alina reyes - el carnicero

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  • 8/19/2019 Alina Reyes - El Carnicero

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     Alina Reyes

    El Carnicero

     Alina Reyes (pseudónimo inspirado en el título de una novela de Cortázar) nació en 1956, en Soulac, en elsudoeste de Francia, y actualmente vive entre arís y los irineos! Se especializó en la o"ra de #arcel Sc$%o"! &ra"a'ó como periodista, pero enseuida la lanzó a la ama la novela El carnicero! *a editorial &us+uets le pu"licó lanovela Satisaction en su colección erótica *a Sonrisa ertical!

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    La hoja se hundió suavemente en el músculo y lo recorrió dearriba abajo con soltura. El ademán estaba controlado a laperfección. La rodaja cayó doblándose mansamente sobre el tajo.

    La carne oscura relucía, avivada por el contacto del cuchillo.El carnicero colocó la palma de la mano izquierda sobre el enormeentrecot, y con la derecha siuió cortando la pieza. !entí bajo mipropia mano la masa fría y elástica. "i penetrar el cuchillo en lacarne muerta y consistente y abrir en ella una heridaresplandeciente. El acero se deslizó a lo laro de la neruzca mole,la hoja y la pared brillaron.

    El carnicero tomó una a una las rodajas y las arrojó sobre eltajo. #ayeron con un ruido sordo, como el de un beso, contra lamadera.

    #on la punta del cuchillo, el carnicero comenzó a limpiar lostrozos, recortando la rasa y estampando sus residuos amarillen$tos contra la pared alicatada. #oió una hoja de papel de estrazaarrancándola del fajo que colaba de un ancho de hierro, colocóuna rodaja en el centro y lanzó otra sobre el tajo. %e nuevo elbeso, esta vez más sonoro.

    %espu&s se volvió hacia mí con el pesado paquete en lapalma de la mano y lo arrojó sobre el plato de la balanza.

    El olor soso de la carne cruda se me subió a la cabeza. "istade cerca, iluminada de lleno por el resplandor de la ma'ana de ve$rano que penetraba por el laro escaparate, la carne era de uncolor vivísimo, repunantemente hermosa. ()ui&n dijo que lacarne es triste* La carne no es triste, es siniestra. +ermanece a laizquierda de nuestra alma, nos asalta en las horas más perdidas,nos arrastra por anchos mares, nos hace naufraar y nos salva lacarne es nuestro uía, nuestra luz nera y densa, el pozo de atrac$

    ción en el que nuestra vida se desliza en espiral, succionada hastael v&rtio.La carne de buey que tenía delante de mí era la misma que la

    del rumiante en el prado pero sin sanre, sin ese río que lleva yconduce tan rápidamente la vida y del que no quedaban más quealunas otas como perlas sobre el papel blanco.

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    - el carnicero que me hablaba de seo durante todo el díaestaba hecho de la misma carne pero caliente, a veces blanda, aveces dura el carnicero tenía piezas de primera y de seundacalidad, todas eientes, ávidas por quemar su vida, por transfor$marse en carne. - así era tambi&n mi cuerpo, cuando las palabrasdel carnicero encendían el fueo entre mis piernas.

    En la pared del fondo de la carnicería había una hendiduraque alberaba la colección de cuchillos para descuartizar, trinchary picar. /ntes de hundirlos en la carne, el carnicero afilaba su hojapasándola y repasándola, de un lado y de otro, a lo laro delcilindro de acero. /quel audo rechinamiento me estremecía hastalas raíces de las muelas.

    %etrás del cristal colaban los conejos rosados,descuartizados, con el vientre abierto eran unos ehibicionistas,unos mártires crucificados, sacrificados para satisfacción de lasávidas amas de casa. Los pollos pendían colados del cuello, unoscuellos delados y amarillos, estirados, traspasados por el anchode hierro que mantenía sus cabecitas vueltas hacia el cielo mien$tras que sus abultados cuerpos de aves de carne ranulosa sedesplomaban miserablemente con la rabadilla, como únicafantasía, plantada sobre el aujero del culo como una nariz postizaen la cara de un payaso.

    En el escaparate, epuestos como si fueran objetospreciosos, diferentes piezas de cerdo, buey, ternera y corderodespertaban el deseo de la clientela. #on tonalidades que iban delrosa pálido al rojo oscuro, las carnes atraían la luz como alhajasvivas. !in olvidar los despojos, los maníficos menudillos, laspartes más íntimas, las más aut&nticas, las más secretamenteevocadoras del difunto animal0 híados neruzcos, sanuinolentos,blandos, lenuas enormes, obscenamente rasposas, sesoscretáceos, enimáticos, ri'ones de variadas curvas, corazonesentubados de arterias por no hablar de los que permanecíanescondidos en la nevera0 los más repunantes bofes, esponjosos yrisáceos pulmones para el ato de la abuela, las contadasmollejas reservadas a las mejores clientas y los testículos decarnero, traídos directamente del matadero, bien envueltos yembalados para el festín de un rechoncho y misterioso caballero.

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    Este insólito y reular pedido no inspiraba, ni al due'o ni alcarnicero $quienes en todo solían hallar preteto para intercambiarescabrosos jueos de palabras entre bastidores$, más que silencio.

    En realidad, yo lo sabía, los dos hombres creían que el clienteadquiría y conservaba, racias a esta consumición semanal detestículos de carnero, una sinular potencia erótica. / pesar de lasvirtudes que se le suponían a este rito, no habían caído en latentación de probar fortuna. !in embaro, aquella parte de laanatomía viril tan a menudo ponderada con bromas y comentariosimponía respeto. - era evidente que no se podían rebasar ciertoslímites sin caer en el sacrileio.

    /quellos testículos de carnero no cesaban de ecitar miimainación. 1o había podido verlos nunca, ni me había atrevido asolicitarlo. +ero so'aba con el paquete fofo y rosa, y con el se'or

    que se lo llevaba en silencio despu&s de pasar, como todo elmundo, por mi caja 2los testículos se vendían a un precio irrisorio3.()u& usto y consistencia podían tener aquellas reliquias carnales*()u& efectos producirían* -o tenía tendencia tambi&n a otorarlesunas propiedades ecepcionales que no me cansaba de considerar.

    !onrió, fijó los ojos en los míos. /quella mirada era la se'al. !ehundía más allá de mis pupilas, recorría todo mi cuerpo, se cla$vaba en mi vientre. El carnicero iba a hablar.

    $(#ómo está mi peque'a esta ma'ana*La baba de la ara'a tejiendo su tela.$(4a dormido bien mi peque'a* (1o ha sido la noche

    demasiado lara* (1o te ha faltado nada*-a está. "olvía a empezar. Era repunante y, no obstante,

    dulce.$(4abía quizá aluien contio para ocuparse de tu conejito*

    5e usta, (verdad* Lo leo en tus ojos, yo estaba solo y no podíadormir, he pensado mucho en ti, (sabes*...

    El carnicero desnudo sacudiendo su seo con la mano. 6esentía prinosa.

    $4ubiera preferido, naturalmente, que estuvieras allí, peropronto vendrás, atita mía... (!abes* , teno las manos hábiles...

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    y la lenua lara, ya lo verás. 5e lamer& el conejito como nuncanadie te lo ha lamido. Lo sientes ya, (a que sí* (!ientes el olor delamor* (5e usta el olor de los hombres cuando te dispones abeberlos*

    6ás que hablar, resoplaba. !us palabras se estrellabancontra mi cuello, chorreaban por mi espalda, por mis pechos, mivientre, mis muslos. 6e tenía prisionera de sus peque'os ojosazules y de su sonrisa suave.

    /hora el patrón y la carnicera acababan de preparar supuesto en el mercado cubierto y daban las últimasrecomendaciones a los empleados los clientes eran todavíaescasos. #omo cada vez que estábamos solos, el carnicero y yo, se

    iniciaba el jueo, nuestro jueo, nuestro precioso invento parahacer desaparecer el mundo. El carnicero apoyaba los codos en micaja cerca de mí. -o no hacía nada. 6e mantenía eruida en mitaburete alto. !ólo escuchaba.

    - sabía que, a pesar mío, &l notaba cómo crecía mi deseo alcompás de sus palabras, conocía la fascinación que en mí ejercíansus frases dulzonas0

    $/puesto a que tus brauitas ya están húmedas. 5e ustaque te hable, (eh* 5e ustaría ozar sólo con palabras... 5endríaque seuir dici&ndote cosas todo el tiempo... ("es* si te tocara

    sería como mis palabras... +or todas partes, suavemente, con lalenua... 5e tomaría en mis brazos, haría contio todo lo quedeseara, serías mi mu'eca, mi peque'a a quien mimar, y túquisieras que no se acabara nunca...

