arqueologia y marxismo en mexico

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  • 8/19/2019 Arqueologia y Marxismo en Mexico

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  • 8/19/2019 Arqueologia y Marxismo en Mexico

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    manuel gándara*

    fernando lópez*

    ignacio rodríguez*

    .

    marxISmo en

    / .

    mexlco

    Introducción

    Hacer la historia de una disciplina es una tarea difícil,

    aunque sea solo de un país y de una de sus variantes

    en particular. Es más difícil aun en ausencia de una

    perspectiva temporal adecuada, como han notado

    algunos historiadores. El Dr. Bernal tiene sin duda

    razón al detener alrededor de 1950 su estudio de la

    arqueología mexicana porque

    ...forzosamente entran en juego consideraciones per-

    sonales de amistad o de antipatía hacia los actos de

    personas aun vivas, imposibilitando un juicio válido

    sobre sus ¡¡portaciones y su importancia en el desarrollo

    de la ciencia... (BernaI1979: 13).

    Quizá se esperaría que, bajo el título de" Arqueo-

    logía y Marxismo en México" , produjéramos algo

    como "la historia de la arqueología marxista" mexica-

    na. Una tarea así es osada y poco modesta, conside-

    rando los riesgos mencionados, el tiempo yextensión

    disponible e incluso tal vez las capacidades de los

    que esto escribimos.

    ¿Cuál es nuestro objetivo entonces? Al plantearnos

    construir un esbozo his órico descubrimos un proble-

    ma: aunque se usa frecuentemente la frase "arqueo-

    logía marxista" , e incluso se le divide en buena y

    mala (Lorenzo 1980: 387, Lorenzo 1981: 204), nadie

    ha ofrecido una caracterización al menos general del

    término. En consecuencia, resulta difícil hacer la

    historia de algo que nadie ha definido ni siquiera en

    forma provisional. Quizá todos entienden su signifi-

    cado o a qué arqueólogos, proyectos o publicaciones

    debe aolicarse. Pero curiosamente. en una encuesta

    informal entre nuestros colegas, rara vez hubo coin-

    cidencia sobre quienes eran los arqueólogos marxis-

    tas 0 si había una arqueología marxista en México.

    Tal vez por eso tampoco existe un cuerpo bibliográ-

    fico con sus postulados, objetivos y logros: los que

    usan el término no incluyen una sola referencia.

    Paradójicamente hoy día casi todo mundo se consi-

    dera "marxista" .

    El marxismo se ha puesto de moda recientemente:

    viste bien, e imparte un aire de radiCalismo, libertad

    y juventud hasta al más conservador trabajo arqueo-

    lógico. La terminología marxista se usa frecuente-

    mente al final de los reportes, en el momento de la

    "interpretación". Pero quizá sea legítimo preguntarse

    si estos -a veces bien intencionados- textos constitu-

    yen el corpus de la arqueología marxista mt xicana;

    peor aún, para algunos colegas aparentemente ser

    "marxista" equivale simplemente a estar en contra

    del "neopositivismo reaccionario" de la Nueva Ar-

    queología.

    ¿Qué es, a fin de cuentas, la arqueología marxista?

    ¿Existe en México? ¿Cómo contestar sin h?cer un

    catálogo en el que resulten marxistas "los arqueólogos

    que me caen bien" 0 "los que siguen la línea d2 mi

    partido" o los que simplemente se autonombran

    marxistas? Claramente, para poder hacer su historia

    hay que contestar a estas preguntas cuando menos

    provisionalmente.

    Mientras que a los seguidores de los enfoques

    ecológicos les puede o no preocupar que alguien se

    autocalifique de "ecólogo" sin serio, la poca claridad

    sobre el marxismo tiene consecuencias políticas: per-

    mite erigir enemigos de paja que luego son "refuta-

    dos" o descalificados como profetas de un nuevo

    "dogma" (opinión que parece compartir Bernal: cf.

    1979: 13); resultados luego transferidos al "marxis-

    Instituto Nacional de AntroDolo2ía e Historia

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    mo" , con el dudoso objetivo de mostrar que conduce

    a conclusiones indeseables. Luego se remata con

    serias admoniciones sobre los peligros de mezclar

    ciencia y política e incluso con sermones sobre las

    tristes consecuencias de trabajar guiados por una

    teoría. Esto es, tiene implicaciones políticas y teÓri-

    cas. Creemos que esto justifica cualquier intento de

    caracterizar la "arqueología marxista" , para eventual-

    mente prodJ.lcir una historia de su desarrollo en Mé-

    xico.

    La estrategia de este trabajo es iniciar con comen-

    tarios sobre la historiografía de la ciencia en general,

    como contexto de la historia de la arqueología

    marxista en particular. Luego, partiendo de la noción

    de "posición teórica" (Gándara 1981 ), caracterizare-

    mos muy brevemente al marxismo ya la arqueología

    marxista (tan brevemente que esperamos no ofender

    a los especialistas). Esbozaremos su desarrollo, ha-

    ciendo un rápido recuento de algunos autores y pro-

    yectos (recuento que no intenta ser exhaustivo ni

    exclusivo) y finalmente, aventuraremos una evalua-

    ciÓn de sus perspectivas actuales.

    Las "historias de la ciencia"

    Hoy día pocos especialistas creen en la historiografía

    de la ciencia que "muestra" su desarrollo como una

    cadena ininterrumpida de "descubrimientos" condu-

    centes al feliz estado de cosas actual; en "historias"

    que son genealogías de los "ancestros intelectuales"

    en las que nunca hay divergencias, en "historias" que

    son sólo listas de anécdotas, experimentos y proyec-

    tos que ocurren en un "vacío" teórico (Kuhn 1970).

    Estas ideas parecen no haber afectado a los historia-

    dores de la Arqueología. Glynn Daniel (1976: 322-3),

    por ejemplo, nos indica que su libro no es el lugar'

    adecuado para hacer discutir las teorías. En otras

    ocasiones, parecería que se trata de un conjunto más

    de tiestos: se crean "tipos" de arqueólogos, cronoló-

    gicamente ordenados en "etapas" cuya sucesión es

    un misterio (ver, por ejemplo, WilleyySabloff1974).

