apuntes breves sobre salesianidad para docentes

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1 BREVES APUNTES SOBRE SALESIANIDAD PARA LOS EDUCADORES DE HOY Licda. Rossy Calvillo, Licda. Julia Maribel Pacay, Lic. Franklin Puac, P. Mg. Víctor Manuel Bermúdez – Yánez SDB Quetzaltenango, agosto 2015. 1. Introducción. En la Maestría en Docencia de la Educación Superior, de la Universidad Mesoamericana, sede Quetzaltenango, nuestro grupo ha querido enlazar la “Salesianidad” propia de nuestra Institución, y la formación en herramientas de las tecnologías de la información y comunicación, como “Issuu”, para realizar una breve “revista informatíva” con algunos puntos importantes de Don Bosco y su Sistema Preventivo. No pretendemos una exposición exhaustiva, pero sí enriquecedora, sencilla, como un pequeño momento y espacio de lectura para todos aquellos educadores y educadoras que, en la Educación Superior, estén convencidos que pueden formar nuevas generaciones de profesionales e investigadores con una visión más humana, sensible a las realidades sociales, y a las carencias vitales del mundo en el cual vivimos hoy. Nos auguramos, pues, que estos breves “apuntes”, nos ayuden en esta tarea, arte, profesión y, lo mejor de todo, vocación: ser educadores salesianos.

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Este documento es una propuesta para estudiar, al menos inicialmente, las principales genialidades del Sistema Preventivo de San Juan Bosco.

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BREVES APUNTES SOBRE SALESIANIDAD PARA LOS EDUCADORES DE HOY

Licda. Rossy Calvillo,

Licda. Julia Maribel Pacay,

Lic. Franklin Puac,

P. Mg. Víctor Manuel Bermúdez – Yánez SDB

Quetzaltenango, agosto 2015.

1. Introducción. En la Maestría en Docencia de la Educación Superior, de la Universidad

Mesoamericana, sede Quetzaltenango, nuestro grupo ha querido enlazar la

“Salesianidad” propia de nuestra Institución, y la formación en herramientas de

las tecnologías de la información y comunicación, como “Issuu”, para realizar

una breve “revista informatíva” con algunos puntos importantes de Don Bosco y

su Sistema Preventivo.

No pretendemos una exposición exhaustiva, pero sí enriquecedora,

sencilla, como un pequeño momento y espacio de lectura para todos aquellos

educadores y educadoras que, en la Educación Superior, estén convencidos que

pueden formar nuevas generaciones de profesionales e investigadores con una

visión más humana, sensible a las realidades sociales, y a las carencias vitales

del mundo en el cual vivimos hoy.

Nos auguramos, pues, que estos breves “apuntes”, nos ayuden en esta

tarea, arte, profesión y, lo mejor de todo, vocación: ser educadores salesianos.

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2. Apuntes históricos sobre Don Bosco.

Ante la imposibilidad de presentar

una vida tan vasta de Don Bosco,

acudimos a esta breve síntesis.

2.1.1. Aspectos socio-económico.

Tratando de construir un cuadro, lo

más objetivo posible, de aquella

realidad (la de los años en que Don

Bosco se instala en Turín),

estudiosos italianos, estudiosos

franceses, estudiosos ingleses, en

una palabra, estudiosos europeos

convienen en que la situación

económica y social de la Italia y

también del Turín de aquel período

tuvo características propias,

peculiares, que no se encuentran en

otras partes. Para decirlo en

términos económicos, se ha

entendido ya claramente que el lento

desarrollo italiano fue tal que

consintió garantizar una oferta de

bienes y servicios, que había en

realidad, capaz de responder a la

demanda de bienes y servicios que

hacía la sociedad italiana. Con esta

premisa, se hace más fácil entender

3

el cuadro social y civil del

Turín en el que trabaja don Bosco.

Era una ciudad que tenía un

tejido muy abierto, muy

desmenuzado en actividades

productivas, no ciertamente

industriales, sino de tipo artesanal,

aunque a veces las técnicas usadas

eran las de las innovaciones que se

conocían en el resto de Europa.

El papel de capital, por otra

parte, presentaba todavía a Turín

con características diversas, porque,

a pesar de todo, Turín era ciudad de

servicios más que ciudad de

producción. Turín se convertirá en

ciudad de producción sobre todo al

final del siglo.

