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1Memorias. XVIII Congreso Colombiano de Historia
Hist��ia de la salud y la en�ermedad
en l�� us�� s�ciales del cuerpo
Mesa 19
Coordinadores
Jorge Márquez Valderrama
Universidad Nacional de Colombia
Sede Medellín, Colombia
Hilderman Cardona Rodas,
Universidad de Medellín, Colombia
Álvaro Cardona
Universidad de Antioquia, Colombia
10-13/octubre/2017, Medellín
Memorias. ISSN: 2500-851X, Vol. XVIII, Nro. 19, 2017-2019
2Memorias. XVIII Congreso Colombiano de Historia
C�ntenido
Diego Andrés Bernal Botero
Natalia Botero Tovar
16 / Don José de Ezpeleta y el debate ilustrado en torno a la creación de cementerios en el virreinato del Nuevo Reino de Granada
3 / Ciudad, salud y tecnología. La infraestructura de la beneficencia pública del porfiriato 1877-1910
35 / La defensa de la profesión médica: estrategias de legitimación de una sociedad científica en Colombia, 1930-1942
Carlos Mario Recio Blanco
Santiago Suárez P.
48 / Entre el control y la conducción hacia la enseñanza reguladora
60 / Epidemia de viruela en Santafé 1801-1802
Consuelo Córdoba Flores
Luis Felipe Ortega Rincón
Nora Margarita Vargas Zuluaga
87 / Ciencia y política en el tratamiento y profilaxis de la tuberculosis pulmonar en Bucaramanga (1916-1936)
71 / Las imágenes de una enfermedad: tuberculosis, tuberculosos y sociedad en Barranquilla 1900-1930
100 / Corporalidad, identidad y post-fotografía
Dalín Miranda Salcedo
Ciudad, salud y tecnología. La
infraestructura de la beneficencia pública del
porfiriato 1877-1910
Doctoranda en Estudios Urbanos por UAM-AProfesora-Investigadora del Área de Estudios Urbanos de la Universidad Autónoma
Metropolitana-Azcapotzalco. México.shake.cordoba@gmail.com
Consuelo Córdoba Flores
4Memorias. XVIII Congreso Colombiano de Historia
Ciudad, salud y tecnología. La
infraestructura de la beneficencia
pública del porfiriato 1877-1910
Consuelo Córdoba Flores
Doctoranda en Estudios Urbanos por UAM-A
Profesora-Investigadora del Área de Estudios Urbanos de la
Universidad Autónoma Metropolitana-Azcapotzalco. México.
shake.cordoba@gmail.com
ResumenLa salud se ha constituido como valor social y cultural en el desarrollo de la humanidad. En
México, el sistema sanitario establecido por la Colonia, fue sustituido por la Beneficencia Pú-
blica, debido a los cambios políticos y sociales que sucedieron junto con la Leyes de Reforma
en 1861. La finalidad fue centralizar, bajo el control del Estado, la organización y dirección
de los establecimientos de asistencia médica y social. El presidente Porfirio Díaz, influenciado
por el higienismo decimonónico, reorganizó la Beneficencia Pública en 1877 e impulsó desde
ese momento, la creación del primer Código Sanitario de los Estados Unidos Mexicanos, el
cual, se decretó en 1891.
La presente investigación se encauza en la Ciudad de México y muestra cómo el higienis-
mo, gracias a los avances científicos y tecnológicos de la época, no sólo adquirió jurispruden-
5Memorias. XVIII Congreso Colombiano de Historia
cia a través de dicho código sanitario; sino también se materializó en la arquitectura y en los
espacios públicos. En ese tenor, se crearon por un lado, los tres grandes edificios de la Bene-
ficencia Pública porfiriana: el Hospital General (1905), el Hospicio de Niños Expósitos (1905)
y el Manicomio General “La Castañeda” (1910); y por el otro, varios institutos de investigación
que apoyaron la actividad científica en materia de salud pública.
Palabras clave: salud pública, higienismo, beneficencia pública, porfiriato, infraestructura.
IntroducciónLa Colonización en México tuvo que enfrentar problemas de epidemias causados no sólo
por el arribo de nuevas enfermedades, sino por la introducción de nuevas formas de trabajo,
maltrato, miseria y desnutrición que sufrieron las nativos sometidos. Esto obligó al gobierno
español a construir hospitales y a establecer normatividad que legislara además de su fun-
cionamiento, el control sanitario de las ciudades. En este contexto, proliferó la construcción
de dichos espacios, por lo que desde el siglo XVI, hasta finales del siglo XVIII, se construyeron
en Nueva España ciento setenta y tres nosocomios, de los cuales, diecinueve se ubicaron
en la Ciudad de México.1 No obstante, la preocupación por mantener una población salubre,
cobijó el interés por el ejercicio de la caridad cristiana,2 cuyo trasfondo fue hacer mucho más
efectiva la conversión de los naturales al cristianismo. Posteriormente, como consecuencia
de las reformas borbónicas, se excluyó al clero de la administración nosocomial y se le otorgó
al Ayuntamiento. Sin embargo, fue con las Leyes de Reforma que se marcó el fin del régimen
colonial, y en el ámbito de salud, con la creación de la Beneficencia Pública en 1861.
En este contexto, lo que se pretende mostrar en las siguientes líneas, es que fue Porfirio
Díaz quien capitalizó las ideas liberales que los dos imperios anhelaron. En primer lugar, porque
en seguida que llegó al poder, la reestructuró en 1877, otorgando el control al Estado y no a
los Ayuntamientos. En segundo lugar, porque con una jurisdicción desde la esfera del Estado,
1 Josefina Muriel, Hospitales de la Nueva España. Fundaciones de los siglos XVII y XVIII. Tomo I (México: Editorial Jus, 1956), 290. Tomo II (1960), 369.2 Proveniente de la medicina monástica y practicada en los hospitales medievales, como “instrumento de la sociedad para aliviar el sufrimiento, para disminuir la pobreza, para erradicar la mendicidad y para ayudar a mantener el orden público” (Agrimi y Crisciani citados en Mercedes Gallent, “Historia e historia de los hospitales”, Revista d´historia medieval, (1996), 185). Por ello, los espacios hospitalarios en México, heredaron las mismas funciones que los de la España medieval, ya que además fungieron como hospedería, orfanato y asilo. El Estado por su parte, tuvo cada vez mayor injerencia en la administración de dichos establecimientos a través del Real Protomedicato, estableciendo una gran variedad de leyes, decreto, ordenanzas y bandos.
6Memorias. XVIII Congreso Colombiano de Historia
centralizó el cuidado de la salud pública gracias a su impulso no sólo en la creación del primer
Código Sanitario de los Estados Unidos Mexicanos de 1891; en la construcción del Hospital Ge-
neral, el Hospicio de Niños Expósitos y el Manicomio General “La Castañeda”; sino también, en
la edificación de varios institutos de investigación científica, como el Instituto Médico Nacional,
el Instituto Patológico Nacional y el Instituto Bacteriológico Nacional. Por último, porque la inser-
ción de todas estas instituciones en la ciudad, junto con la infraestructura urbana implemen-
tada, significó la materialización del higienismo en el espacio urbano de la Ciudad de México.
La apuesta por una política sanitaria federalLas transformaciones político-ideológicas, económicas y sociales que las reformas borbóni-
cas impulsaron, suprimieron las Órdenes Hospitalarias transfiriendo el control de los nosoco-
mios a los Ayuntamientos. Se modificó así la dinámica colonial al empezar a separar a la igle-
sia de la administración. Empero la modificación jurídica más importante sucedió en 1861, al
decretarse la secularización de los bienes eclesiásticos,3 y al crearse el 2 de febrero de 1861,
la Beneficencia Pública,4 con la finalidad de centralizar, bajo el control del Estado, a través de
sus gobiernos respectivos; la organización, dirección, sostenimiento y buen funcionamiento
de todos los hospitales y establecimientos de beneficencia, mediante la Dirección General de
la Beneficencia Pública. Su facultad primordial fue:
“Ejercer la inspección superior sobre los establecimientos de beneficencia, cui-dar y promover su buen orden, progreso y aumento, dictando por sí mismo las providencias administrativas de su reporte, y proponiendo al Supremo Gobierno las que juzgue convenientes, cuando las que deban dictarse estuvieren fuera de la órbita de sus atribuciones ordinarias”.5
De este modo, el triunfo de las ideas liberales que se habían iniciado en la época de las refor-
mas borbónicas, trajo consigo que la “caridad cristiana” fuera desplazada por la “beneficencia”,
entendida ésta como un servicio público, proporcionado por la administración civil. Durante la
3 El 25 de junio de 1856, Ignacio Comonfort, presidente sustituto de la República, dictó las Ley de Desamortización de las Fincas Rústicas y Urbanas de las Corporaciones Civiles y Religiosas de México, las cuales crearon el antecedente para que el 12 de julio de 1859 el presidente Benito Juárez decretara la Ley de Nacionalización de Bienes Eclesiásticos. Fuente: Boletín Informativo de la Dirección General del Archivo Histórico y Memoria Legislativa, Año IV, No. 31, Mayo-Junio 2004. p. 3.4 Tanto como órgano administrador de los bienes, como persona moral capaz de ser sujeto de derechos y obligaciones.5 Artículo 1, Reglamento Interior de la Dirección General de Beneficencia. 1861. AHSS. Fondo: Beneficencia Pública, Sección: Dirección, Serie: Dirección General, Legajo:1, Expediente: 2, Foja: 20.
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Intervención Francesa y el Segundo Imperio se mantuvo la misma organización, hasta que en
1865, el emperador Maximiliano organizó el Consejo Central de Beneficencia y una Junta Pro-
tectora de las Clases Menesterosas, a fin de proporcionar servicios asistenciales.
Al llegar a la presidencia, Porfirio Díaz la reorganizó el 23 de enero de 1877, destituyendo
a los gobiernos locales de su administración, ya que transfirió las fincas, capitales, rentas y
otros bienes que pertenecían a este ramo y que antes habían estado a su cargo, como fondos
para esta nueva organización de la Beneficencia Pública,6 además del dinero que con anterio-
ridad le cedía. 7 En consecuencia, con un control desde el Estado, inició la gestión para edi-
ficar las infraestructuras que vigilarían la salud de la población, pero también el mecanismo
para lograr una política sanitaria federal.
Dicho mecanismo fue el primer Código Sanitario de los Estados Unidos Mexicanos de 1981,
que representó la unidad normativa y ejecutiva en materia de salud pública. Su concreción
no solo se debió al impulso de Díaz, sino al gran interés del Dr. Eduardo Liceaga, quien desde
que fue nombrado presidente del Consejo Superior de Salubridad, elaboró varios proyectos de
reglamentación en materia de salud e higiene públicas a partir de 1881. Prueba de ello es que
participó en la Comisión que elaboró el Proyecto del Código Municipal realizado en 1881, el
cual fue nombrado como Proyecto de la Ley orgánica de los Ayuntamientos y de las Ordenanzas
Municipales, cuyo fin fue compendiar las distintas disposiciones del Ayuntamiento.
Asimismo, elaboró el Proyecto de Reglamento de las fábricas, industrias, depósitos y de-
más establecimientos peligrosos, insalubres e incómodos del Distrito Federal, presentado el
19 de septiembre de 1881; el Proyecto de Ley contra las enfermedades infecciosas y conta-
giosas publicado el 30 de septiembre de 1882; el Proyecto de organización de los servicios
de higiene pública, expedido el 28 de febrero de 1883; el Proyecto de adiciones a los artí-
culos del Código Penal referente a las adulteraciones de sustancias alimenticias, dictado el
3 de marzo de 1883; las Bases relativas a las condiciones higiénicas que deben tener las
habitaciones en el Distrito Federal, publicadas el 30 de noviembre de 1883; y el Proyecto de
Reglamento sobre expendio de medicinas y otras sustancias de uso industrial en boticas,
droguerías y otros establecimientos también en 1833.8
6 AHSS, Fondo: Dirección General, Legajo: 1, exp. 12 “Circular del 23 de enero de 1877”.7 AHCDMX, Fondo: Beneficencia, vol. 415, Constitución de la Dirección de Beneficencia Pública, 30, I. Año 1877. 8 AHCDMX, Fondo: Ayuntamiento, Sección: Ordenanzas y otros mandamientos, Vol. 2985, exp. 83, 116 año: 1881.
8Memorias. XVIII Congreso Colombiano de Historia
Estas disposiciones previas, permitieron que Liceaga presentara a la Secretaría de Goberna-
ción el 30 de junio de 1889, el proyecto de un código sanitario, con el objetivo de convertirlo
en Ley Federal. Los argumentos que contenían la propuesta se basaban en una teoría de
higiene pública clara y organizada, glosadas en la introducción del documento:
“Conservar la salud, prolongar la vida y mejorar la condición física de la especie humana: he aquí los objetos que debe tener por mira la higiene. Estos han de ser el ideal de la ciencia, de cualquiera manera que consideremos al hombre. (...) Bajo el punto de vista de la patria cada ciudadano es una parte de ella misma, como cada palmo del terreno forma parte integrante del territorio, y si la comu-nidad se cree obligada a defender cada palmo de terreno, debe considerarse obligada a guardar cada uno de los hombres que la componen. (...) Como se ve, la vida de cada hombre representa un fuerte valor para el Estado. (...) La higiene pública es poco conocida entre nosotros y los esfuerzos que se han hecho para llevarla a la práctica no han dado frutos que de ellos se podían esperar por que han sido aislados, sin obedecer a un plan determinado y sin unidad de acción”. 9
Después de cuidadosos estudios que tomaron en consideración los factores legales, los sani-
tarios y el beneficio común de los habitantes del país, en 1891, se aprobó por el Poder Ejecu-
tivo y las Cámaras Legisladoras, el primer Código Sanitario de los Estados Unidos Mexicanos
de 1891; siendo el licenciado Romero Rubio el secretario de Gobernación, quien mandara
publicarlo, con un total de 353 artículos, 7 transitorios y un esquema de Planta y presupuesto
de gastos del personal sanitario de la Federación. Se dictaron después, nuevas versiones en
1894 10 y en 1902.11 De esta forma, el objetivo de dichas leyes fue unificar los criterios sani-
tarios en la nación,12 cuyo avance en el ámbito de la salud propició para finales del siglo XIX,
que el Consejo Superior de Salubridad pudiera actuar como un ministerio con injerencia en
toda la República.13
9 José Álvarez Amézquita, Miguel E. Bustamante y Antonio López Picazos, Historia de la salubridad y asistencia en México (México: Secretaría de Salubridad y Asistencia, 1960), Tomo I, 327-332.10 En el que aparecieron sólo cambios administrativos, tales como el cambio de la palabra “Ministerio”, por la de “Secretaría”, sin variaciones técnicas de fondo.11 Se efectuaron cuatro modificaciones. La primera el 26 de marzo, que por decreto se le otorgaron facultades al Poder Ejecutivo para hacer reformas a los Artículos 86, 87 y 94 del Código Sanitario de 1894. La segunda fue dos días después, el 28 de marzo, en la que se reformó el Artículo 26. La tercera modificación se efectuó al día siguiente, el 29 de marzo, ya que por Decreto se reformó y adicionó el Libro II, Capítulo I. La cuarta modificación se llevó a cabo el 10 de septiembre en la que se integraron cambios en las fracciones III y IV del Artículo de la Ley de dotación de fondos municipales del 20 de enero del mismo año.12 Aunque su énfasis en cuanto a la administración sanitaria fue en el Distrito Federal, y los territorios de Tepic y Baja California (tal y como se refiere el Libro Segundo); en gran parte de los estados de la República Mexicana se siguieron sus enunciados, adaptándolos a las peculiaridades de cada zona y así, sin que hubiera una orden expresa, los gobiernos estatales delegaron su autoridad sanitaria en las autoridades del centro, y poco a poco se fue estableciendo un criterio médico.13 Álvarez et al, Historia de la salubridad..., ibid.
9Memorias. XVIII Congreso Colombiano de Historia
Ciencia y tecnología para la infraestructura de la salud El pensamiento ilustrado del siglo XVIII, postuló el constructo de “progreso”, legitimando al co-
nocimiento científico como el “auténtico” (validado a través del método científico), y la creencia
en la razón como la forma de conocimiento más conveniente para dominar los hechos. Estas
bases conceptuales cuestionaron la eficiencia de los espacios hospitalarios, los hospicios y en
general los sistemas sanitarios de la época. Fue así, como surgió el concepto “higiene” en Eu-
ropa como una fórmula de prevención, consolidándose en 1790, con la publicación de la obra
del médico vienés J. P. Frank titulada La miseria del pueblo, madre de las enfermedades; ya
que pasó a formar parte de la medicina pública, la ciencia profiláctica y disciplina médica inde-
pendiente, con un cuerpo doctrinario propio y legislativo. De este modo, se volvió una disciplina
médico-social bajo el corpus académico y profesional conocido como higienismo decimonónico,
el cual exigió mejoras sanitarias en las primeras ciudades industriales, para revertir las paupé-
rrimas condiciones de vida de los trabajadores y la propagación de enfermedades.14
Este paradigma, ya materializado en las políticas sanitarias europeas, influenció el pensa-
miento del Dr. Eduardo Liceaga mientras realizó sus estudios en Europa. No es de extrañarse
que por ello -tal y como se ha señalado en el apartado anterior-, desde que tuvo la dirección
del Consejo Superior de Salubridad, impulsó junto con el respaldo de Porfirio Díaz, la formula-
ción del primer código sanitario del país. Es evidente que esto fue una secuela de las aspira-
ciones que los liberales manifestaron desde México independiente, quienes declararon que
“el elemento más necesario para la prosperidad de un pueblo es el buen uso y ejercicio de la
razón”.15 Dicho anhelo de progreso que alcanzó el positivismo mexicano, se constata con el
gran número de investigaciones, publicaciones, sociedades e instituciones fundadas; todas
ellas, en el seno de la ciencia.
La aspiración de “progreso y orden” de Díaz y la visión higienista del Dr. Liceaga -ambos re-
feridos por su admiración de la modernidad europea- se cristalizó con la edificación del Hos-
pital General, inaugurado el 5 de febrero de 1905 (Figura 1); el Hospicio de Niños Expósitos,
inaugurado el 17 de septiembre de 1905 (Figura 2); y el Manicomio General “La Castañeda”,
inaugurado el 1 de septiembre de 1910 (Figura 3).
14 Violeta Núñez, Hebe Tizio, Encarna Medel y Segundo Moyano, Encrucijadas de la Educación social: orientaciones, modelos y prácticas (Barcelona: Editorial UOC, 2010), 68-72.15 Dr. José María Lui Mora, citado en Eli de Gortari, La ciencia en la historia de México (México: Fondo de Cultura Económica, 1963), 278.
10Memorias. XVIII Congreso Colombiano de Historia
Figura 1. Vista al interior de uno de los pabellones y vista aérea de todos los pabellones que confor-maron el Hospital General. Fuente: CONACULTA-INAH CR104/712 y Cía. Mexicana AEROFOTO, S.A.
Figura 2. Vista al interior de uno de los pabellones, fachada principal y vista aérea de to-dos los pabellones que conformaron el Hospicio de Niños Expósitos. Fuente: Acer-
vo fotográfico de Guillermo Kahlo (AHSS) y Cía. Mexicana AEROFOTO, S.A.
Figura 3. Vista al interior de uno de los pabellones, fachada principal y vista aérea de to-dos los pabellones que conformaron el Manicomio General “La Castañeda”. Fuente: Acer-
vo fotográfico de Guillermo Kahlo (AHSS) y Cía. Mexicana AEROFOTO, S.A.
11Memorias. XVIII Congreso Colombiano de Historia
Por lo tanto, los preceptos del higienismo se plasmaron en su arquitectura, con el diseño de
pabellones16 de un solo piso y levantados setenta centímetros del suelo, con dos salas que
permitían mirar por cada uno de sus extremos, separadas entre sí por otra que servía para
independer el aire de los dos departamentos.
Así también, debían ser autónomos y contar con los servicios necesarios para sus acti-
vidades; estar distanciados al menos 15 metros y orientados al sur con grandes ventanas
abiertas al norte, para permitir la circulación del aire y evitar los miasmas, cuya organización
espacial debía permitir articulaciones de uno, con los demás.17 Se colocaron arboledas peri-
metrales con diferentes alturas, que fungieron como barreras o filtros vegetales con la finali-
dad de higienizar el ambiente, además de embellecer el entorno de los enfermos y la imagen
urbana de la ciudad.
Dichas instituciones de vanguardia, no sólo fueron resultado del trabajo de arquitectos,
sino también de los médicos, ya que su participación fue fundamental, tanto en el diseño
arquitectónico como en su inserción en la ciudad, debido a que definieron su localización,
ponderando su edificación en los suburbios.
Si bien la construcción de dichos edificios obligaba la instalación de la red de agua potable
y de drenaje para su eficiente funcionamiento; la ristra higienismo-modernidad-progreso con-
templada durante la autarquía porfiriana, favoreció la proliferación de los servicios públicos y
por lo tanto, la creación de otras infraestructuras. En este sentido, el ímpetu por transformar
la ciudad en una urbe civilizada y cosmopolita, se cristalizó con la implementación del alum-
brado eléctrico; las redes del tranvía; la pavimentación en las calles y su ampliación para al-
bergar camellones con árboles; la edificación de más espacios públicos como restaurantes y
hoteles; y la incorporación de espacios arbolados y ajardinados. Con esto, su transformación
no sólo significó un cambio en la fisonomía colonial por el de una imagen urbana moderna;
sino también, una estrategia de higiene pública.
Por otro lado, Díaz impelió también la ciencia mexicana, especialmente, las ciencias mé-
dicas; por supuesto, como parte de las motivaciones sociales y políticas que proyectaban su
modelo de nación, más que por el interés científico. No obstante, si bien ya se había introdu-
16 Para el caso del Hospital General, se contemplaron tres tipos: comunes para enfermos no infecciosos, para enfermos infecciosos que se necesitaban aislar y los especiales para ciertos grupos de enfermos. 17 Eduardo Liceaga, Mis recuerdos de otros tiempos (México: Talleres Gráficos de la Nación, 1949), 141-150.
12Memorias. XVIII Congreso Colombiano de Historia
cido la medicina científica en México desde 1833 con la fundación del Establecimiento de
Ciencias Médicas, tales aspiraciones propiciaron la fundación de varios institutos de investi-
gación que contribuyeron de manera importante en las estrategias de salud e higiene pública
que ya bien había establecido el primer código sanitario.18
En este orden, se creó el Instituto Médico Nacional en 1888, el cual se enfocó al estudio
de la geografía, climatología, flora y fauna desde un enfoque médico.19 Fue posible debido a la
suma de voluntades de varios médicos liderados por el Gral. Carlos Pacheco,20 quien estaba
al frente para ese entonces de la Secretaría de Fomento. Al poco tiempo este instituto no sólo
obtuvo renombre internacional, sino también logros significativos para la investigación científica
en México, como fue el caso del estudio de dos tipos de plantas que propusieron los investiga-
dores del instituto fueran industrializadas: el guayule y la candelilla; de las cuales se obtuvo el
caucho, y por tanto, una importante repercusión económica en el norte de nuestro país.21
El Instituto Patológico Nacional se instauró en 1899, por el interés del Dr. Lavista, quien fue-
ra director del Museo Anatomopatológico desde 1895 y que presentó un proyecto para transfor-
marlo en dicho instituto, con la finalidad de realizar estudios prácticos de los procesos morbo-
sos de la patología mexicana. Se organizó en cinco secciones de estudio: Clínica, Bacteriología,
Química Patológica, Medicina Experimental y Anatomía Patológica.22 Su órgano de difusión fue
el Boletín del Instituto Patológico Nacional de septiembre de 1901 hasta mayo de 1910.
Por su parte, el Dr. Ángel Gaviño tuvo la inquietud por crear un instituto en donde se estu-
diaran las bacterias, pues era un tema que estaba en boga debido a las epidemias; por ende,
se fundó el Instituto Bacteriológico Nacional en 1905. En sus espacios, se realizaron varios
estudios relevantes sobre diversas enfermedades como el tifo, el paludismo, enfermedades
del aparato digestivo, la peste bubónica, el croup o laringotraqueobronquitis, entre otras.
Aportó también soluciones a problemas de nivel nacional como el estudio del pulque como
interés higiénico, económico y de porvenir industrial.23 Asimismo, y al igual que el Instituto Pa-
18 De Gortari, La ciencia en la historia..., 316.19 Daniel Vergara Lope, “El Instituto Médico Nacional. Fundación e historia”, Revista Quincenal de Anatomía Patológica y Clínicas Médica y Quirúrgica, Vol. I, Núm. 16 (1896): 553.20 Es peculiar que un militar se interesara tanto en los temas médicos como el caso de Gral. Carlos Pacheco, esto se debió a que en su época de milicia, durante las batallas, utilizó las plantas medicinales como medio de cura, ya que era mucho más obtenerlas en las poblaciones.21 Consuelo Cuevas Cardona y Juan José Saldaña, “El Instituto Médico Nacional de Ml “es a la muerte de su primer director (1888-1908)”.éxico. De sus orígenes a la muerte de su primer director (1888-1908)”. La casa de Salomón en México. Estudios sobre la institucionalización de la docencia e investigación científicas ( México: UNAM, 2006), 249-253.22 Boletín del Instituto Patológico Nacional (1909), Vol. 7, T. 7, p. 379.23 Boletín del Instituto Patológico Nacional (1906), Vol. 4, T. 6, p. 307.
13Memorias. XVIII Congreso Colombiano de Historia
tológico Nacional, colaboró con la enseñanza de la medicina al proporcionar material, piezas
y datos a los catedráticos de la Escuela de Medicina.
Por otro lado, no hay que soslayar el importante papel que tuvo el quehacer científico en la
eclosión de la Revolución Industrial, ya que de cierta manera, los avances científicos se rela-
cionaron con las innovaciones tecnológicas que produjeron nuevas máquinas. Esto implicó la
aceleración de la producción,24 y en consecuencia, el desarrollo de infraestructuras completa-
mente nuevas para las ciudades.25 Pese a que su eco llegó a México de manera tardía, porque
continuaba la hegemonía de la conquista en la que se pagaban tributos al poder central y a
que posteriormente, se encontraba con los movimientos de independencia del siglo XIX para
conseguir estabilidad política; las innovaciones tecnológicas desarrolladas en Europa y Estados
Unidos que se introdujeron al país, empezaron a tener auge hasta los últimos veinte años del
siglo XIX, claro está, gracias a la iniciativa de Porfirio Díaz por promover el capital extranjero.
Dicho eco tardío, gestó el auge de la industria textil, tabacalera y azucarera. Empero fueron
especialmente, tanto la industria acerera -cuando perfeccionó la tecnología de los altos hornos
para aumentar considerablemente la producción-; 26 como el de la industria cementera -que
innovó con el cemento Portland-;27 las que impelieron la materialización de dichas instituciones
de salud, con las características espaciales que los preceptos higienistas demandaron.
ConclusionesLas Leyes de Reforma en México significaron para la salud pública la sustitución del paradig-
ma “caridad” por el de “beneficencia”, mediante la instauración de la Beneficencia Pública.
