garcía márquez y la música de acordeón del caribe colombiano
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García Márquez y la música de acordeón del Caribe colombiano
por Ariel Cas;llo Mier Universidad del Atlán;co
GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ Y LA MÚSICA DE ACORDEÓN EN EL CARIBE COLOMBIANO
1 INTRODUCCIÓN 2 ANTECEDENTES 3 GARCIA MARQUEZ Y LA MÚSICA DE ACORDEÓN (periodismo) 4 LA MÚSICA DE ACORDEÓN EN GARCÍA MÁRQUEZ (ficción) 5 LA MÚSICA DE ACORDEÓN Y GARCÍA MÁRQUEZ (modelo crea;vo 5,1 NIVEL TEMÁTICO 5,2 NIVEL COMPOSICIONAL 5.3 NIVEL ESTILÍSTICO 5.4 VISIÓN DEL MUNDO 6 GARCÍA MÁRQUEZ EN LA MÚSICA DE ACORDEÓN (personaje) 7 CONCLUSIONES
García Márquez con el compositor Armando Zabaleta en Aracataca
LLA GARRA (Armando Zabaleta)
Escalona ;ene una garra de águila que Valencia le obsequió en la fiesta vallenata que él hizo en el palacio presidencial (bis) Una de las primeras que él mató cuando estaba muy niño en Popayán (bis) Con su dedicatoria se la dio ya se la llevan pa´ Valledupar (bis)
Valencia no ha sen;do la situación desgarradora del país porque conservaba la garra de la primera águila que mató (bis) Ahora sí la va a tener que sen;r porque Escalona ya se la llevó (bis) Porque con ella fue que él aprendió que en la vida a tolerar y sufrir (bis)
Valencia dice que cuando se ;ene garra se puede padecer porque dice que por ella fue que él de sus enemigos se ha salvado (bis) de ahora en adelante cómo va a hacer si Escalona lo dejo desgarrado (bis) él no ha debío de haberla regalado hasta no haber entregado el poder (bis)
INTRODUCCIÓN
Sin lugar a dudas, creo que mis influencias, sobre todo en Colombia, son extraliterarias. Creo que más que cualquier otro libro, lo que me abrió los ojos fue la música, los cantos vallenatos. Me llamaba la atención, sobre todo, la forma como ellos contaban, como se relataba un hecho, una historia, con mucha naturalidad. Esos vallenatos narraban como mi abuela, todavía lo recuerdo. Después, cuando comencé a estudiar el romancero encontré que era la misma estética.
El Manifiesto (1977)
ANTECEDENTES
“Prólogo”
poesía popular hay y hubo siempre, sin las ventajas filosóficas, una obra copiosa de delicado sen=miento, y mucha inapreciable joya de imágenes bellísimas. Así tengo para mí que es no sólo cul=vándola con el esmero requerido como alcanzan las naciones a fundar su verdadera posi=va literatura”
“pronto se calmará el furor de imitación, tan triste, que tanto ha retrasado el ensanche de las letras hispanoamericanas”.
CANDELARIO OBESO (1849 -‐ 1884) O LA AUTONOMÍA EXPRESIVA POR LA VÍA POPULAR
ER BOGA CHARLATÁN
Maj de repente Vire ciecta picúa
Re arto copete. Me enamoré ar momento
Re su gacbeza, Y junto no soplamos
Entre la ruea, A bailá un porro, Y er truján reatrevío
Me pisó er cobo... Jesú! Voto a la virgen...
Poc Santa Rita...! Se me fueron los cacos:
Temblé é la ira, Y ar mismo punto
Le jice besá er suelo Re un solo puño...!
Ar velo así tendío Se me botaron
Toi=co lo der baile
Con jierro y palos... Yo paré seco
Y jerí y maté un poco,
Como rocientos...! Er fullero er Arcarde
Con una tucba
Vinieron a cojecme;
Má poc foctuna Yo ocurto taba,
Rezando, etrá una hojita
Re lengua e vaca.
Allí duré ejcondío Cecca e ros año;
No comiendo otra cosa Que er güevo e gato.
Repué ete =empo Con una ciecta yecba
Me gorví negro... No etrañes ete cambio
Ni re er te burles; Si quisiera tendría
Lo sojo azule! Oye: yo he tao Una vara rijtante
Der Paire Santo...!