Entonces esta ciudad de

servicios exigía una masa de

hombres, mujeres y campesinos,

que venían con un espíritu que

recordaba todavía la costumbre de la

edad moderna, cuando los pobres

del campo, en los momentos de

dificultad acudían a las grandes

ciudades, porque allí era más

probable encontrar recursos para la

propia vida, que nacían de la

aplicación del viejo dicho católico de

la caridad como instrumento real

para la redistribución de la renta. Por

tanto venían a Turín muchos pobres,

hoy diríamos marginados, no tanto

porque se encontrase en vías de

transformación económico-

productiva, sino porque Turín era en

todo caso el centro en el que era

posible aprovechar la oportunidad de

sobrevivir.

Hace falta también tener

presente que Turín era la capital de

un reino amplio, tal vez el mayor en

términos territoriales del contexto

italiano (lo formaban Saboya,

Piamonte, Liguria, la zona de la

actual Costa Azul, la parte marítima

y Cerdeña) y por tanto en

condiciones de ejercer un reclamo

sobre la población pobre de un vasto

territorio.

2.1.2. Aspecto político. El principal acontecimiento político lo

constituye la unificación nacional y el

fin del poder temporal de los Papas:

también en este aspecto, la historia

Política de Italia se mezcla

necesariamente con la religiosa. Al

final de este proceso de cambio

(1870, con la caída de Roma), los

nueve estados en que estaba

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dividida la península, formaron un

único Organismo político.

Es Conveniente recordar la

Sucesión de los reyes de la Casa de

Saboya que intervinieron en la

“revolución nacional”: Víctor Manuel I

(1802-1821), Carlos Félix (1821-

1831), Carlos Alberto (1831-1849),

Víctor Manuel II (1849-1878),

Humberto 1 (1878-1900).

En el período 1815-1848,

predomina el clima de

«restauración», que, en parte es

«reacción». Van ganando terreno las

ideas liberales y se difunden

movimientos y sociedades muchas

veces secretas encaminadas a

promover cambios más radicales en

el campo político y social y de

inspiración «democrática.

Periódicamente estallan

movimientos revolucionarios: en los

bie-nios 1820-1821y 1830-1831, en

1834,en 1844 y en 1845. Es el

preludio de la gran insurrección de

carácter político social, nacional que

desde París se propaga a las

principales capitales y ciudades

europeas de febrero a junio de 1848.

Se conceden espontáneamente o

por la fuerza «Constituciones»

abolidas en gran parte a raíz de

represiones autoritarias. Carlos

Alberto concede el Estatuto el 4 de

marzo y declara a Austria la primera

guerra de la Independencia (1848 -

1849), que acabó en derrota y en

abdicación.

En relación con el orden

anterior gran parte de los católicos

se siente de improviso frente a

situaciones de algún modo

traumáticas: la libertad de prensa y,

como consecuencia la de

propaganda religiosa, la competición

con fuerzas laicas y a veces

anticlericales, la abolición de

privilegios seculares como el del foro

eclesiástico y las inmunidades

eclesiásticas con la ley Siccardi de

1850, la expulsión del Reino Sardo

de los Jesuitas, de las Damas del

Sagrado Corazón, del arzobispo de

Turín mons. Luis Franzoni, la

supresión de las Órdenes religiosas

y la desamortización de los bienes

en 1855, así como algunas

limitaciones en campo educativo

debidas a la ley Bon Compagni de

1848 y Casati de 1859.

El decenio 1852-1861 está

dominado por la figura del

5

Presidente del Consejo de

Ministros Camilo Benso Cavour

(había sido ministro desde octubre

de 1850). Apoyado en una coalición

de liberales moderados y de

democráticos no extremistas

liderados por Urbano Ratazzi

promueve una enérgica política de

liberalización laica del Estado, en

base al principio: «Iglesia libre en el

Estado libre», junto con una intensa

y lograda actividad, encaminada a

in-ternacionalizar el problema de la

unidad de Italia. Ésta se realiza

principalmente en el bienio de 1859-

1860 con la segunda guerra de la

independencia (1859), la expedición

de los Mil (1860) dirigida por

Giuseppe Garibaldi y las sucesivas

anexiones. Se completa casi

enteramente con la tercera guerra de

la independencia (anexión del

Véneto en 1866) y con la caída de

Roma (1870).

