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    Raza y color: el dilema cubano PEDRO PABLO RODRÍGUEZ

    Pedro Pablo RodríguezHistoriador y periodista cubano.Investigador titular del Centrode Estudios Martianos. Directorde la edición crítica de las ObrasCompletas de José Martí. Profesorde la Universidad de La Habana.Académico de Mérito de la Aca-demia de Ciencias de Cuba. PremioNacional de Historia (2010). Pre-mio Nacional de Ciencias Sociales(2009). Premio Félix Varela de laSociedad Económica de Amigosdel País (2009). Publicacionesselectas: Nación e independenciaeconómica (2012). Pensar, prever,servir: el ideario de José Martí (2012). Ensayos de mi mundo (2012). De las dos Américas:aproximaciones al pensamiento

    Martiano (2002). Uno en alma eintento: identidad y unidad latino-americana en José Martí (1995).

    La Primera Invasión (1987).

    América sin nombre , no 19 (2014) 113-120DOI. 10.14198/AMENSN.2014.19.12ISSN: 1577-3442 / eISSN: 1989-9831

    Raza y color: el dilema cubano PEDRO PABLO RODRÍGUEZ

    Centro de Estudios Martianos

    RESUMEN

    El artículo ofrece ideas y prácticas culturales para proponer que la experiencia del afrodes-cendiente en Cuba no puede ser asumida por las ciencias sociales solamente desde una perspec-tiva de raza, sino que el asunto es más abarcador y posee notables singularidades en la Isla, alpunto que es uno de los elementos básicos, definitorios e inexcusables a la hora de examinar lasociedad cubana, tanto histórica como cultural y sociológicamente, tanto en el pasado como enel presente y seguramente en el futuro. Por eso es imprescindible también ubicar tal examen enla perspectiva nacional, dada la importancia enorme que la formación de la nación ha tenido enla definición de la sociedad cubana, sobre todo durante los siglos XIX y XX.

    Palabras clave: Cuba, afrodescendiente, raza, identidad, nación.

    ABSTRACT

    The article offers ideas and cultural practices arguing that the experience of Afrodescendantsin Cuba should be studied in social science studies not only from a racial perspective. The issueis more comprehensive and presents notable singularities on the Island, to the point of being oneof the basic, defining and inexcusable elements when it comes to examine Cuban society, both

    culturally and sociologically, in the past as well as in the present, and probably in the future.For that reason, it is indispensible also to locate such an exam on the national perspective, giventhe enormous importance that the formation of the nation has had on defining Cuban society,mainly during the 19th and 20th Centuries.

    Keywords: Cuba, Afrodescendant, race, identity, nation.

    Los llamados estudios de raza han florecidodurante los últimos años, y hoy se dispone deuna amplia bibliografía sobre el asunto, espe-

    cialmente en Estados Unidos. Aunque crecien-temente se han ido extendiendo al examen deotros grupos étnicos y culturales, buena partede esos textos en el país vecino se ha preocu-pado por los negros, no solo por constituirestos el sector que sufrió el drama terrible dela esclavitud, junto a las desigualdades y losprejuicios racistas, sino –-sobre todo— porel impacto que causó en las ciencias socialesel auge de la lucha de los negros de EstadosUnidos por sus derechos civiles y la igualdadsocial desde fines de los años 50 y, en particular,

    durante los 60 y los 70. Así, en este, como enotros casos, las ciencias sociales han intentadoatrapar las razones de determinados problemas

    sociales en plena maduración o explosión parade ese modo contribuir a su solución o encau-zamiento por determinadas vías.

    Particularmente en los estudios literarios,la antropología, la sociología, más recien-temente los llamados estudios culturales, ycon cierta evidencia ya en la historiografía, latrilogía clase, raza y género se ha adueñadode buena parte del discurso imperante, hastael extremo de que a veces parece algo fuerade moda no moverse en un análisis desde esatriple perspectiva.

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    No es esta la ocasión para un debate teóri-co sobre el asunto. Simplemente lo que quieroes constatar, por un lado, la pertinencia paralas disciplinas sociales de esta trilogía, y, porotro, la pertinencia también desde la ópticaparticular de la sociedad cubana, desde cuyos

    orígenes al inicio del proceso colonizadorestuvo presente el negro.A continuación ofrezco algunas ideas y

    ejemplos para abrir al entendimiento de queel negro en Cuba no puede ser asumido porlas ciencias sociales solamente desde la pers-pectiva de raza que he referido antes, sino queel asunto es más abarcador y posee notablessingularidades en la Isla, al punto que es unode los elementos básicos, definitorios, inex-cusables a la hora de examinar la sociedadcubana, tanto histórica como cultural y so-ciológicamente, tanto en el pasado como en elpresente y seguramente en el futuro. Por esoes imprescindible también ubicar tal examenen la perspectiva nacional, dada la importan-cia enorme que la formación de la nación hatenido en la definición de la sociedad cubana,sobre todo durante los siglos XIX y XX.

