Ángel gris

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Ángel gris John French angel gris Sabed que el pasado tiene dos caras. Una brillante y sangrienta y conocida por todos, la otra oculta en las sombras, sus rasgos perdidos en el tiempo. Esa cara olvidada, la cara que nadie verá nunca, esa es la verdadera cara de la historia. La cara de la Guerra Silenciosa. Atribuido a uno de los Caídos El prisionero alzó la mirada cuando la puerta de la celda se abrió. Unas cadenas gruesas como la muñeca de un hombre lo apresaban contra la pared de piedra, colgando sobre él como serpientes de escamas oxidadas. Habían desactivado su servoarmadura, y su peso muerto le inmovilizaba el cuerpo como un juego de grilletes. La pequeña celda estaba excavada en la roca negra, y las paredes brillaban húmedas cuando una figura entró portando una antorcha. El fuego iluminó los ojos del prisionero, y las llamas reflejadas en sus profundidades se centraron en la figura frente a él. Una túnica de un gris oscuro la cubría, pero el prisionero pudo entrever una boca que sonreía entre las sombras más allá de la capucha que le ocultaba la cara. La puerta de hierro se cerró, y un cerrojo sonó tras ella. Repentinamente la celda quedó en un profundo silencio, roto sólo por el crepitar de la antorcha. —Así que sois aquel a quien han capturado… He venido para haceros unas preguntas. Estoy seguro de que entendéis que tenga que ser así. —Haz lo que debas. No temo tus métodos. La figura dejó escapar una suave risa.

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ngel grisJohn French angel grisSabed que el pasado tiene dos caras. Una brillante y sangrienta y conocida por todos, la otra oculta en las sombras, sus rasgos perdidos en el tiempo. Esa cara olvidada, la cara que nadie ver nunca, esa es la verdadera cara de la historia. La cara de la Guerra Silenciosa.

Atribuido a uno de los Cados

El prisionero alz la mirada cuando la puerta de la celda se abri. Unas cadenas gruesas como la mueca de un hombre lo apresaban contra la pared de piedra, colgando sobre l como serpientes de escamas oxidadas. Haban desactivado su servoarmadura, y su peso muerto le inmovilizaba el cuerpo como un juego de grilletes. La pequea celda estaba excavada en la roca negra, y las paredes brillaban hmedas cuando una figura entr portando una antorcha. El fuego ilumin los ojos del prisionero, y las llamas reflejadas en sus profundidades se centraron en la figura frente a l. Una tnica de un gris oscuro la cubra, pero el prisionero pudo entrever una boca que sonrea entre las sombras ms all de la capucha que le ocultaba la cara. La puerta de hierro se cerr, y un cerrojo son tras ella. Repentinamente la celda qued en un profundo silencio, roto slo por el crepitar de la antorcha.

As que sois aquel a quien han capturado He venido para haceros unas preguntas. Estoy seguro de que entendis que tenga que ser as.

Haz lo que debas. No temo tus mtodos.

La figura dej escapar una suave risa.

He venido para encontrar respuestas, no para cortaros en pedazos.

La figura se acerc al prisionero, y ste pudo ver dos lquidos ojos negros centelleando desde el interior de la capucha. Era una cabeza ms baja que un marine espacial, aunque su anchura era similar gracias a la masa de la servoarmadura y la tnica. El prisionero parpade. Su visin era muy aguda, pero era como si su mente no pudiese enfocar a su interlocutor, como si algo en l no pudiera resolverse. La figura dirigi su mirada a la sombra esquina de la celda como si estuviera esperando algo.

Qu tipo de preguntas hacen necesario que me encadenis?

Preguntas sobre lealtad.

La figura acerc la antorcha, dejando que la luz se derramase sobre la bruida y gris superficie de la servoarmadura del prisionero.

Vests la armadura de combate de las legiones, pero sin herldica ni marca de fidelidad alguna. Aquellos ante quienes nos arrodillamos definen quines somos. Ese es el orden natural de las cosas. Sois un individuo indefinido, vuestra lealtad es desconocida, y habis entrado en mi reino. En el mejor de los casos sois un misterio; en el peor

Esto es un interrogatorio o un sermn?

