la lengua y sobre todo estudios de tipo histrico, como las Antigedades de Ambrosio de Morales y el libro de Bernardo de Aldrete Del origen y principio de la lengua castellana o romance que oi se usa en Espaa, ampliacin de un tema tratado de manera elemental por Nebrija. El libro de Aldrete se imprimi en Italia en 1606, y fue tambin en Italia donde, unos setenta aos antes, se haba compuesto -aunque no se public hasta dos siglos despus- el ms atractivo de estos escritos, el Dilogo de la lengua de Juan de Valds, especie de introduccin general al idioma castellano: su origen latino, las influencias que ha sufrido (Valds exagera, por cierto, la del griego), sus diferencias con el cataln y el portugus, sus refranes, su literatura. Unos amigos italianos le hacen preguntas, y l las va contestando segn su leal saber y entender, confesando en ms de un caso su ignorancia. Este tono personal es uno de sus mayores encantos:

Diros, no lo que s de cierta ciencia (porque no s nada desta manera), sino lo que por conjeturas alcano y lo que saco por discrecin...Las gramticas espaolas para hispanohablantes son muy escasas en los siglos de oro. La ms importante es la de Gonzalo Correas, catedrtico de Salamanca, escrita no para que naciones de peregrinas lenguas aprendieran el castellano, sino para que los hablantes de castellano se enteraran de sus reglas. Esta gramtica, llamada Arte grande de la lengua espaola castellana, que Correas acab de escribir en 1626, se justificaba muchsimo mejor que la de Nebrija (aparte de que es mucho ms precisa y completa). Nuestra lengua cubra ahora una gran parte del mundo.

Su extensin -dice Correas- es sin comparacin ms que la latina, porque fue y es comn nuestra castellana espaola a toda Espaa, que es mayor que un tercio que Italia, y hase extendido sumamente en estos 12 aos por aquellas muy grandes provincias del nuevo mundo de las Indias occidentales y orientales adonde dominan los espaoles, que casi no queda nada del orbe universo donde no haya llegado la noticia de la lengua y gente espaolas.

Por desgracia, el gran libro de Correas qued manuscrito, y no se public hasta 1903. (O tal vez sea una fortuna, y no una desgracia, que haya quedado indito: no es aventurado decir que la libertad y creatividad de los siglos de oro se habra visto coartada por la existencia de reglas normativas, o sea por gramticas impresas de tipo acadmico, la consolidacin de nuestra lengua, su fijacin, la fuerza cohesiva que impidi su fragmentacin, fue en buena parte obra de la literatura, entendiendo por tal todo lo difundido mediante la letra impresa. Sin necesidad de Academia, los hispanohablantes hicieron espontneamente sus normas gramaticales.)

Lo que s abunda son las gramticas del lenguaje potico. Ya Enrique de Villena, en la primera mitad del siglo XV, haba sentido la necesidad de escribir un Arte de trovar. La Gramtica de Nebrija -imitada en esto por el Arte de Gonzalo Correas- toma constantemente en cuenta los usos de los poetas espaoles. El poeta y msico Juan del Enzina, discpulo de Nebrija, compuso un Arte de la poesa castellana, impreso en 1496. A comienzos del siglo XVII corran ya no pocos tratados descriptivos, o preceptivos, o histricos, de la lengua artstica, como el Discurso sobre la poesa castellana (1575) de Gonzalo Argote de Molina, el Arte potica en romance castellano de Miguel Snchez de Lima (1580), el Arte potica (1592) de Juan Daz Rengifo, la Filosofa antigua potica (1596) de Alonso Lpez Pinciano, el Cisne de Apolo (1602) de Luis Alfonso de Carvallo, el Ejemplar potico (1606, en verso) de Juan de la Cueva y el Libro de la erudicin potica (1610) de Luis Carrillo Sotomayor. El ms hermoso de estos tratados, escrito en forma de Anotaciones a las poesas de Garcilaso, es el de Fernando de Herrera, que no se imprimi sino una sola vez (en 1580), mientras que el Arte potica de Rengifo fue muy reeditada, no por su doctrina (cada vez ms trasnochada), sino por su prolija Silva de consonantes o diccionario de la rima, que ayudaba a poetas de escaso ingenio a encontrar consonantes para ojos y para labios.

Hay, finalmente, lo que podramos llamar gramtica del bien escribir, o sea la ortografa. Los siglos XVI y XVII [...] marcan el trnsito en la pronunciacin medieval a la moderna. La abundancia de tratados y manuales de ortografa en estos siglos se explica en buena medida por esa revolucin fontica que est llevndose a cabo. La primera Ortografa es la de Nebrija, publicada en 1517. A ella siguieron la de Alejo Vanegas (1531), la de Antonio de Torquemada (1552, pero editada apenas en 1970), la de Pedro de Madariaga (1565), la de Fernando de Herrera, puesta en prctica en sus Anotaciones a Garcilaso (1580), la de Juan Lpez de Velasco (1582), la de Benito Ruiz (1587), la de Guillermo Foquel, impresor de Salamanca (1593), la de Francisco Prez de Njera (1604), la de Mateo Alemn, impresa en Mxico (1609), la de Lorenzo de Ayala (1611), la de Bartolom Ximnez Patn (1614), la de Juan Bautista de Morales (1623) y la de Gonzalo Correas (1630). El ms revolucionario de estos tratadistas es, con mucho, Gonzalo Correas. Su Ortografa kastellana hace tbula rasa de muchas formas que venan usndose desde la Edad Media, pero que ya no correspondan a la realidad de 1630. Correas (Korreas segn su sistema) escribi su libro para que la ortografa de la lengua salga de la esklavitud en ke la tienen los ke estudiaron latn. La h de honor corresponde a un sonido en latn clsico, pero sale sobrando en castellano; en latn, la h de Christus, de theatrum y de geographa afectaba la pronunciacin de la consonante anterior, cosa que en espaol no ocurre; la u se pronuncia en la palabra latina quinta, pero no en la palabra espaola quinta. Eliminemos, pues, las letras intiles para ke eskrivamos komo se pronunzia i pronunziemos komo se eskrive, kon deskanso i fazilidad, sonando kada letra un sonido no ms. No escribamos, honor, Christo, theatro, geographa, quinta sino onor, Kristo, teatro, xeografa, kinta. No escribamos hazer (o hacer), cielo, querer, guerra, gua, hijo, y gentil sino azer zielo, kerer, gerra, ga, ixo y xentil. La reforma de Correas hubiera requerido fundir matrices especiales para las letras simples que l invent en sustitucin de las dobles ll y rr. (Los sistemas de Herrera y de Mateo Alemn, menos innovadores en conjunto, acarreaban tambin ciertos problemas tipogrficos.) En 1629, antes de la publicacin del libro de Correas, el licenciado Juan de Robles public una Censura en que rechazaba tamaas innovaciones, y poco despus, en El culto sevillano (terminado en 1631, pero publicado en 1883), volvi a expresar su rechazo y expuso argumentos en favor de las formas escritas tradicionales (y, de hecho, su ortografa no difiere gran cosa de la de Nebrija). Vale la pena notar que ocho de las mencionadas ortografas se concentran en los treinta y cinco aos que van de 1580 a 1614. Estos aos son el momento culminante de la revolucin fontica de nuestra lengua. Es entonces, por ejemplo, cuando desaparece la diferencia entre la z de dezir y la c de fuera, y en consecuencia los hispanohablantes, escritores profesionales o no, cometen faltas de ortografa como decir y fuerza, y los gramticos sienten la imperiosa necesidad de poner orden en el caos. (De hecho, quienes se encargaron de la unificacin y conservacin de la ortografa fueron los impresores. A lo largo del siglo XVII, las normas practicadas en las imprentas de Madrid eran las que se adoptaban en todas partes.)

Del mismo ao 1492 en que se public la Gramtica de Nebrija data la primera parte (latn-espaol) de su gran Diccionario, impresa asimismo en Salamanca. En este caso haba el precedente del Universal vocabulario en latn y en romance, o sea latn-espaol solamente (1490), de Alonso de Palencia; pero Nebrija no slo procedi con ms mtodo, sino que aadi una segunda parte, espaol-latn, impresa hacia 1495. A diferencia de la Gramtica castellana, el Diccionario de Nebrija fue reeditado innumerables veces, con arreglos y adiciones. Su funcin, por lo dems, fue ayudar a traducir del latn al espaol y viceversa, y slo por eso se sigui reeditando. Sin afn de exhaustividad, ni de suplantar a Nebrija, el valenciano Juan Lorenzo Palmireno public una Silva de vocablos y frases de monedas y medidas, comprar y vender (1563), un Vocabulario del humanista, o sea del estudiante de letras (1569) y otro vocabulario intitulado El estudioso cortesano (1573). Alonso Snchez de la Ballesta sigui el ejemplo de Palmireno con su Diccionario de vocablos castellanos aplicados a la propriedad latina (1587). La finalidad de estas compilaciones era ayudar a los estudiantes a traducir con propiedad del espaol al latn (y en este sentido son mucho ms refinadas que el diccionario espaol-latn de Nebrija). Lo que faltaba era un diccionario en que cualquier persona necesitada de saber qu cosa era albal, o qu cosa era cilla, encontrara su definicin o su descripcin en lengua castellana, y no su traduccin al latn. Fue sa la laguna que vino a colmar, y abundantemente, el Tesoro de la lengua castellana o espaola de Sebastin de Covarrubias Orozco (1611). Este inestimable Tesoro, que hara bien en tener al alcance de la mano todo lector de literatura de los siglos de oro, es ya un diccionario moderno, abundante en detalles, en ejemplos, y aun en informacin enciclopdica. Covarrubias se atuvo fundamentalmente a la lengua castellana hablada en sus tiempos, sin ocuparse gran cosa de la traduccin de las voces al latn, pero prestando, en cambio, mucha atencin a la etimologa. (La segunda edicin del Tesoro, 1673, fue adicionada por un autor de obras religiosas, Benito Remigio Noydens.)

