fuentes, juan francisco. el fin del antiguo régimen 1808 – 1868 (reseña)
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El Fin del Antiguo RégimenReseña (Trabajo Práctico Nº 8)
BIBLIOGRAFÍA A RESEÑAR:
FUENTES, Juan Francisco. El fin del Antiguo Régimen 1808 – 1868. (2007),
Proyecto: Historia de España, 3° Milenio. Ed. Síntesis. Madrid (339 páginas)
La obra de Juan Francisco Fuentes nos permite tener
una visión compleja de uno de los periodos más
fundamentales de la historia de España que van desde
la Guerra de Independencia española (1808 – 1814)
hasta la Revolución de 1868 que supuso el
destronamiento de la reina Isabel II y el inicio del
período denominado Sexenio Democrático. Este
periodo se lo denomina, historiográficamente, como
la etapa del Fin del Antiguo Régimen.
Esto se debe a que, durante los reinados de Fernando
VII e Isabel II se vieron dos fenómenos que señala el
autor en sus primeros cuatro apartados que es la
entrada de los ideales Liberales a la administración y el cuerpo estatal, junto a una
profunda descomposición del ideal monárquico que fue gestándose desde las últimas
décadas del siglo XVIII y se agudizó en la primera década del siglo XIX. Y en este
marco explicativo, y eje problemático, se va a centrar el autor a la hora de explicar estos
últimos sesenta años de la Monarquía Española.
Para comenzar, y partiendo de la problemática de los Ideales Liberales en la política
española, hay que señalar los orígenes de este problema, que lo señala, el autor, con el
desgaste de la Monarquía en los años precedentes a la invasión napoleónica de 1808.
Porque España se encontraba a principios del siglo XIX ante la tesitura de una crisis
estructural del sistema. Las reformas introducidas durante los años reformistas
borbónicos habían agotado sus efectos beneficiosos del primer momento, y la gran crisis
1
internacional desencadenada por la Revolución Francesa agravo todos los problemas
que ya acarreaba la monarquía.1
Estos problemas eran, primero: la erosión de la imagen del rey (no de la figura)2, que
para ese momento era Carlos IV quien, junto a la reina consorte María Luisa de Parma y
su privado, o Príncipe de la Paz, Manuel Godoy; esto me lleva al segundo problema
que enfrentó la monarquía que era la proliferación y suma de adeptos de los llamados
liberales, como producto de la Ilustración europea que, inspirados en el proceso
revolucionario francés, comenzaron a planificar una Nueva España. Estos problemas los
podemos ver reflejados a la hora de ver los acontecimientos históricos en la segunda
década del siglo XIX. Aunque, hay que señalar, que los ideales liberales, no tuvieron
una presencia fuerte en esta época (salvando la Constitución de Cádiz de 1812) aunque
no desparecieron en lo absoluto, puesto que el primer problema señalado llegó a un
punto de inflexión con la entrada de las tropas napoleónicas en 1808, con el primer
objetivo de conquistar Portugal y sumar su territorio a la esfera de influencia
napoleónica. Sin embargo, el motín de Aranjuez, expresó la reacción aristocrática-
nobiliaria-cortesana (encabezada por el partido fernandino, que puso a la cabeza al
Príncipe de Asturias, y futuro rey, Fernando VII) contra la triada que tenía el gobierno
de la monarquía (Godoy, Carlos IV y María Luisa), pero que se canalizó en Godoy por
ser el responsable de los males que asolaron a los españoles en los últimos años.
Por ello, y ante el peligro de perder su influencia, Napoleón Bonaparte, reunió a Carlos
y Fernando en Bayona para lograr un acuerdo, pero resultó en una maniobra para
colocar al frente del trono a su hermano (José Bonaparte, que pasó a ser el rey José I)
que logro con la abdicación de Carlos IV y el encarcelamiento de Fernando VII. Casi
inmediatamente estalló la insurrección en Madrid y luego en todas las ciudades
española. 1808 constituye el inicio de la Guerra de la Independencia Española y el
inicio de lo que algunos historiadores denominan como el Nacionalismo español y de
un largo proceso que desembocó en un nuevo contexto para la tercera década de 1830.