    Si partimos del criterio de que la cul-tura y la nación cubanas contemporáneasson realidades socio-históricas esencialmentemestizadas, queda claro que entender lo ne-gro (más que al negro) es parte inexcusablepara discernir hasta nuestras raíces, nuestrafisonomía cultural y hasta nuestro destino.Pero ahí justamente está el primer asunto enel que hay que detenerse si se aspira al rigordel conocimiento y no a la publicidad turísticao al análisis simplista que explica el mestizajecomo una mera suma porcentual de elementosétnicos y culturales. ¿A qué nos referimoscuando hablamos de lo negro y del negro? Aprimera vista parece muy claro, pero cuandose considera la historia insular se comprendeque ciertas precisiones son harto necesarias.

    Recordemos que a la Isla llegaron los

    negros curros de Sevilla y otros lugares al co-mienzo de la dominación española, y que mu-chos de sus modos de vida —por cierto, tansimilares en muchos casos a los de los currosblancos— se fueron haciendo característicosde algunos barrios habaneros, al extremo deque me atrevería a afirmar que están hoy enla base de ciertas formas de sociabilidad delcubano urbano del occidente Cuba.

    Por otra parte, consideremos también quedesde fines del siglo XVI hubo una progresivaentrada de esclavos de África, muy importan-

    tes ya entonces y en las dos centurias sigutes en las construcciones militares y en la rural. Quién sabe quizás si hasta los primeafricanos ya venían en las carabelas de CoPero lo cierto es que durante unos trescienaños —cifra nada despreciable— medi

    un lento crecimiento vegetativo, sin entren cantidades sustanciales ni sistematizpor proyecto colonizador o de poblamiealguno, la colonia insular —francameescasa de mujeres españolas— viviómestizaje sexual, étnico y cultural sistemáque lleva a estimar, inclusive, que buparte de las oligarquías rurales que se fuformando regionalmente no eran de blanpuros —como lo exigirían posteriormenteobligadas muestras de pureza racial— sinmestizos entre blancos, indios y negros.

    Lo primero entonces que se ha de recocer es que el negro fue componente del proformador del pueblo cubano desde sus miscomienzos, y que su presencia está desdebases históricas de la conformación de sociedad mestiza en términos culturales, yos componentes derivados de los pueboriginarios tienden, por cierto, a olvidársesistemáticamente. Este escurrimiento respa los primeros pobladores de Cuba se asien el criterio de que ellos fueron prontamexterminados por los crímenes, los trab

    forzados y las enfermedades traídas porconquistadores. ¿A dónde, pues, han idparar los pueblos de indios de Guanabacode El Cobre, de larga y significativa historla vida colonial? Probablemente se trata deverdadera patología psicosocial basada en ltención de desconocer el fortísimo mestizala población insular durante los dos primsiglos coloniales. Debe estudiarse más el tsin pasar por alto que el bohío, el tabaco, laca, la hamaca, la jutía —por solo citar algcasos— son componentes de nuestro lengu

    de nuestra identidad y de nuestra cultura.Pensar que la colonia arrancó como sociedad blanca de matriz hispana es curioso falseamiento de fuerte arraigo ememoria cubana. Claro que ello se expen buena medida por la pertenencia insal imperio español, pero es muy probaque también responda a la infección vy totalizadora de la esclavitud generalizdesde mediados del siglo XVIII, que nos hasociar al esclavo africano especialmenteel cañaveral y el ingenio. Hay que acaba

    Palacio de los Capitanes Gene-rales. Monumento a CristóbalColón. Fotografía de Paul Niell.

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    entender lo que llegaría a ser considerado cu-bano como un complicado y contradictorioproceso histórico-social de múltiples mes-tizajes, del cual participó siempre el negro.Está claro que la entrada masiva de millonesde esclavos africanos durante más de cien

    años —inmigración forzada que superó concreces a la que venía de la metrópoli— impu-so ciertos sellos que han caracterizado al paísincluso hasta nuestros días, especialmente enlas expresiones del racismo y las discrimina-ciones por el fenotipo, señaladamente por lomás visible: el color de la piel.