• “a esas calles de Dios a ver en qué se diverja y cómo mataba las horas, en estas c1ásícas noches, el buen pueblo de R**.Tomamos luego a mano izquierda, invenciblemente atraídos por el ruido apasionado de un acordeón, un tambor y una guacharaca, atacados, sin duda, de mal de rabia, según tocaban de fuerte y repe;do. Y allí, teniendo por tes;go complaciente a la luna, encubridora celeste, que alumbraba con una luz maravillosa aquella animada escena, se agitaban como poseídas de algún diablillo gozoso y retozón, unas cuantas parejas populares, alrededor del grupo formado por los músicos, que tocaban un aire de cumbiamba tan vivo y sensual, que era capaz de enardecer y sacar de sus casillas al propio nevado Pico de La Horqueta. Una observación hicimos, que tuvo que ocurrírsele él todo bicho viviente que se arrimó por esos lados, y es la de que los hombres eran casi todos mozos de cordel, rollizos y jóvenes, y las mujeres sugerían el pensamiento de que por sobre ellas habían pasado luengos años ocupadas en los apreciables oficios de lavanderas, cocineras y vendedoras ambulantes”.
Floren;no Goenaga, “Mayo” (1889)
• Las cumbiambas de Perebere son famosas. Allí se dan cita todas las hembras a quienes les gusta el baile popular. El acordeón, la guacharaca y el tambor, hábilmente manejados, y algunas libaciones pronto sacan de sus casillas aun a los más reposados.
• Allí es de ver a los muchachos comprar las espermas y regalárselas, encendidas, a las parejas. Una se mueve con mil gestos y grita a voz en cuello una copla popular:
• Ya cayó mi hermana, Ya cayó mi abuela, Ya cayó mi ja, Y la cocinera,
• • aludiendo tal vez al sinnúmero de caídas en el camino. Otra, más serena,
baila con tranquila maestría, meneando con mucho garbo la cabeza y despidiendo centellas por los grandes ojos. Esta, por guapa, es muy disputada por los hombres, y da origen a algunos bien aplicados mojicones. Y así pasan las horas de la noche, y se viene a todo correr la luminosa mañana, la cual debe de sorprenderse bastante al contemplar aquel círculo de mujeres que mueven el vientre corno las más desaforadas almeas orientales.
Los fenómenos psicos más sencillos que no comprenden, son para ellos el objeto de supers;ciones inverosímiles; los explican como milagros, y sobrenaturales. Gustan mucho de cuentos fantás;cos, está dentro de su temperamento, sus gustos; exagerados en todo, les agrada lo que ;ene un carácter espantoso, maravilloso o mís;co…
Ellos contarán muy bien, sin pestañear y con la más grande sinceridad, historias abracadabrantes de espectros con todos los accesorios obligatorios en estos casos, aparición de fantasmas, ruidos de pasos o de voces sepulcrales, chischás de armas, en resumen, todas las alucinaciones de una imaginación enfermiza y pusilánime… No hay un placer más grande para un habitante de Riohacha que provocar la curiosidad en sus auditores muy crédulos o excitar un sen;miento de terror dentro de ellos.
Henri Candelier, Riohacha y los indios guajiros (1893)
BULLERENGUE Si yo fuera tambó, mi negra, sonara na má pa =, pa =, mi negra, pa =.
Si maraca fuera yo, sonara sólo pa =, pa = maraca y tambó,
pa =, mi negra, pa =.
JORGE ARTEL (1909-‐1994)
Quisiera bobbeme gaita y soná na má que pa =, pa = solita, pa =, pa =, mi negra, pa =.
Y si fuera tamborito currucutearía bajito, bajito, pero bien bajito, pa que bailaraj pa mí.
Pa mí, mi negra, pa mí. Pa mí na má que pa mí.
Antonio Brugés Carmona (1911-‐1916)
1940: “Vida de Pedro Nolasco Padilla”
“El merengue, danza jpica del Magdalena”
1943: “Noción del porro”
1945 “Vida y pasión del porro”
1946 “Reflexiones sobre el arte popular”
“Defensa del porro”
1950: “No;cias de los úl;mos juglares”
• 1967, Cien años de soledad
Meses después volvió Francisco el Hombre, un anciano trotamundos de casi 200 años que pasaba con frecuencia por Macondo divulgando las canciones compuestas por él mismo. En ellas, Francisco el Hombre relataba con detalles minuciosos las noticias ocurridas en los pueblos de su itinerario, desde Manaure hasta los confines de la ciénaga, de modo que si alguien tenía un recado que mandar o un acontecimiento que divulgar, le pagaba dos centavos para que lo incluyera en su repertorio. Fue así como Ursula se enteró de la muerte de su madre, por pura casualidad, una noche que escuchaba las canciones con la esperanza de que dijeran algo de su hijo José Arcadio.