En este sentido hay que señalar que la guerra trajo como consecuencia la entrada de dos
fuertes tendencias que se remarcaron en los diferentes espacios de la monarquía: el
liberalismo político (en la España peninsular principalmente) y el autonomismo como
1 FUENTES, Juan Francisco. El fin del Antiguo Régimen 1808 – 1868. (2007), Proyecto: Historia de España, 3° Milenio. Ed. Síntesis. Madrid., pp. 102 La diferencia que quiero remarcar es que la imagen del rey es la imagen del monarca, es decir, de la persona del rey, que en este caso es Carlos IV. Pero cuando me refiero a la figura del rey es a la del rey como un cargo o como un representante, más allá de quien esté en el cargo, puesto que es una de las ideas de los Liberales que tomaran el poder del territorio peninsular para 1868.
2
forma de gobierno (en los territorios españoles del continente americano). Ambos se
expresaron por el medio que fue producto de esta decapitación de la monarquía (el
encierro de Fernando VII y la abdicación de Carlos IV): las Juntas de Gobierno que
juraban fidelidad por el rey encarcelado. Sin embargo seguía el problema de la
representación real del poder, puesto que la fidelidad era a un rey ficticio, y a que en el
poder real estaba José I. Por eso fue necesario un organismo que fuese central, y quedo
primero en la Junta Central, y en este espacio se forjaran los ideales liberales que luego
se representaran en todas las juntas del resto de la monarquía. La ruptura con el pasado
fue el principal carácter de las primeras juntas y ello se formalizó en las Cortes de Cádiz
de enero de 1810 con la soberanía popular ejercida de facto por las juntas, y tal como lo
expresó Manuel José Quintana (participante de la Junta Central): “Las juntas eran la vía
revolucionaria de España”.3
En este sentido se puede comprender como el proceso independista español desembocó
en una entrada fuerte de estas tendencias liberales que llevaron a una dicotomía entre
antiliberales y liberales. Sin embargo, el triunfo de la rama liberal en la Constitución de
Cádiz en 1812 el cual es un texto largo y prolijo, dividido en diez títulos o bloques
temáticos que consta de 384 artículos y que, con todas ambigüedades y contradicciones,
establecía una Monarquía constitucional muy avanzada para la época, lo que explica su
importante influencia en el constitucionalismo europeo y americano, convirtiéndose en
el mito del liberalismo universal, sin embargo no fue lo único que hicieron las Cortes,
también proclamaron el fin de la tortura, la supresión de los señoríos jurisdiccionales y
los consejos, del Antiguo Régimen, la normativa sobre ayuntamientos y diputaciones
provinciales, la abolición de la inquisición, y la clasificación y pago de la deuda
nacional; todo entre 1811 y 1813.4
Sin embargo a la par comenzaba el proceso de liberación de España, luego de la batalla
de Arapiles en 1812 comenzó una lenta restauración, y un retorno de la monarquía,
como señala el autor, y con ello una restauración absolutista. Este proceso, iniciado en
1814 fue producto de las pretensiones absolutistas de Fernando VII frente al marco
constitucional y liberal de las Cortes que se habían instalado en Madrid para enero de
ese año. El golpe de estado de general Eugía y el cierre de las Cortes dejaron el terreno
listo para que en Mayo de 1814, el rey Fernando VII subiese al trono español.
3 FUENTES, Juan Francisco., Op. Cit., pp. 234 Ibíd., pp. 32-33
3
Con la llegada de Fernando iniciaba re-iniciaba el Antiguo Régimen en toda su plenitud,
pero que se enfrentaría a una de las máximas pruebas que pondrán en jaque su
legitimidad y capacidad: el gran caos económico producto de la Guerra de
Independencia, sumado a la insurrección americana que derivó en la emancipación
misma y una “Guerra de Independencia” de los territorios americanos, y el descontento
de los sectores militares por sus condiciones precarias; representaban los máximos
desafíos para la administración fernandina.