Tiene que ser uno de los dos? Un interrogatorio implicara que somos enemigos, y no quiero creer eso. Un sermn implicara que mi intencin es persuadiros de algo, y no tengo necesidad de ello. Simplemente estoy expresando lo que s que es cierto.

El prisionero mostr las manos en un gesto que hizo tintinear los eslabones.

Estas cadenas indican otra cosa.

Hubo un tiempo en este mundo en el que presentarse sin previo aviso en un dominio ajeno supona la muerte. Agradecedme que os haya permitido conservar la armadura.

La figura se acerc a la pared y coloc la antorcha en un blandn de hierro. Su luz se reflej sobre unos guanteletes negros embellecidos con filigrana de oro. La oleosa luz de la antorcha alej la oscuridad de la pared y el prisionero pudo ver su blter y su espada sierra apoyados en ella.

Las cadenas son una mera precaucin. Os estoy teniendo toda la consideracin que puedo y no me habis correspondido ni con la ms mnima cortesa. Ni siquiera me habis dicho vuestro nombre.

El prisionero ech la cabeza atrs, apoyndola en la pared y notando la fra humedad sobre su cuero cabelludo.

Mi nombre es Cerbero.

La figura dej escapar de nuevo aquella suave risa.

Ah, una leyenda de la antigedad Como queris. Corresponder al honor que me habis hecho. Mi nombre es Luther. Y descubrir qu os ha trado a mi reino.

Iacton Qruze se detuvo en la sombra que proyectaba la pared y escuch. Su servoarmadura era de un gris fantasmal en medio de la noche, y la nica marca que llevaba se perda en la penumbra y la lluvia que caa. Se quit el casco, dejando que sus sentidos saborearan el aire nocturno, notando el olor del relmpago que se formaba.

Cernindose sobre l, la fra piedra de la fortaleza de Aldurukh pareca alzarse cubierta de lgrimas contra el duro cielo. Haba penetrado las defensas exteriores, pero saba que el nmero de guardias, sensores y dems sistemas de seguridad slo se incrementara a medida que se introdujera ms profundamente en ella. Estaba afrontando un riesgo muy elevado, pero el tiempo y la posibilidad de un fracaso total haban forzado su mano. Por la necesidad, la consigna de los ltimos aos, tan amarga e innegable como siempre.

Llevaba das en Calibn, movindose en la oscuridad, escuchando, vigilando, intentando dar con lo que necesitaban saber, con lo que haban venido a buscar. El Len haba ordenado regresar a su mundo natal a una parte de los ngeles Oscuros bajo el mando de Luther. Eso haba sido antes de que Horus iniciara su rebelin. Calibn haba permanecido inquietantemente silencioso desde entonces. En mitad de una guerra de traicin, ese silencio poda significar nada o muchas cosas.

Era una cuestin que haban venido a resolver, pero se estaban quedando sin tiempo. Los ngeles Oscuros haban capturado a Loken. No, pens: Loken haba dejado que lo apresaran. Qruze haba considerado aquella accin una estupidez: se trataba de una jugada peligrosa. Haba esperado cuanto haba podido para ver si Loken lograba liberarse, si su plan haba funcionado. Si Loken haba logrado encontrarse con Luther y haba logrado determinar su lealtad, entonces podran entregar su mensaje y moverse al descubierto. Pero no haba habido seal alguna y haba pasado demasiado tiempo. Ahora la jugada de Qruze deba ser an ms arriesgada.

Nada se mova en el patio ms abajo. Slo se oa el viento y el repiquetear de la lluvia sobre la piedra. Se desliz hacia adelante, la masa de su servoarmadura movindose con un suave susurro. Su equipo de combate poda parecer el mismo que el del resto de las legiones astartes, pero una mirada aguda pondra de relieve las diferencias: la marca nica de un gran artfice era patente en su simplicidad. Qruze se movi hasta el borde del parapeto, avanzando agazapado, notando la lluvia deslizarse por los surcos en sus mejillas.

Un relmpago ilumin el cielo y rugi con furia sobre la fortaleza. Qruze se dej caer del parapeto, el sonido del impacto sobre la piedra bajo l devorado por el eco del trueno. Mir a su alrededor, descansando la mano sobre el blter fijado magnticamente a la placa del muslo.

