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Adultos Mayores – Filosofía a la carta – 2020
Apuntes según la bibliografía:
BACON, F. (2003) Novum Organum. Buenos Aires: Losada
BENÍTEZ GROBET, L. (1993) El mundo en René Descartes. México: Cuadernos, UNAM.
BENÍTEZ GROBET, L. (1998) Percepción sensible y conocimiento del mundo natural en René
Descartes. México: Diánoia, vol. XLIV, n. 44
BENÍTEZ GROBET, L. (2004) Descartes y Bacon: Algunos aspectos metodológicos. México:
Revista Digital Universitaria, UNAM, vol. 5, n. 3
CAIMI, M. (2004) Introducción en Descartes, Discurso del Método. Buenos Aires: Colihue
DESCARTES, R. (2004) Discurso del Método. Buenos Aires: Colihue.
LAMANNA, P. E. (1964) Historia de la Filosofía III. De Descartes a Kant. Buenos Aires:
Hachette
MANZO, S. (2001) Experimentación, instrumentos científicos y cuantificación en el método de
Francis Bacon. Campinas: Manuscrito, UNICAMP, vol. 24, n.1
MANZO, S. (2004) Francis Bacon: la ciencia entre la historia del hombre y la historia de la
naturaleza. Valencia: Cronos. Cuadernos valencianos de historia de la medicina y de la ciencia,
vol. 7, n.2
FILOSOFÍA MODERNA
BACON Y DESCARTES: PREJUICIOS
INTRODUCCIÓN
Situándonos a comienzos del siglo XVII nos encontramos con dos figuras: Francis
Bacon y René Descartes que pretendieron forjar la ruta del proyecto moderno. Dicho siglo
es considerado como el siglo del método. Tanto las problemáticas filosóficas como las
científicas confluyen en este punto: cómo construir esta ruta que nos lleve a un
conocimiento humano fiable y al proyecto de una ciencia que pueda ser útil y eficaz en
cuanto al dominio y a la interpretación de la naturaleza. Considerar de qué manera estos
autores intentaron marcar el camino para la nueva ciencia, encontrar cuáles son las
coincidencias y las diferencias que hay entre ellos, nos servirá para comprender en qué
consistió el nacimiento de la ciencia moderna. Ambos filósofos intentan resolver sobre el
diagnóstico y su respectiva crítica de los prejuicios que poseemos en nuestras mentes.
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Según el historiador Lamanna, entre los siglos XVII y XVIII se dan dos grandes
movimientos: uno, el progreso de las ciencias, en particular de las ciencias naturales y, el
otro, el nacimiento de los Estados nacionales. El que nos interesa para realizar este trabajo
es el primero que mencionamos: “Es el hombre quien interroga a la naturaleza con la
experimentación; […] razona y calcula en las deducciones matemáticas, sobre los
fenómenos naturales; […] centro de ese mundo de experiencia que la ciencia viene
construyendo”. Además, el autor nos comenta que el rol de la experiencia en la ciencia
que se encarga de investigar las leyes naturales será la observación, acompañada de las
verificaciones de las relaciones entre los fenómenos dados en el mundo natural.
Los problemas a tratar en este periodo Lamanna los agrupa de la siguiente manera:
I. Problema del conocimiento – Método de la nueva ciencia: ¿cómo opera la mente
humana para conocer los objetos de la naturaleza?; II. Problema de la realidad – Principio
mecanicista: ¿es posible que dicho principio se extienda más allá de su aplicación al
mundo natural?; III. Problema ético-político – Consideraciones metafísicas: “¿el mundo
humano, y también el Estado, es una formación que entra en el cuadro del mecanicismo
del mundo natural o bien obedece a principios de distinto orden: ¿Estado-máquina
formado por hombres-máquinas o el Estado encarnación de valores espirituales que hacen
del hombre una persona libre?”.
