compendio de reseñas movimiento indígena
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Política desde la cultura
De forma general, la Antropología ha
privilegiado los estudios de la cultura
entre los pueblos. La propuesta hecha
por Arturo Escobar apunta a superar la
brecha entre el estudio de la cultura, la
política cultural y la cultura política
propia de los crecientes movimientos
sociales (Escobar, 1999:137, 140,146).
Es la emergencia de los nuevos
movimientos sociales y en particular de
los movimientos campesinos e
indígenas lo que posibilita esta toma
de conciencia por parte de las
ciencias sociales y no al revés.
El tema de los movimientos sociales, en
particular los movimientos indígenas de
cara a la realidad del último siglo,
como lo preconiza Arturo Escobar, en
varias líneas de análisis como lo
propiamente cultural, desde el
problema del poder –lo político-
(Escobar 1999:154), desde lo
propiamente académico lo que
Bourdieu llamaría el capital
informacional relacionado a ello. ,
Este punto de partida es esencial para
comprender la taxonomía señalada
antes de Beverly.
Movimientos indígenas y campesinos en América Latina.
1-Discusión teórica Maestría en Antropología Social. Escuela de Historia-Universidad de San Carlos
El abordaje de los movimientos sociales
desde la antropología social
representa un desafío especialmente
de frente a las discusiones
epistemológicas que vienen cobrando
auge desde mediados del siglo XX en
el mundo y, en particular, a partir de la
eclosión de los llamados estudios
poscoloniales (Blanco, 2009: 17-19).
Desde la explicación marxista de la
dinámica social a partir de la tesis de
las clases sociales y de la lucha de
I Discusión Teórica
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clases, las ciencias sociales se han
enriquecido especialmente con los
aportes venidos desde la antropología
y la sociología. El aporte
latinoamericano en esa dirección es
muy significativo. John Beverly citado
por Blanco plantea que son cuatro las
principales perspectivas teóricas
latinoamericanas:
1. Los estudios sobre prácticas y
políticas culturales
2. La crítica cultural
3. Los estudios subalternos, y
4. Los estudios poscoloniales.
(Blanco, 2009:55)
“Nada podrá
contra esta avalancha
del amor, contra este
rearme del hombre en
sus más nobles
estructuras.
Nada podrá contra la fe
del pueblo en la sola
potencia de sus manos.
Nada podrá contra la
vida. Y nada podrá
contra la vida, porque
nada pudo jamás
contra la vida.
from the story here.”
El problema de la cultura y el
poder son concomitantes al
actual desarrollo analítico de la
antropología social en América
latina.
Las CPR subsisten
como formas
organizadas de la
oposición al sistema
económico y político
de despojo
prevaleciente.
Aldea Santa Clara,
Neb’aj Quiché.
Conceptos
•Cultura
•Clases sociales
•Campesinos
•Indígenas
•Movimiento social
•Poder
Colonialidad
Ciudadanía
Cultura política
Hegemonía
Estado
Democracia
Reforma
•Discurso
frente a los problemas de la
revolución va de la mano de la
discusión teórica en las academias
sobre la “modernización” de las
sociedades y de los Estados-nación
(Quijano, 2007: 310-311). La
llamada implantación del
pensamiento liberal no es resultado
fortuito de la creciente intervención
norteamericana sobre las antiguas
posesiones coloniales europeas
(española, portuguesa o inglesa).
Como lo señala Quijano, esto ha
sido más bien parte de una
estrategia en la que el
asimilacionismo es solo una parte.
Entender la trayectoria de los
movimientos indígenas es más que
“apprendre par coeur” su hoja de
ruta o su línea del tiempo. Su
devenir tiene que ver con la crisis
del modelo oligárquico
terrateniente tano como con las
limitaciones de la ciencia social
para interpretar debidamente lo
indígena.
Re conceptualizaciones y urgencias analíticas.
Lo indígena de cara a lo global
Los estudios culturales sobre la identidad podrían ser susceptibles de
soslayar la cuestión del poder como una estrategia que garantiza la
reproducción del statu quo social y político frente a la creciente
participación indígena y campesina por sus demandas étnico-
nacionales.
El costo humano de la lucha por los
derechos económicos, sociales y
políticos tiene como principal referente
una cuota muy alta entre los pueblos
indígenas del occidente guatemalteco.
Siguiendo la línea de lo esbozado
por Escobar, Aníbal Quijano
advierte el peligro de ver los
problemas relacionados a los
movimientos indígenas de América
Latina a través de toda serie de
planteamientos culturales –o
culturalistas- relacionados con la
identidad, para mantener el tema
alejado del problema del poder
(Quijano: 2007: 299). Esta tesis es de
una importancia cardinal para
entender su planteamiento de la
colonialidad del poder en los
discursos, pero también, en las
prácticas sociales de la actualidad.
En el contexto de lo indígena frente
a la construcción de los Estados
nacionales latinoamericanos no
puede verse al margen de las
luchas por la democracia y la
revolución social. La evolución del
problema de lo nacional y lo étnico
Las discusiones en relación a la perduración de lo
indígena y la activación de su lucha en el último
cuarto de siglo en América Latina no pueden
disociarse de la discusión sobre el poder, el papel del
Estado y los movimientos y luchas sociales.