Tanto Palmireno y Snchez de la Ballesta como Sebastin de Covarrubias dieron en sus diccionarios amplio lugar a los refranes. Ya en el siglo XV -el siglo del libro del Arcipreste de Talavera y de la Celestina, tan abundantes en ellos-, un annimo, a quien suele identificarse falsamente como el marqus de Santillana, haba recogido un puado de Refranes que dizen las viejas tras el huego (tras el fuego, o sea en la cocina). El nmero de refraneros publicados en los siglos XVI y XVII excede al de gramticas y de diccionarios; En 1549 se imprimi uno intitulado Libro de refranes copilado por el orden del a, b, c; en el qual se contienen quatro mil y trezientos refranes; el ms copioso que hasta oy ha salido impresso. El compilador, Pero Valls, natural de Aragn, define el refrn como un dicho antiguo, usado, breve, sotil y gracioso, obscuro por alguna manera de hablar figurado (muchos necesitan glosa o explicacin), y refuta cumplidamente a quienes dicen que es cosa de poco tono haber copilado dichos de viejas. La coleccin reunida por el comendador griego Hernn Nez (colega de Nebrija) contiene ms de 8000 y se imprimi pstumamente en 1555 con el ttulo de Refranes o proverbios en romance. La publicada en 1568 por el erasmista Juan de Mal Lara se llama, significativamente, La philosofa vulgar. En su Discurso preliminar, Mal Lara no slo pone por encima de la sabidura libresca la filosofa vulgar de estas breves sentencias, que es la ms alta, la que vive en el corazn y en la lengua del pueblo, sino que llega a afirmar que antes que oviesse philsphos en Grecia, tena Espaa fundada la antigedad de sus refranes. Ya otro erasmista, Juan de Valds, haba dicho que en los refranes se vee mucho bien la puridad de la lengua castellana. Es en verdad notable el cario que los espaoles de esta poca mostraron por los refranes. Varias de las recopilaciones quedaron inditas y apenas en el siglo XX se han impreso, como los Refranes glosados de Sebastin de Horozco (o Teatro universal de proverbios, adagios o refranes) y, sobre todo, el Vocabulario de refranes y frases proverbiales del ya mencionado Gonzalo Correas, que es sin duda la joya de todos los refraneros espaoles.**

De hecho, el cardenal Cisneros se puso al frente de un ejrcito en 1509, y logr quitarles a los moros el puesto africano de Orn. La reconquista del Santo Sepulcro fue un sueo mesinico que reapareci en 1571 a raz de la victoria cristiana contra los turcos en Lepanto, accin ensalzada por Fernando de Herrera y sublimada por Cervantes, que sali de ella con el brazo izquierdo lisiado (y por eso en estilo retrico se le llama el Manco de Lepanto). Gracias a tal victoria, deca Francisco de Medina, amigo de Herrera, veremos extenderse la majestad del lenguaje espaol, adornada de nueva y admirable pompa, hasta las ltimas provincias donde vitoriosamente penetraren las banderas de nuestros ejrcitos. (Ya se imaginaba el buen Medina a bereberes, egipcios, palestinos, sirios, turcos y armenios hablando espaol!)

** En el afn recolector de refranes debe haber pesado el ejemplo de Erasmo, recopilador y comentador de adagiosde la antigedad clsica. (la primera edicin de sus Adagios contiene 800; pero Erasmo, infatigable, fue aumentando el nmero en las sucesivas ediciones hasta llegar a 3800.) Adems de los Adagios, Erasmo recopil los Apotegmas de la antigedad (dichos memorables, frases sentenciosas o agudas que alguien dijo en tal o cual ocasin, como el Pega pero escucha que dijo Temstocles en la batalla de Salamina, o el T tambin, hijo mo? que dijo Julio Csar al ser apualado por Marco Bruto). Apotegmas y adagios tienen en comn el servir como de esmalte de la lengua en la conversacin. Hubo tambin muchas colecciones de apotegmas espaoles. La mas famosa es la de Melchor de Santa Cruz, Floresta espaola de apothegmas, o Sentencias sabia y graciosamente dichas de algunos espaoles, publicada en 1574, y muy reeditada e imitada. los apotegmas llevan siempre una explicacin, cosa que suele suceder tambin con los refranes (refranes glosados); pero stos pueden presentarse por el orden del a, b, c, o sea en orden alfabtico, cosa imposible en el caso de los apotegmas, que se agrupan ms bien por materia o por tema.

MOROS Y MORISCOS

El ltimo rey moro sali de Granada, rumbo al destierro de frica, en el ao de 1492, con su familia y su squito. Los centenares de miles de pobladores de la ciudad y del reino se quedaron en sus casas, a merced de los vencedores ciertamente, pero haciendo lo que haban estado haciendo, y hablando la lengua que haban estado hablando, o sea el rabe. En Granada no haba cristianos, y del romance mozrabe no quedaban ms huellas que las voces adoptadas por el rabe. No haba habido en Granada el fenmeno de convivencia de cristianos, musulmanes y judos que hizo la grandeza de ciudades como Len en el siglo X y Toledo en el XII.

Desde mucho antes de 1492 la cultura cristiana espaola se haba divorciado de la rabe. Cuando aun exista el flujo de sta a aqulla, la suerte de los cristianos que vivan entre los moros (es decir, los mozrabes) haba sido tolerable. Ahora que se haba cortado ese flujo, la suerte de los moros que vivan en tierras cristianas (es decir, los mudjares) era muy dura. El cristianismo espaol se haba ido haciendo ms y ms reacio a la tolerancia y a la convivencia. Por razones religiosas y polticas a la vez, lo rabe haba dejado de ser admirable para hacerse despreciable y odioso. Es notable cmo Juan de Mena, en su empeo de dignificar la lengua, la cargaba de latinismos al mismo tiempo que la limpiaba cuidadosamente de arabismos. (La idealizacin del moro es [...] un fenmeno tardo.)

No slo el reino de Granada, sino casi todo el territorio de la pennsula, estaba en 1492 lleno de moros poco o nada cristianizados, a quienes comenz a aplicarse la designacin de moriscos. Qu hacer con ellos? La respuesta de quienes se ocuparon del problema fue: primero, convertirlos al cristianismo, y segundo, presionarlos para que aprendieran la lengua castellana. Y a la doble tarea se dedicaron de lleno no pocos frailes, comenzando precisamente con aquel obispo de vila que le quit la palabra a Nebrija cuando la reina Isabel pregunt para qu servira su Gramtica. Ese obispo de vila, llamado fray Hernando de Talavera, fue nombrado poco despus primer obispo de Granada; y l, que en su famosa respuesta haba hablado de las leyes que el vencedor pone al vencido, no tard en ver que la Gramtica de Nebrija no le serva de nada. Lo nico que caba hacer, y rpidamente, era aprender la lengua del vencido. l mismo, hombre ya viejo, deca que dara de buena voluntad un ojo por saber la dicha lengua (alguna vez hizo intentos de predicar en rabe); y uno de sus colaboradores, fray Pedro de Alcal, public en la misma ciudad de Granada, en 1505, o sea en un lapso extraordinariamente breve, un Arte para ligeramente saber la lengua arviga junto con un Vocabulista arvigo en letra castellana, obra para la cual no exista precedente alguno. *

Fray Hernando de Talavera, a quien veneraron los humanistas espaoles (por ejemplo Juan de Valds, el del Dilogo de la lengua), fue un evangelizador humanitario. Otros no lo fueron. La rebelin de los moriscos de las Alpujarras (entre Granada y Almera), sofocada en 1569 por don Juan de Austria, medio hermano de Felipe II, no buscaba una restauracin del dominio rabe: fue una protesta desesperada por los muchos abusos de que eran vctimas los moriscos, el principal de los cuales era la conversin forzada. La accin militar de las Alpujarras fue un cruel golpe no slo para los moriscos a medio asimilar, sino tambin para los ya cristianizados e hispanizados (pues en cualquier morisco se vea un rebelde en potencia). De esos moriscos ya plenamente convertidos en espaoles habla con no poca simpata Bernardo de Aldrete en sus Varias antigedades de Espaa, publicadas despus de la expulsin. Muchos moriscos -dice Aldrete- hablaban la lengua castellana como los que ms bien la hablan de los nuestros, salpicndola de refranes y agudezas y alcanando cosas escondidas y estraordinarias mucho mejor que muchos de los naturales (del habla de uno de ellos dice: me caus admiracin, que nunca cre llegaran a tanto). En otro libro, publicado antes de la expulsin, el mismo Aldrete haba dado estos detalles en cuanto a los moriscos de las distintas regiones:

Los que quedaron en lugares apartados, con poco trato y comunicacin con los cristianos, conservavan su lengua arviga sin aprender la nuestra; mas los que de veras abraaron la fe y emparentaron con cristianos viejos, la perdieron. Los que despus de la rebelin del ao de 1569 fueron repartidos en Castilla y Andaluza, mezclados con los dems vezinos, an recibido nuestra lengua, que en pblico no hablan otra, ni se atreven (slo algunos pocos que biven, de los que se hallaron en aquella guerra, hablan la suia en secreto). Los hijos y nietos dstos hablan la castellana, tan cortada [= tan bien cortada] como el que mejor, si bien otros de los mas endurecidos no dexan de bolver a la lengua arviga. Lo mismo es en Aragn: los que no los conocen en particular no diferencian esta gente de la natural. En el reino de Valencia, porque viven en lugares de por s, conservan la lengua araviga. Bien clara es y manifiesta la causa porque se an aplicado tan mal a nuestra lengua, que es la aversin que casi les es natural que nos tienen, y no digo ms; pero creo que sta se perder con el tiempo. Jntase a su voluntad [= la mala voluntad que nos tienen a nosotros y a nuestra lengua] el estar excluidos en las honrras y cargos pblicos...