Ya el 17 de marzo de 1861

Víctor Manuel II había sido

proclamado «rey de Italia» y Roma

había sido declarada formalmente

capital: lo será de hecho en 1871,

con el traspaso a Roma de la corte y

del gobierno, que se establecerán en

6

Florencia, capital provisional de 1865

a 1871.

La Santa Sede no aceptó los

hechos consumados no reconoció la

ley de las garantías y en 1874

prohibió a los católicos participar en

las elecciones del Parlamento de un

Estado usurpador.

3. La Pedagogía de Don Bosco. Entre las intuiciones propias de la

Pedagogía de Don Bosco, tenemos

una muy buena síntesis en el

Aguinaldo del Rector Mayor de los

Salesianos, para el año 2013:

1. El Evangelio de la Alegría.

Don Bosco captó el deseo de

felicidad de los jóvenes y tradujo su

alegría de vivir en los lenguajes de la

alegría, del patio y de la fiesta; pero

no dejó nunca de señalar a Dios

como fuente de la alegría verdadera.

2. La Pedagogía de la Bondad.

El amor (la amabilidad) de Don

Bosco es, sin duda, un rasgo

característico de su metodología

pedagógica considerado válida

también hoy, tanto en los lugares

todavía cristianos como en aquellos

en los que viven jóvenes

pertenecientes a otras religiones…

La espiritualidad apostólica de la

Familia Salesiana se caracteriza no

por un amor genéricamente

entendido, sino por la capacitad de

amar y de hacerse amar.

3. La Educación es cosa del Corazón.

La educación es cosa del corazón y

solo Dios es su dueño: La pedagogía

de Don Bosco se identifica con toda

su acción; y toda su acción con su

personalidad; y Don Bosco entero se

resume en su corazón. Don Bosco

supo armonizar autoridad y dulzura,

amor a Dios y amor a los jóvenes.

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4. La Formación del Honrado Ciudadano y del Buen Cristiano.

Formar buenos cristianos y honrados

ciudadanos es la intención

expresado muchas veces por Don

Bosco para indicar todo lo que los

jóvenes necesitan para vivir con

plenitud su existencia humana y

cristiana: vestido, alimento, casa,

traajo, estudio y tiempo libre, alegría,

amistad; fe activa, gracia de Dios,

camino de santificación;

participación, dinamismo, inserción

social y eclesial.

5. Humanismo Salesiano. Para Don Bosco significaba valorar

todo lo positivo radicado en la vida

de las personas, en las realidades

creadas, en los acontecimientos de

la historia.

6. Sistema Preventivo y Derechos Humanos.

El Sistema Preventivo y los

Derechos Humanos actúan entre sí

enriqueciéndose mutuamente. El

Sistema Preventivo ofrece a los

Derechos Humanos un enfoque

8

educativo único e innovador

respecto al movimiento de

promoción y protección de los

derechos humanos caracterizado

hasta ahora por la perspectiva de la

denuncia “ex post”, la denuncia de

violaciones ya cometidas. El

Sistema Preventivo ofrece a los

derechos humanos la educación

preventiva, es decir, la acción y

propuesta “ex ante”.

4. El Sistema Preventivo de Don Bosco para la educación de los niños y jóvenes del siglo XXI.

Haremos la exposición de esta parte,

partiendo de los llamados “pilares

del Sistema Preventivo de Don

Bosco”: Razón, Religión y Amor

(Amabilidad), haciendo unas

opciones metodológicas muy propias

para entenderlas y tratar de hacerlas

significativas para la condición de

nuestros jóvenes actuales, y las

exigencias de educación y formación

del mundo contemporáneo.

4.1. El ambiente educativo (Razón).

En el Centenario del nacimiento de

Don Bosco, el papa Juan Pablo II

escribió al Rector Mayor de los

Salesianos, el P. Egidio Viganó, una

carta que tituló “Juvenum Patris”

(Padre de la Juventud), donde

expuso breve y muy certeramente

las líneas maestras del Sistema

Preventivo Salesiano, el Sistema

Preventivo de Don Bosco.