    En elEspejo de paciencia, Salvador Golo-món pudo ser el héroe porque ello era permi-sible en su tiempo histórico y porque el autordel texto no era un noble de Castilla sino uncanario. En la sociedad bayamesa, por enton-

    ces de las más dinámicas, con una oligarquíalocal que se insertaba en el mercado mundialexportando cueros y alimentos mediante elcontrabando, el negro esclavo podía ser ensal-zado al dar muerte al pirata francés. Golomónera el defensor de aquella cultura que se mes-tizaba, frente al extranjero que había roto elpacto con la oligarquía de la tierra al cambiar sucondición de mercader contrabandista por elde secuestrador de la autoridad católica, por laque pedía un valioso rescate. Golomón, a pesarde ser negro y esclavo, aunque fuera llamado

    etíope —por cierto, uno de los pocos estadosafricanos reconocido con esa condición por loseuropeos— podía ser apreciado, sin embargo,como español y católico frente al francés pro-testante. De algún modo aquel era también unhombre de la tierra, un criollo en ciernes, cuyacondición de esclavo le deprimía socialmente,pero no le hacía un paria impedido de actuaren la sociedad de los libres. En aquella sociedaden que la esclavitud gozaba de cierto patriarca-lismo, el negro, aun en el caso de que no fueralibre, podía llegar a insertarse en ella y ser hasta

    aclamado como héroe.Cuánta distancia de Golomón respecto aCecilia Valdés, que parecía blanca pero eramulata, y para quien la sociedad blanca queya se autocalificaba de cubana solo le permitíamoverse en los márgenes. Cecilia es una he-roína literaria y todo un mito de las letras cu-banas, mas no es la heroína de su tiempo, quela empujaba al fracaso en sus aspiraciones deascenso social por más que intentase ocultary negar su ascendencia negra. Su tez tan clarano la salva de su condición de hija ilegítima

    de abuela negra y de madremulata y pobre, y por esole fue imposible cumplir suenfermiza aspiración de as-censo social hacia el mundode los blancos libres, mucho

    menos al más cerrado de lospoderosos propietarios.Personalidades históricas

    como José Antonio Apon-te y Plácido pagaron consus vidas sus pretensionesde ser héroes de su tiempo,tanto en el campo de la política como en elintelectual. Ambos eran peligrosos: uno porconspirar contra el dominio colonial y porabolicionista; el otro, por demostrar que laspersonas de color podían ser talentosas. Am-

    bos, más allá de sí mismos, eran un vivo mentísrotundo de la inferioridad cultural y mental delnegro, puntal ideológico justificativo hasta entérminos éticos de la servidumbre

    Se trata de que ya entrado el siglo XIX laesclavitud generalizada —no se olvide que noera extraño que un esclavo comprase esclavos yque en el cañaveral el contramayoral casi siem-pre fue un esclavo— pervertía las conciencias ylas prácticas sociales hasta límites insospecha-dos con anterioridad por la colonia. Mientrasesta fuera una fabulosa fábrica de riquezas

    para plantadores y comerciantes negreros yprestamistas, sostenida a mediados de aquellacenturia por las labores de cuatrocientos mil omás esclavos, y a la que se subordinaban todaslas clases y estamentos del país, sería casi im-posible el reconocimiento de un héroe negro.

    La esclavitud fue, sin duda, un verdaderotrauma para la sociedad colonial cuyas con-secuencias aún se hacen sentir en diversosaspectos de la vida cubana. Lo más escanda-loso de aquella infamante institución fue queconvirtió a millones de personas en meras

    propiedades de otros seres humanos, quienespodían disponer de aquellos a plenitud. Fue,pues, una negación de la más elemental con-dición humana para quienes la sufrieron encarne propia, les degradó tal condición a losextremos más horribles e introdujo en los es-clavos una marcada tendencia inferiorizante,que todavía hoy se hace sentir entre algunaspersonas y en los prejuicios sociales.

    La esclavitud, como en el resto de Améri-ca, fue aportada por el sistema colonial desdesus inicios. La sociedad insular fue incluida

    Vista de cañaverales y de la Sierra del Escambray desde ltorre del Ingenio Manaca Iznaga. Trinidad, Cuba. Fotografíde José Gomariz.

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    en los procesos mundiales de la modernidadcapitalista con semejante institución en suseno, la cual fue alcanzando una significacióncada vez más decisiva en su devenir. La es-clavitud moderna, a diferencia de épocas his-tóricas anteriores, se caracteriza por el color

    de la piel del esclavo. Aunque esta forma deexplotación del trabajo se extendió por todoel mundo, su contingente mayor en términosnuméricos provino del África subsahariana yse dirigió esencialmente hacia nuestro conti-nente. Por eso desde el siglo XVI la esclavitudse asocia con el negro. Mas fue la sociedadplantacionista la que, sin duda, fijó las rígidasfronteras de todo tipo entre negros y blancos,al generalizar esa servidumbre en las raíces delsistema productivo y en todos los ámbitos dela vida cotidiana, obligada por el hecho de que