La emergencia de los Estados Nación en el contexto
de la sobrevivencia de diversas poblaciones
indígenas (en mayor o menor medida)a lo largo del
continente, pese a las distintas modalidades de
“supresión” o persecución, es algo relevante. Aún
en los países donde no representan ya la mayoría de
la población su sobrevivencia plantea distintos retos
para la interpretación más allá de lo meramente
“antropológico” –y no solo desde el punto de vista
de la antropología tradicional-.
El estudio del fenómeno del poder a través de la
idea gramsciana de “hegemonía” estrechamente
unida a su concepción de cultura –como
empoderamiento del yo interno- es una herramienta
muy útil para comprender el desarrollo del poder en
los Estado nación latinoamericanos con un bloque
oligárquico hegemónico en la cúspide, una amplia
base social desposeída y a su vez fragmentada por
su pertenenecia étnica.
MAESTRÍA DE ANTROPOLOGÍA SOCIAL ESCUELA HISTORIA USAC. 2011
El papel que ha jugado la
academia en la interpretación
de la realidad social no es ajeno
a la búsqueda por nuevas
métodos de interpretación de la
misma realidad de cara a las
mismas exigencias de las luchas
sociales y nacionales que libran
contingentes cada vez mayores
de campesinos e indígenas.
EL concepto de hegemonía puede ser
un articulador analítico para la
interpretación de los fenómenos
culturales tradicionalmente
contemplados en los estudios
antropológicos, el tema del poder
desde las ciencias políticas –y jurídico
sociales- y el problema de la nación, el
Estado-nación y los movimientos y clases
sociales desde la más amplia
perspectiva multidisciplinaria.
Así, como apunta Florencia Mallon, la
contradictoria universalidad del
capitalismo, el nacionalismo y los
discursos democráticos – y de las
“nuevas” ideas de igualdad,
nacionalidad y libre mercado, que
supuestamente deberían poder
aplicarse a todos los seres humanos-
tiene mucho más sentido. (Mallón, 2003:
89).
El problema de los movimientos sociales,
especialmente indígenas y campesinos
en América Latina van más allá de lo
meramente discursivo – sean
académico o político. Se trata de algo
más que categorías social o
culturalmente construidas ….los
conflictos generados por la propia
estructura social de la sociedad
capitalista decimonónica contribuyeron
a una consolidación de los derechos
sociales como un nuevo sustento de la
ciudadanía. Por otra parte, la
incorporación de la población en
América Latina ha seguido una
trayectoria distinta de la europea y
muestra formas de inclusión y exclusión
específicas. (Asies, 2002:145)
Aquí es donde la contraposición entre
visiones deterministas – como las llama
Assies- y una “renovada concepción de
la cultura” operan en la base de la
elaboración de una estrategia de
análisis como política para la nueva
movilización social (Asies, 2002:158)
Estrategias que bien podrían ser de las
que habla Chatterjee respecto al papel
que han venido jugando las masas
campesinas en América Latina sin
parangón con el que han jugado en
Europa. (Chatterjee 1997: 03)
Los aportes desde las nuevas corrientes
de la antropología, más identificados
con la lucha social juegan un papel de
primer orden ante la posibilidad de
revalorizar elementos sustantivos de los
grupos y pueblos como la misma noción
de comunidad. Esta visión puede
ayudar a la superación de una errada
visión dicotómica, supuestamente
marxista, de la lucha social. El
considerar al campesinado como una
clase en descomposición y a los pueblos
indígenas como clases del pasado
colonial susceptibles de degradarse en
un proceso de “proletarización” sin
tomar en cuenta los nodos
organizadores de sus prácticas, sus
representaciones sociales, la ideología y
las percepciones ha hecho tanto daño
a la ciencia social como a los
movimientos sociales, en particular a los
movimientos campesino e indígenas.
Tal como lo analiza Chatterjee, la
posibilidad de vincular las luchas
campesinas con la historia de las clases
o castas con la historia de las creencias
y prácticas religiosas no solo es una
posibilidad sino una necesidad en la
hora actual (Chatterjee; 2003: 6).
Lo anterior, desde nuestro punto de vista
no invalida el análisis marxista de clases
sociales sino obliga su consideración en
la misma medida que el mismo Marx y
Lenin lo plantearan, es decir, en torno al
llamado concepto de hegemonía que
tanto preocupara a Gramsci
(Gruppi,2009)
Gustavo Adolfo
Normanns Morales
Correo electrónico:
norgus2005Qgmail.com
Página 2
El marxismo lejos de
ser un paradigma
obsoleto plantea la
necesidad de su
propio
enriquecimiento con
la práctica social y
política de las clases
sociales y de la misma
academia.
Maestría en Antropología Social. Escuela de Historia. USAC
Assies, Willem. “Apuntes sobre la ciudadanía, la sociedad civil y los movimientos sociales”.
En: Marco Calderón Mólgora, Willem Assies, Ton Salman. Ciudadanía cultura política y
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Blanco, Juan. Cartografía del pensamiento latinoamericano contemporáneo. Cuadernos
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Escobar, Arturo “Lo cultural y lo político en los movimientos sociales de América Latina”. El
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Gruppi, Luciano. El Concepto de Hegemonía en Gramsci
http://www.gramsci.org.ar/12/gruppi_heg_en_gramsci.htm
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Latina. Universidad de las América. Puebla. 2007
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Deborah. Contesting citizenship in Latin America. The rise of indigenous movements and the
Postliberal Challenge. Cambridge University Press. USA. 2006.
BIBLIOGRAFÍA
Movimientos indígenas y campesinos en
América Latina.