Sobre el primer problema, Bacon fundará la posibilidad y la validez del
conocimiento de la naturaleza en un análisis de la experiencia. Según el historiador, el
método de la ciencia está dirigido al conocimiento de la verdad. De allí surge una doble
orientación planteada en la siguiente dualidad: experiencia–razonamiento matemático;
inducción–deducción. Lo cual plantea el interrogante acerca de esta doble orientación de
dos corrientes, a saber, el empirismo y el racionalismo, consideran el origen o la fuente
del conocimiento de una manera distinta. Sin embargo, ambas corrientes, según la tesis
de Lamanna, parten de principios indemostrables.
Las posibles objeciones que considera el historiador son: en el caso del empirismo,
la percepción sensible se adecúa a la realidad que percibimos; y en el racionalismo nuestro
intelecto aprehende verdades primeras a través de la deducción. En el primer caso está el
problema acerca del engaño de los sentidos y en el segundo la confrontación entre una
realidad sensible y una interior en todos nosotros. Y en cuanto a las verdades primeras
agrega: “¿cómo pueden aplicarse válidamente a la realidad natural que sólo en la
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experiencia se comunica a nuestro pensamiento? Este es el problema crítico del
conocimiento”.
CAMINO BACONIANO
La perspectiva que adquiere Bacon a la hora de tratar la ciencia y el hombre difiere
de los otros pensadores de renombre modernos, entre ellos, Descartes. El proyecto de
Bacon sobre la ciencia tiene en cuenta dos aspectos, uno de índole epistemológico y otro
de un aspecto más pertinente al ámbito socio-político. Este último aspecto sería aquel que
no fue contemplado por los demás filósofos modernos.
En 1620 se publica la obra de Bacon titulada Novum Organum. Una de las
empresas de esta obra consiste en determinar un método que nos sirva para que la ciencia
avance en una dirección estable y que permita comprender a la naturaleza para ponerla al
servicio del hombre. Al comienzo de dicha obra ya vemos marcada la agenda baconiana:
siendo “el hombre intérprete y servidor de la naturaleza” no solamente mediante la mera
observación se podrá comprender la naturaleza sino también se necesitará de otras
herramientas provenientes tanto del entendimiento como de la “mano” que nos permita
conocer a la naturaleza.
Esto quiere decir que conociendo e interpretando sus leyes, y siendo nosotros los
humanos en este caso intérpretes de ella, podremos dominarla si atenemos a dichas leyes,
siguiendo el Aforismo III: “A la naturaleza no se la vence si no es obedeciéndola”. Para
tal objetivo, Bacon nos propone un método que pueda lograrlo según leemos en el
Aforismo IX: “La causa y raíz de casi todos los males de la ciencia es ésta: que mientras
admiramos y ensalzamos sin razón las fuerzas de la mente humana, no le procuramos los
auxilios apropiados”.
Bacon considera que las ciencias de su época no están a la altura de cumplir con
aquella expectativa planteada. Tomando de ejemplo a la lógica que no atribuye a la
innovación dentro de la esfera científica, pues utilizando silogismo no descubriríamos
nada nuevo. Por ello necesitamos un camino que sea seguro si pretendemos comprender
a la naturaleza. Aquí radica la importancia que le dará Bacon al método recordando el
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aforismo LXXXI en el cual establece la meta en común que tienen las ciencias: “dotar a
la vida humana de nuevos intentos y recursos”.
Pero ¿cuál sería el método a seguir? Bacon en el aforismo XCV nos ilustra las
maneras posibles de hacer ciencia comparando con las funciones de las arañas, hormigas
y abejas. Aquí el autor nos propone no seguir el camino de los racionalistas, quienes
vendrían a ser representados por las arañas dado que sus razonamientos solamente
influyen en el entendimiento y sin tener en cuenta la experiencia, ni tampoco ser
ingenuamente empirista, las hormigas que se contentan con la simple acumulación o
recopilación de los datos observados en la naturaleza.