    era el África negra subsahariana la fuente quela abastecía de esclavos.Pero aún en el país de 1790 a 1868, como

    no fue una plantación en sentido absoluto, sehace difícil hablar de los negros en una solaacepción. En primer término, lo único que ho-mogenizaba a un nigeriano, proveniente de unacultura agrícola desarrollada, organizada enEstado y con refinadas expresiones artísticas,con un nómada de lo que los europeos llama-ron Congo y Angola, era justamente el colorde su piel y su triste condición de esclavo. Es

    hora ya de dejar de hablar de negros y hasta deafricanos esclavos, para hacerlo de nigerianos,dahomeyanos o congos, o, mejor, de yorubas,bantúes, etc. Desde el mismo principio de la es-clavitud en Cuba, fueron etnias, pueblos, cul-turas muy diferentes las que llegaron de África,con aportaciones nunca similares al proceso demestizaje que iba formando lo cubano, comotampoco puede pasarse por alto que a menudohabía oposiciones y enfrentamientos entre esospueblos en su tierra natal, los que, desde luego,fueron trasladados a la Isla.

    Por otro lado, el sistema esclavista generóy se sostuvo, entre otros factores, sobre dife-renciaciones altamente significativas entre losesclavos. ¿Acaso fueron lo mismo para nuestrahistoria y nuestra cultura los esclavos traídosde África a la fuerza y esclavos de los cafetaleso los de la casa en la ciudad, quienes en sumayoría aprendían la lengua del amo, hastase hacían de un oficio y en no pocos casosse compraba su libertad? ¿Fueron similareslos aportes a aquella sociedad con rasgos deidentidad propia del esclavo del ingenio, en-

    tremezclado con los de otras etnias y puebseparado física y espiritualmente de la sociinsular y condenado a una desaparición frelativamente rápida, que el esclavo urbade servicio, en sistemático contacto condemás estratos y clases libres de la socie

    con muchísima mayor facilidad para crearfamilia y tener hijos, que ya eran consideresclavos criollos? ¿Eran considerados ciguales, aunque fueran todos jurídicamesclavos, los nacidos en Cuba con los vende África? ¿No era el criollo más admipor la sociedad hegemónica blanca y no concedían mayores facilidades para insera ella, incluso para alcanzar la libertad, aufuera en una posición subordinada, dadocolor negro de su piel? ¿Pueden considersemejantes las condiciones de los negros

    de los mulatos? ¿No eran estos diferentestanto y cuanto podían presumir, y así lo hacon harta frecuencia, de portar algunos raheredados de su parte blanca? ¿Ese caráctemayor o menor blanqueamiento y su procondición de criollo no elevaba al mulatalgún sentido sobre el negro, particularmte sobre el africano? ¿La propia legislacolonial no prestigiaba y establecía comoascenso el blanqueamiento, es decir, la maen que se iban efectuando los cruces —csi se tratara de razas de animales, con los

    solían ser comparados hasta por las cienciaentonces— hasta llegar a ser blanco, el que se promovía y al que se aspiraba por chos de los de color, como se decía entonpara incluir a negros y mulatos?

    Hay que aprender a ver y a entender ediferencias y contradicciones si se quieretender al negro en Cuba y a la propia Isla.fue un proceso en un solo sentido, aunquveces los esquemas y los estereotipos indua entenderlo de esa manera; aunque se cprenda que, sin embargo, todas esas diferen

    ciones se unían en la apreciación dominanla inferioridad social y hasta mental de la gde color, justamente por eso que los juntpor encima de sus diferencias: por su colopiel y por otros de sus rasgos físicos.

    El análisis contemporáneo no puede dentenderse de que las diferenciaciones fuelementos creados por el propio sistema desclavitud, y que si se incorporan al estuse enriquece la comprensión en muchos matices, a pesar de que estos fueran manlados por lo sectores sociales hegemón

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    para sostener su dominio y dividir entre sí a lagente de color, aunque no siempre hayan sidoprevistos desde el comienzo de ese espantososistema expoliador.

    Hay un elemento aún más importante: nopuede dejar de considerarse que inclusive en

    las décadas terribles del auge brutal de la es-clavitud, cuando Cuba se africanizaba, al decirde pensadores y políticos de aquellos tiempos,hubo siempre una numerosa población librenegra y mulata, que no decrecía, sino todo locontrario, aunque no aumentaba al ritmo conque la trata cubría la voracidad del trópico.