Francisco el Hombre, así llamado porque derrotó al diablo en un duelo de improvisación de cantos, y cuyo verdadero nombre no conoció nadie, desapareció de Macondo durante la peste del insomnio y una noche reapareció sin ningún anuncio en la tienda de Catarino. Todo el pueblo fue a escucharlo para saber qué había pasado en el mundo. Cantaba las noticias con su vieja voz desacordada, acompañándose con el mismo acordeón arcaico que le regaló Sir Walter Raleigh en la Guyana, mientras llevaba el compás con sus grandes pies caminadores agrietados por el salitre.
García Márquez (2007:. 65)
MANUEL ZAPATA OLIVELLA ((1920 -‐ 2004)
El pueblecito se despierta. ¡Ese acordeón! Encalabozado a la media noche y es ahora cuando se enteran. La música sale de la ventana por donde otras veces se oyó el llanto de los flagelados. Las mujeres que regresan del río se deGenen para oírlo. Pasan frente al hueco enrejado sin que nadie les pida una totumada de agua. Las notas más que los comentarios expanden la noGcia. —¡Está preso!
M. Zapata, “Un acordeón tras la reja” (1961)
Francisco “Pacho” Rada • los compositores del Magdalena visitan con regularidad a Pacho
Rada, el anciano patriarca que tiene su feudo espiritual por las regiones de Plato, como una ceremonia indispensable para quienes no desean seguir perteneciendo a esa santa hermandad de los acordeoneros. Fue precisamente en Plato donde Abelito Villa me contó aquella famosa anécdota del pontífice -Pacho Rada- quien fue detenido por un corregidor arbitrario que probablemente no contaba con el fervor popular que rodea al acordeonero mayor. Lo cierto fue que Pacho Rada se sentó a tocar acordeón y a improvisar canciones dentro de la cárcel, hasta cuando el pueblo se amotinó, dio libertad al preso y expulsó a palos al corregidor. Desde entonces, ningún juglar del Magdalena es encarcelado con el instrumento, que para ellos tiene mucho de ganzúa, mucho de llave maestra.
• García Márquez, Textos costeños:
• Es previsible que en el Gabriel García Márquez que reciba en Estocolmo el premio Nobel se reencontrará nuevamente al muchacho barranquillero de 1950
• Ángel Rama (1975), Primeros cuentos de diez maestros laGnoamericanos: 234
En el caso de GGM una reiterada muletilla crítica alude a su arcaísmo, aunque lo ve “arcaicamente” en sus asuntos (reviviscencia del mito, utilización del folklore, importancia extrema reconferida a la intriga) y menos en algunas sutiles operaciones de la escritura que parece inútil tratar de Ciliar académicamente (leyó o no las novelas de caballería o la comedia menipea, etc.), pues corresponden a remanencias o constancias de una composición artística que puede siempre encontrarse a la mano en la literatura ingenua (vallenatos, periodismo provinciano, relatos populares, folletines, etc.) que el joven escritor supo apreciar en sus años de formación. El reencuentro de los aciertos, la gracia, la espontaneidad y la invención de la escritura de un “realismo ingenuo” es no obstante posterior a la experimentación de una escritura propia del realismo “objetalista” contemporáneo al que desde el comienzo intentaba transmutar para que sirviera a una tradición espiritual más amplia y honda, más interpretativa de las vidas humanas. (244) En el caso de GGM una reiterada muletilla crítica alude a su arcaísmo, aunque lo ve “arcaicamente” en sus asuntos (reviviscencia del mito, utilización del folklore, importancia extrema reconferida a la intriga) y menos en algunas sutiles operaciones de la escritura que parece inútil tratar de Ciliar académicamente (leyó o no las novelas de caballería o la comedia menipea, etc.), pues corresponden a remanencias o constancias de una composición artística que puede siempre encontrarse a la mano en la literatura ingenua (vallenatos, periodismo provinciano, relatos populares, folletines, etc.) que el joven escritor supo apreciar en sus años de formación. El reencuentro de los aciertos, la gracia, la espontaneidad y la invención de la escritura de un “realismo ingenuo” es no obstante posterior a la experimentación de una escritura propia del realismo “objetalista” contemporáneo al que desde el comienzo intentaba transmutar para que sirviera a una tradición espiritual más amplia y honda, más interpretativa de las vidas humanas. (244)
