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AMERINDIA Nº 1 Si quieres aprender, enseña.Cicerón 1

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Revista Amerindia

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AMERINDIA N 1

Y pas noms.

L

os poderosos de siempre han decidido cerrar las comunidades de msn a partir del mes de febrero del 2009 por ende las pginas de Historia Argentina 1, 2 y 4 han de ser cerradas. Perderemos as un espacio construido desde hace varios aos para que, tanto alumnos como docentes, pudieramos comunicarnos y difundir libremente conocimientos y saberes.Qu hacer? Resignarnos es aceptar derrotas as que buscamos alternativas y esta ha de ser una de ellas. Esta nueva publicacin nos permitir mensualmente ponernos en contacto y cumplir las metas trazadas de generar espacios de cultura libre.Esperamos sea de su agrado.Correo de lectores:

POR PRIMERA VEZ, EN UN CENTRO DE FORMACIN DOCENTE OFICIAL Y DENTRO DEL TERRITORIO DE LA REPBLICA ARGENTINA, SE ABRE UN ESPACIO DE EDUCACION INTERCULTURAL BILINGE.EL CONSEJO DIRECTIVO DEL INSTITUTO SUPERIOR DEL PROFESORADO 'DR.JOAQUIN V.GONZALEZ' EN BASE AL PROYECTO ELABORADO POR LA CTEDRA DE PREHISTORIA Y ARQUEOLOGA -Comisiones 'B'-'C' y 'D', EL CENTRO DE INVESTIGACIONES PRECOLOMBINAS Y LA ASOCIACION INDIGENA 'ARTE, CULTURA Y EDUCACION', ARESUELTOINCORPORAR LA CATEDRA LIBRE 'HISTORIA DE LOS PUEBLOS ORIGINARIOS', QUE FUERA AVALADO POR LA JUNTA DEPARTAMENTAL DE HISTORIA DE LA INSTITUCIN. EL MARTES 4 DE NOVIEMBRE A LAS 20 HS. SE REALIZAR LA INAUGURACIN SIMBLICA DE DICHA CTEDRA EN EL SALN DE ACTOS, SITO EN AV.RIVADAVIA 3577.SE INVITA A PARTICIPAR DEL EVENTO EN EL QUE SE EXPONDRAN LOS LINEAMIENTOS Y OBJETIVOS DEL PROGRAMAQUE SE IMPLEMENTAREN FORMA INTERACTUADA ENTRE DOCENTES,INVESTIGADORES Y HERMANOS ORIGINARIOS, A PARTIR DEL CICLO LECTIVO 2009.DESDE LAS AGRUPACIONES ESTUDIANTILES 'ANDRESITO' Y 'F.P.DARIO SANTILLAN', SE CONVOCA A PARTICIPAR A TODOS LOS ESTUDIANTES DEL DEPARTAMENTO DE HISTORIA, DE LA APERTURA DE UN ESPACIO QUE FAVORECER EL DEBATE, LA REFLEXION QUE NOSPERMITA CONSOLIDARLA EDUCACIN BILINGE DENTRO DE LA DOCENCIA OFICIAL, HACIA UNA PERPECTIVA DE INVESTIGACION Y CONCIENTIZACION DE LA 'HISTORIA DE LOS VENCIDOS'. SE AGRADECER SU DIFUSINRicardo Oscar Boserup

12 de octubre, el "descubrimiento" de Amrica y la historia oficial...

Eduardo Galeano

Otra santa ms para la guerra

Jos lvarez Junco

Constitucin de 1812, liberalismo hispano y cuestin americana, 1810-1837

Manuel Chust

Maravilla y Exotismo: algunos ejemplos de las Crnicas de Indias

Ana Mara Morales

El pensamiento Latinoamericano

Freddy Quezada; Guillermo Gmez

12 de octubre, el "descubrimiento" de Amrica y la historia oficial...

Por: Eduardo Galeano. Brecha

Fecha de publicacin: 10/10/05

Cristbal Coln descubri Amrica en 1492? O antes que l la descubrieron los vikingos? Y antes que los vikingos? Los que all vivan, no existan?

Cuenta la historia oficial que Vasco Nez de Balboa fue el primer hombre que vio, desde una cumbre de Panam, los dos ocanos. Los que all vivan, eran ciegos?

Quines pusieron sus primeros nombres al maz y a la papa y al tomate y al chocolate y a las montaas y a los ros de Amrica? Hernn Corts, Francisco Pizarro? Los que all vivan, eran mudos?

Nos han dicho, y nos siguen diciendo, que los peregrinos del Mayflower fueron a poblar Amrica. Amrica estaba vaca?

Como Coln no entenda lo que decan, crey que no saban hablar.

Como andaban desnudos, eran mansos y daban todo a cambio de nada, crey que no eran gentes de razn.

Y como estaba seguro de haber entrado al Oriente por la puerta de atrs, crey que eran indios de la India.

Despus, durante su segundo viaje, el almirante dict un acta estableciendo que Cuba era parte del Asia.

El documento del 14 de junio de 1494 dej constancia de que los tripulantes de sus tres naves lo reconocan as; y a quien dijera lo contrario se le daran cien azotes, se le cobrara una pena de diez mil maravedes y se le cortara la lengua.

El notario, Hernn Prez de Luna, dio fe.

Y al pie firmaron los marinos que saban firmar.

Los conquistadores exigan que Amrica fuera lo que no era. No vean lo que vean, sino lo que queran ver: la fuente de la juventud, la ciudad del oro, el reino de las esmeraldas, el pas de la canela. Y retrataron a los americanos tal como antes haban imaginado a los paganos de Oriente.

Cristbal Coln vio en las costas de Cuba sirenas con caras de hombre y plumas de gallo, y supo que no lejos de all los hombres y las mujeres tenan rabos.

En la Guayana, segn sir Walter Raleigh, haba gente con los ojos en los hombros y la boca en el pecho.

En Venezuela, segn fray Pedro Simn, haba indios de orejas tan grandes que las arrastraban por los suelos.

En el ro Amazonas, segn Cristbal de Acua, los nativos tenan los pies al revs, con los talones adelante y los dedos atrs, y segn Pedro Martn de Anglera las mujeres se mutilaban un seno para el mejor disparo de sus flechas.

Anglera, que escribi la primera historia de Amrica pero nunca estuvo all, afirm tambin que en el Nuevo Mundo haba gente con rabos, como haba contado Coln, y sus rabos eran tan largos que slo podan sentarse en asientos con agujeros.

El Cdigo Negro prohiba la tortura de los esclavos en las colonias francesas. Pero no era por torturar, sino por educar, que los amos azotaban a sus negros y cuando huan les cortaban los tendones.

Eran conmovedoras las leyes de Indias, que protegan a los indios en las colonias espaolas. Pero ms conmovedoras eran la picota y la horca clavadas en el centro de cada Plaza Mayor.

Muy convincente resultaba la lectura del Requerimiento, que en vsperas del asalto a cada aldea explicaba a los indios que Dios haba venido al mundo y que haba dejado en su lugar a San Pedro y que San Pedro tena por sucesor al Santo Padre y que el Santo Padre haba hecho merced a la reina de Castilla de toda esta tierra y que por eso deban irse de aqu o pagar tributo en oro y que en caso de negativa o demora se les hara la guerra y ellos seran convertidos en esclavos y tambin sus mujeres y sus hijos. Pero este Requerimiento de obediencia se lea en el monte, en plena noche, en lengua castellana y sin intrprete, en presencia del notario y de ningn indio, porque los indios dorman, a algunas leguas de distancia, y no tenan la menor idea de lo que se les vena encima.

Hasta no hace mucho, el 12 de octubre era el Da de la Raza.

Pero, acaso existe semejante cosa? Qu es la raza, adems de una mentira til para exprimir y exterminar al prjimo?

En el ao 1942, cuando Estados Unidos entr en la guerra mundial, la Cruz Roja de ese pas decidi que la sangre negra no sera admitida en sus bancos de plasma. As se evitaba que la mezcla de razas, prohibida en la cama, se hiciera por inyeccin.

Alguien ha visto, alguna vez, sangre negra?

Despus, el Da de la Raza pas a ser el Da del Encuentro.

Son encuentros las invasiones coloniales? Las de ayer, y las de hoy, encuentros? No habra que llamarlas, ms bien, violaciones?

Quizs el episodio ms revelador de la historia de Amrica ocurri en el ao 1563, en Chile. El fortn de Arauco estaba sitiado por los indios, sin agua ni comida, pero el capitn Lorenzo Bernal se neg a rendirse. Desde la empalizada, grit:

Nosotros seremos cada vez ms!

Con qu mujeres? pregunt el jefe indio.

Con las vuestras. Nosotros les haremos hijos que sern vuestros amos.

Los invasores llamaron canbales a los antiguos americanos, pero ms canbal era el Cerro Rico de Potos, cuyas bocas coman carne de indios para alimentar el desarrollo capitalista de Europa.

Y los llamaron idlatras, porque crean que la naturaleza es sagrada y que somos hermanos de todo lo que tiene piernas, patas, alas o races.

Y los llamaron salvajes. En eso, al menos, no se equivocaron. Tan brutos eran los indios que ignoraban que deban exigir visa, certificado de buena conducta y permiso de trabajo a Coln, Cabral, Corts, Alvarado, Pizarro y los peregrinos del Mayflower.

Otra santa ms para la guerra

Jos lvarez Junco

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o ha podido ser ms inoportuna la propuesta aprobada por la Conferencia Episcopal Espaola de que se reavive el proceso de beatificacin de Isabel la Catlica, iniciado por sus antecesores en tiempos de Franco y Po XII. Vivimos momentos de mxima gravedad en el conflicto israelo-palestino que envenenan diariamente judos ultraortodoxos y partidarios de la jihad islmica en su pugna por lugares y territorios que ambos consideran santos. En la India, en estos ltimos das, y tambin disputando por un lugar sagrado, hindes y musulmanes se han dedicado a quemar trenes atestados de gente (el fuego es un medio de liquidacin del adversario muy del gusto de las religiones, porque purifica, elimina cualquier resto de contaminacin malfica). Y desde Argelia hasta Manhattan, los fundamentalismos religiosos atizan el enfrentamiento entre pases y culturas, por si fueran pequeos los problemas de la modernizacin y de la dependencia. Las religiones, en resumen, estn demostrando ser un factor que agrava, ms que apacigua, los conflictos humanos. Y he aqu que el catolicismo, quiz por haber perdido algo de sus viejos fervores blicos, no ha desempeado un papel destacado en estas luchas recientes. Yo dira que por suerte para l. Los obispos espaoles, sin embargo, no estn contentos. Quieren participar.

