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Decisio SEPTIEMBRE-DICIEMBRE 2005 3 Arte y educación: pasos, andamios y despeñaderos J.M. Gutiérrez-Vázquez CENTRO DE COOPERACIÓN REGIONAL PARA LA EDUCACIÓN DE ADULTOS EN AMÉRICA LATINA Y EL CARIBE/PÁTZCUARO, MÉXICO [email protected] Introducción El campo del arte en la educación de adultos es tan vasto como cualquiera de los abordados en los números anteriores de Decisio, aunque pre- senta una complejidad sustantiva que le es pecu- liar: las numerosas y diversas disciplinas, territo- rios, profesiones y oficios que están directamente involucrados en la actividad artística. Cuando de- cimos arte nos referimos a la pintura, la escultura y la arquitectura, tanto como a la música, la litera- tura y la poesía. Pero entonces, ¿qué hacemos con la danza y el teatro? ¿Dejaremos fuera artes más modernas pero tan bien establecidas como la fo- tografía y el cine? ¿El diseño, en sus tan variadas empresas? ¿Y el video y la instalación? Y, asunto no banal, ¿incluimos o ignoramos la extraordina- ria riqueza del arte popular y del arte de los pue- blos originarios? La pretensión de presentar una visión problematizadora de todo ello dentro de la educación de adultos, de manera sistemática y des- criptiva, es labor que rebasa con mucho las dimen- siones de este artículo, por lo cual he preferido adelantar un intento de análisis abordando unos

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Decisio SEPTIEMBRE-DICIEMBRE 2005

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Arte y educación:pasos, andamios y despeñaderos

J.M. Gutiérrez-VázquezCENTRO DE COOPERACIÓN REGIONAL PARA LA EDUCACIÓN DE ADULTOS EN AMÉRICA LATINA Y EL CARIBE/PÁTZCUARO, MÉXICO

[email protected]

Introducción

El campo del arte en la educación de adultos estan vasto como cualquiera de los abordados enlos números anteriores de Decisio, aunque pre-senta una complejidad sustantiva que le es pecu-liar: las numerosas y diversas disciplinas, territo-rios, profesiones y oficios que están directamenteinvolucrados en la actividad artística. Cuando de-cimos arte nos referimos a la pintura, la esculturay la arquitectura, tanto como a la música, la litera-tura y la poesía. Pero entonces, ¿qué hacemos conla danza y el teatro? ¿Dejaremos fuera artes más

modernas pero tan bien establecidas como la fo-tografía y el cine? ¿El diseño, en sus tan variadasempresas? ¿Y el video y la instalación? Y, asuntono banal, ¿incluimos o ignoramos la extraordina-ria riqueza del arte popular y del arte de los pue-blos originarios? La pretensión de presentar unavisión problematizadora de todo ello dentro de laeducación de adultos, de manera sistemática y des-criptiva, es labor que rebasa con mucho las dimen-siones de este artículo, por lo cual he preferidoadelantar un intento de análisis abordando unos

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cuantos aspectos que considero cruciales para larelación entre el arte y la educación en general.

Pero aún hay otra cuestión que me preocupa-ría cuando menos tanto como la anterior, y es queen muchos trabajos, discusiones y consideracio-nes, cuando se habla de educación artística, losinteresados se refieren a la enseñanza del arte o,en el mejor de los casos, al aprendizaje del arte,como una actividad o conjunto de destrezas a ejer-cer. Esto es que los adultos (y en su caso niñas,niños y jóvenes) se las arreglen pintando algunailustración, trazando dibujos, escribiendo textos ycomposiciones varios, modelando obje-tos o cantando canciones, cuando lo quenos quita el sueño en educación no es elaprendizaje de los contenidos (y eso de-bería valer para todas las asignaturas yáreas), sino su uso y aprovechamiento enla formación, en el pensar, el sentir y elactuar de quien aprende. En este puntotan principal, y considerando el espaciodisponible ahora, también puede arrojar-se más luz planteando unos pocos pro-blemas fundamentales que haciendo un reconoci-miento panorámico del terreno.