En el caso de GGM una reiterada mule;lla crí;ca alude a su arcaísmo, aunque lo ve “arcaicamente” en sus asuntos (reviviscencia del mito, u;lización del folklore, importancia extrema reconferida a la intriga) y menos en algunas su;les operaciones de la escritura que parece inú;l tratar de filiar académicamente (leyó o no las novelas de caballería o la comedia menipea, etc.), pues corresponden a remanencias o constancias de una composición arjs;ca que puede siempre encontrarse a la mano en la literatura ingenua (vallenatos, periodismo provinciano, relatos populares, folle;nes, etc.) que el joven escritor supo apreciar en sus años de formación. El reencuentro de los aciertos, la gracia, la espontaneidad y la invención de la escritura de un “realismo ingenuo” es no obstante posterior a la experimentación de una escritura propia del realismo “objetalista” contemporáneo al que desde el comienzo intentaba transmutar para que sirviera a una tradición espiritual más amplia y honda, más interpreta;va de las vidas humanas. Ángel Rama (1975), Primeros cuentos de diez maestros laGnoamericanos: 244
JOSÉ FRANCISCO SOCARRAS (1906 -‐1995)
Ño Jenaro le confió la reliquia, bien resguardada en un lío de telas mugrientas que nadie debía deshacer, so pena de que el diablo en persona acudiera a reclamar la uña perdida. Precisaba conservar el atadijo en el bolsillo izquierdo del pantalón y, a la hora de un trance, apretarlo en el hueco de la mano sin extraerlo del escondite. Ño Jenaro se alargó en instrucciones detalladas. J.F. Socarrás, “La uña de la gran bes;a” (Socarrás, 1961: 134)
Grupo de Barranquilla
GARCIA MARQUEZ Y LA MÚSICA DE ACORDEÓN
• 22 de mayo de 1948. Textos Costeños. García Márquez (1991: 60-61).
No sé que tiene el acordeón de comunicativo que cuando lo oímos se nos arruga el sentimiento. Yo, personalmente, le haría levantar una estatua a ese fuelle nostálgico, amargamente humano, que tiene tanto de animal triste. Nada sé en concreto acerca de su origen, de su larga trayectoria bohemia, de su irrevocable vocación de vagabundo instrumento sin partida de nacimiento y sin certificación de conducta de adolescencia disipada, de amaneceres turbulentos. implacable lección de humanidad meciendo la fiebre de los suburbios, en todos los puertos
El acordeón ha sido siempre como, como la gaita nuestra, un instrumento proletario. Los argentinos quisieron darle categoría de salón, y él, trasnochador empedernido, se cambió el nombre y dejó a los hijos bastardos. El frac no le quedaba a su dignidad de vagabundo convencido. Y es así. El acordeón legítimo, el verdadero es éste que ha tomado carta de nacionalidad entre nosotros, en el valle del Magdalena. Se ha incorporado a los elementos del folklore nacional al lado de las gaitas, de los “millos” y de las tamboras costeñas. Aquí lo vemos en manos de juglares que van de ribera en ribera llevando su caliente mensaje de poesía
• 14 de marzo de 1950 “Abelito Villa, Escalona & Cía”, García Márquez (1991: 148-150)
Quien haya tratado de cerca de los juglares del Magdalena –que son muchos después de Enrique Martínez, Miguel Canales y Emiliano Zuleta- podrá salirme fiador en la afirmación de que no hay una sola letra en los vallenatos que no corresponda a un episodio cierto de la vida real, a otra experiencia del autor. Un juglar del río Cesar no canta porque sí, ni cuando le viene en gana, sino cuando siente el apremio de hacerlo después de haber sido estimulado por un hecho real. Exactamente como el verdadero poeta. Exactamente como los verdaderos juglares de la mejor estirpe medieval.
Hablo de cosas que existen, Dios me libre de inventar cosas cuando estoy cantando! Pablo Neruda, “Estatuto del vino”
Mis criaturas nacen de un largo rechazo Pablo Neruda, “Sabor”.
Hablo de cosas que existen, Dios me libre de inventar cosas cuando estoy cantando! Pablo Neruda, “Estatuto del vino”
Mis criaturas nacen de un largo rechazo Pablo Neruda, “Sabor”.