Esto representó el cambio más importante porque así se le retiró el control de los hospitales y
hospicios al clero, otorgándoselos a los gobiernos locales. No obstante, se distinguió también
la reestructuración que esta institución aconteció, por la iniciativa del presidente Porfirio Díaz;
porque a su vez, retiró a dichos gobiernos locales su inspección, concediéndosela al Estado.
24 Como la fabricación en serie de railes de hierro fundido desde 1767, por Abraham Darby; la invención de un sistema de siembra en bandas a través de maquinarias, por Jethro Tull, desde 1731; o la máquina de hilar de James Hargreaves, desde 1764. Rápidamente, dichos inventos fueron la base para otros de mayor alcance como la máquina de vapor de James Watt y la locomotora de Richard Trevithck.25 Kenneth Frampton, Historia crítica de la arquitectura moderna (Barcelona: Gustavo Gili, 1980), 20.26 Aurora Gómez-Galvarriato Freer, El primer impulso industrializador de México. El caso de la Fundidora de Monterrey (México: ITAM, 1990 Tesis de Licenciatura), 161.27 Graciela Márquez Colín, “Concentración y estrategias de crecimiento industrial, 1900-1940”, Serie de documentos de trabajo, Centro de Estudios Económicos (México: El Colegio de México, 1991), Núm. VI, 21-23.
14Memorias. XVIII Congreso Colombiano de Historia
De este modo, con una jurisdicción federal, con el constructo “orden y progreso” como
modelo de nación, además de la influencia de los preceptos higienistas que el Dr. Eduardo
Liceaga importara desde Europa; Díaz impulsó un mecanismo que transformara toda la regla-
mentación local relativa a la salud, en una legislación de ámbito federal, cuyo resultado fue
el primer Código Sanitario de los Estados Unidos Mexicanos de 1891.
Asimismo, impulsó la creación del Hospital General, El Hospicio de Niños Expósitos y el
Manicomio General “La Castañeda”, como las instituciones que conformaron la Beneficencia
Pública, los cuales no sólo centralizaron los servicios de salud; sino también respondieron a
las exigencias espaciales de los estatutos higienistas. En paralelo, la influencia del positivis-
mo coadyuvó en la proliferación instituciones de investigación, publicaciones y sociedades,
todas de carácter científico. En ese tenor, se instauraron durante el porfiariato el Instituto
Médico Nacional, el Instituto Patológico Nacional y el Instituto Bacteriológico Nacional, cuya
actividad científica brindó aportes a las ciencias médicas.
Estas infraestructuras de la salud, en conjunto con la implementación de otras infraestruc-
turas de servicios públicos, así como de espacios abiertos en los que el árbol fungió como
elemento sanador, constatan cómo el higienismo se materializó.
Fuentes primarias(AHSS) Archivo Histórico de la Secretaría de Salud.
(AHCDMX) Archivo Histórico de la Ciudad de México.
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Don José de Ezpeleta y el debate ilustrado
en torno a la creación de cementerios en el virreinato del Nuevo
Reino de Granada
Docente internoPrograma de Historia
Universidad Pontificia Bolivarianadiego.bernal@upb.edu.co / maverickbernal@yahoo.es
Diego Andrés Bernal Botero
17Memorias. XVIII Congreso Colombiano de Historia
Don José de Ezpeleta y el debate
ilustrado en torno a la creación
de cementerios en el virreinato
del Nuevo Reino de Granada
Diego Andrés Bernal Botero
Docente interno
Programa de Historia
Universidad Pontificia Bolivariana
diego.bernal@upb.edu.co / maverickbernal@yahoo.es
ResumenLa expedición el 3 de abril de 1787 de la primera Cédula Real que motivaba la construcción
de cementerios al aire libre y fuera de las ciudades, generó múltiples reacciones en los terri-
torios cobijados bajo la corona española al contradecir las tradiciones funerarias dominantes
y los preceptos escatológicos que sustentaban las sepulturas en el interior de las iglesias.
Un choque entre la razón ilustrada y la fe y tradición cristianas que suscitó un complejo
proceso de transformación, el cual fue reproducido, avalado, discutido y problematizado por
las autoridades y, en especial, por las élites intelectuales americanas.
En el caso de esta ponencia, es mi intención presentar los aportes y la influencia que tuvo
en el proceso el Virrey José de Ezpeleta en el contexto del Nuevo Reino de Granada.
18Memorias. XVIII Congreso Colombiano de Historia
Palabras clave: Reformas borbónicas – Discursos ilustrados -Cementerios Extramuros –Vi-
rrey José de Ezpeleta - Nuevo Reino de Granada
La llegada en el año 1789 de don José de Ezpeleta para asumir el cargo de Virrey en el Nue-
vo Reino de Granada, significó un importante hito en el proceso de discusión en torno a la
construcción de cementerios extramuros en las ciudades y villas de estos territorios, mucho
más cuando el propio Rey Carlos IV reconoció e hizo pública la participación de Ezpeleta en la
formulación de la Real Cédula de 27 de marzo de 1789.
Esta mención real estuvo motivada en la comunicación que el 3 de febrero de 1787 el
futuro Virrey, en ese entonces Gobernador y Capitán General de Cuba, remitió al Consejo
Real como consecuencia del proceso de consultas que realizó en su jurisdicción con peritos
médicos y las autoridades eclesiásticas, en torno a la posibilidad de construir un cementerio
general para la ciudad de La Habana, al ver en las inhumaciones intramuros un foco de infec-
ción que ponía en riesgo la vida de los habitantes de la ciudad.
En su informe, reproducido como introducción a la Real Cédula, Ezpeleta afirmaba:
… que la mayor parte de enfermedades epidemias que se conocían con distintos nombres arbitrarios no tenían en su concepto otro principio que el de enterrarse en las iglesias los cadáveres, lo que era más obvio en aquella ciudad, así por hallarse los templos repartidos en toda la población y combatirla unos ayres co-rrompidos e impuros a causa de su temperamento cálido, y húmedo…1.
Es evidente que Cuba era en ese momento la puerta de entrada a la América española,
siendo La Habana la ciudad que concentraba buena parte del flujo de pasajeros en sus viajes
de ida y vuelta desde y hacia América. Factor que la convirtió en un espacio particularmente
dinámico y estratégico para los negocios y la política; pero ostensiblemente vulnerable frente
a las epidemias, las confrontaciones armadas, los naufragios y los accidentes. Factores todos
que hacen comprensible el estado de hacinamiento de los cadáveres que mencionaba el Go-
bernador y la urgencia con la que trataba de encontrar soluciones frente a esta problemática.
Uno de los aspectos más interesante de esta iniciativa, es que, como Gobernador, Ezpeleta
1 Real Cédula del 27 de marzo de 1789 sobre Establecimiento de Sementerios, Expediente respuesta del Gobernador de Cuenca a la solicitud del Virrey Mendinueta en el año de 1800, AGN, sección Colonia, fondo Hospitales y Cementerios, tomo 8, fs. 455-455 rv.
19Memorias. XVIII Congreso Colombiano de Historia
elevó consultas al Obispo “quien no solo la havía apoyado, sino aun manifestándole que este
mismo obgeto comprehendía una de las constituciones de su nuebo Sínodo…”2, se compro-
metió a promover la iniciativa entre sus sacerdotes y diáconos.
Sin ahondar en este ejemplo más allá de los puntos citados en la Real Cédula de 1789, el
proceso iniciado por Ezpeleta fue el modelo que se impuso a las demás ciudades y villas de
la América española, subsanando así las falencias de la Real Cédula de 17873 (firmada esta
por Carlos III y que es considerada el germen del proceso borbónico de creación de cemente-
rios); la cual hizo énfasis en los porqués de la norma, pero descuidó los cómo, dónde y a qué
costo debían construirse esos cementerios, lo cual fue expresamente solicitado por el recién
posesionado monarca en esta nueva ocasión.
En el caso del Virreinato del Nuevo Reino de Granada, para el cumplimiento de las reales
disposiciones cada una de sus provincias siguió su propio proceso en cabeza de personajes
que encajan en la descripción que el profesor e historiador Renán Silva ofrece de los llama-
dos ‘intelectuales intermediarios’4. Funcionarios, curas, militares y civiles letrados que se en-
cargaron de interpretar, adaptar, transmitir y tratar de hacer cumplir en sus territorios, no sólo
las disposiciones reales y de las autoridades virreinales, sino los nuevos conceptos y avances
que se sucedían en un mundo que atravesaba una de sus mayores revoluciones intelectua-
les, en medio de lo que ha convenido llamarse el Siglo de las Luces.
En palabras de la historiadora Adriana María Alzate:
La sobrepoblación de cadáveres en las iglesias que inquietaba a los reformado-res dieciochescos no era nueva. Los cementerios atestados y su consecuente mal olor no fueron un ‘descubrimiento’ del Siglo de las Luces, el ascenso demo-gráfico y la creciente urbanización sin duda influyeron en esta situación, pero tal ‘amontonamiento’ no tenía nada de novedoso, lo que resulta original en la época es la manera de entender y de representar esta situación5.
Es por esto que no es posible afirmar que fue con la llegada de Ezpeleta y la Real Cédula de
Carlos IV que se haya dado inicio de manera efectiva a las discusiones en torno a la crea-
ción de los cementerios en el Virreinato. La muerte y sus consecuencias tangibles (mal olor,
2 Real Cédula del 27 de marzo de 1789 sobre Establecimiento de Sementerios, Expediente respuesta del Gobernador de Cuenca a la solicitud del Virrey Mendinueta en el año de 1800, AGN, sección Colonia, fondo Hospitales y Cementerios, tomo 8, fs. 455-455 rv. (Se respeta parcialmente la ortografía del original).3 Real Cédula de Carlos III del 3 de abril de 1787, en Viñes, José Javier, La Sanidad española en el siglo XIX, Anexo 16, 690-691.4 Silva, Renán, Las epidemias de viruela, La Carreta Editores, Medellín, 2007, 102.5 Alzate Echeverri, Adriana, Suciedad y orden: Reformas sanitarias borbónicas en la Nueva Granada 1760 – 1810, Universidad del Rosario, ICANH, Universidad de Antioquia, Bogotá – Medellín, 2007, 205.
20Memorias. XVIII Congreso Colombiano de Historia
proliferación de plagas, etc.) eran comunes tanto a un lado como al otro del Atlántico, razón
suficiente para que con noticias del debate suscitado en la península y en Europa en torno a
los cementerios, o sin ellas, fueran múltiples los ejemplos de procesos previos o paralelos a
la llegada del nuevo Virrey y la correspondiente normativa.
Son precisamente estas discusiones y sus repercusiones en sus contornos específicos, las
que convierten a este proceso en una sumatoria de casos particulares, sin que se pueda lle-
gar a afirmar que es estrictamente por la aparición de alguna de las Reales Cédulas y demás
normativas, o por la especial energía y férrea voluntad de algún gobernante, que se logró dar
paso a la transformación efectiva de esta práctica funeraria y mucho menos, que estos éxitos
o fracasos hayan sido comunes en todo el territorio de la América española. En el caso de
Ezpeleta, y a pesar de ostentar la más alta dignidad a la que podía aspirar un funcionario Real
en tierras americanas, sólo la capital Virreinal estaba a su cargo y es donde su figura, ejercerá
un liderazgo de manera determinante.
Antecedentes directos de la creación del Cementerio General de SantaféEn el caso de la ciudad de Santafé, el historiador Enrique Ortega Ricaurte afirma que la pri-
mera iniciativa tendiente a construir un cementerio al exterior de los muros de las iglesias de
la ciudad, tuvo lugar en fechas muy tempranas. Fue así como en 1553, el recién posesionado
Obispo de Santafé, el franciscano Fray Juan de los Barrios y Toledo, quien más adelante fue
nombrado como primer Arzobispo del Nuevo Reino de Granada; ordenó derribar el templo
construido en 1538 y bendijo el 6 de enero de 1555 un cementerio al exterior de la nueva edi-
ficación. Sin embargo, los vecinos de Santafé apelaron a la Real Cédula de Carlos I de 1539
y obtuvieron la autorización para seguir siendo sepultados en las iglesias6.
Tuvieron que pasar casi dos siglos y medio hasta que este tema volvió a ser tratado en la
ciudad y se logró hacer efectiva la creación de un nuevo cementerio, lo que no impide men-
cionar que en 1723 el Prior del Convento Hospital de San Pedro (que pasó a la denominación
de San Juan de Dios a partir de 1739), el médico y fraile Pablo de Villamar, abrió de nuevo la
6 Ortega Ricaurte, Enrique, Cementerios de Bogotá, Editorial Cromos, Bogotá, 1931, 25-26.
21Memorias. XVIII Congreso Colombiano de Historia
discusión en torno a la necesidad de apartar del centro de la villa al hospital a su cargo y la
creación de un espacio que acogiera a los difuntos que continuaban aglomerándose en los
pisos y atrios de las iglesias, y al interior del colapsado hospital7.
Su solicitud fue aceptada, por lo que se puso en funcionamiento una nueva sede para el
convento, que reemplazó al edificio construido en 1554 que “se había quedado pequeño y no
tenía las condiciones adecuadas”8 frente a la creciente demanda de vivos y muertos que se
agolpaban en sus puertas.
Sin embargo, la primera propuesta concreta mediante la cual se planteó la creación de un
cementerio extramuros para la ciudad de Santafé, surgió en 1788 de la mano de los regido-
res don Pedro de Ugarte y don Juan Salvador Lagos, quienes al parecer tuvieron noticias de
la Cédula primigenia expedida por don Carlos III.
Desafortunadamente, de esta iniciativa se ha perdido todo rastro en los archivos desde
épocas lejanas, debiéndose contentar el propio Ortega con mencionar tan sólo a estos dos
personajes a quienes encontró citados por quienes los sucedieron en su propósito años más
tarde, sin que se aluda el por qué fue desechada su propuesta o qué motivos impidieron que
se llevara a la práctica9.
Otra de las constancias que han llegado a nuestros días de ese proyecto inicial, es una
comunicación enviada al Virrey por parte del Prior del Convento-hospital San Juan de Dios
el 9 de julio de 1792, mediante la cual este renunció a la propiedad de unos predios que le
fueron asignados en 1788 a esta institución, para que pudieran enterrar allí a los muertos
que fallecían bajo su cuidado10.
7 Alzate, Suciedad y orden, 210.8 Montserrat Domínguez Ortega, “Los Merizalde, médicos y políticos al servicio de la Independencia Colombiana”, en: Memorias Congreso Internacio-nal 1810-2010: 200 años de Iberoamérica (Santiago de Compostela: XIV Encuentro de Latinoamericanistas Españoles, 2010), 97.9 Ortega, Cementerios de Bogotá, 28.10 Ortega, Cementerios de Bogotá, 188.
22Memorias. XVIII Congreso Colombiano de Historia
Imagen 1: Plano Geométrico de la ciudad de Santafé para el año 179111
El Virrey Ezpeleta y la búsqueda de argumentos ilustrados en SantaféLa toma de mando de José de Ezpeleta como Virrey del Nuevo Reino de Granada, tuvo lugar
el 31 de julio de 1789, fecha en la que él mismo envió noticias de su posesión de manos de
su antecesor Francisco Gil y Lemos12. Para esta época, ya la Real Cédula de Carlos IV había
comenzado a circular por el territorio virreinal, como lo testifica la nota de obedecimiento del
Gobernador y Comandante General de la Provincia de Antioquia, don Francisco Baraya y La
Campa, firmada el 4 de agosto del mismo año13.
11 Atlas histórico de Bogotá: cartografía 1791-2007, publicado por el Instituto Distrital de Patrimonio Cultural (IDPC), entidad adscrita a la Secretaría de Cultura, Recreación y Deporte y por Editorial Planeta.12 José de Ezpeleta, Duplicado de cartas de don José de Ezpeleta, Virrey de Santa Fe, a D. Antonio Valdés y Bazán, Secretario de Estado de Hacienda y Guerra Oficio # 1 de 31de julio de 1789. Archivo General de Indias –AGI- SANTA_FE, 638.13 Francisco de Baraya y La Campa, Nota de obedecimiento a la Real Cédula de 27 de marzo de 1789. Archivo Histórico de Medellín (AHM). Fondo Cabildo. Tomo 42, folio 6rv-7.
23Memorias. XVIII Congreso Colombiano de Historia
Obligado por la Real Cédula que él mismo había ayudado a inspirar, a su llegada a Santa-
fé y una vez atendidos los asuntos más urgentes relacionados con el cargo que asumió, en
1790 Ezpeleta inició la prevista fase de consultas para reunir los ‘argumentos ilustrados’ que
soportaran la puesta en rigor de la nueva normativa.
El primero en pronunciarse fue el médico y naturalista panameño Sebastián López Ruiz,
quien presentó el informe: Dictamen sobre la necesidad de establecer cementerios comunes
fuera de los poblados en lugar de enterrar a los muertos en los templos14.
López, quien en 1782 había sido nombrado como Comisionado Regio de Botánica en el
Reino de Santafé, pero que fue retirado de su cargo en septiembre de 1783 por orden del
Arzobispo Virrey, amparado este en una Real Orden que versaba en ese sentido15; protagoni-
zaba desde hacía varios años un debate en el seno del Virreinato con ‘El Sabio’ Mutis y, en
especial, con los ‘defensores’ de este último, pues consideraban que el panameño presentó
pruebas falsas para ganarse los méritos de ser el descubridor de una de las variedades de
quina ubicadas en las zonas periféricas de Santafé.
Gozando de mejor consideración por parte del Virrey Ezpeleta que por sus antecesores,
López Ruiz presentó un completo informe que dividió en tres partes:
a. La tradición eclesiástica (razones religiosas).
b. La ventilación y los vapores (razones científicas).
c. La percepción de los vulgares (razones culturales).
A través de las cuales ofreció múltiples argumentos acerca del por qué era inconveniente
este tipo de práctica, citando varios de los textos y discursos que se discutían en Europa, de-
mostrándose una vez más las conexiones estrechas que existían entre los ilustrados a uno y
otro lado del Atlántico.
Sin embargo y pese a sus argumentos, López se mostró desde un principio pesimista fren-
te al cómo recibirían los habitantes de la ciudad una medida como esta:
Pero a pesar de tanto bien y utilidad que se nos prepara, clamarán incautamen-te las gentes vulgares y tanto como ellas la plebe. Discuten que dar sepultura a sus parientes o personas que estiman en cementerios es no solo falta a la piedad sino tratarlos con el último ultraje y desprecio; assi como quando por la
14 Sebastián López Ruiz, “Dictamen sobre la necesidad de establecer cementerios comunes fuera de los poblados en lugar de enterrar a los muertos en los templos”, en: Biblioteca Nacional de Colombia, Sección Libros raros y curiosos, manuscrito 191, pieza#11, folios 111-115.15 José de Ezpeleta, Duplicado de cartas de don José de Ezpeleta, Virrey de Santa Fe, a Don Antonio Porlier, Secretario de Estado de Gracia y Justicia de Indias. Oficio #65 del 19 de julio de 1790. AGI- SANTA_FE, 638.
24Memorias. XVIII Congreso Colombiano de Historia
miseria y pobreza de la persona muerta, no dexo bienes, ni sus dolientes tienen posibles con que pagar a los curas (lo mismo sucede en los hospitales) los de-rechos establecidos por el entierro se quejan amargamente de su desgracia los parientes y amigos del difunto que ha de ser enterrado en el camposanto según se les intima; entonces, aunque sea vendiendo o empeñando alguna prenda o mueble o buscando de otro modo el dinero necesario, satisfacen presto a aquellos derechos para redimir a sus cadáveres; la vejación y oprobios que se figuran de que sean en cementerios de las iglesias de este modo se aseguran casi siempre emolumentos funerales16.
El segundo en pronunciarse fue el médico y visitador de Boticas del Virreinato, Antonio Joa-
quín Froes, quien emitió el 6 de julio de 1790 su concepto acerca de la necesidad de un
cementerio. El galeno explicó desde la química y la física, como los cadáveres eran “manan-
tiales infectos”17, ofreciendo algunas indicaciones acerca de las medidas de las tumbas y las
condiciones del lugar que se seleccionara para la ubicación del cementerio.
En ese sentido afirmaba Froes:
No siendo posible dar reglas particulares para la fundación de cementerios en cada población, indicaré las generalidades más esenciales:
1. Que se funden lo más distante posible de la población.2. Que se funden al occidente si no hubiere algún obstáculo que obligue a lo
contrario porque los vientos del oriente son más constantes.3. Elevados y secos.4. Muy retirado de cualquier manantial o corriente de agua de donde puedan
beber gentes o animales.5. Muy espaciosos con el fin de que pasen muchos años sin que sea necesario
volver a abrir las primeras18.
Meses más tarde, el 1° de octubre de 1790, el turno fue para el cirujano del Convento Hospital
San Juan de Dios, Honorato Vila, quien, de acuerdo por los datos recopilados por Adriana Al-
zate: “Considera nefasta la práctica de enterrar a los muertos en las ciudades, sin explicar las
‘causas físicas, que son muchas’. Cita sólo lo acontecido en la ‘Ciudad de Tolosa’, donde desde
hacía tiempo se tenía esta costumbre y donde, además, se enterraban a los muertos con cal
16 López Ruiz, “Dictamen sobre la necesidad de establecer cementerios”, folios 111-115. Citado por Cogollos Amaya y Vargas Poo, Las discusiones en torno a la construcción y utilidad de los ‘dormitorios’ para los muertos. Santa Fe, finales del siglo XVIII, en Borja Gómez, Jaime Humberto Ed., Inquisición, Muerte y Sexualidad en la Nueva Granada, Ariel-CEJA, Bogotá, 1996, 157.17 Alzate, Suciedad y orden, 249-250.18 AGN, Archivo anexo, Fondo historia, Tomo 3, folios 450-457 rv Citado por: Cogollos Amaya y Vargas Poo, Las discusiones en torno a la construcción, 159.
25Memorias. XVIII Congreso Colombiano de Historia
viva para detener las emanaciones pútridas y así evitar las epidemias que ello causaba” 19.
Por su parte, el funcionario del Virreinato don Santhiago Vidal trajo a colación a su turno
las medidas tomadas tras la trágica Noche de San Bartolomé (agosto de 1572), en la que fue
necesario sepultar en las afueras de París a las múltiples víctimas y cubrirlas con cal viva,
para evitar las consecuencias nefastas de la acumulación de cadáveres20.
Una vez emitidos y recopilados todos estos informes, el fiscal del crimen de la Real Audiencia
de Santafé, José Antonio de Berrío, fue el encargado de compendiarlos y emitir su propio concepto
desde el punto de vista jurídico frente a la necesidad de construir un cementerio extramuros.
Fue así como el 25 de enero de 1791, el fiscal presentó un informe en el que recogió los ar-
gumentos de los médicos Froes y López Ruiz, así como los de Santhiago Vidal; y subrayó cómo
desde las Siete Partidas de Alfonso X se había prohibido la inhumación de cadáveres en las
iglesias, reservándole ese privilegio sólo a quienes morían en ‘olor de santidad’. El Fiscal enu-
meró, además, aspectos de la tradición jurídica española que reforzaban sus argumentos a la
par que recalcaba la necesidad de que el Arzobispo de la ciudad ordenara que todas las iglesias
y conventos que contaban con cementerios, los ubicaran afuera de los sitios poblados21.
Para garantizar el orden y el correcto cumplimiento de estas medidas, Berrío hizo hincapié
en las penas a que se exponían todos quienes osaran profanar una tumba, pues pensaba que
así se le daban las garantías necesarias a los deudos que depositaran a sus difuntos en los
futuros cementerios extramuros22.
Una vez finalizada esta fase consultiva, el 11 de abril de 1791 el Virrey Ezpeleta solicitó un
informe detallado acerca de la posible ubicación y el costo de la construcción de un cementerio
a las afueras de Santafé23. Tarea que le fue encomendada al Teniente Coronel Domingo Esquia-
qui, quien había llegado a Santafé procedente de Cartagena para asumir las labores de recons-
trucción de la ciudad tras el sismo de 178524, encomendándosele además otras obras como
la edificación del puente de Chía y, como en este caso, la elaboración del mencionado informe.
Esquiaqui estableció la posible ubicación del camposanto y cuantificó el monto de los
costos a cubrir, los cuales estimaba ascenderían a 74.428 pesos. Calculó además la capa-
19 Alzate, Suciedad y orden, 242.20 Cogollos Amaya y Vargas Poo, Las discusiones en torno a la construcción, 160-161.21 AGN, Archivo anexo, Fondo historia, Tomo 3, folios 526 rv Citado por: Alzate, Suciedad y orden, 250.22 AGN, Archivo anexo, Fondo historia, Tomo 3, folios 459 rv Citado por: Cogollos Amaya y Vargas Poo, Las discusiones en torno a la construcción, 163-165.23 Ortega, Cementerios de Bogotá, 26.24 Cogollos Amaya y Vargas Poo, Las discusiones en torno a la construcción, 148.
26Memorias. XVIII Congreso Colombiano de Historia
cidad del futuro cementerio de acuerdo a los reportes históricos de mortalidad de las cuatro
principales parroquias de Santafé y el Convento Hospital de San Juan de Dios, lo que lo llevó
a estimar en 2.320 el número aproximado de fallecidos en la ciudad en un lapso de 5 años.
Con base en estos cálculos y estimando el área que ocuparía cada sepultura, sumándole
a esto los espacios de las caminerías y un margen extra de tumbas por si se llegara a pre-
sentar una epidemia; Esquiaqui aseguró que era necesario destinar y acondicionar 11.140
varas (9280 para las 2.320 sepulturas originales y 1860 para las zonas comunes, los muros
periféricos y los caminos internos)25.
Un mérito adicional que le cabe a este eficiente Coronel, es el de la elaboración del primer
plano de Santafé. Esquema en el que detalló la ubicación en la que se debía emplazar el nue-
vo cementerio al noroccidente de la capital virreinal26.
Pese a los informes presentados y los datos reunidos, el cementerio de Santafé siguió siendo
un proyecto ampliamente descrito y defendido en el papel, pero del que no se tiene constancia
de ningún tipo de avance posterior a la entrega del informe de Esquiaqui en agosto de 1791.
Sin embargo, es digno de resaltar que durante este periodo se puso en funcionamiento la
Junta de Policía de Santafé, creada por el mismo Ezpeleta y que tuvo su primera sesión el 15
de mayo de 179127. Esta tuvo corta vida, por problemas financieros, pero los resultados que
ofreció fueron bien evaluados por el Virrey, lo que nos permite evidenciar que su interés por
los temas relacionados con la salubridad, seguían presentes.
El Hospital San Juan de Dios y la construcción del primer cementerioEl proceso se reabrió el 3 de marzo de 1792, cuando el padre Fray Manuel Ramos, Prior
del Convento Cementerio de San Juan de Dios, envió una solicitud presionando para que se
construyera cuanto antes el proyectado cementerio. Afirmaba en su nota el prelado, la cual
fue transcrita por don Enrique Ortega al igual que buena parte del proceso, que la multitud de
cadáveres amenazaba con producir una mayor mortandad, por lo que solicitaba al Cabildo se
les adjudicase un predio para la sepultura de los fallecidos en este recinto28.