Ambos, los racionalistas y los empiristas, por suerte o por el azar quizás consigan
algún tipo de nuevo conocimiento, pero para Bacon sería permanecer en un terreno
inseguro por ello debemos adoptar otra actitud que, siguiendo los intereses baconianos,
nos sirvan para tener progreso e innovaciones dentro del campo de la ciencia, con los
auxilios correspondientes. Por este motivo Bacon propone un intermedio entre estas dos
posturas bajo la imagen de las abejas: “no se apoya sólo ni principalmente en el poder de
la mente, ni el material recogido en la historia natural y en los experimentos mecánicos
lo guarda integro en la memoria, sino transformado y diferido en el intelecto [...] una
alianza más estrecha y firme no realizada todavía”. Lamanna resume este aforismo de la
siguiente manera: “no recolección ciega de hechos ni razonamiento abstracto, sino
interpretación racional de datos”.
El pilar de este método será la inducción. La inducción consiste en la una
inferencia de los casos particulares observables a conclusiones de carácter universal. Pero
no es simplemente una enumeración de casos ya que las conclusiones que podríamos
extraer no serían de lo más seguras o completas. Necesitamos que una inducción eficaz
para la ciencia. La inducción propuesta, en palabras de Bacon, “debe analizar la
naturaleza por las debida eliminaciones y exclusiones; y luego, tras un número suficiente
de negativas, concluir sobre hechos afirmativos”. Bacon deposita sus esperanzas en este
tipo de inducción: “para penetrar a cosas más íntimas y recónditas de la naturaleza es
necesario que tanto nociones como sean abstraídos de la realidad por un camino más
seguro y firme; y que se introduzca un empleo mucho mejor y más seguro del intelecto”.
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Habíamos señalado que el fin de la ciencia, según Bacon, es proporcionar a la vida
humana nuevos recursos y descubrimientos para el dominio o transformación de la
naturaleza. Para tal empresa se necesita un verdadero método que: “Enciende la luz, y
luego por medio de la luz señala el camino empezando por una experiencia ordenada y
madura y no desordenada y al azar, y deduciendo de ella los axiomas, y de los axiomas
así establecidos otra vez nuevos experimentos”.
Para ordenar la experiencia precisamos de la inducción. La inducción baconiana
consiste en tres tablas. En resumen: una que detalle los casos afirmativos a estudiar de un
fenómeno; en otra, los casos negativos, ausentes y en una tercera una tabla de grados. En
estas tablas de presentación, así las denomina el propio Bacon, se introduce otra
concepción de suma importancia que es la forma de la cosa o del fenómeno a estudiar.
La forma baconiana tiene varias concepciones que hasta hoy en día no se ha
llegado a un acuerdo concluyente entre los comentaristas. Forma se la puede considerar,
en tres acepciones: esencia, ley, o causa. La forma baconiana como ley “[…] de los actos
se limita a ejecutar la esencia de las especies, que se halla contenida en la ley o fuente
atómica depositaria de todas las esencias”.
Las dos primeras acepciones son las que utiliza frecuentemente Bacon y algunas
veces inclusive de manera indistinta. Intentaremos ser lo más claros posible, la forma, en
líneas generales, es la naturaleza de la cosa o del fenómeno que queramos tratar, es como
la característica primordial que si aplicamos las tablas de Bacon veremos en qué casos
esta forma está presente o no en los fenómenos estudiados. En palabras del autor
encontramos la forma como esencia, según el Aforismo I, II: “la forma o la verdadera
diferencia específica o naturaleza naturante […] o la fuente de emanación”. O siguiendo
el Aforismo II, II considerando como ley a la forma: “ley y sus cláusulas las designo con
el nombre de las formas”. En consecuencia, es tarea tanto de la ciencia para tener al
servicio de la mano a la naturaleza como tarea del conocimiento humano descubrir la
forma.
El punto inicial de este método inductivo es que los hombres interesados en hacer
ciencia deben tener una lista de la historia tanto de la experiencia como de la naturaleza
aplicando a su vez estas reglas que, como veremos más adelante, coinciden con las reglas
planteadas por René Descartes, detengámonos aquí con dos reglas propuestas por Bacon
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que encontramos en el aforismo CXXX del Libro I: “una, abandonar las opiniones y
nociones recibidas; otra, la de refrenar por un tiempo su mente de las generalizaciones
máximas y de las próximas a éstas” .
