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GALERÍA BIOGRÁFICA DE LOS PRINCIPALES LIDIADORES: RAZÓN DE LAS PRIMERAS GANADERÍASESPAÑOLAS, SUS CONDICIONES Y DIVISAS.

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    ic l i a res

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    ANALES

    DJiLi 1UKJ1U . RESENA HISTRICA \

    DE LA LIDIA DE RESES BRAVAS: GALERA BIOGRFICA DE LOS PRINCIPALES LIDIADORES: RAZN DE LAS PRIMERAS GANADERAS

    ESPAOLAS, SUS CONDICIONES Y DIVISAS.

    W B B A

    DEDICADA A SS. AA. RR, LOS SERMOS, SRES. INFANTES, DUQUES DE MONTPENSIER, DIRIGIDA

    POR FRANCISCO ARJONA GrUILEN, CUCHARES, P C P P T T A D O O l t l 1 A

    POR D . JOS VELAZQEZ Y SNCHEZ, ILUSTRADA

    POR D. T E O D O R O ARAMBURU.

    SEVILLA. JUAN MOYANO, IMPRESOR Y EDITOR.

    Francos , nmero 35. MADRID. * BARCELONA:

    LIBRERA DE D. ANTONIO 9. MARTN! LIBRERA DE D. JUAN OLIVERES: Pue r t a del Sol, n m . 6 . $ Impresor de S. M

    MDCCCLXYIII.

  • Esta obra es propiedad de sus editores, hallndose c u m plidos los requisitos que m a r c a el prrafo segundo del a r t . 13 de la Ley sobre propiedad l i terar ia de 10 de junio de 1847, y toda edicin furtiva sufrir las responsabilidades, fijadas en el a r t . 19 de la c i tada Lev.

    Queda igualmente advert ido que la Empresa editorial se reserva el derecho de traduccin de esta obra al idioma de los pueblos qu tienen t ra tados internacionales de propiedad l i te rar ia con nuestro pas.

  • PROEMIO

    Pocos trabajos vern la luz pblica en la poca presente que necesiten ms que el nuestro de exposicin preliminar de sus mviles, tendencias y propsito; porque ninguno est siendo blanco de cues-tiones ms exacerbadas por cuantos elementos contribuyen trocar las opiniones divergentes en oposiciones sistemticas, sin atencin datos seguros, y sin conocimiento competente de la naturaleza, circunstancias y perodos crticos del punto, tratado con tanta ani-mosidad por una y otra parte.

    Los Anales del Toreo pueden creerse la enunciacin exclu-siva de su ttulo una obra, dedicada la defensa la impug-nacin de las lidias de reses bravas en nuestros modernos circos; y no siendo en realidad un libro de polmica, interesa nuestros fines prevenir erradas conjeturas con la manifestacin leal del objeto que nos guia en publicacin semejante; separando nuestra causa de esas estriles y efmeras escaramuzas, con que de continuo intentan captarse la atencin exagerados proslitos del festejo po-pular y adversarios acrrimos de las lides taurinas, tan apartados unos como otros del verdadero punto de apreciacin del espectculo, y por consecuencia todos gran distancia de lo cierto y de lo justo en sus dictmenes, clculos y aspiraciones.

    Si la lnea recta es el camino mas corto entre puntos opuestos, como ensea la geometra, la lnea recta son los Anales del To-reo (exposicin histrica de su origen, progresos y fases hasta la fecha), transijiendo en una opinin fundada y tranquila los ex-travos de un patronato desalumbrado y perjudicial y los desma-nes y violencias de jurados enemigos de tal fiesta pblica ttulo de una civilizacin, enteramente ideal y buclica. Lo mismo que hoy se discute la subsistencia la abolicin de las corridas de toros se ha discutido el teatro por nuestros mayores, con encarnizamiento singular en los medios de su defensa y ataque, y conspirando unos

  • IV

    y otros sacar de su rbita natural el asunto. Hoy promueve una sonrisa el dictado de escuela de las costumbres que los mantene-dores del foro escnico daban los templos de Tala; como escita el desden el infructuoso conato de aplicar nuestra escena la re-probacin de los santos Padres las farsas inmundas los mimos infames de su tiempo. Nuestros hijos, (si tan desquiciada y pobre controversia consigue abrirse paso la posteridad) estraa-rn la insensata apoteosis de unos'ejercicios de valor y destreza, asimilados las condiciones peculiares de nuestro pais, y se enco-jern de hombros al leer que se proclamaban estos ejercicios remo-ras de nuestra regeneracin moral; unindolos en execracin los autos de f del Santo Oficio y los escndalos de una privanza funesta y reciente en nuestra memoria.

    Nada ms impropio de las intenciones bien dirijidas que aso-ciarse los designios extremos, por ms que esta asimilacin prometa ventajas por el pronto en la efervescencia de los nimos, exaltados en el ardor de la lucha. El dia del desengao confina al menos-precio sepulta en las sirtes del olvido esos complacientes auxi-liares de la exageracin apasionada, y solamente subsisten aquellos escritos reposados y leales, donde como en la lmpida superficie de un prisma se quiebran los tornasoles de la opinin.

    Merced particulares circunstancias, los que han promovido esta publicacin se encuentran en el caso de llevarla cima con la respetabilidad de un nombre, legtimamente adquirido en los fastos de la tauromaquia espaola, escrita la exposicin de hechos y jus-tificacin de principios por quien no teme las burlas sangrientas, propinadas en artculos y sueltos de cierta parte de la prensa peri-dica, poltica y literaria, contra la que denomina literatura torera, y dispuesta en secciones que sirvan todos los intereses ligados con ms menos estrechez las vistas de toros. Los ensayos que han precedido nuestros Anales, tanto en artes de torear como en galeras biogrficas y especiales menciones y crnicas, no abar-can el conjunto del pensamiento que estas pginas desarrollan; sin duda porque hasta dias muy prximos no se ha hecho terreno de significacin provechosa el antagonismo las lidias, y su cor-respondiente secuela de invocaciones la cultura, los sentimientos humanitarios, y la estadstica de siniestros en la lucha con los toros; con otras alharacas no menos inoportunas, si bien muy pro-pias del prurito de efecto que activamente estimula los Tntalos de la celebridad contempornea.

    Nuestros Anales probarn que el toreo espaol no es un aborto

  • de la barbarie, desenvuelto en sus lances tpicos en era aciaga para la civilizacin; mantenido en su auge por una tendencia maquia-vlica del despotismo; germen de pasiones aviesas y de hbitos inmorales; vergenza de nuestras costumbres y escndalo de Europa; perenne perjuicio de los adelantos agrcolas, y del fomento del im-portante ramo de la ganadera; espantoso anacronismo en la historia dlas conquistas del espritu cristiano. Estas inexactitudes,fantasmas creadas para asombro de incautos y sencillos, no podrn resistir al resplandor de la luz histrica; huirn en tropel ante la demos-tracin evidente de las bases y frmulas en que descansa el arte del toreo, y que segregan este ejercicio de la condenada profesin de luchadores con fieras, execrada por los escritores eclesisticos y cubierta de oprobio por los legisladores antiguos; se desvanecern al contacto de una realidad de juicio que exento de pasin, hostil como favorable, opone la caricatura y la vana declamatoria el anlisis de las causas eficientes, la lgica rigorosa de los inmediatos resultados, y las ltimas consecuencias de una serie de actos, que si fuesen una aberracin del sentido pblico no tendran su razn de ser en nuestros das, y cuando nombre de la libertad se han conculcado tantas cosas que podan invocarla su vez como nueva y firme garanta de su existencia.

    Si el espacio que nos franquea nuestro propsito no fuera tan extenso y difano, temeramos quizas caer envueltos en la red de malignidades invectivas que se tiende cuantos censuran la predicacin calorosa y tumultuaria contra las fiestas de toros; y esto se debe que ms de una pluma autorizada, rgano de elevada inteligencia y firme voluntad, haya rehusado salir plaza en los pasados escarceos de que fueron campo los peridicos, y con relacin la lidia de reses bravas. Las tres partes en que se divide el libro que entregamos hoy al dominio de la opinin pblica conceden ancha palestra todos los particulares que tienen conexin, directa relativa, con el toreo; y as procederemos con orden y calma destruir una por una las supuestas razones en que estriba la stira desatentada, con que se empean en equiparar nuestras lides los horrendos juegos gladiatorios, las luchas con fieras del anfiteatro imperial las hecatombes terribles del brbaro reino de Dahomey.

    Si la campaa, emprendida contra el espectculo taurino, llevara por norte la propaganda de una opinin, contraria los ejercicios corporales, como el toreo, la gimnasia, la prestidigitacion y los juegos de destreza, inclinando los nimos hacia esos pblicos solaces en que el genio y el ingenio inspiran al arte manifestaciones ms

  • VI

    relevantes que el goce material y las impresiones fsicas, aplaudi-ramos el conato, no obstante de comprender su ineficacia. Pero no sucede as. Se levanta una cruzada ardiente contra la fiesta ms popular, ms histrica, ms genuina del pueblo espaol; y se esgrimen contra ella toda especie de armas ilcitas; y se rebuscan por todos los arsenales de la opinin textos que rebajen y deslustren el espritu nacional que la dio origen y la predileccin patente deque es ob-jeto constante; y se procura aplicar el estigma candente del ridculo cuantos hombres de un mrito real han dedicado su pluma reseas del festejo rasgos biogrficos de los lidiadores ms distinguidos, y sin la mira noble de patrocinar otro espectculo que en popularidad y resultados efectivos reemplaze las corridas de toros, la falange de antipticos al arte de Romero y Delgado (Hillo) se congratulan de manejar esa palanca de Arqumedes, que movera al mundo si llegase encontrar su punto de apoyo.

    Mal que pese los pretenciosos adversarios del toreo, no es la boga, capricho fantstico de la multitud, el sosten de la lidia de reses bravas. Intilmente han tratado varias asociaciones, innova-doras y apasionadas de especialidades extrangeras, de naturalizar en nuestra Pennsula las carreras de caballos y las luchas feroces entre gladiadores forzudos. El pueblo, que es el instinto lgico de las sociedades, ha vuelto desdeosamente la espalda esas implan-taciones aventureras, que carecan de fundamento en su propensin genial, de aliciente en las condiciones de su modo de ser, y que no se enlazaban sus costumbres con ese prestigio de las derivaciones espontneas de su ndole y gustos especiales. Los riesgos del salto de elevacin, los inminentes azares del salto de profundidad, los atroces peligros de la banqueta inglesa, no se insinuaron su pre-dileccin, que acusan de brbara los enemigos del toreo, prestando la sangre de los caballos el grito de justicia, con que la de Abel invocaba al Eterno contra el fratricida Cain. Las enormidades de los boxeadores nglos, la brutalidad de los Alcides de circo, y las expuestas evoluciones de una gimnasia de espectculo que llegan los ltimos trminos de la posibilidad humana, merecen por das su atencin; volvindose muy luego la fiesta que concila con tanta precisin su tradicin histrica con su gusto predominante. N significa esta propensin innegable algo que denuncie la esterilidad de sus esfuerzos la cohorte presuntuosa que toma su cargo abrir nuevo cauce la necesidad de un espectculo caracterstico de cada pas?

