alberdi- cartas quillotanas (polemica con sarmiento)
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intercambio epistolar entre Alberdi y SarmientoTRANSCRIPT
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CARTAS QU/LLOTANAS
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JUAN BAUTISTA ALBERDINaci en Tacumn el 29 de Agosto de 1810. Estadio en Buenos
Aires, en el Colegio de Ciencias Morales, vinculndose a Echevarray Juan M. Gutirrez, con quienes fund la Asociacin de Mayo(1837). Un ao ms tarde graduse en derecho, emigrando a Monte-video, donde comenz (1839) su interminable batalla de polemista,por la prensa y por el libro. En esa primera poca de su vida,cultiv casi todos los gneros literarios hasta que su vocacin fudecidindose por las ciencias polticas y econmicas.Pertenece a los comienzos de su carrera el libro Preliminar al
estudio dei Derecho (1837), seguido por varios panfletos polticosde importancia. Despus de su viaje por Europa (1843), se esta-bleci en Chile, alcanzando gran xito como jurisconsulto y dandoa luz nuevos escritos polticos, histricos y forenses. En momentosde prepararse la organizacin nacional, public el de mayor signi-ficacin histrica, Bases para la organizacin poltica de la Confe-deracin Argentina, en Valparaso (1852), inspirador de la Consti-tucin Argentina de 1853; corregido y aumentado, hasta adquirir loscaracteres de un texto definitivo, fu reeditado en Besanzn (1858).Esa obra fu pronto complementada por ei Sistema Econmico yRentstico de la Confederacin Argentina y los Elementos delDerecho Pblico Provincial Argentino. De sus polmicas con Sar-miento, naci el ms agudo y certero de sus panfletos, Cartassobre la prensa y la poltica militante de la Repblica Argentina,conocido con ei nombre de Cartas Quillotanas y replicado porSarmiento en Las Ciento y Una. Pas luego Alberdi ms deveinticinco aftos en el extranjero, polemizando sobre poltica interiorc internacional, hasta escribir la Peregrinacin de Luz del Da, oViaje y aventuras de la Verdad en el nuevo mundo, stira moraly profundamente humorstica en que aparecen caricaturados susms ilustres enemigos polticos. Entre sus escritos de esa ltimapoca merece mencionarse Las palabras de un ausente, magnificode sinceridad y de altivez. Esos libros y panfletos, unidos 8 otrosmuchos, constituyen las Obras completas, de Alberdi, editadas enocho volmenes por Bilbao y O'Connor, bajo los auspicios del go-bierno argentino.Despus de su muerte, otros libros y apuntes inditos fueron da-
dos a luz, bajo ci ttulo de Obras postumas, en 16 volmenes,editados por Manuel Alberdi y Francisco Cruz. Son los ms importan-tes: Estudios econmicos, El crimen de la guerra, Del gobier-no en Sud Amrica, etc. Estos nuevos escritos constituyen un mag-nifico archivo de historia argentina, desde 1830 hasta 1880. Deste-rrado la mayor parte de su vida, por motivos de poltica interior,Alberdi puso grandsima pasin en cuanto escribi, pnr euya causala ecuanimidad de sus obras postumas es muy discutida.
I'or su ciencia econmica y sociologint, tu obra es unnimementeId* como la ms docta y elU i\ iilente inusada por argentino
alguno. La transformacin poltica ocurrida en la Argentina, en1880, es la realizacin de ideas bsicas qua Alberdi defendi sincanso durante medio siglo.
i fue limitada. Tuvo la representacin diplo-mtica de 1 I \rnenliii:i ante algunos gobierne
U diputado por Tueumn y regres a Buenosruido para no volver. Fall.
Pars < da Mt fecha M prestigio b. amasado eil parteel barro de loi acontecimientos histricos, vuel-
vo a este mismo Yungay, donde escrib "Argir-
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ADVERTENCIA 13
polis", a explicar las causas del descalabro que
ese hombre ha experimentado.Como se lo dije a Vd. en una carta, as com-
prendo la democracia: ilustrar la opinin y no
dejarla extraviarse por ignorar la verdad y nosaber medir las consecuencias de sus desacier-
tos; Vd., que tanto habla de poltica "prctica"
para justificar enormidades que repugnan al buen
sentido, escuche primero la narracin de los he-
chos "prcticos", y despus de ledas estas p-
ginas, llmeme detractor y lo que guste. Su con-tenido, el tiempo y los sucesos probarn la jus-
ticia del cargo o la sinceridad de mis aserciones
"motivadas". jOjal que Vd. pueda darle esteepteto a "las suyas"!
Con estos antecedentes, mi querido Alberdi,Vd. me dispensar que no descienda a la pol-
mica que bajo el trasparente annimo del "Dia-rio" me suscita. No puedo seguirlo en los ex-travos de una lgica de posicin "semi-oficial",
y que no se apoya en los hechos por no conocer-
los. No es Vd. el primer escritor invencible enesas alturas, y sin querer establecer comparacio-nes de talento y de moralidad poltica que no exis-ten, Emilio Girardin, en la prensa de Pars, logr
probar victoriosamente que el pronunciamientode Urquiza contra Rosas era un cuento inventadopor los especuladores de la Bolsa, y la Europaentera estuvo por un mes en esta persuasin, quela embajada de Montevideo apenas pudo des.
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14 ADVEBTENCIA
mentir ante los tribunales. Mi nimo, pues, noes persuadirlo ni combatirlo; Vd. desempea unamisin y no han de ser argumentos los que lehagan desistir de ella.
El pblico argentino all y no aqu, los quesufren y no Vd., decidirn de la justicia. Noser el timbre menor de su talento y sagacidadel haber provocado y hecho necesaria esta pu-blicacin, pues cnstale a Vd., a todos mis ami-gos aqu, y al seor Lamas en Ro de Janeiro,que era mi nimo no publicar mi campaa hastapasados algunos aos. Los diarios de Buenos Ai-res han reproducido el "ad memorndum" quela precede, el prlogo y una carta con que se loacompa al "Diario de los Debates". ValasVd. en "El Nacional" y observe si hay consis-tencia con mis antecedentes polticos, nuestrasconferencias en Valparaso y los hechos que voya referir.
He visto con mis propios ojos degollar el l-timo hombre que ha sufrido esta pena, inventaday aplicada con profusin horrible por los cau-dillos, y me han bailado la cara los sesos dlossoldados que crol las ltimas vctimas de la gue-rra civil. Buenof Ai Ubre le los caudi-llos, y las provincial si no las extravan, pue-
den librarse del ltimo que slo ellas con sun levantaran. En la prensa y en la
guerra, \
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ADVERTENCIA 1S
de Buenos Aires, a m que apenas conoc sus ca-lles, Vd. que se cri all, fu educado en sus au-las y vivi relacionado con toda la juventud.
Hablle de prensa y de guerra, porque las pa-labras que se lanzan en la primera, se hacen re-
dondas al cruzar la atmsfera y las reciben enlos campos de batalla otros que los que las di-
rigieron. Y Vd. sabe, segn consta de los regis-tros del sitio de Montevideo, quin fu el pri-mer desertor argentino de las murallas de de-fensa al acercarse Oribe. El otro es el que deca
en la Cmara: "Es preciso tener el corazn enla cabeza!" Los "idealistas" le contestaron, lo
que todo hombre inocente y candoroso piensa:"Dejemos el corazn donde Dios lo ha puesto".Es sta la tercera vez que estamos en desacuer-
do de opiniones, Alberdi. Una vez disentimos so-bre el "Congreso Americano", que en despechode sus lucidas frases, le sali una solemne pa-
tarata. Otra sobre lo que era "honesto y per-mitido" en un extranjero en Amrica, y "susBases" le han servido de respuesta. Hoy sobre elPacto y Urquiza, y como el tiempo no se paradonde lo deseamos, Urquiza y su pacto sernrefutados, lo espero, por su propia nulidad: yal da siguiente quedaremos Vd. y yo tan ami-gos como cuando, el "Congreso Americano", ylo que era "honesto" para un extranjero. Paraentonces y desde ahora, me subscribo su amigo.
Sabmiento.
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CARTAS SOBRE LA PRENSA
Y
LA POLTICA MILITANTEDE LA
REPBLICA ARGENTINA
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PRIMERA CARTA
Motivos y tendencia* conservadoras de esta publicacin Prensa
argentina La nueva situacin reclama nueva prensa Carac-teres de ambas La prensa de guerra ba concluido su' misinliberal Conatos de restauracin El caudillaje en la prensa
Quillota, Enero de 1853.
Sarmiento
;
Sea cual fuere el mrito de su "Campaa en elejrcito grande aliado de Sud Amrica", proba-ble es que no hubiera ledo yo ese escrito, por
escasez de tiempo para lecturas retrospectivas deese gnero, ni me hubiera ocupado de contes-tarlo.
Pero Vd. ha querido ofrecerme sus pginas co-mo comprobantes de la justicia con que Vd. atacaal hombre que, destruyendo a Oribe y a Rosas,se ha hecho acreedor a nuestra simpata y apoyo,
y ddonos una prueba prctica de su capacidadde repetir hechos iguales de libertad y progreso.Con ello me ha puesto Vd. en la necesidad de
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escribir, pues si yo callase, mi silencio sera to-mado, por Vd. al menos, como seal de asenti-miento. Y como, lejos de hallar en su "Campaa"la justicia de su resistencia al nuevo orden decosas, descubro el origen personal y apasionadode ella, tengo necesidad de protestar contra laobra que Vd. me ha dedicado, con el derecho queme confiere el honor de su dedicatoria; contra ladireccin que en ella pretende Vd. dar a la prensaargentina de la poca que ha sucedido a Rosas,y contra ese silencio hostil, que ha dado Vd. enllamar "abstencin" y que no es ms que la se-dicin pasiva y desarmada.La prensa de combate y el silencio de guerra
son armas que el partido liberal argentino usen 1827; y su resultado fu la elevacin de Rosas
y su despotismo de veinte aos. Vd. y sus ami-gos, volviendo a la exaltacin bisoa de aquel
tiempo, no hacen ms que repetir los desaciertosdel antiguo partido unitario, que Vd. mismo con-den en "Facundo" en das ms serenos, y quehoy, despus de veinte ellos do lecciones san-grientas, pretenden repetir sin tener la excusa de
ios modiI, i L'iii'n;i iiiilil.ii y t\r exterminio eonlra r\
modo de ser de nuestras poblaciones pastoras ylmales, tuvo su frmula y
su odigo en d "Pampero" > el "Graniso", un-nes periodsticas de Is prenss francesa del
tiempo da Marat y Danton, inspiradas por un ar-
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CARTAS QUILLOTANAS 21
dor patritico, sincero, si se quiere, pero inexper-
to, ciego, pueril, impaciente, de los que pensaban
que un par de escuadrones de lanceros de Lavalle
bastaran para traer en las puntas de sus lan-
zas el desierto y el caudillaje, que es su resul-
tado, en la desierta Repblica Argentina.Posteriormente se convino en que no haba ms
medio de vencer el desierto y los hombres, lascosas y los usos que el desierto desarrolla, que
la inmigracin, los caminos, la industria y la ins-
truccin popular; pero repentinamente hemo9 vis-to caer la poltica argentina en el crculo vicioso,
y resucitado el programa del "Granizo" y del
'"Pampero" en ormas rejuvenecidas y acomo-dadas a los usos del da.
Tras esto vemos tambin asomar la abstencinsediciosa que dej todo el poder en las manosinexpertas de Dorrego, para arrancrselo por las
bayonetas el 1. de Diciembre de 1828.No estoy por el sistema de esos escritores, que
nada tienen que hacer el da que no tienen quatacar.