    Fue esa población libre de color la quemantuvo sus milicias de pardos y morenos, quetan gloriosamente combatieron en el territoriocontinental cuando la Corona española apoyóa los patriotas de las Trece Colonias; que fue

    ella la que hegemonizó las más disímiles profe-siones y oficios en el Occidente esclavista por-que muchos criollos blancos pobres encontra-ban inferiorizantes los trabajos manuales; quefue ella el sector numéricamente significativoentre el campesinado de la región oriental don-de se formó una especie de pequeña burguesíaagraria propietaria de cantidades apreciablesde fincas y de tierras, la cual recibió, además,el aporte nada desdeñable de hombres libres decolor venidos desde el Saint Domingue francés,el Santo Domingo español, la Luisiana y la

    Tierra Firme colombiana y venezolana segúnse iban liberando de la dominación colonialesos territorios.

    Se va haciendo ya necesidad imperiosa asu-mir el estudio de la cultura popular cubana enaquella época desde la comprensión de cuántoentregó aquel sector a ese mestizaje que lacaracteriza en todos los órdenes, e inclusivehabría que estudiar cómo algunos aspectos dela llamada «alta cultura» fueron influidos portal sector de la población libre, dado que no fueraro que el ejercicio del magisterio estuviera

    frecuentemente en sus manos.Basten estas interrogantes y sugerenciaspara hacernos pensar que en la historia cu-bana, y particularmente durante la fase plan-tacionista, la «raza» fue creación y pretextopara cohonestar la esclavitud, pero que pordetrás y por encima de ese agrupamiento,bajo el denominador común de negros, o degente de color, o de pardos y morenos, hayque considerar diversas etnias y culturas afri-canas, diversa condición entre el esclavo de laplantación y el urbano, y el doméstico y el de

    servicios; la distinción jurí-dica y social entre siervos ylibres, y entre estos últimos,la diversidad entre trabaja-dores, artesanos, pequeñospropietarios, comerciantes y

    campesinos, y entre la pobla-ción de color libre en las dosgrandes regiones al menos,Oriente y Occidente, másla creciente existencia de lavariada gama de los mulatos,criollos y cubanos, muy amenudo libres. ¿Cabe, pues, en sentido histó-rico-cultural estricto, manejar un término tanenglobador como el de negro?

    Para continuar con las preguntas y pasan-do ahora al otro lado: ¿es posible concebir

    la formación y desarrollo de la identidad yla cultura cubana al margen de los negros,de esa gente «de color»? Aún nos quedademasiado por conocer de ese proceso en suformación en la base de la pirámide social, yde sus interrelaciones con el resto de ella. Eseentramado complejo, difuso, contradictorio,que no pudo seguir un camino recto y único,porque hasta 1868 en líneas generales no serealizó a conciencia ni a voluntad siquiera dela clase dominante blanca ni de sus ideólogosy políticos. Es hora de que aprendamos a leer,

    a entender, a conocer más de la historia, lasideas y el imaginario de la gente sin historia,como escribió Juan Pérez de la Riva.

    Hay que ir más allá de la descripción de losalzamientos de esclavos como meras explosio-nes ante la crueldad esclavista. Claro que taleshorrores fueron con toda seguridad la chispaque encendió la mayoría de tales estallidos;pero, ¿acaso no eran también expresión de unarebeldía fermentada y fermentadora para todoslos oprimidos por la degradante esclavitud y susconsecuencias? ¿Y cómo valorar, por otra par-

    te, las relaciones de intercambio comercial, deservicios, así como de protección mutua que seprestaron entre sí frecuentemente los palenquesy los campesinos de las cercanías más allá delcolor de su piel? ¿Puede hablarse de identidadcubana en rigor, sin considerar la conspiraciónabolicionista e independentista del moreno libreNicolás Morales, en Bayamo, a finales del sigloXVIII, o la de José Antonio Aponte, en LaHabana, jefe de una potencia abakuá, a cuya eje-cutoria libertadora se unieron blancos, algunoshasta jóvenes idealistas de la clase alta?

    Máximo Gómez. La Habana, Cuba. Fotografía de Paul Nie

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    La esclavitud, ya se sabe, impidióque la sacarocracia y su intelectualidadfueran independentistas. La sociedadesclavista convirtió a sus críticos, cuan-to menos, en locos, y cuanto más, enenemigos. José Antonio Saco, blanco,

    culto, brillante, siempre reformista ynunca independentista fue expulsadode su patria por atacar la trata escla-vista: era peligroso para el grupo quedetentaba el poder real. A este le im-portaba poco que «el ilustre bayamés»pensara la identidad cubana como algoexclusivo de los blancos y que compar-tiera su propia postura racista cuandoquería alejar a los negros y blanquearel país: la trata era parte inseparable dela esclavitud por ser su fuente esencial.El capitán general, Miguel Tacón, eje-cutor de la medida contra Saco, diríaaños después que su decisión había si-

    do impulsada por aquella camarilla. Las ideas deeste intelectual eran un riesgo para la instituciónesclavista y el profundo sistema de divisionesdominadoras que ella establecía para su sostén,aceptación y reproducción.