La Iglesia eleva a alguien a los altares porque lo propone como modelo de conducta para los cristianos. Lo fue de verdad Isabel de Trastmara? Alcanz, para empezar, el trono de Castilla de una forma, cuando menos, polmica: disputndoselo a Juana, hija legtima, en principio, del rey Enrique IV y su segunda esposa, Juana de Portugal, y reconocida como heredera por las Cortes de Toledo de 1462. Pero Isabel, hermana del monarca, se apoy en las fracciones nobiliarias, siempre deseosas de socavar el poder real, y foment el rumor de que Juana era la Beltraneja, una hija adulterina de la reina, logrando al fin que fuera desheredada. Ello dio lugar, como se sabe, a una guerra civil, desarrollada en varias fases, antes y despus de la muerte de Enrique IV. Juana recibi el apoyo del rey de Portugal, su to Alfonso V, que pensaba desposarse con ella. Pero Isabel contraatac concertando su matrimonio con el prncipe heredero de Aragn, Fernando, y apresurndose a celebrarlo. Un obstculo se opona a las prisas de los contrayentes: que eran primos, lo que obligaba a pedir una dispensa papal que tardara meses en llegar. La dificultad se resolvi falsificando el documento, hecho sobre el que hay acuerdo unnime entre los historiadores y que espero los seores obispos no encuentren modelo recomendable de conducta (porque sera arrojar piedras contra su propio tejado). A partir de ah, se inici la fase definitiva de la guerra civil, que acab en 1479 con la victoria de Isabel y el bando aragons.

Hasta aqu, por tanto, no tenemos mucho de ejemplar en la vida de Isabel. Como aspirante al poder, no haba sido sino una hbil jugadora en el tablero poltico, sin ms escrpulos con la ley o con los derechos de los otros candidatos de los que mostrara un aventajado discpulo de Maquiavelo. Pero no es sta la principal razn por la que no deberan proponer su beatificacin, porque lo ms grave vino luego, cuando se convirti en reina y se gan el ttulo de Catlica.

Jos lvarez Junco es catedrtico de Historia del Pensamiento Poltico y los Movimientos Sociales en la Universidad Complutense. Su libro ms reciente es Mater Dolorosa. La idea de Espaa en el siglo XIX (Taurus, 2001).

http://www.sindioses.org/

Constitucin de 1812, liberalismo hispano y cuestin americana, 1810-1837Manuel Chust*

* Universitat Jaume I, Castelln, Espaa.

L

as Cortes, en Cdiz,1 van a aprobar dos trascendentales decretos en sus primeros das de sesiones: la libertad de imprenta y la soberana nacional. Detengmonos en este ltimo. Diego Muoz Torrero, diputado por Extremadura, intervino en la Cmara gaditana. Propona las bases originarias consustanciales a todo primer liberalismo: dotar de legitimidad a la representacin en las Cortes basada en la soberana que estaba depositada en la nacin.

La Cmara accedi a su propuesta. De inmediato intervino Manuel Lujn, tambin diputado por Extremadura, para sorpresa de la mayora de los diputados. En connivencia con Muoz Torrero, present un texto de once puntos que recoga detenidamente la iniciativa de ste, fundamentalmente: la legitimidad de los diputados como representantes de la nacin, de sus Cortes, el reconocimiento de Fernando VII como rey, la nulidad de la cesin de la corona en favor de Napolen, la divisin de poderes, la inviolabilidad de los diputados y el juramento de la regencia de todas estas declaraciones.

Comenzaba el liberalismo poltico a fundar, jurdicamente, el Estado-nacin. Nacan las Cortes y con ellas la revolucin espaola. Era la nacin, decan sus representantes, quien reconoca a Fernando VII como rey. Se haban invertido los parmetros legitimadores del Estado. Empezaba un cambio en la representacin y tambin en la soberana. Las Cortes de Cdiz, paradigma del liberalismo espaol. Nada nuevo podr pensar el lector.2

Representacin, legitimidad, soberana, s... pero en todos los territorios de la monarqua espaola! Incluidos los de Amrica y de Asia. La revolucin asuma la entidad territorial de la monarqua espaola, dotando a sus sbditos tambin de representacin y a sus territorios de derechos, al integrarlos en el nuevo Estado como provincias iguales.

Estos decretos van a provocar que en las Cortes de Cdiz se revelara una singular y doble problemtica. Por una parte, se estaba transformando jurdicamente el Estado.3 Es obvio: de la monarqua absoluta a la constitucional. Por otra, aconteci que el Estado-nacin que surga incluira a los territorios y los sbditos de toda la monarqua espaola en calidad de igualdad de derechos y de libertades convirtindolos, respectivamente, en provincias y en ciudadanos.

Este hecho, singular en la historia contempornea universal, no slo va a provocar un intenso, y a menudo agrio, debate entre los partidarios de las tesis absolutistas, por una parte, y los diputados liberales, por otra, sino tambin sobre el contenido de la nacin y, por ende, de su nacionalidad. Habr que remarcarlo.

As, iniciada la revolucin, sta implic no slo una lucha entre la soberana del rey frente a la soberana nacional en construccin, sino tambin una problemtica interna sobre el carcter y la nacionalidad triunfante de la nacin y sobre su divisin poltico-administrativa, lo cual supuso una subsiguiente cuestin sobre la unicidad de los mecanismos representativos que legitimarn la representacin de la nacionalidad y la soberana.

Se trataba para el liberalismo peninsular y americano de un drama, cambiar el Estado sin modificar su forma de legitimidad monrquica y hacer compatible hasta el antagonismo ms frontal, al menos inicialmente, monarqua y constitucin. El cambio era cualitativo en el contenido jurdico y poltico de Estado, pero no en su forma, la monarqua. Ello fue posible por la ausencia del rey. Un rey, deseado pero desconocido, dado que slo haba gobernado desde el 19 de marzo hasta el 10 de abril de 1808.

Pero remarquemos su significacin: se trataba de transformar el Estado absoluto en un Estado-nacin en donde los territorios coloniales pasaban a formar parte de ese mismo Estado. Un rey, Fernando VII,4 "el deseado" al menos en 1808, el "ausente" hasta 1813, el golpista de 1814, el constitucional obligado de 1820 y el conspirador de 1823. Pero, observemos, nunca el autonomista americano. Desvelemos las razones.

La monarqua y la clase nobiliaria resistieron a un liberalismo que atentaba contra sus privilegiados intereses tanto por la problemtica que supona la revolucin en la pennsula como por la prdida, que poda e iba a suponer tras los decretos y constitucin liberales, Amrica para la monarqua como patrimonio real. La cuestin americana para la corona no slo estaba representada por los movimientos insurgentes o por los deseos de apropiacin de las colonias por parte de Napolen, sino tambin por la aplicacin de los decretos y de la constitucin gaditana que van a plantear toda una nueva reformulacin del Estado, desde la igualdad de libertades hasta la de representacin, pasando por la poltica y la econmica.

DE IGUALDADES Y LIBERTADES

Sintticamente. El 15 de octubre de 1810 las Cortes declararon la igualdad de representacin y de derechos entre los americanos y los peninsulares, as como una amnista a los encausados por participar en la insurgencia. Comenzaba as a plantearse en la Cmara toda una serie de propuestas y reivindicaciones americanas5 que se traducirn, en bastantes ocasiones, en decretos encaminados a transformar la realidad colonial americana y en una clara apuesta por conseguir una autonoma de sus provincias dentro de la monarqua espaola. Esta igualdad supuso que cualquier decreto aprobado por la Cmara implicaba su proclamacin en Amrica. Ello va a condicionar al liberalismo peninsular a la hora de establecer medidas revolucionarias, pues en muchas ocasiones tenan presentes sus repercusiones en Amrica.

No obstante, los americanos tambin reclamarn decretos especficos como la abolicin del tributo indgena, de la encomienda, del reparto, de la mita, de la matrcula de mar y la libertad de cultivo, de comercio, de pesca, de industria e, incluso, de la abolicin del trfico de esclavos y de los hijos de esclavos,6 etctera.

Los decretos gaditanos fueron sancionados y puestos en vigor, con mayor o menor extensin en su momento, pero sin lugar a dudas tuvieron una amplsima repercusin y trascendencia durante las dcadas posteriores, tanto en la pennsula como en Amrica.

Hay que sealar que en este perodo histrico hubo una fluida comunicacin de informacin entre Amrica y la pennsula y viceversa.7 A travs de navos neutrales, ingleses o bajo pabelln espaol, circulaba la informacin sobre los acontecimientos en uno y otro continente. Cartas privadas, decretos, peridicos, el propio Diario de Sesiones de Cortes, panfletos, hojas volantes, correspondencia mercantil, literatura, obras de teatro, canciones patriticas, etctera. Hubo ideas, pero tambin hubo accin, dado que se convocaron procesos electorales municipales, provinciales y a Cortes y se verificaron las elecciones, lo cual provoc una intensa politizacin hispana en ambas realidades continentales.

Asimismo, el envo de numerarios por parte de consulados de comercio, dueos de minas, hacendados, recaudaciones patriticas, etc., al gobierno peninsular, fue constante e imprescindible para pagar la ayuda armada de los ingleses, as como el armamento de las partidas guerrilleras tras la derrota del grueso del ejrcito regular en la batalla de Ocaa. La guerra se gan, tambin y especialmente, con el dinero de las rentas americanas.8

La importancia de mantener Amrica dentro de la monarqua espaola fue tal que desde 1812, en plena guerra contra los franceses, se organizaron expediciones para combatir la insurgencia cuando la suerte de la guerra en la pennsula no slo era incierta sino que el ejrcito francs dominaba la mayor parte del territorio peninsular. Pero en esta relacin dialctica no slo hubo una interaccin entre el autonomismo en Amrica y las propuestas de los americanos en Cdiz. La insurgencia tambin se vio implicada en la revolucin hispana que se propona desde Cdiz al tener que superar conquistas liberales e incluso demcratas, tanto polticas como sociales, que los parlamentarios en la pennsula haban aprobando.

Y viceversa. Los diputados incorporaron conquistas y propuestas de los insurgentes. Los ejemplos son notorios, el sufragio universal que implic el derecho al voto de la poblacin india, la abolicin de las formas de trabajo coloniales como la encomienda, la mita, el tributo indio, el reparto, la declaracin de diversas libertades como la de imprenta, etctera.

Cuando las noticias de la disolucin de la Junta Central, la asuncin de la soberana por parte del Consejo de Regencia9 y la convocatoria de Cortes llegaron a Amrica, el movimiento juntero que ya se haba iniciado desde 1808 se extendi rpidamente con parmetros insurgentes por otros territorios americanos. El 22 de mayo en Buenos Aires, de parecidas caractersticas en Caracas, el 25 de ese mismo mes se levantaba el Alto Per, especialmente Quito. El 20 de julio lo haca Nueva Granada. El 16 de septiembre comenzaba la insurgencia popular de Miguel Hidalgo en Nueva Espaa, y el 18 de ese mes en Chile. En octubre, Quito lo volva a intentar por segunda vez, en esta ocasin con xito. La estrategia utilizada era similar a la peninsular. No se trataba de mimetizar lo acontecido en la pennsula. Ni mucho menos. El criollismo actuaba en la divergente realidad americana enfrentndose a la misma coyuntura que la pennsula y con la misma estrategia porque, salvando las distancias, las instituciones de poder absoluto eran similares y la coyuntura tambin. Las Juntas americanas se intitulaban "Defensoras de los Derechos de Fernando VII", al tiempo que no reconocan en la regencia un poder soberano ni legtimo ni tampoco que ste pudiera estar depositado en la formacin de las futuras Cortes. Desde la teora del neoescolasticismo suareciano, los intelectuales orgnicos americanos justificaban su estrategia mediante la tesis del pacto traslatii, por el cual se justificaba el derecho de un pueblo a ser soberano cuando la autoridad del monarca hubiera desaparecido temporalmente. Exactamente igual que sus homnimos peninsulares a la hora de justificar su reunin en las Cortes.