    Un historiador de la ciencia ha señalado reciente-

    mente que

    compromiso social de la ciencia". Así, se dice que

    un buen científico nunca mezcla ciencia y valores y

    que el progreso en la ciencia solo puede ser originado

    mediante factores internos a la propia ciencia. Para

    estos internalistas radicales "la prueba de una influen-

    cia externa equivale a la invalidación". Sin embargo,

    "ya que siempre existen las influencias externas, el

    internalismo radical es utópico, y como teoría de la

    racionalidad, es auto-destructivo" (Ibid). El otro ex-

    tremo es el de los "externalistas radicales". Esta posi-

    ción, popular entre algunos colegas, hace que la

    Nueva Arqueología no sea sino el resultado de la

    crisis americana de los 60's, el impacto de la guerra

    de Vietnam y el surgimiento de los movimientos de

    conservación de la ecología.

    Uno de los aportes más productivos de las discu-

    siones recientes sobre historia y filosofía de la ciencia

    ha sido el acabar con el sueño neopositivista de que

    la "reconstrucción racional" equivale al análisis de

    alguna de sus teorías aisladas. La historia neopositi-

    vista de la ciencia fracasa al transportar hacia las

    teorías analizadas sus propios prejuicios contra ele-

    mentos "externos". Una historia adecuada debe con-

    siderar no solo las teorías aisladas, sino los postulados

    epistemológicos, ontológicos, metodológicos, éticos,

    políticos e incluso estéticos, así como las teorías tanto

    sustantivas como de la observación -que constituyen

    lo que uno de nosotros ha llamado -"una posición

    teórica" (Gándara 1981: 39-40). Sin embargo, para

    la tendencia dominante la ciencia es simplemente un

    conjunto de datos e interpretaciones "neutrales". Para

    muchos resulta sorprendente que alguien se llame

    marxista y pretenda al mismo tiempo ser científico.

    "La ciencia", se nos dice, "requiere de objetividad".

    Es paradójico que se reconozca el elemento político

    de la posición marxista y se nieguen sus teorías cien-

    tíficas, mientras que se pretende que las posiciones

    no-marxistas carecen de intenciones políticas y con-

    tienen solo teorías científicas.

    La Nueva Arqueología mostró como, lejos de

    trabajar en ausencia de una teoría, los arque610gos

    tradicionales simplemente trabajaban con teorías no-ex-

    plicitadas y por tanto no expuestas a la crítica racio-

    nal; es lamentable que esa misma argumehtación no

    sea llevada a sus correspondientes consecuencias

    políticas: lejos de trabajar sin una toma de posición

    política, tradicionalmente se trabaja siguiendo postu-

    lados no-explicitados y por lo tanto no expuestos a

    la crítica racional. Es necesario entender esto para

    poder hacer la historia de la arqueología marxista en

    México, so pena de simplemente condenarla a la lista

    de "nuevos dogmatismos" inevitables (BernaI1979: 13).

    ...Existe una forma radical de inductivismo (en la

    historiografía de la ciencia) que condena todas las

    influencias externas, ya sean estas intelectuales, psico-

    lógicas o sociológicas, ya que supuestamente crean

    un prejuiciamiento impermisible: los inductivistas radi-

    cales permiten solo una selección (aleatoria) hecha por

    una mente vacía. ..(Lakatos 1978: 105).

    Caracterización del marxismo como posición

    teórica

    A veces se reconocen dichas influencias, pero no

    se considera indispensable incluirlas al escribir la

    historia. Se asume también que las hipótesis deforman

    la "objetividad" y resultan "encontrar lo que uno

    quiere encontrar".

    Esta posición coincide con la ingenuidad de los

    científicos que distinguen entre "la objetividad" (que

    nie~a cualquier consideración ética o Dolítica) v "el

    Retornando la idea de que una teoria no puede ser

    comprendida cabalmente si es separada de su posi-

    ción teórica ~eneral, queremos describir sintética-

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    ARQUEOLOGIA y MARXISMO EN MEXICO 7

    GANDARA, LOPEZ y RODRIGUEZ

    de conocimiento que tiene sentido para el hombre

    es un producto histórico y social.

    El sujeto es el hombre social, tal y como las

    condiciones reales de su existencia lo determinan-Ia

    razón es un producto histórico- y participa de un

    conjunto de relaciones sociales dentro de las que es

    simultáneamente creador y criatura (Labastida 1980:

    7-35). El conocimiento se da, puesto que el objeto

    sufre un doble proceso de transformación (uno en sí,

    por la misma dinámica interna, y otro por acción del

    trabajo humano). Con base en esta acción, el hombre

    se transforma también al percibir los procesos y rela-

    ciones en que está inmerso el objeto de conocimien-

    to. Así, la epistemología materialista se basa en que:

    1. El objeto existe independientemente del sujeto.

    2. El sujeto tiene la capacidad de conocer la

    realidad objetiva.

    3. El conocimiento se dá a partir de la transforma-

    ción social e históricamente determinada del objeto

    por el sujeto.

    4. El objeto modifica al sujeto en la medida que

    conoce las leyes que lo rigen.

    5. La verdad absoluta es sólo una idea normativa:

    el conocimiento alcanza grados sucesivos de verdad,

    al ser falible pero perfectible.

    6. La verdad es una relación de correspondencia

    entre lo que se afirma sobre la realidad y esta corres-

    pondencia Que se expresa mediante la praxis.

    b) Ontología: La realidad está constituída por una

    serie de procesos concatenados, donde unos están

    determinados por otros. Proceso es materia en movi-

    miento y en constante cambio (sujeto de las leyes de

    la dialéctica), que rigen tanto al mundo como al

    pensamiento (Kopnin 1966). Existen relaciones no-

    mológicas descritas o explicadas por las categorías

    dialécticas.

    c) Metodología: El proceso de conocimiento es

    susceptible de ser guiado y codificado mediante la

    lógica dialéctica, que actúa simultáneamente como

    lógica, metodología y heurística. Al conocer, las

    leyes de la realidad se transforman en leyes del pen-

    samientO (pero distinta forma, mismo contenido);

    esto es, rigen la adquisición de nuevo conocimiento

    y las formas de evaluarlo (Ibid).

    mente los elementos de la posición marxista. Afortu-

    nadamente, a diferencia de posiciones que niegan

    "presuponer" principios filosóficos y políticos, en el

    marxismo estos siempre han sido explicitados para su

    crítica pública (Marx 1968, 1970, 1971; Marx y

    Engels 1973-4; Marx y Hobsbawm 1971; lenin 1960-1,

    1974). Es precisamente la riqueza de este cuerpo

    teórico la que hace que cualquier intento de síntesis

    esté predestinado a ser injusto con la teoría. No obs-

    tante, ya que la concepción de la arqueología marxis-

    ta depende de la caracterización del marxismo, hare-

    mos una presentación informal de éste. No intentare-

    mos aquí satisfacer a los especialistas, que segura-

    mente encontrarán deficiente nuestra imposible sínte-

    sis, sino explicitar lo que entendemos por "marxis-

    mo".

