arqueologia y marxismo en mexico
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manuel gándara*
fernando lópez*
ignacio rodríguez*
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marxISmo en
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mexlco
Introducción
Hacer la historia de una disciplina es una tarea difícil,
aunque sea solo de un país y de una de sus variantes
en particular. Es más difícil aun en ausencia de una
perspectiva temporal adecuada, como han notado
algunos historiadores. El Dr. Bernal tiene sin duda
razón al detener alrededor de 1950 su estudio de la
arqueología mexicana porque
...forzosamente entran en juego consideraciones per-
sonales de amistad o de antipatía hacia los actos de
personas aun vivas, imposibilitando un juicio válido
sobre sus ¡¡portaciones y su importancia en el desarrollo
de la ciencia... (BernaI1979: 13).
Quizá se esperaría que, bajo el título de" Arqueo-
logía y Marxismo en México" , produjéramos algo
como "la historia de la arqueología marxista" mexica-
na. Una tarea así es osada y poco modesta, conside-
rando los riesgos mencionados, el tiempo yextensión
disponible e incluso tal vez las capacidades de los
que esto escribimos.
¿Cuál es nuestro objetivo entonces? Al plantearnos
construir un esbozo his órico descubrimos un proble-
ma: aunque se usa frecuentemente la frase "arqueo-
logía marxista" , e incluso se le divide en buena y
mala (Lorenzo 1980: 387, Lorenzo 1981: 204), nadie
ha ofrecido una caracterización al menos general del
término. En consecuencia, resulta difícil hacer la
historia de algo que nadie ha definido ni siquiera en
forma provisional. Quizá todos entienden su signifi-
cado o a qué arqueólogos, proyectos o publicaciones
debe aolicarse. Pero curiosamente. en una encuesta
informal entre nuestros colegas, rara vez hubo coin-
cidencia sobre quienes eran los arqueólogos marxis-
tas 0 si había una arqueología marxista en México.
Tal vez por eso tampoco existe un cuerpo bibliográ-
fico con sus postulados, objetivos y logros: los que
usan el término no incluyen una sola referencia.
Paradójicamente hoy día casi todo mundo se consi-
dera "marxista" .
El marxismo se ha puesto de moda recientemente:
viste bien, e imparte un aire de radiCalismo, libertad
y juventud hasta al más conservador trabajo arqueo-
lógico. La terminología marxista se usa frecuente-
mente al final de los reportes, en el momento de la
"interpretación". Pero quizá sea legítimo preguntarse
si estos -a veces bien intencionados- textos constitu-
yen el corpus de la arqueología marxista mt xicana;
peor aún, para algunos colegas aparentemente ser
"marxista" equivale simplemente a estar en contra
del "neopositivismo reaccionario" de la Nueva Ar-
queología.
¿Qué es, a fin de cuentas, la arqueología marxista?
¿Existe en México? ¿Cómo contestar sin h?cer un
catálogo en el que resulten marxistas "los arqueólogos
que me caen bien" 0 "los que siguen la línea d2 mi
partido" o los que simplemente se autonombran
marxistas? Claramente, para poder hacer su historia
hay que contestar a estas preguntas cuando menos
provisionalmente.
Mientras que a los seguidores de los enfoques
ecológicos les puede o no preocupar que alguien se
autocalifique de "ecólogo" sin serio, la poca claridad
sobre el marxismo tiene consecuencias políticas: per-
mite erigir enemigos de paja que luego son "refuta-
dos" o descalificados como profetas de un nuevo
"dogma" (opinión que parece compartir Bernal: cf.
1979: 13); resultados luego transferidos al "marxis-
Instituto Nacional de AntroDolo2ía e Historia
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mo" , con el dudoso objetivo de mostrar que conduce
a conclusiones indeseables. Luego se remata con
serias admoniciones sobre los peligros de mezclar
ciencia y política e incluso con sermones sobre las
tristes consecuencias de trabajar guiados por una
teoría. Esto es, tiene implicaciones políticas y teÓri-
cas. Creemos que esto justifica cualquier intento de
caracterizar la "arqueología marxista" , para eventual-
mente prodJ.lcir una historia de su desarrollo en Mé-
xico.
La estrategia de este trabajo es iniciar con comen-
tarios sobre la historiografía de la ciencia en general,
como contexto de la historia de la arqueología
marxista en particular. Luego, partiendo de la noción
de "posición teórica" (Gándara 1981 ), caracterizare-
mos muy brevemente al marxismo ya la arqueología
marxista (tan brevemente que esperamos no ofender
a los especialistas). Esbozaremos su desarrollo, ha-
ciendo un rápido recuento de algunos autores y pro-
yectos (recuento que no intenta ser exhaustivo ni
exclusivo) y finalmente, aventuraremos una evalua-
ciÓn de sus perspectivas actuales.
Las "historias de la ciencia"
Hoy día pocos especialistas creen en la historiografía
de la ciencia que "muestra" su desarrollo como una
cadena ininterrumpida de "descubrimientos" condu-
centes al feliz estado de cosas actual; en "historias"
que son genealogías de los "ancestros intelectuales"
en las que nunca hay divergencias, en "historias" que
son sólo listas de anécdotas, experimentos y proyec-
tos que ocurren en un "vacío" teórico (Kuhn 1970).
Estas ideas parecen no haber afectado a los historia-
dores de la Arqueología. Glynn Daniel (1976: 322-3),
por ejemplo, nos indica que su libro no es el lugar'
adecuado para hacer discutir las teorías. En otras
ocasiones, parecería que se trata de un conjunto más
de tiestos: se crean "tipos" de arqueólogos, cronoló-
gicamente ordenados en "etapas" cuya sucesión es
un misterio (ver, por ejemplo, WilleyySabloff1974).
