antología de cuentos policiales

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Antología de CUENTOS POLICIALES “Cincomentarios” Quinto grado 2010 Dirección: Lic. Amalia Petroli Asesora de Prácticas del Lenguaje: Dra. Flora Perelman Coordinación pedagógica: Prof. María Marta Oliva Coordinación en Informática: Prof. Laura Szpiezak Docente: Prof. Alba Fuks Sede Nazca (A-1137) Nazca 4966 Tel/Fax: 4571-9124 [email protected] Sede Terrada (A-947) Terrada 3080 Tel/Fax: 4502-8383 [email protected] www.institutoplaterillo.com.ar

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Antología de cuentos policiales escritos por los alumnos de 5to. grado del Instituto Platerillo. Año 2010

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Antología de

CUENTOS POLICIALES

“Cincomentarios”

Quinto grado 2010

Dirección: Lic. Amalia Petroli

Asesora de Prácticas del Lenguaje: Dra. Flora Perelman

Coordinación pedagógica: Prof. María Marta Oliva

Coordinación en Informática: Prof. Laura Szpiezak

Docente: Prof. Alba Fuks

Sede Nazca (A-1137) Nazca 4966 – Tel/Fax: 4571-9124

[email protected]

Sede Terrada (A-947) Terrada 3080 – Tel/Fax: 4502-8383

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www.institutoplaterillo.com.ar

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Antología de cuentos policiales “Cincomentarios” – 5º grado 2010

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Indice

Caso Birsa, por Mateo Chiralt ................................................................................. 3

El mundo del hacker, por Matías Calabró ................................................................ 6

El hotel, por Dominguez Tuchi y Julieta Dominguez Rogers ..................................... 11

El mal corre por mis venas, por Camila Stilman y Victoria Di Tomaso ....................... 16

El misterioso caso de la placa perdida, por Abril De Giorgi y Lara Sorrentino ........... 21

El reptilario, por Cristian Wassner y Facundo Machaczko ...................................... 25

Entre América y Europa, por Ariel Goland ............................................................. 28

La casa de la joya, por Rocío Suárez ...................................................................... 34

Sueño mortífero, por Dino Sassone y Mariano Dabbah .......................................... 37

Un caso y medio, por Sacha Wolkowiski ................................................................ 40

Un crimen en Año Nuevo, por Mateo Crescente y Luca Milazzo ............................. 43

Un trabajo sucio, por Rona Grunstein Arzuaga y Julieta Tozzini............................... 46

El último policial, por Manuel Cano ....................................................................... 51

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Antología de cuentos policiales “Cincomentarios” – 5º grado 2010

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Caso Birsa

Por Mateo Chiralt

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Entré al estudio, al programa de James Birsa, me acerqué al jurado y le pregunté:

- ¿Me podrían contar qué pasó? -le dije yo al jurado.

- Mataron al conductor, Birsa. –me respondió uno de ellos.

- Yo los ayudaré con el caso -les dije.

- Yo me llamo Facundo Moiman y esta noche paro en un Hotel llamado Hilton, les dejo mi tarjeta. Cualquier cosa me llaman .Yo voy a empezar con mi investigación.

Me fui al hotel a descansar. Era un lugar muy lindo, te daban mucha atención y el desayuno era muy completo.

A la mañana siguiente me se presenté en la comisaría con mis datos:

- ¡Hola! Me llamo Facundo Moiman, tengo 39 años y trabajo de detective de la policía. Quiero ayudar para descubrir al asesino del conductor.

Empecé yendo al hospital a preguntar si Birsa estaba muerto, y me respondieron que sí.

Había familiares, amigos y fanáticos de su programa llorando, todos abrazados y tristes fuera del hospital. Más tarde fui a la escena del crimen a buscar una pista. Cuando llegué revisé el cuchillo, que habían encontrado tirado, una o dos veces pero no encontré nada, ni una huella digital y a los policías que todavía seguían allí, les dije:

- ¡Se ve que el asesino usó guantes! Pero por las dudas vayan a analizarlo, buscamos más, pero como no encontré nada me fui a la casa de Birsa a buscar más pistas.

En el camino pensé:-¿Quién estaría tan enojado como para matarlo?

Cuando llegué la esposa de James me invitó a pasar, era alta, rubia y elegante. Y me preguntó:

- ¿Quién es usted?

- Yo soy Facundo Moiman, el detective que va a resolver el caso de su esposo.

- Me invitó a tomar un té y yo… le respondí que sí, y le dije:

- ¿Tiene idea de quién lo pudo haber matado?

- No, pero te diré los que pudieron haber sido…. Johnnie Walker era el asistente de James hasta que descubrieron que puso droga en el vaso de agua de él y lo despidieron. Desde eso, Johnnie lo odia. Otra que pudo haber sido es Carolina Allende, que era su amiga, pero se pelearon 3 años después de que terminaron la facultad.

- Y… ¿Por qué se palearon?

- No sé, James no quería hablar de eso.

- Bueno, adiós Laura. La llamaré cuando sepa algo más.

- Adiós Facundo.

Me dirigí a la casa del segundo sospechoso, Johnnie Walker. Vivía en un barrio común y corriente, en Villa del Parque. El lugar era lindo. Había un Shopping, no muy grande, pero con buenos negocios. Cuando llegué a su casa, me recibió bastante bien; y me preguntó:

- ¿Quién es usted?

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- Yo soy Facundo Moiman, el detective,

- ¿Qué lo trae por acá? ¿Se me acusa de algo?

- Por ahora de nada, pero tengo que hacerle algunas preguntas.

- ¿Dónde se encontraba usted la noche del asesinato?

- Yo me encontraba tomando un café, con mi novia. Allí enfrente, en el bar de la esquina. A las 21hs, regresé a mi casa a dormir; ya que al otro día tenía una reunión temprano en mi trabajo.

- Bueno, Señor Walker, eso es todo por ahora. Buenas tardes, muchas gracias por su tiempo. Y me despedí.

Cuando finalicé el interrogatorio, me dirigí a la casa de Carolina Allende; la última sospechosa. El departamento quedaba en el barrio de Belgrano. Me quedaba un poco lejos, pero valía la pena, ya que casi terminaba el caso. Había transito, porque más adelante había un choque. Más tarde cuando pasé el transito, a las cinco cuadras llegué al departamento.

No era muy alto, sólo cuatro pisos, ella vivía en el tercero. Cuando entramos había un cuadro de Miró al final del pasillo y también un sillón de cuero de vaca, arriba había un par de guantes de látex. Yo le pregunté:

- ¿Por qué hay guantes arriba del sillón?

- Es que acabo de limpiar.

Me ofreció una limonada, ya que hacía calor. Le respondí que no, porque había tomado algo antes de salir.

Luego le pregunté:

- ¿Qué hiciste la noche del asesinato?

- Yo estuve acá en el departamento, yo sola viendo una película.

- ¿Alguien lo pueden probar?

- ¡No!. Ya le dije que estaba sola.

- Bueno eso es todo. Gracias. Cualquier cosa volveré.

Me fui rápidamente a la casa de Laura, la esposa de James:

- ¡Ya sé quien fue! -le dije apenas la vi.

- ¿Quién?

- Fue Carolina. Ella fue la única que no pudo explicarme donde estuvo esa noche. -le contesté yo-. Y en su sillón de cuero de vaca había guantes de látex iguales a los que me describió la policía que encontró en el baño del estudio. Esto me lo acaban de decir por teléfono cuando venía para acá.

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por Matías Calabró

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-Hola ¿Quién habla? –pregunté.

-Yo. -dijo gracioso, Hércules Pick.

-¿Yo Quién?

-¡Yo! Hércules Pick.

-Disculpame, ¡No te conozco!

-Soy un muchacho de la facultad.

-Yo no voy a la facultad y ¿Cómo me conocés?

-Te vi en la revista Perfil.

-Ah…y ¿Para qué me necesitas?

-Me quitaron el email, y quiero saber ¿Quién lo hizo?

-y… ¿Donde vivís? -pregunté curiosamente.

-En Floresta al siete mil en Juan. B. Justo, en un edificio en venta, piso dos, departamento diez

-¡Ah! bueno, nos vemos ahí mañana. A la una, en tu casa para almorzar

-¡Está bien!

-Tut Tut Tut… -colgó el joven.

Mi esposa, llamada Marcela Stuckman, - me preguntó–. ¿Quién era?

-Hércules Pick. -le respondí.

-¿Tu amigo?

-sí.

-Mañana vamos a su casa a la una para almorzar.

-Bueno, mañana te ponés la máscara y el disfraz de detective para que no te reconozca.

Mi esposa es linda, tiene pelo ondulado, nariz pequeña, ojos almendrados, su voz es alta, postura firme, me enamoré de su cara redonda, su mirada es franca, tiene carácter fuerte, cumple las leyes y si cometiera un delito sé que me podría denunciar.

Al otro día…

-Marcela ¿Ya estás lista? -le dije.

-Sí, salimos en cinco. -me respondió.

Estábamos en Foresta y en el barrio había muchas paredes escritas con aerosol.

-Mirá Marcela, yo jugaba acá al fútbol de chiquito. –le señalé.

Es un lugar con portón amarillo y tiene escrito “Supergol”

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-Yo jugaba con Sasha, Ariel, Mariano, Dino, Mateo y Manuel. Ahora que me acuerdo tengo un asado en lo de Sasha.

-Al rato, llegamos a la casa de Hércules.

Tocamos el timbre, nos abrió un pibe con unos quince años con un poco de barba y alto para su edad. Tomamos el ascensor, nos mostró la casa, estaba repleta de posters de “All Boys”.

Durante el almuerzo charlamos:

Me llamo Matías Calabró y ella se llama Marcela Stuckman. –le comenté.

Gracias por venir. -dijo Hércules.

Qué rica comida ¿La cocinaste voz?

Si, cambiando de tema, el caso.

Háblame sobre el caso. -le dije interesado

Un día yo me quise meter en mi email pero no me dejaba entrar. Luego pude.

Y ¿A qué hora te dejo entrar?