Estas palabras se imprimieron en 1606. Pero el problema morisco llevaba tan pocos visos de resolverse, que en 1609 Felipe III adopt la solucin final de la expulsin en masa, censurada en silencio (pues eran tiempos de callar y obedecer) por muchos ilustres espaoles, y llorada por esos hombres, llmados Abd al-Krim Prez, Benccim Bejarano, Francisco Nez Muley o Juan Prez lbrahim Taibil, que, tan espaoles como el que mejor, se vean arrancados de su tierra y de su cultura. Fueron ms de 300 000 los expulsados entre 1609 y 1614.

Slo en los ltimos tiempos ha comenzado a estudiarse la abundante literatura morisca escrita en castellano, a veces en aljama, o sea en caracteres rabes, y a veces en letra europea normal. Hay tratados notables de polmica anticristiana, sonetos en loor de Mahoma, novelas ejemplares, poesas en el estilo de Garcilaso y Lope de Vega, etc., compuesto todo ello no slo antes de 1609, sino tambin despus, en el destierro de Tnez y Marruecos. (La muestra ms rara de esta literatura es un tratado ertico, un verdadero Kamasutra escrito en nuestra lengua.)

Ntese la aclaracin en letra castellana. Quiere decir que los vocablos rabes se han transcrito en caracteres latinos. El Vocabulista se dirige a personas que apenas comienzan a saber rabe y que van a estar en contacto, no con la lengua escrita, sino con la hablada. Los evangelizadores acudan a l cuando oan una palabra desconocida, y la buscaban en el orden alfabtico familiar para ellos. Tambin en el ttulo del Arte hay una aclaracin: es una gramtica para ligeramente saber la lengua arviga: para saberla de odas, no por escrito; una gramtica muy elemental, pero urgente. Desde la toma de Toledo, en 1085, la corona de Castilla haba estado en contra de la conversin forzada de los moros. Pero a fines del siglo XV esto haba cambiado, y fray Hernando de Talavera, antes de la toma de Granada, se haba visto obligado a protestar, en su Cathlica impugnacin, contra la conversin forzada, contra los procedimientos inquisitoriales de que eran vctimas los moros y contra la discriminacin que los conversos, espaoles nuevos, sufran de parte de los espaoles viejos. Talavera fue un apstol de la conversin por la razn, no por la fuerza. En 1496 public una Breve doctrina que contena lo esencial del cristianismo, y despus auspici la traduccin de un libro escrito en latn que, con argumentos, convenca de la falsedad del Corn (Reprobacin del Alcorn, 1501). En Granada organiz cursos de rabe, destinados a los predicadores. Hasta hizo imprimir libritos con algunas misas y algunos pasajes de los evangelios en traduccin rabe. Es difcil saber qu logros obtuvo. Pero, si el contacto lingstico hubiera abarcado el rabe escrito (y el mahometismo es una religin del Libro), su empresa habra tenido mucho mejor xito. Desgraciadamente no haba an tipografa rabe. En todo caso, muy pronto cambi el viento: se decret la conversin forzada, y libros como la Cathlica impugnacin quedaron prohibidos. Hay que observar que el cardenal Cisneros mand quemar en una plaza de Granada miles de libros rabes.

JUDOS Y SEFARDES Los judos haban sido expulsados de Espaa ms de un siglo antes que los moriscos, o sea, justamente, en ese ao de 1492 tan preado de acontecimientos. Por cualquier lado que se la mire, la decisin de los Reyes Catlicos fue un acto de antisemitismo puro. La hostilidad contra los judos -una hostilidad que jams existi en la Espaa musulmana- haba venido fomentndose desde arriba, y la celebrrima Inquisicin espaola haba estado enderazada casi exclusivamente contra ellos.

Los judos espaoles, llamados luego sefarades o sefardes (de Sefarad el nombre hebreo de Espaa), haban escrito en lengua castellana desde que hubo literatura. Los redactores de buena parte de la prosa alfons fueron con toda probabilidad judos. Y desde el sereno y maduro Sem Tob de Carrin hasta el genial Fernando de Rojas, el de la Celestina, la nmina de escritores espaoles de ascendencia hebrea era ya muy nutrida en 1492. De hecho, la lengua materna de todos los judos de Espaa, desde haca largo tiempo, era el espaol, aunque nunca dej de haber entre ellos un uso restringido, sinagogal, de la lengua hebrea, ni tampoco dej de haber estudiosos profundos del idioma de Isaas y del Talmud.

Si fueron muchsimos los expulsados, fueron tambin muchos los que pudieron quedarse en Espaa, o porque ya haban aceptado la fe cristiana o porque en ese mismo ao de 1492 decidieron someterse al bautismo. Pero quienes se quedaron no estuvieron nunca a salvo de la sospecha de criptojudasmo. Por lo dems, en todos los lugares en que la Inquisicin espaola pudo establecer sucursales -no en Bruselas ni en Amberes, pero s en Mxico y en Lima- abundan los procesos contra quienes conservaban aunque slo fuera un mnimo vestigio externo de la religin de Moiss. Los empecinados en la antigua fe eran quemados vivos; y los dems, aunque nunca hayan tenido problemas con el Santo Oficio, vivieron una vida ensombrecida por la discriminacin racial. Si los moriscos, como dijo Aldrete, estaban excluidos de las honrras y cargos pblicos, tambin muchos sabios y artistas y poetas de ascendencia hebraica, aunque fuera slo parcial, no pudieron ya tener acceso a dignidades civiles ni eclesisticas. En la primera mitad del siglo XV haban sido obispos de la prestigiosa Burgos dos judos, padre e hijo, Pablo de Santa Mara y Alonso de Cartagena, grandes escritores ambos. Pero fray Luis de Len, que conoci las crceles inquisitoriales debido en buena parte a su ascendencia hebrea, nunca hubiera podido ser obispo, ni siquiera superior de su orden (aunque fuera infinitamente superior a sus colegas). Otro de los grandes judos espaoles, Juan Luis Vives (1492-1540), amigo de Erasmo, sali de Espaa a los diecisiete aos y nunca volvi a pisar la tierra en que varios de sus antepasados haban sido quemados vivos.

Quiz nunca se dud en serio de la sinceridad de conversos como Pablo de Santa Mara, o de descendientes de judos como los ya mencionados, o como santa Teresa y Mateo Alemn, para recordar dos casos ms. Pero el hecho es que la palabra misma converso acab por ser, en la lengua castellana, un verdadero insulto, al igual que sus equivalentes confeso y cristiano nuevo (cuya carga negativa consista en el contraste con su antnimo, el orgulloso cristiano viejo: cualquier cristiano viejo, y no se diga si era montas o vizcano, se crea un hidalgo o un noble frente al vil judo). En el imperio espaol de los siglos XVI y XVII suena todo el tiempo la palabra judaizante y resuenan las palabras mancha y tacha, contrapuestas a limpieza (de sangre). La voz marrano es la muestra ms famosa de este vocabulario. Procede del rabe vulgar mabrn cosa prohibida; siendo la carne de cerdo la cosa prohibida por excelencia, as para los musulmanes como para los judos, marrano pas a significar esa carne: el cerdo bueno para la matanza, y de ah el musulmn y sobre todo el judo. En el sentido concreto de criptojudio, la palabra tuvo difusin europea y acab por perder su atroz carga insultante. (En las rias de hombres de habla espaola, los insultos preferidos eran cornudo, puto y judo; Juan Ruiz de Alarcn tach de las tres cosas a Quevedo; Quevedo tach slo de judo a Gngora. En el Diccionario acadmico de la lengua figura la palabra judiada accin cruel e inhumana, que algunos quisieran borrar de all, pero sin razn, puesto que sigue usndose en Espaa.)Un pas cristiano, Portugal, y dos islmicos, Marruecos y Turqua, acogieron a los desterrados de 1492. Pero en 1497 la Corona portuguesa decret o bautismo o expulsin, con un refinamiento de crueldad: los expulsados no podan llevarse a sus hijos pequeos. Hubo as gran nmero de conversiones. Los sabios y literatos, muchos de los cuales acabaron por trasladarse a ambientes ms europeos -Inglaterra, Bohemia, algunos estados italianos y sobre todo los Pases Bajos-, escribieron de preferencia en espaol. Varios judos espaoles, nacidos ya en Portugal, se establecieron a mediados del siglo XVI en el ducado de Ferrara. Protegidos por un duque humanista, estos judos publicaron all en 1553 la llamada Biblia de Ferrara, primera de las Biblias impresas en nuestra lengua, muy aprovechada luego por Casiodoro de Reina, el primer traductor protestante (1569); tambin publicaron, entre otros libros, la Visin delectable de Alfonso de la Torre, filsofo del siglo XV; uno de ellos, Salomn Usque, cuyo nombre cristiano parece haber sido Duarte Gmez, emprendi la primera traduccin sistemtica de la obra potica de Petrarca (Venecia, 1567). Los judos espaoles e hispano-portugueses de los Pases Bajos desplegaron asimismo una gran actividad editorial: hasta bien entrado el siglo XVII seguan saliendo de las prensas de Amsterdam, Amberes y Bruselas libros espaoles escritos por sefardes. Todava en el siglo XVII hua de Espaa a Amsterdam el poeta Miguel de Barrios, que abandon su nombre, cambindolo por el de Daniel Lev. Contemporneo suyo fue Benedicto (o Baruch) Spinoza, descendiente de marranos hispano-portugueses. Ni cristiano ni judo, ni espaol ni holands, Spinoza escribi en latn una de las obras capitales de la filosofa moderna. No cabe duda de que la expulsin de los judos signific una gran prdida para la cultura hispnica.