    Por consiguiente, y con más razón, el ne-gro, y el mulato por extensión, se conviertenen un peligro durante la época de la hegemo-nía plantadora, esclavista: el libre, porque eraun modelo para el esclavo, porque se conside-raba cubano y hacía patente sus capacidadeshumanas; el cimarrón, por rebelde; el esclavodoméstico, por su convivencia con los amos;el esclavo del ingenio, porque sin él no habíasistema productivo ni ganancias. Por tanto, elmiedo al negro, como se dijo desde entonces,paralizó la aspiración a la independencia eimpidió el éxito de los reformistas y, muchopeor, tendió a levantar una barrera racial, en laque el negro quedaba del lado negativo: la he-gemonía lo calificaba de vago, cruel, bárbaro,primitivo, salvaje, idólatra, animista, lascivo,

    bruto, atrevido, irrespetuoso, grosero, apesto-so, maleducado, etc. Y siempre se le atribuíaestar dispuesto a destruir a la Cuba blanca: aviolar a sus mujeres, a incendiar las propieda-des, a erradicar la cultura letrada.

    La esclavitud englobó como negros al escla-vo urbano y también al doméstico, no importadonde nació, cuál lengua hablaba, cuál religiónpracticaba, qué costumbres tenía. La esclavitudminimizó al mestizo, al mulato, y cuando eraobvio que su piel no era negra creó el eufemis-mo de gente de color para separarlo del blanco

    y a la vez para atraparlo en el deseo de serlesclavitud disminuyó social y culturalmenlibre de color, por ser de color, le quiso abatar su orgullo de criollo y cubano por vageneraciones, lo convirtió en persona peligy le quitó muchos de sus derechos civiles

    esclavitud, aún más, introdujo al culí chincondiciones de vida similares a las del neglo sometió a los mismos esquemas racistdiscriminatorios. Todo eso creó la falsedadnegro como unidad social para así justificracismo y la discriminación luego de termila esclavitud, y mantener esas patologías sles que aún se advierten entre nosotros. Hadel negro como categoría social, insisto, es explicable por las perspectivas y las lóracistas. La cultura cubana en todos los plano únicamente en lo artístico y literario

    mestiza —por cierto, como casi todas las turas— luego la identidad nacional tambiées. En rigor, la psicología social cubana eblanca como negra, o, si se quiere, tan espacomo africana, en el entendido de que hacecho tiempo que no es estrictamente españoafricana, sino justamente cubana porque yse manifiesta por los moldes que caracterizaquellas, si es que pudiera hablarse así. Ences, no queda más remedio que hacerse untería de preguntas que ponen en solfa mucmitos acerca de la identidad cubana.

    ¿Cuán españoles somos si los conquidores e inmigrantes no se consideraban eñoles? ¿Cuán españoles somos si buena pde los inmigrantes eran canarios, incorporaa la Corona mediante conquista en fecha cana a la llegada de Colón a América? ¿Casimilar bajo el término de negros a culttan diferentes como las de la actual Nigeride los numerosos países del África occideo de las regiones llamadas Congo en la éde la trata? Bajo el concepto de negros llegpersonas esclavas portadoras de diversas

    guas, religiones y costumbres; de culturasmadas recolectoras, rurales agrícolas y urbmercantiles y artesanales; de sociedadesorganizaciones primarias o de Estados fuey extensos territorialmente. Todos sufriepor igual la deculturación consciente delplotador sistema esclavista. Así, pues, dnuestras raíces múltiples tras la conqu¿cuán hispanocubanos o afrocubanos som

    Se explica, por tanto, por qué considero la manifestación plena de la identidad nac—para la que, sin dudas, la plantación escla

    Ingenio El Progreso. Marques de Arcos. EduardoLaplante.Los ingenios (1857) de Justo GermánCantero.

    El Palacio del Marqués de Arcos antes de surestauración. La Habana, Cuba. Fotografía de José Gomariz.

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    fue una retranca en todos sentidos— exigía, enlas condiciones continentales y mundiales deentonces, el cese del colonialismo y el paso alestado-nación junto con el fin de la esclavitud:en Cuba se fue extendiendo la conciencia, en-tre quienes se consideraban patriotas, que la

    abolición era un acto de dignidad humana, porencima inclusive de la significación económicade la esclavitud.