    En general hayal menos tres componentes impor-

    tantes en la po.s:ción marxista: el filosófico, el de la

    teoría de la historia y el político. Evidentemente,

    conforman una unidad que separaremos aquí solo

    con finps analíticos.

    2. Teoría general sustantiva: el Materialismo His-

    tórico es la teoría general que expresa la concepción

    materialista de la Historia, basada en el principio de

    que el Modo de Producción condiciona la vida social,

    espiritual y política en general. Se tiene una concep-

    ción jerarquizada de la realidad social, en la que la

    explicación se fundamenta causal mente en el Modo

    de Producción; para las sociedades de clases, el

    motor fundamental es la lucha de clases. Dada su

    importancia causal, el estudio del Modo de Produc-

    ción como una correspondencia entre Relaciones

    Sociales de Producción y desarrollo de las Fuerzas

    Productivas adQuiere una prioridad metodológica. En

    1. Posici6n filos6fica:

    a) Teoría del conocimiento: El proceso de conoci-.

    miento se basa en la acción práctica del sujeto cog-

    noscente sobre el objeto de conocimiento (el sujeto

    conoce al objeto en la medida en que actúa sobre

    él). Esta acción tiene como base la producción y la

    reproducción de la vida real, a partir de la apropiación

    de la naturaleza por medio del trabajo. Así, el objeto

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    B BOLETIN DE ANTROPOLOGIA AMERICANA. 11

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    las sociedades de clases, debe además considerarse

    prioritariamente la diferente composición de clases,

    facciones y sectores, destacando los conflictos de

    clase.

    3. Posición política y ética: se parte de que el

    hombre tiene una capacidad limitada de auto-realiza-

    ción, que es coartada por las condiciones de la pro-

    ducción capitalista y de la imposición de los intereses

    particulares de una clase como colectivos, produ-

    ciendo la alienación (Espinoza 1984: 21-22). Se

    busca la eliminación de las clases partiendo de una

    teoría científica de la realidad para la construcción

    del socialismo -proceso en el que el proletariado

    juega un papel fundamental- y eventualmente crear

    la sociedad comunista del futuro. Dados los intereses

    de clase en juego, la transformación de la sociedad

    capitalista es vista como inevitable y toma histÓrica-

    mente la forma de revoluciones. En este proceso

    desempeñan un papel importante los partidos y sindi-

    catos de izquierda.

    Caracterización de la arqueología marxista

    Esto contradice algún postulado central del marxismo,

    al sustituir consistencia por verdad, o invertir la rela-

    ción ontología-epistemología, o al seguir una posi-

    ción escéptica o idealista subjetiva. Ya que los prin-

    cipios fi losóficos del marxismo forman parte del "nÚ-

    cleo" de la posición teórica, para que un estudio

    pueda calificar como marxista, deberá ser congruente

    con ellos.

    En cuanto al aspecto sustantivo (o teórico en sentido

    partitivo) habrá que considerar dos puntos básicos:

    1) que la investigación sea guiada por un diseño de

    investigación marxista y 2) que este diseño sea llevado

    acabo.

    1) Por "diseño de investigación marxista" enten-

    demos: a) que el problema teórico a resolver se derive

    de alguna problemática marxista general, o bien que

    constituya un replanteamiento marxista de un pro-

    blema derivado de otra posición teórica, con la obli-

    gación de comparar la solución marxista con la no-

    marxista; b) que el conjunto de hipótesis para resolver

    el problema sea derivado del Materialismo Histórico,

    o constituya una aportación a éste para lo cual deberá

    ser congruente con el resto de la teoría.

    2) Consideramos que el diseño es llevado acabo

    si los principios e hipótesis involucrados son en efecto

    contrastados con materiales arqueológicos, siguiendo

    los procedimientos generales del método científico.

    Hay que recordar que cada vez que un principio

    teórico es usado, vuelve a adquirir el status de hipó-

    tesis a pesar del grado de corroboración que haya

    alcanzado. Este requisito, introducido en la arqueolo-

    gía no a partir del marxismo sino de la Nueva Arqueo-

    logía, es crucial ya que de otra manera el material

    arqueológico se convierte solo en el instrumento de

    validación de un dogma.

    El aspecto más difícil de delimitar es el político.

    Claramente, alguien que se diga marxista debe estar

    de acuerdo con la posición política marxista. ¿Pero

    hasta qué punto la mera convicción es suficiente~

    ¿Ha de considerarse, como proponen algunos, que

    la "práctica teórica" es una forma de militancia~ ¿Es

    indispensable que el arqueólogo marxista milite más

    allá de la academia o deba trabajar en algún partido~

    Como buenos miembros de la clase media, tal vez

    nos resulte cómoda la idea de que es suficiente la

    práctica político-académica, pero no satisfactoria.

    Surgen así varias preguntas relacionadas: por ejem-

    plo, ¿se puede seguir solamente la teoría del Materia-

    lismo Histórico sin el resto de la posición teórica

    marxista -ser materialista histórico sin ser marxista~.

    ¿Es egítimo seguir solo la parte teórica sin el compro-

    miso con la parte política~ La pregunta no es solo

    retórica: hay colegas que se sienten atraídos por los

    logros de la teoría, pero no necesariamente compar-

    ten sus principios políticos. Esta es una situación que,

    aunque empieza a darse en la arqueología, se ha

    presentado ya en otras ramas de la ciencia social,

    como señala I. Guerrero:

    Somos concientes de que hablar de "arqueología

    marxista" pudiera resultar problemático: se ha seña-

    lado que el objeto teórico de la antropología en su

    conjunto no es el mismo que el del marxismo, por

    lo que hablar de "antropología marxista" haría del

    marxismo una más de tantas teorías antropológicas

    (cf. Díaz-Polanco 1979: 32-37). Si bien la articula-

    ción entre marxismo y antropología es controvertible

    (Gómez Tagle 1979), para la arqueología no lo es,

    si la entendemos como parte de la ciencia de la

    historia.

