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Siglo nuevo

4 • Sn

opinión

Piedra angular del matrimonio

Olga de Juambelz

El matrimonio no ha sido diseña-do para resolver los problemas personales del individuo. Es la-

mentable que, ante la evidencia constan-te y creciente, tanta gente todavía piense lo contrario. Ciertamente, el matrimonio constituye un cambio dramático de vida, pero debe ser considerado una etapa más en la vida del ser humano, a la que se llega naturalmente y que debe estar libre de ex-pectaciones o presiones del exterior.

El matrimonio, cuando se consuma en las profundidades, es la aventura más de-liciosa en la que se pueda embarcar ser humano alguno. Sin embargo, cuando los cónyuges van al matrimonio con la idea falaz de adquirir transformación indivi-dual automática, se abruma a la relación con una carga opresiva, la cual despoja a los participantes del gozo potencial. El propósito de dos personas de unirse en matrimonio puede convertirse en la expe-riencia más remuneradora. Empero debe existir la comprensión previa y absoluta de que el equilibrio de una unión conyu-gal depende a muy buen grado de no im-ponerle expectativas irreales.

La afi rmación de que no hay ninguna persona que por sí misma pueda hacer fe-liz a la otra, no podría estar más cerca de la verdad. El amor con toda seguridad pue-de contribuir sustancialmente a la felici-dad, pero ser feliz es más bien función de las visiones del mundo que gobiernan la vida del individuo. Es decir, aquellas per-sonas que han conocido el amor en todas sus dimensiones, y en todo su esplendor y colorido, han llegado a él a través de vidas responsables e íntegras.

Todos tenemos necesidades psicológi-cas de reconocimiento, integración, apro-bación y autorrealización; la aportación

que puede brindar el matrimonio a la sa-tisfacción de estas necesidades es relativa, aunque pudiera ser crucial. Pero cuando se vuelve efectiva, es intensa y estimulan-te. Insistir en manejarse con la concepción de que el matrimonio por sí mismo puede ser la felicidad, puede ser una actitud al-tamente destructiva y frustrante.

Se llega a conformar una serie de ex-pectativas que con el tiempo toman el ca-rácter de demandas e imposiciones, las cuales, al no ser satisfechas, desembocan en desilusión. Las obligaciones conyuga-les se pueden infl ar a tal grado que, fuera de toda proporción, pueden provocar el desmoronamiento de una relación.

El sortilegio del amor solamente pue-de ser percibido cuando se han ablanda-do las expectaciones que se han impuesto sobre el cónyuge. El amor no necesita exi-gir cometido y fi delidad; existe de modo natural cuando es real. En aquellos esce-narios en donde están ausentes, las defi -ciencias de las relaciones se encubren con otros confl ictos y situaciones.

Es entonces, bajo el infl ujo de la desi-lusión y el dolor, que el amor puede ser pe-ligroso, ya que ha creado tierra fértil para que fl orezcan el antagonismo y el resenti-miento. Cuando uno está resentido, hay la sensación de ser vulnerable. Si este senti-miento se convierte en el sello distintivo de la relación, los cónyuges pueden resul-tar devastados.

El matrimonio fi ncado sobre las bases del amor serio, debe ser capaz de ofrecer a los cónyuges respeto, honestidad y segu-ridad. Sin estos ingredientes, la relación está condenada al deterioro, aunque pue-da sobrevivir. Muchos participantes de u-na unión conyugal se llegan a conformar tanto al desencanto que experimentan,

que ya sólo aspiran a la supervivencia, a mantener la relación a cualquier costo.

Los compañeros íntimos que se respe-tan comparten la autoridad del hogar yno luchan por dominar o sojuzgar. La ma-nipulación por parte de uno de los cónyu-ges invariablemente inhibe el desarrollo sano de una relación. Si uno de ellos sien-te que debe obedecer ciegamente al otro, la conformidad artificial que se produ-ce sólo logra frenar la labor en conjunto. Cuando los cónyuges colaboran en equi-po, con papeles iguales, sienten unidad, lo cual es probablemente la necesidad su-perior más sensible del individuo.

La colaboración permite que la pare-ja trabaje junta cuando debe maniobrar sobre los cambios y las crisis, hechos i-nevitables de la estructura espiritual, e-mocional y psicológica del individuo y delas relaciones. Al colaborar dentro del marco del amor profundo, se hace paten-te la preocupación de ambos cónyuges de permitirse mutuamente la expresión de sus diferencias; se discuten con franque-za asuntos importantes.

El respeto es la piedra angular del ma-trimonio. Ser respetado signifi ca que sees tratado como alguien valioso con una identidad única y singular. El respeto na-ce de la comunicación constante; si ésta se interrumpe, los sentimientos negati-vos no expresados pueden desvanecerlo. Cuando la comunicación es defi ciente, loscompañeros pueden sentir que los nive-les de respeto han disminuido.

No basta con sentir amor y respeto por el cónyuge, hay que hacer que los sienta. Cuando el respeto en la vida de u-na pareja es práctica cotidiana, los pro-blemas que surjan pueden ser abordados y trascendidos con más facilidad. §

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