25 Vargas Lesmes, Julián, “El muy ilustre Cabildo de Santafé. Finanzas y administración económica”, en: La Sociedad de Santafé Colonial (Bogotá: Cinep, 1990), 219 p.26 Ortega, Cementerios de Bogotá, 26.27 Alzate, Suciedad y orden, 154.28 Ortega, Cementerios de Bogotá, 27-28 y 182 (Transcripción).
27Memorias. XVIII Congreso Colombiano de Historia
Ante la petición de Ramos, el 8 de marzo el Fiscal Berrío solicitó que la nota de este se
agregara al expediente reunido acerca de la creación del cementerio, aprovechando de paso
esta novedad para requerir a las autoridades competentes (el Virrey y el Cabildo) para que se
resolviera lo necesario con prontitud29. En los archivos consta que esta inclusión tuvo lugar a los
pocos días, pero más allá del trámite burocrático, el cementerio siguió siendo sólo un proyecto.
Fue así como en una nueva comunicación enviada el 22 de junio del mismo año, Fray Manuel
Ramos insistió en la urgencia de tomar medidas al respecto. El Prior se lamentaba en su misiva de
que su solicitud hubiese sido anexada al expediente que se preparaba en torno al Cementerio Ge-
neral de Santafé para Real aprobación, pues esto retrasaría la solución de este problema puntual.
Argumentaba que dada la urgente necesidad de habilitar un sitio para la inhumación de
los cadáveres que se acumulaban en el convento hospital, se debía retirar la petición del ci-
tado expediente, de tal manera que este caso pudiera ser resuelto directamente por parte de
las autoridades virreinales y el cabildo, sin tener que esperar la aprobación del proyecto de
Cementerio General que, al ser de mayores proporciones en cuanto a tamaño e inversión, se
vería obligado a hacer su trámite de aprobación en la península30.
Ramos respaldó su petición insistiendo en la inminente amenaza de que una peste se
esparciera por la ciudad si no se actuaba rápido. Argumento que al parecer fue lo suficien-
temente convincente, pues al día siguiente el propio Virrey solicitó a través del escribano Te-
jada, se separara la representación del Prior del documento de respuesta que se preparaba
frente a la Real Cédula de 1789.
De igual manera, Ezpeleta ordenó que se nombrara una comisión para delimitar el terre-
no, la misma que fue integrada por dos representantes del Cabildo (los Diputados de Ejidos
José Joaquín Chacón y José Santa María), el Teniente Coronel Esquiaqui y el Prior Ramos, a
quienes dio la orden de que pasaran “…sin pérdida de tiempo a reconocer el paraje que de
común acuerdo se considere más a propósito para el cementerio, demarcándolo y dando
posesión de él al hospital. Verificado lo cual tráigase el expediente para proveer lo más que
corresponda a la circunvalación del terreno y forma de conducir los cadáveres” 31.
Ese mismo día, 23 de junio de 1792, el Cabildo se reunió por solicitud del Virrey con el
29 Ortega, Cementerios de Bogotá, 183.30 Ortega, Cementerios de Bogotá, 183-184.31 Ortega, Cementerios de Bogotá, 184-185.
28Memorias. XVIII Congreso Colombiano de Historia
fin de abrir un pliego relacionado con la demarcación del terreno para el cementerio, opor-
tunidad en la que salió a relucir el predio cedido en 1788 al Hospital San Juan de Dios para
tal fin, el cual había sido seleccionado por los señores don Pedro de Ugarte y Juan Salvador
Lago. Aunque no se logró ubicar por parte del secretario el documento que acreditaba dicho
traspaso, se le dio la indicación a la comisión de que verificara el estado del mismo32.
Fue así como esa misma tarde la comisión nombrada por el Virrey y el Cabildo inspeccionó
dicho lote. Sin embargo, de acuerdo con el acta levantada durante el recorrido:
… expresó el dicho señor Comandante no ser al propósito el terreno demarcado, y sí el que se halla a mano izquierda del camino real bajo la casa y solar que se decía ser del Padre Pontón; lo que entendido por mí el presente Secretario se advirtió no ser el terreno del M.I. (muy ilustre) Cabildo sino del Convento de Pre-dicadores; a lo que contestaron tanto el ya dicho Sr. Comandante como el Prior del Hospital, no importa fuese de los Padres, pues ya se les podía reemplazar por otro terreno, por ser el que se señalaba ahora más a propósito por las aguas y la ventilación, y que no debía entenderse sólo cementerio particular, sino que se iba a demarcar para General 33.
El secretario, quien dejó varias veces constancia en el acta de no estar de acuerdo con
dicha determinación, narró en el acta que una vez dicho esto, se pasó al terreno y se tomó
posesión de él, demarcándolo con una estaca, pero en espera de la ratificación del acto por
parte del Cabildo. Entidad que debía hacer los trámites para el traspaso de otras tierras en
reemplazo de las apropiadas para este fin34.
Esta determinación generó un enfrentamiento entre los miembros del Cabildo y la autori-
dad Virreinal, toda vez que los cabildantes se mostraban en desacuerdo con que se hubiese
demarcado un terreno que no pertenecía al Cabildo por insistencia del Comandante Esquia-
qui. Ante lo cual expresaron en su comunicación del 28 de junio:
Este Ayuntamiento ha estado y está pronto a ceder y dar de lo propio suyo cuan-to se necesite para objetos tan importantes, pero en lo ajeno ni puede ni debe entrometerse, mucho más cuando la Diputación se extendió a señalar el terreno antes demarcado, cuyo acto contrario a ella no exime al Cabildo de las etiquetas que serían consiguientes cuando llegase el caso de dar otra tanta tierra a los Pa-dres de Santo Domingo, por cuya parte o la de los propios se disputaría acerca de la cantidad o diferente calidad 35.
32 Ortega, Cementerios de Bogotá, 189.33 Ortega, Cementerios de Bogotá, 190.34 Ortega, Cementerios de Bogotá, 189.35 Ortega, Cementerios de Bogotá, 191.
29Memorias. XVIII Congreso Colombiano de Historia
En consecuencia, el Cabildo solicitó no se tuvieran en cuenta los resultados de la comisión,
frente a los cuales dejó constancia de su protesta; y que se designaran para la construcción
del cementerio, los anteriormente demarcados (los de 1788) o cualquier otro predio que en
realidad estuviera bajo su dominio36.
Aunque no se ha podido ubicar aún la nota de respuesta del Virrey al Cabildo, gracias a una
comunicación firmada por el Padre Ramos con fecha 9 de julio, sabemos que estas dos ins-
tancias alcanzaron un acuerdo satisfactorio. Al menos así lo deja entrever la misiva en la que
el Prior le agradeció al Virrey el haberles otorgado la autorización a los terrenos destinados
para el cementerio por parte del Regidor Diputado de Ejidos, don José Santa María37.
Otra de las dudas que surgen en este punto, es si los terrenos elegidos por Santa María,
difieren de los que Esquiaqui y la primigenia comisión (de la que Santa María también par-
ticipó), o si se trató de los mismos, pero tras haber alcanzado un acuerdo con los padres de
Santo Domingo. Lo que sí queda claro es que no fueron aceptados de manera definitiva los
cedidos en 1788, por lo que el Cabildo procedió a reclamarle a los representantes del Con-
vento Hospital de San Juan de Dios, la devolución de los mismos.
Este fue el último escollo que tuvieron que superar los interesados en la creación del nuevo
cementerio, pues como ya mencionamos, las copias de la cesión de los predios por parte del
Cabildo, no figuraban en el archivo de dicha entidad, por lo que recurrieron a las supuestas
copias que deberían reposar en el Convento Hospital. Sin embargo, el Prior a su vez ‘dio fe de
la existencia del documento’ a través del cual se le asignaron los predios, pero aseguró que en
ese momento no podía ubicarlo, afirmando que era posible que se hubiese remitido al cabildo
en medio de un proceso liderado por el Padre Procurador en busca de fondos para este fin38.
Este vacío legal fue subsanado a través de la solicitud que le hizo el Prior al Virrey para que,
a través de un nuevo documento con su firma como garante, se diera por aceptada la renuncia
del Convento Hospital frente a la propiedad de dichos terrenos. Santafé contó a partir de ese
momento con los predios para ubicar su cementerio… faltaba hacer este proyecto realidad.
36 Ortega, Cementerios de Bogotá, 190-191.37 Ortega, Cementerios de Bogotá, 186-188.38 Ortega, Cementerios de Bogotá, 188.
30Memorias. XVIII Congreso Colombiano de Historia
Fray Miguel de Isla y las primeras normas para el traslado de cadáveres en SantaféAl margen de la discusión en torno a los predios más aptos para la ubicación del cementerio,
fue menester poner en consideración cómo se trasladarían los cadáveres al nuevo lugar de
enterramiento, bajo qué condiciones y qué costos generaría dicha logística. Misión que le fue
encomendada al Padre Fray Miguel de Isla.
Fue así como el 3 de julio de 1792, Isla le dirigió una comunicación al Prior del San Juan de
Dios relacionando la ‘manera adecuada’ de conducir los cadáveres al cementerio. Describió
el religioso en su texto cómo debían ser los féretros (que serían usados sólo para conducir el
cadáver, no para sepultarlo) y cómo la logística del traslado y los servicios religiosos (si el fu-
neral era ‘cantado’ o sólo rezado). Consideraba que era necesario seguir un orden en el ciclo
de enterramiento (para saber dónde se debía escavar sin riesgo de hallar cuerpos frescos)
y que se contara con barras medidoras para verificar el cumplimiento de las disposiciones
relacionadas con la profundidad y separación entre sepultura y sepultura39.
El padre Isla presentó además un presupuesto en el que relacionaba los costos iniciales y
los ‘sucesivos y continuos’ (mes a mes)40.
Costos iniciales
Gastos Cantidades
Dos mulas (a 25 pesos cada una) 50 pesos
Carro y cajas 150 pesos
Aparejo para mulas 16 pesos
Total 216 pesos
Tabla #1: Tabla con los costos iniciales para el traslado de cadáveres al nuevo ce-menterio, de acuerdo con los cálculos del médico Fray Miguel de Isla41.
39 AGN Anexo Historia, folio 526 rv. Citado y transcrito por: Ortega, Cementerios de Bogotá, 185-186.40 Alzate, Suciedad y orden, 250-252.41 Alzate, Suciedad y orden, 250-252.
31Memorias. XVIII Congreso Colombiano de Historia
Costos mensuales
Gastos Cantidades al mes Cantidad al año
Conductor del carro 8 pesos 96 pesos
Sepulturero 8 pesos 96 pesos
Manutención de mulas 9 pesos 106 pesos
Reparación del carro 4 pesos 48 pesos
Totales 29 pesos 348 pesos
Tabla #2: Tabla con los costos mensuales por cuenta del traslado de cadáveres y la puesta en fun-cionamiento del nuevo cementerio, de acuerdo con los cálculos del médico Fray Miguel de Isla42.
Era evidente que el nuevo cementerio generaría costos no sólo para su puesta en funciona-
miento, sino para su mantenimiento. Dineros con los que no se contaba y que no estaba claro
en ese momento quién debería asumir. Fue por esta razón que el 8 de julio de 1792 el Virrey
Ezpeleta ofició al padre Fray Manuel Ramos para que enunciara posibles fuentes de financia-
ción para acondicionar el cementerio, ante lo que el Prior solicitó le autorizaran el cobro a las
familias de los difuntos, tal y como si su ser querido fuera sepultado en la capilla del conven-
to, y que estos fondos fueran administrados por el Padre procurador43.
Como el Prior era consciente de que el dinero que lograse reunir de ese modo no era su-
ficiente para cubrir los gastos que el cementerio generaría, solicitó además se le permitiera
efectuar una colecta pública y, de ser el caso, que se utilizaran los ‘caudales comunes’ del
Convento-hospital para este fin. Frente a esto aclaró que esta última medida sería sólo para
cubrir los gastos del cerramiento del cementerio, pero que se debían tener en cuenta también
los montos adicionales que el Padre Isla había previsto en su informe.
Ramos cerraba su nota de respuesta, firmada el 9 de julio, con una solicitud adicional:
42 Alzate, Suciedad y orden, 250-252.43 Ortega, Cementerios de Bogotá, 186-188.
32Memorias. XVIII Congreso Colombiano de Historia
Concluyendo por suplicar a V.E. que se digne dictar un reglamento que fije y asegure el establecimiento y erección de cementerio por lo respectivo a este hospital, a fin de excusar las instancias y aún las quejas de ciertos dolientes que llevados de una antigua preocupa-ción mirarán con horror y repugnancia que sus parientes o allegados sean sepultados en el campo, no obstante de que el lugar sea (como lo será) tan sagrado como los templos 44.
Quedaban en evidencia los temores de la población y la repulsión que esta medida generaría
entre los deudos, los cuales no eran pasados por alto ni siquiera por quienes, como Ramos,
eran los más acérrimos defensores de la implantación de estas nuevas medidas.
Finalizados los trámites y concertadas las partes, las obras de construcción del cementerio
comenzaron sin más dilaciones y el 30 de noviembre de 1793, contando con la presencia
del Arzobispo de Santafé Don Baltasar Jaime Martínez Compañón, quien bendijo el lugar, se
inauguró oficialmente el primer cementerio extramuros para la capital virreinal45. Camposan-
to que sólo comprendía una porción del proyecto inicial y que fue dedicado a los pobres de
solemnidad que morían en el Hospital San Juan de Dios.
Un cementerio para pobres que mucho distaba del proyectado cementerio general… pero,
al menos, se instalaba el primer mojón en el proceso que daría luz casi cuarenta años des-
pués a lo que hoy conocemos como Cementerio Central.
Fuentes documentalesArchivo General de IndiasSanta Fe
Santo Domingo
Archivo General de la Nación (Colombia) Sección Archivo Anexo Fondo HistoriaSección Colonia Fondo Hospitales y cementerios Fondo Miscelánea
Mapoteca 4
44 Ortega, Cementerios de Bogotá, 187-188.45 Ibañez, Pedro María, Crónicas de Bogotá Tomo II (Bogotá, Academia de Historia de Bogotá, Tercer Mundo Editores, Tercera Edición, 1989), 82.
33Memorias. XVIII Congreso Colombiano de Historia
Archivo Histórico de Antioquia
Fondo Colonia
Documentos generales
Mapoteca
Miscelánea
Reales Cédulas
Biblioteca Nacional de Colombia
Sección Libros raros y curiosos
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1804. Madrid: -------, 1829.
La defensa de la profesión médica:
estrategias de legitimación de una
sociedad científica en Colombia, 1930-1942
Historiadora, Universidad de los Andes.Estudiante de quinto año de Medicina, Universidad de los Andes.
n.botero22@uniandes.edu.co
Natalia Botero Tovar
36Memorias. XVIII Congreso Colombiano de Historia
La defensa de la profesión
médica: estrategias de
legitimación de una sociedad
científica en Colombia, 1930-1942
Natalia Botero Tovar
Historiadora, Universidad de los Andes.
Estudiante de quinto año de Medicina,
Universidad de los Andes.
n.botero22@uniandes.edu.co
ResumenDurante la década de 1930 y principios de la década de 1940 los médicos colombianos se
enfrentaron una vez más a un viejo contrincante del siglo XIX: “los charlatanes”, una denomi-
nación que conformaba el grupo amplio de curanderos, sobanderos, boticarios, yerbateros,
homeópatas, espiritistas, parteras, entre otros. Este período histórico le permitió a la élite
médica colombiana, representada por las instituciones de la Academia Nacional de Medicina
y, posteriormente, la Federación Médica Colombiana, plantearse nuevas estrategias para ser
actores legítimos del acto de curar ante la sociedad. Esta ponencia explora el argumento de
la lucha entre médicos y charlatanes que se difundió en las publicaciones de revistas médi-
37Memorias. XVIII Congreso Colombiano de Historia
cas, así como el imaginario social sobre estas figuras de la salud en la Encuesta Folclórica
Nacional de 1942.
Así pues, se buscará retomar varios de los escenarios y disputas en el marco de la Repúbli-
ca Liberal (1930-1946), período político que conformó el trasfondo de la lucha entre médicos
y charlatanes, y que estaba en sintonía con varias de las estrategias propuestas por la profe-
sión médica como la promoción de la higiene y prevención de enfermedades, la regulación
de los medicamentos, la promoción de espacios para el debate científico como universidades
y hospitales, la conformación de gremios de profesionales, la difusión de campañas de salud
pública, entre otras.
Palabras clave: médicos, charlatanes, legitimación, salud, República Liberal, Encuesta Fol-
clórica Nacional.
Introducción La profesionalización de la medicina buscó marcar una diferencia entre un “nosotros”, una
sociedad científica delimitada y avalada por una agremiación, y un “otros”, curanderos, te-
guas y charlatanes. Esta lucha, que se remontó al siglo XIX, afloró durante las décadas de
1930 y 1940 en un contexto de retórica de la higiene que implicó cambios para la práctica
médica y una búsqueda de nuevas estrategias de legitimación social.
Esta ponencia está basada en mi monografía de grado en Historia de la Universidad de los
Andes presentada en el 2016. Primero hablaré acerca de la lucha entre médicos y curanderos
por el monopolio de curar, liderada por la élite médica de la Academia Nacional de Medicina
desde su revista, la Revista Médica de Bogotá. Después comentaré cómo la identificación de
nuevas estrategias para legitimar su poder los llevó a reconocer el principal charlatán del mo-
mento: el boticario. Por último, argumentaré que en paralelo a esta necesidad de los médicos
por identificar y denunciar a los charlatanes, se llevó a cabo un proyecto para identificar las
tradiciones culturales de diferentes regiones de Colombia en la Encuesta Folclórica Nacional
de 1942. En esta fuente se dan algunos detalles sobre los médicos y curanderos en regiones
rurales, lo cual nos permite comprender el problema desde otro punto de vista.
38Memorias. XVIII Congreso Colombiano de Historia
Médicos y charlatanes: la lucha por el monopolio de curarSi de un lado estaba la ciencia representada por el saber médico, del otro lado se encontraban
las prácticas tradicionales. Los teguas y curanderos “que se ríen de la desorganización que reina
en nuestras filas”, así como los homeópatas, acusados de “haber comprado por una exigua suma
el título y a los cuales la ley protege con un cuidado maternal”, son enlistados como enemigos de
esta comunidad científica, quienes se distanciaban de estos al calificarlos como empíricos1.
El doctor José Alberto Camacho argumentaba en su artículo “Charlatanismo y tuberculosis”: Cuántos empíricos diagnostican la enfermedad a diestra y siniestra, con una pasmosa facilidad, haciendo uso de maniobras, aparatos y reacciones enga-ñosas, e implantan luego un tratamiento secreto o preconizan como infalible cualquier específico de propaganda comercial que deben aplicar ellos mismos.2
El discurso médico se prestaba a ser apropiado por cualquiera y, así, esta teatralidad del médi-
co con sus términos y herramientas curiosas podía ser imitada, lo que permitía nublar la barrera
que los profesionales intentaban levantar. Steven Palmer ejemplifica este proceso en Costa
Rica durante la década de 1930 con el caso del renombrado Profesor Carbell, quien ostentó
sus dotes de ocultista y curandero, valiéndose de la parafernalia de los instrumentos médicos
para ofrecer diagnósticos y tratamientos, así como una amplia gama de pociones y talismanes3.
Sin embargo, la disputa por el monopolio de curar se remontaba a varias décadas atrás. Miguel
Perdomo Neira, conocido por ser un curandero famoso, llegó a Bogotá en 1872 después de re-
correr varias regiones rurales del país4. Su recorrido por la capital le permitió a varias eminencias
médicas colombianas, consideradas así por la entonces naciente Academia Nacional de Medici-
na, ser testigos de cómo el pueblo estaba dispuesto a defender a los empíricos. Varias personas
se reunieron frente a la casa del doctor Antonio Vargas Reyes, rector de la Facultad de Medicina
de la Universidad Nacional, gritando “¡Abajo los médicos, viva Perdomo!”5. Los estudiantes de
medicina, al conocer que su profesor era increpado por la multitud, se agruparon cerca de la casa
de Vargas Reyes y respondieron en su defensa: “¡Abajo los perdomistas, mueran los fanáticos!”6.
1 A.A.S, «Nota editorial», en: Revista Médica de Bogotá XLIII, n.º505 (1933): 374-375. 2 José Alberto Camacho, «Charlatanismo y tuberculosis», en Revista Médica de Bogotá XLIII, n.º507 (1933): 469-471. 3 Steven Palmer, «La voluntad radiante del Profesor Carbell: Medicina popular y populismo médico en Costa Rica en el decenio de 1930», en Entre médicos y curanderos. Cultura, historia y enfermedad en América Latina moderna, ed. por Diego Armus (Buenos Aires: Grupo Editorial Norma, 2002), 261-292.4 Emilio Quevedo, Historia de la Medicina en Colombia, Tomo III, Hacia una profesión liberal (1865-1910) (Bogotá: Tecnoquímicas S.A., 2010), 77.5 David Sowell, «Andanzas de un curandero en Colombia: Miguel Perdomo Neira y la ‘lucha entre el buen sentido y la ignorancia ciega’», en Entre médicos y curanderos. Cultura, historia y enfermedad en América Latina moderna, ed. por Diego Armus (Buenos Aires: Grupo Editorial Norma, 2002), 73-103.6 Sowell, «Andanzas»…, 73.
39Memorias. XVIII Congreso Colombiano de Historia
La anécdota de Perdomo sirvió a los médicos para expresar su lucha abierta contra el
charlatanismo a través de la publicación de la revista La Lanceta, emulando el ejemplo in-
glés. Además, los médicos buscaron la solidaridad gremial a través del medio impreso de las
revistas, promovido por instituciones como la Academia Nacional de Medicina. Por ejemplo,
la publicación de la Revista Médica de Bogotá fue una estrategia de canalización de opinio-
nes y debates científicos. También fue el medio de propagación de valores y concepciones
morales para promover la autoridad cultural de los médicos colombianos en nombre del pro-
greso y la civilización.
Ella [la revista] es el resultado de la unión, de la armonía que reina tanto entre las diversas corporaciones médicas, como del amplio espíritu que anima a cada uno de los miembros de estas asociaciones. Todos quieren un fin: el progreso de nuestra ciencia. Todos están inspirados en el mismo sentimiento: el engrande-cimiento de nuestra patria.7
La publicación de la revista consolidaba los estandartes de la sociedad científica: progreso y
patria, pero también buscaba indagar sobre la cultura médica nacional y cómo poder “medi-
calizar” la sociedad. Por lo tanto, fue necesario que la comunidad científica médica cambiara
su perspectiva con respecto a la vieja disputa con los charlatanes, identificando los nuevos
charlatanes de la época.
El boticario y la charlatanería de la farmacia Los médicos profesionales constituían una entre las variadas formas de curar, en un mercado
donde entraban a jugar en competencia contra los empíricos. A su vez, los médicos se encon-
traban ante el panorama de un mercado farmacéutico inundado de productos. Esta condición
les permitió plantear una nueva estrategia para legitimar su ciencia y reglamentar los produc-
tos farmacéuticos en circulación, muchos de ellos remedios populares. Bajo el desarrollo de
esta estrategia se encontraba también el fortalecimiento de la cultura de la higiene. En 1938,
la Revista de Higiene, publicada por el Departamento Nacional de Higiene, sancionaba una
serie de medicamentos de venta libre sin prescripción médica:
7 José María Montoya, et al, «Nota editorial», en Revista Médica de Bogotá XLIII, n.º501 (1933): 289.
40Memorias. XVIII Congreso Colombiano de Historia
Las drogas o remedios de patente, fabricados sin la estipulación precisa de que deben consumirse únicamente con prescripción médica, han calado muy hondo en la consciencia de nuestras clases trabajadoras, provocando con el abuso de su consumo un verdadero atentado contra la salud pública.8
Entre los doscientos medicamentos mencionados en esta fuente, sobresalen algunos de
nombres curiosos por su relación con prácticas o devociones religiosas tales como el ‘Jarabe
pectoral San Andrés’, ‘Depurativo San Antonio’, ‘Píldoras Carmelitanas’ o el ‘Pectoral San
Rafael’. La poca regulación de la comercialización de los medicamentos consistía un impedi-
mento para que el gremio médico se instaurara como autoridad cultural.
Otro charlatán se destacaba en la farmacia, este era el boticario o “lava botellas”9. En una
Nota Editorial de la Revista Médica, los boticarios eran declarados enemigos de la profesión mé-
dica: “Los específicos y medicamentos patentados, que traen todas las indicaciones y maneras
de aplicarlos, [permite] a los boticarios y aún a los profanos usurpar nuestros derechos”10.
Sin embargo, el aumento de la propaganda farmacéutica en las revistas médicas generó
una alarma entre la comunidad científica: ¿cómo no convertirse ellos mismos en charlatanes
y ser réplicas de la charlatanería de la farmacia? Como advertía un médico a sus colegas:
El charlatanismo de tratamiento en relación con el médico es activo y pasivo. El activo puede ser voluntario, o involuntario (…). El pasivo es aquel de que es víctima el médico acosado por el anuncio, las revistas comerciales, opúsculos de toda suerte, invasión de muestras, etc. con que el comercio o los charlatanes industriales sugestionan al médico que desea ensayar el último descubrimiento, sin reaccionar contra su ineficacia.11
El charlatanismo invadía la mentalidad de algunos médicos. Este concepto, entonces, cobró
gran importancia durante la década de 1930 y se ampliaba para englobar no sólo a los enemi-
gos externos a la profesión como curanderos, boticarios, etc., sino a los médicos mismos.
Denunciar al charlatán: la expansión de la lucha a nivel regional. Hasta el momento, se ha discutido el problema del charlatanismo y la medicalización de las
enfermedades desde el ámbito de la medicina oficial, desde la Academia Nacional de Me-
8 Arturo Campo Posada, «Circular número V», en Revista de Higiene. Órgano del Departamento Nacional de Higiene XIX, n.º 2 (1938): 19. 9 Carlos Zuluaga, «En Colombia hay plétora de médicos», en El Médico Colombiano. Órgano de la Federación Médica Colombiana 1, n.º 1 (1938): 31-32. 10 A.A.S, «Nota editorial»…, 375. 11 Camacho, «Charlatanismo»…, 470.
41Memorias. XVIII Congreso Colombiano de Historia
dicina y en las páginas de su revista. Pero el discurso en contra del charlatanismo englobó
también tensiones entre centro y periferia: ciudades conectadas a un centro intelectual, y pro-
vincias dislocadas de dicha dinámica. La Academia Nacional de Medicina estaba compuesta
por un grupo pequeño de médicos titulados, de no más de cincuenta hombres para 1944,
cuya voz pretendió acoger las opiniones de toda la comunidad médica12.
Los médicos titulados, lejos de estos centros o tribunales científicos tales como la Acade-
mia Nacional de Medicina o la Junta Central de Higiene, y reunidos en lugares apartados, no
tenían otra opción más que la tolerancia y convivencia con los curanderos13. Por ejemplo, en
los lazaretos coexistían las teorías miasmáticas, el espiritualismo y la teoría de los humores
corporales, junto con las enseñanzas clínico-patológicas para interpretar la enfermedad14.