    Entre los criterios que seguimos para distinguir

    entre arqueología marxista y arqueología no-marxis-

    ta, está I~ diferencia que hay entre la teoría marxista

    y su terminología. Se puede adornar un trabajo con

    términos marxistas, pero esto no lo califica como

    arqueología marxista; tampoco es suficiente añadir

    referencias a los clásicos, como parte sólo de una

    declaración de principios -en el prólogo o en las

    conclusiones- sin que la teoría marxista tenga un

    papel importante en la investigación. Estos trabajos

    no serían marxistas bajo el criterio de que para serio,

    deberan respetar la integridad del programa marxista

    en sus tres aspectos (filosófico, sustantivo y político),

    y no solo en su terminología.

    Los marxistas generalmente son más auto-con-

    cientes que otros investigadores sobre el primer as-

    pecto (el filosófico). Aun así, algunos arqueólogos

    seguidores de esta corriente parecen no siempre con-

    gruentes con sus postulados, por ejemplo, hay quien

    dice que las Relaciones Sociales de Producción son

    inalcanzables para el arqueólogo, que solo pueden

    existir aquellas cosas para las que tenemos un concep-

    to, que la verdad es equivalente a la consistencia o

    bien que "todo es ideología" o Que "todo es relativo" . El marxismo de la intelectualidad burguesa y pequeño

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    GANDARA, LOPEZ y RODRIGUEZ

    ARQUEOLOGIA y MARXISMO EN MEXICO 9

    hemos caracterizado a la arqueología marxista es que

    esta no existe en México (para una opinión similar,

    cf. Braniff et. al. 1983: 15), sino solo arqueólogos

    influídos en mayor o menor medida por el marxismo.

    Es influencia porque para ser marxista la arqueología

    debe respetar la integridad de la posición teórica

    global y tener una práctica basada en un diseño de

    investigación consecuente con esa posición.

    Es necesario hacer dos distinciones adicionales:

    entre materialismo y Materialismo Histórico, (cf. Kohl

    1981) y entre interpretar datos arqueológicos y hacer

    arqueología. En cuanto a la primera, mientras que

    existen enfoques materialistas (como la ecología cul-

    tural o el materialismo cultural), no por esto son

    Materialistas Históricos. En cuanto a la segunda,

    mientras que todos los arqueólogos interpretan datos

    arqueológicos, no todas las interpretaciones de datos

    arqueológicos son hechas por arqueólogos. Por ejem-

    plo, algunas de las mejores interpretaciones marxistas

    sobre el siglo XVI en México han sido hechas por

    no-arqueólogos: Olivera (1978), López Austin (1981 ),

    Broda y Carrasco (Carrasco y Broda, eds. 1978), entre

    otros.

    Los trabajos de los autores que mencionaremos

    adelante presentan diferentes grados de influencia del

    marxismo y pueden considerarse como precursores,

    pero precisamente porque no cumplen con alguno

    de los aspectos mencionados, generalmente el rela-

    cionado con el diseño y su realización, no podrían

    ser considerados como trabajos de arqueología

    marxista. Esto no los hace menos importantes o inte-

    resantes, por el contrario, constituyen el sustrato

    sobre el que habrá que continuar .

    Hemos dividido en tres momentos el desarrollo

    de esta influencia: uno que iría desde finales de la

    década de los 40's hasta principios de los 60's, domi-

    nado por las perspectivas childeanas de la arqueolo-

    gía como ciencia social y por el interés en la sociedad

    hidráulica. El segundo momento, de mediados de los

    60's a principios de los 70's, refleja el impacto del

    movimiento popular-estudiantil de 1968 y la lectura

    de los textos clásicos marxistas. El tercero, de media-

    dos de los 70's a la fecha, con la consolidación de

    la influencia del Materialismo Histórico y su incorpo-

    ración académica. Como toda periodización, esta es

    hasta cierto punto arbitraria, y debe considerarse

    como recurso para facilitar la exposición.

    burguesa se desarrolla con un carácter ecléctico donde

    la simple añadidura de elementos inspirados en todo

    tipo de teorías se presenta como 'enriquecimiento

    teórico' y 'superación del dogmatismo' .En realidad,

    esto último es consecuencia del enfrentamiento crítico

    del marxismo con otras corrientes, a partir de su cap-

    tación rigurosa del mundo real, lo cual permite a sus

    portavoces descubrir y aprovechar precisamente acier-

    tos y denunciar y criticar errores (. ..). El marxismo

    esclerizado y 'enriquecido' ha llegado a convertirse en

    un instrümento más de la dominación del capital

    (Guerrero 1983: 35).

    Además de que hay algo que suena a oportunismo

    en la idea de ser materialista histórico sin ser marxista,

    habría que considerar no solo si es aceptable, sino

    si esta situación a la larga sería fructífera en el propio

    terreno científico. Como se mencionó antes, la elec-

    ciÓn de problemas a resolver no es independiente de

    factores "externos" a una teoría. la problemática se

    genera o bien en forma "interna" (como resultado de

    problemas no resueltos o de intentos de articulación

    e instrumentación), o bien en forma "externa" (por

    las partes de la posición teórica normalmente no

    expl.icitadas, como las relativas ala intención políti-

    ca). Alguien que simplemente quisiera usufructuar el

    Materialismo Histórico podría hacerlo pero no por

    tiempo indefinido, ya que una vez avanzadas las

    soluciónes a los problemas internos, la fuente de

    nuevas problemáticas tendría que venir de aspectos

    "externos". Esto involucraría o la toma de posición

    marxista o alguna alternativa antagónica, pero en

    cualquier caso no se podría trabajar en ausencia de

    una toma de posición política, aunque sea posible

    trabajar adoptando posiciones políticas no explicita-

    das y asumidas en forma inconciente.

    Que el Materialismo Histórico puede ser explo-

    tado por no-marxistas es bien conocido y habla del

    poder científico de la teoría. Buena parte de las

    reformas introducidas en el sistema económico ame-

    ricano se nutrieron del marxismo e intentaban detener

    la velocidad del proceso de descomposición social

    (recuérdese la teoría Keynesiana, el welfare, etc.) y

    podríamos citar otros ejemplos, más cercanos ala

    antropología (Wittfogel, Harris, Wallerstain).