    El carnicero era alto y ordo, y su piel muy blanca. 6ientrashablaba sin parar jadeando lieramente, su voz se velaba y sedeshacía en susurros. "eía cómo su cara se cubría de placasrosadas, sus labios brillaban de humedad y el azul de sus ojos seaclaraba hasta formar una sola mancha pálida y luminosa.

    !emiconsciente, me preuntaba si iba a ozar, a arrastrarmecon &l, si dejaríamos fluir nuestro placer con aquel raudal de pa$labras y el mundo era blanco como su delantal, como elescaparate y como la leche de los hombres y de las vacas, como elbarrión del carnicero, bajo el cual se escondía aquello que leinducía a hablar, a hablar junto a mi cuello en cuanto estábamossolos, jóvenes y ardientes como una isla en medio de la carne fría.

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    $Lo que más me usta es comerles el conejito a las ni'ascomo tú. (6e dejarás hacerlo* %ime, (dejarás que te devore* !e$parar& muy suavemente tus bonitos labios rosas, primero losrandes, lueo los peque'os, meter& la punta de la lenua y lueola lenua entera, y te lamer& desde el aujero hasta el botón, ohqu& lindo botón, te chupar& cari'o mío te mojarás, relucirás y noacabarás nunca de ozar en mi boca como lo estás deseando eh tecomer& el culo tambi&n los pechos los brazos el omblio y el huecode la espalda los muslos las piernas las rodillas los dedos de lospies te sentar& encima de mi nariz me ahoar& en tu raja tucabeza sobre mis cojones mi cola orda en tu preciosa boca mevaciar& en tu aranta sobre tu vientre sobre tus ojos si lo prefie$res las noches son muy laras te tomar& por delante y por detrásatita mía y no acabaremos nunca nunca...

    /hora cuchicheaba en mi oído, inclinado hacia mí sintocarme, y ni &l ni yo sabíamos ya nada, ni dónde estábamos nidónde estaba el mundo. 1os hallábamos petrificados por un soploarticulado que brotaba solo, tenía vida propia, un animaldesencarnado, justo entre su boca y mi oído.

    #on la mano bajo la máquina de picar el carnicero recoía lacarne que salía en laros y finos cilindros apretados unos contraotros, formando una pasta fofa que se aplastaba en su palma. El

    carnicero desconectó el aparato y enulló el montón de carne rojaen dos bocados.Esta tarde escribir& a %aniel.%aniel. 6i querido amor, mi ánel nero. )uisiera decirte que

    te amo, y que mis palabras hicieran un aujero, un aujero muyrande en tu cuerpo, en el mundo, en la masa oscura de la vida.)uiero este aujero para atarte a mí 2introduciría por &l una sólidaamarra como las de los barcos en el muelle que rechinan de unamanera terrible en invierno cuando sopla el vendaval3, lo quieropara introducirme en &l. 1adar en tu luz, en tu noche de tupidoterciopelo, en tus reflejos de moar&. 7jalá mis palabras tuvieran lafuerza de este amor que me horada el vientre y me hace da'o.Enima jamás resuelto, etra'o imposible, sino de eclamaciónque me tendrá siempre al acecho, cabeza abajo, atravesada porv&rtios insolentes. (%ónde estás, %aniel* La cabeza me davueltas, el mar canta, los hombres lloran y yo voy a la derivasobre laos de mercurio, con las manos etendidas recito para mí

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    viejos poemas de dulces entonaciones. %aniel, %aniel... 5e amo,(me oyes* Esto sinifica0 te deseo, te tomo, te rechazo, te odio,no siento nada por ti, lo siento todo, te como, te trao, te cojoentero, me destruyo, te hundo dentro de mí, y hao que mepenetres hasta la muerte. - te beso los párpados y te chupo losdedos, amor mío.

    El carnicero me hizo un ui'o amistoso. (!e había olvidadoya de todo* !acó del escaparate un costillar, lo colocó sobre lamesa y empezó a descuartizarlo. #oió la cuchilla y separó lascostillas ya entreabiertas, despu&s a olpes secos rompió lasv&rtebras que aún mantenían la carne en un solo bloque.

    $(Le va bien así, se'ora*El carnicero se mostraba siempre muy cort&s con las clientas,rindi&ndoles con la mirada un atento homenaje cuando no erandemasiado viejas ni demasiado feas. Le hubiera ustado, sin dudaaluna, palpar todos aquellos senos y todas aquellas nalas, so$barlos con sus manos epertas como tantas otras hermosastajadas. El carnicero vivía para la carne.

    Le observaba mientras escudri'aba los cuerpos vestidos deverano con un deseo apenas disimulado, y lo imainaba, todomanos y seo, satisfaciendo sus ansias. La realización final era el

    contacto con las carnes frías, con la muerte. +ero lo que manteníacon vida al carnicero era su deseo, la constante reivindicación dela carne siempre presente y materializada de vez en cuando poraquel soplo entre su boca y mi oído.

    - poco a poco, por la maia de un poder más fuerte que mivoluntad, sentía su deseo convertirse en el mío. 6i deseo quecontenía al mismo tiempo el cuerpo ordo del carnicero y todos losdemás, el de las clientas desnudadas por su mirada e incluso porla mía. %e mi vientre brotaba una continua easperación haciatodas aquellas carnes.

    $#ari'o mío, eres realmente una pluma comparada conmio.5endr& que desnudarte con cuidado para no romperte.

    5ú tambi&n me desnudarás, primero la camisa, despu&s elpantalón. -o ya estar& erecto, mi colita asomará por el calzoncillo.5ambi&n me lo quitarás y en seuida tendrás anas de tocarla, de

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    coer el paquete duro y caliente en tus manos, desearás su juo yempezarás a menearla y a chuparla y finalmente te la colocarásentre las piernas y, empotrada en mí, aloparás junto a tu placerhasta que ambos nos inundemos oh cari'o ya s& que estofermenta en nosotros desde hace muchos días eplotaremos enlo$queceremos haremos lo que no hemos hecho nunca y lo pediremosde nuevo, te dar& mis cojones y mi rabo y harás lo que quierascon ellos, tu me darás tu conejito y te lo tintar& de esperma y de

     juo hasta que tu luna refleje la noche.(Eran &stas las palabras que me transmitía el susurro del

    carnicero* (+or qu&, %aniel*

    +or la tarde reresaba a mi habitación en casa de mis padres.

    8ntentaba trabajar en el cuadro que había empezado a principiosde verano, pero no adelantaba nada. !o'aba en la vuelta, en elmomento en que por fin se acabaría la temporada, en recuperarmi dormitorio en la ciudad, a mis amios de 9ellas /rtes y sobretodo a %aniel. #oía el papel y comenzaba a escribirle adornandolas páinas con peque'os dibujos.

    / la mayoría de los estudiantes de 9ellas /rtes les ustabapintar sobre telas inmensas que ocupaban, a veces, toda la pared.-o deseaba concentrar el mundo, hacerme con &l y meterlo enteroen el menor espacio posible. 6is obras eran miniaturas que había

    que mirar de cerca y cuyos detalles me costaban noches y másnoches de trabajo. %esde hacía tiempo quería pasarme a laescultura. 4abía hecho mis primeros intentos modelando bolas debarro del tama'o de una u'a, pero despu&s de cocerlos, misobjetos tallados con la precisión de un orfebre no eran más quequebradizas fruslerías que se me rompían entre los dedos alprimer contacto, dejando sobre mi piel sólo un poco de polvorosado.

    - leía a los poetas y por la noche repasaba un pasaje deZarathustra que trataba del cálido aliento del mar, de sus malosrecuerdos y de sus emidos.

    4abía conocido a %aniel en casa de mi hermano. /cababande formar un conjunto de roc:, con aquella chica. Estaba sentadaentre los dos en la cama, con las deladas piernas ce'idas por unleotardo atirado y recoidas con los pies contra las nalas. Es$cuchaban música, hablaban de cómics, reían. !u enorme jerseydejaba adivinar unos pechos enerosos. 9alanceaba su cabecita de

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    cabello corto, lanzando palabras con voz ronca. Era ella, lacantante. %aniel la miraba mucho y yo me enamor& inmediata$mente de &l. +or lo menos, es lo que creía.

    -o fumaba, bebía caf& como ellos, pero no decía nada. !eapretaban contra ella y le ponían de vez en cuando una mano en elmuslo.

    -o tampoco escuchaba. La casete chillaba.