Aunque Vd., Sarmiento, me dedica su "Cam-paa" con algunos denuestos, que no son de buentono en un escritor de sus aos y dirigindose
a persona que pretende eslimar, debo decirle queno son ellos el estmulo reprobado de estas car-tas. En la misma obra y en otros lugares, Vd.me ha regalado elogios que compensan y anulan,cuando menos, sus dicterios.
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Otro, muy general y desapasionado, es el intersque motiva esta publicacin. Ni Vd. ni yo comopersonas somos bastante asunto para distraer laatencin pblica.Quiero hablar.de la prensa, de su nuevo rol, de
los nuevos deberes que le impone la poca nuevaque se abre para nuestro pas desde la cada deRosas, a propsito de Vd. y de sus recientes es-critos.
Aunque Vd. nunca "ha sido toda la prensa deChile" ni mucho* menos la argentina, Vd. ha he-cho "campaas en ambas", que le hacen un a pro-psito digno de este estudio. Lpez, Bello, Pinero,Fras, Pea, Gmez, Mitre, Lastarria y otras mu-chos representan colectivamente esa prensa de
Chile, en que Vd. no ha visto sino su nombre.Vd. posee un crdito legtimo, que debe a sus
nobles esfuerzos de diez aos contra la tirana de-rrocada por el general Urquiza. Ese crdito le hadado imitadores y sectarios antes de ahora; ytanto como era provechosa su iniciativa cuandoVd. combata lo que detestaba de corazn todala Repblica, sera peligroso que Vd. atrajesea la juventud, que conoce sus antiguos servicios,en el sentido turbulento y continuamente agi-
r de sus publicaciones posteriores a la cada1 1 1
i ; .,
.
.
Con esta mira de orden y de pacificacin, voya estudiarlo como escrib
No espere Vd. de m sino una crtica alta, dig-
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CARTAS QUILLOTANAS 2S
na, respetuosa. Nada tengo que hacer con su per-sona, sino tributarle respeto. Voy a estudiarloen sus escritos, en lo que es del dominio de todos.Vd. que tanto defiende la libertad de examinar,
de impugnar, de discutir; Vd. que mide a otroscon la vara de la crtica, ejerciendo un derechoinnegable, no podr encontrar extrao que esemismo derecho se ejercite para con Vd., consi-derndole como representante de una tendencia
y de una faz de la prensa argentina.
Hablar de la prensa es hablar de la poltica,del gobierno, de la vida misma de la RepblicaArgentina, pues la prensa es su expresin, su
agente, su rgano. Si la prensa es un poder p-blico, la causa de la libertad se interesa en que
ese poder sea contrapesado por s mismo. Todadictadura, todo despotismo, aunque sea el de la
prensa, son aciagos a la prosperidad de la Re-
pblica.
Importa saber qu peda antes la poltica ala prensa, y qu le pide hoy desde la cada deRosas.
Desconocer que ha empezado una poca ente-ramente nueva para la Repblica Argentina, des-pus y con motivo de la cada de Rosas, es des-conocer lo que ha sido ese hombre, confundir lascosas ms opuestas y dar prueba de un escep-ticismo sin altura.
Sin dictadura omnmoda, sin mazorca; repre-sentado el pas por un congreso que se ocupa de
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dar una constitucin a la Repblica; cambiadoscasi todos los gobiernos locales en un sentido
ventajoso para su libertad; abiertos los ros in-teriores al libre trfico de la Europa, que Rosasdetest; abolidos los lemas de muerte; devueltoslos bienes secuestrados por motivos polticos; enpaz la Repblica con todo el mundo, se ocuparahoy la prensa de lo mismo que se ocup durantelos ltimos quince aos? No, ciertamente; eso se-ra ir contra el pas y contra el inters nuevo
y actual del pas. El escritor liberal que repitiese
el lorio, los medios, los tpicos que empleabaen tiempo de Rosas, se llevara chasco, queda-ra aislado > slo escribira para no ser ledo.
Por ms de diez anos la poltica argentina liapedido a la piensa una sola cosa: guerra al li-
rano Rosas. Eso pidi al soldado, al publieis!
escritor, porque eso constitua el bien supremo dela Rej bliea Argentina por enlonees. Esa exi-gencia lucha. Por diei aos Vd. lia sido un soldado
icritor de -nena, de comba-te, I ai BUS manos la pluma Tur una espada, nouna antorcha. La La de bu pluma era la luz del
(pie brilla desnudo en la bataHa. I-as docro i umentoa, medios de 1 1 m
n
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CARTAS QU1LL0TANAS 25
que hoy explica otros hechos. Comercio, inmigra-cin, instruccin, navegacin de los ros, abolicin
de las aduanas, slo eran proyectiles de combate
en sus manos; cosas que deban presentarle un in-
ters secundario despus del triunfo sobre el ene-
migo de ese comercio, de esa navegacin de losros, de esa inmigracin de la Europa que usted
defenda porque el otro atacaba.
Desgraciadamente, la tirana que hizo necesaria
una prensa de guerra ha durado tanto, que hatenido tiempo de formar una educacin entera ensus sostenedores y en sus enemigos. Los que hanpeleado por diez y quince aos han acabado porno saber hacer otra cosa que pelear.
Por fin ha concluido la guerra por la cada del ti-rano Rosas, y la poltica ha dejado de pedir a laprensa una polmica que ya no tiene objeto. Hoyle pide la paz, la Constitucin, la verdad prcticade lo que antes era una esperanza. Eso pide al
publicista, al ciudadano, al escritor. -4
Le dan Vds. eso? Sus escritos modernos res-ponden a esa exigencia? Representan Vds. losnuevos intereses de la Repblica Argentina en suspublicaciones posteriores al 3 de febrero? El malxito que Yd. ha experimentado por la primeravez entre sus antiguos correligionarios de la lu-cha contra Rosas, le hace ver que su pluma tanbien empleada en los ltimos aos, no sirve hoyda a los intereses nuevos y actuales de la Re-pblica desembarazada del despotismo de Rosas.
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26 JUAN B. ALBERDI
Ante la exigencia de paz, ante la necesidad deorden y de organizacin, los veteranos de la pren-
.sa contra Rosas han hecho lo que hace el sol-dado que termina una larga guerra de libertad,lo que hace el barretero despus de la lenta de-molicin de una montaa. Acostumbrados al sabley a la barreta, no sabiendo hacer otra cosa que
sablear y cavar, quedan ociosos e inactivos desdeluego. Ocupados largos aos en destruir, es me-nester aprender a edificar.
Destruir es fcil, no requiere estudio; todo el
mundo sabe destruir en poltica como en arqui-tectura. Edificar es obra de arte, que requiereaprendizaje. En poltica, en legislacin, en admi-nistracin no se puede edificar sin poseer estasciencias (porque estas cosas son ciencias), y estasciencias no se aprenden escribiendo peridicos, nison infusas.
La nueva posicin del obrero de la prensa espenosa y difcil como en lodo aprendizaje, comoen todo camino nuevo y desconocido.En l.i paz, en la ora de organizacin en que
entra el pas, se I ral a ya no de personas sino de
instituciones; se trata de Constitucin, de leyesnicas, de reglamentos de administracin po-
ltica > econmica! de cdigo civil, de cdigo dcomercio, d cdigo penal; d derecho martimo,de derecho administrativo. La prensa de comba-te, que no ha estudiado n necesitado estudia!tas cosas en tiempos de tirana, m presenta i
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CARTAS QWLLOTANAS 27
na delante de estos deberes. Sus orgullosos servi-dores tienen que ceder los puestos, en que des-collaban cuando se trataba de atacar y destruir,y su amor propio empieza a sentirse mal. Yano hay ruido, gloria, ni laureles para el comba-tiente; empieza para l el olvido ingrato que esinherente a la repblica.
El soldado licenciado de la vieja prensa vuelvecon dolor su vista a los tiempos de la gloriosaguerra (1). La posibilidad de su renovacin esun dorado ensueo. De buena gana repondradiez veces al enemigo cado, para tener el gustode reportar otras diez glorias en destruirlo. Pe-lear, destruir, no es trabajo en l; es hbito, esplacer, es gloria. Es adems oficio que da de vi-vir como otro; es devocin fiel al antiguo oficio;es vocacin invencible otras veces: es toda unaeducacin finalmente.
Al primer pretexto de lucha, qu hace el sol-dado retirado de la antigua prensa? Grita a lasarmas; se pone de pie. No hay un verdadero Ro-sas? finge un Rosas aparente. Le da las calida-des del tirano cado, establece su identidad, y aslegitima el empleo ntegro de sus antiguos me-dios. La poltica de la prensa queda reinstaladaen su antiguo terreno. Los cdigos, la organi-zacin, es decir, el estudio de lo que se ignora,
(1) "Para m no hay ma que una poca histrica que me conmue-va, afecte e interese, y es la de Rosas. Este ser mi estudio nico enadelante, como fu combatirlo mi solo .estimulante al trabajo, mi soloosten en los das malos".Sarmiento, en abril de 1852.
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queda postergado para despus. Es preciso an-tes allanar el terreno, destruir el obstculo. El
obstculo son los caudillos, es decir, una cosatan indeterminada y vaga como los unitarios,
que se puede perseguir cien aos sin que se acabela causa de la guerra que es til al engrandeci-
miento del guerrero.Se hizo un crimen en otro tiempo a Rosas, de
que postergase la organizacin para despus deacabar con los unitarios ; ahora sus enemigosimitan su ejemplo, postergando el arreglo cons-titucional del pas hasta la conclusin de losnidillos. Siempre
jque se exija una guerra
previa y anterior para ocuparse de constituir el
pas, jams llegar el tiempo de constituirlo. Sedebe establecer como teorema: Toda posterga-cin de la Constitucin es un crimen de lesa pa-tria, una traicin a la Repblica. Con caudi-llos, con unilurios, con federales, y con cuan-
to contiene y forma la desgraciada Repblica, se
debe proceder a su organizacin, sin excluir ni aun
b los malos, porque tambin forman parte de lafamilia. Si establecis la exclusin d ellos, la es-
tablecis pina todos, incli vosotros. Todailusin es divisin > anarqua. Diris que con
imposible tener libertad perfecta?
Pues s. iIm I que do hay otro remedio que tenerla
Impex ii la medida que es posible al pas
tal cual os > DO t;il cual DO SS. x poique es inca-
litin lona! una parte de du
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rTARTAS QUILLOTANAg " 29
pas, queremos anonadarla, maana diris que esmejor anonadarla toda y traer en su lugar po-blaciones de fuera acostumbradas a vivir en or-den y libertad. Tal principio os llevar por la l-gica a suprimir toda la nacin argentina his-pano colonial, incapaz de repblica, y a suplan-tarla de un golpe por una nacin argentina anglo-republicana, la nica que estar exenta de caudi-llaje. Ese ser el nico medio de dar principiopor la libertad perfecta; pero si queris cons-
tituir vuestra ex colonia hispano-argentina, es de-
cir, esa patria que tenis y no otra, tenis que darprincipio por la libertad imperfecta, como el
hombre, como el pueblo que debe ejercerla, yno aspirar a la libertad que tienen los republi-canos de Norte Amrica, sino para cuando nues-tros pueblos valgan en riqueza, en cultura, en pro-
greso, lo que valen los pueblos y los hombres deNueva York, de Boston, de Filadelfia, etc.