Restaba un ltimo actor: Napolen. ste iba a utilizar la misma tctica empleada en la creacin de nuevos Estados, en la divisin de antiguos y en el mantenimiento de otros con la sustitucin de dinastas absolutistas y su reemplazo por la napolenica que estaba creando con su familia y con sus generales de mxima confianza. Adems, Napolen tena un precedente. Haca escasamente poco ms de cien aos se haba producido un cambio de dinasta en la monarqua espaola, de los austrias se pas a los borbones, lo cual ocasion una guerra de sucesin en la pennsula desde 1707, pero ni un solo movimiento insurgente en los otros territorios de la monarqua, los americanos. Por qu iba a acontecer ahora? Los tiempos eran otros, claro.

Ello comportaba que la nueva legitimidad francesa, de triunfar, conllevara la incorporacin de todo el imperio al nuevo estado josefino. Ah radica la gran importancia de la estrategia napolenica. De ah la insistencia de abortar cualquier salida hacia a Amrica de la familia real, de ah el consentimiento, en el Tratado de Fontainebleau, de que Carlos IV asumiera el ttulo de Emperador de las Amricas. De ah, tambin, la incorporacin al sistema representativo y normativo en la Carta de Bayona de los territorios y de los ciudadanos criollos.10 Es cierto, Bayona se adelant a Cdiz. Y a la Junta Central no le qued ms remedio que incluir los territorios americanos en sus "Instrucciones para la convocatoria de elecciones". Estrategia napolenica que se basaba en el valor simblico, religioso, mental e imaginario que para el pueblo, la burguesa y la nobleza, las instituciones estatales, civiles, eclesisticas y militares representaba la monarqua como ente legitimador de todo el Estado. No obstante, le restaba el otro signo de identidad: la religin. Napolen empezaba a perder la batalla. Incluso hacindose coronar Emperador por el Papa.

UNA CONSTITUCIN PARA DOS CONTINENTES

Estas cuestiones se debatieron y de qu forma! en el texto constitucional. El artculo 1 es toda una definicin de las intenciones hispanas del cdigo doceaista. El captulo I se titulaba "De la nacin espaola". Su artculo 1 se redact en estos revolucionarios e hispanos trminos:

"La nacin espaola es la reunin de todos los espaoles de ambos hemisferios".

Establecida la soberana de la nacin, restaba ahora definir constitucionalmente los trminos nacionales y el nacionalismo de esa nacin. La comisin present una redaccin con contenidos hispanos "los espaoles de ambos hemisferios" de la concepcin de la nacin espaola.

No obstante hubo oposicin. Provino de los sectores absolutistas que se resistan a un Estado constitucional. Habr que recordar otra de las singularidades de estas Cortes, en donde una parte de sus componentes son abiertamente hostiles a cualquier frmula constitucional y nacional. Pero tambin hubo oposicin por parte del novohispano Jos Miguel Guridi y Alcocer, que parta de una concepcin diferente de nacin al identificarla con el concepto de Estado-nacin. El novohispano propuso la siguiente redaccin:

"La coleccin de los vecinos de la Pennsula y dems territorios de la Monarqua unidos en un Gobierno, sujetos una autoridad soberana".11

Para el diputado novohispano, los vnculos de unin entre Amrica y la pennsula ya no residan, como para el diputado por Lima, Ramn Feliu, en la monarqua sino en el gobierno, independientemente de la forma de Estado que tuviera. No slo dijo que le desagradaba la palabra espaola12 para definir a esta nacin, planteando as directamente reparos a un nacionalismo excluyente espaol, sino que argument su propuesta desde planteamientos federales. stas eran sus sugestivas y polmicas, para la mayor parte de la Cmara, palabras:

"La union del Estado consiste en el Gobierno en sujecion una autoridad soberana, y no requiere otra unidad. Es compatible con la diversidad de religiones, como se ve en Alemania, Inglaterra, y otros pases, con la de territorios, como en los nuestros, separados por un inmenso Ocano; con la de idiomas y colores, como entre nosotros mismos, y aun con la de naciones distintas, como lo son los espaoles, indios y negros. Por qu, pues, no se ha de expresar en medio de tantas diversidades en lo que consiste nuestra union, que es en el Gobierno?".13

La propuesta de Guridi y Alcocer fue rpidamente combatida. El debate se desliz hacia la acritud. El liberalismo peninsular reaccion reforzando sus planteamientos monrquicos y centralistas. Aqu es donde empezamos a descubrir las razones de ciertos tpicos historiogrficos que sitan sistemticamente al liberalismo gaditano en clave in nata centralista, sin llegar a una explicacin convincente.

Intervino Antonio Oliveros, cannigo de la colegiata de San Isidro en Madrid, diputado por Extremadura y uno de los lderes del liberalismo peninsular:

"La definicin de la Nacin espaola es muy general (...) en esta se expresa que la Nacin es la reunion de todos los espaoles de ambos hemisferios, las familias particulares que estn reunidas entre s, porque jams hubo hombres en el estado de naturaleza; y si hubiera alguno, nunca llegara al ejercicio de su razon: estas familias se unen en sociedad, y por eso se dice reunion. Es una nueva union y ms intima que antes tenian entre s: y de los espaoles de ambos hemisferios, para expresar que tan espaoles son los de Amrica como los de la Pennsula, que todos componen una sola Nacin. Esta Nacion; Seor, no se est constituyendo, est ya constituida; lo que hace es explicar su Constitucin, perfeccionarla y poner claras sus leyes fundamentales, que jams se olviden, y siempre se observen".14

Oliveros no asumi el reto de Guridi y Alcocer. Se mantuvo en los niveles discursivos de la concepcin cultural del trmino nacin, pero no de Estadonacin. Con esta estrategia eluda el debate de la soberana, de su depositario/a, de su/s poseedor/poseedores y de la forma y organizacin del Estado. Nada ms y nada menos.

Sin embargo la cuestin oblig al liberalismo peninsular a posicionarse: una sola soberana y en la nacin. Por el contrario para la mayor parte de los autonomistas americanos y algunos foralistas, diputados por las provincias de la antigua Corona de Aragn, la soberana era divisible y deba recaer, adems de en la nacin, en otras instituciones constitucionales que representaban entidades territoriales provinciales y locales. Pensaban en la diputacin provincial.

Respecto al artculo 2 la redaccin que se present fue la siguiente:

"La nacin espaola es libre e independiente, y no es ni puede ser el patrimonio de ninguna familia ni persona".

La mayor parte de los estudios referidos al texto constitucional interpretan este artculo como una declaracin doctrinal del liberalismo frente al absolutismo. Sin embargo, desde una ptica de anlisis hispano la interpretacin del artculo 2 tiene otra dimensin. Las antiguas colonias ultramarinas, sus ciudadanos y sus diputados en estas Cortes, a propsito de este artculo proclamaban su satisfaccin por quedar desligados de la soberana real. Los americanos lo aprobaron unnimemente. sta era, para ellos, su significacin.

Se present a la Cmara el artculo 3. Esta vez s que hubo discusin. La comisin de constitucin elabor la siguiente redaccin:

"La soberana reside esencialmente en la Nacin, y por lo mismo le pertenece exclusivamente el derecho de establecer sus leyes fundamentales, y de adoptar la forma de gobierno que ms le convenga".15

El artculo 3 conclua la triloga de la nacin y su soberana. Tampoco hubo consenso entre el liberalismo hispano. Guridi y Alcocer volvi a romperlo. En esta ocasin el diputado por Tlaxcala propuso que adems de "esencial" se incluyera el concepto "radical". No fue aceptada su propuesta. No obstante Guridi y Alcocer fue persistente. Trece aos despus lo volver a intentar y a conseguir, en la discusin del Acta Federal mexicana de 1824. En esta ocasin su propuesta triunfar, pero en un Mxico republicano y federal.

La discusin ms escabrosa estaba por llegar. La comisin de constitucin, con el propsito de preservar el texto constitucional, redact una ltima frase que desat una dura y agria polmica pues agregaba "y de adoptar la forma de gobierno que ms le convenga". Es decir, la soberana no slo resida en el conjunto de los "espaoles de ambos hemisferios", tal y como haba proclamado el artculo 1, sino que adems se reservaba el derecho de mantener o no el sistema monrquico como forma de Estado. La alternativa, en estos momentos histricos, slo era la repblica.

Aconteci una fractura en el liberalismo hispano. Ciertamente era una cuestin central. Lo paradjico, y aqu habr que volver a insistir en desentraar algunos tpicos, es que la defensa del artculo, tal y como lo propuso la comisin, corri a cargo de Agustn Argelles. ste, que haba salido varias veces a la tribuna para declarar su fidelidad al sistema monrquico, tras las reivindicaciones autonomistas y federales de los americanos, intervino categricamente a favor de mantener esta redaccin como defensa constitucional frente a veleidades absolutistas del monarca.

Los liberales ms moderados se opusieron. Felipe Aner, diputado cataln, no dudaba en declarar que:

"El Congreso oye todos los das la lamentable confusin de principios en que se incurre, que con tal que en Espaa mande el Rey, las condiciones limitaciones se miran como punto totalmente indiferente. Se supone con facilidad que la forma monrquica consiste nicamente en que uno solo sea el que gobierne, sin echar de ver que este caracter le hay tambien en el Gobierno de Turquia. Y cuando se habla de trabas y restricciones, al instante se apela que se mina el Trono, y se establecen repblicas y otros delirios y aun aberraciones del entendimiento.

(...) Por lo mismo, la comision ha querido prevenir el caso de que si por una trama se intentase destruir la Constitucin diciendo que la Monarqua era lo que la Nacin deseaba, y que aquella consista solamente en tener un Rey, la Nacin tuviese a salvo el derecho de adoptar la forma de gobierno que ms le conviniere, sin necesidad de insurrecciones ni revueltas."16

Finalmente este texto no fue aprobado por la Cmara. Ser la primera y ltima vez que Argelles pierda una votacin en los debates del texto constitucional.

SOBERANA Y TERRITORIO

La problemtica soberana hispana/soberano continu en los debates constitucionales. El liberalismo doceaista se iba conformando con contradicciones. El captulo I del ttulo II llevaba un sugestivo ttulo: "Del territorio de las Espaas". Con ello se dejaba patente la diversidad de territorios que componan la monarqua espaola o "las Espaas". Pero el contenido haba cambiado. Ya no eran territorios privilegiados los que integraban la monarqua absoluta en un complejo entramado de seoros, provincias, ciudades, reinos, virreinatos y capitanas generales. Ahora los territorios que integraban "las Espaas" presentaban una aparente homogeneidad administrativa: la igualdad de derechos, de representacin y la divisin en una unidad territorial como era la provincia regida por una institucin poltica administrativa como la diputacin.

Los criterios de la divisin de los territorios quedaron en evidencia a favor de los peninsulares en la redaccin del artculo 10. Solventadas las reivindicaciones de los representantes "serviles" que reclamaban la incorporacin de entidades privilegiadas,17 un segundo frente de batalla se abri. Esta vez la oposicin provino de los americanos. La inici el diputado por Mrida de Yucatn, Miguel Gonzlez Lastiri al reclamar la presencia de su provincia en la divisin constitucional. Tras exponer detenidamente sus razones, la propuesta fue admitida a discusin. Fue slo el principio pues los representantes de Cuzco y Quito tambin se sumaron a la reivindicacin de Yucatn.