El ideal liberal comenzó a tomar forma luego de que en enero de 1820 se produjera una
sublevación entre las fuerzas expedicionarias acantonadas en la península que debían
partir hacia América para reprimir la insurrección de las colonias españolas. Aunque
este pronunciamiento, encabezado por Rafael de Riego, no tuvo el éxito necesario, el
gobierno tampoco fue capaz de sofocarlo y poco después, una sucesión de
sublevaciones comenzó en Galicia y se extendió por toda España. Fernando VII se vio
obligado a jurar la Constitución en Madrid el 10 de marzo de 1820.5 De este modo se
dio inicio al Trienio Liberal que, pese a su triunfo, no pudo evitar que emergiera dentro
de él tendencias diferentes entre los liberales, que pronto quedó entre los Moderados y
los Exaltados. Los primeros buscaban el equilibrio entre las Cortes y el Monarca,
mientras que los segundos querían una subordinación del poder ejecutivo al poder
legislativo y del monarca al mandato de una soberanía popular. En esto hay que señalar
que el principal punto de fricción entre estas dos tendencias dentro de los liberales era la
propia Constitución de Cádiz de 1812 que, los moderados querían reformar en tono
conservador sustituyendo el sufragio universal por un sufragio censitario, que reservara
el derecho a voto a quienes acreditaran una posición económica desahogada y creando
una segunda cámara parlamentaria como cauce de representación privilegiada de la
aristocracia territorial y contrapeso conservador al congreso de los diputados.6 Mientras
que los segundos tenían la idea de una nueva constitución que respondiera al sufragio
universal (que representaría el mandato popular) y la libertad de representación de los
sectores populares o del “pueblo”. Estas diferencias si bien en lo político y la
representación se reflejaron bastante, en la cuestión política ambas tendencias no tenían
una alternativa al modernismo, como señala el autor. El desgaste de los liberales del
primer trienio hizo que en 1823 se produjera un nuevo golpe absolutista que restauró los
poderes a Fernando VII. Pero la semilla liberal había germinado en la consciencia
5 FUENTES, Juan Francisco., Op. Cit., pp. 506 Ibíd., pp. 60
4
política española y de este modo se dio inicio a un periodo donde el liberalismo político
(como alternativa al absolutismo monárquico) comenzó a tomar forma importante.
La conformación de la Santa Alianza que fue en auxilio de Fernando había dejado a los
liberales fuera del poder, pero como contrapartida había dejado una fuerte dependencia
del monarca con la alianza, lo que lo llevó a hacer indultos y concesiones a los
Moderados que eran los más cercanos a las tendencias absolutistas.7 Sin embargo esto
llevó a que, dentro de las filas del absolutismo español restaurado, emergieran dos
tendencias conflictivas, tal como pasó con los liberales en el Trienio. Por un lado
estaban los partidarios de Fernando que vieron positivo este acercamiento con los
Moderados, y por el otro lado estaba los partidarios de su hermano menor, Dn. Carlos,
que conformaron el grupo de los carlistas, quienes vieron errado este acercamiento con
los liberales por parte del monarca. Estas tensiones estallaron para 1827 en la revuelta
de los agraviados,8 en donde los absolutistas carlistas querían la sustitución de
Fernando VII por su hermano Carlos. Sin embargo, fracasó el proyecto, pero sus líderes
no cayeron rápidamente puesto que las revueltas de Cataluña en ese mismo año hicieron
creer que los liberales eran los responsables tras estos intentos de golpe al monarca que
rápidamente consolidó a los absolutistas moderados como tendencia predominante en el
escenario político español.
Con el desgaste de la salud de Fernando VII y ante la imposibilidad de los carlistas de
volver al poder se comenzó a plantear el problema de la sucesión. En 1829 el rey se casa
con su sobrina María Cristina con quien, en octubre de 1830, da a luz a la primera hija
del matrimonio. María Isabel Luisa (la futura Isabel II) y fue proclamada como la
heredera del trono español. Esto provocó la reacción y renacimiento de los carlistas
quienes se constituyeron en la principal amenaza para el régimen que, para mediados de
1833, había tomado un viraje hacia una mayor demostración de la moderación, lo que
provocó la furia de los carlistas y su camino a la conspiración, como señala el autor.
Con la muerte de Fernando en Septiembre de 1833, en Octubre, se iniciaban los
alzamientos carlistas en diferentes ciudades españolas lo que llevo a lo que la
historiografía peninsular denomina la primera Guerra Carlista que concluyó en su
derrota en 1840 y la victoria de la regente María Cristina. Sin embargo el
enfrentamiento entre estas dos tendencias de gobierno (una claramente con afinidad al
Liberalismo Conservador o Moderado y otra hacia un Absolutismo Conservador
7 FUENTES, Juan Francisco., Op. Cit., pp. 788 Ibíd., pp. 87
5
Antiliberal) tiene raíces más profundas, como expresa el autor.9 Puesto que es poco
prudente dar estas etiquetas a los bandos, en especial al bando de María Cristina que si
bien recibió una herencia absolutista, tibiamente reformada por Fernando, tenia
claramente afinidad con los moderados puesto que creía que un acuerdo con los
liberales haría posible la asunción de su hija, Isabel, al trono cuando esté en la edad.