2-Acción política indígena y campesina en
el siglo XIX
Las ideas liberales comúnmente
atribuidas a cierto sector de las
oligarquías criollas de América,
prendieron también entre estamentos
de la población indígena. El caso de
Francisco Agustín Dieguillo en
Cuetzalan no parece haber sido el
único en el continente americano, si
bien podría resultar emblemático por
sus motivaciones, alcances y
resultados (Thompson, 1995).
La discusión sobre las motivaciones
políticas o económicas de este
fenómeno no se resuelve únicamente
en la exploración de las fuentes
históricas. La exploración desde la
antropología histórica podría explicar
no solo la configuración de personajes
y grupos indígenas implicados en los
movimientos liberales, sino
principalmente las dinámicas de
interacción.
La antropología histórica podría
explicar cómo tales dinámicas son la
materialización de prácticas y ejes
organizadores de los mismos grupos
indígenas en un determinado
momento histórico. (González, 2009).
… la Antropología Histórica nace de su
diferencia metodológica con la
Antropología Social. Estudia las culturas
I Discusión Teórica
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y sociedades que ya no tienen voces
vivas por lo que depende no sólo del
trabajo arqueológico sino también del
trabajo documental en todas sus
formas. Pero no debemos olvidar que
el foco de estudio es una o varias
culturas en todas sus manifestaciones.
(González, 2009). Sin embargo,
siguiendo lo expuesto por González, la
discusión sobre el liberalismo y la
participación indígena en el mismo
puede enfocarse desde la etnohistoria
si se considera dicha participación
como una auténtica pugna interétnica
aún bajo la égida del pensamiento
liberal que la haya cobijado.
Sonia Mejía habla de “pactos” para
referirase a la solución política que
diera continuidad en el siglo XIX a un
modelo de dominación cuestionado
por las llamadas “revoluciones
liberales” (Alda Mejías, 2000).
Considerar la participación indirecta o
directa en dichos pactos de la
población indígena puede, ventilars en
la alusión histórica a hechos de
rebelión o reclamos legales de las
comunidades. Esto, como afirma
Aldas, invalida la imagen de
tradicionalismo e inmovilismo con que
se las ha calificado –a las
comunidades indígenas- (Alda Mejías,
1999)
from the story here.”
Discusión sobre los indígenas, la participación y el liberalismo durante el siglo XIX
A partir del caso de caso de Francisco Agustín Dieguillo en México, Guy Thompson propone una
interpretación de su participación bajo algunos ejes tales como:
Ámbito político-territorial
Motivaciones y reivindicaciones étnicas
Factores político-ideológicos
Bases económico estructurales.
En el ámbito político-territorial lo que sobresale es tanto la ubicación de las demandas como la de
Francisco Agustín en el plano de determinadas fronteras territoriales (estatales, distritales, municipales
o comunales) le imprime sus rasgos a las dinámicas sociales. Entre los rasgos predominantes esta la
combinación de lo local-comunitario frente a lo distrital-estatal/nacional. Esta dinámica no tiene tanto
carácter georeferencial como un carácter geopolítico vinculado a la misma creación de los Estados-
nación latinoamericano en los que las revoluciones liberales jugaron un papel importante. Como lo
señala Sonia Aldas, ese proceso tuvo un efecto inmediato respecto a las comunidades indígenas en
tanto que fueron las que soportaron el peso fundamental de la expansión del Estado vía el proyecto
liberal.
Si podían caber dudas sobre las posibilidades del Estado para controlar el territorio y desarticular las
comunidades – indígenas- hasta 1871, a partir de esa fecha pocos historiadores han dudado de la
existencia de un Estado férreo y poderoso. Debido a este fortalecimiento, durante esta época se ha
supuesto la privatización definitiva de las tierras comunales y la marginación absoluta de la
población indígena. (Alda Mejías, 1999). Guy Thomson demuestra, al igual que lo hace más adelante
en su ensayo Sonia Alda Mejía, que la marginalización de los indígenas durante el período liberal fue
en realidad relativa, en tanto que tanto en Puebla, de manera abierta como en Centroamérica, de
manera más velada, se producen resistencias en torno a lo territorial. Se producen obligadas
negociaciones, pactos o consesiones en el marco del mantenimiento de ese Estado “férreo” que sin
embargo no pudo darse el lujo de fomentar insurrecciones o rebeliones.
El eje en torno al que se organiza estos cambios político-territoriales es la introducción de nuevos
cultivos que se ve acompañada de dos factores importantes y determinante: primero el el papel del
Estado como promotor de monopios sobre dichos cultivos y segundo la inmigración a las zonas
indígenas de nuevos actores sociales –sea como intermediarios o como propietarios- (GARDNER,
1997)
Las motivaciones étnicas, si bien no rebasaron el reclamo de autonomía, como en el caso de Dieguillo
en México (Thompson, 1995), constituyeron una temprana impugnación de la nueva colonialidad del
poder que se perfila en las políticas liberales. Aunque existen algunos autores como Jorge Klor de
Alva que cuestionan el uso de “colonial” o “pos colonial” para referirse a la nueva organización del
poder asentada en la diferencia étnica, es innegagle el papel que para las poblaciones indígenas de
Mesoamérica y los Andes representaron desde muy temprano la defensa del territorio unido a su
reclamo de identidad. (Klor Alva, 2010).