Nuevamente el problema americano volva a plantearse en el debate constitucional. Qu territorios componan "las Espaas"? La nomenclatura estableca que junto a los peninsulares se encontraban los americanos. La primera consecuencia es que el nuevo Estado naca con parmetros hispanos. Sin embargo, esta divisin territorial era desigual. Los territorios peninsulares eran diecinueve mientras que para toda Amrica del Norte y del Sur la divisin se estableci en quince. Dnde estaba la igualdad provincial/territorial que adems comportaba la de representacin? Incluso las reivindicaciones americanas provocaron que la comisin de redaccin de la Constitucin se viera imposibilitada para decidir el criterio adoptado en esta nueva divisin. La problemtica se solvent con una solucin insospechada para un Estado-nacin que se estaba constituyendo: la redaccin de otro artculo complementario como el 11. Este artculo aplazaba el problema hasta el triunfo de la guerra en la pennsula y de la derrota de la insurgencia en Amrica. Con ello se evidenciaba que el nuevo Estado era incapaz, por el momento, de dotarse constitucionalmente de una divisin satisfactoria. sta era la redaccin del artculo 11:

"Se har una divisin ms conveniente del territorio espaol por una ley constitucional, luego que las circunstancias polticas de la Nacin lo permitan".

Pero cul era la estrategia de los peninsulares? Por qu esta manifiesta desigualdad provincial? La divisin territorial supona una divisin administrativa y poltica, la creacin de diputaciones provinciales que aglutinaran el control y poder econmico y poltico de las provincias y fueran, supuestamente, un referente para el Estado centralista que los diputados peninsulares proyectaban.

Pero sta no era la estrategia de los americanos. stos, Miguel Ramos de Arizpe al frente, confiaban en esta institucin provincial como el rgano capaz de gestionar un autonomismo econmico y soberano en lo poltico. Se basaban en que las instituciones electivas tambin eran depositarias de soberana. As, esta divisin territorial supona tambin para los americanos una diversidad de soberanas? Eso era al menos lo que pretextaron, como veremos ms adelante, los liberales peninsulares para oponerse a las pretensiones autonomistas y descentralizadoras de los americanos.

Diego Muoz Torrero, por parte del liberalismo peninsular, argumentaba:

"Estamos hablando como si la Nacin espaola no fuese una, sino que tuviera reinos diferentes. Es menester que nos hagamos cargo que todas estas divisiones de provincias deben desaparecer, y que en la Constitucin actual deben refundirse todas las leyes fundamentales de las demas provincias de la Monarqua, especialmente cuando en ella ninguna pierde. La comision se ha propuesto igualarlas todas; pero para esto, lejos de rebajar los fueros, por ejemplo, de los navarros y aragoneses, han elevado ellos los andaluces, los castellanos, etc... igualndolos de esta manera todos para que juntos formen una sola familia con las mismas leyes y Gobierno. Si aqu viniera un extranjero que no nos conociera, diria que haba seis o siete naciones. La comision no ha propuesto que se altere la division de Espaa, sino que deja facultad las Crtes venideras para que lo haga, si lo juzgaren conveniente, para la administracion de justicia, etc. Yo quiero que nos acordemos que formamos una sola Nacin, y no un agregado de varias naciones".18

Se constitua el Estado-nacin y lo haca desde parmetros hispanos. Este hecho, trascendental y sin precedentes en la historia universal, problematizar tanto la historia contempornea de Amrica como la espaola. Pero... cmo organizar un Estado cuando sus dimensiones territoriales eran transocenicas? Qu es lo que haba cambiado o comenzaba a cambiar desde el plano jurdico-poltico? Los territorios no pertenecan ya al soberano y por ende tampoco su soberana. Ahora los territorios, antiguas colonias y metrpoli, constituan un solo Estado-nacin. La soberana, en un alarde de teoricismo liberal centralista, corresponda a la nacin. Soberana y nacin que se presentaban indivisibles, nicas y cuya legitimidad tan slo eran las Cortes y su sistema representativo electoral.

Aconteci que los diputados americanos, especialmente los novohispanos, proponan otra alternativa a esta concepcin de la soberana nacional y por ende del Estado-nacin. Resida en una divisin de la soberana en tres niveles: municipal, provincial y nacional. Supona ello un federalismo? Al menos se aproximaba.

Otros artculos fueron especialmente significativos, como el 22 y el 29. Por el primero, se excluir a los mulatos de la nacionalidad espaola derechos civiles mientras que por el segundo artculo se les privar de la condicin de ciudadanos, es decir, del derecho poltico por lo que no slo carecan de voto sino que tambin fueron excluidos del censo electoral. Esta medida fue una estrategia de los peninsulares para reducir el nmero de diputados americanos ya que la ley electoral planteaba un sufragio universal proporcional a la poblacin, ya que la pennsula tena entre 10 y 11 millones y Amrica entre 15 y 16. As, los representantes peninsulares se aseguraban un nmero de diputados peninsulares similar a los americanos al excluir a casi seis millones de castas de los derechos polticos.

Como no poda ser de otra forma, todos estos planteamientos autonomistas y descentralizadores de los americanos desembocaron en la discusin de los artculos referentes a los ayuntamientos y a las diputaciones. Era en estas instituciones en donde los americanos depositaban buena parte de sus aspiraciones descentralizadoras para consumar su autonomismo. De la misma forma que los planteamientos autonomistas americanos provocaron que los liberales peninsulares reaccionaran y plantearan las diputaciones como unas instituciones encaminadas a reafirmar el centralismo. La dialctica centro/periferia segua presente en la creacin del Estado-nacin. Pero era una dialctica, fundamentalmente, entre un nacionalismo peninsular y otro americano.

Dos fueron los puntos de conflicto en la organizacin de ambas instituciones. En primer lugar los americanos conceban, desde su tctica poltica, a ambas instituciones, diputaciones y ayuntamientos, como asambleas representativas, dado su carcter electivo y, por lo tanto, depositarias de parte de la soberana. As, el liberalismo autonomista americano enunci todo un discurso que propona la descentralizacin de la representacin, cuestionaba la centralizacin de la soberana y, por lo tanto, del poder. Florencio Castillo, diputado por San Jos de Costa Rica, era claro en sus manifestaciones:

"Si las Crtes representan la Nacin, los cabildos representan un pueblo determinado".19

Y, respecto a la representatividad de los diputados provinciales, la intervencin de Jos Miguel Guridi y Alcocer:

"Yo tengo a los diputados provinciales como representantes del pueblo de su provincia, cuando hasta los regidores de los ayuntamientos se han visto como tales aun antes de ahora. Unos hombres que ha de elegir el pueblo, y cuyas facultades les han de venir del pueblo de las Cortes, que son la representacion nacional, y no del poder ejecutivo, son representantes del pueblo".20

La descentralizacin autonomista que los americanos reivindicaron tanto en el poder local, ayuntamientos,21 como desde el poder provincial, diputaciones, supona una asuncin de la soberana que no tena que ser, necesariamente, nacional, sino tambin local y provincial. De esta forma hacan coincidir sta con el criterio de la igualdad de representacin. Se fundamentaba en las Cortes de Cdiz una de las bases tericas del federalismo americano. Lo veremos ms tarde en los planteamientos federales en Mxico.

Adems, los liberales peninsulares para contener esta corriente federal de los americanos procedieron a poner un freno al poder legislativo tanto municipal como provincial mediante la creacin de la figura del jefe poltico.22 ste era un funcionario nombrado por el poder ejecutivo con atribuciones de presidente de la diputacin y, por ende, supervisor de todos los ayuntamientos.

El enfrentamiento devino en una pugna entre la concepcin autonomista y descentralizadora de los americanos y las restricciones tericas y de poltica prctica de los liberales peninsulares. Y, adems, todo el conflicto revesta parmetros antirrealistas y anticentralistas. Lo cual va a provocar la reaccin centralista y monrquica de los liberales peninsulares.

Fue el conde de Toreno23 quien asumi gran parte de los discursos en contra de cualquier atisbo de federalismo y de divisin de la soberana:

"El seor preopinante ha fundado todo su discurso en un principio al parecer equivocado, cuando ha manifestado que los ayuntamientos eran representantes de aquellos pueblos por quienes eran nombrados. Este es un error: en la Nacin no hay ms representacin que la del Congreso nacional. Si fuera segn se ha dicho, tendramos que los ayuntamientos, siendo una representacin, y existiendo consiguientemente como cuerpos separados, formarian una nacion federada, en vez de constituir una sola indivisible nacion. (...) los ayuntamientos son esencialmente subalternos del Poder ejecutivo: de manera, que solo son un instrumento de ste, elegidos de un modo particular, por juzgarlo as conveniente al bien general de la Nacion; pero al mismo tiempo, para alejar el que no se deslicen y propendan insensiblemente al federalismo, como es su natural tendencia, se hace necesario ponerles el freno del Jefe poltico, que nombrado inmediatamente por el Rey, los tenga raya y conserve la unidad de accion en las medidas del gobierno. Este es el remedio que la Constitucion, pienso, intenta establecer para apartar el federalismo, puesto que no hemos tratado de formar sino una Nacion sola y nica".24

VUELVE EL ABSOLUTISMO, SE DESVANECE EL AUTONOMISMO DOCEAISTA

Y lleg la reaccin. El 4 de mayo de 1814, triunf el golpe de Estado de Fernando. La obra legislativa emprendida por las Cortes de Cdiz lleg a su fin. Tambin la esperanza de los americanos autonomistas que apostaban por una va doceaista intermedia entre el independentismo y el colonialismo absolutista. Una decena de significados diputados americanos sern encarcelados, otros podrn escapar a la reaccin absolutista exilindose en diversos pases europeos o regresando a Amrica. Quebrado el doceaismo, la vuelta al absolutismo para Amrica representar el regreso, reforzado, de autoridades coloniales y el combate, sin tregua, contra la insurgencia. Quedaba con ello frustrada una esperanza, al menos hasta 1820. Quiz definitivamente.

El pronunciamiento de Rafael del Riego el 1 de enero de 1820 va a suponer la proclamacin, finalmente, de la Constitucin de 1812. Ante la presin del liberalismo urbano, el monarca se vio obligado a jurar la Constitucin el 7 de marzo de 1820. Se inauguraba un segundo perodo constitucional doceaista. Sin embargo, la realidad poltica y social era diferente a la anterior dcada: el Deseado reinaba y juraba la Carta Magna, buena parte del territorio americano segua o estaba insurrecto, la situacin peninsular era de tensa calma pero no de guerra y haban transcurrido seis difciles aos de absolutismo para los liberales.

De inmediato se decret una amnista para los encarcelados por delitos polticos, la proclamacin de los decretos doceaistas, la restitucin de los ayuntamientos constitucionales, de las diputaciones provinciales y la formacin de una Junta provisional consultiva. Volva el doceaismo, tambin para y en Amrica. Doceaistas: propuestas, ideologa y polticos que ahora iban a ser superados en sus reivindicaciones por sectores ms radicales del liberalismo peninsular y americano. Paradjicamente, las propuestas polticas en la pennsula se radicalizaron hacia la democracia, mientras que en la mayor parte de las repblicas americanas, esta radicalizacin ser nacionalista independentista pero no ideolgica y poltica, ya que la base jurdica, poltica y social doceaista, en general, no ser superada en los nuevos Estados americanos.