    No necesitan nuestros Anales de recomendacin artificiosa que

  • VII

    disponga diestramente, la benevolencia del nimo pblico; y este proemio, ms que el exordio del pensamiento que v desenvol-verse en las pginas sucesivas, es la concentracin enrgica de la idea fundamental que nos sugiere la publicacin de este libro. Tampoco se coloca bajo el patrocinio de los preclaros Prncipes, quienes aparece dedicado, para rehuir los tiros de la crtica, ni los embates de la stira al abrigo de su amparo augusto. Mecenas generosos de ciencias, letras, artes industrias, estos excelsos personages me-recen harto la ovacin agradecida de las especialidades mencionadas; pero fuera del sentimiento loable que la dedicatoria revela, y paga con fineza las deudas del patronato que obliga su hidalgua, desde el asunto de la obra hasta los menores accidentes de su desempeo, y desde la sntesis de su misin en la esfera de la publicidad hasta sus cualidades de mtodo y estilo, nada puede sustraerse al voto de los jueces naturales de todo escrito; que son las personas com-petentes, como jueces de derecho, y todos sus lectores como jura-dos de autoridad incuestionable en la materia.

    Procede exponer antes de desarrollar nuestra idea los lmites por donde la conduce nuestra solicitud al trmino seguro, en que sirva los intereses todos, relacionados con nuestras corridas, y fin de que resulten tratados con separacin, y la vez con claridad y enlace conveniente, los puntos distintos que abarca el toreo, como elementos de una serie de cuestiones, utilizadas en dao de su existencia y en menoscabo de su lejtima significacin, y que nues-tros Anales se prometen, con vlidos ttulos, resolver en sentido favorable su procedencia y entidad; sin ms que arrebatar esas cuestiones la atmsfera viciada del pujilato intelectual para traerlas al terreno del debate mesurado, en que el escarceo se convierte en formal batalla; porque y no basta la travesura ingeniosa de una gacetilla picante all donde se exijen la erudicin y el tacto que impone la tarea de dar un libro la estampa y un nombre la censura de la multitud, sin el incgnito protector de la seccin varia en los peridicos, y sin la especie de inmunidad, concedida los trabajos de mera actualidad y de crticas circunstancias.

    Principiarn estos Anales, denunciando en la historia de todos los pueblos la irresistible propensin convertir en espectculos pblicos las luchas de la inteligencia humana con el instinto de los animales, dotados de mayor fiereza; pasando de los goces salvages de la cacera la organizacin de festejos que popularicen el placer de unas lidias, en que el hombre siente la supremaca so-berana de su naturaleza sobre las organizaciones ms robustas de

  • VIII

    que le rodea la mano Omnipotente. Despus de esta resea general, y contrayndonos los fastos nacionales, encontraremos la historia del toreo, captulo por captulo, y hasta las postreras novedades, introducidas en la esencia y accesorios de este ejercicio.

    La segunda parte de la obra, y esplanadas ya con la oportuna latitud las condiciones histricas de la lidia, estar consagrada la mencin biogrfica de las notabilidades del toreo. No entra, ni puede entrar, en los designios de nuestros Anales, la extravagante mana de dar cierto relieve fantstico la personalidad modesta de los lidiadores: defecto principal, nuestro juicio, de la ((Historia del Toreo, debida al Sr. Bedoya, y publicada en la villa y corte aos hace. No son para nosotros hroes picos, ni luminosas lum-breras, los maestros y celebridades del arte tauromquico. Sacarlos del polo natural de su existencia sera confundir el inters del atractivo cuadro de costumbres con los efectos imponentes del severo cuadro histrico.

    La tercera y ltima parte de nuestro libro se contrae coronar los principios, asentados en las anteriores, con una versin minuciosa de razas taurinas, sus divisas especiales y signos ganaderos; aspecto de los circos en las diferentes provincias de Espaa; costumbres particulares en el orden y juego de las corridas en las plazas nacionales y estrangeras, y accesorios peculiares al espectculo; con un conjunto de observaciones prcticas que entendemos tiles al impulso de mejoras y determinaciones que conduzcan al porvenir del festejo nacional.

    Una vez esplanado nuestro pensamiento en su entidad y en sus pormenores, entremos franca y decididamente en el asunto, justifi-cando en cuanto nos sea dable las esperanzas que hayamos hecho concebir.

  • ra diM i

  • RESEA HISTRICA

    DE LA LIDIA DE RESES BRAYAS.

    P A R T E PRIMERA.

    I.

    L/UANDO se estudia al hombre, en relacin con los diferentes destinos que le prelndica su ndole de s e r sociable por escelencia, no tienen cabida las aberraciones que proceden de suponer convencional, y no absolutamente necesaria, la sociabilidad del linage hu-mano, y la vez se esplican por el testimonio irrecusable de la historia (maestra de la vida, segn Marco Tulio) sus vnculos de familia, de ciudadana, de nacionalidad, de raza y de conexin con sus semejantes en todas las comparticiones del planeta en que habita.

    Desde su origen hasta las ltimas evoluciones de su perfectibilidad, las leyes de progresin constante que a su misin sobre la tierra ha trazado la mano omnipotente, pueden reasumirse en tres principios: crculos concntricos en que su existencia se desarrolla, y que desenvuelven la actividad de la especie, suma de los esfuerzos individuales, en las circunferencias sucesivas de la necesidad, de la utilidad y de la conveniencia: eternos polos de ese giro incesante que constituye la vida de la humanidad.

    Condicin fundamental de su ser, el hombre se v compelido por la ley de la necesidad estudiar los trminos de su enlace con los seres y objetos que le rodean; buscando los medios inmediatos de establecer su propia subsistencia en las resultas de esta investigacin afanosa. Cuando lo necesario y lo indispensable han puesto contribucin los primeros arranques de la inteligencia humana, esta no se contrae rbita tan estrecha, y semejanza del instinto reducido del bruto; sino que el estmulo poderoso del progreso aguza la potencia intelectiva hasta que el bien que produce la necesidad satisfecha se facilita en sus medios, se ensancha en sus consecuencias, y sirve de natural precedente mayor cantidad y mejor calidad de elementos, tiles al propsito providencial de la existencia humana. Todava en la transicin de lo necesario lo til no est marcado el centro de accin del hombre, y las ideas inmediatas y consiguientes se aaden de ilacin en ilacin las conveniencias, en toda la extensa escala que lleva el guarismo en sus multiplicadas combinaciones logartmicas la regin infinitesimal. H aqu trazada k grandes rasgos la polaridad de la racional familia, y desde la animacin primitiva del limo de la tierra por el

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    hlito supremo hasta las esferas de esa inconmensurable eternidad en que su espritu se abisma en los senos de la grandeza soberana.

    La sociedad, como el individuo, denuncia en los perodos de su marcha las inspiraciones alternativas de los tres mviles de la humanidad; ya se considere en el conjunto de sus derechos y obligaciones, que forman la base de los Estados; ya se limite la observacin estudiosa un ramo cualquiera de su rgimen, de su competencia de su representacin. Tan virtuales son las formas de esencia de la actividad humana que lo mismo se ofrecen la consideracin en el todo que en el menos considerable de sus pormenores. En el sistema poltico de los pueblos, el derecho, que es la base de las relaciones de sociabilidad, principia en el derecho natural , germen que la necesidad fecunda en la existencia ntima del individuo. La utilidad agranda la zona de este derecho hasta el c ivi l , que consagra las condiciones de personas, cosas y procedimientos, conducentes la realizacin de estos fines; y hasta el penal, que sanciona las garantas del orden civil , reprimiendo las infracciones y ataques tan preferentes designios. Pronto la conveniencia demuestra el provecho de extender al infinito los beneficios de la asociacin legalmente organizada, y proviene de esta sugestin el derecho pblico, expresin ltima de las aspiraciones levantadas del rey de la creacin. La historia de las ciencias, artes industrias distingue perfectamente este tracto rigoroso de sil perfeccionamiento, originado siempre por las reclamaciones imperiosas de la necesidad; desplegando sus mejoras al impulso de la utilidad impaciente que busca en su desarrollo mayor nmero de ventajas que las directamente indispensables; elevndose la idealidad grandiosa del ambicioso pensamiento, merced los impulsos pujantes de la conveniencia, acosada por esa inquieta movilidad del espritu, irrefragable indicio de su destino inmortal, sentido en su vehemencia por los hombres superiores de esa antigedad politesta, ciega al resplandor de la eterna luz.

    Los espectculos, que vienen ser la manifestacin extrema de la sociabilidad, porque nacen de las necesidades ya atendidas y de las utilidades ya derivadas, respondiendo las exigencias de lo conveniente, despus de lo necesario y de lo til, representan la civilizacin, esto es, el grado de polica y cultura, en que los pueblos dedican el escedente de sus fuerzas activas proporcionarse grato solaz que distraiga sus nimos de las continuas labores y de las especulaciones solcitas. Los espectculos no se sustraen los requisitos capitales de toda institucin humana, y no existe uno que sometido al correspondiente anlisis deje de revelar su cuna en una condicin necesaria de la vida, de referir la ampliacin de sus circunstancias tpicas al influjo de un pensamiento utilitario, moral y positivo, y de marcar en todos sus adelantos el aguijn de la conveniencia que transforma en agrado y atraccin lo que primero fu necesidad, y utilidad ms tarde. Los espectculos tienen su razn de ser, indepediente del rango de accesorios en la vida de los pueblos; y captulos en la historia de la humanidad, son una historia aparte, y en cuyos captulos se observa el progreso moral y material de las generaciones, pasando por la triple accin de la necesidad, de la utilidad y de la conveniencia, ora correspondan la categora de las deleitaciones del espritu, ora alhaguen el sentimiento artstico con sus creaciones, bien consistan en ejercicios de viva y animada impresin en la multitud.

    La filosofa de la historia, como ciencia emanada de prcticas observaciones, lo mismo se desva de las abstracciones metafsicas que construyen un hombre fantstico y una sociedad sonada, que del pesimismo repugnante de las escuelas materialistas,

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    II.

    Fijado el criterio, con que hemos de examinar las instituciones humanas en los perodos de sucesivo desarrollo de todas y de cada una, contraigamos la atencin al primero de los estados sociales, sea aquel en que el hombre, asediado por el iiievi -table decreto de la necesidad, establece sus relaciones primitivas con los seres que le rodean, los objetos que se prestan la esplotacion inmediata de sus urgencias ms exigentes, y las condiciones particulares que pueden conducir establecer solidaridad beneficiosa entre los intereses del individuo y los de Ja colectividad, llmese nacin, distrito, pueblo, tribu familia.