Por si faltaran razones, agregaría yo una terce-ra: si logro que el educador tenga consideraciónpor las preocupaciones que voy a plantear, cadauna de ellas le servirá de herramienta para exami-nar de manera crítica y reflexiva su quehacer y suvivir personal y colectivo, propósito formador queno siempre se consigue describiendo exhaustiva-mente el campo y sus problemas.

Comencemos entonces con las tribulaciones ylos desasosiegos, y usemos la luz que esto nos arro-je para ver con mirada más incisiva nuestra laborde educadores y los aspectos estéticos de nuestrapropia vida.

Arte

La noción de lo que es el arte es una de las máscomplejas y esquivas en toda la historia del pensa-miento humano, sobre todo, claro, desde una pers-pectiva conceptual. No voy a dar aquí definicio-nes de diccionario, pero confío en que al final deesta tirada el lector haya logrado esmerarse en su

propia visión. No faltan incluso expertos y erudi-tos que afirman que el arte, como tal, no existe; loque existe son los artistas y sus obras. Y si Feyn-mann (Premio Nobel de física en 1965) dijo quela física es lo que hacen los físicos, nosotros po-dríamos decir también que arte es lo que hacenlos artistas. En todo caso, voy a tratar brevementedel arte, por un lado, como una cosa concreta,como pintura o escultura que se contempla, comoarquitectura que se observa y se habita, comomúsica que se ejecuta y se escucha, poesía que secanta, cerámica que se ve y se palpa y se usa, dan-

za que se mira y se baila, en fin; no hayninguna obra de arte que no nos llegue,primariamente, a través de los sentidos(incluyo entre éstos, por supuesto, al sex-to sentido, el quinestésico, el que nos per-mite sentir y expresarnos a través de mús-culos, tendones, articulaciones, huesos ylos canales semicirculares del oído inter-no). Por el otro, también me referiré a loestético como la capacidad que todos te-nemos de percibir la belleza de las cons-

trucciones y estructuras naturales, de los sonidosde los árboles movidos por el viento, del ritmoque existe en el andar de los animales, de la sereni-dad del bosque y la montaña, de la travesía de lasnubes y de las estrellas por el cielo, para despuéspoder contemplar y excitarnos y gozar con la be-lleza de las formas, de los sonidos, de los ritmos,del sosiego o la exaltación de un poema, un cua-dro, una escultura, una construcción, un canto oun gesto. Esto no dejará satisfechos a todos, bienlo sé, pero tampoco es ese mi propósito.

Siempre que nos refiramos al arte como unacosa concreta, fatalmente tendremos que referir-nos a la forma. Este es un asunto crucial en elarte: toda obra de arte tiene una forma que le fuedada por el artista que la elaboró y cuyos cánoneshan venido siendo desarrollados y establecidos através de los trabajos y el denuedo de todos losartistas que en el mundo han sido. Tal disposiciónpuede estar bien lograda o mal lograda, pero elcaso es que toda obra de arte tiene una forma, unorden, una estructura, ya sea un cuadro, un edifi-cio, una sinfonía, una escultura, un poema, uncuento, una danza, un drama, una fotografía, unapelícula o una artesanía. Y una buena obra de arte

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se distingue de una mala, no únicamente pero demanera muy principal, por su conformación, porsu hechura, por su ordenamiento, por la forma enla que está dispuesta. Claro que intervienen otrosmuchos factores, pero un buen retrato de JudasIscariote será siempre superior a uno malo de Jesuel Cristo, cinco minutos de El séptimo sello de Berg-man están muy por arriba de toda la produccióntelevisiva nacional, hay más arte en un buen soncalenteño tradicional de la zona del río Balsas(México), por dar un solo ejemplo, que en las obrascompletas de José Alfredo Jiménez, y cualquier ariade La flauta mágica de Mozart se encuentra a per-petuidad por encima de los himnos nacionales detodos los países. Y es justamente ésta una de lascosas que de manera más poderosa ligan al artecon la educación: el arte nos enseña no solamentea percibir la belleza de lo bien hecho, sino a inten-tar hacer las cosas bien nosotros mismos. A unbuen cuadro ni le falta ni le sobra una pincelada,como a una buena pieza musical no le falta ni lesobra una sola nota, ni un silencio siquiera, y comoa un buen poema no le falta ni le sobra ya no diga-mos una palabra, pero ni siquiera una sílaba, unpunto o una coma.