El da que creis lcito destruir, suprimir al gau-cho porque no piensa como vos, escribs vuestrapropia sentencia de exterminio y renovis el sis-tema de Rosas. La igualdad en nosotros es msantigua que el 25 de Mayo. Si tenemos derechopara suprimir al caudillo y sus secuaces por-
que no piensan como nosotros, ellos le invocarnmaana para suprimirnos a nosotros porque nopensamos como ellos. Writh deca que en el usode los medios violentos, los federales de Rosas nohaban sido sino la exageracin de los unitarios
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30 JAN B. ALBERDI
de Lavalle. El da que este general fusil a Bo-
rrego por su orden, qued instalada la poltica quepor veinte aos ha fusilado discrecionalmente. El"Granizo" y el "Pampero" inauguraron la pren-sa brbara que acab con l y con los suyos.No hay ms que un medio de admitir los prin-
cipios, y es admitirlos sin excepcin para todoel mundo, para los buenos y para los picaros.Cuando la iniquidad quiere eludir el principio,crea distinciones y divisiones; divide los hombresen buenos y malos; da derechos a los primeros
y pone fuera de la ley a los segundos, y por me-dio de ese fraude funda el reinado de la ini-quidad, que maana concluye con sus autores mis-mos. Dad garantas al caudillo, respetad al gau-cho, si queris garantas para todos.
La prensa que subleva las poblaciones argenti-nas contra su autoridad de ayer, hacindoles creerque es posible acabar en un da con esa entidad
indefinible, y pretende que con slo destruir a este
o aquel jefe es posible realizar la repblica re-presentativa desde el da de su cada, es una pren-
sa de mentira, de ignorancia y de mala fe: prensade vandalaje y de desquicio, ;i pesar de sus co-loros y sus nombres de civilizacin.Facundo Quiroga invocaba en sus proclamas la
libertad perfecta, el odio a los tiranos cuando de-vastaba la Repblica Argentina en 1830 (1).
(1) "Argentino*: O juro i. ir tul onrmdn, i|iio iiiiikuiiii olru BMpirm i'mm anima or niin rartlH "" inif"'1 > ,|" 1vid, y no eiiatir OtoU M I Lf, EUoJa " proaenton.Oprimido, l
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CARTAS QUILLOTANAS 31
No es el color lo que hace el rojo, sino el furorde destruccin. Hay rojos azules ms terri-bles que Barbes. Con el color rojo se ha triun-fado de Rosas; con el azul se trabaja por res-tablecerlo.
Es la mala prensa, la venenosa prensa de gue-rra civil, que tiene la pretensin necia de ser laprensa grande y gloriosa que en otro tiempo lu-chaba contra el tirano, objeto de escndalo de unsiglo y de dos mundos.He ah la prensa degenerada y bastarda que
hemos visto anhelosa de reaparecer despus dela cada de Rosas, no solamente por sus partida-rios disfrazados, lo que no era extrao, sino porsus enemigos unidos con los otros.Hemos visto realizada por los combatientes de
los dos campos de la antigua prensa, una fusinde lucha y de combate, en que los unos y losotros, cediendo a la ley comn de sus anteceden-tes belicosos, han proseguido juntos la vida depelea que llevaron, encontrados, por diez aos.He ah el terreno en que los escritos de los l-
timos meses, en que los antiguos y nuevos ene-migos de Urquiza, han querido echar la prensa yla poltica argentina, ms por mal hbito quepor mala intencin.Rosas ha dejado ese mal a la Repblica Ar-
gentina. Le ha dejado la costumbre del combateen que hizo vivir todas sus clases por largos aos.El soldado, el escritor, el comerciante, haciendo
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32 JUAN B. ALBERD1
del combate su vida normal, hoy tocan una ver-dadera crisis al entrar en la vida de paz y desosiego. No conocen el mecanismo, los medios dela vida de tranquilidad y de trabajo pacfico; omejor, no se avienen a dejar las formas y con-diciones que haban dado a su antiguo modo deexistencia.
La vida de paz pide una prensa de paz, y laprensa de paz pide escritores nuevos, inteligentesen los intereses de la paz, acostumbrados al tonode la paz, dotados de la vocacin de susconveniencias, enteramente opuestas a las de laguerra.
Ese rol es imposible para los escritores de gue-rra. No hay ejemplo de que el soldado veteranose haga comerciante perfecto; y se necesitan fuer-zas sobrehumanas para que un hombre acostum-brado a predicar la guerra por 15 aos, se vuelvaun predicador de concordia y de sosiego de unda para otro.
As, al toque de alalina en Buenos Aires el 11
Ir Septiembre, incitados por sus viejos hbitos,iodos los escritores
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CARTAS QUILLOTANAS 33
mismo tono y los mismos medios de la prensa yde la poltica de otro tiempo.
En esta posicin nueva los antiguos escritoresde pelea desconocieron las condiciones que la nue-va vida poltica impona a la polmica argentina.
Estas condiciones nacan del personal y de las
miras de los nuevos partidos en lucha.
La divisin tena hoy lugar en el seno del par-tido liberal, en el seno del partido que acababade destruir a Rosas. Eran los antiguos compane-
ros de armas que se dividan en dos campos ri-vales. La libertad tena creyentes y soldados en
uno y otro campo; caballeros y hombres de honorhaba en los dos terrenos. Y, sin embargo, fuatacado el que acababa de dar libertad a la Re-pblica Argentina, con las mismas armas conque antes se combata al que la ensangrent y en-caden por veinte aos; el tacto de esos escritoresno supo discernir la diferencia que debe existir en-tre el modo de atacar al que siempre fu enemi-go, y al que ayer fu amigo y prest a la li-bertad servicios que duran hoy y durarn eterna-mente.
Gutirrez, la primera notabilidad literaria dela Repblica Argentina; Pea, el viejo amigo deRivadavia, el querido de Florencio Vrela, el an-tiguo director del "Colegio de ciencias morales",que tiene discpulos ilustres en cada provinciaargentina; Lpez, Pico, Alberdi, Mrmol, el bardode la libertad; Segu, el que autoriz el grito
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i JUAN B. ALBERDI
inmortal de guerra al tirano el 1. de Mayo de1851, han sido tratados con los mismos dictadosque se dirigan a los degolladores de Buenos Ai-res en tiempo de Rosas. La flor de la sociedadculta de Mendoza ha sido apellidada mashorca.Los gobernadores provinciales salidos ayer del se-no de la primera sociedad argentina han sidoinsultados con el dictado de caudillos y tira-nos.
Esa aberracin de la vieja prensa es imperdo-nable y funesta en resultados. Usando contra hom-bres de honor y de patriotismo, el tono y las pa-labras que se emplearon contra Cuitino, Salomny otros matadores insignes, esa prensa se mues-tra torpsima, desnuda de tacto, y modelo abo-minable de intolerancia y de opresin intelectual.Para legitimar el empleo de ese tono brutal, fingeque sus adversarios actuales son iguales a los pa-
sados, es decir, se hace culpable de calumnia con-sus hermanos de causa y de padecimientos,
y todo por excusar su pereza, su falta de estudio,
de educacin y de inteligencia prctica en las le-ra ballerescas de los dbales de libertad.
Viene forzosamente para en adelante la vida
representativa y de libre discusin; habr divi-siones de opiniones; habr fuella; habr debates
ardientes (pie minea porque sern ms li-: habla lodo eso porque lodo eso eonslihne
la trida de libertad y una condicin de toda so-
id de homb |u piensa hacer la vieja
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CARTAS QUILLOTANAS 35
prensa en ese tiempo? Piensa emplear siempre
las mismas armas que cruzaba en otra poca conlos cuchillos de la mazorca? Piensa siempre lla-
mar venal, corrompido, servil al escritor o al
orador que por desgracia no vea las cosas como
las ve el antiguo combatiente contra Rosas? Noteniendo don de infalibilidad, es creble que en-cuentre a menudo preopinantes de honor y de ca-pacidad: pensar siempre sacarlos a la ver-
genza pblica, ponerlos en la picota, flagelarlos
por la espalda, segn las leyes de Felipe II yde la Inquisicin, por el crimen de tener una
opinin diferente?En las edades y pases de caudillaje, hay cau-
dillos en todos los terrenos. Los tiene la prensa
lo mismo que la poltica. La tirana, es decir, laviolencia, est en todos, porque en todos falta el
hbito de someterse a la regla.La prensa sudamericana tiene sus caudillos, sus
gauchos malos, como los tiene la vida pblica
en los otros ramos. Y no por ser rivales de loscaudillos de sable, dejan de serlo los de pluma.Los semejantes se repelen muchas veces por elhecho de serlo. El caudillo de pluma es plantaque da el suelo desierto y la ciudad pequea, pro-
ducto natural de la Amrica despoblada.La prensa, como elemento y poder poltico, en-
gendra aspiraciones lo mismo que la espada; peroen nuestras poblaciones incultas, automticas ydestituidas de desarrollo intelectual, la prensa que
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36 JUAN B. ALBERD1
todo lo prepara, nada realiza en provecho de sushombres y slo allana el triunfo de la espada, queal instante halla en su contra la ambicin pe-riodstica, que antes tuvo por apoyo.
Este carcter de la prensa sudamericana es dig-no de particular estudio en la poca que se abre,de reaccin del espritu culto de la Europa contrael espritu campesino, contra los hbitos de al-dea, que prevalecen en todos los elementos de la
sociedad naciente de Sud Amrica, sin excluir laprensa, la tribuna, ni las ciudades.
Tenemos la costumbre de mirar la prensa comoterreno primitivo de la libertad y a menudo esrefugio de las mayores tiranas, campo de indis-ciplina, de violencia y de asaltos vandlicos con-
tra todas las leyes del deber. La prensa como
espejo que refleja la sociedad de que es expre-sin, presenta todos los defectos polticos de sus
hombres.Aunque nuestras gacetas no se escriben en
los campos, se escriben en cuidados compuestas
de eJementoe campesinos, ciudades sin fbricas,sin le ras, de \ (Ja ci\il ineomplela y embriona-ria, simples mansiones de agricultores, de pas-
,
de minero que acuden a disfrutarde lo qu ..(uiiido en la \ida de los cam-
pos, que es U \ida sudamericana por esencia,qil es que I .lu, como la
tribu l< niia misma, estn llenas deftmtkm '/nasos de ea i eiior ingles o frunces.
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CARTAS QUTLLOTANAS 37
El escritor de este gnero, el caudillo de la
prensa como el gaucho de los campos, se dis-
tingue por su amor campestre a la independen-
cia de toda autoridad, a la indisciplina, a la
vida de guerra, de contradiccin y de aventuras.
Detesta todo yugo, aun el de la lgica, aun el
de los antecedentes. Libre como el centauro de
nuestros campos, embiste a la Academia espaolacon tanto denuedo como a las primeras autori-dades de la Repblica.Es el tipo de escritor que prevalece en nuestra
prensa medio civilizada en usos de libertad, comola sociedad sudamericana de que es expresin.