Los innumerables judos que se establecieron en el norte de Africa y en el vasto imperio otomano (Turqua, los Balcanes, el Asia Menor) no olvidaron nunca el idioma que haban mamado, aunque era el mismo de quienes los expulsaron. Este extraordinario caso de supervivencia, unido al hecho de que el judeoespaol (o sefard, o ladino) conserva mejor que ninguna otra modalidad actual del castellano los rasgos que nuestra lengua tena en tiempos de Nebrija, ha llamado mucho la atencin de los estudiosos modernos. El judeoespaol del norte de Africa ha sufrido influencias del rabe y del espaol moderno, y el judeoespaol oriental abunda en palabras turcas y griegas y aun eslavas, pero su fontica y su vocabulario han resistido en lo bsico, de manera que suele servir de ejemplo vivo (y no libresco) de cmo se hablaba el espaol hace quinientos aos. El folklore de los sefardes es bsicamente espaol. Hay en l romances conservados por tradicin oral desde el siglo XV; hay canciones a veces muy lindas, como la que empieza:

Morenica a m me llaman,

yo blanca nac;

el sol del enverano

me hizo a m ans;

morenica y graciosica

y mavromatian

(palabra griega esta ltima, que significa ojinegra); hay tambin gran cantidad de refranes, antiguos o derivados de los antiguos: El ojo come ms muncho que la boca, Arremenda tu pao, que te ture un ao; arremndalo otruna vez, que te ture un mes, Caf sin tutn, hamam sin sapn (caf sin cigarrillo es como bao sin jabn: hamam es el bao turco); Todo tena Salomonico: sarna y lepra y sarampionico...

Hasta antes de 1939, haba en ciudades como Estambul, Bucarest y Salnica imprentas de donde salan, en caracteres a veces hebreos, a veces latinos, libros y folletos populares en lengua espaola, y almanaques, y peridicos comunes y corrientes, con sus secciones de noticias, artculos de fondo y anuncios, todo en espaol (un espaol ajustado a las necesidades modernas mediante prstamos, no del espaol actual, sino del rumano, o del francs, o del italiano). Hitler acab siniestramente con todo eso. Ms que en la Amrica hispnica o en Espaa, donde la absorcin por el espaol moderno es inevitable, la lengua de los sefardes que escaparon del holocausto se conserva en el moderno estado de Israel y en muchas ciudades de los Estados Unidos, pero parece destinada a desaparecer, a causa de la presin del hebreo y del ingls.

EL NUEVO MUNDO El otro acontecimiento importante del ao 1492 fue el hallazgo del Nuevo Mundo. Es probable que fray Hernando de Talavera, en su ya citada respuesta a la reina Isabel, haya pensado en el viaje de Coln, cuyas posibilidades de ejecucin estaran siendo sopesadas por entonces. Pero, entre la gente de las tres carabelas, Coln hubiera sido el menos indicado para propagar la lengua entre los pueblos brbaros y naciones de peregrinas lenguas con que se top. Hablaba mejor el portugus que el castellano. Y es curioso pensar que el primer contacto lingstico entre el Almirante y el indio americano -contacto frustrado, por supuesto- haya sido en rabe! En efecto, Coln, esperando que su navegacin hacia occidente culminara en las Islas de las Especias (la actual Indonesia), adonde los portugueses llegaban despus de dar la vuelta a Africa y seguir hacia oriente, y sabiendo que haba trato comercial asiduo entre el Islam y ese extremo oriente trajo en el primer viaje entre sus hombres a un intrprete de rabe.*

En todo caso, la respuesta de Talavera anuncia ya a Corts y a Pizarro. El fraile-obispo deca que los pueblos conquistados tendran necesidad. de recibir las leyes del conquistador, y con ellas su lengua. Slo que los conquistadores espaoles, vidos e impacientes, no esperaban a que los conquistados sintieran esa necesidad, sino que, adelantndose a ella, hablaban mejor del derecho absoluto que tenan de imponer sus leyes. Los cronistas espaoles refieren cmo Pedrarias (Pedro Arias) Dvila sola aperrear a los indios con lebreles e alanos diestros: al indio que cogan -y nunca fallaban- lo desollavan e destripavan, e coman dl lo que queran. Alexander von Humboldt lament en uno de sus libros que la vida y las hazaas de alguno de esos perros (de nombre famoso, corno el Becerrillo y su hijo y sucesor el Leoncico) estuvieran mejor documentadas que la vida de Coln, en la cual hay tantas zonas oscuras. Esa atroz manera de imponer leyes estaba siendo practicada en las islas Canarias; quienes la introdujeron en el Nuevo Mundo fueron los compaeros de Coln, en el segundo viaje; para ellos, y para muchos que los siguieron, los indios no fueron hombres con quienes se combate, sino bestias a quienes se caza.

Fue tambin Pedrarias Dvila, hacia 1514, el primero que legaliz la conquista con el famoso requerimiento, intimacin hecha a los indios para que reconocieran, en ese momento mismo, la naturaleza de la Santsima Trinidad y los derechos del rey de Espaa, otorgados por el papa, representante del dueo del mundo, o sea de Dios. La no aceptacin del requerimiento confera automticamente carcter de justa guerra a la matanza y a la violencia. ([Si no aceptis lo que os he dicho], yo entrar poderosamente contra vosotros, e vos har guerra por todas las partes e maneras que yo pudiere [y os esclavizar y os quitar vuestras posesiones, y todo esto por culpa vuestra, no del rey, ni ma], ni destos cavalleros que conmigo vinieron.) Claro que los indios, ante semejante primer contacto con la lengua castellana, no se apresuraban a dar seales de aceptacin. Cmo iban a entender el requerimiento si, como dijo Fernndez de Oviedo en 1524, ni aun lo entendan los que lo lean?

Estas dos estampas, la de los perros y la del requerimiento, corresponden ciertamente a uno de los lados de la conquista, el lado siniestro. En el lado derecho est, en primer lugar, la estampa de quienes se opusieron a esa violencia y a esa farsa. El propio Oviedo protest ante Carlos V contra ambos abusos, con tanta mayor conviccin cuanto que a l le toc alguna vez la vergenza de espetarles el requerimiento a unos indios en nombre de Pedraras. (l mismo cuenta qu informe le dio luego a Pedrarias: Seor, parseme que estos indios no quieren escuchar la teologa deste requerimiento, ni vos tenis quien se lo d a entender. Mande vuestra merced guardalle hasta que tengamos algn indio dstos en una jaula, para que despacio lo aprenda, e el seor obispo se lo d a entender.) Y con Oviedo estn no slo Las Casas y los muchos espaoles que defendieron al indio, afirmando categricamente, por principio de cuentas, su dignidad de seres humanos contra quienes encontraban ms expedito tratarlos como animales, sino tambin los muchos frailes que, casi desde el primer momento, se pusieron a hacer aquello que fray Hernando de Talavera haba sentido como la tarea humana ms urgente de todas, en vista de los hechos consumados: aprender la lengua de los vencidos y as comunicarse con ellos para ensearles el cristianismo. A esta tarea se dedicaron en especial los franciscanos y los dominicos, y ms tarde tambin los agustinos y los jesuitas. El iniciador fue el franciscano Pedro de Gante, no slo nacido en Gante, cuna de Carlos V, sino ligado con el emperador por estrecho parentesco (fray Pedro fue hijo ilegtimo). A mediados del siglo XVI, la verdadera catedral de Mxico no era la de los espaoles, pequea, fea, pobre y desmantelada, sino la iglesia de San Jos de los Naturales, hecha de siete naves que, sin paredes intermedias, comunicaban con un inmenso atrio (en las naves caban 10 000 personas, y en el atrio 70 000). Fray Juan de Zumrraga, primer obispo de Mxico e introductor de la imprenta en el Nuevo Mundo (1532), public varias Doctrinas en espaol, para que los evangelizadores tuvieran a la mano una exposicin clara, de lo esencial del cristianismo y en ella se basaran a la hora de predicar en la lengua de los indios. (Estas Doctrinas cristianas de Zumrraga son notables por su acentuado erasmismo.) La mitad de la abundante produccin bibliogrfica de Mxico durante el primer siglo de la hispanizacin consiste en Artes (gramticas) de diversas lenguas, Vocabularios para traducir de esas lenguas al espaol y viceversa, y Doctrinas cristianas compuestas en esas mismas lenguas, sin contar los confesionarios (manuales para los confesores de indios), los devocionarios, las cartillas para nios y otras cosas menores. Los franciscanos Alonso de Molina y Maturino Gilberti, especializados respectivamente en la lengua mexicana y en la mechuacana, escribieron gramticas, diccionarios y doctrinas. En ninguna otra regin americana hubo tamaa actividad. Las artes, los vocabularios y las doctrinas que se hicieron en el Per se imprimieron al principio en Espaa (la imprenta lleg a Lima en 1582).

En el lado luminoso de la conquista hay todo un lbum de estampas que no hace falta desplegar aqu, como tampoco hace falta recalcar el lado sombro. El bien medido endecaslabo que resume la respuesta de los espaoles patriotas, Crmenes son del tiempo y no de Espaa, merece ciertamente ser escuchado. Pero importaba subrayar la calidad dual de la conquista de Amrica, que es tambin la calidad dual de la concepcin espaola de la vida, brbara y estrecha por un lado, sobre todo en contraste con la concepcin italiana, pero impregnada por otro de un humanismo que, justamente en el primer siglo de la conquista, se tradujo no slo en humanitarismo compasivo, sino tambin en deseo de compartir y comunicar. Al lado de los brutos primitivos, como Pedrarias, hubo desde un principio los civilizados y civilizadores; como Vasco de Quiroga; al lado de los destructores ciegos, como Pedro de Alvarado, los preocupados por el bien pblico, como Antonio de Mendoza; al lado de los frailes que por celo religioso quemaron gran cantidad de cdices (imitadores en esto de Cisneros), los frailes conservadores y estudiosos del vivir prehispnico, como Bernardino de Sahagn; y al lado de los buscadores de fama y riqueza, como Corts y los Pizarro, los maestros y defensores, como Pedro de Gante, Motolina y Las Casas. El requerimiento a que s contestaron los pobladores de Amrica fue el que s entendieron: no la intimacin, sino la invitacin.