    Pero ese proceso cultural y de identidadhacia la nación fue multirracial, o, mejor, tanmestizado en la cabeza, los sentimientos yla voluntad de quienes se iban considerandocubanos como el que iba ocurriendo en lapiel de muchos. Por eso la Revolución del 68dio paso incontenible a la nacionalidad paratodos, a pesar de que en más de una ocasióny de que en más de una de sus personalidades

    quisiesen limitar en algún sentido la presenciao la relevancia de la gente de color.Bastante se ha estudiado lo que muchos

    historiadores han llamado la radicalizaciónde aquella revolución, justamente a partir desus posturas ante la esclavitud. Sabemos cómolas dirigencias revolucionarias de Camagüeyprimero, y de la República en Armas luego,dictaminaron la abolición, y cómo la Cons-titución de Guáimaro declaró iguales a todoslos cubanos. Quizás se requiera profundizarmás en el conjunto histórico que fue impul-

    sando los debates en torno al asunto y a lasdecisiones tomadas. Hay que examinar más afondo los liderazgos regionales civiles y mili-tares de los patriotas, en un país que aprendíaa ser nación con aquella guerra de liberación.Tras los liderazgos regionales sabemos bienque había intereses, a veces en pugna.

    Hay que estudiar más al liderazgo militar,no solo porque fue decisivo en aquellas con-diciones bélicas y en más de uno de los mo-mentos capitales de la revolución, sino porquesu desarrollo fue mucho más democrático

    que el de los órganos de gobierno. La pre-sidencia y la Cámara siempre estuvieron enmanos casi absolutas de los terratenientes ysus ideólogos; el Ejército, sin embargo, pro-pició el ascenso de personas de las clases máshumildes. Es cierto que el campesino mulatorelativamente acomodado Antonio Maceoderrochó más heroicidad, talento y espíritupatriótico que muchos otros jefes blancos,pero llegó a mayor general durante la primeracontienda, a pesar de todos los prejuicios ra-ciales. Y no fue caso de excepción: numerosos

    hombres «de color,» muchos pertenecientesa esa especie de pequeña burguesía agrariade la que también salió Maceo, fueron ofi-ciales y jefes, todavía de manera más notabledurante la Guerra de 1895, cuando hubonegros y mulatos en los mandos del Ejército

    Libertador desde Oriente hasta Occidente.Se ha de comprender mejor los procesosformadores de esos liderazgos militares —deindudable alcance político— individual y co-lectivamente, para atrapar mejor el cambio deconciencia que se iba produciendo, y las verda-deras ideas que movían a los patriotas. Comohay que tratar de entender el imaginario delsoldado, de la tropa libertadora. Son frecuenteslos testimonios, tanto del bando mambí comodel colonialista, que indican que buena parte—a veces se dice que hasta la mayoría— de los

    soldados eran de color en ambas contiendas.¿Qué pensaban, qué querían, por qué lu-chaban aquellos hombres y mujeres, muchos deellos antiguos esclavos? Gracias a Miguel Bar-net tenemos el testimonio del cimarrón EstebanMontejo, quien fue un héroe sin siquiera imagi-narlo. Hay que aprender a buscar en las fuentesescritas escasamente rastreadas como en losdiarios de soldados y clases que se conservan enarchivos y en manos particulares. Hay que elu-cidar en la memoria histórica traspasada a loshijos y a los nietos. Hay que buscar su palabra

    allí donde no la pudieron escribir, porque mu-chos ni sabían hacerlo: en las documentacionesde sus jefes, en las de sus enemigos del Ejércitoespañol, en las de los periodistas y observadoresque pasaron por los campamentos mambises.Hay que buscar sus impulsos y sus querenciasen los documentos menos tradicionales co-mo, por ejemplo, las imágenes fotográficas: laposición de los retratados muestra categoríassociales; la presencia numerosa de negros enlos grupos de mambises, así como las ropasque aquellos visten, las armas que portan y si

    montan cabalgadura nos puede decir mucho deaquella realidad. Hay que revisar los archivosde los centros de veteranos que se constituye-ron en casi todas las localidades cubanas.

    Entonces empezaremos a acumular nue-vos saberes y a explicarnos algunas maravillasque ahora nos sorprenden. ¿Cómo la tropa de José Maceo vibró de entusiasmo con la pala-bra de José Martí, a quien nunca antes habíanvisto, y lo aclamó presidente? Y también esnecesaria la pregunta desde otro ángulo: ¿porqué un joven blanco de familia rica insistía en

    Antonio Maceo. Schomburg Centefor Research in Black Culture. ThNew York Public Library DigitCollections. 1900.

    Monumento a Antonio Maceo.La Habana, Cuba. Fotografía dePaul Niell.

  • 8/18/2019 America-Sin-Nombre_19_13. Raza y Color en Cuba

    8/8120

    Raza y color: el dilema cubano PEDRO PABLO RODRÍGUEZ

    América sin nombre , no 19 (2014) 113-120

    ser escogido para integrar la escolta o el EstadoMayor de Antonio Maceo durante la Guerra deIndependencia, a sabiendas de que aquella posi-ción era de las más riesgosas dada la proverbialintrepidez de aquel jefe?