A las 3:00, a cada hora me había estado fijando.

A la hora que te fuiste a dormir Matías. -dijo Marcela

¿Y qué te preguntó esa persona? -dijo Matías

Mi nombre, mi apellido, donde vivo, algunas cosas de familiares.

¿Me haces una lista de los que posibles sospechosos, justifícame y el teléfono?

Jorge Pomad, porque le gané el premio al mejor deportista del año 4672-8722

Marcos Pipi, porque le inventé el apodo de Marcos Pis 4256-6389

-Bueno te prometo que investigaremos. Chau gracias por la comida. Me despedí.

-Chau. Se despidió Hércules.

Empecé con Jorge Pomad, y lo llamé por teléfono.

-Hola ¿Jorge Pomad? ¿Te puedo hacer una encuesta? -le mentí.

Si, respondió él.

-Vos nunca hackeaste a nadie.

- ¡No!

-Gracias, chau

-Chau.

-Tut Tut Tut…

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-Marcela este no era -le comenté a mi esposa.

-¿Cómo sabes?

- Porque me lo dijo muy tranquilo.

Seguí con el segundo Marcos Pipi.

-Hola ¿Marcos Pipi?

- Si acá.

- ¡Hola! ¿Te puedo hacer una encuesta?

-Sí.

-¿Voz nunca hackeaste a nadie?

Tut Tut Tut…

-Marcela me parece que fue este.

-¿Cómo sabés?

- Porque me cortó cuando le hice la pregunta.

-Mañana vamos a la facultad.

- Sí.

Esperé que se durmiera para ir a hackearlo, a las tres me aseguré de que se había dormido y fui a hackearlo.

¿Qué hacés? Me preguntó Marcela.

Me fijo en mis emails.

Vamos afuera a dormir, al patio, acá hace calor. No hay mosquitos.

Cuando salí me agarró la policía, había muchos periodistas y uno de ellos me dijo:

-¿Cómo engañaste a todos?

- Yo en realidad no soy Matías Calabró, soy Humberto Loes y lo empecé a hackear. Le di la revista Perfil para que me llame. Yo llame a los sospechosos que me dio él.

Y mi esposa lamentablemente me descubrió.

¿Por qué lo hiciste?

Porque agarró mi celular y se fijo en los mensajes.

-Yo descubrí a Matías cuando me desperté y lo encontré hackeando a Hércules, llamé a la policía engañándolo diciéndole que fuéramos a dormir afuera y lo atrapé. Dijo Marcela. Me parece que mañana no vamos a la facultad. Me dijo burlándose Marcela.

Una semana después…

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Yo estaba en la cárcel, de pronto vino Hércules.

-¿Cambiaste la contraseña? -me preguntó Hércules

-Sí, pero para que te la diga me tenés que pagar doscientos pesos.

-Nunca te pagaré eso.

-Entonces no hay contraseña.

-¡Ay! esta bien pero me vengaré.

Me dio los doscientos pesos

Al otro día…

Un policía me dijo

-Hola, al fin te levantaste Bella Durmiente, está bien Hércules te demando.

-Este niño inútil.

Me llevaron a los tribunales, mi abogado no vino porque se enojó conmigo, no tenía defensa.

-¿Por qué estamos acá? –preguntó la jueza.

-El señor Matías Calabró lo obligo al señor Hércules Pick a entregar doscientos pesos a cambio de su contraseña.

-Pero eso no es un delito. -dijo la jueza.

-Ahí tienes Hércules.

Lo apunté con un cuchillo.

-Alto intento de homicidio, eran cinco años ahora son 10.

Me exalté cada vez más y lo maté.

-¡Cadena perpetua!

-¡Nooooooo! -grité desesperadamente.

Me agarraron de a cinco policías y me llevaron arrastrándome a la cárcel.

-Chau Hércules

Estaba tirado con mucha sangre derramada en el piso.

Llego la ambulancia y se lo llevaron.

Mucha gente lloraba y me insultaban en tono alto mientras yo me reía.

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Por Valentina Dominguez Tuchi y

Julieta Dominguez Rogers

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abaj Eran las tres de la mañana. Estaba en mi casa tomando un café. Yo soy el detective Wilson tengo pelo castaño, nariz pequeña, ojos azules y voz potente. 5 minutos después se me había ocurrido que podía ir a la casa de mi amigo John. Él tiene pelo enrulado, nariz chata y ojos azules. Apenas llegué a su casa, nos llamaron de un hotel para decirnos que hubo un asesinato. El hotel se llamaba Pensilvania y quedaba en la calle Fashion Ave. Fue en la habitación setenta y dos, nos dijo el encargado. Después le afirmé a John

– Empaca. Vamos al hotel.

Luego llamé al taxi y le pedí:

- Venga y estacione al lado de la estación 47 Street.

Cuando vino el taxi, nosotros bajamos lentamente las escaleras. El taxista nos abrió la puerta rápidamente. Nosotros subimos al coche con delicadeza y le dije:

– Llévenos al hotel Pensilvania.

-¿Está seguro que quiere ir a ese hotel?, me preguntó el taxista.

-Sí, estoy seguro, ¿Por qué no querría ir?-pregunté con una mirada sospechosa subiendo una ceja.

-Porque allí aparecen cosas que usted no se puede imaginar.

- ¿Qué cosas pueden aparecer?. Indagué.

-Señor escúcheme con atención. Usted entra ahí y sale herido.

Mientras estacionaba el taxi pudimos ver un hotel con un montón de telas de araña y muchas ventanas. Cuando abrí la puerta vi gente gorda y lastimada.

De pronto, un señor extraño se acercó a nosotros y nos saludó.

-¡¡¡Bienvenidos al hotel Pennsylvania!!! gritó con una voz ronca. Yo lo miré. Era un señor muy bien vestido, de ojos marrones, pelo rubio y postura firme, parecía un militar.

-Señores los acompañaré a su habitación, nos murmuró. Nosotros lo seguimos. Cuando llegamos al ascensor yo miré a mi amigo y le susurré:

- Este lugar es muy raro.

Cuando estoy por apretar el botón nos aconseja el mayordomo:

- Déjenme apretar el botón para llevarlos a su habitación ¿Qué piso tienen?

- Tenemos el piso tres.

- ¿Acá fue el asesinato?- pregunté.

-Sí, pero usted ¿Es Wilson, el detective?

- Si soy yo y él es mi amigo John. Le respondí.

- ¡Ay qué suerte que vinieron!- Nos confesó.

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-¿Por qué señor?

-Porque nos estamos quedando sin gente, sin empleados y hay gente que está muy asustada por este caso. En este hotel están pasando cosas muy raras. ¡¡¡Tengan mucho cuidado!!!.

Cuando llegamos John me preguntó:

¿Es aquí el piso cuatro?-.

El ascensor se abrió, mientras que nosotros mirábamos al conserje y éste nos despidió:

¡Que descansen, buenas noches!.

Lentamente se cerraron las puertas. Cuando miramos hacia atrás había un pasillo largo. Mientras caminamos vemos los números de las habitaciones.

Nuestro cuarto era uno de los últimos. Cuando abrí la puerta de la habitación vi un cuarto gigante y camas muy cómodas, las paredes estaban sucias y las cortinas rotas. Ya eran las 5 de la mañana. Estábamos muy cansados. Nos fuimos a dormir.

A la mañana siguiente, a las nueve, fui a despertar a John. Apenas se despierto mi amigo, nos fuimos a desayunar. Tres minutos después escuchamos un grito. Salimos rápidamente a ver qué era lo que pasaba. Corrimos. Vimos a una niña de alrededor de nueve años, tenía pelo lacio y rubio, nariz pequeña y unos hermosos ojos marrones. Nos arrimé a ella para consolarla, y le preguntamos su nombre. Se llamaba Britani.

- Qué lindo nombre- le afirmé. ¿Y tu madre?- pregunté.

-Mi madre ha fallecido en este asesinato. -¿Usted es Wilson?-

-Sí, niña ¿Cómo sabes vos de mi?-Pregunté y me contó que el conserje, le había dicho que vendría. Enseguida la acompañamos a su habitación. Cuando llegamos a allí, la niña expresó:

-Oh, mirá ahí está mi hermana Jen-

Me mostró a su hermana. Ella estaba estudiando en un sofá acogedor.

-¿Ella es tu hermana?- Le pregunté

- Sí, es mi hermana mayor, tiene diecisiete años.

Yo vi que tenía el pelo rubio, ojos hermosos y nariz respingada.

– A ella no le gusta estudiar y siempre quiere estar con sus amigos-. Nos contó Britani.

-¿Vos viste a tu madre morir?-Le pregunté a la niña.

- No, pero tengo algunas pistas que les pueden servir.

- ¿Cuáles?

-Encontré un pinta labios y un frasco de veneno en el pasillo del hotel. También vi que cuando llegamos y vimos que tenia sangre en la boca, había huellas de sangre en el piso. Ahora les voy a contar la historia que pasé antes de llegar a este hotel. Antes de venir acá, mi hermana y mi mamá tuvieron una pelea. Mi mamá no la dejaba hacer lo que quería. Yo no sé lo que quería,

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pero mi hermana estaba furiosa y se encerró. Además cuando llegamos mi madre empezó a pelear con el vecino, que estaba un poco loco y con la mucama porque le había manchado su valija de cuero con kétchup. Yo creo que fueron ellos los que quisieron matar a mi mamá.- Contó angustiada la nena-. Después de todo este día, fuimos al cuarto a acostarnos con mamá y mi hermana. Mi mama le pidió a mi hermana que quería un vaso de agua. Al amanecer mi mama estaba tirada en el suelo de su habitación setenta y dos. Yo y mi hermana estábamos en la habitación setenta y tres.

- Bueno jovencita gracias por todo. Te prometo que este caso lo voy a resolver.

De golpe escuché una risa. Era la señora Pop, ella era la mucama que había discutido con la mamá de Britani y Jen. Ella era gorda con pelo sedoso, tenia manos muy gordas y grandes, ojos saltones y voz chillona.

- Hola Sra. Pop ¿Puedo hablar con usted?