    Omitiendo de buen grado una impugnacin, hoy completamente innecesaria, de la absurda teora de Juan J. Rousseau, que traduce la sociabilidad humana por los trminos convencionales de un pacto, desconociendo la ley vital que la impone sin excusa al ser inteligente, prescindamos tambin de combatir los disolventes principios de Hobbes, y sus derivaciones materialistas; condenando en nombre de todas las creencias dogmticas y morales del universo ese hombre lobo del hombre, monstruoso aborto de una apreciacin filosfica, extraviada por el prurito extravagante de rebajar las obras de la eterna sabidura. Consideremos pues al hombre en la infancia de su edad sobre el globo, circuido de elementos precisos para la subsistencia, de conexiones tiles al desenvolvimiento de sus recursos, y de obstculos para el logro de sus designios,

    que subyugan al ser racional y perfectible meros desenvolvimientos graduales en la esfera raqutica de su mansin sobre la tierra en que mora. Al estudiar los pueblos en todas las huellas de sus pasos progresivos, en todos los estados de su cultura, y en todas las relaciones determinantes de su papel en la grande historia de la humanidad, el criterio necesita fijar clara y distintamente sus puntos de partida; alejndose del afn optimista que reclama en la familia racional la realizacin portentosa de un mito imposible, como del fatalismo sombro que negando libertad la conciencia y rumbo voluntario los actos del hombre, somete las criaturas al arbitrio desptico de un destino incontrarrestable. La historia ha demostrado en todas las fases de su provechosa enseanza el procedimiento de la eterna sabidura para ligar al linage humano los perodos de su perfectibilidad social; y las leyes de la Providencia, sencillas ineludibles, seguidas en sus trmites y comprobaciones por la observacin minuciosa, resultan basadas siempre en la necesidad, como causa inmediata, en la utilidad, como serie de fructuosos corolarios, y en la conveniencia, como extenso dominio en que los intereses del ser racional pueden obtener toda especie de holgura para su fomento, y espacio en que producir en latitud superior los efectos legtimos de sus impulsos.

    Si pues el secreto de las generaciones histricas cuenta por clave de sus enigmas la transicin de las sociedades de lo necesario lo til, y de lo til lo conveniente, el geroglfico es ya una letra elocuente y viva. El individuo y la humanidad son dos entidades que se funden en el crisol de una ley normal y evidente. El problema ha formulado sus tenebrosos y cabalsticos trminos en una solucin concisa y clara. El criterio est fijado, y las apreciaciones vienen clasificarse al abrigo de su lgica enr-gica y concluyen te.

  • n que la vez que le estimulan removerlos, le presentan ocasin propicia de trocar en lucro y ventaja lo propio que le serva de bice y de efectivo dafio.

    Los pueblos todos en su origen son agricultores y ganaderos; pescan y cazan para su nutrimento y defensa; edifican, tegen y construyen, para atender las condiciones ineludibles de la existencia individual y colectiva; armonizan su comeceio y mutua comunicacin con la sancin unnime de los fundamentos de derechos y deberes, y la amenaza h o s t i l las violaciones de tan sagradas bases: comparten el tiempo en perodos de trabajo y reposo, alternativa que corresponde la esencia virtual de la creacin, y d e l concurso que reclaman sus necesidades del ejercicio perenne de su inteligencia y del empleo constante de sus fuerzas fsicas provienen todos los adelantos que llevan las sociedades al cumplimiento de la misin pro-videncial que rige sus destinos.

    El cultivo de la tierra, primera necesidad del hombre, le eslabona con las especies animales que en la zona respectiva pueden auxiliar sus labores, servir los fines de su utilidad, contribuir sus propsitos, y completar las tendencias progresivas que incluye la ley del trabajo. El rheno, el buey, el mulo y el bfalo le prestan su potencia y su mansedumbre. La oveja, la cabra, el caballo, el perro, la gallina, el gato y el cerdo, ora Je proporcionan aumento de peculio, ora le suministran el alhago de su alianza domstica; pagndole todos el tributo de sus instintos y el homenaje de su dependencia sumisa. El elefante, el camello, el dromedario y el asno trasportan sus frutos y efectos, y otorgan su pujanza y su resistencia al acarreo afanoso que escedera la fuerza humana, desprovista de semejantes y eficaces medios. Adelantando el hombre primitivo en el estudio de la naturaleza, asocia sus trabajos hasta las especies ms fieras y rebeldes al yugo de la dominacin: el mastn y el alano guardan del lobo sus rebaos errantes: la pantera y el tigre aprenden cazar en su provecho, dciles la educacin que los esclaviza al arbitrio del ser racional: el rapaz halcn y el gaviln carnicero rinden parias la inteligencia en la servidumbre forzosa de sus instintos sangui-narios, en la cautividad inquebrantable que pone merced del humano las facultades del animal, haciendo depender de su dominio hasta la necesidad del sustento.

    La caza y la pesca complementan con la agricultura y la ganadera los medios de alimentacin de la familia humana, y al mismo tiempo contienen en su propa-gacin las especies abundantes, aminoran el espacio al crecimiento de las bestias dainas, y habitan al hombre sobreponer los frutos de su observacin reflexiva al podero, la astucia y la audacia de brutos salvages, mil veces ms fuertes y valerosos que el rey de la creacin por el entendimiento y la voluntad. La caza y pesca son el manantial fecundo de la industria humana y el germen feraz de la civilizacin en sus inmediatos resultados. El hombre ha aprendido cazar al monstruoso aligador; burlando su rpida acometida, el formidable juego de sus mandbulas y su insistencia rabiosa; mientras pesca la ballena, frustrando cauteloso las convulsiones tremendas de su agona, pugnando en balde por arrancar el harpon agudo de su enorme masa. El hombre ha ensayado con xito la embriaguez y la sofocacin del humo de la pimienta para abatir de la cima enhiesta del latanero al parlero y vistoso papagayo. Conocedor de la estructura de la mano del gimi, ha discurrido aprisionarlo en el hueco del cntaro, embutido en tierra. Invent la flecha, acerada y revestida de plumas, pjaro

  • 1 3 de muerte que corta el vuelo del ave en las alturas del horizonte. Encierra en las mallas de una red los peces menores y en la estrechura de la almadraba los ms abultados y aun disformes. No hay especie animal que deje de contribuir la nutricin, al empleo, al producto de sus despojos en bien del humano.

    La arquitectura, la industria y las artes mecnicas son inseparables de la exis-tencia del hombre y de su condicin inmanente de sociabilidad; pero las contienen en su esfera de accin el influjo del clima, y el imperio de las circunstancias que demarcan las especies de la gran familia humana su rango en la historia del progreso moral, y su parte en la revolucin peridica del espritu que hace la multitud brbara instrumento de prosperidad y cultura, como abate la presuncin soberbia de imperios opulentos y dominaciones seculares, envolviendo en silenciosas ruinas las maravillas de su esplendor, y reemplazando la muchedumbre activa de industriosas generaciones con salvajes kbilas vagabundas hordas. All donde el clima circunscribe las ne-cesidades del hombre, la industria no pasa del vaguido infantil, y la conveniencia no mueve con los panoramas de la ambicin el anhelo impaciente de las imaginaciones sobrescitadas. El raqutico esquimal en sus desiertos de nieve vejeta embrutecido, sacio y abyecto; sin ms ocupacin que proveer sus ms absolutas necesidades, y no entreviendo jams la posibilidad de un adelanto en su existencia mecnica y montona. El gigantesco Patagn en sus ridas islas reduce sus aspiraciones prevenir el sus-tento, la guarida y el abrigo; sin parecer ni aun sospechar que conozcan ensanche los lmites en que se hallan concentrados sus deseos. El imperio de Mjico en la conquista pica de Corts deja traslucir en monumentos y obras admirables los vestigios de una civilizacin ignorada, ya en crtica decadencia. Rusia despierta un dia no distante entre las nieblas opacas de la rusticidad belicosa, y la iniciativa de un hombre superior y la influencia de una. muger peregrina en todos extremos logra arrancar la admiracin y el aplauso del continente en todos los ramos de bienestar para las naciones.

    Las leyes, las costumbres y las prcticas de los pueblos, contando la necesidad por comn origen, giran como dciles satlites en la elptica de la necesidad respec-tiva. Patriarcales en el Oriente, son complicadas y mltiples en el norte brbaro de la antigua Europa; siniestras y feroces en la India; simples ingenuas en la Occeania; brutales y despticas en el interior del frica; mudables y rebuscadas en los paises que ajita la civilizacin en la ebullicin frvida de sus inquietas inspiraciones. Para concluir este bosquejo, digamos que la necesidad es el botn, donde la actividad humana guarda la flor de la utilidad y el fruto precioso de su conveniencia.

    III.

    Hemos visto los pueblos, obedeciendo las inspiraciones de la necesidad y creando la esfera de intereses morales y positivos que permiten su inteligencia y su capacidad fsica las condiciones climatricas, la situacin especial y relativa de su posicin topogrfica, y el perodo histrico en que cumple los designios providen-ciales sealarles su origen en los fastos de la humanidad. Estudiemos ahora el grado en que los esfuerzos necesarios reciben del principio de utilidad nuevos impulsos los elementos vitales de su existencia, ya constituida en sus fundamentos tpicos; organi-

  • zndose en progresiva escala una serie de consecuencias fructuosas que complementan los beneficios inmediatos de las primeras conquistas del espritu y la actividad de las generaciones hitantes. La utilidad imprime saludables y multiplicadas transmutaciones al modo peculiar de ser de las familias primitivas, que ramifieando sus conexiones primeras, originan cambios de especies y productos, en cuya complicacin se envuelven necesidades continuas de adelantos y mejoras en demanda de mayores provechos, que atienden en gradual proporcin favorecer las evoluciones de ese doble movimiento intelectual y material, destinado satisfacer las exigencias de la vida, as en el individuo como en las sociedades. La utilidad es la generacin fecunda de adquisiciones que incluye en su germen ese instinto de conservacin, mvil y norma de la ley suprema de la ne cesidad. Es el fenmeno de la irradiacin, una vez dados el punto luminoso y la consiguiente difusin en el espacio de sus emanaciones. Es, en una palabra, la ley del progreso, que no instiga una superfluidad vana y ampulosa, sino la lgica interminable deduccin de las ideas primarias, azuzada sin intervalo por esa aspiracin incesante del hombre hacia la perfectibilidad: rastro seguro de su tendencia hacala perfeccin sea el vrtice de ese ngulo, donde v confundirse con el solo principio absoluto, que es Dios, segn todas las teogonias del universo, y todos los estudios etnogrficos, remotos v actuales.