Un historiador de la ciencia ha señalado reciente-
mente que
compromiso social de la ciencia". Así, se dice que
un buen científico nunca mezcla ciencia y valores y
que el progreso en la ciencia solo puede ser originado
mediante factores internos a la propia ciencia. Para
estos internalistas radicales "la prueba de una influen-
cia externa equivale a la invalidación". Sin embargo,
"ya que siempre existen las influencias externas, el
internalismo radical es utópico, y como teoría de la
racionalidad, es auto-destructivo" (Ibid). El otro ex-
tremo es el de los "externalistas radicales". Esta posi-
ción, popular entre algunos colegas, hace que la
Nueva Arqueología no sea sino el resultado de la
crisis americana de los 60's, el impacto de la guerra
de Vietnam y el surgimiento de los movimientos de
conservación de la ecología.
Uno de los aportes más productivos de las discu-
siones recientes sobre historia y filosofía de la ciencia
ha sido el acabar con el sueño neopositivista de que
la "reconstrucción racional" equivale al análisis de
alguna de sus teorías aisladas. La historia neopositi-
vista de la ciencia fracasa al transportar hacia las
teorías analizadas sus propios prejuicios contra ele-
mentos "externos". Una historia adecuada debe con-
siderar no solo las teorías aisladas, sino los postulados
epistemológicos, ontológicos, metodológicos, éticos,
políticos e incluso estéticos, así como las teorías tanto
sustantivas como de la observación -que constituyen
lo que uno de nosotros ha llamado -"una posición
teórica" (Gándara 1981: 39-40). Sin embargo, para
la tendencia dominante la ciencia es simplemente un
conjunto de datos e interpretaciones "neutrales". Para
muchos resulta sorprendente que alguien se llame
marxista y pretenda al mismo tiempo ser científico.
"La ciencia", se nos dice, "requiere de objetividad".
Es paradójico que se reconozca el elemento político
de la posición marxista y se nieguen sus teorías cien-
tíficas, mientras que se pretende que las posiciones
no-marxistas carecen de intenciones políticas y con-
tienen solo teorías científicas.
La Nueva Arqueología mostró como, lejos de
trabajar en ausencia de una teoría, los arque610gos
tradicionales simplemente trabajaban con teorías no-ex-
plicitadas y por tanto no expuestas a la crítica racio-
nal; es lamentable que esa misma argumehtación no
sea llevada a sus correspondientes consecuencias
políticas: lejos de trabajar sin una toma de posición
política, tradicionalmente se trabaja siguiendo postu-
lados no-explicitados y por lo tanto no expuestos a
la crítica racional. Es necesario entender esto para
poder hacer la historia de la arqueología marxista en
México, so pena de simplemente condenarla a la lista
de "nuevos dogmatismos" inevitables (BernaI1979: 13).
...Existe una forma radical de inductivismo (en la
historiografía de la ciencia) que condena todas las
influencias externas, ya sean estas intelectuales, psico-
lógicas o sociológicas, ya que supuestamente crean
un prejuiciamiento impermisible: los inductivistas radi-
cales permiten solo una selección (aleatoria) hecha por
una mente vacía. ..(Lakatos 1978: 105).
Caracterización del marxismo como posición
teórica
A veces se reconocen dichas influencias, pero no
se considera indispensable incluirlas al escribir la
historia. Se asume también que las hipótesis deforman
la "objetividad" y resultan "encontrar lo que uno
quiere encontrar".
Esta posición coincide con la ingenuidad de los
científicos que distinguen entre "la objetividad" (que
nie~a cualquier consideración ética o Dolítica) v "el
Retornando la idea de que una teoria no puede ser
comprendida cabalmente si es separada de su posi-
ción teórica ~eneral, queremos describir sintética-
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de conocimiento que tiene sentido para el hombre
es un producto histórico y social.
El sujeto es el hombre social, tal y como las
condiciones reales de su existencia lo determinan-Ia
razón es un producto histórico- y participa de un
conjunto de relaciones sociales dentro de las que es
simultáneamente creador y criatura (Labastida 1980:
7-35). El conocimiento se da, puesto que el objeto
sufre un doble proceso de transformación (uno en sí,
por la misma dinámica interna, y otro por acción del
trabajo humano). Con base en esta acción, el hombre
se transforma también al percibir los procesos y rela-
ciones en que está inmerso el objeto de conocimien-
to. Así, la epistemología materialista se basa en que:
1. El objeto existe independientemente del sujeto.
2. El sujeto tiene la capacidad de conocer la
realidad objetiva.
3. El conocimiento se dá a partir de la transforma-
ción social e históricamente determinada del objeto
por el sujeto.
4. El objeto modifica al sujeto en la medida que
conoce las leyes que lo rigen.
5. La verdad absoluta es sólo una idea normativa:
el conocimiento alcanza grados sucesivos de verdad,
al ser falible pero perfectible.
6. La verdad es una relación de correspondencia
entre lo que se afirma sobre la realidad y esta corres-
pondencia Que se expresa mediante la praxis.
b) Ontología: La realidad está constituída por una
serie de procesos concatenados, donde unos están
determinados por otros. Proceso es materia en movi-
miento y en constante cambio (sujeto de las leyes de
la dialéctica), que rigen tanto al mundo como al
pensamiento (Kopnin 1966). Existen relaciones no-
mológicas descritas o explicadas por las categorías
dialécticas.
c) Metodología: El proceso de conocimiento es
susceptible de ser guiado y codificado mediante la
lógica dialéctica, que actúa simultáneamente como
lógica, metodología y heurística. Al conocer, las
leyes de la realidad se transforman en leyes del pen-
samientO (pero distinta forma, mismo contenido);
esto es, rigen la adquisición de nuevo conocimiento
y las formas de evaluarlo (Ibid).
mente los elementos de la posición marxista. Afortu-
nadamente, a diferencia de posiciones que niegan
"presuponer" principios filosóficos y políticos, en el
marxismo estos siempre han sido explicitados para su
crítica pública (Marx 1968, 1970, 1971; Marx y
Engels 1973-4; Marx y Hobsbawm 1971; lenin 1960-1,
1974). Es precisamente la riqueza de este cuerpo
teórico la que hace que cualquier intento de síntesis
esté predestinado a ser injusto con la teoría. No obs-
tante, ya que la concepción de la arqueología marxis-
ta depende de la caracterización del marxismo, hare-
mos una presentación informal de éste. No intentare-
mos aquí satisfacer a los especialistas, que segura-
mente encontrarán deficiente nuestra imposible sínte-
sis, sino explicitar lo que entendemos por "marxis-
mo".