Con bastante propiedad se pueden comparar las experiencias de Cuetzalan, México, con las menos
conocidas vividas en Centroamérica y la experiencia indígena andina en torno a las demandas étnico
políticas.
La hegemonía política y cultural de los campesinos aymaras, en las circunstancias excepcionales del
momento, permitió esta solución de “mancomunidad” con la incorporación cultural así como una
orientación política muy importante que podríamos llamar “mandar desde abajo”. (Thompson S. ,
2003)
En lo político ideológico, tanto los aportes de Guy y Sinclair Thompson, como las mismas alusiones de
Sonia Mejía y Tristan Platt dan cuenta de una revisión a fondo del llamado marginalismo de las
comunidades y personajes indígenas de la época. La importancia de la participación indígena debe
verse no en términos de homéricas epopeyas ni odiseas, según sean hazañas colectivas o personales.
Antes bien, los movilizadores políticos indígenas deben buscarse en estructuras de pensamiento que si
bien no corresponden a la concepción de ideología occidental podrían ser análogas. Sin embargo esa
analogía no debe conducir a confusiones entre las formas que asumen las identidades diversas. Como
bien advierte Hobsbawm, la ideología del nacionalismo comienza a eclosionar tras el liberalismo del
sigloXIX no es en modo alguno ajeno a esta diversidad no reconocida en la época y poco estudiada en
la actualidad.
…el nacionalismo de las minorías de elite no debería confundirse con el nacionalismo
que posee o desarrolla una base masiva que reúne a los pueblos bajo la forma de una conciencia
nacional o de una relación muy estrecha con los símbolos e instituciones de la
nacionalidad, a pesar de que pueden haber vínculos históricos entre ambos grupos[…] (Hobsbawm,
2010)
Aunque las condiciones son diferentes en México, Centroamérica o los Andes bolivianos y peruanos,
los datos históricos aportados por los autores permiten plantear que los proyectos liberales del siglo
XIX tuvieron que contar con una base de consenso o negociación con los actores indígenas. En la
base de dicho proceso no se encuentran solamente aspectos políticos sino, como lo plantea Sonia A.
Mejías, una plataforma ideológica que permitió adaptar los planteamientos liberales para garantizar la
sobrevivencia de la comunidad como referente básico de la identidad indígena. (Alda Mejías, 1999,
pág. 430-431)
El reduccionismo recurrente con el que se analiza muchas veces la participación indígena en
Latinoamérica centra su análisis a las motivaciones económicas vinculadas ora al despojo, ora a la
sobreexplotación. Esta visión no tiene en cuenta el reclamo permanente de la identidad étnica y
política –como agentes y no como pacidentes del proceso político- que tales reivindicaciones entrañan.
El enfoque que tanto Guy Thompson como Tristan Platt vehiculan permite descentrar el análisis
economicista de las causas de la participación política indígena en México y los Andes. Sin embargo,
las tesis de José Carlos Mariátegui siguen siendo orientadoras respecto al papel de lo económico en la
interpretación del activismo indígena durante el siglo XIX hasta la actualidad:
La cuestión indígena arranca de nuestra economía. Tiene sus raíces en el régimen de propiedad de la
tierra. Cualquier intento de resolverla con medidas de administración o policía, con métodos de
enseñanza o con obras de vialidad, constituye un trabajo superficial o adjetivo, mientras subsista la
feudalidad de los "gamonales" …La servidumbre del indio, en suma, no ha disminuido bajo la
República. Todas las revueltas, todas las tempestades del
indio, han sido ahogadas en sangre. A las reivindicaciones desesperadas del indio les ha sido dada
siempre una respuesta marcial (Mariátegui, 2008)
En otras palabras, no basta con plantear, como lo hacen Thompson y Platt, las bases económicas que
subyacen entre las motivaciones de la movilización indígena. Sin embargo, la visión antropológica del
proceso es un asidero que permite comprender en su dimensión compleja esta participación. La
diversas experiencias de investigación del problema en América Latina enriquecen el análisis de este
último elemento.
Bibliografía
1. Alda Mejías, S. (1999). La participación indígena política en Guatemala siglos XIX. En E. C. Martínez
Acosta, II Simposio de la Asociación de Americanistas Metodología y líneas de investigación en la
Historia de América. (págs. 417-436). Medina del Campo: Universidad de Burgos.
2. Alda Mejías, S. (2000). El debate entre liberales y conservadores en Centroamérica. Distintos medios
para un objetivo común, la construcción de una república de ciudadanos (1821-1900). Espacio, Tiempo
y Forma, Serie V, H.'' Contemporánea, t. 13., 271-311.
3. Alda Mejías, S. (2011). Martínez Acosta, Emelina, Celia Parcero Torre, Adelaida Sagarra Gamazo
(comps.): Metodología y líneas de investigación en la Historia de América. Burgos, Universidad de
Burgos, Asociación Española de Americanistas, 2001. Estudios Interdisciplinarios de América Latina y
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4. GARDNER, D. S. (1997). Estabilidad y migración en la sierra norte de Puebla. Sotavento, Instituto de
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5. González, J. V. (Didiembre de 2009). Conferencia: La diferencia entre Antropología histórica y la
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6. Hobsbawm, E. J. (2010). Nacionalismo y nacionalidad. En P. S. (compilador), & I. d. Peruanos (Ed.),
Repensando la subalternidad, Miradas críticas desde/sobre América Latina (págs. 311-326). Lima,
Perú: Envión Editores.