Predica el europesmo y hace de 61 un arma deguerra contra los caudillos de espada; pero no
toma para s el tono y las costumbres europeasal "Times" o al "Diario de Debates" parisienseen la impugnacin y el ataque. Defiende las ga-rantas privadas contra los ataques del sable, pero
olvida que el hogar puede ser violado por la plu-ma. Estigmatiza al gaucho que hace maneas con
la piel del hombre, y l saca el pellejo a surival poltico con pretexto de criticarlo. Espritutierno y susceptible (porque al fin es de SudAmrica), equivoca la obstinacin presuntuosa conel carcter, la concesin civilizada del ingls con
la cobarda que se rinde a discrecin.Si los ganchos en el gobierno son obstculo para
la organizacin de estos pases, los gauchos dela prensa podrn ser auxiliares y agentes de orden
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38 JUAX B. ALBERDI
y de gobierno regular? Todo es obstculo parael establecimiento del gobierno en esta Amricainconmensurable, en que la ley es impotente por-que est a pie, sin caminos, sin dinero, sin armas
y el desierto protege lo mismo a sus defensoresde espada que a sus ofensores de pluma. Y, sinembargo, es menester caminar en la obra de laorganizacin contra la resistencia cfel gaucho delos campos y de los gauchos de la prensa. Silos unos son obstculos, no lo son menos los otros:
pero si ellos son el hombre sudamericano, es me-nester valerse de l mismo para operar su pro-pia mejora o quitar el poder al gaucho de pon-cho y al gaucho de frac, es decir, al hombre deSud Amrica, para entregarlo al nico hombreque no es gaucho: al ingls, al francs, al euro-peo, que no tardara en tomar el poncho y loslia hitos que el desierto inspir al espaol europeo
del siglo XV, que es el americano actual: eu-ropeo degenerado por la influencia del desierto yde la soledad.
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SEGUNDA CARTA
Extravo de la prensa liberal despus de la cada de Rosas.CampaSay escritos del seor Sarmiento.Son acusacin, no historia; l esparte y no testigo ni juezMotivos de su oposicin personal acre-ditados por sus obras.Base de su crtica militar.Importacinindiscreta de la ciencia francesa, en guerra como en poltica.Esaobra sirve al desorden, distrae la opinin de los asuntos serios ycompromete la gloria argentina.Caricatura de la batalla de Ca-seros.Propaganda de resistencia anrquica.
Quillota, Enero de 1853.
He hablado en mi carta anterior de las condi-ciones nuevas de la prensa; en la presente meocupar de examinar sus ltimas publicaciones conarreglo a los principios all sentados.
Esos principios explican en parte los escritos
de Vd., pero no los explican del todo. En pol-tica es raro el acto que reconoce un solo motivoy no varios.
El inters de este estudio es impersonal ydesapasionado. No intento defender a Urqua yatacar a Vd.: escribo, en obsequio del orden, labibliografa de un trabajo destinado a perturbar-lo. Escribo la bibliografa de su "Campaa", queandar unida con el recuerdo de la campaa con-
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40 JUAN B. ALBEBDI
tra Rosas, para hacer rectificaciones que impor-tan a la verdad histrica y a la paz de la Re-pblica Argentina.
Ahora dos aos, cuando el General Urquiza nohaba destruido a Rosas y slo tena el antece-dente de haberle servido por muchos aos, el in-ters de la patria nos reuni a todos los amigosde la libertad en derredor de aquel hombre quese hizo simptico desde el da en que reneg la
causa del tirano, prometi un congreso y una cons-titucin a la Repblica. Vd. se hizo adicto suyo yyo tambin. No es de hoy mi decisin por l, Vd.lo sabe. "El Mercurio" de 1851 insert muchosartculos mos en su apoyo, que Vd. reprodujo enel ltimo nmero de "Sud Amrica". CuandoVd. se fu al Plata me dej escribiendo en favorde Urquiza, a quien yo no conoca, ni haba es-crito, ni tena inters de agradar personalmente.No tena yo el don de adivinacin para saber quellegara tiempo en que podra dar empleos diplo-mticos.Hoy que tiene la gloria de haber acabado con
Rosas, reunido un Congreso Constituyente, dadoa la Hc|)l)lica Argentina diea puertos accesi-
i la Europa 6 internado en las soledades
le Duettro desierto pafi i frac, tan embarcado
Ii\ ia > Loa liont-
1
nropa, que son smbolo dobla motivo debemoi apoyarlo,
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CARTAS QUILLOTANAS 41
porque esos hechos son prendas que nos asegu-
ran su capacidad de multiplicarlos.Regresado Vd. a Chile, me hall escribiendo en
el mismo sentido que antes de su viaje; pero yoencontr que Vd. haba cambiado en su manerade considerar las cosas que veamos de un mismomodo en 1851 y que hasta hoy persisto yo enconsiderarlas como entonces.
Separado de nosotros, Vd. ataca al hombre yla poltica que estamos apoyando desde 1851 enel inters de miras que ha realizado, en parte,de un modo esplndido. Tenemos que defenderlehoy de los ataques de usted como antes le de-fendimos de los ataques de Rosas. Vd. me ha de-dicado su "Campaa" para demostrarme por ellaque su cambio es resultado de faltas que atribuyeal General Urquiza, y yo voy a demostrarle porsu propia "Campaa", sin pretender santificara su adversario, que su separacin no aparece allcon ms origen que el inters de su propio engran-decimiento, inters que sin excluir el patriotismode Vd. explica enteramente su actitud de agita-dor.
Hablando seriamente, Vd. concibi esperanzasde encabezar el partido liberal contra Rosas y lasdej traslucir ms de una vez. Rosas contribuy adarle esa ilusin ms que el xito de sus escritoslucidos y patriticos. Vd. public su propia bio-grafa en un grueso volumen encomistico, queno dej duda de que se ofreca al pas para su
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42 JUAN fc. ALBERDI
futuro representante. Vd. escribi a publicistas deFrancia pidindoles que apoyasen esa aspiracin.
Cuando estall la revolucin militar en Entre Ros,Vd. fu al Plata y busc la inmediacin de sujefe, que no le dio la importancia que Rosas le
haba dado. Decepcionado, contrariado en su ilu-sin de mando y direccin, qued, sin embargo,en el ejrcito grande, en la posicin doble queconsta de su mismo escrito.En el ejrcito grande emprendi Vd. dos cam-
paas: una ostensible contra Rosas, otra latente
contra Urquiza; una contra el obstculo presente,
otra contra el obstculo futuro. Su arma contraRosas fu el "Boletn"; su espada contra Urqui-
za fu el "Diario de la campaa", destinadoa ver la luz despus de cado Rosas (son sus pa-
labras;. El "Diario" era la refutacin del "Bo-
letn", y por eso Rosas lo hall bueno cuandoley el manuscrito cado en sus manos antes dela batalla del 3 de Febrero.Que su "Campana antes de la batalla le Fe-
o en que ella l''> fin; luego Vd, confiesa que
conspiraba desde entonces contra su general eu
i--. Bien ha< en di itinguix su campaa
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CARTAS QUILLOTANAS 43
personal de la campaa general del ejrcito gran-de: la de ste era dirigida contra Rosas, la suya
contra Rosas y contra el General Urquiza. Vd.conspiraba, en la nave en que haca el viaje, para
amarrar al capitn llegando al puerto. Segn eso,la revolucin contra Rosas vena al mundo pre-ada de otras nuevas, cuando precisamente erasta la desgracia vergonzosa que interesaba pre-
venir a todo trance.
En esa posicin representaba Vd. la tendenciade un crculo de liberales, que deca: "Usemosde Urquiza para librarnos de Rosas; que cadoste, nos ser fcil librarnos del vencedor".
El 11 de Septiembre hizo explosin esa poltica,que buscaba el poder por segunda mano. El 11de Septiembre vena preparado desde la campaadel ejrcito grande. La sabidura de Franklin yel acierto de Washington no hubiesen librado del al general Urquiza. Antes que existiera el pacto
de San Nicols, que le ha servido de pretexto, yaestaba formulada y escrita la protesta; Vd. mismolo confiesa.
El 11 de Septiembre era la segunda intencin deciertos liberales coaligados con Urquiza, y la pri-mera intencin de los rosistas, porque la primeraintencin del cado es levantarse. Aqullos creanpoder emplear a Urquiza como instrumento ef-mero y desechable. Explicaban sus desastres deveinte aos por accidentes casuales, y crean queno necesitaban ms que vencer una vez para que-
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44 JUAN B. ALBERDI
dar dueos perdurables del poder, que perdierondiez veces: idea estrecha y pobre, pues no sucumbejams por casualidad todo un partido, sino poruna cadena de triunfos, que supone otras causasnormales de buen xito.Nada hay comn entre su "Campaa" parsita
y la del ejrcito grande; pasiones, objeto, fines,todo es distinto. La campaa encabezada por elGeneral Urquiza representaba la causa de la li-bertad, la esperanza de un Congreso, el deseo
de una Constitucin, el odio a Rosas y el en-tusiasmo por Urquiza, su brillante adversario. Enla campaa de Vd., en vez de amor, hay odioal vencedor de Rosas; en vez de odio a Rosasse ve casi un olvido completo de su nombre y desus errores; la libertad, la Constitucin, el Con-
greso, que eran los grandes fines de la campaade Urquiza, apenas aparecen mencionados en lade Vd.Qu nos presenta, qu poda ser su campaa
nal driii ro de la campaa del ejrcito gran-de? Vd. era teniente coronel, no poda mandarun ;ila, n una divisin del ejrcito; no poda te-ner ni tuvo parte imprtenle en sus hechos deurinas, es decir, en los aclus que constituyen pro-
piameOte la
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CARTAS QUIIXOTANAS 45
al redactor de los "Boletines del ejrcito grandede Napolen I"? Quin conoce a los que redac-taron los boletines de las campaas de San Mar-
tn, de Bolvar, de Belgrano? Publicaron esos sol-
dados de pluma sus campaas personales en losejrcitos de la inmortal guerra contra Espaa?
Si San Martn y Bolvar hubiesen llevado a sulado redactores que al tiempo de escribir el bo-letn de sus jornadas llevasen diarios secretos, pa-ra desmentir ms tarde al Boletn oficial, la glo-ria americana sera hoy la mitad de lo que es, yel Conde Toreno se habra ahorrado el trabajo rea-lista de achicar nuestros triunfos. Al lado de qugeneral, grande o chico, hubiese permanecido unredactor de boletines que pretenda colaborar conel general en jefe en las operaciones del ejrcito?Su campaa personal, en vez de ser un diario
de las marchas del ejrcito, es la historia psicol-gica de sus impresiones de emulacin contra sugeneral en jefe; la historia de su desacuerdo con-tra el general Urquiza, desacuerdo antiguo y pro-
fundo, que Vd. se afana en atribuir a faltas del
general, pero que Vd. mismo Tevela ser fruto desus decepciones de aspiracin y de amor propio.
Obrando como Alejandro, venciendo con ms bri-llo que Napolen, lo habra Vd. aborrecido do-blemente, por lo mismo.No entrar a contestar su campaa; yo no he
militado a su lado, ni soy testigo de los actos que
Vd. refiere. Otros cuidarn de apoyarlo o com-
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46 JUAN B. ALBERDI
batirlo con ms autoridad. Pero puedo juzgar desu obra por lo que arroja ella misma, y de losactos de Vd. por su propia confesin. Le dir,desde luego, que su campana es el proceso desus miras demaggicas, de su ambicin contra-riada, la historia completa de su descalabro yde su segunda proscripcin. Esta es mi manera in-genua y leal de entenderla.Le dir tambin que Vd. no es testigo de los
actos que relata, ni tiene en su favor la autori-dad del que puede decir sin inters y sin pasin:yo vi, yo o, yo hice.