En general hayal menos tres componentes impor-
tantes en la po.s:ción marxista: el filosófico, el de la
teoría de la historia y el político. Evidentemente,
conforman una unidad que separaremos aquí solo
con finps analíticos.
2. Teoría general sustantiva: el Materialismo His-
tórico es la teoría general que expresa la concepción
materialista de la Historia, basada en el principio de
que el Modo de Producción condiciona la vida social,
espiritual y política en general. Se tiene una concep-
ción jerarquizada de la realidad social, en la que la
explicación se fundamenta causal mente en el Modo
de Producción; para las sociedades de clases, el
motor fundamental es la lucha de clases. Dada su
importancia causal, el estudio del Modo de Produc-
ción como una correspondencia entre Relaciones
Sociales de Producción y desarrollo de las Fuerzas
Productivas adQuiere una prioridad metodológica. En
1. Posici6n filos6fica:
a) Teoría del conocimiento: El proceso de conoci-.
miento se basa en la acción práctica del sujeto cog-
noscente sobre el objeto de conocimiento (el sujeto
conoce al objeto en la medida en que actúa sobre
él). Esta acción tiene como base la producción y la
reproducción de la vida real, a partir de la apropiación
de la naturaleza por medio del trabajo. Así, el objeto
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las sociedades de clases, debe además considerarse
prioritariamente la diferente composición de clases,
facciones y sectores, destacando los conflictos de
clase.
3. Posición política y ética: se parte de que el
hombre tiene una capacidad limitada de auto-realiza-
ción, que es coartada por las condiciones de la pro-
ducción capitalista y de la imposición de los intereses
particulares de una clase como colectivos, produ-
ciendo la alienación (Espinoza 1984: 21-22). Se
busca la eliminación de las clases partiendo de una
teoría científica de la realidad para la construcción
del socialismo -proceso en el que el proletariado
juega un papel fundamental- y eventualmente crear
la sociedad comunista del futuro. Dados los intereses
de clase en juego, la transformación de la sociedad
capitalista es vista como inevitable y toma histÓrica-
mente la forma de revoluciones. En este proceso
desempeñan un papel importante los partidos y sindi-
catos de izquierda.
Caracterización de la arqueología marxista
Esto contradice algún postulado central del marxismo,
al sustituir consistencia por verdad, o invertir la rela-
ción ontología-epistemología, o al seguir una posi-
ción escéptica o idealista subjetiva. Ya que los prin-
cipios fi losóficos del marxismo forman parte del "nÚ-
cleo" de la posición teórica, para que un estudio
pueda calificar como marxista, deberá ser congruente
con ellos.
En cuanto al aspecto sustantivo (o teórico en sentido
partitivo) habrá que considerar dos puntos básicos:
1) que la investigación sea guiada por un diseño de
investigación marxista y 2) que este diseño sea llevado
acabo.
1) Por "diseño de investigación marxista" enten-
demos: a) que el problema teórico a resolver se derive
de alguna problemática marxista general, o bien que
constituya un replanteamiento marxista de un pro-
blema derivado de otra posición teórica, con la obli-
gación de comparar la solución marxista con la no-
marxista; b) que el conjunto de hipótesis para resolver
el problema sea derivado del Materialismo Histórico,
o constituya una aportación a éste para lo cual deberá
ser congruente con el resto de la teoría.
2) Consideramos que el diseño es llevado acabo
si los principios e hipótesis involucrados son en efecto
contrastados con materiales arqueológicos, siguiendo
los procedimientos generales del método científico.
Hay que recordar que cada vez que un principio
teórico es usado, vuelve a adquirir el status de hipó-
tesis a pesar del grado de corroboración que haya
alcanzado. Este requisito, introducido en la arqueolo-
gía no a partir del marxismo sino de la Nueva Arqueo-
logía, es crucial ya que de otra manera el material
arqueológico se convierte solo en el instrumento de
validación de un dogma.
El aspecto más difícil de delimitar es el político.
Claramente, alguien que se diga marxista debe estar
de acuerdo con la posición política marxista. ¿Pero
hasta qué punto la mera convicción es suficiente~
¿Ha de considerarse, como proponen algunos, que
la "práctica teórica" es una forma de militancia~ ¿Es
indispensable que el arqueólogo marxista milite más
allá de la academia o deba trabajar en algún partido~
Como buenos miembros de la clase media, tal vez
nos resulte cómoda la idea de que es suficiente la
práctica político-académica, pero no satisfactoria.
Surgen así varias preguntas relacionadas: por ejem-
plo, ¿se puede seguir solamente la teoría del Materia-
lismo Histórico sin el resto de la posición teórica
marxista -ser materialista histórico sin ser marxista~.
¿Es egítimo seguir solo la parte teórica sin el compro-
miso con la parte política~ La pregunta no es solo
retórica: hay colegas que se sienten atraídos por los
logros de la teoría, pero no necesariamente compar-
ten sus principios políticos. Esta es una situación que,
aunque empieza a darse en la arqueología, se ha
presentado ya en otras ramas de la ciencia social,
como señala I. Guerrero:
Somos concientes de que hablar de "arqueología
marxista" pudiera resultar problemático: se ha seña-
lado que el objeto teórico de la antropología en su
conjunto no es el mismo que el del marxismo, por
lo que hablar de "antropología marxista" haría del
marxismo una más de tantas teorías antropológicas
(cf. Díaz-Polanco 1979: 32-37). Si bien la articula-
ción entre marxismo y antropología es controvertible
(Gómez Tagle 1979), para la arqueología no lo es,
si la entendemos como parte de la ciencia de la
historia.