    Era moreno y sus ojos iban y venían como mirlos, y durantealunos seundos se posaban sobre mí para picotearme con fero$cidad.

    Ella tenía unos pechos repunantes como los de mi mu'eca9arbie, a la que yo manoseaba cuando era peque'a. 6i hermano y

    &l se morían por tocarlos, por supuesto. )uizá ya lo habían hecho.#ada uno con una mano, al mismo tiempo.El aire que respiraba bajaba hasta mi omblio en amaras

    oleadas. 6e volví boca abajo, fumaba tanto que sentía picor en lapunta de los dedos. Ella etendía y doblaba las piernas y elleotardo se peaba a su anatomía, a la peque'a protuberanciaentre los muslos con la raja en medio. La batería olpeaba mitóra. -o viilaba sus ojos para saber si tambi&n miraban haciaaquella parte del leotardo o hacia el escote del jersey, bajo el quesus pechos se columpiaban al menor movimiento.

    - el muy marrano miraba.

    El calor aumentaba. Era el ran tema de conversación.#uando el carnicero salía de la cámara, la clienta le decía0 ;!eestá mejor ahí dentro que fuera, (verdad*

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    Entre las hileras de cadáveres de cordero y de ternera quecolaban abiertos en canal, estaba la carnicera. !e aarraba conambas manos a dos enormes anchos de hierro, como quien viajaen metro o en autobús y no quiere perder el equilibrio. La faldaarremanada y arrollada en la cintura dejaba al descubierto susmuslos y su vientre blanco con la nera mata que, de perfil,parecía una mancha con relieve. %etrás de ella estaba el carnicero,el pantalón caído a sus pies, el delantal arrollado tambi&n en lacintura, las carnes rebosantes. %ejaron de fornicar en cuanto mevieron, pero el carnicero se quedó enanchado en el abundantetrasero dc la carnicera.

    #ada vez que una clienta hacia alusión al frío de la cámara,yo veía de nuevo la escena, la carnicera colada como una piezaen canal y el carnicero introduci&ndole su ecrecencia en medio de

    un bosque de cadáveres.

    La ente entraba con reularidad. El carnicero no teníatiempo de decirme ni una palabra. 6ientras lanzaba los paquetesen la balanza, me ui'aba un ojo, mc hacía peque'as se'ales.

    / causa de aquella historia con la carnicera estuve enfadadacon &l varios días, en el transcurso de los cuales rechac& sussusurros en mi oído. Entonces se puso a hablarme de suaprendizaje en los mataderos. Era duro, muy duro, en aquellos

    tiempos estaba medio loco, me decía. +ero no acertaba aeplicarlo todo, y de repente se callaba y una especie de velo risocultaba su cara.

    5odos los días recordaba aquellos mataderos sin poderdescribirlos y se entristecía cada vez más.

    4acia el fin de semana, a la una del mediodía 2el peormomento del día, por culpa del cansancio, del reciente aperitivo ydel ansiado almuerzo3, se peleó con uno de los empleados quereresaba del mercado. /mbos se lanzaron frases cortantes convoz potente, la cabeza alta y los músculos tensos. El empleadoprofirió una injuria y con un amplio ademán, como barriendo a suadversario, entró en la cámara.

    El carnicero estaba rojo de ira como nunca lo había visto.#oió un ran cuchillo y dc un salto, con la rabia en sus ojos,siuió al empleado hasta el friorífico.

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    6e precipit& hacia &l, lo coí por la mano izquierdallamándole por su nombre antes de que cerrara la puerta detrás desí.

    Era la primera vez que le tocaba. !e volvió hacia mí, dudópor un instante y me siuió hasta la tienda.

    %esde aquel día, le permití reanudar sus susurros. Lasevocaciones de nuestras hipot&ticas horas de amor, antes bastantediscretas, se habían vuelto mucho más crudas.

    Ensayaban en el sótano de mi casa y casi cada vez subían averme. Empec& a vestirme con pantalones de s:ai muy ce'idos y

     jerseys que apretaban mis peque'os pechos. 6e pintabadesmesuradamente la boca, rebasando el contorno de mis labios

    con el carmín.La otra tambi&n estaba allí, y yo dudaba entre el deseo dearadarle, de encontrarla uapa y de quererla, y la envidia ferozque me inspiraba. / veces tenía anas de empujarla hacia losbrazos de %aniel de ver cómo la coía por la cintura, cómo poníasus labios sobre los de ella imainaba los movimientos en cámaralenta0 las dos caras un poco inclinadas acercándose suavementeuna a otra, el contacto blando de las bocas y las lenuasentremezclándose... +ero, en cuanto sorprendía entre ellos unesto de complicidad, quería arrancarles los labios, los ojos,

    aplastar la cabeza de uno contra la del otro.Les ofrecía t& y charlábamos fumando. Ella, cuando nollevaba el leotardo atirado, lucía una minifalda de cuero conmedias de encaje y, siempre, una cazadora nera y unos enormesy etravaantes pendientes de clip.

    %aniel dijo un día que los pendientes habían sido inventadospara que las chicas no descubrieran el placer que producían losmordisqueos de los hombres en sus orejas. Entonces ella searrancó los clips, se instaló en las rodillas de los muchachossentados uno al lado del otro y se hizo morder las dos orejas almismo tiempo ritando con voz auda0 ;?7h sí, sí, me usta, meusta@

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    %aniel y mi hermano se burlaban cari'osamente de míporque mc quedaba encerrada pintando cosas minúsculas mehablaban en un tono protector, como si fuera la hermana peque'ade ambos, piropeándome cuando me hacía una cola de caballopara trabajar.

    -o, para morirme de amor como en los viejos cuentos, meprivaba de comer y admiraba día a día en el espejo el dibujo cadavez más acentuado de mis costillas y la palidez que me daba midebilidad tenía v&rtios, mi cuerpo era liero, era transparentepara el mundo.

    - por las tardes me metía en la cama y lloraba contra laalmohada pensando en %aniel, y acababa quitándome las braaspara acariciarme sumerida en mi dulce tristeza y dándome placerhasta el aotamiento.

    #uando el hombre entró en la tienda baj& inmediatamentelos ojos para no verlo más.

    "olví en mí, super& el horror.El hombre ya no tenía rostro.!u cabeza no era más que un enorme ántra, una masa

    informe sembrada de bulbos, de edemas, de ecrecencias

    etra'as, de monstruosos forúnculos que brotaban a varioscentímetros de la superficie pustulosa con una profunda depresiónen el centro, verdaderos volcanes de carne.

    !entí cómo mis miembros se quedaban sin sanre. /nte misojos aparecieron unos puntos neros. !e me revolvió el estómao.

    #abeza lobulosa, carne humana, (qui&n sabe si no ereshermosa* (- vosotros, siameses, enanos y iantes, albinos,polic&falos, cíclopes*

    ()ui&n podría comprender aluna vez el mundo* (!ustr&boles de cuatro hojas* (1o era monstruoso el mundo mismo*(1o &ramos nosotros sus embriones, loriosos y putrefactos*

    /quella ma'ana había tirado el ramo de rosas que tuvedurante varios días en mi habitación. En cuanto saqu& las floresdel jarro, el olor nauseabundo del aua invadió la estancia. Lasrosas eran todavía muy hermosas. !us p&talos de colores yamarchitos se deslizaron entre mis manos, formando en el suelo unpálido haz. Los recoí uno a uno. Eran de una dulzura y de una

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    fineza incomparables y sentí anas de saborearlos, de hacermecon ellos un vestido sensual, una almohada para so'ar casi no mecabían en la mano, entonces la abrí y los p&talos cayeron en elcubo de la basura.

    El hombre se había marchado pero su fantasma permanecía.El calor se había hecho más denso. %e la cabeza$bulbo colocadasobre el tajo florecía un manojo de enfermedades purulentas, delesiones flameantes, de afecciones malinas. Lenuas duras yvioláceas, orejas abotaradas, cuerpos rezumando usanos portodos los poros, una mujer etrae de su dedo corazón la cabezaamarilla de una serpiente, tira de ella suavemente y el animalemere de su brazo, los usanos se retuercen e intentan salirse de

    la carne, el vientre se abre y las vísceras hediondas sedesparraman por el suelo como un río de barro, el estómao llenode &rmenes arroja sus frondosidades en los pulmones, el corazónbrilla, el vientre se llena de aua, es un mar profundo por el quenadan peces de oro, vaan los peces$atos, y se oye el lu$lú delas ballenas de oc&anos de leche y de cantos de sirena, se ve veniral pulpo carado de brazos aazapado en el fondo de las auasdetrás de su roca oscura es el antro enital en donde están lasmu'ecas rosas de cara cruel, &sta tiene el pelo rizado y sonríe condos bocas permanece acostada entre las alas danzantes y seduce

    a los tiburones con sus labios$ventosas, su vientre está lleno decanrejos y de ojos de peces locos, esa otra flota y se hincha amerced de las corrientes de aua en su interior se ven olaslicorosas arrastrando ramos de olores penetrantes y hela aquíeruida con su reluciente raja violeta de la que sure muy blancala rosa abierta.