De todas maneras, el artista utiliza la forma paradecirnos algo, y esto es también muy importante.Además de la sensación de gozo por lo bien lo-grado de su disposición, nuestra educada sensibi-lidad va a ser capaz de percibir el mensaje que laobra lleva consigo. En algunas creaciones el con-tenido es básicamente intelectual, está formadopor pensamientos, ideas, conjeturas, inferencias ydeducciones (y no tiene que tratarse de una obracon contenido verbal, sea literaria, poética, dra-mática o cinematográfica: muchas pinturas y es-culturas, diversas obras musicales o coreográficas,tienen contenidos intelectuales muy ricos y com-plejos). En otras obras el contenido es más bienafectivo, se mueve dentro del mundo de los senti-mientos, de los estados de ánimo y de los valores(alegría, optimismo, gusto, pena, dolor, pesar, tris-teza, aflicción, gozo, amor, aborrecimiento, odio,enojo, temple, arrojo, valor, compasión, bondad,solidaridad, responsabilidad, cordialidad, justicia,prudencia, fortaleza, en fin). En otras se nos ex-presan sensaciones con respecto a formas, colo-res, sonidos y eventos del mundo exterior, de ahorao del pasado, o bien del mundo interior individualo colectivo, de la imaginación, de la fantasía e in-

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cluso de regiones de nuestra mente de explora-ción no sencilla, como las que forman parte delinconsciente. Y en otras más el artista nos trans-mite sus intuiciones formales, sus hallazgos encuanto a la disposición de los espacios, confor-maciones, colores, texturas, secuencias, armonías,estructuras y la belleza que hay en todo ello; es lahechura de algo expresándose a sí misma. Claroque también hay muchas obras en las que varios otodos estos aspectos se encuentran presentes. Pero,en todo caso, es por ello que se dice entonces queel arte es una forma de comunicación (entre otros,Mussorgsky lo dijo muy claro: el arte no es un finen sí mismo, es un medio de comunicación entrelos seres humanos); la obra de arte siempre inten-ta decirnos algo que, si es percibido y reelaboradoy reconstruido por nosotros, nos va a cambiar lavida, entre otras muchas cosas porque nos va acambiar la manera que hasta ese momento haya-mos tenido de ver los cuerpos y eventos que ocu-rren en la naturaleza o los realizados por los sereshumanos, incluyendo por supuesto lo que haga-mos nosotros mismos.

La relación entre la forma y el contenido cons-tituye una tensión siempre presente en toda obrade arte, sus componentes formales invariablementesignifican algo, no solamente representan algo.Abrasar los sentidos con luz (esto es, la forma) einfiltrar amor en los corazones (esto es, el conte-nido), ya lo dice Mahler en su Octava Sinfonía.

¿Por qué nos gusta algo?

¿Cómo distinguir una buena forma de una malaforma en arte? No es asunto banal ni en el que yopodría profundizar, pero sí puedo anticipar, cuan-do menos, que la referencia última para los pro-blemas formales en cualquier manifestación artís-tica es la naturaleza misma. De ningunamanera quiero decir que el arte debe imi-tar a la naturaleza, por lo que el asertoque hago ahora es para mí muy impor-tante: el arte nunca trata de reproducirfielmente lo que llamamos real, ni siquieraen un trompe l’oeil o en el ultrarrealismo;lo recrea, lo reacomoda, lo reelabora, lomodifica, toma su esencia, juega con ella,

