antonio machado: temas para la pau (2º bachillerato)

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1 Antonio Machado en 1936 ANTONIO MACHADO POESÍA

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Antonio Machado: temas para la PAU (2º Bachillerato)

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Page 1: Antonio Machado: temas para la PAU (2º Bachillerato)

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Antonio Machado en 1936

ANTONIO MACHADO

POESÍA

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1. BIOGRAFÍA: Antonio Machado (1875-1939)

"Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla, y un huerto claro donde madura el limonero; mi juventud, veinte años en tierras de Castilla; mi historia, algunos casos que recordar no quiero"

(Campos de Castilla, 1912)

Sevilla (1875-1883)

Sevilla Palacio de las Dueñas

Nació en Sevilla el 26 de julio de 1875.

Su familia .- Fue el segundo hijo de Antonio Machado y Álvarez y de Ana Ruiz. Su padre era un notable estudioso del folklore y su abuelo fue catedrático de Ciencias Naturales en la Universidad de Sevilla. El clima ideológico que se respiraba en su familia era de corte liberal progresista, muy próximo al krausismo. Este origen familiar condicionaría la vida, la obra y el pensamiento de Antonio Machado.

Madrid (1883-1907) En el año 1883, toda la familia debe trasladarse a Madrid, ya que el abuelo obtiene una cátedra en la Universidad Central y la familia Machado depende económicamente de él.

Formación .- Ya en Madrid, Antonio Machado estudiará en la Institución Libre de Enseñanza de Francisco Giner de los Ríos. Esta Institución influirá decididamente en su persona, aportándole, entre otros valores:

• Racionalismo • Amor a la naturaleza • Gusto por el diálogo como medio de aprendizaje • Interés por el folklore popular • Valoración del trabajo

Estos valores se pueden apreciar en la totalidad de su obra, pero es el poema que dedica a Francisco Giner de Los Ríos el que mejor los manifiesta:

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Como se fue el maestro, la luz de esta mañana me dijo: Van tres días que mi hermano Francisco no trabaja. ¿Murió?...Sólo sabemos que se nos fue por una senda clara, diciéndonos: Hacedme un duelo de labores y esperanzas. Sed buenos y no más, sed lo que he sido entre vosotros: alma. Vivid, la vida sigue, los muertos mueren y las sombras pasan; lleva quien deja y vive el que ha vivido. ¡Yunques, sonad; enmudeced, campanas! Y hacia otra luz más pura

partió el hermano de la luz del alba, del sol de los talleres, el viejo alegre de la vida santa. ...¡Oh, sí, llevad, amigos, su cuerpo a la montaña, a los azules montes del ancho Guadarrama! Allí hay barrancos hondos de pinos verdes donde el viento canta. Su corazón repose bajo una encina casta, en tierra de tomillos, donde juegan mariposas doradas... Allí el maestro un día soñaba un nuevo florecer de España.

En el año 1889 comienza los estudios de bachillerato, que realizará de manera irregular y no conseguirá terminar hasta 1900. Estos primeros años madrileños son de formación y de acercamiento a la literatura: asistencia a tertulias, vida de la bohemia madrileña, colaboraciones en algunas publicaciones y comienzo de su obra poética según las tendencias modernistas que estaban de moda en la época. En estos años realiza dos viajes a Paris -en 1899 y 1902- donde conocerá a Rubén Darío del que aprenderá importantes lecciones poéticas y al que admirará siempre.

Soledades.- En 1903 aparece el primer libro de Antonio Machado -Soledades- y comienza a editarse la revista Helios, en la que colaborarán los poetas más interesantes del Modernismo: Antonio y Manuel Machado, Villaespesa, Juan Ramón Jiménez, Valle-Inclán, entre otros.

Soria (1907-1912) En 1906 decide opositar a cátedras de francés de institutos de enseñanza secundaria y obtuvo una plaza en Soria donde residirá hasta 1912. En 1907 publica su segundo libro, Soledades. Galerías. Otros poemas. En 1909 Machado se casa con Leonor Izquierdo, una jovencita de 15 años hija de los dueños de la pensión donde residía. Entre 1910 y 1911 reside en París donde está becado para ampliar estudios de filología francesa. Enfermedad y muerte de Leonor. Estando en París, en el verano de 1911, la esposa de Antonio Machado enferma de tuberculosis y la pareja debe regresar a Soria. Un año más tarde, Leonor morirá, a raíz de lo cual Antonio Machado decidirá abandonar Soria. En 1912 publica Campos de Castilla unos días antes de la muerte de la esposa.

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Leonor Izquierdo

Baeza (1912-1919) En 1912 Antonio Machado se traslada a Baeza. Es el reencuentro con su tierra andaluza natal, aunque la situación anímica tras la muerte de la esposa es de completo abatimiento. En Baeza, Machado, se encontrará con una Andalucía provinciana, aburrida, que el poeta verá con ojos muy críticos. Estando en Baeza, Antonio Machado comienza la redacción de Los complementarios, un cuaderno de apuntes que será editado después de la muerte del poeta sevillano. En 1917 ven la luz una antología de su obra poética y la primera edición de sus Poesías completas. Segovia (1919-1932) 1919: Machado obtiene plaza en el instituto de Segovia. En Segovia Antonio Machado encontrará un ambiente cultural más acorde con sus gustos y comenzará a participar en las actividades de la reciente Universidad Popular, que tiene como objetivo la extensión de la cultura a los sectores sociales tradicionalmente más apartados de ella. En estos años, el autor escribe sobre todo crítica literaria y ensayo, abandonando poco a poco la poesía. 1924: Aparece el libro de poemas Nuevas Canciones, que recoge poemas escritos en Baeza y Segovia. Comienza en estos años a escribir obras de teatro en colaboración con su hermano Manuel. 1927: Es elegido miembro de la Real Academia, aunque nunca llegará a ocupar su sillón.

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1928: Conoce a Pilar Valderrama, mujer que se convertirá en la Guiomar de sus últimos poemas, y con la que mantendrá una relación amorosa que truncará el estallido de la Guerra Civil en 1936:

De mar a mar entre los dos la guerra, más honda que la mar (...) La guerra dio al amor el tajo fuerte (...)

Pilar Valderrama (Guiomar) Madrid (1932-1936) En el año 1932 consigue trasladarse por fin a Madrid, donde participa en los ambientes culturales de la capital. 1936: publicación de Juan de Mairena, obra que reúne textos publicados con anterioridad en periódicos y revistas. Madrid, Valencia, Barcelona, Collioure (1936-1939) En 1936 se declara la Guerra Civil y Antonio Machado toma partido decididamente por la legalidad republicana, colaborando en revistas y actividades culturales republicanas. En noviembre de 1936, ante el asedio de la capital de España, Antonio Machado se traslada a Valencia. 1937: publica el libro La guerra, que contiene poemas y prosas cuyos temas y motivos giran entorno a la contienda. De Valencia se trasladará, ya enfermo, a Barcelona y desde allí, debido a la cercanía de las fuerzas franquistas, saldrá camino del exilio en enero de 1939. El 22 de febrero de 1939, en la localidad francesa de Collioure, morirá el poeta. El último verso que escribió decía...

Estos días azules y este sol de la infancia

Última fotografía de

Antonio Machado

Entierro de Antonio Machado

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Antonio Machado ha sido uno de los poetas más leídos en España desde la Guerra Civil a nuestros días, tanto por razones de gusto literario como por cuestiones de tipo ideológico, y tal vez el más sostenidamente invocado en todo este amplio tramo de la historia literaria española. En él resulta difícil disociar la biografía de la obra, la cual se caracteriza por estar dotada de una unidad y una heterogeneidad particulares.

Su biografía se mantiene especialmente indisoluble de sus escritos, tanto en verso como

en prosa, debido a que en el decurso vital de nuestro escritor importan menos los datos externos de su vida que sus significados e implicaciones; su recorrido vital responde más a la densidad interior de sus vivencias que al brillo de sus episodios.

Su amigo Rubén Daría captó su talante en unos versos muy repetidos a lo largo de la

historia de la Literatura:

ORACIÓN POR ANTONIO MACHADO Misterioso y silencioso iba una y otra vez. Su mirada era tan profunda que apenas se podía ver. Cuando hablaba tenía un dejo de timidez y de altivez. y la luz de sus pensamientos casi siempre se veía arder. Era luminoso y profundo como era hombre de buena fe. Fuera pastor de mil leones y de corderos a la vez. Conduciría tempestades o traería un panal de miel. Las maravillas de la vida y del amor y del placer, cantaba en versos profundos cuyo secreto era de él. Montado en un raro Pegaso, un día al imposible se fue. Ruego por Antonio a mis dioses, ellos le salven siempre. Amén.

Así mismo, el propio Machado, y por encargo de Azorín, a primeros de 1913 confeccionó una breve autobiografía titulada "Mi vida" donde dice que su vida está hecha más de resignación que de rebeldía, pero que, de cuando en cuando, siente impulsos optimistas que le duran poco y de los cuales se arrepiente y se sonroja indefectiblemente.

Tal como se ha afirmado más arriba, Machado fue un hombre ensimismado, de sobria y honda sensibilidad, un hombre bueno "en el buen sentido de la palabra", es decir, bondad pareja a tolerancia inteligente y no a aceptación pánfila de las cosas.

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TEMAS PARA LA P.A.U.