La hispanizacin del Nuevo Mundo ofrece ciertas semejanzas con la romanizacin de Hispania y con la arabizacin de Espaa. Al igual que los romanos y los rabes (y a diferencia no slo de los visigodos, sino tambin de los ingleses, franceses y holandeses que colonizaron otras regiones de Amrica), los conquistadores y pobladores espaoles se mezclaron racialmente desde un principio con los conquistados, y este mestizaje de sangre fue, desde luego, el factor que ms contribuy a la difusin de la lengua y cultura de Espaa. Los romanos latinizaron con pasmosa rapidez toda la pennsula (salvo el territorio vasco), y el latn de los escritores hispanos de los primeros siglos de nuestra era no tena ya nada que pedirle al de los italianos. Los moros arabizaron profundamente a Espaa, y a partir del siglo VIII no pocos espaoles, adems de adoptar la religin de los conquistadores, se ensearon a hablar y escribir un rabe tan bueno como el de Bagdad o de El Cairo. En la historia americana, particularmente en la de Mxico y del Per, abundan los testimonios de la facilidad y la gracia con que los nios indios, en escuelas fundadas para ellos, aprendan la lengua espaola. El primer siglo de la conquista ofrece nombres de escritores de sangre americana como los mexicanos Hernando de Alvarado Tezozmoc y Fernando de Alva Ixtlilxchitl y los peruanos Felipe Guamn Poma de Ayala y Garcilaso Inca de la Vega. A fines del siglo XVI ya estaban echadas en todo el nuevo continente las races de la lengua nacional de los pases hispanoamericanos de hoy.

Sin embargo, ni la cristianizacin ni la hispanizacin del Nuevo Mundo fueron nunca completas. La tarea de fray Hernando de Talavera y sus sucesores, en la Espaa del siglo XVI, no fue fcil, y eso que se trataba de aprender una sola lengua, el rabe. Pero las lenguas americanas se contaban por centenares. Para la mayora de ellas no hubo gramticas ni diccionarios ni doctrinas cristianas. Por otra parte, los concilios de obispos celebrados en Lima y en Mxico durante la segunda mitad del siglo XVI llegaron a conclusiones pesimistas en cuanto a la eficacia de las doctrinas impresas en lenguas indgenas. Como los naturales no podan ser sacerdotes (y muchsimo menos obispos), era necesaria la presencia continua de predicadores espaoles o criollos que conocieran las distintas lenguas, y, desgraciadamente, el fervor religioso de la primera hora ya se haba entibiado a fines del siglo. Los obispos peruanos y mexicanos resolvieron que a los indios se pongan maestros que les enseen la lengua castellana, por haberse conocido, despus de un prolijo examen, que aun en el ms perfecto idioma de ellos no se pueden explicar bien y con propriedad los misterios de la santa fe catlica sin cometer grandes disonancias e imperfecciones. Pero esta castellanizacin total no pas de ser un buen deseo.**

As como el mapa de la pennsula ibrica se llen primero de topnimos romanos y luego de topnimos rabes, as el de Amrica se llen de topnimos espaoles: Santa Fe, Laredo, Monterrey, Durango, Compostela, Guadalajara, Len, Salamanca, Zamora, Lerma, Crdoba, Valladolid, Mrida, Trujillo, Antequera, Granada, Cartagena, Santander, Mlaga, Segovia, Medelln, Guadalupe, Aranzazu, Lrida, Cuenca... (muchos de estos topnimos se repiten en distintos pases). Provincias ms o menos extensas se llamaron Nueva Espaa, Nueva Galicia, Nuevo Len, Nueva Vizcaya, Nueva Extremadura (en Mxico), Nueva Segovia, Castilla del Oro (en Centroamrica), Nueva Granada, Nueva Andaluca, Nueva Crdoba, Nueva Extremadura (en Sudamrica). Tambin en las Filipinas: Nueva Cceres, Nueva cija, Nueva Vizcaya. El nombre de Santiago, gran protector de los conquistadores, se repite en todas partes, por lo general en unin de un topnimo americano: Santiago de Cuba, Santiago Papasquiaro, Santiago Ixcuintla, Santiago Zacatepec, Santiago Jamiltepec, Santiago Atitln, Santiago de Chuco, Santiago de Cao, Santiago de Pacaraguas, Santiago de Chocorvos, Santiago de Huata, Santiago de Chile. Tambin abundan otros topnimos religiosos: San Juan de Puerto Rico, San Francisco, Los Angeles, Santa Ana Chiautempan, San Pedro Xilotepec, San Antonio del Tchira, San Jos de Ccuta, Asuncin del Paraguay, San Miguel de Tucumn, Concepcin de Chile... (En 1813 se quejaba el mexicano fray Servando Teresa de Mier de tantos nombres de santos, que confunden los lugares, convierten la geografa de Amrica a letanas o calendario, embarazan la prosa e imposibilitan la belleza de las musas americanas.)

El Diario del primer viaje registra lo que el Almirante iba pensando y sintiendo a partir del 12 de octubre: su tristeza por no hallar especias ni metales preciosos (que era lo ms importante); su esperanza de hallarlos ms tarde; su extraeza e incomprensin frente a los seres humanos que ningn europeo haba visto; y, sobre todo, su asombro ante la naturaleza de las nuevas islas: muchos rboles muy disformes de los nuestros (muy disformes: nada parecidos), tan disformes de los nuestros como el da de la noche, y ass las frutas, y ass las yerbas y las piedras y todas las cosas, sin olvidar los peces tan disformes de los nuestros que es maravilla, jaspeados y pintados como gallos, y de tan hermosos colores que no ay hombre que no se maraville y no tome gran descanso a verlos. En cambio, Hernn Corts se complacer, despus, en subrayar las semejanzas entre Espaa y las nuevas tierras en que l ha penetrado: el cacique de Iztapalapa tiene unas casas nuevas, que son tan buenas como las mejores de Espaa; en Cozal hay tales y tan buenos edificios, que dizen que en Espaa no podan ser mejores, entre ellos una casa de aposentamiento y fortaleza que es mejor y ms fuerte y ms bien edificada que el castillo de Burgos; Mxico-Tenochtitln es tan grande como Sevilla, y tiene una plaza tan grande como dos vezes la de la ciudad de Salamanca; Tlaxcala es muy mayor que Granada y muy ms fuerte; en Mxico hay a vender muchas maneras de filado de algodn..., que parece propriamente alcaicera de Granada en las sedas, aunque esto otro es en mucha mayor quantidad; tambin venden colores para pintores quantos se pueden hallar en Espaa; hay frutas de muchas manera, en que hay cerezas y ciruelas que son semejables a las de Espaa; hay hombres como los que llaman en Castilla ganapanes, para traer cargas; y el colmo: en Cholula hay mucha gente pobre... que piden como hazen los pobres en Espaa. Era, pues, natural que los territorios por l conquistados se llamaran la Nueva Espaa.

** En 1769, exactamente 250 aos despus de la llegada de Corts a Veracruz, un arzobispo de Mxico, Francisco Antonio de Lorenzana, citando las conclusiones de los concilios americanos de fines del siglo XVI, prohibi a sus curas y vicarios ensear la doctrina en lenguas indgenas, y los oblig a emplear el castellano hasta en el trato diario con sus feligreses indios, para que aprendan y se suelten a hablarle aun en aquellas cosas de comercio, trato econmico y de plaza, que ellos llaman tianguistlatoll. Lorenzana aada una razn personal: los obispos deben dialogar con el pueblo, y no poda pedrsele a l que aprendiera los idiomas hablados en su inmensa arquidicesis mexicano, otom, huasteco, totonaco, mazahua, tepehua, zapoteco, tarasco y otros innumerables (en Cuautitln y Tlalnepantla, a pocas leguas de la ciudad de Mxico, tena que haber predicadores en espaol, en nhuatl y en otom). Lorenzana era casi tan iluso como lo haban sido los seores del Consejo de Indias de Madrid, que hacia 1596 redactaron una cdula, destinada al virrey del Per, en la cual se prohiba a los indios el empleo de su lengua nativa (cdula que Felipe II, cuerdamente, no aprob). El hecho es que si en Espaa sobrevive una lengua prerromana, el Vasco, en Hispanoamrica sobreviven innumerables lenguas prehispnicas.

HUMANISMO Y ANTIHUMANISMO La cultura hispnica de los siglos XVI y XVII es posiblemente la ms controvertida de todas las de la era moderna, la ms conflictiva, o sea la ms apasionante. Si es imposible ver sin pasin las hogueras inquisitoriales, tambin es imposible leer el Quijote framente, sin que el lector se sienta arrastrado y cautivado por su humor y su armona. En vez de emitir un juicio global, quiz sea ms til exponer una breve serie de datos que, desde el concreto punto de vista de la historia de la lengua, puedan dar una idea de cmo se desarroll en los territorios de habla espaola la lucha entre las luces (el ansia de libertad, la apertura a todo lo que es humano, la fe en la civilizacin y el progreso) y las tinieblas (el absolutismo, el rechazo de lo nuevo por el solo hecho de ser nuevo, la defensa encarnizada de los intereses creados). Esta lucha, que se da en todas las sociedades y en todas las pocas, tuvo en el orbe hispnico caractersticas especiales.

Las luces estn representadas ante todo por el humanismo renacentista, en sus dos expresiones principales, la nrdica o erasmiana y la italiana, expresiones que, una vez recibidas en Espaa, se fundieron sin dificultad en una sola (al contrario de lo que ocurri en Italia, donde Erasmo tuvo pocos admiradores decididos). El erasmista Juan de Valds era amigo de Garcilaso, el cual hizo que su amigo Boscn tradujera al espaol El Cortesano de Castiglione, libro que educ a miles de lectores europeos. Y Boscn y Garcilaso renovaron a fondo la poesa castellana, adoptando de la italiana no slo los esquemas mtricos, sino toda una visin de lo humano. Por lo dems, el amor a las letras griegas y latinas fue el mismo en Erasmo y en los italianos (aunque Erasmo haya preferido a los moralistas y a los historiadores, y los italianos a los oradores y a los poetas). Juan, de Valds tradujo del griego partes de la Biblia; Garcilaso compuso poemas en latn.