7. Klor Alva, J. (2010). La poscolonización de la experiencia (latino) americana. En P. Sandoval,
Repensando la subalternidad, Miradas críticas desde / sobre América Latina, (págs. 103-150). Popayán,
Perú: Insituto de Estudios Peruanos.
8. Mariátegui, J. C. (2008). El Problema del Indio, en Siete Ensayos de la Realidad Peruana. Recuperado
el 2011, de Archivo Chile. Historia política del movimiento popular:
http://www.archivochile.com/Ideas_Autores/mariategui_jc/d/mariategui0015.pdf
9. Thompson, G. (1995). Francisco Agustín Dieguillo: Un liberal cuetzalteco decimonónico (1861-1984).
En J.-D. L. (Coordinadoras)., Paisajes rebeldes, una larga noche de rebelión indígena. . México:
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10. Thompson, S. (2003). “CUANDO SÓLO REINASEN LOS INDIOS”. En F. P. Forrest Hylton, Ya es
otro tiempo,cuatro momentos de insurgencia indígena, (págs. 39-77.). La Paz, Bolivia,: Muela del
Diablo Editores.
11. Tristán Platt. La experiencia andina de liberalismo boliviano entre 1825 y 1900. Raíces de la rebelión
de Chayanta (Potosí) durante el siglo XIX. En: Steven Stern. Resistencia, rebelión y conciencia
campesina en los Andes. Siglos XVIII al XX. IEP ediciones. Perú. 1990.
Palabras claves:
Poder
Cultura
Revolución
Sublevación indígena
Época histórica
Estado
Ideología
3-Acción política indígena y campesina en
las revoluciones y sus relaciones con el
Estado en la primera parte del siglo XX
Movimientos indígenas y campesinos en
América Latina.
Al seguir el eje de la discusión sobre la
participación política de las masas
indígenas del continente americano,
es importante rescatar algunos hilos
conductores que permitan dirimir tanto
la ontología de las propuestas teóricas
como su epistemología.
El partir de la noción de revolución
como eje organizador de la discusión
teórica sobre la participación indígena
le da continuidad a los elementos
abordados en nuestra anterior reseña
sobre los cuatro ejes de protagonismo
indígena en el siglo XIX, a saber:
Lo político territorial, Lo étnico-
político, Lo político-ideológico,
Lo económico estructural.
En la diferencia de significados que
atribuye Jan Rus a los campesinos
Mayas de los Altos de Chiapas (Rus,
1994) encontramos rastros de la
descripción en términos éticos de lo
que se asume es la percepción émica
del fenómeno revolucionario por los
indígenas. Por lo tanto es posible
relativizar tal descripción
La catalogación de una revolución
como “época de Carranza” o
“revolución verdadera” conlleva a
más que la descripción de las formas
I Discusión Teórica
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en que cada etapa histórica ocurrió,
como pretende el mismo Rus (Rus,
1994. Pág. 252) pues está atravesada
por la dificultad del abordaje del
problema desde las bases estructurales
de las que habla Monique Nuijten. Es
decir, no se puede siquiera describir ni
menos interpretar esta distinción
sustancial sin comprender y explicar la
estructura socioeconómica de lo local
dentro de la formación
socioeconómica –estadal-nacional y
federal- cuyo base nodal es la
categoría de ejido (Nuijten, 1997).
Otro eje de interpretación es la
relación de esta significación de
revolución con el cambio de época
histórica.
Cuando los indígenas Aymara dijeron
“cuando teníamos todas las
respuestas, cambiaron las preguntas”,
ellos reflejaban su perplejidad ante el
actual cambio de época histórica.
Ellos reconocen la imposibilidad de
comprender la realidad de su contexto
cambiante con antiguos modos de
interpretación. (Silva, 2005)
El último eje de análisis es el carácter
que adquirió el cambio de época
histórica en América Latina marcada
por el ascenso de movimientos
populares y aletargada visualización
del protagonismo indígena.
II Resignificando conceptos.
Al hablar de movimientos indígenas en
América Latina podría referirse a varias
vertientes del mismo en tanto que sus
características son cualitativamente
diferentes en México, Guatemala, El
Salvador, Ecuador, Perú, Bolivia o
Argentina, para solo citar algunos ejemplos.
Así, mientras los movimientos insurgentes
del sureste de México a principios del siglo
XX incorporaron a fuertes contingentes
indígenas, las luchas populares en
Guatemala que lograron el derrocamiento de
Estrada Cabrera no contaron con la
participación indígena inmediata ni en la
ciudad ni en el campo. En cambio, la gran
insurrección de indígenas nonualcos de El
Salvador, siendo fundamentalmente rural, se
estimuló, y quizás hasta se impulsó, desde
la ciudad por el incipiente movimiento
“obrero”1 comunista (Alvarenga, 2004)
El punto obligado de partida es la ubicación
espacio-temporal y procesual de los
antecedentes del período histórico que se
trata. En este caso, en plenos albores del
siglo XX, el mundo es estremecido por dos
grandes revoluciones que con pleno
1 En realidad los miembros del Partido
Comunista Salvadoreño de 1932 eran en su
mayoría artesanos, intelectuales y
campesinos, algunos de los cuales eran
líderes provenientes del pueblo nonualco.
derecho, aún con sus rasgos sustancialmente
diferentes, marcan el inicio de una nueva
época histórica: por una parte la revolución
mexicana, por la otra la gran revolución
socialista de octubre en la Rusia zarista.