Ahora bien, para iniciar la búsqueda de la verdad la ciencia tiene dos senderos
según Bacon: la interpretación de la naturaleza y la anticipación. Dentro de la primera
encontramos la inducción baconiana y en la anticipación, es la que debemos evitar ya que
es un obstáculo para la propia inducción incluso en la anticipación podemos encontrar a
los ídolos.
CAMINO CARTESIANO
Descartes en su obra el Discurso del método se preocupa acerca de la
investigación de la verdad. Aquí también es necesario tener un método para la búsqueda
de la verdad. Dicho método será el camino o la ruta segura que nos introduzca en ella.
Comprender su importancia y su finalidad, nos servirá para ver cuál es la manera correcta
de encaminar la ciencia o el conocimiento verdadero. Entonces, el método cartesiano,
basado en la matemática, será el punto de inicio en esta búsqueda de la verdad y de allí
forjar el nacimiento de la ciencia moderna y la unidad de la ciencia, es decir, una ciencia
universal: “el método que enseña a seguir el orden verdadero, y a enumerar exactamente
todas las circunstancias de lo que se busca, contiene todo lo que confiere certeza a las
reglas de la aritmética”.
El proyecto cartesiano parte de: la unidad de las ciencias y la aplicación de un
método matemático para esta unidad pretendida. De este modo podremos encontrar
aquellas demostraciones que sean claras y evidentes y por lo tanto obtener certezas
inquebrantables.
El Discurso del Método constituye el programa racionalista de la filosofía
moderna. Cuyo conocimiento adquirido será proveniente de las matemáticas
extendiéndolo a las otras ciencias. De este conocimiento matemático se destacan la
intuición y la deducción como sus operaciones primordiales. Por intuición adquirimos de
manera inmediata aquellas verdades que están presentes en la mente. Cuando empleamos
la deducción para establecer una verdad es en consecuencia de otras verdades
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relacionadas. Ambas son las operaciones de la ciencia universal que pretende Descartes
forjar.
A su vez la ciencia que desea construir Descartes debe valerse para su propia
edificación en las siguientes reglas propuestas por el filósofo a saber:
i.- No admitir algo como verdadero si no tiene la evidencia de serlo por ello se
debe evitar tanto la precipitación y la prevención en los juicios que se hagan para que
aquello que se presente de forma clara y distinta no se ponga en duda.
ii.- Dividir las dificultades que se nos presenten en partes para resolverlas lo mejor
posible.
iii.- Dirigir los pensamientos primero a las cosas que sean más fáciles y simples
de conocer para ascender a las cosas compuestas.
iv.- Realizar una enumeración completa y revisándola de aquellas cosas que
estamos estudiando para no omitir ninguna.
Esta unidad de la ciencia que establece Descartes es debido a que el autor
considera que la razón, o el buen sentido, es una sola puesto que es la mejor cosa repartida
en el mundo y al ser de esta manera, el método también tiene que ser, en este sentido,
uno solo ya que en él encontramos estas reglas que son ciertas y fáciles para no considerar
como verdadero aquello que sea falso y que no desviemos nuestros esfuerzos inútilmente,
así podremos obtener conocimiento verdadero de todas las cosas que seamos capaces de
conocer.
El método consiste en “una codificación de las leyes de a razón. Ésta podrá
aplicarse luego a problemas que exijan observaciones […] El descubrimiento de una
especie de razón (la razón geométrica o matemática) que, siendo una, abarca y puede
abarcar toda la variedad de los conocimientos posibles, reduciéndola a leyes racionales
primitivas”.
Veamos qué utilidad tiene el método cartesiano, y veremos además que parecido
es con la pretensión de Bacon de tener un método científico para la posesión y
transformación de la naturaleza para el hombre. En la sexta parte del Discurso del Método
encontramos los motivos para publicar dicha obra que a su vez creemos que coinciden
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con el proyecto moderno siguiendo los conocimientos adquiridos por las ciencias tales
como las nociones generales que Descartes encuentra en la física.