    Es evidente, y parece que nadie lo discute,

    que entre 1868 y 1898, y sobre todo despuésdel 24 de febrero de 1895, se debilitaron los pre- juicios raciales y las barreras para los cubanosnegros dentro del movimiento patriótico. Hayque hurgar más aún en ese proceso, estudiar losproyectos de república, las ofertas que el movi-miento patriótico hacía y los deseos de aquelloscubanos negros, entre los que aún eran aprecia-bles los africanos, entre los que hubo esclavosque alcanzaron su libertad entonces, entre losque hubo trabajadores, artesanos y campesinos.

    Y no veamos la historia de una sola parte.Recuérdese que cuando Máximo Gómez in-vadió la comarca de Guantánamo en 1871 losindios de Yateras y los esclavos de muchos ca-fetales tomaron las armas para defender las po-sesiones de sus amos. Y que algunos intelectua-les negros argumentaron desde sus periódicosdurante los años 80 del siglo XIX, del pasadosiglo, que sería el colonialismo español el quegarantizaría los derechos civiles del negro. Todoparece indicar que fueron grupos minoritarios,pero ello nos muestra, como siempre en la his-toria, que es mejor hablar de tendencia y no deabsolutos y que la dominación abarca tambiénla mente, las representaciones, las aspiracionesy, los deseos y los sentimientos de los domina-dos, muchos de los cuales pueden llegar hasta adefender el sistema que los domina.

    Ello ocurre no por espontaneidad, sino porla propia dominación. Al esclavo, al negro, a lapersona de color se le trata de inculcar que susituación es la que debe ser, bien por razonesnaturales o divinas, bien porque las ciencias(la biología, la antropología, la sociología, lapsicología, la historia) explican la superioridaddel blanco, ya mental, ya organizacional, yahistórica, ya civilizatoria. Más aún cuando enla Cuba de mediados del siglo XIX, ante elencarecimiento del esclavo africano, los amoscuidaron más de su salud, y en las plantacionesmás de uno buscó incentivarlo con el permisode que cultivara un conuco y se apropiara de suscultivos, y hasta de que se casara y pudiera llegara comprar la libertad de su hijo.

    El análisis del negro y el mulato en Cuba,en cualquiera de sus diversas facetas, ha dedesprejuiciarse del racismo: del explícito, delimplícito, del inconsciente. Los reclamos y

    debates que se han estimulado en los últiaños, como expresión de los hábitos arraigen la psicología social y en el inconscientelos desequilibrios y reajustes de la socicubana tras los años noventa del siglo pasque han provocado el aumento de las diferen

    sociales y el resurgimientos del racismo y lacriminación asociada que buscan sibilinam justificarse por esas condiciones.

    El estudioso debe evitar, a mi juicio, dejganar por la conmiseración ante la injustifimaldad de la esclavitud y sus secuelas y sevado por sus simpatías a posturas acríticas acontecimientos y personas. ¿Cómo explic juzgar desde esos términos el movimientovindicador, por ejemplo, ya en la repúblicalos Independientes de Color? ¿Basta con señese inobjetable propósito de equidad social justificar todos y cada uno de los actos de amovimiento y de sus principales dirigen¿Se puede separar el analista de las condicde un país bajo la amenaza permanente deintervención de Estados Unidos, cuyo derese reconocía en la propia Constitución cubde 1902 con la Enmienda Platt? ¿Por qué nrevisan las opiniones de los patriotas digmuchos de ellos negros, que se opusieronprotesta armada y que también condenaroatroz matanza ejecutada por el ejército y onada por el gobierno? Al igual que el historiactual se cuestiona y somete a juicio rigurosactos de los fundadores del 68, por ejemploque ello implique disminuir esa condiciófundadores, lo mismo ha de hacerse con cquier otra personalidad histórica o hecho.

    El pasado, sobre todo los largos procehistóricos, han de estar sometidos siemprrigor analítico, precisamente por sus caraccontradictorios, contrapuestos, disímiles, vdos. Desde luego, hay un elemental imperaético que ha de guiar al estudioso en estos tde raza y color: rechazo sin concesiones al rmo y la discriminación, y a sus causas histó

    y sociales, como la esclavitud. Y, por ello mo, se ha de aguzar la mirada para escapalas trampas que nos tienden el saber cotidilas mentalidades establecidas, lo que resulttural porque ha sido impuesto por las relacisociales de dominación, inclusive a su prcrítica. Seguramente, así se contribuirá ma esa construcción sistemática de la nacióidentidad y la cultura cubanas.

    Fecha de recepción: 30/04/2014Fecha de aceptación: 07/10/2014