Nada.

Se movi a lo largo del permetro del patio, mantenindose al abrigo de las sombras, dirigindose a la luz oleaginosa de las antorchas que guardaban el arco que daba acceso al interior de la fortaleza. Estaba apenas a tres pasos de la puerta cuando oy las pisadas. Se qued quieto, aferrando la empuadura de su arma.

Una figura emergi del umbral, la luz de las antorchas recortndola como una silueta reverberante. Qruze poda ver trazada la silueta de las hombreras de una servoarmadura bajo la capa de piel que ondeaba agitada por el viento. Unas cortas alas se proyectaban desde las sienes del casco de mscara plana, y una espada envainada descansaba colgada de su hombro derecho. La lluvia recorra la hoja, y los reflejos de las llamas de las antorchas la hacan parecer una espada de fuego lquido.

Qruze contuvo la respiracin, notando cmo aumentaba el ritmo cardaco de sus corazones. El ngel oscuro alz la cabeza, las lentes rojizas de sus ojos fijas en el cielo. Un rayo ilumin el patio y al astartes envuelto en su capa. Qruze poda sentir las oleadas de adrenalina, fra y aceitosa, en sus propios msculos. Con un acto de voluntad oblig a su pulso a descender. Dentro de sus guanteletes los dedos casi le temblaban.

El ngel oscuro baj la mirada y recorri el patio con la vista. Qruze permaneca inmvil en las sombras. Se vera obligado a disparar al marine espacial si ste se daba la vuelta. Tendra que ser un disparo limpio y mortal, veloz y preciso, un nico proyectil en el instante anterior en el que el centinela alzase su blter. En su mente Qruze simul aquella accin, concentrndose en la coordinacin con el blanco, repasando aquel movimiento inevitable. Poda ver las gotas de lluvia golpeando la plida piel de la capa que colgaba de los hombros del ngel oscuro. Qruze no haba viajado hasta all para matar, pero lo hara si fuese necesario. Se trataba de un hermano astartes cuya lealtad an podra ser autntica, pero aquello no alteraba la necesidad de la accin. En la guerra que ahora luchaban tales cosas no significaban nada. Visualiz el proyectil de punta de mercurio perforando el visor del guerrero, la sbita tensin de sus piernas. Tendra que correr inmediatamente despus de haber disparado para sostener el cuerpo y evitar el ruido que hara al golpear el suelo.

El ngel oscuro se dio la vuelta y volvi al interior de la fortaleza. Qruze escuch cmo sus pasos se alejaban, exhal lentamente y dej que sus msculos se relajaran.

Percibi el brillo del filo de la hoja un instante antes de que se activase su campo de energa. La esttica de la punta le cosquille en la sien y se qued paralizado.

No te muevas le susurr una voz entre el zumbido elctrico de la hoja que le inundaba el odo.

Sobre su hombro izquierdo pudo ver parcialmente unos rasgos enjutos y afilados y una boca lgubre sugeridos bajo una pesada capucha.

Lo haban descubierto, y eso significaba que todos los aspectos de la misin haban quedado comprometidos. La verdad y la lealtad ahora eran irrelevantes. Tendra que matarlo, pero dada la habilidad que deba de poseer su enemigo para haberlo sorprendido tan completamente, aquella no sera una tarea fcil. Qruze trag saliva. Necesitaba anular la amenaza de la hoja de energa para poder moverse.

Puedes hablar, pero si realizas cualquier otro movimiento morirs.

Entendido.

Bien. Ahora dime, por qu ests aqu, Iacton Qruze?

No van a venir a buscaros.

Loken permaneci en silencio. Haba llegado hasta all para hallar la respuesta a una sencilla pregunta: de qu lado estaban los ngeles Oscuros de Calibn? Con el Emperador, o con Horus? El mismo Rogal Dorn haba exigido una respuesta y, junto con su hermano Iacton Qruze, Loken haba partido en su busca.