pero no la reproduce ni la replica. La obra quedacomo el artista quiere que quede, no como la rea-lidad es. Sin embargo, y quizá no tan sorpresiva-mente como podría pensarse, los aspectos esen-ciales de la realidad natural o social seleccionadospor el artista quedan fatalmente reflejados en laobra. Pocas composiciones nos hablan de la in-manencia de la naturaleza como lo hace la SinfoníaPastoral de Beethoven; y para extender el ejemploa la vida social, si queremos saber, y sobre todosentir e imaginar, cómo era la vida en el Méxicode la segunda mitad del siglo XIX, por supuestoque podemos consultar los libros de historia res-pectivos, pero también podemos leer los cuentosy novelas de Altamirano, Riva Palacio, Payno, Cué-llar e Inclán, obras de ficción todas ellas.

Lo que estoy intentando decir es que la naturale-za, que comprende cuanto existe y ocurre en eluniverso, desde el movimiento de las galaxias has-ta la estructura de átomos, células y tejidos, susformas, sus arreglos y disposiciones, sus propor-ciones, sus colores, sus texturas y sus movimien-tos e interacciones, constituye el punto de toquefinal para toda obra de arte. Está claro que ni talesproporciones nos son sugeridas explícitamente porla naturaleza (como a veces se afirma de la sec-ción de oro o regla de oro en pintura, escultura yarquitectura, conocida desde Euclides, en la queuna línea se divide de tal manera que la parte me-nor es a la mayor como la mayor es al todo; estaproporción resulta grata para nuestros sentidos yse encuentra en muchas formas naturales, tantoen plantas como en animales), ni el artista se hapuesto a buscarlas sistemáticamente estudiando as-trofísica, anatomía vegetal o histología. Y esto noslleva de la mano a la siguiente cuestión: la sensibi-lidad del artista le ha permitido percibir de maneraintuitiva las características materiales que le produ-cen placer, combinándolas e integrándolas men-

talmente, para construir a partir de ellaslas formas y estructuras, más o menos ela-boradas, de las obras que produce.

Así que el artista tiene, en primer lu-gar, la sensibilidad, con cuya potenciali-dad ha nacido pero que ha educado demanera sostenida al ejercer asiduamentesu oficio, sensibilidad gracias a la cual per-cibe la belleza de las formas, los ritmos y

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los movimientos de lo que le rodea,y los recrea, los combina y los mo-difica en su imaginación; y, en se-gundo lugar, el talento, tambiénpuesto a prueba con el ejerciciosostenido de su trabajo, de plasmartales elaboraciones intelectuales, yotras creadas a partir de ellas, en lasobras concretas que compone.

Y, ¿por qué a nosotros, que nosomos artistas, nos gusta algo? Puesporque también, como el artista,hemos entrenado no solamentenuestros sentidos sino nuestras ca-pacidades perceptivas (que incluyenpor supuesto nuestras competen-cias reflexivas, gracias a las cualesconstruimos percepciones determi-nadas y precisas a partir de un caosde sensaciones) para aprehender labelleza tanto en las cosas, los seresy los hechos naturales como enaquellos elaborados o efectuadospor los seres humanos, y conformelogremos una visión más penetran-te y educada, podremos percibir ygozar con la belleza de creacionescada vez más elaboradas o más sim-ples, o bien ocultas e intrincadas.Para ello tenemos que aprender aobservar natura y cultura, lo queexiste en el universo y las obrascreadas por los seres humanos y susacciones (hay acciones bellas y hay acciones ho-rribles, ¿no es así?), proceso que ocurre a lo largode toda la vida; tenemos que aprender a observarutilizando todos nuestros sentidos y nuestro pen-samiento y nuestra asiduidad, fijándonos bien enlo que vemos y en lo que escuchamos, comparan-do, distinguiendo, identificando semejanzas y di-ferencias, estableciendo relaciones, analizando lascosas, observando repetidas veces desde ángulosy con percepciones diversas el asunto o la obra deque se trate, poniendo en juego todo lo que he-mos observado antes. Resulta claro que observa-mos con nuestra mente, que los sentidos, indis-pensables como son, no resultan más que instru-mentos de nuestra inteligencia, y que es con ella

con la que percibimos la belleza de una obra dearte y la belleza en general, de manera que al edu-car nuestra sensibilidad y nuestras competenciasperceptivas estamos encaminando toda nuestravida, todo nuestro hacer, nuestro pensar, nuestrosentir y los valores con base en los cuales establez-camos nuestras relaciones unos con otros y con elmedio natural y social del que formamos parte. Esclaro que educarse para apreciar el arte no se re-duce simplemente a educarse dentro de un campoartístico específico: nos estamos educando en lavida y para la vida.