Ambos hechos históricos marcan ese cambio
trascendental del que nos habla De Souza:
La identidad de una época histórica es dada
por un sistema de ideas para interpretar la
realidad, un sistema de técnicas para
transformar dicha realidad y un sistema de
poder—institucionalidad (reglas del
juego)—para controlar la realidad, que
prevalecen subordinando a otros sistemas
de ideas, sistemas de técnicas y sistemas de
poder, e influenciando la naturaleza de las
relaciones de producción, relaciones de
poder, modos de vida y cultura (Silva, 2005,
pág.48).
El gran arco de la revolución mexicana,
para usar la figura de Corrigan y Sawyer
(Corrigan, 2007), puede extenderse desde
las transformaciones liberales de finales del
siglo XIX hasta mediados del siglo XX o un
poco más. En ese gran arco procesual, la
resistencia de los indígenas Tzotziles y
tzeltales de principios del siglo XX tiene
inicialmente un carácter más defensivo que
beligerante en la medida que la defensa del
territorio había pasado primero por el
despojo de buena parte de los ejidos
comunales –generalmente de las mejores
tierras-, la introducción del café y el
apuntalamiento de una élite ladina en los
altos de Chiapas y la llamada “revolución de
los indios” como etapa de “nuevo tipo” en la
que la institucionalización de la revolución
alcanza por fin a las abandonadas
comunidades indígenas.
En este período lo realmente interesante es
la transformación del sistema relacional de
dominación en la zona. Del casi absoluto
imperio de la oligarquía cafetalera ladina
pasa a la “transformación institucionalizada”
con leves cambios en la tenencia de la tierra,
pero con un proceso de asimilación de los
“principales” o escribanos. Ellos no solo se
enriquecen con las reformas sino devienen
intermediarios claves en la
“desagrarización” de la revolución. La
centralidad pasa de la redistribución de la
tierra como principio rector de su etapa
cardenista inicial hacia la burocratización de
la revolución.
De la complejidad de este proceso habla
mucho la creación de todo un imaginario
“nacional” de la revolución en el que se
exalta lo indígena mientras en la práctica se
bloquean sus posibilidades de desarrollo. Se
sumerge a la población indígena en un
prolongado letargo con elaboradas fórmulas
de nacionalismo, indigenismo e identidad
transmitidas a través de la educación
mientras se consolida la incorporación de
formas capitalistas de producción e
intercambio.
La peculiaridad de este cambio estructural
es que la revolución mexicana y las
resistencias indígenas en América latina en
pleno siglo XX mientras apuntan a la
descolonización se encarrilan en el sistema
capitalista que en otras latitudes está
entrando en una etapa crítica de su
desarrollo. Mientras Lenin catalogó en su
momento la época imperialista como la
etapa superior y última del capitalismo, en
América Latina dicho sistema apenas
empieza a desplegar sus características
“tradicionales” entre otras, la
desestructuración de la economía campesina
tradicional y, por añadidura, el rompimiento
de las unidades económicas comunitarias
indígenas que aún sobreviven. Pero, parte
esencial de ese rompimiento es la alteración
del modo tradicional de vida de las
comunidades. Este último elemento pasa
desapercibido muchas veces en los análisis
económicos o políticos, pero constituye
parte esencial de los cambios que
experimentan las comunidades indígenas.
Como indica Habermas:
…las luchas clásicas entre campesinos y
proletarios y la burguesía reflejan acciones
defensivas a la penetración capitalista del
mundo vital y a las destrucciones que se
originaron con la modernización
capitalista…A consecuencia de la
modernización capitalista se manifiestan
destrucciones que implican la desaparición
de formas de vida tradicionales (Habermas,
1994).
Para Eric Hobsbawm la Revolución
Mexicana es el inicio de una tercera etapa
del pensamiento nacionalista que siguió a la
etapa del liberalismo con tres ejemplos
claros: la Reforma de Córdoba expresión de
los intelectuales de carácter popular y
antiimperialista que inspiró movimientos
nacionalistas, populistas y democráticos
(APRA, PRI, MNR); la eclosión del
indigenismo de clase en Perú con
Mariátegui, así como la emergencia de la
“brasilianidad”
Lo que tienen los tres en común es la
denuncia del prejuicio racial y la
integración del indio, del negro y de los
descendientes del mestizaje a la “nación”,
identificada hasta ese entonces
principalmente con blancos nativos o
inmigrantes (Hobsbawm, 2010).
De esta forma, hemos puesto en evidencia
que la revolución mexicana no solo puso en
movimiento masas de campesinos ladinos e
indígenas con un nuevo papel sino hizo
replantearse, incluso antes de la misma
revolución bolchevique, su protagonismo y
los planteamientos teóricos que respaldan
tales acciones políticas.
III MOTIVACIONES IDEOLÓGICAS
INDÍGENAS Y SUS
CUESTIONAMIENTOS
La inclusión de las “masas” luego de la
revolución mexicana constituyó un tema
obligado en América, como lo afirma
Hobsbawm, sin embargo ese cambio
cualitativo se asienta en la llamada por
Michelle Baud, motivación ideológica de la
movilización indígena. Para Baud, esa
ideología se asienta en la lucha contra el
Estado depredador (Baud, 1997) que no
sólo favoreció a élites nacionales (blancas) o
extranjeras, sino que alteró el modo de vida
–como lo llama Habermas-de las antiguas
comunidades y ejidos indígenas,
expropiándoles parte esencial de su territorio
y arrojándolas a un incipiente pero voraz
mercado capitalista.