1.- LA EVOLUCIÓN POÉTICA DE ANTONIO MACHADO

El mundo poético de Machado fue siempre coherente y unitario, pero se puede observar una

evolución que, manteniendo esa línea fundamental, comienza con una poesía modernista,

dentro de un tono intimista muy sobrio y personal, para abrirse después a las preocupaciones

propias del 98: España, los demás, el nuevo sentimiento ante el paisaje,... Su trayectoria termina

en una poesía de contenido ideológico-filosófico, de carácter sentencioso y epigramático

(composiciones breves, concisas y agudas, que expresan un pensamiento festivo, irónico o

satírico). 3.1. El ciclo de SOLEDADES. GALERÍAS. OTROS POEMAS (1903 y 1907).- El proceso de creación del primer libro de poemas de Antonio Machado fue bastante complejo,

ya que lo que conocemos en la actualidad con ese título se fue escribiendo a lo largo de

bastantes años: en 1903 aparece su primer poemario con el título de Soledades; en 1907 refunde

la versión anterior, añadiendo y suprimiendo otros; en 1917 publica la primera edición de sus

Poesías Completas, cuya primera parte serán los poemas de Soledades, de nuevo refundidos; y

en 1919 aparece la segunda versión definitiva con el título Soledades. Galerías. Otros Poemas.

El libro Soledades aparece en pleno apogeo del movimiento modernista, lo que es bien

visible en la mayoría de los cuarenta y dos poemas que lo componen. Predomina en ellos el

tono melancólico y doliente, la anécdota argumental es prácticamente inexistente y los temas

son los característicos del intimismo posromántico: el amor, el paso del tiempo, la soledad, la

infancia perdida, los sueños,... Pretende Machado captar en sus versos lo que él denomina

"universales del sentimiento", según señala en el Prólogo de sus Poesías completas:

Yo también admiraba al autor de Prosas profanas (Rubén Darío), maestro incomparable de la forma

y de la sensación [...] Pero yo pretendí seguir un camino distinto. Pensaba yo que el elemento poético

no era la palabra por su valor fónico, ni el color, ni la línea, ni un complejo de sensaciones, sino una

honda palpitación del espíritu: lo que pone el alma, si es que algo pone, o lo que dice, si es que algo

dice, con voz propia, en respuesta animada al contacto del mundo. Y aun pensaba que el hombre

puede sorprender algunas palabras de un íntimo monólogo, distinguiendo la voz viva de los ecos

inertes; que puede también, mirando hacia dentro, vislumbrar las ideas cordiales, los universales del

sentimiento

Estos presupuestos: claridad, pero no sencillez, poesía en un tiempo irreversible, pobreza

retórica, sí, e intimismo más allá de las anécdotas, es lo que Antonio Machado nos entrega en

su primer libro, lo que seguía vivo cuando se desdobla en otros poetas y en sofistas retóricos.

Es el nacimiento de su poesía de siempre con unción becqueriana, en el espíritu y en la forma.

La palabra sobre la que gira el mundo lírico del primer Machado es tarde [...]. De los 96 poemas

de que consta el libro, 36 de ellos hacen referencia a tarde y a sus sinónimos -totales o parciales

- ocaso, sol que muere, crepúsculo, muere el día [...].

En estos poemas de su primera época, Machado parte de un planteamiento lírico sentimental en el que utiliza abundantes recursos característicos del Modernismo Canónico y, por tanto, del esteticismo propio de esa fase del movimiento:

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� La escenografía de muchos poemas (“Fue una clara tarde...”) marcada por la ambientación en parques, atardeceres, jardines solitarios adornados con fuentes en las que el agua se estanca...

� Usa acuñaciones verbales propias del Modernismo: "flamígero horizonte",

"crepúsculo fulgente", "cielo lactescente", etc... � En el terreno de la métrica destacan la preferencia por la rima consonante y por el

verso largo (dodecasílabos y alejandrinos); y algunos experimentos con la métrica acentual (Ver los últimos versos del poema Preludio).

� El empleo de recursos fónicos de todo tipo, como las aliteraciones y paranomasias que sirven para comunicar valores auditivos mediante la palabra.

� Construcciones de sinestesias, mediante las cuales pretende expresar valores sensoriales (visuales y olfativos, principalmente).

� Por lo que se refiere al léxico, caracteriza estos primeros poemas la abundancia de adjetivación, sobre todo de tipo sensorial.

Siguiendo la tradición simbolista que le llega a través del Modernismo, Machado empleará en

sus poemas como recurso primordial la técnica del símbolo: aludir a las realidades que le

interesan (la muerte, el tiempo, la soledad, etc...) mediante evocaciones de objetos, ideas o

sensaciones. Estos son algunos de los motivos temáticos y de los símbolos de Machado:

� EL AGUA: inexorable fluir del tiempo (agua es la fuente - ilusión y también monotonía

del vivir -; el río - fluir de la vida -; el mar o el agua quieta- la muerte, donde desemboca

"el río" símbolo de raíz manriqueña ("Nuestras vidas son los ríos que van a dar en la

mar")

� LA FUENTE el agua que brota, símbolo de anhelos, de ilusiones

� EL CAMINO: la vida en su devenir (transcurso), como peregrinaje y búsqueda

� EL AIRE: libertad del hombre

� EL FUEGO: la poesía amorosa

� LA TIERRA: la realidad solitaria

� LA TARDE: momento propicio para la meditación; decaimiento, apagamiento, melancolía,

nostalgia, expresión de la lucha entre la luz y las sombras; premonición de muerte

� LA CRIPTA, EL LABERINTO O LAS GALERÍAS: la búsqueda del mundo interno, del alma

� EL ESPEJO: el lugar donde se proyectan los recuerdos y los sueños

� LA COLMENA: la creación poética

� EL JARDÍN: la intimidad

Todos estos signos simbólicos se relacionan directa o tangencialmente con el elemento

fundamental que golpea con insistencia en los versos de Machado: el tiempo. La poesía, dice, es

"palabra esencial en el tiempo"; es, añade, el diálogo de un hombre con su tiempo, con el

tiempo de su existencia. El poeta ha de abordar una doble tarea, en cierto modo contradictoria:

captar la esencia de las cosas (el misterio del hombre y del mundo) y expresar el tránsito del

tiempo (el fluir de la vida): esencialidad y temporalidad son, por tanto, los dos supuestos básicos

de la poesía machadiana. El poeta ahondará en los enigmas de la vida e intentará

desesperadamente aprisionar en sus versos el incesante fluir del tiempo.

La temática de Soledades gira en torno a unas hondas cuestiones: el tiempo y el fluir de la

vida humana vida (ver “He andado muchos caminos” y “Daba el reloj las doce...”), la muerte y el

problema de qué hay más allá, el problema de Dios (ver “Anoche cuando dormía”)... En suma, las

cuestiones centrales de la condición humana, vista como una existencia doliente y azarosa. Con

estos temas centrales se engarzan otros: la infancia perdida, los sueños, los paisajes, que

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enmarcan sus meditaciones y el amor. El tema del amor da a su poesía momentos muy

intensos, si no muy abundantes. Y parece más bien un amor soñado y no realizado [...], o un

amor perdido, mustio, muerto (con inequívocas notas becquerianas) (ver “Yo voy soñando

caminos” y “Amada, el aura dice”).

Los sentimientos ("universales del sentimiento") que, en consonancia con tales temas,

dominan en el libro, serán, ante todo, ese sentimiento de soledad que le da título, y la

melancolía, la tristeza (ver “Recuerdo infantil” y “La plaza y los naranjos encendidos”), el hastío

ante la monotonía o el vacío de vivir, la angustia vital, en fin (ver “Hastío”, “Eran ayer mis

dolores...”): Sentimientos "universales", si se quiere, pero que llegan a Machado y a los poetas

modernistas como herencia inequívocamente romántica. Temas y sentimientos, pues,

compartidos con otros, con una tradición.

Aparte de los temas anteriores, hay en Soledades otro bloque temático importante. Lo

encontraremos en aquellos poemas que reflexionan sobre la función del poeta (otra

preocupación muy propia de la literatura contemporánea), sobre la creación literaria (ver

“Desnuda está la tierra”, “Leyendo un claro día”, “La noria”).

Machado, por tanto, parte de un planteamiento poético muy cercano al Modernismo, pero

poco a poco irá abandonando ese esteticismo modernista. Esta intención es, precisamente, la

que explica la composición compleja de este primer libro suyo. 3.2. El ciclo de CAMPOS DE CASTILLA (1912-1917).- Como sucede en el libro anterior, Campos de Castilla se compone a lo largo de un dilatado

tiempo y, debido a los importantes cambios vitales sufridos por Antonio Machado en estos

años, no es un libro uniforme porque encierra bastantes variables:

� Diferencias cronológicas en la redacción de los poemas, escritos entre 1911 y 1917.

� La muerte de Leonor, que introduce en la poesía de Machado la experiencia directa de

la muerte.

� El regreso a su Andalucía natal, que produce un cambio en la escenografía de los

poemas, en el paisaje, tan importante en sus poemas.

Campos de Castilla consta finalmente de cincuenta y seis poemas. En ellos se advierten

cambios fundamentales con respecto a Soledades:.