Pero la respuesta no era tan simple. Haber estado al borde de la muerte en Isstvan III le haba proporcionado un instinto, un sexto sentido para percibir la corrupcin de la disformidad. Al encarar a Luther poda sentir la perturbacin de las energas del inmaterium, la caricia subyacente de la tentacin. No era un psquico, pero en ese momento le pareci que poda ver ms all de los sentidos mortales, como si su vista pudiese percibir un espacio totalmente distinto del material. Los ojos de Luther permanecan fijos en l, sin parpadear. Loken sacudi la cabeza, y dirigi la mirada hacia una de las oscuras esquinas de la celda. La sensacin era insustancial, pero Loken poda sentirla en cada una de las palabras de Luther, saborear en su tono de reserva la sombra de intrigas largo tiempo acaecidas. Poda verla reflejada en el hecho de su propia cautividad en las mazmorras de los ngeles Oscuros.

He venido solo.

Luther sonri, como en respuesta a una broma sutil. Se acerc a l y retir la capucha de su cabeza. Su cara era dura, pero sin la basta brutalidad de los marines espaciales: era humana todava, al menos en parte. Haba franqueza en aquellos rasgos, un aire de suprema confianza vinculada a un agudo intelecto. Era la cara de la fidelidad y la hermandad, la cara de alguien en quin se poda confiar, alguien a quien seguir hasta el final. Loken haba odo hablar de las cualidades de Luther como lder; de aquello haca mucho tiempo, pero al mirar al ngel oscuro era evidente que su reputacin coincida con la esencia de aquel hombre. Era un punto de apoyo sobre el que se elevaban lealtades y conquistas. Un poder as era el que haba unificado Terra y creado el Imperio. Mirando en los oscuros ojos de Luther, Loken comprendi que l haba visto aquella cualidad antes: por un instante, le pareci que estaba viendo al propio Horus, el Horus de una poca ms noble.

Luther se dio la vuelta y se acerc a un banco de piedra que recorra la pared opuesta. Se sent, con la vista perdida a una distancia imaginaria.

Loken lo miraba, su mente repasando estrategias, preguntas y posibilidades. Se haba arriesgado mucho al dejarse tomar prisionero. Podan haberlo matado. Pero era el nico medio para que aquel encuentro ocurriera. Sin embargo, llegado a este punto tena que tomar una decisin que no haba anticipado.

Sueas, Cerbero?

S, lo hago.

Y con qu?

Sueo con mis hermanos.

Y quines son ellos? Los hermanos de tus sueos quines son?

Los muertos.

Luther dej escapar un lento suspiro.

Yo no puedo soar. Desde que el Imperio me cambi no he podido soar. Aunque recuerdo cmo era.

Luther asinti y Loken se sorprendi al contemplar su expresin: haba una luz de comprensin en los ojos de Luther, comprensin y pena.

sta no es la primera vez que te han abandonado a tu suerte, lo veo claramente en tus ojos.

Loken sinti como si las palabras de Luther hubieran levantado la piel de una cicatriz que cubriera el pasado, como si todo ese tormento fuera una especie de insecto clavado a una tabla para que Luther lo inspeccionara. Record el cielo cayendo sobre l, y a s mismo cayendo con l. Record la cara de Tarik, sonriendo ferozmente por ltima vez, y el viento de Isstvan portando el hedor de la hermandad asesinada. Horus lo haba traicionado, haba intentado matarlo y luego lo haba abandonado en un mundo asesinado.

Eso te roba una parte de ti mismo, verdad? Notas algo rido, un hueco en tu interior. Se suele decir que duele, que el alma sangra por ese dolor

Loken intentaba volver a traer su mente al presente, pero no lo consegua. Lo haban dejado entre las cenizas y las ruinas corruptas, entre los muertos, los caminantes malditos del inframundo. Y lo haban trado de vuelta para luchar en una guerra de venganza y futuros rotos.

pero eso no es cierto. Que te abandonen no deja dolor. Todos deseamos eso porque sera mejor que la verdad. La verdad es que no deja nada: ni esperanza, ni dolor, ni perdn.

Loken guard silencio. Poda sentir sus msculos tensndose en el interior de su servoarmadura, empapados del sudor que haban provocado los estimulantes que recorran su flujo sanguneo. Exhal lentamente, instando a su cuerpo a que se calmase.