Pero si bien esta interpretación de Baud
corresponde a la advertencia hecha por
Mariátegui respecto a la base esencialmente
estructural de la ideología indígena, también
es cierto que ello es resultado del espejismo
creado por la misma revolución mexicana
que ha producido un ocultamiento de la
dimensión étnica de las luchas campesinas
por la preponderancia del signo de lucha de
clases asignado a las mismas(Lambert,
2009).
Este prejuicio “clasista” prevaleció hasta la
emergencia del movimiento indígena
revolucionario en Guatemala, el avance de
los movimientos indígenas en Ecuador, Perú
y Bolivia y por último el alzamiento
zapatista en México. En la base de muchos
planteamientos de esta naturaleza están tanto
esquematismos de parte de la izquierda –
marxista o no- como inconsistencias
provenientes muchas veces de la
antropología cultural norteamericana.
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Universidad Católica del Ecuador.
Palabras claves:
Antagonismos
Cultura política
Género
Conflictividad
Identidad
Lucha de clases
Discurso
Ideología
Disonancia cognitiva
4- Las mujeres y los movimientos indígenas y
campesinos
Movimientos indígenas y campesinos en
América Latina.
Abordar la problemática de género en
marcos de la discusión sobre
movimientos campesinos e indígenas
no es en modo alguno sencillo. Las
demandas de las mujeres campesinas
e indígenas frente a su propia
comunidad no son tan comunes como
en el resto de la sociedad. En la base
de esta situación podría situarse el
papel de la estructura económica y de
otra, la superestructura ideológica
propia de la organización campesina y
la no menos compleja identidad
étnica.
La discusión sobre la participación de
la mujer en las luchas campesinas e
indígenas que introduce Joann Martin
se sitúa entre el análisis étnico-político
y lo político-discursivo de dicho análisis
(Martin, 2003). En este sentido son
interesantes los hallazgos realizados en
el análisis hecho por Jorge Cole sobre
el pueblo bribri de Talamanca, Costa
Rica. Tomando una ruta
metodológica diferente, destaca la
analogía con respecto al papel
organizador de la identidad étnica y
de género.
La visión bribri del desarrollo no solo se
construye como oposición a
determinadas ideas de desarrollo, sino,
I Debate teórico-político
Happy holidays from our family to yours!
también, como defensa cultural y
como conservación de elementos
culturales considerados como
centrales en la definición de la
identidad bribri. Estos elementos son:
a) La defensa por el control del
territorio. b) El mantenimiento del
sistema matrilineal y la estructura
clánica. c) El mantenimiento del
sistema productivo skónwak y las
relaciones cosmogónicas y culturales
con el medio, d) La defensa de la
autodeterminación con respecto al
manejo de los recursos, la toma de
decisiones sobre el desarrollo que
desean y cómo propiciarlo (Control
político y financiero sobre las iniciativas
económicas). e) El idioma bribri. (Cole,
2005)
Estos resultados de la investigación
reflejan el giro deleuziano del que
habla Arturo Escobar y que implica:
…un asunto complejo, dado que hay
siempre una estrecha conexión entre la
realidad social, los marcos teóricos que
usamos para interpretarla y el sentido de
la política y la esperanza que surge de tal
comprensión. En otras palabras, nuestras
esperanzas y práctica política son en gran
medida el resultado del marco particular
mediante el cual analizamos lo real.
(Escobar, 2009)
II.- Caracterización del origen de los antagonismos de género y de clases
El estudio de los orígenes de las luchas,
antagónicas o no, entre las clases sociales y
entre los sectores sociales tienen, en la
mayoría de los casos, un referente material,
concreto, reiterado: un contexto relacional
de poder o sistema relacional de dominio.
El sustrato económico-social de dicho
sistema lo constituyen las relaciones sociales
de producción históricamente determinadas
que originan o determinan –aunque sea de
forma dialéctica- un entramado de ideas,
imaginarios, pensamientos vehiculados por
el discurso. Donde hay dominación hay
ejercicio de poder para controlar factores
materiales y simbólicos estratégicos, y un
discurso para justificar la dominación,
como si ésta fuera el orden natural de las
cosas, viabilizando una ―agenda oculta‖
que es el blanco del poder hegemónico
ejercido a través de relaciones que ocultan
el mismo poder (Escobar 1998).
Se podría decir entonces que los orígenes de
la pugna no sólo están en sus bases
económico-sociales sino también en la carga
discursiva que no solo justifica sino
sublimina el poder material expresado en
determinadas relaciones de producción y
reproducción. Bajo el concepto de poder
como relación, algunos discursos logran ser
hegemónicos, construyendo la ideología de
los dominadores y legitimando sus
relaciones de dominación (Escobar A.
2005), La propuesta de Martin de la “clase
en términos del discurso” como sistema
“semiológico” (Martin, 2003) parece
entonces de suyo contradictoria porque
confunde la dominación de clase con los
efectos de la ideología de clase dominante
que legitima la misma dominación, como lo
afirma Escobar.
La categorización de “rico” o “pobre” no es
una categorización de clase. En ello estriba
el error conceptual al que nos lleva el
razonamiento de la Martin. Como tampoco
la construcción de identidades individuales o
colectivas a través del discurso. En realidad
se trata de dos cuestiones distintas y
claramente identificables: la pertencia a la
clase y la identidad de clase por una parte y
la ideología de clase y su adscripción a ella
–aunque no sea la propia-
Por otra parte, la construcción del género y
la identidad de género no aparece
claramente definida en la propuesta de
análisis semiótico o discursivo de la Martin.