Soledades Campos YO NOSOTROS

Abundan los adornos formales Escasez de adornos técnicos Métrica modernista Métrica más sencilla

Tema: la muerte Temas: la muerte, España, la existencia Vagamente patriótico Patriótico

Tiempo no histórico Tiempo histórico Descripción de paisajes imaginados Interpretación de paisajes reales

La verdadera diferencia que existe entre los dos primeros libros de Machado es simplemente de personas poéticas. Consiste en lo que se ha dado en llamar paso del YO al NOSOTROS: se atenúan considerablemente el subjetivismo y la introspección y, por el contrario, pasa a primer plano la realidad exterior. Antonio Machado encuentra en Campos de Castilla

alguien (Leonor o su recuerdo) o algo (Castilla y lo castellano) hacia quien dirigir sus poemas. La soledad del libro anterior ya no es tan absoluta.

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Si en Soledades el paisaje, lindante con el sueño, tiene un carácter simbólico en el que se proyecta el yo íntimo, en Campos de Castilla aunque conserva cierto simbolismo, es ya de inspiración más objetiva y, más que recrear una atmósfera sentimental propicia a la meditación, se describen paisajes reales, que, muchas veces, se pueblan de presencias humanas o aluden a circunstancias históricas.

El yo del poeta pasa a un segundo plano y se abre a los otros. Es como si Machado pretendiera superar el característico intimismo de Soledades y buscara ahora en los demás las claves de una realidad que no había hallado respuesta satisfactoria en el buceo introspectivo de las galerías de su alma. De hecho, en 1922 y, pese a sus discrepancias con las nuevas orientaciones estéticas de las vanguardias, aplaudirá que la poesía escape "de la mazmorra simbolista", pues "estaba enferma de subjetividad".

En buena medida, Campos de Castilla supone la vuelta hacia cierta poesía realista como vía de salida del Modernismo simbolista.

Los poemas de este libro podemos agruparlos en dos grandes bloques según los temas de

que se ocupan:

a. El problema de España.-

� El paisaje de Castilla como símbolo de España. Este paisaje castellano será contemplado

de dos formas diferentes. En un primer momento de una manera objetiva, describiendo

su dureza, su sequedad, su fealdad (ver “A orillas del Duero”). En un segundo momento.

Machado contemplará el paisaje de Castilla de una forma subjetiva, expresando lo que

supone para él, no lo que es (ver “Orillas del Duero”). Cuando, después de la muerte de

Leonor, Machado recuerda las tierras castellanas desde Baeza, su visión de ellas es más

lírica y emotiva y el paisaje aparece otra vez teñido de subjetividad.

� Las gentes de Castilla y de España (ver “Por tierras de España”, “Del pasado efímero” y

“La tierra de Alvargonzález”). Se da cuenta del pasado glorioso de estas tierras y su

andrajoso presente.

� La denuncia política (ver “Una España joven”). También del período de Baeza son los

poemas con cuadros de paisaje y tipos andaluces, en los que Machado - tras haber

observado el mundo de latifundios, señoritos y miseria - presenta una dura visión de la

España tradicional religiosa y conservadora, desde una ideología abiertamente

progresista.

b. El problema existencial.-

� El amor y la muerte de Leonor (los poemas dedicados a Leonor en Campos de Castilla).

� La religión (ver “El dios ibero” y “La saeta”).

Un nuevo tipo de poesía hace también su aparición en Campos de Castilla: la poesía

sentenciosa de tipo filosófico y moral que integra la serie Proverbios y cantares. En estos

poemillas Machado aúna sus preocupaciones filosóficas y existenciales, cada vez más presentes

en su vida y en su obre, con las formas estróficas populares, todo ello envuelto frecuentemente

en una sutil ironía. Se trata de poemas que encierran un proverbio o un pequeño pensamiento

sobre temas variados: política, religión, literatura, autobiográficos, etc... (ver los “Proverbios y

Cantares”).

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3.3. NUEVAS CANCIONES (1917-1930).-

El libro Nuevas canciones (1924), escrito parcialmente en Baeza, está compuesto por diecinueve sonetos, la mayoría más bien mediocres, pero destaca entre ellos Los sueños

dialogados, al final de Glosando a Ronsad y otras rimas (CLIV) y otro que recuerda a su padre (CLXV, IV). Algunos sonetos recuerdan en alguna de sus partes el tono nostálgico del primer Machado con la repetición de temas como la niñez, el paso del tiempo (Esto soñé).

En un grupo de composiciones breves hay una presencia de las tierras sorianas, evocadas desde lejos (Canciones de Tierras Altas (Apuntes, Hacia tierra baja) y también de la Alta Andalucía, espacio geográfico real y mítico a la vez; continúa, además, en el nuevo libro, la línea sentenciosa (proverbios y cantares) que ya iniciara en Campos de Castilla.

Otro grupo importante de poemas es el constituido por los Proverbios y cantares, iniciada ya

en Campos de Castilla. Los poemas de este libro se caracterizan técnicamente por la influencia

de la lírica popular: breves, esenciales, métrica de verso corto y rima asonante, sencillez

lingüística general. Machado se vale sobre todo la copla popular pero con una doble utilización:

a) como canción, a la manera tradicional, portadora de elementos folklóricos: Molinero es mi amante,

tiene un molino

bajo los pinos verdes,

cerca del río.

Niñas cantad:

“Por las tierras de Soria

yo quisiera pasar”.

b) como si se tratara de una poesía epigramática, sentenciosa, al servicio de su propia

filosofía. Su característica más destacable es la condensación de lo poética y la

eliminación, por tanto, de todo elemento accesorio o descriptivo:

¿Dijiste media verdad?

Dirán que mientes dos veces

si dices la otra mitad.

Por último, en tres poemas (Canciones a Guiomar) destacará la aparición de un nuevo

personaje femenino, Guiomar, y con ella de nuevo el tema amoroso, aunque el recuerdo de la

esposa muerta seguirá siendo importante en el libro. Ocupan un lugar aparte por la emoción de

alegría plena, por la novedad de sus imágenes y por el brillo de su contención sentimental. 3.4. POESÍAS DE GUERRA (1936-1939).- Los últimos poemas de Machado no aparecerán formando parte de un libro unitario, sino

dentro de otras obras. El tono es continuador del camino abierto en Nuevas Canciones.

Destacan en estos últimos poemas los dedicados a Guiomar y algunas poesías de guerra

entre las que destacan El crimen fue en Granada, poema escrito con motivo del asesinato de

Lorca, otros vuelven al tema del recuerdo (de Soria, de la Sevilla de la Infancia.). Otros se refieren

directamente a la guerra como el dedicado a Líster, jefe de los ejércitos del Ebro, el que pide el

castigo para Franco, Al otro conde don Julián, o el de mayor calidad poética La muerte de un

niño herido.

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1.- LA EVOLUCIÓN POÉTICA DE ANTONIO MACHADO: RESUME N El mundo poético de Machado fue siempre coherente y unitario, pero se puede observar una

evolución que comienza con una poesía modernista, dentro de un tono intimista muy sobrio y personal, para abrirse después a las preocupaciones propias del 98: España, los demás, el nuevo sentimiento ante el paisaje,... Su trayectoria termina en una poesía de contenido ideológico-filosófico, de carácter sentencioso y epigramático. 3.1. El ciclo de SOLEDADES. GALERÍAS. OTROS POEMAS (1903 y 1907).-

El poemario escrito entre 1903 y 1919 muestra la influencia del movimiento modernista. Predomina en ellos el tono melancólico y doliente y la anécdota argumental es prácticamente inexistente... Claridad, poesía en un tiempo irreversible e intimismo es lo que Antonio Machado nos entrega en su primer libro.

En estos poemas, Machado parte de un planteamiento lírico sentimental en el que utiliza abundantes recursos característicos del Modernismo Canónico: la escenografía de muchos poemas (“Fue una clara tarde...”) marcada por la ambientación en parques, atardeceres, jardines solitarios adornados con fuentes en las que el agua se estanca...; la preferencia por la rima consonante y por el verso largo (dodecasílabos y alejandrinos); el empleo de recursos fónicos, como las aliteraciones y paranomasias, y de sinestesias, para expresar valores sensoriales; o la abundancia de adjetivación, sobre todo de tipo sensorial.

Siguiendo la tradición simbolista, que le llega a través del Modernismo, empleará en sus poemas como recurso primordial la técnica del símbolo: aludir a las realidades que le interesan (la muerte, el tiempo, la soledad, etc...) mediante evocaciones de objetos, ideas o sensaciones. Entre ellos, por ejemplo, EL AGUA: inexorable fluir del tiempo (agua es la fuente - ilusión y también monotonía del vivir -; el río - fluir de la vida -; el mar o el agua quieta- la muerte; LA FUENTE el agua que brota, símbolo de anhelos, de ilusiones, EL CAMINO: la vida en su devenir (transcurso), como peregrinaje y búsqueda; ...

La temática de Soledades gira en torno al tiempo y el fluir de la vida humana (ver “He

andado muchos caminos” y “Daba el reloj las doce...”), la muerte y el problema de Dios (ver “Anoche cuando dormía”). Con estos temas centrales se engarzan otros: la infancia perdida, los sueños, los paisajes, que enmarcan sus meditaciones, y el amor. Este tema da a su poesía momentos muy intensos y parece un amor soñado y no realizado, o un amor perdido, mustio, muerto (con inequívocas notas becquerianas) (ver “Yo voy soñando caminos”). Los sentimientos ("universales del sentimiento") que, en consonancia con tales temas, dominan en el libro, serán ese sentimiento de soledad que le da título, y la melancolía, la tristeza (ver “Recuerdo infantil”), el hastío ante la monotonía o el vacío de vivir, la angustia vital (ver “Hastío””): sentimientos "universales" que llegan a Machado como herencia inequívocamente romántica.