En este sentido hay que destacar que, a la par de este conflicto monárquico, entre los
grupos netamente liberales se comenzaban a fraguar prácticas políticas que terminaron
por arraigarse radicalmente en el ambiente urbano como medio por excelencia para la
difusión de sus ideas. Si bien la mayoría de la población seguía siendo rural, las
ciudades constituían los espacios de poder por excelencia de la España del siglo XIX. Y
órganos, como la Prensa, se constituían en los forjadores de un nuevo concepto que fue
producto de los Liberales, como vieja herencia de los Ilustrados: la Opinión Pública.
Que para el siglo XIX había madurado en la península, y vagamente en las colonias
incluso. Y a la par de esto, la descomposición de los cuerpos de la monarquía (desde las
Cortes hasta el cuerpo de las milicias) agudizó el reinado de María Cristina. Un ejemplo
de ello es el Motín de los sargentos en la Granja en 1836, que fue sublevación del
descontento de las guarniciones militares en el Real Sitio de La Granja, y la expresión
de una división de tendencias, ya no entre moderados y carlistas, sino entre los
modernistas y progresistas.10 Lo que significó la entrada del ejército y el cuerpo de
militares como nuevos protagónicos del estado español que, para 1840, estuvo al frente
de Espartero, un general que simpatizó con el progresismo. Esta tendencia política tuvo
su antesala con los Liberales Exaltados, y de ahí su carácter anti-moderado que venía a
reflejar ese conflicto entre liberales moderados y exaltados, allá por los años del Trienio
Liberal (1820-1823).
La destitución de María Cristina por Espartero en 1840 significó un intervalo que
duraría hasta 1856 y que el autor lo señala como un periodo en donde las dos tendencias
liberales, fruto del primer Trienio, estarán conjugando el poder del territorio mediante
las intervenciones militares. El autor señala que esta tendencia liberal de un
constitucionalismo-militarista será característica del mundo hispano.11 Pero que traerá
grandes dificultades y prolongados periodos de inestabilidad que llevaran a que los
grupos simpatizantes con los moderados se vieran erosionados y los exaltados se vean
ante la coyuntura política de este periodo.9 FUENTES, Juan Francisco., Op. Cit., pp. 9210 Ibíd., pp. 11111 Ibíd., pp. 136
6
En 1843 se proclamó a Isabel II como la nueva Reina de España. Fue el fin de este
periodo progresista y el retorno de los Moderados al poder, aunque el contexto político
estaba muy convulsionado. La lucha por las libertades democráticas, en su reinado, fue
un fracaso puesto que el incidente con Olózaga,12 había llevado a la definitiva ruptura de
los moderados con los progresistas que para ese momento tenían fuerte presencia en el
parlamento español. En este contexto, el general de Castilla, Ramón María de Narváez
sumó un amplio poder y se hizo cargo del gobierno y se enfrentó al problema de
reformar la Constitución de 1837 entonces vigente. Narváez se inclinó por la opción de
la reforma defendida por el grupo liderado por Alejandro Mon y Pedro José Pidal frente
al grupo de moderados "puritanos" que defendían su mantenimiento porque su
aprobación había sido fruto del consenso entre los dos grandes partidos liberales,
moderados y progresistas, lo que les permitiría alternarse en el gobierno sin tener que
cambiar la Constitución cada vez que se cambiaba el gobierno.