Podemos afirmar entonces que el arte no estásolamente en el artista, no está solamente en laobra de arte misma, también está en cada uno de

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nosotros, en los que gozamos con el arte. “La be-lleza sólo le pertenece al que la entiende, no al quela tiene”, dijo alguna vez Carlos Fuentes. No so-mos, pues, receptores pasivos, ni el artista se dirigea nosotros como tales. Al gozar con una creaciónartística meritoria nosotros estamos poniendo be-lleza en ella. Pocos ejemplos tan claros como en laliteratura, en la poesía, en el teatro y en el cine, endonde podemos decir que quien lee o quien asisteen calidad de público participa en la obra, sea éstacomedia, tragedia o drama; el lector, o el especta-dor en su caso, va a hacerse con el discurso escritoo hablado o gestual que está leyendo o está escu-chando o está observando, no como un ente neu-tral, como una tabula rasa, sino desde su propiacultura, poniendo algo de sí mismo, construyen-do significados, suscitados por el artista, pero queson propios del lector, del escucha o del especta-

dor. Así que, si ponemos nuestravida en ello, nosotros venimos aser una suerte de coautores de laobra de arte de que se trate. Ypor eso podemos decir que, aleducar nuestro sentido estético,al aguzar nuestras competenciasperceptivas, al aprender a mirar-lo y a escucharlo y a reconocerlo,hemos aprendido a llevar el artepermanentemente en nuestrossentidos, en nuestro pensamien-to y en nuestro corazón. La di-mensión de esta nuestra fortunano tiene término ni colmo nimedida.

¿En dónde se encuentrael arte?

Ya se imaginará el lector con loque llevo dicho en estas líneas queno voy a hacer aquí distincionesde valor entre las llamadas bellasartes y las artes populares. Por su-puesto que hay diferencias entreunas y otras y también las hayentre un artista y un artesano:aquél explora sistemáticamente la

historia de su quehacer, conoce las diferentes es-cuelas de épocas y lugares diversos, está al tantode lo que se produce en su momento y analiza todoello de manera reflexiva y sistemática, teoriza a pro-fundidad sobre su oficio y sobre su propia obra yla de los demás y busca siempre nuevos caminos ynuevos procedimientos; el artesano no hacenecesariamente todo eso y en general tiende a pre-ocuparse más por el aquí y el ahora, tanto en suquehacer como en la obra que produce. Pero en eltrabajo de ambos hay arte, existe la búsqueda per-manente de formas y ordenamientos, de materialesy maneras de utilizarlos, de modos y de estilos quelleven a la producción de una obra bien hecha queexprese una visión de las cosas, de la vida, de losafanes, las necesidades, los sueños y los días, de lasmujeres y los hombres de hoy y de siempre. Y poreso es que decimos que el arte está en todas partes.