Machado, por tanto, parte de un planteamiento poético muy cercano al Modernismo, pero poco a poco irá abandonando ese esteticismo modernista. 3.2. El ciclo de CAMPOS DE CASTILLA (1912-1917).-

Como sucede en el libro anterior, Campos de Castilla se compone a lo largo de un dilatado tiempo y, debido a los importantes cambios vitales sufridos por el poeta en estos años, no es

un libro uniforme porque encierra bastantes variables: diferencias cronológicas en la redacción de los poemas; la muerte de Leonor, que introduce la experiencia directa de la muerte; y el regreso a la Andalucía natal, que produce un cambio en el paisaje.

En Campos de Castilla se advierten cambios fundamentales con respecto a Soledades: escasez de adornos técnicos, métrica más sencilla, tiempo histórico, interpretación de paisajes reales frente a la descripción de los paisajes imaginados,... Pero la verdadera diferencia consiste en lo que se ha dado en llamar paso del YO al NOSOTROS: se atenúan considerablemente el subjetivismo y la introspección y, por el contrario, pasa a primer plano la realidad exterior. Antonio Machado encuentra en Campos de Castilla alguien (Leonor o su recuerdo) o algo

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(Castilla y lo castellano) hacia quien dirigir sus poemas. Es como si Machado pretendiera superar el característico intimismo de Soledades y buscara ahora en los demás las claves de una realidad que no había hallado respuesta satisfactoria en el buceo introspectivo de las galerías de su alma.

Los poemas de este libro podemos agruparlos en dos grandes bloques según los temas de que se ocupan: El problema de España. y el problema existencial.

Respecto al primero, el paisaje de Castilla como símbolo de España. Este paisaje será contemplado en un primer momento de una manera objetiva (“A orillas del Duero”) y en un segundo momento de una forma subjetiva (“Orillas del Duero”). Lo mismo ocurre, después de la muerte de Leonor: Machado recuerda las tierras castellanas desde Baeza, con una visión más lírica y emotiva. Otro subtema, las gentes de Castilla y de España (“Por tierras de España”): se da cuenta del pasado glorioso de estas tierras y su andrajoso presente. Y por último, la denuncia política (“Una España joven”). También del período de Baeza son los poemas con cuadros de paisaje y tipos andaluces, en los que Machado - tras haber observado el mundo de latifundios, señoritos y miseria - presenta una dura visión de la España tradicional religiosa y conservadora, desde una ideología abiertamente progresista.

En el tema del problema existencial, el poeta da cabida a al amor y la muerte de Leonor (los poemas dedicados a Leonor en Campos de Castilla), la religión (“El dios ibero” y “La saeta”).

Por último, un nuevo tipo de poesía hace también su aparición en Campos de Castilla: la poesía sentenciosa de tipo filosófico y moral que integra la serie Proverbios y cantares. En estos poemillas Machado aúna sus preocupaciones filosóficas y existenciales con las formas estróficas populares, todo ello envuelto frecuentemente en una sutil ironía. 3.3. NUEVAS CANCIONES (1917-1930).-

El libro Nuevas canciones (1924), escrito parcialmente en Baeza, contiene diecinueve sonetos, la mayoría más bien mediocres, pero destaca entre ellos Los sueños dialogados, al final de Glosando a Ronsad y otras rimas (CLIV). Algunos de ellos recuerdan en alguna de sus partes el tono nostálgico del primer Machado con la repetición de temas como la niñez, el paso del tiempo (Esto soñé).

En un grupo de composiciones breves hay una presencia de las tierras sorianas, evocadas desde lejos (Canciones de Tierras Altas) y también de la Alta Andalucía, espacio geográfico real y mítico a la vez.

Otro grupo importante de poemas es el constituido por los Proverbios y cantares, iniciado ya en Campos de Castilla, que se caracterizan por la influencia de la lírica popular: breves, esenciales, métrica de verso corto y rima asonante, sencillez lingüística. Machado se vale sobre todo de la copla popular pero con una doble utilización: como canción, a la manera tradicional, portadora de elementos folklóricos; o como poesía epigramática, sentenciosa, al servicio de su propia filosofía. Su característica más destacable es la condensación de lo poética y la eliminación, por tanto, de todo elemento accesorio o descriptivo.

Por último, en tres poemas (Canciones a Guiomar) destacará la aparición de un nuevo personaje femenino, Guiomar, y con ella de nuevo el tema amoroso, aunque el recuerdo de la esposa muerta seguirá siendo importante en el libro.

3.4. POESÍAS DE GUERRA (1936-1939).-

Los últimos poemas de Machado no aparecerán formando parte de un libro unitario, sino dentro de otras obras. El tono es continuador del camino abierto en Nuevas Canciones.

Destacan en estos últimos poemas los dedicados a Guiomar y algunas poesías de guerra entre las que destacan El crimen fue en Granada, poema escrito con motivo del asesinato de Lorca, otros vuelven al tema del recuerdo (de Soria, de la Sevilla de la infancia.). Otros se refieren directamente a la guerra como el dedicado a Líster, jefe de los ejércitos del Ebro, el que pide el castigo para Franco, Al otro conde don Julián, o el de mayor calidad poética La muerte de un

niño herido.

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2.- TEMAS DE LA POESÍA DE ANTONIO MACHADO Tal como afirma José-Carlos Mainer, la poesía machadiana es un universo cerrado de

símbolos, de temas recurrentes que forman una constante a lo largo de su vida y que dan un

sentido unitario, tal como se ha comentado, a su obra. Machado afirma que existen hondas

palpitaciones del espíritu que no pueden expresarse en el lenguaje corriente, y el poeta, para

comunicar su experiencia, debe recurrir al lenguaje figurado, a los símbolos, a las imágenes y a

las metáforas.

1) El tiempo

Antonio Machado se llama a sí mismo “poeta del tiempo”; él entiende el tiempo como

algo vivo, personal, no como concepto o abstracción. Es la duración limitada, la historia

individual de cada ser –de su propio ser-, que se hace, que pasa, pero que permanece en el

recuerdo, donde se borran los límites personales. Esta sensibilidad exacerbada para el devenir

de las cosas, esta ansiedad perpetúa ante el curso fatal de las horas y los días.

- El poema, la palabra esencial en el tiempo

Para Machado, la poesía es un arte eminentemente temporal: “La poesía es la palabra

esencial en el tiempo”. De este modo, une dos elementos contradictorios: lo esencial y lo

temporal. La poesía es la palabra que expresa lo que las cosas son (su esencia), pero a través de

mi contacto con ellas, con mi experiencia, con mi tiempo vivido.

- El agua

El agua del río, de la fuente, de la lluvia…; su fluir constante se hace símbolo del fluir

temporal y, por ello, de la vida interior. Sin embargo, el agua puede representar la muerte,

quieta en la taza de la fuente o, a la manera de Manrique, en la inmensidad del mar al que

confluyen todas las aguas. Este tema-símbolo es quizá el que con mayor insistencia y también

con mayor hondura vivencial se reitera a lo largo de su obra.

a) La tarde

Este tema suele expresar el sentimiento melancólico y a la vez espiritual. Por ello, esta

hora del día se suele acompañar frecuentemente de adjetivos que connotan un estado de

ánimo de depresión espiritual (cenicienta, mustia, destartalada…) y que contribuyen a

personificarla, identificándola con su estado de ánimo.

Al mismo tiempo, los adjetivos referidos a colores que acompañan a la tarde y a los

elementos del paisaje de esa hora (rojos, cárdenos, rosados, violetas) se cargan por contagio

semántico de esas connotaciones de melancolía y tristeza.

b) Los caminos

Los caminos están presentes en la poesía de Antonio Machado desde sus primeras

composiciones. El caminar errante, sin meta prefijada, es ante todo un sentimiento de pesar sin

consuelo, una nostalgia de la vida que se va dejando atrás y que también participa en el horror

de llegar.

Los caminos son, pues, frecuentemente símbolos de la vida o bien aparecen asociados a

ésta. Cuando esto ocurre en el poema, el camino real se difumina, se borra hacia la lejanía, hacia

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el futuro, del que nada podemos decir; y, al mismo tiempo, se convierte en motivo de

melancolía, de ensueño que trae recuerdos del pasado:

Yo voy soñando caminos

de la tarde. ¡Las colinas

doradas, los verdes pinos,

las polvorientas encinas!

¿Adónde el camino irá?

Yo voy cantando, viajero,

a lo largo del sendero

-La tarde cayendo está-.

“En el corazón tenía

la espina de una pasión;

logré arrancármela un día:

ya no siento el corazón”. […]

La idea de que el camino no está hecho, sino que se hace a la vez que el acto que lo

realiza (“se hace camino al andar”) se ve reforzada por otras imágenes, como la estela fugaz que

se deja sobre el mar y que, al tiempo que se hace, se borra de manera inaprensible, como el

devenir temporal del hombre:

Caminante, son tus huellas

el camino, y nada más;

caminante, no hay camino,

se hace camino al andar.

Al andar se hace camino,

y al volver la vista atrás

se ve la senda que nunca

se ha de volver a pisar.

Caminante, no hay camino,

sino estelas en la mar.

- Los elementos del paisaje y el tiempo vivido

En el proceso de identificación del alma con las cosas del mundo, adquieren especial

relevancia en la poesía de Antonio Machado los elementos que conforman el paisaje. En su paso

por el tiempo, el poeta se relaciona con las cosas, y éstas (el río, los árboles, el atardecer)

adquieren un sentido nuevo, personal, en relación con la experiencia vivida en torno a ellas. Se

transfiguran en espejo que refleja los estados del alma.