Sin embargo, para la década de 1850 las fricciones entre los propios liberales
resurgieron y dieron inicio a la etapa de los progresistas, nuevamente en el bienio
progresista (1854-1856)13 que expresó una reacción de la oligarquía que se vio
perjudicada por las reformas fiscales de Narváez (de 1845) y que, como expresa el
autor, fue una profunda conjugación entre elementos conservadores y populares que
terminaron por poner en jaque a los moderados narvacistas. El Bienio representó una
gran oportunidad para las aperturas democráticas y para una llegada a la igualdad social,
heredada de las ideas de los exaltados Entre las medidas económicas están la
desamortización de Madoz y la ley de ferrocarriles. La primera afecta a los bienes de los
ayuntamientos y en menor medida a la Iglesia, a órdenes militares y a algunas
instituciones benéficas. El número de bienes nacionalizados es mucho mayor al de
1837. Los objetivos son sanear la hacienda y pagar las obras de construcción del
ferrocarril. Esta desamortización tiene graves consecuencias: para los ayuntamientos,
perder tierras supone perder uno de los principales medios de financiación. La segunda
se publica en 1855 para regular la construcción de la red ferroviaria, así como para
buscar inversores para su desarrollo. En España no había grandes inversores, así que el
capital es extranjero. Además, la infraestructura y los trenes eran ingleses, lo que no
favorece a la siderurgia española. Además el ancho de vía era distinto al europeo. Así
que el ferrocarril no llegará a ser el negocio que se esperaba. Sin embargo, la
12 FUENTES, Juan Francisco., Op. Cit., pp. 151-15213 Ibíd., pp. 178
7
experiencia se vio prontamente limitada, y la tardía conformación de la Unión Liberal
(con el objetivo utópico de unir a los Moderados con los Progresistas) no hizo más que
reformar la rama progresista y aislar aun mas a los Moderados que, en 1856, habían
recuperado terreno político. En este sentido se puede ver como el desgaste en los años
que van desde 1861, con la caída de la Unión Liberal, hasta la Revolución de 1868,
llevaron al final de régimen isabelino. La crisis con O'Donnell había significado el
triunfo de la rama moderada y de Isabel, pero la crisis institucional a la que se veía
como un aparato de corrupción fueron desgastando al régimen isabelino hasta que en
1866 una fuerte crisis financiera degeneró en la crisis de las empresas ferroviarias de la
península. En este sentido, como destaca el autor, destacadas personalidades políticas y
militares estaban vinculadas a aquellas sociedades de crédito que, junto a las compañías
ferroviarias, habían protagonizado el auge económico iniciado a finales de la década de
1850 y que ahora, con un cambio de tendencia económica del estado, provocó un déficit
presupuestario lo que llevó a muchos de estos inversores a ver la necesidad de intervenir
en el estado para evitar y detener las perdidas.14 La prolongación de la crisis por todo el
país fue rápida. Entre 1867 y 1868 se desató una crisis de subsistencia que ahogó al
gobierno de Isabel y con ello la conspiración de un grupo de generales que derrocaron
la reina iniciando un gobierno que se conocerá como el Sexenio Democrático y un
punto de inflexión en la historia española contemporánea.
Se puede concluir que, a partir de lo que aborda el Juan Francisco Fuentes, y ante el eje
problemático de los Ideales Liberales en el contexto político español, la entradad de
dichas ideas y sus herencias recibidas por los ilustrados de años anteriores dejaron el
campo político español minado con tendencias e ideas que a lo largo de estos años que
van de 1808 a 1868 germinaron, disputaron, gobernaron y finalmente estallaron en una
revolución que expresó una nueva idea y una nueva forma de concebir a la política y
con ella a la misma sociedad. Aunque los años posteriores a la revolución de 1868
fueron marcados por una profunda transformación sociopolítica, las herencias del
régimen absolutista seguirán presentes como una antigua herencia de los grandes
monarcas que alguna vez gobernaron el territorio español. Si bien la crisis de fines del
siglo XVIII, sumado a la coyuntura napoleónica dieron las condiciones idóneas para que
el Liberalismo, como tendencia política, y luego económica, se consolidase, debieron
pasar muchos años difíciles para que las tradiciones, profundamente arraigadas, de la
monarquía se vieran reconstruidas y reestructuradas, pero no desaparecidas, puesto que
14 FUENTES, Juan Francisco., Op. Cit., pp. 231-232
8
la hibridación política es una característica especial del espacio hispánico. Hablar del fin
del Antiguo Régimen es hablar del fin de la tendencia absolutistas (heredada por los
Borbones) frente a una modernidad que imperaba en el clima ideológico internacional
del momento y que, tarde o temprano, debía llegar a los territorios de la, que había sido
por casi cuatro siglos poderosa, Monarquía Española.
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