Luther lo mir ms atentamente. Tras una larga pausa frunci el ceo y se puso en pie. Tom la antorcha del blandn de la pared y se acerc a l hasta casi ponerse al alcance de su mano. Le acerc al luz, y el calor le lami la cara.

Hay algo en vuestro rostro Estoy seguro de que nos hemos encontrado antes.

Luther inclin la cabeza y dio un paso atrs.

En Cardensine, quiz? Oh, aquella s que fue una batalla Los guerreros de la VII Legin desplegados por el campo, las lneas enemigas tan densas que avanzaban convirtiendo en pulpa los cadveres bajo sus botas. O Zaramund? S, tal vez fue all. Luchamos junto a los Lobos Lunares, guerreros valientes, veloces como un golpe de lanza y duros como la roca de Cthonia. Si, quiz fue all.

Loken le devolvi la mirada a Luther sin que sus ojos revelasen nada. En su interior los recuerdos se desplegaban. Cardensine, el Len alzando su espada a los cielos mientras el fuego de la batalla negaba la oscuridad de la noche. Zaramund, donde Loken haba luchado junto a sus hermanos y haba visto a Luther seguir a Abaddon en medio de los reductos enemigos. No haba sido ms que unas dcadas atrs. Loken sinti fro: no debera haber venido a Calibn. Luther no era un hombre a quien se pudiese juzgar con una mirada. Estaba ocurriendo algo ms importante a su alrededor, algo independiente de la guerra que se estaba librando, y que lord Dorn no haba imaginado.

Recordis los campos de batalla de Zaramund?

No recuerdo nada.

Hay algo del feroz acento cthonio en vuestras palabras, Cerbero.

Loken apart la mirada y Luther sonri, su boca abriendo una brecha de sombra bajo la luz de la antorcha.

As que qu os ha trado hasta aqu, obcecado vstago de Cthonia?

Loken lo mir incapaz de ocultar su inquietud por ms tiempo. Haban estado equivocados? Las noticias de la rebelin de Horus haban llegado ya a Calibn?

Las legiones astartes no luchan contra los suyos, ni se introducen como espas en los reinos de otros. Os he preguntado por qu habis venido aqu y no me habis respondido nada. As que ahora me pregunto quin os ha enviado. El Len, mi hermano juramentado? un ligero temblor de rabia reson en sus palabras. Duda de que siga cumpliendo con mi deber, con este singular honor que me concedi?

Por un momento Loken crey ver algo recorriendo la cara de Luther, algo oscuro y furioso bajo la mscara de autocontrol. Pero Luther neg con la cabeza, con la vista fija en la oscuridad. Loken sinti otra vez el fiel de la balanza del destino en aquella pequea celda, rodeado de espadas afiladas y rugidos de ambicin. Y despus aquella impresin desapareci, sumergindose de nuevo en aquel pantano de sensaciones indefinidas.

No no mi hermano. No el Len. Quin, entonces? Y por qu? Luther medit unos segundos. Trais un mensaje para m? Es eso?

Eso era algo de lo que Iacton y Loken no estaban seguros. Si fuera seguro que la influencia de Horus an no se haba extendido hasta Aldurukh todo habra sido ms fcil. Dorn le haba confiado un mensaje para entregarlo a los ngeles Oscuros de Calibn solamente en caso de que estuvieran libres de traicin.

O sois vos mismo el mensaje?

Loken abri la boca. Not cmo las palabras se formaban sobre su lengua: la revelacin de la traicin de Horus, la guerra que divida el Imperio y la llamada a la I Legin para que reafirmaran su lealtad al Emperador. Poda liberar esa verdad, apenas eran unas pocas palabras. Sinti la tentacin, la necesidad de resolver la pregunta irresuelta. Pero la oscuridad y los secretos envolvan el hogar de los ngeles Oscuros: Loken an poda sentirlo como los vientos de Isstvan. Pens en la inteligencia y el poder de Luther y las sospechas inherentes a sus preguntas. Loken haba sido una vez un guerrero, capaz de resolver tales dudas con la simple lgica marcial de la guerra. Ahora slo segua suposiciones y medias verdades. Cmo poda estar seguro de las consecuencias que tendran sus palabras?