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No hay ningún lugar de la Tierra en el que seasienten y prosperen los seres humanos en el queno encontremos objetos diseñados no solamentepara ser útiles sino para que nos gusten, para queplazcan a nuestros sentidos y a nuestra percep-ción estética. Los muebles, por rudimentarios quesean, la loza en la que cocinamos y comemos,nuestra propia ropa del diario y de los días de fiestay ceremonia, los juguetes de los chicos, los diver-sos recipientes que contienen los productos queadquirimos, los libros que leemos, los adornos quecolgamos en las paredes o ponemos en las repi-sas, hasta los implementos de trabajosean éstos carretillas o computadoras, to-dos están diseñados con la pretensión,lograda o no, de servir y de gustar, lasdos cosas, de estar bien hechos en am-bos sentidos. Lo mismo sucede con edi-ficios, con parques y jardines, con perió-dicos y revistas, estatuas y monumentos,e igualmente podríamos seguir con losanuncios que vemos, las canciones queescuchamos, las películas y las comedias de la te-levisión. Todo esto representa una gran oportu-nidad para ir educando nuestro sentido estético,para refinar nuestra apreciación de formas y es-tructuras, para percibir mensajes y contenidos,para aguzar nuestra competencia para distinguirlo que está bien hecho de lo que está mal hecho yrechazar lo malo y aceptar y gozar y ser educadocon lo bueno. No se trata de aceptar pasivamentetodo lo que se nos ofrece en el cine, en la radio oen la televisión, en la calle o en las tiendas, enrevistas o en periódicos, pues mucho de ello esbasura. Y entonces, si hemos educado nuestro sen-tir, podremos pasar, armados de mejores ingenios,al arte que quizá no es el de todos los días peroque puede serlo si nos lo proponemos, el de lasgrandes obras de la música, de la pintura, de laescultura, de la arquitectura, de la poesía, de laliteratura, del teatro, de la danza y, por qué no, dela fotografía, del cine y del arte popular. Ilumina-da nuestra sensibilidad, dejaremos de consumir laescoria estética tan a menudo promovida por losmedios y la publicidad con el pretexto de que pro-ducen lo que “le gusta a la gente”, esto es, a noso-tros, pues eso es lo que somos para ellos, “la gen-te”, y buscaremos con exigencia, en nuestra vida

de todos los días, lo que realmente tenga calidadestética, ya que habremos aprendido a reconocer-lo por costumbre.

Antes de terminar con esta letanía sobre la ubi-cuidad del arte, permítaseme señalar que en mu-chas otras actividades consideradas no artísticastambién hay encanto, también hay perfección, tam-bién hay gracia y gallardía. Ya se dijo que hay or-den, belleza y esplendor en muchas formacionesnaturales, en muchos de los sucesos y movimientosque podemos percibir en el universo, y no estoyhablando de la supuesta sabiduría de la naturaleza

y mucho menos de la abominación delpensamiento que intenta sustituir al dar-winismo y a la evolución del espacio y lamateria por el así llamado “diseño inteli-gente”. Pero también hay seducción yhalago en el pensamiento de hombres ymujeres que estudian e intentan desen-trañar las leyes y principios de acuerdocon los cuales se comporta el cosmos:hay belleza y elegancia e ingenuidad en

los códigos propuestos por la física, en las predic-ciones astronómicas, en las nociones fundamen-tales de la química y de la biología, y por supuestoque las hay en el teorema y los desarrollos mate-máticos. Y algo en lo que no podré extendermedadas las dimensiones de esta contribución asazmodesta: hay una estrecha relación entre arte ymoral, no solamente en cuanto a los contenidos omensajes enviados por la obra de arte, sino encuanto a su pura disposición formal, en la apre-ciación de sus virtudes figurativas y estructuralestanto en el tiempo como en el espacio. Ya he di-cho que gracias a todo ello el arte nos enseña ahacer las cosas bien, y con esto me refiero no so-lamente a la ejecución de los productos materialesde nuestro trabajo, sean bizcochos, sillones, dis-posiciones burocráticas o contabilidades bancariaso hacendarias, sino a todos nuestros actos. Obrasson amores, bien lo dice el refrán, y el arte nosenseña no solamente a gozar con buenas pinturas,construcciones, poemas y sinfonías, y con estre-llas y atardeceres y bosques y trigales, sino a reali-zar actos, tareas y hazañas que deben estar bienordenadas, bien estructuradas y bien dirigidas afines nobles, justos, serviciales y bondadosos. Arsy moris, entonces, van ambos tomados de la mano.