    Precisamente porque el marxismo incluye los tres

    aspectos señalados antes, el cumplir sólo con el

    político tampoco hace aun arqueólogo marxista real.

    Fue precisamente a partir de la conciencia de este

    hecho que varios arqueólogos, especialmente suda-

    mericanos, que estaban involucrados de una u otra

    forma en la militancia, decidieran hacer algo por

    conjuntar su práctica política a su desempeño acadé-

    mico. Este es un tema que reaparece durante la década

    pasada, por ejemplo, el recuento personal que hace

    Diana lópez de Molina (1980), o en un tono menos

    personal, el documento de la Reunión de Teotihuacan

    en 197') (Lorenzo et- al 197h)

    a) La influencia childeana

    Con la profesionalización de 1a antropología (en la

    década de los 40's), se abrió un espacio para la

    discusión académica que inevitablemente habría de

    ser crítica. El blanco era la generación anterior de

    arqueólogos, la llamada "escuela mexicana de antro-

    pología" (Litvak 1975a, 1975b), (Matos 1979: 15).

    Había insatisfacción con el trabajo predominante-

    mente monumental y con la construcción de "histo-

    rias culturales" que en realidad eran muchas veces

    Breve recuento histórico

    Una conclusión de este trabajo y de la forma en Que

  • 8/19/2019 Arqueologia y Marxismo en Mexico

    7/14

    JUliO 1985

    0 BOLETIN DE ANTROPOLOGIA AMERICANA. 11

    lítica. Una de las tendencias fue la ambientalista

    inglesa, introducida por Lorenzo. El volumen sobre

    Teotihuacan (Lorenzo, ed. 1968) cristaliza esa ten-

    dencia y muestra que la crítica a la arqueología

    monumental tradicional puede apoyarse Con obras

    Concretas. Lorenzo es responsable también de la

    introducción definitiva y masiva de Childe en México,

    al traducir incluso varios de sus trabajos (Childe 1968,

    Lorenzo 1968). Childe pasó de ser lectura subrepticia

    a lectura obligatoria en la carrera de Arqueología.

    Al final de esta década la insatisfacción Con el

    enfoque tradicional se evidencia en varios trabajos

    que intentan proponer alternativas materialistas, por

    ejemplo el de Olive (1959). Por otro lado, la influen-

    cia de Wittfogel/Steward se tradujo en una estrategia

    general para loS proyectos de la'Cuenca de México

    de Sanders (Sanders, Parsons y Santley 1979), Millon

    (1976), Armillas (1971 ), etc. (cf. Wolf, ed. 1977), y

    loS trabajos sobre la agricultura en el México Prehis-

    pánico (Palerm y Wolf, eds. 1972).

    El énfasis en loS factores materiales de la vida no

    era totalmente nuevo en el estudio del México prehis-

    pánico, por supuesto; existen antecedentes, sobre

    todo en la etnohistoria, Con trabajos Como el de

    Monzón (1947) sobre el calpulli, Acosta Saigrles

    (1945) sobre los pochtecas, y loS trabajos ya mencio-

    nados de Kirchhoff.

    solo secuencias cerámicas. Queda por determinar el

    grado de influencia que tuvieron sobre los arqueólo-

    gos los trabajos de Othón de Mendizabal (1964) y de

    Kirchhoff (1947, 1954, 1955a, 1955b, 1967, 1979),

    generalmente reconocidos como precursores de la

    aplicación del Materialismo Histórico en la antropo-

    logía en general (Matos 1979), (García Mora 1980),

    Vázquez y Arboleyda 1977), (Daklhgren 1974).

    En este incipiente movimiento de crítica sobresale

    Armillas (Bonfil 1980: 49), generalmente acreditado

    como inventor del cariñoso término de "piram¡dio-

    tas" , para describir a la generación anterior. En una

    fra::~ extraña, Jiménez Moreno señala que fue Armi-

    Ilas quien introdujo a Childe en la arqueología mexi-

    cana: "Bajo su influencia alumnos como José Luis

    Lorenzo adoptaron esta tendencia, que representa

    una aportación importantísima para la Escuela. Más

    tarde, José Luis Lorenzo se preparó adecuadamente

    en Inglaterra" (sic) (jiménez Moreno 1980: 13). Fue

    importante en este momento la presencia de West

    (Lorenzo 1980: 24-31) y su trabajo clásico sobre las

    chinampas (Armillas y West 1950). Armillas insistió

    en que la periodificación deb~ría elaborarse sobre

    una base no estilística sino económica, dando énfasis

    en el análisis del aparato productivo (Armillas 1949,

    1951, 1957, 1971). Por desgracia, la influencia de

    Armillas se redujo cuando éste salió del país.

    En la década de los 50'5 surgen variantes en la

    arqueología: la "escuela mexicana" dej6de sermono-

    b) Los años sesenta

    Al final de los 50's se formaron grupos de estudio,

    como el "Miguel Othón de Mendizabal", en los que

    se discutían los textos marxistas. Aunque en este

    grupo participaron arqueólogos, estaba básicamente

    constituído por antropólogos sociales. El papel de

    esta generación en el cuestionamiento de la antropo-

    logía mexicana es innegable (Olivera y Gali, 1980,

    Olivera y Gali, eds. 1980: 43-84, Warman et. al.).

    Su interés en el marxismo no se derivó solo de la

    insatisfacción académica, sino sobre todo de una

    toma de posición política. En el caso de los arqueó-

    logos este elemento parece haber predominado ya

    que su familiaridad con los textos marxistas no se

    plasma en su producción sino más tarde.

    Uno de los primeros intentos explícitos, en la

    primera parte de la década de los sesentas, es la tesis

    de Matos (1965) (cf. Montemayor 1971 ). La vanguar-

    dia la llevaban los antropólogos sociales: fué precisa-

    mente Bartra quien produjo uno de los textos más

    interesantes del momento: "Tipología y Periodifica-

    ción, etc. (Bartra 1964). Su obra, tanto sobre el Modo

    de Producción Asiático (Bartra 1969, Bartra ed.,

    1969) como sobre las sociedades antiguas (Bartra,

    1965, Bartra ed. 1975), ha tenido un impacto consi-

    derable en los arqueólogos. Durante esta década el

    malogrado Proyecto Cholula intentó integrar a inves-

    tigadores de varias ramas que compartían un interés

    en el Materialismo Histórico. También se editan los

    trabajos de Mauro Olmeda (1960a, 1960b, 1966).