    Los pueblos, agrcolas y ganaderos en su origen, se hacen traficado res y fabriles en la extensin de sus relaciones en ambas especialidades; porque produciendo ms que consumen, exportan sus sobrantes trueque de especies que necesitan conducen su utilidad. Los aprovechamientos del dominio de cada individuo y de cada comarca entran en el uso de las industrias que devuelven los elementos brutos y primordiales en artefactos y utensilios; naciendo as de la permuta, contrato originario y patriarca], las mil transacciones, cuyo favor nutre el comercio los ramos diferentes que todos confluyen proporcionar en el cambio la utilidad que resulta de las necesidades respectivas. La ley del trabajo en sus relaciones con las zonas en que la necesidad la desenvuelve, crea elementos de riqueza, trocados de punto punto y ele polo polo por los medios que sugiere el afn utilitario en sus inventos ingeniosas aplicaciones; y as el distrito agrcola envia subsistencias al distrito forjador, que le paga con instrumentos de labranza y cultivo; y el indio fa la exportacin europea los aromas, las maderas preciosas y los admirables frutos de un pas privilegiado, mientras recibe con estimacin los sobrantes de las manufacturas del viejo continente.

    La utilidad transforma en patrimonio comn Jo que la necesidad erigiera en peculio individual; y esto sin alteracin de su razn de origen, y hermanando perfectamente el lucro particular con la ampliacin del trfico que hace partcipes todos de lo que posee cada uno en el espacio en que su actividad se desarrolla. Aqu abundan los minerales: all la vejetacion ofrece exhuberantes productos. Ac la naturaleza parece prdiga de sus dones: all reconoce la industria por causa eficiente la esterilidad del suelo y el rigor del clima. En esta parte del globo los amenos valles, los caudalosos rios y la suave temperatura, brindan a l a poblacin con opimas promesas de civilizacin y bienandanza. En aquella otra, situada bajo el imperio de un invierno glacial, no se puede vivir sino en guerra continua con el oso formidable del polo; pescando al delfn, la marsopa y la ballena; haciendo la foca vctima de la necesidad de alimento y vestido; proporcionando la exportacin el bacalao, la grasa y los despojos de la raza monstruosa de los cetceos. La misma subversin peridica de las castas y

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    de Jos continentes, que la historia registra en sus instructivos fastos, no es otra cosa que la sucesiva elaboracin de la naturaleza moral y fsica del globo, en consonancia con los intereses, sometidos al trnsito de la necesidad la utilidad, v de la utilidad la conveniencia; y en gradaciones ms menos rpidas, segn place los fines del poder supremo y providente dirigir los destinos de la humanidad en esos instantes de la eternidad de su ser que llamamos edades y siglos. El imperio de la civilizacin que hace poderosa la ndia antigua, pasa al dominio del Egipto de los Faraones; destella prodigioso en el reinado esplndido de Salomn; se reparte en las distintas comarcas d l a Grecia, declinando al Occidente; se determina en el Lacio, sojuzgando al universo al yugo moral y positivo de Roma; se fija en la monarqua de Crlo-magno, desenvolvindose de las nieblas tenebrosas de las invasiones brbaras; se derrama en las nacionalidades mulas que se significan en nuestro continente; busca nuevos horizontes en el mundo-virgen que descubre Colon y quien d su nombre Amrico Vespuccio; se alia la emancipacin de la Amrica inglesa, y los progresos titnicos de una sociedad activa, y vida de espacio su inteligencia y su vitalidad robusta. Palrnira, Babilonia, Tiro y Sidon gozaron del fuero de metrpolis del mundo civilizado. Atenas y Roma fueron los focos de luz que iluminaron al universo. El comercio entre Occidente y Oriente enriqueci el litoral del Mediterrneo, mientras que el Atlntico era un abismo sin fondo y sin orillas, medrosa representacin dla eternidad inescrutable. Las indias de Occidente encauzan la riqueza en nueva direccin, y se abren los principios de la sociabilidad humana dilatados trminos, en que vegetaban tribus salva-ges en perezosa indolencia, residuos de castas pujantes en tiempos ignorados, entonces decadentes y envilecidas por intestinas discordias. Florece la civilizacin en el nuevo mundo, heredero de nuestro espritu y de nuestras costumbres con todas sus ventajas inconvenientes; y la Occeana destaca sus islas y sus reinos en el mapamundi; prometiendo la utilidad el lucro de la explotacin de cuantos elementos ha constituido la ley de la necesidad, y franqueando los adelantos de la conveniencia personas y cosas que han brotado d l a sirte de lo desconocido para entraren el concierto universal de nuestro planeta.

    La utilidad responde en la naturaleza moral del hombre la ley de reproduccin en su naturaleza fsica. Sociedad infante, absorve sus productos en sus necesidades propias; as como hasta la pubertad el ser humano emplea todos sus recursos en el crecimiento corpreo. Sociedad adulta, rebosa al exterior para adquirir lo que desea trueque de lo que le sobra; as como el ser humano, consolidada su organizacin, obedece al impulso que le guia comunicar la vida en el comercio amoroso. La influencia de los climas coincide maravillosamente con la regularidad del movimiento peridico que lleva los pueblos de la necesidad al adelanto utilitario, y de este la perfectibilidad de la conveniencia; porque este fenmeno supone un equilibrio de intereses que vendra perturbar un esfuerzo comn y simultneo. El negro es limitado y perezoso en sus guaridas impenetrables: el circasiano emprendedor, altivo intrpido: el malayo industrioso, pero estacionario y sumiso: el cobrizo dcil y apropsito para instrumento de una actividad superior inteligente. En una misma zona, poblada por una misma especie de la humana familia, se representan estas desigualdades categricas hasta el infinito, en las especialidades de nacin nacin, de reino reino, de provincia provincia, de poblacin poblacin, de clase clase. Siempre, y por donde quiera, el mismo principio: la variedad en la unidad y la unidad en la variedad.

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    IV.

    Trazadas ya las fases distintas que las sociedades humanas presentan en el sucesivo desarrollo de los principios de necesidad y utilidad, dediquemos ahora la atencin al perodo en que la conveniencia otorga su ensanche y complemento las condiciones favorables de cada pas hasta llevarlo al apogeo de su cultura, en la esfera de su rango respectivo, en los trminos de su relativa posibilidad, y en las crticas circuns-tancias de tiempos, formas y extensin, que entran en las miras supremas de un poder absoluto, innegable en lo ntimo de la conciencia, como en el fenmeno ms vulgar de la creacin.

    Nada ms absurdo, y frecuente sin embargo, que aplicar un criterio exclusivo ai aprecio de los adelantos de la humanidad, sin consideracin las exigencias de cada poca, situacin especial de cada zona, espacio concedido la actividad de cada porcin de la familia inteligente, y participacin confiada en el cumplimiento de los destinos de un continente cualquiera cada miembro de la seccin, cuyas evoluciones se observan con auxilio de la esperiencia que suministra el estudio histrico.

    La ndia se clasific en castas para relegar al primer orden entre los brutos la multitud dcil y sumisa de los parias, siervos de la raza sacerdotal y de la prepon-derancia patricia.

    El Egipto declar rebao una plebe innumerable, cuyo dominio compartan magos y Faraones, imprimiendo su pujante voluntad una masa obediente y des-tituida de todo gnero de arbitrio propio.

    El Oriente brinda la curiosidad una serie de incesantes deificaciones, que san-cionan el empuje civilizador de Sesstris, Belo, Nabuco y Alejandro, con 'el prestigio de la apoteosis y la reverencia profunda de los pueblos, rendidos la adoracin de sus orgullosos dspotas.

    Grecia proclama la autonoma que devuelve al hombre su entidad, eliminada de la absorcin tirnica del poder sumo; pero esta reivindicacin gloriosa lucha con leyes como la del ostracismo, dominaciones arbitrarias, sacrificios de ilotas y embates rei-terados de los representantes del absolutismo brbaro del Asia.

    Roma sacude la tutela monrquica para adoptar las tradiciones griegas, restauradoras de la significacin personal, nula en las sociedades antiguas; y cuando el imperio conspira renovar la idolatra de las masas por los dueos del mando, tiene que rendir tributo forzoso la representacin enrgica de todas las clases de la sociedad; vindose los Csares adular la plebe con ddivas, visceraciones y lujosos espectculos, la chusma pretoriana con larguezas y distinciones, y las legiones tumultuarias con crecidos estipendios y exageradas franquicias.

    El cristianismo viene fijar polaridad religiosa la emancipacin del hombre de su abyecta esclavitud las clases privilegiadas; y fariseos y escribas, representantes del predominio opresor de los pocos sobre los ms, procuran en balde cubrir de igno-minia el sacrificio cruento del redentor del linage humano.

    La invasin brbara en los pueblos, estigmatizados por la poltica artificiosa de la seora del universo, fu la subversin providencial de un modo de ser, arraigado profundamente por complicados y hbiles mecanismos, y que renov la vitalidad gastada

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    del mundo antiguo con la savia fecunda y vigorosa de generaciones desconocidas, im-presionables, turbulentas, y que en sus costumbres salvages traian ese candor que las preindicaba recibir poco poco los principios de una ley nueva.

    El Oriente, cuna de las dominaciones grandiosas, restableci el equilibrio del mundo moral, contraponiendo la individualidad definida de la Europa cristiana esa ltima evolucin del despotismo que el Alcorn consagra frente al Evangelio.

    Esta rpida resea conduce probar que la civilizacin (esto es, el trnsito suce-sivo de las familias humanas de la necesidad la utilidad y la conveniencia) se divide en perodos alternativos y regulares, que no se aprecian juiciosamente bajo un punto de vista particular y determinado, con un objetivo sin graduacin al panorama de cada era que se analiza.

    Sin castas y privilegios, la vez que sin la servilidad paciente de la muchedum-bre, la India y el Egipto no hubieran realizado esas maravillas monumentales, en que se revela nuestra admiracin, en el esplendor melanclico de las ruinas y en los dispersos vestigios de obras gigantescas, una civilizacin prodigiosa y de sombro re-lieve; porque el pensamiento de osada iniciativa y la voluntad perseverante de sacer-dotes y prncipes no podan encontrar auxiliares de sus empresas sino en aquellos parias y siervos, que gastaban cinco generaciones en tallar un monolito y ciento en labrar el panten de sus monarcas.