    Estábamos presos en una red de carnes como moscas en unatelara'a. %e los escotes de las mujeres, de los pantalones cortosde los hombres, veía colar jirones de aquella materia blanda de laque se habían despeado a duras penas para circular por la calle,por la playa, parecidos al hormión, a la piedra y a la arena, atodo lo que no tiene sanre que palpita, corazón que late, seoque se hincha. !us pobres tejidos, su irrisorio bronceado, nobastaban para disimular su verAenza. 5enían además que escon$derse para caar, mear, follar.

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    4e aquí por qu& alunos se empe'an en cuidar de su cuerpocomo de una máquina, en hacer desaparecer de &l toda carne inú$til, prefiriendo su carne bien adiestrada a su cerebro sin músculo.

    ?#lientes, clientas de la carnicería, cuerpos de almas frías@ ?!isupierais cómo os odiaba@ ?#on vuestra eterna afición a la medidaeacta, vuestra despreocupación descarada de personas ociosas,vuestra seriedad para eleir un trozo de carne, vuestra inquietuden el momento de leer el precio en la balanza, vuestracondescendencia hacia el carnicero y la cajera@

    1o habíais inventado nunca como ellos poemas prohibidosque sólo se recitan en voz baja, durante días y días.

    El due'o tenía tambi&n su lenuaje secreto que tampococomprendíais. #uando al atenderla, se'ora, decía en voz alta ymuy deprisa0 ;Esta siora tiene un bonito tras que lamecularía ya

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    6e había levantado en la oscuridad y como una ata en lanoche me había diriido por el pasillo sombrío hacia %aniel, elaujero en el vientre, hacia el hombre ardiente dormido en laclandestinidad de su cama y los dos animales nocturnos se habíanreconocido fácilmente, me había acoido y estrechado contra &l,yo había tocado su piel y aspirado su olor, &l había introducido suseo en el mío.

    !u seo en el mío. / mediodía todavía sentía deseo, pero nome había atrevido a telefonearle. 4asta la tarde no me enter& deque %aniel se había marchado a pasar las vacaciones con sufamilia.

    /l volver a mi casa aquella ma'ana devor& tres naranjas, lorecord& todo, y no pude evitar una sonrisa. /ún no sabía que seiba. 5ampoco sabía que se marcharía muy a menudo y que no

    volvería casi nunca, que habría tantas esperas, tan pocas noches yque jamás habría placer.

    6ir& al carnicero, y tuve anas de &l. !in embaro era feo,con su barrión enfundado en el delantal manchado de sanre.+ero su carne era deseable.

    (Era el calor de este final de verano, los dos meses lejos de%aniel, o las palabras babosas del carnicero en mi oído* 6eencontraba en un estado de ecitación apenas soportable.

    %esnudaba con la mirada a los hombres que entraban en la tienda,los veía en erección y me los metía entre las piernas. / lasmujeres que el carnicero y el due'o deseaban, les levantaba lafalda, les separaba las piernas y se las ofrecía a ellos. 5enía lacabeza llena de obscenidades y de insultos, el seo me subía hastala aranta, sentía anas de satisfacerme con la mano detrás de lacaja pero no hubiera bastado, no hubiera bastado.

    /quella tarde iría a casa del carnicero.%aniel. 6ira cómo estoy, jadeante y miserable. +on tus

    manos sobre mi cabeza, %aniel, que mi ira desaparezca, que micuerpo se calme. 5ómame, %aniel, hazme ozar.

    %aniel. 4e intentado pintar un ramo de rosas. 1o te rías.(#ómo plasmar el color de una rosa, su suavidad, su finura, sudelicadeza, su aroma* !in embaro, lo deseo, lo intento, le doyvueltas.

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    (1o somos ridículos queriendo apoderarnos del mundo connuestras plumas y nuestros pinceles en la mano derecha* Elmundo no nos conoce, el mundo se nos escapa. )uisiera llorarcuando veo el cielo, el mar, cuando oio las olas, cuando me echoen la hierba, cuando miro una rosa. 4undo la nariz en la rosa ychupo la hierba, pero la hierba y la rosa no se entrean, la hierbay la rosa uardan su terrible misterio.

    (1o te ha chocado nunca la enimática presencia de lasenormes calabazas en medio de un huerto* /llí están, serenas yluminosas como 9udas, tan pesadas como tú y, ante esta insólitacreación de la tierra, te asalta de repente la duda, ravitas fuerade tu realidad, observas tu cuerpo con sorpresa y palpas como uncieo. El huerto permanece impasible. !iue balanceando loslustrosos tomates y las judías en sus vainas, continúa cubri&ndose

    de oloroso perejil y de lechuas abiertas y tú suavemente te vas,como un etra'o.

    %aniel. Esta tarde quizá ir& a casa del carnicero. 1o teenfades, sólo te quiero a ti. +ero el carnicero es todo carne y tieneel alma de un ni'o.

    %aniel. Esta tarde ir& sin duda a casa del carnicero. Esto no

    cambia nada, sólo te amo a ti. +ero el carnicero es un vicioso, noquiero que sue'e mas conmio.

    5e inquietaba, %aniel, el verme sentada en el alf&izar de laventana del tercer piso.

    Lleabas siilosamente por detrás y me coías por la cinturapara atemorizarme. 1os reíamos, yo balanceaba por última vez laspiernas en el vacío y me llevabas en brazos hasta la cama. !ucedíacuando estábamos tú y yo solos. 6e acostaba con la cabezacolando fuera de la cama, veía toda la habitación al rev&s, tesentabas encima de mí, ponías las manos alrededor de mi cuello,apretabas suavemente y el techo daba vueltas.

    (5e acuerdas del día en que fuimos a robar un barco en laplaya al amanecer* 1o me usta robar, el alba era desarradora,

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    yo te quería.

    !i voy a casa del carnicero será como matarnos, %aniel.#uando el carnicero pase sobre mi cuerpo su cuerpo ordoasesinará tu cuerpo delado y firme. 6e ustaban tus hombrosanchos, suaves y pecosos. 6e ustaban tus cabellos neros ylisos, tus labios finos, tu nariz recta, tus orejas, tus ojos, meustaba tu voz, tu risa, me ustaba tu torso y tu vientre plano, meustaba tu espalda por donde se paseaban mis dedos, me ustabatu olor y no me lavaba para conservarlo en mí, me ustabaatravesar la ciudad para reunirme contio, las calles me decían espor allí &l está al final la nieve resplandecía y la muchedumbre seapartaba para dejarme pasar sólo estaba yo y el sol en el cielo los

    dos en camino hacia el sótano máico en donde me esperaba elamor en donde abriría mis brazos mi abrio y mis piernas endonde te desnudaría en donde yacerías junto a mí piel contra pielboca contra boca tus ojos en mis ojos en donde te recibiría portoda la eternidad me ustaba esperarte %aniel me ustaba tu seoque no pude tocar nunca.

    #uando el carnicero est& en mi cuerpo %aniel estaremosmuertos nuestra historia estará muerta y &l aliviará mis próimas

    penas con su hoja muy afilada el carnicero hendirá mi vientre consu hoja y nosotros nos iremos del vientre en donde estábamos notendremos bastante amor en las manos para seuir tocándonosnos desarraremos y te llorar& el carnicero hendirá mi vientre consu hoja lo hendirá y lo hendirá y volverá a hendirlo y lo hendiráotra vez y lo hendirá lo hendirá hasta llenarme de su leche blancalos ojos me sanrarán %aniel y mi vientre reirá no te escribir& osólo una vez más me has abandonado yo te dejar& porque elladrón de luna no volverá jamás para coer las estrellas habráfantasmas etra'amente iuales a tu rostro vendrán a mi cama ylos acunar& nos lo daremos todo en el transcurso de una noche%aniel %aniel escucha como mi voz se debilita el carnicero me haechado desnuda sobre la tabla ha levantado el hacha mi cabeza vaa rodar sobre el tajo ensanrentado no te ver& más no te oir& másel otro me lamerá con su lenua muy fresca el otro me comerácomo me lo ha prometido y ni tú ni yo eistiremos estar& bien.