Rafael Escalona y Gabriel García Márquez
“Por el camino de la cocina”. 12 de mayo de 1951
El sorpresivo y laberíntico universo de la música popular Dice Téllez que en las setenta y dos páginas (del Cancionero Latinoamericano) “la vida humana resulta u ejercicio sumamente incómodo, sujeto a las más pesadas chanzas, bastante desapacible y terriblemente absurdo”. Y concluye que de una clasificación de los temas predominantes se obtendría el siguiente resultado: Infidelidad, Ausencia, Perfidia, Olvido y Venganza. Téllez es unilateral en el análisis y en el juicio.
Por el camino de la cocina
Soy un insaciable consumidor de la música popular, un lector más o menos constante de cancioneros. Por lo pronto, los incondicionales admiradores de Hernando Téllez debemos manifestar nuestro agrado de que el excelente estilista haya descubierto una de las ventajas que tienen para un escritor las relaciones con la vulgaridad
Sería mucho exigir a un hombre de la buena de Téllez que hiciera distinciones entre lo que la pobre gente de abajo conoce como música buena y música mal –sin salirse del Cancionero- cuando sus experiencias en música popular se reducen a la lectura accidental y hábil del último número del cancionero latinoamericano.
Por lo mismo no me refiero en esta ocasión a los cantos vallenatos –de Valledupar, Magdalena, Colombia, Suramérica- cuyas letras tienen en la mayoría de los casos más estremecimientos líricos que los poemas parecidos en los últimos suplementos literarios.
1952 , marzo, 30, “Autocrítica” Textos costeños,: 513-515
acabo de regresar de Aracataca. Sigue siendo una aldea polvorienta, llena de silencio y de muertos.
Desapacible, quizá en demasía, con sus viejos coroneles muriéndose en el traspatio, bajo la última mata de banano, y una impresionante cantidad de vírgenes de sesenta años, oxidadas, sudando los últimos vestigios del sexo bajo el sopor de las dos de la tarde. En esta ocasión me aventuré a ir, pero creo que no vuelva solo, mucho menos después que haya salido La Hojarasca y a los viejos coroneles se les dé por desenfundar sus chopos para hacerme una guerra civil personal y exclusiva.
También estuve en la provincia de Valledupar. Allí la cosa cambia. Sigo plenamente convencido de que esa gente se quedó anclada en la edad de los romances antiguos. Hay unas peloteras tremendas relatadas en los paseos, que todo el mundo canta. Definitivamente, Dios debe estar metido en alguna de las tinajas de La Paz o Manaure. Había pensado escribir la crónica de ese viaje, pero ahora dispuse reservar ese material para La Casa, el novelón de setecientas páginas que pienso terminar en dos años.
4 de mayo de 1955, “El poder y la gloria”, Entre cachacos 2, García Márquez, 1983: 790-791)
Hace algunos años un aspirante al congreso se ganó unas elecciones en el Magdalena, porque en sus discursos prometió hacer una estatua a Rafael Escalona. Una estatua de un hombre joven que no ha hecho otra cosa que elaborar canciones llenas de personajes conocidos, de anécdotas reales, que vuelan de boca en boca por toda la región.
un hombre sencillo que cuenta historias con música por puro amor a su tierra y a su gente, y que la gente recoge por eso, porque interpretan cabalmente sus sentimientos
no habría podido encontrarse nadie que sintetizara la psicología [del] pueblo [del Magdalena] con tanta exactitud como Rafael Escalona.