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Educación

No tratándose de una ciencia exacta, no siendosiquiera una disciplina, el término educación puededefinirse de muy diversas maneras de acuerdo conla posición de quien lo use. Para algunos la educa-ción es el proceso mediante el cual nuestra heren-cia cultural pasa de una generación a la que sigue.La penuria de esta noción es evidente: consideraque la herencia cultural ya está allí, es supuesta-mente dominada por los mayores“que saben” y debe ser adquiridadócilmente por quienes carecen deella, esto es, las “nuevas generacio-nes”; la figura clave no es quienaprende sino quien enseña y la au-toridad con que se desenvuelve; loseducadores que sustentan su tra-bajo en esta noción contemplan uncierto ideal de homogeneización,de uniformidad, y por lo tanto amenudo nos hablan de un perfil alograr en el educando, que así nosllaman a quienes aprendemos. Paraotros la educación es el procesomediante el cual todos podemosseleccionar y extraer de las tradiciones los com-ponentes que mejor sirven a nuestra visión indivi-dual, desarrollando en el proceso nuevas y valio-sas maneras de pensar, de sentir y de hacer, quevan a enriquecer la consideración de los modosestablecidos; como puede verse, esta noción dealguna manera engloba a la anterior, pero la haceavanzar muy sensiblemente y no implica que unasgeneraciones ya estén educadas y otras no. Y paraotros más la educación es el proceso permanentemediante el cual se promueve o favorece, a lo lar-go de toda la vida, el crecimiento y desarrollo in-dividual y colectivo en todos los aspectos físicos,intelectuales, afectivos, sociales y morales de lapersona humana; este significado comprende a losdos anteriores, los hace ir todavía más adelante ytiene entre sus valores torales el de la diversidadcultural individual y colectiva. En las últimas dosconcepciones la figura clave es quien aprende y lacreatividad y solicitud que ponga en juego comoindividuo y como grupo, auxiliado, pero no nece-sariamente, por tutores perceptivos y cuidadosos.

Para el caso del arte estas diferentes nocionesson de gran consecuencia: si la tradición y la cul-tura heredadas son simplemente adoptadas e imi-tadas, quédanse convertidas en carga indolente einfructuosa, lo que ocurre a menudo en acade-mias y dependencias administrativas públicas yprivadas; bien sabemos que no hay arte a menosque normas y usos se utilicen creativamente y enlibertad, con frescura, de manera personal, comoun medio para la expresión del artista en tanto

individuo. Las tensiones que existenentre las tres nociones esbozadas enel párrafo anterior, tanto como suturbadora complementaridad, soninnegables.

Abordando el mismo problemadesde otra cota, podría decirse quelos educadores nos movemos siem-pre dentro de dos posibilidades quede alguna manera resultan irrecon-ciliables pero que también vuelvena ser complementarias. Por un lado,se dice que los seres humanos debe-mos ser educados para llegar a serlo que realmente somos, lo que cadaquien es en el fondo, esto es, para

que cada uno de nosotros pueda desarrollar, den-tro de una trama social lo suficientemente librecomo para promover una gran diversidad indivi-dual, todas las potencialidades que uno trae den-tro de sí y que constituyen un valor positivo parala persona y de hecho para la sociedad; esto noshabla de una educación para la diversidad. Pero,por el otro, también se afirma, aunque implícita-mente, que debemos ser educados para llegar aser lo que no somos, esto es, que las personas de-ben desarrollarse de acuerdo con un carácter operfil ideal determinado por las tradiciones de unasociedad de la que el individuo forma parte invo-luntariamente; para ello, el proceso educativo de-bería ser capaz de ir eliminando lo que sería carac-terístico o peculiar de cada persona; y esto noshabla de una educación para la uniformidad. ¿Esla sociedad, o debe ser, una comunidad rica y di-versa de personas diferentes que buscan un equi-librio complementándose y ayudándose unas aotras, o es una colección de personas a las que seles pide (o se les obliga a) que se ajusten tanto

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como sea posible a un ideal determinado? Traiga-mos a cuento una vez más la educación de nuestrasensibilidad: ¿vamos a reaccionar todos de la mis-ma manera ante las mismas obras? ¿Debe el artis-ta ajustar su trabajo a los dictados de la moda, desus patrocinadores o del poder? Si bien es ciertoque toda sociedad tiene un cierto perfil ideal de loque es un buen ciudadano, debería resultar claroque dicho ideal nunca ha de considerar como ejem-plar la uniformidad de las personas.