Entre los criterios que seguimos para distinguir
entre arqueología marxista y arqueología no-marxis-
ta, está I~ diferencia que hay entre la teoría marxista
y su terminología. Se puede adornar un trabajo con
términos marxistas, pero esto no lo califica como
arqueología marxista; tampoco es suficiente añadir
referencias a los clásicos, como parte sólo de una
declaración de principios -en el prólogo o en las
conclusiones- sin que la teoría marxista tenga un
papel importante en la investigación. Estos trabajos
no serían marxistas bajo el criterio de que para serio,
deberan respetar la integridad del programa marxista
en sus tres aspectos (filosófico, sustantivo y político),
y no solo en su terminología.
Los marxistas generalmente son más auto-con-
cientes que otros investigadores sobre el primer as-
pecto (el filosófico). Aun así, algunos arqueólogos
seguidores de esta corriente parecen no siempre con-
gruentes con sus postulados, por ejemplo, hay quien
dice que las Relaciones Sociales de Producción son
inalcanzables para el arqueólogo, que solo pueden
existir aquellas cosas para las que tenemos un concep-
to, que la verdad es equivalente a la consistencia o
bien que "todo es ideología" o Que "todo es relativo" . El marxismo de la intelectualidad burguesa y pequeño
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hemos caracterizado a la arqueología marxista es que
esta no existe en México (para una opinión similar,
cf. Braniff et. al. 1983: 15), sino solo arqueólogos
influídos en mayor o menor medida por el marxismo.
Es influencia porque para ser marxista la arqueología
debe respetar la integridad de la posición teórica
global y tener una práctica basada en un diseño de
investigación consecuente con esa posición.
Es necesario hacer dos distinciones adicionales:
entre materialismo y Materialismo Histórico, (cf. Kohl
1981) y entre interpretar datos arqueológicos y hacer
arqueología. En cuanto a la primera, mientras que
existen enfoques materialistas (como la ecología cul-
tural o el materialismo cultural), no por esto son
Materialistas Históricos. En cuanto a la segunda,
mientras que todos los arqueólogos interpretan datos
arqueológicos, no todas las interpretaciones de datos
arqueológicos son hechas por arqueólogos. Por ejem-
plo, algunas de las mejores interpretaciones marxistas
sobre el siglo XVI en México han sido hechas por
no-arqueólogos: Olivera (1978), López Austin (1981 ),
Broda y Carrasco (Carrasco y Broda, eds. 1978), entre
otros.
Los trabajos de los autores que mencionaremos
adelante presentan diferentes grados de influencia del
marxismo y pueden considerarse como precursores,
pero precisamente porque no cumplen con alguno
de los aspectos mencionados, generalmente el rela-
cionado con el diseño y su realización, no podrían
ser considerados como trabajos de arqueología
marxista. Esto no los hace menos importantes o inte-
resantes, por el contrario, constituyen el sustrato
sobre el que habrá que continuar .
Hemos dividido en tres momentos el desarrollo
de esta influencia: uno que iría desde finales de la
década de los 40's hasta principios de los 60's, domi-
nado por las perspectivas childeanas de la arqueolo-
gía como ciencia social y por el interés en la sociedad
hidráulica. El segundo momento, de mediados de los
60's a principios de los 70's, refleja el impacto del
movimiento popular-estudiantil de 1968 y la lectura
de los textos clásicos marxistas. El tercero, de media-
dos de los 70's a la fecha, con la consolidación de
la influencia del Materialismo Histórico y su incorpo-
ración académica. Como toda periodización, esta es
hasta cierto punto arbitraria, y debe considerarse
como recurso para facilitar la exposición.
burguesa se desarrolla con un carácter ecléctico donde
la simple añadidura de elementos inspirados en todo
tipo de teorías se presenta como 'enriquecimiento
teórico' y 'superación del dogmatismo' .En realidad,
esto último es consecuencia del enfrentamiento crítico
del marxismo con otras corrientes, a partir de su cap-
tación rigurosa del mundo real, lo cual permite a sus
portavoces descubrir y aprovechar precisamente acier-
tos y denunciar y criticar errores (. ..). El marxismo
esclerizado y 'enriquecido' ha llegado a convertirse en
un instrümento más de la dominación del capital
(Guerrero 1983: 35).
Además de que hay algo que suena a oportunismo
en la idea de ser materialista histórico sin ser marxista,
habría que considerar no solo si es aceptable, sino
si esta situación a la larga sería fructífera en el propio
terreno científico. Como se mencionó antes, la elec-
ciÓn de problemas a resolver no es independiente de
factores "externos" a una teoría. la problemática se
genera o bien en forma "interna" (como resultado de
problemas no resueltos o de intentos de articulación
e instrumentación), o bien en forma "externa" (por
las partes de la posición teórica normalmente no
expl.icitadas, como las relativas ala intención políti-
ca). Alguien que simplemente quisiera usufructuar el
Materialismo Histórico podría hacerlo pero no por
tiempo indefinido, ya que una vez avanzadas las
soluciónes a los problemas internos, la fuente de
nuevas problemáticas tendría que venir de aspectos
"externos". Esto involucraría o la toma de posición
marxista o alguna alternativa antagónica, pero en
cualquier caso no se podría trabajar en ausencia de
una toma de posición política, aunque sea posible
trabajar adoptando posiciones políticas no explicita-
das y asumidas en forma inconciente.
Que el Materialismo Histórico puede ser explo-
tado por no-marxistas es bien conocido y habla del
poder científico de la teoría. Buena parte de las
reformas introducidas en el sistema económico ame-
ricano se nutrieron del marxismo e intentaban detener
la velocidad del proceso de descomposición social
(recuérdese la teoría Keynesiana, el welfare, etc.) y
podríamos citar otros ejemplos, más cercanos ala
antropología (Wittfogel, Harris, Wallerstain).