Yo llego a la conclusión de que Cien años de soledad
tenía que ser escrita así porque así hablaba mi abuela. Yo
trataba de encontrar cuál era el lenguaje que más le
convenía al libro y recordé que mi abuela me contaba las
cosas más atroces sin conmoverse. Entonces descubrí
que esa imperturbabilidad y esa riqueza de imagen con
que contaba mi abuela era lo que le daba verosimilitud a
esas historias. Y mi gran problema con Cien años de
soledad era que la creyeran, porque yo me la creía, pero
¿cómo hacer que me la creyeran los lectores? Usar los
mismos métodos de mi abuela
En: García Márquez habla de García Márquez
JOSÉ FÉLIX FUENMAYOR, EL FUNDADOR
El doctor se reía de lo que yo hablaba, siempre se estaba burlando, qué iba yo a hacer, tan bueno era el doctor. Y también yo lo excusaba porque él era hombre de ciudad, no comprendía el monte, y ya no iba a aprender. Él no vino aquí ni biche ni verde para madurar, sino maduro para pudrirse. Pudrirse digo, no para que se le coja en el sen;do malo que también lo ;ene sino para dar a entender que a la ciruela, cuando ya está colorada no le entra más sabor ni más jugo. Vamos a ver, que no ha acabado el sol su bajada y ya está e doctor prendiendo todas las luces adentro y hasta afuera de la casa. No, doctor, no haga eso en la noche del monte. Deje una luz pequeña en un cuarto y sálgase afuerita en lo oscuro a mirar y a escuchar la noche dejándosela cerquita, no se la quite de encima espantándola con la electricidad. Para diversión nunca le faltará cualquier cosa como luciérnagas que parecen, digo yo, reventazón de topotoropos que no echan semillas sino candelitas; o el canto del bujío, que es su propio nombre y lo repite cada momento porque le gusta llamarse así; o el gri;co sinvergüenza del conejo, que no le conviene hacerlo, pero lo da. Comience por ahí, doctor, con esos juguetes mientras aprende como nosotros
Cepeda Samudio y García Márquez
Hoy decidí ves=rme de payaso. Me he puesto unos grandes zapatones de caucho y me he pintado la cara de rojo y de blanco. Cuando atravesé el estrecho corredor de arena la sen^ rebotar debajo de mis zapatones y tuve la agradable sensación de sen=rme payaso. Todos estaban en el redondel cuando entré y no me han mirado siquiera. Estaban esperando que yo llegara para comenzar, pero no me han dicho nada. Cuando fui a ocupar mi puesto he pasado frente al domador que está todavía tratando de pegar una melena de papel amarillo a sus leones de cartón. Y ahora estoy entre los demás payasos, los payasos de verdad, y yo que sólo estoy ves=do de payaso, me confundo entre ellos y nadie podría decir cuál de nosotros es el menos verdadero. La marcha comenzó a sonar y con un movimiento lleno de gracia y soltura salió el director quitándose el sombrero y haciendo malabares con un bastón negro.
ALVARO CEPEDA SAMUDIO (1926 – 1972)
EL VALLENATO EN LA OBRA DE GARCÍA
MÁRQUEZ
Junio de 1958, El coronel no tiene quien le escriba
Se le puede hablar por la mañana –admitió el coronel. Nada de hablar por la mañana –precisó ella-. Le llevas ahora mismo el reloj, se lo pones en la mesa y le dices: “Álvaro, aquí le traigo este reloj para que me lo compre”. El entenderá en seguida. El coronel se sintió desgraciado. Es como andar cargando Santo Sepulcro –protestó-. Si me ven por la calle con semejante escaparate me sacan en una canción de Rafael Escalona.
1967, Cien años de soledad
Meses después volvió Francisco el Hombre, un anciano trotamundos de casi 200 años que pasaba con frecuencia por Macondo divulgando las canciones compuestas por él mismo. En ellas, Francisco el Hombre relataba con detalles minuciosos las noticias ocurridas en los pueblos de su itinerario, desde Manaure hasta los confines de la ciénaga, de modo que si alguien tenía un recado que mandar o un acontecimiento que divulgar, le pagaba dos centavos para que lo incluyera en su repertorio. Fue así como Ursula se enteró de la muerte de su madre, por pura casualidad, una noche que escuchaba las canciones con la esperanza de que dijeran algo de su hijo José Arcadio.
Francisco el Hombre, así llamado porque derrotó al diablo en un duelo de improvisación de cantos, y cuyo verdadero nombre no conoció nadie, desapareció de Macondo durante la peste del insomnio y una noche reapareció sin ningún anuncio en la tienda de Catarino. Todo el pueblo fue a escucharlo para saber qué había pasado en el mundo. Cantaba las noticias con su vieja voz desacordada, acompañándose con el mismo acordeón arcaico que le regaló Sir Walter Raleigh en la Guyana, mientras llevaba el compás con sus grandes pies caminadores agrietados por el salitre.
El amor en los Gempos del cólera
“La diosa coronada” por Leandro Díaz
Señores, voy a contarles, hay nuevo encanto en la sabana. En adelanto van esos lugares Ya tienen su diosa coronada. La vida tiene buen adelanto Y ya tiene diosa de los encantos, y tiene su corona de reina Lo bello aquí está el Magdalena.
Leandro Díaz y García Márquez
Diatriba de amor contra un hombre sentado
Graciela se queja: Me sacaste cruda de los acordeones vallenatos, de los merengues de Santo Domingo, de las plenas de Puerto Rico que tronaban en las noches de marismas y me diste a probar el veneno de Bach, de Beethoven, de Brahms, de Bartok, y claro, de los Beatles, las cinco bes sin las cuales ya no pude seguir viviendo.