En este sentido es singularmente destacado el proceso que “sufre” el olmo. Las primeras

referencias que se hace a este árbol con meramente denotativas de su presencia en los parques.

En el poema “A un olmo seco” (CXV) se inicia el proceso de identificación de su alma con dicho

árbol, que continuará de forma más o menos implícita en otros poemas (CC-CXXVI, CC-CIII).

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c) El reloj

Machado se refiere siempre al reloj como un objeto real, que mide mecánicamente el

tiempo cronológico, por oposición al tiempo psíquico del hombre, del poeta, que se había

expresado con los símbolos anteriores.

2) La muerte

Sus reflexiones sobre la muerte son la derivación lógica de sus inquietudes sobre el

tiempo, considerado éste como el gran exterminador del ser humano. La muerte, además, se

manifiesta de continuo en forma de brevedad e inconsistencia de la vida, de decadencia de los

hombres y de las cosas, de los elementos de la naturaleza, bajo una serie de signos variados

como la destrucción, la enfermedad, la guerra o el crimen.

Su actitud vital ante ella es también diversa: desde la angustia personal expresada en

tantos poemas de Soledades, hasta la melancolía e incluso la rebeldía por la muerte de la

esposa, pasando incluso por la identificación espiritual con el moribundo.

Los símbolos relacionados con este gran tema son múltiples: el mar, el ocaso, el otoño, la

sombra, la luna… El mar simboliza con frecuencia la ciega inmensidad de la muerte, lugar al que

confluyen todos los ríos de la vida, siguiendo la alegoría de las Coplas de Manrique. A pesar de

alguna pequeña esperanza ante la muerte expresada en algún breve poema (por ejemplo CC-

CXXII o CC-CXX), en el maestro sevillano se palpa una honda turbación del espíritu: la angustia

existencial ante la nada, ante el no ser, que está desde el principio en su obra y se va

acentuando con el paso de los años.

3) Dios

La presencia de Dios en la obra de Antonio Machado es imprecisa y variable en el tiempo

y, sin embargo, ocupa en su pensamiento un lugar significativo. Se trata de un Dios en el que no

se puede creer aunque se quiera; es el Dios añorado, soñado, deseado más que afirmado

(poema LIX).

Aparte de esta figura, la de Cristo es mucho más cercana a Machado que ese “Dios entre

la niebla” que busca sin alcanzar. Jesucristo es en él el paradigma del hombre, lo que éste tiene

de humano y divino, de carne mortal que sueña la inmortalidad, el triunfo sobre la muerte (La

saeta CC-CXXX)

4) El recuerdo y el sueño

En Machado estos dos términos son, muchas veces, equivalentes, ya que normalmente se

refieren al soñar despierto con la propia vida. En Soledades, galerías y otros poemas, los caminos

del sueño son galerías de espejos donde se refleja la propia vida, donde el hombre que sueña

intenta revelar el secreto de su yo más íntimo. Las galerías del alma son símbolos predilectos de

Machado para representar esa parte de sí mismo que ignora.

Pero en su poesía, especialmente a partir de Campos de Castilla, el sueño no sólo emana

del hombre, sino de las cosas: sueña la naturaleza; y los elementos que la conforman,

convertidos en personificaciones, en proyecciones de su yo, también sueñan. Sueñan la tarde, el

campo, el agua de un río, de una fuente o de una noria, los frutos, las estatuas, las rocas…

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5) El amor

A lo largo de toda la obra se intuye el deseo de Machado de amar y la necesidad de ser

amado. Es una presencia constante y, sin embargo, difícil de precisar en muchas de las

composiciones de su primer libro. Ahora bien, los poemas referidos a las dos pasiones de su

vida ocupan un lugar más importante en su producción: el de su esposa Leonor (en Campos de

Castilla y Nuevas canciones), cuya muerte provocaría los más doloridos acentos del poeta, y el

amor otoñal, pero apasionado, de Guiomar (en el Cancionero apócrifo).

De cualquier modo, el amor es para Machado un sentimiento ennoblecedor que dignifica

al amante, quien poseído de esa exaltación espiritual comprende mejor la belleza del mundo y

rescata las cosas del olvido, del tiempo y de la muerte.

6) El tema autobiográfico

En numerosos poemas evoca Antonio Machado su infancia, su juventud, sus amores,

incluso sus experiencias de la vida cotidiana. Pero no sólo aparece la biografía externa, sino

especialmente, la espiritual. De este modo, su poesía puede considerarse un diario de su propia

alma, una vida hecha verso, que así escrita puede hacerse eterna: la palabra esencial en el

tiempo; el diálogo del hombre, de un hombre con su tiempo.

En este apartado véanse los poemas III, V, VII, LXV o XCII de Soledades…, muchos de

Nuevas canciones y otros poemas de su última etapa, puesto que este tema de la infancia

desaparece casi por completo en Campos de Castilla, excepción hecha, claro está, del poema

“Retrato” que abre este libro y que concuerda con un uso de la época, que consistía en insertar

el semblante del autor como introducción a una obra.

7) El paisaje y el tema de España

En algunos poemas la visión que tiene del paisaje Machado es puramente objetiva; sin

embargo, en otros el paisaje se convierte en símbolo del pasado histórico de Castilla o, incluso,

los elementos del paisaje castellano se transforman en símbolo de realidades íntimas.

En Soledades… predominan los paisajes interiores del alma, aunque no faltan aquellos en

los que el paisaje es marco para la expresión de sentimientos, generalmente relacionados con

los estados de melancolía. No obstante, en algún otro predomina la visión objetiva del paisaje,

que luego tendrá mayor desarrollo en Campos de Castilla; es el caso del poema titulado “Orillas

del Duero” (IX), en el que la subjetividad sólo está presente en las exclamaciones finales.

Otra forma de ver el paisaje –castellano o andaluz- es como imagen del pasado histórico

que se hace presente a través del lenguaje figurado. Este recurso es manifiesto en muchos de

los poemas de Campos de Castilla (“A orillas del Duero”, CC-XVIII); de hecho, la preocupación

patriótica le inspira poemas sobre el pasado, el presente o el futuro de España. De cualquier

manera, Machado aporta un claro componente subjetivo: proyecta sus propios sentimientos

sobre aquellas tierras, seleccionando lo que prefiere, que es lo adusto y acentuando,

especialmente con adjetivos, o lo que sugiere soledad, fugacidad o muerte.

En cuanto a la tercera forma de ver el paisaje, es decir, la identificación de los elementos

del paisaje con el alma, cabe hablar del paisaje como reflejo del mundo interior del poeta, del

estado de su alma. Esta nueva visión se infiere de su concepto del tiempo como fluir interior. El

poeta entra en diálogo con el mundo y consigo mismo, en íntima comunión con el paisaje que

describe y canta (CXIII-VII-VIII-IX).

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2.- TEMAS DE LA POESÍA DE ANTONIO MACHADO: RESUMEN

La poesía machadiana es un universo cerrado de símbolos, de temas recurrentes que

forman una constante a lo largo de su vida y que dan un sentido unitario. Machado afirma que

existen hondas palpitaciones del espíritu que no pueden expresarse en el lenguaje corriente, y el

poeta, para comunicar su experiencia, debe recurrir al lenguaje figurado, a los símbolos, a las

imágenes y a las metáforas.

1. El tiempo: Machado se llama a sí mismo “poeta del tiempo”; él entiende el tiempo como algo

vivo, personal, no como concepto o abstracción. Machado presenta una sensibilidad

exacerbada para el devenir de las cosas, una ansiedad perpetúa ante el curso fatal de las horas

y los días.

a) El poema, la palabra esencial en el tiempo: Para Machado, la poesía es un arte

eminentemente temporal: “La poesía es la palabra esencial en el tiempo”. De este modo, une

dos elementos contradictorios: lo esencial y lo temporal.

b) El fluir constante del agua se hace símbolo del fluir temporal y, por ello, de la vida interior.

Sin embargo, también puede representar la muerte, quieta en la taza de la fuente o, a la

manera de Manrique, en la inmensidad del mar.

c) La tarde es símbolo del sentimiento melancólico y a la vez espiritual expresado con

adjetivos que connotan un estado de ánimo de depresión espiritual (cenicienta, mustia,

destartalada…) y que contribuyen a personificarla.

d) Los caminos: El caminar errante, sin meta prefijada, es ante todo un sentimiento de pesar

sin consuelo, una nostalgia de la vida que se va dejando atrás. Los caminos son, pues,

frecuentemente símbolos de la vida o bien aparecen asociados a ésta. Cuando esto ocurre

en el poema, el camino real se difumina, se borra hacia la lejanía y, al mismo tiempo, se

convierte en motivo de melancolía, de ensueño que trae recuerdos del pasado (Yo voy

soñando caminos).

e) Los elementos del paisaje y el tiempo vivido: En el proceso de identificación del alma con

las cosas del mundo, adquieren especial relevancia los elementos del paisaje. En su paso por

el tiempo, el poeta se relaciona con las cosas, y éstas (el río, los árboles, el atardecer)

adquieren un sentido nuevo, personal, en relación con la experiencia vivida en torno a ellas.

Se transfiguran en espejo que refleja los estados del alma. Por ejemplo, “A un olmo seco”.

f) El reloj como un objeto real, que mide mecánicamente el tiempo cronológico, por

oposición al tiempo psíquico del hombre, del poeta.