El cardenal Cisneros, rector de la poltica espaola durante la minora de Carlos V, le ofreci a Erasmo, en 1516, un puesto en Espaa. Erasmo no acept la invitacin, en parte por sus muchos quehaceres y en parte porque Espaa le pareca demasiado brbara; pero en 1516, justamente, se desat en Espaa una oleada de traducciones de Erasmo sin paralelo en ningn otro pas europeo. Dos aos antes, en 1514, el impresor de la universidad de Alcal, Arnao Guilln. de Brocar, haba publicado en un esplndido volumen, envidia de Europa, la edicin prncipe del texto griego del Nuevo Testamento.* Esta universidad de Alcal, fundada en 1508 por el propio cardenal Cisneros, fue durante la primera mitad del siglo XVI el hogar por excelencia de las ideas modernas. Su mpetu innovador se contagi a la de Salamanca (aunque sta, fundada en el siglo XII, tena demasiados compromisos con el pasado). Fueron momentos privilegiados en la historia de la cultura hispnica. La labor de los humanistas italianos residentes en Castilla, como Pedro Mrtir de Angleria y Lucio Marineo Sculo, y tambin en Portugal, como Cataldo quila Sculo, estaba dando sus frutos. Pedro Mrtir se felicitaba de haberse trasladado a un pas tan sediento de conocimientos y tan virgen de humanismo: deca que, de haberse quedado en Italia, habra sido un pajarillo entre guilas o un enano entre gigantes. En Espaa, desde luego, fue un gigante. Una vez, durante un curso dado en Salamanca sobre las difciles (y divertidas) Stiras de Juvenal, los estudiantes lo levantaron en hombros y as, en triunfo, lo llevaron hasta su aula. La literatura de. nuestra lengua, en estos primeros decenios del Renacimiento, se escribi en una atmsfera de entusiasmo.

En las Indias, como se llamaban las posesiones americanas de Espaa, la cultura que se fue implantando estaba hecha de la misma sustancia que en la metrpoli. Es verdad que hacia 1550 las nicas ciudades que podan llamarse centros de cultura eran Mxico y Lima, y tal vez Santo Domingo (la primera que tuvo universidad). Pero, proporcionalmente, los ideales del Renacimiento y del humanismo penetraron en Amrica en la misma medida que en Espaa. Fernndez de Oviedo, imbuido de italianismo y lector de Erasmo, es en Santo Domingo uno de los espaoles ms civilizados de su tiempo, y su Historia uno de los monumentos del humanismo, entendido ste en su sentido ms amplio y generoso. Diego Mndez, el de la Canoa, compaero de Coln en su ltimo viaje y vecino tambin de Santo Domingo, es famoso por el testamento (1536) en que dej a sus hijos su biblioteca, formada por solos diez libros, cinco de los cuales eran traducciones de Erasmo. Fray Juan de Zumrraga, primer obispo de Mxico, reprodujo escritos de Erasmo y del erasmista Constantino Ponce de la Fuente. (Aos despus, este doctor Constantino fue encarcelado bajo acusacin de luteranismo.) La Utopa del ingls Toms Moro, amigo de Erasmo, tuvo innumerables lectores, pero ninguno tan extraordinario como Vasco de Quiroga, que quiso hacer realidad, en tierras de Michoacn, los ideales de justicia de ese libro revolucionario. Y Francisco Cervantes de Salazar, discpulo del erasmista Alejo Vanegas, no slo tradujo a Juan Luis Vives, otro gran amigo de Erasmo sino que, a imitacin suya, compuso unos Dilogos latinos impresos en Mxico (1554), tres de ellos acerca de Mxico y de su universidad, an reciente pero ya activa.

Cuando muri Carlos V (1558), la ciudad de Mxico celebr sus exequias con un catafalco adornado de composiciones poticas en latn y en espaol (estas ltimas en metros italianos), de todo lo cual qued constancia en el Tmulo imperial de Cervantes de Salazar (1560).

Este Tmulo puede servir de smbolo de un acontecimiento trascendental. Mucho de lo que haba vivido en la cultura espaola durante la poca del emperador qued sepultado con l. Felipe II, constituido en campen de la ortodoxia catlica contra las dems formas del cristianismo, inaugur un nuevo estilo nacional, absolutista e intolerante. No es que la libertad intelectual haya sido completa en tiempos de Carlos V., la Inquisicin fue siempre muy poderosa, y la suspicacia de la iglesia espaola -la suspicacia, concretamente, de las rdenes monsticas, en particular la de los dominicos- frente a todo cuanto oliera a pensamiento demasiado personal en materias teolgicas, filosficas y cientficas era muy aguda ya en el siglo XV. Cuando en 1478 (en vsperas del establecimiento definitivo de la Inquisicin en Espaa) un catedrtico de Salamanca, Pedro de Osma, expuso ciertas ideas de un libro suyo acerca de la confesin sacramental, la autoridad eclesistica mand clausurar las aulas como si estuvieran endemoniadas, y, como dice uno de los documentos que relatan el suceso, no permiti que se abriesen hasta haber quemado pblicamente la ctedra y el libro en presencia de su autor, sin que se leyese [= sin que se diesen clases] en ellas hasta bendecirlas, esto es hasta exorcizarlas. Nebrija, discpulo de Pedro de Osma tuvo sus conflictos con la Inquisicin como los tuvieron despus otros dos catedrticos de Salamanca, fray Luis de Len y Francisco Snchez el Brocense. De hecho, todos los partidarios de una ciencia libre de trabas, o sea todos los erasmistas, sufrieron en una forma u otra la hostilidad del Santo Oficio.

Caso tpico es el de Juan de Vergara, traductor de Aristteles y de las partes griegas del Viejo Testamento en la Biblia Complutense, encarcelado durante dos aos y medio sin otra razn que su erasmismo (a pesar de que Erasmo nunca fue condenado por Roma). Entristecido por la noticia, un estudiante espaol que se hallaba en Pars le escriba (1533) a su maestro Vives: Tienes razn: Espaa est en poder de gente envidiosa y soberbia, y brbara adems; ya nadie podr cultivar medianamente las letras sin que al punto se le acuse de hereje o de judo; impera el terror entre los humanistas. A ese mismo propsito le escriba Vives a Erasmo: Estamos pasando por tiempos difciles, en que no se puede hablar ni callar sin peligro. Irnicamente, la ltima carta de Erasmo a Vergara, interceptada por los inquisidores contena un elogio de los viajes de esa comunicacin con otras gentes que es como un injerto de la inteligencia, y le deca: Nada hay mas hosco que los seres humanos que han envejecido en su pueblo natal, y que odian a los extranjeros y rechazan cuanto se aparta de los usos del terruo.

Una de las ltimas afirmaciones de los ideales de libertad del humanismo se encuentra en El concejo y consejeros del prncipe del erasmista Fadrique Furi Ceriol, espaol europeo educado en el estilo Carlos V. Declara Furi que todos los modos de pensar son buenos, mientras los hombres que piensan sean buenos: Todos los buenos, agora sean judos, moros, gentiles, cristianos o de otra secta, son de una mesma tierra, de una mesma casa y sangre; y todos los malos de la mesma manera; y afirma tambin que quienes dicen que todo es del rey, y que el rey puede hacer a su voluntad,. y que el rey puede poner cuantos pechos [impuestos] quisiere, y aun que el rey no puede errar (cosas todas que se dijeron en efecto en la Espaa de Felipe II), son enemigos del bien publico.

La historia vino a poner en estas palabras de Furi la misma irona que en las de Erasmo cuando le haca al prisionero Vergara el elogio de los viajes. El concejo y consejeros del prncipe se imprimi en Amberes en 1559. Ahora bien, justamente ese ao de 1559 es el del triunfo definitivo del absolutismo y del oscurantismo (para decirlo en terminologa moderna) sobre el deseo de libertad y de progreso. A los tres aos de heredar la corona, y a un ao apenas de la muerte de su padre, Felipe II mostr en 1559 lo que iba a ser su reinado (y el de sus sucesores). En el campo del pensamiento, los antierasmistas haban ganado la batalla. En ese ao de 1559 haban obtenido una victoria espectacular: Bartolom Carranza, arzobispo de Toledo, favorable a la libertad de pensamiento, fue encarcelado y destituido de su puesto. Felipe II apoy siempre con brazo fuerte a los contrarreformistas triunfadores, y stos le juraron fidelidad absoluta y demostraron teolgicamente aquello que, segn Furi, slo un enemigo del bien pblico podra decir: que el rey puede hacer a su voluntad. Felipe II y sus sucesores tuvieron casi rango de deidades (Es penoso ver cmo sor Juana Ins de la Cruz exalta hasta las nubes al imbcil Carlos II.) Pocas veces en la historia de los pueblos modernos ha habido una coalicin tan ntima, y tan duradera adems, entre Iglesia y Estado. Lo anterior a 1559, incluyendo el proceso contra Juan de Vergara, haba sido apenas un ensayo. Ya se haban promulgado varios ndices de libros prohibidos, pero el del fatdico ao de 1559, hecho bajo la supervisin del inquisidor Fernando Valds, dej muy atrs en severidad a sus predecesores. Las obras de Erasmo fueron confiscadas y quemadas, y lo nico que de l se toler fueron los tratados de gramtica y retrica. Se pusieron en el ndice las obras completas de no pocos escritores espaoles, comenzando con aquellos que haban huido de la pennsula para ser libres en el extranjero, como Juan de Valds y Miguel Servet, cumbres del pensamiento religioso europeo. Totalmente prohibidas quedaron las traducciones de la Biblia, pues su lectura vino a considerarse fuente de herejas. (Lo curioso es que Fadrique Furi Ceriol haba publicado un dilogo latino, Bononia, en que defenda lo contrario, argumentando erasmianamente que los apstoles y evangelistas se haban servido del idioma hablado por el pueblo.) El solo deseo de estar al corriente de las novedades europeas era peligroso. Se elaboraron refinados mecanismos de control de la imprenta, y la importacin de libros extranjeros qued sometida a estrechsima vigilancia. La hereja se identific por completo con la infamia social, de tal manera que los sospechosos de desviarse mnimamente del catolicismo oficial, o sea de lo que Erasmo llamaba usos del terruo, quedaban automticamente deshonrados. Como remate de todo, en ese ao de 1559, en noviembre, por decreto de Felipe II, les qued prohibido a todos sus sbditos salir al extranjero a estudiar o a ensear, para evitar contagios con ideas no oficiales. **