    Las deificaciones polticas del Oriente constituyen todo un sistema civilizador, que esparce entre los vastos pases de aquella parte del orbe las pginas de la cultura para recibir los nombres venerandos de bienhechores de la humanidad por tiles inventos, instituciones sabias, los progresos que traen en pos de s la gloria militar las excur -siones aventureras regiones distantes. Osris, Baco, Saturno, Apolo, Jasn, Hrcules, Tseo, Minos y Esculapio, son las advocaciones ilustres en que se rinde el merecido tributo la vida patriarcal, al cultivo de la vid, la agricultura, al arte, la navegacin, la justicia impuesta por la fuerza en los pueblos primitivos, la ciencia que aplica sus principios la vida moral de las naciones, y los conocimientos ordenados de la naturaleza que permiten mejoras sin trmino las condiciones de la familia racional sobre el planeta, en que figura el hombre como ser nico en su especie y destino.

    Grecia y Roma, antorchas de una propia civilizacin, no han menester para llenar sus misiones respectivas en la historia del linage humano ni de la concentracin del poder en razas singulares, ni del concurso activo y pasivo de millaradas sumisas; porque y no se trata, como en el mundo antiguo, de esfuerzos inmensos, de obras seculares, de sacudimientos titnicos para formular el rgimen y polica de los pueblos asociados entre infinitas tribus salvages y entre horizontes medrosos y desconocidos.

    El cristianismo es el Dios-hombre, restaurando en la gracia la estirpe envilecida de Adn pecador: es el fuero individual, desprendindose de las trabas del Estado para reconquistar la armona que establece correspondiente proporcin entre la parte y el todo, sin mutilaciones brbaras ni abrogaciones violentas: es la reconstruccin moral del mundo, una vez superados los obstculos poderosos, y concluida la afanosa tarea, con que los pueblos ms antiguos en nuestra memoria llevaron efecto las sucesivas Iransmisiones de necesidad utilidad y conveniencia, que demarcan su parte en la civilizacin.

    Las irrupciones brbaras en las posesiones extensas de la metrpoli del universo 5

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    fueron evoluciones, anlogas esas vehementes sacudidas de la naturaleza del hombre en los trnsitos sus edades crticas, y relacionadas ntimamente esos cataclismos, con que de vez en cuando cumple nuestro planeta las inmutables leyes, en que el historiador registra catstrofes, y Dios seala desenvolvimientos la obra de su infinita providencia.

    El mahometismo, oriundo del Asia, trajo los caracteres distintivos de todas las instituciones orientales, antiguas y modernas, fundadas todas en la dependencia de un poder teocrtico, y en la imposicin viva fuerza de sus doctrinas; y claro es que rotos los vnculos de obediencia fantica al Califato, y relajada la intolerancia fiera de los primitivos creyentes en el profeta rabe, haban de faltar sus elementos ms robustos la propagacin de la secta, y reducirse zonas incultas, sin naturalizarse en los pases que conocan por la ndole de su civilizacin el desarrollo de la autonoma, despecho de las castas privilegiadas, y de las demasas ttulo de una colectividad exigente y arbitraria.

    Esta serie de ejemplos histricos, escojidos entre los de ms bulto en los anales de la humanidad, conducen la evidencia de tres principios, que entran en nuestra opinin acerca del punto de la conveniencia de las sociedades.

    Primero: que la conveniencia es una ilacin lgica de la utilidad, como esta lo fu antes de las necesidades del hombre; sin que haya medio de confundir los trmites de cada uno de los tres perodos.

    Segundo: que el criterio para juzgar de la conveniencia debe ser relativo las condiciones particulares de cada pas, las preindicaciones de cada poca, y la deduccin rigorosa de la necesidad y utilidad que le han servido de precedentes necesarios.

    Tercero: que la conveniencia, como consecuencia inmediata de la necesidad y de la utilidad, determina relativamente una civilizacin, mejor dicho, una faceta de la civilizacin progresiva del Universo.

    V.

    Al seguir la exposicin de nuestra teora respecto al adelanto gradual de los pueblos h a c i a el polo de su civilizacin respectiva, y en los tres perodos que de-marcan la necesidad, la utilidad y la conveniencia, no habr faltado en el crculo de nuestros lectores quien extrae la altura de la cuestin, como impropia de un libro de esta especie; y tal vez alguno haya pensado propsito de la introduccin precedente que bamos reproducir el escarmiento que Iriarte describe con tanta oportunidad en su aplogo, intitulado la mua de alquiler. Pronto sin embargo que-dar legitimada la procedencia de un criterio fundamental y slido, que en la apli-cacion de sus principios capitales objeto ms reducido se encuentre desenvuelto y explicado con extensin, y por consiguiente ahorre digresiones molestas; bastando enunciar las ideas para que recaiga el juicio formulado y como importa estable-cerlo, clara y precisamente.

    Si el movimiento social reconoce tres estados progresivos en su entidad abso-luta, cada una de sus instituciones, polticas, econmicas, administrativas, cientfi-cas artefactoras, obedecer igualmente las tres condiciones virtuales en el desenvolvimiento de la actividad humana; porque cada parte de un todo es igual

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    V I L

    Demostrado el origen de los espectculos en la ley de la necesidad, veamos el giro que la utilidad viene darles, sacndolos de sus condiciones primitivas y rudi-mentarias para imprimirles carcter progresivo; organizar en facultades, profesiones industrias, las que antes fueran manifestaciones aisladas de la espontaneidad potente, intelectual fsica, del ser humano, y disponerlos la inmediata accin de Ja conve-niencia, como los perodos Jaboriosos de la gestacin determinan el nacimiento de la criatura.

    Cuando los individuos que componen una sociedad determinada han completado, la irresistible sugestin de la necesidad, ese estudio minucioso de sus propias fuerzas, y de sus relaciones con cuantos objetos entran en el crculo de su actividad relativa, forman la sntesis de esta dilatada s e r i e de anlisis para constituirse con ventaja en una situacin de adelanto, que no solo mejore todas las bases de sus instituciones sociales, sino que abra camino la influencia beneficiosa del porvenir para tocar hasta sus consecuencias ltimas los resultados naturales de unos principios, que deben fecun-dizar de consuno la prctica y la esperiencia.

    Dentro de esta ley virtual, que de las necesidades lleva todos los institutos hu-manos recibir el impulso providente de la utilidad en sus elementos respectivos de civilizacin, observa el nimo estudioso las alteraciones que comunica la accin nor-mal de semejante ley la ndole caracterstica de cada pas; esplicndose este fenmeno por causas, que sin llegar ofrecer escepciones de una ley constante ineludible, con-servan cada zona y cada generacin la categora y el rango que en la historia de la humanidad les ha reservado. Aquel que ha puesto un freno de menuda arena al empuge furioso de las olas del mar.

    Si pagando forzoso tributo la necesidad de alternar con los trabajos de la exis-6

    isleo americano salva barrancos y precipicios, acosando la llama de roca en roca. El indio magnetiza ai reptil con sus cnticos y balanceos. El exiguo lapon recorre inmensos desiertos de nieve en el . trineo, que arrastra innumerable trahilla de canes semejanza de lobos. El groelands se engolfa en sus helados mares, enfundado en la piragua disforme que le asimila al hombre-pez del Padre Feijo. El malayo ejer-cita su perseverancia en juegos y suertes de una ingeniosidad peregrina. El negro d espansion en bailes y mimos sus pasiones fogosas, y en sus cultos y festejos denuncia sus instintos feroces. El piel-roja de Amrica, astuto y rebelde las sugecion social, des-plega en sus recreos, como en todos los trances de su existencia nmada, esa fiereza que debe su independencia indomable. El belicoso mauritano cabalga en vertiginosa legin, y corre la plvora con estrepitosa algazara, cuando solemniza bodas, natalicios y dems sucesos faustos. El natural de las islas de Sandwith (Sociedad) rodea su Morai, templo, de frutos de su cosecha, y danza acompasadamente, interpretando su lnguido baile la mansa condicin de aquellos pobladores. En tanto el canbal se retrae los is-lotes inhabitados, y al abrigo de las peas ms speras, para celebrar sus horribles sacrificios, solazarse en la matanza de sus enemigos prisioneros, completar su obra con los delirios de la orga, y dejar sanguinarias huellas de sus festines en el teatro de sus inhumanidades.

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    tencia las distracciones del espritu de sus fatigas, el hombre ha sancionado sus recreos con fiestas relijiosas cvicas y familiares, buscando en la congregacin el concurso de diferentes inteligencias y facultades al propsito comn, importando la escena de sus diversiones cuantas circunstancias propicias le brindaran su posicin y disposicio-nes especiales, el trnsito de los espectculos de su infancia al desarrollo que la uti l i-dad les proporciona debe graduarse en el punto en que brota cada solaz de su germen para marcar sus esenciales formas.

    En las fiestas en honor de Baco, donde se premiaba con un macho cabro el himno mejor de los poetas griegos, seala Horacio la cuna del teatro, que Aristfanes y Eurpides haban de elevar sus condiciones clsicas, con digna admiracin de una agradecida posteridad. Mirando aun ms lejos el favorito de Mecenas, habra visto la pantomima preceder la palabra; seguir la palabra la cadencia rtmica; buscar esta cadencia la suave inflexin meldica, y nacer en fin aquel himno bquico, que segn su frase misma recompensaba un vil cabrn.

    La repblica de Lacedemonia, severamente casta y de ndole guerrera, hace l u -char en pblica palestra sus hermosas doncellas desnudas, disputndose una rama de mirto en evoluciones provocativas, y en bandos marciales dispone la danza prrhica para que sus mancebos manejen las armas hasta en las recreaciones bulliciosas del palenque.

    En la civilizacin Tebana sigue la exhibicin en competencia de yuntas y ape-ros de la venerada agricultura el certamen de las carreras de carros falcados, en que se disputan las tres vueltas la meta, mojn de lmite, los patricios de aquella so-ciedad, inolvidable en los fastos del mundo.

    Cuando la Grecia se convirti en una vasta regin federativa, recojiendo en un prisma inmenso las irradiaciones luminosas de sus distintas comparticiones geogrfi-cas, tuvieron espacioso campo donde esparcirse multitud de especialidades de cada pro-vincia; fundindose en el magnfico todo de los juegos olmpicos el cesto de los beo-cios, el pugilato de los esparciatas, la lucha de los rhdios, la esgrima lacedemonia, las carreras corintias, las evoluciones tcticas pi y caballo de los ateniense y los encuentros de la naumaquia fenicia.

    Roma al salir de sus originarios trminos para domear al Lacio, y despus todos los pueblos del continente, import los gladiadores; los luchadores con fieras; la Troya, cabalgatas de jvenes distinguidos; los juegos gmnicos de la primitiva Grecia; los si-mulacros militares; las monteras, y las batidas de animales fieros por sentenciados esta dura prueba, y despus por aquella legin de siervos que la escitacion vehe-mente de Espartaco hicieron temblar con su violenta insurreccin la metrpoli desp-tica del mundo antiguo. El foro escnico modificaba un tanto la libertad cnica de la stira ateniense; la tragedia perda en Roma aquella propensin las tremendas cats-trofes, que al decir de los historigrafos hacia malparir embarazadas y perecer chiqui-llos de susto; y la comedia reciba un carcter menos agresivo que su original griego, r i -diculizando al vicio sin estereotipar temeraria al vicioso.