Precisamente porque el marxismo incluye los tres
aspectos señalados antes, el cumplir sólo con el
político tampoco hace aun arqueólogo marxista real.
Fue precisamente a partir de la conciencia de este
hecho que varios arqueólogos, especialmente suda-
mericanos, que estaban involucrados de una u otra
forma en la militancia, decidieran hacer algo por
conjuntar su práctica política a su desempeño acadé-
mico. Este es un tema que reaparece durante la década
pasada, por ejemplo, el recuento personal que hace
Diana lópez de Molina (1980), o en un tono menos
personal, el documento de la Reunión de Teotihuacan
en 197') (Lorenzo et- al 197h)
a) La influencia childeana
Con la profesionalización de 1a antropología (en la
década de los 40's), se abrió un espacio para la
discusión académica que inevitablemente habría de
ser crítica. El blanco era la generación anterior de
arqueólogos, la llamada "escuela mexicana de antro-
pología" (Litvak 1975a, 1975b), (Matos 1979: 15).
Había insatisfacción con el trabajo predominante-
mente monumental y con la construcción de "histo-
rias culturales" que en realidad eran muchas veces
Breve recuento histórico
Una conclusión de este trabajo y de la forma en Que
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lítica. Una de las tendencias fue la ambientalista
inglesa, introducida por Lorenzo. El volumen sobre
Teotihuacan (Lorenzo, ed. 1968) cristaliza esa ten-
dencia y muestra que la crítica a la arqueología
monumental tradicional puede apoyarse Con obras
Concretas. Lorenzo es responsable también de la
introducción definitiva y masiva de Childe en México,
al traducir incluso varios de sus trabajos (Childe 1968,
Lorenzo 1968). Childe pasó de ser lectura subrepticia
a lectura obligatoria en la carrera de Arqueología.
Al final de esta década la insatisfacción Con el
enfoque tradicional se evidencia en varios trabajos
que intentan proponer alternativas materialistas, por
ejemplo el de Olive (1959). Por otro lado, la influen-
cia de Wittfogel/Steward se tradujo en una estrategia
general para loS proyectos de la'Cuenca de México
de Sanders (Sanders, Parsons y Santley 1979), Millon
(1976), Armillas (1971 ), etc. (cf. Wolf, ed. 1977), y
loS trabajos sobre la agricultura en el México Prehis-
pánico (Palerm y Wolf, eds. 1972).
El énfasis en loS factores materiales de la vida no
era totalmente nuevo en el estudio del México prehis-
pánico, por supuesto; existen antecedentes, sobre
todo en la etnohistoria, Con trabajos Como el de
Monzón (1947) sobre el calpulli, Acosta Saigrles
(1945) sobre los pochtecas, y loS trabajos ya mencio-
nados de Kirchhoff.
solo secuencias cerámicas. Queda por determinar el
grado de influencia que tuvieron sobre los arqueólo-
gos los trabajos de Othón de Mendizabal (1964) y de
Kirchhoff (1947, 1954, 1955a, 1955b, 1967, 1979),
generalmente reconocidos como precursores de la
aplicación del Materialismo Histórico en la antropo-
logía en general (Matos 1979), (García Mora 1980),
Vázquez y Arboleyda 1977), (Daklhgren 1974).
En este incipiente movimiento de crítica sobresale
Armillas (Bonfil 1980: 49), generalmente acreditado
como inventor del cariñoso término de "piram¡dio-
tas" , para describir a la generación anterior. En una
fra::~ extraña, Jiménez Moreno señala que fue Armi-
Ilas quien introdujo a Childe en la arqueología mexi-
cana: "Bajo su influencia alumnos como José Luis
Lorenzo adoptaron esta tendencia, que representa
una aportación importantísima para la Escuela. Más
tarde, José Luis Lorenzo se preparó adecuadamente
en Inglaterra" (sic) (jiménez Moreno 1980: 13). Fue
importante en este momento la presencia de West
(Lorenzo 1980: 24-31) y su trabajo clásico sobre las
chinampas (Armillas y West 1950). Armillas insistió
en que la periodificación deb~ría elaborarse sobre
una base no estilística sino económica, dando énfasis
en el análisis del aparato productivo (Armillas 1949,
1951, 1957, 1971). Por desgracia, la influencia de
Armillas se redujo cuando éste salió del país.
En la década de los 50'5 surgen variantes en la
arqueología: la "escuela mexicana" dej6de sermono-
b) Los años sesenta
Al final de los 50's se formaron grupos de estudio,
como el "Miguel Othón de Mendizabal", en los que
se discutían los textos marxistas. Aunque en este
grupo participaron arqueólogos, estaba básicamente
constituído por antropólogos sociales. El papel de
esta generación en el cuestionamiento de la antropo-
logía mexicana es innegable (Olivera y Gali, 1980,
Olivera y Gali, eds. 1980: 43-84, Warman et. al.).
Su interés en el marxismo no se derivó solo de la
insatisfacción académica, sino sobre todo de una
toma de posición política. En el caso de los arqueó-
logos este elemento parece haber predominado ya
que su familiaridad con los textos marxistas no se
plasma en su producción sino más tarde.
Uno de los primeros intentos explícitos, en la
primera parte de la década de los sesentas, es la tesis
de Matos (1965) (cf. Montemayor 1971 ). La vanguar-
dia la llevaban los antropólogos sociales: fué precisa-
mente Bartra quien produjo uno de los textos más
interesantes del momento: "Tipología y Periodifica-
ción, etc. (Bartra 1964). Su obra, tanto sobre el Modo
de Producción Asiático (Bartra 1969, Bartra ed.,
1969) como sobre las sociedades antiguas (Bartra,
1965, Bartra ed. 1975), ha tenido un impacto consi-
derable en los arqueólogos. Durante esta década el
malogrado Proyecto Cholula intentó integrar a inves-
tigadores de varias ramas que compartían un interés
en el Materialismo Histórico. También se editan los
trabajos de Mauro Olmeda (1960a, 1960b, 1966).