“El fenómeno” por Calixto Ochoa
En un pueblecito llamado la Guayola Salió una señora encinta de un hermano Les echo el cuento y se imaginan que esto es broma Porque causó horror lo que esa niña ha alumbrado
Nació aquella criatura con psico de gente Y con un parecido a muchos animales Con un lucero blanco en el medio de la frente Con el cuerpo peludo lo mismo que un salvaje
También nació con rabo igual a un mico Y otros defectos raros en su cuerpo Como sería de tan mal parecido Que hasta la madre se privó del miedo
Según me contaron esto quedó tapado Porque la criatura se murió a las cuatro horas A mí este cuento me lo refirió un muchacho Que la madre de él ella fue la comadrona
La madre como madre le contó todo a él Y él como amigo me contó todo a mí Y yo con un paseo le cuento al público también Así es que poco a poco todo se va a descubrir
Qué cosa tan horrible en este mundo Qué degeneración de esa familia La culpa la tuvo ese hombre tan bruto Por proceder tan mal con su hermanita
Ese hermano violó a su hermanita Y como no hay forma de matrimonio Hay que buscar a un cura exorcista Para que le expulse el demonio.
“El turco Rolo” por Calixto Ochoa
Una vez murió una turca la esposa del turco Rolo De las cosas de ese turco hubo mucho que decir Porque cuando la difunta suspiró y viró los ojos El susto soltó un requiebro y en el canto dijo así
Ay Paula te acabaste Paula
Ay Paula lo único que le voy a pedir al alma tuya Es que de ahora en adelante la clientela no venga con que peme la camisa con que peme la pantalona con que peme la zapata y que todo lo que venga
sea con la plata por delanta ay Paula
Velorio donde el turco rolo (bis)
Él mandó a hacer los carteles y en ellos mandó a poner
invito a tos mis amigos al sepelio de mi esposa pero antes del en;erro los invito al almacén a mirar el bara;llo que todo es de úl;ma moda .
“La casa ronera” Camilo Namen
Voy hacer una casa de material y en el pa;o una terraza ronera... (Bis) con asientos de cuero la voy a amoblar que aguante el movimiento de la gente parrandera
Un aparato raro también voy a inventar en la puerta de la casa que quede de primera el que no sea invitado que no lo deje entrar y aquel que esté borracho lo eche para afuera
También voy a comprá un robot pa' que me haga los manda'os ... (bis) que salga corriendo cuando se acabe el ron y que me traiga el hielo bien pica'o
A Tokio la ciudad japonesa un arquitecto voy a mandá a llamá que me haga la casa que se meza y baile cuando yo quiera bailá ...(Bis)
Voy a inventar una máquina bien buena que allá en mi casa no debe de faltá el que hable plebedades le ;emple la lengua y aquel que esté gorriando lo levante a trompá... (Bis)
Calabacito alumbrador
Despácheme un calabacito, que sea alumbrador (bis). El compae Menejo nació en una montaña y nunca había visto luz eléctrica en su vida Una vez salió del monte para Sampués y ahí no hallaba qué hacer cuando vio la luz prendida.
(Sí señores, resulta que el compae Menejo nunca había salido al pueblo, y una vez salió en su burro prieto a Sampués, cuando llegó era de noche y los focos estaban prendidos, a él eso le causó admiración y le dijo a uno que venía por la calle: -‐Mire, ¿dónde venden esos calabacitos alumbradores? Y el ;po le dijo: Ahí en frente. Bueno, él fue a la ;enda y le dijo a la dueña de la ;enda:)
Despácheme un calabacito, que sea alumbrador (bis) (¿Calabacito alumbrador? -‐dijo la dueña de la ;enda-‐, ¿y esos cuáles son? Hombe, esos que están alumbrando la calle. Ah...Bueno, se lo despachó y arranca compae
Menejo pa la montaña; cuando llegó donde la mujer, le dijo: Mujé, te digo que ese Sampués ahora si está en adelanto, hay unos calabacitos alumbradores que
aquí te traigo uno pa que le saques la semilla y la siembres. Dice la mujer: Usssso pero es que son chiquitos. ¿Chiquitos? Dijo el compae Menejo. No mujé, lo que pasa es que están atropellaos del verano, oiste; ojalá vieras el bejuco
para que veas como está seco, no ;ene ni una hoja.
“La inocente” por Luis Enrique Marjnez
Conocí a una jovencita en Planeta que nunca ha tenido amores, se dice, ella todavía juega con muñeca, la madre cada rato lo repite. Ella todavía juega con muñeca, la madre cada rato lo repite.