En esa carta, el Papa nos

indicaba lo siguiente en relación con

el pilar de la Razón:

“El término "razón" destaca,

según !a visión auténtica del

humanismo cristiano, el valor

de la persona, de la

conciencia, de la naturaleza

humana, de la cultura, del

mundo del trabajo y del vivir

social, o sea, el amplio cuadro

de valores que es como el

equipo que necesita el

hombre en su vida familiar,

civil y política... Es

significativo señalar que ya

hace más de un siglo Don

Bosco daba mucha

importancia a los aspectos

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humanos y a la condición

histórica del individuo: a su

libertad, a su preparación

para la vida y para una

profesión, a la asunción de las

responsabilidades civiles en

clima de alegría y de

generoso servicio al prójimo.

Formulaba tales objetivos con

palabras incisivas y sencillas,

tales como "alegría",

"estudio", "piedad", "´cordura",

"trabajo", "humanidad". Su

ideal de educación se

caracteriza por la moderación

y el realismo. En su propuesta

pedagógica hay una unión

bien lograda entre

permanencia de lo esencial y

contingencia de lo histórico,

entre lo tradicional y lo

nuevo… Por esto,

evidentemente, supone hay la

visión de una antropología

actualizada y completa, libre

de reducciones ideológicas. El

educador moderno debe

saber leer con atención los

signos de los tiempos, a fin de

individuar los valores

emergentes que atraen a los

10

jóvenes: la paz, la libertad, la

justicia, la comunión y

participación, la promoción de

la mujer, la solidaridad, el

desarrollo, las necesidades

ecológicas”.

La razón, entonces, no significa

únicamente la aplicación de nuestras

capacidades académicas,

intelectuales, dialogales,

comunicativas, sino, y sobre todo, la

creación de “ambientes educativos”

propicios para la formación de la

juventud; que tomen en cuenta las

exigencias culturales, sociales,

políticas, religiosas, antropológicas

de nuestros educandos, pero que

también les permitan crecer bajo la

visión de la persona humana

enraizada en el cristianismo de

Jesús, experimentado y vivido por

san Juan Bosco.

4.2. La vida espiritual en el ambiente formativo (Religión).

De la carta del papa Juan Pablo II,

“Iuvenum Patris”, tenemos los

siguientes pensamientos sobre el

segundo pilar, la Religión:

El segundo término —

"religión"— indica que la

pedagogía de Don Bosco es,

por naturaleza, trascendente,

en cuanto que el objetivo

último de su educación es

formar al creyente. Para él, el

hombre formado y maduro es

el ciudadano que tiene fe,

pone en el centro de su vida

el ideal del hombre nuevo

proclamado por Jesucristo y

testimonia sin respeto

humano sus convicciones

religiosas.

Así, pues, no se trata de una

religión especulativa y

abstracta, sino de una fe viva,

insertada en la realidad,

forjada de presencia y

comunión, de escucha y

docilidad a la gracia. Como

solía decir, los "pilares del

edificio de la educación" [18]

son la Eucaristía y la

Penitencia, la devoción a la

Santísima Virgen, el amor a la

Iglesia y a sus Pastores. Su

11

educación es un itinerario de oración, de liturgia, de vida

sacramental, de dirección

espiritual: para algunos,

respuesta a la vocación de

consagración especial —

¡cuántos sacerdotes y

religiosos se formaron en las

casas del Santo!—, y para

todos, la perspectiva y el logro

de la santidad. Don Bosco es

el sacerdote celoso que

refiere siempre al fundamento

revelado cuanto recibe, vive y

da.

Este aspecto de

trascendencia religiosa, base

del método pedagógico de

Don Bosco, no sólo puede

aplicarse a todas las culturas;

puede también adaptarse

provechosamente a las

religiones no cristianas.

4.3. La presencia del Educador Salesiano y/o Laico comprometido (Amor).

Abordemos ahora el tercer pilar

fundamental, el Amor

(amorevolezza), que al ser un

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vocablo italiano abstracto de difícil

traducción al español, la mayoría lo

entendemos como “amabilidad”, y

otros proponen “cariño”, aunque

ambos términos son inexactos e

insuficientes; yo sigo prefiriendo el

vocablo “amabilidad”, puesto que el

otro se presta más a equívocos.

De la carta Iuvenum Patris:

En fin, desde el punto de vista

metodológico, el "amor". Se

trata de una actitud cotidiana,

que no es simple amor

humano ni sólo caridad

sobrenatural. Denota una

realidad compleja e implica

disponibilidad, criterios sanos

y comportamientos

adecuados.