Pasemos a otra cuestión. Quien se educa, estoes, quien aprende, es una persona de cualquier edadque va encontrando su propio camino al lado ono de personas con más experiencia que ya hanencontrado el suyo y que le orientan como maes-tros o tutores. Esto es que no somos objetos pasi-vos de nuestro proceso educativo, somos sujetosque participamos de manera propositiva, reflexi-va y creativa en nuestra propia educación. Duran-te nuestra educación, esto es, durante toda nues-tra vida, el proceso formativo no supone el simpledominio de una disciplina, un campo o un áreadel conocimiento o del quehacer humano, sinotambién, y de manera fundamental, el proceso in-verso, esto es, el dominio de nosotros mismos enfunción de los saberes, los valores y las actitudesdesarrollados. No queremos convertirnos en eru-ditos de gran instrucción y muchos conocimien-tos, sino en personas sabias que dominamos elsaber y que no solamente sabemos algo, sino quesabemos cómo hacer las cosas, por qué hay quehacerlas, para qué y cuándo. Por lo demás, el saberimplica no solamente tener el conocimiento sinoel uso que se le dé a tal saber en el mundo real; esclaro que no conocemos bien algo mientras nosepamos cómo el uso de ese conocimiento puedeafectar y afecta a las personas y a las comunida-des. En el caso del arte este asunto es de enormecomplejidad y adscribe al artista, o a quien preten-de serlo, una carga y una complejidad mayores. Esclara, por supuesto, la irresponsabilidad parcial ototal de los medios y de no pocos sectores delEstado, incluyendo el educativo, en su manejo delos aspectos estéticos, y las consecuencias que estotiene sobre la educación de la sensibilidad de quie-nes se encuentran sometidos a este dominio, ni-ñas, niños, jóvenes, madres, padres y público engeneral. Por desgracia, en este caso, y tal como lo

afirmó Oscar Wilde, la vida imita más al arte quelo que el arte imita a la vida. Y peor cuando setrata de malas artes.

Se dice que la educación no consiste en llegar ala meta sino en el proceso que seguimos para lle-gar a ella. La educación es entonces comparadacon un viaje: lo que enriquece es la travesía, no elarribo a la terminal; de allí que se insista en que lacalidad del proceso (la educación) determina lacalidad de los productos parciales y finales (elaprendizaje, los saberes logrados, la consolidaciónde una posición crítica, reflexiva e independien-te). La educación de la sensibilidad forma parteirremplazable de este viaje.

Conclusión

Todos los educadores tenemos necesidad y obli-gación, como profesionales y como individuos, deencontrar y fundamentar nuestra posición dentrode las cuestiones planteadas, tanto para el artecomo para la educación, y de actuar en consecuen-cia con las personas que se educan a nuestro lado.Cualquiera de nosotros es capaz de gozar y edu-carse con el arte, y, al hacerlo, la calidad de lo quehagamos, de lo que pensemos y de lo que sinta-mos, se desarrollará y mejorará de manera muysensible, incluyendo la calidad moral de nuestrosactos. El arte no se encuentra confinado en mu-seos, galerías y salas de concierto, mucho menosen las ostentaciones de personas acomodadas: estáen todos lados, nos rodea, nos invita en todo mo-mento a apreciarlo, a gozar con él, a utilizarlo paraque nuestro sentido de lo bello se desarrolle y crez-ca sano y fuerte, nos enseñe a distinguir el oro delo que solamente relumbra sin serlo, nos orientepara rechazar lo que corrompe y degrada así comopara aceptar y asimilar lo que enaltece nuestra viday hace noble nuestro aliento.