A modo de ejemplo, dichas nociones le permitieron darse cuenta de que se pueden
llegar a conocimientos que sean útiles para la vida humana y encontrar una práctica en la
cual llegamos a tener conocimiento acerca de los objetos y de los fenómenos de la
naturaleza “tan distintamente como conocemos los diversos oficios de nuestros artesanos,
podríamos emplearlos de la misma manera, en todos los usos para los que son aptos, y así
hacernos como amas y dueños de la naturaleza”. En esto Descartes pone sus esperanzas
ya que sacaríamos provecho de eso como la invención de muchos artefactos, la mejora en
cuestiones de salud, entre otras.
Al respecto Laura Benítez sostiene que pensar acerca del rol de la percepción
sensible en el problema gnoseológico cartesiano, pone a Descartes más cercano Bacon
considerando que:
“Al igual que éste, Descartes plantea la importancia de la utilización de los efectos
naturales precedida de su cabal conocimiento para una vida humana más confortable; uno
de sus sueños de juventud fue el de prolongar la vida humana. Su insistencia en el
desarrollo de ciencias prácticas como la óptica, la medicina, etc., son ejemplo claro de la
necesidad de conocer al mundo para beneficio del hombre”.
Si se quiere investigar acerca del mundo natural siguiendo el plan cartesiano de ir
cuestionando las ideas oscuras y confusas en relación a nuestra percepción sensible a
aquellas ideas claras y distintas que nos permitan un conocimiento verdadero acerca del
mundo extramental debemos ubicar el problema del plano ontológico cuyo dualismo que
en Descartes está planteado entre res extensa y res pensante en relación con los problemas
considerados desde un punto de vista epistemológico respecto del conocimiento del
mundo natural .
La percepción sensible nos enfrentamos ante dos estorbos a saber “su límite
natural y los prejuicios o falsas creencias”. Si consideramos tanto la conciencia como los
juicios de la sensación posibilitan la corrección de errores y el desecho de algunos
prejuicios como por ejemplo el de la vara en el agua que se ‘ve’ rota, pero en realidad se
trata de un fenómeno de refracción.
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LOS AGENTES ENGAÑOSOS
Para Bacon y Descartes necesitamos del método para no caer en el error y que
permita que la ciencia prospere hacia conocimientos verdaderos. Ahora bien, hay algunos
errores que pueden ser considerados como prejuicios o ídolos y que si advertimos de ellos
podemos encaminarnos de una manera segura al proyecto moderno en cuestión. El
tratamiento para erradicar estos prejuicios será distinto, pero como sostiene Laura
Benítez:
“Podemos observar que ambos autores se esfuerzan por ofrecer una vía de acceso
al conocimiento del mundo natural, estrategias con las cuales se buscan contrarrestar los
efectos del prejuicio, pero en tanto que para Descartes el método es un guía para una
buena mente, para Bacon la crítica de los prejuicios debe ponernos sobre aviso acerca de
ciertas tendencias operativas negativas de nuestro espíritu que pueden limitar o impedir
nuestro conocimiento de la naturaleza”.
ÍDOLOS BACONIANOS
Bacon considera que los ídolos son como falsas nociones que están en nuestro
entendimiento que si no los señalamos ellos pueden obstaculizarnos o entorpecernos el
camino. Encontramos cuatro clases de ídolos y que para formar la ciencia que desea
Bacon debemos alejarnos de ellos. Estos ídolos se encuentran, como indica Benítez, tanto
en la configuración y en las operaciones de nuestra mente y que debemos advertir de ellos
mediante un análisis crítico al respecto para prevenir de los fallos producidos por los
ídolos y que tengamos un conocimiento lo más libre posible de la naturaleza.