El amor se traduce a

dedicación del educador

como persona totalmente

entregada al bien de los

educandos, estando con ellos,

dispuesta a afrontar sacrificios

y fatigas por cumplir su

misión. Ello requiere estar

verdaderamente a disposición

de los jóvenes, profunda

concordancia de sentimientos

y capacidad de diálogo. Es

típica y sumamente

iluminadora su expresión:

"Aquí, con vosotros, me

encuentro a gusto; mi vida es

precisamente estar con

vosotros". Con acertada

intuición dice de modo

explícito: Lo importante es "no

sólo querer a los jóvenes, sino

que se den cuenta de que son

amados". El educador

auténtico, pues, participa en

la vida de los jóvenes, se

interesa por sus problemas,

procura entender cómo ven

ellos las cosas, toma parte en

sus actividades deportivas y

culturales,

13

en sus conversaciones; como

amigo maduro y responsable,

ofrece caminos y metas de

bien, está pronto a intervenir

para esclarecer problemas,

indicar criterios y corregir con

prudencia y amable firmeza

valoraciones y

comportamientos

censurables. En tal clima de

"presencia pedagógica" el

educador no es visto como

"superior", sino como "padre,

hermano y amigo".

Este pilar fundamental, exige un

grande equilibrio psíquico-emocional

de parte del educador; ya que los

niños y jóvenes, independientemente

de situaciones graves familiares,

siempre buscan afecto, cariño,

comprensión. Están en formación, y

por ello están muy abiertos a las

influencias positivas, y también

negativas, en el desarrollo y

crecimiento de su propia

personalidad.

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5. Juan Pablo II, Carta “Iuvenum Patris” al P. Egidio Viganó, Rector Mayor de los Salesianos, 31 de enero de 1988 (extracto).

Ya que esta carta del Papa San Juan Pablo II, resulta tan programática, actual, y llena de grandes intuiciones y conocimiento de Don Bosco, transcribimos algunos trozos sobre el Sistema Preventivo. 10. El término "razón" destaca, según !a visión auténtica del humanismo cristiano, el valor de la persona, de la conciencia, de la naturaleza humana, de la cultura, del mundo del trabajo y del vivir social, o sea, el amplio cuadro de valores que es como el equipo que necesita el hombre en su vida familiar, civil y política. En la Encíclica Redemptor hominis recordé que "Jesucristo es el camino principal de la Iglesia; dicho camino lleva de Cristo al hombre" [17]. Es significativo señalar que ya hace más de un siglo Don Bosco daba mucha importancia a los aspectos humanos y a la condición histórica del individuo: a su libertad, a su preparación para la vida y para una profesión, a la asunción de las responsabilidades civiles en clima de alegría y de generoso servicio al prójimo. Formulaba tales objetivos con palabras incisivas y sencillas, tales como "alegría", "estudio", "piedad", "´cordura", "trabajo", "humanidad". Su ideal de educación se caracteriza por la moderación y el realismo. En su propuesta pedagógica hay una unión bien lograda entre permanencia de lo esencial y contingencia de lo histórico, entre lo tradicional y lo nuevo. El Santo ofrece a los jóvenes un programa sencillo y contemporáneamente serio, sintetizado en fórmula acertada y sugerente: ser ciudadano ejemplar, porque se es buen cristiano. Resumiendo, la "razón", en la que Don Bosco cree como don de Dios y quehacer indeclinable del educador, señala los valores del bien, los objetivos que hay que alcanzar y los medios y modos que hay que emplear. La "razón" invita a los jóvenes a una relación de participación en los valores captados y compartidos. La define también como "racionalidad", por la cabida que debe tener la comprensión, el diálogo y la paciencia inalterable en que se realiza el nada fácil ejercicio de la racionalidad. Por esto, evidentemente, supone hay la visión de una antropología actualizada y completa, libre de reducciones ideológicas. El educador moderno debe saber leer con atención los signos de los tiempos, a fin de individuar los valores emergentes que atraen a los jóvenes: la paz, la libertad, la justicia, la comunión y participación, la promoción de la mujer, la solidaridad, el desarrollo, las necesidades ecológicas.