Sin embargo, dicha tolerancia de los médicos hacia los curanderos en las zonas rurales
tenía unos límites establecidos, pues la figura burocrática de los médicos oficiales de las loca-
lidades cobró importancia para identificar, controlar y denunciar a los teguas y curanderos de
cada región. En las páginas de la revista El Médico Colombiano, publicada por la Federación
Médica y que circuló en 1938, encontramos el siguiente desprendible:
Señor médico federado:(…) le encarecemos remitirnos a la mayor brevedad los siguientes datos:Nombre, edad, facultad donde se graduó y fecha, teguas que ejercen en su mu-nicipio, médicos extranjeros y datos especiales de cada uno.15
La Federación, entonces, se sumaba a los suprapoderes que, según Jorge Márquez Valderra-
ma, persiguieron crear un vínculo entre el poder político y el poder médico16.
En paralelo a esta campaña médica por identificar y denunciar a los charlatanes de cada
región, a principios de la década de 1940, durante la República Liberal, se llevó a cabo una
política cultural enfocada a conocer la riqueza folclórica de varias regiones de Colombia, y sus
tradiciones de salud. Esta nueva iniciativa, que caracterizaba el “espíritu liberal” de las políti-
12 «Lista de los miembros actuales de la Academia Nacional de Medicina», en Revista Médica de Bogotá I n.º 401 (1944): 80.13 Diana Obregón, Batallas contra la lepra. Estado, medicina y ciencia en Colombia (Medellín: Fondo Editorial Universidad EAFIT, 2002), 243.14 Steven Palmer, From Popular Medicine to Medical Populism: Doctors, Healers and Public Power in Costa Rica, 1800-1940 (Durham: Duke Univer-sity Press, 2003), 25.15 «Señor médico federado», en El Médico Colombiano 1 n.º 7 (1938): 42.16 Jorge Márquez Valderrama, «La extensión de la medicalización al mundo rural antioqueño a comienzos del siglo XX», en Historia social y cultural de la salud y la medicina en Colombia. Siglos XVI-XX, comp. por Javier Guerrero Barón (Medellín: La Carreta editores, 2010), 241-259.
42Memorias. XVIII Congreso Colombiano de Historia
cas culturales, se llevó a cabo con la Encuesta Folclórica Nacional de 194217. Los principales
informantes de esta encuesta fueron los maestros escolares, quienes debían responder a un
cuestionario organizado con preguntas acerca de la vida diaria y las tradiciones de la región
en la cual vivían y trabajaban.
La encuesta se organizó en dos grandes bloques: el primero se orientó a recolectar infor-
mación de la historia y tradiciones del lugar, mientras que el segundo trataba cuestiones rela-
cionadas con la literatura, bailes, habla regional, fiestas, brujería y adivinación. Esta sección
incluía información sobre los médicos de la región, fiestas populares, poesías, adivinanzas y
refranes, entre otros. Este segundo bloque nos permite contemplar qué imagen proyectaron
los maestros de entonces acerca de los médicos y curanderos de su región.
Entre las preguntas contenidas en la sección de brujería y adivinación encontramos: “¿Exis-
te médico en la población?”, “¿Existe curandero?”, “¿Cuál es la medicina popular?”, “¿Quié-
nes la ejercen?”, “¿Hay adivinos, quiénes y cómo ejercen su oficio?” Así, la misma encuesta
catalogó a la medicina y a los médicos dentro de las costumbres folclóricas, sin diferenciarlos
de las acciones de los curanderos. El acto de curar, independientemente de quien lo practica-
ra, era concebido dentro del folclor de la salud.
Muchos maestros negaron la presencia de curanderos en sus regiones, o los consideraron
como un problema del pasado18. Sin embargo, de los maestros que dedicaron varios párrafos
o incluso numerosas páginas para responder a las preguntas de la sección “Brujería y adivi-
nanzas”, algunos resaltaron la versatilidad de los curanderos, unos, señalándolos como un
obstáculo del desarrollo científico y tecnológico y, otros, reconociéndolos como parte de un
legado de tradiciones indígenas que enriquecían el folclor y daban autenticidad a su región.
Los curanderos, en la visión de los maestros, eran capaces de integrar las peticiones de
quienes acudían a ellos, mezclándolas con una visión espiritual donde su oficio se confun-
día con el de adivinador o brujo: “Hay quienes llaman el negro Angulo, y ejerce el oficio de
curandero y adivino por medio de supersticiones invocando a seres imaginarios y emplea
agua bendita, cera, algodón benditos y multitud de amuletos según el cometido de cada una
de las necesidades”19.
17 Rubén Sierra, «Política y cultura durante la República Liberal», en República Liberal: sociedad y cultura, ed. por Rubén Sierra (Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 2009), 355-389. 18 Renán Silva, Los maestros como etnógrafos (Cali: Universidad del Valle, 2005), 13. 19 Archivo General de la Nación (AGN). Ministerio de Cultura. Instituto Colombiano de Antropología. Informes del Folklore. Informe de la Comisión Nacional del Folklore. Escuela del Arenal, Sotomayor, Nariño. Caja 10. Carpeta 13. Folio 6.
43Memorias. XVIII Congreso Colombiano de Historia
Otros maestros describieron a los curanderos de su región desde una mirada romántica.
Como lo relata un maestro de Aguadas, Caldas: “Desde tiempos atrás no han faltado hom-
bres aficionados a recetar ciertas hierbas (…), quienes les hacen bien a la humanidad, no
siendo otro el método de curar que el mismo que usaron los aborígenes, y usan todavía nues-
tros indios de todas partes”20. De esta forma, los maestros reconocían que los curanderos
conservaban la esencia aborigen, casi precolombina, de las tradiciones curativas, a expensas
de la modernización que llegaba a las regiones con los profesionales médicos.
Sin embargo, en el folclor de la salud rural no sólo participaban médicos y curanderos. En
el proceso de salud y enfermedad intervenían varios integrantes de la sociedad y algunos
maestros resaltan incluso la ausencia de los curanderos o adivinos, ya sea porque querían
proyectar una imagen “civilizada” de su pueblo o vereda, desmentir la imagen de una tierra
“embrujadora y hechicera”, o porque los curanderos se encontraban en verdaderos aprietos
por la gran cantidad de actores que disputaban su trabajo, como médicos, curanderos de
otras regiones, boticas, entre otros.
Para 1937, había un total de 1512 médicos registrados por el Departamento Nacional de
Higiene con un total de 1 médico por cada 5.731 habitantes21. No era posible contar con el ser-
vicio del médico rural, ya que esta reglamentación para obtener el título de medicina comenzó
a ponerse en práctica a partir del año de 1949 en Colombia. Además, para los médicos, el pa-
norama era diferente en las zonas fronterizas, como lo relata un maestro en el Vichada:
Existe la Unidad Sanitaria cuyos médicos han gozado de poco aprecio, ya porque ‘huelen a fracasados’ o por prejuicios regionales. Casi no se les ocupa a pesar de ser gratuitos los servicios y las drogas. Prefiere la gente pagar en Venezuela los servicios médicos a pesar del cambio de moneda.22
El protagonista de la salud era el boticario. Durante las décadas de 1930 y 1940, los
boticarios llevaban la delantera consiguiendo clientes, ganando la batalla de médicos y cu-
randeros. Como lo señala un maestro, en El Colegio, Cundinamarca: “en el municipio existe
actualmente servicio de médico, quien atiende al público únicamente los sábados, domingos
y hasta los lunes (…) pero la mejor es la Droguería Colombia en la cual hay servicio permanen-
20 AGN. Ministerio de Cultura. Instituto Colombiano de Antropología. Informes del Folklore. Informe de la Comisión Nacional del Folklore. Aguadas, Caldas. Caja 9. Carpeta 2. Folio 8.21 Mario Hernández, La salud fragmentada en Colombia. 1910-1946 (Bogotá: Universidad Nacional, 2002), 147. 22 AGN. Ministerio de Cultura. Instituto Colombiano de Antropología. Informes del Folklore. Informe de la Comisión Nacional del Folklore. Comisaría Especial del Vichada. Caja 10. Carpeta 38. Folio 8.
44Memorias. XVIII Congreso Colombiano de Historia
te, con asistencia de una enfermera”23. Los boticas y los medicamentos de venta libre cada
vez más popularidad. Ejemplo de ello es la promoción de la “Cafiaspirina”, cuya propaganda
se encontraba en la radio, en cuadernillos escolares e incluso en la contraportada misma
de los formularios de la Encuesta Folclórica Nacional24. Estos medicamentos y sus distribui-
dores, los boticas, adquirieron tanta popularidad que en algunas regiones como Guapotá,
Santander, ya había personas que recibían el apodo de “cafiaspirina”25.
Pero, a diferencia de lo que pensaron los médicos de la Academia Nacional de Medicina,
en el campo los curanderos eran más bien escasos. Un maestro de Cañasgordas, Antioquia,
comenta cómo el Doctor Juan, o “tío Juan, como lo llaman sus clientes agradecidos” 26, fue un
curandero apreciado en las veredas, que vivía en las montañas, como un ermitaño.
Este maestro relata las condiciones en las que vivía el Doctor Juan y describe a manera de
crónica su visita a ese extraño lugar. La descripción del maestro ilustra cómo en el mundo de
los curanderos la fantasía se mezclaba con la pobreza de un oficio en decadencia:
A las pocas horas de camino saliendo de la ciudad se llega frente a su vivienda que de lejos presenta un aspecto muy particular por la circunstancia de que tan-to sus paredes como el techo aparecen de un mismo color grisáceo, que resalta bellísimo entre el verde de los pastos y arboledas que rodean la morada.27
Cuando se encuentra dentro de la casa del curandero, el maestro describe la pobreza del lugar,
y una gran variedad de “pastelitos de hierbas” que el curandero mantiene al sol “vigilados por
dos perros y un niño que constantemente les da vuelta para cerciorarse cuando están de retirar
a un lugar fresco”28. Así, se proyecta la imagen de este curandero como un personaje excéntrico
y místico, recluido en el campo, y estancado en el tiempo, un curandero entre pocos.
23 AGN. Ministerio de Cultura. Instituto Colombiano de Antropología. Informes del Folklore. Informe de la Comisión Nacional del Folklore. El Colegio, Cundinamarca. Caja 9. Carpeta 20. Folio 10. 24 Silva, Los maestros…, 8.25 Patronato Colombiano de Artes y Ciencias (en adelante PCAC), Encuesta Folclórica Nacional, Carpeta Santander. Guapotà. Sin número. Folio 13.26 PCAC. Encuesta Nacional del Folclor. Sin carpeta. Monografía folklórica de Cañasgordas. Folio 14. 27 PCAC. Encuesta Nacional del Folclor. Sin carpeta. Monografía folklórica de Cañasgordas. Folio 13. 28 PCAC. Encuesta Nacional del Folclor. Sin carpeta. Monografía folklórica de Cañasgordas. Folio 13.
45Memorias. XVIII Congreso Colombiano de Historia
ConclusionesEn esta ponencia retomé una vieja discusión entre los médicos y los charlatanes, centrándome
en el interrogante de ¿por qué los médicos retomaron esta discusión en la década de 1930
y principios de 1940?
La lucha contra los charlatanes implicó fortalecer las alianzas de una sociedad científica,
promover un sentido de pertenencia al gremio de médicos y rechazar a todo aquél que se ale-
jara de las pautas y normas establecidas por la Academia Nacional de Medicina y otras institu-
ciones. Además, en el área de salud, otro charlatán comenzó a ganar protagonismo: el boticario.
La defensa de la profesión médica en Colombia durante la década de 1930 y prin-
cipios de la de 1940 consistió en establecer redes de unión gremial que conectaran a los
distintos profesionales a un centro defensor y rector como la Academia Nacional de Medicina,
buscando denunciar a los charlatanes de las diferentes regiones del país. La Encuesta Folcló-
rica Nacional, dentro del marco de las políticas culturales de la República Liberal, da cuenta
de este proceso, en el cual médicos y curanderos competían en un mismo escenario, pero
también permite entrever que ambos actores eran más bien escasos, sin dejar otra opción
más que acudir a boticarios o, en la mayoría de casos, a carecer del acceso a la salud. Como
lo expresaba una copla popular del municipio de Tenjo, Cundinamarca, consignada en la En-
cuesta Folclórica Nacional: De los males que padezco,
Yo sólo soy cirujano,Yo me curo, yo me aliento,
Yo mesmo (sic) me doy la mano.29
BibliografíaArchivo General de la Nación (AGN). Ministerio de Cultura. Instituto Colombiano de Antro-
pología. Informes del Folklore. Informe de la Comisión Nacional del Folklore. Escuela del
Arenal, Sotomayor, Nariño. Caja 10. Carpeta 13. Folio 6.
----. Informe de la Comisión Nacional del Folklore. Aguadas, Caldas. Caja 9. Carpeta 2. Folio 8.
29 Archivo General de la Nación (AGN). Ministerio de Cultura. Instituto Colombiano de Antropología. Informes del Folklore. Informe de la Comisión Nacional del Folklore. Tenjo, Cundinamarca. Caja 9. Carpeta 32. Folio 20.
46Memorias. XVIII Congreso Colombiano de Historia
----. Informe de la Comisión Nacional del Folklore. Comisaría Especial del Vichada. Caja 10.
Carpeta 38. Folio 8.
----. Informe de la Comisión Nacional del Folklore. El Colegio, Cundinamarca. Caja 9. Carpeta
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Entre el control y la conducción hacia la
enseñanza reguladora
Director Licenciatura en Ciencias SocialesFacultad de Educación
Universidad Santiago de Calicarlosrecio@usc.edu.co, cmrecio@gmail.com
Carlos Mario Recio Blanco
49Memorias. XVIII Congreso Colombiano de Historia
Entre el control y la conducción
hacia la enseñanza reguladora
Carlos Mario Recio Blanco
Director Licenciatura en Ciencias Sociales
Facultad de Educación
Universidad Santiago de Cali
carlosrecio@usc.edu.co, cmrecio@gmail.com
ResumenEl proceso de transición del siglo XIX al siglo XX trajo consigo nuevas formas de pensamiento;
en su conjunto, lo acontecido en este periodo se constituye en el inicio de nuevas formas de
pensar la escuela y el hombre mismo, el desarrollo y cuidado de la vida, la ejercitación del
cuerpo, la higiene, etc.; temas que se analizaban a partir de los referentes presentados en
Europa durante el siglo XIX, especialmente en lo que concierne al concepto de lo biológico
como asunto primordial en la construcción de las identidades bajo la lógica del progreso. En
el proceso de inserción de la ciudadanía, las campañas de intervención sobre la población
tuvieron como fin despertar sentimientos y prácticas de conducción desde la acción de la
educación y de la instrucción pública, mediante un discurso civilizatorio en el que se introdu-
jeron nociones sobre el estudio de la raza, el pueblo y las prácticas higiénicas.
Palabras clave: Higiene, Enseñanza Reguladora, Educación, Conducción, Biopolítico
50Memorias. XVIII Congreso Colombiano de Historia
Entre finales del siglo XIX y principios del XX el tema de la instrucción pública fue entendido como
la vía más adecuada y rápida para inculcar en los ciudadanos unos modelos de comportamiento
afines con los ideales de nación de aquel momento histórico, en los cuales prevalecían las ideas
de modernidad, progreso y productividad, difundidas principalmente a través de la escuela y enri-
quecidas con los discursos generados a partir de la aparición de las ciencias humanas.
El control del aseo, la biología, la higiene y la salubridad comenzaron a legitimar un con-
junto de clasificaciones sobre lo instituido, lo normal, lo que se debía acatar, dejando como
resultado una serie de enunciados desde los cuales los sujetos se autocontrolaban a partir
de lo estatuido por el gobierno en la ley y desde lo que se reproducía en la escuela como espa-
cio de socialización. De ahí que el discurso educativo hiciera uso de técnicas y dinámicas que
buscaban ejercer sobre la población formas de organización de la vida social respondiendo o
dando solución a problemáticas relacionadas con la raza, la higiene, la pobreza, la ignorancia
y las enfermedades. En este sentido, el papel de la educación y de la escuela como espacio
de socialización y de formación consistió muchas veces en prevenir algunas prácticas que se
relacionaban con la causa de los males, apropiándose de discursos y prácticas científicas que
tenían como finalidad mantener el control sobre los sujetos.
En la educación y en los cambios que se empezaron a dar en los métodos de enseñanza,
se logra identificar cómo la racionalización de un discurso que había circulado durante gran
parte del siglo XIX, pero que se puso en práctica durante las últimas décadas del mismo, fija
los referentes de lo biopolítico en la escuela, y de tal forma que muchas de las comunidades
religiosas encargadas de la educación se apropiaron de los nuevos saberes y conocimientos
que estaban circulando.
El poder en el siglo XIX se hizo biopoder; se interesó y adquirió el deber y el compromiso de velar, en primer lugar, por la vida de los ciudadanos. Incluso el ejercicio mismo de definir la condición de ciudadanía o la exclusión de ella se hizo crecientemente con base en juicios derivados de las nociones biológicas del cuerpo1.
El nuevo modelo de hombre que se configuraba como paradigma se basó en una moral fun-
damentada en una imagen del ciudadano que combinaba la idea del desarrollo personal con
la búsqueda del bienestar de la sociedad.
1 Zandra Pedraza Gómez, «Sentidos, movimiento y cultivo del cuerpo: política higiénica para la nación», en Educación y cultura política: una mirada multidisciplinaria, (Bogotá: Universidad Pedagógica Nacional, Plaza y Janés editores, 2001), 11.
51Memorias. XVIII Congreso Colombiano de Historia
Educar e higienizar: el camino para civilizar a los ciudadanosAsuntos como la higiene, la sanidad, el bienestar público, la convivencia, fueron el epicentro de
álgidos debates y se convirtieron en los derroteros del proceso de socialización que determina-
ba las pautas mediante las cuales los sujetos debían ir construyendo sus relaciones sociales.
Poner en marcha las prácticas de higienización en la población requirió, sin embargo, de la
creación y aplicación de un conjunto de normas y disposiciones, sobre todo prohibitivas, que
tenían como fin transformar ciertas prácticas socio-culturales de los sujetos y, con ello, lograr
el saneamiento de los espacios públicos: parques, pulperías, tiendas, fábricas, viviendas y
locales escolares, entre los más destacados.
En consecuencia, se empezaron a crear en las ciudades instituciones y cargos públicos
cuya función principal fue velar por el cumplimiento de las normas relacionadas con la salud
pública y, específicamente, con la higiene. La policía comenzó a ejercer el control sanitario
sobre la población; las Comisiones Sanitarias surgieron como el organismo de control y de
socialización estipulado en la ley para la higiene y las formas de civilidad que debían primar
en la ciudad. Como resultado de esa dinámica y bajo la lógica de desarrollo a la que aparen-
temente apuntaba el país,
[…] La mayor parte de las ciudades capitales de departamento en esta Repúbli-ca han organizado sus oficinas de Higiene Municipal más o menos completas y es seguro que esa pequeña erogación que sus sostenimientos requiere se traducirá en no remoto día en progreso y prosperidad de ellas […] Cada día se acentúa más la necesidad del médico Higienista del Municipio y es necesario ya pensar en serio respecto de la higienización de esa ciudad, tan descuidada en el ramo de salubridad e higiene …2.
Junto a la figura del inspector escolar aparecieron otros funcionarios como los inspectores de
aseo, higienistas y médicos, que se constituyeron en las figuras de control más representati-
vas en ese campo, y cuyas funciones más destacadas tenían que ver con la inspección y con
hacer cumplir las normas referentes a los temas de salubridad e higiene.
Más allá de esas funciones, el médico asumió un liderazgo decisivo para el control social
de la población en la medida en que con su trabajo buscaba remediar y resignificar el tema
de la higiene y la salud de manera tal que ya no se trataba del médico al que se visitaba
2 Archivo Histórico de Cali (AHC), Fondo Concejo, tomo 197, año 1915, folio 38.
52Memorias. XVIII Congreso Colombiano de Historia
solo en caso de enfermedad, sino que, por el contrario, empezó a asumir su función como
responsable de prevenir enfermedades o focos infecciosos, considerados como las razones
del deterioro de la calidad de vida de los sujetos y del atraso social.
Particularmente en lo que atañe a la escuela, los cabildos municipales se mostraron es-
pecialmente interesados por las condiciones sanitarias de los locales escolares a raíz de los
informes de las visitas de los inspectores escolares, quienes desde el sector educativo eran
los directos responsables de hacer el reporte de la situación y las condiciones en que se
hallaban las escuelas en términos de infraestructura, mobiliario, higiene, etc., tal como se
muestra en el siguiente informe:
En cumplimiento de lo dispuesto por el H. Concejo. Procedimos á pasar una visita á las escuelas de varones y niñas de la ciudad de cuyo resultado pre-sentamos el siguiente informe: Escuela de varones de San Antonio N° 1° Este establecimiento dirigido por los hnos. Maristas, en esta ciudad, está cituado en una casa capáz y reúne las condiciones higiénicas y pedagógicas que exige la instrucción pública y dispone el moviliario y utiles suficientes para el servicio de profesores y alumnos….Escuela de varones N° 2°. Esta escuela dirigida por el Sr Dr Eduardo Bejarano, esta situada en el barrio San Nicolas de esta ciudad en una casa situada para este fin, la cual reúne condiciones higienicas y peda-gógicas, lo que tuvimos el honor de informar al H. Consejo en anterior ocasión…Escuela de varones N° 3°. Esta escuela dirigida por el Sr. Dr Rafael Zúñiga, situada en el barrio de Sta Rosa de esta ciudad, en una casa que sus salones son poco capaces para el número de alumnos que contiene, el patio donde se dá el recreo de ordenanza, es pequeño y además, está, allí situado el excusado que es inmundo, en cuyo sitio más sentimos repelidos por el olor nauseabundo, debido al total desaseo en que se encuentra y a la escases de agua: y no tiene pila: por demás está, decir que carece en absoluto de toda comodidad, por lo cual conceptuamos que es antipedagógico y antihigiénico. … (sic)3.
La higiene y las condiciones sanitarias de los locales escolares llegaron a cobrar tal im-
portancia que en ocasiones se convirtieron en el principal referente para la apertura de un
establecimiento o, por el contrario, para determinar el cierre o la suspensión temporal de
las actividades escolares por no contar con las condiciones sanitarias básicas exigidas, tal
como se muestra a continuación:
El Consejo municipal del distrito de Cali, en uso de sus facultades y […] Consi-derando: 1° que la partida destinada para la reparación del acueducto de la escuela de niñas N° 1 de propiedad del municipio está agotada, y 2° que su desagüe se encuentra en tal estado de obstrucción, que hace por su fetidez, casi
3 Concejo Municipal de Cali, Informe al Concejo Municipal de Cali de visita por las escuelas de niños y niñas de la ciudad, AHC, Fondo Concejo, tomo 187, año 1910, folios 186-189.
53Memorias. XVIII Congreso Colombiano de Historia
imposible la permanencia en ese local; por tanto, es de imperiosa necesidad su limpieza, antes que sobrevenga una epidemia en las niñas o que las directoras tengan que abandonar esa casa lo que ocasionaría la suspensión de las tareas escolares en ese plantel.(sic)[…]4.
Pero la higiene abarcaba mucho más que el tratamiento de las aguas residuales y las basu-
ras. La salud, lo biológico, la actividad física y las condiciones ambientales que contribuían al
buen funcionamiento del cuerpo empezaron a adquirir mayor interés y valoración por parte
de los distintos entes sociales y profesionales. Por ende, la iluminación, los espacios, la ven-
tilación de las aulas, la ubicación del mobiliario escolar y la arquitectura en general, fueron
tomados progresivamente como elementos muy importantes en lo que concernía al funcio-
namiento de la escuela. La preocupación por estos aspectos era tal que, en los informes del
médico escolar o del inspector de la escuela se describía minuciosamente cada detalle que
tuviera relación con ellos, tal como se describe en el siguiente informe:
Hay dos salas en donde se dictan las clases con las siguientes condiciones. Ca-pacidad, sala N° 1. 189 metros cubicos. Reciben enseñanza 38 alumnos. Corres-ponden a cada uno 4,78 metros cúbicos. Mala luz y mala ventilación. Sala N° 2. Tiene 110 metros cubicos de capacidad. Reciben enseñanza 38 alumnos. Co-rresponden a cada uno 4,78 metros cúbicos. Mala luz y mala ventilación. Existen dos dormitorios, en las siguientes condiciones. Dormitorio N° 1. Capacidad 285 metros cúbicos. Duermen allí 10 niños. Corresponden a cada uno 28, 5 metros cúbicos. La distancia de una cama a otra es de un metro. Poca ventilación. Dormi-torio N° 2. Tiene 110 metros cúbicos de capacidad. Duermen 7 niños. Correspon-den a cada uno 15, 78 metros cúbicos. Las camas están una de otra a distancia de 40 centímetros. El pavimento de ambos dormitorios es muy sucio y durante el día permanecen cerrados. Tiene la casa agua potable en regular cantidad y dos excusados con bastante agua y aseados [ ] Anotaciones a este establecimiento: Malas condiciones de los dormitorios en cuanto al aseo y ventilación […]5.
Estos ejemplos del Colegio del Valle y del Colegio de San José muestran que la vigilancia y el control
de los espacios escolares y sus condiciones eran desplegados hasta los más mínimos detalles. De la
mano del inspector escolar y de la policía que cumplía funciones sanitarias, los higienistas y médicos
describían los pormenores de la higiene, del número de estudiantes, de las condiciones espaciales,
del hacinamiento y de lo defectuosos, que en algunos casos, se encontraban los locales escolares.
La mayoría de modificaciones hechas a las formas de enseñar y la aplicación de nuevos mo-
delos, que se podrían denominar pedagógicos o educativos, estaban ligados al discurso de la
4 AHC, Fondo Concejo, tomo 180, año 1906, folio 422.5 AHC, Fondo Concejo, año 1918, tomo 204, folios 637-642.
54Memorias. XVIII Congreso Colombiano de Historia
higiene y la sanidad. Los informes de los inspectores de instrucción pública, de los higienistas y
médicos escolares hacían referencia y equiparaban lo higiénico con lo pedagógico, demostran-
do que los cambios en los modelos de enseñanza estaban relacionados con formas de conduc-
ción que planteaban la necesidad de espacios adecuados, o por lo menos propicios, para poder
inculcar a los jóvenes y niños hábitos higiénicos. Las disposiciones del Ministerio de Instrucción
Pública fomentaban una organización de las escuelas a partir de lo que denominaban:
[…] los nuevos servicios científicos que hay necesidad de organizar, como médi-cos escolares, dentistas escolares, etc.; y se dejan claramente establecidas las obligaciones que tienen los Concejos municipales de construir locales apropia-dos para la enseñanza […] Como comprenderéis, la construcción de locales mo-dernos y apropiados, dentro de la higiene escolar es delicadísimo asunto al cual deben dedicarse de preferencia los esfuerzos de los Municipios de la República, si se quiere tener una niñez sana y vigorosa, y si se quiere dar a la enseñanza todo el auge y esplendor que ella necesita; porque estos locales, aparte de que son ornato para las poblaciones, son la casa a la cual concurren diariamente los que han de formarse en un ambiente puro6.