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ARQUEOLOGIA y MARXISMO EN MEXICO 11
GANDARA, LOPEZ y RODRIGUEZ
El movimiento estudianti I-popular de 1968 sacu-
diÓ, entre otras cosas, la estructura vertical y autori-
taria de muchas de las instituciones de enseñanza
superior, que iniciaron entonces procesos de demo-
cratización. Este activismo tuvo repercusiones y sig-
nificÓ para algunos profesores el abandono forzado
de la práctica docente: dejan la ENAH varios antro-
pólogos sociales en protesta por el cese de Bonfil,
cuyo contrato fue cancelado unilateralmente.
Se ha haBlado mucho sobre la "retirada" de estos
profesores y su efecto en la ENAH (Olivera y Gali
1980: 85-128). Se perfilaba asf una tónica que duró
algunos años; jáuregui señala: "...nuestra generación
mostró interés por tomar cursos de economfa marxis-
ta. Autorización que nos fue negada. y tuvimos que
tomar dicho curso con otro nombre. .." Uáuregui
1980: 130).
La matanza del lO de junio de 1971 mantuvo la
organización alternativa generada en 1968, crucial
en la democratización de la ENAH, que transformarfa
su gobierno en uno paritario, democrático y abierto.
En este ámbito fue que el marxismo pudo adquirir ya
no solo una dimensión polftica, sino académica. En
Arqueologfa esto se sintió posteriormente. A partir de
1971, por razones que habrfa que determinar, se
llegó a una escisión entre arqueologfa yantropologfa
social, que produjo que se perdiera lo que la genera-
ción anterior habfa avanzado en la construcción de
una arqueologfa marxista (López de Molina 1980),
(Merlo 1980).
c) Los años setenta
la década de los setenta fue de gran importancia para
el desarrollo de la arqueología marxista; buena parte
de este desarrollo es consecuencia del impacto del
libro La Arqueologfa como Ciencia Social, de l.
lumbreras (1974), que vendría a revitalizar la discu-
sión.
la influencia sudamericana se estableció en defi-
nitiva en México en 1973-74, con la llegada de los
arqueólogos chilenos j. Montané y F. Bate. El interés
en E:I Materialismo Histórico en arqueología era un
hecho a mediados de los 70'5, ya que además de los
cursos impartidos en la ENAH, se habían generado
seminarios en varios centros de trabajo del INAH.
Dos procesos son importantes durante este mo-
mento: el de democratización de la ENAH (Olivera
y Gali 1980: 129-161 ), y los intentos de democratiza-
ción deIINAH. En ellNAH la vanguardia la llevaron
el Departamento de Antropología Social (DEAS), los
centros regionales yel Departamento de Monumentos
Prehispánicos, donde se crearon consejos democráti-
cos que discutían activamente la Política de Investiga-
ción deIINAH. El vehículo para muchas de las trans-
formaciones fue el Sindicato de Investigadores, donde
la preocupación por una política de investigación
surge de la necesidad de apropiarse de la materia de
trabajo, contraponiéndose a la política oficial desli-
gadade las necesidades populares.
Al no existir una tradición de discusión académica
a veces parecía no avanzarse rápido; aun así, el
movimiento de democratización de la ENAH y el
INAH dejaron una profunda huella. Por desgracia,
este movimiento fue interrumpido bruscamente en
algunos centros de trabajo, como el Depto. de Prehis-
pánicos, que fue "desaparecido" en 1977, y solo
varios años después reinstaurado.
En la ENAH se introdujo en 1971 un nuevo anuario
que permitió el establecimiento más o menos regular
de cursos sobre Materialismo Histórico y Dialéctico.
La explosión demográfica en la ENAH significó la
entrada de un número considerable de profesores
no-antropólogos, algunos en extrema oposición ala
propia antropología; casi parecía que para que el
marxismo avanzara era necesario acabar con la antro-
pología. Esta tendencia fue balanceada con el ingreso
de algunos profesores que, al ser antropólogos y al
mismo tiempo marxistas, mostraban la posibilidad de
ligar el trabajo antropológico al Máterialismo HistÓri-
co. Pero aun con esas dificultades, la incorporación
de cursos marxistas produjo un nuevo punto de vista.
Aunque algunos profesores aun insistían en que
el marxismo es más política o dogma que teoría
científica o que no es aplicable a las sociedades
pre-capitalistas, de acuerdo al nuevo anuario los
estudiantes ya habían llevado cursos sobre Materia-
lismo Histórico. Esto produjo en pocos años un nuevo
balance de fuerzas; ya fuera con cursos y seminarios
sobre sociedades precapitalistas (como los que dicta-
ron E. Nalda, L. González, j. Yadeun, E. Matos, F
Bate, L. Manzanilla y j. Montané entre otros), o con
discusiones sobre teoría, que ya no eran estigmatizadas,
sobre las ventajas y desventajas de diferentes enfo-
ques. En el Anuario de 1978 (con la entrada alas
especialidades desde el primer semestre), de haber
tenido una posición subordinada, el Materialismo
Histórico se convirtió en la po~ición teórica predomi-
nante en la Especialidad de Arqueología -según se
leeen la presentación de 'a carrera (ENAH 1983: 32).
A partir de 1974-75 el panorama había cambiado;
entre los vehículos de este cambio debe incluirse al
Taller Abierto de Antropología y sus publicaciones,
y las revistas Nueva Antropología (cf. Consejo Edito-
rial 1979), Antropología y Marxismo e Historia y
Sociedad. En reuniones científicas se discutían temas
marxistas (como en el Congreso de Americanistas de
1974, el de la AM en 1974 -ambos en México-
siguiendo la trayectoria iniciada en Lima, Perú, 1970).