2. Sus reflexiones sobre la muerte son la derivación lógica de sus inquietudes sobre el

tiempo, considerado éste como el gran exterminador del ser humano. La muerte se

manifiesta bajo una serie de signos variados como la destrucción, la enfermedad, la guerra o

el crimen. Su actitud vital ante ella es también diversa: desde la angustia personal, la

melancolía, la rebeldía por la muerte de la esposa, pasando incluso por la identificación

espiritual con el moribundo.

Los símbolos relacionados con este gran tema son múltiples: el mar, el ocaso, el

otoño, la sombra, la luna… Se palpa una honda turbación del espíritu: la angustia existencial

ante la nada, ante el no ser, que se va acentuando con el paso de los años.

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3. En la obra de Antonio Machado, la presencia de Dios ocupa un lugar significativo: se trata

de un Dios en el que no se puede creer aunque se quiera; es el Dios añorado, soñado,

deseado más que afirmado (poema LIX). Es mucho más cercana a Machado la figura de

Jesucristo, lo que éste tiene de humano y divino, de carne mortal que sueña la inmortalidad

(La saeta CC-CXXX)

4. En Machado el recuerdo y el sueño son términos, muchas veces, equivalentes, ya que

normalmente se refieren al soñar despierto. En Soledades, los caminos del sueño son

galerías de espejos donde se refleja la propia vida, donde el hombre que sueña intenta

revelar el secreto de su yo más íntimo. Pero, especialmente a partir de Campos de Castilla, el

sueño no sólo emana del hombre, sino de las cosas: sueña la naturaleza; y los elementos

que la conforman, convertidos en proyecciones de su yo, también sueñan. Sueñan la tarde,

el campo, el agua de un río, de una fuente o de una noria, los frutos, las estatuas, las rocas…

5. El amor: A lo largo de toda la obra se intuye el deseo de Machado de amar y la necesidad

de ser amado. Los poemas referidos a las dos pasiones de su vida ocupan un lugar más

importante en su producción: el de su esposa Leonor (en Campos de Castilla y Nuevas

canciones), y el amor otoñal, pero apasionado, de Guiomar (en el Cancionero apócrifo). El

amor es para Machado un sentimiento ennoblecedor que dignifica al amante, quien

poseído de esa exaltación espiritual comprende mejor la belleza del mundo y rescata las

cosas del olvido, del tiempo y de la muerte.

6. El tema autobiográfico: En numerosos poemas evoca Antonio Machado su infancia, su

juventud, sus amores, incluso sus experiencias de la vida cotidiana, que conforman su

biografía externa, sino especialmente, la espiritual. De este modo, su poesía puede

considerarse un diario de su propia alma, una vida hecha verso, que así escrita puede

hacerse eterna: la palabra esencial en el tiempo; el diálogo del hombre ...con su tiempo.

7. El paisaje y el tema de España: En algunos poemas la visión que tiene del paisaje es

puramente objetiva; sin embargo, en otros se convierte en símbolo del pasado histórico de

Castilla o, de realidades íntimas. En Soledades… el paisaje es marco para la expresión de

sentimientos, generalmente relacionados con los estados de melancolía. No obstante, en

algún otro (“Orillas del Duero” (IX) predomina la visión objetiva del paisaje, que luego

tendrá mayor desarrollo en Campos de Castilla.

En muchos poemas de Campos de Castilla (“A orillas del Duero”, CC-XVIII) se percibe

el paisaje –castellano o andaluz- como imagen del pasado histórico: la preocupación

patriótica le inspira poemas sobre el pasado, el presente o el futuro de España. De cualquier

manera, Machado aporta un claro componente subjetivo: proyecta sus propios sentimientos

sobre aquellas tierras, seleccionando lo que prefiere, que es lo adusto y acentuando,

especialmente con adjetivos, o lo que sugiere soledad, fugacidad o muerte.

Una tercera forma de ver el paisaje es como reflejo del mundo interior del poeta, del

estado de su alma. Esta nueva visión se infiere de su concepto del tiempo como fluir

interior. El poeta entra en diálogo con el mundo y consigo mismo, en íntima comunión con

el paisaje que describe y canta (CXIII-VII-VIII-IX).

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3.- LENGUAJE POÉTICO DE ANTONIO MACHADO

En todas sus composiciones se vislumbran los tres aspectos, diferentes y

complementarios, de la concepción del poeta según Machado: cantor herido por la fatalidad,

cuya melodía traduce los enigmas del corazón; hombre de reflexión, que medita sobre el

destino y la historia de su país, su obra es una forma de acción; más profundamente, en fin, el

poeta, a la manera mística, canta la canción del alma. La poesía es, en definitiva, la expresión de

la palabra esencial de los seres y de las cosas, expresión de su verdad.

De todos modos, el poeta sigue siendo para él un ser solitario, atormentado, más que los

demás hombres, por la duda, por la incertidumbre, por la angustia. Aunque lleva dentro el

germen de expresiones diversas, si no contradictorias, el poeta es siempre un ser consagrado al

silencio, un ser que está a la escucha de algo que viene siempre de otro sitio.

Esta poesía, entendida así, se complace en recordar con frecuencia: la subordinación del

intelecto a la emoción, el predominio de la intuición sobre el concepto, la búsqueda de una

expresión justa, verdadera, directa, sincera, sencilla, natural, casi humilde, podríamos decir, de

las cosas, de las ideas, de los sucesos, de los sentimientos; la concisión y profundidad de la

lenguaje; el rechazo de toda retórica, el despojamiento de todo artificio y la búsqueda incesante

de la expresión directa. Esta enumeración debe completarse con algunos otros rasgos del

lirismo de Machado: empleo moderado de las imágenes, elegidas menos por su valor sensorial

que por su valor emotivo; deseo de la verdad y, sobre todo, importancia concedida a la voz

íntima, al acento personal, a la expresión del ser profundo; finalmente, intensa vibración

temporal de una poesía que quiere, a la vez, estar profundamente inscrita en lo real y de

acuerdo con los estremecimientos del alma. Véase esto en un comentario de Juan de Mairena:

“Sabed que en poesía –sobre todo en poesía- no hay giro o rodeo que no sea una afanosa

búsqueda del atajo, de una expresión directa; que los tropos, cuando superfluos, ni aclaran ni

decoran, sino complican y enturbian; y que las más certeras alusiones a lo humano si hicieron

siempre en el lenguaje de todos”.

“Esencialidad” y “temporalidad”: estas dos palabras, puestas de relieve por Machado

mismo, pueden, al mismo tiempo, definir la naturaleza y la calidad de su lirismo y mostrar el

sentido exacto de su evolución a través de los años. Todo ello, resumido en una incesante

búsqueda de la expresión personal, unida a la espontaneidad de la inspiración; se trata de ser

verdadero, es preciso dejar que hable sencillamente el corazón propio. Por esta razón, conviene

evitar el riesgo de que el arte llegue a ser, para sí mismo, su propio fin. La inspiración poética

debe brotar del contacto directo con la naturaleza, y no tener su origen en el arte.

Todas estas exigencias dan su rostro original al lirismo de Machado; todo concurre en él

para traducir la desnudez pura del alma. Rechazando toda retórica:

“MAIRENA: Señor Pérez, salga usted a la pizarra y escriba: “Los eventos consuetudinarios

que acontecen en la rúa”.

El alumno escribe lo que se le dicta.

MAIRENA: Vaya usted poniendo eso en lenguaje poético.

El alumno, después de meditar, escribe: “Lo que pasa en la calle”.

MAIRENA: No está mal.”

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Este arte rechaza tanto el romanticismo sentimental como la estética barroca y

conceptista. Este arte, hecho de sencillez y sobriedad, implica así, con toda naturalidad, el

rechazo de otras estéticas que conceden más valor a la belleza formal, a la abundancia y a la

ornamentación del discurso, a la exuberancia o a la música de la expresión: el arte modernista o

el arte barroco.

Por un lado, Machado fue rebelde con su pasado áureo; arremetía contra el que veía

como artificioso barroco, seguramente por no querer aceptar la nueva devoción de los jóvenes

del 27, y en búsqueda de un nuevo camino que fuera otra cosa, mucho más sencilla, más

cercana a todos, noria que recogiera en sus cangilones el tiempo que fluye y al mismo tiempo

que fuera música, música popular, canción. Mairena les decía a sus alumnos:

“Poesía, señores, será el residuo obtenido después de una delicada operación crítica, que

consiste en eliminar de cuanto se vende por poesía todo lo que no lo es”. Pura alquimia, claro está.

Antes les había dicho: “Nosotros, meros aprendices de poeta, debemos elegir, para nuestros

ejercicios de clase, formas sencillas y populares, que nos pongan de resalto cuanto hay de esencial

en el arte métrica”.

Por otro lado, la admiración profunda que Machado sintió siempre por Rubén Darío corre

pareja con una reticencia cada vez mayor frente a la estética modernista, cuyo guía genial había

sido el poeta americano. Si, a pesar de todo, al iniciar su carrera, cedió a las seducciones del

lenguaje bello, no por eso deja de expresar Machado vivas condenas de las florituras superfluas,

de la decoración excesiva o de relumbrón, de las sonoridades ruidosas. En palabras del poeta

sevillano:

“Como valor absoluto, bien poco tendrá mi obra, si alguno tiene; pero creo –y en esto estriba

su valor relativo- haber contribuido con ella, y al par de otros poetas de mi promoción, a la poda

de ramas superfluas en el árbol de la lírica española, y haber trabajado con sincero amor para

futuras y más robustas primaveras.”