Hacia la conducción en los procesos de enseñanza Uno de los elementos de transición y de modernización del sistema educativo fue la relación
escuela-higiene a partir de la trascendencia y modificación de las prácticas de los niños y
jóvenes. Eran prácticas reguladoras desde el discurso bio-educativo que se reproducía como
la necesidad social de la salud y de la higiene como elemento clave del progreso. Vale la pena
anotar que, para el caso de la escuela en Colombia, en las primeras décadas del siglo XX se
establece, como lo plantea Foucault,
un saber técnico como la medicina, o mejor el conjunto constituido por la medicina e higiene, será en el siglo XIX un elemento, no el más importante, pero sí de una trascen-dencia considerable por el nexo que establece entre las influencias científicas sobre los procesos biológicos y orgánicos (vale decir, sobre la población y el cuerpo) y, al mismo tiempo, en la medida en que la medicina va a ser una técnica política de intervención, con efectos de poder propios. La medicina es un saber/poder que se aplica, a la vez, sobre el cuerpo y sobre la población, sobre el organismo y sobre los procesos biológicos, que van a tener, en consecuencia, efectos disciplinarios y regularizadores7.
6 José Ignacio Vernaza, Memoria del Ministro de Instrucción y Salubridad Públicas al Congreso de 1926 (Bogotá: Imprenta Nacional, 1926), IV.7 Michel Foucault. Defender la sociedad. Curso en el Collage de France (1975-1976) (Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica, 2010), 228.
55Memorias. XVIII Congreso Colombiano de Historia
El modelo de orden biológico en la escuela, o bio-escuela haciendo alusión al orden biopolíti-
co, es posible analizarlo a partir de los cambios acontecidos y del inicio de nuevas dinámicas
escolares en el periodo histórico abordado. Es precisamente aquí donde el sistema de con-
ducción se convierte en elemento clave a la hora de analizar la conducción del sistema no
como una mera cuestión ideológica sino como un síntoma de profundos cambios en el dis-
curso pedagógico acerca de la enseñanza y sus modelos de orden8. La circulación de discur-
sos en este sentido hizo que las prácticas de conducción con relación al cuerpo, la infancia y
las facultades de los individuos se orientaran hacia la productividad y el progreso.
Higienistas, psicólogos y médicos encontraron en la escuela el campo de acción para el
tratamiento y discusión de temas relacionados con la raza, la salud, el desarrollo infantil y la
acción, entre otras cosas; hecho que permitió establecer una especie de correlación entre los
avances médicos y la acción educativa, a partir de los cuales se trabajaron nuevos conceptos
y objetos de investigación
En las instituciones organizadas para ejecutar biopolíticas en estos campos se concretó la densidad de conceptos modulares como familia, sin duda, a la ca-beza del esfuerzo cultural del siglo XIX. En torno suyo se apiñaron otros como mujer, niño, raza, enfermedad, población, pedagogía, economía doméstica, sa-neamiento del territorio, civilización, progreso y degeneración. En ellos y en los argumentos que los hicieron afines se desplegó un intenso esfuerzo cultural y se consolidó un marco explicativo de amplias repercusiones para los estados nacionales del siglo XIX y las primeras décadas del XX 9.
La implementación y socialización de los nuevos ideales y conocimientos acerca del cuerpo,
el bienestar mental y físico, la productividad, el progreso y la conducta higiénica, se empeza-
ron a formalizar e institucionalizar en las escuelas con una serie de cambios a partir de lo que
se podría denominar como el inicio de la enseñanza reguladora. El camino hacia las activida-
des reguladoras está presentes desde el momento en que los sujetos empiezan a interiorizar
los parámetros establecidos por la escuela, por el Ministerio de Instrucción Pública y por la
injerencia de los nuevos especialistas y profesionales como médicos, psiquiatras, higienistas,
arquitectos, entre otros, de tal forma que los cambios no se dan de manera directa como
imposición o de manera homogénea; por el contrario, la regulación se fue dando de modo tal
8 Marcelo Caruso. La biopolítica en las aulas: prácticas de conducción en las escuelas elementales del reino de Baviera, Alemania: 1869-1919 (Buenos Aires: Prometeo Libros, 2005), 94.9 Pedraza, «Sentidos, movimiento y cultivo del cuerpo…», 15.
56Memorias. XVIII Congreso Colombiano de Historia
que permeaba la sociedad a partir de la asimilación autoimpuesta por los sujetos y con esto
se alcanzaban algunas transformaciones en muchas prácticas.
La preponderancia que adquieren el cuerpo y la higiene en la escuela demuestra que la
autoridad pudo deberse más a una legitimación de prácticas ligadas a la multiplicación de
hábitos y de formas de conducción en términos de lo disciplinario, que a formas de control de
la maquinaria escolar:
“si el orden de la enseñanza disciplinaria, analítica y catequética había nacido junto a formas de control efectivas, la conducción del sistema escolar mismo junto con la conducción de las formas de aprendizaje parecían reorientarse en función de modelos vinculados a lo interior y al orden orgánico”10.
Los cambios producidos implicaron el surgimiento de nuevos sujetos que intervenían sobre la
escuela y la enseñanza, pero en un sistema de educación generalizado donde las prácticas im-
perantes continuaban siendo las ligadas a formas de control del cuerpo, del tiempo, del espacio
a partir de un sistema disciplinario de corte moral y religioso. Esta situación provocó que la re-
organización de la situación de la enseñanza y de las formas de conducción específicamente se
dieran simultáneamente. Por esta razón, era común encontrar situaciones en las que se evoca-
ba el progreso o el discurso de la ciencia y la prevención de la enfermedades en un medio esco-
lar en el que muchas veces la implementación de estos conocimientos requería de situaciones
previamente estructuradas y de preguntas y respuestas memorizadas; elementos propios del
sistema de enseñanza predominante durante gran parte del siglo XIX, y de tal forma que
La enseñanza reguladora planteó una situación conflictiva frente a la configuración tra-dicional de la enseñanza, y los diferentes resultados de este conflicto abarcaron desde una exclusión de las disciplinas tradicionales, pasando por una combinación de ambas propuestas, hasta llegar a efectos de razonamiento mutuo11.
El ejercicio hacia una enseñanza reguladora a partir de estas relaciones, que se podrían de-
nominar como sincréticas, se puede identificar en circulares y conferencias publicadas hacia
la primera década del siglo XX en la Revista Departamental de Instrucción pública, y en las
cuales constantemente se hacía referencia a las acciones nocivas o tóxicas del alcohol y del
uso del cigarrillo o tabaquismo:
10 Caruso, La biopolítica en las aulas…, 143.11 Ibíd., 148.
57Memorias. XVIII Congreso Colombiano de Historia
frecuentemente la acción tóxica del tabaco, además de los efectos ya enunciados, restringe en el niño parte de las fuerzas vitales, paraliza el desarrollo muscular y da ocasión a que en vez de individuos fuertes y vigorosos se vean seres enclenques, dé-biles y mal desarrollados12.
La regulación del cuerpo encontraba en las leyes, decretos y resoluciones sobre la educación
física un elemento fundamental. Para la segunda década del siglo XX, las prácticas de con-
ducción son mucho más claras en cuanto a este aspecto. En 1925 se hace referencia a la
creación de la Comisión Nacional de Educación Física que tenía como fin organizar concursos
deportivos en todo el país, crear espacios destinados para el deporte, organizar conferen-
cias públicas que demostraran la importancia de los deportes para la salud y la inteligencia,
combatir las causas del deterioro físico en la infancia y en la juventud. La justificación para la
proliferación de este tipo de ideales y la creación de estas comisiones se dio en el marco de
la socialización de los discursos relacionados con el progreso y la modernidad:
El admirable progreso de las ciencias biológicas ha colocado la educación física entre los primeros factores de progreso de los pueblos y de bienestar y felicidad de los individuos. Ha imperado, al menos entre nosotros la errada creencia de que los ejercicios físicos sólo logran acrecentar el vigor muscular, y por esa razón no se les ha conferido toda la importancia que tienen en el desarrollo de las modalidades de la inteligencia y sobre ciertas facultades esenciales del carácter. [...]13.
Este tipo de disposiciones aplicadas en la escuela demuestran el paso a formas de conduc-
ción donde el tema del crecimiento conlleva su propio modo de regulación donde el creci-
miento no solo suceda sino también autorregule14 Estos planteamientos sobre la educación
física muestran que los procesos de conducción de los sujetos estaban ligados al crecimiento
y al desarrollo de los organismos, y los juegos y los ejercicios en la escuela se presentaban
como ejemplo de la vida moderna y, al mismo tiempo, se convertían en factor determinante
para la mejora de los procesos cognitivos y la formación del carácter de las personas. Se
consideraba que con los ejercicios y los hábitos de disciplina, se aprende a tomar una re-
solución pronto, a realizar una acción difícil, a tener mayor confianza en sí mismo y a lograr
12 Dirección General de Instrucción Pública, «Circular Número 957 de 1913 dirigida al Director General de Instrucción Pública del Departamento del Valle», Revista Departamental de Instrucción Pública (1913): 122.13 Congreso de la República de Colombia, «Ley 80 de 1925 (Noviembre 18) sobre educación física, plazas de deportes y precio de las becas nacio-nales. Exposición de motivos», Educación Física y Deporte, vol. 8 (1-2), (1986): 130-135. Acceso junio 25 de 2016, https://aprendeenlinea.udea.edu.co/revistas/index.php/educacionfisicaydeporte/article/viewile/4666/4099/14 Caruso, La biopolítica en el aula…, 151.
58Memorias. XVIII Congreso Colombiano de Historia
nuevas fuentes de energía15. Es clara la relación entre la educación física y el discurso de la
productividad ligado al ejercicio de prácticas modernas; así se justificaba que un elemento
indispensable para alcanzar el progreso era la implementación de los ejercicios físicos en la
escuela como práctica reguladora.
La higiene y el tema de la raza se constituyeron en elementos fundamentales de la escuela
a partir de nociones y conceptos que, desde la ciencia, planteaban nuevos modelos y miradas
sobre la infancia y la población en general, lo cual generó que, desde los debates sobre la
raza, la experimentación y la higiene, se establecieran, hacia la tercera década del siglo XX,
los fundamentos de lo que se ha denominado enseñanza reguladora. Las apropiaciones que
se dieron a finales del siglo XIX y principios del siglo XX sobre los saberes y discursos de la
bioescuela se alternaron entre las relaciones de control y las prácticas autoimpuestas por los
sujetos a manera de experiencias ligadas al desarrollo de los mismos, de ahí que se pueda
plantear que, en el periodo que comprende de 1890 a 1930, se empezaron a establecer di-
námicas por las cuales desde lo disciplinario se pasa de las prácticas de control a formas de
conducción que serán las bases de la enseñanza reguladora.
Obras citadasFuentes primarias
Archivos
Archivo Histórico de Cali (AHC), Fondo Concejo.
Asamblea Departamental del Valle del Cauca, Colombia, Ordenanza Número 78 de 1912.
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Revistas
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deenlinea.udea.edu.co/revistas/index.php/educacionfisicaydeporte/article/viewi-
le/4666/4099/
15 Congreso de la República de Colombia, Ley 80 de 1925 (Noviembre 18) sobre educación física, plazas de deportes y precio de las becas naciona-les. Acceso junio 26 de 2016, http://www.suin-juriscol.gov.co/viewDocument.asp?ruta=Leyes/1625996
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Educación y Humanismo (2008)
Palobra (2008)
Revista Departamental de Instrucción Pública (1912).
Documentos impresos y manuscritos
Decretos y documentos oficiales
Congreso de la República de Colombia, Ley 80 de 1925 (Noviembre 18) sobre educación físi-
ca, plazas de deportes y precio de las becas nacionales. Acceso junio 26 de 2016, http://
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Vernaza, José Ignacio. Memoria del Ministro de Instrucción y Salubridad Públicas al Congreso
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Epidemia de viruela en Santafé 1801-1802
Universidad del Rosario
Santiago Suárez P.
61Memorias. XVIII Congreso Colombiano de Historia
Epidemia de viruela en
Santafé 1801-1802
Santiago Suárez P.
Universidad del Rosario
ContextoLa viruela fue una enfermedad que azotó a la comunidad de Santafé de Bogotá durante los si-
glos XVIII y XIX. Las tres grandes epidemias, su expansión desmedida, las numerosas muertes
que ocasionó entre otras, son unas de las consecuencias que tendrían repercusiones en el
ámbito social, político y cultural en ese entonces. Santafé de Bogotá fue una de las ciudades
más afectadas en Colombia; esto a causa de la toma de decisiones políticas equivocadas en
cuanto a las medidas preventivas, el desconocimiento de la viruela y el poco desarrollo de la
medicina en el país (Silva, Renàn 2007).
Es precisamente de esto que surge la siguiente pregunta ¿Cómo el desconocimiento hacia
la viruela causó consecuencias a nivel político, científico y social en la comunidad Santafereña?
Esto se realizará a partir del estudio de documentos consultados con el objetivo principal de de-
velar un análisis de contraste en las diferentes concepciones que cada sector social le asignaba
a la enfermedad desde lo que conocía. Además identificar si hubo la implementación oportuna
de políticas sanitarias con el fin de tratar y llegar a una posible cura, entre otros.
A partir de una metodología de análisis de archivos que permita identificar las diferencias
de cómo se relata la historia desde distintas fuentes bibliográficas y documentos oficiales
que reconstruyen la historia. En este caso sólo se realizará en los años 1801 1802 debido a
que llevar un periodo más largo supone mayor tiempo de trabajo. Esto porque a pesar de que
62Memorias. XVIII Congreso Colombiano de Historia
hay trabajos académicos que han relatado el caso de la viruela, no hay una investigación que
demuestre las diferentes concepciones de cómo se ha analizado este fenómeno.
En relación con dicho se realizará el estudio de caso alrededor un objetivo general y tres
objetivos específicos, los cuales son: Identificar el impacto de la viruela en el tejido social de
la comunidad Santafereña en los años 1801 1802. El primer objetivo específico se centra
en la reconstrucción histórica del caso de la epidemia de viruela en Santafé de Bogotá en
los años 1801 1802 desde la perspectiva de Renán Silva, el segundo objetivo específico se
centra en identificar la relación de la iglesia con la viruela, ya que, esta institución tenía gran
influencia en el tejido social y, finalmente, el último objetivo es encontrar las maneras cómo
la gente vivía su cotidianidad durante la epidemia.
CategoríasRespecto a los objetivos planteados, las categorías utilizadas en este trabajo son de tipo descriptivo
y analítico. Se encuentran divididas en dos grupos: actores y lenguaje porque el fenómeno desde la
perspectiva de cada actor demuestra cómo cada sector vivió la viruela, desde sus limitaciones hasta
sus alcances. Por ejemplo, la iglesia fue un actor de importancia en la medida que fueron los que le
otorgaron un significado religioso al enfermo que padecía viruela. Por su parte el Virrey tuvo un prin-
cipal porque era el que tenía poder de efectuar medidas para el control de la epidemia.
Además el Virrey contribuía con las medidas para la prevención, pero también en la implemen-
tación de políticas. La viruela es una categoría principal en el sentido que es preciso tener clara
la definición, la manera de cómo se va a entender en el trabajo dicha enfermedad. La viruela se
puede entender como, Según el texto Introducción a la microbiología de Catherine y John Ingra-
ham, una enfermedad desfigurarte y a menudo mortal (Ingraham, John 1998:476), ha tenido dos
grandes caracterizaciones: el método de Inoculación, proceso de introducir en el cuerpo humano
el propio virus, había sido su cura exitosa y, además, la viruela ha sido eliminada.
Finamente se encuentran los enfermos, las personas que murieron por la viruela. Es normal
considerar este factor como una variable importante en el caso de una epidemia como la de la vi-
ruela, pero lo importante de acá no es identificar la cantidad de muertos que ocasionó esta enfer-
medad. El objetivo de destacar a los enfermos como variable es con el propósito de dar cuenta de
las causas sociales y políticas que permitieron, en cierta manera, la propagación de la epidemia.
63Memorias. XVIII Congreso Colombiano de Historia
Concepciones sobre la ViruelaEn la actualidad se tiene a la viruela como una enfermedad que había azotado a las sociedades
en tiempos pasados por su facilidad de propagación. Las tasas de mortalidad habían aumenta-
do, desmesuradamente, a causa de dicha enfermedad. Además, se sabe que este virus ya ha-
bía sido eliminado. Según el texto Introducción a la microbiología de Catherine y John Ingraham,
la viruela, una enfermedad desfigurarte y a menudo mortal (Ingraham, John 1998:476), ha teni-
do dos grandes caracterizaciones: el método de Inoculación, proceso de introducir en el cuerpo
humano el propio virus, había sido su cura exitosa y, además, la viruela había sido eliminada1.
Contrario a lo que enseña el libro, o las concepciones actuales, antiguamente no se enten-
día de una misma manera el fenómeno de ésta enfermedad. En la historia de Colombia, por
ejemplo, hubo tres epidemias de viruela y, con ellas, modos distintos de interpretarlas. Una,
de las más predominantes de todas, era el vínculo religioso que estableció entre el padeci-
miento del virus y los pecados. Muchos de los virreyes de la época interpretaban las epide-
mias como una clase de castigo divino en el que lo único que podían hacer era rezar (Silva,
Renàn 2007). Con el transcurso del tiempo hubo otras formas de ver este suceso, sin dejar
de lado la cuestión religiosa, por medio de otros mecanismos como la memoria.
En el libro José Celestino Mutis: El sabio de la vacuna es un texto que intenta reconstruir, a
manera de cuento, las epidemias de viruela en Colombia desde el año 1732 hasta el año 1808.
En el primer libro, un año apestoso que sigue a otro tumultuoso, se puede identificar cuál era la
perspectiva del común y médica sobre la viruela. El autor hace énfasis en cómo las personas se
dejaron llevar por el miedo al conocer casos de algún enfermo. En la memoria de las personas,
por los casos anteriores, se creía que “la viruela atacaba cada veinte años. La gente recordaba
otras anteriores (epidemias), separadas por un tiempo igual (España, Gonzalo 1998:13).
Epidemia antecesora (1781 1783)En la época del siglo XVII Colombia sufría por la segunda epidemia de viruela (1781). El virrey
Caballero Góngora decía que una de las causas por las que la enfermedad había llegado a
1 En el texto se explica la historia de cómo Edward Jenner descubrió el fin a éste virus. Dice que, por medio de un experimento de valorización entre dos agentes: uno con la viruela bovina y otro sin infección, demostró cómo el virus de la viruela bovina pudo restringir el otro virus de viruela. De lo anterior se puede evidenciar como el texto muestra una descripción de la viruela y su historia y método de cura.
64Memorias. XVIII Congreso Colombiano de Historia
Santa Fé y al resto del país era a través de los puertos. Decía que desde España se había
traído, por medio de los esclavos y algunos viajeros, pasando por Cartagena y, así, llegando
a la capital. En este mismo periodo la enfermedad había logrado una rápida propagación a lo
que se estima que para la época, perecieron a causa de la epidemia entre cinco mil y siete mil
personas solamente en Santa Fé (Cook, Noble David, Lovell, George 1999:158).
El Arzobispo Virrey Caballero y Góngora había planteado dos estrategias para tomar algún
tipo de acción en contra de este fenómeno. La primera opción fue resguardarse en la oración
ya que, como se había mencionado anteriormente, en la época se tenía la creencia de que
la enfermedad era una especie de castigo divino causado por los pecados del pueblo. Como
segunda opción, el Arzobispo Virrey había contactado al médico José Celestino Mutis para
que estuviese a cargo en todo lo que tuviera que ver con la epidemia porque consideraba que
él tenía la suficiente capacidad para tratarla.
Al tanto de todo lo que tuviera que ver con la viruela, Mutis le propone a Caballero y Góngora
dos medidas para que la enfermedad no se siguiera propagando sin ningún tipo de control. La
primera es utilizar la inoculación, método que como vimos en el manual de microbiología fue el
único de cura, porque, según él, en la mayoría de los casos que se aplicaba este tipo de práctica
no había tantos casos de muerte. En el texto de Gonzalo, citado anteriormente, se muestra la
reacción del arzobispo virrey hacia la inoculación en el siguiente diálogo “¿Sabes, por suerte,
cómo se hace esa endiablada operación de sembrarse viruelas?” (España, Gonzalo 1998:19).
La otra alternativa que Mutis le presenta a Caballero Góngora es la práctica del aisla-
miento con la finalidad de parar el contagio ya que se tendría más control sobre la viruela.
Finalmente, el Arzobispo Virrey decide tomar la decisión de crear hospitales ya que en el año
1976, según los autores, Mutis confiaba con lo que había ordenado Ezpeleta, antiguo virrey,
de efectuar la inoculación y hacer un control para que los individuos contagiados del virus
no pudieran ingresar al territorio. Caballero de Góngora decidió que los hospitales para los
virulentos quedarían ubicados a las afueras de la ciudad porque es en ésta zona donde había
mayor concentración de personas.
A modo de análisis es posible identificar en los documentos consultados varios factores
sociales incidentes en la próxima epidemia de viruela en Santa Fè de Bogotá. Una de las cau-
sas más importantes es la propagaciòn a partir de los puertos. Como se mencionó anterior-
mente, la viruela llegó por medio de los españoles y los esclavos. Las relaciones de comercio
65Memorias. XVIII Congreso Colombiano de Historia
entre los países provocaban que se establecieran contactos entre los habitantes. Es decir
las relaciones económicas que había, facilitaron la interacción y relaciones sociales entre las
personas provocando contagios de viruela.
También se puede encontrar a importancia de la concepción religiosa en la vida. El Arzo-
bispo Virrey Caballero de Góngora como primera instancia había decidido recurrir a las prác-
ticas religiosas. Esto, junto con la cita de Gonzalo, muestra cómo cualquier fenómeno que
ocurría era visto desde la perspectiva de la religión católica. Era el modo en que las personas
pensaban y actuaban en las sociedad, todas las conductas que eran realizadas, más en el
ámbito público, eran juzgadas desde sus concepciones sobre la vida y la religión. Es decir, se
puede identificar el pensamiento religioso como regulador de la vida social en el sentido en
que dicho pensamiento se encargaba de mantener un control social estableciendo conductas
aceptadas y rechazadas socialmente.
Caso de Santa Fé de Bogotá (1801 1802)En el caso específico de Santafé de Bogotá una de los factores más incidentes es la falta de
los recursos económicos para poder implementar las medidas requeridas para tratar de ma-
nera adecuada la tercera epidemia de viruela. Desde el punto de vista del sociólogo Renán
Silva de su texto: Las epidemias de viruela de 1782 y 1802 en el virreinato de Nueva Grana-
da, cuando el virrey Mendinueta se entera de los casos de viruela en las zonas más próximas
a la capital: Popayán, Cartago, Ibagué y Melgar, decide comunicar al cabildo con el fin de
hacer unos puntos de control sanitario a las afueras de las ciudades.
Comúnmente, en la comunidad estaba la costumbre de comunicar las noticias y acon-
tecimientos de la ciudad o pueblo por medio del relato transmitido de voz a voz entre las
personas. Gonzalo en su texto ilustra esto con uno de sus personajes llamado Numilona, una
india chismosa (España, Gonzalo 1998:10) que acostumbraba, más delante de la historia, a
comunicarle cualquier acontecimiento a Mutis, más si era un caso de viruela. Esto se debía a
que la india, junto con sus amigas, se enteraban de todo lo sucedido en la plaza, una de las
razones por las que los amos las enviaban. Todo esto reflejaba una alteración en los rumores
que, en varios casos, estaban cargados de desconocimiento por lo que causaban percepcio-
nes, como en el caso de la viruela, exageradas al pensar en una gran extensión de contagio.
66Memorias. XVIII Congreso Colombiano de Historia
Al comenzar a difundirse los primeros rumores de contagio en la ciudad, el Virrey decide
actuar ordenándole al cabildo que organice una reunión para que tome las medidas necesa-
rias para controlar la epidemia. Con ello, había una serie de peticiones para hacerlas cumplir:
lo primero que le pidió fue que estableciera unos organismos de control sanitario, restrin-
giendo la entrada de virulentos y la denuncia de algún caso, para evitar más contagios en la
ciudad. La segunda petición que se le hizo al cabildo fue el apoyo a los médicos, como dice
el autor, graduados y no de alma porque un nuevo campo de experiencia humana local se
encontraba en formación (Silva, Renán 2007:96), también, según el autor, el virrey les había
otorgado toda la confianza, siendo su palabra la última con el fin de tener más facilidad en el
diagnóstico y el poder evitar prejuicios que, evidentemente por razones que se expondrán a
continuación, no pudo evadir.
En esta época el Virrey, sobre todo, estaba confiado en la racionalización, la confianza de
aplicar métodos de conocimiento, causa por la cual, patrocinaba el apoyo y la invitación de
los médicos con estudios. Cabe aclarar que pese a la medida, no se dejó de lado la confianza
religiosa. Todavía se seguía rezando como un método de disculpa por los pecados cometidos,
soportando la furia de los dioses. En cuanto al aspecto de la vida de las personas, a pesar de
que había una vía de racionalización por parte del Virrey, las personas establecían, a partir de
suposiciones, diagnósticos e interpretaciones de posibles casos de viruela.
En cuanto al tema de la religión y la iglesia no siempre hubo una connotación negativa sobre las
demás cosas. En los años de la epidemia de 1801 1802 la iglesia había realizado actos de buena
fe, es decir, debido a la falta de recursos económicos, mencionado al comienzo de la sección, la
iglesia decidió por prestar al Estado los fondos de los que disponían para que se pudiera llevar a
cabo el plan que se tenía en mente como por ejemplo la creación de hospitales especializados
para los virulentos. Otro aspecto en el que la iglesia contribuyó fue con el cuidado de infectados,
los sacerdotes se encargaban de prestar una atención para intentar tratar la enfermedad.
Otro punto de importancia, desde la perspectiva del autor, es que a pesar de que se in-
tentará interpretar este fenómeno por medio de una vía guiada por la razón, ocurría un caso
paradójico. El autor utiliza el ejemplo del caso de dos mujeres del barrio La Carnicería que,
posiblemente, podían tener contagio de viruela. No se accedió a su segregación inmediata
porque no se tenía, con seguridad, una claridad de que el brote fuese meramente de viruela.
Lo anterior se debía a que en la época había un sinnúmero de erupciones, brotes etc. Sumado
67Memorias. XVIII Congreso Colombiano de Historia
a esto, junto con la ignorancia y los prejuicios (Silva, Renán 2007:101) y la poca presencia de
médicos en la zona dificultaba dar un diagnóstico acertado.
En algunos casos, personas que no estaban capacitadas para realizar actividades de po-
líticas sanitarias tenían que ponerse en la tarea de actuar. Además, otro agravante a esta
paradoja de la vía del conocimiento en la ignorancia es que, aunque hubiese una creciente
preocupación por la salud de los grupos humanos, el conocimiento de temas de salud estaba
limitado a los personajes ilustres. Esto provocaba que no hubiese un conocimiento de carác-
ter público para toda la comunidad, siendo ésta ignorante en el tema. Finalmente, otro factor
que incidió con gran importancia en esta problemática fue la falta de recursos porque, a pesar
de que se tuviesen las intenciones de invertir para encontrar una solución a la epidemia, no
había medios materiales, culturales e intelectuales (Silva, Renán 2007:100) para hacer algo.