Yo no soy nada dijo al final.

Luther asinti lentamente, sus ojos como esquirlas de obsidiana sobre el plido mrmol de su rostro.

Muy bien.

Su tnica se retorci cuando le dio la espalda y se dirigi a la puerta de la celda.

Volver, Cerbero, vstago de Cthonia. Y cuando lo haga decidir lo que sois. Y si sois un heraldo de traicin, descubrir quin se ha vuelto en mi contra.

Loken cerr los ojos y dej que la oscuridad que lo rodeaba fuese completa. Tena que escapar. Haba tomado su decisin: el mensaje de Rogal Dorn y la revelacin de la guerra deban protegerse. El miedo de que sus acciones hubiesen acabado ya con un precario equilibrio de las circunstancias le roa la conciencia. Luther volvera con ms preguntas, y posiblemente con los medios para lograrlas. El Edicto de Nikea haba prohibido el empleo de psquicos en las legiones, pero ya haban sido muchas las veces en las que se haba demostrado que la necesidad deshaca edictos. Volvi a abrir los ojos.

Cmo es que no te ha visto?

Porque nosotros decidimos quines nos ven.

La pequea figura envuelta en una tnica segua en la esquina de la celda: era una silueta de densa penumbra rodeada de un fro halo. Haba permanecido inmvil durante la conversacin entre Loken y Luther, con el hueco abierto a las profundidades de la capucha oscuro e insondable. Loken poda sentir su presencia como un campo esttico, el roce psquico de sus palabras dentro de su propia mente. Haba algo familiar en aquel ser que no era capaz de identificar, como la cara de un amigo olvidado.

Has entrado en mi mente, y he percibido cosas que no existan: la oscuridad, la mancha de la disformidad, las posibilidades, los secretos inconfesables bajo las palabras de Luther. Has sido t.

Te hemos dejado ver algunas cosas que debas saber, pero tus sentidos son limitados, tu mente demasiado ciega.

Qu eres?

Eso ya nos lo has preguntado.

No me has contestado.

Nosotros vigilamos.

Habla claro! No confo en ti!

Tu confianza no es requerida. Te hemos dejado ver lo que debas ver, eso es todo.

Lo que he percibido era real? O slo lo que queras que percibiera? Era era esa la verdad?

Quiz.

No vas a decirme nada ms?

No.

Entonces qu haces todava aqu?

Liberarte.

Loken not que la electricidad esttica impregnaba el aire de la celda, que la energa volva a recorrer su servoarmadura y que su propia musculatura sufra espasmos. Una quemadura actnica recorri su espina dorsal cuando los anclajes de la interfaz entre el equipo de combate y su cuerpo se vieron de nuevo sacudidos por el paso de la energa. Las cadenas que lo apresaban brillaron y se despedazaron, cayendo pesadamente sobre las losetas a sus pies.

El vigilante de dirigi a la puerta parpadeando en sucesivas posiciones, como si su movimiento hubiese sido capturado en una secuencia incompleta de un pictgrafo.

Loken asegur magnticamente sus armas a su servoarmadura, sobre cuyas placas de ceramita crepitaba la electricidad esttica que llenaba la celda. La puerta de abri, y el vigilante parpade a travs de su umbral, con el oscuro hueco de su capucha an encarando a Loken.

Vete. Debes informar a tus seores de lo que has visto aqu.

El corredor estaba silencioso, las antorchas eran unas llamas congeladas en los blandones de hierro que proyectaban unas sombras petrificadas sobre el suelo. Loken mir a los ngeles oscuros que flanqueaban la puerta de la celda, ambos con plidos tabardos sobre sus negras armaduras, con espadas de dos manos que sostenan firmemente con las puntas entre sus pies, visores de color rub que miraban fijamente sin ver cmo pasaba delante de ellos. Sus pasos resonaron sobre el suelo de piedra, su ruido casi aliengena en sus odos, como si fueran pisadas que traspasaran la membrana de un sueo. El turbio eco de la palpitacin de la sangre aumentaba de volumen en sus sienes.

No podemos proporcionarte mucho tiempo, Loken.