De ahí que para él la poesía deba ser la expresión del sentimiento de todos los hombres,

del pueblo, del corazón humano; y es que, en efecto, Machado siente gran amor al pueblo, que

es, según él, la verdadera fuente de la poesía; el folklore, a sus ojos, es la expresión misma del

alma del pueblo.

En lo que respecta más específicamente a las características concretas de su lenguaje

poético, son numerosas las declaraciones de Antonio Machado que afirman su gusto por la

sencillez, la naturalidad, la expresión directa y no alambicada; declaraciones donde se observa

una clara voluntad antirretórica. En el exordio de su proyecto de discurso de ingreso en la

Academia, afirmaba:

“Quiero deciros más: soy poco sensible a los primores de la forma, a la pulcritud y pulidez

del lenguaje, y a todo cuanto en literatura no se recomienda por su contenido. Lo bien dicho me

seduce sólo cuando dice algo interesante, y la palabra escrita me fatiga cuando no me recuerda la

espontaneidad de la palabra hablada”.

Al punto se reconocen la seducción y el encanto que el lenguaje poético de Machado

produce en sus lectores: su acento, su tono, su voz, su indecible calidad del alma o del espíritu:

sencillez, gravedad, humanidad. Y su verso está forjado de manera única, inimitable,

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insustituible. Más que un estilo o un léxico, lo que distingue a este poeta es un registro de la

emoción a medio camino entre la expansión lírica y el monólogo interior, una voz que busca

como un diálogo íntimo y fraternal, una voz que se alza al borde del silencio y como si estuviera

siempre amenazada.

Algunas de las líneas esenciales de este lenguaje poético son:

1. El léxico. Machado tiene, evidentemente, un vocabulario predilecto. Puede agruparse en

torno a algunos temas, algunos sentimientos, algunas percepciones.

a) El sentimiento de la vejez, de la melancolía, de la muerte; la intuición aguda, y

jamás desmentida, de que todo se rompe, todo se marchita y todo se

destruye, incitan no sólo a la repetición incesante y como obsesiva de la

palabra viejo, sino de toda una serie de palabras o de expresiones que dicen

de la decadencia de las cosas o de los seres humanos: parque mustio y viejo;

viejas cadencias; la vieja angustia; la amapola marchita; una tarde cenicienta y

mustia…

b) A estos términos se añaden las palabras que traducen la angustia, el hastío, el

spleen, el tedio, de la juventud, sobre todo, del poeta: hastío, melancolía,

monotonía…

c) A este desasosiego corresponde un universo en que abundan los tonos

sombríos, apagados, grises, negros, polvorientos: los colores de la angustia y

el hastío de vivir: la plaza en sombra; viejo paredón sombrío; cerros cenicientos;

cerros de plomo y de ceniza…

d) Pero el universo poético de Machado no se reduce a estos tonos de

desesperación. Muy al contrario, hay en él una sensibilidad muy viva para la

luz del día en sus distintas tonalidades y momentos: una tarde clara; un alba

pura; un huerto claro; al claro sol de estío; la tarde arrebolada; el iris en la luz…

Machado es simultáneamente el poeta de la sombra y el poeta de la luz.

Además, los colores son en extremo diversos y matizados, como en la paleta

de un pintor, colores resplandecientes, chillones: el oro, la púrpura, el fuego,

el encarnado, el bermejo, el naranja, el rubí… totalmente el estilo de la escuela

parnasiana y modernista.

e) Así mismo, uno de los temas fundamentales de la inspiración poética y de la

reflexión de Machado, el tiempo, provoca el empleo de un vocabulario

específico pero reducido: los adverbios de tiempo están altamente valorados:

hoy, mañana, ayer, todavía, nunca, jamás, ya. Pero un aspecto del lenguaje

poético del poeta sevillano es la atracción recíproca que estas palabras, y muy

particularmente los adverbios hoy y ayer, ejercen entre sí; a esto se añade, a

veces, una asociación con mañana: Hoy es lo mismo que ayer; hoy dista

mucho de ayer; ¡Ayer es nunca jamás!; del Hoy que será mañana, / del ayer

que es / Todavía…

f) Esta agudeza con que el poeta percibe el fluir del tiempo, esta inquietud

radical, no son ajenas, sin duda, a la manera de percibir Machado el mundo:

alternancia también, sin fin, entre el ensueño y la realidad. De esto da

cuenta igualmente su lenguaje: las campanas suenan; el soñoliento llano; el

campo en sueños; El mar es un sueño sonoro…

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g) Toda una parte de la atención de Machado se dirige al alma, a lo

sobrenatural, atraída por un mundo espiritual maravilloso o fantástico. Todo

un léxico obsesivo, y nunca totalmente abandonado, da cuenta de esto; tres

palabras, sobre todo, son reveladoras: mágico, hada, fantasma.

h) Tres aspectos señalados manifiestan su deseo de comunión íntima con lo

que le rodea; primero, se observa en la frecuente humanización de las cosas,

de los objetos, de los paisajes: el agua clara que reía; cárdenos nublados

congojosos; Hierve y ríe el mar… Segundo, es el empleo de diminutivos, que

son quizá una herencia inconsciente de Andalucía, cuya alma traducen

perfectamente: A la orillita del agua; figurillas; florecillas; olitas; doncellitas;

pradillos; abejicas; momentín… El tercero es el empleo de la exclamación, uno

de los rasgos más peculiares de este poeta que no abandonará jamás, puesto

que le permite traducir su emoción ante los objetos, los seres humanos o los

acontecimientos: ¡Hermosa tierra de España!; ¡Oh, flor de fuego!; ¡Tierras de la

luna!... Con este gusto persistente por la exclamación, se puede relacionar

también el uso frecuentísimo de la interrogación, que da a sus versos un tono

personal.

i) Machado es también muy aficionado a las palabras raras o a los arcaísmos,

que descubren en el poeta un amor a las cosas o a las formas de expresión de

tiempos pasados y quizá estas palabras revelen también aspectos del alma

eterna de la patria: tálamo; guzla; cantiga; trovas; gayos, lascivos decires…

De todos modos, el vocabulario de Machado, abundante, sin riqueza excesiva, es sencillo,

natural, inteligible, en conjunto, para un público amplio; el mundo concreto (paisajes, animales,

plantas) impone un léxico preciso y variado.

Obsérvese también la táctica machadiana de colocarnos, mediante el astuto

emplazamiento de los demostrativos, ante una sensación concreta, determinada, de la que es

muy difícil zafarse. Los poemas de Antonio Machado empiezan con un atacco muy marcado y

no solamente dejan muy clara la presencia explícita del autor (varios empiezan por el

pronombre personal yo (VIII, XI, XIV…)) sino que implican además a sus posibles lectores: el

mundo poético del escritor es un mundo inquisitivo donde el poeta –como ya se ha dicho- nos

pregunta o se pregunta a sí mismo (LXXVIII), es preguntado por sus fantasmas (XXXIV, XLI),

apostrofa a sus recuerdos (XXVI, XXIX), interroga a los fantasmas de las cosas (CXVI), conversa

con los amigos precisos a los que dirige el poema (CXXVI, XXLI). En función de esto cobran

importancia las pausas, los finales abruptos, los ecos y estribillos que abundan en los poemas de

Machado.

En cierto modo, parece que nos encontramos ante una poesía hablada, poesía como

palabra en el tiempo: en el tiempo del recuerdo fugitivo pero también en el de la enunciación

personalizada que pretende comprometer a los oyentes.

2. Algunos procedimientos estilísticos, a los que el poeta recurre con frecuencia, atestiguan

el mismo deseo de encantar a su lector, o bien de sorprenderlo, intrigarlo o fascinarlo.

Machado emplea generalmente con mesura, sin abuso, procedimientos estilísticos o

retóricos que libran a sus poemas de toda impresión de monotonía:

a. por ejemplo, la repetición de palabras o expresiones que produce un

efecto de insistencia, de obsesión o de encantamiento: Campo, campo,

campo; esta tierra de olivares y olivares… O sirve para imitar un

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movimiento: Se vio a la lechuza / volar y volar. O trata de reflejar una

emoción tan fuerte que resulta indecible: ¡Oh, fría, fría, fría, fría, fría!

b. También el empleo de giros populares pertenecientes a la lengua

familiar: y lo mismo que nosotros / otros se jorobarán; Y van / las habas

que es un primor.

c. E incluso el uso de símbolos, que se convertirán en el universo

imaginario de Machado: el agua, el fuego, el aire, la tierra, la fuente, la

galería, el camino, el espejo, el mar… Toda la poesía de Machado está

recorrida por estas intuiciones vivas y frágiles que revelan que la

realidad, por la metáfora, la imagen o la comparación, debe ser una

conquista del lenguaje.