  • 8/19/2019 Arqueologia y Marxismo en Mexico

    8/14

    ARQUEOLOGIA y MARXISMO EN MEXICO 11

    GANDARA, LOPEZ y RODRIGUEZ

    El movimiento estudianti I-popular de 1968 sacu-

    diÓ, entre otras cosas, la estructura vertical y autori-

    taria de muchas de las instituciones de enseñanza

    superior, que iniciaron entonces procesos de demo-

    cratización. Este activismo tuvo repercusiones y sig-

    nificÓ para algunos profesores el abandono forzado

    de la práctica docente: dejan la ENAH varios antro-

    pólogos sociales en protesta por el cese de Bonfil,

    cuyo contrato fue cancelado unilateralmente.

    Se ha haBlado mucho sobre la "retirada" de estos

    profesores y su efecto en la ENAH (Olivera y Gali

    1980: 85-128). Se perfilaba asf una tónica que duró

    algunos años; jáuregui señala: "...nuestra generación

    mostró interés por tomar cursos de economfa marxis-

    ta. Autorización que nos fue negada. y tuvimos que

    tomar dicho curso con otro nombre. .." Uáuregui

    1980: 130).

    La matanza del lO de junio de 1971 mantuvo la

    organización alternativa generada en 1968, crucial

    en la democratización de la ENAH, que transformarfa

    su gobierno en uno paritario, democrático y abierto.

    En este ámbito fue que el marxismo pudo adquirir ya

    no solo una dimensión polftica, sino académica. En

    Arqueologfa esto se sintió posteriormente. A partir de

    1971, por razones que habrfa que determinar, se

    llegó a una escisión entre arqueologfa yantropologfa

    social, que produjo que se perdiera lo que la genera-

    ción anterior habfa avanzado en la construcción de

    una arqueologfa marxista (López de Molina 1980),

    (Merlo 1980).

    c) Los años setenta

    la década de los setenta fue de gran importancia para

    el desarrollo de la arqueología marxista; buena parte

    de este desarrollo es consecuencia del impacto del

    libro La Arqueologfa como Ciencia Social, de l.

    lumbreras (1974), que vendría a revitalizar la discu-

    sión.

    la influencia sudamericana se estableció en defi-

    nitiva en México en 1973-74, con la llegada de los

    arqueólogos chilenos j. Montané y F. Bate. El interés

    en E:I Materialismo Histórico en arqueología era un

    hecho a mediados de los 70'5, ya que además de los

    cursos impartidos en la ENAH, se habían generado

    seminarios en varios centros de trabajo del INAH.

    Dos procesos son importantes durante este mo-

    mento: el de democratización de la ENAH (Olivera

    y Gali 1980: 129-161 ), y los intentos de democratiza-

    ción deIINAH. En ellNAH la vanguardia la llevaron

    el Departamento de Antropología Social (DEAS), los

    centros regionales yel Departamento de Monumentos

    Prehispánicos, donde se crearon consejos democráti-

    cos que discutían activamente la Política de Investiga-

    ción deIINAH. El vehículo para muchas de las trans-

    formaciones fue el Sindicato de Investigadores, donde

    la preocupación por una política de investigación

    surge de la necesidad de apropiarse de la materia de

    trabajo, contraponiéndose a la política oficial desli-

    gadade las necesidades populares.

    Al no existir una tradición de discusión académica

    a veces parecía no avanzarse rápido; aun así, el

    movimiento de democratización de la ENAH y el

    INAH dejaron una profunda huella. Por desgracia,

    este movimiento fue interrumpido bruscamente en

    algunos centros de trabajo, como el Depto. de Prehis-

    pánicos, que fue "desaparecido" en 1977, y solo

    varios años después reinstaurado.

    En la ENAH se introdujo en 1971 un nuevo anuario

    que permitió el establecimiento más o menos regular

    de cursos sobre Materialismo Histórico y Dialéctico.

    La explosión demográfica en la ENAH significó la

    entrada de un número considerable de profesores

    no-antropólogos, algunos en extrema oposición ala

    propia antropología; casi parecía que para que el

    marxismo avanzara era necesario acabar con la antro-

    pología. Esta tendencia fue balanceada con el ingreso

    de algunos profesores que, al ser antropólogos y al

    mismo tiempo marxistas, mostraban la posibilidad de

    ligar el trabajo antropológico al Máterialismo HistÓri-

    co. Pero aun con esas dificultades, la incorporación

    de cursos marxistas produjo un nuevo punto de vista.

    Aunque algunos profesores aun insistían en que

    el marxismo es más política o dogma que teoría

    científica o que no es aplicable a las sociedades

    pre-capitalistas, de acuerdo al nuevo anuario los

    estudiantes ya habían llevado cursos sobre Materia-

    lismo Histórico. Esto produjo en pocos años un nuevo

    balance de fuerzas; ya fuera con cursos y seminarios

    sobre sociedades precapitalistas (como los que dicta-

    ron E. Nalda, L. González, j. Yadeun, E. Matos, F

    Bate, L. Manzanilla y j. Montané entre otros), o con

    discusiones sobre teoría, que ya no eran estigmatizadas,

    sobre las ventajas y desventajas de diferentes enfo-

    ques. En el Anuario de 1978 (con la entrada alas

    especialidades desde el primer semestre), de haber

    tenido una posición subordinada, el Materialismo

    Histórico se convirtió en la po~ición teórica predomi-

    nante en la Especialidad de Arqueología -según se

    leeen la presentación de 'a carrera (ENAH 1983: 32).

    A partir de 1974-75 el panorama había cambiado;

    entre los vehículos de este cambio debe incluirse al

    Taller Abierto de Antropología y sus publicaciones,

    y las revistas Nueva Antropología (cf. Consejo Edito-

    rial 1979), Antropología y Marxismo e Historia y

    Sociedad. En reuniones científicas se discutían temas

    marxistas (como en el Congreso de Americanistas de

    1974, el de la AM en 1974 -ambos en México-

    siguiendo la trayectoria iniciada en Lima, Perú, 1970).

    En la investigación, la intención marxista de proyectos

    como el de Tepeapulco (García, T., López F., y

    Rodríguez, I. 1976), continuaban en forma más explí-

    cita la influencia de proyectos anteriores, como el

    Proyecto Tula (Matos, ed. 1974, 1976). Por desgracia,

    proyectos como el de Tepeapulco nunca lograron

    consolidarse, y quedaron sobre todo como propuestas

    a considerar en el futuro.