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    El calor seuía aumentando. El carnicero se había puestoserio y me miraba fijamente cuando se iraba hacia la balanza. -oaspiraba cada vez con emoción los dulzones efluvios de la carne.

    +ensaba en mis rosas, a las que no había cambiado el aua yestaban, sin embaro, tan hermosas. 1o había lorado su coloreacto, el de una antiua y marchita tapicería de sillón, pero contransparencia, una preciosa radación que iba del rosa pálido almarrón claro en el borde de los p&talos.

    /hora me dejaba ir en el aire caliente, mecida por los estosrepetitivos de la tarea, por la mirada profunda del carnicero. Es$taba sumerida en una espera pasiva el tiempo y las cosasresbalaban sobre mí en mi cuerpo había placas muertas, otrasfermentaban atormentadas por una labor secreta.

    /lrededor de la ente flotaba un olor a aceite solar y a marlos hombres tenían todavía arena peada al vello de las piernas,las mujeres en la nuca y en la parte interior del codo, los ni'osllevaban cubos y palas y helados de vainilla el due'o y elcarnicero se afanaban entre el escaparate y el tajo, la máquina depicar y la cámara la cuchilla cortaba las costillas con olpes secos,la sierra serraba el hueso de la pierna de cordero, los cuchilloshendían las carnes y yo uardaba el dinero en la caja, los billetessucios de tantas manos.

    4abía lleado la hora, y la mirada del carnicero me

    atravesaba hasta el coote. Estaba cortando una falda de laras yoscuras fibras cuando le resbaló la mano. !u pular sanrabaabundantemente, ruesas otas escarlatas cayeron brillando yfueron a estrellarse contra el suelo embaldosado. El carniceroocultó el dedo en el delantal ya manchado por reueros de colorrojo. )uiso reanudar su trabajo, pero la sanre siuió chorreandosobre el tajo.

    #uando volví, el trapo blanco que yo había puesto debajo desu mano estaba ya empapado. Lo cambi&. La sanre caía sobre latela dibujando flores rojas. /brí el frasco de alcohol, lo vertídirectamente sobre el dedo. El carnicero echó la cabeza haciaatrás, la herida relució. La enjuu& suavemente, puse condelicadeza la venda sobre la carne viva y envolví con ella el dedo.La venda enrojeció de inmediato le di otra vuelta.

    El olor de hierba cortada bastaba para embriaarme.

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    El pular estaba ahora bien limpio, vestido de blanco comouna novia. !entí que el carnicero me miraba. #oí un dedal deoma fina y lo deslic& con cuidado sobre el dedo herido.

    #on los ojos bajos retuve unos momentos su mano.

    / pesar del calor, la carnicera había puesto la mesa afuera, ala sombra de los árboles. El due'o, el carnicero y los empleadosdel mercado bebían su seundo Bicard, relajándose entre elvocerío y las risotadas. La carnicera trajo una bandeja de em$butidos y una ensalada de tomates. /l pasar, el amo le puso unamano en la nala. Ella le ofreció la otra.

    El carnicero estaba sentado a mi lado. -o le servía, impedidocomo estaba de hacerlo &l mismo a causa de su pular herido.

    #omo siempre, el due'o bromeaba con sus acostumbrados chistesverdes0$()u&, te haces adornar el dedo ordo por nuestra peque'a

    cajera*/ la vista del salchichón cuyo etremo era sinularmente

    provocativo, todos rieron.Los pat&s, las rillettes, los grattons y los jamones

    desaparecieron en un abrir y cerrar de ojos.El vino, de buena calidad, corría a chorros.La carnicera servía casi crudas las enormes y ruesas

    chuletas marcadas por la parri8la de la barbacoa.El patrón y el carnicero tomaron una cada uno. !u tama'oera tal que rebosaban el borde de los platos como lenuascolantes. / pesar de su herida, el carnicero cortaba alerementesu chuleta a randes trozos que enullía a toda velocidad.#ontinuaban las risas y las bromas. -o apenas los oía,acostumbrada como estaba a ellos y envuelta, además, en losvapores del vino.

    El calor era abrumador. 1i un soplo de aire. El cielo se habíaconvertido en plomo.

    /l llear al queso, la ecitación alcanzó la cumbre. / lo lejosse oían obscenidades tremendas. La carnicera le decía a uno de loshombres reunidos alrededor de la mesa0

    "ete a meneártela, tráeme un vaso lleno y me lo beboentero.

    "arias voces eclamaron0$/ que no@

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    Entonces estalló la tormenta. El rayo, el trueno y la lluvia.>na lluvia orda, espesa y caliente.

    )uitaron la mesa precipitadamente, empujándose a ritoscon risas roseras.

    Los plátanos empezaron a sacudir sus hojas.

    1o decíamos nada, ni uno ni otro. -o observaba elmovimiento del limpiaparabrisas, ahoada en el olor de miscabellos mojados peados a las mejillas.

    =l abrió la puerta y me tomó de la mano. 6is sandaliasestaban llenas de aua y mis pies flotaban sobre la suela de plás$tico. 6e condujo al salón, me hizo sentar, me ofreció un caf&.%espu&s conectó la radio, me pidió permiso para ausentarse du$rante cinco minutos. 1ecesitaba tomar una ducha.

    6e acerqu& a la ventana, corrí un poco la cortina y contemplecómo caía la lluvia.

    La lluvia me dio anas de orinar. /l salir del aseo empuj& lapuerta del cuarto de ba'o. La habitación estaba caliente, llena devaho. "islumbr& su silueta maciza detrás de la cortina de la ducha.

    La apart& un poco y mir&. 5endió la mano hacia mí, pero la es$quiv& y le propuse enjabonarle la espalda. 6e acerqu& a la ducha,puse las manos bajo el chorro de aua caliente, coí el jabón y meembadurn& las manos con su densa espuma.

    Empec& a frotarle la espalda, comenzando por la nuca, loshombros, en movimientos circulares. !u cuerpo era ancho yblanco, musculado y recio. %eslic& las dos manos a lo laro de sucolumna vertebral, seuí por los costados lleando casi hasta elvientre. El jabón producía una espuma fina y perfumada, una telade ara'a hecha de peque'as burbujas que flotaba sobre la pielmojada, una alfombrilla suave entre mis palmas y sus ri'ones.

    Becorrí varias veces su espina dorsal de la rabadilla a lanuca, justo hasta el nacimiento de esos pelos que el barberoafeita, a veces, en los peinados muy cortos con una maquinilla quevibra de una manera deliciosa.

    Le enjabon& los hombros y lueo los brazos en los que, aunestando distendidos, se apreciaban las macizas bolas de sus mús$

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    culos. Los antebrazos estaban cubiertos de vello. 1ecesit& más jabón para imprenarlos de espuma. !ubí hasta las ailas,profundas y peludas cavidades.

    6e unt& de nuevo las manos para efectuar masajes iratoriossobre sus nalas. =stas, a pesar de su volumen, tenían una formaarmoniosa, describían una curva raciosa que partía de la cintura yse unían prietas a los miembros inferiores. /carici& una y otra vezaquellas redondeces deseosa de que mis ojos y mis manos lasconocieran por iual.

    %espu&s recorrí las piernas duras y robustas. La piel eravelluda y ocultaba manojos de músculos. 5uve la impresión deadentrarme en otra zona del cuerpo, más salvaje, que conducíahasta el etra'o tesoro de sus tobillos.

    Entonces se volvió hacia mí. /lc& la cabeza y vi sus testículos

    hinchados, su vera eruida, tiesa, justo encima de mis ojos.6e levant&. 1o se movió. "olví a coer el jabón y empec& alavar su torso ancho y sólido, no demasiado velludo.

    %escendí lentamente a lo laro del vientre abultado, depoderosos abdominales. %urante laro rato enjabon& su superficie.El omblio sobresalía como una peque'a bola blanca alrededor dela cual se dibujaba la masa redonda del vientre, un astro alrededordel cual ravitaban mis dedos esforzándose en demorar elmomento en el que sucumbirían a la atracción de la parte inferiorde su cuerpo, del cometa alzado contra el armonioso orden circular

    del estómao.6e arrodill& para masajear su bajo vientre. Cui rodeando losenitales, con suavidad, hasta la parte interior de los muslos.

    !u seo estaba terriblemente duro e hinchado.6e resistí a la tentación de tocarlo prolonando las caricias

    sobre el pubis y entre las piernas. /hora estaba apoyado contra lapared del fondo con los brazos separados y las manos posadas enlas paredes laterales el vientre hacia adelante. Demía.