- Sí, claro- me respondió

-¿Qué sabe usted de la Sra. Pamela?-

-Una mañana temprano se me cayó kétchup en su valija porque estaba comiendo un pancho muy rico. La Sra. Pamela se le ocurrió pasar entre medio de donde yo llevaba las cosas para limpiar. Sin ceder me tropecé y mi pancho quedó en la valija de ella. Se enojó y se fue a su habitación.

- ¿Sabe algo del vecino de ellas?- pregunté ansioso

- Sí, él se fue el martes a Italia y volvió el viernes

- Dígame, le pregunté-¿Cuándo fue el asesinato?

- El miércoles 18 de Abril.

- Gracias Sra. Pop tenemos toda la información que necesitábamos. Miramos hacia el costado y estaba la habitación setenta y dos .Fuimos corriendo hacia ella, cuando entre apareció la víctima. Ella estaba con sangre en el cuello y con un vaso roto en su mano, había agua en el suelo y una bolsa de veneno debajo del sillón. Agarré el vaso y vi que tenía huellas de manos chicas. Me acordé de las manos de la Sra. Pop y eran gigantes. Con mi dedo gordo tomé un poco de sangre. La noté extraña. La chupe. No era sangre, era ketchup, después la envié a analizar con John…Miré la valija y estaba limpia pero parecía manoseada por fuera. Después salí del cuarto tenía que pensar tranquilo.

La Sra. Pop y el vecino están descartados porque él se fue de martes a viernes y asesinato fue el miércoles. La valija tenía manos como de adolescente. Así que relacionamos a la niña mayor, era la única con ese tamaño.

Fui a la habitación de las chicas y le grité Jen -¡Fuiste tú!, tú mataste a tu madre estás arrestada.

- Pero yo no fui.

-Sí, fuiste tú di la verdad-¿Cómo podes probar que yo fui?- Me preguntó asustada. Y yo comencé a relatar todo lo que había pasado:

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-Tu ayer a la noche cuando tu mamá te pidió un vaso de agua pusiste el veneno en el vaso de tu madre, luego se lo diste. El veneno lo pusiste abajo del sillón para que nadie lo encontrara pero hay una cosa que no entiendo ¿Por qué mataste a tu mamá?-

-Está bien fui yo y la maté porque me arruinaba la vida. Yo no quería estudiar, quería estar con mis amigos e ir a las fiestas.

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El mal corre por mis venas

o sucio

por Camila Stilman y

Victoria Di Tomaso

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El sábado 25 de septiembre se encontró al señor Rubén Chridoyle muerto en la puerta de su habitación del hotel Turismo.

Marina está en la oficina de Diana y ella la interroga

- Yo no fui!!!. -Gritó enojada y nerviosa la señora Marina Castreli. Defendiéndose con su coartada. Ya le dije que desde las siete hasta las doce de la noche estuve en el casino.- ella dijo agotada.

- A ver, repasemos. El Sr. Rubén Chridoyle ha muerto entre las ocho y las nueve en la puerta de su habitación. Además sabemos que usted es amiga de la esposa del difunto. Trabaja a unas cuadras del trabajo de él y cuando salían se iban juntos al hotel. Su habitación está enfrente de la de la víctima y por último encontramos un rimel con sus iniciales en la alfombra del pasillo. Ya se puede retirar. Héctor tráeme café y pídale al Sr. Santillán que entre.

- Lucas, pase a la oficina 3.

Héctor no era como la detective Diana, ella era ágil, fría, fina e inteligente, en cambio, él era más abierto que ella, era confiado y robusto, también algo torpe.

- ¡Buenas che! ¡Todo bien!. Dijo Lucas lo más campante.

- No me tutee, Sr. Santillán estos lugares son mas serios.

- Su ayudante es mucho más agradable que usted.

- No me interesa hábleme sobre lo que pasó, lo que vio y lo que sabe.

- Bueno…dijo un poco asustado mientras que se sentaba en una silla gastada. La oficina era oscura y aterradora, igual que ella.

- ¿Qué estuvo haciendo entre las ocho y las nueve de la noche?

- Estuve limpiando los pasillos del hotel, como siempre, pero en ese momento yo estaba en el piso 5 justo abajo del del Sr. Rubén. Después de eso escuché unos gritos. Subí asustado y lo encontré tirado en la puerta de su habitación. Seguí caminando y encontré manchas de sangre y en eso los llamé a ustedes. Después llamé a su esposa y le conté lo sucedido. Karina me dijo que le habían llegado cartas, amenazantes.

- O sea, que a Rubén lo habían secuestrado antes de su muerte. Interrumpió Diana.

- Sí tres días, y a parte para mi fue una trampita

- ¿Por qué?

- Y, porque en una de las cartas decía:

Si querés ver a tu marido de vuelta tenés que entregar $100.000

La señorita entregó la plata y al día siguiente, lo vio, pero muerto. Ayer cuando lo llamé.

- Ya es suficiente, puede irse.

En eso entró Héctor con una taza de café. Esta era color blanca con líneas rojas y tenía dibujado un gato con una mirada penetrante. Héctor apoyó la taza y se retiró dando unos saltitos. Ella tomó unos

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sorbos y se puso a pensar a quién le faltaba interrogar para resolver el caso. Se fijó en su agenda y vio que el siguiente era yo. Me pidió que entrara con una voz grave. Entré y me senté.

-Buen día ¿Cómo le va?-saludó Diana.

-Bien ¿Y usted?

-No hace falta que sepa. Acá las preguntas las hago yo ¿Entendió?

-Sí, entendí perfectamente.

- A ver, ¿Dónde estuvo desde las 8:00 hasta las 9:00?

- A esa hora estaba en el Mc. Donald`s con mi novia.

-¿Y a qué hora se fue de ahí?

-Más o menos 10:30.

-¿De dónde lo conoce al muerto?

-Lo conozco de la secundaria y la semana pasada fui a mi nuevo trabajo, el Instituto de Computación Argentino y resultó que es el mismo trabajo que el de Rubén.

-¿Tuvieron algunos problemas en la escuela?

-Sí, pero ya los resolvimos.

-¿Alguien es testigo de esas peleas?

-Sí. Mi amigo Federico.

-¿Me podría dar su número?

-Sí, como no, es: 4588-9235.

-Listo. Ya puede irse.

En eso Diana llamó a Héctor. El vino corriendo y ella le pidió que le traiga el abrigo porque iban a salir. Cuando se lo trajo bajaron de la oficina. Y fueron al MC Donald´s. cuando entraron había muchos chicos corriendo y jugando con globos de colores. Se sentaron en unas sillas y se pusieron a pensar quién podía ser el criminal

-¡Diana!- Gritó Héctor con una voz chillona.

-¿Qué?

-¡Ya sé!

-¿Qué ya sabés?

- Que Pedro había dicho que el día del crimen vino a este lugar -.

-¿Y qué tiene?

-Que si ya estamos acá porqué no averiguamos si Pedro en verdad vino-.

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-Bueno.

Se pusieron en fila y ordenaron unas papas fritas. Cuando se las entregaron pidieron hablar con el dueño. Sancho, el jefe, dijo que ese día tuvo que cerrar porque era el Bat-Mitzvá de su hija. Diana preguntó a que hora abrió y a que hora cerró -.

-Y, abrí a las 7:00 y cerré a las 13:00, además todos los del negocio son familiares y faltaron también.-

-¡Muchas gracias! Ya tenemos todo lo que necesitamos. Lo único que nos falta es

Interrogar al amigo de Pedro.-

-¿A Federico?- preguntó Héctor.

-Sí a él.

Diana tomó su celular, lo llamó inmediatamente, y le pidió que vaya a su oficina a las 18:00.

Él fue con un traje muy fino, ella quedó estupefacta. Por primera vez se había enamorado a primera vista. Era un muchacho de ojos azules, pelo lacio y su nariz era respingada. Era el chico ideal para ella. O al menos eso pensaba

-¿Hola como le va?-dijo ella casi derritiéndose en el piso

- Bien. Es un placer conocerla.

-Igualmente. Póngase cómodo. Le voy a hacer unas preguntitas.

-Me parece bien.

-¿Usted es muy amigo de Pedro?- preguntó para comprobar que lo que dije era verdad.

-Sí. Nos encontramos todos los martes en el parque Cumba Cúa. Desde las 19:00 hasta las 20:00.

-Y… ¿Se encontraron este martes?

-Sí y estuvimos planeando cosas…

-¿Qué tipo de cosas?- preguntó con desconfianza. Ya estaba sospechando de mí y de Fede. El bobo lo estaba arruinando todo.

-Eh… cosas, cosas más privadas.

Se escuchó un silencio, que duró unos segundos. De repente, Diana dio un movimiento brusco. La silla voló por los aires hacia atrás. Su cara pasó de enamorada a decepcionada y enojada. Se había dado cuenta de que fui yo con Federico de cómplice. No tendría que haber confiado en una persona tan tonta como él. Lo esposó y mandó a Héctor a buscarme. Yo en ese momento estaba en el parque. Fijándome en mi notebook, que es lo que pasaba en la oficina de Diana. Después les cuento como. Corrí unas calles. Estaba tan nervioso por salir de ahí que me topé con Héctor, me tiró al suelo. Me tapó la boca y me dijo:

-Estás acabado.

Traté de escapar, pero se me tiró encima. Creo que fue con un tacle. Ya que juega al rugby. Me llevó al departamento de la policía, a la oficina 3. Ahí estaba Diana y Federico. Ahora estoy en el

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manicomio porque me hicieron unos estudios y vieron que estoy loco. Mis compañeros me hicieron preguntas como:

-¿Cómo sabías todo lo que se hablaba en la oficina, en el MC. Donald`s y en el parque?-

Les respondí que el día de la muerte puse un chip en la herida de Rubén y cuando Diana fue a investigar se le enganchó en el reloj. Otras de las cosas que me preguntaron fue si había realizado el crimen. Y fue así:

El martes me encontré en el parque con mi cómplice para planear el asesinato. Terminamos a la 20:00 y el miércoles luego del trabajo lo agarré a Rubén en la esquina del Instituto, lo adormecí y lo metí en el baúl de mi auto lo mantuve ahí tres días. El sábado lo llevé a su habitación a la fuerza y lo maté. Durante esos tres días Federico se encargó de las cartas amenazantes.