Apenas cuenta con vein;cinco años, la madre con ella no quiere fiesta, en la casa se la pasa jugando a veces con muñequito y muñeca. En la casa se la pasa jugando a veces con muñequito y muñeca.
Ella sabe baila muy bien el muñeco, porque es el juego que más ha aprendido. La inocente se reserva el secreto, ese jueguecito lo hace escondido.
Como es una niña tan inocente, por eso se reserva el secre;co. Por la calle anda diciendo la gente que ella se ha quedado como Francisco.
Mo;vos y contextos de la música de acordeón en García Márquez
Mo;vo canción Compositor
La peste La peste Rafael Escalona El contrabando El almirante Padilla Rafael Escalona
El chevrolito Rafael Escalona El padre Serrano Chico Bolaño
El circo El maromero Guillermo Buitrago Los enanos Guillermo Buitrago
El carnaval La capuchona Guillermo Buitrago La cocina popular El suicidio de Montaño Esteban Montaño El incesto El fenómeno Calixto Ochoa La medicina natural El indio Manuel María Emiliano Zuleta
El profesor Veleño Calixto Ochoa La magia La planta milagrosa Luis E. Marjnez
La ciencia oculta LE. Marjnez El brujo de Arjona Guillermo Buitrago El mago del Copey Luis E. Marjnez
Motivos y contextos…
Las apariciones El abusajo (La muerta viva) Luis E. Martínez El zorro Emiliano Zuleta La mariposa Tobías Pumarejo El cigarrón negro Abel Antonio Villa El muerto borracho Calixto Ochoa
Francisco El hombre Francisco El hombre Luis E. Marjnez Yo soy el hombre Alberto Pacheco
El toque de queda El toque de queda Guillermo Buitrago
Los gitanos La gitana Calixto Ochoa
La religión El enviado Guillermo Buitrago Encuentro con el diablo Camilo Namén Los santos y yo Héctor Zuleta El incrédulo Calixto Ochoa El alazanito Tobías Pumarejo
MOTIVOS Y CONTEXTOS
La modernidad El calabacito alumbrador Calixto Ochoa El espejo del chinito Calixto Ochoa
El ascensor Calixto Ochoa
LOS PERSONAJES TÍPICOS O PITORESCOS
Los militares de la Guerra Civil El general Dangond Rafael Escalona
Los médicos Los doctores Calixto Ochoa
La cirugía Calixto Ochoa
Los piratas Los piratas Leandro Díaz El pirata del Loperena Rafael Escalona
Los curas La custodia de Badillo Rafael Escalona) Los altares de Valencia Calixto Ochoa
Perdóneme padre Calixto Ochoa
Los turcos El turco Rolo Calixto Ochoa
VISIÓN CARIBE DEL MUNDO
La garra Armando Zabaleta
La creciente de El Banco Luis E. Marjnez La casa ronera Camilo Namén
La casa en el aire Rafael Escalona Rosa María Rafael Escalona
La sombra Andrés Landero La moneda de 50 Héctor Zuleta El niño inteligente Calixto Ochoa
Si el mar se volviera ron Calixto Ochoa
VISIÓN CARIBEÑA DEL MUNDO El bachiller Rafael Escalona El hombre diver;do Luis Enrique Marjnez El rico pobre Tobías Pumarejo El tratamiento Luis Enrique Marjnez El coralibe Luis Enrique Marjnez El hombre casado Rafael Escalona El villanuevero Rafael Escalona La dejó el tren Luis Enrique Marjnez El ga;co Luis Enrique Marjnez El almirante Padilla Rafael Escalona El suicidio de Esteban Esteban Montaño La caja negra Rafael Valencia La pijama de palo Camilo Namén Los lentes Alejandro Durán Sueño español Adriano Salas
GARCÍA MÁRQUEZ EN LA MÚSICA DE ACORDEÓN (personaje)
• El vallenato Nobel.
Gabo te mandó de Estocolmo un poco de cosas muy lindas: una mariposa amarilla y muchos pescaditos de oro.
Gabo sabe lo que te agrada, por eso él te manda conmigo el perfume desconocido que tiene un olor a guayaba.
También te manda las mariposas amarillas de Mauricio Babilonia.
Le mostré las frases tan lindas que escribiste en un papelito pa´ que se dé cuenta Gabito que yo si tengo quien me escriba.
En el nuevo libro de Gabo dijo que él iba a publicar que yo me parezco a un gitano y mi corazón a un imán
CONCLUSIONES
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