    !entí que iba a ozar antes de que yo lo tocara.6e alej& me sent& justo debajo del chorro de la ducha y con

    los ojos fijos en su seo demasiado prominente esper& a que secalmara un poco.

    El aua caliente corría por mis cabellos, por debajo de mivestido a nuestro alrededor el aire, lleno de vaho, se hacíaespuma, amortiuaba las formas y los ruidos.

    =l había alcanzado la cúspide de la ecitación, y sin embarono había hecho ni un solo ademán para acelerar el desenlace. 6e

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    esperaba, me esperaría todo el tiempo que yo quisiera hacer durarel placer, el dolor.

    6e arrodill& de nuevo frente a &l. !u vera, todavía muyconestionada, se enderezó.

    +as& la mano por los testículos, partiendo desde su base,cerca del ano. La vera se enderezó todavía más. La coí con laotra mano, la apret&, inici& un lento vaiv&n. El aua jabonosa queme ba'aba facilitaba el deslizamiento. 6is manos estaba llenas deuna materia caliente y viva, máica.

    La sentía palpitar como el corazón de un pájaro, la ayudaba acorrer hacia su desenlace. !ubir, bajar, siempre el mismo esto,siempre el mismo ritmo y, sobre mi cabeza, los emidos y yotambi&n emía con el aua de la ducha que me peaba el vestidoal cuerpo como un uante estrecho y sedoso, con el mundo

    detenido a la altura de mis ojos, de su bajo vientre, con el ruidodel aua rezumando entre mis dedos, con aquellos bultos tibios yduros en mis manos, con el olor del jabón, de la carne empapada ydel esperma que brotaba debajo de mi palma...

    El líquido surió a ráfaas, salpicando mi cara y mi vestido.

    =l tambi&n se arrodilló y lamió las lárimas de esperma de micara. 6e lavaba como se lava a un ato, con aplicación y ternura.

    !u cabeza blanca y espumosa, su lenua rosada en mi

    mejilla, sus ojos de un azul deste'ido, los párpados pesados comosi estuvieran aún bajo el efecto de una droa. - su cuerpolánuido, su cuerpo radiante de plenitud...

    >n campo de lluvias verde pálido mecido por el suave vientode las ramas... Es oto'o, llueve, soy una ni'a, camino por elparque y la cabeza me da vueltas a causa de los olores, hay auaen mi piel y en mi ropa, allá en el banco veo a un se'or ordo queme mira, que me mira tan fijamente que me hao pipí, de pie,ando y hao pipí, soy yo la que llueve con una lluvia caliente sobreel parque, sobre la tierra, en mi pantalón, lluevo, lluevo y usto...

    6e quitó la ropa lentamente.%espu&s me tendió sobre las baldosas y, sin cerrar el rifo de

    la ducha, empezó a besarme por todo el cuerpo. !us poderosasmanos me aupaban y me iraban con una delicadezaetraordinaria. 1i la dureza del suelo ni la fuerza de sus dedos melastimaban.

    6e relaj& por completo. !entí la pulpa de sus labios, la

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    humedad de su lenua, en las ailas, debajo de los pechos, en elcuello, detrás de las rodillas, entre las nalas sentí su boca portoda mi piel, de un etremo a otro de la espalda, en la parteinterior de las piernas, hasta la raíz de mis cabellos.

    6e tendió sobre las resbaladizas baldosas, me levantósosteni&ndome por los ri'ones con los dedos incrustados en mi es$palda, en mi columna vertebral, y los pulares en mi vientre.#olocó mis piernas sobre sus hombros y metió la lenua en mivulva. 6e arque& violentamente. El aua de la ducha me olpeabasuavemente una y mil veces en el vientre y en los pechos. 6e la$mía de la vaina al clítoris con la boca peada a mis randeslabios. 6i seo se convirtió en una superficie arietada de la quemanaba el placer el mundo desapareció, yo no era más queaquella carne viva de la que, en seuida, brotaron inmensas

    cascadas, una tras otra, continua, infinitamente.+or fin la tensión cedió, mis nalas se relajaron sobre susbrazos, poco a poco me recuper&, sentí el aua sobre mi vientre,vi de nuevo la ducha, le vi a &l y a mí.

    6e había secado y acostado en la cama, muy abriada. 6edormí.

    6e despert& poco a poco, con el ruido de la lluvia contra loscristales. Las sábanas eran suaves, la almohada mullida. /brí los

    ojos. -acía junto a mí y me miraba. %irií la mano hacia su seo.6e deseaba de nuevo.-o no quería más que esto0 hacer el amor, todo el tiempo,

    sin furia, con paciencia, con obstinación, metódicamente. Llear alfinal. Era como escalar una monta'a, necesitaba alcanzar lacúspide, iual que en mis sue'os, en mis pesadillas. Lo mejor hu$biera sido castrarlo en seuida, comer aquel pedazo de carnesiempre duro siempre erecto siempre ávido, enullirlo y conser$varlo en mi vientre, definitivamente.

    6e incorpor& un poco, me acerqu& a &l y le rode& con misbrazos. 5omó mi cabeza entre sus manos, juntó nuestros labios eintrodujo de olpe su lenua en mi boca, la aitó hasta el fondo demi aranta enroscándola y desenroscándola contra la mía.Empec& a mordisquearle los labios hasta sentir el usto de lasanre.

    Entonces mont& sobre &l, apoy& mi vulva en su seo, larestreu& contra los testículos y la vera, coí el miembro con la

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    mano para hacerlo penetrar en mí y fue como un relámpaofulminante, la entrada resplandeciente del salvador, el retorno íns$tantáneo de la racia.

    Levant& las rodillas, le envolví con mis piernas y me puse aalopar. #ada vez que en la cresta de la ola veía asomar su veraroja y brillante, la coía de nuevo para hundírmela aún másadentro.

    8ba demasiado deprisa. 6e calmó con dulzura, estir& laspiernas y me tendí sobre &l. +ermanecí inmóvil un momento,contrayendo los músculos de mi vaina alrededor de su miembro.

    Le mordisque& el pecho en toda su etensión mil carasel&ctricas me recorrieron la lenua, las encías. Crot& la nariz contrasu carne blanca, aspir& temblando su fraancia. 9izqueaba de puroplacer, el mundo no era más que un cuadro abstracto y vibrante,

    un entrechocar de manchas color carne, un pozo de materiablanda en el que me hundía obedeciendo a un ozoso impulso deperdición. Los tímpanos me vibraban y resonaban en mi cabeza,mis ojos se cerraban las ondas que corrían por mi caja cranealaudizaron etraordinariamente mi conciencia, se produjo unallamarada y mi cerebro ozó, solo y silencioso, maníficamentesolo.

    Bodó sobre mí y cabaló a su vez apoyándose en las manospara no aplastarme. !us testículos frotaban mis nalas en la en$trada de la vaina, su vera dura me llenaba en su resbaladizo

    vaiv&n, mis u'as se hundían en su nalas, jadeó más fuerte...Dozábamos juntos, infinitamente, mezclando nuestros líquidos ynuestros estertores suridos más allá de la aranta, de lasprofundidades de nuestros pechos, ajenos a la voz humana.

    Llovía. Envuelta en la enorme camiseta que me habíaprestado, me acod& en la ventana arrodillada en una silla arrimadaa la pared.

    !i supiera el lenuaje de la lluvia, lo escribiría, pero cada unode nosotros lo conoce y puede traerlo a su memoria. Estar en unluar cerrado cuando afuera todo es aua, chorros, riadas... 4acerel amor en la incómoda estrechez de un coche mientras las otasmonótonas olpean el techo y los cristales... La lluvia desata loscuerpos, los ablanda y los empapa... !e lamen entre sí comocaracoles babosos...

    =l tambi&n llevaba una camiseta estaba acostado en el sofá

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    con sus ruesas nalas, su hinchado seo y sus rollizas piernasdesnudas. !e acercó a mí, colocó su vera dura sobre mis nalas.8ntent& darme la vuelta, pero me coió por los cabellos y echandomi cabeza hacia atrás me forzó por el ano. -o sufría, condenada amirar al cielo encajonada en la silla.

    +or fin me penetró hasta el fondo y el dolor menuó. !emovía rítmicamente yo estaba llena de &l, sólo sentía su enorme ydevoradora vera dentro de mí, mientras afuera, la lluvia, pura ylíquida luz, caía a raudales.