La Junta convoc a elecciones, reuni a las Cortes y suprimi la Inquisicin, restableci los jefes polticos, la libertad de imprenta, etctera. La Carta Magna comportaba la concepcin hispana de la revolucin: la integracin constitucional de los territorios americanos que no estaban bajo el poder de la insurgencia o que permanecan independientes. Las nuevas Cortes iniciaron sus sesiones el 9 de julio de 1820.

Hasta 1821 no comenzaron a llegar los diputados propietarios americanos alcanzando la cifra de 52 que, junto a los suplentes, completaran una representacin americana de 77 diputados. Una diputacin calificada por ellos de insuficiente y desigual que provoc que los representantes americanos volvieran a plantear, el 15 de julio de 1820, una protesta, ya que stos slo tenan 30 escaos, lo cual supona un tercio de lo que les corresponda.

Otra vez la cuestin de la representacin nacional. Lo hemos mencionado, lo reiteramos. Las circunstancias de los aos veinte haban variado con respecto al anterior perodo constitucional. Los seis aos de represin absolutista fueron casi decisivos para frustrar la va autonomista hispana al cercenar con dureza cualquier pretensin liberal, tanto peninsular como americana, y, por otro lado, la reaccin absolutista condujo a las filas de los insurgentes a muchos criollos "equilibristas" 25 para los que el autonomismo representaba una opcin evolucionista para transformar el rgimen colonial.

Los americanos reiteraron la crtica a los decretos liberales de las Cortes que bloqueaban las autoridades peninsulares en Amrica, lo cual se traduca en una gran desconfianza en la administracin peninsular. Se estaba fraguando un nacionalismo singular que ya no era el amplio y general americanismo sino que se particularizaba, cada vez ms, en los distintos territorios, otrora grandes divisiones administrativas de la monarqua.

La novedad, en esta segunda situacin revolucionaria burguesa,26 fue que los americanos propusieron una descentralizacin del ejecutivo concretada en una subdivisin de las secretaras de Guerra, Marina y Gracia y Justicia en Amrica, ya que la secretara de Hacienda ya estaba descentralizada con anterioridad. Con ello se iba completando la estrategia descentralizadora americana. Tan slo quedaba ya la separacin del ejecutivo.

El segundo paso fue la sustitucin del virrey Apodaca en Nueva Espaa por Juan O'Donoj, el cual era partcipe de los planes autonomistas novohispanos. Los americanos concretaban su plan: la conquista de la autonoma y de la administracin territorial en las provincias americanas y, en segundo lugar, la consecucin de una autonoma legislativa, econmica y administrativa en Amrica, dentro de la monarqua espaola. El rdago para el liberalismo peninsular se plante de forma deliberada por parte de los americanos.

En mayo de 1821 los americanos lograron que en cada intendencia americana hubiera una diputacin provincial, argumentando criterios de poblacin, territorio, distancia entre las provincias, malas comunicaciones, dispersin, etc., y esgrimiendo razones histricas de la anterior divisin en intendencias. Esta medida supuso toda una revolucin administrativa en los territorios americanos de la monarqua espaola. Era un paso ms para la organizacin federal de la monarqua, objetivo de los autonomistas americanos, enfrentados cada vez ms agriamente a los peninsulares.

No obstante, esta vez el monarca ausente estaba presente. No fue lo mismo. Tampoco la necesidad de Fernando por derogar esta legislacin doceaista por lo que respecta a Amrica. Atrs, no obstante, quedaban los planteamientos doceaistas, cada vez ms cuestionados por un liberalismo peninsular apoyado en capas populares y que mostraba su disposicin para realizar la revolucin, incluyendo o no, al monarca. Aconteca la vertiente "exaltada" del liberalismo.

El 4 de junio de 1821 llegaron las noticias a las Cortes del establecimiento del Plan de Iguala en Nueva Espaa. El camino hacia la independencia era cuestin de meses. Y con ello, la prdida del primer bastin de la monarqua en Amrica: Nueva Espaa.

La iniciativa parlamentaria encabezada por el conde de Toreno para proponer a las Cortes las necesarias medidas para "la pacificacin" de Amrica chocaron con la manifiesta oposicin del rey. Por ello la comisin acord no proponer ninguna medida a la Cmara y trasladar el problema al gobierno. Lo cual provoc que los representantes americanos presentaran 15 propuestas redactadas por los mexicanos Michelena y Lucas Alamn.

Las propuestas constituan toda una declaracin de federacin hispana. La diputacin americana reclam la creacin de tres secciones de las Cortes en Amrica, una en Nueva Espaa, incluidas las provincias internas y Guatemala, la segunda en el reino de Nueva Granada y las provincias de Tierra-Firme y la tercera en Per, Buenos Aires y Chile. Las Cortes se reuniran en Mxico, Santa Fe y Lima, tendran las mismas competencias que las Cortes generales de Madrid y sus diputados las mismas facultades, a excepcin de la poltica exterior. Adems, se establecera un ejecutivo designado por el rey de entre sus familiares, cuatro ministeriosgobernacin, hacienda, gracia y justicia, guerra y marina un tribunal supremo de justicia y un consejo de Estado en cada una de las secciones.

Quedaba el vnculo de unin, el smbolo mental, ideolgico y religioso, la monarqua, como forma de gobierno que no de Estado. Los americanos estaban proponiendo una Commonwealth para todos los territorios hispanos. El plan no fue aceptado por las Cortes, tampoco, por supuesto, por el rey. La cuestin americana trascenda ya a la doceaista. Liberalismo superado ya en estos aos veinte por fuerzas sociales populares en la pennsula e insurgentes en Amrica.

Los acontecimientos se precipitaron. El 30 de junio se cerraban las sesiones de la legislatura. En agosto se firmaban los Tratados de Crdoba en Mxico, que las Cortes rechazaron. El 21 de septiembre se promulgaba la Declaracin de Independencia mexicana. Aqu finalizaba la trayectoria autonomista mexicana en las Cortes de Madrid. Otro proyecto empezaba a triunfar. Un proyecto conocido y dirigido por los diputados mexicanos autonomistas, un proyecto nacional mexicano sustentado en las bases del primer federalismo mexicano.

Conforme avanzaba la revolucin se haca ms patente la oposicin del rey al proyecto constitucional. Si la revolucin devena en una espiral imparable con el triunfo del liberalismo radical o "exaltado", la contrarrevolucin tambin. sta se haba desenvuelto desde el mismo da que Fernando VII fue obligado a jurar la Constitucin.

La contradiccin para los liberales era palpable: realizar la revolucin, mantener Amrica con un proyecto liberal y autonomista, sobrevivir en el contexto absolutista del Congreso de Viena y, todo ello, con un rey que aprovechaba el marco constitucional para frenar los avances revolucionarios liberales. Adems Fernando, en secreto, estaba conspirando para que la Santa Alianza decidiera intervenir militarmente contra el Estado liberal. Reaccin que tuvo en el clero, afectado por las reformas liberales y por las desamortizaciones, el sector social que difundir consignas antiliberales entre las clases populares campesinas. El 1 de octubre Fernando VII volva a ser un rey absoluto.

REVOLUCIN SIN DOCEAISMO, CONSTITUCIN SIN AMRICA: 1837

La proclamacin, por tercera vez, de la Constitucin de 1812 en el verano de 1836 supuso el regreso de las conquistas doceaistas de la revolucin burguesa como el sufragio universal indirecto, los ayuntamientos constitucionales, la milicia nacional, los lmites al poder real, las diputaciones provinciales, etctera.27 Pero tambin, insistamos, la integracin en calidad de igualdad de derechos y de representacin de los ciudadanos de las provincias americanas que comportaba, necesariamente, la convocatoria a elecciones de las Cortes y su representatividad en la Cmara.

En 1836, tan slo quedaban como provincias americanas en la monarqua espaola Cuba y Puerto Rico, adems de Filipinas como asitica. Las elecciones a Cortes se celebraron el da 4 de noviembre en Cuba y Puerto Rico. Los diputados electos remitieron un comunicado a la Cmara recordndole que la proclamacin de la constitucin supona la igualdad de derechos y de representacin de las provincias americanas.

La Cmara discuti la pretendida reforma del texto constitucional sin la presencia de los representantes americanos porque decidi, no sin controversia, no dejarlos entrar, a pesar de las justas protestas e indignacin de los americanos.

Las Cortes convocadas no eran constituyentes, por lo que consecuentemente slo deban tratar una reforma constitucional. Era slo una tctica aparente. Un doceaista como Agustn Argelles encabezaba la estrategia de elaborar una nueva constitucin. Los americanos llegaron a la pennsula cuando se debata en la Cmara la necesidad de trasladar fuera de la constitucin el marco legislativo americano. El futuro cdigo difera del doceaista en el tratamiento colonial de la cuestin americana. La propuesta de la comisin de constitucin fue que se elaboraran leyes especiales para los territorios americanos y asitico. Mientras tanto, los representantes cubanos y portorriqueos seguan sin lograr que la Cmara aceptase el reconocimiento de sus actas de diputados.28 Este importante debate va a enfrentar a las dos fracciones del liberalismo espaol que tenan concepciones ideolgicas y polticas diferentes sobre la cuestin colonial, las cuales escondan diversos intereses sociales y econmicos.

La burguesa moderada se opuso al cdigo doceaista porque comportaba gran parte de las conquistas del radicalismo democrtico. Entre stas el admitir a Cuba y Puerto Rico como provincias del Estado espaol. La acumulacin originaria de capital que estaba proporcionando su explotacin era una razn ms que suficiente para excluirlas de derechos constitucionales.

En primer lugar, porque presupona reabrir aspectos trascendentales que haban quedado paralizados desde las Cortes de Cdiz como la abolicin de la esclavitud. El crecimiento de la poblacin y de las rentas que haba experimentado la Isla no era una casualidad. La fuerza de mano de obra recordemos, en su mayora esclava, tambin haba aumentado a niveles espectaculares. Mientras que la poblacin blanca era de 311.051 habitantes, la esclava ascenda a 286.942 ms 106.494 libertos. Es decir, en torno al 60 por ciento de la poblacin cubana era negra y mulata. Los beneficios de las plantaciones tenan menor significacin al lado del negocio negrero. Aconteca que en la mayora de las ocasiones ambos negocios se complementaban. Es ms, el 5 de marzo de 1837 se present un informe a la Cmara para la abolicin de la esclavitud, pero slo en la pennsula. El informe reconoca lo imprescindible de la mano de obra esclava para la explotacin antillana y su dificultad para abolirla all. Cuba y Puerto Rico quedaban al margen de cualquier extensin de la revolucin burguesa, a diferencia de lo que hubiera acontecido con la Constitucin de 1812.

Era posible una poltica liberal que compatibilizara una equidad econmica, poltica y de representacin entre la metrpoli y sus colonias? Agustn Argelles, protagonista directo de las dos experiencias constitucionales anteriores, fue quien ms se opuso. Su experiencia anterior le haba demostrado que la revolucin burguesa en Espaa haba fracasado, entre otros aspectos, por incluir en el Estado espaol, como provincias y con igualdad de derechos de representacin y econmicos, las posesiones coloniales americanas.