En líneas generales, las clases de ídolos baconianos son o bien innatos o bien
adquiridos. La clase de ídolos innatos de los cuales la mente no podría escapar son los
ídolos de la tribu. Aquellos que son adquiridos corresponden a las tres clases restantes
ídolos del teatro, de la caverna y del foro. Sin embargo, esta clasificación entre innatos o
adquiridos, es anterior a la publicación del Novum Organum por lo cual llega a
confusiones acerca, por ejemplo, de los ídolos de la caverna si entrarían también en la
clasificación de innatos o comporte algo de ellos si se desdobla los ídolos de la caverna
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en un sentido de individual y propio de cada hombre y en un sentido más social, el hombre
en relación con sus pares en una sociedad en cuestión.
Los ídolos de la tribu son aquellos que corresponden a la propia naturaleza del
hombre: “todas las percepciones tanto de los sentidos como de la mente están en analogía
con el hombre”. Esto quiere decir que las mismas capacidades y facultades de la mente
pueden estar sujetas al error. Las consecuencias que acarrean estos ídolos son las
siguientes : nos hacen sostener que en el mundo natural encontramos mayor uniformidad
que la existente; podemos aferrarnos a una determinada concepción del mundo sin tener
en cuenta otras ni tampoco estar dispuestos a cambiar nuestra concepción por alguna otra;
por medio de nuestras percepciones nos inclinamos a aceptar que todas aquellas cosas
que son percibidas comparten los mismos atributos y así subiendo a atributos más
generales y sus respectivas causas sin tener en cuenta los atributos secundarios ni a las
causas segundas; con influencia de la propia voluntad y por las pasiones, nuestra mente
es proclive a caer tanto en la superstición como en la soberbia; nuestro entendimiento es
degradado por la incompetencia y los engaños de los sentidos.
Los ídolos de la caverna son aquellos que tienen su origen en cada persona en
particular: “en la naturaleza propia de cada uno, tanto del alma como del cuerpo” debido
a los hábitos y a la educación adquiridos. Al respecto de esta clasificación baconiana,
Silvia Manzo indica que estos ídolos influyen en “las actitudes científicas que diversifican
más comúnmente a los hombres y las plantas como tendencias mutuamente excluyentes”.
Los ídolos del foro corresponden al lenguaje y a su correspondiente uso para la
comunicación entre los hombres. Dichos ídolos provocan que la relación entre las
palabras y aquello que designan refiriéndose las cosas sea incorrecta, esto puedo ser a
causa del empleo de palabras según una teoría falsa o del empleo de una palabra en un
uso corriente.
Los ídolos del teatro que corresponden a los sistemas filosóficos o dogmas de los
cuales fueron aceptados y adquiridos, pero sin una revisión previa. Esta clase de ídolos
sirve de base y de refugio para las restantes clases. Los ídolos del teatro son adquiridos
por los propios hombres por elección: “abarcan las filosofías y teoría fabulosas y
productos provenientes de las leyes erróneas de la demostración”.
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PREJUICIOS CARTESIANOS
Para Descartes el error frecuentemente proviene de hacer un mal uso de nuestra
razón y de muchos prejuicios que son adquiridos por la educación. La razón es igual en
todos los hombres, el problema está en que hay una diversidad de opiniones que nos hacen
conducir el pensamiento por diversos caminos. Por ello es necesario que apliquemos bien
nuestro conocimiento: “aquellos que sólo caminan muy lentamente, si siguen siempre el
camino recto, pueden avanzar mucho más que los que corren, y se alejan de él”.
Por esta característica o facilidad que podemos tener para ‘desviarnos del camino
verdadero’ Descartes elabora un método (personal) para aumentar de forma gradual su
conocimiento. El error cartesiano proviene un desorden de las funciones del
entendimiento humano: “el error no surge de las facultades humanas de conocimiento
consideradas en sí mismas, sino de un cierto desajuste en su función […] la voluntad se
adelanta al entendimiento […] porque su campo de acción es más vasto que el de éste”.
La elaboración del método cartesiano permitirá que los conocimientos adquiridos
en la educación, en la lectura de los buenos libros (para Descartes es como mantener un
dialogo con las grandes mentes de siglos pasados), viajar, etc. que pueden arrastrar
nociones falsas o errores u opiniones equívocas puedan ser revisados o reconstruidos para
alcanzar una correcta investigación en la búsqueda de la verdad que tanto proyecta
Descartes.