    !iuió revolviendo mis entra'as como un labrador arando elcampo y, sin dejar de mantener mi cabeza hacia atrás, introdujodos dedos en mi vaina para sacarlos en seuida. Entonces yointroduje los míos, sentí su vera dura olpeándome y comenc& afrotarme al mismo ritmo. /celeró el compás, mi ecitación creció,

    placer y dolor confundidos. !u vientre chocaba con mi espalda y acada movimiento me traspasaba y me invadía un poco más. 6etiraba del pelo, mi cuello estaba muy tenso y mis ojosobstinadamente vueltos hacia el cielo que se vaciaba, y &l mepeaba y me azotaba hasta en lo más profundo de mi ser, micuerpo se estremecía y se llenaba de aquel líquido caliente quebrotaba a sacudidas, empapándome suave y sabrosamente.

    >na ota caía con reularidad olpeando alo que sonaba a

    metal hueco. =l me soltó el pelo, yo dej& que mi cabeza seinclinara hacia adelante e inici& un imperceptible balanceo.7bedeciendo a mis deseos se echó desnudo en el suelo, boca

    arriba. #on los etensores imnásticos le at& los brazos a las patasdel sillón, las piernas a las de la mesa.

    /mbos estábamos cansados. 6e sent& en la butaca, leobserv& durante un instante, inmóvil y desfallecido.

    !u cuerpo me ustaba así, henchido de carne abierta yprisionera, espl&ndido en su descarada imperfección. 4ombredesarraiado, nuevamente clavado al suelo, el seo como un fráilpivote eiliado de las tinieblas y epuesto a la luz de mis ojos.

    5odo debería ser seo, las cortinas, la moqueta, losetensores y los muebles deseaba poseer un seo en luar decabeza y que &l tuviera otro en luar de la suya.

    %eberíamos estar los dos colados de un ancho de hierro

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    frente a frente en una cámara roja, atravesados por el cráneo opor los tobillos, boca abajo, con las piernas separadas, nuestrascarnes cara a cara entreadas impotentes al cuchillo de nuestrosseos quemando como hierros ardientes, abiertos, enhiestos.%eberíamos estar aullando a la muerte bajo la tiranía de nuestrosseos, (qu& son nuestros seos* El verano pasado, primer ácido,al principio perdí las manos y despu&s hasta mi nombre, hasta elnombre de mi raza, etraviada la humanidad en mi memoriaentre los saberes de mi cabeza y de mi cuerpo, perdida la idea delhombre, de la mujer e incluso del animal investiaba..., (qui&nsoy yo* 6i seo. 6i seo permanecía en el mundo, sin nombre,con sus anas de orinar. El único luar en el que mi alma se habíarefuiado, concentrado, el único en el que yo eistía como si fueraun átomo vaando entre cielo y hierba, entre azul y verde, sin más

    sentimiento que el de un puro seo$átomo, justo, apenas,obsesionado por la idea de orinar, etraviado, bienaventurado, enla luz, península. de !aint$Laurent, era un día de verano, o no, undía de oto'o, he necesitado una noche y una ma'ana paradescender de nuevo, pero despu&s, durante meses, cuandoorinaba me perdía, un instante de v&rtio y ya esta, me metoentera en mi seo como en un omblio, mi ser está allí en aquellasensación en el centro del cuerpo, el resto está aniquilado, no mereconozco, ya no hay forma, no hay clasificación, cada vez es eltrip total y todavía, con frecuencia y por un instante, me siento

    colada cabeza abajo en la ran espiral del universo, pero a saberqu& valor tienen estos instantes, lueo me dio ;Es verdad (qui&nsoy yo*

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    4ubiera querido unos cielos rises en los que la esperanza seensimisma, en los que los árboles, temblando, tienden sus brazosde hada, sue'os caprichosos arrastrados por el viento hasta lahierba de los prados, hubiera querido sentir entre mis muslos elaliento inmenso de millones de hombres de la tierra, hubieraquerido, mira, mira bien lo que quiero...

    4undí los dedos de la mano izquierda en mi vaina y seuífrotándome. 6is dedos no son mis dedos sino un pesado linote,un ran linote cuadrado clavado en mí, oro reluciente en laoscuridad de mi sue'o. 6is manos se movían cada vez más

    deprisa cabalaba en el aire, convulsivamente, la cabeza haciaatrás. Doc& sollozando sobre sus ojos.

    "olví al sillón. !u cara había enrojecido, de nuevo iniciabauna erección, tímidamente. Estaba indefenso.

    #uando era peque'a no sabía nada de lo que era el amor.4acer el amor, la frase más máica, la promesa de aquella cosaincreíble y maravillosa que practicaríamos todo el tiempo encuanto fu&ramos mayores. 1o tenía la menor idea sobre la pene$

    tración, ni siquiera sobre lo que los hombres tienen entre laspiernas, a pesar de las duchas compartidas con mis hermanos. +ormás que uno vea, (qu& sabe, cuando ama el misterio*

    #uando todavía era más peque'a, apenas cuatro a'os,hablan delante de mí y creen que no escucho, papá eplica que unloco corre ritando de noche por el bosque. /bro la verja del jardínde mi abuela y sola, con mi perra lobo, me adentro en el bosqueen el primer calvero entre los árboles me siento con la perra sobreun montículo de arena, me arrebujo contra su cuerpo caliente yrodeo su cabeza con el brazo saca la lenua y espera, como yo.1adie. Los pinos se juntan y se inclinan hacia nosotros con unesto tierno e inquietante. En medio del bosque hay una larapista de hormión, bordeada de zarzas que se llenan de moras yen las que un piloto de :art, sali&ndose bruscamente de la pista,se reventó los ojos delante de mí. 4ay tambi&n un blocao con unaujero nero semejante a una boca en vez de puerta y, al final detodo, un lavadero cubierto de muso y de hierbas. La pista ha

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    conservado la huella dura de un pie, inmensa.6e recost& en el suelo junto a &l, la cabeza sobre su bajo

    vientre, la boca contra su vera una mano en sus testículos, y medormí. !euramente la huella en el cemento fresco sería la del piede un soldado alto y rubio, y fuerte, y quizá uapo.

    #uando peada a su seo me despert&, lo coí con la boca, lolamí varias veces, sentí cómo se hinchaba y me tocaba la ar$anta. /carici& sus testículos, los chup&, volví a su vera me lapuse en la cuenca de los ojos, en la frente, en las mejillas, contrala nariz, sobre la boca, la barbilla, en el cuello, pos& la nuca sobreella, lueo la acorral& entre el omóplato y la cabeza inclinada, lapas& por una aila, por la otra, la roc& con mis pechos casi hastahacerles ozar con su tacto con ella me frot& el vientre, la es$palda, las nalas, los muslos, la apret& entre mis brazos y mis

    piernas doblados y apoy& sobre ella la planta del pie hasta dejar suhuella por todo mi cuerpo.%espu&s volví a met&rmela en la boca y la chup& durante

    laro rato, como se chupa el dedo pular, el pecho de la madre, lavida, mientras &l emía y jadeaba, sin descanso, hasta queeyaculó en una queja auda y bebí su esperma, su savia, su don.

    6e había empe'ado en ponerme de nuevo mi ropa mojada,en marcharme a pie. La lluvia había amainado.Lleu& a la playa sin quererlo. El mar estaba aitado, la

    marea alta, la arena mojada, no había nadie. 6e acerqu& al aua.Estaba oscura y rebosante de espuma ris. 9orde& la orillazizaueando. Las olas iban y venían trayendo millones deburbujas como pompas de jabón.

    Las dunas tenían el color y las formas de la carne.4undí dos dedos en la masa blanda y húmeda. El mar no

    cesaba de babear, de frotarse sin treua contra la arena, de correrhacia su placer.

    (%ónde está el amor si no en el ardiente dolor del deseo, delos celos, de la separación*

    %aniel no yacerá jamás contra mi cuerpo. %aniel ha muerto,lo he enterrado detrás de la duna. El cuerpo al que nunca másamar&, el cuerpo que el cuchillo del carnicero ha cortado, haseparado del mío. Cantasma que siue amando lejos de mí,

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    fantasma, mi vientre está abierto. 6e he fabricado tu seo con dosde mis dedos para venarme de la tierra, la muy zorra, que noquiere amarme a mí, el hombre, a mí, la mujer, carne y sanre,vientre destrozado por los partos, carne mortal hecha para serhabitada.

    "olví a subir a la duna, me sent& en la arena seca y tiernacomo mis huesos. !uave curva del tiempo.

    6e hice acompa'ar al Dato 1ero por cuatro chicos queacababa de conocer en el bar de la playa donde había ido a calen$tarme. Becostados en el asiento de atrás, +ierre y %ominique mecoían por los hombros, me besaban las mejillas y reían.