Ernesto, un compañero del manicomio, me preguntó porque lo había hecho y le conté que era porque en la secundaria me avergonzaba mostrando a todos, mis peluches rosas que escondía en mi casillero. Me enojé tanto, que decidí que algún día me iba a vengar de él. -Lo único que tengo es mi osito y tengo que confesar que el mal corre por mis venas.

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Antología de cuentos policiales “Cincomentarios” – 5º grado 2010

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por Abril De Giorgi y

Lara Sorrentino

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Antología de cuentos policiales “Cincomentarios” – 5º grado 2010

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Era una mañana lluviosa y tormentosa. Yo estaba en mi casa, sentada en el sillón leyendo un libro. De repente, sonó el teléfono. Me levanté y fui a atender.

Una voz potente me dijo:

-¿Hola? ¿Hablo con Jazmín Albarrial, la detective? -.

Era mi primer caso y no sabía que contestarle. Así que me quise hacer reconocer.

-Sí, soy yo, ¿qué ha ocurrido?-.

Ella me comentó que era directora de un colegio y que habían robado una placa fabricada en oro, que le habían entregado cuando se inauguró la escuela. También me dictó la dirección. Y de inmediato fui para allá.

El camino fue largo, pero como estaba tan ansiosa el tiempo se me pasó volando. En el viaje vi muchos árboles. Parecía una zona poco habitada, pero seguramente era por la tormenta. Llovía…

Cuando llegué pude ver al lado de la puerta de entrada dos árboles de “Rosas Chinas”. Me encantan las flores, por eso fui a olerlas. Su aroma era dulce y floral.

Toqué a la puerta y me atendió una señora. Tenía pelo corto y enrulado, color negro. Su nariz era pequeña y respingada. Vestía una polera a rayas, y un pulóver de lana. También tenía un pantalón marrón y unas botas rojas.

Me presenté y le dije que era la detective, y ella me dijo que era la directora de la escuela. Me invitó a pasar y yo acepté.

Entré al colegio, y estaba muy cuidado. Tenía las paredes pintadas de violeta y verde. Pisos con baldosas, color crema.

Me guió hacia su oficina, y me contó el caso.

La oficina era muy amplia, tenía cosas lujosas, un balcón con vista a los árboles del exterior. Tiene un escritorio con varios cajones y tres bibliotecas con muchos libros y estantes.

Le dije si le podía hacer algunas preguntas y muy decidida me contestó que sí.

La primera consulta que le hice fue:

-¿Dónde se guardaba la placa?

-Dentro de un pasadizo detrás de una biblioteca- Me contestó la señora.

-¿Quiénes trabajan aquí? Luego indagué.

-Mmm…Jorge, Miranda y Carla.

-¿Quiénes son ellos?- pregunté intrigada.

-Jorge es un maestro y se sospecha- aceleró la directora– que ha estado en prisión. Pero nadie sabe por qué.

Miranda es la secretaria del instituto. Muchas veces ayuda a los maestros, filma y saca fotos en los actos escolares. Hace unas semanas, que me viene pidiendo un aumento de sueldo, porque

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Antología de cuentos policiales “Cincomentarios” – 5º grado 2010

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su marido se quedó sin trabajo. Ella también podría ser sospechosa. Hoy filmó un acto que hubo a las 8:00 a.m. Al terminar devolvió la cámara a la dirección.

Carla es otra docente. Hoy tuve una entrevista con ella. Fue a las 9:00 de la mañana.

-Me quedé pensando sobre la cámara- Comenté, interesada en el tema. -¿Podría revisarla?

- Sí, por supuesto- Contestó la directora –Está ahí, arriba de mi escritorio-

Me acerqué y vi que la cámara estaba prendida hacía aproximadamente una hora. La agarré y empecé a ver el video, mientras la directora atendía el teléfono.

En el video se podía ver una chica de pelo corto, pelirroja con flequillo al medio.

Fui con la directora y le comenté lo visto. Ella me dijo que aquella chica era Carla. Así que las dos fuimos a comprobar si era ella.

Le pedimos a Carla si le podíamos revisar la cartera. Y ella dijo que sí. En el bolso no había ninguna placa parecida o igual a la que me descripto la directora.

En la cartera pude ver un lápiz labial, esmalte de uñas rojo, peines y otras cosas más. Pero nada de eso me era útil. Hasta que en un bolsillo, vi un celular. Le pedí permiso .Lo abrí y toqué el botón de llamadas y mensajes recientes. En las llamadas no vi nada interesante, pero si en los mensajes.

Había cuatro y todos provenían del mismo celular. Y decían así:

Estábamos seguras de que era Carla pero ella seguía repitiendo que no. Así que no tuvimos más opción que ir con Jorge. Entramos donde estaban sus cosas.

Le abrimos su mochila y vimos la mismísima placa que estábamos buscando.

Fuimos a buscar a Jorge… Le contamos a él lo visto en su mochila, pero él se defendió.

Hasta que llegó Carla y nos dijo:

-¡Ha sido un complot!-

-¿Entre quiénes?- Pregunté sorprendida.

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Antología de cuentos policiales “Cincomentarios” – 5º grado 2010

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-Entre Jorge y yo, los dos hemos querido robarla. Nuestro plan era venderla y compartir las ganancias. Pero resultó ser- dijo señalando a Jorge.-que él me ha engañado y se ha quedado con la placa-.

-Si esto, que me han dicho es cierto, lo que paso fue- dije con el caso terminado.-

- Que a las 8:30 de la mañana, mientras Miranda filmaba el acto, Jorge entró a la oficina y robó la placa.

A las 9:05 entró Miranda y devolvió la filmadora con la que había filmado el acto. Accidentalmente la dejó encendida y eso hizo que filmara el robo falso, el de Carla.

Cuando la directora se fue a buscar un café ella aprovechó y “robó” la placa.

Al terminar la entrevista, la directora se dio cuenta de que el libro estaba corrido, abrió la biblioteca y vio que la placa no estaba. Luego revisamos el celular de Carla y vimos en mensajes recientes, la pista que nos faltaba… Eso nos llevó a Jorge.

Así que los dos están arrestados…

Dedicado a nuestros abuelos Titi, Alf, Mecha, Hugo, Yuly, Martha y Charito.

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Antología de cuentos policiales “Cincomentarios” – 5º grado 2010

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El reptilario

Por Cristian Wassner y

Facundo Machaczko

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Antología de cuentos policiales “Cincomentarios” – 5º grado 2010

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Luego de 3 días de un homicidio me pidieron si podía por US$ 1.000 resolver un caso.

- Me llamo Federico Johnson soy inglés, pero vivo en Argentina, soy el hombre más ermitaño de mi familia. Volviendo al caso; se trataba sobre un señor que asesino a un hombre liberando un Monstruo de Gila. Sabiendo que la víctima era alérgico a los reptiles, y que le causaría la falta de aire, le hizo subir la presión de 12 a 20 y así lo mató.

Los sospechosos eran tres argentinos y el cuarto era el muerto.

El primer argentino en el momento del homicidio estaba en la sala de reptiles.

El segundo argentino en el momento del homicidio estaba también en la sala de reptiles.

El tercer argentino en el momento del homicidio estaba también en la sala de reptiles.

El cuarto argentino estaba muerto.

El primer argentino estaba comiendo a la noche en esa sala de reptiles.

El segundo argentino estaba mirando como les daban de comer a los Dragones de Komodo.

El tercer argentino estaba específicamente en un cuarto de reptiles venenosos.

El cuarto argentino estaba mirando peces.

Luego de un día largo trabajando, me fui, quedé enojadísimo por más que sabía cuales eran los sospechosos. No tenía las pistas suficientes, por eso fui a mi casa en la calle Terrada y Pedro Morán, casi al lado de la vía del tren.

Después de todo el tiempo que pasé investigando el caso me di cuenta quién era el asesino.

Me puse a gritar solito en mi casa: -¡Vamos!

Al día siguiente, fui al reptilario, le pedí a un hombre del FBI si podía reunir a los tres sospechosos.

Yo dije.

– Señores, uno de ustedes tiene que ir a prisión y a dos de ustedes les tendremos que pedir muchas disculpas. Señores cada uno de ustedes me refrescará la memoria: ¿Argentino número uno me puede decir que estaba haciendo en el momento del homicidio?

_ Con gusto, estaba comiendo a la noche en la sala de un reptil.

– OK, ¿Señor número dos me puede decir dónde estaba en el momento del homicidio? -le pregunté.

Como quiera, estaba mirando como le daban de comer a los Dragones de Komodo. -me contestó

– Bueno, señor número tres, ¿Me puede decir dónde estaba en el momento de homicidio?

- Si, estaba específicamente en un cuarto de reptiles venenosos.

- Eso me dijo mucho, oficiales - dije – oficiales, llévense al argentino número tres.

- ¿Por qué? No tienen pruebas.

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Las tenemos, este hombre tenía alergia a los reptiles entonces usted sacó un Monstruo de Gila de ahí y se lo puso en alguna parte del cuerpo.

- ¡NOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO!

- ¿Por qué lo hiciste? - le pregunté.

- Lo hice porque me decía muchos adjetivos descalificativos.

El caso estaba resuelto sólo faltaba que me dieran el dinero.

-Aquí tienes Johnson, nos serviste bien. Me dijo un hombre del FBI

-Dame la guita le dije y me retiré.

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Entre América y Europa

por Ariel Goland

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Estoy aquí, en el castillo del ex presidente de Inglaterra, Gordon Brown, quien fue asesinado hace pocas horas, luego de caer por la ventana de su habitación. También ha desaparecido la corona de la reina Isabel II, pero yo, ya me estaba por ir hacia el hotel Notting Hill, para comenzar mi investigación.