Entonces, si de la descripción de las facultades mentales destacamos que todos
tenemos capacidad, gracias al buen uso de la razón, de alcanzar o proporcionarnos de
ideas que sean claras y distintas como pretende Descartes aplicando su método se podrá
solucionar algunos de esos desajustes de las funciones de nuestro entendimiento y
erradicar algunos los prejuicios adquiridos a través de la educación. Sin embargo, esta
teoría del error no logra reducir la asimetría entre voluntad y entendimiento como origen
del error. El error se puede generar incluso si no se da una concepción adecuada en la
composición de las ideas que tenemos.
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Para erradicar los prejuicios necesitamos entonces del método. Podemos elegir
entre el método baconiano o cartesiano u otro. Con ello, queremos plantear aquí que
ambos considerados opositores teóricos, por así decirlo, se hermanan en un punto a la
señal que si tanto la ciencia de su contexto como la pasada fracasaron es porque no
tuvieron un buen método que sirva ya a los recursos que posee la mente humana para que
tal ciencia prospere. El proyecto moderno para la nueva ciencia se inicia entonces en
señalar el fracaso en el cual las disciplinas científicas y filosóficas se encontraban. Ambos
autores proponen tener una actitud crítica respecto a ellas que sirva para forjar un método
que sea viable y que permita la transformación de la naturaleza a la mano del hombre.
Tanto el Novum Organum como el Discurso del Método son hijos del tiempo.
Veamos que artillería tienen estos filósofos para combatir a los prejuicios.
En Bacon observamos que en primer lugar debemos advertir de estos ídolos que
invaden nuestras mentes y estorban el desarrollo de una ciencia fructífera, o en palabras
del propio filósofo, lucífera. En segundo lugar, ya teniendo conciencia de la existencia de
estos molestos ídolos debemos tener herramientas que nos sirvan para despojarlos o que
estorben lo menos posible. Bacon nos proporciona una interpretación de la naturaleza en
base a la metodología inductiva la cual, como ya dijimos, nos acercará al estudio de las
formas de las cosas que queremos observar y estudiar de los fenómenos del mundo. En
tercer lugar, los instrumentos científicos del siglo VII, en particular aquellos relacionados
con la óptica, y los experimentos, naturales y artificiales, resultan útiles para contrarrestar
los efectos negativos producidos por los ídolos en relación a la percepción limitada por
los sentidos. El programa científico siendo completamente original y renovador de Bacon
“pretende inaugurar un modelo de investigación de la naturaleza donde el intelecto,
liberado de los ídolos que tienen a deformar la realidad, guíe a la experiencia”.
En Descartes tenemos la propuesta de que busquemos y apliquemos un método
que nos guíe por el buen camino. La aplicación de dicho método conlleva al uso de la
intuición y de la deducción, teniendo como modelo a seguir el de la matemática. No
debemos dar por sentado aquello que hemos estudiado en las instituciones educativas ya
que ello posibilita que sigamos arrastrando los prejuicios con nosotros mismos. Al igual
que Bacon también debemos valernos de los instrumentos científicos, no olvidemos los
estudios cartesianos de la óptica. Tampoco debemos dejar de lado la concepción de que
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siendo la razón una sola, en cada persona el método buscado y supuesto será también
universal.
Ambos filósofos establecen sus propuestas para el tratamiento contra los
prejuicios, nos indican que no es suficiente una exculpación acerca de ellos porque son
adquiridos o innatos. Debemos identificarlos y mediante la aplicación del método
correspondiente quizás no los podamos erradicar completamente del todo, pero sí que
estorben lo menos posible el camino hacia la búsqueda de la verdad y de una ciencia que
mejore la calidad de la vida humano teniendo la posibilidad también de entender a la
naturaleza, pero también poniéndola al servicio del hombre. Como vimos sus críticas
contra los prejuicios indican el punto de hermandad entre ambos.