    A partir de 1978 el marxismo se popularizó entre

    los arqueólogos, siguiendo la publicación de textos

    como el de Bate (1977) y Montané (1980). Por desgra-

  • 8/19/2019 Arqueologia y Marxismo en Mexico

    9/14

    12 BOLETIN DE ANTROPOLOGIA AMERICANA. 11

    JULIO 1985

    cia, se convirtió también en una moda; para algunos,

    el ,\1aterialismo Histórico parecía no ser sino un

    sustituto académico y confortable de la militancia

    real. Así, aunque el número de interesados en el

    Materialismo Histórico aumentó, no es claro si au-

    mentó también el número de marxistas en la arqueo-

    logía.

    Otros investigadores lograron una mejor integra-

    ción entre su trabajo y su práctica política sin muchos

    aspavientos, pretensiones o discursos teóricos. Me-

    rece mención especial el Proyecto Cuchumatanes de

    Navarrete, quien siempre tomó en serio la unidad de

    la ciencia social y lo mismo estudiaba las rutas de

    intercambio, que el culto al Cristo de Esquipulas. A

    partir del Proyecto Cuchumatanes este enfoque pasó

    de ser antropología conciente a ser antropología po-

    litizada, que ve su trabajo académico como parte de

    un compromiso político: el escribir la historia de los

    pueblos en lucha, para mostrar su raíz y su continui-

    dad histórica (Navarrete 1983). La problemática ya

    no es entonces la de la historia cultural: lejos de ser

    inútil, como afirman algunos marxistas afrancesados,

    la ::rqueología tiene un importante papel político que

    cumplir.

    Existen otros proyectos iniciados en los últimos 3

    años, pero aun no cuentan con publicaciones. Por

    otro lado, con dos generaciones de egresados bajo

    el nuevo Anuario, la ENAH ha contribuído a incre-

    mentar el número de investigadores trabajando con

    una tendencia Materialista Histórica. Por esta razón,

    intentar enumerar aquí sus trabajos sería demasiado

    tedioso. Los resultados a largo plazo aun no se ven,

    aunque la perspectiva es en general, optimista.

    Evaluación general

    que no es necesario: el Materialismo Histórico ya

    esta "probado" por su éxito en el análisis capitalista,

    suponiéndose su validez para las sociedades precapi-

    talistas; así, los materiales arqueológicos son simples

    ilustraciones. Esto se aprecia en las "interpretaciones"

    globales del desarrollo Mesoamericano que obvian

    el problema del significado del material arqueológi-

    co. Otras veces, aunque se ha creído necesario desa-

    rrollar los indicadores, no se ha considerado posible

    (se dice, por ejemplo, que la Superestructura es invi-

    sible). Se confunden términos teóricos con referentes

    observables, además de negar el principio de la con-

    catenación de los procesos, asumiendo que la totali.

    dad social no repercute en los materiales arqueolÓgi-

    cos; esta posición imposibilita la aplicación del mar-

    xismo a la arqueología y no es sino una forma de

    escepticismo.

    2. Se ha trabajado a veces con procedimiento~

    técnicos obsoletos o poco confiables tanto de obten-

    ción como de análisis (se utilizan tipologías tradicio-

    nales, se ex cava con niveles métricos, etc.). Esto

    puede deberse al rechazo incomprensible ala técni-

    ca, la cuantificación, la computación y otras herra-

    mientas, ya que se asocian a la arqueología anglo-

    sajona "reaccionaria y neopositivista".

    3. En otros casos, el problema no está en la con-

    cepción misma del marxismo. Por ejemplo, algunos

    precursores en México no tuvieron acceso a textos

    marxistas cruciales, no se contaba con buenas traduc-

    ciones o se tenía una formación autodidactica predo-

    minantemente en el plano político.

    4. No se ha considerado relevante desarrollar los

    vínculos entre marxismo y arqueología, ya que la

    arqueología -se dice- "no sirve para nada" en la

    modificación de la sociedad actual o es solo una

    técnica complicada de la historia: los procesos que

    estudia, en tanto pretéritos, "no son modificables".

    5. En varios casos, se ha considerado que la cla-

    ridad política del autor (en intención o estructura)

    basta como campo fértil para depositar en ella las

    observaciones arqueológicas y obtener resultados.

    6. Tampoco puede despreciarse el contexto polí-

    ti(:o institucional: algunos de los proyectos no se

    realizaron porque los departamentos en cuestión desa-

    parecieron, no se contó con fondos, o incluso han

    sido vistos con desconfianza o desprecio, al ser con-

    siderados irreales, poco serios, demasiado teóricos,

    etc., por colegas que piensan que la teoría es un

    privilegio de la gerontocracia. Se teme también que

    las condiciones cambien en México y haya que en-

    frentar una eventual persecusión al marxismo como

    la que caracteriza a buena parte de Iberoamérica hoy

    día. Incluso nos preocupó elaborar la lista de arqueó-

    logos influídos por el marxismo, ya que de ocurrir el

    cambio mencionado, podría volverse un peligro para

    ellos.

    7. Otro factor importante es el escaso desarrollo

    de algunos elementos metodológicos (como la noción

    de explicación y el análisis teórico en general): a

    veces los seguidores del marxismo tienen un criterio

    El hecho de que no podamos contar con un solo caso

    de arqueología marxista es ya un comentario. Sin

    embargo, creemos que deben localizarse las causas

    para lograr un mejor desarrollo. Vale la pena señalar

    que esta evaluación también es autocrítica, en la

    medida en que estamos involucrados en el proceso.

    Tal vez el problema central ha sido el que el

    marxismo se haya adoptado como moda. En muchos

    casos no se ha ido más allá de utilizar la terminología

    marxista, o bien confundir práctica política con una

    práctica arqueológica real. Los trabajos se han que-

    dado frecuentemente en pronunciamientos y buenas

    intenciones. En particular hay que señalar los siguien-

    tes problemas (todos ellos extensibles a las arqueolo-

    gías marxistas del resto de Iberoamérica).

    I. No se ha sabido articular el Materialismo His-

    tÓrico a los materiales arqueológicos (hace falta desa-

    rrollar los enlaces entre indicadores y categorías).

    Quizá uno de los intentos más notables en este sentido

    sea la propuesta para la cuantificación de las Fuerzas

    Productivas que ha presentado (Bate 1982a).