Les contaré cómo llegué a Londres…

Estaba tranquilo en mi casa en Callao y Santa Fe, una casa linda y grande, cuando uno entra ve tres cuadros, uno de Picasso y dos de Miró. Llegando al living hay una mesa de vidrio, tres sillones negros y una televisión, el piso es de madera, subiendo está la computadora negra, una estufa y muchos libros. A mí me encanta leer.

Era de noche y me llegó el correo, lo abrí, tenía un pasaje a Londres que salía dentro de cuatro horas. Miré el reloj, eran las ocho y media de la noche, la línea era British. No tenía un pasaje de vuelta, pero las personas que me llaman para disipar los casos no me lo proporcionaban. Junto con este pasaje venia esta anotación:

“Querido señor Downing, le suplicamos que viaje para resolver un caso grave”

No tenía firma.

Llegué a Ezeiza a las once. En la espera para subir al avión me sorprendieron dos ladrones, estaban armados, dispararon, superé el primer ataque, volvieron a disparar, volví a esquivarlos, pero le dieron a una chica de veintinueve años. Su prometido, Enrique Christie, se desmayó. Los policías del aeropuerto se le tiraron encima y… luego de muchas peleas, los atraparon y los sacaron del aeropuerto.

Nos llamaron de la puerta cuatro. Subí al avión, ni había despegado y ya me habían servido pollo con papas, me pareció raro, porque a las otras personas no les habían servido nada. Llamé al mesero

-¡Disculpe! ¿Puede probar este pollo?

-Sí, cómo no -me contestó asombrado.

Probó un poco y, a los pocos segundos…

-Listo se… ahh! ¡No lo coma, está envenenado! -dijo con voz temblorosa y entrecortada antes de morir.

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Y así empezó mi aventura.

2

Estaba caminando por la calle Kensington Road, saliendo del castillo, comencé a pensar…no tenía otra pista más que una llave inglesa que había encontrado junto con los cables de luz, también me habían dicho que la luz se había cortado. Volvía al hotel a analizar la llave.

Doblé en una calle azotada, llamada Kensington Church, llegué al hotel. Era un hotel con una pared larga y blanca, con catorce ventanas. Entré allí, mi habitación era la ciento doce, subí las escaleras, tenían alfombras rojas y doradas. Llegué a la puerta. Puse la tarjeta de las dos maneras diferentes y entré. Fui hasta mi analizador y metí la llave. Cuando terminé de analizar la llave, no había encontrado huellas digitales. En ese momento percibí un ruido afuera.

De repente, tiraron abajo la puerta y entró un hombre enmascarado. Era flaco y de ojos acanalados, tenía un arma. Disparó pero lo esquivé, el tiro destrozó la ventana y afuera se escuchó un alarido.

Luego salté de la cama y lo liquidé de una trompada, cayó al piso.

Lo agarré.

-¿Cómo te llamas? -le pregunté.

-¡Mateo Chipandiki! -me contestó desesperado.

De repente, me agarró del cuello y me pegó una patada que me tiró al piso. Me empujó hasta la ventana rota y quedé colgado de la ventana, debajo estaba la avenida. Aferrado con una mano y con la otra trataba de tirar a Mateo. En eso entró el hotelero, que se tiró en mi ayuda y me dejó en el piso de la habitación. De pronto, se escuchó un disparo y el hotelero quedó arrodillado, había esquivado el último tiro de Mateo, que saltó y de una patada, lo tiró al vació, vi como caía y golpearse contra el piso.

Mateo, sangrando, se tiró de la ventana. En ese momento se le cayó una tarjeta de su bolsillo, su cédula, la tomé. Decía esto:

Mateo Chipandiki

Nacionalidad: Francia

Ciudad: Charles

Salí del hotel y me subí al auto fui hacia la estación de King Cross, en busca de Mateo.

3

Salí en el auto por Notting Hill Gate hasta Bayswater Road, doblé en un pasaje y llegué a Marylebone Road. Luego seguí derecho hasta Euston Road, por la ruta dos, llegué a Pentoville Road y estacioné en frente de la estación.

Bajé y crucé la calle, entré en la estación, era larga, con columnas altas, pintadas de blanco y allí había un tren rojo escarlata.

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Saqué una entrada para el viaje hacia el aeropuerto de Londres, luego de una hora de espera llegó el tren, con dos líneas violetas y doce vagones. Los asientos eran negros y el techo sólido.

Antes de entrar al tren me agarró un hombre de ojos verdes brillantes, alto para su edad, pelo espeso negro azabache, largo, panzón, usaba botines negros y blancos, medias cortas.

Me miró.

-Ten cuidado -me dijo y se fue.

Me subí al tren. Descubrí que el asiento era duro. El tren arrancó.

Dos horas después, cruzamos un puente. Vi que estaba roto y me asusté, fui a ver al conductor. Cuando llegué, lo vi desmayado y con un pañuelo rojo a su lado. Lo habían cloroformado. Traté de parar el tren, pero la palanca estaba rota, sin pensarlo, me tiré del tren al agua. Cuando caí, nadé con todas mis fuerzas, nadé una hora y media sin descansar y llegué a la costa de Amsterdam.

En la playa hice dedo y paró un hombre de pelo negro tupido, anteojos negros y saco negro, boca ancha y cara flaca.

-Hola, ¿A dónde quieres ir? –me preguntó.

- ¿Qué hotel me recomendás?

- Mmmmmmm. El Amsterdam hotel de cuatro estrellas.

- ¿Me llevás?

- Sí, pero primero ven a mi casa. Te daré ropa seca.

Me subí al auto.

- ¿Cómo te llamas? -le pregunté.

- Alexis Veleiro

- ¿Viste el problema de Inglaterra?

- Sí, una catástrofe. Y yo, que soy mecánico.

De repente…me acordé de que había encontrado una llave inglesa en el palacio.

Doblamos en una calle y llegamos a una mansión.

-Ésta es mi casa -me dijo mientras entrábamos.

Quedé impresionado porque sólo era un mecánico.

-¿Y usted gana tanta plata trabajando de mecánico?

- Sí, y mi esposa, Silvine es abogada, tenemos tres hijos, Roberto de quince años, Julián de doce y Maira de nueve -me explicó mientras entrábamos en la casa.

Alexis abrió la puerta, y llegamos a un pasillo lleno de fotografías de personas en la cárcel o personas famosas.

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-¡Hola Silvine!- exclamó Alexis. Ella no le respondió.

Él subió y abrió la puerta de su habitación, no había nadie. En ese momento, sonó el teléfono y Alexis atendió, recibió unas indicaciones, cortó y subió a su habitación. A los dos minutos bajó y sacó un arma de su bolsillo. Yo que lo esperaba, sólo recibí el impacto.

4

Desperté sobre una cama mullida, con sábanas blancas, miré por la ventana, estaba lloviendo. Un médico entró en la habitación.

- ¡Ah! Por fin despertaste, ya estoy tranquilo –me dijo.

- ¿Qué me pasó, cuánto tiempo llevó aquí? -le pregunté.

- Recibiste un disparo, te rozó la nuca, te quedarás aquí hasta mañana.

En ese momento entraron dos hombres, uno llevaba una capa violeta, con lunares rojos, era alto, pero no robusto, tenía pelo entrecano, ondulado, una nariz respingada, ojos almendrados, su postura corporal era firme y elegante. El otro tenía ojos llorosos, postura encorvada, llevaba puesto una sábana rasgada y unos pantalones rotos, su nariz era ganchuda, cara rosada y mirada perdida.

-Hola, me llamo Sir Signor De Staitenesh, gran amigo de Gordon Brown –dijo el hombre elegante

- Y yo me llamo Pedro de Natalite –dijo el otro con voz ronca.

Luego de media hora de charla, le pregunté a Pedro de qué trabajaba,

Él me dijo que trabajaba de ingeniero eléctrico y entonces Sir Signor lo vino a buscar y se fueron.

- Nos vamos a Nueva York.

- Tenemos un lugar asegurado en Central P...- dijo antes de que se fueran.

Cuando se fueron, llamé a American AIrlines para realizar un viaje a New York, porque esos dos podían ser los culpables de la muerte del presidente. Terminé la llamada y me dormí.

5

Me desperté a las tres de la mañana y salí hacia el aeropuerto, llegué a las cuatro, hice el check-in y subí al avión. El viaje fue tranquilo, afuera la nieve se veía como perlas brillantes.

Llegué a Estados Unidos a las ocho de la noche y en el aeropuerto de Nueva York me preguntaron a donde iba

-I go to Central Park –respondí. Tomé un taxi y le dije:

-To Central Park, please.

Cuando llegué a Central Park, vi unas camas y ahí estaban los dos al parecer planeando algo, llamé a los tribunales.

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- Hola, soy Stuart Downing, detective privado, necesito que vengan cinco policías, conozco al asesino de Gordon Brown – les dije.

- Está bien vamos para allá –me respondieron.

Cuando llegaron, les señale a los dos hombres:

- ¡Son ellos! –dije, señalándolos.

Nos subimos al techo de la tienda, nos tiramos encima de ellos y entre todos los llevamos al tribunal de juicio.

- ¡Eres el culpable!- le dije.

- ¡Quiero una explicación! -me respondió.

- El día del robo, se cortó la luz y todo se detuvo, entonces tú robaste la corona, pero Gordon te vio y después de unos tiroteos, lo tiraste por la ventana. Sir Signor De Staitenesh, quedas arrestado, con cadena perpetua.

- Mi nombre es Stuart Downing y acabo de resolver un problema entre América y Europa.

DEDICADO A: MIS ABUELOS, FACUNDO MACHACZKO, MATÍAS CALABRÓ, LUCA MILAZZO, VALENTINA DOMÍNGUEZ TUCHI

y a VICTORIA DI TOMASO.