En la investigación, la intención marxista de proyectos
como el de Tepeapulco (García, T., López F., y
Rodríguez, I. 1976), continuaban en forma más explí-
cita la influencia de proyectos anteriores, como el
Proyecto Tula (Matos, ed. 1974, 1976). Por desgracia,
proyectos como el de Tepeapulco nunca lograron
consolidarse, y quedaron sobre todo como propuestas
a considerar en el futuro.
A partir de 1978 el marxismo se popularizó entre
los arqueólogos, siguiendo la publicación de textos
como el de Bate (1977) y Montané (1980). Por desgra-
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JULIO 1985
cia, se convirtió también en una moda; para algunos,
el ,\1aterialismo Histórico parecía no ser sino un
sustituto académico y confortable de la militancia
real. Así, aunque el número de interesados en el
Materialismo Histórico aumentó, no es claro si au-
mentó también el número de marxistas en la arqueo-
logía.
Otros investigadores lograron una mejor integra-
ción entre su trabajo y su práctica política sin muchos
aspavientos, pretensiones o discursos teóricos. Me-
rece mención especial el Proyecto Cuchumatanes de
Navarrete, quien siempre tomó en serio la unidad de
la ciencia social y lo mismo estudiaba las rutas de
intercambio, que el culto al Cristo de Esquipulas. A
partir del Proyecto Cuchumatanes este enfoque pasó
de ser antropología conciente a ser antropología po-
litizada, que ve su trabajo académico como parte de
un compromiso político: el escribir la historia de los
pueblos en lucha, para mostrar su raíz y su continui-
dad histórica (Navarrete 1983). La problemática ya
no es entonces la de la historia cultural: lejos de ser
inútil, como afirman algunos marxistas afrancesados,
la ::rqueología tiene un importante papel político que
cumplir.
Existen otros proyectos iniciados en los últimos 3
años, pero aun no cuentan con publicaciones. Por
otro lado, con dos generaciones de egresados bajo
el nuevo Anuario, la ENAH ha contribuído a incre-
mentar el número de investigadores trabajando con
una tendencia Materialista Histórica. Por esta razón,
intentar enumerar aquí sus trabajos sería demasiado
tedioso. Los resultados a largo plazo aun no se ven,
aunque la perspectiva es en general, optimista.
Evaluación general
que no es necesario: el Materialismo Histórico ya
esta "probado" por su éxito en el análisis capitalista,
suponiéndose su validez para las sociedades precapi-
talistas; así, los materiales arqueológicos son simples
ilustraciones. Esto se aprecia en las "interpretaciones"
globales del desarrollo Mesoamericano que obvian
el problema del significado del material arqueológi-
co. Otras veces, aunque se ha creído necesario desa-
rrollar los indicadores, no se ha considerado posible
(se dice, por ejemplo, que la Superestructura es invi-
sible). Se confunden términos teóricos con referentes
observables, además de negar el principio de la con-
catenación de los procesos, asumiendo que la totali.
dad social no repercute en los materiales arqueolÓgi-
cos; esta posición imposibilita la aplicación del mar-
xismo a la arqueología y no es sino una forma de
escepticismo.
2. Se ha trabajado a veces con procedimiento~
técnicos obsoletos o poco confiables tanto de obten-
ción como de análisis (se utilizan tipologías tradicio-
nales, se ex cava con niveles métricos, etc.). Esto
puede deberse al rechazo incomprensible ala técni-
ca, la cuantificación, la computación y otras herra-
mientas, ya que se asocian a la arqueología anglo-
sajona "reaccionaria y neopositivista".
3. En otros casos, el problema no está en la con-
cepción misma del marxismo. Por ejemplo, algunos
precursores en México no tuvieron acceso a textos
marxistas cruciales, no se contaba con buenas traduc-
ciones o se tenía una formación autodidactica predo-
minantemente en el plano político.
4. No se ha considerado relevante desarrollar los
vínculos entre marxismo y arqueología, ya que la
arqueología -se dice- "no sirve para nada" en la
modificación de la sociedad actual o es solo una
técnica complicada de la historia: los procesos que
estudia, en tanto pretéritos, "no son modificables".
5. En varios casos, se ha considerado que la cla-
ridad política del autor (en intención o estructura)
basta como campo fértil para depositar en ella las
observaciones arqueológicas y obtener resultados.
6. Tampoco puede despreciarse el contexto polí-
ti(:o institucional: algunos de los proyectos no se
realizaron porque los departamentos en cuestión desa-
parecieron, no se contó con fondos, o incluso han
sido vistos con desconfianza o desprecio, al ser con-
siderados irreales, poco serios, demasiado teóricos,
etc., por colegas que piensan que la teoría es un
privilegio de la gerontocracia. Se teme también que
las condiciones cambien en México y haya que en-
frentar una eventual persecusión al marxismo como
la que caracteriza a buena parte de Iberoamérica hoy
día. Incluso nos preocupó elaborar la lista de arqueó-
logos influídos por el marxismo, ya que de ocurrir el
cambio mencionado, podría volverse un peligro para
ellos.
7. Otro factor importante es el escaso desarrollo
de algunos elementos metodológicos (como la noción
de explicación y el análisis teórico en general): a
veces los seguidores del marxismo tienen un criterio
El hecho de que no podamos contar con un solo caso
de arqueología marxista es ya un comentario. Sin
embargo, creemos que deben localizarse las causas
para lograr un mejor desarrollo. Vale la pena señalar
que esta evaluación también es autocrítica, en la
medida en que estamos involucrados en el proceso.
Tal vez el problema central ha sido el que el
marxismo se haya adoptado como moda. En muchos
casos no se ha ido más allá de utilizar la terminología
marxista, o bien confundir práctica política con una
práctica arqueológica real. Los trabajos se han que-
dado frecuentemente en pronunciamientos y buenas
intenciones. En particular hay que señalar los siguien-
tes problemas (todos ellos extensibles a las arqueolo-
gías marxistas del resto de Iberoamérica).