No lo es por supuesto de lo que no ha visto, y,sin embargo, Vd. nos refiere la obra diplomtica,preparatoria de la campaa, que tuvo lugar en
aquellos pases antes que Vd. saliera de Chile.Tambin nos refiere Vd. en su "Campaa" toda
la "campaa del Uruguay", hecha y completadapor el general Urquiza mucho antes que la Me-diis hubiese llevado a Vd. a Montevideo; y,sin embargo, Vd. la refiere con la autoridad deIrslifjo. Testigo de odas, porque el que re-fiere lo que ha odo, n refiere l que presenci:
es eco de un testigo, no testigo. En esa parte daVd. como historia argentina 1 que le cont un
ministro extranjero que tenia nteri Inmediato80 disminuir la gloria de nuestro pas en pro-
vecho del suyo (pgina 70 de su "Campaa").I >< spus drl triunfo, slo estuvo Vd. diez das
en Buenos Aires, que pas Vd. en sus calles y
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CARTAS QUILLOTANAS 47
plazas, segn su onfesin. Al cabo de ellos, sefu Vd. a Ro de Janeiro y de all se vino a Chile.Vd., sin embargo, reclama la autoridad de testigo
contra los que se han criado en los lugares queVd. habit "diez das", (literalmente), cuando re-fiere tambin en su "Campaa" los actos del ge-neral Urquiza "posteriores a la salida de Vd.":los negocios de Junio, la revolucin de Sep-
tiembre, y lo que es "Buenos Aires" hoy mismo.Excusado es decir que Vd. dej el Ro de la Platael 20 de Febrero de 1852. En todo ello es Vd.testigo de odas, eco literal de la prensa de
Buenos Aires, es decir, la de la parte interesada,
narrador fiel de lo que no ha visto y de lo quesabe por boca del fiscal.En lo que Vd. ha visto, tampoco es testigo, ni
merece la fe de tal sino en su contra.Cmo ha podido Vd. creer que el pblico se
componga de necios? Quin le creera a Vd. aun-que fuese ms honrado que el honor? Quin serajuez tan inicuo para or al acusador sin or alos testigos? La parte agraviada tiene autori-
dad probatoria? Vd. es parte acusadora, no tes-tigo imparcial. Su "Campaa" es un libelo deacusacin, no un testimonio histrico. Es una ar-
ma de guerra, como Vd. mismo la ha calificado,lanzada en apoyo de la revolucin del 11 de Sep-
tiembre y escrita para prepararla.Si lo que dice Vd. que vio desde su llegada a
Entre Ros, fuera cierto, Vd. debi regresar a
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48 JUAN B. ALBERDI
Montevideo y abstenerse absolutamente de bus-car la cada de Rosas por medios tan inmora-les. Lo contrario era rehabilitar, rejuvenecer latirana ya caduca de Rosas; era emprender unacampaa de opresin nueva contra la opresinvieja. Por qu la emprendi Vd.? O Vd. dicelo que no vio, o Vd. ayud a sabiendas a levan-tar una nueva tirana.
Su "Campaa" muestra que Vd. habla por he-ridas abiertas a su ambicin o a su amor propio.No indagar si las mereci, ni si son reales o apa-rentes. Slo har ver que son confesadas, y quehabla como herido el que se considera herido,
aunque no lo est. Voy a sealar brevemente ensu propio escrito los motivos y sntomas del odioque le impide ser juez y narrador imparcial delos actos del general Urquiza, cuya gloria en la
campaa contra Rosas es gloria argentina, y cuyoprestigio actual os demento de orden para la re-pblica libertada por l.
Bien hace Vd. de negar ese odio, qne se escapaen suh |m iginaa, despojndolas de toda au-toridad de verdad. Dice \ (I. que no hubo escenaentre el genere] > Vd., > que no tiene por lolano motivo personal de queja contra l. Perocree Vd. indispensable ana escena para engen-
odiot a muelle en e< razones no vulgares?I na mirada, mi fgBStO, ma omisin, el silenciomiau i is mil reces ^\r rencoresstenios > desastrosos?
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CUITAS QUILLOTANAS
Voy a sealar los orgenes que Vd. mismoasigna a su odio implacable contra el hombre quenos ha librado de Rosas, y el nico que sera ca-paz de estorbar hoy su regreso al poder. Vd. ve,segn esto, si hay utilidad pblica en rectificarescritos, que slo podran servir al restablecimien-
to de la tirana vencida en Febrero.
El general Urquiza no satisfizo las miras de in-flujo que llev Vd. al ejrcito y ste fu el primermotivo de su odio contra l. Cules eran susmiras? Qu iba Vd. a hacer? Qu llevaba Vd.al ejrcito? Su pluma; Vd. no era soldado. Lapluma en un ejrcito no es un arma. Un ejr-cito supone agotada la misin de la palabra. Esla solucin del problema entregada al can. Lapluma del secretario es suficiente. El general Ur-quiza tena de secretario de campaa al que ha-ba refrendado los pronunciamientos inmortalesde 1. de Mayo.
Otra aspiracin llev Vd. que la de escribir bo-letines. Vd. aspiraba a dirigir los acontecimien-tos que crea haber preparado. "Otras funciones,empero (que las del Boletn, escriba Vd. de Mon-tevideo el 2 de Diciembre) me estn reservadas, yasociado a P debemos formar el EstadoMayor del Ejrcito".Cuenta Vd. mismo su primera conferencia con
Urquiza: "Presnteme al fin en la casa de gobier-no a las horas de costumbre y a poco fui intro-ducido a su presencia. . . Mi recepcin fu poli-
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50 JUAN B. ALBERDI
tica. . . Despus de sentados en un sof (con elgeneral Urquiza) y pasadas las primeras salu-taciones, nos quedamos ambos callados. Yo es-taba un poco turbado, creo que l estaba lo mis-
mo. Yo romp el silencio dicindole "el objeto demi venida, que era conoder al hombre" en quienestaban fijas nuestras miradas y nuestras esperan-
zas, y "para poderle hablar de mis trabajos enChile, de mis anticipaciones sobre el glorioso pa-pel que le estaba destinado..."
Ese era el objeto de su viaje a Entre Ros?Haba Vd. doblado el Cabo de Hornos slopara ir a conocer al futuro libertador, y para
hablarle de sus trabajos en Chile? Qu impor-taba eso a la campaa?Pero no es todo.
"Tras este exordio, dice Vd.,
entr a detallarle lo que era el objeto prcticode mi venida, a saber: instruirle del estado delas Provincias, la opinin de los pueblos, la ca-pacidad y elementos de los gobernadores, lostrabajos emprendidos desde Chile..."
i oso todo su contingento? Para eso em-
prenda Vd. su viajo? Vd. DO haba oslado on lasProvincias; labia Vd. de ellas lo que sabamos to-dos: que ol pueblo detestaba a Rosas y que sus
gobiernos lo apoyaban por minio > por bu nterespropio. Tena Vd. trabajos de conspiracin? Enqn < jim' f Quin ba \isto sus efectos? LasProvincias
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CARTAS QILLOTANAS 51
bre a la cada de Rosas. Iba Vd. a hablar de unelemento siempre negativo y secundario. Sin em-bargo, Vd. "haba dado seguridad de cooperaciny simpata" de parte de las Provincias ai generalUrquiza. Con qu antecedentes? "Segn las se-guridades que de (ello me haban dado de SanJuan", dice Vd. (1). Se vio que ningn efecto ha-ba tenido la seguridad dada por Vd.; ni San Juanni otra provincia cooperaron a la cada de Rosas.Qu debi pensar el general de los trabajos deVd. en Chile y de su influjo en las Provincias?
ICon diez aos de publicaciones nunca pudo Vd.precipitar una contra Rosas, y en los ltimos me-ses con 500 pginas no ha conseguido Vd. quitaruna sola al general Urquiza.
Vd. llev la esperanza de dirigir por el con-sejo al hombre que sin Vd. haba organizado elplan de conspiracin contra Rosas, formando elejrcito mayor que haba visto la Amrica, y re-suelto en 4 das la cuestin oriental que duraba10 aos. Vd. no fu interrogado, ni consultado co-mo esperaba, y ese fu un delito de Urquiza paraVd. "Esta (la primera) es la nica vez que hehablado con el general Urquiza en dos meses quehe estado cerca de l. Despus es l quien ha ha-blado, hacindome escuchar en poltica, en me-didas econmicas a su manera, en proyectos o ensugestiones de actos para en adelante. Aqu est
(1) Campaa, pg. 66.
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52 JUAN B. ALBBRDI
a mi juicio el secreto y la fuente de esa serie deerrores que hacen imposible su gobierno si no esen el Entre Ros. . .
"
. . ."De estos datos, y de muchos otros, que ibarecolectando ... yo empec a ver confirmados losrecelos que traa desde Chile, y resuelto a se-guir el plan de vida que he seguido siempre, queconsiste en conservar ilesa la dignidad de hombre,como la nica arma que puede oponerse al des-potismo personal".
.."Haba, pues, en eso (en lo relativo a lacinta) eso perseverancia brutal, que huye de serilustrada, que insiste en despecho de todo, y que
reduce a la condicin de siervos "a los que por
sus luces o su posicin queran por lo menos ser
consejeros".Pero qu luces, qu consejos quera Vd.
hacer escuchar? Se trataba de cosas militares, ha-
blaba Vd. con un soldado; se trataba de guerra
y no de poltica; iba Vd. a un ejrcito, no a un
congreso. Vd. no es militar, no' poda ofrecer lu -
ees, consejos estratgicos , los nicos que conve-nan antea de la venida de los congresos ddi-
| beranles o del gobierno civil representativo. Vd.
slo llevaba provocaciones en esas exigencias in-
tempestivas publicista, n
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CARTAS QUIIXOTANAS 53
pensamiento. Pero debi Vd. tomar el fusil, lasubordinacin y el silencio automticos del solda-do que sabe serlo, en vez de ir a discutir la cu-carda que deba llevar el ejrcito y las medidaseconmicas que deban adoptarse para despusde concluida victoriosamente la campaa, que no
haba dado principio. Cuando no se lleva un con-tingente de diez mil soldados, o una gloria mili-
tar que los valga, no se va a discutir esas cosas,
de poder a poder.Se puede leer sin asombro el siguiente prrafo
de Vd.?: "Lo que ms me sorprendi en el generales que pasada aquella simple narracin de he-chos con que me introduje, nunca manifest de-seo de or mi opinin sobre nada, y cuando conuna modestia que no tengo, con una indiferenciaafectada, con circunloquios que jams he usadohablando con Cobden, Thiers, Guizot, Montt o elEmperador del Brasil, quera emitir una idea,me atajaba a media palabra, d!cindome: "yo lodije, lo vi, lo hice, etc." Nadie sabe, nadie podrapreciar jams las torturas que he sufrido, lassujeciones que me he impuesto para conciliarme,no la voluntad de aquel hombre, sino el que meprovocase a hablar, que me dejase exponerlesus intereses, la manera de obviar dificultades,el medio de propiciarse la opinin".
Pero, qu empeo tena Vd. en hablar? Que-ra Vd. ofrecer soldados, plata, conspiracionesorganizadas? Eso era lo nico que necesitaba
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54 JUAN B. ALBERDI
en esos momentos. Consejos polticos son un con-tingente intempestivo que de ordinario llevan losestudiantes a los ejrcitos. Necesitaba el ge-neral Urquiza que le expusiese Vd. sus inte-reses? El, que haba formado el Ejrcito Grandey concluido la campaa oriental sin Vd. ; l, queacab la de Rosas, a pesar de Vd.; que se mova enun terreno y con elementos para Vd. desconocidos,necesitaba de un tutor para que le dirigiese susintereses? El, que haba sabido obviar dificultadesinvencibles para tantos poderes, poda necesitarque se la diese un escritor de peridicos, quejams haba figurado como hombre de Estado?"Yo not luego una cosa, dice Vd., y los he-
chos posteriores me la confirmaron, y es que mireputacin de hombre entendido en las cosas ar-gentinas me condenaba a no poder estar cercadel general..." "Desde muy luego comprend,pues, que mi papel natural de consejero, de co-laborador en la grandiosa obra de constituir una
nacin de aquellos pases tan favorecidos. . . es-taba concluido, y deba volverme a Montevideo,lo que habra dado un escndalo. . . o exponermea esta lucha diaria consigo mismo por un lado,y }>r otro con aquella* pretensiones que recha-
taba". Sucedi etto ltimo, desgraciadamente;pero queda establecido por Vd que fu al ejr-cito trai di- algo mal que la espada de teniente
i > la refaccin del Boletn,Al acabar lu primera entrevista, que se redujo
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i LATAS QUIIiLOTANA8 o5
a simple conversacin, el general Urquiza le pre-gunt naturalmente: "Qu piensa Vd. hacer?