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Antología de cuentos policiales “Cincomentarios” – 5º grado 2010

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LA CASA DE LA JOYA

por Rocío Suárez

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Antología de cuentos policiales “Cincomentarios” – 5º grado 2010

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En el año 1999 un señor, Sergio Buffon, llegó de viaje después de visitar a sus amigos que son de Guatemala. Entró a su casa y fue a la habitación mientras él estaba doblando la ropa limpia, se escuchó unos ruidos de alguien que estaba caminando por el living. Él siguió doblando la ropa. En ese momento. Se escuchó un ruido fuerte de pasos y sonó la alarma donde estaba guardado un diamante mexicano de valor US$289.000.

De repente, se asomó al balcón, vio a una persona que estaba corriendo. Bajó por las escaleras, cuando llegó a la calle se encontró con Sabrina, y le dijo:

- ¡Me robaron el diamante!

Sabrina le contesto: - ¡Ay! No puede ser, ¿Viste a alguien?

- Sí, por el balcón. Bajé corriendo por las escaleras y me encontré con vos. Llamemos al 911, a la policía.

- Sí, llamá mientras yo voy a estacionar el auto que está enfrente mal estacionado. Sergio llamó a la policía. Al llamar, lo atendió la detective Sally. Le contó lo ocurrido y Sally le contestó:

- ¡No toquen nada, porque puede haber huellas! Quédese tranquilo que en unos minutos vamos a estar con usted.

Cuando llegaron, la detective con su ayudante Samm, tocaron el timbre, los atendió y los hizo pasar. Los llevó al lugar donde estaba la joya. Sergio les dijo:

-Esta joya ha estado en mi familia por varias generaciones y tiene mucha importancia para mí,

-No se preocupe que la encontraremos. Seguro que Samm encontrará alguna pista- le contestó Sally.

Y en ese momento llegó Sabrina, y dijo:

-¿Han encontrado algo?

- No todavía, pero lo encontraremos.- Le respondió Sergio.

-¿Quién es ella?- Preguntó la detective.

- Es mi novia, su nombre es Sabrina.

- Y además de ella, ¿Quién tiene la llave?

Sergio le respondió: - Ella y mi mucama, Tamara Gago.

Samm llegó a la casa tomó todas las huellas para llevárselas al laboratorio.

Sabrina les dijo que se iba a la casa de Mark, porque tenía que entregarle algunos papeles. Cuando se va, la detective le preguntó:

-¿Quién es Mark?

Y Sergio le contestó que era su mejor amigo y que Sabrina trabaja con él. Entonces le dijo:

-Lo llamaremos cuando tengamos los resultados de las huellas.

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Antología de cuentos policiales “Cincomentarios” – 5º grado 2010

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Sergio estaba yendo a la casa de Mark, cuando vio desde lejos a una persona muy parecida a la que había visto desde su balcón. Fue corriendo, Sergio lo alcanzó y era Mark, entonces le dijo:

-Te vi de lejos y parecías el ladrón que me había robado la joya.

-¿Cómo vas a decir eso de mí que soy tu mejor amigo?

-¡Sólo me pareció de lejos! Nunca pensaría algo así sobre vos.

Luego se fueron a la casa de Mark. Entraron.

Cuando Sabrina abrió la puerta de la cocina ve a Mark y le dice:

-¡Tenemos un problema!

-¿Qué?- dijo Mark

En ese momento, sale Sabrina, lo ve a Sergio y le dice:

-¿Qué problema tienen?- Y Sabrina cuando lo ve a él se puso a gritar. -¡Él me obligo yo no tengo la culpa!- Mark salió corriendo, se cayó por las escaleras y se murió.

Sergio llamó a la detective diciéndole lo que había ocurrido y que había sido Mark con Sabrina.

La joya estaba escondida en la casa de Mark en el placard. Luego Sally descubrió que la joya la querían vender a un coleccionista porque revisó todas las cosas. Y a Sabrina la llevó a la comisaría.

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Antología de cuentos policiales “Cincomentarios” – 5º grado 2010

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Sueño Mortífero

Por Dino Sassone y

Mariano Dabbah

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Antología de cuentos policiales “Cincomentarios” – 5º grado 2010

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Cierta noche de 1930 a las 21:30 hs., los policías tenían que dar un envoltorio a Cristian Salmejano y

lo hallaron muerto en su casa en el instante que se lo iban a dar, en la calle 9 de Julio, al 6666, donde

vivía el asistente. El estaba en el sofá con una cuchilla clavada en la espalda marca “RM” después

cuando se lo iban a dar. La policía me informó a mí (Esteban Rockten), que a mi asistente lo habían

asesinado y de la forma que lo hallaron (con una guillotina clavada en su dorso). Yo grité:

-¡No puede ser!, ¡Tengo un caso y encima sin asistente!.

A las 21:35 hs fui a tomar un café a un lugar irlandés, que se llamaba “Santa Rela”, que estaba hecho

con madera de roble. Yo siempre iba ahí para sacarme la angustia que tenía. En el instante en que

quise tomar el primer sorbo de mi cortado, se armó una pelea en el bar. Luego de lo sucedido donde

casi salgo herido en mi nuca, me fui a mi casa para relajarme.

Fui por un camino que era bello. Podía ver algunos árboles, muchas flores, el piso era de piedras color

naranjas. Mi casa estaba echa de ladrillo con vista al mar con un ojival grande y moderno. Por dentro

a la izquierda está mí cocina con un mantel cocido por mi ex esposa que se murió y por esa razón, yo

trabajo de detective. A la derecha esta el baño que es muy bello y grande, y adelante hay una

chimenea. Arriba, se ven unas placas del mejor policía del mes y también hay adornos mayas. A la

diagonal derecha está mi escalera caracol con una manta muy grande que llevaba hasta mi cuarto.

Pero antes está el living con un jergón roto para que duerma mi perro, Doolcrok, el Rotwayller.

Caminé hacia mi pileta, ya que era verano, me relajé un poco, nadé un rato y pensé, que podía hacer

al respecto sobre al asesinato de mi asistente.

Al rato me acordé que mi asistente antes de su muerte, me había contado que lo seguían cuatro

personas raras y parecidas, y que él me las había detallado.

Un rato después…

Yo dije: -Me iré a la cama a dormir, tengo mucho sueño-. Hablé desolado.

Cuando estaba durmiendo soñé con que iba al cementerio, y caminando hacia la tumba de mi

hermana, Laura Rockten, pero me encontré con la tumba que era la de mí asistente! (Cristian

Salmejano) y exclamé:

¡Nooooooooooooooooooooooooooooooooooooooo!- .Y al final del grito me desperté.

Al día siguiente me fui a la comisaría nº 22, para charlar con un viejo amigo. Cuando terminamos de

charlar me recomendó muchas cosas, por ejemplo: para que no me desconcentre y me ponga en el

tema.

Al rato me fui a mi casa para tranquilizarme. Fui al baño a mojarme la cara. Después fui a mi cuarto

por mi escalera caracol. Entré en este, me acosté. Prendí la radio, en ésta decía: “Son las 16:25,

temperatura 27º, máxima 30º, mínima 25º, sensación térmica 29º”. Me fui a dormir eran las 16:30,

me desperté a eso de las 19:00. Estaba lloviendo, pero al rato se puso lindo. Decidí salir a caminar un

rato. Me encontré a la pandilla de la cual que me había contado antes Cristian.

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Antología de cuentos policiales “Cincomentarios” – 5º grado 2010

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Les hice una pregunta a todos:

-¿Reconocen esta casa?

-Si- me contestaron-. En ese instante me di cuenta de que alguno de ellos era el asesino. Entonces les

dije que me esperarán 3 minutos. Durante ese tiempo hice una llamada por una cabina telefónica

que esta ahí cerca. Llamé a unos amigos de la policía, les avisé.

-Vengan a la casa de Esteban y traigan una bolsa film.

Cuando llegaron…

…les dije: -Suban conmigo y agarren, con una pinza el cuchillo que está clavado en la espalda de mi

amigo y pónganlo en la bolsa film. En la casa de mi asistente yo estaba husmeando, encontré el diario

secreto de él que decía : “Raúl Mackisten es profesor de pesas, Milagros Vertama es carnicera, Juuju

Gashimotto vende cuchillos, Rodolfo Melachori es artillero”.

Hicieron todo lo que les dije, otra vez hice un llamado, pero esta vez llamé a unos guardaespaldas,

para que vigilen a los sospechosos mientras yo averiguaba las huellas digitales del cuchillo. Cuando

estaba buscando en la máquina con qué persona eran compatibles…de pronto, me apareció la cara

de Rodolfo Melachori.

Fui con un par de esposas y esposé a Rodolfo. Milagros, Raúl y Juuju quedaron en libertad

condicional.

FIN

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Antología de cuentos policiales “Cincomentarios” – 5º grado 2010

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por Sacha Wolkowiski

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Una mañana, Laura, la esposa del detective Vildoso, llamó a su familia a desayunar. Vildoso, sin tardar un segundo, se sentó en la mesa. El desayunó una taza de café holandés y unas tostadas con queso Camembert. Como todas las mañanas, Benito, su hijo, desayunó cereal con leche y le agregó unas gotas de esencia de vainilla.

El diariero se retrasó en el reparto, así que en la mitad del desayuno, su hijo tuvo que ir a buscarlo. Cuando volvió a su casa, le entregó el diario a su padre. Vildoso comenzó a leerlo. Hoja por hoja, noticia por noticia, completamente.

Al detective le llamó la atención una noticia y la comentó con su familia. El hijo se levantó de la mesa y se despidió de sus padres. A Vildoso le extrañó que su hijo se fuera de su casa tan temprano, pero lo dejó como un dato menor y empezó a investigar sobre lo sucedido.

Después de desayunar el detective llamó a Pombo, su ayudante, para empezar a trabajar en el caso.

A los veinte minutos Pombo llegó a la oficina con lo que le ordenó su jefe que llevara. Vildoso encendió la computadora. Ingresó en Internet y comenzó a averiguar lo que había hecho la policía sobre el tema, mientras que Pombo leía todos los diarios. El hermano de Pombo, que trabajó en una comisaría le había regalado a él un walkie-talkie. De ahí sacaron información reciente que escucharon de la policía, sobre el caso.