    !e celebraba una fiesta de disfraces y la discoteca estaba

    invadida por una nube de rostros ríidos, histriónicos y rotescos.9ail& con diferentes compa'eros de los que únicamente podíasentir el cuerpo. /nte la imposibilidad de intercambiar besos, lasparejas se palpaban mucho, a cieas.

    +ierrc me invitó al ritmo de una pieza lenta. 5enia dieciochoa'os unas piernas muy laras y una nariz peque'a y raciosadebajo de su calavera de oma. /poy& con fuerza mi frente contrasu torso, mis manos en su espalda, y dej& que me acariciara.

    /l concluir el baile, me tomó de la mano, se quitó la careta yme arrastró hacia afuera.

    4acía fresco, en el cielo ni una estrella. +ierre me abrazó y yole abrac& complacida. 6e besó.En el coche volvió a besarme. %espu&s encendió los faros y

    arrancó.!e detuvo en medio de la carretera que atravesaba el

    bosque. 6e besó de nuevo.6e hizo bajar del automóvil y, coi&ndome por la nuca, se

    adentró conmio en el bosque.6e tendió en el suelo y se acostó sobre mí levantándome la

    falda. -o no llevaba nada debajo y not& que se había bajado lospantalones. La noche era oscura como la tinta no veía nada.+ierre me penetró de inmediato y se puso a resoplarruidosamente. -o intentaba distinuir, entre las tinieblas, el cielode los árboles. "islumbr& una mancha más clara y un movimientoen ella. La luna surió de olpe detrás de una nube, arrojó sobrenosotros su luz lechosa.

    Entonces vi encima de mí la calavera.

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    Drit&, y el chico tambi&n ritó, arrojándome su esperma en elvientre.

    El alba me pilló en la zanja. Estaba prinosa, llena de tierra,sedienta, recostada en un aujero, que, en invierno, servía dedesaAe.

    El día se levantaba, mataba las tinieblas con su cortejo demisterios. - la luz era todavía mucho más inquietante, pues meobliaba a verlo todo, a saberlo todo. !in embaro, la recibísonriendo.

    Los pájaros diurnos habían empezado a cantar al unísono.

    8ría a casa a pintar.#uando quise salir del aujero me di cuenta de que no mepodía mover. 6i brazo derecho, desde el hombro hasta la mano,estaba paralizado. /l menor movimiento, unas dolorosas punzadasrecorrían mi espalda y mis piernas.

    %urante toda la noche había oído so'ar el mar sobre duroscojines y estremecerse el bosque. 4abía corrido entre tinieblas yme había olpeado contra árboles de puntiaudas raíces, habíaderramado lárimas neras y había caído en la zanja, en la tierracaliente que me había acoido, había dormido en el hueco de la

    cama de tierra, bajo la inmensa capa de carbón, bajo el ala delcuervo, entre el oscuro ulular de los mochuelos.La noche vibrante y resplandeciente había pasado junto a mí

    y yo la había bebido a randes traos y estaba llena de ella.- ahora el día se levantaba y rasaba las tinieblas que

    colaban a jirones de los árboles. - lueo apareció el primer rayode sol que atravesó la carretera y se filtró entre las ramas como elfilo audo de una hoja y la noche entera fue borrada.

    Los pájaros piaron más fuerte en la hierba, debajo de lashojas de los pinos, alo echó a correr. 7í otra vez el mar que debíaestar, allá lejos, moteado de luces.

    +asó un coche.8ntent& de nuevo levantarme. Estaba totalmente dolorida,

    pero me esforc& en arrastrarme apoyada en el codo izquierdo./penas avanzaba, inmovilizada por el dolor. "olví a intentarlo,adelant& alunos centímetros.

    /hora la zanja era demasiado profunda como para pensar en

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    salir de ella en mi lamentable estado. 5enía que seuir avanzandohasta encontrar una pendiente más suave.

    Empec& a reptar, siempre apoyada en el codo izquierdo, sindetenerme, a pesar de los enormes dolores que me traspasaban almenor movimiento. / pasos minúsculos fui anando terreno, pasoscomo miniaturas que hubieran cabido en mis cuadros. Beípensando en %aniel, en nuestros amores frustrados, en su lucidezde pacotilla.

    Beía sin voz, recorrida por dolorosos pinchazos en lascostillas y en la espalda a cada sobresalto. +ero era feliz y me volvía reír con la cabeza recostada sobre las aujas de pino.

    !euí reptando, adelantando el codo, hundi&ndolo en el sueloy arrastrando a continuación el resto del cuerpo. +oco a poco losdolores se esfumaron y pude ayudarme con las rodillas.

    /quella zanja me ustaba, estaba contenta de encontrarmeen ella. Era un hermoso hoyo con hierba y rocío y una tierra neray arenosa y una alfombra de aujas de pino bajo la cual vivía unmundo de peque'os seres.

    / unos metros delante de mí la zanja se ensanchaba, seabría en forma de palanana. Era la salida que esperaba. 6isfuerzas se multiplicaron.

    /lcanc& el punto más suave de la pendiente. 6i brazoderecho estaba todavía inutilizable. 8nici& la ascensiónayudándome con el antebrazo izquierdo, con la punta de los pies y

    las rodillas. Besbal& varias veces y tuve que volver a empezar elrecorrido. +ero no cej& en mi empe'o hasta alcanzar la cúspide.#uando lleu& a la carretera el resultado de mi tenacidad me

    hizo aspirar el aire hasta llenarme los pulmones. Lor& ponerme acuatro patas.

    #onstat& qu& el brazo derecho comenzaba a obedecerme. 6ivestido estaba completamente desarrado, sentí otas de espermadeslizándose por la parte interior de mis muslos la piel de mismiembros, raspada, ara'ada, me quemaba.

    Estaba en el borde de la carretera. 8nici& el camino a cuatropatas.

    1adie imaina todo lo que puede haber en el borde de lascarreteras0 varias clases de hierbas, de flores, de setas, de piedrasmuy diferentes entre sí, y toda suerte de bichitos...

    / lo lejos oí un coche. 6e acurruqu& contra el suelo comopude, intentando, convertirme en hierba, en camaleón, en bordede carretera.

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    El coche pasó de laro.La carretera se etendía recta ante mí. 6e quedaban pocos

    :ilómetros por recorrer y ahora ya podía andar a cuatro patas sindificultad. 6i corazón se colmó de ozo.

    +or suerte no había nadie. Los que me hubieran visto sehubieran apiadado en seuida de mí, y mi felicidad, llena de espe$ranza, se hubiera desvanecido. /sí son los demás0 no ven labelleza de tu vida, tu vida les parece terriblemente triste si, porejemplo, en pleno verano, no estás morena. )uieren que veas,como ellos, dónde está eactamente la alería y, si tienes la debi$lidad de dejarte influir, nunca más encontrarás la ocasión dedormir solo en un hoyo, desarrado, durante una lara y oscura

    noche./ cuatro patas imainaba que era un perro, un ato, unelefante, una ballena. El sol se alzaba frente a mí, me calentaba elrostro chorreante de sudor. Las ballenas tienen oc&anos pormoradas y escupen aua para rociarse la cara. 6ordisque& unpoco de hierba a fin de refrescarme. !in querer me comí tambi&nalunos insectos que corrían por allí.

    +ronto reuní las fuerzas suficientes para ponerme en pie. #onlas manos todavía apoyadas en el suelo, despeu& las rodillas yarque& el cuerpo formando un puente. #uando me sentí bien

    afianzada me di impulso con las manos y me ech& hacia atrás,tratando de uardar el equilibrio para no volver a desplomarme.6e puse en marcha caminando descalza por el borde de la

    carretera, pisando la hierba y los uijarros y todas esas cosas taninimainables que hay en las cunetas.

    +asaban coches uno se detuvo, pero no quise subirme. 6eencontraba más entera que nunca. +oseía la fuerza del carnicero,la malinidad del chico de la calavera.

    /nte mí se abría una amplia avenida. +intaría un barco, ycuando volviera a llover yo estaría dispuesta. !ubiría a bordo losanimales de la tierra y un carnicero y navearíamos juntos durantetodo el diluvio.

    Lleu& a una casa rodeada por un seto rebosante de rosas.

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    #ort& una, le arranqu& los p&talos a manojos y me los comí./unque eran muy finos y delicados, tenía la boca llena de ellos. Elperro uardián se precipitó contra la verja ladrando, ru'endo yense'ando los dientes. /cab& de saborear la flor y le arroj& elespinoso tallo.