No s, seor, le contest para derrotar la men-te de aquella pregunta oblicua. Probablemen-te regresar a Montevideo".Pero qu oblicuidad poda haber en la mente
de semejante pregunta dirigida al que deca queslo iba al ejrcito para conocer al general Ur-quiza y para decir lo que saba de las Provin-
cias? Qu otra cosa poda preguntarse al queno era soldado, ni ofreca sus servicios de tal?
El hecho es que de esa entrevista "me quedaba,dice Vd., un sinsabor indefinible y casi no motiva-do aparentemente".
Frustrado su papel natural de consejero y co-laborador de la grande obra, qu hizo Vd.? "Enla tercera entrevista con el general le ofrec misservicios, no teniendo plan fijo ninguno. . . Enton-ces me indic encargarme del boletn del ejrcito,
llevar prensa, etc., lo que acept gustoso, tomandoa poco el servicio militar por ponerme a cubier-do de la cinta y por no hacer la irisle figurade los paisanos en los ejrcitos. Recomend efi-cazmente a Paunero, Mitre y Aquino, mis com-paeros, y ped licencia para ir a Montevideo aprepararme, y march a poco desencantado encuanto a mi".
Tenemos hasta aqu quo Vd. fu sin ser llama-do; que Vd. fu sin plan fijo; que Vd. no hall elgran papel que esper desempear; que ofreci
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5C JUAN B. ALBEHDI
sus servicios, y le aceptaron el de escribir el bo-letn y llevar una imprenta; que tom la espadapor ponerse a cubierto de la cinta y por evitar elridculo de un paisano en un ejrcito. Ponermea cubierto de la cinta, quera decir llevarla co-
mo soldado, y no como paisano: "como militar
me la pondr, como ciudadano nunca", dijo Vd.
Esta idea de dos cucardas, una para el ciudadanosoldado y otra para el ciudadano civil; esta ideade que una misma divisa, un mismo color, es degloria en el ciudadano militar y de vilipendioen el ciudadano paisano, es tan poco seria co-mo toda la cuestin del cintillo de que hablar
ms tarde. Tenemos tambin que Vd. qued de-sazonado, desencantado de sus primeras impresio-nes en el ejrcito.
Llegado a Montevideo, Vd. declar a sus ami-gos: "El general persiste en ser quien es y na-
die en la tierra lo har variar de su modo deser". Vd. haba llevado, pues, la idea de cam-biar en tres conversaciones al general Urquiza?
C'Y le haca Vd. un defecto de que tuviese unavoluniad, un carcter, una fe suyos, y no tomase
como la oera el sello que quera darle un cs-
critor que Be crea hombre d Estado porque ha-ba escrito peridicos? No* estara Rosas fuera del
poder si hubiese tenido no rival de cera virgen;ral (ranees, tegfa los (lencos de este o aquel es-
CritCf r amoldarle a su gusto.
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CARTAS QUILI.OTANAS 57
En Montevideo concibi Vd. por s mismo laesperanza de figurar en el Estado Mayor con unrol activo.
Vuelto a Entre Ros, present Vd. al general
Urquiza a sus amigos Paunero y Mitre, que se re-comendaban por sus conocidas aptitudes militares,mejor que por el auspicio de Vd., que slo tresveces haba conversado con el general en jefe.
El coronel Paunero fu hecho jefe del detall deuna divisin en lugar de ser nombrado Jefe deEstado Mayor, como Vd. crey; el esperadoEstado Mayor qued sin efecto, y Vd. sin la parteactiva que haba esperado tener en l: nuevo mo-
tivo personal de desazn contra el general quedispuso esa reclusin.
Al dar Vd. cuenta de su comisin, el generalUrquiza le "dirigi un reproche por haber tradouna imprenta pesada, contra sus rdenes. . ." Es-ta recepcin tan poco cordial le dej a Vd. tur-bado. . . Segu no procur verlo, cosa que le hizo
sospechar que haba algo de real en aquella frial-
dad del general; porque esos palaciegos son ter-mmetros (1).
Bajo esas impresiones de desagrado personalya empez Vd. a fijarse en la vida privada delgeneral Urquiza, en el rgimen de sus hacien-das, etc.
El "Entre Ros" se present entonces a su
(1) Campaa, pg. 93.
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58 JUAN B. ALBEHDI
espritu agriado, no ya como en "Argirpolis"
lo haba descripto, sino "como una grande ha-cienda con ganados y hombres"... reglamentadapara producir ciertos resultados; como "la ad-
ministracin de Mehemet-Al, pero sin altura, sinel concurso de la ciencia y de la industria eu-
ropea". Esas buenas impresiones del "libertador"empezaba Vd. a consignar en su "Diario", quecon razn debi agradar a Rosas cuando lo to-m y lo ley. Si l hubiese triunfado de Urquizahoy su "Campaa" estara inserta en el "Archi-vo Americano". Hall Vd. mal que el generalUrquiza castigase el robo con rigor. "No seroba, pues, dijo Vd.; pero el hombre ha dejadode ser hombre perdiendo toda espontaneidad ytoda idea de justicia . . . Qu importa el robo deun cerdo, que remedia una necesidad, en cambiode un castigo espantoso que destruye toda idea dejusticia (1)?" Slo la aversin personal que em-pezaba a nacer en Vd. pudo dictarle esa absolu-cin inaudita
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CARTAS QUILLOTANAS 59
peraban a S. E.; y como no viniese, han des-cargado su entusiasmo en el primero que se hapresentado. Ah le mando una carta con que hecontestado a esas gentes, por no saber otra cosa
que decirles. Estoy contento con el boletn. Dis-trae los ocios del campamento, pone en movi-miento a la poblacin, anima al soldado, asustaa Rosas, etc., etc."
La disciplina militar no reconoce notabilidadesliterarias. Vd. era en el ejrcito un simple te-niente coronel; no tena intimidad personal conel general en jefe. Admitir ovaciones populares enreemplazo de la persona ausente del general enjefe, era una insolencia de parte de un oficialsecundario. En el ejrcito en campaa, no hay msque una voz y todo impreso de un subalterno di-rigido al pueblo en su nombre propio, desde lasfilas del ejrcito, es un acto escandaloso de in-subordinacin. Estuviese o no contento con su rol,qu tena que hacerlo saber al general? Atri-buir ese placer a distraccin y no a pena, erapoco espartano. Decir que el "Boletn", y no uncuerpo de 30 mil hombres, es lo que "pone enmovimiento a la poblacin, anima al soldado, asus-ta a Rosas, etc.", y decrselo al general en jefedel ejrcito, era una impertinencia que natural-mente deba enfadarlo. Todos pueden presumir larespuesta que habra dado un Napolen, Bolvaro San Martn a un desacatante semejante; elgeneral Urquiza se content con hacer responder
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60 JUAN B. ALBERDI
lo siguiente por medio de su secretario: "S.E. el seor general ha ledo la carta que ayer leha escrito Vd. y me encarga le diga respecto de losprodigios que dice Vd. que hace la imprenta asus-tando al enemigo, que hace muchos aos que lasprensas chillan en Chile y en otras partes y quehasta ahora D. Juan Manuel de Rosas no se haasustado; que antes al contrario cada da estms fuerte".Esa respuesta hizo en Vd. la herida ms grande
de las que hasta hoy dan salida a su voz. "Yo merepuse de mi conmocin, dice Vd., me levant delasiento, di dos o tres paseos . . . afectando lamayor compostura . . . sal y me dirig al Paranen busca de la serenidad que necesitaba paraobrar..." "Yo me sent en las barrancas y dejvagar mis miradas sobre la superficie de lasaguas, y media hora despus mi espritu estabarehecho, mi partido tomado, mi respuesta acor-dada conmigo mismo ante este tribunal de la dig-nidad personal, de la justicia hollada y ante lanecesidad de no dejar ajar en mi persona el di-putado al Congreso, el publicista" (1).
Al da siguiente solicit Vd. carreta para con-ducir la Imprenta al paso de la artillera volante,
y el genera] contest, segn Vd.: "iQu suje-to!; dganle que no" delante de muchos cir-cunstantes, y es Vd, quien lo diara dar ciudadana ral^ extranjero, no es pedirte le d derechos polticos antes de ser ciu-
dadano. Darle todos los , derechos civiles noes concederle un solo derelw poltico. Sobreel "pacto de San Nicols" estuvimos de acuer-do, cuando Vd. aprob mis "Bases", en que esepacto es propuesto y aceptado: propuesto sola-mente en mi primera edicin; propuesto y acep-
(1) "Campaa", pg. 50.
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146 JUAN B. ALBEHD1
tado en la segunda edicin, que fu la le-
da y aplaudida por Vd., para impugnar ms tar-de su sentido.
En mi "Memoria" de 1841 propuse una po-ltica americana, y como medio de acordarla,un Congreso. El Congreso era un accidente, la
poltica era el fondo. Una poltica se acuerda,o por un Congreso o por actos o tratados par-
ciales. Vd. atac el accidente y guard eliondo para desenvolverlo en "Argirpolis" co-
mo suyo. Pudo haber paralogismo en lo acciden-tal de mi escrito, es decir, en lo relativo al Con-greso, pero yo haca una lesis universitaria,
para tomar un grado en la Facultad de leyes
y ciencias polticas. El paralogismo es la salde la tesis. Sin embargo, Chile peda un Con-greso Americano. El seor Bello, publicista emi-nente, lo apoyaba. Fras, defendi mi "Memoria"atacada por Vd., y Florencio Vrela la aplau-di.
Qu poltica peda yo en mi "Memoria" parala Amrica del Sud? La poltica econmica,en \ (/ de la poltica de derechos abstractos;
la poltica la misma quebe propuesto en d mis "Basea".
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CARTAS QUILLOTANAS 147
Qu Congreso ped entonces? No congresos depoltica y guerra, como el de Panam, suscitadopor Bolvar contra Europa, sino congresos eco-nmicos, congresos comerciales e industriales, co-mo los suscitados por Cobden, en la Europa con-tempornea: congresos para atraer la Europa yno para alejarla. Lo que peda entonces a uncongreso americano, pido ahora al Congreso ar-gentino y a todos los congresos nacionales de laAmrica espaola.No reclamar a "Argirpolis", pero vindicar
mi "Memoria", o ms bien la antigedad de misconvicciones consignadas en mis "Bases"; y nopor jactancia pueril, sino con el fin de procu-rarles el respeto debido a toda idea largamenteelaborada y sostenida.En "Argirpolis" hay dos cosas: ideas princi-
pales, ideas accesorias. Las principales son la idea
de colocar la capital de la Repblica en una is-Iita desierta, situada a diez leguas de la costa ar-gentina y a tres de la costa extranjera; otra esla idea de reunir un congreso bajo Rosas, apesar de Rosas, y para destruir a Rosas; y otraes la de refundir en un solo pas poltico elParaguay, la Repblica Oriental y la Confede-racin Argentina. Estas ideas principales le per-tenecen a Vd. y as lo declar sin perjuiciode los derechos de Rosas a la invencin de laltima.