Pombo encontró en el diario una noticia que decía:

El Pentágono, departamento de defensa de los Estados Unidos, ha recibido un ciberataque que les ha obligado a desconectar 1500 ordenadores según ha informado el secretario de Defensa de los EE.UU.

Con tan sólo 19, 21 y 22 años de edad, respectivamente, tres hackers argentinos están siendo investigados desde octubre por lo sucedido en el Departamento de Defensa con sus

computadoras.

Lo que se sabe hasta ahora es que los tres piratas llevaban tiempo enriqueciéndose a base de controlar informaciones secretas, como los códigos bancarios. Las autoridades anunciaron que sospechan de los tres hackers argentinos. Se trata de la mayor red de piratas informáticos jamás desmantelada. Sin embargo, las investigaciones han llevado al tribunal a revisar la cantidad de computadoras intervenidas y aumentarla la cifra hasta 1,5 millones de ordenadores contaminados.

Los problemas comenzaron hace unos días y esperan que pronto esté todo solucionado, resuelto y con los responsables en prisión.

Semanas después, el detective y su ayudante estaban más adelantados que la policía. Sólo les faltaba encontrar el domicilio de los sospechosos.

A los dos días, ya habían encontrado los tres domicilios de ellos a través de Páginas Amarillas. Se subieron en el 206 de Pombo y partieron al primer domicilio. Era una calle oscura y con poco movimiento, en Villa Pueyrredón, la numeración no se veía, así que tuvieron que bajarse en la esquina para hallarla. Llamaron a la puerta y un señor robusto la abrió. Preguntaron por el señor Julián Banegas y un joven de unos 22 años salió a la calle y los invitó a pasar.

Sin problemas, aceptaron. Era una casa antigua y grande. Se sentaron en una mesa de madera. Mientras les servían un café, Vildoso comenzó a interrogarlo y Pombo anotó las respuestas. Le agradecieron la información y quedaron en verse a la otra semana.

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Se hacía tarde, pero Vildoso quería terminar el caso lo antes posible, así que se fueron a la casa del segundo sospechoso. Tocaron timbre, unas cuantas veces, se asomó una persona, preguntaron por Omar Juárez, y les respondieron que se había mudado a la calle Concordia al 3200. Se dirigieron hacia allí. A Pombo le dio hambre, pararon por un Mc Donalds, terminaron de comer, siguieron su camino y a los pocos minutos llegaron. Tocaron timbre y abrió Omar Juárez. No pasaron, pero empezaron a interrogarlo en la puerta. Sin duda, se dieron cuenta de que era él.

Después de este largo día Pombo se quería ir a dormir, dejó al detective en su casa y volvió a la suya.

A la mañana siguiente, se encontraron en el domicilio del tercer sospechoso. Nadie abrió; así que entraron por la ventana que estaba abierta. Después de mucho buscar, encontraron el cuerpo tirado en el piso de la habitación, con un rastro de sangre en la cabeza. Se había suicidado, eso parecía. A su lado, una computadora encendida. Se pusieron a investigar, abrieron sus archivos y encontraron uno con los todos los pasos para ser un hacker y como habían hecho para ingresar al Departamento de Defensa. Detrás de la CPU se encontraba una libreta personal…

Inmediatamente, se dirigieron a la policía para pedir la orden de arresto para Julián Banegas y Omar Juárez. La libreta los había delatado.

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Un crimen en Año Nuevo

Por Mateo Crescente

y Luca Milazzo

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La Sra. Alicia fue asesinada en su quinta el 31 de diciembre de 1999 en Bs. As. Hoy recibí un anónimo que decía:

“Señor Lavie le pedimos que investigue”. Enseguida actúe. Tomé el auto y me dirigí hacia la quinta. Esta era moderna, con esculturas y una pileta. Esa misma noche toda la quinta estaba siendo vigilada por policías me bajé del auto, me acerqué a la puerta y toque el timbre. Enseguida me dirigí a la sala principal que tenía un sillón con pelotitas de oro puro y una chimenea apagada. Y la encontré tirada en el suelo con un traje marrón, chinelas rosas, con una copa rota cerca de su mano derecha. Enseguida hice llamar a los que vivían en la quinta y les pedí que me dieran sus nombres:

María Laura Rataplán: escultora.

Ricky King: jardinero

Carl Torres: perfumista

Julia Soriano: cocinera

-Gracias –les dije.

Luego fui a analizar a un laboratorio la copa.

No había veneno en la taza. Enseguida me dirigí a la quinta de nuevo y vi al jardinero. Fui a interrogarlo. Era alto, con pelo marrón oscuro, ojos celestes y una nariz grande, que parecía de payaso.

-Hola soy el señor Lavie, lamento molestarlo ¿Necesito saber dónde estaba usted en el momento del asesinato?

-¿Cuál asesinato?

-El que ocurrió hoy.

-Ah… estuve plantando rosas. No sé nada.

-¡Gracias!

Miré la lista, me quedaban tres sospechosos.

Fui a ver a Julia Soriano, estaba en la cocina. El sitio era chico, de paredes blancas y con poca luz que titilaban. No me gustaba el lugar parecía una película de terror.

- ¡Hola!

- ¿Quién es?

- Soy el detective Lavie.

-¿Y usted?

- Soy la cocinera, ¿Por qué? ¿Qué necesita?

- Por lo del caso.

- A cierto.

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- ¿Dónde estuvo la noche del asesinato?

- Cocinando espagueti.

- ¿Sabe dónde puedo encontrar a Carl Torres?

- No se encuentra a esta hora.

- Y Rycky King- Indagué.

- Tampoco está.

- Gracias.

Esto está poniéndose fácil sólo me quedan dos sospechosos esto es raro. La mayoría de la gente se escapó de la quinta con su equipaje y por miedo de que los asesinaran en la quinta.

Les pedí a todos que me dieran los documentos y ahí vi en el documento del jardinero una mancha de sangre fresca, enseguida me di cuenta de que él era el asesino. Les entregué los documentos a todos sin decir nada.

Llamé a la policía.

Al día siguiente toda la vivienda estaba rodeada de ellos.

-¡King queda arrestado!- le dije.

- ¿Por qué?

- Por asesinar a la Sra. Alicia.

-¡Afuera rápido!

- ¿Cómo resolvió el caso?

- Muy fácil…su documento.

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Un trabajo sucio

Por Rona Grunstein Arzuaga

y Julieta Tozzini

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Yo estaba dentro de mi casa, sentado en mi viejo sillón de cuero a principios de la alfombra que conducía a la habitación. De pronto, sonó el teléfono. Me arrimé a la mesa y atendí. Era muy notable su voz ronca y grave. Me dijo su nombre (Karim Castel) y que había sucedido, también me invitó a su casa para contarme los hechos. Sin dejarme hablar me dio la dirección y colgó. Me arriesgué y subí al coche. Conduje algunas cuadras y a los 15 minutos llegué.

Un hombre elegante de mirada intensa y pelo castaño me esperaba allí, en la puerta principal del departamento, y me saludo:

-¡Buenos días! -me dijo el hombre.

Le estreché la mano y me presenté:

-Mi nombre es Fernando Steel -Le dije. –Un placer conocerlo.

-El placer es mío -me dijo. Sacó sus llaves y me invitó a pasar.

La puerta era vieja así que hacia un ruido intenso que me causaba escalofríos. Además éste era un departamento de doble entrada.

Mientras Karim servía el café, yo me encontraba en la habitación principal. Noté que tenía una gran pasión por los vinos, en especial el Shafer Merlot y el Viader (que eran aquellos que estaban dentro de su caja). Cuadros de viñedos colgaban en sus paredes. También me percaté que había sillones de distintos estilos y colores.

Karim ya había preparado la mesa así que me apresuré y me senté. El me contó lo ocurrido, mientras yo tomaba nota en mi agenda:

Ya se hacían las 5:00 pm, así que lo saludé y me acompañó a la entrada. Nos encontramos con el portero (Isak Bonomy). Este hombre tenía unos ojos extremadamente saltones, su estatura era baja pero su postura corporal era firme. Se notaba que era de carácter fuerte.

Karim lo saludó: -¿Cómo va todo Isak?

-No tengo tiempo para hablar- dijo con voz temblorosa Isak. - Estoy muy ocupado trabajando en el ascensor.

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Enseguida noté que su mameluco estaba todo engrasado. Eso desde chico, me daba cierta impresión.

Ya era tarde, así que me subí al auto y me fui. Llegué a casa totalmente saturado, pero sabía que tenía que seguir con el caso, entonces tomé el teléfono y llamé al primer sospechoso “Angie Snifer” para concretar una entrevista con ella. Me atendió, tenía una voz dulce y aguda.

-Hola ¿Con quién tengo el gusto de hablar? -me dijo ella.

-Mi nombre es Fernando Steel –me encanta esa forma de presentarme.

Terminamos concretando una entrevista en el bar Gardenia.

Tenía que juntar a los tres sospechosos en el mismo bar, así que llamé a la segunda sospechosa “Nichol Rubinstein”. Ella me dijo que poseía la agenda un poco complicada, pero al fin y al cabo logré que la acomodara.

Sólo me faltaba llamar al último sospechoso “Rubén Sunedy”.

Finalmente nos encontramos los cuatro en el bar, a las: 19:00 hs.

Este era un bar muy pintoresco, con algunos cuadros viejos. Las mesas eran de madera, estilo vasco.

Nos sentamos en una mesa redonda. Atrás nuestro se encontraban seis hombres uniformados disfrutando del “happy hour”. Sobre la mesa se hallaba una gran cantidad de latas de cerveza. Esos hombres no me agradaban. Opté por ignorarlos.

Empecé preguntándoles a todos los sospechosos ¿Qué se encontraban haciendo en el instante del hecho? Angie, me comentó que a ella los cortes de luz la aterrorizaban y que se encontraba cerca de la ventana para tomar aire.

Nichol me dijo: que ella se encontraba terminando su cena a la luz de las velas.

Rubén no me supo decir dónde estaba, solo exclamó que no se veía nada y no sabía bien donde se hallaba.