3. La métrica merece también una atención especial en la caracterización del lenguaje poético

de Machado: variedad extraordinaria de metros y estrofas y, al mismo tiempo, natural y

espontánea; armonía intensa de los poemas, acentuada a veces por rimas internas; armonías

vocálicas; mezcla, muy sorprendente, de tradición y modernidad, de ecos clásicos y

populares.

a. En lo que se refiere a los metros utilizados, en Machado se hallan nueve

variedades de versos: el octosílabo y el endecasílabo –los dos metros básicos

de la tradición poética española- son los dos preferidos; el último se suele

combinar con el heptasílabo. Además, Machado nunca practicó el verso libre,

al contrario de las corrientes artísticas que lo preferían. Él mismo dijo: “Verso

libre, verso libre… / Líbrate, mejor, del verso / cuando te esclavice.”

b. En cuanto a las estrofas, Machado cultivó el soneto, el cuarteto y la redondilla;

del Modernismo, recibió el pareado en metros largos y las silvas semilibres, y

de la tradición popular recogió el romance (con versos octosílabos,

hexasílabos, endecasílabos e incluso alejandrinos (poema CXLVIII)), la

cuarteta, la seguidilla y la soleá. Otra forma estrófica muy grata al maestro es

la silva arromanzada, serie de endecasílabos y heptasílabos libremente

combinados, con asonancia en los versos pares; es muy común en sus dos

primeros libros y desaparece en el Cancionero apócrifo. Así mismo, numerosas

modalidades de cantares recuerdan la profunda impregnación folclórica del

poeta. Utiliza frecuentemente con muchas variantes rítmicas coplas, cuartetas,

soleares, playeras, soleariyas y seguidillas.

El filólogo Tomás Navarro Tomás estudió en 1973 los caracteres principales de la

prosodia del poeta sevillano en su artículo “La versificación de Antonio Machado” y la condensó

así:

“En resumen, todos los tipos de verso que practicó Machado están presentes en sus

Soledades, galerías y otros poemas, 1907. Abandonó pronto los metros modernistas de 12

y de 16 sílabas. Ya en la versificación de Campos de Castilla, 1912, quedó limitada al

alejandrino pleno y al endecasílabo y octosílabo con sus respectivos quebrados. A pesar del

importante papel que el alejandrino desempeñó en este libro, también tal metro

desapareció después, casi totalmente, de la atención de Machado. En sus últimas obras, a la

vez que su lírica se hacía más depurada y densa, se versificación se fue reduciendo al clásico

endecasílabo, común instrumento de la poesía grave, y a los versos de 8, 7 y 6 sílabas en sus

formas más simples y populares.”

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En definitiva, una conclusión parece imponerse: la de la complejidad, diversidad y

originalidad profunda, y frecuentemente mal percibida, del lenguaje poético de Antonio

Machado, donde confluyen a la vez diversas corrientes estéticas y emociones o intuiciones

agudas que expresan una experiencia vital llevada hasta la pasión.

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3.- LENGUAJE POÉTICO DE ANTONIO MACHADO: RESUMEN

En todas sus composiciones se vislumbran los tres aspectos, diferentes y

complementarios, de la concepción del poeta: cantor herido por la fatalidad, cuya melodía

traduce los enigmas del corazón; hombre de reflexión, que medita sobre el destino y la historia

de su país; y el poeta que, a la manera mística, canta la canción del alma. La poesía es, en

definitiva, la expresión de la palabra esencial de los seres y de las cosas, expresión de su verdad.

En la poesía de Machado, el intelecto se subordina a la emoción, predomina la intuición

sobre el concepto, la búsqueda de una expresión justa, verdadera, directa, sincera, sencilla,

natural; la concisión y profundidad del lenguaje; el rechazo de toda retórica, el despojamiento

de todo artificio y la búsqueda de la expresión directa. También, el empleo moderado de las

imágenes, elegidas menos por su valor sensorial que por su valor emotivo; deseo de la verdad y,

sobre todo, la importancia de la voz íntima, de la expresión del ser profundo.

Este arte rechaza tanto el romanticismo sentimental como la estética barroca y

conceptista. Su sencillez y sobriedad implican el rechazo de otras estéticas que conceden más

valor a la belleza formal, a la abundancia y a la ornamentación del discurso, a la exuberancia o a

la música de la expresión: el arte modernista o el arte barroco. Por un lado, Machado arremete

contra el artificioso barroco, pero, por otro lado, la admiración profunda que Machado sintió

por Rubén Darío corre pareja con una reticencia cada vez mayor frente a la estética modernista.

No deja de expresar Machado vivas condenas de las florituras superfluas, de la decoración

excesiva o de relumbrón, de las sonoridades ruidosas. En numerosas ocasiones de Antonio

Machado que afirman su gusto por la sencillez, la naturalidad, la expresión directa y no

alambicada; declaraciones donde se observa una clara voluntad antirretórica.

De ahí que para él la poesía deba ser la expresión del sentimiento de todos los hombres,

del pueblo, del corazón humano; en efecto, Machado siente gran amor al pueblo, que es la

verdadera fuente de la poesía; el folklore, a sus ojos, es la expresión misma del alma del pueblo.

La seducción y el encanto del lenguaje poético de Machado reside en su acento, su tono,

su voz, su indecible calidad del alma o del espíritu: sencillez, gravedad, humanidad. Más que un

estilo o un léxico, lo que distingue a este poeta es un registro de la emoción a medio camino

entre la expansión lírica y el monólogo interior,

Algunas de las líneas esenciales de este lenguaje poético son:

1. El léxico. El léxico de Machado es abundante, sin excesos, sencillo, natural, inteligible par un

público amplio. Puede agruparse en torno a algunos tema, sentimientos, percepciones: la

vejez, la melancolía, la muerte; la decadencia de las cosas o de los seres humanos: parque

mustio y viejo; viejas cadencias; la vieja angustia; la amapola marchita; una tarde cenicienta y

mustia… A estos términos se añaden las palabras que traducen la angustia, el hastío, el

tedio, de la juventud, sobre todo, del poeta: hastío, melancolía, monotonía… A este

desasosiego corresponde un universo en que abundan los tonos sombríos, apagados,

grises, negros, polvorientos: la plaza en sombra; viejo paredón sombrío; cerros cenicientos…

Pero poético también hay una sensibilidad para la luz del día en sus distintas tonalidades y

momentos: una tarde clara; un alba pura; un huerto claro;…. Además, los colores son

diversos y matizados, colores resplandecientes: el oro, la púrpura, el fuego, el encarnado, el

bermejo, el naranja, el rubí… al estilo modernista.

Así mismo, el tiempo, provoca el empleo de un vocabulario específico pero reducido:

los adverbios de tiempo: hoy, mañana, ayer, todavía, nunca, jamás, ya. Esta agudeza con que

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el poeta percibe el fluir del tiempo, esta inquietud radical, no son ajenas a la manera en que

Machado percibe el mundo: alternancia entre el ensueño y la realidad (las campanas

suenan; el soñoliento llano; el campo en sueños; El mar es un sueño sonoro…)

Toda una parte de la atención de Machado se dirige al alma, a lo sobrenatural, atraída

por un mundo espiritual maravilloso o fantástico (mágico, hada, fantasma).

Su deseo de comunión íntima con lo que le rodea se observa en la frecuente

humanización de las cosas, de los objetos, de los paisajes: el agua clara que reía; cárdenos

nublados congojosos...; en el empleo de diminutivos: A la orillita del agua; figurillas;

florecillas; olitas…; y en el empleo de la exclamación, que le permite traducir su emoción:

¡Hermosa tierra de España!; ¡Oh, flor de fuego!... También el uso frecuentísimo de la

interrogación da a sus versos un tono personal.

Machado es también muy aficionado a las palabras raras o a los arcaísmos, que

descubren en el poeta un amor a las cosas o a las formas de expresión de tiempos pasados:

tálamo; guzla; cantiga; trovas; gayos, lascivos decires…

Los poemas de Antonio Machado empiezan con un atacco muy marcado y dejan muy

clara la presencia explícita del autor (varios empiezan por el pronombre personal yo) que

implican a sus posibles lectores. En función de esto cobran importancia las pausas, los

finales abruptos, los abundantes ecos y estribillos. En cierto modo, parece que nos

encontramos ante una poesía hablada, poesía como palabra en el tiempo.

2. Algunos procedimientos estilísticos atestiguan el de encantar, de sorprender, intrigar a su

lector. Machado emplea generalmente con mesura procedimientos estilísticos o retóricos

que libran a sus poemas de toda impresión de monotonía. Por ejemplo, la repetición de

palabras o expresiones que produce un efecto de insistencia, de obsesión o de

encantamiento (Campo, campo, campo)… O sirve para imitar un movimiento: Se vio a la

lechuza / volar y volar. O trata de reflejar una emoción tan fuerte que resulta indecible: ¡Oh,

fría, fría, fría, fría, fría! También el empleo de giros populares pertenecientes a la lengua

familiar: y lo mismo que nosotros / otros se jorobarán. E incluso el uso de símbolos: el agua,

el fuego, el aire, la tierra, la fuente, la galería, el camino, el espejo, el mar…

3. La métrica: Machado emplea una variedad extraordinaria de metros y estrofas que es

natural y espontánea. La armonía es acentuada a veces por rimas internas. Hay además

mezcla de tradición y modernidad, de ecos clásicos y populares. Respecto a los metros,

prefiere el octosílabo y el endecasílabo. En cuanto a las estrofas, cultivó el soneto, el

cuarteto y la redondilla; del Modernismo, recibió el pareado en metros largos y de la

tradición popular recogió el romance, la cuarteta, la seguidilla y la soleá. Así mismo,

numerosas modalidades de cantares recuerdan la profunda impregnación folclórica del

poeta. Utiliza frecuentemente con variantes rítmicas coplas, cuartetas, soleares, seguidillas....

En definitiva, el lenguaje poético de Antonio Machado es complejo, diverso y original,

donde confluyen a la vez diversas corrientes estéticas y emociones o intuiciones agudas que

expresan una experiencia vital llevada hasta la pasión.