Argelles:

"Estas leyes especiales envolvern una libertad igual la de la Pennsula en cuanto sea compatible con las circunstancias de aquellos pases. Ese es el gran principio, el principio de los hombres de Estado, que tales necesitamos ser en el ao 37".29

El principio de los "hombres del 37", aludido por Argelles, era consumar la revolucin burguesa en Espaa. Y si para ello era necesario renunciar a su propia historia constitucional, al mito del Doce, pareca ms que dispuesto a realizarlo. Agustn Argelles:

"Adems, no debemos perder de vista que esos seores Diputados tienen los mismos poderes que nosotros para expresar sus ideas, para promover sus intereses y para hacerlo con todo calor, con toda la vehemencia anloga a su fibra, sus facultades mentales y sus cualidades fsicas. Que me diga el Sr. Vila, cuya capacidad y talento gubernativo reconozco, que efecto producira en su provincia el que en ciertas circunstancias crticas, interpelando al Gobierno de S. M. la Reina Gobernadora, le titulase llamase boca llena dspota, tirano, y para apoyarse leyese representaciones de indivduos de corporaciones que afirmasen lo mismo. Y aplicando este mismo caso la isla de Cuba, por ejemplo cree el Sr. Vila que podra sostenerse un jefe, un magistrado encargado del gobierno de ella, acusado de semejante manera por un Diputado representante de la misma? Habra un medio capaz de evitar el que las sesiones de Crtes penetrasen en aquella isla? Era preciso para esto el que la libertad de imprenta desapareciese: de otra manera seria imposible el que no llegasen oidos de los americanos estas reclamaciones, y que no se siguiesen de ellas las funestas consecuencias que son de temer."30

La renuncia del doceaismo no slo era un giro constitucional moderado de la revolucin burguesa espaola, lo era tambin en cuanto a mantener colonialmente las provincias americanas.

Agustn Argelles fue el diputado que ms se distingui en su oposicin a la integracin de los representantes americanos en la Cmara. Este diputado, no hace falta recordarlo, fue uno de los artfices del Cdigo doceaista tanto por su actuacin destacada en la comisin que redact la Constitucin como tambin por sus importantes discursos en apoyo de los artculos ms polmicos en la propia Cmara. El "divino" tambin formaba parte de la comisin encargada de elaborar la nueva constitucin y adems fue una de las piezas clave en la redaccin del Dictamen de las comisiones de constitucin y de ultramar que finalmente va a determinar la aplicacin de leyes especiales para las posesiones coloniales,31 lo que implicaba que los americanos no gozaran de los derechos constitucionales del nuevo Estado liberal.

Queda otro de los argumentos. Los americanos ya lo haban enunciado en las Cortes gaditanas y del Trienio. La Constitucin de 1812 estableca diputaciones provinciales con diversas competencias que recogan los intereses econmicos y sociales de cada provincia y de sus grupos dominantes. Instituciones, que para los americanos y algunos peninsulares reclamaban facultades soberanas en el aspecto legislativo, destinando al Estado las competencias en defensa y en poltica exterior. Es decir, el retorno de la problemtica federal que a la altura de 1837 ya no slo era un problema estrictamente americano sino que empezaban a sumarse reivindicaciones perifricas peninsulares. Con todo, obviamente, restaba el problema de la esclavitud, del cual ya nos ocupamos pormenorizadamente en otro estudio.32

La votacin de la proposicin sobre la implantacin de leyes especiales para Amrica se realiz el 11 de marzo de 1837. Sesenta y tres diputados mostraron su conformidad con la propuesta al levantarse de su asiento, segn las normas de votacin en la Cmara. Por el contrario permanecieron sentados sesenta y dos diputados que expresaban con ello su oposicin. Tan slo un voto!

El giro hacia la moderacin estaba dado. Y no slo desde la perspectiva americana, la Constitucin de 1837 no plantear problemas al rey ya que ste tendr derecho de veto a cualquier ley del legislativo. Quedaba resuelta la problemtica de enfrentamiento doceaista entre Cortes y Corona, a favor de la segunda. Incluido el mantenimiento de las posesiones americanas como patrimonio real, pero dentro ya de un Estado liberal.

Notas

1. Instrucciones para la convocatoria de elecciones de Amrica y Asia el 14 de febrero de 1810. Esta convocatoria asignaba un diputado por cada capital cabeza de partido y mantena la representatividad de las capitanas generales y de los virreinatos. Para completar el nmero de diputados americanos se eligieron 28 suplentes en la ciudad de Cdiz, hasta que llegaran los diputados electos en Amrica.

2. Cfr. Jos Barragn Barragn, Temas del liberalismo gaditano, Mxico, UNAM, 1978. En especial el 2 captulo.

3. Entre la abundante bibliografa sobre el Estado puede consultarse la obra clsica de Reinhold Zippelius, Teora general del Estado, Mxico, Editorial Porra-UNAM, 1998.

4. Cfr. Rafael Snchez Mantero, Fernando VII, Madrid, Espasa, 2003; Rafael Snchez Mantero (ed.), "Fernando VII. Su reinado y su imagen", Ayer n 41, Madrid, 2001; Miguel Artola, La Espaa de Fernando VII, Madrid, Espasa, 2000.

5. En especial la del 9 de febrero sobre igualdad.

6. Cfr. Manuel Chust, "De esclavos, encomenderos y mitayos. El anticolonialismo en las Cortes de Cdiz", Mexican Studies/Estudios mexicanos, vol. 11, n 2 (1995), pp. 179-202.

7. Franois-Xavier Guerra, "El escrito de la revolucin y la revolucin del escrito. Informacin, propaganda y opinin pblica en el mundo hispnico (1808-1814)", en Marta Tern y Jos Antonio Serrano (ed.), Las guerras de independencia en la Amrica espaola, El Colegio de Michoacn, Mxico, INAH, Universidad Michoacana de San Nicols de Hidalgo, 2002, pp. 125-149.

8. Carlos Marichal, La bancarrota del virreinato. Nueva Espaa y las finanzas del Imperio espaol, 1780-1810, Mxico, Fondo de Cultura Econmica-Fideicomiso Historia de las Amricas, 1999.

9. El 30 de enero se constituy la regencia. De sus cinco miembros, haba un americano: el novohispano Miguel de Lardizbal y Uribe. La estrategia poltica peninsular prosegua: integrar representantes americanos en las nuevas instituciones legitimadoras en ausencia del monarca.

10. En la Carta de Bayona las Cortes gozaban de una representacin de las provincias de Espaa e Indias 22 americanos de un total de 172 diputados adems de establecer una serie de derechos individuales. Pero lo ms importante es que proclamaba la igualdad de derechos entre las provincias espaolas y americanas (art. 87), la libertad de cultivo, industria y comercio (art. 88 y art. 89), prohiba la concesin de privilegios y monopolios comerciales y estableca el derecho de representacin a travs de su eleccin por los ayuntamientos.

11. Diario de Sesiones de Cortes, 25 de agosto de 1811. En adelante DSC.

12. dem. As se expresaba Guridi y Alcocer respecto a la concepcin de la nacionalidad: "Me desagrada tambin que entre en la definicin la palabra espaola, siendo ella misma apelativo del definido; pues no parece lo ms claro y exacto explicar la Nacin espaola por los espaoles, pudiendose usar de otra voz que signifique lo mismo".

13. DSC, 25 de agosto de 1811.

14. DSC, 2 de septiembre de 1811.

15. DSC, 28 de agosto de 1811. La bastardilla es nuestra.

16. DSC, 13 de enero de 1812.

17. Como la peticin de Jos Roa y Fabin, diputado por el Seoro de Molina, que en tono airado reclamaba su inclusin en la divisin territorial. Cfr. Manuel Chust, La cuestin nacional americana en las Cortes de Cdiz, Valencia, Fundacin Instituto de Historia Social UNED-Instituto de Investigaciones Histricas UNAM, 1999, p. 144.

18. DSC, 10 de enero de 1812.

19. DSC, 13 de enero de 1812.

20. DSC, 10 de enero de 1812.

21. Cfr. Antonio Annino, "Prcticas criollas y liberalismo en la crisis del espacio urbano colonial. El 29 de noviembre de 1812 en la ciudad de Mxico", Secuencia, n 24, 1992, pp. 121-158. Tambin Antonio Annino, "Ciudadana versus gobernabilidad republicana en Mxico. Los orgenes de un dilema", en Hilda Sabato (coord.), Ciudadana poltica y formacin de las naciones. Perspectivas histricas de Amrica Latina, Mxico, Fideicomiso Historia de las Amricas. Fondo de Cultura Econmica, 1999. Y del mismo autor "Voto, tierra, soberana. Cdiz y los orgenes del municipalismo mexicano", en Franois-Xavier Guerra (dir.), Revoluciones hispnicas. Independencias americanas y liberalismo espaol, Madrid, Editorial Complutense, 1995.

22. No obstante es aqu en donde Nettie Lee Benson interpreta la desintegracin del virreinato al ser sustituido por las diputaciones provinciales. Cfr. La diputacin provincial y el federalismo mexicano, Mxico, El Colegio de Mxico, 1955.

23. Vase el interesante estudio preliminar y seleccin de discursos de Joaqun Varela Suanzes- Carpegna en Conde de Toreno. Discursos parlamentarios, Clsicos asturianos del Pensamiento Poltico, n 15, Oviedo, Junta General del Principado de Asturias, 2003.

24. DSC, 10 de enero de 1812.

25. Virginia Guedea, "Ignacio Adalid, un equilibrista novohispano", en Jaime E. Rodrguez (ed.), Mexico in the age of democratic revolution (1750-1850), Lynne Rienner Publishers, Boulder, 1994, pp. 71-98.

26. Manuel Chust, "Federalismo avant la lettre en las Cortes hispanas, 1810-1821", en Josefina Zoraida Vzquez, El establecimiento del federalismo en Mxico (1821-1827), Mxico, El Colegio de Mxico, 2003.

27. Cfr. Enric Sebasti Domingo, La revolucin burguesa, Valencia, Fundacin Historia Social- UNED, 2001; Carlos Marichal, La revolucin liberal y los primeros partidos polticos en Espaa, 1834-1844, Madrid, Ctedra, 1980.

28. DSC, 4 de noviembre de 1836, p. 120.

29. Ibidem, p. 2039.

30. Ibid., 10 de marzo de 1837, p. 2043.

31. "Dictamen de las comisiones reunidas de Ultramar y Constitucion, proponiendo que las provincias ultramarinas de Amrica y Asia sean regidas y administradas por leyes especiales". Cfr. DSC, 12 de febrero de 1837, apndice al nmero 112, p. 1491. El Dictamen lo firmaron los siguientes diputados: Manuel Joaqun Tarancn, Agustn Argelles, Manuel Mara Acevedo, Antonio Seoane, Alvaro Gmez, Antonio Flrez Estrada, Jacinto Flix Domnech, Antonio Gonzlez, Mauricio Carlos de Ons, Joaqun Mara Ferrer, Po Laborda, Pablo Torrens y Miralda, Vicente Sancho, Pedro Antonio de Acua, Salustiano de Olzaga, y como secretario Martn de los Heros.