Las ideas accesorias de "Argirpolis" no dir
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148 JUAN B. ALBBRDI
que sean mas, sino que yo las escrib seis aosantes de escribirse "Argirpolis", en la "Memo-ria" que Vd. refut, y de la cual reproducirlos siguientes prrafos, no por va de litigio, sinode propaganda de doctrinas, que se deben repe-tir en todas partes, a propsito de todo y en todaocasin, para que no se olviden de tal modo, queparezcan invenadas cada seis aos.
TERRITORIOS
"El terreno est de ms entre nosotros; y laAmrica no podr entablar contiendas por mi-ramientos a l sin incurrir en el ridculo de esos
dos locos a quienes Montesquieu supone dueossolitarios del orbe y disputando por lmites."En Amrica el vasto territorio es causa de
desorden y atraso: l hace imposible la centrali-
zacin del gobierno, y no hay estado ni nacindonde haya ms de un solo gobierno. El te-rreno es nuestra peste en Amrica, como lo esen Europa su carencia. Chile, el ms pequeo delos Estados de Amrica, es ms rico, ms fuertey ms bien gobernado que todos. Ms chico quel, es el Estado Oriental del Uruguay, y resistea la grande y anarquizada Repblica Argentina".
NAVEGACIN INTERIORra navegacin se dividir en ocenica,
que es base del comercio exterior, y mediterr-rinnuKi, que es el ;ilnin del comer-
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CARTAS QUILLOTANAS 149
co interior para ciertos Estados, y para otros de
todo su comercio externo y central. Regular lanavegacin es facilitar el movimiento de nuestra
riqueza, cuyo ms poderoso vehculo de desaho-go y circulacin es el agua. Se habla mucho decaminos en este tiempo: no olvidemos que losros son caminos que andan, como dice Pas-
cal. Para hacer transitables estos caminos cami-nantes, es preciso ponerlos bajo el amparo delderecho. Su propiedad aparece dudosa para cier-tos Estados, y su uso est sujeto a dificultadesEstos puntos exigen esclarecerse y determinarse
cuanto antes; y nadie ms competente que uncongreso general para ejecutarlo. La navegacinde los ros de Sud Amrica envuelve grandes cues-tiones de inters material entre las Repblicasde la Amrica occidental y las que ocupan su li-toral del oriente".
LIBERTAD DE LOS ROS
"La ciencia internacional ensea que la nacinpropietaria de la parte superior de un ro nave-gable, tiene derecho a que la nacin que poseela parte inferior no le impida su navegacin almar, ni le moleste con reglamentos y gravme-nes que no sean necesarios para su propia segu-ridad"... "El Congreso de Viena sent estadoctrina por base de los reglamentos de navega-cin del Rhin, el Neckar, el Mein, el Mosela, el
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130 JUAN B. ALBERDI
Meusa y el Escalda: hizo ms todava, declarenteramente libre la navegacin en iodo el curso
de estos ros (son las palabras del "Acta de Vie-na"), desde el punto en que empieza cada uno deellos a ser navegable hasta su embocadura . .
.
El Vstula, el Elba, el Po han sido suce-sivamente sometidos, en el uso de sus aguasnavegables al mismo derecho martimo, por ac-tos firmados en 1815 y 1821. Puede, pues, sentar-
se que la Europa ha reconocido la libertad casicompleta de sus ros navegables. La Amrica delNorte consagr este mismo principio a pro-psito de la navegacin del Mississippi en lapoca (1792) en que poseedores los Estados Uni-dos de la parte superior de este ro y su orilla
izquierda, la Espaa era duea de la boca y am-bas riberas inferiores. No habra razn, pues,para que la Amrica del Sud no consagre estamisma doctrina en sus leyes de navegacin me-diterrnea. Ella debe dar absoluto acceso al tr-fico naval de sus ros, en favor d
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CARTAS QUILLOTANAS 151
en el suelo de nuestro continente monopolizadopor ellos: prohibiciones odiosas establecidas en
oprobio nuestro y para provecho del trfico penin-
sular, que queremos mantener como leyes eter-
nas de nuestro derecho de gentes privado".
COMERCIO INTERNACIONAL
"Este punto conduce a otro de los serios asun-tos de que deba ocuparse el Congreso Ameri-cano: el derecho internacional mercantil. Heaqu el grave inters que debe absorber el pre-sente y el porvenir de la Amrica por largo tiem-po: el comercio consigo mismo y con el mundotrasatlntico. A su proteccin, desarrollo y sal-vaguardia, es que deben ceder las ligas, los con-
gresos, las uniones americanas en lo futuro. An-tes de 1825 la causa americana estaba represen-tada por el principio de su independencia terri-torial: conquistado ese hecho, hoy se presenta porlos intereses de su comercio y prosperidad ma-terial. La actual causa de Amrica es la causade su poblacin, de su riqueza, de su civilizacin
y provisin de rutas, de su marina, de su indus-tria y comercio N
CONORESOS COMERCIALES
"No es el programa de Panam el que debeocupar el nuevo Congreso; no es la liga militar
de nuestro continente; no es la centralizacin de
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152 JUAN B. ALBERDI
sus armas lo que es llamado a organizar esta vez.Los intereses de Amrica han cambiado: sus ene-migos polticos han desaparecido. No se trata derenovar puerilmente los votos de nuestra prime-ra poca guerrera. La poca poltica y militar hapasado: la han sucedido los tiempos de las em-presas materiales, del comercio, de la industria yriquezas. Se ha convenido en que es menester em-pezar por aqu para concluir por la completa rea-lizacin de las sublimes promesas de orden pol-tico contenidas en los programas de la revolu-cin. El nuevo Congreso, pues, no ser poltico
sino accesoriamente. Su carcter distintivo se-r el de un congreso comercial y martimo, comoel celebrado modernamente en Viena, Stuttgart,con ocasin de la centralizacin aduanera de laAlemania (Zolverein)".
BNBMIOOS INTERNOS DE AMRICA
"Los actuales enemigos de la Amrica estnadofl dentro de ella misma, son sus desier-
tos sin rutas, sus ros esclavizados y no explora-
dos; sus costas despobladas por el veneno de las
restricciones mezquinas, la anarqua de sus adua-
nas y tut(';is; la ausencia del crdito, 68 decir,
de i.i riqueza artificia] y especulativa, como me-
dio de producir la riqueza positiva y real. Heaqu los grandes enemigos de la Amrica, contra
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CARTAS QUILLOTANAS 153
los que el nuevo Congreso tiene que concertar
medidas de combate y persecucin a muerte. . .".
"La unin continental de comercio debe, pues,comprender la uniformidad aduanera, organi-zndose poco ms o menos sobre el pie de la queha dado principio, despus de 1830, en Alemaniay tiende a volverse europea. Ella debe compren-der la abolicin de las aduanas interiores, yasean provinciales, ya nacionales, dejando sola-mente en pie la aduana martima o interior".
"Hacer de estatuto americano y permanente,la uniformidad de monedas, de pesos y medidas
que hemos heredado de la Espaa. La Ale-mania est ufana de haber conseguido uniformarestos intereses, cuya anarqua haca casi imposi-ble el progreso de su comercio".
CAMINOS, POSTAS
"La construccin de un vasto sistema de cami-nos internacionales a expensas recprocas, que,
trazados sobre datos modernos, concilien la eco-noma, la prontitud y todas las nuevas exigenciasdel moderno rgimen de comunicacin y roce in-terior: la posta exterior o de Estado a Estado,consecuencia precisa del establecimiento de nue-vos vnculos e intereses generales, sometida a unimpuesto nico y continental: he aqu dos obje-
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154 JUAN B. ALBERDI
tos ms dignos de particular atencin por partedel Congreso".
POLTICA CON LA EUROPA
"En cuanto a la poltica con la Europa, elladebe ser franca, porque no est en el caso detemer: ms propia para atraerla que para con-tenerla: paciente y blanda, ms que provocati-va: modesta como su edad: parlamentaria msbien que guerrera: la civilizacin y no la gloria
militar, es su gran necesidad, y en ella ganarcon el roce inalterable de la Europa; no debeabusar de su derecho de excomunicacin, de supoder de resistencia negativa, hacia el europeo,
que el mismo europeo generosamente le ha dadoa conocer, pues en tales excomunicaciones ellano pierde menos que el excluido".
NEUTRALIDAD DEL COMERCIO
"Volviendo a los objetos de mero inters ame-ricano, de que el Congreso deba ocuparse, no bas-
prevenir la guerra, desterrarla en lo posi-
ble: ser necesario sujetarla a un derecho y aformal cuevas eu los casos en que fuere in-
evitable, oesario que por Largo tiempo sea
ella un rasgo caracterstico de la vida americana,
dmosle B lo menos una forma que la haga menoscipa/, de destruir el progreso del comercio y la
riqueza de los nueve Ksindos; hagamos hasta
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CARTAS QUILLOTANAS 155
cierto punto conciliable su presencia con la dela prosperidad mercantil e industrial, dando aestos intereses cierta neutralidad que los subs-
traiga a los malos efectos de la guerra."Uno de los medios de llegar a este fin en la
guerra, ser la supresin del corso, declarado pi-
ratera con tanta razn por los poderes martimosms respetables. El comercio es el grande ali-ciente que estos pases ofrecen al extranjero, ysu ms grande instrumento de poblacin: haga-mos, pues, de modo que l subsista inviolable,como un medio reparador de las devastacionesoperadas por la guerra".
POBLACIN, COLONIZACIN
"Los pueblos de Amrica habitamos un desier-to inconmensurable. Es necesario escapar a lasoledad, poblar nuestro mundo solitario. La co-lonizacin es un gran medio de llegar a este re-sultado; pero un medio que despierta recuerdosdolorosos. Sin embargo, como quiera que hayasido el carcter del empleado por la Europa enlos pasados siglos, a l le debemos nuestra exis-tencia, y a l es posible que deban su ser enlo futuro millares de pueblos americanos. No leexcluyamos, pues, de nuestros medios de civiliza-cin y progreso. Si no le podemos emplear nos-otros, dejmosle usar por los que puedan hacer-lo. Propongamos modificaciones en su ejecucin;esto entra en nuestro derecho; pero no le pon-
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156 JUAN B. ALBERDI
gamos trabas absolutas, porque esto sale de nues-tro poder.
"Tengamos prudencia y tratemos de promoverlo que tal vez puede obrarse a nuestro despecho.El mundo social necesita espacio: nosotros lo te-nemos de sobra: podremos rehusrselo impune-mente?"
poltica exterior, inmigracincaminos de hierro
"Otros pueblos podrn tener en su seno los gr-menes de su prosperidad: los de Amrica des-graciadamente los poseen fuera, y de fuera debenentrar los manantiales de su vida. La Metrpolino plant en ellos semillas de progreso, sino de
estabilidad y obediencia. La vida exterior nos
debe absorber en lo futuro- En ella somos inex-pertos, porque hemos sido educados en la domes-ticidad colonial y para la vida privada y de fa-
milia. Dejemos que nuestros pueblos empiecen sugrande aprendizaje. La necesidad de esta nuevatendencia se revela por el movimiento normal de
las cosas. La Amrica, de ntima y mediterrneaque antes era, ahora se hace externa y litoral. Haba sido hecha para vivir en reclusin y se la
biso habitar l ms oentral de nuestro suelo:su anteada en el mundo, ha salido a las
puertas para recibirle. "Loe pnebloi medrterr-" oeofl inicien prosperidad en adelante, que
lardeo a los impos do los oaminos de hie-
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CARTAS QUILLOTANAS 157
"rro: por ahora, bienaventurados los que habi-" tan las orillas de los mares, porque slo ellos
"pueden ver la cara del mundo, y recibir con su" contacto el espritu de su vida moderna".