I. No se ha sabido articular el Materialismo His-
tÓrico a los materiales arqueológicos (hace falta desa-
rrollar los enlaces entre indicadores y categorías).
Quizá uno de los intentos más notables en este sentido
sea la propuesta para la cuantificación de las Fuerzas
Productivas que ha presentado (Bate 1982a).
Esta falta de desarrollo puede dpberse a que algu-
nos colegas simple y sencillamente parecen pensar
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GANDARA, LOPEZ y RODRIGUEZ
ARQUEOLOGIA y MARXISMO EN MEXICO 13
extremadamente simplista de la evaluación teórica:
algo es bueno si es marxista y ya. Curiosamente, esto
contrasta con el exagerado interés que se tiene en
cuestiones de fidelidad al evangelio: la polémica se
reduce a la correspondencia con los textos y no con
la realidad, que pasa a segundo plano.
8. En el plano docente, a partir de que el Materia-
lismo Histórico ha sido la "posición oficial" de la
Especialidad de Arqueología, han sido pocos los
cursos de marxismo impartidos por arqueólogos
-abundan los economistas y filósofo~ bien intencio-
nados pero que saben poco sobre arqueología e
incluso se oponen a la Antropología en general.
Sin duda alguna, también se han logrado avances
importantes. La construcción de cualquier posición
sólida requiere de claridad en cuanto a los principios
fundamentales. Este trabajo se ubica sobre todo en
el plano de la teoría y es indispensable que esté
suficientemente avanzado para conducir la práctica.
la arqueología marxista va por buen camino en Mé-
xico, ya que es en este terreno donde más se ha
logrado; tenemos desde los pronunciamentos globa-
les Reuniones de Teotihuacan (1975) y Oaxtepec
(1983) y textos generales (Bate 1977, 1981, 1982),
(Montané 1980a, 1980b), hasta discusiones a un
nivel mas profundo sobre categorías cruciales, como
la de "Cultura" (Bate 1975, 1978) -este trabajo es
importante no sólo para la arqueología, los arqueólo-
gos ya no son solo seguidores de lo que sucede en
la antropología social, también contribuyen ala po-
fémica (cf. Bate 1984).
También se ha trabajado en la implementación
arqueológica (Bate 1981, Brüggemann 1976), sobre
los diferentes tipos de consumo y su relación ala
producción (Manzanilla 1979); sobre el diseño de
investigación para algunos problemas, como el del
efecto de los estados tempranos sobre sus áreas cir-
cundantes (García, lópez y Rodríguez 1976, Matos
et. al. 1981), o en la identificación arqueológica del
estado (Rodríguez 1983), y sobre su orígen (Brügge-
mann 1977). Se han hecho intentos de aplicar mode-
los marxistas a Mesoamérica (Benavides 1976, Matos
1982, Pastrana 1977, Cervantes y Yadeun 1979,
Yadeun 1975); se han evaluado algunos modelos
(Bate 1983, Olivé 1983, Gándara 1983), hay cI:Jando
menos dos interpretaciones de la secuencia mesoa-
mericana o apartes de ella (Matos 1979,1982; Nalda
1981); e incluso a otras partes de Hispanoamérica
(lópez deMolina 1975, Bate 1982b). Se han organi-
zado museos (Angulo 1979) y existe una propuesta
general museográfica (Cervantes 1976) siguiendo li-
neamientos afines al marxismo.
llevar la propuesta marxista a donde recibirá la prueba
de fuego: en el campo y en el análisis de materiales
obtenidos en proyectos cuya problemática sea explí-
citamente marxista. Un uso consistente con su capa-
cidad transformadora debe incluir programas de eva-
luación respecto a los materiales y contextos arqueo-
lógicos. Someter al marxismo aprueba en la arqueo-
logía lo hará más útil y menos totémico.
Ya que esta labor debe ser de equipo, será nece-
sario consolidar los movimientos de democratización
para que las estructuras de investigación sean con-
gruentes con el planteamiento general y no lo obsta-
culicen.
Quedan también por resolver dos problemas crucia-
les: uno es evitar el dogmatismo de muchas de las
discusiones que reflejan un momento (el estalinismo)
afortunadamente ya superado. El otro es el de la
congruencia del trabajo académico con el trabajo
político; es altamente indicativo que algunos de los
más radicales antimarxistas han sido producto de la
adopción "oficial" del Materialismo Histórico en la
ENAH: para algunos alumnos, el marxismo deja de
ser algo que se escoge por convicción, para ser una
forma más de "sabiduría recibida", generosamente
otorgada por aquellos que habrán de conducirlos. O
bien los colegas que, después de autonombrarse
durante algun tiempo baluartes del marxismo, hoy
piensan que "han superado esa etapa" -el marxismo
es como el acné, que se acaba al terminar la adoles-
Perspectivas
La arqueología marxista en México está apenas en
vías de formación, aunque se han logrado avances
importantes en el plano teórico. Habrá que resolver
los problemas de implementación señalados para
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14 BOLETIN DE ANTROPOLOGIA AMERICANA. 11
JUlIO 1985
cencia. El riesgo de academizar el Materialismo His-
tórico y "compatibilizarlo" con actitudes políticas
anti-marxistas debe evitarse. Reiteramos nuestra tesis
central; para que pueda haber una "arqueología mar-
xista" en México, será necesario asumir el programa
marxista en su integridad y no sólo la terminología o
las formas vulgares de materialismo con que se intenta
a veces disfrazar un trabajo tradicional.
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A~radecimientos
Varios compañeros comentaron algunas de las ideas
de esta ponencia. Entre ellos, los autores agradecen
particularmente a F. Bate, A. Atollini, C. García Mora
y R. Brambila; reconocimiento especíal merece el
apoyo generoso de A. Salazar para la realización de
este trabajo.
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