Una de las razones que se derivó el conflicto entre el cabildo y el Virrey fue la junta que
había conformado el primero, cosa que para el Virrey era exagerada por el número de inte-
grantes. El número iba de 27 a 30, no se tiene una cifra exacta porque Silva dice un dato pero,
en cambio, los dos primeros autores del texto Los Juicios secretos de dios asignan otro dato
distinto. La otra razón, y tal vez la más influyente entre el conflicto, fue la falta y el modo en
cómo utilizaban los recursos económicos para poder hacer las peticiones que exigía el Virrey.
En 1802 una consecuencia del conflicto entre el Virrey y el cabildo fue que el primero asumiera
el cargo del último. Había buscado fondos para poder levantar tres hospitales para el cuidado de
los virulentos. También había decidido optar por la inoculación, medida por la cual tuvo apoyo de la
audiencia, en la ciudad. Según los autores Villamarín, junto con la ayuda de Mutis habían intentado
hacer una vacuna, desde lo que se conocía del descubrimiento de Edward Jenner, utilizando vacas
infectadas. Intentaron infectar el ganado con el fin de obtener la vacuna sin obtener algún resultado.
Finalmente la vacuna llegó en diciembre del año 1805 (Villamarín, Juan, Villamarín, Judith
1999:153). El proceso de vacunación tuvo un periodo de media década, la epidemia duró
hasta el años 1803 y la concentración en la capital se debía, desde los autores, a que era la
ciudad con más población, por lo que, había que proteger la zona con el fin de evitar una serie
de muertes en ascenso a causa de la epidemia de viruela.
68Memorias. XVIII Congreso Colombiano de Historia
ConclusionesA manera de conclusión se puede identificar que hubo una serie de factores sociales, políti-
cos y económicos que influyeron en la propagación de la viruela. Una de las causas principa-
les que contribuyó en gran medida a la epidemia fue el no haber puesto sistemas de control
en los puertos. Es decir, desde la perspectiva de David y George, como se pudo apreciar en la
documentación, el Virrey Caballero de Góngora en la época de la epidemia antecesora (1781-
1783) tenía conocimiento que la enfermedad había llegado por parte de los españoles y los
esclavos al puerto de Cartagena, el más importante del país, por las rutas de comercio.
Otra de de las causas principales que hubo, que afectó en gran capacidad al caso de la
epidemia en Santa Fè de Bogotá en 1801 1802, fue la falta de recursos económicos. Si bien
el Virrey, junto con la ayuda de la iglesia, había contribuido con la implementación de hospi-
tales para virulentos y el apoyo con recursos y decisiones a los médicos, se puede considerar
como una medida poco efectiva. Esto debido a que se intentó recurrir a la vía de conocimiento
y la ciencia de la manera equivocada. Es decir, medidas como la restricción de virulentos a la
ciudad sin saber con certeza las características de los brotes, como lo enseña el caso de las
mujeres de barrio de La Carnicería, mostraba la contradicción en implementar políticas de
control y segregación sin estudiar a enfermedad.
Sumado a lo anterior, la segregación de los casos de virulentos ocasionó en la vida social de
las personas un agitamiento en el sentido en que a partir de los chismes que se originaron en la
plaza, espacio de comunicación e interacción social, por parte de los habitantes que no sabían
cómo era la viruela. Es decir, a partir de la restricción de información en cuanto a temas de salud
pública, se produjeron interpretaciones sobre la viruela por parte de las personas a partir de las
narrativas de la cotidianidad como los chismes. Desde la perspectiva de Silva, la documentación
consultada hubo casos de implementación de políticas sanitarias por parte de personas que no
estaban capacitadas. Esto a su vez porque la información solo era compartida entre personajes
ilustres, es decir, personas estudiadas. Cabe resaltar en el ámbito de la medicina estos persona-
jes eran pocos, por lo que, como sucedió en ambas epidemias, se recurrió José Celestino Mutis.
En cuanto a la religión se puede observar cómo sucesos como las enfermedades se observa-
ban desde una concepción religiosa en la que, la mayoría de veces, había juicios morales hacia
las personas que padecían dicha enfermedad. Es decir, se puede identificar, desde la noción
religiosa, cómo la enfermedad servía de cierta manera como un mecanismo de control social
69Memorias. XVIII Congreso Colombiano de Historia
que servía como ejemplo para las personas, se reafirmaban los valores y comportamientos que
eran socialmente aceptados y se rechazaban las conductas que no eran aceptadas.
La falta de recursos económicos y la falta de capacidad del Estado para controlar la epi-
demia provocaron su rápida propagación. Al no tener los recursos económicos suficientes,
el Virrey y el Estado tuvieron que aceptar el apoyo de otras instituciones como la iglesia.
Además el conflicto generado entre el Virrey y el cabildo produjo conflictos en cuanto a la ad-
ministración y repartición de los recursos. Lo anterior demuestra cómo la toma de decisiones
erróneas junto con la falta de recursos, produjo que se agravara la situación en cuanto a los
casos de contagios de viruelas. Esto provocó en la vida cotidiana de las personas no tener un
conocimiento adecuado sobre el virus produciendo que por medio de los chismes y las medi-
das de restricción sanitarias, los habitantes se dejaran llevar por el miedo y las suposiciones
que contribuyeron a tener sus propias concepciones sobre la viruela.
Finalmente se puede concluir que el desconocimiento de la viruela se vio mediado por una
serie de decisiones políticas erróneas en la medida en que no hubo un proceso adecuado en
cuanto a tratar la epidemia. Producir medidas y mecanismos guiados por la vía del conoci-
miento sin estudiar la enfermedad e incentivar la investigación científica, al igual que no ha-
cer campañas de salud pública en cuanto a la divulgación de información, provocó una con-
tradicción que permitió que la viruela se propagó con facilidad en la comunidad santafereña.
FuentesArchivo: La viruela se toma el Virreinato de Santafé. Documento digitalizado por Biblioteca
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Gonzalo, España. (1998). José Celestino Mutis: el sabio de la vacuna. Documento digitalizado
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Las imágenes de una enfermedad:
tuberculosis, tuberculosos y sociedad en
Barranquilla 1900-1930
Universidad del Atlánticodalinmiranda@mail.uniatlantico.edu.co
Dalín Miranda Salcedo
72Memorias. XVIII Congreso Colombiano de Historia
Las imágenes de una
enfermedad: tuberculosis,
tuberculosos y sociedad en
Barranquilla 1900-1930
Dalín Miranda Salcedo
Universidad del Atlántico
dalinmiranda@mail.uniatlantico.edu.co
Resumen¿Bajo qué circunstancias una enfermedad pudo desatar, aparte de una alta mortalidad, un con-
junto de imágenes y metáforas que impactaron el orden sociourbano concreto? Esta comunica-
ción analiza cómo en las narrativas médico-higienistas y la publicidad de medicamentos a princi-
pios de siglo XX en Barranquilla se trasluce una concepción del cuerpo, de la enfermedad, de la
ciudad y la sociedad. Estas concepciones están planteadas en forma de metáforas e imágenes
que se soportan en la biología, la higiene clásica, la higiene moderna, la economía y la estética
burguesa. Por lo tanto, la ciudad, el orden social, las enfermedades, entre ellas la tuberculosis,
fueron entendidas desde conceptos o nociones completamente racializados y desde los cuales se
desataron programas de intervención sanitaria para transformar y adecuar los entornos urbanos
y a los grupos sociales a los paradigmas y estéticas burguesas europeas.
Palabras clave: Barranquilla, tuberculosis, enfermedad, cuerpo, debilidad, higiene.
73Memorias. XVIII Congreso Colombiano de Historia
IEl 24 de noviembre de 1915, a la edad de 18 años, falleció en Barranquilla, bajo los estragos
de la tuberculosis, la joven obrera Evangelina Deávila (sic); los médicos que la atendieron
durante sus dolencias perdieron, finalmente, la batalla frente a la poderosa y misteriosa en-
fermedad.1 La mayoría de registros de defunciones por este tipo de padecimiento correspon-
día casi siempre a personas humildes y excepcionalmente encontramos algunas relaciona-
das con personas de algún estatuto social. ¿Bajo qué circunstancias una enfermedad pudo
desatar, aparte de una alta mortalidad, un conjunto de imágenes y metáforas que impactaron
el orden sociourbano concreto? Esta comunicación analiza cómo en las narrativas médico-
higienistas y la publicidad de medicamentos a principios de siglo XX en Barranquilla se
trasluce una concepción del cuerpo, de la enfermedad, de la ciudad y la sociedad. Estas
concepciones están planteadas en forma de metáforas e imágenes que se soportan en la
biología, la higiene clásica, la higiene moderna, la economía y la estética burguesa. Por lo tanto,
la ciudad, el orden social, las enfermedades, entre ellas la tuberculosis, fueron entendidas
desde conceptos o nociones completamente racializados y desde los cuales se desataron
programas de intervención sanitaria para transformar y adecuar los entornos urbanos y a los
grupos sociales a los paradigmas y estéticas burguesas europeas.
IIEl problema que representaba la tuberculosis, por la incapacidad de la medicina para formular
un tratamiento eficaz y la causa externa de propagación, el bacilo de Koch que la producía, la
convirtió en enfermedad con una doble dolencia crítica: una anatómica y otra social, o moral,
si se quiere. Estas circunstancias generaron un buen número de significaciones, metáforas
e imágenes con respecto a la tuberculosis y al tuberculoso. Por ello creemos que el discurso
médico que se tejió alrededor de esta enfermedad fue determinante para el surgimiento de
las representaciones sociales de lo tuberculoso y de la tuberculosis.2
Durante todo el siglo XIX esta enfermedad estuvo asociada con poetas, escritores y bohe-
mios. A la vuelta del nuevo siglo surgieron otras asociaciones y metáforas que poblarían el ima-
1 Archivo Histórico del Atlántico, Fondo Alcaldía, Sección Estadística, (AHA.FA.SE.), Libro de Defunciones, 1915. 2 Carbonetti Adrián, “Tuberculosis y tisofobia en Argentina: discursos y conflictos en la construcción del sanatorio de Ascochinga, (1925)”, Dynamis, Vol. 34, No. 2, (2014) p. 451.
74Memorias. XVIII Congreso Colombiano de Historia
ginario social: la tuberculosis se transformó en la enfermedad de la miseria, de los excesos y la
acumulación, al mismo tiempo que es la enfermedad de la oscuridad.3 Todo el discurso médico
higienista de finales del siglo XIX y la primera mitad del siglo XX empezó a relacionar a la tuber-
culosis con estados de miseria y ausencia de higiene y condiciones para la vida moderna. Era
una perspectiva ambientalista del contagio y de la cura de la enfermedad. La falta de condicio-
nes salubres en la ciudad hacía de los entornos ambientes predispuestos a la tuberculosis. Es-
tas convicciones estaban adscritas a una doble matriz: por un lado, al concepto mecanicista de
la enfermedad, que proponía a los ambientes y al aire alterado como vectores de la enfermedad
y, de otro lado, la medicina microbiológica pasteuriana para quien la enfermedad es producida
por microbios.4 De tal forma que la mirada médica en Barranquilla se debatía en un escenario
complejo donde la concepción clásica y moderna coexistían en sus discursos.
Las narrativas higienistas de principios de siglo XX describen a Barranquilla como una ciu-
dad de pésimas condiciones ambientales y salubres y con deficiente equipamiento urbano:
calles polvorientas y malolientes, basuras por doquier, aguas desechadas y contaminadas
que rodeaban las viviendas que convertían calles y carreras en entornos complicados. Dos
de sus principales barrios fueron descritos como verdaderos arrabales insalubres donde no
llegaba ni la luz del sol; la higiene brillaba por su ausencia y el hacinamiento se aumentaba
cada día. San Roque y el Rosario, eran los focos de la tuberculosis; allí vivía una población
mísera que cada día aumentaba dramáticamente por la inmigración hasta generar un pano-
rama sobrecogedor. Los dictámenes higienistas del momento consideraban lo anterior como
factores que transformaban zonas de la ciudad en verdaderas zonas tuberculizables por la
acumulación, la densidad y las viviendas insalubres. Miguel Arango, al referirse a la acumula-
ción del mundo urbano, afirmaba
El hombre, obedeciendo a su sociabilidad, ha formado agrupaciones en todo tiempo, creando así las aldeas y ciudades para atender mejor a los mutuos inte-reses y necesidades. Las agrupaciones humanas son de ese modo consecuen-cia de la evolución del hombre en la tierra, necesarias al progreso y a la civili-zación. Mas lo malo es que esta necesidad ha llevado a la mucha acumulación que marca el índice higiénico del mundo urbano. Como consecuencia de esta vida de las agrupaciones de hombres, se desarrollan ciertos factores de grande
3 Sontag Susan, La enfermedad…, 17; Armus Diego, La ciudad…, 173-206.4 Roy Porter, Breve historia de la medicina: las personas, la enfermedad y la atención sanitaria (Bogotá: Taurusminor, 2002); Alain Corbinn, El per-fume o el miasma: el olfato y lo imaginario social siglos XVIII y XIX (México: Fondo de Cultura Económica, 1982) 19-29; Jorge Márquez Valderrama, Ciudad, misamas y microbios: la irrupción de la ciencias pasteriana en Antioquia (Medellín: Editorial Universidad de Antioquia, 2005) 30-40.
75Memorias. XVIII Congreso Colombiano de Historia
importancia, que no existen en el medio rural, cual es la aireación insuficiente, la falta de luz y de sol, acumulación y poco alejamiento de deyecciones e in-mundicias, enfermedades del medio social, como la sífilis, y el alcoholismo,… la tuberculosis encuentra de ese modo en las ciudades medio apropiado para su propagación y esto en razón directa a la densidad de esas agrupaciones5
Esta afirmación asociaba la ciudad con lo insalubre y la contaminación. Consideraba el in-
cremento y la concentración humana en las ciudades como un factor que deterioraba el aire
limpio y la luz necesaria para la salud. La ciudad, bajo este criterio, resultaba un mal necesa-
rio; como escenario para la vida civilizada padecía un mal congénito que la predisponía a una
enfermedad como la tuberculosis. En esta retórica higienista se advierte el empleo de unas
representaciones binarias con las cuales Miguel Arango destacaba dos entornos divergentes:
la ciudad y el campo, o mundo natural. “En la vida en el campo y en el medio natural”, afirma-
ba el higienista al referirse al campo, “el hombre está rodeado de circunstancias favorables a
un sano vivir: habitaciones aisladas por todas partes, con rica vegetación, aire más puro, luz
vivificante y calor fecundante del sol. En ese medio la salubridad es lo ordinario y la insalubri-
dad accidental y limitada, proviniendo esta del hombre mismo y no del medio”. En contraste,
la ciudad remitía a unas significaciones enteramente negativas; se consideraba un ente arti-
ficial “donde el aire se vicia no solo por los hombres sino también por otros animales que con
él viven, y donde los rayos caloríficos y luminosos del sol luchan por vencer la atmósfera de
polvo, humo y gases, dando lugar a la oscuridad y humedad de las habitaciones”.6
La profilaxis, por lo tanto, debe empeñarse en “aproximar el medio urbano, donde el hom-
bre se agita y vive de manera interna, a la vida natural pura”. Esta “ruralización” de la ciudad
era el eje central de la agenda higienista en Barranquilla durante los primeros treinta años del
siglo XX. Por ende, la lucha contra la tuberculosis exigía reformular la ciudad y promover una
agenda de valores profilácticos que buscaba forjar lo que Diego Armus denomina el hombre
higiénico. Para darle consistencia a sus reflexiones sobre la higienización y naturalización de
la ciudad, Arango acude a una metáfora impresionante creada por el médico francés Johann
Peter Frank: “hacer del niño un pequeño campesino; cambiar la vida urbana por la agreste;
reemplazar la privación del sol por la exposición a él; el temor al frio por su búsqueda; los
5 Miguel Arango, “Propagación de la tuberculosis en el litoral atlántico y especialmente en Barranquilla”, en, Revista de Higiene, órgano de la Junta Central de Higiene de Colombia no. 106 y 107, Bogotá (1918), 441. 6 Miguel Arango, “Propagación de la tuberculosis”…, 445.
76Memorias. XVIII Congreso Colombiano de Historia
ejercicios intelectuales por los musculares; en una palabra, vivir la vida natural: esa es en
realidad para la tuberculosis hereditaria la verdadera profilaxis”.7
Consideramos que estas representaciones sobre el “verde” o la “vida natural”, formuladas
por los higienistas de la ciudad encontraron algún eco en sectores de la sociedad, sobre todo
en la prensa. Durante los años diez y veinte proliferaron en la ciudad publicaciones periodís-
ticas que mostraban con insistencia la falta de árboles y la ausencia de parques. “Cuando se
mira a Barranquilla desde un hidroavión, más parece un bosque con casas que una ciudad
con árboles”, registraba un editorial en 1923. “Desde aquí”, afirmaba el editorial, “desde
nuestras arenosas vías no nos damos cuenta de los árboles que hay en la Ciudad. … Barran-
quilla es una ciudad sin parques, es decir, sin pulmones”.8
Esta necesidad de “pulmones”, de aire puro y de arborización, sugerida por los higienistas,
motivó a quienes impulsaban con insistencia campañas de higiene y ornato. El editorial de
un reconocido periódico de la ciudad convocaba a la ciudadanía para el mejoramiento local
y destacaba que “así podrían crearse premios a la mejor casa que se construyera en el año;
para el frente mejor presentado; para el árbol mejor cultivado en las calles que por su anchura
permitan la arborización sin perjuicio del tráfico”.9 En 1918, en plena época de epidemias en
Barranquilla, un diario local abordaba el complejo problema de la arborización de la ciudad. Con
tono sensiblemente ecologista se refería a “los árboles como nuestros hermanos que merecen
por tanto toda suerte de acatamientos”. Se interrogaba el editorialista “¿qué vida hay entre los
humanos que sirva únicamente para el bien?, La sombra, la frescura, la producción de oxígeno
que alimenta nuestra respiración, alegra la vista y le da descanso”. En esta defensa del árbol
para la ciudad recalcaba la importancia de “educar y fomentar en los niños, futuros ciudadanos,
el amor a los arbolados; y enseñarles que quienes siembran árboles y los cuida con solicitud,
7 Arango Miguel M., “Propagación de la tuberculosis”…, 445. Estas imágenes sobre la utopía de una ciudad natural, resplandeciente y colmada de aire puro dominaron todo el pensamiento higienista y urbanista latinoamericano de finales del siglo XIX y principios del XX. En Buenos Aires, este discurso destacaba tres imágenes del verde urbano: el verde como pulmón, el verde civilizador y el verde para la recreación. Este imaginario higiénico se movía igualmente en imágenes binarias, entendía la ciudad como un cuerpo humano, que se enferma, y los parques como pulmones, espacios verdes cuya función era renovar el aire. Por su parte, en Santiago de Chile el proyecto reformador de Vicuña, se movía dentro del imaginario de reforma urbana que contemplaba la reformulación de los espacios para dinamizar los elementos determinantes en la vida humana, entre ellos el aire, el agua y el verde, mientras que en Rio de Janeiro en la segunda mitad del siglo XIX, los planes de modernización de Pereira Passos, basados en la plataforma higienista de la medicina social, incorporaba justamente la aireación de los espacios vitales de la ciudad, para lo cual el verde de los árboles fue determinante. Cfr. Diego Armus, La ciudad impura. Salud, tuberculosis y cultura en Buenos Aires, 1870-1950, (Buenos Aires: Edhasa, 2007), 48-49; Leyton Robinson César y Rafael Huertas, “Reforma urbana e higiene social en Santiago de Chile. La tecno-utopía liberal de Benjamín Vicuña Mackenna (1872-1875)”, Dynamis no. 1, (2012); Jaime Larry Benchimol, Pereira Passos: um Haussmann Tropical. A renovação urbana na cidade do Rio de Janeiro no início do século XX, (Rio de Janeiro: Secretaria Municipal de Cultura, Departamento Geral de Documentação e Informação Cultural, 1992). La cursiva es nuestra.8 “Hay que sacar los árboles a la calle”, Diario del Comercio, 28 Nov. 1923.9 “Por el mejoramiento local”, Diario del Comercio”, 1 dic. 1923.
77Memorias. XVIII Congreso Colombiano de Historia
no hace gracia alguna sino cumplir un deber trivial; y que quien los destruye con móviles fútiles
y engañosos comete un acto impropio anatematizado por la civilización”.10
La falta de arborización, de parques, plazas y cualquier tipo de equipamiento urbano en
Barranquilla, la rampante pobreza, la proliferación de epidemias y endemias que mermaban
su población ponían en evidencia hacia 1920 la necesidad de un proyecto sistemático de ciu-
dad moderna. Al tiempo resaltaba la falta de voluntad para impulsarlo entre quienes dirigían la
ciudad.11 Todavía en 1939 un diario de la ciudad publicaba con insistencia un aviso de la So-
ciedad de Mejoras Pública, en el cual afirmaba que “los árboles brindan sombra amiga a todos;
coopere usted en la labor de arborizar a la Ciudad”.12 Desde los años veinte, la revista Mejoras
impulsó una vehemente y apasionada campaña por el árbol y la arborización de Barranquilla.
Todos los informes de esta Sociedad de Mejoras están llenos de notas de todo tipo sobre la im-
portancia del árbol para la vida urbana y para la salud humana.13 Una copiosa literatura sobre
el árbol y su importancia para la salud humana ocupó la atención de esta revista, desde poesías
e imágenes, hasta artículos periodísticos y científicos. Ello significa que el discurso médico hi-
gienista sobre la ruralización de la ciudad para prevenir la tuberculosis y otras enfermedades es
utilizado por la Sociedad de Mejoras Públicas y planteado en lenguaje cívico y estético.
En todo caso, existía un proyecto de fomento del verde en la ciudad y, en medio de esta arboriza-
ción, se impulsó el rescate de un árbol propio del ecosistema regional: el Matarratón.14 En enero de
1938, la Sociedad de Mejoras informaba a la ciudad que “habían sembrado en distintos sitios de
la ciudad 2.100 árboles de Matarratón con sus respectivos corrales”. La misma revista Mejoras, en
medio de esta pedagogía cívica sobre el verde, publicó trabajos del botánico barranquillero Armando
Dugand que informaban copiosamente sobre la importancia para la ciudad y la salud de sus habi-
tantes el cultivo y protección de este pequeño árbol.15 En 1945, Ignacio Reyes Posada, imbuido de
este ambiente de promoción del árbol de matarratón, manifestaba en bello tono poético que:
10 “Los árboles”, El Derecho, sept. 1918.11 Realmente era un problema nacional que todavía en los años veinte mantenía vigencia. Aunque desde finales del siglo XIX se había introducido en el país las discusiones urbanísticas de moda, al menos en Bogotá y Medellín, especialmente sobre el city planning, corriente urbanística prevale-ciente durante la época, y los llamados “planes de ensanches”, nuestras ciudades seguían conservando su fisonomía tradicional. La modernización de las ciudades colombianas era notablemente desigual, mientras en Bogotá y Medellín los procesos fueron un poco más temprano, en Barranquilla no empezó hasta los años veinte. Un grupo de empresarios antioqueños, entre los cuales se encontraba Ricardo Olano, el más visible de todos, pro-movieron lo que podría considerarse como los dos espacios académicos más importantes propiciados en Colombia para pensar la ciudad en códigos modernos. Nos referimos a los dos Congresos de Mejoras Nacionales, verificados en Bogotá en 1917 y 1920 respectivamente. Olano fue uno de los enérgicos promotores del City Planning, cuya máxima eran la higiene, la estética y la comodidad, pero también la rentabilidad. Cfr. Primer Congreso de Mejoras Nacionales, (Bogotá, Imprenta Nacional, 1917); Segundo Congreso de Mejoras Nacionales, (Bogotá, Imprenta Nacional, 1921). 12 El Heraldo, 4 de mayo de 1939.13 Revista Mejoras No. 23, 1938, p. 21.14 Revista Mejoras No. 23, 1938, p. 2815 Armando Dugand, “Reseña histórica y botánica del Matarratón”, Revista Mejoras, no. 23, (1938): 54 y 55.
78Memorias. XVIII Congreso Colombiano de Historia
Entre los motivos ornamentales de nuestra ciudad, ninguno tan digno del elogio y de la permanencia como nuestro buen árbol de matarratón… Buen amigo, su sombra es oasis de frescura contra el beso ardiente del sol, celestial sobrilla; protesta vegetal contra el furor del trópico encendido… siempre sonriente, todos los rigores del clima se quiebran contra la suave permanencia de su follaje que sólo cede el paso al repetido milagro de su florescencia… Yo no me había atrevi-do a ensayar este breve elogio del matarratón, de no saber que la secretaría de Obras Públicas Municipal está empeñada ahora en la labor de arborizar íntegra-mente la ciudad, labor admirable que colocará a nuestro árbol en el sitio que la buena tradición barranquillera le señala.16
Ricardo Olano fue un referente importante en esta asamblea del árbol en Barranquilla; sus
notas y escritos fueron redactados con bastante esmero. Respecto a un estudio sobre arbo-
rización que leyó en el Congreso Nacional de Sociedades de Mejoras Públicas en Cúcuta la
revista Mejoras manifestaba que “había sido uno de los mejores”.17
En este contexto, la intervención y organización urbana y social de la ciudad y el desarrollo
de los códigos higiénicos fueron determinantes para ejercer control de los factores que, según
el criterio de los higienistas de la ciudad, provocaban las patologías producidas por la vida
urbana y el hacinamiento. Si observamos con atención la plataforma anti-tuberculosis impul-
sada por los médicos higienistas en Barranquilla a comienzos del siglo XX se puede apreciar
sus concepciones sobre ciudad y las representaciones y significaciones que probablemente
se forjaron en el imaginario social. El pánico al contagió respondía al misterio que cubría a la
tuberculosis, puesto que el bacilo “se le encuentra en la calle, en las oficinas públicas, en los
carros de trenes, y tranvías, y, sobre todo, en las habitaciones de los tísicos y en las salas de
los hospitales, en el suelo, y suspendido en el polvo que flota en la atmósfera. Donde quiera
que haya hombres o animales domésticos existe el bacilo de Koch”, decía De la Roche.18
Por otro lado, como la ciudad carecía de los componentes esenciales del campo y de la
vida rural, al mismo tiempo que sufría los efectos de la falta de equipamientos urbanos que
hicieran la vida más llevadera, la tarea higiénica, según este discurso, consistía en el diseño
de una cura higiénico-climática. Este tratamiento privilegiaba el régimen y no la medicina. Es
decir, ambientes provistos de aire sano, producido por la abundante vegetación, el reposo
absoluto y la buena alimentación. Miguel Arango, en la única cartilla conocida para combatir
16 “Breve elogio del matarratón”, Civilización no. 55, Barranquilla, marzo (1941): 24.17 Revista Mejoras, No. 63 (1941): 34. 18 De la Roche José, “Profilaxis de la Tuberculosis”, Segundo Congreso Médico de Colombia, (Bogotá, Escuela Tipográfica Saleciana, 1913): 318.
79Memorias. XVIII Congreso Colombiano de Historia
la tisis, afirmaba a principios de siglo XX en tono severo que “huyamos de los charlatanes,
de las medicinas de patente que se denominan específicos y gastemos mejor el dinero en
procurarnos amplios dormitorios, estadías en el campo y buena alimentación… el tratamiento
de la tuberculosis debe ser más higiénico que medicamentoso”.19 Esta afirmación pone en
evidencia un contexto histórico marcado por la falta del medicamento antibiótico, que aún no
había sido inventado.