El hombre ebrio de atrás venia pateándome el tobillo, desde hace rato, hasta que me dio un fuerte golpe en la pantorrilla. Me di vuelta y exclamé:

-Señor ¿Podría ser más cuidadoso y dejar de patearme?

El señor se lo tomó muy a pecho, se paró y me empujó.

No quería que mis invitados se sintieran incómodos con la situación, pero antes de que yo pueda pensar que hacer nos echaron del bar.

Aún nos faltaba mucho que hablar. En ese mismo instante me llamó Karim. Le conté lo sucedido y él nos invitó a la casa para terminar la entrevista.

Ya reunidos ahí los cinco proseguí con las preguntas. Era muy claro que ninguno había estado cerca de la caja con vinos. Nuevamente empecé a inspeccionar la casa mientras ellos tomaban un café y charlaban.

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Ya cansado de tanto explorar me senté en el sofá y comencé a deducir. Me acordé de la puerta y su ruido escalofriante, también de la doble entrada.

-¡Eso me faltaba! -exclamé gritando. - ¡Revisar la doble entrada!

Me levanté del sillón y fui corriendo hasta allí. Me encontré con una gran mancha de grasa industrial sobre la manija.

Pensé que eso podría llegar a ser un indicio de algo. Estaba casi seguro de que Isak era el culpable al recordar su mameluco engrasado.

-¡Todo concuerda!

La grasa era de ascensor. Pero ¿Cómo iba a tener pruebas para culparlo?

Ya estaba todo resuelto: El corte de luz fue causado al propósito por Isak en esos minutos él entró por la otra entrada y robó la caja de vinos. Éste no era especialista en esto de robar, por eso, dejó huellas de grasa y se fue.

Ahora tenía que encontrar esa caja de vinos. Así que subí por la escalera hasta el último piso, la portería.

Toqué la puerta.

-¿Quién es? -preguntó con mucho malhumor.

- Fernando Steel -respondí.

Él no estaba muy seguro pero igual abrió y me dejó pasar.

Su casa no era muy bonita, tenía un olor bastante extraño y además tenía un gato (soy alérgico a ellos).

Sobre la mesa se hallaban unos pickles y la televisión estaba prendida. Me senté junto a él. Tenía un aliento a fruta roja y negra madura, también a notas de violetas.

El Shafer Merlot tenía ese mismo aroma.

Me aseguré de que no tenga ningún arma para golpearme y lo agarré bien fuerte del brazo.

-¿Dónde está la caja de vinos? -le grité.

-¡No lo sé! -me dijo.

Fue difícil pero lo saqué del departamento y cerré con llave. Me sentía malo pero ese es el trabajo de un detective.

Revisé la casa, hasta que finalmente encontré la caja de vinos pero esta vez sólo estaba el Viader. Metí la caja de vinos en mi mochila.

Al salir del departamento (muy contento por haber resuelto el caso) me encontré con Isak pero esta vez con cara de enojado. Él se los había robado por celos a Karim, me confesó. Tenía un muy buen trabajo y dinero, a diferencia de él.

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Nuevamente me encontré en casa de Karim le entregué la caja. Le comenté como había sucedido todo. Nos disculpamos con los sospechosos y me fui a mi casa, pero ésta vez con la recompensa.

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El último policial

por Manuel Cano

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Me llamaron por teléfono el llamado era anónimo, pero me dictaron la dirección era sobre la calle Broadway, me resultó extraña la voz. Mientras iba para el lugar de los hechos, me topé con el Teatro 42nd street. Poseía unas luces penetrantes de noche, los carteles eran descomunales y las luces sorprendentes.

Por fin llegué al lugar de la muerte, donde encontré a Robert Clau tirado en la calle, rodeado de gente y vallas. Me topé con una ambulancia. Había un doctor me acerqué y le dije:

-Hola, ¿Sabe de qué lado se produjo el tiro?

Me respondió: - Sí, de aquel edificio alto, en la terraza-. Me señaló.

Cuando subí por las largas escaleras encontré tirada una cajita de municiones vacía la guardé en una bolsa de ziploc.

Fui a pensar sobre el caso y me pareció que lo mejor era en un café, hallé una cafetería Nespresso, le solicité un café Roma. El bar era muy pintoresco.

Mientras esperaba que me trajeran el café vi por las noticias el caso en el que estaba trabajando, hablaron sobre Robert Clau, que tenía 49 años y era empresario.

Trajeron mi café, era rico, volví a ver un poco más las noticias. De pronto, una puerta se movió no llegué a ver quién se fue.

Entró al bar una persona que saltaba como loco. Me apuré a terminar mi café por las dudas de que el loco haciera algo. Cuando lo terminé salí del bar y fui a mi casa sobre la 5th Street.

Cuando llegué me llamó mi madre desde Argentina, mi lugar de origen. Atendí y escuché una voz:

- ¡Hola Alberto!

- ¡Hola Mamá! - respondí.

- ¿Por qué me llamas, pasó algo?

- Para ver cómo estás.

- Mamá, no tengo tiempo. Tengo que trabajar. Después te llamo.

- ¡Bueno!

- Chau – le dije.

- Chau – me respondió

Corté el teléfono. No entiendo cuando las madres hacen eso de llamar porque sí. Luego googlee a Robert Clau para averiguar más sobre él. Encontré una página con su información personal estaba la gente que él mas veía. Y encontré a Vera Heinsburg. Ella tenía 33 años, era abogada y su esposa. Claudio Martínez, boliviano, su sirviente. No parecía muy culpable. Por último, pero no menos importante, a Pilar Molina, una joven de 17 años mexicana, su otra sirvienta y a Rerte, su perro, pero eso era un dato inservible.

Luego busqué la dirección de la casa de Robert. Quedaba en Broome St y Crosby St. Mientras iba para allí vi un paisaje lindo. Llegué, la casa era formidable por afuera. Toqué timbre escuché unos ladridos

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y a los pocos segundos vi a Rerte, corriendo para saltarme. Era muy afectuoso, tenía el pelo dorado. Era un labrador Golden.

Al rato se escuchó una voz que expresó:

-¿Quién es?

-Soy Alberto Castro.

-¿Quién?- dijo

-El detective encargado del caso de su esposo.

-¡Ah¡ pase, pase.

Se escucho un”nnnnnnnnnnnnnnnnnnnnnnnn”, empujé la puerta y se abrió

-Gracias - le dije.

No se la veía con muy buen ánimo por la muerte reciente de su marido.

-¿Le puedo hacer algunas preguntas?

-Sí –expresó.

-¿Sabe a qué hora se produjo la muerte?

-Sí, a las 8:42 -respondió muy apurada.

-Gracias.

-De nada. -me respondió.

-¿Hay alguna otra persona acá?

-Sí, Claudio Martínez y Pilar Molina.

-¿Sabe dónde están en este momento?

-Sí, en la cocina- me dijo

Fui para allá. La casa era muy linda, tenía unos picaportes hermosos de oro fundido con el centro de diamante.

Llegué a la cocina.

Allí estaba Claudio Martínez

-Lo molesto- le dije.

-No, en este momento estoy libre.

-¿Sabe algo de lo de Robert Clau?

-No nada, estaba con mi novia viendo una película.

-Gracias.

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-De nada- me respondió.

Fui con Pilar Molina para hacerle algunas preguntas:

-¿Sabe algo de lo Robert Clau?

-Sí sé que estaba yendo al supermercado y le dispararon en la nuca.

-¿Usted dónde estaba cuando sucedió el hecho?

-En el hospital con mi madre- me respondió.

-Gracias- le dije.

Me despedí y me retiré. Fui otra vez al lugar de la muerte. Volví a revisar todo nuevamente. En la puerta de entrada encontré que había restos pelo de zorro falso.

Fui a buscar un teléfono público con las direcciones telefónicas. Busqué a Vera Heinsburg, cuando la encontré la llamé. Contestó ella y le pregunté:

– ¿Que usaba el día de la muerte de su esposo?

Me dijo: -una remera y un Jean.

Le pregunté por último:

-¿Me podría dar con Claudio Martínez?- Sabía que vivía con ella.

-Sí, como no-respondió.

Cuando Claudio me atendió y me dijo:

-¡Hola!

-Hola soy el detective, Alberto Castro,- le respondí-. Puedo hacerle unas preguntas.

-¿Se acuerda por casualidad que ropa estaba usando cuando sucedió el hecho?

-Sí, una camisa blanca y un Jean- me respondió.

-¿Me podría dar con Pilar Molina?

-Sí

-gracias- le dije.

-De nada- me respondió.

-Hola-dijo una voz chillona.

-Hola. ¿Se acuerda cómo estaba vestida el día del hecho?- le expresé.

-Sí, una remera vieja y mis pantalones de servicio.

-Gracias, y ya voy para allí- Luego colgué y se escuchó: “pip pip pip pip” era el ruido del teléfono, disqué rápido a la policía.

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Les dije-Encuéntrenme en la esquina de Broome St y Crosby St a las 6:30.

Tomé un taxi y fui para ahí lo más rápido posible. Llegué ya estaban allí los policías, les hice una seña de vengan, ellos entendieron y me siguieron. Toqué el timbre de la casa de Vera Heinsburg, Ella abrió. Les hice una gesto de era ella.

Los policías dijeron-Señora, usted queda detenida por haber asesinado a su esposo.

-¡Muy bien!, Alberto pero ¿Cómo se dio cuenta?

-La primer cosa porque una persona de una clase tan alta como usted no estaría vestida tan poco elegante. Entonces me di cuenta de que el pelo de zorro era de su bufanda que vi tirada en su sillón de cuero. Y la segunda porque la cajita de municiones por dentro tenía escrito VH Vera Heinsburg.

-¡Muy buen trabajo! Alberto fui yo la que lo llamé para este caso y lo hizo muy bien.

-Gracias- le respondí.

-¡Ah! Y antes de que se vaya ¿Por qué lo hizo?

-Vio el edificio desde donde disparé, allí hay un casino clandestino y no me alcanzaba la plata para pagar mis deudas. Entonces lo maté para pagarle al señor porque yo debo mucho al casino y con el seguro que cobraría lo podría pagar.