32. Manuel Chust, "Las consecuencias de la praxis constitucional: Amrica en la Constitucin de 1837", en De sbditos del rey a ciudadanos de la nacin, Castelln, Universitat Jaume I, 2000, pp. 93-115.

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Maravilla y Exotismo: algunos ejemplos de las Crnicas de Indias

Por: Ana Mara Morales

Para citar este artculo: Morales, Ana Mara, 2002, "Maravilla y exotismo: algunos ejemplos de las Crnicas de Indias". Disponible en el ARCHIVO de Tiempo y Escritura en http://www.azc.uam.mx/publicaciones/tye/maravillayexotismo.htm L

o maravilloso, ese mundo de cosas que provocan admiracin y asombro y que engalana los textos hasta hacerlos excepcionales, es una de las caractersticas ms notables de la narrativa, de cualquiera de ellas. Pero si bien su presencia puede constatarse en todo tipo de texto no en todos es igual. Lo maravilloso, como recurso esttico, cumple distintas funciones dentro de la narracin y va transformndose conforme lo hacen los textos en que aparece [1].

En el caso particular de las crnicas del descubrimiento y conquista de Amrica es posible estudiar como las maravillas asaltan al narrador, pero se van adaptando al nuevo contexto y se convierten en un pretexto vlido para adentrarse en el estudio de la forma en que se construyen y para revisar algunas de las ideas que configuraban el imaginario de los primeros europeos en avistar tierras americanas.

Es cierto que, por lo general, lo maravilloso se codifica en la literatura como un mbito autnomo, colocado al lado de otro codificado como real en el texto, con sus propias reglas que no por existentes interfieren con las de la realidad cotidiana. Ahora bien, en la mayor parte de las narraciones medievales, de ese Otro Mundo que puede ser otro espacial o temporalmente se espera que tenga siempre como referente una situacin familiar y que se comporte de manera similar al que conocemos, de ah que la presencia de cualquier fenmeno desconocido turbe la percepcin y resulte admirable[2]. As, pueden encontrarse textos donde el Otro Mundo puede aparecer como normal y cotidiano salvo por detalles que interrumpen esta ilusin, pero hay otros que desde el principio se codifican como una alteridad que presupone un choque de expectativas y un continuo maravillarse de cada suceso y cada detalle de un universo hasta entonces desconocido y que poco a poco se va considerando ficcional hasta convertirse en un mbito propicio para las referencias maravillosas. Tal suele ser una de las caracterstica de lo libros de viajes (real o ficticios).

En el caso de los documentos que relatan el descubrimiento y conquista de Amrica esta peculiaridad es llevada al extremo debido a que, por primera vez, el hombre europeo se encontr ante una realidad para la que no tena referentes reales y donde muchas de las cosas que le salan al paso eran nuevas. Una de las funciones de lo maravilloso es dar explicacin a aquellos aspectos de la realidad que parecen quedar fuera de nuestra comprensin. Esto sucede a menudo en estas crnicas. Desde el primer momento la aparicin de seres inditos, que se antojaban sobrenaturales, obliga a la enumeracin de sus caractersticas con los ropajes de lo maravilloso. Desde su primer viaje, Cristbal Coln avista criaturas desconocidas. El martes 9 de enero de 1493 anota en su diario de a bordo: "El da passado, cuando el Almirante iva al Ro de Oro, dixo que vido tres serenas [sirenas] que salieron bien alto de la mar, pero no eran tan hermosas como las pintan, que en alguna manera tenan forma de hombre en la cara. Dijo que otras vezes vido algunas en Guinea en la costa de Mangueta" (Coln, 1982: 111-112). Seres que se antojan monstruosos y nunca vistos, pero que son equiparados de inmediato con otros para los que s existen los referentes, por ms que las criaturas no sean tan hermosas como las pintas. Criaturas que de alguna manera "tenan forma de hombre en la cara", que pueden haber sido manates o incluso alguna foca extraviada, pero Coln llama serenas, echando mano a un bagaje de maravilloso que le permite explicar la existencia de esos seres dentro de los parmetros de una realidad conocida. Para agudizar el parentesco, Coln destaca la ocasin en que ve tres, nmero significativo que alude a Partenope, Ligea y Leucosia (las sirenas clsicas) y que hace que el avistamiento aluda a fuentes confiables que apoyan la existencia de lo que ha visto. Es probable que Coln se sintiera un nuevo Ulises, ya que antes haba escuchado sobre los cclopes y los cinocfalos: entendi tambin que lexos de all ava hombres de un ojo y otros con hocicos de perros que coman los hombres (Coln, 1982: 51), qu importa que sea el Caribe y no el Mediterrneo si, como siempre, la maravilla est apenas ms all, apenas alejada, siempre latente para quien se atreve a traspasar un lmite?: y sobre este cabo encavalgaba otra tierra o cabo que va tambin al Lestre, a quien aquellos indios que llevava llamaban Boho, la cual dezan que era muy grande y que ava en ella gente que tena un ojo en la frente (Coln, 1982: 62). Parece lgico pensar que el almirante Coln navegaba, a la vez que por el Caribe, por lo mares de una literatura de viajes que poda reclamar a la Odisea, la Eneida y a Juan de Mandeville entre sus ancestros [3]. Sirenas, amazonas, cclopes, hombre con rabo, gigantes, pigmeos, hombres salvajes, faunos pueblan el mundo imaginario de los descubridores y resulta natural que, ante la eminencia de estar en un mundo maravilloso y nuevo, se conviertan en los referentes de sus descripciones. Las menciones de las Amazonas aparecen en Coln, Fernndez de Oviedo, Martn Fernndez de Enciso; los gigantes y los pigmeos en Fray Pedro Simn, los hombres con rabo en Fray Alonso de Zamora, las sirenas en Fernndez de Oviedo, los faunos en Fray Juan de Santa Gertrudis. El catlogo se podra multiplicar casi infinitamente, y an faltara hacer el recuento de la fauna, de la flora, de los lugares prodigiosos que a cada paso encuentran los europeos en Amrica. Si Tenochititlan se presenta ante Bernal Daz como las cosas y encantamientos que cuentan en el libro de Amads (Daz del Castillo, 1991: 238) es porque slo un texto maravilloso puede ayudar a describir cosas nunca odas ni vistas y aun soadas (Daz del Castillo, 1991: 238), como las que estaban viendo. De donde sino del recuerdo de otros viajes maravillosos podan salir: hombres con orejas luengas, en tanta manera que les llegaban a las espaldas y, si eso los haba maravillado: haba otra isla donde no solamente tenan grandes orejas, pero tan excesivas, que cuando les era necesario, con una sola oreja se cobran todo el cuerpo (Fernndez de Oviedo, 1959: II, 325) Como puede verse en Fernndez de Oviedo, en ocasiones la exageracin que es tambin inherente a lo maravilloso toma parte activa en la descripcin. Cuando un fenmeno asombra, inmediatamente puede verse otro que maravillar an ms.

Plinio, Solino, Herdoto, San Agustn, San Isidoro de Sevilla, haban trasmitido catlogos de monstruos, de prodigios, de maravillas. Se saba que los extremos del mundo eran frtiles en prodigios y que a mayor alejamiento del centro, mayor la extravagancia. Segn Plinio, las tierras clidas engendraban las maravillas ms extraas y los viajeros griegos siempre volvan de sus periplos con un fenmeno desconocido que relatar, con un animal nunca antes visto, con una raza prodigiosa nueva que aadir al ya rico repertorio de seres hbridos y caprichosos. Si el imaginario medieval enfrent algn problema al conciliar el origen nico del hombre con tanta diversidad lo resolvi integrando un orden nico del mundo, reservando el centro del mundo para los hombres y dejando los extremos, sobre todo los clidos, para las maravillas. Entonces, Amrica era el sitio ideal para encontrarlas y era, casi por definicin etimolgica, extica. Cmo podra extraar entonces que se encontraran tantas maravillas?

Lo maravilloso extico descansa no slo en el desconocimiento de los cdigos de funcionamiento de realidad, sino tambin en un carcter de completa posibilidad de existencia. Para el lector antiguo la combinacin que se da de elementos naturales con sobrenaturales en un mbito de tierras lejanas, no es evidente, ya que el hecho sobrenatural se manifiesta en un lugar del que no se conocen ni se transgreden las reglas de lo natural, por lo tanto, aparece como normal y enmarcado dentro de sus parmetros. Pero si hablamos de lugares de los que no conocemos las leyes naturales nos encontramos frente a un mundo en el que sus propias condiciones rigen y la realidad est sujeta a sus propias normas, conjuncin que enmarca al autnomo universo maravilloso. El asombro que provoca lo maravilloso extico surge de la falta de familiaridad de un sujeto que reconoce como novedoso lo que est viendo, las descripciones de lo extico no pueden ser vistas sin sentir la falta de contacto que existe entre una entidad textual que se codifica como ajena y un universo que ve por vez primera. Tal es lo que sucede con los descubridores del Nuevo Mundo: la mirada exgena codifica con facilidad como maravilloso cuanto de natural le resulta ajeno.

Bibliografa

COLN, Cristbal.

(1982) Textos y documentos completos. Relaciones de viajes, cartas y memoriales. Ed., prl., y notas de Consuelo Varela. Madrid: Alianza Editorial.

DAZ DEL CASTILLO, Bernal.

(1991) Historia verdadera de la conquista de la Nueva Espaa. Ed. Carmelo Senz de Santa Mara. Mxico: Alianza Editorial.

FERNNDEZ DE OVIEDO, Gonzalo.

(1959) Historia general y natural de las Indias. Ed. Juan Prez de Tudela Bueso. Madrid: Ediciones Atlas.

MORALES, Ana Mara.

(2002) Lo maravilloso medieval y sus categoras. Puebla: Benemrita Universidad Autnoma de Puebla, Centro de Ciencias del Lenguaje.

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[1] Sobre lo maravilloso y sus distintos tipos puede consultarse mi estudio: Lo maravilloso medieval y sus categoras, citado en la bibliografa.

[2] Por ejemplo, la tierras de hadas que aparecen en los lais o los romans courtois estn codificados como Otro mundo por su apariencia brillante y riqueza, en ocasiones por los sucesos extraos que suceden ah, pero el comportamiento de sus habitantes e incluso de la mayor parte de la naturaleza corresponden puntualmente a lo que esperaramos del mundo exterior, de una corte feudal del siglo XII o XIII. En el extremo opuesto, los mundos al revs, como el Pas de Cucaa, funcionan por oposicin al de la realidad, en ellos todo cuanto sucede da cuenta de la diferencia que hay entre el pas maravilloso y el gris mundo real: teniendo presente que se vive en un mundo de hambre y represin sexual, Cucaa se presenta como un lugar de abundancia, pleno de deleites carnales y golosos. Sin embargo, en ambos casos, el referente es la realidad conocida.

[3] Entre otras maravillas, Cristbal Coln dio noticia, siempre con el mismo mtodo de Herdoto cuando cuenta cosas que piensa imposibles de creer, es decir de odas, de hombres con cola (p. 143), gentes sin pelo (p. 145), Amazonas (pp. 117 y 145), gatos con rostro de hombre (p. 301), peces que parecan puercos (p. 59) y muchas ms.