Corri a lo largo de los corredores perseguido por el eco de sus pasos suspendidos en el aire muerto. Las sombras comenzaron a moverse de nuevo, las llamas de las antorchas a agitarse como hojas de un libro movidas por el viento.

El ngel oscuro vena caminado con una mano reposada sobre el pomo de la espada envainada. Sus ojos se encontraron con los de Loken en el momento en que est torci la esquina. En un instante la espada del guerrero estaba en su mano crepitando con la energa que recorra la hoja. Loken no estaba all para matar: era un emisario oculto en una fortaleza cuya lealtad an era desconocida o que quiz todava no haba sido decidida. Su mera presencia podra acabar con un delicado equilibrio: una muerte en aquellos corredores seguro que lo hara.

Loken carg con las manos vacas, y las mantuvo as incluso cuando evit el mandoble que iba dirigido a partirle en dos la cabeza: se arroj con todo su peso sobre su oponente en el ltimo momento, embistiendo con los hombros los codos que descendan. El ngel oscuro retrocedi para mantener el equilibrio, y en ese momento las manos de Loken se cerraron a ambos lados de su casco. El guardia cay, y Loken cay con l.

Golpearon el suelo con el ruido de un mazo que astillara un bloque de mrmol. El ngel oscuro an aferraba su espada con la mano derecha. Loken percibi el movimiento de la hoja y logr agarrar la mueca de su oponente. El puetazo vino de ninguna parte. Los dientes de Loken temblaron, oy el crujido de su nariz bajo el guantelete de su oponente, not un zumbido en los odos y la sangre salpic el blanco tabardo del ngel oscuro. Instintivamente Loken alz una pierna y aplast con ella el brazo libre del guerrero, inmovilizndolo contra el suelo, irguindose lo suficiente para descargar sobre l una lluvia de golpes, machacando el frontal de su casco hasta convertirlo en un amasijo retorcido. Las lentes rojizas saltaron en pedazos, y unos ojos verdes derramaron puro odio a travs de las cuencas de ceramita fracturada. El guardia se revolvi en el momento en el que Loken intentaba descargar un golpe definitivo, y ste se encontr derribado sobre un costado, con el brazo derecho inmovilizado bajo el peso de su propia servoarmadura.

El ngel oscuro se puso en pie de un salto, libre para enarbolar la espada por encima de su cabeza.

Quieto!

El guardia gir la cabeza un segundo para ver de quin era aquella voz. Aquello fue suficiente para que Loken pudiera levantarse, apresar los brazos de su rival y empujarlo contra la pared de piedra del corredor, que cruji bajo aquella embestida. La cabeza del guardia golpe con la pared con fuerza suficiente para aturdirlo, y tras una nueva andanada de golpes la espada se escap de sus manos.

Loken slo poda or su propia respiracin entrecortada y ver la sangre que goteaba enmarcando los ojos verdes que lo miraban fijamente a travs de las grietas en la placa facial. El ngel oscuro logr apartarlo de s con un brutal empujn: pareca que su fuerza no hubiese disminuido a pesar de haber sido golpeado casi hasta perder el conocimiento. En un instante estaba movindose en busca de su espada.

El proyectil impact en el ojo izquierdo del guardia y revent su crneo en el interior del casco arruinado para despus esparcirlo como una nube de sangre y esquirlas de hueso. Loken not como la servoarmadura del ngel oscuro se volva un peso muerto entre sus brazos. Haba reconocido el sonido del disparo de un blter patrn Stalker, el zumbido del proyectil y el impacto hmedo de la punta de mercurio. No necesitaba ver al tirador para saber quin haba matado a su oponente. Con mucho cuidado, deposit el cuerpo en el suelo.

Qu has hecho? dijo jadeando.

Lo que era necesario, chico respondi Qruze.

Podramos haberlo reducido. No era necesario que muriera. Puede que hayas ejecutado a un guerrero leal al Imperio!

No ha sido el primero, y no ser el ltimo.

Esto quiz provoque las consecuencias que queramos evitar. Aqu las lealtades an no se han resuelto, y acabas de desequilibrar la balanza en nuestra contra.

Posiblemente. Pero aqu est ocurriendo algo que va mucho ms all de lo que inicialmente imaginamos.