El liderazgo intelectual qued definitivamente en otras naciones. Un Galileo, un Descartes, un Newton hubieran sido imposibles en los dominios de Felipe II y su dinasta. El helenismo, tan promisor en tiempos de Cisneros y de Carlos V, qued prcticamente muerto; la tipografa helnica lleg a desaparecer del todo, y los pocos que saban griego se hacan sospechosos (podan leer los evangelios en su lengua original, o sea que se apartaban de la mayora que slo saba leerlos en la traduccin de la Vulgata). Espaa; el pas de Europa que en esta segunda mitad del siglo XVI estaba en posicin ideal para ser la adelantada de los estudios rabes (y no slo por el contacto excepcional que haba tenido durante siglos con el Islam, sino porque an vivan en su territorio miles de personas que hablaban y lean y escriban rabe), fue durante Felipe II mxima desdeadora de lo rabe. El Arte y el Vocabulista arvigo de Pedro de Alcal nunca tuvieron sucesores. Fue en Francia y en Holanda donde se inici, a fines del siglo XVI, el arabismo moderno. (Cuando los ilustrados del XVIII quisieron hacer una clasificacin de los manuscritos rabes existentes en El Escorial, tuvieron que acudir a un experto extranjero, el maronita sirio Miguel Casiri.) Tambin se le fue a Espaa de las manos otro liderazgo: el del hebrasmo. La edicin del texto hebreo de la Biblia Complutense haba sido obra de judos conversos, en particular Pablo Coronel, autor adems del lxico hebreo-latino impreso al final del Viejo Testamento. Era natural que fueran conversos o descendientes de conversos los sabios en esta materia. Hacia 1570 haba cuatro grandes hebrastas en Espaa:

Alonso Gudiel en la universidad de Osuna, y fray Luis de Len, Gaspar de Grajal y Martn Martnez de Cantalapiedra en la de Salamanca. Todos, salvo el ltimo, eran de origen converso. La persecucin desatada contra ellos en 1572 es una de las muestras ms repugnantes del antisemitismo oficial (Gudiel muri tragicamente en la crcel). Durante estos acontecimientos, otro humanista, Benito Arias Montano, publicaba en Amberes (1569-1573) la llamada Biblia Regia, polglota como la Complutense; pero los sabios que s encargaron de la edicin del texto hebreo no fueron ya espaoles.

En la poca de Carlos V, desde Juan Luis Vives, que en 1520 hablaba del triste papel que hacan en Europa los espaoles, llenos de concepciones brbaras de la vida que se transmiten unos a otros como de mano en mano, hasta Andrs Laguna, que en 1557 deca que sus paisanos se haban granjeado el aborrecimiento de todos los europeos (los turcos inclusive) a causa de su soberbia, nunca dejaron de escucharse voces que llevaron a cabo una autntica labor de autocrtica nacional. En la poca de los Flipes esas voces fueron metdicamente reprimidas.

Por otra parte, en tiempos de Carlos V no hubo casi ningn escritor espaol que no fuera devoto de su rey (es muy representativo el soneto de Hernando de Acua que celebra la hegemona espaola y suea con un Monarca, un imperio y una Espada para todo el mundo), y esa devocin fue fruto espontneo del entusiasmo. Pero a partir de Felipe II el patriotismo se fue convirtiendo, cada vez ms, en consigna. Alonso de Ercilla intercal en su Araucana visiones heroicas de las batallas de Saint-Quentin y de Lepanto; Fernando de Herrera dedic a don Juan de Austria dos odas encomisticas, una por la victoria de Lepanto y otra por el escarmiento que les dio a los pobres moriscos de las Alpujarras.

Cervantes era seguramente sincero cuando deca que la batalla de Lepanto fue la ms alta ocasin que vieron los siglos pasados ni esperan ver los venideros. Algo de fervor patritico y catlico hay en El Brasil restituido, comedia de Lope de Vega que celebra la reconquista de Baha de manos de los holandeses por una escuadra hispano-portuguesa, o en comedias de Caldern como la que celebra las victorias de Wallenstein contra los protestantes y la que celebra (como el famoso cuadro de Velzquez) la toma de Breda Pero que decir del libro de 1631 en que un numeroso coro de poetas -Lope de Vega entre ellos- festej como hazaa sobrehumana, digna de Jpiter, el que Felipe IV, en un coto cerrado, y detrs de una barrera, y rodeado de cortesanos y de criados, hubiera matado un toro de un arcabuzazo? En cuanto a los elogios prodigados a Carlos II y a su aberrante poltica, son sencillamente grotescos***

El nico caso ilustre de crtica del imperio en el siglo XVII es el memorial versificado, atribuido con toda verosimilitud a Quevedo, en que el autor le dice a Felipe IV que es inhumano mantener en Europa una ilusin de dominio a costa de la sangre y el bienestar de los espaoles. Pero entre la crtica abierta y la adulacin descarada quedaban vas intermedias. Una de ellas era la reticencia, que es el arte de decir cosas sin decirlas. En 1609, Bernardo de Aldrete sugiere con un discreto y no digo ms que la represin de los moriscos de las Alpujarras fue demasiado salvaje. De manera parecida el historiador Jos de Sigenza, en 1600, en el momento en que casi va a decir lo que piensa de la manera innoble como Fernando el Catlico y su brazo militar Gonzalo Fernndez de Crdoba (alias el Gran Capitn) se apoderaron del reino de Npoles, se para en seco y estampa slo este comentario: Aqu se quedan mil hoyos y pleitos que se averiguarn el Da del Juicio. La represin convirti a los escritores de lengua espaola en grandes maestros del arte de la reticencia, de la cautela, de cierta hipocresa heroica, como alguien la ha llamado. Y el ms grande de esos maestros fue Cervantes.

Otra va intermedia es la imparcialidad artstica. As como el Velzquez de la Rendicin de Breda pone en los rostros holandeses (calvinistas) la misma nobleza que en los espaoles (catlicos), as tambin el Ercilla de la Araucana presta a los indios chilenos y a sus dominadores un mismo alto nivel de cualidades humanas. Ni siquiera los corsarios ingleses Francis Drake y John Hawkins aparecen como monstruos en la Dragontea de Lope de Vega. Por lo dems, la desproporcin entre lo celebrado y la manera de celebrarlo se pierde de vista cuando el resultado es una obra de arte. La victoria de Saint-Quentin fue insignificante, pero El Escorial es ciertamente un edificio estupendo. Tambin la rendicin de Breda fue un episodio intrascendente. Las hazaas exaltadas por muchos poetas y prosistas y autores teatrales del siglo XVII se reducen a menudo a nada, son exageracin pura. En manos de escritores como Quevedo y Caldern, la hiprbole llega a veces a la cumbre del arte. (Gngora, tambin maestro de la hiprbole, es siempre ms complejo: exalta ciertamente a los monarcas, pero en un largo pasaje de las Soledades deplora muy de veras los males que la codicia de los exploradores y conquistadores trajo a la humanidad.)

Desde el punto de vista de la historia de la lengua, los breves datos que anteceden tienen una doble importancia. Por una parte, explican el relativo raquitismo y atraso del vocabulario castellano en todos aquellos sectores (poltica, economa, ciencia, filosofa, etc.) en que los dems pases del occidente europeo se adelantaron a Espaa -raquitismo y atraso cuyas consecuencias siguen siendo actuales-. Y, por otra parte, ayudan a comprender la naturaleza peculiar del lenguaje literario espaol del siglo XVII, su especialsima riqueza. Algo que no consigui coartar Felipe II fue la fantasa. Ms an: es como si la obra de quienes escriban en Espaa hacia 1615, hombres criados bajo el austero rgimen de Felipe II, fuera producto, ms que de genios individuales, de una como necesidad social, colectiva, de hallar nuevas entradas y salidas en un edificio cuyas puertas estaban tapiadas. La literatura de nuestra lengua eclipsaba en esos momentos a todas las dems. En 1615 Lope de Vega llevaba escritos, entre muchsimas otras cosas, varios centenares de piezas teatrales. En 1615, un siglo despus de los inicios de ese humanismo erasmiano que Felipe II sofoc, Miguel de Cervantes -un ingenio lego, poseedor, como Shakespeare, de poco latn y menos griego- publicaba la Segunda parte del Quijote, envidia de todas las literaturas y culminacin de no pocas de las ideas de Erasmo. En 1615, menos de un siglo despus del injerto de los modos italianos en la poesa espaola, circulaban de mano en mano, manuscritas, las Soledades de Gngora. Finalmente, en 1615 se hallaba en pleno auge otra literatura, no la del humor y la fantasa, sino la del desengao y el ascetismo razonado, producto tambin de un estado de nimo colectivo que de ninguna manera haba sido el dominante en tiempos de Carlos V.

El Nuevo Testamento es el tomo final de la llamada Biblia Complutense (Complutum era el nombre romano de Alcal), pero fue el que se imprimi primero. El texto griego original va acompaado de la Vulgata, o sea la traduccin latina de san Jernimo que durante diez siglos habla sido el nico alimento bblico de la cristiandad. Dos aos despus, en 1516, Erasmo public su propia edicin del texto griego del Nuevo Testamento, acompandolo de una nueva y revolucionaria versin latina. Pero la tipografa griega de la edicin erasmiana es inferior a la del Nuevo Testamento de Alcal, calificada por los conocedores como la ms bella de todos los tiempos. Los primeros volmenes de la Biblia Complutense (1515-1517) Contienen el Viejo Testamento, y su disposicin es mucho mas compleja: el lector que la abre en una pagina cualquiera se encuentra con seis textos: 1) el hebreo original; 2) la antigua versin caldea (o siraca); 3) la traduccin griega de los Setenta, hecha por los judos helenizados de Alejandra en el siglo III a.C. (la tipografa de esta parte es ms pequea y mucho menos elegante que la del Nuevo Testamento);

4) la Vulgata de san Jernimo; 5) una traduccin latina literal de la versin caldea; y 6) una traduccin latina literal de la versin griega.