El pensamiento LatinoamericanoFreddy Quezada; Guillermo Gomez

La Amrica Latina de nuestros tiempos no es la misma de antes, que poda contar con un puado de hombres rudos y apasionados que, ofreciendo sus vidas, la fundaron. Ahora existen los delicados quienes se atreven a dudar de su existencia (Toms Eloy Martnez, Darcy Ribeiro, Mario Vargas Llosa, Alfredo Bryce Echenique, Guillermo Cabrera Infante) o negarla en broma (Jorge Luis Borges) o en serio (Freddy Quezada). Es que nadie puede salir ya a gritar, como hacan nuestros mayores, sin darles explicaciones a nadie y con la simplicidad de las personas de buena voluntad !!! Viva Bolvar, Viva Zapata, Viva Sandino y Viva el Che Guevara!!!?

Amrica Latina como subcontinente puede ser estudiada desde varios enfoques. Dos de los ms importantes son:

a) Como produccin propia desde sus pensadores, debatiendo entre ellos si lo que produce el subcontinente es propio o no, si los modelos que proponen son los ms adecuados o no para superar la pobreza y el subdesarrollo, como en la clebre y siempre presente polmica entre Leopoldo Zea (1982) y Augusto Salazar Bondy (1968) o entre los dependentistas moderados y radicales (Cardoso/Faletto y Marini/Gunder Frank) y;

b) como un objeto de estudio acadmico, efectuado por latinoamericanos o no, en nuestras universidades y centros de investigacin o en los centros metropolitanos europeos y norteamericanos. Slo en esta ltima modalidad es admisible el empleo del concepto latinoamericanismo que es un imaginario asociado al macondismo de Garca Mrquez, donde los pases latinoamericanos, para el europeo o norteamericano, guarda una serie de caractersticas fijas surgidas de su mentalidad y de la relacin que establecen con la realidad. Expresin de un pilotaje, por denominarle as, de los modelos polticos y econmicos transferidos como lata de atn a nuestros pases.

En cualquiera de estas dos formas, pesan tres grandes componentes para el que quiera examinar nuestro pensamiento subcontinental

EL PENSAMIENTO LATINOAMERICANO

Filosfico

El pensamiento latinoamericano cuyas bases arrancan con Jos Vasconcelos, Jos Mart, Enrique Rod, Jos Carlos Maritegui y otros, encuentra en el debate entre el filsofo mexicano Leopoldo Zea y el pensador peruano Augusto Salazar Bondy, su mxima expresin. El eje del debate entre ellos, si existe o no una

filosofa latinoamericana o una filosofa sin ms, sigue teniendo actualidad entre nosotros. Todos los filsofos latinoamericanos actuales estn gobernados por dos posiciones frente al tiempo latinoamericano: por un lado, efectuando un movimiento doble de crtica del presente y recuperacin del pasado cultural y, por otro, como consecuencia del primero, una profunda y sincera creencia en una emancipacin y liberacin descansable en un futuro pletrico y prometedor, cuya tensin utpica es creativa. El presente, como tiempo, sufre los embates de todos los pensadores latinoamericanos y slo se le atiende como un medio para sus utopas o como una plataforma para resemantizar un pasado generalmente concebido como heroico y digno.

Es un reto todava ver al presente de frente, sin el imperialismo de las categoras europeas, como deca Jos Gaos. Asimismo, todos parten de la creencia que la base de la redencin de Amrica Latina, desde un sufrimiento colectivo al que de previo le han asignado sentido para justificar su propio papel liberador, est en los ejes ms clsicos de la modernidad desde Augusto Comte, Emile Durkheim, y Carlos Marx: el trabajo desalienado y la educacin liberadora.

Todos, tambin, centrados en un cristianismo, religioso o secular, activo y mesinico, que muchos hicieron acompaar de Hegel/Marx y las combinaciones de moda en Europa (Lvinas, Camus, Sartre, Toynbee, Ricoeur, Braudel, Bloch, Scheler, etc.) que terminaron por producir lo que conocemos como filosofa y teologa de la liberacin. Incluso, Jos Carlos Maritegui, probablemente el ms original de todos nuestros pensadores, no sea, desde esta perspectiva, ms que una combinacin loca, pero fecunda, de George Sorel y los ayllus incaicos.

As, podemos ver, pues, en un desfile impresionante a un Arturo Ardao y su obsesin por el nombre de Amrica Latina, amenazada por la llegada de la era de la diferencia; a Horacio Cerutti y la presentacin como virtud de algo que hoy se ve al revs: la crtica como lo otro de la Utopa; a Carlos Cullen Soriano, y su separacin en Amrica Latina del ser y del estar de la mano con el regreso a Kant por la va de la educacin, el cuidado del otro (sorge) y la autonoma; a Rodolfo Kusch y Juan Carlos Scannone con su estar siendo y la gratuidad, venidos de la combinacin de las escuelas clsicas antropolgicas y las teoras narrativas de Paul Ricoeur; a Enrique Dussel y su fcil rendicin a las modas junto a su paso sin remordimientos de Lvinas, a Marx y ahora a Said y Bahba sin nombrarlos; a Franz Hinkelammert, y su imperturbabilidad sobre su discurso emancipador donde nada ni nadie lo puede hacer cambiar de sus viejas ideas sobre una combinacin de Marx con Abraham o Toms de Aquino, al menos tan ricas e imaginativas como las de Paulo Freire con Rosseau y Hegel, pero distintas a las rgidas de Pablo Guadarrama, Ral Fornet- Betancourt y Ricaurte Soler sobre Marx, Fidel Castro, el nacionalismo y los recientes estudios culturales (convertidos en filosofa intercultural) que ya empiezan, por cierto, a agotarse en algunos crculos; a Francisco Mir Quesada y a Arturo Andrs Roig dentro de la filosofa del lenguaje y los universos discursivos y emancipatorios tributarios del marxismo y el hegelianismo; a Alejandro Serrano Caldera y su profundizacin (despus de polemizar contra un marxismo fcil y evangelizador que casi lo

asfixia) en el pensamiento de la ilustracin de Kant y Rousseau (para oponerlo al racionalismo instrumental del mercado y de la poltica cnica) a travs de un Nuevo Contrato Social y la Unidad en la Diversidad; a Abelardo Villegas y su desgarramiento tico, a lo Camus, entre la libertad y la igualdad; a Augusto Salazar Bondy y su contundencia y valenta, al denunciar que nunca (idea vieja, como ven) hemos producido nada propio y la respuesta, tambin contundente, del maestro Leopoldo Zea, nuestro Edward Said, aunque con su verruga emancipadora, que se anticip un poco al postmodernismo y a los estudios culturales con su deconstruccin de la cultura occidental europea.

Y razn no le faltara a Salazar Bondy, si atendiramos esa lnea de pensamiento que est llevando a algunos de nuestros pensadores latinoamericanos, en su desesperacin por brindar salidas nuevas y autnticas, a regresar en el tiempo europeo, hacia atrs; hacia los esquemas clsicos de la democracia con las aadiduras de moda para presentarlo seductor. Me parece que en vez de explorar con ms fuerza que nunca nuestras races (precolombinas y postcoloniales) pero las de hoy, y no las acartonadas de ayer ni las de un maana que nadie conoce, donde incluso la poca se presta para ello, seguimos imitando.

Artstico

Los poetas como Daro, Lezama Lima, Vallejos, Neruda, Mart (otra vez) y muchos ms, representan no solo al mundo artstico sino tambin a pensadores. Sin duda el boom literario latinoamericano (heredero a su vez de ellos) sita sus obras ms all de los cnones puramente estticos y logra representar, al mismo tiempo que originar, una reflexin sobre nuestras sociedades dependientes, atrasadas, pobres y al mismo tiempo mgicas, ricas, polismicas y con una racionalidad extraa, intersticial, pero propia.

El boom con Mario Vargas Llosa, Carlos Fuentes, Gabriel Garca Mrquez, Julio Cortzar, Mario Benedetti, Eduardo Galeano, Guillermo Cabrera Infante y otros, nos proyecta en una rama del pensamiento que, como en un doble fondo, se presenta con unos cdigos que no sern los de las ciencias sociales, ni los de la economa, sino los de la sensiblidad y los de la belleza, que cumplirn, para los efectos, el mismo papel explicativo. El pensamiento latinoamericana est tambin en su poesa, en sus novelas y cuentos, saludablemente dispersa y sabia en sus fragmentos. Es ms, ensayistas y narradores de la talla de Octavio Paz, Alfonso Reyes, Jorge Luis Borges, Ernesto Sbato, Carlos Fuentes (otra vez) y muchos ms, presentarn ideas jugosas, ricas y anticipatorias que despus han pasado por ser originales en boca de otros autores y en otros continentes.

Sociolgico

El desarrollo siempre fue una obsesin de nuestras naciones para salir del atraso y la dependencia. Abrazamos distintos paradigmas que, al margen de sus diferencias, guardaron siempre una coincidencia: la modernizacin. Desde el positivismo hasta el dependentismo, pasando por el dualismo funcional y el

marxismo ortodoxo, todos los esquemas, por evolucin natural y autorregulada o por rupturas violentas, ofrecieron la solucin en el momento de todos los problemas estructurales, polticos y espirituales que sufrieron y an sufren nuestras naciones. Luego lleg la posmodernidad enmascarada como transicin hacia la democracia (Norbert Lechner, Ernesto Laclau, Guillermo O Donnell) basando la deseabilidad de los nuevos modelos en el respeto y derecho de las diferencias y en las negociaciones y consensos para superar las contradicciones y conflictos.

Al mismo tiempo, pero en otros terrenos, empezaron a brindar frutos las reflexiones de Nstor Garca Canclini al cruzar los estudios culturales con la globalizacin meditica y de Jess Martn Barbero, al hacerlo con las culturas populares, regionales y de grupos, con el anlisis de los medios de comunicacin. Por ltimo, al calor de las nuevas teoras postcoloniales llegadas de la India y los pases rabes, estamos asistiendo a una nueva tentativa de explicarnos por medio de las teoras postoccidentales, denunciando la colonialidad del saber, de Anbal Quijano, Walter Mignolo, Nelly Richards, Fernando Coronil, Edgardo Lander y Gustavo Lins Ribeiro. Larga historia de aceptarnos, contradicindonos, bajo la bsqueda de una verdad que no existe por que ya la tenemos y no la hemos descubierto por la incapacidad de estudiar a nuestros padres y madres (mayas, incas, aztecas, aymars y otros), tal como hacen los europeos de cualquier disciplina con los griegos.

LA TEOLOGIA DE LA LIBERACIN

Fe situada en Amrica latina

Dentro de lo que suele denominarse pensamiento latinoamericano no puede quedar fuera, una modalidad vinculante a los modos de ser propios de Latinoamrica, como es el factor religioso. Junto con la espada de los conquistadores espaoles a menudo inescrupulosos- vino el evangelio. Por un lado, esto ayud a la expansin del cristianismo, pero tambin en otro aspecto, la evangelizacin y la fe se desarrollaron con la ambigedad propia de las pasiones humanas. En Amrica, fe y cultura se fundieron en un abrazo que hizo que el factor religioso, integrara a ambas, constituyendo a la fe como instrumento de dominio y no de servicio.

Un importante segmento de nuestro pueblo latinoamericano tiene un