Loken se tom un momento para serenarse. Escupi sobre las baldosas una masa de sangre, saliva y esquirlas de hueso nasal.

No creo que Luther supiera de la presencia de la disformidad, pero la semilla de la corrupcin ya ha llegado hasta aqu. Quiz nuestro mensaje podra haber evitado que arraigara, pero ahora ya no podemos entregarlo.

Ests en lo cierto, pero nuestra misin nos ha llevado a algo ms importante, de una importancia tan vital que mantener secreta nuestra presencia justifica la muerte de este guerrero.

El qu? Qu has encontrado?

A m, Garviel susurr una voz. Me ha encontrado a m.

Un ngel oscuro surgi de las sombras tras Qruze como si acabara de solidificarse de la materia de la misma oscuridad. Loken sinti un escalofro que le recorri la espina dorsal. Un ngel esqueltico extenda sus alas de hueso en la placa pectoral de la coraza negra como el vaco de aquel guerrero. La lluvia haba empapado su tnica, y las gotas repiquetearon cuando la figura dio un paso hacia l. Se movi con un movimiento fluido y relajado que Loken saba que se poda convertir en un golpe mortal con un parpadeo y sin previo aviso. La cara bajo la capucha empapada de lluvia era dura y carente de expresin como siempre haba sido.

Ha pasado mucho tiempo, verdad?

Loken se gir hacia Qruze con la ira grabada en su cara cubierta de cicatrices.

Qu le has contado?

Hemos llegado a un acuerdo.

Loken busc con su mirada los ojos bajo la capucha.

Iacton est en lo cierto dijo la figura encapuchada. Las circunstancias aqu son ms complejas de lo que puedas imaginar. La ignorancia es un escudo y me temo que la verdad que portis no podra hacer ningn bien en favor del Imperio ni de mi legin.

Loken vio a la figura encapuchada arrodillarse al lado del cadver a sus pies: recogi la espada y la deposit sobre el cuerpo del ngel cado, colocando sus manos sobre la empuadura.

Os conducir sanos y salvos fuera de Aldurukh.

Y qu hars cuando nos hayamos ido?

Vigilar y aguardar en silencio. Ese ha sido mi deber por mucho tiempo, y el deber de aquellos que me precedieron.

La figura encapuchada de irgui y avanz a largas zancadas perdindose por el corredor. Loken y Qruze la siguieron, primero andando y despus a la carrera: tras ellos, los ruidos de las alarmas resonaron por los corredores ahogando sus pisadas.

Cuidad donde pisis, hermanos.

Corrieron a lo largo de tneles y tneles excavados en la roca madre, atravesando antiguas puertas de hierro, dejando atrs puentes que colgaban sobre inmensas grutas naturales. Espordicamente les pareca or a sus espaldas el ruido de la caza, pero la figura encapuchada sigui guindolos a travs de aquella oscuridad, de manera que no llegaron siquiera a vislumbrar a sus perseguidores.

Sobre sus cabezas, la tormenta arreciaba a los pies de la escarpada ladera bajo el cielo nocturno. Loken alz la vista hacia los ahora escasos bosques de Calibn, agitados por la lluvia y el viento entre los humeantes complejos industriales. A su lado Qruze se dirigi hacia la figura encapuchada y alz un puo sobre su pecho, el viejo saludo de la Unidad.

Tu servicio ser recordado, hermano. No importa lo que ocurra, no se olvidar.

El recuerdo es algo que no me incumbe. Todos los que servimos en las sombras somos los olvidados. No esta noche, de hecho, he perdido algo, algo que me habis arrebatado y que nunca ser capaz de recobrar.

Loken se qued mirando a su aliado, la nica persona en Calibn que saba la verdad sobre lo que le haba ocurrido al Imperio.

Y qu es eso que has perdido? pregunt.

El ngel oscuro les dio la espalda sin contestar y se dirigi hacia la oscuridad ms all del umbral del tnel que se adentraba en las entraas de la roca.

Loken mir a Qruze con la pregunta an en sus ojos. La mirada del viejo guerrero sigui a la figura encapuchada a medida que sta se desvaneca en la noche.

El perdn, chico. Ha perdido la posibilidad del perdn.