Veamos lo que pasa en Chile, lo que pasa en el
Plata: Santiago, apenas se acrecienta en tanto
que Valparaso se duplica: Potos, Crdoba, se des-pueblan en tanto que Montevideo se hace capitalde Estado, y Buenos Aires recibe de las aguas del
Plata barcadas de hombres que cubren en el actolos claros que hace el can de la guerra civil.A la vista exterior y general s; que el feudalis-mo, que el espritu de aldea nos ahoga por todas
partes". _
Estas ideas, que dejo transcriptas, no son toma-das de "Argirpolis", ni de "Sud Amrica", nide la "Crnica", sino de la "Memoria sobre elCongreso Americano", que escrib ocho aos an-
tes de esas publicaciones de Vd., y que Vd. atac
con tanto encarnizamiento como si fueran ideas
inquisitoriales, y no eran, como se ve, sino las
ideas que Vd. ha adoptado ms tarde y que sonel fondo de mis "Bases".
La navegacin de los ros de Sud Amrica, pen-samiento que ha ocupado de largo tiempo a losgobiernos de Amrica y de Europa, a publicistasy viajeros de ambos mundos; que ha sido objetode discusiones y exploraciones cientficas y deguerras civiles en nuestro mismo pas, ha sido dis-putada por Vd. al general Urquiza, como idea or-
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158 JUAN B. ALBERDI
ginal suya, dando el primer ejemplo de un escritorque acusa a un gobierno de que realice lo buenoque l propone.
Habr mucho de Vd. en mis "Bases". Toman-do lo que haba en el buen sentido general de estapoca, habr tomado ideas de todos, y de ello melisonjeo, porque no he procurado separarme de to-do el mundo, sino expresar y ser eco de todos.Pero creo no haber copiado a nadie tanto comoa m mismo. Las fuentes y orgenes de mi librode las "Bases", son: "Preliminar al estudio delderecho", de 1837; mi palabra simblica, en el"Credo" de la "Asociacin Mayo", de 1838; "ElNacional" de Montevideo de 1838; "Crnica dela Revolucin de Mayo", de 1838; "El Porvenir",de 1839; "Memoria sobre un Congreso America-no", 1844; "Accin de la Europa en Amrica",de 1845; "Treinta y siete anos despus", de 1847. He ah los escritos de mi pluma, donde hallarVd. los captulos originales que he copiado a laletra en el libro improvisado de mis "Bases".
A eso alud cuando llam a ese libro: redaccinbreve de pensamientos antiguos. Recuerdo esto,ni en mi defensa, sino en defensa de las ideas queme dominan y poseen hace 15 aos; ideas que nu-da ganan en los ataques que en mi persona hace
I
uno de sus primeros sostenedores.
lie \sio \enir al general Urqua a estas ideas,y p.r eso he abrasado so autoridad. La fusinpoltica, adoptada por 61, como base de su go-
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CARTAS QUILLOTANAS 159
bierno y de la Constitucin, es principio que per-
tenece al "Credo de la Asociacin Mayo" de 1838;y sera irracional, de mi parte, atacar un gobier-no que adoptaba mis principios. Es el generalUrquiza el que ha venido a nuestras creencias, nonosotros a las suyas, y lo digo as en honor deambos. Digo nosotros, porque los tres redactoresde esa creencia se hallan en el campo queVd. combate. Echeverra no vive, pero su espri-tu est con nosotros, no con Vd., y tengo de ellopruebas postumas.
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COMPLICIDAD DE LA PRENSAEN LAS
GUERRAS CIVILESDE LA
REPBLICA ARGENTINA
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ADVERTENCIA
Se han empleado fres medios para replicar a
mis "Cartas sobre la prensa y la poltica mili-
tante en la Repblica Argentina".El primero consiste en prescindir del racioci-
nio y del examen del asunto general.
El segundo en aseveraciones calumniosas.
El tercero en insultos personales.
A estos medios contesto:Prosiguiendo mi estudio de la prensa de des-
orden.
Rectificando las calumnias con respeto.Obligando al detractor a que me haga enmien-
da honorable con sus palabras de otro tiempo.De aqu las tres partes en que se distribuye la
materia de este escrito, provocado por el uso demedios nunca vistos, contra el propsito que ha-ba formado de abandonar mis Cartas a la cr-tica, no al atropellamiento vandlico.
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Terroristas de la prensa. Silos que atropellanla ley estando abajo, pueden respetarla es-tando arriba.
Prosigo con la serenidad que al principio, sin
sacar un pie de la ley, mis estudios de la prensaque hace imposible la libertad imposibilitando
el gobierno, y que levanta los tiranos sirviendo al
desorden de que son hijos.Si sus golpes, de que soy objeto gratuito hace
seis meses, no me han impedido ser respetuosoen las anteriores cartas, menos me lo impedirnlos ataques recientes que he motivado por la emi-sin de la verdad austera.Con la calma con que el naturalista examina
la escoria que el volcn arroja a sus pies, yoestudiar, en el inters del progreso y de la li-bertad, el fango echado sobre mis vestidos por elcarro de la prensa brbara.
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166 JUAN B. ALBERDI
Procurar caracterizar y entregar personifici-dos a la reprobacin de los buenos, la prensa dedesquicio, el fraude en la polmica, el delito enel debate, el chisme infidente que disuelve la so-ciedad; esa prensa, en fin, en que los tiranos se
dentarios e impotentes ensean por el ejemplode sus violencias a los caudillos a desnudar suespada y hollar las leyes protectoras de la liber-tad.
Mi objeto no es personal; no har de la cues-tin de todos una cuestin de mi persona. Cuan-do la defensa alguna vez me alcance, ser enservicio de la bandera que no debe aparecer apo-yada por soldados indignos de su causa.
Sirvo en este debate al principio de orden, alinters de la paz de la Repblica Argentina. Elxito de la mentira es de un momento; l pa-sar y yo ser vengado, sin ejercer venganza.Ataco una escuela, un sistema, una manera de
entender y de ejercer la prensa poltica. Si unescritor se constituye el modelo y personificacinde ella, mejor para m, mejor para la idea quesirvo; peor para l, porque todo estudio aplicado
cperimental, todo pensamiento realizado en
DO bocho material, adquiere cuerpo, entra por losojos y dispensa del examen.La prensa barban lia puesto su cuerpo cu la
mesa del anfiteatro; hagmoste su autopsia. Lalibertad sacar doctrina til a su causa.
(Espectculo seria \ triste para la Repblica
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CABAS QUILLOTANAS 16?
Argentina el que esa prensa acaba de presentar-
nos a la vista del extranjero! Todo un sistema,todo un programa, todo un orden de ideas, se
ha revelado vivo y palpitante en la actitud que
la hemos visto tomar delante de la crtica ajus-tada a la ley.
No hay dos justicias, dos legalidades, dos pro-bidades en la prctica del derecho pblico, una
de gobernante, otra de gobernado: no!
No pueden ser amigos de la libertad los queejercen el libertinaje de la prensa.No pueden ejercer fielmente el poder quienes
ejercen infielmente la libertad.Los que atropellan la ley estando abajo, no pue-
den respetarla estando arriba.No podrn respetar la persona, el hogar, la vi-
da privada, como ministros de Estado, los quelos atropellan criminalmente por la pluma, siendo
particulares.
No pueden realzar el poder, quienes prostitu-yen la prensa a la detraccin culpable.
Podra respetar la vida como gobernante el
que descuartiza el honor como aspirante al go-
bierno?
Podran servir a la causa y a los interesesdel comercio y de la industria los que fomentanrevoluciones, campaas, guerras de desolacin yde empobrecimientp?
Podr sufrir la oposicin como ministro elque no puede soportarla como ciudadano?
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168 JTJAN B. ALBEBDI
El que insulta la justicia ajena estando des-armado, la respetara teniendo bayonetas?
Los que imponen su opinin, su nombre, supersona, con vara de hierro, respetaran como mi-nistros las opiniones ajenas?
c'El que no teme la opinin cuando aspira, latemera estando en el poder?Podrn dar respetabilidad a la autoridad los
que ponen la libertad en ridculo?Podrn ser Franklin en el gobierno los que
son Quiroga en la prensa?La libertad de la prensa tiene dos enemigos
capitales: el tirano y el detractor, o ms bienuno solo, porque el detractor no es ms que eltirano desarmado*-Qu es el detractor? El que rompe la ley con
su pluma, infligiendo por s la infamia que sloel juez puede imponer en nombre de la ley.\A tirano no hace otra cosa con la espada. El
detractor, como el tirano, degella crditos, sin
juicio ni proceso: es un vndalo de tinta y papel.A cada modelo de prensa va unido un modelo
de gobierno; la violencia es una: se llama de-
traccin en la prensa, tirana en el gobierno.
Quiroga, en la prensa sera detractor: en el go-bierno, -I detractor sera Quiroga.
\ anidad pobre ee confundir la prensa con la
libertad. Ella es campo do caudillaje y de tra-lo mismo que el gobierno. La tirana de
pluma es el prefini la tirana de espada.
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CARTAS QUILLOTANAS 169
El atentado en la palabra es precursor del
atentado en la accin; el libelista es precursor
del insurrecto heraldo del desorden y centinela
avanzado del despotismo. Es el mismo ente condistintas armas, segn los tiempos.En la repblica todos los tiranos trepan al
poder por la estatua de la libertad: es la es-
calera de orden. Lo mismo los tiranos de plumaque los tiranos de espada. Si queris conocer la fe
de este ltimo, presentadle de frente la libertad:
la har pedazos.En la primera poca de la revolucin de Am-
rica las armas eran la nica fuente de los cau-
dillos: hoy son las armas y la prensa. La Espa-a fu arrojada por la espada, no por la pluma.La pluma es arma que vino con la discusin deforma de gobierno, y entonces tuvimos dos clases
de caudillos y dos instrumentos de elevacin. Yas como la espada hizo creer a ms de un sol-dado que el gobierno era su propiedad, ms deun escritor servidor de la buena causa ha cadopor el mismo hecho en igual equivocacin.
Fatuidades infinitas se abrigan en la prensa
brbara.El fraile de la edad media deca: la religin
soy yo. Y la menor objecin a su conducta osvala el ttulo de impo.
El tirano Luis XIV deca: el Estado soy yo.y la desafeccin de su persona os vala el dicta-do de traidor a la patria.
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110 JUAN B. ALBERD
El demagogo dice hoy: la libertad soy yo,y no podis leer con vuestro criterio una de susobras sin que os apellide esclavo del tirano.
Poned el gobierno en manos de esa fatuidad ysuceder lo siguiente: ejerciendo la oposicin li-beral, atacaris un decreto de su mano. En po-sesin de la pluma de ministro, no replicar conartculos de gaceta, replicar con la crcel; yqu menos merecer el malvado que tenga laperfidia de encontrar malas las obras del mi-nistro? El hombre-justicia, el hombrerlibertad, verr naturalmente en cada ataque hecho a su per-
sona pblica un atentado inferido a la libertad
personificada, y el castigo ser naturalmente su
resultado.
Una cosa hay imposible en la tierra, y es: queel escritor que mancha sus manos en lodo (nom-bre humano dado al crimen en la prensa brba-ra) pueda dejar de ser un ministro carcelero.
Knlodar, es injuriar; injuriar, es delinquir. Elque delinque como uno estando desarmado, delin-quir oomo mil teniendo bayonetas.La prensa bruta abriga otra ilusin, y es la de
creer que no hay