Esta filosofía de la prevención, negaba tajantemente uno de los actos más sublimes del ser
humanos: el beso.20 “Uno de los factores que facilitan la diseminación del agente patógeno”
decía Miguel Arango, es “el beso en la boca, y especialmente a los niños… beso a las imáge-
nes, escapularios, reliquias, etc”.21 Esta convicción proponía que el beso representaba un fac-
tor desencadenante de la tuberculosis, por tanto, su práctica debía eliminarse como manifes-
tación afectiva cotidiana. El intercambio de saliva era una forma expedita para el contagio de
la Enfermedad. “Haced guerra a tan inconveniente costumbre y tened presente que el BESO
(sic) es un peligro aun recibido de persona sana, pues esta ha podido ser besada momentos
antes por un tuberculosos y ser así un portador del contagio”, sostenía Miguel Arango.22 Al
referirse a las expresiones de afecto hacia los niños este higienista manifestaba que “haga
todo lo posible por evitar que los niños sean besados, sobre todo en la boca, pues ello es muy
peligroso. Es por consiguiente una buena costumbre poner en los sobreritos de los niños el
letrero NO ME BESE (sic)”.23 También “los hábitos de untar saliva en los “granos” o pequeñas
heridas, untar saliva en la aguja para abrir orejas, limpiar la pizarra con saliva, llevar a la boca
el extremo del hilo para ensartar la aguja, humedecer los dedos para pasar las hojas de los
19 Miguel Arango, Cartilla preventiva de la tuberculosis para el uso de escuelas y familias, Barranquilla, Tipografía Mogollón, 1925.20 Armus sostiene un punto interesante respecto al problema del temor al contagio de enfermedades como la tuberculosis y la sífilis a finales del siglo XIX en Buenos Aires. En su criterio, al calor de estos temores, motivados por la pavorosa mortalidad y morbilidad, se suscitó una especie de cultura del hombre higiénico resultado de algunos esfuerzos conjuntos entre la medicina, las ciencias sociales y la política. En otras palabras, el Estado articuló un proyecto médico-higiénico liderado por una burocracia profesional cuyo objetivo fue “ofrecer a la élite un entorno urbano seguro y controlable des-de el punto de vista epidémico; por otro, alejar a vastos sectores de la sociedad del peligro del contagio en un sentido más amplio y, como resultado de esta operación, incluirlos en el mundo social moderno como trabajadores respetables y eficientes”. Cfr. Armus Diego, La ciudad impura…, 215.21 Miguel Arango, “Propagación de la tuberculosis”…, 455. Estas anotaciones del higienista Miguel Arango están relacionadas con los códigos de la higiene moderna. Las medidas profilácticas que él propone son las mismas encontradas en la obra de Pablo García Medina, uno de los fisiólogos más destacados en Colombia hacia finales del siglo XIX y principios del XX, quien contribuyó a la organización sanitaria de Colombia, bajo los conceptos de la medicina bacteriológica, y promovió la relación entre medicina y ciencias experimentales. Según los postulados de Medina era preciso adelantar estudios sobre los contextos climatéricos y sociales de las regiones y localidades del país para construir una geografía patológica de Colombia, en la que la estadística demográfica, la química y otras ciencias jugaban un papel importante. Medina formó parte de la Academia Nacional de Medicina, aparte de ser un empresario. Los trabajos de investigación del médico Miguel Arango en Barranquilla y el Atlántico deben entenderse bajo los postu-lados de Medina. Cfr. Quevedo, Emilio, “La Salud en Colombia, Análisis Socio-histórico”, (2000), en http://www.saludcolombia.com/actual/salud54/portad54.htm, consultada en 15 de junio de 2016. Para la obra de Medina Cfr. García Medina Pablo, Tratado de Higiene y Nociones de Fisiología para la enseñanza de estas materias en las Escuelas y Colegios de Colombia, Bogotá, Ministerio de Instrucción Pública, 1910, p. 133, 134, 135. 22 Arango Miguel, Cartilla preventiva de la tuberculosis… 23 Arango Miguel, Cartilla preventiva de la tuberculosis…
80Memorias. XVIII Congreso Colombiano de Historia
libros o para contar billetes…”24 debían suspenderse de los hábitos cotidianos. Igualmente,
recomendaba con vehemencia “que los matrimonios entre quienes heredan la predisposición
por enfermedad de sus padres, y entre quienes padecían la tuberculosis debían prohibirse”.
En un estudio sobre la profilaxis de la tuberculosis De la Roce afirmaba que: “rotundamente
hay que decirlo de una vez: el matrimonio debe ser prohibido tanto al hombre como a la mujer
afectados de tuberculosis con lesiones en actividad en cualquier período de su evolución, ora
por el peligro del contagio del cónyuge sano, ya porque de estos matrimonios resultan hijos
enclenques y fácilmente contagiables”.25
Los excesos, un término que aludía con reiteración al trabajo, al vicio y al placer fueron
asociados insistentemente con la enfermedad. La diatriba contra el alcoholismo hacia parte
de los conceptos higiénicos anti-tísicos de principios de siglo. “El alcohol se llama el mejor
aliado de la tuberculosis, pues prepara, en el que lo acostumbra, el desarrollo de la enfer-
medad. Se ha dicho, con razón, que el alcohol prepara la cama al tuberculoso y también
que la tuberculosis se toma en el mostrador de la cantina”, escribía Arango en su cartilla
preventiva de la enfermedad.26 Por igual, empezó a plantearse una racionalidad del espa-
cio y del tiempo laboral de los trabajadores pensando en las consecuencias mortales que,
según este discurso, tenía la sobrecarga de trabajo en los obreros y obreras. De la Roche
manifestaba al respecto que “en la lucha contra el terreno tuberculizable va envuelta una
cuestión social, porque la invasión parasitaria hace mayores estragos en las clases pobres,
agotadas por la miseria, el alcoholismo y las enfermedades”.27 Una medida profiláctica para
combatir la tuberculosis buscaba racionalizar los excesos que planteaba el marco laboral, De
la Roche sugería, entonces, “mejorar las condiciones de los obreros, elevando sus salarios,
disminuyendo sus horas de trabajo, descargándolos, hasta donde sea posible, de impues-
tos y contribuciones, enseñándoles hábitos de aseo, haciendo que sus habitaciones reúnan
buenas condiciones higiénicas, pues la insalubridad es una de las principales causas de la
tuberculosis”.28 Los excesos –de alcohol, trabajo, y has de sexo y placer- fueron considerados
por los médicos higienistas como factores antieconómicos y de desorden social. La falta de
una racionalización del ejercicio laboral de los trabajadores y la inexistencia de entornos habi-
24 Arango Miguel, Cartilla preventiva de la tuberculosis…, 10 25 De la Roche José, “Profilaxis de la Tuberculosis”…, 331.26 Arango Miguel, Cartilla preventiva de la tuberculosis…, 10.27 De la Roche José, “Profilaxis de la Tuberculosis”…, 332.28 De la Roche José, “Profilaxis de la Tuberculosis”…, 332.
81Memorias. XVIII Congreso Colombiano de Historia
tacionales higiénicos –barrios obreros- conducían, según el higienismo, al exceso, y éste a su
vez hacia vulnerable a la población frente a enfermedades como la tuberculosis. El sustrato
racial de este discurso estriba en el concepto de cuerpo, de debilidad y agotamiento prevale-
ciente.29 El cuerpo, entendido como máquina, estaba expuesto a los estragos que causaban
los excesos. Un cuerpo tuberculoso se debilitaba y traspasaba rápidamente al agotamiento,
bajo esta condición no había reversa. El agotamiento resultaba ser la antesala de la dege-
neración de la raza. Los cuerpos agotados producían cuerpos degenerados y esto, a su vez,
ponía en riesgo un proyecto social.30 Todo esto le da sentido también a la proliferación de una
narrativa publicitaria impregnada de estos imaginarios y representaciones, el más típico de
los cuales fue la Emulsión de Scott “El ilustrísimo y reverendo señor arzobispo de Guatemala
bendice a los inventores de la Emulsión de Scott. Toda persona extenuada y debilitada, física
o mentalmente, encuentra en la Emulsión de Scott el agente más poderoso para restablecer
las fuerzas del cuerpo y el vigor cerebral. Es el remedio más eficaz para combatir la Tisis, la
Anemia y el Raquitismo”. Otro anuncio destacaba que “Somatose brillantemente calificada
desde hace muchos años por sus excelentes efectos en Anemia, Clorosis, Debilidad general,
Convalecencias, Puerperio, niños enfermizos e inapetentes”.
Todas estas costumbres o prácticas proscritas por los imperativos higiénicos de la época
desataron una cantidad de imágenes negativas sobre el tuberculoso y la tuberculosis. Esta
enfermedad también fue asociada recurrentemente con la oscuridad: “la luz es la vida y la
oscuridad es la muerte”, afirmaba Miguel Arango para justificar los beneficios de la luz solar
para sanos y enfermos. “Allí donde no entra el sol”, sentenciaba Arango, “entra la enfermedad
y, sobre todo, la tuberculosis”... “debemos procurar que la luz solar entre a nuestras casas,
recordando que la tuberculosis es la enfermedad de la oscuridad”.31 La diatriba higiénica de
los primeros treinta años del siglo XX en Barranquilla se dirigió con insistencia hacia los Pasa-
jes, sitios de residencia de los sectores pobres de la ciudad. Según descripciones de la época
eran viviendas insalubres, pero sobretodo, oscuras y húmedas, desprovistas de la luz solar.
Estas metáforas están sugeridas en la imaginación comercial de la prensa. En una propagan-
29 Roldán Diego, “Discurso alrededor del cuerpo”…, 465, 466.30 Sobre el concepto de degeneración cfr. Caponi Sandra, “Para una genealogía de la anormalidad: la teoría de la degeneración de Morel”, Scientiæ zudia, São Paulo, v. 7, n. 3, p. 425-45, 2009; Roldán Diego, “Discurso alrededor del cuerpo”…, 643-661; entre el 21 de mayo y el 23 de julio de 1920 se verificó en el Teatro Municipal de Bogotá un candente debate cuyo eje central fue la tesis que Miguel Jiménez López, un reconocido siquiatra Boya-cense, había planteado en uno de sus libros: “nuestra raza degenera”. Las nociones de cuerpo y degeneración sustentadas en este debate están anu-dadas a la teorías de Morel, Phillipe Tissié y Angelo Mosso, cfr. Los problemas de la raza en Colombia, Bogotá, Editorial Universidad del Rosario, 2011. 31 Arango Miguel, Cartilla preventiva de la tuberculosis…, 10.
82Memorias. XVIII Congreso Colombiano de Historia
da, Alquitrán Guyot utiliza el mito platónico de la caverna y pone en escena dos figuras huma-
nas decrépitas y repugnantes que representan a la tuberculosis y al catarro. Desde el interior
de su guarida oscura asechan a la figura humana sana y protegida por el medicamento. “¡Ese
hombre es mío, no se me escapa!”, dice la tuberculosis en el diálogo del nuncio, a lo cual el
catarro respondió: “hay que renunciar, mi buena amiga ¿no ves que toma Alquitrán Guyot?32
La tos y el esputo, también fueron vistos con una fuerte carga de sospecha; las manifesta-
ciones catarrales eran muchas veces síntomas de tuberculosis. Los padecimientos catarrales
frecuentes en la población del barrio el Rosario, según Miguel Arango, guardaban relación
con los oficios que los obligaba a madrugar.33 Lo peor del caso era que el esputo, que con-
tenía el bacilo, podía incubarse en cualquier rincón insospechado; era invisible a los ojos
del más avisado; podía estar en la calle polvorienta y desaseada; en el matadero donde se
procesaba la carne; de consumo, en la leche, alimento esencial de la niñez, en los alimentos
que se expenden en el mercado, en el agua, en fin. La tuberculosis desató todo un imaginario
alrededor del catarro, la fiebre, la gripa y la salud. La retórica comercial empleada por la publi-
cidad moderna de la prensa, la cual combinando el poder de la imagen y lo escrito y haciendo
acopio del pavor que generaba las enfermedades epidémicas y endémicas, creaban, con len-
guaje de guerra, el remedio infalible para combatir y acabar con a todos aquellos enemigos
invisibles –y aquí está presente Pasteur- que asechaban y atacaban en el momento menos
esperado. “Tan pequeñitos, sin embargo ¡que horribles monstruos¡” afirmaba con vehemen-
cia un comercial de Carbón de Belloc, refiriéndose al microscópico mundo de los virus que
asechaban a la población. Otro anuncio, quizá influenciado por las figuraciones de la Gran
Guerra, manifestaba “que lo mismo que el cañón mata a los enemigos de la patria, mata el
Alquitrán Guyot a todos los malo microbios, que son los enemigos de nuestra salud y aún de
nuestra vida”.34 En todo caso, oscuridad y catarro fueron asociados invariablemente con la
temible peste blanca. Todas estas imágenes sugieren un cuadro urbano sobrio, carente de
una instancia o grupo social que pensara la ciudad con criterios de modernidad. Este pavor
colectivo probablemente debió marcar los esquemas de vida de los grupos sociales en la ciu-
dad, especialmente de aquellos que poseían medios económicos.
32 El Heraldo de la Costa, Barranquilla 8 de marzo, 1915. 33 Arango Miguel M., “Propagación de la tuberculosis”…, 441.34 El Heraldo de la Costa, Barranquilla 8 de marzo, 1915.
83Memorias. XVIII Congreso Colombiano de Historia
BibliografíaFuentes primarias
Archivos
Biblioteca Nacional de Colombia (BN), Bogotá-Colombia. Colección Fondos Especiales.
Biblioteca Nacional de Colombia (BN), Bogotá-Colombia. Colección Periódicos y Revistas.
Biblioteca Luis Ángel Arango (BLAA), Bogotá-Colombia.
Archivo Histórico del Atlántico (AHA), Barranquilla. Fondo Notarias.
Archivo Histórico del Atlántico (AHA), Barranquilla. Fondo Asamblea Departamental del Atlántico.
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Archivo General de la Nación (AGN), Bogotá-Colombia. Ministerio de Gobierno, Sección Cuarta.
Fuentes periódicas
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Bejarano, Jorge. “Reflexiones a propósito de la mortalidad infantil”. Revista de la Facultad de
Medicina, Universidad Nacional Vol: I, No. 8, (1933).
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Ciencia y política en el tratamiento y profilaxis de la
tuberculosis pulmonar en Bucaramanga
(1916-1936)
Estudiante de Último Semestre del programa de Historia y Archivística
de la Universidad Industrial de Santanderluisfelipe24_5@hotmail.com
Luis Felipe Ortega Rincón
88Memorias. XVIII Congreso Colombiano de Historia
Ciencia y política en el
tratamiento y profilaxis de
la tuberculosis pulmonar en
Bucaramanga (1916-1936)
Luis Felipe Ortega Rincón
Estudiante de Último Semestre
del programa de Historia y Archivística
de la Universidad Industrial de Santander
luisfelipe24_5@hotmail.com
ResumenEsta ponencia nace como adelanto de mi investigación de grado para optar por el título de
Historiador y Archivista. En la presente se describe el contexto y la incidencia de la tuber-
culosis pulmonar en la ciudad de Bucaramanga entre los años 1916 a 1936. Esto se hará
analizando la fuente oficial-estatal y los archivos de documentación científico-medica existen-
tes en archivos como: el Centro de documentación e investigación histórica regional – Uni-
versidad Industrial de Santander, el Archivo departamental de Santander, el de la Biblioteca
Nacional, el de la Biblioteca Luis Ángel Arango y el Archivo General de la Nación; además del
apoyo en fuente secundaria afín al tema que se investiga.
89Memorias. XVIII Congreso Colombiano de Historia
Esta investigación es cualitativa ya que la recolección, la clasificación y el análisis de la fuente
primaria y secundaria, se hizo a partir de criterios de contenido y no de cantidad. Es también de
carácter regional, pero sin desconocer las dinámicas de la ciencia en Colombia, marcadas por la in-
fluencia de corrientes y avances científicos europeos y norteamericanos, además de saberes desa-
rrollados en las principales escuelas medicas del país. En aspectos teóricos no tiene un enfoque ni
externalista ni internalista, sino más bien busca un equilibrio entre ambos. Toma lo planteado por los
Estudios Sociales de Ciencia y la Nueva Historia de Ciencia Latinoamericana, en donde se analizará
la enfermedad como una realidad biológica, pero también como una construcción social y política.
Se iniciará por identificar el origen de la tuberculosis pulmonar, sus principales caracterís-
ticas y su patología; luego se analizaran las políticas públicas ejercidas por el gobierno nacio-
nal, departamental y local para mitigar la enfermedad y generar una profilaxis de la misma;
se examinarán también las condiciones de vida y las características de los grupos humanos
afectados por la tuberculosis pulmonar en Bucaramanga, y para finalizar se evaluará el im-
pacto de las políticas públicas aplicadas en la sociedad bumanguesa.
Palabras clave: Ciencia, Política, Medicina, Tuberculosis pulmonar, Profilaxis.
La tuberculosis es una enfermedad infecciosa crónica que afecta principalmente los pulmo-
nes1, pero que también puede poner en riesgo a otros órganos; es causada por las bacterias:
Mycobacterium tuberculosis, Mycobacterium bovis, Mycobacterium africanum, Mycrobacte-
rium microti y Mycorbacterium cannettii2. Estudios Paleopatológicos han arrojado que esta
afección estuvo presente en el ser humano por lo menos desde el Neolítico3, aunque, la forma
actual de esta enfermedad data del siglo XVI y se sitúa en Inglaterra, alcanzando en este
país, su pico más alto de infección en 1780 como consecuencia de la revolución industrial.4
El enfermo de tuberculosis ha sido objeto de segregación social, debido principalmente al
miedo que genera la rapidez y facilidad del contagio de esta afección5, además de la dificul-
1 Este tipo de Tuberculosis conocida como Tuberculosis Pulmonar, es de la cual se estudiará en el presente trabajo.2 Referencia tomada de: http://www.who.int/topics/tuberculosis/es/3 María José Báguena Cervellera, «La Tuberculosis en la Historia », Anales, Reial Acadèmia de Medicina de la Comunitat Valenciana, Nro. 12, (2011): 1. 4 Asim Dutt y William Stead, Epidemiologia y factores de huésped. Citado por: David Schlossberg, Tuberculosis e infecciones por microbacterias no tuberculosas. Cuarta edición. (México: McGraw-Hill Interamericana Editores, 2000): 4. 5 Se transmite de una persona a otra a través de gotículas generadas en el aparato respiratorio de pacientes con enfermedad pulmonar activa. Tomado de: http://www.who.int/topics/tuberculosis/es/
90Memorias. XVIII Congreso Colombiano de Historia
tad del diagnóstico; como se señalaba ya en Colombia en los informes de la Junta Central
de Higiene al ministro de gobierno en 1918: “Tal vez esta es la más difícil de todas la luchas
contras las enfermedades infecciosas. Puede decirse que la lepra y la sífilis dejan impreso y
visible el diagnóstico en el enfermo y advierten así a la sociedad del peligro.”6
En Europa, la tuberculosis fue un problema social que preocupo a la ciencia y el gobierno a partir
del siglo XVIII, a diferencia del caso colombiano, en dónde solo adquiere importancia hasta comien-
zos del siglo XX, cuando dicha endemia toma un repunte en el número de casos a nivel nacional7.
En el territorio colombiano se han encontrado evidencias de afectaciones de esta enfer-
medad en humanos desde el periodo prehispánico; prueba de ello fueron las lesiones des-
cubiertas en el aparato óseo de un individuo encontrado en la Mesa de los Santos (Santan-
der); lesiones, que después de ser sometidas a una prueba de ADN arrojaron vestigios de M.
tuberculosis8. Aunque todas las investigaciones apuntan a que dicha enfermedad no afecto
significativamente la población prehispánica en Colombia, esta si se mantuvo a lo largo de
todo el periodo de la Colonia.
Esta enfermedad, como la gran mayoría, afecta no solo al paciente sino a todas las esfe-
ras sociales que lo rodean; convirtiéndola así, en un motor de cambio social que transforma
desde el cotidiano vivir hasta los círculos académicos y las producciones científicas de dichos
círculos; al respecto Álvaro Idrovo señala:
Las epidemias son eventos importantes en la historia de un pueblo que se si-túan por encima de la ocurrencia habitual de enfermedades en una población y hacen su aparición debido a múltiples factores sociales, económicos y ecológi-cos. Como consecuencia de las epidemias, los profesionales de las áreas de la salud y las sociedades en general pueden tener cambios importantes.9
Los conflictos sociales internos que ha vivido Colombia tales como las guerras civiles, cam-
bian las estructuras organizativas y económicas de la sociedad en un país, Salomón Kalma-
novitz10 en referencia a la Guerra de los Mil Días, señala que el fin de esta, fue el que propició
un cambio de un país rural conflictivo en uno urbano e industrial.
6 Manuel N. Lobo et al. Informe de la Junta Central de Higiene al ministro de gobierno. (Bogotá: Archivo general de la nación. Ministerio de instrucción pública - Salud pública: Informes. 1918): 5.7 Manuel N. Lobo et al. Informe de la Junta Central de Higiene al ministro de gobierno…4.8 Hugo Sotomayor, Javier Burgos y Magdolia Arango, «Demostración de Tuberculosis en una momia prehispánica colombiana por la ribotipificación del ADN de Mycobacterium Tuberculosis», Biomédica Vol. 24, (2004): 18-26. 9 Álvaro Idrovo, «Notas sobre el inicio de la epidemia de tuberculosis pulmonar en Bogotá (1870-1920)», Biomédica, Vol.21, Nro. 3, (2001): 216. 10 Salomón Kalmanovitz, Nueva historia económica de Colombia. (Bogotá: Editorial Taurus, 2010): 117.
91Memorias. XVIII Congreso Colombiano de Historia
Dinámicas de desarrollo industrial y social nacional desarrolladas a partir del fin de la
Guerra de los Mil Días, de la mano con la irrupción de los sistemas capitalistas a principios
del siglo XX, hacen que las sociedades urbanas del territorio colombiano como la de la ciudad
de Bucaramanga, afectada directamente por la guerra anteriormente mencianda, adquieran
nuevas formas de organización.
Podemos identificar que fenómenos como los desplazamientos por la violencia producto
del conflicto interno o las migraciones voluntarias en busca de progreso, hacen que las princi-
pales ciudades colombianas, en las cuales se concentraba la industria, sufran un crecimiento
demográfico que transfigura la economía, la cultura, la mentalidad y el espacio.
El aumento poblacional conlleva a su vez al surgimiento de asentamientos urbanos no
planificados en donde conviven trabajadores, campesinos y población marginal de las ciuda-
des; estos nuevos asentamientos carecen de las más mínimas condiciones de higiene, con
insuficiencia de agua potable y en general de servicios básicos. Dutt y Stead identifican este
fenómeno económico y social como posible causa del avance de la tuberculosis: “La indus-
trialización y sobrepoblación de las ciudades pueden originar una epidemia de tuberculosis al
reunir un gran número de personas susceptibles y promover la trasmisión de M. tuberculosis
a nuevos huéspedes. Además, el estrés psicológico de la vida urbana disminuye la resistencia
individual a la infección.”11
Además dichos procesos migratorios llevan consigo toda una serie de particularidades so-
ciales; a diferencia de países como los del cono sur, Colombia no vive una migración de pobla-
ción extranjera, sino como mencionamos anteriormente una interna. Autores como Libardo
León describen inclusive, migraciones internas de la zonas rurales hacia la ciudad capital en
el caso del departamento de Santander, explicando que este fenómeno responde a una crisis
en las producciones agrícolas y artesanales a finales del siglo XIX.12
Profundizando en el tema del choque cultural entre lo rural y lo urbano, hay que aclarar que
los campesinos se desplazan con sus costumbres propias de su entorno, algunas de ellas
antagónicas en relación con los cuidados en materia de salud personal cómo por lo menos la
cría de animales13 dentro del espacio en el que se desarrollan actividades de la vida privada,
11 Asim Dutt y William Stead, Epidemiologia y factores de huésped… 5.12 Libardo León, Bucaramanga en vísperas de dos siglos. (Colombia: Contraloría general de la república, 1984): 79.13 El Cerdo y las Vacas también pueden ser portadores y trasmisores de la Tuberculosis.
92Memorias. XVIII Congreso Colombiano de Historia
o la costumbre generalizada de andar a pie descalzo; esto, sumado a problemas producto
de la condiciones económicas tales como la desnutrición y hacinamiento, son el primer indi-
cador desfavorable de la propagación de la tuberculosis y en general de las enfermedades
respiratorias, veneras y gastrointestinales.
Aunque es de suma importancia aclarar que, no solo en lo rural se tenían este tipo de malas
prácticas; en citadino también acostumbraba a toser y estornudar sin pañuelo, a escupir o a
pasar las páginas de los libro o de los periódicos humedeciendo sus dedos con saliva. Es por
esto que la lucha por mejorar las condiciones salubres y disminuir los índices de mortandad de
la ciudad tiene un nuevo foco, y es el de la obligación gubernamental de educar a los ciudada-
nos en buenas costumbres e higiene. La gobernación de Santander en los informes entregados
a la asamblea del departamento entre 1915 y 1918, ya identificaba la tuberculosis como un
problema crisis en el departamento y principalmente en la ciudad de Bucaramanga14.
Ahora bien, es pertinente resaltar que muchas de las ciudades colombianas de la primera mitad
del siglo XX, conservaban aún características del periodo colonial: calles sin pavimentar, insuficien-
cia en los sistemas de alcantarillado, casas sin lugares adecuados para el cuidado personal y con
muy poca ventilación; lo cual propicia el escenario perfecto para la proliferación del esputo de la
tuberculosis (que cuenta con una resistencia vital que va desde los seis meses hasta los tres años).
Si las condiciones salubres de los enfermos en casa eran nefastas, en los hospitales esta
realidad no cambiaba significativamente; las precarias condiciones de los hospitales colombia-
nos y del hospital San Juan de Dios de Bucaramanga, ubicado en una construcción antigua ya
en la primera mitad del siglo XX, deteriorada por el tiempo y sin espacios para la cuarentena de
pacientes con enfermedades infecciosas, hacían que los consultores y médicos se contagiaran
rápidamente de todo tipo de enfermedades. Aunque para el caso de Bucaramanga se adelanta-
ba en el segundo decenio del siglo XX la construcción de un pabellón destinado para los tuber-
culosos15, que solo contó con las condiciones mínimas para el tratamiento de estos pacientes.
Podemos señalar que las casas, los hospitales, las cárceles, las escuelas y los cuarte-
les, son los lugares más propicios para la proliferación del virus debido, principalmente, a
problemas de hacinamiento.
14 Informes del gobernador a la asamblea del departamento, (Bucaramanga: Tipografía Mercantil, 1915-1918-1921-1936) Centro de Documenta-ción e Investigación Histórico Regional – UIS. 4 tomos.15 Alejandro Peña S. Informe de la junta departamental de higiene de Santander a la Junta Central de Higiene. (Bogotá: Archivo General de la Nación. Ministerio de instrucción pública - Salud pública: Informes, 1918): 48.