** Adase que los inquisidores del tiempo de Felipe II, adems de exacerbar la censura contra la libertad de pensamiento, la extendieron a la libertad de lenguaje. El contraste con la poca de Carlos V es aqu especialmente marcado. Obras como La lozana Andaluza (1528), que todava a comienzos del siglo XX escandalizaba a Menndez Pelayo, o como el Cancionero de obras de burlas y provocantes a risa (1519), donde hay piezas extraordinariamente libres, desenfadadas y verdes, como la ya mencionada Carajicomeda, dejaron de ser posibles. De haber vivido en tiempos de Felipe II el cannigo sevillano Diego Lpez de Cortegana, que tradujo en 1513 el Asno de oro de Apuleyo, donde hay escenas muy fuertes para mentalidades castas (y que tradujo tambin, en 1520, la Querella de la paz de Erasmo, invectiva contra la estupidez de las guerras), ciertamente hubiera tenido que dedicarse a otros quehaceres. La Espaa oficial de Felipe II fue muy gazmoa en todo lo relativo al sexo. Las escenas o expresiones libres de la literatura espaola existente, comenzando con La Celestina, fueron metdicamente castigadas.

***Carlos II no lleg ni siquiera a matar un toro de un arcabuzazo. Lo que le celebraron los poetas fue una nclita hazaa, una heroica accin de tipo distinto. El 28 de enero de 1685 paseaba el rey con algunos de sus cortesanos, en coche, por las orillas de Madrid, cuando vio a un humilde cura que, acompaado del sacristn, llevaba el vitico a un enfermo. Con enorme pasmo de los cortesanos, y de algunas mujeres que lavaban en la poca agua del ro Manzanares, el rey cedi su coche al cura y al azorado sacristn, se puso al estribo, de gentilhombre, e hizo que sus paniaguados acompaaran a pie al Santsimo hasta casa del moribundo. La convocatoria a los poetas fue inmediata, y no menos inmediata la respuesta: el 3 de febrero, menos de una semana despus de ejecutada la heroica accin, los poetas de Madrid se reunieron en casa de don Pedro de Arce, uno de los cortesanos, para leer un nmero increble de composiciones encomisticas. La convocatoria lleg con natural retraso a tierras americanas, y varios poetas de la Nueva Espaa, uno de ellos Sor Juana, unieron su voz a la de sus colegas peninsulares. (Es notable cmo algunos de esos celebradores del pobre Carlos II dicen que un rey devoto del Santsimo Sacramento vale infinitamente ms que un rey que gana batallas militares o diplomticas.)

ESPAA Y EUROPA En el escenario europeo de los siglos XVI y XVII los espaoles estuvieron bajo las candilejas y cuajaron en figura o tipo. El resto de Europa los vio como paradigmas de grandes virtudes o de grandes vicios, y as lo espaol fue unas veces modelo digno de imitacin y otras veces objeto de repudio o de risa. En un extremo est Castiglione, que alaba la gravedad sosegada, natural de Espaa, y en el otro quienes, habiendo ledo por ejemplo la Brevissima relacin de Las Casas en una de sus muchas traducciones, sienten a Espaa como la encarnacin de la crueldad y el fanatismo, o quienes inventan y transmiten historietas sobre la vacuidad y fanfarronera de esos hombres que pisan fuerte y hablan a voces dondequiera que van. Los espaoles, por su parte, fueron muy conscientes de su papel en el mundo y de las reacciones que provocaban. Se explica que ciertos espaoles modernos se sientan retrospectivamente halagados por los juicios laudatorios, y escriban alegatos en defensa de Espaa contra la leyenda negra originada en Las Casas.

Una cosa que llam la atencin de los dems europeos fue el exagerado sentimiento de la honra, de la hidalgua, de la grandeza, que llegaron a tener los espaoles. Es un hecho que ese exagerado sentimiento fue, en buena medida, la afirmacin de los valores nacionales contra una Europa que llamaba humorsticamente pecadillo de Espaa (peccadille dEspagne, peccadiglio di Spagna) la falta de fe en la Santsima Trinidad, dogma rechazado por los judos y los musulmanes, de manera que se enderez contra todos los espaoles el ofensivo mote de marranos que ellos haban lanzado contra moros y judos. En el sentimiento de honra confluan, pues, la supersticin de la limpieza de sangre y la ostentacin de ortodoxia, pero tambin los humos de quien ha dejado de ser un don nadie y quiere subir ms y ms, y lo antes posible. Para esos espaoles hipersensibles, el tratamiento de vos (perfecto anlogo, hasta entonces, del vous francs y del voi italiano) vino a ser insuficientemente respetuoso, o sea ofensivo, de manera que sus subordinados tuvieron que cambiarlo, casi de la noche a la maana, por el nuevo e incmodo de vuestra merced. La rapidez de la sustitucin se puede ver grficamente en la cantidad de formas por que atraves ese pronombre entre 1615 y 1635 (y no durante los siglos que de ordinario requieren los cambios lingsticos) para llegar a usted: por una parte, vuesarced, voarced, vuarced, voac y vuc; por otra, vuasted, vuested, vusted y uced (adems del bosanz o boxanx de los moriscos).

El Nuevo Mundo suministr un ancho teatro para esta clase de exhibiciones. En 1591 el doctor Juan de Crdenas, espaol que llevaba menos de quince aos de residir en Mxico, public aqu un libro en que contrasta la discrecin de los habitantes de la Nueva Espaa con la desconsideracin y arrogancia de los espaoles recin llegados a la pennsula, a los cuales aplica no uno, sino dos apodos: chapetones y gachupines.* Fernndez de Oviedo cuenta la representativa historia del gachupn Garca de Lerma, mercader vulgar e inculto que, tras conseguir mediante astucias ser nombrado gobernador de Santa Marta (regin de la actual Colombia), orden al punto que le dijeran, no vuestra merced, sino vuestra seora, hacindose servir con mucha solemnidad y ceremonias como si fuera todo un grande de Espaa, y de no menos espacio se limpiaba los dientes despus que acababa de comer, dando audiencia e proveyendo cosas, que lo sola hacer el catlico rey Fernando o lo puede hacer otro gran prncipe.

Las ceremonias y el limpiarse muy despacio los dientes (con esa gravedad sosegada que elogi Castiglione) estaban bien para los grandes. Pero es como si cada espaol se hubiera sentido entonces un grande. Para el resto de Europa, los espaoles eran los fanfarrones por antonomasia, los Rodomontes reencarnados (Rodomonte es el caudillo de alma altiva y orgullosa que muere a manos de Ruggiero al final del Orlando furioso) A fines del siglo XVI comenzaron a circular en todas partes, menos en Espaa, en un castellano no siempre muy fluido, y con traduccin a la lengua del pas en que se impriman, series de Rodomontadas espaolas, frases pronunciadas por el Capitn don Diego de Esferamonte y Escarabombardn, o bien por los muy espantosos, terribles e invincibles capitanes Matamoros, Crocodilo y Rajabroqueles, de las cuales vale la pena leer algunos ejemplos:

Qual ser aquella grandssima desvergonada que no se enamorar deste muslo esforado, deste brao poderoso, deste pecho lleno de fueras y valenta?...

Voto a Dios, bellaco, si voy all te dar tal bastonada con este palo, que te har entrar seis pies dentro de tierra, que no te quedara mas del brao derecho afuera para quitarme el sombrero [= para quitarte el sombrero en honor mo] quando passare.

Si voy a ti, te dar tal puntapi llevndote arriba, que cargado de diez carretadas de pan, ms miedo terns de la hambre que de la cada.

Otro aspecto de lo mismo es la costumbre de las largas sartas de apellidos. Quevedo la satiriz en el Buscn, donde hay un personaje llamado Don Toribio Rodrguez Vallejo Gmez de Ampuero y Jordn (no se vio jams nombre tan campanudo, porque acababa en dan y empezaba en don, como son de badajo), pero fueron sobre todo extranjeros los que se rieron de ella. Hay en Voltaire un Don Fernando de Ibarra y Figueroa y Mascareas y Lampourdos y Souza, y en Alexandre Dumas un Don Alfonso Oliferno y Fuentes y Badajoz y Rioles. Uno de los ltimos avatares de esa imagen es el nombre que da James Joyce, en un pasaje del Ulysses, al representante de Espaa ante una especie de concilio: Seor Hidalgo Caballero Don pecadillo y Palabras y Paternoster de la Malora de la Malaria.

Los testimonios sobre la manera de ser de los espaoles tienen un doble inters. El poeta italiano que habla de cmo en Npoles se ha puesto de moda besar ceremoniosamente las manos y hasta sospirare forte alla spagnuola, acusa a sus habitantes de ser quasi pi spagnuoli che napolitani, pero al mismo tiempo declara que eso es lo que est sucediendo. Estos testimonios son muy abundantes. El novelista Carlos Garca afirmaba en 1617 que el rey de Francia, Luis XIII, el da que quiere hacer ostentacin de su grandeza al mundo, se honra y autoriza con todo lo que viene de Espaa: si saca un hermoso caballo, ha de ser espaol; si cie una buena espada, ha de ser espaola; si viste honradamente, el pao ha de ser de Espaa; si bebe vino, ha de venir de Espaa; y por los mismos aos el dramaturgo Ben Jonson enumeraba en un pasaje de The Alchemist las cosas espaolas admiradas por los ingleses: de nuevo la espada y el caballo gennet, o sea jinete, arabismo que significaba el caballo de sangre rabe y la persona que lo montaba), y tambin el corte de barba, los guantes almizclados, las gorgueras, las caravanas, y una danza, la pavana (aprendida por los espaoles en Italia). La expresin buen gusto, inventada al parecer por