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11. El segundo término —"religión"— indica que la pedagogía de Don Bosco es, por naturaleza, trascendente, en cuanto que el objetivo último de su educación es formar al creyente. Para él, el hombre formado y maduro es el ciudadano que tiene fe, pone en el centro de su vida el ideal del hombre nuevo proclamado por Jesucristo y testimonia sin respeto humano sus convicciones religiosas. Así, pues, no se trata de una religión especulativa y abstracta, sino de una fe viva, insertada en la realidad, forjada de presencia y comunión, de escucha y docilidad a la gracia. Como solía decir, los "pilares del edificio de la educación" [18] son la Eucaristía y la Penitencia, la devoción a la Santísima Virgen, el amor a la Iglesia y a sus Pastores. Su educación es un itinerario de oración, de liturgia, de vida sacramental, de dirección espiritual: para algunos, respuesta a la vocación de consagración especial —¡cuántos sacerdotes y religiosos se formaron en las casas del Santo!—, y para todos, la perspectiva y el logro de la santidad. Don Bosco es el sacerdote celoso que refiere siempre al fundamento revelado cuanto recibe, vive y da. Este aspecto de trascendencia religiosa, base del método pedagógico de Don Bosco, no sólo puede aplicarse a todas las culturas; puede también adaptarse provechosamente a las religiones no cristianas. 12. En fin, desde el punto de vista metodológico, el "amor". Se trata de una actitud cotidiana, que no es simple amor humano ni sólo caridad sobrenatural. Denota una realidad compleja e implica disponibilidad, criterios sanos y comportamientos adecuados. El amor se traduce a dedicación del educador como persona totalmente entregada al bien de los educandos, estando con ellos, dispuesta a afrontar sacrificios y fatigas por cumplir su misión. Ello requiere estar verdaderamente a disposición de los jóvenes, profunda concordancia de sentimientos y capacidad de diálogo. Es típica y sumamente iluminadora su expresión: "Aquí, con vosotros, me encuentro a gusto; mi vida es precisamente estar con vosotros" [19]. Con acertada intuición dice de modo explícito: Lo importante es "no sólo querer a los jóvenes, sino que se den cuenta de que son amados" [20]. El educador auténtico, pues, participa en la vida de los jóvenes, se interesa por sus problemas, procura entender cómo ven ellos las cosas, toma parte en sus actividades deportivas y culturales, en sus conversaciones; como amigo maduro y responsable, ofrece caminos y metas de bien, está pronto a intervenir para esclarecer problemas, indicar criterios y corregir con prudencia y amable firmeza valoraciones y comportamientos censurables. En tal clima de "presencia pedagógica" el educador no es visto como "superior", sino como "padre, hermano y amigo" [21].

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En esta perspectiva, son muy importantes las relaciones personales. Don Bosco se complacía en utilizar el término "familiaridad" para definir cómo tenía que ser el trato entre educadores y jóvenes. Su larga experiencia le había llevado a la convicción de que sin familiaridad es imposible demostrar el amor, y que sin tal demostración no puede surgir la confianza, condición imprescindible para el buen resultado de la educación. El cuadro de objetivos, el programa y la orientación metodológicas sólo adquieren concreción y eficacia, si llevan el sello de un "espíritu de familia" transparente, o sea, si se viven en ambientes serenos, llenos de alegría y estimulantes. A propósito de esto conviene recordar, por lo menos, el amplio espacio y dignidad que daba el Santo al aspecto recreativo, al deporte, a la música y al teatro o —como solía decir— al patio. Aquí, en la "espontaneidad y alegría de las relaciones, es donde el educador perspicaz encuentra modos concretos de intervención, tan rápidos en la expresión como eficaces por la continuidad y el clima de amistad en que se realizan [22]. El trato, para ser educativo, requiere interés continuo y profundo, que lleve a conocer personalmente a cada uno y, simultáneamente, los elementos de la condición cultural que es común a todos. Se trata de una inteligente y afectuosa atención a las aspiraciones, a los juicios de valor, a los condicionamientos, a las situaciones de vida, a los modelos ambientales, y a las tensiones, reivindicaciones y propuestas colectivas. Se trata de comprender la necesidad urgente de formar la conciencia y el sentido familiar, social y político, de madurar en el amor y en la visión cristiana de la sexualidad, de la capacidad crítica y de la conveniente ductilidad en el desarrollo de la edad y de la mentalidad, teniendo siempre muy claro que la juventud no es sólo momento de paso, sino tiempo real de gracia en que construir la personalidad. También hoy, aunque el contexto cultural diverso y hasta con jóvenes de religión no cristiana, tal característica constituye uno de los muchos aspectos válidos y originales de la pedagogía de Don Bosco.