    Esta falta de desarrollo puede dpberse a que algu-

    nos colegas simple y sencillamente parecen pensar

  • 8/19/2019 Arqueologia y Marxismo en Mexico

    10/14

    GANDARA, LOPEZ y RODRIGUEZ

    ARQUEOLOGIA y MARXISMO EN MEXICO 13

    extremadamente simplista de la evaluación teórica:

    algo es bueno si es marxista y ya. Curiosamente, esto

    contrasta con el exagerado interés que se tiene en

    cuestiones de fidelidad al evangelio: la polémica se

    reduce a la correspondencia con los textos y no con

    la realidad, que pasa a segundo plano.

    8. En el plano docente, a partir de que el Materia-

    lismo Histórico ha sido la "posición oficial" de la

    Especialidad de Arqueología, han sido pocos los

    cursos de marxismo impartidos por arqueólogos

    -abundan los economistas y filósofo~ bien intencio-

    nados pero que saben poco sobre arqueología e

    incluso se oponen a la Antropología en general.

    Sin duda alguna, también se han logrado avances

    importantes. La construcción de cualquier posición

    sólida requiere de claridad en cuanto a los principios

    fundamentales. Este trabajo se ubica sobre todo en

    el plano de la teoría y es indispensable que esté

    suficientemente avanzado para conducir la práctica.

    la arqueología marxista va por buen camino en Mé-

    xico, ya que es en este terreno donde más se ha

    logrado; tenemos desde los pronunciamentos globa-

    les Reuniones de Teotihuacan (1975) y Oaxtepec

    (1983) y textos generales (Bate 1977, 1981, 1982),

    (Montané 1980a, 1980b), hasta discusiones a un

    nivel mas profundo sobre categorías cruciales, como

    la de "Cultura" (Bate 1975, 1978) -este trabajo es

    importante no sólo para la arqueología, los arqueólo-

    gos ya no son solo seguidores de lo que sucede en

    la antropología social, también contribuyen ala po-

    fémica (cf. Bate 1984).

    También se ha trabajado en la implementación

    arqueológica (Bate 1981, Brüggemann 1976), sobre

    los diferentes tipos de consumo y su relación ala

    producción (Manzanilla 1979); sobre el diseño de

    investigación para algunos problemas, como el del

    efecto de los estados tempranos sobre sus áreas cir-

    cundantes (García, lópez y Rodríguez 1976, Matos

    et. al. 1981), o en la identificación arqueológica del

    estado (Rodríguez 1983), y sobre su orígen (Brügge-

    mann 1977). Se han hecho intentos de aplicar mode-

    los marxistas a Mesoamérica (Benavides 1976, Matos

    1982, Pastrana 1977, Cervantes y Yadeun 1979,

    Yadeun 1975); se han evaluado algunos modelos

    (Bate 1983, Olivé 1983, Gándara 1983), hay cI:Jando

    menos dos interpretaciones de la secuencia mesoa-

    mericana o apartes de ella (Matos 1979,1982; Nalda

    1981); e incluso a otras partes de Hispanoamérica

    (lópez deMolina 1975, Bate 1982b). Se han organi-

    zado museos (Angulo 1979) y existe una propuesta

    general museográfica (Cervantes 1976) siguiendo li-

    neamientos afines al marxismo.

    llevar la propuesta marxista a donde recibirá la prueba

    de fuego: en el campo y en el análisis de materiales

    obtenidos en proyectos cuya problemática sea explí-

    citamente marxista. Un uso consistente con su capa-

    cidad transformadora debe incluir programas de eva-

    luación respecto a los materiales y contextos arqueo-

    lógicos. Someter al marxismo aprueba en la arqueo-

    logía lo hará más útil y menos totémico.

    Ya que esta labor debe ser de equipo, será nece-

    sario consolidar los movimientos de democratización

    para que las estructuras de investigación sean con-

    gruentes con el planteamiento general y no lo obsta-

    culicen.

    Quedan también por resolver dos problemas crucia-

    les: uno es evitar el dogmatismo de muchas de las

    discusiones que reflejan un momento (el estalinismo)

    afortunadamente ya superado. El otro es el de la

    congruencia del trabajo académico con el trabajo

    político; es altamente indicativo que algunos de los

    más radicales antimarxistas han sido producto de la

    adopción "oficial" del Materialismo Histórico en la

    ENAH: para algunos alumnos, el marxismo deja de

    ser algo que se escoge por convicción, para ser una

    forma más de "sabiduría recibida", generosamente

    otorgada por aquellos que habrán de conducirlos. O

    bien los colegas que, después de autonombrarse

    durante algun tiempo baluartes del marxismo, hoy

    piensan que "han superado esa etapa" -el marxismo

    es como el acné, que se acaba al terminar la adoles-

    Perspectivas

    La arqueología marxista en México está apenas en

    vías de formación, aunque se han logrado avances

    importantes en el plano teórico. Habrá que resolver

    los problemas de implementación señalados para

  • 8/19/2019 Arqueologia y Marxismo en Mexico

    11/14

    14 BOLETIN DE ANTROPOLOGIA AMERICANA. 11

    JUlIO 1985

    cencia. El riesgo de academizar el Materialismo His-

    tórico y "compatibilizarlo" con actitudes políticas

    anti-marxistas debe evitarse. Reiteramos nuestra tesis

    central; para que pueda haber una "arqueología mar-

    xista" en México, será necesario asumir el programa

    marxista en su integridad y no sólo la terminología o

    las formas vulgares de materialismo con que se intenta

    a veces disfrazar un trabajo tradicional.

    Bartra, R. ed.

    1969 El Modo de Producción Asiático. Era. Méxi-

    co.

    1975 Marxismo y las Sociedades Antiguas. Grijal-

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    Bate, F.

    1975 Sobre la Categoría de Cultura y los Problemas

    de Método en Arqueología. ENAH. México.

    1977 Arqueología y Materialismo Histórico. Edi-

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    1978 Sociedad, formación económico social y cul-

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    1981 "Relación general entre teoría y método en

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    Varios compañeros comentaron algunas de las ideas

    de esta ponencia. Entre ellos, los autores agradecen

    particularmente a F. Bate, A. Atollini, C. García Mora

    y R. Brambila; reconocimiento especíal merece el

    apoyo generoso de A. Salazar para la realización de

    este trabajo.

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