    Siempre que los pueblos han desbordado de sus cauces, como aguas acrecidas por las lluvias, la importacin y la exportacin han formulado ese comercio de ideas instituciones, especies y productos, en que la utilidad distribuye los frutos de unas tareas, que la necesidad sirviera de mvil, de tal suerte que la conveniencia los conduzca al ltimo trmino de su respectivo desarrollo. La incultura y la civilizacin,

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    sombra y luz del panorama de la humanidad, eslabonando sus continuadas peripecias en el curso de los tiempos, denuncian los cambios incesantes de sus condiciones en el perpetuo amalgama de intereses que crea la necesidad, que la utilidad relaciona y la conveniencia extiende.

    VIII. Los espectculos, creados por la necesidad de compartir el tiempo entre las faenas

    del trabajo y las recreaciones del espritu en treguas peridicas de su actividad, representan al vivo el carcter peculiar de cada pais, sus condiciones particulares, y sus tendencias al progreso en relacin con su destino en el continente que ocupa. El pueblo agrcola principia por erigir en festejos religiosos y cvicos los comienzos trminos de las operaciones rurales, y y dispone la siembra, haciendo propicios sus dioses con ritualidades, alegres como sus esperanzas; y celebra las vendimias espaciando su jbilo en ajitados bailes y en tumultuosas fiestas. Las tribus ganade-ras y cazadoras traen la palestra del regocijo pblico una expresin enrgica de sus trances ordinarios ms clsicos y decisivos; y burlan las topadas del macho cabro, el antlope y el toro; y lancean al jabal; y sugetan al oso con la argolla en el hocico, bien traspasan con formidables dardos la hiena sanguinaria. Las regiones favorables al desarrollo intelectual propenden al cultivo de las artes recreativas; y sus pobladores cantan; improvisan escenas mmicas; acordan sonoros instrumentos; complican ingeniosamente los cuadros fantsticos; inventan accidentes fascinadores para la esencia de un propio solaz, y exornan los mismos ejercicios corporales con acce-sorios que acrecen su efecto y su prestigio. Los habitantes de zonas incultas, gene-ralmente vigorosos y marciales, responden su ndole, en sus tareas como en sus diversiones; y afrontan en sus pasatiempos peligros y obstculos para disfrutar ese noble goce de la superioridad acreditada. Tcito nos describe con maestra pluma el asombro de las legiones de Mario, cuando atrincheradas frente los cmbrios invasores veian aquellos hijos de la naturaleza salvage, desnudos en el crudo rigor del in-vierno, deslizarse sobre sus escudos por entre los nevados desfiladeros de los Apeninos, y al travs de precipicios horrendos; batiendo las palmas al partir de las speras ci-mas, y amenazando con el puo los soldados de la civilizacin.

    Cuando el progreso determina su curso en ese perodo que hace entrar los productos de las necesidades en el dominio de la utilidad, que los ensancha en el crculo de su competencia, el resultado inmediato de la transicin es perder el espectculo su sello de localidad para atemperarse formas y circunstancias, que favorezcan su desarrollo y faciliten la espedicion de sus condiciones en el desen-volvimiento de su especialidad. As como el comercio transporta de clima clima los frutos de cada zona, preservndolos de influjos nocivos merced precauciones reite-radas y prolijas, la civilizacin importa de polo polo las costumbres, modificndolas medida de las garantas de su implantacin en cada parte del globo. La ciencia ha descubierto en la polaridad del mundo una corriente que atrae y otra que rechaza; y reflejo moral de esta ley fsica, las instituciones sociales, desde las constituciones polticas hasta los espectculos, encuentran simpatas y antipatas en sus introducciones y adelantos; no solo d pas pas, sino de individuo individuo en una propia comarca. Si en su origen los espectculos reproducen el carcter tpico de ios

  • M pueblos, y sou apacibles y artsticos en los de privilegiado clima, y fogosos y mate-riales en los que habitan lugares fragosos latitudes extremas, pronto la cultura introduce la variedad en beneficio de las propensiones diversas en una misma regin. El hombre fuerte y vido de hondas impresiones acude presenciar la lucha, en que la destreza del lidiador prctico burla al bruto en organizados lances, mientras que el inclinado deleitaciones de los sentidos rodea al discpulo de Orfeo, y diviniza la msica hasta las exageraciones de la fbula mitolgica. La utilidad, que es el mvil del perfeccionamiento, induce luego mejoras que sin alterar la esencia de los es-pectculos concillen su ndole respectiva la atencin de los afectos otro orden de ideas. La montera de los romanos disimula su rudeza con la distribucin en el

    *

    circo de bosques artificiales, malezas y breales en vistosas perspectivas, cavernas y grutas de una apariencia sorprendente. La muelle danza, iuclinada la afeminacin de los nimos, se restaura con el auxilio de la esgrima, y nace una especialidad viril y curiosa que sin perder el tipo de orjen despierta el inters de los que me-nospreciaban el poema-baile.

    Una vez que los espectculos pasan por las modificaciones distintas que el estmulo activo de la utilidad impone su primitiva esencia, y con arreglo la mayor menor aptitud de cada regin y de cada localidad para recibir ms menos nte-gramente las bases de su planteamiento y consiguientes resultas, la conveniencia, que es la suma del impulso humano, los encuadra en el panorama de la civilizacin en su respectiva categora; los radica en las costumbres por medio de combinaciones discretas que conceden sucesivo espacio todas las especies de divertimientos que importa, amplifica y difunde; reparte el turno de sus emociones diversas en temporadas, ocasiones y crticos intervalos; convida con los goces ms varios todo gnero de propensiones, gustos y caprichos, y eleva al trmino relativo de perfectibilidad cada especialidad recreativa, hasta los grados que denotan ese apogeo de la cultura, pre-cursor de la decadencia en el instable destino de las generaciones.

    Atenas eleva el gimnasio y el liceo para el desarrollo fsico y moral de su ga -llarda inteligente juventud. Otorga licencia los ritos severos de la casta Diana y las ceremonias lascivas de la impura Cotito. Abre la arena de sus anfiteatros los atletas, untados de aceite para sus luchas, y erige teatros ostentosos, donde alternan el zueco y el coturno. Premia con joyas al vencedor en la palestra de los hrcules: recompensa con los honores del triunfo al ms diestro entre los conductores de carros olmpicos: corona de laurel al vate que escede sus mulos en poemas, himnos y odas: regala ctaras de oro ai cantor que prevalece en el certamen lrico: asigna burlescas ddivas las carreras de lentitud en asnos y al ms visible en la competencia de seres deformes.

    Aquel pueblo, Arepago del buen gusto, admira las tablas de Parrhasio, las esculturas de Praxiteles, los cantos apasionados de Safo, los arranques poticos de Pindaro, la candida sencillez de Anacreonte, la fogosa elocuencia de Esquines, la doctrina de Platn, la originalidad de Alcibades, la custica vena de Digenes, la crtica inflexible de Aristarco, la entonacin brillante de Sfocles, la travesura cmica de Menandro, y no se desdea de aplaudir al saltarn persa, que pasa su flexible cuerpo al travs de toda especie de aros; escucha con inters al charlatn rcade, que espende en ampollas de barro lustral agua de la fuente Azania para hacer antiptico el vino; se congrega al trnsito de Aspasia, Lais y Frinea, honrando la hermosura y la elegancia

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    hasta en las meretrices; se solaza en la barraca de los saltimbanquis con la Pe-treya, vieja que imita la embriaguez, y con las truhanadas insolentes del mimo; se divierte con las habilidades del vagamundo medo, que come estopas encendidas y aloja en su vientre una espada; forma apiado crculo entorno del viejo rapsodista que canta las glorias de sus hroes y los fastos de la patria. Aquel pueblo, rodeado de monumentos preciosos, de estatuas insignes y de testimonios deslumbradores de opulencia y noble supremaca, tanto atiende estos goces del refinamiento social, cuanto a las fricciones ms vivas y rudas de escenas y cuadros de la primordial existencia de las naciones; y maestro en el cultivo de la sensibilidad, desentumece su espritu de la presin artificiosa del arte en la realidad brusca y hasta fiera de la naturaleza primitiva. Aquel pueblo, digno de su glorioso renombre, acepta la vida en todas las fases que la hacen palpitar las escitaciones diversas de encontrados afectos; y rie y llora; y sufre y se burla; y calla y se espacia en vocera ruidosa; es ya espectador, ya actor; ensalza y abate; se deja mecer al arrullo de la ilusin y busca la verdad en sus ms salvages formas. En aquel pueblo no prevalecen los ama-nerados tipos que solo estiman digno del hombre el deleite fugitivo de la sensualidad del atina, ni los caracteres toscos que fundan en las dotes fsicas los ttulos efectivos del mrito.

    liorna hace datar desde la dominacin de Augusto ese perodo de la civilizacin, en que la conveniencia impele, en gradacin rpida y h a c i a el punto culminante de su mayor lustre, cuantas instituciones y elementos han brotado de las necesidades humanas, y la utilidad con el aguijn incesante de la honra y del provecho hizo extenderse en condiciones prsperas su auge, y su alianza con todos los intereses, morales y positivos, que representan el mximum de la cultura de un continente de un pueblo. La metrpoli del mundo, escarmentada en sus tendencias la libertad griega por las prescripciones alternativas de Sila y Mario, por las contiendas porfiadas de Pompeyo y Csar, por las intrigas tenebrosas de Catilina, y los abusos feroces del triumvirato, hizo alto, fatigada de. tanta poltica peripecia, para buscar al fin en la unidad robusta del poder sumo el ncleo de sus aspiraciones; el centro de una accin uniforme y salvadora de sus opimas conquistas; la direccin constante y atinada de sus titnicas fuerzas en las vas del progreso y de la preponderancia social. Desde eutonces, y merced esta discreta renuncia una autonoma inconveniente y peligrosa, el pueblo-rey legitim su fuero la posesin de tan altivo renombre; consolidando sus dominios con la respetabilidad de su justa fama; imponindose la obediencia, ai respeto y al temor, de los pases subyugados por su poltica, sometidos al influjo directo de su autoridad en sus formas gubernativas, y enfrenados en su hostilidad al rgimen severo de los estados fuertes; demostrando hasta la evidencia ms gloriosa sus ttulos la supremaca en el mundo antiguo por sintetizar admirablemente ese extremo grado de ilustracin, en que todos los principios sociales ofrecen sus ltimas consecuencias en deslumbrador panorama. Aquel pueblo, familia-rizado con las eminencias cientficas, con las celebridades literarias, con los genios artsticos, y las especialidades ms insignes en todos los ramos del poder, de la inteligencia y de la habilidad, lleg erigir en sistema aquel nihil mirari (no admirarse), que segn Horacio forma el tipo de una civilizacin completa y digna de los pueblos, verdaderamente grandes en los fastos de la humanidad. Afluyendo Roma cuanto haba en el orbe de escepcional, tpico y notable, registradas por sus

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    IX.