93Memorias. XVIII Congreso Colombiano de Historia
Ahora bien, en el marco de una búsqueda de dinamización y optimización de la economía,
además del mejoramiento de las precarias condiciones sociales en el país, anteriormente
descritas, el Estado colombiano identificó la necesidad de mejorar la salubridad de los indivi-
duos, con el fin de incrementar la productividad y garantizar el desarrollo de la nación. Como
esta expreso en la introducción del texto sobre la Organización Panamericana de Salud (OPS)
y el Estado colombiano:
A la par con el discurrir de un siglo XX convulsionado, los países latinoamerica-nos se vieron en la necesidad de fortalecer sus estructuras estatales, en medio de un proceso complejo de reorganización mundial de los mercados internacio-nales. Como fruto de la acción combinada de las dinámicas socioeconómicas y políticas generadas por un sistema capitalista en desarrollo, la búsqueda de formas internacionales de organización y regulación fue una necesidad cada vez más imperiosa para la interacción de los Estados, así como una de las manifes-taciones de la dinámica globalizadora que atravesó todo el final del milenio.16
El afán por implementar este direccionamiento económico conlleva a que se tomen medidas
para la prevención y control de las enfermedades que afectan más frecuentemente a la po-
blación económicamente activa del país. Para el caso de la tuberculosis, el doctor Francisco
Sorzano, Senador por el Departamento de Santander, presentó a consideración de la cámara
un proyecto que resultaría en la Ley 66 de 1916, con la cual se comienza la lucha contra esta
afección desde lo estatal.
Por otro lado la búsqueda de una consolidación de la salud pública nacional fortaleció los
lazos con organizaciones internacionales de salud; ejemplos de esta unión es la efectuada
con la Fundación Rockefeller o la Organización Panamericana de Salud; todo en un esfuerzo
por colectivizar y generar apoyo entre Estados en la lucha contra las enfermedades que afec-
taban el desarrollo económico y político de América; como lo señala para el caso del surgi-
miento y el quehacer de la O.P.S., Diana Obregón y Mario Hernández:
Pero si bien la génesis de la OPS cobró un sentido instrumental para la expan-sión de los mercados y la intensificación de los intercambios comerciales, es preciso señalar que, al mismo tiempo, constituyó el mecanismo afortunado me-diante el cual la salud adquirió un reconocimiento totalmente nuevo e importan-te en el nivel continental, a la par que se le reconocía la categoría de problema estratégico para la región y sus países….La lucha contra enfermedades impor-tantes desde los puntos de vista social, económico y político, la promoción y el
16 Mario Hernández y Diana Obregón, La Organización Panamericana de la Salud y el Estado colombiano: Cien años de historia (1902 – 2002). (Bogotá: Organización Panamericana de Salud, 2002): 8.
94Memorias. XVIII Congreso Colombiano de Historia
apoyo a las respuestas estatales para enfrentar las necesidades sanitarias, y el fortalecimiento técnico de un recurso humano cada vez más indispensable para agenciar la acción sanitarista, constituyeron los grandes frentes de trabajo de la labor de asistencia y cooperación técnica de la OPS con los Estados Miembros, todo ello cobijado bajo la impronta de un discurso y un quehacer salubristas.17
Estas relaciones interestatales responden también a un inicio en la inclusión de Colombia
en los sistemas de globalización económica, Kalmanovitz en Nueva Historia Económica de
Colombia señala los beneficios que le trajo al país esta vinculación:
En este sentido, la globalización fue fundamental para que Colombia pudiera adquirir y domesticar tecnologías desarrolladas en los países industrializados a cambio de sus exportaciones. De esta manera, se pudo aplicar la energía eléc-trica, que multiplico la productividad tanto de la mano de obra como del capital; los acueductos y las técnicas sanitarias, que redujeron la mortalidad y morbili-dad; los medios de transporte como el camión y el ferrocarril, que desplazaron la mula; la imprenta y las comunicaciones modernas; la medicina y drogas, que ampliaron la expectativa de vida de los colombianos.18
El contexto nacional es importante de estudiar ya que brinda las herramientas analíticas de la
situación en la que estaba en general la sociedad colombiana y esto nos puede ubicar y per-
mitirnos entender el porqué de la situación santandereana en materia de salud y desarrollo
médico, como lo señala Roberto Serpa-Flórez en su artículo sobre la medicina en Santander
“La historia de la medicina en Santander como cualquier historia regional no debe estudiarse
aislada de su contexto histórico nacional e internacional ni de las circunstancias sociales y
políticas en cuyo marco se desarrolla.”19
Ciudades como Medellín o Bogotá, vivían al comenzar el siglo XX un proceso tardío pero
constante de industrialización de su economía, además de cambios profundos en sus estruc-
turas sociales y urbanas; estas ciudades son entonces escenario del desarrollo de enferme-
dades infecciosas como la tuberculosis.
Médicos como Jesús María Duque, para el caso Antioqueño, dedicaron todos sus esfuer-
zos académicos y prácticos a identificar las causantes y lograr desarrollar un tratamiento y
un mecanismo de prevención de la tuberculosis20; por otro lado políticos como el alcalde de
17 Mario Hernández y Diana Obregón, La Organización Panamericana de la Salud y el Estado colombiano…8-9. 18 Salomón Kalmanovitz, Nueva historia económica de Colombia…131-132.19 Roberto Serpa-Flórez, «Apuntes para la historia de la medicina. Santander y la UIS», Médicas UIS, Revista de los Estudiantes de Medicina de la Universidad Industrial de Santander, Vol. 20, Nro. 2, (2007): 157. 20 Jorge Márquez, «Comienzos de la lucha antituberculosa en Antioquia », Revista Estudios, Universidad Nacional de Colombia, Sede Medellín. Nro. Especial (2012): 105.
95Memorias. XVIII Congreso Colombiano de Historia
Bogotá Higinio Coalla, quien gobernó la ciudad desde 1884 hasta 1900, hacía publica su
preocupación por el aumento exponencial de la tuberculosis en la ciudad21.
Algunos de los factores que médicos y políticos colombianos identificaron como posibles
causas del desarrollo de esta enfermedad en las principales ciudades, son el hacinamiento,
las precarias condiciones de higiene personal y de los lugares habitados por la población,
la desnutrición, la insuficiencia de los servicios públicos y el crecimiento urbano acelerado
e irregular; panorama que identificamos también en la ciudad de estudio de este presente
trabajo, Bucaramanga.
El doctor Alejandro Peña, director departamental de higiene de Santander en un informe
a la junta central de higiene señala: “la junta encargada de combatir la tuberculosis no se
reúne sino muy pocas veces, generalmente por falta de quorum. Yo he asistido a todas las
citas que me han hecho. Aquí es de grandísima importancia adelantar esta lucha porque los
enfermos abundantes por las calles son un serio peligro para los habitantes.”22
En temas relacionados con el uso y la disponibilidad del agua, Bucaramanga vivía una
situación paradójica, como lo señalan Néstor Rueda y Jaime Fuentes:
El agua, aunque parezca paradójico por su abundancia en las quebradas de la ciudad era el servicio más costoso y el que mayores problemas causaba en la población. Desde el siglo pasado (XIX) el agua para el consumo se obtenía de fuentes subterráneas…El agua se transportaba en barriles a lomo de mula hasta las casas de quienes podían pagar los $.30 centavos la carga que equivalía a $5 la tonelada o metro cubico.23
Servicios públicos como la Luz o el Teléfono, se restringían solo al área del centro de la ciu-
dad, y eran utilizados solo por familias adineradas que podían asumir los altos costos de los
mismos. Los lugares para el aseo personal, en su gran mayoría ubicados fuera de los hoga-
res, eran llamados Baños Públicos, existían unos para uso de las capas medias y altas de la
ciudad, que eran administrados por personas que disponían de la infraestructura y el agua
para hacerlo; los otros, a los cuales asistían los sectores más bajos de la sociedad, eran ad-
ministrados por el Estado y eran gratuitos24.
21 José Guillermo Sánchez, «Lucha Contra La Tuberculosis En Bogotá: 1900-1946», Revista Salud Historia Sanidad (on-line), Vol. 6, Nro. 2, (Julio-Di-ciembre 2011): 38. 22 Alejandro Peña S. Informe de la junta departamental de higiene de Santander a la Junta Central de Higiene…48.23 Néstor Rueda y Jaime Fuentes, Historia urbana de Bucaramanga 1900-1930. (Bucaramanga: Universidad Industrial de Santander, 2012): 56. 24 Néstor Rueda y Jaime Fuentes, Historia urbana de Bucaramanga 1900-1930…57.
96Memorias. XVIII Congreso Colombiano de Historia
Estos escenarios de poca favorabilidad para el cuidado de la higiene personal25, desenca-
denan la proliferación de bacterias y enfermedades dentro de la población, “Estas enferme-
dades tenían que ver con la “cultura urbana”, sin servicio de acueducto ni alcantarillado, las
enfermedades parasitarias y epidémicas pululaban y cobraban gran número de víctimas en
especial de niños.”26
Partiendo del análisis del contexto social y económico del país, y en especial de Bucara-
manga, la tuberculosis tiene el campo labrado para consolidarse como una enfermedad de
magnitudes alarmantes con los primeros años del siglo XX ya que afecta directamente el de-
sarrollo de la ciudad, esto debido principalmente a que un pueblo enfermo no es económica-
mente productivo y estas eventualidades naturales hacen que se frene el crecimiento de una
población en el post conflicto, que para este caso es el fin de la guerra de los mil días; una en-
fermedad como esta, de características seriamente limitantes de la capacidad laboral frenó
el desarrollo industrial que se venía gestando a comienzos del siglo XX y aunque hay cambios
radicales a los largo del siglo XX en términos de búsqueda de la salubridad nacional y en el
caso específico de la ciudad de Bucaramanga, del mejoramiento de las condiciones de higie-
ne y control del crecimiento desordenado en los barrios obreros y periféricos, los verdaderos
efectos de las campañas nacionales y locales contra la tuberculosis pulmonar no se hacen
evidentes hasta la segunda mitad del siglo XX, autores como Salomón Kalmanovitz afirman:
Es evidente también que las condiciones de salubridad mejoraron: la higiene personal se extendió con la producción fabril de artículos para el aseo y el ves-tuario; el calzado y las botas reemplazaron el pie descalzo o las alpargatas, y, en especial, se controlaron las epidemias….El chancro, la hepatitis, la tuberculosis y la lepra no se trataron adecuadamente hasta los años cincuenta del siglo XX. En el tratamiento de las dos últimas predominaban el prejuicio y el aislamiento de los pacientes.27
Es precisamente en esta primera mitad donde el Estado inicia su intervención directa. Como
hemos mencionado anteriormente la lucha desde los flancos político-estatales se establece
con la ley 66 de 1916, pero no es un primer intento de contrarrestar los efectos que generó en
la sociedad y la economía el acelerado incremento de la tuberculosis; ya médicos y académi-
25 Rueda y Fuentes en el texto Historia Urbana de Bucaramanga 1900-1930, señalan en la página 60, que el uso de los baños públicos se hacía en el mejor de los casos una o dos veces por semana.26 Néstor Rueda y Jaime Fuentes, Historia urbana de Bucaramanga 1900-1930…82.27 Salomón Kalmanovitz, Nueva historia económica de Colombia… 255.
97Memorias. XVIII Congreso Colombiano de Historia
cos, algunos vinculados con la política, como por ejemplo Jaime Mejía, miembro de la cámara
de representantes en 1915, se manifestaban respecto a la necesidad de controlar y prevenir
la tuberculosis en el territorio nacional28.
La política juega un papel importantísimo en la construcción de una Historia de la tubercu-
losis, ya que por un lado es el resultado sistematizado de lucha contra la enfermedad, además
de delimitar en la teoría los direccionamientos por los cuales se debe batallar contra las en-
fermedades, buscando en muchos casos el apoyo de organismos internacionales y Estados
interesados en organizar y colaborar con dicha lucha; y por el otro es uno de los indicadores de
hasta qué punto se pueden materializar ideas, campañas o proyectos generados por científicos
y académicos que apuntan a mejorar las condiciones salubres de la población; se debe enten-
der que la política ejerce control sobre presupuestos y apoyos destinados a la salud pública.
En el contexto colombiano, la creación de juntas de higiene nacionales, departamentales
y municipales institucionalizan la salud pública y brindan herramientas más focalizadas para
la identificación de las fallas que estaban propiciando el incremento de las enfermedades, y
son precisamente estas instituciones el resultado de una política pública de salud nacional.
No se puede dejar por fuera el papel que desempeñó la academia y los científicos en el
desarrollo de una lucha contra tuberculosis en Colombia. Ya sea por motivaciones persona-
les, por reconocimiento académico, o por simple compromiso social, los médicos y científicos
han estado vinculados activamente en el desarrollo de la lucha contra las enfermedades en
Colombia; el papel del médico-investigador en nuestro contexto no se entiende solamente
como el de un simple puente entre el conocimiento desarrollado en Europa y su aplicación a
unas realidades insalubres nacionales, sino como el que un miembro observador directo de
esas realidades y un generador de nuevo conocimiento científico, que nace de la aplicación
de saberes del primer mundo con métodos desarrollados en la praxis médica y moldeados
por el comportamiento cambiante de las enfermedades en Colombia.
Se ha escogido analizar este periodo de tiempo en la primera mitad del siglo veinte, princi-
palmente por marcar dos hitos importantes en la lucha contra la tuberculosis; 1916 es el año
de expedición de la Ley de la lucha antituberculosa en Colombia; y 1936 el año en el que se
crea el Departamento Nacional de Lucha contra la Tuberculosis.
28 Jorge Bilbao, «Legislación en Salud y Tuberculosis en Colombia en el periodo 1886-1946 », Revista ADVOCATUS, Universidad Libre seccional Ba-rranquilla, Nro. 20, (2013): 347-348.
98Memorias. XVIII Congreso Colombiano de Historia
Bucaramanga fue y es una ciudad importante en términos económicos, políticos y sociales
en Colombia, una ciudad que vivió como otras del territorio nacional, los procesos de cambio
que trajo el siglo XX, y que también sufrió las inclemencias producto de estas trasformaciones
urbanas y sociales; es por este motivo y por la ausencia casi total de estudios históricos que
aborden la tuberculosis más allá del problema meramente médico, que se hace necesario un
estudio de mucha más profundidad que el presente, sobre el papel de la comunidad científica
y del Estado, en la lucha contra la tuberculosis en esta ciudad, lucha gestada a nivel nacional
a lo largo de la primera mitad del siglo XX.
A modo de conclusión parcial en esta presente investigación en construcción, la tuber-
culosis pulmonar logro calar profundo en la sociedad bumanguesa de la primera mitad del
siglo XX, debido a las transformaciones sociales, económicas y del espacio que dejaron tanto
las guerras civiles del siglo XIX como la llegada de los sistemas capitalistas a Colombia y al
departamento de Santander. Esta enfermedad alertó no solo a las comunidades médicas
que empezaron a tomar medidas desde lo teórico y lo práctico para mitigar la enfermedad;
sino al Estado local, departamental y nacional que veía en el deterioro de la salud pública
una amenaza al desarrollo económico y social de toda una nación. Los cambios en materia
de salud y los verdaderos frutos de la lucha contra la Tuberculosis Pulmonar no se verán sino
hasta después de la primera mitad del Siglo XX; reconociendo, que hasta la actualidad la Tu-
berculosis es una enfermedad que sigue cobrando vidas, en la ciudad de Bucaramanga y el
todo el territorio colombiano.
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Corporalidad, identidad y
post-fotografía
Universidad de Medellín
Nora Margarita Vargas Zuluaga
101Memorias. XVIII Congreso Colombiano de Historia
Corporalidad, identidad
y post-fotografía
Nora Margarita Vargas Zuluaga
Universidad de Medellin
“Hoy todos editamos imágenes. Reciclamos, cortamos y pegamos, re-
mezclados, las subimos y las bajamos […]. Lo único que necesitamos
es un ojo, un cerebro, una cámara. Que cambia nuestra concepción
de creación (Manifiesto de la pos fotografía)”
Joan founcuberta
La fotografía mantuvo durante mucho tiempo la característica de índex y en este sentido una ca-
tegoría de veracidad, aún en la contemporaneidad conserva, en gran parte, este imaginario. Po-
dríamos decir que en fotografía “el referente” es lo que aparece frente a la lente, es decir, toda
imagen es representación, lo cual implica que para su construcción obedece a unas reglas.
Ahora bien, si la imagen es percibida como signo analógico imita con perfección a la rea-
lidad, así la imagen fotográfica creada en sus inicios pertenece al mismo orden de realidad
que el objeto representado; huella o índex, como lo plantearía Marga Clark (1991); para quien
la ontología fotográfica mantenía un principio de realidad que no es el de la ilusión, de allí que
esta nos afecta como un fenómeno de “génesis automática, por su carácter constitutivo de
pura huella física” (p. 54). No obstante, si la imagen fotográfica es digital, tal como se expresa
en la contemporaneidad, también tiene el carácter de índex icónico, aunque su registro no
sea sobre una película fotosensible, sino sobre el sensor digital.
102Memorias. XVIII Congreso Colombiano de Historia
Sin embargo, con el desarrollo digital el proceso de la creación de imagen fotográfica se con-
virtió en imagen sin referente empírico, en ausencia de todo referente verdadero; como huella
de nada; y aunque mantiene un carácter icónico, la imagen no depende de lo que representa, lo
cual puede llevarnos a pensar que la imagen, indéxica, física, análoga es una realidad del mun-
do empírico y fenomenológico, en tanto que la imagen fija no indexica es en realidad del mundo
de la imaginación y de la ilusión. No siempre esta realidad es percibida por quien la recibe.
La fotografía y su masificación nos plantean otras reglas con la realidad. En este sentido,
proyectarse como sujeto en la experiencia moderna es poner en juego una conciencia de sí
que hace del hombre un subjectum y del mundo una representación, una imagen. Una visión
del mundo que se convierte en vivencia que opera en tanto proyección o representación
del sujeto que conoce. Al respecto recordemos el llamado de atención de Heidegger (1996)
cuando advierte la posibilidad de caer en un yo limitado a su gusto, subjetivismo que puede
derivar en individualismo que rompe con cualquier proyección emancipadora de la verdad, o
por lo menos, versiones construidas desde la libertad del sujeto.
He aquí lo que podría ser denominado como horizonte de subjetividad contemporáneo, impe-
rio del narciso que homogeniza y socializa el shopping mediático regido por una lógica del vacío
(Lipovetsky, 2000). En la “postmodernidad” como todo es relativo, entonces todo es posible, todo
es permisible, aunque ritualizado en un narcisismo vicioso. Así, el concepto de cultura hoy ha de-
venido en ilusión y repetición de los valores del mercado, creados en gran medida por la imagen.
Como plantea Hans Belting (2007) la imagen es una rastro del mundo y el otro; una ex-
presión del medio que la produce, hasta que en un momento los hombres empiezan a vivir
en función de las imágenes creadas por el mismo, dicho de otro modo por Joan Fontcuberta
(2013), es la fotografía lo que se incrusta en el referente; ya no existen hechos desprovistos
de imagen, pues son fases indisociadas del mismo suceso.
con la fotografía digital desaparece la escritura o dibujo de la luz, cambiado por un len-
guaje de pixeles susceptible de ser modificado como la corporalidad contemporánea y la
identidad, lo cual algunos autores han llamado La Pos fotografía; el Internet con sus redes so-
ciales se ha convertido en un entorno esencial de distribución, diseminación, circulación, Hoy
la fotografía no tiene una evidencia de veracidad ni apreciada como la captación del instante
hoy resulta como un instrumento de autoafirmación y de la obsesión de registrar la vida.
En síntesis, las imágenes en la contemporaneidad no siempre mantienen una realidad
103Memorias. XVIII Congreso Colombiano de Historia
existencial con su referente, son objeto de reproducción, manipulación, edición; sin embar-
go, conservan en nuestro imaginario el carácter de índex en el sentido señalado por Rudolf
Arnheim (1982), en tanto que se concibe como representación por la contigüidad física con
su referente. En la contemporaneidad importa construir la corporalidad, no solo a partir del
deporte, el gimnasio, la cirugía cosmética y las imágenes médicas; esta corporalidad debe
esculpirse cotidianamente con la fotografía específicamente la capturada por nuestros gad-
gets. En las poses, en la edición y el photoshop; cualquier editor de un móvil, puede adelga-
zar tu rostro, alargar tu cara, agrandar tus ojos o realizar acciones que presenten tu cuerpo
en el mejor ángulo exigido por los cánones actuales, importa construir nuestra vida alrededor
de la apariencia fotografía y de las selfies.
con la fotografía digital desaparece la escritura o dibujo de la luz, cambiado por un lenguaje
de pixeles susceptible de ser modificado como la corporalidad contemporánea y la identidad,
lo cual algunos autores han llamado La Pos fotografía; el Internet con sus redes sociales se ha
convertido en un entorno esencial de distribución, diseminación, circulación, Hoy la fotografía
no tiene una evidencia de veracidad ni apreciada como la captación del instante decisivo hoy
resulta como un instrumento de autoafirmación y de la obsesión de registrar la vida.
Selfie e identidad Selfie es un autorretrato realizado con una cámara digital, en un dispositivo móvil, que tiene como objetivo ser compartida en redes sociales, al sujetar la cámara uno mismo, tiene siem-pre cierto tipo de encuadre, que de algún modo da al sujeto control de su propia imagen en este sentido se expresa una narrativa de lo que quiero mostrar y de cómo me quiero ver pero inmerso en un discurso de la cultura visual contemporánea, el autorretrato fotográfico puede definirse como:
“Aquella imagen fotográfica en la que el autor aparece representado, ya sea por la aparición de su rostro o cuerpo, su sombra, su huella o por el uso de motivos simbólicos, siendo esta autor representación el resultado de múltiples seleccio-nes subjetivas efectuadas por el autor de manera consciente y controlada para que sean reconocibles e identificables por el receptor de la obra”. (Genaro, 2013)
La experiencia es concebida como un proceso de aprendizaje y de desarrollo en el que la per-
sona elabora sus propios recursos y aprende a utilizarlos en diversas situaciones; porque la
experiencia, en tanto movimiento de subjetivación de lo vivido, es constitutiva de una relación
104Memorias. XVIII Congreso Colombiano de Historia
consigo mismo y con la existencia, y participa tanto en la imagen como en el sentimiento de
“ser sí-mismo”. En otras palabras, identidad no es una cosa tangible, expresada solo en una
selfie, sino un proceso experiencial, fruto de acciones, pensamientos, gustos y temores frente
a la cotidianidad, en este sentido la fotografía nos crea unas identidades que se enmarcan
entre el narcicismo y la autoexploración; accedemos a una imagen que es especulativa y no
nos pertenece porque, pertenece al orden de lo metafórico, Barthes (2009) llama “intermi-
tencia” es decir el juego entre lo que se asoma y lo que se oculta
Cuestión identitaria es más extensa que la normalizada en los diccionarios, de hecho se
ha comprendido un asunto de diferenciación entre lo que suponemos ser y lo que no quisiéra-
mos ser, una negociación constante entre lo que podemos nombrar y lo que no conocemos,
que en últimas define lo que nos acerca o lo que nos aleja de quienes nos rodean. Al respecto
es Joan fountcuberta quien nos pone en reflexión.
“En el punto en el que se encuentra nuestra actual nuestra civilización de la imagen, espejos y cámaras pasan a definir el carácter panóptico y escópico de nuestra sociedad, todo se ofrece a una visión absoluta y a todos nos guía el placer de mirar, se trataría de desproveer el mito del gran hermano de unas con-notaciones centralizadas, autoritarias y represivas, para por el contrario abrirlo a un sistema democrático, voluntario y participativo damos por aceptado este marco de participación y sigamos indagando en el mismo” ( founcuberta ,2016)
Actuar de cierta forma, o comportarse siguiendo un rol específico (previamente categorizado
en el stand de clasificaciones que el grueso de la población tenga sobre el mismo, indepen-
dientemente de los juicios de valor subyacentes) es una manera de entrar a “competir” en
ámbito de las redes sociales; o dibujarse sobre sí una identidad a la cual adherirse, que en el
caso de la selfie entra en el juego posible de la seducción
En resumen, las personas vivimos en un mundo donde la identidad personal, está ligada
a un colectivo que a su vez asume su identidad frente a otros grupos que en conjunto confor-
man una identidades macro, y que mediante la selfie podríamos decir qué s un productor de
apariencias; por lo tanto en cada persona habitan y coexisten una serie de respuestas a los
procesos del mundo o alteridades.
En el proceso de formular identidades, los individuos han de tratarse como sujetos en
estado de cambio constante, de búsqueda, de un “lugar” en el stand de clasificaciones del
mundo contemporáneo. Porque si bien actualmente la vida se deriva en círculos cerrados
105Memorias. XVIII Congreso Colombiano de Historia
de identidades que se entrelazan formando la cultura que marca la sociedad en que vivimos
debe ser muy importante entonces reafirmarse física, estética y éticamente en torno a lo que
queremos ser y de lo que se espera de nosotros en tanto parte de dichas sociedades. Las
personas, por lo tanto impregnan de sentido al mundo en el proceso de habitarlo y en su
habitar de lo cotidiano, y el no autodenominarse como parte de alguna categoría emergente,
no necesariamente desliga al individuo de algún comportamiento colectivo, sino que por el
contrario puede ser evidencia de su participación en el mismo.
Tal vez la manera más clara de decirlo sea así: para ser parte de un grupo, en muchas co-
munidades se exige directa o indirectamente a los individuos, que se autodenominen dentro
de una categoría, acorde con el ideal de dicha cultura y cada vez que una categoría –nueva o
resinificada- se empieza a escuchar con fuerza, lo primero que vemos es una parte estética,
bien definida y luego se dejan escuchar las voces detractoras de parte de quienes tachan a
los que “son” y de los que niegan “serlo” argumentando afinidad en mínimos aspectos, para
luego evidenciar el nacimiento de un movimiento (social o político).
Lo interesante desde el punto de vista de la identidad desde la selfie no sería ver como los
grupos generan ciertas identificaciones, sino como en el proceso de la identificación ciertos
elementos se prestan de base para el surgimiento de nuevos grupos. Otra vez fountcuberta
nos ayuda con la reflexión de los grupos en las redes sociales.
“pensemos en grupos como y portales como Facebook, twittter, tuenti, badoo, my space, verdaderas herramientas de interacción social en la que abundan el tráfico de autorretratos o selfies, filtrados por las codificaciones inherentes a los diferentes grupos y colectivos, allí tomarse fotos hace parte de los juegos de seducción y de los rituales de las tribus más jóvenes, cuantas más fotos, más glamour, mas seducción , mas vida , es una forma de afirmar el sentimiento de pertenencia, la foto deviene un material que crea cohesión y comunidad” ( founcuberta ,2016)
Resulta evidente la coexistencia de poderes de diversa índole que juegan un papel muy im-
portante a la hora de relacionarnos con nuestros vecinos, que terminan dando un orden a las
redes sociales en que convivimos.
106Memorias. XVIII Congreso Colombiano de Historia
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