En realidad debe distinguirse el espacio de
la producción y reproducción material del
espacio de la participación política sea
formal o contestataria (González, 2010)
Si se hace una interpolación de la
participación política de las mujeres durante
los conflictos armados en Centro América,
por ejemplo, es posible encontrar
explicaciones “planas” 1 que de igual
manera obvian las especificidades de clase o
étnicas. Citemos por ejemplo el caso de los
combatientes salvadoreños del FMLN:
A la lucha político-militar se incorporaron
maestras, estudiantes, obreras, pero,
fundamentalmente, campesinas. Estas
mujeres hicieron suya la bandera de la
lucha popular, dejando a un lado sus
reivindicaciones específicas de género. Esto
se debió a la priorización de los graves
problemas nacionales de ese momento
(represión, pobreza, desempleo), pero
también a que las organizaciones político-
militares no tenían contemplados, en ese
momento, los intereses de género dentro de
sus objetivos. (Moreno, 2005) – el
subrayado es nuestro-
En el anterior párrafo se expresan similares
pretensiones a las de Joann Martin, esta vez
desde un enfoque aparentemente “clasista”
que no es otra cosa que la parcialización de
tal enfoque. En ningún momento ni Marx,
ni Engels ni Lenin hubiesen planteado de
forma tan groseramente esquemática el
1 Se hace referencia a la “ontología plana” de
los individuos, considerándolos únicos, diferentes
en su relación espacio temporal pero no en su
categoría ontológica. (De Landa, 2002)
problema de la relación entre la lucha de
clases y el género. Tampoco es cierto que al
abrazar la lucha – de cualquier tipo- la mujer
soslaya sus reivindicaciones específicas de
género, de etnia o sociales. La priorización
o jerarquización de los intereses de lucha no
significa en modo alguno la negación de las
otras facetas de su ontología, de su ser.
III.- Estructura discursiva e identidad
de género de cara a los las luchas
de los campesinos e indígenas
El pivote desde el que Martin realiza su
análisis de los antagonismos de género y
clase, la cultura política (Martin, 2003: 352),
resulta tanto comprometido como puede
resultar inconsistente teóricamente tanto
desde el punto de vista etimológico como
desde el punto de vista semiótico
propiamente. Etimológicamente cultura es
más cercano de producción que de producto
o resultado, entonces la cultura está más
vinculada a la producción y reproducción
material. La cultura política se convierte en
un sistema conceptual, en un esqueleto –
superestructural- de la sociedad misma.
Cada civilización de masas en un sistema de
economía concentrada es idéntica y su
esqueleto —la armadura conceptual
fabricada por el sistema— comienza a
delinearse. Los dirigentes no están ya tan
interesados en esconderla; su autoridad se
refuerza en la medida en que es reconocida
con mayor brutalidad. (Adorno, 2004)
Desde el punto de vista semiótico, el
término cultura transporta un conglomerado
de imágenes, ideas, pero también…implica
la concurrencia de diferentes definiciones,
estilos, cosmovisiones e intereses en pugna
(Said, 2005).
La construcción social del género determina
los papeles que, de acuerdo al grupo o la
sociedad, deben jugar las mujeres, incluso
cuando se rebelan. En realidad habría que
considerar que el género es también una
categorización que si bien se transporta en el
discurso, tiene en las representaciones
sociales su eje organizador y movilizador
que determina las prácticas sociales. Forma
peculiar de esas representaciones sociales es
la identidad de género. Como lo indica
Diana Rosario Ramírez, para el caso de las
mujeres lideresas indígenas de Mecayapán,
Veracruz:
…los convencionalismos del sistema de
género indican que el ser mujer implica
deberse a otros, es decir, que se trabaje
para otros, que se sirva a otros y se cuide de
otros; no sólo aquellos que requieren
cuidado y atención, como infantes, ancianos
o enfermos, sino también a los llamados
―aptos‖ (Mejía Reyes, Carlos & Pizarro
Hernández, Karina, 2011).
Sin embargo, al igual que se justificaba en el
caso de las combatientes del FMLN, la
postergación de las demandas específicas de
las mujeres también es un hecho en las filas
del movimiento campesino e indígena de
nuetro tiempo so pretexto de no mellar el
filo fundamental de los reclamos étnicos o
étnico nacionales.
Como señala la misma Dolores Figueroa:
…En las experiencias de implementación y
otorgamiento legal de derechos colectivos
de pueblos indígenas, la atención a
derechos individuales de sectores
minoritarios así como la prevención de la
violencia de género ha quedado –hasta el
momento– en segundo plano. (Figueroa,
2010)
La recurrencia de este fenómeno que afecta
la identidad de las mujeres, no solo debiera
explicarse únicamente por la naturaleza del
poder que se ejerce a través de la
representación social del género. Desde
nuestra perspectiva podría responder a lo
que León Festinger llamó disonancia
cognitiva, es decir la manera como el ser
humano se convierte en esclavo de sí mismo
o de sus propias ideas. (Festinger, 1997). Al
seguir la huella de este fenómeno psíquico,
tambien podríamos explicar el giro
ontológico en la interpretación que se
mencionó al principio de este ensayo.
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