    Dediquemos una ojeada, siquiera sea rapidsima, al carcter de los espectculos en los pueblos de nuestro continente, que con fundada razn se precian de representar el perodo de apogeo en este, como en otros ramos de la civilizacin contempornea. El cristianismo, verdadera restauracin del Jinage humano de las bases y consecuencias que daban su ser al mundo antiguo, no permite ya esa exhuberante grandeza, que reconoca por nico origen el rendimiento de la servilidad de cien pueblos al arbitrio desptico de uno solo; y por tanto ni las dominaciones absolutas se verifican en la escala que la vieja historia ofrece nuestro estudio; ni se obtiene esa paciente su-misin al yugo de una preponderancia invasora, que en pasados tiempos careca de inquietudes continuas, de protestas calorosas, y de movimientos rebeldes una au-tocracia, cada dia menos compatible con la sancin divina de los sagrados derechos del hombre. La humanidad ha ganado considerablemente en el terreno moral, y en las condiciones de los individuos, cuanto haya podido perder en la opulencia pica de ciertos pueblos predominantes, y en la extensin de facultades y medios de la entidad Estado; pero si al juicio dlos materialistas nuestras primeras naciones parecen pigmeas en parangn desfavorable con los alardes soberbios y las prodigiosas huellas de las civilizacio-nes pasadas, el anlisis filosfico descubre una diferencia monstruosa entre el ilotismo,

    triunfadoras legiones cuantas comarcas poseian particularidades peregrinas, importadas las costumbres, las curiosidades y las fiestas, que brindaban al gusto el condimento excitante de lo extraordinario, aquel pueblo se asimilaba todo lo til y todo lo grato de sus provincias y extensas posesiones, mientras impona al universo la marca profunda de su seoro en todas las condiciones y circunstancias de su manera de ser. Ilustrado en las ciencias, letras y artes por Quintiliano, Tcito, Salustio, Cicern, los Punios, Virgilio, Ovidio, Horacio, Plauto, Terencio, Roscio, y cuantas brillantes constelaciones componen las plyadas que determinaron la edad de oro del imperio, avezado todas las maravillas de una fecunda invencin y todos los prodigios de un lujo soberano, y al corriente de todo lo esplendoroso en las civilizaciones pasadas y de todas las singularidades coetneas que podan aumentar el brillo la atraccin de su magnfica existencia, aquel pueblo entr en ese camino anchuroso, en donde no se cierra el paso ninguna importacin ttulo de un egoista espritu de pretenciosa nacionalidad; ni se obstruye nombre de aficiones exigentes el acceso todas las especulaciones diversas de la inteligencia humana en materias tiles y convenientes las miras sociales. En sus espectculos campea esa gran-diosidad que rene en conjunto portentoso todas las formas mltiples de recreacin en todos los pueblos conocidos. Suetonio nos representa la magia de aquellas luchas, que lanzaban de sus crceles ferarias la arena del Anfiteatro al len de la Numidia, la pantera indiana, al potente toro mauritano, la hiena libia y al blanco elefante siams. En el estadio lucan sus encontrados juegos el hondero germnico, el flechero scita, el retiario tracio, y el ndico armado de un venablo puntiagudo. En su circo vinieron cautivar la atencin Nautas, el Hrcules invencible; Ferax, el g la -diador inclume en todos los encuentros; Simn, el mago, mencionado en los Actos de los Apstoles.

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    la servidumbre y la dependencia de la multitud en pocas remotas, y las garantas, la respetabilidad y la significacin de cada hombre en ese todo armnico que se denomina sociedad moderna. Es cierto que para nosotros son irrealizables aquellos milagros de una voluntad sin remoras, que pona contribucin al Universo para una obra pasmosa, y aun para el efmero placer de un dia; pero todo en cambio se encuentra hoy al servicio de todos, y desde los inventos ms inconcebibles hasta la ltima partcula de la cultura coetnea llevan por distintivo sello ese conato de difusin por la universalidad, que renegando del Odi, profanum vulgus del poeta latino, extiende Jos benficos influjos de la ilustracin por todas las clases, como el sol del Evangelio difunde sus rayos sobre los justos y los pecadores.

    Francia, intitulada no sin fundamento la Babilonia europea, sigue en materia de espectculos las tradiciones de los grandes pueblos de la antigedad; conservando amorosamente los ejercicios tpicos de las distintas razas, fundidas en su nacionalidad poderosa; importando con tacto, y para su mejoramiento relativo, las especialidades agenas que tienen fciles trminos de implantacin en su territorio, y aplicacin obvia los instintos y costumbres de su poblacin; consultando cuerdamente el alhago de todas las propensiones en la proteccin de todas las especies de recreaciones conoci-das, y sus anexiones frecuentes en los progresos de la actividad febril de nuestra poca. Las partidas de barra y pelota de sus provincias vascas, las regatas y con-cursos de natacin de sus bretones, las fiestas agrcolas que podemos llamar saturnales de Gascua, el pugilato de zancadilla, la esgrima del palo de Auvernia, y el boxeo de Alsacia, disfrutan de un patronato carioso que se esmera en mantener vivos y florecientes los signos histricos de castas robustas en toda la expresin de sus incli-naciones originarias. Al mismo tiempo abre las puertas de sus coliseos las peras, seria y bufa, de las escuelas clsicas de Italia; adquiere con las carreras de caballos de Inglaterra la tecnologa anglo-sajona en esta costosa especialidad; alia los ejercicios gimnsticos de sus circos la ferie (magia) de los alemanes, y lleva toreros y toros de Espaa Arles, Bayona, Nmes, Biarritz y al Havre de Gracia. En tanto que subvenciona la comedia francesa, fin de que sus clsicos sean estudiados en el foro escnico en todas las dificultades y efectos de su representacin, mantiene una pera nacional, seria y cmica, que se esfuerza en corresponder al esmerado patro-cinio que la cobija fuerza de obras estimables: esparce por todos los ngulos de su vasto territorio la aficin la msica, organizando orfeones y sociedades corales que congregan al artista, al industrial y al bracero, en crculos filarmnicos, con honra de la patria y provecho de las costumbres: asocia sus brillantes exposiciones cien-tficas, artsticas y mecnicas, el contraste de la vida ntima y espectculos pblicos de todos los paises; y aplaude la Ristori, la Patti, Hermann, Leotard y Blondn. Francia, similitud de Grecia y Roma, acepta, saluda y preconiza al in-genio y la superioridad en todos los gneros y en todas las especies; desde el d de pecho de Dupr, que supone aos de estudios y constantes esfuerzos, consagrados la emisin fcil y sonora de una nota elevada, hasta el funambulismo de Madama Sachi, que indica largo y costoso aprendizage equilibrista sobre la tirante cuerda, gradualmente llevada una distancia espantosa del piso: desde la danza area de la Essler y la Gui, bayaderas de Europa que compiten con las famosas de la ndia, hasta el silvato del ciego Picco, que es en los labios del viejo bardo la laringe de un rui-seor: desde las sesiones encantadoras de Macallister, el xey de la falange prestidigitadora,

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    hasta el juego de cuchillos japoneses, que marca el contorno de un hombre con los puales, arrojados con maestra al tabln donde aparece, inmvil y sereno, el paciente que sirve de blanco.

    Inglaterra, ms ruda y viril que su vecina, elude frecuentemente la ley que cohibe su homicida boxeo, tradicin de los fieros sajones; y hasta en el espacio neutral de sus fronteras improvisa palenques, donde los atletas ms acreditados en la esgrima del puo deciden las apuestas en los trances del duelo. Lo mismo atiende popularizar en secciones especiales de sus diarios y revistas las jugadas ms ingeniosas del predilecto agedrez, que fomentar las rias de sus escojidos gallos de combate, sin cesar importados de la India, mezclados con las castas de mayor nombradla en el pas, y objeto de transacciones y empeos de cuanta fabulosa. Sus carreras de caballos representan capitales enormes, fiados al xito en concursos peridicos y animadsimos, y sus caceras de zorros, y batidas de montera, conducen al campo en las estaciones oportunas la juventud distinguida de uno y otro sexo, empeada con avidez en aquella lucha imponente con las bestias dainas y los animales montaraces. En sus teatros se rinde un culto religioso Ja magestad del arte antiguo, y Shakespeare y Mozart reciben su merecida apoteosis cada vez que Hamlet Don Juan se presentan la atencin cautiva de la seccin inteligente del pueblo britnico. mula de la bulliciosa Pars, Londres comparte las temporadas lricas de la pera italiana, y las exhibiciones varias y continuas de gimnastas, ginetes, acrbatas y funmbulos: atrae con el celo del lucro los domadores de fieras, como los concertistas ms insignes: favorece las lecturas y conferencias de profesores eminentes en facultades superiores, y concurre con la curiosidad grave de su ndole formal los clubs de magnetizadores y espiritistas: visita ansioso de instruccin los museos anatmicos, las galeras artsticas y las colecciones etnolgicas, y vaga de barracn en barracn examinando pigmeos, gigantes, monstruos y rarezas fisiolgicas. Pueblos de semejante naturaleza son los que merecen el nombre de civilizados; porque en ellos la opinin pblica es bastante fuerte para resistir las reclamaciones egostas y los empeos vanidosos, cuando conspiran entronizar sus gustos particulares, proscribiendo su antojo las opiniones diversas.

    Rusia, por ltimo, sosteniendo enorme costa la rivalidad de San Petersburgo con Londres y Pars, construye grandiosos teatros, en que la galantera moscovita enriquece con sus preciosas ddivas las notabilidades del spartito italiano; edifica circos, en que vienen lucir sus ejercicios ms notables los primeros hombres y selectas compaas del mundo en materia de gimnstica, y sacrifica millares de ru -blos su constante empeo de poseer espectculos y novedades atractivas antes de que desfloren su efecto en la escena de otras capitales ms afortunadas. El trineo y el patinage, desde la suntuosa elegancia de la corte hasta la audaz exposicin de los incultos labriegos, no decaen por este conato la cultura; y Rusia comprende que fuera indigno relegar al menosprecio una diversin nacional, hija del clima y de las costumbres; y lo comprende algo mejor que esos espaoles, que se adulan con el ttulo de ilustrados, y claman un dia y otro por la prohibicin de las lidias de reses bravas; amontonando sobre el espectculo nacional de su regin toda clase de imputaciones invectivas en alharaca impotente.

  • PE1H0 SIIIEBI

  • X.

    llenos aqu en plena cuestin de lidia de reses bravas, objeto de la parte pri-mera de este libro, y esplicados y los fundamentos constantes de las instituciones de Ja humana familia en sus leyes virtuales y procedimientos tpicos, y aplicados estas leyes y estos procedimientos la especialidad social de los espectculos, en-tramos con desahogo y firmeza en el toreo por un camino desembarazado, y que conduce al terreno ancho y slido, en que nos toca plantear y resolver todas y cada una de las cuestiones que nacen de nuestro festejo caracterstico, y adems combatir y anular completamente las objecciones, ms menos diestras, ms menos leales, que se formulan contra su ndole esencial, sus efectos y su situacin.

    Supuesto que todos Jos institutos humanos han tenido que seguir un curso progresivo y demarcado de la necesidad la utilidad, y de la utilidad la conve-niencia, el toreo en su calidad de espectculo no ha podido eximirse de los trmites naturales y precisos de toda institucin social, y nos cumple examinarlo en cada uno de los tres perodos de su existencia bajo Jas condiciones del criterio filosfico que hemos establecido en anteriores pginas; comprobando nuestras teoras con las de-mostraciones evidentes y multiplicadas que suministra la historia.

    Si la tercera parte de nuestra obra, consagrada dar razn de las ganaderas, no reclamase el estudio preliminar y detenido del toro en su naturaleza, variedades y clasificaciones, lugar oportuno sera este de iniciar ideas luminosas, muy condu-centes por cierto el punto que nos corresponde tratar en este captulo; pero como quiera que aqu sera incidente lo que en su sitio y caso deber figurar como base de sucesivos razonamientos y consecuencias, habremos de adelantar algunas indis-pensables noticias acerca de las razas taurinas; sin perjuicio de versar tan importante materia con la extensin y lucidez que nuestras fuerzas alcancen, y el objeto de semejante anlisis impone nuestra investigacin cuidadosa.

    No ser ocioso advertir que al ocuparnos de la naturaleza del toro en su primitivo estado salvage, y cuando la ley de la necesidad sugiri al hombre la idea de anexionar su dominio esta fiera, susceptible del influjo fsico y moral de la doma, prescindimos voluntariamente de las congeturas modernas sobre las evoluciones anti-diluvianas del planeta opaco en que residimos, y de las huellas prc-histricas de las criaturas fsiles; porque entendemos excesiva esta clase de ilustracin para el propsito de nuestros anales, y mucho ms en un perodo de transicin la resea histrica del toreo en nuestro pas. Sean lo que hayan sido las razas animales en las subversiones que la ciencia se congratula de haber descubierto en las edades misteriosas de la tierra, y resulte lo que quiera de la oscura indagacin de unos tiempos, sepultados en la tenebrosa sima del olvido, bstenos encontrar su origen la conexin primaria del hombre con el toro en las tradiciones ms remotas de la antigedad explorada. Pasaremos de estas adquisiciones seguras la utilidad, que inspir los pueblos la reunin en ganado de la raza bovina y su lucha con la fiereza nativa de esta raza; terminando en la conveniencia que erigi en espectculo el hbito de esta lid, en que el hombre aprovecha la superioridad

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    (Je sus movimientos respecto un animal, que es ms fuerte que gil y ms bravo que astuto: circunstancias especificas y escepcionales, que le hacen capaz de lidia, esto es, de suertes organizadas para frustrar la bravura y la fuerza con el empleo de la serenidad y la maa.

    XI.

    En la familia de los mamferos, especie cuadrpeda, gnero astado, orden de los rumiantes, origen selvtico, domesticable en grey, til en doma por la castracin que cambia su condicin con su nombre, el toro es el smbolo de la bravura ciega y de la fuerza bruta. Tipo de la potencia y hermosura de su raza, que empieza en el clebre unicornio de Plinio (en que la zoologa moderna cree reconocer la traza del rinoceronte, como la sirena muger-marina en la foca), y concluye en el antlope, el toro disfruta de un armamento ofensivo, superior al de todos los astados; una condicin que le remonta la gerarqua de las fieras ms pujantes, sin que instintos carniceros impongan su cacera y exterminio la familia humana como garanta de seguridad; una explotacin ganadera y agrcola, que desde los vastos saladeros de Buenos-Aires viene parar de grado en grado hasta el prado concegil, en que pasta gratuitamente la yunta res, base de la industria del humilde pegujalero,

    La naturaleza en la variedad de sus obras admirables ha producido en el gnero astado al bision, al bfalo, al bisonte y al antlope; mas cuando se cotejan la descripcin detallada del bision que debemos los antiguos naturalistas, la estructura salvage y deforme del bfalo, con su ralo y fuerte pelo que forma guedeja sobre el lomo y sus cuernos retrados hacia el abultado testuz, la traza grosera y pesada del giboso bisonte, con su armadura corta y abierta y su enorme cerviguillo erizado de espesas crines, la conformacin media entre ciervo y cabra del antlope, y su propensin constituir repblica como los castores en muestra de su mansa docilidad, con la figura y condicin del toro, no puede menos de reconocerse en el tipo taurino ese patriciado de raza que denuncian la observacin las prendas externas y las cualidades distintivas. Y paste libre el toro en la selva-virgen de la Amrica meridional, y ostente en el anca en las dehesas andaluzas el hierro de las castas ms tinas y depuradas en sus cruzamientos, siempre ha de encontrarse infinitamente superior sus atines del gnero astado en todas las particularidades que se ofrezcan dentro de su especie; ora sea la corpulenta, adiposa y corni-ancha de Estremadura, ora la pequea, lijera y corni-apretada de procedencia salamanquina, bien recortada, esbelta y de finas agujas, como se cra en las orillas famosas del Ja rama.

    El toro conserva en su reduccin grey el espritu de independencia que caracteriza las razas de origen salvage. Necesita grande y fragoso espacio para su cra, nutricin y propagamiento. La pujanza constituye su derecho al amor, la preferencia y al respeto en la manada de que forma parte. Sestea, posa y se acuesta en puntos determinados por su eleccin; defendiendo de intrusiones estas propiedades que cada animal se traza en la zona comn su familia. Sometido translaciones, cambios de psteos, y dems faenas de ganadera, requiere para

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    sugetarse la obediencia el concurso de los cabestros y los conocedores; y solo la maa, y siempre conspirando fin de sustraerse al destino que le imponen sus guias, se deben herraderos, pruebas, apartados, conducciones y enchiqueramientos. La debilidad y el exceso de predominio de un toro en la grey determinan el abuso sexual ms innoble y la conspiracin ms enconada y persistente; revelando esas costumbres brutas de instintos, refractarios toda modificacin que induzca la servidumbre. Hasta en los toros, criados mano desde su salida del vientre materno, y familiarizados con la existencia del casero rstico entre los animales ms sumisos al dominio del hombre, se v el destello de una bravura indmita cuando el inlujo de la primavera estimula su potencia amorosa, y en algunas lidias se han esperi-mentado boyantes y duros hasta el extremo estos hijos adoptivos del humano hogar.

    El hombre en sus primeras relaciones con el toro salvage ha debido hacerle objeto de su batida y cacera; y desde su persecucin caballo y armado de una larga pica, hasta cansarlo fuerza de provocaciones y engaos de sus rudos ataques, hay un estudio paulatino y gradual, que supone una serie de tentativas osadas de su inteligencia contra el ardor furibundo y el mpetu arrebatado de la fiera; po-li (indo contribucin sucesivamente todas las trazas hbiles al efecto de esquivar el bulto del tope rabioso; bien por movimientos rpidos al par de la embestida del bruto; bien interponiendo entre el animal y el lidiador un objeto que al servir de blanco su iracundo embate desve el formidable golpe en una direccin prxima, pero distinta del cuerpo as resguardado.

    No hay, por ms que se reflexione en el asunto, otra escuela de toreo que la combinacin alternativa de la fuerza inteligente y de la maa industriosa, opuestos segn Jos casos y circunstancias la violencia brusca y la saa tenaz del toro, escitado por el desafo del hombre, ginete pen. La intrepidez sin la pericia es una temeridad lucida, pero dolorosamente aventurada. El manejo tctico sin el valor es la exposicin constante las contigencias que proceden de la falta de presencia de espritu cuando la ocasin ms la reclama.

    El toreo, hijo de las primitivas conexiones del humano con el rey de la especie astada, hubo de comenzar por los arrojos de un bro, escudado por la superioridad de medios, para venir de ensayo en ensayo hasta las hidalgas condiciones de una lucha de potencia potencia. El hondero con su certera puntera, lastimando al toro en el nacimiento de sus astas al golpe de una piedra, averigu una manera de contener al animal y de dirijirle distancia, hasta con el chasquido amenazador de su honda. El hombre caballo se arriesg llegar la res brava; revolvindose listo para esquivar el arranque del cornpeto en su actitud defensiva. Luego intent hostigarlo en la carrera favor de un instrumento largo y punzante; y sin duda un incidente de este gnero de cacera le revel que el toro se podia derribar, empujndole en los cuartos traseros tiempo de sesgar el paso; proviniendo de esta observacin el acoso, origen de la reduccin grey. Otro incidente, la defensa del animal haciendo cara al acosador en su desesperacin sombra, indujo al ginete probar el castigo de la puya, afrontando la arremetida de su adversario con la doble resistencia de su contraccin muscular y el poder de su cabalgadura; y de aqu result la suerte de vara en sus diferentes formas, y segn las disposiciones particu-lares de cada ginete.

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    m El hombre pi, que ya saba acosar con la honda y amagar con el palo para

    inspirar respeto la res, escarmentada con la fijeza y contundencia de sus golpes, reconociendo la dificultad del toro en revolverse, una vez lanzado en persecucin de su enemigo con la impetuosidad de su ndole, calcul que bastaba ejecutar un movimiento, simultneo la embestida, para salvar su persona del choque con la cabeza armada de su terrible agresor. Afinando fuerza de pruebas arries-gadas, y costa de una aficin vehemente, los movimientos cuerpo libre, que hoy denomina el arte cuarteos, quiebros y cambios, naci una lid organizada, cuyas escepcioues deban establecer las condiciones especiales de ciertos y determinados toros; y en efecto las peripecias lastimosas del toreo bulto desembarazado con fieras recelosas, huidas traicioneras, ensenaron al luchador que haba necesidad de un resguardo, intil con las reses boyantes, codiciosas y comunes. Esa providencia, mal traducida con el nombre de casualidad, que en la caida de una manzana descubri Newton una ley de la naturaleza, hara notar la distraccin del toro con el objeto que se ofrece su brutal arranque; y as como la pica del ginete pas del acoso la suerte de vara, el objeto burlador de la embestida se ha perfeccionado desd